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PAIDÓS
Buenos Aires - Barcelona - México
Cubierta Gustavo Macri
ISBN 950-12-7724-0
PROLOGO A LA NUEVA EDICION
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do. A la vez, esos historiadores habían adquirido ya los escrúpulos profesiona
les que hacen difícil producir copia al ritmo que un proyecto como el de
EUDEBA requería, y el inesperado respeto que Boris -habitualmente tan im
paciente frente a los obstáculos que amenazaban retardar sus planes editoria
les- desplegó ante esos escrúpulos contribuyó a que, cuando la intervención
lanzada sobre las universidades nacionales por el gobierno de la llamada Re
volución Argentina puso fin a la experiencia editorial que él animaba desde
Buenos Aires, las distintas secciones de la obra proyectada estuviesen aun en
cantera. De ella fueron rescatadas por una iniciativa de Enrique Butelman, quien
hizo posible que ella finalmente saliera a la luz bajo el sello de Editorial Pai-
dós -tras continuar su preparación con un ritmo ya menos urgido por perento
rios plazos de publicación-
Esa complicada prehistoria explica que, en una obra colectiva publicada en
1972, sobreviviese tanto del temple de una etapa ya entonces cerrada de nues
tra vida intelectual, la cual había estado marcada por el avance impetuoso de
las ciencias sociales tanto en el campo académico como fuera de él. Si un ras
go común puede reconocerse en una obra en la que colaboraron estudiosos
cuyas posteriores orientaciones, a veces divergentes, estaban ya anticipadas en
alguna medida en ella, es esa confianza en la eficacia del contacto con las cien
cias sociales como estímulo para una renovación de la disciplina histórica que
todos juzgábamos urgente.
Es esa compartida convicción la que permite entender que esta historia es
crita por muchas manos -y a cuyos autores las dispersiones que se hicieron
frecuentes a partir de la Revolución Argentina hacía difícil mantener los con
tactos hasta entonces habituales, ocasiones en que discutían acerca de las pers
pectivas que guiaban su trabajo de historiadores- pudiese organizarse, por así
decirlo, espontáneamente en una sola narrativa, sustentada en un entramado
urdido por el recíproco espej amiento de economía, sociedad y política. Era ésta
una perspectiva hasta tal punto compartida que no creí necesario sugerir a los
colaboradores de la empresa ese criterio de organización sino en los términos
más elípticos, que fueron sin embargo suficientes para que lo aceptaran sin
reservas quienes en él reconocían sin esfuerzo el que ya les era propio.
Es apenas necesario señalar que hoy una propuesta de esa laya encontraría
un eco muy distinto (o más probablemente no suscitaría ninguno). No es sólo
que en los años transcurridos la alianza privilegiada entre historia y ciencias
sociales ha dejado paso a otras que la vinculan más estrechamente con ciertas
vertientes de la antropología, del análisis literario o de la lingüística. Más de
cisivo aún es el rechazo de la noción misma de «gran relato», que concibe a la
historia como la narración de un unificado proceso de cambio. Una de las ven
tajas de la vejez es que permite recordar un pasado en que ciertas cosas que
ahora son nuevas estaban dejando de serlo: en efecto, cuando los responsables
de esta Historia Argentina nos iniciamos en nuestra disciplina hacía ya tiempo
8
que la desconfianza por todo «gran relato» había sido plenamente compartida
por Lucien Febvre (siempre dispuesto a retomar su cruzada contra las grandes
machines historiques) con nuestro Emilio Ravignani, aunque ni uno ni otro se
hubiera sin duda sentido atraído por los refinados debates epistemológicos en
los que hoy suele articularse ese recelo.
En este recelo resonaba quizás un eco ya muy tenue del que, en respuesta a
la gran tormenta de 1848, había socavado la fe en ese primer «gran relato» que
había buscado develar un sentido unificado para la historia moderna, el que,
bajo la Restauración, Franpois Guizot había organizado en torno a los avances
paralelos de las instituciones libres y de la conciencia moral de la humanidad.
El nueve gran relato que nunca logró reemplazarlo del todo -que Jacques
Ranciére presenta en ese delicioso librito que es Les mots de l'histoire como el
propio de la era democrática y social, y que ve aflorar intermitentemente a lo
largo del entero tramo que va de Michelet a Braudel- se mostró desde su ori
gen menos seguro de sí mismo que el que Guizot había construido en desafío a
la cerrazón de horizontes que aspiraba a imponer la Restauración. Sólo duran
te las tres décadas que abrieron la segunda posguerra, en las que esa civiliza
ción democrática y social alcanzó un apogeo que -com o iba a revelarse ape
nas clausurada esa etapa- era a la vez el anuncio de su ocaso, ese nuevo gran
relato osó desplegar a la luz del día todas sus ambiciones.
Testimonio de ese momento embriagador e irrepetible en la historia del si
glo XX es, a su modo, esta obra, que por haber brotado de él es acaso la última
que osó todavía ofrecer una narrativa globalizadora de la trayectoria de nues
tra nación. Si hoy los historiadores argentinos están dibujando ante nuestros
ojos un paisaje histórico demasiado rico y abigarrado para que pueda hacerle
plena justicia cualquier «gran relato», no es tan sólo porque la que, cuando esta
obra fue planeada, era todavía empresa de unos pocos, hoy parece estar en el
umbral de convertirse en un fenómeno de masas (lo que no cesa de sorprender
a quien puede contrastar en la memoria el mínimo público presente en 1966 en
la primera reunión de la Asociación Argentina de Historia Económica y So
cial, con las muchedumbres que hoy acuden, ponencia en mano, a las citas que
la asociación convoca en los más variados rincones del país).
Más importante aún es que el eclipse de las grandes narrativas haga posible
volver hacia el pasado una mirada que ya no recoge de él tan sólo lo que cabe
en cada una de esas narrativas. Gracias a ello todos hemos descubierto cosas
que no sólo no sabíamos que existían en nuestra Argentina, sino que no imagi
nábamos siquiera posibles en ella, y todo sugiere que aún quedan muchos des
cubrimientos como ésos por hacer ¿Llegará alguna vez de nuevo el momento
para aquello que en los manuales de Introducción a la Historia era designado
como la síntesis? No, sin duda, si se lo entiende como el que se abre cuando
todo el material al que se dirige la curiosidad de los historiadores ha sido debi-
dameqte inventariado, puesto que ese material es literalmente inagotable. Es
9
de esperar en cambio que sí, si se lo entiende como aquel en que los historia
dores, y no sólo ellos., han de recobrar la confianza en su capacidad de enten
der la historia que están viviendo; es en efecto esa confianza la que incita a
estructurar el paisaje histórico en torno a un gran relato.
El que ha de surgir en este momento deberá encontrar su lugar en todo lo
que el esfuerzo reciente de nuestros historiadores ha incorporado ya y seguirá
incorporando a nuestro paisaje histórico. Me gusta pensar que lo encuentre tam
bién para la temática que dominó de un modo que hoy puede parecer demasia
do excluyeme a esta Historia Argentina. Y me gusta ver también en el eco que
esta obra sigue encontrando, luego del derrumbe de todas las seguridades que
subtendían esas preferencias temáticas, un augurio de que así ha de ocurrir.
T ulio H a lperin D on gh i
Berkeley, 2000
10
PROLOGO A LA PRIMERA EDICION
Publicar una nueva Historia Argentina encarada como obra colectiva es una
empresa que parece requerir cierta justificación. Cuando comenzamos a pla
near la presente, la escasez de tentativas comparables realizadas durante el lapso
transcurrido desde que apareció la patrocinada por la Academia Nacional de la
Historia, dirigida por Ricardo Levene, parecía sugerir que, si no imposible, el
proyecto resultaba cuanto menos extremadamente difícil. La relativa abundan
cia de obras similares que desde entonces se publicaron, no asegura necesaria
mente que dicha dificultad fuese ilusoria, pero hace mucho más problemática
la fundamentación de todo intento que venga a sumarse a los ya concretados.
El que sometemos al juicio del lector no pretende tener otro signo distinti
vo que la aspiración -com ún a sus colaboradores- de narrar la historia, según
la fórmula de Huizinga, “de la mejor manera que les es posible”. Pero esa fór
mula es (a la vez que falsamente modesta) falsamente simple: no sólo supone
que esa “mejor manera” es tolerablemente buena; implica además que ella no
deja de otorgar un carácter común (que no podría ser tan sólo la ubicación, real
o imaginada, en cierto nivel de calidad) a los escritos inspirados por esa co
mún aspiración. En la Argentina de los años setenta, ese signo distintivo acaso
podría encontrarse sobre todo en un interés más vivo por ciertas dimensiones
del pasado que -según escuchamos decir a menudo- nuestros historiadores no
solían sentir. Pero no podría ser éste, sin más, el carácter distintivo de la pre
sente Historia Argentina. En primer lugar, porque la preocupación por los as
pectos no propiamente políticos del proceso histórico -y el intento de desen
trañar los nexos entre éstos y los acontecimientos que llenan la historia que
solemos llamar “tradicional”- impregna esa historia tradicional más de lo que
11
suele admitirse. Ese intento no estaba libre de propósitos apologéticos; no es
taba tampoco exento de los riesgos (de inexactitud, de imprecisión) quizás in
evitables cuando se afrontan vastos problemas de historia económica y social,
asignándoles a la vez un lugar que, a pesar de todo, no deja de ser marginal en
el propio esfuerzo de reconstrucción del pasado. Pero tampoco están libres de
esas limitaciones los ensayos que con igual ambición (y desde perspectivas
ideológico-políticas a menudo opuestas a las de los precursores del siglo XIX)
se suceden hoy con ritmo desenfrenado. Éstos son con demasiada frecuencia
pasibles de otra censura: ignoran serenamente casi todo cuanto ha aportado de
nuevo la historiografía desde los tiempos de Mitre y López, para quienes
Michelet había sido aún un contemporáneo.
Los trabajos aquí reunidos no quisieran merecer ese reproche: sus auto
res se consideran estudiosos profesionales de la historia y las ciencias socia
les, y como tales quieren ser juzgados: su primer deber es, por lo tanto, prac
ticar un estilo de indagación histórica que esté a la altura de los tiempos, no
sólo en cuanto haga suya la perspectiva que este problemático presente im
pone al pasado nacional (y que no podría ser desde luego la misma cuyajus-
teza parecía evidente hace un siglo), sino también en cuanto busque utilizar
una cultura histórica menos arcaica de lo que todavía suele ser habitual entre
nuestros historiadores, y por último, en cuanto no se niegue a extraer las con
clusiones necesarias del hecho de que la historia es -en una de sus dimensio
n es- ciencia social: la colaboración entre historiadores y cultores de otras
ciencias humanas constituye en esta obra el reflejo más visible, pero no el
único, de este enfoque.
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INDICE
Primera Paite
L a división
Segunda Parte
P rimeras etapas del nuevo estado nacional ( 1862-1874)
I. Reorganización política........................................................................ 79
1. Guerras civiles y guerra del Paraguay............................................. 79
13
2. Presidencia de Sarmiento..............................................
3. Creación de los organismos de! nuevo Estado.................................. 89
4. El problema de Buenos Aires .......................................................... 93
5. Modernización jurídica y política. Los códigos................................ 95
II. La modernización económica................................................................ 99
1. Transportes y colonización.............................................................. 99
2. Los avances del nuevo Litoral......................................................... 106
III. Economía argentina y economía mundial: las nuevas inversiones.......... 121
IV. Economía y demografía: Inmigración extranjera, migraciones internas.
Equilibrio urbano-rural............................................................................ 127
Bibliografía...........................................................................
índices Analíticos
14
ÍNDICE DE FIGURAS
15
Fig. 4.14. Ángel Vicente Peñaloza (El Chacho). (Archivo General de la
Nación.)............................................................................................ 76
Fig. 4.15. Tropa del Chacho tomada prisionera por Sarmiento en La Rioja,
1863 (Archivo General de la Nación)................... ............................. 81
Fig. 4.16. Mitre, presidente de la República con su gabinete, 1862
(Archivo General de la Nación)......................................................... 83
Fig. 4.17. Mitre y Francisco Solano López: entrevista de Yatayty Corá,
11 de setiembre de 1866 (Archivo General de la Nación)................... 84
Fig. 4.18. Sarmiento, sargento mayor después de Caseros (Archivo
General de la Nación).................... 86
Fig. 4.19. López Jordán acompañado por sus coroneles..................................... 88
Fig. 4.20. Atentado contra el presidente Sarmiento al pasar su coche por las
calles Maipú y Corrientes. Reconstrucción de la época (Archivo
General de la Nación)................... .................................................... 92
Fig. 4.21. Primera Exposición de la Producción Nacional. Córdoba,
1871-1872 (Archivo General de la Nación)....................................... 94
Fig. 4.22. Estación del ferrocarril (Archivo General de la Nación)..................... 103
16
INTRODUCCION
17
también utilizamos aunque complementado con la palabra “modernización”.
Doble caracterización de la etapa que tiende, más que al mero enriquecimien
to formal del juicio que ella merezca, a señalar una divergencia entre el senti
do tradicionalmente asignado a este proceso y el más complejo contenido que
la realidad presenta, pues, si bien es innegable la importancia de la organiza
ción institucional alcanzada en esos años, su trascendencia no nace exclusiva
mente de haber proporcionado las bases jurídicas para el funcionamiento del
Estado sino de las fuerzas que contribuyó a formar y liberar como condición
indispensable de su propia puesta en práctica.
Normas y fundamentos giran en el vacío si no existen estructuras a las que
interpreten y sobre las que legislen, y en el caso argentino, una organización
moderna exigió la modernización de la sociedad a la que iba dirigida; sin em
bargo, en tanto el proceso fue más inducido que autogenerado, resultó de todo
ello un producto sin la homogeneidad de intereses y valores que constituyen el
fundamento de una sociedad nacional. De allí “modernización” junto a “orga
nización”; porque las fórmulas legales adoptadas, en cuanto respondían a mo
delos externos, exigieron también el trasplante acelerado de elementos nuevos
y, aunque es difícil advertir las contradicciones en el análisis a corto plazo, los
conflictos inmediatos a nivel político son las primeras manifestaciones de una
distorsión que llegaría más tarde a socavar el mismo instrumento que le diera
origen, y así, una vez superada la etapa de transformación febril, comenzó a
revelarse en toda su magnitud la incidencia de aquellos cambios sobre las pro
fundas y graves tensiones a nivel institucional que todavía nos afectan.
Este es el supuesto implícito en nuestro examen, limitado al momento en
que se pone en marcha el proceso de organización y modernización; porque
los mismos elementos que modificarían la imagen de un país rural y pastoril,
darían también origen a serios desequilibrios en la evolución posterior de la
Argentina.
18
Primera Parte
LA DIVISIÓN
Ni colapso total ni transformaciones violentas en el campo político siguie
ron de inmediato a la batalla de Caseros; con excepción de Buenos Aires, los
gobiernos provinciales sufrieron poco o ningún cambio, aun en los casos de
más clara identificación con Juan Manuel de Rosas.
Esta permanencia de hombres, a primera vista inexplicable, está vinculada
con la heterogénea composición del grupo triunfante, acorde con la elimina
ción del gobernador porteño pero cuyas discrepancias latentes frenaron al prin
cipio medidas radicales en el ámbito nacional. Sin embargo, la moderación
inicial no bastó para mantener el equilibrio; las tendencias en pugna, expre
sión de posiciones incompatibles y con lejanos antecedentes en el pasado, muy
pronto reiteraron un enfrentamiento nunca resuelto del todo a lo largo de los
cuarenta años precedentes.
Los primeros indicios de conflicto aparecen ya en las etapas iniciales de la
revolución a través de discrepancias ideológicas entre los promotores del mo
vimiento separatista. No cabe volver aquí sobre el análisis de aquel proceso ni
sobre sus orígenes; recordemos sólo que mentalidades e intereses económicos
distintos favorecieron planteos políticos antagónicos entre lo que se ha llama
do la minoría ilustrada urbana y los sectores ligados con el agro; resultó por lo
tanto normal que al afirmarse económica y socialmente estos últimos, despla
zaran también del poder a sus adversarios.
Pero la constitución de una clase terrateniente a lo largo de la década que
va desde 1820 a 1830 y su posterior afianzamiento bajo el gobierno de Juan
Manuel de Rosas, no liquidó por completo el pensamiento libera!; más aún,
éste comenzó a infiltrarse en los grupos tradicionales, primero en Buenos Ai-
21
res, asiento de una importante burguesía urbana vinculada con las actividades
agropecuarias, con su comercialización y con el poder político, luego en re
giones más alejadas y sobre sectores primordialmente rurales.
Es el caso del Litoral, con estructuras más tradicionales y por tanto menos
permeables que las porteñas, aunque con una actividad productiva similar, lo
que explica la más tardía influencia liberal, ubicable hacia mediados del siglo
y coincidente con la fuerte expansión ganadera de la región y una favorable
coyuntura internacional para esos productos.
Fue en efecto la conjunción de ambos factores la que precipitó la crisis en
tre Rosas y los terratenientes del Litoral, pues la alianza política no bastó para
salvar el obstáculo que oponía Buenos Aires a las operaciones comerciales di
rectas de aquéllos con los mercados extranjeros: a partir de entonces creció con
rapidez el sector adverso al gobernador porteño y grupos de filiación federal
se unieron a los antiguos unitarios para derrocarlo.
De allí la heterogeneidad de la coalición resultante; tendencias modernizantes
y tradicionales, extremas y conciliadoras, tanto en lo político como en lo econó
mico, formaron un frente común y dieron la batalla, pero a poco del triunfo, en
el momento de poner en marcha las soluciones deseadas para el país, se mani
festaron con violencia las profundas divergencias que separaban a los grupos.
En las alianzas que tuvieron lugar como consecuencia de esta situación,
es difícil detectar la oposición de unitarios y federales, la de modernizantes
y tradicionales o cualquier otro tipo de esquema basado simplemente en di
ferencias ideológicas; existen por cierto, pero los factores que llevarán al en
frentamiento entre Buenos Aires y la Confederación son más complejos y se
vinculan no sólo con el orden interno sino también con la esfera internacio
nal. Junto al sector liberal progresista cierra filas la burguesía comercial y
elementos tradicionales porteños en defensa de su primacía frente al resto del
país: alrededor del núcleo urquicista, de tendencia moderada y bien dispues
to hacia la apertura modernizante, se agrupan espíritus más rígidos en el pla
no socioeconómico y político; los hombres de las provincias interiores tie
nen un pensamiento común: impedir la continuidad hegemónica de Buenos
Aires, y en la lucha por el liderazgo político subyacen encubiertos intereses
económicos.
En los conflictos de la década posterior a Caseros, el grupo tradicional
moderado del Litoral, representado por Urquiza, enfrentó situaciones internas
más difíciles que el sector líder de la política porteña; coincidentes con él en
sus expectativas modernizantes, debieron sin embargo apoyarse en núcleos
rurales provincianos, en parte por afinidades políticas, pero sobre todo como
recurso de equilibrio frente a Buenos Aires. Los compromisos del general ven
cedor, contraídos con países limítrofes para asegurar el éxito de la campaña
contra Rosas, contribuirían además a trabar su accionar y volver oscilante su
política ante la más coherente y agresiva del grupo liberal.
22
La tensión llevó a la secesión de Buenos Aires y precipitó una crisis que
duraría diez años; pero factores relacionados con la situación internacional,
grupos menos radicales en el sector tradicional y mayor flexibilidad política
entre los progresistas facilitaron al cabo una transacción que unificó al país bajo
el sistema federal e inició el proceso de modernización.
23
I. EVOLUCIÓN POLÍTICA Y CRÓNICA
DEL PERÍODO
25
Aires del tirano que la oprimía” dejaban en claro que consideraban finalizada
su intervención en los asuntos internos del Estado.2
La afrenta alcanzó también al recién confirmado gobernador que pocos días
antes y en representación per se de Buenos Aires, había encargado a Urquiza
el desempeño de aquellos poderes nacionales; de lo que podía concluirse que,
ni directa ni indirectamente por medio de personalidades respetables y acepta
das como el doctor López, habría de tolerarse ninguna injerencia en los asun
tos de la provincia.
Es el primer enfrentamiento a sólo tres meses de Caseros y tan rápido dete
rioro de las relaciones, aunque previsible dadas las tendencias coaligadas, se
había acelerado a raíz de ciertos actos impolíticos de Urquiza, tales como fusi
lamientos sin proceso y el restablecimiento del “cintillo punzó”. Hechos aisla
dos pero que impresionaron más a la sensibilidad porteña que las importantes
medidas adoptadas en el plano de la administración y la justicia.
Los sectores activos, deseosos de conseguir plena autonomía, aprovecha
ron la coyuntura y su propaganda prendió en la opinión pública conmovida
aunque no politizada. La oposición creció con rapidez y se exacerbó ante la
convención firmada en Palermo el 6 de abril, día en que se reunieron los go
bernadores de Buenos Aires y Corrientes con el delegado de Santa Fe y el pro
pio Urquiza, e invocando el Pacto Federal de 1831, otorgaron a éste la direc
ción de las relaciones exteriores a que se ha hecho referencia.
Para los porteños, que no olvidaban la larga alianza entre Rosas y Urquiza,
esta delegación, decidida por funcionarios nombrados por el mismo general,
resultaba similar a las obtenidas por el gobernador derrocado y confirmaba el
peligro de una nueva dictadura: la desautorización legislativa fue inevitable y
pareció llegarse a una situación de rompimiento; privó sin embargo la actitud
conciliadora que asumieron personajes clave de las partes en conflicto, uno de
ellos Valentín Alsina, unitario radical y ferviente opositor de Urquiza, que reti
ró su candidatura a la gobernación de Buenos Aires, eliminándose como rival
del doctor López, pero permaneció en el gabinete; el general por su parte disi
muló el desaire y continuó sus planes de reorganización institucional.
Sobre la necesidad de llevarla a cabo existía acuerdo general y también
coincidencia en convocar a un Congreso Constituyente para ello; las discre
pancias surgieron en tomo de ios pasos preliminares a cumplir.
Urquiza se había asegurado ia adhesión de los mandatarios provinciales
merced a la labor del doctor Bernardo de Irigoyen a quien envió en misión per-
2. El proyecto, presentado en la sesión del día 10, fue considerado por la Comisión de Ne
gocios constitucionales presidida por Vélez Sársficid que aconsejó aprobar sólo el voto de gra
cias. En sesión del 16 de mayo se adoptó este temperamento por unanimidad, comisionándose a
Vélez Sársfield, Montes de Oca y Gamboa para presentarlo al general Urquiza.
26
Fie. 4.1. Urquiza (Archivo General de la Nación).
27
sonal al Interior después de la victoria; el comisionado supo tranquilizar a los
recientes aliados de Rosas sobre las intenciones de paz y olvido que abrigaba
su jefe, y los gobernadores, en su mayoría federales y de mentalidad tradicio
nal, aceptaron sin problema la nueva situación política.
Con este apoyo, Urquiza eligió la acción rápida pues el precario equilibrio
en las relaciones con la provincia de Buenos Aires podía romperse en cualquier
momento y dispersar esfuerzos. Una invitación a reunirse en San Nicolás fue
cursada a los gobernadores con la recomendación de recabar autorización de
sus legislaturas para pasar del plano de la discusión al de la toma de decisio
nes, y el 20 de mayo se llevó a cabo la primera sesión. El único gobernador sin
poderes de este tipo era el doctor López y Planes.
En la sospecha de que las provincias reunidas buscarían limitar a Buenos
Aires y seguro de la resistencia que ésta opondría a cualquier cercenamiento
de lo que consideraba sus derechos, no solicitó más que un permiso de asisten
cia; era una posibilidad de no comprometerse en forma abierta y mantener cierto
equilibrio. Sus temores no eran infundados ya que, a la extrema tensión provo
cada por los acontecimientos de la Legislatura, se había sumado otro hecho que
demostraba la decisión de algunos sectores cercanos a Urquiza de llegar a la
liquidación de la hegemonía porteña.
El 5 de mayo el general Urquiza había reunido en Palermo a Vélez Sársfield,
Alsina, Tomás Guido, Vicente Fidel López, Benjamín Gorostiaga, Francisco
Pico y Juan Pujol con el objeto de cambiar opiniones sobre la forma de convo
catoria al Congreso Constituyente, tema a discutirse en San Nicolás. La con
versación fue secreta pero los investigadores han podido reconstruirla en sus
líneas generales y se sabe que en primer término se leyó un proyecto presenta
do por Juan Pujol que retomaba el plan de 1826 sobre la capitalización de Bue
nos Aires, se ocupaba de la convocatoria e insistía en la necesidad de un go
bierno provisional nacional hasta tanto el Congreso nombrara autoridades fe
derales.
El primer punto revelaba el temor de las provincias frente a Buenos Ai
res; cercenar su cabeza era una forma de prevenir problemas para el correntino
Pujol, en un todo de acuerdo con el doctor Derqui, de Córdoba, que también
apoyaba ese plan; el objetivo era tan claro que el rechazo de los otros asis
tentes no se hizo esperar pese al corte unitario del proyecto que hubiera po
dido provocar alguna adhesión por afinidades ideológicas. Pero se ha seña
lado que la situación conflictiva no es reductible a esquemas simplistas; más
allá de una línea política, la cuestión central que oponía a porteños y provin
cianos era la lucha por la hegemonía efectiva sobre todo el país.
Los argumentos opuestos al punto primero parecieron convencer a Urquiza
que, deseoso de evitar fricciones, propuso una nueva redacción. Pico y Vélez
Sársfield tomaron la tarea a su cargo y dejaron de lado los puntos uno y tres,
limitándose a tratar la forma de convocatoria al Congreso Constituyente; el
28
nuevo proyecto, que reflejaba el pensamiento de los grupos influyentes porte
ños, fue aprobado y, en apariencia, quedó como “la resolución” que se defen
dería en San Nicolás.
Pero la actitud de Pujol, dispuesto a insistir en su plan primitivo, y la pro
gresiva indefinición de Urquiza, presionado por sus consejeros provincianos,
avivó los recelos porteños. La renuncia de Alsina a su cargo ministerial y las
dificultades para reemplazarlo son claro indicio de un agravamiento en las re
laciones entre los grupos.
Tales eran las circunstancias en momentos en que el doctor López debía
solicitar autorización amplia para discutir en San Nicolás; hombre de confian
za de Urquiza y al mismo tiempo porteño, su posición difícil explica la actitud
que adoptó en la emergencia y que se limitó a requerir de la Legislatura un
permiso de asistencia.
29
Las alternativas de la reunión de gobernadores y el acuerdo final confirma
rían los temores del doctor López. Si bien la fedendización de Buenos Aires se
rechazó pese a la encendida defensa de Pujol, los gobernadores no se limitaron
a aprobar la convocatoria del Congreso Constituyente y resolvieron la forma
ción de un gobierno provisional nacional hasta que fuera promulgada la Cons
titución. Era, con excepción del primer punto, el plan de Pujol objetado por la
opinión pública porteña.
Con relación a la forma de convocatoria, la disidencia se planteó en torno
de los representantes fijados por provincia; el doctor Vélez Sársfield había
propuesto en la reunión del 5 de mayó la fórmula adoptada por la Constitu
ción de 1826 -un diputado por cada quince mil habitantes- en tanto el Acuer
do establecía un número fijo de dos a cada una, haciendo abstracción de su
mayor o menor población y riqueza, lo que neutralizaba a Buenos Aires.
Pero fue sobre todo la decisión de crear un gobierno provisional la que des
pertó más fuertes resistencias, pues los amplios poderes otorgados -sobre los
que no existía posibilidad de control- hicieron pensar en una dictadura. El he
cho de que el encargado de llevar adelante la gestión fuera un hombre que ha
bía dado repetidas pruebas de desear un ordenamiento legal no disipó los te
mores ante un nuevo gobierno jurídicamente discrecional.
El general Urquiza fue nombrado director provisional y prestó juramento
ante los gobernadores. A partir de ese momento quedaba facultado para apli
car y ejecutar las declaraciones, facultades, principios y actos emanados del
Pacto Federal; concentraba en sus manos los poderes legislativo y ejecutivo y
recibiría el auxilio de un Consejo de Estado consultivo que él mismo habría de
designar.
El Acuerdo de San Nicolás, antecedente inmediato de la Constitución de
1853, se aprobó el 31 de mayo de 1852 y consta de 19 artículos; además de
instaurar el gobierno provisional, sé destacan entre sus resoluciones principa
les la renovación del tratado del 4 de enero de 1831 (Pacto Federal), la convo
catoria a un Congreso Federativo, la elección de los diputados a dicho Congre
so de acuerdo con las leyes existentes en cada provincia aunque limitando su
número, la abolición de los derechos de tránsito interno y el otorgamiento al
general Urquiza del mando de todas las fuerzas militares, así como también de
la reglamentación de la navegación interior, la administración de correos y la
mejora de postas y caminos.
La Legislatura porteña no había otorgado poder a su gobernador para to
mar decisiones y por lo tanto faltaba su aprobación al acuerdo; pese a ello, el
general Urquiza ya había sido investido Director, lo que indicaba la voluntad
de las restantes provincias de llevarlo adelante, cualquiera fuese la decisión de
Buenos Aires.
Esto produjo un revuelo extraordinario en la ciudad y aún antes de regresar
el doctor López y de conocerse el texto oficial y definitivo de lo firmado en
30
San Nicolás fue claro que el gobernador sería violentamente cuestionado por
su participación. Éste reasumió el cargo el 14 de junio y envió a la Legislatura
el texto definitivo del Acuerdo con un mensaje explicativo, solicitando el pro
nunciamiento de la Cámara que, a propuesta del doctor Vélez Sársfield, difirió
el problema hasta el día 21 de junio.
En los días que corrieron hasta el comienzo de las llamadas “jomadas de
junio” creció la desconfianza popular alentada por la prensa. El Nacional y
Los Debates hablaban de abuso y atropello y de la formación de un poder
irresponsable peor que el de la dictadura derrocada, aunque no proponían el
rechazo total del Acuerdo sino modificaciones de algunas de sus cláusulas,
pues tanto Vélez Sársfield, que escribía en el primero, como Mitre, que lo
hacía en el segundo, se declaraban partidarios de la organización; algunos de
los cambios referidos se vinculaban con el mando del ejército que debía per
manecer bajo la autoridad de Buenos Aires ya que ésta habría de costearlo,
además del debatido asunto de la representación fija de dos diputados por
provincia; una vez más resulta claro a través de los puntos en disputa que la
lucha se planteaba en torno al posible ejercicio del poder real sobre todo el
país; el dominio de las fuerzas armadas y por otra parte el del Congreso, a
través del número de diputados alineados en cada sector, constituían la llave
para el logro de aquel objetivo.
Frente a estos ataques, un solo diario adicto a Urquiza, El Progreso, defen
día el Acuerdo en su totalidad, pero sus palabras caían en el vacío pues las dudas
y recelos dividían apasionadamente a los protagonistas.
En las históricas sesiones de junio, el Acuerdo se discutió en detalle y fue
impugnado por varios legisladores, destacándose la participación de Mitre y
Vélez Sársfield; en defensa de lo actuado habló el doctor Vicente Fidel López,
ministro de Instrucción Pública e hijo del gobernador. De las actas surge la
correcta actuación de los oradores y la serenidad con que expusieron sus argu
mentos en pro y en contra; sin embargo, la opinión pública cerró oídos a cual
quier tipo de razonamiento y aun en el recinto de la Sala, la barra obstaculizó
en todo momento al doctor López. El diálogo resultó imposible ante el recha
zo decidido de antemano por el endurecimiento de las distintas posiciones y
fue así como el objetivo nacional pareció desaparecer en aquellos momentos
ante la falsa disyuntiva de estar por o contra Buenos Aires.
A partir de aquel 22 de junio se esfumó todo posible entendimiento. Desau
torizado y agredidos sus ministros, el doctor López y Planes presentó al día
siguiente su renuncia, de inmediato aceptada por la Legislatura que decidió
reunirse el 24 para poner en posesión del gobierno al general Pinto en su ca
rácter de presidente de la Cámara.
Pero en esta oportunidad el general Urquiza actuó y lo hizo con rapidez; el
mismo 23 redactó una nota en Palermo en la que declaraba disuelto el cuerpo
legislativo y resolvía asumir provisionalmente el gobierno de la provincia “por
31
considerar la situación actual completamente anárquica y hallarse persuadido
de que su primer deber era salvar a la patria de la demagogia, después de haberla
libertado de la tiranía”. Fue así como los diputados, reunidos para entregar el
gobierno al general Pinto, escucharon en cambio la orden de cesar en sus fun
ciones.
A la disolución siguió la suspensión de diarios y clausura de imprentas, el
encarcelamiento de los diputados Mitre, Vélez Sársfield, Pórtela y Ortiz Vélez
y la deportación del doctor Alsina. Una parte del ejército avanzó sobre la ciu
dad en previsión de desórdenes y el Director, en uso de las facultades conferi
das por el Acuerdo, volvió a nombrar gobernador provincial al doctor Vicente
López y Planes el 26 de junio; ante su renuncia un mes más tarde, el general
Urquiza asumió personalmente el cargo, auxiliado por el voto consultivo del
Consejo de Estado, hasta tanto se “restableciera la autoridad provincial”, y en
el deseo de encontrar un mayor apoyo interno, nombró a antiguos rosistas para
ocupar siete de los quince puestos que componían el Consejo.
Entre las diversas medidas tomadas bajo su gestión directa, merecen citar
se la abolición de la pena de muerte para los crímenes políticos, la suscripción
de un tratado de navegación y límites con el Paraguay y otro de comercio y
navegación con Portugal, el nombramiento de comisiones para redactar los
códigos civil, penal y comercial -e l doctor Vélez Sársfield, exiliado después
de junio fue nombrado para redactar el primero-, el establecimiento de la mu
nicipalidad de Buenos Aires, la fijación de tarifas aduaneras y la revocación
del decreto que confiscaba los bienes de Rosas. También se realizaron eleccio
nes para elegir diputados al Congreso Constituyente, las que tuvieron lugar en
agosto y, como era previsible, fueron designados los dos candidatos oficiales:
Del Carril y Lahitte.
En líneas generales, la gestión de Urqujza en la provincia siguió una ten
dencia progresista similar a la sustentada por los sectores liberales porteños,
pero estas coincidencias no solucionaron la situación de enfrentamiento y el
director debió apelar a la fuerza de las armas para mantenerse; por encima
de cualquier consideración práctica, su presencia era sufrida como un
avasallamiento.de la autonomía provincial, más insoportable por contraste con
el respeto guardado a los restantes Estados; y la oportunidad de sacudir este
dominio se presentó el 8 de setiembre al embarcarse el Director rumbo a Santa
Fe para asistir a la apertura de sesiones del Congreso.
La revolución, nunca aplastada del todo, estalló el 11 de setiembre y se com
prometieron en ella los opositores de junio y militares del ejército nacional cuya
defección reciente se había precipitado con la designación del general Galán
como gobernador interino de la provincia en ausencia de Urquiza; por su gra
do, y mando de tropas, merece citarse entre los últimos a los generales Pirán y
Madariaga, comandantes de los destacamentos correntinos, el primero de los
cuales, dada su antigüedad, fue designado jefe militar del movimiento.
32
En perfecta sincronización, la revolución triunfó sin disparar un tiro, se tomó
prisioneros a los jefes leales a Urquiza y, en cumplimiento de los planes traza
dos, el ejército entregó el gobierno a los civiles. En pocas horas se reinstalaron
las autoridades provinciales de acuerdo con la ley del 23 de junio que nombró
Gobernador Provisional al general Pinto, y éste formó su gabinete con Valentín
Alsina, Francisco de las Carreras y el general José María Pirán.
El movimiento, con apoyo popular en la ciudad, se afirmó también en la
campaña, favorecido por la adhesión de algunos generales como José María
Flores y Ramón Bustos, comandantes de la zona del norte y la desmoraliza
ción de las tropas de Galán que se había retirado de Palermo al estallar la re
vuelta. El general Urquiza, al conocer los sucesos, marchó sobre la ciudad en
rebeldía, decidido a terminar con los que creía que eran sólo “unos pocos
anarquistas” pero al llegar a San Nicolás el 17 y enterarse del amplio apoyo
recibido por el movimiento tanto en la ciudad como en la campaña y de la defec
ción de sus jefes, optó por retirarse a Entre Ríos para evitar una lucha inútil;
así lo hizo saber al gobierno de Buenos Aires por intermedio del coronel Báez,
que llegó a un acuerdo con el gabinete porteño para permitir la salida hacia su
provincia de las fuerzas entrerrianas que aún permanecían en la ciudad. Mere
ce subrayarse la actitud de Buenos Aires durante las negociaciones con res
pecto al cargo de Urquiza al que se dirigieron como gobernador de Entre Ríos
y no como director provisional como refirmación de su negativa a la acepta
ción de dicho nombramiento.
Ciudad y campaña, civiles y militares, rosistas y emigrados se unieron para
restaurar la soberanía de la provincia, aunque sin perder de vista el objetivo
nacional del que Mitre se perfiló como líder entusiasta. Redactor del mani
fiesto revolucionario, expuso allí los deseos de lograr la organización del país
a la cual aspiraba la mayoría de sus comprovincianos y él mismo y que a la
larga triunfaría sobre la aspiración secesionista de los llamados grupos auto
nomistas.
Una serie de medidas orientadas a modificar las relaciones existentes con
el resto del país se tomaron de inmediato: la provincia declaró que no recono
cería ningún acto emanado del Congreso de Santa Fe al que no aceptaba como
autoridad nacional “convocada e instalada debidamente” y ordenó el retiro de
sus dos diputados elegidos en agosto, y en lo relativo al ejercicio de las rela
ciones exteriores, revocó la delegación hecha en Urquiza. Estas leyes implica
ban la desvinculación de Buenos Aires de la Confederación y en represalia, el
gobierno confederado decidió considerarla potencia extranjera a los electos del
comercio, lo que a su vez motivó una serie de disposiciones del gobierno pro
vincial para obtener la adhesión de las restantes provincias: el envío de una
misión al interior del país, el reconocimiento, de la independencia del Paraguay
y la concesión de la libre navegación del río Paraná fueron los proyectos apro
bados por la Sala de Representantes, al tiempo que se preparaba un decreto
33
reglamentando el libre tránsito y depósito de mercaderías, destinado a facilitar
el comercio interprovincia!.
La misión de explicar a las provincias los alcances del movimiento revolu
cionario y obtener su adhesión recayó en el general José María Paz, que partió
de Buenos Aires el 16 de octubre pero no logró llevarla a cabo pues se le impi
dió cruzar siquiera los límites del Estado. Las provincias habían cerrado filas
en torno de Urquiza y atendían a la cercana organización que el general repre
sentaba más que a las cuestiones formales enarboladas por Buenos Aires; pri
mero Santa Fe y luego Córdoba impidieron el paso al comisionado y la revo
lución quedó aislada.
Valentín Alsina, gobernador electo de Buenos Aires desde el 31 de octu
bre, y su ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Bartolomé Mitre,
pusieron entonces en marcha una política de agresión abierta contra Urquiza
con el objetivo inmediato de precipitar los acontecimientos antes de la re
unión del Congreso que, sin duda, habría de dificultar la posición de la pro
vincia al legitimar lo actuado por el Director. Para ello se estimaba contar
con el apoyo de Corrientes y dentro de San Juan, Córdoba, Mendoza y San
tiago del Estero con grupos que provocarían conmociones internas en las res
pectivas provincias. Con este balance, Buenos Aires inició las acciones en
viando tropas contra Entre Ríos, a las órdenes del general Madariaga y del
coronel mayor Manuel Hornos, que debía acompañarse con la invasión a
Santa Fe, dirigida por el general Paz, y una reacción en las provincias del
norte, encabezada por Antonino Tabeada, hermano del gobernador de San
tiago del Estero.
El plan, cuidadosamente preparado, experimentó las primeras dificultades
al fracasar la misión personal de Paz, impedido como ya se ha visto de tomar
contacto directo con los grupos adictos del Interior y recibió un golpe definiti
vo con la rápida reacción de Urquiza qué batió a las fuerzas invasoras de Entre
Ríos, abandonadas a último momento por su aliado más valioso, el goberna
dor correntino Pujo!; a estos contratiempos se sumó el levantamiento en arma?
del coronel Lagos, comandante general del centro de la provincia, que inició
una revuelta interna contra la política del doctor Alsina.
Este movimiento estalló a principios de diciembre de 1852 y logró el apo
yo de sectores importantes de la campaña que, si bien se habían adherido al
movimiento de setiembre en lo que tocaba a la autonomía provincial, no de
seaban iniciar un conflicto generalizado para obtener el dominio de la nación;
en líneas generales, por lo tanto, puede estimárselos alineados en el programa
de organización llevado adelante por Urquiza.
Los acontecimientos precipitaron a su vez la crisis dentro de la misma ciu
dad de Buenos Aires y los opositores al gobierno rompieron el frágil pacto que
los había unido en la lucha por la recuperación de los poderes internos y traba
jaron por el derrocamiento de Alsina. Sitiada la ciudad y jaqueado desde den-
34
tro, el gobernador presentó su renuncia el 6 de diciembre siendo reemplazado
por el general Pinto, presidente de la Legislatura.
Desaparecido Alsina de la escena, quedó eliminado el principal motivo de
la rebelión, pese a lo cual el conflicto continuó por varios meses; la situación
de los sitiadores frente a las autoridades porteñas, sus indemnizaciones y gra
dos fueron algunos de los puntos sobre los que no se arribó a ningún acuerdo y
en tanto se alargaban las tratativas la situación se complicó con la intervención
abierta de Urquiza en favor de Lagos y la actitud intransigente de la ciudad,
que conocía los graves problemas económicos de los sitiadores y podía por su
parte soportar sin mayores dificultades el bloqueo por tierra y agua.
Mientras las negociaciones se sucedían sin llegarse a un avenimiento, el
Congreso Nacional sancionó la Constitución federal en la que se exigía a Bue
nos Aires la entrega de la aduana en condiciones que la ciudad juzgó inacepta
bles; entretanto el largo sitio conspiraba en favor de los sitiados que, poseedo
res de medios suficientes, aprovecharon la falta de recursos del enemigo e ini
ciaron con buen éxito una política de soborno: el 20 de junio, el comandante
Coe entregó la escuadra y poco después las tropas de tierra comenzaron el des
bande, pagadas en parte por el dinero porteño.
El episodio revolucionario de Lagos se cerró el 13 de julio de 1853, día en
que Urquiza abandonó la ciudad de Buenos Aires escoltado por representantes
diplomáticos extranjeros y a partir de entonces la división de hecho quedó le
galizada.
Simultáneamente con estos sucesos, la decisión de convocar a un Congreso
Constituyente había sido llevada a la práctica sin la presencia de Buenos Ai
res; los diputados se reunieron a fines de 1852 y el 20 de abril de 1853 la comi
sión constituida a tal efecto presentó al Congreso su propuesta de Carta. El
proyecto, inspirado en las Bases de Juan Bautista Alberdi y las constituciones
de los Estados Unidos, Suiza y Chile, fue aprobado el Io de mayo y adoptado
como Constitución Nacional; en ella se fijaba la forma representativa, republi
cana, federal de gobierno; la división de poderes en legislativo, ejecutivo y
judicial; los derechos y garantías de las personas; la adopción de la religión
católica como credo oficial sostenido por el Estado y toda una serie de normas
relativas al funcionamiento jurídico del país.
Ya se ha señalado la resistencia que provocó en Buenos Aires la nacionali
zación de la aduana, establecida en la Constitución; a ello se añadió la disposi
ción sobre federalización de la ciudad -otro aspecto del mismo problema que
afectaba su hegemonía- y el artículo referente a las prerrogativas asignadas al
Ejecutivo en el que se legalizaba la concentración de poderes frente a los cuer
pos legislativo y judicial.
La federalización y la pérdida consiguiente de la aduana no fueron consen
tidas y la Confederación no contó con medios para imponerla por la fuerza; en
cuanto a la acumulación de poderes, acontecimientos posteriores demostraron
35
que se trataba más de una cuestión centrada en la persona que los ejercía que
de una objeción de fondo. Después de 1862, con la dirección del país en sus
manos, Buenos Aires no volvió a plantear el problema.
Aceptado el cisma de hecho en julio de 1853, ambas partes iniciaron por
separado la tarea de organizarse. Sobre la base de la Constitución de 1853, la
Confederación comenzó a estructurar el gobierno federal fijando en primer
término el mecanismo para designar electores para presidente y estableciendo
un gabinete formado por los ministros de Interior, Hacienda y Relaciones Ex
teriores para que reemplazara a Urquiza en el manejo de las cuestiones inter
nacionales que desempeñaba en forma provisional.
Realizados los comicios, el general Urquiza fue electo presidente por seis
años y el doctor Salvador María del Carril completó la fórmula como vice,
cargos que asumieron el 5 de marzo de 1854 en la ciudad de Santa Fe, mien
tras el Congreso Constituyente se disolvía por propio acuerdo. Con la forma
ción del gabinete, compuesto por cinco ministros -Relaciones Exteriores, Ha-
F ia . 4 .3 . F a c u n d o Z u v ir ía y s u s h ijo s. Ó le o d e A m a d e o G r a s ,
36
cienda, Guerra y Marina, Interior y Justicia, Culto e Instrucción Pública-3 la
elección de las dos cámaras legislativas que comenzaron a sesionar a fines de
octubre de ese año y el nombramiento de la Corte Suprema4 se fijó la estructu
ra formal del gobierno de la Confederación, con sede en la ciudad de Paraná,
federalizada provisionalmente a tal efecto ante la imposibilidad práctica de
hacerlo en Buenos Aires; a tal efecto, más tarde, la federalización se extende
ría a toda la provincia de Entre Ríos.
Con excepción de Buenos Aires, las provincias juraron esta Constitución y
aceptaron el gobierno nacional. Conviene, sin embargo, recordar que esta ad
hesión mayoritaria no implicaba total unificación del Estado por puro y simple
respeto a la Ley Fundamental; el sistema de caudillos, aún vigente en las pro
vincias, aunque se llamasen gobernadores y mantuviesen una serie de institu
ciones conexas de tipo representativo, mantenía de hecho la unión sobre la base
de las lealtades personales al presidente electo.
Se ha visto más arriba que la política de Urquiza, desde los primeros mo
mentos posteriores a Caseros, fue la de manejarse con los elementos dominan
tes en las provincias sin llegar a enfrentamientos abiertos, lo que le permitió
más tarde mantener la unión pese a los conflictos entre caudillos que mante
nían al Interior, si no en guerra interna, por lo menos al borde de ella o en ope
raciones localizadas. Como ejemplo de la inestabilidad política de la
Confederación basta recordar el constante clima bélico y las complicadas in
trigas existentes en las provincias de Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca
y Salta, todas ellas empeñadas en el control de la región por medio de partida
rios locales. Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán, había sido depues
to por una revolución mientras asistía a la reunión de San Nicolás y al hecho
no fue ajena la familia Taboada, dueña de los destinos de Santiago del Estero;
Gutiérrez recuperó el poder con el apoyo de Catamarca y de aliados internos a
principios de 1853 y poco después atacó a su vez al gobernador de Salta, agra
vando el conflicto latente en el Noroeste; vencido por las fuerzas conjuntas de
Santiago del Estero y Salta y derrocado por segunda vez, no por ello desapare
ció de la escena política. Parecida situación atravesó en la provincia de San
Juan el gobernador Benavides, expulsado del poder tan pronto se trasladó a San
3. El primer ministerio de Urquiza estuvo formado por ios doctores José Benjamín Gorostiaga
(Interior), Facundo Zuviría (Hacienda), Mariano Fragueiro (Relaciones Exteriores), Juan María
Gutiérrez (Justicia, Culto e Instrucción Pública) y el genera! Rudecindo Alvarado (Guerra y
Marina). El doctor Zuviría no llegó a tomar posesión pues dimitió ei cargo, siendo reemplazado
por el doctor Gutiérrez. La cartera de Justicia, Culto e Instrucción Pública se confió al doctor
Santiago Derqui.
4. Pese a que el Ejecutivo nombró los magistrados que debían integrar la Suprema Corte y
las Cortes de circuito (juzgados federales de provincias), las dificultades de la época impidieron
su funcionamiento regular por lo que el Poder Judicial no se constituyó como los dos restantes.
37
Nicolás y luego repuesto por un movimiento adicto. En el Litoral, Nicanor
Cáceres intentó derribar al gobernador correntino Pujol con una invasión pre
parada en Entre Ríos y que contaba con la aprobación de Urquiza y el apoyo
porteño; sofocada la intentona, Cáceres fue devuelto a Entre Ríos, pero aunque
el gobierno nacional desaprobó oficialmente el hecho, Urquiza lo mantuvo en
reserva como elemento de contrapeso para frenar al gobernador correntino.
Sobre esta política de equilibrio se conservó la unidad, precaria en la medi
da en que se apoyaba en la adhesión personal pero políticamente útil frente al
conflicto con Buenos Aires. Sin embargo, su imprevisible continuidad, una vez
desaparecido Urquiza de la escena, la inestabilidad constante, que dispersaba
esfuerzos, y en especial las gravísimas cuestiones económicas en que se deba
tía el gobierno nacional debilitaron seriamente su posición y disminuyeron sus
posibilidades de juego político. En abierto contraste, el Estado porteño desco
nocía estos problemas; sin compromisos básicos dentro y fuera del país y sin
angustias financieras, especuló hábilmente con el deterioro de la Confedera-
F ic. 4 .4 . F r a y M a m e r to E s q u iú .
38
ción, superior en elementos bélicos pero incapacitada por los factores indica
dos para emplear eficazmente sus fuerzas contra la provincia rebelde. Buenos
Aires negoció o sobornó según las circunstancias, ganó tiempo, y el tiempo
trabajó en su beneficio agudizando la difícil situación de su oponente; minado
en lo político, reducido a un estado de falencia por falta de recursos, el gobier
no nacional era sólo una experiencia condenada cuando recibió el golpe de
gracia en la batalla de Pavón.
Sin embargo, el hecho de que se organizara formalmente y que paralela
mente se llevara a cabo en Buenos Aires un proceso similar configuró la muy
particular situación de un país dividido en dos entidades con un status de nacio
nes soberanas o muy cercano a él, pese a considerarse partes de la misma repú
blica. Y es importante señalar que de las relaciones que ambas mantuvieron du
rante este período resultó un avance evidente en el proceso hacia la unificación
económica, aunque parecería lejano el mismo objetivo en el plano político.
Inmediatamente después de la revolución de setiembre, Buenos Aires rea
lizó un serio intento en tal sentido mediante el empleo de la fuerza; el fracaso
de la maniobra y la revolución de Lagos modificaron dicha política y pospu
sieron tanto en la provincia como en la Confederación la solución del conflic
to por esta vía, excepción hecha de acciones aisladas, orientadas más que nada
a una labor de hostigamiento.
Influyeron en esta actitud algunos de los problemas que aquejaban al go
bierno nacional y que han sido señalados en forma sumaria; en Buenos Aires,
el ascenso de grupos partidarios del localismo que desplazaron del poder a los
nacionalistas a fines de 1852 trabajaría en el mismo sentido, derivando la pre
ocupación de los porteños hacia su propia organización.
De allí que a la muerte del general Pinto, ocurrida a mediados de 1853, su
sucesor Pastor Obligado, se aplicara de inmediato a obtener la adopción de una
constitución para la provincia, que fue jurada en mayo de 1854.
Se hace notar que en los debates que precedieron a su aprobación, los sec
tores nacionalistas con Mitre a la cabeza, se habían opuesto a la mayoría
localista, simpatizante con la idea de un Estado soberano que legalizaría el ais
lamiento; pero, si bien los argumentos de Mitre sobre la falta de derecho de la
Legislatura para crear la nacionalidad porteña “porque una provincia que se
reconoce parte integrante de una nación que preexiste, aunque no se halle incor
porada a ella de derecho, no puede legislar sobre esa materia que es de la exclu
siva competencia de la soberanía nacional...” no obtuvieron mayoría y triunfó
el localismo, la nueva Constitución no llegó a consagrar la separación definitiva.
En la medida en que la división era un hecho, ambas partes se aplicaron a
mantener un modus vivendi que hasta 1862 osciló entre el contacto pacífico
-fuese económico o político- y los enfrentamientos abiertos en ambos campos.
Ya se ha señalado el estado de la opinión en Buenos Aires con respecto al
tipo de relaciones posibles con la Confederación; el grupo mayoritario, parti-
39
dario de una política autonomista y si cabe agresiva, fue moderado en parte
por la tendencia a solucionar los problemas de convivencia por las vías pacífi
cas, que tendía más claramente a la unidad nacional. Esta dualidad se observa
también en la Confederación, que mantuvo una actitud oscilante entre el ata
que y el acuerdo.
Retirado Urquiza de Buenos Aires en 1853, la situación no experimentó ma
yores variantes hasta noviembre de 1854, fecha en que un grupo de emigrados
luego de la revolución de Lagos invadió la provincia desde Santa Fe a las órde
nes de Jerónimo Costa; derrotados por Hornos el 8 de ese mes en la batalla de
Tala y obligados a reingresar en territorio de la Confederación, el episodio, aun
cuando no había contado con el apoyo armado de Urquiza y fue condenado por
el gobierno nacional, dificultó las relaciones e intensificó los preparativos arma
dos por ambas partes, acercando una vez más el peligro de la guerra civil.
En tales circunstancias, dos importantes hombres de negocios, José María
Cullen, futuro gobernador de Santa Fe, y Daniel Gowland, iniciaron una ges
tión privada para tratar de dar con una solución de avenimiento y hacia fines
de noviembre se ofrecieron a Urquiza como mediadores en el conflicto que por
F ie . 4 .5 . P la z a d e la V ic to r ia , la C a te d r a l y la c a s a d e R ig lo s . J u r a d e la C o n s titu c ió n e l 2 3 d e
m a y o d e 1 8 5 4 ( A r c h iv o G e n e r a l d e la N a c ió n ) .
40
cierto no era deseado por ninguno de los dos gobiernos; aceptados de inmedia
to, fueron comisionados para negociar con el gobierno porteño, que a su vez
los recibió con beneplácito. Las tratativas progresaron rápidamente y el 20 de
diciembre se firmó un convenio por el que se estableció el armisticio entre
Buenos Aires y la Confederación sobre la base del statu quo; el tratado defini
tivo, firmado el 8 de enero de 1855, fue suscrito por Santiago Derqui y Juan
del Campillo (ministros del Interior y de Hacienda respectivamente) en nom
bre de la Confederación y Juan Bautista Peña en representación del Estado de
Buenos Aires.
No habremos de entrar aquí en detalles sobre la marcha de las conver
saciones; interesa en cambio puntualizar el contenido del tratado que evitó por
el momento la lucha en el plano económico al reconocer la unidad del sistema
mercantil y mantuvo oficialmente la amistad entre los dos gobiernos por algo
más de un año. En él, ambos se comprometieron a defender la unidad del terri
torio nacional y a colaborar en la lucha contra el indígena y aceptaron el prin
cipio de que la separación de Buenos Aires no alteraba las leyes de la nación;
acordaron el uso de la misma bandera para los buques matriculados en la Con
federación y en la provincia y autorizaron la introducción y circulación libre
de productos nacionales en ambas jurisdicciones; en lo que respecta a las mer
caderías extranjeras salidas de los puertos del Estado de Buenos Aires para la
Confederación o viceversa, no pagarían otros ni mayores derechos que los que
fueran impuestos a los que procediesen de otros mercados; el tránsito de mer
caderías podría efectuarse por agua o tierra y se establecería una oficina de
registro sobre la frontera; también se fijaron normas para facilitar las comuni
caciones internas.
Importante paso en favor de la unificación económica, el tratado no solu
cionó, en cambio, el problema de la división política, sin duda el punto más
difícil, habida cuenta de los complicados intereses en juego donde se mezcla
ban la cuestión de la hegemonía, las prevenciones personales e intrigas locales
y los intereses de algunos países extranjeros favorecidos por la desunión inter
na de la Argentina.
Durante el corto período de relaciones oficialmente cordiales que siguió al
arreglo, los pasos encaminados a obtener la unión como los episodios que difi
cultaron las negociaciones y llevaron a la abrogación de los tratados, pueden
resumirse cronológicamente del modo siguiente: en abril de 1855 la Confede
ración designó a Daniel Gowland su agente comercial en Buenos Aires, a fin
de que se ocupase a su paso por aquélla del comercio de las provincias; al mis
mo tiempo lo instruyó para iniciar conversaciones sobre la actitud conjunta a
asumir ante el problema planteado en esos momentos entre Brasil y Paraguay y
también para tocar la cuestión de la defensa de las fronteras contra los indios.
En julio, un conato de revuelta organizado por ¡os antiguos partidarios de
Lagos, emigrados a Montevideo y con algunas conexiones en los sectores ru
41
rales de la provincia, aunque fue sofocada con rapidez, provocó la renuncia de
Ireneo Pórtela, ministro de Gobierno de Obligado; para reemplazarlo se nom
bró al doctor Valentín Alsina, que encaró de inmediato un proyecto de relacio
nes entre el gobierno nacional y la provincia, enviando a tal efecto a Juan Bau
tista Peña para negociar. En las instrucciones se le encomendaba lograr una
mayor cooperación entre los dos gobiernos, atendiendo a la situación plantea
da entre Brasil y Paraguay, que podía envolver a la Argentina; acordar una ayuda
mutua en caso de invasión (y aquí pesaba la sospecha porteña sobre la colabo
ración otorgada por Urquiza a los emigrados que periódicamente trataban de
retornar al poder); discutir el derecho de Gowiand a cobrar impuestos sobre
bienes en tránsito a la Confederación; tratar de unificar la representación con
sular en el extranjero y solicitar de la Confederación que no contratara más
empréstitos pues, de lograrse la unificación, éstos gravarían los ingresos de la
aduana de Buenos Aires.
Peña viajó a Paraná en noviembre de 1855 y entretanto se produjeron algu
nos incidentes que dificultaron luego su gestión: uno de ellos fue la nota enviada
con fecha 10 de octubre a Buenos Aires por el ministro del Interior de la Confe
deración, doctor Santiago Derqui, transmitiendo a la provincia una resolución
del Congreso nacional, que expresaba el deseo de su pronto reingreso junto a las
demás, pero que el ministro complementó con algunos términos poco diplomá
ticos y casi agresivos que dejaban traslucir la decisión del gobierno de Paraná de
utilizar, llegado el caso, cualquier medio para lograr la unión. También recrude
cieron los ataques indígenas a la frontera sur de la provincia, y creció la sospe
cha sobre la complicidad tíe Urquiza en estas depredaciones. Por último, otra
tentativa fracasada de los emigrados en ese mismo mes contribuyó a disipar el
clima de tranquilidad necesario para llevar adelante las negociaciones.
Iniciadas a mediados de diciembre entre el enviado porteño y los ministros
de la Confederación, Juan de! Campillo y Santiago Derqui, las conversaciones
se deslizaron con escaso entusiasmo, complicándose por el poco hábil desem
peño del comisionado Peña, que puso fin a su misión sin ningún resultado po
sitivo a fines de enero de 1856. La situación, agravada por las intrigas desarro
lladas durante las negociaciones, se tornó explosiva en ese mismo mes de ene
ro al producirse una nueva invasión a Buenos Aires, procedente del sur de Santa
Fe, al mando de José María Flores; pese a la escasa importancia del hecho y a
la victoria de las fuerzas porteñas comandadas por Mitre que dispersó a los
atacantes y ejecutó a los prisioneros (entre ellos Jerónimo Costa), la invasión
dio el pretexto para terminar con el statu quo y los tratados; los porteños acu
saron de complicidad a la Confederación, y el gobierno de Paraná, en nota fir
mada por Derqui, protestó en términos poco conciliadores contra la violación
de la frontera cometida por las fuerzas de Mitre al perseguir a los invasores.
Hacia mediados de marzo Derqui comunicó oficialmente a Buenos Aires la
abrogación de los convenios, y en una circular a las provincias en la que daba
42
a conocer la nueva situación dejó traslucir con toda claridad la decisión de re
currir a la fuerza para obligar a la provincia rebelde a incorporarse en igualdad
de condiciones al gobierno nacional.
Entre marzo de 1856 y octubre de 1859, momento en que se produce el
enfrentamiento armado en Cepeda, ambos gobiernos buscaron afirmarse polí
ticamente en el plano internacional como un modo de establecer supremacías
mediante el reconocimiento diplomático, al tiempo que desplegaban una serie
de maniobras económicas destinadas a debilitar al adversario. En la pugna, los
gravísimos y cada día más agudos problemas financieros que lo aquejaban
obligaron al gobierno nacional a medidas extremas para sostenerse; pero la
estructura económica del país conspiraba en favor de su rival e invalidó sus
esfuerzos. En vano proliferaron las aduanas, se intentó implantar el papel mo
neda, se establecieron los derechos diferenciales... La única fuente importante
de dinero era la aduana de Buenos Aires y allí confluía el comercio y se multi
plicaban los intereses extranjeros, todos factores que a su tumo habrían de pe
sar en la lucha diplomática por el reconocimiento de las grandes potencias.
F ia. 4 .6 . D e r q u i (A r c h iv o G e n e r a l d e la N a c ió n ).
43
II. LA ECO N OM IA
45
pendientes al sector externo, tales como la coyuntura favorable para los produc
tos pecuarios en la década 1850-1860: resultado del ciclo económico y de la re
tracción rusa del mercado a consecuencia de la guerra de Crimea, benefició
directamente a los sectores tradicionales de la economía nacional. Pero la exis
tencia de coyunturas favorables no es un hecho nuevo y pese a que ésta fuera
excepcional por la conjunción de los factores citados, la razón de su especial in
cidencia debe rastrearse en un ámbito que exceda al de su propio dinamismo.
Y aquí es preciso hacer referencia a la evolución del sistema capitalista. En
efecto, a mediados del siglo XIX este proceso se convierte en la forma predo
minante de producción de los grandes centros fabriles y entre las vanadas con
secuencias que acarrea su expansión, cabe señalar el rápido incremento en la
producción de manufacturas, la búsqueda de nuevos mercados y la necesidad
de regulares fuentes de aprovisionamiento tanto de materias primas como de
alimentos; recuérdese el fuerte crecimiento urbano, uno de los fenómenos co
nectados con la industrialización en los países afectados y que crea a su vez
problemas en el sector agropecuario de los mismos. Y para terminar con esta
enumeración que no pretende abarcar el fenómeno en toda su complejidad sino
subrayar aquellos caracteres vinculados con nuestra evolución, señalemos el
progreso tecnológico, la acumulación de capitales disponibles y el inevitable
aumento de la competencia internacional.
Resulta casi innecesario aclarar que su incidencia se ejerció en forma pro
gresiva aunque ya en este período puede advertirse una mayor regularidad en
las comunicaciones con los centros, fruto de las necesidades metropolitanas
que buscan acercar a las zonas marginales; de la comunicación regular se deri
va un conocimiento permanente de la situación de los mercados y por lo tanto
la posibilidad de respuestas locales a la coyuntura económica mundial; puede
además especularse mejor con los precios porque aumentan las bodegas dis
ponibles para transportar la producción.
Acercamiento y coyuntura favorables; pese a los problemas políticos que
dificultan la unificación, estos hechos contribuirán a su avance sostenido a lo
largo de la década.
Los cambios no son todavía notables, la estructura productiva se adecúa sólo
lentamente a las nuevas condiciones internacionales. Años de trabajosos ajus
tes ios de esta etapa, más de transición que de inicio real del proceso expansi
vo que experimenta el país en la segunda mitad del siglo XIX.
Hemos señalado más arriba que una de las consecuencias inmediatas deriva
das de la coyuntura y de la regularidad en los contactos con el exterior es el apo
geo de los sectores vinculados con la producción pecuaria; esto se traduce en una
prosperidad general que afecta a sectores amplios de la población pero contribu
ye sobre todo a la afirmación de los aspectos tradicionales de la economía.
El fenómeno abarcó prácticamente el país entero aunque con distinto ritmo se
gún las tres regiones que ofrece el encuadre económico de la época -Buenos Ai
res, Litoral y provincias interiores- y que habremos de examinar por separado.
46
La más fuerte productora pecuaria del país es sin lugar a dudas Buenos Ai
res y mantiene su hegemonía pese a las serias dificultades que provoca en su
campaña la situación política; periódicas invasiones de los emigrados, levan
tamientos de jefes de campaña, correrías indígenas favorecidas por el debilita
miento de la vigilancia en las fronteras,5 y repetidas levas de hombres para el
ejército, afectan sistemáticamente las labores rurales y restringen la produc
ción. Uno de los problemas urticantes en las relaciones con la Confederación
nace precisamente de la sospechada complicidad urquicista en las depredacio
nes llevadas a cabo por indios e invasores; los perjuicios ocasionados debían
ser grandes pues el tema vuelve una y otra vez y es siempre Buenos Aires la más
interesada en lograr acuerdos de defensa mutua.
Nos encontramos entonces frente a la disminución de los volúmenes produ
cidos en la provincia cuyos “stocks” mermados como consecuencia de las ma
tanzas excesivas que siguieron al levantamiento del bloqueo anglofrancés se vie
ron después afectados por los hechos que mencionamos.
Sin embargo, la prosperidad de los sectores vinculados es bien evidente y
surge sólo en parte de los buenos precios de estos productos en el mercado in
ternacional;6 cueros y sebos son los más favorecidos, en tanto las lanas sufren
fuertes oscilaciones con tendencia al descenso, pese a lo cual el ovino es el ele-
5. Los límites de la frontera habían sufrido un retroceso apreciable durante este período en rela
ción con los establecidos en 1833. La lucha con el indígena se mantuvo a lo largo de estos años y dio
lugar a una serie de combates sangrientos, entre ellos el de Pigüé, en 1858, en que fueron derrotados
los indios pampas dirigidos por el cacique Calfucurá. Los malones se frenaron temporariamente
en 1859 luego de las expediciones comandadas por los coroneles Paunero, Conesa y Granada.
6. Precios de cueros, sebo y lana sucia en el mercado internacional:
Los cueros son secos y tanto estos precios como los del sebo corresponden al mercado de
Londres; los de lana aAmberes. Todos ellos han sido recogidos porTulio Halperin, en el primer
caso de la publicación L o n d o n M e r c a n til e P r iz e C o u r a n t y en el caso de la lana calculada por él
mismo a partir de fuentes diversas.
47
mentó dinámico del período merced a características propias del sector. Entre
ellas, la nacionalidad de los productores, casi siempre extranjeros y eximidos
por lo tanto de levas y otras prestaciones gracias a la vigilante protección con
sular, la ubicación de las zonas de cría en regiones menos expuestas al ataque
indígena y cercanas a los puntos de embarque que los liberó de destrucciones
y facilitó el transporte a puerto; la calidad del producto debido a un adelantado
proceso de mestización que ofreció también más oportunidades de comer
cialización y, al mismo tiempo, un razonable nivel de organización permitie
ron a los criadores encarar con rapidez un aumento en la producción para com
pensar la coyuntura menos favorable.
Expansión compensadora en el ovino, excelentes precios que equilibran la
situación debilitada del vacuno; por una u otra razón el sector pecuario obtiene
sensibles beneficios y de su prosperidad participa la provincia en general;7 en
7. El movimiento registrado en el puerto de Buenos Aires entre 1851 y 1861 re vela un sen
sible incremento de las exportaciones en los productos tradicionales; dada la división imperante
y las distintas vías de salida utilizadas por la Confederación puede considerárselos en su mayor
parte extracción de la provincia.
En 1851 los principales artículos exportados por este puerto alcanzan un valor calculado de
10.633.525 pesos fuertes, cifra que aumenta levemente en 1852 y disminuye en 1853, año en
que crecieron los embarques por Ensenada, San Fernando, el Salado y otros puntos. Entre el 1°
de noviembre de 1854 y el 31 de octubre de 1862 las cantidades exportadas de los siguientes
productos sufrieron las alteraciones que se transcriben:
48
(c o n tin u a c ió n d e la n o ta 7 )
La conversión de estas mismas cifras a números índices con base 100 en el año inicial per
mite apreciar con mayor claridad el movimiento:
Véanse estos y otros datos adicionales en: Haydée G. de Torres, L a R e p ú b lic a A rg e n tin a
Buenos Aires, 1963.
a n te s ele la in m ig r a c ió n m a s iv a ,
49
primer término, el gobierno por medio de las rentas aduaneras aumenta sus
ingreses al crecer el intercambio; los sectores medios urbanos mejoran asimis
mo su nivel de vida, si dependen del Estado porque reciben sustanciales au
mentos, si se desempeñan fuera de la administración pública porque el impor
tante movimiento comercia! multiplica las oportunidades de trabajo. La ciu
dad crece y se europeiza; servicios de transportes tirados por caballos, sumi
nistro de gas, mejoras en el puerto para desembarco de pasajeros, calles empe
dradas, son algunas de las comodidades que ofrece a la población y atraen a
los representantes extranjeros acreditados ante la Confederación que apelan a
variados subterfugios para no residir en la incómoda Paraná; el aumento y pros
peridad de la masa consumidora se refleja en la proliferación de comercios y
pequeños talleres11que comienzan a producir bienes de consumo y en el esta
blecimiento de quintas y tambos en la periferia, en respuesta a las moderniza
das pautas alimentarias de la población. La campaña se acerca a la ciudad al
intensificarse el tendido de líneas telegráficas en la zona bonaerense y con los
primeros diez kilómetros de vías entre Plaza del Parque y Floresta, inaugura
dos por el gobernador Valentín Alsina en 1857, se pone en marcha la política
ferroviaria en el país.
Como resultado de esta vitalidad la situación financiera de la provincia en
general y del gobierno en particular es cómoda y existe confianza en el futuro
económico; prueba de ello es la aceptación del papel moneda emitido por el
Estado y la suscripción de empréstitos internos.89 Sin apremios en el presupuesto,
con el firme respaldo de sus rentas aduaneras, el gobierno disfrutó de inmejo
rable posición para negociar con la Confederación y frustrar sus medidas, fue
sen de tipo militar, como el episodio del sitio de Lagos, o económicas (al plan
tearse la vigencia de los derechos diferenciales).
Pero el afianzamiento del sector agropecuario, punto de partida de esta ac
tividad creciente, consolidó por otra parte situaciones que a largo plazo habrían
de frenar posibles cambios; así por ejemplo y como resultado del enriqueci-
50
F ia. 4 .7 . P r im e r c o n v o y d e l F e r r o c a r r il d e l O e s te en s u in a u g u r a c ió n , 1 8 5 7 ( A r c h iv o G e n e r a l
d e la N a c ió n )
11. En 1853, el doctor Brougnes celebró con el gobierno de Corrientes un convenio por el
que se comprometía a traer en el término de 10 años 1.000 familias de agricultores de 5 perso
nas cada una del sur de Francia y a razón de 200 cada dos años. Cada familia recibiría 33 hectá
reas de tierra buena, 2 bueyes, 2 caballos, 8 vacas, semillas de algodón, tabaco, trigo, maíz, caña
de azúcar y una vivienda de dos habitaciones y 600 kilogramos de harina para el primer año.
Cada colonia dispondría de 4 leguas comunes para la cría del ganado y los colonos reembolsa
rían al gobierno de Corrientes 200 pesos fuertes después del 2o o 3" año si una de las cosechas
se hubiera malogrado. Un tercio del producto del suelo iba para el empresario en pago de las
sumas por él anticipadas. En 1854 el gobierno federal se hizo cargo del contrato y reintegró al
gobierno provincial los gastos ocasionados por la colonia San Juan del Puerto de Santa Ana,
que no prosperó.
Ese mismo año, el gobierno de Santa Fe celebró un contrato similar con Aarón Castellanos
por el que éste se comprometía a traer 1.000 familias de 5 personas y a fundar 5 colonias en el
término de 10 años. La colonia Esperanza, fruto de esa iniciativa, empieza a poblarse a 8 leguas
al oeste de la ciudad de Santa Fe con 200 familias, en su mayoría provenientes de Suiza: Caste
llanos se vinculó para esta fundación con las firmas Vanderest de Dunkerque; Textor de Francfort
y Beck y Herzog de Basilea.
52
años duros, preñados de peligros y fracasos a los que no todas las colonias so
breviven; a los defectuosos cálculos sobre la extensión que se adjudica, se añade
la precariedad de los elementos técnicos y la falta de una protección efectiva,
factores todos que acentúan las di ficultades naturales. Y todavía, cuando el año
se presenta bueno, aparece otro problema: la ausencia de mercados suficientes
puede llegar a determinar una crisis de superproducción tan funesta como la
pérdida total de las cosechas. De allí la importancia del emplazamiento en la
perduración de las colonias y en este sentido cabe citar el caso de Esperanza,
claramente favorecida por su proximidad a la ciudad de Santa Fe.
La situación cambiará a partir del avance ferroviario, pero hasta entonces
los progresos son pequeños en estos primeros ensayos de explotación agríco
la. La experiencia provocó en cambio un aumento en los valores de la tierra,
que mejoró y afianzó la situación de los antiguos propietarios a la vez que fa
voreció la aparición de un sector nuevo de creciente poder económico, los
empresarios de la colonización, grupo en el que se mezclan influyentes que
obtienen graciosas concesiones fiscales con comerciantes poseedores de algún
capital que compran tierra para revenderla a los colonos. Ello explica la poste
rior expansión del proceso en la provincia como también la desenfrenada es
peculación que termina por acompañarla.
A diferencia de Santa Fe, Entre Ríos había superado la crisis provocada por
los conflictos internos y a mediados del siglo exhibía una pujante ganadería
vacuna y ovina. Al panorama de empobrecidos propietarios de la provincia
vecina, oponía un cuadro próspero de fuertes productores sin problemas de
mercado y gran independencia frente al puerto porteño gracias a su posibili
dad de comerciar directamente con brasileños y uruguayos.
Como en Buenos Aires, los sectores altos entrerrianos dedicados a la gana
dería prosperan, se enriquecen, aprovechan de la coyuntura y en consecuencia
tienden a acrecentar sus propiedades, no a dividirlas y venderlas. Por lo tanto,
la colonización quedó librada al impulso oficial, y la actitud de Urquiza que
comprometió en algún momento bienes personales en la empresa12es sólo un
caso aislado vinculado con sus ideas progresistas, pero sin eco en el resto de
los grandes propietarios.
En estas condiciones, al ascenso de los grupos altos rurales no siguió el
mismo proceso en los sectores medios de la campaña o de los centros urbanos,
acentuándose por lo contrario la tendencia hacia una economía ganadera en un
sistema de propiedad latifundista.
12. El general Urquiza instaló en tierras de su propiedad, sobre la costa del rio Uruguay, casi
a fines de 1857, una colonia de suizos y franceses sobre la base de condiciones similares a las
anteriores. La colonia denominada San José se emplazó a 8 leguas al norte de Concepción del
Uruguay y 10 de Paysandú y prosperó en parte gracias a su buena ubicación.
53
Y per fin, Comentes, donde la actividad económica ha alternado tradicio
nalmente la explotación ganadera extensiva con el cultivo de pequeñas parce
las dedicadas a quintas, huertas, frutales y sobre todo tabaco y en la que se
observa hacia esta época una expansión de la primera. La ganadería, recupera
da en parte de la crisis que también la afectó, se ve favorecida ahora por la si
tuación de los mercados, aunque debe señalarse que las condiciones geográfi
cas de la provincia determinaron distintos grados de incidencia según las re
giones. El este, por su cercanía a los centros consumidores brasileños y urugua
yos, resultó mucho más beneficiado que la zona lindante con el Paraná, forzada
a aceptar la intermediación del puerto porteño o de los saladeros entrerrianos.
Los casi impenetrables bañados interpuestos entre estos productores y la línea
de frontera habrían de señalar por largo tiempo un sensible desnivel de benefi
cios, acentuado por las características naturales de ambas zonas, más abierta junto
al Uruguay, montuosa y difícil de controlar la del oeste donde la antigua afición
al euatrerisrno continúa siendo el flagelo de estos propietarios.
Situación menos cómoda que en Buenos Aires y Entre Ríos; pese a todo,
los ganaderos correntinos acrecientan sus ingresos y se afianzan como grupo
tradicional, más aún si cabe que en el sur porque su prosperidad está en rela
ción inversa con el empobrecimiento de los otros sectores. La salida constante
de hombres y el fracaso de algún intento aislado de repoblamiento con inmi
grantes extranjeros son otros tantos aspectos que subrayan el profundo desequi
librio en los ingresos.
La prosperidad de los sectores altos rurales es entonces común a las tres pro
vincias litorales, sea que se vincule con la actividad ganadera o como consecuen
cia del proceso colonizador; pero es fenómeno particular santafesino la incipien
te formación de sectores medios rurales y el aumento de los centros urbanos. Santa
Fe y, en especial Rosario,13 gracias a su posición de puerto intermedio entre el
Interior y Buenos Aires, muestran indicios de crecimiento en volumen y activi
dad económica, mientras se afianzan las pequeñas poblaciones de inmigrantes,
cabeceras de colonia. Y aunque muy pronto para hablar de expansión agrícola,
es evidente que durante este período se inicia ia diversificación y echan las bases
para un futuro cambio de estructura en el régimen de tenencia de la tierra.
Unidas al Litoral por un estrecho comedor que los fortines protegen del in
dígena, las provincias del Interior han desarrollado una actividad económica
13. En 1855 la ciudad había crecido y se componía de unas 20 manzanas de caseríos “bien
concluidos”; contaba con tres plazas, una imprenta y un periódico llamado L a C o n fe d e r a c ió n ;
poseía un teatro y una compañía dramática, almacenes, algunos tan suntuosos como los porte
ños, dos regulares hoteles, dos cafés “montados mitad a la gaucha y mitad a la francesa”, una
librería, una sastrería civil y militar y muchos talleres de artesanos principalmente piamonteses.
“Semejaba una ciudad norteamericana dei Oeste” al decir de los viajeros.
54
determinada en gran parte por las condiciones naturales de la región y que al
terna una agricultura de oasis con la explotación intensiva de la ganadería.
Estas provincias (unas en mayor medida que otras) han conocido, gracias a
su relación comercial con el Alto Perú, épocas de esplendor transformado lue
go en paulatino deterioro al declinar aquel centro y crecer la importancia de
las áreas atlánticas; alejadas de los puntos de contacto con el mercado externo,
encarecidos sus productos por un transporte costoso y lento, basta comparar
precios en Buenos Aires para sospechar el drama que afrontaban sus artículos
ante la competencia de los importados destinados al consumo interno.
De esta situación de estancamiento, la región se repondría a mediados de
siglo como resultado de la expansión del área del Pacífico parcialmente vincu
lada con el boom califomiano; y si bien es la zona andina la más favorecida,
los efectos benéficos de esta coyuntura alcanzaron de un modo general a todas
las provincias.14
14. Los siguientes datos sobre el comercio de la provincia de Salta, pese a no ser una de las
provincias más favorecidas por la expansión del Pacífico, muestran un sensible aumento en el
intercambio; obsérvese el desnivel entre exportación e importaciones con el Litoral:
Exportación
a Bolivia a Puertos del Pacífico al Litoral
$ fuertes N° índices1 '$ fuertes N° índices1'$ fuertes N° índices
1845 124.283 100 23.671 100 10.465 100
1846 117.869 94 16.090 67 5.870 55
1847 126.441 101 11.624 49 1.544 14
1848 108.167 87 48 0,2 4.440 42
1849 195.210 157 150 1
1850 132.896 106 20.920 198
1851 184.165 148 54.132 228 14.596 139
1852 189.343 152 6.757 28 14.053 134
1853 243.444 195 41.244 174 3.648 34
1854 97.831 78 34.592 146 47.741 456
Importación
1845 2.417 100 117.995 100 31.498 100
1846 1.282 53 136.419 115 12.052 38
1847 308 12 249.333 211 9.724 30
1848 1.430 59 174.136 147 28.208 89
1849 1.742 72 173.262 146 173.215 549
1850 1.250 51 119.384 101 45.118 143.
1851 1.012 41 252.994 214 81.168 257
1852 1.254 51 187.315 158 35.143 111
1853 331 13 99.117 84 81.358 258
1854 4.481 185 236.204 200 32.576 103
55
Chile es ahora excelente mercado y sus centros mineros absorben un nú
mero creciente de vacunos para consumo y mulares para transporte, estimu
lando con rapidez la producción; al mismo tiempo, el fenómeno afecta al sec
tor agrícola, promoviendo el aumento de potreros artificiales para descanso
de la hacienda antes del cruce difícil de la cordillera y reactivando la pro
ducción de frutas secas y orejones que llegan aun a venderse en California.
El mayor rendimiento consiguiente de la tierra despertó, como podía espe
rarse, un movimiento hacia la concentración de la propiedad; ya hemos visto
algo similar en el Litoral y Buenos Aires pero a diferencia de aquellas zonas,
cuyas grandes extensiones disponibles y bajos porcentajes relativos de pobla
ción, facilitaron el desarrollo pacífico del proceso, aquí la tendencia generó
fuertes tensiones pues la tierra explotable era siempre muy escasa para la nu
merosa población. Ventas de fracciones comunales y expulsión de pueblos in-
Según don Juan de Dios Usandivaras, ministro del gobierno salteño y compilador de los datos,
los mismos debían aumentarse en un 30 % . Dice textualmente: “Con Bolivia, los principales y
casi los únicos artículos de importación son la coca, el chocolate, el café y ios sombreros de
paja. Los artículos de exportación de más interés son las muías, ganado en pie, caballos, asnos,
cueros curtidos que forman las tres cuartas partes de esta exportación; el resto está formado por
mercaderías extranjeras que se reexportan. En estos diez años se han exportado:
63.092 muías
16.079 bueyes y vacas
2.574 caballos
4.545 yeguas
2.558 asnos
“La gran diferencia que existe en el valor de la cifra comparada de las exportaciones entre el
año 1853 y la siguiente proviene de que en 1853 se exportaron 11.230 muías en tanto que en
1854 no se exportaron más que 4.280 lo que da una diferencia de 6.750. En 1852 la exportación
fue de 7.551. Con el océano Pacífico la importación de Salta consistía en mercaderías; la expor
tación en oro y plata amonedada o en barra. La plata en barra alcanzó la suma de 14.391 marcos
en estos diez años. Provenía de algunas minas débilmente explotadas de Salta, Jujuy y Catamarca.
Los otros productos de Salta no podían ser conducidos por la cordillera... las mercaderías que
venían del Pacífico eran artículos de ‘fabricación europea’. En lo que respecta al comercio entre
Salta y el Litoral argentino ‘los artículos de exportación han sido únicamente cueros secos y
curtidos y pieles de chinchilla. La importación ha consistido en efectos de manufactura extran
jera y yerba. El total del comercio general de Salta durante este período ha sido en cifras oficia
les de 1.831.234 pesos fuertes para la exportación y de 2.291.726 para la importación. Pero te
niendo en cuenta el contrabando que ha tenido lugar y la inexactitud de los informes, Usandivaras
piensa que es necesario elevar anualmente estas cifras a 238.461 para la exportación y 324.407
para la importación, es decir, que la provincia estaría obligada a disponer de más de 80.000 pe
sos de su capital’.”
Los datos han sido tomados por Martín de Moussy del N a c io n a l a r g e n tin o del 1° de marzo
de 1856 y publicados en su obra L a C o n fé d é r a tio n A r g e n tin e , París, 1860, págs. 273-275.
56
dígenas son episodios frecuentes de la época en que se afirma el individualis
mo agrario y que habrán de repercutir en el plano político al arrojar en brazos
de caudillos reivindicadores un número creciente de hombres despojados.
Sin embargo, la resistencia y los reclamos no frenaron el proceso de con
centración, favorecido por la autoridad política y alentado por la renovada ac
tividad. La consecuencia inmediata de la situación externa y de los resortes
puestos enjuego en las provincias fue el sensible ascenso económico de los
sectores altos y medios urbanos vinculados con el comercio pero con el aspec
to negativo de sordos resentimientos sociales que comenzaron a gestarse.
Frente a la moderada prosperidad de que disfrutan los sectores privados la
situación financiera del Gobierno ofrece abierto contraste por una serie de ra
zones que trataremos de examinar en sus aspectos más importantes.
Uno de ellos se vincula con el sistema de ingresos de! Estado, cuya fuen
te principal es, como en Buenos Aires, la recaudación aduanera que carga el
mayor peso sobre la importación; pero si bien la aduana porteña propor
cionaba fuertes sumas mediante este mecanismo, no sucedía lo mismo en
la Confederación, sea por su precaria organización o por los menores volú
menes introducidos. Cierto es que los sectores altos de la región aumentaron
sus ingresos -com o ya se ha señalado- y probablemente también sus consu
mos, pero a diferencia de la provincia, donde existían niveles medios tam
bién prósperos capaces de absorber un volumen creciente de artículos im
portados, en la Confederación no alcanzaron a constituirse como fuerte gru
po adquisitivo.
El gobierno trató de subsanar el problema mediante ia creación de otros
impuestos, tales como la contribución territorial y el de patentes, pero en am
bos casos fue claro que no se deseó incidir sobre los sectores rurales producto
res más pudientes y sí en los urbanos y comerciales medios y pequeños; como
podía preverse, el sistema funcionó mal y esto indujo a buscar nuevos meca
nismos financieros entre los que cabe citar la emisión de papel moneda y la
contratación de empréstitos; el recurso de aumentar los gravámenes a la ex
portación no fue utilizado en ningún momento, menos tal vez por razones ideo
lógicas que por problemas de competencia en el mercado externo.
La Confederación ensayó entonces su propia emisión, confiada en el ejem
plo de Buenos Aires cuyo papel moneda circulaba con toda comodidad pese a
la falta de respaldo metálico pero, ante la sorpresa de los mismos creadores, ya
a fines de 1854 se tuvo que admitir el fracaso de la idea. Sin un gran movi
miento comercial que favoreciera la circulación, sin la tradición que existía al
respecto en Buenos Aires y sin apoyo de rentas que sustituyeran como en la
provincia la falta de respaldo metálico, la moneda impresa no fue aceptada y
debió retirársela de circulación.
Fracasado el ensayo, se recurrió al expediente de contratar empréstitos para
subsanar el estado de insolvencia creciente; José de Buschent’nal, en abril de 1855
57
y los banqueros Trouvé-Chauvel y Dubois en setiembre del mismo año fueron
autorizados para buscar capitales europeos destinados a financiar proyectos, es
tablecer un banco y cubrir los gastos de la administración; como el plan no tuvo
éxito, en mayo de 1856, el gobierno vendió bonos de aduana por valor de 300.000
pesos fuertes al empresario español Esteban Rams y Rubert y recibió el equiva
lente de 250.000 pesos en moneda boliviana, y en 1857 obtuvo del gobierno bra
sileño otros 300.000 pesos fuertes, consiguiendo además instalar un Banco en
Rosario, filial del de Mauá con un capital inicial de 800.000 pesos fuertes.
Pero estos recursos sólo traían un alivio temporario y multiplicaban en cam
bio los compromisos de la administración, agobiada por el importante aparato
burocrático que debían mantener para iustificar la imagen de un Estado consti
tuido; en tales circunstancias se aprobó la ley de derechos diferenciales que
entró en vigor a principios de 1857 y cuyas consecuencias fueron a corto plazo
más políticas que económicas. La medida que buscaba atraer el comercio ex
tranjero directamente a los puertos de la Confederación para aumentar su re
caudación aduanera y al mismo tiempo disminuir la porteña, tuvo resultados
contraproducentes durante los primeros meses de aplicación: el número de ar
tículos que entraba en forma directa decreció vertiginosamente y con ello los
ingresos del Estado, la crisis mundial de 1857 que afectó el movimiento co-
mercial y financiero, los recaudos tomados por las casas importadoras porte
ñas y la suspensión de derechos a los productos importados establecida en re
presalia por el pobierno porteño, invalidaron de hecho la ley confederada; de
allí que muy pronto se viera la necesidad de complementarla con otra relativa
a los derechos de exportación que se rebajaron en un tercio siempre que no se
utilizara la intermediación de Buenos Aires y Montevideo.
Suspendido el ensayo en 1859 a raíz de los acuerdos celebrados con Bue
nos Aires, en el corto tiempo de su vigencia los resultados fueron escasos en lo
que respecta a sanear las finanzas del Estado; tuvo en cambio consecuencias
indirectas al desviar parte del tráfico internacional hacia Rosario y es curioso
señalar cómo la medida, inicialmente divisionista, terminó por favorecer la
unificación económica con la creación de un segundo centro portuario, nexo
obligado entre el Interior y Litoral.15
15. De la comparación entre los gastos del gobierno de la Confederación y los recursos de
que disponía se deduce el estado de déficit permanente en que se debatía la administración:
Gastos Recursos
1855 2.880.445 1.758.463
1856 2.880.445 1.758.463
1857 2.877.559 2.222.069
1858 2.877.057 -
Es interesante subrayar que en los presupuestos de los años 1855 y 1856 alrededor de
1.800.000 pesos se destinaban a gastos de guerra y deuda exigible de modo que los saldos para
atender las necesidades presupuestarias eran muy reducidos.
59
forma permanente aunque su importancia haya sido pequeña comparada con
las actividades ganaderas. Pero hacia mediados de siglo hemos visto desarro
llarse en Buenos Aires un cinturón de quintas, favorecido por la europeización y
cambios consiguientes en las pautas de consumo ciudadano, como también pro-
liferar por razones similares los establecimientos tamberos. A esta diversífica-
ción se agrega otro hecho vinculado con la expansión del ovino; dadas las carac
terísticas especiales de su explotación, apoyada en unidades de pequeños o me
dianos propietarios de majadas, promovió junto con las actividades anteriores la
formación y ascenso de sectores medios rurales en contraste con el claro afian
zamiento de los aspectos tradicionales vinculados con la cría del vacuno.
Cambios en el consumo, europeización, crecimiento urbano; todos indicios
de una modernización en marcha tanto como los primeros kilómetros de vías y
la ampliación de comunicaciones telegráficas.
En el resto del país las transformaciones son menos espectaculares, y no
pasan en su mayoría de proyectos oficiales que tropiezan con dificultades fi
nancieras para ser llevados a la práctica; una excepción la constituye la expe
riencia colonizadora que alcanzó a concretarse en pequeña escala y echó en la
provincia de Santa Fe las bases para un muy notable cambio a corto plazo.
De ideas más progresistas que el porteño, el Gobierno Nacional se esforzó
en impulsar la expansión agrícola desde 1853. Ese año se aprobó el contrato
firmado por el gobernador de Corrientes con el doctor Brougnes para radicar
en la provincia inmigrantes agricultores, que se instalaron en 1855; en 1856
60
llegaron a Santa Fe las primeras familias suizas que dieron origen a la colonia
Esperanza y un año más tarde el general Urquiza fundó en Entre Ríos la colo
nia San José.
Si bien la primera fracasó a corto plazo y en Entre Ríos el movimiento tuvo
una vitalidad limitada, por razones vinculadas con la estructura de la propie
dad, en Santa Fe la experiencia inicial fue el primer paso de un proceso coloni
zador de extraordinaria pujanza. Y aunque el cambio es todavía muy pequeño
y no puede hablarse de expansión cerealera en gran escala, cierto es que en
Santa Fe aparecen durante esta década actividades diversificadas donde antes
sólo existía el desierto.
Vale decir que nos encontramos ante las bases de una futura modernización,
tanto en lo que respecta a modificaciones en la actividad agropecuaria, como a
la aparición de sectores medios rurales y al aumento de los centros urbanos.
Al afianzamiento en todo el país de los grupos altos, vinculados con la ac
tividad ganadera, se agrega en algunas regiones un elemento nuevo en la es
tructura social: los sectores intermedios, cuyo crecimiento es favorecido en los
centros urbanos por la expansión comercial y en la campaña por el desarrollo
de actividades agrícolas diversificadas.
A estas modestas transformaciones se añaden otras, también pequeñas, en
el sistema de transporte, que influyen para que las distancias entre las diferen
tes regiones se tornen más cortas y seguras.
A mediados del siglo, dos sistemas coexistían en el país: el terrestre, a car
go de caravanas de carretas y muías, y el fluvial, más importante en número y
en adelantos técnicos en la medida en que ya surcaban los ríos buques de va
por junto a los de vela.16 La novedad registrada en la década se produce sobre
la base de los elementos ya existentes que empiezan a funcionar de un modo
complementario empalmando la vía fluvial con la terrestre del Interior en el
puerto de Rosario.17
16. Un barco norteamericano de 120 centímetros de calado, el “William Pearce", inició las
comunicaciones regulares a vapor; fue comprado en 1851 por el gobierno de Montevideo y
rebautizado “Río Uruguay’’. Naufragó en el río Paraguay en 1858 después de haber abierto la
ruta a otros vapores; hacia 1860 una decena de embarcaciones de vapor comunicaba diariamen
te. a Montevideo con Buenos Aires, Rosario, Paraná, Corrientes y Asunción. Lo mismo ocurría
por el río Uruguay hasta Salto. Otro servicio, subvencionado por el gobierno, surcaba el Uru
guay, el Paranacito y el Paraná, desde Concordia a Corrientes, tocando Salto, Paysandú, La Ca
lera, la colonia francesa de San José, Concepción del Uruguay, Fray Bentos, Gualeguaychú, Las
Higueritas, Gualeguay, La Victoria, Rosario, Diamante, Paraná, La Paz, Esquina, Coya, Bella
Vista y Corrientes. Tomado de M. de Moussy, op. c il., págs. 573-574.
17. Se ha calculado que la ruta entre Rosario y Córdoba movía por esc entonces alrededor
de 20.000 toneladas anuales mediante el empleo de linos 8.000 vehículos. Citados por H. G. de
Torres en L a A r g e n tin a a n te s d e la in m ig r a c ió n m a s iv a , op. cil., pág. 63.
61
E! empleo mixto de ambos medios abarató los costos generales de las mer
caderías entradas y salidas, fue importante factor de crecimiento de la ciudad
santafesina y, aunque el volumen de intercambios no alcanzó grandes niveles,
contribuyó a unificar el sistema comercial del país pese a los conflictos políti
cos, conservando el papel principal a Buenos Aires18y el de puerto intermedio
al de Rosario. Al ocuparnos de la ley de derechos diferenciales ya nos hemos
referido a esta tendencia centralizadora contra la que se estrelló todo esfuerzo
orientado a destruir la hegemonía porteña.
Es importante señalar también que la puesta en marcha de este mecanismo
de utilización mixta se vio favorecida por el ascenso de los sectores comercia
les del Interior, que dispusieron de capitales suficientes para mantener un nú
mero suficiente de carretas en funcionamiento regular y permanente. También
progresó en esta época el sistema de transporte de personas, para el que se or
ganizaron en Buenos Aires y la Confederación empresas exclusivamente des
tinadas a este fin.19
Ahora bien, aunque mejorado, el sistema era costoso, lento y caro, y perju
dicaba a los productores más alejados de los centros de comercialización; se
explica por lo tanto la actitud favorable a la construcción de ferrocarriles, que
permitía esperar, a más de una baja radical en los fletes, rapidez e independen
cia de los factores climáticos.
Entrada Salida
1855 15.145 5.912
1856 16.456 4.672
1857 13.746 6.614
1858 15.670 8.293
1859 10.311 6.467
1860 16.057 8.546
1861 16.693 6.642
62
F ia. 4 .1 0 . E s ta c ió n 11 d e S e tie m b r e y p la z a d e la s c a r r e ta s ( A r c h iv o G e n e r a l d e la N a c ió n ).
20. Los primeros integrantes de la empresa del ferrocarril del Oeste fueron Gowland,
Lavallol, Balbín, Van Praet, Guerrico, Larroudé, Rams y Miró.
63
obtener financiación extranjera quedaron detenidas en los últimos años de la
división por complicaciones políticas y sólo fueron reanudadas luego de la uni
ficación.
Hasta 1862 los progresos fueron entonces pequeños; en materia de creci
miento ferroviario, la única línea del Oeste llegaba sólo a 39 km luego de los
10 iniciales; las colonias todavía luchaban duramente para sobrevivir y la gran
expansión agrícola apenas podía sospecharse: son los tímidos primeros pasos
de todo comienzo y así deben evaluarse tanto como los cambios a nivel de la
estructura social; aspectos de una clara tendencia modernizante inducida por
razones ideológicas y económicas que prefiguran al mismo tiempo con sufi
ciente claridad la imagen de un país centralizado y con profundos desequilibrios
regionales, que el triunfo de la línea liberal porteña aceleró después de la uni
ficación.
64
III. EL C O N FLICTO : ALTERNATIVAS
E N EL EQUILIBRIO PO LÍTICO
65
Juan, disolviéndose allí también las tenues posibilidades de entendimiento
entre Buenos Aires y la Confederación. El episodio se inició con un enfren
tamiento entre el gobernador Manuel José Gómez y su ministro Saturnino
Laspiur, ambos de tendencia liberal y simpatizantes con la candidatura de Del
Carril, y el comandante militar de la zona, general Benavides y culminó con
el encarcelamiento de este último en setiembre de 1858 bajo la acusación de
conspirar contra el gobierno. De inmediato se decretó la intervención, pero
ante la renuncia de los comisionados designados por Urquiza y dada la ur
gencia de la situación, Del Carril nombró al ministro de Guerra José M. Ga
lán y a Baldomero García con expresas instrucciones de sacar a Benavides
de San Juan bajo la protección del Gobierno Nacional. Desafortunadamente
la comisión llegó tarde y junto con el asesinato de Benavides se desvaneció
también la candidatura del vicepresidente, al hacerse sospechoso ante Urquiza
de complicidad con el núcleo liberal.
Derqui y el general Pedernera intervinieron la provincia, encarcelaron a sus
autoridades e impusieron como nuevo gobernador a José A. Virasoro, oficial
del ejército correntinc. El orden quedó así restablecido aunque el suceso ten
dría más tarde funestas consecuencias, Derqui fue electo presidente con el aval
de Urquiza y pareció consolidarse la posición de los grupos extremos. Sólo
Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Jujuy levantaron su voto de protesta
ante el procedimiento empicado en la provincia sanjuanina e igual suerte que
Del Carril corrió el candidato a la vicepresidencia Marcos Paz, vencido am
pliamente por Pedernera con el apoyo del general Urquiza.
A la situación financiera crítica de la Confederación se agregó entonces la
incidencia de ios acontecimientos políticos para apresurar el estallido del con
flicto armado y el 23 de octubre de 1859 los adversarios se enfrentaron en
Cepeda.
En la batalla las fuerzas de Buenos Aires al mando de Mitre fueron derro
tadas aunque no destruidas por completo. Urquiza avanzó hasta San José de
Flores donde se firmó el armisticio el 11 de noviembre con la mediación de
Francisco Solano López. La renuncia previa del gobernador Alsina y las con
diciones establecidas en el pacto permitían esperar un arreglo definitivo;
Buenos Aires se declaraba parte de la Confederación obligándose a verificar
su incorporación mediante la aceptación y jura solemne de la Constitución
Nacional; para ello y dentro de los 20 días siguientes a la firma del conve
nio, convocaría a una Convención Provincial que examinaría la Constitución
de 1853. Por su parte Urquiza aceptó que “si la Convención manifestara que
tiene que hacer reformas en la Constitución mencionada, esas reformas se
rán comunicadas al Gobierno Nacional para que, presentadas al Congreso
federal legislativo, decida la convocación de una Convención ad hoc que las
tome en consideración y a la cual la provincia de Buenos Aires se obliga a
enviar sus diputados con arreglo a su población, debiendo acatar lo que esta
66
convención así integrada decida definitivamente, salvándose la integridad del
territorio de Buenos Aires, que no podría ser dividido sin el consentimiento
de su Legislatura”.
Por otros artículos se convino que, en el ínterin, Buenos Aires no manten
dría relaciones diplomáticas de ninguna clase; que todas las propiedades de la
provincia seguirían bajo su jurisdicción, excepción hecha de la aduana que
pasaba a la esfera nacional garantizando la Nación a la provincia su presupuesto
de 1859 hasta cinco años después de su incorporación, para cubrir sus gastos,
inclusive su deuda interior y exterior.
Los restantes artículos se referían a la vigencia de las leyes provinciales, la
evacuación del ejército de suelo provincial y la ratificación de la elección pre
sidencial.
En los meses que siguieron y luego de un primer momento de desacuerdos,
se observó una política favorable a la unión, a la que no fue ajena la figura de
Mitre; el recién electo gobernador de Buenos Aires declaró en el mes de mayo
de 1860 su decisión de incorporar la provincia a la nación y comisionó a Vélez
Sársfield para discutir con el gobierno de Paraná las modificaciones a la Cons
titución de 1853 propuestas por los convencionales porteños.
De estas gestiones resultó el Convenio firmado el 6 de junio en el que se
aceptaba la obligación de residencia mínima de tres años pedida por Buenos
Aires para los convencionales que representaban a las provincias, y se esta
blecía que la aduana seguiría en manos del gobierno provincial hasta que la
provincia se uniese oficialmente al Congreso y el cuerpo promulgase nuevas
disposiciones; a cambio de ello se subsidiaba a la Confederación con un mi
llón y medio de pesos papel por mes, reembolsables cuando el convenio fue
se ratificado.
Buenos Aires sacó partido de la desconfianza que hábiles intrigas crearon
entre Derqui y Urquiza y consolidó en las negociaciones la autonomía que
pareció haber perdido luego de Cepeda.
El episodio y la rivalidad creciente de los grupos políticos que respondían
respectivamente al presidente Derqui, a Urquiza y al gobierno de Buenos Ai
res, encubrían otra vez una situación explosiva que alcanzó dimensión nacio
nal durante el período previo a las elecciones para convencionales, en que cada
grupo trató de imponer sus candidatos; San Luis y San Juan respondían al pre
sidente Derqui; Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, La Rioja, Catamarca y Men
doza estaban bajo la influencia de Urquiza, y los porteños contaban con el apoyo
de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy y Córdoba.
La lucha asumió diversas formas; desde el desconocimiento de la autori
dad nacional como en Corrientes (apoyada por Urquiza) hasta rebeliones in
ternas, cuyo caso más dramático ocurrió en la provincia de San Juan y culmi
nó en el asesinato del gobernador Virasoro en noviembre de 1860.
La complicidad porteña en el sangriento episodio no ha sido demostrada de
67
modo fehaciente, aunque la muerte de Virasoro despertó una ola de entusias
mo entre los elementos “duros” de Buenos Aires y la toma del poder consi
guiente por el grupo liberal sanjuanino no podía más que beneficiar a la pro
vincia en el juego político que se avecinaba en el Congreso.
Sin embargo, al llevar la noticia del asesinato, la intervención a la provincia
fue apoyada por Mitre, que se encontraba en Entre Ríos, designándose para el
cargo a Juan Sáa gobernador de San Luis y como auxiliares a los coroneles
Paunero y Conesa, hombres de la confianza de Mitre.
El recién electo gobernador de San luán, doctor Antonino Aberastain, se
mostró dispuesto a aceptar la intervención siempre que ésta fuera pacífica como
había sido convenido entre el presidente y el gobernador de Buenos Aires; pero
el 25 de noviembre la renuncia de los comisionados porteños por desacuerdos
de último momento cambió por completo el panorama y la intervención pací
fica dio lugar al empleo de la fuerza; los liberales resistieron y el 11 de enero
se libró la batalla en la Rinconada del Pocito donde pereció la mayoría de los
sanjuaninos y fue ejecutado Aberastain.
Las instrucciones de Derqui, autorizando el empleo de la fuerza, y las
intimaciones de Urquiza precipitaron este desenlace, pese a las seguridades que
el mismo Derqui había dado a Buenos Aires sobre la protección que se presta
ría al grupo liberal. Los ánimos volvieron a caldearse y con la renuncia de de
la Riestra y Pico llegó a su fin la participación porteña en el Gobierno Nacio
nal. Poco después las respuestas a la nota cursada por Mitre a las provincias
con fecha 6 de febrero solicitando se condenara la actitud de la intervención,
Fie. 4.11. Vista de ¡a estancia de! general Urquiza. Litografía de L. Palliére (Archivo General
de la Nación).
68
dieron la medida del estado de las fuerzas: Córdoba se mantuvo neutral; San
tiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy enjuiciaron al gobierno de Derqui,
mientras que las restantes no se adhirieron a la censura.
En este clima de tensión creciente se aproximaba la fecha de la incorporación
porteña a la nación, y la provincia eligió sus representantes al Congreso confor
me con la ley local; Derqui había garantizado la aceptación de tal temperamento.
El Cuerpo debía resolver una serie de cuestiones espinosas: situación de San
Juan, admisión de representantes correntinos que no contaban con los años
mínimos de residencia, problemas de aranceles relacionados con la garantía
asegurada a Buenos Aires por los pactos del 11 de noviembre y 6 de junio y
admisión de los diputados porteños; se comprende fácilmente que las tres últi
mas estaban estrechamente conectadas, ya que la mayoría del Congreso deter
minaría la línea política y económica del país. La lucha se entabló por lo tanto
en torno de las bancas de la Cámara de Diputados.
Ante la mayoría liberal era previsible la expulsión de algunos delegados
urquicistas que no llenaban el requisito de residencia, situación tanto más gra
ve para este grupo si era seguida por una alianza porteña con el presidente
Derqui; era preciso evitar la incorporación neutralizando a Buenos Aires antes
de la reunión oficial del Congreso y así se hizo en las sesiones preliminares.
69
Los porteños no fueron invitados a éstas y el 6 y 7 de abril la Cámara resol
vió sucesivamente aceptar los diplomas de los diputados con menos de 3 años
de residencia y rechazar a los de Buenos Aires por haber sido electos según la
ley provincial.
Una vez más la situación volvió a polarizarse en abierta intransigencia y los acon
tecimientos que siguieron sólo consiguieron apresurar el estallido de la guerra.
Entre mayo y setiembre febriles preparativos tuvieron lugar en la Confede
ración y Buenos Aires; Derqui intervino Córdoba ante un conflicto entre el
gobernador, apoyado por los porteños con armas y dinero, y la provincia de
San Luis. Por otra parte ordenó movilizar a las milicias del Interior y Urquiza
hizo lo propio con las fuerzas entrerrianas. Todo en medio de un estado de casi
total bancarrota financiera.
Con mayor entusiasmo y sin problemas económicos se armaba Buenos Ai
res y los intentos de conciliación de los ministros de Francia y Gran Bretaña
caían en el fracaso.
El 17 de setiembre de 1861 chocaron los ejércitos cerca del arroyo del Me
dio, sobre los campos de Pavón. El desarrollo del combate fue confuso y su
resultado sorpresivo al retirarse Urquiza del campo de batalla sin haber sido
vencido por el ejército de Mitre. Las razones de esta actitud nunca fueron co
nocidas y han motivado innumerables conjeturas, pero cualquiera que fuese el
motivo que movió al general Urquiza al abandono de la lucha, ello permitió
poner punto final al viejo pleito.
Entre setiembre de 1861 y fines de enero de 1862 tuvieron lugar las últimas
fases del largo conflicto. El 6 de octubre las tropas porteñas invadieron Santa
Fe y marcharon sobre Rosario; a principios de noviembre el presidente Derqui
renunció al cargo y marchó hacia el exilio una vez que comprendió la inutili
dad de toda resistencia, Mitre negociaba directamente con Urquiza y el poder
nacional entró en receso.
El movimiento liberal se afianzó con rapidez en el Interior y el gobierno
del general Mitre asumió el mando del país con carácter provisional; hacia fi
nes de enero de 1862 Urquiza había aceptado esta situación y sólo restaba obte
ner la colaboración de los elementos autonomistas de la propia Buenos Abes.
La tarea no fue fácil y el nudo del problema lo constituyó la federalización
de Buenos Aires, sede implícita del gobierno nacional desempeñado provisio
nalmente por el gobernador de la provincia; de los fuertes intereses que se
movían en torno de la cuestión es buena muestra la solución de compromiso
finalmente alcanzada.
Pero si bien la solemne apertura del nuevo Congreso Nacional, el 25 de
mayo de 1862, consagra el triunfo final de Buenos Aires, es también el aval a
un programa nacionalista libera) que liquidaría las aspiraciones hegemónicas
de aquélla en beneficio de una fuerte autoridad centralizada, que terminará por
escapar al control de la provincia.
70
Fie. 4.13. Mitre y José María Gutiérrez, después ile Pavón, 1861 (Archivo
General de la Nación).
71
Segunda Parte
75
grupo autonomista, encabezado por Adolfo Alsina. Apenas reunido el Congre
so Nacional, Mitre presentó un proyecto para federalizar todo el territorio de
la provincia que el cuerpo aprobó pero fue rechazado por la Legislatura pro
vincial, como también la opción de federalización de la ciudad. Laboriosas
tratativas sobre el asunto permitieron al fin llegar a un arreglo conocido con el
nombre de “solución de compromiso” que legalizó la coexistencia de las auto
ridades nacionales junto a las provinciales. El I o de octubre de 1862 el Con
greso aceptó el convenio y doce días más tarde Mitre asumió la presidencia
del país, electo por unanimidad; el doctor Marcos Paz fue designado vicepre
sidente.
En ejercicio del Poder Ejecutivo, Mitre organizó su gabinete sobre la base
de los cinco ministerios previstos por la Constitución y nombró al doctor Gui
llermo Rawson (Interior), doctor Rufino de Elizalde (Relaciones Exteriores),
doctor Dalmacio Vélez Sársfield (Hacienda), doctor Eduardo Costa (Justicia,
Culto e Instrucción Pública) y al general J. A. Gelly y Obes (Guerra y Marina).
La tarea por realizar sería larga y compleja; debían crearse los mecanismos
Fio. 4.14. Ángel Vicente Peñaloza (El Chacho). (Archivo General de la Nación.)
¡if
adecuados para el funcionamiento de un país unificado en un cuadro político
donde se mezclaban los conflictos con las corrientes tradicionalistas y las
disensiones latentes dentro de la línea liberal; problemas internos a los que se
agregó poco después el serio compromiso de una guerra internacional.
77
I. REORGANIZACION POLITICA
79
tenciones de reivindicar los sagrados derechos que “los traidores y perjuros
habían usurpado”; los gobernadores de Tucumán, Catamarca y Santiago del
Estero se unieron para derrotarlo y Mitre cedió a la presión de los “duros” y
encomendó la dirección de la “guerra de policía” al más encarnizado enemigo
del caudillo, Domingo Faustino Sarmiento, gobernador de San Juan.
En los meses de mayo y junio, las fuerzas nacionales derrotaron a las tro
pas montoneras en Lomas Blancas y Las Playas aunque el Chacho mantuvo
todavía en jaque a sus enemigos hasta el 12 de noviembre, día en que fue to
mado prisionero y muerto a lanzazos por el coronel Irrazábal. Este asesinato,
desaprobado por el gobierno nacional, es buena muestra de las pasiones que
dominaban en el turbulento panorama político del país.
Acallada la conmoción de la montonera, otros movimientos se produjeron
en las provincias. El 2 de marzo de 1865 estalló en Córdoba una revolución
contra el gobernador Roque Ferreyra y en la sangrienta represión perdió la vida
un ex gobernador de la provincia, el doctor Justiniano Posse; en 1866 tuvieron
lugar otras revueltas en Mendoza y en Catamarca contra el gobernador Víctor
Maubecin; en 1867 en Córdoba, La Rioja y Santa Fe y en 1868 en Comentes.
Estos sucesos, como otros similares de menor importancia, resultado de diver
gencias políticas entre fracciones, fueron solucionados en algunos casos por el
gobierno nacional mediante intervenciones federales.
Mayores esfuerzos’demandó en cambio el último episodio protagonizado
por las montoneras en el Interior, vinculado en su origen inmediato con la gue
rra argentino-paraguaya.
Al declararse el conflicto internacional y decretarse el reclutamiento de
soldados, surgieron problemas en ciertas provincias: en Entre Ríos, una fuerza
reunida por Urquiza se dispersó y en el Interior hubo que apelar no pocas ve
ces a medidas coercitivas para lograr el enganche. La guerra impopular y los
persistentes resentimientos sociales configuraban un perfecto caldo de cultivo
para un nuevo estallido de violencia.
La situación hizo crisis con un pequeño episodio en la provincia de Men
doza: el Io de noviembre de 1866 se levantó la policía local ante el atraso de
sus sueldos y puso en libertad a los presos entre los que se encontraba un diri
gente federal, el coronel Carlos Juan Rodríguez que de modo sorpresivo se halló
dueño del poder; al mismo tiempo las noticias del desastre experimentado por
las fuerzas nacionales en Curupaytí provocaron la sublevación de un contin
gente de reclutas destinado al frente, que engrosó las filas revolucionarias. A
poco todos usaban el distintivo punzó y se autodefinían federales.
Localizado hasta ese momento, el movimiento se extendió en forma verti
ginosa. El coronel Irrazábal fue derrotado por los mendocinos que también des
hicieron a las fuerzas del gobernador de San Juan y de La Rioja en la Rincona
da del Pocito y los sublevados sanjuaninos proclamaron gobernador a Juan de
Dios Videla; poco después se repite el cambio de autoridades en San Luis con
80
la designación del coronel Felipe Sáa. Todo Cuyo estaba en poder de ¡os
insurrectos y las provincias vecinas corrían el mismo peligro cuando entró en
escena Felipe Varela.
El antiguo lugarteniente del Chacho venía de Chile con dos batallones for
mados por chilenos y algunos emigrados argentinos que había levantado con
la ayuda del coronel Estanislao Medina y en su bandera se leía: “¡Federación o
Muerte! ¡Viva la Unión Americana! ¡Viva el Ilustre Capitán General Urquiza!
¡Abajo los negreros traidores a la Patria!” Su proclama, fechada el 10 de di
ciembre de 1866, bastó para levantar en armas a las montoneras de los Llanos
y Guandacol y provocar la sublevación de fuerzas del gobierno apostadas en
Jáchal para impedir su entrada.
En este clima de apoyo popular se realizó en enero de 1867 una reunión de
los distintos jefes en San Juan que transformó el inorgánico movimiento en
un sincronizado plan contra el gobierno nacional; Sáa y Videla marcharían
hacia el Litoral por San Luis y el sur de Córdoba mientras Varela avanzaría
hacia el norte para destruir el fuerte núcleo liberal encabezado por la familia
Taboada en Santiago del Estero. Los planes recibieron un apoyo inesperado
con la sublevación de las milicias riojanas. y la huida del gobernador, que
facilitó la entrada de los revolucionarios en la provincia y su paso hacia
Catamarca, donde se libró la primera batalla contra las fuerzas mandadas por
el comandante general de la provincia Melitón Córdoba; el encuentro tuvo
lugar a la altura de Tinogasta y allí pereció el jefe de las tropas leales.
Ante el aumento de los contingentes montoneros que se unían a Varela, el
gobierno empeñó todos sus esfuerzos para desbaratar el movimiento que ya
Fia. 4.15. Tropa del Chacho tomada prisionera por Sarmiento en La Rioja, 1863 (Archivo
G e n e r a l d e la N a c ió n ).
i
sumaba varios miles de hombres en combate. Taboada por el norte y el coronel
Arredondo por el sur llevaron e! contraataque y el Io de abril el segundo ven
ció en San Ignacio (San Luis) a las fuerzas de Sáa y Videla; días después, el 10
de abril, se enfrentaron las tropas de Varela y de Taboada en la famosa batalla
del pozo de Vargas, inmortalizada por el cantar popular, y los revolucionarios
sufrieron su segunda derrota.
Después de este encuentro todavía se produjeron algunas alternativas béli
cas de menor importancia, pero la montonera estaba ya deshecha. Felipe Varela
dejó el país para morir en el exilio el 4 de junio de 1870 y con él se cerró el
último capítulo de la lucha contra el sistema liberal en la región del Interior.
A estos problemas internos se sumó otro grave compromiso internacional
que exigió del gobierno esfuerzos y gastos todavía mayores; nos referimos a la
guerra con el Estado paraguayo, iniciada en 1865.
Los orígenes del conflicto son vanados y se vinculan con situaciones polí
ticas y económicas de vieja data que no habremos de examinar en sus deta
lles; recordaremos sólo que la situación mediterránea del Paraguay lo llevó a
complicadas maniobras diplomáticas con el Brasil, Uruguay y Argentina con
el fin manifiesto de mantener un equilibrio político que lo favoreciera. Se su
cedieron así a lo largo de ios años, alianzas y contraalianzas manejadas
discrecionalmente, primero por Carlos Antonio López y a su muerte por su
hijo, Francisco Solano López, ambos presidentes vitalicios del país vecino,
una de las cuales fue causa inmediata de la guerra.
En 1864, el general uruguayo y dirigente del partido colorado, Venancio
Flores, invadió su país con el objeto de derrocar al presidente en ejercicio,
miembro del partido blanco. El hecho de contar el general Flores con fuertes
simpatías en la Argentina donde había luchado en favor de los liberales, dio
lugar a sospechas sobre la real neutralidad del gobierno nacional en el episo
dio y motivó un pedido de explicaciones de varios países entre los que se
encontraba el Paraguay; el pedido fue considerado por Mitre como un agra
vio nacional y no se cursó respuesta alguna. Ai mismo tiempo el Brasil esta
cionaba tropas en la frontera con el Uruguay y después lo invadía en apoyo
de Flores..
En ese punto de los acontecimientos, Francisco Solano López, aliado a los
blancos uruguayos, declaró que consideraría “atentatorio contra el equilibrio
de los estados del Plata, cualquier ocupación del territorio oriental por fuerzas
extrañas” y pidió permiso a! gobierno argentino para atravesar el territorio de
Corrientes con sus fuerzas con el fin de combatir a los brasileños. Ante la ne
gativa de Mitre aduciendo neutralidad, el Paraguay declaró la guerra el 5 de
marzo de 1865, apresó dos buques argentinos surtos en el Puerto correntino e
invadió la provincia.
Dos meses más tarde se firmó el Tratado de la Triple Alianza entre Argenti
na, Brasil y el Uruguay -ahora en manos coloradas- por el que se acordó una
82
alianza ofensiva contra el Paraguay. El general Mitre fue designado general en
jefe de los ejércitos, mientras que el Brasil proporcionaría su escuadra.
Los medios con que contaba el país en la emergencia se reducían al ejército
integrado por las unidades de línea y la Guardia Nacional en servicio activo,
los que sumaban alrededor de seis mil hombres distribuidos en distintas partes
del territorio para prevenir movimientos internos y a lo largo de la frontera con
el indígena; hubo por lo tanto que recurrir a medidas especiales, ya que estas
fuerzas apenas bastaban para cumplir su cometido específico; se ordenó la mo
vilización de la Guardia Nacional en todo el país y el reclutamiento en Entre
Ríos y Corrientes de diez mil soldados que se pondrían al mando de los gene
rales Urquiza y Cáceres. Se dispuso además la creación de un ejército de ope
raciones mediante la contribución de las provincias, lo que permitiría organi
zar 19 batallones de quinientos hombres con los contingentes de Guardias
Nacionales de cada una de ellas; este número se amplió después a veinticinco
mil soldados en total.
83
Las disposiciones tomadas tropezaron con dificultades para ser cumpli
das en algunas provincias donde el entusiasmo popular ante la guerra fue
muy escaso; ya nos hemos referido a los episodios de Mendoza, vincula
dos con el envío de contingentes y cabe añadir un episodio similar en En
tre Ríos, que culminó en el desbande de ocho mil soldados de caballería
reunidos por Urquiza.
De todos modos se procedió a organizar la movilización con las tropas dis
ponibles en la ciudad de Buenos Aires, las que fueron puestas bajo las órdenes
del general Paunero y embarcadas rumbo a la zona de operaciones el 24 de abril.
El general Mitre por su parte, delegó la presidencia en el doctor Marcos Paz y
marchó hacia Concordia, provincia de Entre Ríos, para asumir la jefatura de
las fuerzas aliadas.
Los primeros movimientos fueron favorables al ejército aliado, que alcan
zó la victoria de Yatay, rindió al jefe paraguayo Estigarribia en Uruguayana y
avanzó hacia el norte provocando en octubre el repliegue del enemigo a su pro
pio territorio. De allí en adelante las operaciones se desarrollaron en tierra pa-
Fig. 4.17. Mitre y Francisco Solano López: entrevista de Yatayty Coró, JI de setiembre de
1866 (Archivo General de la Nación).
84
raguaya, luego de la caída de Paso de la Patria en abril de 1866; el 2 de mayo
en Estero Bellaco y el 24 del mismo mes en Tuyutí se libraron encuentros en
que, pese a las bajas sufridas, el ejército aliado asestó fuerte golpe a las fuerzas
de López. Otras batallas menores se libraron en junio en Yatayty Corá y en el
Sauce o Boquerón, en tanto los aliados planeaban apoderarse de las fortalezas
de Curuzú y Curupaytí; la operación comenzó el 3 de setiembre y logró éxito
en su primer objetivo, no así en la toma del segundo fuerte que terminó en un
terrible desastre para las tropas atacantes,
A lo largo de 1867, la guerra continuó en forma lenta y difícil, dadas las
características del terreno y el poder bélico que aun conservaba el presidente
López, pero el avance prosiguió y en el mes de agosto de 1868, el marqués de
Caxías, al mando de las fuerzas desde principios del año por ausencia del ge
neral Mitre, que debió bajar a Buenos Aires al fallecer el vicepresidente doctor
Paz, tomó la fortaleza de Humaitá y marchó hacia Asunción, que cayó el 5 de
enero de 1869, después de la victoria de ítá Ibaté.
Aunque la guerra quedó de hecho terminada con este último episodio, Ló
pez decidió continuar una desesperada resistencia y reunió nuevas tropas en su
campamento de Cerro León, fortificándose en Caacupé; de allí fue desalojado
y huyó hacia el noreste perseguido por fuerzas de caballería que, al mando del
general Cámara, el Io de marzo de 1870 le dieron alcance y muerte en el lugar
denominado Cerro Corá.
El 20 de junio de 1870 se firmó el Protocolo que puso fin ai conflicto
bélico.
2. Presidencia de Sarmiento
85
completa ¡a fórmula con Adolfo Alsina; Urquiza, Rufino de Elizalde y Alber-
d¡, eran otros nombres que circulaban para el mismo cargó aunque no se había
concretado ninguna fórmula definitiva. En esas circunstancias Mitre envió
desde el Paraguay una carta a José M. Gutiérrez, calificada de “testamento
político", donde exponía su pensamiento: máxima prescindencia e imparciali
dad del Poder Ejecutivo, condena moral de las candidaturas de Urquiza y Al-
berdi que calificaba de reaccionarias, término que también aplica a la de Alsina
por ser fruto de una liga de gobernadores sin apoyo popular; por último, des
aprobaba el clima de virulentos ataques recíprocos desatado por los partida
rios de Elizalde, Sarmiento y Alsina.
Estas palabras sirvieron para aclarar él panorama: su amigo Rufino de
Elizalde no contaría con el apoyo del aparato estatal y como resultado cundió
la impresión de que ninguna candidatura habría de obtener la mayoría absolu
ta de electores.
A principios de 1868 Sarmiento es sostenido por el Partido Liberal de seis
provincias y cuenta con el apoyo del ejército que por medio del general
86
Arredondo trabaja activamente por su candidatura en Santiago del Estero y La
Rioja; Alsina, por su parte, sólo es fuerte en Buenos Aires y ello decide el or
den en ia fórmula Sarmiento-Alsina, proclamada en forma oficial por el Parti
do Liberal el 2 de febrero.
Todavía se sucedieron sin embargo una serie de combinaciones: Alsina in
tentó llegar a un arreglo con Urquiza, lo mismo que los partidarios de Elizalde;
se extraviaron sospechosamente las actas electorales de Tucumán, provincia
favorable a la fórmula Elizalde-Paunero, y no hubo elección en Corrientes,
feudo urquicísta, pero al fin el Congreso realizó el escrutinio y Sarmiento ob
tuvo 79 sufragios de los 131 que habían sido declarados válidos, y con ello 13
votos por encima de la mayoría absoluta.
El presidente electo se enteraría del resultado al pasar por Río de Janeiro en
viaje a Buenos Aires.
El 12 de octubre de 1868 recibió las insignias del mando y de inmediato
constituyó su gabinete con el doctor Dalmacio Vélez Sársfield (Interior), doc
tor Nicolás Avellaneda (Justicia, Culto e Instrucción Pública), doctor José Ben
jamín Gorostiaga (Hacienda), don Mariano Varela (Relaciones Exteriores) y
el coronel Martín de Gainza (Guerra).
Durante su desempeño, y pese a carecer de un partido político propio que
lo respaldara, se aplicó a restablecer la disciplina a distintos niveles: en el ejér
cito inició un sistema de jerarquización; procedió al exterminio de los últimos
brotes montoneros e intervino con la fuerza de que disponía para asegurar las
elecciones provinciales en todos los casos en que se suscitaron conflictos.
Convencido de que la total pacificación sólo se lograría con medidas que
cortaran de raíz todo desorden, aprobó la aplicación de la pena de muerte para
los desertores del ejército y los caudillos tomados prisioneros, y en los con
flictos partidarios provinciales llegó a deshacer la Unión del Norte encabe
zada por el gobernador de Santiago del Estero, don Manuel Taboada, al neu
tralizar su influencia en las elecciones de Tucumán, Salta y La Rioja. Como
lo manifestara en forma pública, estaba dispuesto a hacer cumplir la Consti
tución en todos sus aspectos, y no haría para el caso distingos entre amigos y
enemigos; prueba de esta decisión fueron la intervención a la provincia de
San Juan en que procedió contra don Manuel José Zavalla, propulsor de su
candidatura, tan pronto aquél infringió disposiciones de la Carta, y el proce
dimiento seguido en Entre Ríos luego del asesinato de su antiguo enemigo,
el general Urquiza.
El vencedor de Caseros, luego de su derrota electoral, había acatado el re
sultado y apoyaba a Sarmiento con el que se había reconciliado públicamente;
pero en su provincia subsistían elementos contrarios a la política de unidad
inaugurada en ! 862 y el 11 de abril de 1870, dos meses después de realizada
su entrevista con el presidente, Urquiza caía asesinado, y Ricardo López Jordán,
era electo gobernador por la Legislatura provincial.
87
Resuelto a no transigir, Sarmiento decretó la intervención militar a la pro
vincia y convocó a las Guardias Nacionales de Entre Ríos, Santa Fe y Corrien
tes para aplastar la rebelión. La empresa no fue fácil; López Jordán, de gran
ascendiente entre la población y auxiliado por el partido blanco del Uruguay,
opuso enconada resistencia librándose sangrientas batallas en Los Sauces, Santa
Rosa, Don Cristóbal, hasta que en Ñaembé (Corrientes) el gobernador de esa
provincia, Santiago Baibiene, lo derrotó completamente el 26 de enero de 1871.
Dos años después, el Io de mayo de 1873, López Jordán volvió a rebelarse
y se reiniciaron las hostilidades, esta vez con la participación personal de Sar
miento, que viajó a Paraná para seguir de cerca las operaciones. A fines del
año, en el mes de diciembre, la victoria de Don Gonzalo puso fin al renovado
intento del caudillo, que reaparecería por última vez -sin éxito- en 1876.
Finalizado el período presidencial, sucedió a Sarmiento el doctor Avellane
da, designado en elecciones que fueron impugnadas por el Partido Nacionalis
ta que apoyaba la reelección del general Mitre. El descontento desembocó en
una revolución que estalló el 24 de setiembre, planteando un último problema
88
al presidente saliente a pocos días de entregar el mando. Se sublevaron el co
ronel de marina Erasmo Obligado y los generales Arredondo y Rivas con el
apoyo de Taboada, y el general Mitre se puso a la cabeza del movimiento “no
porque deseara modificar el resultado de los comicios presidenciales sino para
impugnar las elecciones de diputados realizadas en la provincia”.
La presencia de esta figura no detuvo sin embargo al presidente, quien or
ganizó la defensa en forma tal que su sucesor derrotó sin dificultad a los suble
vados.
Y así cerró su presidencia con un episodio tempestuoso, uno más de los tan
tos que protagonizara en los seis anos anteriores. Porque este hombre, enamo
rado de una idea adelantada en años a su época quiso —y no pocas veces logró-
cortar de raíz todo aquello que consideraba un obstáculo al progreso; de ahí su
grandeza y sus terribles errores que lo han convertido en una de las figuras más
discutidas del pasado argentino.
89
Con e¡ Legislativo y el Ejecutivo, e! Judicial era el tercer poder del sistema
establecido por la Constitución de 1853, de allí que una de las primeras leyes
sancionadas por el nuevo Congreso se refiriera a la forma que adoptaría la Su
prema Corte de Justicia y los tribunales inferiores; la ley fijó en cinco el núme
ro de ministros que la compondrían y un procurador general, estableciendo
además que en cada provincia se crearían uno o mas juzgados inferiores. De
inmediato fueron nombrados sus integrantes y el organismo comenzó a actuar
en octubre de 1863, tan pronto hubo preparado las leyes que debían regular
sus facultades y procedimientos.1
La puesta en funcionamiento dei Poder Judicial significó un paso impor
tante ya que, a la par que completaba la estructura del Estado, se garantizaba
por primera vez de un modo sistemático los derechos y libertades del indivi
duo afirmándose los principios jurídicos.
Sin embargo, pese a la prerrogativa de la Corte de declarar inconstituciona
les las leyes que estuviesen en conflicto con la Constitución, su incompetencia
para decidir en los problemas suscitados entre poderes -establecida por la re
forma de 1860- conspiró contra el mantenimiento de las autonomías provin
ciales al dejar en manos del Ejecutivo la facultad de decisión; facultad un tanto
teórica sin duda hasta el momento en que la creación del ejército nacional pro
porcionó al gobierno el instrumento capaz de hacer cumplir sus directivas.
En el origen de este organismo, inexistente en 1862, debe verse la influen
cia de Mitre que dio los primeros pasos para constituirlo inmediatamente des
pués de Pavón, al reunir la Guardia Nacional de Buenos Aires con núcleos dis
persos de la Confederación y transferir al orden nacional el Ministerio de Gue
rra y Marina y la Inspección y Comandancia general de armas de la provincia.
La constitución integral del cuerpo se llevó a cabo unos años más tarde cuando
cedieron un tanto las conmociones internas en las provincias y permitieron
ordenar los elementos de que se disponía, lo que ocurrió solamente hacia 1864,
una vez terminada la campaña contra el Chacho Peñaloza.
El gobierno procedió entonces a estructurar los organismos militares exis
tentes y en e! mes de enero creó por decreto un ejército permanente compuesto
por seis mil hombres distribuidos en un regimiento de artillería, seis batallo
nes de infantería y ocho regimientos de caballería de cuatrocientas plazas cada
uno, número éste en el que no estaban comprendidas las fuerzas destacadas en
la frontera con el indígena.
Si bien los distintos aspectos que completaban estas disposiciones (tales
1. Ministros nombrados el 18 de octubre de 1862: doctores Valentín Alsi na, Francisco de las
Carreras. Salvador María del Carril, Francisco Delgado y José Barros Pazos. Fue designado pro
curador general de la Nación, Francisco Pico. Hasta 1870 ejerció la presidencia de la Suprema
Corte el doctor Francisco de las Carreras y entre 1870-77 el doctor Salvador María del Carril.
90
como formas de reclutamiento, estructura jerárquica, reglamentos, etcétera) se
dipusieron en forma paulatina hasta una época bastante posterior a 1874, en
sus lincamientos fundamentales la Institución tiene vigencia a partir del decre
to mencionado. La guerra del Paraguay que elevó los efectivos a más de veinte
mil hombres, la creación en 1869 del Colegio Militar, que inicia la formación
de un cuerpo de oficiales de carrera, o la ley del 21 de setiembre de 1872 con
sus innovaciones en el sistema de reclutamiento, anticipo de la conscripción
obligatoria, son algunas de las medidas orientadas a lograr una mayor eficien
cia, siempre sobre la base de los objetivos perseguidos al crear el cuerpo.
Ahora bien, la gravitación creciente de la institución en el proceso político
de la época se vincula con las circunstancias especiales que vivía el país en
aquellos momentos: recordemos que el Estado enfrentaba en forma sucesiva o
simultánea compromisos bélicos en el exterior, en las provincias y en las fron
teras con el indígena lo que sin duda debió exigirle amplia capacidad operativa
y rapidez en la toma de decisiones. Primero Mitre y luego Sarmiento solucio
naron el problema tomando al pie de la letra la disposición constitucional que
les otorgaba, como presidentes, la comandancia en jefe de las fuerzas armadas
y se entendieron de modo directo con los mandos aun sobre aspectos exclusi
vamente castrenses.
En la lucha por el restablecimiento del orden interno esta modalidad probó
sobradamente su eficacia, no así en el plano del equilibrio político ya que pro
porcionó al Ejecutivo un instrumento sólo limitado por la discreción del go
bernante y cuyo empleo contribuyó a alterar las tradicionales líneas de poder
en las provincias. La presencia de cuerpos de ejército en los actos eleccionarios,
generalizada durante la presidencia de Sarmiento, fue suficiente para provocar
muchos cambios y así llegó a su fin por ejemplo la Unión del Norte encabeza
da por el gobernador santiagueño don Manuel Taboada al ser desplazados sus
aliados en Tucumán, Salta y La Rioja en ocasión de realizarse los comicios
respectivos. El caso no es único; por medio de las fuerzas armadas, el Ejecuti
vo se hizo presente en los rincones más alejados y fue disgregando, a veces
por simple presencia, todo grupo capaz de hacerle frente en el plano político.
El sistema trató de garantizar el cumplimiento de las normas constitucionales
no siempre respetadas por la clientela de los gobernadores provinciales, pero al
no cambiar los mecanismos electorales, se limitó a favorecer el tritinfo de hom
bres de representatividad tan cuestionable como los que se buscaba reemplazar.
La incidencia de los dos organismos mencionados en la modificación del
equilibrio político preexistente acelera entonces el proceso de centralización
al que además contribuyen los cambios operados a nivel económico; aunque
este tema será más adelante objeto de análisis, es oportuno adelantar que una
de sus consecuencias se verifica en los sectores urbanos del Interior: aquellos
sectores que habíamos visto expandirse y afianzarse a mediados del siglo van
perdiendo autonomía, se mediatizan y terminan por caer en estrecha dependen-
91
F ig. 4.20. Atentado contra el presidente Sarmiento al pasar su coche por las calles Maipú y
Corrientes. Reconstrucción de la época (Archivo General de la Nación).
cia del Estado nacional que financia el progresivo aumento de las burocracias
provinciales.
Distintos mecanismos necesarios para el funcionamiento de la administra
ción se fueron ajustando en forma paulatina al tiempo que se organizaban as
pectos relativos al régimen electoral, funcionamiento del servicio de correos,
reglamentación del servicio ferroviario, representación diplomática, educación
y finanzas; la creación de la Contaduría General de la Nación,2 de la Dirección
General de Aduanas y del Banco Nacional3 se vinculan con el último sector y
contribuyeron por distintas vías a sostener la política del Ejecutivo.
En resumen, puede afirmarse que el nuevo orden jurídico, administrativo y
económico implantado por la ideología liberal está en el origen de nuestro sis
2. Ya existía en 1862; sus atribuciones fueron reglamentadas por la ley 428 en el año 1870.
3. Por ley 581 del año 1872 el Banco Nacional fue autorizado a operar y emitir billetes; se
trataba de una sociedad con predominio de capital privado. En 1891 se fundó el Banco de la
Nación Argentina procediéndose a la liquidación del anterior.
92
tema de poder claramente concentrado, pese a las normas constitucionales que
lo distribuyen en forma tripartita, y de ello habrían de derivarse variadas con
secuencias.
Sin abrir juicio sobre métodos y oportunidad, permitió al Ejecutivo resta
blecer con rapidez el orden interno necesario para la puesta en marcha del plan
de modernización y apresuró la unificación del país a pesar de que ello costó
su autonomía real a las provincias; en compensación ampliaría el grado de
participación política de elementos del Interior vinculados con el gobierno
nacional en detrimento de los sectores porteños que pierden el control inicial.
El proceso se acentúa durante la presidencia de Sarmiento y culmina en 1874,
con la elección de Avellaneda apoyado por grupos provinciales constituidos
ahora en las fuentes principales de poder en reemplazo de la tradicional hege
monía ejercida por Buenos Aires. Si bien la tendencia centralizadora no fue
afectada por el cambio, puesto que estos hombres nuevos resultaron sus más
entusiastas propulsores, es fácil advertir que su influencia se relaciona muy de
cerca con la incorporación de ciertas zonas mediterráneas a los beneficios del
sistema hasta entonces reservados a la región del Litoral; es el caso de Tucumán
y la industria del azúcar protegida por leyes especiales y sostenida por el cré
dito y las inversiones del gobierno nacional.
4. La reforma de 1898 elevó el número de ministros de los cinco establecidos por la Consti
tución de 1853 a ocho.
95
Un sistema bicameral componía el Poder Legislativo- el Senado, formado
por dos representantes por provincia, elegidos por sus legislaturas respectivas,
con una duración de nueve años en sus funciones, y que se renovaba por terce
ras partes, y la Cámara de Diputados, cuyos representantes surgían de eleccio
nes directas en la proporción de uno por cada veinte mil habitantes o fracción
no inferior a diez mil. Hasta el levantamiento del primer censo se fijó provi
sionalmente su número en 50, distribuidos de acuerdo con la población calcu
lada; esa cifra se aumentó a 86 en 1872; duraban cuatro años en el cargo,
renovándose la Cámara cada dos y podían ser reelectos lo mismo que los sena
dores. Juez de elecciones, derechos y títulos de validez de sus propios miem
bros, el cuerpo se protegía así de la intromisión de otros poderes, aunque en la
práctica su autonomía estaba limitada por el Ejecutivo que lo convocaba y fi
jaba los asuntos a tratar.
La instalación de los tres poderes completó la estructura política básica del
país. Disposiciones complementarias adoptadas en forma paulatina contribu
yeron a perfeccionar el sistema y adaptarlo a las necesidades derivadas del
cambio; entre ellas citaremos la ley de noviembre de 1863 que reglamentó la
emisión del voto sobre las bases de las normas fijadas por la Constitución. La
ley organizó el sufragio estableciendo que en épocas determinadas los ciuda
danos se inscribirían en el registro cívico ante juntas calificadoras formadas
por el juez de paz y dos vecinos nombrados por los gobiernos locales en cada
localidad; el comicio debía constituirse en el atrio de la iglesia o en los porta
les del juzgado con la presidencia de un magistrado asistido por dos vecinos
designados por sorteo, más cuatro elegidos por los ciudadanos al instalarse la
mesa; los inscritos en el padrón votaban públicamente en forma oral o escrita
y el escrutinio se realizaba de inmediato. En 1873 se introdujo la boleta electo
ral con voto escrito para identificar a los ciudadanos, sistema que se utilizó hasta
la aprobación de la ley Sáenz Peña y que dio lugar a muchos abusos y fraudes
a los electores.
En otra esfera, la aprobación de los códigos de comercio y civil, moder
nizó la legislación privada y penal para todo el país. El primero, redactado
por los doctores Eduardo Acevedo y Dalmacio Vélez Sársfield, regía en la
provincia de Buenos Aires desde 1859 y dada la urgencia de contar con una
reglamentación sobre el tema fue convertido en ley nacional el 10 de setiem
bre de 1862 manteniéndose en vigencia hasta 1889, en que fue sustituido por
el que rige todavía en sus líneas fundamentales; constaba de cuatro libros y
legislaba sobre las personas y los contratos de comercio, el derecho maríti
mo y las quiebras.
La redacción del Código Civil se encomendó por decreto del 20 de octubre
de 1864 al doctor Vélez Sársfield que presentó el primer libro en junio de 1865
y concluyó la obra en 1869; en vigencia desde 1871, se ha mantenido sin mo
dificaciones fundamentales y su ideología deriva de la escuela racionalista del
96
derecho natural. Régimen de las personas, matrimonio y familia, derecho su
cesorio, condición de los trabajadores y derecho penal fueron los distintos te
mas abordados por el autor que se inspiró en el derecho castellano y en los
adelantos más recientes de su época en materia de jurisprudencia sin descuidar
las modalidades especiales de la sociedad destinataria de estas normas.
97
II. LA MODERNIZACION ECONOMICA
1. Transportes y colonización
99
dades6 en comparación con colonizaciones posteriores, y el proceso es relati
vamente fácil de seguir a través de los planos catastrales. Allí aparece una re
gión central bien dividida, surgida de la primera etapa de asentamientos y la
formación de sectores medios rurales, fenómeno éste tan importante como la
transformación agrícola de la provincia, por su misma singularidad; hacia el
sur, la decreciente densidad de tierras subdivididas atestigua un segundo mo
mento con intervención de factores nuevos y resultados que exceden la esfera
económica. El cambio de sistema, destinado a perdurar en toda la región que
se incorpora más tarde a la actividad agrícola, se vincula con el progresivo
100
aumento del precio de la tierra en razón de su valor potencial,*7 valor que se
apoya en una mayor demanda, producto de la ampliaciónde mano de obra ex
tranjera y argentina, de la perspectiva favorable que ofrece el mercado interna
cional a los cereales y de la modernización de los transportes internos.
La incidencia concertada de estos elementos se verifica en dos planos; por
una parte presiona sobre el grupo inicial comprometido en la colonización, que
comienza a percibir la ventaja de mantener la propiedad de la tierra como fuente
de permanente beneficio y, al mismo tiempo despierta el interés de otros sec
tores por participar en el proceso; la demanda crecerá por lo tanto a nivel del
productor directo y del especulador con lo que la tendencia norma! de valoriza
ción se convierte en suba vertiginosa desde la década del setenta en adelante.
Si prescindimos de la compañía de tierras del ferrocarril Rosario-Córdoba,
la ampliación de este círculo empresarial tan particular está reservada a capita
les nacionales surgidos de la explotación ganadera y cuyos fuertes excedentes
se vuelcan ahora hacia el negocio inmobiliario; más que los antiguos terrate
nientes o el más activo y reciente grupo comercia! santafesino, son los secto
res altos de Buenos Aires, cuya solidez financiera fruto de la expansión de los
años 1850-60 y cuyo creciente poder político los coloca en situación de privi
legio para lograr el acaparamiento masivo, los que multiplican los efectos de
la moderada especulación anterior.
porcinos, 26 lanares, 3.000 aves domésticas. Disponían de 33.000 durazneros para com
bustible. La colonia estaba formada por 130 chacras ocupadas y los productos principa
les eran el trigo, maíz, cebada, papas y batatas, legumbres y sandías. Se fabricaba man
teca y queso en casas de suizos y franceses.
- C o lo n ia H e lv é tic a (Santa Fe) -1 8 6 5 - C h a c r a s c u ltiv a d a s , de 200 varas de frente por
300 de fondo, 18; de 200 varas de frente por 200 de fondo, 374; y de 100 varas de frente
por 100 de fondo, 222; todas ellas con cercados, lo mismo que las quintas, de madera de
ñandubay, alambre y zanjas. E s ta b le c im ie n to s y p r o fe s io n e s : I atahona, 1 molino de vien
to, 2 fábricas de manteca, 4 de queso, 3 albañiles, 3 carpinteros, 2 herreros. (La palabra
“fábrica” debe entenderse como pequeñas industrias caseras que disponen de exceden
tes para la venta.) Durante ese año se sembró maíz obteniéndose 126 fanegas, trigo (43
fanegas), porotos (10 fanegas), legumbres (10 fanegas), tabaco (15.000 plantas), algo
dón (10.000 plantas), naranjas (1.000 plantas) y otros frutales (10.000 plantas). H a c ie n
d a : 760 vacunos, 90 equinos, 80 porcinos, 400 lanares.
7. “El ferrocarril que salía de Rosario comienza a radicar núcleos de población y de cultivos
y a valorar las tierras del sur gracias a la alfalfa y el trigo. La poca movilidad del suelo y su
acaparamiento en grandes extensiones por un grupo reducido de propietarios, característica de
Córdoba, comienza a sentir las influencias de la nueva corriente del litoral y se acerca con las
vías férreas, demandando mayores productos, ofreciendo brazos en abundancia, fomentando
negocios... los precios bases de remates fiscales suben en poco tiempo de 100 a 300 pesos la
legua.” Tomado de Miguel A. Cárcano, E v o lu c ió n h is tó r ic a ele la p r o p ie d a d d e la tie rr a p ú b li
ca, Buenos Aires, 1917, pág. 292.
101
Estamos ante una etapa en que el arrendamiento reemplaza a la venta de
parcelas y la explotación extensiva a la diversificación ensayada en las prime
ras colonias; la región de cultivos se ensancha con rapidez, borra el viejo pasa
je que unía precariamente las dos zonas tradicionales del país y con la incorpo
ración del sur de Córdoba va delineando un nuevo Litoral cada vez más solda
do a las provincias interiores.
Como resultado de este cambio, si bien aumentan las áreas agrícolas y por
lo tanto la producción total, se frena la expansión de los sectores medios rura
les que en cambio se afianzan en los centros urbanos vinculados con el proce
so de comercialización.
Para los contemporáneos ¡a situación es óptima y favorece al gran propie
tario tanto como al arrendatario que también juega a la especulación mediante
el subarriendo. Gana el primero por el simple expediente de la valorización
automática, y el productor porque los precios del cereal son retributivos y pue
de además incrementar sus ingresos entregando una parte de los campos a otro
interesado, a un canon más alto por supuesto; de este modo el mecanismo fun
ciona en beneficio de todos, con excepción tal vez del consumidor final que es
quien lo soporta en ultima instancia. Pero el proceso lleva implícito graves
conflictos que saldrán a luz más allá del período que nos toca analizar, cuando
se haya procedido a la incorporación total de las tierras disponibles y varíen
las condiciones del mercado internacional; entonces podrá advertirse en la raíz
de las tensiones y desequilibrios sociales que afecten al país, los aspectos ne
gativos de un sistema basado en la especulación generalizada.
El caso santafesino reviste un interés muy particular en el estudio de esta
etapa, pues aun cuando los avances continúan y llegan a ser espectaculares
pocos años después, en 1874 poco queda de la provincia pobre,8 despoblada y
orientada hacia la ganadería extensiva que ha cambiado los aspectos básicos
de su estructura de producción y población e iniciado una transformación
socioeconómica profunda.
Mientras avanza la agricultura en Santa Fe, se mantiene la preeminencia
ganadera tradicional en Buenos Aires, si bien comienzan a darse algunos cam
bios significativos en la esfera productiva.
F ic . 4 .2 2 . E s ta c ió n d e l f e r r o c a r r il ( A r c h iv o G e n e r a l d e la N a c ió n ).
103
ta Fe, en la provincia de Buenos Aires habrían de desempeñar un papel más
directo en la producción.
El caso se ve con toda claridad en el ovino. Luego de una primera situación
de coyuntura favorable al vacuno, a partir de los años sesenta y casi hasta fines
de la década, es la lana el producto más beneficiado y ello acentúa la expan
sión del sector. Ahora bien, en la medida en que la explotación se organiza so
bre la base del sistema de aparcería, su crecimiento se vincula con un aumento
en la demanda de parcelas que no tarda en invertir los términos de los contra
tos iniciales en perjuicio del pastor independiente. Pese a todo, las buenas con
diciones del mercado internacional balanceaban las dificultades de los propie
tarios de majadas y la situación sólo hizo crisis a partir de 1867 con las medi
das restrictivas a nuestro comercio de lana que imponen Francia y los Estados
Unidos. Como resultado de este cambio en el sector externo el desequilibrio
económico entre el propietario de la tierra y el aparcero se acentuó con rapidez
en tanto sólo el primero poseía los medios para soportar la contracción, y a prin
cipios de la década del setenta puede advertirse un vuelco hacia la explotación
directa del ovino por medio de asalariados. La caída en relación de dependencia,
si bien todavía no es total, señala el fin de aquel proceso de expansión de los sec
tores medios rurales iniciado después de Caseros y aun su extinción en la medi
da en que son desalojados de la tierra; aquí radica la diferencia con los mismos
sectores que habíamos visto formarse en Santa Fe cuyo crecimiento se detuvo
con el cambio en el sistema de colonización en el sur, pero que lograron mante
nerse en la región central y prosperar merced a su condición de propietarios.
Vinculada asimismo con la situación internacional aunque también en gran
medida con el crecimiento urbano local, cobra impulso en forma paralela la
actividad agrícola; si bien la ganadería mantiene un neto predominio: hacia
1870 la provincia tiene bajo cultivo alrededor de 100.000 hectáreas, cifra muy
superior a la que encontramos en Santa Fe y que señala por su magnitud una
tendencia firme y no un simple vuelco ocasional como los que periódicamente
han aparecido a través del tiempo en Buenos Aires.
Dejando a un lado la situación particular de las lanas, luego del ciclo de alza
que benefició al vacuno, se inició un lento descenso en los precios de sus pro
ductos derivados que afectaría en particular a los ganaderos porteños por su mayor
dependencia del mercado europeo. La producción de la provincia, menos orienta
da -en términos relativos- que la correntina o entrerriana hacia la órbita del sala
dero, se encontró así ante dificultades de difícil solución por el momento y que
sólo habrían de superarse radicalmente más tarde con la aparición del frigorífico.
El aprovechamiento del animal quedó hasta entonces limitado a cueros,
sebos y subproductos afectados por la baja y al tasajo, cuya inelasticidad no
justificaba expansiones compensatorias; el aumento del consumo interno, que
es importante, no alcanzaba tampoco a sustituir al sector externo ni era previ
sible que lo hiciera a corto plazo.
104
Este hecho unido a los buenos precios del cereal y su posibilidad de ab
sorción inmediata en el ámbito loca! provocaron la expansión de los culti
vos, en especial los de trigo y de maíz; el crecimiento de la ciudad de Bue
nos Aires y el cambio en las pautas de consumo tienen que ver con el prime
ro, mientras la guerra con el Paraguay demandó importantes cantidades del
segundo para el abastecimiento del ejército. Estamos por lo tanto frente a una
actividad sustitutiva emprendida por los grandes propietarios en forma di
recta al modo de la explotación ganadera y sin que ésta fuera abandonada;
más aún, cuando la agricultura llega a convertirse a fines del siglo en el ren
glón más importante de nuestro comercio, su papel en la provincia tiende, en
último término, a apoyar las necesidades del vacuno y en tal sentido se orga
niza el sistema del arriendo.
Las alternativas que sufre la actividad agropecuaria en Buenos Aires se
vinculan a su vez con una serie de elementos destinados a pesar en la evolu
ción posterior. En primer lugar, se observa un desplazamiento del vacuno
hacia el sur, posibilitado por el avance fronterizo y la consiguiente apropia
ción de las tierras nuevas por el grupo ganadero; mayores extensiones que
dan así libradas al ovino y les cultivos, renglones ambos que necesitaban de
una ubicación cercana al puerto o mercado de consumo. Paralelamente, la
renovada importancia de los establecimientos saladeriles y su desplazamiento
hacia el sur, traducen una actitud menos tradicional de los sectores compro
metidos en la producción primaria en la medida en que de allí se canalizan
capitales para esta actividad y se busca con el emplazamiento junto a las zo
nas de cría, disminuir los costos y superar en parte la situación internacional
desfavorable.
Otra novedad vinculada con este proceso, y en particular con el aumento
del consumo urbano, la constituye la aparición de zonas de invernada; en estos
campos la hacienda fatigada por el largo viaje desde el sur se reponía antes de
ser sacrificada y la innovación es importante porque indica un cierto refina
miento en las pautas alimentarias pero sobre todo porque da origen a un nuevo
sector económico que habrá de concentrar un poder creciente. Como interme
diarios en la comercialización entre productores y consumidores, no resulta
ban afectados por los movimientos cíclicos y aprovechaban por lo contrario
los fuertes desniveles estacionales; ello les otorgó un dominio del mercado que
se afianzó con la instalación del frigorífico y los 'levó a más de un enfrenta
miento, inclusive a nivel político, con el sector de los productores propiamen
te dichos.
El alambramiento de los campos es también un hecho relacionado con las
transformaciones en el sistema de explotación del ovino y la ampliación de
los cultivos; el cercamiento que avanza a lo largo de todo este período ate
nuó los riesgos de pérdida de hacienda y plantaciones y al disminuirlos in
clinó a los propietarios a asumir la empiesa de un modo directo.
105
2. Los avances del nuevo Litoral
106
Estas consideraciones no aclaran del todo las razones de los distintos crite
rios. ¿Por qué los porteños no se limitaron a incrementar la producción de ta
sajo y decidieron impulsar paralelamente la explotación agrícola? La explica
ción es bastante compleja y supone la intervención de factores de arrastre pero
aquí nos limitaremos a examinar aquellos que surgen como determinantes in
mediatos.
Si bien el tasajo sufre menos los efectos de la baja general del sector y apa
rece como un desemboque positivo para la producción ganadera, dadas las
características del producto, su mercado es limitado y sin posibilidades de ex
pansión; este hecho aparte de circunscribir expectativas, se relaciona además
con el margen de beneficios ya que la demanda estabilizada mantiene los pre
cios del tasajo a un nivel más bajo que los restantes productos ganaderos. Mien
tras la situación general fue favorable, ganancias más pequeñas no afectaron
los ingresos globales del sector, pero en la medida en que varió la coyuntura y
este rubro pareció ser la única posibilidad sustitutiva, la disminución de costos
adquirió una particular importancia. Y en este punto la ubicación de Corrien
tes y Entre Ríos era más ventajosa que la de Buenos Aires en lo que se refiere
a gastos de transporte hasta el mercado consumidor.
De todo ello parece desprenderse que los sectores ganaderos de estas dos
provincias litorales afrontaron alternativas menos imperiosas que no justifica
ron cambios inmediatos. La diferencia de actitudes se aclara todavía más si
recordamos que en la expansión de la actividad agrícola porteña no sólo inter
vienen factores negativos provenientes de ja situación ganadera sino aquellos
derivados del crecimiento urbano local. Es importante señalar el hecho pues
aun cuando el sector disfrute de buenos precios internacionales la posibilidad
de aprovechar la coyuntura no supera todavía los límites del mercado local y
en tal sentido existen profundos desniveles; basta comparar el fuerte crecimien
to urbano de Buenos Aires con el de las provincias litorales para concluir que
no existían en éstas las condiciones mínimas para que la actividad agrícola,
aunque en escala mediana, se convirtiera en operación rentable.
El examen de los factores que determinan matices diferentes en la evolu
ción de dos zonas muy similares en su estructura productiva inicial no se agota
en los que acabamos de exponer; tendencias de política económica interna e
internacional, localización y destino de las inversiones y aun características
geográficas que dificultan la unificación son otros tantos elementos útiles para
situar el origen de desfases posteriores; pero en la medida en que su incidencia
alcanza dimensión nacional y como tal serán analizados más adelante, nos li
mitaremos para el caso concreto de Corrientes y Entre Ríos a los apuntados
más arriba.
Pese a esta relativa independencia zonal vinculada con la comercialización
de buena parte de la producción ganadera, la influencia de las zonas más diná
micas provoca sin embargo algunos cambios significativos.
107
Exceptuado el rubro de animales en pie y tasajo, se advierte por ejemplo
una clara orientación del intercambio hacia Buenos Aires, centro distribuidor
mayoritario de mercaderías importadas y centralizador de las operaciones
exportadoras de subproductos ganaderos no absorbidos por el mercado del ta
sajo; complementa el mecanismo centralizador el incremento de la ciudad de
Rosario, núcleo de enlace casi obligado para la producción regional que, en
las primeras etapas de este período, se canalizara en general a mercados exter
nos diversos.
La caída en situación de dependencia económica se inicia alrededor de los
años sesenta, se acentúa con el avance del centralismo político y parece afec
tar con mayor agudeza a las regiones más alejadas de los centros en expan
sión; la excepción tucumana y luego mendocina confirman la regla en tanto
resultan de actitudes deliberadas destinadas a promoverlas y no fruto del pro
ceso librado a su movimiento propio.
En las dos provincias mesopotámicas se verifica el mismo tipo de desnivel
en perjuicio de Corrientes, donde el problema se agrava por el drenaje de mano
de obra ante las limitaciones de la estructura productiva y la atracción que ejer
cen Santa Fe, Buenos Aires y aun Entre Ríos;9 si bien de vieja data, el fenóme
no adquiere relevancia al acentuarse el desequilibrio económico entre las dis
tintas regiones y se manifiesta en una sostenida disminución de la población,
particularmente masculina.
* D ep arta m e nto E m p e d ra d o
granos ......................................... 1.709 fanegas
mandioca, batatas....................... 1.460 ”
algodón....................................... 882 arrobas
viñas............................................ 362 plantas
frutales........................................ * 1.823 árboles
108
I c o n tin u a c ió n d e la n o ta 9 )
frutales........................................................................
3.000 plantas
algodón.......................................................................
6 cuadras
sembradas
La población del departamento se ocupaba casi exclusivamente del pas
toreo; comenzaba a fomentarse el cultivo del algodón y el cultivo en
general apenas producía lo suficiente para el consumo.
109
( c o n tin u a c ió n ele la n o ta 9 )
110
( c o n tin u a c ió n d e la n o ta 9 1
bueyes................................... 36
novillos............... 994
, , Destino: Corrientes,
reses 1.452
.................. ' Bella Vista, Lavalle y Goya
yeguas................................... 459
caballos................................ 47
bueyes................................... 1
novillos................................ 300 a Entre Ríos
re se s...................................... 111
novillos................................. 1.994
re se s...................................... 4 a Paraguay
caballos............................... 72
111
En Entre Ríos, condiciones económicas más sólidas y una mayor indepen
dencia política frente al Estado nacional permitieron a la provincia balancear
el influjo de las zonas en ascenso y al mismo tiempo obtener ventajas de su
contacto más estrecho con las mismas. De allí que la provincia exhiba, junto a
la expansión de las actividades saladeriles orientadas al comercio externo di
recto, un sostenido crecimiento urbano en gran parte vinculado con el merca
do interno en aumento como resultado del movimiento santafesino.
■ En el Interior, la situación es algo más compleja dada la diversidad de re
giones que la componen. En las provincias andinas continúa en la década del
sesenta el ascenso iniciado en la anterior y relacionado con la expansión del
área del Pacífico; progresa la concentración de la propiedad de tierras irriga
das y como corolario se acentúan los conflictos sociales que ya hemos men
cionado, en tanto concentración significa aquí desposesión de las poblaciones
ya existentes. Los movimientos armados que se suceden en la región a lo largo
de estos años y su repercusión popular traducen el descontento reinante entre
los grupos desplazados; son intentos de reivindicación mal encubiertos tras de
claraciones políticas pero que concitan violenta represión por parte del Esta-*
Si bien los datos transcriptos no son hemogéneos para todos los departamentos y en algunos
casos las definiciones utilizadas son ambiguas, dan una imagen bastante aproximada de la acti
vidad económica de la provincia. Obsérvese la mayor especialización ganadera de los departa
mentos del este y la debilidad de la agricultura cuya producción apenas excede las necesidades
del consumo y aún no lo satisface en ciertos departamentos.
112
do, aliado en la emergencia con los sectores urbanos y a los que contribuye a
afianzar y apoyar en sus avances sobre los antiguos ocupantes de las tierras.
La situación permanece sin mayores variantes hasta alrededor de 1870 en
que aparecen las primeras consecuencias del proceso de unificación.10
A nivel económico, la litoralización del sur de Córdoba y la construcción
del ferrocarril que une a la capital con el puerto de Rosario, asestan un rudo
golpe a las actividades de las provincias andinas cuyo renacimiento reciente
dependía no sólo de su propia producción, sino de la expansión de la agricul
tura de potreros vinculada con el comercio de ganado que, proveniente de las
Las invasiones indígenas asolaban periódicamente este departamento sobre el que no hay
datos precisos sobre ganado.
113
( c o n tin u a c ió n d e la n o ta IO )
Riqueza pecuaria:
vacas de cría........................,.................................... 2.615
yeguas.............................,....... ................................. 1.330
burros.................................. 3.930
cabras........................................................................ 11.530
puercos...................................................................... 230
o vejas........................................................................ 11.400
Exportación anua i.
ganado mayor ... 600 cabezas frutas secas .... .... 120 cargas
200 cargas harina............. .... 900 ”
>*
quesos............. 60 d u lc e s............ .... 25
trigo................... 300 b u rro s............ .... 300 cabezas
pieles vicuña.... 30 ” aguardiente .... .... 20 cargas
ovejas................ 3.500 cabezas m aíz............... .... 250 ”
Según cálculos de la misma oficina que recopila los datos, la importación anual ascendía a
60.000 pesos y la exportación a 50.000, de acuerdo con los precios unitarios que proporciona.
El pueblo de Tinogasta, capital del departamento, abarcaba una legua cuadrada y había sido pro
piedad de los indígenas. En 1864 las tierras ya no les pertenecían.
114
( c o n tin u a c ió n d e la n o ta 1 0)
Exportación anual:
ganado vacuno, burros, m u ías.............. 3.200
ganado m e n o r......................................... 2.500
aguardiente (cargas de 15 arrobas)...... 400
vino (cargas de 15 arrobas)................... 1.200
frutas secas, dulces (15 arrobas)........... 600
arriería.... 150 tropas de muías de 25 cada una
Producción anual:
trigo......................................................... 2.500 cargas de 14 arrobas
m a íz ........................................... ............. 2.000 J»
papas ....................................................... 40 *>
v in o ............................................ ............. 300 »>
Riqueza pecuaria:
v acas....................................................... 3.000
burros...................................................... 2.000
y eguas..................................................... 500
cerdos...................................................... 200
ovejas y cabras....................................... 11.000
Movimiento comercial:
Extracción anual:
harina en ra m a ....................................... 1.000 cargas de 14 arrobas
v in o ......................................................... 100
m anzanas................................................ 20
cueros de vaca........................................ 48
queso....................................... 900 arrobas
m a íz ........................................... 100 cargas de 14 arrobas
dcscarozados.......................................... 16
sal de piedra........................................... 25
pieles de cabra (número).... .................. 2.500
115
( c o n tin u a c ió n d e la n o ta 10)
Introducción anual:
de m ercaderías....................................... $ 14.000
en c o c a .................................................... ” 400
ganado (cabezas)....................................” 900
en m ercería............................................ ” 1.000
muías (cabezas)...................................... ” 1.200
La exportación de metales preciosos era un recurso adicional con el que contaban algunas
provincias del Interior. En 1864 la provincia de San Juan exportó las siguientes cantidades de
pastas y metales de plata:
Otro dato interesante para comparar la situación del Litoral con el Interior es el relativo a la
riqueza pecuaria que proporciona el R e g is tr o E s ta d ís tic o d e la R e p ú b lic a A r g e n tin a para ei año
1865:
lió
regiones centrales, se encaminaba hacia el mercado chileno. La reorientación
hacía el Atlántico de la producción en zonas servidas por el ferrocarril, si bien
incorpora nuevos territorios al área unificada, precipita también la decadencia
económica de aquéllas y afecta de modo indirecto su estructura social y política.
Recordemos que la importancia de los sectores urbanos se apoyaba en las
operaciones comerciales reactivadas; al declinar éstas por las causas expues
tas, la situación de los grupos locales se tornó difícil y en tales circunstancias
aumentó la gravitación del Estado nacional como fuente de ingresos a través
de una burocracia en aumento. De allí que, a partir de la década del setenta, la
medíatización de los sectores medios urbanos y su progresiva dependencia del
presupuesto, configuren el antecedente inmediato del proceso que desemboca
en la pérdida de autonomía política de aquellas provincias bajo las presiden
cias de Sarmiento y Avellaneda.
En lo que toca a las provincias centrales y en particular a Córdoba, el tendi
do ferroviario que influye de modo negativo en la economía de la región andina
acentúa la expansión rural y urbana; en el primer caso activa zonas hasta ese
momento casi vacías y por lo tanto improductivas, sea por directa labor de
colonización o por el valor que su trazado agrega a la propiedad y que atrae al
inversor porteño o santafesino; en el segundo aspecto, su llegada a la ciudad
de Córdoba en 1870 coincide con un notable aumento de las actividades co
merciales en ese punto al convertirlo en núcleo centralizador de la producción
del Interior destinada a Buenos Aires y viceversa.
Unificación, expansión económica y modernización son por lo tanto insepara
bles del proceso colonizador y de las transformaciones en el sistema de transportes.
La relación entre asentamientos, agricultura y reactivación de zonas despo
bladas ha sido examinada por separado y en cuanto a los transportes, en particu
lar el ferroviario, si bien hemos adelantado su vinculación con los cambios opera
dos en la orientación comercial y otros aspectos derivados de su avance, restaría
describir con mayor detalle las distintas etapas y características propias del sector.
Hasta 1862, fuera de la pequeña experiencia del ferrocarril del Oeste en
Buenos Aires, el sistema de transporte terrestre mantuvo los esquemas tradi
cionales, aun cuando se advierte cierta preocupación orientada a regularizar}'
mejorar los servicios. En cambio progresa en forma más visible el transporte
fluvial, no sólo porque en términos absolutos aumente el número de embarca
ciones en servicio sino porque crece la flotilla de unidades accionadas con va
por en sustitución de la navegación a vela.
Con la solución del pleito entre la Confederación y Buenos Aires, y a pesar
de ios problemas internos y compromisos externos que afronta el Estado, se
inició una nueva etapa concretándose los primeros pasos destinados a lograr
una modernización integral.
Apenas instalado, el Gobierno Nacional retoma las negociaciones de la
Confederación y llega a un acuerdo con inversionistas ingleses para la eons-
117
trucción de la línea Rosario-Córdoba, sobre la base de asegurar un porcentaje
mínimo de ganancia a la compañía, a la que además se le adjudican tierras
ubicadas al costado de las vías. Estas concesiones que despertaron agudas críti
cas en épocas más recientes por considerárselas excesivas, deben analizarse sin
embargo a la luz de las circunstancias existentes en el momento del arreglo.
En páginas anteriores señalamos que el ramal Rosario-Córdoba, a diferencia
de la línea del Oeste en Buenos Aires, no ofrecía perspectivas de beneficios inme
diatos; su construcción a través de zonas desplobladas sólo permitía esperar ga
nancias una vez conectados los dos puntos extremos y creado un mercado a lo lar
go del trayecto. Este hecho, más el elevado costo de instalación, no contribuía por
cierto a despertar el interés de ios posibles inversores y el gobierno por su paite care
cía de las sumas necesarias para afrontar directamente una obra de tal envergadura.
En tal alternativa, las condiciones ofrecidas parecieron justas para atraer al
capital extranjero y no son básicamente cuestionables si se acepta la necesidad
de una política expansionista en esos momentos; la discrepancia debería en
efecto plantearse en torno de la oportunidad de esa política y no sobre alguna
de sus parciales consecuencias.
El contrato para la construcción del Ferrocarril Central Argentino se firmó
en 1863 haciéndose cargo de las obras William Wheelwright. Sería ésta la pri
mera línea apoyada por el gobierno nacional, que suscribió acciones por valor
de 200.000 pesos fuertes y en la que participaron también la provincia, el co
mercio rosarino y ei general Urquiza; la intervención de estos sectores, aun
que pequeña frente al capital externo, revela el grado de interés que suscitaba
el proyecto y la confianza en las ventajas económicas que reportaría.
El avance del ferrocarril que llega a Córdoba en 1870 es paralelo al proce
so de poblamiento y expansión agrícola del sur de Santa Fe y Córdoba, aunque
hasta esa fecha sus efectos multiplicadores sean poco notables. La importan
cia del nuevo medio de transporte como elemento transformador comienza a
percibirse desde el momento en que une a la ciudad mediterránea con el puerto
de Rosario y provoca la reorientación de la corriente comercial hacia el Atlán
tico, mientras consolida una real unificación económica de Litoral e Interior. A
partir de la década del setenta la influencia de esta línea sobre la economía de
la región es indiscutible; con ella, se vincula el progresivo aumento en los valo
res de las tierras, el crecimiento de núcleos urbanos a lo largo de su trazado, la
aceleración en el ritmo del movimiento colonizador -en el que participa direc
tamente la compañía como empresaria- y la expansión de la agricultura. Cum
plida la primera etapa, el Estado tomó a su cargo la prolongación de las líneas
aTucumán y Cuyo, coherente con la política liberal que entendía obligación
del gobierno asumir aquellas obras de interés público que no ofrecían aliciente
a la empresa privada por su escasa rentabilidad inmediata.
Liberado de los fuertes gastos que insumiera la guerra con el Paraguay y más
afianzado políticamente, el gobierno contrató un empréstito para financiar la
118
empresa e inició los trabajos que se prolongarían más allá de 1874. La función
intermediaria que cumple el Estado en este caso es un hecho que se da con fre
cuencia, vinculado con las obras públicas, en especial desde 1873 en adelante y
sus causas deben buscarse en la tendencia inversionista extranjera, más inclina
da a colocar capitales en papeles del gobierno que a emprender aventuras directas.
Frente a la diagramación lineal y de largo alcance que dentro de este perío
do caracteriza al tendido ferroviario litoral, en Buenos Aires las líneas se
diversifican desde el puerto en un movimiento de abanico hacia el sur, el oeste
y el norte. Hemos señalado antes que la situación económica de la provincia
necesitaba del transporte menos como generador de actividad que como vía de
salida para la producción existente, de ahí la posibilidad de avanzar por tramos
cortos pero que cubrieran la máxima superficie.
Una compañía inglesa se formó para construir y explotar la línea del sur
sobre la zona del ovino; en 1865 Chascomús había sido conectada con Buenos
Aires y las obras continuaban rumbo a Dolores, al tiempo que un ramal
tranviario unía la estación terminal con el centro de la ciudad, hecho que pone
de manifiesto la importancia asignada al transporte de pasajeros y confirma la
existencia de condiciones más favorables para la explotación que las examina
das en la región del Litoral. Paralelamente, el ferrocarril Oeste se interna en
procura de Lobos sin que la compra de la empresa por el gobierno provincial
interfiera en el ritmo de su construcción. Hacia el norte, otro ramal llega hasta
Las Conchas y se planea continuarlo hasta Zárate. La línea de Ensenada se vin
cula con el intento de derivar parte de las operaciones del puerto de Buenos
Aires hacia dicho punto, pero al no prosperar el proyecto, este ferrocarril es
absorbido por la compañía del Sur, como ramal de zona.11
11. En 1866 las distintas líneas exhibían la situación que sigue en lo que se refiere a exten
sión construida y en proyecto:
11 9
Dentro de este panorama de manifiesta convergencia, ia mesopotamia no
introduce variantes mientras planifica su red en forma transversal, como sub
sidiaria de las vías fluviales que también la conectan con el centro porteño. La
sustitución de la navegación a vela por el vapor ya iniciada en el período ante
rior, se incrementó en forma sensible y posibilitó combinaciones más orgáni
cas entre el transporte terrestre y fluvial; cabe sin embargo señalar que la limi
tación impuesta por la geografía a una eventual expansión de las zonas servi
das por el sector y la permanencia del sistema de explotación individual de las
embarcaciones restringieron su importancia como elemento transformador y
de modernización económica si lo comparamos con el papel desempeñado por
el ferrocarril.12
Colonización y transportes son por lo tanto los principales factores
coadyuvantes del proceso de modernización iniciado en este período y refleja
do con particular intensidad en las transformaciones operadas en la región del
Litoral; expansión agrícola, crecimiento urbano y progresos en la unificación
económica son aspectos que se les vinculan muy de cerca aún en esta etapa de
avances modestos en términos cuantitativos y espaciales. Pero si bien hacia
1874 las zonas no afectadas son todavía numerosas y subsisten los intercam
bios interregionales al modo tradicional, los cambios operados en el área atlán
tica ejercen creciente influencia y tienden a incluir en el nuevo sistema al ám
bito total del país, operación en la que desempeña papel primordial el avance
ferroviario hacia el Interior.
El producto líquido obtenido por el ferrocarril del Oeste entre 1862 y 1867 confirma la ren
tabilidad de la empresa, desde los primeros años de su explotación:
120
III. ECONOMIA ARGENTINA Y ECONOMIA
MUNDIAL: LAS NUEVAS INVERSIONES
12 1
rras distribuidas por el gobierno y luego por los sectores privados no deman
dan en ese momento inversiones reales; más aún, al acelerarse el proceso no
debe olvidarse que la participación del sector privado nacional fue primordial
mente especulativa habiendo quedado en manos de empresas extranjeras los
gastos que insumían el traslado y equipamiento inicial de los inmigrantes. To
davía cuando el sistema se vuelque hacia el arrendamiento sobre la base de la
relación directa entre propietario y agricultor, el traslado de los migrantes con
tinuará siendo parcialmente financiado desde el exterior mediante considera
bles rebajas en los precios de pasajes destinados a este fin.
Pero el ejemplo más claro de expansión, vinculado cpn la inversión extran
jera, se da en la construcción de vías férreas, sector éste que luego de un pri
mer ensayo con el ferrocarril del Oeste, construido por capitales privados
nacionales, se desenvolvió casi exclusivamente sobre la base de los aportes ex
ternos, fuese por el sistema de la inversión directa o por medio de los présta
mos otorgados al Estado.
Las inversiones del período que podemos agrupar en nacionales (privadas
y públicas) y extranjera se caracterizan por una distribución sectorial diferen
ciada según su origen, con límites bastante precisos tal como surge de su aná
lisis en detalle.
La inversión privada nacional se vuelca preferentemente pn el sector pri
mario y aquellos rubros vinculados con la transformación de esos productos.
Si bien el primer caso genera actividades especulativas relacionadas en gran
parte con el proceso colonizador, aparecen también inversiones en bienes de
capital tales como alambrados, aguadas y ciertos intentos de mejoramiento de
planteles mediante la introducción de animales para cruza; en el nivel relativa
mente modesto de las sumas así colocadas no debe sospecharse una mentali
dad poco favorable, sino la existencia de perspectivas limitadas para cualquier
aumento sensible de la productividad, hecho que subsistirá hasta el momento
en que el frigorífico amplíe el círculo de los mercados potenciales. La partici
pación del sector en actividades de transformación es asimismo importante en
lo que toca a saladeros y molinos, establecimientos éstos que sustituyen a las
tradicionales atahonas y constituyen una etapa de transición, ya que en años
posteriores se operará una concentración mayor con creciente participación del
capital extranjero.
Dentro de esta corriente el ejemplo más importante de inversión se da en la
industria del azúcar, por los montos, la permanencia en manos nacionales y el
proteccionismo de que disfruta. Cabe destacar además otra particularidad del
caso tucumano, vinculada con el origen de los capitales aquí casi exclusiva
mente comerciales (a diferencia de los que acabamos de examinar, que provie
nen en general de la actividad primaria). Es indudable que la expansión de esta
industria se relaciona en forma muy directa con el ferrocarril (se acelera con la
llegada de la línea aTucumán), pero también con una política oficial destinada
122
a favorecerla mediante el crédito y tarifas arancelarias, lo que explicaría su
progreso e importancia frente a las más limitadas perspectivas de otros rubros.
De un modo amplio puede entonces afirmarse que las actividades prima
rias y de transformador; conexas fueron campo dominado por la inversión pri
vada nacional no debiendo considerarse una excepción la compañía de tierras
del ferrocarril Rosario-Córdoba por cuanto se trata en este caso de una conse
cuencia y complemento de la inversión en ferrocarriles. La existencia de algu
na inversión aislada en el sector no invalida la tendencia, y en cuanto a los
establecimientos en manos de extranjeros afincados desde tiempo atrás, se in
cluyen en el grupo nacional en razón de la integración de sus miembros en el
sector alto de propietarios locales y de su capitalización en el país.
El papel del Estado como organismo inversor puede calificarse de modesto
en tanto sólo dispone de sus ingresos normales para obras de fomento, pero
adquiere mayor importancia en los últimos años del período al transformarse
el gobierno en intermediario de capitales extranjeros.
Pasada la etapa de la división, si bien el Estado heredó los recursos de la
aduana porteña -los mismos que permitieron una relativa movilidad a Buenos
Aires- recibió también un organismo más complejo y costoso y la obligación
de saldar las deudas contraídas por el gobierno de Paraná. Estos hechos, uni
dos a los gastos que demandaba el mantenimiento del orden interno sacudido
por los conflictos que se suceden a lo largo de la década del sesenta y la emer
gencia de la guerra con el Paraguay, debilitaron las finanzas y lo colocaron en
la delicada situación de no poder siquiera afrontar obligaciones básicas con los
recursos tradicionales. En los últimos años de la década del sesenta el proble
ma se agudiza con la modernización del ejército, que insume un porcentaje cada
vez más alto del presupuesto en armas y salarios; recordemos que la transfor
mación de esa fuerza iniplicó la incorporación de elementos enganchados en
forma permanente, con el consiguiente aumento de las sumas destinadas a pa
gar estos servicios.13
De ahí que, si bien los ingresos del Estado crecen y pasan de alrededor de 6
millones de pesos fuertes a 12 millones en 1870 y 20 millones en 1873, esas
sumas no alcanzaban a cubrir las obligaciones, creándose una situación
deficitaria cuya corrección no se intentó por la vía de una modificación radical
Interior................................................................................... $ 1.260.000
R. Exteriores..................... ” 70.000
H acienda................................................................................ ” 1.361.000
Instrucción y Justicia........................................................... ” 400.000
G uerra.................................................................................... ” 3.300.000
Deuda Pública....................................................................... ’’ 2.975.000
123
a la estructura impositiva, que hubiera recaído sobre los sectores altos.14 En la
alternativa de romper el equilibrio social existente, el gobierno mantuvo el sis
tema de recaudación basado en los impuestos a la importación y en menor gra
do a la exportación,15y solucionó el problema contratando empréstitos, al prin
cipio internos y más tarde en el extranjero. Los primeros 20 millones de pesos
fuertes son proporcionados por el Banco de la Provincia y en 1865-66 el go
bierno brasileño otorga otros 2 millones, pero en ambos casos la obligación
de amortizarlos a corto plazo disminuyó las ventajas de las operaciones; en
tales circunstancias se dan la condiciones para conseguir en Europa emprés
titos a plazos largos y por sumas importantes, que otorgarán mayores posibi
lidades de maniobra. En 1868 se contrata el primer empréstito de este tipo,
por un total nominal de 2.500.000 libras, de las que el Estado recibe, deduci-
14. Los montos percibidos provienen en su casi totalidad de la recaudación aduanera que
creció paralelamente al crecimiento del intercambio. Transcribimos a continuación la evolución
de las exportaciones (totales) e importaciones entre 1864 y 1874 mediante las cuales se puede
apreciar el sensible aumento operado. Aclaramos que las cifras de exportación han sufrido un
proceso de corrección. Véase E v o lu c ió n d e la s e x p o r ta c io n e s a rg e n tin a s , 1 8 6 4 -1 9 6 3 , Buenos
Aires, 1966. R. Cortés Conde, H. Gorostegui de Torres, T. Halperin Donghi. Las correspondientes
a importaciones se trasladan tal como aparecen en los Anuarios, vale decir en valores de tarifa.
Exportaciones Importaciones
pesos oro pesos oro
1864 30.478.674 23.143.240
1865 33.771.302 30.284.305
1866 32.697.545 37.401.495
1867 38.541.184 38.792.199
1870 46.607.308* 49.124.613
1871 50.818.109 45.629.166
1872 78.425.938 61.585.781
1873 62.433.716 73.434.038
1874 65.325.323 57.826.549
124
dos los gastos, 1.735.000; dos nuevos contratos se celebran en 1871, uno de
ellos llamado interno pero que en realidad se colocó en Londres y como el
anterior al 70 % por un valor nominal de 6.000.000 de pesos fuertes y otro
destinado a obras públicas que se coloca al 87. % y rinde 20 millones de pesos
fuertes.
Tenemos entonces que los recursos extraordinarios se descomponen en
20.000.000 millones que surgen de un empréstito interno, 2.000.000 facilita
dos por el Brasil y el resto obtenido en la plaza de Londres. En esta forma se
financia el déficit sin recurrir a modificaciones de la estructura impositiva y
aunque el sistema deparó en algún momento sorpresas nada agradables, con
tribuyó a independizar al gobierno nacional de los sectores porteños y favore
ció por añadidura el proceso de centralización. Debe sin embargo subrayarse
que el temperamento adoptado no constituía una solución de fondo, ya que los
empréstitos, destinados en su mayor parte a erogaciones improductivas, ten
dían a un aumento desmedido de la deuda externa, cuya condonación no se
podía afrontar; de ahí las situaciones catastróficas que se producen cuando por
razones externas no se obtienen nuevos empréstitos para afrontar el servicio
de los anteriores y cuyo primer ejemplo se da en ocasión de la crisis de 1874.
Pese a los recursos extraordinarios, hacia 1875 el Estado tenía una deuda
flotante del orden de los 19 millones acumulada a lo largo de estos años, que
limitaba sus posibilidades inversoras. Un rápido análisis de la distribución de los
gastos en un lapso de doce años, muestra que sobre un tota! de egresos de 240
millones de pesos, más del 20 % debieron destinarse al presupuesto de guerra
y del 10 % que corresponde a fomento, la casi totalidad se deriva a solventar
obras y mejoras en construcción y garantías al ferrocarril, destinándose sólo
un pequeño excedente a telégrafo, fomento a la inmigración y agricultura, obras
públicas y edificios fiscales. Vale decir que el mayor esfuerzo del Estado se
vuelca en asegurar el orden interno, para el cual los recursos ordinarios desti
naban además alrededor del 60 % del presupuesto.
De modo que la importancia del gobierno como elemento de fomento sur
ge de su gestión intermediaria entre el capital extranjero y las necesidades lo
cales de inversión, ya sea que facilite la formación de empresas como las fe
rroviarias o que contrate directamente con los organismos financieros interna
cionales empréstitos destinados a solventar sus compromisos. Restaría mencio
nar la función que le cupo como organismo regulador o propulsor de actividades
por medio del crédito, función que inicia con cierta timidez al crear el Banco Na
cional y que no alcanzó proyecciones importantes hasta años más tarde.
De lo expuesto surge que el papel del Estado como organismo financiero
propulsor de cambios económicos fue bastante limitado, y en la medida en que
el capital privado local se reservó los sectores que hemos señalado, el factor
dinámico por excelencia en el proceso de transformación debe ubicarse a nivel
del aporte externo. El que la inversión extranjera se realizara mediante présta
125
mos o en forma directa no hace diferencia y en este sentido es interesante trans
cribir los datos correspondientes al capital británico, sin duda la fuente de in
versiones más importante de este período. Los préstamos pueden distribuirse
entre el gobierno nacional y los provinciales, aparte de las inversiones en fe
rrocarriles, bancos, tranvías, saladeros, minas, gas y telégrafo y corresponden
en un porcentaje superior al 50 % a los dos primeros lo que ratifica lo afirma
do antes en el sentido de que la inversión extranjera se orientó primordialmen
te al afianzamiento del Estado en el plano político y en segundo término a ase
gurar la expansión de la red ferroviaria.
Se da así una división bastante neta de actividades entre capitales locales y
extranjeros, orientados respectivamente hacia el sector primario, el de trans
formación y, podría añadirse, la comercialización interna en el primer caso,
quedando a cargo del segundo el transporte y comercio exterior. Esta división
aceleró sin duda la expansión que los capitales nacionales posiblemente no
estaban en condiciones de financiar, pero acentuó las relaciones de dependen
cia externa provocando una serie de desequilibrios en la evolución posterior
de la economía argentina.
126
I V. ECONOMÍA Y DEMOGRAFÍA:
INMIGRACIÓN EXTRANJERA,
MIGRACIONES INTERNAS.
EQUILIBRIO URBANO-RURAL
Dentro del período que tenemos en estudio resulta un tanto arriesgado pre
tender dar cifras exactas de la evolución sufrida por la población, por cuanto
sólo disponemos de un censo nacional para el año 1869 y las investigaciones
realizadas sobre fuentes de información adicional están muy lejos de haber al
canzado una cobertura total. Por otra parte, las profundas transformaciones que
sufre la estructura demográfica a partir de la década del setenta, invalidan cual
quier intento serio de interpolación sobre la única base del segundo censo que
tuvo lugar en 1895. Pese a estas dificultades es sin embargo posible describir
de un modo bastante preciso la situación y en algunos casos llegar a cuantifi-
carla con los materiales de que se disponen.
Según estimaciones realizadas por Diego de la Fuente, director del censo
de 1869, la población del país en 1850 ascendía a 935.000 habitantes, exclui
dos los entonces territorios de Chaco, Misiones y la Patagonia; si comparamos
esta cifra con la de 1.736.923 habitantes o 1.877.490 si se incluyen los territo
rios antes mencionados, el alto ritmo de crecimiento que traduce la diferencia
nos inclina a pensar en una subestimación del cálculo inicial, error bastante
posible ya que se basa en resultados de padrones: es conocida la resistencia de
la población a inscribirse en estos relevamientos -generalmente orientados a
establecer nuevas prestaciones- y la consiguiente distorsión que de allí resul
ta, sobre todo en lo que se refiere al sexo masculino. De todos modos la eva
sión no debió ser excesiva aun en la campaña donde resultaría más fácil llevar
la a cabo. Teniendo en cuenta además la disminución ocasionada por la guerra
con el Paraguay, la epidemia de 1868 y la incidencia relativa de la inmigración
hasta ese momento, puede aventurarse la existencia de un fuerte crecimiento
127
vegetativo sobre el que habrá de superponerse más tarde el masivo aporte ex
terno. Vale decir que los cambios que podamos detectar en este período habrá
que referirlos preferentemente al propio crecimiento interno y a la movilidad
ecológica, excepto el caso particular de la ciudad de Buenos Aires.
En páginas anteriores hemos subrayado los distintos aspectos socio
económicos de la transformación que se inicia en el Litoral y que tienden a
convertir a la región en un centro de atracción sobre las restantes zonas del país,
en razón de su creciente actividad.
En consonancia con este proceso, el censo de 1869 refleja una distribución
de la población con diferencias favorables para el área en expansión según los
porcentajes siguientes:
128
alemanes. El hecho de que entre los extranjeros relacionados con la coloniza
ción sean hasta ese momento los suizos y alemanes, los que suman un número
bajo, atestigua la falta de relación entre estas cifras y el proceso de transforma
ción posterior de la campaña; los montos consignadas, más 303 uruguayos se
ñalan en cambio una sensible participación en el sector comercial y de trans
porte fluvial, rubro éste en el que se destacan los italianos y en particular los
genoveses.
Si examinamos a continuación el censo de 1869 que asigna a la provincia
una población de 89.117 habitantes habremos de buscar con algún cuidado las
causas de tan rápido crecimiento ya que del número de extranjeros no surge
una relación directa aunque sí un leve aumento porcentual. Contra el 89,6 %
tenemos ahora un 84,4 %, alta proporción que forzadamente debemos atribuir
a una creciente migración interna que los datos confirman por cuanto sobre un
total de 75.178 argentinos, 11.100 son cordobeses, 4.691 santiagueños y 4.253
proceden de la provincia de Buenos Aires.
El movimiento colonizador, poco importante todavía, se refleja sin embar
go en un leve aumento de aquellas nacionalidades que participan en éste; tal el
caso de los suizos que llegan a sumar un 2,6 % sobre el total de la población.
Entre 1858 y 1869 el hecho más relevante es la duplicación de la pobla
ción, apoyada en el crecimiento vegetativo y en las migraciones internas, pu-
diendo además detectarse un cambio en las proporciones rurales-urbanas. Así
encontramos que la población concentrada desciende de un 46,6 % a un 41,9 %
y aun cuando el cambio no sea considerable, ya que sobre 37.405 habitantes,
34.000 correspondan a Rosario y Santa Fe, es evidente una mayor población
en la campaña. No encontraremos en este momento !a proliferación de centros
secundarios característicos de la etapa de expansión agrícola, pero de algún
modo el proceso general se refleja en estos datos y en particular en las cifras
que exhibe Rosario, que alcanzan a 23.000 habitantes aproximadamente, en
razón de su creciente importancia como centro intermediario.
Se trata por lo tanto de una provincia que ha crecido pero sin transformarse
sustancialmente. Sólo a partir de 1870 habrán de darse los cambios más signi
ficativos, como resultado de la entrada masiva de inmigrantes, la expansión
cerealera y el avance del ferrocarril. En esa etapa podrá observarse el fuerte
crecimiento de nuevos centros urbanos vinculados con la campaña, la consi
derable incidencia de la población extranjera y algunas consecuencias deriva
das de la migración tales como una elevada tasa de masculinidad y altos por
centajes de población activa.
La particular estructura rural santafesina basada en la explotación agrícola
de extensiones medias que aparece de un modo bien claro en censos posterio
res es, por consiguiente, fruto directo de los cambios iniciados en estos años;
de ahí su importancia pese a las reducidas transformaciones básicas operadas
dentro del período que nos ocupa.
129
La otra zona que puede analizarse con cierta precisión es la que correspon
de a la ciudad de Buenos Aires; también allí disponemos de un censo anterior
al de 1869 que posibilita comparaciones y si bien el cómputo de 1854 es pasible
de críticas, en líneas generales servirá a nuestro propósito y permitirá subrayar
algunas diferencias entre la evolución demográfica de esta provincia y la que
acabamos de describir.
La población de la capital que en 1854 era de 90.076 habitantes, asciende
en 1869 a 177.787,de los que 89.661 son argentinos y 88.126 extranjeros; vale
decir que a diferencia de lo observado en Santa Fe este fuerte crecimiento se
vincula directamente con el proceso inmigratorio. La distribución por nacio
nalidades más importantes revela que los italianos totalizan 41.957, los fran
ceses 13.998 y los españoles 20.402 y si se examina con mayor detalle estas
cifras en lo que toca a profesiones nos encontraremos ante un panorama tam
bién distinto ai de la provincia de Santa Fe.
En aquel caso los extranjeros se ubican en sectores medios y aun altos de
la población o comienzan a poblar la campaña; en Buenos Aires por lo contra
rio se observa una mayor concentración en los sectores más bajos, característi
ca por otra parte de la inmigración en los momentos de ingreso masivo.
Otra diferencia a señalar en la evolución de ambas provincias se detecta en
la relación rural-urbana. Frente a una disminución porcentual en Santa Fe en fa
vor de la campaña, asistirnos en Buenos Aires aun proceso inverso de acuerdo
con los datos disponibles ya que el 30 % de población urbana de 1854 se trans
forma en 1869 en un 56 por ciento.
Las cifras confirman por lo tanto a nivel demográfico la evolución econó
mica de la época, que acentúa la tradicional hegemonía porteña como centro
comercial; si examinamos además ia distribución por ramas de actividad en
1869 hallaremos que, frente al total del país en que un 40,6 % corresponde a la
primaria, un 31,2 % a la secundaria y un 28,2 % a la terciaria, la provincia de
Buenos Aires y Capital Federal a las que por otra parte corresponde más del
27 % de la población activa total, presentan un acentuado desplazamiento en
tre las ramas secundaria y terciaria en favor de esta última, según los porcenta
jes que siguen:
Vale la pena aclarar que el último sector muestra una fuerte incidencia del
servicio doméstico de donde puede inferirse la existencia de aportes internos
en la medida que los datos sobre entrada de inmigrantes, en particular femeni
nos, no muestran hasta ese momento una afluencia notable.
A modo de resumen tenemos entonces que dentro del período se observa
130
un crecimiento rápido de la población con tendencia a agruparse en las zonas
afectadas por el proceso de expansión económica; crecimiento poco vinculado
todavía con la entrada de inmigrantes con excepción de Buenos Aires y basa
do particularmente en el aumento vegetativo si consideramos el total del país,
y acelerado por las migraciones internas si enfocamos las regiones de mayor
actividad económica. En lo que toca a modificaciones en el equilibrio
rural-urbano estamos ante un momento de transición en que se dibujan las ten
dencias que desembocarán más tarde en una diversificación de centros vincu
lados con la campaña en la región cerealera, frente a una desmedida concen
tración en Buenos Aires.
Restaría por último señalar que los datos sobre edad, sexo y estado civil de
los inmigrantes ingresados entre 1857 y 1870 dan la pauta de su incidencia
futura sobre la estructura demográfica del país.16
A lo largo de estas páginas hemos tratado de subrayar los aspectos más re
levantes del proceso que se inicia a mediados del siglo XIX, aun cuando las
consecuencias del mismo sólo se insinúan a fines del período que considera
mos. Pero aun cuando éstos sean años de transición es indudable que las bases
echadas en su transcurso determinan la tendencia de la posterior evolución
socioeconómica y política del país.
Tomemos en primer lugar el fenómeno demográfico: el rápido crecimiento
de la población y su distribución regional acusan los primeros impactos
inmigratorios, preanuncian la transformación santafesina y, en particular, tra-
131
ducen el ascenso de las actividades comerciales vinculadas de cerca con el pro
greso en los transportes. A su vez todo este movimiento se relaciona con el
acercamiento de la economía local a los mercados mundiales, primero sobre
bases fundamentalmente comerciales y luego financieras, tal como ha podido
verse en el capítulo sobre inversiones extranjeras.
Tomado en su conjunto, todo el país parece ingresar en este mecanismo,
pero si lo examinamos en detalle concluiremos que la afirmación se aplica al
área atlántica mientras que el Interior se relaciona menos con la economía
mundial que con las regiones locales en expansión, tendencia que se acentuará
a fines del siglo y provocará desequilibrios bien conocidos en el desarrollo de
las distintas regiones. Si bien es innegable una relación más estrecha entre Li
toral e Interior, la transformación beneficia menos a esta última de un modo
general; en cambio, el proceso político de centralización que se afianza en for
ma paulatina tendrá más éxito en vincular a los elementos dominantes del In
terior con las ventajas derivadas del crecimiento litoral.
Vale decir que junto con un desarrollo desequilibrado que se esboza en el
período, se acentuará el nexo del elemento político como instrumento destina
do a mantener ciertas estructuras tradicionales compensadoras de una situación
de dependencia interna.
132
BIBLIOGRAFIA
134
ÍNDICES ANALÍTICOS
INDICE DE NOMBRES Y LUGARES
137
Buschentha!, José de, 58 Contaduría General de la Nación, 93
Bustos, Ramón, 33 Córdoba, 28, 34, 62, 63, 64, 66, 68, 69,
C 70,80,82,94,101,102,113,117,119,
Caacupé, 86 120, 122, 128
Cáceres, Nicanor, 38, 83 Córdoba, Melitón, 82
Calfucurá, 47 Coronda, 128
California, 56 Corrientes, 26, 34,53,61, 62, 68, 80, 83,
Campbell, Alian, 64 86, 87, 88, 105, 106, 107, 108, 110,
Capital Federal, 131 111, 112, 116, 120, 128
Cárcano, Miguel Á., 101 Cortés Conde, Roberto, 123
Caseros, 17, 21, 23, 26, 37, 59, 87, 99, Costa, Eduardo, 77
104, 106, 121 Jerónimo, 40, 42
Castellanos, Aarón, 53 Crimea, 46
Cullen, José María, 40
Catamarca, 37,56,68,80,82, i 13,116, 128
Catedral, 39 Curupaytí, 81, 85
Curuzú, 85
Caxías, marqués de, 85
Cepeda, 43, 66, 68 Cuyo, 81, 119
Cerro Cora, 86 D
Cerro León, 86 de la Fuente, Diego, 127
Chaco, 127 de la Riestra, 69
Chascomús, 119, 120 de las Carreras, Francisco, 90
Chile, 35, 56, 66, 116 del Campillo, Juan, 40, 42
Chivilcoy, 52, 120 del Carril, Salvador María, 32,36, 66,90
Clarendon, 51 Delgado, Francisco, 90
Coe, comandante, 35 Departamento de Inmigración, 100
Colegio Militar de la Nación, 91 Departamento, de Belén, 115
Colonia, Esperanza, 61 de Caá-Cati, 111
San José, 53, 61, 62 de Corrientes, 108
San Juan del Puerto de Santa Ana, 53 de Curuzú Cuatiá, 108
Helvética, 101 de Goya, 108
San Carlos, 101 deltatí, 110
San Gerónimo, 100 ' deJunín, 113
Concepción (Santa Fe), 128 de la Cruz, 110
Concepción del Uruguay, 53, 62 de la Esquina, 111
Concordia, 62, 83, 110, 120 de Mburucuyá, 111
Conesa, 47, 69 de Mercedes, 110
Confederación, 22,33,35,36, 37,38, 39, de Monte Caseros, 112
40, 4 1,42,47, 49, 50, 51, 52, 57, 58, de Paso de los Libres, 110
59,60,62,65,66,67,70, 90, 118 de Saladas, 110
Congreso de Santa Fe, 33, 36 de San Cosme, 111
Constitución, de 1826, 29 de San Luis del Palmar, 111
de 1853,29,30,35,36,67,90,96 de San Miguel y Loreto, 110
de San Roque, 111 Galán, José M., 32, 33, 66
de Santa María, 115 Gamboa, 26
de Santo Torné, 112 García, Baldomero, 66
deTinogasta, 113 Gelly y Obes, J. A., 77
de Yaguareté Corá, 110 Gómez, Manuel José, 66
Empedrado, 108 Gordillo, Timoteo, 100
Derqui, Santiago, 28, 36, 40, 42, 43, 66, Gorostegui de Torres, Haydée, 50,62,123
68, 69,70 Gorostiaga, José Benjamín, 28, 36, 87
Diamante, 62 Gowland, Daniel, 40,41,42, 63
Dirección General de Aduanas, 93 Goya, 62, 111
Dolores (Prov. Buenos Aires), 119 Gran Bretaña, 70
Don Cristóbal, 88 Gran Chaco, 102
Don Gonzalo, 88 Granada, coronel, 47
Dubois, 58 Gras, Amadeo, 35
Dunkerque, 53 Gualeguay (Entre Ríos), 62,120
Gualeguaychú (Entre Ríos), 62
E Guandacol, 81
El Nacional, 30 Guerrico, 63
El Progreso, 31 Guido, Tomás, 28
Elizalde, Rufino de, 77, 86, 87 Gutiérrez, Celedonio, 37
Entre Ríos, 33, 34, 36, 38,53, 54, 61,68, José María, 70, 86
69,80, 83,87,93,105,106,107,108, Juan María, 36
110, 111, 112, 116, 120,128
Esquiú, fray Mamerto, 37
Estados Unidos, 35, 65, 104 H
Estero Bellaco, 85 Halperin Donghi, Tulio, 48, 123
Estigarribia, 83 Herzog, 53
Europa, 124 Hornos, Manuel, 34,40
Humaitá, 85
F
Ferreyra, Roque, 80 I
Ferrocarril, Central Argentino, 118 Inglaterra, 65, 121
del Oeste, 51,63, 117, 120 Interior, 28,34,59,60,62,70,80, 81,92,
del Sud, 120 93, 112, 116, 117, 119, 120, 132
Flores, José María, 33., 42 Irigoyen, Bernardo de, 28
Venancio, 82 Irrazábal, coronel, 80, 81
Floresta, 50 Itá Ibaté, 86
Fragueiro, Mariano, 36 J
Francia, 53, 65, 70, 104 Jáchal, 82
Francfort, 53 Jujuy, 56, 66, 68, 69,128
Fray Bentos, 62
L
G La Banderita, 76, 79
Gainza, Martín de, 87 La Calera, 62
139
54
L a C o n fe d e ra c ió n , N
Lagos, coronel, 34, 35, 38, 41, 51 Nogoyá, 120
Lahitte, 32
Ñ
La Paz, 62
Ñaembé, 88
La Rioja, 68,75,76,79,80,81,87,91,128
Larroudé, 63 O
Laspiur, Saturnino, 66 Obligado, Erasmo, 88
Lavallol, 63 Pastor, 39, 41
La Victoria, 62 Oroño, gobernador
Las Conchas, 120 Ortiz Vélez, 31
Las Higueritas, 62
P
Las Playas, 80
Pacífico, océano, 55, 56, 112
Liga del Norte, 86
Palermo, 25,31,33
Litoral, 22, 23, 38, 47, 52, 54, 56, 59, 60,
Palliére, L., 68
82,86,93,99,102,105,116,119,120,
Paraguay, 32,34,41,42,82,83,86,91,102,
128, 132
103, 105, 110, 111, 112, 119, 123, 128
Lobos, 120
Paraná, 42, 50, 62, 64, 65, 120, 122, 123
Lomas Blancas, 80
Parish, Woodbine, 51, 102
Londres, 48, 124
Paso de la Patria, 85
López, Carlos Antonio, 82
Patagonia, 127
Vicente Fidel, 28, 31
Paunero, 47, 69, 79, 80, 83, 87
López Jordán, Ricardo, 87, 88
Pavón, 70, 75, 90, 93
López y Planes, Vicente, 25, 26, 28, 29,
Paysandú, 53, 62
30,31,32
L o s D e b a te s, 30
Paz, José María, 34
Marcos, 66, 76, 83, 85
Los Sauces, 88
Pedemera, general, 66
M Peña, Juan Bautista, 40, 41
Madariaga, general, 32, 34 Peñaloza, Angel Vicente (Chacho), 75,
Maubecin, Víctor, 80 76, 79, 80,81,90
Medina, Estanislao, 81 Pico, Francisco, 26, 28, 29, 69, 90
Mendoza, 63,80,81,83,110,113,116,128 Pigüé, 47
Mercedes, 120 Pinto, general, 31, 33, 35, 39
Merlo, 120 Pirán, José María, 32, 33
Miró, 63 Plaza, de la Victoria, 39
Misiones, 127 del Parque, 50
Mitre, Bartolomé, 30, 31, 33, 34, 39, 42, Pórtela, Ireneo, 31,41
66, 67, 69, 70, 75, 79, 80, 82, 83, 85, Portugal, 32
86, 88,90,91,94 Posse, Justiniano, 80
Montes de Oca, 26 pozo de Vargas, 82
Montevideo, 41, 59, 61 Puerto Ruiz, 120
Moussy, Martín de, 56, 62 Pujol, Juan, 28, 29, 34, 38
140
R Suiza; 35,37, 53
Rams y Rubert, Esteban, 58, 63
T
Rawson, Guillermo, 77
Tabeada, Antonino. 34, 86
Riglos, casa de, 39
familia, 37, 82
Rinconada del Pocito, 69, 70
Manuel, 87, 88,91
Río de Janeiro, 87
Textor, 53
Río, Paraguay, 6 1
Tinogasta, 82, 115
Paraná, 34, 53, 62
Tratado de la Triple Alianza, 83
Paranacito, 62
Trouvé-Chauvel, 58
Salado, 49
Tucumán, 37,63, 80, 87,91,93, 119, 123,
Uruguay, 53, 54, 62
“Río Uruguay”, 61 128
Rivas, general, 88 U
Rosario, 54,59,62,63,64,70,100,101,108, Unión, Americana, 8!
113,116, 119, 120,122,128, 129, 130 del Norte, 87, 91
Rosas, Juan Manuel, 17,21,22, 23,28,32 Urquiza, Justo José de, 25, 26, 28, 29, 30,
S 31,32,33,36,37,38,40,51,61,65,66,
Sáa, Felipe, 81, 82 67, 68, 69,70, 80,81,83,86, 87, 118
Juan, 69 Uruguay, 82, 83, 87
Sáenz Peña, ley, 97 Uruguayana, 83
Sala de Representantes, 25 Usandivaras, Juan de Dios, 55, 56
Salta, 37,38,55,56,63,68,69, 87,91, 128 V
Salto, 62 Vanderest, 53
San Femando, 49 Van Praet, 63
San Ignacio (San Luis), 82 Varela, Felipe, 76, 81,82
San José (Santa Fe), 128 Vélez Sársfield, Dalmacio, 26, 28, 29, 30,
San José de Flores, 66 31,32, 67, 77, 87, 97
San Juan, 34,38,63,68,80,81,82,87, 128 Videla, Juan de Dios, 81, 82
San Lorenzo (Santa Fe), 128 Villa María, 95
San Luis, 68,69,70,81,82, 128 Virasoro, José A., 66, 68, 100
San Nicolás, 28, 29, 33, 45
Santa Fe, 26, 32, 34, 36, 40, 42, 52, 53, VV
54, 61, 63, 68, 70, 80, 87, 99, 100, Wheehvright, William, 64, 118
101, 103, 104, 105, 108, 119, 128, “William Pearce”, 61
129, 130, 131 Y
Santa Rosa, 88
Yatay, 83
Santiago del Estero, 34,37,38, 63,66,68,
Yatayty Cora, 85
69, 80,82, 87, 128
Sarmiento, Domingo Faustino, 80, 86, 87, Z
88,91,93,95, 117 Zarate, 120
Scobie, James R., 51 Zavalla, Manuel José, 87
Solano López, Francisco, 82, 85 Zuviría, Facundo, 35, 36
141
INDICE DE TEMAS
A Las Playas, 80
actividad agropecuaria bonaerense, i 05 Lomas Blancas, 80
Acuerdo de San Nicolás, Los Sauces, 88
aprobación del, 30 Ñaembé, 88
decisiones económicas, 43 Pavón, 38, 70, 75, 93
aduana de Buenos Aires, Rinconada del Pocito, 69, 81
fuenie de dinero ( 1856-1859). 43 Santa Rosa, 88
nacionalización de, 35 Sauce o Boquerón, 85
recaudación, 57, 58 Tala, 40
afianzamiento de pequeñas poblaciones, 54 Tuyutí, 85
apropiación de tierras por ganaderos de Uruguayana, 83
Buenos Aires, 105 Yatay, 83
aumento de efectivos en el ejército, 91 Yatayty Corá, 85
bloqueo anglo-francés, 48
a w
B uenos Aires,
ataila. actividad agropecuaria en, 105
Cepeda, 43, 66, 68 apropiación de tierras, 105
Cerro Cora, 86 capitalización de, 76, 89, 94, 95
Curupaytí, 81 conflictos con la Confederación, 38, 65
de Caseros, 21,59, 87,99, 104, 121 desplazamiento del vacuno hacia el sur, 105
Don Cristóbal, 88 expansión, de la actividad agrícola, 107
Don Gonzalo, 88 de los cultivos en, 105
Estero Bellaco. 85 del saladero, 106
Humaitá, 85 federalización de, 29, 35, 70, 94
Itá ibsté, 86 levantamiento de Lagos contra, 34, 38,40
142
necesidad de] transporte ferroviario, 119 expansión agrícola de, 61
orientación del intercambio hacia, 107 incorporación de Buenos Aires a la, 67
recaudación aduanera de, 57 inestabilidad política de la, 37
sectores altos de, 102 la guerra del Paraguay, 80
sistema de ingresos, 57 levantamiento de Lagos contra Buenos
sitio de (diciembre de 1852), 34, 35, 51 Aires, 34, 38, 40
y la Confederación, ley de derechos diferenciales, 58
armisticio de San José de Flores, 66 política de tierras, 52
batalla de, Cepeda, 66 recaudación aduanera, 57, 58
Pavón, 70, 89 sistema de ingresos, 57
desvinculación de, 33 sitio de Buenos Aires (diciembre de 1852),
enfrentamiento bélico entre (1861), 70 34, 35,51
incorporación de Buenos Aires a la Con tratado de 1855, 40, 41
federación (1859), 67 com ercio de lanas, m edidas restrictivas al,
invasión de J. M. Flores, 42 104
los grupos extremos, 65 Congreso Constituyente,
misión de, Juan Bautista Peña, 41,42 convocatoria al, 28, 29
José María Paz, 34 sesiones de junio, 31
pacto del 6 de junio (1860), 67, 69 Constitución porteña (1854), 39
políticas de tierras, 52 Convención de Palermo, 26
recaudaciones aduaneras, 57, 58 Córdoba,
sistemas de ingresos en, 57 expansión rural y urbana de, 117
tratado de 1855 entre, 40, 41 poblamiento y expansión agrícola de, 119
C C rim ea, guerra de, 46
capitalismo, evolución e incidencia en el C ueros, 48
Río de la Plata del, 46 carnero, 49, 50
Caseros, heterogeneidad de la coalición salados, 49
triunfante en, 22 secos, 49
objetivos del grupo vencedor en, 17 D
Censo Nacional (1869), 127, 128, 129 Demografía,
cerdas, 49 aumento de la población (1858-1869), 129
Confederación, Censo Nacional (1869), 127
ahondamiento del conflicto entre Buenos corriente inmigratoria, 129
Aires y, 65 distribución de la población (1869), 128
batalla de, Cepeda, 66 evolución de, Santa Fe, 128
Pavón, 70, 89 porteña, 130
conflictos entre Buenos Aires y, 38
contratación de empréstitos (1856-1857), 58 E
desvinculación de Buenos Aires, 33 Economía,
elección de, Derqui-Pedernera, 66 acentuación de la dependencia, 126
Urquiza-Del Carril, 36 actividad agropecuaria en Buenos Aires, 105
enfrentamiento bélico entre Buenos Aires alambramiento de campos, 105
y (1861), 70 aparición del frigorífico, 105
t
143
apropiación de tierras por el grupo gana reorientación de la corriente comercial,
dero de Buenos Aires, 105 119
arrendamiento, 102 Salta, Exportación e Importación (cuadro),
Buenos Aires, desplazamiento del vacuno 55
hacia el sur, 105 sector agropecuario,
clases medias rurales, 103 afianzamiento del, 51
colonización, cambio del sistema de, 100 apogeo del, 46. 47
intervención de nuevos factores, 100 enriquecimiento del, 52
y transportes, 121 modernización de la agricultura, 60
comercio de lanas, 104 sectores, altos de Buenos Aires, 102
Confederación, G a s to s y r e c u r s o s (1855- medios rurales, 100
1859) (cuadro), 59 urbanos, dependencia del presupuesto
crecimiento industrial y acumulación de de los, 117
capitales, 121 sistema, de colonización, 99
deuda del Estado (1875), 124 de recaudación, 123
di versificación de actividades, 100 de la propiedad, 103
empréstitos, 124 valorización y suba del precio de la
expansión, de la actividad agrícola porte tierra, 101
ña, 107 ejército, aumento de efectivos, 91
de la inversión extranjera, 122 modernización del, 123
de las actividades saladeriles de Entre evolución del capitalismo y su incidencia
RÍOS, 112 en el Río de la Plata, 46
de los cultivos en Buenos Aires, 105
F
de los sectores medios rurales, 102
federales, 22, 25
del ovino', 104
federalización de Buenos Aires, 29, 35,
del saladero en Buenos Aires, 106
70, 94
explotación extensiva, 102
ferrocarriles,
exportaciones de la Confederación (1854-
avance del sector, 117
1862) (cuadro), 49, 50
hacia el Interior, 120
financiación del déficit del Estado, 124
Buenos Aires y el Ferrocarril Oeste, 63
ganaderos porteños, 105
Construcción del Ferrocarril Central Ar
grupo comercial santafesino, 102
gentino, contrato para la, 118
hegemonía porteña, 47, 62
el sistema de transportes y los, 62, 63
importancia de los establecimientos sala
extensión del Ferrocarril Oeste, 120
deriles en Buenos Aires, 105
línea, de Ensenada, 120
ingresos del Estado (1870-1873), 123
delSud, 119
inversión privada nacional, 122
primeros kilómetros de vías, 60
inversiones de capital inglés, 121
puesta en marcha de una política ferrovia
orientación del intercambio hacia hacia
ria (1857), 50
Buenos Aires, 107
reorientarión de la corriente comercial, 119
papel del Estado como inversor, 123,126
precios de cueros, sebo y lana sucia (1851- G
1860) (cuadro), 48 guerra del Paraguay, 105, 119, 123
144
antecedentes, 82 organización del, Poder Legislativo, 96
declaración, 83 Poder Judicial, 90
trabajo de la Triple Alianza ( 1865), 83 presidencia, de Mitre, asunción (1862), 76
Yatayty Cora, entrevista de, 85 gabinete, 77
guerra, del Paraguay, (véase guerra del
I
Paraguay) 82
inm igración, S anta Fe, experiencia co lo
guerra contra el Chacho, 79, 80
nizadora en, 60
movimientos insurgentes en el Inte
radicación rural de los primeros inmigran
rior, 80
tes, 53
de Sarmiento, acción de gobierno, 87
Interior, m ovim ientos arm ados en el, 112
alzamiento de López Jordán, 87
pérdida de autonomía política de las pro
vincias andinas, 117 antecedentes de su elección, 87
asunción, 86, 87
L gabinete, 87
L a M ontonera, revolución del 24 de septiembre (1874), 88
Ángel Vicente Peñaloza (el Chacho), ba testamento político de Mitre, 86
talla de las Playas, 80
de Lomas Blancas, 80
O
conflicto con Mitre, 75 o b je tiv o s de! g ru p o v e n c e d o r en C a se
ro s, 17
tratado de La Banderita (1862), 76, 79
Felipe Varela, batalla de pozo de Vargas, 82 P
batalla de San Ignacio, 82 P acto Federal (1831), 26, 30
levantamiento de, 81 provincias andinas, pérdida de la autono
Ricardo López Jordán, alzamiento de, 87 m ía política de las, 117
lana, 49, 50
sucia, 48 S
L itoral, secuela de las guerras civiles, 52 saladero, expansión,
en Buenos Aires del, 106
M en Entre Ríos del, 112
m inoría urbana ilustrada, 17 importancia en Buenos Aires del, 105
N sebo, 48
N ación A rgentina, grasa de potro, 49, 50
alianza con Brasil y Uruguay (Triple secesión, 23, 41
Alianza [1865]), 83 sectores, altos rurales de C orrientes y E n
centralización administrativa, 89, 92 tre R íos, 105
Código Civil, aprobación del, 97 ganaderos de Comentes y Entre Ríos, 107
redacción del, 97 T
Código de Comercio, aprobación del, 97 transportes, sustitución de la navegación
redacción del, 97
de vela p o r el vapor, 120
ejército, creación, 91
papel político del, 91 U
elección de Avellaneda, 88 unitarios, 22, 25
145
HiSTORSA ARGENTINA
Colección dirigida por Tulio Halperin Donghi
2 DE LA CONQUISTA A LA
INDEPENDENCIA
C. S. Assadourian • G. Beato
J. C. Chiaramonte
3 DE LA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA
A LA CONFEDERACIÓN RDSISTA
T. Halperin Donghi
4 LA ORGANIZACIÓN NACIONAL
H. G orostegui de Torres
5 LA REPÚBLICA CONSERVADORA
E. Gallo • R. Cortés Conde
6 LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL
Y SU CRISIS ‘- ;
. . . D. Cantón, • jv L r Moreno • Á. Ciriá
8 LA POLÍTICA EN SUSPENSO: 1 9 6 6 /1 9 7 6
L. De Riz