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1) El artículo “Algunas consideraciones éticas y clínicas sobre las infancias trans” (2015)
escrito por Débora Tajer, propone que el nuevo marco de prácticas sociales y
legitimidad legal dado a partir del año 2010, permitió que se visibilicen y sean alojadas
nuevas demandas, entre ellas las de las infancias trans.
Estos cambios legales son expresión de cambios históricos que introducen cambios en
los regímenes de verdad. Tales cambios van modificando dispositivos biopolíticos y de
regulación de la vida social que actúan sobre las disidencias sexuales y que se
condensan en la metáfora del “closet”: las identidades y sexualidades que se sitúan
por fuera del paradigma heteronormativo no possen autorización para habitar el
mundo público. Tal como señala Débora Tajer en “Comentario al artículo de Facundo
Blestcher” (2017), el paradigma cis-heteronormativo, dificulta pensar como
existenciario posible en la infancia un modo que no se corresponda con lo
heteronormativo y que no se ubique necesariamente en el campo de lo
psicopatológico. Lo que produce padecimientos específicos.
Contrarios a ese paradigma, los nuevos marcos normativos (dados a través de luchas,
disputas y movilizaciones políticas y sociales) y representaciones sociales, habilitaron
nuevos imaginarios que posibilitaron que muchxs madres, padres, maestrxs y agentes
de salud entre otrxs, comiencen a alojar y a legitimar la expresión de vivencias
tempranas infantiles situadas por fuera de la cis-heteronorma. Ello participa a su vez
en los procesos de subjetivación y por ende (nunca linealmente) en la asunción de la
identidad sexuada, en las que operan mecanismos identificatorios y posicionamientos
deseantes diversos. Si bien no los condicionan, sí habilitan su emergencia, antes
contenida por las regulaciones cis-heteronormativas que solían redundar en prácticas
de segregación, discriminación y condena social en forma casi automática.
2) Tajer (Op. Cit. 2015) propone a la identidad de género como formando parte de una
identificación primaria. Se trata de un proceso temprano, que a su vez es propiciado
desde el “exterior” a partir de la relación otres significativos. Tajer lo plantea no sólo
en el sentido propuesto por John Money, quien puso énfasis en las relaciones
intersubjetivas en las familias de les niñes intersex, sino tomando en cuenta la
dimensión inconsciente de los ma/padres en relación a la femineidad y masculinidad y
los modelos de género que desde allí ofrecen. Pero también, fundamentalmente, su
propuesta toma en cuenta el trabajo activo de le niñe en los procesos de incorporación
pre-objetal. Le niñe, aun tempranamente “elige” (inconscientemente) o bien filtra la
oferta que le otre le propone en términos de ligazón afectiva, ligazón previa a toda
elección de objeto.
Por parte de le niñe, la asunción del género, como elemento estructurante opera con
anterioridad al reconocimiento de la diferencia anatómica de los sexos, y queda
resignificada por esta una vez que se produce su inscripción. Les niñes no se identifican
al objeto real sino al proyecto y formas representacionales con los que se organiza la
circulación simbólica y libidinal con adultas y adultos. En esa identificación, los
atributos de género ocupan una posición central. “Estos ubican al sujeto en su
referencia a las categorías sociales que cada época ofrece según los modos de
construcción subjetiva, pero no subsumen definitivamente ni agotan una sexualidad
pulsional cuya regulación sin resto se verifica como imposible” (Fletcher 2017).
3) Primero importa considerar que, según Bletcher (2017) las formas de ejercicio de la
sexualidad o sus posicionamientos identitarios no definen por sí mismos su
estructuración psíquica ni su eventual dominancia psicopatológica. Desde esta
perspectiva, las formas del travestismo y transexualismo infantiles no pueden ser
sancionadas como procesos patológicos en sí mismos, ni determinanpor sí solos la
totalidad de la estructuración del psiquismo. “Para la comprensión de su carácter es
preciso un análisis minucioso del valor que toma cada elemento en la estructuración
psíquica y en sus modos de estabilizaciónpara determinar si existen aspectos fallidos o
corrientes de la vida anímica que no han encontrado una forma de organización
lograda” (Bletcher 2017).
Al respecto, se propone que las infancias trans que han encontrado una estructuración
lograda presentan una estructuración yoica en la que “los atributos genéricos enraízan
en la representación de sí y sostienen la estabilidad de la identidad de manera
satisfactoria, aun distanciándose del sexo asignado en el nacimiento a partir del
dimorfismo anatómico” (Bletcher 2017). La identificación operó metabólicamente
configurando el tejido representacional que sostiene al sujeto y dando unidad al yo.
Esta idea se desprende de lo respondido en la consigna número 2, donde se planteó
que la identidad de género hace a la representación que cada sujeto posee de su
propio yo como producto de las identificaciones primarias.
Así como las identificaciones secundarias operan incorporando atributos y rasgos que
enriquecerán la representación yoica, estas modalidades trans pueden ser seguidas
por travestimos secundarios que buscan correlacionar la identificación del propio
género con la apariencia y manifestación exterior socialmente definida (expresión de
género).