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LA ORGANIZACIÓN NACIONAL

Haydée Gorostegui de Torres

PAIDÓS
Buenos Aires - Barcelona - México
Cubierta Gustavo Macri

Ja. edición, 2000

La icproducción total o parcial de eM« lihro, en cualquier forma que sea.


idéntica o modificada, escrita z máquihn, por ci sistema '*tr.ull¡graph'\
mi arcógrafo, impreso por fotocopia, roioduplicndónj etc,, no autorizada por
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Mariano Cubí 92, Barcelona
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Rubén Darío 118, México D.F.

Queda hecho el depósito que previene la Ley ¡ ¡.723


Impreso en la Argentina - Printc-d in Argentina

impreso en Verlap S.A.


Comandante Spurr 653, Avellaneda, en mayo de 2000

ISBN 950-12-7724-0
PROLOGO A LA NUEVA EDICION

El relanzamiento de la colección Historia Argentina, decidido por la Edi­


torial Paidós luego de más de un cuarto de siglo de su publicación en 1972,
ofrece sin duda motivo para una reflexión sobre la acogida que ella sigue en­
contrando. Las razones para esta acogida han de buscarse no sólc en la obra
que vuelve ahora a presentarse, sino también -y quizá sobre todo- en las vi­
cisitudes atravesadas por la disciplina histórica a lo largo de ese convulso
cuarto de siglo. Éstas hacen más fácil entender que un esfuerzo de explora­
ción del pasado -que, cuando proclamaba su ambición de colocarse a la al­
tura de los tiempos, no podía sino referirse a unos que han dejado ya sobra­
damente de ser los actuales, en un país y un mundo que tienen tan poco en
común con los de 1972- conserve intacta su atracción sobre un sector no in­
significante del público lector.
Ello es aun más notable por cuanto esa invocación remite a un pasado in­
cluso más distante de lo que la fecha de publicación de la obra invitaría a con­
cluir. En efecto, el proyecto que iba a fructificar en esta Historia Argentina
surgió años antes de esa fecha, a partir de una iniciativa de Boris Spivacow,
quien -atraído por la idea de lanzar una nueva historia nacional presentada en
fascículos, a semejanza de otros proyectos que venían ya ensanchando ince­
santemente el caudal de lectores de EUDEBA- deseaba encomendar esa tarea
a historiadores jóvenes, cuya selección puso a mi cargo. Los resultados -si se
me permite decirlo- todavía me enorgullecen; recuerdo que Richard Morse,
de paso entonces por Buenos Aires, describió a algunos de ellos para el Times
Literary Supplement como tough minded young men que seguirían dando que
hablar en el futuro, y no puede decirse que ese vaticinio estuviese del todo erra-

/
do. A la vez, esos historiadores habían adquirido ya los escrúpulos profesiona­
les que hacen difícil producir copia al ritmo que un proyecto como el de
EUDEBA requería, y el inesperado respeto que Boris -habitualmente tan im­
paciente frente a los obstáculos que amenazaban retardar sus planes editoria­
les- desplegó ante esos escrúpulos contribuyó a que, cuando la intervención
lanzada sobre las universidades nacionales por el gobierno de la llamada Re­
volución Argentina puso fin a la experiencia editorial que él animaba desde
Buenos Aires, las distintas secciones de la obra proyectada estuviesen aun en
cantera. De ella fueron rescatadas por una iniciativa de Enrique Butelman, quien
hizo posible que ella finalmente saliera a la luz bajo el sello de Editorial Pai-
dós -tras continuar su preparación con un ritmo ya menos urgido por perento­
rios plazos de publicación-
Esa complicada prehistoria explica que, en una obra colectiva publicada en
1972, sobreviviese tanto del temple de una etapa ya entonces cerrada de nues­
tra vida intelectual, la cual había estado marcada por el avance impetuoso de
las ciencias sociales tanto en el campo académico como fuera de él. Si un ras­
go común puede reconocerse en una obra en la que colaboraron estudiosos
cuyas posteriores orientaciones, a veces divergentes, estaban ya anticipadas en
alguna medida en ella, es esa confianza en la eficacia del contacto con las cien­
cias sociales como estímulo para una renovación de la disciplina histórica que
todos juzgábamos urgente.
Es esa compartida convicción la que permite entender que esta historia es­
crita por muchas manos -y a cuyos autores las dispersiones que se hicieron
frecuentes a partir de la Revolución Argentina hacía difícil mantener los con­
tactos hasta entonces habituales, ocasiones en que discutían acerca de las pers­
pectivas que guiaban su trabajo de historiadores- pudiese organizarse, por así
decirlo, espontáneamente en una sola narrativa, sustentada en un entramado
urdido por el recíproco espej amiento de economía, sociedad y política. Era ésta
una perspectiva hasta tal punto compartida que no creí necesario sugerir a los
colaboradores de la empresa ese criterio de organización sino en los términos
más elípticos, que fueron sin embargo suficientes para que lo aceptaran sin
reservas quienes en él reconocían sin esfuerzo el que ya les era propio.
Es apenas necesario señalar que hoy una propuesta de esa laya encontraría
un eco muy distinto (o más probablemente no suscitaría ninguno). No es sólo
que en los años transcurridos la alianza privilegiada entre historia y ciencias
sociales ha dejado paso a otras que la vinculan más estrechamente con ciertas
vertientes de la antropología, del análisis literario o de la lingüística. Más de­
cisivo aún es el rechazo de la noción misma de «gran relato», que concibe a la
historia como la narración de un unificado proceso de cambio. Una de las ven­
tajas de la vejez es que permite recordar un pasado en que ciertas cosas que
ahora son nuevas estaban dejando de serlo: en efecto, cuando los responsables
de esta Historia Argentina nos iniciamos en nuestra disciplina hacía ya tiempo

8
que la desconfianza por todo «gran relato» había sido plenamente compartida
por Lucien Febvre (siempre dispuesto a retomar su cruzada contra las grandes
machines historiques) con nuestro Emilio Ravignani, aunque ni uno ni otro se
hubiera sin duda sentido atraído por los refinados debates epistemológicos en
los que hoy suele articularse ese recelo.
En este recelo resonaba quizás un eco ya muy tenue del que, en respuesta a
la gran tormenta de 1848, había socavado la fe en ese primer «gran relato» que
había buscado develar un sentido unificado para la historia moderna, el que,
bajo la Restauración, Franpois Guizot había organizado en torno a los avances
paralelos de las instituciones libres y de la conciencia moral de la humanidad.
El nueve gran relato que nunca logró reemplazarlo del todo -que Jacques
Ranciére presenta en ese delicioso librito que es Les mots de l'histoire como el
propio de la era democrática y social, y que ve aflorar intermitentemente a lo
largo del entero tramo que va de Michelet a Braudel- se mostró desde su ori­
gen menos seguro de sí mismo que el que Guizot había construido en desafío a
la cerrazón de horizontes que aspiraba a imponer la Restauración. Sólo duran­
te las tres décadas que abrieron la segunda posguerra, en las que esa civiliza­
ción democrática y social alcanzó un apogeo que -com o iba a revelarse ape­
nas clausurada esa etapa- era a la vez el anuncio de su ocaso, ese nuevo gran
relato osó desplegar a la luz del día todas sus ambiciones.
Testimonio de ese momento embriagador e irrepetible en la historia del si­
glo XX es, a su modo, esta obra, que por haber brotado de él es acaso la última
que osó todavía ofrecer una narrativa globalizadora de la trayectoria de nues­
tra nación. Si hoy los historiadores argentinos están dibujando ante nuestros
ojos un paisaje histórico demasiado rico y abigarrado para que pueda hacerle
plena justicia cualquier «gran relato», no es tan sólo porque la que, cuando esta
obra fue planeada, era todavía empresa de unos pocos, hoy parece estar en el
umbral de convertirse en un fenómeno de masas (lo que no cesa de sorprender
a quien puede contrastar en la memoria el mínimo público presente en 1966 en
la primera reunión de la Asociación Argentina de Historia Económica y So­
cial, con las muchedumbres que hoy acuden, ponencia en mano, a las citas que
la asociación convoca en los más variados rincones del país).
Más importante aún es que el eclipse de las grandes narrativas haga posible
volver hacia el pasado una mirada que ya no recoge de él tan sólo lo que cabe
en cada una de esas narrativas. Gracias a ello todos hemos descubierto cosas
que no sólo no sabíamos que existían en nuestra Argentina, sino que no imagi­
nábamos siquiera posibles en ella, y todo sugiere que aún quedan muchos des­
cubrimientos como ésos por hacer ¿Llegará alguna vez de nuevo el momento
para aquello que en los manuales de Introducción a la Historia era designado
como la síntesis? No, sin duda, si se lo entiende como el que se abre cuando
todo el material al que se dirige la curiosidad de los historiadores ha sido debi-
dameqte inventariado, puesto que ese material es literalmente inagotable. Es

9
de esperar en cambio que sí, si se lo entiende como aquel en que los historia­
dores, y no sólo ellos., han de recobrar la confianza en su capacidad de enten­
der la historia que están viviendo; es en efecto esa confianza la que incita a
estructurar el paisaje histórico en torno a un gran relato.
El que ha de surgir en este momento deberá encontrar su lugar en todo lo
que el esfuerzo reciente de nuestros historiadores ha incorporado ya y seguirá
incorporando a nuestro paisaje histórico. Me gusta pensar que lo encuentre tam­
bién para la temática que dominó de un modo que hoy puede parecer demasia­
do excluyeme a esta Historia Argentina. Y me gusta ver también en el eco que
esta obra sigue encontrando, luego del derrumbe de todas las seguridades que
subtendían esas preferencias temáticas, un augurio de que así ha de ocurrir.

T ulio H a lperin D on gh i
Berkeley, 2000

10
PROLOGO A LA PRIMERA EDICION

Publicar una nueva Historia Argentina encarada como obra colectiva es una
empresa que parece requerir cierta justificación. Cuando comenzamos a pla­
near la presente, la escasez de tentativas comparables realizadas durante el lapso
transcurrido desde que apareció la patrocinada por la Academia Nacional de la
Historia, dirigida por Ricardo Levene, parecía sugerir que, si no imposible, el
proyecto resultaba cuanto menos extremadamente difícil. La relativa abundan­
cia de obras similares que desde entonces se publicaron, no asegura necesaria­
mente que dicha dificultad fuese ilusoria, pero hace mucho más problemática
la fundamentación de todo intento que venga a sumarse a los ya concretados.
El que sometemos al juicio del lector no pretende tener otro signo distinti­
vo que la aspiración -com ún a sus colaboradores- de narrar la historia, según
la fórmula de Huizinga, “de la mejor manera que les es posible”. Pero esa fór­
mula es (a la vez que falsamente modesta) falsamente simple: no sólo supone
que esa “mejor manera” es tolerablemente buena; implica además que ella no
deja de otorgar un carácter común (que no podría ser tan sólo la ubicación, real
o imaginada, en cierto nivel de calidad) a los escritos inspirados por esa co­
mún aspiración. En la Argentina de los años setenta, ese signo distintivo acaso
podría encontrarse sobre todo en un interés más vivo por ciertas dimensiones
del pasado que -según escuchamos decir a menudo- nuestros historiadores no
solían sentir. Pero no podría ser éste, sin más, el carácter distintivo de la pre­
sente Historia Argentina. En primer lugar, porque la preocupación por los as­
pectos no propiamente políticos del proceso histórico -y el intento de desen­
trañar los nexos entre éstos y los acontecimientos que llenan la historia que
solemos llamar “tradicional”- impregna esa historia tradicional más de lo que

11
suele admitirse. Ese intento no estaba libre de propósitos apologéticos; no es­
taba tampoco exento de los riesgos (de inexactitud, de imprecisión) quizás in­
evitables cuando se afrontan vastos problemas de historia económica y social,
asignándoles a la vez un lugar que, a pesar de todo, no deja de ser marginal en
el propio esfuerzo de reconstrucción del pasado. Pero tampoco están libres de
esas limitaciones los ensayos que con igual ambición (y desde perspectivas
ideológico-políticas a menudo opuestas a las de los precursores del siglo XIX)
se suceden hoy con ritmo desenfrenado. Éstos son con demasiada frecuencia
pasibles de otra censura: ignoran serenamente casi todo cuanto ha aportado de
nuevo la historiografía desde los tiempos de Mitre y López, para quienes
Michelet había sido aún un contemporáneo.
Los trabajos aquí reunidos no quisieran merecer ese reproche: sus auto­
res se consideran estudiosos profesionales de la historia y las ciencias socia­
les, y como tales quieren ser juzgados: su primer deber es, por lo tanto, prac­
ticar un estilo de indagación histórica que esté a la altura de los tiempos, no
sólo en cuanto haga suya la perspectiva que este problemático presente im­
pone al pasado nacional (y que no podría ser desde luego la misma cuyajus-
teza parecía evidente hace un siglo), sino también en cuanto busque utilizar
una cultura histórica menos arcaica de lo que todavía suele ser habitual entre
nuestros historiadores, y por último, en cuanto no se niegue a extraer las con­
clusiones necesarias del hecho de que la historia es -en una de sus dimensio­
n es- ciencia social: la colaboración entre historiadores y cultores de otras
ciencias humanas constituye en esta obra el reflejo más visible, pero no el
único, de este enfoque.

T ulio H alperin D onghi


Buenos Aires, 1972

12
INDICE

Prólogo a la nueva edición............................................................................ 7


Prólogo a la primera edición............... ,.......................................................... 11
índice de figuras....................... .................................................................... 15
Introducción.......................................................... ........................................ 17

Primera Paite
L a división

I. Evolución política y crónica del período............................................ 25


II. La economía......................................... ............................................... 45
1. Apogeo de la Argentina tradicional y beneficios de la coyuntura.
Avance de la unificación económica ...■.;........................................... 45
2. Comienzos de la modernización económico-social: colonización,
transportes............................................... 59
III. El conflicto: alternativas enel equilibriopolítico ............. 65

Segunda Parte
P rimeras etapas del nuevo estado nacional ( 1862-1874)

I. Reorganización política........................................................................ 79
1. Guerras civiles y guerra del Paraguay............................................. 79

13
2. Presidencia de Sarmiento..............................................
3. Creación de los organismos de! nuevo Estado.................................. 89
4. El problema de Buenos Aires .......................................................... 93
5. Modernización jurídica y política. Los códigos................................ 95
II. La modernización económica................................................................ 99
1. Transportes y colonización.............................................................. 99
2. Los avances del nuevo Litoral......................................................... 106
III. Economía argentina y economía mundial: las nuevas inversiones.......... 121
IV. Economía y demografía: Inmigración extranjera, migraciones internas.
Equilibrio urbano-rural............................................................................ 127

Bibliografía...........................................................................

índices Analíticos

índice de nombres y lugares............................................................................. 137


índice de temas................................................................

14
ÍNDICE DE FIGURAS

Fig. 4.1. Urquiza (Archivo General de la Nación)....................................... . 27


Fig. 4.2. Vicente López y Planes...;.................................................................. 29
Fig. 4.3. Facundo Zuviría y sus hijos. Óleo de Amadeo Gras........................... 36
Fig. 4.4. Fray Mamerto Esquió........................................................................ 38
Fig. 4.5. Plaza de la Victoria, la Catedral y la casa de Riglos. Jura de la
Constitución el 23 de mayo de 1854 (Archivo General de la Nación).. 40
Fig. 4.6. Derqui (Archivo General de la Nación)............................................. 43
Fig. 4.7. Primer convoy del Ferrocarril del Oeste en su inauguración,
1857 (Archivo General de la Nación)...................... .......................... 51
Fig. 4.8. Billete del Banco Nacional creado por ley del Congreso General
Constituyente del 9 de diciembre de 1853.......................................... 58
Fig. 4.9. Bono de Aduana de la Confederación Argentina................................ 60
Fig. 4.10. Estación 11 de Setiembre y plaza de las carretas (Archivo
General de la Nación)........................................................................ 63
Fig. 4.11. Vista de la estancia del general Urquiza. Litografía de
L. Palliére (Archivo General de la Nación).............. ......................... 68
Fig. 4.12. Salsera perteneciente al general Urquiza (Archivo General de la
Nación)........................ 69
Fig. 4.13. Mitre y José María Gutiérrez, después de Pavón, 1861
(Archivo General de la Nación).......................................................... 71

15
Fig. 4.14. Ángel Vicente Peñaloza (El Chacho). (Archivo General de la
Nación.)............................................................................................ 76
Fig. 4.15. Tropa del Chacho tomada prisionera por Sarmiento en La Rioja,
1863 (Archivo General de la Nación)................... ............................. 81
Fig. 4.16. Mitre, presidente de la República con su gabinete, 1862
(Archivo General de la Nación)......................................................... 83
Fig. 4.17. Mitre y Francisco Solano López: entrevista de Yatayty Corá,
11 de setiembre de 1866 (Archivo General de la Nación)................... 84
Fig. 4.18. Sarmiento, sargento mayor después de Caseros (Archivo
General de la Nación).................... 86
Fig. 4.19. López Jordán acompañado por sus coroneles..................................... 88
Fig. 4.20. Atentado contra el presidente Sarmiento al pasar su coche por las
calles Maipú y Corrientes. Reconstrucción de la época (Archivo
General de la Nación)................... .................................................... 92
Fig. 4.21. Primera Exposición de la Producción Nacional. Córdoba,
1871-1872 (Archivo General de la Nación)....................................... 94
Fig. 4.22. Estación del ferrocarril (Archivo General de la Nación)..................... 103

16
INTRODUCCION

En el proceso histórico argentino se detectan distintos períodos cuyas par­


ticularidades fundamentales surgen de la comparación y balance posterior en­
tre ellos; de allí que los cambios operados a partir de ia segunda mitad del siglo
XIX, sólo puedan ser estimados en sus verdaderos alcances luego de un exa­
men de las etapas previas y sus consecuencias a largo plazo.
Este capítulo deberá por lo tanto ser considerado dentro de esa perspectiva
global, ya que en los años comprendidos entre 1852 y 1874 coexisten elemen­
tos que podemos llamar tradicionales con otros que tienden a modificarlos
drásticamente, interdependencia que el análisis de cerca constata aunque no
siempre pueda ponderar exactamente. Sin embargo, el estudio de cada etapa
en particular ofrece la oportunidad de señalar concordancias y desfases que, a
su turno, permiten la necesaria síntesis. La que habrá de ocuparnos se inicia en
1852. luego de la caída de Rosas en Caseros. No se nos escapa la debilidad de
este corte, pues el país no cambió de un instante para otro en la tarde del 3 de
febrero, pero el hecho de que la victoria urquicista creara las condiciones para
el apceso al poder de un grupo cuyo objetivo manifiesto fue la transformación
total de la Argentina, convalida la fecha como punto de partida. Frente a un
proceso de lentos acomodamientos estructurales, previo a 1852, surge enton­
ces la clara voluntad de una minoría tenaz y convencida de la bondad de su
proyecto que supo y pudo imponerse al resto.
Sólo en este sentido se justifica el corte; la decisión humana es una de las
variables -y no la menos importante- en los procesos de cambio económico-
sociales de una comunidad.
El período en estudio ha sido llamado “de la organizador}”, término que

17
también utilizamos aunque complementado con la palabra “modernización”.
Doble caracterización de la etapa que tiende, más que al mero enriquecimien­
to formal del juicio que ella merezca, a señalar una divergencia entre el senti­
do tradicionalmente asignado a este proceso y el más complejo contenido que
la realidad presenta, pues, si bien es innegable la importancia de la organiza­
ción institucional alcanzada en esos años, su trascendencia no nace exclusiva­
mente de haber proporcionado las bases jurídicas para el funcionamiento del
Estado sino de las fuerzas que contribuyó a formar y liberar como condición
indispensable de su propia puesta en práctica.
Normas y fundamentos giran en el vacío si no existen estructuras a las que
interpreten y sobre las que legislen, y en el caso argentino, una organización
moderna exigió la modernización de la sociedad a la que iba dirigida; sin em­
bargo, en tanto el proceso fue más inducido que autogenerado, resultó de todo
ello un producto sin la homogeneidad de intereses y valores que constituyen el
fundamento de una sociedad nacional. De allí “modernización” junto a “orga­
nización”; porque las fórmulas legales adoptadas, en cuanto respondían a mo­
delos externos, exigieron también el trasplante acelerado de elementos nuevos
y, aunque es difícil advertir las contradicciones en el análisis a corto plazo, los
conflictos inmediatos a nivel político son las primeras manifestaciones de una
distorsión que llegaría más tarde a socavar el mismo instrumento que le diera
origen, y así, una vez superada la etapa de transformación febril, comenzó a
revelarse en toda su magnitud la incidencia de aquellos cambios sobre las pro­
fundas y graves tensiones a nivel institucional que todavía nos afectan.
Este es el supuesto implícito en nuestro examen, limitado al momento en
que se pone en marcha el proceso de organización y modernización; porque
los mismos elementos que modificarían la imagen de un país rural y pastoril,
darían también origen a serios desequilibrios en la evolución posterior de la
Argentina.

18
Primera Parte

LA DIVISIÓN
Ni colapso total ni transformaciones violentas en el campo político siguie­
ron de inmediato a la batalla de Caseros; con excepción de Buenos Aires, los
gobiernos provinciales sufrieron poco o ningún cambio, aun en los casos de
más clara identificación con Juan Manuel de Rosas.
Esta permanencia de hombres, a primera vista inexplicable, está vinculada
con la heterogénea composición del grupo triunfante, acorde con la elimina­
ción del gobernador porteño pero cuyas discrepancias latentes frenaron al prin­
cipio medidas radicales en el ámbito nacional. Sin embargo, la moderación
inicial no bastó para mantener el equilibrio; las tendencias en pugna, expre­
sión de posiciones incompatibles y con lejanos antecedentes en el pasado, muy
pronto reiteraron un enfrentamiento nunca resuelto del todo a lo largo de los
cuarenta años precedentes.
Los primeros indicios de conflicto aparecen ya en las etapas iniciales de la
revolución a través de discrepancias ideológicas entre los promotores del mo­
vimiento separatista. No cabe volver aquí sobre el análisis de aquel proceso ni
sobre sus orígenes; recordemos sólo que mentalidades e intereses económicos
distintos favorecieron planteos políticos antagónicos entre lo que se ha llama­
do la minoría ilustrada urbana y los sectores ligados con el agro; resultó por lo
tanto normal que al afirmarse económica y socialmente estos últimos, despla­
zaran también del poder a sus adversarios.
Pero la constitución de una clase terrateniente a lo largo de la década que
va desde 1820 a 1830 y su posterior afianzamiento bajo el gobierno de Juan
Manuel de Rosas, no liquidó por completo el pensamiento libera!; más aún,
éste comenzó a infiltrarse en los grupos tradicionales, primero en Buenos Ai-

21
res, asiento de una importante burguesía urbana vinculada con las actividades
agropecuarias, con su comercialización y con el poder político, luego en re­
giones más alejadas y sobre sectores primordialmente rurales.
Es el caso del Litoral, con estructuras más tradicionales y por tanto menos
permeables que las porteñas, aunque con una actividad productiva similar, lo
que explica la más tardía influencia liberal, ubicable hacia mediados del siglo
y coincidente con la fuerte expansión ganadera de la región y una favorable
coyuntura internacional para esos productos.
Fue en efecto la conjunción de ambos factores la que precipitó la crisis en­
tre Rosas y los terratenientes del Litoral, pues la alianza política no bastó para
salvar el obstáculo que oponía Buenos Aires a las operaciones comerciales di­
rectas de aquéllos con los mercados extranjeros: a partir de entonces creció con
rapidez el sector adverso al gobernador porteño y grupos de filiación federal
se unieron a los antiguos unitarios para derrocarlo.
De allí la heterogeneidad de la coalición resultante; tendencias modernizantes
y tradicionales, extremas y conciliadoras, tanto en lo político como en lo econó­
mico, formaron un frente común y dieron la batalla, pero a poco del triunfo, en
el momento de poner en marcha las soluciones deseadas para el país, se mani­
festaron con violencia las profundas divergencias que separaban a los grupos.
En las alianzas que tuvieron lugar como consecuencia de esta situación,
es difícil detectar la oposición de unitarios y federales, la de modernizantes
y tradicionales o cualquier otro tipo de esquema basado simplemente en di­
ferencias ideológicas; existen por cierto, pero los factores que llevarán al en­
frentamiento entre Buenos Aires y la Confederación son más complejos y se
vinculan no sólo con el orden interno sino también con la esfera internacio­
nal. Junto al sector liberal progresista cierra filas la burguesía comercial y
elementos tradicionales porteños en defensa de su primacía frente al resto del
país: alrededor del núcleo urquicista, de tendencia moderada y bien dispues­
to hacia la apertura modernizante, se agrupan espíritus más rígidos en el pla­
no socioeconómico y político; los hombres de las provincias interiores tie­
nen un pensamiento común: impedir la continuidad hegemónica de Buenos
Aires, y en la lucha por el liderazgo político subyacen encubiertos intereses
económicos.
En los conflictos de la década posterior a Caseros, el grupo tradicional
moderado del Litoral, representado por Urquiza, enfrentó situaciones internas
más difíciles que el sector líder de la política porteña; coincidentes con él en
sus expectativas modernizantes, debieron sin embargo apoyarse en núcleos
rurales provincianos, en parte por afinidades políticas, pero sobre todo como
recurso de equilibrio frente a Buenos Aires. Los compromisos del general ven­
cedor, contraídos con países limítrofes para asegurar el éxito de la campaña
contra Rosas, contribuirían además a trabar su accionar y volver oscilante su
política ante la más coherente y agresiva del grupo liberal.

22
La tensión llevó a la secesión de Buenos Aires y precipitó una crisis que
duraría diez años; pero factores relacionados con la situación internacional,
grupos menos radicales en el sector tradicional y mayor flexibilidad política
entre los progresistas facilitaron al cabo una transacción que unificó al país bajo
el sistema federal e inició el proceso de modernización.

23
I. EVOLUCIÓN POLÍTICA Y CRÓNICA
DEL PERÍODO

Lograda la victoria, el general Urquiza instaló su cuartel general en la quin­


ta de Palermo, sede del antiguo gobernador, ubicada en las afueras de la ciu­
dad de Buenos Aires. Allí dispuso las primeras medidas orientadas a dar a la
provincia un gobierno provisional al tiempo que hacía públicos su deseos de
conciliación y se manifestaba partidario de medidas progresistas.1
La unidad y el esfuerzo conjunto parecían estar asegurados. El doctor Vi­
cente López y Planes, designado gobernador provisional el 4 de febx'ero, fue
confirmado en el cargo por la Legislatura de Buenos Aires, reunida el 19 de
mayo y el hecho merece subrayarse pues la mayoría de los miembros de la Sala
de Representantes, surgidos de la elección del 11 de abril, no podían ser califi­
cados precisamente de urquicistas. Por lo contrario, la unión de antiguos fede­
rales y unitarios, en más o menos encubierta oposición, indica ya la existencia
de nuevos vínculos sobre las viejas diferencias; solidaridad de intereses pro­
vincianos que en la misma sesión habría de manifestarse.
Los legisladores, en efecto, no quisieron o no consideraron oportuno opo­
nerse al candidato apoyado por el general pero se negaron a designar a éste, tal
como proponía el diputado Pico, “encargado de Relaciones Exteriores, nego­
cios de paz y guerra, y en general de todos aquellos que compitan a la autori­
dad nacional”; la advertencia era bien neta: la provincia no delegaría el poder;
más aún, al otorgarle sólo un voto de gracias “por haber libertado a Buenos1

1. Véase Proclamas del general Urquiza del 4 y 21 de febrero y 17 de marzo de 1852.

25
Aires del tirano que la oprimía” dejaban en claro que consideraban finalizada
su intervención en los asuntos internos del Estado.2
La afrenta alcanzó también al recién confirmado gobernador que pocos días
antes y en representación per se de Buenos Aires, había encargado a Urquiza
el desempeño de aquellos poderes nacionales; de lo que podía concluirse que,
ni directa ni indirectamente por medio de personalidades respetables y acepta­
das como el doctor López, habría de tolerarse ninguna injerencia en los asun­
tos de la provincia.
Es el primer enfrentamiento a sólo tres meses de Caseros y tan rápido dete­
rioro de las relaciones, aunque previsible dadas las tendencias coaligadas, se
había acelerado a raíz de ciertos actos impolíticos de Urquiza, tales como fusi­
lamientos sin proceso y el restablecimiento del “cintillo punzó”. Hechos aisla­
dos pero que impresionaron más a la sensibilidad porteña que las importantes
medidas adoptadas en el plano de la administración y la justicia.
Los sectores activos, deseosos de conseguir plena autonomía, aprovecha­
ron la coyuntura y su propaganda prendió en la opinión pública conmovida
aunque no politizada. La oposición creció con rapidez y se exacerbó ante la
convención firmada en Palermo el 6 de abril, día en que se reunieron los go­
bernadores de Buenos Aires y Corrientes con el delegado de Santa Fe y el pro­
pio Urquiza, e invocando el Pacto Federal de 1831, otorgaron a éste la direc­
ción de las relaciones exteriores a que se ha hecho referencia.
Para los porteños, que no olvidaban la larga alianza entre Rosas y Urquiza,
esta delegación, decidida por funcionarios nombrados por el mismo general,
resultaba similar a las obtenidas por el gobernador derrocado y confirmaba el
peligro de una nueva dictadura: la desautorización legislativa fue inevitable y
pareció llegarse a una situación de rompimiento; privó sin embargo la actitud
conciliadora que asumieron personajes clave de las partes en conflicto, uno de
ellos Valentín Alsina, unitario radical y ferviente opositor de Urquiza, que reti­
ró su candidatura a la gobernación de Buenos Aires, eliminándose como rival
del doctor López, pero permaneció en el gabinete; el general por su parte disi­
muló el desaire y continuó sus planes de reorganización institucional.
Sobre la necesidad de llevarla a cabo existía acuerdo general y también
coincidencia en convocar a un Congreso Constituyente para ello; las discre­
pancias surgieron en tomo de ios pasos preliminares a cumplir.
Urquiza se había asegurado ia adhesión de los mandatarios provinciales
merced a la labor del doctor Bernardo de Irigoyen a quien envió en misión per-

2. El proyecto, presentado en la sesión del día 10, fue considerado por la Comisión de Ne­
gocios constitucionales presidida por Vélez Sársficid que aconsejó aprobar sólo el voto de gra­
cias. En sesión del 16 de mayo se adoptó este temperamento por unanimidad, comisionándose a
Vélez Sársfield, Montes de Oca y Gamboa para presentarlo al general Urquiza.

26
Fie. 4.1. Urquiza (Archivo General de la Nación).

27
sonal al Interior después de la victoria; el comisionado supo tranquilizar a los
recientes aliados de Rosas sobre las intenciones de paz y olvido que abrigaba
su jefe, y los gobernadores, en su mayoría federales y de mentalidad tradicio­
nal, aceptaron sin problema la nueva situación política.
Con este apoyo, Urquiza eligió la acción rápida pues el precario equilibrio
en las relaciones con la provincia de Buenos Aires podía romperse en cualquier
momento y dispersar esfuerzos. Una invitación a reunirse en San Nicolás fue
cursada a los gobernadores con la recomendación de recabar autorización de
sus legislaturas para pasar del plano de la discusión al de la toma de decisio­
nes, y el 20 de mayo se llevó a cabo la primera sesión. El único gobernador sin
poderes de este tipo era el doctor López y Planes.
En la sospecha de que las provincias reunidas buscarían limitar a Buenos
Aires y seguro de la resistencia que ésta opondría a cualquier cercenamiento
de lo que consideraba sus derechos, no solicitó más que un permiso de asisten­
cia; era una posibilidad de no comprometerse en forma abierta y mantener cierto
equilibrio. Sus temores no eran infundados ya que, a la extrema tensión provo­
cada por los acontecimientos de la Legislatura, se había sumado otro hecho que
demostraba la decisión de algunos sectores cercanos a Urquiza de llegar a la
liquidación de la hegemonía porteña.
El 5 de mayo el general Urquiza había reunido en Palermo a Vélez Sársfield,
Alsina, Tomás Guido, Vicente Fidel López, Benjamín Gorostiaga, Francisco
Pico y Juan Pujol con el objeto de cambiar opiniones sobre la forma de convo­
catoria al Congreso Constituyente, tema a discutirse en San Nicolás. La con­
versación fue secreta pero los investigadores han podido reconstruirla en sus
líneas generales y se sabe que en primer término se leyó un proyecto presenta­
do por Juan Pujol que retomaba el plan de 1826 sobre la capitalización de Bue­
nos Aires, se ocupaba de la convocatoria e insistía en la necesidad de un go­
bierno provisional nacional hasta tanto el Congreso nombrara autoridades fe­
derales.
El primer punto revelaba el temor de las provincias frente a Buenos Ai­
res; cercenar su cabeza era una forma de prevenir problemas para el correntino
Pujol, en un todo de acuerdo con el doctor Derqui, de Córdoba, que también
apoyaba ese plan; el objetivo era tan claro que el rechazo de los otros asis­
tentes no se hizo esperar pese al corte unitario del proyecto que hubiera po­
dido provocar alguna adhesión por afinidades ideológicas. Pero se ha seña­
lado que la situación conflictiva no es reductible a esquemas simplistas; más
allá de una línea política, la cuestión central que oponía a porteños y provin­
cianos era la lucha por la hegemonía efectiva sobre todo el país.
Los argumentos opuestos al punto primero parecieron convencer a Urquiza
que, deseoso de evitar fricciones, propuso una nueva redacción. Pico y Vélez
Sársfield tomaron la tarea a su cargo y dejaron de lado los puntos uno y tres,
limitándose a tratar la forma de convocatoria al Congreso Constituyente; el

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nuevo proyecto, que reflejaba el pensamiento de los grupos influyentes porte­
ños, fue aprobado y, en apariencia, quedó como “la resolución” que se defen­
dería en San Nicolás.
Pero la actitud de Pujol, dispuesto a insistir en su plan primitivo, y la pro­
gresiva indefinición de Urquiza, presionado por sus consejeros provincianos,
avivó los recelos porteños. La renuncia de Alsina a su cargo ministerial y las
dificultades para reemplazarlo son claro indicio de un agravamiento en las re­
laciones entre los grupos.
Tales eran las circunstancias en momentos en que el doctor López debía
solicitar autorización amplia para discutir en San Nicolás; hombre de confian­
za de Urquiza y al mismo tiempo porteño, su posición difícil explica la actitud
que adoptó en la emergencia y que se limitó a requerir de la Legislatura un
permiso de asistencia.

Fie. 4.2. Vicente López y Planes.

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Las alternativas de la reunión de gobernadores y el acuerdo final confirma­
rían los temores del doctor López. Si bien la fedendización de Buenos Aires se
rechazó pese a la encendida defensa de Pujol, los gobernadores no se limitaron
a aprobar la convocatoria del Congreso Constituyente y resolvieron la forma­
ción de un gobierno provisional nacional hasta que fuera promulgada la Cons­
titución. Era, con excepción del primer punto, el plan de Pujol objetado por la
opinión pública porteña.
Con relación a la forma de convocatoria, la disidencia se planteó en torno
de los representantes fijados por provincia; el doctor Vélez Sársfield había
propuesto en la reunión del 5 de mayó la fórmula adoptada por la Constitu­
ción de 1826 -un diputado por cada quince mil habitantes- en tanto el Acuer­
do establecía un número fijo de dos a cada una, haciendo abstracción de su
mayor o menor población y riqueza, lo que neutralizaba a Buenos Aires.
Pero fue sobre todo la decisión de crear un gobierno provisional la que des­
pertó más fuertes resistencias, pues los amplios poderes otorgados -sobre los
que no existía posibilidad de control- hicieron pensar en una dictadura. El he­
cho de que el encargado de llevar adelante la gestión fuera un hombre que ha­
bía dado repetidas pruebas de desear un ordenamiento legal no disipó los te­
mores ante un nuevo gobierno jurídicamente discrecional.
El general Urquiza fue nombrado director provisional y prestó juramento
ante los gobernadores. A partir de ese momento quedaba facultado para apli­
car y ejecutar las declaraciones, facultades, principios y actos emanados del
Pacto Federal; concentraba en sus manos los poderes legislativo y ejecutivo y
recibiría el auxilio de un Consejo de Estado consultivo que él mismo habría de
designar.
El Acuerdo de San Nicolás, antecedente inmediato de la Constitución de
1853, se aprobó el 31 de mayo de 1852 y consta de 19 artículos; además de
instaurar el gobierno provisional, sé destacan entre sus resoluciones principa­
les la renovación del tratado del 4 de enero de 1831 (Pacto Federal), la convo­
catoria a un Congreso Federativo, la elección de los diputados a dicho Congre­
so de acuerdo con las leyes existentes en cada provincia aunque limitando su
número, la abolición de los derechos de tránsito interno y el otorgamiento al
general Urquiza del mando de todas las fuerzas militares, así como también de
la reglamentación de la navegación interior, la administración de correos y la
mejora de postas y caminos.
La Legislatura porteña no había otorgado poder a su gobernador para to­
mar decisiones y por lo tanto faltaba su aprobación al acuerdo; pese a ello, el
general Urquiza ya había sido investido Director, lo que indicaba la voluntad
de las restantes provincias de llevarlo adelante, cualquiera fuese la decisión de
Buenos Aires.
Esto produjo un revuelo extraordinario en la ciudad y aún antes de regresar
el doctor López y de conocerse el texto oficial y definitivo de lo firmado en

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San Nicolás fue claro que el gobernador sería violentamente cuestionado por
su participación. Éste reasumió el cargo el 14 de junio y envió a la Legislatura
el texto definitivo del Acuerdo con un mensaje explicativo, solicitando el pro­
nunciamiento de la Cámara que, a propuesta del doctor Vélez Sársfield, difirió
el problema hasta el día 21 de junio.
En los días que corrieron hasta el comienzo de las llamadas “jomadas de
junio” creció la desconfianza popular alentada por la prensa. El Nacional y
Los Debates hablaban de abuso y atropello y de la formación de un poder
irresponsable peor que el de la dictadura derrocada, aunque no proponían el
rechazo total del Acuerdo sino modificaciones de algunas de sus cláusulas,
pues tanto Vélez Sársfield, que escribía en el primero, como Mitre, que lo
hacía en el segundo, se declaraban partidarios de la organización; algunos de
los cambios referidos se vinculaban con el mando del ejército que debía per­
manecer bajo la autoridad de Buenos Aires ya que ésta habría de costearlo,
además del debatido asunto de la representación fija de dos diputados por
provincia; una vez más resulta claro a través de los puntos en disputa que la
lucha se planteaba en torno al posible ejercicio del poder real sobre todo el
país; el dominio de las fuerzas armadas y por otra parte el del Congreso, a
través del número de diputados alineados en cada sector, constituían la llave
para el logro de aquel objetivo.
Frente a estos ataques, un solo diario adicto a Urquiza, El Progreso, defen­
día el Acuerdo en su totalidad, pero sus palabras caían en el vacío pues las dudas
y recelos dividían apasionadamente a los protagonistas.
En las históricas sesiones de junio, el Acuerdo se discutió en detalle y fue
impugnado por varios legisladores, destacándose la participación de Mitre y
Vélez Sársfield; en defensa de lo actuado habló el doctor Vicente Fidel López,
ministro de Instrucción Pública e hijo del gobernador. De las actas surge la
correcta actuación de los oradores y la serenidad con que expusieron sus argu­
mentos en pro y en contra; sin embargo, la opinión pública cerró oídos a cual­
quier tipo de razonamiento y aun en el recinto de la Sala, la barra obstaculizó
en todo momento al doctor López. El diálogo resultó imposible ante el recha­
zo decidido de antemano por el endurecimiento de las distintas posiciones y
fue así como el objetivo nacional pareció desaparecer en aquellos momentos
ante la falsa disyuntiva de estar por o contra Buenos Aires.
A partir de aquel 22 de junio se esfumó todo posible entendimiento. Desau­
torizado y agredidos sus ministros, el doctor López y Planes presentó al día
siguiente su renuncia, de inmediato aceptada por la Legislatura que decidió
reunirse el 24 para poner en posesión del gobierno al general Pinto en su ca­
rácter de presidente de la Cámara.
Pero en esta oportunidad el general Urquiza actuó y lo hizo con rapidez; el
mismo 23 redactó una nota en Palermo en la que declaraba disuelto el cuerpo
legislativo y resolvía asumir provisionalmente el gobierno de la provincia “por

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considerar la situación actual completamente anárquica y hallarse persuadido
de que su primer deber era salvar a la patria de la demagogia, después de haberla
libertado de la tiranía”. Fue así como los diputados, reunidos para entregar el
gobierno al general Pinto, escucharon en cambio la orden de cesar en sus fun­
ciones.
A la disolución siguió la suspensión de diarios y clausura de imprentas, el
encarcelamiento de los diputados Mitre, Vélez Sársfield, Pórtela y Ortiz Vélez
y la deportación del doctor Alsina. Una parte del ejército avanzó sobre la ciu­
dad en previsión de desórdenes y el Director, en uso de las facultades conferi­
das por el Acuerdo, volvió a nombrar gobernador provincial al doctor Vicente
López y Planes el 26 de junio; ante su renuncia un mes más tarde, el general
Urquiza asumió personalmente el cargo, auxiliado por el voto consultivo del
Consejo de Estado, hasta tanto se “restableciera la autoridad provincial”, y en
el deseo de encontrar un mayor apoyo interno, nombró a antiguos rosistas para
ocupar siete de los quince puestos que componían el Consejo.
Entre las diversas medidas tomadas bajo su gestión directa, merecen citar­
se la abolición de la pena de muerte para los crímenes políticos, la suscripción
de un tratado de navegación y límites con el Paraguay y otro de comercio y
navegación con Portugal, el nombramiento de comisiones para redactar los
códigos civil, penal y comercial -e l doctor Vélez Sársfield, exiliado después
de junio fue nombrado para redactar el primero-, el establecimiento de la mu­
nicipalidad de Buenos Aires, la fijación de tarifas aduaneras y la revocación
del decreto que confiscaba los bienes de Rosas. También se realizaron eleccio­
nes para elegir diputados al Congreso Constituyente, las que tuvieron lugar en
agosto y, como era previsible, fueron designados los dos candidatos oficiales:
Del Carril y Lahitte.
En líneas generales, la gestión de Urqujza en la provincia siguió una ten­
dencia progresista similar a la sustentada por los sectores liberales porteños,
pero estas coincidencias no solucionaron la situación de enfrentamiento y el
director debió apelar a la fuerza de las armas para mantenerse; por encima
de cualquier consideración práctica, su presencia era sufrida como un
avasallamiento.de la autonomía provincial, más insoportable por contraste con
el respeto guardado a los restantes Estados; y la oportunidad de sacudir este
dominio se presentó el 8 de setiembre al embarcarse el Director rumbo a Santa
Fe para asistir a la apertura de sesiones del Congreso.
La revolución, nunca aplastada del todo, estalló el 11 de setiembre y se com­
prometieron en ella los opositores de junio y militares del ejército nacional cuya
defección reciente se había precipitado con la designación del general Galán
como gobernador interino de la provincia en ausencia de Urquiza; por su gra­
do, y mando de tropas, merece citarse entre los últimos a los generales Pirán y
Madariaga, comandantes de los destacamentos correntinos, el primero de los
cuales, dada su antigüedad, fue designado jefe militar del movimiento.

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En perfecta sincronización, la revolución triunfó sin disparar un tiro, se tomó
prisioneros a los jefes leales a Urquiza y, en cumplimiento de los planes traza­
dos, el ejército entregó el gobierno a los civiles. En pocas horas se reinstalaron
las autoridades provinciales de acuerdo con la ley del 23 de junio que nombró
Gobernador Provisional al general Pinto, y éste formó su gabinete con Valentín
Alsina, Francisco de las Carreras y el general José María Pirán.
El movimiento, con apoyo popular en la ciudad, se afirmó también en la
campaña, favorecido por la adhesión de algunos generales como José María
Flores y Ramón Bustos, comandantes de la zona del norte y la desmoraliza­
ción de las tropas de Galán que se había retirado de Palermo al estallar la re­
vuelta. El general Urquiza, al conocer los sucesos, marchó sobre la ciudad en
rebeldía, decidido a terminar con los que creía que eran sólo “unos pocos
anarquistas” pero al llegar a San Nicolás el 17 y enterarse del amplio apoyo
recibido por el movimiento tanto en la ciudad como en la campaña y de la defec­
ción de sus jefes, optó por retirarse a Entre Ríos para evitar una lucha inútil;
así lo hizo saber al gobierno de Buenos Aires por intermedio del coronel Báez,
que llegó a un acuerdo con el gabinete porteño para permitir la salida hacia su
provincia de las fuerzas entrerrianas que aún permanecían en la ciudad. Mere­
ce subrayarse la actitud de Buenos Aires durante las negociaciones con res­
pecto al cargo de Urquiza al que se dirigieron como gobernador de Entre Ríos
y no como director provisional como refirmación de su negativa a la acepta­
ción de dicho nombramiento.
Ciudad y campaña, civiles y militares, rosistas y emigrados se unieron para
restaurar la soberanía de la provincia, aunque sin perder de vista el objetivo
nacional del que Mitre se perfiló como líder entusiasta. Redactor del mani­
fiesto revolucionario, expuso allí los deseos de lograr la organización del país
a la cual aspiraba la mayoría de sus comprovincianos y él mismo y que a la
larga triunfaría sobre la aspiración secesionista de los llamados grupos auto­
nomistas.
Una serie de medidas orientadas a modificar las relaciones existentes con
el resto del país se tomaron de inmediato: la provincia declaró que no recono­
cería ningún acto emanado del Congreso de Santa Fe al que no aceptaba como
autoridad nacional “convocada e instalada debidamente” y ordenó el retiro de
sus dos diputados elegidos en agosto, y en lo relativo al ejercicio de las rela­
ciones exteriores, revocó la delegación hecha en Urquiza. Estas leyes implica­
ban la desvinculación de Buenos Aires de la Confederación y en represalia, el
gobierno confederado decidió considerarla potencia extranjera a los electos del
comercio, lo que a su vez motivó una serie de disposiciones del gobierno pro­
vincial para obtener la adhesión de las restantes provincias: el envío de una
misión al interior del país, el reconocimiento, de la independencia del Paraguay
y la concesión de la libre navegación del río Paraná fueron los proyectos apro­
bados por la Sala de Representantes, al tiempo que se preparaba un decreto

33
reglamentando el libre tránsito y depósito de mercaderías, destinado a facilitar
el comercio interprovincia!.
La misión de explicar a las provincias los alcances del movimiento revolu­
cionario y obtener su adhesión recayó en el general José María Paz, que partió
de Buenos Aires el 16 de octubre pero no logró llevarla a cabo pues se le impi­
dió cruzar siquiera los límites del Estado. Las provincias habían cerrado filas
en torno de Urquiza y atendían a la cercana organización que el general repre­
sentaba más que a las cuestiones formales enarboladas por Buenos Aires; pri­
mero Santa Fe y luego Córdoba impidieron el paso al comisionado y la revo­
lución quedó aislada.
Valentín Alsina, gobernador electo de Buenos Aires desde el 31 de octu­
bre, y su ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Bartolomé Mitre,
pusieron entonces en marcha una política de agresión abierta contra Urquiza
con el objetivo inmediato de precipitar los acontecimientos antes de la re­
unión del Congreso que, sin duda, habría de dificultar la posición de la pro­
vincia al legitimar lo actuado por el Director. Para ello se estimaba contar
con el apoyo de Corrientes y dentro de San Juan, Córdoba, Mendoza y San­
tiago del Estero con grupos que provocarían conmociones internas en las res­
pectivas provincias. Con este balance, Buenos Aires inició las acciones en­
viando tropas contra Entre Ríos, a las órdenes del general Madariaga y del
coronel mayor Manuel Hornos, que debía acompañarse con la invasión a
Santa Fe, dirigida por el general Paz, y una reacción en las provincias del
norte, encabezada por Antonino Tabeada, hermano del gobernador de San­
tiago del Estero.
El plan, cuidadosamente preparado, experimentó las primeras dificultades
al fracasar la misión personal de Paz, impedido como ya se ha visto de tomar
contacto directo con los grupos adictos del Interior y recibió un golpe definiti­
vo con la rápida reacción de Urquiza qué batió a las fuerzas invasoras de Entre
Ríos, abandonadas a último momento por su aliado más valioso, el goberna­
dor correntino Pujo!; a estos contratiempos se sumó el levantamiento en arma?
del coronel Lagos, comandante general del centro de la provincia, que inició
una revuelta interna contra la política del doctor Alsina.
Este movimiento estalló a principios de diciembre de 1852 y logró el apo­
yo de sectores importantes de la campaña que, si bien se habían adherido al
movimiento de setiembre en lo que tocaba a la autonomía provincial, no de­
seaban iniciar un conflicto generalizado para obtener el dominio de la nación;
en líneas generales, por lo tanto, puede estimárselos alineados en el programa
de organización llevado adelante por Urquiza.
Los acontecimientos precipitaron a su vez la crisis dentro de la misma ciu­
dad de Buenos Aires y los opositores al gobierno rompieron el frágil pacto que
los había unido en la lucha por la recuperación de los poderes internos y traba­
jaron por el derrocamiento de Alsina. Sitiada la ciudad y jaqueado desde den-

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tro, el gobernador presentó su renuncia el 6 de diciembre siendo reemplazado
por el general Pinto, presidente de la Legislatura.
Desaparecido Alsina de la escena, quedó eliminado el principal motivo de
la rebelión, pese a lo cual el conflicto continuó por varios meses; la situación
de los sitiadores frente a las autoridades porteñas, sus indemnizaciones y gra­
dos fueron algunos de los puntos sobre los que no se arribó a ningún acuerdo y
en tanto se alargaban las tratativas la situación se complicó con la intervención
abierta de Urquiza en favor de Lagos y la actitud intransigente de la ciudad,
que conocía los graves problemas económicos de los sitiadores y podía por su
parte soportar sin mayores dificultades el bloqueo por tierra y agua.
Mientras las negociaciones se sucedían sin llegarse a un avenimiento, el
Congreso Nacional sancionó la Constitución federal en la que se exigía a Bue­
nos Aires la entrega de la aduana en condiciones que la ciudad juzgó inacepta­
bles; entretanto el largo sitio conspiraba en favor de los sitiados que, poseedo­
res de medios suficientes, aprovecharon la falta de recursos del enemigo e ini­
ciaron con buen éxito una política de soborno: el 20 de junio, el comandante
Coe entregó la escuadra y poco después las tropas de tierra comenzaron el des­
bande, pagadas en parte por el dinero porteño.
El episodio revolucionario de Lagos se cerró el 13 de julio de 1853, día en
que Urquiza abandonó la ciudad de Buenos Aires escoltado por representantes
diplomáticos extranjeros y a partir de entonces la división de hecho quedó le­
galizada.
Simultáneamente con estos sucesos, la decisión de convocar a un Congreso
Constituyente había sido llevada a la práctica sin la presencia de Buenos Ai­
res; los diputados se reunieron a fines de 1852 y el 20 de abril de 1853 la comi­
sión constituida a tal efecto presentó al Congreso su propuesta de Carta. El
proyecto, inspirado en las Bases de Juan Bautista Alberdi y las constituciones
de los Estados Unidos, Suiza y Chile, fue aprobado el Io de mayo y adoptado
como Constitución Nacional; en ella se fijaba la forma representativa, republi­
cana, federal de gobierno; la división de poderes en legislativo, ejecutivo y
judicial; los derechos y garantías de las personas; la adopción de la religión
católica como credo oficial sostenido por el Estado y toda una serie de normas
relativas al funcionamiento jurídico del país.
Ya se ha señalado la resistencia que provocó en Buenos Aires la nacionali­
zación de la aduana, establecida en la Constitución; a ello se añadió la disposi­
ción sobre federalización de la ciudad -otro aspecto del mismo problema que
afectaba su hegemonía- y el artículo referente a las prerrogativas asignadas al
Ejecutivo en el que se legalizaba la concentración de poderes frente a los cuer­
pos legislativo y judicial.
La federalización y la pérdida consiguiente de la aduana no fueron consen­
tidas y la Confederación no contó con medios para imponerla por la fuerza; en
cuanto a la acumulación de poderes, acontecimientos posteriores demostraron

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que se trataba más de una cuestión centrada en la persona que los ejercía que
de una objeción de fondo. Después de 1862, con la dirección del país en sus
manos, Buenos Aires no volvió a plantear el problema.
Aceptado el cisma de hecho en julio de 1853, ambas partes iniciaron por
separado la tarea de organizarse. Sobre la base de la Constitución de 1853, la
Confederación comenzó a estructurar el gobierno federal fijando en primer
término el mecanismo para designar electores para presidente y estableciendo
un gabinete formado por los ministros de Interior, Hacienda y Relaciones Ex­
teriores para que reemplazara a Urquiza en el manejo de las cuestiones inter­
nacionales que desempeñaba en forma provisional.
Realizados los comicios, el general Urquiza fue electo presidente por seis
años y el doctor Salvador María del Carril completó la fórmula como vice,
cargos que asumieron el 5 de marzo de 1854 en la ciudad de Santa Fe, mien­
tras el Congreso Constituyente se disolvía por propio acuerdo. Con la forma­
ción del gabinete, compuesto por cinco ministros -Relaciones Exteriores, Ha-

F ia . 4 .3 . F a c u n d o Z u v ir ía y s u s h ijo s. Ó le o d e A m a d e o G r a s ,

36
cienda, Guerra y Marina, Interior y Justicia, Culto e Instrucción Pública-3 la
elección de las dos cámaras legislativas que comenzaron a sesionar a fines de
octubre de ese año y el nombramiento de la Corte Suprema4 se fijó la estructu­
ra formal del gobierno de la Confederación, con sede en la ciudad de Paraná,
federalizada provisionalmente a tal efecto ante la imposibilidad práctica de
hacerlo en Buenos Aires; a tal efecto, más tarde, la federalización se extende­
ría a toda la provincia de Entre Ríos.
Con excepción de Buenos Aires, las provincias juraron esta Constitución y
aceptaron el gobierno nacional. Conviene, sin embargo, recordar que esta ad­
hesión mayoritaria no implicaba total unificación del Estado por puro y simple
respeto a la Ley Fundamental; el sistema de caudillos, aún vigente en las pro­
vincias, aunque se llamasen gobernadores y mantuviesen una serie de institu­
ciones conexas de tipo representativo, mantenía de hecho la unión sobre la base
de las lealtades personales al presidente electo.
Se ha visto más arriba que la política de Urquiza, desde los primeros mo­
mentos posteriores a Caseros, fue la de manejarse con los elementos dominan­
tes en las provincias sin llegar a enfrentamientos abiertos, lo que le permitió
más tarde mantener la unión pese a los conflictos entre caudillos que mante­
nían al Interior, si no en guerra interna, por lo menos al borde de ella o en ope­
raciones localizadas. Como ejemplo de la inestabilidad política de la
Confederación basta recordar el constante clima bélico y las complicadas in­
trigas existentes en las provincias de Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca
y Salta, todas ellas empeñadas en el control de la región por medio de partida­
rios locales. Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán, había sido depues­
to por una revolución mientras asistía a la reunión de San Nicolás y al hecho
no fue ajena la familia Taboada, dueña de los destinos de Santiago del Estero;
Gutiérrez recuperó el poder con el apoyo de Catamarca y de aliados internos a
principios de 1853 y poco después atacó a su vez al gobernador de Salta, agra­
vando el conflicto latente en el Noroeste; vencido por las fuerzas conjuntas de
Santiago del Estero y Salta y derrocado por segunda vez, no por ello desapare­
ció de la escena política. Parecida situación atravesó en la provincia de San
Juan el gobernador Benavides, expulsado del poder tan pronto se trasladó a San

3. El primer ministerio de Urquiza estuvo formado por ios doctores José Benjamín Gorostiaga
(Interior), Facundo Zuviría (Hacienda), Mariano Fragueiro (Relaciones Exteriores), Juan María
Gutiérrez (Justicia, Culto e Instrucción Pública) y el genera! Rudecindo Alvarado (Guerra y
Marina). El doctor Zuviría no llegó a tomar posesión pues dimitió ei cargo, siendo reemplazado
por el doctor Gutiérrez. La cartera de Justicia, Culto e Instrucción Pública se confió al doctor
Santiago Derqui.
4. Pese a que el Ejecutivo nombró los magistrados que debían integrar la Suprema Corte y
las Cortes de circuito (juzgados federales de provincias), las dificultades de la época impidieron
su funcionamiento regular por lo que el Poder Judicial no se constituyó como los dos restantes.

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Nicolás y luego repuesto por un movimiento adicto. En el Litoral, Nicanor
Cáceres intentó derribar al gobernador correntino Pujol con una invasión pre­
parada en Entre Ríos y que contaba con la aprobación de Urquiza y el apoyo
porteño; sofocada la intentona, Cáceres fue devuelto a Entre Ríos, pero aunque
el gobierno nacional desaprobó oficialmente el hecho, Urquiza lo mantuvo en
reserva como elemento de contrapeso para frenar al gobernador correntino.
Sobre esta política de equilibrio se conservó la unidad, precaria en la medi­
da en que se apoyaba en la adhesión personal pero políticamente útil frente al
conflicto con Buenos Aires. Sin embargo, su imprevisible continuidad, una vez
desaparecido Urquiza de la escena, la inestabilidad constante, que dispersaba
esfuerzos, y en especial las gravísimas cuestiones económicas en que se deba­
tía el gobierno nacional debilitaron seriamente su posición y disminuyeron sus
posibilidades de juego político. En abierto contraste, el Estado porteño desco­
nocía estos problemas; sin compromisos básicos dentro y fuera del país y sin
angustias financieras, especuló hábilmente con el deterioro de la Confedera-

F ic. 4 .4 . F r a y M a m e r to E s q u iú .

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ción, superior en elementos bélicos pero incapacitada por los factores indica­
dos para emplear eficazmente sus fuerzas contra la provincia rebelde. Buenos
Aires negoció o sobornó según las circunstancias, ganó tiempo, y el tiempo
trabajó en su beneficio agudizando la difícil situación de su oponente; minado
en lo político, reducido a un estado de falencia por falta de recursos, el gobier­
no nacional era sólo una experiencia condenada cuando recibió el golpe de
gracia en la batalla de Pavón.
Sin embargo, el hecho de que se organizara formalmente y que paralela­
mente se llevara a cabo en Buenos Aires un proceso similar configuró la muy
particular situación de un país dividido en dos entidades con un status de nacio­
nes soberanas o muy cercano a él, pese a considerarse partes de la misma repú­
blica. Y es importante señalar que de las relaciones que ambas mantuvieron du­
rante este período resultó un avance evidente en el proceso hacia la unificación
económica, aunque parecería lejano el mismo objetivo en el plano político.
Inmediatamente después de la revolución de setiembre, Buenos Aires rea­
lizó un serio intento en tal sentido mediante el empleo de la fuerza; el fracaso
de la maniobra y la revolución de Lagos modificaron dicha política y pospu­
sieron tanto en la provincia como en la Confederación la solución del conflic­
to por esta vía, excepción hecha de acciones aisladas, orientadas más que nada
a una labor de hostigamiento.
Influyeron en esta actitud algunos de los problemas que aquejaban al go­
bierno nacional y que han sido señalados en forma sumaria; en Buenos Aires,
el ascenso de grupos partidarios del localismo que desplazaron del poder a los
nacionalistas a fines de 1852 trabajaría en el mismo sentido, derivando la pre­
ocupación de los porteños hacia su propia organización.
De allí que a la muerte del general Pinto, ocurrida a mediados de 1853, su
sucesor Pastor Obligado, se aplicara de inmediato a obtener la adopción de una
constitución para la provincia, que fue jurada en mayo de 1854.
Se hace notar que en los debates que precedieron a su aprobación, los sec­
tores nacionalistas con Mitre a la cabeza, se habían opuesto a la mayoría
localista, simpatizante con la idea de un Estado soberano que legalizaría el ais­
lamiento; pero, si bien los argumentos de Mitre sobre la falta de derecho de la
Legislatura para crear la nacionalidad porteña “porque una provincia que se
reconoce parte integrante de una nación que preexiste, aunque no se halle incor­
porada a ella de derecho, no puede legislar sobre esa materia que es de la exclu­
siva competencia de la soberanía nacional...” no obtuvieron mayoría y triunfó
el localismo, la nueva Constitución no llegó a consagrar la separación definitiva.
En la medida en que la división era un hecho, ambas partes se aplicaron a
mantener un modus vivendi que hasta 1862 osciló entre el contacto pacífico
-fuese económico o político- y los enfrentamientos abiertos en ambos campos.
Ya se ha señalado el estado de la opinión en Buenos Aires con respecto al
tipo de relaciones posibles con la Confederación; el grupo mayoritario, parti-

39
dario de una política autonomista y si cabe agresiva, fue moderado en parte
por la tendencia a solucionar los problemas de convivencia por las vías pacífi­
cas, que tendía más claramente a la unidad nacional. Esta dualidad se observa
también en la Confederación, que mantuvo una actitud oscilante entre el ata­
que y el acuerdo.
Retirado Urquiza de Buenos Aires en 1853, la situación no experimentó ma­
yores variantes hasta noviembre de 1854, fecha en que un grupo de emigrados
luego de la revolución de Lagos invadió la provincia desde Santa Fe a las órde­
nes de Jerónimo Costa; derrotados por Hornos el 8 de ese mes en la batalla de
Tala y obligados a reingresar en territorio de la Confederación, el episodio, aun
cuando no había contado con el apoyo armado de Urquiza y fue condenado por
el gobierno nacional, dificultó las relaciones e intensificó los preparativos arma­
dos por ambas partes, acercando una vez más el peligro de la guerra civil.
En tales circunstancias, dos importantes hombres de negocios, José María
Cullen, futuro gobernador de Santa Fe, y Daniel Gowland, iniciaron una ges­
tión privada para tratar de dar con una solución de avenimiento y hacia fines
de noviembre se ofrecieron a Urquiza como mediadores en el conflicto que por

F ie . 4 .5 . P la z a d e la V ic to r ia , la C a te d r a l y la c a s a d e R ig lo s . J u r a d e la C o n s titu c ió n e l 2 3 d e
m a y o d e 1 8 5 4 ( A r c h iv o G e n e r a l d e la N a c ió n ) .

40
cierto no era deseado por ninguno de los dos gobiernos; aceptados de inmedia­
to, fueron comisionados para negociar con el gobierno porteño, que a su vez
los recibió con beneplácito. Las tratativas progresaron rápidamente y el 20 de
diciembre se firmó un convenio por el que se estableció el armisticio entre
Buenos Aires y la Confederación sobre la base del statu quo; el tratado defini­
tivo, firmado el 8 de enero de 1855, fue suscrito por Santiago Derqui y Juan
del Campillo (ministros del Interior y de Hacienda respectivamente) en nom­
bre de la Confederación y Juan Bautista Peña en representación del Estado de
Buenos Aires.
No habremos de entrar aquí en detalles sobre la marcha de las conver­
saciones; interesa en cambio puntualizar el contenido del tratado que evitó por
el momento la lucha en el plano económico al reconocer la unidad del sistema
mercantil y mantuvo oficialmente la amistad entre los dos gobiernos por algo
más de un año. En él, ambos se comprometieron a defender la unidad del terri­
torio nacional y a colaborar en la lucha contra el indígena y aceptaron el prin­
cipio de que la separación de Buenos Aires no alteraba las leyes de la nación;
acordaron el uso de la misma bandera para los buques matriculados en la Con­
federación y en la provincia y autorizaron la introducción y circulación libre
de productos nacionales en ambas jurisdicciones; en lo que respecta a las mer­
caderías extranjeras salidas de los puertos del Estado de Buenos Aires para la
Confederación o viceversa, no pagarían otros ni mayores derechos que los que
fueran impuestos a los que procediesen de otros mercados; el tránsito de mer­
caderías podría efectuarse por agua o tierra y se establecería una oficina de
registro sobre la frontera; también se fijaron normas para facilitar las comuni­
caciones internas.
Importante paso en favor de la unificación económica, el tratado no solu­
cionó, en cambio, el problema de la división política, sin duda el punto más
difícil, habida cuenta de los complicados intereses en juego donde se mezcla­
ban la cuestión de la hegemonía, las prevenciones personales e intrigas locales
y los intereses de algunos países extranjeros favorecidos por la desunión inter­
na de la Argentina.
Durante el corto período de relaciones oficialmente cordiales que siguió al
arreglo, los pasos encaminados a obtener la unión como los episodios que difi­
cultaron las negociaciones y llevaron a la abrogación de los tratados, pueden
resumirse cronológicamente del modo siguiente: en abril de 1855 la Confede­
ración designó a Daniel Gowland su agente comercial en Buenos Aires, a fin
de que se ocupase a su paso por aquélla del comercio de las provincias; al mis­
mo tiempo lo instruyó para iniciar conversaciones sobre la actitud conjunta a
asumir ante el problema planteado en esos momentos entre Brasil y Paraguay y
también para tocar la cuestión de la defensa de las fronteras contra los indios.
En julio, un conato de revuelta organizado por ¡os antiguos partidarios de
Lagos, emigrados a Montevideo y con algunas conexiones en los sectores ru­

41
rales de la provincia, aunque fue sofocada con rapidez, provocó la renuncia de
Ireneo Pórtela, ministro de Gobierno de Obligado; para reemplazarlo se nom­
bró al doctor Valentín Alsina, que encaró de inmediato un proyecto de relacio­
nes entre el gobierno nacional y la provincia, enviando a tal efecto a Juan Bau­
tista Peña para negociar. En las instrucciones se le encomendaba lograr una
mayor cooperación entre los dos gobiernos, atendiendo a la situación plantea­
da entre Brasil y Paraguay, que podía envolver a la Argentina; acordar una ayuda
mutua en caso de invasión (y aquí pesaba la sospecha porteña sobre la colabo­
ración otorgada por Urquiza a los emigrados que periódicamente trataban de
retornar al poder); discutir el derecho de Gowiand a cobrar impuestos sobre
bienes en tránsito a la Confederación; tratar de unificar la representación con­
sular en el extranjero y solicitar de la Confederación que no contratara más
empréstitos pues, de lograrse la unificación, éstos gravarían los ingresos de la
aduana de Buenos Aires.
Peña viajó a Paraná en noviembre de 1855 y entretanto se produjeron algu­
nos incidentes que dificultaron luego su gestión: uno de ellos fue la nota enviada
con fecha 10 de octubre a Buenos Aires por el ministro del Interior de la Confe­
deración, doctor Santiago Derqui, transmitiendo a la provincia una resolución
del Congreso nacional, que expresaba el deseo de su pronto reingreso junto a las
demás, pero que el ministro complementó con algunos términos poco diplomá­
ticos y casi agresivos que dejaban traslucir la decisión del gobierno de Paraná de
utilizar, llegado el caso, cualquier medio para lograr la unión. También recrude­
cieron los ataques indígenas a la frontera sur de la provincia, y creció la sospe­
cha sobre la complicidad tíe Urquiza en estas depredaciones. Por último, otra
tentativa fracasada de los emigrados en ese mismo mes contribuyó a disipar el
clima de tranquilidad necesario para llevar adelante las negociaciones.
Iniciadas a mediados de diciembre entre el enviado porteño y los ministros
de la Confederación, Juan de! Campillo y Santiago Derqui, las conversaciones
se deslizaron con escaso entusiasmo, complicándose por el poco hábil desem­
peño del comisionado Peña, que puso fin a su misión sin ningún resultado po­
sitivo a fines de enero de 1856. La situación, agravada por las intrigas desarro­
lladas durante las negociaciones, se tornó explosiva en ese mismo mes de ene­
ro al producirse una nueva invasión a Buenos Aires, procedente del sur de Santa
Fe, al mando de José María Flores; pese a la escasa importancia del hecho y a
la victoria de las fuerzas porteñas comandadas por Mitre que dispersó a los
atacantes y ejecutó a los prisioneros (entre ellos Jerónimo Costa), la invasión
dio el pretexto para terminar con el statu quo y los tratados; los porteños acu­
saron de complicidad a la Confederación, y el gobierno de Paraná, en nota fir­
mada por Derqui, protestó en términos poco conciliadores contra la violación
de la frontera cometida por las fuerzas de Mitre al perseguir a los invasores.
Hacia mediados de marzo Derqui comunicó oficialmente a Buenos Aires la
abrogación de los convenios, y en una circular a las provincias en la que daba

42
a conocer la nueva situación dejó traslucir con toda claridad la decisión de re­
currir a la fuerza para obligar a la provincia rebelde a incorporarse en igualdad
de condiciones al gobierno nacional.
Entre marzo de 1856 y octubre de 1859, momento en que se produce el
enfrentamiento armado en Cepeda, ambos gobiernos buscaron afirmarse polí­
ticamente en el plano internacional como un modo de establecer supremacías
mediante el reconocimiento diplomático, al tiempo que desplegaban una serie
de maniobras económicas destinadas a debilitar al adversario. En la pugna, los
gravísimos y cada día más agudos problemas financieros que lo aquejaban
obligaron al gobierno nacional a medidas extremas para sostenerse; pero la
estructura económica del país conspiraba en favor de su rival e invalidó sus
esfuerzos. En vano proliferaron las aduanas, se intentó implantar el papel mo­
neda, se establecieron los derechos diferenciales... La única fuente importante
de dinero era la aduana de Buenos Aires y allí confluía el comercio y se multi­
plicaban los intereses extranjeros, todos factores que a su tumo habrían de pe­
sar en la lucha diplomática por el reconocimiento de las grandes potencias.

F ia. 4 .6 . D e r q u i (A r c h iv o G e n e r a l d e la N a c ió n ).

43
II. LA ECO N OM IA

1. Apogeo de la Argentina tradicional y beneficios de la coyuntura.


Avance de la unificación económica

En las páginas anteriores se ha examinado una primera etapa en el difi­


cultoso camino hacia la unificación política; en conexión con el mismo pro­
ceso y en algún caso como consecuencia directa de las decisiones tomadas
a lo largo de él, se fueron dando las condiciones necesarias para llegar tam­
bién a la unificación económica. Porque es preciso señalar que la unidad
jurídica alcanzada en 1862 no se tradujo automáticamente en esa unificación
económica, al tiempo que en los años de la división se lograron avances en
tal sentido pese al manifiesto endurecimiento de las soluciones políticas.
Un ejemplo en este sentido lo da el acuerdo de gobernadores celebrado en
San Nicolás en 1852: si bien sus decisiones provocaron la división, algunas de
ellas, referidas a problemas económicos, no fueron cuestionadas y señalaron
un progreso en las aspiraciones unificadoras, así la abolición de los derechos
de tránsito, que implicaba la supresión de las aduanas interiores como paso
previo a una política económica única para todo el país.
Cierto es que en la práctica no fueron raras las violaciones provocadas por
los mismos funcionarios que habíanse acordado en aquel punto; situaciones
financieras premiosas llevaron a menudo a la creación de impuestos locales
que con nombres diversos no eran más que gravámenes a las mercaderías en
tránsito; esas transgresiones nacidas de la necesidad sólo postergaron la apli­
cación general de este principio.
A medidas como la indicada se agregó la incidencia de factores corres-

45
pendientes al sector externo, tales como la coyuntura favorable para los produc­
tos pecuarios en la década 1850-1860: resultado del ciclo económico y de la re­
tracción rusa del mercado a consecuencia de la guerra de Crimea, benefició
directamente a los sectores tradicionales de la economía nacional. Pero la exis­
tencia de coyunturas favorables no es un hecho nuevo y pese a que ésta fuera
excepcional por la conjunción de los factores citados, la razón de su especial in­
cidencia debe rastrearse en un ámbito que exceda al de su propio dinamismo.
Y aquí es preciso hacer referencia a la evolución del sistema capitalista. En
efecto, a mediados del siglo XIX este proceso se convierte en la forma predo­
minante de producción de los grandes centros fabriles y entre las vanadas con­
secuencias que acarrea su expansión, cabe señalar el rápido incremento en la
producción de manufacturas, la búsqueda de nuevos mercados y la necesidad
de regulares fuentes de aprovisionamiento tanto de materias primas como de
alimentos; recuérdese el fuerte crecimiento urbano, uno de los fenómenos co­
nectados con la industrialización en los países afectados y que crea a su vez
problemas en el sector agropecuario de los mismos. Y para terminar con esta
enumeración que no pretende abarcar el fenómeno en toda su complejidad sino
subrayar aquellos caracteres vinculados con nuestra evolución, señalemos el
progreso tecnológico, la acumulación de capitales disponibles y el inevitable
aumento de la competencia internacional.
Resulta casi innecesario aclarar que su incidencia se ejerció en forma pro­
gresiva aunque ya en este período puede advertirse una mayor regularidad en
las comunicaciones con los centros, fruto de las necesidades metropolitanas
que buscan acercar a las zonas marginales; de la comunicación regular se deri­
va un conocimiento permanente de la situación de los mercados y por lo tanto
la posibilidad de respuestas locales a la coyuntura económica mundial; puede
además especularse mejor con los precios porque aumentan las bodegas dis­
ponibles para transportar la producción.
Acercamiento y coyuntura favorables; pese a los problemas políticos que
dificultan la unificación, estos hechos contribuirán a su avance sostenido a lo
largo de la década.
Los cambios no son todavía notables, la estructura productiva se adecúa sólo
lentamente a las nuevas condiciones internacionales. Años de trabajosos ajus­
tes ios de esta etapa, más de transición que de inicio real del proceso expansi­
vo que experimenta el país en la segunda mitad del siglo XIX.
Hemos señalado más arriba que una de las consecuencias inmediatas deriva­
das de la coyuntura y de la regularidad en los contactos con el exterior es el apo­
geo de los sectores vinculados con la producción pecuaria; esto se traduce en una
prosperidad general que afecta a sectores amplios de la población pero contribu­
ye sobre todo a la afirmación de los aspectos tradicionales de la economía.
El fenómeno abarcó prácticamente el país entero aunque con distinto ritmo se­
gún las tres regiones que ofrece el encuadre económico de la época -Buenos Ai­
res, Litoral y provincias interiores- y que habremos de examinar por separado.

46
La más fuerte productora pecuaria del país es sin lugar a dudas Buenos Ai­
res y mantiene su hegemonía pese a las serias dificultades que provoca en su
campaña la situación política; periódicas invasiones de los emigrados, levan­
tamientos de jefes de campaña, correrías indígenas favorecidas por el debilita­
miento de la vigilancia en las fronteras,5 y repetidas levas de hombres para el
ejército, afectan sistemáticamente las labores rurales y restringen la produc­
ción. Uno de los problemas urticantes en las relaciones con la Confederación
nace precisamente de la sospechada complicidad urquicista en las depredacio­
nes llevadas a cabo por indios e invasores; los perjuicios ocasionados debían
ser grandes pues el tema vuelve una y otra vez y es siempre Buenos Aires la más
interesada en lograr acuerdos de defensa mutua.
Nos encontramos entonces frente a la disminución de los volúmenes produ­
cidos en la provincia cuyos “stocks” mermados como consecuencia de las ma­
tanzas excesivas que siguieron al levantamiento del bloqueo anglofrancés se vie­
ron después afectados por los hechos que mencionamos.
Sin embargo, la prosperidad de los sectores vinculados es bien evidente y
surge sólo en parte de los buenos precios de estos productos en el mercado in­
ternacional;6 cueros y sebos son los más favorecidos, en tanto las lanas sufren
fuertes oscilaciones con tendencia al descenso, pese a lo cual el ovino es el ele-

5. Los límites de la frontera habían sufrido un retroceso apreciable durante este período en rela­
ción con los establecidos en 1833. La lucha con el indígena se mantuvo a lo largo de estos años y dio
lugar a una serie de combates sangrientos, entre ellos el de Pigüé, en 1858, en que fueron derrotados
los indios pampas dirigidos por el cacique Calfucurá. Los malones se frenaron temporariamente
en 1859 luego de las expediciones comandadas por los coroneles Paunero, Conesa y Granada.
6. Precios de cueros, sebo y lana sucia en el mercado internacional:

Cueros Sebo Lana sucia


(peniques (chelines (francos por kg)
por libra) por quintal inglés)
1851 6 1/4 45 1/2 1841/1852 1,95
1852 4 7/8 35 1/2 -

1853 7 1/8 46 1/2 1,85


1854 8 1/4 44 1,75
1855 8 3/4 50 1/2 1,75
1856 10 1/2 45 1,56
1857 14 1/2 59 1/4 1,50
1858 10 1/2 52 1/2 2,12
1859 11 1/4 57 1/2 2,12
1860 12 1/2 52 1/2 2,25

Los cueros son secos y tanto estos precios como los del sebo corresponden al mercado de
Londres; los de lana aAmberes. Todos ellos han sido recogidos porTulio Halperin, en el primer
caso de la publicación L o n d o n M e r c a n til e P r iz e C o u r a n t y en el caso de la lana calculada por él
mismo a partir de fuentes diversas.

47
mentó dinámico del período merced a características propias del sector. Entre
ellas, la nacionalidad de los productores, casi siempre extranjeros y eximidos
por lo tanto de levas y otras prestaciones gracias a la vigilante protección con­
sular, la ubicación de las zonas de cría en regiones menos expuestas al ataque
indígena y cercanas a los puntos de embarque que los liberó de destrucciones
y facilitó el transporte a puerto; la calidad del producto debido a un adelantado
proceso de mestización que ofreció también más oportunidades de comer­
cialización y, al mismo tiempo, un razonable nivel de organización permitie­
ron a los criadores encarar con rapidez un aumento en la producción para com­
pensar la coyuntura menos favorable.
Expansión compensadora en el ovino, excelentes precios que equilibran la
situación debilitada del vacuno; por una u otra razón el sector pecuario obtiene
sensibles beneficios y de su prosperidad participa la provincia en general;7 en

7. El movimiento registrado en el puerto de Buenos Aires entre 1851 y 1861 re vela un sen­
sible incremento de las exportaciones en los productos tradicionales; dada la división imperante
y las distintas vías de salida utilizadas por la Confederación puede considerárselos en su mayor
parte extracción de la provincia.
En 1851 los principales artículos exportados por este puerto alcanzan un valor calculado de
10.633.525 pesos fuertes, cifra que aumenta levemente en 1852 y disminuye en 1853, año en
que crecieron los embarques por Ensenada, San Fernando, el Salado y otros puntos. Entre el 1°
de noviembre de 1854 y el 31 de octubre de 1862 las cantidades exportadas de los siguientes
productos sufrieron las alteraciones que se transcriben:

Cerdas Cueros secos


fardos bolsas vaca potro
1854-55 2.792 1/2 1.407 905.525 21.176
1855-56 2.759 1.519 800.775 28.142
1856-57 3.167 2.070 968.776 51.513
1857-58 2.993 1.600 1.055.374 59.585
1858-59 2.190 1.176 973.063 57.538
1859-60 2.681 1.301 1.189.709 96.152
1860-61 3.209 1.044 1.071.276 48.138
1861-62 2.454 1.256 1.200.791 54.033

Lana Cueros salados


fardos bolsas vaca potro
1854-55 28.616 1/2 756 394.556 146.593
1855-56 32.142 225 413.997 ¡43.913
1856-57 37.405 1/2 832 440.525 227.037
1857-58 35.869 3/4 765 1/2 317.251 113.021
1858-59 45.341 1/2 974 535.839 131.231
1859-60 40.064 1.659 423.421 213.888
1860-61 57.969 2.586 367.074 161.411
1861-62 66.795 1.829 350.500 123.095

48
(c o n tin u a c ió n d e la n o ta 7 )

Cueros carnero Sebo, grasa de potro


fardos docenas pipas cajones
1854-55 6.382 69 3/4 15.050 7.978
1855-56 6.466 52 12.866 1/8 8.137
1856-57 7.836 92 12.968 19.968
1857-58 8.247 3 7.297 1/4 3.404
1858-59 8.107 13.002 1/2 8.544
1859-60 11.673 10 10.073 1/8 7.931
1860-61 9.419 11 1/2 16.676 1/2 16.267
1861-62 10.579 13.741 1/2 15.233

La conversión de estas mismas cifras a números índices con base 100 en el año inicial per­
mite apreciar con mayor claridad el movimiento:

Cerdas Cueros secos


fardos bolsas vaca potro
1854-55 100 100 100 100
1855-56 98,8 107,9 88,4 134,1
1856-57 113,3 147,1 106,9 243,2
1857-58 107,1 113,7 116,4 281,3
1858-59 78,4 83,5 107,4 271,7
1859-60 96 92 131,3 454
1860-61 114,9 74,2 118,3 227,3
1861-62 87,8 89,2 132,6 255,1

Lana Cueros salados


fardos bolsas vaca potro
1854-55 100 100 100 100
1855-56 112,3 29,4 104,9 98,1
1856-57 131 110 111,6 154,8
1857-58 125,3 101,1 80,4 77
1858-59 158,4 128,8 135,8 89,5
1859-60 140 218,1 107,3 145,9
1860-61 202,5 342 93 110,1
1861-62 233,4 241,9 88,8 83,9

Cueros carnero Sebo, grasa de potro


fardos docenas pipas cajones
1854-55 100 100 100 100
1855-56 101,3 75,3 85,4 101,9
1856-57 122,7 133,3 86,1 250,2
1857-58 129,2 0,04 48,4 42,6
1858-59 127 86,3 107
1859-60 182,9 0,14 66,9 99,2
1860-61 147,5 0,15 110,8 203,8
1861-62 165,7 91,3 190,9

Véanse estos y otros datos adicionales en: Haydée G. de Torres, L a R e p ú b lic a A rg e n tin a
Buenos Aires, 1963.
a n te s ele la in m ig r a c ió n m a s iv a ,

49
primer término, el gobierno por medio de las rentas aduaneras aumenta sus
ingreses al crecer el intercambio; los sectores medios urbanos mejoran asimis­
mo su nivel de vida, si dependen del Estado porque reciben sustanciales au­
mentos, si se desempeñan fuera de la administración pública porque el impor­
tante movimiento comercia! multiplica las oportunidades de trabajo. La ciu­
dad crece y se europeiza; servicios de transportes tirados por caballos, sumi­
nistro de gas, mejoras en el puerto para desembarco de pasajeros, calles empe­
dradas, son algunas de las comodidades que ofrece a la población y atraen a
los representantes extranjeros acreditados ante la Confederación que apelan a
variados subterfugios para no residir en la incómoda Paraná; el aumento y pros­
peridad de la masa consumidora se refleja en la proliferación de comercios y
pequeños talleres11que comienzan a producir bienes de consumo y en el esta­
blecimiento de quintas y tambos en la periferia, en respuesta a las moderniza­
das pautas alimentarias de la población. La campaña se acerca a la ciudad al
intensificarse el tendido de líneas telegráficas en la zona bonaerense y con los
primeros diez kilómetros de vías entre Plaza del Parque y Floresta, inaugura­
dos por el gobernador Valentín Alsina en 1857, se pone en marcha la política
ferroviaria en el país.
Como resultado de esta vitalidad la situación financiera de la provincia en
general y del gobierno en particular es cómoda y existe confianza en el futuro
económico; prueba de ello es la aceptación del papel moneda emitido por el
Estado y la suscripción de empréstitos internos.89 Sin apremios en el presupuesto,
con el firme respaldo de sus rentas aduaneras, el gobierno disfrutó de inmejo­
rable posición para negociar con la Confederación y frustrar sus medidas, fue­
sen de tipo militar, como el episodio del sitio de Lagos, o económicas (al plan­
tearse la vigencia de los derechos diferenciales).
Pero el afianzamiento del sector agropecuario, punto de partida de esta ac­
tividad creciente, consolidó por otra parte situaciones que a largo plazo habrían
de frenar posibles cambios; así por ejemplo y como resultado del enriqueci-

8. Noticias extraídas de periódicos de la época dan cuenta de la existencia de 2.008 comer­


cios, 746 talleres y 106 fábricas en 1853; y en 1859, 12 imprentas, 2 litografías, 15 librerías y
de la impresión de diarios extranjeros; en 1860 apareció T h e S ta n d a r d en inglés. Si bien estos
datos deben tomarse con algún cuidado sobre todo en lo que se refiere a los establecimientos
definidos como fábricas -seguramente talleres con más personal en su mayoría- dan idea de
una actividad importante en la ciudad.
9. En 1856 el gobierno obtuvo con sanción de las Cámaras, la emisión de 10 millones de
los Fondos Públicos, obtenidos del Banco a! 75 % y con interés del 6 %. Capitales privados se
ofrecieron para tomar el empréstito a un interés más favorable que el Banco. Otra fuente de
recursos eran las tierras públicas. Véase nota de Parish a Clarendon de! 2 de octubre de 1856
citada por James R. Scobie, en L a I n c lu í.p o r la c o n s o lid a c ió n d e la n a c io n a lid a d a r g e n tin a ,
1 8 5 2 -6 2 , Buenos Aires, 1964.

50
F ia. 4 .7 . P r im e r c o n v o y d e l F e r r o c a r r il d e l O e s te en s u in a u g u r a c ió n , 1 8 5 7 ( A r c h iv o G e n e r a l
d e la N a c ió n )

miento de los sectores altos se acentuó la tendencia hacia la concentración de


la propiedad de la tierra, favorecida además por la política del gobierno.10 Po­
cos años más tarde, será precisamente la poderosa presencia del latifundio la
que determinará el sistema de explotación agrícola-ganadera en la provincia
con todas las consecuencias sociales y económicas que de él se derivan. Ya en
este período, las grandes propiedades explotadas, que contrastan con las des­
pobladas extensiones santafesinas, definen políticas distintas en la Confedera­
ción y Buenos Aires, en estrecha vinculación con la renta producida por la tie­
rra en cada una de ellas; y así no es casual que frente a la febril actividad colo­
nizadora que la primera lleva a cabo, sólo se produzcan dos ensayos en la pro­
vincia, Chivilcoy en 1854 y Baradero en 1856.
El cuadro es el de una provincia ganadera cuya prosperidad refluye en la
comodidad financiera del Estado, el ascenso de los sectores medios urbanos
y aquellos rurales vinculados con la cría del ovino; en la expansión del sec­
tor comercial y el sensible enriquecimiento de los grupos altos dedicados a la
explotación pecuaria. Centro al mismo tiempo de un creciente movimiento co­
mercial contra el que se estrellarán los esfuerzos de descentralización econó­
mica del gobierno nacional, respaldada por una sólida estructura productiva y

10. Véase Nicolás Avellaneda, E stu d io s so b r e la s le y e s d e T ie rra s P úblicas, Buenos Aires, s. d.


una ubicación privilegiada, la ciudad es sin discusión la sede de los capitales
comerciales y su puerto, obligado punto de intercambio del resto del país.
El proceso se percibe de inmediato; dividido políticamente, el país marcha
hacia la unificación económica bajo la centralización porteña por imperio de
las circunstancias internacionales, de su geografía y de su historia misma.
Lejos de poseer una homogénea estructura productiva, la Confederación
alterna zonas de actividad económica orientada hacia el mercado externo, con
casos extremos limitados a una producción de subsistencia.
En la región del Litoral, tradicionalmente ganadera, las guerras civiles han
dejado su secuela de despoblación y planteles arrasados; el caso más dramáti­
co se verifica en Santa Fe, donde la antigua vitalidad ha sido reemplazada por
un paisaje de tierras vacías con ocasionales y precarias explotaciones extensi­
vas del vacuno. La merma en los “stocks” ha disminuido los ya bajos rendi­
mientos y empobrecido a los propietarios, que carecen de capitales para ensa­
yar actividades nuevas aun dentro de la ganadería, como es el caso del ovino.
Con pocas variantes, ésta es la situación de la provincia a mediados del si­
glo XIX que, sin embargo, y por la misma presión de sus aspectos negativos,
desembocará en un importante cambio de estructuras.
En efecto, la existencia de tierras disponibles, más los bajos rendimientos
ganaderos, permitió al Gobierno Nacional llevar a la práctica sus ideas en ma­
teria de poblamiento y agricultura, orientadas a modernizar la actividad eco­
nómica, y suscitó la adhesión privada ante la inesperada fuente de ingresos que
la subdivisión y venta de campos ofrecía.
De este modo comenzó a lo largo de la década la radicación rural de los
primeros inmigrantes, origen de la futura expansión agrícola provincial;" son1

11. En 1853, el doctor Brougnes celebró con el gobierno de Corrientes un convenio por el
que se comprometía a traer en el término de 10 años 1.000 familias de agricultores de 5 perso­
nas cada una del sur de Francia y a razón de 200 cada dos años. Cada familia recibiría 33 hectá­
reas de tierra buena, 2 bueyes, 2 caballos, 8 vacas, semillas de algodón, tabaco, trigo, maíz, caña
de azúcar y una vivienda de dos habitaciones y 600 kilogramos de harina para el primer año.
Cada colonia dispondría de 4 leguas comunes para la cría del ganado y los colonos reembolsa­
rían al gobierno de Corrientes 200 pesos fuertes después del 2o o 3" año si una de las cosechas
se hubiera malogrado. Un tercio del producto del suelo iba para el empresario en pago de las
sumas por él anticipadas. En 1854 el gobierno federal se hizo cargo del contrato y reintegró al
gobierno provincial los gastos ocasionados por la colonia San Juan del Puerto de Santa Ana,
que no prosperó.
Ese mismo año, el gobierno de Santa Fe celebró un contrato similar con Aarón Castellanos
por el que éste se comprometía a traer 1.000 familias de 5 personas y a fundar 5 colonias en el
término de 10 años. La colonia Esperanza, fruto de esa iniciativa, empieza a poblarse a 8 leguas
al oeste de la ciudad de Santa Fe con 200 familias, en su mayoría provenientes de Suiza: Caste­
llanos se vinculó para esta fundación con las firmas Vanderest de Dunkerque; Textor de Francfort
y Beck y Herzog de Basilea.

52
años duros, preñados de peligros y fracasos a los que no todas las colonias so­
breviven; a los defectuosos cálculos sobre la extensión que se adjudica, se añade
la precariedad de los elementos técnicos y la falta de una protección efectiva,
factores todos que acentúan las di ficultades naturales. Y todavía, cuando el año
se presenta bueno, aparece otro problema: la ausencia de mercados suficientes
puede llegar a determinar una crisis de superproducción tan funesta como la
pérdida total de las cosechas. De allí la importancia del emplazamiento en la
perduración de las colonias y en este sentido cabe citar el caso de Esperanza,
claramente favorecida por su proximidad a la ciudad de Santa Fe.
La situación cambiará a partir del avance ferroviario, pero hasta entonces
los progresos son pequeños en estos primeros ensayos de explotación agríco­
la. La experiencia provocó en cambio un aumento en los valores de la tierra,
que mejoró y afianzó la situación de los antiguos propietarios a la vez que fa­
voreció la aparición de un sector nuevo de creciente poder económico, los
empresarios de la colonización, grupo en el que se mezclan influyentes que
obtienen graciosas concesiones fiscales con comerciantes poseedores de algún
capital que compran tierra para revenderla a los colonos. Ello explica la poste­
rior expansión del proceso en la provincia como también la desenfrenada es­
peculación que termina por acompañarla.
A diferencia de Santa Fe, Entre Ríos había superado la crisis provocada por
los conflictos internos y a mediados del siglo exhibía una pujante ganadería
vacuna y ovina. Al panorama de empobrecidos propietarios de la provincia
vecina, oponía un cuadro próspero de fuertes productores sin problemas de
mercado y gran independencia frente al puerto porteño gracias a su posibili­
dad de comerciar directamente con brasileños y uruguayos.
Como en Buenos Aires, los sectores altos entrerrianos dedicados a la gana­
dería prosperan, se enriquecen, aprovechan de la coyuntura y en consecuencia
tienden a acrecentar sus propiedades, no a dividirlas y venderlas. Por lo tanto,
la colonización quedó librada al impulso oficial, y la actitud de Urquiza que
comprometió en algún momento bienes personales en la empresa12es sólo un
caso aislado vinculado con sus ideas progresistas, pero sin eco en el resto de
los grandes propietarios.
En estas condiciones, al ascenso de los grupos altos rurales no siguió el
mismo proceso en los sectores medios de la campaña o de los centros urbanos,
acentuándose por lo contrario la tendencia hacia una economía ganadera en un
sistema de propiedad latifundista.

12. El general Urquiza instaló en tierras de su propiedad, sobre la costa del rio Uruguay, casi
a fines de 1857, una colonia de suizos y franceses sobre la base de condiciones similares a las
anteriores. La colonia denominada San José se emplazó a 8 leguas al norte de Concepción del
Uruguay y 10 de Paysandú y prosperó en parte gracias a su buena ubicación.

53
Y per fin, Comentes, donde la actividad económica ha alternado tradicio­
nalmente la explotación ganadera extensiva con el cultivo de pequeñas parce­
las dedicadas a quintas, huertas, frutales y sobre todo tabaco y en la que se
observa hacia esta época una expansión de la primera. La ganadería, recupera­
da en parte de la crisis que también la afectó, se ve favorecida ahora por la si­
tuación de los mercados, aunque debe señalarse que las condiciones geográfi­
cas de la provincia determinaron distintos grados de incidencia según las re­
giones. El este, por su cercanía a los centros consumidores brasileños y urugua­
yos, resultó mucho más beneficiado que la zona lindante con el Paraná, forzada
a aceptar la intermediación del puerto porteño o de los saladeros entrerrianos.
Los casi impenetrables bañados interpuestos entre estos productores y la línea
de frontera habrían de señalar por largo tiempo un sensible desnivel de benefi­
cios, acentuado por las características naturales de ambas zonas, más abierta junto
al Uruguay, montuosa y difícil de controlar la del oeste donde la antigua afición
al euatrerisrno continúa siendo el flagelo de estos propietarios.
Situación menos cómoda que en Buenos Aires y Entre Ríos; pese a todo,
los ganaderos correntinos acrecientan sus ingresos y se afianzan como grupo
tradicional, más aún si cabe que en el sur porque su prosperidad está en rela­
ción inversa con el empobrecimiento de los otros sectores. La salida constante
de hombres y el fracaso de algún intento aislado de repoblamiento con inmi­
grantes extranjeros son otros tantos aspectos que subrayan el profundo desequi­
librio en los ingresos.
La prosperidad de los sectores altos rurales es entonces común a las tres pro­
vincias litorales, sea que se vincule con la actividad ganadera o como consecuen­
cia del proceso colonizador; pero es fenómeno particular santafesino la incipien­
te formación de sectores medios rurales y el aumento de los centros urbanos. Santa
Fe y, en especial Rosario,13 gracias a su posición de puerto intermedio entre el
Interior y Buenos Aires, muestran indicios de crecimiento en volumen y activi­
dad económica, mientras se afianzan las pequeñas poblaciones de inmigrantes,
cabeceras de colonia. Y aunque muy pronto para hablar de expansión agrícola,
es evidente que durante este período se inicia ia diversificación y echan las bases
para un futuro cambio de estructura en el régimen de tenencia de la tierra.
Unidas al Litoral por un estrecho comedor que los fortines protegen del in­
dígena, las provincias del Interior han desarrollado una actividad económica

13. En 1855 la ciudad había crecido y se componía de unas 20 manzanas de caseríos “bien
concluidos”; contaba con tres plazas, una imprenta y un periódico llamado L a C o n fe d e r a c ió n ;
poseía un teatro y una compañía dramática, almacenes, algunos tan suntuosos como los porte­
ños, dos regulares hoteles, dos cafés “montados mitad a la gaucha y mitad a la francesa”, una
librería, una sastrería civil y militar y muchos talleres de artesanos principalmente piamonteses.
“Semejaba una ciudad norteamericana dei Oeste” al decir de los viajeros.

54
determinada en gran parte por las condiciones naturales de la región y que al­
terna una agricultura de oasis con la explotación intensiva de la ganadería.
Estas provincias (unas en mayor medida que otras) han conocido, gracias a
su relación comercial con el Alto Perú, épocas de esplendor transformado lue­
go en paulatino deterioro al declinar aquel centro y crecer la importancia de
las áreas atlánticas; alejadas de los puntos de contacto con el mercado externo,
encarecidos sus productos por un transporte costoso y lento, basta comparar
precios en Buenos Aires para sospechar el drama que afrontaban sus artículos
ante la competencia de los importados destinados al consumo interno.
De esta situación de estancamiento, la región se repondría a mediados de
siglo como resultado de la expansión del área del Pacífico parcialmente vincu­
lada con el boom califomiano; y si bien es la zona andina la más favorecida,
los efectos benéficos de esta coyuntura alcanzaron de un modo general a todas
las provincias.14

14. Los siguientes datos sobre el comercio de la provincia de Salta, pese a no ser una de las
provincias más favorecidas por la expansión del Pacífico, muestran un sensible aumento en el
intercambio; obsérvese el desnivel entre exportación e importaciones con el Litoral:

Exportación
a Bolivia a Puertos del Pacífico al Litoral
$ fuertes N° índices1 '$ fuertes N° índices1'$ fuertes N° índices
1845 124.283 100 23.671 100 10.465 100
1846 117.869 94 16.090 67 5.870 55
1847 126.441 101 11.624 49 1.544 14
1848 108.167 87 48 0,2 4.440 42
1849 195.210 157 150 1
1850 132.896 106 20.920 198
1851 184.165 148 54.132 228 14.596 139
1852 189.343 152 6.757 28 14.053 134
1853 243.444 195 41.244 174 3.648 34
1854 97.831 78 34.592 146 47.741 456

Importación
1845 2.417 100 117.995 100 31.498 100
1846 1.282 53 136.419 115 12.052 38
1847 308 12 249.333 211 9.724 30
1848 1.430 59 174.136 147 28.208 89
1849 1.742 72 173.262 146 173.215 549
1850 1.250 51 119.384 101 45.118 143.
1851 1.012 41 252.994 214 81.168 257
1852 1.254 51 187.315 158 35.143 111
1853 331 13 99.117 84 81.358 258
1854 4.481 185 236.204 200 32.576 103

55
Chile es ahora excelente mercado y sus centros mineros absorben un nú­
mero creciente de vacunos para consumo y mulares para transporte, estimu­
lando con rapidez la producción; al mismo tiempo, el fenómeno afecta al sec­
tor agrícola, promoviendo el aumento de potreros artificiales para descanso
de la hacienda antes del cruce difícil de la cordillera y reactivando la pro­
ducción de frutas secas y orejones que llegan aun a venderse en California.
El mayor rendimiento consiguiente de la tierra despertó, como podía espe­
rarse, un movimiento hacia la concentración de la propiedad; ya hemos visto
algo similar en el Litoral y Buenos Aires pero a diferencia de aquellas zonas,
cuyas grandes extensiones disponibles y bajos porcentajes relativos de pobla­
ción, facilitaron el desarrollo pacífico del proceso, aquí la tendencia generó
fuertes tensiones pues la tierra explotable era siempre muy escasa para la nu­
merosa población. Ventas de fracciones comunales y expulsión de pueblos in-

Según don Juan de Dios Usandivaras, ministro del gobierno salteño y compilador de los datos,
los mismos debían aumentarse en un 30 % . Dice textualmente: “Con Bolivia, los principales y
casi los únicos artículos de importación son la coca, el chocolate, el café y ios sombreros de
paja. Los artículos de exportación de más interés son las muías, ganado en pie, caballos, asnos,
cueros curtidos que forman las tres cuartas partes de esta exportación; el resto está formado por
mercaderías extranjeras que se reexportan. En estos diez años se han exportado:
63.092 muías
16.079 bueyes y vacas
2.574 caballos
4.545 yeguas
2.558 asnos
“La gran diferencia que existe en el valor de la cifra comparada de las exportaciones entre el
año 1853 y la siguiente proviene de que en 1853 se exportaron 11.230 muías en tanto que en
1854 no se exportaron más que 4.280 lo que da una diferencia de 6.750. En 1852 la exportación
fue de 7.551. Con el océano Pacífico la importación de Salta consistía en mercaderías; la expor­
tación en oro y plata amonedada o en barra. La plata en barra alcanzó la suma de 14.391 marcos
en estos diez años. Provenía de algunas minas débilmente explotadas de Salta, Jujuy y Catamarca.
Los otros productos de Salta no podían ser conducidos por la cordillera... las mercaderías que
venían del Pacífico eran artículos de ‘fabricación europea’. En lo que respecta al comercio entre
Salta y el Litoral argentino ‘los artículos de exportación han sido únicamente cueros secos y
curtidos y pieles de chinchilla. La importación ha consistido en efectos de manufactura extran­
jera y yerba. El total del comercio general de Salta durante este período ha sido en cifras oficia­
les de 1.831.234 pesos fuertes para la exportación y de 2.291.726 para la importación. Pero te­
niendo en cuenta el contrabando que ha tenido lugar y la inexactitud de los informes, Usandivaras
piensa que es necesario elevar anualmente estas cifras a 238.461 para la exportación y 324.407
para la importación, es decir, que la provincia estaría obligada a disponer de más de 80.000 pe­
sos de su capital’.”
Los datos han sido tomados por Martín de Moussy del N a c io n a l a r g e n tin o del 1° de marzo
de 1856 y publicados en su obra L a C o n fé d é r a tio n A r g e n tin e , París, 1860, págs. 273-275.

56
dígenas son episodios frecuentes de la época en que se afirma el individualis­
mo agrario y que habrán de repercutir en el plano político al arrojar en brazos
de caudillos reivindicadores un número creciente de hombres despojados.
Sin embargo, la resistencia y los reclamos no frenaron el proceso de con­
centración, favorecido por la autoridad política y alentado por la renovada ac­
tividad. La consecuencia inmediata de la situación externa y de los resortes
puestos enjuego en las provincias fue el sensible ascenso económico de los
sectores altos y medios urbanos vinculados con el comercio pero con el aspec­
to negativo de sordos resentimientos sociales que comenzaron a gestarse.
Frente a la moderada prosperidad de que disfrutan los sectores privados la
situación financiera del Gobierno ofrece abierto contraste por una serie de ra­
zones que trataremos de examinar en sus aspectos más importantes.
Uno de ellos se vincula con el sistema de ingresos de! Estado, cuya fuen­
te principal es, como en Buenos Aires, la recaudación aduanera que carga el
mayor peso sobre la importación; pero si bien la aduana porteña propor­
cionaba fuertes sumas mediante este mecanismo, no sucedía lo mismo en
la Confederación, sea por su precaria organización o por los menores volú­
menes introducidos. Cierto es que los sectores altos de la región aumentaron
sus ingresos -com o ya se ha señalado- y probablemente también sus consu­
mos, pero a diferencia de la provincia, donde existían niveles medios tam­
bién prósperos capaces de absorber un volumen creciente de artículos im­
portados, en la Confederación no alcanzaron a constituirse como fuerte gru­
po adquisitivo.
El gobierno trató de subsanar el problema mediante ia creación de otros
impuestos, tales como la contribución territorial y el de patentes, pero en am­
bos casos fue claro que no se deseó incidir sobre los sectores rurales producto­
res más pudientes y sí en los urbanos y comerciales medios y pequeños; como
podía preverse, el sistema funcionó mal y esto indujo a buscar nuevos meca­
nismos financieros entre los que cabe citar la emisión de papel moneda y la
contratación de empréstitos; el recurso de aumentar los gravámenes a la ex­
portación no fue utilizado en ningún momento, menos tal vez por razones ideo­
lógicas que por problemas de competencia en el mercado externo.
La Confederación ensayó entonces su propia emisión, confiada en el ejem­
plo de Buenos Aires cuyo papel moneda circulaba con toda comodidad pese a
la falta de respaldo metálico pero, ante la sorpresa de los mismos creadores, ya
a fines de 1854 se tuvo que admitir el fracaso de la idea. Sin un gran movi­
miento comercial que favoreciera la circulación, sin la tradición que existía al
respecto en Buenos Aires y sin apoyo de rentas que sustituyeran como en la
provincia la falta de respaldo metálico, la moneda impresa no fue aceptada y
debió retirársela de circulación.
Fracasado el ensayo, se recurrió al expediente de contratar empréstitos para
subsanar el estado de insolvencia creciente; José de Buschent’nal, en abril de 1855

57
y los banqueros Trouvé-Chauvel y Dubois en setiembre del mismo año fueron
autorizados para buscar capitales europeos destinados a financiar proyectos, es­
tablecer un banco y cubrir los gastos de la administración; como el plan no tuvo
éxito, en mayo de 1856, el gobierno vendió bonos de aduana por valor de 300.000
pesos fuertes al empresario español Esteban Rams y Rubert y recibió el equiva­
lente de 250.000 pesos en moneda boliviana, y en 1857 obtuvo del gobierno bra­
sileño otros 300.000 pesos fuertes, consiguiendo además instalar un Banco en
Rosario, filial del de Mauá con un capital inicial de 800.000 pesos fuertes.
Pero estos recursos sólo traían un alivio temporario y multiplicaban en cam­
bio los compromisos de la administración, agobiada por el importante aparato
burocrático que debían mantener para iustificar la imagen de un Estado consti­
tuido; en tales circunstancias se aprobó la ley de derechos diferenciales que
entró en vigor a principios de 1857 y cuyas consecuencias fueron a corto plazo
más políticas que económicas. La medida que buscaba atraer el comercio ex­
tranjero directamente a los puertos de la Confederación para aumentar su re­
caudación aduanera y al mismo tiempo disminuir la porteña, tuvo resultados
contraproducentes durante los primeros meses de aplicación: el número de ar­
tículos que entraba en forma directa decreció vertiginosamente y con ello los
ingresos del Estado, la crisis mundial de 1857 que afectó el movimiento co-
mercial y financiero, los recaudos tomados por las casas importadoras porte­
ñas y la suspensión de derechos a los productos importados establecida en re­
presalia por el pobierno porteño, invalidaron de hecho la ley confederada; de
allí que muy pronto se viera la necesidad de complementarla con otra relativa
a los derechos de exportación que se rebajaron en un tercio siempre que no se
utilizara la intermediación de Buenos Aires y Montevideo.
Suspendido el ensayo en 1859 a raíz de los acuerdos celebrados con Bue­
nos Aires, en el corto tiempo de su vigencia los resultados fueron escasos en lo
que respecta a sanear las finanzas del Estado; tuvo en cambio consecuencias
indirectas al desviar parte del tráfico internacional hacia Rosario y es curioso
señalar cómo la medida, inicialmente divisionista, terminó por favorecer la
unificación económica con la creación de un segundo centro portuario, nexo
obligado entre el Interior y Litoral.15

2. Comienzos de la modernización económico-social:


colonización, transportes

Si bien se ha caracterizado a la década posterior a Caseros como un perío­


do de transición en el proceso expansivo y modernizante que experimentó el
país en la segunda mitad del siglo pasado, es posible encontrar ya entonces
algunos elementos que lo anuncian y que se vinculan por otra parte entre sí.
Si atendemos a la agricultura del cereal que se inicia en esa época, vemos
que se relaciona con las experiencias colonizadoras y las primeras modifica­
ciones en el sistema de transporte, factores todos ellos ligados con el proceso
de modernización.
En realidad, la agricultura no es una actividad nueva en el país; existe des­
de siempre en el Interior, y aun en el Litoral y Buenos Aires se ha producido en

15. De la comparación entre los gastos del gobierno de la Confederación y los recursos de
que disponía se deduce el estado de déficit permanente en que se debatía la administración:

Gastos Recursos
1855 2.880.445 1.758.463
1856 2.880.445 1.758.463
1857 2.877.559 2.222.069
1858 2.877.057 -

1859 2.941.538 2.525.000

Es interesante subrayar que en los presupuestos de los años 1855 y 1856 alrededor de
1.800.000 pesos se destinaban a gastos de guerra y deuda exigible de modo que los saldos para
atender las necesidades presupuestarias eran muy reducidos.

59
forma permanente aunque su importancia haya sido pequeña comparada con
las actividades ganaderas. Pero hacia mediados de siglo hemos visto desarro­
llarse en Buenos Aires un cinturón de quintas, favorecido por la europeización y
cambios consiguientes en las pautas de consumo ciudadano, como también pro-
liferar por razones similares los establecimientos tamberos. A esta diversífica-
ción se agrega otro hecho vinculado con la expansión del ovino; dadas las carac­
terísticas especiales de su explotación, apoyada en unidades de pequeños o me­
dianos propietarios de majadas, promovió junto con las actividades anteriores la
formación y ascenso de sectores medios rurales en contraste con el claro afian­
zamiento de los aspectos tradicionales vinculados con la cría del vacuno.
Cambios en el consumo, europeización, crecimiento urbano; todos indicios
de una modernización en marcha tanto como los primeros kilómetros de vías y
la ampliación de comunicaciones telegráficas.
En el resto del país las transformaciones son menos espectaculares, y no
pasan en su mayoría de proyectos oficiales que tropiezan con dificultades fi­
nancieras para ser llevados a la práctica; una excepción la constituye la expe­
riencia colonizadora que alcanzó a concretarse en pequeña escala y echó en la
provincia de Santa Fe las bases para un muy notable cambio a corto plazo.
De ideas más progresistas que el porteño, el Gobierno Nacional se esforzó
en impulsar la expansión agrícola desde 1853. Ese año se aprobó el contrato
firmado por el gobernador de Corrientes con el doctor Brougnes para radicar
en la provincia inmigrantes agricultores, que se instalaron en 1855; en 1856

60
llegaron a Santa Fe las primeras familias suizas que dieron origen a la colonia
Esperanza y un año más tarde el general Urquiza fundó en Entre Ríos la colo­
nia San José.
Si bien la primera fracasó a corto plazo y en Entre Ríos el movimiento tuvo
una vitalidad limitada, por razones vinculadas con la estructura de la propie­
dad, en Santa Fe la experiencia inicial fue el primer paso de un proceso coloni­
zador de extraordinaria pujanza. Y aunque el cambio es todavía muy pequeño
y no puede hablarse de expansión cerealera en gran escala, cierto es que en
Santa Fe aparecen durante esta década actividades diversificadas donde antes
sólo existía el desierto.
Vale decir que nos encontramos ante las bases de una futura modernización,
tanto en lo que respecta a modificaciones en la actividad agropecuaria, como a
la aparición de sectores medios rurales y al aumento de los centros urbanos.
Al afianzamiento en todo el país de los grupos altos, vinculados con la ac­
tividad ganadera, se agrega en algunas regiones un elemento nuevo en la es­
tructura social: los sectores intermedios, cuyo crecimiento es favorecido en los
centros urbanos por la expansión comercial y en la campaña por el desarrollo
de actividades agrícolas diversificadas.
A estas modestas transformaciones se añaden otras, también pequeñas, en
el sistema de transporte, que influyen para que las distancias entre las diferen­
tes regiones se tornen más cortas y seguras.
A mediados del siglo, dos sistemas coexistían en el país: el terrestre, a car­
go de caravanas de carretas y muías, y el fluvial, más importante en número y
en adelantos técnicos en la medida en que ya surcaban los ríos buques de va­
por junto a los de vela.16 La novedad registrada en la década se produce sobre
la base de los elementos ya existentes que empiezan a funcionar de un modo
complementario empalmando la vía fluvial con la terrestre del Interior en el
puerto de Rosario.17

16. Un barco norteamericano de 120 centímetros de calado, el “William Pearce", inició las
comunicaciones regulares a vapor; fue comprado en 1851 por el gobierno de Montevideo y
rebautizado “Río Uruguay’’. Naufragó en el río Paraguay en 1858 después de haber abierto la
ruta a otros vapores; hacia 1860 una decena de embarcaciones de vapor comunicaba diariamen­
te. a Montevideo con Buenos Aires, Rosario, Paraná, Corrientes y Asunción. Lo mismo ocurría
por el río Uruguay hasta Salto. Otro servicio, subvencionado por el gobierno, surcaba el Uru­
guay, el Paranacito y el Paraná, desde Concordia a Corrientes, tocando Salto, Paysandú, La Ca­
lera, la colonia francesa de San José, Concepción del Uruguay, Fray Bentos, Gualeguaychú, Las
Higueritas, Gualeguay, La Victoria, Rosario, Diamante, Paraná, La Paz, Esquina, Coya, Bella
Vista y Corrientes. Tomado de M. de Moussy, op. c il., págs. 573-574.
17. Se ha calculado que la ruta entre Rosario y Córdoba movía por esc entonces alrededor
de 20.000 toneladas anuales mediante el empleo de linos 8.000 vehículos. Citados por H. G. de
Torres en L a A r g e n tin a a n te s d e la in m ig r a c ió n m a s iv a , op. cil., pág. 63.

61
E! empleo mixto de ambos medios abarató los costos generales de las mer­
caderías entradas y salidas, fue importante factor de crecimiento de la ciudad
santafesina y, aunque el volumen de intercambios no alcanzó grandes niveles,
contribuyó a unificar el sistema comercial del país pese a los conflictos políti­
cos, conservando el papel principal a Buenos Aires18y el de puerto intermedio
al de Rosario. Al ocuparnos de la ley de derechos diferenciales ya nos hemos
referido a esta tendencia centralizadora contra la que se estrelló todo esfuerzo
orientado a destruir la hegemonía porteña.
Es importante señalar también que la puesta en marcha de este mecanismo
de utilización mixta se vio favorecida por el ascenso de los sectores comercia­
les del Interior, que dispusieron de capitales suficientes para mantener un nú­
mero suficiente de carretas en funcionamiento regular y permanente. También
progresó en esta época el sistema de transporte de personas, para el que se or­
ganizaron en Buenos Aires y la Confederación empresas exclusivamente des­
tinadas a este fin.19
Ahora bien, aunque mejorado, el sistema era costoso, lento y caro, y perju­
dicaba a los productores más alejados de los centros de comercialización; se
explica por lo tanto la actitud favorable a la construcción de ferrocarriles, que
permitía esperar, a más de una baja radical en los fletes, rapidez e independen­
cia de los factores climáticos.

i 8. Entrada y salida de pasajeros por puertos de la capital:

Entrada Salida
1855 15.145 5.912
1856 16.456 4.672
1857 13.746 6.614
1858 15.670 8.293
1859 10.311 6.467
1860 16.057 8.546
1861 16.693 6.642

R e g istro E s ta d ís tic o d e la R e p ú b lic a A r g e n tin a


19. A la empresa que atendía con servicios de diligencias a todos los puntos habitados de
la provincia de Buenos Aires se la denominaba “Mensajerías Argentinas” y a las de la Confe­
deración "Nacionales Iniciadoras” por su carácter pionero. Con éstas se estableció una línea
regular que recorría en fechas fijas todas las capitales argentinas con transporte de pasajeros y
correspondencia. La empresa tenía su sede en Rosario de donde partió el primer servicio con
destino a Córdoba que se componía de una diligencia cada 15 días. Cada galera conducía de
14 a 17 personas con todo lo necesario para.su alimentación durante el viaje y el tiempo míni­
mo empleado era de 10 días a Mendoza, 3 a Córdoba, partiendo de Rosario; 6 de Córdoba a
Santiago; 2 de Santiago a Tucumán; 6 de Tucumán a Salta; 2 de Mendoza a San Juan; 2 de
Rosario a Santa Fe.

62
F ia. 4 .1 0 . E s ta c ió n 11 d e S e tie m b r e y p la z a d e la s c a r r e ta s ( A r c h iv o G e n e r a l d e la N a c ió n ).

De las dos iniciativas que surgen en la etapa, una corresponde al Estado de


Buenos Aires con el ferrocarril Oeste que inaugura sus servicios en 1857 en
una extensión muy modesta. La línea se construyó con capitales privados20 y
dejó buenos beneficios desde el principio, pues las zonas de quintas, tambos,
explotaciones cerealeras y del ovino le proporcionaron carga suficiente como
para que la empresa fuera rentable.
El gobierno de Paraná abordó un plan más ambicioso: el de unir Rosario
con Chile, vale decir que el proyecto no contemplaba usufructuar regiones
en actividad -p o r otra parte inexistentes al modo porteño- sino abrir posibi­
lidades a zonas desérticas a la par que acercar a las más alejadas. Dada la
dispersión de los centros poblados, el único modo rentable consistía en com­
pletar etapas largas, uniendo puntos tales como Córdoba y Rosario, lo que al
mismo tiempo crearía condiciones favorables de poblamiento en zonas in­
termedias.
Las bien conocidas dificultades financieras del Gobierno conspiraron con­
tra la realización del ambicioso proyecto, puesto en práctica sólo en la década
posterior; aunque se lo comenzó a planear en 1855 con el asesoramiento del
ingeniero norteamericano Alian Campbell y más tarde con el de Wheelwright
-que ya había construido el primer ferrocarril chileno-, las negociaciones para

20. Los primeros integrantes de la empresa del ferrocarril del Oeste fueron Gowland,
Lavallol, Balbín, Van Praet, Guerrico, Larroudé, Rams y Miró.

63
obtener financiación extranjera quedaron detenidas en los últimos años de la
división por complicaciones políticas y sólo fueron reanudadas luego de la uni­
ficación.
Hasta 1862 los progresos fueron entonces pequeños; en materia de creci­
miento ferroviario, la única línea del Oeste llegaba sólo a 39 km luego de los
10 iniciales; las colonias todavía luchaban duramente para sobrevivir y la gran
expansión agrícola apenas podía sospecharse: son los tímidos primeros pasos
de todo comienzo y así deben evaluarse tanto como los cambios a nivel de la
estructura social; aspectos de una clara tendencia modernizante inducida por
razones ideológicas y económicas que prefiguran al mismo tiempo con sufi­
ciente claridad la imagen de un país centralizado y con profundos desequilibrios
regionales, que el triunfo de la línea liberal porteña aceleró después de la uni­
ficación.

64
III. EL C O N FLICTO : ALTERNATIVAS
E N EL EQUILIBRIO PO LÍTICO

En marzo de 1856, con la denuncia de los tratados que aseguraban el statu


quo entre la Confederación y Buenos Aires, ambas partes iniciaron una com­
pleja red de maniobras que ahondaron la división y prepararon el terreno para
un enfrentamiento bélico. A las medidas hostiles en el campo económico se
unió un febril movimiento diplomático ante las grandes potencias con el fin de
lograr el reconocimiento, lucha ésta en que Buenos Aires, favorecida por su
situación económica, invalidó en parte los esfuerzos del Gobierno Nacional por
cerrarle el camino del reconocimiento de su personalidad internacional. Los
muchos intereses comerciales extranjeros allí radicados influyeron para que a
fines de 1857 Francia estableciera relaciones con los porteños y para que In­
glaterra y los Estados Unidos mantuvieran una actitud ambigua que, sin llegar
al reconocimiento, perjudicaba las aspiraciones de Paraná.
La existencia de grupos extremos, partidarios en Buenos Aires de la sece­
sión total y en la Confederación del uso de la fuerza para incorporar a la pro­
vincia rebelde, enrarecía el ambiente con ataques virulentos; Urquiza buscaba
a principios de 1859 la alianza brasileña y paraguaya para aplastar el movi­
miento separatista y el doctor Valentín Alsina, gobernador de Buenos Aires
desde 1857 y su enemigo personal, dictaba en febrero de 1859 el decreto de
represalias contra la ley de derechos diferenciales. La guerra era un hecho in­
evitable y se apresuró más aún con el problema de la sucesión presidencial en
la Confederación, que desató en Paraná y las provincias una sorda lucha entre
los dos candidatos principales, el vicepresidente Del Carril y el ministro del
Interior Derqui y sus respectivos partidarios.
La situación entre los candidatos se definió al estallar una crisis en San

65
Juan, disolviéndose allí también las tenues posibilidades de entendimiento
entre Buenos Aires y la Confederación. El episodio se inició con un enfren­
tamiento entre el gobernador Manuel José Gómez y su ministro Saturnino
Laspiur, ambos de tendencia liberal y simpatizantes con la candidatura de Del
Carril, y el comandante militar de la zona, general Benavides y culminó con
el encarcelamiento de este último en setiembre de 1858 bajo la acusación de
conspirar contra el gobierno. De inmediato se decretó la intervención, pero
ante la renuncia de los comisionados designados por Urquiza y dada la ur­
gencia de la situación, Del Carril nombró al ministro de Guerra José M. Ga­
lán y a Baldomero García con expresas instrucciones de sacar a Benavides
de San Juan bajo la protección del Gobierno Nacional. Desafortunadamente
la comisión llegó tarde y junto con el asesinato de Benavides se desvaneció
también la candidatura del vicepresidente, al hacerse sospechoso ante Urquiza
de complicidad con el núcleo liberal.
Derqui y el general Pedernera intervinieron la provincia, encarcelaron a sus
autoridades e impusieron como nuevo gobernador a José A. Virasoro, oficial
del ejército correntinc. El orden quedó así restablecido aunque el suceso ten­
dría más tarde funestas consecuencias, Derqui fue electo presidente con el aval
de Urquiza y pareció consolidarse la posición de los grupos extremos. Sólo
Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Jujuy levantaron su voto de protesta
ante el procedimiento empicado en la provincia sanjuanina e igual suerte que
Del Carril corrió el candidato a la vicepresidencia Marcos Paz, vencido am­
pliamente por Pedernera con el apoyo del general Urquiza.
A la situación financiera crítica de la Confederación se agregó entonces la
incidencia de ios acontecimientos políticos para apresurar el estallido del con­
flicto armado y el 23 de octubre de 1859 los adversarios se enfrentaron en
Cepeda.
En la batalla las fuerzas de Buenos Aires al mando de Mitre fueron derro­
tadas aunque no destruidas por completo. Urquiza avanzó hasta San José de
Flores donde se firmó el armisticio el 11 de noviembre con la mediación de
Francisco Solano López. La renuncia previa del gobernador Alsina y las con­
diciones establecidas en el pacto permitían esperar un arreglo definitivo;
Buenos Aires se declaraba parte de la Confederación obligándose a verificar
su incorporación mediante la aceptación y jura solemne de la Constitución
Nacional; para ello y dentro de los 20 días siguientes a la firma del conve­
nio, convocaría a una Convención Provincial que examinaría la Constitución
de 1853. Por su parte Urquiza aceptó que “si la Convención manifestara que
tiene que hacer reformas en la Constitución mencionada, esas reformas se­
rán comunicadas al Gobierno Nacional para que, presentadas al Congreso
federal legislativo, decida la convocación de una Convención ad hoc que las
tome en consideración y a la cual la provincia de Buenos Aires se obliga a
enviar sus diputados con arreglo a su población, debiendo acatar lo que esta

66
convención así integrada decida definitivamente, salvándose la integridad del
territorio de Buenos Aires, que no podría ser dividido sin el consentimiento
de su Legislatura”.
Por otros artículos se convino que, en el ínterin, Buenos Aires no manten­
dría relaciones diplomáticas de ninguna clase; que todas las propiedades de la
provincia seguirían bajo su jurisdicción, excepción hecha de la aduana que
pasaba a la esfera nacional garantizando la Nación a la provincia su presupuesto
de 1859 hasta cinco años después de su incorporación, para cubrir sus gastos,
inclusive su deuda interior y exterior.
Los restantes artículos se referían a la vigencia de las leyes provinciales, la
evacuación del ejército de suelo provincial y la ratificación de la elección pre­
sidencial.
En los meses que siguieron y luego de un primer momento de desacuerdos,
se observó una política favorable a la unión, a la que no fue ajena la figura de
Mitre; el recién electo gobernador de Buenos Aires declaró en el mes de mayo
de 1860 su decisión de incorporar la provincia a la nación y comisionó a Vélez
Sársfield para discutir con el gobierno de Paraná las modificaciones a la Cons­
titución de 1853 propuestas por los convencionales porteños.
De estas gestiones resultó el Convenio firmado el 6 de junio en el que se
aceptaba la obligación de residencia mínima de tres años pedida por Buenos
Aires para los convencionales que representaban a las provincias, y se esta­
blecía que la aduana seguiría en manos del gobierno provincial hasta que la
provincia se uniese oficialmente al Congreso y el cuerpo promulgase nuevas
disposiciones; a cambio de ello se subsidiaba a la Confederación con un mi­
llón y medio de pesos papel por mes, reembolsables cuando el convenio fue­
se ratificado.
Buenos Aires sacó partido de la desconfianza que hábiles intrigas crearon
entre Derqui y Urquiza y consolidó en las negociaciones la autonomía que
pareció haber perdido luego de Cepeda.
El episodio y la rivalidad creciente de los grupos políticos que respondían
respectivamente al presidente Derqui, a Urquiza y al gobierno de Buenos Ai­
res, encubrían otra vez una situación explosiva que alcanzó dimensión nacio­
nal durante el período previo a las elecciones para convencionales, en que cada
grupo trató de imponer sus candidatos; San Luis y San Juan respondían al pre­
sidente Derqui; Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, La Rioja, Catamarca y Men­
doza estaban bajo la influencia de Urquiza, y los porteños contaban con el apoyo
de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy y Córdoba.
La lucha asumió diversas formas; desde el desconocimiento de la autori­
dad nacional como en Corrientes (apoyada por Urquiza) hasta rebeliones in­
ternas, cuyo caso más dramático ocurrió en la provincia de San Juan y culmi­
nó en el asesinato del gobernador Virasoro en noviembre de 1860.
La complicidad porteña en el sangriento episodio no ha sido demostrada de

67
modo fehaciente, aunque la muerte de Virasoro despertó una ola de entusias­
mo entre los elementos “duros” de Buenos Aires y la toma del poder consi­
guiente por el grupo liberal sanjuanino no podía más que beneficiar a la pro­
vincia en el juego político que se avecinaba en el Congreso.
Sin embargo, al llevar la noticia del asesinato, la intervención a la provincia
fue apoyada por Mitre, que se encontraba en Entre Ríos, designándose para el
cargo a Juan Sáa gobernador de San Luis y como auxiliares a los coroneles
Paunero y Conesa, hombres de la confianza de Mitre.
El recién electo gobernador de San luán, doctor Antonino Aberastain, se
mostró dispuesto a aceptar la intervención siempre que ésta fuera pacífica como
había sido convenido entre el presidente y el gobernador de Buenos Aires; pero
el 25 de noviembre la renuncia de los comisionados porteños por desacuerdos
de último momento cambió por completo el panorama y la intervención pací­
fica dio lugar al empleo de la fuerza; los liberales resistieron y el 11 de enero
se libró la batalla en la Rinconada del Pocito donde pereció la mayoría de los
sanjuaninos y fue ejecutado Aberastain.
Las instrucciones de Derqui, autorizando el empleo de la fuerza, y las
intimaciones de Urquiza precipitaron este desenlace, pese a las seguridades que
el mismo Derqui había dado a Buenos Aires sobre la protección que se presta­
ría al grupo liberal. Los ánimos volvieron a caldearse y con la renuncia de de
la Riestra y Pico llegó a su fin la participación porteña en el Gobierno Nacio­
nal. Poco después las respuestas a la nota cursada por Mitre a las provincias
con fecha 6 de febrero solicitando se condenara la actitud de la intervención,

Fie. 4.11. Vista de ¡a estancia de! general Urquiza. Litografía de L. Palliére (Archivo General
de la Nación).

68
dieron la medida del estado de las fuerzas: Córdoba se mantuvo neutral; San­
tiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy enjuiciaron al gobierno de Derqui,
mientras que las restantes no se adhirieron a la censura.
En este clima de tensión creciente se aproximaba la fecha de la incorporación
porteña a la nación, y la provincia eligió sus representantes al Congreso confor­
me con la ley local; Derqui había garantizado la aceptación de tal temperamento.
El Cuerpo debía resolver una serie de cuestiones espinosas: situación de San
Juan, admisión de representantes correntinos que no contaban con los años
mínimos de residencia, problemas de aranceles relacionados con la garantía
asegurada a Buenos Aires por los pactos del 11 de noviembre y 6 de junio y
admisión de los diputados porteños; se comprende fácilmente que las tres últi­
mas estaban estrechamente conectadas, ya que la mayoría del Congreso deter­
minaría la línea política y económica del país. La lucha se entabló por lo tanto
en torno de las bancas de la Cámara de Diputados.
Ante la mayoría liberal era previsible la expulsión de algunos delegados
urquicistas que no llenaban el requisito de residencia, situación tanto más gra­
ve para este grupo si era seguida por una alianza porteña con el presidente
Derqui; era preciso evitar la incorporación neutralizando a Buenos Aires antes
de la reunión oficial del Congreso y así se hizo en las sesiones preliminares.

F ig. 4.12. Salsera perteneciente al general Urquiza (Archivo General de la Nación).

69
Los porteños no fueron invitados a éstas y el 6 y 7 de abril la Cámara resol­
vió sucesivamente aceptar los diplomas de los diputados con menos de 3 años
de residencia y rechazar a los de Buenos Aires por haber sido electos según la
ley provincial.
Una vez más la situación volvió a polarizarse en abierta intransigencia y los acon­
tecimientos que siguieron sólo consiguieron apresurar el estallido de la guerra.
Entre mayo y setiembre febriles preparativos tuvieron lugar en la Confede­
ración y Buenos Aires; Derqui intervino Córdoba ante un conflicto entre el
gobernador, apoyado por los porteños con armas y dinero, y la provincia de
San Luis. Por otra parte ordenó movilizar a las milicias del Interior y Urquiza
hizo lo propio con las fuerzas entrerrianas. Todo en medio de un estado de casi
total bancarrota financiera.
Con mayor entusiasmo y sin problemas económicos se armaba Buenos Ai­
res y los intentos de conciliación de los ministros de Francia y Gran Bretaña
caían en el fracaso.
El 17 de setiembre de 1861 chocaron los ejércitos cerca del arroyo del Me­
dio, sobre los campos de Pavón. El desarrollo del combate fue confuso y su
resultado sorpresivo al retirarse Urquiza del campo de batalla sin haber sido
vencido por el ejército de Mitre. Las razones de esta actitud nunca fueron co­
nocidas y han motivado innumerables conjeturas, pero cualquiera que fuese el
motivo que movió al general Urquiza al abandono de la lucha, ello permitió
poner punto final al viejo pleito.
Entre setiembre de 1861 y fines de enero de 1862 tuvieron lugar las últimas
fases del largo conflicto. El 6 de octubre las tropas porteñas invadieron Santa
Fe y marcharon sobre Rosario; a principios de noviembre el presidente Derqui
renunció al cargo y marchó hacia el exilio una vez que comprendió la inutili­
dad de toda resistencia, Mitre negociaba directamente con Urquiza y el poder
nacional entró en receso.
El movimiento liberal se afianzó con rapidez en el Interior y el gobierno
del general Mitre asumió el mando del país con carácter provisional; hacia fi­
nes de enero de 1862 Urquiza había aceptado esta situación y sólo restaba obte­
ner la colaboración de los elementos autonomistas de la propia Buenos Abes.
La tarea no fue fácil y el nudo del problema lo constituyó la federalización
de Buenos Aires, sede implícita del gobierno nacional desempeñado provisio­
nalmente por el gobernador de la provincia; de los fuertes intereses que se
movían en torno de la cuestión es buena muestra la solución de compromiso
finalmente alcanzada.
Pero si bien la solemne apertura del nuevo Congreso Nacional, el 25 de
mayo de 1862, consagra el triunfo final de Buenos Aires, es también el aval a
un programa nacionalista libera) que liquidaría las aspiraciones hegemónicas
de aquélla en beneficio de una fuerte autoridad centralizada, que terminará por
escapar al control de la provincia.

70
Fie. 4.13. Mitre y José María Gutiérrez, después ile Pavón, 1861 (Archivo
General de la Nación).

71
Segunda Parte

PRIMERAS ETAPAS DEL NUEVO


ESTADO NACIONAL (1862-1874)
A principios de 1862 la mayoría de las provincias había aceptado el progra­
ma presentado por Mitre para constituir una autoridad nacional provisional
delegada en el gobernador de Buenos Aires y luego en un presidente, Congre­
so y Suprema Corte, de acuerdo con la fórmula constitucional; la rápida toma
del poder después de Pavón por parte de los liberales en varias provincias ase­
guró además un respaldo adicional a los planes mitristas.
Pero la existencia de gobiernos amigos no implicaba la adhesión masiva al
nuevo régimen de una población poco dispuesta a compartir un pensamiento
político que sentía extraño; de allí que uno de los problemas serios de la fla­
mante administración fue pacificar regiones con un alto grado de inestabilidad
y donde los caudillos concitaban gran prestigio.
Los primeros conflictos de este tipo surgieron con el general Vicente
Peñaloza, llamado “el Chacho”, a principios del año. Figura de mágica influen­
cia entre los paisanos y profundamente federal, inició desde La Rioja un movi­
miento contra los liberales que deponían gobernadores urquicistas. Vencerlo
era tarea difícil, dado el sistema de lucha empleado por la montonera, y Mitre
decidió negociar a despecho de los elementos intransigentes que deseaban el
exterminio del caudillo. La paz se firmó el 30 de mayo en La Banderita, acor­
dándose que el Chacho se encargaría de pacificar La Rioja con el auxilio de su
lugarteniente, el teniente coronel Felipe Varela. La inteligente decisión oe lle­
gar a acuerdos con elementos de distinta posición ideológica mantuvo así la
calma por un tiempo.
Entretanto en Buenos Aires la cuestión de la capital provocaba la división
del partido liberal porteño en la fracción nacionalista inspirada por Mitre y el

75
grupo autonomista, encabezado por Adolfo Alsina. Apenas reunido el Congre­
so Nacional, Mitre presentó un proyecto para federalizar todo el territorio de
la provincia que el cuerpo aprobó pero fue rechazado por la Legislatura pro­
vincial, como también la opción de federalización de la ciudad. Laboriosas
tratativas sobre el asunto permitieron al fin llegar a un arreglo conocido con el
nombre de “solución de compromiso” que legalizó la coexistencia de las auto­
ridades nacionales junto a las provinciales. El I o de octubre de 1862 el Con­
greso aceptó el convenio y doce días más tarde Mitre asumió la presidencia
del país, electo por unanimidad; el doctor Marcos Paz fue designado vicepre­
sidente.
En ejercicio del Poder Ejecutivo, Mitre organizó su gabinete sobre la base
de los cinco ministerios previstos por la Constitución y nombró al doctor Gui­
llermo Rawson (Interior), doctor Rufino de Elizalde (Relaciones Exteriores),
doctor Dalmacio Vélez Sársfield (Hacienda), doctor Eduardo Costa (Justicia,
Culto e Instrucción Pública) y al general J. A. Gelly y Obes (Guerra y Marina).
La tarea por realizar sería larga y compleja; debían crearse los mecanismos

Fio. 4.14. Ángel Vicente Peñaloza (El Chacho). (Archivo General de la Nación.)

¡if
adecuados para el funcionamiento de un país unificado en un cuadro político
donde se mezclaban los conflictos con las corrientes tradicionalistas y las
disensiones latentes dentro de la línea liberal; problemas internos a los que se
agregó poco después el serio compromiso de una guerra internacional.

77
I. REORGANIZACION POLITICA

1. Guerras civiles y guerra del Paraguay

El fermento revolucionario de las provincias, más o menos controlado lue­


go del tratado de La Banderita, resurgió un año más tarde, otra vez en tomo de
la figura de! Chacho Peñaloza. Las razones del nuevo estallido y de los poste­
riores son sólo parcialmente políticas y es preciso rastrear sus causas profun­
das en la deprimida situación económica de la población; faltos de medios, sin
fuentes regulares de trabajo, los paisanos veían con agrado la vida montonera;
carta blanca para la obtención de recursos, aureolada además con la gloria im­
precisa de la lucha política.
Las palabras de Peñaloza al general Paunero solicitando una reparación en
La Rioja por los danos causados por la guerra civil son bien explícitas: “Antes
de recogerme al goce de mi hogar, no había comprendido tan bien la verdadera
situación de miseria y orfandad a que han quedado reducidos mis paisanos.” Otro
aspecto de la situación fue expuesto a Mitre el 10 de abril de 1863: “Después de
la guerra exterminadora -decía el Chacho- no se han cumplido las promesas
hechas tantas veces a los hijos de esta desgraciada patria. Los gobernantes se han
convertido en verdugos de las provincias, atropellan las propiedades de los veci­
nos y destierran y mandan matar sin forma de juicio a ciudadanos respetables
por haber pertenecido al Partido Federal”; es una referencia directa a los elemen­
tos extremos dentro del partido liberal que, tal como había escrito Paunero a Mitre,
“deseaban ver colgados en sus plazas a estos hombres” y cuyos representantes
más caracterizados eran los gobernadores de Mendoza y San Juan.
El Chacho tomó las armas y en su proclama a los pueblos anunció sus in-

79
tenciones de reivindicar los sagrados derechos que “los traidores y perjuros
habían usurpado”; los gobernadores de Tucumán, Catamarca y Santiago del
Estero se unieron para derrotarlo y Mitre cedió a la presión de los “duros” y
encomendó la dirección de la “guerra de policía” al más encarnizado enemigo
del caudillo, Domingo Faustino Sarmiento, gobernador de San Juan.
En los meses de mayo y junio, las fuerzas nacionales derrotaron a las tro­
pas montoneras en Lomas Blancas y Las Playas aunque el Chacho mantuvo
todavía en jaque a sus enemigos hasta el 12 de noviembre, día en que fue to­
mado prisionero y muerto a lanzazos por el coronel Irrazábal. Este asesinato,
desaprobado por el gobierno nacional, es buena muestra de las pasiones que
dominaban en el turbulento panorama político del país.
Acallada la conmoción de la montonera, otros movimientos se produjeron
en las provincias. El 2 de marzo de 1865 estalló en Córdoba una revolución
contra el gobernador Roque Ferreyra y en la sangrienta represión perdió la vida
un ex gobernador de la provincia, el doctor Justiniano Posse; en 1866 tuvieron
lugar otras revueltas en Mendoza y en Catamarca contra el gobernador Víctor
Maubecin; en 1867 en Córdoba, La Rioja y Santa Fe y en 1868 en Comentes.
Estos sucesos, como otros similares de menor importancia, resultado de diver­
gencias políticas entre fracciones, fueron solucionados en algunos casos por el
gobierno nacional mediante intervenciones federales.
Mayores esfuerzos’demandó en cambio el último episodio protagonizado
por las montoneras en el Interior, vinculado en su origen inmediato con la gue­
rra argentino-paraguaya.
Al declararse el conflicto internacional y decretarse el reclutamiento de
soldados, surgieron problemas en ciertas provincias: en Entre Ríos, una fuerza
reunida por Urquiza se dispersó y en el Interior hubo que apelar no pocas ve­
ces a medidas coercitivas para lograr el enganche. La guerra impopular y los
persistentes resentimientos sociales configuraban un perfecto caldo de cultivo
para un nuevo estallido de violencia.
La situación hizo crisis con un pequeño episodio en la provincia de Men­
doza: el Io de noviembre de 1866 se levantó la policía local ante el atraso de
sus sueldos y puso en libertad a los presos entre los que se encontraba un diri­
gente federal, el coronel Carlos Juan Rodríguez que de modo sorpresivo se halló
dueño del poder; al mismo tiempo las noticias del desastre experimentado por
las fuerzas nacionales en Curupaytí provocaron la sublevación de un contin­
gente de reclutas destinado al frente, que engrosó las filas revolucionarias. A
poco todos usaban el distintivo punzó y se autodefinían federales.
Localizado hasta ese momento, el movimiento se extendió en forma verti­
ginosa. El coronel Irrazábal fue derrotado por los mendocinos que también des­
hicieron a las fuerzas del gobernador de San Juan y de La Rioja en la Rincona­
da del Pocito y los sublevados sanjuaninos proclamaron gobernador a Juan de
Dios Videla; poco después se repite el cambio de autoridades en San Luis con

80
la designación del coronel Felipe Sáa. Todo Cuyo estaba en poder de ¡os
insurrectos y las provincias vecinas corrían el mismo peligro cuando entró en
escena Felipe Varela.
El antiguo lugarteniente del Chacho venía de Chile con dos batallones for­
mados por chilenos y algunos emigrados argentinos que había levantado con
la ayuda del coronel Estanislao Medina y en su bandera se leía: “¡Federación o
Muerte! ¡Viva la Unión Americana! ¡Viva el Ilustre Capitán General Urquiza!
¡Abajo los negreros traidores a la Patria!” Su proclama, fechada el 10 de di­
ciembre de 1866, bastó para levantar en armas a las montoneras de los Llanos
y Guandacol y provocar la sublevación de fuerzas del gobierno apostadas en
Jáchal para impedir su entrada.
En este clima de apoyo popular se realizó en enero de 1867 una reunión de
los distintos jefes en San Juan que transformó el inorgánico movimiento en
un sincronizado plan contra el gobierno nacional; Sáa y Videla marcharían
hacia el Litoral por San Luis y el sur de Córdoba mientras Varela avanzaría
hacia el norte para destruir el fuerte núcleo liberal encabezado por la familia
Taboada en Santiago del Estero. Los planes recibieron un apoyo inesperado
con la sublevación de las milicias riojanas. y la huida del gobernador, que
facilitó la entrada de los revolucionarios en la provincia y su paso hacia
Catamarca, donde se libró la primera batalla contra las fuerzas mandadas por
el comandante general de la provincia Melitón Córdoba; el encuentro tuvo
lugar a la altura de Tinogasta y allí pereció el jefe de las tropas leales.
Ante el aumento de los contingentes montoneros que se unían a Varela, el
gobierno empeñó todos sus esfuerzos para desbaratar el movimiento que ya

Fia. 4.15. Tropa del Chacho tomada prisionera por Sarmiento en La Rioja, 1863 (Archivo
G e n e r a l d e la N a c ió n ).

i
sumaba varios miles de hombres en combate. Taboada por el norte y el coronel
Arredondo por el sur llevaron e! contraataque y el Io de abril el segundo ven­
ció en San Ignacio (San Luis) a las fuerzas de Sáa y Videla; días después, el 10
de abril, se enfrentaron las tropas de Varela y de Taboada en la famosa batalla
del pozo de Vargas, inmortalizada por el cantar popular, y los revolucionarios
sufrieron su segunda derrota.
Después de este encuentro todavía se produjeron algunas alternativas béli­
cas de menor importancia, pero la montonera estaba ya deshecha. Felipe Varela
dejó el país para morir en el exilio el 4 de junio de 1870 y con él se cerró el
último capítulo de la lucha contra el sistema liberal en la región del Interior.
A estos problemas internos se sumó otro grave compromiso internacional
que exigió del gobierno esfuerzos y gastos todavía mayores; nos referimos a la
guerra con el Estado paraguayo, iniciada en 1865.
Los orígenes del conflicto son vanados y se vinculan con situaciones polí­
ticas y económicas de vieja data que no habremos de examinar en sus deta­
lles; recordaremos sólo que la situación mediterránea del Paraguay lo llevó a
complicadas maniobras diplomáticas con el Brasil, Uruguay y Argentina con
el fin manifiesto de mantener un equilibrio político que lo favoreciera. Se su­
cedieron así a lo largo de ios años, alianzas y contraalianzas manejadas
discrecionalmente, primero por Carlos Antonio López y a su muerte por su
hijo, Francisco Solano López, ambos presidentes vitalicios del país vecino,
una de las cuales fue causa inmediata de la guerra.
En 1864, el general uruguayo y dirigente del partido colorado, Venancio
Flores, invadió su país con el objeto de derrocar al presidente en ejercicio,
miembro del partido blanco. El hecho de contar el general Flores con fuertes
simpatías en la Argentina donde había luchado en favor de los liberales, dio
lugar a sospechas sobre la real neutralidad del gobierno nacional en el episo­
dio y motivó un pedido de explicaciones de varios países entre los que se
encontraba el Paraguay; el pedido fue considerado por Mitre como un agra­
vio nacional y no se cursó respuesta alguna. Ai mismo tiempo el Brasil esta­
cionaba tropas en la frontera con el Uruguay y después lo invadía en apoyo
de Flores..
En ese punto de los acontecimientos, Francisco Solano López, aliado a los
blancos uruguayos, declaró que consideraría “atentatorio contra el equilibrio
de los estados del Plata, cualquier ocupación del territorio oriental por fuerzas
extrañas” y pidió permiso a! gobierno argentino para atravesar el territorio de
Corrientes con sus fuerzas con el fin de combatir a los brasileños. Ante la ne­
gativa de Mitre aduciendo neutralidad, el Paraguay declaró la guerra el 5 de
marzo de 1865, apresó dos buques argentinos surtos en el Puerto correntino e
invadió la provincia.
Dos meses más tarde se firmó el Tratado de la Triple Alianza entre Argenti­
na, Brasil y el Uruguay -ahora en manos coloradas- por el que se acordó una

82
alianza ofensiva contra el Paraguay. El general Mitre fue designado general en
jefe de los ejércitos, mientras que el Brasil proporcionaría su escuadra.
Los medios con que contaba el país en la emergencia se reducían al ejército
integrado por las unidades de línea y la Guardia Nacional en servicio activo,
los que sumaban alrededor de seis mil hombres distribuidos en distintas partes
del territorio para prevenir movimientos internos y a lo largo de la frontera con
el indígena; hubo por lo tanto que recurrir a medidas especiales, ya que estas
fuerzas apenas bastaban para cumplir su cometido específico; se ordenó la mo­
vilización de la Guardia Nacional en todo el país y el reclutamiento en Entre
Ríos y Corrientes de diez mil soldados que se pondrían al mando de los gene­
rales Urquiza y Cáceres. Se dispuso además la creación de un ejército de ope­
raciones mediante la contribución de las provincias, lo que permitiría organi­
zar 19 batallones de quinientos hombres con los contingentes de Guardias
Nacionales de cada una de ellas; este número se amplió después a veinticinco
mil soldados en total.

Fig. 4.16. Mitre, presidente de la República con su


gabinete, ¡862 (Archivo General de la Nación).

83
Las disposiciones tomadas tropezaron con dificultades para ser cumpli­
das en algunas provincias donde el entusiasmo popular ante la guerra fue
muy escaso; ya nos hemos referido a los episodios de Mendoza, vincula­
dos con el envío de contingentes y cabe añadir un episodio similar en En­
tre Ríos, que culminó en el desbande de ocho mil soldados de caballería
reunidos por Urquiza.
De todos modos se procedió a organizar la movilización con las tropas dis­
ponibles en la ciudad de Buenos Aires, las que fueron puestas bajo las órdenes
del general Paunero y embarcadas rumbo a la zona de operaciones el 24 de abril.
El general Mitre por su parte, delegó la presidencia en el doctor Marcos Paz y
marchó hacia Concordia, provincia de Entre Ríos, para asumir la jefatura de
las fuerzas aliadas.
Los primeros movimientos fueron favorables al ejército aliado, que alcan­
zó la victoria de Yatay, rindió al jefe paraguayo Estigarribia en Uruguayana y
avanzó hacia el norte provocando en octubre el repliegue del enemigo a su pro­
pio territorio. De allí en adelante las operaciones se desarrollaron en tierra pa-

Fig. 4.17. Mitre y Francisco Solano López: entrevista de Yatayty Coró, JI de setiembre de
1866 (Archivo General de la Nación).

84
raguaya, luego de la caída de Paso de la Patria en abril de 1866; el 2 de mayo
en Estero Bellaco y el 24 del mismo mes en Tuyutí se libraron encuentros en
que, pese a las bajas sufridas, el ejército aliado asestó fuerte golpe a las fuerzas
de López. Otras batallas menores se libraron en junio en Yatayty Corá y en el
Sauce o Boquerón, en tanto los aliados planeaban apoderarse de las fortalezas
de Curuzú y Curupaytí; la operación comenzó el 3 de setiembre y logró éxito
en su primer objetivo, no así en la toma del segundo fuerte que terminó en un
terrible desastre para las tropas atacantes,
A lo largo de 1867, la guerra continuó en forma lenta y difícil, dadas las
características del terreno y el poder bélico que aun conservaba el presidente
López, pero el avance prosiguió y en el mes de agosto de 1868, el marqués de
Caxías, al mando de las fuerzas desde principios del año por ausencia del ge­
neral Mitre, que debió bajar a Buenos Aires al fallecer el vicepresidente doctor
Paz, tomó la fortaleza de Humaitá y marchó hacia Asunción, que cayó el 5 de
enero de 1869, después de la victoria de ítá Ibaté.
Aunque la guerra quedó de hecho terminada con este último episodio, Ló­
pez decidió continuar una desesperada resistencia y reunió nuevas tropas en su
campamento de Cerro León, fortificándose en Caacupé; de allí fue desalojado
y huyó hacia el noreste perseguido por fuerzas de caballería que, al mando del
general Cámara, el Io de marzo de 1870 le dieron alcance y muerte en el lugar
denominado Cerro Corá.
El 20 de junio de 1870 se firmó el Protocolo que puso fin ai conflicto
bélico.

2. Presidencia de Sarmiento

El general Bartolomé Mitre terminó su período presidencial en 1868 y el


12 de octubre, entregó el mando a su sucesor don Domingo Faustino Sarmien­
to luego de un proceso eleccionario que señala la creciente complejidad del
panorama político del país.
A diferencia de la primera elección, ahora las fuerzas se habían agrupado
en cuatro tendencias bien marcadas: frente a Mitre, que dirigía la más numero­
sa, se levantaba en Buenos Aires el partido autonomista acaudillado por Adol­
fo Alsina, mientras Urquiza agrupaba a los electores del Litoral y Taboada a
una Liga del Norte formada por cinco provincias; a estos movimientos parti­
darios se sumaba además la opinión del ejército que intervenía en forma acti­
va. En el extranjero por aquel entonces, Sarmiento no encabezaba personal­
mente ningún partido.
La cronología de los episodios se inicia a mediados de 1867 con el ofreci­
miento de algunos amigos y admiradores, y hacia noviembre su candidatura es
proclamada por primera vez en el país por el partido liberal de Corrientes, que

85
completa ¡a fórmula con Adolfo Alsina; Urquiza, Rufino de Elizalde y Alber-
d¡, eran otros nombres que circulaban para el mismo cargó aunque no se había
concretado ninguna fórmula definitiva. En esas circunstancias Mitre envió
desde el Paraguay una carta a José M. Gutiérrez, calificada de “testamento
político", donde exponía su pensamiento: máxima prescindencia e imparciali­
dad del Poder Ejecutivo, condena moral de las candidaturas de Urquiza y Al-
berdi que calificaba de reaccionarias, término que también aplica a la de Alsina
por ser fruto de una liga de gobernadores sin apoyo popular; por último, des­
aprobaba el clima de virulentos ataques recíprocos desatado por los partida­
rios de Elizalde, Sarmiento y Alsina.
Estas palabras sirvieron para aclarar él panorama: su amigo Rufino de
Elizalde no contaría con el apoyo del aparato estatal y como resultado cundió
la impresión de que ninguna candidatura habría de obtener la mayoría absolu­
ta de electores.
A principios de 1868 Sarmiento es sostenido por el Partido Liberal de seis
provincias y cuenta con el apoyo del ejército que por medio del general

Fie. 4.18. Sarmiento, sargento mayor después de Caseros (Archivo General de


la Nación).

86
Arredondo trabaja activamente por su candidatura en Santiago del Estero y La
Rioja; Alsina, por su parte, sólo es fuerte en Buenos Aires y ello decide el or­
den en ia fórmula Sarmiento-Alsina, proclamada en forma oficial por el Parti­
do Liberal el 2 de febrero.
Todavía se sucedieron sin embargo una serie de combinaciones: Alsina in­
tentó llegar a un arreglo con Urquiza, lo mismo que los partidarios de Elizalde;
se extraviaron sospechosamente las actas electorales de Tucumán, provincia
favorable a la fórmula Elizalde-Paunero, y no hubo elección en Corrientes,
feudo urquicísta, pero al fin el Congreso realizó el escrutinio y Sarmiento ob­
tuvo 79 sufragios de los 131 que habían sido declarados válidos, y con ello 13
votos por encima de la mayoría absoluta.
El presidente electo se enteraría del resultado al pasar por Río de Janeiro en
viaje a Buenos Aires.
El 12 de octubre de 1868 recibió las insignias del mando y de inmediato
constituyó su gabinete con el doctor Dalmacio Vélez Sársfield (Interior), doc­
tor Nicolás Avellaneda (Justicia, Culto e Instrucción Pública), doctor José Ben­
jamín Gorostiaga (Hacienda), don Mariano Varela (Relaciones Exteriores) y
el coronel Martín de Gainza (Guerra).
Durante su desempeño, y pese a carecer de un partido político propio que
lo respaldara, se aplicó a restablecer la disciplina a distintos niveles: en el ejér­
cito inició un sistema de jerarquización; procedió al exterminio de los últimos
brotes montoneros e intervino con la fuerza de que disponía para asegurar las
elecciones provinciales en todos los casos en que se suscitaron conflictos.
Convencido de que la total pacificación sólo se lograría con medidas que
cortaran de raíz todo desorden, aprobó la aplicación de la pena de muerte para
los desertores del ejército y los caudillos tomados prisioneros, y en los con­
flictos partidarios provinciales llegó a deshacer la Unión del Norte encabe­
zada por el gobernador de Santiago del Estero, don Manuel Taboada, al neu­
tralizar su influencia en las elecciones de Tucumán, Salta y La Rioja. Como
lo manifestara en forma pública, estaba dispuesto a hacer cumplir la Consti­
tución en todos sus aspectos, y no haría para el caso distingos entre amigos y
enemigos; prueba de esta decisión fueron la intervención a la provincia de
San Juan en que procedió contra don Manuel José Zavalla, propulsor de su
candidatura, tan pronto aquél infringió disposiciones de la Carta, y el proce­
dimiento seguido en Entre Ríos luego del asesinato de su antiguo enemigo,
el general Urquiza.
El vencedor de Caseros, luego de su derrota electoral, había acatado el re­
sultado y apoyaba a Sarmiento con el que se había reconciliado públicamente;
pero en su provincia subsistían elementos contrarios a la política de unidad
inaugurada en ! 862 y el 11 de abril de 1870, dos meses después de realizada
su entrevista con el presidente, Urquiza caía asesinado, y Ricardo López Jordán,
era electo gobernador por la Legislatura provincial.

87
Resuelto a no transigir, Sarmiento decretó la intervención militar a la pro­
vincia y convocó a las Guardias Nacionales de Entre Ríos, Santa Fe y Corrien­
tes para aplastar la rebelión. La empresa no fue fácil; López Jordán, de gran
ascendiente entre la población y auxiliado por el partido blanco del Uruguay,
opuso enconada resistencia librándose sangrientas batallas en Los Sauces, Santa
Rosa, Don Cristóbal, hasta que en Ñaembé (Corrientes) el gobernador de esa
provincia, Santiago Baibiene, lo derrotó completamente el 26 de enero de 1871.
Dos años después, el Io de mayo de 1873, López Jordán volvió a rebelarse
y se reiniciaron las hostilidades, esta vez con la participación personal de Sar­
miento, que viajó a Paraná para seguir de cerca las operaciones. A fines del
año, en el mes de diciembre, la victoria de Don Gonzalo puso fin al renovado
intento del caudillo, que reaparecería por última vez -sin éxito- en 1876.
Finalizado el período presidencial, sucedió a Sarmiento el doctor Avellane­
da, designado en elecciones que fueron impugnadas por el Partido Nacionalis­
ta que apoyaba la reelección del general Mitre. El descontento desembocó en
una revolución que estalló el 24 de setiembre, planteando un último problema

Fie. 4.19. López Jordán acompañado por sus coroneles.

88
al presidente saliente a pocos días de entregar el mando. Se sublevaron el co­
ronel de marina Erasmo Obligado y los generales Arredondo y Rivas con el
apoyo de Taboada, y el general Mitre se puso a la cabeza del movimiento “no
porque deseara modificar el resultado de los comicios presidenciales sino para
impugnar las elecciones de diputados realizadas en la provincia”.
La presencia de esta figura no detuvo sin embargo al presidente, quien or­
ganizó la defensa en forma tal que su sucesor derrotó sin dificultad a los suble­
vados.
Y así cerró su presidencia con un episodio tempestuoso, uno más de los tan­
tos que protagonizara en los seis anos anteriores. Porque este hombre, enamo­
rado de una idea adelantada en años a su época quiso —y no pocas veces logró-
cortar de raíz todo aquello que consideraba un obstáculo al progreso; de ahí su
grandeza y sus terribles errores que lo han convertido en una de las figuras más
discutidas del pasado argentino.

3. Creación de los organismos del nuevo Estado

La instalación oficial del nuevo gobierno nacional en octubre de 1862 cie­


rra el largo período de división y señala al mismo tiempo el comienzo de pro­
fundos cambios en la estructura del poder político.
En efecto, la instalación de una autoridad que a todos comprendía aunque
estuviese por encima de los intereses particulares de los estados, no hacía más
que confirmar el hecho de que el ejercicio del poder real estaba en las provin­
cias que lo delegaban por propia decisión. Los episodios de la cuestión capital
no son más que una ratificación de la autonomía y los derechos de las partes
frente al nuevo elemento aglutinante. Pero la historia del proceso posterior re­
vela una distorsión de este principio, definible como federalista, en beneficio
de una progresiva centralización y traspaso de poderes a manos de! Estado
nacional, proceso del que ni siquiera escaparía Buenos Aires pese a su aparen­
te liderazgo después de la batalla de Pavón.
La concentración fue lenta y no estuvo exenta de conflictos; las provincias
-algunas en mayor medida que otras- resistieron el avance del poder central,
aunque el retraso en advertirlo les sería fatal ya que para entonces se habían
montado los mecanismos necesarios para neutralizar todo intento de conser­
var la vieja autonomía.
Las primeras medidas que alterarían el equilibrio político refrendado por la
Constitución al adoptar el sistema federal se vinculan con la instalación de or­
ganismos de dimensión nacional y con las facultades que por medio de ellos
se fue arrogando la nación. Los ejemplos más ilustrativos en este sentido sur­
gen del examen de la creación y funcionamiento de la Justicia Federa! y el Ejér­
cito Nacional.

89
Con e¡ Legislativo y el Ejecutivo, e! Judicial era el tercer poder del sistema
establecido por la Constitución de 1853, de allí que una de las primeras leyes
sancionadas por el nuevo Congreso se refiriera a la forma que adoptaría la Su­
prema Corte de Justicia y los tribunales inferiores; la ley fijó en cinco el núme­
ro de ministros que la compondrían y un procurador general, estableciendo
además que en cada provincia se crearían uno o mas juzgados inferiores. De
inmediato fueron nombrados sus integrantes y el organismo comenzó a actuar
en octubre de 1863, tan pronto hubo preparado las leyes que debían regular
sus facultades y procedimientos.1
La puesta en funcionamiento dei Poder Judicial significó un paso impor­
tante ya que, a la par que completaba la estructura del Estado, se garantizaba
por primera vez de un modo sistemático los derechos y libertades del indivi­
duo afirmándose los principios jurídicos.
Sin embargo, pese a la prerrogativa de la Corte de declarar inconstituciona­
les las leyes que estuviesen en conflicto con la Constitución, su incompetencia
para decidir en los problemas suscitados entre poderes -establecida por la re­
forma de 1860- conspiró contra el mantenimiento de las autonomías provin­
ciales al dejar en manos del Ejecutivo la facultad de decisión; facultad un tanto
teórica sin duda hasta el momento en que la creación del ejército nacional pro­
porcionó al gobierno el instrumento capaz de hacer cumplir sus directivas.
En el origen de este organismo, inexistente en 1862, debe verse la influen­
cia de Mitre que dio los primeros pasos para constituirlo inmediatamente des­
pués de Pavón, al reunir la Guardia Nacional de Buenos Aires con núcleos dis­
persos de la Confederación y transferir al orden nacional el Ministerio de Gue­
rra y Marina y la Inspección y Comandancia general de armas de la provincia.
La constitución integral del cuerpo se llevó a cabo unos años más tarde cuando
cedieron un tanto las conmociones internas en las provincias y permitieron
ordenar los elementos de que se disponía, lo que ocurrió solamente hacia 1864,
una vez terminada la campaña contra el Chacho Peñaloza.
El gobierno procedió entonces a estructurar los organismos militares exis­
tentes y en e! mes de enero creó por decreto un ejército permanente compuesto
por seis mil hombres distribuidos en un regimiento de artillería, seis batallo­
nes de infantería y ocho regimientos de caballería de cuatrocientas plazas cada
uno, número éste en el que no estaban comprendidas las fuerzas destacadas en
la frontera con el indígena.
Si bien los distintos aspectos que completaban estas disposiciones (tales

1. Ministros nombrados el 18 de octubre de 1862: doctores Valentín Alsi na, Francisco de las
Carreras. Salvador María del Carril, Francisco Delgado y José Barros Pazos. Fue designado pro­
curador general de la Nación, Francisco Pico. Hasta 1870 ejerció la presidencia de la Suprema
Corte el doctor Francisco de las Carreras y entre 1870-77 el doctor Salvador María del Carril.

90
como formas de reclutamiento, estructura jerárquica, reglamentos, etcétera) se
dipusieron en forma paulatina hasta una época bastante posterior a 1874, en
sus lincamientos fundamentales la Institución tiene vigencia a partir del decre­
to mencionado. La guerra del Paraguay que elevó los efectivos a más de veinte
mil hombres, la creación en 1869 del Colegio Militar, que inicia la formación
de un cuerpo de oficiales de carrera, o la ley del 21 de setiembre de 1872 con
sus innovaciones en el sistema de reclutamiento, anticipo de la conscripción
obligatoria, son algunas de las medidas orientadas a lograr una mayor eficien­
cia, siempre sobre la base de los objetivos perseguidos al crear el cuerpo.
Ahora bien, la gravitación creciente de la institución en el proceso político
de la época se vincula con las circunstancias especiales que vivía el país en
aquellos momentos: recordemos que el Estado enfrentaba en forma sucesiva o
simultánea compromisos bélicos en el exterior, en las provincias y en las fron­
teras con el indígena lo que sin duda debió exigirle amplia capacidad operativa
y rapidez en la toma de decisiones. Primero Mitre y luego Sarmiento solucio­
naron el problema tomando al pie de la letra la disposición constitucional que
les otorgaba, como presidentes, la comandancia en jefe de las fuerzas armadas
y se entendieron de modo directo con los mandos aun sobre aspectos exclusi­
vamente castrenses.
En la lucha por el restablecimiento del orden interno esta modalidad probó
sobradamente su eficacia, no así en el plano del equilibrio político ya que pro­
porcionó al Ejecutivo un instrumento sólo limitado por la discreción del go­
bernante y cuyo empleo contribuyó a alterar las tradicionales líneas de poder
en las provincias. La presencia de cuerpos de ejército en los actos eleccionarios,
generalizada durante la presidencia de Sarmiento, fue suficiente para provocar
muchos cambios y así llegó a su fin por ejemplo la Unión del Norte encabeza­
da por el gobernador santiagueño don Manuel Taboada al ser desplazados sus
aliados en Tucumán, Salta y La Rioja en ocasión de realizarse los comicios
respectivos. El caso no es único; por medio de las fuerzas armadas, el Ejecuti­
vo se hizo presente en los rincones más alejados y fue disgregando, a veces
por simple presencia, todo grupo capaz de hacerle frente en el plano político.
El sistema trató de garantizar el cumplimiento de las normas constitucionales
no siempre respetadas por la clientela de los gobernadores provinciales, pero al
no cambiar los mecanismos electorales, se limitó a favorecer el tritinfo de hom­
bres de representatividad tan cuestionable como los que se buscaba reemplazar.
La incidencia de los dos organismos mencionados en la modificación del
equilibrio político preexistente acelera entonces el proceso de centralización
al que además contribuyen los cambios operados a nivel económico; aunque
este tema será más adelante objeto de análisis, es oportuno adelantar que una
de sus consecuencias se verifica en los sectores urbanos del Interior: aquellos
sectores que habíamos visto expandirse y afianzarse a mediados del siglo van
perdiendo autonomía, se mediatizan y terminan por caer en estrecha dependen-

91
F ig. 4.20. Atentado contra el presidente Sarmiento al pasar su coche por las calles Maipú y
Corrientes. Reconstrucción de la época (Archivo General de la Nación).

cia del Estado nacional que financia el progresivo aumento de las burocracias
provinciales.
Distintos mecanismos necesarios para el funcionamiento de la administra­
ción se fueron ajustando en forma paulatina al tiempo que se organizaban as­
pectos relativos al régimen electoral, funcionamiento del servicio de correos,
reglamentación del servicio ferroviario, representación diplomática, educación
y finanzas; la creación de la Contaduría General de la Nación,2 de la Dirección
General de Aduanas y del Banco Nacional3 se vinculan con el último sector y
contribuyeron por distintas vías a sostener la política del Ejecutivo.
En resumen, puede afirmarse que el nuevo orden jurídico, administrativo y
económico implantado por la ideología liberal está en el origen de nuestro sis­

2. Ya existía en 1862; sus atribuciones fueron reglamentadas por la ley 428 en el año 1870.
3. Por ley 581 del año 1872 el Banco Nacional fue autorizado a operar y emitir billetes; se
trataba de una sociedad con predominio de capital privado. En 1891 se fundó el Banco de la
Nación Argentina procediéndose a la liquidación del anterior.

92
tema de poder claramente concentrado, pese a las normas constitucionales que
lo distribuyen en forma tripartita, y de ello habrían de derivarse variadas con­
secuencias.
Sin abrir juicio sobre métodos y oportunidad, permitió al Ejecutivo resta­
blecer con rapidez el orden interno necesario para la puesta en marcha del plan
de modernización y apresuró la unificación del país a pesar de que ello costó
su autonomía real a las provincias; en compensación ampliaría el grado de
participación política de elementos del Interior vinculados con el gobierno
nacional en detrimento de los sectores porteños que pierden el control inicial.
El proceso se acentúa durante la presidencia de Sarmiento y culmina en 1874,
con la elección de Avellaneda apoyado por grupos provinciales constituidos
ahora en las fuentes principales de poder en reemplazo de la tradicional hege­
monía ejercida por Buenos Aires. Si bien la tendencia centralizadora no fue
afectada por el cambio, puesto que estos hombres nuevos resultaron sus más
entusiastas propulsores, es fácil advertir que su influencia se relaciona muy de
cerca con la incorporación de ciertas zonas mediterráneas a los beneficios del
sistema hasta entonces reservados a la región del Litoral; es el caso de Tucumán
y la industria del azúcar protegida por leyes especiales y sostenida por el cré­
dito y las inversiones del gobierno nacional.

4. El problema de Buenos Aires

Con la victoria de Pavón, Buenos Aires asumió la dirección de los destinos


del país, trasladando al mismo tiempo el centro político de la República a su
ciudad capital a la par que aseguraba el triunfo de los liberales sobre el partido
federal, que perdió no sólo el poder nacional sino también los provinciales,
excepción hecha de Entre Ríos.
La posterior instalación del Gobierno Nacional pareció ratificar su hege­
monía, al ocupar la primera magistratura uno de sus representantes más ilus­
tres, pero en realidad la elección del general Mitre entrañaba un grave peligro
para las ambiciones de la provincia y los primeros conflictos no tardaron en
producirse. Dentro del pensamiento liberal el presidente representaba la posi­
ción nacionalista que colocaba a la Nación por encima de los intereses de los
Estados que la componían, en oposición al pensamiento autonomista con el que
ya había disentido al discutirse la constitución de la provincia.
El asiento de las autoridades nacionales provocaría el primer enfrentamiento,
y la solución de compromiso que permitió superarlo de momento resulta de un
equilibrio de fuerzas entre las partes en litigio, ya que si bien la fcderalización
no fue aprobada, por ley del I o de octubre de 1862 se acordó que las autorida­
des nacionales residirían en el municipio de la ciudad de Buenos Aires hasta
que se llegara a un acuerdo sobre la capital permanente, conforme con los tér­
minos ofrecidos por la legislatura de la provincia; entretanto, el arreglo tendría
una duración de cinco años.
Pero, aunque pospuesto de este modo, el problema de la capital permane­
ció como el principal factor de irritación en las relaciones entre el Estado y la
provincia pues su posesión constituía una de las bases más firmes de poder
económico y político sobre el país entero.
En la reñida contienda que se produce entre nacionalistas y autonomistas
con motivo de las elecciones de 1864 se ve muy bien la importancia que am­
bos sectores le asignaban, pues desplegaron todos los medios disponibles para
lograr un triunfo que decidiría, por simple cuestión de mayoría parlamentaria,
la situación futura de la ciudad portuaria. Vencedores los primeros en la con­
sulta nacional no pudieron, sin embargo, romper la maquinaria autonomista en
la provincia ni impedir que Adolfo AIsina asumiera la gobernación en 1866. El
problema continuó entonces sin solución definitiva hasta 1880. Las propues­
tas de trasladar la capital a Rosario y Villa María, presentadas en 1869, 1871 y
1873 fueron vetadas por Sarmiento y el gobierno se mantuvo en calidad de
huésped de la provincia, sin autoridad sobre el municipio que había devuelto
en 1867.
El Gobierno Nacional se encontraba pues en una situación de dependencia
frente a la provincia, agravada por la falla de autonomía financiera en la medi­
da en que el poderoso Banco de la Provincia conservaba el monopolio mone-

Fia. 4.21. Primera Exposición de la Producción Nacional. Córdoba, 1871-1872 (Archivo


General de la Nación).
tario; sin embargo consiguió al cabo afianzarse y cercenar el poder de Buenos
Aires. Ya hemos visto que uno de los mecanismos utilizados fue la alianza con
estructuras provinciales previamente transformadas en sus líneas políticas; otro
paso destinado a quitar el control a la provincia, esta vez en el aspecto finan­
ciero, lo constituyó la creación del Banco Nacional en 1872. Aunque la insti­
tución encontró dificultades para cumplir con su papel regulador de emisiones
y créditos en el ámbito de la República, en gran parte por la política adversa
del Banco de la Provincia, contribuyó de algún modo a romper el monopolio
porteño. Pero será en el exterior donde el gobierno encontrará el apoyo nece­
sario para independizarse de la provincia por la vía de sucesivos empréstitos;
cuando examinemos este tema comprobaremos el importante papel que des­
empeñó este tipo de ingresos en el mantenimiento de la maquinaria estatal y
en especial en el perfeccionamiento y modernización de las fuerzas armadas,
de cuya gravitación en el proceso de centralización ya nos hemos ocupado. De
allí que cuando por fin el control económico y político de la nación pasó ínte­
gramente a manos del Estado el precio pagado resultó muy alto, no sólo por­
que en términos cuantitativos la deuda extema había crecido en forma desme­
dida sino porque la afirmación interna del Gobierno Nacional fue comprada al
precio de una dependencia más estrecha del país entero frente a distintos orga­
nismos extranjeros.

5. Modernización jurídica y política. Los códigos

El proceso de modernización general iniciado en este período alcanzó tam­


bién a los aspectos jurídicos y políticos; en lo que respecta a la división de
poderes establecida por la Constitución, se pone en práctica a partir de 1862
cuando se procede a instalar el Judicial con lo que se completa el sistema
tripartito.
En páginas anteriores nos hemos referido a la organización que adopta la
justicia, sus atribuciones y límites; cabe ahora una referencia a los dos res­
tantes.
Las amplias prerrogativas del Ejecutivo tendieron a crear un poder fuerte
con posibilidad de hacer cumplir sus decisiones mediante el empleo del ejérci­
to sobre el que ejercía la comandancia general; elegido en forma indirecta por
colegios electorales provinciales designados por simple mayoría de sufragios,
era asistido por un grupo de ministros a los que nombraba y removía directa­
mente.4

4. La reforma de 1898 elevó el número de ministros de los cinco establecidos por la Consti­
tución de 1853 a ocho.

95
Un sistema bicameral componía el Poder Legislativo- el Senado, formado
por dos representantes por provincia, elegidos por sus legislaturas respectivas,
con una duración de nueve años en sus funciones, y que se renovaba por terce­
ras partes, y la Cámara de Diputados, cuyos representantes surgían de eleccio­
nes directas en la proporción de uno por cada veinte mil habitantes o fracción
no inferior a diez mil. Hasta el levantamiento del primer censo se fijó provi­
sionalmente su número en 50, distribuidos de acuerdo con la población calcu­
lada; esa cifra se aumentó a 86 en 1872; duraban cuatro años en el cargo,
renovándose la Cámara cada dos y podían ser reelectos lo mismo que los sena­
dores. Juez de elecciones, derechos y títulos de validez de sus propios miem­
bros, el cuerpo se protegía así de la intromisión de otros poderes, aunque en la
práctica su autonomía estaba limitada por el Ejecutivo que lo convocaba y fi­
jaba los asuntos a tratar.
La instalación de los tres poderes completó la estructura política básica del
país. Disposiciones complementarias adoptadas en forma paulatina contribu­
yeron a perfeccionar el sistema y adaptarlo a las necesidades derivadas del
cambio; entre ellas citaremos la ley de noviembre de 1863 que reglamentó la
emisión del voto sobre las bases de las normas fijadas por la Constitución. La
ley organizó el sufragio estableciendo que en épocas determinadas los ciuda­
danos se inscribirían en el registro cívico ante juntas calificadoras formadas
por el juez de paz y dos vecinos nombrados por los gobiernos locales en cada
localidad; el comicio debía constituirse en el atrio de la iglesia o en los porta­
les del juzgado con la presidencia de un magistrado asistido por dos vecinos
designados por sorteo, más cuatro elegidos por los ciudadanos al instalarse la
mesa; los inscritos en el padrón votaban públicamente en forma oral o escrita
y el escrutinio se realizaba de inmediato. En 1873 se introdujo la boleta electo­
ral con voto escrito para identificar a los ciudadanos, sistema que se utilizó hasta
la aprobación de la ley Sáenz Peña y que dio lugar a muchos abusos y fraudes
a los electores.
En otra esfera, la aprobación de los códigos de comercio y civil, moder­
nizó la legislación privada y penal para todo el país. El primero, redactado
por los doctores Eduardo Acevedo y Dalmacio Vélez Sársfield, regía en la
provincia de Buenos Aires desde 1859 y dada la urgencia de contar con una
reglamentación sobre el tema fue convertido en ley nacional el 10 de setiem­
bre de 1862 manteniéndose en vigencia hasta 1889, en que fue sustituido por
el que rige todavía en sus líneas fundamentales; constaba de cuatro libros y
legislaba sobre las personas y los contratos de comercio, el derecho maríti­
mo y las quiebras.
La redacción del Código Civil se encomendó por decreto del 20 de octubre
de 1864 al doctor Vélez Sársfield que presentó el primer libro en junio de 1865
y concluyó la obra en 1869; en vigencia desde 1871, se ha mantenido sin mo­
dificaciones fundamentales y su ideología deriva de la escuela racionalista del

96
derecho natural. Régimen de las personas, matrimonio y familia, derecho su­
cesorio, condición de los trabajadores y derecho penal fueron los distintos te­
mas abordados por el autor que se inspiró en el derecho castellano y en los
adelantos más recientes de su época en materia de jurisprudencia sin descuidar
las modalidades especiales de la sociedad destinataria de estas normas.

97
II. LA MODERNIZACION ECONOMICA

1. Transportes y colonización

Al ocuparnos de la década posterior a Caseros, hemos apuntado la apari­


ción de elementos modernizantes vinculados con la explotación agrícola, si
bien señalamos también su escasa importancia frente al sector pecuario en
ascenso dentro de los moldes tradicionales; sin embargo, aquellos tímidos
avances constituyen el punto de partida de un proceso que se acelera a partir
de los años sesenta, favorecido por la demanda internacional y la expansión
urbana local y determina de algún modo características distintas en el Lito­
ral y Buenos Aires.
En Santa Fe, el sistema de colonización mediante venta de tierras al colono
continúa casi hasta fines de la década irradiándose del centro hacia el sur de la
provincia y dando lugar a la formación de pequeñas y medianas propiedades
rurales;5 la extensión de estas explotaciones y su ubicación cercana a centros
urbanos ya establecidos se relaciona con una mayor diversificación de activi-

5. Al amparo de varias leyes (24 de agosto, 1” de setiembre de 1865, 7 de setiembre y 31 de


agosto de 1866) se vendieron diversas tierras en condiciones de poblarse. El gobernador Oroño
impulsó la agricultura y procuró sanear los títulos de propiedad. El gobierno tenía un criterio
formado sobre la colonización pero no observó normas inflexibles, apurado por la escasez de
recursos y los compromisos políticos. Pese a que las mercedes y subvenciones a instituciones
fueron comunes, la política oficial de fomento al esfuerzo privado se tradujo en 4 colonias en
1864, 18 en 1869, 29 en 1872.

99
dades6 en comparación con colonizaciones posteriores, y el proceso es relati­
vamente fácil de seguir a través de los planos catastrales. Allí aparece una re­
gión central bien dividida, surgida de la primera etapa de asentamientos y la
formación de sectores medios rurales, fenómeno éste tan importante como la
transformación agrícola de la provincia, por su misma singularidad; hacia el
sur, la decreciente densidad de tierras subdivididas atestigua un segundo mo­
mento con intervención de factores nuevos y resultados que exceden la esfera
económica. El cambio de sistema, destinado a perdurar en toda la región que
se incorpora más tarde a la actividad agrícola, se vincula con el progresivo

6. Un informe del Departamento de Inmigración publicado en 1865 permite apreciar el tipo


de actividad desarrollada por las colonias y el grado de progreso alcanzado.
- C o lo n ia E s p e r a n z a (Santa Fe): en 1865, 1627 habitantes de los cuales 15 eran argenti­
nos. Un templo católico, uno protestante, dos escuelas, 88 casas de alto y azotea, 95 casas
de material y 291 ranchos, todos con pozos de agua. Se enumeran las siguientes profe­
siones y establecimientos: 9 carpinterías, 5 herrerías, 1 panadería, 3 sastrerías, 1 cerve­
cería, 4 atahonas, 4 zapaterías, 19 tiendas y almacenes, 2 fondas, 2 molinos de vapor, 2
molinos de viento, 3 hornos de ladrillo, 8 albañiles, 1 médico, 4 parteras. La colonia
cuenta además con 1 máquina de aserrar madera, 6 máquinas de segar trigo, 2 de trillar
y 10 de ventilar. Según carta publicada en los A n a le s d e la S o c ie d a d R u r a l A r g e n tin a ,
febrero 1872, pág. 61, las primeras máquinas agrícolas se habían introducido al país en
1858: 1 máquina de segar y 1 de trillar; lo hicieron Timoteo Gordillo y los generales
Urquiza y Virasoro por el puerto de Rosario.
Las concesiones ocupadas ascendían a 210 con una extensión de 20 cuadras para cada
una. La producción durante el año 1865 fue de 5.895 fanegas de trigo, 12.370 fanegas
de maíz, 340 fanegas de cebada, 754 fanegas de legumbres, 1.200 fanegas de batatas y
papas, 843 quintales de manteca y 600 quintales de queso. El valor aproximado de estos
productos -según el inform e- después de deducido el consumo de la colonia, podía es­
timarse en 150.000 pesos. Compárese esta cifra con las correspondientes a algunos de­
partamentos de Catamarca que se transcriben más adelante.
Ese año la colonia exportó 10.600 arrobas de harina, 545 cueros secos y 25 arrobas de
cerda; comenzaba a plantar viñas y disponía de unos 80.000 durazneros destinados en su
mayoría a leña.
Las existencias de hacienda ascendían a 7.945 vacunos, 1.473 caballos, 175 yeguarizos,
73 muías y burros, 200 lanares mestizos, 508 lanares criollos, 710 cerdos, 2.500 aves
domésticas y 20 colmenas.
- C o lo n ia S a n G e r ó n im o (Santa Fe) -1 8 6 5 - E d ific io s : 1 templo, 1 escuela, 9 casas de
azotea, 117 casas de paja, 49 ranchos. E s ta b le c im ie n to s : 2 carpinterías, 2 molinos, 3
herrerías, 1 armería, 1 tienda y 4 pulperías. P r o d u c c ió n d e l a ñ o : 2.000 fanegas de trigo,
3.000 fanegas de maíz, 10 de cebada, 40 de porotos, 8 de arvejas, 200 quintales de man­
teca, 300 quintales de queso, 500 fanegas de batatas y papas, huevos (sin especificar
cantidad). E x is te n c ia s d e h a c ie n d a : 3.000 vacunos, 570 equinos, 14 ovinos, 330 porcinos,
2.150 aves domésticas. No existen datos sobre la población.
- C o lo n ia S a n C a r lo s (SantaFe) -1 8 6 5 - E d ific io s : 1 capilla, 3 escuelas, 10 casas de azo­
tea, 200 casas con techo de paja. H a c ie n d a : 3.908 vacunos, 786 equinos y mulares, 270

100
aumento del precio de la tierra en razón de su valor potencial,*7 valor que se
apoya en una mayor demanda, producto de la ampliaciónde mano de obra ex­
tranjera y argentina, de la perspectiva favorable que ofrece el mercado interna­
cional a los cereales y de la modernización de los transportes internos.
La incidencia concertada de estos elementos se verifica en dos planos; por
una parte presiona sobre el grupo inicial comprometido en la colonización, que
comienza a percibir la ventaja de mantener la propiedad de la tierra como fuente
de permanente beneficio y, al mismo tiempo despierta el interés de otros sec­
tores por participar en el proceso; la demanda crecerá por lo tanto a nivel del
productor directo y del especulador con lo que la tendencia norma! de valoriza­
ción se convierte en suba vertiginosa desde la década del setenta en adelante.
Si prescindimos de la compañía de tierras del ferrocarril Rosario-Córdoba,
la ampliación de este círculo empresarial tan particular está reservada a capita­
les nacionales surgidos de la explotación ganadera y cuyos fuertes excedentes
se vuelcan ahora hacia el negocio inmobiliario; más que los antiguos terrate­
nientes o el más activo y reciente grupo comercia! santafesino, son los secto­
res altos de Buenos Aires, cuya solidez financiera fruto de la expansión de los
años 1850-60 y cuyo creciente poder político los coloca en situación de privi­
legio para lograr el acaparamiento masivo, los que multiplican los efectos de
la moderada especulación anterior.

porcinos, 26 lanares, 3.000 aves domésticas. Disponían de 33.000 durazneros para com­
bustible. La colonia estaba formada por 130 chacras ocupadas y los productos principa­
les eran el trigo, maíz, cebada, papas y batatas, legumbres y sandías. Se fabricaba man­
teca y queso en casas de suizos y franceses.
- C o lo n ia H e lv é tic a (Santa Fe) -1 8 6 5 - C h a c r a s c u ltiv a d a s , de 200 varas de frente por
300 de fondo, 18; de 200 varas de frente por 200 de fondo, 374; y de 100 varas de frente
por 100 de fondo, 222; todas ellas con cercados, lo mismo que las quintas, de madera de
ñandubay, alambre y zanjas. E s ta b le c im ie n to s y p r o fe s io n e s : I atahona, 1 molino de vien­
to, 2 fábricas de manteca, 4 de queso, 3 albañiles, 3 carpinteros, 2 herreros. (La palabra
“fábrica” debe entenderse como pequeñas industrias caseras que disponen de exceden­
tes para la venta.) Durante ese año se sembró maíz obteniéndose 126 fanegas, trigo (43
fanegas), porotos (10 fanegas), legumbres (10 fanegas), tabaco (15.000 plantas), algo­
dón (10.000 plantas), naranjas (1.000 plantas) y otros frutales (10.000 plantas). H a c ie n ­
d a : 760 vacunos, 90 equinos, 80 porcinos, 400 lanares.
7. “El ferrocarril que salía de Rosario comienza a radicar núcleos de población y de cultivos
y a valorar las tierras del sur gracias a la alfalfa y el trigo. La poca movilidad del suelo y su
acaparamiento en grandes extensiones por un grupo reducido de propietarios, característica de
Córdoba, comienza a sentir las influencias de la nueva corriente del litoral y se acerca con las
vías férreas, demandando mayores productos, ofreciendo brazos en abundancia, fomentando
negocios... los precios bases de remates fiscales suben en poco tiempo de 100 a 300 pesos la
legua.” Tomado de Miguel A. Cárcano, E v o lu c ió n h is tó r ic a ele la p r o p ie d a d d e la tie rr a p ú b li­
ca, Buenos Aires, 1917, pág. 292.

101
Estamos ante una etapa en que el arrendamiento reemplaza a la venta de
parcelas y la explotación extensiva a la diversificación ensayada en las prime­
ras colonias; la región de cultivos se ensancha con rapidez, borra el viejo pasa­
je que unía precariamente las dos zonas tradicionales del país y con la incorpo­
ración del sur de Córdoba va delineando un nuevo Litoral cada vez más solda­
do a las provincias interiores.
Como resultado de este cambio, si bien aumentan las áreas agrícolas y por
lo tanto la producción total, se frena la expansión de los sectores medios rura­
les que en cambio se afianzan en los centros urbanos vinculados con el proce­
so de comercialización.
Para los contemporáneos ¡a situación es óptima y favorece al gran propie­
tario tanto como al arrendatario que también juega a la especulación mediante
el subarriendo. Gana el primero por el simple expediente de la valorización
automática, y el productor porque los precios del cereal son retributivos y pue­
de además incrementar sus ingresos entregando una parte de los campos a otro
interesado, a un canon más alto por supuesto; de este modo el mecanismo fun­
ciona en beneficio de todos, con excepción tal vez del consumidor final que es
quien lo soporta en ultima instancia. Pero el proceso lleva implícito graves
conflictos que saldrán a luz más allá del período que nos toca analizar, cuando
se haya procedido a la incorporación total de las tierras disponibles y varíen
las condiciones del mercado internacional; entonces podrá advertirse en la raíz
de las tensiones y desequilibrios sociales que afecten al país, los aspectos ne­
gativos de un sistema basado en la especulación generalizada.
El caso santafesino reviste un interés muy particular en el estudio de esta
etapa, pues aun cuando los avances continúan y llegan a ser espectaculares
pocos años después, en 1874 poco queda de la provincia pobre,8 despoblada y
orientada hacia la ganadería extensiva que ha cambiado los aspectos básicos
de su estructura de producción y población e iniciado una transformación
socioeconómica profunda.
Mientras avanza la agricultura en Santa Fe, se mantiene la preeminencia
ganadera tradicional en Buenos Aires, si bien comienzan a darse algunos cam­
bios significativos en la esfera productiva.

8. En 1839, W. Parish describía a la provincia del modo siguiente: "...la interrupción de su


tráfico con Bolivia y el Paraguay los ha reducido a un estado de miserable pobreza; y habiéndolos
dejado su extrañamiento de la capital sin los medios adecuados a su defensa, los salvajes del
Gran Chaco los han atacado con impunidad, asolado la mayor parte de la provincia y, más de
una vez, amenazado aniquilar su misma capital. La población ha disminuido excesivamente:
quizás hoy en toda la provincia no haya más de 15 a 20.000 almas, una grap porción de la cual
es de origen guaraní, descendientes de los emigrados de las misiones jesuíticas del Paraguay,
que las abandonaron después de la expulsión de sus padres en 1748”. B u e n o s A ir e s y la s p r o v in ­
c ia s U n iJ a s d e l R ío d e la R ía la , Buenos Aires, 1958.
La mayoría de los factores que determinan una situación más matizada con
respecto a Santa Fe, son como allá prolongaciones de la década anterior que se
afianzan y estructuran progresivamente, aunque a diferencia de aquélla no se
limitan a circunscribir ciertos procesos tales como la formación de clases me­
dias rurales sino que los liquidan definitivamente.
Entre los de mayor influencia se destaca el sistema de la propiedad, cuya
tendencia a la concentración se acentúa favorecida por la política estatal de
venta a precios altos, que sólo permite el acceso a sectores reducidos. Cuando
examinamos la situación económica de Buenos Aires en el período anterior
señalamos como una de las causas vinculadas con la falta de interés por impul­
sar la colonización, los ingresos derivados de la explotación ganadera; la pre­
sión de la demanda que la creciente mano de obra ejerce en Santa Fe no existe
por lo tanto en las nuevas áreas que se van incorporando hacia el sur de la pro­
vincia al expandirse la frontera y así pasan a engrosar las ya extensas posesio­
nes del sector ganadero (800 leguas en 1864), consolidando su situación de pre­
dominio económico y político. Capital disponible, pocas exigencias de
reinversión y la división de campos económicos que se establece de hecho con
otros grupos inversores, explica la preferencia de los terratenientes porteños
por el negocio inmobiliario como fuente segura de dilatados beneficios a corto
plazo; pero a diferencia de su intervención estrictamente especulativa en San-

F ic . 4 .2 2 . E s ta c ió n d e l f e r r o c a r r il ( A r c h iv o G e n e r a l d e la N a c ió n ).

103
ta Fe, en la provincia de Buenos Aires habrían de desempeñar un papel más
directo en la producción.
El caso se ve con toda claridad en el ovino. Luego de una primera situación
de coyuntura favorable al vacuno, a partir de los años sesenta y casi hasta fines
de la década, es la lana el producto más beneficiado y ello acentúa la expan­
sión del sector. Ahora bien, en la medida en que la explotación se organiza so­
bre la base del sistema de aparcería, su crecimiento se vincula con un aumento
en la demanda de parcelas que no tarda en invertir los términos de los contra­
tos iniciales en perjuicio del pastor independiente. Pese a todo, las buenas con­
diciones del mercado internacional balanceaban las dificultades de los propie­
tarios de majadas y la situación sólo hizo crisis a partir de 1867 con las medi­
das restrictivas a nuestro comercio de lana que imponen Francia y los Estados
Unidos. Como resultado de este cambio en el sector externo el desequilibrio
económico entre el propietario de la tierra y el aparcero se acentuó con rapidez
en tanto sólo el primero poseía los medios para soportar la contracción, y a prin­
cipios de la década del setenta puede advertirse un vuelco hacia la explotación
directa del ovino por medio de asalariados. La caída en relación de dependencia,
si bien todavía no es total, señala el fin de aquel proceso de expansión de los sec­
tores medios rurales iniciado después de Caseros y aun su extinción en la medi­
da en que son desalojados de la tierra; aquí radica la diferencia con los mismos
sectores que habíamos visto formarse en Santa Fe cuyo crecimiento se detuvo
con el cambio en el sistema de colonización en el sur, pero que lograron mante­
nerse en la región central y prosperar merced a su condición de propietarios.
Vinculada asimismo con la situación internacional aunque también en gran
medida con el crecimiento urbano local, cobra impulso en forma paralela la
actividad agrícola; si bien la ganadería mantiene un neto predominio: hacia
1870 la provincia tiene bajo cultivo alrededor de 100.000 hectáreas, cifra muy
superior a la que encontramos en Santa Fe y que señala por su magnitud una
tendencia firme y no un simple vuelco ocasional como los que periódicamente
han aparecido a través del tiempo en Buenos Aires.
Dejando a un lado la situación particular de las lanas, luego del ciclo de alza
que benefició al vacuno, se inició un lento descenso en los precios de sus pro­
ductos derivados que afectaría en particular a los ganaderos porteños por su mayor
dependencia del mercado europeo. La producción de la provincia, menos orienta­
da -en términos relativos- que la correntina o entrerriana hacia la órbita del sala­
dero, se encontró así ante dificultades de difícil solución por el momento y que
sólo habrían de superarse radicalmente más tarde con la aparición del frigorífico.
El aprovechamiento del animal quedó hasta entonces limitado a cueros,
sebos y subproductos afectados por la baja y al tasajo, cuya inelasticidad no
justificaba expansiones compensatorias; el aumento del consumo interno, que
es importante, no alcanzaba tampoco a sustituir al sector externo ni era previ­
sible que lo hiciera a corto plazo.

104
Este hecho unido a los buenos precios del cereal y su posibilidad de ab­
sorción inmediata en el ámbito loca! provocaron la expansión de los culti­
vos, en especial los de trigo y de maíz; el crecimiento de la ciudad de Bue­
nos Aires y el cambio en las pautas de consumo tienen que ver con el prime­
ro, mientras la guerra con el Paraguay demandó importantes cantidades del
segundo para el abastecimiento del ejército. Estamos por lo tanto frente a una
actividad sustitutiva emprendida por los grandes propietarios en forma di­
recta al modo de la explotación ganadera y sin que ésta fuera abandonada;
más aún, cuando la agricultura llega a convertirse a fines del siglo en el ren­
glón más importante de nuestro comercio, su papel en la provincia tiende, en
último término, a apoyar las necesidades del vacuno y en tal sentido se orga­
niza el sistema del arriendo.
Las alternativas que sufre la actividad agropecuaria en Buenos Aires se
vinculan a su vez con una serie de elementos destinados a pesar en la evolu­
ción posterior. En primer lugar, se observa un desplazamiento del vacuno
hacia el sur, posibilitado por el avance fronterizo y la consiguiente apropia­
ción de las tierras nuevas por el grupo ganadero; mayores extensiones que­
dan así libradas al ovino y les cultivos, renglones ambos que necesitaban de
una ubicación cercana al puerto o mercado de consumo. Paralelamente, la
renovada importancia de los establecimientos saladeriles y su desplazamiento
hacia el sur, traducen una actitud menos tradicional de los sectores compro­
metidos en la producción primaria en la medida en que de allí se canalizan
capitales para esta actividad y se busca con el emplazamiento junto a las zo­
nas de cría, disminuir los costos y superar en parte la situación internacional
desfavorable.
Otra novedad vinculada con este proceso, y en particular con el aumento
del consumo urbano, la constituye la aparición de zonas de invernada; en estos
campos la hacienda fatigada por el largo viaje desde el sur se reponía antes de
ser sacrificada y la innovación es importante porque indica un cierto refina­
miento en las pautas alimentarias pero sobre todo porque da origen a un nuevo
sector económico que habrá de concentrar un poder creciente. Como interme­
diarios en la comercialización entre productores y consumidores, no resulta­
ban afectados por los movimientos cíclicos y aprovechaban por lo contrario
los fuertes desniveles estacionales; ello les otorgó un dominio del mercado que
se afianzó con la instalación del frigorífico y los 'levó a más de un enfrenta­
miento, inclusive a nivel político, con el sector de los productores propiamen­
te dichos.
El alambramiento de los campos es también un hecho relacionado con las
transformaciones en el sistema de explotación del ovino y la ampliación de
los cultivos; el cercamiento que avanza a lo largo de todo este período ate­
nuó los riesgos de pérdida de hacienda y plantaciones y al disminuirlos in­
clinó a los propietarios a asumir la empiesa de un modo directo.

105
2. Los avances del nuevo Litoral

Frente al ritmo particularmente intenso que adquiere la política moder­


nizante en las dos provincias examinadas en estos años, el resto del país acu­
sa cambios menos espectaculares ya que el movimiento no alcanza del mis­
mo modo a todas las regiones, al irradiarse desde las zonas más dinámicas
que multiplican la incidencia de los factores inicialmente vinculados con el
proceso.
Si recorremos por ejemplo las provincias de Entre Ríos y Corrientes, en­
contramos una situación muy similar a la década anterior, de neto predominio
ganadero y escasa actividad agrícola; más aún, el aumento de las extensiones
dedicadas al vacuno traduce la invariable adhesión a la ganadería por parte de
los sectores altos rurales que ante la desfavorable coyuntura externa no siguen
el ejemplo porteño de iniciar alguna diversificación; sí se piensa además que
la ampliación no resulta de un ensanche del territorio sino de la puesta en ex­
plotación de campos ya existentes dentro del latifundio, resulta clara la actitud
deliberada de mantener la producción tradicional.
Entre las variadas interpretaciones que suelen darse de esta permanencia
frente, a factores que provocan cambios en otros lugares, son comunes las que
se limitan a vincularla con un problema de mentalidad conservadora, solución
que parece excesivamente simplista. Sin pretender analizar de un modo exhaus­
tivo las distintas variables que intervienen en la transformación o estabilidad
de las estructuras, señalaremos algunos matices que bajo una aparente simili­
tud de situaciones, determinan condiciones y respuestas diferentes.
Fiemos dicho antes que ambas provincias se beneficiaban de una ubicación
que las ponía en fácil contacto con los centros de consumo brasileño y urugua­
yo; importantes mercados de tasajo, absorbían el producto elaborado o el ga­
nado en pie para su manufactura, y el nivel de este intercambio llegó a ser tan
relevante en la década posterior a Caseros, que amenazó inclusive la tendencia
unificadora en materia económica. Después de 1862, una serie de medidas ofi­
ciales corrigió en parte los efectos disociadores de aquella corriente directa sin
perjudicar las relaciones comerciales; de allí que Corrientes con sus ventas de
animales vivos y Entre Ríos con la posibilidad adicional de exportar el tasajo
que elaboraba en sus propios saladeros, experimentaran en forma más atenua­
da los efectos de la baja de precios internacionales que incidían particularmen­
te sobre aquellos productos pecuarios destinados al mercado europeo y norte­
americano.
Una competencia creciente y medidas políticas proteccionistas tomadas por
países compradores perjudicaron a cueros, sebos y lanas pero influyeron me­
nos sobre el mercado del tasajo y no de un modo directo, de donde la expan­
sión del saladero en Buenos Aires se relaciona sin duda con este desnivel de
beneficios que provoca la coyuntura.

106
Estas consideraciones no aclaran del todo las razones de los distintos crite­
rios. ¿Por qué los porteños no se limitaron a incrementar la producción de ta­
sajo y decidieron impulsar paralelamente la explotación agrícola? La explica­
ción es bastante compleja y supone la intervención de factores de arrastre pero
aquí nos limitaremos a examinar aquellos que surgen como determinantes in­
mediatos.
Si bien el tasajo sufre menos los efectos de la baja general del sector y apa­
rece como un desemboque positivo para la producción ganadera, dadas las
características del producto, su mercado es limitado y sin posibilidades de ex­
pansión; este hecho aparte de circunscribir expectativas, se relaciona además
con el margen de beneficios ya que la demanda estabilizada mantiene los pre­
cios del tasajo a un nivel más bajo que los restantes productos ganaderos. Mien­
tras la situación general fue favorable, ganancias más pequeñas no afectaron
los ingresos globales del sector, pero en la medida en que varió la coyuntura y
este rubro pareció ser la única posibilidad sustitutiva, la disminución de costos
adquirió una particular importancia. Y en este punto la ubicación de Corrien­
tes y Entre Ríos era más ventajosa que la de Buenos Aires en lo que se refiere
a gastos de transporte hasta el mercado consumidor.
De todo ello parece desprenderse que los sectores ganaderos de estas dos
provincias litorales afrontaron alternativas menos imperiosas que no justifica­
ron cambios inmediatos. La diferencia de actitudes se aclara todavía más si
recordamos que en la expansión de la actividad agrícola porteña no sólo inter­
vienen factores negativos provenientes de ja situación ganadera sino aquellos
derivados del crecimiento urbano local. Es importante señalar el hecho pues
aun cuando el sector disfrute de buenos precios internacionales la posibilidad
de aprovechar la coyuntura no supera todavía los límites del mercado local y
en tal sentido existen profundos desniveles; basta comparar el fuerte crecimien­
to urbano de Buenos Aires con el de las provincias litorales para concluir que
no existían en éstas las condiciones mínimas para que la actividad agrícola,
aunque en escala mediana, se convirtiera en operación rentable.
El examen de los factores que determinan matices diferentes en la evolu­
ción de dos zonas muy similares en su estructura productiva inicial no se agota
en los que acabamos de exponer; tendencias de política económica interna e
internacional, localización y destino de las inversiones y aun características
geográficas que dificultan la unificación son otros tantos elementos útiles para
situar el origen de desfases posteriores; pero en la medida en que su incidencia
alcanza dimensión nacional y como tal serán analizados más adelante, nos li­
mitaremos para el caso concreto de Corrientes y Entre Ríos a los apuntados
más arriba.
Pese a esta relativa independencia zonal vinculada con la comercialización
de buena parte de la producción ganadera, la influencia de las zonas más diná­
micas provoca sin embargo algunos cambios significativos.

107
Exceptuado el rubro de animales en pie y tasajo, se advierte por ejemplo
una clara orientación del intercambio hacia Buenos Aires, centro distribuidor
mayoritario de mercaderías importadas y centralizador de las operaciones
exportadoras de subproductos ganaderos no absorbidos por el mercado del ta­
sajo; complementa el mecanismo centralizador el incremento de la ciudad de
Rosario, núcleo de enlace casi obligado para la producción regional que, en
las primeras etapas de este período, se canalizara en general a mercados exter­
nos diversos.
La caída en situación de dependencia económica se inicia alrededor de los
años sesenta, se acentúa con el avance del centralismo político y parece afec­
tar con mayor agudeza a las regiones más alejadas de los centros en expan­
sión; la excepción tucumana y luego mendocina confirman la regla en tanto
resultan de actitudes deliberadas destinadas a promoverlas y no fruto del pro­
ceso librado a su movimiento propio.
En las dos provincias mesopotámicas se verifica el mismo tipo de desnivel
en perjuicio de Corrientes, donde el problema se agrava por el drenaje de mano
de obra ante las limitaciones de la estructura productiva y la atracción que ejer­
cen Santa Fe, Buenos Aires y aun Entre Ríos;9 si bien de vieja data, el fenóme­
no adquiere relevancia al acentuarse el desequilibrio económico entre las dis­
tintas regiones y se manifiesta en una sostenida disminución de la población,
particularmente masculina.

9. Actividad agrícola y ganadera de la provincia de Corrientes en 1864 según datos publica­


dos por el R e g is tr o E s ta d ís tic o d e la R e p ú b lic a A r g e n tin a de ese año. Producción:

* D ep arta m e nto de C orrien tes


granos ......................................... 2.225 fanegas
mandioca, batatas....................... 1.567 ”
algodón....................................... 1.913 arrobas
tabaco.......................................... 379 ”
m ie l.............................................. 465 ”
viñas............................................. 45 plantas
frutales........................................ 39.699 árboles

* D ep arta m e nto E m p e d ra d o
granos ......................................... 1.709 fanegas
mandioca, batatas....................... 1.460 ”
algodón....................................... 882 arrobas
viñas............................................ 362 plantas
frutales........................................ * 1.823 árboles

* D ep arta m e nto de G oya


granos ......................................... 2.000 fanegas

108
I c o n tin u a c ió n d e la n o ta 9 )

frutales........................................................................
3.000 plantas
algodón.......................................................................
6 cuadras
sembradas
La población del departamento se ocupaba casi exclusivamente del pas­
toreo; comenzaba a fomentarse el cultivo del algodón y el cultivo en
general apenas producía lo suficiente para el consumo.

' D ep arta m e nto de C uruzú C uatiá


Dedicado a la ganadería en su mayor parte.
Para saladero y consumo de E. Ríos 33.870
Para el in te rio r................................. 2.090
Vacunos De cría para el ex terio r................... 7.300
De cría para el interior.................... 5.900 49.169

Para saladero del exterior................ 6.100


Yeguarizos De cria para el ex terio r................... 570
De cría para el interior.................... 400 7.070

Mular Para el exterior................................. 2.345


Lanar Para el exterior................................. 800

Cueros Cerda Lana Destino


8.259 920 arrobas 3.750 amebas Goya
8.591 539 arrobas 6.364 arrobas Concordia

D ep arta m e nto de M ercedes


Terreno cultivado:
granos .........
algodón...... .......................................... 60 cuadras (2.250 plantas)
frutales ....... .......................................... 267 cuadras (10.000 árboles)

Hacienda y frutos del departamento y destino de los mismos:


Vacunos Yeguarizos Muías Destino
13.032 334 Corrientes
19.506 2.620 340 E. Ríos
8.150 1.645 Paraguay

Además se produjeron 13.802 cueros, 1.582 arrobas de cerda, 9.83S


arrobas de lana y 6.299 quesos cuyo destino no se especifica.*

* D ep artam ento de la C ruz


Producción agrícola: 100 fanegas de trigo, 700 pies de maní, 1.500 pies
de viña, 2.425 pies de tabaco colorado, 70.100 pies de maíz, 2.605 pies de
batatas, 1.800 pies de algodón, sandias, zapallos y árboles frutales en ge­
neral.

109
( c o n tin u a c ió n ele la n o ta 9 )

* D ep artam ento de Paso de los Libres


La agricultura existe sólo en.el ejido del pueblo, en las quintas y el prin­
cipal cultivo es el maíz.

Vacunos Novillos Caballos Yeguas Muías Ovejas Destino


2.668 38* 489 610 la provincia
- 9.594 186 6.353 618 1.200 exterior

Cerda Cueros Lana Sebo Destino


2.470 arrobas 9.391 3.985 arrobas 1.106 arrobas exterior

* D ep arta m e nto de San M ig ue l y Loreto


Productos agrícolas: cereales, algodón, tabaco, mandioca, batatas, maíz,
legumbres, naranjos, duraznos (sin cantidades).

* Departam e-nto de itatí


Producción agrícola: maíz; 327 fanegas; cebada: 4 fanegas; batatas: 127
fanegas; porotos: 12 fanegas; tabaco: 377 arrobas; mandioca: 311 fane­
gas; maní: 30 fanegas; cebollas: 3 fanegas; algodón: 40 arrobas; miel:
478 arrobas; madera: 22.500 varas; sandías y árboles frutales.

* D epartam ento de Y ag u are té C orá


Producción agrícola: tabaco: 800 arrobas; maíz: 460 fanegas; porotos:
10 fanegas; algodón: 40 arrobas; mandioca: 2.500 fanegas; frutales.

Hacienda y frutos extraídos del departamento en el año: 3.482 cueros,


540 amobas de crin, 144 petacones de tabaco, 157 cueros de becerro, 321
arrobas de lana, 400 arrobas de queso (no se especifica el destino) y con
indicación de destino:
Para la provincia: 4.755 vacunos y 486 yeguas
Para el exterior: 1.509 vacunos y 92 muías

* D epartam ento de S ala d as


Producción agrícola: 90 arrobas de caña dulce, 70 arrobas de algodón,
630 fanegas de maíz, 160 arrobas de uvas (calidad de Mendoza), 330
fanegas de batatas. No se especifican cantidades de tabaco y frutas.
Hacienda extraída durante el año: 874 vacunos, 197 yeguas, 52 caballos
y 20 burros (no se indica destino).*

* D epartam ento de M b urucuyó


Producción agrícola: 440 fanegas de granos, 20.000 amobas de tabaco,
38 arrobas de algodón, frutas.
Hacienda y frutos extraídos durante el año: 4.091 cueros vacunos, 108
cueros de potro, 148 arrobas de lana, 26 cueros de becerro, 688 arrobas
de crin, 1.277 petacas de tabaco, 80 caballos, 400 vacunos, 215 tirantes,
150 yeguas.

110
( c o n tin u a c ió n d e la n o ta 9 1

* D e p arta m e nto de S an Luis del P alm ar


Producción agrícola: 300 fanegas de batatas, 5.400 fanegas de maíz, 107
fanegas de vid, 200 fanegas de mandioca, 172 arrobas de algodón, frutas.

* D ep artam ento de ia E squina


Terreno cultivado:
en granos.................................... 300 cuadras cuadradas
en algodón................................. 2 ”
e n v in a s............... 12 ”
en fru tales................................. 5.000 ”

* D ep arta m e nto de C aá-C ati


Producción agrícola: 220 arrobas de algodón, 3.934 arrobas de tabaco,
2.736 arrobas de miel, 4.500 arrobas de almidón, 419 fanegas de gra­
nos, frutas.

* D ep arta m e nto de S an R oque


Producción agrícola: naranjas, duraznos y algodón (sin especificar).
Hacienda y frutos extraídos en el año:

cueros vacunos............... 4.893


becerros................................. 270
potro................ 156
Iana(arrobas) ....................... 207 a Coya y Bella Vista
crin (arrobas)........................ 750
quesos (arrobas)............ ...... 650
grasa (arrobas).................... 16
tabaco (petacas)................... 3

bueyes................................... 36
novillos............... 994
, , Destino: Corrientes,
reses 1.452
.................. ' Bella Vista, Lavalle y Goya
yeguas................................... 459
caballos................................ 47

bueyes................................... 1
novillos................................ 300 a Entre Ríos
re se s...................................... 111

novillos................................. 1.994
re se s...................................... 4 a Paraguay
caballos............................... 72

111
En Entre Ríos, condiciones económicas más sólidas y una mayor indepen­
dencia política frente al Estado nacional permitieron a la provincia balancear
el influjo de las zonas en ascenso y al mismo tiempo obtener ventajas de su
contacto más estrecho con las mismas. De allí que la provincia exhiba, junto a
la expansión de las actividades saladeriles orientadas al comercio externo di­
recto, un sostenido crecimiento urbano en gran parte vinculado con el merca­
do interno en aumento como resultado del movimiento santafesino.
■ En el Interior, la situación es algo más compleja dada la diversidad de re­
giones que la componen. En las provincias andinas continúa en la década del
sesenta el ascenso iniciado en la anterior y relacionado con la expansión del
área del Pacífico; progresa la concentración de la propiedad de tierras irriga­
das y como corolario se acentúan los conflictos sociales que ya hemos men­
cionado, en tanto concentración significa aquí desposesión de las poblaciones
ya existentes. Los movimientos armados que se suceden en la región a lo largo
de estos años y su repercusión popular traducen el descontento reinante entre
los grupos desplazados; son intentos de reivindicación mal encubiertos tras de­
claraciones políticas pero que concitan violenta represión por parte del Esta-*

* D ep arta m e nto de S a n C osm e


Producción agrícola: 1.780 fanegas de granos, 737 arrobas de algodón,
648 arrobas de tabaco, 1.172 arrobas de miel en rama, 9.983 fanegas de
mandioca y batatas, 90 plantas de viña y 6.563 plantas de frutales.
Hacienda y frutos extraídos en el año: a Paraguay: 150 vacunos; a Corrien­
tes: 80 vacunos, 1.440 cueros, 195 arrobas de crin y 154 arrobas de lana.

* D ep artam ento de M o n te C aseros .


Producción agrícola: 2.500 fanegas de cereales. Se citan sin especificar
cantidades: mandioca (para consumo), frutas, algodón y tabaco (princi­
pios de plantaciones).

* D ep artam ento de S a n to Tomé


Hacienda extraída del departamento durante el año:

Vacunos Caballos Yeguas Muías Destino


2.459 107 429 - Corrientes
555 10 335 300 Paraguay
602 - _ _ E. Ríos

Si bien los datos transcriptos no son hemogéneos para todos los departamentos y en algunos
casos las definiciones utilizadas son ambiguas, dan una imagen bastante aproximada de la acti­
vidad económica de la provincia. Obsérvese la mayor especialización ganadera de los departa­
mentos del este y la debilidad de la agricultura cuya producción apenas excede las necesidades
del consumo y aún no lo satisface en ciertos departamentos.

112
do, aliado en la emergencia con los sectores urbanos y a los que contribuye a
afianzar y apoyar en sus avances sobre los antiguos ocupantes de las tierras.
La situación permanece sin mayores variantes hasta alrededor de 1870 en
que aparecen las primeras consecuencias del proceso de unificación.10
A nivel económico, la litoralización del sur de Córdoba y la construcción
del ferrocarril que une a la capital con el puerto de Rosario, asestan un rudo
golpe a las actividades de las provincias andinas cuyo renacimiento reciente
dependía no sólo de su propia producción, sino de la expansión de la agricul­
tura de potreros vinculada con el comercio de ganado que, proveniente de las

10. Datos sobre producción y riqueza territorial de algunos departamentos de la provincia


de Mendoza en 1864:

N orte de la d u d a d Dpto. P anquega


cepas de uva 25.787 alfalfa 798 cuadras
cepas uva moscatel 6.615 viñas 200 ”
nogales 87 árboles 124 ”
duraznos 2.637 trigo 96 ”
otros frutales 1.300

Plumerillo San R afael


alfalfa 556 3/4 cuadras viñas 59 cuadras
frutales 19 ” cereales 9 3/4 ”
moscatel 14.189 plantas uva 40.836 plantas
frutales 21.955 ” alfalfa y cereales 1.397 cuadras

Las invasiones indígenas asolaban periódicamente este departamento sobre el que no hay
datos precisos sobre ganado.

* D e p arta m e nto de Junín


Producción y existencias: 18.944 fanegas de trigo, 306 de porotos, 55
de anís, 39 de ají, 61.020 sandías, 200.700 álamos negros, 448 acacias,
12.588 sauces, 20.498 mimbres, 90 nogales, 1.439 higueras, 7.675
durazneros, 2.761 ciruelos, 1'20 damascos, 131.720 vides, 5.912 fane­
gas de maíz, 471 de papas, 2 de comino, 47.270 zapallos, 44.580 melo­
nes, 5.112 álamos Carolina, 1.102 paraísos, 11 almendros, 449 perales,
357 manzanos, 2.715 membrillos, 594 guindos, 92 granados, 2.589 no­
villos, 3.323 caballos, 1.625 muías, 20.985 ovejas, 1.712 cerdos, 882 bue­
yes, 4.977 vacas, 3.215 yeguas, 155 asnos, 1.085 cabras, 1.519 pavos,
900 patos, 18.694 gallinas.

Datos extraídos del R e g is tr o E s ta d ís tic o d e la R e p ú b lic a A r g e n tin a , 1864.


Más completa es la información sobre tres departamentos de la provincia de Catamarca pues
presenta también cifras sobre comercio. Han sido publicados por la Oficina de Estadística de la
provincia de Catamarca, 1864.

113
( c o n tin u a c ió n d e la n o ta IO )

* D epartam ento de T in o g a sta - 1864


Agricultura :
alfalfa.................................... 1.008 cuadras
viñas.......................................................................... 74
frutales........................... 80

Riqueza pecuaria:
vacas de cría........................,.................................... 2.615
yeguas.............................,....... ................................. 1.330
burros.................................. 3.930
cabras........................................................................ 11.530
puercos...................................................................... 230
o vejas........................................................................ 11.400

Producción anual (cargas de 14 arrobas)


trigo....................... .......... 3.806 m a íz.................................. 1.061
aguardiante........... ...... . 2,222 nueces............................... 25
duraznos.......... . .......... 6 frutas se c a s....................... 296
papas ..................... .......... 60 v in o................................... 2.962
m anzanas.............. .......... 6 p e ra s................................. 164
miel de u v a ........... .......... 222 dulces................................ 35

Exportación anua i.
ganado mayor ... 600 cabezas frutas secas .... .... 120 cargas
200 cargas harina............. .... 900 ”
>*
quesos............. 60 d u lc e s............ .... 25
trigo................... 300 b u rro s............ .... 300 cabezas
pieles vicuña.... 30 ” aguardiente .... .... 20 cargas
ovejas................ 3.500 cabezas m aíz............... .... 250 ”

Según cálculos de la misma oficina que recopila los datos, la importación anual ascendía a
60.000 pesos y la exportación a 50.000, de acuerdo con los precios unitarios que proporciona.
El pueblo de Tinogasta, capital del departamento, abarcaba una legua cuadrada y había sido pro­
piedad de los indígenas. En 1864 las tierras ya no les pertenecían.

* D epartam ento de B elén - 1864


Riqueza pecuaria: 12.000 vacunos, 2.000 yeguarizos, 11.000 burros,
22.000 lanar y cabrío. 200 cerdos.

Producción anual de extracción agrícola y en parte ganadera:


trigo........................................................... 4.000 cargas de 14 arrobas
m a íz .......................................................... 4.500 ”
porotos.................................... 200 ”
anís, comino.............................................. 20
papas......................................................... 500 celemines

114
( c o n tin u a c ió n d e la n o ta 1 0)

aguardiente, vino, uvas, m ieles............. 3.700 cargas


frutas........................................................ 300 ”
pasto seco................................................. 4.320 ”
quesos...................................................... 12.000 ”

Exportación anual:
ganado vacuno, burros, m u ías.............. 3.200
ganado m e n o r......................................... 2.500
aguardiente (cargas de 15 arrobas)...... 400
vino (cargas de 15 arrobas)................... 1.200
frutas secas, dulces (15 arrobas)........... 600
arriería.... 150 tropas de muías de 25 cada una

La Oficina de Estadística estima el monto de la importación anual en 45.000 pesos.

* D ep arta m e nto de S anta M aría


Agricultura:
viña y m anzano........................ ............. 28 cuadras
alfalfa ...................................................... 1.000 ”
duraznos y dam ascos............... ............. 20 ”
cereales................................................... 1.078 ”

Producción anual:
trigo......................................................... 2.500 cargas de 14 arrobas
m a íz ........................................... ............. 2.000 J»
papas ....................................................... 40 *>
v in o ............................................ ............. 300 »>

Riqueza pecuaria:
v acas....................................................... 3.000
burros...................................................... 2.000
y eguas..................................................... 500
cerdos...................................................... 200
ovejas y cabras....................................... 11.000

Movimiento comercial:
Extracción anual:
harina en ra m a ....................................... 1.000 cargas de 14 arrobas
v in o ......................................................... 100
m anzanas................................................ 20
cueros de vaca........................................ 48
queso....................................... 900 arrobas
m a íz ........................................... 100 cargas de 14 arrobas
dcscarozados.......................................... 16
sal de piedra........................................... 25
pieles de cabra (número).... .................. 2.500

115
( c o n tin u a c ió n d e la n o ta 10)

Introducción anual:
de m ercaderías....................................... $ 14.000
en c o c a .................................................... ” 400
ganado (cabezas)....................................” 900
en m ercería............................................ ” 1.000
muías (cabezas)...................................... ” 1.200

La exportación de metales preciosos era un recurso adicional con el que contaban algunas
provincias del Interior. En 1864 la provincia de San Juan exportó las siguientes cantidades de
pastas y metales de plata:

Cantidad Valor Total


a Chile: plata en barra 2.389 marcos 23.891
oro en pasta 53 onzas 795
metales plata 594 qq 8.871 33.557
a Rosario: plata en barra 1.308 marcos 14.388
Total en pesos fuertes 47.945

Otro dato interesante para comparar la situación del Litoral con el Interior es el relativo a la
riqueza pecuaria que proporciona el R e g is tr o E s ta d ís tic o d e la R e p ú b lic a A r g e n tin a para ei año
1865:

3uenos A ire s E ntre Ríos C orrientes C atam arca


vacuno 6.800.000 2.500.000 2.000.000 185.000
caballar 1.800.000 600.000 375.000 40.000
mular 25.000 7.000 25.000 15.000
asnal 5.000 500 35.000 25.000
lanar 50.000.000 6.000.000 1.000.000 80.000
cabrío 5.000 10.000 121.000
porcino 115.000 4.500 2.500

58.750.000 9.107.500 3.449.500 468.500

M endoza Salta San Luis Tucum án


vacuno 210.000 255.000 31.000 275.000
caballar 71.000 50.000 96.000 85.000
mular 5.000 16.000 5.000 12.000
asnal 2.500 34.000 8.000 10.000
lanar 230.000 150.000 100.000 95.000
cabrío 70.000 95.000 285.000 25.000
porcino 8.500 2.500 30.000
597.100 602.500 585.000 632.000

lió
regiones centrales, se encaminaba hacia el mercado chileno. La reorientación
hacía el Atlántico de la producción en zonas servidas por el ferrocarril, si bien
incorpora nuevos territorios al área unificada, precipita también la decadencia
económica de aquéllas y afecta de modo indirecto su estructura social y política.
Recordemos que la importancia de los sectores urbanos se apoyaba en las
operaciones comerciales reactivadas; al declinar éstas por las causas expues­
tas, la situación de los grupos locales se tornó difícil y en tales circunstancias
aumentó la gravitación del Estado nacional como fuente de ingresos a través
de una burocracia en aumento. De allí que, a partir de la década del setenta, la
medíatización de los sectores medios urbanos y su progresiva dependencia del
presupuesto, configuren el antecedente inmediato del proceso que desemboca
en la pérdida de autonomía política de aquellas provincias bajo las presiden­
cias de Sarmiento y Avellaneda.
En lo que toca a las provincias centrales y en particular a Córdoba, el tendi­
do ferroviario que influye de modo negativo en la economía de la región andina
acentúa la expansión rural y urbana; en el primer caso activa zonas hasta ese
momento casi vacías y por lo tanto improductivas, sea por directa labor de
colonización o por el valor que su trazado agrega a la propiedad y que atrae al
inversor porteño o santafesino; en el segundo aspecto, su llegada a la ciudad
de Córdoba en 1870 coincide con un notable aumento de las actividades co­
merciales en ese punto al convertirlo en núcleo centralizador de la producción
del Interior destinada a Buenos Aires y viceversa.
Unificación, expansión económica y modernización son por lo tanto insepara­
bles del proceso colonizador y de las transformaciones en el sistema de transportes.
La relación entre asentamientos, agricultura y reactivación de zonas despo­
bladas ha sido examinada por separado y en cuanto a los transportes, en particu­
lar el ferroviario, si bien hemos adelantado su vinculación con los cambios opera­
dos en la orientación comercial y otros aspectos derivados de su avance, restaría
describir con mayor detalle las distintas etapas y características propias del sector.
Hasta 1862, fuera de la pequeña experiencia del ferrocarril del Oeste en
Buenos Aires, el sistema de transporte terrestre mantuvo los esquemas tradi­
cionales, aun cuando se advierte cierta preocupación orientada a regularizar}'
mejorar los servicios. En cambio progresa en forma más visible el transporte
fluvial, no sólo porque en términos absolutos aumente el número de embarca­
ciones en servicio sino porque crece la flotilla de unidades accionadas con va­
por en sustitución de la navegación a vela.
Con la solución del pleito entre la Confederación y Buenos Aires, y a pesar
de ios problemas internos y compromisos externos que afronta el Estado, se
inició una nueva etapa concretándose los primeros pasos destinados a lograr
una modernización integral.
Apenas instalado, el Gobierno Nacional retoma las negociaciones de la
Confederación y llega a un acuerdo con inversionistas ingleses para la eons-

117
trucción de la línea Rosario-Córdoba, sobre la base de asegurar un porcentaje
mínimo de ganancia a la compañía, a la que además se le adjudican tierras
ubicadas al costado de las vías. Estas concesiones que despertaron agudas críti­
cas en épocas más recientes por considerárselas excesivas, deben analizarse sin
embargo a la luz de las circunstancias existentes en el momento del arreglo.
En páginas anteriores señalamos que el ramal Rosario-Córdoba, a diferencia
de la línea del Oeste en Buenos Aires, no ofrecía perspectivas de beneficios inme­
diatos; su construcción a través de zonas desplobladas sólo permitía esperar ga­
nancias una vez conectados los dos puntos extremos y creado un mercado a lo lar­
go del trayecto. Este hecho, más el elevado costo de instalación, no contribuía por
cierto a despertar el interés de ios posibles inversores y el gobierno por su paite care­
cía de las sumas necesarias para afrontar directamente una obra de tal envergadura.
En tal alternativa, las condiciones ofrecidas parecieron justas para atraer al
capital extranjero y no son básicamente cuestionables si se acepta la necesidad
de una política expansionista en esos momentos; la discrepancia debería en
efecto plantearse en torno de la oportunidad de esa política y no sobre alguna
de sus parciales consecuencias.
El contrato para la construcción del Ferrocarril Central Argentino se firmó
en 1863 haciéndose cargo de las obras William Wheelwright. Sería ésta la pri­
mera línea apoyada por el gobierno nacional, que suscribió acciones por valor
de 200.000 pesos fuertes y en la que participaron también la provincia, el co­
mercio rosarino y ei general Urquiza; la intervención de estos sectores, aun­
que pequeña frente al capital externo, revela el grado de interés que suscitaba
el proyecto y la confianza en las ventajas económicas que reportaría.
El avance del ferrocarril que llega a Córdoba en 1870 es paralelo al proce­
so de poblamiento y expansión agrícola del sur de Santa Fe y Córdoba, aunque
hasta esa fecha sus efectos multiplicadores sean poco notables. La importan­
cia del nuevo medio de transporte como elemento transformador comienza a
percibirse desde el momento en que une a la ciudad mediterránea con el puerto
de Rosario y provoca la reorientación de la corriente comercial hacia el Atlán­
tico, mientras consolida una real unificación económica de Litoral e Interior. A
partir de la década del setenta la influencia de esta línea sobre la economía de
la región es indiscutible; con ella, se vincula el progresivo aumento en los valo­
res de las tierras, el crecimiento de núcleos urbanos a lo largo de su trazado, la
aceleración en el ritmo del movimiento colonizador -en el que participa direc­
tamente la compañía como empresaria- y la expansión de la agricultura. Cum­
plida la primera etapa, el Estado tomó a su cargo la prolongación de las líneas
aTucumán y Cuyo, coherente con la política liberal que entendía obligación
del gobierno asumir aquellas obras de interés público que no ofrecían aliciente
a la empresa privada por su escasa rentabilidad inmediata.
Liberado de los fuertes gastos que insumiera la guerra con el Paraguay y más
afianzado políticamente, el gobierno contrató un empréstito para financiar la

118
empresa e inició los trabajos que se prolongarían más allá de 1874. La función
intermediaria que cumple el Estado en este caso es un hecho que se da con fre­
cuencia, vinculado con las obras públicas, en especial desde 1873 en adelante y
sus causas deben buscarse en la tendencia inversionista extranjera, más inclina­
da a colocar capitales en papeles del gobierno que a emprender aventuras directas.
Frente a la diagramación lineal y de largo alcance que dentro de este perío­
do caracteriza al tendido ferroviario litoral, en Buenos Aires las líneas se
diversifican desde el puerto en un movimiento de abanico hacia el sur, el oeste
y el norte. Hemos señalado antes que la situación económica de la provincia
necesitaba del transporte menos como generador de actividad que como vía de
salida para la producción existente, de ahí la posibilidad de avanzar por tramos
cortos pero que cubrieran la máxima superficie.
Una compañía inglesa se formó para construir y explotar la línea del sur
sobre la zona del ovino; en 1865 Chascomús había sido conectada con Buenos
Aires y las obras continuaban rumbo a Dolores, al tiempo que un ramal
tranviario unía la estación terminal con el centro de la ciudad, hecho que pone
de manifiesto la importancia asignada al transporte de pasajeros y confirma la
existencia de condiciones más favorables para la explotación que las examina­
das en la región del Litoral. Paralelamente, el ferrocarril Oeste se interna en
procura de Lobos sin que la compra de la empresa por el gobierno provincial
interfiera en el ritmo de su construcción. Hacia el norte, otro ramal llega hasta
Las Conchas y se planea continuarlo hasta Zárate. La línea de Ensenada se vin­
cula con el intento de derivar parte de las operaciones del puerto de Buenos
Aires hacia dicho punto, pero al no prosperar el proyecto, este ferrocarril es
absorbido por la compañía del Sur, como ramal de zona.11

11. En 1866 las distintas líneas exhibían la situación que sigue en lo que se refiere a exten­
sión construida y en proyecto:

Líneas en explotación en construcción en proyecto


metros metros metros
Oeste (de Bs. As. a Chivilcóy) 160.000
de Merlo a Lobos, ramal 68.000
Norte (de Bs. As. a Las Conchas) 31.146
de Las Conchas a Zárate 78.000
Sud (de Bs. As. a Chascomús) 114.000
Ensenada (de Bs. As. a Boca y Barracas) 6.000 9.000
de Barracas a Ensenada 45.000
C. Argentino (de Rosario a Córdoba) 112.000 288.000
E. Ríos (de Gualeguay a Pto. Ruiz) 9.654
de Paraná a Nogoyá 102.743
E. Ríos y Corrientes (de Concordia
a Mercedes) 313.755
432.800 333.000 652.498

11 9
Dentro de este panorama de manifiesta convergencia, ia mesopotamia no
introduce variantes mientras planifica su red en forma transversal, como sub­
sidiaria de las vías fluviales que también la conectan con el centro porteño. La
sustitución de la navegación a vela por el vapor ya iniciada en el período ante­
rior, se incrementó en forma sensible y posibilitó combinaciones más orgáni­
cas entre el transporte terrestre y fluvial; cabe sin embargo señalar que la limi­
tación impuesta por la geografía a una eventual expansión de las zonas servi­
das por el sector y la permanencia del sistema de explotación individual de las
embarcaciones restringieron su importancia como elemento transformador y
de modernización económica si lo comparamos con el papel desempeñado por
el ferrocarril.12
Colonización y transportes son por lo tanto los principales factores
coadyuvantes del proceso de modernización iniciado en este período y refleja­
do con particular intensidad en las transformaciones operadas en la región del
Litoral; expansión agrícola, crecimiento urbano y progresos en la unificación
económica son aspectos que se les vinculan muy de cerca aún en esta etapa de
avances modestos en términos cuantitativos y espaciales. Pero si bien hacia
1874 las zonas no afectadas son todavía numerosas y subsisten los intercam­
bios interregionales al modo tradicional, los cambios operados en el área atlán­
tica ejercen creciente influencia y tienden a incluir en el nuevo sistema al ám­
bito total del país, operación en la que desempeña papel primordial el avance
ferroviario hacia el Interior.

El producto líquido obtenido por el ferrocarril del Oeste entre 1862 y 1867 confirma la ren­
tabilidad de la empresa, desde los primeros años de su explotación:

1862 $ m/corriente 475.000


1863 1.120.157
1864 2.008.731
1865 1.960.070
1866 5.742.614
1867 5.286.646

El R e g is tr o E s ta d ís tic o d e la R e p . A r g e n tin a , fuente utilizada, proporciona otros datos simi­


lares para el ferrocarril del Sud y registra un creciente número de pasajeros transportados tanto
como un aumento en el tonelaje. Otros datos estadísticos sobre el sector: véase E l d e s a r r o llo
e c o n ó m ic o a r g e n tin o en lo s ú ltim o s 5 0 a ñ o s , publ. Bco. Tomquist, Buenos Aires, 1920.
12. En 1864 los efectivos de ¡a marina mercante alcanzaban a 1.645 buques de cabotaje.
Memoria del Ministerio de Guerra y Marina, 1865.

120
III. ECONOMIA ARGENTINA Y ECONOMIA
MUNDIAL: LAS NUEVAS INVERSIONES

Al analizar los cambios ocurridos a partir de ia segunda mitad del siglo,


destacamos la particular incidencia de factores externos derivados fuese de
la coyuntura o de las transformaciones en la estructura industrial de los cen­
tros metropolitanos, vinculación que en las dos décadas siguientes tiende a
estrecharse como resultado de la situación interna, e internacional. En este
campo interesa señalar que el rápido crecimiento industrial provocó una fuerte
acumulación de capitales en disponibilidad y una competencia en aumento,
factores ambos que a su vez determinaron la política económica con los paí­
ses periféricos. En relación con el proceso abierto en el país y por su espe­
cial participación en el mismo, el caso que importa analizar con algún deta­
lle es el de Inglaterra en lo que toca a las repercusiones locales que tuviera
su evolución.
Al margen de las relaciones comerciales importantes entre ambos países
en este período, la intervención inglesa en las transformaciones internas de
la Argentina adquiere una relevancia particular a través de las inversiones
de capital.
En el ámbito local y de acuerdo con la tendencia modernizante que caracte­
riza a la política posterior a Caseros, colonización y transportes ocuparon un
lugar preponderante dentro del esquema perseguido aun en momentos de difí­
cil situación interna. Hemos visto los esfuerzos realizados por el Estado de
Paraná con el fin de promover el poblamiento y las actividades agrícolas, como
también las tratativas para lograr financiamiento de la línea entre Rosario y
Córdoba. Los resultados más rápidos obtenidos en 1c- que respecta a la coloni­
zación se explican dadas sus menores exigencias de capital, por cuanto las tie­

12 1
rras distribuidas por el gobierno y luego por los sectores privados no deman­
dan en ese momento inversiones reales; más aún, al acelerarse el proceso no
debe olvidarse que la participación del sector privado nacional fue primordial­
mente especulativa habiendo quedado en manos de empresas extranjeras los
gastos que insumían el traslado y equipamiento inicial de los inmigrantes. To­
davía cuando el sistema se vuelque hacia el arrendamiento sobre la base de la
relación directa entre propietario y agricultor, el traslado de los migrantes con­
tinuará siendo parcialmente financiado desde el exterior mediante considera­
bles rebajas en los precios de pasajes destinados a este fin.
Pero el ejemplo más claro de expansión, vinculado cpn la inversión extran­
jera, se da en la construcción de vías férreas, sector éste que luego de un pri­
mer ensayo con el ferrocarril del Oeste, construido por capitales privados
nacionales, se desenvolvió casi exclusivamente sobre la base de los aportes ex­
ternos, fuese por el sistema de la inversión directa o por medio de los présta­
mos otorgados al Estado.
Las inversiones del período que podemos agrupar en nacionales (privadas
y públicas) y extranjera se caracterizan por una distribución sectorial diferen­
ciada según su origen, con límites bastante precisos tal como surge de su aná­
lisis en detalle.
La inversión privada nacional se vuelca preferentemente pn el sector pri­
mario y aquellos rubros vinculados con la transformación de esos productos.
Si bien el primer caso genera actividades especulativas relacionadas en gran
parte con el proceso colonizador, aparecen también inversiones en bienes de
capital tales como alambrados, aguadas y ciertos intentos de mejoramiento de
planteles mediante la introducción de animales para cruza; en el nivel relativa­
mente modesto de las sumas así colocadas no debe sospecharse una mentali­
dad poco favorable, sino la existencia de perspectivas limitadas para cualquier
aumento sensible de la productividad, hecho que subsistirá hasta el momento
en que el frigorífico amplíe el círculo de los mercados potenciales. La partici­
pación del sector en actividades de transformación es asimismo importante en
lo que toca a saladeros y molinos, establecimientos éstos que sustituyen a las
tradicionales atahonas y constituyen una etapa de transición, ya que en años
posteriores se operará una concentración mayor con creciente participación del
capital extranjero.
Dentro de esta corriente el ejemplo más importante de inversión se da en la
industria del azúcar, por los montos, la permanencia en manos nacionales y el
proteccionismo de que disfruta. Cabe destacar además otra particularidad del
caso tucumano, vinculada con el origen de los capitales aquí casi exclusiva­
mente comerciales (a diferencia de los que acabamos de examinar, que provie­
nen en general de la actividad primaria). Es indudable que la expansión de esta
industria se relaciona en forma muy directa con el ferrocarril (se acelera con la
llegada de la línea aTucumán), pero también con una política oficial destinada

122
a favorecerla mediante el crédito y tarifas arancelarias, lo que explicaría su
progreso e importancia frente a las más limitadas perspectivas de otros rubros.
De un modo amplio puede entonces afirmarse que las actividades prima­
rias y de transformador; conexas fueron campo dominado por la inversión pri­
vada nacional no debiendo considerarse una excepción la compañía de tierras
del ferrocarril Rosario-Córdoba por cuanto se trata en este caso de una conse­
cuencia y complemento de la inversión en ferrocarriles. La existencia de algu­
na inversión aislada en el sector no invalida la tendencia, y en cuanto a los
establecimientos en manos de extranjeros afincados desde tiempo atrás, se in­
cluyen en el grupo nacional en razón de la integración de sus miembros en el
sector alto de propietarios locales y de su capitalización en el país.
El papel del Estado como organismo inversor puede calificarse de modesto
en tanto sólo dispone de sus ingresos normales para obras de fomento, pero
adquiere mayor importancia en los últimos años del período al transformarse
el gobierno en intermediario de capitales extranjeros.
Pasada la etapa de la división, si bien el Estado heredó los recursos de la
aduana porteña -los mismos que permitieron una relativa movilidad a Buenos
Aires- recibió también un organismo más complejo y costoso y la obligación
de saldar las deudas contraídas por el gobierno de Paraná. Estos hechos, uni­
dos a los gastos que demandaba el mantenimiento del orden interno sacudido
por los conflictos que se suceden a lo largo de la década del sesenta y la emer­
gencia de la guerra con el Paraguay, debilitaron las finanzas y lo colocaron en
la delicada situación de no poder siquiera afrontar obligaciones básicas con los
recursos tradicionales. En los últimos años de la década del sesenta el proble­
ma se agudiza con la modernización del ejército, que insume un porcentaje cada
vez más alto del presupuesto en armas y salarios; recordemos que la transfor­
mación de esa fuerza iniplicó la incorporación de elementos enganchados en
forma permanente, con el consiguiente aumento de las sumas destinadas a pa­
gar estos servicios.13
De ahí que, si bien los ingresos del Estado crecen y pasan de alrededor de 6
millones de pesos fuertes a 12 millones en 1870 y 20 millones en 1873, esas
sumas no alcanzaban a cubrir las obligaciones, creándose una situación
deficitaria cuya corrección no se intentó por la vía de una modificación radical

13. En 1864 la distribución de gastos se efectúa del modo siguiente:

Interior................................................................................... $ 1.260.000
R. Exteriores..................... ” 70.000
H acienda................................................................................ ” 1.361.000
Instrucción y Justicia........................................................... ” 400.000
G uerra.................................................................................... ” 3.300.000
Deuda Pública....................................................................... ’’ 2.975.000

123
a la estructura impositiva, que hubiera recaído sobre los sectores altos.14 En la
alternativa de romper el equilibrio social existente, el gobierno mantuvo el sis­
tema de recaudación basado en los impuestos a la importación y en menor gra­
do a la exportación,15y solucionó el problema contratando empréstitos, al prin­
cipio internos y más tarde en el extranjero. Los primeros 20 millones de pesos
fuertes son proporcionados por el Banco de la Provincia y en 1865-66 el go­
bierno brasileño otorga otros 2 millones, pero en ambos casos la obligación
de amortizarlos a corto plazo disminuyó las ventajas de las operaciones; en
tales circunstancias se dan la condiciones para conseguir en Europa emprés­
titos a plazos largos y por sumas importantes, que otorgarán mayores posibi­
lidades de maniobra. En 1868 se contrata el primer empréstito de este tipo,
por un total nominal de 2.500.000 libras, de las que el Estado recibe, deduci-

14. Los montos percibidos provienen en su casi totalidad de la recaudación aduanera que
creció paralelamente al crecimiento del intercambio. Transcribimos a continuación la evolución
de las exportaciones (totales) e importaciones entre 1864 y 1874 mediante las cuales se puede
apreciar el sensible aumento operado. Aclaramos que las cifras de exportación han sufrido un
proceso de corrección. Véase E v o lu c ió n d e la s e x p o r ta c io n e s a rg e n tin a s , 1 8 6 4 -1 9 6 3 , Buenos
Aires, 1966. R. Cortés Conde, H. Gorostegui de Torres, T. Halperin Donghi. Las correspondientes
a importaciones se trasladan tal como aparecen en los Anuarios, vale decir en valores de tarifa.

Exportaciones Importaciones
pesos oro pesos oro
1864 30.478.674 23.143.240
1865 33.771.302 30.284.305
1866 32.697.545 37.401.495
1867 38.541.184 38.792.199
1870 46.607.308* 49.124.613
1871 50.818.109 45.629.166
1872 78.425.938 61.585.781
1873 62.433.716 73.434.038
1874 65.325.323 57.826.549

*Sólo para artículos sujetos a derechos.


Los años 1868 y 1869 se han omitido por no existir publicación oficial de los montos co­
mercializados.
15. Distribución de los impuestos por origen -importador, exportador- para algunos años:

Renta total Impuestos Impuestos


importación exportación
1863 6.473.000 4.273.000 1.821.000
1864 7.005.000 4.268.000 2.221.000
1871 12.682.000 10.176:000 1.582.000
1873 20.217.000 16.516.000 2.488.000

124
dos los gastos, 1.735.000; dos nuevos contratos se celebran en 1871, uno de
ellos llamado interno pero que en realidad se colocó en Londres y como el
anterior al 70 % por un valor nominal de 6.000.000 de pesos fuertes y otro
destinado a obras públicas que se coloca al 87. % y rinde 20 millones de pesos
fuertes.
Tenemos entonces que los recursos extraordinarios se descomponen en
20.000.000 millones que surgen de un empréstito interno, 2.000.000 facilita­
dos por el Brasil y el resto obtenido en la plaza de Londres. En esta forma se
financia el déficit sin recurrir a modificaciones de la estructura impositiva y
aunque el sistema deparó en algún momento sorpresas nada agradables, con­
tribuyó a independizar al gobierno nacional de los sectores porteños y favore­
ció por añadidura el proceso de centralización. Debe sin embargo subrayarse
que el temperamento adoptado no constituía una solución de fondo, ya que los
empréstitos, destinados en su mayor parte a erogaciones improductivas, ten­
dían a un aumento desmedido de la deuda externa, cuya condonación no se
podía afrontar; de ahí las situaciones catastróficas que se producen cuando por
razones externas no se obtienen nuevos empréstitos para afrontar el servicio
de los anteriores y cuyo primer ejemplo se da en ocasión de la crisis de 1874.
Pese a los recursos extraordinarios, hacia 1875 el Estado tenía una deuda
flotante del orden de los 19 millones acumulada a lo largo de estos años, que
limitaba sus posibilidades inversoras. Un rápido análisis de la distribución de los
gastos en un lapso de doce años, muestra que sobre un tota! de egresos de 240
millones de pesos, más del 20 % debieron destinarse al presupuesto de guerra
y del 10 % que corresponde a fomento, la casi totalidad se deriva a solventar
obras y mejoras en construcción y garantías al ferrocarril, destinándose sólo
un pequeño excedente a telégrafo, fomento a la inmigración y agricultura, obras
públicas y edificios fiscales. Vale decir que el mayor esfuerzo del Estado se
vuelca en asegurar el orden interno, para el cual los recursos ordinarios desti­
naban además alrededor del 60 % del presupuesto.
De modo que la importancia del gobierno como elemento de fomento sur­
ge de su gestión intermediaria entre el capital extranjero y las necesidades lo­
cales de inversión, ya sea que facilite la formación de empresas como las fe­
rroviarias o que contrate directamente con los organismos financieros interna­
cionales empréstitos destinados a solventar sus compromisos. Restaría mencio­
nar la función que le cupo como organismo regulador o propulsor de actividades
por medio del crédito, función que inicia con cierta timidez al crear el Banco Na­
cional y que no alcanzó proyecciones importantes hasta años más tarde.
De lo expuesto surge que el papel del Estado como organismo financiero
propulsor de cambios económicos fue bastante limitado, y en la medida en que
el capital privado local se reservó los sectores que hemos señalado, el factor
dinámico por excelencia en el proceso de transformación debe ubicarse a nivel
del aporte externo. El que la inversión extranjera se realizara mediante présta­

125
mos o en forma directa no hace diferencia y en este sentido es interesante trans­
cribir los datos correspondientes al capital británico, sin duda la fuente de in­
versiones más importante de este período. Los préstamos pueden distribuirse
entre el gobierno nacional y los provinciales, aparte de las inversiones en fe­
rrocarriles, bancos, tranvías, saladeros, minas, gas y telégrafo y corresponden
en un porcentaje superior al 50 % a los dos primeros lo que ratifica lo afirma­
do antes en el sentido de que la inversión extranjera se orientó primordialmen­
te al afianzamiento del Estado en el plano político y en segundo término a ase­
gurar la expansión de la red ferroviaria.
Se da así una división bastante neta de actividades entre capitales locales y
extranjeros, orientados respectivamente hacia el sector primario, el de trans­
formación y, podría añadirse, la comercialización interna en el primer caso,
quedando a cargo del segundo el transporte y comercio exterior. Esta división
aceleró sin duda la expansión que los capitales nacionales posiblemente no
estaban en condiciones de financiar, pero acentuó las relaciones de dependen­
cia externa provocando una serie de desequilibrios en la evolución posterior
de la economía argentina.

126
I V. ECONOMÍA Y DEMOGRAFÍA:
INMIGRACIÓN EXTRANJERA,
MIGRACIONES INTERNAS.
EQUILIBRIO URBANO-RURAL

Dentro del período que tenemos en estudio resulta un tanto arriesgado pre­
tender dar cifras exactas de la evolución sufrida por la población, por cuanto
sólo disponemos de un censo nacional para el año 1869 y las investigaciones
realizadas sobre fuentes de información adicional están muy lejos de haber al­
canzado una cobertura total. Por otra parte, las profundas transformaciones que
sufre la estructura demográfica a partir de la década del setenta, invalidan cual­
quier intento serio de interpolación sobre la única base del segundo censo que
tuvo lugar en 1895. Pese a estas dificultades es sin embargo posible describir
de un modo bastante preciso la situación y en algunos casos llegar a cuantifi-
carla con los materiales de que se disponen.
Según estimaciones realizadas por Diego de la Fuente, director del censo
de 1869, la población del país en 1850 ascendía a 935.000 habitantes, exclui­
dos los entonces territorios de Chaco, Misiones y la Patagonia; si comparamos
esta cifra con la de 1.736.923 habitantes o 1.877.490 si se incluyen los territo­
rios antes mencionados, el alto ritmo de crecimiento que traduce la diferencia
nos inclina a pensar en una subestimación del cálculo inicial, error bastante
posible ya que se basa en resultados de padrones: es conocida la resistencia de
la población a inscribirse en estos relevamientos -generalmente orientados a
establecer nuevas prestaciones- y la consiguiente distorsión que de allí resul­
ta, sobre todo en lo que se refiere al sexo masculino. De todos modos la eva­
sión no debió ser excesiva aun en la campaña donde resultaría más fácil llevar­
la a cabo. Teniendo en cuenta además la disminución ocasionada por la guerra
con el Paraguay, la epidemia de 1868 y la incidencia relativa de la inmigración
hasta ese momento, puede aventurarse la existencia de un fuerte crecimiento

127
vegetativo sobre el que habrá de superponerse más tarde el masivo aporte ex­
terno. Vale decir que los cambios que podamos detectar en este período habrá
que referirlos preferentemente al propio crecimiento interno y a la movilidad
ecológica, excepto el caso particular de la ciudad de Buenos Aires.
En páginas anteriores hemos subrayado los distintos aspectos socio­
económicos de la transformación que se inicia en el Litoral y que tienden a
convertir a la región en un centro de atracción sobre las restantes zonas del país,
en razón de su creciente actividad.
En consonancia con este proceso, el censo de 1869 refleja una distribución
de la población con diferencias favorables para el área en expansión según los
porcentajes siguientes:

Zona este (Buenos Aires, S. Fe, E. Ríos, Ctes.) 48,79 %


Zona centro (Córdoba, San Luis, Sgo. del Estero) 22,83 %
Zona oeste (Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca) 14,64 %
Zona norte (Tucumán, Salta, Jujuy) 13,74%

y si bien no es posible realizar una comparación total con la situación de las


mismas zonas en la década del cincuenta por carencia de fuentes completas,
éstas existen para Santa Fe y Buenos Aires, provincias ambas que por haber
acusado en esta época las consecuencias más importantes del proceso de mo­
dernización son de interés primordial para nuestro estudio.
En primer término examinaremos la evolución de Santa Fe de acuerdo con
las cifras proporcionadas por un censo realizado en 1858 y los datos de 1869.
Según el cómputo, en la fecha inicial la provincia cuenta con 41.261 habitan­
tes de los cuales el 89,6 % son argentinos y extranjeros el 10,4 %, población
que casi en un 50 % se halla concentrada en los centros urbanos, por otra parte
muy escasos en número. La enumeración de las cifras del censo (ciudad de
Santa Fe, 6.102 h.; Rosario, 9.785 h.; San Lorenzo, 1.359 h.; Coronda, 1.083
h.; Concepción, 387 h. y San José, 513 h.) muestra una fuerte concentración
en dos puntos, y de allí puede inferirse la permanencia de una distribución tra­
dicional. Si recordamos la situación de la provincia en la década 1850-60, da­
remos mayor fe a los datos transcritos pese a variantes de menor cuantía que
pudieran existir ya que no hacen sino reflejar el tipo de actividad predominan­
temente ganadera y extensiva que hemos indicado antes y que no provoca la
creación de muchos centros ni favorece el crecimiento de la población rural.
La discriminación de nacionalidades extranjeras dentro del exiguo porcen­
taje que representan en el total, revela asimismo que se trata en su mayor parte
de la corriente que se ha mantenido desde años anteriores a la mitad del siglo,
y de ningún modo se vincula con la nueva tendencia que aspira a la instalación
masiva de inmigrantes en la campaña; el grupo mayoritario está compuesto por
1.156 italianos, seguido por 716 suizos, 653 franceses, 623 españoles y 472

128
alemanes. El hecho de que entre los extranjeros relacionados con la coloniza­
ción sean hasta ese momento los suizos y alemanes, los que suman un número
bajo, atestigua la falta de relación entre estas cifras y el proceso de transforma­
ción posterior de la campaña; los montos consignadas, más 303 uruguayos se­
ñalan en cambio una sensible participación en el sector comercial y de trans­
porte fluvial, rubro éste en el que se destacan los italianos y en particular los
genoveses.
Si examinamos a continuación el censo de 1869 que asigna a la provincia
una población de 89.117 habitantes habremos de buscar con algún cuidado las
causas de tan rápido crecimiento ya que del número de extranjeros no surge
una relación directa aunque sí un leve aumento porcentual. Contra el 89,6 %
tenemos ahora un 84,4 %, alta proporción que forzadamente debemos atribuir
a una creciente migración interna que los datos confirman por cuanto sobre un
total de 75.178 argentinos, 11.100 son cordobeses, 4.691 santiagueños y 4.253
proceden de la provincia de Buenos Aires.
El movimiento colonizador, poco importante todavía, se refleja sin embar­
go en un leve aumento de aquellas nacionalidades que participan en éste; tal el
caso de los suizos que llegan a sumar un 2,6 % sobre el total de la población.
Entre 1858 y 1869 el hecho más relevante es la duplicación de la pobla­
ción, apoyada en el crecimiento vegetativo y en las migraciones internas, pu-
diendo además detectarse un cambio en las proporciones rurales-urbanas. Así
encontramos que la población concentrada desciende de un 46,6 % a un 41,9 %
y aun cuando el cambio no sea considerable, ya que sobre 37.405 habitantes,
34.000 correspondan a Rosario y Santa Fe, es evidente una mayor población
en la campaña. No encontraremos en este momento !a proliferación de centros
secundarios característicos de la etapa de expansión agrícola, pero de algún
modo el proceso general se refleja en estos datos y en particular en las cifras
que exhibe Rosario, que alcanzan a 23.000 habitantes aproximadamente, en
razón de su creciente importancia como centro intermediario.
Se trata por lo tanto de una provincia que ha crecido pero sin transformarse
sustancialmente. Sólo a partir de 1870 habrán de darse los cambios más signi­
ficativos, como resultado de la entrada masiva de inmigrantes, la expansión
cerealera y el avance del ferrocarril. En esa etapa podrá observarse el fuerte
crecimiento de nuevos centros urbanos vinculados con la campaña, la consi­
derable incidencia de la población extranjera y algunas consecuencias deriva­
das de la migración tales como una elevada tasa de masculinidad y altos por­
centajes de población activa.
La particular estructura rural santafesina basada en la explotación agrícola
de extensiones medias que aparece de un modo bien claro en censos posterio­
res es, por consiguiente, fruto directo de los cambios iniciados en estos años;
de ahí su importancia pese a las reducidas transformaciones básicas operadas
dentro del período que nos ocupa.

129
La otra zona que puede analizarse con cierta precisión es la que correspon­
de a la ciudad de Buenos Aires; también allí disponemos de un censo anterior
al de 1869 que posibilita comparaciones y si bien el cómputo de 1854 es pasible
de críticas, en líneas generales servirá a nuestro propósito y permitirá subrayar
algunas diferencias entre la evolución demográfica de esta provincia y la que
acabamos de describir.
La población de la capital que en 1854 era de 90.076 habitantes, asciende
en 1869 a 177.787,de los que 89.661 son argentinos y 88.126 extranjeros; vale
decir que a diferencia de lo observado en Santa Fe este fuerte crecimiento se
vincula directamente con el proceso inmigratorio. La distribución por nacio­
nalidades más importantes revela que los italianos totalizan 41.957, los fran­
ceses 13.998 y los españoles 20.402 y si se examina con mayor detalle estas
cifras en lo que toca a profesiones nos encontraremos ante un panorama tam­
bién distinto ai de la provincia de Santa Fe.
En aquel caso los extranjeros se ubican en sectores medios y aun altos de
la población o comienzan a poblar la campaña; en Buenos Aires por lo contra­
rio se observa una mayor concentración en los sectores más bajos, característi­
ca por otra parte de la inmigración en los momentos de ingreso masivo.
Otra diferencia a señalar en la evolución de ambas provincias se detecta en
la relación rural-urbana. Frente a una disminución porcentual en Santa Fe en fa­
vor de la campaña, asistirnos en Buenos Aires aun proceso inverso de acuerdo
con los datos disponibles ya que el 30 % de población urbana de 1854 se trans­
forma en 1869 en un 56 por ciento.
Las cifras confirman por lo tanto a nivel demográfico la evolución econó­
mica de la época, que acentúa la tradicional hegemonía porteña como centro
comercial; si examinamos además ia distribución por ramas de actividad en
1869 hallaremos que, frente al total del país en que un 40,6 % corresponde a la
primaria, un 31,2 % a la secundaria y un 28,2 % a la terciaria, la provincia de
Buenos Aires y Capital Federal a las que por otra parte corresponde más del
27 % de la población activa total, presentan un acentuado desplazamiento en­
tre las ramas secundaria y terciaria en favor de esta última, según los porcenta­
jes que siguen:

Rama primaria 40,3 %


Rama secundaria 18,2%
Rama terciaria 41,5 %

Vale la pena aclarar que el último sector muestra una fuerte incidencia del
servicio doméstico de donde puede inferirse la existencia de aportes internos
en la medida que los datos sobre entrada de inmigrantes, en particular femeni­
nos, no muestran hasta ese momento una afluencia notable.
A modo de resumen tenemos entonces que dentro del período se observa

130
un crecimiento rápido de la población con tendencia a agruparse en las zonas
afectadas por el proceso de expansión económica; crecimiento poco vinculado
todavía con la entrada de inmigrantes con excepción de Buenos Aires y basa­
do particularmente en el aumento vegetativo si consideramos el total del país,
y acelerado por las migraciones internas si enfocamos las regiones de mayor
actividad económica. En lo que toca a modificaciones en el equilibrio
rural-urbano estamos ante un momento de transición en que se dibujan las ten­
dencias que desembocarán más tarde en una diversificación de centros vincu­
lados con la campaña en la región cerealera, frente a una desmedida concen­
tración en Buenos Aires.
Restaría por último señalar que los datos sobre edad, sexo y estado civil de
los inmigrantes ingresados entre 1857 y 1870 dan la pauta de su incidencia
futura sobre la estructura demográfica del país.16
A lo largo de estas páginas hemos tratado de subrayar los aspectos más re­
levantes del proceso que se inicia a mediados del siglo XIX, aun cuando las
consecuencias del mismo sólo se insinúan a fines del período que considera­
mos. Pero aun cuando éstos sean años de transición es indudable que las bases
echadas en su transcurso determinan la tendencia de la posterior evolución
socioeconómica y política del país.
Tomemos en primer lugar el fenómeno demográfico: el rápido crecimiento
de la población y su distribución regional acusan los primeros impactos
inmigratorios, preanuncian la transformación santafesina y, en particular, tra-

16. Inmigración por grupos de edades:


Período Niños Adultos Ancianos Niños Adultos Ancianos
1/12 años 13/60 más de 60 % % %
1857-60 3.476 16.283 241 17,38 81,21 1,41
1861-70 12.185 145.641 1.744 7,63 91,27 1,10

Inmigración por sexos


Período Masculino Femenino Masculino Femenino
1857-60 16.102 3.898 80,51 19,49
1861-70 121.989 37.581 76,45 23,55

Inmigrantes según estado civil


Período Casados Solteros Viudos Casados Solteros Viudos
% % %
1857-60 6.423 13.421 86 32,12 67,45 0,43
1861-70 46.256 110.689 2.625 28,98 69,38 1,64

Fuentes: Dirección General de Inmigración: Resumen estadístico del movimiento migrato­


rio en la República Argentina 1857-1924. Las cifras corresponden a inmigrantes entrados y no a
los salidos.

131
ducen el ascenso de las actividades comerciales vinculadas de cerca con el pro­
greso en los transportes. A su vez todo este movimiento se relaciona con el
acercamiento de la economía local a los mercados mundiales, primero sobre
bases fundamentalmente comerciales y luego financieras, tal como ha podido
verse en el capítulo sobre inversiones extranjeras.
Tomado en su conjunto, todo el país parece ingresar en este mecanismo,
pero si lo examinamos en detalle concluiremos que la afirmación se aplica al
área atlántica mientras que el Interior se relaciona menos con la economía
mundial que con las regiones locales en expansión, tendencia que se acentuará
a fines del siglo y provocará desequilibrios bien conocidos en el desarrollo de
las distintas regiones. Si bien es innegable una relación más estrecha entre Li­
toral e Interior, la transformación beneficia menos a esta última de un modo
general; en cambio, el proceso político de centralización que se afianza en for­
ma paulatina tendrá más éxito en vincular a los elementos dominantes del In­
terior con las ventajas derivadas del crecimiento litoral.
Vale decir que junto con un desarrollo desequilibrado que se esboza en el
período, se acentuará el nexo del elemento político como instrumento destina­
do a mantener ciertas estructuras tradicionales compensadoras de una situación
de dependencia interna.

132
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134
ÍNDICES ANALÍTICOS
INDICE DE NOMBRES Y LUGARES

A B anco, N acional, 58, 93, 95, 126


Aberastain, Antonio, 69 de la Nación Argentina, 93
Acevedo, Eduardo, 97 de la Provincia, 95, 124
Alberdi, Juan Bautista, 35, 86 de Mauá, 58
Alsina, Adolfo, 76, 86, 87, 95 B aradero, 52
Valentín, 28,29,31,33,34,35,41,50,65, Barracas, 120
67, 90 B arros Pazos, José, 90
Alto Perú, 54 B ases, 35
Alvarado, Rudecindo, 36 B asilea, 53
Amberes, 48 B eck, 53
100
A n a le s d e la S o cied a d R u ra l Argentina, Bella Vista, 62, 111
Archivo General de la Nación, 26, 39, 43, Benavides, gobernador, 38, 66
51,63,68,70,76,81,82,87,92,94,103 Boca, 120
Argentina, 17,18,41,42,45,82,83,85,121 Bolivia, 55, 102
Arredondo, coronel, 82, 88 Boquerón, 85
Arroyo del Medio, 70 Brasil, 41,42, 82, 83, 124
Asunción, 62, 86 Brougnes, doctor, 53, 61
Atlántico, océano, 11.7, 119 Buenos Aíres, 21, 22, 23, 25, 26, 28, 29,
Avellaneda, Nicolás, 51, 87, 88, 93, 117 30,31,32, 33,34, 35,36,38, 39,40,
41, 42, 48, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 59,
B 60, 62, 63, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 75,
Báez, coronel, 33
76, 85, 87, 89,93, 94,95,97,99. 103,
Baibiene, Santiago, 88
104, 105, 106, 108, 117, 118, 119,
Balbín, 63 120, 123, 128, 129, 130, 131

137
Buschentha!, José de, 58 Contaduría General de la Nación, 93
Bustos, Ramón, 33 Córdoba, 28, 34, 62, 63, 64, 66, 68, 69,
C 70,80,82,94,101,102,113,117,119,
Caacupé, 86 120, 122, 128
Cáceres, Nicanor, 38, 83 Córdoba, Melitón, 82
Calfucurá, 47 Coronda, 128
California, 56 Corrientes, 26, 34,53,61, 62, 68, 80, 83,
Campbell, Alian, 64 86, 87, 88, 105, 106, 107, 108, 110,
Capital Federal, 131 111, 112, 116, 120, 128
Cárcano, Miguel Á., 101 Cortés Conde, Roberto, 123
Caseros, 17, 21, 23, 26, 37, 59, 87, 99, Costa, Eduardo, 77
104, 106, 121 Jerónimo, 40, 42
Castellanos, Aarón, 53 Crimea, 46
Cullen, José María, 40
Catamarca, 37,56,68,80,82, i 13,116, 128
Catedral, 39 Curupaytí, 81, 85
Curuzú, 85
Caxías, marqués de, 85
Cepeda, 43, 66, 68 Cuyo, 81, 119
Cerro Cora, 86 D
Cerro León, 86 de la Fuente, Diego, 127
Chaco, 127 de la Riestra, 69
Chascomús, 119, 120 de las Carreras, Francisco, 90
Chile, 35, 56, 66, 116 del Campillo, Juan, 40, 42
Chivilcoy, 52, 120 del Carril, Salvador María, 32,36, 66,90
Clarendon, 51 Delgado, Francisco, 90
Coe, comandante, 35 Departamento de Inmigración, 100
Colegio Militar de la Nación, 91 Departamento, de Belén, 115
Colonia, Esperanza, 61 de Caá-Cati, 111
San José, 53, 61, 62 de Corrientes, 108
San Juan del Puerto de Santa Ana, 53 de Curuzú Cuatiá, 108
Helvética, 101 de Goya, 108
San Carlos, 101 deltatí, 110
San Gerónimo, 100 ' deJunín, 113
Concepción (Santa Fe), 128 de la Cruz, 110
Concepción del Uruguay, 53, 62 de la Esquina, 111
Concordia, 62, 83, 110, 120 de Mburucuyá, 111
Conesa, 47, 69 de Mercedes, 110
Confederación, 22,33,35,36, 37,38, 39, de Monte Caseros, 112
40, 4 1,42,47, 49, 50, 51, 52, 57, 58, de Paso de los Libres, 110
59,60,62,65,66,67,70, 90, 118 de Saladas, 110
Congreso de Santa Fe, 33, 36 de San Cosme, 111
Constitución, de 1826, 29 de San Luis del Palmar, 111
de 1853,29,30,35,36,67,90,96 de San Miguel y Loreto, 110
de San Roque, 111 Galán, José M., 32, 33, 66
de Santa María, 115 Gamboa, 26
de Santo Torné, 112 García, Baldomero, 66
deTinogasta, 113 Gelly y Obes, J. A., 77
de Yaguareté Corá, 110 Gómez, Manuel José, 66
Empedrado, 108 Gordillo, Timoteo, 100
Derqui, Santiago, 28, 36, 40, 42, 43, 66, Gorostegui de Torres, Haydée, 50,62,123
68, 69,70 Gorostiaga, José Benjamín, 28, 36, 87
Diamante, 62 Gowland, Daniel, 40,41,42, 63
Dirección General de Aduanas, 93 Goya, 62, 111
Dolores (Prov. Buenos Aires), 119 Gran Bretaña, 70
Don Cristóbal, 88 Gran Chaco, 102
Don Gonzalo, 88 Granada, coronel, 47
Dubois, 58 Gras, Amadeo, 35
Dunkerque, 53 Gualeguay (Entre Ríos), 62,120
Gualeguaychú (Entre Ríos), 62
E Guandacol, 81
El Nacional, 30 Guerrico, 63
El Progreso, 31 Guido, Tomás, 28
Elizalde, Rufino de, 77, 86, 87 Gutiérrez, Celedonio, 37
Entre Ríos, 33, 34, 36, 38,53, 54, 61,68, José María, 70, 86
69,80, 83,87,93,105,106,107,108, Juan María, 36
110, 111, 112, 116, 120,128
Esquiú, fray Mamerto, 37
Estados Unidos, 35, 65, 104 H
Estero Bellaco, 85 Halperin Donghi, Tulio, 48, 123
Estigarribia, 83 Herzog, 53
Europa, 124 Hornos, Manuel, 34,40
Humaitá, 85
F
Ferreyra, Roque, 80 I
Ferrocarril, Central Argentino, 118 Inglaterra, 65, 121
del Oeste, 51,63, 117, 120 Interior, 28,34,59,60,62,70,80, 81,92,
del Sud, 120 93, 112, 116, 117, 119, 120, 132
Flores, José María, 33., 42 Irigoyen, Bernardo de, 28
Venancio, 82 Irrazábal, coronel, 80, 81
Floresta, 50 Itá Ibaté, 86
Fragueiro, Mariano, 36 J
Francia, 53, 65, 70, 104 Jáchal, 82
Francfort, 53 Jujuy, 56, 66, 68, 69,128
Fray Bentos, 62
L
G La Banderita, 76, 79
Gainza, Martín de, 87 La Calera, 62

139
54
L a C o n fe d e ra c ió n , N
Lagos, coronel, 34, 35, 38, 41, 51 Nogoyá, 120
Lahitte, 32
Ñ
La Paz, 62
Ñaembé, 88
La Rioja, 68,75,76,79,80,81,87,91,128
Larroudé, 63 O
Laspiur, Saturnino, 66 Obligado, Erasmo, 88
Lavallol, 63 Pastor, 39, 41
La Victoria, 62 Oroño, gobernador
Las Conchas, 120 Ortiz Vélez, 31
Las Higueritas, 62
P
Las Playas, 80
Pacífico, océano, 55, 56, 112
Liga del Norte, 86
Palermo, 25,31,33
Litoral, 22, 23, 38, 47, 52, 54, 56, 59, 60,
Palliére, L., 68
82,86,93,99,102,105,116,119,120,
Paraguay, 32,34,41,42,82,83,86,91,102,
128, 132
103, 105, 110, 111, 112, 119, 123, 128
Lobos, 120
Paraná, 42, 50, 62, 64, 65, 120, 122, 123
Lomas Blancas, 80
Parish, Woodbine, 51, 102
Londres, 48, 124
Paso de la Patria, 85
López, Carlos Antonio, 82
Patagonia, 127
Vicente Fidel, 28, 31
Paunero, 47, 69, 79, 80, 83, 87
López Jordán, Ricardo, 87, 88
Pavón, 70, 75, 90, 93
López y Planes, Vicente, 25, 26, 28, 29,
Paysandú, 53, 62
30,31,32
L o s D e b a te s, 30
Paz, José María, 34
Marcos, 66, 76, 83, 85
Los Sauces, 88
Pedemera, general, 66
M Peña, Juan Bautista, 40, 41
Madariaga, general, 32, 34 Peñaloza, Angel Vicente (Chacho), 75,
Maubecin, Víctor, 80 76, 79, 80,81,90
Medina, Estanislao, 81 Pico, Francisco, 26, 28, 29, 69, 90
Mendoza, 63,80,81,83,110,113,116,128 Pigüé, 47
Mercedes, 120 Pinto, general, 31, 33, 35, 39
Merlo, 120 Pirán, José María, 32, 33
Miró, 63 Plaza, de la Victoria, 39
Misiones, 127 del Parque, 50
Mitre, Bartolomé, 30, 31, 33, 34, 39, 42, Pórtela, Ireneo, 31,41
66, 67, 69, 70, 75, 79, 80, 82, 83, 85, Portugal, 32
86, 88,90,91,94 Posse, Justiniano, 80
Montes de Oca, 26 pozo de Vargas, 82
Montevideo, 41, 59, 61 Puerto Ruiz, 120
Moussy, Martín de, 56, 62 Pujol, Juan, 28, 29, 34, 38

140
R Suiza; 35,37, 53
Rams y Rubert, Esteban, 58, 63
T
Rawson, Guillermo, 77
Tabeada, Antonino. 34, 86
Riglos, casa de, 39
familia, 37, 82
Rinconada del Pocito, 69, 70
Manuel, 87, 88,91
Río de Janeiro, 87
Textor, 53
Río, Paraguay, 6 1
Tinogasta, 82, 115
Paraná, 34, 53, 62
Tratado de la Triple Alianza, 83
Paranacito, 62
Trouvé-Chauvel, 58
Salado, 49
Tucumán, 37,63, 80, 87,91,93, 119, 123,
Uruguay, 53, 54, 62
“Río Uruguay”, 61 128
Rivas, general, 88 U
Rosario, 54,59,62,63,64,70,100,101,108, Unión, Americana, 8!
113,116, 119, 120,122,128, 129, 130 del Norte, 87, 91
Rosas, Juan Manuel, 17,21,22, 23,28,32 Urquiza, Justo José de, 25, 26, 28, 29, 30,
S 31,32,33,36,37,38,40,51,61,65,66,
Sáa, Felipe, 81, 82 67, 68, 69,70, 80,81,83,86, 87, 118
Juan, 69 Uruguay, 82, 83, 87
Sáenz Peña, ley, 97 Uruguayana, 83
Sala de Representantes, 25 Usandivaras, Juan de Dios, 55, 56
Salta, 37,38,55,56,63,68,69, 87,91, 128 V
Salto, 62 Vanderest, 53
San Femando, 49 Van Praet, 63
San Ignacio (San Luis), 82 Varela, Felipe, 76, 81,82
San José (Santa Fe), 128 Vélez Sársfield, Dalmacio, 26, 28, 29, 30,
San José de Flores, 66 31,32, 67, 77, 87, 97
San Juan, 34,38,63,68,80,81,82,87, 128 Videla, Juan de Dios, 81, 82
San Lorenzo (Santa Fe), 128 Villa María, 95
San Luis, 68,69,70,81,82, 128 Virasoro, José A., 66, 68, 100
San Nicolás, 28, 29, 33, 45
Santa Fe, 26, 32, 34, 36, 40, 42, 52, 53, VV
54, 61, 63, 68, 70, 80, 87, 99, 100, Wheehvright, William, 64, 118
101, 103, 104, 105, 108, 119, 128, “William Pearce”, 61
129, 130, 131 Y
Santa Rosa, 88
Yatay, 83
Santiago del Estero, 34,37,38, 63,66,68,
Yatayty Cora, 85
69, 80,82, 87, 128
Sarmiento, Domingo Faustino, 80, 86, 87, Z
88,91,93,95, 117 Zarate, 120
Scobie, James R., 51 Zavalla, Manuel José, 87
Solano López, Francisco, 82, 85 Zuviría, Facundo, 35, 36

141
INDICE DE TEMAS

A Las Playas, 80
actividad agropecuaria bonaerense, i 05 Lomas Blancas, 80
Acuerdo de San Nicolás, Los Sauces, 88
aprobación del, 30 Ñaembé, 88
decisiones económicas, 43 Pavón, 38, 70, 75, 93
aduana de Buenos Aires, Rinconada del Pocito, 69, 81
fuenie de dinero ( 1856-1859). 43 Santa Rosa, 88
nacionalización de, 35 Sauce o Boquerón, 85
recaudación, 57, 58 Tala, 40
afianzamiento de pequeñas poblaciones, 54 Tuyutí, 85
apropiación de tierras por ganaderos de Uruguayana, 83
Buenos Aires, 105 Yatay, 83
aumento de efectivos en el ejército, 91 Yatayty Corá, 85
bloqueo anglo-francés, 48
a w

B uenos Aires,
ataila. actividad agropecuaria en, 105
Cepeda, 43, 66, 68 apropiación de tierras, 105
Cerro Cora, 86 capitalización de, 76, 89, 94, 95
Curupaytí, 81 conflictos con la Confederación, 38, 65
de Caseros, 21,59, 87,99, 104, 121 desplazamiento del vacuno hacia el sur, 105
Don Cristóbal, 88 expansión, de la actividad agrícola, 107
Don Gonzalo, 88 de los cultivos en, 105
Estero Bellaco. 85 del saladero, 106
Humaitá, 85 federalización de, 29, 35, 70, 94
Itá ibsté, 86 levantamiento de Lagos contra, 34, 38,40

142
necesidad de] transporte ferroviario, 119 expansión agrícola de, 61
orientación del intercambio hacia, 107 incorporación de Buenos Aires a la, 67
recaudación aduanera de, 57 inestabilidad política de la, 37
sectores altos de, 102 la guerra del Paraguay, 80
sistema de ingresos, 57 levantamiento de Lagos contra Buenos
sitio de (diciembre de 1852), 34, 35, 51 Aires, 34, 38, 40
y la Confederación, ley de derechos diferenciales, 58
armisticio de San José de Flores, 66 política de tierras, 52
batalla de, Cepeda, 66 recaudación aduanera, 57, 58
Pavón, 70, 89 sistema de ingresos, 57
desvinculación de, 33 sitio de Buenos Aires (diciembre de 1852),
enfrentamiento bélico entre (1861), 70 34, 35,51
incorporación de Buenos Aires a la Con­ tratado de 1855, 40, 41
federación (1859), 67 com ercio de lanas, m edidas restrictivas al,
invasión de J. M. Flores, 42 104
los grupos extremos, 65 Congreso Constituyente,
misión de, Juan Bautista Peña, 41,42 convocatoria al, 28, 29
José María Paz, 34 sesiones de junio, 31
pacto del 6 de junio (1860), 67, 69 Constitución porteña (1854), 39
políticas de tierras, 52 Convención de Palermo, 26
recaudaciones aduaneras, 57, 58 Córdoba,
sistemas de ingresos en, 57 expansión rural y urbana de, 117
tratado de 1855 entre, 40, 41 poblamiento y expansión agrícola de, 119
C C rim ea, guerra de, 46
capitalismo, evolución e incidencia en el C ueros, 48
Río de la Plata del, 46 carnero, 49, 50
Caseros, heterogeneidad de la coalición salados, 49
triunfante en, 22 secos, 49
objetivos del grupo vencedor en, 17 D
Censo Nacional (1869), 127, 128, 129 Demografía,
cerdas, 49 aumento de la población (1858-1869), 129
Confederación, Censo Nacional (1869), 127
ahondamiento del conflicto entre Buenos corriente inmigratoria, 129
Aires y, 65 distribución de la población (1869), 128
batalla de, Cepeda, 66 evolución de, Santa Fe, 128
Pavón, 70, 89 porteña, 130
conflictos entre Buenos Aires y, 38
contratación de empréstitos (1856-1857), 58 E
desvinculación de Buenos Aires, 33 Economía,
elección de, Derqui-Pedernera, 66 acentuación de la dependencia, 126
Urquiza-Del Carril, 36 actividad agropecuaria en Buenos Aires, 105
enfrentamiento bélico entre Buenos Aires alambramiento de campos, 105
y (1861), 70 aparición del frigorífico, 105
t

143
apropiación de tierras por el grupo gana­ reorientación de la corriente comercial,
dero de Buenos Aires, 105 119
arrendamiento, 102 Salta, Exportación e Importación (cuadro),
Buenos Aires, desplazamiento del vacuno 55
hacia el sur, 105 sector agropecuario,
clases medias rurales, 103 afianzamiento del, 51
colonización, cambio del sistema de, 100 apogeo del, 46. 47
intervención de nuevos factores, 100 enriquecimiento del, 52
y transportes, 121 modernización de la agricultura, 60
comercio de lanas, 104 sectores, altos de Buenos Aires, 102
Confederación, G a s to s y r e c u r s o s (1855- medios rurales, 100
1859) (cuadro), 59 urbanos, dependencia del presupuesto
crecimiento industrial y acumulación de de los, 117
capitales, 121 sistema, de colonización, 99
deuda del Estado (1875), 124 de recaudación, 123
di versificación de actividades, 100 de la propiedad, 103
empréstitos, 124 valorización y suba del precio de la
expansión, de la actividad agrícola porte­ tierra, 101
ña, 107 ejército, aumento de efectivos, 91
de la inversión extranjera, 122 modernización del, 123
de las actividades saladeriles de Entre evolución del capitalismo y su incidencia
RÍOS, 112 en el Río de la Plata, 46
de los cultivos en Buenos Aires, 105
F
de los sectores medios rurales, 102
federales, 22, 25
del ovino', 104
federalización de Buenos Aires, 29, 35,
del saladero en Buenos Aires, 106
70, 94
explotación extensiva, 102
ferrocarriles,
exportaciones de la Confederación (1854-
avance del sector, 117
1862) (cuadro), 49, 50
hacia el Interior, 120
financiación del déficit del Estado, 124
Buenos Aires y el Ferrocarril Oeste, 63
ganaderos porteños, 105
Construcción del Ferrocarril Central Ar­
grupo comercial santafesino, 102
gentino, contrato para la, 118
hegemonía porteña, 47, 62
el sistema de transportes y los, 62, 63
importancia de los establecimientos sala­
extensión del Ferrocarril Oeste, 120
deriles en Buenos Aires, 105
línea, de Ensenada, 120
ingresos del Estado (1870-1873), 123
delSud, 119
inversión privada nacional, 122
primeros kilómetros de vías, 60
inversiones de capital inglés, 121
puesta en marcha de una política ferrovia­
orientación del intercambio hacia hacia
ria (1857), 50
Buenos Aires, 107
reorientarión de la corriente comercial, 119
papel del Estado como inversor, 123,126
precios de cueros, sebo y lana sucia (1851- G
1860) (cuadro), 48 guerra del Paraguay, 105, 119, 123

144
antecedentes, 82 organización del, Poder Legislativo, 96
declaración, 83 Poder Judicial, 90
trabajo de la Triple Alianza ( 1865), 83 presidencia, de Mitre, asunción (1862), 76
Yatayty Cora, entrevista de, 85 gabinete, 77
guerra, del Paraguay, (véase guerra del
I
Paraguay) 82
inm igración, S anta Fe, experiencia co lo ­
guerra contra el Chacho, 79, 80
nizadora en, 60
movimientos insurgentes en el Inte­
radicación rural de los primeros inmigran­
rior, 80
tes, 53
de Sarmiento, acción de gobierno, 87
Interior, m ovim ientos arm ados en el, 112
alzamiento de López Jordán, 87
pérdida de autonomía política de las pro­
vincias andinas, 117 antecedentes de su elección, 87
asunción, 86, 87
L gabinete, 87
L a M ontonera, revolución del 24 de septiembre (1874), 88
Ángel Vicente Peñaloza (el Chacho), ba­ testamento político de Mitre, 86
talla de las Playas, 80
de Lomas Blancas, 80
O
conflicto con Mitre, 75 o b je tiv o s de! g ru p o v e n c e d o r en C a se ­
ro s, 17
tratado de La Banderita (1862), 76, 79
Felipe Varela, batalla de pozo de Vargas, 82 P
batalla de San Ignacio, 82 P acto Federal (1831), 26, 30
levantamiento de, 81 provincias andinas, pérdida de la autono­
Ricardo López Jordán, alzamiento de, 87 m ía política de las, 117
lana, 49, 50
sucia, 48 S
L itoral, secuela de las guerras civiles, 52 saladero, expansión,
en Buenos Aires del, 106
M en Entre Ríos del, 112
m inoría urbana ilustrada, 17 importancia en Buenos Aires del, 105
N sebo, 48
N ación A rgentina, grasa de potro, 49, 50
alianza con Brasil y Uruguay (Triple secesión, 23, 41
Alianza [1865]), 83 sectores, altos rurales de C orrientes y E n­
centralización administrativa, 89, 92 tre R íos, 105
Código Civil, aprobación del, 97 ganaderos de Comentes y Entre Ríos, 107
redacción del, 97 T
Código de Comercio, aprobación del, 97 transportes, sustitución de la navegación
redacción del, 97
de vela p o r el vapor, 120
ejército, creación, 91
papel político del, 91 U
elección de Avellaneda, 88 unitarios, 22, 25

145
HiSTORSA ARGENTINA
Colección dirigida por Tulio Halperin Donghi

1 ARGENTINA INDÍGENA, VÍSPERAS


DE LA CONQUISTA'
A. Rex González • J. A. Pérez

2 DE LA CONQUISTA A LA
INDEPENDENCIA
C. S. Assadourian • G. Beato
J. C. Chiaramonte

3 DE LA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA
A LA CONFEDERACIÓN RDSISTA
T. Halperin Donghi

4 LA ORGANIZACIÓN NACIONAL
H. G orostegui de Torres

5 LA REPÚBLICA CONSERVADORA
E. Gallo • R. Cortés Conde

6 LA DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL
Y SU CRISIS ‘- ;
. . . D. Cantón, • jv L r Moreno • Á. Ciriá

7 LA DEMOCRACIA DE MASAS '


T ,’ Halperin Donghi '

8 LA POLÍTICA EN SUSPENSO: 1 9 6 6 /1 9 7 6
L. De Riz

10 HISTORIA ARGENTINA vol. 1


T. Halperin Donghi (dir.)

11 HISTORIA ARGENTINA vol. 2 V >


T. Halperin Donghi (dir.)

12 HISTORIA ARGENTINA, vol. 3


T. Halperin Donghi (dir.)

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