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VIOLENCIA DE GÉNERO

Asistencia específica
para mujeres victimizadas en la relación de pareja

Autora:

Lic. María Eva Sanz

LA CONSTRUCCION DE LA IDENTIDAD MASCULINA

La masculinidad es definida como un conjunto de relaciones sociales


basadas en el género. Los rasgos y funciones psicológicas y socioculturales que
se le atribuyen a cada sexo, favorecen la personificación de estas relaciones.

La sexualidad se va construyendo individual (hombre-familia) y socialmente


(familia-cultura), haciéndola coincidir con las pautas y creencias culturales en
relación al género.

Es en la familia donde queda reflejado, se reproduce y recrea el sistema jerárquico


de género.

La masculinidad se va adquiriendo mediante un largo proceso que implica reprimir


todos los deseos que la vida define negativamente como pasivos. El autocontrol
es desarrollado entre la represión de las necesidades, los deseos, (aspectos
considerados culturalmente “femeninos”) y un permanente hiperdesarrollo del yo
exterior (mostrar fortaleza, éxito, superioridad, poder).
La familia, y la comunidad en la que se inserta, representada por variadas
instituciones, de una u otra forma reproducen y refuerzan las diferencias
genéricas.

Debido a que la masculinidad requiere un aprendizaje permanente, muchos


hombres tratan de hacerla perdurar mediante maniobras violentas, donde intentan
demostrar su dominación. De esta manera se muestran “hombres”.

Dentro de las relaciones de poder se ve al acto violento como una conducta


individual, pero es preciso aclarar que ese acto está “autorizado” por toda una
sociedad con características autoritarias y con estructuras de tipo jerárquicas.

La historia de vida de todo ser humano se encuentra atravesada por la


socialización de género, asimismo por una educación “naturalizada” del ejercicio
del Poder.

Con este encuadre, todo hombre se acerca o aleja de las conductas violentas de
acuerdo a la mayor o menor influencia de estas dos variables en su desarrollo
personal.

La Ideología Patriarcal se constituye en la raíz de la Identidad masculina


tradicional, la que teniendo como base conductas auto y hétero de control,
violencia legitimada y una percepción de la mujer como objeto, conforma una
ASIMETRIA DE PODER (construcción cognitiva que precede la acción).

PERFIL DEL HOMBRE CON CONDUCTA VIOLENTA

DESEO DE CONTROL: Es "el poder", lo que lleva al hombre a controlar a su


mujer. Siguiendo a Dutton ," El deseo apasionado de ejercer un control absoluto e
irrestricto sobre un ser vivo, es la transformación de la impotencia en
omnipotencia" .

DOBLE FACHADA: Su imagen pública puede ser percibida como sumisa, alegre
y tranquila, contrariamente a la que manifiesta en el ámbito intrafamiliar. Este es
uno de los factores que dificultan la credibilidad de la victimización de la que objeto
la mujer.

FALTA DE SEGURIDAD PERSONAL: Debido a que permanentemente siente


amenazado su poder y su control, utiliza la violencia para compensar su
inseguridad.

BAJA AUTOESTIMA: Posee una imagen débil de sí mismo. Es inseguro y no


siente confianza en sus posibilidades. Se cree mediocre y frustrado. El despliegue
de poder, constituye un intento fallido e insuficiente para cubrir su debilidad.

REPRESION DE SENTIMIENTOS: Cumplir con las expectativas de la


socialización sexista, reforzada por los comentarios de sus congéneres, implica no
poder manifestar los afectos y "cuidarse" de cualquier expresión "femenina" de los
mismos.

DIFICULTADES EN LA COMUNICACIÓN: Su comunicación se compone de


códigos estereotipados, que no lo comprometen a él como persona. Habla como si
las cosas le pasaran a otro. No utiliza la primera persona. Prioriza hablar de otro
antes que de sí mismo.

AISLAMIENTO EMOCIONAL: No logra comprometerse afectivamente con otras


personas. La relación es superficial. No puede profundizar los vínculos; su rigidez
se lo impide.
INCAPACIDAD DE ALTERNATIVAS AL CONFLICTO: Cada uno de los episodios
violentos denotan la incapacidad para resolver los conflictos sin recurrir a la
violencia. El Hombre violento no conoce otras alternativas.

INTUICION NEGATIVA: Con su actitud controladora va conociendo los gustos de


su mujer, sus necesidades, sus miedos y sus frustraciones. Precisamente hacia
ellos va dirigido el ataque. El goza destruyendo lo que ella más la gratifica o le
importa.

AGRESION SILENCIOSA: Otra de sus características es una conducta de largos


silencios, miradas, gestos, desprecio, insultos en voz baja, que sólo la víctima
puede percibir.

ACTITUD NEGADORA: El H.V. no se reconoce como tal. Justifica su conducta y


apela a la racionalidad cuando explica. No se hace cargo de las acusaciones y su
pensamiento rígido no le permite razonar acerca de ellas. Proyecta la
responsabilidad en otros ( la familia...), y minimiza sus ataques.

MANIPULACION DE LOS HIJOS: Los niños son utilizados por el H.V. como una
intención encubierta de dominio hacia su mujer. Los hijos se convierten en un
recurso más, para controlarla.

ABUSO DE SUSTANCIAS: El alcohol, las drogas, el juego,...etc. son factores de


riesgo que potencian la conducta violenta. De esta misma manera pueden
considerarse a las enfermedades psiquiátricas.

MECANISMOS DE VICTIMIZACION

La mujer víctima de violencia presenta diversas señales, cognitivas, conductuales,


interaccionales y psicodinámicas que nos permiten analizar los efectos de su
victimización.
Para poder convivir con su agresor, crea en su mente una serie de explicaciones
que no se adaptan a la realidad, pero que le sirven para poder sobrevivir.

Pierde o suspende todo juicio crítico hacia el agresor y hacia ella misma, para
adaptarse a la violencia y sostener así su propia identidad psicológica. Es por esto
que suelen defender al agresor frente a terceros, al igual que la conducta abusiva
que desata sobre ella.

Para comprender un poco más cuales son las consecuencias de la conducta


violenta en la mujer, es preciso incorporar elementos teóricos acerca de:

1)Síndrome de Estocolmo
2)Persuasión coercitiva
3)El vínculo Traumático

SINDROME DE ESTOCOLMO

Andrés Montero ha desarrollado el Síndrome de Estocolmo Doméstico y lo


describe como un vínculo interpersonal de protección, construido entre la víctima y
su agresor que podría explicar cuestiones tan paradójicas como que sea la propia
víctima quien sale en defensa del agresor, como si fuera la sociedad o elementos
externos a él quienes lo forzaran a agredir.

El proceso abarca cuatro fases: desencadenante, reorientación, afrontamiento y


adaptación.

1) Fase desencadenante: las primeras palizas romperían el espacio de seguridad


previamente construido por la pareja sobre la base de una relación afectiva,
espacio donde la mujer había depositado su confianza y expectativas. Esta ruptura
desencadenaría en la víctima un patrón general de desorientación, una pérdida de
referentes, reacciones de estrés con tendencia a la cronificación e incluso,
depresión.

2) Fase de reorientación: la mujer busca nuevos referentes de futuro y trata de


efectuar un reordenamiento de esquemas cognitivos, todo ello en orden a evitar la
disonancia entre su conducta de elección y compromiso con la pareja, y la realidad
traumática que está viviendo. La mujer se auto inculpa de la situación y entra en
un estado de indefensión y resistencia pasiva.

3) Fase de afrontamiento: asume el modelo mental de su esposo y busca vías de


protección de su integridad psicológica, tratando de manejar la situación
traumática.

4) Fase de adaptación: la mujer proyecta parte de la culpa al exterior y el


Síndrome de Estocolmo Doméstico se consolida a través de un proceso de
identificación y alrededor del modelo mental explicativo del esposo acerca de la
situación vivida en el hogar y sobre las relaciones causales que la han originado.

PERSUACION COERCITIVA

La persuasión coercitiva ofrece una explicación más completa al imbricar distintas


estrategias a lo largo de un tiempo extenso.

La persuasión es un ejercicio deliberado para influir en la conducta de alguien con


un fin preestablecido.

Se lleva a la práctica por una serie de estrategias que aseguran el control del
maltratador sobre la víctima, modulando (modificando los factores que intervienen
en el proceso para obtener distintos resultados) la intensidad, el tiempo y el
espacio se produce la despersonalización y de esta forma la víctima es sometida
al maltratador.(Álvaro Rodríguez Carballeira).
Diversos estudios han constatado que las experiencias traumáticas propias de
rehenes, supervivientes de campos de concentración, sectas, etc. son similares a
las de las mujeres que reciben maltrato pero además cuando la violencia es
ejercida por un miembro próximo produce un mayor efecto traumático sobre la
víctima, y si además le sumamos la duración del maltrato; la fractura de los
esquemas de seguridad de la persona se romperán y se producirá el sometimiento
y la desidentificación de la mujer.

Se ha podido observar que las personas sometidas a técnicas de extrema


coerción tienen riesgos de sufrir despersonalización y síntomas de
entumecimiento emocional. Pueden mostrar una menor flexibilidad cognitiva,
cambio de valores, actitudes, creencias y sentido del si mismo; y esto es lo que
genera la identidad, por tanto esta pérdida es lo que produce la
despersonalización.

La persuasión coercitiva y el lavado de cerebro, aunque a veces se usan como


equivalentes, parece que el lavado de cerebro está incluido dentro de un proceso
más amplio que es la persuasión coercitiva.

EL VINCULO TRAUMATICO

Esta teoría fue desarrollada por Dutton y Pointer y hace referencia a una relación
basada en el desequilibrio de poder que ejerce el maltratador golpeando,
abusando o intimidando a su pareja de forma intermitente y creando en ella fuertes
apegos emocionales.
El vínculo traumático se hace más poderoso cuando un castigo físico es
administrado a intervalos, es decir, periodos de castigo con otros más amigables.
La diferencia extrema entre ambas conductas acrecienta aún más el vínculo
(Reforzamiento negativo), la conducta de arrepentimiento se asocia al cese de la
violencia y la fase de “luna de miel”, descrita por Walker, queda reforzada. El
arrepentimiento se establece como estímulo positivo.

Cuando una mujer abandona una relación abusiva, el miedo comienza a


debilitarse por la distancia y esta sensación de alivio por cese de la violencia, que
quedó grabada como un esquema mental, comienza a cobrar fuerza. La figura de
la pareja que se mostraba arrepentida y amorosa es recordada en la distancia y
cuando el estímulo reforzado es más intenso que el miedo, es posible que la mujer
decida retornar.

En situaciones de un extremo desequilibrio de poder, la perspectiva del agresor


será interiorizada por la persona menos poderosa que se autovalorará
progresivamente más necesitada de la otra.

Quien posee mayor poder, el agresor, adquiere una idea sobredimensionada de sí


mismo; es por esto por lo la persona poderosa se vuelve dependiente de la
sometida; pues a través de este desequilibrio puede sostener la imagen adquirida.

La sensación de poder es una especie de máscara de la cual se desprende


cuando su víctima intenta abandonarlo. Esta es la explicación de los intentos
desesperados del maltratador para atraer a su pareja a través de amenazas o de
ficciones de arrepentimiento.

La desvalorización de la mujer junto con los intentos del agresor para mantener su
imagen a costa del sometimiento de la mujer explican las dificultades para la
ruptura de esa relación.
ESTRATEGIAS DE LOS AGRESORES PARA DOMINAR Y CONTROLAR

De los relatos de las mujeres victimizadas surgen las siguientes estrategias:

Aislar a la mujer de toda relación social, incluida la familia.


Desvalorizarla en lo personal, habitualmente en forma de humillación
continua, lo que produce en la mujer inseguridad, baja autoestima,
sentimientos de incapacidad e impotencia y total dependencia respecto al
hombre.
Amenazas: de muerte, con represalias económicas, nuevos golpes,
impedimento de contacto con los hijos.
Acaparar continuamente la atención de la mujer con pequeñas exigencias
para que ella se dedique a él de manera exclusiva.
Darle pequeñas concesiones que no hacen sino acrecentar la dependencia
emocional.
Intimidar a la mujer, de forma que viva en un estado de pánico constante.
Culpabilizarla de lo ocurrido, minimizando la gravedad de la situación y su
conducta abusiva.

FACTORES DE RIESGO PARA SER VICTIMIZADA

1)Depender emocionalmente de sus parejas (ensalzando el apego y el


enamoramiento de novela romántica)
2)Sentir pena cuando ellos sufren algún problema (anteponiendo el cuidado del
otro antes que el propio)
3)La vergüenza (relacionada con desagradar al entorno familiar)
4)Pensar que una buena esposa implica aguantar lo que sea (sobrevaloración
de la abnegación)
5)Sentir culpa y vacío ante la pérdida.
6)La dependencia económica, puesto que muchas mujeres siguen apartadas
del mercado laboral para asumir el rol de cuidadora/madre y, por tanto, no
se perciben como autónomas para vivir sin pareja.
7)No contar con recursos comunitarios de salida a la victimización.

FACTORES DE PROTECCION PARA LIBERARSE DE LA VIOLENCIA

1) Construcción de una mirada crítica a los mandatos socio culturales


del Patriarcado

2) Haber tenido durante su infancia y adolescencia “referentes


significativos” que no avalen las conductas violentas de hombres
hacia mujeres

3) La independencia económica

4) Articuladas y eficaces respuestas sociales para proteger a las mujeres


de las discriminaciones de todo tipo

PATRIARCADO

Etimológicamente, el Patriarcado es “el gobierno de los padres”.

Históricamente el término ha designado un tipo de organización social en la que el


poder y la autoridad la ejerce el varón jefe de la familia (institución básica de este
orden social) y dueño del patrimonio, del que formaban parte los hijos, la esposa,
los esclavos y los bienes.
Una de sus características esenciales es la situación de opresión y dominación de
las mujeres sufrida a lo largo de la historia debido a que el Patriarcado ha
atravesado todas las instituciones de la vida pública y privada, desde la familia al
conjunto de lo social.

Gerda Lerner, en "Los orígenes del Patriarcado" lo ha definido en sentido amplio,


como "la manifestación institucionalizada el dominio masculino sobre las mujeres y
niños/as en la familia y la extensión del dominio masculino sobre las mujeres en la
sociedad en general.

En la historia siempre existieron niveles de asociación sexual y afectiva entre los


seres humanos, y no siempre fue la familia patriarcal al frente de un varón que
controlaba la sexualidad y la reproducción de la mujer.

El pensamiento occidental hace de la familia una institución natural, o si la


considera una construcción cultural, le asigna características que la hacen única
dentro de las asociaciones humanas.

Desde el punto de vista político, se justificaba que las mujeres no tuviesen


representación social ni política fuera del ámbito familiar privado, porque el jefe de
familia patriarcal representa y encarna los intereses de sus integrantes.

Por lo tanto los derechos ciudadanos se consagraron con una clara distinción
entre los hombres como sujetos de ciudadanía, que pertenecían a lo público y las
mujeres que, por no pertenecer a dicho ámbito, quedaban fuera, es decir, dentro
del núcleo familiar.

Desde el punto de vista económico, la autora Alda Facio considera que la familia
significó una forma de enriquecimiento de los varones a costa de la mujer y los
hijos, invisibilidad de aportes en materia de reproducción social y en otras tareas,
que van más allá de las necesidades de provisión familiar.
Sumando a esto, y aún más allá de la primera mitad del siglo XVIII, las mujeres
estuvieron incapacitadas jurídicamente para administrar bienes familiares; y aún
hoy y a pesar de las legislaciones que reconocen plena capacidad jurídica de las
mujeres, existen trabas para que lo hagan, porque se considera qué es el marido
el jefe de la familia.

La historia de las formas familiares es una historia marcada por el sometimiento,


manipulación y explotación, así como también de lucha por salir del ámbito
doméstico al más amplio, el político.

Las personas que durante su infancia y el periodo de socialización, fueron


obligadas a vivir reprimidas, aceptando la autoridad de otros, se convierten en
adultos susceptibles al dominio y la explotación. Éste proceso opera tanto a nivel
mental o intelectual como físico y emocional.

En las culturas patriarcales el trauma del dominio sobre los cuerpos ha recaído
principalmente en las mujeres, quienes han visto legitimada la violencia en su
contra en el seno familiar.

Crecimos en un ideal de familia en el que el papá proveía en lo económico y


mamá en lo emocional; papá en le calle y mamá en el hogar; aunque las
realidades de muchos haya sido distinta, pero ese modelo estaba plasmado en los
libros de lectura y en las diferentes propagandas.

Es fundamental en la opción de un cambio en el tipo de familia, más equitativa y


democrática, revisar todas las instrucciones que favorecen a los hombres y les
dan más poder dentro de la familia.

Revisar prácticas y leyes sobre herencia, acceso a trabajo asalariado, tributos


sobre salarios, discriminación y violencia contra las mujeres; valoración de la
prueba en procesos judiciales; revisar mensajes que dan los medios de
comunicación, escuelas, iglesias, etc. Ya que la construcción social de la familia y
de otras relaciones íntimas, es factor determinante en la forma que se construye
las relaciones sociales.

Dice Gerda Lerner: “las mujeres son y han sido siempre actoras y agentes en la
historia, ya que son más de la mitad de la humanidad, han compartido el mundo y
sus trabajos en partes iguales con los hombres. Han sido y son parte central y no
marginal, de la formación y construcción de la civilización. Han compartido la
preservación de la memoria colectiva, que conforma la tradición cultural, provee el
vínculo entre generaciones, y conecta el pasado con el futuro. Mantuvo viva la
tradición oral en la poesía, el mito, el folklore, arte y rituales que ambos crearon.”

¿Por qué se dice que las mujeres no hemos hecho historia?

Porque desde la invención de la escritura en la antigua Mesopotamia y a través de


la historia siempre los historiadores fueron sacerdotes, sirvientes reales,
empleados, clérigos, profesionales, intelectuales universitarios, los que han
seleccionado los hechos a registrar y los han interpretado de modo de darles
comprensión y significado. Siempre han sido hombres y ellos han registrado lo que
los hombres han hecho. Lo que las mujeres han hecho y experimentado no ha
sido registrado y meticulosamente descuidado e ignorado en su interpretación.

De ésta manera el expediente registrado e interpretado sobre el pasado de la


humanidad es solo parcial ya que omite el pasado de la mitad de la humanidad; y
distorsionado ya que relata la historia desde el punto de vista de la mitad
masculina de la humanidad. Sin embargo a medida que grupos subordinados,
como campesinos, esclavos, proletarios, etc., se han elevado a posiciones de
poder, o al menos han sido incluidos, sus experiencias han llegado a formar parte
del expediente histórico. Tanto hombres como mujeres han sufrido discriminación,
pero ningún hombre ha sido excluido de la historia a causa de su sexo, mientras
que las mujeres lo han sido a causa del suyo.

EL MACHISMO

Consideramos al “machismo”, como los comportamientos (actitudes,


acciones y discursos) congruentes con el sexismo y el patriarcado. Diariamente es
reproducido por hombres y mujeres en una serie de prácticas sociales más o
menos triviales.

Practicas por medio de las cuales se confirma la subordinación de las mujeres a


los hombres. El discurso es una de ellas y contribuye a la reproducción del
machismo de múltiples maneras. Un ejemplo bien conocido es el cómo habla un
hombre machista a una mujer. Siguiendo a Tanned D (1996), el abuso de poder
masculino puede actuar directamente en el control del discurso y en la
marginalización de la mujer, por ejemplo, imponiendo el tema, interrumpiendo la
conversación de la mujer o humillando a la mujer por medio del uso de lenguaje
denigrante o insultante.

Otra forma típica de discurso machista puede verse en cómo hablan los hombres
acerca de las mujeres, especialmente con otros hombres. Tal discurso tiene varias
funciones sociales; por supuesto, puede dominar o humillar a las mujeres, pero,
sobre todo, puede mostrar a los otros congéneres que tan “hombre” es el que se
expresa.

Además, dicho discurso formula y reproduce persuasivamente la ideología


patriarcal acerca de los géneros y la subordinación de la mujer. Esta es sólo una
de las maneras en que, actualmente, los hombres aprenden a ser machistas.
Sin embargo, de lo dicho anteriormente puede extraerse una idea errónea; el
machismo no sólo es reproducido por los hombres. Podemos encontrar también –
muchísimas- mujeres involucradas en su reproducción. Eso significa que no sólo
debemos estudiar cómo se expresan los hombres sobre género, relaciones y
poder, sino también las mujeres (sin caer en el extremo machista que explica –
como única causa- la reproducción de dicho fenómeno a través de las conductas
maternas).

Flavia Limone Reina nos invita a realizar un estudio sobre el “machismo”,


indicando que de acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española es: “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”.

Según esta definición sólo los hombres podrían ser considerados machistas.

Nuestra definición de machismo es un poco más amplia y entendemos por tal las
actitudes, acciones y discursos consecuentes con un sistema social en que los
géneros son jerárquicamente organizados de tal manera que los hombres son
quienes detentan el poder y las mujeres son subordinadas.

Por lo tanto el machismo no sería solo patrimonio de los varones, sino también lo
estarían sosteniendo las mujeres, y todas las personas que aceptan las creencias
de la ideología Patriarcal.

Muchas mujeres, socializadas en culturas patriarcales, consideran natural la


diferenciación de roles que asigna a los hombres el papel de proveedores
involucrados en el ámbito público, y que las relega para ellas son de protectoras y
responsables del espacio privado. Y al ser partícipes de esta creencia la
reproducen.
Cabe señalar que hay hombres que no comparten estas premisas y también
cuestionan al machismo.

De especial relevancia es la distinción que hace Victoria Sau en su Diccionario


Ideológico feminista (2000) entre machismo y sexismo. Para esta autora, “el
machismo lo constituyen aquellos actos, físicos o verbales, por medio de los
cuales se manifiesta de forma vulgar y poco apropiada el sexismo subyacente en
la estructura social. En el terreno sexual, por ejemplo, estos actos pueden ir desde
el piropo hasta la violación, según los individuos. El machista generalmente actúa
como tal sin que, en cambio, sea capaz de <<explicar>> o dar cuenta de la razón
interna de sus actos. Se limita a poner en práctica de un modo grosero (grosso
modo) aquello que el sexismo de la cultura a la que pertenece por nacionalidad y
condición social le brinda”.

De acuerdo a Coddeta (1990) una ideología cumple funciones en tres niveles, a


saber, el cognoscitivo (puesto que simplifica la realidad para facilitar así su
interpretación), el afectivo (ofreciendo apoyo y elementos de comprensión en
situaciones de crisis) y normativo (orientando el comportamiento político). Esto
explica, también, que las ideologías sean tan difíciles de deconstruir puesto que
producen una sensación de seguridad y marco de acción conocido.

La ideología, según Eagleton (1991) se relaciona con la legitimación del poder de


un grupo social dominante. Este proceso de legitimación involucra, por lo menos,
seis estrategias:

-Un poder dominante puede legitimarse promoviendo creencias y


valores que le son convenientes

-Naturalizando y universalizando tales creencias para hacerlas aparecer


como autoevidentes y aparentemente inevitables
-Denigrando las ideas que lo desafían

-Excluyendo formas rivales de pensamiento tal vez de forma tácita, pero


sistemáticamente lógica

-Oscureciendo la realidad social de maneras convenientes para sí


mismo.

Estas seis estrategias interactúan de maneras complejas. Sin embargo, también


son Ideologías las que surgen de las minorías para resistir a los grupos
dominantes. Así, las ideas feministas también constituyen una ideología: una
ideología de resistencia.

La ideología patriarcal se sostiene en ciertas creencias que vamos a enumerar, al


menos someramente:

- Los hombres son racionales mientras que las mujeres son emocionales.
- Los hombres están más capacitados para la vida pública y las mujeres más
dotadas para la vida afectiva y privada.
- Los hombres son más activos y las mujeres más pasivas.
- Los hombres son más agresivos y las mujeres más pacíficas.
- Los hombres tienen grandes necesidades sexuales mientras que las mujeres
tienen poco o nulo apetito sexual (las mujeres aman, no desean).
- Los hombres son físicamente fuertes mientras las mujeres son débiles.
- Los hombres son ambiciosos; las mujeres, conformistas.
- Los hombres son egoístas mientras que las mujeres son abnegadas y
sacrificadas.
- Los hombres son psicológicamente fuertes y las mujeres, vulnerables.
- Los hombres son dominantes y las mujeres son sumisas.
- Los hombres son independientes; las mujeres, dependientes.
Estas y otras creencias se manifiestan y reproducen en las prácticas sociales
llamadas sexistas (si son institucionales) o machistas (si son inter-personales), ya
sea mediante acciones o bien, mediante discursos que buscan mantener estables
e incuestionables las diferencias de poder entre hombres y mujeres.

BIBLIOGRAFIA SUGERIDA

1.Asociación Argentina de Prevención de la Violencia Familiar: “Manual de


Capacitación y Recursos para la Prevención de la Violencia Familiar”.
Verlap. Buenos Aires. 1998

2.Badinter, E.: “XY, La identidad masculina”.Grupo Editorial Norma. Barcelona.


1996

3.Bertelli, M.C.: “Violencia Familiar”. Informar acerca de la Violencia Familiar es


una forma de prevención. Publicación auspiciada por la Secretaría de
Desarrollo Social y la Fundación Armonía. Buenos Aires. 1999

4.Ferreira, G.: “La mujer Maltratada”.Sudamericana. Buenos Aires. 1993

5.Grosman, C.- Mesterman, S. – y Adamo, M.: “Violencia en la familia”.


Universidad, Buenos Aires. 1992 .

6.Fontenla, M.: “Patriarcado”. En: Gamba, Susana (compiladora): “Diccionario


de estudios de género y feminismos”. Editorial Biblos. Buenos Aires. 2007

7.Fontenla, M.: “Patriarcado”. En Gamba Susana (compiladora): “Diccionario de


estudios de Genero y Feminismos”. Editorial Biblos. Buenos Aires. 2007
Enlace sugerido:
- MUJERES SOBRE-VIVIENTES

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=SM9LaPdrWdw#!

ANEXO

Feminismos ayer y hoy: historia, conceptualización y corrientes

Susana B. Gamba

En las últimas décadas, las ideas feministas han logrado un cambio cultural y en las
mentalidades, sin precedentes. Para muchos ha sido la revolución pacífica más
importante de la última centuria. Esas ideas influyeron decididamente en los
procesos de socialización promoviendo cambios de roles hacia una cultura más
equitativa e igualitaria.
Producto de Las mismas ideas, las mujeres tuvimos muchos avances, creamos y
modificamos leyes, produjimos nuevos conocimientos, elaboramos teorías,
introdujimos nuevas categorías de análisis. Los estudios de género visibilizaron las
relaciones jerárquicas entre los sexos, las diferencias que existen entre las mujeres
como entre los géneros. También dieron cuenta de la complejidad y diversidad del
mundo intercultural en que nos insertamos.
A nivel global, y específicamente en América del Sur (donde por primera vez en
Argentina y Chile dos jefas de estado fueron elegidas por el voto popular) hoy hay
mujeres en los más altos niveles de responsabilidad y decisión, tanto en el poder
ejecutivo como el judicial; además con Ley de Cupos - como en Argentina- para el
poder legislativo es notoria la presencia femenina.

Todo este proceso ha contribuido decididamente a la democratización de la


sociedad y las relaciones familiares.

No obstante estos avances queda mucho camino por recorrer. Graves problemas
requieren tratamiento en la legislación e implementación de políticas públicas, entre
ellos la real implementación y cumplimiento de las normativas sobre los Derechos
sexuales y reproductivos: educación sexual, fácil acceso a los anticonceptivos,
protocolos para kis casos de aborto no punible y la legalización del aborto.
También observamos que a la par de estos cambios prevalecen en nuestras
sociedades la violencia, la discriminación, el sexismo y el racismo, producto -entre
otras causas- de la cultura patriarcal.

Mujeres, niñas y niños padecen algún tipo de violencia en casi el 50 % de los


hogares en Argentina; la violencia es creciente en la escuela y en la sociedad toda,
el tráfico y trata de personas como nueva forma de esclavitud adquiere
proporciones relevantes y el sexismo invade los medios de comunicación.

Conceptualización

El concepto feminismo se refiere a los movimientos de liberación de la mujer, que


históricamente han ido adquiriendo diversas proyecciones e igual que otros movimientos
ha generado pensamiento y acción, teoría y práctica.
El feminismo propugna un cambio profundo en las relaciones sociales que
conduzca a la liberación de la mujer al eliminar las jerarquías y desigualdades ente
los sexos. También puede decirse que el feminismo es un sistema de ideas que, a
partir del estudio y análisis de la condición de la mujer en todos los órdenes –
familia, educación, política, trabajo, sexualidad- pretende transformar todas las
relaciones basadas en la asimetría y opresión sexual, mediante una acción
movilizadora que implica una profunda revolución social y cultural. La teoría
feminista se refiere al estudio sistemático de la condición de las mujeres, su papel
en la sociedad y las vías para lograr su emancipación. Se diferencia de los Estudios
de la Mujer por su perspectiva estratégica: además de analizar y/o diagnosticar
sobre la población femenina busca explícitamente los caminos para transformar
esa situación.

Aunque el feminismo no es homogéneo, ni constituye un cuerpo de ideas cerrado -


ya que las mismas posturas políticas e ideológicas que abarcan toda la sociedad se
entrecruzan con sus distintas corrientes internas- podemos decir que éste es un
movimiento político integral contra el sexismo en todos los terrenos (jurídico, ideológico y
socioeconómico), que expresa la lucha de las mujeres contra cualquier forma de
discriminación.

Antecedentes históricos Algunas autoras ubican los inicios del feminismo a fines
del s. XIII, cuando Guillermine de Bohemia planteó crear una iglesia de mujeres,
otras rescatan como parte de la lucha feminista a las predicadoras y brujas, pero es
recién a mediados del s. XIX cuando comienza una lucha organizada en forma
colectiva. Las mujeres participaron en los grandes acontecimientos históricos de
los últimos siglos como el Renacimiento, la Revolución Francesa y las revoluciones
socialistas, pero en forma subordinada, y es a partir del sufragismo cuando
reivindican su autonomía.
Las precursoras. La lucha de la mujer comienza a tener finalidades precisas a partir
de la Revolución Francesa, ligada a la ideología igualitaria y racionalista del
Iluminismo, y a las nuevas condiciones de trabajo surgidas a partir de la revolución
industrial. Olimpia de Gouges, en su "Declaración de los Derechos de la Mujer y la
Ciudadana" (1791), afirma que los "derechos naturales de la mujer están limitados
por la tiranía del hombre, situación que debe ser reformada según las leyes de la
naturaleza y la razón" (por lo que fue guillotinada por el propio gobierno de
Robespierre, al que adhería). Mary Wollstonecraft en 1792 escribe la "Vindicación
de los derechos de la mujer", planteando demandas inusitadas para la época:
igualdad de derechos civiles, políticos y laborales, así como en la educación, y
derecho al divorcio como libre decisión de las partes. En el s. XIX, Flora Tristán
vincula las reivindicaciones de la mujer con las luchas obreras. Publica en 1842 La
Unión Obrera, donde presenta el primer proyecto de una Internacional de
trabajadores, y expresa "la mujer es la proletaria del proletariado...hasta el más
oprimido de los hombres quiere oprimir a otro ser: su mujer". Sobrina de un militar
peruano, residió un tiempo en Perú, y su figura es reivindicada especialmente por el
feminismo latinoamericano.

Las sufragistas. Si bien los principios del Iluminismo proclamaban la igualdad, la


práctica demostró que ésta no era extensible a las mujeres. La Revolución Francesa
no cumplió con sus demandas, y ellas aprendieron que debían luchar en forma
autónoma para conquistar sus reivindicaciones. La demanda principal fue el
derecho al sufragio, a partir del cual esperaban lograr las demás conquistas.
Aunque en general sus líderes fueron mujeres de la burguesía, también participaron
muchas de la clase obrera. Los EE.UU. e Inglaterra fueron los países donde este
movimiento tuvo mayor fuerza y repercusión. En el primero, las sufragistas
participaron en las sociedades antiesclavistas de los estados norteños. En 1848,
convocada por Elizabeth Cady Stanton, se realizó en una iglesia de Séneca Falls el
primer congreso para reclamar los derechos civiles de las mujeres. Acabada la
guerra civil, se concedió el voto a los negros pero no a las mujeres, lo que provocó
una etapa de duras luchas. En 1920, la enmienda 19 de la Constitución reconoció el
derecho al voto sin discriminación de sexo.

En Gran Bretaña las peticiones de las sufragistas provocan desde el s. XIX algunos
debates parlamentarios. El problema de la explotación de mujeres y niños en las
fábricas vinculó al movimiento con el fabianismo, planteando reivindicaciones por
mejoras en las condiciones de trabajo. En 1903 se crea la Woman’s Social and
Political Union, que, dirigida por Emmiline Pankhurst, organizó actos de sabotaje y
manifestaciones violentas, propugnando la unión de todas las mujeres más allá de
sus diferencias de clase. Declarada ilegal en 1913, sus integrantes fueron
perseguidas y encarceladas. La primera guerra mundial produjo un vuelco de la
situación: el gobierno británico declaró la amnistía para las sufragistas y les
encomendó la organización del reclutamiento de mujeres para sustituir la mano de
obra masculina en la producción durante la guerra; finalizada ésta, se concedió el
voto a las mujeres.

En América Latina el sufragismo no tuvo la misma relevancia que en los EE.UU. y


Europa, reduciéndose en general la participación a sectores de las elites. Tampoco
las agrupaciones de mujeres socialistas lograron un eco suficiente. En la Argentina,
desde sus comienzos, las luchas de las mujeres por sus derechos se dividieron en
una corriente burguesa y otra de tendencia clasista y sufragista. En ésta última
militó Carolina Muzzilli, joven obrera, escritora y militante socialista. Desde 1900
surgieron diversos centros y ligas feministas. En 1918 se funda la Unión Feminista
Nacional, con el concurso de Alicia Moreau de Justo. En 1920 se crea el Partido
Feminista dirigido por Julieta Lanteri, que se presentó varias veces a elecciones
nacionales. Las mujeres adquirieron un rol relevante en la escena política de la
Argentina con la figura de María Eva Duarte de Perón, quien promovió en 1947 la ley
de derechos políticos de la mujer.

El Feminismo como Movimiento Social o Nuevo Feminismo. Al finalizar la segunda


guerra mundial las mujeres consiguieron el derecho al voto en casi todos los países
europeos, pero paralelamente se produjo un reflujo de las luchas feministas. En una
etapa de transición se rescata como precursora a Emma Goldmann, quien ya en
1910 había publicado Anarquismo y otros ensayos, donde relacionaba la lucha
feminista con la de la clase obrera y hacía aportes sobre la sexualidad femenina.
Hay coincidencia en destacar en esta etapa –ubicándolas como "iniciantes" del
nuevo feminismo- los aportes de Simone de Beauvoir, con su célebre El Segundo
sexo (1949) y Betty Friedan, con el también consagrado Mística de la femineidad
(1963).
El denominado "nuevo feminismo", comienza a fines de los ’60 del último siglo en
los EE. UU. y Europa, y se inscribe dentro de los movimientos sociales surgidos durante
esa década en los países centrales. Los ejes temáticos que plantea son, la redefinición del
concepto de patriarcado, el análisis de los orígenes de la opresión de la mujer, el rol de la
familia, la división sexual del trabajo, el trabajo doméstico, la. sexualidad, la reformulación
de la separación de espacios público y privado -a partir del eslogan "lo personal es
político"-y el estudio de la vida cotidiana. Manifiesta que no puede darse un cambio social
y en las estructuras económicas que implique una verdadera revolución, si no se produce
a la vez una transformación de las relaciones entre los sexos. Plantea también la
necesidad de búsqueda de una nueva identidad de las mujeres que redefina lo personal
como imprescindible para el cambio político.
El feminismo contemporáneo considera que la igualdad jurídica y política
reclamada por las mujeres del s. XIX – en general conquistadas en el s. XX- si bien
constituyó un paso adelante, no fue suficiente para modificar en forma sustantiva el rol de
las mujeres. Las limitaciones del sufragismo eran las propias del liberalismo burgués, y se
concebía la emancipación de la mujer como la desaparición de la desigualdad ante la ley.
La realidad demostró ser mucho más compleja, y más profundas las causas de la
opresión. Aún con el aporte de las ideas socialistas, la denuncia de la familia como fuente
de opresión, y la concepción de igualdad proletaria, no se llega al meollo de la cuestión.
Aunque hubo aportes esenciales como los de Alexandra Kolontai, también el socialismo
estaba teñido de una ideología patriarcal. Las revoluciones socialistas no significaron un
cambio sustancial para la mayoría de las mujeres.
El nuevo feminismo asume como desafío demostrar que la Naturaleza no encadena
a los seres humanos y les fija su destino: "no se nace mujer, se llega a serlo" (S. de
Beauvoir). Se reivindica el derecho al placer sexual por parte de las mujeres y se denuncia
que la sexualidad femenina ha sido negada por la supremacía de los varones, rescatando
el orgasmo clitoridiano, el derecho a la libre elección sexual y cuestiona la
heterosexualidad obligatoria. Por primera vez se pone en entredicho que - por su
capacidad de reproducir la especie- la mujer deba asumir como mandato biológico la
crianza de los hijos y el cuidado de la familia. Se analiza el trabajo doméstico,
denunciando su carácter de "adjudicado" a ésta por nacimiento y de por vida, así como la
función social del mismo y su no remuneración. Todo ello implica una crítica radical a las
bases de la actual organización social. "Ya no se acepta al hombre como prototipo del ser
humano, como universal . Luchamos, sí, porque no se nos niegue ningún derecho, pero
luchamos, sobre todo, para acabar con la división de papeles en función del sexo" (P. Uría,
E. Pineda, M Oliván, 1985). El nuevo feminismo se propone una transformación completa
de la sociedad, como alternativa global a los valores de la sociedad masculina.
Dentro del feminismo contemporáneo existen numerosos grupos con diversas
tendencias y orientaciones por lo cual es más correcto hablar de "movimientos
feministas" en plural. Según Stoltz Chinchilla, el feminismo es una ideología parcial que
tiene que estar ligada consciente o inconscientemente con otra ideología de clase. En un
primer momento de la denominada "Segunda Ola" (desde los 60, hasta comienzos los 80
aproximadamente) podemos sintetizar estas corrientes en tres líneas principales: el
feminismo radical, socialista y liberal, entrecruzadas por las tendencias de la igualdad y la
diferencia.

El feminismo radical sostiene que la contradicción principal de la sociedad se


produce en función del sexo y propugna una confrontación entre los mismos. Las
mujeres estarían oprimidas por las instituciones patriarcales que tienen el control
sobre ellas y, fundamentalmente, sobre su reproducción. Shulamith Firostene en su
ya clásico La dialéctica de los sexos (1971) sostiene que las mujeres constituyen
una clase social, pero "al contrario que en las clases económicas, las clases
sexuales resultan directamente de una realidad biológica; el hombre y la mujer
fueron creados diferentes y recibieron privilegios desiguales". Propone como
alternativa la necesidad de una nueva organización social, basada en comunidades
donde se fomente la vida en común de parejas y amigos sin formalidades legales.
El feminismo radical tiene como objetivos centrales: retomar el control sexual y
reproductivo de las mujeres y aumentar su poder económico, social y cultural;
destruir las jerarquías y la supremacía de la "ciencia"; crear organizaciones no
jerárquicas, solidarias y horizontales. Otro rasgo principal es la independencia total
de los partidos. políticos y los sindicatos. La mayoría de las feministas radicales se
pronuncian también por el "feminismo de la diferencia", que surge a comienzos de
los ’70 en los EE. UU. y Francia con su eslogan "ser mujer es hermoso". Propone
una revalorización de lo "femenino" planteando una oposición radical a la cultura
patriarcal y a todas las formas de poder, por considerarlo propio del varón;
rechazan la organización, la racionalidad y el discurso masculino. Este feminismo
reúne tendencias muy diversas reivindicando por ejemplo que lo irracional y
sensible es lo característico de la mujer, revalorizando la maternidad, exaltando las
tareas domésticas como algo creativo que se hace con las propias manos,
rescatando el lenguaje del cuerpo, la inmensa capacidad de placer de la mujer y su
supremacía sobre la mente, la existencia de valores y culturas distintas para cada
sexo, que se corresponden con un "espacio para la mujer", y un "espacio para el
varón", etc. El mundo femenino se define en términos de "antipoder" o "no-poder".
Esta tendencia fue mayoría en Francia e Italia y tuvo bastante fuerza en España. Sus
principales ideólogas fueron Annie Leclerc y Luce Yrigaray en Francia, Carla Lonzi
en Italia y Victoria Sendón de León en España.
Al anterior se contrapone el "feminismo de la igualdad", que reconoce sus fuentes
en las raíces ilustradas y el sufragismo, pero se plantea conseguir la profundización de
esa igualdad hasta abolir totalmente las diferencias artificiales en razón de sexo. En
España, Empar Pineda y Celia Amorós abrieron el debate realizando un análisis
clarificador acerca de las implicancias conservadoras de la tendencia extrema de la
diferencia. En el seno del feminismo radical hay corrientes –como la radical materialista-
que cuestionan severamente la "diferencia". Christine Delphy la designa como
"neofemineidad", ya que tiene connotaciones biologistas y esencialistas, y en definitiva no
hace sino afianzar los estereotipos sexuales, propio de una ideología reaccionaria. Las
defensoras de la igualdad niegan rotundamente la existencia de valores femeninos y
señalan que la única diferencia válida es la que tiene su origen en la opresión. "Lo que se
encuentra en la sociedad jerárquica actual no son machos o hembras, sino
construcciones sociales que son los hombres y las mujeres" (Delphy, 1980). Cabe
destacar también que, después de duras polémicas, lograron eliminarse las aristas más
ríspidas de ambas tendencias, e incluso se reconocen aportes mutuos, produciéndose lo
que Amorós llama "la diferenciación de la igualdad y la igualación de la diferencia". Las
corrientes del feminismo que se proponen una alternativa de poder, como las socialistas y
liberales, se pronuncian por la igualdad, aunque esta noción adquiere significados muy
distintos para ambas.

El feminismo liberal, con peso en EE UU fundamentalmente, considera al


capitalismo como el sistema que ofrece mayores posibilidades de lograr la igualdad
entre los sexos. Cree que la causa principal de la opresión está dada por la cultura
tradicional, que implica atraso y no favorece la emancipación de la mujer. El
enemigo principal sería la falta de educación y el propio temor de las mujeres al
éxito.

El feminismo socialista coincide con algunos análisis y aportes del feminismo


radical, reconociendo la especificidad de la lucha femenina, pero considera que
ésta debe insertarse en la problemática del enfrentamiento global al sistema
capitalista. Expresa también que los cambios en la estructura económica no son
suficientes para eliminar la opresión de las mujeres. Relaciona la explotación de
clase con la opresión de la mujer, planteando que ésta es explotada por el
capitalismo y oprimida por el patriarcado, sistema que es anterior al capitalismo y
que fue variando históricamente. Explicitan que la opresión es sexual, psicológica y
reproductiva; la producción y la reproducción constituyen dos planos igualmente
determinantes en la situación de opresión de la mujer. En general están a favor de
la doble militancia. Esta corriente se destacó principalmente Inglaterra, aunque en
España y ciertos países latinoamericanos tuvo bastante importancia.

En América Latina el feminismo fue adquiriendo relevancia en los últimos años,


manifestándose de modo heterogéneo en los distintos países de la Región. En
Argentina hubo un grupo precursor del “nuevo feminismo” en la década del 70 con
UFA (Unión Feminista Argentina), que agrupó a reconocidas feministas. Durante
esta "Segunda Ola", en la mayor parte del continente, constituyó una preocupación
el articular las luchas de las mujeres contra su opresión con las luchas
antimperialistas de los países dependientes. Un rasgo distintivo es la coincidencia
con importantes movimientos de mujeres que se organizan en torno a objetivos y
demandas diversas, algunas más puntuales o sectoriales -lucha contra la carestía y
la desocupación, por el agua, guarderías, etc.- y otras más generales, como las de
militantes de partidos y movimientos revolucionarios, que relacionan sus
reivindicaciones con los cambios necesarios en la sociedad global. Los
movimientos de mujeres, sumamente heterogéneos, están constituidos
básicamente por grupos de base (amas de casa pobladoras, sindicalistas,
trabajadoras de salud, etc.) en general pertenecientes a los sectores populares.
Aunque mayoritariamente no se reconocen como feministas, muchas veces
comparten reclamos comunes (divorcio, anticoncepción, aborto, patria potestad,
eliminación de leyes discriminatorias, etc.), constituyendo frentes con las
feministas y otros sectores.

Los feminismos del siglo XXI

Esta Segunda Ola feminista irrumpe al promediar los ´80 con el reconocimiento de
las multiplicidades y de la heterogeneidad del movimiento. La falta de paradigmas
alternativos por la que atraviesa la sociedad global después de la caída del muro de
Berlín, también afectó al feminismo, observándose una significativa
desmovilización de las mujeres, en especial en el hemisferio norte.
Según algunas autoras/es la producción teórica más importante ha tenido lugar en
las dos últimas décadas, sin estar acompañada por un movimiento social pujante como
había sucedido en la primer etapa. El feminismo consiguió colocar la cuestión de la
emancipación de las mujeres en la agenda pública desde mediados de los setenta, para
comenzar a desarticularse y perder fuerza como movimiento social años después. Se
produce una importante institucionalización del movimiento con la proliferación de ONGs,
la participación de feministas en los gobiernos y organismos internacionales y la creación
de ámbitos específicos en el Estado. Desde su espacio en las universidades el feminismo
aumentó la investigación y la construcción de tesis, profundizando y complejizando sus
reflexiones con mayor rigor académico. Se abrió notablemente el abanico de escuelas y
propuestas, incluidas las referentes a la discusión estratégica sobre los procesos de
emancipación.
Las razones de la diversificación teórica en cuanto al diagnóstico y la explicación
son complejas. También ha sucedido con otras teorías del conflicto que, precisamente en
los períodos de ausencia de movilización social, la reflexión se extiende por aspectos
teóricos no resueltos y antes simplificados. Es indudable que la teoría feminista ha
absorbido elementos de nuevas propuestas dentro de la teoría social general
(postestructuralistas, postmodernas, etc.), precisamente en un momento en que ésta
explotaba de parcialidades, al atravesar una crisis notable de paradigmas (Gomáriz, 1991).

Los debates que se fueron suscitando a lo largo de las décadas dan cuenta de las
preocupaciones y núcleos temáticos que se fueron desarrollando, así como los
mitos que el/los feminismos fueron produciendo. En los 80 uno de los mitos más
cuestionados (que constituye también una crítica a cierto feminismo de "la
diferencia") es el de la naturaleza única y "ontológicamente buena" de LA MUJER,
prevaleciente en las décadas de los 60 y '70. Este se expresa como: "todas las
mujeres son buenas, dulces, sensibles, no corruptas, etc"., La producción de los
80, contrariando esta visión de observar lo común entre las mujeres, subrayó la
diversidad entre las mismas, expresada según la clase, raza, etnia, cultura,
preferencia sexual, etc. Esto sin dudas está fuertemente influenciado por el auge
del pensamiento postmodernista y postestructuralista, pero también se basó en la
propia evolución y experiencia del movimiento.

Respecto al poder, se critica la visión unilineal del poder, como sólo prerrogativa
masculina. Señala el carácter relacional que tiene entre los géneros y denuncian las
estructuras de poder que se dan entre las mujeres. Los aportes del psicoanálisis
permitieron visualizar la posibilidad de manipulación emocional que pueden ejercer
las madres Se rompe con la idea prevaleciente de la mujer "víctima". La polémica
con el feminismo de la diferencia permitió que emergieran estos mitos, así como
también -en el plano de la ciudadanía-, el de una supuesta identidad política
"mejor", menos contaminada de las mujeres. Respecto al medio ambiente, se
polemiza con el ecofeminismo, que defiende la relación mujer/naturaleza y sostiene
que las mujeres –por el hecho de serlo - tendrían una buena relación con el entorno,
por lo que se desprendería una mayor responsabilidad para cuidar y salvar al
planeta.

Este balance crítico, unido a la crisis de los movimientos sociales y populares,


atraviesan de modo peculiar a los feminismos latinoamericanos. Según Gina Vargas
(1998) el movimiento de la década del noventa, en el marco de los procesos de
transición democrática que se vivió en la mayoría de los países, se enfrenta a
nuevos escenarios y atraviesa una serie de tensiones y nudos críticos
caracterizados por su ambivalencia. Las nuevas lógicas que intenta tener frente a
las transformaciones paradigmáticas no se terminan de adecuar a estas nuevas
dinámicas ni pueden reconocer siempre los signos que da la realidad. Dilema que
no es exclusivo del feminismo sino de casi todos los movimientos sociales. Es
importante destacar que en general éstos surgieron y se desarrollaron en el marco
de la lucha contra gobiernos autoritarios, o en los inicios de procesos democráticos
postdictatoriales, con el énfasis y las certezas de los 70, principios de los ochenta.
La incertidumbre de los 90, 2000, repercutieron en un movimiento menos
movilizado pero más reflexivo, y a la búsqueda de nuevas lógicas más dialogantes.
En este escenario, uno de los cambios significativos lo constituye el pasar (en
general) de una actitud antiestatista a una postura crítica negociadora en relación al
Estado y los espacios formales internacionales. (Vargas, 1998). Frente a estos
cambios, el reconocimiento y aceptación de las diversidades en su interior, no
impide los desencuentros y duras discusiones sobre las estrategias a seguir.

En América Latina, más allá de las múltiples diferencias y matices entre las
corrientes internas (en las cuáles están presentes los debates expuestos) éstas
pueden esquematizarse entre un feminismo más institucionalizado, en donde las
mujeres se agrupan dentro de ONGs y en los partidos políticos, y un feminismo
más autónomo y radicalizado. Las primeras son herederas del feminismo de la
igualdad de la década anterior y creen necesario las negociaciones con los estados,
los partidos políticos y organismos internacionales. Las segundas continúan con
las banderas del feminismo radical aggiornado y cuestionan severamente la
"institucionalización" del movimiento, hablando de un feminismo diluido con la
consecuente pérdida de sentido.

Debemos aclarar que este esquema agrupa muchas diversidades con matices que
rompen esa bipolaridad. Desde un pensamiento más teórico y académico muchas
hacen suyo el pensamiento del “feminismo cultural” con referentes teóricas como
Judith Butler que problematizan el género.

Por otro lado existen también amplios grupos y/o movimientos de feministas
denominadas populares, que tienen como prioridad la militancia en estos sectores,
recogiendo sus demandas e intentando liderarlos con sus propuestas. En los
últimos años, con los importantes cambios producidos en el continente a través de
la asunción de gobiernos progresistas y/o transformadores -o revolucionarios
como el caso de Bolivia- en varios países de la región, que cuestionan severamente
las políticas neoliberales y de ajuste impuesta en los 90, se produjo un importante
crecimiento de mujeres organizadas de estos sectores.
En Argentina, particularmente, hay que destacar la importancia de los Encuentros
Nacionales de Mujeres que se sostienen desde hace 25 años y se transforman en
una gran asamblea popular de debate en la que participan más de 20.000. La
heterogeneidad y diversidad que atraviesa estos encuentros es muy grande - y si
bien no se denomina feminista ni todas la mujeres se identifican como tales- la
mayoría de las participantes son jóvenes y de sectores populares y asumen cada
vez más las ideas y propuestas del movimiento, tal cual se refleja en las
conclusiones de los talleres. Sin duda estos Encuentros se constituyen como una
práctica multiplicadora, que promueve reflexiones y debates y posibilitan el tejido
de múltiples redes y campañas y contribuyen a la construcción de una sociedad sin
opresiones.

Entre los principales riesgos por los que atraviesan los feminismos hoy, podemos
destacar los siguientes:
a. desdibujamiento de propuestas colectivas y articuladas desde las sociedades
civiles y ausencia de canales de diálogo que ubiquen al feminismo como sujeto de
interlocución válido
b. "cooptación" de técnicas y expertas por parte de los gobiernos y organismos
internacionales
c. fragmentación de miradas, luchas internas y desarticulación de propuestas
d. posturas demasiado radicalizadas e inviables que se alejan de los movimientos
más populares
En síntesis podemos decir que en el continente la principal tensión reside en cómo
mantener la radicalidad del pensamiento y acción al mismo tiempo que se
incursiona en espacios públicos y políticos más amplios que permitan negociar y
consensuar las propuestas y agendas que la mayoría de las mujeres necesitan
imponer hoy.

Pese a que el feminismo logró avances importantes y logró impulsar políticas


públicas en pro de la igualdad de oportunidades, los grupos que reivindican a los
feminismos adhiriendo globalmente a su teoría y práctica son aún minoritarios a
nivel global y carecen de la fuerza suficiente como para impulsar solos sus
reivindicaciones. Sin embargo observamos que su prédica ha ido impregnando a
distintos sectores de la sociedad, llegando muchas veces a movimientos de
mujeres más amplios. .

No obstante las crisis señaladas, la importancia que adquiere el feminismo en el


continente se puede visualizar a partir del constante incremento en la participación
de mujeres en encuentros feministas internacionales que se realizan desde 1981 en
distintos países de la Región, así como de las numerosas redes temáticas que se
articulan internacionalmente (Violencia, Salud, Aborto, Medio Ambiente, etc.)

El desafío principal de los feminismos latinoamericanos hoy es encontrar estrategias


adecuadas que permitan articular sus luchas con los de otros movimientos más amplios, de
mujeres, derechos humanos, etc., para impulsar las transformaciones que requiere la
sociedad actual

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