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EL RESPETO A LA INTIMIDAD
La intimidad o vida privada, como realidad que debe ser jurídicamente protegida,
cobra cada día más importancia. Probablemente se debe a que tanto la masificación
cultural, como un error de valoración en la naturaleza de los medios de información, dan
origen a lo que se puede llamar, sin metáfora alguna, «allanamiento de la intimidad».
e) otros tipos de secretos. Tratamos aquí brevemente, por analogía con lo anterior,
otros tipos de secretos para los que existe también una obligación moral de reserva; en
En algunos casos, esos secretos están también protegidos jurídicamente. Son:
- el matrimonio secreto o de conciencia, que se da cuando concurren determinadas
circunstancias personales que no aconsejan su publicación. Por ejemplo, una pareja, que
vive junta sin estar casada -aunque para los demás esto es desconocido- decide
regularizar su situación; celebran en ese caso un matrimonio secreto en bien, por ejemplo,
de los hijos;
- el secreto de la filiación adoptiva puede ser conveniente para que el hijo adoptado
ignore (al menos durante cierto tiempo) el hecho de la adopción y de este modo se integre
más fácilmente en la familia;
- el secreto del testamento, que depende de la voluntad del testador; el testamento
cerrado es secreto en su contenido; el testamento ológrafo -al escrito de propio puño y
letra-, a diferencia del anterior, no es un acto público, sino privado, en el que interviene
sólo el testador; de este modo se protege la intimidad en cuanto a los actos de disposición
de la última voluntad;
En estos casos se está ya más lejos de la defensa de la intimidad y, por otra parte, se
trata, en casi todos los supuestos, de actividades públicas, con influencia en derechos de
los terceros y en el bien común. Se explica así que en la legislación de numerosos países
estén reguladas las excepciones a estos secretos. Pero por parte de las personas que, por
su trabajo, tienen acceso a estas informaciones (libros de comercio, cuentas corrientes,
procedimientos de fabricación, etc.) rige el mismo tipo de secreto profesional que se vio
anteriormente;
d) vigilancia psicológica, a través del abuso de los tests de personalidad para obtener
cualquier tipo de empleo o trabajo. Así, con ocasión de obtener ese empleo, la persona
se ve prácticamente obligada a revelar aspectos de su intimidad que no tienen ninguna
relación con su capacidad profesional ni con el tipo de trabajo que se espera que realice.
Conclusiones
La defensa de la intimidad es, por otro lado, una tarea eficaz si existe en cada persona una
sensibilidad ante los continuos ataques a esa esfera privada e insustituible. Estamos así
ante un caso concreto en el que cabe un gran progreso en la profundización Práctica de los
derechos humanos.
Estos dos derechos, que corresponden a otras tantas exigencias éticas de las
personas, pueden parecer en ocasiones antitéticos. ¿Dónde termina el derecho a la
información cuando se trata de la vida privada de personas o de las legítimas reservas de
instituciones legítimas y legales?
«La sociedad de masas y el derecho a la intimidad van a tener muy pronto, y en cierto
modo las tienen ya, unas relaciones nuevas e inquietantes. Dicho con la brevedad y la
simplificación de las fórmulas periodísticas, lo que empieza a dibujarse en el horizonte es,
simplemente, el fin de la intimidad» (Urabayen). Las invasiones en la intimidad ajena
suelen justificarse apelando a la verdad y a que el público, democráticamente, tiene
derecho a saber todo.
Intimidad y libertad
La libertad no consiste sólo en poder elegir, sino en poder elegir el ámbito concreto
que se desea dar a la acción. Si cualquier acción humana tuviese, obligatoriamente,
trascendencia pública, no se podría ya hablar de libertad. Una cosa es el aislamiento
egoísta y otra la legítima reserva, que en nada atenta a los derechos de los demás,
mientras protege los derechos propios y los de las personas más allegadas a uno, la
propia familia.
«El individuo entrega a la sociedad muchos derechos y privilegios, que él sería libre
de ejercitar en estado de naturaleza pura, a cambio de los beneficios que recibe como
miembro de la sociedad. Pero no se supone que entregue todos los derechos. Y el público
no tiene, sin su consentimiento, un derecho a invadir el campo de estos derechos que se
supone que el individuo se ha reservado. (...) El derecho a la intimidad tiene sus raíces en
los instintos de la naturaleza. Se le reconoce intuitivamente. Como testigo que pueda
establecer su existencia está la conciencia. Cualquier persona con un entendimiento en
condiciones normales admitirá que hay asuntos privados o íntimos para cada miembro de
la sociedad y que hay otros públicos (...) Cada individuo se ofende instintivamente ante la
usurpación por parte del público de derechos que son de su naturaleza íntima (...) Por lo
tanto, de la ley natural se deriva un derecho a la intimidad en asuntos puramente
privados.»
Los procesos por ataques a la intimidad se han generalizado. En algunos países, los jueces
han acogido favorablemente la pretensión de demandantes que eran personajes públicos
(actores, actrices, políticos, etc.), pero que habían sido, sin su consentimiento, fotografiados
en escenas familiares y privadas.
Se deduce de estos casos que si un tribunal es capaz de dar, justamente, la razón a una
persona con una notoria actividad pública, con más fuerza tendrá que darla al ciudadano
«privado» que es invadido en su intimidad.
Otro caso que se puede presentar con frecuencia es la entrevista previa para obtener un
empleo o ser admitido en alguna institución (benéfica, docente, sanitaria, etc.). Los
entrevistadores no tienen derecho alguno a exigir informaciones íntimas que en nada se
refieren al objeto o al fin de la actividad pretendida. Los entrevistados son libres para dar o
no dar las informaciones y, en el caso de que se trate de informaciones íntimas, los
entrevistadores están obligados a guardar el secreto profesional. Por otra parte, es lógico
que si, por ejemplo, se desea ingresar en un establecimiento sanitario, se faciliten todos los
datos médicos o clínicos necesarios, también si son de naturaleza íntima.
LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA
Desde que, en 1661, los cuáqueros obtuvieron en Estados Unidos una reglamentación
especial que los dispensaba del servicio militar obligatorio, la objeción de conciencia al
servicio militar se ha ido extendiendo por el mundo, aunque sólo en este siglo ha habido una
legislación clara. El origen histórico de la objeción de conciencia la ha hecho estar ligada al
tema del servicio militar obligatorio. Sin embargo, modernamente se tiende a ampliar los
supuestos en los que valdría también la objeción.