Está en la página 1de 388

1

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes
sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso
haciendo una reseña en tu blog o foro.

2
Contenido
Sinopsis .......................................... 4 19 ..................................................... 128 38 ..................................................... 276

1 ........................................................... 5 20 .................................................... 134 39..................................................... 284

2 .......................................................... 11 21 ..................................................... 143 40 .....................................................293

3 ......................................................... 19 22 ......................................................148 41 .................................................... 303

4 ......................................................... 25 23 .................................................... 153 42 .....................................................307

5......................................................... 30 24..................................................... 163 43 .................................................... 315

6..........................................................37 25 .....................................................170 44 .................................................... 319

7 .......................................................... 47 26 .................................................... 175 45 ..................................................... 327

8 ......................................................... 53 27 ..................................................... 183 46 .....................................................337

9 ......................................................... 60 28..................................................... 190 47 .................................................... 343

10....................................................... 67 29 .....................................................201 48 .................................................... 353

11 ........................................................ 74 30 .................................................... 206 49 .................................................... 361

12 ....................................................... 80 31 ..................................................... 214 50 ...................................................366 3


13....................................................... 88 32 ..................................................... 227 51 .....................................................373

14 ....................................................... 93 33 .................................................... 233 52 ..................................................... 377

15 ...................................................... 99 34 .....................................................244 Epílogo ....................................... 383

16 .................................................... 106 35 .................................................... 258 Sobre la autora ................... 386

17 ..................................................... 113 36 .................................................... 264 Créditos ......................................387

18 ...................................................... 122 37 .................................................... 269


Sinopsis
Ha pasado mucho tiempo desde que Casey Tresscott sintió que su vida era
suya. Después del accidente automovilístico que casi le cuesta todo, está
acostumbrada a los mimos de su familia y los susurros incesantes en la escuela, sin
importar lo mucho que duelan. Después de todo, ha encontrado un puerto seguro
en su relación incipiente con el chico de oro de Sandover, Fenn Bishop… o eso cree
ella.
Debajo de la bonita apariencia fiestera de Fenn se esconde una verdad
peligrosa sobre la noche en que Casey casi muere. Pensó que mentirle era lo
correcto, pero cuando el secreto sale a la luz, podría perderla para siempre.
Porque Casey está harta de que se aprovechen de ella.
Aferrada al control que ha estado perdiendo, Casey finalmente explota:
enfrentando a sus matones, coqueteando con los rebeldes y mujeriegos, y
eludiendo los toques de queda estrictos de su padre, el director, a pesar de las
consecuencias. Si espera recuperarla, un Fenn desesperado debe aliarse con su
hermanastro RJ y los otros desadaptados de Sandover para descubrir la historia
completa del accidente de Casey y los responsables.
Pero, ¿y si Casey ya no es la misma chica de la que se enamoró por primera
vez? ¿Hay alguna esperanza para su futuro si ella se ha vuelto rebelde para
siempre?
4
Prep #2
1
Casey
Fenn: ¿Cómo va tu día, linda?
Toda mi cara casi se rompe por la mitad gracias a la sonrisa vertiginosa que
se apodera de ella. Es casi repugnante lo que un pequeño mensaje de Fenn Bishop
le hace a mi ritmo cardíaco. Sentí mi teléfono zumbando en mi bolsillo durante la
clase de francés, media docena de mensajes en sucesión rápida, pero no pude
comprobarlo, de lo contrario me lo habrían confiscado. Así que, solo me senté allí
muriéndome por que sonara la campana. Ahora, entre clases, me paro en mi
casillero y leo los mensajes que me recuerdan que este lugar no es la vida real.
Nadie aquí en St. Vincent me conoce. Todos los rumores y susurros que me rodean
constantemente cada vez que camino por el pasillo, no importan. Sé la verdad. Y
Fenn también.
Eso es todo lo que importa.
El vértigo se intensifica mientras examino el resto de sus textos. Ha estado
haciendo esto todos los días desde que nos hicimos amigos. Enviándome un
mensaje de buenos días. Comprobándome. Enviándome memes tontos porque sabe
que hace tiempo que no sonrío. 5
Aún se siente tan surrealista. Fenn fue un extraño para mí durante tanto
tiempo, solo otro estudiante de último año con el que mi hermana salía
ocasionalmente. Y luego mi accidente automovilístico sumió todo mi mundo en el
caos, y allí estaba él con una sonrisa fácil y un hombro fuerte para que yo me
apoyara. Se hizo amigo mío, sin ninguna buena razón aparte de ver que necesitaba
a alguien y decidió que sería él.
Y lo dejé entrar, sin una buena razón.
A medida que me dirijo a mi clase de medios, escribo una respuesta rápida.
Yo: Ah, ya sabes. La misma mierda habitual.
Fenn: ¿Quieres escapar del último período? Iré a recogerte.
Yo: Sloane te mataría.
Fenn y yo no somos exactamente públicos. Al menos no en lo que se refiere
a mi familia. Mi papá y mi hermana apenas toleran una amistad, no puedo imaginar
cómo reaccionarían al enterarse de que Fenn y yo estamos saliendo oficialmente.
Sinceramente, no sé quién perdería más su mierda. La última vez que ella lo atrapó
rondando, Sloane básicamente le dijo a Fenn que lo golpearía si me tocaba. Y papá,
bueno, si no tuviera que aclararlo con la junta directiva, ya habría construido un
foso alrededor de nuestra casa. No estoy segura de que lo pensara bien antes de
aceptar un puesto de director en un internado para varones en medio de la nada y
llevó consigo a sus dos hijas adolescentes. Sloane y yo estábamos destinadas a
enamorarnos de un par de delincuentes bajo la tutela de papá.
Fenn: Vale la pena.
Yo: Eso dices ahora.
Fenn: No. Me arriesgaría a la ira de Sloane cualquier día de la semana.
Eres tan linda.
Mi estómago da un vuelco feliz. Es demasiado bueno en eso. O tal vez me
dejo impresionar con demasiada facilidad. Fenn lanza el más mínimo cumplido en
mi dirección y me convierto en un charco de papilla. Es nauseabundo.
Últimamente, es la mejor parte de mi día.
Yo: ¿Nos vemos después de la escuela?
Fenn: No puedo esperar. ¿El mismo lugar de siempre?
Yo: Sí. Te enviaré un mensaje cuando llegue a casa. 6
Aún estoy sonriendo cuando entro al salón de clases y tomo asiento en la
penúltima fila. Ni siquiera la mirada severa de la hermana Patricia puede
entorpecer mi estado de ánimo. Aunque claro, frunce el ceño al sonreír. Todo está
mal visto en esta escuela estúpida. St. Vincent está dirigido por un grupo de monjas
súper estrictas y aterradoras que ven a las niñas más como pupilas que como
estudiantes. Cada mañana comienza con quince minutos de capilla. Cada clase
tiene asientos asignados. Mi profesora de precálculo, la hermana Mary Alice,
incluso camina golpeando una regla de madera contra su muslo, lista para
golpearte la muñeca si no terminas tus ecuaciones lo suficientemente rápido.
Odio este lugar.
—Hola, Casey. —Ainsley golpea mi escritorio cuando se acerca—.
¿Recordaste tomar hoy tus medicamentos? ¿Supongo que haces eso en el almuerzo
para poder tomarlos con la comida?
Y solo así, mi espíritu se hunde.
Aprieto los dientes, fingiendo no darme cuenta de la forma en que sonríe
ante la perspectiva de pasar otra hora entera hurgando en los huesos de mi cadáver.
Imagino que es una de esas chicas descuartizando sus muñecas y cortándoles todo
el cabello cuando era pequeña. Lanzando piedras a las ardillas para escucharlas
gritar.
Por suerte, soy su nuevo juguete favorito.
La gente dice que cuando nos enfrentamos a un desafío aparentemente
insuperable, tendemos a elevarnos para alcanzar nuestro potencial, o retroceder
para escapar del problema. Para mí, aún estoy atrapada en el punto de la indecisión.
Ni luchar ni huir, sino sonreír y aguantar. Cierro los ojos y muerdo con fuerza. Sin
embargo, si soy honesta, creo que nunca he sido del Equipo Pelea. Antes de
transferirme a St. Vincent desde la Academia Ballard, probablemente habría sido
parte del campamento de vuelo, así que supongo que mi estado actual es un paso
adelante.
Ainsley se desliza en su asiento detrás de mí, luego me toca el hombro.
—¿Qué? —siseo, girándome en mi asiento.
Me mira en blanco.
—¿Qué? No hice nada.
—Señoritas —nos regaña la hermana Patricia desde el frente de la clase,
donde está montando el video de hoy. Ya es octubre, y no creo que nos haya
enseñado nada desde que empezó la escuela. Todo lo que hacemos es ver películas, 7
generalmente musicales, que empiezo a sospechar que provienen de la colección
de su casa.
—Estás imaginando cosas —me dice Ainsley—. Mejor aumenta tu dosis.
Bree, su mejor amiga, se ríe junto a Ainsley.
—Sí, en serio. —La morena mastica su chicle ruidosamente, luego tose
cuando casi se atraganta con él. No suelo juzgar a las personas con un coeficiente
intelectual bajo, pero Bree Atwood es el tipo de estúpida por el que de hecho
sientes lástima.
La clase comienza minutos después. Y por clase, me refiero a que
procedemos a sentarnos en la oscuridad viendo una mala transferencia de VHS a
DVD de una producción del West End de Les Misérables mientras la hermana
Patricia se sienta en su escritorio pronunciando cada línea.
—¿Hermana Patricia? —llama Ainsley.
—¿Qué pasa? —La monja irritada lanza una mirada en nuestra dirección.
—¿No deberíamos dejar las luces encendidas?
La hermana Patricia suspira, con un ojo en el televisor.
—Señorita Fisck, silencio.
—Simplemente no creo que sea una buena idea mantenernos atrapados en
la oscuridad con una estudiante inestable.
Trago un suspiro cansado. A los pocos días de que me transfirieran a St.
Vincent, Ainsley hizo que toda la escuela creyera que soy un caso mental. A un
suspiro de una camisa de fuerza.
No es como si no se me hubiera pasado por la cabeza. No recuerdo lo que
pasó la noche del accidente, así que en una especie de sentido cuántico, supongo
que cualquier cosa podría haber pasado. Básicamente soy el gato de Schrödinger
en una caja de veneno. Pero, ¿qué es más plausible? ¿Que yo fuera el objetivo de
un conductor fantasma, o que me drogué en el baile de graduación, buscando
atención, y arrojé mi auto al lago? Solo puedes despotricar sobre el hombre manco
durante tanto tiempo antes de que te veas obligada a considerar la posibilidad de
que todo esté en tu cabeza. Tal vez estoy loca. Tal vez tuve un colapso nervioso esa
noche y simplemente no puedo recordarlo.
La respuesta de la hermana Patricia es un ceño fruncido molesto, pero su 8
enfoque permanece en la película. Incluso las monjas conocen los rumores, y estoy
segura de que más de una los cree. Casi me sorprende que aún no me hayan pillado
saliendo del baño y llevado a la capilla para un exorcismo improvisado.
—No estoy siendo cruel —dice Ainsley con inocencia fingida—. La
oscuridad y los ruidos fuertes pueden ser desencadenantes. ¿Verdad, Casey?
Sigo ignorándola y mirando al suelo, concentrándome intensamente en las
marcas de zapatos negros y los patrones punteados en las baldosas. Ainsley ha
estado en esto desde el primer período de esta mañana. En la historia avanzada,
comentó sobre mis cordones. Ya sabes, ¿es una buena idea que alguien en mi
condición camine con eso? En física, le sugirió a nuestra maestra que tal vez
debería completar mis tareas con crayones, para no convertir un lápiz en un arma.
—¿Cómo funciona? —continúa—. ¿Es como si escuchas voces? ¿Están
hablando contigo ahora?
Vislumbro varias sonrisas en la oscuridad. Escucho algunas risitas suaves.
Las chicas pueden ser tan crueles. Siempre supe esto en teoría, pero una vez que
te conviertes en un objetivo, es difícil no desilusionarse. No decepcionarte de tus
compañeras. Tal vez me hace una anomalía en este mundo, pero siempre he
intentado tratar a las personas como quiero que me traten a mí.
La hermana Patricia hace callar a la clase, aunque no aparta los ojos de la
pantalla. Su boca aun moviéndose en silencio.
—Una vez, vi esta película biográfica en Netflix —interviene Bree, la
compinche irresponsable que no podría encontrar una personalidad propia aun si
tropezara con una—. Se trataba de una mujer que escuchaba voces a través de su
microondas.
—Ah, conozco esa —dice Ainsley—. Condujo su automóvil contra un
autobús de la ciudad porque creía que era una unidad de vigilancia del gobierno
siguiéndola
La esencia es que, estoy loca. Delirante, peligrosa y al borde del abismo.
Ya quisiera. Si fuera todas esas cosas, tal vez tendría el coraje de tomar
represalias contra estas idiotas. Tal como están las cosas, he hecho lo único sensato:
ignorarlas. Me preparo todos los días para los comentarios sarcásticos y los
rumores perpetuos. Al principio, Sloane dijo que no duraría más de unos pocos
días. Ainsley solo es una bravucona y pronto se aburriría y seguiría adelante. Pero
su fascinación no se ha disipado, y mi determinación se ha marchitado. Con cada
asalto implacable, me he vuelto más cohibida. Lo siento por mí misma.
Enfurruñada por la miseria de convertirme en el personaje principal de una escuela
9
nueva donde solo me precedan las peores partes de mi reputación.
—Casey. Oye, lo olvidé. —Honestamente, casi tienes que admirar su
persistencia. Que Ainsley aún no haya llegado al aburrimiento es notable—. La
próxima semana voy a tener una fiesta.
No es especialmente inteligente, pero lo que le falta en material, lo
compensa con pureza de malicia. Ainsley no tiene ningún rencor latente contra mí.
No le robé el novio en tercer grado. No hay historia aquí. Simplemente es una
persona podrida que disfruta siendo una perra.
Su tono se vuelve empalagoso.
—Puedes venir si prometes no estacionar en la piscina.
Me concentro en el número musical en la pantalla, fingiendo no escuchar
las risitas. A la mierda con estas chicas. No necesito su aprobación. No necesito su
amistad. Incluso si todos me hubieran dado la bienvenida a St. Vincent con los
brazos abiertos y trataran de entablar amistad conmigo en septiembre, aun así no
confiaría en ellas. Tenía un gran grupo de amigos en la academia Ballard y mira
cómo resultó. Cada uno de ellos me traicionó después del accidente. Me sonrieron
a la cara y se rieron a mis espaldas. Difundieron rumores sobre la peor noche de
mi vida, convirtiéndome en el hazmerreír.
Tuve que aprender por las malas que la lealtad es rara en la escuela
secundaria. Es por eso que no estoy interesada en ser amiga de ninguna de estas
chicas, no cuando me mostraron su verdadero carácter desde el principio. Solo hay
dos personas en las que confío en estos días.
Mi hermana.
Y el único chico que nunca deja de poner una sonrisa en mi cara.
Así que, sigo mirando al frente y cuento los minutos mentalmente hasta que
pueda ver a Fenn.

10
2
Casey
Después de la escuela, me pongo mis zapatos para correr y les silbo a Bo y
Penny, quienes apenas esperan a que abra la puerta principal antes de salir
corriendo por el camino de entrada hacia el sol que se asienta bajo por encima de
la línea de árboles. Para ser un par de golden retrievers grandes, tienen motores
como caballos de carreras y la paciencia de niños pequeños con cafeína. Corren la
mayor parte del camino hacia el sendero del bosque entre los dormitorios y mi casa
al borde del campus de Sandover, donde Fenn me está esperando.
Aún no estoy cansada de la forma en que siempre se ve sumido en sus
pensamientos antes de levantar la cabeza y sus ojos azules se iluminan. Esa sonrisa
avergonzada que sofoca mientras envuelve sus brazos sobre mis hombros y besa
la parte superior de mi cabeza.
—Hola —saluda. Nunca más que eso. Pero es la inflexión lo que lo
convierte en nuestro propio lenguaje secreto. Todo lo que necesitamos decir en un
sonido tan pequeño.
—Hola.
Cierro mis brazos detrás de su espalda y me quedo un rato allí. Porque
11
incluso en los días que recuerdo mi armadura, la escuela es agotadora.
—¿Estás bien? —pregunta Fenn contra mi cabello.
Es casi treinta centímetros más alto que yo, dejándome acurrucada contra
su pecho. Debe haberse deshecho de su chaqueta en su dormitorio porque solo está
usando su camisa abotonada característica de Sandover, con las mangas
arremangadas. Huele tan delicioso. La matrícula del internado no escatima en
suavizantes.
—Ajá —respondo—. Das buenos abrazos.
Siento su risa soplando sobre mi mejilla.
—Ah, ¿sí?
—Ajá.
—Está bien. Date el gusto.
Le doy un último apretón antes de soltarlo, protegiendo mis ojos del sol para
ver a Bo y Penny acosando a una criatura en lo alto de un árbol.
—Chicos —grito en reprimenda, y se alejan del árbol rápidamente.
—¿Cuánto tiempo te puedes quedar? —Fenn se desabrocha la camisa
rápidamente y la deja en el césped para que me siente.
No puedo evitar resoplar.
—¿Qué? Se llama modales, Casey.
—Cualquier excusa para quitarte la ropa. —No es que lo odie. Jugar al
fútbol le ha dado unos abdominales ridículos. De los que no es tímido.
—Cariño, mis ojos están aquí arriba. —Me guiña un ojo y se tumba a mi
lado.
Algo extraño sucede cuando el chico que te gusta dice que también le
gustas. Todo se vuelve hiperreal. Vívido. ¿Esos hoyuelos a los que antes no había
prestado mucha atención? Ahora ocupan una parte desmesurada de mis
pensamientos. No puedo dejar de mirar sus labios, el de abajo más lleno que el de
arriba. O darme cuenta de cómo siempre parece perderse un parche pequeño de
barba rubia oscura en la comisura de su mandíbula cada vez que se afeita.
Es imposible no dejar que mi mirada se desvíe de nuevo hacia su pecho
desnudo. Sus músculos esculpidos y su carne bronceada hacen que mis dedos 12
hormigueen por tocarlo. Trago pesado a través de mi garganta seca y me obligo a
no comérmelo con los ojos. Sloane se refiere burlonamente a Fenn como el chico
dorado, y es difícil no estar de acuerdo con esa evaluación, solo que no de manera
despectiva. Con su cabello rubio, su piel dorada y su cuerpo alto y musculoso, es
la personificación de la sensualidad.
Aún no puedo creer que en realidad sea mío.
—No puedo quedarme mucho tiempo —le digo—. Tarea. Y papá está
haciendo la cena. Así que…
—Entonces será mejor que no pierda el tiempo.
Con una sonrisa traviesa, toma mi mano y me atrae para que me siente en
su regazo. Mi chillido resultante es un cruce entre sorpresa y deleite. Entonces mi
pulso se acelera, cuando Fenn me agarra por la cintura para abrazarme fuerte y
presiona sus labios cálidos contra los míos.
Al principio comienza bastante inocente. Un beso dulce. El roce suave de
sus labios. Mis dedos bajan por sus hombros desnudos para recorrer las crestas
firmes de sus abdominales, y siento que sus músculos se contraen bajo mi toque.
Mi lengua busca la suya a medida que enreda sus manos en mi cabello, acunando
un lado de mi cara dulcemente.
Sé que me quiere. Lo escucho en los gemidos suaves ahogados en su pecho.
Lo siento cuando roza la piel en la parte baja de mi espalda. Me siento y paso mis
dedos por su cabello, profundizando el beso y respirando pesadamente.
Fenn siempre es el primero en alejarse.
—Me estás matando —susurra con los ojos entrecerrados.
—No sé a quién estás intentando impresionar al retenernos en la primera
base todo el tiempo.
—¿Retenernos? Maldición. —Muestra una sonrisa indignada—. ¿No recibo
ningún crédito por el buen comportamiento contigo?
—No, en realidad no.
—Ah, vamos, Case. Solo déjame ser el chico bueno. —Ahora ofrece un
puchero adorable—. Eso es todo lo que pido. No tenemos que apresurar las cosas.
—Apuesto a que le dices eso a todas las chicas.
—No hagas eso —dice, colocando algunos mechones de cabello detrás de
mi oreja y dejando que las yemas de sus dedos viajen suavemente por un costado 13
de mi cuello—. Estoy aquí contigo. Eso es todo lo que me importa ahora.
Es entrañable, pero también un poco exasperante. Las hazañas de Fenn son
infames en los círculos de la escuela preparatoria. No es que ignore cómo solía
moverse, y fingir lo contrario no tiene sentido. Y es frustrante, porque entre los
dos, él es el viajero más experimentado, y sin embargo, se enfurece si lo tiento a
aventurarse mucho más allá del patio delantero.
—Lo sé, y no estoy intentando apresurar las cosas… —Me deslizo del
regazo de Fenn y acuno la cabeza de Bo cuando viene empujando su camino bajo
mi brazo—. Pero me estás empezando a acomplejar.
Frunce el ceño.
—¿Por qué lo dices?
—Cada vez que te detienes, me pregunto si es porque soy… —Siento mis
mejillas calentarse—. No sé… mala en esto o algo así. Quiero decir, mi currículum
no es extenso.
Mi padre era un tirano de las citas incluso antes del accidente. Y Sloane
tenía a todos los chicos de Ballard y Sandover asustados, impidiéndoles acercarse
a mí.
—¿Tu currículum? —Fenn suena completamente aturdido.
—Sí. Corey Spaulding me invitó a la fiesta de cumpleaños de Lisa Lesko
en su primer año y luego terminó besándose con su prima en la casa de invitados.
En segundo año me besé con Brad, el mejor amigo de Corey, pero sobre todo para
vengarme de Corey por la traición en la fiesta de Lisa Lesko. Y después el año
pasado estuvo A.J. Koppel, pero creo que solo me besó para vengarse de Lisa
Lesko por engañarlo. —Hago una pausa, pensando—. Dios mío. Me acabo de dar
cuenta de que Lisa Lesko es el denominador común en toda mi historia de besos.
¿Qué crees que significa eso?
Fenn me mira fijamente por un segundo antes de estallar en carcajadas.
—¿Qué carajo está pasando ahora mismo? ¿A dónde quieres llegar?
—Me dirías si no fuera buena besando, ¿verdad?
Parpadea, todavía riéndose.
—¿Hablas en serio? 14
—En serio.
Fenn compone su rostro cuando comprende que no me estoy riendo.
—¿Me estás tomando el pelo? Eres buena besando. De hecho, excepcional.
Jodidamente fenomenal. —Suspira—. No tomes mi vacilación en el sentido de que
hay algo mal contigo. Este soy yo intentando hacer lo correcto. Por una vez.
Lo hace mucho, y me pone un poco triste por él. Sí, ha tenido más aventuras
de una noche que un motel de carretera, pero no es un mal tipo. En algún momento
del camino, se le metió en la cabeza que no se lo merece.
—De acuerdo.
—Lo digo en serio. —Toma mi mano para besar el interior de mi muñeca.
Lo que básicamente derrite mis entrañas en una sustancia pegajosa fundida y me
dan ganas de abordarlo todo a la vez. No sé dónde enseñan estas cosas a los chicos,
pero ciertamente estaba prestando atención—. No hay ni una sola cosa en ti que
cambiaría.
Estoy a punto de estallar por dentro, pero solo asiento y encuentro un palo
para arrojarle a Penny. No sé si alguna vez me acostumbraré a él.
—¿De verdad solo has besado a tres tipos? —Parece intrigado por eso—.
¿No eras animadora en Ballard?
Me rio.
—¿Se requiere besar a un montón de chicos para ser animadora?
—Bueno, no, pero… —Me mira fijamente—. Está bien. Estoy
estereotipando.
Sonrío ante su malhumorada concesión.
—Sí, era animadora —confirmo—. Y sí, solo he besado a tres chicos.
Fui muchas cosas en la academia Ballard. Animadora. Jefe del comité del
anuario, lo cual es un gran honor para un estudiante de tercer año. Tenía una mejor
amiga, Gillian Coates, con quien no había hablado desde la primavera.
Era popular en Ballard. Un tipo diferente de popular que mi hermana, a
quien todos los chicos codiciaban y todas las chicas temían. Sloane solía bromear
diciendo que yo era una de esas chicas molestas que todos los chicos quieren y 15
ninguna chica puede odiar porque soy demasiado genuina. Lo que sea que eso
signifique. Nunca he sido otra cosa que yo misma. Y creo que Sloane me dio
mucho más crédito en el departamento de «todos los chicos me quieren», ya que
capturé el interés de solo tres.
Pero no estaba equivocada en una cosa: le agradaba a casi todo el mundo
en Ballard. Hasta que la rumorología me convirtió en una chiflada, y de repente
me dejaron de lado. Y sé con certeza que Gillian y mi antiguo grupo de amigos
aún susurran sobre mí. A veces lo veo en las redes sociales, los comentarios tontos
sobre mí en las publicaciones de la gente. Es vergonzoso.
—No es por cambiar de tema —dice Fenn—, pero ¿has notado que Sloane
está rara? Porque RJ está empezando a preocuparme.
Lo pienso. En el camino a casa después de la escuela, definitivamente estaba
menos habladora. Pero no me detuve a pensar en eso porque significaba que tenía
que saltarme el informe diario cuando me interroga por todos los que fueron malos
conmigo ese día. Cuáles traseros necesita patear. Qué neumáticos cortar. Mi
hermana mayor es mi máxima protectora, incluso cuando no necesito protección.
Honestamente, le permitiría dejar bolsas de excrementos de perro en llamas en
cada casillero del campus si pensara que haría la diferencia, pero por muy
intimidante que sea Sloane, no hay una máquina concebida por una mujer o un
hombre que pueda detener la engranajes de chismes de la escuela secundaria.
Sin embargo, en general, no sé si clasificaría su comportamiento tan raro
como enamorado. Desde que volvió con RJ, ha estado un poco obsesionada,
caminando dentro del aura opaca de una neblina de amor. Estoy feliz por ella, pero
es un poco espeluznante. Sloane solía evitar la noción del romance. Ahora está
vendiendo amor a todo el mundo como si estuviera ejecutando un plan de
marketing multinivel de puerta en puerta.
—Esta semana ha estado bastante distraída —respondo—. Todo lo que hace
es enviar mensajes de texto a RJ. Si no lo supiera mejor, pensaría que esos dos se
estaban preparando para huir juntos.
Fenn se encoge de hombros.
—Si lo hicieran, tendría nuestra habitación para mí solo, así que…
—Diría que es normal para una relación nueva, pero últimamente nada en
Sloane es normal, así que, qué sé yo. Supongo que, están en su propia burbuja.
—Sí, bueno, bien por ellos, pero RJ necesita superarlo.
La consternación de Fenn es algo entrañable. Acaba de arreglar las cosas
con su hermanastro, y tengo la sensación de que se siente un poco celoso. Tal vez, 16
hambriento de atención.
—No sé cómo describirlo —añade—. Cada vez que lo miro, es como si
estuviera intentando descubrir cómo decirme que mi abuela murió o algo así.
Eh.
—Está bien, eso es un poco extraño. ¿Tal vez así es cómo se ve su rostro?
RJ es un chico bueno, pero tiene tendencias antisociales fuertes. Algo así
como, una cara de cabrón en reposo. Para un tipo extrovertido como Fenn, debe
ser francamente extraño.
—Hace un par de días, entré en nuestra habitación después de la práctica y
lo atrapé al teléfono. Supongo que, con Sloane. Pero me mira como un ciervo a la
luz de los faros, y sus ojos se desvían. Es estúpido, pero te juro que vi esa misma
mirada cada vez que alguien hablaba de mi mamá estando enferma. Cuando todos
tenían miedo de decirme lo mal que se estaba poniendo.
—Lo siento. —Alcanzo la mano de Fenn y la entrelazo con la mía,
sosteniéndola en mi regazo.
Sé lo que es perder a tu madre, aunque la mía no murió de una enfermedad
prolongada. Murió de repente, sin previo aviso. Un ahogamiento extraño que nadie
vio venir. Y solo tenía cinco años, lo suficientemente joven como para no recordar
mucho de esos días. Solo momentos breves. Vislumbres del funeral, toda la gente
constantemente en nuestra casa durante los días posteriores, mientras mi hermana
y yo intentábamos aceptar el concepto de la muerte y la idea aterradora de que
mami nunca regresaría.
—Mi papá ya estaba saliendo en ese entonces —dice Fenn distraídamente,
frotando círculos en mi piel con el pulgar—. Obviamente estuvo a su lado cada
segundo, pero yo era invisible para él. Sabía que ella no iba a estar mucho más
tiempo, así que se cerró por completo.
El silencio cae entre nosotros. Siento la tristeza emanando de él y desearía
poder mejorarla. Pienso en mi propia pérdida, ese vacío enorme que quedó en mi
vida después de la muerte de mamá. Apenas la recuerdo, lo que lo empeora. Ni
siquiera tengo una caja de cálidos recuerdos maravillosos para abrir cada vez que
me encuentro extrañándola.
Aunque tengo un mecanismo, lo cual es un poco vergonzoso, pero me
muerdo el labio y decido expresarlo, porque odio ver a Fenn lastimado. 17
—A veces hablo con ella —admito tímidamente—. Con mamá.
—¿Lo haces?
—Lo sé, es tonto.
—No, no lo es.
Me encojo de hombros, porque por tonto que sea, no podría parar aunque
lo intentara.
—Cuando me siento abrumada o asustada, o incluso si estoy muy feliz por
algo. Imagino que puede oírme, que está en algún lugar de la habitación, y solo
hablo con ella.
—¿Qué dices?
—Cualquier cosa. Todo. Como cuando de repente me di cuenta de que
quería ser veterinaria, le dije a mamá antes de decirle algo a papá o a Sloane. —
Una sonrisa agridulce tira de mis labios—. Sé que probablemente lo estaba
imaginando, pero juro que sentí su presencia ese día. Que estaba orgullosa de mí
por descubrir mi camino.
Fenn pasa su brazo por encima de mi hombro y me acerca más.
—Ojalá pudiera hacer eso. No he sentido a mamá en mucho tiempo. Se
siente vacío después de que ella se fue. Eso fue todo.
Mi garganta se oprime, mi corazón se aprieta en reconocimiento de su dolor.
Apoyo la cabeza en su hombro desnudo y, una vez más, desearía poder ofrecerle
algo más que trivialidades y consejos tontos para calmarlo. Fenn aún está tan
atormentado por su pérdida. Siempre está ahí. En los momentos en que cree que
nadie está mirando. En la forma en que sabe sin palabras cómo me siento cuando
pienso en mi propia madre. En la docena de formas en que se odia a sí mismo,
incluso si cree que no me doy cuenta.
Al menos me deja verlo. Soy una de los pocos que lo hacen, y estoy
agradecida por eso. Se necesita coraje para estar un poco roto.
—Hola —dice. Me da una sacudida pequeña.
—Hola. —Siento la sonrisa en su voz. Efectivamente, cuando inclino la
cabeza, sus labios se curvan en una sonrisa juguetona.
—¿Qué opinas de que te lleve a una cita real? —pregunta en voz baja.
Mi corazón se salta un latido. 18
—¿Y cómo sería una cita real?
—¿Qué opinas de los picnics? Podemos sacar a pasear a los perros el sábado
por la tarde y encontrar un buen lugar para instalarnos.
Es difícil imaginarse a Fenn Bishop saltando por el bosque con una canasta
de picnic, pero pagaría por ver qué se le ocurre.
—Suena perfecto.
3
Fenn
Mi hermanastro está atrapado últimamente en un trance perpetuo. Antes no
podías apartar sus ojos de la pantalla del ordenador, pero al menos de vez en
cuando murmuraba alguna respuesta a una conversación. Ahora parece que no
puedo sacar ni un gruñido de él mientras nos preparamos para la clase de la
mañana. Su cabeza ha estado enterrada en su teléfono desde el momento en que
despertó.
—Amigo. —Lanzo una pelota de tenis a través de la habitación que pasa
volando por encima de su cabeza para golpear la pared.
RJ da vueltas en la silla de su escritorio.
—Mierda. ¿Qué?
—¿Has escuchado algo de lo que he dicho durante los últimos diez minutos?
—¿No? No sé. Cristo. ¿Qué quieres de mí antes de las ocho de la mañana?
—Entiendo que en estos días estás sometido, pero ¿qué tal si de vez en
cuando dedicas un poco de tiempo a tus amigos?
19
Mierda. Eso sonó dependiente. ¿Era dependiente? No sé cómo hacer todo
esto de los hermanos. Fui hijo único toda mi vida. Y ahora tengo este hermanastro
que terminó siendo más genial de lo que esperaba.
Cuando nos conocimos cinco segundos antes de la boda de nuestros padres
y estábamos allí parados con nuestros esmoquin evaluándonos, sinceramente,
nunca esperé que el tipo me agradara. Demonios, incluso me tomó un par de
semanas recordar su nombre. Pero entonces mi papá metió a RJ en Sandover, y
nos juntaron como compañeros de habitación, y ahora… bueno, supongo que nos
unimos. Suena jodidamente cursi, pero es verdad. Puede que vengamos de
entornos muy diferentes y seamos polos opuestos en términos de nuestras actitudes
hacia la socialización, pero de alguna manera esta nueva y extraña relación familiar
funciona.
O al menos lo hizo antes de que se enamorara de la jodida Sloane Tresscott.
De todas las chicas que podría haber perseguido, elige a la hija del director. La
princesa de hielo. La chica que me arrancaría las pelotas si supiera que he tenido
mi lengua en la boca de su hermanita todos los días de esta semana.
—¿Tenías un punto, o solo estás siendo necesitado? —RJ finalmente deja
su teléfono y se levanta de la silla para comenzar a vestirse. Tal como están las
cosas, solo tendremos tiempo para tomar un pastel rápido en el comedor antes de
la primera campanada.
—Tienes que hacerme un favor este fin de semana. Voy a llevar a Casey a
un picnic el sábado.
Me mira por encima del hombro. Creo captar una especie de mueca antes
de girarse a su armario.
—¿Qué tiene que ver conmigo?
—Mantén a Sloane ocupada por mí. —Me siento en el sofá en medio de
nuestro dormitorio espacioso y me pongo los zapatos—. Sé que ella no es del
Equipo Fenn en esto, y no quiero que cada cita con Casey se convierta en un
enfrentamiento.
—Entonces, ¿esto está pasando? —RJ frunce el ceño mientras arroja su
bolso sobre su hombro. Su corbata está desatada alrededor de su cuello como si
fuera una declaración en contra del Hombre. En realidad, ha estado en Sandover
durante dos meses y aún no sabe atar la cosa sin mi ayuda la mayoría de los días—
. ¿Tú y Casey?
La pregunta me sorprende. Y adopta un comportamiento extraño lleno de 20
un subtexto misterioso que me inquieta.
—Sí, ¿y…?
—¿Cuáles son tus intenciones allí? —pregunta.
—¿Intenciones?
¿Qué demonios? De acuerdo, no somos buenos en las conversaciones
sinceras, pero pensé que RJ entendía lo que siento por Casey. Ella no es una
conquista para mí. Esta chica es especial.
—¿Sloane te metió en esto? —pregunto con cautela.
—Solo hago una pregunta —dice con un encogimiento de hombros que es
un poco más mordaz de lo que sugieren sus palabras.
No está del todo equivocado al sospechar. Ni siquiera un poco. Debajo de
la superficie de lo que sabe de mí, hay un montón de culpa acechando en la
oscuridad. Porque soy un idiota por quererla, y un idiota aún más grande por dejar
que esto suceda en contra de mi buen juicio. Con cada día, cada beso, estoy un
poco más cerca de arruinarla.
RJ se interpone entre la puerta y yo, una señal no muy sutil de la sinceridad
de su interés. Pedí su atención, y ahora no me iré de aquí hasta que la haya
satisfecho.
—Nunca la lastimaría —le digo, mi voz saliendo ronca. Quiero que sea
verdad. Y ese es el mejor tipo de honestidad que puedo darle.
Al evaluarme, RJ quiere decir algo más claramente, pero mi teléfono vibra
en mi bolsillo. Suelto un suspiro, sorprendido por el alivio de librarme del anzuelo.
Entonces, veo el número de papá en la pantalla y maldigo en voz baja.
—Es mi papá —murmuro, luego pongo la llamada en altavoz con un
breve—: ¿Sí?
Lo habría dejado ir al correo de voz si no estuviera un poco agradecido por
el rescate. Esta mirada fija de RJ se estaba volviendo intensa. No puedo imaginar
de dónde viene su interés, excepto que Sloane esté mucho más molesta por nuestra
relación de lo que había supuesto. Una parte de mí se pregunta si podría estar en
una campaña para poner a RJ en mi contra, siempre y cuando Casey y yo estemos
juntos. Sé que viene de un buen lugar, quiere proteger a su hermanita, pero Sloane
es despiadada cuando quiere serlo.
—Buenos días —responde papá con una voz patéticamente alegre que
asumo que está adoptando en beneficio de la madre de RJ al otro lado del 21
teléfono—. ¿Te atrapé antes del desayuno?
—Sí, ¿qué quieres?
En estos días está llamándome más veces que en los últimos años de mi vida
combinados. Todo es parte de su cambio de carácter repentino hacia una
personificación de padre de televisión que es perturbadora e insultante a la vez.
Desde que llegó Michelle, es como si hubiera descubierto sus raíces paternas y
estuviera intentando compensar una década de negligencia benigna. O al menos
quiere que RJ y su madre crean que está intentando ser un mejor padre.
No me lo creo. La gente no cambia de la noche a la mañana. Demonios, no
estoy convencido de que la gente cambie en absoluto. Simplemente mejoran en
ocultar sus fallas. Así que, no, no creo que mi padre dejó de ser de repente un idiota
egoísta y ahora se preocupa por los asuntos molestos como la «familia».
¿Dónde estaba el Señor Padre de Familia después de la muerte de mamá?
En ninguna parte cerca de mí, eso es seguro. Antes de su muerte, él y yo éramos
unidos. Nos reíamos juntos, salíamos a navegar. Incluso le pedía que jugara
videojuegos conmigo algunas veces. Solíamos divertirnos.
Luego ella se fue, y papá me excluyó por completo. Se enterró en el trabajo
y me relegó a un segundo plano. Cuando recordaba mi existencia, se sentía
culpable y me arrojaba dinero, después desaparecía de nuevo.
Y con el tiempo, me gustó estar solo. Quiero decir, ¿qué adolescente no
querría volverse loco sin ninguna consecuencia? Sin importar lo que hiciera, en
qué mierda loca me metiera, papá ni siquiera se inmutaba. El verano antes del
segundo año, cuando aún estaba en Ballard como el setenta y cinco por ciento de
los rechazados que ahora asisten a Sandover, organicé una fiesta en nuestra casa
en Greenwich que resultó en que todo el lugar quedara destrozado y la policía
apareciera después de una docenas de quejas por ruido, y a papá no pudo importarle
menos. Simplemente contrató un servicio de limpieza y luego fue a su estudio para
finalizar un trato que estaba negociando con una empresa de tecnología en Japón.
¿Cuándo me expulsaron de Ballard y de esa presuntuosa escuela preparatoria
suiza? Ni siquiera parpadeó. Simplemente hizo otro cheque y me envió a Sandover.
Así que, lo que sea esto, esta rama de olivo indeseada que sigue intentando
agitar en mi cara, no estoy interesado. Perdí el interés hace años.
—Esperaba que pudiéramos hablar de nuevo sobre las vacaciones de
Navidad —dice papá—. Tomar unas pequeñas vacaciones familiares con todos
juntos.
—Eh, sí. Papá, creo que es un poco tarde para ese viaje a Disney World. 22
—Michelle sugirió que fuéramos a algún lugar con montañas. ¿Quizás un
poco de esquí?
—¿Y me importa, por qué? Haz lo que quieras. Tengo otros planes.
—Piénsalo —insta, aparentemente eligiendo ignorar mi rudeza descarada
como una especie de guerra psicológica—. Mientras tanto, Michelle y yo
queríamos ir pronto de visita. Podríamos invitarlos a una buena cena, muchachos.
¿Qué tal suena eso?
—Ni loco.
Termino la llamada sin el menor rastro de remordimiento. Ni siquiera el
parpadeo de desaprobación en los ojos oscuros de RJ provoca ningún tipo de
arrepentimiento. Entiendo que ahora somos hermanastros y esto también lo afecta
a él, pero será mejor que RJ no se meta. No puede apreciar dieciocho años de
historia basándose en conocer a David durante unos meses. La mayoría de los
cuales hemos estado en este dormitorio.
—Eso fue un desastre —dice mi hermanastro—. Podrías intentarlo un poco.
—Podría, pero no quiero. Créeme, no caigas en este acto. No se merece que
lo hagas. Y estas conversaciones son mucho más rápidas cuando no pretendo
participar.
—Tal vez no es un acto —señala RJ.
Pongo los ojos en blanco. Por alguna razón desagradable, la semana pasada
estuvo hostigándome sobre cómo debía estar abierto a la reconciliación. Pero no
conoce a papá ni cómo fue despertarse una mañana y darse cuenta de que mi padre
había decidido dejar de notar que existía. Al menos el padre de RJ tuvo la decencia
de ser enviado a prisión.
—Te lo dije, esta mierda del hombre bueno es solo eso: una mierda.
Colmarte a ti y a tu mamá con regalos y sugerencias para las vacaciones. Intentar
ser tu amigo. Es falso. Está intentando impresionar a tu madre. Hacerse quedar
bien para que cuando finalmente se divorcien, ella no se quede con la mitad de su
dinero.
La vacilación arruga las facciones de RJ.
—¿Qué? —exijo.
—No lo sé… —Juguetea con el borde de su corbata.
—¿Qué? —repito. 23
—Una parte de mí piensa que tal vez el matrimonio en realidad funcione —
admite finalmente.
Mi mandíbula cae.
—Amigo.
—Lo sé.
—¿Desde cuándo?
Ofrece un encogimiento de hombros.
—Parecen felices.
—Están recién casados. Por supuesto que en este momento están felices.
Probablemente se la comió esta mañana en la encimera de la cocina.
RJ palidece.
—Qué asco. Es mi madre. De todos modos, no estoy diciendo que vaya a
durar. Solo que es posible que no me sorprenda del todo si lo hace.
Niego con la cabeza en señal de reprimenda.
—¿Qué pasó con tu cinismo? Era mi cosa favorita de ti. Maldita sea, culpo
a Sloane por esto.
—No me molesta ver feliz a mi madre —se queja a medida que nos
dirigimos a la puerta—. Así que, demándame.
Sin embargo, cuando llegamos a la puerta, se detiene y me mira. Duda de
nuevo, bloqueando mi camino.
Levanto una ceja.
—¿Había algo más que quisieras decir?
Rompe el contacto visual después de un momento, y sale de la habitación.
—Nada —dice sin mirar atrás—. Olvídalo.

24
4
RJ
Sloane está totalmente furiosa. Pensé que antes la había visto enfadada, pero
esto es otra cosa. Ese espeluznante tipo de quietud silenciosa que oculta el infierno
de la ira en su interior. Ni siquiera estoy seguro de que esté respirando.
—¿Qué estás pensando? —pregunto pero no recibo respuesta.
Hace una hora, me llamó a nuestro lugar junto al sendero forestal cubierto
de maleza, donde hay un viejo banco entre los arbustos. Vine directamente de la
práctica de natación, haciendo que Lawson me cubriera con el entrenador y diera
alguna excusa de por qué tuve que irme temprano. Ella no me dio pistas sobre lo
que provocó el llamado de auxilio repentino, pero es seguro asumir que se trata de
la decisión que ha estado rondando sobre nuestras cabezas durante una semana.
Y con Fenn intentando algo estúpido con Casey, nos ha obligado a actuar.
Sabíamos que tendríamos que confrontarlo sobre su papel en el accidente
de Casey, pero Sloane ha estado dando vueltas sobre si hablar primero con Casey.
Su razonamiento es que Casey merece saber y Fenn no merece un aviso de
antemano para preparar lo que dirá, pero sospecho que tiene miedo de las
repercusiones que podrían surgir cuando su hermana se entere. Está aterrorizada
25
de que Casey vuelva a caer en la depresión, y quizás esta vez no pueda salir de ese
lugar oscuro.
Y creo que le preocupa que los sentimientos de Casey por Fenn nublen su
juicio sobre qué hacer a continuación. Sé que Sloane quiere darle la cinta a la
policía. Sin embargo, esa idea me revuelve el estómago. No puedo delatar a mi
hermanastro.
Pero tampoco puedo ir en contra de mi novia.
Odio estar atrapado en el medio.
—¿Puedes al menos darme una pista? —presiono.
Por encima de nosotros, un pájaro o algo empuja el toldo, y mi novia se
estremece, parpadeando fuera de su hechizo.
—Ella podría haber muerto —insiste Sloane, como si estuviera en medio de
una oración de una discusión intensa en su cabeza de la que no he estado al tanto—
. Fenn la dejó allí sola con una herida en la cabeza. Casey podría haberse
desangrado. —Retrocede ante la imagen abrumadora que evoca y comienza a
caminar—. RJ, él podría haberla matado.
—Está bien, tal vez —digo suavemente. No estar de acuerdo con ella ahora
es arriesgar mi vida, y no estoy intentando morir esta noche—. Pero también se
habría ahogado si Fenn no hubiera estado allí para rescatarla del auto hundiéndose.
Se vuelve hacia mí bruscamente.
—Entonces, te pones de su lado.
—No. Te estoy dando algo de perspectiva para considerar el contexto.
—A la mierda tu contexto.
—Sloane. —Dejo escapar un suspiro—. Aún no sabemos quién era la otra
persona en el video. La primera persona que vimos pasar corriendo frente a la
cámara. No tenemos idea de quiénes son y si conducían el automóvil. Y en
ausencia de esa información, es fácil querer culpar a la única persona que podemos
identificar.
Sloane resopla, lanzando sus manos al aire.
—No tengo que ser justa. ¡Mi hermanita casi muere, y Fenn ha estado
mintiendo al respecto durante meses! RJ, eso es sospechoso. ¡Es sospechoso!
No está equivocada. No se ve bien para mi hermanastro. Y es simplemente 26
mala suerte que solo Fenn fuera lo suficientemente tonto como para mostrar su
rostro en la cámara de seguridad del cobertizo para botes. Si supiéramos quién
condujo en primer lugar allí con Casey, la decisión de Fenn de huir después de
salvarla sería una nota al pie de página menor en toda esta terrible experiencia.
Algo para el epílogo del caso cerrado. En cambio, sus acciones esa noche, y todos
los días desde entonces, parecen más sospechosas que heroicas.
—Creo que deberías averiguar dónde están tus lealtades. —Avanza hacia
mí, sus ojos gris oscuro ardiendo como ceniza caliente. Indignada, señala con un
dedo en mi pecho que me sacaría de las casillas si fuera cualquier otra persona.
—Sabes que no puedo hacer eso.
Tomo su mano, que aparta rápidamente. En estos días, considerando las
circunstancias, le doy una cantidad infinita de holgura. Pero no voy a aceptar
ultimátum.
—Sloane, te amo, pero de ninguna manera tomaré partido entre mi novia y
mi hermanastro. Lo que hizo es jodido, sí. Pero lo siento, no creo que debamos
crucificar al tipo hasta que sepamos toda la historia. —Me encojo de hombros—.
A estas alturas, creo que deberías decirle a Casey y dejar que ella decida qué hacer.
—No —dice, claramente insatisfecha por no estar a bordo para alimentar
sus fantasías de venganza. Levanta una ceja en desafío—. Le diré a papá y
podremos ir a la policía. Ellos pueden resolverlo.
Mis hombros se tensan. Esgrime la idea como un cuchillo en mi garganta,
y mi paciencia ahora está disminuyendo. Quiero un camino a seguir tanto como
ella, pero arrojar a Fenn debajo del autobús porque no tenemos al verdadero
culpable no es un resultado que me interese considerar.
—No me interpondré en tu camino. —Me siento en el banco y le imploro
que baje las armas—. Si eso es lo que crees que tienes que hacer, estás en tu
derecho. Pero si vas por ese camino, debes entender que podrías estar arruinando
toda la vida de Fenn, tal vez incluso quitándole su libertad, sin tener todos los
detalles. Si aún no estás lista para informar a Casey, al menos déjame hablar con
Fenn antes de que hagas nada más. Hacer que admita la verdad. Explicar su lado
de las cosas.
Sus labios se tensan.
—Sabes que solo te mentirá. 27
—No, no lo sé. Creo que me dirá la verdad.
Sloane me mira a los ojos por un momento. El tiempo suficiente para que
el deseo de balancearse sobre mí se desvanezca. Por ahora.
Se sienta a mi lado, reacia.
—Déjame ver otra vez las imágenes —ordena.
Volvemos a ver las imágenes de seguridad del cobertizo para botes de la
noche del baile de graduación en mi teléfono. Sin importar cómo acerquemos la
imagen o disminuyamos la velocidad, Sloane no puede identificar ninguna pista
de quién es al que vemos huyendo de la escena poco después de que el automóvil
se salga de la pantalla y caiga al lago. Y observa a Fenn. Cómo sale corriendo del
marco para sacar a Casey del auto, y luego regresa para dejarla suavemente en el
suelo. Cómo le envía un mensaje de texto a Sloane desde el teléfono de su hermana,
demostrando que esas malditas cosas en realidad son impermeables porque se
sumergieron por completo.
—Si él no hubiera enviado ese mensaje de texto, no habría manera de que
hubiéramos pensado en buscar allí —murmura.
El lago está a una buena distancia del gimnasio de la Academia Ballard
donde Casey desapareció del baile. Definitivamente no era una caminata que
alguien hiciera a pie por la noche a menos que supieran el camino. Como lo
describió Sloane, el cobertizo para botes era un lugar donde la gente iba a beber,
fumar, besarse o participar en cualquier otro comportamiento ilícito. También
conocido como el último lugar en el que alguien pensaría para buscar a una chica
como Casey.
—Es posible que no la hubiéramos encontrado en horas —dice Sloane, aún
con mi teléfono en sus manos. Pero siento que su furia helada se derrite.
—Mira, no puedo imaginar qué poseyó a Fenn para dejarla allí —digo
bruscamente—, o por qué no lo ha mencionado en todo este tiempo. Pero creo que
es obvio que cuando se metió al agua, estaba intentando hacer lo correcto.
Sloane lo mastica durante un rato, con el ceño fruncido. No es del tipo de
persona que perdona. Mi novia es el tipo de persona que lleva sus rencores en el
bolsillo. Cultivándolos. No estoy seguro si sabe quién sería sin ellos. Lo entiendo.
Fue un crecimiento de carácter monumental para ella encontrar una manera de
perdonarme por cada error que cometí en mi camino para estar ahora con ella. 28
Solo necesito que vaya un poco más lejos.
—Te odio —dice con un resoplido.
—Lo sé.
Envuelvo mi mano alrededor de su muslo y lo aprieto suavemente, porque
puedo sentir que su resolución se debilita, y me castigará menos si le recuerdo por
qué está conmigo.
—Bien. —Suspira con resentimiento—. Sí, si él no hubiera estado allí, ella
habría muerto en el auto.
Está ofreciendo una pequeña cantidad de gracia para un tipo al que aún le
gustaría desmembrar con sus propias manos. Aunque es suficiente.
—Gracias por reconocer eso.
—Muy bien. Primero, habla con él. Intenta conseguir su lado de las cosas.
—Sloane se pone de pie, ha terminado de momento conmigo. A nadie le gusta
escuchar menos «aún no mates a nadie» que a Sloane Tresscott. Es una luchadora
hasta la médula—. Pero si él no se sincera…
Asiento con severidad.
—Lo sé.
Le está dando una última oportunidad, y solo una oportunidad. Y por su
bien, será mejor que Fenn agarre este salvavidas antes de que se convierta en una
soga.

29
5
Fenn
—¿El señor Swinney? —dice Casey con la mandíbula abierta—. ¿Ese tipo
que parece un viejo abrigo de lana apolillado que se ha caído de la percha en el
fondo del armario?
Es una descripción acertada, y casi me ahogo de la risa cuando encontramos
un buen lugar con sombra para extender nuestra manta de picnic el sábado por la
tarde.
—Es la tapadera perfecta —respondo—. ¿Quién sospecharía, verdad?
El campus de la preparatoria Sandover es engañosamente grande,
extendiéndose por cientos de acres más allá de las instalaciones principales. Gran
parte son bosques vírgenes que la mayoría de nosotros apenas hemos explorado.
Hoy nos salimos de uno de los senderos para caminar y descubrimos un hueco
entre los árboles de hoja perenne. El otoño está en pleno apogeo. Las hojas
comienzan a tornarse en una variedad de rojos y naranjas por todas partes en el
campus, el suelo volviéndose crujiente y marrón. Aquí aún queda mucho verde por
ver.
Nos sentamos, y empiezo a colocar algunos bocadillos que traje. Encontré
30
una pequeña tienda de comestibles gourmet a una media hora de distancia a la que
pagué para preparar algo. Lo trajeron al dormitorio esta mañana. Lo mejor de todo
es que, conseguí que consiguieran dos huesos de tuétano en bruto de la carnicería
de Calden, el pueblo pequeño más cercano al campus de Sandover.
No pierdo el tiempo arrojándoles los huesos a los dos golden retrievers
salivando de Casey, quienes agarran sus respectivos huesos y salen corriendo a
buscar un lugar tranquilo para atiborrarse. Bien. Eso los mantendrá ocupados por
un tiempo.
—Entonces, ¿lo siguieron? —dice Casey con una risa.
—Sí. Y este lugar no fue fácil de encontrar. Lo cual, ya sabes, tiene sentido.
RJ y yo pasamos la noche vagando por el bosque en la oscuridad total. Siendo
arañados y tropezando con rocas cada dos pasos.
—Habría estado aterrorizada —dice nerviosa—. Podrían haber encontrado
su cabaña de asesinatos o algo así.
—Créeme, lo pensé.
Me cuesta mucho concentrarme en la conversación, no estoy del todo
seguro de que las palabras salgan en el orden correcto. Casey se ve hermosa contra
el telón de fondo de la luz del sol filtrándose a través de los árboles. Me distraigo
con su cabello rubio rojizo agitándose con la brisa y la forma en que se humedece
los dedos después de morder una rodaja de naranja. Las cosas más simples de ella
me nublan los pensamientos. Lo consideraría una enfermedad si no prefiriera pasar
tiempo con ella que hacer cualquier otra cosa.
—Lo realmente divertido fue salir de allí pensando que íbamos a ser
atrapados por un grupo de traficantes de drogas fuertemente armados que iban a
cortarnos los dedos y enviárselos a nuestros padres.
—Todo eso para que RJ pudiera seguir viendo a Sloane. —Casey sonríe
para sí misma—. Es todo un personaje.
Saco una botella de Prosecco de mi mochila junto con dos copas que robé
del comedor. Por alguna razón tonta, me cuesta verterlo porque me tiemblan los
dedos.
—¿Estás bien? —Me mira con preocupación divertida—. Estás temblando
mucho.
—Me pones un poco nervioso —confieso.
Casey ladea la cabeza. 31
—Eso me parece difícil de creer.
—Es cierto.
Últimamente me he propuesto no mentirle. Más de lo que ya lo he hecho y
no más de lo necesario. Estoy probando este nuevo camino de honestidad
absolutamente incómoda. Algo así. Es complicado. No sé. Supongo que siento
como si estuviera intentando compensar todas las otras formas en que estoy a punto
de arruinarla.
—Eso es ridículo.
Le entrego la copa que de alguna manera me las he arreglado para no
derramar sobre la manta.
—Créeme, estás totalmente fuera de mi liga.
—Eres tan lindo cuando mientes de esa forma.
Se ríe de mi comentario como un intento de ser encantador. Por alguna
razón, a esta chica se le metió en la cabeza que soy un buen partido. No sé qué le
dio esa idea. A veces desearía poder contarle todos los secretos podridos que la
harían salir corriendo.
—Toma, prueba esto. —Casey me mete un cubo de queso en la boca y
observa mi reacción.
Mastico lentamente.
—Ah, es un poco raro.
—¿Verdad? Sabe como vino tinto.
—¿Y cómo lo sabrías?
Ella se ríe.
—¿Qué, crees que eres la primera persona en ofrecerme alcohol?
No sé por qué me gusta tanto cuando se ríe de mí.
Nunca he estado más contento que, aquí, con ella. Casey tiene cierta forma
de borrar todo lo que nos rodea, y me siento más ligero. Libre. Feliz. Aunque,
nunca es continuo, porque entre esos momentos puros, una corriente de pavor
recorre mi cabeza y me recuerda que solo es cuestión de tiempo. Antes de que la
decepcione. Me convierta en una influencia tan tóxica para ella que corrompa la
bondad que la hace especial. 32
Casey no sufre de la apatía maligna y el desencanto al que hemos
sucumbido el resto de nosotros. No es otra bebé hastiada de un fondo fiduciario
cuya alma es fría y vacía. Es soñadora y dulce. Amable y generosa. Se las arregló
para retener todas las cosas que nos exprimieron a través de experiencias terribles
que, comprensiblemente, habrían paralizado a otros.
Para mí, es una especie de heroína.
Y si no fuera un bastardo egoísta, la dejaría en paz antes de romperla.
—¿Qué harás esta noche? —pregunta mientras saca una mini dona
espolvoreada de un recipiente pequeño—. ¿Meterte en problemas?
—Esta noche hay pelea. —Pongo los ojos en blanco—. RJ quiere que vaya
con él, ya que técnicamente tiene que aparecer después de destronar a Duke.
—No puedo imaginarme a RJ dirigiendo las cosas. Siendo el nuevo Duke.
—Contigo son dos.
Mi hermanastro nunca quiso la responsabilidad o el poder de ser el
mandamás de Sandover. Cuando desafió a Duke por el liderazgo, estaba luchando
por su propia autonomía contra un sistema corrupto. En otras palabras, quería
manejar sus propios negocios criminales sin darle una tajada al jodido Duke
Jessup. De lo que no se dio cuenta es que la máquina sigue girando sin importar
quién esté en el asiento del conductor. Les guste o no.
Casey se apoya en los codos y me mira con curiosidad.
—¿Alguna vez has participado?
—¿Peleando? Seguro. Un par de veces.
No puedo leer su reacción, pero espero que esté decepcionada. Es una de
esas cosas que le quita el encanto. Participar en la tradición de Sandover en la que
los chicos se dan una paliza todos los sábados por la noche probablemente no sea
el rasgo más atractivo de un posible novio.
—¿Fue recreativo, o…?
—¿Quieres decir, si lo estaba haciendo por diversión? No.
Muchos chicos lo hacen por mierdas y risitas. Algunos lo hacen para probar
algo. Otros porque les gusta. Ese no soy yo.
—Tal vez sea falta de carácter, pero las dos veces que entré allí, es porque
tenía algo que resolver. Una cuenta que saldar o lo que sea. Solventar un problema. 33
No obtengo ningún tipo de placer con la violencia. Solo en algunas
ocasiones, el conflicto físico es eficiente. Todos conocen las reglas y funcionan.
La mayoría.
—No estoy juzgando. Pero definitivamente no puedo imaginarte en una
pelea —dice, mordiéndose el labio como si estuviera intentando conjurar la visión
en su cabeza—. No con esa cara de ángel. —Desliza un dedo burlón lleno de azúcar
en polvo en mi mejilla.
Lo he escuchado toda mi vida. Fennelly Bishop, el niño bonito. Pero cuando
me planto cara a cara con otro tipo que no tiene reparos en golpearme la cara, no
me guardo nada. Algo se desata en mí cuando pruebo la sangre. Me vuelvo cruel.
Es algo así como perder el conocimiento, una parte de mí profundamente reprimida
tomando el control. Pero también es una escapatoria, como si estuviera
traspasándole la culpa. Tal vez disfruto golpeando a alguien de vez en cuando. Tal
vez todos lo hacemos.
—¿Con quién peleaste? —pregunta—. ¿Alguien que yo conozca?
—Creo que Gabe es el único que conocerías.
Su mandíbula cae.
—¿No es tu mejor amigo?
Sonrío.
—No durante esos diez minutos en el ring.
Hombre, esa fue una pelea brutal. Gabe y yo nos conocemos desde el jardín
de infantes, por lo que obviamente nos habíamos metido en una pelea o dos a lo
largo de los años, pero esa noche fue una pelea sangrienta a puño limpio que nos
dejó a los dos destruidos hasta convertirnos en pulpa. Ni siquiera puedo decir quién
ganó. No puedo recordar por qué estuvimos peleando esa noche.
Ah, cierto. Me follé a una chica a la que le había echado el ojo. Rompí el
código de hermano. Me lo merecía cuando me llamó a las peleas.
—¿Aún no has hablado con él desde que lo echaron? —pregunta Casey en
voz baja.
—No. —La infelicidad me recorre, junto con una punzada de culpa—. Aún
no sé ni adónde lo enviaron. Los padres de Gabe son ridículamente estrictos, así
que supongo que tiene sentido que eligieran la única escuela militar de la que es
imposible obtener información. 34
—Sí, Lucas siempre dice lo imposibles que son sus padres. Lo vuelve loco.
Me erizo internamente ante la mención de Lucas, lo cual es una reacción
estúpida porque Casey puede tener amigos. Demonios, en estos días, con todos en
Ballard todavía susurrando sobre ella, y ahora las chicas de St. Vincent, quiero que
tenga tantos amigos como sea posible.
Pero no puedo negar que siento una chispa de celos al saber lo cercanos que
son ella y Lucas Ciprian.
No es que haya nada malo con Lucas. Es un buen chico. Gabe tenía
debilidad por su hermano pequeño, sobre todo porque su padre los comparaba
constantemente. Lucas tiene el síndrome del hermano pequeño a la sombra de su
hermano mayor, y sé que Gabe sentía los celos porque siempre intentaba aumentar
la confianza del chico.
—Al parecer, ha empeorado desde que atraparon a Gabe traficando —me
dice Casey—. El señor Ciprian ha sido muy duro con Lucas. Lo llama casi todos
los días para sermonearlo sobre el «trabajo honesto» y no seguir los pasos de su
hermano.
—Entonces, tal vez Lucas necesite una pelea —digo a la ligera—. Liberar
parte de esa frustración.
—Oye, ¿y si voy esta noche contigo? —sugiere, inclinando la copa de vino
hacia sus labios—. Ver de qué se trata todo ese alboroto.
Me estremezco ante el pensamiento.
—Mala idea. Las chicas no van a las peleas. Créeme, no es el tipo de lugar
en el que quieres estar.
—¿Por qué? —Levanta una ceja combativa—. ¿Porque somos demasiado
preciosas y frágiles?
—Sí, exacto.
—Qué grosero.
Tengo que reírme ante el pequeño atisbo de su vena desafiante. Pagaría por
ver cómo cree que es rebelarse.
—Si quieres revolcarte un poco en el barro, puedes luchar conmigo. —
Entrecierro los ojos en desafío.
Los suyos parpadean de par en par. 35
—No te atreverías.
Tomo su copa y la dejo a un lado.
—Definitivamente lo haría.
Entonces, salto. Antes de que pueda alejarse, la agarro por la cintura para
acostarla. Se retuerce a medida que le hago cosquillas en las costillas y beso su
cuello, golpeándome la espalda y los hombros con suaves golpes.
—Fennelly, estás muerto —amenaza entre risas histéricas.
—Sigue intentando todo lo que quieras, no soy cosquilloso.
Pero soy un buen deportista, así que permito que Casey me inmovilice.
Rueda sobre mí con una sonrisa triunfante.
—Ahora estás a mi merced —declara, bastante orgullosa de sí misma.
Sosteniendo sus caderas, tengo que concentrarme con un esfuerzo
significativo para evitar empujarla contra mi erección.
—Está bien, me rindo —digo con voz ronca—. Haz lo peor.
Se inclina para presionar sus labios contra los míos. Ya tengo una media
erección y rogando en silencio que no lo sienta. No es que no quiera que monte mi
polla, pero no estoy intentando forzar las cosas entre nosotros. No estaba
bromeando cuando le dije que quería tomármelo con calma.
Aun así, maldita sea, sabe besar muy bien.
No sé qué magia especial ha conjurado, pero saborearla me vuelve
prácticamente loco. Como el tipo de locura de arrojarla debajo de mí y arrancarle
la ropa. Así que, cuando agarra mis manos y las empuja hacia arriba por sus
costillas, no puedo evitar pasar mis pulgares por sus pezones rígidos sobre su suéter
delgado. Hace el gemido más delicado en mi boca, y pierdo todo excepto las
últimas hebras de mi autocontrol. Amasando sus tetas, las aprieto hasta que
comienza a mover sus caderas de adelante hacia atrás.
Gimiendo, hago rodar a Casey sobre nuestros costados y me alejo. Solo lo
suficientemente lejos para que la parte inferior de nuestros cuerpos no se toquen
mientras beso su cuello. Porque si ella me dejara, me la follaría aquí mismo y sería
increíble. También sería la forma más rápida de hacer estallar todo lo que
podríamos haber sido.
—No tengas tanta prisa —le digo cuando su expresión cae—. Tenemos
tiempo. 36
No es lo que ella quiere oír. Sé incluso mientras inclina la cabeza para
devolverme el beso, sus manos suaves peinando mi cabello, que se está
preguntando si ha hecho algo mal. Por supuesto, no lo ha hecho y desearía poder
explicárselo de una manera que lo entienda.
Que la única persona que está destinada a estropear esto soy yo.
6
Casey
Las cenas familiares en mi casa no son negociables. Fines de semana
incluidos, sin excepciones. Si Sloane o yo necesitamos saltarnos una cena, se
requiere un ensayo escrito y una presentación PowerPoint que destaque todas las
razones por las que debemos excusarnos. Está bien, no del todo, pero básicamente.
Papá se toma muy en serio esta tradición.
Aún siento el subidón de mi cita con Fenn mientras ayudo a Sloane a poner
la mesa. Papá está holgazaneando en la cocina, dando los toques finales a cualquier
plato que planee forzarnos esta noche. La verdad es que, nuestro padre es un
pésimo cocinero. Todos lo sabemos. Pero él insiste en hacerlo. Sloane cree que
está intentando desempeñar ambos papeles, el del estricto mantenedor de la familia
y el cariñoso padre de familia, pero mantener la casa nunca ha sido su fuerte.
—¿Por qué estás sonriendo así?
Levanto la vista y me encuentro con la mirada suspicaz de mi hermana.
—Ah. Ni siquiera me di cuenta de que lo hacía.
Ella se relaja. 37
—Disculpa aceptada.
Un estallido de risa sale volando.
—¡No me estoy disculpando por sonreír! Sloane, la gente sonríe. Afróntalo.
Termino de colocar las servilletas y luego me precipito a la cocina a buscar
vasos. Unos minutos más tarde, los tres estamos sentados en la mesa del comedor.
Bo y Penny se sientan cerca de la silla de papá, rogando con rostros tristes mientras
él sirve una gran porción de lasaña en el plato de Sloane.
Ella se sorprende del tamaño de la porción.
—Papá —protesta—, el lunes tengo una competencia de atletismo. ¿Estás
intentando matarme con carbohidratos?
—Pensé que la carga de carbohidratos adicional era una estrategia legítima
que usan los corredores antes de una carrera. —Le da una mirada en blanco—.
¿Eso no es lo que dijiste el otro día?
—Sí, pero no quise decir que quería que me sirvieras media lasaña. —Corta
el trozo enorme por la mitad, clava un tenedor en el medio y deja caer el segundo
trozo en mi plato.
Me rio.
—Gracias.
Mientras comemos, papá nos acribilla con preguntas, la mayoría de las
cuales están dirigidas a Sloane. Y por la forma en que ella sigue estremeciéndose
y gimiendo, sé que se arrepiente de la gran conversación que tuvo con él la semana
pasada, cuando le preguntó si lo mataría preguntarle por su vida en lugar de asumir
siempre que estaba bien. Parece que fue totalmente contraproducente para ella:
Sloane es notoriamente reservada, así que sé que toda la intromisión la está
matando. Aunque no me siento tan mal por ella. Bienvenida a mi vida. Papá
siempre me está interrogando con algo.
Contengo una risa cuando comienza a preguntarle por RJ.
—¿El señor Shaw te trata bien?
—Oh, Dios. No. No vamos a hablar de mi vida amorosa. —Sloane se mete
un bocado de lasaña en la boca y mastica muy despacio para evitar pronunciar más
palabras.
Papá se da por vencido y vuelve su atención hacia mí, preguntándome cómo
estuvo mi día. 38
—¿El señor Bishop vino a pasear a los perros? —incita.
Suena tan emocionado de que pase tiempo con Fenn como lo hace con
Sloane y RJ. Pero papá ya no se opone verbalmente a mi amistad con Fenn. Se
guarda su desaprobación porque sabe lo mucho que significa para mí mi tiempo
con Fenn.
Si no fuera por la amistad de Fenn, aún podría estar encerrada en mi
habitación, obsesionada con la noche en que mi auto terminó en el lago.
Revolcándome en la autocompasión. Despertando varias veces por noche de
pesadillas escalofriantes. Sí, las pesadillas siguen apareciendo, pero no con tanta
frecuencia como antes. Y en estos días, cuando me despiertan, llamo a Fenn y él
me consuela. Me dice que no importa la hora del día o de la noche. Si lo necesito,
lo llamo.
Aun así, sé que papá no está encantado con la idea. Incluso antes del
accidente, siempre me vio como una persona frágil. Era la bebé, la que necesitaba
protección adicional. Mientras tanto, Sloane era la roca. La resiliente. No estoy
celosa de mi hermana, nunca lo he estado, pero no puedo negar que a veces me
siento resentida. No necesariamente hacia ella, sino porque me canso de que papá
actúe como si no fuera tan fuerte como ella. No tan dura.
Puedo ser dura cuando necesito serlo. Sobreviví esa noche, ¿no?
—¿Case? —llama.
—Ah, sí. Lo hizo. Caminamos hasta el lago. Fue agradable.
Más que agradable. Aún puedo saborearlo en mis labios.
Siento que mis mejillas se calientan y cambio de tema antes de que el rubor
pueda afianzarse.
—Olvidé preguntarte, ¿Lucas puede venir esta noche a ver una película?
Me envió un mensaje de texto justo antes de que nos sentáramos.
Papá levanta su vaso de agua y toma un sorbo. Luego asiente.
—Sí. Está bien. Lucas siempre es bienvenido. —Echa un vistazo a Sloane—
. No he visto a Silas esta semana.
—Está ocupado con la natación. Estoy ocupada con la pista. No hemos
coincidido.
Conozco bien a mi hermana, y hay algo ondeando bajo la superficie de esa 39
respuesta evasiva. No estoy segura de lo que es. Pienso en conversaciones recientes
con Fenn y trato de recordar si mencionó algo sobre una posible disputa entre mi
hermana y Silas Hazelton, su mejor amigo en Sandover. Pero nada viene a la
mente.
—De todos modos, ya basta de nosotras —gorjea Sloane, dándole la vuelta
al interrogatorio sobre nuestro padre—. Director Tresscott, ¿qué tal estuvo su
semana?
—Caótica —responde, envolviendo sus dedos alrededor de su copa de vino.
Papá bebe una copa de vino tinto todas las noches y no más que eso. Sinceramente,
es la persona más predecible que he conocido en mi vida—. Tengo que llenar dos
puestos docentes abiertos. Solo pude encontrar un candidato adecuado para uno,
de modo que los muchachos tendrán un sustituto en literatura moderna hasta que
se ocupe el puesto. Los sustitutos son un dolor de cabeza.
—¿Dos puestos vacantes? —pregunta Sloane, levantando una ceja—.
¿Cómo perdiste a dos maestros en una semana? ¿Qué estás haciendo allí?
¿Novatadas?
Papá parece divertido.
—No. Hubo una emergencia familiar, y ambos tuvieron que renunciar.
Resulta que estaban casados.
—¿Ves? —dice—. Es por eso que la institución del matrimonio debe ser
abolida.
Después de la cena, mientras Sloane y yo cargamos el lavavajillas, realizo
mi propio interrogatorio.
—¿Silas y tú están peleando?
Se vuelve hacia mí, su coleta oscura cayendo sobre un hombro.
—No. ¿Deberíamos estarlo?
—No. Pero papá tiene razón, no lo he visto por aquí.
Se encoge de hombros y vuelve a centrar su atención en enjuagar la fuente
de lasaña vacía en el fregadero.
—He estado distraída con RJ. Todo ese sexo de reconciliación, ¿sabes?
—No, no lo sé —respondo tímidamente, porque nunca he tenido sexo, y
mucho menos el tipo de reconciliación. 40
—Sí, bueno, dejémoslo así por un tiempo —dice mi hermana, poniéndose
en modo maternal.
—Veré lo que puedo hacer —es mi respuesta ligera.
Eso la hace enderezarse instantáneamente.
—¿Qué significa eso?
Me giro para encontrar su mirada clavada en mi cara. Parpadeando con
sospecha y algo más que no puedo descifrar.
—¿Qué?
—No sé, Case, ¿con quién podrías estar teniendo sexo de reconciliación?
—Dios mío. Nadie. Estaba haciendo una broma. —Sigue sin estar
convencida, y pongo los ojos en blanco—. No estoy acostándome con Fenn, si eso
es lo que estás pensando.
Aún.
Aún no estoy acostándome con Fenn. Pero me guardo ese pensamiento para
mí. No estoy buscando una pelea con Sloane esta noche. Además, si Fenn tiene
algo que decir al respecto, el sexo no estará presente hasta dentro de una década.
Está decidido a ir terriblemente lento.
Ella se eriza ante el sonido de su nombre. Su boca se abre, sus ojos
oscureciéndose nuevamente. Parece como si estuviera a punto de decir algo que
no va a gustarme, pero luego suena el timbre.
—Lucas está aquí —digo, extrañamente aliviada por la interrupción—. ¿Te
importaría terminar?
Asiente después de un segundo.
—Sí. Seguro.
En el vestíbulo, abro la puerta para dejar entrar a Lucas Ciprian. Como de
costumbre, papá está merodeando por la puerta que conduce a su estudio. Hace
esto cada vez que alguien con pene entra en nuestra casa, necesitando examinar la
situación para determinar si cree que dicho pene permanecerá en los pantalones de
su dueño. Si papá sospecha lo contrario, por lo general se acerca con una sonrisa
alegre y sugiere: Oye, ¿por qué no vemos todos juntos una película? ¿No suena
divertido? 41
Aún recuerdo la mirada en el rostro de Duke Jessup la primera vez que papá
hizo ese truco. Estoy segura de que Duke vino pensando que iba a tener sexo; en
cambio, pasó la noche viendo Indiana Jones y el Templo Maldito con papá en
medio de Sloane y él. Ni siquiera me gusta Indiana Jones, pero bajé a mirar con
ellos únicamente por el atractivo de la comedia. Y no estoy hablando de las
ingeniosas frases cursis de Harrison Ford.
Sin embargo, papá no interfiere con Lucas. Él es quien me presentó a Lucas
en primer lugar cuando hizo los arreglos para que me diera clases de química en el
primer semestre del segundo año. Durante cuatro meses, Lucas vino dos veces por
semana con sus libros de texto y una sonrisa fácil, y no pasó mucho tiempo para
que los dos nos hiciéramos buenos amigos. Junto a Fenn, Lucas es una de mis
personas favoritas.
—Hola. —Lo saludo con un gran abrazo, ignorando el foco láser de papá
perforando un agujero en nosotros—. Entra.
—Hola. —Me da un apretón rápido antes de dar un paso atrás para buscar
la mirada de papá. Lucas conoce el procedimiento—. Hola, director Tresscott.
Gracias por invitarme.
Agarro el brazo de Lucas y prácticamente lo arrastro hacia las escaleras.
—Vamos arriba y elijamos algo para ver. Voto por una comedia romántica.
—¿Mi voto cuenta alguna vez? —pregunta irónicamente.
Le sonrío alegremente.
—No.
—Case, deja la puerta abierta. —La advertencia de papá nos hace cosquillas
en la espalda a medida que nos dirigimos a mi habitación.
Dejo la puerta abierta como me indicaron, pero solo una rendija. Luego me
arrojo en la cama y abrazo uno de mis cojines blancos y esponjosos. Lucas se quita
los zapatos y se une a mí, poniéndose cómodo mientras se apoya contra la
cabecera.
—Te ves feliz —me dice, con los ojos entrecerrados.
Me rio.
—¿Eso es un problema?
—No. Por supuesto que no. Solo quiero asegurarme de que estés al tanto. 42
—Soy consciente.
Toma el control remoto de la mesita de noche y hace clic en uno de los sitios
de transmisión. Filas de miniaturas de carteles de películas llenan la pantalla, y
comienza a desplazarse por ellas.
—Entonces, ¿una comedia romántica?
—Sí, por favor.
Apoyo la cabeza en el cojín y observo el perfil de Lucas a medida que
examina las selecciones. Me doy cuenta de que tiene un gran perfil. Somos tan
buenos amigos que a veces olvido que Lucas es un poco sexy. Tiene cabello oscuro
que siempre se ve un poco despeinado, de esa manera linda, recién levantada de la
cama. Ojos oscuros. Hoyuelos. Una hendidura pequeña en la barbilla. No es tan
alto ni musculoso como Gabe, su hermano mayor, pero es igual de atractivo. En
mi opinión, mucho más atractivo. No conocí bien a Gabe Ciprian, pero siempre se
mostró muy engreído. Me parece bien que un chico sea un poco arrogante, pero si
lo es demasiado, se acerca demasiado al territorio de los imbéciles. Como Duke,
el ex de Sloane. Duke es arrogante al máximo y, por lo tanto, imbécil al máximo.
El timbre de un mensaje de texto entrante me saca de mis pensamientos.
Alcanzo la otra mesita de noche para agarrar mi teléfono, sonriendo cuando veo el
nombre de Fenn.
Fenn: Ya te extraño.
Mi corazón late instantáneamente más rápido. Estoy tan perdida por este
tipo. Como, muerta.
—¿Quién es? —Lucas mira hacia mi pantalla.
—Ah. Solo Fenn. —Borro la notificación antes de que pueda leer el
mensaje.
—Ah, ¿sí? ¿Qué está diciendo?
—Nada. Irá a las peleas esta noche para hacerle compañía a RJ. —Sonrío—
. Escuché que RJ no quiere saber nada de su nuevo papel de líder.
Lucas responde con un resoplido.
—No lo hace. Pero nos guste o no, es el nuevo rey de Sandover. Lástima
que mi hermano no esté aquí para disfrutar del pase libre.
—¿Qué quieres decir? 43
—Duke se llevaba una parte de cada venta de Gabe —explica—. Gabe
siempre estaba lívido por ello. Estaba en plan, soy el único traficante que ni
siquiera puede disfrutar de todos los frutos de su trabajo.
—¿Típicos problemas de traficantes de drogas, verdad?
Lucas se ríe.
—Quiero decir, Duke estaba quitándole su dinero sin otra razón más que
Duke es un imbécil codicioso, así que sí, diría que eso es molesto. Por otro lado,
RJ no quiere tener nada que ver con ningún chanchullo. Desde que noqueó a Duke
en esa pelea, los muchachos siguen intentando pagarle a RJ, y él solo dice: déjenme
jodidamente en paz.
También me rio.
—Lo juro, los chicos de Sandover están mal.
—No todos —protesta. Luego hay una pausa—. ¿Fenn y tú siguen saliendo
mucho?
No sabe ni la mitad. De hecho, nadie sabe que Fenn y yo prácticamente nos
hemos estado besuqueando hasta el aburrimiento desde la semana pasada. Aún no
puedo decírselo a Sloane, a menos que quiera ser responsable del asesinato de
Fenn, y posiblemente del mío. Tampoco tengo ni una sola amiga con la que pueda
compartir el secreto, ya que todas en Ballard están muertas para mí y todas en St.
Vincent's piensan que estoy loca.
No suelo hablar con Lucas de cosas románticas, pero estoy a punto de
estallar por la necesidad de decírselo a alguien, y no puedo evitar que se me escape
la confesión.
—Ahora en cierto modo estamos saliendo.
Su expresión se convierte en sorpresa.
—¿En serio?
—Sí —digo tímidamente.
—¿Desde cuándo? —exige.
Me siento, sosteniendo el cojín en mi regazo.
—Alrededor de una semana. Simplemente sucedió. Éramos amigos, pero
luego nos besamos y… —Me muerdo el labio para evitar que otra sonrisa me parta
la cara—. Bueno, ahora es algo. 44
Lucas deja el control remoto en el colchón y se mueve para que estemos
uno frente al otro. Puedo decir por su expresión que no está emocionado por este
desarrollo.
—Alégrate por mí —suplico antes de que pueda expresar su
desaprobación—. Sé que no te gusta esto…
—No me gusta —coincide.
—Pero te pido que me apoyes en esto. —Alcanzo su mano, envolviendo
mis dedos alrededor de los suyos—. Lucas, he tenido un año de mierda. Sabes lo
malo que ha sido.
—Lo sé. —Su voz se suaviza.
—En estos días no hay muchas alegrías en mi vida. —Aprieto su mano y,
después de un momento, entrelaza nuestros dedos—. Tu amistad es una de ellas.
Sloane es una de ellas. Y ahora Fenn. En serio me gusta.
—Lo entiendo. Es Fenn Bishop. Case, les gusta a todas las chicas. Ese es el
problema.
—Si estás insinuando que sigue acostándose con todas, te prometo que no.
Ha sido mujeriego en el pasado, lo sé. No soy estúpida ni ciega.
—Tiene su propio maldito hashtag —se queja Lucas—. Mujeriego es un
eufemismo.
Mis cejas se disparan.
—¿Tiene un hashtag?
—Sí. Es ridículo. Mira. —Lucas saca su teléfono de su bolsillo y abre
Instagram. Escribe algo, luego voltea la pantalla para que pueda verlo.
Me pica la curiosidad. Efectivamente, #FennBishop es un hashtag real.
Fenn ha sido etiquetado en lo que parecen cientos de mensajes. No todos son de
chicas. Hay muchas fotos de fiestas. Fotos de él con Gabe, Lawson o Silas en una
fiesta u otra. Fotos de él en el campo de fútbol, su cabello dorado resplandeciendo
a la luz del sol, sus rasgos tensos por la concentración.
Pero… sí… definitivamente hay fotos de él con chicas. Chicas muy bonitas
con las manos encima de él. Su brazo colgado sobre sus hombros. Sus labios
unidos en besos borrachos. No es el retrato más halagador de las escapadas de Fenn
antes de que nos juntáramos, pero tampoco es nada de lo que no me haya contado. 45
—Sé todo esto —digo en voz baja, devolviéndole el teléfono—. Y no me
importa.
—No te importa. —Lucas suena dudoso.
—No. Fenn ha sido honesto con su pasado. —Me acerco y apoyo mi cabeza
en el hombro de Lucas—. Dale una oportunidad, ¿de acuerdo? No tienes que
preocuparte por mí.
—Bien —dice Lucas en un tono de mala gana—. Intentaré no preocuparme.
Pero si hace algo para lastimarte…
—Entonces te doy permiso para golpearlo —le digo divertida.
—Gracias.
Sonrío contra el hombro de mi amigo.
—Ha sido bueno para mí. En realidad, lo ha sido. Y siempre es sincero y
honesto, sin importar cuán incómodo lo ponga. Te prometo que Fenn no me guarda
secretos.

46
7
Silas
El lunes, después de la práctica de natación, pasé por la casa de Sloane, ya
que últimamente no responde a los mensajes de texto. Durante la última semana
se ha convertido en un fantasma, y tuve que escuchar de Lawson que una vez más
arregló las cosas con el imbécil antisocial de RJ.
Nunca he visto a Sloane ser excepcionalmente razonable. Su especialidad
tiende a ser un rincón acogedor en el punto de encuentro entre la terquedad y el
rencor. Tomemos como ejemplo el combate a muerte al estilo roller derby1 que fue
su relación con Duke: ninguno de los que mirábamos desde fuera entendíamos lo
que estábamos viendo, pero el objetivo parecía ser infligir el mayor daño posible.
Con todos los altibajos, aguantaron más de lo que tenían derecho; Sloane,
aparentemente motivada por el desgaste, dispuesta a morir matándolo de hambre.
Al menos eso tiene más sentido que esos dos teniendo algún afecto genuino el uno
por el otro.
Y ahora tenemos que experimentar la secuela mediocre con RJ Shaw. Es
como si fuera adicta a los imbéciles inútiles. Por supuesto, tengo que mantener la
boca cerrada porque a Sloane no le gustan las críticas.
47
Sinceramente, no lo entiendo. Una parte de mí no se sorprendería si todo
esto fuera una larga estafa de su parte. Si está moviendo los hilos de Duke,
encontrando una nueva forma de meterse en su piel porque se ha aburrido de las

1
Roller derby: deporte de contacto, velocidad y estrategia originario de Estados Unidos, basado en una
carrera sobre patines tradicionales alrededor de una pista ovalada en sentido contrario a las agujas del reloj.
interminables vueltas alrededor de la pista de patinaje. Eso explicaría por qué RJ
fue en esa misión kamikaze para desbancar a Duke de su trono.
Cuando Sloane abre la puerta y me encuentra allí de pie, deja escapar un
suspiro de cansancio.
—También encantado de verte —digo. Las recompensas por ser amigo de
Sloane son pocas y espaciadas.
—¿Qué pasa? Estoy en medio de la tarea.
—Hace tiempo que no sé nada de ti. —Paso junto a ella para entrar cuando
finge que está demasiado ocupada para ponerse al día con su mejor amigo—. Vine
para asegurarme de que aún estabas viva.
—He estado ocupada. —A pesar de eso, me deja seguirla escaleras arriba.
Mi mirada se posa en su trasero, abrazado por unos pantalones negros de
yoga. No puedo negar que estoy decepcionado de que se haya quitado el uniforme
de la escuela católica. Puede que tenga novia, pero eso no significa que no pueda
apreciar lo bien que se ve Sloane Tresscott con una falda corta y plisada.
Entramos en su dormitorio, donde me siento en el borde de su cama
mientras ella se apoya en su escritorio. La habitación de Sloane es el lugar menos
femenino que jamás verás. No es del tipo sentimental, de modo que no hay un
tablón lleno de fotografías y talones de boletos de conciertos. La única obra de arte
en la pared es un póster de su banda favorita, Sleater-Kinney, y el color más
brillante de la habitación es la almohada amarilla en la que apoyo los codos
mientras me recuesto.
—Entonces. ¿Qué te mantiene ocupada? —pregunto.
—Ya sabes. La vida y lo que sea.
Levanto mis cejas.
—¿«Lo que sea», como en RJ otra vez?
48
—Y otras cosas. Silas, ¿de qué va esto? Ahora mismo no puedo. —Se
mueve, impaciente pero también claramente distraída.
Conozco a Sloane desde hace años, así que siempre puedo saber cuándo
están girando los engranajes de su cerebro. Su atención se aleja continuamente de
mí hacia algún pensamiento misterioso chasqueando los dedos dentro de su cabeza.
—Ya te lo dije, quería ver cómo estabas. No es propio de ti ignorarme.
La pulla sutil penetra un poco debajo de su caparazón de caramelo duro, y
su comportamiento se suaviza. Se pasa una mano por su cabello oscuro antes de
colocarlo detrás de la oreja.
—Sí. Lo siento. No estaba intentando ignorarte. No te lo tomes como algo
personal, ¿vale?
—Vale.
Se hunde en la silla de su escritorio y muestra una sonrisa pequeña.
—¿Cómo está Amy?
—Está bien. ¿Cómo está RJ?
—Está genial.
Algo en la forma en que su rostro se vuelve un poco soñador al escuchar el
nombre de RJ me eriza.
—¿Qué? —Entrecierra sus ojos sobre mí.
—Nada —miento, luego recuerdo que es prácticamente imposible engañar
a esta chica.
—Solo dilo —ordena.
A la mierda. Normalmente mantendría la boca cerrada, pero supongo que
me he vuelto un poco impaciente para esperar a que Sloane organice sus ideas y
deje de perder el tiempo con perdedores.
—Mira, sé que te gusta el chico, pero… si te soy sincero, creo que es una
mala idea. Ustedes dos como pareja. —Me enderezo, encogiendo un hombro—.
Creo que esquivaste una bala rompiendo con él después de que tuvieron esa gran
pelea. Deberías haber confiado en ese instinto en lugar de aceptarlo de vuelta.
—Bueno, no pedí tu aprobación, así que de todos modos gracias. 49
Su respuesta es precisamente lo que esperaba. Sloane odia la disidencia.
Tiene una opinión sobre todo, pero Dios no permita que alguien ofrezca la más
mínima crítica a sus decisiones. Incluso cuando tienen su mejor interés en el
corazón.
—¿Para qué están los amigos? —me quiebro.
Su frente se arruga de repente.
—Hablando de esa gran pelea —comienza. Luego hace una pausa, su
expresión volviéndose cada vez más astuta—. De todos modos, ¿cómo sucedió
eso?
—Bueno, te follaste a Fenn. ¿Qué más esperabas?
Mi intento de mantener mi tono de sarcasmo ligero no tiene éxito. En
cambio, sale como una acusación, y sus rasgos se endurecen instantáneamente. Lo
cual solo me molesta, porque, en serio, ¿qué esperaba? ¿Que RJ saltara de alegría
y le agradeciera por enrollarse con su hermanastro?
Y ni siquiera me hagas empezar con eso. Ella y Fenn. Sloane siempre ha
sido reservada, pero normalmente no conmigo. Pensé que nos habíamos contado
todo, ¿y luego tuve que descubrir por Lawson que se acostó con Fenn?
—No estoy hablando de eso. —Se despega del escritorio y se planta frente
a mí, cerniéndose—. ¿Cómo se las arregló RJ para encontrarnos a Fenn y a mí
hablando en el bosque aquel día? ¿No se suponía que ibas a interferir, amigo?
Su acusación flota en el aire entre nosotros, espesándolo con tensión.
—Dijiste que querías que le dijera a RJ que te encontrara en el banco —
digo con irritación—. Así es cómo lo recuerdo.
—Puras mierdas. Te dije que me cubrieras. En cambio, justo aparece en el
único lugar en el que necesitaba que no estuviera en el momento equivocado
exacto. Casi como si fuera intencional. —Su sonrisa sarcástica carece de todo
rastro de humor—. Raro, ¿eh?
—O simplemente fue un malentendido.
—Vamos, Silas. Me siento insultada si crees que soy tan tonta.
Es tan dramática.
La negación es generalmente la mejor política, pero es obvio que no va a 50
creerse mis mierdas. Y una parte de mí ha estado ansiosa por esta pelea por un
tiempo. Desde el segundo en que RJ entró en nuestras vidas, no ha causado más
que fricciones en todas mis malditas relaciones. Bien podíamos aclarar las cosas
para que Sloane y yo podamos dejar esto atrás y seguir adelante.
—Está bien. Me tienes. —Me pongo de pie, porque no estoy disfrutando la
forma en que ella se cierne sobre mí como si fuera la adulta y yo el niño pequeño
que está siendo castigado por robar galletas—. Pensé que ibas a encontrarte con
Duke, así que le hice un favor a mi compañero de equipo. Supuse que RJ merecía
saber si él era otro peón en la interminable partida de ajedrez disfuncional entre
ustedes dos.
—Maldita sea, lo sabía. —Arroja las manos al aire y se aleja.
—Deberías apiadarte del tipo y liberarlo. Utilizarlo contra Duke…
—¡Eso no tiene nada que ver con esto! —interrumpe, la ira tiñendo sus
mejillas—. ¿Por qué estás tan obsesionado con esto?
—Lo hice por tu propio bien —respondo—. ¿En serio no estás viendo que
está surgiendo un patrón? ¿Tú eligiendo a imbéciles constantemente para salir?
Estaba intentando salvarte de ti misma.
—Ah, Silas, vete a la puta mierda. —Cuando gira para mirarme
nuevamente, sus ojos son piras pequeñas esperando un cadáver—. Al menos ten
las bolas para admitir que lo hiciste a propósito para sabotearnos a RJ y a mí para
tu propio beneficio.
—¿Qué significa eso?
—Significa que sé cuándo un chico está intentando follarme.
Esta acusación es una granada. Lanzada en mi mano con meros segundos
antes de que explote.
Sloane me mira fijamente furiosa, esperando una negación, que vuelva a
poner ese seguro en la granada. Que desactive esta bomba amenazando con hacer
estallar nuestra amistad.
Mi vacilación me cuesta.
—Jodidamente típico —gruñe.
La granada estalla. Bam.
Intento dar marcha atrás. 51
—Sloane…
—Silas, eres tan jodidamente patético. No. No voy a caer en tus brazos. Vete
a casa.
—Ah, vamos. —Niego con la cabeza hacia ella, mi irritación alcanzando
límites nuevos—. Eso no es lo que dije. Cálmate un poco. Lo estás exagerando
todo.
—¿Lo hago? Porque no creo que lo haga. Amigo, ahora te veo. Y todos tus
movimientos sospechosos. Intentaste sabotear mi relación. Intentaste mentirme al
respecto con el pretexto de que me estabas cuidando. Que eres un amigo tan bueno
y cariñoso. Sí, claro. Silas, no somos amigos. Acabas de agotar esa posibilidad. —
Sloane me mira con dagas—. Así que, por favor, sal de mi jodida casa antes de que
te eche los perros.

52
8
Fenn
El entrenador estaba cabreado en la práctica de esta tarde. Nos hizo hacer
ejercicios y carreras de velocidad hasta que colapsamos. El campo de fútbol ahora
está completamente fertilizado con vómito. Aún estoy mareado y apenas puedo
sentir mis piernas cuando vuelvo al dormitorio. Como de costumbre, RJ está en su
computadora con los auriculares puestos cuando entro a nuestra habitación y arrojo
mi bolso.
—Hola —saluda, girando en su silla. Se quita los auriculares.
—Hola.
El reconocimiento me toma por sorpresa. Estoy casi sorprendido de
escucharlo hablar. Últimamente, ha sido fácil olvidar que está en la habitación.
Durante casi una semana, ha estado más callado y retraído que cuando era el
solitario recién llegado con complejo de ermitaño y profundamente resentido.
—Tenemos que hablar —me dice.
—Sí, está bien. Primero déjame ir a la ducha.
Ya me estoy quitando la camisa y agarrando mis cosas para ir a ducharme.
53
Estoy empapado en sudor y cubierto de hierba y cualquier otra cosa en la que caí.
Huelo rancio.
—No. Tenemos que hablar ahora —dice RJ sombríamente. Presiona una
tecla en su teclado, luego hace un gesto a uno de sus monitores—. Mira.
—¿Qué miro? —pregunto irritado, a medida que un video monocromático
comienza a reproducirse en la pantalla.
—Maldita sea, solo mira.
No entiendo lo que estoy mirando durante unos segundos. Solo la atención
intensa de RJ sobre mí sugiere que siga observando.
Entonces lo veo.
El auto desdibujándose en la pantalla. Esas luces traseras aún me
atormentaban en mis pesadillas, su resplandor pintando el bosque y convirtiendo
la superficie del lago en un carmesí brillante.
Me quedo allí y observo en tiempo real, mi respiración un motor acelerado
entre mis oídos, mientras un par de minutos más tarde una figura sale corriendo de
la escena con una sudadera con capucha, empapado, con el rostro oculto y de
espaldas a la cámara.
Maldición, la imagen casi me derriba. Un puñetazo en el estómago que
resuena a través de mis extremidades y se asienta en mis huesos. El temblor
comienza y no cesa.
Sin una palabra, RJ avanza el video rápidamente hasta que me ve correr a
través del cuadro, corriendo hacia el lago.
Mis pulmones se agarrotan, no les llega oxígeno a medida que los recuerdos
de esa noche chocan contra mí.
Casey no estaba gritando. No hubo súplicas de ayuda. Si no quedó
inconsciente por el impacto inicial, ya estaba sucumbiendo al shock. O tal vez, las
drogas. Fuera lo que fuese, no me di cuenta cuando corrí hacia el lago y nadé hasta
el auto. Vi sus ojos luchando por permanecer abiertos. Cómo se clavaron en los
míos antes de que su cabeza cayera y su cuerpo quedara fláccido. La sangre
escurriendo por su rostro de una herida en la cabeza. Recuerdo lo rápido que mi
corazón latió mientras luchaba, con cada pizca de fuerza que pude reunir, contra el
agua fría y amarga para abrir la puerta del pasajero.
Fue cuando me estiré a través del cuerpo medio sumergido de Casey para
soltar su cinturón de seguridad que lo vi. Y mi mente se quedó en blanco. Hasta 54
ese momento, solo me preocupaba sacarla.
Pero luego vi la chaqueta de Gabe enganchada en el freno de mano, la
costura del bolsillo rasgada, como si la hubiera arrancado para escapar.
De repente, una colisión de pensamientos envió metralla volando a través
de mi cabeza. Y en el ruido, un momento silencioso de claridad me golpeó como
si me golpearan en la cara.
Tomé la chaqueta. La metí bajo mi brazo mientras sacaba a Casey del auto.
Incluso empapada, fue tan ligera. Frágil. O tal vez fue la adrenalina. Apenas
sentí que el fondo fangoso se tragaba mis zapatos cuando caminé hacia la orilla
con ella en mis brazos. Su cara estaba pálida en la oscuridad rojiza cuando la
acosté.
Todo vino rápidamente a mí después de eso. Busqué los bolsillos del vestido
de Casey y encontré su teléfono, que milagrosamente seguía funcionando a pesar
de haberse mojado. Le envié un mensaje de texto a Sloane donde encontrarla.
Casey estaba inconsciente, pero respiraba y parecía estable. Estaba fuera de
peligro, y solo pasarían unos minutos antes de que llegara la ayuda.
Antes de irme, le susurré. Le dije que lo sentía, pero que ahora estaba a
salvo. Su hermana estaba en camino, y todo estaría bien. Porque, por supuesto, no
podía quedarme. No tenía ninguna respuesta a lo que había ocurrido allí, solo que
mi mejor amigo desde el jardín de infantes aparentemente había dejado que Casey
se ahogara. Tenía que encontrar a Gabe y hablar con él. Averiguar qué demonios
había salido mal y por qué lo había hecho. Tenía que haber una explicación.
Pero nunca tuve una.
Gabe desapareció esa noche. Ya lo habían enviado a la escuela militar por
la mañana, y nadie respondía mis llamadas. No hemos hablado hasta el día de hoy.
Y no tiene idea de que soy yo quien lo encubrió.
O, diablos, tal vez tiene una corazonada. Después de todo, nadie ha ido a
interrogarlo, ¿verdad? Gabe es lo suficientemente inteligente como para saber que
eso significa que la policía no lo tiene en la mira, y si él sabe eso, entonces debe
sospechar que soy yo quien lo cubrió. De la misma manera que él me cubrió en
segundo año cuando lo necesité. Desde el momento en que nos conocimos, Gabe
ha sido mi cómplice hasta la muerte.
Y yo soy el suyo.
RJ detiene el video abruptamente. Salgo de mi propia cabeza para verlo
observándome con traición y acusación. Supongo que, nada menos de lo que
55
merezco. Y aunque sabía desde hace mucho tiempo que este día llegaría, pensé que
ahora tendría algunas respuestas.
En cambio, estoy tan despistado como el resto de ellos y totalmente saturado
en culpa y mentiras.
—Ahora entiendes por qué estoy teniendo ciertos problemas últimamente
—dice RJ con un tono tan plano pero severo, estoy más que un poco preocupado
por lo que podría hacer a continuación—. ¿Qué estabas haciendo allí?
Mi cerebro acelera a toda prisa. Gabe me había enviado un mensaje de texto
para reunirnos. El baile de graduación fue aburrido, y ya estaba bastante ebrio.
Pensé que íbamos a ir al cobertizo de botes a fumar y relajarnos. En ese momento
no tenía ni idea de que Casey estaba desaparecida o de que nos daríamos cuenta
más tarde que la habían drogado.
—Está bien, mira. Sé que no se ve bien.
—¿Por qué? —interviene RJ—. Hazme entender.
Evito su mirada dura e inquisitiva.
—Es complicado, ¿de acuerdo?
—No. Fenn, complicado es abandonar la escena. Incluso si pudiera entender
esa parte, ¿tuviste que ir y hacerte amigo de Casey después?
—No era como si tuviera un plan o algo así.
—Sí, apuesto. —Suelta una risa sarcástica—. Solo te convertiste
accidentalmente en su mejor amigo.
—Si la hubieras visto en ese entonces…
—¡Estás saliendo con ella! —grita, arrojándose hacia atrás en su silla hasta
que choca con su escritorio—. Maldita sea, por Dios. Eso es más que jodido.
—Lo sé. Mierda. —Me hundo en el sofá y dejo caer mi cabeza entre mis
manos, tirando de mi cabello.
No es como si estos pensamientos no se me hubieran ocurrido antes. Todo
lo que hago es castigarme por lo lejos que se ha ido esto de las manos en los últimos
meses. Cuántas veces debí haberme detenido, pero estaba demasiado asustado para
admitir la verdad. Demasiado débil para mantenerme alejado de ella.
Soy muy consciente de que he tomado muchas malas decisiones desde la
noche del baile de graduación, que tenía otras opciones disponibles, si tan solo 56
hubiera estado pensando con más claridad. Por lo menos, podría haberle dado a
Casey la verdad parcial. Admitir que fui yo quien la salvó, y simplemente omitir
el nombre de Gabe. Podría haberme guardado la parte de encontrar su chaqueta
para mí mientras intentaba reconstruir discretamente su papel en todo esto.
—Quería decírselo —confieso—. Tal vez no de inmediato, pero al momento
en que ella y yo nos acercamos, siempre estuvo en la punta de mi lengua. Cada vez
que la veía, casi lo soltaba, pero nunca pude pronunciar las palabras porque estaba
enterrado bajo una montaña de culpa por dejarla allí, y no quería que me odiara. Y
luego pasaron los días, los meses, y ahora… —Gimo por lo bajo—. Esperé
demasiado. Ahora, si digo algo, ha pasado tanto tiempo que parecerá que tenía un
plan turbio.
El temor aprieta mi pecho con más fuerza. Al momento en que le diga a
Casey que he estado mintiendo por omisión, se irá. No tengo duda al respecto. Y
la idea me envía a una espiral de agonía.
—Ojalá no me sintiera así por ella —murmuro—. Sería más fácil si pudiera
dejarla en paz, pero…
—Hombre, detente. Escúchate por un minuto. Esto ya no es una opción.
Has tenido tiempo de resolver tu mierda y decirle la verdad, pero ya no está en tus
manos. Sloane ha visto el vídeo.
Maldición. Hay pocas cosas en este mundo a las que en realidad le tenga
miedo. Sloane ocupa un lugar destacado en esa lista.
Levanto mis ojos lentamente hacia los suyos.
—¿Qué dijo?
—¿En serio? —pregunta RJ incrédulo a medida que niega con la cabeza—
. Está histérica. Hasta ahora la he mantenido a raya, pero se cansó de quedarse sin
hacer nada. Está hablando de decírselo a su papá y entregarte a la policía. Dejar
que ellos lo resuelvan.
Otra ráfaga de ansiedad grita a través de mi pecho. Una sensación aguda y
punzante que casi me ahoga. Sin poder hablar con Gabe, no puedo enfrentar un
interrogatorio. No sabría por dónde empezar, pero no puedo arrojar a mi amigo
más antiguo debajo del autobús.
Al mismo tiempo, Casey también merece mi lealtad. Ha esperado todo este
tiempo para saber qué le pasó. Después de seguir acobardándome cada vez que
sentí la necesidad de sincerarme, me convencí de que en algún momento suavizaría 57
el golpe si supiera toda la historia antes de contársela. Solo que eso no ha sucedido,
y parece menos probable que alguna vez suceda.
A menos que entregue el nombre de Gabe.
Y no puedo hacer eso. Maldita sea, le debo.
—La convencí de que primero me dejara hablar contigo —dice RJ—. Fenn,
tienes que darme algo. De lo contrario, me pasará por encima para llegar a ti.
Me está observando. Esperando. RJ y yo acabamos de volver a estar en
buenos términos, y ya puedo sentir que la confianza se hace añicos. Odio esto.
Guardar secretos y mentir. Quería que tuviéramos una relación real como
hermanastros, pero aquí estoy de nuevo, mis lealtades tirando en todas direcciones
y siento que les estoy fallando a todos.
Pero no puedo darle lo que quiere, y eso me revuelve el estómago. No se
siente bien señalar con el dedo a Gabe cuando todo lo que tengo es una chaqueta
sucia. Porque por mucho que confíe en RJ, no creo ni por un segundo que él no
acudiría a Sloane con esa información. Y Sloane, sin duda, daría el nombre de
Gabe a la policía en un santiamén.
—Tienes que darme más tiempo —le suplico—. Sé que no tiene sentido,
pero confía en mí en esto.
RJ me frunce el ceño.
—Eso no es lo suficientemente bueno. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?
Ella está lista para echarte la culpa de todo. Como mínimo, te expulsan. A lo sumo,
la policía te acusa de no sé cuántos cargos. Abandonar la escena, ocultar pruebas…
Tiene razón. Lo que hice fue técnicamente un crimen, sin importar cuán
bien intencionado fuera. No es que no lo haya considerado.
—Eso es si Sloane no te mata ella misma y me pide que la ayude a
deshacerse del cuerpo —termina, sonando derrotado—. Así que, por favor,
ayúdame aquí.
Me trago el nudo de miseria pura en mi garganta.
—Hay más en esto de lo que entiendes. Aún estoy juntando las piezas, pero
necesito…
—¿Qué significa eso? —pregunta, exasperado. Su paciencia está casi
agotada a estas alturas. 58
—Es comp….
—Claro, complicado. —Suspira, frotándose la frente—. Escucha, he
evitado que Sloane le diga a su papá o a la policía por ahora, pero va a decírselo a
Casey. Eso es un hecho. Estoy aquí como tu hermano pidiéndote que me digas la
verdad. Ya no puedes guardártelo para ti.
Mi estómago se aprieta con más fuerza, la frustración y el pánico luchando
dentro de mí. No estoy lo suficientemente cerca de una buena explicación. Pasé
meses molestando a la familia de Gabe para encontrar una forma de contactarlo, y
fue en vano, porque sus padres me odian. Pasé horas en línea compilando una lista
de todas las escuelas militares en el maldito país, luego procedí a llamar a cada una
preguntando si un Gabe Ciprian estaba inscrito y me colgaron, se rieron de eso o
me dijeron cortésmente que me fuera a la mierda. Resulta que las escuelas no
ofrecen los nombres y la información de los estudiantes a personas que llaman al
azar. Quién lo hubiera pensado.
Si tuviera más tiempo, tal vez podría encontrar una manera de llegar a Gabe
y preguntarle qué pasó esa noche. Estoy seguro de que todo tendría sentido si
tuviera las piezas que faltan. No hay forma de que simplemente abandonara a
Casey para que muriera. No es una mala persona. Algo salió mal, y simplemente
necesito averiguar qué es.
—Déjame hablar con ella —insisto, aferrándome a cualquier sentido de
caridad que le quede a RJ—. Casey debería saberlo de mí.
Su expresión es cautelosa. Es comprensiblemente reacio a ponerse otra vez
en una cornisa por mí.
—Por favor —digo con voz ronca—. Lo prometo. Yo mismo le diré a Casey.
Déjame hacer esto.
Se queda en silencio por lo que parece una eternidad. Luego maldice por lo
bajo y dice:
—Lo intentaré, pero no puedo prometer nada en nombre de Sloane. Mi
consejo: hazlo antes que ella.

59
9
Sloane
Mi cuchillo raspa violentamente a través del plato y su chillido enojado hace
que toda la habitación se estremezca. Papá hace una pausa breve a mitad de la
oración para hacer una mueca como si lo hubiera hecho a propósito. ¿Qué es lo
que quiere? Es un trozo de carne dura. Tal vez si no lo hubiera dejado en la parrilla
como si estuviera intentando torturar los códigos de lanzamiento nuclear, no estaría
intentando cubrir un trozo de carbón con puré de papas para engañar a mi garganta
de modo que se lo trague. Dudo que incluso los perros encuentren apetecible la
porción de proteína de esta noche. Como para probar ese punto, solo Bo se molesta
en rogar esta noche. Penny está dormida debajo de la mesa, con la cabeza apoyada
en mi pie.
—¿Por qué Silas no se quedó a cenar? —pregunta papá desde la cabecera
de la mesa del comedor.
Porque es un imbécil mentiroso y traicionero, y nunca más vendrá a cenar.
Me trago mi furia junto con el bocado seco del bistec.
—Tenía deberes —digo en su lugar, porque por mucho que aprecio que mi
padre esté haciendo un esfuerzo por mantenerse involucrado en mi vida, no voy a
60
empezar a confiarle asuntos personales.
Mi ex amistad con Silas cae dentro de «asuntos personales».
También mi relación con RJ.
Y mi nuevo e intenso odio por Fenn. Eso definitivamente debe permanecer
en secreto en este momento. Si papá se entera de lo que hizo Fenn, de hecho, podría
matarlo.
Hablando de matar a Fenn, aparentemente RJ no hizo tal cosa esta noche, a
juzgar por los mensajes de texto que siguen haciendo sonar mi teléfono en mi
regazo. No se nos permite tener teléfonos en la mesa, pero sabía que RJ estaba
hablando con Fenn después de la práctica de fútbol, y no había forma de que me
perdiera esta actualización.
RJ: Dice que es complicado.
Mi mirada se dirige a mi regazo.
¿Complicado?
¿Es complicado?
¿Esa es la razón por la que dejó a mi hermana inconsciente en el suelo y no
le dijo a nadie durante todos estos meses que él fue quien la sacó del auto hundido?
No.
No, me niego a permitir que esa sea su explicación. Me niego.
Tomo aire para calmarme, pero no hace nada para calmar el remolino de ira
que se agita en mis entrañas junto con el bistec carbonizado de papá.
—¿Qué piensas de sentarte con la señora Dermer en algún momento de la
próxima semana? —está diciendo papá—. Estaría más que feliz de ofrecer su
consejo.
Miro a Casey en busca de alguna pista de lo que me he perdido. Entonces,
comprendo que papá me estaba hablando.
—¿Yo? —pregunto, lamiendo trozos de carne quemada de entre mis
dientes.
—Sí, Sloane. —Toma un sorbo largo de vino tinto para enfatizar su
molestia—. Se acercan los plazos de solicitud de ingreso a la universidad. Tal vez,
Wanda podría ver tus ensayos. 61
—Ni siquiera he empezado.
—Ahí está el problema.
Sofoco un suspiro. Esa es la desgracia de ser la hija del director: quiere
reclutar a toda su facultad para gestionar mis admisiones a la universidad.
—Aún tengo, como, dos meses. Relájate.
Ni siquiera he pensado en la universidad últimamente. Simplemente no
puedo manejar otra molestia en este momento. Si no es lo suficientemente malo,
tengo a Silas arrastrándose detrás de mi espalda como si fuera a despertarme un
día y darme cuenta de que mi príncipe ha estado esperando en las sombras todo el
tiempo, estoy siendo arrastrada en todas direcciones entre RJ, Fenn, y lo que es
mejor para Casey.
—Modera tu tono, jovencita.
—¿Qué? ¿Por qué de repente me estás molestando por la universidad?
Molesta a Casey por un tiempo, ¿quieres?
Ella se ríe de mí.
—Oye. ¿Qué hice?
—Está claro que has estado distraída recientemente —dice papá, frunciendo
el ceño en mi dirección—. No quiero que olvides dónde deberían estar tus
prioridades.
—Me pondré a ello. Cielos.
Si él tuviera alguna idea de la montaña de mierda del tamaño de un Everest
con la que he estado lidiando últimamente, tal vez me daría un respiro. Pero, por
supuesto, no puedo decírselo. RJ rogó por la oportunidad de convertir a Fenn en
una persona decente de la noche a la mañana. Y decírselo a papá significa decírselo
a Casey, y tal vez eso es lo que más temo.
—Sloane, los ensayos universitarios no son algo que puedas posponer hasta
el último minuto…
Aparece otro mensaje de RJ y bajo la mirada subrepticiamente.
Esencialmente, no pudo sacar mucho de nada de Fenn. Algunas garantías vagas y
poca sustancia. Ninguna explicación de por qué no se quedó con Casey, y mucho
menos lo que hizo que lo mantuviera en secreto todo este tiempo. 62
RJ: Quiere ser él quien se lo diga.
Escribo una respuesta debajo de la mesa, mientras papá continúa
sermoneándome por mi falta de concentración.
Yo: No confío en él.
RJ: No es como si ahora tuviera muchas opciones. Él tiene que decirle.
—Sloane, ¿estás escuchando? —exige mi padre.
Casey me patea debajo de la mesa. La fulmino con la mirada porque eso
duele.
—Sí, te escucho —le digo, y sigo enviando mensajes de texto—. Poner mi
trasero en marcha o lo que sea. ¿Algo más?
Yo: Y quién sabe lo que dirá. Nos ha mentido a todos todo este tiempo.
¿Qué es una mentira más?
RJ: Parecía que estaba realmente arrepentido.
Yo: Entonces te habría dicho la verdad. Aún está escondiendo algo.
—Sloane —ladra papá—. Sin teléfonos durante la cena.
—En realidad —digo, alejándome de la mesa—. He terminado.
Con esta comida y esta conversación. Soy una olla que hirvió hace horas y
está derramándose sobre la estufa, las llamas lamiendo el protector contra
salpicaduras.
—Siéntate. Comemos en familia.
—Dije que he terminado. Voy a correr.
Escucho que los utensilios golpean el plato con frustración detrás de mí
mientras voy a mi habitación a cambiarme de ropa y atar mi cabello en un moño.
Agarro mis zapatos del guardarropa y salgo por la puerta trasera.
Es de noche, y aunque en su mayoría conozco estos senderos con los ojos
vendados, me mantengo en el camino iluminado que es el sendero principal hacia
el centro del campus. No estoy de humor esta noche para torcerme el tobillo con
la raíz de un árbol sobresaliendo.
No llego lejos antes de escuchar pasos rápidos detrás de mí. Miro por
encima del hombro para encontrar a Casey resoplando y jadeando, corriendo el
doble de tiempo para alcanzarme. 63
—Vete a casa —llamo detrás de mí, acelerando para convencerla de que no
puede seguir el ritmo.
—Vamos, Sloane. Más despacio.
—Puedo hacer esto toda la noche. Case, ahora mismo no quieres estar cerca
de mí.
—Ya detente. Tengo un trozo de bistec chamuscado y un kilo de puré de
papas en el estómago —se queja—. No me hagas perseguirte.
Viene a mi lado, respirando con dificultad y ya goteando sudor. Me burlo
de ella, acelerando cuando cree que me ha atrapado. Entonces, de repente, escucho
un ruido sordo y un grito de sorpresa. Me detengo para verla en la tierra detrás de
mí.
—¿Estás bien? —Corro hacia ella, y le ofrezco la mano para ayudarla a
levantarse.
—Sí. —Se pone de pie, aun sonriendo, aunque un poco avergonzada—.
Tropecé.
—Deberías haberte quedado en casa.
—O podrías ser una niña grande y explicar por qué estás de tan mal humor
hoy. ¿Se trata de Silas? Parecía molesto cuando salió antes de la casa.
—Debería estar molesto. Es un maldito imbécil.
Las cejas de Casey se elevan.
—Ah. Bueno. Pensé que habías dicho que no estaban peleando.
—No lo hacíamos. Ahora sí. —Comienzo a caminar porque siento que si
me quedo quieta un segundo más, podría entrar en combustión—. No te preocupes
por eso.
—¡Por supuesto que voy a preocuparme por eso! Es tu mejor amigo. —
Coincide con mi paso—. ¿Qué pasó?
—No importa.
—Claramente lo hace —argumenta.
—Dios mío. Bien. Me tendió una trampa, ¿de acuerdo?
Siento la mirada desconcertada de Casey sobre mí.
—¿Te tendió una trampa cómo? 64
—Cuando Fenn me pidió que nos reuniéramos para hablar de lo que pasó
entre nosotros en tercer año, le dije a Silas que me cubriera con RJ. —La ira
persistente continúa ondulando a través de mis miembros—. En cambio, envió a
RJ al bosque para atraparnos.
Ella jadea.
—¿Por qué haría eso?
—¿Por qué crees? Quiere follarme. Así que intentó sabotear mi relación.
Se queda en silencio, y cuando miro, veo que su expresión aún está llena de
confusión.
—No lo creo —dice finalmente—. Silas no haría eso.
—Lo haría y lo hizo. —La amargura cubre mi garganta.
—¿Estás segura de que no hay otra explicación? Silas es un chico bueno.
No puedo evitar el estallido de molestia que estalla dentro de mí.
—Jesús, Case. Deja de ser tan ingenua. No todo el mundo es bueno o malo.
A veces los buenos terminan siendo unos completos imbéciles. —Niego con la
cabeza—. Deja de poner a estos tipos en un maldito pedestal.
—Ah, está bien. Lo entiendo. Se trata de Fenn. —Su voz es tensa.
Disgustada.
—No se trata de Fenn.
Pero lo es.
He querido estrangular al tipo desde que vi su rostro en la cámara de
seguridad. No solo eso, sino que es doloroso ocultarle cosas a mi hermana. Odio
hacerlo. Al mismo tiempo, sé que al momento en que descubra lo que pasó de
verdad, su ignorancia dichosa se hará añicos y regresará en la espiral a la oscuridad
que siempre está esperando en la periferia para consumirla nuevamente. Parece
que sin importar lo mucho que intente poner una expresión valiente, algo aparece
para arrebatarla de vuelta.
—Sé que es incómodo, ¿de acuerdo? —dice con un suspiro—. Como, en
teoría, es raro que esté saliendo con un chico con el que te enrollaste…
Me detengo en seco.
—¿Saliendo? ¿Qué quieres decir con que estás saliendo con él?
Ella parpadea. Avergonzada.
65
—Case, ¿qué mierda? La última vez que te pregunté al respecto, insististe
en que solo eran amigos. —Obviamente, sabía que estaba enamorada de él, pero
ambos me aseguraron que era platónico.
—Éramos amigos —responde—. Y ahora somos más. Aún no quería decir
nada porque sabía que no lo aprobarías.
La ráfaga de ira casi me derriba. ¿Ahora están juntos? Qué cara tiene este
tipo. Maldita sea, la deja morir, luego se hace amigo de ella durante meses, ¿y
ahora está saliendo con ella?
—No —gruño.
—Sloane, vamos. Sé que piensas que soy demasiado ingenua e inexperta
para él, pero…
—¿Ingenua? —la interrumpo, riendo sin una pizca de humor—. En este
momento estamos mucho más allá de lo ingenuo.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que no tienes idea de en lo que te has metido.

66
10
Fenn
A pesar de que no he movido ni un músculo en la cama, mi reloj me sigue
preguntando si estoy haciendo ejercicio y si me gustaría tomarme un momento
para respirar. Ven, déjame guiarte a través de un momento de conciencia plena para
reflexionar sobre tus errores antes de que te pongan contra una pared para el
pelotón de fusilamiento. Mi ritmo cardíaco no ha ralentizado durante horas desde
que RJ me tendió una emboscada, mientras me revolvía la cabeza para averiguar
cómo diablos iba a confesarle todo a Casey. Cómo explicarme siendo
completamente incapaz de ofrecerle respuestas satisfactorias.
Mierda.
Podría estar teniendo un ataque de pánico.
O voy a tener un paro cardíaco. Tal vez la película de mi vida me haga un
favor y finalmente me mate.
La pérdida últimamente ha estado en mi mente muy seguido. Sigo pensando
en lo pequeño que se volvió mi mundo después de la muerte de mi madre. La
muerte hace eso, despluma todo hasta la médula. Mi madre se había ido. Y luego
también papá. El duelo tiende a crear una bolsa de vacío en tu vida que ninguna
67
cantidad de sexo o sustancias ilegales puede llenar.
Entonces, vi esas luces traseras. Un auto medio sumergido en el lago.
Casey llenó esa bolsa con luz. Un billón de estrellas sopló a la existencia.
Es jodidamente cursi y mil veces más deprimente, pero completamente cierto. Ella
es más que especial. Es el tipo de persona que no aprecian lo suficiente, que inspira
a todos los demás con su compasión y bondad. Completamente desinteresada o
egoísta.
Así que, por supuesto, vine y la envenené. Una muerte lenta, casi
imperceptible.
El aire aquí se ha vuelto denso y se aloja en mi garganta. RJ y yo nos
acostamos hace aproximadamente una hora después de apagar las luces, y ahora
estoy acostado en silencio en la oscuridad con solo mis pensamientos para burlarse
de mí. He estado mirando al techo esperando una epifanía que me señale una
estrategia. Hasta ahora, no se ha presentado nada.
Me trago un gemido y me pongo de lado, con el teléfono en mano. Atenúo
la pantalla para no molestar a RJ y me encuentro desplazándome por viejos hilos
de chat con Gabe.
Su último mensaje para mí fue para reunirnos en el cobertizo para botes
porque estaba harto del baile de graduación.
Eso es todo.
Todo lo demás son mis mensajes frenéticos después de que se fue.
Así que, me desplazo más y más hacia atrás, con el pecho apretado mientras
leo los chats de años con mi mejor amigo. Chistes estúpidos. Chistes obscenos.
Memes tontos. Memes obscenos. Haciendo planes. Confirmando planes. Y aquí y
allá, alguna mierda más profunda.
Gabe: Oye. Sé que es el aniversario de la muerte de tu madre. Avísame si
quieres hacer algo hoy para distraerte. Bishop, aquí estoy.
Yo: Por Dios, G. No puedo creer que tu padre te haya sermoneado así
delante de todos. Espero que sepas que todo lo que dijo fueron puras mierdas. No
eres un callejón sin salida.
Mi mirada se engancha en un intercambio en particular. Es a propósito
críptico, pero ambos sabíamos a qué me refería cuando le envié el mensaje.
Yo: G, gracias por la ayuda. Te agradezco que hagas eso por mí. Quién 68
sabe dónde estaría si no lo hicieras.
Gabe: Bishop, en las buenas y en las malas. Harías lo mismo por mí.
Yo: 100%
Maldición. Lo extraño. RJ me agrada mucho, de verdad, pero Gabe y yo
tenemos historia. Hemos estado provocando problemas desde que éramos niños
pequeños. Mierda, perdimos nuestra virginidad la misma noche en una fiesta de
primer año, y luego cotilleamos de eso como un par de colegialas. Es una de las
pocas personas con las que puedo ser yo de verdad.
Gabe, y ahora Casey.
Me siento completa y absolutamente atrapado entre los dos. No hay margen
de maniobra.
Cuando la opresión en mi pecho se vuelve insoportable, le envío un mensaje
de texto a Casey para terminar con esto.
Yo: ¿Estás despierta?
Pasan casi veinte angustiosos minutos antes de que responda. Los puntos de
escritura parpadean en la pantalla y luego desaparecen. Dos veces. Tres y cuatro
veces.
Casey: Sí.
Yo: Lamento si te desperté.
Casey: No lo hiciste. ¿Qué pasa?
Su tono abrupto me toma por sorpresa. Sí, es pasada la medianoche, pero
dijo que no estaba dormida.
Yo: ¿Podemos vernos?
Casey: Es tarde.
Una vez más, eso me detiene un momento. Nunca ha tenido problemas para
escabullirse en medio de la noche.
Yo: Por favor. Es importante.
Los puntos parpadean con indecisión. Algo le pasa y me pone los vellos de
los brazos de punta.
Casey: Bien. Nos vemos en 20.
69
—¿Te escapas? —RJ se da la vuelta en la cama mientras me paro frente a
mi armario vistiéndome.
—Sí. Voy a hablar con Casey. Terminar con eso. No puedo seguir pensando
en eso.
Sus sábanas crujen cuando se sienta. Miro por encima, lo veo pasándose
una mano por su cabello castaño alborotado. Incluso en la oscuridad, puedo
distinguir su expresión infeliz.
—¿Qué es? —pregunto.
—Antes de que te vayas. Deberías saberlo —dice—. Sloane se lo dijo.
Mi corazón se detiene.
Por supuesto que lo hizo. Maldita Sloane.
—¿No podrías haberme advertido antes? —exijo.
—No vi su mensaje hasta ahora. Me lo envió cuando ya estaba en la cama.
—Increíble. Jodidamente estupendo. Tu novia acaba de hacer que una
conversación imposible sea mucho más difícil —le digo, poniéndome una
sudadera con capucha—. Así que gracias por eso.
—Hombre, lo siento, pero esto es tu culpa.
Claro, cavé esta tumba. He sabido durante meses que estaba contrarreloj y
que cada día que pasaba con Casey estaba trenzando la soga de la que
eventualmente me colgaría. Aun así, sentir el aire vacío bajo mis pies colgando es
un poco diferente. El suelo se desplomó, pero la caída no me rompió el cuello.
Ahora me retuerzo con las manos atadas a la espalda y observo los rostros de todos
los reunidos mirándome con una anticipación horrible por mi último aliento.
No tengo ni idea de en qué me estoy metiendo mientras camino
penosamente por el campus y tomo el sendero en el bosque hacia la casa de Casey.
Sloane me ha arrebatado cualquier oportunidad que tenía de hacer que Casey
entendiera que solo estaba intentando ayudar y se me fue de las manos. No es como
si tuviera un plan cobarde para hacerme pasar por su mejor amigo macho beta para
engañarla y entrar en sus pantalones. Pero estoy seguro de que eso es exactamente
lo que Sloane ha estado pensando toda la noche. Maravilloso.
Me quedo pensando en ello durante casi veinte minutos hasta que Casey me
encuentra a la luz de su linterna. Deslumbrado por la llegada repentina del
momento y su acercamiento inquietantemente silencioso, me quedo sin palabras. 70
Todo el preámbulo que había escrito apresuradamente en mi cabeza se queda en
blanco.
—Casey…
—Detente. —La aspereza de su voz es un sonido que nunca había
escuchado, y me retuerce las entrañas—. No hay nada que quiera escuchar de ti.
—Casey, por favor…
—Fenn, eres un mentiroso. Y un imbécil. Y probablemente la peor persona
que he conocido en la vida real.
No me deja verla, quedando escondida detrás de la luz que me obliga a
taparme los ojos. Pero su voz contiene la tensión grave que viene con las lágrimas,
y me destroza sabiendo que soy la razón por la que está llorando.
—Eso es justo —digo débilmente—. Pero…
—¿Cómo puedes siquiera mostrar tu rostro después de que me dejaste
desmayada en el suelo? ¿Quién hace eso? —Su voz sube otro nivel, y creo que
nunca me había sentido tan pequeño—. Me dejaste llorar en tu hombro todo este
tiempo. Fingiendo entender. ¿Y qué, riéndote de mí? ¿Felicitándote por lo bien que
lo lograste todo?
—No, maldita sea. Por supuesto que no. —Hago un movimiento hacia ella
y creo que siento una roca pasar volando por mi brazo—. Eso es lo que estoy
intentando…
—Fenn, ahora mismo. Dime la verdad. Son las únicas palabras que quiero
oír. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me mentiste todo este tiempo y nunca le dijiste a
nadie que estuviste allí?
Mi pecho se aprieta, mis manos tiemblan de agonía. ¿Qué se supone que
debo decir? ¿Que mi mejor amigo podría haberla drogado y haberla dado por
muerta? ¿Y mi primer instinto fue cubrirlo? Que aún lo estoy cubriendo, porque
no puedo comprender cómo alguien a quien he conocido prácticamente toda mi
vida podría haber casi matado a una chica y alejarse de ella.
Y no solo una chica. No solo la hermana menor de Sloane. Sino,
básicamente, la persona más amable y dulce que cualquiera de nosotros puede
afirmar conocer. La persona que menos se merece toda la mierda por la que la
hemos hecho pasar.
Si tan solo pudiera contarle una fracción de eso, tal vez no tendría este 71
sentimiento vacío en mis entrañas. Pero no puedo hacer que las palabras salgan, y
es entonces cuando me doy cuenta, cuando ella deja caer la linterna y mi visión se
ajusta lentamente a su rostro rojo, hinchado y brillante por las lágrimas, que
siempre he sido un bastardo. Pensé que podía enterrar las peores partes de mí. Por
ella. Excepto que, en algún giro enfermizo, ella es lo que me hace tan terrible: haría
cualquier cosa por ella, excepto ser una persona decente.
Finalmente encuentro mi voz.
—Quería decirte. Pero esperé demasiado. Tanto que al final sentí que era
demasiado tarde para…
—Nunca es demasiado tarde para decir la verdad —me interrumpe—. ¡Y
no me has explicado por qué tuviste que esperar en primer lugar! ¿Por qué no
contarles a todos la noche que sucedió?
Porque es mi mejor amigo.
Porque no te conocía.
Porque te dejé allí en lugar de llamar a Emergencias.
Las palabras se atascan en mi garganta. Cuando Casey y yo éramos
extraños, habría sido mucho más fácil admitir que mi lealtad en la noche del baile
de graduación estaba solo con Gabe y nada más que Gabe. Y en ese entonces aún
creía que tendría la oportunidad de sacarle la verdad. No esperaba que sus padres
lo exiliaran a un agujero negro y que nunca volvería a hablar con él.
Pero Casey y yo ya no somos extraños, lo que significa que ahora, decirle
que mi lealtad no estuvo primero con ella se siente como una traición.
—Fenn —dice, rogándome suavemente que acabe con este sufrimiento.
Darle lo que más quiere, lo que solo yo puedo ofrecer. La verdad—. Por favor.
—No… no puedo —murmuro, y merezco todo lo que sucede ahora.
Casey sorbe furiosa y se limpia la cara.
—Supongo que siempre supiste que esto sucedería, ¿eh?
Mis propios ojos se sienten calientes. Escociendo con fuerza.
—De la peor manera posible.
Da un paso atrás, sus zapatos para correr crujiendo en las hojas secas debajo
de ellos. 72
—Está bien. Está bien. Supongo que terminamos con esto. —El aliento que
deja escapar suena inestable, sibilante.
El nudo en mi garganta casi me ahoga. Parpadeo salvajemente. Me muerdo
el labio inferior con tanta fuerza que, noto el sabor a cobre en la punta de la lengua.
—Por favor —me encuentro rogando.
—¿Por favor, qué? —Da otro paso alejándose.
—Por favor, no me dejes —susurro.
Un sollozo ahogado sale volando de su boca.
—Fenn, vete a la mierda. La próxima vez que me veas, corre hacia el otro
lado. No somos amigos. No somos nada. —Ahora camina hacia atrás, sus
movimientos inestables, espasmódicos—. Lo digo en serio. No vuelvas a hablarme
nunca más.

73
11
Casey
Un impacto repentino me despierta. Pero no puedo moverme. Está oscuro,
excepto por una luces de colores diminutas que nublan mi visión. Una sensación
aguda y palpitante me atraviesa el cráneo. Y luego me estoy congelando. El agua
sube por mis piernas. Lucho contra mis ataduras, gritando, golpeando, solo
logrando aumentar la fuerza manteniéndome en mi lugar. El agua brota dentro del
auto, subiendo por mi torso, mientras tiro del pestillo de la puerta.
Cede de repente, tirado de mi agarre.
Fenn me encuentra en el brillo de las luces del tablero.
Estoy aliviada de verlo a medida que cruza mi cuerpo para desabrocharme
el cinturón de seguridad. Pero cuando intento liberarme del auto, encuentro que las
correas aún están firmes en mi cuerpo. Lo busco, desesperada. Pero empuja mis
manos lejos, agarrando el cinturón a través de mi pecho y ajustándolo con más
fuerza.
Su mirada muerta es impermeable a mis súplicas asustadas de ayuda.
—¡Fenn! —grito. 74
Lo araño. Peleando incluso mientras fuerza la puerta para que se cierre
conmigo dentro. El agua sube por mi cuello, superando mi boca y nariz. Tomo una
última bocanada de aire y observo a Fenn subir a la superficie, dejándome atrapada
dentro del auto descendiendo más profundo en la oscuridad pura.
Entonces estoy flotando libre en el vacío negro interminable. Liberada del
auto pero inevitablemente empujada más profundo, mis extremidades exhaustas y
demasiado pesadas para nadar hacia la superficie. La luz plateada de la luna es un
punto inalcanzable, cada vez más pequeño, muy por encima de mi cabeza. La miro
a medida que me hundo, consciente de cada segundo de mi viaje hacia la muerte.
No sé qué es lo que finalmente abre mis ojos. Despierto gritando con las
sábanas enredadas alrededor de mis piernas, encerrada y golpeando dentro del
capullo de sábanas anudadas.
Son segundos antes de que noto que el sol entra a raudales en mi habitación
y tomo varias respiraciones entrecortadas. Siento mi teléfono debajo de mi
almohada y mi primer instinto es enviarle un mensaje de texto a Fenn. La persona
a la que he recurrido cuando las pesadillas me dejan temblando y lamiendo el sabor
a sangre de mi boca.
Solo que esta vez, él es la razón por la que estoy empapada en sudor y mi
pecho está en llamas.
—¿Eso es lo que sentiste cuando supiste que no ibas a volver a subir? —le
susurro a mamá.
No obtengo una respuesta antes de que papá irrumpa en la habitación
luciendo pálido. Los perros lo siguen, y saltan sobre el colchón para investigar la
conmoción.
—¿Estás bien? —Se sienta en el borde de mi cama a medida que me empujo
contra mi cabecera—. ¿Qué pasó? ¿Otra pesadilla?
—Estoy bien —murmuro, esquivando su intento de quitarme el cabello de
la cara. Luego empujo el hocico de Bo cuando intenta lamer mi mejilla. Todo este
vaivén es demasiado—. Sabes que no tienes que venir aquí cada vez como si el
monstruo debajo de mi cama me estuviera comiendo.
—Si te hubieras oído gritar —dice algo ofendido.
—Estoy bien.
—Cariño, tal vez es hora de hablar otra vez con alguien. 75
¿Por qué la gente siempre dice «alguien» como si pudiera esconder la
píldora en un trozo de mortadela enrollado?
—¿Te refieres a otro psiquiatra? —resoplo—. Paso.
—No estoy seguro de que haya sido una buena idea dejar de ver al terapeuta
—me dice.
—Lo intenté. No ayudó. No recuerdo en absoluto nada nuevo del accidente.
—Case, ese no fue el único motivo por el que fuiste a terapia. No podemos
simplemente ignorar tu diagnóstico y esperar que desaparezca por sí solo.
Mi diagnóstico puede irse a la puta mierda. Tengo estrés postraumático, lo
entiendo. Pero hablar de ello no ha aliviado ninguno de los síntomas. Aún tengo
los flashbacks. Las pesadillas. El pánico puro que se apodera de mí en momentos
aleatorios del día. Mi psiquiatra, la doctora Anthony, me recetó medicamentos para
intentar ayudarme, pero no me sentía como yo cuando estaba tomando los
medicamentos, así que me los quitó. Es irónico: me llenaron de píldoras para
aliviar los síntomas postraumáticos, esos episodios de entumecimiento emocional
y paralizante, y las píldoras me adormecieron aún más emocionalmente.
—No voy a volver a tomar medicamentos —digo rotundamente.
—No es eso lo que estoy sugiriendo. Solo creo que tienes que seguir
hablando del trauma —presiona con la mirada que pone cuando está intentando
hacerme cambiar de opinión psicológicamente—. Ignorar los síntomas del estrés
postraumático puede conducir a otros problemas. Depresión. Abuso de sustancias.
Trastornos…
—Alimenticios —termino—. Sí, lo recuerdo. —Arrojo la manta a un lado
y salgo de la cama—. Papá, estoy bien. No estoy deprimida. Y no me drogo ni me
muero de hambre. Así que por favor, déjalo. Necesito prepararme para la escuela.
En el desayuno, Sloane se cuela preocupada y se asoma en mi dirección
mientras me obligo a comer la tortilla que preparó papá. Sabe bien, pero es una
lucha terminarla. No porque esté sucumbiendo a un trastorno alimentario como él
teme, sino porque mi apetito es inexistente. Mi estómago está demasiado inquieto,
retorcido en nudos después de la conmoción que recibí anoche.
Fenn me ha estado mintiendo durante meses.
Meses.
Tomó mi mano, me abrazó y me dejó llorar en sus brazos. Me dejó divagar 76
y divagar sobre lo devastador que fue el accidente. Cómo arruinó mi vida. Perdí a
mis amigos. Mi escuela. Mi reputación.
Sí, entiendo que Fenn no fue responsable en sí del accidente. Sloane dijo
que el video de seguridad dejaba en claro que él no fue el conductor. Pero eso no
cambia el hecho de que mintió. Y pude haber muerto mientras yacía en la orilla del
lago, inconsciente, sangrando por una herida en la cabeza.
Podría haber muerto.
Siento a Sloane observándome una vez más y me meto el último bocado de
tortilla en la boca. Necesito que termine este desayuno. No puedo lidiar con nada
de esto ahora. El círculo vicioso de sobreprotección y maternidad agresiva que
aparece cada vez que papá le dice a mi hermana que estoy loca otra vez.
Espera hasta que papá se va a trabajar para finalmente mencionar lo que le
preocupa.
—Entonces, RJ habló con Fenn.
Las patas de mi silla chirrían contra el piso de madera dura cuando me alejo
abruptamente de la mesa y me dispongo a dejar mi plato en el fregadero. Los perros
me siguen, esperando y rezando para que algunas sobras del desayuno caigan al
suelo y entren en sus bocas ansiosas.
—Estaré en el auto —murmuro antes de salir de la habitación.
Mi vida no ha sido mía durante meses. Todo el mundo se siente con derecho,
o responsable de, alguna parte. Todos abriéndose camino hacia el centro. Y
ninguno de ellos me oye. Asumen que todo lo que digo es un acertijo para descifrar,
cuando en realidad, a veces simplemente quiero que me dejen en paz.
Pero Sloane no puede evitarlo en el camino a la escuela.
—Sé que no quieres hablar de eso —comienza.
—Entonces, de todos modos vas a hacerlo. —Mantengo mi mirada fuera
del parabrisas.
—¿Has hablado con Fenn?
Por favor, no me dejes.
Mi corazón se estremece con agonía a medida que su súplica torturada
susurra a través de mi mente.
Dios. No puedo borrar el torrente de dolor en sus ojos azules cuando me 77
pidió que no lo dejara y, sin embargo, al mismo tiempo me provoca una punzada
de furia. ¿Cómo se atreve a mirarme así? Como si yo fuera la que estaba
equivocada. Como si estuviera cometiendo un acto atroz al alejarme de su trasero
lamentable.
—Sé que tienes buenas intenciones, pero tengo una petición —digo, sin
dejar de mirar al frente—. Nunca vuelvas a mencionarme el nombre de Fenn. —
Rechina entre mis dientes. Me pone la lengua agria.
—Está bien… —Sloane desliza una mirada breve hacia mí.
Sé que quiere pedir detalles, y espero que mi comportamiento proyecte que
lo hace bajo su propio riesgo.
—Pero tenemos que averiguar qué hacer con el video de seguridad —me
recuerda—. Probablemente sea manipulación de pruebas o algo así si no se lo
damos a la policía. Y podría haber una posibilidad de que puedan usarlo para
averiguar quién conducía…
—No me importa —murmuro para mis adentros. Estoy inquieta y agotada.
Lamento no fingir estar enferma y quedarme en cama.
Este día aún no ha comenzado, y no puedo esperar a que termine.
—¿Qué dijiste?
—Dije que no me importa —repito, más fuerte—. No me importa quién
conducía. Ya no me importa nada de eso. Para lo que me importa, borra el video.
He terminado con todo esto. Quiero seguir adelante y olvidarme de eso.
—Case.
Sloane observa con incredulidad mi perfil mientras me giro para mirar el
estacionamiento por la ventana y otro día de susurros e insinuaciones. El blanco
de todos los chistes. Una persona unidimensional reducida a un solo evento.
—Hablo en serio —digo a mi hermana—. No me importa el accidente o el
video. Se acabó.
Salgo del auto y azoto la puerta detrás de mí, sin darle a Sloane la
oportunidad de discutir o sumergirme en otra larga conversación complicada sobre
mi estado emocional. Mi estado es de hartazgo. Completamente aburrida de mí
misma. Cansada de esta rutina y sabiendo todos los días que cuando entro a la
escuela, soy la chica a la que sacaron del lago en el baile de graduación.
—Dios, Casey. Te ves terrible. —Ainsley me ve caminando hacia mi
casillero. Me alcanza, flanqueándome con Bree—. ¿Noche difícil? 78
Sloane tendría una respuesta ingeniosa. Un comentario mordaz que cortaría
a Ainsley en las rodillas y la devastaría tan plenamente que, sus nietos tendrían
moretones.
Pero odio la confrontación. ¿Cuál es el punto? Por mucho que me guste
imaginar una versión diferente de mí, no soy la chica a la que le gusta llenar el
pasillo con su voz, hacer que todos se detengan y miren. En lugar de eso, agacho
la cabeza y sigo caminando, lo suficientemente rápido como para que se sientan
tontas siguiéndome, hasta que finalmente estoy a la vuelta de la esquina y fuera de
vista.
Mientras agarro mi libro de texto para el primer período, vislumbro a
alguien observándome unos casilleros más abajo. Jazmine algo. Está en la mitad
de mis clases. La saludé el primer día de clases, y ella simplemente se encogió de
hombros y murmuró:
—Sí, bien.
Por lo que puedo decir, se mantiene reservada, al igual que yo. Excepto en
su caso, parece autoimpuesto. Es lo suficientemente bonita como para salir
fácilmente con chicas como Ainsley y Bree, pero prefiere sentarse sola en el
comedor, concentrada en su teléfono. Yo, daría cualquier cosa por tener a alguien
con quien sentarme en el almuerzo. Una aliada que no sea mi hermana mayor.
Jazmine sonríe cuando nuestros ojos se encuentran. No sé qué encuentra tan
divertido, pero desvío la mirada y me alejo.

79
12
RJ
Fenn apenas está presente de camino al desayuno antes de la clase de la
mañana. Ausente, arrastrando los pies por el patio hasta el comedor con la cabeza
gacha. Tuve que atraparlo cuando salía de nuestra habitación para ponerle los
zapatos cuando casi salió descalzo. No sé qué hacer con él así. Este no es el Fenn
Bishop que conozco. El tipo con las sonrisas fáciles, las bromas obscenas y los
comentarios raros. En la línea de la comida, no es más que un recipiente vacío.
Atrapado en trance. Saco una bandeja para él y pongo comida en ella porque no
estoy seguro de que sea consciente de su entorno. Sospecho que solo son respuestas
motoras automáticas las que lo llevan hasta nuestra mesa habitual para sentarse y
mirar fijamente a la distancia.
Fenn ha estado completamente devastado desde que volvió anoche de ver a
Casey, lo que supuse que significaba que las cosas no habían ido bien. ¿Cómo
podían? Casey es una chica compasiva, pero todo el mundo tiene sus límites. Lo
que sea que ella le dijo, le arrebató el alma de este traje de carne y ahora todo lo
que queda es la ausencia inquietante de su antiguo yo.
—¿Quieres hablar de ello? —pregunto con cautela.
80
Ni siquiera veo un tic en mi dirección.
—¿Cuánto le dijiste? —pregunto.
Sloane envió un mensaje de texto a última hora de la noche después de que
Casey irrumpiera, toda acelerada y furiosa. Pero Casey no dio más detalles sobre
la cantidad de información que logró extraer de Fenn. Si es que consiguió algo.
Sloane dijo que nunca había visto a su hermana tan enfurecida.
Pruebo otra táctica, viendo si puedo despertar su cerebro como si arrancara
una cortadora de césped.
—Sloane aún no ha decidido si ir a la policía con el video. Ayudaría mucho
si pudieras hacerme entender lo que pasó esa noche. ¿Por qué no le dijiste a nadie?
Fenn parpadea, pero no parece capaz de responder. Sea lo que sea que lo ha
mantenido guardando este secreto, su control solo se ha vuelto más fuerte. Sin
embargo, se relaja un poco después de que se las arregla para picotear su desayuno.
Sus mejillas recuperan un poco de color. Lo suficiente como para que asienta para
reconocer a Lucas cuando se deja caer en un asiento en nuestra mesa.
—¿Tienes resaca? —dice Lucas con una sonrisa, desenvolviendo un
muffin—. Parece que despertaste junto al inodoro.
Fenn se encoge de hombros y bebe un vaso de jugo.
—Algo así.
Lucas toma un trozo de su muffin de chocolate y lo mastica mientras se gira
hacia mí.
—Entonces, escucha. Necesito un favor.
El niño no es tímido. Le daré eso.
—Ah, ¿sí?
—Tiene que ver con mi hermano.
Fenn se pone alerta ante eso, mostrando signos de vida con la mención de
su mejor amigo. Él y Lucas no hablan de casi nada más que eso cuando se juntan.
Pero lo de Gabe fue antes de que yo llegara.
—Está bien —digo lentamente—. ¿Qué pasa con él?
—Finalmente sé el nombre de la escuela militar a la que lo enviaron. —Su 81
mirada se dirige brevemente a Fenn, cuyos hombros se han vuelto rígidos—. Mi
tío Diego me lo dijo ayer por teléfono. Aparentemente él es quien ayudó a papá a
conseguirle a Gabe un lugar allí. Así que, investigué un poco y me di cuenta de
que es incluso peor de lo que pensábamos. Lo tienen literalmente bajo llave las
veinticuatro horas del día.
—Está bien. ¿Cuál es mi parte en esto?
—Si estás preparado para el desafío —dice con una sonrisa burlona—,
puedes encontrar una manera de contactarlo por mí.
—¿No puedes simplemente pedírselo a tus padres?
Lucas resopla.
—No han dicho su nombre desde que se fue. Mamá comienza a murmurar
una oración cada vez que lo menciono, y papá se vuelve jodidamente loco. No me
dejan hablar con él. Según ellos, avergonzó a nuestra familia.
Sonriendo, me meto un poco de huevos revueltos en la boca.
—Eso es tan anticuado.
—Amigo. No sabes ni la mitad. Descubrir que tu hijo trafica con drogas es
como la mayor vergüenza para mi papá. Dudo que Gabe vuelva a ser bienvenido
en nuestra casa. —La idea trae una nube de tristeza a los ojos de Lucas—. De todos
modos, quiero hablar con mi hermano. ¿Puedes ayudar?
Lo considero por un momento, porque es una tarea difícil y sé que no hay
mucho para mí. A diferencia de la mayoría de sus compañeros de fondos
fiduciarios, el padre de Lucas es un tacaño con el dinero. Lo que significa que
Lucas es honestamente un poco pobre la mayor parte del tiempo. Así que, no es
como si pudiera esperar una compensación monetaria por este trabajo. Supongo
que esto es lo que quieren decir con la bondad de tu corazón.
—Sí, está bien —le digo. Porque suena como un desafío interesante, y he
llegado a conocer a Lucas lo suficiente como para entender lo mucho que le
molesta no hablar con su hermano mayor—. Envíame un mensaje de texto con el
nombre de la escuela y cualquier cosa que pueda ser útil.
—Oye, eh… —Fenn se concentra en sus huevos revueltos en lugar de mirar
hacia arriba—. Si lo resuelves, también quiero hablar con él.
Me sorprende la punzada de celos que me recorre. Tengo que recordarme
que no importa lo unidos que Fenn y yo nos hayamos vuelto últimamente, solo nos
conocemos desde hace unos meses. Tiene sentido que quiera hablar con su viejo 82
amigo. Cuando se enfrenta a la crisis existencial de un corazón roto, Sloane
enloquecida y un posible tiempo en la cárcel, por supuesto que él podría necesitar
el consejo de alguien que lo conoce desde hace más tiempo que la caducidad de un
cartón de leche. Y me imagino que últimamente se siente un poco escaso de
amigos. Silas ha estado bastante desaparecido en las últimas semanas, lo que
significa que Lawson tampoco está mucho por aquí. Me guste o no, los veo en la
práctica de natación, pero Fenn ha terminado aislado. Una víctima del pequeño
problemita de Silas conmigo. Lawson se ha mantenido tanto como ha podido como
un partido neutral. Creo que sobre todo porque está aún menos impresionado que
yo con el reciente cambio de dirección de Silas.
En clase de literatura treinta minutos después, tomo mi asiento habitual
junto a Lawson justo cuando un hombre de aspecto cansado con lentes de montura
gruesa entra para dejar su taza de café y una pila de libros en el escritorio del señor
Goodwyn al frente del salón.
—Hola —saluda el hombre con una voz áspera de fumador empedernido.
El hedor a cigarrillos viaja rápidamente hasta la última fila de escritorios—. Soy
el señor Matarese. Esta semana seré su instructor. Tal vez también la próxima
semana. Ya veremos.
Tiene un aura intensa a su alrededor como si hubiera visto algunas mierdas.
El tipo de persona que pasa el fin de semana puliendo su arma y viendo Full Metal
Jacket. Recorta líneas de Sylvia Plath de libros y las pega en su refrigerador.
—¿Qué, como un suplente? —pregunta alguien.
—¿Eso significa que hoy no tenemos examen? —interviene Asa, el
lameculos—. ¿Qué le pasó al señor Goodwyn?
El señor Matarese abre una carpeta de archivos llena de páginas grapadas y
entrega pilas a las primeras personas de cada fila para que las pasen.
—El señor Goodwyn renunció a su cargo por una emergencia familiar.
Tienen veinte minutos para el examen. Mantengan sus ojos en su propio papel.
Lawson se ríe entre dientes mientras ambos tomamos nuestras pruebas.
—¿Sabes algo de esto? —pregunto sospechosamente.
Con ojos grises relucientes, me da un encogimiento de hombros tímido a
medida que saca un lápiz de su bolso.
—Por supuesto que no. ¿Cómo podría? 83

Para el jueves, Fenn sigue siendo un paciente en coma ambulante y apenas


le dice nada a nadie. Y para colmo de males, el subtexto con Silas se está volviendo
insoportable. Lawson puso su mirada en el nuevo junior, lo que nos deja a Silas y
a mí como compañeros de estiramiento para el enfriamiento después de la práctica.
Si alguna vez has mirado a la cara de alguien mientras pensabas en mantener
tu cabeza bajo el agua hasta que tus extremidades dejaran de agitarse, puedes
imaginar lo incómodo que es.
Silas frunce el ceño. Apretando los dientes. Furioso y rencoroso, pero
demasiado cobarde para decir su parte, por lo que se comunica con miradas
asesinas y trato silencioso, para que no confunda ninguna de nuestras interacciones
con amistosas.
Cuando salimos de las duchas y finge no darse cuenta de que está
bloqueando mi casillero, finalmente tengo suficiente.
—Ya sácalo de tu pecho —espeto—. O sal del camino. No me importa cuál.
Lawson, que está completamente desnudo a unos metros de distancia, oculta
una sonrisa emocionada porque lleva dos semanas muriéndose por esta
confrontación. Lawson Kent ama el caos. No me llevó más de unas pocas horas en
la preparatoria Sandover para descubrir eso. El tipo anhela la destrucción, tanto de
sí mismo como de otros, en un nivel que casi da miedo.
Silas se gira y se echa la bolsa al hombro.
—Supongo que Sloane te lo dijo.
—Lo hizo. Y es jodido.
Se encoge de hombros en un intento de parecer indiferente, incluso cuando
ambos sabemos que preferiría reventar sus nudillos.
Aceptaría esa pelea, sin dudarlo. Excepto que Silas es un cobarde y prefiere
ser un imbécil pasivo-agresivo. Intentar hacer que Sloane se sienta pequeña o
insegura para que corra a sus brazos es un movimiento de mierda beta, y finalmente
me muestra su verdadero rostro. Fue decente conmigo cuando llegué aquí por
primera vez, pero dejó de ser amable al segundo en que Sloane mostró interés en
mí. Ya que sospeché casi instantáneamente que él sentía algo por ella, es una 84
especie de validación tener eso finalmente confirmado.
—No voy a disculparme por intentar proteger a mi amiga de un chico nuevo
al azar que apenas conozco —dice Silas.
—Bien. No te disculpes. Solo sé que estoy del lado de mi novia. Siempre.
—Miau —dice Lawson arrastrando la palabra. Araña el aire, divirtiéndose.
—Lo que sea, Shaw. Diviértete en el drama interminable que es Sloane
Tresscott.
No resolvemos nada, y no intento detenerlo cuando pone los ojos en blanco
y se va. Porque no queda mucho por decir. Él no lo siente y yo no lo perdono, así
que estamos en un callejón sin salida.
De todos modos, tengo otra mierda con la que lidiar. Después de terminar
de vestirme, me reúno con Fenn y Lucas en el laboratorio de computación. Les
envié un mensaje de texto antes de la práctica de natación para que me esperaran
allí. Me tomó un par de días, pero no fue tan difícil como pensé encontrar una
manera de superar el bloqueo de las comunicaciones en la escuela de Gabe.
Aunque hay una pequeña trampa.
—Cinco de los grandes —le digo a Lucas.
—No me jodas, ¿en serio? —Está horrorizado por el precio, y no lo culpo.
—Intenté disuadirlo, pero no estaba en una buena posición para negociar.
—Estoy casi seguro de que no soy la primera persona a la que extorsiona este
tipo—. Encontré un guardia de seguridad en la escuela que está dispuesto a aceptar
un soborno para pasar un mensaje.
—¿Eso es todo? Estaba pensando en algo como que hagamos que le pase
un teléfono a Gabe.
—No, nada de eso. Los estudiantes son registrados al desnudo y tienen
inspecciones de habitaciones todos los días.
Fenn lanza una mirada de soslayo a Lucas.
—¿A qué maldita clase de lugar lo envió tu papá?
—Si encuentran una violación —continúo—, no solo los expulsan. Es toda
una situación de castigo corporal.
—Cristo. —Fenn da vueltas en su silla rodante y luego se levanta para
caminar entre las filas de computadoras oscuras.
Lucas se desploma, pasándose las manos por el cabello.
85
—Amigo, no tengo cinco de los grandes. Ni siquiera cerca.
—Eso es lo mejor que puedo hacer con poca antelación.
Me siento mal por él, pero este no es mi trabajo habitual. No puedo abrirme
camino a través de un cortafuegos hasta Gabe. El elemento humano tiende a hacer
estas cosas mucho más complicadas.
Fenn deja de pasear.
—Puedo cubrirlo —dice—. Te enviaré el dinero esta noche.
Asiento.
—Listo. Le haré saber.
Lucas se levanta de su silla.
—¿Qué, en serio? —Está mirando boquiabierto a Fenn.
Mi hermanastro se encoge de hombros, sus ojos azules cerrados.
—No hay problema. Ni siquiera hará mella en mi cuenta.
No lo dudo.
—Fenn, hombre, gracias. —Lucas está prácticamente extasiado de alivio—
. Ojalá pudiera decir que te devolvería el dinero, pero…
—Está bien.
—Cualquier cosa que necesites, te cubro las espaldas.
—Envíenme un texto con lo que quieren que diga el mensaje —les
recuerdo—. Los dos. Se lo pasaré.
—Oye, eh, una cosa. —Al salir del laboratorio, Fenn detiene a Lucas—.
¿Cómo está Casey? ¿Has hablado últimamente con ella?
Lucas se vuelve de repente un poco cauteloso. Aparentemente toda esa
gratitud no duró mucho.
—Sí —ofrece en un tono evasivo—. Hablamos.
Quiero estar en cualquier otro lugar, pero no puedo caminar lo
suficientemente rápido para salir del alcance del oído. Ver a Fenn abatido se está
volviendo agotador.
—¿Bueno, y…? —presiona Fenn. 86
Eso le gana una mirada dolida.
—No voy a meterme en medio de nada.
—Amigo, vamos.
—Lo siento. Ella no dice mucho. —Lucas parece tan desesperado como yo
por estar en cualquier otro lugar que no sea a merced del corazón roto de Fenn. Tal
vez por eso va por la yugular, con la esperanza de que sea suficiente para quitarse
de encima a Fenn—. Lo único de lo que está segura es que no quiere tener nada
que ver contigo.

87
13
Casey
Lucas: Fenn preguntó antes por ti. De hecho, en cierto modo me acorraló.
Yo: Puede pudrirse en el infierno.
Lucas: Dime lo que sientes sin rodeos jajaja
Lucas aún está escribiendo, así que dejo el teléfono por un segundo y
termino de cepillarme el cabello mientras me preparo para ir a la escuela el viernes
por la mañana. Cuando reviso de nuevo, hay un mensaje largo esperando en la
pantalla.
Lucas: Si te ayuda, de todos modos nunca pensé que Fenn fuera lo
suficientemente bueno para ti. Lo vi a él y a Gabe meterse en todo tipo de cosas
jodidas a lo largo de los años. El tipo bebe demasiado, como si pensara que
compensa su falta de sustancia.
Estoy escribiendo una objeción antes de que pueda detenerme. Un instinto
repentino de defender a Fenn.
Yo: El hecho de que sea un imbécil mentiroso no significa que carezca de
sustancia.
88
Sé cómo le cae Fenn a la mayoría de la gente. Y sospecho que es intencional.
La fachada de chico fiestero enmascara todas las formas en que aún está luchando
por conservar la cordura. Fenn siente todo tan profundamente en formas que la
mayoría de la gente nunca entenderá.
Tampoco merece mi defensa, así que dejo el pensamiento a un lado.
Cualesquiera que sean las cualidades buenas que tenga, hizo algo imperdonable.
No hay vuelta atrás de eso. No me importa lo triste y solo que esté. No voy a caer
otra vez en esa trampa, e incluso la urgencia momentánea de sentir pena por Fenn
vuelve a encender las brasas ardientes de mi ira. Dio por sentada mi amistad y me
convirtió en un felpudo. Porque la amabilidad es una cualidad que la gente nunca
deja de abusar. Asumen que nos hace débiles e ingenuos. Supongo que en mi caso
tienen razón.
Era débil e ingenua. Fui estúpida al confiar en él. Estúpida por amarlo. Y la
ira que siento hacia él y hacia mí se queda conmigo toda la mañana.
Durante el primer período, podría romper lápices con los párpados. No
ayuda que durante toda la clase, Ainsley y Bree se sienten frente a mí y no puedan
callarse, sus voces como perros ladrando y aullando en medio de la noche sin
dejarme dormir. No quiero escuchar, pero es imposible concentrarse en otra cosa.
—Gray me llevará a Boston este fin de semana para ver a Taylor Swift desde
el palco de su padre —chusmea Bree—. Va a ser, como, lo máximo.
—¿Van a volar? —le pregunta Ainsley.
—No, estoy bastante segura de que el palco está dentro del edificio.
La hermana Katherine mira desde su escritorio a medida que las dos se ríen
entre sí. Se supone que debemos estar trabajando en nuestros esquemas para el
artículo de historia que se entregará el próximo mes.
—Señoritas, concéntrense en su trabajo —las reprende.
—Podrías invitar a salir a Lawson y podríamos ir como una cita doble —
dice Bree como si la maestra ni siquiera hubiera hablado.
¿Lawson? ¿Como en Lawson Kent?
Eso me llama la atención, sobre todo porque no puedo imaginar a ese tipo
teniendo una cita doble. ¿Siquiera lo conocen? Por lo que sé de Lawson, su idea
de pasar un buen rato sería hacer líneas de cocaína en el trasero desnudo de una
chica y luego desafiarse mutuamente a saltar frente a los trenes en movimiento y 89
tratar de no morir.
—Cierto, seguro. —Ainsley suelta una risa sarcástica.
—¿Aún no te gusta?
—Dah. Básicamente está obsesionado conmigo. Simplemente aún no lo
sabe.
Bree ladea la cabeza en confusión.
—¿No te llamó Amy la única vez que habló contigo?
—Cállate. —Ainsley resopla de frustración—. Entrará en razón. Solo,
primero necesito encontrar una manera de acercarme a él.
—Ya sabes dónde pasa el rato. Ese bar asqueroso en la ciudad. Deberías ir
allí y hacerte notar.
Vaya, eso es triste. Imagínate pensar que es tan difícil meterse en los
pantalones de Lawson. O que incluso recordaría tu nombre a la mañana siguiente.
Estoy tentada a enviarle un mensaje de texto a Lawson y decirle que tiene
una admiradora secreta. Creo que aún tengo su número en mi teléfono de cuando
me envió un mensaje después del accidente para ver si estaba bien. Pensé que fue
muy amable de su parte, pero luego Sloane y yo nos encontramos con él en el
campus una mañana de camino a la oficina de papá, y puso una mirada en blanco
cuando mencioné el tema y admitió que debía haber enviado el mensaje de texto
cuando estaba drogado o borracho.
Debo dejar escapar una risita o dos porque Ainsley se sobresalta de repente.
—¿Será que te ocupas de tus asuntos? —Se da la vuelta con las fosas nasales
dilatadas—. ¿Ahora estás espiando nuestras conversaciones?
Bree me da una mirada sarcástica.
—Casey, eso es espeluznante.
—Dios mío, vas a, como, acecharnos, ¿no? —Ainsley levanta la voz porque
le gusta la audiencia—. Escuchas a escondidas para que puedas aparecer
dondequiera que vayamos. Eso es tan perturbador.
Bree se vuelve hacia Ainsley, de repente seria.
—No, pero el concierto está agotado. Ella no irá, ¿verdad?
—¿Hablas jodidamente en serio? —Me rio en la cara de Ainsley—. Prefiero 90
contar los vasos sanguíneos en el interior de mis párpados que seguir a dos
imbéciles insípidas como ustedes todo el fin de semana.
No sé de dónde viene, pero estallo. Toda la clase se detiene para verme
perder por completo la cabeza. En un escritorio vecino, esa chica Jazmine se ríe en
su mano.
—Tengo suéteres con más personalidad —apunto a una Ainsley
sorprendida—. Y no sé qué le pasa a esta —digo, señalando con la cabeza a Bree,
quien se gira para mirar hacia atrás—, pero obviamente sufrió algún tipo de lesión
cerebral traumática por todas las píldoras que su madre tomaba mientras estaba
embarazada.
Suena el timbre, y antes de que la hermana Katherine pueda separarnos o
ponerme en detención, tomo mi bolso y dejo mi prueba en su escritorio. Luego
salgo de allí con un subidón extraño que me tiene un poco mareada. Las yemas de
mis dedos están frías y sensibles cuando abro mi casillero y meto la cabeza para
respirar profundamente. No sé de dónde salió eso, pero fue estimulante. Como si
me hubieran secuestrado. Totalmente incorpórea y sin control de mi propia voz.
Y me encantó.
Porque a la mierda con esas chicas. A la mierda esta escuela.
Voy a salir de mi caparazón armado.
Cuando saco la cabeza de mi casillero, noto a alguien por el rabillo del ojo.
Jazmine se apoya contra la pared de metal gris, luciendo una vez más una sonrisa
en su rostro.
—Bueno, ahora ¿cuál es tu problema? —exijo, mirándola con el ceño
fruncido.
—Nada. —Sus labios se curvan nuevamente, sus ojos oscuros brillando con
humor—. Eso fue divertido.
Lo fue. Pero no conozco a esta chica y sigo desconfiando de sus intenciones.
—Entonces, ¿qué quieres? —Guardo mi libro de texto de historia y tomo
mi tarea para el segundo período.
—Nada. Estoy impresionada —dice, mirándome—. Ya era hora de que
mostraras algo de valor. Sigo escuchando que tu hermana masacra a la gente.
Estaba empezando a pensar que era la única Tresscott con pelotas reales.
Cierro mi casillero de golpe. 91
—Lo que sea.
Estoy casi sorprendida de que Ainsley y Bree no hayan aparecido con su
grupito para una revancha, pero el pasillo permanece libre de perras. Comienzo a
caminar hacia el segundo período mientras Jazmine iguala mis pasos. Su falda es
unos cinco centímetros más corta de lo reglamentario, los dos botones superiores
de su camisa blanca están desabrochados. Los míos están abotonados hasta el
cuello.
—Te sientes un poco más alta ahora, ¿no? —Su voz tiene una nota
burlona—. Los colores son más brillantes, ¿verdad?
—Si tú lo dices.
—¿Qué sigue para esas dos? —pregunta con una risa—. Tuviste semanas
para pensar en lo que harías cuando te animaras.
No está equivocada. Han estado sobre mí desde que me cambié a esta
escuela. Crueles. Implacables. Especialmente Ainsley, con su apetito insaciable
por atormentarme por poco más que entretenimiento enfermizo.
Sí, lo he pensado.
—No estoy segura de lo que sigue —respondo—. Todo lo que sé es que no
tengo oficialmente la paciencia, así que será mejor que tengan cuidado.
—¿O qué?
Miro por encima, totalmente seria.
—O arruinaré sus putas vidas.

92
14
Lawson
Esta isla desolada de niños inadaptados se ha convertido en una prisión
insoportable de aburrimiento. Casi lamento haber sido tan eficiente en causar la
partida de los futuros ex señor y señora Goodwyn. Hacían una linda pareja. Y sí,
sé que me convierte en un idiota diabólico, seduciendo a dos profesores y
destruyendo su relación, pero disfruté jugando con ellos. Además, no soy yo quien
dijo esos votos matrimoniales. Por lo tanto, no es mi problema que se engañaran
mutuamente conmigo. Pero es mi problema que se hayan ido. Fueron una buena
distracción de la normalidad siempre tan aburrida de ser que se ha convertido en
el statu quo chupa-vidas en Sandover.
Odio la monotonía.
Maldita sea, la detesto.
—Cada hora que pasas aquí está acelerando tu crisis de la mediana edad —
le digo a Silas, que está acurrucado en el sofá con su teléfono. Sus pulgares
furiosamente comprometidos—. Guarda eso, a menos que esa cosa pueda chuparte
la polla.
—¿No puedes encontrar alguna manera de entretenerte por una noche? —
93
murmura—. No tengo ganas de salir.
No, prefería pasar la noche del viernes enfurruñado en una relación sin
salida con Amy porque estuvo peleándose con alguien mucho más grande que él
cuando Sloane lo sometió al equivalente verbal de bajarle los pantalones y reírse
de su pene. Pobre bebé. En lugar de ser un adulto al respecto y encontrar a alguna
participante dispuesta a acostarse con él y superarlo, decidió organizar una fiesta
de lástima. La autocompasión es terriblemente tediosa.
—Podríamos vernos masturbándonos —sugiero en su lugar.
—Lawson, en serio. Ve a molestar a alguien más.
Aguafiestas.
Con un vaso lleno de bourbon en mano, salgo de nuestra habitación y
encuentro un montón de nada. Es como una maldita sala de psiquiatría por aquí.
Pasillos vacíos bajo luces parpadeantes. Todos encerrados en sus habitaciones
viendo la tele. Es viernes por la noche. ¿Qué carajo le pasa a esta gente?
Asomo la cabeza en la habitación de RJ y Fenn, pero eso es un error.
—Vamos —le anuncio a Fenn, que está acostado en la cama con los
auriculares puestos—. Levántate. Salgamos.
—Amigo, no quiero. No estoy de humor —se queja y me lanza un cuaderno
desde el otro lado de la habitación.
—Increíble. —Me apoyo en la puerta, sacudiendo la cabeza con
desaprobación—. La mitad de este piso está suspirando por una Tresscott cuando
hay muchas candidatas de calidad esperando a que un chico les chupe tequila de
las tetas.
—No has hablado con Casey, ¿verdad? —pregunta a través de su visión
unidireccional que filtra todo lo demás—. No jodas, te daré quinientos dólares si
la llamas por teléfono.
—Está bien, bueno, eso suena como un terrible mal uso de mi tiempo. Así
que, no. —Miro hacia el lado de la habitación de RJ, que parece que apenas ha
sido tocado en días—. ¿Dónde está tu media naranja?
—¿RJ? No sé. Supongo, con Sloane.
Por supuesto. Esos dos se han vuelto repugnantes.
—Bien, entonces. Me largo. —Sin embargo, me detengo para mirar a Fenn. 94
Su rostro deprimido es motivo de preocupación—. No voy a volver aquí para
encontrarte columpiándote en el ventilador de techo, ¿cierto?
—Lawson, vete a la mierda.
—Bien. Buenas noches.
Mi último recurso absoluto es jugar billar solo en el salón, que es
básicamente una cueva para hombres extragrande llena de sofás de cuero, mesas
de juego y una cantina que el personal de Sandover reabastece todos los días.
Duke Jessup es un compañero de bebida digno de vergüenza y un
acompañante peor, pero tiene proteína en polvo donde debería estar su materia gris,
de modo que sus botones pueden presionarse fácilmente, lo que en sí mismo es una
especie de distracción. Lleva unos pantalones a cuadros y su característica
camiseta musculosa, con los pies descalzos mientras camina hacia el final de la
mesa de billar para dar el tiro. Si no fuera un imbécil insufrible, tal vez intentaría
follármelo. Con su cabello oscuro y ojos penetrantes, Duke es innegablemente
atractivo.
Pero, por desgracia… está todo el asunto del imbécil insufrible.
—Cuán bajo han caído los poderosos —digo arrastrando las palabras y
tomo un taco del estante—. Por lo que veo, viajando un poco ligero en estos días.
Hubo un tiempo en que un séquito seguía a Duke dondequiera que sus pies
tocaran el suelo. Ya no tanto. El gobernante destronado de Sandover parece
solitario en su retiro.
—Ríete, pendejo. —Camina alrededor de la mesa, alineando su próximo
tiro—. Tu amiguito ya está perdiendo el control de esta escuela. No puede retener
esa montaña para siempre.
—Es gracioso lo mucho que te preocupas por esto, porque a él le importa
muy poco.
RJ luchó contra Duke por el mando supremo de este obsceno reino en contra
de su voluntad. Fue puramente una misión de autopreservación que, ciertamente
con algo de convicción, se salió de control. RJ aceptó el trabajo a regañadientes y
aún está peleando una batalla perdida para desmantelar los sistemas autoritarios a
los que todos nos hemos acostumbrado. Sobre todo, quiere que todos lo dejen en
paz. Mientras tanto, todo lo que Duke quiere es recuperar su corte real.
—Sabes, Lawson. —Duke mete su tiro y luego otro, concentrándose solo
en la mesa y la geometría de su próximo movimiento—. Sé que viniste aquí para
buscar pelea o lo que sea. Normalmente te complacería, pero esta noche, no estoy
95
de ánimos. Quédate y juega la próxima ronda si quieres. De lo contrario, lárgate
de una jodida vez.
En otras circunstancias podría objetar, seguir hurgando hasta que toque un
nervio. Pero esta noche está un poco aburrido.
—No eres divertido —le digo—. Idiotas, ninguno de ustedes es divertido
esta noche.
Le entrego mi taco, luego vuelvo a mi habitación el tiempo suficiente para
tomar mi teléfono y mi chaqueta.
En algún lugar de esta ciudad, debe haber problemas al acecho que sean
dignos de mis considerables talentos. Como sucede la mayoría de las noches, le
pido al conductor que me lleve a la puerta del pequeño y sórdido bar de Calden,
donde, afortunadamente, hay señales reales de vida.
Es bien sabido que este es uno de los pocos lugares dentro de un radio de
noventa kilómetros donde los menores pueden emborracharse apropiadamente si
le dan una propina generosa al cantinero adecuado. Lo que significa que esta noche
el lugar está repleto con adolescentes borrachos de la escuela preparatoria todos
mirándose boquiabiertos desde el otro lado de la habitación. Los puestos de baño
traquetean con ligues rápidos cuando me topo en el lavabo con un futbolista de
Ballard con pestañas excepcionalmente largas.
—¿Te conozco? —pregunta, entrecerrando los ojos como si pudiera
reconocerme con la luz adecuada—. Pareces familiar.
No tengo la menor idea, pero eso no significa que no nos conozcamos.
¿Quién lleva un seguimiento?
—Puedo poner mi polla en tu boca si eso puede ayudarte a refrescar tu
memoria.
Él fuerza una risa sombría y se aparta a otro lado porque no puede aceptar
una broma. Niños. Tan sensibles.
Unos cuantos tragos de tequila Don Julio después, no recuerdo cómo llegué
aquí ni por qué vine, solo que hasta emborracharme me parece más esfuerzo de lo
que vale. Me encuentro en una cabina con un grupo de chicas ruidosas de St.
Vincent que huelen a vodka, arándanos y laca para el cabello. Hablan de sus novios
mientras se inclinan para beber más que la chica que está a su lado, de modo que
sé lo ansiosas que están por engañar a sus novios desprevenidos. 96
—Nuevo juego —anuncia una de ellas, y no sé si está hablando con nosotros
o con su teléfono. Su rímel es una nube alrededor de sus ojos mientras agita su
mano en la mesa para llamar nuestra atención—. Por turnos, tienen que responder
cada pregunta que les hagamos durante sesenta segundos. Si no responden, tienen
que tomar un trago.
—¡Sí! —Otra golpea la mesa. Su coleta se ha caído, y su cabello cuelga
como si se hubiera desmayado sobre el inodoro—. ¡Necesitamos tragos! —grita a
la barra, y por algún milagro llegan momentos después.
Huelen a licor de pozo barato, que estoy seguro de que el cantinero cobrará
como Grey Goose. Porque, ¿por qué no debería?
—Tú primero. —Una rubia apoya su barbilla en su puño y mira
profundamente mis ojos borrosos.
—La respuesta es sí —me adelanto, una sonrisa tirando de mis labios.
—Ni siquiera sabes lo que iba a preguntar.
—No es necesario.
—¿Alguna vez has tenido sexo en público?
—Sí.
—¿Alguna vez has tenido un trío?
—Sí.
—No lo estás haciendo bien —le regaña su amiga—. ¿Qué es mejor durante
el sexo, coca o hierba? —Está tan impresionada consigo misma que tengo que
reírme.
—Todo es mejor con coca. Excepto acampar.
Damos la vuelta a la mesa de esa manera hasta que les corresponde
desafiarse mutuamente a besarse porque no hay nada más escandaloso para las
chicas heterosexuales que la queer performativa.
—El primo de Courtney le dio sexo oral —anuncia una de ellas después de
tragarse mi tequila, que me arrebata de la mano como si yo no estuviera aquí.
—¡Beth, cállate!
—¿Qué? Lo hiciste.
—Primo por matrimonio —chilla, con la cara roja como una llama—. Y en 97
ese momento no sabía que era el sobrino de Terry.
—Dirigía la pista de karts en Cape Cod. —Beth se ríe, bastante divertida
por su obra—. Su madre básicamente se casó con un feriante.
—Dios, eres tan perra. Es dueño de parques de diversiones, o lo que sea.
Las cosas se tuercen mientras las dos discuten y sus amigas toman partido.
Tomo eso como mi señal para escabullirme, cuando el personal del bar enciende
las luces horribles a las dos de la mañana y prácticamente comienza a echar a todos
con escobazos.
Una de ellas se queda atrás un momento a medida que pago mi cuenta. Se
acerca a mí al final de la barra y me da una sonrisa medio tentadora.
—Lawson, ¿verdad?
No recuerdo si les dije, aunque el círculo de escuelas preparatorias por aquí
es pequeño. Nadie es verdaderamente anónimo.
—Escuché de una fiesta posterior, si te animas —me dice, acercándose poco
a poco—. Puedes compartir nuestro auto.
—Eres de primero, ¿verdad? —pregunto. No es que discrimine, pero no voy
a ser el único estudiante de último año sintiéndose más viejo que la muerte
alrededor de un grupo de niñas de la escuela católica intentando ser más putas
detrás de la casa parroquial o lo que sea.
—Sí, ¿y?
Tengo que concedérselo. Sí, ¿y? es una gran respuesta. De hecho, mi lema.
Y su confianza es probablemente la razón por la que digo:
—Tal vez en otro momento.
—Bien. —Sonríe seductoramente, mostrando un conjunto de dientes
blancos perfectos. Luego agarra mi teléfono de la parte superior de la barra y lo
sostiene para que lo desbloquee.
Observo con diversión a medida que se llama a sí misma. Añadiendo su
nombre a mis contactos. Me gustan las chicas atrevidas. Son divertidas.
—Ainsley —dice, batiendo sus pestañas hacia mí—. No lo olvides.
Podemos encontrar algunas cosas para probar a las que aún no hayas respondido
afirmativamente.
Buena, esa sí es una idea.
98
15
Fenn
—Bishop, ¿qué demonios fue eso? —gruñe el entrenador desde la línea de
banda cuando envío la pelota por encima de la red durante la práctica del lunes—.
Levanta la cabeza y apunta el maldito tiro.
Nuestro portero pone de nuevo el balón en juego, y me dan una paliza al
intentar un cabezazo. Recibo un codazo de Kenny en el cuello y tropiezo sobre mis
manos y rodillas intentando girar tras él. Veo al entrenador por el rabillo del ojo
lanzar su botella de agua a las gradas.
No lo culpo. He sido una mierda en la práctica de hoy. Dos pasos atrás
durante esta pelea de cinco contra cinco y sintiéndome como un novato de primer
año. Por lo general, soy uno de los chicos más fuertes en el campo, pero hoy estoy
perdiendo la pelota a diestra y siniestra. Parece que no puedo encontrar la energía.
—¡Bishop!
El entrenador grita mi nombre y corre hacia la línea de contacto para darme
un sermón.
—Oye, mete la cabeza en el maldito juego —dice bruscamente detrás de 99
unas gafas de sol reflectantes—. Me importa una mierda lo que esté pasando en
ese cráneo tuyo, necesitas concentrarte. Ahora sal y mete la maldita pelota en la
red, o estarás tirando penaltis hasta el amanecer de mañana.
No es por falta de intentos. No sabe el esfuerzo considerable que necesito
para estar siquiera medio presente. La verdad es que, desde que Casey dejó de
hablarme, no he podido concentrarme en mucho más. Pasé el fin de semana
deslizándome en un pozo de desesperación, y solo estoy a la mitad de la resbaladiza
pared escabrosa, aun intentando salir. Cada vez que mis pensamientos van a la
deriva hacia ella, mi agarre cede y vuelvo a caer de culo en el fondo de ese pozo.
Mirando un minúsculo punto de luz tan alto sobre mi cabeza que, se siente
imposible alcanzarlo.
Cuando nos preparamos para un tiro libre y recibo el golpe a quemarropa
directo en la cara, no siento que el suelo suba para atraparme. El dolor es tan
caliente e intenso que, no puedo abrir los ojos. Suena el silbato y la práctica
termina. El entrenador lo proclama antes que arriesgarse a sacar mi cadáver del
campo.
—Amigo —dice el capitán de nuestro equipo en voz baja—. ¿Estás bien?
Y ahí es cuando sé que he tocado fondo. Cuando el maldito Duke Jessup
muestra una preocupación genuina por mí. Con su uniforme empapado de sudor,
me sigue hacia las puertas laterales del polideportivo.
—Estoy bien —murmuro, arrastrando los pies a medida que nos dirigimos
a los vestuarios.
—Todo esto es culpa de tu hermano —dice Duke sombríamente.
Miro por encima, solo medio interesado.
—¿Qué?
—Shaw. El hijo de puta aparece y ahora todo está fuera de control. No me
digas que no te has dado cuenta.
Suelto una risa cansada.
—Hermano. RJ ganó esa pelea justa y honestamente. Tienes que superarlo.
—Nunca —jura Duke y pasa junto a mí a través de la puerta.
Después de una ducha, saco mi teléfono de mi casillero y no veo
notificaciones nuevas. Sé que no debería, pero no hay nada que pueda frenar la
compulsión de enviarle un mensaje de texto a Casey. 100
Yo: Sé que en este momento me odias. Por favor, ¿podemos hablar? Lo
siento.
Observo la pantalla, y la activo cuando el brillo comienza a atenuarse.
Esperando los puntos parpadeantes. No vienen, así que me visto y arrojo mi jersey
de práctica sudoroso en el cesto de la ropa sucia. Cuando reviso mi teléfono
nuevamente, su respuesta me da una bofetada en la cara.
Casey: Vete a la mierda, para siempre.
Sí, lo sé. Se trata de lo que esperaba, solo que más explícito. Aun así, no
puedo evitar esperar que el próximo mensaje que envíe sea el que la atrape en el
estado de ánimo adecuado.
Mi suerte no mejora cuando vuelvo a nuestro dormitorio y encuentro a RJ
en el sofá con Sloane.
Maldita sea. Prefiero volver a comerme ese balón, muchas gracias.
—Deja de enviarle mensajes a mi hermana —espeta desde el principio.
—Por favor. —Voy a la nevera y agarro dos latas de refresco frías para
presionar contra mis mejillas—. ¿Puedes simplemente escribirlo y dejarlo en mi
cama? Mi cabeza me está matando.
—Me importa una mierda. —Se pone de pie de un salto, totalmente agitada
y dispuesta a pelear—. Casey te dijo que la dejaras en paz. Si no puedes hacer eso,
vas a tener que lidiar conmigo en su lugar.
—Sloane, lo entiendo. Me arrancarás la polla y me la darás de comer. —Me
acuesto en mi cama y espero en silencio que si me quedo muy quieto, ella no me
verá.
—Crees que es una broma, pero no tienes idea del daño que le has hecho.
Con los ojos cerrados, escucho los pasos furiosos de Sloane acercándose.
—Ha sido una persona completamente diferente desde que descubrió lo que
hiciste. Está retraída, conflictiva. Teniendo arrebatos de ira a la menor cosa. ¿Sabes
que explotó con algunas chicas que la estaban intimidando la semana pasada?
—Bien —respondo, porque ya es hora de que Casey se defienda de una
jodida vez—. ¿Cuál es el problema con eso?
—No estaba allí, pero escuché que Casey les dijo algunas cosas
desagradables, lo cual, seguro, para mí podría ser normal. Pero para mi hermana, 101
está completamente fuera de lugar.
—¿Alguna vez pensaste que tus expectativas sobre quién es Casey son lo
que la detiene? Me parece que finalmente está harta de dejar que la gente la pisotee.
Sloane me quita una de las latas de la mano, y abro los ojos para encontrarla
cernida sobre mí.
—Antes de ti, era la persona más dulce que he conocido. Era mejor que
todos nosotros. —La voz de Sloane se quiebra ligeramente—. Fenn, le robaste eso.
Y espero que te mate todos los putos días.
Se marcha sin una palabra más, rozando a RJ cuando intenta atraparla.
Golpea la puerta al salir.
—Gracias por respaldarme —le digo. Recojo mi otra lata y la coloco en mi
cara.
—Lo merecías.
—Aun así, podría haberme venido bien tener respaldo.
—Te lo dije, no voy a meterme en medio de esto. —Se hunde en su silla—
. Cambiando de tema, ¿cuál es el mensaje que quieres que llegue a Gabe? Nunca
me escribiste, y mi chico lo quiere esta noche.
Mierda. He estado dándole vueltas durante días, y anoche comprendí lo
imposible que es esta tarea. ¿Qué puedo decir que me gustaría que viera RJ? Todo
lo que se me ocurre es una admisión absoluta o haría sospechar a RJ, y ahora sé
muy bien las consecuencias de despertar su curiosidad.
—Pensándolo bien —le digo—. Estoy bien.
—¿Qué, en serio?
Me siento cuando las latas en mi cara se han calentado a la temperatura de
la mano y dejan de proporcionarme algún alivio.
—Sí, no te preocupes por eso.
La conclusión es que, no puedo arriesgarme a llamar más la atención.
Después de este último altercado con Sloane, le quitaron el seguro y solo es
cuestión de tiempo antes de que estalle y aniquile todo mi mundo.
Ahora que sé el nombre de la escuela militar de Gabe, simplemente necesito
encontrar una manera de hacerle llegar mi propio mensaje. Puede que no tenga los
métodos de RJ para contactar a los dudosos guardias escolares, pero tengo dinero
y eso puede ser muy útil. 102
Es obvio que RJ quiere insistir en el tema, pero entonces alguien llama a
nuestra puerta. Cuando la abre, hay una caja en el suelo.
—¿Para quién es? —pregunto con cautela.
RJ la trae adentro y la pone en la mesita mientras yo voy a sentarme en el
sofá.
—Para mí. De tu papá. —Frunce el ceño.
—Ah. No importa. —Enciendo la televisión, que aún tiene el videojuego en
pausa donde lo dejaron RJ y Sloane.
RJ rasga la caja de cartón.
—Vaya —dice un momento después—. Maldición.
—¿Qué es?
—Una tarjeta de expansión de memoria. Le había mencionado algo a mamá
sobre necesitar conseguir una. Pero, eh, esta es mucho más cara de lo que había
estado buscando.
—Por supuesto que sí.
Lo que a David Bishop le falta en emoción genuina, lo compensa con
riqueza monetaria. Desde la boda con la mamá de RJ, ha estado en una misión en
corazón y mente para estar del lado bueno de RJ, como si hacerlo de alguna manera
probara que no es un mal padre. Es una guerra emocional, y es un imbécil
manipulador.
—Probablemente debería llamarlo y darle las gracias, ¿verdad?
—¿Por qué? ¿Por intentar comprar tu aprobación? Qué se joda.
RJ aún parece vacilante, mirando la tarjeta de memoria.
—¿En serio debemos tener otra vez esta conversación? —Me quejo con mi
hermanastro—. Eres nuevo en esto, así que déjame explicártelo: a mi papá no le
importas una mierda. O yo. O cualquier otra persona. Equipara gastar dinero con
emoción humana real, de modo que no tiene que ser una persona. No caigas en
eso.
Mi teléfono suena precisamente en el momento justo.
Se lo arrojo a RJ porque sé que David seguirá llamando, y RJ me quitará el
teléfono en algún momento. No tengo la energía esta noche para eso. 103
—¿Fenn? —dice papá cuando RJ lo pone en altavoz.
—Sí, RJ recibió la cosa. Está muy impresionado. —Tomo un control y
empiezo a jugar con el chico de RJ en el juego—. Dile a la persona de Best Buy
que hizo un buen trabajo.
—Ah, excelente. Espero que sea lo que necesitaba.
—Sí —dice RJ—. Gracias, David. Es perfecto.
Dios, es vergonzoso.
—Fenn, ¿podemos hablar un minuto? —dice papá.
—Estoy ocupado.
RJ arranca el control de mi mano y lo reemplaza con el teléfono. Es un dolor
en el culo.
—Sí, ¿qué? —pregunto, quitando el altavoz del teléfono y caminando hacia
mi cama para sentarme.
—¿Cómo estás? —La voz de papá adquiere un tono nervioso, como si
espera que lo ataque en cualquier momento—. Quería comprobar y ver cómo van
las cosas.
—Seguro. —Me rio—. En serio, ¿de qué se trata esto?
—Estoy interesado —insiste a la defensiva—. Quiero saber cómo estás.
—¿Por qué, Michelle está ahí? Sí, papá, todo está bien. Los dos estamos
pasando el mejor momento de todos.
No responde a mi sarcasmo, que de alguna manera es peor, y en su lugar
continúa.
—Escucha, quería mencionar de nuevo que iremos a verlos pronto en la
escuela. ¿Hay un día de la semana que sea mejor para ti? Si quieres enviarme tu
horario…
—Ajá. Toca el teléfono dos veces si te tienen como rehén. ¿Debería alertar
a la junta para que llame al negociador de crisis?
—Fennelly…
—Sí, está bien. Buena charla, adiós.
—Sabes, eres tan idiota. —RJ me mira con decepción desde el sofá. 104
Ya estoy acostumbrado.
—Sí, lo sé.
Vuelve a jugar su videojuego mientras yo me acuesto en la cama sin poder
apagar mi cerebro y encontrar un momento de paz. Sloane cree que ha sido mi
misión corromper a Casey y convertirla en otro hijo de puta enojado y hastiado
como el resto de nosotros. Pero eso es lo último que quiero. Sí, me alegro de que
haya hecho frente a sus matones, pero Sloane tiene razón. No es propio de ella ser
ruidosa y conflictiva. Representa un cambio preocupante en su personalidad que
es totalmente culpa mía.
La idea de que Casey está sufriendo me está matando. Estoy seguro de que
podría arreglar todo esto si pudiera hablar con ella. Excepto que, no contesta el
teléfono, y estoy seguro de que Sloane ha amenazado a todos los que conocemos
con mutilaciones dolorosas si me ayudan.
Cuando se apagan las luces, mi cabeza está hecha un nudo. Tan enredado
que no estoy pensando con claridad. Más tarde, cuando los pasillos se han quedado
en silencio y RJ comienza a roncar, me levanto de la cama y me visto.
Si Casey no contesta mis llamadas, tendré que hacer que me vea.

105
16
Casey
Estoy impulsada por una ira irracional cuando un ruido intermitente e
indistinto de golpecitos penetra en mi subconsciente, sacándome de un sueño que
ya se aleja de mi memoria incluso antes de que lo haya dejado. Tenía acento, creo.
Algo muy elegante y británico. Tiene sentido, estuve explorando una interpretación
de un misterio de Agatha Christie después de pasar toda la noche viendo una vieja
miniserie en blanco y negro.
Así que me despierto con pensamientos de asesinato y traición.
Parpadeando contra la oscuridad borrosa de mi habitación, miro hacia la
ventana y el sonido de un solo golpe seco contra el vidrio. Ya sé que no lo
necesitaré, pero cuando me levanto de la cama, busco debajo para agarrar el viejo
bate de softbol de Sloane porque me gusta la idea de sostenerlo.
En el césped, más allá de los arbustos y la barrera de las luces del sensor de
movimiento, veo a un Fenn encapuchado de pie con su teléfono en la mano.
Mi teléfono se enciende en mi mesita de noche. Lo dejo sonar un rato,
considerando lo que probablemente podría decir que me gustaría escuchar. O cómo
podría arreglárselas para socavar mi resolución. Porque aún estoy bastante
106
contenta estando enojada con él. Para siempre, si puedo evitarlo.
La pantalla se oscurece.
Podría hacerlo. Permanecer en las sombras hasta que haya agotado su
fortaleza y se vaya a casa convencido de que ahora estoy fuera de su alcance y
siempre lo estaré.
Luego vuelve a encenderse, zumbando, retumbando sobre la mesita de
noche. Hasta que mi curiosidad me obliga a recogerlo.
—¿Qué? —digo con frialdad.
—Tengo que verte. Por favor, Casey.
El sonido familiar de su voz, profunda y ronca, hace que mi corazón se
encoja de dolor. Me encantaba escuchar esa voz deslizándose en mi oído. Ahora
solo trae el escozor de las lágrimas.
—Si quisiera hablar contigo, no dejaría mi teléfono apagado todo el día.
—Podrías haberme bloqueado. Pero no lo hiciste.
—Aún puedo.
—Voy a subir —dice.
Voy a la ventana para verlo desaparecer en las sombras. Por ahora, Fenn
sabe cómo maniobrar alrededor de las líneas de visión de los sensores de
movimiento de papá, encontrando los puntos ciegos en la periferia.
—No —le advierto en voz baja—. Voy a bloquear la ventana.
—No, no lo harás.
Estúpido. No sé qué parte es más molesta: que esté tan seguro de sí mismo,
o que tenga razón.
—Si mi papá te atrapa…
—Entonces, no dejes que lo haga.
Maldita sea.
Abro la ventana justo antes de que Fenn se eleve y salte adentro. Aterriza
suavemente y se detiene para escuchar cualquier indicación de que ha despertado
a la casa. Tiene suerte de que los perros sean las criaturas menos alertas del planeta.
Quince ladrones de gatos podrían atravesar el techo con esas cuerdas del equipo
SWAT, y Bo y Penny ni se inmutarían. Bo volvería a masticar su hueso mientras 107
Penny se revolcaría en su lujosa cama para perros.
—Eres un idiota —me quejo.
Satisfecho de no haber sido detectado, se pone de pie y me nivela con una
mirada intensa que me hace dar un paso atrás. A veces olvido lo intimidante que
puede ser. Con un metro ochenta y dos, y musculoso. Con su capucha oscura
cubriendo su cabello rubio, emite una vibra peligrosa. Pero no le tengo miedo.
Nunca lo he hecho. Puede que sea más grande y fuerte que yo, pero sé sin lugar a
duda que puedo ponerlo de rodillas con una palabra dura.
—¿Qué parte de vete al infierno y quédate ahí no entendiste?
—¿Qué es eso que escuché de que te enfrentaste a esas chicas en la escuela?
—responde, ignorándome.
Mi ceño se frunce.
—¿Qué? ¿Cómo te enteraste de eso?
—Sloane.
Está bien, guau. Supongo que ni siquiera puedo contar con mi hermana para
mantener su tonta boca cerrada. Pensé que era obvio que el embargo de Fenn
también se aplicaba a ella.
—¿Qué pasó? —insiste.
—No. Mi vida ya no es asunto tuyo. No puedes aparecer aquí y exigirme
nada. Así que, si esa es la única razón por la que viniste, ya puedes irte.
—Por supuesto que no es la única razón. —Me alcanza, pero lo apunto con
el bate, usándolo para definir la zona desmilitarizada entre nosotros—. Estoy
preocupado por ti. Si crees que tengo permitido hacerlo o no, no es el punto. No
puedo evitar que me importe.
—¿Te estás escuchando? —Una amargada risa sarcástica brota de mí ante
su audacia—. Desde que esa noche me dejaste empapada e inconsciente en el suelo
en la oscuridad total, no te has detenido ni una sola vez a considerar cómo me
siento con nada. Ese es tu problema.
—Casey. —Su rostro cae. Y a una parte de mí le gusta.
—La verdad duele, ¿eh?
—Todo lo que he hecho es pensar en ti. —Su voz es áspera. Temblorosa—
. Y he cometido algunos errores graves. Lo acepto. No te estoy pidiendo que no
me odies. Sigue enojada. Pero también, perdóname. 108
—Ah, Dios. Es como si vivieras en un mundo ficticio donde las
consecuencias no se aplican a ti.
¿En qué reino imaginario cree que regresamos de esto? ¿Que cualquiera
aceptaría lo que hizo y simplemente ofrecería una segunda oportunidad y seguiría
adelante?
—Fenn, esto no es como ser infiel. No besaste a otra chica en mis dulces
dieciséis. Me dejaste para morir y mentiste al respecto.
Abre la boca para interrumpirme, pero lo detengo.
—No, espera. Peor que eso. Hiciste todo eso, y luego tramaste tu camino
hacia mi vida, sabiendo lo que habías hecho. Eso está a un nivel sociópata que ni
siquiera puedo entender.
Resopla con un sonido de exasperación y se aleja para caminar de un lado
a otro.
—Haces que suene como si tuviera un plan malvado todo el tiempo. ¿Crees
que podría haberlo planeado de esta manera? He estado cagado de miedo desde el
momento en que vi ese auto saliendo del agua. He estado funcionando con
adrenalina e instinto desde entonces.
Fenn se detiene frente a mi tocador. En el espejo, lo observo notar las hojas
secas y las flores silvestres metidas en el marco. Recuerdos de nuestros paseos.
Ahora recordatorios sombríos de lo crédula que fui al confiar en él.
—¿Qué pasa? —pregunto, incapaz de dejar de burlarme de él—. Estás
terriblemente callado por ahí.
—Esa primera vez, vine a ver cómo estabas —dice con voz ronca—, cuando
me presenté en tu puerta, porque tenía que saber que estabas bien. Que te estabas
recuperando. Pero cuando te vi, me abrió el pecho. Estabas pálida y delgada, y
parecía que no habías dormido en semanas. Había esta oscuridad en ti. Me mató
saber que era por esa noche y que debería haber hecho más. Pensé que tal vez
compensaría algo si pudiera estar ahí para ti. Si pudiera hacer algún tipo de
penitencia.
—Entonces, lo que estás diciendo es que ahora soy tu caso de caridad.
Bueno, te libero de esa responsabilidad. Has pagado tu deuda con creces. Por favor,
ahórrame tu culpa.
—¡Maldita sea! —Se pasa las manos bruscamente por la cara—. ¿Por qué 109
tienes que actuar como si no supieras lo que siento por ti? Casey, no estoy aquí por
mi conciencia.
—Entonces ve al grano. Aún no tengo idea de por qué viniste.
—Porque necesito que me perdones. Te extraño.
Un pedazo de mi corazón se parte. Por mucho que lo odie, aún hay una parte
de mí que no lo odia. Una parte de mí que extraña nuestros paseos. Que extraña la
forma en que se siente tener sus cálidos labios hambrientos presionados contra los
míos.
Fenn siempre ha sido capaz de ver a través de mí, y lo hace ahora.
—Tú también me extrañas —dice en voz baja.
—No —miento.
—Me extrañas.
Da un paso más cerca. Doy un paso atrás.
Mis dedos tiemblan alrededor del bate de softbol, y sus ojos azules se posan
en él.
—Nena, baja el bate.
Un sollozo se me atraganta en la garganta. Creo que esta podría ser la
primera vez que usa ese apodo, y logra romper otro trozo de mi corazón frágil.
—No me llames así —ordeno.
—Case. Bájalo.
Cuando aún me niego, cierra la distancia entre nosotros y arranca el bate de
mi mano. Lo deja caer al suelo, y luego sus manos capturan mi rostro. Suavemente,
pero con intención.
—Siento haberte lastimado —dice, con una expresión llena de
arrepentimiento—. Perdóname.
—No.
Baja la cabeza, sus labios a escasos centímetros de los míos.
—Por favor —murmura antes de dejar un beso en mi boca.
Mi primer instinto es luchar contra él. Patearlo en las bolas y arrojarlo por
mi ventana. En cambio, cedo ante la debilidad. Envuelvo mis brazos alrededor de
su espalda y tomo puñados de su sudadera con capucha, abriendo mi boca para 110
dejar que su lengua pruebe la mía.
Odio lo que hizo. Y, sin embargo, mi cuerpo aún lo extraña. Solo el aroma
de su cabello en mis pulmones es lo más feliz que he estado en días. Fenn solo se
fijó en mí después del baile de graduación, y he sido adicta a él desde entonces.
Algo sucede cuando me toca, una reacción química que supera cualquier otro
pensamiento, y es suficiente. Al menos, por un momento. Para besarlo y tener esto
antes de que la droga desaparezca.
La parte más difícil de guardar rencor es permanecer dedicado a la causa,
eligiendo el principio sobre la gratificación. Cuando tropezamos hacia mi cama,
no puedo molestarme en considerar cómo esto socava todo lo que he dicho hasta
ahora. Él me desea, y yo lo deseo, y creo que ambos nos odiamos un poco por eso.
Lo empujo sobre el colchón, y luego estamos acostados de lado y él
engancha mi muslo sobre su cadera. Gimo cuando siento su erección, la prueba de
su necesidad por mí. Desabrocho el botón de sus pantalones, respirando con
dificultad. Mi mano se desliza debajo de su cinturilla, buscando lo que he estado
esperando durante tanto tiempo. Está grueso y duro bajo mis dedos.
Ninguno de los dos habla. Ambos tenemos miedo de romper el hechizo. Su
boca está bloqueada en la mía cuando lo acaricio. Se mece en mi mano,
estremeciéndose cuando aprieto el eje duro.
Fenn mete la mano por debajo de mi camiseta para pasar las yemas de sus
dedos por la piel desnuda de mi espalda. Nuestras lenguas se deslizan lentamente
una sobre la otra. Gime en mi boca. Baja una mano para acunar mi trasero, mientras
sus labios ahora recorren mi cuello para besar mi hombro.
No puedo resistir el deseo de dejar que la lujuria apague mi cerebro por un
tiempo. Pausar todos los demás pensamientos y simplemente sentirlo. Pretender
que aún estamos bien. Aún felices.
—Dime que aún no sientes nada por mí —susurra.
Pero tiene que ir y arruinarlo.
Es como una inyección de agua helada en mis venas. Pongo ambas manos
contra su pecho y empujo.
—Cualquier sentimiento que tuve murió cuando me traicionaste.
Su ceño se frunce cuando desenredo nuestras piernas y salgo de la cama.
No entiende cómo ambas cosas pueden ser ciertas. Que aún lo deseo. Y no quiero 111
tener nada que ver con él.
Fenn se pone de pie, sus pantalones aún desabrochados, su cabello
despeinado por mis dedos corriendo a través de él.
—Casey, por favor.
—Deberías irte.
—Sé que hice algo terrible, pero te lo ruego. Dame otra oportunidad. Puedo
compensarte esto. Lo prometo.
—Solo hay una cosa que puedes hacer para siquiera tener una oportunidad
de perdón —le recuerdo—. Di la verdad. ¿Por qué lo hiciste?
Una vez más, su rostro se retuerce de dolor, como si este secreto que alberga
se volviera más pernicioso y físicamente destructivo cuanto más tiempo lo lleva
encima. Un parásito que le consume por dentro.
Pero aun así, no dice nada. Se muerde el labio y me mira con esa expresión
atormentada, y solo confirma que hizo su elección hace mucho tiempo.
Y no fui yo.
—Fenn, vete a casa. —Suelto un suspiro de cansancio—. Y no vuelvas.

112
17
Fenn
Apenas me senté en el segundo período el miércoles antes de me llamen por
mi nombre y me convoquen al vestíbulo del edificio de administración. En el
pasillo, alcanzo a RJ que va en la misma dirección. Ya se está aflojando la corbata
a rayas verdes y azules con la que le ayudé antes. Casi gime de placer cuando lo
logra. Lo juro, RJ quitándose una corbata es como si las chicas se quitaran los
tacones después de un día largo.
—¿Qué hiciste? —exijo.
—¿Yo? —Abre las puertas dobles que conducen al patio—. No hice una
mierda.
Salimos al aire fresco de la mañana, donde doy un paso vacilante.
—¿Qué? —dice RJ.
—Me acabo de dar cuenta… —Levanto mi bolso mensajero sobre mi
hombro mientras un cosquilleo en mi columna me advierte que tal vez tenga que
salir corriendo—. Si se tratara de una citación del director, nos llamaría a su
oficina, no al vestíbulo. 113
—A menos que la policía esté esperando en el vestíbulo. Parece algo propio
de la policía.
Mierda.
—¿Podría tratarse de Gabe? ¿El dinero que le enviaste al guardia de su
escuela?
—Lo dudo mucho. —La confianza marca el tono de RJ—. Mi trabajo es
imposible de rastrear.
Dejo escapar un suspiro.
—¿Largo camino? —pregunto.
RJ asiente.
—Largo camino.
Hacemos un circuito alrededor del patio hasta el otro lado del edificio
administrativo, lo que nos permite echar un vistazo al estacionamiento principal.
Nada de patrullas policiales. Al menos, ningún auto identificado. Aun así, no estoy
convencida de que esto no sea una trampa.
Claramente, RJ está de acuerdo, porque murmura:
—Tengo un mal presentimiento.
Entramos por la puerta trasera y nos tomamos nuestro tiempo para avanzar
hasta el vestíbulo. Mientras nuestras zapatillas se mueven silenciosamente sobre
la madera reluciente, ambos estamos preparados para que algo salte hacia nosotros.
Este edificio es más frío que cualquier otro lugar del campus. El aire también huele
mejor, lo que de alguna manera lo hace aún más siniestro.
Se me ocurre una idea.
—No crees que esto se debe a que fui a ver a Casey anoche, ¿verdad?
—Espera, ¿en serio? —Deja de caminar y me empuja a un nicho—. ¿Qué
hiciste?
—Nada. Me colé por su ventana…
—Fenn.
—Me dejó entrar —protesto—. Tuvimos una discusión. Pero luego nos
besamos. De todos modos, no salió exactamente como estaba planeado, y ella me
echó. 114
—Maldita sea. —Por un segundo, parece como si quisiera darme un golpe.
En cambio, aprieta los dientes y asoma la cabeza por la esquina—. Si ella le contó
a Sloane, o si su padre notó que te ibas… —Se calla con inquietud—. Podrían estar
aquí para arrestarte.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
—Quizás necesiten interrogarme por las imágenes del cobertizo para botes
y cómo las conseguí…
Mierda. Por un momento, considero la posibilidad de salir corriendo. Un
montaje breve y vívido de mi vida como fugitivo suena menos cinematográfico en
mi cabeza de lo que parece en las películas. Entonces pienso en Gabe,
completamente sin saber lo que ha sucedido desde que dejó Sandover. Cuánto aún
no sé de esa noche.
Maldita sea, ¿por qué no le ha enviado un mensaje a Lucas? Aún no he
podido encontrar mi propia manera de comunicarme con él, lo que significa que
todo depende de su respuesta hacia su hermano. Dudo que comparta algo
abiertamente incriminatorio, pero conozco a Gabe Ciprian como la palma de mi
mano. Si Lucas decide mostrarme el mensaje de Gabe (y no lo veo siendo un idiota
y no haciendo eso), entonces necesito rezar para que Gabe incluya algún tipo de
pista que solo yo pueda descifrar.
—Vamos —le digo a RJ—. Si me arrestan, puedes empeñar mi reloj para
pagar la fianza.
Curiosamente, caminar por el pasillo amplio hacia el vestíbulo se siente
como cuando me llevaron en silla de ruedas al quirófano y me sacaron las
amígdalas. Estaba aterrorizado y al borde de las lágrimas, mordiéndome la lengua
porque mamá me decía que fuera fuerte. Me sentí mayor ese día, enfrentando mi
destino.
Creo que podría cumplir condena. Solo mantener la cabeza gacha y pagarle
al cabrón más loco del lugar para que me cuide las espaldas. Ser inmensamente
rico tiene sus ventajas.
Luego doblamos la esquina y mi estómago da un vuelco.
—Cambié de opinión —le digo a RJ—. Estoy tomando un descanso.
—Cobarde.
David y la mamá de RJ se paran frente a un retrato en la pared, fingiendo
admirarlo y luciendo incómodos. Michelle está vestida con un vestido tipo jersey 115
de canalé hasta los tobillos que abraza su cuerpo como un guante. No puedo negar
que la mamá de RJ es sexy. Tiene el cabello oscuro y brillante que lleva suelto
sobre los hombros, grandes ojos color avellana y labios en forma de arco de Cupido
que una vez leí en alguna parte son supuestamente la marca de la belleza suprema
o algo así. Estoy seguro de que si papá se casó con ella por una característica física,
fue su trasero.
—Amigo —advierte RJ—. Deja de mirar a mi mamá.
—David, ahí están —dice Michelle, dándole una palmadita en el hombro.
Ella nos saluda con la mano—. Chicos, vengan a darnos un abrazo.
Sí. Paso. Estoy bastante seguro de que la última vez que abracé a mi padre
fue en el funeral de mamá.
RJ va a abrazar a su madre obedientemente, quien lo aprieta fuerte y le dice:
—Ah, amigo, es tan bueno verte. Te extrañé mucho.
Papá y yo nos quedamos allí en silencio, observando el reencuentro de
madre e hijo. Papá, que tenía las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones
de lana, saca una mano y la extiende hacia mí. La miro sin sacudirla.
—¿Qué están haciendo aquí? —pregunto.
—Decidimos sorprenderlos —dice Michelle con una sonrisa radiante.
Libera a RJ y da un paso hacia mí como si fuera a abrazarme. Entonces, ve mi
expresión y titubea—. Fenn, es un placer verte de nuevo.
—Sí. Igualmente. —Ambos sabemos que estoy mintiendo. Pero aunque me
siento bien por ser grosero con mi padre, no puedo ser un completo idiota con
Michelle. No me hizo nada.
—El Día de Acción de Gracias parecía demasiado lejano —añade,
entrelazando su brazo con el de RJ—. Así que, decidimos que sería divertido
llamar al piloto y volar aquí por un día. Muchachos, vamos a llevarlos a almorzar.
¿Qué tal suena?
—Seguro. Genial —dice RJ sin mucho entusiasmo.
—¡Maravilloso! —Ella lo suelta y junta las manos—. Esto me hace feliz.
—Está bien, de acuerdo —dice papá con brusquedad—. El auto está
esperando afuera.
Los recién casados empiezan a caminar, pero me quedo un poco atrás. 116
—No me obligues a hacer esto —le murmuro a RJ a mi lado.
—Si tengo que hacerlo, tú también. Aguanta.
Me empuja hacia adelante y ahora es demasiado tarde para correr, así que
fuerzo mis pies para llevarme hasta el Lincoln que alquiló papá para ese día. Siento
que estoy marchando hacia mi ejecución.
Nos llevan a lo que pasa por un local elegante en la pequeña ciudad sureña
a las afueras de Sandover. Papá hace un escándalo vergonzoso de elegir la mesa
perfecta y pedir ver una carta de vinos, como si no fuera apenas la una de la tarde.
—En serio. ¿Cuál es la ocasión? —pregunto, sirviéndome una copa de
champán porque, bueno, no puedo dejar que se desperdicie. Y no voy a pasar un
tiempo forzado en familia sobrio—. Largo viaje solo para almorzar. ¿Vienen a
anunciar el divorcio?
—Difícilmente —dice papá alegremente, alcanzando la mano de
Michelle—. Como dijo Michelle, estábamos ansiosos por verlos, muchachos.
—Te extrañé —dice, sonriéndole a RJ—. No puedo olvidar lo diferente que
te ves.
—Natación. —Se aleja tímidamente cuando ella intenta cepillarle el cabello
hacia atrás—. Estamos mucho en el gimnasio.
—Está siendo modesto —digo—. No quiero que el líder de una red de lucha
clandestina y un sindicato del crimen organizado se ablande.
Me patea debajo de la mesa, pero no derramo ni una gota de champán.
—¿Aún te peleas? —dice Michelle, frunciendo el ceño a su hijo.
RJ me lanza una mirada fulminante.
—Creo que está bromeando —interviene papá.
Le guiño un ojo a mi madrastra.
—Oficialmente, la escuela dejó de hacer que los estudiantes pelearan en el
foso después de que ese estudiante de primer año entrara en coma. Pero bueno,
pasan cosas, ¿no?
David y Michelle se ríen a carcajadas porque todos lo estamos pasando muy
bien. Llegan los aperitivos y me sirvo un crostino de prosciutto e higos. Luego 117
bebo mi copa y me sirvo más champán.
El ambiente es una mierda, y con media botella con los platos principales,
no ha mejorado. Michelle ahora está contando una historia tonta de su club de
lectura con las otras mujeres bien cuidadas del vecindario. Para ser una madre
soltera que había llevado a su hijo de ciudad en ciudad durante años, parece encajar
perfectamente entre la gente de Greenwich. Por supuesto, la opción más probable
es que sus nuevas «amigas» le sonrían a la cara durante el club de lectura, y la
llamen cazafortunas a sus espaldas. Las mujeres ricas no son más que predecibles.
—Llevamos semanas hablando de esta novela que todo el mundo odia —
dice con una risa apenas contenida—. Totalmente borrachas de vino, y haciéndolo
trizas.
Mi copa de champán misteriosamente se ha quedado vacía. Pero cuando
alcanzo la botella, David la empuja fuera de mi alcance. No importa: RJ no ha
tocado el suyo, así que lo anexo para mí en una adquisición hostil. Mi papá se da
cuenta y me frunce el ceño. Lo ignoro.
—Entonces, finalmente, alguien se da cuenta de que Shelby no ha dicho una
palabra en toda la tarde. Bueno, Claire, porque es Claire, derramando una copa de
vino tinto por todas partes y casi derramándola sobre la alfombra turca de la que
nunca se calla, en realidad le lanza (no sé qué era, ¿un caramelo duro tal vez?) a
Shelby y exige saber por qué está tan callada.
Sí, Shelby. Por favor. Confiesa, hermana.
—La cara de Shelby se vuelve de un rojo brillante y luego, con una mirada
de horror abyecto que sinceramente me asustó, se tapa la boca con las manos.
Ahora que soy azafata desde hace mucho tiempo, conozco esa mirada. Empujo mi
silla hacia atrás justo cuando un líquido verde brillante sale disparado entre sus
dedos en todas direcciones. Shelby pasó la semana depurándose y bebiendo nada
más que jugo de col rizada cuatro veces al día. Hasta que estalló por toda la
habitación. Así que ahora Claire está de rodillas, borracha y sollozando, porque su
alfombra turca está completamente arruinada.
RJ se ríe.
—Shelby me envió un mensaje de texto anoche con una captura de pantalla
de la factura de limpieza que Claire le envió por correo electrónico. Cinco mil
dólares. —Los ojos de Michelle se abren como platos—. ¿Pueden creer que limpiar
una jodida alfombra cuesta cinco mil dólares?
—Deberías haber visto la factura de limpieza que recibió el padre de
Lawson después de su última fiesta en los Hampton —digo amablemente—. Solo
118
sacar todo el semen de la piscina cuesta como dos mil dólares.
—Fenn —gruñe papá.
RJ ahora se ríe en su servilleta.
—Amigo —farfulla.
—¿Qué? —Parpadeo inocentemente.
Para mi aprobación, parece que Michelle también está luchando contra la
risa. Al menos, la madrastra tiene sentido del humor.
Papá se aclara la garganta.
—Fenn, ¿por qué no nos cuentas cómo va el fútbol?
Le doy un codazo a RJ.
—¿Quieres ver algo gracioso? Oye, papá, ¿cuál es la regla del fuera de
juego?
—Fenn. —Mi padre me mira con un ceño de advertencia.
—¿Qué? Juego al fútbol desde que tenía seis. Seguramente ya habrás
aprendido algo de todos los juegos a los que has asistido.
—Fenn —murmura RJ, claramente cansado de mi mierda—. Detente.
—Ah, espera. —Llego al fondo de otra copa y se la ofrezco a Michelle—.
¿Serías tan amable?
—Creo que ya has bebido suficiente —dice papá, tocándole el brazo antes
de que pueda recargarme.
—Aguafiestas. —Vuelvo a mirar a Michelle—. Entonces, en doce años,
¿sabes cuántas veces me ha visto jugar? Adivina. Esto será divertido.
—Suficiente, Fennelly. —Papá se limpia la boca y deja caer la servilleta
sobre la mesa con tanta fuerza que sacude nuestras copas vacías.
—Ah —dice Michelle alegremente, como si de repente hubiera resuelto el
problema del hambre en el mundo—. Amigo, ¿por qué no damos un paseo?
RJ ya está empujando su silla hacia atrás.
—Una idea increíble.
Madre e hijo prácticamente corren hacia la puerta, y no los culpo por
119
escapar. Si hubiera sido más inteligente, habría bajado del auto de camino hacia
aquí.
—¿Ya estás feliz? —refunfuña papá desde el otro lado de la mesa.
Le doy un encogimiento de hombros desdeñoso.
—Te dije que era una mala idea.
—Estás borracho, y te estás avergonzando.
—Estoy bien. Y ambos sabemos que estás más preocupado por tu propia
reputación.
Niega con la cabeza y la tristeza llena sus ojos.
—Fenn, está bien. Has dejado muy claro que no estás interesado en darle
una oportunidad a esta familia.
Tenía una familia. Ella murió. Y él se metió en su caparazón y me dio la
espalda durante siete años.
Aparta el plato y apoya los codos en la mesa.
—¿Podemos hablar de lo que te molesta de verdad? Michelle dice que le
dijiste a RJ que no crees que me importes.
—No. Creo que lo que dije fue, que te importaba una mierda y que no te
importaba si te pagaban por ello.
Está horrorizado por un momento de que diga algo así en voz alta, y mucho
menos en su cara. Pero esto depende de él. Debería haberlo pensado dos veces
antes de dejarle a su hijo adolescente media botella de champán mediocre y luego
abrir el cofre del trauma familiar.
—¿Qué diablos te haría pensar algo así? —Sus rasgos se vuelven más
tensos—. Eres mi hijo. Poco más me ha importado desde el día en que naciste.
—Guau. Colega. Es impresionante que puedas decir eso con la cara seria.
—¿Qué se supone que debo hacer para convencerte de lo contrario? Estoy
aquí, ¿no?
—Sí, ahora que tienes una nueva esposa azafata tonta a la que quieres
impresionar porque te hace sentir inadecuado. Mierda, papá. ¿Cómo no ves que
eso es peor?
—Michelle ha sido muy amable contigo. Si tu madre estuviera… 120
—No. —Arrojo mi servilleta sobre la mesa y, antes de darme cuenta, estoy
apuntando a mi padre con un cuchillo de mantequilla—. Mantenla fuera de tu
maldita boca.
—¡Fenn!
Lo que sea. Dejo caer el cuchillo y alcanzo la botella de champán por
encima de la mesa. Papá la alcanza primero e intenta entregársela al camarero que
aparece a mi lado.
—Te quitaré eso de encima —le digo al camarero.
—No, Fenn. Siéntate —ordena David.
—No. Si todo te da igual, voy a llevarme a mi amigo aquí y emborracharme
en el estacionamiento.
El camarero confundido mira a mi papá, los tres con las manos en la botella.
—No creo que pueda…
—Hombre, está bien.
Tiro con fuerza de la botella de champán, y la llevo conmigo a medida que
salgo a toda prisa del restaurante.

121
18
Casey
Es medianoche y no puedo dormir. Aunque, ¿qué hay de nuevo?
Inmediatamente después del accidente, apenas podía dormir diez minutos
seguidos, y mucho menos las ocho horas prescritas. Luego, cuando comencé a
sanar, comencé a dormir más. Tres horas. Cinco. Seis. Hasta que finalmente logré
pasar una noche entera sin que me despertaran pesadillas. Hoy en día, las pesadillas
siguen apareciendo, pero no con tanta frecuencia como antes. Conciliar el sueño
también es mucho más fácil.
Hasta que Fenn destrozó mi corazón.
Ha pasado una semana desde que descubrí la verdad, y en esa semana no he
dormido más que unas pocas horas por noche. Lo que significa que estoy
completamente despierta cuando Bo se escabulle a los pies de la cama y comienza
a quejarse.
Levanto la vista de la pantalla brillante de mi teléfono, en el que había
estado navegando sin pensar en un sitio web de chismes de celebridades.
—¿Qué pasa, amigo?
122
Quejándose de nuevo, me lanza una mirada suplicante.
—¿Necesitas salir?
Al escuchar la palabra «salir», Bo corre hacia la puerta del dormitorio.
Me levanto de la cama, y mis pies descalzos se enfrían contra la madera.
Me pongo un par de calcetines, tomo un cárdigan largo y guardo mi teléfono en el
bolsillo delantero.
Entro al pasillo oscuro, donde chillo de sorpresa cuando me topo con Penny,
que está acechando en la oscuridad. Bo ya ha bajado pesadamente las escaleras.
—¿Cariño? —El ruido hace que mi padre salga de su habitación. Frotándose
los ojos, me mira preocupado—. ¿Está todo bien?
—Está bien —le aseguro—. Voy a dejar salir a los perros a orinar. Bo me
despertó quejándose. —Incluyo la mentira de que duermo porque si papá
sospechara que estoy sufriendo otra vez de insomnio, me enviará de nuevo al
psiquiatra.
—No olvides reajustar la alarma cuando vuelvas a entrar.
—No lo haré —prometo y bajo las escaleras para ponerme los zapatos.
Afuera, tiemblo por el aire fresco de octubre y sigo a los perros, que corren
hacia la línea de árboles. Ambos tienen vejigas tímidas, y se niegan a ir al baño a
menos que estén escondidos en la hierba. Agradezco su discreción.
Inclino mi cabeza hacia el claro cielo nocturno y me concentro en la luna.
No está del todo llena, pero casi. Argh. No soy fanática de las lunas llenas. Por
alguna razón me ponen irritable. Sin embargo, en este momento mi irritabilidad
tiene más que ver con el hecho de que mi teléfono suena y solo hay una persona
que me enviaría un mensaje tan tarde.
Efectivamente, es Fenn.
Fenn: No puedo dormir. Te extraño mucho.
Se me cierra la garganta, y lágrimas escuecen detrás de mis párpados. ¿Por
qué no puede dejarme en paz? ¿Y por qué no puedo bloquearlo? Lo he intentado.
Ya hice clic en BLOQUEAR una docena de veces. Aun así, nunca tardo más de
unos minutos antes de deshacer la acción apresuradamente.
No estoy lista para dejarlo ir, pero tampoco quiero tener nada que ver con
él. Mi corazón cansado ya no puede seguir el ritmo. 123
Escribo una respuesta con dedos temblorosos.
Yo: Tienes que dejarme en paz.
Fenn: Mi papá y la mamá de RJ vinieron ayer para llevarnos a almorzar.
Me emborraché y provoqué una escena.
Yo: No me importa.
Pongo el teléfono en silencio, y lo guardo en mi bolsillo. Silbo hacia los
árboles, pero ni Bo ni Penny regresan corriendo hacia mí. Maldita sea. Será mejor
que no estén persiguiendo a alguna pobre ardilla que tuvo la desgracia de estar
despierta tan tarde.
Silbo de nuevo. Cuando los perros aún no regresan, maldigo en voz baja y
camino hacia el bosque, saltando cuando un reflector activado por movimiento se
enciende de repente, casi cegándome. Sigo viendo puntos negros a medida que
avanzo entre los árboles, mis zapatos crujiendo sobre las hojas secas.
—Chicos —los llamo en señal de advertencia—. Vengan.
No vienen.
—Lo juro por Dios —gruño en el bosque oscuro—, si mataron a otra ardilla
y tengo que pasar la próxima hora lavándoles la cara ensangrentada, perderán sus
privilegios del lago durante una semana entera…
Me detengo en seco y jadeo cuando veo la causa de su desaparición.
—¡Bo! ¡Penny! —digo bruscamente, sintiendo mi cara pálida en tanto me
lanzo hacia los perros, que están olfateando el conejo muerto tirado en el camino.
Por alguna razón, habían decidido no comerse la cosa, y sospecho que se
debe al crujido que escuchamos entre los arbustos, la rápida partida de una tercera
criatura en el bosque. Probablemente el culpable del asesinato del conejito.
—Vengan —les ordeno a los perros.
Son lo suficientemente obedientes como para saltar a mi lado. Aun así, sus
orejas están alzadas y el pelo erizado mientras inspeccionan con cautela nuestro
entorno.
—Quietos —les advierto, luego me apresuro hacia los restos del conejo.
Mi estómago se hunde una vez que tengo una mejor vista porque descubro 124
que hay más de una víctima. A unos metros del conejo adulto se encuentran los
cuerpos de dos crías. Deben haber nacido recientemente: no tienen pelo alguno y
tienen los ojos y las orejas cerradas. Mi mirada se mueve y noto dos bebés más
muertos, o gazapo como los llaman. Nunca entendí por qué a las crías de conejos
se les llamaría gazapo. Papá intentó explicármelo una vez, pero no fue una gran
explicación sino más bien un «así es como se llaman».
Bo y Penny deben haber interrumpido cualquier carnicería que hubiera
ocurrido aquí. Un zorro, sospecho. Los zorros de esta zona se alimentan
principalmente de conejos salvajes. Fue una verdadera bendición encontrarse con
un nido completo, probablemente justo cuando la hembra regresaba para alimentar
a sus recién nacidos.
Mis ojos se sienten calientes. El hombre condujo a los depredadores hasta
su puerta. Al menos mis perros asustaron al señor Zorro antes de que pudiera darse
un festín.
En mi periferia, veo a Bo acercándose y me giro con un severo:
—Quieto.
Se detiene en seco, pero no parece feliz de que aparentemente sea yo quien
se beneficie de su refrigerio improvisado de medianoche.
Si no fuera tan tarde, probablemente volvería corriendo a casa, recogería
unos guantes de goma y una caja, y volvería a recoger estos pobres y dulces
conejitos muertos. Para darles un entierro digno. Mi padre y mi hermana ni siquiera
parpadearían: han participado en muchos funerales de animales a lo largo de los
años. Sin embargo, por lo general es porque llevaba a casa un pájaro, un conejo o
incluso una ardilla heridos que necesitaban cuidados y terminaron muriendo. El
único rescate de animales exitoso que he llevado a cabo en mi vida fue el pájaro
azul que cuidé hasta que recuperó la salud. La llamé Pudín.
Pero no hay esperanza para estos conejitos. Están todos…
Chirrido.
Me congelo. Detrás de mí, Penny lanza un gruñido bajo desde lo más
profundo de su garganta.
—Shh —le digo, luego miro a mi alrededor, esforzándome por escuchar el
sonido una vez más. Definitivamente fue un conejito.
Un globo de esperanza se expande en mi corazón. ¿Alguno de los bebés
sobrevivió?
Oh, Dios. Por favor, que hayan sobrevivido.
125
Mientras mis perros observan miserablemente desde el lugar al que los he
desterrado, recorro el área inmediata, metiendo la mano en los arbustos y mirando
las raíces de los árboles para intentar localizar la conejera. Finalmente la encuentro
en la cobertura del suelo en la base de un árbol.
Con el pulso acelerado, miro dentro y jadeo cuando veo movimiento.
¡Sobrevivientes!
No. Solo uno, me doy cuenta un momento después. De los cuatro
cuerpecitos sin pelo que encuentro en el nido, solo uno está vivo.
Vuelve a chillar, ese chillido horrible que hace que me duela el corazón.
—Está bien, pequeño —susurro a medida que lo levanto suavemente—.
Ahora estás a salvo.
Aunque no del todo. Las posibilidades de que este bebé sobreviva son
escasas o nulas. En circunstancias normales ni siquiera lo tocaría. Movería el nido
a un lugar más seguro y esperaría que su madre regresara en algún momento. Pero
la madre está muerta; estoy mirando su cuerpo destrozado y ensangrentado. Lo que
significa que nadie volverá para alimentar a esta criatura indefensa.
Lo que significa que tengo que hacerlo.
—Está bien. Ya te tengo. —Con dedos delicados, coloco el pequeño conejo
en mi bolsillo, luego me enderezo y vuelvo hacia los perros.
Bo prácticamente me mira fijamente mientras les hago un gesto para que
me sigan. Penny mira con nostalgia el banquete abandonado.
Aunque la muerte de cualquier criatura, grande o pequeña, hace que todo
mi cuerpo se contraiga de dolor, también soy consciente del círculo de la vida. La
danza milenaria entre depredador y presa.
—Que se los quede el señor Zorro —digo con tristeza—. Se lo ganó.
Llego al porche justo cuando mi padre sale por la puerta principal, sus ojos
llenos de preocupación.
—¡Casey! ¿Por qué estuviste fuera tanto tiempo? ¿Por qué no contestaste
tu teléfono?
—Lo siento. Lo puse en silencio. —Lo encuentro en la puerta—. Me
encontré con un pequeño obstáculo en el bosque. 126
—¿Qué pasó?
—Un zorro se metió en una conejera. Los perros lo asustaron.
El conejito aprovecha ese momento para chillar fuerte.
—Casey. —El tono de papá está lleno de sospecha.
—¿Sí? —digo inocentemente.
—¿Hay un conejo en tu bolsillo?
—¿Tal vez? —Aprieto mis labios para detener una risa.
Papá me mira fijamente durante un momento largo. Luego suspira.
—Iré a buscar una caja de zapatos.

127
19
Silas
Sloane está siendo más terca de lo habitual. Esperaba que el espacio le daría
alguna perspectiva sobre la situación, le permitiría entrar en razón. Sin embargo,
ha pasado más de una semana y aún no responde a mis mensajes de texto.
Le envié un mensaje largo asegurándole que no estoy intentando meterme
en sus pantalones. Apelé a nuestra amistad, al vínculo estrecho que hemos tenido
desde el primer año. No me malinterpretes: hay una parte de mí que la aceptaría si
se planteara la idea de enrollarnos. Pero lo entiendo. No va a suceder.
De todos modos, tengo novia. Y Sloane ha vuelto con RJ. Lo que sea.
Sigamos adelante.
Siempre había pensado en ella como una persona racional. Propensa a la ira
y al mal gusto con los hombres, sí, pero esencialmente lógica. Bueno, parece que
su inclinación autodestructiva por salir con perdedores ha corrompido sus
funciones cerebrales superiores. Necesita una desintoxicación, excepto que, no
puedo acercarme lo suficiente para ayudarla a ver eso, maldita sea.
—Apóyame aquí —le digo a Amy—. Eso es obviamente una señal de alerta.
Se ha convertido en una persona completamente diferente. Dejó de salir con sus
128
viejos amigos. Todo desde que este chico nuevo básicamente se hizo cargo de su
vida.
—¿Qué opinas de esta zona? —dice Amy, acercando su computadora
portátil a medida que nos sentamos en su cama. Sus piernas desnudas cubren las
mías en tanto busca en Internet los mejores barrios para vivir en Londres—. Creo
que me gusta Notting Hill. ¿Recuerdas que te hice ver esa vieja comedia
romántica? Estaba situada allí.
—Seguro. —Honestamente, no me importa una mierda, ni recuerdo una
sola comedia romántica que ella me haya hecho ver.
Marca una página y sigue adelante con la determinación obstinada de un
detective de homicidios.
—Sé que piensas que es una tontería porque falta mucho para eso, pero
necesito empezar a pensar en esto ahora si quiero que mis padres me apoyen y pase
mi año sabático en Inglaterra. Si les muestro que he investigado, es posible que se
sientan mejor a la hora de financiar la aventura, ¿sabes a qué me refiero?
—Sí, seguro. —Apenas estoy escuchando. Y estoy empezando a
arrepentirme de haberme colado esta noche en su dormitorio.
Amy ha estado detrás de mí durante días para venir a visitarla a Ballard.
Luego llego aquí, y ella pasa la primera hora en el baño siguiendo una nueva rutina
de cuidado de la piel que hace que su cara huela a pegamento. Y ahora quiere
investigar todo el tiempo mientras yo estoy sentado aquí contando los segundos de
mi vida que se me escapan de los dedos.
—Si una de tus amigas de repente dejara de hablarte porque estaba saliendo
con alguien nuevo, sospecharías, ¿verdad?
—La gente cambia cuando está en una relación —dice Amy distraídamente,
mirando las fotos—. Quieren pasar todo el tiempo juntos. —Levanta los ojos de la
pantalla—. Eso es normal.
—Claro, pero esto es extremo. Nunca solíamos pelear.
Hubo un tiempo en que Sloane apreció mi opinión. Pero ahora, cualquier
gusano cerebral que RJ le haya introducido en el oído ha alterado
fundamentalmente su personalidad.
—No te gusta el chico, ¿verdad?
—Es un retroceso para Sloane —respondo con el ceño fruncido. 129
Personalmente, lo que sea. Él está bien. ¿Para ella? Por favor.
Amy frunce el ceño.
—Parece que solo quiere que estés feliz por ella. Si no lo haces, tal vez sea
mejor que ustedes dos se tomen un descanso por un tiempo.
Mi ceño se profundiza.
—No creo que tengas una idea clara de las cosas.
Finalmente, capta la indirecta y cierra su computadora portátil.
—Tal vez si pasáramos más tiempo juntos…
—Estoy aquí, ¿no?
—Es solo que últimamente hablas mucho de Sloane. En realidad, todo el
tiempo.
—Lo siento, no puedo fingir que estoy interesado en los lugares de moda
de Londres.
Pone los ojos en blanco.
—No tenemos que hablar de Londres. O, de hecho, cualquier cosa.
Se inclina para besarme, ese olor empalagoso a pegamento llena mis fosas
nasales. Me obligo a no respirar por la nariz, y trato de ignorar la húmeda textura
pegajosa de su piel contra mi barbilla. Lo juro, la mayoría de los cosméticos que
las chicas se hacen a sí mismas son un gran disgusto.
Aun así, cuando se agacha para acariciarme a través de mis jeans, dejo el
pensamiento a un lado y dejo que me quite la camiseta. Arroja la suya a un lado
para mostrarme que lleva mi sujetador favorito, lo cual es un lindo gesto. Es blanco
con ribetes rojos, y destaca muy bien sus tetas.
Por mucho que a veces pueda ponerme de los nervios, Amy es una chica
dulce. Y tiene unas tetas fantásticas. La primera vez que le metí la mano en la
camiseta en el recital de baile de su hermana, casi me corro con solo tocar un pecho
suave y pesado.
Meto mis dedos dentro de la copa de un sujetador, y lo tiro hacia abajo para
mostrarme su pequeño pezón rosado. Tiro un poco de él a medida que ella recorre
mi cuerpo para desabrocharme los jeans y acariciarme. Mira hacia arriba debajo
de esas pestañas espesas y pasa su cabello castaño claro sobre un hombro antes de
aplicar su lengua, lamiendo la punta. 130
El placer recorre mi columna vertebral. Cierro los ojos y entonces, por
alguna terrible razón, una imagen de Sloane chupando a RJ se queda atrapada en
mi cabeza. Duke ya fue bastante malo, y todos sabemos dónde ha estado. Sin
embargo, el chico nuevo, según él mismo admite, se ha extendido por todo el país.
Probablemente saliendo solo con las mejores adictas a la metanfetamina de los
suburbios. Me pregunto si Sloane le hizo hacerle pruebas de ETS.
—¿Está bien? —Amy bombea su mano—. ¿Necesitas que haga algo más?
Es solo entonces que comprendo que ha estado en esto por un minuto, y
aquí estoy, solo a mitad de camino.
—No, está bien. Solo usa tu lengua.
Amy suele dar buenas mamadas. Ella lo disfruta. Así que intento
concentrarme, apretando su teta y tirando del duro capullo de su pezón. Pero ha
estado en esto por un tiempo, y aún no logro alcanzar la cúspide. Finalmente se
sienta, y se sacude el calambre en la mano con un resoplido frustrado.
—Lo siento —digo—. Supongo que simplemente estoy cansado. La
práctica de natación me agotó.
Inclina la cabeza hacia mí mientras me meto de nuevo en mis jeans.
—Práctica de natación —repite, dubitativa—. O… aquí tienes una idea…
—Da un resoplido enojado—. Se trata de Sloane.
Me tenso.
—¿Por qué dirías eso?
—Porque, Silas, es de lo único que hablas. —Hace una mueca burlona y
finge una mala imitación de mí—. Sloane está enojada conmigo. Sloane está
siendo una perra. Sloane tiene un novio nuevo.
—Creo que me ofende esa caracterización.
Salta de la cama y recoge su camisa del suelo.
—En serio, estás un poco obsesionado con ella, y no estoy de acuerdo con
eso.
—Estás siendo ridícula.
El tono de Amy se vuelve cada vez más agudo.
—Ah, ¿de verdad? ¿Entonces no sientes nada por ella? 131
Por segunda vez, durante un momento crucial en una conversación crítica,
mi yo idiota duda demasiado.
La expresión de mi novia se derrumba.
—Oh, Dios.
—Amy, vamos. No es así.
Ignora mi defensa a medias, y lágrimas brotan de sus ojos.
—Creo que lo sabía incluso cuando empezamos a salir. —Sus dientes se
clavan en su labio inferior, que tiembla visiblemente—. Pero te deseaba tanto, y
pensé que en algún momento, si te gustaba lo suficiente, lo superarías. —Respira
profundamente y en voz baja, y se seca las mejillas—. He hecho todo para ser lo
que tú querías, pero nada de eso importó porque nunca te gusté en absoluto,
¿verdad? Nunca fuiste capaz de amarme. —Un sollozo ahogado llena la
habitación—. Solo estabas matando el tiempo hasta que Sloane estuviera soltera.
—Amy…
—Fui más amable contigo de lo que merecías —dice con lágrimas
corriendo por sus mejillas cenicientas—. Silas, no eres una buena persona.
—Vamos. Estás exagerando demasiado. No siento nada por Sloane —
murmuro, logrando finalmente sacar la negación.
—No te creo.
—Es la verdad —miento.
—Silas, jódete. —Se da vuelta, con los hombros rígidos—. Se acabó. Solo
vete.
Mi instinto es quedarme. Pasar la noche tranquilizándola hasta que vuelva
en sí. Esta no es la primera vez que sus inseguridades la llevan al precipicio; sé que
con la cantidad adecuada de palabras dulces y garantías suaves, podemos superar
esto. Pero cuando me levanto de la cama y me pongo la camiseta, me doy cuenta
de que ya no me importa una mierda. Esta relación a medias me ha quitado
suficiente energía, y no puedo encontrar la forma de preocuparme.
Demonios, probablemente me hizo un favor. Me salvó de tener que pensar
en un discurso de ruptura que sonara auténtico.
—Lo siento —le digo, solo a medias.
Luego agarro mis zapatos y salgo por la puerta. 132
Al salir de la habitación de Amy, dejo escapar un suspiro de alivio y me
dirijo hacia las escaleras. Se abre una puerta en medio del pasillo, y me saluda un
rostro familiar. De tez morena y ojos grandes de color ámbar.
Mila Whitlock.
Antes del accidente de Casey, Mila era la mejor amiga de Sloane. También
sexy. Esta noche, lleva unos pantaloncillos diminutos y un sujetador deportivo
negro que muestra sus grandes tetas turgentes y sus abdominales apretados. Tiene
un gran cuerpo.
Una lenta sonrisa divertida se extiende por su rostro cuando me ve
caminando con los zapatos en las manos.
—¿Divirtiéndote? —dice.
Me encojo de hombros.
—Creo que me acaban de dejar.
Se ríe en mi cara.
—Bien por ella. Ya era hora de que mostrara un poco de coraje.
—Sí, gracias por tu apoyo.
—Lo siento, no lo siento. —La morena con curvas me saluda por encima
del hombro a medida que se aleja—. Silas, dulces sueños.

133
20
Casey
Algo divertido sobre las escuelas católicas: la mayoría no somos incluso
católicas. Nuestros padres nos dejaron aquí por la estructura o por lo académico
«superior». Por la santidad de una institución exclusivamente para chicas. En mi
caso, fue una cuestión de geografía, el resultado de que el trabajo de mi padre nos
encerró en Sandover y su radio conmutable inmediato. Pero también están las
chicas que provienen genuinamente de familias religiosas. Así es como se consigue
una chica como Jazmine. Sus padres devotos viven el sueño americano de los
inmigrantes, y envían a su hija a una escuela privada exclusiva con la esperanza de
que esto fortalezca su fe y su buen carácter moral.
Hasta ahora, no parece estar funcionando.
Jazmine se sienta ahora a mi lado en clase. Después de verme atacar a
Ainsley en el pasillo la semana pasada, decidió que estábamos destinadas a ser
amigas, me dijo que la llamara «Jaz» y ahora es mi compañera constante en la
escuela. Aún no sé qué pienso de ella, pero no puedo negar que es divertido estar
cerca de ella. Habla sarcasmo con fluidez. Inteligente como un látigo. Su principal
objetivo en la vida es convertirse en una actriz famosa, para consternación de sus
padres. Querían una chica católica obediente que encontrara un trabajo y un marido
134
respetable, y en cambio, obtuvieron todo lo contrario. Jaz insiste en que se mudará
a Nueva York o Los Ángeles después de graduarse y nunca se casará.
—Oye —me saluda cuando se desliza en su asiento—. ¿Cómo está Silver?
Levanto la vista de mis notas de física. Tenemos una prueba unitaria esta
mañana, y no estoy preparada. Han sido unos días agotadores.
—Aún viva. Milagrosamente.
Cuando traje al conejito a casa hace cuatro noches, ninguno de nosotros
esperaba que viviera toda la noche. Sloane, que sabe lo rápido que me encariño,
sigue recordándome que algo así como menos del diez por ciento de los conejos
huérfanos sobreviven. Pero mi pequeña niña ha desafiado las probabilidades hasta
ahora. Bueno, no sé si en realidad es una chica, ya que aún es imposible saberlo.
Elegí un nombre de género neutro, pero me gusta pensar que es hembra.
—¿Ha abierto los ojos?
Me muerdo el labio con preocupación.
—No —admito.
Lo que me dice que Silver no podría tener más de uno o dos días cuando la
rescaté. Los conejos bebés suelen abrir los ojos cuando tienen unos diez días de
vida. Los de Silver aún están cerrados.
Sin embargo, está luchando por mantenerse con vida. Le doy sustituto de
leche para gatitos con una jeringa dos veces al día. La mantengo hidratada. Me
aseguro de que esté abrigada y acogedora en su caja de zapatos. Pero sé que las
posibilidades de que sobreviva sin su madre son escasas.
La hermana Margaret se levanta detrás de su escritorio y aplaude con fuerza.
—Señoritas, silencio. Georgia, por favor, reparte los exámenes. ¡Y
manténganlos boca abajo! —Señala el reloj que está encima de la puerta—. Los
lápices no pueden tocar la hoja hasta que el reloj marca las nueve.
—Porque Dios no quiera que alguien tenga un minuto de ventaja —dice Jaz
en voz baja.
La prueba es más fácil de lo que esperaba, y se la entrego a la hermana con
diez minutos de sobra. Luego, nos dirigimos a precálculo, donde Jazmine es
enviada a detención después de informarle alegremente a la hermana Mary Alice
que la próxima vez que la monja golpee su muñeca con esa regla, Jaz le devolverá 135
el golpe. La hermana está indignada, con el rostro más rojo que la muñeca dolorida
de Jazmine cuando grita:
—¡Señorita Reyes, a detención! —mientras la clase se ríe a su costa.
Cuando llega la hora de almorzar, nos ponemos al día de camino a la
cafetería, la falda obscenamente corta de Jazmine provoca el ceño fruncido de
varias chicas, todas las cuales llevan sus faldas al largo reglamentario. Permanece
ajena a las miradas en tanto me cuenta sobre una película que vio anoche.
Lo mejor de ella es que, sinceramente, le importa una mierda lo que la gente
piense de ella, lo cual es un arma valiosa cuando eres adolescente. Estábamos
caminando por el pasillo la semana pasada cuando una chica tosió la palabra
«puta» en voz baja. Jaz se detuvo frente a los casilleros, totalmente imperturbable,
y fingió verse devastada.
—¡Ah, no! —había chillado—. ¿Descubriste que perdí mi virginidad en un
trío con dos seniors de Ballard? Marissa, tienes razón, soy una puta y estoy muuuy
avergonzada y… ah, espera. —Jaz sonrió—. Esa fuiste tú.
Luego me tomó del brazo y nos fuimos, dejando a Marissa, afligida, dando
marcha atrás con sus amigas con los ojos muy abiertos. Le pregunté a Jaz si esa
historia era cierta, y ella asintió para confirmarlo, diciendo que uno de los chicos
en cuestión era su hermano mayor.
Las chicas de St. Vincent's le temen. Curiosamente, creo que ahora también
me tienen un poco de miedo. Desde que le grité a Ainsley, escuché la forma en que
su tono ha cambiado en la cafetería cuando susurran sobre mí. Ya no se ríen.
Desvían la mirada cuando paso y no voy a mentir, me gusta. No sabía que podía
sentirme así.
—La atención es un arma —dice Jaz cuando me ve notando el cambio en
la conducta de todas—. A las chicas les gusta… —Asiente hacia Ainsley y Bree,
quienes se acercan a la fila del almuerzo mientras reclamamos una mesa vacía—.
También siempre se burlaban de mí. Había un trío de brujas en mi antigua escuela
que me hicieron la vida miserable en el primer año.
—¿En serio? —No puedo imaginar que alguien tan confiada como Jazmine
sea intimidada.
—Ah, sí. Destrozaron mi sentido de la moda. Mi maquillaje. Se
mantuvieron diciéndome que volviera a mi balsa y remara de regreso a Cuba. —
Pone los ojos en blanco—. Pendejas, soy de Puerto Rico. De todos modos, me
afectó en ese entonces. Solía esconderme. Llevaba mi almuerzo al baño o comía 136
en el salón de arte con mi maestro porque les tenía terror.
—¿Es por eso que cambiaste de escuela?
—Mierda, no —dice rotundamente—. Me transferí aquí en segundo año
porque papá consiguió un nuevo trabajo y tuvimos que mudarnos. Pero
aproximadamente a la mitad de ese horrible primer año, tuve mi momento de ver
a Jesús. Lo cual, irónicamente, no sucedió en una escuela católica.
Riendo, dejo mi bandeja y tomo asiento.
—Me di cuenta de que podía seguir escondiéndome y dejar que me
avergonzaran por el resto de mi vida, o podía poner esa atención en su contra.
Vuélvete tan llamativa que tendrían miedo de mirar. Tresscott, la mejor defensa es
un buen ataque.
—Diría que está funcionando.
—Maldita sea, lo hace. ¿Y sabes qué? Al momento en que dejó de
importarme lo que pensaran de mí, me sentí mejor conmigo misma. De hecho, me
amo mucho más.
Estoy empezando a entender lo que quiere decir. Hay un poder real en
controlar nuestra propia narrativa. Así que, cuando Ainsley se aleja de la fila del
almuerzo con su bandeja para mirarme, le devuelvo la mirada.
¿Por qué elegir ser la flor marchita cuando puedo ser la espina?
—Mira la mesa de los monstruos. —Ainsley muestra una sonrisa altiva
cuando Bree y ella se acercan a nosotras. Pero hay un ligero temblor en su voz.
Está nerviosa por mi contacto visual. Bien—. ¿Se harán tatuajes iguales con agujas
de coser más tarde?
—Ew —gime Bree—. Así es como se contrae la conjuntivitis.
Ainsley consigue que las chicas de la mesa vecina se rían, pero es forzada
y vacilante, y desaparece tan pronto como Jazmine mira en su dirección.
—Te invitaríamos —digo disculpándome—, pero no quisiera que nuestros
planes entraran en conflicto con tu concurso de comer pollas.
Los gritos ahogados y las risas de la cafetería me sobresaltan. Noto que los
tenedores se detienen en el aire, y los teléfonos se levantan. Es una especie de
subidón enfermizo de endorfinas, y sé que me gusta más de lo que debería.
—¿Qué? —Bree le hace pucheros a Ainsley—. Dijiste que estábamos a
dieta. 137
—Es keto —dice Jazmine, mordiéndose el labio para mantener la cara seria.
Casi resoplo.
—Hablando de pollas, Casey, ¿cuántas chupaste cuando estuviste encerrada
en la institución mental? —La respuesta de Ainsley silencia la habitación.
—Solo una —le digo—. Fue el día que tu papá vino a visitarme.
—¡Qué diablos, perra estúpida!
Ainsley me lanza su bandeja. La esquivo y su ensalada sale volando de su
plato y cae al suelo. Jaz y yo tomamos la señal para salir corriendo entre una
erupción de ruido y clics de cámaras. Salimos corriendo de allí, casi mareadas de
risa.
—Eso fue divertido —dice Jaz cuando nos detenemos cerca de nuestros
casilleros—. ¿Lo hacemos mañana de nuevo?
Aún me estoy riendo.
—Creo que quería pegarme.
—¿Me odiarías si dijera que habría sido divertido?
Me encojo de hombros. Nunca había estado en una pelea. Fenn solía hablar
de ellas en Sandover, y siempre me hizo sentir curiosidad por saber qué se siente
al lanzar un puñetazo.
Como si supiera que estoy pensando en él, mi bolsillo vibra. Ha estado
enviando mensajes todo el día, como de costumbre.
—¿Qué es esa cara? —pregunta Jaz.
—Nada.
—¿Quién sigue enviándote mensajes? ¿Aún ese tipo?
—Sí.
—¿Y ya lo has superado?
—Ya lo superé.

138
Cuando llego a la sexta clase, la hermana me envía con un pase a la oficina
de la directora incluso antes de que me haya sentado. Unos minutos más tarde,
estoy mirando a los ojos severos de la Madre Reverenda, quien señala con un dedo
huesudo y dice:
—Señorita Tresscott, siéntese.
Su austera oficina sombría ofrece dos sillas de metal industrial que parecen
sacadas del contenedor de basura de una prisión. Su escritorio es una fuerza
opresiva en la habitación, como si estuviera tallado en un único tronco macizo de
una secuoya antigua. En el espacio poco iluminado, las arrugas profundas de su
pálido rostro endurecido juegan con las sombras.
Tomo asiento en una de las incómodas sillas para visitas, y observo cómo
ella se acomoda detrás de su escritorio.
—Me siento negligente por no haber hablado antes contigo —comienza sin
pretender ser amistosa. La Madre Reverenda es una presencia intimidante, y le
gusta que sea así—. ¿Cómo sientes que te estás adaptando a St. Vincent's?
Debería tenerle terror, así que no sé por qué esa pregunta me resulta
graciosa.
Sí, bien, madre reverenda. Después de dos meses esquivando el acoso casi
constante, finalmente hice una amiga. Pero me lo guardo para mí.
—Bien —digo en su lugar.
—¿Estás segura? Pensé que ese también era el caso, ya que ninguno de tus
profesores mencionó que estuvieras teniendo problemas. Pero hay cierta
preocupación entre las hermanas de que estés empezando a presentar una
interrupción en clase.
—Extraño. Porque hasta hace una semana, no estoy segura de haber dicho
más de diez palabras seguidas desde que comenzó el semestre.
Es muy amable de su parte atribuirme el problema a mí cuando Ainsley y
sus seguidoras han sido las instigadoras de cada interacción. Aparte de arrojarme
por la ventana, ¿cómo se suponía que iba a evitarlo?
—La hermana Katherine me informó de un intercambio entre tú y otras dos
estudiantes en clase la semana pasada. Y me dijeron que hoy hubo un altercado en
la cafetería. Evidentemente, en ambos casos hubo algún lenguaje perturbador
involucrado.
Por el amor de Dios. 139
—Bueno, para que conste —digo con calma—, Ainsley fue la que gritó
insultos.
No recuerdo si la llamé imbécil en voz alta o si eso solo fue algo que pasó
en mi cabeza, así que me lo guardo para mí.
—Señorita Tresscott, tal vez tenga la impresión de que las mujeres devotas
son algo delicado, pero te aseguro, que las mujeres aquí no son frágiles. Y no
toleramos la desobediencia. Si tus arrebatos continúan, te encontrarás nuevamente
frente a mí. Eso no es algo que debas esperar.
Doy una risa sarcástica.
—Entonces Ainsley seguirá siendo una matona atroz, y se supone que yo
debo callarme y aceptarlo, ¿verdad? ¿Así es como va esto?
—Si no quieres que llame a tu padre —dice rotundamente la Madre
Reverenda—, te sugiero que te tomes en serio nuestra conversación y regreses a
clase.
Vuelvo a clase, donde me quedo callada durante el resto de la hora,
preguntándome cómo es posible que el acosador se vaya impune mientras su
víctima es reprendida por finalmente mostrar agallas. Después de que suena la
campana, me dirijo a mi casillero, donde Sloane está encima de mí antes de que
tenga la oportunidad de cambiar mis libros para el sexto período. Saltando como
un guepardo, y clavándome los dientes en el tobillo.
—¿Te enviaron a la oficina? —exige con ese tono tenso de frustración que
heredó de papá—. Acabo de escuchar a algunas chicas susurrando de eso en sus
casilleros.
—¿Y?
—¿Y? Case, ¿qué diablos?
Cierro mi casillero de golpe y me alejo, solo para que ella me persiga.
—¿Te mataría pasar algo de tiempo en tu propia vida en lugar de dejarte
llevar por la mía? —pregunto con un suspiro irritado.
Sus ojos fulguran.
—Está bien, ¿sabes qué? Has sido una maldita mocosa últimamente, y estoy
harta de eso. ¿Cuál es tu problema? 140
—Dios mío, Sloane. No eres mamá, y no necesito una guardiana. Estoy
bien. Además, no es necesario que me esperes hoy después de la escuela. Jazmine
me llevará a casa.
Antes de que pueda detenerme, entro en mi salón de clases y le cierro la
puerta en la cara.
Ya no puedo ser responsable del complejo salvador de Sloane. Si quiere
martirizarse en la lápida de nuestra madre, es su problema. Puede dejarme fuera de
esto a partir de ahora. Quizás en algún momento necesité apoyarme en ella, pero
se ha vuelto asfixiante. Por no hablar de agotador, arrastrando su culpa sobre mi
espalda. Todo el mundo sigue diciéndome que tengo que superar lo que pasó, pero
luego no me dejan sanar. Se ha convertido en parte de ellos, como si necesitaran
que siguiera enferma para felicitarse ser tan desinteresados y solidarios. Si me
niego a ser su carga, ¿de qué tendrán que quejarse?
Al final del día, encuentro a Jaz esperándome afuera en las escaleras de
entrada, dibujando en su cuaderno de bocetos. Me dejo caer a su lado y le informo
de mi encuentro con la Madre Reverenda.
—Además, ¿has visto su oficina? —pregunto, temblando.
Jaz sonríe.
—Una o dos veces.
—Es aterrador. ¿Qué hay de ese gabinete extraño?
—Sabes que tiene como un altar para algún semidiós antiguo allí.
—¿Cierto? No sé por qué me da vibras serias de American Horror Story. Y
no puedo evitar pensar que debajo de esa túnica luce unos tatuajes muy jodidos.
—La portada perfecta —dice Jaz solemnemente.
—Oye, ¿quieres hacer algo este fin de semana? —pregunto, un poco
vacilante. Ha pasado un tiempo desde que tuve un amigo con quien pasar el rato
que no fuera Fenn, y estoy un poco nerviosa de que pueda estar adelantándome—
. Mi hermana está siendo un dolor de cabeza, y no puedo pasar otro fin de semana
encerrada en casa con ella acosándome.
—Sí, está bien. Me apunto.
Mientras hablamos, noto que un auto muy llamativo se detiene en el bucle
donde los padres y la ayuda contratada esperan a los estudiantes. Es un Porsche
plateado, elegante y asquerosamente caro. La luz del sol brilla en las gafas de sol 141
características de Lawson Kent cuando sale y se inclina contra el lado del pasajero.
Entonces, noto que una Ainsley sonriente salta desde el escalón superior
donde había estado esperando. Sonriendo, comienza a caminar hacia él.
Me da una idea terrible.
—¿Lo conoces? —pregunta Jaz, admirando la alta figura musculosa de
Lawson.
—Me tengo que ir. Te escribiré un mensaje.
—¿Qué…?
Ya me fui. Tengo que correr para ganarle allí, pero lo logro y corro hacia
Lawson justo cuando Ainsley está a poca distancia. Sin perder el ritmo, levanto la
mano y le paso los brazos por encima de los hombros.
—Hola, bomboncito —lo saludo.
Ignorando su expresión desconcertada, le doy un beso.
Con lengua.
—¿Qué estás haciendo? —susurra cuando nuestros labios se separan, esos
ojos gris claro brillando con intriga.
—¿Te quejas? —le susurro en respuesta, luego muerdo su labio inferior.
Lawson se ríe.
—Nunca.
—Bien. —Me aparto con una sonrisa traviesa—. Ahora, ¿qué tal si me
llevas?

142
21
Lawson
Casey Tresscott es una belleza bíblica. El fruto prohibido. La hermanita.
Probar es entregar el alma al tormento y la condenación eterna.
He sido testigo de la devastación total que le ha causado al pobre y querido
Fenn, y no envidio su angustia. Aunque todavía no estoy seguro de qué hizo para
merecer ser desterrado del favor de las hermanas Tresscott. Todo el mundo está tan
callado últimamente, lo que significa que dejan mi mente para llenar los espacios
en blanco.
Y todo lo que se me ocurre se inclina hacia lo depravado.
—Pequeña, creo que estás perdida. —Miro a Casey en el asiento del
pasajero mientras baja la ventanilla, dejando que el aire fresco del otoño barre su
cabello dorado alrededor de su cara como una conflagración salvaje—. Sabes que
Sloane me mataría por esto.
—Entonces, no se lo digas.
Oh-oh. He visto esa mirada antes. Es una chica decidida a verter queroseno
sobre la ciudad y prenderle fuego. El uniforme de colegiala solo aumenta el aura 143
rebelde que emite.
Mi mirada desciende hasta sus piernas desnudas, bronceadas y bien
formadas. El dobladillo de su falda se sube un poco, dejando ver un poco del
muslo.
No debería estar mirándola, lo sé. Pero la fruta prohibida es apetecible a la
vista. Apuesto a que también sabe muy bien.
Pero nunca iría allí.
Creo.
Si no estuviera sobrio, quién sabe. Por fortuna, hoy no me he permitido
ningún favor, así que tengo la cabeza despejada y estoy bastante seguro de que
puedo confiar en mí mismo para no romper el código de hermanos y robarle a la
chica a Fenn, ex o no. Probablemente no la habría dejado subir al auto de otra
manera.
Está bien, eso es mentira. Sobrio o intoxicado, sentí curiosidad al momento
en que dijo: qué tal si me llevas.
—¿Y por qué esta pequeña excursión al lado salvaje? —pregunto con una
sonrisa.
—Haces muchas preguntas…
—Llámame curioso.
Ciertamente me han besado con menos explicaciones, pero rara vez por
alguien tan enfáticamente fuera de los límites como Casey. Lo cual, no es de
ninguna manera una queja. Me vendría bien una alteración del status quo, y me
muero por ver adónde va esto, incluso si tengo la sensación de conocer el motivo
de su repentino giro rebelde.
—No estaríamos intentando infligir algún daño existencial a Fenn, ¿verdad?
—Agito las cejas—. Sabes que nos vas a meter en problemas.
Casey muestra un momento de vacilación antes de volver a armarse de
valor.
—¿Te importaría? —Me mira con ojos juguetones—. Te encantan los
problemas.
—Culpable.
Cruzo la intersección en lugar de girar a la izquierda hacia la carretera que 144
nos llevaría de regreso a Sandover. Casey se da cuenta, pero no expresa ninguna
objeción. Después de todo, se subió a este auto. Y planeo hacer que el viaje valga
la pena para ella. Además, seguramente se generará confusión cuando se note su
ausencia.
No puedo esperar a ver las consecuencias.
—De todos modos, esto no se trata de Fenn. —Su voz se vuelve amarga con
su nombre en la boca.
—Entonces, ilumíname. ¿A quién le estamos dando celos?
—¿Celos? Nadie. La pregunta que deberías hacer es: ¿a quién estamos
cabreando?
Una sonrisa de aprobación se extiende por mi cara.
—Esto ya me gusta. Casey, ¿a quién estamos cabreando?
—Ainsley Fisck. —Me lanza una mirada de reojo—. No puedo verlos a los
dos paseando en los mismos círculos. ¿Cómo es que la conoces?
—No puedo decir que sí. Me dio su número en el bar.
—¿Y en serio hiciste planes con ella?
No había un plan, en sí. Ainsley había sido inflexible en el mensaje de texto
diciendo que hoy haría como si la recogiera de la escuela, y seguramente podría
conseguir un momento sexy en el auto. Por supuesto, acepté, en parte porque no
puedo eludir un desafío, pero sobre todo porque he estado aburrido desde que los
Goodwyn huyeron de Sandover. Además, he hecho cosas peores que robar un auto
para echar un polvo.
—«Planes» es una forma generosa de expresarlo —respondo. Cambio de
marcha y acelero un poco, luego miro al asiento del pasajero—. ¿Es amiga tuya?
—Tengo la intención de destruirla.
No hay ningún indicio de hipérbole allí. Su mandíbula está apretada en tanto
dirige su atención hacia la carretera.
Interesante. En una manada de leones, Casey es una paloma. Delicadas
como vienen. Pero parece que ha encontrado sus garras.
—Suena divertido —le informo.
Responde con una risa, lo que provoca una gran cantidad de risitas a medida
que me informa:
—Tu teléfono está explotando. Apuesto a que es Ainsley. ¿Puedo ver?
145
—A por ello.
Saca mi teléfono de la consola central. Miro a tiempo para ver el brillo del
triunfo iluminar sus ojos azules.
—¿Ainsley? —confirmo.
—Ah, sí. Está perdiendo la cabeza. Mira, escucha. —Casey adopta un tono
agudo e indignado—. ¡Lawson, qué carajo! ¡QUÉ CARAJO FUE ESO! —Usa su
voz habitual para agregar—: Por cierto, eso segundo estaba todo en mayúsculas.
—Por supuesto.
—¡Será mejor que tengas una buena explicación para esto! Dios mío,
Lawson. ¡Contéstame, imbécil!
Me rio disimuladamente.
—¿Puedo responderle? ¿Por favor?
Incluso si quisiera decir que no, lo cual nunca haría, porque esa palabra no
existe en mi vocabulario, el rostro esperanzado de Casey es imposible de resistir.
—Hazlo —digo amablemente.
Se ríe para sí misma mientras escribe.
—Enviado —declara, y me giro para encontrarla sonriéndome.
—¿Qué escribiste?
—No te preocupes, no fui demasiado mala. Aquí vamos. Ejem. —Se aclara
la garganta como si estuviera a punto de recitar un discurso frente a un auditorio
abarrotado—: «Sí, lo siento, nena. Casey y yo nos conocemos desde hace mucho
tiempo. En su lugar, decidí ponerme al día con ella». —Deja el teléfono—. Eso la
pondrá furiosa.
—Buen toque con el nena.
—Ya me lo imaginaba.
A solo diez minutos de St. Vincent’s, la civilización da paso a bosques
espesos de color ámbar, y las crestas abruptas de la cordillera de los Apalaches.
Casey apoya sus pies y se agarra del apoyabrazos cuando acelero en las curvas de 146
la carretera sinuosa de montaña que mira hacia el río. Luego, cuando las curvas se
vuelven fáciles y serpentean en línea recta, arrastra los dedos sobre el asiento
lujoso de cuero, admirando el interior lujoso.
—¿De quién es este auto? —pregunta—. Nunca lo había visto.
—Es un préstamo.
Estaba saliendo del comedor después del almuerzo cuando Ainsley ideó este
plan y me informó de sus preferencias vehiculares. Francamente, sonaba como un
dolor de cabeza y más apretado que una prensa para valer la pena, hasta que pasé
junto a un Porsche Boxster en el estacionamiento del dormitorio para personas
mayores. ¿Qué puedo decir? El pequeño y tentador vehículo me habló.
Su mirada se estrecha.
—¿Por qué creo que eso significa robado?
—¿Quieres bajarte?—Inclino mi cabeza en señal de desafío.
Si tiene dudas, será mejor que se vaya corriendo a casa antes de que
oscurezca. Los depredadores salen por la noche.
—No —responde—. A mí también me gustan los problemas.
Ya veremos. Si bien estoy feliz de entretener sus coqueteos vengativos, no
tengo ninguna obligación de proteger a Casey de sus decisiones. No soy el
guardián de nadie. Las personas son responsables de tomar sus propias decisiones
y de afrontar las consecuencias de ellas.

147
22
RJ
Es el día de los impuestos, y soy el maldito IRS. Ya era suficiente mal
cuando había imbéciles parándome en el pasillo para preguntarme de la reventa de
entradas para los Celtics o carreras ilegales para obtener notas de permiso de
ausencia. Ahora no puedo cenar sin que un chico que nunca he conocido me salude
con la cabeza mientras deja caer un sobre blanco en mi mochila parcialmente
abierta que está en el suelo.
—¿Ves esta mierda? —le digo a Fenn, que está mordiendo de mala gana su
pastel de pollo.
Hace un gesto por encima de mi hombro.
—Aquí viene otro.
—Ha sido así todo el día.
Esta vez, un tipo de nuestro piso se acerca sigilosamente y me golpea la
mano con un fajo de billetes como si estuviéramos haciendo un negocio de drogas.
Por lo que sé, acabamos de hacerlo.
—Quiero decir, maldita sea, ¿de dónde viene todo esto? —me quejo.
148
Fenn baja la cabeza, y reanuda su polémica batalla con la comida.
—Probablemente sea mejor no hacer ese tipo de preguntas.
—¿Pero estoy autorizando asesinatos? ¿Tráfico de armas? Esto parece una
mierda de la mafia.
—Probablemente no —dice encogiéndose de hombros poco convincente—
. Por otra parte, no me extrañaría de este lugar.
No son solo los sobres que meten debajo de nuestra puerta y meten en mi
casillero del gimnasio. Mi teléfono ha estado explotando todo el día con
Notificaciones de Venmo y PayPal. Grandes sumas de dinero anónimo ingresan en
mis cuentas para quién sabe qué tipo de actividades ilícitas.
—En serio, me estoy volviendo paranoico —le digo.
Silas pone los ojos en blanco. No ha dicho mucho desde que se sentó junto
a Fenn y comenzó a cenar, mientras tecleaba en su teléfono.
—He visto Goodfellas —digo, observando cómo un antiguo acólito de
Duke me mira desde el otro lado de la habitación—. Así es como se ve justo antes
de que los federales me allanaran.
Fenn suspira. Ha progresado en los últimos días, si terminar una comida con
tristeza puede considerarse progreso. Pero sigue deprimido la mayor parte del
tiempo. Enfurruñado por la pérdida de Casey, y cualquier agitación interna que lo
tenga protegiendo sus secretos como si fueran códigos de lanzamiento nuclear. Sin
embargo, en ocasiones se las arregla para mantener una conversación de algo que
no es una o ambas hermanas Tresscott.
El amigo de Duke avanza hacia nosotros. Fenn lo conoce del fútbol, pero
nunca he hablado con él. Atravesando las mesas, mete la mano en el bolsillo
interior de su chaqueta. También he visto esta parte de la película. En lo alto en
mayo. Derribado en junio.
—Todo lo que hice fue recibir algunos golpes de Duke —le recuerdo a
Fenn—. La gente ha matado por menos.
—Estás siendo dramático.
Aun así, una parte de mí se estremece cuando el tipo se acerca y saca la
mano del bolsillo. Pero no blande un arma; más bien, saca un rollo de billetes con
una banda elástica alrededor, y lo desliza silenciosamente sobre la mesa hacia mí.
—El próximo viernes por la noche —dice el tipo con un gesto cauteloso en
149
él—. Tendré una pequeña partida de póquer con tu permiso, por supuesto. Eres
bienvenido a venir.
—¿Qué carajo me importa? —Aparto el dinero—. Dile a la gente que deje
de pedir mierdas. Hagan lo que quieran.
Desconcertado, como si el loco fuera yo, se marcha con el ceño fruncido y
deja el fajo atrás.
—¿Ves? —Frunzo el ceño ante la espalda del chico que se aleja—. Es como
hablar con una pared de ladrillo.
—Creen que es una prueba —dice Fenn—. Están confundidos.
—Dime cómo mierda explico un cajón de calcetines lleno de fajos de
billetes de cien dólares cuando el FBI derribe nuestra puerta. —Arrojo el dinero
rápidamente en mi bolso mensajero, lo cierro y lo pateo debajo de la mesa—. De
hecho, ¿cómo los desprogramo? Esta mierda ya no tiene gracia.
—Ojalá tuviera tus problemas —murmura Silas para sí mismo.
Eso no es todo lo mío que desea.
Fenn deja el tenedor y toma un sorbo de agua.
—Fue tu brillante idea luchar contra Duke. Ésta es la consecuencia.
—¿De cuántas maneras tengo que decirles que ahora son libres? No quiero
sus malditos sobornos.
—Apareciste hace un par de meses, y pensaste que cambiarías todo el orden
mundial de las cosas —dice Fenn, sonando frustrado—. Pero, hombre, es como
una intervención estadounidense en Medio Oriente. Son miles de años de cultura
que no se desharán de la noche a la mañana. No en nuestra vida.
—No bajo mi supervisión.
Me subo a mi silla.
—¿Qué carajo estás haciendo? —gime—. Siéntate, idiota.
—Su atención, por favor —anuncio al comedor, que se sumió en un silencio
sorprendente, como si Dios mismo hubiera hablado—. Parece que hay algún
malentendido. Algunos de ustedes no han recibido el memorándum.
—En serio, amigo —insiste Fenn—. Cierra la puta boca. 150
—El viejo régimen está muerto —les digo a mis compañeros de clase—.
Declaro esta tierra una anarquía benevolente. Aquí no hay líderes.
Me miran fijamente en silencio por un momento. Expresiones en blanco.
Entonces, se abren las puertas del comedor.
—Señor Shaw. —El señor Colson, miembro de la facultad de ciencias,
frunce el ceño y señala el suelo con el dedo—. Baje de allí.
Tomo asiento, y la normalidad se reanuda inmediatamente a medida que la
sala se llena de conversaciones.
—¿Ya estás feliz? —dice Fenn, sacudiendo la cabeza—. Todo lo que eso
hizo fue convencerlos de que estás loco.
Estoy llegando allí.
Duke está sentado con su lacayo Carter en el rincón más alejado. Ambos me
están mirando, la expresión de Carter es asesina mientras que la de Duke es una
mezcla de molestia y resignación. Sé que le vuelve loco que haya perdido su estatus
de líder en Sandover, pero el hecho de que haya podido vaciar su cuenta bancaria
tan fácilmente ahora lo mantiene resignado a aceptar ese destino.
Casi me arrepiento ahora. Sí, vencerlo en la pelea y usar la amenaza de
robarle nuevamente logró que Duke ya no me enfrentara en los pasillos con
amenazas vagas y golpeándose el pecho. Pero extraño los días en que todos los
chicos de la escuela no me molestaban a diario, pidiéndome permiso para
masturbarse.
Aparto la mirada de Duke, y trato de concentrarme en lo que dice Fenn.
—No les gusta el cambio. Están de mal humor y necesitan ser gobernados.
Crees que quieres la anarquía, pero no estoy seguro de que entiendas cómo se ve
eso en estas condiciones.
—El Señor de las Moscas sería preferible a esto —murmuro.
Silas levanta la vista de su teléfono y se burla de mí.
—Ah, vete a la mierda con este acto.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunto con cautela.
Silas ha mantenido la mayor parte de las distancias desde lo que pasó con
Sloane. Me ha estado dando la espalda en la práctica, contento con murmurar 151
comentarios sarcásticos en voz baja. Supongo que hoy se siente audaz.
—Tu única queja se reduce a estar enojado por recibir montones de dinero
en efectivo que no has hecho prácticamente nada para ganar —responde Silas—.
No te gusta el arreglo, está bien. Pero ahórranos las tonterías insinceras.
—¿No soy sincero? —Está poniendo a prueba mi último valor—. Mira, he
dejado pasar algunas mierdas porque respeto el juego, pero tuviste tu oportunidad
con Sloane y perdiste. Ahora estoy con ella y eso no va a cambiar, así que puedes
acostumbrarte o irte a la mierda.
—RJ, vamos —dice Fenn. Siempre el diplomático.
Silas parece que podría hacer algunos comentarios de despedida, pero luego
lo piensa mejor. En cambio, toma su bandeja y se va.
Fenn ladea la cabeza hacia mí.
—¿Era necesario?
—Sí. Lo era. —Vuelvo a agarrar el tenedor—. No voy a fingir que estoy
destrozado por esto. Y tú tampoco deberías hacerlo.
—Es mi amigo —dice encogiéndose de hombros.
—¿Tu amigo? —repito, resoplando—. Entonces probablemente deberías
saberlo: tu amigo fue quien me envió al bosque a buscarte a ti y a Sloane ese día.
Él te tendió una trampa.
Hasta ahora me había mostrado reacio a decírselo a Fenn. Gracias a su
momento de celos, Silas ya perdió cualquier posibilidad de reparar una amistad
con Sloane. Supuse que el castigo ya se ajustaba al crimen, lo que significaba que
no había necesidad de incluir su amistad con Fenn. Pero si él no está contento con
aceptar su derrota, no voy a proteger su reputación.

152
23
Casey
—Nunca había estado de este lado. Bien al norte del lago, a través de
estrechos pasos de montaña y sinuosas carreteras comarcales. A Sloane nunca le
gustaron los viajes por carretera y, bueno, desde el accidente, no he conducido
mucho.
—Estás desarrollando el gusto por ello.
Lawson suena divertido mientras me ve sacar una mano por la ventana
abierta para sentir el viento viajar entre mis dedos. El Porsche corre a una velocidad
cada vez mayor entre casas de campo, que vislumbramos brevemente a través de
los árboles.
—Tal vez un poco —admito.
Entrecierra los ojos.
—Casey, nunca dejes que nadie te avergüence de vivir.
No tengo ninguna buena razón para confiar en Lawson Kent. Su nefasta
reputación lo precede en esta vida y en la próxima. Si al menos la mitad de lo que
la gente dice es cierto, es un borracho, drogadicto, mujeriego y, en general, carece
153
de cualquier centro moral discernible. Pero es libre. Completamente libre y
despreocupado. Nadie le dice a Lawson qué hacer y no se arrepiente de nada, no
está en deuda con nadie.
En este momento, solo quiero seguir su ejemplo, porque hay una especie de
libertad al abrazar nuestro yo más primitivo. Podemos ser borrados de este planeta
en cualquier momento, así que ¿por qué no disfrutar?
—¿Puedo intentarlo?
Me mira.
—¿Quieres conducir?
—Sin vergüenza, ¿verdad?
Su sonrisa de respuesta es casi orgullosa.
—Exactamente.
Nos detenemos en un mirador panorámico con el sol cayendo rápidamente
hacia el horizonte ondulado. Bajamos del descapotable y nos situamos junto a la
barandilla de madera. En el fondo de mi mente, sé que Sloane ya se está
preguntando qué me pasó. Debería haber llegado a casa hace más de dos horas.
—¿Alguna vez pensaste que cuando nadie sabe dónde estás, es como si
hubieras salido del tiempo? —me pregunto en voz alta.
Podríamos desaparecer. Seguir conduciendo en la dirección equivocada y
perdernos. Mantenernos perdidos. Convertirnos en otra persona. Inventar una
realidad nueva y eliminarnos de una existencia que siempre se sintió inevitable.
—Todos los días —responde, mirando cómo el cielo se vuelve violeta y
rosa—. Es como si, en algún lugar, cada versión posible de nosotros estuviera
tomando todas las decisiones imaginables. —Se ríe—. Infligiendo infinitas
variaciones nuevas de nosotros en el universo. Maldición, te hace pensar, ¿qué
importa si tomo otra copa o vuelo a Tailandia?
—O robar un auto y salir a pasear.
—O eso. —Se pasa los dedos por su cabello castaño claro, que llega casi
hasta los hombros, alejándolo de la frente.
Nunca había tomado en serio a Lawson, así que supongo que nunca me di
cuenta de lo atractivo que es. O cómo su sarcasmo habitual y grosería oscurecen
la sinceridad en sus ojos cuando no intenta convencerte de su intenso deseo de 154
estar solo perpetuamente. Conozco ese instinto.
—Sabes, en general, estoy empezando a pensar que tal vez no seas un chico
tan malo —bromeo.
—Cuidado —dice y me arroja las llaves del Porsche mal adquirido—. No
puedo permitir que difundas mentiras tan peligrosas.
A medida que me aclimato al asiento del conductor, Lawson se abrocha el
cinturón.
—¿Supongo que estás familiarizada con la palanca de cambios?
—¿Qué?
—¿Has hecho esto antes?
—Ah, sí. Bueno, una o dos veces.
Sacude la cabeza con una risa genuina.
—No hay mejor manera de aprender.
Sorprendiéndonos a ambos, pongo la marcha y vuelvo a la carretera. Por
fortuna, el tráfico es casi inexistente.
—Como andar en bicicleta —digo cuando las marchas protestan ante mi
cambio decidido.
Él resopla.
Se necesitan algunos kilómetros, pero lo domino y esas lecciones de mi tía
durante las vacaciones de verano vuelven a mí rápidamente. Sin embargo, su vieja
camioneta Chevy era un poco menos valiosa en cuanto al embrague de ésta.
—Oye, ¿tienes hambre? —Veo un letrero de una antigua lechería y tienda
de conveniencia calle arriba que hace helado con sus propias vacas lecheras en el
pasto de atrás—. Tienen servicio para llevar.
—Mierda, eso es adorable.
—¿Qué?
—Estaba pensando en un bar, pero claro, un helado suena bien.
Terminamos en el centro de un lindo pueblecito. Del tipo que tiene luces
colgadas sobre la calle entre farolas y cafés en las aceras abiertos para cenar.
Después de tomar nuestro helado, decidimos dar un paseo por los escaparates de
los locales familiares conservados como una cápsula del tiempo de la sociedad 155
anterior al Internet.
Llegamos a un parque pequeño en medio del pueblo con una mesa de picnic.
Subo y tomo asiento, lamiendo un pegote de caramelo antes de que resbale del
costado del cono. Está empezando a hacer demasiado frío afuera para tomar
helado, pero el mío se está derritiendo rápidamente a pesar de la temperatura del
aire refrescante. Debí haberlo pedido en una taza como lo hizo Lawson.
—Ah, debí haber mencionado esto antes, pero no puedo quedarme fuera
obscenamente tarde —le advierto a Lawson, quien salta para sentarse a mi lado y
se lleva la cuchara a los labios—. Tengo que llegar a casa y alimentar a mi conejito.
Hace una pausa a media lamida, mirándome lentamente.
—Ah. Bueno. Está bien, necesitas trabajar en tu charla sucia. Pero puedo
trabajar con esto. —Ahora se está mordiendo el labio, al parecer para evitar
reírse—. ¿Cómo alimentas al conejito? ¿Tienes un vibrador? ¿O solo tus dedos?
Casi se me cae el cono.
—Oh, Dios. No. Lo digo en sentido literal. Tengo un conejito de verdad que
alimentar.
Su frente se arruga.
—Entonces, ¿no estamos hablando de tu coño?
—No. —Mis mejillas están ardiendo.
Comienza a reír después de un momento. Profundo y genuino.
—Jesucristo.
—¿Qué?
—Eres tan jodidamente pura que me siento sucio simplemente sentado aquí
a tu lado. ¿Tienes un conejo como mascota?
—¿Algo así? —Le informo sobre el rescate del conejo de la otra noche.
Mientras tanto, me observa fascinado, como si hubiera entrado en un pueblo
remoto en algún lugar del Amazonas y hubiera descubierto una especie nueva.
Tengo la sensación de que, en realidad, no puede identificarse conmigo.
Lo confirma cuando dice:
—Casey, ¿quién carajo eres?
156
—¿Qué? —digo a la defensiva.
Parece un poco nervioso, con otro surco hundiéndose en su frente.
—Luchaste contra un grupo de zorros…
—No los enfrenté…
—… para rescatar a un conejo huérfano, y ahora literalmente estás
alimentando a esa maldita cosa como si fueras Blancanieves. La gente como tú
existe en las películas animadas, no en la vida real.
—Suenas como Fenn. —Odio incluso mencionarlo, pero se me escapa antes
de que pueda detenerme.
Eso hace que Lawson resople.
—Fenn y yo no nos parecemos en nada. Él es el príncipe de Disney para tu
princesa de Disney. El tipo piensa que es todo oscuro y torturado, pero es el tipo
de tormento superficial que encuentras en las telenovelas para adolescentes. No
aguantaría ni un día en la misma casa que mi padre.
No me pierdo la amargura que tiñe su tono. Sloane me dijo una vez que el
padre de Lawson es una especie de supervillano, pero no había ofrecido ningún
detalle.
—¿Y cómo te atormenta tu padre? —pregunto con curiosidad.
Lawson se queda inusualmente callado y me arrepiento de haberlo
preguntado; de repente comprendo que podría estar yendo más allá del territorio
de demasiada información. Por lo que sé, ha estado lidiando con abuso doméstico
o algo peor. Y yo, prácticamente una desconocida para él, soy la última persona en
la que probablemente quiera confiar.
—Está bien —digo, extendiendo la mano para tocar su rodilla—. No
respondas eso.
Su mirada baja a mi mano. Me da una mirada extraña, pero no aparta mi
mano.
—Sí, lo dejaremos para otro momento —dice encogiéndose de hombros con
desdén—. Cuéntame más de tu conejito. —Me guiña un ojo—. ¿Cómo funciona
la lactancia materna? ¿Lo haces eructar después? 157
Muerdo un trozo de mi cono de wafle, sin inmutarme.
—Uso una jeringa. Y no es necesario eructar. Pero tengo que frotarle el
botoncito con una bolita de algodón después de darle de comer para que vaya al
baño.
—¿Su botoncito? —repite sin comprender, y luego, cuando nota mis
mejillas enrojecidas, aprieta los labios en una risa silenciosa—. Ah. Ya veo.
—Básicamente, sigo frotándolo hasta que termina y…
Aúlla, doblándose a carcajadas.
—Maldición, tienes que parar. Por favor.
Ahora también me rio. Suena loco y horriblemente sexual tal como lo
expresé. Pero me alegro de haber conseguido volver a aligerar el ambiente.
Después de que nos calmamos, me mira con una sonrisa torcida.
—Creo que estoy enamorado de ti.
Pongo los ojos en blanco.
—Cierra la boca.
—Tan pura —dice de nuevo, más para sí mismo que para mí.
—No soy pura —argumento.
—Lo eres —corrige—. Lo que significa que… probablemente necesites
pensar en lo que vas a hacer mañana.
—¿En qué?
—En el control de daños con tus amiguitas. Debí haberte avisado antes,
pero que te vean paseando por las calles con alguien de mi mala reputación tiene
sus consecuencias sociales.
—Como, ¿qué? ¿Todos pensarán que lo hicimos?
—«Lo hicimos», dice, como si estuviéramos en una comedia familiar.
—¿Ahora hay algo mal en mi forma de hablar?
—No. —Lame el helado de su cuchara como si intentara coquetear con él—
. No si estás en Disney Channel.
—Si esta es tu patética estratagema para que no me gustes, no funcionará.
—Si lo intentara, ya estarías corriendo.
158
—Ja. Entonces, haz tu mejor esfuerzo. Sorpréndeme con tu depravación.
—Está bien. Este semestre me follé a un par de profesores casados. Jack y
Gwen Goodwyn.
—Ah. —No estoy segura de lo que esperaba que dijera, pero no fue eso—.
¿Como un trío?
—Ojalá. Fue uno a la vez. Pero al mismo tiempo. —Suspira con tristeza—
. Ambos dimitieron, lamentablemente. Ha sido bastante aburrido desde que se
fueron.
Ahogo una risa.
—Claro, sí. Puedo ver cómo sería.
Me mira casi con simpatía mientras toma su doble bola de helado de cereza.
—¿Te he escandalizado irreparablemente?
—No. —Estoy sorprendida, seguro. Pero apenas aferrándome a mis perlas
proverbiales—. Supongo que, ¿no estaba segura de que eras bisexual?
Se encoge de hombros.
—Las etiquetas son… limitantes. Las odio. No me considero bisexual, gay
o heterosexual. Disfruto del sexo y me atraen las personas, a veces en fusiones
borrosas.
—Sabes, cuando lo dices de esa manera suena extrañamente razonable.
—Creo que sí.
No puedo negar que Lawson tiende a provocar las reacciones negativas que
recibe de la gente. Se esfuerza por ponerlos nerviosos. Sloane no es tan diferente,
incluso si sus métodos lo son. Sin embargo, al igual que mi hermana, creo que
Lawson, en última instancia, quiere que lo comprendan. Con RJ, ella luchó muy
duro para asustarlo porque le gustaba mucho. Sabía que cuando decidió abrirle su
corazón, él se lo habría ganado. Lawson es manipulador y tiene una forma
desastrosa de tratar a las personas, que en la mayoría de los casos resulta
contraproducente. Aun así, hay un sentido roto de lógica en ello.
—Dime algo —dice—. Tú y Fenn se separaron, ¿cierto?
Mi guardia se dispara inmediatamente. 159
—Cierto.
—¿Por qué?
—¿A qué te refieres con por qué?
Sonríe.
—Quiero decir por qué. ¿Cuál fue el motivo de la ruptura repentina? Nadie
habla.
No se equivoca. Solo cuatro personas en el mundo saben lo que hizo Fenn
esa noche. Cuatro que han mantenido este secreto entre nosotros. Y aunque Sloane
afirma estar furiosa con Fenn, ni una sola vez sentí que ella o RJ me respaldaran
en esto. La lealtad de RJ es hacia su hermanastro. Sloane dice que me es leal, pero
sigue hablando con Fenn, dándole detalles de mi vida escolar y cuántas jodidas
detenciones recibo. ¿Cómo es eso ponerse de mi lado?
Entonces, cuando Lawson pregunta, decido ser honesta en lugar de esquivar
o mentir. Porque tal vez espero que él sea la única persona lo suficientemente
egoísta como para no ponerse de su lado.
—¿Qué recuerdas del baile de graduación? —le pregunto.
Es comprensible que se sorprenda cuando frunce el ceño ante el tema.
—Honestamente, no mucho. Creo que me desmayé.
—Ya somos dos. —Me rio oscuramente—. Pero acabo de descubrir que
Fenn fue quien me sacó del auto.
Lawson me mira parpadeando.
—Cristo, ¿hablas en serio?
—Y está en video.
—Mierda. —Dejando a un lado su taza de helado derretido, se gira para
mirarme por completo—. ¿Estaba en el auto?
—No, y no sabemos quién estaba. Hay alguien más en el vídeo, pero no lo
suficientemente claro como para reconocerlo. Mientras tanto, Fenn se niega a
explicar por qué no dijo ni una palabra sobre nada de esto. Por qué me rescató y
luego simplemente me dejó en el suelo. Inconsciente. Con una herida en la cabeza.
—La ira crece dentro de mí—. ¿Quién hace eso?
—Eso es una mierda —coincide Lawson, y viniendo de él, dice mucho. 160
—¿Cierto? —Sacudo la cabeza—. Así que… sí… puedes imaginar por qué
eso pondría a prueba una relación.
—No jodas. —Sus ojos plateados se centran en mí, buscando mi
expresión—. ¿Lo perdonarás… si te da una explicación que tenga algún sentido?
—No lo sé —admito—. De cualquier manera, nunca lo olvidaré.
Está oscureciendo, así que botamos la basura y regresamos al auto. Lawson
está callado y pensativo, obviamente aun recuperándose de la revelación.
—Lamento dejarte caer todo eso —le digo tímidamente—. En cierto modo,
maté la diversión.
—No, ¿qué? —Se estremece—. Dios, no. Simplemente estoy aquí
contemplando el libertinaje obsceno y depravado que tendré que inventar en
nuestra próxima aventura para superar esto.
Levanto una ceja.
—¿Próxima aventura?
—Podría organizar un robo de arte elaborado si eso es más de tu agrado. En
cualquier caso, hay opciones y se recomiendan los disfraces.
—Eso suena sospechosamente a invitarme a una segunda cita.
—¿Una cita? —Me da una mirada inocente—. Solo estoy proponiendo un
acuerdo tentativo para futuras travesuras amistosas.
—Eso suena bien —digo tímidamente.
A pesar de la inevitable reacción que surgirá si retozo con alguien tan
prolíficamente notorio como Lawson, hoy lo pasé muy bien. Eso vale más para mí
que desinfectarme contra los chismes a estas alturas.
—Oye. —Lo detengo un segundo cuando volvemos al Porsche—. Sé que
probablemente pensaste que estaba loca por la forma en que básicamente te agredí
en la escuela. Y, um, lo siento por eso. Pero podrías haberme dejado de lado o haber
sido un idiota, y aun así no lo fuiste. Y lo pasé bien. Así que, sí. Gracias.
Espero una respuesta inteligente aunque un poco tosca. En cambio, se apoya
contra el auto y se cruza de brazos.
—Casey Tresscott, de todas las personas que conozco, eres la última con la
que me gustaría ser idiota.
—Genial —digo, reprimiendo una sonrisa. Porque esa podría ser una de las 161
cosas más bonitas que alguien me haya dicho jamás. Lo cual es un poco triste si lo
pienso. Así que, no lo hago—. Pero si alguien pregunta, no tenía idea de que el
auto fue robado.
Muestra una sonrisa.
—Es un trato.
—Deberíamos irnos. Ha oscurecido y tengo miedo de ver qué hora es. Estoy
segura de que tiene mejores cosas que hacer.
Solo que él no se mueve, y yo tampoco. Estamos parados aquí en medio de
la nada, sin nombre. Podríamos ser cualquiera. Lawson se acerca unos centímetros,
o tal vez soy yo. Me estremezco ante la fría brisa otoñal porque, por un segundo,
parece que Lawson Kent va a besarme.
Hasta que mis pies saltan completamente del suelo ante el zumbido
sorprendente en mi bolsillo.
—Ah, mierda —siseo, viendo docenas de notificaciones de mensajes de
texto, llamadas perdidas y mensajes de voz parpadeando en la pantalla.
—¿Qué?
—Debimos haber perdido la recepción en algún momento. Acabo de recibir
como un millón de mensajes.
Cada mensaje sucesivo de mi padre y Sloane es más histérico. Y hay al
menos la misma cantidad de Fenn. Sloane debe haberse desesperado para
involucrarlo en la búsqueda. La imagen de papá paseando por la casa, pensando lo
peor, me devuelve a la realidad. Sloane caminando penosamente por el bosque
buscándome.
—Tenemos que regresar —le digo a Lawson—. Lo más rápido posible.

162
24
Casey
—Por más que me encantaría ser un caballero… —Está oscuro cuando
Lawson se detiene junto a la entrada de ladrillo del campus de Sandover—. Te
dejaré aquí en lugar de tu casa.
—Ni siquiera te sientas mal por eso. Si mi padre no hubiera intentado
arrestarte por secuestro, Sloane te rociaría con gasolina y encendería una cerilla —
respondo, desabrochándome el cinturón de seguridad y abriendo la puerta antes de
que se detenga por completo.
—Entonces, aquí es donde te dejo, compañera rebelde.
—Oye, por curiosidad. ¿Qué piensas hacer con el auto?
—Ah, ¿esto? —Desliza sus manos apreciativamente sobre el volante de
cuero—. Probablemente lo deje en un espacio de estacionamiento para
discapacitados en la ciudad. El idiota que lo posee se lo merecía.
Lucho contra una risa.
—Bueno, buena suerte con eso.
163
Agarro mi mochila del suelo del asiento del pasajero, luego salgo del
Porsche y salgo corriendo a toda velocidad por el campus y de regreso a casa.
Me alivia un poco ver que el patio delantero no está lleno de patrullas, pero
todas las luces de la casa están encendidas y la tensión que emana del interior es
palpable a medida que me acerco. Tomo el camino hacia arriba. El recorrido lento,
de modo que pueda recuperar el aliento, pero no hay nada que pueda hacer para
aliviar el sudor que tengo después de esa carrera.
Apago mi teléfono justo antes de entrar.
—Hola, estoy en casa —llamo con lo que espero suene como indiferencia—
. Lo siento, llego tarde.
Antes incluso de cerrar la puerta detrás de mí, papá entra corriendo al
vestíbulo. Sloane salta de la cocina. Están encima de mí y gritan incoherentemente
uno sobre el otro, absolutamente bombardeados por el pánico y la ira.
—¿Dónde has estado toda la noche?
—¿Por qué no contestaste tu teléfono?
—He estado probando durante horas.
—Vaya. ¿Qué está sucediendo? —Finjo sorpresa mientras me quito los
zapatos—. No me di cuenta de que mi teléfono murió.
Sloane resopla.
—Pura mierda. Déjame verlo.
—¿Por qué no volviste a casa con Sloane después de la escuela? —
interviene papá. Su cara está roja y prácticamente palpitante, con arrugas
profundas talladas en su frente.
—Jazmine me preguntó si quería pasar el rato y hacer la tarea juntas. Así
que fuimos a su dormitorio. Estudiamos, vimos un par de películas. Luego me dejó
en casa, y ahora aquí estoy. No estoy segura de cuál es el problema. Se lo dije a
Sloane.
Ambos me pisan los talones cuando voy a la cocina a tomar un vaso de agua
y servir otro. Por lo que parece, empezaron a preparar la cena (verduras picadas y
una olla con agua a hervir), pero debieron haber abortado cuando no aparecí.
—Tonterías —vuelve a decir mi hermana—. Me dijiste que Jazmine te
llevaría a casa, no que ibas a pasar el rato en su dormitorio.
—Oh, Dios. Los planes cambiaron. No necesito tu permiso para hacer 164
amigos.
—Suficiente con esa actitud —espeta papá.
—¿Desde cuándo me interrogan por llegar tarde a cenar? —La ira calienta
mis mejillas. Sloane se escabulle por toda la ciudad mientras papá apenas se da
cuenta. Una vez que llego tarde a casa, y es como una fuga de Alcatraz.
—¡Casey, esto es serio! —grita papá en un decibelio que no había
escuchado en años—. No puedo creer que seas tan desconsiderada e irresponsable.
—¡Tengo diecisiete!
—Eso no significa que puedas hacer lo que quieras.
Algo en su inflexión, o tal vez en toda esta semana, me pone al borde y no
puedo contenerlo.
—Papá, todos los que conozco pueden tener una vida. ¿Qué hay de mí?
¿Cuándo llegaré a ser normal? Ya no soy una niña.
Resopla ante las preguntas, frotándose el puente de la nariz con frustración.
—No puedes simplemente decidir cuando te apetezca quedarte fuera toda
la noche, y no decirle a nadie dónde estás.
—¿Toda la noche? Maldita sea, son las nueve.
—¡Cuida tu lenguaje!
—Lo siento. Pero vamos, ni siquiera es tan tarde. Y estábamos en el
dormitorio de una escuela católica exclusivamente para chicas. —Le frunzo el
ceño—. ¿No se me permite tener amigos? ¿Es eso?
—Eso no es lo que dije. —Cruza los brazos apretados contra su pecho—.
El toque de queda es la hora de cenar entre semana. Lo sabes. Si va a haber una
excepción, tus amigos pueden venir aquí y presentarse. O tu hermana estará
contigo.
—Espera —objeta Sloane sombríamente—. ¿Por qué me veo arrastrada a
esto?
—Esto es tan injusto. No puedes mantenerme encerrada en esta casa. No
soy tu prisionera. —Dejo caer mi vaso en el fregadero, y luego me dirijo al
frigorífico para agarrar la leche para gatitos—. Ahora, si me disculpan, tengo que
alimentar a Silver.
Subo corriendo a mi habitación y cierro la puerta de golpe, luego arrojo mi 165
mochila en la esquina y vuelvo a encender mi teléfono. Sloane, por supuesto, no
respeta los límites y entra porque es la única en esta casa con derecho a la
privacidad.
Ignorándola, miro dentro de la caja de zapatos. Al momento en que una
astilla de la luz penetra en la oscuridad, Silver chirría y se mueve sobre la suave
toalla rosa que estoy usando para su cama. El alivio me recorre y se escapa en
forma de un suspiro tembloroso.
—¿Sigue viva? —pregunta Sloane.
—Sí.
Cierro la caja y la dejo mientras preparo la jeringa de leche y recojo unas
bolitas de algodón del recipiente de plástico que hay en mi escritorio.
—Sé que estás mintiendo —acusa.
—¿Por qué mentiría con eso? Está viva. Ve por ti misma.
—No hablo de eso. —Mi hermana adopta una postura combativa contra mi
estantería. Los brazos cruzados, y la cabeza ladeada—. No pasaste el rato con una
nueva amiga. ¿Quién fue?
—Duke.
Sus ojos casi se salen de su cráneo cuando su boca se abre.
Pero no puedo mantener la cara seria, y me quiebro de inmediato.
—Dios, relájate. Por supuesto que no fue Duke. Solo tenía que ver tu cara.
Su sorpresa se convierte en frustración.
—Case, lo digo en serio. Sabes que lo descubriré. No me hagas investigar
esta mierda.
—Cálmate. Lawson y yo…
—¿Lawson? ¿Estás bromeando?
—Dimos un paseo por la ciudad. Comimos helado. Nada escandaloso. —
Bueno, excepto por el Porsche robado, pero técnicamente eso pasó antes de que él
me recogiera.
—Pensé que eras más inteligente que esto.
—Por favor. Puedo manejar a Lawson. —No puedo evitar poner los ojos en
blanco, lo que hace que Sloane apriete los dientes. 166
—En serio. Mantente alejada de ese tipo —ordena, plantándose en mi
cara—. No lo conoces. Independientemente de lo que te haya dicho, prometo que
no hay nada bueno en sus intenciones. Es tóxico, y solo busca problemas.
Ah, ¿sí? Tal vez lo que busco es un pequeño problema, ¿alguna vez pensó
en eso? No es que jugar a ser la hermana buena me haya ahorrado más desgracias
de las que me correspondían.
En voz alta, mi tono adquiere una nota desafiante.
—¿Sabes siquiera por qué piensas eso de él? ¿Sabes algo de verdad de él?
¿Alguna vez has tenido una conversación real con él? Porque yo sí. Y fue
perfectamente amable conmigo. De hecho, es la primera persona en mucho tiempo
que me hizo sentir como un ser humano, y no como un trozo de porcelana.
Sloane suspira antes de bajar la voz.
—Confía en mí. Hay algunas cosas que no entiendes…
—Claro, sí. Esto de nuevo. Soy demasiado estúpida e ingenua, ¿verdad?
¿Pero sabes qué? No estoy convencida de que eso sea cierto; se siente como algo
que tú, papá y Fenn me dicen para mantenerme en esta extraña jaula emocional.
Porque Dios no permita que me salga de sus límites arbitrarios para experimentar
algo por mi cuenta.
Se estremece.
—No es así. Sabes que no lo es. Estoy cuidándote.
—Está bien, hazme un favor y no lo hagas. Puedo tomar mis propias
decisiones a partir de ahora. —Aprieto la mandíbula—. Considérate relevada de tu
deber.
—Bien. —Sloane levanta las manos—. Diviértete con eso. Simplemente no
digas que no te lo advertí.
—Sí. Lo que sea. Adiós.
Prácticamente la empujo fuera de mi habitación, y cierro la puerta con llave.
Sloane siempre ha sentido esa compulsión autoimpuesta de ser mi madre, que
desde hace un tiempo se ha sentido más que asfixiante.
Esta noche, quizás por primera vez, puedo respirar. Lawson me dio eso.
Me siento en la cama y llevo a Silver para darle de comer. Con su cuerpo
diminuto y sin pelo, y sin ojos ni orejas visibles, parece más bien una criatura 167
extraterrestre de una película de ciencia ficción. Y sin embargo, ya estoy
enamorada de ella. Según papá, heredé mi obsesión por los animales de mamá. Al
parecer, en una de sus citas al principio de su relación, mamá encontró un gatito
callejero camino al restaurante y, en lugar de ignorarlo, recogió al gatito medio
hambriento y sarnoso, y lo arropó en su bolso y lo mantuvo en la cita. Papá
finalmente sospechó algo cuando su bolso siguió maullando durante la cena.
—Te encantaba ese gato —digo en un susurro, hablándole en voz alta a
mamá—. Papá dijo que lloraste durante días después de que él escapó. Ojalá
hubiera podido conocerlo.
Silver hace un chirrido cuando termina de comer. Estimulo su botón para
que libere la orina y las heces, que son de color verde amarillento. Supuestamente
eso significa saludable. Luego, le pellizco el cuello suavemente para comprobar si
hay deshidratación y examino su cuerpo para asegurarme de que ningún centímetro
de piel esté azul o arrugado. Una vez que estoy satisfecha de que se ve bien, la
meto en su cálido nido acogedor y cierro la caja. Chilla unas cuantas veces más
antes de quedarse en silencio.
Dios, quiero que sobreviva. Sé que es poco probable. O al menos mi cabeza
lo sabe. Pero mi corazón quiere desesperadamente que Silver viva.
En mi mesa de noche, mi teléfono suena y suspiro cuando veo el nombre de
Fenn.
Obviamente, debería ignorarlo. O volver a apagar mi teléfono hasta que se
dé por vencido. Excepto que, si Sloane no se molesta en darle el visto bueno a
Fenn, aparecerá en mi ventana en mitad de la noche exigiendo respuestas. O peor
aún, la puerta de entrada. Y esta noche preferiría dormir bien.
Respondo la llamada con un breve:
—Fenn, ¿qué quieres?
—Casey, ¿qué carajo? —Hay una pausa breve—. No esperaba que
respondieras.
—Bueno, aquí estoy. ¿Qué quieres? —repito.
—Sloane me llamó hace horas exigiendo saber qué había hecho contigo.
Como si hubiera tirado tu cuerpo a una zanja.
Ambos nos quedamos en silencio por un momento mientras él considera su
elección de palabras desafortunada.
—He estado por toda la ciudad buscándote —dice, sonando frustrado.
—Sí, vi tus mensajes. Pero ya estoy en casa, así que abandona la búsqueda.
168
—¿Eso es todo? ¿No vas a reconocer lo aterrorizados que estábamos todos?
Sloane tenía que estar completamente loca para llamarme y pedirme ayuda.
—No sé qué quieres que diga. Fue mucho enloquecer por nada.
—Estábamos preocupados por ti. —Su voz se vuelve baja. Ronca—. Estaba
preocupado.
—Entonces, ¿ahora sientes que te debo algo? —Me rio bruscamente—. ¿Se
supone que debo hacer alguna penitencia o lo que sea porque estabas preocupado?
—¿Qué? No —murmura—. Solo digo. Podrías haber llamado a alguien.
Mierda. Tu familia estuvo a un paso de soltar helicópteros y grupos de búsqueda.
Después de todo lo que han pasado…
—Ah, está bien, genial. Cuénteme más de los traumas personales de mi
familia. De hecho, si hay más del tema que te gustaría aclarar, lo escucho.
Es como si hubiera nacido con el pie en la boca.
—Lo siento. Eso no es lo que… solo digo… —Se detiene con un insulto
estrangulado—. Estaba preocupado. Eso es todo.
—Fenn, este es tu último recordatorio: ya no soy tuya para preocuparte.
Déjame en paz.
Termino la llamada y arrojo mi teléfono sobre la cama. Luego aprieto los
puños y tenso el cuello, gritando en silencio al vacío del éter hasta que me duele la
mandíbula, y me arde todo el cuerpo.
¿Por qué tenía que ser él?
Cualquier idiota podría haber pasado por el cobertizo para botes esa noche.
Cualquiera podría haberse escapado del baile para beber o drogarse. Una pareja
escapándose para ponerse calientes y sudorosos. Cualquiera más que Fenn.
Mi mente zumba de repente con un pensamiento que se ha burlado de mí
desde que supe la verdad, el cual se hace más fuerte cada vez que escucho ahora
de él.
Que casi preferiría que nunca me hubiera encontrado. Que me hubiera
dejado sola en ese auto, hundiéndome por una eternidad hasta que el brillo rojo se
atenuara. Porque, cualquier cosa sería mejor que sentirse así. El amor y el odio
están tan unidos dentro de mí que creo que ya no sé la diferencia. 169
Mi teléfono vuelve a vibrar. Y aunque sé que no debería mirarlo (Fenn solo
puede hacer más daño que bien), no puedo resistir el impulso de recogerlo.
Lawson: Buenas noches, chica mala. Hagámoslo de nuevo alguna vez.
25
Fenn
—Me colgó —digo en voz alta, aunque RJ está tapado por la pantalla de su
computadora.
—¿Qué esperabas?
Frunzo el ceño hacia la parte posterior de su cabeza.
—No pedí que tu novia me arrastrara a esto.
—Vamos… —RJ gira en la silla de su escritorio para nivelarme con un ceño
claramente acusatorio.
—¿Qué hice? —exijo.
—No estoy juzgando, pero… —Se encoge de hombros—. No me digas que
no pensaste que ésta podría ser tu oportunidad de redimirte.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Lo único que digo es que, no puedes actuar como si no estuvieras al
menos un poco entusiasmado con la idea de encontrarla en algún tipo de problema,
y tener una segunda oportunidad de ser el héroe.
170
—Amigo. Eso es jodido.
Vuelve a su computadora.
—Puede ser que esté equivocado.
Lo que sea. Estúpido. Entiendo que no hay necesidad de buscar simpatía
por su parte cuando Sloane está involucrada, pero es más que un poco manipulador
hacer sonar las alarmas y hacerme enojar solo para decirme que me vaya a la
mierda sin una explicación. Supongo que ya debería estar acostumbrado.
A pesar de la falsa alarma, me queda la extraña sensación de haber estado
hablando con una impostora. Suena como ella. La misma voz e inflexión. Pero esa
persona es alguien completamente distinto. Nuestra conversación me provoca un
nudo en el estómago. Con quien hablé hace un momento no fue Casey. Todo está
mal, y no tengo idea de qué hacer al respecto.
—Pero es jodido, ¿verdad? —digo a medida que deambulo por nuestra
habitación con mi teléfono en la mano, luchando con la necesidad de devolverle la
llamada, pero sabiendo que se supone que debo respetar sus límites—. Casey no
desaparece durante horas, y luego les dice a todos que se aguanten. Esa no es ella.
—Obviamente está pasando por algo —señala—. Dale tiempo.
No solo es esta noche. Sigo escuchando que se metió en problemas en la
escuela, enfureciendo a las chicas en mitad de clase. Es como si hubiera tenido un
cambio total de personalidad, y todos estuvieran caminando como si no se dieran
cuenta.
—Siento que estoy tomando pastillas locas —digo por encima del hombro
en su dirección general—. Obviamente hay algo con ella. Entiendo que aún esté
enojada conmigo, pero no es que rompiéramos y ella decidiera…
Me interrumpo cuando noto a RJ con una expresión extraña en su rostro.
Sentado en la silla de su escritorio, mira su teléfono.
—¿Qué?
Es reacio a mirarme.
—Amigo, en serio. Si se trata de Casey, escúpelo.
—Intenta no hacer ninguna estupidez —advierte—. Sloane acaba de
enviarme un mensaje de texto. 171
—¿Y?
—Casey salió con Lawson.
Las palabras me golpean como si estuvieran en un idioma diferente. Medio
toso una carcajada porque sé que no lo escuché bien y debe haber un cable suelto
en mi cabeza. Entonces, la expresión sobria de su rostro me deja muerto.
—¿Hablas en serio? ¿Lawson?
—Sí…
Prácticamente salgo por la puerta antes de que RJ pueda levantarse de su
silla.
Camino corriendo por el pasillo hasta la habitación de Lawson, y abro la
puerta. El fuerte crujido cuando golpea la pared resuena por todo el suelo. Silas
salta del sofá ante el ruido.
Lawson está en su cama con su computadora portátil cuando entro. Se
sobresalta un momento antes de que una sonrisa sarcástica cruce su rostro, y rompa
el último hilo de autocontrol que podría haber tenido. Me abalanzo hacia él y le
arranco la computadora portátil de las manos. Sale volando por la habitación hasta
patinar contra el mueble del televisor.
Con los ojos grises ardiendo de indignación, Lawson intenta saltar de la
cama, pero lo empujo hacia abajo.
—¿Casey? ¿Estás loco? ¿Qué le hiciste?
Silas se lanza hacia nosotros.
—Oye, ¿qué diablos?
—Fenn, relájate —dice RJ detrás de mí.
Aparto su mano de mi hombro.
—Lawson, contéstame, o te juro por Dios…
—Por mucho que me gusten las amenazas… —Esta vez pasa a mi lado para
caminar y recoger su computadora portátil del suelo—. Estaba en medio de algo.
RJ intenta agarrarme, pero no es lo suficientemente rápido. Empujo a
Lawson contra la pared, con un gruñido enojado.
—Fenn… —Me aparta del camino con el hombro—. Me gustas, pero me 172
pones las manos encima una vez más, y vamos a descubrir quién golpea más fuerte.
—No estoy jodiendo. Sé que estuviste con ella esta noche.
—Está bien, basta —ordena Silas. Él y RJ nos separan y se interponen entre
nosotros—. Cálmate un segundo, y cuéntame qué está pasando.
—Silas, cállate. Tú también puedes irte a la mierda.
Se estremece, ofendido.
—¿Qué diablos hice?
—¿En serio? Sé que me tendiste una trampa, bastardo turbio.
—¿De qué estás hablando?
—Fenn, vamos. —RJ tira otra vez de mí—. No hagamos esto esta noche.
—No. —Aparto su mano de un golpe porque esta noche parece el momento
perfecto para enfrentar a estos dos imbéciles—. Enviaste a RJ a buscarnos a Sloane
y a mí ese día porque querías separarlos. Me usaste y eres un amigo de mierda.
Su expresión cae.
Sí, eso es lo que pensaba. La máscara está fuera. Ya nadie se traga las
mierdas del chico de oro.
—Juro que no tenía idea de que eras a quien iba a encontrar —insiste
Silas—. Nunca quise arruinarte.
—Lo que sea. —Puede vendérselo a otra persona. Silas es la menor de mis
preocupaciones ahora—. Estoy aquí por él —espeto, señalando a Lawson con el
dedo—. Estuviste fuera toda la noche con Casey, y quiero saber qué carajo crees
que estás haciendo.
Levanta las manos inocentemente.
—Ella se subió a mi auto.
—No tienes auto.
—Está bien, se subió a un auto que conducía.
—Eso no tiene ningún sentido.
Lawson se aleja de la confrontación para agarrar un vaso de la mesita de
café. Está lleno hasta el borde con un líquido de color ámbar oscuro. Toma un trago
antes de continuar con su defensa.
—Estaba en St. Vincent's para recoger a esta otra chica cuando Casey vino 173
hacia mí tan campante para insistir en que la llevara.
Se arroja casualmente en un sillón con la bata colgando abierta sobre su
pecho desnudo y su cabello castaño claro cayendo sobre su frente.
—Hicimos un viaje completamente inocente. Habló de su conejito…
Me lanzo de nuevo hacia adelante.
—Tú, imbécil hij…
—Su conejito real —interrumpe, y me detengo en seco—. ¿Supongo que
rescató a un conejo el otro día? —Se encoge de hombros—. También pensé que se
refería a su coño. Fue muy decepcionante. —Nota mi expresión atronadora y se
ríe—. Lo siento. Mal chiste. De todos modos, en realidad eso es todo. Estaba
enojada con una chica en la escuela, y necesitaba aclarar su mente. La llevé a dar
una vuelta, y después la entregué intacta. —Encuentra mi mirada—. No pasó nada.
—Júralo por tu vida.
—Fenn, no le haría eso a un amigo.
Soltando un suspiro, me dejo caer en el brazo del sofá y me froto la cara.
—No, lo sé. Por supuesto que no. Lo siento, amigo.
Me entrega su bebida, que engullo de un trago ardiente. Me sienta caliente
y acre en el estómago.
—Eh… —Me sonríe—. Había medio Vicodin aplastado allí, así que no
conduzcas. ¿De acuerdo?
Lawson es un hijo de puta, pero no es un mentiroso. Al menos, no con sus
amigos. El tipo puede ser una señal de alerta, pero al menos es leal, y así sé que
está diciendo la verdad. Incluso si no me hace ningún bien escucharlo. Me mata
que Casey esté recurriendo a otras personas en busca de apoyo estos días. Solía ser
a quien acudía cuando estaba enojada o necesitaba aclarar su mente.
Fenn, este es tu último recordatorio: ya no soy tuya para preocuparte.
Déjame en paz.
Sus palabras frías zumban en mi cabeza. Duelen. Pero también sé que no
hay manera de que pueda prestarles atención. Me preocuparé por ella, y no puedo
dejarla sola. Mantendré la distancia, sí, pero hará falta muchísimo más que Casey
dando un paseo con Lawson para que deje de preocuparme por ella.
174
26
Casey
—¡Me tendiste una trampa!
La acusación estridente resuena en el pasillo a la mañana siguiente. Levanto
la cabeza desde el interior de mi casillero y encuentro a Ainsley corriendo hacia
mí, con las armas proverbiales disparando.
—Ah, hola. —Le doy una sonrisa plácida, luego retomo mi atención en
busca de mis libros de historia y matemáticas para el primer y segundo período—
. Te ves bien.
—Perra —escupe Ainsley—. Lo que hiciste ayer fue una mierda.
Meto mis libros debajo de un brazo, y cierro el casillero.
—No tengo idea de lo que estás hablando. —Levanto una ceja—. ¿Estás
segura de que no eres tú quien se ha olvidado de tomar sus medicamentos?
Sus mejillas se vuelven de un rojo brillante. Está notoriamente sola, su
compañera Bree no está a la vista. Apuesto a que está avergonzada por la forma en
que Lawson la despreció ayer, y no quiere que sus amigas se lo recuerden.
175
—No sé a qué estás jugando aquí, pero Lawson Kent es…
—¿Qué? —interrumpo—. ¿Un amigo mío? Sí, lo es. —Mi sonrisa se
amplía—. ¿Somos más que amigos? A veces.
—Pura mierda. Tal vez me trago la parte de la amistad, pero no hay manera
de que un tipo así pueda estar alguna vez con alguien como tú. —Ainsley gana
algo de confianza y su tono se endurece—. Si te folló ayer fue por lástima. Le
arrojó un hueso a la psicópata loca. Probablemente le preocupaba que te suicidaras
si te rechazaba.
—Ajá. Sigue diciéndote eso. —La miro divertida—. Ainsley, ¿hay algo más
que quieras? Porque me gustaría llegar a clase.
Me lanza una mirada furiosa.
—Solo mantente alejada de él. Y mantente alejada de mí.
—Con mucho gusto haré esto último —le aseguro.
Por desgracia, es difícil mantener eso cuando me siento literalmente detrás
de ella y Bree en la clase de historia. Y casi me decepciono cuando Ainsley me
ignora todo el tiempo. Ahora que he fortalecido mi carácter, disfruto humillarla.
Lamentablemente, pasa toda la clase mirando al frente y con los hombros rígidos.
Como están a solo un metro de mí, no puedo evitar escuchar a escondidas
su conversación. Están hablando del Baile de Invierno, que se llevará a cabo en
Ballard el próximo mes. Ainsley se queja de lo injusto que es que solo los
estudiantes de Ballard sean elegibles para Reina de las Nieves.
—Qué injusto. Habrías ganado totalmente —asegura Bree, siempre
halagadora.
—Lo dudo —dice Ainsley modestamente, y pongo los ojos en blanco hacia
su espalda—. Obviamente, será una estudiante de último año. Mila Whitlock. O
tal vez Amy Reid. Pero el novio de Amy no puede ser rey porque está en Sandover.
—Oh. Dios. ¿No te lo dije? Ya no es su novio —chismea Bree—. Gray dice
que rompieron.
—De ninguna manera. ¿Silas Hazelton está otra vez en el mercado?
No puedo dejar de resoplar.
Ainsley se da vuelta en su silla, con la columna rígida como una varilla.
—¿Qué? —espeta.
—Nada. Simplemente es adorable el alto valor que te asignas a ti misma.
176
Primero Lawson, ahora Silas… en serio crees que tienes una oportunidad con estos
tipos, ¿eh?
Su rostro se pone morado de ira, pero antes de que pueda replicar, la
hermana Katherine nos hace callar y ordena a todas que se concentren en sus tareas.
En el segundo período, me deslizo en mi asiento junto a Jazmine, quien me
interroga para obtener detalles de mi escapada con Lawson. Charlamos hasta que
la hermana Mary Alice pasa con su regla y la agita de manera amenazadora. Juro
que a esta mujer le gustan los castigos corporales. Debe haber sido un guardia de
prisión sediento de sangre en otra vida.
Más tarde, después de que suena la campana del almuerzo, me dirijo a mi
casillero y encuentro a mi hermana esperándome. Sloane se pasa una mano por su
largo cabello oscuro y me lanza una mirada cautelosa. Después de anoche, aún
somos un poco cautelosas una con la otra. Esta mañana, durante el desayuno,
siguió mirándome como si anticipara un ataque furtivo en cualquier momento.
—¿Qué? —pregunto.
—Papá te está esperando afuera.
Mi mandíbula cae.
—¿Disculpa qué?
—Intentó enviarte un mensaje de texto, pero tu teléfono está apagado…
—Sí, porque estaba en clase —interrumpo con irritación—. ¿Por qué
diablos está aquí?
—Oye, no le dispares al mensajero. —Retrocede y se encoge de hombros—
. Todo lo que dijo fue que te estaba esperando afuera.
Mierda.
Nunca es una buena señal que un padre se presente en la escuela a mitad del
día. Al menos sé que no es una emergencia, de lo contrario habría incluido a Sloane
en lo que sea que esto sea.
Cuando salgo y veo la cara de papá, mis sospechas aumentan
exponencialmente. Está apoyado contra la puerta del pasajero de su todoterreno
negro, luciendo su chaqueta de tweed y una severa expresión sensata que me dice
que va en serio.
Llego al final de las escaleras, y me acerco a él. 177
—¿De qué se trata esto? —digo en lugar de saludar.
No se pierde eso.
—Hola a ti también, cariño. —Al abrirme la puerta del auto, agrega—:
Tenemos una cita.
Estoy a medio segundo de girar sobre mis talones y correr hacia la escuela
cuando comprendo que no serviría de nada. Papá simplemente llamaría a la Madre
Reverenda, y ella probablemente me acompañaría afuera en persona.
Así que, por muy reacia que sea, me deslizo en el asiento del pasajero y me
abrocho el cinturón.
Rodea el vehículo y se pone al volante, observándome a medida que pone
el todoterreno en marcha.
—Lamento aparecer en tu hora del almuerzo, pero este era el único espacio
que ella tenía disponible esta semana. De lo contrario, habríamos tenido que
esperar dos semanas.
Le frunzo el ceño.
—¿Quién es ella?
—La doctora Anthony. —Mira al frente, como un cobarde, demasiado
asustado para mirar mis ojos asesinos.
—¿Me estás tomando el pelo? Papá, esto es más que un desastre. ¿Alguna
vez le harías algo como esto a Sloane?
—¿Qué quieres decir? —Continúa evitando mi mirada.
—Sabes exactamente a qué me refiero. Si Sloane y tú se pelearan, ¿la
sacarías de la escuela al día siguiente y la llevarías a un maldito psiquiatra?
—Señorita, cuida tu lenguaje.
Ignoro la reprimenda.
—Papá, está bien, puedes evitar la pregunta. Ambos sabemos que la
respuesta es no. No, no harías eso. Porque Sloane es la fuerte, ¿verdad? —La
amargura quema un camino hasta mi garganta—. Ella no necesita un profesional
para husmear en su cerebro y tratar de resolver por qué posiblemente se enojaría
cuando su padre pierde la cabeza porque llega unas horas tarde de la escuela.
—Casey, esto no se trata solo de lo de anoche. Tus emociones están bastante
dispersas. Despertando llorando por las pesadillas un día, enojada e insolente al 178
siguiente. La doctora Anthony puede ayudarte a regular…
—Detente —ordeno—. Simplemente deja de hablar.
La traición que siento es suficiente para hacer que mi corazón se acelere.
Mis manos tiemblan literalmente mientras las presiono contra mis muslos. Tomo
un respiro.
—Tú y Sloane son increíbles —digo rotundamente—. Si soy gentil y
muestro mis sentimientos, algo anda mal en mí. Si soy dura y trato de controlar
mis emociones, algo anda mal en mí. —Exhalo en una fuerte ráfaga de aire—. Solo
déjame ser yo.
Me mira y la pura frustración oscurece su rostro.
—Cariño, estoy intentando hacer eso. Pero no estás siendo tú. Ésta no eres
tú. No te castigan…
—A veces lo hago —interrumpo—. A veces me canso de que me intimiden
y me llamen un monstruo suicida que condujo hacia un lago. ¿En serio puedes
culparme por eso?
—No, pero… —Se detiene y vuelve a mirar el camino que tiene delante—
. Veamos qué dice la doctora Anthony.

La doctora Anthony me hace pasar a su consulta treinta minutos más tarde.


Su consulta se encuentra en el tercer piso de un edificio de ladrillo en Parsons, la
segunda ciudad más grande a poca distancia en automóvil de Sandover. Calden,
nuestra oferta de civilización más cercana, tiene una pequeña práctica médica y
una clínica veterinaria, pero están un poco atrasados en lo que respecta a
psiquiatras.
Se eleva sobre mí en tanto me hace un gesto para que me siente. Mide cerca
de un metro ochenta y dos, tiene la figura de una caña, sin curvas a la vista. Su
cabello es corto y veteado de gris. Y aunque su rostro es anguloso, lo que debería
darle una vibra severa, irradia calidez.
—Es bueno verte —me dice una vez que estamos instaladas en los dos
sillones lujosos una frente a la otra. No es una psiquiatra de por favor acuéstate en
el sofá—. ¿Cómo has estado? 179
—¿Quieres decir que mi padre no te ha informado de mi colapso mental
total? —pregunto irónicamente.
Sus labios se contraen en una sonrisa leve.
—¿Estás en medio de una? —responde.
—No lo creo. Pero por la forma en que él y Sloane están hablando del tema,
uno pensaría que necesito comprometerme.
Me recuesto en la silla y acerco las rodillas al pecho, apoyando los pies con
calcetines en el borde de la silla. La doctora Anthony siempre te pide que te quites
los zapatos en el área de recepción antes de entrar a su consultorio. No me importa.
Es acogedor.
—Entonces, han pasado unas siete semanas desde la última vez que te vi —
dice, mirándome con esos ojos astutos, pero suaves—. Cuéntame. ¿Sigues siendo
intimidada en la escuela?
—No. Se detuvieron una vez que comencé a contraatacar.
Asiente.
—Ya veo.
—¿Qué? —Le doy una mirada desafiante—. ¿No lo apruebas? ¿No deberías
estar feliz de que ya no me importe lo que piensen de mí?
Responde con una sonrisa suave.
—Casey, no es mi trabajo aprobar o desaprobar. No me corresponde a mí
juzgar. Pero, según nuestras sesiones anteriores, te importaba lo que pensaran de
ti. Lo que dijeran de ti. Te preocupabas mucho.
—Bueno, ya no lo hago.
—Ya veo. —Recoge el bloc de notas amarillo de la mesa junto a su silla y
destapa el bolígrafo—. ¿Qué crees que cambió?
—Cambié —digo simplemente.
La doctora Anthony me observa. Esperando que continúe. Es una de sus
tácticas: esperar a que la otra persona ceda y cuente sus secretos. Una vez vi un
documental sobre interrogatorios policiales en el que uno de los detectives
entrevistados decía que el silencio era la mejor herramienta de su equipo. A la gente
no le gusta cocerse en silencio. Es demasiado incómodo y nuestro instinto es 180
detenerlo. Llenar el silencio. Y cuanto más habla alguien, más detalles deja
escapar.
Al parecer no soy diferente, porque sigo hablando.
—Estoy desarrollando una piel más gruesa. La nueva y mejorada Casey. La
fuerte.
—Ya veo.
—¿Podrías dejar de decir eso? —me quejo. No hay condescendencia en su
tono, solo comprensión genuina, pero aun así irrita—. Mira, ¿quieres que te ponga
al día? De acuerdo, vamos a ponernos al día. Aún tengo pesadillas, pero no con
tanta frecuencia. Aún no puedo recordar lo que pasó en el baile de graduación. ¡Ah,
pero qué buenas noticias! —El sarcasmo me quema la lengua—. Descubrí quién
me sacó del auto esa noche. Fue Fenn, mi mejor amigo, con quien, por cierto,
comencé a salir hace unas semanas. —Me rio oscuramente—. No funcionó,
obviamente.
Sus ojos se abren de par en par.
—Bien. Hay mucho que procesar.
Abrazo mis rodillas, ignorando las oleadas de dolor en mi estómago. Cada
vez que digo el nombre de Fenn en voz alta, provoca una reacción visceral. Duele
físicamente.
—¿Sería útil discutirlo con más detalle? —pregunta—. ¿Cómo te sentiste
al descubrir que tu amigo estuvo involucrado esa noche?
—No estuvo «involucrado». Simplemente apareció después del hecho. —
La frustración me aprieta la garganta y trago con fuerza. Dejo caer las piernas y
aprieto los puños sobre las rodillas—. Doctora, ¿sabes qué sería útil? Si pudieras
ayudarme a recordar qué carajo pasó esa noche.
Ni siquiera se inmuta ante mi lenguaje, pero me disculpo por costumbre.
—Lo siento, no debería decir malas palabras. —Levanto una mano para
frotarme la sien, sintiéndome aún más frustrada. Atascada—. ¿Por qué no puedo
recordarlo?
—Sufriste una lesión en la cabeza —responde, con un tono suave y lleno de
empatía—. Y estabas drogada. Cualquiera de esos factores por sí solo podría haber
afectado tu memoria. ¿Juntos? No me sorprende en absoluto que no puedas
recordar los acontecimientos de esa noche. —Coloca su bloc de notas en su 181
regazo—. ¿Has estado meditando? La última vez que hablamos, mencionaste que
volverías a intentar la meditación.
—No lo he hecho. Cada vez que lo hago, mi mente divaga. La única vez
que estuve cerca de recordar algo fue cuando hice la meditación guiada contigo —
admito—. Fue entonces cuando recordé la voz.
—La voz que decía que ibas a estar bien, que estabas a salvo.
Asiento, mi corazón acelerándose de nuevo cuando comprendo que
finalmente puedo ubicar con toda seguridad esa voz.
—Fue Fenn. Él fue quien lo dijo, mientras me sacaba del auto hundiéndose.
De repente, un escalofrío me recorre, una sensación fantasmal persistente
que me invade a veces. Mi cuerpo recuerda lo fría que estaba esa agua. La
conciencia repugnante de ella subiendo hasta mi cuello, a minutos de sumergirme
por completo. Ahogándome.
—Aún nos quedan treinta minutos de nuestra sesión. —La doctora Anthony
busca en mi rostro—. ¿Te gustaría probar otra meditación guiada?
Trago de nuevo. Luego asiento.

182
27
Casey
El viernes por la noche, un texto de Jazmine me envía a una espiral de
ansiedad.
Jazmine: Fiesta de Ballard en el lago. Te recogeré.
Mi primer instinto es decir que no. No he vuelto allí desde la noche del baile
de graduación y el solo hecho de ver esas palabras (en el lago) desencadena una
respuesta física en mi cuerpo. Mi boca seca, mis dedos entumecidos. Mareos y
dificultad para respirar. Parpadeos y destellos de oscuridad fría y húmeda que
suben por mis piernas, me agarran de la garganta y me estrangulan.
Debería decir que no. Mantenerme lo más lejos posible de esa masa de agua
asesina.
Entonces, otra voz me dice que es la frágil Casey la que habla. La flor
marchita. La delicada princesa de porcelana y aire. ¿Qué pasó con la disrupción?
¿Qué pasó con recuperar mi autonomía y volverme inquebrantable e
imperdonablemente presente?
Pero hay más que eso. Otro motivo que me llena de coraje para enfrentar 183
mis demonios de Ballard. No le daré a mi padre la satisfacción de decirle que tenía
razón, pero…
Tenía razón.
La sesión con la doctora Anthony fue exactamente lo que necesitaba. No
porque esté al borde de una crisis nerviosa, sino porque necesito desesperadamente
un gran avance.
Necesito recordar. No puedo seguir viviendo así, plagada de este enorme
vacío negro donde reside la verdad de esa noche.
Aun así, la idea de volver sin el apoyo adecuado me asusta un poco. Jazmine
es genial, pero apenas nos conocemos. Así que, llamo a Lucas para pedir refuerzos.
Contesta casi al instante.
—Hola, ¿qué tal?
—¿Vendrías conmigo a una fiesta en el lago de Ballard esta noche?
Hay una pausa breve.
—¿Hablas en serio?
Me rio de su tono de sorpresa.
—Lo sé, no es lo que esperabas escuchar, ¿verdad?
—No. —También se ríe, antes de ponerse serio—. ¿Estás segura de que es
una buena idea? ¿Puedes controlarlo?
—Pienso que sí. Sobre todo, porque tal vez recordé algo del baile de
graduación.
Escucho su inhalación brusca.
—Mierda. ¿Lo hiciste?
—Algo así. Hice una meditación guiada con mi psiquiatra. Como la
hipnosis, pero no del todo. Básicamente, simplemente intento desbloquear los
recuerdos.
—Ah, cierto, ¿no lo intentaste antes? Tu médico dijo que cree que los
recuerdos aún están en algún lugar de tu mente, y que solo necesitas sacarlos a la
superficie.
—Exactamente.
184
—Está bien, bueno, no me tengas en suspenso —se queja—. ¿Qué
recuerdas?
Tomo un respiro.
—Puedo llevarte.
—No entiendo.
—Recordé haberle dicho eso a alguien en el baile de graduación.
Suena muy poco, pero esas dos pequeñas palabras son enormes. El primer
fragmento real de claridad que tengo sobre esa noche.
Aún no puedo creer que hayamos logrado arrancar una pizca de memoria
de mi cabeza testaruda. La última vez que lo intentamos, fue como sacarse los
dientes. Esta vez fue mucho menos difícil. Como en un videojuego, donde la
primera vez que juegas es insoportable pasar un nivel porque te estás abriendo
camino a través de tantas incógnitas, pero después de haberlo hecho una vez y
conoces los trucos, se vuelve más fácil pasar. Mientras la doctora Anthony me
convencía para que entrara en un estado de relajación, fui transportada de regreso
al baile de graduación casi al instante.
Siempre había recordado las primeras partes de la noche: conducir hasta
Ballard con Sloane, ver la ceremonia de la reina y el rey del baile de graduación,
bailar con mi hermana y sus amigas. Después de eso, las cosas se vuelven confusas.
Todo lo que tengo son formas borrosas y destellos aleatorios.
Muchos cuerpos. Vestidos elegantes.
Giros. Baile.
Mis dedos alrededor de un vaso.
Risas.
Mi memoria es como un queso suizo, plagada de agujeros. No puedo ver lo
que sucede durante esos agujeros, las imágenes se vuelven borrosas e
indescifrables antes de volverse totalmente negras.
Pero esta vez, se llenó uno de los huecos. Escuché claramente mi propia voz
diciendo: «Puedo llevarte». Y mientras lo decía, estaba mirando algo rosa.
Recuerdo vívidamente un destello rosa.
—Le ofrecí a alguien llevarlo, pero no puedo verle la cara —le digo a
Lucas—. Y recuerdo haber visto algo color rosa. 185
—¿Rosa? —repite sin comprender—. ¿Era un vestido? ¿Color de pelo?
—No sé.
—¿Podría ser una chica con la que estabas hablando?
Respiro profundamente. Eso no se me había ocurrido. Por alguna razón
siempre supuse que la persona que conducía el auto era un hombre. Pero no hay
ninguna razón por la que no pudiera haber sido una chica. Las imágenes de
seguridad solo mostraban una figura sombría con una sudadera con capucha
corriendo junto a la cámara. La altura y la complexión sugerían que era un hombre,
pero no puedo estar totalmente segura.
—E una posibilidad —digo en voz alta.
—Espera, esto plantea otro problema —dice Lucas—. Si eres tú quien
ofrece el viaje, ¿no implica eso que eras tú quien conducía?
—Fenn dice que me encontró en el lado del pasajero.
—¿Estás segura de que Fenn no estaba mintiendo?
Me muerdo el labio.
—No creo que lo hiciera.
—Está bien, eso significa que quienquiera que te ofreciste a llevar terminó
detrás del volante. ¿Por qué?
—No sé. —Mi teléfono suena en mi oído—. Ah, espera un segundo. Estoy
recibiendo un mensaje de texto.
Jazmine: Nos vamos pronto. ¿Vienes?
—Es Jaz. Va a conducir esta noche. ¿Vienes o qué? —le pregunto a Lucas.
—No puedo —dice en tono tímido—. Tengo una cita.
—¿¡Qué!? —Me olvido rápidamente por completo de mi propio drama—.
¿Desde cuándo? ¿Quién es?
—Es una chica que conocí en línea. Es una jugadora.
—¿Eso es todo? ¿Esos son todos los detalles que obtengo?
—Por ahora —responde, y casi puedo verlo poniendo los ojos en blanco al
otro lado de la línea—. Veamos primero cómo va la cita. Después, sabremos si hay
algo más que contar. 186
—De acuerdo.
—Estaremos en el cine en Parsons, así que mi teléfono probablemente
estará apagado, pero escríbeme más tarde para contarme cómo te va en Ballard.
¿Estarás a salvo?
—Lo haré, lo prometo.
Colgamos, y le envío un mensaje de texto a Jaz diciéndole que voy. Tengo
que hacer esto. No puedo seguir escondiéndome en esta casa y saltando ante mi
propia sombra. Me hice una promesa. De acuerdo, bueno, tal vez sea más bien un
trato con el diablo. Pero he decidido abrazar a la perra mala que hay dentro de mí
y volverme rebelde. Porque ¿cuánto tiempo puede alguien vivir en total terror de
todo lo que le rodea antes de que su personalidad se marchite y se olvide de cómo
ser una persona?
Después del accidente y todos los rumores, pensé que quería estar sola,
mantener a todos a salvo al otro lado de los muros gruesos y resistentes.
Ahora me doy cuenta de que esos muros eran mi prisión, no la de ellos.
Casey la Chica Mala no se sienta en su habitación enfurruñada y sintiendo
lástima de sí misma. No le teme a un lago ni a los susurros entre los árboles.
Imagino que si Lawson estuviera sentado aquí ahora mismo, sonreiría y ladearía
la cabeza. Incitándome a ponerme un delineador de ojos negro y espeso, y
sorprenderlos a todos.
Sin más lágrimas.
Cuando Jaz me envía un mensaje para decir que está en camino, arrojo algo
de ropa y maquillaje en una mochila porque no hay manera de que salga de esta
casa como si me dirigiera a una fiesta.
En la sala de estar, papá está agachado frente a una estantería con juegos de
mesa apilados a su alrededor sobre la alfombra.
—¿Quieres invitar a tu hermana a jugar Scrabble? —Me mira por encima
del hombro—. ¿O tenemos Riesgo, Lo siento…?
—Dejaré para otro momento la noche de juego. Jaz me invitó a estudiar a
su dormitorio.
Se sienta sobre sus talones y sus mejillas caen con decepción.
—Es viernes por la noche. ¿Preferirías estar estudiando?
—Solo por un rato. Después probablemente veremos este horrible reality
187
show con el que Jaz está obsesionada en su computadora portátil. Probablemente
pasaré la noche, si te parece bien.
—¿Estás segura? —insiste—. Podríamos jugar a Pandemic. O Monopoly.
—Sloane hace trampa.
—Todo el mundo hace trampa en el Monopoly. —Sloane entra a la sala y
se deja caer en el sofá para encender el televisor—. De todos modos, tampoco
puedo hacer la noche de juegos. RJ viene a ver una película.
Papá se levanta y refunfuña en voz baja.
—Supongo que prepararé una taza de té y leeré en el estudio.
—Lo siento —le grito. Mi teléfono vibra en mi mano y lo escaneo
rápidamente—. Ese es mi viaje. Me tengo que ir.
Luego corro hacia la puerta antes de que alguno de ellos pueda pensar en
detenerme.
Prácticamente me lanzo de cabeza hacia el asiento del pasajero del
hatchback blanco de Jazmine, lo que ella lee como una señal para acelerar por el
camino de entrada.
—¿Robaste el lugar al salir? —pregunta con una sonrisa.
—No, pero casi me dejo llevar por el tiempo de unión familiar.
—En ese caso, de nada.
Nunca me había desvestido en un auto que iba a cien kilómetros por hora,
pero logro cambiarme de ropa con solo algunos moretones por golpearme los
codos con todo. Hace más frío afuera, así que opté por unos jeans y un suéter
ajustados. Jaz, por su parte, optó por lucir un vestido corto. Es negro, y está hecho
de material de suéter acanalado. La parte superior tiene mangas largas, pero la
mitad inferior apenas cubre la parte superior de los muslos.
—Vas a morir congelada —le informo en tanto me maquillo en el espejo de
la visera.
—A veces hay que sufrir en la búsqueda del atractivo —dice alegremente,
conduciendo por el camino rural casi oscuro que rodea el lago hacia el campus de
Ballard.
—Te ves sexy —admito, cerrando mi compacto y alcanzando mi brillo de
labios. 188
Me unto un poco y dudo antes de volver a hablar, luego decido que es mejor
avisarle antes de tomarla por sorpresa.
—Oye, solo para que lo sepas… no he vuelto a este lago desde el accidente
—confieso—. He estado en el campus. Como, dentro de la propia escuela. Pero
aquí no.
—Ah, mierda. No tenía ni idea. ¿Quieres regresar?
—No, está bien.
Deslizo el elástico de mi coleta y lo paso alrededor de mi muñeca, luego me
peino el cabello con los dedos y lo dejo caer suelto sobre mis hombros. No lo he
cortado desde el verano, así que está más largo de lo que suelo usarlo.
—¿Estás segura?
—Segura. Solo quería que supieras en caso de que me asuste o algo. Pero,
sinceramente, creo que estoy bien. Mira… —Extiendo las manos—. Firmes como
rocas.
Me escudriña por un momento como si evaluara mi veracidad.
—Bueno. Pero si necesitas irte, dímelo. Te sacaré de allí, sin hacer
preguntas.
Su sinceridad toca algo dentro de mí. Ha pasado mucho tiempo desde que
tuve una amiga que siento que me respaldará de verdad.

189
28
Casey
Unas docenas de autos están estacionados a lo largo de la estrecha carretera
de tierra que conduce al lago. Nos detenemos en el arcén cubierto de maleza alta
que se dobla formando una alfombra verde cuando abro la puerta del pasajero.
—¿No vamos al cobertizo para botes? —pregunto, incapaz de ocultar el
alivio en mi voz.
—No, aquí es donde mi hermano dijo que fuéramos —responde,
mostrándome su teléfono—. ¿Ves? Me envío la ubicación.
Efectivamente, la ubicación marcada en el mapa está en el borde sur del
lago. El cobertizo para botes está al este, y está situado directamente en el campus.
De hecho, creo que esta parte del lago podría ser propiedad pública. Lo que me
hace preguntarme si la multitud de la fiesta de Ballard tuvo que reubicarse porque
el cobertizo para botes y el área circundante comenzaron a ser monitoreados con
aún más cuidado después de mi accidente.
Jaz mete la mano en el asiento trasero y agarra una linterna que funciona
con pilas para iluminarnos el camino hacia el sonido de la música. A través de los
árboles, vislumbro pequeños puntos de luz en movimiento, como luciérnagas en la
190
oscuridad. Finalmente aparece a la vista el cálido resplandor anaranjado de una
hoguera. El olor a humo es espeso e inmediatamente se impregna en mi cabello y
ropa hasta que incluso mi boca sabe a llamas.
Cuando pasamos entre los árboles y veo el tramo oscuro de agua, me
preparo. Esperando. Pensé que estar aquí podría desencadenar algo en mí.
Flashbacks o un ataque de pánico. Pero nada pasa.
El alivio es inmenso. Lo suficiente como para sentirme sonreír y morderme
el labio con torpeza para ocultar mi emoción cuando nos acercamos a la fiesta.
Música resuena entre los árboles y se extiende sobre el gran lago hacia las
pequeñas luces de las casas lejanas. Sombras bailan a nuestro alrededor, figuras
arrojadas en fragmentos espeluznantes alrededor de la hoguera.
—Vamos por un trago. —Jaz me empuja hacia un grupo de personas que
están paradas alrededor de un barril.
Mis pies se hunden en la tierra y se quedan clavados en el lugar por un
momento. Llegar aquí fue una cosa. Hablar con la gente, ser vista, es otra. Hay
fantasmas por todas partes. Rostros de una vida no tan lejana y, sin embargo,
bastante lejana.
Jaz no estuvo allí la primera vez que regresé a Ballard después del accidente
y esos rostros que alguna vez fueron amigables se habían vuelto amargos. Qué sola
me sentí al sentir que todas las habitaciones estaban en silencio cuando entraba. La
chica muerta viviente. Qué humillante fue escuchar los rumores que empezaron a
circular a mi alrededor, transmitidos por personas que consideraba amigos.
—¿Necesitas que te lleve? —bromea.
Dejo escapar un suspiro.
—Nada que unas cuantas copas no puedan solucionar, ¿verdad?
—Ese es el espíritu.
No es hasta que estamos demasiado cerca de abortar que me doy cuenta de
que algunas de mis viejas amigas de las porristas se encuentran entre los que están
alrededor del barril. Me pongo rígida, esperando el ataque. Pero cuando sus
miradas pasan por encima de mí y continúan hablando entre ellas, me doy cuenta
de que ni siquiera me han notado.
—¿Sírveme uno de esos? —le dice Jaz a un chico lindo con el pico en la 191
mano.
—Seguro. —Él sonríe y toma un vaso rojo de la pila—. ¿Te he visto antes
aquí?
Su sonrisa de respuesta es tímida.
—Lo sabrías si lo hubieras hecho.
—Creo que tienes razón. —No puede apartar su mirada de apreciación de
sus piernas desnudas.
Estoy feliz por Jaz. En serio. Hace dos minutos que está aquí y ya ha
encontrado un compañero para coquetear. Pero su intercambio llama la atención
de mi antiguo equipo, y cuando Gillian levanta la vista de su vaso y parpadea, sé
que mi breve anonimato está arruinado.
—Oh, Dios. Casey. —Me mira boquiabierta como si acabara de llegar
empapada y cubierta de barro.
Las otras chicas se giran al unísono.
—Ni siquiera te reconocí —espeta Gillian.
—Vaya, hola —dice Alex. Su mirada inquieta rápidamente se dirige hacia
sus amigos—. ¿Cómo estás?
—¿Cómo estás? —Suelto una carcajada, lo que llama la atención de Jaz.
Ella me pregunta con una ceja levantada a medida que bebe su cerveza.
Sacudo ligeramente la cabeza para indicar que lo tengo cubierto.
Mientras tanto, la mirada de Alex vaga en un intento frenético de no fijarse
en la mía.
—Eh, sí. Ha pasado un tiempo.
—¿Y por qué crees? ¿Tal vez porque le dijiste a la gente que me tragué un
frasco de pastillas y conduje mi auto al lago para abortar a mi bebé secreto?
Jaz escupe la cerveza en su vaso.
—Ah, mierda.
—Casey, vamos —interviene Gillian con tristeza—. Sabes que…
—Gillian, ¿en serio? Ahórramelo. —Sacudo la cabeza ante sus grandes ojos
como platos—. No actúes como si aún fuéramos mejores amigas. La próxima vez
que escribas mi nombre en el baño, al menos intenta disimular tu letra. 192
Sus mejillas se vuelven más rojas que su cabello.
Jaz chasquea la lengua.
—Hombre, Gillian, no está bien.
—De acuerdo, espera un segundo…
—No, tengo una idea mejor. —Tomo una cerveza del lindo amigo de Jaz y
tomo un trago—. ¿Qué tal si todos ustedes se van a la mierda para siempre y yo
vuelvo a divertirme?
En ese momento, enlazo mi brazo con el de Jazmine y nos pavoneamos con
una descarga de adrenalina como nunca había experimentado. Es estimulante.
Hace un tiempo, fueron mis mejores amigas. Gillian. Alex. Darcy. Eran
personas en las que confiaba. De cabo a rabo. Hasta que se volvió más ventajoso
socialmente volverse contra mí. Fue entonces cuando se convirtieron en mis peores
matones, difundiendo rumores horribles de mí después del accidente, cuando lo
que más necesitaba era su apoyo. Regresé a la escuela después del accidente, y me
di cuenta de que era una paria. El blanco de cada broma.
—Has estado esperando hacer eso por un tiempo —bromea Jaz cuando nos
detenemos alrededor de la hoguera.
—Como no lo creerías.
De repente, me siento liberada. De la vergüenza, del miedo a ellas. Es ese
sentimiento cuando miras fijamente a tus acosadores y te das cuenta de que ya no
pueden tener poder sobre ti.
—Ah, ahí está Theo —dice Jaz, saludando a alguien al otro lado del fuego.
Toma mi mano y comienza a arrastrarme—. Ven a conocer a mi hermano.
Incluso si no hubiera precedido con eso, habría sabido al instante que Theo
era su hermano. El parecido es asombroso, aunque es unos treinta centímetros más
alto que Jaz.
Lleva una camiseta con el logo de fútbol de Ballard, sostiene una cerveza
en una mano y un cigarrillo en la otra. Ninguno de los vicios parece propicio para
una carrera deportiva exitosa, pero Jaz me dijo que es el jugador estrella del equipo
de fútbol.
La expresión de Theo se llena de curiosidad en tanto se inclina para darme
un abrazo, provocando que una nube de humo de cigarrillo me queme los ojos.
—¿Cómo es que nunca nos hemos conocido? —exige, luego mira a su 193
hermana como si ella fuera la culpable.
—Porque acabamos de convertirnos en mejores amigas —le dice ella—. Lo
que significa que, aún no tienes permitido coquetear con ella. Déjame tener esto
por un tiempo, ¿quieres?
Resoplo, mientras Theo finge inocencia.
—Jazzy, ¿cuándo he coqueteado con tus amigas?
—Theodore, has jugado con todas y cada una de ellas desde que estaba en
tercer grado. Lo digo en serio. No intervengas. —Me mira—. Créeme, me lo
agradecerás más tarde. Es demasiado cachondo para ti.
Charlamos con Theo por un rato, hasta que se aleja cuando una linda
jovencita llama su atención.
—Oye —le digo a Jaz, que ha estado bebiendo su cerveza a paso de tortuga.
Como está conduciendo, prometió que no tomaría más de dos tragos esta noche,
pero me siento mal al verla beber ese vaso—. ¿Estás segura de que no quieres
beber más? Siempre podemos dejar tu auto aquí y llamar un Uber para ir a casa.
—No, está bien. —Toma otro sorbo pequeño—. De todos modos, no me
importaría mantener la cabeza más clara esta noche. Ya sabes, por si acaso…
Sé que se refiere en caso de que me derrumbe, y aunque siento una punzada
de culpa, también estoy agradecida de tener una amiga como ella.
—Pero… si no voy a emborracharme, necesito alguna otra forma de
entretenimiento —dice con una sonrisa traviesa—. Hagamos un barrido de
hombres. ¿A quién crees que debería seducir esta noche?
Me rio y le sigo la corriente mirando alrededor del fuego. Veo varios
candidatos prometedores, pero Jaz tiene otras ideas.
—Oye, mira eso. —Me da un codazo—. ¿Viste quién es?
Me giro y veo nada menos que a Bree de St. Vincent's, sentada en un tronco
junto a su novio, Gray. Ella lleva su chaqueta tipo letterman y solo sus piernas
desnudas cuelgan. Agarra un vaso rojo con ambas manos, y se ríe de algo que dijo
Gray.
Sigo olvidando que esos dos están saliendo. Sloane cree que Gray está con
Bree porque requiere muy poco esfuerzo y se impresiona fácilmente, pero sigo
pensando que es una elección extraña para él. Estuve en casi todas las clases de 194
Gray en primer y segundo año, y siempre fue razonablemente amable. Inteligente,
divertido. No puedo decir que alguna vez lo haya conocido como un matón, aunque
tiene compañías cuestionables. Es el mejor receptor del equipo de fútbol de
Ballard, que viene con su propio bagaje social.
—¿Quién es el tipo? —pregunta Jaz.
—Gray Robson. Juega fútbol.
—Lindo.
Continúa admirando a Gray, quien probablemente sea uno de los más
atractivos en esta fiesta con su cabello castaño, ojos azules brillantes y cara de
chico de al lado. Su camiseta negra de Under Armour muestra su pecho amplio y
sus brazos esculpidos, y no me pierdo la forma en que Jaz los enfoca.
—¿Sabes qué? Creo que me has inspirado. —Algo en su voz suena como
un mal augurio.
—Ah, ¿sí?
—Ajá —tararea Jaz, tomando un trago de su cerveza—. El otro día robaste
al chico de Ainsley. Creo que me quedaré con el de Bree.
Suelto una carcajada.
—No debería alentar esto. Va en contra de mi filosofía del poder femenino.
—¿Pero?
—Pero esos dos han estado haciendo mi vida miserable desde que
comenzaron las clases. —Me encojo de hombros—. No tengo mucha simpatía por
ellos.
La vieja Casey podría haber sentido algo de compasión por Bree, que es tan
terriblemente tonta que a veces me pregunto si entiende la mitad de la mierda
malévola que dice Ainsley. Pero la ignorancia no es excusa para quedarse quieta y
observar a tu amiga intentar aplastar la autoestima de alguien.
Así que, cuando Bree se aleja para unirse a un grupo de chicas que la
saludan con la mano, no me resisto cuando Jaz dice:
—¿Me presentas?
Un momento después, nos acercamos a Gray.
Sus cejas se disparan hacia arriba cuando me nota.
—¿Casey?
195
—Hola, Gray. ¿Cómo estás?
—Bien. —Me sorprende parándose para abrazarme. Nunca fuimos muy
cercanos, pero es jugador de Ballard y yo solía ser animadora aquí, así que supongo
que tenemos historia—. ¿Cómo has estado?
—He estado genial —respondo—. St. Vincent's es una maravilla hasta
ahora. Tu novia me hace sentir muy bienvenida.
Me lanza una mirada irónica.
—¿Lo hace?
—Ah, sí. Es tan amigable, esa Bree. ¿Adónde huyó? Quería saludarla. —
Miro por encima del hombro y noto que Bree y su grupo parecen estar
abandonando la fiesta—. ¿Se va?
—Sí, van a hacer un recorrido por los pubs de la ciudad.
—Aww, ¿entonces te han abandonado? —Acerco a Jazmine hacia
nosotros—. Por cierto, esta es mi amiga Jazmine.
—Encantada de conocerte —dice arrastrando las palabras, evaluándolo—.
¿Casey dice que juegas al fútbol?
—Sí, sí. ¿Eres fanática del fútbol?
—No, pero puedo serlo. —Lo agarra de la mano y lo arrastra hacia el
tronco—. Sentémonos. Quiero saber todo del fútbol.
Gray no sabe lo que le sucede cuando toma el antiguo asiento de Bree a su
lado. Antes de que comprenda lo que está pasando, Jaz ha lanzado un hechizo
seductor sobre el pobre tipo. Lo veo mirando detenidamente sus tetas antes de
centrar su atención en sus piernas desnudas. Jaz se inclina hacia él y le toca el
brazo en broma. El tipo está perdido y ni siquiera se da cuenta.
Decidiendo darles algo de privacidad, deambulo alrededor del fuego,
disfrutando del calor en mis mejillas. Y entonces lo veo. Oliver Drummer.
Oliver es El Chico por excelencia. Quarterback. Espléndido.
Asquerosamente rico y generalmente intocable. Normalmente es el tipo de persona
del que probablemente me alejaría, pero esta noche se supone que debo ser
valiente, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no probar con una persona que no se sienta
intimidada en lo más mínimo por alguien así? ¿Por qué no decirme, aunque sea
solo por esta noche, que soy La Chica junto a él en todas las fotos del anuario? 196
Todo el tiempo suceden cosas más extrañas en el bosque.
Al lado de la hoguera, Oliver mira absorto en sus pensamientos, observando
las llamas. Está notoriamente solo, lo que bien podría pintar un objetivo gigante
en su pecho. Camino hacia el fuego y me paro junto a él.
—Estás pensando demasiado —le digo cuando él mira para reconocerme.
—¿Qué?
—Es una fiesta. No deberías parecer tan serio. —Levanto una ceja—.
¿Tienes algo en mente?
—Ah. —Sonríe para sí mismo, casi tímidamente—. Sí, solo repaso las
jugadas en mi cabeza. Tenemos un juego de rivalidad la próxima semana.
—¿Es por eso que estás bebiendo esa cerveza?
—¿Quieres saber un secreto? —Oliver se inclina—. Es refresco. —Hace un
guiño conspirador—. No se lo digas a nadie.
—Lo juro —prometo—. Bajo una condición.
—Ah, ¿sí? —Se humedece el labio inferior, sonriendo—. ¿Cuánto va a
costarme?
—Poco. Solo dime que bailas.
Envuelve un brazo musculoso alrededor de mi cintura, y habla en contra de
mi cabello.
—Eso es fácil.
Oliver me acompaña hacia los otros cuerpos bailando a la luz de las
linternas y proyectando sombras salvajes entre los árboles. Aquí la música es más
fuerte, y la gente se mueve con los ojos cerrados y poco espacio entre ellos. Piel
sobre piel. Sudor.
No pienso en cómo me veo. No dejo que la timidez se filtre en mis buenos
momentos. En cambio, me veo reflejada en los ojos de Oliver. La forma en que
parece casi hipnotizado mientras bailamos. Incluso, fascinado.
—¿Quién eres? —pregunta con una mirada desconcertada.
—Un producto de tu imaginación. —No sé por qué lo digo, excepto que no
estoy preparada para que la verdad atraviese la fantasía.
—Vas a la escuela aquí, ¿verdad? ¿Cómo es que nunca hemos ido de fiesta
197
juntos?
Solo sonrío y sigo moviéndome al ritmo que es casi sobrenatural la forma
en que llega a mi sangre. La música es hipnótica y quiero preservar esta sensación
de misterio que he creado a mi alrededor, incluso si sé que solo puede ser un escape
fugaz.
Tan pronto como lo pienso, Mila se acerca tranquilamente. Se sabe que la
hermosa morena se junta con Oliver en ocasiones, y era la mejor amiga de Sloane
en Ballard, al menos antes de que se volviera contra nosotras dos, al igual que el
resto de ellos.
Cuando se da cuenta de con quién está bailando Oliver, Mila me mira con
una ceja levantada como si me hubiera pillado robando en una tienda.
—Vaya, vaya. Tienes que ser la última persona que esperaba ver aquí.
—Por fin, respuestas. —Con una sonrisa triunfante, Oliver deja de bailar—
. ¿La conoces? —le pregunta a Mila.
Ella lo mira fijamente como si fuera completamente tonto.
—Es la hermana de Sloane Tresscott. Casey.
—¿Qué. Mierda? —Su boca se abre a medida que se pregunta cómo no me
había reconocido—. Maldición.
Me atrevo a decir que parece casi impresionado.
—¿Me traes una bebida? —le dice Mila a Oliver, quien capta la indirecta y
se aleja con una última sonrisa encantadora. Su expresión volviéndose sobria
cuando me apunta de nuevo.
—No estás intentando robarme a mi chico, ¿verdad, Tresscott?
Hubo un tiempo en que Mila me intimidaba. Era extrovertida, enérgica y a
veces cruel, el tipo de persona que podía poner a todo un comedor en tu contra. Y
luego me lo hizo a mí, y mi miedo hacia ella pareció justificado.
Ahora parada aquí, casi no puedo recordar qué me convenció de que no era
rival para ella.
—¿Por qué no? —respondo—. Te lo merecerías por los rumores que
difundiste de mí. No hay honor entre ladrones, ¿verdad?
Espero una respuesta mordaz. 198
En cambio, se desinfla.
—Mierda. Debí haberme disculpado hace mucho tiempo. —Hace una
mueca para sí misma—. No, lo que debería haber hecho es no ser tan perra en
primer lugar. Casey, lo siento. Por todo.
—Ahórratelo para Sloane. Es a quien traicionaste.
Mila suspira y fija su atención en el suelo.
—Lo haría, si hablara conmigo.
—¿Qué esperabas? Ya sabes cómo es. Lleva sus rencores a la tumba.
—¿Cómo está? —La triste esperanza en su rostro es casi vergonzosa. Tengo
la impresión de que extraña a mi hermana. Debe ser un momento de verdad
humillante y horrible darse cuenta de que tal vez no valía la pena arruinar su
amistad.
—Está genial —respondo, porque no voy a fingir que Sloane no ha
prosperado sin la compañía de Mila—. Con sus labios perpetuamente pegados a
su nuevo novio, RJ.
—Sí, lo conocí en el último partido de fútbol. —Su expresión esperanzada
se disuelve en una de envidia visible—. Es jodidamente sexy.
—¿Quién es jodidamente sexy? —exige Oliver, con los ojos entrecerrados
mientras regresa con dos vasos de cerveza.
—Tú lo eres —dice Mila inocentemente, aceptando uno de los vasos—. ¿De
quién más estaríamos hablando?
Me guiña un ojo cuando él no mira, y no puedo evitar una sonrisa de mala
gana en respuesta.
—Toma. —Me entrega el otro vaso—. Parecías un poco deshidratada,
Tresscott.
—Gracias. —Tomo un sorbo pequeño, y siento la mirada curiosa de Mila
sobre mí a medida que lo hago.
Oliver extiende sus manos, una hacia mí y la otra hacia Mila.
—Vamos. He decidido que necesito poner celosos a todos los demás tipos
aquí bailando con las dos chicas más sexis de la fiesta.
Riendo, Mila toma su mano y deja que la atraiga hacia él. Luego me lanza
una mirada expectante. 199
—Vamos.
Resoplo.
—Sí, claro.
Pone los ojos en blanco.
—Casey, no tenemos que ser amigas. Solo es un baile.
La desgana aún persiste dentro de mí, pero una mirada hacia el fuego revela
a Jazmine y Gray susurrando entre sí, Jaz prácticamente en su regazo. No me veo
arrebatándosela pronto. Y Oliver es un buen bailarín…
Bebo casi la mitad de mi bebida, y luego planto mi mano en la palma
expectante de Oliver. La enrosca alrededor de la mía, y luego nos atrae a Mila y a
mí hacia la multitud de bailarines.

200
29
Lawson
—Verde para el mareo, púrpura para pasar la mierda…
Es mi voz. ¿Creo? Y alguien responde, pero es como si estuviéramos
hablando bajo el agua. No puedo encontrarle sentido a nada. No hay contexto.
Abro los ojos, con un gemido. Trago mi frustración, y luego un trago de
bourbon. Me rindo. Esto de recordar es jodidamente difícil.
Desde mi viaje improvisado con Casey, he estado intentando hacerle un
favor volviendo a visitarla la noche del baile de graduación, pero tal vez sea hora
de dejarlo. La verdad es que, había ingerido tantas sustancias ilegales en el baile
de graduación que incluso si tuviera un recuerdo claro de esa noche, sería
imposible confiar en su exactitud.
Todo es un revoltijo inducido por las drogas.
Recuerdo frases sin sentido que pueden haber sido pronunciadas por mí o
no.
Recuerdo música realmente de mierda.
201
Creo que me chuparon la polla en algún momento en el pasillo oscuro fuera
de los vestuarios, pero eso parece un recuerdo erróneo por parte de mi cerebro
porque también creo que la persona que me la chupaba ¿era Silas? Lo que significa
que es una tontería, porque uno, de ninguna manera pasó, y dos, cuando recuerdo
la mamada en cuestión, recuerdo pasar los dedos por un cabello largo. Lo que
definitivamente descartaría a Silas y su corte de pelo.
Los únicos recuerdos definitivos que tengo, los que pueden ser verificados
por terceros, tienen lugar después de que comenzó la emoción. Buscando con Silas
en los pasillos a Casey desaparecida. Los ojos salvajes y frenéticos de Sloane
mientras agarraba a todos por el cuello uno por uno, exigiendo saber si habíamos
visto a su hermana.
—Oye, ¿quieres jugar al billar?
Fenn aparece en mi puerta, luciendo un poco avergonzado. Desde que me
acusó de intentar profanar a su chica, ha sido muy amable conmigo. Supongo que,
lo aprecio. Quiero decir, mis intenciones no siempre son las mejores, y sí, coqueteé
con la chica (coqueteo con todas las chicas) pero no hice ningún movimiento hacia
ella.
Levanto una ceja.
—Esta noche hay una fiesta en Ballard. ¿No vas?
—No planeaba hacerlo.
—Bueno, yo sí. Solo estoy esperando a que Silas regrese. Sus padres están
en la ciudad por los deportes de su hermana, así que lo llevaron a cenar.
El sonido del nombre de Silas trae una nube oscura al rostro de Fenn.
—Que se joda Silas. El imbécil me tendió una trampa.
Me encojo de hombros.
—Sí, no esperaría que te importara.
Tomando otro trago de bourbon, lo miro por encima del borde de mi vaso.
—Hace años que quiere follarse a Sloane. Vio una oportunidad, y la
aprovechó.
Fenn resopla.
—Por supuesto que apoyarías eso.
—No me importa de ninguna manera. Hermano, de todos modos, tu
202
pequeño y sucio encuentro con Sloane habría salido a la luz. No puedes guardarle
secretos a una chica como Casey. Al final, habrías tenido que confesarlo.
Su mandíbula se aprieta.
—¿Me equivoco?
—No te equivocas —acepta de mala gana—. Pero Silas sigue siendo un
idiota por lo que hizo.
—Hablando de Silas y pollas —digo, inclinando la cabeza—. ¿Cuáles son
las posibilidades de que alguna vez me la chupe?
—Cero —es la respuesta instantánea. Me mira fijamente—. ¿Estás
intentando seducir a tu compañero de cuarto?
—No. Solo estoy probando una teoría —digo vagamente.
—Lo que sea. Mueve el culo y juguemos hasta que te vayas. Necesito salir
de mi cabeza por un tiempo.
Así que, terminamos en el salón, donde nuestro juego se vuelve competitivo
desde el principio, plagado de charlas basura. Pero Fenn es un buen deportista. No
sabe cómo guardar rencor, y ese es un rasgo valioso que la gente siempre
subestima.
—¿Qué pasa? —Se burla para distraerme y no darme cuenta de que está a
solo un par de tiros de ganar el juego—. ¿Tu cita está castigada?
—¿Sabes lo peor de ti? —respondo, hundiendo la última bola rayada en la
tronera lateral en un tiro al banco. Sí, no hay manera de que lo deje ganar—. No
tengo permitido hacer bromas sobre «tu mamá» cuando dices algo así.
—Al menos, sé que no puedes acostarte con ella.
—Esto sería vergonzoso si intentaras dejarme ganar. —Hundo casualmente
la bola ocho que se tambalea en el borde de la tronera para terminar el juego—.
¿Cuál es nuestra cuenta corriente ahora? ¿Dos juegos para comprimir? Apostemos
mil dólares en el próximo.
—¿Qué tal si me abres una cuenta? —dice Fenn mientras recoge las bolas
para volver a colocarlas.
—Me gusta dónde está tu cabeza. —Es mi turno de romper. Alineo el tiro y
envío dos bolas a troneras opuestas—. ¿Dónde está Remy?
—¿RJ? Con la esposa. ¿Dónde más?
203
—Tu hermanastro apesta —dice la voz sarcástica de Duke.
Nos volvemos y lo encontramos entrando al salón con una cerveza en la
mano. Ya nadie intenta ocultar el contrabando a nuestro encargado de piso. El señor
Swinney sabe que tiene más posibilidades de controlar una manada de caballos
salvajes.
Duke se deja caer en un sillón de cuero, y lo gira para poder ver la mesa de
billar.
—Y apesta a la hora de gobernar la escuela.
Pongo los ojos en blanco.
—Dios, maldición. ¿Esto otra vez?
—Amigo, creo que es hora de buscar un terapeuta —le dice Fenn—. Ya
basta.
—Todo el mundo sabe que tengo razón. No quieren admitirlo, pero me
extrañan. Saben que es verdad.
Fenn se encoge de hombros.
—Ah, ¿sí? Tal vez si eres amable con él, te devolverá el trabajo. No es como
si alguna vez lo hubiera querido.
—No me jodas. Lo recuperaré en algún momento. —Duke se lleva la
cerveza a los labios y toma un trago largo.
—Digo que desafíes a ese cabrón a una revancha. —Carter, el lacayo de
Duke, se da vuelta en el sofá y aporta su granito de arena no deseado a la
conversación.
Mientras hago mi señal, le doy a Carter una sonrisa pequeña, que finge no
ver. Carter ha estado metido profundamente en el armario desde que lo conozco, y
solo sale de vez en cuando para arrodillarse ante mí después de la práctica de
natación. Me gusta mucho más cuando su boca está ocupada.
—Es demasiado cobarde para pelear conmigo dos veces —dice Duke—.
Sabe que la primera vez fue una casualidad.
—Sigue diciéndote eso —dice Fenn antes de inclinarse hacia adelante para
enviar una bola rayada a la tronera de la esquina.
—Mierda, deberíamos haber ido a Ballard esta noche —espeta alguien. Un
par de personas de último año están tumbadas en el sofá del fondo, y uno acaba de 204
sentarse, con la boca abierta a medida que mira su teléfono.
—¿Qué es? —Su amigo se inclina para intentar ver la pantalla.
—Mira este TikTok de la pequeña niña del director bailando sucio con una
chica.
—¿Sloane?
—Amigo, no. La jodida Casey Tresscott…
El taco en la mano de Fenn golpea el suelo antes de que el chico termine de
decir el nombre de Casey. De repente, Fenn cruza la habitación y le arrebata el
teléfono de la mano.
—Oye, ¿amigo, qué diablos?
—Cállate —espeta Fenn.
Mientras mira el vídeo, apoyo mi taco contra la mesa y me acerco para ver
por encima de su hombro. Desde el teléfono, el sonido metálico de la música y los
gritos incoherentes llenan la habitación.
Es difícil distinguir exactamente qué está sucediendo en el video granulado.
Veo la cara de Casey y un chico encima de ella. También hay otra chica en la
mezcla.
Entrecierro los ojos ante la pantalla.
—¿Creo que esa es Mila?
—Y Oliver —gruñe Fenn.
Un segundo después, arroja el teléfono contra la pared.
—¡Oye, idiota! —objeta el senior.
—Búscame después —apaciguo al chico rápidamente, porque puedo decir
que Fenn no está en condiciones de lidiar con una confrontación en este
momento—. Me ocuparé de ti.
Fenn carga hacia Duke con la mano extendida.
—Llaves. Necesito que me prestes tu transporte.
—¿Qué hay para mí ahí?
—No dejar que me asesinen —ofrezco con una sonrisa.
Poniendo los ojos en blanco, Duke se levanta y busca en su bolsillo. Saca
205
un juego de llaves, pero en lugar de entregárselas a Fenn, sonríe.
—Yo conduzco.
Resoplo suavemente.
—Bueno, esto será divertido.
30
Fenn
La fiesta está en pleno apogeo cuando llegamos. Y a los cinco segundos de
nuestra llegada, llamamos la atención. Las chicas se acercan ofreciendo sonrisas y
abrazos prolongados. Los chicos del equipo de fútbol me dan palmadas en los
hombros a mí y a Duke, ofreciendo choques de puños. Viejos amigos y conocidos
gritan sus saludos.
Los ignoro a todos y escaneo la multitud en busca de Casey. El vídeo la
mostraba en las sombras, así que busco en la oscuridad donde se desarrolla la
mayor parte del baile. Figuras oscuras chocando entre sí, apenas visibles.
Duke me da un golpe en el brazo.
—Está por ahí.
Sigo su mirada y mis hombros se ponen rígidos. Aún está bailando con
Oliver, aunque Mila no se ve por ningún lado ahora. La espalda de Casey está
pegada a su pecho enorme, sus brazos levantados y moviéndose al ritmo de la
canción pop que suena en los parlantes portátiles de alguien. La hoguera
proporciona suficiente calor como para que nadie lleve siquiera abrigos, y muchas
de las chicas aquí van vestidas con camisetas diminutas sin mangas. Para mi alivio,
206
Casey lleva un suéter de manga larga y jeans. Pero con la forma en que frota su
cuerpo sobre Oliver, bien podría estar desnuda.
Mis dedos se cierran en puños en tanto veo a la persona más importante para
mí bailar con otro tipo. Como si sintiera mi presencia, la cabeza de Casey se
levanta, y esos ojos azules de repente chocan con los míos. Luego se encienden en
un fuego de ira y resentimiento.
Frunciéndome el ceño, se da la vuelta para darme la espalda. Apoya sus
manos sobre los hombros anchos de Oliver y sacude sus caderas, y necesito toda
mi fuerza de voluntad para no ir hacia allí y alejarla de él.
—¿Estás bien? —Lawson habla arrastrando las palabras.
—¿Hazme un favor? —digo con los dientes apretados.
Inclina la cabeza.
—Interrumpe.
Ahora levanta las cejas.
—¿Estás seguro de eso?
Me enfurece enormemente estar enviando a Lawson en mi lugar para cuidar
de Casey, pero por la forma en que sus ojos ardieron cuando se encontraron con
los míos, sé que no hay ninguna posibilidad en el infierno de que me deje
acercarme a ella sin un pelea masiva. Así que, me obligo a mantener la distancia.
—Te necesito como mi apoderado. Ve allí y asegúrate de que no esté
demasiado jodida.
—¿Me estás convirtiendo en su niñera? —Suspira—. Hermano. Tengo un
juego listo para ganar.
—Por favor. Solo por un minuto. Ve a ver cómo está.
Si me hubieras dicho que enviaría a Lawson Kent a poner sus sucias manos
sobre la chica con la que estoy obsesionado, me habría reído en tu cara. Pero aquí
estoy, parado ahí mirándolo pasear por la fiesta. Atrae las miradas codiciosas de
chicas y chicos por igual. Con su cabello revuelto, sus jeans descoloridos y su
camiseta gris, nunca pensarías que era el heredero de un imperio de mil millones
de dólares. La mayoría de las veces parece un tipo que acaba de regresar a casa
desde algún bar de mala muerte. 207
No hay peor sentimiento en el mundo que cuando el rostro de Casey se
ilumina al ver a Lawson.
Hijo de puta.
Quizás esto fue un error.
Pero luego su alegría se desvanece y es reemplazada por una estrecha
sospecha. Él sostiene las manos levantadas y sé que le está dando esa mierda
descuidada de «quién, yo» en la que confía cuando intenta convencer a alguien de
que no trama nada bueno.
Otra ráfaga de celos calienta mi sangre cuando Casey se gira para hablar
con Oliver, quien sonríe y le dice algo al oído antes de alejarse. Ella y Lawson se
acercan a un tronco, donde se sientan y empiezan a susurrar entre ellos, mientras
yo observo en agonía.
—¿En serio enviaste a Kent? —Duke se ríe de mí—. ¿Estás loco?
Lo ignoro y camino con las piernas rígidas hacia los barriles. Un estudiante
de primer año me sirve una cerveza aguada. Enrosco mis dedos alrededor del vaso
y me alejo, vigilando de cerca el fuego a medida que estudio a la multitud.
Veo al capitán del equipo de fútbol de Ballard con una chica en su regazo y
una mano en su camiseta. Cerca de allí, me sorprende un poco ver a la ex de Silas
con sus amigos, su rostro animado mientras les cuenta una historia que hace reír a
todos. Siempre olvido lo bonita que es Amy. Tiene una vibra de chica de al lado,
como Casey, solo que no provoca el deseo ardiente que Casey provoca en mí. Aun
así, cuando nuestras miradas se encuentran, le inclino mi vaso a modo de saludo y
Amy sonríe tensamente antes de darse la vuelta.
Apenas llevo un minuto solo cuando Mila se acerca sigilosamente a mí con
una falda negra corta y un top transparente que deja al descubierto el sujetador
negro que lleva debajo. Su cabello oscuro está recogido en una coleta, sus ojos
brillando cuando me sonríe.
—Bishop, pareces muy solo aquí.
—No. Estoy muy bien.
Mi mirada permanece en Casey y Lawson. Casi aplasto el vaso de plástico
cuando ella se ríe de algo que él dice.
—A Lawson normalmente le gustan los más experimentados, ¿no? —Mila 208
frunce el ceño y luego suelta una carcajada—. Supongo que se está quedando sin
opciones. Se abrió paso entre todos en un radio de ocho kilómetros.
—¿Tú incluida? —No puedo evitar burlarme.
—Por supuesto. Ligar con Lawson Kent es prácticamente un rito de paso.
—Mila se pone cómoda, entrelaza su brazo con el mío y apoya su cabeza en mi
hombro—. Lo mismo ocurre con enrollarse con Fenn Bishop.
Pongo los ojos en blanco, pero no me libero de su agarre. Probablemente
sea bueno tener a alguien en quien apoyarme, literalmente, porque estoy tan tenso
que tengo miedo de desplomarme.
Por supuesto, probablemente Mila no sea en quien apoyarse. Solía ser una
amiga, y sí, nos enrollamos una vez en el primer año, antes de que me expulsaran
de Ballard, pero eso también fue antes de que decidiera apuñalar a las Tresscott
por la espalda. Por lo que dice Sloane, Mila es la fuente del rumor que convirtió a
Casey de víctima a psicópata en busca de atención.
El recordatorio provoca una sacudida de ira que me hace alejarme de ella.
—¿Por qué lo hiciste?
Frunce el ceño.
—¿Hacer qué?
—Volverte contra Casey.
Su expresión vacila. Saca mi vaso de mi mano y toma un trago, su mirada
dirigiéndose brevemente hacia Casey. Luego habla con voz plana.
—Porque soy una perra.
—En serio, ¿esa es tu excusa? —Se le escapa una risa áspera—. Tu chica
Connie dejó una maldita camisa de fuerza en su casillero.
—Fenn, ¿qué quieres que te diga? —Suena cansada. Avergonzada—. Hice
una mierda, ¿de acuerdo? Se suponía que era una broma. Estábamos todos sentados
y pensé, qué conveniente que no pueda recordar nada. Probablemente se drogó
para llamar la atención y se hundió accidentalmente en el lago.
—No me parece una broma —digo con frialdad.
—No dije que fuera buena. —Me devuelve mi cerveza—. Y no pensé que
mis amigos seguirían con la historia. Convertirlo en algo completo. Le pedí 209
disculpas a Casey esta noche, si eso importa.
—No lo hace.
—Cristo, son unos imbéciles, igual que sus rencores. Extraño a Gabe.
Nunca se tomó las cosas personalmente.
También extraño a Gabe.
Si él estuviera aquí ahora mismo, tal vez no estaría parado en las sombras
con Mila Whitlock mientras Casey está a cinco metros de distancia deseando estar
muerta. Tal vez tendría las respuestas que necesito. Pero él no está aquí, y no puedo
traicionar a mi mejor amigo si no estoy seguro si es responsable del accidente.
Sobre todo, cuando le debo una.
Aún no hemos recibido un mensaje de respuesta y estoy empezando a
frustrarme porque no quiero acosar a RJ todos los días por eso. Hasta ahora he
logrado sonar más casual que desesperado cuando le pregunto si Gabe ya se ha
puesto en contacto. Pero si no sabemos nada de él pronto, quizás tenga que hacer
algo drástico para hablar con Gabe.
Me pregunto qué tan difícil es entrar en una escuela militar. ¿Siento que tal
vez podría lograrlo? O podría contratar un equipo de mercenarios para extraerlo.
Eso sería enfermizo.
—Lo que sea. Esto es aburrido. Estoy aburrida. —Con eso, Mila se lanza
en dirección a Oliver.
Bebo el resto de mi cerveza y arrojo el vaso al suelo, luego escucho un
bufido burlón detrás de mí. Me vuelvo y encuentro otra chica con la que me he
enrollado.
—Hay una bolsa de basura, como, a metro y medio de distancia —me dice
Rae Minato. Echando su largo cabello negro sobre su hombro, pasa a mi lado para
recoger mi vaso descartado.
—No lo vi —digo a la ligera.
Se deshace del vaso y regresa tranquilamente, con todas sus extremidades
largas y su atractivo sexual. No la he visto en mucho tiempo, y no me importa la
vista.
—¿Terminaste de mirarme? —pregunta.
—¿Quieres que lo haga?
Poniendo los ojos en blanco, Rae se para a mi lado. Sus jeans desgastados 210
están prácticamente pegados a sus piernas infinitas, y una sudadera Ballard azul
corta cuelga de un hombro pálido.
—Fenn, ¿por qué estás solo?
Le toco el brazo en broma.
—Rae, no estoy solo. Estás aquí.
Ignorando eso, sus ojos increíblemente oscuros se dirigen hacia el fuego y
luego se estrechan.
—¿Quién es la chica que está con Lawson? Sigue mirándonos.
—Ah, ¿sí? —Mi corazón se salta un latido. ¿Casey está mirando?
—Bueno, fulminándonos con la mirada más que mirar.
Fulminar con la mirada, eh. Esa es una buena señal. Significa que sus
sentimientos por mí no se han extinguido por completo. No sientes celos por
alguien que ya no te importa.
—Es la hermana de Sloane —le digo a Rae.
Cuando una brisa empuja parte de su cabello hacia su frente, lo aparto con
los dedos y meto los mechones errantes detrás de su oreja.
Rae comienza a reír.
—Sí… no estoy interesada.
—¿Por qué no? ¿No nos divertimos esa noche en segundo año? Fue en, ah,
Molly, lo que sea que esté en Nantucket. ¿Te acuerdas?
—Martha's Vineyard, y lo recuerdo. —Su tono tiene un toque mordaz—.
Incluso si quisiera repetir la actuación, lo cual no es así, no estoy de acuerdo con
que me uses para poner celosa a otra chica. Fenn, tus payasadas de cabrón se
vuelven muy viejas.
Se marcha con eso.
Maldición. La chica que recuerdo del segundo año era mucho más dulce.
Por supuesto, merecía cada palabra dura. No es que planeara enrollarme con Rae
ni nada por el estilo, pero estaba disfrutando las miradas asesinas que Casey
enviaba en nuestra dirección.
Pasándome una mano por el cabello, me dirijo hacia el fuego. Mila y Oliver
ahora están sentados con Casey y Lawson, Gray Robson y una chica de cabello
oscuro que no reconozco. Los hombros de Casey se ponen rígidos ante mi 211
acercamiento. Luego me sorprende con una sonrisa pequeña.
—¿Qué? ¿Te peleaste con esa chica? —pregunta burlonamente—. Debes
estar perdiendo tu toque.
Lawson se ríe. Traidor. Cuando nota mi ceño fruncido, se encoge de
hombros como diciendo: qué, pensé que fue gracioso.
Mila mira fijamente a Casey.
—Maldición, Tresscott. Me recuerdas cada vez más a Sloane.
Sí, lo hace y no me gusta. Porque ella no es así. Sloane es innegablemente
atractiva, pero es totalmente dura. A algunos chicos les gusta la personalidad
diabólica; Dios sabe que eso excita a mi hermanastro. Pero no quiero una relación
combativa.
Relación.
El hecho de que la palabra penetre tan casualmente en mi conciencia me
dice lo lejos que estoy por esta chica. Nunca me importaron las relaciones. Nunca
quise una. Luego conocí a Casey y, por primera vez en mi vida, pude verme siendo
el novio de alguien.
Su novio.
Y tuve que ir y arruinarlo. Porque eso es lo que hago. Arruino las cosas.
Cada vez que se me presenta una decisión que tiene dos resultados claros (correcto
o incorrecto), tomo el camino equivocado. Incluso cuando creo que es el correcto,
aún me explota en la cara.
Gritos y llantos de repente atraviesan los árboles bajo la música. Todos nos
volvemos y nos damos cuenta de que es el ruido de la gente desnudándose para
correr hacia el lago. Veo destellos de sujetadores y ropa interior. Bóxers y
calzoncillos blancos. Algunos entran desnudos, con las manos agarrando su verga
mientras se lanzan al agua negra.
—De eso estoy hablando —dice Oliver, poniéndose de pie de un salto.
Lleva a Mila con él y adopta un acento británico bastante decente—. ¿Te apetece
nadar, querida?
—Pues sí, lo hago. —Ya se está quitando la camiseta por la cabeza,
dejándola con un sujetador negro de encaje—. ¿Vienes, Casey?
—No —respondo por Casey, mi tono sin admitir discusión.
Entonces, por supuesto, me contradice. 212
Con ojos brillantes, se levanta y comienza a desabrocharse los jeans.
—No —repito. Bajo y ronco—. Case, sube la cremallera de esos jeans.
Lawson se ríe por lo bajo, desde su lugar junto al fuego.
Ella me ignora, se baja la mezclilla por las piernas y se la quita de una
patada. La vista de sus piernas desnudas provoca un gruñido en mi garganta. De
acuerdo, estoy totalmente cabreado. Está haciendo esto a propósito, y no lo
permitiré.
Doy un paso hacia ella justo cuando me arroja el suéter a la cara. Lo dejo a
un lado a tiempo para ver a Oliver cargando a Casey sobre un hombro. Hay una
imagen borrosa de su sujetador blanco y sus bragas antes de que Oliver se lance
hacia la orilla arenosa y lleve a Casey, que ríe y grita, al agua.

213
31
Casey
Estoy mareada, pero rio cuando me caigo del hombro de Oliver. El agua me
sube por la nariz y toso a medida que los dedos de mis pies buscan el fondo blando
y fangoso del lago. Por primera vez en toda la noche, experimento un breve
destello de pánico cuando el agua fría me rodea. Pero luego salgo a la superficie y
escucho las risas y voces a mi alrededor, y recuerdo que estoy a salvo.
Mila grita y salpica cuando Oliver la levanta por encima de su cabeza y la
arroja como un saco de papas a la oscuridad más pura. Se me ocurre brevemente
que abandoné a Jaz, pero ella parecía bastante cómoda con Gray Robson antes de
esquivar el agarre de Fenn y lanzarme a los brazos de Oliver.
Alguien se acerca con una botella en la mano, y las dos docenas de siluetas
negras a la altura del pecho a mi alrededor cantan «¡Bebe!» mientras una persona
sin rostro me ofrece un trago de tequila. Inclino mi cabeza hacia atrás para aceptar.
El aguijón es sorprendente, pero extrañamente refrescante. No estoy segura de
sentir el sabor al bajar, pero siento que calienta la boca de mi estómago.
—¡Casey!
Mi buen humor se desvanece ante el sonido de la voz de Fenn. Lo ignoro y
214
nado hacia Mila, quien me saluda con una sonrisa impresionada.
—Ah. Alguien está en problemas.
Ambas miramos la orilla, donde Fenn se quita los zapatos y la sudadera con
capucha antes de adentrarse en el agua con sus jeans y una camiseta fina.
—Casey, maldita sea. Respóndeme.
—Está por aquí. —Mila me delata y me empuja por detrás.
Maldigo en protesta cuando él me alcanza.
—No. Vete, Fenn.
—No puedo hacer eso. —Sin previo aviso ni permiso, encuentra mi mano
y me arrastra detrás de él de regreso a tierra firme. Se detiene solo para recoger sus
zapatos y su sudadera con la mano libre.
—Oye, no quiere ir contigo. —Oliver, empapado, aparece y coloca una
mano en el pecho de Fenn, bloqueando su camino. Pero incluso yo puedo decir
que Oliver está demasiado inestable y borracho para protestar.
—Sí, está bien. Entonces, ¿qué tal si la dejo aquí y tú les explicas a Sloane
y a su padre por qué pasaste la noche llenando de alcohol a una menor?
Fenn empuja a Oliver fuera del camino.
—Suéltame. —Intento liberar mi mano, pero su agarre es seguro—. No
tienes derecho a hacer esto.
—Tal vez no. Pero me lo agradecerás por la mañana.
Luego me arroja sobre su hombro y mi mundo está patas arriba y gira de
lado. Ese trago de tequila es menos agradable cuando regresa a mi esófago.
—¡Fenn, bájame! Lo digo en serio.
—Sé que lo haces.
—¡Ahora! Bájame. ¡Jazmine! ¡Ayuda!
Mi amiga viene corriendo hacia nosotros, pero en lugar de rescatarme, veo
una mancha negra y escucho un chasquido cuando golpea algo en la palma de
Fenn.
—¡Oye! ¡Cavernícola rubio! Si vas a secuestrar a mi amiga, al menos déjale
su teléfono. 215
—No voy a secuestrarla —murmura—. La llevaré a casa.
—Bájame —ordeno de nuevo, golpeando un puño entre sus omóplatos.
Pero no obedece hasta que nos lleva de regreso a un BMW brillante
estacionado en el camino de tierra.
Abre la puerta del pasajero y me hace un gesto con impaciencia.
—No voy a entrar allí.
—Casey, vamos. Ya has tenido suficiente esta noche.
—¿De dónde se te ocurrió esta idea de que puedes aparecer de la nada y
decirme qué hacer?
—Cuando cada vez que desapareces, tu hermana llama para culparme por
estas mierdas.
—Te estás volviendo como ella.
Fenn gruñe.
—Entra.
Parece el auto de Duke. Lo cual es aún más confuso, pero no tengo el lujo
de reflexionar en eso cuando una ligera brisa aguijonea mi piel y un escalofrío me
recuerda que estoy en ropa interior empapada.
—¿Puedes al menos regresar y agarrar mi ropa? —me quejo.
—No.
En lugar de eso, se acerca con su sudadera con capucha y luego la pasa
bruscamente por encima de mi cabeza. Es demasiado grande, el dobladillo
llegando hasta mis rodillas, pero es suave y cálido, y no puedo evitar pasar los
brazos por las mangas para acurrucarme en la tela gruesa.
—¿Podemos irnos ahora? —Fenn hace un gesto a la puerta abierta.
Podría volver corriendo al lago, pero no tengo la energía para hacer que me
persiga. Además, tengo la sensación de que el tequila se dará a conocer más
temprano que tarde, de modo que probablemente sea mejor no tener audiencia
cuando salga de mí.
Entro, aunque no estoy contenta con ello.
—Cinturón de seguridad —ordena, luego cierra la puerta. 216
—Dame mi teléfono.
—Solo si prometes no llamar al 911 y decirles que has sido secuestrada.
—Te lo merecerías. —Lo fulmino con la mirada—. Solo quiero decirle a
Jaz que no se preocupe.
Me pasa el teléfono, aunque de mala gana. Con dedos fríos y temblorosos,
le escribo un mensaje a Jaz, quien me responde casi al instante.
Jazmine: ¿¿Estás bien??
Yo: Estoy bien. Simplemente enojada. Tiene algo de valor.
Jazmine: ¿Te enojarás conmigo si te señalo lo sexy que se veía cuando te
estaba secuestrando?
Yo: Sí.
Jazmine: Está bien, entonces no lo señalaré. Escríbeme cuando estés en
casa para saber que regresaste.
Yo: ¡Tú también!
Fenn no me mira cuando dejamos Ballard. Estrangula el volante y mira al
frente, ignorándome hasta que empiezo a manipular los botones del tablero.
—Basta —dice—. ¿Qué estás haciendo?
—Buscando los calentadores de trasero.
—¿Disculpa?
—El auto de Duke tiene asientos con calefacción, y me estoy congelando.
Es el auto de Duke, ¿no? ¿Y te mataría poner algo de música?
Sube la calefacción sin decir una palabra, y también enciende la radio.
—Apuesto a que ahora te sientes bastante feliz, ¿verdad? —Finalmente
ubico la pequeña perilla con la imagen de un asiento y la giro completamente hacia
la derecha. Mi asiento se calienta casi al instante—. Abalanzándote para robarme
un buen momento.
—¿Así es como llamas retozar desnuda en el bosque?
—Como si nunca hubieras nadado desnudo.
—No soy un ejemplo que debas imitar —se queja.
—En eso podemos estar de acuerdo. 217
—¿Te das cuenta de que tus fotos están ahora en todas las redes sociales?
Todos los pervertidos de Ballard y Sandover te mirarán boquiabiertos en ropa
interior.
—Que es prácticamente lo mismo que un traje de baño. ¿Y qué?
¿Estoy emocionada con la idea? No, en realidad no. Y cuando el efecto del
alcohol se acabe, quizás me arrepienta de un par de cosas de esta noche. De
cualquier manera, ya es un poco tarde.
Y lo último que voy a hacer es darle la satisfacción a Fenn.
—Lo que sea que estés intentando demostrar —dice con brusquedad—,
créeme, no va a arreglar lo que está roto. Solo te alejará más de la solución.
Pongo los ojos en blanco.
—Lo que sea que eso signifique.
Fenn no responde, y no encontramos nada más que decirnos en el camino
de regreso a Sandover. Está oscuro y es largo, y no me doy cuenta de que me he
quedado dormida hasta que Fenn abre la puerta y me despierta y comprendo que
estamos en el estacionamiento del dormitorio de estudiantes de último año.
—¿Me estás tomando el pelo? ¿Por qué estamos aquí? —exijo indignada—
. Llévame a casa.
Se acerca a mí para desabrocharme el cinturón de seguridad.
—Sí, no lo creo. No te dejaré en la puerta de tu casa, en ropa interior
empapada y con la sudadera de mi equipo de fútbol. No estoy intentando morir
esta noche.
—Bueno, no voy a entrar allí —digo, cruzándome de brazos en el asiento
delantero.
—Entonces, nos sentaremos aquí hasta mañana, cuando todos vayan a
desayunar y se pregunten por qué la hija del director está medio desnuda en el auto
de Duke.
Dios, es tan idiota.
Una sonrisa arrogante cruza su rostro.
—O te arrojo otra vez sobre mi hombro.
—Lo juro, te daré un puñetazo en las pelotas. 218
—Vamos. Arriba hace calor y puedo darte algo de ropa seca. No seas tan
difícil.
Salgo del auto, pero solo porque no me gusta pasar frío y estar mojada toda
la noche.
—No me digas qué hacer.
A pesar de mis protestas, Fenn me levanta para acunarme en sus brazos.
—¿Podrías simplemente no hacerlo? —gruño.
—No tienes zapatos —dice con desdén—. No voy a dejar que te cortes los
pies con vidrios rotos para que puedas culparme también por eso.
En serio. Qué idiota.
Por fortuna, los pasillos están en silencio cuando me lleva arriba. Todos
están dormidos o de fiesta. Supongo que, existen los pequeños milagros. Lo último
que necesito es que la gente hable de que Fenn y yo volvemos a estar juntos. Porque
eso ya acabó.
Si tan solo recibiera el mensaje.
En su habitación, enciende la luz y cierra la puerta, mientras miro a mi
alrededor con cautela y me doy cuenta de que es la primera vez que estoy aquí.
El lado de la habitación de RJ está vacío. Aún está en mi casa, lo cual es un
alivio y una idea irritante a la vez. ¿RJ pasa el rato en mi casa después de
medianoche cuando todos mis visitantes tienen que irse a las diez? Otro de esos
dobles raseros que tanto le gustan a papá.
Por otro lado, si RJ estuviera aquí ahora mismo, sería el primero en decirle
a Sloane que no estaba estudiando en el dormitorio de Jaz, y preferiría no tener que
soportar otro sermón de mi padre y mi hermana.
Fenn me lanza una camiseta y unos pantalones deportivos, y luego me da la
espalda a medida que me cambio. La ropa no es exactamente de mi talla, pero está
seca y cálida.
—Te ves linda —dice, observándome con esa expresión de adoración que
antes me ponía nerviosa y emocionada de la mejor manera, y ahora solo me llena
de rabia.
—No. No puedes hacer eso. En todos sus efectos, me secuestraste. Lo
entiendes, ¿verdad?
—Por tu propio bien. 219
—¿Y ahora qué? ¿Soy tu prisionera? —pregunto, fingiendo no darme
cuenta de que se había quitado la camiseta mojada. Sus abdominales ondulan en la
suave iluminación de la habitación.
Aparto la mirada de su pecho desnudo, y me arrodillo frente al mini
refrigerador, donde me tomo mucho tiempo para robar una botella de agua. Para
cuando me levanto y destapo la botella, Fenn se ha puesto su propia ropa seca.
—¿Por qué no me cuentas qué diablos te pasa últimamente? —Se sienta en
el brazo del sofá, todo moralista y orgulloso de sí mismo.
—No pasa nada. —Y me estoy cansando mucho de responder esa
pregunta—. Excepto que, estoy intentando vivir mi vida y nadie quiere dejarme.
Es como si todos estuvieran aterrorizados de que me convirtiera en mi propia
persona.
—Eso no es cierto. —Se pasa una mano por el cabello, frustrado—. Has
cambiado. De repente, estás buscando peleas, metiéndote en problemas. Corriendo
por el bosque desnuda y borracha con gente que hace menos de un año estaba en
los pasillos riéndose de ti. Normalmente, me alegraría que por fin hayas dejado de
importarte lo que piense la gente, pero después de todo, se siente como un grito de
ayuda.
Ahora también estoy frustrada, hablando con los dientes apretados.
—No estoy borracha. Tomé dos cervezas aguadas, y el equivalente a un
trago de tequila. Me siento bien. Y no estoy pidiendo ayuda. Mucho menos de ti.
Su reacción es leve, pero inmediata, una avalancha de dolor llena sus ojos
antes de que los desvíe. Me siento fatal por un momento. Olvidé por qué lo odio.
Pero la simpatía pasa igual de rápido.
—He estado allí, ¿de acuerdo? —Su voz es suplicante, sus ojos implorantes.
Esos sinceros ojos azules que son tan fáciles de creer—. Mierda, probablemente
aún lo estoy. O lo estaría si no fuera por ti. Nos enojamos y nos entristecemos, y
no sabemos hacia dónde apuntar sino hacia nosotros mismos. Intentamos
convertirnos en otra persona. Alguien que no cargue con ese dolor.
Sacudo la cabeza, y una ola de cansancio me invade. Ya no me siento
mareada. Simplemente cansada y completamente sobria.
—Fenn, sé exactamente con quién estoy enojada. Está justo frente a mí.
—Lo entiendo.
220
—No creo que lo hagas. Y esta noche solo perjudica tu caso. ¿Te das cuenta
de eso? Tu truco de cavernícola celoso no estuvo bien —digo rotundamente—.
Maldita sea, me avergonzaste al correr hacia el lago y arrastrarme lejos de la fiesta.
Sé que me ves como una princesa inocente que es demasiado pura para quedarse
en ropa interior e ir a nadar, pero puedo divertirme y…
—¡Cristo! ¡No es por eso que corrí hacia el lago! —interrumpe irritado.
—Ah, ¿no? ¿Entonces no estabas celoso? —lo desafío.
—No. —Titubea—. Quiero decir, sí. Lo estaba. Argh. —Hace un ruido
agitado—. Estaba celoso cuando empezaste a desnudarte, sí, pero no fue por eso
que entré detrás de ti. Cuando te arrojó al agua, yo…
Fenn se calla, y su expresión se derrumba.
—¿Tú qué? —Mi garganta se aprieta. Mi pulso aleteando débilmente.
Se levanta y se acerca a mí. Retrocedo hasta que mis hombros están contra
la pared y quedo atrapada. Se detiene en seco cuando hay unos treinta centímetros
de espacio entre nosotros.
—Entré en pánico —admite, con la voz ligeramente quebrada—. Fue
como… como si de repente me transportaran de regreso al baile de graduación, a
ese momento en el que te encontré en el lago, y mi corazón simplemente se detuvo.
Ni siquiera recuerdo haberme metido en el agua. Lo único que recuerdo es que
Oliver te arrojó y te hundiste, y yo… tuve miedo.
Su respiración se estremece con un silbido suave.
Por otro lado, parece que no puedo respirar lo suficientemente profundo.
Mis pulmones arden, y mis ojos empiezan a escocer.
—Lamento haberte avergonzado —dice, bajando la cabeza ultrajado—. Fue
irracional, pero mi cerebro me decía que estabas en peligro, que podrías ahogarte,
y mi primer instinto fue rescatarte.
—No necesito que me rescaten. —Mis palabras salen como un susurro.
Acorta la distancia, empujando algunos mechones de cabello húmedo detrás
de mi oreja. No me doy cuenta hasta que lo hace que estoy agarrando su camiseta
con ambos puños.
—Estaré aquí para salvarte en todo momento —dice suavemente—. Justo
como estuve allí esa noche.
Lo odio por decir eso. Por pensar que él es el centro de todo lo que está mal
221
en mí. Y por tener toda la jodida razón, porque es verdad: no puedo pasar un día
sin sacar su nombre de mis pensamientos. Lo quiero, y no lo soporto a partes
iguales, y mi corazón no sabe cómo conciliar eso.
Parpadeo para retirar la humedad que cubre mis pestañas.
—¿Por qué tienes que ser tú?
Su respuesta es un beso.
Las manos cálidas de Fenn agarran mi rostro a medida que presiona sus
labios contra los míos. Suave, pero insistente. Cada vez que nos besamos, es como
una carta de un amigo por correspondencia. Una de esas conversaciones largas en
la cafetería cuando cierras el local. Quedarse despierto toda la noche hablando por
teléfono. Recuperar el tiempo perdido. Continuando exactamente donde lo
dejamos, sin importar cuánto tiempo y espacio haya entre nosotros.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello incluso cuando sé que después
me odiaré por ello. Odio que toda mi ira, su traición, se vuelva superflua cuando
me toca. ¡Con qué facilidad me ganan! No porque sea algún truco o hechizo, sino
porque para mí lo siento como en casa.
Dejo que me bese porque nunca hay un momento en el que dejé de desearlo,
sin importar lo mucho que desearía poder purgar ese deseo de mi corazón. Le
devuelvo el beso porque besarlo es lo más parecido que conozco a la felicidad.
Ninguno de los dos habla cuando agarra mis caderas. Como si ambos
tuviéramos miedo de respirar demasiado fuerte y dejar que esta ilusión breve se
evapore, y darnos cuenta de que ambos seguimos siendo nosotros y que nada ha
cambiado. Paso mis dedos por su cabello que se ha vuelto un poco más largo desde
la última vez que hice esto. Aún está suave como lo recuerdo.
Sus manos encuentran la piel desnuda debajo de mi camiseta. Su camiseta.
Lo cual se siente como una manta, y probablemente me la llevaré a casa, donde
mañana la arrojaré sobre una silla y me diré que la lavaré y la devolveré. Pero
permanecerá ahí durante semanas mientras cierro los ojos y recuerdo la forma en
que él saborea mi lengua o lo delicados que son sus dedos cuando rozan mi
columna.
Trago fuerte y me muerdo el labio cuando desliza su mano debajo de esa
camisa para agarrar mi pecho. Mi rodilla cae hacia un lado. La pared
sosteniéndome mientras él pasa entre mis piernas. Me arqueo hacia su palma y mi
lengua contra la suya le ruega que me haga sentir todo lo que tengo demasiado
miedo para admitir que quiero.
222
Porque él es todo de lo que debería huir.
—Eres hermosa —habla finalmente. Un susurro reverente.
Me sube la camiseta por el pecho. Besa el ligero valle entre mis pechos
antes de recorrer un camino hacia un pezón. Lame suavemente a medida que
resisto el escalofrío debilitando mis extremidades.
Cuando mete la mano entre mis muslos y su boca se encuentra con la mía
otra vez, solo puedo pensar en las veces que tuvo miedo de tocarme. Miedo de
avanzar demasiado rápido. Pero ya no somos esas personas que se besan sobre una
manta de picnic en el bosque. Es un hermoso extraño, y soy la chica que dejó atrás.
Un sueño tan fugaz que prácticamente nunca sucedió.
—Quiero hacerte sentir bien —dice, respirando con dificultad contra mis
labios—. ¿Me dejas?
Debería decir que no.
—Sí.
Con un trago visible, Fenn desliza su mano tentativamente dentro de mis
pantalones deportivos. Aplicando presión en el lugar que destierra cada pequeño
susurro advirtiéndome que cuando esta fantasía desaparezca, ambos volveremos a
ser nosotros mismos y nada fundamentalmente roto habrá sido reparado.
Agarro sus hombros para mantenerme erguida, enterrando mi rostro en su
cuello. Cada respiración breve y superficial me llena con su aroma a medida que
me masajea hacia la sensación pura. No hay pensamientos más que su piel. Los
latidos de su corazón contra mi pecho. Sus dedos provocando mi clítoris.
Entonces, sus dedos desaparecen y me avergüenzo del gemido desesperado
que sale de mi garganta.
—No te preocupes. No voy a parar —dice con brusquedad, luego me
acompaña hacia su cama—. Acuéstate.
Estoy temblando como una hoja al viento cuando me desplomo sobre el
colchón. Fenn me quita los pantalones deportivos y los arroja a un lado. Un gemido
escapa de sus labios cuando su mirada se centra en mi coño desnudo.
—Maldición —susurra y extiende la mano para frotar sus nudillos a lo largo
de mi raja. 223
El placer me atraviesa. No puedo apartar la mirada de su rostro. La forma
en que sus dientes se clavan en su labio inferior. La forma en que respira cuando
siente lo mojada que estoy.
—¿Alguien te ha hecho correrte antes? —La pregunta es ronca.
Estrangulada.
—No —respondo honestamente.
Siento sus dedos temblar contra mi carne caliente.
—¿Alguien te ha dado sexo oral alguna vez?
—No.
Tan jodidamente pura.
De repente, escucho la voz burlona de Lawson en mi cabeza, y por alguna
razón evoca una punzada de resentimiento. No soy pura. O al menos no quiero
serlo. Estoy cansada de ser la frágil pieza de porcelana que todos tienen tanto
miedo de romper que se resisten a tocarla por completo. Fenn se resistió a hacer
esto durante meses y el recordatorio me anima.
Abro más las piernas.
Su palabrota ahogada resuena en la habitación.
—Haz algo —digo.
Un brillo travieso ilumina sus ojos, evocando recuerdos del Fenn del que
me enamoré. El tipo que siempre estaba armado con una broma y una sonrisa. La
vista me suaviza, me hace respirar mejor y sé que él se da cuenta porque sus rasgos
también se suavizan.
Entonces, se humedece los labios y los presiona entre mis piernas.
Me sobresalto cuando hace contacto, jadeando de placer. Oh, Dios. Esto
es…
Esto es…
Mi cerebro sufre un cortocircuito. Soy incapaz de formar pensamientos. Me
pierdo en el calor de su boca contra mi núcleo dolorido. Mis párpados se cierran,
y se vuelve difícil respirar. Empiezo a mover las caderas y Fenn gime, el sonido
vibrando como una cascada de notas por todo mi cuerpo.
No hay nada vacilante en sus movimientos. Mis uñas se clavan en sus
hombros a medida que me explora con su boca. Lamiendo. Saboreando. Cuando 224
chupa mi clítoris suavemente, otro escalofrío me invade. Esta vez me rindo,
temblando en la cama mientras Fenn me acerca cada vez más al borde.
—Eso es, Case —susurra antes de deslizar su lengua sobre mi clítoris.
Provocando—. Déjate llevar.
Así lo hago, dando la bienvenida al dulce olvido del orgasmo. La
electricidad se dispara a través de cada terminación nerviosa a medida que la
felicidad pura consume todo mi cuerpo.
Pero la paz es temporal. Comienza a disminuir incluso antes de que él dé un
último y delicado beso a mi carne saciada. La realidad aparece, siempre decidida
a recordarme que no hay silencio demasiado permanente como para hacerme
olvidar lo que hizo Fenn.
Cuando abro los ojos, lo empujo y me esfuerzo por sentarme.
Su ceño se frunce.
—¿Estás bien?
Trago un par de veces.
—Eso no debería haber sucedido. Tengo que irme.
Sin mirarlo, encuentro mi ropa interior y sus pantalones deportivos, y me
los pongo.
—No puedes irte —insiste, pero su voz está llena de infelicidad porque sabe
que ya me he ido.
—Estaré bien. —En algún momento.
—Al menos déjame llevarte.
—Caminaré. No está lejos —le recuerdo cuando intenta objetar.
—No tienes zapatos.
Mierda. Tiene razón. Y no hay manera de que pueda usar ninguno de los
suyos y caminar diez minutos por el bosque.
Se pone de pie y se pasa las manos por el cabello.
—Vamos, te llevaré.
Como no tengo muchas opciones, le permito que me lleve y salgo del auto
cinco minutos después con un «Gracias» entre dientes. Mi guardia ha vuelto a estar 225
en alto, y ni siquiera el recuerdo de lo bien que me acaba de hacer sentir puede
atravesar el escudo que rodea mi corazón.
—Buenas noches —dice con brusquedad.
Cierro la puerta y me apresuro por el camino principal. Luego me detengo
en un derrape cómico cuando me doy cuenta de que no tengo forma de explicarle
mi apariencia a papá. Salí de casa con pantalones de yoga y un suéter grande. Pasé
la noche con un top ajustado y jeans. Y regreso a casa con una camisa y pantalones
deportivos de chico.
Mierda.
Empiezo a entrar en pánico, hasta que recuerdo que le dije a papá que
pasaría la noche en casa de Jazmine. Eso significa que ya está en la cama.
Probablemente también tomó una pastilla para dormir, algo que suele hacer
últimamente. Mientras los perros no se vuelvan locos, debería poder entrar y subir
las escaleras sin previo aviso.
La suerte está de mi lado. Son casi las dos de la madrugada, y ambos perros
están desmayados. Bo abre un ojo cuando paso de puntillas por delante de él.
Después de confirmar que soy yo, vuelve a dormir. Desde su cama para perros en
la sala de estar, Penny ronca sin darse cuenta.
En lo alto de las escaleras, casi choco contra RJ, ambos siseando de
sorpresa.
Somos como dos ladrones que intentan robar en la misma casa, solo que él
llegó primero y ya se escapa con el botín. Observo su cabello revuelto y su camisa
al revés, luego bajo mi mirada a su cremallera, que está desabrochada. Qué clase.
Espero que Sloane no estuviera tan ocupada follándose a su novio como para
olvidarse de darle de comer a mi conejo. Cuando le envié un mensaje antes desde
la fiesta, fingiendo estar en el dormitorio de Jaz, prometió que cuidaría de Silver.
Poniendo los ojos en blanco, señalo la entrepierna de RJ.
Él mira hacia abajo y luego se encoge de hombros. Completamente
tranquilo a medida que se sube la cremallera. Luego me da una sonrisa irónica, sus
dientes blancos brillando en la oscuridad, mientras señala mi atuendo,
reconociendo instantáneamente la ropa de Fenn.
Ofrezco un encogimiento de hombros por mi cuenta.
Suspirando, RJ sacude la cabeza y baja el primer escalón. Hace una pausa
para mirar por encima del hombro.
—Buenas noches —dice.
226
—Buenas noches —respondo, luego me deslizo hacia mi habitación y cierro
la puerta detrás de mí.
32
Silas
Esta pelea con Sloane ya ha durado bastante. Ambos hemos sido más que
testarudos desde nuestra discusión, pero parece que su voluntad resiste más que la
mía. De acuerdo, está bien. Seré una persona más madura y daré el primer paso
hacia la reconciliación. Extraño hablar con ella. Extraño sus comentarios
sarcásticos y su risa gutural. Si necesita una disculpa, puedo hacer ese sacrificio de
orgullo. Porque, diga lo que diga en ataques de ira, nuestra amistad es, en última
instancia, más importante que cualquier punto retórico que cualquiera de nosotros
haya intentado plantear.
Y, sinceramente, sin Amy en la imagen cuestionando constantemente
nuestra amistad, será mucho más fácil volver a la normalidad.
El miércoles por la tarde, antes de la práctica de natación, dejo mi bolso en
el banco del vestuario y saco mi teléfono.
Yo: Tú ganas. Pido humildemente disculpas y me pongo a tu merced.
Yo: Perdóname.
Yo: ¿Nos vemos y hablamos? 227
Sloane no responde de inmediato. Probablemente conduciendo a casa desde
la escuela. Pero sé que podremos dejar esto atrás una vez que tengamos una
conversación real.
Faltan solo unos minutos para que el entrenador quiera que calentemos en
la piscina, arrojo mi teléfono de nuevo en mi bolso y me cambio. Por desgracia,
no hay nada que pueda hacer con respecto a la asignación de casilleros. RJ entra
con Lawson a dos casilleros detrás del mío.
Se ha vuelto casi intolerable compartir oxígeno con él. La forma en que RJ
prácticamente reclamó la propiedad de Sloane y de toda su vida social me convierte
en un maldito homicida. Últimamente, mi mejor táctica es simplemente evitar el
contacto visual para no dejarme atrapar por otra conferencia moralista sobre
límites y lealtad por parte de un tipo que ha estado mintiendo sobre quién y qué es
desde el momento en que llegó aquí. En unos pocos meses, logró poner a todos
menos a Lawson en mi contra. El hecho de que Sloane y Fenn no puedan ver cómo
los ha manipulado es más que frustrante.
Mientras me pongo el gorro, no puedo evitar notar a RJ con su teléfono
afuera. Sus pulgares tecleando la pantalla segundos antes de que mi propio teléfono
vibre encima de mi bolso.
Sloane: No estoy lista. No sé si alguna vez lo estaré.
—¿Tú hiciste esto? —le gruño a RJ.
Tiene el descaro de mirarme sin comprender.
—¿Qué?
—No me jodas. Sloane. En este momento.
Mira a Lawson en busca de una aclaración, pero mi mejor amigo
simplemente se encoge de hombros. Con gafas de natación colgando de una mano,
RJ me mira irritado.
—Amigo, no tengo idea de qué estás balbuceando.
—Entonces muéstrame tu teléfono.
Resopla.
—Vete a la mierda.
—Si no hiciste nada malo, entonces no hay nada que ocultar —respondo—
. Te vi escribiéndole a Sloane justo antes de que ella se negara a reunirse conmigo. 228
Le dijiste que lo hiciera. Solo admítelo.
RJ me mira fijamente.
—No puedo decirle ni mierda a Sloane. Y si la conocieras, lo entenderías.
La incredulidad me golpea como un tren de carga.
—No actúes como si la conocieras mejor que yo, ¿de acuerdo? Estaba en su
vida antes de que tú llegaras aquí.
—Vamos, chicas —interviene Lawson burlonamente—. Ambas son
bonitas. Bajémosle un poco.
RJ y yo estamos casi cara a cara a ambos lados del banco. Una parte de mí
desearía que lanzara un puñetazo, para poder finalmente lograr que lo expulsen de
este equipo. Tal vez que lo expulsaran por completo de Sandover.
—Y debe arderte —me dice RJ. Incitándome.
—¿Qué?
—Finalmente supe que durante todo este tiempo no fueron Duke ni su padre
los que impidieron que Sloane estuviera contigo. Simplemente no le gustas.
Mis manos hormiguean por la necesidad de romperle la cara.
—Te gustaría pensar eso, ¿no?
—Bien, de acuerdo. —Lawson una vez más intenta calmar la situación—.
¿Por qué no posponemos esta discusión para siempre?
—Y ahora —continúa RJ, mostrando una sonrisa triste—, no te soporta en
absoluto. ¿Cómo se siente ser degradado de la zona de amigos?
Lo empujo. Dos manos al pecho. Vuelve hacia mí con la misma rapidez, a
punto de saltar del banco, con los puños apretados, antes de que Lawson se arroje
entre nosotros y lo detenga.
—Hombre, vamos —se burla RJ—. Has estado rogando por esta pelea.
Aquí estoy, imbécil.
—Buen temperamento. ¿También discutes así con Sloane?
—Cuida tu maldita boca.
RJ hace el ridículo al tener que ser arrastrado por Lawson delante de todo
el equipo. Pensé que ese sería el final, pero no tuve tanta suerte. La necesidad de 229
RJ de ser el gorila que se golpea el pecho en la habitación no se detiene cuando
nos metemos en la piscina.
Después de un calentamiento inicial, el entrenador Gibson hace sonar su
silbato y nos alinea detrás de las plataformas de salida.
—Mason, Clark, RJ, Silas. A los bloques.
RJ se coloca intencionalmente en el carril junto al mío. Procede a tener ese
molesto hábito compulsivo de darse palmadas en los muslos como si creyera que
es el puto Michael Phelps.
—Oye, recuérdamelo —dice por encima del hombro, colocándose en la
posición inicial—. ¿Cuál es el récord de Silas en los 400 libres?
—Eh… —Lawson me mira con cautela—. ¿Como minuto treinta y tres?
—Oiga, entrenador —llama RJ. Se desliza las gafas sobre los ojos—. Saca
tu cronómetro.
—Shaw, esto no es una carrera —responde el entrenador—. Quiero ver la
forma. Quiero ver el seguimiento. Líneas limpias, respiración inteligente.
—Estás soñando —le digo a RJ, mirando fijamente al agua plana y viendo
solo el carril delante de mí—. Ese récord me está llevando a Stanford.
—Entonces, será mejor que esperes que estén desesperados por otras
alternativas.
Cuando suena el silbato del entrenador, ambos salimos de los bloques como
si nuestros pies estuvieran en llamas. Golpeo el agua en línea recta. Cada músculo
concentrado en una entrada limpia y en alcanzar la mayor distancia posible
impulsándome a través de mis patadas de delfín.
RJ está justo a mi lado. Casi brazada tras brazada cuando salimos a la
superficie. Chocamos con la pared en la primera vuelta, completamente parejos y
muy por delante de los carriles exteriores.
Aunque, el problema, al nadar en un empate con el carril de al lado es todo
el movimiento que genera. Las aguas bravas son enemigas de la velocidad. Lo
ideal sería ser el líder solitario sin nada más que agua limpia por delante. Al
parecer, RJ no lo sabe y cree que puede obtener una ventaja abrazándose a nuestra
línea de carril. Intento exprimir cada gramo de velocidad que puedo con mis
patadas, agarrando el agua con ambas manos e impulsando mi cuerpo lo más lejos
que puedo. Aun así, parece que no puedo encontrar ni un centímetro de distancia
entre nosotros.
Después del segundo giro, prácticamente trago agua. Sé que se está
230
metiendo intencionalmente en mi carril. Calculando el tiempo de mis
respiraciones. Jodido imbécil. Pero si quiere hacer trampa, tendrá que esforzarse
mucho más que eso.
Dar la vuelta es un juego limpio, así que también empiezo a seguir la línea
del carril. Me propongo golpearlo con la mano o patearlo con el pie para forzar un
bamboleo que se desvíe hacia su carril y obstruya sus brazadas. En una
competición, esto obviamente sería ilegal. Aquí, todo se vale en el amor y en la
guerra, ¿verdad?
Pero debo molestarlo, porque en el tercer giro da una patada adicional más
allá del marcador de superficie. Un movimiento descaradamente desesperado que
demuestra que no puede vencerme en una pelea justa. Entonces, le muestro que no
hay honor entre ladrones. Cuando lo veo acercarse a la superficie, lanzo una pierna
que conecta directamente contra su mandíbula. El resultado me da casi una ventaja
de distancia. Luego es un sprint muerto hasta el final.
Ya puedo sentir la pared contra mis dedos a medida que empujo con todo lo
que me queda. Ni siquiera respiro. Simplemente mantengo mi cara en el agua y
pateo tan fuerte como puedo.
Hasta que siento un empujón repentino contra mi hombro.
Es suficiente para desestabilizar mi brazada, y veo las manos de RJ golpear
la pared delante de las mías.
—Eso fue una mierda. —Quitándome las gafas y el gorro, salto sobre la
línea del carril.
Se acerca a mi cara, con las mejillas sonrojadas y los ojos ardiendo.
—No empieces cosas que no puedas terminar.
El silbato del entrenador resuena por el edificio.
—Todos fuera del agua. ¡Ahora!
Todos salimos y nos paramos detrás de los bloques. Noto que Lawson me
mira con el ceño fruncido, y resisto la tentación de señalarle con el dedo. ¿Desde
cuándo Lawson desaprueba una mierda como esta? Vive y respira caos.
—Ustedes dos —brama el entrenador, señalándonos a RJ y a mí—.
Lagartijas. Ahora.
—¿Hablas en serio? —Me acerco al entrenador, incrédulo. ¿Cómo es que
no es obvio que RJ sea el problema?—. Estuvo jugando conmigo todo el tiempo. 231
Me estaba defendiendo.
—Sí, supongo que logré darme una patada en la cara, ¿verdad? —RJ se
lanza frente a mí como si estuviera listo para otra ronda.
—Aprende a permanecer en tu propio carril.
El silbato del entrenador vuelve a hacernos callar.
—Ambos, cállense —ladra—. Estoy harto de sus discusiones.
—Entrenador, vamos. —No puedo creer que esté dejando a RJ libre de
responsabilidad en esto.
—No sé qué les ha pasado a ustedes dos últimamente, pero manténganlo
fuera de mi equipo. —Luego niega con la cabeza en mi dirección—. Silas,
esperaba algo mejor de ti. Lagartijas. Manos a la obra.
—Esto es una mierda —espeto.
Que se jodan las lagartijas, y que se joda RJ. No voy a recibir críticas por
una pelea que él empezó.
El entrenador me grita, pero lo ignoro mientras me dirijo al vestuario.

232
33
Casey
Empieza en los dedos de mis pies. Un frío paciente que se agarra a mis
piernas rápidamente. La tela de mi vestido de graduación se hincha a mi alrededor
mientras el auto se llena de agua negra, y las luces del tablero parpadean. El espejo
retrovisor se ilumina en rojo y lucho contra el cinturón de seguridad que me
estrangula. Incluso antes de que el agua llegue a mis labios, siento una opresión en
el pecho. No puedo respirar. El pánico aprieta mi garganta. Incluso mis dedos están
aterrorizados a medida que se agitan impotentes para liberarme.
Entonces, un golpe. Un golpe sordo contra la puerta.
Fenn.
Está aquí. Totalmente sumergido, flotando fuera de la ventana que por ahora
protege una pequeña bolsa de aire que disminuye rápidamente en el interior del
auto. Grito por él. Busco la manija a tientas, intentando abrirme camino para salir.
Logro forzar el más mínimo movimiento que invita a una ráfaga violenta de agua
que se apodera del interior. Pero no puedo liberarme. La puerta es demasiado
pesada.
Mis ojos se encuentran con los de Fenn en desesperación silenciosa por tirar
233
más fuerte. Sácame de aquí.
Hasta que comprendo que es él quien mantiene la puerta cerrada.
Atrapándome en el interior. Viéndome caer aún más profundo en la oscuridad. Mis
extremidades se enfrían demasiado para luchar, y su expresión vacía se vuelve más
distante.
Hasta que finalmente la luz me abandona y el agua llega a mis pulmones.
Despierto tosiendo. Me levanto con grandes bocanadas de aire, jadeantes y
con arcadas. Enredada y atrapada por las sábanas como si estuviera atada con
cuerdas. Con el corazón acelerado, me agito furiosamente para desenredarme. Solo
necesito destaparme. Libre. Espacio. Nunca he tenido claustrofobia, pero incluso
mi habitación se siente demasiado pequeña cuando me levanto de la cama para
abrir la ventana y mirar el bosque profundo detrás de la casa. Kilómetros abiertos.
El infinito de la noche.
Mi primer instinto, una vez que recupero los latidos del corazón
semirregulares, es alcanzar mi teléfono. Encuentro su nombre en mi lista de
llamadas perdidas recientes y lo toco sin una intención real. Es reflejo. Uno al que
probablemente debería esforzarme más en resistirme, pero al que recurro de todos
modos.
—¿Casey? —responde Fenn después del primer timbre. Su voz es ronca, y
mi nombre suena un poco arrastrado—. ¿Estás bien? ¿Qué ocurre?
—¿Por qué esa es tu primera pregunta?
—Si llamas a las tres, es bastante alarmante.
—Estoy bien. Lo siento. —Me siento en el alféizar de la ventana para
escuchar el ruido que hace la noche en nuestro jardín—. Honestamente, no creo
que esperaba que respondieras.
—Siempre contestaré por ti.
Lágrimas escuecen en mis ojos. Es injusto que recurra a él cuando necesito
algo. Que anhele el consuelo de su voz. Las formas en que me entiende donde otros
no pueden.
—¿Tienes pesadillas otra vez? —pregunta.
—Estabas en esta.
—Tengo miedo de preguntar. 234
—No estuvo bien.
Hay una pausa.
—¿Quieres que vaya?
La oferta me hace vacilar. Durante meses, cuando llegaban las pesadillas,
Fenn se quedó conmigo hablando por teléfono, a veces hasta el desayuno de la
mañana siguiente, para hablarme de ello. Habitualmente, hablábamos de mamá,
cómo su muerte desencadenó muchos de mis temores después del accidente. La
fijación por ahogarme. De alguna manera, encontraría una manera de hacerme
sentir que la felicidad era posible.
Pero esta es la primera vez que me pregunta si quiero que esté aquí.
Físicamente aquí conmigo.
E incluso cuando la mayor parte de mí aún prefiere odiarlo, me encuentro
diciendo:
—Sí. ¿Puedes?
—Estaré allí en diez.
No mucho después, cae por la ventana y ambos hacemos una mueca de
dolor cuando sus rodillas chocan con el suelo con un ruido sordo. Me quedo
congelada en el acto y miro hacia la puerta, pero no oigo a los perros en el pasillo.
Honestamente, en este punto, en realidad necesito dejar de preocuparme por esos
dos. Bo y Penny son dulces como un pastel, pero son terribles perros guardianes.
—Lo siento. —Su voz es baja—. Perdí el equilibrio.
—Está bien —susurro.
Nos quedamos allí por un momento, mirándonos el uno al otro. Son las tres
y media de la mañana, y estoy en pijama: unos pantaloncillos rosas y una camiseta
fina como el papel.
—Pareces tener frío —dice Fenn, mirando mi pecho antes de volver a mi
cara. Sus labios temblando ligeramente divertidos.
Siento un sonrojo cuando comprendo que mis pezones están duros y se
tensan contra mi camiseta.
—Lo tengo. —Me arrodillo para recoger las sábanas que había arrojado al
suelo—. ¿Me ayudas con esto?
Rehacemos mi cama en silencio, y no me cuestiono demasiado mientras me 235
deslizo bajo las sábanas y levanto una esquina de la manta para Fenn.
Duda unos segundos, luego se quita la chaqueta y la coloca sobre el respaldo
de la silla de mi escritorio. Después, se quita los zapatos, pero se deja los
pantalones deportivos y la camiseta puestos a medida que se arrastra a mi lado.
Empieza a alcanzarme, luego parece dudar de sí mismo y, en cambio, se pone boca
arriba.
Nos tumbamos en la oscuridad, mirando al techo. Hasta que finalmente
habla.
—¿Quieres contarme de eso?
—Aún no.
Aún hay demasiada adrenalina en mi sangre, la inundación química
haciendo que me duela la piel, y me entumezca el cerebro. Hasta que el trauma
residual desaparezca, solo quiero distraerme, como mirar una pantalla de televisión
encima del sillón del dentista.
—Necesito una distracción. —Me pongo de lado y apoyo la cabeza contra
el brazo—. ¿Qué tal tu vida? ¿Ha pasado algo interesante últimamente?
—No necesariamente bien, pero al parecer RJ y Silas se enfrentaron en la
práctica hace un par de días. Lawson tuvo que acabar con algunos empujones en
el vestuario.
Hablamos en murmullos suaves, dolorosamente conscientes de lo tarde que
es y del hecho de que Fenn será asesinado si lo atrapan en mi cama.
—Ah, vaya. ¿Entonces las tensiones en el equipo están aumentando?
—No sé. Silas parece estar implosionando, y creo que RJ simplemente
perdió la paciencia por la total negativa de Silas a contener su actitud.
—¿Y Silas cree que está peleando por Sloane? Si es así, es una pelea inútil.
Estoy segura de que Sloane le ha dicho en más de un sentido que a ella no le gusta
esto. Y mi hermana, por lo general, no es una persona que cambia de opinión.
—Creo que en este momento se trata más de principios —dice—. Bueno,
celos. Pero en la cabeza de Silas, él es la parte perjudicada.
—Parece que has caído de lleno en el Equipo RJ.
Suelta una risa ahogada.
—Silas está en mi lista de mierda por razones diferentes. Como dije, está
implosionando. 236
Conozco el sentimiento. Últimamente, tampoco me he sentido muy
consciente y alerta. Pelear con Sloane y papá, además de esto con Fenn y la gente
de la escuela. Es mucho, y estoy segura de que el flujo reciente de pesadillas está
relacionado con eso.
Para empeorar las cosas, tener a Fenn tan cerca de mí es una tortura
absoluta. Su aroma familiar (jabón y cítricos) flota hacia mí, y no puedo evitar
inhalar profundamente, necesitando llenar mis sentidos con él. Observo la forma
en que su pecho ancho sube y baja con cada respiración. La forma en que los largos
dedos de una mano juegan con el borde de la manta.
No es justo lo mucho que aún lo deseo. Lo mucho que anhelo sus labios. Mi
corazón empieza a latir con fuerza una vez más, no por la pesadilla, sino por la
necesidad. Antes de que pueda detenerme, me acerco y me levanto sobre un codo,
mirándolo.
Se muerde el labio.
—¿Qué?
—No sé. Yo…
Lo beso, y mi cabello cae como una cortina sobre nuestros rostros. Fenn
pasa los dedos por él y aparta los mechones desordenados de mi mejilla. Su boca
se mueve sobre la mía en un beso infinitamente dulce.
—Te extrañé —murmura antes de deslizar su lengua por mis labios
entreabiertos.
No podemos dejar de besarnos. Me subo a su cuerpo, y él me rodea con sus
brazos, sus manos acarician mi espalda, mis caderas, mi trasero, mientras nos
besamos en la oscuridad. Siento la dura cresta de su erección atrapada entre
nosotros, y un escalofrío me recorre. En lo que respecta a las distracciones, esta es
realmente buena. A veces es difícil creer que Fenn Bishop se sienta atraído por mí.
De los cientos y cientos de chicos que asisten a Sandover y las escuelas
preparatorias vecinas, Fenn es sin duda uno de los más sexis. Impresionante. Lo
que significa que puede tener la chica que quiera.
Y por alguna razón inexplicable, me quiere a mí.
Entierro mi cara en su cuello, y exploro su carne con mis labios. Ambos
respiramos con dificultad. Y estoy a punto de arder por el calor. Hace un calor
hirviente debajo de las sábanas, pero no las aparto de nosotros. Aquí, en este 237
capullo cálido, con nuestros cuerpos envueltos el uno en el otro, es como un secreto
perfecto entre nosotros, un escudo que nada puede penetrar. No hay dudas. Ni ira
o amargura. Solo somos él y yo, como solía ser.
Fenn intenta protestar cuando beso su cuerpo. No lo planeé, pero mis labios
tienen el control, induciéndome a bajar más y más, hasta que estoy entre sus
piernas y mis dedos tiran de su cinturilla.
Mi boca se llena de humedad cuando su erección surge.
Intenta otra objeción, su mano deslizándose en mi cabello para detenerme.
—¿Qué estás haciendo?
Lo hago callar y envuelvo mis dedos alrededor de su eje. Luego lamo una
línea húmeda y provocativa desde la base hasta la punta, y Fenn se sacude en la
cama. Antes de que pueda protestar de nuevo, lo tomo en mi boca.
Mi pulso se acelera, golpeando mis oídos a medida que la excitación
aumenta dentro de mí. Nunca he hecho esto. No pensé que lo disfrutaría tanto.
Un fragmento de luz irrita mis párpados cerrados. Levanto la cabeza para
ver a Fenn levantar la manta sobre su cabeza y ahora ambos estamos debajo. Sus
ojos nublados y de párpados pesados encuentran los míos en las sombras.
—Hola.
—Hola. —Una sonrisa leve me hace cosquillas en las comisuras de la boca.
—Me estás volviendo loco ahí abajo, ¿lo sabías?
—Lo sé. —Sin romper el contacto visual, vuelvo a rodearlo con mis labios.
El gemido que emite es el sonido más satisfactorio que he oído jamás.
—No tienes idea de cuántas veces me puse a pensar en esto —dice.
Mi corazón late más fuerte. Chupo más rápido.
Sus caderas se mueven inquietas cuando comienza a empujar mi boca,
intentando profundizar más. Cuando profundiza demasiado, toso y lo suelto, con
los ojos llorosos.
—Lo siento —dice débilmente.
—Está bien. —Me humedezco los labios y retomo lo que estaba haciendo,
poniendo una mano en su muslo. Sus músculos tiemblan bajo mi palma.
No pasa mucho tiempo antes de que murmure:
—Casey… voy a correrme —y luego se desliza fuera de mi boca y toma su
238
polla en la mano.
Mi garganta se seca y mi coño palpita mientras lo veo frotarse hasta llegar
al clímax, derramándose sobre su estómago. No creo haber visto nada más sexy.
Satisfecha conmigo misma, me arrastro de nuevo por su cuerpo. El aire frío
y fresco llena mis fosas nasales cuando salgo de nuestro capullo, y respiro
profundamente. Alcanzo la caja en la mesa de noche para agarrar un puñado de
pañuelos, que Fenn usa para limpiarse antes de arrojar el fajo en la papelera junto
a mi escritorio en un lanzamiento impresionante que cumple su objetivo. Luego
me rodea con el brazo y captura mis labios en un beso abrasador. Su mano recorre
mi cuerpo y dentro de mis bragas. Cuando siente lo mojada que estoy, abre los ojos
y me sonríe.
—Eso te excitó —murmura.
—Ajá. —De hecho, estoy tan tensa que le toma menos de un minuto
llevarme al orgasmo con sus dedos. Muerdo su hombro, y me balanceo en su mano
a medida que la liberación me inunda en dulces ondas de placer.
Una vez que mi corazón se ha asentado en mi pecho, ordeno mi pijama
arrugado.
—¿Quieres conocer a Silver? —pregunto, sintiéndome extrañamente
tímida—. La rescaté de un zorro la semana pasada.
Lo veo sonriendo en la oscuridad.
—Me encantaría.
Con cuidado, dejo la caja de zapatos sobre la cama y quito la tapa. En el
interior, Silver está profundamente dormida en su cómodo nido, con su pequeño
cuerpecito enterrado en su toalla.
Fenn se sienta para echar un vistazo y sus rasgos se suavizan.
—Maldición. Eso es adorable.
Sonriendo, froto mi dedo índice sobre su pelaje marrón grisáceo. Mi chica
ya no es ciega, sorda y sin pelo. Está empezando a parecerse más a un conejo y
menos a un extraterrestre.
—Abrió los ojos hace unos días. Y sus orejas se han animado. —Me muerdo
el labio, la preocupación corroyéndome—. Aunque, todavía parece muy débil.
Llamé a este lugar de vida silvestre el otro día, y me dijeron que no debería 239
moverse hasta que tenga dos semanas y media o tres. Pero parece que apenas se
mueve.
—¿Cuánto tiempo piensas conservarla?
—Si vive, probablemente la liberaré en un par de semanas. Suelen
abandonar el nido a las tres o cuatro semanas. Pero tendré que destetarla primero.
Planeo hacerlo pronto.
—Pero si la liberas, ¿no se la comerá otro zorro? Es tan pequeña. —Con
mucho cuidado, acaricia la cabeza de Silver.
—Puede parecer pequeña e indefensa, pero si está sana y puede saltar, debe
estar ahí sola. —Me encojo de hombros—. El mundo da miedo, pero no puedes
evitar vivir en él.
—¿Estamos hablando de conejitos o de humanos?
—Ambos.
Cierro la tapa y vuelvo a colocar la caja en la mesita de noche. Me acerco a
Fenn, y apoyo la cabeza en su hombro. Nos envuelve la parte inferior del cuerpo
con la manta y nos sentamos allí un rato. Silenciosos. Pensativos. Son las cuatro
de la mañana y la casa está inquietantemente silenciosa.
—No me dejaste salir del auto.
Se pone tenso.
—¿Qué?
—En mi pesadilla.
Hay un silencio largo. Luego:
—Ah.
—Estoy atrapada en el asiento, el agua está subiendo y cuando te veo, me
siento aliviada. Entonces, me doy cuenta de que me tienes atrapada, y no hay nada
que pueda hacer.
—Sí, eso no es genial. —Su voz se tensa—. Pero lo entiendo. Creo.
—No te culpo por el accidente.
—Está bien, pero me culpas.
Supongo que, nunca lo hemos reconocido en esos términos.
—Y eso está totalmente bien —dice—. Comprensible. No estoy enojado 240
por eso. —Suspira, nervioso—. Sabes lo que quiero decir.
—Todos me decían que, si pudiera recordar más de esa noche, sería útil.
Podría empezar a seguir adelante. Entonces, me entero de ti y…
—Solo empeoró las cosas.
Cataclísmicamente peor. La base de meses de recuperación destrozado por
la traición más profunda que alguien podría haberme infligido.
—Porque ahora estoy estancada. No puedo olvidar, y no puedo seguir
adelante. —No me atrevo—. El otro día regresé a mi psiquiatra. Me ayudó a
recordar algo.
Fenn inhala profundamente.
—¿Hablas en serio? ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque no quería. Estoy cansada de que seas la primera persona a la que
llamo cuando necesito hablar.
Que es exactamente lo que hice esta noche.
Sacudo la cabeza hacia mí misma. Claramente, no he aprendido ninguna
lección.
—Dime qué recuerdas —insta.
—Le ofrecí llevar a alguien, y es posible que estuviera vestido de rosa.
Lucas cree que podría haber sido una chica.
Su respiración se entrecorta de nuevo.
—Mierda. Pero ¿quién podría ser? —Hace una pausa de unos cuantos
latidos—. Estoy intentando pensar quién vestía de rosa esa noche, pero todo está
en blanco. No presté mucha atención a lo que vestían los demás excepto a… ¿cómo
se llama? ¿Hallie? La chica que apareció con ese extraño vestido de plástico donde
se podían ver sus tetas y su coño. El director Fournette la hizo irse, y todos los
tipos allí lloraron.
Me rio antes de ponerme seria.
—Tampoco recuerdo qué vestía la gente. De todos modos. Eso es todo.
Parece que me subí voluntariamente al auto con quienquiera que fuera, así que
supongo que eso es algo. Hasta donde sé, no me obligaron. Pero de ninguna manera
habría tomado voluntariamente un cóctel de Rohypnol, o como lo llamaran los 241
médicos. —Soy firme en este punto. Asintiendo como para puntuarlo—. Incluso
si hubiera elegido consumir drogas esa noche, habría elegido algo mucho más
suave. Gillian y yo habíamos estado hablando de probar marihuana en algún
momento, así que, en todo caso, eso es probablemente lo que habría hecho.
—¿Gillian estaba en el baile de graduación?
—No. Las porristas de segundo año se hallaban en una competencia de baile
en Boston ese fin de semana. No pude ir porque me lastimé el tobillo la semana
anterior, y nuestra entrenadora no quiso arriesgarse. Así que, convencí a Sloane
para que me llevara al baile de graduación. —Hago un ruido abatido—. Debí haber
ido a Boston y animar a mis amigas.
Envuelve su brazo alrededor de mi hombro para acercarme. Cuando dudo,
murmura:
—No te alejes de mí. Déjame tener esta noche.
Entrelaza nuestros dedos, luego lleva nuestras manos unidas a sus labios y
besa mis nudillos antes de presionar mi mano contra su pecho. Una sensación de
escozor arde en mis párpados cerrados. Siento su corazón latiendo rápidamente
bajo mis dedos, un recordatorio de que ambos estamos vivos. Estoy viva, y en gran
parte gracias a él.
Dejo escapar un suspiro lento.
—Estoy intentando recordar eso.
—¿Recordar qué?
—Que me habría ahogado si no me hubieras rescatado. Si sigo
concentrándome en eso… —Parpadeo y una lágrima se desliza por mi mejilla.
—¿Case?
—¿Por qué mentiste? —susurro en la oscuridad.
—Yo… —Maldice en voz baja.
—Fenn, quiero perdonarte. Por favor, ayúdame a hacer eso. Por favor.
Me arrepiento al instante de haber alzado la voz porque el error provoca una
reacción en cadena de acontecimientos desastrosos. Los perros finalmente deciden
ser útiles, confundiendo mi grito frustrado con uno de angustia. Ladridos fuertes e
incesantes estallan en toda la casa, los pasos de Bo y Penny subiendo las escaleras
a medida que se dirigen hacia mi habitación son atronadores. Mi puerta está
cerrada, así que los perros la sacuden con un golpe ensordecedor que seguramente 242
despertará a toda la casa.
—Mierda —siseo, mi cara palideciendo—. Levántate. Tienes que irte.
Está dos pasos delante de mí. Con capucha puesta, zapatos en mano
mientras se lanza hacia la ventana.
—¿Casey? —La voz apagada de papá resuena en el pasillo—. ¡Casey! —
Se está acercando—. ¿Qué ocurre?
Mientras Fenn abre la ventana, recuerdo que olvidé cerrar mi puerta después
de que lo invité. La mano de mi papá ahora hace sonar el pomo.
—Vete —suplico.
Fenn arroja sus zapatos por la ventana, y luego comienza a levantarse.
No llega a tiempo. La puerta de la habitación se abre de golpe y, un segundo
después, la voz enfurecida de papá retumba desde la puerta.
—¡Bishop! ¡Vuelve a meter tu trasero aquí!
Mierda.

243
34
Fenn
—Entonces, ¿en cuántos problemas te encuentras? —pregunta Lawson
durante el desayuno a la mañana siguiente.
Me sorprendió verlo levantarse antes de las once de la mañana de un sábado,
hasta que me dijo que en realidad nunca se había acostado. Al parecer, había pasado
la noche entera con algunos tipos de Ballard y la bola ocho de coca que le había
privado el fin de semana pasado. Igualmente sorprendente es el hecho de que
hubiera tenido guardado una bolsita de cocaína durante una semana entera sin
darse el gusto.
Junto a Lawson, la cabeza de Silas está inclinada a medida que se mete
huevos en la boca y envía mensajes con la mano libre. Siempre en su teléfono estos
días, Señor Popular. Debe estar buscando amigos nuevos porque Sloane no quiere
tener nada que ver con él. RJ tampoco. Amy. Yo. La cuenta va subiendo para el
tipo.
RJ se saltó el desayuno y me dijo que le llevara un panecillo y café. Está en
nuestra habitación trabajando en algún proyecto de piratería. Construyendo un
guion por quién sabe qué motivo. Dejé de intentar entender la mierda que hace allí. 244
—Imagino que mucho —respondo, moviendo con tristeza mi tenedor
alrededor de mi plato. No tengo mucho apetito. Aunque, probablemente debería
comer. Bien podría ser expulsado con el estómago lleno.
Anoche fue… duro.
Fue jodidamente duro.
El único lado positivo es que el director Tresscott no irrumpió cuando Casey
tenía mi polla en la boca.
En serio, pensé por un momento que iba a ponerme una mano encima. Tenía
los ojos de un animal salvaje cuyo territorio acababas de invadir. No me habría
sorprendido si las manos del tipo se hubieran convertido en garras de perezoso y
me hubiera hecho pedazos. Había logrado contenerse de alguna manera, con la
mandíbula tan apretada que parecía que su cara estaba a punto de partirse por la
mitad.
Su voz fue mortalmente fría, casi espeluznante, cuando me ordenó salir de
la habitación de Casey y procedió a llevarme escaleras abajo. Mientras tanto,
Casey corría detrás de nosotros, intentando defender mi caso, soltando que era
culpa suya, que ella me había invitado debido a una pesadilla, que solo estaba
siendo un buen amigo.
Todo cayó en saco roto. El director abrió la puerta principal y señaló con el
dedo en el aire, ordenándome que me largara.
—¿En serio lanzó una bomba M? —dice Silas, uniéndose finalmente a la
conversación mientras le cuento todo lo que pasó.
—Sí, lo hizo. —No le dedico una mirada a Silas, pero no puedo ir tan lejos
como para ignorarlo por completo.
Lawson se recuesta en su silla, con los brazos cruzados detrás de la cabeza.
—Muy bien, ¿de qué tipo de daño estamos hablando aquí? ¿Pantalones
desabrochados?
—No. Pantalones deportivos. Firmemente asegurado alrededor de mi
cintura.
—¿Camisa? —pregunta Silas.
—Estaba completamente vestido —les digo—. Lo único que no llevaba
eran zapatos. Los arrojé por la ventana.
Lawson se ríe. 245
—Lindo. —Frunce los labios—. ¿Qué hay de la cama? ¿Sábanas
desordenadas? ¿Cubiertas de semen?
Me estremezco.
—Las sábanas y las mantas estaban un poco desordenadas, pero no parecía
que alguien hubiera follado en ellas.
—¿Y lo hicieron?
—¿Qué?
—¿Alguien folló en ellas? —aclara Lawson, su expresión parpadea con
humor.
—No —digo con firmeza—. No pasó nada. —Hago una pausa—. Algo así.
—¿No pasó nada? —Silas suena divertido.
—Exactamente —respondo antes de morder una tostada.
Mientras mastico, una oleada de temor llena mi pecho una vez más,
inflándose hasta que es todo lo que siento. Esto no va a terminar bien para mí.
Casey me envió un mensaje esta mañana asegurándome que estaba trabajando con
su padre para suavizar mi castigo, pero no tengo esperanzas. El hombre siempre
ha sido implacablemente sobreprotector con sus hijas. Es un hecho conocido que
si te metes con ellas a sus espaldas, te expulsan.
La primavera pasada, tuve que pedirle permiso incluso para mantener una
amistad con Casey. Tuve que pasar por obstáculos solo para ganar el privilegio de
pasear a los perros lejos de las cámaras de seguridad. Tal vez si le hubiera pedido
de antemano para llevarla a una cita (una idea que habría derribado como un
francotirador bien entrenado) podría haberme mostrado algo de gracia. Después de
todo, permitió que Sloane saliera con Duke. Y ahora RJ. Pero Sloane no es Casey.
A los ojos del director, a ningún delincuente de Sandover se le permite tener ideas
románticas con su preciosa niña.
Así que, sí. Probablemente debería empezar a hacer las maletas.
Como si fuera una señal, mi teléfono se enciende con un mensaje de RJ.
RJ: Vuelve aquí. Ahora.
Mierda. Supongo que uno de los secuaces de Tresscott está en mi puerta con
una citación para su oficina, pero entonces RJ lanza una bola curva.
RJ: Recibí un mensaje de Gabe.
246
Puta mierda. Finalmente.
Por un segundo, me siento aliviado. Hasta que me doy cuenta de que RJ no
enviaría el 911 si fueran buenas noticias. Agarro el teléfono y escribo.
Yo: ¿Qué dice?
RJ: Vuelve aquí.
Aparto mi silla y recojo mi bandeja medio vacía. No hay forma de que
termine esta comida ahora. Mi apetito pasó de inexistente a no volver jamás.
—Tengo que irme —digo—. Quiero ducharme y cambiarme antes de
enfrentar la música. Supongo que me llamarán en cualquier momento.
—Rezaré por ti —dice Lawson arrastrando las palabras.
Silas ni siquiera levanta la vista de su teléfono. Todo un compañero leal e
incondicional, este.
Una docena de escenarios desastrosos pasan por mi mente cuando salgo del
comedor. ¿Y si Gabe confesara? ¿O ha señalado con el dedo a otra persona? El
mensaje de RJ fue peor que críptico, y me mete ideas locas en la cabeza. ¿Hay
algún mundo en el que Gabe me menosprecie por todo el asunto? ¿O qué pasa si
introduce un sospechoso nuevo en la mezcla? Una imagen fugaz de Silas en ese
auto junto a Casey parpadea en mi mente, pero la descarto rápidamente. Silas
estuvo con Amy toda la noche, y no hay manera. Estoy seguro de eso.
¿Tal vez Lawson? No, recuerdo que Silas dijo que los dos habían estado
buscando a Casey juntos. Y nadie mencionó haber notado que Lawson, o Silas,
estaban mojados. Si uno de ellos hubiera conducido el auto, al menos la mitad
inferior de sus cuerpos habría estado mojada por haber caminado hasta la orilla.
¿A menos que se hayan cambiado antes de unirse a la búsqueda?
La especulación me acelera el pulso. Estoy entrando rápidamente en pánico
total. Todo entre Casey y yo depende de lo que Gabe tenga que decir.
Lo reservo para regresar al dormitorio, donde RJ está en su escritorio
cuando entro.
—Será mejor que no me jodas —dejo escapar.
Se da la vuelta en su silla.
—¿Por qué habría de hacer eso?
247
Porque últimamente parece que todo el mundo se divierte a mi costa.
—Nada. Olvídalo. ¿Lucas también viene? —pregunto, sorprendido de que
el hermano de Gabe no me hubiera ganado aquí.
—No se lo he dicho. —La voz de RJ es cautelosa, lo que me hace dudar.
—¿Por qué no? ¿Qué dijo Gabe?
Tuerce los labios, de repente reacio después de hacerme correr de regreso
hasta aquí para sacar las palabras de su boca.
—Vamos —gruño—. Me estás matando. ¿Qué dijo?
—Dijo, y cito: «Dile a Fenn que sé la verdad».
Las palabras no tienen sentido en mi cabeza. Es como si me hubiera
despertado hablando un idioma diferente después de un trauma cerebral severo.
Intento darles la vuelta, hacia adelante y hacia atrás, pero aún no puedo entender
el mensaje de Gabe.
Esperaba una pista. Una pista de lo que pasó en el baile de graduación, y si
fue él quien estaba en el auto con Casey. Y si es así, ¿por qué?
En cambio, entiendo esto. ¿Sabe la verdad? ¿De qué? Supongo que, del
baile de graduación. ¿Pero qué verdad cree Gabe que sabe?
Me duele el cerebro.
—¿Eso es todo?
—Sí.
—¿Qué mierda significa eso? —Me quedo estupefacto al tiempo que me
hundo en el sofá de cuero. Continúo repasando el mensaje en mi cabeza, con la
esperanza de generar alguna idea. Una mueca marca mis labios.
—¿El mensaje original de Lucas a Gabe decía algo de mí? Muéstrame qué
era.
RJ duda.
Lo fulmino con la mirada.
—¿En serio?
—Lo siento, es un hábito. La única razón por la que me va bien en este 248
negocio es porque valoro la privacidad de mis clientes. El tráfico de información
es lucrativo, pero solo cuando sabes mantener la boca cerrada.
—Puedes tomar esa mierda lucrativa y metértela en el jodido culo. Soy tu
hermanastro. ¿Qué decía su mensaje?
Pareciendo infeliz, RJ desbloquea su teléfono y se desplaza por un
momento. Luego lee en voz alta.
—«Oye. Sé que probablemente estés furioso y no te culpo. Papá es un
idiota. He estado trabajando con mamá intentando ponerla de nuestro lado, pero
hasta ahora no he tenido suerte. Solo sé que estoy haciendo todo lo que puedo por
mi parte para sacarte de ese lugar. También necesito que sepas: lo que sea que te
haya dicho papá, no fui yo quien hizo que te echaran». —RJ levanta la cabeza de
la pantalla—. Luego dice espero que estés bien, hablamos pronto, bla, bla, bla.
Entrecierro los ojos.
—La parte de «yo no fui» es algo sospechoso, ¿no?
—Un poco. Pero no es como si hubiera dicho «¡no fui yo, fue Fenn!»
—Cierto.
—Necesito preguntarte algo. —La silla de RJ cruje cuando se inclina hacia
atrás y se cruza de brazos.
Su expresión inquieta levanta aún más sospechas. Maldigo cuando me doy
cuenta de adónde va con esto.
—¿Estás preguntando si fui yo quien lo delató con su padre sobre la venta
de drogas?
—¿Estás diciendo que no lo hiciste? —pregunta con demasiada sorpresa.
—Obviamente —espeto, más que un poco ofendido—. Gabe es mi mejor
amigo. Y su padre es un idiota. ¿Por qué querría meterlo en problemas?
—Tal vez estabas intentando protegerlo y pensaste que esta era la única
manera de lograr que dejara de traficar.
—Sí, seguro. Entonces, ¿ahora soy un amigo de mierda por no entregarlo?
La indiferencia de RJ ante mi mundo en rápida implosión está empezando
a ponerme de los nervios. Para él todo esto son chismes. Prácticamente televisión.
Pero ésta ha sido la parte más importante y perturbadora de mi vida durante la 249
mayor parte del año. Y de alguna manera la situación ha empeorado mucho en los
últimos minutos.
—No estoy juzgando de ninguna manera…
—¿Seguro? —digo fríamente.
Frunce el ceño.
—Estoy intentando llegar a la verdad.
Una risa aguda brota de mí. Todo el mundo aquí ha estado mintiendo de una
u otra cosa durante tanto tiempo que ya no estoy seguro de que sepamos cómo es
la verdad. Nadie en esta escuela es inocente, y menos aún las personas en esta
habitación.
—¿Cuál fue la respuesta de Gabe a Lucas? —pregunto.
—Honestamente, nada demasiado emocionante. Dice que siente como si
estuviera en prisión. Habla de alguna pelea en la que se metió. Le pide a Lucas que
no se ponga en pie de guerra por él, dice que no vale la pena que Lucas se lleve la
peor parte de la ira de su padre mientras Gabe está fuera. Luego le asegura que está
bien, que solo faltan otros seis meses para que cumpla los dieciocho y pueda
largarse de allí.
Me duele el corazón al escuchar eso. Lo que pasa con Gabe es que, es un
tipo estúpidamente bueno. Siempre cuidando de su hermano menor. La única razón
por la que traficaba con drogas en primer lugar fue por su padre, no por alguna
delincuencia por parte de Gabe. Quiero decir, el tipo no es perfecto, obviamente.
Le gusta armar escándalos de vez en cuando, como al resto de nosotros. Pero no
es un criminal nato ni ninguna mierda así.
El señor Ciprian siempre fue tacaño con el dinero, el tipo de hombre que
quería que sus hijos se ganaran la vida en el mundo. Cuando era niño, cada vez
que iba a su casa en Greenwich, escuché sermones sobre el valor del trabajo duro
y cómo Mark Ciprian nunca iba a alimentar a sus hijos con cucharas de plata.
Siempre me sentí tan mal por Gabe y Lucas. Claro, la ética laboral es admirable,
pero no puedes enviar a tus hijos a la escuela preparatoria más elegante del país y
solo darles una asignación de cien dólares al mes. Serían crucificados.
—¿Ya le enviaste el mensaje de Gabe a Lucas? —pregunto pensativamente.
—No, primero quería hablar contigo. —RJ inclina la cabeza—. ¿Sigues
pensando que Lucas podría haberle insinuado a Gabe que fuiste tú el responsable
de su exilio? 250
—No sé. Pero todo esto me parece turbio. —Me encojo de hombros—.
Vamos a ponerlo a prueba. Reenvíale el mensaje ahora. Si no le dijo nada a su
padre ni a Gabe, entonces es más probable que transmita el mensaje de Gabe de
«díselo a Fenn». Pero si de alguna manera le hiciera pensar a Gabe que le hice
algo sucio, probablemente no transmitiría el mensaje, ¿verdad?
—Es lógico. —RJ desbloquea su teléfono nuevamente para enviar la
respuesta de Gabe a Lucas.
Entonces, esperamos.
—¿Ha leído los recibidos? —pregunto, perdiendo la paciencia después de
unos tres segundos.
—No. —RJ revisa la pantalla—. Pero está escribiendo…
Me pongo en alerta y me siento más erguido en el sofá. Un momento
después, aparece la respuesta de Lucas.
—«Gracias. Hombre, te debo mucho» —recita RJ.
Ambos miramos mi teléfono en la mesita de café. Se mantiene en silencio.
Sabemos que Lucas está junto a su teléfono porque literalmente lo usó para enviar
mensajes. Y si tiene su teléfono en la mano, no hay absolutamente ninguna razón
por la que vea esas palabras (Dile a Fenn que sé la verdad) y no me las transmita.
—Tal vez asume que lo haré —comienza RJ, justo cuando mi teléfono suena
y ambos saltamos.
Lo agarro y me relajo cuando vislumbro el nombre de Lucas.
—Es él —digo, deslizando rápidamente el dedo para abrir la notificación.
Lucas: Oye, recibí noticias de mi hermano. Básicamente le va bien allí. Se
peleó con un skinhead, pero puede defenderse.
Le cuento la respuesta a mi hermanastro y agrego:
—No menciona el mensaje de Gabe para mí…
RJ suspira con tristeza.
—Mierda.
Pero el teléfono vuelve a sonar.
Lucas: Además, no tengo idea de lo que esto significa, pero al final de su 251
mensaje dice: dile a Fenn que sé la verdad.
Hay una pausa. Luego un seguimiento.
Lucas: ¿Significa algo para ti?
Me relajo completamente.
—Está bien —digo con un suspiro de alivio—. Tal vez las cosas no sean tan
turbias como pensaba. Supongo que Silas me ha contaminado. Viendo enemigos
por todas partes.
RJ se ríe.
—Oye, siempre me di cuenta de que Silas era un imbécil reprimido. Los
buenos suelen serlo.
Le envío un mensaje a Lucas para decirle que no tengo idea de lo que
significa, pero que lo pensaré. Responde con un pulgar hacia arriba.
—¿Ahora qué? —RJ se balancea de adelante hacia atrás en su silla, con la
pierna cruzada sobre la rodilla.
Me paso una mano por el cabello, y de repente recuerdo que hay un asunto
mucho más crítico que discutir.
—Ahora espero mi ejecución inminente.
—Mierda, me olvidé de eso.
—Yo también. —Me acuesto, apoyando la cabeza en el brazo del sofá—.
Pero tuvimos una buena racha, ¿no? Suficiente vínculo de hermano para toda la
vida.
RJ resopla.
—Más que suficiente. —Pero su humor no dura—. En realidad, no te
expulsará, ¿verdad? No es como si te hubiera pillado hasta las pelotas dentro de
ella.
—Honestamente, no sé si estoy molesto por su sincronización, o si estoy en
deuda con él para siempre. —Le doy a RJ una mirada irónica—. Estaba a segundos
de decirle la verdad a Casey antes de que irrumpiera en su habitación.
—¿La verdad? —repite, luego comprende—. Ah. Bueno. ¿Aún estás
planeando hacerlo?
Después de un segundo de indecisión, me encuentro asintiendo.
—Tengo que hacerlo. Sobre todo ahora. Tal vez si el mensaje de Gabe
252
hubiera proporcionado al menos una pizca de claridad, podría haber… —Me
detengo abruptamente, dándome cuenta de lo que he hecho.
RJ deja escapar un suspiro.
—Hijo de puta.
Maldita sea.
—¿Estabas cubriendo a Gabe? —La incredulidad emana de su voz.
Apoyo un antebrazo sobre mis ojos, protegiéndolos de su vista. Entonces,
me doy cuenta de que no hay marcha atrás. No hay cómo esconderse de ello. Así
que, dejo caer el brazo y me siento.
—Estoy casi seguro de que Gabe conducía el auto la noche del accidente de
Casey —digo rotundamente.
RJ me mira fijamente en silencio. Como si su cerebro estuviera
amortiguando. Luego:
—Ah.
—Sí.
—¿Y lo mantuviste en secreto todo este tiempo?
No se me escapa la nota de acusación. Incluso desaprobación.
—Se lo debo —digo simplemente.
—Es tu mejor amigo, lo entiendo. ¿Pero encubrir algo tan enorme? ¿En
serio? ¿Cuánta lealtad le debes de verdad al chico?
—Mucho. —Me froto ambas sienes a medida que todos los errores
estúpidos que he cometido a lo largo de los años zumban en mi cabeza como un
enjambre de avispones—. Me dio un pase libre de la cárcel hace un par de años.
Le devolví el favor la noche del baile de graduación.
—¿Vas a darme más detalles que eso? —se queja RJ cuando no continúo.
Mierda. No puede dejarlo así, ¿verdad? Siempre tan curioso, mi
hermanastro.
—El verano anterior al tercer año, Gabe y yo estábamos en los Hampton.
Al principio, coincidimos con Lawson, hasta que su padre psicópata nos echó
porque estábamos demasiado de fiesta. Así que, nos quedamos en casa de esta
chica Molly, y la fiesta continuó. En nuestra última noche allí, descubrimos que 253
Molly vive junto a un jugador estrella de los Yankees de Nueva York, y dice que
el tipo tiene este ridículo armario de relojes…
—¿Qué carajo es un armario de relojes?
—Exactamente como suena. Amigo, estaba obsesionado con los relojes
caros, y tenía un armario entero lleno de ellos. Todo expuesto en estantes en sus
pequeñas cajas elegantes. Pensé que era muy gracioso y, bueno, como dije, estuve
más que borracho todo ese verano.
—Cristo. ¿Entraste en la casa del jugador de los Yankees?
—Ah, sí. En pocas palabras, después de que todos se fueron a la cama, se
me metió en la cabeza que sería divertido entrar y robar uno de sus preciosos
relojes. Y de alguna manera, logré hacerlo. La seguridad de este tipo era
inexistente. Solo una cámara. Ni siquiera puso la alarma antes de salir. Él y su
novia, una modelo de lencería, estaban en un club de la ciudad y yo, literalmente,
subí las escaleras hasta su habitación y pude elegir entre el armario de relojes.
Escogí el más llamativo y solo lo tomé.
—¿Gabe no estaba contigo?
—Cristo, no. Gabe no es idiota. Intentó convencerme de que no lo hiciera,
pero de todos modos lo hice. Lo dejó después de irse a dormir. La mañana siguiente
fue un espectáculo de mierda. El Yankee descubre que le falta el reloj y llama a la
policía. Los vimos detenerse en la puerta de al lado, corrí a la playa y arrojé el reloj
al océano. Interrogaron a los vecinos, incluidos nosotros. Le pedí a Gabe que me
cubriera, y lo hizo sin dudarlo. Dijo que estuve con él toda la noche, que me había
desmayado y que él me estuvo cuidando, asegurándose de que no vomitara
mientras dormía y muriera o algo así. Obviamente no nos creyeron al principio,
pero fue entonces cuando el padre de Gabe intervino. El señor Ciprian solía ser el
Fiscal General del Estado, por lo que aún tenía mucha influencia allí.
—¿Gabe también le mintió a su padre?
—Sí. Juré sobre la Biblia, y los Ciprian son súper católicos, así que, créeme,
eso significó algo para Mark Ciprian. Gabe me apoyó, y su padre creyó la historia
de Gabe. —Sacudo la cabeza—. El Yankee estaba sediento de sangre. Si el señor
Ciprian no me hubiera cubierto, gracias a Gabe, habría tenido tiempo en la cárcel.
No hay duda al respecto. —Ahora bajo la cabeza, la vergüenza una vez más
subiendo a mi garganta—. Hombre, apenas conocía a Casey la noche del baile de
graduación. Básicamente, era una extraña. Mi lealtad no estaba con ella en aquel
entonces. Estaba con mi mejor amigo, a quien le debía mucho. 254
—Pero ya no es una extraña —me recuerda RJ en voz baja.
—Estoy muy consciente de eso.
RJ no tiene idea de cuánto duele llevar esto encima. Pensando lo peor de mi
mejor amigo. Imaginarlo como el tipo de persona que daría por muerta a una chica.
No tiene idea de lo que eso afecta a tu propia comprensión de las personas, de ti
mismo. Elegí proteger a Gabe antes que a Casey, luego intenté expiarlo
protegiéndola a ella después del hecho. Pero no es suficiente.
No merece nada menos que la verdad.
Durante toda nuestra amistad, he estado constantemente a una sílaba
descuidada de abrir mi corazón. Pero luego pensaría en Gabe. Es mi mejor amigo,
y estoy medio enamorado de ella, pero ahora mismo no tengo ninguna de las dos
cosas y ella se está alejando cada vez más. Cada día que Casey no recibe respuestas
mías, la desmorona un poco más. Pronto estará hecha tantos pedazos que tal vez
no encuentre el camino de regreso. De vuelta a mí.
Anoche dijo que quería perdonarme.
Solo necesito darle una razón.
La conversación se ve interrumpida por un golpe en la puerta, lo que hace
que ambas expresiones se vean afligidas.
RJ se levanta para contestar, un segundo después mira por encima del
hombro con alivio. Entonces, no son mis órdenes de ejecución. Tresscott se está
tomando su tiempo con esto, prolongando mi tortura intencionalmente.
—Oye —dice alguien, y un par de estudiantes de último año entran
penosamente en nuestra habitación.
El más alto, Xavier, me saluda con la cabeza antes de dirigirse a mi
hermanastro.
—Oye, mis dos primos vendrán de visita desde Manhattan este fin de
semana. Esperaba traerlos a las peleas de esta noche.
RJ lo mira fijamente.
—¿Y?
—Y, eh… —Xavier se mueve de un pie a otro, y se mete las manos en los
bolsillos—. ¿Pueden venir?
—¿Qué carajo me importa? 255
Me rio por lo bajo, desde mi posición en el sofá. El pobre Remington se
niega a aceptar la realidad.
—Van a St. Michael's en el Upper West Side —continúa Xavier como si RJ
no hubiera hablado—. Puedes comprobarlos esta noche si quieres. Conócelos antes
de que entremos.
—No quiero, y no iré.
Tripp, el amigo de Xavier, parece confundido.
—¿No irás?
—No. Estoy ocupado.
Me trago otra risa. RJ ha estado haciendo sus apariciones semanales
obligatorias en las peleas desde que asumió el liderazgo de Duke, pero supongo
que ya no sigue las reglas. Me sorprende que le haya tomado tanto tiempo.
—Entonces, ¿no hay peleas? —insiste Xavier—. Pero es sábado.
—Puedes pelear. O no. No me importa. ¿Cómo es tan difícil de entender?
La pareja me mira en busca de ayuda. Respondo con un divertido
encogimiento de hombros.
—Estoy ocupado esta noche —dice RJ lentamente, pronunciando
demasiado cada palabra como si le hablara a un niño pequeño—. Si hubieran sido
mañana por la noche, genial. Si se hubieran celebrado ayer, genial. Pero lo son esta
noche, y estoy ocupado.
—¿Entonces las haremos mañana por la noche? —pregunta Xavier.
—¡Hazlas cuando quieras! —grita antes de girarse para implorarme con la
mirada—. Amigo. Ayuda.
Estoy demasiado ocupado riendo.
—Esto no es una especie de prueba —asegura a los chicos—. No estoy
interesado en dirigir ninguna mierda. Díganles a sus amigos.
—Entonces… ¿mañana por la noche? —pregunta Tripp.
—Váyanse a la mierda —suplica RJ con frustración, empujándolos
físicamente hacia la puerta. La cierra de golpe y se apoya contra ella como si
tuviera miedo de que intentaran abrirla a patadas como unos bárbaros—. ¿Por qué
me está pasando esto?
Me seco las lágrimas de risa.
256
—Hombre, te lo hiciste a ti mismo.
Un golpe seco hace sonar la puerta.
La cara de RJ se pone roja de frustración.
—¡Mierda por Dios! ¡Váyanse!
—Bishop —grita una voz diferente.
Y solo así, todo el humor se desvanece.
Esta vez soy yo quien abre la puerta. Me encuentro mirando la sonrisa
engreída de Asa, el mensajero del director.
Reprimo un gemido.
—Déjame adivinar. Me han convocado.
Asa ignora mi sarcasmo.
—El director Tresscott quiere verte en su oficina. Mejor apúrate.

257
35
Fenn
Aquí hay más silencio que en una iglesia. No pasa ni una persona o escucho
una sola voz en mi camino a la oficina de Tresscott. El sonido de mis zapatos
chirriando contra el suelo pulido del pasillo amplio me hace estremecer. Es
vergonzosamente ruidoso. Entonces, mi teléfono suena y es aún más fuerte, como
una explosión en medio del silencio.
Lo pongo en silencio y luego reviso el mensaje.
Casey: ¿Nos vemos en nuestro lugar esta noche? Tenemos mucho de qué
hablar.
Tiene razón. Lo hacemos.
Yo: Sí, suena bien. Y sí, lo hacemos.
Yo: Ahora, voy a silenciar mi teléfono. Estoy a punto de hablar con tu papá.
El mostrador de la recepción está vacío. Paso por delante hacia la puerta de
caoba imponente y doy un golpe rápido.
—Adelante —es la respuesta apagada. 258
Giro el pomo y empujo la puerta para abrirla. Doy un paso sobre la alfombra
gruesa color burdeos antes de detenerme en seco.
—Ah, mierda, no —murmuro cuando mi mirada se clava en mi padre, que
está sentado en el escritorio de Tresscott—. De ninguna manera. No voy a hacer
esto.
Giro sobre mis talones, lo que hace que David salte de su silla.
—Fennelly —espeta—. Detente.
No quiero parar. Quiero salir corriendo de este edificio, robarle el transporte
a alguien y conducir a otro maldito país. Canadá. No, México. Mejor clima.
Sin embargo, también sé que correr no tiene sentido, así que resisto el
instinto y vuelvo a la oficina. Cierro la puerta detrás de mí, y cruzo los brazos
contra mi pecho.
Papá se pasa una mano por su cabello rubio. Está veteado de plata estos
días. Me sorprende que su nueva esposa no lo haya convencido para que lo
disimule. O tal vez Michelle piensa que es distinguido.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunto cuando no habla.
Eso trae una chispa de irritación a sus ojos.
—Edward Tresscott me llamó esta mañana temprano y me dijo que planea
suspenderte.
Me quedo sin aliento. ¿Una suspensión? ¿Eso es todo?
Exhalo aliviado, preguntándome cómo diablos Casey logró convencerlo de
que no me expulsara.
—Pareces aliviado —dice papá con frialdad.
Me encojo de hombros.
—Lo estoy. Pensé que sería mucho peor. ¿Cuánto durará la suspensión?
—Tres días. Te reportarás aquí a Tresscott todas las mañanas, y realizarás
tus estudios en una oficina vecina. Te estará vigilando durante todo el día, y
comprobará tu trabajo después del último timbre.
—Bien. —Levanto una ceja—. ¿Ya puedo irme?
—No, no puedes. —Está visiblemente apretando los dientes—. Fenn,
maldita sea, toma asiento. 259
Se me escapa una risa.
—Diciendo malas palabras, ¿eh, papá? Alguien está teniendo una rabieta.
—Siéntate —espeta.
Le sigo la corriente, dejando caer mi trasero en una de las sillas lujosas para
visitas. Papá permanece de pie, su expresión transmitiendo una nube de infelicidad.
Con una pizca de decepción.
—¿Y bien? Vamos a oírlo. El sermón. —Me recuesto en la silla,
imperturbable—. Siempre es divertido escucharte fingir que te importa una mierda.
Lo has estado haciendo mucho últimamente, ¿te das cuenta? Lo entiendo. Estás
intentando impresionar a mi madrastra. Pero estás perdiendo el aliento.
Maldice de nuevo, inusualmente enojado. Es discordante, considerando que
sus emociones han estado en hibernación durante tanto tiempo. Quizás por eso sigo
molestando al oso. Estoy cansado de recibir su desinterés. Tengo ganas de pelear.
Y papá no decepciona.
—Ya he tenido suficiente de esto —escupe—. Suficiente de ti.
—¿Qué más hay de nuevo?
—Basta. Ya basta con estas tonterías insolentes y juveniles. Tienes
dieciocho. —Su cara se pone más roja cuando comienza a caminar, deteniéndose
cada pocos segundos para mirarme furiosamente—. ¡Eres un maldito adulto y te
subes a las ventanas de las chicas a las cuatro de la mañana como un delincuente
cachondo! ¡Y no una chica cualquiera! ¡La hija menor de Edward Tresscott! ¿Has
perdido la cabeza?
Intento responder, pero me interrumpe cortando el aire con su mano.
—He aguantado muchas tonterías tuyas a lo largo de los años. He tolerado
tu boca inteligente, he hecho la vista gorda ante la compañía que tienes…
—¿La compañía que tengo? —interrumpo—. ¿Qué se supone que significa
eso?
—¡Gabe Ciprian es un traficante de drogas! ¡Ese chico Lawson ha estado
entrando y saliendo de rehabilitación desde que tenía trece! —Papá avanza hacia
mí, frunciendo el ceño profundamente—. Y no me hagas hablar de todas las chicas.
Todas las fiestas. Los envoltorios de condones esparcidos por toda la maldita casa.
El alcohol. El hecho de que te expulsaran de todas las escuelas a las que asististe, 260
hasta que finalmente tuve que comprar tu entrada a ésta. La única escuela
preparatoria de la que nadie es expulsado… ¡y también casi te echan de aquí!
Termina con un resoplido enojado, pasando una mano por su cabello
nuevamente.
—¿Puedo responder ahora o seguirás gritando? —pregunto cortésmente.
—Me encantaría recibir una explicación —responde—. Me encantaría una.
Porque no puedo ni imaginarme en qué estabas pensando tonteando con la hija de
tu director.
—Casey es mi amiga. —Me encojo de hombros una vez más—. Tuvo una
pesadilla y me llamó porque estaba perturbada y necesitaba hablar.
—¿Y no pudiste hablar con ella por teléfono? —Suena agotado—. ¿Tuviste
que irrumpir en su casa?
—No irrumpí. Me dejó entrar.
—Estuviste allí a las cuatro de la mañana, sin el permiso de su padre. Solo
tiene diecisiete.
—Es mi amiga —repito.
—¿Estás diciendo que no hay absolutamente nada físico entre ustedes dos?
Normalmente, soy un buen mentiroso (al menos, mentiroso por omisión),
pero esta mañana estoy fuera de juego. Y mi fracción de segundo de vacilación me
cuesta mucho.
—¡Fenn, maldita sea! ¿¡Qué demonios te pasa!? —Sacude la cabeza en
señal de reproche, prácticamente rezumando desprecio—. ¿En serio esto es lo que
quieres ser? ¿Un imbécil de bajo rendimiento que bebe como un pez y piensa con
su polla?
—De hecho, suena divertido.
Suelta una risa incrédula.
—Ni siquiera te estás tomando esto en serio, ¿verdad? Volé hasta aquí con
una hora de antelación para hacerte entrar en razón…
—No te pedí que vinieras —interrumpo con voz fría—. Eso depende de ti.
Papá me mira fijamente por un momento. Luego se deja caer en la silla de
al lado y entierra el rostro entre las manos. Se sienta allí, en esa posición
extrañamente derrotada, durante lo que parece un minuto completo. Incluso
considero escabullirme mientras él no mira. 261
Pero entonces, levanta la cabeza.
—Me avergüenzo de ti.
Hasta ahora sus críticas rebotaban en mí como si llevara un chaleco
antibalas.
Esta vez hace algo de daño. Un golpe directo. Mi pecho se aprieta.
—Fenn, te he dado libertad de acción. Intenté ser paciente. Comprensivo.
Porque sé lo mucho que extrañas a tu madre.
Aprieto la mandíbula.
—Pero has ido demasiado lejos…
—¿Porque me colé en la habitación de una amiga? —exijo con
incredulidad.
—Porque no muestras remordimiento por nada de lo que haces o de lo que
dices. Haz lo que quieras, cuando quieras. —Se pone de pie, con los hombros
caídos—. Me avergüenzo de ti —repite.
—No me importa. —También estoy de pie, harto de toda esta conversación
de mierda.
—Debería importarte. Porque soy tu padre, y soy la única familia que tienes
en este mundo, Fennelly.
Nuestras miradas conectan lentamente de nuevo y me estremezco ante lo
que veo en sus ojos. Condenación. Repulsión.
—Tu madre se avergonzaría de ti.
Mi brazo se mueve antes de que pueda detenerlo. Es una respuesta
instintiva, el instinto de defenderme de la ola de dolor que desencadenan sus
palabras.
Hay un crujido cuando mi puño conecta con la mandíbula de mi padre.
Retrocede en estado de shock. Ambos estamos en shock. Me hormiguean
los nudillos y me miro la mano, parpadeando, confundido. Es como si esa mano ni
siquiera me perteneciera.
Nunca le había pegado. Nunca me ha pegado. Golpear nunca fue parte de
nuestra relación. 262
El pecho de papá se agita a medida que respira profundamente varias veces.
Arrastra el dorso de su pulgar sobre el lugar donde lo golpeé, luego gira su
mandíbula.
—Papá. Yo… —Lo siento. Quiero decirle que lo siento.
Pero él ya está pasando a mi lado.
—Ordena tu maldita mierda —dice sin darse la vuelta.
—¿Adónde vas? —lo llamo.
—A casa. —Aún no se da vuelta. Tengo que correr hacia la puerta para
poder oírlo—. Me voy a casa con mi esposa. Y cumplirás tu suspensión sin
quejarte. Te veré en Acción de Gracias.
Entonces se va, y casi me desplomo, mis piernas de repente volviéndose
demasiado endebles para soportar mi peso. Tropiezo con una silla y me desplomo
en ella, imitando la pose derrotada de papá con la cara enterrada entre las manos,
una de las cuales aún me duele.
Le di un puñetazo a mi padre en la mandíbula.
Cristo.
Tu madre se avergonzaría de ti.
Mientras estoy sentado allí, encorvado, con el pulso débil, no puedo dejar
de reflexionar sobre todo lo que ha dicho. Sus palabras se repiten hasta que soy
incapaz de luchar contra la conclusión que se arraiga en mi mente.
Tiene razón.
Estoy jodido.
Mamá se avergonzaría de mí.
Y no tengo por qué dejar que una chica como Casey me ame.
Gimo entre mis palmas. Maldita sea. ¿Qué estoy haciendo con esta chica?
Desde la primera vez que tuve una conversación real con ella supe que era
demasiado buena para mí. Es la chica que rescata animales heridos y los guarda en
cajas de zapatos junto a su cama. Es la chica que perdona cuando no debe y olvida
cuando debería recordar.
Debería haber dejado que terminara. Maldita sea, se acabó. Ella me dejó.
Con toda razón. Pero en lugar de dejarlo así, empujé, empujé y luché para 263
recuperarla, ¿y para qué? ¿Para poder estar con un imbécil jodido que bebe
demasiado y es el mejor amigo de un traficante de drogas que casi podría haberla
matado?
Merece algo mejor que eso.
Mucho mejor.
36
Casey
—Gracias —digo desde la puerta.
Mi padre me observa por encima del borde de su taza de té. Está en su
estudio, tomando té, con un libro abierto frente a él. Es el que le regalé la Navidad
pasada, un relato histórico de la Guerra de los Cien Años. Ha estado encerrado aquí
todo el día leyendo.
—Sé que querías expulsarlo —continúo cuando no habla—. Pero prometo
que no hizo nada malo. El único pecado de Fenn fue venir corriendo hasta aquí
cuando lo necesitaba.
Un músculo se contrae en su mandíbula.
—¿Vas a decir algo?
Papá deja su taza.
—¿Qué te gustaría que dijera?
—No sé. —Jugueteo con mi manga—. Solo algo.
—Está bien. Aquí hay algo: si alguna vez vuelvo a encontrar a un chico en
264
tu habitación en medio de la noche, será expulsado si tengo el poder para
expulsarlo, y tú recibirás educación en casa durante tu último año. ¿Entendido?
—Sí —respondo con fuerza.
—Y espero que cumplas la promesa que hiciste antes —añade con una
mirada severa.
—Lo haré.
Durante nuestra charla de una hora esta mañana, en la que expuse mi caso
de por qué Fenn no debería ser castigado demasiado duramente por lo de anoche,
una de las condiciones de mi padre fue que volviera a terapia. Semanalmente. No
me hizo mucha ilusión estar de acuerdo, pero no me importa mucho la doctora
Anthony, y me pareció un intercambio justo mantener a Fenn en Sandover.
Aunque me debe una. Y planeo saldar esa deuda esta noche; no aceptaré
nada menos que la verdad sobre el baile de graduación.
—Sloane acaba de poner una lasaña en el horno —le digo—. Dijo que estará
listo a las siete.
Papá asiente y toma su libro.
—Entonces, te veré en la cena.
Despedida.
Espero hasta cerrar la puerta para poner los ojos en blanco. Lo entiendo.
Está enojado porque atrapó a Fenn en mi habitación. Pero vamos, no fue gran cosa.
En el pasillo, saco mi teléfono del bolsillo de mi sudadera con cremallera.
Yo: Oye, ¿aún nos veremos más tarde? La cena es a las 7, así que estaré
libre alrededor de las 9. ¿Nos encontramos en el camino del lago?
Fenn está escribiendo, pero los puntos siguen apareciendo y desapareciendo
durante lo que parece una eternidad. Me aburro de esperar y subo las escaleras.
Quiero ducharme y cambiarme antes de cenar.
Mi teléfono suena cuando entro a mi habitación.
Fenn: Me mata decir esto, pero tenías razón. Tenemos que terminar. Casey,
no soy el chico para ti. Lo siento.
Miro el mensaje fijamente.
Pasa un segundo. Dos. Tres. Diez.
265
Aun así, sigo mirando. Con la esperanza de que pronto tenga sentido.
Incluso compruebo que esté escrito en español porque mi cerebro no puede
comprenderlo. Mis ojos ven palabras como «terminar» y «lo siento», pero
obviamente mis ojos son estúpidos y están equivocados. No hay forma de que
termine las cosas conmigo.
Por mensaje de texto.
Eso es absurdo.
Mi pulso se debilita y se ralentiza mientras le respondo tres palabras.
Yo: ¿Hablas en serio?
Esta vez responde de inmediato.
Fenn: Sí. Lo siento mucho. Tienes que olvidarte de mí.
Exhalo con respiraciones lentas y medidas. Mi pulso se acelera ahora. Cada
vez más rápido, hasta que truena furiosamente entre mis oídos.
No puedo creer esto. Este tipo pasó un mes intentando regresar a mi vida
con una excavadora, rogándome perdón a diario. Y hasta anoche, me mantuve
firme, manteniendo mis límites. Pero también los superó. Anoche, cuando me
abrazó, estuve dispuesta a perdonarlo, incluso sin saber toda la verdad del baile de
graduación. Me recordé que Fenn me había salvado la vida, que estaba viva gracias
a él, ¿y eso no era lo más importante?
Dios. Debe haber algo mal en mí. Un defecto inherente a mi programación
que me obliga a cometer los mismos errores y a sorprenderme constantemente al
encontrarme sola.
O tal vez solo sea Fenn.
Escondido a plena vista como un veneno incoloro e inodoro.
Microdosificándose en mis venas hasta que mi corazón deje de latir.
No puedo creer que alguna vez lo dejé convencerme de que era mi amigo.
Estuve tan cerca de perdonarlo, en contra de mi mejor juicio y de cada campana
de advertencia que sonó en mi cabeza. Pero Fenn Bishop es inmune a todas mis
defensas naturales, deslizándose dentro de mi cerebro para susurrar mentiras
correctas y promesas vacías.
Me hundo en el borde de mi cama, parpadeando rápidamente para mantener
las lágrimas a raya. Lo curioso es que, pensé que esta vez estaba listo para decir la 266
verdad, que después de semanas de rogar por la oportunidad de confesar, esta vez
no lo arruinaría. Solo que aquí estoy de nuevo, tan tonta. Cometí un error.
Las lágrimas se secan a medida que el dolor que rodea mi corazón se
endurece hasta convertirse en algo más oscuro, más hostil. La ira estalla dentro de
mi cráneo, una tormenta ensordecedora y aullante de rabia y resentimiento que se
intensifica cada vez que releo los mensajes de Fenn.
No puedo soportarlo más.
Dejo mi teléfono sobre la cama y me obligo a darme una ducha. Subo la
temperatura a punto de ebullición y luego me paro bajo el chorro, respirando nubes
de vapor antes de inclinar la cara hacia arriba. Dejo que el agua caliente me
empape. Me calme. De alguna manera funciona. Cierro los ojos y el primer
pensamiento pacífico que he tenido en todo el día flota entre el desorden.
El recuerdo de correr a toda velocidad por las montañas con las ventanillas
bajadas.
Comiendo helado en un pueblo al azar.
Perderme y olvidar quién soy.
Mientras el calor y el vapor aflojan mis músculos tensos, recuerdo la última
vez que fui feliz. No borracha feliz, ni feliz por la venganza, ni feliz por el orgasmo.
Simplemente feliz.
Después de la ducha, me pongo unos pantalones de yoga, un suéter a rayas
y calcetines de lana abrigados. Necesito alimentar a Silver antes de que me llamen
para cenar, así que busco en el cajón superior de mi escritorio la bolsa Ziploc con
comida que escondí allí. Hoy nos hemos graduado oficialmente con heno de alfalfa
y pellets simples que supuestamente tienen un alto contenido de fibra. Sin
embargo, Silver aún parece débil. De hecho, desearía que se moviera más.
Cuando levanto la tapa de su caja de zapatos y miro dentro, ella vuelve a
estar quieta.
—Despierta, niña —le digo en voz baja—. Hora de la alfalfa.
He estado dejando su comida en la esquina de la caja junto a un plato de
agua poco profundo. Por lo general, cuando le preparo la comida, sus ojos se abren
de golpe y hace unos chirridos muy tiernos. Esta noche permanece en silencio.
—¿Qué ocurre? —arrullo—. Vamos, cariño, hora de cenar.
Silver no reacciona. Sus orejas ni siquiera se mueven. 267
Me toma un poco más de tiempo darme cuenta de lo que está mal.
Lo que pasa es que, Silver está muerta.
Siento que esto sucede casi en cámara lenta; siento que me entumezco.
Apagando. Así como Silver no reaccionó al sonido de mi voz, yo no reacciono al
hecho de que ella se haya ido. Miro fijamente su cuerpo inmóvil. Luego vuelvo a
colocar la tapa de la caja de zapatos.
—¡Case! ¡La cena!
Ante el grito de Sloane, salgo de mi habitación en piloto automático, con la
caja bajo el brazo. Bajo las escaleras y entro a la cocina sin decir una palabra,
encontrando a mi hermana en el proceso de quitarse los guantes de cocina. Vapor
sale de la bandeja para lasaña que se enfría en la estufa.
—¿Pones la mesa? —dice Sloane por encima del hombro.
—Seguro.
Se da la vuelta y se ríe cuando ve la caja de zapatos.
—¿Silver se unirá a nosotros para cenar?
—Está muerta —respondo.
—Ah, mierda.
—Ah, cariño. —La voz de papá suena desde la puerta. Entró justo a tiempo
para escucharnos—. Lo siento mucho.
Me encojo de hombros.
Se acerca con un suspiro, y me da un apretón tranquilizador en el hombro.
—Buscaré la pala.
—No te molestes. —Me libero de su alcance y camino hacia la encimera,
abriendo el cajón alto que alberga nuestro bote de basura.
—¿Case? —dice con inquietud.
—Siempre supimos que iba a morir. No tiene sentido un entierro. Parece un
gran esfuerzo sin ningún motivo.
Hay un silencio a mi paso a medida que dejo la caja en la basura. Cierro el
cajón y me doy la vuelta para encontrar dos caras confundidas.
—¿Qué? —murmuro. 268
—Siempre entierras a tus mascotas. —El surco en la frente de Sloane se
hace más profundo—. Has realizado funerales de animales desde que tenías seis.
—Sí, bueno, ya no tengo seis. La gente crece. —Me encojo de hombros de
nuevo—. Y las cosas mueren.
Todo muere.
37
Sloane
En la reunión medio regular de la Agencia de Detectives Tresscott & Shaw
estos dos intrépidos detectives han llegado a otro callejón sin salida. Mientras nos
sentamos en mi porche trasero, RJ se rasca la barba incipiente que le salpica la
barbilla y mira fijamente la superficie de la mesa del patio como si estuviera
intentando descifrar mensajes en la veta. Los perros corren como locos,
persiguiendo insectos y alguna que otra ardilla corriendo por el jardín.
—¿Podemos enviarle otro mensaje a Gabe? —sugiero—. ¿Obtener su
versión de los hechos de esa noche?
—Incluso si Fenn estuviera dispuesto a aportar otros cinco mil dólares, mi
contacto renunció. Dijo que era demasiado arriesgado y que no volvería a hacerlo.
Así que, salvo enviar una paloma mensajera o contratar a una actriz para que se
haga pasar por la madre de Gabe…
—¿Entonces dentro del ámbito de las opciones realistas…?
—No tenemos nada.
Impresionante. Simplemente genial. Por primera vez en meses, tenemos una 269
ventaja real. La confesión de Fenn de que estaba encubriendo a Gabe. Y, sin
embargo, seguimos dando vueltas.
Pensé que lograr que Fenn admitiera lo que sabía sería la clave que
desbloquearía lo que pasó en el baile de graduación. ¡Pero sorpresa! Más
preguntas. Como que Gabe Ciprian, precisamente, dejaría a Casey atrapada y
varada.
—¿Qué hay de las drogas? —pregunta RJ—. ¿Gabe definitivamente estaba
traficando?
Bo se acerca a él y deja caer un palo baboso en su regazo. Lo empuja
insistentemente con un leve gruñido hasta que RJ arroja el palo al otro lado del
patio.
—El secreto peor guardado en Sandover —confirmo—. Todos sabían
adónde ir a buscar su veneno.
—Supongo que eso sigue igual. Nadie llega aquí por accidente. ¿Gabe fue
alguna vez a Ballard?
—Primer año —confirmo—. Pero luego él y Fenn fueron expulsados por
robar alcohol del gabinete de licores de su encargado de residencia. Después de
eso, enviaron a Gabe a Sandover y a Fenn a… maldita sea, ¿cómo se llamaba?
Algún internado suizo.
—Espera, ¿en serio? Pensé que Fenn vino aquí en segundo año.
—Sí, como un mes después del semestre. Solo duró unas semanas en los
Alpes antes de que lo echaran. Honestamente, creo que lo hizo a propósito para
terminar aquí. Él y Gabe eran inseparables.
Bo regresa con su palo y ahora Penny se acerca con entusiasmo a RJ para
animarlo a que lo lance.
—¿Dónde está Casey? —se queja RJ—. ¿No puede distraer a estos
pequeños para que me dejen en paz? —Aun así, a pesar de sus quejas, sigue
arrojando el palo.
—Está en su habitación. Su conejo murió.
—Mierda. Eso apesta.
Miro hacia arriba, preocupada.
—Ni siquiera pestañeó. Afirmó que estaba preparada para que muriera
desde el momento en que lo rescató. Pero fue desconcertante. Casey no suele ser 270
tan estoica.
—¿Ella y Fenn se pelearon otra vez? Porque hoy también se veía bastante
destrozado. Teniendo en cuenta que evitó la expulsión, debería haber estado
extasiado, pero se pasó todo el día durmiendo. —RJ parece tan perturbado como
yo.
—Está bien, eso es raro. Aunque, no dijo nada de una pelea.
No es que lo hiciera. Estos días Casey me trata como si fuera el enemigo.
Mientras tanto, pasaba la noche del sábado intentando ayudarla, esa mocosa
desagradecida. Podría estar follando a mi novio ahora mismo, y en lugar de eso, él
y yo estamos aquí intentando reconstruir lo que pasó la noche que Casey casi
muere.
—¿Lucas te ha respondido el mensaje de texto? —pregunto.
Lucas es la conexión más cercana que tenemos con Gabe, ya que Fenn
insiste en que nunca vio a Gabe y Casey juntos en el baile de graduación.
—No, aún no.
Me trago mi frustración. Lo que daría por reunir a todos en una habitación,
al estilo Agatha Christie, y recitar la velada paso a paso hasta deducir
inevitablemente al culpable. Agatha siempre hacía que pareciera muy fácil.
—No tenemos una coartada para Gabe mientras Casey estuvo desaparecida
—reflexiono en voz alta—. Tenía acceso a las drogas. Y tuvo la oportunidad de
pasárselas.
—Entonces, ¿cuál es su motivo? ¿Por qué drogar a tu hermana y llevarla al
cobertizo para botes?
—Quiero decir, ahí está la respuesta obvia.
—Te refieres al nefasto sexual.
—Sí.
En los días que siguieron al accidente, sospeché de todo el mundo. Sobre
todo, una vez que se confirmó que Casey había sido drogada. Sabiendo ese hecho,
¿cómo podría haber un motivo inocente para lo que pasó esa noche? Alguien a
quien conocíamos y en quien confiábamos había intentado lastimarla, y casi logró
matarla.
Naturalmente, mis temores se dirigieron hacia los chicos, pero no había
ningún chico en particular que destacara como sospechoso. Hasta ahora. 271
—El informe toxicológico que el hospital entregó a la policía contenía un
montón de cosas —dice RJ—. Por lo que pude encontrar en línea, es un cóctel
similar a un sedante. Una buena decepción en las dosis adecuadas. Un borrador de
mente si quieres que lo sea.
Una punzada de ira tira de mis entrañas. Recuerdo cómo estaba Casey
llorando en el hospital cuando el médico le dijo que habían encontrado drogas en
su organismo. Se puso aún más histérica después de que él dijo que necesitaban
usar un kit de violación ya que ella no podía recordar lo que pasó. Aunque no
encontraron nada. De hecho, ningún signo de agresión ni actividad sexuales de
ningún tipo. Pero eso no significa que no haya sucedido algo.
—Muchas personas en el baile de graduación estaban tomando algo —le
digo a RJ—. No estoy segura de qué exactamente, pero lo que sea que les dieron
fue una mierda feliz y sensiblera. Todos bailando, sonriendo profusamente. Al
principio fue divertido, luego se volvió molesto. Pero nadie más se desmayó ni
despertó en un lago. No sabemos siquiera si provino del mismo alijo.
—Entonces, Gabe no puede decirnos qué tenía, y Casey no recuerda de
dónde lo sacó. —Suspira, nuevamente a merced de los perros para lanzarles el
palo—. Y Fenn se calló de nuevo.
—Ahora estás empezando a entender mi vida durante los últimos seis
meses. Central sin salida.
El círculo vicioso de la esperanza y la desesperación. Persiguiendo pistas
sin conclusiones. Las puertas cerrándose en mi cara.
—Hay otro sospechoso que cumple con los criterios —sugiere RJ con voz
sombría.
—¿Quién? —exijo.
—Lawson. Por todo lo que he reunido, nadie puede dar con su paradero
durante la mayor parte del baile. Si a eso le sumamos su afición como farmacéutico
aficionado, sus aventuras sexuales y su moralidad cuestionable…
Me muerdo el labio.
—No puedo discutir nada de eso. Pero tampoco puedo imaginarme a
Lawson poniendo tanto esfuerzo en echar un polvo. Todo lo que tiene que hacer es
chasquear los dedos.
—Cierto. —El teléfono de RJ suena sobre la mesa—. Lucas —dice.
—Déjeme ver.
272
Lucas: Oye, lo siento, acabo de ver esto. Esa noche no me quedé mucho
tiempo. No conocía a nadie allí.
Lucas: Creo que vi a Casey bailando con Mila y algunos chicos en un
momento. No recuerdo quién.
Lucas: No recuerdo haber visto a Gabe y Casey juntos en absoluto. Pero
sí, Gabe estaba vendiendo. Es su negocio. No me meto con eso.
—Mila —anuncia RJ—. Esa es una pista.
Por supuesto. Porque de alguna manera esto tenía que volverse más
complicado.
—Casi tan útil como preguntarle a Gabe —digo rotundamente.
—¿Por qué? —Está casi ofendido por mi falta de entusiasmo—. Esto tiene
que ser más importante que tu enemistad, ¿no?
—Este es el motivo de la disputa —le recuerdo—. Si estuviera interesada
en ayudar, no habría sido tan perra después del accidente.
—Está bien, punto justo. Pero ya pasó algún tiempo. Quizás ahora sea más
razonable.
Es lindo que piense eso. Es un chico dulce e ingenuo.
—Cariño, no entiendes la política femenina. No puedo pedirle un favor.
Muestra debilidad. A ella le encantaría tener algo que yo quisiera, y decirme que
me vaya a la mierda.
—Esto es una estupidez —dice—. Lo sabes, ¿verdad?
Puede ser, pero no puse las reglas. Son tradiciones antiguas forjadas desde
los primeros días de la mujer.
—Te lo digo, Mila preferiría afeitarse la cabeza antes que mover un dedo
para ayudarme.
—Bueno, ahora mismo es la única pista que tenemos. Lo que significa que
alguien tiene que preguntárselo.
Una sonrisa pequeña aparece en mis labios.
—Hay una persona que podría resultarle persuasiva.
—Esa mirada me pone nervioso —acusa alejándose—. Pastelito, no me 273
gusta esa mirada.
—¿Qué tan difícil podría ser? Jugar un pequeño juego. Darle un poco de
encanto…
—Coquetear con ella, querrás decir.
—Lo que sea por la causa, ¿verdad?
RJ se encorva en su asiento, ya temiendo este plan.
—Quieres preparar un tarro de miel.
—Qué buena miel haces —respondo con una sonrisa dulce, batiendo las
pestañas.
—No hagas eso. —Hace una mueca—. Es espeluznante.
—Cariño, sé un buen deportista. Sacrifícate por el equipo.
—Dios. Está bien —gime—. Si dejas de lado las metáforas deportivas. —
Me mira fijamente, reflexionando en la estrategia—. ¿Por qué siento que soy yo
quien está caminando hacia una trampa?
Acerco mi silla a la suya, y levanto mis piernas sobre su regazo. RJ no pierde
el tiempo colocando una mano en mi tobillo y acariciándolo por encima de mis
pantalones de yoga.
—Por supuesto, tendrá que haber algunas reglas básicas.
Me mira con escepticismo.
—Si voy y pregunto, ella sabrá que pasa algo. No querrá hablar conmigo.
—Curso intensivo de psicología femenina: ya sabemos que Mila está un
poco enamorada de ti. —Ladeo la cabeza—. Pero lo que realmente la entusiasma
es la idea de tomar algo que me pertenece.
—Entonces, si tengo que ser un poco más convincente… —dice, como si
se estuviera preparando para recibir una patada en los huevos—. ¿Qué, sin manos?
¿No debajo del cuello?
Me enferma físicamente considerar esta idea, pero ¿qué opción tenemos?
Me recuerdo que no hay nada que no haga por mi hermanita. Sobre todo, cuando
está en medio de una espiral de identidad en toda regla.
—Simplemente no te la folles, ¿de acuerdo? —Le doy una ligera patada en
el costado, un recordatorio silencioso de que conozco estos bosques y conozco 274
todas las formas posibles de esconder un cuerpo en poco tiempo—. No creo que
pueda controlar mi reflejo nauseoso después de eso.
—Entiendo. —Sonríe con picardía—. No hacer nada que me haga
imposible de follar ante tus ojos.
—¿Ves? —Me muevo de mi silla a su regazo, entrelazando mis manos
alrededor de su cuello. Recibe un beso por cooperar—. Estamos totalmente en la
misma página.
—Eres adorable cuando estás celosa.
No lo niego porque ya puedo sentir los celos arrastrándose en mí. Nunca
pensé que estaría ideando un plan para utilizar a mi novio como cebo para mi
enemiga mortal. Hace unos meses me habría opuesto a la idea de poder confiar en
alguien lo suficiente como para dejarlo libre en una misión así. Y, sin embargo,
sentada aquí, no estoy segura de que haya alguien en quien confíe más.
RJ cometió algunos errores al principio. Hice algunos míos. Pero lo
superamos. Desde entonces, se dedicó a la causa de descubrir quién lastimó a mi
hermana, arriesgando mucho para llegar hasta aquí y haciéndolo todo sin quejarse.
No hay muchos tipos que soportarían este viaje. Sobre todo para alguien a quien
apenas conocía cuando todo empezó.
Incluso si Mila es otro callejón sin salida, estaré agradecida de que nos haya
llevado hasta aquí.
—Entonces, ¿cuándo ejecutamos esta trampa mortal? —pregunta.
Los perros deambulan y se tumban en el suelo, ahora agotados y jadeando
a sus pies. Me inclino para agarrar mi teléfono de la mesa y luego me tomo un
momento para navegar por las redes sociales. Quiso la suerte que pronto se
presente una solución.
—Esta noche hay una fiesta en Ballard. —Le sonrío—. No hay mejor
momento que el presente, ¿verdad?

275
38
Lawson
Son las nueve en punto, y estoy cómodamente envuelto en un montón de
paisajes sonoros atmosféricos cuando Silas me quita uno de mis auriculares. Abro
los ojos y lo encuentro acercándose a mi cama.
—Salgamos —me dice.
La música meditativa se vuelve violenta y desorientadora con solo la mitad
del arreglo bineural en mi oído izquierdo.
—Hermano, paso. Aún me estoy recuperando de lo de anoche. Intentando
encontrar la paz y el equilibrio interior. —Agarro mi auricular de sus dedos
rudos—. Estás arruinando mi atención plena.
—Lo que sea. Es sábado por la noche. Necesito una bebida.
—Puedes beber aquí —le recuerdo—. Te ahorraré un Xany si eso me libra
de cualquier actividad honrada esta noche.
Vuelvo a colocarme el auricular, pero ahora Silas está dando golpes en su
armario y pisoteando nuestros chirriantes pisos de madera, interrumpiendo mi
regreso a la tranquilidad. Qué desperdicio de Valium.
276
—No seas idiota —dice.
Sonrío.
—Bueno, eso está fuera de lugar. Solo me ocupo de mis asuntos.
Me lanza una mirada impaciente por encima del hombro.
—No puedo sentarme en este lugar otra noche atrapado en esta habitación
o esquivando las miradas fulminantes de Fenn y RJ.
En su defensa, Silas ha soportado un par de semanas especialmente difíciles.
Se las arregló para perder a su novia, y convertirse en enemigo de casi todos los
que conocemos. Imagino que se siente un poco sensible.
—Ponte unas zapatillas y vístete —dice—. Es lo mínimo que puedes hacer.
—Bien. Pero solo porque Scott está trabajando esta noche, y es el único
barman de esta ciudad campesina que prepara un expreso decente.
—¿Estás planeando tomar un expreso en el bar?
—Ya te lo dije, estoy en modo recuperación. No recuerdo la última vez que
me emborraché tanto.
Me levanto de la cama y me quito el cabello de la cara. Maldito Silas. Acabo
de salir de la ducha y me puse mi ropa para holgazanear, y ahora me hace trabajar.
Observa a medida que me deshago de mis pantalones deportivos y los
cambio por unos jeans descoloridos.
—¿Con quién estuviste relajándote anoche? Desapareciste por completo.
—Sí, lo siento. No quise deshacerme de ti.
Silas y yo asistimos juntos a la fiesta de ayer, pero a él no le gusta la coca,
así que fui a un lugar privado para hacer mi cosas y terminé de fiesta con algunos
chicos del equipo de natación de Ballard. De hecho, ex compañeros de equipo de
Silas. Pero me lo guardo para mí. Sé que sigue siendo un tema delicado para el
chico.
—¿Estás listo? —dice después de que me pongo una sudadera con capucha.
—Seguro. Lo que sea. Llévame a la máquina de café expreso.
Excepto que, cuando nos acercamos sigilosamente al bar poco tiempo
después, descubro que Scott al parecer tiene faringitis estreptocócica. En su lugar,
Jared está sirviendo bebidas. El hosco desertor de la universidad comunitaria 277
siempre apesta a encurtidos y cadáveres frescos de animales, y se niega a ampliar
el alcance de su conocimiento sobre bebidas más allá de las etiquetas de los grifos
de cerveza.
—Si te diera un billete de cien dólares, ¿crees que podrías buscar en Google
«expreso»? —sugiero ante su vacía mirada pueblerina.
—Tomará un Johnnie Walker, puro —interviene Silas, acompañándome con
un codazo en las costillas—. Beberé una Guinness.
Jared se aleja para hacer lo mínimo requerido por la vocación que eligió.
—¿Podrías intentar no ser un dolor de cabeza en toda la noche? —se queja
Silas.
—Oye, estaba ocupándome pacíficamente de mis propios asuntos y sin
molestar ni remotamente a la gente del pueblo cuando me secuestraron tan
groseramente de mi habitación.
—¿Desde cuándo eres tan hogareño?
Silas se apoya en la barra cuando llega su Guinness y sorbe de ella mientras
contempla el local bastante lleno. Hay un destello de mala intención en su mirada
escrutadora que, junto con su espantosa elección de cerveza, ya me hace desconfiar
de la trayectoria de la noche.
—Vamos. Socialicemos.
Señala con la cabeza a un par de chicas sentadas solas en banquetas. Son
nuevas en estos lugares, a juzgar por sus expresiones de conejo sorprendidas y sus
copas rosadas casi intactas. También parecen un poco mayores. Tal vez, estudiantes
universitarias de primer año.
—Sí… voy a quedarme sentado aquí. —Me planto en un taburete y acuno
mi bebida—. El segundo Valium está haciendo efecto, y tengo la intención de
volverme completamente inútil para conversar en cualquier momento.
—Bien —se queja con frustración.
Ah, la terrible traición.
Silas se acerca a las chicas y lo invitan rápidamente a sentarse con ellas.
Pasar los últimos tres años en una relación significa que no ha tenido muchas
oportunidades de repasar su juego, pero esa buena apariencia de chico americano
es todo lo que necesita.
Sin embargo, ninguna de las universitarias es increíblemente hermosa. Son
278
lindas, pero promedio. Hay chicas mucho más atractivas esta noche en este bar, así
que me desconcierta su interés inmediato hasta que veo una cara familiar. Amy se
sienta a solo un par de mesas de distancia con algunas de sus amigas animadoras,
frente a Silas y sus nuevas amigas.
Interesante.
No estoy seguro si estaba intentando ponerla celosa adrede, o simplemente
no quería parecer un perdedor sin citas, pero de cualquier manera, es obvio que
está consciente de su presencia. Esos ojos color avellana se mueven en dirección a
Amy, y veo el momento en que se da cuenta de Silas. Sus mejillas pecosas se
enrojecen antes de darse la vuelta y decirles algo a sus amigas.
No me importa Amy. Nunca lo hice, a pesar de lo que piensa Silas. Claro,
me burlé de él por lo vainilla que era su novia, pero eso es porque, bueno, es
vainilla. ¿Qué hay de malo en decir lo obvio? Pero me agrada. Es graciosa.
Aunque, odia mis entrañas, y en realidad no la culpo. Puedo ser idiota.
Esta noche me siento obligado a intervenir. Mientras me levanto de mi
taburete, tomo el resto de mi bebida y luego me acerco a Silas y sus nuevas amigas.
Paso un brazo sobre su hombro y les ofrezco a las chicas un gesto cortés.
—Señoritas, si no les importa, necesito recuperarlo.
—No. Toma asiento —dice Silas, quitándose mi brazo de encima—. No nos
iremos.
Bien. Lo intenté. Pero estoy atrapado por su terquedad y no tengo otra
opción que unirme a ellos.
—Esta es Zoey —dice, señalando a la que está a su derecha. Rubia. Bonita
en una especie de retrato familiar de vacaciones, en el que están todos en el jardín
saliendo de un montón de hojas con trajes a juego.
—Soy Kathryn, pero puedes llamarme Kat —dice la otra. Ésta tiene largo
cabello oscuro. Ojos oscuros. La cara es un seis, pero su cuerpo roza el nueve, y
sé exactamente hacia dónde se dirige esto.
—Este es Lawson —responde Silas por mí—. Perdónenlo, un caballo le dio
una patada en la cabeza cuando era niño.
No pasamos más que unos pocos minutos en una dolorosa charla trivial
cuando Silas termina su cerveza y se lanza a matar.
—Kat, ¿puedo tomarte prestada por un minuto? 279
El tipo tiene agallas, se lo concedo. Miro por encima del hombro para ver a
Amy observando cómo Silas y Kat se levantan y caminan hacia los dardos. Un
momento después, se alejan por el pasillo hacia los baños. Estoy a punto de apartar
la mirada cuando Amy me nota. Sus ojos marrones claros se oscurecen hasta
convertirse en chocolate fundido, y se estrechan hacia mí en tanto su boca se tuerce
en una mueca de enojo.
Al parecer, aún me odia a muerte.
Zoey resopla.
—Es algo obvio, ¿eh?
Me vuelvo.
—¿Qué?
—Esos dos —aclara—. No es sutil.
—Si soy honesto, estoy un poco sorprendido de él.
Silas no es del tipo que disfruta de una mamada furtiva en el baño de
mujeres de un bar. Al menos, no en circunstancias normales.
—Sí, Kat salió esta noche diciendo que quería ser más aventurera. No pensé
que funcionaría tan bien, y tan rápido.
—Son unos niños locos, ¿eh?
Zoey muestra una sonrisa incómoda.
—En realidad, me alegra un poco que hayas venido. Sería vergonzoso estar
sentada aquí sola toda la noche. Ser la tercera rueda.
—No toda la noche —le aseguro.
—¿Qué?
—Tres minutos. Máximo.
Ahoga una risa bebiendo su vino.
—Ah. Bueno.
Incluso teniendo en cuenta los efectos nocivos de la cerveza Guinness, no
desaparecen por mucho tiempo. Sin embargo, lo que sucedió es bastante obvio en
sus rostros cuando Silas y Kathryn salen de los baños. Lo cual no sería una ofensa
capital si Silas pudiera mostrar su cara de satisfacción sexual sin convertirlo en un 280
asunto para los demás. Antes de regresar a nuestra mesa, decide que debe hacer
desfilar a Kat más allá del grupo de Amy.
—Pero nunca había hecho algo improvisado —exclama Zoey riendo, aún
sin darse cuenta de que no he estado siguiendo su historia sobre su reciente
excursión a un club de debate en Oxford—. Lindsey está devorando su desayuno
en el baño del aeropuerto, mientras nuestro entrenador intenta desesperadamente
rescatar sus notas del equipaje antes de que pase las siguientes once horas en la
bodega de carga hasta llegar a Londres.
Por alguna razón, Silas se detiene para entablar una conversación breve con
Amy que solo puedo imaginar que está diseñada para infligir el mayor dolor y
humillación posible. Haciendo de Kat una cómplice involuntaria. Solo dura unos
segundos, pero al momento en que Silas y Kat regresan a nuestra mesa, Amy
abandona la suya rápidamente y sale por la puerta principal. Seguida de inmediato
por sus amigas.
—Eso fue una mierda de tu parte —le informo a Silas cuando se sienta.
Levanta una ceja.
—¿Qué?
—Amy no se merecía eso.
Kat nos mira nerviosamente.
—No entiendo lo que está pasando.
—No dejes que un chico se enrolle contigo en un bar —le digo mientras me
alejo de la mesa—. Somos unos bastardos.
Luego agarro a Silas y lo arrastro conmigo. A veces olvida que tengo un par
de centímetros más que él y muchos más músculos, por lo que sus protestas no me
dan mucha pausa en tanto lo arrastro fuera del bar y hacia la acera.
—Lawson, ¿qué carajo? —Libera su brazo de mi mano y me da un
empujón.
—¿Qué carajo? —repito—. Hermano. Una cosa es si quieres ser un imbécil
con tus amigos. Incluir a una pobre chica en tus juegos retorcidos es cruzar la línea.
—¿Estás hablando de Amy? —Deja escapar una risa sarcástica—. Esto es
increíble. El tipo que nunca ha tenido una sola relación monógama me está dando
un sermón sobre la etiqueta post ruptura.
—No solo es Amy. Toda tu vibra está fuera de lugar. Algo te pasa 281
últimamente.
Resopla, incrédulo.
—No eres quien para hablar.
—En circunstancias normales, podría concederte eso, pero no soy yo quien
ha logrado distanciarse de todos los amigos que tiene en cuestión de semanas.
—Lawson, ¿en serio? Mírate. Eres un drogadicto nihilista y alcohólico que
se entretiene creando caos y destrucción dondequiera que vaya. Arruinaste un
matrimonio porque estabas aburrido. —Se ríe de nuevo, frío y sin humor—. Así
que tuve un polvo de rebote en el baño. Gran maldita cosa. Eres básicamente un
desastre profesional, y no tienes derecho a juzgarme.
—Escucha, claramente estás sufriendo un dolor existencial en este
momento, así que voy a pasar por alto algunas palabras hirientes en favor de una
visión más amplia. Estoy intentando ser tu amigo…
Me gruñe, un temperamento que nunca había visto en Silas brota de él como
lava y ceniza.
—¿Quieres hablar de amistad? —grita—. ¿Recuérdame quién conducía esa
noche cuando el director de Ballard encontró su auto robado en el campo de fútbol
y envuelto alrededor de un poste de la portería?
Silas me empuja el pecho, y me lanza contra la pared. Años de ira reprimida
saliendo a la superficie.
—¡Me expulsaron por ti! ¿Y cuándo fue la última vez que dijiste que lo
sentías?
—No te pedí que me cubrieras —interrumpo con irritación—. Eres un
jodido mártir, piensas que te lo debo, pero no te pedí que hicieras nada. Hermano,
tú asumiste toda la culpa.
—Te mantuve fuera de la cárcel o, Dios no lo quiera, de rehabilitación. ¿Y
qué has hecho desde entonces sino seguir bebiendo y tragando más pastillas?
Podría haberme follado a Kat en la barra y haber hecho que Amy mirara. Aun así,
no sería ni la mitad de malo que la mitad de las mierdas que le has hecho a la gente.
—Está bien, ese soy yo, ¿eh? —Al mirar los ojos insensibles y furiosos de
Silas, ni siquiera lo reconozco—. Soy un adicto con problemas paternos, así que,
por supuesto, soy un desastre. ¿Cuál es tu excusa?
—Que te jodan —escupe—. Límpiate antes de intentar analizar mi vida. 282
Se marcha furioso y, mientras lo veo alejarse, me doy cuenta de que me
tiemblan las manos. Incluso un minuto después de que Silas desapareciera en la
oscuridad, mi respiración es superficial y laboriosa. Por fortuna, traje un pequeño
ayudante y me meto uno en la boca para aliviar el estrés.
En segundos, los nervios desaparecen.
Y entonces se presenta una nueva distracción.
Casey: Oye, ¿quieres pasar el rato?
Yo: Momento impecable, como siempre. Nombra el lugar.

283
39
Casey
De alguna manera, entre todas las personas, Lawson Kent se ha convertido
en el amigo más confiable que tengo. Jaz ya tenía planes, y como no tengo ningún
deseo de pasar el rato con Sloane y RJ y verlos follarse con los ojos toda la noche,
me encuentro escribiéndole a Lawson. Me responde el mensaje inmediatamente y
acordamos encontrarnos en el viejo invernadero en una hora, mientras planeo
cómo voy a escaparme sin alertar a nadie.
Por suerte, papá nunca se queda despierto hasta tarde, ni siquiera los fines
de semana. Y Sloane y RJ terminan saliendo, después de todo. Son más de las once,
lo que parece un poco tarde para empezar la noche, pero no soy quién para hablar.
Acabo de quedar con alguien a medianoche.
Mis hombros se tensan cuando escucho a papá en el pasillo. Se detiene
frente a mi puerta y llama suavemente.
—¿Case? ¿Aún estás despierta?
—Sí. Adelante. —Estaba acostada de lado mirando mi teléfono, pero me
siento cuando él asoma la cabeza.
284
La preocupación parpadea en sus ojos.
—¿Cómo estás?
—Bien.
No parece convencido. Y suena reacio cuando agrega:
—¿Quieres hablar de Silver?
—No —interrumpo—. ¿Qué más hay que decir? Está muerta. ¿Ya te vas a
la cama?
Aunque está claro que quiere insistir en el tema, finalmente asiente.
—Sí. Me voy a dormir. Intenta no quedarte despierta hasta tarde con tu
teléfono. Es malo para tus ojos.
—No lo haré. Buenas noches.
—Buenas noches, cariño.
Alrededor de las once y media, empiezo a escuchar suaves ronquidos
llegando desde el final del pasillo. Quince minutos después, me visto, me pongo
un abrigo y salgo por la ventana de mi habitación.
Es un trote decente a través del campus, manteniéndome en el perímetro y
haciendo lo mejor que puedo para evitar las cámaras de seguridad hasta que esté a
salvo dentro de la zona abandonada, el área del extenso campus de Sandover que
ha estado abandonada y cubierta de maleza desde mucho antes de que papá se
convirtiera en director.
Camino entre la hierba alta a la luz de la linterna de mi teléfono celular,
siguiendo un mapa toscamente marcado en una imagen satelital de Google Maps
para encontrar mi camino.
—Cada vez más caliente —grita de repente una voz desde la oscuridad.
—¿Marco?
—Polo.
Salgo de la hierba y aparece el invernadero. Una silueta negra cubierta de
hiedra y follaje caído. Examino la fachada de cristal con mi linterna, buscando a
Lawson.
—Este lugar es un ochenta por ciento más espeluznante de lo que pensaba 285
—le digo a lo que parece una noche vacía—. Si me trajiste aquí para asesinarme
con un hacha, no estoy de humor.
He vagado por este campus y sus bosques en la oscuridad total innumerables
veces. Sin embargo, a medida que sigo acercándome al invernadero vacío e
imponente, lleno de cristales rotos y sombras engañosas, me vuelvo de repente
hiperconsciente de cada ruido sorprendente que emana de los árboles circundantes.
—¿Lawson? ¿Marco?
—Polo.
Casi salgo de mi piel ante la respuesta susurrada de Lawson. Tan cerca de
mi oído que siento su aliento contra mi cara.
—Dios. —Me doy la vuelta y lo encuentro sonriendo a la luz. Le doy un
empujón por si acaso—. Idiota.
—Lo siento —dice sin estar arrepentido—. No pude evitarlo.
—Tienes suerte de que no te haya golpeado.
—Eso habría sido adorable.
—Ah, de verdad. ¿No conoces mis absurdas habilidades ninja?
—Cariño, pagaría dinero, literalmente.
—Ajá. Tienes suerte de que sea pacifista.
—Ajá —imita—. En realidad, esquivé una bala allí.
—Sabes, no quiero parecer desagradecida con la compañía —le digo—,
pero este lugar parece exactamente una guarida de asesinos. Tal vez algunas
motosierras y picos menos, pero, sí, tiene vibras definitivas de desmembramiento.
—No te preocupes, no vamos a entrar. El olor por sí solo arruinará tu noche.
—Lawson se ríe—. Aquí es donde los imbéciles hormonales vienen a hacer
hamburguesas unos con otros.
—¿En serio? —De repente se me ocurre una idea—. Espera, es sábado por
la noche. ¿No es entonces cuando suelen tener lugar las peleas? ¿Ya terminaron?
—No, fue cancelado. —Suena confundido por su propia explicación—. La
cosa más rara. Todos recibimos un mensaje de texto masivo diciendo que sería
mañana.
—¿Puedo mirar adentro? Prometo contener la respiración —bromeo. 286
—Claro, pero si necesitas vomitar, no lo hagas sobre mí.
—Es un trato.
Toma mi mano para guiarme dentro del invernadero, que está vacío en su
mayor parte. El lugar ha sido limpiado meticulosamente de los escombros y sobras
que esperaba encontrar. No hay macetas vacías ni estantes podridos. No hay restos
secos de la flora que alguna vez fue floreciente. Paso mi linterna sobre las paredes
llenas de grafitis. Hacia el centro del suelo hay salpicaduras y rastros de lo que
parece sangre seca.
Uf, y no se equivocó con el olor. Mis fosas nasales se llenan con el olor acre
del sudor y la sangre, notas de descomposición y orina echado a la mezcla. Intento
no respirar por la nariz a medida que continúo examinando nuestro entorno.
—Hay mucha sangre.
Se encoge de hombros.
—Puede volverse… gráfico.
Volvemos afuera, donde trago aire fresco. La brisa fresca sacude mi abrigo
abierto, provocando un ligero escalofrío.
Subo la cremallera del abrigo y miro a Lawson.
—No nos quedaremos aquí sentados, ¿verdad? Hace un poco de frío.
—No. Sígueme.
Avanzamos en la oscuridad, por un camino cubierto de hierba. Al principio
la hierba está muy pisada, como si le hubieran pasado más de un zapato. Luego
vuelve a crecer y el pequeño sendero se cubre de follaje hasta que finalmente nos
detenemos frente a una puerta de hierro oxidada. A menos de ocho metros
aproximadamente del invernadero hay una más pequeña, casi completamente
oculta por los arbustos y cubierta de hebras de hiedra de color marrón.
Lawson aparta algunas enredaderas, abre la puerta y entra delante de mí.
—Me topé con este lugar el invierno pasado —me dice—. Vengo aquí
cuando necesito aclarar mi mente.
—¿Y necesitas aclarar tu cabeza esta noche?
—Sí. Algo así. 287
Entro, y miro a mi alrededor. El espacio no puede medir más de dos metros
y medio por dos metros y medio, tal vez un poquito más grande, y esta habitación
no ha sido despejada. Los estantes contra tres de las paredes contienen
contenedores viejos y esqueletos de rosales en macetas. Hay un gabinete bajo que
Lawson abre para sacar una manta doblada, que arroja al suelo para que nos
sentemos. También enciende una linterna eléctrica y, lo mejor de todo, un pequeño
calentador.
—Esto es acogedor —digo, quitándome la chaqueta y poniéndome cómoda.
Luego entrecierro los ojos—. ¿Traes chicas aquí para ligar?
—No, ¿por qué debería? Tengo una cama perfectamente funcional en mi
habitación.
—Pero también tienes un compañero de cuarto —señalo—. Aquí hay más
privacidad.
Se sienta a mi lado y estira sus largas piernas frente a él.
—La privacidad está sobrevalorada. No me importa si Silas mira.
La implicación lasciva me calienta las mejillas. Siempre olvido lo
experimentado que es. Incluso más que Fenn. Cuando se trata de ligar, sospecho
que Lawson es más aventurero que todos los chicos de Sandover juntos.
Saca una petaca de su bolsillo, y me ofrece un sorbo. Paso, porque no estoy
segura de poder encontrar la manera de salir de aquí de otra manera.
—¿Cómo van las cosas con Fenn estos días? —pregunta con curiosidad.
Respondo con un bufido sarcástico.
—¡Excelente! Le di una oportunidad de redención, y él puso fin a las cosas.
—Maldición. Eso tiene que doler.
—Ya no. —De hecho, en el camino hasta aquí, la tormenta amainó bastante.
Ahora es más bien un ruido sordo en la distancia, que avanza hacia el mar—. Le
di todas las oportunidades para hacer lo correcto. Intenté salvar algo entre nosotros.
Él tomó su decisión. —Mi tono se aplana—. Fenn está muerto para mí.
Lawson se acuesta de costado para apoyar la cabeza sobre el brazo doblado.
—No sé si me sirve de consuelo, pero hasta ahora he tenido una noche de
mierda. 288
Está diferente esta noche. Un poco apagado. Hay una distancia en sus ojos,
como si estuviera en parte aquí, pero también en otra parte de su propia mente.
—¿Qué pasó?
—Silas me gritó. —Lo dice primero como una broma. Un pequeño puchero.
Luego la sonrisa burlona se desvanece y el dolor queda desenmascarado—.
Discutimos antes de que me escribieras.
—Eso no suena bien.
—Sí… al parecer, darle a tu mejor amigo una intervención improvisada
fuera de un bar no es el escenario ideal. Y un pecado peor que el asesinato.
También me acuesto de lado, usando mi chaqueta como almohada.
—¿Estarán bien?
Su atención se desvía brevemente hacia sus dedos trazando patrones en la
manta. Intenta configurar algo de su habitual expresión frívola en las suaves líneas
de su rostro, pero falla y nunca logra el efecto deseado.
—Honestamente, no lo sé. —Se pone boca arriba y mira la luna a través de
los agujeros en el techo—. Hemos pasado por muchas cosas juntos. Pero esta vez…
—Cruza los brazos bajo la cabeza—. Podría estar realmente harto de mi mierda.
—Parece que estás intentando cuidar de él. ¿Cómo puede estar enojado por
eso?
—Bueno, cuando has pasado años como la oveja negra proverbial, la gente
tiende a confiar en eso. Ponen sus relojes en función de ello. Y no les agrada
sentirse juzgados por alguien a quien atribuyen haber arruinado sus vidas.
—Espera. Me has perdido. ¿Silas cree que le arruinaste la vida?
Lawson suelta un suspiro pesado, y en él escucho el peso de esta carga en
su corazón.
—Es una larga historia —dice finalmente.
—Tengo tiempo.
Hay más dudas.
—Ah, vamos —lo empujo con un pequeño empujón—. Descárgate.
Confesarse es bueno para el alma.
—Esas monjas están empezando a pudrirte el cerebro, ¿sabes? 289
—Podemos quedarnos aquí toda la noche…
Logra esbozar una sonrisa breve
—Promesas, promesas.
Sin embargo, al final cede.
—Estaba en mi primer año en Ballard —comienza. No lo sabía, pero tiene
sentido en retrospectiva—. Me arrestaron consumiendo coca y lo siguiente que sé
es que el supervisor de la residencia y el director Fournette están revolcando mi
habitación. Encontraron suficientes productos farmacéuticos allí para sacrificar a
un elefante. Fui expulsado rápidamente. Luego cargado. Después declarado
culpable y sentenciado a rehabilitación hospitalaria, gracias al mejor abogado
especializado en drogas juveniles que el dinero puede comprar.
—No creo que fuera necesario —digo, reprimiendo una sonrisa.
Lawson logra reír.
—Sí, todo lo que aprendí en rehabilitación fue cómo ocultar mejor mis
hábitos.
—El sistema funciona.
Tararea de acuerdo.
—Pasé al segundo año. Ahora soy otro joven inadaptado enviado a
Sandover para continuar mi penitencia. Tengo una competencia de natación en
Ballard, que es la primera vez que vuelvo a ver a Silas después de meses de
diferencia. Así que, esa noche después de nuestra reunión, todos se van a casa y el
lugar está vacío, en su mayor parte. Silas y yo nos sentamos afuera, detrás de la
casa de la piscina, con un termo de Jameson que tenía guardado en mi bolsa de
gimnasia, y tenemos un pequeño brindis por la reunión.
En algún momento del camino, escuché esta historia. O una versión de esta.
Ahora me doy cuenta de que Sloane, Fenn y el resto nunca supieron la verdad.
—Estamos más que ebrios cuando se me ocurre la idea de ir a buscar el auto
del director. Cómo logramos encontrar el camino caminando casi a ciegas por el
campus, no lo sé. Pero ahí está, en el estacionamiento del edificio administrativo.
—Su voz cambia. Cada vez más bajo, más cansado—. Y por alguna razón
inexplicable, Fournette lo dejó abierto. Las llaves ahí mismo, en el portavasos.
Maldito idiota. Silas intenta razonar conmigo y me ruega que no suba al auto.
Después, no tiene más remedio que saltar al asiento del pasajero cuando acelero el
motor. 290
—Así que, estabas conduciendo —digo—. Pero Silas…
—El campo de fútbol estaba mojado —dice Lawson a modo de
explicación—. Giré mientras hacía un poco de paisajismo artístico y choqué con
el poste de la portería. Escuchamos las sirenas casi de inmediato.
—Y él asumió la culpa.
Lawson se apoya en ambos codos.
—No le pedí que lo hiciera. Uno de los agentes preguntó quién conducía y
Silas soltó que fue él antes de que pudiera responder. Estaba siendo un buen amigo.
Ambos sabíamos hacia dónde me dirigía si la policía descubría que era yo quien
conducía. Silas, por el contrario, estaba absolutamente limpio.
—Lo expulsaron y terminó aquí —murmuro, más para mí misma—. No te
ofendas, pero eso tiene mucho sentido ahora. Nunca entendí cómo alguien como
él terminó en Sandover.
—Sí. Su único crimen fue la gran desgracia de trabar amistad conmigo.
—Eso no es en absoluto cierto.
—Estaba allí. Jodí toda su vida.
Lawson intenta ponerse esa máscara indiferente que tiene, pero no tiene
mucho éxito. No ayuda mucho a disimular la tristeza sincera en sus ojos grises.
Alberga dolor, una emoción que no estoy segura de que nadie en su círculo crea
que sea capaz de sentir. Lawson tiene fama de ser un chico bueno. Drogado
perpetuamente. Su sangre reemplazada por bourbon y Percocet.
A veces creo que olvidan que es una persona.
—Escúchame —le digo, esperando hasta que encuentra mi mirada de mala
gana—. No le pediste que mintiera a la policía. Silas tomó una decisión porque,
protegerte era importante para él. No puede arrepentirse y echarte la culpa por eso.
Para tipos como él, siempre habrá oportunidades. Irá a una buena universidad,
nadará y tal vez algún día intente ir a los Juegos Olímpicos. Pero depende
enteramente de él cómo resultará todo. No lo estás frenando, y su vida no está
arruinada. Es responsable de sus últimas crisis. Intentar convertirte en el chivo
expiatorio no cambia eso.
—No. Tenía razón en una cosa —murmura Lawson, sentándose—. Soy un
idiota.
—Oye. —Agarro un puñado de su camisa y lo sacudo un poco—. No eres
291
idiota. Acabas de ejercer un poco de juicio. Y puedes decidir cambiar eso cuando
quieras. No es un estado permanente del ser. ¿De acuerdo?
Sus labios se contraen.
—Si digo que no, ¿me volverás a sacudir?
Respondo con una mirada amenazadora.
—Kent, no me pongas a prueba. No estás preparado para esto.
Esboza una sonrisa sincera, lo que me da una mayor sensación de logro de
la que he sentido en mucho tiempo.
—Probablemente no deberías ser tan amable conmigo —advierte—. Soy
una especie de mala influencia.
—Bueno, me gusta ser amable contigo. Y tal vez creo que soy una buena
influencia.
Se ríe.
—Aceptaré esa apuesta.
Nos quedamos en silencio por un momento. Observo las sombras
proyectadas por la linterna contra los cristales sucios. Por el rabillo del ojo, siento
que me observa.
—Tengo una confesión que hacer —digo, volviéndome hacia él—. Te pedí
que nos reuniéramos porque estaba enojada con Fenn y quería dejar de pensar en
él.
Lawson se encoge de hombros.
—Lo sé.
—Pero, lo que estoy diciendo es que me gusta estar contigo y me lo estoy
pasando bien. Así que, gracias.
—Ven aquí. —Se acerca y me pasa un brazo por los hombros, dándome un
apretón tranquilizador—. Casey, eres una chica genial. Y te mereces cosas buenas.
Lawson me da un beso en la coronilla. Cuando lo miro, me invade una
sensación inexplicable. Un pensamiento extraño parece surgir del éter, y nos
sorprende a ambos. Lawson se inclina. Levanto la barbilla. Y nuestros labios se
encuentran.
292
40
RJ
Puede que ame a esta chica. Después de que Sloane me hipnotizara para
aceptar ser su trampa para moscas humana, corro de regreso al dormitorio para
cambiarme de ropa para la fiesta y agarrar mi billetera. A este paso, puedo empezar
a saltarme el gimnasio con todas las vueltas que he corrido por este campus
últimamente.
Cuando regreso a nuestra habitación, Fenn aún está en la cama. Con los
auriculares puestos, tumbado boca arriba y mirando al techo. El tipo ha estado en
un estado perpetuo de crisis existencial durante la mayor parte del semestre.
—¿Vas a salir? —Se quita un auricular y me mira sacar algo de ropa limpia
de mi armario.
—Sí. Tengo algo que hacer. Regreso en un momento.
Me quito la camisa y me pongo una camiseta negra que Sloane dice que es
su favorita. Creo que eso es suficiente para una fiesta en Ballard. No voy a pensar
demasiado en esto, y de alguna manera terminar metiéndome en problemas.
—Diviértete, supongo. 293
—Hombre, ¿estás bien? —pregunto.
—Bien —es la respuesta concisa—. Acabo de tener un día de mierda.
—Ni siquiera me dijiste cómo te fue con el director —le digo—. Aparte de
decir que solo es una suspensión.
—Eso es todo lo que había que saber —responde sin mirarme a los ojos.
—Está bien. ¿Supongo que aún no le has contado a Casey de Gabe? —Me
pongo unos jeans y luego me paso un cepillo por el cabello mientras Fenn continúa
desviando la mirada.
—Das por sentado que tienes razón.
Lo escudriño, deseando poder descubrir qué tiene de malo, o que
actualmente tuviera tiempo para brindarle toda mi atención. Pero no puedo
concentrarme en los problemas de Fenn en este momento. Tengo que prepararme
bien para esta fiesta si quiero conseguirle a Sloane lo que necesita. Que me
condenen si salgo de allí con las manos vacías.
—Está bien, me voy. Buenas noches, hermano.
—Buenas noches —murmura y rueda sobre su costado.
Sloane me está esperando en su auto abajo. Le sonríe a mi camisa cuando
me subo al asiento del pasajero.
—No sé cómo me siento al respecto —dice.
—¿Celosa?
Es una linda apariencia en ella.
—Ni siquiera un poquito —insiste—. ¿Tal vez, más traicionada? No
derrames nada sobre ella.
—Tal vez tengas que ayudarme a quitar las manchas de lápiz labial.
—Cuidado. —Me empuja en el hombro antes de salir por las puertas y
tomar el camino que se aleja de Sandover—. Te envié una foto de Mila para
refrescarte la memoria. No me gustaría que pasaras toda la noche coqueteando con
la chica equivocada.
—Por eso eres el cerebro de la operación.
En teoría, esto podría parecer una tarea de elección. Permiso para ligar con
294
una chica sexy sin repercusiones. Excepto que, no he estado en lo más mínimo
entusiasmado desde que Sloane inventó este plan. No solo porque sé que no es tan
desapasionada con la idea como le gustaría fingir. Ya sea que obtenga información
de Mila o no, esto la consumirá por un buen tiempo. Pero también me desanima
por completo la idea de relacionarme con alguien que no sea Sloane. No sé qué me
ha pasado desde que nos conocimos, pero es como si me hubiera quemado la
lengua y no puedo saborear nada más. Nada me emociona tanto como ella. La
monogamia ha metido sus garras en mi carne y se aferra con fuerza.
Cuando llegamos a Ballard, Sloane se detiene en lo que parece un
dormitorio en renovación. Hay andamios alrededor de la fachada y materiales de
construcción esparcidos por el césped. Lonas cuelgan sobre las ventanas del
segundo piso y veo montones de tejas apiladas en el techo.
—Esta solía ser la residencia para chicas becadas —explica—. Siempre
había un brote de chinches o ratas mordisqueando el cableado. Creo que una
infestación de murciélagos en el ático finalmente generó suficientes quejas de los
padres como para condenarla y trasladar a todas a los dormitorios normales.
—Malditos ricos —murmuro para mis adentros.
—Voy a esperar aquí afuera —dice Sloane. Se gira en su asiento para pasar
sus dedos por mi cabello, arruinándolo después de que intenté domarlo y darle
forma—. Me gusta mejor de esa manera.
—¿Deberíamos tener un código? ¿Algún tipo de señal si las cosas van mal?
Esboza una sonrisa ligeramente violenta.
—Si aun estás allí después de dos horas, activaré la alarma de incendio.
—Justo.
Me quita una pelusa del hombro y me da una pequeña palmadita en la
mejilla por si acaso.
—Ve por ellos, tigre.
Mi polla se contrae.
—Sí, está bien. Creo que eso me gusta.
—Compórtate y obtendrás una mamada por un trabajo bien hecho.
Abro la puerta del auto.
—Trato hecho. 295

El interior está casi oscuro, extrañamente vacío cuando entro por primera
vez. Dondequiera que mire, hay evidencia de construcción en marcha. Puertas
fuera de sus bisagras. Viejos paneles de yeso en montones arrugados. Sin embargo,
arriba la música hace sonar el aserrín a través de las tablas del piso y el débil
resplandor de la luz de una linterna sugiere que la fiesta comienza en el segundo
piso.
Sigo el hedor a hierba más allá de un par de metros en el aire, pertenecientes
a la chica que sostiene un barril mientras un círculo de chicos le acercan el pico a
los labios. Cantan a medida que la cerveza corre por su barbilla. Más allá de ellos
hay un juego muy disputado de beer pong. Más allá de eso, una mesa llena de
participantes del flip-cup. Un equipo ya está desnudo y queda en ropa interior, y la
chica de la tanga de Bob Esponja probablemente se va a arrepentir de varias
elecciones de vida.
De repente, un pequeño terremoto localizado retumba en el pasillo,
acompañado de un rugido profundo y gutural. El ruido, al acercarse, se convierte
en ladridos furiosos. Una hilera de tipos con pintura corporal de Ballard (y ni una
puntada más) galopa a mi lado como una manada de perros callejeros enojados.
—Los Ballard Bulldogs mandan —me susurra una voz tímida al oído.
Miro por encima del hombro, y me doy cuenta de que Mila me ha ahorrado
la molestia de rastrearla. La última vez que la vi llevaba su uniforme de animadora,
que siempre es una buena elección para una chica sexy, pero no rivaliza con lo bien
que se ve esta noche. Ha combinado un top corto blanco con una falda ceñida gris
que le llega hasta los tobillos, y algo en la combinación de falda larga y top
pequeño de hecho le funciona. Tampoco hace daño poder ver sus pezones a través
de su blusa.
—¿Esa fue una de esas demostraciones espontáneas de espíritu escolar de
las que sigo escuchando? —pregunto, sin molestarme en ocultar el hecho de que
la estoy observando.
—Iniciación universitaria —responde, lamiéndose los labios como si fuera
yo quien, sin saberlo, se metió en su red—. Bueno, al menos, uno de los rituales.
—Nunca entenderé la gracia. 296
—Eso es gracioso viniendo de un deportista.
Le guiño un ojo.
—Retira eso. No permitiré que mancilles mi buen nombre con semejante
calumnia.
Mila se pone una mano en la cadera y mira a su alrededor.
—Hablando de calumnias… ¿dónde está la esposa?
—¿Sloane? —Ofrezco un encogimiento de hombros aburrido—. Supongo
que, en casa. Esta noche vuelo solo.
Sus ojos color ámbar líquido se estrechan, escépticos.
—No, no lo creo. Sloane odia compartir sus juguetes.
—Está bien, entonces técnicamente no fui invitado. —Es un poco más
inteligente de lo que creía, así que cambio de táctica—. Vine buscando a mi
hermanastro. ¿Conoces a Fenn?
—Podrías decirlo. —No se molesta en dar más detalles, pero su sonrisa
insinúa una historia que no tengo tiempo de explorar—. ¿Ocurre algo?
—No, solo está de mal humor últimamente, y estoy intentando mantenerlo
fuera de problemas.
—Oooh. —Hace un puchero juguetonamente—. Eso es tan dulce. Eres
adorable.
—¡Oye, conozco a este tipo! —Oliver Drummer se acerca a nosotros y me
pone una mano en el hombro, empujándome como si le debiera dinero.
Intento recordar si recientemente le he hecho la vida más difícil de alguna
manera, pero no encuentro nada.
—RJ, ¿verdad? —pregunta—. De ese partido de fútbol.
—Ah, sí. Cierto.
Oliver es el gran hombre de Ballard. Su Duke sin antecedentes penales. Lo
suficientemente inteligente como para no ser atrapado, supongo.
—Estás muy lejos de casa —comenta.
Mila interviene por mí.
—Está buscando a Fenn. Quién puede o no estar de juerga. 297
Oliver frunce el ceño.
—No puedo decir que lo haya visto. Pero deberías tomar una copa y
quedarte un rato. Mira cómo vive la otra mitad.
No sé si se refiere a fuera de las cercas de alambre de púas de Juvie Prep, o
si es un golpe a mis finanzas (o la falta de ellas), pero asiento de cualquier manera
porque este imbécil engreído no es mi problema esta noche.
—Es una gran idea. —Mila me toma del brazo, aunque su objetivo está
inequívocamente en dirección a Oliver—. Te mostraré dónde esconden las cosas
buenas.
Le lanza una mirada desafiante a medida que me arrastra. Interesante.
Parece que no soy el único que tiene motivos ocultos esta noche. Eso debería
facilitar un poco mi trabajo.
Más adelante en el pasillo y más profundamente en las grietas sombrías de
la fiesta más allá de la sala común, cada una de las suites es como un universo
pequeño y contenido de exploración y experimentación adolescente. Golpes de
coca en 202, y dos tipos luchando con pintura corporal para una audiencia
vitoreando en 204. En casi cada esquina, vislumbro parejas en un enredo de labios
y manos.
Mila me lleva a una habitación donde hay botellas de licor y vasos rojos
sobre un escritorio de madera olvidado.
—¿Qué te gusta? —pregunta.
—Lo que sea que estés bebiendo.
Sirve dos tragos de tequila y me entrega uno. Brindamos antes de beberlos.
Nos da a cada uno una recarga, esta vez sorbiendo el suyo en lugar de beberlo de
golpe.
—En serio, ¿por qué estás aquí? —exige. No más policía bueno.
Pretendo reflexionar mi respuesta en tanto bebo mi propia bebida. Dejarle
creer que sus poderes de persuasión me lo están sacando a la fuerza.
—¿La verdad? —digo finalmente.
—Sí.
—He estado atrapado en esta ciudad olvidada de Dios durante meses con 298
las mismas caras feas, y solo necesitaba un cambio de escenario. No suelo
quedarme tanto tiempo en un lugar.
Su mirada es reacia, pero se apacigua con esa respuesta.
—Sí, supongo que es una especie de fiesta de salchichas allí, ¿eh?
—Sí. Y también estoy cansado de escuchar a Fenn hablar de su antiguo
compañero de cuarto.
—Gabe —confirma—. Lo conozco.
No puedo parecer demasiado ansioso, pero esta es mi entrada.
—Ah, claro. Creo que Fenn mencionó algo de ustedes. Estabas saliendo con
él, ¿no?
Su lenguaje corporal cambia instantáneamente, volviéndose cauteloso y
hermética. Se endereza un poco, como si estuviera preparada para salir corriendo
a la salida.
—¿En serio? —Mila se ríe de mí—. Ni siquiera te conozco.
Mierda. Presioné demasiado. Ahora tengo una ventana limitada para salvar
esto.
—Podemos arreglar eso —digo, guiñando un ojo de nuevo.
Me trago el resto de mi tequila y sirvo otro trago. Cuando le ofrezco el
chupito, ella hace una pausa por un momento. Valorándome. Lo que sea que vea,
anula su mejor juicio. O tal vez Sloane tenía razón: la oportunidad de jugar con los
juguetes de Sloane es simplemente demasiado tentadora como para ignorarlo.
Mila extiende su vaso y acepta otro trago.
—Está bien —coincide, aún cautelosa pero a la altura del desafío—. Ven
conmigo.
Toma mi mano una vez más, arrastrándome hacia el vientre de esta
expresión capitalista de rebelión. En el tercer piso reina un ambiente claramente
diferente. Luces de colores pintan las paredes y deambulan por el techo como un
caleidoscopio vertiginoso. La sala común es arquitectónicamente idéntica a la de
abajo, pero aún no ha sido afectada por las renovaciones. Aquí, los cuerpos pulsan
en una especie de unísono caótico al ritmo de la música trance pesada. El aire
emana sudor y es tan espeso que se filtra en mi ropa. Mila se anima de inmediato.
Temo que tendré que bailar hasta que ella me arrastre entre la multitud hasta
un pequeño sofá de cuero en la esquina. Me empuja hacia él y se sienta en mi 299
regazo con sus piernas sobre las mías y su espalda contra el brazo acolchado.
—¿Cómodo? —pregunta, tomando un sorbo de su bebida.
Aún hay mucho ruido aquí para conversar, pero si esto es lo que se necesita
para ponerla en un estado de ánimo más hablador, está bien. Soy adaptable.
Ofrezco una sonrisa irónica.
—No eres tímida, ¿verdad?
Se encoge de hombros.
—No creo que te gusten las chicas tímidas. Quieres a alguien que te tire del
cuello de vez en cuando.
¿Soy tan transparente?
—¿Eso es lo que te gusta? —Paso mi brazo sobre sus muslos. —Me pareces
una mordedora. ¿Cómo se llama eso?
Mila se muerde el labio inferior.
—Una fijación oral.
Mantengo mi mirada en su boca. También haciéndolo obvio.
—Sí, eso es.
Su sonrisa de satisfacción me dice que he recuperado esta misión del borde
del abismo, y que la tengo en el bolsillo. Ahora solo necesito llevarnos de regreso
a Gabe antes de que trague demasiado de este tequila de mierda.
—Sabes, Sloane te mataría si te viera así.
Humedezco la comisura de mi boca, aún fijada en la de ella.
—Menos mal que no está aquí.
—¿No te preocupa que se entere? —Mila juega distraídamente con mi
camisa entre sus dedos—. Nada permanece en secreto en el chat grupal de una
escuela privada.
—No estamos casados, y es mi último año. Tengo la intención de
divertirme.
—Eso me gusta. —Su mano explora mi pecho, las puntas de sus dedos
deslizándose sobre un pectoral, rozando mi pezón en su camino hacia mi
clavícula—. La autodeterminación es sexy. 300
—¿Qué pasa contigo? —pregunto, evaluando hasta dónde puedo llevar mi
suerte—. ¿Qué quieres? Justo en este momento.
Se humedece los labios, y desliza la mano detrás de mi cuello hasta mi
cabello. Cuando se inclina para besarme, lo dejo suceder. No es un mal beso.
Incluso hace que mi corazón lata más rápido. Nuestras lenguas se encuentran y el
tequila sabe mucho mejor en su lengua que fuera de la botella. Pero si había alguna
duda de que solo puedo ponerme duro con Sloane, esto lo resuelve. Como diría
Fenn, estoy aprendiendo cómo se siente lo opuesto a una erección.
Cuando tira de mi labio con sus dientes, dejo escapar un gemido silencioso,
pero sobre todo porque espero que no me haga sangrar. De lo contrario, seríamos
mi mano derecha y yo en el futuro previsible cuando Sloane me viera.
Tenemos una pequeña charla entre toques gratuitos, hasta que terminamos
nuestras bebidas y decido probar las aguas nuevamente.
—¿Debería preocuparme que Oliver entre furioso y me patee el trasero por
besarme contigo? —pregunto con una sonrisa.
—No. Tenemos una especie de relación abierta.
—Está bien, de acuerdo. ¿Y qué hay de Gabe? ¿Saldrá de prisión y me
cazará? ¿No fuiste al baile de graduación con ese chico?
—No fue como si estuviéramos juntos juntos. —Pasa sus dedos
distraídamente por mi brazo desnudo—. Pero seguro. Terminamos saliendo toda
la noche.
—¿En serio? ¿Estuviste con él todo el tiempo? ¿No era un traficante?
—¿Y?
—Y, ¿los traficantes no tienen que escabullirse cada cinco segundos para
mover su producto?
Sus labios se curvan en una sonrisa engreída.
—No cuando están conmigo. —Mila se ríe para sí misma—. Estuvo
vendiendo al principio, pero luego él y yo empezamos a pasarla bien, ¿sabes? Así
que el negocio estuvo cerrado por el resto de la noche. De hecho, terminamos
saliendo juntos y regresando a mi habitación.
—¿Cuánto tiempo duró eso?
Se ahoga con otra risa.
—Como, ¿cuánto tiempo duró?
301
Dios, no.
—Quiero decir, ¿fue una fiesta de pijamas en toda regla? Porque eso seguro
suena como una actividad juntos juntos. —Imito su frase anterior.
—Bueno, se quedó hasta las cinco de la mañana, pero ya sabes, fue lo que
sea. Lo llevé de vuelta a Sandover mientras aún salía el sol. —Parpadea—. Me
acabo de dar cuenta de que esa fue la última vez que lo vi. Eh. Raro.
Sí, raro.
Quiero preguntarle si de alguna manera ha logrado tener noticias de Gabe
desde entonces, pero no me da la oportunidad. Su boca se acerca a la mía y me
besa otra vez antes de que pueda expresar la pregunta. Cierro los ojos y me
recuerdo que besar a una chica sexy no es el peor trabajo del mundo.
Y espero el momento oportuno para despedirme y reclamar mi recompensa
a Sloane.

302
41
Casey
Sloane duerme y se salta el desayuno, así que solo somos papá y yo en la
mesa el domingo por la mañana. Comiendo en silencio los huevos que había cocido
demasiado y el tocino que casi había quemado hasta quedar crujiente porque no he
podido concentrarme en nada desde el momento en que desperté.
Anoche me fui a la cama con la emoción aun retumbando en mis dedos.
Tenía un secreto que solo una persona en el universo conocía.
Desperté con una resaca emocional, y el secreto ahora era un nudo en la
boca de mi estómago.
Por fortuna, papá confunde mi estado de ánimo con pena. Piensa que estoy
triste por Silver. No lo estoy. De todos modos, iba a morir. Sí, disfruté cuidándola,
pero ya es hora de que deje de apegarme demasiado a cada bicho que se cruza en
mi camino. Necesito aprender a tener la piel dura. Endurecer mi corazón. De lo
contrario, seguiré ahogándome cada vez que pase algo malo. Cada vez que pierda
a alguien.
—Voy a sacar a los perros —digo una vez que estamos limpiando después
del desayuno—. Creo que caminaremos hasta el lago.
303
—No dejes que Bo nade —advierte papá—. Sé que no le importa el agua
fría, pero ya casi es invierno y le llevará una eternidad secarse al aire.
—Haré lo mejor que pueda —prometo, pero Bo tiene decisión propia
cuando se trata de ese lago.
Treinta minutos más tarde, Penny y Bo me arrastran por el bosque,
recorriendo sus senderos trillados para olfatear sus árboles favoritos y convencer
a las ardillas para que salgan corriendo de debajo de los arbustos. Ahora que estoy
sola otra vez, soy víctima de una miríada de pensamientos contradictorios que
pululan por mi mente como abejas.
Anoche fue…
Dios, desearía poder decir que fue horrible.
No lo fue. Fue realmente bueno. Y cuando sucedió, nunca me detuve ni un
momento para considerar cómo me sentiría después, solo que se sintió bien en ese
momento.
Ahora es después. Ahora las consecuencias empiezan a aparecer, y me
siento mal. Porque sin importar cómo lo analice, no puedo evitar sentir que he
hecho algo mal.
Traicioné a Fenn.
Lo cual es estúpido, me reprendo, rechazando el pensamiento tan rápido
como surge. No estamos saliendo. Él nos separó.
Aun así, el sentimiento persiste. Lawson es su amigo. Las reglas de la
sociedad civil nos dicen que esos límites son sagrados. Cruzarlos de manera tan
atroz deja una declaración clara: espero que esto duela.
Pero nunca busqué venganza.
A pesar de todo, y en contra de mi buen juicio, aún amo a Fenn. Es más fácil
decirlo que separar lo que hizo, las mentiras, de todas las formas en que me ayudó
a recuperarme después del accidente. Los meses en que fue mi único amigo. Mi
mejor amigo. La persona que me vio de una manera que nadie más podía ver.
Ahora sé que fue porque él había estado allí. Fue la figura borrosa al otro
lado del cristal mientras el agua subía por mis piernas. Fue quien me sacó del lago
y puso mi cuerpo inerte en el suelo con mis labios volviéndose azules y la sangre
corriendo por mi frente. Sabía lo cerca que había estado de morir, y lo lejos que
había llegado desde entonces. 304
—Ojalá estuvieras aquí —digo en voz alta a mi madre—. Me hablarías de
esto si estuvieras aquí. O al menos espero que lo hagas. —Me muerdo el labio—.
Me gusta pensar que no me juzgarías ni me sermonearías. Que simplemente
escucharías.
Delante de mí, Bo y Penny ladran. Miro hacia arriba y veo a Fenn al borde
del camino, aplacando a los traidores emocionados a medida que saltan sobre él y
compiten por llamar la atención.
Me hace desear haberlos entrenado para atacar cuando se les ordena.
Los nervios golpean de lado. Estoy medio mareada, y a punto de vomitar.
Como un golpe de calor repentino. Fenn se acerca a mí y ya no tengo ni idea de
cómo hablar con él.
—Hola —dice tentativamente, con las manos metidas en el bolsillo central
de su sudadera gris con capucha. Su cabello está desordenado, arrugado en el lado
izquierdo, como si acabara de levantarse de la cama—. Tu papá me dijo dónde
estarías.
Resoplo.
—Me sorprende que no te haya llevado a una búsqueda inútil.
—Honestamente, yo también. Aunque dejó claro que todavía no es mi
mayor admirador. —Fenn se encoge de hombros—. Cedió después de que le dije
que quería encontrarte para disculparme.
Una burla me hace cosquillas en la garganta, y sale como una risa áspera.
—Bueno, lamento que hayas perdido el tiempo. —Silbo a Bo y Penny, pero
están dando vueltas desafiantemente como un par de niños con cafeína y no les
importa que tenga que escapar rápidamente—. No creo que nos quede nada más
que decirnos.
—No debería haber terminado con un mensaje de texto —dice. Brusco y
arrepentido—. Ayer me senté en mi habitación todo el día y la noche, analizándolo
mentalmente una y otra vez. —Sacude la cabeza con disgusto. El reproche
autodirigido—. Cada vez que me dan a elegir entre lo correcto e incorrecto,
siempre elijo lo incorrecto. Soy un maldito desastre.
—Como sea, Fenn.
—Por favor —insiste, moviéndose conmigo cuando intento alejarme—.
Vine a disculparme por ser tan insensible. 305
—No me importa. Siempre hay algo contigo. —Me detengo. Un nudo de
desesperación alojándose en mi garganta—. No quiero que te disculpes por tu
desagradable mensaje de ruptura. Ya terminé con tus disculpas.
—Sabes que haría cualquier cosa… —Su voz se quiebra levemente—, para
que las cosas hubieran resultado diferentes entre nosotros.
Mi ira surge de la desesperación como una flor que se abre después de una
tormenta. La cura más rápida para la depresión es la ira que me induce Fenn cuando
demuestra tan descuidadamente que nunca entenderá lo que me hacen sus mentiras
por omisión.
—¿Harás cualquier cosa? ¿No te das cuenta de la tontería que dices? Han
pasado semanas y aún no admites lo que pasó en el baile de graduación. Porque
eres egoísta, Fenn. Cubrirte el trasero incluso si eso significa lastimar a alguien
que dices que te importa. Así que, como dije, no quiero una disculpa.
Una vez más, se apresura a seguirme mientras reúno a los perros y les dejo
claro que soy yo alejándome de él.
—Casey, detente.
—No. Ya no caeré más en tus trampas. Dices que quieres hacer las cosas
bien. Estás listo para ser honesto. Luego me dejas por mensaje de texto como una
hora antes de que nos reunamos y hablemos. Eres un cobarde. Y ya no voy a ser el
blanco de la broma.
—No eres una broma —insiste.
—La honestidad no es tan difícil —digo con amargura—. Solo aprieta los
dientes y aguanta. Es sencillo. —Y luego sufro una especie de apagón, o al menos
esa es la única explicación que se me ocurre para lo que sucede después. Mi boca
se pone en piloto automático como si mi cerebro decidiera que no debería
participar—. Así: anoche me enrollé con Lawson.
Durante varios segundos, se queda ahí mirándome fijamente. Sin parpadear.
Es un motor que no arranca. Una batería agotada. Se detuvo e hizo clic. Vacío.
Mi pulso chirría en mis oídos a medida que observo su rostro en busca de
alguna sensación de reconocimiento. Mientras espero una reacción. Por algo.
Entonces, sus sinapsis comienzan a activarse. Sin decir una palabra ni
siquiera el más mínimo estremecimiento, gira sobre sus talones y se aleja.
Cualquier furia justa que haya sentido al confesar la verdad es 306
inmediatamente apagada por el peso de la devastación de Fenn.
Supongo que, la honestidad no siempre es la mejor política.
42
Lawson
Me encuentro inexplicablemente sobrio como una piedra. Solo en mi
habitación. Cálido bajo el brillo de una película de acción de Keanu en la
televisión. Mierda, por primera vez en media década no estoy de humor para una
alteración química. Incluso rechacé el porro que me ofrecieron los chicos de unas
puertas más abajo, lo que posiblemente sea la primera vez en mi historia de
adolescente que dejo de drogarme.
Es un giro impactante de los acontecimientos que podría haber compartido
con mi terapeuta si no me hubiera despedido por recibir una paja de su sobrina.
Aun así, a pesar de la libre reflexión del día, me siento inquieto.
Ni siquiera Keanu sobre una tabla de surf puede calmar los mares dentro de
mi cabeza.
Que RJ irrumpa por mi puerta tampoco ayuda.
—¿Estás libre esta noche? Necesito un compañero —anuncia. Lleva
pantalones cargo negros y una sudadera con capucha negra con el logo de una
banda de la que nunca he oído hablar. 307
—¿Dejamos a Sloane y buscamos chicas? —Le dedico una mirada antes de
volver a contemplar la belleza de baja fidelidad del sur de California en una
película con calidad VHS.
—No, eso lo hicimos ayer —es la respuesta inexplicable de RJ—. Las
peleas son esta noche. Necesito que vayas conmigo.
—Sí, sobre eso. ¿Por qué carajo las reprogramaste para el domingo? Los
muchachos necesitan un día de recuperación para que baje la hinchazón de los ojos
y la mandíbula.
—No reprogramé una mierda.
—No-oh. Un mensaje de texto masivo de Carter decía que el rey había
hablado.
RJ se pasa ambas manos por el cabello, como si quisiera arrancarlo de raíz.
—Lo único que dije fue que anoche tenía planes y… ¿sabes qué? Olvídalo.
No importa. Fenn está ausente y no le voy a preguntar a Silas, así que quedas tú.
Vamos.
Levanto las cejas.
—¿Vas a pelear?
—No, voy a abdicar.
—¿Qué mierda…?
—Vamos, Lawson —gruñe.
Luego sale y deja la puerta presuntuosamente entreabierta, completamente
seguro de que me uniré a él.
Y a pesar de mi firme plan de no salir de esta habitación esta noche, me
encuentro siguiéndolo por el campus como el perfecto espécimen pavloviano.
No estoy muy seguro de qué carajo acaba de pasar.
—Te ves raro —me informa mientras caminamos penosamente por la hierba
cubierta de maleza más allá de los supuestos límites por donde los estudiantes
pueden atravesar.
Los jardineros no se molestan en mantener el césped aquí, con la esperanza 308
de que sirva como elemento disuasorio, pero ni siquiera nos frena a medida que
nos dirigimos hacia el perímetro del bosque circundante. Es una noche
especialmente oscura gracias a la capa de nubes ocultando la luna y haciendo que
los hoyos ocasionales o raíces de árboles que sobresalen sean especialmente
peligrosos. Incluso los animales y los insectos parecen reacios a emerger esta
noche.
Por alguna razón, eso parece un mal presagio.
—Me veo raro —repito.
—No has dicho una palabra desde que nos fuimos. No es propio de ti.
—Ah. Sí, eso fue retórico.
La verdad es que, estoy languideciendo en una especie de limbo mental.
Luchando con emociones nuevas y extrañas a las que no puedo entender, que
parecen intensificarse cada vez que permito que mis pensamientos vaguen y el
recuerdo de anoche salga a la superficie.
No soy médico, pero si tuviera que intentar una hipótesis fundamentada,
diría que lo que siento es culpa.
Fenn no me debe ninguna simpatía, pero no soy un completo bastardo; lo
que ocurrió anoche fue una clara traición a nuestros años de amistad. La culpa pesa
mucho en este momento. Y solo es una emoción entre muchas.
En cierto modo, Casey empezó. En eso estuve casi, y algo lamentablemente,
sobrio durante todo el encuentro.
Por desgracia, no porque no lo haya disfrutado mucho. Lo hice. Pero no
estoy nada acostumbrado a sufrir las consecuencias de mis acciones con la cabeza
despejada.
—¿Y ahora qué? —cuestiono mientras las linternas que rebotan como
luciérnagas entre los árboles comienzan a converger en nuestra posición.
—Ahora encontramos a Duke.
Cuando llegamos a la escena del crimen, me obligo a no mirar el camino
secreto que conduce al invernadero del jardinero. El pequeño refugio secreto donde
traje a Casey anoche, y donde probablemente cometí uno de los errores más
grandes de mi vida.
El invernadero principal está lleno de tipos sanguinarios que se pasaron la
tarde haciendo flexiones y sacando dinero del cajero automático. En el centro de
la sala, dos primates erguidos, emocionalmente atrofiados, se arrancan las camisas 309
y flexionan sus músculos para el público hambriento, en tanto se preparan para
librar una batalla primitiva en lugar de encontrar literalmente cualquier otra forma
de lidiar con el trauma perpetuo de la escuela secundaria.
RJ vislumbra a Duke tan pronto como entramos y procede a abrirse paso
entre la multitud hacia él. Estoy atrapado en su estela y soy incapaz de liberarme
de convertirme en la tercera rueda de su conversación.
—Mira quién ha venido a los barrios marginales con los campesinos —
comenta Duke con una sonrisa sarcástica que no oculta su reciente amargura
perpetua.
Últimamente, el gobernante destronado del basurero ha estado actuando
como un divorciado viendo a su ex mudarse con su novio nuevo al otro lado de la
calle.
—Vine a negociar —responde RJ a modo de tregua—. A estas alturas te
pagaría para que me quitaras esta mierda de encima.
—Entonces no puedes hackearlo, ¿eh? —La sonrisa de Duke se hace más
amplia—. Esa corona es un poco más pesada de lo que parecía, ¿verdad?
—No puedo entender por qué alguien querría hacerlo —responde RJ,
completamente exasperado por toda la terrible experiencia.
Me trago una risa. No creo haber conocido a nadie que anhele menos poder
o autoridad que RJ.
—Dios, esta escuela está jodida. Esta gente está loca. Todo lo que quiero es
terminar con todo esto.
—Tú solo dilo —ofrece Duke—, y te quitaré la responsabilidad de encima.
—Tengo condiciones —responde RJ—. No me iré solo para permitirte
revivir tu reinado tiránico.
Duke pone los ojos en blanco. Ya aburrido y babeando por empezar a mover
su culo.
—En primer lugar, en lo que respecta a tus «reglas», existe una zona
desmilitarizada entre nosotros.
Duke resopla desconcertado.
—¿Qué carajo significa eso? 310
—Significa que estoy exento. De tus reglas de mierda, tus impuestos y
cualquier otra noción descabellada y descontrolada que se te ocurra. De ahora en
adelante, soy una nación soberana. Lo que suceda dentro de mis fronteras no es de
tu maldita incumbencia.
—Bien. Lo que sea.
—En segundo lugar, también dejas en paz a Lucas. El niño no está hecho
de dinero.
—¿Qué eres, su mami?
Me distraigo, o tal vez es más parecido al pánico, porque de repente veo a
Fenn entrando. Permanece cerca de la puerta durante un minuto, recorriendo con
la mirada la multitud gritando, pero aunque sin duda ha controlado nuestra
posición, se mantiene firmemente distante. Lo que solo aumenta mi ansiedad.
Ahora recuerdo por qué hago todo lo posible para evitar la sobriedad. Francamente,
no puedo recomendarlo.
En circunstancias normales de ebriedad, podría encontrar la manera de
descartar todo el asunto. Pero Fenn ha estado tan triste últimamente,
constantemente en estado de crisis, que parece como si le hubiera disparado a la
madre de Bambi. Y luego me follé a su novia.
—Con eso fuera del camino —le dice Duke a RJ con una palmada en la
espalda—, ahora podemos ser amigos.
—No iría tan lejos —dice RJ secamente—. ¿Tenemos un trato?
—Trato. —Duke extiende la mano.
Tan pronto como RJ baja la guardia para ofrecer un apretón de manos, Duke
retrocede y lanza un gancho de izquierda.
Una fuerte exclamación surge de la multitud cuando la pelea de estudiantes
de segundo año queda abandonada con la esperanza de que estalle una pelea real.
Hay que reconocer que RJ recibe el golpe como un campeón, aunque tendrá
el labio hinchado cuando llegue la mañana.
—Ese fue un golpe bajo —le espeta a Duke.
—Lo siento. —Duke sonríe alegremente—. Tenía que hacerlo oficial.
Ahora estamos en paz —dice, porque es el que debe tener la última palabra.
Siempre.
RJ ajusta su mandíbula, tomando el golpe de despedida como el precio de
311
hacer negocios.
—Más te vale.
—Vamos. —Duke pasa su brazo sobre el hombro de RJ—. Somos
básicamente una familia, ¿verdad? Te estás follando a mi ex.
—¿Eso es lo que es esto? Fase dos: ¿Usarme para recuperar a Sloane?
Se ríe.
—Amigo, si crees que pueden engañarla para llevarla a la cama, es que no
la conoces en absoluto.
—Justo.
—¡Está bien, escuchen! —El maestro de ceremonias ocupa esta noche el
centro del círculo donde el combate anterior ha dejado una mísera mancha de
sangre y sudor—. De la clase junior, Wynder y Hamill, den un paso adelante.
Los próximos luchadores emergen de sus respectivos rincones para
enfrentarse. El dinero cambia de manos a su alrededor, las apuestas se mueven en
una coreografía cuidadosa.
—Vamos —me dice RJ—. Ya superé esta mierda.
Solo hemos dado dos pasos antes de que se produzca una conmoción en
algún lugar profundo de la multitud. La cautela trepa como hiedra por mi columna
a medida que veo a Fenn abrirse camino hasta el medio del lugar, interrumpiendo
a los dos luchadores al acecho.
—Quiero el siguiente —exige.
Así de simple, mi pulso se acelera.
Mierda.
El confundido maestro de ceremonias busca guía en RJ, sin estar al tanto de
la reciente transferencia de poder.
—¿Qué estás haciendo? —grita RJ, frunciendo el ceño a Fenn. Como el
resto del lugar, siente la furia moral con la que Fenn ha reclamado el derecho a la
venganza.
Fenn ignora a su hermanastro.
—Lawson —grita.
El invernadero se vuelve un silencio sepulcral. Como una morgue.
312
Su mirada decidida se cruza con la mía.
—Te estoy retando.
El silencio se rompe y el clamor bullicioso que responde entre la multitud
es eufórico y perplejo al mismo tiempo. No estoy en absoluto confundido por este
giro de los acontecimientos. Sé por qué estoy aquí, y lo que me espera. Está claro
en el rostro severo de Fenn.
RJ se vuelve hacia mí en busca de una explicación, pero lo ignoro para
encontrarme con Fenn en el círculo. Mis hombros caen. Me obligo a mirarlo a los
ojos.
—Lo siento —digo cuando Fenn se quita la camisa y la arroja a los pies de
los espectadores rabiosamente ansiosos.
—Que te jodan.
Fenn no espera a que suene el timbre. Vino dispuesto a golpearme hasta el
olvido, y así lo dejo. Los primeros golpes son una catarsis para ambos. Tomo la
paliza porque es el camino de menor resistencia. Hinchazón de ojos. Boca llena de
sangre. Llámalo penitencia. Llámalo autocompasión.
Merezco esto.
—Defiéndete, imbécil. —Fenn agarra la parte delantera de mi camisa, con
ojos salvajes, y me deja caer sobre una rodilla con un derechazo cruzado—.
Pégame, maldita sea.
Estoy casi entumecido, mis terminaciones nerviosas están tan brutalizadas
que apenas registran los golpes, solo el zumbido violento en mis oídos con cada
chasquido de hueso contra hueso. Al final, la rabia de Fenn (y la frustración por mi
renuencia a pelear con él) lo impulsa a hacerme una llave de cabeza y apretarme
hasta que me veo obligado a darle un codazo en el estómago para liberarme.
—Eso es —sisea—. Devuélveme el golpe, maldito imbécil.
Me ataca de nuevo, esta vez inmovilizándome con su rodilla entre mis
omóplatos, y mi retrasado sentido de autoconservación se activa, y ambos estamos
operando con el cerebro reptiliano. Me esfuerzo por darme la vuelta, y mi puño se
estrella contra su mandíbula antes de que ambos nos pongamos de pie. Lo golpeo.
Y luego golpeo de nuevo. Porque también estoy enojado. No con él, sino conmigo
mismo.
Porque de repente se me ocurrió que lo único bueno que me pasó durante
313
todo este año abismal es lo único que se suponía que no debía disfrutar.
En este círculo, nos convertimos en animales enojados y sangrientos.
Infligiendo dolor y escupiendo malicia. Hasta que nuestros brazos se vuelven
pesados y el aire es demasiado espeso para llegar a nuestros pulmones y nos
ahogamos con nuestra propia adrenalina.
Le doy un golpe a los riñones que lo dobla y obliga a Fenn a enredarse
conmigo. En una ráfaga roja y ciega, le doy un codazo en un lado de la cabeza
hasta que pierdo el equilibrio. Me estrella contra el suelo. Fenn es capaz de subirse
y sentarse sobre mi pecho, con los rasgos tensos por el tormento y el odio. Echa su
puño hacia atrás mientras lo miro, sabiendo que estoy a punto de despertarme en
el hospital o ser arrojado a una zanja.
Pero el golpe nunca llega.
Fenn, al parecer dándose cuenta de los límites de su propia violencia, se
detiene.
—Estás muerto para mí —murmura, levantándose—. Lawson, fuiste
demasiado lejos esta vez. —Reconozco a mi padre por la forma en que me mira
con tanto desprecio y disgusto—. Hemos terminado aquí.

314
43
Fenn
Mi boca sabe a metal y tierra. La palpitación en mi sien se enciende en mi
cara y se instala en mi párpado hinchado y en mi mandíbula dolorida. Respiro
superficialmente a medida que doblo las ramas de los árboles y aparto las telarañas
mientras camino con dificultad por el bosque denso. El dolor es la claridad. La
claridad de propósito, pero también de consecuencia. Todo esto era inevitable.
Desde el momento en que puse un pie hacia ese cobertizo para botes. Siempre
íbamos a terminar aquí.
No sé qué hora es cuando me encuentro debajo de la ventana de Casey.
Tarde. Arrojo piñas caídas y guijarros al cristal hasta que ella aparece y la abre de
un tirón.
—Dios, Fenn —sisea—. ¿Qué diablos estás…? —Se detiene abruptamente.
Horrorizada por la brutal imagen que presento—. ¿Estás bien? ¿Qué te pasó?
En cierto modo, me rompe el corazón que aún muestre alguna
preocupación.
Sostengo mi teléfono en alto.
315
—¿Contestarás cuando te llame? No quiero gritarle a tu ventana y despertar
a toda la casa.
—No creo que debas…
—Fui al lago porque Gabe me envió un mensaje durante el baile de
graduación para encontrarme con él en el cobertizo para botes. Eso es lo que
intentaba decirte la otra noche antes de que tu padre nos interrumpiera.
Parpadea un par de veces. Luego dice:
—Déjame buscar mi teléfono.
Llamo a su número, contesta al primer timbre y reaparece en la ventana.
Está en ese pijama rosa que tanto amo, su cabello rubio rojizo apartado de su lindo
rostro en una coleta baja.
—Gabe estaba traficando esa noche, así que en realidad no tuvimos la
oportunidad de pasar el rato. Sin embargo, para entonces ya estaba listo para irse.
Sugerí que nos drogáramos en el cobertizo para botes. Ya estaba borracho en ese
momento, pero pensé, claro, estoy deprimido.
Las palabras salen tan silenciosamente que apenas puedo escucharlas en mi
cabeza debido al tinnitus que zumba en mis oídos. Supongo que así es como se
siente disociarse. Estoy fuera de mi cuerpo, una corriente de conciencia que emana
de algún lugar profundo de mi psique sobre el que no tengo el control total.
—Cuando llegué allí, Gabe no estaba a la vista. En cambio, vi la parte
trasera de tu auto sobresaliendo del agua. Luces traseras rojas. Salté para
comprobar si había alguien allí, y te encontré.
Casey me observa, fascinada. Su boca está ligeramente abierta. Sus ojos
muy abiertos y aterrorizados como lo estaban esa noche.
—Después de abrir la puerta e intentar quitarte el cinturón de seguridad,
noté una chaqueta atrapada en el freno de mano. Estaba tirada del lado del
conductor. Quienquiera que la llevara, se la quitó para escapar. —Cierro los ojos
brevemente. Bueno, un ojo. El otro ya está cerrado—. Vi la chaqueta y supe
inmediatamente a quién pertenecía. Era de Gabe.
Su rostro palidece. Casi puedo leer las imágenes que se abren paso en su
mente. Los flashbacks que la sobresaltan y la despiertan gritando en medio de la
noche. Su cerebro arrastrándola constantemente de regreso a esa agua. Ahora sé
que está viendo la cara de Gabe a su lado en ese auto.
—Así que, tomé la chaqueta y te saqué. Te llevé a la orilla. Encontré tu 316
teléfono en tu bolsillo y le envié un mensaje a Sloane diciéndole donde encontrarte.
Luego me fui, y tomé un aventón de regreso a Sandover. Escondí la chaqueta como
lo único que podría vincular a Gabe con el accidente. Y nunca se lo había dicho a
nadie hasta ahora.
Más que nada, desearía haber sido una mejor persona entonces. Haber
entendido lo que significaban mis elecciones.
—Estaba protegiendo a mi mejor amigo —admito con pesar—. Gabe me
cubrió el trasero con la policía hace un par de años y se lo debía. Mi lealtad estuvo
con él esa noche. No te conocía entonces, y lo siento. Ojala lo hubiera hecho.
Hay urgencia en su expresión, como si quisiera hablar pero tuviera la
garganta cerrada. No le doy la oportunidad.
—Vine a despedirme. Case, por fin comprendo la gravedad de lo que te
hice. Te rompí. Te robé todo lo que era bueno. Te llevé a Lawson. Es mi culpa, y
lo entiendo. Y ya terminé de molestarte, de perseguirte. No pienso rogar más por
segundas oportunidades. Tenías razón. Necesito madurar.
Casey se limpia la mejilla.
—No estaba intentando lastimarte.
—Lo sé. Me lo merezco. —Trago el dolor que se apodera de mi garganta—
. En verdad te amo.
—Sé que lo haces. —Su voz es apenas un susurro.
—Por eso tengo que marcharme.
Y eso es lo que hago.
Me alejo y no miro atrás.
De regreso al dormitorio, llamo a un auto y luego subo las escaleras para
tomar una camisa. RJ ya está en la cama durmiendo y ni siquiera se da vuelta antes
de que me vaya otra vez.
Sentado en la acera del estacionamiento, mi resolución solo se cimenta.
Tuve todas las posibilidades de hacer lo correcto durante meses. De contarle a
Casey lo que pasó. De evitar enredarme en su vida donde no tenía por qué
inmiscuirme. Pero fui egoísta. Delirante. Encontrando constantemente una razón
para excusar cada límite que rompía, sabiendo muy bien que la arruinaría. 317
Irrevocablemente. Robándole su fe en la humanidad, y convirtiéndola en otra chica
hastiada y amargada destruida por su novio de mierda.
De repente, pienso en mi madre. Cómo todo hubiera sido diferente si ella
nunca se hubiera enfermado. Qué agradecido estoy porque no puede ver en lo que
me he convertido.
Aproximadamente una hora más tarde, llega un auto. El conductor se
muestra escéptico con toda razón en mi apariencia y, sin duda, busca la pistola
debajo de su asiento cuando me levanto de la acera.
—¿A dónde? —pregunta, desconfiando de la respuesta.
—A la estación de policía.

318
44
Fenn
He perdido el sentido del tiempo en esta habitación pequeña. El beige pálido
de las paredes ha comenzado a acercarse sigilosamente a mí, pareciendo
envolverme cada vez que parpadeo. Mis ojos se cierran por un segundo. Un
minuto. Ya no lo sé. Cada vez que mi párpado bueno se abre, otra descarga golpea
los músculos de mi cara como una pistola Taser. Mi sangre zumba. En una silla de
metal duro, me siento ante una mesa pequeña a juego y escucho los pasos
ocasionales y las conversaciones ahogadas al otro lado de la puerta.
Cuando se abre de repente, casi me caigo del asiento por la conmoción que
provoca.
—Dios, Fenn. ¿Te hicieron esto? ¿Qué pasó?
Mi padre irrumpe primero, llevando dos tazas de café. Coloca una frente a
mí, su expresión parpadeando por la sorpresa.
Casi me había olvidado de la pelea.
—No, está bien —respondo con voz ronca, dándome cuenta por la sequedad
en mi garganta que debo haberme quedado dormido un poco más de lo que 319
pensaba—. Solo era algo de lo que tenía que ocuparme.
Papá acerca una silla para sentarse a mi lado, y examina mi rostro
descolorido.
—¿Qué significa eso?
—A menos que Fennelly tenga la intención de presentar cargos por agresión
—dice una segunda voz—, le aconsejaría que no dijera más en esta sala.
Un hombre con un impecable traje oscuro está de pie junto a la puerta con
un maletín. Asiente hacia una cámara en la esquina cerca del techo.
—Entendido —digo, asintiendo en respuesta.
No necesito una bola de cristal para decirme que es mi abogado. Parece y
suena como tal. Se presenta como John Richlin, de Richlin, Ellis y Oates. Es
prometedor que su nombre aparezca primero en el membrete.
—Dime qué está pasando —insta mi padre, más agitado de lo que recuerdo
haberlo visto en años. Pero no enojado, por extraño que parezca.
Aún más extraña es la idea de que lo vi hace un par de días. Parece que ha
pasado un siglo desde que le di un puñetazo en la mandíbula a mi padre.
El recuerdo hace que una oleada de culpa salga a la superficie. No sé cómo
puedo siquiera mirarlo a los ojos ahora mismo. Durante los últimos años, David
ha sido un padre de mierda, ausente. Desde cualquier punto de vista, merece que
lo golpeen en la mandíbula. Y aun así, me siento mal del estómago al recordar lo
que había hecho.
—Hijo —me insta cuando paso demasiado tiempo mirando mis nudillos
desgarrados e hinchados—. Sea lo que sea, estoy aquí para ayudar. Háblame.
Cuando los oficiales me dejaron por primera vez en esta sala de
interrogatorios, comencé a practicar esta conversación, pero nunca llegué a una
versión satisfactoria antes de quedarme dormido.
—Me entregué —digo finalmente.
—¿Por qué? —interviene antes de que pueda explicar.
—¿Has dado una confesión escrita? —pregunta Richlin.
Papá levanta la mano para calmar al abogado.
—No entiendo. Dime lo que pasó. ¿Alguien está herido? 320
—¿Recuerdas ese accidente en el baile de graduación del año pasado? ¿Con
la hija del director?
Evalúa mi rostro, confundido.
—El auto que cayó en el lago.
Asintiendo, procedo a hablarles de ello. Volviendo a esa noche, ya que la he
revivido cientos de veces desde entonces. Le explico cómo cubrí a Gabe. Cómo
sospecho que fue él quien drogó Casey y la dejó morir en su auto. Que en lugar de
decir la verdad, mentí por él y escondí las pruebas.
—Lo admití todo —termino—. Le di a la policía la chaqueta de Gabe.
Richlin sale de la habitación sin decir una palabra. Hay más conversaciones
ahogadas en el pasillo afuera.
—Dios, Fenn. —Papá suspira—. ¿En qué estabas pensando?
—¿En el momento? Pensé en hablar con Gabe y descubrir qué pasó.
Obtener su versión de las cosas y ayudarlo a descubrir cómo arreglar las cosas.
Pero entonces, sus padres lo enviaron a una escuela militar y desapareció. Me dije
que pronto tendría noticias suyas y lo solucionaríamos todo. Solo que eso nunca
sucedió, y de repente pasó todo este tiempo.
Lo miro. Avergonzado. Apenado. Sintiéndome más bajo que la suciedad, y
totalmente indigno del perdón de nadie. Aun así…
—Papá, lo siento. La cagué por completo.
—Oye. —Agarra mis manos—. Oye, está bien. Vamos a resolverlo, ¿de
acuerdo? Estoy aquí. Me ocuparé de esto.
—¿Por qué? —Me encuentro murmurando.
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué te molestarías? —Aprieto los labios, intentando controlar el
ardor salvaje en mis ojos—. He sido un idiota últimamente. Maldita, sea, la última
vez que nos vimos, te golpeé.
—Lo hiciste.
—Entonces, adelante. —Dejo escapar un suspiro cansado—. Repúdiame.
Déjame aquí para que me pudra. Dios sabe que me lo merecería.
Ha habido muchas cosas mal entre nosotros durante mucho tiempo. Me dije
321
que no lo necesitaba. Que no lo quería en mi vida. Que a la primera oportunidad
que tuviera, me largaría y no volvería nunca más.
Pero cuando la policía me entregó el teléfono, solo hubo un número al que
marcar.
—Escucha, era el adulto, ¿de acuerdo? —Papá aprieta ligeramente mi mano
izquierda, que no está tan golpeada como la derecha—. Dependía de mí hacerlo
mejor. Mantener fuerte a nuestra familia después de la muerte de tu madre. No hice
mi trabajo, y nuestra relación sufrió como resultado. —Respira profundamente y
se acerca más mientras su voz se suaviza—. Estaba perdido sin ella. Verla
marchitarse entre mis dedos fue lo más difícil que he hecho en mi vida. Nunca
imaginé cómo sería la vida cuando ella no estuviera y, de repente, apenas sabía
cómo levantarme de la cama por la mañana. Pasé demasiado tiempo sintiendo
lástima de mí, en lugar de recordar que tú también estabas allí sufriendo.
Necesitabas a tu padre. Fenn, eso dependía de mí. Eso fue mi culpa.
—No ayudé —admito. Esos primeros meses después de su muerte fueron
un infierno. Pero la situación no hizo más que empeorar con el paso de los años—
. No tenía que volverme loco como lo hice.
—No. —Sonríe con tristeza—. Pero eso también depende de mí. Debí haber
puesto límites. Haber estado más allí. Fue más fácil concentrarse en el trabajo y
dejarte solo que arriesgarse a tener conversaciones difíciles.
—¿Y ahora qué? —pregunto, exhausto y completamente fuera de mi
alcance.
—Intentamos hacerlo mejor. Nos perdonamos el uno al otro. Seamos un
poco más amables. Somos muy afortunados de tener la oportunidad de volver a ser
una familia. Con Michelle y RJ. Sé que ella quiere tener una relación contigo. Y
espero que estés dispuesto a conocerme mejor. ¿Quizás podamos darle una
oportunidad?
Dudo, preguntándome si algo de esto es posible. Formar una nueva unidad
familiar. Michelle es una dama bastante agradable, dejando de lado el gusto
cuestionable por los hombres y el momento oportuno. De todos modos, parece que
a RJ le agrada bastante. Y en lo que respecta a los hermanastros, tuve suerte.
Definitivamente no es el peor compañero de cuarto con el que podría haber
terminado este año. Dadas las circunstancias, supongo que no es un trato terrible.
—Sí —le digo—. Creo que puedo hacer eso.
No voy a empezar a sentir lástima por mí. No hay ninguna versión del
322
último año donde sea la víctima. Aun así, me siento un poco ahogado al pensar que
finalmente podríamos haber doblado una esquina. Que existe la posibilidad de que
pueda recuperar a mi padre.
Se oye un golpe silencioso en la puerta antes de que el abogado vuelva a
entrar.
—Aquí es donde nos encontramos —anuncia Richlin sucintamente—. Lo
han acusado de manipulación, abandono del lugar, obstrucción y desinformación.
—Cristo —sisea mi padre.
Tanto, ¿eh?
—Es muy posible que el fiscal del distrito agregue algunos más —añade
Richlin.
—Entonces, ¿qué hacemos? —pregunta papá con impaciencia.
—Por ahora, he asegurado su liberación bajo tu custodia. Tendrá que
comparecer ante un juez en los próximos días. Mientras tanto, hablaré con el fiscal
del distrito sobre cómo podríamos cooperar a cambio de ciertas consideraciones.
—¿Qué quieres decir? —demanda papá, sonando ahora más como el
hombre al que crecí viendo caminar en su oficina regañando a sus subordinados.
—Tal vez consigamos que se reduzcan los cargos, si no que se desestimen.
Hay una gran cantidad de variables. Una de las cosas más importantes es lo que el
chico Ciprian tiene que decir. Prefiero no hacer promesas hasta tener más
información.
—Salgamos de aquí —le digo a mi padre—. Solo quiero irme.
Estoy hambriento. Exhausto. Apenas puedo mantener la cabeza erguida.
Los moretones y las probables fracturas palpitan con cada respiración mientras
cualquier resto de adrenalina desaparece por completo de mi sangre.
Sobre todo, quiero largarme de aquí antes de que la policía cambie de
opinión y decida encerrarme en una celda hasta mi audiencia.
Papá hace que su conductor me deje en el dormitorio. Intenta insistir en que
me quede con él en el hotel de la ciudad durante los próximos días (después de
todo, estoy suspendido), pero lo convenzo de que necesito mi propia cama y un
cambio de ropa.
RJ despierta cuando me oye salir de la ducha. 323
—Lo siento —digo en voz baja, guardando mis artículos de tocador—.
Vuelve a dormir.
Se sienta. Mareado.
—¿Qué está sucediendo? ¿Vas a algún lugar? —Se frota los ojos—. ¿Y qué
carajo pasó anoche con Lawson?
Mi columna se pone rígida al oír el nombre de Lawson.
—Solo vuelve a dormir. Es demasiado pronto para esto.
Ya casi amanece. Pero al parecer, RJ decide que no vale la pena intentar
volver a dormir.
—¿Qué pasó anoche? ¿A dónde desapareciste después de la pelea?
—Fui a ver a Casey. Le dije la verdad.
—Vaya. ¿Cómo se lo tomó?
Me encojo de hombros, porque ¿cómo empiezo a responder eso?
—No sé. Simplemente me fui después de eso.
—Bueno…
—Y fui a la policía. Confesé todo.
Se estremece y se frota los ojos nuevamente a medida que se desliza para
apoyarse en la cabecera.
—Ah. Mierda, Fenn.
No tiene nada de gracioso, pero de todos modos me rio para mis adentros.
Qué diferencia hace un día.
—¿Les hablaste de Gabe? —presiona RJ, de repente completamente
despierto.
Su urgencia es un poco confusa.
—Sí. No tuve elección. Tenía que hacer lo correcto con Casey.
Y, por extraño que parezca, se sintió liberador. Entrar voluntariamente en
una estación de policía había evocado en mí una sensación de libertad. He estado
haciendo algo incorrecto durante tanto tiempo que me sentí bien al finalmente
hacer algo bien.
Se sentía bien hacer lo correcto. 324
El pensamiento provoca otra risa, que se desvanece cuando noto la
expresión infeliz de RJ.
—¿Qué? ¿Estás enojado porque vendí a Gabe?
—No, no enojado. —Se quita el cabello de la frente—. Pero desearía que
me lo consultaras primero. Sloane y yo ya no estamos seguros si Gabe fue quien
conducía el auto.
Me congelo.
—¿Qué quieres decir?
—La otra noche, seguimos una pista —explica—. Quería contártelo hoy, o
supongo que ayer… —Mira la luz del sol asomando a través de las persianas de la
ventana—. Pero estuviste fuera todo el día y la noche. No reapareciste hasta las
peleas.
Asiento.
—Me fui a la ciudad después de hablar con Casey. No soportaba estar en el
campus. Tenía que salir de aquí.
—¿Casey? —dice sin comprender—. ¿Cuándo hablaste con Casey?
—Fui a su casa esta mañana. Fue entonces cuando me habló de ella y
Lawson…
—¿Qué pasó con ella y Lawson? —La mandíbula de RJ cae antes de que
pueda siquiera responder. No es un tipo estúpido—. Ah, mierda por Dios. No lo
hizo.
—Lo hizo. —Luego exorcizo a la fuerza todos los pensamientos sobre mi
antiguo amigo de mi cabeza. Tengo muchas otras cosas con las que lidiar,
principalmente esta bomba que RJ acaba de lanzarme en el regazo—. ¿Cuál fue la
pista de Gabe? ¿Y por qué diablos no pudiste enviármelo por mensaje de texto?
—Hombre, nunca dejo un rastro en digital. Lo sabes.
—Tú y tu maldito código de moralidad hacker. ¿Qué has descubierto?
—Gabe estuvo con Mila toda la noche. Salieron del baile de graduación y
regresaron a su dormitorio. Lo dejó aquí en el campus por la mañana.
Respiro profundamente.
—¿Hablas en serio?
—Eso es lo que dice Mila.
325
—Entonces, ¿por qué me pidió que me reuniera con él? —digo, de repente
sintiéndome confundido—. Se suponía que íbamos a pasar el rato. Me habría
enviado un mensaje para decirme que se iba con Mila en su lugar.
—No sé. De todos modos, quién sabe qué tan confiable es. E incluso si
estuvieron juntos, eso no lo elimina por completo. Mila no recuerda la hora exacta
en que abandonaron el baile. Gabe podría haberse escapado con Casey, haber
chocado el auto y luego regresar y haberse ido con Mila.
—Cristo. Esto es un desastre.
—¿Qué pasó con la policía? —pregunta sombríamente.
—Poco. Les confesé y luego me senté solo en una sala de interrogatorios
durante cuatro horas. Papá vino y me recogió. Se está quedando cerca. Tendré que
volver a hablar con el abogado en unas horas.
—Mierda. ¿De qué tipo de problema estamos hablando?
—Papá parece convencido de que pueden evitar que vaya a la cárcel. Tengo
menos confianza.
Ambos reflexionamos sobre esa posibilidad por un tiempo. RJ me mira pero
no habla, como si no estuviera seguro de qué decir en esta situación. Aunque no
me importa el silencio. Después de todo lo que he hablado esta noche, agradezco
el silencio.

326
45
Casey
Sloane fruñe el ceño ante la vista de mi plato casi intacto mientras
limpiamos la mesa del desayuno. Papá ya se había ido al campus cuando mi
hermana y yo aún estábamos en la cama. En los días de escuela, sale de casa a las
siete y media, y está en su oficina a las ocho menos cuarto.
—¿Estás bien? —pregunta—. No te ves muy bien.
Arrojo panqueques a la basura para total devastación de Penny y Bo,
quienes me miran con sus grandes ojos de cachorrito angustiados.
—Bien.
Sloane comienza a enjuagar mientras yo cargo el lavavajillas. El tedio es
útil, más o menos.
—Simplemente estoy cansada —agrego cuando no quita su mirada
escrutadora de mi rostro—. Y no estoy de humor para ir a la escuela.
No hablamos mucho de camino a St. Vincent's, y nos despedimos sin decir
una palabra en el vestíbulo. Siento que me estoy moviendo en cámara lenta a
medida que fuerzo a mis piernas a llevarme a mi casillero. Ni siquiera la vista del
327
rostro sonriente de Jaz puede levantar mi ánimo decaído.
—¿Dónde demonios has estado? —me acusa cuando me acerco. Coloca sus
manos en sus caderas—. Te he estado enviando mensajes todo el fin de semana.
—Lo sé. Lo siento. —Abro mi casillero y mis dedos cansados hojean la pila
de libros de texto—. Ha sido… intenso.
—¿Te importaría compartir?
Me giro hacia ella con un suspiro, con el libro de cálculo en la mano.
—¿En otro momento? Hay mucho que contar.
—Bien. —Golpea mi libro con su dedo índice—. Hoy almorzamos. Tú. Yo.
Y montones de chismes.
Esbozo una sonrisa genuina.
—¿Te importaría compartir? —imito—. ¿Cuáles fueron esos misteriosos
planes del sábado por la noche sobre los que no diste más detalles?
Jaz cierra su casillero y entrelaza su brazo con el mío.
—Salí con Gray —confiesa.
Mis ojos se abren de par en par.
—No.
—Sí. —Sus labios se curvan en una sonrisa reticente—. Casey, es un
maldito niño de coro.
—En realidad no, considerando que está engañando a su novia.
—Quiero decir, literalmente. Fue literalmente un niño de coro hasta los
trece. —Suspira ruidosamente—. ¿Por qué no me advertiste que era un chico
bueno? No me gustan los buenos. Son demasiado… agradables.
Empiezo a reír.
—Primero, lo bueno no es horrible. Y segundo, repito mi último punto: ¿qué
tan bueno puede ser si es infiel?
—¿Lo culpas considerando con quién está saliendo? —responde Jaz con un
bufido.
—Sí, más o menos. No requiere mucho esfuerzo dejar a alguien antes de 328
pasar a alguien nuevo.
Pregúntale a Fenn. No se trata de la parte de «alguien nuevo», sino de la
facilidad con la que puede romper con alguien.
En verdad te amo.
Por eso tengo que marcharme.
El recuerdo de la visita nocturna de Fenn y su posterior confesión me ha
estado carcomiendo toda la mañana. No había pegado ojo. Apenas puedo
concentrarme en nada más.
Detente, quise gritarle.
Detente.
No te vayas.
También te amo.
Cree que me llevó a los brazos de Lawson, y no se equivoca. Lo hizo. Pero
una noche con otro chico no borra mis sentimientos por Fenn. No borra meses de
conversaciones largas y de intercambio de palabras, secretos, miedos íntimos. Me
conoce mejor que nadie en este mundo, incluso mi propia familia.
Ahora entiendo por qué mintió sobre la noche del baile de graduación.
Estaba intentando proteger a su amigo. No lo tolero, pero tiene sentido. Conoce a
Gabe desde que eran pequeños. Gabe ha estado ahí para Fenn toda su vida. Estuvo
allí para él después de la muerte de la madre de Fenn. Por supuesto, no estaba
seguro de traicionar ese vínculo.
—En defensa de Gray —dice Jaz, devolviéndome al presente—, quería
romper con Bree. Le dije que no lo hiciera.
—¿Por qué diablos no? —exijo.
—Porque ha pasado una semana, y este tonto está listo para declararme su
amor eterno. —Resopla—. No estoy lista para casarme. Aunque, tiene una gran
polla.
Suelto una carcajada.
Cuando entramos al salón de clases, el salón se queda en silencio, algo
típico en estos días. Mientras pasamos por sus escritorios, Bree sigue charlando 329
sin darse cuenta, contándole a Ainsley sobre una nueva marca de maquillaje que
está probando. Ainsley me lanza un pequeño ceño fruncido, pero no dice nada.
Desde que le arrebaté a Lawson, ha estado casi completamente inactiva. De
vez en cuando deja salir a borbotones una o dos palabras sarcásticas, pero en su
mayor parte mantiene la boca cerrada. Si hay algo bueno que surgió de toda la
locura de estos últimos meses, es que conquisté a mis matones. Supongo que, eso
es algo.
Lucas está sentado en el escalón de entrada cuando Sloane se detiene en
nuestro camino después de la escuela. Me había enviado un mensaje para
informarme que vendría, pero no esperaba que ya estuviera esperando. Cuando nos
acercamos, se pone de pie y, aunque ofrece su sonrisa con hoyuelos, no se me
escapa el destello de preocupación en su expresión.
—Hola —digo, saludándolo con un abrazo rápido.
—Hola.
—Adelante.
Sloane abre la puerta y entra delante de nosotros, mientras los perros corren
alrededor de nuestras piernas.
—¿Los dejas salir a orinar? —me pregunta por encima del hombro.
—Sí, seguro.
Lucas y yo salimos por la puerta trasera.
—Vine a ver cómo estabas —dice cuando nos sentamos en el patio trasero.
—¿Por qué?
—Bueno, ya sabes —dice vacilante—. La gran pelea…
—No entiendo. ¿Qué gran pelea?
—Fenn y Lawson se fueron anoche a las manos.
Mierda. Por supuesto que lo hicieron. Mi cerebro de repente se pone al día,
y me siento ridícula por no anticipar las consecuencias.
330
—Uno de los chicos rompió las reglas y lo filmó, simplemente porque fue
totalmente brutal. Vi el vídeo antes de que Duke lo obligara a borrarlo. —Lucas
hace una mueca, al parecer recordando lo que le hizo eso a la cara de Fenn—. Fue
incómodo verlo, no voy a mentir.
Trago pesado.
—Así que, todo el mundo lo sabe.
—Sí y no. Quiero decir, todo el mundo sumó que se trataba de una chica,
pero no creo que nadie sepa que esa chica eres tú.
Eso al menos es un alivio. No puedo imaginar lo mortificante que sería si
todo Sandover supiera que me enrollé con Lawson. Y si alguna vez llega a mi
padre… me estremezco solo de pensarlo.
—¿Puedo preguntar…? —Lucas se calla, vacilante.
—Preferiría que no lo hicieras.
—Me parece bien. —Se inclina y levanta las manos en señal de rendición—
. Entonces, nuevo tema: el Baile de Invierno.
Retrocedo.
—¿En serio?
—En serio. Creo que deberíamos ir.
—Interesante, porque creo que deberíamos omitirlo.
—Ah, vamos. Ya regresaste a Ballard y no tuviste un ataque de pánico.
Hagámoslo. No podemos perdernos lo que seguramente será un rito de iniciación
adolescente desastrosamente vergonzoso.
—Seguro que puedo.
—Dios, Tresscott. —Lucas tiene esa sonrisa irritantemente persuasiva y la
despliega con total desprecio por la vida o la integridad física—. Me estás matando.
No me obligues a hacer esto solo.
—Sabes —le digo cuando agarra mis manos como si fuera a arrodillarse
para suplicar—. Podrías simplemente negarte a participar en rituales tan arcaicos.
Pensé que los bailes no eran lo tuyo.
—No lo son —se queja—. Pero investigué un poco para un par de 331
estudiantes de primer año de Ballard, y haremos el intercambio en el baile.
—¿Intercambio? ¿Investigación? ¿Te has convertido en agente secreto
desde la última vez que hablamos?
Se ríe.
—RJ me está trayendo al negocio.
—¿El negocio? ¿Su negocio de información?
—Sí.
Recuerdo una conversación que tuve con RJ hace un tiempo, en la que
admitió que es un genio a la hora de desenterrar información de las personas. Un
maestro en descubrir secretos. Se jactó de que era su superpoder.
—No me di cuenta de que RJ te había arrastrado a todo eso.
—Es divertido —dice Lucas, y sus hoyuelos vuelven a aparecer—. Y no
creerías lo bien que paga. Entregaré dos unidades flash, y recogeré quinientos por
cada una. Eso es mucho dinero por unas pocas horas de investigación en línea.
—Eso suena lucrativo.
—Lo es. De todos modos, incluso si no tuviera otra razón para estar allí,
igual te pediría que fueras —dice con firmeza.
—¿En serio? ¿No deberías preguntarle a tu novia jugadora?
—Ballard no permite que los chicos de las escuelas públicas asistan a los
bailes —me recuerda, un poco satisfecho—. Así que, supongo que estoy atrapado
contigo.
—No sé. —Sigo vacilando—. Lucas, no estoy de humor para una gran
actividad social este fin de semana.
—¿Estás lista para algo de amor duro? —dice cuando aún no lo haré
comprometerse—. Tienes que sacarte a Fenn y Lawson de tu cabeza. Corta esos
hilos emocionales y vuela libre.
—Ah, ¿sí? Y un baile me ayudará a lograrlo, ¿eh?
—Si nos colamos a la fiesta juntos, seguro. —Parece confiado en su
propuesta—. Case, acepta el caos.
No puedo evitar reírme de su determinación a ponerme de mejor humor. Y
supongo que ha funcionado. Me siento mejor. Y si voy a desafiar otro baile, ir con
Lucas probablemente tenga las mejores probabilidades de pasar un buen rato. 332
—Bien —cedo—. Si no cambio de opinión antes de eso.
—No lo harás.
Después de que se va, voy a mi habitación y hago los deberes hasta la cena.
Sloane salió a correr mientras yo estaba con Lucas y regresó justo cuando papá
termina de freír los camarones al ajillo.
—Voy a darme una ducha rápida —dice a medida que sube las escaleras
volando.
Llevo el plato aromatizado de arroz y verduras que había preparado, y lo
pongo sobre la mesa. Diez minutos después, nos sentamos los tres a cenar.
Mientras comemos, noto que Sloane me lanza numerosas miradas inquietas, pero
cuando le pregunto qué pasa, dice que no es nada y luego se concentra
intensamente en sus camarones al ajillo.
Sin embargo, conozco a mi hermana, así que al momento en que papá
desaparece en su estudio para leer y tomar su té, me abalanzo sobre ella.
—¿Qué ocurre? —exijo mientras limpiamos la mesa.
—Entonces, ha habido un avance —dice en voz baja, mirando hacia el
pasillo—. No quería decirlo antes delante de Lucas, y papá ya estaba en casa
cuando regresé de mi carrera.
—¿Qué pasó? —Ya sé que esto no será una buena noticia, así que me
preparo para su respuesta.
—Fenn se entregó en la comisaría. Les contó lo que hizo la noche del baile
de graduación. Robar pruebas, encubrir a Gabe. Todo.
Todo el aliento sale de mi cuerpo, mis pulmones se atascan.
—¿Hablas en serio?
—Sí. RJ me escribió con lo básico después de la escuela. Me encontré con
él en el camino durante mi carrera y me contó los detalles. No hay muchos —
admite—. Todo lo que sé hasta ahora es que Fenn confesó, su abogado se encarga
de todo y su padre también llegó en avión. RJ dice que probablemente deberíamos
esperar que la policía aparezca aquí y te interrogue de nuevo.
Siento que mi cara se pone pálida.
—Mierda. Papá se va a volver loco.
Me imagino que se pondrá furioso cuando se entere de que me ha dejado 333
pasar tiempo con el tipo que me sacó del auto y me dejó allí inconsciente. Sin
embargo, eso no me preocupa tanto como los problemas que Fenn podría enfrentar.
Mis manos están débiles y temblorosas cuando coloco nuestros platos en el
fregadero.
—¿Crees que irá a la cárcel? ¿Fue acusado?
Asiente con severidad, y me cuenta los detalles.
Ahora estoy mareada y se me revuelve el estómago.
—¿Y si respondo por él ante la policía? Si les digo que sé con certeza que
él no conducía.
—No creo que ese sea el problema aquí —dice Sloane—. No sospechan que
él haya causado el accidente. Pero eliminó las pruebas de una posible escena del
crimen después del hecho. Eso es grande.
Es grande.
Es enorme.
Y la idea de que Fenn sea encerrado por lo que hizo me enferma físicamente.
Estoy a punto de vomitar durante el resto de la noche. A pesar de mi mejor juicio,
no puedo evitar escribirle a Fenn.
Yo: Escuché lo que hiciste. ¿Estás bien? ¿Alguna actualización?
No responde, y tengo la sensación de que tiene un propósito. Casi puedo
verlo paseando por su dormitorio, diciéndole a RJ que se niega a arrastrarme de
nuevo a este lío. Ya es bastante malo que probablemente la vuelvan a interrogar,
está diciendo. No puedo cargarla también con todos mis problemas.
Puedo escuchar su voz en mi cabeza diciendo eso. Firme. Lleno de
fortaleza, decidido a mantenerme al margen.
Te rompí.
Sus palabras ásperas y tristes flotan en mi cabeza, y me hacen un nudo en
la garganta. Fenn cree que me está protegiendo al ignorarme. Cree que me rompió.
Creo que tal vez nos rompimos el uno al otro.
La horrible idea permanece conmigo toda la noche. Mi teléfono permanece
en silencio. Pasan las horas y no puedo conciliar el sueño. Me quedo ahí tumbada
en la oscuridad, acosada por un flujo constante de pensamientos y un dolor de
estómago perpetuo que no desaparece. Esta sensación de vacío en mis entrañas no 334
disminuye, esta inquietud persistente y vacío dentro de mí.
Pensé que podía castigar a Fenn por lo que hizo, pero intentar sacarlo de mi
vida solo logró arruinarnos a ambos.
Al final, me quedo dormida. Lo sé porque son alrededor de las dos de la
mañana cuando la pesadilla me obliga a recuperar la conciencia. Despierto
tosiendo, jadeando por aire.
Por extraño que parezca, no me estaba ahogando. La casa estaba en llamas.
No podía ver las llamas, pero podía oler el humo. Estaba llenando mi dormitorio,
filtrándose en cada rincón, subiendo por las paredes hacia el techo. En cuestión de
segundos, toda la habitación era una nube gris asfixiante. Cometí el error de
inhalar, y el humo se abrió paso hasta mis pulmones.
Actué rápido. Una vez que me di cuenta de que no podía quedarme en esta
habitación, agarré la caja de zapatos de la mesa de noche y corrí hacia la puerta.
Podía sentir el cuerpo de Silver empujándose dentro de la caja con cada paso
apresurado, y sus fuertes chillidos atravesaron la noche tranquila. Estaba viva.
Pero ahora estoy despierta. El dormitorio no está lleno de humo. Y Silver
aún está muerta.
Un sollozo sale volando de mi boca, arrancado desde lo más profundo de
mi alma.
Oh, Dios. ¿Qué demonios es lo que me pasa?
Lágrimas inundan mis ojos, una ráfaga de agonía me golpea y me hace
acurrucarme en la cama. Respiro profunda y agonizante a medida que la vergüenza
y el horror me queman la garganta.
La arrojé a la basura.
Arrojé su cuerpo a la puta basura.
Con sollozos fuertes y desgarradores, salgo de la cama y me pongo de pie.
No recuerdo la última vez que sentí este tipo de dolor. Ni siquiera las consecuencias
del accidente, la pérdida de todos mis amigos, habían provocado tal respuesta.
Abro la puerta y salgo al pasillo, sorprendiendo a Penny. Empieza a ladrar
y ni siquiera intento calmarla. Corro descalza hacia el dormitorio de mi padre.
Ya está despierto cuando entro tambaleándome, sentándome y encendiendo
la lámpara junto a su cama. Echa un vistazo a mi rostro empapado de lágrimas,
escucha los ruidos entrecortados que salen de mi boca y arroja sus mantas a un
lado. 335
—Casey —dice con el tipo de preocupación horrorizada que solo me hace
llorar más fuerte.
—¿A dónde llevaste la basura? —pregunto ahogada, aun luchando por
respirar. Me siento mareada, balanceándome sobre mis pies.
Papá me sostiene con mano fuerte y firme.
—¿Qué? Cariño, ¿qué está pasando?
Penny sigue ladrando con fuerza en la puerta, lo que hace que Sloane salga
de su dormitorio y su voz adormecida llena el pasillo.
—¿Qué está sucediendo…?
—¿Dónde pusiste la bolsa de basura con el cuerpo de Silver? —suplico,
mirando a papá con ojos enormes y llenos de lágrimas—. ¿Dónde está? Tenemos
que enterrarla.
—Casey…
—Por favor —le ruego. Me lanzo hacia él y presiono mi cara contra su
camisa—. ¿Por qué me dejaste hacerle eso? ¿Por qué?
—Casey…
—¿Por qué? —Empiezo a temblar, a estremecerme, a llorar como un bebé
en sus brazos—. Estoy tan avergonzada. ¿Por qué me dejaste hacer eso?
—Casey, la enterramos.

336
46
Casey
Mi hermana me llama la atención. Levanto mi cabeza y busco su mirada.
—¿Q-qué? —tartamudeo. Respirando entre lágrimas, miro de Sloane a
nuestro padre—. ¿La enterraron?
Él asiente para confirmar el reclamo.
—Lo hicimos.
—¿Cuándo?
—Después de que botaste la caja. Subiste a tu habitación, la sacamos de la
basura y la enterramos.
—¿Por qué?
Sloane se acerca y me rodea la cintura con el brazo. Es más alta que yo, por
lo que puede apoyar perfectamente su barbilla en mi hombro.
—Porque sabíamos que te arrepentirías si no tenía un entierro adecuado.
Otra ola de emoción me inunda, y debilita mis rodillas. Me dejo caer en el 337
abrazo de mi hermana.
—Tenías razón: la gente crece —coincide papá, recordándome lo que había
dicho ese día en la cocina—. Y las cosas mueren. Pero lo único que nunca puede
morir es tu compasión, cariño. No puedes cambiar lo que está arraigado en lo más
profundo de tu alma. Amabas a ese conejo, tal como amabas a todas las demás
mascotas heridas que trajiste a casa.
—¿Dónde la enterraron? —Mis lágrimas se secan y escapan lentamente por
las esquinas de mis ojos.
—Tu hermana eligió un lugar bonito con sombra en la propiedad detrás del
cobertizo más alejado, en esa zona vallada donde los perros no van.
Mi respiración comienza a estabilizarse. Trago pesado, y hablo a través del
nudo en mi garganta.
—¿Me puedes llevar ahí?
Papá parece sorprendido.
—¿Ahora?
—No, podemos esperar hasta mañana —digo con voz temblorosa—.
Simplemente no lo olvides.
—No lo haré —promete, luego me agarra la barbilla con la mano y levanta
la cabeza. Inspecciona mi cara—. ¿Estás bien?
Logro asentir.
—¿Estás segura? ¿Quieres que te prepare una taza de leche tibia? ¿Té
caliente?
—Estoy bien —le aseguro, y no miento. Siento como si me hubieran
quitado una carga enorme del pecho. Imaginar el cuerpo de Silver en la basura
había destrozado algo dentro de mí, pero esos pedazos de mi corazón se están
uniendo lentamente—. Vámonos todos a la cama.
—Es una buena idea —dice.
—Te acompañaré a tu habitación —dice Sloane, tomando mi mano.
Le damos las buenas noches a nuestro padre y vamos a mi habitación, pero
en lugar de dejarme dormir, Sloane me sigue y se sienta en el borde de mi cama.
—Tenemos que hablar.
—Sloane, es tarde. Y acabo de salir de una montaña rusa emocional. 338
¿Podemos dejarlo para mañana?
—No, no podemos. De hecho, este es el momento perfecto para discutirlo.
Cuando te sientes en carne viva y tus defensas están bajas.
—Eso suena siniestro. —Tragando mi molestia, me meto nuevamente bajo
las sábanas y las acerco hasta mi cuello. —Bien. Habla. De todos modos, no podré
conciliar el sueño de inmediato.
—Mira, entiendo que hayas pasado por situaciones difíciles. Sí. Y tienes
todos los motivos para estar molesta, desanimada y cualquier otra cosa que sientas.
—Exhala y sacude la cabeza hacia mí—. Pero sea cual sea este acto que estás
haciendo, no va contigo. Toda esta rutina de chica mala tiene que terminar. No eres
tú.
—No es un acto. Es una reacción a estar finalmente harta de la forma en
que todos me tratan como a un ratoncito frágil. —El resentimiento me aprieta la
garganta—. Sobre todo, tú.
—Entonces, ¿es por eso que nadaste desnuda con Mila y te castigaron?
¿Porque tu familia te está asfixiando? Bueno, lamento que tengas que cargar con
gente que se preocupa por ti.
Me siento cansada otra vez. Exhausta. Por supuesto. Sloane siempre tiene
que ser la mártir. Es gracioso que ella venga aquí diciendo que tenemos que hablar
de mí, pero de alguna manera lo hace sobre ella.
—Sloane, no quiero pelear contigo. —Mis ojos empiezan a sentirse
calientes de nuevo—. Simplemente quiero que me entiendas.
—Lo estoy intentando.
Se desliza hasta la cabecera de la cama y saca mi mano de debajo de las
sábanas. La dejo, solo porque sus dedos están muy calientes y de repente siento
frío. Vacío.
—Case, háblame. Por favor. Estoy escuchando.
Mi corazón se aprieta. Siempre hemos sido cercanas. Supongo que no
tuvimos elección. Mamá se había ido y las dos nos quedamos navegando en un
mundo hostil para las chicas sin alguien que nos enseñara cómo sobrevivir. Papá
ha hecho lo mejor que pudo, pero no puede entender por lo que hemos pasado. Lo
que pasaremos. Desde que éramos pequeñas, recurrí a Sloane para que me ayudara
a resolver estas cosas. Para bien o para mal, ha sido mi modelo a seguir. Quizás 339
por eso peleamos tanto últimamente. Le cuesta mucho mirarse en el espejo.
—La cagué —confieso—. Me enrollé con Lawson.
Sus ojos casi se salen del cráneo. Abre la boca y luego la vuelve a cerrar.
—Y le dije a Fenn. Así que, por supuesto, no se lo tomó bien. Anoche
apareció aquí cubierto de sangre y moretones.
Deja caer la cabeza y se muerde la lengua. Su enorme muestra de
moderación no pasa desapercibida.
—Me las arreglé para hacer todo un desastre, y no sé cómo dejar de
empeorar las cosas.
Después de más silencio del que me siento cómoda, Sloane reajusta su
posición, sentándose con las piernas cruzadas para poder mirarme.
—En un mundo perfecto, ¿qué quieres de todo esto?
—Esto, ¿qué?
—Bueno, ¿quieres estar con Lawson? —Parece como si estuviera
conteniendo la bilis con solo pronunciar las palabras. Es algo doloroso de ver.
—No. No lo creo. Simplemente sucedió.
Hace una mueca y asiente antes de que me sienta tentada a traumatizarla
con los detalles.
—¿Qué hay de Fenn?
Si imaginarme con Lawson la enferma físicamente, sospecho que
considerar la idea de que Fenn siga siendo una parte activa de mi vida casi la mata.
—Sabe que me hizo daño y en realidad, ha intentado corregirlo. Apareció
aquí anoche para confesar y finalmente admitir lo que pasó en el baile de
graduación. Y ahora se fue, y se entregó. Podría ir a la cárcel por lo que hizo. Y sé
que se supone que debo estar enojada con él por esa noche, culparlo por dejarme
allí y no decirme que era él, pero tampoco estaría viva si él no hubiera aparecido.
Me habría ahogado. —Mi garganta se cierra—. Como mamá.
—Lo entiendo. Me siento igual. Quiero odiarlo, pero es difícil —admite,
aunque de mala gana.
—No lo odio en absoluto. Lo he intentado, y simplemente no puedo. Estoy
estancada —confieso—. No puedo dejarlo y me siento completamente miserable
todo el tiempo. La cagó y ha estado pagando por ello. Pero yo también lo estoy 340
pagando.
El mayor defecto de Fenn fue intentar ser todo para todos. Protegernos a mí
y a su mejor amigo, que nos encontramos en extremos opuestos de una situación.
Fenn tuvo la mala suerte de tropezar en ello. Intentó hacer lo correcto de manera
incorrecta. Fue un error, y él lo admitió.
—Me lastimó, pero también lo lastimé. Y supe lo que estaba haciendo
cuando lo hice.
Sloane se queda en silencio por un momento.
—Está bien —dice finalmente—. Déjame brindarte el beneficio de mi
experiencia. Guardar rencor nunca te traerá consuelo. No va a sanar la herida que
creó su traición. Pensé que podía descartar a RJ, pero lo único que hice fue
volverme loca. En algún momento, si odiarlos te hace daño, debes intentar
perdonar.
—Quiero perdonarlo. —Me muerdo el labio—. ¿Pero eso no me hace débil?
—No —dice con voz enfática—. No si la disculpa es sincera. Mostrar gracia
a alguien que crees que lo merece requiere mucho coraje. Aún más coraje para
darles otra oportunidad.
Mis dientes se hunden aún más profundo en mi labio inferior.
—Aún lo siento como una debilidad. ¿Por qué siempre soy tan rápida para
perdonar a la gente? ¿Cuántas oportunidades le di a Gillian esta primavera antes
de que finalmente me diera cuenta de que era una serpiente? E incluso ahora puedo
fingir que le guardo rencor, pero no lo hago. La regañé en una fiesta, ¿te lo dije?
—No, no lo hiciste.
—Me sentí bien en ese momento —admito—. Me sentí justa. Y luego, al
día siguiente, me sentí mal por eso. —Me rio de mí—. Ni siquiera puedo seguir
enojada con una chica que susurró a mis espaldas cuando se suponía que era mi
mejor amiga. Ojalá fuera más fuerte en ese tipo de cosas. Como tú.
—Eres fuerte —insiste.
—Claro —me burlo.
—Casey. Mírame.
Me obligo a mirarla a los ojos.
—Eres tan fuerte como yo, tal vez incluso más. Y no necesitas ser como yo.
Somos diferentes. Pareces pensar que mi versión de fuerza es la única. Que se 341
supone que debes ser dura e insensible, guardar rencor, regañar a las perras en las
fiestas…
Me rio suavemente.
—Lucharé contra mis enemigos hasta la muerte. Esa es mi fuerza. ¿Pero la
tuya? Matarás a tus enemigos con bondad.
—Eso suena tan patético —me quejo.
—No lo es. Es jodidamente admirable. La bondad es una fortaleza.
Compasión, como decía papá. Perdón. Tu versión de la fuerza es la paciencia y la
resiliencia. Deja de rehuirlo. Ojalá tuviera siquiera la mitad de tu gentileza. —
Ahora suena avergonzada—. He estado intentando ser más gentil últimamente. No
estoy segura de que esté funcionando.
Sus palabras me hacen reflexionar. Siempre he visto a Sloane como alguien
impenetrable, esta fuerza de la naturaleza más fuerte que cualquier tormenta.
Alguien que se enfrenta al mundo y nunca se inmuta. Pero si lo pienso bien, se ha
ablandado un poco desde que conoció a RJ. Se ha vuelto un poco más tolerante
con los demás. Menos rígida. Pero no menos formidable. Aún la elegiría primero
en balón prisionero antes que a cualquiera.
—No hay nada malo en ser gentil. —Pasa su brazo sobre mi hombro y me
acerca para apoyar mi cabeza en su regazo—. O un poco vulnerable a veces. No
significa que no seas fuerte. No conozco a nadie más que hubiera podido aguantar
el año que has tenido y seguir en pie. Nunca olvides quién eres.
—Bueno. ¿Y quién soy? —pregunto con una sonrisa.
—Eres la maldita Casey Tresscott, y eres jodidamente increíble.

342
47
Fenn
—Ya verás, esto se solucionará solo —insiste papá mientras desempaqueta
la bolsa de papel con sándwiches de desayuno que compró en un café de la ciudad
camino a Sandover.
Tomo un café, y me siento en el sofá.
—No voy a permitir que te metan en la cárcel por salvar a una niña de
ahogarse. Eso es una tontería.
—No me juzgaran por la parte del rescate —le recuerdo.
Papá me lanza una mirada amonestadora. Increíblemente, aún no ha llegado
a tener un sentido del humor sombrío con todo el asunto. Y aunque aprecio sus
intentos para tranquilizarme, soy menos optimista por mi destino.
—Si ese departamento de policía hubiera hecho su maldito trabajo el año
pasado, no estaríamos en esta posición. No voy a dejar que cuelguen a mi hijo
porque aún no han atrapado al verdadero criminal. De hecho, la seguridad en
Ballard fracasó estrepitosamente. Drogas en el campus. Estudiantes
escabulléndose. Hay suficiente culpabilidad para todos. Fenn, eres el menor de sus 343
problemas.
Tal vez sea la gran cantidad de cargos que no había considerado lo que me
asusta. O la forma en que el jefe de policía completamente avergonzado gruñó y
me miró por encima del hombro a medida que estaba al final del pasillo recibiendo
el informe de su oficial de admisión después de que anunciara por qué me había
arrastrado hasta su vestíbulo.
—¿Con o sin huevo? —le pregunta papá a RJ mientras lee el garabato en
los envoltorios de los sándwiches.
—Sin huevo. Gracias.
RJ toma un sándwich y un café, y mantiene una distancia cautelosa mientras
come en su escritorio. Creo que aún le preocupa que si termino tras las rejas, él
tendrá que cargar con el viaje de culpa. Al final, fue su investigación lo que
precipitó mi repentina erupción de conciencia.
He intentado decirle que está a salvo, pero supongo que cuando se conozcan
todos los hechos, le preocupa que David no vea las cosas de la misma manera. Si
tengo algo que decir al respecto, RJ no tiene nada de qué preocuparse.
—No creo que dependa de nosotros —le digo a papá, que se está poniendo
una vez más nervioso.
—Ya veremos —dice, aceptando el desafío.
Por mucho que mi apetito se haya evaporado en las últimas horas, de todos
modos me meto algo de comida. Ayuda a calmar los nervios. Un poco.
Estoy bebiendo el resto de mi café cuando suena el teléfono de papá. Lo
saca del bolsillo y murmura:
—Por fin. —Luego espeta—: John, ¿cuál es la última novedad?
Se aleja, caminando con el teléfono en la oreja y los ojos en el suelo. Asiente
mucho, lo que no parece una señal terrible.
—¿Sí? —Su cabeza se levanta de golpe—. ¿Estás seguro?
La atención de mi padre recae sobre mí, pero no puedo descifrar su
expresión.
—Está bien. Entonces, regresaremos esta tarde. —Se guarda el teléfono en
el bolsillo, con una sonrisa extraña en su rostro a medida que se gira hacia
nosotros—. Era el abogado. Estás libre de responsabilidad.
La silla de RJ cruje cuando se balancea hacia adelante. 344
—Espera, ¿qué?
—¿En serio? —Casi me ahogo al intentar tragar—. ¿Cómo?
—Retiraron los cargos. John aún no tiene claro por qué. Aun ni siquiera
había hablado por teléfono con el fiscal del distrito.
—¿Eso es todo? —pregunta RJ, haciéndose eco de mi propia confusión—
. ¿Fenn está a salvo?
—Parece que sí. John va a ver qué más puede descubrir, pero parece que
esta vez tuvimos suerte. Claramente, entraron en razón y se dieron cuenta de que
no había ningún beneficio en demonizar a un buen samaritano por sus propios
fracasos.
Llámenme pesimista, pero me cuesta creer que la policía se haya despertado
esta mañana decidiendo ser buenos. En mi experiencia, ese no es su procedimiento
operativo estándar. RJ y yo intercambiamos una mirada al otro lado de la
habitación. Si algo nos ha enseñado este año es a esperar el otro zapato que sin
duda está a punto de caer.
Nada es tan fácil.
—Está bien, de acuerdo. —Papá niega con la cabeza, luciendo
complacido—. Regresaré al hotel y me marcharé. —Hace una pausa y me da una
sonrisa insegura—. ¿A menos que quieras que me quede por aquí un tiempo? ¿Para
asegurarme de que todo esté arreglado?
—¿Qué? No, sal de aquí. Estás obstaculizando nuestro estilo —digo con
una sonrisa.
—O puedes volver a casa por unos días. Dejar de pensar en las cosas. Puedo
decirle al director que hay un asunto familiar. Los dos —añade a RJ.
—Está bien —insisto—. Aquí estoy bien.
—Igual —dice RJ—. Simplemente no me obligues a ir a clase. Pensé que
esta vigilia esperando que llamara el abogado iba a durar todo el día. Me preparé
mentalmente para ello, por lo tanto, no deberían obligarme a asistir a clases.
Agito las cejas hacia papá.
—Si RJ se va ahora, podría llegar al segundo período…
—Vete a la mierda —se queja mi hermanastro, arrojándome su envoltorio
vacío. 345
Lo atrapo fácilmente.
—Oye, no es mi culpa que no estés suspendido.
—Fennelly, no es algo de qué alardear —regaña papá, pero sus labios se
crispan con humor—. Está bien. Entonces, me voy.
No somos una familia que se abraza (apenas hemos sido una familia que ha
estado mucho tiempo en la misma habitación durante los últimos años), pero en
aras de la reconciliación, me levanto y le doy un abrazo torpe de lado.
—Gracias por venir —digo con brusquedad—. Significa mucho.
—Por supuesto. —El abrazo es incómodo para los dos, por la falta de
práctica que tenemos. Aun así, es un progreso—. Cualquier cosa que necesites,
siempre estoy aquí. Tú también, RJ. —Papá agarra su chaqueta y se la pone—.
Está bien, dejaré de molestar. Cualquier cosa que se te ocurra, llámame. Nos vemos
en Acción de Gracias. —Se detiene en la puerta—. Ah, y espero que ambos se unan
a nosotros en un viaje familiar durante las vacaciones. Michelle no aceptará un no
por respuesta.
Pongo los ojos en blanco, porque por supuesto él usaría esta experiencia
terrible como moneda de cambio en las temidas vacaciones de Navidad.
—Sí, está bien —gimo—. Pero esto es chantaje, ¿sabes?
—Dile que ni se le ocurra una pedicura de madre e hijo —interviene RJ—.
Y tendremos nuestra propia habitación.
Papá asiente, satisfecho.
—Bien. Hablamos pronto.
Hay una curva de aprendizaje para todos nosotros. Somos un grupo de
solitarios que intentamos descubrir cómo vivir unos con otros. Cómo hacer algo
nuevo a partir de fragmentos de nuestras viejas vidas. Tengo la sensación de que
esto se complicará, pero supongo que ya es hora de que dejemos de resistirnos a lo
inevitable. Ahora somos una familia. Pase lo que pase.
—Entonces, eso es algo. —RJ lleva su desayuno a la mesita de café para
sentarse a mi lado en el sofá—. ¿Qué crees que pasó?
—Ni idea. Quizás sea como él dijo. ¿No querían la atención negativa?
—De alguna manera lo dudo.
Como si el girar nuestras ruedas lo manifestara, se oye un golpe suave en 346
nuestra puerta. RJ salta rápidamente para responder.
—Hola. ¿Fenn está aquí?
Casey.
Mi corazón se detiene ante el sonido de su voz.
Me levanto de un salto, y miro por encima del hombro de RJ para
encontrarla dándome una sonrisa tentativa. Ayer me envió un mensaje de texto
preguntándome si estaba bien y si había alguna actualización, así que supongo que
Sloane le contó que me había entregado. Me tomó toda mi fuerza de voluntad no
llamarla, recurrir a ella en busca de consuelo y escucharla decir que todo iba a estar
bien.
Resistí ese impulso porque es hora de dejar de arrastrar a Casey Tresscott a
todos mis líos. No merece la agitación, las incertidumbres. Quise decir cada
palabra cuando le dije que tenía que alejarme de ella. Ya le he causado mucho daño
en su vida, rompiendo pedazos de su inocencia uno por uno. Nunca podría vivir
conmigo mismo si la lastimara otra vez.
Y, sin embargo, aquí está ella, en mi puerta, con esos ojos azules llenos de
preocupación por mí.
—¿Podemos hablar a solas? —pregunta.
RJ me mira en busca de una respuesta, y nota mi leve asentimiento antes de
mantener la puerta abierta para dejarla entrar.
—No te preocupes.
Un segundo después se va, cerrando silenciosamente la puerta detrás de él.
De repente me aterroriza estar en una habitación con ella. Avergonzado por
lo que le he hecho, y aun sintiendo mis propias heridas frescas. Abrumado por la
historia entre nosotros, pero también por la sensación de que nos hemos convertido
en extraños, dos personas que han olvidado cómo hablar entre sí.
Se alisa la parte delantera de su sudadera morada, esa inmensa que le gusta
combinar con mallas negras. Es uno de mis conjuntos favoritos. Linda, sencilla y
tan perfectamente Casey.
—Probablemente no quieras verme, lo sé, pero sentí que esto era algo que
tenía que decir en persona.
—¿Por qué no estás en la escuela?
Se encoge de hombros.
347
—La respuesta está relacionada con lo que vine a decir aquí.
—Está bien —digo torpemente.
Me siento en el borde de mi cama, y asiento para invitarla. Parece de alguna
manera grosero tener una conversación sincera con un sándwich de salchicha y
huevo a medio comer entre nosotros.
—Acabo de regresar de la estación de policía.
Mi mirada vuela hacia la de ella.
—¿Qué? ¿Por qué?
—El detective principal que trabajó en mi caso, ¿Carillo? ¿Ese que tiene el
lunar en la frente y el corte de pelo horrible?
Me rio disimuladamente.
—Sí. Sé a quién te refieres.
—Llamó temprano esta mañana y nos pidió que fuéramos a la estación. Mi
papá y yo. Así que, condujimos hasta allí y nos sentamos con Carillo y el jefe de
policía; no recuerdo su nombre. Me hicieron un montón de preguntas sobre ti, Gabe
y la noche del baile de graduación.
—Sí. Imaginé que eso sucedería. ¿Qué les dijiste?
—Exactamente lo que les dije la última vez. Repasamos lo que recuerdo, y
lo que no recuerdo. Les conté del recuerdo que tuve cuando ofrecí llevar a alguien
y cómo tal vez vestía de rosa, pero en cierto modo lo ignoraron.
La ira me aprieta el pecho. ¿Mataría a estos imbéciles tomar este caso en
serio? Maldita sea, una chica casi muere.
Casey ve mi frustración y asiente.
—Créeme, lo sé. Básicamente, son unos inútiles. De todos modos,
enumeraron todos los cargos en tu contra y dijeron que querían discutir los
próximos pasos con nosotros.
Mis hombros se enderezan. De repente, se me ocurre que sé hacia dónde va
esto.
—Les dije que, en lo que a mí respecta, arriesgaste tu propia seguridad para
rescatarme esa noche —continúa, confirmando mis sospechas—. Cualquier otra
cosa que hayas hecho o dejado de hacer, no importa. No tuviste nada que ver con 348
las drogas ni con conducir el auto al lago. No podías estar seguro de lo que
significaba la chaqueta; todo lo que tenías era una teoría. Dije que cometiste un
error, pero no eres un criminal. Y que nunca me obligarían a testificar contra ti.
—Casey, maldita sea.
No puedo quedarme quieto y me lanzo fuera de la cama, despeinándome el
cabello con ambas manos.
—Estaba dispuesto a aceptar la responsabilidad de lo que hice —le digo.
Frustrado—. No tienes que protegerme.
—¿Recuerdas lo que me dijiste la noche después de la fiesta del mes
pasado? ¿Después de que me llevaste como un cavernícola? —Ladea la cabeza—
. Dijiste que estarías aquí para salvarme todo el tiempo. Bueno, Fenn, esa es una
calle de doble sentido. Te protegí, tal como tú siempre intentaste hacer por mí.
Me dejo caer en la cama junto a ella.
—No debiste haber hecho eso.
—Concuerdo en no estar de acuerdo —dice con el más mínimo atisbo de
sonrisa—. Entonces, ¿supongo que ya te dieron la noticia? ¿Que van a retirar todos
los cargos?
—Sí, el abogado llamó justo antes de que llegaras aquí. Estoy a salvo.
Asiente, complacida.
—Perfecto. Bueno. Ahora que ya hemos aclarado esto, ¿qué te gustaría
escuchar primero: las buenas o las malas noticias?
—¿Qué?
—¿Buenas o malas? Elige.
—Buenas —respondo por instinto, porque este año he recibido suficientes
malas noticias como para toda la vida.
—La buena noticia es que papá reconoce que me salvaste la vida, y aceptó
dejarnos seguir viéndonos. Como en citas reales. No solo amistad.
Mi corazón se detiene en seco en mi pecho.
—¿Qué? —No entiendo lo que me está diciendo.
Ignora mi expresión de asombro. 349
—La mala noticia es que nos vemos relegados a pasear a los perros durante
un mes, y tal vez a una invitación ocasional a cenar. Con papá presente, por
supuesto. Después de eso, las noches de cine podrían estar sobre la mesa. ¡Ah!
Más buenas noticias: podemos ir juntos al Baile de Invierno. Siguieron malas
noticias después: Lucas, Sloane y RJ tienen que venir con nosotros y no podemos
bailar lento. —Casey sonríe—. Pero lo que él no sabe, no puede hacerle daño.
Estoy aturdido. Simplemente mirándola fijamente, incapaz de comprender
lo que está pasando.
—Casey —digo finalmente.
—¿Ajá?
Trago el nudo que se me forma en la garganta.
—Nos despedimos.
—No, tú te despediste. Y lo rechazo. Fenn, quiero estar contigo. —Se
humedece los labios, y luego los aprieta. Insegura—. ¿Quieres estar conmigo?
El bulto se hace más grande y me ahoga. Me aclaro la garganta.
—¿Por qué estás tan decidida a seguir dándome más oportunidades?
—Porque lo vales.
Empiezo a reír, completamente asombrado por esta chica. Lo juro, no sé
qué hacer con ella.
—Pero si hacemos esto —continúa—, necesito que dejes de lado esa idea
que tienes sobre cómo se supone que debo ser. La dulce e inocente Casey, que
necesita tus mimos constantes. Fenn, no necesito eso. No me conocías bien antes
del accidente. Sí, puedo ser dulce, pero también arremeto cuando estoy enojada.
Puedo no tener experiencia, pero también quiero bañarme desnuda. A veces puedo
despertarme de pesadillas o llorar por un animal herido, pero no soy débil.
—Lo sé —digo con voz ronca.
—Ya no soy la misma persona que era en primavera —admite—. Siento
que partes de mí han cambiado. Me siento más fuerte. Y no puedo seguir adelante
contigo a menos que sepa que puedes aceptarme tal como soy, no como quieres
que sea.
—Casey, eres una de las personas más fuertes que conozco. Sin duda alguna
—le aseguro, sonriendo levemente—. Y estaré a tu lado cuando les patees el trasero
a esas chicas malvadas de la escuela, o cuando quieras bañarte desnuda, o hacer 350
algo salvaje y loco. Estaré a tu lado pase lo que pase. En las buenas y en las malas.
Así que sí, por supuesto que te acepto tal como eres. —La miro fijamente—. Lo
que no entiendo es, ¿cómo eres capaz de aceptarme? Nos arruiné.
—Mira. Mentiste —dice con franqueza—. Eso me dolió. Pero también
comprendo que te encontraste en una situación imposible, y tomaste una decisión
en una fracción de segundo que resultó ser un error. Lo has reconocido. Eso es lo
mejor que puedo pedir.
—Si hubiera sido mejor persona, no habría esperado tanto —señalo.
—De cualquier manera, te perdono.
Esas dos pequeñas palabras me afectan de una manera que no esperaba. Se
siente como si subiera a tomar aire. He pasado meses arañando la superficie, sin
acercarme nunca a la luz y, de repente, al cielo.
Mi voz tiembla cuando digo:
—No sabes lo mucho que significa eso para mí.
—Sí —dice en voz baja—. Porque yo también necesito pedirte perdón.
Estaba tan enojada que no me importó si te lastimaba. Eso tampoco fue justo. Fenn,
lo siento. Por Lawson y todo eso. Desearía poder enmendarlo, pero sé que nada de
lo que diga cambia lo que ya está hecho.
El recordatorio es como un puñetazo en el estómago. No me di cuenta hasta
que ella lanzó esa bomba cuán profundo podía cortarme. Qué peligrosa podría ser.
Incluso cuando no lo intentaba. Aunque me lo merecía.
—No me perteneces —digo a través de la grava en mi voz—. No tengo
derecho a decirte qué hacer o con quién estar.
Por mucho que me encantaría sentir pena por mí mismo, es Lawson quien
me debe algo. Él es quien debería haberlo detenido. Si a él le importara un carajo
nuestra amistad. Claramente, esperaba demasiado de él.
—Esa es la cuestión —dice Casey, deslizando su mano en la mía—. Esta
vez soy yo quien pide una segunda oportunidad. —Entrelaza nuestros dedos—. Tal
vez estemos condenados. Quizás lo arruinemos otra vez. Pero estoy harta de fingir
que no quiero estar contigo. Que mi corazón no se rompe cada vez que nos
alejamos.
—Casey… —Me detengo, incapaz de encontrar las palabras.
—¿Aún tienes los mismos sentimientos por mí? —me pregunta con tanta
esperanza que casi me desmorono. 351
—Sabes que lo hago. Pero no quiero ser la razón por la que te conformes
con menos que la felicidad total.
Aprieta mi mano y hay un brillo extraño en su expresión.
—¿Quieres que sea feliz?
—Más que nada.
—Entonces, perdonémonos el uno al otro, Fenn. Dejemos atrás la noche del
baile de graduación y comencemos de nuevo. O, mejor dicho, volver a como era
antes de que todos los secretos y mentiras salieran a la luz. —Me acaricia los
nudillos con las yemas de los dedos—. Llévame al Baile de Invierno este fin de
semana.
Maldición. Estaba dispuesto a hacerlo, a aceptar mi destino. Me despedí y
la dejé para vivir una vida libre de todas las formas en que la había arruinado.
Pero maldita sea, no puedo decirle que no. Esta chica tiene un poder sobre
mí que es absoluto. No estoy más que completamente a su merced.
—Está bien.
Una sonrisa brillante llena su rostro.
—¿Está bien? ¿Serás mi cita?
—Por supuesto. —Levanto su mano para presionar mis labios contra ella—
. Seré tu cita.

352
48
Casey
El tema es invierno vomitó la Antártida, y luego la Antártida vomitó sobre
Frozen. He visto suficientes pingüinos de papel maché para toda la vida, y no estoy
muy segura de quién pensó que era buena idea reciclar los decorados de la obra
navideña y pegar figuras de cartón de Elsa y Anna en el trineo en lugar de Papá
Noel. Para una escuela que recibe millones de dólares en donaciones anuales, uno
pensaría que contratarían a algún diseñador caro para decorar los bailes. Aunque
aplaudo a quien colgó los cientos y cientos de copos de nieve de papel con brillos
plateados que cuelgan del techo. Eso es dedicación.
—Por eso la gente bebe ácido —se inclina Fenn para decirme, con la mirada
centrada en los copos de nieve brillantes y ondulantes sobre nuestras cabezas.
Entramos al gimnasio con el coro de una vieja canción de indie-rock cuyo
nombre nunca recuerdo. Mamá solía escucharla en el auto cuando éramos
pequeñas. Me recuerda a tomar el largo camino a casa desde el supermercado, o
sentarme en el camino de entrada para dejar que termine la canción. Ni siquiera sé
si son recuerdos reales o mi imaginación llenando los huecos de las historias que
Sloane solía contarme de ella. Pero se sienten reales cuando escucho la melodía y
me hace sonreír.
353
—Te ves increíble. —Es la tercera vez que felicita mi vestido, sonriendo
ante la falda corta con volantes.
Hace unos días, Sloane y yo fuimos de compras a Parsons, y este lindo
vestido plateado me llamó la atención al momento en que lo vi. Plateado en honor
a mi amada Silver, en cuya pequeña lápida dejé un ramo de crisantemos amarillos
esta semana.
—No tienes que seguir diciendo eso —digo tímidamente.
—Sí, tengo que hacerlo.
Tampoco está nada mal. Alto y ancho, mostrando a todos los demás cómo
se debe usar un traje. No puedo dejar de pasar mis manos por la suave y tersa
longitud de sus solapas. Es extrañamente hipnotizante.
—Podemos irnos en cualquier momento si no te sientes cómoda —me
susurra al oído a medida que apoya sus manos en mis caderas, bailando cerca de
mí.
—No, lo estoy pasando muy bien —le aseguro—. Siento como si
hubiéramos viajado en el tiempo hasta aquí, ¿sabes? Tengo que volver a hacerlo.
Sonríe y me aprieta más contra su pecho, sus dedos dibujan círculos
suavemente contra la parte baja de mi espalda.
—Sé lo que quieres decir. No estaba seguro de volver alguna vez a una de
estas cosas. Definitivamente no hubiera imaginado que estaríamos aquí juntos.
—He estado pensando en ello… —empiezo.
—¿Sí? —Fenn baja la mirada para mirarme a los ojos.
—En qué nos equivocamos la primera vez.
—Está bien…
Es comprensible que sea cauteloso. Nos hicimos la promesa mutua de que
si íbamos a tener segundas oportunidades, significaría dejar atrás el pasado. No
echarnos en cara nuestros errores cada vez que discutimos. Ahora operamos en una
estricta zona libre de culpa.
—Tenemos que aceptar confiar el uno en el otro con la verdad.
Sus hombros se relajan con una exhalación de alivio.
—Eso suena razonable. 354
—Prefiero que alguien sea honesto conmigo que intentar perdonar mis
sentimientos, ¿sabes?
—Lo mismo.
—Existe una especie de manipulación al retener información. No me gusta
sentirme controlada. Y tampoco quisiera hacerte sentir nunca así.
Fenn besa la parte superior de mi cabeza.
—Puedo hacer ese trato. Tienes mi palabra: nunca más te decepcionaré.
—A veces puedes equivocarte —le recuerdo con un tirón juguetón en sus
solapas—. Intentemos no cometer los mismos errores dos veces.
Sus ojos vagan por encima de mi hombro.
—Cambiando de tema… ¿cuánto tiempo crees que pasará antes de que
Sloane deje de vigilarnos?
Sigo su mirada cuando nos gira, y veo a Sloane y RJ vigilándonos
abiertamente entre la multitud.
—No es sutil, ¿verdad?
—Como una sirena antiaérea.
Me rio disimuladamente, y poco a poco, nos alejamos más de sus miradas
indiscretas.
—En algún momento llegará allí —le digo—. Sloane necesita un poco de
tiempo para procesar la nueva normalidad y volver a confiar en ti.
—Creo que subestimas el placer que siente al despreciarme.
Sí. Esos dos están a una buena distancia de volver a ser amigos. Por mucho
que Sloane haya predicado el perdón últimamente, aún no está preparada para
confiar en Fenn, y menos aún en mí. Aun así, es suficiente que haya aceptado no
darme pena por el hecho de que volvamos a estar juntos.
—Si te sirve de consuelo, el año que viene irá a la universidad. Ni siquiera
Sloane puede tener ojos en todas partes a la vez.
Me da un ceño escéptico, lo cual es algo adorable. Los aterra hasta la
muerte. Supongo que para eso están las hermanas mayores.
—Hablando de volver a confiar en la gente…
Sus hombros se ponen rígidos. Fenn sabe exactamente lo que voy a decir 355
incluso antes de que pronuncie las palabras, y pone los ojos en blanco con un
suspiro de frustración.
—Enójate todo lo que quieras —bromeo.
—No arruinemos una buena noche. —Su voz se vuelve áspera. Cansada.
—Lo siento, pero no puedes perdonarme y aun así guardarle rencor a
Lawson.
—Contrapunto: Sí, puedo.
—Fenn.
—Soy multitarea.
Es un dolor de cabeza.
—¿Ya qué importa? Estamos juntos. Eres al que quiero. ¿No puedes dejarlo
pasar?
—No se trata de celos —insiste.
—Entonces, ¿qué?
La voz de Fenn se vuelve más agitada.
—Traicionó nuestra amistad. Nunca le habría hecho eso.
—Tal vez no premeditadamente…
Por eso, recibo una mirada de castigo.
—Case, no me debías ninguna lealtad. No estábamos juntos. Pero Lawson
me debía eso. Así que no, no puedo perdonarlo.
—No es como si él me persiguiera —argumento, mientras libra una batalla
interna entre la culpa y la frustración—. Simplemente sucedió.
—Lo siento, no lo creo. Lawson es un pedazo de mierda intrigante. Todo lo
que hace está diseñado para infligir el máximo daño. Puede irse al puto infierno.
El comportamiento de Fenn cae drásticamente, y está claro que no vamos a
llegar a ningún acuerdo con esto esta noche, así que lo dejo pasar. No tiene sentido
arruinar toda la noche por eso. Es mejor dejar pasar un tiempo en el que
prevalezcan las cabezas más despejadas y la herida no esté tan fresca.
Nos tomamos un descanso del baile, y Fenn va a buscarnos un par de tragos
mientras salgo corriendo al baño. Cuando llego a las puertas dobles, Gray Robson
me intercepta y me muestra una sonrisa incómoda. Parece una estrella de cine con 356
su traje negro y su hermoso rostro bien afeitado.
—Casey. Hola.
—Hola. —Ofrezco una sonrisa rápida.
—Yo, eh… —Desliza sus manos en los bolsillos de su pantalón—. ¿Has
hablado con Jaz últimamente?
Maldita sea. Jaz me dijo esta semana que Gray la ha estado presionando
para tener citas oficialmente, y ella no está de acuerdo. En cierto modo, me
arrepiento de presentarlos. Sobre todo ahora, cuando puedo sentir la mirada asesina
de Bree taladrándonos a Gray y a mí. Está parada en la mesa de ponche con
Ainsley, y aunque puede que no sea la bombilla más brillante del grupo, incluso
Bree sabe cuándo su novio está tramando algo turbio.
—Hablo con ella todos los días en la escuela —digo antes de dirigirme hacia
la salida—. Lo siento, ¿podemos hacer esto más tarde? Necesito ir al baño.
Su voz baja y frustrada me detiene.
—¿Podrías simplemente decirle que me llame? ¿Por favor?
Mi respuesta carece de cualquier simpatía.
—Gray, ve a bailar con tu novia —le digo, luego atravieso las puertas.
Estoy en la mitad del pasillo cuando escucho pasos detrás de mí. Por el amor
de Dios. Me giro, esperando encontrar que Gray me haya seguido.
Pero no es Gray.
Me congelo en el acto.
—Hola —dice Lawson.
Los latidos de mi corazón se aceleran como un auto de carreras a medida
que él se acerca lentamente a mí. Al igual que Fenn, puede lucir un traje como si
no fuera asunto de nadie. Y me sorprende notar que se ha cortado el cabello, los
mechones de color castaño claro ya no alrededor de sus hombros, sino rizados
debajo de sus orejas.
No hemos hablado desde la noche en el invernadero. No sabía qué decirle,
y claramente él me devolvió ese sentimiento porque tampoco se había acercado.
—Hola —respondo en voz baja—. Yo… um… ¿cómo has estado?
—He estado genial —dice arrastrando las palabras, y luego ofrece una 357
sonrisa descarada—. ¿Alguna vez estoy algo más que eso?
Veo a través de la respuesta arrogante.
—Lawson, eres un mentiroso terrible.
Un brillo pensativo aparece en sus ojos grises.
—No, normalmente no. Solo contigo, Casey.
No sé por qué, pero mi pulso se acelera ante eso.
—He intentado hablar con Fenn en tu nombre —empiezo.
—Por supuesto que sí. —Se ríe por lo bajo—. Pero no lo hagas. Tiene todo
el derecho a despreciarme. —Se acerca y baja la voz—. Solo vine aquí para ver
cómo estabas. Ni siquiera te envié un mensaje después de esa noche para ver si
estabas bien. Eso estuvo mal de mi parte.
—Estuvo bien —le prometo—. Aún lo estoy.
Una suave sonrisa triste asoma a sus labios.
—Está bien. De acuerdo. —Ahora se aleja de mí—. Eso es todo lo que
quería. —Otro paso atrás—. Me alegro de que todo haya salido bien para ustedes
dos. En serio.
—Gracias —murmuro.
—Cuida a Bishop. Alguien tiene que cuidar de él ahora que me han exiliado.
La culpa punza en mi pecho.
—Lawson…
—Tresscott, estoy bromeando. Solo una broma. —Empieza a alejarse, luego
se detiene de nuevo, y se vuelve hacia mí. Por mi vida, no puedo descifrar su
expresión—. ¿Puedo preguntarte algo?
Trago pesado.
—Seguro.
—Tú y yo… —Sus mejillas se hunden ligeramente, como si se estuviera
mordiendo el interior de su boca—. Fue simplemente algo… ¿algo aleatorio? No
hubo, eh, sentimientos en juego, ¿verdad?
Dudo.
—Sin sentimientos en juego —confirmo. 358
Lawson asiente.
—Sí. Bueno. —El arrepentimiento cruza su rostro—. Podríamos haber sido
amigos. Lamento haberlo jodido.
Luego desaparece por las puertas dobles, que se cierran detrás de él.
Tiene razón. Podríamos haber sido amigos. Aparto a la fuerza esa triste idea
de mi cabeza y finalmente, por fortuna, hago uso del baño de mujeres.
Cuando salgo un minuto después, me topo con Lucas, que está saliendo del
baño de hombres justo enfrente del baño de mujeres.
—Qué bien encontrarte aquí. —Esos hoyuelos salen.
—Qué bien —coincido.
Riendo, nos reunimos en el centro del pasillo. Técnicamente, Lucas vino al
baile con nosotros y condujo hasta Ballard con Fenn y RJ, mientras yo conduje
hasta allí con Sloane, pero apenas lo he visto desde que llegamos aquí.
—¿Cómo estuvo tu misión? —bromeo—. ¿Hiciste tu entrega?
Lucas resopla.
—Deja de hacer que parezca tan… ilegal.
Inclino mi cabeza en señal de desafío.
—¿No es así?
—Toda la información que reuní sobre estos tipos estaba disponible en
Internet. —Parpadea inocentemente—. No implica ningún tipo de piratería.
—Ajá. Seguro. —Extiendo la mano y tiro de su solapa en señal de
acusación—. No puedo creer que sea amiga de un criminal.
—Casey, cariño, eres amiga de muchos criminales —responde riendo.
No puedo evitar unirme. Tiene razón. Todos los chicos de Sandover han
cometido una infracción u otra.
—Supongo que, si tuviera que elegir a los favoritos de todos los criminales
que conozco, estarías entre los tres primeros —digo generosamente. Extiendo la
mano para arreglarle la flor en el ojal, que está un poco torcido.
—Gracias —dice.
—Esto es lindo —le digo, tocando la flor en el ojal. Mis dedos recorren los
359
suaves pétalos de la rosa, un tono de rosa intenso que…
—Puedo darte un aventón.
Mis dedos se congelan. Miro fijamente la rosa rosada, y se me seca la
garganta a medida que una ráfaga de déjà vu me inunda.
—¿Estás segura de que no te importa?
—Por supuesto que no. De todos modos, estoy lista para irme. Me está
empezando a doler la cabeza, no sé por qué. Me he mantenido hidratada.
—Está bien, genial. Seré rápido —promete Lucas—. Solo tengo que dejarle
esto a Gabe, y luego podemos regresar a casa.
El horror me invade y me deja sin palabras por un momento.
—¿Casey? —dice Lucas preocupado—. ¿Estás bien?
Me alejo de él. Respirando con dificultad, presiono mi espalda contra los
fríos casilleros de metal que prácticamente chisporrotean al contacto con mi piel
de repente ruborizada.
—Fuiste tú —digo.
Más recuerdos emergen, jugando en mi mente confusa.
—¡Casey, despierta! ¿Qué diablos tomaste?
Sus ojos oscuros parpadean con inquietud.
—¿De qué estás hablando?
—Fuiste tú —repito—. Fuiste tú quien nos llevó al lago.

360
49
Casey
Aunque no tenía una imagen mental clara de Lucas deslizándose al volante
del auto, abrochándome el cinturón de seguridad en el asiento del pasajero, el
pánico que llena sus ojos es suficiente confirmación.
—Fuiste tú —digo por tercera vez.
Esas dos palabras dominan mi vocabulario ahora, mientras mi cerebro lucha
por entender por qué Lucas haría esto.
Pero fue él. Llevaba exactamente este traje, con la misma rosa prendida en
la solapa. Bueno, no es la misma rosa. La de la noche del baile murió hace meses.
Pero el color. Recuerdo el color rosa intenso. Y recuerdo haber extendido la mano
para enderezar la flor en el ojal porque estaba torcida, de la misma manera que lo
había hecho ahora.
Recuerdo sentir que me iban a explotar las sienes, así que cuando Lucas dijo
que tenía que hacer un recado para su hermano, me ofrecí a llevarlo.
Recuerdo caminar hasta el estacionamiento y abrir el auto, sintiendo que mi
cabeza se nublaba y pesaba cada vez más. 361
—Te dije que me dolía la cabeza —murmuro, respirando
entrecortadamente—. Me dolía demasiado conducir.
Gotas de sudor salpican la frente de Lucas. No habla. Me mira fijamente
como si hubiera visto un fantasma. Aún como una estatua.
—Me quitaste las llaves. Dijiste que iríamos rápidamente al cobertizo para
botes y luego nos llevarías a casa. —Mis sienes comienzan a palpitar, tal como lo
habían hecho esa noche—. No sé por qué perdiste el control del auto. Yo… —
Lucho por reconstruirlo—. La droga que me diste ya había hecho efecto para
entonces…
—No te drogué —espeta Lucas, con el rostro pálido—. ¡Dios, Casey!
¿Crees que te drogué?
—Me drogaste —digo distraídamente, apenas registrando su negación—.
Es por eso que te ofreciste a conducir…
—No, conduje porque no tenías ganas —protesta.
—… y entonces de alguna manera perdiste el control y terminamos en el
lago. Y me dejaste en el auto, y escapaste.
—No —gime—. Así no fue como sucedió.
Me zumban los oídos. De repente, siento un estallido de dolor que florece
en mi frente, el resultado del golpe de mi cabeza contra el tablero. Un dolor
fantasma cruza mi pecho, por el hematoma diagonal dejado por el cinturón de
seguridad que me mantuvo atrapada mientras el agua subía alrededor de mis
piernas y mi vestido se convertía en líquido.
Apenas puedo sentir mis labios cuando hablo.
—Entonces, ¿cómo sucedió?
—Pensé que estabas muerta.
Su confesión, mezclada con miseria y vergüenza hasta los huesos, resuena
en el pasillo. Desencadena una ráfaga de furia, candente y cruda, vibrante en mis
dedos.
—Lucas, ¿qué pasó en ese auto?
—Empezó incluso antes del auto —dice con un gemido ahogado. Empieza
a caminar, a moverse erráticamente. Sus ojos saltando de un lado a otro como si
fuera a huir, o atacarme en cualquier momento—. Gabe estaba lidiando con el 362
baile, pero Mila estaba encima de él y quería irse a casa con ella. Enrollarse, lo que
sea. Se suponía que debía encontrarse con Fenn, pero su teléfono falló, así que me
dijo que le dijera a Fenn que sus planes habían cambiado. Me dio su alijo y me
pidió que lo llevara al cobertizo para botes. Solía esconder su mierda debajo de
una tabla del suelo rota cada vez que venía a Ballard.
Lucas deja de caminar y se detiene justo frente a mí. Cada instinto me dice
que me aleje de él mientras pueda, pero quiero saber qué más puede contarme del
baile de graduación. Y estoy aterrorizada por lo que podría pasar si me voy, y él
me persigue.
—Tomé prestada su chaqueta, estaba listo para partir. No pude encontrar a
Fenn, así que estaba escribiendo un mensaje diciéndole que no se reuniera con
Gabe, pero nunca lo envié porque me interrumpiste y luego lo olvidé. Me
preguntaste adónde iba, y dijiste que estaba demasiado lejos para caminar hasta el
cobertizo para botes y me ofreciste un aventón. Dijiste que de todos modos querías
irte porque te dolía la cabeza.
—Porque me drogaste —espeto.
—No lo hice. —Su rostro se arruga de angustia. Sus puños apretados—.
Casey, lo juro por Dios, no lo hice. Lo que sea que tomaste o te dieron, sucedió
antes de que tú y yo subiéramos juntos a ese auto. Cuando empezamos a caminar,
ya estabas jodida. Apenas te movías. No podías mantener los ojos abiertos.
Sinceramente, al principio pensé que tenías migraña. Seguiste tapándote los ojos
como si la luz los lastimara. Te puse en el asiento delantero solo para evitar que te
desplomaras en el estacionamiento, e intenté mantenerte despierta durante todo el
camino hasta el cobertizo para botes.
Se golpea la frente con ambos puños, visiblemente ansioso.
—De repente, tuve el mal presentimiento de que sufrías algo más que una
migraña. Incluso me pregunté si quizás de alguna manera habías sufrido una
conmoción cerebral en el baile. Seguí acercándome para tocar tu mejilla,
diciéndote que no te durmieras. Afuera estaba demasiado oscuro. Perdí el camino
y el auto patinó, y de repente el agua subía hasta el parabrisas.
Lucas cae al suelo, acurrucado contra los casilleros.
—Había sangre corriendo por tu frente. En el auto entraba agua a raudales.
No te estabas moviendo. Intenté tomarte el pulso, pero no había nada —dice,
apretando las rodillas contra el pecho—. Case, ni siquiera un aleteo. Pensé que
estabas muerta.
363
Me alejo de él en estado de shock.
—Y entré en pánico. Mi papá me asesinaría literalmente si me arrestaran
por chocar un auto con una chica muerta y drogada en el baile de graduación. Y
dirían que te drogué o algo así. Quiero decir, ¿qué carajo? ¿Qué se suponía que
debía hacer? —Hace un ruido ahogado—. El agua entraba muy rápido. Y ya te
habías ido. Al menos, pensé que lo habías hecho. Comprobé el pulso una y otra
vez, lo juro. Nunca te habría dejado si hubiera sabido que estabas viva.
Me lanza una mirada desesperada, teñida de tristeza. Me quedo pegada a la
pared opuesta de los casilleros, con el pecho apretado y respirando
entrecortadamente. Ahora estoy pegada en el lugar. Incapaz de moverme aunque
quisiera, gracias a la sensación fantasmal del agua subiendo por mis piernas.
—Mi chaqueta quedó atrapada en el cinturón de seguridad y no se movía,
así que simplemente me la quité. Agarré el bolso de Gabe y salí de allí. Corrí lo
más rápido que pude hasta la carretera principal y tomé un Uber fuera de las puertas
de Ballard. Cuando regresé al dormitorio de Sandover, el responsable de la
residencia me sorprendió saliendo de la escalera. Estaba empapado y parecía muy
culpable. Me hizo abrir la bolsa y… ¿qué podía decir en ese momento? Le dije que
las drogas pertenecían a Gabe.
Lucas se muerde con fuerza el labio inferior. Parece que está a punto de
llorar.
—No iba a caer por esa mierda. De ninguna jodida manera. Pero sabía que
Gabe estaría furioso conmigo, así que le rogué a papá que no le dijera que fui yo
quien lo delató. No sé qué le dijo. Gabe se había ido, y yo estaba aquí. Y tú… pensé
que estabas muerta.
—Las luces rojas —susurro.
Mira hacia arriba.
—¿Qué?
—¿Alguna vez has visto las luces rojas?
—¿De qué estás hablando?
—Las veo. Cada noche. Porque me dejaste allí.
Se pone de pie y corre hacia mí.
—Lo sé. Maldita sea, lo sé. —Lucas pone sus manos contra el casillero a 364
cada lado de mi cara—. Casey, lo siento mucho. Mierda, me equivoqué muchísimo.
Entré en pánico, lo admito. Pero nunca quise que salieras lastimada. El accidente,
fue un accidente…
—Lucas, me dejaste morir. —Lo empujo.
—Pensé que ya estabas muerta —insiste—. Casey, me conoces. Sabes que
nunca te haría daño.
—Pero lo hiciste. ¡Y luego lo mantuviste en secreto todos estos meses!
Dejaste que me torturara obsesionándome con lo que pasó esa noche. ¡Incluso
fingiste ayudar cuando te dije lo que recordaba! «Tal vez era una chica» —imito,
burlándome de él.
Me agarra del brazo antes de que pueda escabullirme, manteniéndome en el
lugar.
—Lo siento. Por favor. No te vayas. Necesito que me creas.
—Déjame ir —digo en voz baja.
—Perdonaste a Fenn —dice, suplicándome. Apretando demasiado mi
brazo—. Eso significa que también puedes perdonarme.
—Suelta mi brazo…
Apenas pronuncio la última palabra cuando de repente me lo quitan de
encima.
Mi corazón late con más fuerza a medida que veo a RJ y Fenn sujetar a
Lucas por los hombros. Sloane pasa corriendo junto a ellos para rodearme con un
brazo protector.
Lucas no pelea contra ellos. Todo su cuerpo parece hundirse, los músculos
fallando y casi colapsando. RJ lo levanta de un tirón, pero no violentamente. No
sé cuánto escucharon de la conversación, pero tengo la sensación de que entienden
que Lucas no es un peligro para nadie.
La tristeza se apodera de mi corazón cuando nuestras miradas se cruzan.
—Case, lo siento —susurra.
—Lo sé —digo.
Porque puedo ver su remordimiento, su vergüenza, prácticamente saliendo
de su piel. Sus ojos aturdidos no pueden enfocar en tanto se balancea sobre sus
pies.
Me hizo algo terrible. No se puede negar eso. Pero creo que, le creo cuando
365
dice que no se habría ido si hubiera pensado que estaba viva.
Aun así, eso no me impide asentir cuando mi hermana dice que llamará a la
policía. No es hasta que me dice que la policía está en camino que dejo escapar un
suspiro y me despego las uñas de la piel roja y perforada de mi palma.
50
Silas
Mirándola ahora no sé cómo soporté tanto tiempo a Amy. Siempre ha sido
tan insegura. Paranoica hasta el extremo. Incluso esta noche, semanas después de
que rompimos, aún no puede resistir la forma en que sus ojos vagan en mi
dirección. Echando miradas por encima del hombro cuando cree que no estoy
mirando. Es muy obvio. Cree que tiene ventaja al evitarme toda la noche, pero no
es un castigo cuando sé que está obsesionada con que yo me dé cuenta de que me
está ignorando. Es tan de escuela secundaria que quiero vomitar.
—¿Vamos a llegar alguna vez a una de esas cosas en las que Casey no inicia
una persecución? —le digo a Lawson, que está a mi lado junto al fotomatón vacío.
Hace unos momentos, fue como un déjà vu. Una repentina carrera frenética
para descubrir hacia dónde se había ido la hermana pequeña de Sloane, siempre
fuera de lugar. Resulta que fue igual que el año pasado. Excepto que, esta vez
terminó con Lucas siendo escoltado fuera del edificio por dos agentes vestidos de
civil.
—No tenía a Lucas catalogado como ese tipo —comento—. No hay nada
más despiadado que dejar a una chica atrapada en un auto hundiéndose. 366
Lawson apenas gruñe como respuesta. Aún está curando los moretones de
su pelea con Fenn la otra noche. Parece peor que aquella vez que fue acorralado
por el hermano mayor de esa chica que llevó a las Bahamas y dejó en el aeropuerto
porque se emborrachó y se metió en el jet privado de otra persona.
—¿Qué crees que pase ahora con él? —pregunto.
Lawson se encoge de hombros mientras vuelve a beber de su petaca.
Sonrío.
—¿Aún estás de mal humor?
Desde la pelea con Fenn, la pequeña camarilla con RJ y Sloane ya no le da
la hora del día. Francamente, no veo el problema. Que se jodan todos. Estoy
cansado de ellos y sus rencores, de tomarse las peleas en serio y abandonar a
amigos a diestra y siniestra. Míranos a Lawson y a mí: peleamos fuera del bar,
intercambiamos algunas palabras duras, y luego lo dejamos atrás. Sloane y su
grupo en realidad deberían seguir ese ejemplo. Y si no pueden, entonces, ¿quién
los necesita?
Pero Lawson es como el perro abandonado al costado de la carretera, que
mira con nostalgia el parachoques mientras se aleja.
—Que se jodan —le aconsejo—. ¿A quién le importa una mierda?
—A este paso —murmura contra el borde de la petaca—, no creo que
ninguno de ellos me mearía encima si estuviera en llamas.
—Entonces, supéralo y sigue adelante. ¿Cuál es el punto de estar deprimido
por personas que no importan?
Lawson vuelve a encogerse de hombros e inclina la petaca hacia atrás.
—Eran mis amigos.
Lo que sea. Me está desanimando. Si me quedo mucho más tiempo, podría
arrojarme del tejado.
Noto a Mila y Oliver en una mesa con algunas personas de Ballard, y me
alejo, cansado del mal humor de Lawson. Bordeando la pista de baile, me acerco
en dirección a ellos. Mila es la primera que me ve y mueve la cabeza para
llamarme.
Me saluda con una sonrisa.
—Silas. 367
—Mila —imito.
Se ve bien. Me sorprende que los chaperones de la escuela la dejaran entrar
aquí con ese escote. Sus tetas prácticamente se están derramando de su ajustado
vestido rojo. Olvidé lo sexy que es Mila cuando lo intenta. Aunque desde aquí,
parece que no está recibiendo la atención que preferiría de Oliver. Ella está
mirando a su perfil mientras él habla con sus amigos.
—No sé qué le hiciste a Amy —dice con una sonrisa cruel—, pero creo que
fue una mejora.
—Si tú lo dices. —Me sirvo para sentarme a su lado—. Ya pasó hace mucho
tiempo.
Oliver se ríe para sí mismo.
—Amigo, te odia a muerte. Yo que tú vigilaría tu bebida. No me extrañaría
que te pusiera un poco de veneno.
—Si eso hiciera que este baile terminara antes, tal vez me gustaría.
Todos se ríen, pero solo estoy medio bromeando. Es como si cada año me
olvidara de lo insoportablemente aburridas que son estas cosas. Y, como era de
esperar, decepcionante.
—Definitivamente usé los zapatos equivocados —dice Mila. Pone sus pies
en mi regazo con un puchero triste—. Quítame estas cosas de encima. Por favor.
Encuentra un cuchillo de mantequilla de plástico y empieza a cortarme los tobillos.
Le sonrío.
—No puedo, a conciencia, dejarte caminar descalza por este gimnasio.
—A menos que quieras contraer tiña. —Oliver hace una mueca de arcadas.
Cristo, daría cualquier cosa por volver a matricularme en Ballard.
Simplemente largarme de la jodida escuela. Creo que ese lugar ha logrado
contagiarme, arrastrándome hacia su nivel. No sé cómo sobreviviré otro semestre
sin perder puntos de coeficiente intelectual.
Mila de repente tiene una expresión extraña en su rostro. Sigo su mirada
hacia RJ y Sloane, quienes acaban de regresar al interior para agarrar su bolso y su
chaqueta de una mesa.
—Dios, tú también no —digo ante la expresión de anhelo.
—Cierra la boca. —Me patea en el estómago—. No tienes derecho a hablar.
—¿Aún suspiras por el que se escapó? —Oliver lo esquiva cuando ella agita
368
su brazo para golpearle el hombro—. Viene hacia aquí. Date prisa y muéstrale tus
tetas.
Los ojos gris tormenta de Sloane me atraviesan cuando ella y RJ pasan por
nuestra mesa. Luego su mirada se dirige a Mila y sus labios carnosos se elevan en
las comisuras.
—Es bueno besando, ¿eh? —Se burla, tirando de la mano de RJ detrás de
ella.
Mila se da vuelta, absolutamente furiosa a medida que mueve sus piernas
de mi regazo. Si las dagas pudieran salir volando de sus globos oculares, Sloane
estaría perdida.
Oliver está sonriendo como un idiota.
—¿Qué fue eso?
—Perra —sisea ella.
Como un perro con un hueso, Oliver no se rinde.
—¿Qué, besaste a RJ? ¿Cuándo diablos sucedió eso?
Mila pone los ojos en blanco y se muerde amargamente el interior de la
mejilla.
—Estuvo en esa fiesta del dormitorio la semana pasada, ¿recuerdas? Pasó
toda la noche coqueteando conmigo. Luego nos besamos un poco.
El mariscal de campo de Ballard suelta una carcajada.
—Ah, mierda. Eso es hilarante. ¿Dónde diablos estaba?
—¿La semana pasada? —hablo, confundido—. Estaban juntos entonces. —
Y, según recuerdo de la práctica de natación, RJ insistió bastante en la naturaleza
inquebrantable de su relación.
—Y aparentemente ella organizó todo —dice Mila con los dientes
apretados.
—¿Por qué? —pregunta Oliver con una mirada en blanco.
—Para hacerme parecer estúpida. Porque Sloane es una persona de mierda.
—¿En serio? —No quiero reírme de ella, pero es un poco triste—. ¿Nunca
te cansas de codiciar todo lo que tiene Sloane?
Mila me muestra su dedo medio.
369
—¿No estás cansado de codiciar a Sloane?
—Amigo. —Oliver se ríe—. ¡Te jodieron ahí!
Es como un niño.
—En ese sentido, creo que es hora de tomar otro trago —anuncio,
levantándome.
Mila me patea la espinilla.
—Consígueme uno también.
—Consíguelo tú misma.
Tuerce los labios ante el desafío y se pone de pie lentamente.
—Sabes, podría gustarme un poco este nuevo Silas.
—Bien por ti.
Oliver se distrae con algo que dice su corredor y, toca distraídamente el
brazo de Mila para pedirle que le traiga también una bebida. Juntos, Mila y yo
vamos a las mesas de refrigerios y tomamos un par de botellas de agua con gas.
Hace más calor que el infierno aquí, y empieza a oler como un contenedor de
basura lleno de perfumes rotos y botellas de colonia horneándose en un callejón
detrás de un restaurante de comida rápida.
—Entonces, ¿qué tienen los juguetes de Sloane que te ponen tan celosa? —
bromeo con Mila.
—Debe ser fascinante estar tan delirante —responde—. ¿Cómo es dentro
de tu cabeza?
—¿Hasta dónde llegó? —Intento reprimir una sonrisa, pero no puedo dejar
de imaginar lo ridícula que se vería Mila pensando que tenía una oportunidad con
RJ—. ¿Solo la punta, o…?
—Vete a la mierda. —Se aleja de la mesa hacia el hueco que conduce a los
vestuarios. Incitándome a seguirla—. Sabes que estás completamente obsesionado
con ellos.
Admiro su trasero debajo de la tela roja elástica de su vestido.
—No soy yo quien se deja atrapar por sus problemas extraños en los juegos
de rol.
—Ya quisieras. 370
—Si quisiera a Sloane, podría tenerla. No vale la pena.
Hago retroceder a Mila lentamente hacia el rincón oscuro, justo fuera de la
vista de la sala abarrotada. Mila entrecierra los ojos. Como un desafío. Poniéndome
a prueba.
—¿Qué hay de Amy? —se burla—. ¿También es demasiado problemática?
Presiono su espalda contra la fría pared de bloques de cemento pintada, mis
manos apretando sus caderas delgadas.
—Supongo que me aburro fácilmente.
—¿Estás aburrido ahora?
—Aún no.
Cubro su boca con la mía y abro sus labios con mi lengua. Su cuerpo se
vuelve suave contra mí y me devuelve el beso. Sus uñas arañan ligeramente mi
cuero cabelludo mientras su lengua provoca la mía.
Supongo que, una parte de mí siempre encontró atractiva a Mila. A pesar de
lo que Amy piensa, nunca le presté mucha atención a nadie mientras estábamos
juntos. Nunca se me habría ocurrido entonces preguntarme de mis perspectivas
con Mila Whitlock. Ahora, todas las apuestas están canceladas.
Cuando deja escapar un suspiro silencioso, le abro las piernas con la rodilla
y deslizo la mano debajo de su vestido. Rozándola hacia la piel enrojecida de la
parte interna de su muslo. Hasta el lugar cálido y apretado que la hace morderme
el labio inferior.
Me meto debajo de sus bragas, y deslizo un dedo dentro de ella. Mi pulgar
encuentra el lugar que hace temblar sus piernas. Está tan mojada.
—¿De dónde vino este Silas? —pregunta sin aliento contra mi boca.
No respondo. Apretando mi mano contra su centro y haciendo que se le
quede el aliento atascado en la garganta.
Mila arrastra sus dientes contra el costado de mi cuello.
—¿Estás fingiendo que soy Sloane?
—¿Importa? —Agrego otro dedo, empujándolo aún más profundo dentro
de ella—. Estás fingiendo que soy RJ. O Duke. O cualquier otra cosa que Sloane
tenga y tú no puedes.
Mila arquea la espalda. Tirando de mi camisa, de mi chaqueta. Instándome 371
a seguir.
Por el rabillo del ojo, veo que Oliver pasa por la entrada del hueco. Aunque
no nos nota, no hago ningún intento por pasar desapercibido y no me molesto en
ralentizar mis movimientos. Sin embargo, Mila siente algo diferente y abre los
ojos. Justo después de la esquina donde casi estamos conteniendo la respiración,
escuchamos a Oliver preguntar si alguien la ha visto.
Mila se pasa la lengua por el labio inferior. Comienza a follar mi mano y
sube su rodilla alrededor de mi cadera. Sus hombros presionados contra la pared.
Es lo más caliente que he visto en mi vida. Follando a esta chica con mis
dedos a medida que su cita está a unos seis metros de distancia, sin darse cuenta.
Después de todo, no fue una pérdida total de la noche.

372
51
Lawson
Ya he terminado. Cansado de la música terrible y del zumbido incesante de
las voces. Me siento como si estuviera atrapado en una colmena. De todos modos,
todos los que me agradan remotamente ya se han ido. O, en el caso de Silas,
desapareció por completo. No tengo idea de adónde fue.
Así que, ya terminé. Listo para volar este puesto de paletas. Mientras me
abro paso entre la multitud de obstáculos que bailan y hablan, intento no pensar en
todo lo que ocurrió esta noche. Como el rechazo público por cortesía de Fenn y
compañía o el intercambio lleno de tensión con Casey en el pasillo.
O el hecho de que ella había dudado.
No quiero insistir en ello, preguntarme si significa algo. Porque claro que
no significa nada. Probablemente de todos modos lo imaginé.
No.
Puedo convencerme de muchas cosas, pero no de eso.
Casey dudó cuando le pregunté si tenía sentimientos.
373
—Cuidado —me regaña alguien cuando choco con ella al salir por la puerta.
—Lo siento —digo arrastrando las palabras.
Nuestros ojos se entrecierran al reconocerla cuando mi mirada se fija en la
de Amy.
—Como sea —murmura en voz baja.
—Amy —digo amablemente—. Estás preciosa.
Y así es. Su vestido de color bronce resalta las motas verdes alrededor de
sus iris de color marrón claro. A la luz fluorescente del pasillo, su cabello luce un
poco rojizo. Lo había rizado en ondas sueltas que caían sobre sus hombros. Se ve
bien, te dan ganas de pasar los dedos por él.
Respiro bruscamente.
—Ajá, estoy segura —dice sarcásticamente, intentando pasar a mi lado—.
Que tengas una buena noche, Lawson.
—¿Fuiste tú? —dejo escapar.
Amy deja de caminar y me lanza una mirada irritada.
—¿Fui yo qué?
Mi boca se abre a medida que observo su cara pecosa de chica de al lado.
En raras ocasiones, me quedo estupefacto.
—Está bien, yo, eh… —Hago una pausa para recuperar la compostura y
descubrir la mejor manera de expresar esto—. No lo tomes a mal, pero… ¿me la
mamaste en el baile de graduación?
Silencio de muerte.
Amy me mira fijamente, y sus propios labios se abren con sorpresa. Pero
sus ojos… los cierra rápidamente, aunque creo que vislumbro un destello de pánico
antes de que lo haga.
—Lawson, vete a la mierda.
Se echa esas largas ondas marrones por encima del hombro y regresa al
interior.
Supongo que me equivoqué.
Ignoro esos pensamientos locos, y envío un mensaje de texto a mi servicio 374
de transporte habitual para conseguir un conductor. No mucho después, estoy de
regreso en Sandover, deambulando por el patio con una botella de champán en una
mano y ginebra en la otra porque mi habitación se sentía demasiado sofocante.
En mi falta de rumbo, termino en el campo de fútbol, una gran extensión
vacía rodeada de gradas para llenar con mis fantasmas. Todas sus miradas
decepcionadas se posan en mis hombros caídos. Camino hacia el centro del campo
y emerjo en una vasta oscuridad. Espacio abierto. Inclino mi cabeza hacia atrás y
respiro las estrellas, luego me encuentro en desacuerdo con la gravedad y me
desplomo sobre el suave y espinoso confort de la hierba.
De todas formas, ¿qué diablos estaba pensando? Tenía un trabajo. No
desflorar al alma gemela separada de mi amigo.
Lo peor es que lo sabía muy bien. No tenía por qué corromper eso,
aprovechándome de su sinceridad. Porque podría haberme detenido. Hubo un
momento en el que podríamos haber sido amigos. Salvo en un momento dado, soy
incapaz de no ser una decepción total.
Sloane me odiaba antes. Ahora tendré suerte de escapar de un intento de
asesinato. Ni siquiera Silas y su complejo de mártir performativo de paciencia
perpetua han sobrevivido a mi inutilidad. Soy demasiado pesado incluso para la
compasión de Silas.
Una maldita broma.
Y tienen razón. Todos ellos. Desperdicio cada talento y ventaja. Un
beneficio para nada, ni para nadie. Soy caos y destrucción, aburrido de mi propia
existencia y hundiendo los dedos en la tierra en busca de algo que me sostenga.
Hay sal en mis labios cuando saco el teléfono de mi bolsillo. Bebo un trago
de ginebra que arde entre mis dientes, y marco un contacto que rara vez uso.
—¿Lawson? Cristo, ¿qué hora es?
—Hola, papá.
—¿Ahora qué pasa?
—No, solo estaba llamando porque…
—¿Estás borracho? Lawson, lo juro por Dios. ¿Es tan jodidamente difícil
no meterse en problemas? Continúa entonces. ¿Cuánto me va a costar rescatarte
esta vez, eh?
—No, no estoy en…
—No puedes evitarlo, ¿verdad? Aprovechar cada oportunidad que se te 375
presente para ser un desastre constante.
—Sí. Está bien, papá. Gracias. Ya voy a colgar.
El teléfono se me escapa de la mano, y cae al césped. Lo dejo allí, buscando
en mi bolsillo una pequeña bolsita de plástico con pastillas que no puedo discernir
en la oscuridad. Tal vez Valium. O Vicodin. Es posible que haya tomado codeína
en algún momento, pero ni siquiera estoy seguro de hace cuánto tiempo fue. En
cualquier caso, estoy seguro de que el cirujano general desaprobaría mezclar estas
pastillas con alcohol.
Menos mal que no está aquí.
Trago y vuelvo la mirada hacia las estrellas, dejando que su suave barrido
por el cielo cierre mis párpados.
Malditas pelirrojas. A las rubias rojizas les gustan las manzanas
envenenadas.
Mierda.
Lo jodí bastante esta vez. Y no hay vuelta atrás.

376
52
Casey
Después de que me he lavado el maquillaje, me peiné en un moño y me
puse el pijama y voy a la cocina a buscar algo, encontrando a papá esperándome
en la encimera.
—¿Qué tal una taza de té? —ofrece.
—¿Qué tal un poco de helado?
Sonríe.
—Eso también funcionará.
Saco un pote de chispas de chocolate con menta para él y de cereza negra
para mí, luego tomo dos cucharas grandes del cajón.
—Sloane me dio la versión corta —dice mientras ambos nos sentamos—.
Ojalá me hubieran llamado desde el baile.
Ahora está siendo más que nada diplomático. A pesar de la voz suave y la
expresión amable, puedo decir que papá está furioso por dentro. Una parte de mí
aún también lo está. 377
—Si alguno de nosotros se hubiera detenido el tiempo suficiente para tomar
un respiro, definitivamente lo habríamos hecho —le aseguro.
La verdad es que, por mucho que Sloane se mantuviera cuerda, ambas
estábamos perdiendo la cabeza. Sorprendida de que Lucas pudiera haber hecho
esto. Devastada por saber finalmente la verdad. Ha sido una noche increíble. Aún
no estoy segura de haber comprendido plenamente la situación, y espero
despertarme mañana y estallar en lágrimas de estrés.
—Lo más importante —dice, hundiendo su cuchara en el pote—. ¿Cómo te
sientes?
—¿Honestamente? No tan aliviada como esperaba.
Papá no responde. Hace eso que hace la doctora Anthony cuando espera que
llene el silencio. Disfrutando de su helado y dándome espacio para ordenar mis
pensamientos mientras busco los trozos de chocolate en mi recipiente.
—Todo este tiempo pensé que lo más difícil era no saberlo. Que tan pronto
como todas las preguntas fueran respondidas, me quitaría el peso de encima. Pero
ahora sé la verdad, y no creo sentirme diferente.
—Sigue siendo una traición terrible. No estoy seguro de que debas
presionarte demasiado para sentirte de cierta manera en este momento.
—Estoy tan sorprendida por Lucas —admito—. Ni siquiera sospeché que
fuera él.
—No creo que nadie lo haya hecho.
Pienso en cómo terminó esta noche, cuando la policía apareció para arrestar
a Lucas. Nos tomaron declaraciones a todos, y el oficial que me entrevistó dijo que
Lucas enfrentaba una larga lista de cargos. Abandonar la escena de un delito, no
denunciar el delito. Posiblemente incluso intento de homicidio.
Esto último provoca una punzada de duda. Vuelvo a meter la cuchara en el
pote. Entonces, flaqueo.
—Insistió en que no me drogó.
Papá me estudia.
—¿Le crees?
Asiento, después de un momento.
—Tal vez me haga ingenua, estúpida o lo que sea, pero honestamente no
378
puedo imaginarme a Lucas drogando a nadie. Tal vez su hermano, pero él no.
—Esperemos que la policía termine su investigación y veamos qué pueden
encontrar. —Hace un ruido burlón—. No es que tenga mucha fe en su trabajo.
—Yo tampoco —digo con ironía—. Pero espero que descubran algo útil
después de interrogar a Lucas y Gabe.
El dolor se aloja en mi garganta al recordar la mirada en el rostro de Lucas.
La culpa y el horror por lo que había hecho. A pesar de la compasión que no puedo
evitar sentir hacia él, también me siento enojada.
—No sé cómo pudo racionalizarlo todo en su cabeza. Cómo pudo mirarme
a los ojos todos los días mientras mentía. Tienes razón. Es una traición terrible —
digo a medida que tomo un bocado de helado. Porque hace que todo sea más fácil
de tragar—. Ese fue otro baile de Ballard digna de los libros, ¿eh?
Papá tose en su cuchara.
—Se podría llamar a eso un eufemismo.
Me rio.
—Entonces, ¿a qué hora aparecen los contratistas para instalar las rejas en
mis ventanas?
Deja su helado, suspirando.
—Sé que he sido duro contigo el año pasado. Quizás un poco
sobreprotector.
—¿Un poco? —Arqueo una ceja.
—Es prerrogativa del padre preocuparse por sus hijas. Pero ya no eres una
niña. Lo reconozco. Y estoy muy orgulloso de cómo te comportaste esta noche.
—¿Quieres decir que no estaré bajo arresto domiciliario hasta los treinta?
—Se paciente conmigo. Estoy viejo.
—No tan viejo.
—Pero también sé que tengo que dejar de mimarte tanto —admite de mala
gana—. Me guste o no, Sloane y tú están creciendo. No puedo quedarme con mis
pequeños bebés para siempre. 379
—Uf, papá. —Me da vergüenza cuando se pone así.
—Lo sé. Aun así, me alegro de que estés a salvo.
—Yo también. Está bien. Creo que me voy a la cama. —Con un bostezo
enorme, dejo caer la cuchara en el fregadero y cierro el envase de helado—. Se me
están cerrando los ojos del cansancio.
—Por supuesto. Debes de estar exhausta.
Papá se acerca para abrazarme y me da un beso en la frente antes de que
pueda escapar.
—Te amo. Siempre estaré aquí para ti. Sin importar qué.
—Papá, también te amo.
Hemos estado en un viaje, nosotros dos. Descubriendo nuestros lugares,
nuestros límites mutuos, después de que el año pasado había arruinado nuestra
relación.
En lo que respecta a los padres, podría haberlo hecho mucho peor.
Después de ducharme y lavarme los dientes, camino de regreso a mi
habitación para arrojarme sobre mis almohadas y tal vez dormir hasta el último
año. Excepto que, cuando abro la puerta, Fenn está apoyado contra mi escritorio.
Apago rápidamente la luz de mi habitación y cierro la puerta detrás de mí.
—¿Estás loco? —susurro—. Si mi papá te atrapa, llamará al equipo SWAT.
Fenn muestra una sonrisa torcida.
—Quería ver cómo estabas —susurra en respuesta.
—Un mensaje habría sido suficiente.
—No. —Se acerca a mí para rodear mi cintura con sus brazos—. No lo
haría.
Luego me besa. Un beso dulce y breve que termina antes de que le devuelva
el beso.
—Pero me iré si quieres —murmura.
—No dije eso. —Ahora que está aquí, con su frente pegada a la mía y su
pecho cálido contra mi cuerpo, me alegro de que haya venido—. Puedes quedarte
un rato. Si prometes guardar silencio. 380
Se lleva un dedo a los labios. Luego presiona esos labios contra los míos.
De alguna manera, cada vez que nos besamos, aprendo algo nuevo de él.
Descubro otra forma en la que me deshace por completo. Mientras mis dedos
recorren sus hombros y peinan su cabello, noto por primera vez cómo se le pone
la piel de gallina en la nuca cuando froto mi mano contra la fibra.
—Sé que acabo de verte —respira contra mi boca—. Pero ya te extrañaba.
Y en ese momento, encuentro el alivio que me faltaba, la sensación de que
todo se acabó. Todo el calvario del último año. Ya no tengo que estar ansiosa
preguntándome cuándo será el próximo golpe sorpresa, mirando constantemente
por encima de mi hombro en busca de más malas noticias. Temiendo estar en mi
propia piel. Temiendo permitirme amarlo.
Fenn nos acompaña de regreso a mi cama. Nunca hemos tenido problemas
cuando tenemos los ojos cerrados. Cuando nuestros cuerpos se encuentran, no hay
malentendidos. Creo que es cuando mejor nos vemos. Honesta y plenamente.
Se acuesta boca arriba contra las almohadas y me atrae hacia él, luego
arrastra mi pierna sobre su cadera. Lo siento duro debajo de mi muslo. Su
respiración se detiene ligeramente cuando paso mis uñas por debajo de su camiseta
y por su abdomen.
—Lamento que esta noche haya terminado como terminó —dice.
—Yo no. Tendremos otros bailes.
—¿Segura que no preferirías conseguir una habitación de hotel la próxima
vez? Olvídate de las formalidades.
Le empujo el hombro.
—No eres tan encantador.
Se humedece los labios, sin ocultar su sonrisa en lo más mínimo.
—No sé. Creo que podría serlo.
Acuna la parte posterior de mi cabeza para acercar mis labios a los suyos
nuevamente. Es como si de repente no pudiera pasar ni unos segundos sin besarme.
Ahora que hemos encontrado la manera de volver a estar juntos, ninguno de los
dos quiere perder un segundo. Así que, nos quedamos ahí enredados, reconociendo
las formas en que hacemos que el otro respire un poco más fuerte.
Su boca contra mi cuello. Su pulgar roza suavemente mis pezones sobre mi
381
camiseta. La forma en que agarra la parte posterior de mi muslo contra su erección,
y sé que casi está saliendo de su piel por acercarse más a mí.
—Dios, te deseo. —Luego nos da la vuelta y se presiona entre mis piernas.
Su mano se desliza debajo de mi camiseta.
Todo en mí quiere ceder ante este momento. Tener esto con él. Pero dudo.
Porque una pequeña, pero muy ruidosa, parte de mí aún lamenta las oportunidades
que no tuvimos.
—Espera —susurro.
Me mira a los ojos y me quita los mechones de cabello de la cara.
—Malgasté mi primera vez —admito.
No me arrepiento de estar con Lawson. Pero lamento que eso significara
que Fenn y yo no tuviéramos ese momento.
—Quiero una repetición. Y esta vez quiero que sea especial. Sin prisas.
¿Sabes?
Fenn se aleja para tumbarse boca arriba y luego me lleva a apoyar la cabeza
contra su pecho.
—Lo entiendo. Totalmente. No quiero presionarte para que hagas algo para
lo que no estás preparada.
—Estoy lista —digo, reprimiendo una risa—. Muy lista. Pero quiero que
sea bien. Si eso tiene sentido.
—Case, no iré a ninguna parte. Te amo, y te esperaré por siempre.
Mi corazón se expande en mi pecho, tan lleno que presiona contra mi caja
torácica. Agarrando su camisa con mi puño, me inclino para besarlo.
—Te amo —le digo, viendo la sonrisa dibujarse en sus labios—. Mucho.
—No tenemos nada más que tiempo —promete—. Bueno, espero. —Me
besa de nuevo—. Nos esperaremos.

382
Epílogo
Fenn
Dos días después

Todo en estos viejos dormitorios es ruidoso. Las tablas del suelo crujen. Las
bisagras chirrían. A pesar de mis mejores intentos, mi entrada no es sutil cuando
regreso a nuestra habitación justo después del amanecer. RJ se da vuelta en la cama
y se quita las lagañas de los ojos.
—Oye —murmura—. ¿Acabas de entrar?
—Sí. Lamento haberte despertado. Estaba intentando estar callado.
Estoy exhausto, pero demasiado nervioso para dormir, así que paso las
siguientes horas mirando televisión mientras RJ vuelve a dormir. Se levanta de
nuevo alrededor de las ocho y media, va al baño y regresa para reunirse conmigo
en el sofá, donde me mira de reojo.
—Son dos noches seguidas que te has colado allí. Sabes que tu suerte no
383
durará, ¿verdad? Tresscott se dará cuenta pronto…
—Necesitaba verla —respondo—. Todo esto fue mucho para ella, ¿sabes?
Me gusta comprobar que aún está bien después de todo lo que pasó en el baile. Sé
que puede manejarlo, pero quiero que sepa que la elijo primero a ella. Haciéndola
mi prioridad.
—Seguro. —Se pone serio por un momento y asiente. Luego una sonrisa
incitante arruga sus mejillas—. Y después de asegurarte de que ella está bien…
—No, no es así. Vamos a tomarlo con calma. Aún tengo mucho que hacer
para demostrarle mi valía.
—Hombre, bien por ti. En serio.
Hubo un tiempo entre RJ y yo en el que pensé que nuestra relación podría
ser insalvable. Había hecho todo este trabajo para construir un vínculo con él como
hermanos, solo para que él me viera a través del filtro de uno de los peores días de
mi vida. Me preocupaba no recuperar nunca esa confianza. Pero gracias a él, RJ
no se dio por vencido conmigo. Incluso cuando estoy seguro de que habría sido
más fácil apaciguar a Sloane y descartarme, simplemente me apoyó. Nunca lo
olvidaré. Y mientras nuestros padres inadaptados intenten hacer que esta gran
familia feliz funcione, siempre lo respaldaré.
—Aún no puedo creer que Lucas fuera el involucrado —dice RJ con
tristeza.
Era cercano al niño, y sé que esto lo está carcomiendo. No tanto como a
Casey, pero RJ definitivamente aún está conmocionado por eso.
—¿Qué crees que significó ese mensaje de Gabe? —pregunto de repente.
Ahora que tengo a Lucas en el cerebro—. ¿Cuando le dijo a Lucas que me dijera
que sabía la verdad?
—¿Quizás quiso decir la verdad sobre quién conducía el auto?
—Tal vez. Pero se sintió más como una acusación, ¿sabes? Algo
relacionado conmigo, personalmente.
—Sí, lo hizo. Pero, sinceramente, no tengo ni idea. Y no parece que Lucas
vaya a informarnos pronto.
—Odio los misterios. —Suspiro y me quedo pensativo por un momento—.
¿Sabes a qué podría optar?
RJ me mira a medida que cambia de canal. 384
—Bloody Mary y panqueques.
Se ilumina.
—¿Crees que lo traerán a domicilio?
La puerta se abre de repente con un fuerte gemido, tan ensordecedor que
todo el piso debe estar despierto.
Una bolsa pesada cae al suelo con un ruido sordo.
Luego sigue un silencio de asombro mientras RJ y yo nos volvemos para
mirar al recién llegado en la puerta.
Parpadeo varias veces, necesitando recordarme que no he estado bebiendo.
Gabe entrecierra esos familiares ojos oscuros y examina la habitación que
solía ser la mitad suya. Se detiene en las cosas de RJ antes de volver su atención
hacia mí.
El atisbo de un ceño fruncido tuerce la boca de mi mejor amigo cuando dice:
—¿Qué me perdí?

385
Sobre la autora

La autora más vendida del New York Times, USA Today y Wall Street
Journal, Elle Kennedy creció en los suburbios de Toronto, Ontario, y tiene una
licenciatura en inglés de la Universidad de York. Desde temprana edad, supo que
quería ser escritora y comenzó activamente a perseguir ese sueño cuando era
adolescente. Le encantan las heroínas fuertes y los héroes alfa sexis, ¡y el calor y
el peligro justo para mantener las cosas interesantes!
A Elle le encanta saber de sus lectores. Visita su sitio web
www.ellekennedy.com o suscríbete a su boletín para recibir actualizaciones sobre 386
próximos libros y extractos exclusivos. También puedes encontrarla en:
Facebook (ElleKennedyAutor)
Twitter (@ElleKennedy)
Instagram (@ElleKennedy33)
TikTok (@ElleKennedyAuthor).
Créditos
Moderación
LizC

Traducción
LizC y Lyla

Corrección, recopilación y revisión


Imma Marques y LizC

Diseño
Bruja_Luna_
387
388

También podría gustarte