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21-22 Historia de la Filosofía Tema 7 - Descartes

TEMA 7: FILOSOFÍA MODERNA - PENSAMIENTO DE DESCARTES

Índice
1. EL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA MODERNA.................................................................................1
2. DESCARTES. VIDA Y OBRAS.....................................................................................................2
3. LA FILOSOFÍA DE DESCARTES...................................................................................................4
3.1 INTRODUCCIÓN: EL PUNTO DE PARTIDA............................................................................4
3.2 EL MÉTODO CARTESIANO...................................................................................................5
3.3 LA DUDA METÓDICA..........................................................................................................7
3.4 LA PRIMERA CERTEZA: LA EXISTENCIA DEL YO. “PIENSO, EXISTO”.....................................8
3.5 SEGUNDA CERTEZA: DIOS...................................................................................................9
3.6 TERCERA CERTEZA: EL MUNDO. ONTOLOGÍA CARTESIANA..............................................10
3.7 EL PROBLEMA DE SER HUMANO......................................................................................11
3.8 EL PROBLEMA DE LA ÉTICA. LA TEORÍA MORAL PROVISIONAL.........................................13

1. EL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA MODERNA

La filosofía antigua trató sobre la realidad objetiva como punto de partida de su


reflexión filosófica; la filosofía medieval había tomado a Dios como referencia; la
filosofía moderna se asentará en el terreno de la subjetividad. Las dudas planteadas
sobre la posibilidad de un conocimiento objetivo de la realidad, material o divina,
harán del problema del conocimiento el punto de partida de la reflexión filosófica.

En el siglo XIV, la filosofía de Guillermo de Ockham supone el derrumbe de la


escolástica y anuncia la modernidad. Al mismo tiempo, el desarrollo del humanismo, la
revolución copernicana y la nueva ciencia impondrán nuevos esquemas conceptuales,
alejados de las viejas e infructuosas disputas terminológicas que solían buscar solución
en algún argumento de autoridad (sobre todo de Platón o Aristóteles). De las abadías y
monasterios la filosofía volverá a la ciudad; de las citas y comentarios, a la
investigación; de la tutela de la fe, a la independencia de la razón.

El tema central de la filosofía moderna es el problema del conocimiento. Los nuevos


modelos o sistemas filosóficos son: el racionalismo, el empirismo y el idealismo.
Descartes optará por la solución racionalista.

El racionalismo se caracterizará por la afirmación de que la certeza del conocimiento


procede de la razón, lo que va asociado a la afirmación de la existencia de ideas
innatas. Ello supondrá la desvalorización del conocimiento sensible, en el que no se
podrá fundamentar el saber, quedando la razón como única fuente de conocimiento.
Las explicaciones del conocimiento basadas en la abstracción serán igualmente
rechazadas, ya que la abstracción se produce a partir de la captación de las sustancias

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por medio de la sensibilidad (la explicación del conocimiento de Aristóteles y santo


Tomás), que fue rechazada como fuente de conocimiento.

El racionalismo afirmará la intuición intelectual de ideas y principios evidentes, a


partir de las cuales comenzará la deducción del saber, del mismo modo que todo el
cuerpo de las matemáticas se deduce a partir de unos primeros principios evidentes e
indemostrables. La relación de estas ideas con la realidad extramental será afirmada
dogmáticamente, lo que planteará no pocos problemas a los racionalistas. Todo ello
conduce al racionalismo a buscar el ideal de una ciencia universal, aspiración de la que
la filosofía cartesiana es un buen exponente.

2. DESCARTES. VIDA Y OBRAS


Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, en la Turena francesa. Pertenecía
a una familia de la baja nobleza, siendo su padre, Joachin Descartes, consejero en el
Parlamento de Bretaña. La temprana muerte de su madre pocos meses después de su
nacimiento, le llevará a ser criado en casa de su abuela materna, a cargo de una
nodriza a la que permanecerá ligado toda su vida. Posteriormente hará sus estudios en
el colegio de los jesuitas de La Fleche, hasta los dieciséis años, estudiando luego
Derecho en la Universidad de Poitiers. Según la propia confesión de Descartes, tanto
en el Discurso del método como en las Meditaciones, las enseñanzas del colegio le
decepcionaron, debido a las numerosas lagunas que presentaban los saberes
recibidos, a excepción de las matemáticas, en donde veía la posibilidad de encontrar
un verdadero saber. Terminados sus estudios Descartes comienza un período de viajes,
apartándose de las aulas, convencido de no poder encontrar en ellas el verdadero
saber1. Después de sus estudios opta por la carrera de las armas y se enrola en 1618,
en Holanda, en las tropas de Maurice de Nassau, príncipe de Orange. Allí conocerá a
un joven científico, Isaac Beeckman, para quien escribe pequeños trabajos de física,
como “Sobre la presión del agua en un vaso” y “Sobre la caída de una piedra en el
vacío”.

En 1619 abandona Holanda y se instala en Dinamarca, y luego en Alemania, asistiendo


a la coronación del emperador Fernando en Frankfurt. Se enrola entonces en el
ejército del duque Maximiliano de Baviera. Acuartelado cerca de Baviera durante el
invierno, pasa su tiempo en una habitación calentada por una estufa, donde elabora
su método, fusión de procedimientos lógicos, geométricos y algebraicos. De esa
época será la concepción de la posibilidad de una matemática universal (la idea de una
ciencia universal, de un verdadero saber) y se promete emplearla en renovar toda la
ciencia y toda la filosofía. La noche del 10 de noviembre de 1619 tiene tres sueños que
interpreta como un mensaje del cielo para consagrarse a su misión filosófica. La

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"Por ello, tan pronto como la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores, abandoné completamente el estudio de
las letras. Y, tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo,
dediqué el resto de mi juventud a viajar, a conocer cortes y ejércitos, a tratar con gentes de diversos temperamentos y
condiciones, a recoger diferentes experiencias, a ponerme a mí mismo a prueba en las ocasiones que la fortuna me deparaba, y a
hacer siempre tal reflexión sobre las cosas que se me presentaban, que pudiese obtener algún provecho de ellas." ( Discurso del
método)

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importancia que concede Descartes a estos sueños choca con las características que se
le atribuyen ordinariamente a su sistema (racionalismo), pero según el mismo
Descartes nos relata, estarían en la base de su determinación de dedicarse a la
filosofía, y contendrían ya la idea de la posibilidad de fundamentar con certeza el
conocimiento y, con ello, reconstruir el edificio del saber sobre cimientos firmes y
seguros. Habiéndose dotado con su método de una moral provisional, renuncia a su
carrera en el ejército

En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años,
cambiando a menudo de residencia, completamente ocupado en su tarea filosófica.
Comienza por componer un pequeño tratado de metafísica sobre el alma y Dios del
que se dice satisfecho y que debe servir a la vez de arma contra el ateísmo y de
fundamento de la física. Dicho tratado contendría ya las ideas fundamentales de lo que
serían posteriormente las Meditaciones metafísicas, según algunos estudiosos del
cartesianismo, opinión no compartida por otros, que creen demasiado temprana la
fecha como para que Descartes estuviese ya en posesión de su metafísica.

Interrumpe la elaboración de dicho tratado para escribir en 1629 un “Tratado del


mundo y de la luz” que acaba en 1633 y que contiene su física, de carácter
mecanicista. Pero, habiendo conocido por azar la condena de Galileo por haber
sostenido el movimiento de la tierra (que también sostenía Descartes), renuncia a
publicar su trabajo. Por una parte, no quiere enfrentarse con la Iglesia, a la cual
pertenece y está sometido por la fe. Por otra, piensa que el conflicto entre la ciencia y
la religión es un malentendido. En fin, espera que un día el mundo comprenderá y que
podrá editar su libro. Este “miedo” de Descartes ante la condena de Galileo ha llevado
a algunos estudiosos a buscar en su obra un significado “oculto”, llegando a interpretar
la demostración de la existencia de Dios que realiza en las Meditaciones como un
simple ejercicio de prudencia, que no se correspondería con el auténtico pensamiento
cartesiano sobre la cuestión.

Para difundir su doctrina, mientras tanto, publica resúmenes de su física, precedidos


por un prefacio. Es el famoso Discurso del método. El éxito le conduce a dedicarse
completamente a la filosofía. Publica en 1641, en latín, las Meditaciones sobre la
filosofía primera, más conocida como Meditaciones metafísicas, que somete
previamente a los grandes espíritus de la época (Mersenne, Gassendi, Arnauld,
Hobbes…) cuyas objeciones seguidas de respuestas serán publicadas al mismo tiempo.
En 1644 publica en latín los Principios de la filosofía. La publicación de estas obras le
proporciona a Descartes el reconocimiento público, pero también es causa de
numerosas disputas.

En 1643 conoce a Elizabeth de Bohemia, hija del elector palatino destronado y exiliado
en Holanda. La princesa lo adopta como director de conciencia, de donde surgirá una
abundante correspondencia en la que Descartes profundiza sobre la moral y sobre sus
opiniones políticas y que le conducen en 1649 a la publicación de “Las pasiones del
alma”, más conocida como el Tratado de las pasiones, que será la última obra
publicada en vida del autor y supervisada por él. Posteriormente realiza tres viajes a
Francia, entre 1644 y 1648. Será en el curso del segundo cuando conozca a Pascal. Su

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fama le valdrá la atención de la reina Cristina de Suecia. Es invitado por ella para que le
introduzca en su filosofía. Descartes, reticente, parte sin embargo en septiembre para
Suecia. El alejamiento, el rigor del invierno, la envidia de los doctos, contraría su
estancia. La reina le cita en palacio cada mañana a las cinco de la madrugada para
recibir sus lecciones. Descartes, de salud frágil y acostumbrado a permanecer
escribiendo en la cama hasta media mañana, coge frío y muere de una neumonía en
Estocolmo el 11 de febrero de 1650 a la edad de 53 años.

3. LA FILOSOFÍA DE DESCARTES

3.1 INTRODUCCIÓN: EL PUNTO DE PARTIDA

¿Cuál es la situación con la que se encuentra Descartes al comenzar a desarrollar su


pensamiento filosófico?

Descartes nace a finales de siglo XVI, en medio de una crisis europea que surge como
consecuencia de los cambios sociales y políticos que se produjeron hacia el final de la
Edad Media (entre ellos, el surgimiento de una nueva clase social, la burguesía; el
progresivo abandono del modo de producción feudal; la constitución de los Estados
nacionales; la renovación de las relaciones entre dichos estados y la Iglesia).

Además, la separación de razón y fe iniciada por Ockham, y el cambio de paradigma


científico realizado en el Renacimiento hundieron en el desconcierto a muchos
pensadores de la época. En este ambiente intelectual, surge la filosofía de Descartes,
que centra su reflexión en el problema del conocimiento humano.

¿Qué pretende Descartes con su filosofía?

Hasta finales de la Edad Media, se había utilizado el método de la escolástica, basado


en la argumentación lógica (silogismo) y el argumento de autoridad. Además, la
mayoría de los filósofos se habían situado en el realismo, pues consideraban que las
facultades cognitivas del ser humano nos ponen en contacto inmediato con la realidad
exterior y nos dan a conocer su esencia.

Si embargo, a partir de Ockham y del humanismo renacentista, el punto de partida ya


no era la realidad, sino nuestras propias ideas (parten del presupuesto de que conocer
no es aprehender formas, sino representar cosas por medio de nuestras ideas). Esta
solución encaminó la filosofía moderna hacia el idealismo y el subjetivismo.

La filosofía estaba, pues, en un estado de confusión. No así la ciencia, que avanzaba


con gran seguridad desde el Renacimiento. La nueva cosmovisión de Copérnico y
Galileo gozaba de un éxito creciente gracias al nuevo método científico, apoyado en
las matemáticas y en las comprobaciones experimentales.

Descartes era matemático. Él deseaba que la certeza que daban las matemáticas a la
ciencia se aplicara a todos los ámbitos del saber. Por eso se propone elaborar una
filosofía que fuese una sola ciencia universal con un único método, el matemático.

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Al mismo tiempo, Descartes deseaba que la filosofía tuviera una finalidad


eminentemente práctica: la de dotar al ser humano el dominio sobre la naturaleza
para prolongar su vida y vivir en paz.

Por tanto, Descartes se apartó de Aristóteles y de todo el pensamiento medieval, que


sostenía la existencia de diferentes ciencias, con objetos y métodos diversos, y con una
finalidad principalmente teórica.

¿Le interesa a Descartes y a la filosofía moderna el problema de Dios?

Uno de los temas de interés para Descartes y la filosofía moderna fue el conocimiento
racional de Dios, al margen de la fe, para contribuir a evitar las guerras de religión que
afectaron a Europa en aquella época.

Descartes, particularmente, era un hombre religioso. Educado por los jesuitas, se


considera un cristiano devoto y considera que su trabajo filosófico surge como
respuesta a una especial vocación divina.

Sin embargo, la solución adoptada mayoritariamente por los pensadores modernos


acerca de este problema fue el deísmo, que consideraba a Dios como un ser superior,
con una voluntad libre y omnipotente. Las realidades sobrenaturales, como la
revelación divina y los milagros, comenzaron a considerarse superfluos.

¿Qué corrientes convivieron en Europa durante lo siglos XVII y XVIII?

Durante el siglo XVII y parte del siglo XVIII convivieron en Europa dos corrientes: el
racionalismo (que se difundió por el continente a partir de Descartes), y el empirismo,
movimiento que se inició y desarrolló en las islas británicas.

¿Cuáles son los principales rasgos del racionalismo?

El pensamiento racionalista se caracterizó por los siguientes rasgos.

 La plena confianza en la razón humana como única fuente válida de


conocimiento e independiente de la experiencia.
 La afirmación de la existencia de ideas innatas en nuestra mente. Las ideas
innatas se originan en el mismo espíritu humano y son el único conocimiento
universal y seguro.
 La búsqueda de una ciencia universal única que permita al ser humano el
dominio de la naturaleza, y una vida longeva y feliz. El modelo de esta ciencia
se halla en las matemáticas.
 La propuesta de una moral apoyada en la razón, que guíe al ser humano hacia
una vida sosegada y tranquila.

3.2 EL MÉTODO CARTESIANO

Aunque en su época había un clima general de escepticismo, Descartes defendió


siempre que la razón goza, por sí misma, de la capacidad natural e infalible de conocer

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la verdad. Sin embargo, él mismo reconocía que raramente se usa bien: los prejuicios,
las pasiones o la precipitación la conducen al error.

Por eso, Descartes considera imprescindible que la razón sea orientada por un método
seguro, semejante al de las matemáticas, que le ayude a buscar la verdad y rechazar el
error.

El método, según Descartes, es el instrumento para guiar la razón. Como Descartes


solo encuentra verdad en los conocimientos matemáticos, desea establecer un
conjunto de reglas seguras y sencillas para conseguir un conocimiento cierto. En el
Discurso del método, lo resumió en cuatro reglas:

1. Regla de evidencia
2. Regla de análisis
3. Regla de síntesis
4. Regla de recuento

1. REGLA DE EVIDENCIA. La regla primera y principal consiste en admitir como verdadero


solo lo que es conocido con evidencia como tal. Es decir: solo se han de aceptar
aquellas ideas que nuestra mente posea con claridad y distinción (“ideas claras y
distintas”).

 Según Descartes, una idea se conoce con claridad si está presente y manifiesta
antes una mente despierta.
 Al mismo tiempo, la distinción de una idea implica que es tan precisa y
diferente de todas las demás, que no cabe confundirla con ninguna otra.

La evidencia, por lo tanto, hace referencia a nuestras ideas, que para Descartes son
representaciones mentales de cosas que suponemos que existen fuera de nosotros (es
decir, que consideraba las ideas como cuadros o imágenes que copian las cosas que
representan).

Descartes distingue tres tipos de ideas:

 Ideas adventicias: proceden de fuera, a través de la percepción sensible. Por


ejemplo, la idea de caballo o la idea de frío.
 Ideas facticias: proceden del interior, pues son invenciones de nuestra
imaginación, como la idea de unicornio.
 Ideas innatas: emanan de la razón misma y no de la experiencia sensible. Solo
estas ideas son claras y distintas y, por lo tanto, principio del conocimiento
verdadero.

Descartes sostuvo que las ideas claras y distintas se obtienen mediante la primera
operación del espíritu, es decir, la intuición intelectual. Gracias a ella, una mente
atenta capta de manera inmediata conceptos simples, claros y distintos, sin que quepa
ninguna posibilidad de duda o error. Ejemplo de idea clara y distinta es la idea de
triángulo (cuando capto la idea de triángulo, comprendo que es una figura de tres

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lados, que está compuesta por tres líneas que se cortan en el mismo plano, que forma
ángulos, etc.); la idea de pensamiento, o la de existencia.

De este modo, Descartes se separa del aristotelismo y de la teoría de la abstracción de


la forma, y rechaza cualquier referencia a la experiencia. El objeto conocido será un
contenido mental y no un elemento de la experiencia.

Esta regla de evidencia supuso un giro gnoseológico en la filosofía. Hasta el


racionalismo, la verdad encontraba su fundamento en la realidad, en el ser de las
cosas. Sin embargo, a partir de Descartes, la verdad radicaría en el sujeto que la
conoce. Esta filosofía se denomina idealista o subjetivista, ya que considera que el
criterio último de verdad es la certeza, es decir, la seguridad del propio sujeto sobre lo
indudable de sus ideas.

2. REGLA DE ANÁLISIS. La regla de análisis señala que hay que dividir los problemas en
tantas partes como sea necesario, con la finalidad de reducir el conocimiento
complejo a sus partes mas simples y evidentes; estas han de servir como punto de
partida de todo nuestro conocimiento.

3. REGLA DE SÍNTESIS. La regla de síntesis prescribe que hemos de conducir nuestros


pensamientos “comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer para
ascender poco a poco […] hasta el conocimiento de los más compuestos”. Es un
complemento de la regla anterior, pues a partir de las ideas más simples y seguras,
podemos pasar de lo conocido a lo desconocido.

En esta regla se aplica la deducción, segunda operación de la mente, que consiste en


cualquier derivación necesaria de una idea a partir de otra que conocemos con
certeza. A diferencia de la intuición intelectual (primera operación), la deducción no es
instantánea, sino que supone movimiento o sucesión.

3. REGLA DEL RECUENTO. La regla del recuento implica “hacer en todo enumeraciones tan
detalladas y revisiones tan generales” que tengamos la seguridad de no haber errado
en el desarrollo del método. Así comprobamos que el análisis ha sido completo y que
la síntesis se ha realizado correctamente.

3.3 LA DUDA METÓDICA

Descartes comienza las Meditaciones metafísicas planteando la situación en la que él


se encuentra personalmente respecto al conocimiento. Como encuentra más motivos
de duda que de certeza, se propone investigar a fondo la cuestión, a fin de determinar
si hay algo verdadero en el mundo y, en caso contrario, al menos tendrá la certeza de
que no hay en absoluto ninguna verdad.

Descartes piensa que un conocimiento será verdadero si tiene las características de


una proposición cierta, es decir, una especie de seguridad en la verdad del
conocimiento. Por consiguiente, la menor sombra de duda hará desaparecer esa
certeza.

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El método que se propone aplicar se basa en la duda. Descartes consideró que, para
afrontar con éxito la búsqueda de la certeza absoluta, era necesario dudar de todo. No
se trata de una duda escéptica, sino metódica y provisional. Es decir, se considera
como condición necesaria del filosofar poner a prueba los enunciados que son objeto
de demostración, con la intención de asentarlos sobre bases exclusivamente
racionales. Al mismo tiempo, esta duda es:

 Universal: ya que se extiende a todo conocimiento o creencia.


 Voluntaria: supone una actitud consciente y deliberada.

Descartes juzgó que existían diversos motivos para dudar:

 A veces, los sentidos proporcionan un conocimiento confuso y engañoso. Así,


por ejemplo, estando en un mismo lugar, una persona puede sentir calor
mientras que otra experimenta frío.
 No es posible distinguir con absoluta certeza entre la vigilia y el sueño, pues
podría ocurrir que estuviésemos soñando cuando nos creemos despiertos, y
despiertos cuando soñamos.
 Podemos formular la hipótesis de que existe un genio maligno que nos induce
a creer que estamos en lo cierto siempre que erramos, y viceversa. Su posible
existencia es el motivo más poderoso para dudar, pues afectaría, incluso, a
nuestros razonamientos matemáticos.

3.4 LA PRIMERA CERTEZA: LA EXISTENCIA DEL YO. “PIENSO, EXISTO”

Puesto que, según Descartes, nuestros sentidos nos engañan; no podemos distinguir
con claridad la vigilia del sueño; tenemos la experiencia de que nos engañamos (con lo
que no podemos descartar la posibilidad de que exista un genio maligno que esté
interviniendo siempre en mis operaciones mentales, de tal forma que haga que tome
constantemente lo falso por verdadero), Descartes cae en la cuenta de que, cuando se
duda de todo, surge una verdad de la que imposible dudar: la existencia de un yo que
duda. Podría dudar de la existencia del mundo que me rodea, pero es incuestionable
que existe un yo que piensa y que duda sobre ese mundo. Descartes lo expresó con su
famoso: “Cogito, ergo sum” (“pienso, luego existo”).

“Cogito” (“yo pienso”) es una primera idea clara y distinta, que manifiesta la
existencia del pensamiento. No es que yo exista porque piense, sino que estoy seguro
de que existo en la medida en que pienso (eso es así, aunque todos mis pensamientos
sean falsos).

Este argumento no era nuevo: lo había empleado antes san Agustín en su disputa con
los escépticos, pero sí es novedoso la utilización que hace de él Descartes, pues
establece el “Cogito” como el principio y fundamento de su sistema. En efecto, una
vez descubierta esa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella
todo el edificio del saber. Al modo en que operan los matemáticos, por deducción,
tratará de extraer todas las consecuencias que se siguen de esta primera idea.

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Por eso, una vez alcanzada la certeza absoluta del “yo pienso”, Descartes se pregunta:
“¿quién soy yo?” A este interrogante respondió que lo único que podemos saber con
seguridad es que el yo es una cosa o sustancia que piensa. Pero ¿qué es pensar?

Descartes señaló que pensar es entender, afirmar, dudar, querer, sentir, etc. Por lo
tanto, es toda actividad que sucede en nuestro interior y que nosotros mismos
podemos percibir. El filósofo señala que los cuerpos carecen de esta actividad mental,
por lo que identificó la “sustancia pensante” con el alma o espíritu. De este modo, para
Descartes el atributo esencial del alma es el pensamiento. Este, a su vez, se diversifica
en dos facultades del alma:

 El entendimiento o razón, cuyas operaciones son la intuición y la deducción. La


razón es limitada, porque con ella solo podemos conocer pocas ideas claras y
distintas.
 La voluntad, que, en contraste con el entendimiento, no tiene en sí misma
ningún límite, porque puede aceptar o no las ideas y juzgar las cosas con
completa libertad

3.5 SEGUNDA CERTEZA: DIOS

Fiel a su método, tras descubrir la existencia del “yo pienso” como primera verdad
indudable, Descartes parte de esta primera certeza para demostrar la existencia de la
realidad exterior a la mente. El problema es que Descartes, al poner en duda el
contenido de las ideas -y, con ellas, la realidad-, se enfrenta a una dificultad: ¿cómo
puede el sujeto pensante dar el salto de la mente a la realidad exterior? Según
Descartes, solo Dios hace posible que el “yo pienso” abandone su soledad.

Al reflexionar sobre la primera certeza, Descartes se dio cuenta de que poseía una idea
de Dios. La idea del “yo pienso” manifiesta mi propia imperfección y finitud, puesto
que en ella advierto mis dudas y carencias. Ahora bien, por contraste, junto a la idea
de imperfección encuentro necesariamente en mi pensamiento la de perfección, es
decir, la idea de Dios. ¿Y cuál es el origen de esta idea de Dios?

 No puede ser una idea adventicia, que proviene de fuera, porque con este tipo
de ideas solo conocemos cosas inferiores a nosotros, como animales, vegetales,
minerales, etc.
 Tampoco puede ser una idea facticia, porque nosotros fabricamos estas ideas
y es imposible que seamos capaces de imaginar una perfección máxima, que es
ajena a nosotros y que no hemos experimentado nunca.
 Solo puede ser una idea innata, puesta en mi mente por una realidad más
perfecta que yo y dotada de la máxima perfección, es decir, por Dios mismo.

Esta segunda idea innata -Dios- aparece con claridad y distinción en mi espíritu,
porque mi conocimiento de lo finito e imperfecto solo es posible si poseo una idea de
lo finito y máximamente perfecto con la que pueda compararlo.

Descartes, llegado a este punto, no se conforma con la idea innata de Dios, sino que da
un paso más y prueba la existencia de Dios para afirmar, sin miedo, que mis ideas son

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claras y distintas, y que se corresponden con algo real. Solo si Dios existe es posible
superar por completo todo motivo de duda, particularmente la hipótesis del genio
maligno. El ser perfecto, Dios, no permitiría que ese genio me engañase ni que yo
confundiera mis ideas con imaginaciones o sueños. Así, para Descartes, Dios se
constituye en la garantía y el fundamento del ser y del conocimiento.

Para probar con demostraciones ciertas y evidentes la existencia de Dios fuera de


nuestra mente, utilizó tres tipos de argumentos:

 Infinitud: del yo, que es finito, no puede surgir la idea de Dios, que es infinito,
porque de lo inferior no puede proceder lo superior. Por consiguiente, nuestra
idea de lo infinito no puede tener otra causa que una realidad infinita. Por lo
tanto, Dios existe, y es la causa de la idea de Dios que encontramos en nuestro
interior.
 Perfección: Descartes llega a la conclusión de que Dios es causa de mi
existencia. El filósofo señala que es imposible que la causa de mi existencia sea
algo material, puesto que yo soy pensamiento o espíritu, y de lo material no
puede nacer algo inmaterial, ya que de lo inferior no puede surgir lo superior.
Por otro lado, yo tampoco puedo ser causa de mi propia existencia, porque si
yo me hubiera dado el ser a mí mismo, me hubiera hecho perfecto e inmortal
(quien puede dar el ser, también ha de ser capaz de darse a sí mismo todas las
perfecciones). Sin embargo, esto no es así, luego solo Dios puede ser causa de
mi existencia y, por lo tanto, existe.
Este argumento, al considerar a Dios como causa de sí mismo, rompe con toda
la tradición filosófica anterior, que concebía a Dios como causa incausada.
 Argumento ontológico: Descartes argumenta de manera similar a la de san
Anselmo, siguiendo el siguiente razonamiento:
o Parte de nuestra idea innata de un ser sumamente perfecto.
o El siguiente paso es la evidencia de que es más perfecto existir en el
pensamiento y en la realidad que solo en el pensamiento.
o Concluye de ahí que la idea de Dios no puede existir solo en mi espíritu,
sino que también tiene que existir necesariamente fuera de él (de no
ser así, ya no sería la idea del ser máximamente perfecto). En resumen,
para Descartes, perfección máxima y existencia se identifican.

Descartes no se detuvo a analizar la esencia divina, ya que lo atributos esenciales que


definen a Dios son muy claros: la perfección e infinitud. Sin embargo, lo describió como
una sustancia eterna, inmutable, independiente, omnisciente, todopoderosa y
creadora de todas las cosas que existen, si es que realmente existen.

3.6 TERCERA CERTEZA: EL MUNDO. ONTOLOGÍA CARTESIANA.

Después de la idea del yo pensante y de la idea de Dios, Descartes llega a la conclusión


de que hay una tercera idea que podemos aceptar con certeza: el mundo (el cosmos,
las realidades corpóreas).

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Según Descartes, las ideas de yo, de Dios y de mundo se corresponden con tres
realidades o sustancias. Descartes entiende el concepto de sustancia como una cosa
“que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra para existir” (como vemos,
define el término en un sentido distinto al de Aristóteles, que entendía por sustancia lo
que subyace al cambio).

En sentido estricto, Descartes reconoce que su definición de sustancia solo se podía


aplicar a Dios (sustancia infinita), porque es el único ser que no necesita de otro para
existir, ya que todas las demás cosas dependen de Él. A pesar de ello, el filósofo afirma
que el yo y el mundo pueden denominarse sustancias (sustancias finitas) porque, a
excepción de Dios, para existir no necesitan ninguna otra cosa distinta de ellas mismas.
Las sustancias finitas se definen por sus atributos fundamentales (el pensamiento, en
el caso del yo, y la extensión en el espacio, en el caso de la materia).

Descartes es dualista. Distingue dos órdenes de la realidad -la materia y el espíritu-


aunque habla de tres tipos de sustancia. Cada una de ellas tiene un atributo o
característica esencial, y unos modos o propiedades no esenciales:

 Res cogitans: la sustancia pensante, de carácter no corpóreo, no extenso,


inmaterial
 Res infinita: Dios
 Res extensa: el mundo, los cuerpos materiales, cuya característica sería la
extensión

LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD
Sustancia Atributo Modos
¿Qué soy yo? Una cosa que piensa Pensamiento Entender, imaginar
(Res cogitans) o recordar
¿Qué es Dios? Una cosa infinita y Perfección máxima No tiene
perfecta (Res infinita)
¿Qué son los Cosas extensas (Res Extensión Figura, situación o
cuerpos? extensa) movimiento

Obligado por la duda metódica, Descartes se pregunta: ¿existen en realidad los


cuerpos? El filósofo entendió que la existencia de los cuerpos no se puede deducir
necesariamente de la idea de extensión, ni tampoco se puede probar a partir de la idea
del yo (que no es material ni tiene extensión). Sin embargo, como Dios es veraz y causa
de todo lo que existe, no ha podido engañarnos al poner en nosotros una fuerte
inclinación a creer que nuestras ideas sobre las cosas extensas provienen de objetos
corpóreos realmente existentes. Así pues, Dios es la garantía por la que podemos
saber con certeza que existen unas sustancias corpóreas, que causan en nosotros
ideas sobre ellas.

3.7 EL PROBLEMA DE SER HUMANO

Esta nueva ontología que propone Descartes es clave para poder comprender su
reflexión sobre el hombre.

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Para Descartes, los seres vivos forman parte de las sustancias extensas, ya que no hay
motivo para afirmar que tengan pensamiento o espíritu. Así, los animales carecerían
de un principio vital intrínseco -como había afirmado Aristóteles-, y serían semejantes
a máquinas o mecanismos autómatas. Se verían reducidos a extensión y movimiento
local, como el resto de las cosas corpóreas.

Sin embargo, el ser humano merece una consideración aparte, ya que, además del
cuerpo, el hombre experimenta en sí el pensamiento o alma. Descartes piensa que el
cuerpo humano está sometido a las mismas leyes que el de los animales. Ahora bien,
el alma, por ser pensamiento, es algo distinto.

Por tanto, para Descartes el ser humano es el resultado de la composición entre una
sustancia pensante y otra sustancia extensa, aunque ambas sean completamente
distintas e independientes. En realidad, afirma que el hombre es, sobre todo, un alma
o sustancia pensante que se encuentra agregada a un cuerpo, aunque es totalmente
autónoma de él. Por un camino diferente al de Platón, Descartes sostuvo un dualismo
antropológico muy parecido al suyo.

Para el filósofo racionalista, las características del cuerpo son idénticas a las de
cualquier sustancia extensa. No así el alma, que debido a su carácter de sustancia
pensante tiene sus propias características o propiedades. Para Descartes, el alma
humana es:

 Espiritual. El pensamiento es completamente diverso de la extensión, lo cual


nos indica que el alma es enteramente independiente del cuerpo al que está
unida.
 Inmortal. Podemos concebirnos sin el cuerpo, por lo que nuestra alma puede
existir perfectamente sin contar con él.
 Libre. El alma no se ve afectada por la necesidad y el mecanicismo de la
materia. Por eso, aunque el ser humano está sometido en su cuerpo a causas
eficientes y necesarias, en lo relativo a su alma interviene otro tipo de
causalidad, que es la libertad con la que actúa su voluntad.

Ahora bien, ¿cómo podemos saber con certeza que somos un compuesto de alma y
cuerpo, y que no somos solo nuestra alma?

Descartes intenta responder esta cuestión en su tratado Las pasiones del alma. En él,
explica que la unión entre el cuerpo y el alma se experimenta en las pasiones, porque
en ellas ambas sustancias interactúan entre sí.

En efecto, una acción del cuerpo es una pasión del alma (por ejemplo, cuando me doy
un golpe, siento dolor). Por el contrario, una acción del alma se convierte en una
pasión para el cuerpo (por ejemplo: tengo un examen mañana y noto pesadez de
estómago).

Para Descartes, las pasiones del alma son ideas confusas y oscuras, difíciles de definir.
En una primera aproximación, solo sabemos que son pensamientos o voliciones que
experimentamos en nuestro interior. Sin embargo, reflexionando con más detalle, se

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concluye que las pasiones se identifican con las acciones, aunque se emplean dos
nombres diferentes: pasión, que se refiere al sujeto al que le ocurre algo (el que
padece); y acción, que expresa el sujeto que lo determina (el que actúa). De ahí que las
pasiones del alma sean acciones del cuerpo, que nos dan a conocer la unión entre
alma y cuerpo.

En cuanto al problema sobre la libertad del ser humano, Descartes se plantea si las
pasiones del alma podrían determinar nuestra conducta según las leyes mecánicas de
la naturaleza. El filósofo responde que la voluntad libre puede influir en nuestro obrar
controlando las pasiones, haciendo que sintamos de un modo y actuemos de otro (por
ejemplo, un soldado siente miedo ante la batalla, pero decide no abandonar su
puesto).

Lo siguiente que se plantea Descartes es el dilema de la “comunicación entre ambas


sustancias”: si estamos antes dos sustancias distintas e independientes, ¿cómo se
explica que puedan influirse mutuamente?

La solución de Descartes consistió en relacionar el alma con un órgano que denominó


glándula pineal, y que situó en el cerebro. Esta glándula produciría unas realidades
muy sutiles que se transmitirían a través de la sangre y que pondrían en contacto los
movimientos del alma con los del cuerpo. Esta solución, poco coherente con los
planteamientos metodológicos cartesianos, dejó el problema abierto. El dualismo de
Descartes no consigue expresar toda la complejidad de la existencia humana, capaz de
realizar acciones que transciende la materia, pero estando sometida a ella. Su
concepción del hombre es deudora de su ontología, que separa radicalmente dos
realidades, y encuentra en el ser humano su piedra de toque.

3.8 EL PROBLEMA DE LA ÉTICA. LA TEORÍA MORAL PROVISIONAL

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Descartes no llegó a sistematizar una filosofía moral o ética definitiva. En el Discurso


del Método elaboró una moral provisional que quedó formulada en cuatro reglas:

1. “Obedecer las leyes y las costumbres de mi país, conservando con firmeza la


religión en la que Dios me ha dado la gracia de ser instruido desde mi infancia,
y rigiéndome en todo lo demás según las opiniones más moderadas y más
alejadas del exceso, que fuesen comúnmente admitidas en la práctica por los
más sensatos”. Esta norma expresa una actitud ponderada para vivir felizmente
y en paz con los demás
2. “Ser en mis acciones lo más firme y lo más resuelto que pudiese, y no seguir
con menos constancia las opiniones más dudosas, cuando me hubiese
determinado a ellas”. Esta regla propone ser diligente a la hora de actuar,
siguiendo os conocimientos más probables.
3. “Procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna y modificar mis
deseos antes que el orden del mundo; y acostumbrarme a creer generalmente
que no hay nada que esté enteramente en nuestro poder más que nuestros
pensamientos”. Igual que los estoicos, Descarte considera que lo que
perfecciona al ser humano no es lo que le sucede, sino su actuar libre y el modo
en que afronta lo que su voluntad no puede cambiar.
4. “Dedicar toda mi vida al cultivo de mi razón y progresar tanto como pudiera
en el conocimiento de la verdad, siguiendo el método que me había prescrito”.
Es decir, elegir la mejor de entre todas las ocupaciones posibles.

En estas reglas se destaca que hemos de ser moderados y decididos en nuestro actuar
para lograr la máxima felicidad posible. La certeza moral ya no requiere la evidencia
exigida para la certeza del conocimiento teórico, pues no se funda en la inteligencia,
sino en la decisión libre de la voluntad. Aunque carezcamos de claridad y distinción,
hemos de seguir con firmeza lo que dicta nuestra voluntad, que siempre quiere lo
mejor y del mejor modo posible.

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