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La presente traducción ha sido llevada a cabo sin ánimos de lucro, de

fans para fans. Nuestro único fin es propiciar la lectura de aquellas obras
en inglés que no son traducidos de manera oficial al español.
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incentivando la compra de los libros originales si estos llegan a los países
de habla hispana. Todos los personajes y situaciones recreados
pertenecen al autor.
Queda totalmente prohibida la comercialización del presente
documento.
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Créditos
MODERACIÓN, CORRECCIÓN Y REVISIÓN
Cat J. B

TRADUCCIÓN
Cat J. B
Coral Black
Elizabeth.d13
katherin
Lobeth
Walezuca

DISEÑO
Elizabeth.d13
Sinopsis
¿Un juego de verdad o reto arruinará su amistad... o la transformará en algo
más?

Lena nunca ha besado a un chico por otra cosa que no sea por diversión. Así
que cuando un reto resulta en besar a su mejor amigo, Ian, no espera que eso
encienda fuegos artificiales en su interior.

¿El problema?

Ian quiere recuperar a su exnovia. Y para hacer eso, reta a Lena a que se
convierta en su novia falsa para recordarle a su ex de lo que está perdiendo.

Pero están fingiendo todo, ¿cierto?

Excepto que mientras más se extiende el reto, más se enamora Lena de Ian. Un
chico que la hace reír, la alienta en el campo de soccer y... hace que besar de
verdad no le dé tanto miedo.

¿Esta relación falsa arruinará para siempre su amistad? ¿O la llevará al


siguiente nivel?
Uno
¿Conoces a ese chico en el instituto? ¿Bajo y un poco gordito? ¿Que todavía
podría pasar por un chico de séptimo grado?

Todos se van de vacaciones de verano al final del segundo año de instituto,


y él saluda con la mano como despedida.

¿Después te chocas con él el primer día de clases, y ni siquiera lo reconoces?

Ese era Ian.

Era prácticamente mi mejor amigo, especialmente durante la temporada de


soccer.

Y el primer día de tercer año, yo había sido la chica que se había chocado con
él y prácticamente había escupido mi café helado porque no podía creer lo
ridículamente guapo que se había vuelto en los últimos tres meses.

Increíble lo que un verano de dormir hasta tarde y hacer ejercicio podía


hacerle a un chico.

Por supuesto, las chicas de la escuela inmediatamente se habían fijado en él,


no podían tener suficiente de él. Todavía no estaba segura de cómo se había
mantenido soltero todo el año pasado.

Pero a pesar de lo sexy que era de repente, nosotros dos habíamos seguido
siendo solo amigos. No estaba segura de que pudiera verlo como algo más que
eso. Quizás la imagen de la versión bajita y gordita de él estaba demasiado
arraigada en mi cabeza.

O quizás nunca arriesgaría la amistad increíble y única que teníamos. No


valía la pena.

En cualquier otro caso, habría sido la primera en mi grupo de mejores amigas


en besar a un chico lindo solo por diversión, pero incluso yo tazaba la línea
cuando se traba de Ian.

Así que cuando llegó la temporada de soccer el último año de instituto, él


seguía siendo uno de mis amigos más cercanos.
Durante el viaje en autobús del primer partido de soccer de la temporada
fuera de la ciudad, nos sentamos juntos.

Esta era mi época favorita del año porque significaba partidos de los equipos
de chicas y de chicos todos los viernes por la noche. Luego comíamos afuera y
pasábamos un buen rato, sin importar si perdíamos o ganábamos.

Pero si ganábamos, estaba asegurado que pasarían cosas locas, generalmente


iniciadas por mí con un Ian dudoso mirando cerca.

Ese era el caso esta noche.

Habíamos aplastado a nuestros oponentes esta noche, limpiamos el suelo con


ellos, y se sentía increíble.

Nada como el subidón de la victoria, tus músculos todavía calientes, el sudor


empapando tu camiseta.

Me uní a los chicos y las chicas que gritaban en el autobús y comencé mi


cántico favorito. G-R-I-T-E-N, G-R-I-T-E-N, TODOS GRITEN. ¡VAMOS,
WESTWOOD, SÍ, SÍ, VAMOS, WESTWWOD!

Cuando todos estaban siendo agradables y chillones y el entrenador se cubrió


los oídos con su portapapeles, supe que mi trabajo estaba hecho.

Con una sonrisa gigantesca, me senté y me giré hacia Ian.

Sacudió la cabeza y se puso sus auriculares.

—Te encanta hacer que el equipo se ponga como loco —dijo.

Tomé eso como un cumplido.

—Pues gracias.

Me incliné hacia delante así mis rodillas descansaban en el asiento frente a


mí.

Ian se sacó los auriculares.

—Aunque tengo que decir que esos dos goles que metiste esta noche fueron
bastante impresionantes. Especialmente ese en los últimos cinco minutos del
partido. Tenías a todos los del equipo de chicos volviéndose locos. Estoy casi
seguro de que Chris se hizo pis en los pantalones.
Me largué a reír.

—¿Y tú? ¿Te estabas volviendo loco?

Ian resopló.

—¿Estás de broma? Yo solo estaba tratando de asegurarme de que nadie


terminara con una conmoción cerebral o algo.

Había sido un partido bastante bueno. Definitivamente el mejor hasta el


momento. No podía esperar a ver qué nos esperaba en el resto de la temporada.

—Tú jugaste bastante bien también —dije—. ¿Cuántos goles atajaste? ¿Al
menos cinco?

Ian era el arquero este año ya que el arquero del año pasado se había
graduado en la primavera. Además de su altura de más de un metro ochenta, él
había sido prácticamente elegido para el puesto desde el principio, aunque el
entrenador del equipo de chicos apenas lo hubiese mirado dos veces el año
pasado.

Entonces Ian generalmente estaba sentado en el banquillo, esperando poder


jugar un poco, pero me alegraba que finalmente estuviese teniendo su momento
de brillar.

Era bastante evidente que había trabajado muy duro durante el verano.

Había pasado de suplente a jugar desde el inicio en cada partido, y se lo


merecía. Los chicos estaban de camino a tener una gran temporada gracias a él.

Saqué mi teléfono y toqué el ícono de la cámara. Luego hice una cara loca
sacando la lengua, inclinando la cabeza a un costado así se veía Ian.

Justo cuando saqué la foto, él vio lo que estaba haciendo y sonrió. Sus dientes
perfectamente blancos, una gran diferencia de los aparatos que usó hasta primer
año, instantáneamente hicieron que la foto fuese genial para Instagram. Sin
siquiera contar su cabello rubio oscuro despeinado y su manzana de Adán
claramente visible.

¿Qué era lo que hacía que la manzana de Adán de un chico me volviera loca?
No tenía idea.

Publiqué la foto y se la mostré a Ian. Sonrió y alzó los pulgares en aprobación.


Luego me ofreció un auricular.
A Ian le encantaba la música, y tenía listas de reproducción específicas que
escuchaba antes de un partido. Yo me había acostumbrado a escucharlas con él
desde el año pasado, y realmente había hecho una diferencia en cómo jugaba.
Además él tenía muy buen gusto en música.

Después de unos minutos, nos desconectamos con el ritmo de las canciones.


Ian miraba fijamente por la ventana hacia el cielo de la noche, y yo revisaba mis
notificaciones de Instagram. Mi foto ya tenía más de veinte me gustas,
incluyendo de las #BFF.

Luego mi teléfono sonó con un mensaje.

Tori: Él es lindo. ¿El chico #pordiversión más reciente?

Sacudí la cabeza y sonreí.

Lena: De ninguna manera. Ese es Ian.

Tori: ¿ESE ES IAN? Luce diferente de lo que recuerdo.

Harper: Concuerdo con lo de que es sexy.

Rey: ^

Ella: Tiene una sonrisa muy linda.

Tori: Y su cabello…

Lena: ¿Qué puedo decir? El estirón. Lol. Pero en serio, sí que se volvió guapo.
Aunque solo somos amigos.

Me llegó el sonido de otro mensaje, pero me di cuenta de que era el teléfono


de Ian.

Lo miré, y alzó su teléfono, con una sonrisa torcida en el rostro.

—Lo siento. Es Bethany.

—Toma —dije, devolviéndole su auricular. Luego me alejé solo un poco.

Bethany era la novia de Ian desde hacía dos meses. Básicamente desde la
primera semana de clases. Ella había sido la que había tenido éxito en atraparlo,
desilusionando a todo el equipo de soccer de chicas.
Bethany era la típica chica linda de instituto. Piernas largas, cabello rubio liso
debajo de los hombros. Siempre lucía como si estuviera de camino a una sesión
de fotos con una revista.

La mayoría de los chicos se volvían locos por ella, pero yo secretamente la


detestaba. Me contenía de rodar los ojos cuando ella estaba cerca. Creía que el
mundo giraba a su alrededor. Además apenas aprobaba en la escuela y ni
siquiera se molestaba en hacer actividades extracurriculares. Probablemente por
miedo de romperse una uña.

No tenía idea de qué veía Ian en ella —probablemente solo su exterior— pero
había perdido muchos puntos conmigo cuando me enteré de que estaban
saliendo.

Volví a los mensajes en mi teléfono.

Oh sí. Solo amigos.

Envié otro mensaje.

Lena: Además, tiene novia, chicas. ¿Bethany?

Ella me envió un emoji de expresión en blanco y Tori uno de los pulgares


abajo. Ellas tampoco eran fans de Bethany.

Rey: ¿Y si no tuviera novia? ¿Lo intentarías?...

Esa era una pregunta interesante.

Lo pensé por un segundo, dándole un vistazo rápido a Ian, quien estaba


ocupado mandándole mensajes a Bethany.

Había mucho más en él que su apariencia. Era además un muy buen tipo.

Pero no.

Lena: Nop. Probablemente sea el único chico al que nunca me atrevería a besar.

Harper: ¿Ni siquiera por diversión? ;)

Lena: Nah ah. Es muy bueno como amigo. Ni siquiera estoy segura de que pueda
verlo como algo más. Sería raro.

Cierto, extrañaba hablar como solíamos hacerlo, pero eso era todo.
Mis amigas y yo empezamos a hablar de otras cosas, pero mientras el autobús
iba de camino a casa en la noche, no pude sacarme de la cabeza la pregunta de
Rey.

¿Si Bethany no estuviese en su vida, lo intentaría?

Exhalé. No, me recordé a mí misma.

Definitivamente no.

Ian era solo un amigo.


Dos
Para cuando el autobús estacionó en Westwood High, nuestros planes para
el resto de la noche estaban hechos.

Fiesta en casa de uno de los chicos en una hora.

El entrenador fingió no escuchar lo que teníamos en mente para celebrar y


nos recordó el buen trabajo que habíamos hecho.

Mi papá ya estaba esperándome con su camioneta en el estacionamiento. Mis


padres acababan de comprarme un auto propio, pero en los días de partido, a mi
papá todavía le gustaba llevarme a la escuela, irme a buscar después del partido,
y preguntarme cómo habían ido las cosas de camino a casa.

Después de explicarle jugada a jugada, asintió, y supe que eso significaba que
pensaba que había jugado genial. Ese era su estilo.

A diferencia de mí, era un hombre de pocas palabras, y si generalmente tenía


que decir algo, era para darme indicaciones o consejos en cómo pasar defensores
o cómo debería haber hecho un tiro mejor.

Él había jugado y sido entrenador por la mayor parte de su vida, así que era
gracias a él que yo jugaba soccer tan bien. Me había estado enseñando desde que
aprendí a caminar. Igual con mis hermanos mayores y mi hermana. A mis
hermanos les encantaba jugar, a mi hermana no mucho, pero él decía que yo era
la que realmente podía llegar lejos si seguía jugando.

La mayoría de mis hermanos habían sido decentes e incluso buenos, pero no


habían seguido jugando.

Para mí, sin embargo, el soccer lo era todo.

Era la razón principal de que tolerara el instituto y consiguiera buenas notas.


Así podía seguir en el equipo.

Driblar la pelota con mis pies, rodeada del césped verde brillante, el campo
un borrón a mi alrededor, y mi pecho subiendo y bajando con mis respiraciones
aceleradas mientras empujaba mi cuerpo al máximo para pasar a una defensora
y tirar… No había nada más como eso.
Excepto quizás besar chicos.

Aunque mi papá no sabía eso, así que manteníamos nuestras conversaciones


acerca de soccer.

Llegamos a casa, y dándole las gracias rápido a mi papá, corrí dentro de la


casa.

En cuarenta y cinco minutos, estaba saliendo de mi habitación. Duchada. El


cabello secado con el secador de pelo y alisado. Con mi conjunto de ropa favorito.
Delineador y labial a la moda.

Encontré a mis padres en la sala de estar. Mis hermanos mayores hacía


mucho que se habían mudado, y mi hermana había salido con sus amigas. Yo
también tenía planes para mis viernes por la noche.

Parpándome al lado del televisor, dije:

—Oigan, ¿está bien si voy a una fiesta por unas horas?

Mi papá sacó su mirada de su usual sopa mexicana y la puso en mí.

—¿A dónde y con quién? —preguntó en español.

Dije algo acerca de pasar el rato con el equipo de soccer y que habría padres
allí, pero ni siquiera estaba segura de la segunda parte.

Él gruñó como respuesta, y supe que eso significaba que sí. Chillé y le di un
abrazo.

Mi mamá no lucía tan feliz al respecto.

—Mándanos un mensaje cuando llegues, Lena. No te olvides. Y asegúrate de


llegar a casa a las once —me amonestó.

Me incliné y le di un beso en la mejilla.

—No me olvidaré. Les mandaré un mensaje cuando llegue allí y antes de


irme. Lo prometo.

Mis padres solían hacer que mis hermanos me hiciesen de chaperones hasta
noveno grado. Luego era mi hermana mayor Maria, y teníamos que ir a todos
lados juntas si queríamos que nos permitieran hacer algo.
Ahora que ella estaba en la universidad y yo casi tenía dieciocho, mi mamá
y mi papá parecían estar adaptándose a los tiempos modernos y dejándonos salir
sin supervisión. Aunque mis hermanos varones nunca tuvieron ese problema.

#SerLatina

O quizás mi recién descubierta libertad era debido al hecho de que era la más
joven y mi papá siempre me había dado más libertades en comparación a ella.
Eso es lo que Maria siempre decía.

Aunque Maria decía un montón de cosas.

En quince minutos, estaba en la fiesta. Ya estaba en pleno auge, y les había


mandado un mensaje a las #BFF antes de dejar la casa, invitándolas a unirse a
nosotros.

Mi teléfono vibró mientras entraba. Pero antes de que pudiera mirarlo, Chris
y varios de los chicos del equipo gritaron y vitorearon cuando me vieron.

—¡Lena! ¡Eres un héroe! —dijo Chris.

Les di una sonrisa deslumbrante y me uní a todos en la sala de estar.

—¿Dónde está Ian? —le pregunté a Perry.

—No llegó todavía —contestó.

Me pregunté si traería a Bethany con él. Ella generalmente se aferraba a él


como un percebe o algo así.

Sacando mi celular de mi bolsillo trasero, finalmente revisé mis mensajes.

Uno de Ian. Varios del grupo de las #BFF.

Abrí el mensaje de Ian primero.

Ian: ¿Dónde estás?

Lena: Recién llego a la fiesta. ¿No ibas a venir?

Esperé una respuesta y charlé con algunas de las chicas, pero después de
unos minutos, nada.

Luego recordé leer mis otros mensajes.

Tori: Voy a estar ahí pronto :)


Rey: ¿Va a ser toda gente de los equipos de soccer?

Envió un emoji de mirada de costado después de eso.

Harper: Asumo que está bien si traemos a nuestros novios? :)

Lena: Los novios son bienvenidos <3 y sí, la mayoría es gente de los equipos de soccer
lol pero va a ser muy divertido!

Media hora después, la fiesta estaba muy animada. Música genial, baile, y
muchas risas. Además mi mamá habría estado feliz de saber que la mamá de
Chris aparecía a ratos.

Mis amigas entraron por la puerta, pero Ian todavía no. Quizás había
decidido pasar el rato con Bethany a solas, así que les di mi atención completa a
mis amigas.

Traté de darles la explicación jugada a jugada también, pero era totalmente


incomprensible para ellas.

Después de tratar de explicar la posición adelantada demasiadas veces, me


di por vencida.

—Básicamente, hice dos goles, lo que es increíble —dije.

Rey me miró fijamente en blanco.

—¿Solo dos? ¿Así que cuatro puntos? —intentó.

Me reí por lo bajo.

—No, dos goles. Dos puntos en total. En soccer, eso es un montón. Creo que
estás pensando en básquet, donde cada canasta vale dos puntos.

Ella asintió.

—Eso es lo que juega Jesse, ¿recuerdas?

Tori hizo un gesto como si estuviera lanzando una pelota.

Rey frunció el ceño y siguió mirándome fijo en blanco.

—No lo entiendo —dijo.

Herper se inclinó hacia ella y susurró fuerte:

—Yo tampoco. Finjo. Solo asiente.


Nos reímos y nos levantamos para buscar otros vasos de nuestras bebidas.

Vertí gaseosa de naranja en el mío y pasé la botella de dos litros a las chicas.
Luego Ian entró, con las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Ian —dije—. Viniste.

Lucía extraño, con la mirada baja y la boca fruncida.

—Hola —dijo—. Me estaba preguntando dónde estabas.

Mis amigas miraron de él a mí, y recordé presentarlos.

Ellas saludaron a Ian con la mano o le sonrieron, e Ian les contestó con un
saludo poco entusiasta.

Harper miró a las otras chicas y luego a mí.

—Lena, ¿te esperamos en la sala de estar? —preguntó.

Asentí.

—Seguro.

Las chicas se fueron, dejándonos a Ian y a mí solos en la cocina. La música


seguía siendo bastante fuerte aquí, pero podíamos hablar bastante normal. Se
unió a mí al lado de la encimera.

Estudié su cara. Faltaba su usual sonrisa relajada.

—¿Estás bien?

Exhaló, y nunca había visto sus ojos así. Tristes y medio vacíos. Hizo que mi
pecho se sintiese vacío también.

—Bethany terminó conmigo —dijo en voz baja.

Jadeé.

—¿Qué? ¿Por qué?

Ian se encogió de hombros, y mi corazón se rompió un poco por él, de solo


ver lo devastado que estaba.

—Dijo que yo no había estado pasando suficiente tiempo con ella con la
temporada de soccer, y que quizás quería salir con este chico universitario de
todos modos. Dice que no quiere tener más “relaciones tontas de instituto”.
Resoplé, sin creer que ella realmente le hubiese dicho todas esas cosas a Ian.

—Qué imbécil —chillé—. ¿Ya tiene los ojos puestos en otro chico? —Por
supuesto que Bethany haría algo así. Ni siquiera podía decir que estuviese
sorprendida. Puse mi mano sobre la suya—. Ian, eres demasiado bueno para ella.
Lo sabes, ¿cierto?

Se encogió de hombros de nuevo, negándose a mirar a otro lugar que no


fuera la encimera de granito blanco frente a él.

—Me gustaba de verdad, ¿sabes? —Suspiró—. Todavía me gusta. —


Finalmente encontró mi mirada—. ¿Soy un tonto por decir eso?

Me detuve por un segundo, asimilando el dolor en su rostro. Luego sacudí la


cabeza.

—No, para nada.

No dijimos nada, y me di cuenta de que eso era lo único que él quería decir
de todo el asunto, así que le di un abrazo. Apenas me devolvió el abrazo, pero
sabía que no tenía que tomármelo personal.

Este era el motivo por el que prefería besar por diversión y no de verdad. El
riesgo de que te rompieran el corazón no valía la pena. Al menos no para mí.

Bethany había sido la primera novia real de Ian, y había ido y pisoteado su
corazón antes de tirarlo a la basura.

Parte de mí deseaba poder decirle a esa chica lo que pensaba de ella, pero
sabía que eso solo empeoraría las cosas, por más bien que se sintiese ponerla en
su lugar.

Luego mi mente volvió a esa publicación de Instagram de ese día. ¿Esa foto
de nosotros habría causado todo esto? Mi estómago se revolvió de la culpa, pero
traté de no pensar en eso. Sabía que no había hecho nada malo. Éramos solo
amigos. No era como si hubiese estado encima de él ni nada por el estilo.

No, si esa foto había afectado su relación entonces Bethany estaba usándola
como una excusa para dejar a Ian.

—Vamos —le dije a Ian—. Olvídate de ella. Divirtámonos esta noche y


saquemos tu cabeza de todo eso. Al menos por un rato. —Una idea me vino a la
mente, y sonreí—. Y sé exactamente qué ayudará con eso.
Tres
Entramos a la sala de estar, y alcé la voz.

—¿Quién tiene ganas de juagar a verdad o reto? —grité por encima de la


música con una sonrisa gigantesca en mi rostro.

Ian se inclinó hacia mí.

—¿Esta es tu idea para animarme? —preguntó.

Aplaudí.

—¡Por supuesto!

Se dejó caer en uno de los sofás con una mirada de pura resignación.

—Supongo que será entretenido verte ponerte en ridículo.

Me reí, sin ofenderme en lo más mínimo. Que Ian hiciera una broma era una
muy buena señal, y estaba feliz de sacrificarme por el equipo.

Tori y Ella lucían como si se sintieran lo opuesto a emocionadas mientras


Harper y Rey contenían sonrisas.

Pero sabía que algo solo un poquito loco era lo que el doctor le había
ordenado a Ian. Podría haber ido por algo como girar la botella, pero con la
temporada de la gripe comenzando, eso era lo último que necesitaban los equipos
de chicos y de chicas.

Prácticamente todos se reunieron alrededor de los sofás de la sala estar, y de


camino a mi asiento, le susurré al oído a Chris que todos deberíamos animar a
Ian esta noche y por qué. Él me dio un asentimiento rápido.

Mis amigas me hicieron lugar en el sofá, pero cuando Noah entró, Tori
murmuró algo acerca de que necesitaba hablar con él en otra parte.

Yo sabía que solo quería zafarse de jugar el juego.

—¡Gatito miedoso! —le grité.

Jesse y Ella no tardaron mucho en poner el mismo tipo de excusa y se


acurrucaron en una esquina de la habitación.
El novio de Harper, Emerson, la rodeó con sus brazos, pero al menos ellos se
quedaron.

Varios minutos después, todos estábamos riéndonos más que nunca, incluso
Ella y Jesse.

A Chris le había tocado un cambio de look, completo, con labial y sombra de


ojos. Yo tuve que hacérselo. Él siempre era un buen jugador, dentro y fuera del
campo. Katie le entregó varias toallitas desmaquilladoras, todavía sacando fotos.

Luego Perry, la misma chica que había retado a Chris a que se hiciera un
cambio de look, había confesado que ella elegiría al Capitán América de todos
los Vengadores para que le diera respiración boca a boca si lo necesitaba.

Sacudí la cabeza.

—Thor, siempre. O incluso mejor, Loki. Los chicos malos tienen ese algo, ¿no
creen?

Eso hizo reír a todos, y le guiñé un ojo a Harper, quien se sonrojó


profundamente pero se rio por lo bajo. Mientras tanto, incluso el serio Emerson
alejó la mirada.

Después fue mi turno, y estaba segura de que mi sonrisa alcanzaba mis orejas
de la emoción.

Chris, finalmente libre de maquillaje, se giró hacia mí, y preguntó en voz alta.

—Bien, Lena. ¿Verdad o reto? —dijo alzando una ceja y con una sonrisa
temeraria.

Fingí pensarlo, pero sabía que mi respuesta no sería una sorpresa.

—Reto —dije, porque me encantaban los retos.

Y esto lo era.

Completar un buen reto se sentía igual que estar en el campo de juego


haciendo un tiro imposible. O que besar por diversión.

Vivía por la adrenalina que me daba.

Chris lo consultó con algunos de los otros chicos del equipo, y Rey sacudió
la cabeza, mirándome.
—Chica, estás loca —susurró.

Sonreí.

—Solo espera a que sea tu turno.

Jadeó y se cubrió la cara con su diario así solo podían verse sus ojos.

—¡De ninguna manera! —dijo—. Sabes que no puedo con este tipo de juegos.
Y especialmente no en público.

Le guiñé un ojo y me giré hacia Chris.

—¿Y? ¿No tienes nada o qué? —dije.

Terminó de susurrar y encontró mi mirada.

—Oh, sí que tengo algo. —Sus ojos prácticamente brillaban de maldad—.


Lena, te reto a besar a… —La habitación se quedó completamente en silencio
esperando que terminara esa oración. Mi corazón latía como una batería en mi
pecho—. Ian.

Uh, ¿QUÉ?

***

Mi boca cayó abierta.

—¿Qué? —pregunté en voz alta.

Miré a Ian, y él lucía igual de horrorizado que como yo me sentía.

Le había pedido a Chris que me ayudara a animar a Ian, pero esto no era lo
que tenía en mente.

Chris chocó los cinco con sus amigotes, y yo resoplé.

—¡Chris! No puedo besar a Ian. Sabes que es prácticamente como un


hermano o algo así.

Miré a mis amigas en busca de apoyo, pero estaban tan sorprendidas que se
quedaron en silencio y ninguna dijo nada. Ni nadie más.

Probablemente era porque sabían que Ian era el único chico que nunca
besaría por diversión. Éramos amigos, amigos de verdad. Y eso era importante
para mí.
Pero Chris solo se encogió de hombros.

—Lo siento, Lena. Reglas del juego. O cumples el reto o pierdes.

Él conocía la palabra mágica.

Perder.

Todos en ambos equipos sabían que odiaba perder. Perder era lo peor, ¿y
perder en frente de todos? Preferiría hacer cualquier otra cosa.

Suspiré, sabiendo lo que tenía que hacer.

Girándome hacia Ian, me resigné a terminar de una vez por todas con este
reto.

Ian lucía como si no estuviese seguro de qué hacer. De hecho, se parecía a


una oveja ante las luces de un auto.

Abrazó un cojín contra su pecho como si fuera un chaleco a prueba de balas.

—Uh… no estoy seguro acerca de esto —dijo.

Chris se acercó y dijo:

—Está bien, hombre. Esto es justo lo que necesitas. Es solo por diversión. No
significará nada. ¿Cierto, Lena?

Las cabezas de todos se giraron hacia mí en un movimiento coordinado, y


respiré hondo. Miré a Ian.

—Es solo un reto —dije poniendo mi sonrisa falsa—. Un pico rápido en los
labios, eso es todo.

Él parpadeó hacia mí.

Entonces todos empezaron a alentarnos y cantar, más y más fuerte hasta que
era imposible de ignorar.

—¡BESO! ¡BESO! ¡BESO!

Alguien me tocó el hombro. Era Harper.

—Saben que no tienen que hacer esto si no quieren —dijo en voz baja.

—Está bien —le aseguré—. Es solo un juego. Nada más.


Además, desde hacía una hora, Ian ya no tenía novia así que no tenía nada
por lo que sentirme culpable. No había motivo para decir que no.

Me puse de pie, y también lo hizo Ian.

Caminamos al otro lado de la sala de estar.

Ian me miró fijamente.

—¿Estás bien? —dije—. Sabes que solo estoy haciendo esto por un reto,
¿cierto? Pero no tenemos que hacerlo si no quieres. —Yo me sentía bien, pero
algo me decía que él también debía escuchar las palabras de Harper.

Bajó la mirada, luego me miró de nuevo. Estaba segura de que los cantos
continuados de BESO, BESO, BESO no estaban ayudando.

—Tienes razón. Es solo un juego. Y supongo que podría ser peor.

Me reí por lo bajo, recordando la vez que alguien había retado a Chris a besar
a su abuelo en los labios en uno de los partidos de soccer del año pasado.

Las cosas definitivamente podrían ser peor.

Ian todavía lucía un poco incómodo, pero dio un paso más cerca,
inclinándose hacia mí.

Me puse de puntillas así podía alcanzarlo, luego vi un sombrero rojo de


Atlanta Hawks en el borde una de las mesas cercanas.

Justo antes de que los labios de Ian llegaran a los míos, lo agarré y cubrí
nuestros rostros.

Todos gimieron decepcionados, pero yo contuve una sonrisa.

La boca de Ian presionó la mía, su mano rozó mi espalda y luego me atrajo


hacia él.

Los gemidos se convirtieron en gritos de aliento, pero eran más bien ruidos
apagados en el fondo. Estaba demasiado ocupada sorprendiéndome por lo
suaves que eran los labios de Ian y por el sentimiento de mi estómago dando
varias volteretas.

Di un paso atrás, y también lo hizo Ian. Se había acabado. Simplemente así.


Bajé el sombrero, y me giré hacia todos y les di una reverencia,
completamente aturdida. Lo único en lo que podía concentrarme era en el hecho
de que besar a Ian había sido realmente interesante.

Y no igual a todos esos besos por diversión que había experimentado antes.

Pero me dije a mí misma que era solo el subidón del reto y del beso. Eso era
todo… y ese era el motivo de que se hubiese sentido increíble.

¿Cierto?

No por su sonrisa perfecta, su cabello increíble, o sus manos fuertes.

NO.
Cuatro
Ese estúpido beso no me dejó sola por el resto del fin de semana, sin importar
no mucho que lo intentara.

Pero era mi culpa por empezar ese juego de verdad o reto.

Y también culpa de Chris. No fue una de sus mejores ideas, retarme a besar
a Ian.

Ugh.

Con suerte las cosas volverían a como eran antes. Bueno, no completamente.
Cruzaba los dedos con la esperanza de que Ian y Bethany se reconciliaran.

Solo quería dejar detrás de nosotros ese beso del verdad o reto, pero el lunes
en el almuerzo, era lo único de lo que las #BFF querían hablar.

Por supuesto.

Tori me miraba como si fuera un rompecabezas que necesitara resolver.

—No sé. Ese beso parecía más que un beso por un reto. Podría jurar que
literalmente vi chispas salir de detrás de ese sombrero.

Rey y Harper se rieron.

Ella sonrió.

—¿En qué estás pensando? —me preguntó.

Resoplé.

—Solo fue un estúpido reto. Si no fuera por eso no hubiese pasado. Ya les
dije. Solo somos amigos.

—Hmmm —dijo Tori como respuesta—. Nunca sabes. Un beso puede


cambiarlo todo, Lena.

—¿Ah, sí? —pregunté—. Ian no es el primer chico al que he besado por


diversión.

Harper alzó una ceja.


—Aunque cualquier otro chico no es Ian.

Me miraron fijamente, y no dije nada, pensando en el comentario de Harper.

¿Por eso había sentido esa sensación rara en el estómago? ¿Porque Ian era
alguien a quien conocía y en quien confiaba? ¿Porque sentía algo más por él?

Aun así…

—Aunque él acaba de salir de una relación —dije—. Apuesto a que hay un


ochenta por ciento de probabilidades de que vuelva con Bethany enseguida. Está
loco por ella. —Siempre lo había estado, por lo que yo podía decir. Desde que
habían empezado a salir.

—¿En serio? —preguntó Ella—. Ha pasado todo un fin de semana. Creería


que ya se habrían reconciliado para ahora si fueran a volver.

Rey asintió.

—Ese es un buen punto.

—Además —dijo Tori—. Escuché que ella ya está saliendo con otro chico. Lo
que francamente no es una sorpresa. Generalmente no se queda soltera por
mucho tiempo.

¿Qué?

—¿Dónde escuchaste eso? —pregunté, empujando mi bandeja llena a un


lado.

Tori picoteó su ensalada.

—Esta mañana, de camino a matemáticas. Una de las amigas de Bethany dijo


que había tenido una cita con un chico universitario.

Mi estómago se hundió por Ian. Esto iba a devastarlo.

—¿Estás segura? —pregunté. Pero después de lo que Ian me había dicho en


la fiesta, no podía decir que me sorprendiera.

Pero sabía que ella no mencionaría el rumor si no lo hubiese escuchado ella


misma.

Asintió.
—Quizás es lo mejor. Además, nunca sabes. Ustedes dos podrían terminar
convirtiéndose en más que amigos.

Salió como una pregunta, pero una de la que ella y todas las demás querían
saber la respuesta.

Aunque yo ya sabía la respuesta. Sacudí la cabeza.

—No, no lo creo. Ni siquiera estoy segura de que lo vea de esa manera,


¿saben? Hemos sido amigos desde siempre. Desde la escuela primaria. No estoy
segura de querer arruinar lo que tenemos.

Lo que teníamos era bastante bueno. Podía contar con que Ian fuese el
hombro en el que apoyarme cuando escuchábamos música de camino a nuestros
partidos de soccer fuera de la ciudad o en el banquillo en el día de un partido en
casa. La persona que me daba indicaciones durante el entretiempo y un golpecito
en el hombro ganáramos o perdiéramos.

La pregunta de Rey me trajo de vuelta a la realidad.

—¿Qué es lo que ustedes tienes? —preguntó, con el bolígrafo encima del


papel.

Me encogí de hombros.

—Tenemos… una amistad de verdad.

Harper sonrió.

—A veces esas se convierten en las mejores relaciones.

—Quizás sí —dije, jugueteando con mi servilleta y encogiéndome de


hombros—. Quizás no. de todos modos, él tiene el corazón completamente roto
ahora mismo.

Esa puerta estaba cerrada. Y siempre lo estaría.

***

Ian y yo compartíamos un par de clases, pero no pudimos hablar en serio


hasta después de la práctica del lunes.

Dejé suelto mi largo cabello oscuro, me puse una sudadera demasiado


grande para mí, y lo alcancé mientras caminaba hacia su auto. Todos los demás
abandonaban el estacionamiento, ansiosos por llegar a casa.
—Hola —lo llamé. No habíamos hablado en serio desde nuestro beso el
viernes por la noche, y quería calmar los aires y averiguar si él estaba bien.

Y si los rumores acerca de Bethany eran ciertos.

Ian tiró su mochila de gimnasia dentro de su auto y se giró.

—Hola —dijo, apenas mirándome.

Caminé hacia él, mi cabello volando en la brisa.

—Solo quería preguntarte cómo estabas, ya sabes, desde… —Me mordí el


labio, esperando que entendiera a qué me refería.

Ian se apoyó contra su auto, mirando fijamente sus pies.

—¿No has escuchado? —preguntó en voz baja.

Me apoyé en su auto con él.

—Así que es cierto, ¿eh?

Apreté la mandíbula, odiando que Bethany hubiera seguido adelante tan


fácil. ¿Qué tipo de persona hacía eso? No estaba bien.

Ian permaneció en silencio, y parte de mí quería tomar su mano. Luego me


recordé que ya habíamos cruzado una línea el viernes. No había necesidad de
caminar en puntillas encima de esa línea de nuevo tan pronto.

O nunca.

Ian exhaló.

—Solo… desearía que le diera otra oportunidad a lo nuestro. Sé que ella


recordaría lo buenos que éramos juntos.

¿Pero lo eran? Quise preguntarle.

Hice una mueca, conteniendo mis pensamientos.

—Después de todo… —dijo—. Casi dos meses.

Hablé cuidadosamente, sin querer añadir a su dolor.

—Ian, quizás ella no vale la pena todo esto dolor. Eres un muy buen chico, y
ella es…
—La chica en la que no puedo dejar de pensar —terminó, perdiendo la
mirada en el cielo.

Sacudí la cabeza.

—Lo siento, pero es una persona terrible.

Se encogió de hombros y alejó la mirada.

—Hay más en ella de lo que crees.

Lo dudaba, pero decidí no dar mi opinión al respecto. Probablemente solo lo


haría enojarse conmigo, y eso era lo último que quería, que él me alejara.

—Bueno, eres un excelente partido, Ian —le dije tratando de poner una
sonrisa en su rostro—. No lo olvides.

Solo me ofreció una sonrisa de labios apretados, una sombra de su sonrisa


usual.

—Oye, no le digas esto a nadie —dije, mi corazón latiendo un poco más


rápido—. Pero eres muy bueno besando. Y creo que sabes que tengo bastante
experiencia en esta área.

Ahora se rio, y no pude evitar sonreír ampliamente.

Me miró.

—Fue apenas un pico, Lena. No estoy seguro de que puedas decir nada de
eso.

Seguí bromeando.

—Oh, puedo decir —dije—. Créeme. Si la gente se enterara, lo que bien


podría suceder, de que eres increíble besando, bueno, solo digamos que tendrías
una fila de chicas listas para mostrarte cómo pasar un buen rato, así de rápido.
—Chasqueé los dedos—. Quizás eso le recordaría a Bethany lo que se está
perdiendo.

Alzó la cabeza de repente.

—¿Eso crees?

Asentí.

—Por supuesto. Bethany está loca por haberte dejado.


Sus ojos encontraron los míos, y me pregunté si su estómago estaría dando
volteretas también.

—Lena —suspiró—. Eso es.

¿Eh?

Ian se enderezó y me enfrentó.

—Quiero que seas mi novia —dijo.

Yo también lo enfrenté.

—¿Q-qué? —pregunté, sin estar segura de que lo hubiese escuchado bien.


¿Estaba escuchando bien? Para alguien que prosperaba siendo rápida, de repente
me sentía completamente congelada.

—Puedes ser mi novia falsa —dijo, una sonrisa brillante en su rostro—.


Bethany estará tan celosa, que se dará cuenta de que cometió un gran error.
Además nunca le gustaste. Eres la candidata perfecta.

Mi boca cayó abierta, y traté de procesar lo que estaba escuchando.

—No estoy segura de que esto sea una buena idea… —empecé.

—Es una idea genial —dijo—. Debería haberlo pensado antes. En la fiesta. Sé
con certeza que Bethany solo le dijo a toda la escuela que está saliendo con ese
chico porque se enojó por nuestro beso. Se volverá loca cuando se entere que eres
mi novia.

Sacudí la cabeza.

—Ian, no podemos hacer esto. Solo somos amigos.

Solo amigos. Nada más. Ningún riesgo de perder a Ian.

Agarró mis manos.

—Vamos, Lena. Solo por unos días, quizás unas semanas. Lo prometo.

Los ojos azules perfectos —y esperanzados— de Ian me miraban fijamente,


esperando que dijera que sí.

Pero no podía.

No, dije que no arruinaría nuestra amistad de nuevo.


Pero luego él dijo lo único a lo que sabía que no me podía negar.

—Lena —comenzó Ian—. Te reto a ser mi novia falsa.


Cinco
OH, DIOS MÍO.

¿Cómo se convirtió un beso en un reto de estar en una relación falsa con uno
de mis mejores amigos?

No podía ver una salida ahora que lo había aceptado.

Solamente esperaba que solo durara unos días y que luego Ian obtuviera lo
que quería, Bethany, aunque odiase la idea de que esos dos volvieran a estar
juntos.

Claro que había besado a algunos chicos por diversión aquí y allá, pero nunca
tuve un novio de verdad. Nunca me había gustado un chico lo suficiente como
para eso. ¿Y ahora mi primer novio iba a ser Ian? ¿Una relación simulada con mi
amigo más cercano?

¿Una mentira?

La mayor parte de esa noche la pasé revolviéndome y dando vueltas —y


volviéndome loca— por todo el asunto, pero por la mañana me desperté con una
mentalidad completamente nueva.

¿Y qué si tenía un novio falso? Decidí que también podría divertirme y seguir
todo el juego. Si alguien podía lograr esto, era yo.

Cuando entré a la escuela, lo hice con confianza y una respiración profunda.


Hora de encontrar a Ian, mi nuevo amorcito. Según sus mensajes de anoche,
quería acompañarme a cada una de mis clases, almorzar conmigo y que toda la
escuela supiera al final del día que éramos una pareja.

Ese era el plan.

Encontré a Ian en su casillero y le toqué el hombro.

Se volvió hacia mí, una sonrisa de complicidad formándose en su rostro.

—Buenos días, cariño —dijo, cerrando su casillero y mirando a su alrededor.

—Buenos días, eh, guapo —le respondí, arqueando una ceja juguetonamente.

Extendió la mano y exhaló.


—¿Lista? —preguntó.

—Más lista que nunca —dije, forzando una sonrisa.

Miró mi mano, la envolvió con la suya y me llevó hacia mi primera clase del
día. Traté de no pensar en lo incómodo que era caminar con él así. ¿Verían todos
a través de nosotros?

Inmediatamente, los estudiantes a izquierda y derecha se nos quedaron


mirando o nos miraron dos veces al pasar, claramente sorprendidos por este
nuevo desarrollo.

Por lo general, pasaba unos minutos antes de la primera clase con las #BFF,
pero hoy llegaba tarde y, aparentemente, tendría una nueva rutina matutina con
Ian.

Llegamos a mi clase y nos detuvimos. Ian miró a su alrededor nervioso, como


si no estuviera seguro de qué hacer a continuación.

¿Darnos un beso? ¿Un beso en la mejilla? ¿Un apretón de manos?

No se decidió por ninguno de los anteriores. Al final, mirándome a los ojos,


dijo:

—Uh, ¿nos vemos después de clase?

—Claro —dije.

Sonó el timbre de advertencia, y él se fue. Entré en clase, donde Tori y Ella


ya estaban esperándome.

Tori miró la puerta ahora vacía.

—¿Qué fue eso? —preguntó, la expresión de su rostro en algún lugar entre


incredulidad y emoción.

Me senté.

Ella se inclinó.

—¿Alucinamos, o tú e Ian acaban de…?

Asentí.

—Ahora tenemos como algo.


Ella se recostó en su silla como si estuviera considerando lo que acababa de
decir.

Tori se rio.

—¿Como algo? ¿Qué significa eso?

Exhalé.

—Bueno, él es como mi novio, como… no de verdad —insinué.

Ella parpadeó.

—Lena, no tiene ningún sentido. ¿Pensé que habías dicho que ese beso no
significó nada?

Pero Tori parecía que estaba empezando a juntar dos más dos.

Jugueteé con un hilo suelto de mi camisa.

—Como dije, en realidad no es mi novio… estamos fingiendo…

Ella jadeó.

—¿Fingiendo? —dijo demasiado fuerte.

La hice callar y se tapó la boca con la mano.

Tori sacudió la cabeza y sonrió.

—Solo tú, Lena, tendrías un novio falso.

—Falso es una palabra fuerte —murmuré—. Además, es solo para poner


celosa a la ex de a Ian. Si tengo que besar a Ian por diversión un par de veces para
que eso suceda, bueno, que así sea. —Les guiñé un ojo y sonreí.

Ella rio.

—Dios, Lena. Solo ten cuidado, ¿de acuerdo? —dijo.

Sonó la campana y miraron hacia adelante. Yo hice lo mismo.

Me incliné hacia Ella.

—No hay nada de lo que tener cuidado —le aseguré—. Todo es mentira. Solo
estuve de acuerdo por un reto estúpido. Antes de que me dé cuenta, Ian volverá
con Bethany, y esto habrá terminado.
No me gustaba Bethany. Pero si Ian quería estar con ella, ¿quién era yo para
detenerlo?

Tori se dio vuelta y susurró:

—Solo espero que acabe siendo así de simple.

***

Después de la escuela, Ian me agarró de la mano y me llevó por los pasillos


llenos de gente hacia el campo de soccer.

Lo que no esperaba era que nos encontrásemos con Bethany.

De alguna manera, la habíamos evitado con éxito durante cada cambio de


clase. Seguía pensando que nos la encontraríamos caminando hacia nosotros, tal
vez de pie en el casillero de alguien. Había estado lista para ese primer encuentro,
para igualar su mirada de acero o comentarios hirientes en un segundo.

Pero, por supuesto, en el instante en que me relajé y me olvidé de ella, dobló


la esquina justo frente a nosotros.

Ian inmediatamente se tensó y dejó caer mi mano. Yo la agarré y la sostuve,


encontrándome directamente con la mirada de Bethany.

Se acercó a nosotros, con los libros en el pecho y el pelo largo sobre los
hombros.

Sus ojos pasaron de nuestras manos juntas a Ian.

—Cuando escuché que se habían convertido en algo, dije que no lo creería


hasta que lo viera por mí misma. —Hizo una pausa—. Y aquí estamos. —La voz
de Bethany goteaba veneno.

Ian la miró.

—Hola, Beth.

Sus ojos se entrecerraron.

—¿En serio, Ian? No puedo creer que hagas esto.

Me burlé.

—Eso es gracioso, viniendo de ti —le dije.


Giró la cabeza bruscamente hacia mí. Pero luego su boca se curvó en una
sonrisa.

—Lena. —Se volvió hacia Ian, colocó una mano sobre su brazo, y yo puse los
ojos en blanco, aguantándome un comentario subido de tono—. Te ves genial,
Ian. ¿Te escribo dentro de un rato?

Uní mi codo con el de él, agarrándome de su brazo como si me estuviera


ahogando y él fuese mi salvavidas.

—Cariño —dije en voz alta—. Llegaremos tarde a la práctica si no nos


movemos. —Le di un gran beso a Ian en la mejilla y luego le lancé una sonrisa a
Bethany—. Adiós.

No esperé para ver la expresión de Bethany.

Arrastrando a Ian detrás de mí, exhalé cuando volvió en sí.

—L-lo siento por eso. No esperaba verla —confesó.

Doblamos la esquina y nos detuvimos. Me paré delante de él.

—Ella se va a dar cuenta de que esto es falso en un milisegundo si


prácticamente babeas sobre ella de esa manera cada vez que la ves.

Ian desvió la mirada tímidamente.

Enfoqué mis ojos en él, y con tono serio dije:

—Si de verdad quieres ponerla celosa, tenemos que hacer que esto parezca
real. Porque no nos creyó ni por un segundo. Quiero decir, ¿viste la forma en que
te miró?

Ian parpadeó hacia mí, la esperanza evidente en su expresión.

—¿Crees que todavía siente algo por mí?

Suspiré.

—Ian, no lo sé. Para mí, parece que solo está siendo posesiva. Como si supiera
que puede tenerte de vuelta en un instante si quisiera. Pero ¿por qué estaría
saliendo con otro chico si realmente le gustaras? Yo nunca le haría eso a alguien
que realmente me importara. Y tú tampoco lo harías.

De repente, Ian se desinfló de nuevo.


—Tienes razón —dijo. Se pasó la mano por el pelo—. ¿Por qué estamos
haciendo esto? Nunca va a funcionar.

Me mordí el labio.

—Porque vas a mostrarle lo que se está perdiendo. Un chico realmente genial


y cariñoso. Quien no necesita a alguien como ella.

Él se burló.

—¿Es ese el tipo de chico que quieren las chicas? —murmuró.

Me puse las manos en las caderas.

—¡Sí! Solo mira a mis amigas. Ninguno de sus novios son idiotas. Todos son
buenos chicos. Así que no, los buenos no siempre terminan últimos.

Se encogió de hombros, sin parecer convencido.

—Quién sabe —intenté—. Tal vez se dará cuenta de que cometió un gran
error si cree que realmente somos algo.

Ian levantó la vista esperanzado una vez más.

—Y si no —continué—, entonces le mostraremos que estás mejor sin ella. No


hay que andar deprimido, ¿de acuerdo? —le dije, apretando su brazo con mi
mano.

Él asintió.

—¿Te veo en la práctica? —preguntó.

—Claro —dije, teniendo la sensación de que quería estar solo.

Luego las #BFF se me acercaron con las mochilas sobre los hombros. Tori
también llevaba una bolsa de gimnasia.

Ella arqueó una ceja.

—Vimos a Bethany. Eso fue interesante.

Me encogí de hombros.

Harper se acercó.

—Entonces, ¿está supercelosa?


Formamos un círculo muy unido, manteniéndonos fuera del camino de todos
lo máximo posible.

Suspiré.

—Creo que sí porque estaba sobre él, pero con Bethany es difícil saber si es
porque realmente le gusta y quiere volver a estar con él o simplemente odia la
idea de que otra chica lo reclame tan rápido. Especialmente yo —dije.

Rey dijo:

—¿Qué quieres decir?

Miré a mi alrededor.

—Ella siempre odió el hecho de que fuésemos bastante unidos. Nunca le


gusté. Lo cual está bien porque yo nunca he sido fan suya tampoco.

Ella asintió.

—Aunque, ¿a ella le gusta alguna chica? Incluso sus amigas parecen más
como accesorios para ella.

Estaba de acuerdo.

—Lo sé, ¿verdad? —Sacudí la cabeza—. Solo espero que se dé cuenta de que
es demasiado bueno y puro para ella. Merece algo mucho mejor, si me preguntas.

Tori sonrió.

—Nosotras también lo creemos. —Me guiñó un ojo y supe lo que estaba


tratando de decir.

Pero en lugar de abordar eso, miré mi teléfono y dije que llegaba tarde a la
práctica de soccer.

Sin embargo, durante todo el camino hasta el campo, no pude sacar de mi


mente la cara engreída de Bethany.
Seis
—Lena, ¿por qué no dijiste nada? —prácticamente gritó Samantha cuando
entré en el vestuario de las chicas.

Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que el resto del equipo se
enterara, pero no pensé que estarían tan entusiasmadas con las noticias.

Katie se me acercó.

—Chica, no sé si debería estar celosa o feliz por ti. —Me envolvió en un


abrazo—. Es broma. Estoy tan celosa, pero tan feliz por ustedes.

Samantha me guiñó un ojo.

—Supongo que ese beso de verdad o reto realmente se convirtió en algo, ¿eh?
—Me dio una gran sonrisa.

Incluso mientras nos dirigíamos al campo, la charla no paraba.

Y, por supuesto, tuve que seguir con ello, dejando que las chicas también
supieran lo emocionada que estaba de estar con Ian.

Según ellas, lo había robado de inmediato, sin darle ninguna oportunidad al


resto de las chicas. Pero ¿qué podía decir? No era como si pudiera contarles el
secreto.

Si esto iba a funcionar, tenía que asegurarme de que nadie más descubriera
la verdad. Ian contaba conmigo, por mucho que odiara la razón por la que esto
estaba sucediendo.

Perry dribló la pelota a sus pies sobre la hierba.

—Sabía que ustedes dos terminarían convirtiéndose en algo más que amigos.

Katie puso los ojos en blanco.

—No es cierto.

—Lo sabía —argumentó Perry—. Siempre pensé que tenía algo por ti el año
pasado, Lena. Y por eso se quedó soltero tanto tiempo.

Me burlé.
—No lo creo.

Por lo general, era bastante buena leyendo ese tipo de vibra en los chicos, e
Ian no las había estado enviando. Nop.

En todo caso, Ian parecía ser uno de esos chicos que simplemente no emitían
esas vibras. Nunca había sido alguien que confesara sus enamoramientos o
hiciera comentarios sobre lo buena que era una chica. Al menos no conmigo.

Asumía que hablaba sobre eso en algún nivel con los chicos. O tal vez
mascullaba. Quién sabe. Siempre pensé que estaba siendo respetuoso o algo así.

¿Pero estar secretamente enamorado de mí? De ninguna manera. Imposible.

Sam me dio un codazo.

—Creo que son la pareja más adorable de la historia.

Las otras chicas murmuraron de acuerdo cuando comenzamos a estirarnos.

Sam continuó:

—Y con el Baile de Bienvenida a pocas semanas… ¡oh, tienen que coordinar


sus trajes y todo! —Aplaudió de emoción.

Negué.

—Baja las revoluciones. Esta relación apenas tiene un par de días. No es


necesario comenzar a pensar en el Baile de Bienvenida. Además, nunca se sabe…
—Esa frase se fue apagando, y Katie me dio una mirada extraña. Me encogí de
hombros—. Quiero decir, luego querrás que escojamos la vajilla o algo así.

La boca de Samantha se abrió como si estuviera perpleja y no supiera cómo


responder a mi comentario exasperado.

Afortunadamente, el entrenador hizo sonar su silbato precisamente en ese


momento, inmediatamente dirigiendo la atención de todas hacia él.

—Está bien, todos. Cinco vueltas con la pelota. Ya conocen el ejercicio —dijo,
revisando algo en su portapapeles.

Los equipos de soccer universitario de chicos y chicas practicaban juntos la


mayor parte del tiempo. Sobre todo porque compartíamos el mismo entrenador
y asistente.
Calentábamos juntos, realizábamos innumerables ejercicios juntos y, a veces,
incluso practicábamos juntos.

Hoy no era diferente.

Lancé mi pelota unos metros por delante de mí y comencé a driblar por el


campo, ignorando las miradas de los chicos y de las chicas hacia Ian y hacia mí.

Ahora era el momento de trabajar, no de reír ni de chismear. Todos sabían


que me encantaba tontear en el autobús o después de un gol ganador, pero nunca
durante la práctica.

Aunque mi novio falso estuviera a unos metros de distancia.

Sin embargo, mientras esperaba en la fila durante un ejercicio de pases, uno


de los chicos de último año, Miguel, se me acercó.

—Entonces, ¿es verdad, Lena? ¿Estás fuera del mercado? ¿Pensé que no
querías tener novio? —dijo con una sonrisa y un guiño.

Miguel me había invitado a salir antes. Puede que nos hayamos besado o no
durante el tercer año, pero eso no significaba que quisiera salir con él. Fue
totalmente por diversión. Solo que él no había recibido el mensaje.

Me encogí de hombros, demasiado concentrada en el asistente del entrenador


a punto de pasarme el balón de soccer para darle una respuesta coherente.

Siseó juguetonamente como si hubiera sido quemado en el pecho.

—Ay. Hablando de quemaduras. Bueno, si terminas necesitando una cita


para el Baile de Bienvenida, sabes dónde encontrarme.

Me burlé, manteniendo mis ojos en la pelota que venía hacia mí. Mi pie la
detuvo perfectamente en la hierba. Sin mirar por segunda vez a Miguel, dije en
voz alta:

—Sigue soñando.

Varios de los chicos se rieron, pero ya me había movido.

Claro, los chicos eran guapos, pero mi primer amor era el soccer, y no había
ningún chico que cambiara eso.

Ni siquiera esta relación falsa con Ian. Además, ambos sabíamos que no
duraría.
Y estaba bien con eso.

***

Mi parte favorita de la práctica era el partido al final. Me puse un chaleco


granate, lista para patearle el trasero al equipo amarillo.

Práctica o no, me gustaba ganar. O al menos darlo todo.

Mi padre siempre decía que podías salir del campo con la cabeza bien alta si
dabas lo mejor, aunque perdieras.

—Siempre habrá alguien mejor que tú, Lena. Es un buen recordatorio para
mantenerse humilde. No lo olvides —decía. Podía escuchar su voz en mi cabeza
como si estuviera a mi lado.

Pero eso no significaba que no me gustara ganar.

Y me gustaba especialmente ganar a los chicos. No estaba segura de que la


mayoría de ellos supieran el significado de la palabra humildad, y siempre era
agradable darles una buena porción de ella en la rara ocasión en que las chicas
podían ganar.

Ian se paró debajo de la red a través del campo de hierba.

Había un aire frío, pero ya no lo sentíamos. En cambio, el sudor continuaba


goteando por mi cuello y frente.

Los chicos estaban ganando dos a uno, y estaba decidida a marcar otro gol
después del que acababa de pasar nuestra defensa.

Chris me guiñó un ojo a unos metros de distancia. Era delantero, lo que


significaba que era rápido. Su trabajo era lanzar. Igual que el mío.

Más allá de él, Miguel estaba de pie como una escoba. El principal jugador
de defensa. Tenía que pasarlo para disparar a su arco. Y luego tenía que esperar
que Ian no fuera lo suficientemente bueno como para detenerlo.

Ya había bloqueado un par de disparos realmente geniales. Ian era aún mejor
arquero que el año pasado.

Sonó el silbato y pateé la pelota hacia Katie. Los dos equipos batallaron de
ida y vuelta por unos minutos, pero al final logramos acercarnos al arco.

Samantha me pasó la pelota. Miguel no llegaría a mí a tiempo.


Esta era mi oportunidad.

Por el rabillo del ojo, vi a Ian ponerse en posición para bloquear lo que estaba
a punto de enviarle.

Con un rápido vistazo a la esquina inferior derecha del arco, corrí hacia Ian
y el arco que estaba protegiendo.

Ahora estaba a solo unos metros de distancia, y me ardían los pulmones y


sentía que me ardían las piernas. Pero, dándole con todo lo que me quedaba,
pateé la pelota hacia la esquina derecha.

Ian saltó, lanzándose hacia la pelota.

Apenas la empujó con sus dedos enguantados, pero fue suficiente. La pelota
golpeó el poste derecho y rebotó.

Pero mis ojos se quedaron en Ian. Algo estaba mal.

No se estaba levantando. Usualmente tenía los reflejos de un gato, pero ahora


seguía en el suelo.

Corrí hacia él.

Arrodillándome a su lado, le pregunté:

—Oh, Dios mío, lo siento mucho. ¿Estás bien?

Se movió para ponerse de lado y se llevó la mano a la rodilla.

—Creo que estoy bien. Solo machacado. —Mirándome a los ojos, dijo—: Ese
fue un buen tiro.

Sonreí.

—Tú lo paraste.

Miramos su rodilla, y Miguel y Samantha se unieron a nosotros.

Estaba bastante rasguñada, pero, afortunadamente, no parecía demasiado


serio.

—Creo que vas a vivir —bromeé.

El entrenador se acercó y se agarró el pecho con alivio cuando escuchó que


era solo un rasguño.
—Ve a ocuparte de eso —dijo—. Sabes dónde está el botiquín de primeros
auxilios.

Miguel ayudó a Ian a levantarse, quien apoyó su peso sobre la rodilla


opuesta.

Agarré su brazo, ayudándolo a mantenerse firme.

—Iré contigo.

Llevé a Ian fuera del campo hacia el vestuario.

Chris nos llamó.

—Oigan, ustedes, más les vale volver en cinco minutos —bromeó.

Ian me miró tímidamente y puse los ojos en blanco.

—¿Cuándo crees que pararán con las bromas y las conversaciones? —


pregunté mientras entrábamos al vestuario.

Ian se sentó en uno de los bancos y fui a buscar el botiquín de primeros


auxilios.

—No lo sé. No pensé que salir juntos terminaría siendo algo tan importante
—dijo.

Me senté junto a él y abrí el botiquín de primeros auxilios, agarrando un poco


de peróxido de hidrógeno y gasas.

—Sí, yo también.

—Eres un buen partido —dijo—. Quiero decir, ¿cuántos chicos te han


invitado a salir? —dijo con una sonrisa.

Me burlé.

—Lo que sea.

No sabía qué más decir sin que las cosas se volvieran incómodas.

Cuando él no dijo nada, miré hacia arriba, mirando fijamente sus brillantes
ojos azules por un segundo, mi corazón latía como si estuviera persiguiendo una
pelota en lugar de apenas moverme. Parpadeando rápidamente, me concentré de
nuevo en la rodilla de Ian.
Luego le froté la rodilla con la gasa de peróxido de hidrógeno.

Pero no podía sacar ese pensamiento de mi mente. Todos se sorprendieron


con lo nuestro y también dijeron que deberían haberlo visto venir todo el tiempo.

Me preguntaba cuánta verdad había en eso. No podía entenderlo. La idea de


Ian y yo de verdad se sentía extraña, como un par de calcetines que no coincidían
del todo.

O como comer pizza con patatas fritas. Las patatas fritas iban con las
hamburguesas, no con la pizza.

Ian y yo éramos así. Dos opuestos que de alguna manera se habían


convertido en amigos cercanos.

Él era callado y humilde. Un buen chico.

Mientras tanto, yo era ruidosa y loca y decía cosas que a menudo lamentaba.

De ninguna manera pertenecíamos juntos.

De ninguna manera.
Siete
Después de curarnos, Ian y yo volvimos a la práctica, pero no por mucho
tiempo.

El anterior cielo gris se había vuelto oscuro, y muy pronto, gotas gordas de
lluvia helada nos golpearon con mucha fuerza.

El entrenador sonó su silbato, pero ambos equipos ya estaban recogiendo


conos como dementes. Corrimos a los vestuarios con sonrisas en nuestros rostros.

La práctica había terminado media hora antes, una rara sorpresa.

Después de tomar nuestras cosas, las chicas y los chicos hablaban sobre salir
e ir a comer antes de irnos a casa.

Katie dijo desde su auto:

—Shake Shack1, ¿alguien? ¡Los veo allá! —Varias personas saludaron o


contestaron mientras corrían bajo la lluvia hasta sus autos. Luego Katie subió su
ventana y se marchó.

Usando mis manos para cubrir mis ojos de la lluvia, busqué a Ian y lo vi
subiendo a su auto a unos metros de mí. Preguntándome si estaba dirigiéndose
a Shake Shack también, corrí a su auto y me subí en el asiento de adelante,
dejando caer mi bolso a mis pies.

La sorpresa se grabó en su rostro.

—Hola —dijo.

—Hola —respondí —. ¿Vas a ir con los demás? ¿Cuál es el plan?

No dijo nada por un segundo, solo miraba algo en su teléfono.

Moví una ceja.

—Sabes, se supone que somos novios ahora. De hecho —dije,


acomodándome en el asiento y poniéndome cómoda —, deberías llevarme a
todos lados. Eso sería lo correcto, sabes —bromeé.

1 Shake Shack: cadena estadounidense de restaurantes casuales rápidos.


Pero su expresión siguió siendo sombría. Me mostró lo que estaba en su
celular, y mi sonrisa se desvaneció.

Una publicación de Instagram de Bethany y algún chico que parecía mayor,


ambos parecían muy amistosos.

Ian lazó el teléfono en el tablero con un suspiro. Luego miró por el parabrisas,
las gotas de lluvia que golpeaban el cristal. Sus ojos siguieron la lluvia bajando
en frente de él.

—De verdad lo siento —dije en voz baja.

Se mordió el labio, negando con la cabeza.

—Es solo que… extraño a Bethany —Se pasó los dedos por el cabello, luego
puso las manos en el volante y se inclinó hacia adelante—. ¿Cómo pudo seguir
adelante, así como si nada? No lo entiendo.

Me miró como si yo pudiese tener la respuesta, pero no tenía nada. Nada que
lo ayudara a sentirse mejor.

Después de un minuto escuchando la lluvia golpeando su auto, puse mi


mano en su hombro y dije:

—Vas a superar esto, lo sabes. Pase lo que pase.

—Se supone que iríamos juntos al Baile de Bienvenida —dijo.

—Iré contigo —dije, y mi estómago se llenó de este raro sentimiento mientras


escuchaba las palabras salir de mi boca—. ¿A quién le importa si seguimos
haciendo este reto o no? Me voy a asegurar de que pases un buen rato. Nada de
quedarse en casa deprimido y comiendo comida chatarra.

Finalmente, una sonrisa pequeña apareció en su rostro.

—Pero ¿por qué? Eso sueno mucho mejor. —Me miró.

—No —dije, devolviéndole la sonrisa, feliz de que estuviese bromeando


conmigo—. Vamos a vestirnos bien y pasar un buen rato, tú y yo. Y estoy segura
de que tendrás una larga lista de chicas queriendo bailar contigo.

Ahora su sonrisa creció un poco más, y solo verlo me hacía sentir como si
todo estuviese bien en el mundo de nuevo.

—Nah, solo quiero salir contigo.


Le di mi mejor sonrisa, ignorando la voltereta que hizo mi estómago en ese
momento.

—¿Y qué hay de comer algo con todos? ¿Quieres ir? ¿Darme papas fritas en
frente de todos, tal vez? —Moví mis cejas arriba y abajo para que viera claramente
cuán atractiva era la oferta.

Pero se desinfló como un globo.

—Lo siento, Lena —dijo—. No estoy seguro de estar preparado para eso. Tal
vez podemos fingir que salimos por nuestra cuenta o algo. Pero creo que solo
quiero ir a casa. Ha sido un día duro.

Asentí, tratando de entender y no hacer pucheros. Salir con todos habría sido
divertido, pero la cosa de las papas fritas tendría que esperar.

Trató de sonreír pero vaciló.

—¿Te acompaño a tu auto? —preguntó. La lluvia comenzó a caer fuerte otra


vez.

Me puse de pie.

—No, gracias. Aunque te vendría bien una ducha. ¿Te veo mañana? —dije
con mi mano en la puerta.

Asintió rápido, metiendo su llave en el encendido.

—Sí.

Cerrando la puerta detrás de mí, corrí de vuelta a mi auto debajo de la lluvia.

Cuando su auto se alejó, lo miré, deseando que Ian se olvidara por completo
de Bethany.

Y que volviese a ser el Ian que solía conocer.

***

Esa noche, después de darme un baño caliente y ponerme mi pijama favorito,


encendí la televisión de mi cuarto.

Busqué mi programa post práctica: Friends.

Unos minutos después, Ross gritó:


—¡NOS DIMOS UN TIEMPO!

Usualmente Ross me daba mucha risa, pero esta noche, en lo único que podía
pensar era en Ian y cuán triste estaba.

De ninguna manera íbamos a mantener la farsa por mucho tiempo.

Toda esta cosa había sido una mala idea.

Mi teléfono se encendió y lo tomé.

La foto de Ella apareció en mi celular. Toqué el botón verde y su rostro me


sonrió de vuelta. Luego el de Rey.

Las saludé con la mano.

—Hola, chicas. ¿Qué tal?

Tori y Harper aparecieron también.

Ella parecía estar en su habitación, acostada en su cama.

—Bueno, chicas, estaba pensando. Estamos a unos meses de nuestro último


año.

Tori soltó un grito pequeño.

—¡No puedo creerlo!

—Ni yo —dijo Harper con una sonrisa.

Ella se rio.

—Estaba pensando, de verdad necesitamos pensar en…

—¿Nuestra última broma? —Adiviné en voz alta.

Ella frunció el ceño.

—Enviar nuestras solicitudes para la universidad.

Me quejé en voz alta.

—Debería haber sabido que esto era la razón de la videollamada. Eres tan
nerd —dije, riendo.

Tori se rio también.

—De una buena manera.


Harper habló, asintiendo.

—Definitivamente de una buena manera. Voy a necesitar tu ayuda, Ella. No


tengo idea de lo que se supone que debo hacer ni de adónde debería aplicar.

Rey levantó una mano.

—Igual. Ayuda.

Estaba demasiado cansada para siquiera pensar en algo como la universidad


ahora mismo.

—Ella, ya sabemos que tienes la entrada asegurada a cualquier universidad


que quieras. ¿Por qué no llenas mi aplicación por mí? —Le di una dulce sonrisa,
pero negó con la cabeza—. Además, difícilmente puedo pensar en la universidad
ahora mismo.

Rey dijo:

—¿Muy ocupada pensando en el nuevo novio, eh? —Guiñó un ojo.

Me burlé.

—Difícilmente. Excepto que no está siendo él mismo. Se puso triste después


de que Bethany publicara una foto con su nuevo novio o lo que sea.

Harper me miró.

—¿Está tomando muy mal la ruptura? —preguntó.

Asentí.

—Supongo, en realidad no pensé en eso cuando acepté todo esto.

No dijeron nada así que seguí hablando, pensando en voz alta.

—Solo desearía que se diera cuenta de que él es demasiado bueno para ella.
Ugh. —Miré el techo, odiando cómo mi voz sonaba diciendo esas palabras en voz
alta. Y en cómo me hacía sentir.

Harper me trajo de vuelta a la conversación.

—Debe ser duro verlo pasar por todo esto cuando han sido amigos por
mucho tiempo. Apuesto que estás dividida entre decirle cómo te sientes y
simplemente estar allí para él.
¿Cómo podía ella saber siempre las palabras correctas que decir? Tenía que
ser un don.

—Exactamente. Me rogó que hiciera esto. No pude decir que no. Pero al
mismo tiempo, odio estar ayudándolo a volver con ella.

Me di la vuelta y enterré mi rostro en la almohada, sosteniendo mi celular


con mi mano para que mis amigas pudiesen ver cuán indecisa estaba.

Cuando terminé de descargar mi frustración en la almohada, encontré a mis


amigas devolviéndome la mirada.

Tori se mordió el labio.

—¿Estás segura de que esa es la única razón por la que estás molesta?

—¿A qué te refieres? —pregunté.

Negó con la cabeza.

—Nada.

Ella empezó a hablar sobre las aplicaciones a la universidad de nuevo.

Mientras tanto, me preguntaba cómo iba a soportar el resto de la relación


falsa.

Parte de mí se preguntaba si saldría de esto ilesa, pero inmediatamente


pensé: ¿Por qué no lo haría?
Ocho
Lo único que tenía en mente al día siguiente en la escuela era cómo Ian había
dado un giro de ciento ochenta grados.

Ya no estaba tan callado ni tan desconsolado como antes.

En cambio, parecía haber vuelto a su antiguo yo. Y estaba tomándose muy


en serio su papel de novio falso.

De camino al almuerzo, insistió en que habláramos sobre las cosas que cada
uno debía hacer.

—Seguiré acompañándote a clase —dijo—. Eso es lo que se espera.

Observé la forma en que se mordió el interior de la boca mientras pensaba.

—Pero llegarás tarde a ciencias si haces eso. Está al otro lado del campus,
desde mi segundo periodo.

—¿Y? Correré. Eso es lo que hace un buen novio —dijo, moviendo las cejas.

Me reí.

—Bueno, solo ten cuidado. No atropelles a ningún pobre novato de camino


a clase.

—Lo haré. —Hizo una pausa—. O no lo haré —dijo. Me reí. Él chasqueó los
dedos—. Y deberíamos escribir notas y cosas así. No solo los mensajes de texto
habituales. Deberíamos hacerlo al estilo de la vieja escuela, ¿no crees? —Esperó
a que respondiera, su expresión llena de esperanza y entusiasmo. Traté de
adivinar por qué.

¿Iba en serio con lo de poner celosa a Bethany? ¿Era esta su manera de seguir
adelante? ¿Divirtiéndose mientras lo hacía?

Asentí mientras caminábamos.

—Bien. Podemos meterlas en los casilleros de cada uno.

—Sí, buena idea. O puedo meterlas en tu bolsillo trasero. —¿Vi un brillo


travieso en sus ojos?
Me detuve.

—¿Meterlas en mi bolsillo trasero? —pregunté, alzando las cejas.

Se encogió de hombros, con una creciente sonrisa en su rostro.

—Claro. Si no te importa.

No estando segura de cómo me sentía al respecto, dije:

—Hm, te responderé más tarde.

Llegamos a la cafetería y él extendió la mano. La tomé, no muy segura de


cómo me sentía al entrar con él, agarrados de la mano.

Entonces me recordé a mí misma que esto era solo un juego, un reto. Solo un
rol que estaba actuando.

Nos pusimos en la fila y miré a mi alrededor.

Pero Ian seguía teniendo una lluvia de ideas.

—También puedo llevarte a casa, ¿sabes? Después de la práctica.

—¿Qué pasa con mi auto? —pregunté. Lo había recibido hacía unos meses y
me gustaba conducirlo. Especialmente a la escuela por las mañanas—. No quiero
tomar el autobús para venir a la escuela, en serio.

Pero tenía una respuesta lista.

—Pasaré a buscarte por la mañana —susurró con una sonrisa, acercándose


como si me estuviera contando un gran secreto.

—¿Pasarme a buscar? —pregunté. Sabía de hecho que solía pasar a buscar a


Bethany todas las mañanas, y volvió a aparecer esa extraña sensación en mi
estómago.

Él asintió.

—¿Tal vez podamos ir a tomar un café? ¿Saltarnos el desayuno de una


estrella de aquí y comer algo de verdad en cambio?

¿Café? ¿Desayuno?

—Ahora estás hablando —dije.

Me dio una bandeja, dejándome ir primero en la fila.


Tomé un sándwich aquí, una manzana allá, pensando en todo lo que Ian
estaba diciendo.

Sonaba que la vida como novia de Ian podría ser bastante buena.

Siempre supe que Ian era un caballero. Respetuoso, amable, siempre te abría
la puerta. Pero no me había dado cuenta de lo romántico que era también.

¿Escribirnos notas? No tenía idea de lo que iba a escribirle, pero supuse que
no importaba.

Era todo un espectáculo, ¿verdad?

Llegamos al final de la fila, donde la señora del almuerzo en la caja


registradora esperaba que pagara, y miré a Ian.

—¿Qué? ¿No vas a pagar mi almuerzo?

Una mirada de comprensión golpeó su rostro, dejó su bandeja y buscó su


billetera.

No podía hablar en serio.

—¡Estoy bromeando! —dije con una risa—. Dios.

Todavía me reía de ello un minuto después cuando dejé mi bandeja en la


mesa de las #BFF. Ian estaba justo a mi lado. Las chicas lo saludaron, y él le dijo
un genial:

—Hola.

Luego se volvió hacia mí. Esperaba que dijera que me vería más tarde o algo
así.

Lo que no esperaba era que se inclinara y me besara en la frente.

Ni la forma en que mi estómago se revolvió cuando lo hizo. Frente a toda la


cafetería.

Pero no pude evitar sonreír. Al menos esta versión de Ian, la dulce y cariñosa,
era mucho mejor que la de ayer por la tarde.

Finalmente me senté, con la mirada puesta en las chicas.

Ella sonrió.
—Eso fue lo más lindo que he visto en mi vida.

Tori me miró.

—Lena, ¿es un sutil rubor lo que veo? —preguntó, divertida.

Las otras #BFF se rieron.

—No —insistí, arrojándole una papa frita.

Pero tal vez tenían razón.

Ian era mi amigo, claro. Pero también era muy guapo.

Y acababa de besarme. ¿Qué chica en su sano juicio no se sonrojaría?

¿Verdad?

***

Que Ian me pasara a buscar para ir a la escuela era raro.

Para cuando llegó, mis padres ya habían salido a trabajar, así que lo esperé
en los escalones de nuestro porche.

Unos minutos más tarde, su brillante Mazda azul marino se detuvo y alcé
una ceja. Muy bonito.

Mucho más bonito que mi Honda usado del dos mil cinco estacionado en el
camino de entrada.

¿Por qué mis padres no pudieron conseguirme un auto como este?

Me acerqué al auto, pero Ian ya estaba allí, con la puerta abierta. Sonreí.

—No tienes que hacer esto. No hay nadie alrededor.

Guiñó un ojo.

—Buenos días a ti también.

Después de eso, nos detuvimos en el autoservicio para desayunar y tomar


café, como prometimos.

Me impresionó mucho.

E ir con Ian al volante definitivamente era mejor que tener que manejar a la
escuela esquivando el tráfico de la mañana.
En el primer periodo, estaba perfectamente alegre y de buen humor.
Probablemente era el café el que hablaba, pero se sentía como el comienzo de un
gran día.

Ni siquiera la expresión facial más molesta de Bethany podría arruinarlo, por


más que lo intentara entre clases.

Estaba bastante segura de haberla visto echar humo cuando Ian me dio una
nota frente a nuestros casilleros antes de nuestra última clase del día.

Fue grandioso.

Cuando me senté y el profesor comenzó a devolver los deberes de la semana


pasada, la desdoblé.

La pequeña pero ordenada letra de Ian me devolvió la mirada.

Las rosas son rojas.

Las violetas son azules.

Eres muy linda.

Y me gustaría que lo supieras.

Jaja. Lo mejor que pude hacer. ¿Qué piensas? ;)

-Ian

Me reí a carcajadas, pero una mirada curiosa del profesor me hizo poner la
mano sobre mi boca y esconder la nota de Ian bajo mi cuaderno.

Pero no antes de robar una última mirada al corazón deformado que había
dibujado al final del papel.

La nota entera parecía como si la hubiera escrito un niño de segundo grado.


Pero era la cosa más bonita que había recibido.

No importaba cuánto lo intentara, no pude dejar de sonreír como si acabara


de ganar un millón de dólares el resto del periodo.

Al final del entrenamiento de soccer, Ian y yo regresamos a su auto. Nos


despedimos de todos los demás, y una vez más, me abrió la puerta del auto.

Él también entró.
—Esa nota que me enviaste —dije—. Es la cosa más cursi del mundo.

Se detuvo, dejando que sus llaves colgaran del encendido.

—¿Te gustó?

Me reí.

—Claro —respondí. Pero entonces vi la forma en que su rostro se iluminó—


. Claro que sí. ¿Siempre has sido un romántico empedernido?

Se encogió de hombros.

—Es lo que hace cualquier buen novio, ¿verdad? —Luego encendió el auto y
salimos de la escuela en silencio.

Ian probablemente tenía razón. Pequeñas cosas como esa. Era lo que
cualquier buen novio haría. Eso no significaba que la mayoría de los novios
hicieran esas pequeñas cosas. Enviar notas. Abrir las puertas del auto. Llevarme
a casa.

No era de extrañar que Ella, Tori y Harper estuvieran siempre tan embobadas
con sus novios. Se sentía como si la navidad hubiera llegado antes de tiempo. O
como si hubiese marcado el gol de la victoria en el campeonato estatal.

Todo el tiempo.

Y esto ni siquiera era real.

No podía imaginar cómo sería la cosa real.

Enviarse mensajes de texto cursis y emojis de besos. Estar prácticamente


pegados el uno al otro.

Nunca me gustó la idea de tener un novio, al menos no lo suficiente para


renunciar a mi independencia total. Hacer lo que quisiera cuando quisiera.

Pero tal vez no había conocido al chico correcto todavía.

Cuando decidiera tener un novio de verdad, decidí que tenía que ser alguien
como Ian.
Nueve
Ian se detuvo en mi estacionamiento, justo detrás del Toyota de mi padre.

Papá llegó a casa temprano.

Agarré mi mochila y mi bolso de gimnasia, lista para agradecerle a Ian por el


viaje a casa.

Excepto que el rostro de Ian se había vuelto blanco. Miré hacia donde había
fijado su mirada, viendo a mi padre salir por la puerta principal.

—No te preocupes —dije con una sonrisa—. Es solo mi padre.

Sus ojos se ensancharon más.

—Es exactamente por eso que estoy tratando de no enloquecer aquí. Nunca
he conocido a un... eh...

Estaba bastante segura de que entendía lo que iba a decir, así que asentí.

—No te preocupes. No te morderá. —Abrí la puerta—. Creo —dije


cuidadosamente. Luego me reí para mis adentros.

Ian también salió.

—¿Estás segura? —murmuró.

Pero era demasiado tarde para responder.

Mi padre bajó rápidamente los escalones del porche, con la boca ligeramente
inclinada hacia abajo y sus ojos completamente serios.

—Hola, papá —saludé, pero los ojos de papá no estaban sobre mí. Estaban
en un Ian con los ojos muy abiertos, ligeramente temblorosos.

Para alguien que era unos buenos treinta o treinta y cinco centímetros más
alto que mi padre, Ian parecía nervioso. Contuve una sonrisa.

Ian extendió su mano.

—Hola. Quiero decir, buenas tardes, señor. Mi nombre es Ian.


Ian me miró como si no estuviera seguro de qué hacer después.
Probablemente se preguntaba cuánto inglés sabía mi padre.

Me acerqué a ambos para que formáramos un extraño triángulo.

—Mija, ¿quién es este muchacho? —me preguntó papá en voz baja en


español, su mirada nunca abandonó a Ian.

—Papá, este es Ian. Está en el equipo de soccer universitario masculino. Juega


de arquero. Lo has visto —le expliqué en español.

Mi padre lo miró de cerca, mirándolo de arriba a abajo.

Ian me miró de nuevo.

Papá asintió lentamente, apenas. Luego gruñó.

—¿Él es…? —preguntó en voz baja.

Cómo responder a esa pregunta... nunca había pensado en lo que le diría a


mis padres. No era que no me permitieran tener un novio. Supongo que solo
esperaban que les avisara.

Ups.

Probablemente debería haber pensado mejor esto.

—Uh, sí, supongo —dije en español.

Sin comprender en absoluto lo que acababa de decir, Ian le dio a mi padre


una pequeña sonrisa, pero ahora mi padre parecía tan serio como un ataque al
corazón. Ian dio un paso atrás, la sonrisa desapareció.

Lo saludé con la mano. Probablemente fuera mejor entrar ahora y dar por
terminada la noche.

—¿Nos vemos mañana? —le grité.

Saludó con la mano pero ya estaba abriendo la puerta de su auto. Ian parecía
que no podía irse lo suficientemente rápido. Hice una nota mental para burlarme
de él sin parar mañana.

Mi padre y yo entramos, y cerré la puerta principal detrás de mí.

Mi madre estaba parada en la ventana, mirando a través de las persianas.


—Lena, ¿quién era ese? —preguntó, apenas apartando los ojos de nuestro
camino de entrada y el auto de Ian saliendo rápidamente.

—Ian —dije—. Es simpático. Y súper talentoso.

Se volvió hacia mí, con las manos en las caderas.

—¿Viniste a casa con él? Sabes que no tienes permitido viajar en autos de
chicos, Lena.

Pero ya estaba de camino a mi habitación.

—¿Qué hay para cenar? —grité desde las escaleras.

Mi madre probablemente nunca me dejaría escuchar el final de esto, pero


sabía que viajar en el auto de Ian definitivamente no era gran cosa. No era como
si estuviéramos besándonos ni nada.

En realidad, solo éramos amigos.

Nada más.

***

La pelota vino volando hacia mí, una sombra oscura contra la luz del sol. El
aire frío del otoño me mordía las mejillas.

Di un paso atrás para ponerme delante de la pelota pero no lo


suficientemente lejos. Abrí los brazos y me eché hacia atrás, la pelota golpeó mi
pecho y luego cayó a mis pies.

—Bien —gritó mi padre.

Regateé alrededor de los conos, yendo en zigzag y luego con los pies
golpeando la hierba debajo de mí.

Aproximadamente a unos seis metros del arco, mi pie se conectó con la pelota
y lo envió en un arco limpio hacia la red.

Entró justo debajo de la esquina izquierda.

Las esquinas eran mi punto ideal, y me encantaban porque eran casi


imposibles de alcanzar para el arquero contrario.

Lo que significaba que la pelota era casi imposible de bloquear.


Me detuve y miré a mi papá. Con sus manos detrás de la espalda, asintió con
aprobación.

—De nuevo —dijo.

Lo hice una y otra y otra vez, la pelota aterrizó dentro de la red nueve de cada
diez veces.

Luego hice ejercicios de control de la pelota. Y carreras.

Dos horas de práctica hasta que mis pulmones gritaron que me detuviera y
recuperara el aliento. Cuando mi padre levantó la mano, supe que podía parar
para tomar un descanso. Me desplomé sobre el césped.

Hoy solo éramos mi padre y yo, como la mayoría de los sábados. A menos
que uno de nosotros estuviera enfermo o el clima fuera demasiado duro,
pasábamos las mañanas de los sábados aquí, desde que yo podía recordar.

Estos entrenamientos con mi padre eran la razón de que hubiera entrado en


el equipo universitario femenino en segundo año y de que pudiera mantener el
ritmo de la mayoría de los chicos.

Esperaba que el arduo trabajo valiera la pena y pudiera conseguir una beca
para la universidad. ¿Quizás jugar algún día en el equipo olímpico femenino de
Estados Unidos?

Eso sería una locura.

Solo pensarlo me hacía sonreír hacia el sol.

Me puse de pie, agarré mi botella de agua y tomé un trago.

Papá se acercó.

—Sigue jugando así, y esas escuelas no tendrán más remedio que pedirte que
juegues para ellos —dijo.

Sonreí. Normalmente no me hacía ese tipo de cumplidos, así que guardé sus
palabras como una posesión preciada.

Con el pie en la pelota delante de mí, dije:

—El entrenador dice que habrá cazatalentos en nuestro gran partido en un


par de semanas. —Con el récord perfecto del equipo hasta el momento,
definitivamente estaban interesados en nuestros mejores jugadores.
La pregunta era: ¿estarían interesados en mí?

Si podía seguir jugando como en los últimos dos partidos, definitivamente


tendría una oportunidad.

Pasara lo que pasara, no podía arruinar mis posibilidades.

Después de todo el arduo trabajo que había hecho, contaba con que mi
carrera en el soccer no terminara después del instituto.

***

Había pasado una semana y media desde que comenzó este reto, y me
preguntaba cuánto tiempo más iba a durar.

No era que no me estuviera divirtiendo, porque definitivamente sí. Al


parecer, había ventajas de tener un novio.

Grandes ventajas, como que me pasara a buscar para ir a la escuela y me


llevara a casa después del entrenamiento. Ian me compraba un café o un
desayuno algunas mañanas, si podía salir de la casa a tiempo.

Pero lo que más me gustaba de ser su novia de mentira era tener el monopolio
de Ian.

No más mensajes de texto de Bethany o llamarlo antes de los juegos, después


de la práctica, y en cualquier momento que pasáramos juntos.

De hecho, también podía hablar con Ian durante el día escolar.


Almorzábamos juntos, pero él sabía que era mi momento con las #BFF. Sin
embargo, cada vez que me besaba en la frente antes de irse, me recordaba cómo
podrían ser las cosas. Si seguíamos así.

O si al menos se quedaba soltero.

Era muy divertido pasar el rato con mi mejor amigo, que resultaba ser muy
agradable a la vista, todo el tiempo.

Ian me entendía. Me hacía reír. Me hacía sentir mejor justo antes de un gran
partido de soccer.

—Tú puedes con esto —me aseguraba antes de que saliera al campo.

Todavía no habíamos perdido ni un solo partido, y sabía que no era solo por
practicar sin parar durante la semana y los fines de semana en casa con mi padre.
Ian me ayudaba a mantener la cabeza enfocada.

No estaba segura de lo que haría cuando nuestro juego terminara, y entonces


otra chica inevitablemente viniera a quitármelo.

Por eso no esperaba que subiera de nivel nuestra relación falsa.

Por alguna razón, él siempre compartía estas ideas en la fila del almuerzo.

Se mantuvo cerca, muy cerca, y me recordé a mí misma que era para


mantener la farsa.

—Sabes, estaba pensando —comenzó.

Sonreí.

—Oh oh —dije—. Ten cuidado. Podrías lastimarte.

Me dio un codazo juguetón, y me reí. Sus ojos se volvieron serios otra vez.

—Estaba pensando... ¿Recuerdas el gran partido del viernes?

—Ajá —dije, preguntándome por qué la fila del almuerzo no se movía. Tal
vez se habían quedado sin papas fritas. Hoy era el día del sándwich de pollo. No
podían haberse quedado sin papas fritas ya.

Ian siguió hablando, sin darse cuenta del posible dilema.

—Bueno, estaba pensando que...

Deseaba que lo escupiera. Me volví hacia él, preguntándome qué intentaba


decir.

Mi estilo era simplemente arrancar la curita, pero claramente, Ian no tenía el


mismo enfoque.

—Tal vez —continuó lentamente, y asentí igual de despacio—. Tal vez


podríamos sentarnos juntos y…

—Ian —dije con una sonrisa—. Sabes que siempre nos sentamos juntos.

Apartó la vista antes de que su mirada volviera a encontrarse con la mía.

—Lo sé, pero tal vez esta vez, podríamos, ya sabes, sentarnos juntos como
pareja.

Fruncí el ceño, sin entender lo que decía.


—Hemos estado sentados juntos como pareja.

Se mordió el labio.

—Quiero decir, como… es un viaje de una hora y media. Pensé que


podríamos llevarnos los bocadillos favoritos del otro, tal vez puedas tomar una
siesta en mi hombro... —su voz se desvaneció entonces, y pude ver que estaba
evaluando cuidadosamente mi reacción.

Una sonrisa creció lentamente en mi rostro. Luego me reí, sin saber


exactamente por qué.

La esperanza en su rostro desapareció.

—Lo siento, lo sé. Es una tontería. Solo olvida que lo dije. —Metió las manos
en los bolsillos y prácticamente pude verlo tratando de desaparecer.

Puse mi mano sobre su brazo.

—Ian, no creo que sea tonto. Me tomaste desprevenida.

Me miró.

—¿Estás segura?

—Sí —respondí—. Hagámoslo. —Me incliné cerca—. Somos una pareja


después de todo.

Él sonrió, y la fila finalmente comenzó a moverse.

—Será divertido —dijo—. Podemos hacer que todo sea cursi, tomar algunas
fotos.

Asentí.

—Sí —respondí, amando lo emocionado que estaba por esto. Sin embargo,
por alguna razón, mi estómago se revolvió. ¿Hacía calor aquí o era solo yo?

Cuando conseguimos nuestras bandejas, busqué las papas fritas. Ahí


estaban. Ian me entregó el contenedor.

—Gracias —dije, sin apenas mirarlo a los ojos.

La verdad era que todo se había vuelto un poco aterrador. ¿Tomarnos de la


mano y caminar juntos? ¿Decir cosas sensibleras en público de vez en cuando?
¿Pasar más tiempo juntos? No me importaba nada de eso. Era divertido. O a
veces incluso gracioso.

¿Pero apoyar la cabeza en el hombro de Ian y quedarme dormida? ¿Dejar que


nuestros cuerpos se tocasen? Eso era diez veces más aterrador que nuestro beso
de verdad o reto.

Definitivamente no me había apuntado a esto.

Y no estaba segura de cómo me sentía al respecto.

Las mariposas en mi estómago me ponían nerviosa, como si esta relación


falsa se estuviera volviendo demasiado real.

Lo que significaba que el riesgo era real.

La pregunta era: ¿podría manejarlo?


Diez
El viernes, los equipos universitarios femeninos y masculinos fueron
llamados al gimnasio justo después del almuerzo. Teníamos un largo viaje en
autobús antes de nuestro partido de esta noche.

Por lo general, no teníamos partidos muy lejos, pero cuando los teníamos,
siempre los esperaba ansiosa porque significaba que podíamos faltar a clase.

En lugar de sentarme en un aula con otros veinticinco chicos escuchando una


aburrida conferencia, podía pasar el rato en un autobús, escuchar música y hacer
el tonto con Ian y todos los demás.

Mientras iba al gimnasio, mi celular vibró con un mensaje de texto.

Ella: ¡Buena suerte hoy! No te preocupes. Tomaré apuntes por ti. Podemos revisarlos
juntas este fin de semana :)

Contuve una sonrisa.

Oh, Ella.

Escribí un mensaje rápido antes de subir al autobús.

Lena: Oh, no estoy preocupada. Jajaja ¡Gracias! Te lo recibiré la semana que viene.
Pero no puedo estudiar este fin de semana. Hay mucho que hacer :)

Ella envió un emoji de expresión en blanco.

Tori: Déjame adivinar. ¿Patear una pelota,, mirar horas de televisión y dormir hasta
tarde?

Lena: ¿Cómo lo supiste? ;)

Ella, Harper y Rey comenzaron a hacer planes para mirar los sitios web de
las universidades mañana, así que comencé a navegar en las redes sociales.

Mis maletas estaban en la parte delantera del autobús con las cosas de todos
los demás, pero ahora mismo mi asiento estaba vacío a excepción de mí.

No pasó mucho tiempo antes de que Ian llegara. Me puse de pie y lo dejé
pasar. Le gustaba el asiento de la ventana para poder mirar hacia afuera, mientras
que a mí me gustaba ir de un asiento a otro para poder hablar con el resto del
equipo, por mucho que le molestara al conductor del autobús.

Pero hoy sería diferente.

Un par de noches atrás, Ian me había enviado un mensaje de texto para que
pudiéramos hacer planes para hoy. Le dije que yo traería una manta y algunos
aperitivos. No me dijo lo que iba a traer él.

Solo me envió un emoji con un guiño, lo que me hizo preguntarme qué estaba
haciendo.

Ian era demasiado bueno en esto de los novios.

Y me asustaba un poco.

Ahora tenía mi manta de lana en mi regazo, perfecta para protegerme del frío
en el aire, pero no para hacer que dos amigos siguieran siendo solo eso. Amigos.

Una cálida sonrisa iluminó el rostro de Ian a mi lado. Tenía una pequeña
bolsa con él, del tipo que las universidades y los negocios regalan todo el tiempo.

Le cubrí las piernas con la mitad de mi manta, dándome cuenta de que tenía
que acercarme a él. Tal vez debería haber traído una manta más grande.

Pero a él no pareció importarle.

Me pregunté qué habría dentro de la bolsa que estaba en su regazo.

—¿Qué es eso? —pregunté.

—Ya verás —respondió—. Cierra los ojos.

Lo miré.

—No estoy segura de confiar en ti.

Rio.

—Eres mi novia, ¿verdad? —dijo en voz alta. Entonces su voz se volvió más
baja—. ¿No confías en mí?

No éramos ajenos a gastarnos bromas pesadas entre nosotros. Sobretodo yo


a él, pero aun así.

Cerré los ojos de todos modos, preguntándome qué iba a hacer.


—Abre la boca —dijo.

Abrí la boca para quejarme, pero luego algo salado y cálido golpeó mi lengua.

Reconociendo el sabor de inmediato, abrí los ojos y lo confirmé.

—¿Trajiste papas fritas? —pregunté incrédula—. ¿Cómo están todavía


calientes? —Agarré unas cuantas, luego me lo llevé todo.

Sonrió, claramente orgulloso de sí mismo.

—Salí corriendo y los agarré durante el almuerzo hace un momento.

No era de extrañar que no lo hubiera visto.

—Qué astuto —dije, llenando mi boca con más papas fritas—. No hagas esto
en cada partido porque no marcaré goles por mucho más tiempo si las como muy
seguido.

Eché un vistazo a la parte delantera del autobús. El entrenador me mataría si


me viera comiendo basura antes de un gran partido. Pero no podía dejar de
comer las papas fritas.

Saboreándolas.

—Yum —dije—. Ganaste el premio al novio del año —le dije.

Le di las papas fritas para que las sostuviera y saqué algunos gusanos ácidos
de mi mochila. Sabía que eran sus favoritos. De hecho, a mí también me gustaban.

—Para ti —dije.

Abrió la bolsa de inmediato, pero en vez de meterse uno en la boca, lo


levantó.

—¿Quieres uno? —preguntó, moviendo las cejas. Cada vez que lo hacía, me
hacía reír y hoy no era diferente.

Dejé que me alimentara, quitándole el gusano de goma de sus dedos


suavemente con mi boca.

—Ew —escuché detrás de mí. Era Katie—. No sé si son completamente


adorables o simplemente asquerosos. Tal vez las dos —terminó.

Samantha se rio detrás de ella.


Chris se acercó por detrás y nos miró.

—¿Qué están haciendo ustedes dos? —Vio los bocadillos en nuestros


regazos—. Oh guau. Ustedes van a ser esa pareja de ancianos que usa el mismo
suéter y esas cosas y hacen todo juntos, ¿no? —bromeó.

—Quizás —respondí, sonando a la defensiva, pero no realmente.

Le eché un vistazo a Ian y él tenía esa extraña expresión en su rostro.

Finalmente, Samantha, Katie y Chris siguieron moviéndose y encontraron


sus propios asientos.

—Entonces, ¿qué más trajiste? —le pregunté a Ian.

Sacó una bolsa de besos de chocolate y un Gatorade rojo. Mi sabor favorito.

—Tal vez deberíamos guardarlos para después del partido —dijo


tímidamente.

Me reí.

—Buena decisión. No voy a poder correr si me sigues alimentando.

Se rio, y el sonido llegó hasta mi estómago.

Ian sacó su celular y sus auriculares.

—Quizás en vez de eso podamos escuchar algo de música. Añadí algunas


canciones a la lista de reproducción. ¿Quieres escuchar?

Asentí, y se acercó de nuevo, nuestros hombros y piernas tocándose.

El autobús cobró vida y todo el mundo se quedó en silencio.

Ian me dio un auricular y me lo puse en la oreja.

La primera canción era diferente. Su lista de reproducción contenía música


fuerte y alegre para ponernos de humor para jugar. Y ganar.

Esta era así. Excepto que también era una canción de amor.

Después de un rato, me acomodé en el hombro de Ian. Esta vez, sin embargo,


me rodeó con el brazo e ignoré lo fuerte que latía mi corazón contra mi caja
torácica.
Cuanto más nos sentábamos así, más bien se sentía, aunque mi corazón no
quisiera reconocerlo.

¿Y quedarse dormida sobre el hombro de Ian, con su cabeza descansando


sobre la mía?

No era tan aterrador como pensaba.

***

Con el Baile de Bienvenida a la vuelta de la esquina, era de lo único que todos


podían hablar últimamente.

Ella y Jesse iban juntos. Y, por supuesto, también Tori y Noah, además de
Harper y Emerson.

Técnicamente, Rey iba sola, sin importar cuánto insistiéramos en que


podríamos buscarle una cita.

Aunque, para ser justos, tenía razones para evitar que la emparejara con
alguien, después del incidente del año pasado...

Tenía la sensación de que ya tenía su corazón puesto otra persona, de todos


modos.

Pero estaba bien porque íbamos todos juntos como un grupo. Rey y yo
definitivamente podríamos pasar el rato. Técnicamente, si las cosas seguían como
estaban, estaría allí como la cita de Ian, pero al final del día, sabía que solo éramos
amigos. Así que no quería pasar toda la noche pagada a él.

Quería tener un respiro después de todo lo que había sucedido en las últimas
semanas.

Nunca había esperado que las cosas salieran así, y quería asegurarme de no
cometer el error de creer que nada de esto era real.

Bethany también estaría allí, y me preguntaba si sería cuando Ian realmente


trataría de recuperarla. De hecho, mi dinero estaba en que la recuperaría a tiempo
para llevarla a ella al baile.

No a mí.

Aún no habíamos hablado del baile, así que sabía que no podía asumir que
iríamos juntos.
Lo que significaba que había una buena posibilidad de que rompiera
conmigo esta semana. Nuestra relación falsa tenía a todos convencidos de que
era real, pero sabía que el objetivo de esto era recuperarla.

Si rompía conmigo en los próximos días, entonces sabría que aún la amaba.
O que finalmente estaba listo para seguir adelante.

Por muy loco como que hubiese sido este viaje, sería raro que llegara a su fin,
pero sabía que tenía que hacerlo.

Pero eso estaba bien porque todavía seríamos amigos.

No nos echaríamos una siesta en el autobús, ni nos daríamos de comer


gusanos de goma, ni compartiríamos una manta, pero yo seguiría teniendo a Ian.

Y eso era lo que importaba.

Al menos eso era lo que me decía a mí misma.

Llegó la hora del almuerzo, pero Ian no estaba en nuestro lugar habitual de
reunión en mi casillero.

Normalmente se reunía conmigo aquí, pero hoy no estaba en ningún lado.


Ni en los pasillos ni en la fila del almuerzo cuando llegué.

Podría haberle enviado un mensaje, pero me recordé a mí misma que no era


gran cosa.

Mi celular sonó y vi que era un mensaje.

Pero solo era Harper.

Harper: ¿Vienes? :)

Le envié un mensaje haciéndole saber que estaba en camino.

Mis pensamientos volvieron a Ian.

Tal vez ya estaba arreglando las cosas con Bethany. Se decía que las cosas con
su nuevo novio no iban tan bien como ella esperaba.

Escaneé la cafetería una vez más. Sin Ian. Y sin Bethany. Usualmente ella ya
estaba en la cafetería, aunque siempre fingía que no existíamos.

Suspiré y tomé mi almuerzo. Encontré mi asiento en la mesa de las #BFF.


—¿Dónde está Ian? —preguntó Tori. Parecía un poco extraña, pero no podía
entender por qué.

Me encogí de hombros.

—No estoy segura.

Harper y Ella intercambiaron miradas, y solté:

—¿Qué?

—Uh, nada —dijo Ella—. ¿Cómo va tu día hasta ahora?

Pero su pregunta hizo que pareciera que sabían algo que yo no.

Exhalé y miré a cada una de ellas por turnos.

—Si saben algo, simplemente pueden escupirlo. Puedo manejar…

Justo cuando me preguntaba si podría manejar a Ian de alguna manera


dejándome, escuché una fuerte conmoción detrás de mí.

Me di vuelta para encontrar a Ian prácticamente dirigiendo un desfile de


chicos hacia mí.

Tenía un gran cartel en la mano, pero todo lo que podía ver era la parte de
atrás. Tenía que ser la parte de atrás porque no tenía nada.

¿Qué estaba pasando? Fuera lo que fuera, tenía a Chris entusiasmado,


saltando y gritando. Varios de los muchachos empujaron a Ian hacia nuestra
mesa.

Sonrió tímidamente, pero apenas me miró.

Volví a mirar a las chicas, y todas tenían expresiones conocedoras en sus


rostros.

Harper parecía que no podía agrandar más su sonrisa.

Me volví hacia Ian, que ahora estaba a pocos metros de distancia.

Chris sacó un micrófono de la nada y lo encendió antes de ponerlo delante


de Ian.

Varias personas ya tenían sus teléfonos grabando, y sacudí la cabeza. Esto no


podía estar pasando.
Pero me mordí el labio para evitar que mi sonrisa se extendiera.

Ian dio la vuelta a su cartel y habló, su voz tembló un poco antes de ganar
confianza con cada palabra. Miré el cartel, escuchando las mismas palabras que
obviamente había dibujado y coloreado cuidadosamente.

Una pelota de soccer ocupaba el lugar de cada una de las O en su pregunta.

Mis ojos volvieron a él.

Apenas contenía su sonrisa.

—Lena, espero no ser demasiado atrevido, pero ¿puedo conseguir una cita
para el Baile de Bienvenida contigo?
Once
¿Esto estaba pasando?

¿Era real o estaba soñando?

La cafetería entera esperaba con el alma en un hilo que yo respondiera, pero


solo tenía ojos para Ian.

Mi cerebro trataba de descifrar lo que esto significaba, pero me di cuenta de


que no podía pensar sobre eso ahora. Ian necesitaba una respuesta.

Me puse de pie y asentí.

—Sí, iré al Baile de Bienvenida contigo.

La cafetería explotó en porras y aplausos.

Chris saltó un metro en el aire y me pregunté por un segundo por qué nunca
había intentado jugar básquet.

Ian le entregó su póster a uno de los chicos y luego vino a darme un abrazo.

Yo también envolví mis brazos alrededor de él. Podría jurar que se sentía
como un campeonato. La adrenalina, los vítores y gritos.

Excepto que esto se sentía incluso mejor.

Me reí mientras nos separábamos. Ian permaneció cerca. Lo miré


cuidadosamente.

—No puedo creer que hayas hecho esto. Eres el novio más cursi… y dulce de
todos los tiempos.

Ian bajó la mirada y volvió a mirarme.

—Pensé que te gustaría. Y estoy un poco aliviado de que dijeras que sí. De
otra forma, eso habría sido bastante vergonzoso.

Sonreí.

—¿Cómo puedo no decir que sí? —Especialmente cuando se trataba de Ian


—. Te dije antes que iría contigo.
Pero por alguna razón, esto —lo que había pasado hoy —se sentía diferente.

Luego, sin pensar demasiado en eso, lo besé.

En frente de todos.

No pude soportarlo más.

Mis labios rozaron los suyos, y se sintió como respirar oxígeno rico después
de una larga carrera. Me trajo de vuelta a la vida.

Me alejé, solo para escuchar más gritos y vítores.

Busqué una reacción en el rostro de Ian. Ignoré todo eso y me enfoqué en él.
Pero ya no me estaba mirando.

—Okey, okey, vuelvan a sus asientos —dijo el Sr. Nguyen. Rompió el círculo
de chicos, y todos finalmente volvieron a sus mesas, todavía emocionados—.
Debería haber sido médico —murmuró volviendo a su escritorio.

Ian dijo:

—¿Te veo en la práctica?

Asentí y esperé ese beso en la frente que se había convertido en nuestra


norma. Pero no llegó. En cambio, él siguió a Chris y al resto de los chicos de vuelta
a sus mesas sin volver a mirarme.

Tomé asiento, de repente, dudando de todo lo que acababa de suceder.

Ella, Harper, Rey, y Tori me felicitaron e inmediatamente empezaron a hablar


sobre cómo era la cosa más tierna que habían visto, pero lo único que podía hacer
era asentir y darles la mejor sonrisa que podía mostrar.

Había besado a Ian de verdad.

¿Pero fue lo correcto?

***

Ian me tocó gentilmente el codo antes de que entrara a los vestuarios de


chicas.

—Hola —dijo en voz baja.


La práctica había sido intensa, y todos estaban ansiosos por irse,
incluyéndome a mí.

Especialmente teniendo en cuenta que Ian apenas me había mirado en todo


el día.

Ahora estaba frente a mí, su mandíbula apretada y sus manos apretando sus
guantes de arquero mientras miraba a todos lados menos a mí.

—¿Qué sucede? —pregunté, dándome cuenta de que me sentía nerviosa.

Tenía sentido. Lo había besado, tal vez de verdad, en frente de todos.

En lugar de patear una pelota, solo quería patearme a mí misma.

Ian soltó un suspiro lentamente, como si se preguntara cómo decir lo que


tenía que decir.

—Lena, yo, uh… lo que pasó antes —intentó decir, todavía mirando sus
zapatos.

Quería decir tantas cosas, preguntarle si había sido un error. Pedirle perdón.
Decirle que no me arrepentía. Pero me mordí el labio y lo dejé terminar.

Tenía que saber lo que Ian pensaba primero.

Me miró la mitad de un segundo.

—No creo que debemos besarnos en la boca —dijo finalmente.

Oh.

Sentí mi estómago caer y de repente me sentí tan estúpida, la idiota más


grande del mundo.

Abrí la boca para encontrar algo que decir, alguna combinación de palabras
que hicieran que se fuera todo, que hicieran que la sensación de nauseas
desapareciera, pero Ian me había dado una golpiza.

Se pasó la mano por el pelo.

—No eres tú. Es solo que… ambos sabemos que esto… no es real.

Solo así, algo dentro de mí se quebró, pero de alguna manera me mantuve


concentrada en Ian.
—Correcto —pronuncié.

—No quiero aprovecharme de ti, Lena. Eres especial. A quien decidas besar,
debería significar algo. Aceptaste hacer esto por mí, para hacerles creer a todos
que eres mi novia, pero no puedo pedirte que hagas eso también. Ya estoy
pidiendo demasiado. ¿Esos besos, Lena? Guárdalos para alguien especial, ¿está
bien? No para mí.

Entonces cerró la boca, como si hubiese dicho demasiado.

Lo miré, estudiándolo, la forma en que su boca se ponía ligeramente hacia


abajo y la forma en que sus cejas gruesas cubrían sus fríos ojos azules. Tragué y
dije:

—Creo que tienes razón. Supongo que solo quise seguir la corriente. Supongo
que me dejé llevar. —Odiaba la forma en que mi voz sonó. Diminuta e insegura.

Lo odiaba porque reflejaba cómo me sentía por dentro.

Me arrepentí de haber besado a Ian una segunda vez. De haber dejado que
un impulso me ganara, pero no volvería a pasar.

Tal vez por un momento, había olvidado que todo esto era falso. Un
espectáculo para Bethany. Pero eso era todo.

Un par de chicos salieron de los vestuarios de chicos, congelados cuando nos


vieron, y fingieron que no nos veían. Siguieron caminando.

Ian los saludó con la mano y se volvió hacia mí.

—Así que, uh, ¿te veré mañana en el partido? —preguntó.

Asentí.

—Sí. Te veré allí.

Luego me metí las manos en el bolsillo de mi sudadera y me dirigí hacia los


vestuarios, deseando por primera vez poder deshacer un beso.

***

Al día siguiente, el entrenador se acercó a mí después del partido. Un partido


en el que no había dado lo mejor de mí.
Katie y Samantha me vieron y rápidamente fingí que no las vi, que estaba
buscando a alguien más.

—¿Lena? ¿Me escuchaste? —preguntó el entrenador.

Asentí, pero entonces me di cuenta de que estaba esperando una respuesta.


¿Qué había dicho?

—Dije, ¿estás bien? —trató de nuevo. Era mayor, como mi papá. Excepto que
él no tenía ningún problema con gritar durante todo el partido.

Hubieron un montón de gritos está noche, especialmente cuando yo había


errado un gol fácil.

Solo de pensarlo me hacía querer patear algo.

—Estoy bien —dije—. Solo que no me siento al cien por ciento. —Tosí
entonces, esperando que lo olvidara.

Suspiró, palmeando mi hombro, y dijo:

—Está bien, entonces. Descansa un poco. Espero que no vayas a enfermarte


de gripe.

Negué con la cabeza.

—Solo es un dolor de cabeza.

Tal vez lo había convencido finalmente porque el entrenador se fue, con su


portapapeles en mano.

¿Cómo me había olvidado de ese objetivo?

El equipo contrario había perdido la mitad de los partidos de la temporada,


y apenas las habíamos vencido. No gracias a mí.

Solo estaba feliz de que papá no hubiera podido venir. Ver la decepción en
su rostro lo habría hecho peor.

Cuando llegué a los vestuarios, el resto del equipo hablaba sobre alguna
fiesta, y obviamente bajaron la voz. No dije nada, solo me cambié para poder salir
de ahí.

Sabían que algo estaba mal conmigo, pero no quería quedarme y hablar de
eso.
Cuando llegué a mi auto, mi celular vibró con un mensaje. Era de Ian. Esta
era la primera vez que hablábamos desde la conversación de ayer fuera de los
vestuarios.

Ian: Hola

Iba a amar los textos de una palabra.

Lena: Hola

Esos tres pequeños puntos aparecieron por lo que una eternidad.

¿Estaba escribiendo su historia o algo? ¿Tecleando dos palabras?

Tamborileé con mis dedos en la guantera a mi lado, lista para ir a casa. Pero
tenía que ver el mensaje de Ian primero.

Finalmente, llegó.

Ian: ¿Quieres ir a la fiesta de Chris?

Observé el parabrisas, preguntándome cómo me sentía al respecto.

No estaba segura de querer estar alrededor de Ian ahora mismo.

Comencé a teclear, dejándole saber que estaba cansada y que solo quería ir a
la cama.

Pero antes de que pudiera terminar, llegó otro mensaje.

Ian: Escucha, perdón por lo de ayer. No fue tu culpa. Todo fue mi idea. Es solo que
no quiero perderte. Sabes que eres mi mejor amiga. Y pensé que sería divertido ir al Baile
de Bienvenida juntos, pero no tiene que ser la gran cosa si no es lo que quieres.

Leí su mensaje una y otra vez. Cada vez ablandaba el exterior de mi corazón
hasta que se desmoronó, dejando solo el gran punto débil que tenía por Ian.
Aunque leer que era su mejor amiga me hiciera sentir a la vez increíble y un
poco... algo.

Lena: Bien… eres mi mejor amigo. Ya sabes, además de las chicas. ¿Pasas por mí en
una hora?

Encendí el auto, temblando por el aire frío, pero cálida por el mensaje de Ian.

Mi teléfono vibró de nuevo, y lo vi enseguida.


Ian: Claro ;)
Doce
La fiesta de Chris no era como la última de sus fiestas, con solo los equipos
de soccer y alguna otra gente.

Aparentemente, había ido por todo, y había invitado a prácticamente todos


en nuestra escuela.

Apenas Ian y yo entramos, me pregunté si deberíamos quedarnos.


Generalmente, estaba dispuesta a pasar un buen rato, pero no si significaba hacer
algo estúpido como beber.

No, gracias.

Un par de chicos pasaron a nuestro lado, cada uno cargando un vaso rojo.

—Quizás deberíamos ir a hacer otra cosa. A los bolos o algo así —intenté. Me
giré hacia Ian.

Él me dio una sonrisa fácil.

—Nos quedemos por unos minutos. Si hay algún problema, nos vamos. Lo
prometo. Además, después de la golpiza que me dieron esta noche, preferiría
quedarme tirado en un sofá escuchando música que tirando una bola de cinco
kilos a un montón de pinos —dijo—. Estoy agotado.

Observé los círculos oscuros debajo de sus ojos. La verdad era que lucía
bastante cansado. Y los chicos habían tenido un partido bastante difícil.
Perdieron por dos, incluso después de que Ian detuviera varios tiros a su arco.

—De acuerdo —contesté.

Estaba empezando a arrepentirme de no haber decidido pasar el rato solo


con las #BFF. Tori y Harper vendrían en auto de la casa de Ella para unirse a mí
en esta fiesta, aunque ahora estaba ansiando tiempo de chicas con ellas.
Definitivamente era mejor que la extraña tensión entre Ian y yo.

Y estar alrededor de chicos tontos haciendo cosas tontas. Chris y los otros
chicos generalmente estaban bien, pero reconocí a algunos de los chicos de
nuestra clase. Chicos que tendían a meterse en peleas o ir demasiado lejos con
sus bromas.
A traer cosas que no deberían.

Ian me sacó de mis pensamientos y me trajo de vuelta a la realidad.

—¿Quieres algo para tomar?

—Claro —dije y lo observé alejarse caminando lentamente.

Me dirigí a donde no estuviese lleno de gente. Esta noche no estaba de humor


para tontear y reír. No después del partido mediocre que había jugado y del
estado de Ian y yo.

Encontré una puerta corrediza negra que llevaba a un porche trasero. Estaba
tranquilo aquí afuera, y por una vez, disfruté del silencio. Solo un ruido apagado
de la música alcanzaba a mis oídos, distante.

Inclinándome contra el porche, exhalé y cerré los ojos. Estaba frío, pero solo
apreté más mi chaqueta de jean a mi alrededor.

Escuché la puerta corrediza abrirse detrás de mí, y me giré, esperando


encontrar a Ian.

Pero no era Ian.

Era Bethany.

Me giré de vuelta por un segundo, rodando los ojos. Esto no podía estar
pasando.

Si hubiera sabido que Bethany estaría en esta fiesta, de ninguna manera


habría aceptado venir con Ian.

Espera, ¿él lo había sabido?

Traté de encontrarle el sentido a mis pensamientos revueltos, pero Bethany


se me acercó.

Curvó los labios en una sonrisa tensa.

—Lena, no creí que te vería aquí esta noche.

El cabello rubio de Bethany le llegaba debajo de los hombros. Su rostro estaba


embadurnado de maquillaje.

—Hola, Bethany —fue todo lo que me arreglé para decir entre dientes.
Encontré su mirada sin rodeos.
Era como si ella sintiera lo tensa que yo estaba porque pareció relajarse.

Esperando quitarle esa expresión presumida de la cara, hice mi voz ligera y


alta y dije:

—¿Cómo van las cosas con el nuevo novio?

Su sonrisa tambaleó entonces, aunque solo por un segundo.

—Mejor, estoy segura, que Ian y tú. Al menos eso es lo que él me dice.

¿Qué?

Pero antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, continuó hablando,


dando un paso más cerca. Me mantuve firme mientras hablaba.

—Siempre supe que había algo entre ustedes dos. Me alegraré cuando esto
termine. —Giró un dedo en un pequeño círculo, su otra mano en su cintura—.
No hay manera de que Ian quiera tener algo que ver contigo cuando te haya
sacado de su sistema.

La sangre subió a mis orejas. Mi pecho subía y bajaba.

—Como si él fuese a volver a ti. Estoy segura de que te encantaría eso, pero
no va a suceder.

Bethany se rio.

—Supongo que ya veremos, ¿no? —dijo.

Me sentía como si fuera a vomitar. Parte de mí decía que Bethany hablaba


por hablar, solo tratando de molestarme. Pero otra parte de mí se preguntaba si
tendría razón, especialmente después de su comentario acerca de lo que Ian
supuestamente le había dicho.

La puerta corrediza se abrió de nuevo, y ya no estaba segura de a quién


esperar.

Pero era Tori, seguida de Harper.

Vinieron directo a mí. Tori miró a Bethany, su rostro serio.

—¿Todo bien?

Bethany se rio de nuevo.


—Justo me estaba yendo. Lena y yo teníamos que ponernos al día.

Harper puso su mano en la mía.

Tori dio un gran paso hacia Bethany, quien dio un paso atrás.

—Sí, creo que tienes razón. Ya te estás yendo.

***

Mi teléfono vibró.

Ian: ¿Dónde estás?

Lena: Afuera.

Ian no tardó mucho en encontrarme. Tuvo suerte de que no me hubiese ido


sin una palabra.

Solo quería salir de aquí. Estar con mis amigas, más que nada.

Dejar que este día terminara.

Ian caminó hacia mí. Tori y Harper estaban inclinadas contra el auto de Tori
a varios metros de distancia.

—¿Qué está pasando? —preguntó—. ¿Estás bien?

Resoplé.

—¿Si estoy bien? ¿A dónde fuiste? ¡Ir a buscar algo para tomar no toma veinte
minutos!

Parpadeó hacia mí.

—Lo siento, Lena. No quise demorarme —comenzó—. Algunos de los chicos


me agarraron, literalmente me alzaron y me agarraron, y no me dejaron ir hasta
que jugara su estúpido juego.

Su rostro, su voz, me decían que estaba diciendo la verdad, pero yo seguía


echando humo.

—¿Qué pasó? —preguntó, acercándose—. ¿Estás bien?

Me mordí el labio y luego alcé la mirada hacia él.

—Bethany pasó.
Ian se congeló, no dijo nada.

—Me dijo que ustedes siguen hablando. ¿Es cierto? —dije, entrecerrando los
ojos.

Ian alejó la mirada. Ahí fue cuando lo supe.

—Solo un par de veces —dijo, su voz apenas audible.

No podía creerlo.

—Tienes que estar de broma —dije, riéndome por algún extraño motivo—.
Estoy fingiendo ser tu novia, y todo este tiempo, has estado hablando con ella. —
Comencé a alejarme, pero luego me di vuelta y lo miré de nuevo. Sacudí la
cabeza.

Él trató de acercarse, pero alcé la mano.

—No.

—Lena —rogó—. Te prometo que nada está pasando. No haría eso. No


puedes creer que haría eso, ¿o sí?

Encontré su mirada, y él esperó una respuesta.

Me fui sin otra palabra, metiéndome al auto de Tori y deseando nunca haber
venido a esta fiesta.

Nunca haber aceptado este estúpido reto.

***

Para empeorar las cosas, llovió todo el sábado.

No una llovizna, donde podías ponerte una chaqueta gruesa y salir afuera a
patear la pelota sin mojarte mucho.

No, era el tipo de lluvia que te empapaba en unos minutos.

Las gotas de agua golpeaban el cristal de mi ventana, y yo suspiré.

Ni siquiera podía patear la pelota por el patio hoy para alejar mi mente de
Ian y de la fiesta de anoche.

Era una tortura.

Quizás las #BFF y yo pudiéramos pasar el rato, ver una película, o algo.
Quizás incluso ir al centro comercial juntas.

Sería mejor que quedarse todo el día en casa, eso seguro.

Agarré mi teléfono para enviarles un mensaje, pero entonces vi un mensaje


de Ian.

Sacudí la cabeza e inhalé por la nariz.

No estaba lista para hablar con él.

Pero sus palabras estaban justo ahí.

Ian: Oye, perdón por lo de anoche. Y por lo que sea que Bethany te haya dicho.
¿Podemos hablarlo, por favor?

Luego otro mensaje.

Ian: No puedo soportar que estés enojada conmigo. Déjame arreglar esto.

Ugh. ¿Cómo unas pocas palabras acomodadas así podían derretirme por
completo?

Gemí en voz alta y caí de espaldas en mi cama.

¿Qué era lo que él me hacía? No era justo.

Abriendo su mensaje, escribí un mensaje, pensando cuidadosamente lo que


quería decir.

Pensando porque no me gustaba lo que había pasado ayer. No me gustaba el


dolor, lo herida que había sentido durante la discusión con Ian. Ni escuchar a
Bethany y el tono engreído de su voz.

Había un motivo por el que solo besaba a chicos por diversión. No podía
manejar el drama. Incluso el dolor físico lo podía manejar, un tobillo esguinzado,
un moretón feo en mi muslo. Pero no esto.

Me gustaba que las cosas se mantuvieran divertidas. Fáciles.

Lena: Te escucho.

Aparecieron tres puntos en la pantalla, y me pregunté cómo Ian iba a arreglar


esto. La verdad era que no me gustaba estar enojada con él, pero también quería
que terminara. Y que no sucediera de nuevo.
Quizás era hora de que este reto terminara de una vez por todas. Luego
podríamos volver a lo que teníamos antes. Una increíble amistad. Ninguna de
estas complicaciones.

Por mucho que fuese a extrañar las cosas lindas y cursis de novios.

Ian: Creo que mientras más pasa el tiempo, más me doy cuenta de que quizás Bethany
no es la persona correcta para mí.

Leí ese mensaje de nuevo, preguntándome a qué se refería.

¿Que estaba superándola? ¿Que tenía sentimientos por alguien más?

Gah. ¿No podría haber sido más específico?

Tipeé otro mensaje.

Lena: ¿Cómo?

Ina: ¿Te paso a buscar esta noche? ¿A las 7?

Oh Dios.

¿Por qué tenía que pasar a buscarme?

¿Esto iría solo a empeorarlo todo?

Parte de mí quería acabar con esto ahora mismo.

Pero no podía decirlo.

Así que, en cambio, dije…

Lena: De acuerdo.
Trece
Unos minutos después, caminé hacia el lavadero para buscar entre la ropa
mis vaqueros favoritos. Irían a la perfección con mi nueva blusa de un solo
hombro.

Vi a mi papá viendo televisión en el sofá, dándome cuenta de que era un


buen momento para preguntarles si podía pasar el rato con Ian.

Por el sonido de ollas y sartenes en la cocina, mi mamá también estaba cerca.


Y sonaba como si estuviera preparándose para hacer la cena.

Ella se acercó.

—Lena, oh, bien. Me vendría bien un poco de ayuda aquí.

Le di mi mejor sonrisa.

—De hecho, estaba preguntándome si podía salir esta noche. —Me giré hacia
mi papá. Él tenía la decisión final aquí.

Sus ojos dejaron el televisor y encontraron los míos.

—¿A dónde y con quién2? —preguntó con voz ronca.

Quizás no había pensado bien en esto. Podría solamente haber mentido y


dicho que quería pasar el rato y cenar con el equipo de soccer o con mis amigas,
pero también odiaba mentirle a mi papá.

—¿Con Ian? Solo a comer. En un lugar público. Lo prometo.

Me balanceé de atrás a adelante, esperando una respuesta.

Mi papá se puso de pie, y me pregunté por qué tuvo la necesidad de


acercarse. Mi mamá tenía las manos en la cadera, su expresión un poco inquieta.

De repente, me preocupé.

Papá sonaba más serio que nunca, lo que era decir algo.

—Cuéntame de este muchacho —dijo—. ¿Es tu novio, entonces?

2Lo que digan los padres de Lena en este capítulo y esté señalado en cursivas, se encontraba en
español en el original.
Mantuve las manos detrás de mi espalda.

—Um, sí —dije, dándome cuenta de que debería decirlo como una


afirmación, no como una pregunta—. Es mi novio.

Mi papá gruñó de nuevo, sentándose en la mesa de la cocina.

—¿Y quién este muchacho, Lena? No sabemos nada de él. Necesitamos


conocerlo.

—Mamá —gemí—. Es un buen chico. En serio. Y no necesitan conocerlo.

Amaba a mis padres, pero a veces no entendían que Estados Unidos no era
como México. Los novios no se presentaban hasta mucho después de la primera
cita.

No ayudaba que no fuera realmente mi novio. Ian era solo un amigo. Había
una gran diferencia entre esas dos cosas.

—Yo digo que sí —repitió.

Mi papá gruñó, estando de acuerdo.

—Le dices que pase. —Le subió el volumen al televisor.

Así que quedó arreglado. Ian tendría que entrar y oficialmente conocer a mis
padres.

Si solo supiese en lo que se había metido.

***

A las siete en punto, sonó el timbre.

Corrí a la puerta principal y la abrí.

Ian estaba parado ahí con lo que lucía como una pequeña caja de chocolates
en las manos. Sus ojos bajaron, asimilando mi increíble conjunto por un
nanosegundo antes de recuperarse.

Sonreí.

—Bueno, hola.

Ian no lucía nada mal tampoco. Se había arreglado bien. Me preocupaba


haberme vestido demasiado bien para lo que sea que fuese esto, pero Ian llevaba
una camisa de vestir azul marino y unos caquis que le quedaba genial y lucían
como si estuviesen hechos para sus hombros fuertes, su torso delgado, y sus
piernas largas pero musculosas.

Se aclaró la garganta, y recordé volver a mirarlo a la cara. Él sonrió, excepto


que lucía como una mueca.

—Uh, hola. Luces genial. Quiero decir, uh, ¿puedo pasar? —dijo.

Riéndome por lo bajo, di un paso al lado.

—Tú tampoco luces nada mal.

Exhaló.

—No creí que pedirte que salieras conmigo a cenar significara hablar con tus
padres —dijo en voz baja.

—No estás arrepintiéndote de la decisión de llevarme a salir, ¿o sí? —bromeé.

—Para nada —dijo. Por algún motivo, esas dos palabras hicieron que mi
estómago se pusiera a hacer todo tipo de acrobacias dentro de mí.

Mientras tanto, Ian parecía nervioso. De hecho, nunca lo había visto así de
nervioso, no antes ni durante ningún partido de soccer.

—Seguro. Mis padres ya están esperando.

Lo guie al sofá. Mis padres estaban sentados frente a nosotros en el sofá de


dos plazas. Ian inmediatamente los saludó y estrechó la mano de mi papá, luego
la de mi mamá, entregándole los chocolates.

Mi papá murmuró una respuesta. Mi mamá le dio su mejor inglés. ¿Era yo, o
lucía un poco sonrojada? Probablemente eran los chocolates.

Ian se sentó, y comenzó el interrogatorio.

Mis ojos viajaban entre Ian y mi papá.

Ian lucía un poco sudado, pero mantuvo la compostura, con una sonrisa
ansiosa pero genuina todo el tiempo.

Mi mamá le preguntó sobre sus padres (Lisa y Jared), de qué trabajaban


(contador y enfermera), de dónde era (Georgia, pero sus tatarabuelos habían
inmigrado de Alemania) y acerca de una docena más de cosas.
Finalmente, yo interrumpí.

—Papá, tenemos que irnos o todos los lugares para cenar van a cerrar.

Papá asintió y se puso de pie. Ian hizo lo mismo, y mi mamá y yo hicimos lo


propio. Él extendió la mano, e Ian la tomó.

—Tráela de vuelta a las diez y media.

Eso fue todo lo que dijo, pero era como si estuviera comunicando mucho más.

Trae a mi hija de vuelta a las diez y media.

No le hagas daño.

Tengo los ojos puestos en ti.

No estoy seguro de confiar en ti.

Ian lo miró directo a los ojos.

—Sí, señor.

Diez minutos después, estábamos en la carretera en el auto de Ian.

Miré a Ian. Su concentración estaba en la carretera. O quizás todavía estaba


recuperándose del trauma que acaba de experimentar.

—¿Estás bien? Perdón por todo eso. Mis padres son muy anticuados. De
donde venimos, solo pedirle a una chica que salga contigo es prácticamente
proponerle matrimonio.

Tosió, escupiendo y golpeándose el pecho. En dos segundos, el auto terminó


en la banquina. Ian lo detuvo.

—Vaya —dije, aferrándome a la puerta. Ian jadeó en busca de aire, y por


algún motivo, empecé a reírme—. Lo siento mucho. ¿Estás bien?

Pero él también se estaba riendo.

—Sí, sí. Estoy bien. Solo… eso fue intenso en tu casa. No estaba seguro de
que fuera a salir con vida.

Nos reímos por un minuto entero antes de que Ian volviera a la carretera.

Sonreí, agradeciendo que estuviera más relajado.


—¿Así que a dónde vamos?

Nos detuvimos en un semáforo en rojo, e Ian encontró mi mirada.

—Sé que técnicamente solo somos amigos, pero entonces pensé… ¿por qué
no salir en nuestra primera cita?
Catorce
Nunca antes había tenido una cita, real o falsa.

De repente, sentí que mi vida se había convertido en una de esas películas


románticas, en las que los chicos son completamente irreales y las chicas tienen
el maquillaje y el cabello siempre perfectos. Incluso cuando se despiertan.

Cuando Ian me llevó a un buen restaurante, abriéndome la puerta, quedé


literalmente boquiabierta.

Definitivamente este no era un lugar donde se pedía una hamburguesa y


papas fritas. Las bebidas venían en vasos de lujo, no en vasos de polietileno
obscenamente grandes con unas pajitas.

Podría haberme pellizcado. Nunca había estado en un lugar como este. Pero
tampoco me atrevía a ver si esto era real o un sueño. ¿Y si todo desapareciera?

Ian me acomodó mi silla y luego se sentó al otro lado de la mesa.

Mis ojos escudriñaron la vajillaa, los múltiples tenedores y cucharas.

—Bien, ¿dónde aprendiste a acomodar la silla de una chica, y estás seguro de


que deberíamos estar aquí?

Este lugar gritaba una ensalada de 20 dólares, y no quería que Ian se


arruinara tratando de compensarme.

Agarró su servilleta, la desdobló y la puso en su regazo.

Yo hice lo mismo, esperando no parecer una completa farsa. Mi familia


definitivamente no iba a los tipos de restaurantes con servilletas de tela.

Él sonrió.

—Mi familia viene aquí un par de veces al año en ocasiones especiales. A


veces mi padre trae a mi madre en sus noches de cita. Es su favorito.

Me imaginé a un pequeño Ian de cinco años a quien le estuviesen enseñando


a poner una servilleta en su regazo y qué tenedor usar.

Definitivamente no era algo que a mí me hubieran enseñado.


Para mi familia, incluso una ocasión especial significaba ir al local de tacos,
donde te sentabas en una mesa de comedor con cabinas ligeramente desgastadas.
Pero todo eso no importaba porque la salsa casera y el agua de horchata estaban
para morirse. Y podíamos hablar y reírnos tan fuerte como quisiéramos.

Dorothy, ya no estábamos en Kansas.

Miré a mi alrededor, dándome cuenta de que era la única persona que llevaba
jeans.

—Um, Ian. ¿estás seguro de que esto es una buena idea? Quiero decir,
podemos ir a otro lugar.

La voz de Ian era baja y tranquila.

—¿No te gusta? —preguntó.

Hice una mueca, no estaba segura de cómo explicar lo que quería decir.

—Supongo que no quiero que te arruines comprándome la cena. —Lo


intenté—. No esperaba ir a un lugar súper elegante.

Se rio.

—No te preocupes. No solo hice pesas de banco durante el verano. También


hice algunos trabajos de jardinería para algunas personas. También podría gastar
algo de eso en alguien. Y en cuanto a que este lugar sea elegante, es cierto. Pero
su comida también es bastante asombrosa. Mucho mejor que una hamburguesa
con papas fritas.

Eso me hizo sonreír.

—Bien, entonces. —Recogí el menú a mi lado—. ¿Qué debo probar?

Incluso con la vajilla elegante y el camarero elegante, la cena fue genial. El


filete prácticamente se derretía en mi boca.

Más que eso, se sentía especial. Y el postre que compartimos después, una
gruesa rebanada de tarta de queso y fresa, completó perfectamente toda la
experiencia.

Me preguntaba si Ian había traído alguna vez a Bethany aquí. O si yo era la


única chica que había traído a un lugar tan especial. Si era así, ¿qué significaba
eso? ¿Estaba siendo amable? ¿Tratando de compensarme?
Quería hacerle todas las preguntas calientes en ese momento, pero tampoco
quería estropear la noche con la mención de Bethany o lo que había pasado entre
nosotras.

Después de la cena, aún teníamos tiempo antes de que volviera a casa, pero
no lo suficiente para ir a ver una película.

Así que Ian se detuvo en nuestro parque local. Ya estaba oscuro, así que no
podíamos dar un paseo.

Me pregunté si quería sentarse en uno de los bancos por unos minutos, ver
el zumbido del centro de la ciudad no muy lejos. Por suerte, hacía solo un poco
de frío. Pero hacía más calor que en la práctica toda la semana.

Ian me llevó al banco, y mientras nos sentábamos, no pude evitar temblar un


poco.

Se encogió en su chaqueta.

—Aquí —dijo.

Estaba segura de que fue algo sin sentido para él, pero me dejó sin palabras.

—Gracias —me las arreglé para decir.

Su pierna tocó la mía y me pregunté si él también lo notó.

Pero parecía demasiado concentrado en el cielo.

Miré hacia arriba con él.

—¿Qué pasa? —pregunté.

¿Siempre había tenido la mandíbula tan perfectamente cincelada o había


habido algo en la tarta de queso?

¿Y por qué olía tan bien? Había notado su colonia un poco antes, pero ahora,
estando tan cerca de él, era imposible no verla.

Ian se giró hacia mí, nuestras caras tan cerca como cuando nos sentábamos
juntos en el autobús a veces, escuchando música juntos. Pero por alguna razón,
este momento se sentía diferente.

¿Era solo yo?


—Cuando era chico, hacer esto siempre era una de mis cosas favoritas.
Supongo que todavía lo es —dijo, mirando a las estrellas.

—¿Sí? —pregunté con una sonrisa.

Sus ojos se quedaron ahí arriba, escaneando el parpadeante manto de


oscuridad sobre nosotros. De repente, me sentí diminuta. Minúscula. Como si
quisiera acercarme aún más a Ian.

—¿Has estado alguna vez en un avión? —preguntó, girando hacia mí otra


vez.

Negué con la cabeza.

—Viajamos a México todos los veranos, pero siempre lo hacemos por


carretera. ¿Tú?

Asintió con la cabeza.

—Un par de veces. Es increíble, estar tan alto, literalmente en las nubes y
luego encima de ellas.

Intenté imaginarme lo que quería decir, pero por supuesto, era imposible.

—Suena muy bien, aunque no estoy segura de querer estar apretada al lado
de alguien durante horas.

—A menos que seas rico y puedas comprar tu propio avión o algo así —dijo
con una pequeña risa.

Yo también me reí.

—Eso sí que me gustaría. En primera clase todo el camino.

Ian sacó su teléfono, poniendo su otro brazo alrededor de mí.

—Oye, ¿quieres que nos tomemos una foto?

¿Y documentar este momento para siempre?

—Uh, sí —respondí felizmente.

Mostré mis blancos dientes nacarados mientras Ian buscaba una sonrisa más
atractiva. Dios mío, ¿se estaba volviendo más atractivo a cada minuto, o era solo
yo?
Abrió la foto en su teléfono, y la giró hacia mí.

—¿Qué te parece?

—Perfecta —dije. Me encantaba lo lindos que nos veíamos juntos.

—Yo también lo creo —dijo—. Justo lo que necesitamos para Instagram.

En un minuto, estaba publicada y ganando me gustas, pero por mucho que


me gustara esa foto de nosotros, lo único en lo que podía pensar era si la había
publicado para mantener la farsa que era nuestra relación falsa o porque el
momento había sido real.

Y lo más importante: ¿cuál de los dos esperaba?

***

Ian y yo estábamos juntos más que nunca. Me pasaba a buscar por las
mañanas. Caminábamos juntos a clase. Pasábamos por la fila del almuerzo,
hablando todo el tiempo. Luego me dejaba de nuevo en casa.

Era raro verlo todo el tiempo, pasar el rato con él constantemente. Se sentía
diferente que antes.

Y también, me encontré extrañándolo durante esos momentos en que no


estaba cerca.

El viernes, después de otra victoria para las chicas y los chicos y una larga
cena de celebración con hamburguesas y batidos, me llevaba a casa.

Pero justo cuando se detuvo en mi entrada y alcancé la manija de la puerta,


su mano agarró la mía.

—Espera —dijo.

Miré nuestras manos y él las soltó.

—En realidad quería preguntarte algo —dijo. Los dos estábamos todavía con
nuestros uniformes sudados. La camiseta manga larga de Ian estaba cubierta de
tierra y hierba, y yo ansiaba quitarme los botines y meterme en la ducha. Pero me
preguntaba qué tenía en mente.

—¿Qué pasa? —pregunté, tratando de adivinar.

No ayudaba que se tomara su tiempo.


—Ya dije que iría al baile contigo —bromeé.

Me dio una pequeña sonrisa antes de volver a estar nervioso.

—No es eso —dijo—. Mis padres quieren conocerte.

—¿Eh? —dije.

Se encogió de hombros.

—Mi mamá me sigue en Instagram, y vio el par de fotos que publiqué de


nosotros. Y ahora quiere conocerte.

Le devolví el parpadeo.

—¿Le dijiste que era tu novia?

—Sí —dijo tímidamente—. No creí que fuese a gustarle todo este asunto de
la relación falsa.

Asentí con la cabeza.

—También tuve la suerte de volver a tener la charla, si sabes a lo que me


refiero —dijo Ian, sonrojándose.

Estaba segura de que yo también me estaba sonrojando.

—Le haré saber que no tiene nada de qué preocuparse —bromeé—. Pero sí,
claro. Supongo que puedo ir alguna vez.

Ian hizo una mueca.

—Ella... como que ya planeó una cena para mañana. ¿Dice que no es gran
cosa, pero es algo así como que supongo que llevarás lo que llevarías a la iglesia?
—sugirió.

Suspiré.

—Entendido. Genial. Vestirse de forma conservadora. —Entonces abrí la


puerta del coche—. Oh, e ¿Ian?

—¿Sí? —preguntó.

—Me lo debes. Me debes mucho. —Le guiñé un ojo.

Se burló.
—Lo que sea. Después de lo que pasé con tu padre, ¡esto no es nada!

De repente, se me ocurrió una gran pregunta, y por mucho que no quisiera


mencionar a Bethany, tenía que hacerla.

—Um, ¿puedo preguntarte algo? —dije.

Asintió con la cabeza.

—Cualquier cosa.

Exhalé, preguntándome si eso era realmente cierto.

—¿Este reto, como, lo que estamos haciendo? ¿Estás seguro de que no es el


momento de terminarlo? Quiero decir, si has superado lo de Bethany, ¿qué
sentido tiene? —Hubo una pausa incómoda—. Y si no la has superado,
entonces... estoy segura de que no es demasiado tarde para recuperarla... —Mi
voz se desvaneció hasta que no era nada.

Ian me miró fijamente a los ojos durante lo que pareció una eternidad. Su
mano alcanzó mi mejilla, la rozó muy ligeramente.

—¿Y si quiero seguir haciendo esto?

Lo que más me sorprendió fue que no me desmayé al oírle decir eso, me


encontré con sus ojos.

Su pregunta, el tono de su voz, sonaba como un reto.

Uno que definitivamente quería aceptar.


Quince
Ahora sabía lo que Ian había sentido al ser interrogado por mis padres.

Al igual que Ian, estaba más nerviosa que en cualquier partido de soccer que
hubiera jugado, incluso cuando habíamos jugado contra los equipos más duros.

Junté mi brazo con el de Ian y caminé hasta la puerta principal de su casa,


esperando gustarle a su madre y a su padre y causarles una buena impresión.

Antes de que pudiéramos llamar o tocar al pomo de la puerta, la puerta se


abrió.

Un niño y una niña estaban allí, bien vestidos, pero con una clara sonrisa
maliciosa en sus caras. Se veían bastante cercanos en edad.

—¡Mamá, la novia de Ian está aquí! —gritó la chica. Tenía un lazo en el


cabello del tamaño de su cabeza, como los que llevaba Tori con su uniforme de
animadora.

Miré a Ian.

—Lo siento —dijo—. Lena, estos son Jacob y Mia. Y ustedes dos —dijo,
señalándolos—, cálmense o me sentaré sobre ustedes.

Se fueron riendo. Vi a otro hermano menor en el sofá, pero éste parecía lo


suficientemente mayor como para comportarse bien.

O al menos jugar videojuegos en lugar de correr sin parar.

Una mujer de mediana edad se acercó a nosotros desde la cocina.

—¡Hola! Tú debes ser Lena. —Ella era toda sonrisas, y me relajé un poco.

Estiré mi mano, pero se adelantó para darme un abrazo.

—Hola —dije, torpemente, sin esperar todo el contacto. Pero oye, superaba
la mirada de desaprobación que esperaba. No sería la primera.

Especialmente porque los profesores a menudo me etiquetaban como “la


ruidosa”.

—Hola, Sra. Reynolds. Es un placer conocerla —dije con mi mejor sonrisa.


Ella me devolvió la sonrisa, y me relajé un poco.

—Un placer conocerte, Lena. Le dije a Ian que tenía que invitar a cenar a la
hermosa chica que vi en su foto de Instagram.

Ian sacudió la cabeza, claramente avergonzado.

—Tal vez deberíamos ir al comedor. ¿Necesitas ayuda para llevar algo allí,
mamá?

Pero él ya estaba de camino a la cocina.

—¡Sí, cariño! Los dos recipientes en el mostrador, por favor.

La Sra. Reynolds me llevó al comedor, donde el padre de Ian estaba


esperando.

Después de más presentaciones incómodas, conseguir que los tres hermanos


de Ian se unieran a nosotros, y bendecir la comida, empezamos a comer.

Conté los minutos hasta que pudiera ir a casa, apenas podía quedarme
quieta. Tenía ganas de correr, sentir el aire fresco en mi piel y patear mi pelota de
soccer de vuelta a casa. Pero a este ritmo, definitivamente estaría oscuro cuando
Ian me dejara.

Y la conversación forzada llegara a su fin.

Después de la cena, sin embargo, los niños clamaban por salir a jugar.

La Sra. Reynolds dudó, pero, afortunadamente, su marido habló primero.

—En realidad, tal vez un paseo les vendría bien a todos.

Podría haber saltado arriba y abajo.

—Estoy de acuerdo. No hay nada como el aire fresco, ¿no creen?

Los hermanos de Ian se dirigieron directamente al patio, sin embargo. Eché


un vistazo a la cuerda de saltar en las manos de su hermana. Por no mencionar
el balón de soccer al otro lado del patio.

—¿Por qué no pasamos el rato con los niños? —le pregunté a Ian, esperando
que entendiera la indirecta de que prefería hacer eso que pasar por más charlas
con los adultos.

Se encogió de hombros.
—Bien, claro. Pero puedes jugar con Amy. Ella es incansable.

En pocos minutos, le estaba enseñando a Amy a hacer el doble holandés.

—¡Ian, tu novia es genial! —dijo, lo que me hizo reír a carcajadas.

Los padres de Ian nos miraban desde sus sillas plegables, bebidas en mano y
sonrisas en sus caras.

Ian estaba ocupado jugando al soccer con sus hermanos, y yo quería unirme.

—Vamos —le dije a Amy—. Vamos a jugar con ellos.

Pero no parecía muy entusiasmada con esa idea.

—No lo sé. Siempre me derriban. No soy buena.

Puse mis manos sobre sus hombros, inclinándome hacia ella.

—No te preocupes. Puedes estar en mi equipo.

Cuando el sol se puso, el sudor goteaba por mi frente y mi espalda, y me di


cuenta de que no debería haberme tomado nuestro juego tan en serio.

Los rizos de mi cabello se habían caído por completo, y en vez de parecer


romántico, mi cabello parecía ahora un nido de ratas. Uups.

Caminé hacia Ian y esperaba que el sol poniente evitara que sus padres se
dieran cuenta de lo que le había pasado a mi cabello.

—Tal vez debería irme a casa ahora. No quiero que tus padres me vean así
dentro de tu salón totalmente iluminado. Que vean el obvio desastre que soy
realmente —añadí.

Se rio entre dientes.

—Creo que te ves muy bien. Y para que conste, todo el mundo te quiere. —
Ian se detuvo entonces, como si algo se le hubiera ocurrido en ese momento.

Entonces me di cuenta de por qué. Lo recordé claramente diciendo hace un


tiempo que a su madre no le había gustado Bethany.

¿Así que escuchar que yo ya le gustaba a su familia?

Me hacía sentir en la cima del mundo.

***
—¿A qué hora tienes que volver a casa? —le pregunté a Ian.

Me miró por un segundo rápido antes de volver a poner sus ojos en el


camino.

—Antes de las once. Mucho tiempo para conseguir un poco de yogur helado.

—¿Estás seguro? —le pregunté—. ¿No me ibas a llevar a casa?

Me miró otra vez.

—Bueno, dijiste que querías cambiarte y quitarte las hojas muertas del
cabello.

—Cierto. También me gustaría salir de este vestido y volver a ponerme los


jeans. Pero también definitivamente podría ir por un poco de yogur helado. Toda
esa carrera me dio hambre —dije.

Ian sonrió.

—A mí también. Por cierto, tú y Amy solo ganaron porque hicieron trampa.


Hacer cosquillas a los oponentes es definitivamente una tarjeta roja en mi libro.

Me reí, recordando lo mucho que se habían reído sus hermanos, tirados en la


hierba mientras yo les hacía cosquillas sin parar y Amy hacía un gol.

—Eso fue divertido.

Ian continuó.

—¿Y ponerme el pie para que pudiera tener un tiro claro? Tampoco es genial.
—Pero sonreía tanto como yo.

Después de correr dentro de mi casa, me desenredé el cabello, me puse unos


jeans y les avisé a mis padres que volvería más tarde. Luego salimos en busca de
yogur helado.

Ian llevó su coche a la tienda de yogures helados en un instante. Cargamos


nuestros sabores favoritos con una docena de ingredientes y encontramos una
mesa solitaria en la esquina para sentarnos.

Observé su taza y lo que claramente parecían gusanos de goma y jarabe de


chocolate.

—Eso se ve asqueroso —dije.


Usó su cuchara para apuntar a mi brebaje.

—¡Ni siquiera puedo ver tu yogur helado!

Por alguna razón, ese comentario me hizo reír hasta que se me llenaron los
ojos de lágrimas. Ian comenzó a reír también, lo que solo alimentó más mi risa.
Cuando por fin paré, ahí estaba Ian, sonriendo y mordiéndose el interior del labio
como si intentara con todas sus fuerzas no decir nada.

—¿Qué? —dije.

Miró fijamente a su yogur helado por un segundo y sacudió la cabeza.

—Nada. —Pero entonces miró hacia arriba—. Me gusta la forma en que te


ríes.

Oh, Dios. Ahí estaban las mariposas. ¿Por qué tuvo que ir y decir algo así?

Claramente, se sintió igual porque empezó a comer su yogur helado sin


mirarme, y yo hice lo mismo.

¿Qué estaba pasando con nosotros?

Apenas podía concentrarme en mi yogur por pensar en ello.

No estaba segura de si esta extraña tensión entre nosotros últimamente era


algo que me asustaba en el buen sentido o en el malo. Tal vez ambas cosas.

Pero casi suspiré de alivio cuando Ian empezó a hablar de nuevo, y las cosas
se sintieron casi normales.

—Me alegro mucho de que hayas venido esta noche —dijo.

Lamí un poco de chocolate de mi cuchara.

—Yo también. Tu familia es muy divertida.

—No —respondió Ian—. Tú lo eres. Haces que todo sea divertido. Incluso
estar sentado en un autobús durante dos horas.

Sonreí ante sus palabras.

—Realmente extrañaba que saliéramos juntos —confesé.

Parecía un poco confundido.


—¿Qué quieres decir? Hemos estado saliendo casi constantemente desde que
empezamos a “salir”.

Jugué con mi cuchara, fingiendo que buscaba más trozos de masa de galletas.

—Solo quise decir, ya que... ya sabes.

Al darse cuenta su cara se estremeció, y casi parecía que había probado algo
amargo en vez de dulce.

—Oh. Sí.

Esperando no haber estropeado el momento con mi incómodo comentario,


dije:

—Parece como que los viejos tiempos lo son todo. Estas últimas semanas han
sido las mejores, a pesar de aceptar tu estúpido reto.

Ian se rio, y las cosas se sintieron bien de nuevo. Él comió un poco más de su
yogur helado, y yo hice lo mismo.

Cuando no quedaba nada de nuestro yogur helado y nuestras tazas estaban


vacías, algo como la tristeza se extendió de mi pecho al resto de mí.

Tal vez fuera el hecho de que todos los trozos de masa de galletas se habían
ido.

O tal vez fuera el hecho de que deseaba que pudiéramos quedarnos sentados
ahí para siempre.

Ian se puso de pie, y yo hice lo mismo, preguntándome si había algún otro


lugar al que pudiéramos ir y pasar el rato, pero sabiendo que era hora de volver
a casa.

Tomó mi taza y la tiró, y respiré profundamente, queriendo memorizar este


momento, este sentimiento dentro de mí, para siempre. Algo mucho mejor que
la satisfacción de terminar un dulce realmente sabroso.

Ian regresó, y me preparé para seguirlo hasta su auto.

Pero entonces extendió su mano hacia mí. Lo miré por una fracción de
segundo, tratando de leer esos brillantes ojos azules claros.

No podía entenderlo, pero tomé su mano de todos modos, tratando de


ignorar el hecho de que mi corazón sentía que estaba a punto de saltar de mi
pecho e intentando concentrarme en la forma perfecta en que mi mano encajaba
en la suya.
Dieciséis
A pesar de que me sentía como si estuviera caminando en el aire durante
toda la siguiente semana, tenía que ponerme a trabajar y concentrarme.

Nuestro próximo partido eran las estatales. Así que nada de comerse con los
ojos a Ian durante las prácticas de soccer. El entrenador exigía lo mejor de cada
jugador. Más que lo mejor, de hecho.

—Solo cuando crees que has agotado todo lo que tienes, ¿qué crees? —Le
gustaba gritar durante las prácticas—. ¡Eso es solo el 40%! ¡Todavía tienes el 60%
dentro de ti! ¡Así que déjame verlo!

Sus diatribas motivacionales molestaban demasiado a los demás jugadores,


pero usualmente era el empujón extra que yo necesitaba para hacerlo mejor que
antes.

Y lo necesitaríamos durante el juego.

Nuestro mayor oponente, Chestnut Mountain, era el equipo a derrotar del


estado. La última temporada, habíamos empatado con ellos en el campeonato. El
año anterior a ese, perdimos.

Definitivamente quería ganar las estatales en mi último año así que


necesitábamos derrotarlos. Lo necesitábamos.

O de lo contrario sería mucho más difícil obtener el interés de un


cazatalentos.

¿E Ian? Ian estaba tan concentrado como yo. Otra razón por la que hacíamos
clic.

Pero antes de las estatales y de enfrentar a Chestnut Mountain una vez más,
teníamos que derrotar este siguiente equipo primero. Y luego ganar dos partidos
más después de ese.

El día del partido llegó, y al igual que cualquier otro partido de alto riesgo,
el tiempo pasó tan pronto como el agudo silbato llegó a mis oídos.

Hicieron un gol, nosotros hicimos un gol, el medio tiempo vino y se fue, y


luego nos quedaban los últimos minutos del partido.
Alguien tenía que ganar cuando sonara el silbato. No podíamos perder hoy.

Y no estaba lista para dejar que otro equipo —y sus súper arrogantes
delanteras— avanzaran a las estatales en lugar de nosotros.

Pero no podíamos mantener la pelota en nuestra posesión. Nuestras


defensoras estaban luchando, cansándose.

Llamé a las del centro para ayudarlas, pero también se estaban desgastando.

Grité palabras de aliento, empujé a las chicas a seguir adelante, seguí


presionando.

Entonces algo loco y emocionante pasó.

Los chicos del equipo universitario terminaron su partido y aun


emocionados por su victoria, se pusieron de pie y comenzaron a animarnos.
Pisando fuerte, aplaudiendo y cantando a todo pulmón.

—VAMOS, LADY EAGLES3, VAMOS. —El profundo estruendo de sus voces


llenó el estadio, y mi sonrisa llegó de oreja a oreja. Ian subió su puño y lo saludé,
prácticamente sintiendo que me levantaba el ánimo a pesar de lo exhausta que
estaba por correr durante la última hora y media.

Y sus aplausos funcionaron. El equipo entero se presionó un poco más. Fue


todo lo que se necesitaba. Una de nuestras oponentes cometió un error, y luego
la pelota estuvo de vuelta en nuestra posesión.

Katie se llevó la pelota de esta manera, esquivando a las jugadoras del otro
equipo. Cuando estuve segura de estar libre, la llamé.

—¡Estoy libre!

Ella me la pasó. Iba demasiado lejos...

Forcé a mis piernas para que me llevaran más rápido.

¡La tenía! Pero un par defensoras me estaban encerrando. No me iban a dejar


lanzar.

Con todo mi enfoque en mantener la pelota cerca, confié en mi audición y


visión periférica para descubrir qué hacer a continuación.

3 Lady Eagles: nombre del equipo, que podría traducirse como “Chicas Águilas”.
A algunos metros, Katie me llamó, gritando mi nombre. Fingí ir en una
dirección, obtuve un poco de espacio y le devolví la pelota, por un largo camino.

Todo se reducía a esto. Solo quedaba un minuto en el reloj.

Desde las gradas, la multitud se volvió loca. Gritos al otro equipo para que
se defendieran. Gritos a nosotras para que pateáramos. Corrí hacia el arco.

Katie iba a patear, pero la arquera corrió hacia la pelota para agarrarla.

Iba a ser un tiro difícil.

Pero entonces me vio, golpeó la pelota hacia mí una fracción de segundo


antes que la arquera se lanzara.

La arquera estaba en el suelo. Se dio cuenta de su error muy tarde. ¡Sí! ¡Se
acabó!

Corrí hacia adelante, encontré la pelota y la pateé con fuerza.

Entró. La arquera era rápida. Se lanzó de nuevo, pero demasiado tarde.


¡Estaba dentro!

La multitud explotó en vítores y gritos.

El árbitro hizo sonar el silbato. Quedaban treinta segundos en el reloj. El otro


equipo aún tenía tiempo para otra oportunidad, pero era como si todo nuestro
equipo hubiera encontrado su 60% extra.

Sin importar cuán duro hubiera intentado el otro equipo superar nuestra
defensa, no pudieron hacerlo.

El silbato sonó por última vez, anunciando el final del partido.

Katie corrió hacia mí. Luego Perry y Sam. Saltamos y gritamos y nos
envolvimos en un abrazo de grupo gigante.

Luego los chicos estuvieron ahí.

Levantando a Katie y a nuestra arquera.

Vitoreando y gritando con nosotras.

Ian me encontró, me dio un abrazo, y decidí oficialmente que este era el mejor
momento de mi vida.
Hombre, estaba equivocada. Estaba a punto de ponerse mejor.

Se separó, pero solo para poder poner su rostro más cerca del mío.

—Lo hiciste. Esa jugada… increíble. —Apretó mis manos y mi corazón


comenzó a golpear. Esta vez por una razón diferente.

Todo lo demás, el sonido, se desvaneció hasta ser solo nosotros dos.

Luego cerró la distancia entre nosotros, y me pregunté si toda esta cosa era
un increíble sueño.

No podía ser real, ¿verdad?

Pero el sentir su boca en la mía me dijo que era real.

Era la cosa más real que hubiera sentido nunca.

Envolví mis manos alrededor de su cuello, y sus manos me tomaron de la


cintura.

Los gritos y vítores, más fuertes que antes, me devolvieron a la realidad.

Nos separamos para encontrarnos rodeados de ambos equipos.

Katie aplaudió. Perry juntó las manos. ¿Eran esas lágrimas en sus ojos?

Reí.

—¿Por qué lloran? —bromeé.

Ella juntó los labios y dijo:

—Ustedes chicos tienen la relación perfecta.

Miré a Ian, pensando en las palabras de Perry.

¿Eso era lo que teníamos ahora? ¿Una relación?

***

Si estaba caminando en el aire antes de ese partido y un beso desconcertantes,


ahora tenía un emoji de ojos de corazón permanente en lugar de una cara.

No quería que la noche terminase. Nunca.

El beso de Ian me había levantado desde adentro, y lo único que quería hacer
era repetir el beso.
Pero antes de poder hacer eso, el entrenador me llevó aparte.

—Lena, hay alguien que quiere conocerte —dijo, bastante satisfecho.

Dejamos a los demás en el campo y caminé hacia un hombre mayor


esperando cerca de las gradas.

Me saludó con la mano y me pregunté quién sería. Podría ser…

El entrenador nos presentó.

—Lena, este es el Sr. Barry. Él es un cazatalentos de nivel universitario,


representa a diferentes escuelas. Le gustaría hablar sobre tu futuro.

Sonreí.

—Me encantaría hablar sobre mi futuro.

Con eso, el Sr. Barry comenzó a hablar sobre cuán gran adición sería para el
equipo de esta escuela o esa. No que solo admiraba mi habilidad para anotar
mientras estaba a bajo presión sino mi habilidad para unir al equipo.

Asentí como una tonta, tratando de procesar sus palabras y de asegurarme


de que estaba escuchando correctamente.

Una vez más, ¿ESTABA SOÑANDO?

Él continuó, y traté de mantener mi respiración estable.

—Me encantaría verte jugar otra vez. El entrenador me dice que van a jugar
contra Chestnut Mountain en un par de semanas. Estaré allí, para ver qué puedes
hacer. Sin más que decir, grandes oportunidades te esperan, Lena,
específicamente si sigues jugando así.

Asentí de nuevo, de seguro parecía una cabezota.

—Sí, señor. Puede contar con ello, y espero verlo allí.

Mis ojos vieron a mi padre de pie no muy lejos. Sacudí mi mano y le dije
quién era al Sr. Barry.

—Él me ha ayudado a entrenar desde que puedo caminar —dije.

El Sr. Barry sonrió y estrechó la mano de papá.

—Gusto en conocerlo, su hija es increíblemente talentosa.


Los tres comenzaron a hablar y me escurrí, todavía sin poder creerlo.

Las chicas me llamaron moviendo las manos, de camino a los vestuarios. El


estadio comenzaba a vaciarse, personas bajando de las gradas hacia el
estacionamiento.

Desde la distancia, vi al otro equipo con sus bolsas en mano hacia sus
vestuarios.

Katie chocó los cinco conmigo.

—Ian te estaba buscando, pero fue a recoger sus cosas.

Asentí.

—Tenemos que celebrar. ¿Ese gol que hiciste en la primera mitad? Fue épico.

Entramos a los vestuarios y nos cambiamos.

Todo el tiempo, no pude dejar de pensar en el partido, el gol final, mirando


a los chicos vitorearnos. Conocer al Sr. Barry, el cazatalentos universitario.

E Ian.

Definitivamente Ian.

Él me besó. En los labios.

Él fue quien había hecho la regla de no más besos en la boca. Porque eso no
era correcto a menos que significara algo.

Así que nuestro beso… tuvo que significar algo para él como lo hizo para mí,
¿verdad?

Aunque técnicamente nos habíamos besado un par de beses antes, tenía que
haber una razón diferente en el beso de esta noche, que se sentía como nuestro
primer beso.

Y eso era porque era 100% real.


Diecisiete
Cuando volvimos a la escuela y nos bajamos del autobús, era súper tarde.

Pero todos tenían mucha hambre, así que decidimos reunirnos en el Shake
Shack.

Ian nos llevó allí, y durante todo el camino, no podíamos dejar de hablar de
las victorias de ambos equipos. Todas jugadas. Mi objetivo de ganar el partido.

Y todo el tiempo, su mano derecha apretaba la mía mientras que su izquierda


dirigía el volante.

Estaba bastante segura de que el emoji de los corazones rojos pulsantes como
ojos había vuelto.

Estacionamos en la cafetería y salí, temblando inmediatamente. No había


sentido el frío antes, pero ahora me di cuenta de que no había traído una
chaqueta.

Me uní a Ian, tomé su mano de nuevo, y quise que mi cuerpo dejara de


temblar.

Ian se giró hacia mí.

—Toma —dijo en voz baja, quitándose la chaqueta de Letterman y


poniéndomela.

Metí los brazos dentro y abracé la chaqueta. Todavía estaba caliente, y


definitivamente olía a él.

—Buena suerte para recuperarla —dije.

Se rio.

—Te queda mejor de todos modos.

Definitivamente podría haber debatido eso, especialmente con mi cabello


salvaje después del partido, pero en cambio, entramos.

Encontramos a todos los demás y nos unimos a ellos. Juntos, ambos equipos
ocupaban casi la mitad del restaurante y varias cabinas.
Todos nos vitorearon cuando nos vieron, y varias de las chicas
definitivamente miraron la chaqueta de Ian que yo llevaba puesta.

Katie me dio un codazo juguetón cuando le di un abrazo.

—Ustedes dos se vuelven más adorables cada vez que los veo, lo juro.

Muy pronto, estaba alimentando a Ian con papas fritas y riendo con todos los
demás.

Mientras estábamos sentados allí, me di cuenta de que no había nada mejor


que esto. Reír y pasar el rato después de un partido como el de esta noche. Uno
en el que habíamos dejado todo en el campo.

No podía creer que esta fuera mi última temporada de soccer en el instituto.


El último año. No quería que terminara nunca. Pero sabía que lo haría en unos
pocos meses más. Todos nosotros... estaríamos en diferentes lugares el próximo
año. Muchos de nosotros ya no viviríamos aquí.

Era mucho en lo que pensar, así que aparté esos pensamientos y me concentré
en memorizar cada sonido, cada risa y sonrisa, la sensación pesada de la chaqueta
de Ian sobre mí, su brazo alrededor de mí. La calidez de estar tan cerca de él. Su
voz, perfectamente profunda pero amable.

Apoyé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos, respirando profundamente.

¿Cómo podía ser este momento la vida real?

Se sentía como un sueño.

Ian habló suavemente, haciéndome abrir los ojos. Su cámara estaba justo
delante de nosotros.

—Di patata —dijo.

Con mi cara tan cerca de la suya, tomó la foto y me la mostró.

—Perfecta —dije. Estaba tan guapo como siempre. Y yo me veía... feliz. Más
de lo que las palabras podrían decir—. ¿Me la envías?

Unos minutos después (y con mi filtro favorito), estaba en Instagram.

Apenas podía dejar de mirarnos, y me preguntaba por qué nunca lo había


visto de esa manera antes.
No podía imaginar que volviéramos a ser amigos ahora. No cuando ser más
simplemente se sentía bien.

Varios mensajes llegaron a mi teléfono a la vez. Era el hilo de las #BFF.

Tori: ¡Vaya!

Ella: ¡¡¡ !!

Rey: omgggg

Harper: ¡Saltando arriba y abajo por aquí! ¡Dime que esto es lo que creo que es!

Prácticamente grité en mi asiento y les envié un mensaje de texto como una


maníaca.

Lena: CHICAS, CREO QUE ESTO ACABA DE CONVERTIRSE EN REAL <3


PELLÍZQUENME

Lena: SOLO BROMEO, NO ME PELLIZQUEN, NO QUIERO QUE ESTO


TERMINE.

Entonces envié cerca de un millón de diferentes emojis relevantes.

Ellas también lo hicieron.

Ella: ¿Pero cómo? Creí que estaban de acuerdo en que todo esto era fingido...

Tori: LO SABÍA

Rey: CUÉNTANOS TODO

Lena: Ni siquiera lo sé. Creo que acaba de suceder. Al final del partido, nos besamos.
Él me besó. Y sé que fue real. Creo que él también lo siente.

Harper: ¿Qué dijo?

Lena: Supongo que no hemos hablado de ello, pero es como si no tuviéramos que
hacerlo, ¿sabes? Las cosas están... perfectas ahora mismo. Como si no tuviéramos que
decirlo en voz alta. Ni siquiera puedo creer lo increíble que es la vida ahora mismo.

Enviaron aún más emojis.

Dejé mi teléfono y volví a la conversación que tenía en frente, que incluía un


concurso de eructos entre algunos de los chicos y la mayoría de las chicas que se
asqueaban. Afortunadamente, Ian tenía demasiado respeto por sí mismo para
participar.

Me aferré a él, comiendo mis papas fritas y todavía segura de que tenía que
estar en algún tipo de sueño.

Habíamos ganado la clasificación estatal en el último momento posible, un


reclutador estaba muy interesado en mí, mi mejor amigo y yo nos habíamos
enamorado, y tenía las mejores amigas del mundo.

La vida era perfecta. ¿Qué más podía pedir?

***

La vida era perfecta.

Incluso si levantarse al amanecer no lo era. En realidad, estaba muy


emocionada de ir a la escuela porque significaba ir con Ian.

Sostener su mano mientras los rayos del sol de la mañana nos llegaban a
través del parabrisas y nos calentaban lo era todo.

Entramos justo antes del timbre de aviso. Ian comprobó la hora en su


teléfono. Solo tenía un par de minutos para llegar a su primera clase.

—¿Nos vemos luego? —dijo.

Asentí con la cabeza.

Me dio un beso en la mejilla.

—Gracias. Si llego una vez más tarde a esta clase...

Le di un apretón de manos.

—No te preocupes. Estoy segura de que puedo encontrar mi camino.

Luego se fue, perdido entre la multitud de estudiantes que corrían para llegar
a tiempo a clase.

Al final del segundo periodo, le estaba contando a Rey todo sobre nuestro
partido del viernes. Pero lo más importante, sobre Ian y yo.

Rey garabateó en su hoja de trabajo.


—Eso es impresionante. ¿Así que realmente crees que tienes una
oportunidad de jugar al soccer en la universidad? Yo ni siquiera sé qué quiero
estudiar.

—El entrenador lo cree así. Y apuesto a que encontrarás algo. Hay tanto que
podrías hacer, Rey. Escribir. Arte. Diseño gráfico. Convertirte en una de esos
blogueros que se pasan el día en la playa o algo así, bebiendo un delicioso trago
con esas mini sombrillas.

Rey miró alrededor torpemente.

—Sí, no sé si podría hacer eso.

Me burlé.

—Ya escribes como todo el tiempo. Todo lo que tienes que hacer es publicarlo
en línea. Apuesto a que conseguirías un millón de seguidores así —declaré.

Se encogió de hombros.

Le di una sonrisa.

—Encontrarás algo. Solo mira. —Entonces le di un guiño—. Apuesto a que


un chico guapo también está a la vuelta de la esquina —bromeé—. O justo delante
de ti. Solo míranos a mí y a Ian. ¿Quién lo hubiera pensado? ¿Te acuerdas de
todos nosotros hace unos años? ¿O en la escuela secundaria? Nos veíamos tan
tontos —dije con una risa.

Rey asintió.

—Yo solía tener el cabello súper largo. —Se tocó el cabello súper corto—. Y
nos graduaremos e iremos a la universidad pronto. —Frunció el ceño.

—¿Qué pasa? —dije—. No puedo esperar a graduarme.

—Bueno, duh —dijo—. Ya tienes un plan, y está sucediendo. Además, eres


confiada y amigable. Harás amigos dondequiera que vayas. —Ese ceño se hizo
un poco más grande—. Realmente las voy a extrañar, chicas.

Puse mi mano en la suya.

—Rey, vamos, sabes que todavía saldremos juntas. Promételo —dije—. Y tú


también harás amigos y te divertirás mucho. Lo sé.

Al final, sonrió un poco.


—Gracias. Espero que así sea.

Sonó el timbre, y nos pusimos a trabajar para terminar el trabajo que se


suponía que íbamos a hacer. Uups.

—Las dos juntas no siempre somos una pareja muy productiva, ¿verdad? —
dije para reír.

Ella también empezó a reírse.

Fuimos las últimas en entregar nuestra hoja de trabajo, el aula estaba vacía
para cuando recogimos nuestras mochilas para salir.

Rey y yo entramos en el pasillo, zigzagueando hacia nuestros casilleros.


Normalmente, Ian ya se había reunido conmigo, pero no estaba en ningún sitio a
la vista.

Giré hacia Rey, que abrazó su diario y su libro de texto.

—¿Quieres que caminemos juntas?

Ella asintió.

—Por lo menos hasta que tengamos que divergir nuestros caminos.

¿Divergir? Cuenta con que Rey use el lenguaje elegante.

Unimos los brazos y nos dirigimos a nuestra siguiente clase. Un par de


pasillos después, me despedí de Rey y giré hacia matemáticas.

El timbre sonó justo cuando entré, y me pregunté por Ian. Tal vez se había
retrasado en la clase como yo.

Encontré mi asiento y saqué mi teléfono para poder enviarle un mensaje de


texto. La profesora estaba en su escritorio, hablando con alguien, así que me di la
vuelta y le envié un mensaje rápido.

Lena: <3 ¡Te extraño!

Me metí el teléfono en el bolsillo, medio esperando un zumbido inmediato,


pero no llegó ninguno.

La voz de la profesora cortó el parloteo ruidoso de la clase.

—¡Chicos, trabajen en sus guías de estudio durante unos minutos!


Empezaremos en un momento.
Cavé a través del montón de papeles guardados en mi carpeta. Guía de
estudio, guía de estudio, guía de estudio...

Entonces un nombre familiar me llamó la atención.

—Y escuché a Bethany decir que ella e Ian finalmente están volviendo a estar
juntos. ¿Puedes creerlo...? —dijo el fuerte susurro.

Me di la vuelta en un instante, pero era difícil saber quién lo había dicho


cuando casi todo el mundo estaba hablando y riendo, apenas fingiendo hacer
algún trabajo.

Buscando la misma voz una vez más, me pregunté si había escuchado


correctamente. Tal vez pensé que había escuchado los nombres de Bethany e Ian.
Tal vez...

Tal vez mis oídos no me habían engañado.

Me di la vuelta, mordiéndome el labio, la guía de estudio olvidada.

¿Era por eso que apenas había oído hablar de Ian hoy? Y cuanto más lo
pensaba, ¿por qué parecía un poco apagado esta mañana, como si no escuchara
lo que decía? ¿Como si algo más hubiera estado en su mente?

Inhalé profundamente, todos esos pensamientos confusos metidos en mi


mente no me dejaron concentrarme en nada más.

Apenas oí una palabra de lo que dijo la profesora durante los siguientes


cuarenta y cinco minutos antes de que sonara el timbre.

Pero no podía ser verdad... Ian no haría eso.

¿Verdad? Tenía que ser un rumor extraño, iniciado por Bethany, por
supuesto.

Eso tenía sentido. Porque ahora estábamos juntos. Nuestro beso de buenas
noches cuando me dejó en casa después de pasar el rato en el restaurante... eso
fue real. Definitivamente se había sentido real.

Todo, desde su chaqueta hasta la forma en que me miró, había sido genuino.

Así que esos susurros... tenían que ser mentiras.

Tenían que serlo.


Dieciocho
En el almuerzo, no quería nada más que desaparecer.

Ian finalmente apareció, pero llegó tarde y definitivamente no era él mismo.

Tal vez era debido al rumor que había escuchado antes. Los susurros se
habían extendido como un incendio forestal de clase en clase.

Podría jurar que el fuerte caos de la cafetería se calmó por unos segundos
cuando entramos.

Ian miró a su alrededor, metió las manos en los bolsillos y luego intentó
sonreír, pero su mandíbula estaba rígida.

Reconocí ese tic suyo. Algo estaba pasando.

—¿Tienes hambre? —preguntó. Su voz salió tensa, y por una vez, deseé estar
en cualquier lugar menos con él.

O al menos no delante de todos en la cafetería. Sentí como si mil pares de ojos


nos miraran, viendo cómo actuábamos, quizás esperando una pelea. Una ruptura
fuerte, si tenían suerte.

Odiaba esto.

¿Cómo había cambiado todo tan rápido?

La voz de Ian volvió a salir a relucir. Recordé que había hecho una pregunta.

—Dije, ¿tienes hambre? —intentó de nuevo.

Me encogí de hombros.

—Claro.

No dijimos ni una palabra más el resto del tiempo en la fila del almuerzo, y
la tensión entre nosotros era insoportable.

¿Por qué simplemente no decía algo? ¿Por qué no decía que no era verdad?

O que sí lo era.
Podría habérselo preguntado yo misma, pero tampoco me pareció bien. El
rumor era sobre él y Bethany, así que ¿no debería ser él quien me dijera qué estaba
pasando?

Toda la situación me perturbaba.

Ian y yo nunca habíamos tenido una discusión. Tal vez un desacuerdo sobre
qué lista de canciones escuchar o qué jugada debería haber hecho el otro en el
campo. Pero desde que comenzamos este reto, habíamos discutido fuera de esa
fiesta, y ahora parecía que una pelea mucho más seria se estaba gestando.

Y normalmente no nos ocultábamos cosas el uno al otro. No si afectaban a la


otra persona de todos modos. Si él necesitaba que le dijeran que se aguantara o
que dejara de hacer eso en el soccer, yo lo diría. Y él asentía y decía que tenía
razón.

Y lo mismo era cierto para mí. No tenía miedo de decirme lo que yo misma
tenía miedo de admitir. Lo que ni siquiera me daba cuenta de que estaba
haciendo.

Pero ahora sentía como si él estuviera ocultando algo. Algo que iba a hacer
añicos nuestra amistad y nuestra relación.

¿Era por eso que no decía nada?

¿Había vuelto con Bethany?

Todo esto me estaba matando.

Agarré mi bandeja y corrí a mi mesa habitual. No fue hasta que estaba a


mitad de camino que oí a la señora del almuerzo llamándome, haciéndome saber
que había olvidado pagar.

Esto no podría haberse convertido en algo más embarazoso.

Entonces Ian llamó su atención y le entregó unos billetes.

Me di la vuelta y terminé de correr a mi mesa habitual.

Las #BFF miraron hacia atrás en la dirección de la que yo venía. Mantuve la


cabeza baja, pero cuando volví a alzar la mirada, los ojos de Ella siguieron a
alguien a través del comedor. Ian, asumí.

Suspiré.
—No me siguió, ¿verdad? —pregunté.

Ella negó con la cabeza.

—No, pero sigue mirando hacia aquí.

Harper se acercó más.

—¿Está todo bien?

Tori dejó su bebida.

—¿Qué pasa con ustedes dos? He estado escuchando todo tipo de rumores
extraños.

Me quejé.

—¿Así que tú también los escuchaste? Esperaba que todo fuera producto de
mi imaginación hiperactiva. —Mi voz se fue apagando. Definitivamente no era
mi imaginación.

Harper puso su mano sobre la mía.

—Pensé que todo estaba genial entre ustedes dos, que...

Tori intervino:

—¿Que estaban saliendo ahora?

Rey asintió.

—¿Qué ha pasado?

Negué con la cabeza.

—Ni siquiera lo sé. Ian ha estado actuando de forma extraña. Algo está
pasando. Tengo miedo de preguntar qué —dije en voz baja.

Harper me rodeó con su brazo.

—Ustedes dos se arreglarán. Lo sé.

De repente, las lágrimas llenaron mis ojos. ¿Y si no lo hacíamos?

—¿Cómo lo sabes? —pregunté, tratando de mantener mi voz en calma.

Tori me dio una pequeña sonrisa.


—Solo sabemos. Ustedes dos están hechos el uno para el otro. No hay manera
de que hayan sido tan buenos amigos todo este tiempo, solo para que termine
así.

Rey dijo:

—Yo pienso lo mismo. Puedo decir que Ian está loco por ti. Tal vez se
equivocó o algo así. Pero sé que lo arreglará. Ya lo verás.

Ella también me rodeó con su otro brazo. Luego Tori y Rey se acercaron al
otro lado de Ella y Harper también, alcanzando sus brazos hasta que hicieron
este medio capullo casi genial alrededor de mí.

En ese momento, por mucho que sintiera que mi corazón empezaba a


resquebrajarse, me sentí segura. Pero aun así, no podía evitar preguntarme si
había estado completamente equivocada sobre Ian y yo.

***

Vi a Ian en el entrenamiento de soccer, pero en lugar de preguntarle sobre lo


que había oído, me acobardé y decidí hablar con él después del entrenamiento.

Necesitaba dar el cien por cien en el entrenamiento después de todo. El


entrenador lo esperaba.

Y tampoco quería que las cosas me explotaran en la cara justo antes del
entrenamiento, cuando tendríamos que pasar otra hora y media juntos.

Además, me dije a mí misma que si algo pasaba, él ya me lo habría dicho,


¿verdad? Había tenido la oportunidad de hacerlo. Más de una vez.

Probablemente no era nada de todos modos.

Así que me tragué todas las dudas y preocupaciones de antes y fingí que lo
que pasaba entre nosotros no era gran cosa.

Algo así como una gran tirita sobre un tobillo mal torcido. Pero bueno,
funcionó durante un par de horas.

Al final de la práctica, sin embargo, la curita se había caído definitivamente.

Saludé a las chicas con el brazo en alto al salir del vestuario, asegurándome
de ser la última en salir. Cuando Ian y yo habláramos de esto, definitivamente no
necesitábamos una audiencia.
Exhalando fuerte y despacio, finalmente me dirigí al auto de Ian, deseando
realmente haber conducido yo misma al colegio hoy.

Y que todo pudiera volver a ser como la otra noche.

Una figura solitaria estaba de pie en el auto de Ian, dándome la espalda.


Reconocí su camisa negra de manga larga y su cabello perfectamente despeinado
después de la práctica. Sus guantes de arquero color neón estaban en el capó de
su auto. Cuando me acerqué a Ian, con mi bolsa de gimnasia colgando del
hombro, noté que tenía la cabeza gacha y me pregunté al instante en qué estaba
pensando.

El último par de personas, aparte de nosotros, salieron del estacionamiento,


despidiéndose de nosotros.

Saludé a Chris, y detrás de él, a Sam.

Luego me acerqué a Ian.

Ian tosió y dijo:

—Entonces, ¿deberíamos irnos?

Dejé mi bolso.

—En realidad quiero hablar contigo primero. —Apenas pude ver sus ojos.

—Oh —dijo en voz baja—. Está bien.

Hizo una mueca, y mi estómago se hundió.

¿Tendría que llamar a mi padre para que me recogiera después de que esta
conversación terminara?

La idea de eso me dio ganas de vomitar.

Respiré profundamente y moví mi pie sobre el concreto como si tuviera algo


que aplastar.

Me detuve y miré a Ian, obligándome a encontrar su mirada.

—Así que, esto, sobre lo de hoy...

Ian se movió incómodamente.

—Sobre eso, Lena...


Una oleada de algo como la confianza o tal vez la ira o la decepción me hizo
interrumpirlo.

—Sí, hoy —dije—. ¿De qué se trataba? Quiero decir, estoy en clase, y la mitad
de la gente está hablando de ti y Bethany. —Luché contra la bilis en mi garganta
para poder terminar—. ¿Volvieron a estar juntos?

Él dio un paso más cerca, y yo di uno de vuelta adelante.

—Lena, déjame explicarte.

—Bien —dije, las manos en las caderas—. Explica. ¿Por qué hay tantos
rumores? ¿Son verdaderos?

Hizo una pausa, y me dieron ganas de vomitar.

—Ian, ¿son verdaderos? ¿Has estado hablando con Bethany? Porque dijiste
que habías terminado con ella.

Se pasó las manos por el cabello, suspirando por la frustración.

—No es así. Sí, hablé con ella...

—¿Qué? —chillé—. ¿Por qué no dijiste nada?

Se dio la vuelta, apoyando las manos contra su auto y empujando su peso


contra él.

—¡No es nada!

Me burlé.

—¿Nada? ¿En serio? ¿Hablar con tu ex no es nada? Hablar con la chica que
intentas recuperar...

Se dio la vuelta.

—No es gran cosa. Me envió un mensaje de texto, diciendo que quería sus
cosas de vuelta, así que se las llevé a su casa...

Me reí entonces, por pura sorpresa. O tal vez sin sorpresa. Tal vez parte de
mí había estado esperando esto. Sabiendo que todo era demasiado bueno para
ser verdad.

—¿Qué? Oh, Dios mío —dije, negando con la cabeza—. Debería haberlo
sabido...
Ian estuvo cerca.

—Lena...

Me alejé un paso más de él.

—No lo entiendes. ¿A quién le importa este estúpido reto? Pensé que eras mi
amigo antes que nada. Podrías haberme dicho la verdad para que no anduviera
por ahí como una... —Cerré los ojos, exhalé y lo volví a mirar—. Solo dime una
cosa. ¿Es cierto el rumor?

Miró hacia otro lado. Ese momento de vacilación fue todo lo que necesitaba.

Entonces me di la vuelta. Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a mi padre


para que me fuera a buscar en la escuela lo antes posible.

—Lena, espera —dijo, viniendo para poder mirarme a la cara. Se tambaleó.

Lo miré fijamente, mi voz apenas superaba un susurro.

—No puedo creer que todavía no puedas verla como es. Te mereces algo
mejor.

—Lena, por favor —dijo—. No lo entiendes...

—Oh, lo entiendo —escupí—. Solo déjame en paz. —Empecé a alejarme.

Me tocó el brazo y me detuve.

—Solo déjame explicarte.

Sus ojos me suplicaron, pero por dentro, estaba acabada.

Seguí caminando, queriendo poner distancia entre nosotros para que no


viera cuánto dolía esto.

Mi padre me envió un mensaje de texto, haciéndome saber que estaba a pocos


minutos de distancia.

Ian me llamó.

—Las cosas entre ella y yo son complicadas, ¿bien?

Me di la vuelta una última vez.

—Haz lo que quieras. No me importa.


Tal vez finalmente había tocado el nervio correcto porque Ian no fue detrás
de mí.

Cuando llegué al frente de la escuela, mi padre estaba llegando. Me subí a su


camioneta y di un portazo.

Mi padre miró a su alrededor, obviamente sin ver a Ian, entonces su mirada


se posó en mí. Miré hacia la ventana, parpadeando contra las lágrimas.

Sabía que Ian tenía que seguir en su auto, y me preguntaba si era porque
quería asegurarse de que yo también me fuera antes de que él se fuera. Ese
pensamiento me hizo querer rendirme y empezar a llorar.

Al menos podía contar con que mi padre no se entrometería.

Por mucho que lo amara, no quería hablar de esto con nadie más que con mis
amigas.

Y supuse que él tampoco quería tener esa incómoda conversación porque no


dijo una palabra.
Diecinueve
Unos días más tarde, las cosas entre Ian y yo no estaban arregladas.

Y dudaba seriamente de todos los consejos que las #BFF me habían dado en
el almuerzo.

Para empeorar las cosas, era el día del partido.

En lugar de estar entusiasmada, me pasé todo el día distraída. Un poco triste.


Y definitivamente no con una mentalidad de campeona.

En los días de partido, era seguro decir que normalmente me sentía un poco
engreída. Confiada. Lista para entrar al campo y patear algunos traseros. Hacer
algunos goles.

Hoy, todo lo que quería hacer era arrastrarme a la cama, comer helado y
llorar cuando Ross y Rachel rompieron.

Pero no podía hacerlo, suponía.

Todo el equipo universitario femenino y el entrenador contaban conmigo.

Así que fingí una sonrisa y pasé el día con el uniforme puesto para fomentar
el espíritu escolar.

Iba a ser un gran partido, y se esperaba una gran participación.

Junto con una victoria segura para que pudiéramos seguir compitiendo
contra Chestnut Mountain para el campeonato estatal.

Ya habíamos vencido a este equipo una vez esta temporada. Eran buenas.
Nosotras éramos mejores.

Pero yo no había estado pasando por una mala racha con mi novio falso
convertido en real entonces.

¿Por qué la vida tenía que ser tan complicada?

La vida había sido mucho más fácil cuando Ian y yo éramos los mejores
amigos. Antes de un partido en casa, podía contar con su variedad de listas de
reproducción para animarnos. Escuchábamos canción tras canción desde las
gradas que daban al campo, asintiendo con la cabeza al ritmo de la música e
imaginando el increíble partido que íbamos a tener.

Pero en lugar de buscarlo después de la escuela para empezar nuestra rutina


habitual, me mantuve al margen, pateando la pelota en un campo de béisbol
vacío. El entrenador de béisbol se enfadaría si me viera arruinar el césped con
mis botines de soccer, pero no importaba. No podía ver a Ian en este momento.

Incluso deseaba que volviera a ser un estudiante de primer año tranquilo,


silencioso y tonto. Pero eso fue en noveno grado.

Ahora estábamos en el último año. No había vuelta atrás.

Llegó el momento del partido, y calentamos. Nos estiramos juntos. Lideré el


equipo como siempre, deseando que mi voz fuera tan fuerte como cualquier otro
día.

Me dije a mí misma que tenía que hacer esto. Había jugado tantos grandes
partidos esta temporada. Podría hacerlo de nuevo.

Respirando profundamente, salí al campo. En cuestión de segundos, sonó el


silbato del árbitro.

Empujé a Ian lejos de mis pensamientos. Tenía que terminar este partido y
ayudar a mi equipo a ganar. Los chicos tenían su partido después, e iba a ser
difícil. Las chicas ya habían decidido quedarse y animarlos desde las gradas, pero
yo tenía una excusa lista para cuando nuestro partido terminara.

La pelota vino hacia mí, rodando por el césped perfectamente recortado. La


detuve. Bien, hasta ahora todo iba bien.

Busqué a alguien para pasársela.

Encontré a Katie. Pateé la pelota con fuerza hacia ella.

Y la vi navegar demasiado a la derecha.

¡No!

Tres pases fallidos y un fácil pero horriblemente fallado gol más tarde, estaba
sentada en el banco.

El entrenador me miró y suspiró, murmuró algo sobre entrenar a chicas


adolescentes y volvió a ver el partido y a gritar al resto del equipo.
Nos faltaba un gol, y si nosotras no nos organizábamos, íbamos a perder, a
lo grande.

Y por nosotras, me refería a mí. Necesitaba organizarme.

Durante el descanso, abrí mi casillero y metí la cabeza dentro, ignorando las


miradas afiladas de todas las demás en el equipo. El entrenador comenzó su
discurso habitual, repasándonos una a una y diciéndonos en qué necesitábamos
trabajar durante el resto del partido.

Me dejó para el final. Mi cabeza permaneció en el casillero, con los ojos


cerrados.

—¿Y Lena? —Estaba segura de que todas las demás me miraban,


preguntándose qué diablos estaba haciendo—. No estoy seguro de lo que está
pasando hoy, pero el equipo cuenta contigo, así que prepárate. —Su tono era
firme pero suave y sabía que tenía buenas intenciones, pero las palabras picaban
de todas formas. Odiaba que estuviera arruinando este partido para todas.

Katie se acercó y puso su mano en mi hombro.

—Vamos, chica. Te necesitamos, así que sal ahí fuera y haz un gol o dos,
¿bien? O consígueme la pelota, no me importa. Pero es como si hubieras olvidado
ponerte las pilas esta mañana o algo así. Como si no te hubieras bebido tu zumo
especial de Lena. Cava profundo y patea algunos traseros, ¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza, pero por dentro, sabía que el partido ya había
terminado para mí.

Volvimos al campo, pero no pude poner la cabeza en su sitio, por mucho que
lo intentara.

En los últimos cinco minutos del partido, estaba conteniendo las lágrimas.
Había fallado otro gol. No fue un error fácil como la última vez. Había sido un
tiro difícil, sin embargo, colgué la cabeza avergonzada.

Si no fuera por Sam, nuestra barrendera, y la defensa cerrada que corrió, nos
habrían matado, pero al menos mantuvimos al otro equipo a raya. No volvieron
a anotar, pero como nosotras lo hicimos, sonó el silbato final y ganaron,
animando y gritando en el centro del campo.
El resto de nosotras salimos del campo, silenciosas y sombrías. Eché un
vistazo a las gradas justo a tiempo para ver al Sr. Barry saliendo. ¿Lo había visto
todo?

Cerré los ojos, en parte para fingir que no acababa de ver al reclutador y en
parte para contener las lágrimas.

Nos reunimos con el entrenador en el vestuario, y aún molesta conmigo


misma, me preparé para que me gritaran durante los siguientes veinte minutos.

Pero lo que pasó después fue casi peor.

El entrenador se paró frente a nosotras, con la decepción clara en su cara.

—Un equipo es más que un simple jugador estrella.

Auch.

Siguió adelante.

—Sé que fue un partido difícil esta noche. A veces, un jugador clave tiene un
mal día y eso hace que todo el mundo se desanime. Eso pasa. Lo entiendo. Pero
estoy muy orgulloso de todas por darlo todo de todos modos y no dejar que se
descarrilaran completamente. La segunda mitad que acabamos de jugar fue
genial. No fue la mejor, no fue la de siempre, pero evitaron que el otro equipo
volviera a marcar. Cada persona hizo un esfuerzo extra hoy para mantener al
equipo trabajando. Lena, sé que te perdiste un par de goles. Está bien. Seguiste
intentándolo.

Asentí y suspiré.

—He visto a jugadores excepcionales rendirse y no preocuparse. Sé que te


importa. Quédate con eso.

Algunas jugadoras murmuraron de acuerdo, y me pregunté por qué no me


odiaban completamente. Por qué no me miraban mal.

Entonces el entrenador me dio la respuesta.

—Normalmente, la derrota de esta noche significaría perder nuestra


oportunidad de ir a las estatales. Pero gracias a los partidos anteriores y a los
puntos que hemos acumulado, sin mencionar el hecho de que no nos han matado
esta noche, hemos sobrevivido y seguiremos adelante.
Me quedé sin aliento. Gracias a Dios. Tal vez podría dormir esta noche sin
que me pesara demasiado la culpa.

El entrenador nos dijo que fuéramos a casa y descansáramos un poco.

—No podemos permitirnos perder nuestro próximo partido. Si ganamos ese,


podremos ir contra la secundaria Chestnut Mountain por el campeonato estatal.
Así que necesito que todas estén en plena forma el resto de la temporada. —
Anotó algunas cosas en su portapapeles. Luego murmuró—: Y no solo
físicamente.

Las chicas se levantaron y comenzaron a agarrar sus cosas, se pusieron sus


sudaderas de calentamiento y se quitaron las espinilleras.

Yo también me levanté.

—Lo siento, chicas —dije—. No volverá a suceder. Lo prometo.

Perry se acercó.

—No te preocupes por eso. Le pasa a las mejores de nosotras.

Luego vino Katie.

—Pero en serio, chica, ve a arreglar los problemas de chicos porque no


podemos permitirnos otra derrota. Realmente quiero ese trofeo estatal —bromeó.

Me mordí el labio.

—Te amamos —dijo ella, relajándose—. Pero en serio, si alguien se merece


ese título estatal, somos nosotras.

Ella tenía razón. Le di la mejor sonrisa que pude.

—Cuenta con ello.

No tenía ni idea de si los “problemas de los chicos” estarían arreglados para


entonces, pero sabía una cosa.

No podía decepcionar a mi equipo de nuevo.

No importaba lo que pasara, no lo estropearía.

El entrenador se acercó, con un aspecto intranquilo.


—Lena, no estoy seguro de que sepas esto, pero el Sr. Barry estaba ahí fuera
esta noche. Vino a verte jugar. Siento tener que decir esto, pero... podría haber
sido así. Esta noche era tu oportunidad, y para serte sincero, no estoy seguro de
que haya otra.

***

Como si las cosas no fueran lo suficientemente malas, con mi carrera de


soccer yendo cuesta abajo antes de que empezara y el estado incómodo en el que
estábamos Ian y yo, ese fin de semana era el Baile de Bienvenida.

Genial...

Había estado tan ansiosa por esto antes, y ahora lo estaba temiendo
absolutamente.

Podría haberme pateado a mí misma.

¿Por qué había aceptado este estúpido reto?

Entonces otra parte de mí estaba enfadada solo conmigo misma. Esto fue mi
culpa. Debí haber controlado mis sentimientos, pero las cosas se habían vuelto
turbias tan rápido.

Debí haber ido más despacio por un minuto, entender las cosas, aclarar los
límites o lo que sea. Pero en vez de eso, me dejé atrapar por lo que estaba pasando
sin detenerme a pensar.

Ugh.

En el campo, mi velocidad era algo bueno, pero cuando se trataba de chicos...


Definitivamente no era algo bueno.

Definitivamente todo había salido en mi contra, y ahora estaba pagando el


precio.

No más retos para mí, y definitivamente no los que involucran chicos...

O amigos que eran chicos.

¿Y si las cosas entre nosotros se arruinaban para siempre?

El Baile de Bienvenida se arruinó definitivamente, y no había mucho que


pudiera hacer al respecto. No iba a enviarle un mensaje a Ian para saber si todavía
íbamos a ir juntos. La respuesta sería no, especialmente si Bethany estaba
decidida a recuperarlo.

Ugh. Deja que lo tenga.

La idea de que volvieran a estar juntos me hacía querer acurrucarme en una


bola. Me limpié una lágrima.

No llores. Ya había decidido que iba a hacer lo mejor de esta noche.

Tenía al resto de mis mejores amigas para pasar el rato.

Y estaba decidida a divertirme, incluso si eso significaba soportar a Ian y


Bethany a unos metros de distancia.

No me iban a arruinar el Baile de Bienvenida, aunque la perspectiva de


quedarme en casa con un bol de helado y una buena comedia romántica sonaba
mucho más atractiva.

Así que las #BFF y yo nos encontramos en la casa de Tori y nos preparamos
juntas. Harper y yo peinamos y maquillamos a todas, excepto a Rey, que hizo su
propio look súper emo pero muy genial.

Unos minutos antes de que nos fuéramos y nos reuniéramos con los chicos,
nos pusimos nuestros vestidos.

El mío era largo y con figura, hecho de una tela color oro rosa que brillaba a
una milla de distancia. El escote de novia mostraba mis hombros delgados y mi
cabello caía hasta los codos en ondas perfectas, con un poco de él recogido a la
derecha.

La sombra de ojos brillante a juego, los pendientes colgantes y el lápiz de


labios nude realmente completaban el look. Junto con mi par de tacones favoritos.

Pero apenas podía sonreírme a mí misma en el espejo. Me veía como un


millón de dólares, pero me sentía vacía por dentro, sabiendo que no tendría a
alguien especial para abrazarme esta noche.

Cierto alguien especial. Alguien a quien pudiera alcanzar perfectamente con


estos zapatos. Cerrando los ojos y respirando hondo, me di otro recordatorio de
la estricta política de no llorar esta noche.

Prometí que la pasaría bien esta noche. Con o sin Ian. Necesitaba esto,
especialmente después de todo lo que había pasado en el campo recientemente.
Era el último año de la escuela y nada iba a arruinarlo.

Y si la vida era como esas películas cursis de la tele, entonces quizás esta
noche Ian y yo nos besaríamos y haríamos las paces.

Tal vez todavía había una posibilidad de que termináramos en la pista de


baile juntos, balanceándonos con una canción lenta con nuestros brazos
alrededor del otro.

Tal vez.

Una chica podría tener esperanzas, ¿verdad?

Mi corazón dio un rotundo no.


Veinte
Durante toda la cena con los chicos, no podía evitar mirar a Ella y Jesse o
Harper y Emerson o Tori y Noah y cómo malditamente adorables eran todos.

La forma en que Noah tomaba la mano de Tori cuando ella se sentaba o cómo
Emerson miraba a Harper. O cuando Jesse puso un brazo alrededor de Ella
después de que terminaron de comer.

Me giré hacia Rey, quien también estaba sola esta noche.

—Supongo que seremos la cita una de la otra esta noche, ¿eh? —bromeé.

Ella sonrió.

—Totalmente.

Alejé mi plato. Si comía más papas fritas, más tarde no me entraría más el
vestido.

—Sabes lo que eso significa, ¿no?

Rey parpadeó hacia mí, casi como si estuviera un poco asustada.

Y por un buen motivo.

—Tenemos que bailar juntas —dije con una gran sonrisa.

Definitivamente no estaba planeando pasar toda la noche sentada sola en


algún lado mirando a todos los demás divertirse.

Rey lucía como si no estuviese segura de esa idea, pero de todos modos dijo:

—De acuerdo.

Le di un abrazo de costado, amándola por decir que se quedaría conmigo


esta noche.

Nada como una buena amiga para ayudarte a atravesar un Baile de


Bienvenida sin cita.

Cuando pudimos bailar, lo primero que hice fue mirar a Ian, preguntándome
si siquiera habría decido venir esta noche.
¿Estaba como yo, decidido a pasarlo bien? ¿O en casa, mirando televisión
tonta y fingiendo que el Baile de Bienvenida no existía?

Unos veinte minutos después, lo vi con un grupo de chicos del equipo de


soccer. Lucía como si no fuera el único solo esta noche.

Suspiré aliviada, y me di cuenta de que era porque estaba solo.

Bethany no estaba en ningún lado a la vista.

Y sería una noche genial si no la veía.

Pero, por supuesto, casi me choqué con ella en el baño.

Nuestras miradas se encontraron por un instante, y luego me fui. De ninguna


manera iba a darle otro segundo de mi atención.

Volví a la pista de baile y seguí bailando con Rey, que con su subidón de
azúcar por las galletas y el ponche finalmente podía seguirme el ritmo. Casi
siempre.

Saltamos y gritamos y movimos las caderas hacia delante y atrás al ritmo de


la música. Cerré los ojos, tratando de olvidar las últimas semanas, la decepción,
el dolor, tanto en el deporte como en el amor.

Por unos minutos, casi funcionó.

Entonces la canción terminó, y abrí los ojos, y todo volvió.

Exhalé y me giré hacia Rey.

—Voy a buscar un poco más de ponche, ¿de acuerdo?

Ella asintió.

—De todos modos necesito un descanso. Ya se me bajó el azúcar.

Se fue tambaleando a las gradas para sentarse, sacando un diario de su


cartera, y yo me fui en busca de hidratación.

Encontré la mesa de ponche, agarré un vaso y el cucharón, y empecé a


servirme.

Después de unos cuántos sorbos, dejé el vaso y me sequé las gotas de sudor
de la frente con una servilleta. A pesar de que todavía era bastante temprano,
nuestro baile estaba a toda marcha, con casi nada de espacio libre en la pista de
baile. Girándome de vuelta a nuestro lugar en las gradas, pensé que quizás
podría convencer a Rey de que se uniera a mí para otro baile. Si podía conseguir
que la chica dejara su diario por un minuto.

Pasé entre la multitud, en su mayoría parejas, buscando a Rey en el otro lado


del gimnasio.

Todo el lugar estaba oscuro, las luces en flashes hacían difícil que encontrara
a mis amigas.

Entonces mis ojos aterrizaron en un rostro familiar. Ian, bailando con alguien.
Ella estaba de espaldas a mí, pero reconocí su vestido rojo en un instante.

Bethany.

Se balanceaban con la música a solo unos metros de distancia, él con sus


manos en su cintura.

Las luces parpadearon de nuevo.

Traté de leer la expresión en el rostro de Ian, pero estaba demasiado oscuro.

Entonces Bethany se puso de puntillas, buscándolo. Sacudí la cabeza,


negándome a creer lo que estaba viendo. ¿Pero cómo podía no creerlo, cuando
estaba pasando justo frente a mí?

Mientras tanto, el mundo siguió girando, la gente siguió bailando, y la


música siguió sonando.

Dentro de mí, mi corazón se rompió en pedazos. Peor que cualquier partido


de soccer que hubiese perdido en mi vida.

Me alejé, sabiendo que tenía que irme de ahí. Aún buscando a mis amigas en
la multitud, me pregunté si debería simplemente irme a casa. Entonces la mirada
de Ian se detuvo en mí. Dio un paso rodeando a Bethany y dirigiéndose hacia mí.
Yo di uno atrás, tropezando con alguien.

Luego corrí.

***

No estaba segura de qué hubiera hecho sin las #BFF.

Después de enviarle un mensaje de emergencia a Rey, ella me encontró en el


estacionamiento, sentada en la acera al lado de su auto y oculta de la vista.
Quizás Ian vendría detrás de mí. Quizás no. Pero no quería verlo ahora
mismo. No con el rímel y el resto de mi maquillaje cayendo por mi cara.

Luego Tori, Ella y Harper estaban allí también, inclinándose hacia abajo hacia
mí, y lo único en lo que pude pensar fue que gracias a Dios los chicos no estaban
con ellas porque no necesitaban verme luciendo como un monstruo lloroso del
maquillaje.

Ellas me ayudaron a subir al auto de Rey.

Tori abrió la puerta trasera, Ella y Harper justo detrás de ella, listas para
subirse también, y yo sacudí la cabeza, girándome hacia ellas. Me sequé la cara
con un pañuelo.

—Chicas, no, por favor. Vuelvan adentro y encuentren a sus citas. Yo estaré
bien.

Harper se mordió el labio.

Tori dijo suavemente:

—No luces bien.

Ella me dio otro pañuelo.

—Solo queremos asegurarnos de que estés bien.

Harper asintió.

—Déjanos ir contigo. Pasaremos el rato juntas. Te sentirás mejor.

Sacudí la cabeza e intenté sonreír.

—Ya me siento mejor. Quiero irme a casa. Por favor, no renuncien al resto de
su noche por mí. Solo me sentiré peor.

Tori suspiró.

—No sé…

—Por favor, chicas —dije—. Podemos encontrarnos más tarde o algo.

Se miraron entre ellas.

Rey habló desde el asiento del conductor.


—Yo me quedaré con ella, y podemos encontrarnos más tarde en mi casa.
Solo mándenme un mensaje.

Tampoco me encantaba la idea de que Rey renunciara a su noche del Baile


de Bienvenida, pero parte de mí también estaba agradecida de que lo hiciera.

Finalmente convencidas, el resto de las #BFF me dieron un último abrazo y


prometieron que estarían en casa de Rey pronto, armadas con mis snacks
favoritos.

Todo el camino a casa, lágrimas silenciosas corrieron por mi cara mientras yo


miraba fijamente por la ventana, preguntándome cómo esta noche se había
convertido en un desastre tan rápido.

¿Cómo pude ser tan tonta? Obviamente, Ian seguía sintiendo algo por
Bethany. Quiero decir, ¿qué esperaba? ¿Que la superara, así de repente?

Quizás eso pasaba en las películas. No en la vida real.

Y era mi culpa pensar que la vida era una película con el final feliz perfecto.

Me sequé las lágrimas corriendo por mi cara.

La vida no funcionaba así.


Veintiuno
El Baile de Bienvenida estaba lejos de terminar cuando Rey y yo nos fuimos,
así que no esperaba que el resto de las chicas aparecieran pronto.

Pero eso estaba bien. Rey y yo volvimos a su casa. Su madre nos echó un
vistazo y dijo que era bienvenida todo el tiempo que quisiera.

Subimos las escaleras, me quité los zapatos y me metí en la cama de Rey.


Arrastró su silla de escritorio hasta la cama y mantuvo su mano en mi hombro
todo el tiempo.

No tenía televisor en su habitación como yo, pero quería estar ahí de todos
modos.

A los pocos minutos, llamaron suavemente a la puerta.

—Pasa —llamó Rey.

También me di la vuelta, limpiándome los ojos.

Era la madre de Rey, con una pequeña bandeja en sus manos. Había dos tazas
de algo que aún humeaba, más algunas galletas y fruta. Dejó la bandeja en el
escritorio de Rey y se giró hacia nosotras.

—Solo pensé en traerles un té y un refrigerio.

Me senté y me limpié la nariz.

—Gracias, Sra. Hart.

Me dio una sonrisa tensa.

—¿Seguro que estás bien, cariño? —Dio unos pasos hacia nosotras, su cara
marcada con líneas de preocupación.

Asentí con la cabeza.

—Estaré bien. Gracias por el té.

Se quedó en silencio por un segundo, y parecía que estaba decidiendo si


debía preguntarme qué pasaba.

Afortunadamente, Rey intervino y dijo:


—Está bien, mamá. Solo son cosas de chicos. Nada serio, lo prometo.

La madre de Rey no parecía totalmente convencida de que debiera dejarnos


en paz, pero lo hizo.

—Bien —dijo, dirigiéndose a Rey—. Tu padre y yo nos vamos a la cama, pero


despiértame si necesitas algo, ¿de acuerdo? Llama y avísame cuando las chicas
se vayan a casa.

Rey asintió, y ella se fue, cerrando suavemente la puerta tras ella.

Me acosté de nuevo, levantando las mantas.

—Tu madre es amable.

Rey se puso de pie.

—¿Quieres algo más cómodo para ponerte?

Unos minutos más tarde, estaba en una larga camisa de noche. Ambas nos
sentamos en su cama comiendo galletas y bebiendo té.

Rey sostuvo su taza y alcanzó otra galleta.

—Mi mamá dice que una bebida caliente siempre mejora las cosas.

Sonreí.

—Tiene razón. —El líquido me calentó hasta los dedos de los pies, y me sentía
más tranquila que antes—. A mi madre también le encantan sus tés, pero nunca
los había probado antes. Aunque esto es de hecho bastante bueno.

Tomé otro sorbo, mis pensamientos volvieron a esa imagen de Bethany e Ian
en el baile.

Mi corazón se rompió.

Incluso las palabras del entrenador. Esta noche era tu oportunidad, y para serte
sincero, no estoy seguro de que haya otra.

Las lágrimas volvieron a inundar mis ojos, y deseaba poder borrar esas dos
cosas de mi mente.

Rey me apretó la mano.

—¿Quieres bajar y ver una película?


Asentí con la cabeza, necesitando una distracción, y nos dirigimos abajo.

Insistí en una comedia romántica, pero en minutos, mi cabeza estaba en su


hombro y resoplé, las lágrimas volvieron y tuve que dejar salir todo.

Afortunadamente, Rey era la perfecta oyente.

—Quiero decir, una cosa era que no fuéramos juntos al Baile de Bienvenida.
¿Pero terminar con ella? Es como si no le importara nada, ¿sabes?

Rey dijo:

—Sí.

Y yo seguí.

—No era solo alguien por quien terminé teniendo sentimientos. Era mi mejor
amigo. Pero ahora es como si todo eso se hubiera ido para siempre. No veo cómo
podemos seguir siendo amigos después de todo esto.

Fue entonces cuando las lágrimas comenzaron de nuevo, al pensar en no


pasar más tiempo con Ian. Y no sería fácil porque nos faltaba el resto de la
temporada de soccer.

Cada vez que lo veía, el dolor se disparaba dentro de mí.

Y entonces pensé en la graduación y en ir por caminos separados, y eso me


hizo llorar aún más.

Rey tenía su brazo alrededor de mí, y me abrazó fuerte.

—Lo siento mucho, Lena. Pero espero que al menos te hable de ello y se
disculpe. Nunca se sabe. Tal vez funcione.

Pensé en eso, suponiendo que tal vez hubiera una oportunidad. Esperando
que todavía hubiera una oportunidad, pero sin ver cómo. Lo que había visto
había sido bastante claro.

Y aunque la idea de perder a Ian como amigo era lo que más dolía, no estaba
segura de poder superarlo.

Las dos nos quedamos sentadas allí, con el brazo de Rey alrededor de mí. Me
limpié la nariz y los ojos, pero las lágrimas vinieron de todos modos.
El sonido de la puerta delantera abriéndose y luego las voces rompieron el
silencio.

Dos tipos entraron, deteniéndose al vernos.

El que tenía una caja de pizza en sus manos dijo:

—Oh, uh, lo siento. Pasaremos el rato en la casa de Wes entonces. —Con un


pequeño saludo, se fueron tan rápido como habían llegado.

—Lo siento —dijo Rey—. Ese era mi hermano Hugo y su amigo Wes. Vive al
lado —terminó en voz baja.

Me senté.

—¿Él es...?

Asintió con la cabeza, sonrojándose tenuemente.

Sonreí, mirando hacia donde habían estado un segundo antes.

—Es lindo —bromeé.

Volvimos a ver la película, pero antes de que estuviera a la mitad, llegaron


varios golpes suaves a la puerta.

Rey comprobó quién era a través de las cortinas, pero seguro que eran las
#BFF.

Aún estaban vestidas de fiesta, pero como habían prometido, trajeron


toneladas de bocadillos para que pasáramos nuestra fiesta de lástima de último
minuto.

Harper me dio un abrazo, luego Tori y Ella.

Estábamos en un pequeño círculo, y me alegré más que nunca de tenerlas.

—¿Cómo fue el resto del Baile de Bienvenida? —pregunté casualmente, pero


también preguntaba por Ian.

Harper me tomó la mano.

—Estuvo bien. No es lo mismo sin ustedes dos.

Tori sonrió.
—¿Qué es un baile sin Lena para superar a todos los que están allí con sus
movimientos?

Nos reímos, y supe que era verdad. Eso era otra cosa que me entristecía:
haberme perdido todo ese baile.

Harper se puso seria otra vez.

—Ian te estaba buscando, sabes.

Tori se cruzó de brazos, y pude ver que no estaba de parte de Ian después de
lo que había pasado esta noche.

Pero Ella se encogió de hombros.

—Si te hace sentir mejor, él y Bethany tuvieron una especie de discusión y


luego él se fue. Parecía bastante molesto.

Harper continuó.

—¿Como si tal vez lo sintiera?

Miré a Tori. Ella negó con la cabeza un poco.

—No tenía que besarla.

Los sentimientos de ese momento, de ver a Bethany e Ian besarse, volvieron


a inundar el lugar. También las lágrimas.

Eso es lo que pasaba cuando besabas a alguien de verdad. El riesgo de salir


herida también era real.

¿Por qué había creído que no me pasaría a mí?

***

En lo que a mí respecta, todo el reto estaba cancelado.

Mi amistad con Ian probablemente también había terminado. Junto con mis
posibilidades de ser reclutada.

De cualquier manera, necesitaba tiempo lejos de él para pensar y dejar que


mi corazón se curara.

Desafortunadamente, Ian era implacable.


Fue la razón por la que pasó de estar permanentemente en el banquillo a ser
uno de los mejores arqueros del estado.

Solo deseaba que hiciera lo que yo estaba haciendo y me diera la espalda por
unos días hasta que pudiera decidir lo que sentía por él.

Pero cuando caminé hacia mi casillero el lunes por la mañana, él ya estaba


allí.

Ignorar sus mensajes todo el fin de semana no había sido suficiente pista.

O tal vez solo lo había empujado a hacer esto.

Cambió su peso de un pie a otro, pareciendo inseguro de sí mismo.

Me detuve a varios metros de distancia, debatiendo si era mejor no agarrar


mis libros o hacer lo posible por ignorarlo mientras abría mi casillero y tomaba
mis cosas.

Entonces mi mente volvió a él besando a Bethany la otra noche, y las lágrimas


volvieron. Apreté la mandíbula, deseando que las lágrimas no se derramaran.
Sacudiendo la cabeza, me di la vuelta para escapar.

Apenas había llegado a la esquina cuando él estaba allí, delante de mí.

—Lena, solo espera. Por favor. Déjame explicarte. —Sus ojos me suplicaron.
Su voz. Me odiaba a mí misma por extrañar su voz.

Dudé por una fracción de segundo, con la mirada en el suelo. Entonces...

—No —dije, mi voz segura.

Cuando lo rodeé y seguí adelante, Ian no me siguió. Suspiré aliviada, secando


una lágrima perdida.

No intentó volver a hablarme el resto del día, ni siquiera en el almuerzo,


cuando nos encontramos cuando salía de la fila del almuerzo y él entraba en la
cafetería.

Sus ojos se posaron en mí, pero metió las manos en los bolsillos y se quedó
donde estaba.

Por una vez, no tenía ganas de ir al entrenamiento de soccer. Las cosas iban
a ser muy incómodas con el resto de los chicos y chicas. No esperaba con ansias
las miradas extrañas y las preguntas insistentes.
Cuando entré en el vestuario esa tarde, estaba segura de que todos lo sabían.
La noticia de Bethany e Ian en el Baile de Bienvenida ya se había difundido en la
escuela, al igual que nuestro encuentro de esa mañana.

Katie y las otras chicas me dieron las mismas miradas de lástima que había
encontrado el resto del día. Pero me alegré de que mantuvieran la conversación
en otras cosas. Y de que no me preguntaran por qué no estaba hablando con ellas.

La práctica no podía terminar lo suficientemente rápido. El tiempo se


ralentizó, pero finalmente, el entrenador hizo sonar su silbato por última vez.

Cuando salí del vestuario, Ian seguía allí, en el aparcamiento. Estaba


apoyado en su auto, probablemente queriendo hablar. Le eché un vistazo y me
dirigí en la dirección opuesta a mi auto.

Una parte de mí se sintió mal por él, preguntándome si debería dejarle decir
lo que quería decir.

Pero también teníamos nuestro próximo partido importante en solo tres días.
Esa tenía que ser mi prioridad. El soccer era más importante que nunca, y yo
totalmente había arruinado nuestro último partido.

No volvería a suceder, definitivamente no por un chico.

Y lo más importante, no tenía ni idea de si ya había perdido la oportunidad


de cumplir mi sueño de ver hasta dónde me podía llevar el soccer, pero iba a
darlo todo de todas formas.

Tal vez después de que la temporada terminara podría pensar en hablar con
Ian.

O tal vez no.


Veintidós
Tal vez Ian finalmente entendió la indirecta porque me dejó en paz.

Por extraño que pareciera, yo lo extrañaba más que nunca.

Normalmente, estaría pensando solo en nuestro partido del día siguiente, el


que teníamos que ganar para poder ir al campeonato estatal, pero en lo único en
que podía pensar era en Ian y en cómo nuestra amistad se había desmoronado.

Hablando de algo deprimente antes del partido.

Pero si jugaba tan bien como lo había hecho en los entrenamientos, en la


escuela y en casa, entonces jugaría mi mejor partido. Contaba con ello.

Durante los entrenamientos, había canalizado todas mis emociones en el


soccer, y había dado sus frutos. Mis tiros al arco eran mejores que nunca. En lugar
de pensar en el regreso a casa y en Ian, empujaba a mis músculos a correr aún
más fuerte durante las carreras. Los asentimientos de aprobación del entrenador
y los vítores del resto de las chicas del equipo universitario eran una gran
motivación.

También ignoré las miradas de los chicos a Ian y a mí y me imaginé anotando


goles una y otra vez en el partido.

Además, había evitado a Bethany como a la peste, en los pasillos y en todas


partes. Me alegraba que no tuviéramos clases juntas, pero eso no impedía que
apareciera de la nada, con una sonrisa malvada.

La gota que derramó el vaso fue cuando alguien literalmente se topó conmigo
y se me cayeron los libros. Por supuesto, ella estaba caminando por el pasillo al
mismo tiempo. Al ver mis cosas esparcidas por todas partes, se rio.

Mirándola fijamente, exhalé como un toro furioso. Decir algo realmente malo
habría estado bien, pero también odiaba la idea de meterme en problemas y luego
estar sentada en el banquillo al día siguiente.

De ninguna manera dejaría que Bethany arruinara el partido del campeonato


de mañana. O una segunda oportunidad con ese reclutador.
Así que me agaché para coger mis cosas. Pero antes de que pudiera recoger
nada, Ian estaba allí, con mis libros en sus manos.

Se levantó y me los dio, de repente demasiado cerca. El olor de su colonia me


hizo recordar nuestra primera cita. Me dolía el corazón ante las imágenes de él
pasándome a buscar, comiendo juntos en el restaurante, y luego sentándonos
juntos en el parque. Y la forma perfecta en que sonrió...

Parpadeando rápidamente y apartando todo eso, le quité mis libros, mirando


la ahora rígida cara de Bethany a varios metros de distancia. Ella resopló y
finalmente se fue, probablemente enojada porque Ian apenas la había notado.

—Gracias —le murmuré a Ian, mi resentimiento hacia él se suavizó un poco.

Pero no se fue, así que empecé a pensar en una excusa para irme. Como llegar
a clase a tiempo. Eso funcionaría.

Abrí la boca, pero él se adelantó.

—Lena, lo siento, ¿sí? —dijo, con una voz tan sincera como pude ver—. De
verdad, lo siento. ¿Podemos hablar, por favor? Odio estar así contigo.

Me mordí el interior del labio, tratando de mantener la compostura.

—Realmente no quiero hablar ahora mismo —dije, sin encontrarme con sus
ojos. Luego traté de alejarme, pero el toque de su mano en mi brazo me hizo
congelarme.

Su voz suplicaba.

—Lena.

Finalmente lo miré, contenta de que Bethany se hubiera ido. Pero una


pequeña multitud de gente se había reunido a nuestro alrededor, con
compañeros de clase aparentemente en sus casilleros o hablando, pero realmente
solo mirando, esperando a ver si habría una reconciliación o una explosión.

Yo misma no estaba muy segura de cómo iban a ir las cosas. Pero no quería
hablar aquí, delante de todo el mundo como si fuésemos un reality show.

—Más tarde, ¿de acuerdo?

Ian me dio un asentimiento, bajando la voz.

—Bien —suspiró—. ¿Quizás antes del partido?


No, no antes del partido, quería decir. El partido lo era todo, y no quería
estropearlo teniendo otra pelea con él.

Pero en ese momento, lo único que quería era irme. Por una vez, no quería
ser el centro de atención, no por esto.

—Claro —respondí, dándome la vuelta y alejándome antes de que Ian


pudiera decir nada más.

***

Esperaba que Ian olvidara lo que había dicho sobre hablar antes del partido,
pero sabía que no era probable.

Después de la escuela, estaba sentada sola en uno de los pasillos, con la


espalda apoyada en una fila de casilleros y con una vista del campo de soccer no
muy lejos. Tenía puestos los auriculares mientras intentaba prepararme para el
partido, pero me perdí la lista de canciones.

De camino al campo de soccer, un par de chicas del equipo me preguntaron


si estaba bien, pero les aseguré que sí.

—Solo me estoy mentalizando —les expliqué, señalando mis auriculares—.


Como Michael Phelps. —Puse su legendaria expresión enojada de pre nado,
digna de un meme, y eso pareció convencerlas porque finalmente me dejaron en
paz.

La verdad era que había pasado la mayor parte de esa hora intentando no
pensar en Ian o mirar a Ian o recordar los buenos momentos con Ian.

Afortunadamente, finalmente varios mensajes de las #BFF deseándome un


gran partido me distrajeron de todo lo relacionado con Ian.

Mientras tanto, nos quedaba más tiempo de inactividad antes de que llegara
el momento de calentar. El otro equipo estaba llegando tarde. Todos los demás,
los profesores y otros estudiantes, se habían ido a casa por el día, pero el partido
no comenzaría en un buen rato. Fue entonces cuando Ian me encontró. Lo vi en
el pasillo, e inmediatamente me saqué los auriculares.

Dio varios pasos hacia mí, el sonido de sus zapatos en el linóleo era
misteriosamente el único sonido en lo que parecían kilómetros.

—El entrenador estaba empezando a pensar que estabas perdida.


—No estoy perdida —dije—. Solo quería estar sola.

Me levanté, manteniendo mi mirada en los carteles de ciencia en la pared en


lugar de en Ian. Empecé a caminar por el pasillo hacia las puertas dobles que
conducían al campo de soccer. Ian caminó a mi lado sin decir una palabra.

—Es raro, sabes —dijo, rompiendo el silencio.

—¿Qué? —dije.

—De repente, te estás convirtiendo en una solitaria —respondió en voz


baja—. Normalmente, ese soy yo.

No sabía qué hacer, pero asentí con la cabeza. No podía decirle que
últimamente era una solitaria porque me dolía demasiado estar cerca de él.

Sabía que estábamos rotos, pero no tenía ni idea de cómo arreglarlo, así que
lo mejor era evitarlo.

Ian suspiró.

—Lena, ¿podemos hablar, por favor? ¿Quizás volver a donde estábamos?

¿Dónde estábamos? ¿Como amigos? Quería preguntar. ¿O dónde estábamos


después de eso?

Me encogí de hombros, parando delante de un aula. Estaba vacía, así que


entré, sin molestarme en encender las luces. Estaba nublado y gris afuera, pero
había más que suficiente luz. Ian cerró la puerta silenciosamente detrás de
nosotros.

Me apoyé en el escritorio del profesor y suspiré.

—Si quieres hablar, está bien, pero no tenemos mucho tiempo, así que
deberíamos hacer esto rápido.

Miró hacia abajo, y me sentí mal por un momento, preguntándome si


pensaba que no me importaba lo nuestro. Pero entonces su mandíbula se apretó,
y cerró la distancia entre nosotros.

Me tomó la mano y me rozó con el pulgar. Giré la cabeza hacia un lado,


alejando mi mano de la suya.

—Estoy escuchando —susurré.


Dio un par de pasos hacia atrás, con las manos a los costados.

—Lo siento. Lo del baile, te prometo que no es lo que crees...

Me burlé.

—¿Te refieres a besar a Bethany? ¿A bailar con ella? Quiero decir, está bien si
vuelves a estar con ella. —Hice retroceder el torrente de emociones que venía con
el recuerdo de eso, sin mencionar todo lo que realmente quería decirle a Ian.

Así como así, las lágrimas volvieron, esperando derramarse por mis mejillas,
pero yo quería que se quedaran ahí. Retrocedan. No quería llorar delante de Ian.

Ya me sentía como una idiota por estar disgustada. Por dejar que esto
ocurriera.

Ian suspiró.

—No fui al Baile de Bienvenida con ella. Y no he vuelto con ella. Ella insistió
en un baile. Debería haber dicho que no.

Negué con la cabeza, ese beso en la noche del Baile de Bienvenida me recordó
lo enojada que estaba con él. ¿Le era tan difícil decirle que no? ¿Su resolución
siempre se derrumbaba cuando se trataba de ella? El resto de los horribles
sentimientos de esa noche volvieron a llenar mi pecho.

—Ojalá nunca hubiera aceptado tu estúpido reto —dije, más que nada.

Pero tan pronto como salió, me arrepentí de haber dicho las palabras en voz
alta.

Ian estaba tan callado que lo miré. La herida se reflejaba claramente en sus
ojos. La culpa me comió por dentro, al darme cuenta de que ya no era la única
que retenía las lágrimas.

Grandioso.

—Solo quería decir... que no fue una buena idea. Claramente, no has
superado a Bethany...

—Te lo dije —dijo en voz baja—. He terminado con ella.

—Y con nosotros siendo amigos cercanos y todo... debería haber dicho que
no. —Me miré las manos—. No digo que esto haya sido culpa tuya. Es solo que...
Nunca debió haber pasado, quería decir. Debí recordar que no se suponía
que fuera real. ¿Pero dónde estaríamos si nunca hubiera aceptado ese reto?
¿Amigos? ¿Cuánto nos habríamos perdido?

Me ponía tan triste que las cosas no hubieran funcionado entre nosotros.

—Lo entiendo —respondió Ian—. Tienes razón. Siento lo que pasó en el baile.
Lo único que quería era un baile contigo, no con ella. —Lo miré, pero siguió
hablando—. Pero... eso no importa. Porque claramente todo esto ha terminado.

Abrí la boca para preguntarle qué quería decir.

—No me di cuenta de que esto nos costaría nuestra amistad —terminó—. Si


hubiera sabido...

Se detuvo, y junté sus palabras en mi cabeza, una por una. Fue entonces
cuando las lágrimas rompieron a través de las compuertas y corrieron por mis
mejillas.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, manteniendo mi voz firme.

Se detuvo a medio camino de la puerta. Se encogió de hombros.

—Está bastante claro que no quieres tener nada que ver conmigo, así que no
tienes que seguir diciéndome que te deje en paz. O que me vaya.

Las náuseas se elevaron en mi garganta.

—Adiós, Lena —dijo Ian.

Luego se fue.
Veintitrés
Tori negó con la cabeza y sonrió. Estábamos sentadas juntas en la sala.

—Qué malo que pasara justo antes de tu gran partido —dijo—. Me alegro de
que ganaran.

Todo lo que pude hacer fue asentir y limpiarme las lágrimas que no se
detenían.

—Ni siquiera sé cómo lo hice. Solo hice lo mejor para fingir que nada más
existía, hice lo mejor para estar ahí para el equipo. Oh, y el Sr. Barry, el
cazatalentos, no estaba ahí. No estoy segura de si eso es bueno o no.

Le expliqué lo que el entrenador me había dicho en el último partido. Solo


una cosa más que me molestaba.

A pesar de todo, salí ayer ahí e hice un gol. Katie había hecho otro, y nuestra
defensa había mantenido a raya al otro equipo.

Mientras tanto, había frenado la avalancha de emociones sobre lo que había


sucedido con Ian minutos antes como una represa. Una que finalmente había
colapsado.

No había creído que las cosas entre nosotros pudieran ponerse peor, pero
estaba equivocada.

—Aparentemente, ya no somos amigos —dije. Difícilmente pude terminar la


oración antes de que mi pecho jadeara y cubriera mis horribles llantos tanto como
podía.

Harper envolvió sus brazos alrededor de mis hombros.

—Oh, Lena —susurró.

Ella dijo:

—Déjalo salir. —Y eso solo me hizo llorar más fuerte.

Después de varios minutos, me limpié las lágrimas con mi manga y me senté.


Negué con la cabeza.
—Debería haber seguido fingiendo. ¿Por qué tuvimos que hacer las cosas tan
complicadas?

Rey apretó mi mano.

—¿Cómo se supone que supieras que ibas a terminar enamorándote de Ian?


—dijo—. No te sientas mal.

—Demasiado tarde —dije con una sonrisa forzada.

—Apuesto a que él cambiará de parecer —dijo Harper—. Ambos dijeron lo


que pensaban. Podría tomar tiempo, pero estoy segura de que cambiará de
parecer.

¿Quería que Ian cambiara de parecer? Ya había roto mi corazón una vez,
prácticamente dos con nuestra amistad y la relación falsa todo en uno. De
ninguna manera iría detrás de él y arriesgaría mi corazón una vez más.

—Tal vez esto sea para mejor —dije—. Las amistades no siempre funcionan.
Él irá por su camino. Yo iré por el mío.

Eso me hizo llorar de nuevo. Era duro perder a un chico a quien había besado
de verdad y por quien sentía algo. Era incluso más difícil perderlo como amigo.

Tori me dio un frasco de helado.

—Aquí, chica. Un poco de helado hará desaparecer…

Harper y Ella la miraron fijo. Rey se aguantó la risa.

Tori gentilmente tomó el helado de vuelta.

—Está bien, el helado no hará que las cosas malas desaparezcan. Pero tal vez
podamos ver una película y comer algunos bocadillos de todos modos.

Nos sentamos en el sillón de la casa de Tori, las chicas a mi alrededor y una


manta caliente sobre mis piernas.

Casi no me concentré en la película. El golpe de la ruptura con Ian dolía cien


veces peor que una patada en la espinilla cuando no tenía puestas las espinilleras.

Y también era mucho más profundo.

***
Eventualmente, no tuve más opción que volver a casa, por mucho que odiara
que mi familia viera que estaba bastante triste.

Mi madre me preguntó si estaba bien cientos de veces antes de que la cena


siquiera estuviera servida. Ni siquiera me dejó ayudarla a hacerla.

Mi hermana Maria no paraba de mirarme, y mi papá estaba más callado que


de costumbre en la mesa, casi ni me miró.

Solo quería irme a la cama.

—¿Puedo retirarme? Tengo un montón de tarea que hacer, y estoy cansada


—dije, dejando el tenedor.

Mamá vio mi plato lleno de comida y luego dijo:

—Lena, tienes que comer algo. No puedes hacerte esto.

—Menos si es por un chico —interfirió Maria de manera casual.

Rodé los ojos, sin importar que mis padres odiaran que hiciera eso.

—Déjala ir4 —dijo mi padre en voz baja, y casi me desmoroné del alivio.

Me puse de pie, dejé el plato en el lavabo, y prácticamente corrí a mi


habitación. Cerrando la puerta detrás de mí, suspiré y me fui a la cama.

Tal vez podría hablar con mis amigas.

Efectivamente, Harper me contó sobre su última aventura con Emerson en el


hogar de ancianos en el que aún se ofrecían como voluntarios. La Sra. Ellie
acababa de regresar de su viaje con su hija de Belice, y tenía el bronceado y las
divertidas historias para demostrarlo.

Eso me hizo sonreír.

Un ligero golpe en mi puerta interrumpió mi mensaje de texto a las #BFF,


preguntando qué tipo de historias la Sra. Ellie tenía para compartir con Harper.

Me levanté y encendí mi lámpara, dándome cuenta de que había estado en


completa oscuridad.

4 Las frases en cursiva en este capítulo se encontraban en español en el original.


—¿Sí? —dije. Tal vez era Maria, preguntándose por qué yo estaba triste y
queriendo satisfacer su curiosidad. O mamá con una pila de ropa doblada para
que la acomodara.

En su lugar, papá asomó la cabeza y después entró, luciendo realmente


preocupado.

Vaya.

Él nunca entraba. Después de la cena se iba al sofá para ver la televisión.

Pero ahí estaba. Dio unos pasos, pasando una mano por su cabello y mirando
a todos lados nerviosamente. Sus dedos eran gruesos, fácilmente dos veces más
grandes que los míos. Cuando era pequeña, ponía mi palma contra la suya,
preguntándome cuándo crecería lo suficiente como para alcanzar su tamaño.

Papá tomó asiento al borde de mi cama. ¿Era esto por mi último partido? ¿Iba
a asegurarse de que diera lo mejor en el partido de mañana contra Chestnut
Mountain? ¿Iba a recordarme cuán importante era ganar el campeonato estatal?
¿Darme algunos consejos de última hora?

El silencio entre nosotros era ensordecedor. Esperé a que dijera algo.

Finalmente, abrió la boca, su mirada aún en todos lados menos en mí.

—Selena —comenzó en español, su lenguaje corporal incómodo y su voz casi


un suspiro—. No sé lo que está pasando. Tal vez problemas en la escuela con tus
amigas o ese novio. Sé que esta edad es difícil. Lo recuerdo —siguió en español.

Más silencio.

¿Recordaba lo que era ser un adolescente? Su niñez no había sido nada como
la mía. Él había crecido en Tijuana, México. Apenas había ido a la escuela. Tuvo
que trabajar desde una edad muy temprana.

Siguió en español.

—Sé que tal vez no es algo de lo quieras hablar con tus padres. Lo entiendo.
Esta es la edad donde comienzas a descubrir cosas de ti misma, a tomar tus
propias decisiones. —Suspiró y asintió, mirándome.

Asentí también, sin estar segura de qué decir, o si se suponía que tenía que
decir algo.
—Te hemos criado bien. Sé que tomas buenas decisiones así que confiamos
en ti, Selena.

Otra pausa, me pregunté si mi padre se quedaría mudo durante un año


después de esto. Cuando se trataba de hablar, yo probablemente podría hablar
eternamente, pero mi padre parecía tener un límite. Incluso sonaba exhausto. O
tal vez era su edad.

—Solo quiero que sepas que a veces la vida puede ser difícil, mija. Va a
lanzarte muchas cosas en tu camino. Buenas y malas. Solo puedes decidir cómo
vas a lidiar con eso. En qué tipo de persona te convertirás. Pero recuerda que eres
fuerte. He estado en el campo. Y sé lo que es estar fuera de él, también.

Parecía como si quisiera decir algo más, pero no lo hizo. En cambio, exhaló,
como si todo lo que había dicho le hubiera tomado mucho esfuerzo.

Luego se puso de pie, palmeó mi hombro y comenzó a irse.

Me levanté.

—Papá, espera —dije en español.

Él se dio la vuelta, y envolví mis brazos a su alrededor. Hacía mucho tiempo


que no hacía esto porque generalmente no nos abrazábamos, pero quería hacerle
saber que me alegraba que se preocupara por mí.

—Gracias, papá —dije.

Asintió una vez más y cerró la puerta de mi cuarto lentamente detrás de mí.
Casi sin hacer ruido.

Suspiré y volví a mi cama, mi espíritu se elevó. Él no estaba preocupado por


el partido de mañana. Y tampoco yo.

A pesar de lo difícil que iba a ser estar concentrada en el partido e ignorar mi


corazón roto, sabía que podía hacerlo.

Por mí y por mi papá.


Veinticuatro
Esa noche, estaba acostada mirando al techo y deseando estar dormida.

Tenía un partido importante mañana, el equipo contaba conmigo y había una


posibilidad de que el señor Barry se presentara. Pero en lugar de obtener ocho
horas de sueño completas, mi cerebro estaba decidido a mantenerse despierto
toda la noche.

Pensando en Ian y en nuestra última conversación.

¿Por qué no había dicho nada? ¿Por qué no había dicho que no habíamos
terminado? ¿Que por supuesto que aún éramos amigos?

Me limpié una lágrima fugitiva del rostro.

Porque había sido demasiado cobarde. Y en el fondo, quería que le doliera,


igual que me había lastimado.

La idea de dejar que me lastimara de nuevo…

Me di la vuelta y presioné mi cara contra mi almohada, dejando escapar un


gemido frustrado.

Entonces la solución perfecta apareció en mi cabeza.

¡Una máquina del tiempo! ¡Claro!

Podría retroceder en el tiempo, no besar a Ian en ese reto, definitivamente no


aceptar su reto y permitir que se convierta en mi novio falso.

Aún seríamos amigos…

¿Dónde había una máquina del tiempo cuando la necesitabas?

Oh espera, esto era la realidad.

Estaba atrapada con todas las decisiones que había tomado, incluida la de
dejarlo ir, tomando toda la culpa.

No decirle cómo me sentía realmente.

Volví a mirar al techo, solo la luz de la calle a varios metros de mi ventana


proyectaba un pequeño rayo de luz en mi habitación.
Eran las dos de la mañana y tenía que levantarme en menos de cinco horas…

En algún momento, debí haberme quedado dormida porque lo siguiente que


supe fue que estaba sonando mi alarma de las seis y media y solo quería llorar y
fingir que era sábado.

Tal vez si no fuera el gran día del partido le habría rogado a mi madre que
me dejara quedarme en casa, la habría convencido de que tenía fiebre o calambres
o algo por el estilo.

¿Pero faltar a las semifinales? ¿Uno de los partidos más grandes del año?

Lo enfrenté, despegué los párpados y me lavé la cara con agua fría.

Unos ojos cansados me devolvían la mirada en el espejo del baño. Parecía un


zombie.

Saqué mi bolsa de maquillaje y suspiré, sabiendo que hoy tendría que


aplicarlo para cubrir las ojeras.

Cuando regresé a mi habitación, levanté mi teléfono, segura de que llegaba


tarde. Pero lo que sobresalió fue un mensaje de Ian.

Decía enviado a las 3:47 am, y me preguntaba cómo lo había dejado pasar
antes.

Probablemente porque solo había abierto completamente los ojos después de


tropezar en el baño.

Leí el mensaje

Ian: ¿Estás despierta? Lo siento si te despierto, pero tengo que decir esto porque no
puedo dormir. Todo lo que dijimos la última vez que hablamos sigue repitiéndose en mi
cabeza como una mala canción, y odio que incluso haya sucedido. La verdad es que no
quiero perderte. Como amiga. O de otro modo. Quizás para ti todo fue falso. Tal vez no.
No lo sé. Pero estar contigo, Lena, es lo más real que he hecho. Lo siento por todo. Lamento
incluso haberte pedido que hicieras esto por mí. Arruinó todo, y es mi culpa. Debería haber
sabido que era una mala idea, pero creo que, en el fondo, una parte de mí sentía algo por
ti, y quería ver cómo sería. Tocarte. Abrazarte, como más que un amigo. Quizás besarte.
Cuanto más tiempo pasaba, más me daba cuenta de que me estaba enamorando de ti y no
tratando de recuperar a mi ex. Esto dejó de ser sobre ella hace mucho tiempo. No me
importa si no sientes lo mismo. No importa. ¿Pero podemos volver a donde estábamos
antes? Te extraño. Extraño sentarme contigo en el autobús yendo a los partidos o
sentarnos juntos en las gradas. Espero que le des otra oportunidad a nuestra amistad…
Nos vemos en el partido.

Nunca me había enviado un mensaje tan largo. Y nunca uno como este.

Lo leí una vez más, sin creer que fuera real.

Entonces esa sensación de hundimiento en mi estómago regresó, y sentí


ganas de vomitar. Cerré mis mensajes de texto, incapaz de responder. Ahora no.

Tal vez esta noche… Ian querría arreglar esto. Parecía que él también sentía
algo por mí, pero tal vez podría convencerlo de que ser algo más que amigos…
no era una buena idea.

No estaba lista. No quería arriesgar nuestra amistad otra vez. No quería


decepcionarlo antes de su partido. Pero con suerte, lo entendería. Lo había dicho
allí mismo, que estaba bien ser amigos, ¿verdad?

Eso era lo que haría.

Todo esto de los besos de verdad no era una broma, y la idea de hacerlo
nuevamente me asustaba más que la posibilidad de perder el partido del
campeonato estatal. Incluso más que decepcionar a mi equipo.

No.

Este reto había arruinado todo tipo de besos para mí, pero especialmente
besar a Ian.

No importaba lo que sintiera por él.

***

Tori dejó su botella de agua de golpe en la mesa de la cafetería.

—¡¿Estás loca?!

No pude mirarla a los ojos, sino que me concentré en los nachos con queso
que tenía delante.

—Uh…

Esta no era la reacción que esperaba después de contarle a las #BFF sobre el
mensaje de las 3 de la mañana de Ian.
Harper se mordió el labio, luciendo algo tímida. Probablemente porque
estaba de acuerdo con Tori.

Puso su mano sobre mi brazo.

—¿Por qué no le has respondido el mensaje de texto?

Rey se cruzó de brazos, perdiendo el interés en escribir lo que fuese que


hubiera estado escribiendo.

—Yo también quiero saber.

De repente, sentí que mi madre me gritaba por no sacar la basura como se


suponía que debía hacerlo.

Tori todavía no parecía feliz, excepto que momentáneamente canalizó su


furia hacia Rey.

—¿Enviarle un mensaje de texto? ¡Necesita hablar con él! Tener una


conversación. —Se volvió hacia mí, esperando una respuesta.

Me mofé, molesta conmigo misma por no pensar un poco y dejarles ver que
Ian solo me importaba como amigo.

—Vaya, gracias, mamá —bromeé, solo un poco de molestia deslizándose en


mi voz—. No quiero, ¿de acuerdo? Quiero decir, sí, hablaré con él. Pero luego,
después del partido. O mañana. No hay necesidad de alzar los pompones.

Harper apartó su bandeja, claramente preocupada más por esta situación que
por la rebanada de pizza a medio comer en su plato.

—Está bien, si lo único que quieres es que sean amigos. Pero creo que todas
sabemos que eso no es cierto, Lena. PD: te amamos, ¿de acuerdo?

Ella asintió con la cabeza.

—Estamos de tu lado. Lo prometo. Pero te estás engañando a ti y a Ian al


insistir en que no te gusta.

Tori se metió un tomate cherry en la boca.

—Yo también siento algo de negación.

Rey contuvo una sonrisa y gemí.


—Ughhhh, ustedes son lo peor —me lamenté. Pero sabía que tenían razón—
. Solo un día o dos de negación, eso es todo lo que pido. —Puse mi cabeza en mis
manos—. ¿Por qué dejo que la bondad de todas ustedes me contagie…?

Al menos eso las hizo reír.

Suspiré, la sensación de hundimiento en mi estómago mejoró un poco. Lo


que probablemente significaba que tenían razón.

Las palabras que mi padre me había dicho anoche volvieron.

La peor parte era que todos tenían razón. Mis amigas. Mi papá.

Sí era fuerte, lo suficiente como para decirle a Ian la verdad completa y no


enloquecer. Ni huir ni quedarme callada nuevamente.

Sin embargo, solo pensarlo me hacía querer esconderme.

—No soy como ustedes —dije, agitando mis brazos—. No puedo decirle a un
chico cómo me siento.

Rey suspiró.

—No eres la única…

Usó su diario para cubrirse la cara hasta los ojos, y le di un abrazo de costado.

—¿Qué haría yo sin ti? —dije—. Finalmente, alguien de mi lado.

Luego bajó su diario.

—Sin embargo, todavía creo que deberías decirle a Ian cómo te sientes.

Abandoné mi abrazo.

—Rey… pensé que estábamos bien —bromeé, fingiendo una expresión triste.

Sonrió.

—Solo creo que hay momentos en la vida en los que solo tienes una
oportunidad, ¿sabes? Es mejor haber amado y perdido que no haber amado en
absoluto y todo eso. ¿No te parece? Todavía estoy tratando de reunir el coraje,
pero ver a la poderosa Lena hacerlo sería un buen empujón para mí. —Me guiñó
un ojo, todavía esperando que yo dijera que lo haría.
Tori me miró como si supiera que tenía razón. Harper y Ella al menos
tuvieron la decencia de parecer comprensivas.

Suspiré, reconociendo que había perdido la batalla.

—Bieeen —dije, alargando palabra durante unos diez segundos.

Tori se inclinó.

—Sabes lo que tienes que hacer. Ve tras él, Lena. Dile cómo te sientes. De
verdad.

Harper asintió con la cabeza.

—Obviamente siente lo mismo, chica.

Ella dijo:

—Sí. Concuerdo.

Dudaba que Ian sintiera lo mismo después de haber ignorado su mensaje.

—¿Obviamente? Obviamente no sé… —Pero ese sentimiento extraño había


vuelto.

Tori se cruzó de brazos.

—Vamos, ¿dónde está la Lena valiente y atrevida que conocemos? ¿La que
aceptaría cualquier reto sin un abrir y cerrar de ojos?

—¡Hola! —chillé—. Estoy en esta situación gracias a un reto. Además, hay


sentimientos reales involucrados ahora, ¿de acuerdo? Besar por diversión era
fácil. Esto no lo es.

Eso hizo que todas se rieran de nuevo y que Rey volviera a abrazarme,
también riendo.

Una parte de mí quería llorar. Una parte de mí quería huir y tal vez
cambiarme de escuela.

Pero sabía que mis amigas tenían razón. Tenía que decirle a Ian mi verdad.

Tantas oportunidades para decirle lo que realmente sentía por él, y no había
tenido el coraje de hacerlo. Bueno, ya era hora de reunir algo.
En verdad o reto, siempre elegía reto. Los retos eran fáciles. Divertidos.
Locos.

La verdad era dura. ¿Dejar entrar a alguien? Difícil. ¿Decirle a alguien que te
gustaba? Daba miedo.

¿Encontrar los ojos de Ian y decirle que también había sido real para mí? Solo
pensar en eso me hizo querer entrar en pánico.

Miré a las #BFF.

—¿Qué pasa si no funciona? ¿Y si dice…?

Ella tomó mi mano.

—Pase lo que pase, estarás bien.

Harper dijo:

—Estamos contigo en lo que sea.

Rey volvió a abrir su diario.

—No lo sabrás hasta que lo intentes, Lena.

Tori se dio la vuelta y me dio un rápido abrazo por atrás.

—Tú puedes —dijo en voz baja.

Me tragué el nudo en la garganta, reprimí las lágrimas y decidí hacer una


broma.

—Dios, Tori. Sí que sabes cómo repartir el amor duro, ¿eh?


Veinticinco
Lena: ¿Están seguras de que no debería esperar para contarle hasta DESPUÉS del
partido? ¿Qué pasa si tenemos otra pelea y perdemos por eso?

Estaba escondida en uno de los puestos de baño en el vestuario esperando


una respuesta de las #BFF. Katie y el resto de las chicas ya estaban ocupadas
calentando en el campo de soccer.

Les aseguré que saldría enseguida y me preguntaron si estaba bien, si


necesitaba un Advil o algo así. Finalmente las convencí de que se fueran. Después
de prometer que no se repetiría ese partido.

Todavía teníamos algo de tiempo antes del partido, y podría haber pospuesto mi
conversación con Ian para esta noche.

Pero las #BFF me estaban presionando para que hablara con él ahora.

¿Y otra razón más importante por la que necesitaba dejar de ser tan cobarde
y confrontarlo?

No lo había visto muy bien.

Sabía a ciencia cierta que había llegado tarde esta mañana, se había perdido
la mayor parte del primer periodo. Parecía un zombie. Ni siquiera se había
presentado a almorzar, y el equipo universitario de chicos estaba preocupado por
él.

Y con razón. Una de las grandes razones por las que habían llegado al partido
del campeonato estatal esta noche era gracias a Ian. Había bloqueado fácilmente
una docena o más de goles esta temporada, y no había forma de que ganaran esta
noche si no estaba dándolo tomo.

Chris ya me había suplicado antes del cuarto periodo que hablara con Ian,
que quizás le diera un poco de aliento. Luego me guiñó un ojo, puse los ojos en
blanco y me fui.

Pero sabía que tenían razón. No podía dejar que Ian siguiera así y le costara
al equipo una gran victoria como esta porque no sabía la verdad. Porque tenía
demasiado miedo para decirle la verdad.
Entonces, a pesar de los empujones y la presión de Tori, Ella, Harper y Rey,
lo que realmente me convenció de salir del vestuario y dirigirme a donde sabía
que Ian estaría pasando el rato antes de que empezara el partido, fue eso. Ian

Sabía cuánto significaría ganar este partido para él, y no quería que se lo
perdiera por lo que sucedía entre nosotros.

La verdad era que me gustaba más que nunca, y si eso significaba salir y
posiblemente ser rechazada porque había hecho esto demasiado tarde, entonces
que así fuera.

Vi su figura solitaria en la parte superior de las gradas al otro lado del campo
donde practicaban las chicas del equipo universitario. Katie me saludó con la
mano, pero seguí caminando hacia Ian, con las manos metidas en el bolsillo
delantero de mi sudadera.

Uno por uno, subí los escalones de las gradas de metal hasta la cima. Ian
estaba sentado en la segunda fila superior, recostado y apoyando los pies en la
fila debajo de él.

Estaba abrigado, con sudadera y capucha. El aire estaba frío, pero el sol
brillaba, y lo tomé como una buena señal de lo que estaba a punto de hacer.

El extraño giro que nuestra amistad había tomado las últimas semanas
finalmente se solucionaría, de una forma u otra.

Este podría ser el final de todo.

Cuanto más me acercaba a la cima de las gradas, más rápido me latía el


corazón, más se sentían mis piernas como bolsas de arena, y tenía ganas de
vomitar.

Pero seguí subiendo de todos modos, mis ojos fijos en Ian.

Debía haber estado escuchando su lista de reproducción al máximo volumen


porque no me escuchó subir. Había estado mirando en la otra dirección, hacia el
cielo. Cuando estaba a solo unos metros de distancia, finalmente giró la cabeza
en mi dirección.

Por lo general, sus ojos se iluminaban cuando me veía y sonreía, sin esfuerzo.
Hoy no lo hizo. Se sentó, se sacó los auriculares y esperó a que dijera algo.
Sus ojos cuestionaban por qué estaba allí, su boca se abrió ligeramente, y ansié su
sonrisa.

—Hola —dije, sentándome a su lado. Se alejó un poco, dándome espacio,


estaba segura, pero parecía que había una pared entre nosotros y no podía
atravesarla.

Estaba preparada para derribarla, sin importar cuán aterrador fuera.

Me miró y miró su teléfono.

—Hola —dijo en voz baja.

—Lo siento si yo… —mi voz se apagó. Tosí, tratando de ordenar mis
pensamientos confusos.

Sus ojos se encontraron con los míos.

—Está bien.

Exhalé, preguntándome cómo empezar.

Nos quedamos mirando a las chicas y los chicos de abajo. Pasando,


disparando, sentados en la hierba. Riendo y jugando.

Por lo general, este era nuestro lugar antes de un partido en casa.


Escuchábamos música juntos. Finalmente, bajábamos y nos uníamos a los demás.
Estirábamos, practicábamos un poco mientras las gradas comenzaban a llenarse.

Hoy, me sentía como si estuviera sentada con un extraño.

Abrí la boca para finalmente decir algo porque tarde o temprano el


entrenador nos haría bajar y calentar.

—Ian, yo…

—Lena… —comenzó al mismo tiempo.

Nos giramos para enfrentarnos. Mis ojos se dirigieron automáticamente a su


boca y recordé lo que era perderse en un beso con él.

¿Por qué parecía que habían pasado años de eso?

Abrió la boca para volver a hablar, pero levanté la mano y presioné un dedo
contra sus labios.
—Yo primero.

Retiré mi mano y él permaneció en silencio. Mientras tanto, dentro de mi


pecho, mi corazón se aceleró.

Quería respirar profundamente y no apresurar lo que quería decir.

—Ian, yo, eh… —Me tragué las náuseas crecientes en mi garganta y me


obligué a mirarlo a los ojos—. Necesito que sepas que lo que teníamos… también
fue real para mí. Yo solo… fui demasiado cobarde para decirlo antes. Te dejé ir
pensando que no te veía como más que un amigo, y debería haber dicho algo. —
Me detuve por medio segundo—. Lo sé, tal vez solo quieras seguir siendo amigos
y dejar todo esto atrás, pero quiero que…

Ian me detuvo, su mano apretando la mía.

—Lena, ni siquiera sabes cuánto tiempo he estado enamorado de ti —dijo


Ian. Entonces sucedió algo extraño. Comenzó a reír, y lo miré como una tonta
tratando de comprender lo que acababa de decir.

—¿Qué? —pregunté incrédula.

Pero estaba tan feliz de que su sonrisa volviera, y cuanto más entendía lo que
acababa de decir, más grande era mi sonrisa.

¿Esto realmente estaba sucediendo? ¿O estaba soñando?

Esto tenía que ser un sueño.

Bajó la vista y luego volvió a mirarme.

—Siempre tuve tanto miedo de decírtelo. Quiero decir… pensé que te


asustaría y dejarías de hablarme o algo así. Así que me di por vencido contigo,
intenté dejar de verte de esa manera. Quiero decir, ¿por qué alguna vez me verías
como algo más que un amigo? —Su cara cayó un poco—. Entonces empecé a salir
con Bethany.

Ian continuó, sacudiendo la cabeza.

—¿Lo qué pasó con Bethany en el Baile de Bienvenida? Fue estúpido. Solo
bailé con ella porque ella insistió y dijo que su cita la había abandonado. Me sentí
mal por ella. Entonces me besó de la nada. Pero te estaba buscando, Lena. Eras
tú con quien quería bailar. Quería que bailáramos toda la noche.
—¿De verdad? —dije, segura de que tenía la sonrisa más idiota en mi cara—
. ¿Por qué nunca dijiste nada sobre cómo te sentías…?

Se acercó, su mano aún sobre la mía.

—Me di cuenta de que no sentías lo mismo.

Miré hacia otro lado, sabiendo que tenía razón. No había pensado en él así
hasta unas semanas después del reto.

Continuó:

—Simplemente no me atrevía a decírtelo y arruinar lo que teníamos. No eres


como otras chicas —dijo—. No quería ser otro chico que besaras por diversión.

Lo miré de nuevo, aún intentando procesar lo que estaba diciendo.

Se encogió de hombros.

—Antes… simplemente no era el momento adecuado. Luego hicimos el reto,


y me di cuenta de que todavía sentía lo mismo por ti. Ya no era solo un reto,
¿sabes?

Asentí.

—Sí, yo solo… no podía creerlo. Y tampoco quería estropear esto. La idea de


que ya no fuéramos amigos…

—Estaba bien con que no fuéramos amigos —dijo Ian. Eso me hizo mirar
hacia arriba—. Quería ser más.

Luego se inclinó hasta que su boca estuvo sobre la mía. Mis ojos se cerraron
solos y dejé que todo lo demás desapareciera. Lo único en que quería pensar era
en Ian y la forma en que sus labios se movían contra los míos. Mis manos
rodearon su cuello, acercándolo más, mientras sus brazos se acomodaban
alrededor de mi cintura.

Lo que pudo haber sido cinco segundos o cinco minutos después, se apartó
un poco.

—No sabes cuánto tiempo he estado queriendo hacer eso —confesó.

Luego me reí y lo acerqué para darle un abrazo.

—Te extrañé —susurré.


Me devolvió el abrazo, y suspiré y cerré los ojos, dejando que mi cabeza
descansara sobre su hombro.

—Yo también te extrañé.

Luego besó mi frente y deseé que pudiéramos quedarnos así para siempre.

Sin embargo, los sonidos de vítores y gritos de abajo nos hicieron separarnos.

Nos dirigimos al campo de soccer para encontrar a los equipos de soccer


universitario de chicos y chicas gritando y saltando de arriba abajo no muy lejos.

Chris bramó:

—¡Ya era hora de que ustedes dos se besaran y calentaran!

Me volví hacia Ian y nos reímos.

Desde el otro lado del campo, el entrenador salió del vestuario de los chicos,
donde estaba su oficina, y sonó el silbato.

—¡Ustedes dos tortolitos bajen aquí y comiencen a calentar!

Cuando pisamos la hierba, Chris se me acercó y nos abrazó. Katie y las chicas
también me abrazaron.

—¡Finalmente! Ahora tenemos una posibilidad real de ganar esto —dijo


Chris.
Veintiséis
Las chicas juagaban primero.

Quizás porque había estado practicando como loca o porque todavía tenía el
subidón de adrenalina de haber besado a Ian antes, pero jugué como nunca antes,
haciendo un pase imposible a Katie quien hizo un gol. Todo en los primeros diez
minutos del partido.

Aunque era un equipo difícil, y no nos dejaron hacer otro gol fácil. Casi como
si hubiésemos despertado a un oso muy agresivo de su hibernación. Pero
nosotras también queríamos esto. Y no íbamos a dejarlas marcar si podíamos
evitarlo.

Hacia el final de la segunda mitad, su mejor delantera pateó la pelota fuerte


hacia la esquina derecha inferior. Fue un buen tiro, uno que nuestra arquera
simplemente no pudo detener. Y así, estábamos de repente empatadas. Lo que
significaba que la victoria podía ir a cualquiera.

Teníamos que hacer otro gol, o no podíamos llevarnos el trofeo del


campeonato estatal.

Mientras más seguía el partido y el sol bajaba, más se llenaban las gradas de
estudiantes, padres, y profesores que se presentaban para apoyar a la escuela.

Los gritos de mis amigas me llegaban. Tori, Ella, Harper y Rey estaban de pie
y me alentaban todo el tiempo, cantando y todo. Tori incluso había traído sus
pompones.

Con solo quince minutos restantes del partido, les lancé un beso.

Desde las gradas, el Sr. Barry también observaba. Pensar demasiado en él me


ponía nerviosa. A veces escribía notas; otras veces, solo se cruzaba de brazos y
miraba. Me recordé a mí misma olvidarme de él y concentrarme en la pelota, y
en las jugadoras rivales a mi alrededor.

El soccer era acerca de encontrar la oportunidad correcta. Solo tenía que


encontrar la mía.

Allí.
Una chica del otro equipo erró un pase, pateando demasiado fuerte en mi
dirección.

Alcancé la pelota antes que su compañera. La dribleé en la dirección opuesta,


hacia el arco, manteniendo un ojo en las defensoras.

Apenas esquivé a una. Casi me caí. Escuché los gritos de Katie de “¡Libre!”
mientras ella corría al arco a varios metros de distancia.

Un par de defensoras corrieron hacia mí, y pateé la pelota en dirección a


Katie. Mis pulmones me gritaban que bajara la velocidad y respirara, pero me
empujé a correr más rápido y ayudar a Katie. Ella manejó la pelota de un lado a
otro, manteniéndola fuera del alcance del otro equipo, pero no podría mantener
eso por mucho más. Buscó alguien a quien hacerle un pase.

—¡Katie! —grité. En el fondo, estaba bastante segura de que todos en las


gradas estaban gritando como locos, pero los sonidos parecían muy alejados.
Aunque estaba corriendo como si mi vida dependiera de ello, todo pasaba en
cámara lenta. Mi corazón martillaba en mis oídos, el resto del mundo en silencio.

Con la pelota a sus pies, Katie me miró por un ínfimo instante. Sabía lo que
eso significaba. Miré alrededor, tratando de ver cuánto espacio tenía.

Un segundo después, ella fingió ir hacia un lado y pateó la pelota lejos y


fuerte hacia mí. Con defensoras rodeándome, supe que no tendría mucho tiempo
para tirar.

Sería ahora o nunca porque el partido casi había terminado. Nuestro equipo
no tendría otra oportunidad como esta para tirar al arco.

Al otro lado del campo, Perry me gritaba para que le hiciera un pase,
consiguiendo la atención del otro equipo el tiempo suficiente para que yo
controlara la pelota y la girara.

Mantuve los brazos extendidos, dándome espacio. No podía perder la pelota


ahora.

Fui rápido hacia el arco, una defensora a mis espaldas, a solo unos
centímetros. Trató de quitarme la pelota. Solo un toque enviaría a la pelota
volando y arruinaría mi oportunidad de hacer un gol.
Delante de mí, la arquera se puso en posición, agachándose con los brazos
extendidos. Lista para saltar y atajar la pelota.

Este era el momento. La jugadora rival me empujó, pero mantuve mi cuerpo


firme. Seguí corriendo. Miré la pelota. Me puse en posición y… la pateé con todo
lo que tenía, teniendo claro dónde necesitaba ir la pelota.

Voló, voló, voló…

La arquera saltó, estiró las manos…

Yo me detuve…

¡Y vi la pelota entrar directo en la esquina de la red!

Los gritos erupcionaron de las gradas, y salté de arriba abajo. Katie corrió y
me abrazó. Saltamos juntas con el resto del equipo, gritando porque lo habíamos
hecho.

El árbitro hizo sonar el silbato, señalando otro saque desde el centro.

El entrenador nos gritó desde las gradas.

—¡Quedan dos minutos!

Las gradas le cantaban a nuestra defensa, y lentamente, los segundos fueron


pasando.

El otro equipo tenía la pelota ahora, nos esquivaban de un lado a otro.


Entonces, una de sus delanteras hizo un tiro de lejos a nuestro arco. Falló por
completo.

Entonces sonó el silbido final, y la multitud empezó a gritar y saltar de arriba


abajo. La adrenalina me atravesaba. Lo habíamos hecho.

Corrí hacia el resto del equipo e hice una voltereta perfecta. Saltamos y
gritamos juntas.

Katie me abrazó.

—¡Sabía que podíamos hacerlo!

Abrazamos a nuestra arquera, quien fácilmente había atajado un montón de


tiros a nuestro arco.

—Eres increíble —le dije.


Todo el equipo encontró al entrenador afuera del campo en frente de las
gradas. El Sr. Green, actuando como anunciante esta noche, alzó nuestro trofeo
con una mano, una pelota de soccer dorada brillante encima de un pedestal. Se
llevó un micrófono a la boca con la otra. Por los altavoces, escuchamos las
palabras que yo había estado esperando toda la temporada:

—Damas y caballeros, les presento a las campeonas estatales de soccer de


chicas… ¡las Lady Eagles!

Nos entregó nuestro trofeo, y Katie y yo lo tomamos, alzándolo para que el


mundo lo viera. Estaba bastante segura de que hubo un buen minuto de gritos y
saltos antes de que le lleváramos el trofeo a nuestro entrenador.

Más gritos y aplausos.

Mientras el otro equipo dejaba el campo, con la cabeza baja, los chicos
vinieron a celebrar con nosotras.

Tenía que encontrar a Ian.

Viéndolo a solo unos metros, corrí hacia él y enredé los brazos en su cuello.

Él me susurró al oído:

—Estuviste increíble.

Lo miré.

—Gracias. Y tú sigues.

Ya lucía nervioso.

Agarré sus manos.

—Puedes con esto. —Luego me puse de puntillas y me estiré hacia él,


cerrando los ojos mientras mis labios tocaban los suyos.

Un gruñido familiar me trajo de vuelta a la Tierra, y la mirada de Ian se quedó


en alguien detrás de nosotros.

Mi papá, quien apenas podía encontrar mis ojos. Mucho menos los de Ian.

Ian sacudió la cabeza, murmuró algo acerca de calentar con el resto del
equipo, y desapareció.
Mi papá puso un brazo alrededor de mí, y caminamos fuera del campo con
el resto de las chicas del equipo. La mayoría de ellas se dirigían a las gradas a
alentar a los chicos. Teníamos pósters y cantos listos, pero me di cuenta de que
mi papá quería decir algo. En los costados de la cancha, se detuvo frente a mí,
asintiendo ligeramente.

—Lo hiciste muy bien en el campo, mija —dijo en voz baja—. Muy bien.

Le di un abrazo, y me golpeó que este sería nuestro último partido grande de


la temporada. Tendríamos otro campeonato lejos más adelante, pero esto era
todo. No habría otra temporada de soccer en el instituto. Y mi papá no tendría el
mismo rol de entrenarme como antes, no si yo estaba lejos en la universidad. Lo
apreté más fuerte.

—Gracias, papá. Por todo.

Nos alejamos, y lo único que él hizo fue asentir de nuevo, apenas haciendo
contacto visual, pero era más que suficiente para mí.

El entrenador se acercó entonces, el Sr. Barry justo detrás de él. Le estrechó


la mano a mi papá y luego a mí.

—Felicitaciones, Srta. Martinez —dijo—. Definitivamente espero hablar con


usted pronto acerca de sus opciones para el año que viene. Sé que todavía le
quedan unos meses de su último año, pero definitivamente tendrá algunas
decisiones importantes que tomar próximamente.

Yo sonreí ampliamente.

—Gracias. No puedo esperar.

Ellos tres siguieron hablando, y yo exhalé, llevándome una mano al pecho.


Así que mi trabajo duro había dado frutos después de todo.

No muy lejos, las #BFF me hicieron señas con las manos, amontadas juntas
cerca de las gradas.

Corrí y grité una vez más por si acaso.

Después de que intercambiáramos abrazos, Ella tomó mis manos.

—¡Lena, estuviste asombrosa en la cancha!

Tori asintió.
—¿Y esa voltereta al final? Nada mal. —Nos reímos.

Rey lucía un poco confusa.

—Esto definitivamente no fue como el básquet —dijo.

Harper la rodeó con un brazo.

—Yo no entendía qué estaba pasando la mitad del tiempo, pero cuando
hiciste ese gol al final, guau. Eres súper talentosa, ¿sabes?

Miré a Tori. Ella sabía.

—Un poco de talento. Un montón de trabajo duro, pero gracias. —Hice una
reverencia—. Así que, chicas, ¿quieren quedarse para el partido de los chicos?
Puedo explicárselos, y podemos salir todas a comer después…

Ella dijo:

—¡Claro!

Alcé un dedo.

—Solo una cosa más. Las alcanzo en las gradas.

Me giré y encontré a Ian, ya calentando en el arco. Corrí hacia él. Él me


encontró a mitad de camino.

—¿Qué pasa? —preguntó.

Me encogí de hombros.

—Solo necesitaba desearte buena suerte y hacer esto —dije, prácticamente


saltando a sus brazos. Él me atrapó, sus manos alrededor de mi cintura, y puse
las manos en su rostro, acercándolo.

El aire estaba frío, pero estar tan cerca de Ian prendía un incendio en mi
interior.

Mi boca se movió contra la suya, haciéndole saber lo mucho que significaba


para mí.

Nos separamos, y él me miró desde arriba.

—Guau —dijo.

Me reí por lo bajo.


—No me digas.

Luego se giró y volvió a su puesto, mirándome una vez más con esos
hermosos ojos celestes y su sonrisa deslumbrante. Estaba bastante segura de que
estaba sonriendo como una idiota, mordiéndome el labio y saboreando el beso
de solo unos segundos atrás.

Pero no me importaba.

Besar por diversión no podía compararse con esto.

Besar a alguien de verdad.

Besar a alguien quien había sido mi amigo por siglos y ahora significaba
muchísimo más.

Mientras me giraba y me dirigía a las gradas, no pude evitar pensar que mi


último año no podía mejorar más.
Epílogo
Gracias a las habilidades ninja de Ian como arquero —y nuestro aliento sin
fin desde las gradas— los chicos ganaron 3 a 1, ganando un título estatal con
nosotras. Después de que terminara, nos encontramos en Shake Shack.

Las #BFF con Jesse, Emerson y Noah se unieron a nosotros junto a varias otras
personas de la escuela.

El único cocinero del restaurante miró nuestra orden colectiva de


hamburguesas y papas fritas, y creímos que iba a desmayarse. Pero, sosteniendo
su espátula firmemente, se puso a trabajar.

Mientras tanto, la camarera nos calmó con papas fritas.

Ian se sentó a mi lado, su brazo rodeándome como esa noche hacía no mucho
tiempo.

En realidad, había sido solo un mes atrás.

Quizás lo que lo hacía sentir tan lejano era cómo ahora estábamos en un lugar
completamente distinto.

Para empezar, ya no era un reto.

Solo una relación normal, que resultó ser el mejor tipo de relación.

Antes, podría haber pensado que eso era aburrido o que no era para mí.

Pero era más divertido y significaba mucho más que cualquier otra
experiencia que hubiese tenido con un chico.

¿Estar con Ian?

Se sentía real y completamente natural.

Desde la esquina de mis ojos, Tori captó mi atención. Apuntó su teléfono


hacia nosotros.

—Ignórenme —dijo—. Ustedes dos son tan lindos. Tenía que sacarles una
foto.

—En ese caso —dije, girándome hacia Ian y besándolo en la mejilla.


Él se sonrojó un poco, y Tori se rio, sacando otra foto.

Me entregó su teléfono.

—Tenemos que imprimir estas.

Le mostré la foto a Ian, su expresión seria mientras nos miraba fijamente.

Sonreí.

—¿Estás bien?

Se mordió el labio y me miró con esa misma mirada.

—Sí, solo… me siento como el chico más suertudo del mundo ahora mismo
—dijo en voz baja, sus ojos centrados en los míos.

Yo solo quería rodearlo con mis brazos de nuevo, pero la voz de Harper me
hizo girarme de vuelta a los otros.

—¡Deberíamos tomarnos una foto grupal!

Le pasé mi teléfono a Katie mientras el resto nos apretábamos en el reservado


o se arrodillaban en el asiento detrás del nuestro. Poniendo un brazo alrededor
de Ian, sonreí para la foto.

Ella le dijo a Rey “Ven aquí” y Katie contó hasta tres y sacó la foto.

Me devolvió el teléfono, y miré la foto, enamorándome de ella


inmediatamente.

—Tienes que enviarnos esa a todos —dijo Ella.

En la primera fila estábamos sentados Ian, yo, Tori y Noah. Detrás de


nosotros, estaban de pie Rey, Harper, Emerson, Ella y Jesse. Todos sonreíamos
abrazándonos.

Abrí Instagram.

—Voy a publicar esto. Los etiquetaré, chicos.

Rey miró la foto mientras yo añadía el filtro perfecto.

—Quizás cupido finalmente se acordará de encontrar a alguien para mí —


bromeó.

La empujé juguetonamente con mi cadera.


—¿No te gustaba ese chico que no me acuerdo cómo se llama? —pregunté.

Su rostro enrojeció.

—Eso es solo un enamoramiento tonto —contestó, alejando la mirada.

—No sé —dije—. En el tiempo que nos hemos conocido, ese el único chico
que siempre te ha gustado. Además, dijiste que si yo le decía a Ian cómo me
sentía, eso te daría el coraje de hacer lo mismo con este chico.

La miré expectante, y ella comenzó a alejarse lentamente como si estuviera


pensando en escapar corriendo.

—Yo… yo no recuerdo decir eso…

—Oh, yo sí —dije, apretando publicar en mi foto, metiendo mi teléfono en


mi bolsillo trasero, y dando un paso hacia ella—. ¡Tori, tengo que algo que
preguntarte! —bromeé.

El pánico llenó su rostro.

—¡Lena, no! —gritó en susurros.

Me llevé las manos a las caderas.

Sus hombros se hundieron, y nos sentamos de nuevo.

—Prometo que lo pensaré, ¿de acuerdo?

Le di un empujoncito de nuevo.

—De acuerdo —dije—. Pero no esperes eternamente, ¿okey? No dejes que el


miedo te retenga. Nunca sabes lo que podría pasar.

Me giré hacia Ian, quien estaba ocupado hablando con Noah, Jesse y
Emerson. Me hacía feliz ver a Ian pasando el rato con ellos, hablando como si
hubieran sido amigos desde siempre.

Los pensamientos de Rey interrumpieron los míos.

—Es raro siquiera pensar en tener un novio. Solo no siento que sea algo que
podría pasarme a mí, ¿sabes?

Le di un abrazo de costado.

—Rey, por supuesto, te sucederá. Y cuando menos lo esperes.


Suspiró.

—No estoy segura de que vaya a ser así de fácil…

Tori, Harper, y Ella se unieron a nosotras en el reservado mientras los chicos


seguían hablando en la mesa de al lado.

Ella suspiró.

—¿Pueden creer como el último año está pasando volando? Quiero que el
tiempo se detenga.

Harper apoyó la cabeza en el hombro de Ella.

—Yo también. Voy a extrañar esto.

Rey frunció el ceño.

—Ni siquiera puedo pensarlo. Me pone tan triste.

Tori tomó su mano.

—Lo sé, pero también es emocionante, ¿no crees? Estaremos haciendo cosas
de adultos y todo eso.

Yo me reí.

—Bien, no digas hacer cosas de adultos.

Nos reímos.

Harper miró a Emerson, y Tori hizo lo mismo.

—Hay tantas cosas que nos faltan por descubrir —dijo.

—Lo descubriremos —dije—. Y pase lo que pase, sé que seguiremos juntas.


Siempre seremos amigas. —Puse mi mano en el medio de la mesa. Entonces Ella
puso la suya encima. Luego Tori. Harper. Y por último Rey—. Que tengamos un
increíble último año. —Puse mi otra mano encima—. Por no mencionar
graduarnos juntas. Y seguir siendo mejores amigas.

Tori sonrió.

—Completamente de acuerdo.

Ella dijo:
—En un año. En cinco años…

Harper dijo:

—Siempre.

Rey finalmente nos dio una sonrisa.

—Para siempre.
Acerca de la autora
Yesenia Vargas escribe literatura juvenil para chicos que están descubriendo
qué significa tomar sus propias decisiones. Cuando no está escribiendo, disfruta
leer, pasar tiempo con su familia, mantenerse en forma, y mirar horas y horas
de Netfilix.

En 2013, se graduó de la Universidad de Georgia, fue la primera en su familia


en ir a la universidad.

Vive en Georgia con su marido y sus dos hijas pequeñas. También comparte
consejos útiles para escritores independientes en SavvyAuthorpreneur.com.

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