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Índice
1. EL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA MODERNA.................................................................................1
2. DESCARTES. VIDA Y OBRAS.....................................................................................................2
3. LA FILOSOFÍA DE DESCARTES...................................................................................................4
3.1 INTRODUCCIÓN: EL PUNTO DE PARTIDA............................................................................4
3.2 EL MÉTODO CARTESIANO...................................................................................................5
3.3 LA DUDA METÓDICA..........................................................................................................7
3.4 LA PRIMERA CERTEZA: LA EXISTENCIA DEL YO. “PIENSO, EXISTO”.....................................8
3.5 SEGUNDA CERTEZA: DIOS...................................................................................................9
3.6 TERCERA CERTEZA: EL MUNDO. ONTOLOGÍA CARTESIANA..............................................10
3.7 EL PROBLEMA DE SER HUMANO......................................................................................11
3.8 EL PROBLEMA DE LA ÉTICA. LA TEORÍA MORAL PROVISIONAL.........................................13
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"Por ello, tan pronto como la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores, abandoné completamente el estudio de
las letras. Y, tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo,
dediqué el resto de mi juventud a viajar, a conocer cortes y ejércitos, a tratar con gentes de diversos temperamentos y
condiciones, a recoger diferentes experiencias, a ponerme a mí mismo a prueba en las ocasiones que la fortuna me deparaba, y a
hacer siempre tal reflexión sobre las cosas que se me presentaban, que pudiese obtener algún provecho de ellas." ( Discurso del
método)
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importancia que concede Descartes a estos sueños choca con las características que se
le atribuyen ordinariamente a su sistema (racionalismo), pero según el mismo
Descartes nos relata, estarían en la base de su determinación de dedicarse a la
filosofía, y contendrían ya la idea de la posibilidad de fundamentar con certeza el
conocimiento y, con ello, reconstruir el edificio del saber sobre cimientos firmes y
seguros. Habiéndose dotado con su método de una moral provisional, renuncia a su
carrera en el ejército
En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años,
cambiando a menudo de residencia, completamente ocupado en su tarea filosófica.
Comienza por componer un pequeño tratado de metafísica sobre el alma y Dios del
que se dice satisfecho y que debe servir a la vez de arma contra el ateísmo y de
fundamento de la física. Dicho tratado contendría ya las ideas fundamentales de lo que
serían posteriormente las Meditaciones metafísicas, según algunos estudiosos del
cartesianismo, opinión no compartida por otros, que creen demasiado temprana la
fecha como para que Descartes estuviese ya en posesión de su metafísica.
En 1643 conoce a Elizabeth de Bohemia, hija del elector palatino destronado y exiliado
en Holanda. La princesa lo adopta como director de conciencia, de donde surgirá una
abundante correspondencia en la que Descartes profundiza sobre la moral y sobre sus
opiniones políticas y que le conducen en 1649 a la publicación de “Las pasiones del
alma”, más conocida como el Tratado de las pasiones, que será la última obra
publicada en vida del autor y supervisada por él. Posteriormente realiza tres viajes a
Francia, entre 1644 y 1648. Será en el curso del segundo cuando conozca a Pascal. Su
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fama le valdrá la atención de la reina Cristina de Suecia. Es invitado por ella para que le
introduzca en su filosofía. Descartes, reticente, parte sin embargo en septiembre para
Suecia. El alejamiento, el rigor del invierno, la envidia de los doctos, contraría su
estancia. La reina le cita en palacio cada mañana a las cinco de la madrugada para
recibir sus lecciones. Descartes, de salud frágil y acostumbrado a permanecer
escribiendo en la cama hasta media mañana, coge frío y muere de una neumonía en
Estocolmo el 11 de febrero de 1650 a la edad de 53 años.
3. LA FILOSOFÍA DE DESCARTES
Descartes nace a finales de siglo XVI, en medio de una crisis europea que surge como
consecuencia de los cambios sociales y políticos que se produjeron hacia el final de la
Edad Media (entre ellos, el surgimiento de una nueva clase social, la burguesía; el
progresivo abandono del modo de producción feudal; la constitución de los Estados
nacionales; la renovación de las relaciones entre dichos estados y la Iglesia).
Descartes era matemático. Él deseaba que la certeza que daban las matemáticas a la
ciencia se aplicara a todos los ámbitos del saber. Por eso se propone elaborar una
filosofía que fuese una sola ciencia universal con un único método, el matemático.
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Uno de los temas de interés para Descartes y la filosofía moderna fue el conocimiento
racional de Dios, al margen de la fe, para contribuir a evitar las guerras de religión que
afectaron a Europa en aquella época.
Durante el siglo XVII y parte del siglo XVIII convivieron en Europa dos corrientes: el
racionalismo (que se difundió por el continente a partir de Descartes), y el empirismo,
movimiento que se inició y desarrolló en las islas británicas.
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la verdad. Sin embargo, él mismo reconocía que raramente se usa bien: los prejuicios,
las pasiones o la precipitación la conducen al error.
Por eso, Descartes considera imprescindible que la razón sea orientada por un método
seguro, semejante al de las matemáticas, que le ayude a buscar la verdad y rechazar el
error.
1. Regla de evidencia
2. Regla de análisis
3. Regla de síntesis
4. Regla de recuento
Según Descartes, una idea se conoce con claridad si está presente y manifiesta
antes una mente despierta.
Al mismo tiempo, la distinción de una idea implica que es tan precisa y
diferente de todas las demás, que no cabe confundirla con ninguna otra.
La evidencia, por lo tanto, hace referencia a nuestras ideas, que para Descartes son
representaciones mentales de cosas que suponemos que existen fuera de nosotros (es
decir, que consideraba las ideas como cuadros o imágenes que copian las cosas que
representan).
Descartes sostuvo que las ideas claras y distintas se obtienen mediante la primera
operación del espíritu, es decir, la intuición intelectual. Gracias a ella, una mente
atenta capta de manera inmediata conceptos simples, claros y distintos, sin que quepa
ninguna posibilidad de duda o error. Ejemplo de idea clara y distinta es la idea de
triángulo (cuando capto la idea de triángulo, comprendo que es una figura de tres
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lados, que está compuesta por tres líneas que se cortan en el mismo plano, que forma
ángulos, etc.); la idea de pensamiento, o la de existencia.
2. REGLA DE ANÁLISIS. La regla de análisis señala que hay que dividir los problemas en
tantas partes como sea necesario, con la finalidad de reducir el conocimiento
complejo a sus partes mas simples y evidentes; estas han de servir como punto de
partida de todo nuestro conocimiento.
3. REGLA DEL RECUENTO. La regla del recuento implica “hacer en todo enumeraciones tan
detalladas y revisiones tan generales” que tengamos la seguridad de no haber errado
en el desarrollo del método. Así comprobamos que el análisis ha sido completo y que
la síntesis se ha realizado correctamente.
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El método que se propone aplicar se basa en la duda. Descartes consideró que, para
afrontar con éxito la búsqueda de la certeza absoluta, era necesario dudar de todo. No
se trata de una duda escéptica, sino metódica y provisional. Es decir, se considera
como condición necesaria del filosofar poner a prueba los enunciados que son objeto
de demostración, con la intención de asentarlos sobre bases exclusivamente
racionales. Al mismo tiempo, esta duda es:
Puesto que, según Descartes, nuestros sentidos nos engañan; no podemos distinguir
con claridad la vigilia del sueño; tenemos la experiencia de que nos engañamos (con lo
que no podemos descartar la posibilidad de que exista un genio maligno que esté
interviniendo siempre en mis operaciones mentales, de tal forma que haga que tome
constantemente lo falso por verdadero), Descartes cae en la cuenta de que, cuando se
duda de todo, surge una verdad de la que imposible dudar: la existencia de un yo que
duda. Podría dudar de la existencia del mundo que me rodea, pero es incuestionable
que existe un yo que piensa y que duda sobre ese mundo. Descartes lo expresó con su
famoso: “Cogito, ergo sum” (“pienso, luego existo”).
“Cogito” (“yo pienso”) es una primera idea clara y distinta, que manifiesta la
existencia del pensamiento. No es que yo exista porque piense, sino que estoy seguro
de que existo en la medida en que pienso (eso es así, aunque todos mis pensamientos
sean falsos).
Este argumento no era nuevo: lo había empleado antes san Agustín en su disputa con
los escépticos, pero sí es novedoso la utilización que hace de él Descartes, pues
establece el “Cogito” como el principio y fundamento de su sistema. En efecto, una
vez descubierta esa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella
todo el edificio del saber. Al modo en que operan los matemáticos, por deducción,
tratará de extraer todas las consecuencias que se siguen de esta primera idea.
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Por eso, una vez alcanzada la certeza absoluta del “yo pienso”, Descartes se pregunta:
“¿quién soy yo?” A este interrogante respondió que lo único que podemos saber con
seguridad es que el yo es una cosa o sustancia que piensa. Pero ¿qué es pensar?
Descartes señaló que pensar es entender, afirmar, dudar, querer, sentir, etc. Por lo
tanto, es toda actividad que sucede en nuestro interior y que nosotros mismos
podemos percibir. El filósofo señala que los cuerpos carecen de esta actividad mental,
por lo que identificó la “sustancia pensante” con el alma o espíritu. De este modo, para
Descartes el atributo esencial del alma es el pensamiento. Este, a su vez, se diversifica
en dos facultades del alma:
Fiel a su método, tras descubrir la existencia del “yo pienso” como primera verdad
indudable, Descartes parte de esta primera certeza para demostrar la existencia de la
realidad exterior a la mente. El problema es que Descartes, al poner en duda el
contenido de las ideas -y, con ellas, la realidad-, se enfrenta a una dificultad: ¿cómo
puede el sujeto pensante dar el salto de la mente a la realidad exterior? Según
Descartes, solo Dios hace posible que el “yo pienso” abandone su soledad.
Al reflexionar sobre la primera certeza, Descartes se dio cuenta de que poseía una idea
de Dios. La idea del “yo pienso” manifiesta mi propia imperfección y finitud, puesto
que en ella advierto mis dudas y carencias. Ahora bien, por contraste, junto a la idea
de imperfección encuentro necesariamente en mi pensamiento la de perfección, es
decir, la idea de Dios. ¿Y cuál es el origen de esta idea de Dios?
No puede ser una idea adventicia, que proviene de fuera, porque con este tipo
de ideas solo conocemos cosas inferiores a nosotros, como animales, vegetales,
minerales, etc.
Tampoco puede ser una idea facticia, porque nosotros fabricamos estas ideas
y es imposible que seamos capaces de imaginar una perfección máxima, que es
ajena a nosotros y que no hemos experimentado nunca.
Solo puede ser una idea innata, puesta en mi mente por una realidad más
perfecta que yo y dotada de la máxima perfección, es decir, por Dios mismo.
Esta segunda idea innata -Dios- aparece con claridad y distinción en mi espíritu,
porque mi conocimiento de lo finito e imperfecto solo es posible si poseo una idea de
lo finito y máximamente perfecto con la que pueda compararlo.
Descartes, llegado a este punto, no se conforma con la idea innata de Dios, sino que da
un paso más y prueba la existencia de Dios para afirmar, sin miedo, que mis ideas son
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claras y distintas, y que se corresponden con algo real. Solo si Dios existe es posible
superar por completo todo motivo de duda, particularmente la hipótesis del genio
maligno. El ser perfecto, Dios, no permitiría que ese genio me engañase ni que yo
confundiera mis ideas con imaginaciones o sueños. Así, para Descartes, Dios se
constituye en la garantía y el fundamento del ser y del conocimiento.
Infinitud: del yo, que es finito, no puede surgir la idea de Dios, que es infinito,
porque de lo inferior no puede proceder lo superior. Por consiguiente, nuestra
idea de lo infinito no puede tener otra causa que una realidad infinita. Por lo
tanto, Dios existe, y es la causa de la idea de Dios que encontramos en nuestro
interior.
Perfección: Descartes llega a la conclusión de que Dios es causa de mi
existencia. El filósofo señala que es imposible que la causa de mi existencia sea
algo material, puesto que yo soy pensamiento o espíritu, y de lo material no
puede nacer algo inmaterial, ya que de lo inferior no puede surgir lo superior.
Por otro lado, yo tampoco puedo ser causa de mi propia existencia, porque si
yo me hubiera dado el ser a mí mismo, me hubiera hecho perfecto e inmortal
(quien puede dar el ser, también ha de ser capaz de darse a sí mismo todas las
perfecciones). Sin embargo, esto no es así, luego solo Dios puede ser causa de
mi existencia y, por lo tanto, existe.
Este argumento, al considerar a Dios como causa de sí mismo, rompe con toda
la tradición filosófica anterior, que concebía a Dios como causa incausada.
Argumento ontológico: Descartes argumenta de manera similar a la de san
Anselmo, siguiendo el siguiente razonamiento:
o Parte de nuestra idea innata de un ser sumamente perfecto.
o El siguiente paso es la evidencia de que es más perfecto existir en el
pensamiento y en la realidad que solo en el pensamiento.
o Concluye de ahí que la idea de Dios no puede existir solo en mi espíritu,
sino que también tiene que existir necesariamente fuera de él (de no
ser así, ya no sería la idea del ser máximamente perfecto). En resumen,
para Descartes, perfección máxima y existencia se identifican.
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Según Descartes, las ideas de yo, de Dios y de mundo se corresponden con tres
realidades o sustancias. Descartes entiende el concepto de sustancia como una cosa
“que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra para existir” (como vemos,
define el término en un sentido distinto al de Aristóteles, que entendía por sustancia lo
que subyace al cambio).
LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD
Sustancia Atributo Modos
¿Qué soy yo? Una cosa que piensa Pensamiento Entender, imaginar
(Res cogitans) o recordar
¿Qué es Dios? Una cosa infinita y Perfección máxima No tiene
perfecta (Res infinita)
¿Qué son los Cosas extensas (Res Extensión Figura, situación o
cuerpos? extensa) movimiento
Esta nueva ontología que propone Descartes es clave para poder comprender su
reflexión sobre el hombre.
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Para Descartes, los seres vivos forman parte de las sustancias extensas, ya que no hay
motivo para afirmar que tengan pensamiento o espíritu. Así, los animales carecerían
de un principio vital intrínseco -como había afirmado Aristóteles-, y serían semejantes
a máquinas o mecanismos autómatas. Se verían reducidos a extensión y movimiento
local, como el resto de las cosas corpóreas.
Sin embargo, el ser humano merece una consideración aparte, ya que, además del
cuerpo, el hombre experimenta en sí el pensamiento o alma. Descartes piensa que el
cuerpo humano está sometido a las mismas leyes que el de los animales. Ahora bien,
el alma, por ser pensamiento, es algo distinto.
Por tanto, para Descartes el ser humano es el resultado de la composición entre una
sustancia pensante y otra sustancia extensa, aunque ambas sean completamente
distintas e independientes. En realidad, afirma que el hombre es, sobre todo, un alma
o sustancia pensante que se encuentra agregada a un cuerpo, aunque es totalmente
autónoma de él. Por un camino diferente al de Platón, Descartes sostuvo un dualismo
antropológico muy parecido al suyo.
Para el filósofo racionalista, las características del cuerpo son idénticas a las de
cualquier sustancia extensa. No así el alma, que debido a su carácter de sustancia
pensante tiene sus propias características o propiedades. Para Descartes, el alma
humana es:
Ahora bien, ¿cómo podemos saber con certeza que somos un compuesto de alma y
cuerpo, y que no somos solo nuestra alma?
Descartes intenta responder esta cuestión en su tratado Las pasiones del alma. En él,
explica que la unión entre el cuerpo y el alma se experimenta en las pasiones, porque
en ellas ambas sustancias interactúan entre sí.
En efecto, una acción del cuerpo es una pasión del alma (por ejemplo, cuando me doy
un golpe, siento dolor). Por el contrario, una acción del alma se convierte en una
pasión para el cuerpo (por ejemplo: tengo un examen mañana y noto pesadez de
estómago).
Para Descartes, las pasiones del alma son ideas confusas y oscuras, difíciles de definir.
En una primera aproximación, solo sabemos que son pensamientos o voliciones que
experimentamos en nuestro interior. Sin embargo, reflexionando con más detalle, se
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concluye que las pasiones se identifican con las acciones, aunque se emplean dos
nombres diferentes: pasión, que se refiere al sujeto al que le ocurre algo (el que
padece); y acción, que expresa el sujeto que lo determina (el que actúa). De ahí que las
pasiones del alma sean acciones del cuerpo, que nos dan a conocer la unión entre
alma y cuerpo.
En cuanto al problema sobre la libertad del ser humano, Descartes se plantea si las
pasiones del alma podrían determinar nuestra conducta según las leyes mecánicas de
la naturaleza. El filósofo responde que la voluntad libre puede influir en nuestro obrar
controlando las pasiones, haciendo que sintamos de un modo y actuemos de otro (por
ejemplo, un soldado siente miedo ante la batalla, pero decide no abandonar su
puesto).
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En estas reglas se destaca que hemos de ser moderados y decididos en nuestro actuar
para lograr la máxima felicidad posible. La certeza moral ya no requiere la evidencia
exigida para la certeza del conocimiento teórico, pues no se funda en la inteligencia,
sino en la decisión libre de la voluntad. Aunque carezcamos de claridad y distinción,
hemos de seguir con firmeza lo que dicta nuestra voluntad, que siempre quiere lo
mejor y del mejor modo posible.
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