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TEMA I.

EL PODER MODERADOR

1. Configuración de la Monarquía Parlamentaria en la Constitución Española. 1.1.Avatares Históricos


que han dado lugar al Poder Moderador. 1.2.Enemigos del Poder Moderador. 1.3. Doctrina de los dos
cuerpos del Rey. 2. La Corona. 2.1.Funciones generales de la Corona. 2.2.Funciones Especificas.
2.3.Funciones Internacionales. 3. Estatuto Orgánico de la Corona. 3.1.La Sucesión. 3.2.El titular de la
Corona. 4. Las funciones del Poder Moderador

La progresiva extensión del régimen democrático-si bien, sólo en algunos países- ha


permitido una significativa evolución de la monarquía que ha transformado su papel
político y el contenido de sus funciones. Hoy, en los países donde se mantiene, es frecuente
entender que un modelo de monarquía compatible con la democracia puede dar una
respuesta adecuada a la conveniencia de poseer un órgano de carácter representativo y
simbólico que personifique al Estado.
En la monarquía parlamentaria, el rey está exento de responsabilidad por sus actos, como
siempre sucedió, pero ahora el Monarca no determina el contenido político de los actos en
los que interviene, ni su voluntad se impone sobre los órganos constitucionales que en cada
caso son responsables de las decisiones políticas. Esta es, sin duda, la diferencia que
permite a la monarquía coexistir con la democracia.
La Monarquía Parlamentaria es compatible con el sistema democrático en la medida en que
ha transformado y adecuado sus funciones a la naturaleza de éste, aunque conserve
elementos estructurales (el carácter hereditario o el peculiar estatuto jurídico del rey y de
los demás miembros de la familia real), no comunes con otras instituciones y órganos
constitucionales.
En España, la transición entre el modelo de monarquía diseñada por el régimen de Franco
y la monarquía parlamentaria regulada en la Constitución, expresión máxima de la
neutralidad regia, se produjo en un espacio muy breve de tiempo, apenas tres años, los que
transcurrieron desde el inicio de la transición política en 1975 hasta la aprobación de la
Constitución de 1978.
Puede afirmarse que hoy prácticamente todas las monarquías europeas- aun con
diferencias entre unas y otras- pueden ser consideradas monarquías parlamentarias,
aunque no todos los textos constitucionales reflejen con rigor jurídico esta realidad.
El artículo 1.3 de la Constitución española afirma que la forma política del Estado español
es la monarquía parlamentaria, y el artículo 56.1 se señala que el Rey es el Jefe de Estado,
símbolo de su unidad y permanencia, quien arbitra y modera el funcionamiento regular de
las instituciones, asume la más alta representación del Estado Español en las relaciones
internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las
funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.
Según la clasificación aristotélica de las formas de gobierno, la Monarquía sería una de sus
formas puras, donde el gobierno se ejerce por medio de una sola persona, que detenta el
poder hasta su muerte, y que en general, es transmisible por vía hereditaria.

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La Constitución es la que determina en todas partes la organización del Estado en relación
con las magistraturas, principalmente la soberana.
Se pueden diferenciar dos tipos de constituciones, según el interés que persigan, pueden
ser:
Constituciones puras: son las hechas en vistas del interés general; son puras porque
practican rigurosamente la justicia.
Constituciones impuras: sólo tienen en cuenta el interés personal de los gobernantes; no
son más que una corrupción de las buenas constituciones, están viciadas.
Aristóteles divide las formas de gobierno en puras e impuras, que son las deformaciones de
las formas puras, según persigan el interés de uno o de muchos.
Así, encuentra dentro de las formas puras de gobierno:
La Monarquía: que es el gobierno de uno sólo.
La Aristocracia: que es el gobierno de una minoría conformada por hombres de bien.
La República: que es el gobierno de la mayoría.
Y dentro de las formas impuras, están:
La Tiranía: que es la que tiene como fin el interés personal del monarca.
La Oligarquía: que es la que tiene como fin el bien personal de los ricos.
La Demagogia: que tiene como fin el bien particular de los pobres.
En función de este esquema, la Constitución española reconoce como forma de Estado la
forma pura de la monarquía, encontrándose en la cúspide de la organización la figura del
Rey.
Esto lleva a la existencia de otra clasificación de las normas de gobierno según la
distribución funcional del poder. Esta tipología es asimilable a lo que en ocasiones se
denomina como forma de gobierno, pero no teniendo en cuenta el criterio de quién ejerce la
dominación, sino según las relaciones entre los diversos poderes del Estado.
Así podemos destacar:

Régimen parlamentario
Este régimen pretende lograr que se establezca una colaboración entre el ejecutivo y el
legislativo, que el régimen presidencial separa de manera rigurosa. El poder ejecutivo
proviene del parlamento, pues este nombra el Primer Ministro, quien es Jefe de Gobierno.
El parlamento posee poder de revocatoria sobre el ejecutivo, el cual a su vez puede disolver
el parlamento. La jefatura de Estado está en la cabeza del Presidente (en los regímenes
democráticos ) o del Rey (en las monarquías).
Aunque el gobierno parlamentario tiene diversas variantes, todas ellas tienen en común
ciertos elementos estructurales como son un ejecutivo dual o bicéfalo, el gabinete
ministerial, el parlamento y la responsabilidad política.

Régimen presidencial

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En el sistema presidencial la separación de poderes está rigurosamente aplicada dese el
ángulo teórico, el ejecutivo y el legislativo son independientes, cada uno actúa dentro de la
esfera de competencia que le ha sido asignada por la constitución, pero ambos están
obligados a cooperar en ciertos puntos estratégicos del proceso político, de ahí que el
régimen presidencial esté sujeto al principio de interdependencia por coordinación. En
este régimen el ejecutivo es elegido de forma periódica por el pueblo, posee las dos
investiduras de Jefe de Gobierno y Jefe de Estado. Ni el Presidente ni el Congreso pueden
revocarle el mandato al otro. Otras características son : no existe voto de censura del
Congreso respecto del Presidente o sus Ministros; el Presidente nombra su equipo
ministerial, el cual no es responsable frente al Congreso.
España es por tanto una Monarquía parlamentaria, régimen donde la separación de
poderes no es radical. Estos regímenes parlamentarios aparecen en Europa como herencia
de las monarquías absolutas.

1. CONFIGURACION DE LA MONARQUIA PARLAMENTARIA EN LA


CONSTITUCION ESPAÑOLA
El art. 1.3 CE establece que la forma política del Estado español es la de Monarquía
Parlamentaria.
Estipula nuestra Constitución la separación entre legislativo, ejecutivo y judicial
respaldando institucionalmente al Rey como Jefe de Estado y Jefe Supremo de las Fuerzas
Armadas. Es un órgano diferenciado de los demás poderes, como poder moderador.
El poder soberano está sostenido por un Parlamento de dos cámaras, las Cortes, cuyos
miembros son todos elegidos por los ciudadanos; el pueblo español es el titular de la
soberanía nacional.

1.1. Avatares históricos que han dado lugar al poder moderador


El fundamento de este poder moderador está en la necesidad que ya había incluido el
pensamiento jurídico romano y que desarrollo Hobbs en el Leviatán, de que el poder se
materialice en una realidad corpórea dando unidad y permanencia al Estado.
Se incorporó a nuestro sistema el principio elaborado en la práctica de la monarquía
británica, conforme el cual, “el Rey no puede obrar solo”. Resuelto así el problema de la
irresponsabilidad del monarca en la monarquía parlamentaria, a través de la institución del
refrendo (art. 64), por cuya virtud la irresponsabilidad del rey se transforma en la
responsabilidad de los sujetos encargados de refrendar sus actos: el poder real aparece
configurado como un poder supremo en el ámbito de la auctoritas. Con admirable
precisión resumió Thiers al afirmar que en la monarquía parlamentaria “el Rey reina pero
no gobierna”.
Corresponde a Benjamín Constant el mérito de haber sabido comprender, al elaborar la
doctrina del poder moderador, el auténtico alcance y significado de ese poder real que,
como manifestación de la auctoritas, se había venido configurando en la evolución de la
historia política inglesa, hasta terminar en un poder simbólico.
El recordatorio de los presupuestos adoptados por Constant, se hace inicialmente obligado,
para ofrecer una visión correcta de la primera institución de nuestro ordenamiento
constitucional. Por un lado, a la firme creencia de que el proceso revolucionario había

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constituido un fenómeno histórico irreversible de renuncia a todos los intentos de restaurar
la ordenación del universo político desde los esquemas del Antiguo Régimen. Y, por otro
lado, a la convicción de que la defensa de la causa de la libertad representaba una compleja
y difícil operación.
Benjamín Constant es probablemente el primero en percatarse de que no sólo se discutía un
conflicto de legitimidades políticas, sino que se planteaba además un problema de
estructuración en la organización jurídica del Estado.
Tomó como referente y modelo exclusivo de su especulación teórica la propia realidad
política británica. Había sido la propia evolución política y constitucional inglesa la que,
con la progresiva disminución de las atribuciones de la prerrogativa regia, fue
conformando una Jefatura del Estado que nada tenía que ver con la de los primeros
momentos de su historia ni con la establecida en las monarquías absolutas del continente
europeo. Un monarca que, sin haber perdido su condición de titular del poder supremo del
Estado, iba siendo paulatinamente despojado de la mayoría de las potestades a cuyo través
se canalizó siempre el ejercicio del dominio, de la coacción y la fuerza.
En el siglo XIX Constant se dio cuenta de que en Inglaterra ya casi no quedaba señal de la
prerrogativa regia y que los reyes seguían reinando pero casi sin poderes aparentando ser
una institución sin sentido. Sin embargo, la monarquía tenía mucho sentido en Inglaterra y
precisamente aquí radica la grandeza de la historia constitucional inglesa; y es que los reyes
fueron perdiendo poderes efectivos pero no la influencia en el pueblo Así, en la medida
que la monarquía pierde poderes efectivos gana poder simbólico.
Este cambio en la monarquía inglesa lleva a que se tengan que respetar dos axiomas ya que
el rey tiene un poder simbólico: el rey no puede cometer errores ni injusticias y el rey
precisamente por esto no puede actuar solo. Sobre estas dos ideas se basa la justificación
jurídica del poder supremo del rey en las monarquías parlamentarias.
Así, en el art. 56.3 C.E. dice “la persona del rey es inviolable y no está sujeta a
responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el art.64
C.E., careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el art. 65.2”.
El rey tiene poder simbólico y como tal es una persona excepcional y no puede cometer
injusticias.
No puede gobernar solo (art. 64 C.E.) “los actos del rey serán refrendados por el Presidente
del Gobierno y en su caso por los ministros competentes. La propuesta y nombramiento del
Presidente del Gobierno y la disolución prevista en el art. 99 C.E. serán refrendados por el
Presidente del Congreso”.
Así, aunque en teoría el rey nombre a los ministros del Tribunal Constitucional, promulga
y sanciona las leyes… ninguno de estos actos tiene validez si no son imputados a las
personas citadas en el art. 64 C.E.. Todos los actos del rey son pues actos debidos.
El rey sólo tiene total libertad en dos funciones (art.65 C.E.):
Administrar y distribuir su patrimonio particular que recibe de los presupuestos del Estado
en una cantidad global para el sostenimiento de su familiar y su casa.
Nombrar y relevar libremente a las personas civiles y militares de su casa. El verdadero
responsable es el que refrenda los actos del rey.

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El Rey en la nueva configuración de la monarquía, tal y como se había ido haciendo en
Inglaterra pasa a ser un poder absolutamente distinto a los poderes del Estado. Este es al
que B. Constant dio el nombre de poder moderador.
En el siglo XIX entran en tensión dos grandes principios: el monárquico y el democrático.
Los pensadores franceses que abogaban por la nueva monarquía tras la revolución
francesa, partían de la idea de que la nueva monarquía era diferente a la absolutista y por
tanto se necesitaba aceptar un nuevo entendimiento del poder del monarca como poder
moderador. Así la monarquía representaría la jefatura del Estado tal y como se había
venido haciendo en Inglaterra donde el rey tenía solo un poder simbólico sin poderes
efectivos reales.

1.2. Enemigos del poder moderador


Teóricos alemanes: defensores de la monarquía tradicional. No aceptaban la idea del poder
moderador, y por ello en Alemania seguían conservando el poder efectivo. Los
monárquicos radicales querían una reproducción histórica de la monarquía absoluta.
Las revoluciones que verán las monarquías como sistemas decadentes de épocas pasadas,
abogando por la República como forma de gobierno (ideas compartidas por los demócratas
más radicales).
Así, las teorías de Constant tuvieron que luchar con estos dos enemigos. Constant recordó
a los que querían la República que: El Estado necesita un símbolo de unidad para justificar
su unidad, continuidad y permanencia. Y distinguió entre poder y autoridad; por eso
replica a los demócratas radicales que aunque la democracia no puede justificarse
completamente en la monarquía, tiene unos límites no pudiendo ella sola garantizar y
simbolizar la unidad y continuidad del Estado.
Para justificar su tesis, Constant apela a las fuentes romanas donde había una clara
distinción entre imperium, potestas y auctoritas.
En Roma los cónsules eran los que tenían el imperium y la potestas. La manifestación del
poder estaba en el ejercicio de la fuerza. Así los cónsules jefes de la fuerza militar eran la
expresión máxima del poder efectivo teniendo el imperium.
Los magistrados tenían la potestas que eran las comparecencias efectivas del poder. Sin
embargo existía una institución que no tenía imperium ni potestad pero era muy respetado,
con gran influencia y prestigio en Roma y que tenía la auctoritas; era el Senado. A pesar de
no tener poderes efectivos reales era una institución de gran importancia cuya principal
función era aconsejar y cuyos consejos se seguían casi más que las leyes. Afirma Constant:
que lo que caracteriza al poder supremo del Estado es ser un poder de auctoritas y no de
imperium o potestas. Aunque el rey no existiera habría que inventarlo por ser símbolo del
Estado, de su unidad y continuidad como institución indispensable.
Durante el siglo XIX en Europa la mayoría de los Estados se configuraron como
monarquías pero en el siglo XX se organizan como repúblicas haciéndose realidad la teoría
de Constant de que si el rey no existe hay que inventar una figura igual a él. Ya que en las
repúblicas los presidentes de las mismas eran los jefes del Estado distintos de los jefes de
gobierno, siendo figuras idénticas de los monarcas. Tienen los mismos poderes careciendo
sus actos de responsabilidad política. Son instituciones con auctoritas, teniendo el poder
simbólico, moderador.

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Hobbes en el Leviatán se plantea el problema de la permanencia política del Estado
desarrollando la teoría de la representación: los gobernantes además representan al pueblo
y dan las leyes. Pero esta representación que ejercitan no da continuidad ya que los
representantes cambian en función de los deseos del pueblo. Hobbes se da cuenta de esto y
se plantea como garantizar, expresar y simbolizar la unidad y continuidad del Estado. Se
fija en Roma, donde es el Senado: institución que daba continuidad. A respectob Constant:
opina que también la democracia moderna tendrá que tener continuidad y no estar
condicionada por los avatares históricos y políticos. De ahí se afirma que la grandeza de la
figura del monarca es representar.

1.3. Doctrina de los dos cuerpos del rey


Apelando a las ideas teológicas de los dos cuerpos de Cristo, en la ideología medieval se
crea la doctrina de los dos cuerpos del rey.
Se afirma que:
El rey tiene un cuerpo físico, mortal, perecedero, que es muestra de lo banal y putrefacto de
lo humano.
Además el rey tiene otro cuerpo que no muere nunca representado en la Corona.
El rey, constituye la expresión de toda la colectividad política, de ahí que los heraldos
ingleses gritarán a la muerte de los reyes: “el rey muerto, que viva el rey”. El cuerpo
humano mortal del rey moría, pero permanece la Corona que es el símbolo de continuidad
máxima del Estado.
Hobbes ante la pregunta de si es posible la continuidad de la Corona sin la figura del rey ,
da una respuesta negativa , al ser esencial la Corona como expresión del cuerpo
imperecedero del rey. Este cuerpo inmortal no lo puede dar la democracia, sino
únicamente la figura del rey. La representación de la democracia termina disminuyendo la
idea de auctoritas.
La representación política no recibe este nombre banalmente sino porque es similar a una
representación teatral como explicó Hobbes. En la representación teatral hay autor y
actores, siendo el autor del propietario de la obra. En la representación política el autor
sería el pueblo, los ciudadanos que eligen al representante. El actor es el gobernante
elegido por el pueblo.
Existe una diferencia clara entre la representación política y la teatral: mientras que en la
teatral el autor es único siendo los actores que representan la obra varios, en la
representación política es al revés, el autor es una colectividad destruyendo la idea de
continuidad.
La representación se llama así porque la representación política es una representación
teatral. Hay autores y actores. El autor en la política serían los ciudadanos que elegimos a
nuestros representantes. El actor será el gobernante, el representante.
Habrá una diferencia: en la teatral el autor es único y los actores son varios; en la política
será al revés: el autor somos todos y el representante será uno o unos pocos. Esto le lleva a
que en la obra teatral el dueño es el autor y los actores no tomarán el control; en la política
el actor se convertirá en autor, se apodera de la obra. Para Hobbes, la representación teatral
de la política hace que los autores pierdan su autoridad, sin auctoritas se descompone la

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obra. El principio de continuidad queda roto. Siendo la institución de la monarquía el único
mecanismo que da continuidad al Estado.

2. LA CORONA

2.1. Funciones generales de la corona


La regulación de la Corona se realiza en el Título II de la Constitución española de 1978,
artículos 56 a 65, ambos incluidos. Con estos artículos se inicia la parte orgánica de la
Constitución y, en cabeza se sitúa el Título referido a la Monarquía, el Título II, que lleva
por rúbrica, “De la Corona”.
Por un lado, subrayar la superior posición de la Corona, situada por encima -formal e
institucionalmente-, que no en poder político- de los poderes del Estado, especialmente de
las Cortes Generales y del Gobierno; y, por otro, su significación y relevancia dentro de la
forma política del Estado, definida en el artículo 1.3. como Monarquía parlamentaria.
El artículo 56 de la Constitución enumera las características del Monarca indicando que:
El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia.
Arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones.
Asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales.
Ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.
Su título es el de Rey de España y podrá utilizar los demás que correspondan a la
Corona.

2.2. Funciones específicas


Las funciones específicas de la Corona, se recogen en el artículo 62 de la Constitución, y en
artículos dispersos del Texto Constitucional.
Son las siguientes:
Sancionar y promulgar las leyes.
Convoca y disuelve las Cortes Generales y convocar elecciones en los términos
previstos en la Constitución.
Convoca elecciones generales.
Convoca a referéndum en los casos previstos en la Constitución.
Propone el candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, lo nombra y pone fin a
sus funciones en los términos previstos en la Constitución.
Nombra y separa a los miembros del Gobierno, a propuesta de su Presidente.
Expide los decretos acordados en el Consejo de Ministros.
Confiere los empleos civiles y militares.
Concede honores y distinciones con arreglo a las leyes.

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Es informado de los asuntos de Estado y preside, a estos efectos, las sesiones del
Consejo de Ministros, cuando lo estime oportuno, a petición del Presidente del
Gobierno.
Ejerce el mando supremo de las Fuerzas Armadas.
Ejerce el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos
generales.
El Alto Patronazgo de las Reales Academias.
Nombra al Presidente y a los demás miembros del Tribunal Constitucional, al Fiscal
General del Estado y a los vocales del Consejo General del Poder Judicial.
Nombra a los Presidentes de las Comunidades Autónomas, con el refrendo del
Presidente del Gobierno.
Sanciona los Estatutos de Autonomía.
Convoca referéndum autonómico.

2.3. Funciones internacionales


Las funciones internacionales del Monarca están recogidas en el artículo 63 de la
Constitución:
El Rey acredita a los embajadores y otros representantes diplomáticos. Los
representantes extranjeros en España están acreditados ante él.
Al Rey corresponde manifestar el consentimiento del Estado para obligarse
internacionalmente por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las
leyes.
Al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y
hacer la paz.

3. ESTATUTO ORGANICO DE LA CORONA


En nuestro texto constitucional se regula el régimen sucesorio de la Monarquía con una
clara intención de prevenir cualesquiera conflictos que pudieran plantearse en el orden
sucesorio, habida cuenta de lo que eso ha supuesto históricamente, y podría suponer para
el futuro, como importante factor de desestabilización en la Jefatura del Estado.

Supuesto normal de sucesión a la Corona


La Corona de España es hereditaria en los sucesores de Juan Carlos I.
Esta referencia a la persona del actual Monarca y su legitimidad dinástica se entiende en
dos sentidos:
Por un lado, señalar que su posición regia dimana de la Constitución y supone la
legitimación democrática de la propia existencia, anterior a la norma constitucional.
Por otro, una reafirmación de la legitimidad dinástica del actual Rey, en cuanto a la
persona de D. Juan Carlos continuador de la dinastía histórica

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El artículo 57.1 fija el orden sucesorio: “la sucesión seguirá el orden de primogenitura y
representación siendo preferida la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el
grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo
sexo, la persona de más edad a la de menos”
Esta fórmula viene de 1265 Ley de Partidas de Alfonso X “el sabio”. Conculca el principio
de igualdad, confirmada en las Leyes de Toro y en la Novísima Recopilación.
Quiere decirse con ella que el trono se defiere al primogénito y a sus descendientes, de
padres a hijos y nietos, y así sucesivamente, con preferencia sobre los hermanos y los
sobrinos por razón de línea; que las mujeres sólo tienen acceso al trono si no tienen
hermanos varones; y que la preferencia de línea con derecho a la representación significa
que los nietos anteceden, en caso de fallecimiento, a los padres, a los tíos, y a los hermanos
del Rey difunto.
Unido el principio de primogenitura al de representación, supone que el primogénito
constituirá siempre cabeza de la primera línea descendente; el segundo legítimo, cabeza de
la segunda, y así sucesivamente, de forma que ningún integrante de la segunda línea podrá
entrar a suceder mientras queden descendientes de la primera.
En lo referente al Príncipe heredero, el artículo 57.2 constitucionaliza la dignidad de
Príncipe de Asturias, denominación ésta de mayor arraigo histórico que la de Príncipe de
España, utilizada durante el período inmediatamente anterior. En la Constitución de Cádiz
se declaraba que el hijo primogénito del Rey se titularía Príncipe de Asturias, así como
Infantes de las Españas los demás hijos e hijas del Rey y del Príncipe de Asturias; ésta
previsión aparece en el R.D. 1368/1987, de 6 de Noviembre, sobre régimen de títulos,
tratamientos y honores de la Familia real y los Regentes sobre esta materia.
Sobre las funciones cuyo desempeño pudiera corresponder al Príncipe heredero, no queda
regulado en la Constitución, quien, de forma natural, accederá al trono por fallecimiento
del Rey. Únicamente se refiere el artículo 61.2 al juramento que ha de prestar antes las
Cortes Generales al cumplir la mayoría de edad (hecho que se produjo el día 30 de Enero
de 1986 ante las Cortes).

Supuestos excepcionales en la sucesión a la Corona


Fuera del supuesto previsto en los dos primeros apartados del artículo 57, se otorga en los
restantes un protagonismo indiscutible a las Cortes Generales, órgano de la representación
popular, tanto para resolver cualesquiera dudas en el orden sucesorio, como decidir lo que
proceda cuando se extinguen las líneas llamadas en Derecho a la sucesión, como para
cuando se hace caso omiso de la prohibición de un eventual matrimonio regio, o, en fin, en
los supuestos de abdicaciones y renuncias.

Prohibición por las Cortes Generales (art.57.3)


En este supuesto ha de limitarse a proveer a la sucesión en el trono, sin poner en cuestión la
institución misma.
En todo caso, las Cortes Generales gozan de un amplio margen de libertad para tomar su
decisión, siempre que se haga “de la forma que más convenga a los intereses de España”.

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Prohibición de matrimonio regio (art. 57.4)
Aun cuando hoy en día no se requiera el consentimiento de las Cortes para el matrimonio
de Reyes, dicho artículo, sí prevé las consecuencias de que una persona con derechos
sucesorios en el trono contraiga matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y las
Cortes Generales: la exclusión en la sucesión para sí mismos y sus descendientes.
El Rey o la Reina, no tienen limitación constitucional para contraer matrimonio. Por su
parte el art. 58 CE dispone que la Reina consorte o el consorte de la Reina no podrá asumir
funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia.

Abdicaciones y renuncias (art 57.5)


Abdicación y renuncia son, en sentido amplio, dos supuestos de pérdida de los derechos
regios. Ambos comparten las características de tratarse de actos voluntarios,
personalísimos, unilaterales, recepticios e irrevocables.
A diferencia de la abdicación, la renuncia no pone en marcha automáticamente el
mecanismo sucesorio, ni supone una traslación de las funciones que corresponden al titular
de la Corona, ya que viene a producirse previamente al acceso a tan alta magistratura.
En todo caso, al igual que ocurre con la abdicación, cualesquiera dudas de hecho o de
derecho que se planteen en el orden sucesorio se habrán de resolver por las Cortes
Generales por ley orgánica.

La Regencia
La institución de la Regencia se activa cuando las funciones regias, por distintos motivos,
no pueden cumplirse directamente por el titular de la Corona. De ahí que se considere la
Regencia como una magistratura extraordinaria, temporal y caracterizada, ante todo, por
su provisionalidad.
Esta imposibilidad puede ser debida a dos causas, porque el Rey es menor de edad, o bien
porque está inhabilitado para el ejercicio de su autoridad. (regencia legítima).
Tiene atribuidas las mismas funciones que el Rey. Deben prestar juramento y fidelidad al
Rey.
Su regulación se contiene en el artículo 59 de la Constitución española.
Por minoría de edad: la CE de 1978 no menciona expresamente la mayoría de edad del Rey,
así que entendemos la regla general de los 18 años, igual que cualquier ciudadano español.
Por inhabilitación del Rey: esta debe ser reconocida por las Cortes Generales, las causas de
inhabilitación las debe proponer el Gobierno.
En cuanto a las personas llamadas a ejercer la Regencia, la Constitución es, en ese punto,
muy precisa y establece un orden determinado:
En primer lugar, de acuerdo a la tradición, se tienen en cuenta los criterios familiares y
dinásticos. Así, de forma automática y legítima, la Regencia se defiere, para el caso de Rey
menor, al padre, la madre o pariente que le siga en el orden sucesorio. (art. 59.1). Estas
personas entran a ejercer la Regencia ope legis, sin necesidad de acto alguno de

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nombramiento o investidura, desde que se produce el hecho desencadenante de la
suplencia del Rey.
Para el caso de Rey inhabilitado (art. 59.2), entrará, también inmediatamente y de forma
automática, a ejercer la Regencia el Príncipe heredero de la Corona si fuese mayor de edad;
y si no lo fuese, correspondería la Regencia a las personas previstas en el apartado 1, hasta
que el Príncipe heredero alcanzase la mayoría de edad.
En cualquier caso, son requisitos imprescindibles para su ejercicio: ser español y mayor de
edad. (art 59.4 CE).
Estos mínimos requisitos que la Constitución exige para la persona –o personas- que fuera
Regente son mucho menos rigurosos que los exigidos en nuestro Derecho histórico: la
Constitución de 1812, por ejemplo, prohibía la Regencia para los españoles naturalizados, y
las de 1845 y 1976 requerían la no exclusión de la sucesión a la Corona.
Finalmente, por lo que se refiere al estatuto jurídico del Regente, el artículo 59.5 sólo señala
que la Regencia se ejercerá “por mandato constitucional y siempre en nombre del Rey”.
Con ello, se quiere insistir en dos aspectos.:
Por una parte, en la idea de la racionalización de la Monarquía parlamentaria y en el
sometimiento de todos sus órganos a la Constitución y las leyes. Por eso se dice que la
Regencia se ejerce “por mandato constitucional”.
Por otra, en el carácter vicarial de esta magistratura excepcional y temporal que es la
Regencia, a quien corresponde, mientras subsista, ejercer las funciones que la
Constitución atribuye a la Corona. Porque la Regencia se ejerce “siempre en nombre
del Rey”, su duración vendrá determinada por el supuesto de que haya dado lugar a la
misma: en el caso de la menor edad, el Regente lo será hasta que el Rey cumpla
dieciocho años; en el supuesto de la inhabilitación, hasta que las Cortes aprecien que
ésta ha desaparecido, siempre que el Príncipe heredero no hubiera alcanzado la mayor
edad, en cuyo supuesto la Regencia sería desempeñada por éste.
La Regencia puede ser legítima: aquella que se confía a la persona designada por la
Constitución y electiva que es la que designa el órgano de representación de la Nación.

La Tutela
Al igual que la Regencia, la Tutela del Rey menor es una institución de profunda raigambre
en la historia de la Monarquía española. Los precedentes inmediatos del vigente artículo 60
se encuentran en las Constituciones de 1812 (art.198), 1837 (art.60) 1845 (art.63), 1869
(art.86), y 1876 (art.73). De todos estos preceptos el artículo 60 de la Constitución de 1837 es
el que guarda una semejanza casi literal con la regulación contenida en el actual.
La Tutela del Rey menor es un mecanismo que actúa en aquellos casos en los que el Rey es
menor de edad, pero no al incapacitado; es decir, en aquellos casos en los que accede al
Trono una persona que teniendo derecho a la sucesión, es en esos momentos, menor de
edad.
A diferencia de la Regencia que constituye un método de ejercicio de la Corona en nombre
del Rey, la Tutela solo actúa en el ámbito de la esfera jurídica privada de la persona del
Rey. Su regulación la encontramos en el artículo 60 de la Constitución española.

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Esta figura jurídica tiene como límites: no podrán acumularse los cargos de Regente y de
tutor sino en el padre, madre o ascendientes directos del Rey. Asimismo el ejercicio de la
Tutela es también incompatible con el de todo cargo o representación política.
Existen varios supuestos:
Tutela testamentaria: en primer lugar será tutor del Rey menor la persona que en su
testamento hubiese nombrado el Rey difunto, siempre que sea mayor de edad y
español de nacimiento.
Tutela legítima: en el caso de que el Rey difunto, no lo hubiere nombrado, será tutor el
padre o la madre, mientras permanezcan viudos.
Tutela dativa o colectiva: en defecto del anterior, lo nombrarán las Cortes Generales, en
sesión conjunta de ambas Cámaras.

La dotación de la corona y la casa del Rey


El Art. 65.1 CE. Dispone: “el Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global
para el sostenimiento de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma”. Este
precepto recoge el sistema llamado de “lista civil”.
Esta dotación presupuestaria no puede suprimirse, ya que se configura “como
consustancial con la institución de la Corona, y con la forma política monárquica del
Estado español”. El Jefe de la Casa del Rey es quien propone al Gobierno la cuantía de la
dotación que considere adecuada cada año.
Por otra parte, el Rey dispone de una serie de bienes, tradicionalmente incluidos en el Real
Patrimonio y que configuran actualmente el Patrimonio Nacional. El Patrimonio Nacional
consiste en una serie de inmuebles, bienes muebles, donaciones hechas al Estado a través
del Rey..... que constituye un patrimonio separado de titularidad estatal, de carácter
inalienable, imprescriptible e inembargable. El Rey y su Casa pueden servirse del mismo,
ya que está afectado al fin del uso y servicio de la Corona, pero no tienen sobre él ninguna
titularidad.
Por lo que se refiere a la Casa del Rey, puede decirse que se trata de un organismo que,
bajo la dependencia de S. M. el Rey, tiene como misión servirle de apoyo en cuantas
actividades se deriven del ejercicio de sus funciones como Jefe del Estado. Hay que señalar
que la Casa del Rey, aunque es un organización estatal, no está integrada en la
Administración del Estado.
La Casa del Rey comprende los siguientes órganos:
El Jefe de la Casa del Rey, que dirige e inspecciona los servicios de la Casa, realiza el
presupuesto de la misma, y ejerce las relaciones con el exterior.
El Secretario General, que tiene a su cargo la tramitación de la actividad administrativa,
excepto la militar.
El Cuarto Militar, que está compuesto por loa Ayudantes de Campo del Rey, y dirigido
por el Jefe del Cuarto.
La Guardia Real y el Servicio de Seguridad, que deben colaborar con los Ministerios de
Defensa e Interior.
La oficina de Prensa.

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De conformidad con lo dispuesto en el art. 65.2 CE. “el Rey nombra y releva libremente a
los miembros civiles y militares de su Casa”. Se trata, pues, de la otra actividad del Rey no
sujeta a refrendo. Si bien, han sido nombrados por iniciativa regia, se hace en Real Decreto,
refrendado por el Presidente del Gobierno.

3.1. El titular de la corona


El titular de la Corona es la persona que ocupa el Trono por derecho propio, en virtud de la
aplicación de las reglas sucesorias fijadas por la Constitución.
Se denomina Rey o Reina de España y recibe el tratamiento de Majestad.
La Constitución vigente configura a la Corona como un órgano del Estado y, más
concretamente, a su titular como un poder diferenciado de los demás, denominado poder
moderador. Así, la Jefatura del Estado actual constituye una novedad en nuestra historia
constitucional.
Se trata por tanto de una “Monarquía constitucional”, en la que el Monarca no tiene más
funciones que las derivadas de la Constitución, es decir, la Constitución no es únicamente
un límite, sino sobre todo la fuente de la que emanan las funciones del poder moderador.
En consecuencia, el artículo 56.1 de nuestra Constitución establece que “el Rey ejerce las
funciones que le atribuye expresamente la Constitución y las leyes”. Por un lado, posee
unas competencias más allá de las cuales no puede actuar, y todos sus actos deben ser
obligatoriamente validados, por el instituto del refrendo, sin el que son nulos. Por otra, no
son competencias cerradas, sino que se deja una puerta abierta a que de forma legislativa se
le atribuyan otras que, deben estar en consonancia por supuesto con la Constitución.
Por lo demás, el artículo 61.1 de la Constitución, indica que el Rey, al ser proclamado ante
las Cortes Generales, prestará juramento de “desempeñar fielmente sus funciones…”.
En el Título II de la Corona, el texto articulado se refiere a la institución del Rey, del que se
afirma que “es el Jefe del Estado”, y, además, “símbolo de su unidad y permanencia”.
La atribución al Rey de la Jefatura del Estado es nota común de todos los regímenes
monárquicos. La mención de que el Rey es símbolo de la unidad y permanencia del Estado,
por una lado significa que la Corona representa la unidad del Estado frente a la división
orgánica de poderes y por otro representa igualmente al Estado español uno, en relación
con los entes político-territoriales en que éste de divide, esto es, las Comunidades
Autónomas, cuyos derechos ha de respetar el Rey (art.61.1).
Según el artículo 56.2 de la Constitución “su título es el de Rey de España y podrá utilizar
los demás que correspondan a la Corona”. Se afirma que la magistratura regia es una
magistratura creada y configurada por la Constitución que han votado los españoles en
referéndum nacional. Y por otro lado, de que existe una realidad nacional, denominada
España, que está por encima de las nacionalidades y regiones a que se refiere el artículo 2º
de la Constitución.
Existe también una referencia al pasado cuando se señala que el Rey posee también los
demás títulos que correspondan a la Corona; pues la Corona no es un órgano del Estado
creado ex novo por la Constitución, como puede ser el Tribunal Constitucional. Los títulos a
que se refiere son los que ha utilizado el Rey de España consecuencia de las vicisitudes de
nuestra historia, incluidos algunos títulos de posesión de territorios que hoy ya no

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pertenecen a la Corona de España, pero que, en todo caso, se utilizan, sin ningún tipo de
reclamación.

El acceso del Rey al trono


La proclamación del Rey es una tradición antiquísima que significó históricamente el pacto
entre el Rey y Reino (Rex- Regnum), que dominó la concepción monárquica hasta el siglo
XIX, quedando interrumpida con la doctrina del origen divino de los reyes, que dio lugar a
la Monarquía absoluta y al dogma del “princeps legibus solutus est”.
La vigente constitución incorpora en su artículo 61.1. no sólo el juramento, sino la
proclamación ante las Cortes Generales. Dice así: “El Rey al ser proclamado ante las Cortes
Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer
guardar la Constitución y las leyes y hacer respetar los derechos de los ciudadanos y de las
Comunidades Autónomas”.
Este precepto viene a subrayar el sometimiento del Rey a la Constitución, imponiéndole el
respeto a los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas; así pues, el
Soberano no puede ejercer sus funciones sin dar cumplimiento al requisito formal de la
proclamación-juramento. Adquiere pues este acto carácter constitutivo, consecuencia de la
naturaleza parlamentaria de la Monarquía.
Cuanto hemos dicho para el Jefe del Estado puede predicarse del Príncipe heredero y del
Regente o Regenta al hacerse cargo de sus funciones, aunque naturalmente en su ámbito.
Tanto el juramento como la proclamación, no convierten el Rey en Rey, puesto que en
razón del carácter sucesorio de la Monarquía el Rey tiene un ius ad officium desde que se
produce el evento sucesorio, es decir ope constitutionis. Desde ese momento, el Rey es Rey
de hecho, actuando en nombre suyo si es menor de edad otra (u otras) personas. Para
convertirse en Rey de derecho actuando ya por sí mismo, son necesarios tanto el juramento
como la proclamación, lo que convierte el ius ad officium en un verdadero ius in officium.

El status del Rey


Existen una serie de prerrogativas que configuran el status del Rey, y que lo diferencian
claramente de otros órganos del Estado. A estas hace referencia el artículo 56.3 cuando
establece que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. En
consecuencia, el Rey goza de la inviolabilidad y de la irresponsabilidad de su persona, en
razón de la naturaleza de la institución monárquica.
La inexistencia de responsabilidad política del Jefe del Estado es característica común de
todos los regímenes políticos contemporáneos, ya sean Monarquías o Repúblicas. En el
caso de los regímenes Monárquicos, la falta de responsabilidad es absoluta, llegando a
extenderse a los ámbitos civil y penal.
Siguiendo esta tradición, todas las Constituciones monárquicas establecen la regla de la
absoluta irresponsabilidad regia, reflejo del viejo aforismo británico “the King can do not
wrong” (el Rey no puede hacer mal).

La inviolabilidad del Rey

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La generalidad de la doctrina utiliza, ambos términos como sinónimos, pero la
inviolabilidad tiene un significado más amplio que el de la irresponsabilidad, con el que se
pretende subrayar la alta dignidad que corresponde al Monarca como Jefe del Estado.
Como tal, se proyecta en otras normas, de carácter penal o internacional que atribuyen una
especial protección a la persona del Rey. A esto se le añade un status especial de
inmunidad en virtud del cual el Rey se sitúa por encima del debate político y al margen de
los Tribunales de Justicia.
Se trata de “una especial protección jurídica de la vida y el honor del Monarca”, herencia
de la figura delictiva de lesa majestatis, propia de otros tiempos.

La irresponsabilidad del Rey


Reconocida en el artículo 56.3 significa que el Monarca está exento de toda responsabilidad
jurídica o política cuando actúa como Jefe del Estado, en razón de que nunca actúa sólo y
siempre responde alguien de las medidas que puedan ser equivocadas. A ello responde el
instituto del refrendo como mecanismo que posibilita ambas situaciones.
Así entendidos los términos de inviolabilidad e irresponsabilidad, la primera protege la
conducta del Rey como persona; la segunda, sus actos como institución del Estado.

El Refrendo
El instituto del Refrendo es definido por nuestra Constitución como la necesidad de que
todos los actos del Estado en que interviene el Rey deban ser confirmados, aparte de la
propia firma del Monarca, por otra persona.
Según el artículo 56.3 los actos del Rey “estarán siempre refrendados en la forma
establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo salvo lo dispuesto en
el artículo 65.2. El refrendo es un control entre el Gobierno y la Jefatura de Estado neutral y
separada tanto del poder legislativo como del ejecutivo. Es un control cuya función
primordial es compensar la inviolabilidad del Rey.
De tal modo, el principal efecto es el traslado de la responsabilidad por el acto del Rey al
titular legitimado para prestarlo. Un acto sin refrendo es un acto carente de validez, acto
nulo.
En la institución del refrendo concurren dos actos simultáneos emanados de dos
voluntades diferentes: por un lado el acto regio, de naturaleza incompleta, pero que es
condición de validez para el otro acto simultáneo, y el proveniente del órgano refrendante
(Presidente del Gobierno, Ministro o Presidente del Congreso), al que complementa y que
es a su vez presupuesto para la existencia de aquél. Mediante el refrendo, se elude la
responsabilidad del Rey como Jefe de Estado, trasladándose esa responsabilidad a las
personas que los refrendan (art. 64.2), aún cuando no sean autores del acto.
Esta concepción del refrendo, para Herrero R. De Miñón es la consecuencia obligada de la
Monarquía parlamentaria; el Monarca necesita el concurso de sus Ministros, pero éstos no
pueden suplir los actos y las opciones de aquél.
En relación con la extensión del refrendo, de igual forma que existen algunas zonas de
responsabilidad regia, hay actos sin refrendo. Estos son los enumerados en el art. 65.2: los
actos de nombramiento y cese de los miembros civiles y militares de su Casa. A lo que hay

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que añadir los actos del Rey que pertenezcan a la esfera jurídico-privada (salvo
nombramiento del tutor testamentario). En este doble ámbito la actuación del Rey no se
encuentra vinculada a refrendo y actúa libremente.
Otra cuestión referida al refrendo son los sujetos dotados de potestad refrendante. Así el
artículo 64.1 designa los titulares legitimados para esta función, cuando señala que los actos
del Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno y, en su caso, por los Ministros
competentes. La propuesta y el nombramiento del Presidente del Gobierno, y la disolución
prevista en el artículo 99, serán refrendados por el Presidente del Gobierno.
La responsabilidad del refrendante se extiende tanto a la regularidad formal del acto como
a su contenido.
El Refrendo aparece como un acto debido, al que ninguno de los dos sujetos se puede oponer
en principio. En caso de inacción de uno de los órganos firmantes no cabe recurso
jurisdiccional: si es por defecto de forma o procedimental, la observación de uno de ellos
debería bastar para su inmediata subsanación, pero si es política tiene que dimitir el órgano
refrendante.
Según esto hay varias formas de refrendo:
a) Refrendo expreso: se realiza por escrito, apareciendo en el “BOE”. Es la contrafirma de
los actos del Rey por parte del refrendante.
A su vez, hay tres tipos de refrendo expreso:
Refrendo derivado: el iniciador del acto es precisamente quien lo refrenda; por ejemplo
los Reales Decretos, en general.
Refrendo traslaticio: ni el refrendado ni el refrendante han intervenido en la confección
y aprobación del acto, consecuencia pues de la voluntad de un tercer órgano; por
ejemplo las leyes que son aprobadas por el Parlamento.
Refrendo originario: la voluntad unilateral del Monarca es la que decide
exclusivamente el acto; por ejemplo el nombramiento de los cargos civiles y militares
de la Casa del Rey. Este supuesto coincide con el refrendo que nació con la Monarquía
constitucional.
b) Refrendo tácito: presencia física de algún miembro del Gobierno frente al Rey, así el
Ministro de Defensa le acompaña en los actos militares.
c) Refrendo presunto: el rey realiza un acto que el Gobierno desconoce y el Presidente o el
Ministro opta por continuar en su cargo. Es una presunción general de que el Gobierno
cubre con su responsabilidad la actuación del Jefe del Estado, a no ser que dimita en
discrepancia con ella. (declaraciones o discursos del Rey, mensajes de Navidad).

4. LAS FUNCIONES DEL PODER MODERADOR


La posición constitucional del Rey queda definida en el conjunto de funciones que
desempeña en relación con otros órganos e instituciones del Estado. Se pueden diferenciar
en este sentido, unas funciones generales y unas funciones específicas.

Funciones genéricas

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Las funciones del Rey se contemplan en el artículo 56.1, según el cual, el Rey es símbolo de
unidad y permanencia del Estado, arbitra y modera el funcionamiento regular de las
instituciones y asume la más alta representación del Estado español en las relaciones
internacionales.
Pueden clasificarse atendiendo a los siguientes criterios:
Criterio de adscripción de las facultades regias en las funciones que le atribuye el
artículo 56.1:
En función con su relación con los otros tres poderes clásicos del Estado.
En función del criterio de su refrendo.
El Rey tiene tres tipos de funciones principales: simbólicas y representativas, arbitrales y
moderadoras y, las que podríamos llamar mediadoras. Todas ellas vienen reconocidas en la
Carta Magna, aunque unas de forma explícita y otras de forma implícita.

Funciones simbólicas o representativas


El Rey es el Jefe del Estado y representa a España de forma permanente. Cumple una
importante función integradora de la vida política y de su continuidad, que se manifiesta
principalmente de dos modos:
Por un lado la función simbólica: el Rey, y por extensión, la Corona es, según el artículo
56.1, un auténtico símbolo, como representación de la realidad en la que los sentimientos
tienen más importancia que la razón para llegar a un conocimiento o valoración.
Por otro lado, según dicho artículo, ampliado por el contenido del artículo 63, la función
representativa: referida exclusivamente a las relaciones internacionales (asume la más alta
representación del Estado y encarna el ius legationis: el derecho que el ordenamiento
jurídico reconoce normalmente a los Jefes de Estado para enviar o recibir agentes
diplomáticos).
Esta capacidad de actuación del Monarca en el orden internacional tiene dos límites
impuestos en la Constitución: uno general, el refrendo de sus actos por el órgano
correspondiente (normalmente, el Ministro de Asuntos Exteriores); y otro, específico, la
autorización de las Cortes Generales para declarar la guerra y celebrar determinados
tratados.
Símbolo de la unidad y permanencia del Estado
Como símbolo de unidad: participa o se refieren a él todas las actuaciones de los órganos
constitucionales del Estado. Por eso, nombra y cesa a los miembros del Gobierno y de otros
órganos constitucionales, sanciona y promulga las leyes y la justicia se administra “en
nombre del Rey”. (art. 117.1). Representa la unidad del Estado frente a la división de
poderes, por cuya razón se imputan al Rey una serie de actos (nombramiento de
Presidentes de Gobierno, convocatoria de Cortes…), con independencia de cuál sea el peso
político de la intervención regia en la adopción de dichos actos.

Como símbolo de permanencia


Se identifica con la continuidad histórica de España y, por tanto, con sus intereses
permanentes por encima de las disputas políticas partidistas. Así, la monarquía es

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hereditaria (art.57 CE), pues permite la provisión de su titular al margen de la lucha de los
partidos políticos. De otro lado, la idea de permanencia alude al carácter hereditario de la
Corona, en relación con el cual, a través del artículo 57, se asegura la sucesión en la
continuidad de un régimen de la misma naturaleza.

Funciones arbitrales y moderadoras


Estas están expuestas en el artículo 62 de la Constitución y debe realizarlas con el refrendo
del Presidente del Congreso de los Diputados. Estas funciones están reguladas al detalle,
aunque dentro de ellas cabría distinguir la función de reserva que el Rey puede adoptar
(como ocurrió el 23 de Febrero de 1981) en circunstancias excepcionales, por iniciativa
personal y siempre en defensa de la Constitución, que él mismo debe cumplir.
Uno de nuestros clásicos, Santamaría de Paredes, calificaba al Rey de poder armónico o
regulador y le atribuía las potestades de impulso de los poderes del Estado y la resolución
de conflictos entre los mismos.
Para el cumplimiento de tal función se dota, aparentemente, al Rey de prerrogativas como
la propuesta, nombramiento y cese del Presidente del Gobierno; la convocatoria y
disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones; la convocatoria de referéndum; la
sanción y promulgación de leyes, etc. El Rey, en todas ellas, actúa como mediador, árbitro o
moderador, sin asumir la responsabilidad de sus actos.
Cumple el Rey dicha función mucho más en base a su auctoritas, en la dignidad y prestigio
de la Corona, que en un auténtico poder político otorgado por la Constitución, lo que hace
referencia al aforismo de que “el Rey reina pero no gobierna”.
La función moderadora se contempla en el actual contexto español, como una moderación
informal que el Rey debe ejercer desde su magistratura moral en razón de la apoliticidad
de su persona, de su permanencia en el cargo y de la irresponsabilidad de su función.
La función arbitral del Rey, a diferencia de la función moderadora, se basa en tres
condiciones necesarias: la actuación del rey es pública y no confidencial; en segundo lugar
comporta un margen de discrecional pues no se ejerce fuera de la Constitución; y en tercer
lugar sólo cabe utilizarla en situaciones excepcionales en que se ponga en peligro el
funcionamiento regular de las instituciones.
Funciones mediadoras
Derivan no tanto de su posición de Jefe del Estado, como sobre todo de ser la cabeza de la
Nación; es decir la de poseer una magistratura no política, en tanto que representante de
toda la sociedad.
Así el Rey debe escuchar, aconsejar y recibir a miembros de todos los estamentos para estar
informado de lo que acontece en su país. Aún siendo inviolable, tiene una libertad de
expresión limitada, porque no puede decir lo que verdaderamente piensa, sino lo que crea
que se debe escuchar.

Funciones específicas
Se trata de funciones efectivas, que realiza personalmente el Rey, pero con la participación
de otros órganos, autores materiales de los actos en que se concretan a través del refrendo,
y que son responsables de la actuación del Rey. Son funciones específicas del Jefe del

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Estado, tasadas, de las que no puede salirse, pero son, al mismo tiempo, unas funciones
abiertas, puesto que además de las reconocidas en la Constitución, especialmente en los
artículos 62 y 63, posteriores leyes le pueden reconocer otras.
La esencia del poder moderador que representa el titular de la Corona consiste en
garantizar “el funcionamiento regular de las instituciones”, por ello sus actuaciones están
relacionadas con los restantes poderes del Estado que reconoce nuestra Constitución.

Atribuciones en relación con el poder electoral


Según el artículo 1.2 de la Constitución establece que “la soberanía nacional reside en el
pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Es decir, la forma de ejercer el
pueblo la soberanía es a través del poder electoral, como poder del Estado.
Son atribuciones formales, pues el Rey no dispone de ningún margen de discreción para
convocar el poder electoral.

Atribuciones en relación con el poder corrector


Corresponde al Rey el nombramiento de los Magistrados del Tribunal Constitucional y de
su Presidente (art. 159.1 y 160 CE), con el refrendo del Presidente del Gobierno. Estas
atribuciones que la Constitución reconoce al Rey respecto al Tribunal Constitucional, están
también regladas, sin que tenga ninguna capacidad de influencia tanto en el proceso del
nombramiento de sus miembros, como en la propia actividad del mismo.
Por tanto, las relaciones del Rey con el Tribunal Constitucional son meramente
protocolarias.

Atribuciones en relación con el poder ejecutivo


Tradicionalmente, el Rey era el titular del poder ejecutivo aunque, de hecho, se ejerciera
por el Gobierno. La Constitución de 1978, ha cortado deliberadamente toda identificación
del Rey con el poder ejecutivo, para pasar a ser el órgano moderador y representante del
Estado:
Nombramiento y cese del Gobierno (art. 62.d) y e), 99, 100 y 113 CE). Se distingue entre el
nombramiento del Presidente del Gobierno ordinario o extraordinario, es decir, tras las
elecciones generales o como consecuencia de una moción de censura.
Derecho a “ser informado de los asuntos de Estado” (art. 62.g CE). Esta prerrogativa de
tradición inglesa le permite al Rey ejercer sus facultades de influencia y consejo. Esta
información ha de versar sobre asuntos de Estado, puesto que el Rey está por encima de
problemas políticos concretos o de asuntos que afecten a la política de partido.
Derecho a presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros, cuando lo estime
oportuno, a petición del Presidente del Gobierno (art. 62.g CE). El Rey puede animar,
advertir o aconsejar, pero no tomar parte en las deliberaciones y acuerdos.
Facultad de expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros (art. 62.f CE). Se
incluyen los decretos legislativos y los decretos-leyes.

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Facultad de conferir los empleos civiles y militares (art 62.f CE). Esta facultad se limita a
aquellos cargos que, de acuerdo con la legalidad vigente, precisan de un decreto acordado
en Consejo de Ministros.
Facultades respecto a las relaciones internacionales (art. 63 CE). Corresponde al Rey en este
orden: acreditar y recibir a los embajadores y otros representantes diplomáticos,
manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de
tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes, declarar la guerra y hacer la paz,
previa autorización de las Cortes Generales. La iniciativa le corresponde al Gobierno y la
autorización a las Cortes Generales.
Mando supremo de las Fuerzas Armadas (art. 62.h CE). Esta facultad ha de ser compatible
con las facultades del Gobierno que refrenda y al que el artículo 97 CE atribuye la dirección
de la Administración militar y la defensa del Estado.
Atribuciones en relación con el poder parlamentario:
En relación con las Cortes Generales, le corresponde al Rey:
Convocatoria de elecciones a Cortes Generales (art. 62.b CE). Se realiza mediante Real
Decreto, expedido con el refrendo del Presidente del Gobierno, a propuesta del mismo
y bajo su exclusiva responsabilidad y previa deliberación del Consejo de Ministros.
Convocatoria de las Cortes Generales (art. 62.b CE). Se trata de la primera convocatoria
tras la celebración de elecciones generales (art. 68.6 CE).
Disolución de las Cortes Generales (art. 62.b CE). Son posibles varios supuestos de
disolución:
Disolución automática (art. 99 CE)
Disolución anticipada (art. 115 CE)
Disolución inmediata (art. 168.1 CE)
Sanción y promulgación de las leyes (art. 62.a CE). El Rey sancionará, en el plazo de
quince días, las leyes aprobadas por las Cortes Generales, y las promulgará y ordenará
su inmediata publicación.
Convocatoria de los refrendos (art. 62.c CE). Se realiza por el Rey, mediante Real
Decreto acordado en Consejo de Ministros y refrendado por su Presidente.

Atribuciones en relación con el poder judicial:


Le corresponde al Rey:
Relación simbólica de carácter pasivo. La justicia se administra “en nombre del Rey”,
(art. 117.1 CE), lo que alude al carácter público de la justicia, y supone un recuerdo
histórico de la época en que los soberanos eran titulares efectivos de la administración
de justicia.

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Nombramiento del Presidente y de los miembros del Consejo General del Poder
Judicial (art. 122.3 y 123.2 CE).
Nombramiento del Fiscal General del Estado, a propuesta del Gobierno, oído
previamente el Consejo General del Poder Judicial.
Derecho de gracia. Este se concreta en la facultad de conceder amnistías e indultos, con
los límites que señala la Constitución.

Atribuciones en relación con el poder constituyente constituido


Dichas atribuciones son mínimas, pues el carácter democrático de nuestra Monarquía
parlamentaria se basa en que la soberanía nacional reside en el pueblo español, por lo que
toda reforma de la Constitución debe quedar al margen de la voluntad el Monarca.
El poder moderador interviene en las actuaciones del poder constituyente constituido en
los supuestos:
Convocatoria de referéndum. El Rey tendrá que convocarlos, de acuerdo a lo previsto
en el artículo 2.3. de la L.O. de las distintas modalidades de referéndum.
Disolución, convocatoria de elecciones y convocatoria de las nuevas Cortes Generales.
Promulgación de la reforma constitucional.

Atribuciones en relación con el poder autonómico


Las relaciones del Rey con este poder se encuentran enmarcadas por dos artículos de la
Constitución: por una lado, el art 56.1 CE en tanto que Jefe de Estado es el símbolo de su
unidad; y por otra, según el art. 61.1, el Rey al ser proclamado ante las Cortes debe prestar
juramento de respetar “los derechos de las Comunidades Autónomas”.
La Corona es pues, un importante factor de integración de las distintas nacionalidades y
regiones en que se divide España. Así establece la Constitución en el artículo 152.1 que los
Presidentes de las Comunidades Autónomas, elegidos por las respectivas Asambleas entre
sus miembros, “serán nombrados por el Rey”. La razón es simplemente la integración del
ordenamiento jurídico en las Comunidades Autónomas en el del Estado, cuya unidad
simboliza el Rey.

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TEMA 2. EL PODER LEGISLATIVO

DERECHO CONSTITUCIONAL I

1. El Bicameralismo. 2. Composición de las Cámaras. 2.1.El Congreso de los Diputados. 2.2. El


senado. 3. Garantías del poder parlamentario. 4. Garantías de los parlamentarios. 4.1.EI estatuto de
los parlamentarios. 5.0rganización del poder parlamentario. 5.1.0rganos de dirección .y
administración. 5.2.0rganos de trabajo. 5.3.La Diputación Permanente. 5.4.Los grupos
parlamentarios. 6. El fu.ncionamiento del poder parlamentario. 6.1.Racionalización temporal del poder
parlamentario. 6.2.La legislatura. 6.3.Las sesiones. 6.4.Disolución de las Cortes. 6.5. Normas de
fu.ncionamiento. 6.6.La prohibición del mandato imperativo. 7. Las fu.nciones comunes de las
Cámaras. 7.1.Lá fu.nción representativa. 7.2.Las fu.nciones específicas. 7.3.La fu.nción legislativa.
7.4.La fu.nción financiera. 8. Las fu.nciones individuales de las Cámaras. 8.1.La función de control.
8.2.La función política del Congreso de los Diputados. 8.3. La función autonómica del Senado.

UCAM
UNIVERSIDAD CATÓLICA
DE MURCIA
TEMA 2. EL PODER LEGISLATIVO

DERECHO CONSTITUCIONAL 1 ·

1. El Bicameralismo. 2. Composición de las Cámaras. 2.1.El Congreso de los Diputados. 2.2. El


senado. 3. Garantias del poder parlamentario. 4. Garantias de los parlamentarios. 4.1.El estatuto de
los parlamentarios. 5.0rganización del poder parlamentario. 5.1.0rganos de dirección y.·
administración. 5.2.0rganos de trabajo. 5.3.La Diputación Permanente. 5.4.Los grupos
parlamentarios. 6. El funcionamiento del poder parlamentario. 6.1.Racionalización temporal del poder
parlamentario. 6.2.La legislatura. 6.3.Las sesiones. 6.4.Disolución de las Cortes. 6.5. Normas de
funcionamiento. 6.6.La prohibición del mandato imperativo. 7. Las funciones comunes de las
Cámaras. 7.1.La función representativa. 7.2.Las funciones especificas. 7.3.La función legislativa.
7.4.La función financiera. 8. Las funciones individuales de las Cámaras. 8.1.La función de control.
8.2.La función política del Congreso de los Diputados. 8.3. La función autonómica del Senado.
.

El Poder Legislativo se define como "aquel en que reside la potestad de hacer y reformar
las leyes". De esta manera, en los Estados de Derecho democrático de división de poderes,
es donde desde la Constitución se da al poder legislativo la competencia y prerrogativa de
expedir las leyes.
La principal característica del sistema parlamentario, es que la soberanía se deposita en el
Parlamento y, por tanto, no existe una separación rígida entre éste y el gobierno al
contrario que en el poder ejecutivo.
El origen de la institución se remonta a las reuniones de los representantes de la nobleza, el
clero y de las ciudades con derecho a ello que los Reyes europeos convocaban a fin de que
aprobaran la imposición de gravámenes y derechos y trataran los negocios graves del
Reino.
La Constitución de 1978 para referirse al Poder Legislativo estatal, optó por el de "Cortes
Generales", de influencia británica.
El uso de esta denominación es reflejo de la época de la España medieval, al que refería el
emplazamiento donde se celebraban las deliberaciones (donde estaba la Corte) y que,
cuando tenía carácter extraordinario o solemne se llamaban "generales". El origen de la
institución tiene su raíz en las asambleas medievales, en el ámbito eclesiástico donde se
construyó el principio representativo, tal y como se entendió en la Edad Media.
El Parlamento comparte con todos los Estados democráticos unas características generales
en relación a su naturaleza y sus funciones:
En cuanto a su naturaleza, la elección de sus miembros por la vía del sufragio
universal, libre, directo y secreto de todos sus miembros o, cuando está compuesto por
más de una Cámara, al menos de una de ellas; autonomía plena para su
autorregulación, presupuestos y estatus de sus miembrns.
En cuanto a sus funciones: le corresponde básicamente la elaboración y aprobación de
las Leyes, la elección de los integrantes del Poder Ejecutivo, la orientación de la política
pública y de las líneas de actuación del Estado y la integración de otros órganos
constitucionales.
La regulación constitucional de las Cortes Generales queda regulada en la Constitución en
el Título III de la misma, artículos 66 a 96, ambos incluidos. Existe una diferenciación de su
estructura interna en tres capítulos:
Capítulo 1- De las Cámaras. Art. 66 a 80.
Capítulo 11- De la elaboración de las leyes. Art. 81 a 92.
Capítulo III- De los Tratados Internacionales. Art. 993 a 96.
Y aparte los Reglamentos internos de ambas Cámaras:
Reglamento del Congreso de los Diputados, aprobado el 10 de Febrero de 1982.
Reglamento del Senado, aprobado el 3 de Mayo de 1994.
El poder legislativo se encarna en las Cortes Generales que es la institución representativa
del pueblo español. Actúan en el marco de las atribuciones constitucionales. La validez de
sus actos se deriva de su adecuación al mandato constitucional; constituyen la conexión
entre la Sociedad y el Estado.
En este sentido, las características que las definen son:
Órgano constitucional complejo: integrado por el Congreso de los Diputados y el
Senado, un Parlamento bicameral llamado imperfecto. Es un órgano regulado
directamente por la Constitución, creado y configurado por la misma.
De carácter permanente: sus titulares tienen un mandato de carácter temporal, y son
libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal.
Institución inviolable.
Órgano deliberante público: pues actúan mediante debates, votaciones y acuerdos, en
sesiones plenarias públicas.
Ostentan la supremacía política. Su potestad legislativa, se somete al control del
Tribunal Constitucional.

1. EL BICAMERALISMO
De acuerdo a la Constitución, las Cortes Generales son los representantes del pueblo
español, teniendo una configuración bicameral, al componerse de dos Cámaras.
El Senado, considerada la Cámara Alta.
El Congreso de los Diputados, conocida como la Cámara Baja.
Se le ha denominado bicameralismo imperfecto, pues las funciones de cada una de las
Cámaras no son simétricas: o sólo interviene una Cámara, o cuando intervienen las dos
existe una preeminencia de la Cámara Baja.
En representación del pueblo español ejercen los aspectos esenciales de la soberanía
nacional; poseen la potestad legislativa, aprueban los Presupuestos Generales del Estado,
controlan la acción del Gobierno y desempeñan el resto de funciones que les atribuye la
Constitución.
El ejemplo más importante de bicameralismo está en Gran Bretaña (Cámara de los Lores y
Cámara de los Comunes). Esta división ha sido el paso para salir adelante del
Constitucionalismo histórico marcado por los sistemas monárquicos.
En nuestro historia constitucional ha imperado el bicameralismo, aunque en la
Constitución de Cádiz y la de 1931 hubo una sola Cámara.
El Congreso y el Senado no tienen las mismas competencias, las dos cámaras no son
idénticas, ni respecto a su composición ni a sus funciones. El Congreso tiene una clara
superioridad funcional respecto del Senado. En las cámaras, los representantes se agrupan
en los grupos parlamentarios.
Los rasgos del bicameralismo son:
El Congreso de los Diputados es la primera cámara que estudia todos los proyectos y
propuestas legislativas, además la voluntad del Congreso prevalece sobre la del
Senado.
En la convalidación de los decretos-leyes no interviene el Senado, sólo convalida el
Congreso.
En la función de control de responsabilidad política únicamente actúa el Congreso.
En la intervención de los estados de alarma, excepción y sitio, el control parlamentario
únicamente se ejerce por el Congreso de los Diputados. El Senado no interviene.
En el procedimiento de reforma simple, prevalece la voluntad de reforma del
Congreso, frente a la de no reforma del Senado.

2. COMPOSICION DE LAS CÁMARAS

2.1. El Congreso de los Diputados

La composición del Congreso de los Diputados se recoge en el artículo 68 de la


Constitución.
Se compone de un mínimo de 300 y un máximo de 400 diputados, elegidos por sufragio
universal, libre, igual, directo y secreto, en los términos que establezca la ley. Esta ley es la
Ley Orgánica 5/1985, de 19 de Junio, de Régimen Electoral, que ha fijado el número en 350
diputados.
En cuanto a la elección, se destaca:
A efectos de la elección de Diputados la circunscripción electoral es la provincia.
La ley distribuirá el número total de Diputados, asignando una representación mínima
inicial a cada circunscripción y distribuyendo los demás en proporción a la población.
Son electores y elegibles todos los españoles que estén en pleno uso de sus derechos
políticos.
La elección se verifica en cada circunscripción según criterios de representación
proporcional. El sistema de listas de candidatos es bloqueado y cerrado, así el elector
no tiene posibilidad de intervenir en su modificación.
El Congreso es elegido por cuatro años; el mandato de los Diputados:
Termina cuatro años después de su elección o el día de la disolución de la Cámara. Esta
extinción del mandato no afecta a los miembros de la Diputación Permanente, que
retendrán el mandato y sus funciones hasta la Constitución del Congreso de los
Diputados salido de las elecciones.
Ceuta y Melilla estarán representadas cada una de ellas por un Diputado.

2.2. El Senado

La composición del Senado se recoge en el artículo 69 de la Constitución.


El Senado es la Cámara de representación territorial, en la que se combina la representación
de las Comunidades Autónomas y de las provincias.
En cuanto a la elección, se destaca:
En cada provincia se elegirán cuatro senadores por sufragio universal, libre, igual,
directo y secreto por los votantes de cada uno de ellos, en los términos que señale una
Ley Orgánica.
En las provincias insulares, cada isla o agrupación de ellas, con Cabildo ó Consejo
Insular, constituirá una circunscripción a efectos de elección de Senadores,
correspondiendo tres a cada una de las islas mayores: Gran Canaria, Mallorca y
Tenerife, y uno a cada una de las siguientes: Ibiza, Formentera, Menorca,
Fuerteventura, Gomera, Hierro, Lanzarote y la Palma.
En Ceuta y Melilla elegirán cada una de ellas dos Senadores.
Las Comunidades Autónomas designarán además un Senador y otro más por cada
millón de habitantes en su territorio; designación que le corresponde a la Asamblea
Legislativa, o en su defecto, al órgano colegiado superior de la Comunidad Autónoma,
de acuerdo a los Estatutos.
El Senado es elegido por cuatro años.

3. GARANTÍAS DEL PODER PARLAMENTARIO

En nuestro sistema parlamentario se recogen las siguientes garantías colectivas:

La Autonomía reglamentaria

La Constitución garantiza la autonomía plena y de ambas Cámaras de las Cortes Generales,


al declarar que las mismas "establecen sus propios Reglamentos, aprueban
autónomamente sus presupuestos y, de común acuerdo, regulan el Estatuto del Personal
de las Cortes Generales. Esto implica que cualquier autoridad ajena al Parlamento
intervenga en el establecimiento de sus normas internas.
Así, queda establecido en el art. 72.1 CE

La Autonomía presupuestaria
Esta garantía consiste en la libertad de acción que se le proporciona al Parlamento el cual
aprueba sus presupuestos, los pone en práctica y ordena la apropiación de fondos públicos
para fines parlamentarios. De esta manera, se asegura la independencia funcional al contar
con un sistema de financiación que permita tornar las propias decisiones al respecto dentro
de un margen de autonomía imprescindible.
Así la Constitución señala: que las Cámaras "aprueban autónomamente sus Presupuestos".
Esta autonomía financiera se extiende también a la gestión y liquidación de los
Presupuestos aprobados, así como al control de ejecución del mismo.
Cada Cámara anualmente aprueba su presupuesto según se refiere en el art. 72 CE para su
correcto funcionamiento.
La Autonomía funcional

La autonomía funcional le atribuye al Parlamento en el ejercicio de sus funciones de


administración interna, de ejecución de sus normas reglamentarias y de disciplina
parlamentaria la exclusividad; pues toda otra autoridad del Estado tiene prohibido
intervenir o arrogarse sus funciones.
Así, tienen las Cámaras la potestad para elegir a sus respectivos Presidentes y los demás
miembros de sus Mesas, y la capacidad para regular el Estatuto de Personal de las Cortes
Generales. (art. 72.2 CE).

La Autonomía disciplinaria y los poderes de policía

Según establece el art. 72.3 CE, la Constitución atribuye a la Presidencia de las Cámaras
todos los poderes administrativos y facultades de policía en el interior de las respectivas
sedes. (muestra del clásico principio liberal y democrático de la separación de poderes).

La Inviolabilidad de las Cortes Generales


La inviolabilidad es una inmunidad absoluta del Parlamento por la cual no puede ser
jurídicamente atacado o allanado; ninguna autoridad o individuo puede interferir en él,
por la vía del derecho o de los hechos.
La Constitución señala que "las Cortes Generales son inviolables"(art 66 CE).
La inviolabilidad incluye el privilegio específico de inmunidad de sede que establece que:
ninguna autoridad puede penetrar en el recinto donde el Parlamento reside o ejerce sus
funciones sin su autorización.

4. GARANTÍAS DE LOS PARLAMENTARIOS


Para garantizar el correcto e independiente funcionamiento de las Cámaras parlamentarias
se establecen unos privilegios a los miembros del Parlamento. Estos son:
La inviolabilidad por las opiniones manifestadas y los votos emitidos en el ejercicio de
las funciones parlamentarias; esta prerrogativa persigue garantizar a los
parlamentarios que puedan expresar sus ideas en forma libre; de ninguna manera
ampara su abuso como derecho, y no significa impunidad.
La inmunidad procesal les permite a las Cámaras que funcionen con libertad y puedan
celebrar sus reuniones con asistencia del número de parlamentarios requerido por la
Constitución. Consiste en la prohibición de detener o procesar a un parlamentario sin la
previa autorización de la Cámara respectiva, salvo en caso de flagrante delito. No
protege frente a acciones judiciales privadas.
Asimismo se asegura a los parlamentarios la libertad de voto en todas las cuestiones
relativas a las Cámaras, a través del mandato imperativo, sin atender a instrucciones
que puedan impartir sus electores o sus partidos políticos.

4.1. El Estatuto de los parlamentarios


El Estatuto de los Parlamentarios es el conjunto de prerrogativas, derechos y deberes de los
miembros del Parlamento. Estos representan a la nación, por lo tanto no están sujetos a
mandato imperativo.

4.J .J. Adquisición, suspensión y pérdida de la condición de parlamentario

El artículo 70 de la Constitución remite a la ley electoral la tipificación de las causas de los


miembros de las Cortes Generales, estableciendo así una reserva de ley específica.
Se diferencia entre:
Inelegibilidad. En el ámbito de la selección del representante. Su finalidad es garantizar
la transparencia de las elecciones, que no se planteen situaciones que podrían derivar
en una discriminación del proceso electoral, eliminando posibles coacciones o
intimidaciones. La inelegibilidad actúa desde el inicio al fin del proceso electoral.
Incompatibilidad. La imposibilidad jurídica para simultanear dos cargos al mismo
tiempo y sí, garantizar la independencia de los parlamentarios en sus funciones. Esto
supone una derivación del mandato imperativo del artículo 67.2 CE, así como del
principio de separación de poderes que informa el texto de la misma. La
incompatibilidad surge en el momento inmediatamente posterior, una vez celebrada la
elección.

Causas por las que se accede a parlamentario


Presentar en la Secretaría General de la cámara la credencial de electo expedida por el
correspondiente órgano de la solución electoral.
Prestar en la primera sesión del Pleno a que se asista, la promesa o juramento de acatar
la constitución.
Cumplimentar una declaración a efectos del examen de incompatibilidades reflejando
sus actividades y sus bienes patrimoniales.

Suspensión de la condición de parlamentario


La suspensión de ésta condición supone la interrupción de los derechos y deberes de los
parlamentarios por las causas establecidas en los reglamentos, en ningún caso de las
prerrogativas parlamentarias.
De esta manera, se diferencian como causas de suspensión:
Por aplicación de normas de disciplina parlamentaria establecidas en el Reglamento.
Cuando, concedida por la Cámara la autorización objeto de un suplicatorio y firme el
auto de procesamiento, se hallare en situación de prisión preventiva y, mientras dure
ésta.
Cuando una sentencia firme condenatoria lo comporte o cuando su cumplimiento
implique la imposibilidad de ejercer la función parlamentaria.

Pérdida de la condición de parlamentario


El Diputado perderá su condición de parlamentario por las siguientes causas:
Por decisión judicial firme que anule la elección o la proclamación del diputado.
Por fallecimiento o incapacitación del diputado, declarada ésta por decisión judicial
firme.
Por extinción del mandato, al expirar su plazo o disolverse la Cámara, sin perjuicio de
la prórroga en sus funciones de los miembros, titulares y suplentes, de la Diputación
Permanente, hasta la constitución de la nueva Cámara.
Por renuncia del diputado, ante la Mesa del Congreso.

4.1.2. Las garnntías parlamentarias

Son prerrogativas que protegen la función parlamentaria frente a acciones externas que
pretendan impedir o disminuir la actividad que llevan a cabo las cámaras como
legisladores, controladores de la acción del gobierno.
En la actualidad estas garantías se encuentran objetivamente formalizadas. Están
encaminadas a asegurar un adecuado funcionamiento de las cámaras para que los
parlamentarios ejecuten sus funciones con total libertad.
Estas prerrogativas influyen en el ámbito de los derechos fundamentales, como ampliación
de los derechos de los parlamentarios y, como limitación de los derechos de los
ciudadanos.

Las garantías parlamentarias son:

a) La Inviolabilidad. Protege a los diputados en el ejercicio de sus funciones, dentro del


parlamento; éstos no pueden verse sometidos a procedimiento alguno ni por las opiniones,
ni por los votos que emitan en la Cámara de la que forman parte. La Constitución reconoce
su regulación jurídica en el artículo 71.lc al señalar -los diputados y senadores gozarán de
inviolabilidad por las opiniones expresadas en el ejercicio de sus funciones representativas.
También en el reglamento del Congreso y del Senado.
Únicamente gozarán de inviolabilidad los parlamentarios (un Ministro no tiene esta
garantía). Esta garantía es perpetua, cubre todas las opiniones expresadas aún después de
hacer cesado el mandato.
En relación a sus límites materiales:
La libre manifestación de opiniones parlamentarias, debe estar dirigida al
funcionamiento y formación de la voluntad de la Cámara.
La inviolabilidad no permite a los parlamentarios proferir insultos, palabras ofensivas a
los miembros de la Cámara, a instancias del Estado, y a cualquier persona o entidad.
La inviolabilidad tiene un ámbito temporal no limitado, a diferencia de otras prerrogativas.
Ni durante ni después de su mandato cabe acción alguna que violente esta garantía.

b) La Inmunidad. Esta garantía protege la libertad personal de los parlamentarios contra


aquellos procesos judiciales y detenciones que puedan privarles de libertad, para lo cual es
necesario solicitar previa autorización a la Cámara.
Quedan así protegidos los diputados también ante iniciación de procedimientos penales
contra ellos; no existe por tanto la detención preventiva como para el resto de ciudadanos.
En cuanto su ámbito material: no se puede efectuar una detención si no es por flagrante
delito. Así queda de manifiesto que dicha prerrogativa sólo juega cuando se trata de
procesos en el ámbito penal.
El artículo 71.2 de la Constitución regula esta garantía.

c) El Suplicatorio. Es el acto por el cual el tribunal solicita a la Cámara la autorización para


procesar a un parlamentario por un presunto delito. Lo solicita el Presidente de la Cámara
respectiva y se examina la competencia y formalidad de la solicitud. Posteriormente se
remite a una comisión especial en cada una de las cámaras, donde se examina y se emite un
dictamen; con éste se remite al Pleno y éste decide la concesión del suplicatorio.

d) El Fuero Especial. El fuero especial o aforamiento donde un diputado tiene un juzgado


concreto para ser juzgado, concretamente se dan dos casos:
Será juzgado en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Autónoma a la que
corresponda si es diputado del Parlamento de una Comunidad Autónoma.
Será juzgado en el Tribunal Supremo si es diputado en el Parlamento de España.
Está regulado en el artículo 71.3 de la Constitución -se dice que en las causas contra
diputados y senadores, será competente la sala de lo penal del TS-, de ésta manera, el TS es
el único que puede procesar a los parlamentarios por la labor que desempeñan. Y se
encuentra desarrollado por el art. 57 LOPJ en concordancia con el texto superior.
En el ámbito temporal la literalidad de este precepto permite decir que el fuero sólo entra
en juego mientras se mantiene la condición de diputado o senador. Es decir, si la causa es
contra persona que accede a dicha condición, el juzgado o tribunal que esté conociendo
debe inhibirse a favor del TS. Si éste, está conociendo de una causa contra un diputado o
senador que pierde el mandato, la causa será remitida al órgano jurisdiccional que resulte
competente por la nueva situación.
e) La Asignación económica y otros recursos económicos. Esta garantía viene regulada en
el artículo 71.4 de la Constitución donde se refiere: "los diputados y senadores percibirán
una asignación que será fijada por las respectivas Cámaras".
Así se distingue entre asignación constitucional e indemnización. Esta tiene carácter
irrenunciable considerado como un interés protegido por el ordenamiento jurídico pero no
disponible. La asignación si es renunciable.
También tienen naturaleza irretenible, no pudiendo ser objeto de embargo o retención, sí,
estando sujetas a las normas tributarias de carácter general.
Los parlamentarios pueden percibir asignaciones en especie (vehículos oficiales, despachos,
comunicaciones) inherentes al desempeño de su cargo. Los reglamentos de las Cámaras
encomiendan a éstas el establecimiento de un sistema de protección social.

5. ORGANIZACIÓN DEL PODER PARLAMENTARIO

Las Cámaras tienen;una autonomía funcional garantizada constitucionalmente con el fin de


asegurar su independencia.
En ejercicio de la autonomía que la Constitución le reconoce al Congreso, la Cámara se rige
por el reglamento establecido por ella en 1982 y configura una serie de órganos de gobierno
para ejercer las competencias correspondientes, que clasificamos en :

5.1. Órganos de dirección y administración

El Presidente
España, es una presidencia autónoma, donde las Cámaras disponen de autonomía para
elegir a sus respectivos presidentes, sin injerencias extrañas de otros poderes del estado
(art. 72.2. CE).
El Presidente es el que ostenta la representación de la Cámara, elegido por el Pleno para
toda la legislatura. Preside los demás órganos colegiados del Congreso y las reuniones
conjuntas de ambas Cámaras de las Cortes Generales.
No se establece nada al respecto del mandato del Presidente en la Constitución, ni en
ningún reglamento; no obstante se entiende que su duración se extinguirá con la
legislatura. Al ser el Presidente de la Cámara también Presidente de la Diputación
Permanente, por renuncia, se acabará el mandato también.
Le corresponde al Presidente cumplir y hacer cumplir el Reglamento, interpretándolo en
los casos de duda y supliéndolo en los de omisión.
Los Presidentes de las Cámaras ejercen en nombre de las mismas todos los poderes
administrativos y facultades de policía en el interior de sus respectivas sedes.
Respecto a la elección se elige por mayoría absoluta en primera votación; de no
conseguirse, resultará elegido en segunda votación aquél más votado de entre los dos que
más votos hubiera obtenido en la primera votación.
La Mesa del Congreso
La Mesa es el órgano rector de la Cámara y ostenta la representación colegiada de ésta en
los actos a que asista.
Integrada por el Presidente, cuatro Vicepresidentes y cuatro Secretarios elegidos por el
Pleno en función de la importancia numérica de los diversos grupos parlamentarios, su
función primordial es regir y ordenar el trabajo de todo el Congreso, siendo el órgano de
gobierno interno.
La composición de la Mesa varía de una cámara a otra.
Entre sus funciones:
Decide la tramitación de todos los escritos y decretos de índole parlamentario con
arreglo al reglamento.
Elabora el proyecto de Presupuesto del Congreso de los Diputados, dirigiendo y
controlando su ejecución, y, presenta ante el Pleno de la Cámara, al final de cada
ejercicio, un informe acerca de su cumplimiento.
Ordena los gastos de la Cámara, sin perjuicio de las delegaciones que pueda acordar.

La Junta de Portavoces
Los portavoces de los grupos parlamentarios forman la Junta de Portavoces; es por tanto
un órgano político. Su función principal es fijar el orden del día de las sesiones del Pleno.
El Presidente la convocará a iniciativa propia o a petición de dos Grupos Parlamentarios o
de la quinta parte de los miembros de la Cámara.
A las reuniones de la Cámara deberán asistir, al menos, un Vicepresidente, uno de los
Secretarios de la Cámara y el Secretario General. Los portavoces o suplentes podrán estar
acompañados por un miembro de su grupo que no tendrá derecho a voto.

5.2. Órganos de trabajo

El Pleno
En la Constitución se establece en el art. 71, que las Cámaras funcionan en Pleno y por
Comisiones. También hace mención expresa a sus sesiones, para prever la publicidad de las
mismas (art. 80 CE), reservándole el Reglamento del Congreso los artículos 54 y 55.
Es el Pleno el órgano de trabajo funcional, a través de la Cámara ejerce su voluntad. Es la
reunión de todos los miembros que componen la Cámara, como órgano supremo del
Parlamento pues goza de una especial legitimación frente al resto de órganos
parlamentarios, en la medida en que se haya integrado por todos y cada uno de los
representantes populares.
Las sesiones del Pleno tienen carácter solemne, y los trabajos técnicos se realizan en las
comisiones de la Cámara. Las sesiones plenarias de las Cámaras serán públicas, salvo
acuerdo en contrario de cada Cámara, adoptado por mayoría absoluta o con arreglo al
Reglamento.
Para su constitución no es necesaria la presencia mínima de miembros, aunque si lo es para
la realización de votaciones; en este caso, deberán estar presentes al menos la mitad más
uno de los miembros de la Cámara.
Las sesiones pueden ser:
Ordinarias: realizadas en los dos periodos de sesiones, de septiembre a diciembre, y de
febrero a junio, convocadas a través de un calendario ya prefijado.
Extraordinarias: convocadas a solicitud del Presidente del gobierno, la Diputación
Permanente o de la mayoría absoluta de los miembros de la Cámara.

Las Comisiones
Las comisiones son secciones de las Cámaras a través de las que se realiza la división del
trabajo parlamentario.
Están compuestas en función de los Grupos Parlamentarios, en proporc1on a su
importancia numérica, pero todos los grupos están representados en las mismas, al menos
con un miembro.
La importancia de las comisiones se debe a que dan mayor eficacia, agilizan la actividad
parlamentaria, favoreciendo que se llegue a acuerdos más fácilmente, por no ser públicas.
Podemos distinguir:
Por temporalidad de las normas: com1s10n permanente (dura toda la legislatura) y
comisión no permanente (creada para un determinado objetivo).
Por su actividad: comisiones legislativas (desarrollan actividades legislativas) y
comisiones no legislativas.
Por su especialidad: las materias legislativas están relacionadas con los ministerios.

5.3. La Diputación Permanente

Es el órgano permanente de cada una de las Cámaras que garantiza la permanencia y la


continuidad de las funciones asignadas a las Cortes Generales.
Está compuesta mínimo por veintiún miembros, que representarán a los grupos
parlamentarios, en proporción a su importancia numérica. En casa Cámara, habrá una
Diputación Permanente.
Es el órgano que vela por los poderes de la Cámara entre periodos de sesiones ó, cuando su
mandato ha terminado por expiración ó disolución. La Diputación Permanente estará
presidida por el Presidente del Congreso.
Está presidida por el Presidente de la respectiva Cámara y regulada en la Constitución en
el artículo 78. Así dispone la existencia de este órgano "de guardia" que garantiza un
mínimo de continuidad de la actividad parlamentaria, manteniéndose en todo momento el
equilibrio de poderes propio de nuestro sistema parlamentario.
Son por tanto, las Diputaciones Permanentes, "órganos parlamentarios, que suplen a otros
órganos parlamentarios en el ejercicio de alguna de sus funciones durante los periodos
entre legislaturas, teniendo básicamente poderes formales de iniciativa procedimental
respecto de otros órganos parlamentarios en los lapsos de tiempo entre periodos de
sesiones".
La Diputación Permanente reduce al mínimo indispensable la institución parlamentaria
durante el periodo entre legislaturas.
Se aplica en las sesiones de la Diputación Permanente el régimen de publicidad del Pleno
de la Cámara, reproduciéndose sus sesiones en el Diario de Sesiones.
Este órgano desempeña sus funciones a título propio y no por delegación del Pleno, ello sin
perjuicio de la dación de cuentas que ha de realizar a éste.
Entre sus funciones durante los intervalos entre periodos de sesiones, le corresponde:
Ejercitar la iniciativa del art. 73.2 CE, a saber, solicitar la convocatoria de sesiones
extraordinarias del Pleno o de las Comisiones.
Velar p�r los poderes de la Cámaras.
Disueltas las Cámaras o expirado su mandato, le corresponde:
Asumir las facultades de las Cámaras señaladas en los artículos 86 y 116 CE.
Velar por los poderes de las Cámaras.

Expirado el mandato o en caso de disolución, las Diputaciones Permanentes seguirán


ejerciendo sus funciones hasta la constitución de las nuevas Cortes Generales.

5.4. Los Grupos Parlamentarios

Los miembros de las Cámaras se unen en función de su afinidad ideológica o pertenencia a


un partido político, el mínimo es de quince diputados. Podrán reunirse aún sin reunir ese
mínimo también, los diputados de una o varias formaciones políticas que hubieren
obtenido un número de escaños no inferior a cinco y, al menos, el quince por ciento de los
votos correspondientes a las circunscripciones en que hubieren presentado candidatura o el
cinco por ciento de los emitidos en el conjunto de la Nación.
A diferencia de lo que sucedía en el parlamentarismo del s. XVIII y XIX, son los verdaderos
sujetos de la actividad parlamentaria.
Entre sus competencias: presentan las proposiciones de ley, las enmiendas a la totalidad y
la propuesta de la reforma general.
Ningún parlamentario podrá formar parte de más de un grupo parlamentario.

6. EL FUNCIONAMIENTO DEL PODER PARLAMENTARIO

6.1. Racionalización temporal del Poder Parlamentario

Los diferentes sistemas de gobierno están configurados según los diferentes modos de
relación entre el Parlamento y el Gobierno.
En la evolución histórica de Inglaterra, triunfante la Revolución, el Parlamento inglés tuvo
el mismo rango que el Rey, conservando el nombramiento y separación de ministros.
Después fueron despachándose los asuntos gubernamentales al Consejo Privado del Rey: el
Gabinete. A partir de la mitad de siglo el Gabinete fue cada vez más homogéneo.
Con la llegada del sufragio universal y la pérdida de poder de la Cámara de los Lores llegó
la democratización del sistema parlamentario.
La revolución de 1848 acentúo la democratización del régimen, y en países como España o
Alemania apenas tuvo reflejo. En nuestros días se tiende a limitar y condicionar el poder
del Parlamento y a fortalecer la posición del Gobierno, es lo que se denomina
racionalización parlamentaria.
El elemento esencial del sistema parlamentario es la relación de confianza entre el Gobierno
y el Parlamento.
España es un sistema con monarquía parlamentaria, donde el Rey tiene más bien funciones
simbólicas y representativas que se traducen en actos debidos necesitados de refrendo.
Existe en el Gobierno español primacía sobre el Parlamento y el Presidente del Gobierno
sobre los ministros, al apoyarse en: investidura del Presidente del Gobierno, selección libre
de los ministros por el Presidente y exigencia de candidato alternativo a la Presidencia en
las mociones de censura.

Convocatoria y constitución de las Cámaras


La convocatoria constituye un elemento de validez de los acuerdos adoptados según define
en la Constitución el artículo 67.3 donde se establece que: "las reuniones parlamentarias
que se celebren sin convocatoria reglamentaria no vincularán a las cámaras y no podrán
ejercer sus derechos ni ostentar sus privilegios". Es la Convocatoria, un llamamiento que se
hace a las mismas para que puedan reunirse con el fin de ejercer legítimamente sus
funciones.
Se distingue:
Convocatoria a fecha fija.
Convocatoria regia: las hacía el Jefe de Estado (art. 68 CE). Esta es la convocatoria que
se hace en España, dentro de los primeros veinticinco días siguientes a las elecciones.
Es para la constitución de las Cortes, primer acto constitutivo.
Autoconvocatoria: se hace en España sin que ningún miembro haga el nombramiento,
en supuestos de: convalidación de Decretos Leyes (art. 86.2 CE) sólo el Congreso, y
estados de alarma, excepción y sitio (art. 116.5 CE).
El Presidente de un órgano parlamentario puede convocar a los miembros del mismo a una
sesión, que puede ser ordinaria o extraordinaria.
En relación a la constitución de las Cámaras, el Congreso se reúne en sesión constitutiva
según el día y hora señalado en el Real Decreto, constituyéndose la Mesa de edad. (dos
secretarios). Se constituye la Mesa de la Cámara, tras la lectura de relación de diputados
electos y recursos interpuestos.
El Senado se reúne para celebrar Junta Preparatoria según el día señalado en el Real
Decreto, leyendo la lista de senadores electos e impugnaciones propuestas. Se forma una
Mesa de edad igualmente que en el Congreso (cuatro secretarios).
Para ambas Cámaras el Rey dirige un mensaje común para la solemne apertura de la
legislatura por el mismo, en el plazo de quince días después de la celebración de las sesión
constitutiva.

6.2. La Legislatura

Este concepto define el periodo de tiempo que dura el mandato parlamentario y queda
regulada en la Constitución en los artículos 68.4 y 69.6, teniendo como duración máxima
cuatro años (Congreso y Senado), salvo caso de disolución anticipada.
Cada legislatura se compone de diferentes períodos de sesiones.
El plazo de la legislatura se agota en los supuestos:
Expiración del plazo de cuatro años establecido en la Constitución.
Por disolución de las Cámaras según el art 115 CE, y también por la disolución prevista
en el art. 168 CE donde se regula el procedimiento de reforma agravado.
Supuesto excepcional contenido en el art. 99 CE, sobre la elección al Presidente del
Gobierno. Este nombra al Vicepresidente y demás.
No hay legislación al respecto sobre el caso que la legislatura pueda prorrogarse, si se dan
algunos de los estados de situación del art. 116 CE: alarma, excepción y sitio.

6.3. Las Sesiones

La sesión es el tiempo de reunión efectivo de cualquier órgano parlamentario. Se establecen


dos períodos de sesiones al año: de septiembre a diciembre , y de febrero a junio. (período
de tiempo efectivo de trabajo en el seno de las Cámaras, art. 73.1 CE).
Fuera de este tiempo se prevén sesiones extraordinarias, con unos determinados requisitos
(art. 86.1 y 116 CE).

6.4. Disolución de las Cortes

La Constitución regula la disolución de las Cámaras en su artículo 115, como el derecho del
Gobierno, en este caso de su Presidente, de poner fin antes de su término legal, al mandato
de los parlamentarios de una Cámara, provocando así nuevas elecciones.
Las Cámaras una vez disueltas dejan de existir como institución, pues implica el fin de su
vida, de los miembros que la integran y la invalidación de los mismos para las funciones
que eran de su competencia.
Surgida la disolución como fruto de las costumbres constitucionales británicas, ésta
evolucionó históricamente conforme se fue gestando la consolidación de los principios
democráticos y del régimen parlamentario. De este modo, se conformará la disolución
como instrumento regulador de los conflictos entre el ejecutivo y el legislativo.
Según el art. 115 de la CE se distingue la disolución por:
Exigencias constitucionales: expiración del plazo de legislatura (cuatro años), tras el
cual, las Cortes quedarán disueltas y deberá procederse irunediatamente a la
convocatoria de elecciones generales. Y cuando se propusiere la revisión total de la
Constitución o una reforma parcial de las previstas en el art. 168 CE, se aprobará por
mayoría de dos tercios de cada Cámara a la disolución inmediata.
Otras causas especiales.
Causa de sus relaciones con el Gobierno. Así pues, el Presidente del Gobierno, previa
deliberación del Consejo de Ministros podrá proponer dicha disolución que será
decretada por el Rey.

6.5. Normas de funcionamiento

Son dos los requisitos establecidos en el artículo 79.1 CE para la validez de los acuerdos
adoptados: reunión reglamentaria y asistencia de la mayoría de los miembros.
A su vez, la adecuación de las reuniones a lo reglamentariamente previsto conlleva
también una serie de formalidades:

6.5. l. Convocatoria reglamentaria

Está regulada en el artículo 67.3 de la Constitución que exige la convocatoria reglamentaria


para que la celebración de reuniones de parlamentarios pueda vincular a las Cámaras. La
convocatoria del Pleno corresponde al Congreso de los Diputados a su Presidente, a
iniciativa propia o a solicitud, al menos, de dos grupos parlamentarios o de una quinta
parte de los miembros de la Cámara, en el Senado a su Presidente.
La convocatoria de las Mesas corresponde a sus Presidentes, del mismo modo que la de las
Juntas de Portavoces, en el caso del Congreso, a iniciativa propia, a petición de dos grupos
parlamentarios ó un quinto de los miembros de la Cámara.

6.5.2. El Quórum

Se refiere al número mínimo de miembros que deben estar presentes en una sesión para
que el órgano parlamentario pueda reunirse y adoptar acuerdos válidos.
Para adoptar acuerdos debe estar la mayoría de la Cámara. El quórum de votación tiene
que tener la mitad más uno de los miembros que la componen. (art. 176 CE).
Se distingue en el Derecho Comparado entre el quórum de constitución ó presencia para el
momento de abrir la sesión, y el quórum de votación para votar un acuerdo.
En nuestra Constitución sólo se recoge en el art. 79.1 el quórum de votación.
Así, el "quórum de votación" aparece ya en la Constitución de 1812, en su artículo 139,
precepto que al mismo tiempo establece el sistema de mayorías a efectos de votación.
6.5.3. El Orden del día

Es el orden de asuntos fijados de antemano sobre el que va a tratar la actividad


parlamentaria del pleno o de alguna comisión. Es un elemento de validez para adoptar
acuerdos válidos.
Por tanto, solo se deliberará sobre asuntos incluidos en el mismo. Le corresponde la
determinación del orden del día al Presidente del Congreso, de acuerdo con la Junta de
Portavoces, y al Presidente del Senado, oída la Junta de Portavoces, la del orden del día de
la Mesa, Junta de Portavoces y Diputación Permanente; compete igualmente a los
Presidentes de cada Cámara. El orden del día de las Comisiones del Congreso lo fija la
Mesa de la Comisión correspondiente, de acuerdo al Presidente de la Cámara; en el Senado
el Presidente de la Comisión.

6.5.4. Caracteres de la deliberación

a) Publicidad. En la Constitución en el artículo 80 queda reconocida la publicidad de las


sesiones: " las sesiones plenarias de las Cámaras serán públicas salvo acuerdo en contrario
de cada Cámara, adoptado por mayoría absoluta o con arreglo al Reglamento".
El sentido de este precepto estriba en que en las Cortes Generales se encuentra la
representación del pueblo y los ciudadanos, por lo que no se les puede sustraer el
conocimiento.
La Constitución de 1978 incorporó este precepto, que ha estado de manera casi constante
en las Constituciones históricas de España, desde su aparición en la Constitución de Cádiz
de 1812. Así, igualmente en el derecho comparado europeo abunda la exigencia de
publicidad de las sesiones parlamentarias como regla general, sin perjuicio de que pueda
acordarse en algunos casos una reunión secreta, a iniciativa de la Cámara o el Gobierno.
Respecto a los Estatutos de Autonomía la mayor parte de ellos guarda silencio sobre ésta
cuestión (Cataluña, Galicia, País Vasco .. ), pero no faltan Estatutos que establecen la
obligatoria publicidad, salvo excepciones. (Cantabria).

b) El secreto. Se establece como excepción el secreto de las sesiones plenarias cuando se


traten cuestiones relativas al decoro de la Cámara, de sus miembros, de la suspensión de
un diputado o senador, cuando se debatan propuestas, dictámenes ó informes elaborados
en el seno de la Comisión del Estatuto de los Diputados y, de la Comisión de suplicatorio
del Senado, y cuando así lo declare el Pleno de cada Cámara por mayoría absoluta de sus
miembros, a iniciativa de la Mesa, del Gobierno, de dos Grupos Parlamentarios, de la
quinta parte de los miembros del Congreso y del Gobierno, ó cincuenta senadores en la
Cámara alta.
c) El debate y la votación. Tras la intervención en la Comisión y una vez incluido en el
orden del día del Pleno, se abre una discusión sobre el Proyecto o Proposición de Ley y las
enmiendas mantenidas. El debate suele comenzar con la presentación del texto por un
miembro del Gobierno, (si corresponde a la iniciativa de ésta) y, con la que del dictamen
hace un Diputado de la Comisión; después se rige por los que disponga el Presidente del
Congreso, oídas la Mesa y la Junta de Portavoces. Normalmente las enmiendas se discuten
y votan por orden de artículos.
Las mayorías se refieren al número mm1mo de miembros que tienen que votar para
adoptar acuerdos. La asistencia de los parlamentarios a las sesiones, es, ciertamente, un
derecho-deber de los mismos regulado en los Reglamentos de las Cámaras.
Por mayoría de los miembros se entiende la mitad más uno de los miembros de pleno
derecho del órgano correspondiente. Prevé la Constitución que los acuerdos deberán ser
aprobados por la mayoría de los miembros presentes. La práctica parlamentaria
generalizada desde 1978 ha sido computar la mayoría, sin tener en cuenta, las abstenciones
emitidas, de modo que la mayoría de los presentes se equipara a mayoría simple.
La regla general es la mayoría simple (art. 79.2 CE) para adoptar acuerdos.
En cuanto a los sistemas de votación éstos podrán ser:
Por asentimiento a la propuesta de la Presidencia: asuntos sin especial trascendencia,
cuando la propuesta no suscita oposición o rechazo.
Ordinaria: por levantamiento o electrónico.
Pública.
Por llamamiento: para temas más trascendentes, votación de investidura, cuestión de
confianza y moción de censura. Crea más solemnidad en el seno de las Cámaras.
Secretas: por el procedimiento electrónico, por papeletas (para la elección del
Presidente y de la Mesa), y por bolas (sobre todo en el Senado).
Si hay empate, se suspende la votación durante el tiempo que diga la Presidencia; se vuelve
a votar y, si hay empate de nuevo, se considera nulo no aprobado.
Asimismo el artículo 79.2 Ce prevé mayorías especiales.
Respecto al carácter personal del voto, éste es considerado una de las manifestaciones más
personales de las Cámaras en el ejercicio de sus funciones; así también, la indelegabilidad
del mismo establecida en el apartado 3 del mismo artículo.
El carácter personal del voto requiere garantizar el conocimiento de aquello que se somete
a votación, a cuyo efecto se prevé la publicidad de las iniciativas y textos, así, como su
distribución previa con la antelación suficiente.

6.6. La prohibición del mandato imperativo

Queda contenida en la Constitución en el artículo 67.2 la regla por la cual se prohíbe el


mandato imperativo para los miembros de las Cortes Generales.
En el régimen preconstitucional el representante recibía un mandato cerrado, lo cual hacía
del mismo un apoderado con instrucciones tasadas, y no un auténtico representante. Este
modelo de mandato imperativo no llevaba precisamente a que las reuniones de las
Asambleas absolutas, (estamentales, además) fueran auténticas sesiones de un órgano
unitario.
Surgido un nuevo sujeto: en la Nación como titular de la Soberanía que dicta la voluntad
del Estado, los representantes con su debate, deliberación y votación, contribuyen a
configurar la voluntad nacional como miembros del Parlamento Nacional, y expresión de
la soberanía y no, como intereses propios.
Así pues, nuestro sistema constitucional tiene como elementos de referencia:
El pueblo español es el titular de la Soberanía Nacional y de él, emanan todos los
poderes. (art. 1.2 CE).
Son las Cortes Generales quienes representan al pueblo español (art. 66.1 CE) y están
formadas por el Congreso y el Senado.
La relación representativa de cada diputado o senador como miembros de las Cortes
Generales proviene de sus electores, pero no cabe imposición en el ejercicio de su
función de ninguna mediación ni territorial ni de partido.
El desempeño del sufragio pasivo del artículo 23.2 CE, y de manera refleja el artículo
23.1 CE.
Hoy en día, la presencia de los partidos políticos alcanza rango de primer orden en la
normativa electoral. Esta posición predominante lleva a estos a tener una cierta concepción
de mandato imperativo respecto de sus electos. El Tribunal Constitucional intervino en este
sentido recordando la prohibición del mandato imperativo contenida en el artículo 67 y, el
art. 23.2 que garantizaba que: "el cese en el cargo público representativo al que se accede en
virtud de sufragio no puede depender de una voluntad ajena a la de los electores, y
eventualmente a la del elegido". (STC 5/1983).
Esto se complementa con el derecho también contenido en dicho artículo por el que se
garantiza, no sólo el acceso igualitario a las funciones y cargos públicos, sino que se
mantengan en ellos sin perturbaciones ilegítimas y de conformidad con lo que la ley
disponga. (STC 32/1985).
En resumen el Tribunal Constitucional ha admitido (STC 27/2000) que la voluntad de los
electores en torno a un programa electoral afectado por una fuerza política durante unos
comicios tiene y debe tener relevancia constitucional.

7. LAS FUNCIONES COMUNES DE LAS CÁMARAS

7.1. La Función Representativa

Hoy el Parlamento es grupal. Los grupos parlamentarios constituyen pieza clave del
sistema parlamentario y así sucede en España en todas las Cámaras representativas:
Congreso, Senado, Parlamentos autonómicos, Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos.
El mandato representativo está jurídicamente vigente. La relación representativa, en los
términos jurídico-formales actualmente vigentes, se establece entre el electorado y el
diputado. El partido político y el grupo parlamentario no pueden cesar a sus diputados,
tanto por el derecho que asiste al representante de mantenerse en el cargo por toda la
duración del mismo, como por razón del derecho de los electores de que su representante
no pueda ser removido del cargo para el que lo han elegido.
Las elecciones cumplen una función importante de integración del ciudadano y de los
grupos de democracia representativa. Requiere dicha representación del Parlamento que
refleje la opinión pública, la voluntad general y que el ciudadano se identifique con ello.
El artículo 66.1 de la Constitución regula la naturaleza representativa del soberano
constituyente y constitucional: el pueblo español. Pues en este sentido, habiendo un titular
claro de la soberanía, debe existir igualmente un procedimiento para hacerse representar
(art. 23 CE) y un sujeto que detente esa representación.
Igualmente la Constitución le atribuye a las Cortes Generales unas potestades legislativas,
presupuestarias, etc. ), pues de manera previa ha establecido su carácter representativo del
soberano. Según ha señalado el Tribunal Constitucional, las Cortes Generales " ....en su
doble condición de representantes del pueblo español, en quien reside la soberanía y de
titulares de la potestad legislativa hacen realidad el principio de toda democracia
representativa ...,que los ciudadanos sean actores y autores del ordenamiento jurídico".
(STC 241/1990, de 15 de febrero).

7.2. Las Funciones Específicas

Las funciones conjuntas de las Cortes Generales


En nuestra Constitución está consagrado el bicameralismo lo que define a las Cortes
Generales como órganos independientes, siendo preciso articular el procedimiento para el
ejercicio de las funciones respecto de las cuales se requiere el concurso de las mismas.
En el artículo 74 de la Constitución refiere los supuestos en que la reunión de las Cámaras
se hará en sesión conjunta en relación a las competencias no legislativas atribuidas a las
Cortes Generales en el Título II de la Constitución:
Provisión a la sucesión de la Corona en el caso de extinguirse las líneas llamadas en
Derecho.
Resolución sobre la expresa prohibición de matrimonio con personas con derecho a la
sucesión en el trono.
Reconocimiento de la inhabilitación del Rey para ejercer su autoridad.
Nombramiento del Rey o Regentes.
Nombramiento del Tutor del Rey menor.
Juramento y proclamación del Rey.
Juramento del Príncipe heredero.
Juramento del Regente o Regentes.
Autorización del Rey para declarar la guerra o hacer la paz.

Función de nombramiento de altos cargos


Es la naturaleza representativa del Parlamento lo que justifica esta función de
nombramiento de altos cargos del Estado.
Según esto, se mantiene el compromiso permanente entre los grupos representados por el
Parlamento por la mayoría y por la minoría, y se aplica el principio de la distribución del
poder base de nuestra Constitución.
En base a ello la intervención de los órganos para el nombramiento de altos cargos se
concreta según los órganos:
De relevancia constitucional: Defensor del Pueblo y los Consejos del Tribunal de
Cuentas.
Órganos constitucionales: respecto al poder moderador, corrector, judicial y ejecutivo.
Órganos sin relevancia constitucional: los doce miembros del Consejo de
Administración del Ente Público de RTE.

Funciones de política exterior


Estas funciones quedan reflejadas en la Constitución en el Capítulo 11 (art. 93 a 96). El
ejercicio de dichas funciones está supeditado a ciertas precisiones de una manera residual
pues, es el Gobierno el que dirige la política exterior del Estado, y sin afectar de igual
manera a todos los tratados y convenios internacionales.
Así la Constitución diferencia diversas clases de tratados internacionales o convenios de
acuerdo a los artículos 93,94 y 95 CE:
Tratados que requieren revisión constitucional.(art. 95.1 CE).
Tratados que suponen una cesión de soberanía.(art. 93 CE).
Tratados que requieren autorización de las Cortes Generales.(art. 94.1 CE).
Tratados que pueden estipularse sin intervención de las Cortes. (art.94.2 CE).

La labor del Parlamento en el ámbito de la política exterior queda reducida a una actividad
puramente de control, por tanto las decisiones son tomadas en otras instancias. Es el
Gobierno el que adopta y ejecuta las decisiones en esta materia, quedándole al legislativo el
exclusivo papel de control.
Este papel de control es determinante para reforzar las actividades que se han demostrado
eficaces y corregir las que hayan sido ineficaces y consideradas perjudiciales para el país.
Asimismo de él depende el limitar las arbitrariedades de los responsables de política
exterior y de la ilegalidad de los actos.
Además, tiene el Parlamento un papel trascendental a la hora de dar el consentimiento
para la celebración de Tratados Internacionales, en los cuales, se les atribuya el ejercicio de
competencias derivadas de la Constitución a una organización o institución internacional.
En relación a la intervención de las Comunidades Autónomas en política exterior, no
recoge la Constitución mención expresa alguna. En los propios Estatutos de Autonomía si
encontramos dos principios esenciales en este tema: el derecho de solicitar al Gobierno la
negociación de ciertos tratados, y el derecho a recibir información sobre la de otros.
Asimismo, también se recoge en algunos Estatutos el derecho de ejecución de aquéllos
tratados que afecten a materias de su propia competencia.

La declaración de la guerra y la paz


En este supuesto de declaración de la guerra y la paz, la actuación del Rey es totalmente
una actividad reglada y sometida al refrendo del Presidente del Gobierno, quien asume la
defensa del Estado.
Existe pues una restricción del control parlamentario de exclusiva declaración formal de la
guerra.
La Constitución establece en su artículo 63.3: "al Rey le corresponde, previa autorización de
las Cortes Generales, declarar la guerra y la paz".
Control de constitucionalidad por parte de las minorías
Las minorías parlamentarias también ejercen una función de control de la legislación del
Estado, en este caso según el artículo 162 CE, interponiendo en su caso, el recurso de
inconstitucionalidad

7.3. La Función Legislativa


Esta potestad viene regulada en el Título III de la Constitución y el Reglamento del
Congreso de los Diputados y del Senado. Gozan pues las Cortes Generales de la potestad
legislativa pero no exclusiva, pues el Gobierno puede llegar a ejercerla bien por delegación
de las propias Cortes, bien como consecuencia del despliegue de competencias propias, a
través de Decretos-Leyes.
En cualquier caso, el ejercicio de la potestad legislativa está siempre sometido a la
supremacía de la Constitución, es el único límite que tiene el poder legislativo. Por tanto,
las leyes no pueden resultar contrarias a la letra o el espíritu de la Constitución, en cuyo
caso el Tribunal Constitucional podrá declarar su nulidad.
Este poder que le confiere la Constitución a las Cortes Generales comprende la facultad de
elaborar y aprobar las leyes y, de modificarlas o derogarlas por medio de otras leyes. Las
Cámaras de las Cortes Generales ejercen este poder de forma conjunta, tramitando y
votando sucesivamente las proposiciones de Ley que elabore cualquiera de ellas, y
tramitando y votando primero el Congreso y luego el Senado los proyectos de Ley que
remita el Gobierno de la Nación.
Es en el seno de la Cámara donde tiene lugar la elaboración y aprobación de las leyes según
lo establecido en cada Reglamento, teniendo en cuenta el concepto de bicameralismo
imperfecto establecido.
En relación a la iniciativa de las leyes, el Senado debe remitir al Congreso para su
tramitación los proyectos de Ley que tome en consideración, como Cámara de segunda
lectura.
En cualquier caso, las leyes aprobadas por las Cámaras reciben la Sanción Real y la
promulgación de orden del Rey, momento hasta el cual no son eficaces. Este además
decretará su inmediata publicación.

7.3.1. El procedimiento legislativo

La regulación constitucional del procedimiento legislativo se encuentra en la Constitución


en el Título III (De las Cortes Generales, art. 81 a 92), elaboración de las leyes como función
esencial de las Cortes Generales.
A su vez, existen otros preceptos constitucionales que también afectan al procedimiento
legislativo: relativos al procedimiento legislativo ordinario (art 134.6 CE), los que
contemplan procedimientos especiales para la aprobación de determinadas leyes (art. 150,
146, 147, 151 y 152 CE). De igual manera, existen otras disposiciones en el texto
constitucional que pueden igualmente afectar al procedimiento legislativo (art. 131. 2 CE).
7.3.2. La iniciativa legislativa

Es la potestad que constitucionalmente se atribuye a uno o más órganos de un Estado o


territorio para iniciar el procedimiento de trámite de forma válida que culmine en la
aprobación, modificación ó derogación de una ley.
Le corresponde efectuarla al Gobierno, a través del Proyecto de Ley por el Congreso y el
Senado y llevado a cabo por las Cámaras de acuerdo con la Constitución y sus
Reglamentos.
En España, la iniciativa legislativa tiene como sujeto privilegiado al Gobierno, aunque
también la tienen el Congreso, el Senado, las Comunidades Autónomas y la iniciativa
popular. Deberá recibir la aprobación del Proyecto por el Consejo de Ministros, que los
someterá al Congreso, acompañados de una exposición de motivos y de los antecedentes
necesarios para pronunciarse sobre ellos.
Existen varios tipos de iniciativa legislativa:
Gubernamental: presentada por el Gobierno. Puede plantear una iniciativa legislativa
que se denomina "Proyecto de Ley" a través de su Consejo de Ministros.
Parlamentaria: puede ser presentada por el Congreso (a través de un grupo
parlamentario con la firma de su portavoz, ó por un diputado más la firma de otros
catorce que secundan la iniciativa), ó por el Senado (lo plantea un grupo parlamentario
con la firma de su portavoz ó la de veinticinco senadores más que secunden la
propuesta).
De las Comunidades Autónomas: plantea una iniciativa si existe el acuerdo mayoritario
de la Asamblea respectiva de cada comunidad, con materias normalmente vinculadas
directa ó indirectamente con los intereses de dicha comunidad.
Popular: puede presentarla al recoger 500.000 firmas acreditadas. Es una iniciativa
restringida (derechos fundamentales ó de proyección internacional).
En cualquier caso, la iniciativa legislativa suele necesitar de ciertos requisitos para ser
válida.

7.3.3. Tipos de procedimientos

En los Reglamentos históricos se produce una regulación única y menos extensa que en los
actuales. No fue hasta el Reglamento de las Cortes Española de 1971, cuando se realiza la
distinción entre procedimiento legislativo ordinario y especial.
La regulación normativa vigente en ambas Cámaras del procedimiento legislativo se
distingue entre: el procedimiento denominado común y el ordinario; y de otra parte, los
llamados procedimientos legislativos especiales.
El sistema actual de Derecho español es de dos lecturas de acuerdo al sistema de
comisiones permanentes, aunque los Reglamentos incluyen un procedimiento especial de
lectura única, referido al exclusivo examen por el Pleno.
Distinguimos los procedimientos:
Procedimiento legislativo común u ordinario: Aprobación por el Pleno; Aprobación
delegada en comisión.
Procedimientos legislativos especiales:
a. En ambas Cámaras: Proyectos de Ley de Presupuestos; Aprobación y reforma de
los Estatutos de Autonomía; Proyectos de Ley de Armonización de Disposiciones
de las Comunidades Autónomas.
b. En el Reglamento del Congreso: Proyectos y Proposiciones de Ley Orgánica.
c. En el Reglamento del Senado: Proyecto de Ley del Fondo de Compensación
Interterritorial.

Procedimientos abreviados:
a. En ambas Cámaras: Procedimiento de urgencia; Procedimiento de lectura única.
b. En el Senado: Procedimiento de semiurgencia ó de un mes.

7.4. La Función Financiera

La Función Financiera de las Cortes Generales se traduce en la función de prever y


controlar la actividad económica del Estado, lo cual queda contemplado en nuestra
Constitución. Consiste en la aprobación y control de los propios gastos del Parlamento.
Esto comporta una serie de competencias específicas que son:
Examinar, enmendar y aprobar los presupuestos generales del Estado, (anualmente
a través de una ley que ostenta la misma fuerza y rango que una ley ordinaria pero
nace de un procedimiento legislativo especial).
Ejercicio de la potestad tributaria, a través del principio de la reserva de ley en esta
materia, pudiendo sólo establecerse y exigirse tributos por medio de ley.
Planificación por ley de la actividad económica general.
La potestad tributaria
En virtud del principio tradicional de que el Rey sólo podía imponer tributos con el
consentimiento de las Cortes, el constitucionalismo español ha reservado siempre a éstas
las facultad de imponer gravámenes y cargas sobre la Nación. Ni el Rey, ni el funcionario
puede exigir el pago de contribución que no haya sido votada y autorizada por las Cortes
Generales.
En la actualidad son las Cortes Generales las que ejercen esta potestad a través de leyes
especiales, en virtud de las cuales se gravan bienes y derechos. El deber de contribuir al
sostenimiento de los gastos públicos es una necesidad evidente.
Existe gran tradición en nuestro constitucionalismo histórico sobre el princ1p10 de
contribución al sostenimiento del gastos público (Constitución de 1812, 1837, 1869, 1876 y
1931), y también, se encuentran preceptos en las constituciones europeas (Constitución
italiana de 1947).
La enmienda que tuvo más relevancia en relación a la potestad tributaria, fue a instancia de
Fuentes Quintana, por la que se asocia la capacidad de gasto de los poderes públicos a los
recursos ingresado y, se establece que la ejecución del gasto debe hacerse de acuerdo a
criterios de eficiencia y economía.
Para cumplir con los deberes tributarios, la Constitución marca una serie de condiciones en
su artículo 31:
Universalidad o generalidad: el art. 31.lCE establece que "todos contribuirán al
sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad". Generalidad de
manera que el legislador debe tipificar como hecho imponible todo acto o negocio
jurídico que demuestre capacidad económica.
Igualdad: en el sentido de que situaciones economtcas iguales conllevan una
imposición fiscal, prohibiendo los tratos discriminatorios.
Progresividad: su finalidad es la consecución de otros fines como puede ser la
distribución de la renta u otros previstos en el art. 40 CE.
No confiscación: la contribución de los ciudadanos se realizará a través de un sistema
tributario justo, que en ningún caso tendrá carácter confiscatorio. (art. 31 CE).
Capacidad económica: el Tribunal Constitucional prohíbe que se graven riquezas
aparentes o inexistentes.
Principio de eficacia y economía en la ejecución del gastos: se basa en la equidad de la
asignación de los recursos públicos, y el criterio de eficiencia y economía en su
tramitación y ejecución, (art.31.2 CE).
Principio de reserva de ley en materia tributaria: recogido en el art. 31.3 CE. No es de
carácter absoluto, sino que únicamente se exige la conformidad de la ley, no
imponiéndose que el establecimiento del tributo se regule mediante ley en todos sus
extremos; por tanto no afecta por igual a todos los elementos integrantes del tributo.

La potestad presupuestaria
Esta comprende la facultad de las Cortes Generales de realizar asignaciones de los fondos
del erario público y supone, la obligación de cualquier otra autoridad o funcionario público
de contar con su autorización expresa para realizar gastos con cargo al Presupuesto del
Estado.
Existe una excepción a este principio, que es el privilegio constitucional del Rey de recibir
una cantidad global de los presupuestos generales del Estado, la cual no puede esta
fiscalizada ó controlada ni dividida en partidas, y puede distribuir como juzgue más
oportuno.
Nuestra Constitución en su artículo 66 atribuye a las Cortes Generales la competencia de
aprobar los Presupuestos del Estado. El ejercicio de la potestad presupuestaria está
sometida a requisitos y condiciones muy específicas.
Así, las dos fuentes principales sobre la regulación de los Presupuestos Generales del
Estado son la Constitución española de 1978 (Título VII, "Economía y Hacienda"), y la Ley
General Presupuestaria 11/1977, de 4 de Enero.
Los principios de los Presupuestos Generales del Estado son:
Unidad: los presupuestos son una expresión cifrada de los ingresos y los gastos
públicos, ordenada y sistemática.
Limitación del gasto: se reflejan en los presupuestos las obligaciones que como máximo
se pueden reconocer.
Universalidad: el presupuesto recoge en su ámbito a todo el sector público estatal,
(Estado, Organismos Autónomos y Sociedades estatales) más la Seguridad Social.
Anualidad: se refieren a un ejercicio presupuestario anual.
Existen cuatro fases para el procedimiento presupuestario:
Elaboración: se desarrolla en el poder ejecutivo como sistema de negociaciones
múltiples entre los distintos responsables del presupuesto y los diversos
departamentos ministeriales y órganos del Estado.
Es obligado del Estado realizar el presupuesto, como preparación y control del gasto
público.
Aprobación: terminada la elaboración del presupuesto pasa a las Cortes Generales,
donde se discute, y en su caso, podrá aprobarse.
Ejecución: es la actividad de la Administración dirigida a la realización de los ingresos
y gastos previstos en el presupuesto para un período determinado, por lo general
anual.
Control: se realiza durante el procedimiento mediante los interventores y después del
procedimiento comprueba el correcto gasto del dinero.

8. LAS FUNCIONES INDIVIDUALES DE LAS CÁMARAS

8.1. La Función de Control


En nuestra Constitución, es la función de control de la acc1on de Gobierno; es una
atribución competencia) directamente derivada del carácter del régimen parlamentario.
Permite y justifica que el Parlamento vigile y controle la acción del ejecutivo, toda vez que
éste responde solidariamente en su gestión política ante del Congreso de los Diputados.
La función de control corresponde a las Cortes Generales, para lo cual quedan establecidos
en la Constitución, en el Título V, los correspondientes mecanismos constitucionales. De
esta manera queda asegurada la comunicación entre el poder legislativo y el poder
ejecutivo.
Ambas Cámaras impulsan y controlan la acc1on del Gobierno mediante preguntas e
interpelaciones dirigiendo su acción en un determinado sentido mediante resoluciones y
proposiciones de ley, a las que el Gobierno, debe sujetarse según el principio de
responsabilidad del ejecutivo ante el legislativo.

Preguntas, interpelaciones y mociones


Las preguntas, como instrumentos de que disponen los legisladores para obtener
información del gobierno sobre cuestiones puntuales y concretas, sólo pueden desarrollarse
por órganos colegiados.
Estas tienen como sujeto pasivo, al Gobierno y sus componentes. Asimismo, también deben
tener un objeto concreto y preciso de manera que se favorece así una contestación puntual
y sin dilaciones. Constituyen por tanto, un elemento relevante de control y de información.
De esta manera, solicitan al Gobierno para saber si un hecho es cierto, si una información
ha llegado al Gobierno, si es exacta, si el Gobierno ha adoptado ó va a adoptar medidas en
orden a determinadas cuestiones.
En las interpelaciones, la petición de aclaraciones se refiere especialmente a la conducta ó
intenciones de un Ministro ó de todo el Gabinete, destinadas a determinar un debate sobre
la orientación política seguida. Por tanto, implica por un lado, una crítica a la conducta por
acción u omisión, y por otro, puede dar lugar a una moción que obliga al Gobierno a actuar
de acuerdo al texto aprobado.
Las interpelaciones, se reservan para el debate de cuestiones de relevancia general ó de
marcado interés político.
Las mociones, son acuerdos sin carácter normativo, de la expres1on de un mandato ó
aspiración de una Cámara para que el Gobierno actúe en un determinado sentido. Pueden
ser subsiguientes ó no, al debate de las interpelaciones. En ocasiones tienen un origen
independiente.
Las mociones no se integran ni son parte del Derecho Positivo, por lo que carecen de la
fuerza de obligar de las leyes, y no pueden invocarse ante terceros; son por tanto
manifestaciones de carácter político.

Control sobre nombramientos presidenciales


La facultad de los nombramientos presidenciales corresponde al Presidente, analizando no
sólo el currículum vitae del funcionario, sino de las aptitudes y necesidades del cargo que
va a desempeñar.
Este tipo de controles deben ser ratificados especialmente por la Cámara de Senadores.

Comparecencias de miembros del Gabinete


Los tipos de comparecencias están regulados en el artículo 93 de la Constitución:
Las que obligan a los Secretarios de Despacho y los Jefes de los Departamentos
Administrativos a dar cuenta al Congreso, acerca del estado que guarden sus
respectivos ramos.
Las que tienen como finalidad recibir informes de determinados servidores públicos y
después, puedan ser cuestionadas sobre sus actividades. Estas sugieren una
participación más activa.

Comisiones de Investigación
Las Comisiones de Investigación son consecuencia de la actividad fiscalizadora ó de
control de las Cortes. Recogen la información necesaria sobre cualquier asunto de interés
público que pueda servir para una posterior resolución de las Cortes, ó para exigir
responsabilidades al Ministro correspondiente.
Tienen ambas Cámaras el derecho reconocido por la Constitución de nombrar, conjunta o
separadamente, Comisiones de Investigación sobre cualquier asunto de interés público. No
son vinculantes para los Tribunales, sin que afecten a las resoluciones judiciales; si
pudiendo ser remitido el resultado de la investigación al Ministerio Fiscal para que cuando
proceda, estime las acciones oportunas.

8.2. La Función Política del Congreso de los Diputados


El Congreso de los Diputados es la Cámara Baja de las Cortes Generales: el órgano
constitucional que representa al pueblo español. Se reúnen para sesiones en el Palacio de
las Cortes, ubicado en la Plaza de las Cortes de Madrid.
Su regulación y características se regulan en la Constitución en el Título III, Capítulo l Q,
(art. 66 al 80) Capítulo 2Q, (art. 81 al 92), y Capítulo 3Q, (art.93 a96).
Respecto a los antecedentes del Congreso de los Diputados, cabe resaltar que las Cortes
siempre habían tenido una estructura unicameral hasta 1834, (Estatuto Real, otorgado por
la reina María Cristina, regente durante la minoría de edad de Isabel II) cuando finaliza el
absolutismo y que se mantiene a lo largo de todo el siglo XIX y, primer tercio del siglo XX.
Con la Constitución de 1837 las Cámaras reciben el nombre de Congreso de los Diputados
y Senado, pasando finalmente a la Constitución de 1978.
El Congreso de los Diputados está compuesto por un mínimo de 300 diputados y un
máximo de 400 diputados. La Constitución española establece que serán elegidos por
circunscripciones electorales provinciales.
Todos los diputados son elegidos por sufragio universal, libre, igual, directo y secreto. La
circunscripción es la provincia, salvo en las poblaciones de Ceuta y Melilla que son
circunscripción propia.
El período para el que se elige el Congreso de los Diputados tiene una duración de cuatro
años, en su caso menor, si el gobierno decreta su disolución anticipada. La renovación
afecta a la totalidad de los miembros de la Cámara. Los diputados y Senadores ejercerán su
mandato libremente (no están ligados por mandato imperativo).
Los diputados perciben una asignación económica con cargo al Presupuesto de la Cámara,
teniendo derecho así mismo a otras ayudas, franquicias e indemnizaciones.
El Congreso de los Diputados elige al Presidente del Gobierno, a propuesta del Rey, en
primera votación por mayoría absoluta y transcurridas cuarenta y ocho horas por mayoría
simple.
También controla la acción del Gobierno mediante interpelaciones y preguntas, que
pueden dar lugar a una moción de censura ó rechazando una cuestión de confianza
planteada por el Gobierno.

8.2.1. El Debate del Estado de la Nación

El Debate sobre el Estado de la Nación no está recogido en la Constitución, ni en los


Reglamentos parlamentarios, sino que es resultado de una práctica parlamentaria que tuvo
lugar por primera vez en la legislatura socialista del 20 de septiembre de 1983.
Consiste en la explicación por parte del Presidente del Gobierno de la política general, y es
el propio Gobierno el que determina el momento a plantearse y las materias a tratar.
Después de intervenir el Presidente, intervienen los portavoces de los grupos
parlamentarios comenzando por el grupo mayoritario de la oposición, y terminando por el
grupo mixto, dependiendo de la duración de la intervención en función del número de
diputados.
Cerrado el debate, se abre un período de propuestas de resolución, para debatirse las
mismas de forma conjunta y proceder a la votación por separado, concluyendo así el
procedimiento.

8.2.2. La Cuestión de Confianza

El origen de este instrumento surgió como medio de sacar adelante un Proyecto de Ley en
los términos deseados por el Gobierno, sustrayendo al Parlamento su capacidad de
discusión y enmienda, citándose así la cuestión de confianza solicitada por Mendizábal en
1835 respecto a la Ley de Desamortización. Surgió por vía de hecho, sin regulación legal.
Así, se mantuvo la cuestión de confianza y llega hasta hoy, en algunos países incluso
asociada a la aprobación de un texto legislativo.
La cuestión de confianza es el instrumento político del que dispone el Presidente del
Gobierno para afrontar una situación de debilidad del poder ejecutivo frente al Parlamento,
y mediante la cual, el Gobierno pide el expreso respaldo a una política concreta ó a un
programa.
Ciertamente, tiene que hacerse previa deliberación del Consejo de Ministros; se trata de
evitar cualquier decisión meditada, haciendo que el Presidente se informe a través de
personas tan cualificadas como sus Ministros de todas las consecuencias posibles. La
intervención del Consejo de Ministros es perceptiva, pero no vinculante.
La cuestión de confianza se somete y resuelve por el Congreso, sin participación del
Senado. Parte del propio Presidente del Gobierno y su fin, es conseguir el sí del Parlamento
ante alguna situación de crisis política que le haga necesitar este respaldo. Este matiz
político es lo que le diferencia de la moción de censura, pues su contenido es esencialmente
igual.
Existen dos supuestos para presentar esta iniciativa: sobre el programa y sobre una
declaración de política general, (de una importancia considerable, dígase repentina crisis
económica, desastre natural).
Otra característica de la cuestión de confianza es la exigencia de mayoría simple para que
se entienda otorgada, consiguiendo así testimoniar que el Presidente conserva la confianza
de la representación popular.
La exposición de la cuestión es por el Presidente del Gobierno, interrupción y posterior
discusión con los portavoces de los grupos parlamentarios, que finalizará con el debate y la
votación de la cuestión de confianza.
En la práctica la cuestión de confianza tiene un uso esporádico y atípico.

8.2.3. La Moción de Censura

A raíz de la retirada de la confianza a los Gobiernos en diversos países, durante el último


tercio del siglo XIX y parte del XX, por unos medios u otros, era frecuente las continuas
caídas de los mismos y, situaciones de inestabilidad política.
Como reacc10n frente a esto, había una tendencia en el parlamentarismo a corregir el
desequilibrio contrario al ejecutivo, mediante la regulación entre ambos poderes bajo unos
límites y unas condiciones a las facultades propias. De esta manera surgen las mociones de
censura.
La moción de censura nace del Parlamento, normalmente algún grupo de la oposición
política, y su finalidad es conseguir la retirada del apoyo al Presidente. Su finalidad es
destituir al Presidente sustituyéndolo por otro propuesto por la oposición.
Es pues la moción de censura el procedimiento por el que el Parlamento puede exigir la
responsabilidad política al poder ejecutivo. Parte de la oposición, normalmente ante un
episodio de crisis política que haya provocado la pérdida del respaldo parlamentario
mayoritario a la acción de gobierno.
Existen dos tipos de moción de censura:
Destructiva: busca la caída del Presidente del Gobierno, sin tratar de sustituirle y cubrir
el vacío de poder.
Constructiva: el grupo parlamentario que propone la moción a su vez propone un
nuevo Presidente del Gobierno, con un programa político propio.
La moción de censura queda regulada en el artículo 113 CE, según el cual el Congreso de
los Diputados puede exigir la responsabilidad política del Gobierno por la vía de la
adopción, por mayoría absoluta de la moción de censura, que ha de ser propuesta al menos
por la décima parte de los diputados, y ha de incluir un candidato a la Presidencia del
Gobierno. Entre la presentación de la moción y su votación han de pasar al menos cinco
días. Si no se aprueba, quienes la han propuesto, no podrán presentar otra en el mismo
período de sesiones.

8.3. La Función Autonómica del Senado

El Senado queda definido en la Constitución en el artículo 69.1 como la Cámara de


representación territorial, carácter que se manifiesta en su composición, en las funciones a
él encomendadas y su estructura.
Su origen se remonta al Estatuto Real de 1834, cuando se introdujo la bicameralidad como
órganos de representación por la regenta de Isabel 11, María Cristina de Borbón-Dos
Sicílias. Aquí, se llamó al Senado como el "Estamento de Próceres", asamblea formada en
número ilimitado por la nobleza, jerarquías eclesiásticas, representantes de la alta
Administración, los mayores contribuyentes del Reino y, los de renombre en el mundo de
la enseñanza y la cultura.
El Senado en su composición actual se remonta a la ley convocante de elecciones necesaria
para la redacción de la Constitución después del franquismo, mediante la Ley de la
Reforma Política.
Es pues, el Senado la Cámara Alta de las Cortes Generales y órgano que representa al
pueblo español. Se compone de un número variable de senadores, elegidos por sistema
mixto: los senadores de elección directa por sufragio universal, libre, igual, directo y
secreto; y los designados por las comunidades autónomas elegidos por la Asamblea
Legislativa de cada una.
El mandato de los senadores dura cuatro años; el derecho de disolución le corresponde al
Rey, que lo ejerce a petición del Presidente del Gobierno y bajo la exclusiva
responsabilidad de éste.
En el ejercicio de la autonomía que la Constitución le reconoce al Senado, la Cámara se rige
por el reglamento establecido por ella compuesto de una serie de órganos para ejercer las
competencias correspondientes:
El Presidente: representa la Cámara, elegido por el Pleno.
La Mesas del Senado: rige y ordena el trabajo de todo el Senado.
La Junta de Portavoces: fija el orden de las sesiones del Pleno.
Las Comisiones: permanentes o no.
Diputación Permanente: vela por los poderes de la Cámara entre periodos de sesiones,
cuando el mandato ha expirado ó ha sido disuelto.

En cuanto las competencias , nos encontramos con el control del artículo 155 de la
Constitución en el que se regula un mecanismo de control extraordinario, para situaciones
excepcionales ó extremas, que consisten en el incumplimiento en relación a las
Comunidades Autónomas de obligaciones impuestas por la Constitución ó las leyes ó en
actuaciones de las mismas que atenten gravemente contra el interés general de España.
Se inspira este precepto en la figura llamada "coerción federal" (Bundeszwang), del artículo
37 de la Ley Fundamental de Bonn. A la fecha, el carácter excepcional del mecanismo
previsto se manifiesta de inexistente proyección práctica ó aplicativa.
Al procedimiento de aplicación del artículo 155 CE en fase parlamentaria, se refiere el
artículo 189 del Reglamento del Senado.
En relación al control en derecho del ejercicio de las facultades atribuidas por dicho
precepto, la doctrina alude a dos vías: por un lado, el conflicto de competencias planteado
por la Comunidad Autónoma afectada ante el Tribunal Constitucional; de otra parte, la
impugnación por ésta de los actos adoptados por el Gobierno de la Nación en virtud de
autorización emitida por el Senado, en sede contencioso-administrativa. Al control jurídico
se añade el control político del Gobierno que puede llevar a cabo el Congreso.
Respecto a las funciones en materia de trascendencia autonómica, el Senado iguala sus
poderes a los de la Cámara Baja, e incluso tiene la facultad de pronunciarse con carácter
previo.
Son las siguientes:
Autorización de los acuerdos de cooperación entre CCAA (art. 145.2 CE).
Dotación, distribución y regulación del Fondo de Compensación Territorial (art. 158.2
CE).
Adopción de medidas para obligar a las CCAA al cumplimiento forzoso de sus
obligaciones constitucionales y legales, ó prevenir su actuación cuando atente
gravemente al interés general de España (art. 155 CE).
Apreciación de la necesidad de dictar leyes de armonización de las disposiciones
normativas de las CCAA (art. 150.3 CE).
En estas competencias el Senado ocupa una posición institucional de especial relevancia,
ejerce sus funciones constitucionales ordinarias con especial atención sobre los aspectos
territoriales de los diferentes asuntos.
Entre las vías empleadas para la especialización del Senado en los asuntos territoriales,
destaca la Comisión General de las CCAA. Esta integra en un mismo órgano a Senadores,
representantes del Gobierno de la Nación y a los Gobiernos autonómicos.
Es la Comisión, el órgano encargado de elaborar el dictamen para su debate en sesión
plenarias de los asuntos de especial transcendencia autonómica, y ver la situación del
Estado de las Autonomías. Es una Comisión Permanente Legislativa.
También desarrolla esta Comisión importantes funciones de orden informativo, teniendo la
competencia en el Reglamento para iniciar cuántos trámites de estudio ó seguimiento
considera oportunos en materia autonómica.
Como elemento de estructuración territorial del Senado se encuentran los grupos
territoriales, creados por el procedimiento previsto en el Reglamento (art. 33) dentro de los
grupos parlamentarios, con al menos tres Senadores.
En la necesaria reforma del Senado deberían concretarse algunas modificaciones que en su
caso, llevarían pues a la revisión de artículos concretos de la Constitución y de los
Reglamentos parlamentarios.
Sobre esto cabe destacar los aspectos que habría que modificar diferenciando:
Sus funciones: debería conocer de los casos de reforma de las CCAA antes que el
Congreso, en los casos de autorización de las Cortes Generales que precisan las CCAA,
fortalecer su papel en supuestos acuerdos de cooperación y robustecer la importancia
de su veto en el procedimiento legislativo autonómico.
Su composición: reducir el número actual de senadores, siendo representantes todos de
las CCAA y no, de las provincias, así como la vía de elección para los mismos.

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