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TEMA 1. EL MODERNISMO. CARACTERÍSTICAS.

LA REPERCUSIÓN DE
RUBÉN DARÍO Y EL MODERNISMO EN ESPAÑA
¡Qué queréis! Yo detesto la vida
y el tiempo en que me tocó nacer.
Rubén Darío

1.1. EL MODERNISMO: DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS

DEFINICIÓN

El Modernismo literario es un movimiento que surge, a finales del siglo XIX, como reacción al
realismo decimonónico, y que se prolonga hasta bien entrada la segunda década del siglo XX, hacia 1914
(estallido de la Primera Guerra Mundial). Esa reacción coincide con el espíritu de renovación artística
que se produce en Europa en las artes plásticas y en la literatura, y se manifiesta en la actitud de rebeldía
de los jóvenes escritores, que manifiestan similares inquietudes: por un lado, la ruptura con la estética
vigente, y por otro, el inconformismo ante la sociedad burguesa y el ambiente de vulgaridad que los
rodea.

En este movimiento converge una amalgama de tendencias culturales diversas:

- El Parnasianismo debe su nombre a Le Parnasse contemporaine (1866), revista en la que colaboraban un


grupo de jóvenes poetas, como Téophile Gautier, que buscan la perfección formal como reacción a los
principios estéticos del Romanticismo (la libertad en la creación artística y la concepción artística puesta al
servicio de causas políticas y sociales).

- El Simbolismo es una escuela opuesta al Parnasianismo (perfección


formal), que se da a conocer en 1886 con la publicación del Manifiesto
simbolista. Poetas como Baudelaire, Verlaine y Rimbaud abogan por una
intensificación del subjetivismo y la utilización de símbolos (imágenes
físicas que evocan algo inmaterial: sueños, anhelos insatisfechos,
obsesiones…) para sugerir una realidad oculta inaccesible mediante los
sentidos. El arte de la sugerencia es la clave de este nuevo lenguaje.

- En cuanto a la literatura española, es indudable la influencia de


Bécquer, un maestro en el arte de sugerir, mediante símbolos, sus estados
de ánimo, y Rosalía de Castro, cuyo tono intimista e interés en las formas
populares perviven en la poesía del siglo XX.

CARACTERÍSTICAS

El Modernismo incorpora nuevos temas, acordes con una sensibilidad estética que pretende distanciarse
del realismo:

- Desasosiego interior que se manifiesta en una sensación general de malestar, angustia existencial y
profunda melancolía (el llamado “mal del siglo”). Movidos por esta actitud, los modernistas sentirán

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especial atracción por lo irracional (lo fantástico y misterioso) y cierto regusto por lo mortecino y decadente
(lo otoñal y crepuscular).

- Evasión. A raíz de ese hastío vital, los modernistas desean escapar de la sociedad mediocre en la que
viven de dos modos: o se adentran en los laberintos de la conciencia (introspección); o bien sueñan con
mundos de deslumbrante belleza (exotismo) ubicados en lugares alejados y épocas remotas (lejano
Oriente o Antigüedad Clásica).

- Cosmopolitismo y casticismo. Como estos escritores pretenden huir de la vulgaridad, sienten el deseo
de viajar al extranjero y conocer nuevas culturas. Pero, sobre todo, muestran devoción por París, ciudad
donde se dan cita las más novedosas corrientes artísticas y que, además, encarna un ideal de vida (la
bohemia) alejado de la ramplonería de la sociedad burguesa.

- Indigenismo. Los modernistas hispanoamericanos sienten interés por los pueblos indígenas de la época
precolombina, cuyo primitivismo asocian a unas cualidades (autenticidad, pureza, virginal inocencia) que
contrastan con la artificiosidad y degeneración de las sociedades avanzadas.

- Panhispanismo. A consecuencia del desastre de 1898 y la creciente expansión política, económica y


militar de los Estados Unidos, que es vista como una amenaza, algunos escritores promueven el
reforzamiento de los lazos de solidaridad con el resto de los países hermanos. Y descubren que el vínculo
que los une es el legado cultural de España y sus valores morales y espirituales.

Sin embargo, la ruptura del Modernismo con la literatura precedente se aprecia más que en los temas, en
el manejo del lenguaje poético:

- Efectos sensoriales, ritmo y musicalidad. Los modernistas procuran reproducir los más variados
efectos sensoriales. De ese modo, embellecen sus composiciones con un léxico rico en cultismos, voces
exóticas, adjetivos cromáticos y sustantivos que sugieren colores deslumbrantes, sonoridades rotundas o
delicadas, o refinados aromas. Asimismo buscan ritmos muy marcados, mediante la rima aguda, la rima
interna, los paralelismos y las simetrías sintácticas. Para alcanzar la musicalidad recurren a artificios
retóricos como la aliteración y la onomatopeya, o la acumulación de palabras esdrújulas.

- El arte de la sugerencia y la indefinición. Los modernistas recurren a la insinuación, a la expresión


velada e inconcreta, con lo que se transmite una sensación de vaguedad. Para ello emplean sinestesias
(asociación de sensaciones percibidas por distintos sentidos corporales, o por la relación de aquellas con
los sentimientos), desplazamientos calificativos (asociación de la cualidad de un objeto a otro objeto
próximo) y los símbolos (imágenes físicas que sugieren algo no perceptible físicamente como una idea, un
sentimiento, una obsesión o una angustia).

También en la métrica se muestra el afán de renovación formal con la introducción de innovaciones que
afectan a los versos y a las estrofas. Por influencia francesa se rescata el alejandrino (7+7) y se emplean
con profusión el dodecasílabo (6+6) y el eneasílabo. El soneto recobra el prestigio que había alcanzado en
la época clásica, pero sometido a llamativas alteraciones. Asimismo, la abundancia de romances, cuartetas,
redondillas, coplas o seguidillas responde al interés de algunos poetas por la lírica popular.

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1.2. LA REPERCUSIÓN DEL MODERNISMO EN ESPAÑA: RUBÉN DARÍO Y EL
MODERNISMO EN VALLE-INCLÁN

LA REPERCUSIÓN DEL MODERNISMO EN ESPAÑA

Las circunstancias históricas que vivía la sociedad española a finales del siglo XIX y principios del siglo
XX (modelo de Restauración agotado, conciencia de crisis, desastre del 98) favorecieron la adopción de la
actitud de rebeldía propia de los modernistas. El panorama poético, por su parte, también necesitaba
un cambio, todo sonaba a una tradición ya gastada en la que sólo la concepción poética y el intimismo de
Bécquer constituían una excepción.

Los primeros síntomas del cambio son observables ya en revistas literarias como Helios, fundada en
1903. De principios de siglo datan también las primeras obras de Juan Ramón Jiménez, Antonio y
Manuel Machado y Ramón Mª del Valle-Inclán, que se sumaron a la corriente innovadora. Pero el
Modernismo español tuvo sus peculiaridades: en su faceta más preciosista, colorista y retórica, tuvo
escasa duración y pronto se inició una búsqueda de temas metafísicos y trascendentales, tanto
personales como universales, y los poetas se fueron centrando progresivamente en la tradición y la
realidad de su propio país. El Modernismo español cuenta entre sus precursores con el madrileño
Ricardo Gil, el cordobés Manuel Reina y, sobre todo, con el malagueño Salvador Rueda.

Podemos distinguir dos periodos: el primero, desde 1892 (año de la primera visita de Rubén Darío a
España como anfitrión de Salvador Rueda) hasta 1903. Representa el Modernismo más combativo y
permeable a la influencia parnasiana y a las innovaciones estéticas del poeta nicaragüense. Alma (1902)
de Manuel Machado, es la obra más representativa. El segundo arranca con la aparición de la revista Helios
(1903), fundada por Juan Ramón Jiménez, y se prolonga hasta 1916, año de la muerte de Rubén Darío y
de la composición de Diario de un poeta recién casado, del propio Juan Ramón. En esta fase el influjo del
simbolismo es muy acentuado en libros como Soledades (1903), de Antonio Machado, Arias tristes (1903)
y Jardines lejanos (1904), de Juan Ramón Jiménez. Estos títulos son una muestra evidente de la diferencia
entre el Modernismo español y el hispanoamericano: el primero es más simbolista y, por ello, más
propenso al intimismo; el segundo es más parnasiano.

Las figuras más sobresalientes del Modernismo español son los poetas Manuel Machado, Antonio
Machado y Juan Ramón Jiménez. Valle-Inclán, con las Sonatas (1902-1905), es el máximo
representante de la prosa modernista.

RUBÉN DARÍO

Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916) fue, sobre todo, un
poeta revolucionario que encabeza el movimiento de renovación poética de finales de siglo. Este
movimiento es el Modernismo. Sus constantes viajes le permitieron difundirlo por toda Europa. En su
obra podemos distinguir dos etapas:

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a) Primera etapa o etapa parnasiana (1888-1896). Corresponde a su Modernismo americano y destaca
por la búsqueda de la perfección formal, el exotismo y preciosismo y la belleza sensible. Se inicia con Azul
(1888), libro en el que combina prosa y verso (cuentos y poemas) y utiliza un estilo musical, de ritmos
marcados, imágenes sorprendentes y rica adjetivación para hablar de temas mitológicos y fantasía
aristocrática (hadas, princesas, centauros, cisnes, etc.).

En Prosas profanas (1896) Darío brinda el más vasto surtido de motivos, temas
y fórmulas métricas de la nueva tendencia. Cisnes, princesas melancólicas,
arlequines, ambientes versallescos, recreaciones mitológicas se entrelazan en
poemas de poderosa sonoridad y capacidad de sugerencia.

b) Segunda etapa. La relación con los escritores españoles a partir de 1898 puso a Darío en contacto con
las preocupaciones sociales y existenciales. En Cantos de vida y esperanza (1905) atenúa el preciosismo formal
y se orienta temáticamente hacia su intimidad desasosegada y hacia las inquietudes políticas y el sentimiento
de pertenencia a una comunidad hispánica.

La universalidad que había buscado se diluye y se centra ahora en la esencia de lo español. La obra se
impregna de sinceridad y surgen las más profundas reflexiones acerca de las desilusiones de la vida y el
retorno a la esperanza. Gana peso la preocupación social y política y la inquietud personal que le lleva a la
reflexión sobre la propia existencia, el tiempo, la muerte, la religión y el arte.

Darío transformó la lengua poética en nuestro idioma y ejerció una influencia profunda y duradera en la
lírica española e hispanoamericana posterior.

EL MODERNISMO DE VALLE-INCLÁN

El modernismo de Valle ya se puede apreciar en sus inicios en la delicadeza y el preciosismo asociados


con este movimiento. Este estilo modernista, que abarcó, aproximadamente, desde 1898 hasta 1910, se
corresponde con su primera época. Fue un modernismo puro, de preocupación formal, en busca del
arte por el arte, del color y la musicalidad.

Será en las cuatro Sonatas (Memorias del Marqués de Bradomín), que constituyen su aportación más valiosa
en esta etapa, donde encontraremos los mejores ejemplos de prosa modernista de la literatura española.
Los rasgos modernistas de las Sonatas son muchos, entre ellos destacamos los siguientes:

- Estructura de composición musical en cuatro tiempos.


- Simbolismo ligado entre la estación del año, el marco geográfico y la edad del protagonista.
- Personaje del don Juan elegante, exquisito, amoral y provocador.
- Ambiente de misterio y leyenda, mundo decadente y refinado.
- Lenguaje esmerado y estilo muy cuidado.
Además, pueden considerarse también modernistas las tres novelas de La guerra carlista y obras dramáticas
como las Comedias bárbaras o La marquesa Rosalinda, cuya protagonista, refinada, bella, lánguida y al tiempo
frívola, es una estilización modernista de una dama del siglo XII.

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TEMA 1. EL MODERNISMO. CARACTERÍSTICAS. LA REPERCUSIÓN DE
RUBÉN DARÍO Y EL MODERNISMO EN ESPAÑA (TEXTOS)

Sonatina

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
La princesa está pálida en su silla de oro, Y están tristes las flores por la flor de la corte,
está mudo el teclado de su clave sonoro, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, Está presa en sus oros, está presa en sus tules
y vestido de rojo piruetea el bufón. en la jaula de mármol del palacio real;
La princesa no ríe, la princesa no siente; el palacio soberbio que vigilan los guardas,
la princesa persigue por el cielo de Oriente que custodian cien negros con sus cien
la libélula vaga de una vaga ilusión. alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de
China, ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
o en el que ha detenido su carroza argentina (La princesa está triste. La princesa está pálida.)
para ver de sus ojos la dulzura de luz, ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
o en el rey de las islas de las Rosas fragantes, ¡Quién volara a la sierra donde un príncipe
o en el que es soberano de los claros diamantes, existe
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? (La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa Abril!
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar; «Calla, calla, princesa, dice el hada madrina,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo, en caballo con alas, hacia acá se encamina,
saludar a los lirios con los versos de Mayo, en el cinto la espada y en la mano el azor,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor.»

Rubén Darío,
Prosas profanas, 1896

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Yo soy aquel...

Yo soy aquel que ayer no más decía


el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fui de mi jardín de sueño,


lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo dieciocho, y muy antiguo,
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte, con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud..., ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia,
Una fragancia de melancolía...
[...]

Rubén Darío
Cantos de vida y esperanza, 1905

Lo fatal

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,


y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y no saber adónde vamos,
¡ni de dónde venimos!...

Rubén Darío,
Cantos de vida y esperanza, 1905

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Sonata de primavera (fragmento)

La biblioteca tenía tres puertas que daban sobre una terraza de mármol. En el jardín las fuentes repetían
el comentario voluptuoso que parecen hacer a todo pensamiento de amor, sus voces eternas y juveniles.
Al inclinarme sobre la balaustrada, yo sentí que el hálito de la Primavera me subía al rostro. Aquel viejo
jardín de mirtos y de laureles mostrábase bajo el sol poniente lleno de gracia gentílica. En el fondo,
caminando por los tortuosos senderos de un laberinto, las cinco hermanas se aparecían con las faldas llenas
de rosas, como en una fábula antigua. A lo lejos, surcado por numerosas velas latinas que parecían de
ámbar, extendíase el Mar Tirreno. Sobre la playa de dorada arena morían mansas las olas, y el son de los
caracoles con que anunciaban los pescadores su arribada a la playa, y el ronco canto del mar, parecían
acordarse con la fragancia de aquel jardín antiguo donde las cinco hermanas se contaban sus sueños
juveniles, a la sombra de los rosáceos laureles.

Ramón Mª del Valle-Inclán


Sonata de primavera, 1904

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