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Tema 1.

- EL MODERNISMO

​“Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella. El cielo estaba azul, y yo desnudo.”, Rubén Darío

El ultimo cuarto del siglo XIX es una época de extremado culto a la sensibilidad artística. En el
ámbito de las letras hispánicas surge un movimiento como reacción al realismo y al naturalismo: el
modernismo, que no se limita solo a la literatura sino que abarca diferentes parcelas del arte, como la
pintura, la arquitectura o las artes decorativas.

El modernismo surge en Hispanoamérica, con autores como José Martí y Rubén Darío, y se
desarrolla entre 1880-1914. Se nutre de dos movimientos franceses del s. XIX: el parnasianismo y el
simbolismo. El parnasianismo sigue el lema de Gautier el arte por el arte, que expresa que la poesía
ha de bastarse a sí misma, no ser útil. Por su parte, los simbolistas ven el mundo como reflejo de
realidades escondidas, y la misión del poeta es desvelarlas a través del símbolo, único medio para
expresar lo inefable e interpretar el misterio. Así, el modernismo toma del parnasianismo el gusto por
la obra bien hecha y la sensibilidad estética y del simbolismo, los tintes visionarios, la musicalidad, el
exotismo y la transgresión. Además, recibe otras influencias, como el romanticismo de Bécquer, el
misterio de Edgar Allan Poe, el refinamiento del dandi Oscar Wilde y el decadentismo de D’Annunzio.

Los modernistas se muestran rebeldes con los valores establecidos y presentan una estética
bohemia y extravagante. Estos detalles se extienden a la literatura, que se caracteriza por su
irracionalismo y su espíritu antiburgués, ya que ven su modo de vida como algo utilitario y vulgar y
prefieren otros, como la bohemia, el decadentismo y el dandismo. Por ello, crean un arte
aristocrático y revolucionario con el que huyen del mundo real a lugares exóticos y misteriosos,
alejados tanto en el tiempo (Edad Media, Antigüedad clásica) como en el espacio (Oriente).

Por lo que se refiere a la temática, seleccionan aquello que choca con la moral burguesa: la
vida bohemia, los personajes mitológicos y legendarios, el crimen, el vicio, la sensualidad, el erotismo,
etc. Debido a la crisis espiritual en la que están inmersos, en su obra predomina la melancolía, la
tristeza, el hastío e incluso la angustia (spleen) como estados de ánimo que reflejan la soledad
incomprendida y orgullosa del poeta, lo que se traduce en el deseo de evasión de una realidad
insatisfactoria y hostil a escenarios ideales, considerados como paraísos (la mitología, los cuentos de
hadas, el pasado legendario, los ambientes aristocráticos, el cosmopolitismo, la fascinación por París,
el exotismo y el gusto por lo oriental). En consecuencia, reaccionan contra el mercantilismo, el
progreso técnico, las máquinas y la producción en masa, aunque también son cosmopolitas,
hedonistas y amantes de la gran ciudad.

Respecto a la forma, la lírica es el género preferido por los modernistas. Muestran un deseo
de brillantez sensorial, cuidado estético y musicalidad. Buscan un arte sensual y refinado, la belleza
ideal y la perfección formal en la estructura, el ritmo y los símbolos que emplean (el cisne, los seres
mitológicos…). Usan recursos literarios como la metáfora, la sinestesia, la aliteración y el hipérbaton y
en sus poemas predomina el mundo de los sentidos. Además, experimentan con la forma, recuperan
versos y estrofas en desuso e inventan nuevos ritmos y formas métricas.
El punto de partida del movimiento se produce en 1888, cuando Rubén Darío publica Azul...,
con el que renueva el lenguaje dándole plasticidad, armonía y musicalidad. Sus temas principales son
el deseo de evasión, el erotismo, la búsqueda del ideal (con el símbolo del color azul), y la
consideración de la naturaleza como lugar sagrado. La nueva estética se acentúa en Prosas profanas
(1896), donde abundan los motivos exóticos, el lenguaje colorista y los versos rítmicos. El cisne, que
sugiere belleza aristocrática, se convierte en símbolo fundamental de esta obra. En Cantos de vida y
esperanza (1905) el lenguaje es más sobrio y el poeta expresa sus preocupaciones sociales mediante
la reflexión existencial sobre la muerte o la falta de sentido de la vida. Reivindica la espiritualidad
española, opuesta al mercantilismo de Estados Unidos.
Resulta imprescindible destacar en la vida de Rubén Darío su viaje a España en 1892. Aquí
conoce a varios escritores con los que establece vínculos, por lo que la lírica modernista influirá en
alguno de ellos.
Uno de los mejores modernistas españoles es Manuel Machado. Recibe la influencia de Rubén
Darío, pero con un tono más cercano al intimismo simbolista que se mezcla en sus obras con el sentir
andaluz. Empieza dándole protagonismo a los elementos sensoriales para evolucionar hacia una
poesía más contenida y evocadora, de abundantes símbolos (sueños, luna, fuente) y mayor carga
espiritual. Entre sus obras destaca Alma, que recrea la copla andaluza con influencias simbolistas y
parnasianistas; El mal poema, donde retrata la vida nocturna y bohemia con un lenguaje desgarrado;
Cante jondo, que recrea el estilo popular de Andalucia o Ars Moriendi, libro de temática melancólica y
reflexiva.

El modernismo influye también en las primeras obras líricas de Antonio Machado, Ramón María
del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez. En Soledades, galerías y otros poemas (1907), Antonio
Machado, expresa sentimientos personales a través de frecuentes símbolos. En los poemas de
Valle-Inclán (Claves líricas) aparecen elementos decadentistas y simbolistas, así como una
anticipación del esperpento. Por último, Juan Ramón Jiménez cultiva el movimiento en su primera
etapa con obras como Ninfeas, Almas de violeta, Arias tristes y La soledad sonora. Otros poetas
modernistas españoles son Manuel Reina, Ricardo Gil, Salvador Rueda, Francisco Villaespesa y
Eduardo Marquina.

Por su parte, en el género dramático destacan Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina, que
triunfan con dramas históricos que se basan en la sonoridad del verso y largos parlamentos. Marquina,
con Las hijas del Cid o En Flandes se ha puesto el sol, tiene un enorme éxito, pero es Villaespesa, con
obras como El alcázar de las perlas o Doña María de Padilla, quien más lucha por dar a conocer a
Rubén Darío. De los hermanos Machado, cabe destacar la obra La Lola se va a los puertos. Por
último, en el género narrativo la influencia más clara del modernismo se aprecia en las Sonatas de
Ramón María del Valle Inclán.

En conclusión, el modernismo literario se convierte en un movimiento novedoso pero no rupturista,


que impregna las letras hispánicas de principios de siglo dejando su impronta en las corrientes
posteriores como son la generación del 98 y, en menor medida, la del 27. Las consecuencias del
movimiento llegan hasta hoy y, precisamente, son sus hallazgos los que nos permiten comprender la
literatura hispánica moderna.

Juventud, divino tesoro,


¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
(Rubén Darío)

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