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Capítulo 2.

Traducción de “The Implicit Contracts of European Kinship: Gender, Generation and


Society”

Los contratos implícitos del parentesco europeo: género, generación y sociedad

Patrick Heady
Coordinador de investigación, Asociado del Proyecto KASS
Max Planck Institute for Social Anthropology

INTRODUCCIÓN

Este texto dedicado a los “nuevos modelos de familia” refleja el hecho de


cómo, en las últimas décadas, se han visto cambios fundamentales en la vida familiar
en muchas áreas de Europa. Las personas se suelen convertir en padres o madres más
tarde de lo que era habitual a mediados del siglo XX y se tienen menos hijos. Los
vínculos entre ser padre o madre y el matrimonio formal también se han distendido.
Una mayor proporción de hijos e hijas nacen antes de que sus padres y madres se
casen, si es que llegan a casarse. Se han desarrollado nuevas formas de matrimonio o
de contratos similares al matrimonio, en parte para posibilitar la formalización de las
relaciones de parejas del mismo sexo, pero también para proporcionar una vía para
que las parejas heterosexuales puedan marcar sus uniones sin incurrir en la gama
completa de las implicaciones sociales y simbólicas del matrimonio tradicional. El
divorcio es, en general, más fácil y más frecuente que a mediados del siglo XX, en los
casos en -- que se permitía. En alguna medida, las relaciones dentro de la familia
conyugal han cambiado. Los cambios legales han debilitado, en general, la autoridad
unilateral del esposo y padre, aumentando los derechos de mujeres y niños/as dentro
de la unidad familiar. Pruebas anecdóticas sugieren que estos cambios en el estatus
formal se han acompañado de algunos cambios en los roles domésticos.

Sin embargo, al estudiar los “nuevos” modelos de familia, no debemos cometer


la equivocación de suponer que los modelos de familia “antiguos” o “tradicionales”
que prevalecían antes de mediados del siglo XX fueran iguales siempre y en todos
lados. Había diferencias fundamentales entre distintas zonas de Europa, además de
diferencias entre el campo y las ciudades; de hecho, muchas de estas diferencias han
persistido hasta el presente, constituyendo el punto de partida –o, mejor, toda una
gama de puntos de partida- para el desarrollo de nuevas formas de familia. En este
capítulo, intento explorar las razones que hay detrás de estas diferencias que ya
existían, además de preguntarme si los factores que subyacen a las formas de familia
existentes pueden ayudarnos a entender la emergencia de las nuevas formas de
familia.
RECURSOS EXPLICATIVOS

Las explicaciones dependen tanto de los datos como de la teoría; así, es


apropiado empezar con un esquema de las fuentes de información que utilizaré,
además de dar unas indicaciones acerca del enfoque teórico y su relación con otras
perspectivas posibles.

Fuentes de datos

Utilizaré varias fuentes distintas, incluidos estudios históricos, encuestas


sociales comparativas, y estadísticas demográficas, para esbozar los antecedentes de la
distribución geográfica de distintas pautas de familia y su desarrollo a lo largo del
tiempo.

En primer plano, sin embargo, se encontrarán los datos de un proyecto


comparativo específico, KASS (“Kinship and Social Security” in Europe, “Parentesco y
Seguridad Social” en Europa), diseñado específicamente para investigar la ayuda
práctica entre parientes en distintas sociedades europeas y ubicar las relaciones
familiares dentro del contexto de redes más amplias de parentesco y de comunidades
locales1. Un objetivo importante ha sido identificar los modelos locales de vida familiar
y las maneras en que interaccionan con los desarrollos económicos y políticos. Aunque
el principal interés ha sido saber hasta qué punto ofrecen las redes de parentesco a sus
miembros una forma de seguridad social, los datos que hemos recogido también nos
han proporcionado la oportunidad de investigar muchos aspectos distintos de la vida
familiar, incluida la fertilidad.

Estrategia de investigación de KASS: ¿Qué hizo KASS? Enfoque en 8 países y 19


localidades de trabajo de campo

1. Estudió cómo los sistemas estatales de seguridad social y legales afectan a las
familias, y cómo las familias se han desarrollado a lo largo del siglo XX. Esto se
llevó a cabo utilizando fuentes secundarias.
2. Estudió empíricamente la ayuda entre parientes (y los factores que lo
promocionaban y la dificultaban) en 19 lugares de trabajo de campo.
- mediante la etnografía
- mediante la información de entrevistas informatizadas sobre redes de
parentesco

1
KASS se financió con una ayuda del VI Programa de Investigación-marco de la Unión Europea. El
proyecto lo coordinó el Max Planck Institute for Social Anthropology en Halle, Alemania. Los resultados
se han publicado en tres volúmenes: Grandits 2010; Heady y Schweitzer 2010; Heady y Kohli 2010.
- mediante la compilación de 30 redes de parentesco ego-céntricos en cada
lugar de trabajo de campo
o con una media de 80 miembros en cada red (incluidos algunos no-
parientes dispuestos a ayudar)
o que tomaban nota de la ayuda que el informante (ego) daba --- y
recibía de cada miembro de su red, de otras interacciones sociales
con estos miembros de la red, y de información contextual
- mediante las estadísticas locales de población
3. También estudió la fecundidad en estas 19 localidades, utilizando las mismas
fuentes de datos.

Marcos teóricos

Aunque KASS ha sido un proyecto interdisciplinar, enfatizamos de manera


especial las ideas antropológicas, inmiscuyéndonos en una paradoja interesante
relacionada con la idea de ‘cultura’. Este concepto, en un momento central en el
pensamiento antropológico, ha perdido terreno en décadas recientes a favor de la idea
de Bourdieu (1977) de habitus, o se ha reinterpretado (en el llamado ‘giro cultural’)
como el resultado de un proceso de auto-determinación. Debido a ambos desarrollos
y, de forma particular-- al segundo, es muy difícil que los antropólogos argumenten,
como antes hicieran, que un grupo de personas se comportan de cierta manera
porque así es su cultura. Sin embargo, a pesar de su cuasi-abandono dentro de la
antropología, recientemente los historiadores de la familia y los demógrafos
(notablemente Reher (1998) y Dalla Zuanna (2001), cuyas ideas se discuten más
adelante) han utilizado exactamente este tipo de argumento ‘cultural’ para explicar las
continuidades y los cambios en las pautas europeas de familia, al entender que las
explicaciones económicas, por poderosas que sean, no dan cuenta de todas las
variaciones en el comportamiento de las familias.

Un atractivo de la palabra ‘modelo’ –por ejemplo, en ‘nuevos modelos de


familia’- puede ser que ofrece una manera de discutir los arreglos sociales de modo
que permite algo más que el pragmatismo económico, a la vez que esquiva las críticas
que Bourdieu (1977, 2007 [1996]) y otros han lanzado sobre el relativismo y el
idealismo filosófico implícitos en muchos de los análisis que invocan la idea de
‘cultura’. Con una tensión similar entre las perspectivas idealistas y materialistas, el
proyecto KASS también recurrió a la idea de modelos locales de parentesco como
manera de organizar el material etnográfico. Sin embargo, los autores del capítulo final
de la serie de libros de KASS presentaron los resultados de forma algo diferente;
formularon el argumento en términos de ‘contratos implícitos’: entre las generaciones,
entre cónyuges, y entre las unidades familiares y la sociedad en general (Kohli & Heady
2010). ¿Por qué adoptamos esta formulación específica?
De hecho, había varias razones:

 La frase ‘contrato generacional’ ya la utilizan de manera metafórica los


sociólogos cuando tratan la intersección entre sistemas familiares y políticas
estatales, así que ha sido conveniente añadir más ‘contratos’ para recoger
otros aspectos de parentesco y lazos sociales.
 Los contratos suelen incluir un quid pro quo y, aunque el altruismo tiene un
papel fundamental en el comportamiento familiar, hay claras pruebas de
que también se incluye un grado de obligación recíproca.
 Los contratos suelen contener un elemento económico y hay fuertes
pruebas de que las consideraciones económicas sí afectan al
comportamiento de parentesco.
 Pero los contratos son algo más que una cuestión económica. Pueden
encontrarse influidos por el derecho y la costumbre, pueden involucrar a
varias personas o grupos, cuyos intereses pueden ir más allá de los
materiales.

Sin embargo, los contratos, en el sentido ordinario, son explícitos y, por lo tanto, la
idea de un contrato implícito es una metáfora. Una metáfora útil, que tiene relación
con otras metáforas, tales como ‘modelos familiares’ o ‘dependencia del camino’,
como se verá a lo largo de este texto.

El pasado y el presente

Laslett (1983), en los años 80 y basando sus análisis en los resultados de ese
momento de la disciplina emergente de la historia familiar, propuso la división de
Europa en cuatro macro-regiones caracterizadas por distintas estructuras de unidad
doméstica: las unidades domésticas nucleares eran más comunes en el norte y el oeste
y las unidades domésticas multi-generacionales y extensas más comunes en el sur y el
este. Su trabajo estimuló más estudios históricos, que en algunos casos han criticado
su formulación inicial, señalando las marcadas variaciones locales dentro del patrón
macro-regional, y cuestionando la exactitud y la ubicación de las fronteras macro-
regionales. No obstante, incluso los autores críticos que rechazan la formulación
original de Laslett tienden a aceptar el punto general de, que la Europa pre-industrial
se caracterizaba por una variación gradual general noroeste/sureste de formas de
familia (Szoltysek 2008; Viazzo 2010).

En las últimas dos décadas, los estudios comparativos y el trabajo de la oficina


de estadística europea han incrementado de forma importante nuestro conocimiento
de las pautas europeas contemporáneas de las familias (Eurostat 2002; Murphy 2008;
Kohli et al., 2010), indicando que, incluso hoy en día, hay diferencias fundamentales en
las pautas de residencia, y en los contactos y la ayuda mutua entre parientes, que
caracterizan las distintas partes de Europa.

Reher ha sido el primer autor que uniera los datos históricos y contemporáneos
en un artículo célebre en el que señaló que, es en las regiones de Europa que, hoy en
día, ofrecen las mayores pruebas estadísticas de solidaridad familiar donde, según los
estudios históricos, fueron en siglos anteriores más frecuentes las unidades domésticas
multi-generacionales, junto con otros indicadores de solidaridad familiar (Reher 1998).
Este hecho lo explica en la persistencia de diferencias culturales de larga duración
entre lo que llama culturas de familia débil, encontradas en la Europa del norte, y
culturas de familia fuerte del sur mediterráneo.

Para Reher, las distintas culturas familiares afectan directamente al


comportamiento de individuos y familias, aunque esta no es la única manera de
explicar la continuidad de las pautas geográficas. Laslett (1988) propuso como
explicación la ‘hipótesis de apuro nuclear’ (nuclear hardship theory), argumentando
que los sistemas de familia nuclear necesitan de instituciones públicas para cuidar de
individuos ancianos y vulnerables quienes, en otros lugares, se incorporarían a las
unidades domésticas complejas. Mientras que los estudiosos actuales del estado de
bienestar señalan por un lado, que las diferencias macro-regionales en las pautas
familiares se acompañan de diferencias en los sistemas de bienestar públicos (Kohli et
al., 2010); y por otro, que es muy posible que la continuidad de las diferencias
históricas en las culturas familiares deba mucho a la persistencia de diferencias en las
políticas estatales de bienestar (Viazzo 2010). Claro está, la dirección de la causalidad
también puede ser la inversa: desde la cultura hasta la política. Lo esencial es que los
datos no permiten hacer experimentos para contrastar explicaciones culturales y
materialistas, ya que los valores culturales, las políticas estatales y las provisiones
económicas parecen estar entrelazados.

Este es un buen punto para ir más allá de los contrastes entre líneas
explicativas culturales y económicas, y de los niveles de análisis de estado y familia,
para investigar la estrategia de investigación que se adoptó en el proyecto KASS y lo
que nos puede enseñar. Esta estrategia hace posible extender los resultados que
hemos presentado en esta sección a dos direcciones importantes: una, en la atención
que se presta a los niveles intermedios de las redes de parentesco y las comunidades
locales; y dos, en los aspectos de la vida familiar que se tienen en cuenta.

TRES CONTRATOS Y DOS MODELOS

Las conexiones estadísticas


Volveré a la distribución macro-regional de pautas familiares más adelante,
aunque primero quiero que veamos otros indicadores estadísticos de organización
familiar y los vínculos que hay entre ellos. Las variables de estos indicadores son
importantes de por sí, pudiendo además proporcionarnos información acerca de los
tres contratos implícitos anteriormente definidos: entre las generaciones, entre
parejas reproductivas, y entre el individuo y la comunidad en general.

Figura 1 Dispersión de la endogamia espacial según la co-residencia


intergeneracional

La Figura 1 combina uno de los indicadores del contrato intergeneracional -la


proporción de adultos que viven en unidades domésticas de tres generaciones (eje
inferior del gráfico)-, con el indicador de la conexión entre lazos de parentesco y
participación local. Este segundo indicador, que se mide en el eje vertical, se denomina
endogamia local y se define como la proporción de parejas en las que ambos cónyuges
han nacido a menos de diez kilómetros de su residencia actual. Esta es además una
medida de los lazos de los cónyuges con el área local, pudiendo también indicar su
participación continua en los lazos familiares tempranos, ya que, a no ser que ambos
progenitores se hayan mudado después, la pareja seguirá viviendo cerca sus
respectivas familias. La fuerte correlación con la primera y más directa medida de la
participación continua con la generación de los progenitores confirma esto y sugiere
una asociación entre el contrato intergeneracional, y el contrato entre el individuo y la
sociedad en general: los lazos familiares persistentes se asocian con un alto grado de
participación en la comunidad local.

La concentración espacial de parientes se puede entender, entonces, como un


indicador tanto de ‘familismo’ como de ‘localismo’. La Figura 2 indica que esta
combinación se asocia estrechamente con el tercer contrato implícito, referido a la
división de trabajo entre cónyuges o, de manera más general, entre hombres y
mujeres. Esta variable mide hasta qué punto los hombres ayudan con una de las tareas
que se define, en todas partes, como responsabilidad principal de la mujer: la
preparación de las comidas de la familia. Es, además, un indicador del grado de énfasis
que se pone en la participación de la mujer en la esfera doméstica. De todo esto se
concluye, que la clara distinción entre los roles de género es especialmente
característica de las localidades en las que los lazos intergeneracionales y el
sentimiento de comunidad local son fuertes.

Figura 2 Dispersión de la asignación de tareas domésticas según género


según la concentración espacial de parientes

La impresión que se tiene tras esta visión estadística preliminar de las


variaciones en los tres contratos implícitos es que debe haber una fuerte conexión
entre ellos. Las formas que adoptan los tres contratos parecen variar conjuntamente,
ubicando cada localidad en un continuo entre dos modelos de parentesco que
muestran un contraste. Modelos que se pueden describir de manera provisional --- de
la siguiente manera:

Modelo 1: “intergeneracional, con segregación por género, imbricado


localmente”

Modelo 2: “nuclear, con menos segregación por género, desvinculado


localmente”

Las etnografías

Los relatos etnográficos nos pueden dar una idea más completa de qué
implican estos tres contratos y su combinación en los dos modelos genéricos arriba
señalados. Esta es la razón por la que el segundo tomo de la serie KASS presenta
etnografías de parentesco en cada una de las diecinueve localidades etnográficas,
permitiendo a los lectores reunir una impresión acumulativa de las diferencias y los
aspectos compartidos (Heady y Schweitzer 2010). En los siguientes párrafos, utilizaré
citas selectivas para iluminar algunos de los puntos principales.

La ayuda intergeneracional fluye principalmente entre padres/madres y sus --


hijos/as y nietos/as ---- en ambos sentidos, aunque a lo largo del ciclo de vida
completo-- muchas personas son receptores netos de sus padres/madres y abuelos/as,
y donantes netos a sus hijos/as y nietos/as. No se insiste en una reciprocidad estricta,
sin embargo, existe la sensación de que la ayuda que proporcionan ambos
progenitores crea en sus vástagos alguna obligación de devolverla si llega a ser
necesario. La diferencia principal entre las sociedades del Modelo 1 y las del Modelo 2
es si se enfatizan activamente los flujos de ayuda en ambos sentidos o si por el
contrario, existe un intento de minimizarlos a favor de un ideal de independencia
mutua. Los etnógrafos, en su descripción de la situación en Tramonti, una localidad del
trabajo de campo en el sur de Italia, dicen lo siguiente:

La obligación social de ayudar a un hijo o una hija a poner su casa


(sistemarsi) se combina con la norma de que se espera que los hijos/as cuiden
de sus padres/madres mayores. La generación adulta, parejas casadas con
hijos, se encuentra en el centro de las cadenas de apoyo. Por una parte, tienen
que cuidar de sus padres/madres, quienes cuidaron de ellos cuando eran
pequeños y, por otra parte, deben mantener a sus propios/as hijos/as. El
término de Attias-Donfut (2001), ‘génération pivot´(generación eje) es una
descripción excelente de su papel. [Capello y Colclough 2012: 315).

Esta obligación no es solo una cuestión de presión moral. Los hijos/as que
cuidan de sus padres mayores a menudo reciben una mayor parte de la herencia a
cambio.
Contrastemos esto con la situación en los lugares del trabajo de campo en
Alemania (en la anterior Alemania Oriental, en las afueras y cerca de Berlín).

[Los informantes mayores] a menudo insistían en que no esperaban que


sus hijos/as o nietos/as les cuidaran. Había un fuerte énfasis en la autonomía
individual durante el mayor tiempo posible, que se expresaba en el comentario:
“No quiero ser una carga” (Streif 2006). No querer convertirse en una carga es
una actitud típica de la generación mayor. Algunos se oponen
vehementemente a la idea. [Thelen y Baerwolf 2010: 260]

No obstante, este tema “introducía un grado de tensión y silencio en las


entrevistas” (op. cit.), sugiriendo que, de hecho, las personas mayores encontraban
difícil sobrellevar las consecuencias de estas normas sociales.

Si atendemos al contrato con la sociedad en general, las etnografías


demuestran que la endogamia local está asociada a un sentido más general de
participación en la comunidad local. En Dziekanowice, en la Polonia rural, los
etnógrafos informaron que:

Uno de nuestros interlocutores captó el estado actual de las relaciones


de parentesco en Dziekanowice cuando afirmó, acertadamente, lo siguiente: “Si
entraras en los detalles, resultaría que aquí somos todos una sola familia”.
Hasta cierto punto, esto era verdad, ya que muchas redes de parentesco en el
pueblo o se solapan o se interconectan. (Buchowski et al., 2012: 354)

Esta consciencia de estar emparentados, típica de otras comunidades


endogámicas en la muestra de KASS, no significa que las familias pueden pedir ayuda
práctica de forma regular a parientes distantes genealógicamente; aunque la
agrupación espacial sí significa que una familia suele poder pedir ayuda a un número
de parientes próximos. En el caso de Dziekanowice, por ejemplo, toda la comunidad se
solidarizó para reconstruir una casa que se había quemado [op.cit. p. 354].

La forma principal en la que las comunidades endógamas expresan su relación


mutua es a través del control social. Como comentó un joven en Schönau, -- localidad
rural austriaca donde los investigadores de KASS realizaron trabajo de campo:

Claro que existe la presión social. Aquí, tienes que tener un empleo, una
educación y todo lo demás que entra en la norma: construir casas, tener hijos,
plantar árboles, envejecer, asistir de forma regular a los actos religiosos de la
iglesia. Esta es la situación en el pueblo. […] Hay personas que se desvían de las
normas, pero nunca se sienten felices por eso. La gente les evita, más o menos.
Realmente tampoco--- veo que sea tan malo, porque quien mala cama hace, en
ella se yace. [Seiser and Schweitzer 2012: 121]
El control social puede extenderse también al nivel de vida y las oportunidades
escolares que los padres proporcionan a sus hijos. En Tramonti, es costumbre que los y
las jóvenes permanezcan en casa hasta que se casen, momento en el que se mudan a
su propia casa, que sus padres/madres pueden haberles dado o ayudado a construir.
Los etnógrafos indican que el hecho de permanecer en la casa de los padres/madres
permite a los/las hijos/as estudiar durante más tiempo, además de disfrutar de un
nivel de vida que, de otro modo, no se podrían permitir. Comentan que:

Los padres también salen ganando de este acuerdo: ofrecer un buen


comienzo en la vida y la posibilidad de encontrar mejores empleos, además de
proporcionarles bienes de consumo, incrementa su prestigio social. [Capello y
Colclough 2012: 318]

La boda en sí, que se celebra cuando ‘el joven tiene un trabajo seguro y la
posibilidad de comprar una casa’ (op. cit. P. 318), proporciona otra oportunidad para
que los padres de ambos cónyuges obtengan prestigio social.

De forma implícita, la endogamia parece ser un aspecto de un sistema en el que


la sociedad local intenta perpetuarse como una comunidad biológica, de trabajo y de
propietarios, donde todos estos elementos marcan la identidad de los sujetos. La
siguiente descripción de los roles de género en Dziekanowice sugiere que el tercer
contrato implícito, entre hombres y mujeres y, en particular, entre cónyuges, sigue los
mismos principios subyacentes.

La pauta general de relaciones de género en Dziekanowice corresponde


al modelo tradicional de la Polonia rural, con roles de género claramente
definidos. Uno de los paradigmas de este modelo es la fuerte creencia de que la
cocina es la esfera femenina (“Un hombre quiere que su cena esté lista”, “Hay
que servir la cena…”). En las familias de agricultores, las obligaciones se dividen
de manera estricta. La esfera doméstica… que incluye la limpieza, la cocina y la
crianza de los hijos, pertenece a la mujer; las obligaciones del corral se
comparten…; el trabajo en el campo es, en su mayoría, el dominio del hombre.
[Buchowski et al., 363-364]

Una mujer que aceptó un empleo fuera del pueblo mientras aún eran pequeños
sus hijos describió la reacción en el pueblo. Su marido se opuso a su decisión pero, a
pesar de una discusión terrible, ella insistió.

A la mayoría de las personas les indignaba. Un día, volvía en bicicleta,


iba a trabajar en bicicleta, era invierno y era tarde. El sacerdote estaba de pie al
lado del camino y me gritó que no tenía vergüenza, que tenía hijos pequeños y
un marido, y ¡en qué pensaba con eso de ir a trabajar! [Buchowski et al., 365]
Probablemente el lector tenga ya una idea bastante clara de cómo los tres
contratos se combinan en un sistema del Modelo 1, pero probablemente esté bastante
menos clara la imagen de un sistema del Modelo 2. Después de todo, la Figura 2 nos
demuestra que, aún en los sistemas del Modelo 2, sigue existiendo una distinción
bastante clara entre los roles de género, solo que no es tan precisa. Los sistemas del
Modelo 2, ¿son simplemente versiones más tenues de los sistemas del Modelo 1,
diluidos por la mayor distancia geográfica entre padres e hijos/as adultos/as?

La versión menos tenue del Modelo 2 se daría solamente cuando la distancia física
entre los parientes se debe a razones prácticas. Pero hay otros ejemplos (en particular,
las localidades de trabajo de campo en Suecia y en Alemania y las localidades de
trabajo de campo urbanas en Francia (Marks y Gaunt, 2010; Thelen y Baerwolf 2010;
Segalen et al., 2010) en los que la distancia física no viene impuesta por necesidades
prácticas, sino que forma parte del ideal de independencia mutua entre generaciones
adultas sucesivas. En estos casos, aunque los parientes cercanos a menudo no están
disponibles para las interacciones del día a día, aún se preocupan los unos de los otros
y se supone que deben estar preparados para ayudarse en tiempos de necesidad. Si un
pariente próximo (un padre, un niño/a o hermano/a) no cumple con esta obligación,
puede dar lugar a una gran amargura (Segalen et. al., 2010). )

La familia aún importa en un sistema del Modelo 2, aunque solo sea porque da
a los individuos su posición inicial en el cuadro social (Bourdieu 2007 [1996]). Es solo
que la red resultante es mucho más difusa y es menos probable que se retraiga sobre
sí misma en las generaciones sucesivas. Hay, por lo tanto, menos necesidad de
mantener el contacto con los parientes más lejanos genealógicamente, y menos
motivación para preocuparse con los detalles del comportamiento de los vecinos y
vecinas, ya que la probabilidad de los hijos e hijas de estos -- sean los cónyuges de sus
----- hijos e hijas es menor que en un sistema endógamo.

Explicar los modelos de contrato: los factores económicos y la continuidad macro-


regional

¿Qué explicaciones pueden dar cuenta de estos distintos sistemas? Viendo los
anteriores diagramas de dispersión, podemos ver que los sistemas del Modelo 1 se
concentran en zonas rurales. Un análisis estadístico más detallado indica que la co-
residencia intergeneracional y el matrimonio endógamo son especialmente
característicos de las familias relacionadas con el trabajo agrícola. Esto sugiere que el
Modelo 1 puede tener algo que ver con los requisitos específicos de la sociedad
agrícola: asegurar que los agricultores tengan acceso a la cooperación práctica de los
parientes próximos; y que la herencia de las granjas beneficie a los descendientes de la
comunidad existente.
Los sistemas del Modelo 2, en los que la familia nuclear está separada de las
relaciones intergeneracionales y de la vida productiva, puede ajustarse más a una
economía más dinámica, liberando las relaciones económicas de las imposiciones del
parentesco y de la comunidad, y facilitando que los jóvenes adultos se alejen de casa
para perseguir oportunidades económicas cambiantes.

Esto no quiere decir que los requisitos económicos determinen—


necesariamente-- los sistemas de parentesco, ni tampoco lo contrario, que los
sistemas de parentesco determinen las pautas de desarrollo económico; pero sí
sugiere, tal como ha afirmado Macfarlane, que por lo menos podría haber una afinidad
electiva entre distintos sistemas económicos y los modelos específicos de familia y de
comunidad. No sería, por lo tanto, sorprendente, que los sistemas del Modelo 2 fueran
particularmente característicos de las partes de Europa que se industrializaron pronto
y que los sistemas del Modelo 1 se asociaran con la persistencia, hasta hace muy poco,
de un gran sector agrícola; esto nos trae de vuelta a la discusión anterior de las
diferencias históricas persistentes entre las pautas macro-regionales de familia.

Figura 3 Dispersión de la endogamia especial clasificada por macro-región


y tipo de zona

En la Figura 3, nuestras localidades de trabajo de campo se agrupan en tres


macro-regiones: el noroeste de Europa (solo contiene Suecia), Europa central (Francia,
Alemania y Austria) y, finalmente, las zona sur y este de Europa (que incluye Italia,
Croacia, Polonia y Rusia). Estas macro-regiones corresponden, aproximadamente, con
las que salen de las encuestas sociales comparativas y de los estudios históricos.
También corresponden, en términos generales, al orden histórico de la
industrialización y la urbanización, que ocurrió más temprano en las zonas noroeste y
central, y más tardíamente en el mediterráneo y en Europa del este. (Hasta la fecha, el
porcentaje de la fuerza de trabajo dedicada a la agricultura es más bajo en Suecia y
Alemania y más alto en Croacia, Polonia y Rusia.)

La variable que se mide en el eje vertical es la endogamia espacial. El gráfico


muestra un incremento regular en el nivel de endogamia según nos desplazamos
desde el noroeste hacia el sur y el este. Dentro de cada macro-región, la endogamia es
más frecuente en las áreas rurales que en las urbanas. Las distribuciones de las
variables que miden la co-residencia intergeneracional y la segregación por género de
los roles domésticos son muy similares. La pauta macro-regional sugiere que nuestras
tres variables recogen la misma dimensión de variación que Reher (1998) describe con
su comparativa familia fuerte/familia débil: las “familias fuertes” de Reher
corresponden a nuestro Modelo 1 (“intergeneracional, con segregación por género,
imbricadas localmente”) y sus “familias débiles” a nuestro Modelo 2 (“nuclear, menos
segregadas por género, localmente desprendidas”).

Figura 4 – ayuda doméstica intensive según macro-región


La Figura 4 confirma esta correspondencia, indicando que el alcance de la
ayuda doméstica recibida de los parientes sigue la misma pauta geográfica 2. Sin
embargo, aunque la distribución macro-regional es la misma que la que describe
Reher, la explicación ha variado. El contraste entre los Modelos 1 y 2 no es solo un
asunto de relaciones familiares, sino de contratos implícitos que afectan a muchos
aspectos distintos de la sociedad local y que reflejan lo que describiría Bourdieu como
dos habitus diferentes: un habitus afin a la producción agrícola; y otro que
corresponde mejor con la economía de manufactura y servicio que cambia
rápidamente. Lo que no está claro es si el habitus también responde a otras fuentes de
valores sociales o a los efectos de las políticas estatales, por lo que no podemos
asegurar si las diferencias macro-regionales en el habitus son simplemente una
respuesta diferida a los procesos con distinta temporalización de cambio económico y
de urbanización, o si reflejan factores políticos o culturales independientes que, de por
sí, afectan a las relaciones sociales y económicas. Aunque no podemos resolver este
problema aquí, posiblemente refinemos nuestras ideas si extendemos el análisis a los
nuevos desarrollos en pautas familiares.

EXPLICAR LOS NUEVOS DESARROLLOS

2
Ayuda doméstica “intensa” se define como ayuda que se proporciona la mayor parte de los días de la
semana anterior a la entrevista o encuesta. Las personas que ayudan pueden vivir en la misma unidad
doméstica que la persona que recibe la ayuda, o no.
En las últimas décadas toda Europa ha visto un doble cambio respecto al tema
que nos ocupa, la familia: por un lado, el relajamiento de las reglas de la vida familiar,
particularmente de la celebración y la permanencia del matrimonio; por otro,-- un
movimiento en la dirección de una fertilidad más tardía y menor. No obstante, la
magnitud relativa de estos dos cambios no se distribuye de manera uniforme. El relajo
de los vínculos familiares ha sido más marcado en el norte y el oeste de Europa, donde
prevalecen los sistemas del Modelo 2 (sistemas de “familia débil”). Mientras que, por
contraste, la caída de la fertilidad ha sido mayor en el sur y este de Europa donde los
sistemas del Modelo 1 (“familia fuerte”) son o eran la regla. Las explicaciones que
ofrezcamos de cada uno de estos dos cambios tendrán que tener en cuenta tanto la
tendencia general compartida, como las diferencias regionales.

Aflojar las reglas de la formación de la familia

Las reglas importan más y, por lo tanto, es más probable que la gente las
cumpla, cuando las acciones de las que se tratan afectan a un gran número de
personas, además de las que están directamente involucradas. En las comunidades
agrícolas, donde las familias conyugales son los eslabones en un sistema de
cooperación basado en el parentesco y de transmisión de la propiedad, se esperaría
que los procesos de formación familiar estuvieran más formalizados que en otros
lugares en los que la cooperación activa se limita más bien a los miembros de la familia
conyugal. Y de hecho, parece que las uniones informales son menos comunes entre las
familias agrícolas (Heady et al., 2010). Así, el movimiento continuado desde la
agricultura a las zonas urbanas durante la segunda mitad del siglo XX en Europa, debe
haber disminuido las presiones sociales para casarse.

También es más probable que la gente cumpla con las reglas cuando las
personas más directamente involucradas se enfrentan a una sanción seria si las
incumplen. Las consecuencias económicas de la disolución de una unión,
especialmente una unión con hijos/as dependientes, siguen siendo muy serias para la
esposa, aunque la mayor participación de las mujeres en el mercado laboral significa
que son menos devastadoras de lo que lo eran a mediados del siglo XX, cuando
muchas mujeres dependían totalmente de los ingresos de sus maridos. Por lo tanto,
han disminuido mucho los incentivos para que las mujeres insistan en un contrato
matrimonial vinculante con su pareja, al igual que los incentivos de mantener un
matrimonio una vez hecho el contrato.

Los desplazamientos del poder económico también han impactado las


relaciones de autoridad dentro de la familia. El incremento de la capacidad de generar
ingresos de las mujeres ha ayudado a asegurar una disminución relativa en la
autoridad masculina. También se ha desplazado la manera en las que las ventajas
económicas se transmiten a través de las generaciones. Esta transmisión se ha ido
alejando de la transmisión directa de propiedad y destrezas de padres y madres a hijos
e hijas, característica de la agricultura y de las empresas a pequeña escala, hacia un
sistema dominado por la transmisión de ventajas escolares. Este último sistema da
menos lugar a que la generación de los mayores utilice de manera directa el poder
económico para mantener su autoridad sobre los/las jóvenes. Además, el menor
énfasis en la transmisión directa de la propiedad productiva ha quitado un incentivo
práctico para la co-residencia intergeneracional, lo que puede tener mucho que ver
con la disminución del número de unidades domésticas de tres generaciones en Italia y
en otros lugares.

Desde esta perspectiva, es fácil ver por qué la relajación de las reglas de
formación familiar y la liberalización de la vida familiar, en general, han avanzado más
en el norte y oeste de Europa. Esta es la región en la que empezaron antes y más lejos
han llegado los cambios económicos, y donde entran menos en conflicto con el habitus
ya existente de la familia y la vida social.

Los niveles de fertilidad: constreñimientos prácticos y cohesión social

La caída reciente e imprevista de la natalidad, llegando a niveles


excepcionalmente bajos en muchas zonas de Europa, revela lo poco que los
demógrafos y demás científicos sociales entienden este aspecto fundamental de la
vida social. Una cuestión central para cualquier teoría de fecundidad es la importancia
que se asigna a las exigencias prácticas (los costes de oportunidad o los beneficios
posibles de ser padres/madres) y la que se asigna -si es que se asigna alguna- a las
sociales o culturales que afectan el deseo de ser padres/madres. Igual importancia
tiene la cuestión de cómo hay que concebir estas demandas sociales o culturales. Para
algunos teóricos, es una cuestión de conjuntos de valores: la importancia relativa que
se da a la reproducción comparándola con la realización personal (Lesthaege 1983) o
los niveles de vida en el sentido material (Dalla Zuanna 2001). Para otros, se debe
entender la reproducción biológica como parte de un proceso más amplio de
reproducción social cuyo propósito es perpetuar tanto la afiliación biológica, como la
forma estructural de la sociedad en cuestión (Augustins 1989; Bourdieu 2007 [1996]).
La estrecha conexión entre la reproducción física y social se subraya en casi todas las
sociedades mediante los ritos del ciclo de vida que vinculan los procesos de
nacimiento, maduración, matrimonio y muerte, al ser miembro de categorías sociales
específicas (Van Gennep 1989 [1909]). Merece la pena indicar que, en esta conexión,
las implicaciones causales podrían ir en cualquiera de los dos sentidos posibles: o la
fecundidad permite la renovación de las estructuras sociales; o la existencia de nichos
sociales reconocidos para parejas nuevas y para sus hijos/hijas potenciales crea una
precondición para la reproducción biológica.
Estos son temas profundos, imposibles de resolver en un artículo como este.
No obstante, las distintas perspectivas teóricas que se ofrecen pueden ayudarnos a
interpretar, de manera provisional, los datos que emergen de las estadísticas
demográficas y de estudios como el proyecto KASS.

Las exigencias prácticas proporcionan la explicación más directa de la caída de


la fecundidad en Europa durante las últimas décadas. La frecuencia cada vez menor de
unidades domésticas de tres generaciones tiene que haber limitado la medida en la
que los abuelos han podido ayudar a cuidar de sus nietos/as. Más importante, la
mayor participación de las mujeres casadas en el trabajo remunerado significa que la
necesidad de dedicar tiempo a cada nuevo vástago representa un coste de
oportunidad en términos de sueldo y de opciones profesionales a las que se ha
renunciado, cosa que no ocurría cuando se suponía que las mujeres se dedicaban al
trabajo de la casa. Esto es congruente con la distribución geográfica de niveles
contemporáneos de fecundidad en las diecinueve localidades de trabajo de campo del
proyecto KASS. Los resultados que se muestran en la Figura 5 confirman que los niveles
de fecundidad son, de hecho, relativamente más altos en el campo, área más
conservadora económica y socialmente.
Figura 5 ratios de población según macro-región y rural-urbano

El rompecabezas central de la demografía Europea contemporánea es cómo reconciliar


la poco sorprendente asociación positiva dentro de los países entre fecundidad y
comunidades agrícolas con parentesco denso, con la desconcertante asociación
negativa entre fertilidad y sistemas de parentesco denso (Modelo 1), que encontramos
cuando comparamos los niveles contemporáneos de fecundidad entre los países en las
distintas macro-regiones. Esta asociación negativa es especialmente clara en el caso de
las localidades urbanas del trabajo de campo --, lo cual quiere decir que el punto clave
que hemos de explicar es, por qué los efectos de la vida urbana y del cambio
económico que disminuyen la fecundidad son particularmente fuertes en los países
que tienen sistemas del Modelo 1: “familias fuertes”, eso es, “intergeneracionales,
segregadas por género, imbricadas localmente”.
Una razón posible es la tendencia, antes apuntada, que sistemas de parentesco,
mercado y bienestar estatal, se complementen convenientemente; así, donde el
sistema de parentesco tradicionalmente ha proporcionado un fuerte apoyo para
madres y padres jóvenes, es menos probable que les apoye el estado de bienestar, o
que el mercado de la vivienda les proporcione viviendas asequibles en alquiler. Cuando
la urbanización y el cambio económico socavan las pautas anteriores de apoyo práctico
de parientes co-residentes y locales en los países del Modelo 1, el estado y el mercado
no están tan prestos a ofrecer ayuda alternativa; así, el impacto práctico del cambio
socio-económico en la capacidad que tienen los adultos jóvenes de mantener a
familias jóvenes es especialmente severo. La información de las localidades de trabajo
de campo del proyecto KASS (tanto los resultados etnográficos como los datos sobre la
tenencia de la vivienda) proporciona mucho apoyo para este argumento de
“dependencia del camino” (path dependency).

Sin embargo, este argumento no convence a todos. Si las obligaciones


económicas están frenando el deseo de los/las jóvenes de empezar sus propias
familias, se esperaría que les parecieran terriblemente frustrantes los períodos
prolongados de residencia sin casarse en la casa de sus padres que hoy en día
caracterizan la Europa mediterránea. Pero no está claro que sea, de hecho, así. En otro
estudio etnográfico de la España urbana, Douglass (2005) informa que los jóvenes
adultos estaban, en general, bastante contentos con esta situación y no tenían prisa
especial por formar sus propias familias. El demógrafo italiano, Dalla Zuanna (2001), ha
afirmado que existe un fenómeno parecido en Italia. En un artículo brillante titulado
“The Banquet of Aeolus”, ha propuesto una explicación basada en la cultura. Afirma
que la edad excepcionalmente tardía a la que los jóvenes italianos fundan sus propias
casas hoy en día se debe, al apoyo material masivo que reciben de sus familias
mientras permanecen en la casa de sus padres. Esto lo explica como una aplicación
lógica, en condiciones económicas nuevas, de los valores familiares tradicionales de
Italia y sugiere, con cautela, que podría valer la misma explicación para unos cuantos
países mediterráneos.

De todas maneras, por lo menos en las zonas rurales, los valores familiares sí
incluyen un valor positivo de fecundidad. Se espera que las personas se casen y tengan
hijos para reproducir tanto la línea familiar, como la comunidad en su conjunto. La
fecundidad baja se experimenta como un incumplimiento de los contratos implícitos
que subyacen al Modelo 1 de los sistemas de “familia fuerte”. En Tramonti, esta
tensión emerge, a menudo, en discusiones entre marido y mujer.

Este tema lo subrayó María, ama de casa y antes empleada, al oponerse a los
argumentos de Franco, su marido, quien trabaja en la construcción y quien deseaba
tener más hijos. En palabras de su marido: “Me hubiera gustado tener más hijos. Ella
dice que no […]. Porque criar a los hijos hoy en día es tan gravoso. Dice que dan tanto
que hacer, que ella no puede arreglárselas. Pero a mí me hubiera gustado tener más, si
no, de otra manera, no sé a quién puedo dejar mis casas. ¿No te parece importante?”
[Capello y Colclough 2012: 317].

Esto deja abierta la pregunta de por qué los padres que se han criado con
valores que enfatizaban tanto la manutención material de la familia, como la
perpetuación de la línea familiar-, ahora enfatizan el nivel de vida material a costa de la
reproducción. Está claro que este cambio dentro del marco general de los sistemas de
Modelo 1 (“familia fuerte”) ha acompañado al proceso de cambio económico y a la
urbanización; pero, ¿por qué? En este punto, puede ayudar pensar en los niveles
deseados de reproducción en el contexto de la reproducción del sistema de relaciones
sociales. En los sistemas del Modelo 2 (“familia débil”), las relaciones sociales de
reproducción y de parentesco son difusas en el espacio y, así, independientes del
destino económico de cualquier comunidad local específica. Aunque las condiciones
económicas pueden influir en la viabilidad práctica de ser padres y madres, no hay
muchas razones por las que el cambio económico tenga un impacto sobre los niveles
socialmente deseados de reproducción en un sistema de este tipo. La posición en los
sistemas del Modelo 1 del sur y del este de Europa es muy distinta. Se valora ser
padres y madres como una contribución a la continuidad, no solo de la línea familiar,
sino también de la comunidad local en conjunto. Una comunidad definida por
contratos implícitos que incluyen tanto lazos matrimoniales, como cooperación
económica, combinando la producción y la reproducción en una sola pauta grande. En
un sistema de este tipo, si una comunidad pierde control de las relaciones económicas
y prácticas que subyacen su vida social, también pierde la capacidad de proporcionar
un contexto social significativo para la reproducción biológica misma.

Esto, claro está, es un razonamiento, no una declaración de hechos; por lo


tanto, es necesario apoyarlo con evidencias más directas que decir que esta pérdida de
significado social está haciendo disminuir los niveles de fecundidad. Sería genial que
nuestros informantes lo dijeran así, directamente, pero—desafortunadamente-- no lo
han hecho. Sería mucho esperar. Los contratos sociales implicados en la reproducción
son implícitos, un asunto de habitus, no parten de una estrategia explicitamente
planificada. En estas circunstancias, esperaríamos que las explicaciones de nuestros
informantes sobre la baja fecundidad hicieran alusión a los cambios circunstanciales
relevantes, pero no que explicaran la naturaleza precisa de la conexión causal.
Entonces, sí que es significativo que, en todas las localidades de trabajo de campo en
Italia, las discusiones de los informantes sobre las dificultades enfatizaban su pérdida
de control sobre su vida práctica, tanto como agentes económicos, como en su rol de
padres y madres [Colclough 2012: 272-273].

Un ejemplo lo tenemos en los sentimientos del hombre de Tramonti, antes


citado, sobre el hecho que él y su esposa estaban cediendo a estándares de cuidado de
los hijos impuestos desde fuera. Esta sensación de estar actuando en un sistema fuera
de su control también emerge en los comentarios de los informantes de las dos
localidades de trabajo de campo del norte de Italia, en el corazón de la economía
moderna: en la gran ciudad de Milán (Ghezzi 2010) y en el pequeño pueblo de
Maranzano (Lorenzini 2010), donde una tradición anterior de producción artesanal
independiente de muebles, ha sido sustituida recientemente por un sistema de
empresas productivas a mayor escala y menos personales. En ambos lugares, los
padres y las madres potenciales explican su baja fecundidad diciendo que simplemente
no tienen tiempo de cuidar de hijos e hijas. Sin duda, habrá razones prácticas
específicas detrás de esta situación, pero también indica una pérdida de control sobre
los ritmos de la vida práctica, que es incompatible con un modelo social que percibe las
interacciones prácticas como señales significativas dentro de un sistema coherente de
relaciones sociales. Lorenzini vincula la percepción de que hay poco tiempo, a la
manera en la que los cambios en la tecnología y los nuevos desarrollos en el mercado
de los muebles han alterado la estructura de la economía del lugar, socavando las
empresas familiares, amenazando la existencia continuada de la industria local y, así, la
continuidad de la comunidad misma.

Aunque las evidencias ciertamente no son concluyentes, sugieren la posibilidad


de otra dimensión en los contratos implícitos entre padres y madres potenciales y la
sociedad en general: cuando las cosas van bien, la sociedad proporciona a los padres y
madres y a sus hijos e hijas una posición social segura y, a cambio, padres y madres
aseguran la continuidad biológica de la sociedad misma.

CONCLUSIÓN

La crítica de Schneider (2002 (1984)) de los estudios del parentesco y el “giro


cultural” de la antropología en conjunto han influido fuertemente en mucho del
trabajo antropológico sobre el parentesco europeo moderno. Ha habido una
fascinación especial con la construcción cultural de ideas de emparentamiento
biológico y con los contextos (tales como la adopción y las nuevas tecnologías de
reproducción) en los que las definiciones culturales de lo “natural” parecen
cuestionarse (Carsten 2004; Strathern 1992; Edwards y Salazar 2009). Típicamente, los
autores de esta tradición del “nuevo parentesco” han prestado bastante poca atención
a preocupaciones anteriores sobre las estructuras sociales, definidas por herencia y
matrimonio, el significado económico del parentesco y los debates sobre el
materialismo, el idealismo y la teoría de la práctica a los que dio lugar este corpus de
trabajos.

El argumento de este artículo ha sido que este corpus anterior de teoría


antropológica proporciona algunas maneras muy eficaces, aunque no definitivas, de
entender los recientes desarrollos en el parentesco europeo y de integrarlos con la
investigación etnográfica anterior y con el trabajo llevado a cabo en otras disciplinas.
Espero que el tratamiento de cuestiones específicas, aunque ha sido—
inevitablemente-- algo somero, ilustre la relevancia continuada de estas explicaciones,
y al mismo tiempo demuestre que muchos de los resultados de la investigación y
formulaciones teóricas no son, ni mucho menos, nítidos e indiscutibles. De hecho, la
apertura de esta tradición a nuevos desarrollos se ve en la gama de conceptos distintos
(‘modelo, ‘contrato implícito’, ‘habitus’, ‘reproducción social’ y demás) de los que se ha
nutrido este artículo. Es posible que esto sea una manía personal, pero me inclino a
pensar que refleja una sensación más general de que hace falta más trabajo teórico
sobre las conexiones que subyacen a la acción individual y a la estructura social. El reto
vigente es encontrar maneras de incluir tanto la racionalidad práctica y los significados
sociales en las descripciones analíticas que hagan plena justicia a la complejidad de los
resultados etnográficos y los datos cuantitativos.

AGRADECIMIENTOS

Este artículo no hubiera sido posible sin el trabajo y el apoyo de todos los
participantes en el proyecto KASS, tanto los que se han citado directamente como los
que no. Estoy muy agradecido a todos, incluidos los numerosos ciudadanos que
sacrificaron un tiempo considerable para responder a nuestras preguntas. Además,
quiero agradecer específicamente a Nancy Konvalinka y a sus colegas en el I Simposio
Internacional sobre Nuevos Modelos de Familia: Las Familias Tardías, en septiembre de
2010, por sus comentarios estimulantes y perspicaces sobre el borrador inicial de este
trabajo. Debo también las gracias a Campus Verlag por el permiso para reproducir
extractos y gráficos de los volúmenes 2 y 3 de Family, kinship and state in
contemporary Europe.

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