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Tema 1. EL MODERNISMO.

CARACTERÍSTICAS GENERALES A TRAVÉS DE LAS


FIGURAS DE RUBÉN DARÍO Y DELMIRA AGUSTINI

El Modernismo supone el triunfo de una estética nueva surgida en el contexto de crisis finisecular (finales
del s. XIX y principios del s. XX) que afecta a España y a otros países europeos. Nace con una actitud de protesta
y rebeldía frente al Realismo burgués por el camino de la evasión estética y del culto a la belleza. Estos son
algunos rasgos, visibles la mayoría en la obra y vida del poeta Rubén Darío:

ü Actitud vital de rebeldía y afán por renovar la vida y el arte. Rechazo de las normas sociales y morales, gusto
por la provocación, desprecio de la vulgaridad y la mediocridad de la vida burguesa y de la civilización posterior
a la revolución industrial.
ü Relación con la bohemia y el dandismo como actitudes vitales de rebeldía frente al mundo burgués . Su deseo
es provocar tanto desde dentro (dandy) como desde fuera de esa sociedad.
ü Influencias de los románticos (paralelismo con la rebelión romántica), de la poesía francesa parnasiana de T.
Gautier (gusto por la perfección formal), simbolista (uso de símbolos y temas procedentes de la poesía de
Verlaine -jardines otoñales, parques solitarios-, para hablar de la soledad, el hastío vital…), decadentista
(exaltación de lo morboso, y de todas las sensaciones), y de los precursores de la modernidad en Hispanoamérica
(sensualidad y brillantez).
ü Temas: rechazo del presente (buscan un mundo intemporal e imperecedero), evasión en el espacio y en el
tiempo (la antigüedad clásica en general y Grecia de modo particular; el pasado medieval evocado por los
románticos; exotismo orientalista), intimismo, angustia existencial (desarraigo, soledad, hastío vital, abulia,
desazón romántica), protesta, decadentismo (gusto lo mortecino y ruinoso).
ü Estética plural que es síntesis de contrarios y de tradiciones diversas: universalismo, cosmopolitismo (es
común el gusto por viajar y conocer nuevos mundos y “paraísos”) y gusto por lo propio y particular,
espiritualismo (“mujer frágil y virginal”) y erotismo (“mujer fatal”), indigenismo e hispanismo, aristocratismo
e interés por lo popular…
ü Tono: sensual, vitalista, decadente, provocador, frívolo a veces…
ü Estilo: Estética que evoca un mundo ideal, soñado y distinguido, con una exaltación de los sentidos, la
sensualidad y la musicalidad. Abundancia de recursos retóricos (aliteraciones, símbolos, sinestesias,
paralelismos, anáforas, metáforas…)
ü Léxico: abundancia de cultismos, neologismos, esdrújulas, adjetivación abundante.
ü Renovación y gran variedad de la métrica: buscan, ante todo la música, el ritmo y la originalidad.
ü Autores significativos: Rubén Darío (Nicaragua) y Delmira Agustini (Uruguay), entre otros, en
Hispanoamérica. En España, Antonio Machado (primera etapa, con un Modernismo intimista y simbolista),
Manuel Machado, Valle-Inclán (primera etapa), Juan Ramón Jiménez (primera etapa).

EL MODERNISMO DE RUBÉN DARÍO (Nicaragua 1867-1916)

Su poesía sintetiza el Modernismo americano y los movimientos europeos de Fin de Siglo, Parnasianismo
y Simbolismo especialmente. En su trayectoria, se pueden distinguir dos etapas diferenciadas:
La primera etapa está representada por Azul (1888, 1890) y Prosas Profanas (1896). Azul refleja el
estilo propio del Modernismo americano: exotismo, musicalidad, fantasía, erotismo, temas de mitos
precolombinos… Prosas profanas culmina esta tendencia; es una poesía brillante, sensual y vitalista, de temas
cosmopolitas, exóticos o paganos. Su profunda renovación poética (temas, estilo y métrica), provocó reacciones
encontradas, de admiración o desprecio.
La segunda etapa, desarrollada tras su segundo viaje a España, se recoge en Cantos de vida y esperanza
(1905) y muestra una mayor preocupación humana. En este libro tomó partido por la conservación de los valores
culturales españoles en Hispanoamérica frente al creciente poderío de los Estados Unidos (vencedor en la Guerra
de Cuba de 1898). Combina temas sociales cercanos al Grupo del 98, poemas de tema político como “Oda a
Roosevelt”, poemas más esteticistas (“Marcha triunfal”) con otros claramente existenciales y pesimistas (“Lo
fatal”).
En prosa, escribió artículos periodísticos y fue un maestro de cuentos en prosa poética modernista.

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Todas las características temáticas citadas del movimiento podemos encontrarlas en la obra de Darío. En
general, cabe decir que evoluciona desde unos comienzos más sensoriales y brillantes hacia una madurez más
reflexiva y honda y, además, promueve la renovación estilística de la lírica en castellano que se plasma
particularmente en tres ámbitos:
§ Defensa de una estética de los sentidos, la sensualidad y la musicalidad: es por ello que en sus versos
proliferan las referencias a los aromas (mirra, sándalo, incienso…), piedras preciosas (zafiro, diamante,
rubí…), colores (azul, púrpura, ocre, violeta, añil, verde, albo, oro…), instrumentos musicales (arpa,
clave, violoncelo…), animales exóticos o seres mitológicos y aristocráticos (centauros, elefantes, cisnes,
sirenas, ninfas, princesas…), exuberante vegetación (helechos, laurel, nenúfares, loto…).
§ Léxico: abundancia de cultismos, neologismos, palabras extrañas y bellas, esdrújulas (ebúrneo cisne,
alma áptera, bosque hiperbóreo…), adjetivación abundante.
§ Aliteraciones (“está mudo el teclado de su clave sonoro”, “la libélula vaga de una vaga ilusión”),
paralelismos (para reforzar la musicalidad del texto literario); símbolos (el cisne, que evoca al poeta
incomprendido, el azul que nos remite al mundo del ideal y el ensueño, el otoño que nos habla de la
finitud, el crepúsculo, el sueño…); sinestesias (figura retórica que mezcla diversos sentidos: “aladas
arpas”, “áureo beso”, “pálpitos azules”); paralelismos, anáforas, metáforas…
§ Es también un ejemplo único de la renovación de la métrica: usa el alejandrino trimembre de los
simbolistas franceses, los eneasílabos (“juventud, divino tesoro”), los dodecasílabos… y otros más
habituales en la poesía hispánica (endecasílabos y octosílabos). Busca la música y el ritmo con metros
de pies acentuales: dáctilos (óoo, “ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda), anfíbracos (oóo,
“¡Ya viene el cortejo, ya se oyen los claros clarines!”) y anapestos (ooó, “La princesa está triste ¿qué
tendrá la princesa?”). Hay sonetos alejandrinos, silvas, romances… Son frecuentes las rimas internas…
Rubén Darío es, en definitiva, el autor que mejor reflejó la gran revolución poética del Modernismo. La
influencia de su obra se percibe en la poesía de la escritora uruguaya Delmira Agustini.

EL MODERNISMO DE DELMIRA AGUSTINI (Uruguay 1886-1914)

Esta poetisa uruguaya tuvo una vida breve, tormentosa y con final trágico, lo que la rodeó de un aura de
“malditismo” y a veces ha colocado su legado en un lugar secundario.
Era una joven precoz que empezó a escribir poesía muy pronto. A pesar de ello, su obra está ya marcada
por el feminismo, la sensualidad, el deseo y el sexo, desde una perspectiva novedosa para la época. En sus
primeros poemas, su estilo es próximo al de los inicios de Rubén Darío: exotismo, cosmopolitismo, preciosismo,
evasión y musicalidad. Escribe sobre ilusiones y sueños (idealismo) a través de numerosos símbolos, usados por
los modernistas: el otoño, la primavera, las hadas, la musa, el cisne…
En 1907, publica su primer libro, El libro blanco (Frágil), y en 1910, ve la luz Cantos de la mañana. En
1912, Rubén Darío viaja a Montevideo, la conoce y queda impresionado por sus versos, hasta tal punto que la
considera la joven promesa del Modernismo. En cambio, no siempre fue valorada en los círculos modernistas.
En 1913, se edita Los cálices vacíos, precedido de un “Pórtico” lleno de elogios del autor nicaragüense.
Constituye un libro más abiertamente erótico que los anteriores y en el cual la mujer es “sujeto de deseo” (y no
solo “objeto”, como venía siendo habitual). Esta obra es una puerta abierta al Vanguardismo que su corta vida no
le permite explorar del todo.
La edición póstuma de sus Obras completas incluye El rosario de Eros y Los astros del abismo.
En la lírica de Agustini, encontramos una nueva visión del lenguaje erótico y del deseo femenino, que
chocó con los códigos tradicionales de su entorno aunque dejó una profunda huella en voces femeninas
posteriores.
Si tuviésemos que condensar algunos rasgos comunes a toda su obra señalaríamos un marcado afán de
evadirse de la realidad y la indagación en el mundo de los sueños; sensualidad, deseo y erotismo, con la mujer
como protagonista y dueña de su cuerpo; pesimismo, pues amor, locura y muerte se funden en muchos de sus
poemas.
A pesar de su corta trayectoria poética, es considerada hoy una de las autoras más destacadas del
Modernismo hispanoamericano.

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Tema 2. LA NOVELA EN LA GENERACIÓN DEL 98: BAROJA, UNAMUNO, AZORÍN

La Generación del 98 se manifiesta a finales del XIX y principios del XX. Toma su nombre de la crisis
finisecular surgida tras la Guerra de Cuba y la pérdida de las últimas colonias en 1898. El concepto resulta muy
controvertido porque se aplica a un conjunto de autores difícil de precisar y coincide en el tiempo con el
Modernismo. Se considerarían miembros indiscutibles del grupo Azorín, Baroja, Unamuno y Ramiro de Maeztu.
La adscripción de Antonio Machado a partir de Campos de Castilla también suele ser bastante general, pero los
restantes nombres que algunas veces se le asocian resultan muy polémica. Entre sus rasgos distintivos
señalaríamos:

ü Variedad de antecedentes (los ilustrados, Larra, liberales reformistas de finales del XIX, regeneracionistas…).
ü Trayectoria ideológica similar (suele llevarlos desde una juventud revolucionaria a una madurez más
conservadora)
ü Actitud ética de denuncia de los problemas sociales y reflexión sobre la forma de vida y la cultura de los pueblos
de España. Sería uno de los elementos que los distinguirían mejor de los modernistas puros.
ü El tema de España, es decir, la indagación en qué es lo que la define como país, cuál es su auténtica idiosincrasia.
Esto los conduce a recorrer sus tierras (sobre todo Castilla, que la representaría mejor que ninguna otra), a
reivindicar su paisaje y su literatura.
ü La crisis finisecular con sus inquietudes existenciales y la defensa del subjetivismo frente al dictado de la razón
también es un motivo recurrente.
ü Una estética de la sencillez, muy cuidada, pero de apariencia simple. Cada autor tiene un estilo personal, aunque
hay algunas coincidencias muy características, como el gusto por emplear palabras tradicionales.
ü La renovación de la prosa que impulsan los noventayochistas es muy notable, bien sea con sus ensayos, bien
con sus novelas, como se explica a continuación.

LA RENOVACIÓN DE LA NOVELA A COMIENZOS DE SIGLO


En 1902, aparece Amor y Pedagogía, de Unamuno, novela que rompe con las formas de narración
tradicionales y se aproxima al género del ensayo. El interés de Unamuno por la novela se ve en Azorín y Baroja,
quienes ese mismo año publican, respectivamente, La Voluntad y Camino de Perfección. También se publica
entonces Sonata de Otoño, de Valle-Inclán. Así pues, 1902 se convierte en el año inaugural de la renovación
de la novela española, que rompe con la novela realista del siglo XIX, que era orgánica, cerrada y con
argumento claro.
La nueva novela da cabida a lo ensayístico, la descripción de paisajes, el lirismo intimista, el diálogo y la
narración propiamente dicha, con una tendencia a lo inconcluso, lo fragmentario, a lo no definitivo,
expresado todo ello con pincelada impresionista. El propósito no es tanto reflejar objetivamente la realidad
sino mostrar experiencias subjetivas y problemas de conciencia, existenciales o sociales.
Temas: voluntad frente a abulia (hastío vital), la ataraxia (paz espiritual), pasión frente a razón, fe
frente a duda, acción frente a contemplación, los temas sociales. Los personajes pueden ser abúlicos,
insatisfechos e inadaptados o bien aventureros, arrogantes y arriesgados.

PÍO BAROJA (1872-1956)

Nació en San Sebastián. Estudió Medicina, pero pronto abandonó la práctica médica, y se trasladó a Madrid.
Mantuvo una vida aislada y sedentaria. Predomina una visión pesimista y amarga, de desengaño y
escepticismo.
Baroja escribió numerosas novelas y también cuentos, memorias y algunos ensayos. Pero destaca como el
novelista más importante de su época, especialmente en el retrato de personajes, en la descripción de ambientes
y en los diálogos. Concibe la novela como el género que puede incluir todo: la reflexión filosófica, la aventura,
la descripción.
▪ Hay personajes de dos tipos en sus obras: hombres de acción, que luchan por escapar de la mediocridad;
personajes desorientados y abúlicos, incapaces de actuar. En general, acaban fracasando.
▪ Predominan los ambientes suburbiales, la vida de los humildes y sus problemas sociales.
▪ El estilo barojiano se caracteriza por la sencillez; recoge la lengua viva y emplea un lenguaje antirretórico,
de frase y párrafo breves, y de tono ágil y espontáneo.
Baroja clasificó muchas de sus novelas en trilogías. Las más destacadas son las siguientes:

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▪ La lucha por la vida. La más importante es La busca, está ambientada en Madrid, en zonas suburbiales y
presenta personajes marginales que se salvan cuando adquieren conciencia social.
▪ La trilogía Tierra vasca reúne La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz y Zalacaín el aventurero.
▪ En la línea de la novela de aventuras, se encuentran Las inquietudes de Shanti Andía y las Memorias de un
hombre de acción (veintidós novelas en torno a Eugenio Aviraneta).
▪ Muy importante es El árbol de la ciencia (1911). Esta novela presenta sus inquietudes existenciales y
sociales a través del protagonista, que es un álter ego del autor (la obra refleja la situación de España en la época
del desastre del 98 y presenta un protagonista abúlico, Andrés Hurtado, que busca la paz y ataraxia, que raramente
llega a alcanzar).

MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)

Sus novelas son densas y filosóficas. Como una parte de la crítica no consideró Amor y pedagogía una
verdadera novela, Unamuno acuñó para sus narraciones este término de “nivola”. Y este es el subtítulo que lleva
Niebla (1913).
Suprime las alusiones al paisaje y a las circunstancias que rodean a los personajes. Éstos manifiestan su
conflicto existencial a través de extensos diálogos o del monólogo interior. Por ello, el tiempo y el espacio
interno tienden a ser imprecisos, ya que interesa más el tiempo de la conciencia; sin embargo, a veces los localiza
en la España provinciana.
Sus novelas suponen una ruptura con la novela realista. El novelista juega con las técnicas narrativas, con la
estructura y la concepción de los personajes. En Niebla se plantea el tema de la identidad y los límites entre la
realidad y la ficción. En esta obra, el propio autor se convierte en personaje de ficción con quien se encara el
protagonista de la novela exigiéndole ser dueño de su futuro. El personaje parece escapar de su destino de ente
ficticio al colocarse al nivel de su autor real, Miguel de Unamuno. Otras novelas son La tía Tula y San Manuel
Bueno, mártir (la lucha entre la fe religiosa y la duda o la falta de fe). Esta última cuenta la historia de un cura de
pueblo que ha perdido la fe, pero que, aparentando tenerla, intenta que sus feligreses mantengan intacta su fe
religiosa.

AZORÍN (1873-1967)

Toda la literatura de Azorín (ensayo, novela y teatro) gira en torno al tema del tiempo, su fluir constante, la
fugacidad y la permanencia de paisajes y sentimientos. El escritor evoca la realidad fugitiva en un tono triste y
nostálgico, y realiza abundantes descripciones paisajísticas, fundamentalmente de Castilla.
El estilo de Azorín es un modelo de precisión y claridad, con frases breves yuxtapuestas o unidas por puntos.
El detallismo de las descripciones produce la impresión de lentitud.
En sus novelas casi no existe argumento, y la narración se reduce a la descripción de sensaciones y de
ambientes. Las descripciones son impresionistas, con tono fragmentario. Destacan La voluntad, Antonio
Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo, conjunto autobiográfico protagonizado por Antonio Azorín,
álter ego del autor.
Estas tres son novelas muy próximas al ensayo. Muestra un ambiente melancólico, angustia ante el paso del
tiempo y un profundo hastío vital. Casi puede hablarse de disolución de la novela tradicional por la ausencia de
hilo narrativo y estructural. Se trata de un discurso fragmentario que quiere anular el tiempo y la acción.
Predomina, pues, lo descriptivo en una prosa sencilla con periodos sintácticos breves, que recrean lecturas del
autor, paisajes o episodios de su pasado.

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Tema 3. LAS TRAYECTORIAS POÉTICAS DE ANTONIO MACHADO
Y JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

En las primeras décadas de la pasada centuria, la poesía española avanzó desde el Modernismo, traído a finales del
XIX por Rubén Darío, hasta la síntesis de tradición y vanguardia que representa la Generación del 27. En medio se produce
la incorporación de elementos provenientes de los movimientos finiseculares franceses y la llegada de las novedades
vanguardistas coincidiendo con las primeras publicaciones de los novecentistas. Ese contexto anima la labor de Antonio
Machado y Juan Ramón Jiménez, cuyas respectivas obras ejemplifican bien tal panorámica: partiendo de su común
admiración por el nicaragüense, se inclinan primero hacia un modernismo simbolista para buscar luego un
lenguaje más personal y depurado. Machado se acerca a la sensibilidad noventayochista y Jiménez, próximo a la
concepción intelectual del arte de los novecentistas, inicia en solitario una carrera sin fin para descubrir la esencia de
todas las cosas a través de la palabra y conquistar la belleza, su ansiado ideal.
Conviene pues, antes de revisar la trayectoria de estos dos poetas, recordar brevemente cuáles son las bases de las
corrientes estéticas que los guían. Sus comienzos como escritores traslucen el proceso de adaptación experimentado
por el modernismo rubendariano en nuestra península, sustituyendo el exceso ornamental por un intimismo capaz de
evocar todo tipo de sensaciones visuales, olfativas, acústicas, táctiles... mediante un léxico sugerente y refinado, con
adjetivos muy cuidados, símbolos, imágenes, sinestesias…. y jugando de manera especial con el ritmo y los metros para
obtener una musicalidad incontestable. Si bien Rubén había innovado en este terreno utilizando versos y rimas de
ascendencia francesa, el modernismo peninsular no deja de lado las estrofas y metros tradicionales y recala en una estética
de corte más simbolista y/o decadentista, según decíamos, que parnasiana, caminando hacia una nueva sencillez que para
algunos críticos merece una nueva denominación: posmodernismo, postsimbolismo o neopopularismo. Además de
Alma (1902), de Manuel Machado, Soledades (1903), de su hermano Antonio, y Arias tristes (1903) o Jardines lejanos
(1904) de Jiménez serían perfectos exponentes de todo ello.
Pero desde 1910, la generación modernista empieza a ceder terreno frente a la del 14, la novecentista, integrada por
intelectuales liberales que buscan el acercamiento de España a Europa para apurar su modernización. Su máximo referente
es el filósofo José Ortega y Gasset, quien publica en 1925 La deshumanización del arte, donde se recogen las
características del arte nuevo, un arte intelectual, puro, autosuficiente, bello, antirromántico, antirrealista y
deshumanizado, ocupado solo de suscitar un placer estético. Estos principios favorecerán la llegada de las novedades
vanguardistas, y, además, inspirarán el gran cambio que experimenta desde 1916 la poesía de Juan Ramón Jiménez
convirtiéndola en un producto extremadamente original en el conjunto de la lírica castellana de principios del XX, muy
alejado del viaje que, por ejemplo, había iniciado poco antes Antonio Machado para buscar también un discurso propio,
que acabaría siendo completamente diverso del adoptado por el moguereño.

LA TRAYECTORIA POÉTICA DE ANTONIO MACHADO


(Sevilla, 1875- Collioure, Francia, 1939)

La trayectoria poética de Antonio Machado suele trazarse en tres etapas cada una de las cuales tiene como
referencia uno de sus títulos más significativos y lo lleva de manera gradual desde el Modernismo al hallazgo de
una expresión sobria y muy personal:

1) La primera etapa está representada por Soledades (1903), luego refundido en Soledades. Galerías.
Otros poemas (1907). Para interpretar ambos textos hay que tener en cuenta la impresión que produjo en el poeta
su encuentro en París con Rubén Darío y el contacto directo que -también en la capital francesa- estableció con el
simbolismo de Verlaine.
En sus inicios Machado adopta un tono de melancolía, hastío y tristeza, propio de un modernismo intimista
y simbolista. El poeta habla de sí mismo a través de símbolos: el crepúsculo, el huerto y el jardín, la fuente, el
otoño y la primavera, las colmenas (en cuyo interior trabajan las abejas, representando el proceso de búsqueda en
el interior de la conciencia), las galerías (el rincón de la mente donde se atesoran recuerdos y sueños), la tarde
(declive, soledad, fin de la ilusión), el agua (la vida, cuando fluye; la monotonía del vivir o la muerte cuando está
quieta), el sueño y el recuerdo (donde busca su identidad), el camino (la vida)...
El yo lírico dialoga consigo y con la naturaleza para encontrar respuestas a sus inquietudes más íntimas. En
ese diálogo el poeta suele mostrarse como un vidente capaz de entender el lenguaje de los sueños y de los
elementos del paisaje
Los temas más recurrentes de esta primera etapa de la poesía machadiana son: el paso del tiempo (influencia
del filósofo francés Henri Bergson), la memoria, la introspección, la nostalgia del pasado, el vacío del presente,

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la soledad, el amor soñado, la búsqueda de Dios. El estilo y la métrica resultan de una aparente sencillez
inspirada por los simbolistas (la elección frecuente de la silva arromanzada es buen ejemplo de ello).

2) La segunda etapa se inicia con la primera edición de Campos de Castilla (1912), fruto de su estancia
en Soria entre 1907 y 1912. El libro es consecuencia de su descubrimiento de las tierras sorianas, pero también
de su deseo de superar la mirada hacia dentro para incorporar la reflexión sobre España y sus gentes. Su
descripción del paisaje se combina con la evocación del pasado guerrero de Castilla en contraste con su miserable
presente (“A orillas del Duero”, “Por tierras de España”, “Campos de Soria”). En el largo romance, “La tierra de
Alvargonzález”, se insiste en la envidia, la avaricia y el cainismo como males endémicos del país. Castilla se
presenta como un símbolo de España, y la imagen que ofrece es muy negativa en el plano social, pero el alma
del poeta no puede evitar identificarse con el austero paisaje castellano (“me habéis llegado al alma o acaso
estabais en el fondo de ella”).
Cuando en 1917 se publica dentro de sus Poesías Completas, el libro cambia. Se añaden los textos
escritos en Baeza, lugar a donde se traslada tras el fallecimiento de su esposa en 1912. Entre ellos figuran los
bellos poemas inspirados en la enfermedad y muerte de Leonor (en “A un olmo seco”, confía en que ella se
recupere; en “A José María Palacio” le pregunta a su amigo, desde la lejanía, por la primavera soriana y le pide
que suba al Espino a ver la tumba de su mujer). También destacan las composiciones de carácter social (“Del
pasado efímero”, visión muy dura de la vida en los casinos de la clase media rural andaluza; “El mañana efímero”,
donde contrapone la “España de charanga y pandereta… devota de Frascuelo y de María” (un torero y la Virgen)
y la “España de la rabia y de la idea”), cuando habla de las dos Españas: la que se extingue por arcaica y la que
“bosteza”, ajena a toda idea de progreso (“una de las dos Españas ha de helarte el corazón”). Allí ve las lacras de
la vida nacional y las denuncia: incultura satisfecha de sí misma, parasitismo y vagancia, conservadurismo,
señoritismo. Esta visión de España traslada su ideología liberal, institucionista (propia de la Institución Libre
de Enseñanza, donde se había educado) y su voluntad regeneracionista. Defiende la tolerancia y la cultura frente
al fanatismo, y critica el atraso y la miseria moral del país lo cual no impide que muestre un gran amor hacia la
cultura popular. Esta edición ampliada de Campos de Castilla incluye también sus “Proverbios y cantares”
(breves poemas semifilosóficos) y una serie de “Elogios” a figuras que habían despertado en él gran admiración.

3) La obra más significativa de su tercera etapa es Nuevas Canciones (1924). Desde 1918 el interés
de Machado por la Filosofía va en aumento y también por el cultivo de la prosa. En 1919 regresa a Castilla y es
ahí donde escribe el que será su nuevo gran título.
Nuevas Canciones reúne poemas paisajísticos muy breves; más “Proverbios y cantares”, a modo de sentencias
o canciones populares, donde plantea temas recurrentes de su poética: el conocimiento, el tiempo, la búsqueda de
Dios, la vida como camino, la reflexión crítica sobre el país, la objetividad del otro (“El ojo que ves no es/ ojo
porque tú lo veas;/ es ojo porque te ve”), todo ello visto con escepticismo y socarronería (“Doy consejo a fuer de
viejo:/ Nunca sigas mi consejo”). La edición de Poesías Completas de 1928 y 1936 incluye nuevas
composiciones; destacan en esta última las “Canciones a Guiomar” y las “Poesías de Guerra”.

LA TRAYECTORIA POÉTICA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


(Moguer, 1881- San Juan de Puerto Rico, 1958)

Es difícil hablar de etapas muy nítidas en la trayectoria juanramoniana, ya que, en palabras del autor, la
suya es una “Obra en marcha”, donde cada libro dialoga con el anterior. El poeta reelabora constantemente lo ya
escrito, en busca de la perfección y la plenitud. Para dejar constancia de ese proceso, preparó con gran cuidado
diversas antologías de sus textos: Poesías escojidas (1917), Segunda antolojía poética (1922) -la más importante-
y Tercera antolojía poética (1957). El diálogo con la belleza es permanente y también la autoexigencia para
conquistarla asumiendo un compromiso estético que solo puede compartir con un lector cultivado (“A la minoría,
siempre” reza alguna de sus dedicatorias). Sin duda alguna, su evolución refleja el empeño por depurar sus versos
de todo tipo de ornamentación innecesaria (la etapa más modernista) para ir hacia la desnudez y la esencia de la
poesía (la etapa más próxima al novecentismo), que identifica con una mujer sin vestidura alguna. Tomando esto
en consideración, él mismo propuso una periodización de su obra en tres momentos:

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1) Primera etapa o época sensitiva (desde sus comienzos hasta 1915):
En esos años publica multitud de títulos entre los que pueden señalarse algunos: Ninfeas y Almas de Violeta
(1900) tienen un tono decadente y romántico. Detrás de ellos vienen Rimas, Arias tristes (1903) y Jardines
lejanos (1904), donde se percibe la huella de Bécquer y los simbolistas franceses (Modernismo intimista y
simbolista). Pueden encontrarse ya en ellos temas que mantendrá a lo largo de toda su carrera: el paso del tiempo,
la soledad, la muerte, los recuerdos...
En títulos como La soledad sonora o Poemas mágicos y dolientes (1909) se acentúa más el tono modernista
(adjetivación brillante, alejandrinos, sinestesias…) pero comienza a utilizar otros elementos más personales: la
identificación con la naturaleza, la vida sencilla, la temática social.
2) Época intelectual o de poesía pura (de 1916 a 1936):
Se inicia con un libro fundamental en la lírica contemporánea: Diario de un poeta recién casado, que fue
escrito a lo largo de 1916, en el trayecto de su viaje a Nueva York para casarse con Zenobia Camprubí y se publica
en 1917. Se aleja del modernismo finisecular y abre la poesía española a las innovaciones vanguardistas: verso
libre, poemas en verso y prosa, enumeraciones caóticas, palabras y frases en inglés, uso del collage, visión de la
gran ciudad de Nueva York. Al lado de lo inhumano y materialista de la gran urbe, se alza la pureza (una negra
con una rosa blanca, la primavera, el cielo azul…). Pero la importancia de este libro radica en que inaugura una
nueva concepción de la poesía: la poesía pura, desnuda. La combinación de cielo, mar, nube, oleaje… a lo
largo de los días de viaje en barco le dio la idea de su verso desnudo, de la plenitud, del ansia de conocimiento,
de eternidad que el poeta intenta colmar con una dedicación absoluta a su oficio...
Otros títulos de esta etapa confirman el rumbo escogido por Juan Ramón: Eternidades (1918), Piedra y cielo
(1919), La estación total (de 1946, aunque recopila poemas anteriores al 36). De acuerdo con las propuestas del
novecentismo, son obras que apelan a la inteligencia (y no a la sensibilidad) como musa, en busca de la esencia
de las cosas, para encontrar un nombre exacto que sea la cosa misma. La adjetivación se reduce, abundan
sustantivos y verbos, exclamaciones, repeticiones… Todo pretende descubrir un nuevo lenguaje que permita
desentrañar los misterios del universo y libere al poeta de todas sus limitaciones.

3) Época suficiente o verdadera (comprende toda su producción en el exilio).


Es la etapa más compleja y metafísica. La presencia de Dios es constante, pero no es el de la teología
cristiana sino que “Dios sería el hombre supremo deseado” (1941). La poesía se ofrece en el lugar de la religión.
En el otro costado recoge el poema “Espacio” o los “Romances de Coral Gables”. “Espacio” contiene los
conceptos esenciales de su poesía última: la unidad de todo lo existente, la visión panteísta del mundo, el poeta-
Dios, evocaciones de su pasado, el mar (continuidad), la música (armonía), los pájaros (la naturaleza), el perro
que ladra al sol poniente … Su otro gran libro es Dios deseado y deseante, cuya primera versión fue Animal de
fondo. Aquí llega a esa conciencia de lo hermoso que se identifica con Dios. Es un dios creado por el poeta:
“eres dios de lo hermoso conseguido/ conciencia mía de lo hermoso”.

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Tema 4. EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA GENERACIÓN DEL 27
A TRAVÉS DE LOS PRINCIPALES AUTORES Y AUTORAS:
SALINAS, GARCÍA LORCA, ALBERTI , CERNUDA Y LAS SINSOMBRERO

El término Generación del 27 se refiere a un grupo de poetas, intelectuales, científicos y artistas de diferentes
ramas que surgieron en la década de 1920, coincidiendo con la eclosión de las vanguardias. El nombre alude al
año en que se celebró el homenaje a Góngora con motivo del tricentenario de su fallecimiento y en el que
participaron la mayor parte de los escritores miembros del grupo. Entre estos últimos, los más significativos son:
Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre,
Luis Cernuda, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados.
Formaron parte también de la Generación gran número de mujeres, aunque hasta hace no mucho su obra fue
silenciada. Algunas fueron escritoras: Concha Méndez (poeta y editora), Ernestina de Champourcín (poeta),
Josefina de la Torre (poeta, cantante y actriz), María Teresa León, Carmen Conde, Rosa Chacel, María
Cegarra. Así mismo, como filósofa sobresale María Zambrano y como artistas plásticas, Maruja Mallo, María
Blanchard, Marga Gil Röesset, Margarita Manso o Ángeles Santos. Últimamente suele aludirse de manera
genérica a todas ellas como Las Sinsombrero, en referencia a una anécdota protagonizada por varios
componentes del grupo (hombres y mujeres) que decidieron quitarse el sombrero en público como un signo de
rebeldía y libertad. Pero todas tienen trayectorias individuales dignas de reconocimiento y ya reclamaron en su
momento el derecho a participar en la vida cultural y social del país. No en vano muchas frecuentaron el Lyceum
Club Femenino de Madrid, que fue la primera asociación feminista del país (clausurada por la Falange en 1939).
Aunque comparten rasgos con sus compañeros de Generación, Las Sinsombrero aportaron sobre todo una
visión femenina y progresista contra una sociedad que relegaba a las mujeres a un segundo plano y las condenaba
a reproducir el rol que la tradición les había asignado. Con la Guerra Civil y la dictadura franquista, buena parte
de estas mujeres tuvo que partir al exilio, al igual que hicieron sus compañeros varones, lo que las ocultó y aisló
todavía más.
La importancia de los movimientos de vanguardia en la gestación y evolución del grupo del 27 no puede
obviarse, si bien se percibe en diferente grado en cada autor. Su irrupción en la Europa amenazada primero y
asolada luego por la guerra fue determinante en la actividad artística del continente. El afán por buscar lo
novedoso, la defensa de la autonomía del arte respecto a la realidad, la búsqueda de nuevas técnicas expresivas y
el desprecio general hacia los gustos y la cultura burguesa alejaron las propuestas de estas corrientes del gran
público, pero inspiraron a todo tipo de creadores. Una de las notas más llamativas de las vanguardias es,
precisamente, la variedad de tendencias que engloba el término y la fugacidad extrema de casi todas. En nuestro
ámbito son, quizás, el futurismo (con su defensa a ultranza de los iconos de la modernidad) y el surrealismo
(interesado por indagar en los procesos del subconsciente) las que han dejado mayor huella, sobre todo este último,
determinante en la obra de buena parte de los poetas de nuestra generación.
Entre las características generales de la Generación del 27 cabe destacar los siguientes rasgos, compartidos
por los poetas que se integran en ella:

§ En lo que respecta a su perfil biográfico e ideológico hay varias coincidencias:


ü Son de edades similares, tienen una gran cultura literaria y un origen familiar acomodado.
ü Durante la Guerra Civil, la mayoría apoyó a la República, con cuya labor fundamentalmente
cultural había colaborado.
ü Trabaron relaciones sólidas de amistad entre ellos, de modo especial, en la Residencia de
Estudiantes.
ü Según se ha dicho, participaron en el homenaje a Góngora celebrado en el Ateneo de Sevilla
en 1927 con motivo del centenario de su fallecimiento.
§ Respecto a su estética, su originalidad estriba en una sabia combinación de tradición y vanguardia,
de lo tradicional y lo renovador, de lo popular y lo culto, de la literatura hispánica de diferentes épocas
y de las literaturas europeas:
ü De la literatura tradicional popular aprecian la poesía de cancionero y el Romancero General.
ü Entre los autores clásicos, sienten predilección por Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega, San
Juan de la Cruz y, por encima de cualquier otro, Góngora, a quien consideran un maestro en el
uso y creación de las metáforas.

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ü Entre los contemporáneos valoran a Bécquer y, más cercano a ellos, admiran de modo singular
a Juan Ramón Jiménez.
ü De los movimientos de vanguardias adoptan aquellos elementos que consideran más
novedosos, originales y provocadores. También son los -ismos quienes avalan su libertad en lo
que respecta a la métrica, su tendencia a utilizar imágenes desvinculadas de la realidad y a
escoger temas inéditos en la poesía anterior.
§ Respecto a la temática que se aborda en los textos, son recurrentes ciertos motivos: la angustia
existencial, el paso del tiempo, la muerte, el amor, el compromiso social, la vida moderna, la gran
ciudad y, en los escritos del exilio, la añoranza por la patria perdida.

Por último, las condiciones históricas que marcaron las vidas de los autores que nos ocupan permiten
diferenciar en la trayectoria de la Generación tres etapas:
▪ Etapa inicial, hasta 1925-1927. Se impone el ideal de poesía pura de Juan Ramón Jiménez y la influencia
vanguardista; es momento del arte deshumanizado. Coexiste con una poesía neopopular (Lorca, Alberti).
▪ De 1928 hasta finales de los años 30. Con la influencia surrealista comienza la rehumanización de la
lírica que expresa la angustia, la rebeldía del poeta y los problemas sociales. En los años de la Segunda República
y la Guerra Civil, la poesía social alcanza su auge con Rafael Alberti.
▪ Tras la Guerra Civil. Puede considerarse deshecho el grupo, aunque mantuvieron la amistad. La guerra
provoca el asesinato de Lorca y el exilio de Salinas, Alberti y Cernuda, quienes tratan en numerosas ocasiones el
tema del exilio. En España, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre son el punto de partida de la poesía de
posguerra. Tras la Guerra Civil reflejan angustia existencial y preocupaciones éticas y sociales.

PEDRO SALINAS (1891-1951)

Salinas escribió una poesía intelectual, concebida como un diálogo que el yo poético entabla con el mundo
o con la amada (segunda época). Ese diálogo le permitía acceder a la esencia de las cosas.
El estilo es antirretórico; emplea un lenguaje familiar y cotidiano, imágenes sencillas y ritmos ligeros, con
versos cortos, sin rima o asonantados.
▪ La primera etapa es vanguardista, con Presagios, Seguro azar y Fábula y signo.
▪ En la segunda etapa predomina el tema amoroso, con La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento,
que lo convierten en el gran poeta amoroso. El amor aparece como una fuerza prodigiosa que da sentido al
mundo, busca lo esencial y auténtico de los enamorados, expresado en los pronombras, el tú y el yo. El lenguaje
es conceptual y denso pues se expresa mediante paradojas, juegos de ideas, etc.
▪ La tercera etapa se corresponde con el exilio. Todo más claro muestra su desagrado por una sociedad
deshumanizada. En Confianza, vuelve al optimismo tras el desaliento.

FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936).

Su poesía es teatral y trágica. Por un lado, es teatral porque el poeta a menudo se expresa a través de
personajes, como en el teatro; por otro, es trágica porque refleja fatalismo, pues presenta al ser humano en lucha
contra el destino adverso. Junto al destino trágico, aparecen la frustración y el deseo imposible.
La primera etapa se extiende hasta 1928, y funde lo popular y lo culto, la tradición y la modernidad,
con El poema del cante jondo y Romancero gitano. En éste, Lorca exalta la dignidad del pueblo gitano marginado
y abocado a un destino fatal. Ofrece una Andalucía trágica y mítica, con un estilo que combina la tradición con
la renovación.
La segunda etapa recoge la influencia surrealista, que manifiesta en las audaces imágenes irracionales,
en la actitud de rebeldía y protesta, así como en el verso libre. Poeta en Nueva York refleja la experiencia de
Lorca durante el curso 1929-1930, coincidiendo una crisis del poeta y el crack económico de 1929. La ciudad es
símbolo de la civilización materialista y mecanizada; un mundo que destruye lo humano, la libertad y el contacto
con la naturaleza. El libro combina el tema de la esclavitud del hombre a la máquina con el intimista de la
frustración. Aquí los protagonistas son los negros, los homosexuales, etc.
De sus últimos años son Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, una excelente elegía, Seis poemas galegos
y Sonetos del amor oscuro.

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LUIS CERNUDA (1902-1963)

La poesía de Cernuda es siempre intimista y de tono romántico. Plantea la imposibilidad de conciliar el


deseo con la realidad. Ése es el tema que da título a toda su poesía, La realidad y el deseo. El enfrentamiento
entre sus aspiraciones y su existencia desemboca en el sentimiento de soledad, en la nostalgia por un mundo
diferente y en el anhelo de belleza y de amor. Buena parte de la poesía trata el tema amoroso.
Su estilo se inclina por un lenguaje hablado, de tono coloquial y muy sugerente.
En su trayectoria se distinguen cuatro etapas:
▪ Inicios. Sus primeras obras se caracterizan por dos tipos de poesía: la poesía pura, con Perfil del aire, y
una poesía clasicista, en Égloga, elegía y oda.
▪ Tras su estancia en Francia (1928-1929). Aparece la influencia surrealista en Un río, un amor, que se
atenúa en Los placeres prohibidos, uno de sus mejores libros junto a Donde habite el olvido, de 1933.
▪ Durante la Guerra Civil. En esa época escribió Las nubes (1837-1940), sobre la guerra.
▪ En el exilio. Compuso una poesía en la que se acentúa el tema de la soledad, mezclado con el tema del
desterrado. La depuración alcanza su cima en Desolación de la Quimera.

RAFAEL ALBERTI (1902-1999)

Alberti se caracteriza por la variedad de temas y estilos, por el dominio de la técnica y por su fecundidad.
Se lo relaciona con Lorca porque aúna lo tradicional (culto y popular) y lo vanguardista.
En su poesía se distinguen cuatro etapas:
• Poesía neopopular. Comprende Marinero en tierra (recoge la experiencia del desarraigo de su Cádiz
natal para irse a Madrid), La amante y El alba del alhelí. En ellos recrea formas de la lírica popular:
estilo nominal, paralelismos, exclamaciones, diminutivos y sencillez léxica.
• Vanguardismo. Representada por Sobre los ángeles (Surrealismo), fruto de una gran crisis existencial
(incorpora temas como la muerte, el fracaso...)
• Poesía comprometida. Con la obra Con los zapatos puestos tengo que morir, de 1930, comienza una
poesía revolucionaria, que denuncia la injusticia y la represión. Escribe Un fantasma recorre Europa,
Madrid, capital de la gloria, Poeta en la calle.
• Poesía del exilio. Aunque continúa la poesía política, predomina el tema del exilio y la nostalgia de
la patria con Canciones y baladas del Paraná…

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Tema 5. EL TEATRO ESPAÑOL ANTERIOR A LA GUERRA CIVIL:
VALLE-INCLÁN Y GARCÍA LORCA

Las circunstancias socioculturales de nuestro país mantienen la escena española al margen de las novedades
que se producen en los de nuestro entorno en los últimos años del siglo XIX. Había una gran afición al teatro,
pero los empresarios intentaban satisfacer los deseos del espectador medio, burgués y reacio a aceptar críticas
abiertas a su sistema de valores. De este modo, el teatro anterior a la Guerra Civil muestra una línea comercial
junto con algunos intentos renovadores y rupturistas que no suelen gozar del favor del público:
§ El teatro comercial ofrece las siguientes tendencias:
a) El teatro poético en verso mezcla el drama histórico-romántico con un lenguaje modernista. Los
hermanos Machado y Eduardo Marquina están entre sus referentes.
b) El teatro humorístico, de tono costumbrista con personajes castizos que provocan la risa fácil del
auditorio. Sus representantes son los hermanos Álvarez Quintero, Pedro Muñoz Seca. Carlos
Arniches crea tragedias grotescas de corte expresionista, mezclando lo trágico con lo cómico.
c) La alta comedia (benaventina) está representada por Jacinto Benavente, quien usa una ironía ligera
y un estilo elegante para ofrecer una sátira suave de la sociedad de su tiempo.
§ El teatro y los dramaturgos más innovadores intentaron incorporar las novedades europeas. Pueden
distinguirse:
a) Teatro de la Generación del 98, con los intentos fallidos de Unamuno y Azorín.
b) Teatro novecentista y vanguardista, con nombres como Ramón Gómez de la Serna o Jacinto Grau.
c) Teatro de la Generación del 27, donde se incluyen las obras de Salinas o Alberti.
d) Otros autores que experimentan en los años de la Guerra, como Alejandro Casona y Max Aub, que
acaban exiliándose, o Miguel Hernández
Puede decirse que los únicos dramaturgos de este tiempo con voluntad renovadora que logran hacer vales sus
propuestas son Ramón Mª del Valle-Inclán y Federico García Lorca.

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN


(Vilanova de Arousa, 1866- Santiago de Compostela, 1936)

La trayectoria estética e ideológica de Vallé-Inclán es compleja. No podemos simplificarla en etapa


modernista y esperpéntica, sino que hay una evolución gradual. En las ideas, avanza del carlismo y
tradicionalismo a posturas progresistas, y rechaza y critica el liberalismo burgués.
▪ Etapa modernista. En la línea aristocrática y refinada. El Marqués de Bradomín (1908).
▪ Etapa mítica o de transición. Presenta una Galicia rural atemporal y unos personajes arrastrados por
grandes pasiones. De este ciclo son las Comedias bárbaras (Águila de blasón, de 1907; Romance de lobos, de
1908, y, años más tarde ya en la etapa esperpéntica, Cara de Plata, de 1922) y Divinas palabras, de 1920
(“tragicomedia de aldea”). En las Comedias Bárbaras, el mayorazgo Don Juan Manuel Montenegro simboliza
el fin de la aristocracia rural gallega decimonónica. Este representaba valores nobles que desaparecen en la
generación siguiente debido al poder del dinero y la codicia. En este tiempo Valle escribe también pequeñas farsas
que anuncian el esperpento, porque mezclan lo sentimental y lo grotesco
▪ EL ESPERPENTO. Supone una nueva estética basada en la distorsión, que mezcla rasgos trágico-
grotescos y cómicos. Refleja una actitud crítica y estética paralela al expresionismo europeo, una
deshumanización creciente que se observa ya en Divinas palabras y en la Farsa italiana de la enamorada del
rey y la Farsa y licencia de la reina castiza (ambas ubicadas en la España de Isabel II), que ven la luz en 1920, el
mismo año en que lo hace Luces de bohemia (aunque la versión aumentada y definitiva es de 1924), obra que
subtitula como Esperpento (‘extravagante’). A través de la peregrinación del poeta ciego Max Estrella y don
Latino de Híspalis por el Madrid de principios del s. XX nos da un panorama de toda la sociedad y la política de
ese tiempo.
También se encuentra en este ciclo Martes de carnaval (1930), trilogía formada por Los cuernos de don
Friolera (caricatura de los dramas de honor), Las galas del difunto (sobre un pobre soldado que vuelve de la
Guerra de Cuba) y La hija del capitán (probable parodia de la dictadura de Primo de Rivera).
▪ Última etapa. Agrupa las obras del Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte (1924). Intensifica lo
instintivo y pasional a través de personajes deshumanizados, de marionetas y de la deformación esperpéntica.

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Para valorar en su justa medida la originalidad de la fórmula creada por Valle con sus esperpentos hemos de
insistir en los siguientes aspectos:

ü Valle-Inclán crea el esperpento para mostrar el mundo trágico-grotesco que no tiene la dignidad del
mundo clásico y no merece ser una tragedia, de ahí las alusiones reiteradas a algunos personajes como
fantoches (“nuestra tragedia no es una tragedia”).
ü Según afirma el autor a través de Max Estrella, el esperpento lo inventaron Goya y Quevedo, y lo
define como la imagen deformada que devuelven los espejos cóncavos y convexos del callejón del
Gato, por donde aquel deambula en la que será su última noche de vida.
ü La estética de Valle-Inclán busca una perspectiva distanciada que supere la risa y el dolor, y que
impida la identificación sentimental del público con la obra (“visión desde el aire”).
ü El propósito del esperpento es la denuncia de los rasgos más amargos de la sociedad española a través
de la mezcla de lo trágico y lo grotesco, registros lingüísticos extremos, la sátira, la ironía y la
aparición de personajes deshumanizados (animalización o cosificación).
ü Es el personaje Max Estrella en Luces de Bohemia el que anuncia esta nueva estética. La visión
“trágica” de la España que “ve” en su recorrido le lleva a teorizar sobre el Esperpento. Poco después,
muere.

EL TEATRO DE FEDERICO GARCÍA LORCA


(Fuentevaqueros, 1898- Granada, 1936)

El teatro de García Lorca aúna lo dramático y lo lírico, la prosa y el verso, lo tradicional y lo innovador, la
tragedia griega con los clásicos y el teatro europeo de su tiempo.
El gran tema del teatro lorquiano es «el mito del deseo imposible». Crea personajes cuyas pasiones, anhelos
y deseos se enfrentan a una realidad implacable que los condena a la soledad, a la frustración o a la muerte. La
mayoría de sus protagonistas son mujeres, que simbolizan la libertad y la fuerza del instinto (el erotismo, la
fecundidad), pero que sucumben ante el autoritarismo y los convencionalismos morales, religiosos, sociales
o políticos de su tiempo.
Lorca entiende el teatro como un espectáculo total al servicio de una misión pedagógica: elevar el nivel
espiritual del espectador. Recordemos que dirigió el grupo de teatro universitario La Barraca, que llevó el teatro
clásico por los pueblos de España durante la Segunda República.
• Etapa inicial (años 20):
a) Las farsas: «farsas para guiñol», como Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita (1923), sobre
«la autenticidad de las relaciones amorosas”; y «farsas para personas»: Amor de don Perlimplín con Belisa en su
jardín (1929), visión del viejo enamorado de la joven; y La zapatera prodigiosa (1930), trata los límites de
realidad e ilusión.
b) Mariana Pineda (1925): drama histórico basado en la heroína que murió ajusticiada en 1831.
• Etapa vanguardista (entre 1929 y 1933):
Son obras fruto de la crisis personal y artística que Lorca sufre hacia 1929. De orientación surrealista
son: Así que pasen cinco años (1931), que refleja el sueño y la realidad íntima de un joven incapaz para la vida;
El público (1930) escenifica el mundo interior de un Director de teatro; trata el amor homosexual y la crítica a
una sociedad cerrada (“teatro debajo de la arena”, que el público más conservador no quiere ver).
• Etapa de las grandes tragedias y dramas (entre 1933 y 1936):
Tragedias: Se ambientan en una Andalucía rural mítica. Bodas de sangre (1933), basada en hechos reales
(la Novia escapa con un antiguo novio el día de la boda), escenifica el amor imposible, frustrado por el honor
social. Yerma (1934) escenifica el amor estéril, sin hijos.
Dramas: Doña Rosita la soltera (1935), drama de la frustración de la mujer que espera el amor.
La casa de Bernarda Alba (Drama de mujeres en los pueblos de España), 1936. Representa la tiranía de
una madre sobre sus hijas solteras, a las que pretende tener encerradas durante años para guardar el luto por su
padre. El desenlace es trágico cuando una de las hijas, Adela (la más joven), hace valer su deseo de amar y ser
libre.

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La renovación que supone el teatro de Lorca proviene de su combinación de elementos líricos y
simbólicos, y de su habilidad para elevar motivos típicos de la cultura andaluza a la categoría de conflictos
universales del ser humano.

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Tema 6. LA POESÍA ESPAÑOLA EN LAS TRES DÉCADAS POSTERIORES A LA GUERRA
CIVIL: MIGUEL HERNÁNDEZ, BLAS DE OTERO, GIL DE BIEDMA

Durante las tres décadas posteriores a la Guerra Civil, España vive sometida al régimen totalitario impuesto
por los vencedores, con el general Franco al frente del gobierno. Las condiciones materiales de vida fueron
especialmente duras en los años cuarenta; en el siguiente decenio se emprenden una serie de iniciativas para
mejorar la situación económica y conseguir que la dictadura se legitime fuera de sus fronteras. A pesar de que en
los sesenta el desarrollo industrial y el auge del turismo auguran una mayor bonanza, los movimientos de protesta
contra el sistema fueron en aumento y no se acallaron con los indicios de un leve aperturismo. En paralelo a este
prolongado aislamiento y limitación de todo tipo de libertades, la cultura vive tiempos difíciles. Fueron muchos
los exiliados que decidieron dejar el país al final de la contienda. Aquí, la censura dificultó de manera decisiva la
creación artística. Aun así es posible reconstruir su historia tomando como base las tres etapas apuntadas arriba,
partiendo, claro está, del reconocimiento al trabajo de algunos autores que, por las circunstancias especiales de
su biografía, quedan en la frontera entre el final de la República y el arranque del franquismo, marcados
indefectiblemente por la experiencia de la guerra.

LA POESÍA ESPAÑOLA DE POSGUERRA. MIGUEL HERNÁNDEZ


(Orihuela, 1910- Alicante, 1942)

MIGUEL HERNÁNDEZ es un poeta de transición entre la Generación del 27 y la del 36. Solo
una parte de su obra es escrita después de la Guerra Civil. Su poesía se caracteriza por la riqueza metafórica y
el tono apasionado. Combina lo popular con lo culto. Dámaso Alonso lo considera epígono del 27; otros críticos
le incluyen en la siguiente, la Generación del 36, que alcanza su plenitud tras la guerra. En su obra se distinguen
estos períodos:
▪ La primera etapa (desde sus inicios hasta el comienzo de la Guerra Civil) refleja la admiración por
Góngora y el uso de metáforas (Perito en lunas, 1934). Alcanza la madurez con El rayo que no cesa, de 1936,
donde aparecen sus temas constantes: amor, vida y muerte, expresados con tono trágico. En el libro predominan
los sonetos clásicos, que obligan al poeta a sintetizar el tema y a concentrar su desbordado apasionamiento. Al
final aparece su famosa «Elegía a Ramón Sijé. La influencia surrealista es visible en muchos versos.
§ La segunda etapa (poesía escrita durante la Guera Civil) refleja su compromiso político y
Social. El poeta pretende ser la voz del pueblo, de los pobres como él, por lo que decide hacerse eco de sus
desdichas y cantar sus gestas épicas en Viento del pueblo (1937), donde combina el verso libre y la métrica
tradicional. El hombre acecha (1939) habla de su tristeza después de la derrota y de las trágicas consecuencias
del conflicto.
§ La tercera etapa contiene básicamente los versos que escribió en la cárcel, recogidos en el
que se considera su mejor libro: Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). El poeta lamenta la
ausencia de su mujer y de su hijo, así como la falta de libertad. El estilo es sencillo y concentrado, con estrofas
breves y muy rítmicas que recuerdan la lírica tradicional. La enfermedad, el encarcelamiento y la proximidad de
la muerte dan gran emotividad a estos poemas, entre los que se encuentran sus conocidas “Nanas de la cebolla”,
dedicadas a su hijo.

El desenlace de la Guerra Civil forzó a un número importante de poetas pertenecientes a todas las generaciones
de preguerra a iniciar un prolongado exilio. En un primer momento centran sus textos en la denuncia de lo ocurrido
y el lamento por las ilusiones perdidas, pero enseguida se centran en la nostalgia por la tierra y los afectos que
han dejado atrás. La evolución estilística de cada uno será, no obstante, diversa porque diversos son los influjos
que reciben en los distintos países de acogida.
Mientras, en España la poesía había iniciado un proceso de rehumanización poco antes de la guerra de la mano
de los autores del 27 y esa preocupación deriva en la reflexión existencial y sobre los problemas sociales de un
país destrozado por la conflagración. Este es el eje sobre el que giran los poemarios más significativos, obra de
escritores nacidos hacia 1910 (como Miguel Hernández, quien, según se ha dicho, muere prematuramente) que se
suelen agrupar bajo el rótulo de generación del 36, dentro de la cual se diferencian dos tendencias:
• LA POESÍA ARRAIGADA: la denominación se refiere a la lírica de la Generación del 36 recogida en
las revistas Escorial y Garcilaso, una lírica que que crece sin angustia en el mundo de la Dictadura, que
consideran armónico y ordenado. Sus componentes aspiran a la serenidad clásica pero emplean un tono

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frío. Valoran las formas clásicas, como el soneto, y tratan el tema amoroso, intimista, religioso y
patriótico. Representan esta poesía “oficial” Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Luis Felipe Vivanco,
Leopoldo Panero.
• LA POESÍA EXISTENCIAL O DESARRAIGADA: los poetas desarraigados son como el árbol cuyas
raíces han sido arrancadas de la tierra. Su lírica, de tono trágico existencial manifiesta la angustia ante el
mundo caótico de la guerra y la posguerra. La poesía desarraigada aparece en 1944 con Hijos de la ira,
de Dámaso Alonso y Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre (autores del Grupo del 27 que no se
exiliaron). Se difunde a través de revistas como Espadaña. El estilo es duro, apasionado y desgarrado. Se
suman a esta línea las primeras obras de Blas de Otero y Gabriel Celaya.

LA POESÍA SOCIAL DE LOS AÑOS CINCUENTA. BLAS DE OTERO

En torno a1950, la poesía existencial evoluciona hacia una poesía social: se pasa de expresar la angustia
individual a manifestar la solidaridad con los demás y se denuncian las injusticias sociales. Para llegar a un
público mayoritario, se usa un estilo sencillo, coloquial y expresivo.
En 1954 publica Vicente Aleixandre Historia del corazón y en 1955 vieron la luz los dos libros que
confirman la nueva orientación de nuestra lírica: Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, y Cantos íberos, de
Gabriel Celaya. Es una literatura de urgencias, y se considera un instrumento para transformar la sociedad
mediante la denuncia de la injusticia. Su auge se produjo entre 1955 y 1960, años en los que se incorporaron a
este movimiento crítico numerosos poetas e, incluso, cantantes.

BLAS DE OTERO (1916-1979)

Es uno de los poetas más representativos de la literatura que se escribe después de la guerra. Su obra refleja
la evolución de la poesía peninsular durante el franquismo: el existencialismo desarraigado, la poesía social
comprometida y la renovación poética.
• Su primera etapa existencial queda recogida en Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de
conciencia (1951), que más tarde fusiona bajo el título de Ancia (1958). El poeta se interroga sobre
el sentido del mundo, el destino de ser humano, la soledad y la angustia frente a la muerte. En cierto
sentido, es una poesía religiosa muy personal, pues Dios responde con su silencio a las desgarradoras
preguntas del poeta. El tema amoroso aparece enlazado al religioso, pues el amor aparece como una
posible salvación a la angustia y a la soledad. Emplea un estilo desgarrado, muy expresivo y denso.
Predomina el soneto, y también escribe poemas en verso libre.
• La segunda etapa de poesía social se inicia en 1955 con Pido la paz y la palabra. Es una poesía de
testimonio y denuncia que plantea la solidaridad con los que sufren y el tema de España (madre que
le provoca sentimientos de amor y de dolor). El estilo pierde el tono dramático anterior y se inclina
hacia la sencillez en lenguaje y formas, con predominio del verso libre.
• A partir de los años sesenta, inicia su tercera etapa, coincidiendo el desgaste de la poesía social,
acusada de prosaísmo , y con el cansancio del propio poeta que se replantea la efectividad de lo
que había escrito hasta entonces. Su lenguaje se renueva para hablar de lo íntimo, incorpora nuevas
formas métricas (incluso el versículo) y recursos surrealistas que le permiten crear imágenes muy
expresivas.

LA LÍRICA DE LA DÉCADA DE LOS SESENTA: LA PROMOCIÓN DE 1955. JAIME GIL DE


BIEDMA

En los años sesenta, una nueva generación inicia una «poesía de la experiencia», que se desmarca de la
estrictamente social por considerarla pobre desde el punto de vista estilístico y muestra una sensibilidad
diferente, sin abandonar el compromiso con la sociedad. Es una lírica intimista y reflexiva que incorpora la
ironía y un cierto escepticismo, con un estilo cuidado y natural. Los poetas que se adscriben a esta corriente
constituyen la Generación de los cincuenta o Promoción de 1955 y, nacidos entre 1925 y 1934, vivieron la
guerra en la infancia. Por eso se les conoce también como Grupo de los niños de la guerra o la Segunda
promoción de la posguerra. Componen el grupo Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, José Ángel
Valente, Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún y los de la Escuela de Barcelona: Jaime Gil de
Biedma, Carlos Barral, Alfonso Costafreda y José Agustín Goytisolo.

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El cambio de rumbo recupera, pues, la capacidad de la poesía para expresar vivencias personales o emociones
(amor, amistad, soledad…) y, sin eludir la crítica, se aleja del tono político de la etapa anterior. Además, pese a
insistir en un lenguaje poético antirretórico y distanciarse de las formas clásicas, los autores muestran una gran
preocupación por la forma, cuestión que había llegado a ser secundaria para sus predecesores.
Para completar la panorámica de la poesía española de las tres décadas posteriores a la Guerra Civil, se debe
hacer mención a un grupo de autores que comienza a publicar a finales de los sesenta, aunque son más jóvenes
que los de la promoción que acabamos de presentar ya que nacieron entre 1939 y 1948. Suele llamárseles
Venecianos, Novísimos o Generación del mayo francés, del 68 y de los 70. Se dan a conocer a través de una
antología colectiva titulada Nueve novísimos poetas españoles y entre sus autores figuraban Félix de Azúa, Pere
Gimferrer, Leopoldo Mª Panero o Manuel Vázquez Montalbán. Su intención es imitar el espíritu rupturista de las
vanguardias y producen una obra heterogénea en la que reflejan su amplia formación literaria y se hacen eco de
los referentes culturales de su tiempo. Representan la primera generación de autores que supera las limitaciones
que el aislamiento y la censura imponen durante el franquismo

JAIME GIL DE BIEDMA (1929-1990)

Jaime Gil de Biedma es, sin duda alguna, uno de los poetas más importantes de la poesía de posguerra y las
características de su obra se pueden considerar definitorias de la de sus compañeros de generación:
▪ Predominan los temas que tratan sobre la experiencia personal, aunque no abandona lo social; temas
intimistas como el amor, la familia, los amigos, angustia por el paso del tiempo, la soledad, la amistad y los
recuerdos. A menudo, el poema es una reflexión sobre una anécdota de la vida cotidiana. Esta la base de la llamada
POESÍA DE LA EXPERIENCIA PERSONAL.
▪ La actitud crítica se manifiesta como una reflexión cívica o ética, en general impregnada de escepticismo.
Se aleja del tono político o patético y prefiere la expresión irónica, confidencial y distanciada al mismo tiempo,
cómplice respecto al lector o de un cinismo intelectual.
▪ Frente al prosaísmo o el tono dramático de la poesía social, emplea un lenguaje natural y antirretórico e
incluso coloquial pero siempre elegante y muy cuidado.
Sus obras más importantes son: Compañeros de viaje (1959), Moralidades (1966), Poemas póstumos (1968).
En Las personas del Verbo (1975), recoge la casi totalidad de lo que había escrito hasta ese momento.

LA OBRA DE GLORIA FUERTES EN EL CONTEXTO DE LA POESÍA ESPAÑOLA


POSTERIOR A LA GUERRA CIVIL

Gloria Fuertes (1917-1998) Es una poeta de origen autodidacto que la crítica ha relacionado con la Generación
del 50 por haber publicado en la misma época y con el mismo tipo de denuncia que hay en Celaya, Blas de Otero
o José Hierro. Como ellos, vive la dura experiencia de la Guerra Civil y con la dificultad añadida de ser mujer en
la España franquista. Este hecho, sumado al dato de que su vida se prolongó hasta casi el cambio de milenio sin
que dejase nunca de escribir, hacen apropiado que también se la estudie como una autora transversal, cuya
producción evoluciona década tras década aunque manteniéndose firme en el empeño por dignificar el lenguaje
cotidiano.
Siendo aún muy joven publica La isla ignorada (1950, aunque los textos son anteriores), dando cuenta de su
incapacidad para comprender el caos que genera la guerra. El antibelicismo es una constante en su obra, como
también lo es su interés por el mundo de los niños. De hecho, a partir de los años setenta, se convirtió en un
personaje popular por su participación en programas infantiles y juveniles de Televisión Española, donde
divulgaba la poesía entre los más jóvenes. También es importante, en ese sentido, su labor por organizar la primera
biblioteca infantil ambulante. A pesar de que su obra no fue tan conocida a nivel académico en España como la
de sus coetáneos varones, dejó una extensa lista de títulos, entre los que podrían destacarse: Canciones para niños
(1950), Antología y poemas del suburbio (1954), Todo asusta (1958), Poeta de guardia (1968), Cuando amas,
aprendes Geografía (1973), Historia de Gloria (amor, humor y desamor) en 1968, etc. En ellos defiende
especialmente la paz, el medio ambiente, la igualdad de género y los derechos de las mujeres. El estilo es
“sencillo” y muy trabajado al mismo tiempo. Y el tono combina lo inocente y amable con un profundo
desaliento vital.

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Tema 7: LA NOVELA ESPAÑOLA EN LAS TRES DÉCADAS POSTERIORES A LA
GUERRA CIVIL: MIGUEL DELIBES, CAMILO JOSÉ CELA, CARMEN LAFORET Y LUIS
MARTÍN SANTOS

[ES VÁLIDA PARA ESTE TEMA LA INTRODUCCIÓN QUE SE PROPONE PARA EL ANTERIOR]

LA NARRATIVA ESPAÑOLA DE POSGUERRA (años 40)

Al igual que ocurre con la poesía y el teatro, buena parte de los novelistas más prometedores de la etapa
anterior (Ramón J. Sender, Francisco Ayala, Rosa Chacel…) se exilian y su obra permanece en el olvido durante
largo tiempo. El rasgo más característico de esa narrativa escrita en el exterior es la recurrencia en el tema de la
guerra y la nostalgia por la patria perdida.
En la península, durante la inmediata posguerra la novela no puede enlazar con la narrativa social anterior,
prohibida por el franquismo. En ese panorama hay varios tipos de narraciones que logran superar el filtro de la
censura, todas de estilo tradicional: la novela ideológica conservadora, que asume la perspectiva de los
vencedores; la novela realista clásica; la novela humorística; la poética…
En la década de 1940, las novelas que se alejan de esas tendencias y marcan el inicio de una nueva narrativa
son casos aislados: Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte, 1942) y Carmen Laforet (Nada, 1944).
Ambas obras comparten el tono sombrío y existencial que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva,
mayoritaria en los relatos de la época. A estas nuevas voces se unen poco después las de Miguel Delibes (La
sombra del ciprés es alargada, 1948)y Ana Mª Matute, novelistas que también reflejan el desolado mundo de
la posguerra desde una perspectiva pesimista y existencial, por eso se emplea muchas veces la etiqueta
REALISMO EXISTENCIAL para denominarla.

LA NARRATIVA DE LOS 50: EL REALISMO SOCIAL

En los años cincuenta, la novela rebaja la visión existencial y recoge las nuevas preocupaciones sociales.
Los temas reflejan los problemas colectivos de la época con un estilo sencillo ya que se pretende llegar a un
amplio público.
En este REALISMO SOCIAL se distinguen dos tendencias: el objetivismo (evita la intervención del autor/
narrador y se esfuerza por registrar el comportamiento y la palabra de los personajes y el realismo crítico (donde
el ánimo de denuncia es evidente).
Suele considerarse precursora del realismo social La colmena (1951), pero en 1954, el tono crítico y
testimonial alcanza su auge; se publican obras de autores más jóvenes, los llamados “niños de la guerra”: Ana
Mª Matute, Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos y Juan Goytisolo. A ellos les siguen Rafael Sánchez
Ferlosio (El Jarama, 1956), Carmen Martín Gaite (Entre visillos), Juan García Hortelano, etc.
El tema fundamental de estos relatos es la propia sociedad española: la dureza de la vida en el campo, las
dificultades de la transformación de los campesinos en trabajadores industriales; la explotación del proletariado,
la banalidad de la vida burguesa, la vida en la ciudad… En cuanto a la forma, los rasgos característicos abundan
en la simplicidad: estructura lineal, concentración de tiempo y espacio, personaje colectivo o individual
representativo de una clase o grupo social, importancia del diálogo, estilo directo y sin artificios.

NARRATIVA DE LA DÉCADA DE 1960. RENOVACIÓN DE LAS TÉCNICAS NARRATIVAS

Al comenzar la década de 1960 decae la novela realista social y se ensayan nuevas formas narrativas. Esa
tendencia da lugar a una novela compleja y minoritaria que toma como modelo las de los novelistas que
comenzaron a experimentar con el género desde los años veinte en Europa y Norteamérica: Proust, Joyce, Kafka,
Faulkner o Dos Passos. Posteriormente, la novela hispanoamericana del boom (Mario Vargas Llosa, Julio
Cortázar y, sobre todo, Gabriel García Márquez (Cien años de soledad, 1967) se convertirá, también, en un
ejemplo digno de tener en consideración.
El punto de partida de la nueva etapa es la publicación en 1962 de Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos.
A lo largo de la década, hay otras obras y autores muy importantes que ahondan esta tendencia innovadora;
algunos pertenecen a la primera generación tras la guerra: Cela, Delibes o Torrente Ballester (con La saga/fuga

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de J.B.); otros, sin embargo, se dan a conocer en este momento: Juan Benet (Volverás a Región) y Juan Marsé
(Últimas tardes con Teresa).
Entre las novedades más significativas de este período podemos señalar: las historias abordan la nueva
realidad social en pleno desarrollismo, la industrialización, los inicios del turismo… junto con el análisis
introspectivo, pero la trama pierde importancia. El personaje protagonista centraliza el relato y muchas
veces actúa como narrador. El espacio se reduce en ocasiones a un mero marco de la acción, mientras que la
linealidad se evita de manera sistemática, con lo cual se rompe con la estructura clásica de la acción. Los finales
suelen ser abiertos y se opta por el multiperspectivismo, es decir, la utilización de diferentes voces narradoras y
el cruce de puntos de vista, a lo que se suma el ensayo de nuevas fórmulas para penetrar en la conciencia de
los personajes. El experimentalismo abarca, pues, todos los niveles de la narración, incluido el puramente
lingüístico y otros aspectos formales: disposición en unidades diversas del capítulo, juegos tipográficos…. Todo
ello exige la colaboración de un lector activo y bien formado que esté dispuesto a descifrar el contenido de la
obra.
El alcance de estos experimentos acabó por cansar tanto al público como a la crítica e incluso a algunos
autores que intentarán desde 1975 modularlos y recuperar el gusto por una historia bien elaborada como elemento
irrenunciable del género.

MIGUEL DELIBES (1920-2010)

En la obra de Delibes abundan los personajes indefensos y los ambientes humildes: los niños, los viejos, la
vida del campo, la pobreza de los pueblos y del paisaje castellano. Su tono es ético y humanista, y combina el
amor a la naturaleza con un rechazo de materialismo y consumismo.
A pesar de que experimentó las nuevas formas narrativas que se impusieron en los años sesenta, Delibes
mantiene un estilo sencillo, pues supedita la técnica a los contenidos.
▪ Primera etapa: se inicia su trayectoria con La sombra del ciprés es alargada, premio Nadal de 1947 y
representativa del Realismo Existencial de los años 40; esta obra trata dos temas recurrentes en Delibes, la
infancia y la muerte. Más conseguidas son las obras que combinan el tono crítico y lírico: El camino (1950),
sobre la infancia y la vida de campo, representa el Realismo Social de los 50; Las ratas (1962), donde muestra
la dura vida de un viejo y un niño en un pueblo castellano.
▪ Segunda etapa: Cinco horas con Mario (1966) aparece en un momento en el que están de moda las
experimentaciones formales. Une la preocupación ético-social y la renovación formal. Presenta la historia
desordenadamente e incorpora el monólogo interior de un personaje, Carmen, una mujer que va recordando su
vida mientras vela a su esposo muerto. Carmen representa un conservadurismo clasista y banal de la burguesía en
una capital de provincias durante el franquismo, mientras que su esposo, Mario, es un intelectual con
preocupaciones sociales y existenciales. De la incomprensión entre ambos personajes surge la crítica irónica a
las clases medias provincianas representadas en la figura de Carmen.
Posteriormente, Delibes parodia la deshumanización del individuo moderno en Parábola del náufrago (1969).
§ Tercera etapa: combina experimentalismo y denuncia en Los santos inocentes (1981), la conmovedora
crónica de una familia humilde de servidores de la aristocracia en una finca extremeña. Su producción novelística
fue muy fecunda hasta el final, y termina con El hereje (1998), un relato de carácter histórico.

CAMILO JOSÉ CELA (1916-2002)

Toda la obra de Cela refleja un profundo pesimismo que, a menudo, se enmascara bajo un humor negro. En
el estilo, destaca la riqueza expresiva y la descripción de tipos y ambientes.
En general, Cela ofrece una visión deformada del mundo, cercana al esperpento de Valle-Inclán. Su actitud
es la de un espectador distanciado y burlón; a veces manifiesta ternura por algunos seres desvalidos y adopta un
tono lírico. En su trayectoria se aprecian varias épocas:
▪ Primera etapa: La familia de Pascual Duarte (1942) inicia el Realismo Existencial de los años 40. Es un
relato TREMENDISTA por su truculencia; narra un cúmulo de crímenes y atrocidades, que parecen verosímiles
por el tipo de protagonista y por el ambiente (un mundo bárbaro y primitivo). La crudeza de la obra provocó una
polémica en torno al tremendismo y el pesimismo existencial.
▪ Segunda etapa: La Colmena (1951) inicia la etapa de Realismo Social y de renovación formal. El aspecto
más original de la novela es el personaje colectivo (salen unos trescientos personajes, aunque se centra en Martín

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Marco, que representa a los perdedores en la guerra, y en Doña Rosa, símbolo de la prepotencia y la insolidaridad),
la condensación temporal (dos días) y su carácter de novela abierta (sin argumento cerrado ni final). En
conjunto, ofrece una visión panorámica del vivir colectivo en dos días de invierno del Madrid de 1942. Presenta
una visión pesimista y predomina una actitud objetiva, ya que el autor describe desde fuera ese mundo. La
colmena es una novela social porque es un testimonio de la impotencia y la alienación del pueblo en la posguerra;
pero también es una obra existencial por su tremendo pesimismo y porque refleja el desamparo humano.
▪ Tercera etapa: de evolución hacia el experimentalismo. A partir de los años sesenta, Cela intensifica nuevas
técnicas narrativas en obras como San Camilo 1936 (1969), un monólogo interior esperpéntico. A partir de aquí
continúa escribiendo novelas con asiduidad, si bien no con la misma trascendencia.

CARMEN LAFORET (Barcelona 1921-Madrid 2004)

Laforet obtuvo con apenas veintitrés años el primer premio Nadal por Nada (1944), novela que marcó la
literatura de posguerra y fue publicada en 1945. En ella, la protagonista, Andrea, llega a Barcelona, una ciudad
herida por la guerra, para estudiar y se aloja en casa de su abuela, donde le espera una amarga realidad. Aunque
la autora negó el carácter autobiográfico de la obra, la historia es muy similar a la suya cuando, en plena posguerra,
se trasladó de Canarias a Barcelona. Como Andrea, tampoco ella encontró lo que iba buscando: la alegría, el amor
y la libertad. El libro reflejaba de modo sorprendente el vacío de la España de la Dictadura y los demonios
interiores de sus gentes. Tuvo un gran reconocimiento, pero la escritora rechazó las ataduras del éxito y no pudo
escribir hasta que este se olvidó.
Al cabo de ocho años, Carmen Laforet publicó La isla y los demonios, ambientada en Canarias. Las críticas
fueron buenas, no obstante, no igualaron a las recibidas por Nada. Su siguiente novela fue La mujer nueva
(Premio Nacional en 1954), fruto de una experiencia mística de la cual acabó renegando y que narra la conversión
religiosa de una mujer adúltera. La insolación (1963) ve la luz cuando la autora regresa a Madrid tras una estancia
en Tánger, lugar cosmopolita, transgresor y muy diferente de la España franquista. En el libro, un joven oprimido
por su padre, se ve atraído por el modo de vida de una familia bohemia, con lo cual se cuestiona la moral represiva
de la época. La obra iba a formar parte de la trilogía Tres pasos fuera del tiempo (que también incluiría Al volver
la esquina y Jaque mate, tres momentos en la vida de un hombre), pero Laforet experimenta una nueva crisis
creativa y no publica en vida más novelas. Después de su muerte, sus hijos publicaron Al volver la esquina; Jaque
mate no ha llegado a editarse.
En sus últimos años, nuestra escritora viajó por diversos países en busca de la libertad y de un espacio propio.
Llevaba consigo una maleta llena de papeles, la mayor parte de los cuales acabó por romper. Tal como nos ha
llegado, su producción incluye, además de los títulos citados, cuentos, relatos cortos y libros de viajes. En todos
ellos la lucha entre el ideal y la mediocridad del mundo real es el tema más recurrente.

LUIS MARTÍN-SANTOS (1924-1964).

Luis Martín Santos combinaba la formación científica y la literaria. Admiraba a los clásicos (Cervantes), y a
narradores contemporáneos, como Kafka, Faulkner y James Joyce. Murió a los 40 años, tras obtener un rotundo
éxito con Tiempo de silencio. Dejó inacabada Tiempo de destrucción.
Tiempo de silencio se publicó en 1962 y revolucionó el ambiente literario por el atrevimiento de sus
innovaciones formales. Con ella la narrativa castellana inicia la nueva etapa experimental que se extiende hasta
1975.
El estilo de esta novela se aleja, en efecto, totalmente del realismo imperante en la época. Es una obra
intelectual y difícil, tanto por las alusiones culturales como por el lenguaje, barroco y complejo. Mantiene la
crítica social, pero al mismo tiempo añade la cultural, con una ironía que revela el disgusto del autor con su
entorno. El relato ofrece también un tono existencial, ya que, en el fondo, contiene la crónica de una vida
fracasada.
El argumento de Tiempo de silencio es de tipo folletinesco, con pinceladas de relato policíaco. La trama se
sitúa en el Madrid de la época de posguerra. El protagonista, Pedro, es un investigador que se ve implicado en un
aborto que acaba en muerte, en un suburbio de chabolas. La policía le detiene y, al demostrarse su inocencia, sale
en libertad. Poco después sufre la venganza de un chabolista. El personaje acaba convertido en un ser abúlico
anulado por su entorno y reducido al silencio. Hacia los ricos, siente resentimiento pero desea asimilarse a ellos;
hacia los pobres, siente compasión y rechazo.

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El autor acude de manera sistemática a la ironía y el sarcasmo. Al igual que Valle-Inclán, presenta una realidad
vulgar o degradada incluyendo abundancia de referencias culturales, en tono majestuoso y elevado. El punto de
vista narrativo combina la perspectiva omnisciente del monólogo interior con descripciones objetivas, diálogos
y digresiones ensayísticas.
Tiempo de silencio significa el final del realismo social y abre camino a una novela más ambiciosa
formalmente y a una concepción diferente de la literatura. Aunque mantiene la visión crítica de la narrativa social,
muestra la imposible solidaridad entre el intelectual y el mundo marginal, es decir, acaba con la ilusión de la
literatura comprometida.

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Tema 8: LAS FIGURAS DE BUERO VALLEJO Y ALFONSO SASTRE EN EL TEATRO
ESPAÑOL POSTERIOR A LA GUERRA CIVIL. LA RENOVACIÓN DEL TEATRO

El teatro de la inmediata posguerra está marcado por la muerte de Valle-Inclán y García Lorca -los grandes
nombres de la etapa anterior- y por el exilio de Casona, Max Aub y otras personalidades vinculadas al mundo
escénico durante la República, quienes consiguen representar en sus países de acogida piezas que aquí
permanecieron inéditas durante bastante tiempo.
A esto, se suma la censura, el aislamiento cultural de la Dictadura y los intereses empresariales,
circunstancias que favorecen el triunfo de espectáculos propagandísticos del régimen o de mero entretenimiento,
como los musicales y muchos de corte humorístico, línea en la cual destacan Enrique Jardiel Poncela y Miguel
Mihura, dos dramaturgos muy prometedores que acaban acomodándose a los gustos del público. También
continúa cosechando éxitos Jacinto Benavente, maestro de la alta comedia, comedia burguesa o comedia de
salón -según quiera llamarse- (con personajes de clase media o alta, alternancia del drama con la comedia,
dosificación de la intriga, problemas sentimentales…) y a quien imitaron con desigual fortuna otros autores.
Pero, en medio de ese panorama tan diferente del que ofrece la escena europea por esta época, desde el estreno
en 1949 de Historia de una escalera, surgen intentos renovadores, con una intención claramente crítica,
coincidiendo con la etapa del Realismo Social. Los mejores referentes de dicha tendencia son Buero Vallejo y
Sastre. Ambos protagonizan un intenso debate sobre cómo canalizar la denuncia de los problemas del país: el
posibilismo de Buero opta por emplear distintos procedimientos para enmascararla y burlar la censura; el
imposibilismo de Sastre defiende una expresión libre y abierta de las ideas a riesgo de que los textos no puedan
representarse. Sea como fuera, uno y otro (y también los cineastas de esa orientación) abordan la temática social,
engarzan con el realismo naturalista, el expresionismo vanguardista o los aportes de Valle, Lorca o Arniches,
empleando un lenguaje muy directo y, a veces, provocador.

ANTONIO BUERO VALLEJO (1916-2000)

Buero Vallejo es, sin duda, el autor más importante del teatro español de la segunda mitad del siglo XX.
Su fórmula consigue granjearse el favor del público y de la crítica utilizando los siguientes elementos:
a) Sus obras son tragedias que tratan los grandes temas de la existencia (temática existencial y social).
Es un teatro trágico, pero intenta mantener siempre la esperanza ( “tragedia de la esperanza”).
b) Con frecuencia, asistimos a un desciframiento de la verdad conforme avanza el argumento.
c) En muchas de sus obras presenta personajes que se enfrentan por su carácter: uno activo frente a uno
contemplativo; uno conformista frente a uno rebelde; el solidario frente al egoísta, etc.
d) Algunas se sitúan en un pasado más o menos lejano o en el futuro (en consonancia con su
“posibilismo”), sin embargo, siempre hace referencia a los temas que preocupan al español de su
tiempo.
e) Combina efectos de inmersión e identificación con un personaje y efectos de distanciamiento, que
provocan una actitud crítica en el espectador.
f) Es muy importante la puesta en escena. Las acotaciones que describen escenarios, iluminación,
música, efectos sonoros y movimientos de personajes son muy detalladas.
g) Mezcla de realismo y simbolismo. Los ciegos, por ejemplo, adquieren una gran importancia en la
primera parte de su producción teatral como símbolo de la vida humana. Igualmente simbólicas son otras
deficiencias físicas o psíquicas: la mudez, la sordera, la locura…
La evolución teatral Buero Vallejo sigue, en general, las corrientes del teatro de posguerra. El profesor Luis
Iglesias Feijoo divide su obra en tres etapas, que se complementan:
A) En la primera, que va desde el comienzo hasta 1958 (etapa realista), escribe con “estructuras
dramáticas esencialmente construidas según los fundamentos del realismo teatral (acción en tiempo y lugares
reales, tomando como base la realidad contemporánea). Los hechos siguen un orden cronológico. El denominó
esta técnica de construcción cerrada.
La pieza más importante es Historia de una escalera (1949), obra de carácter existencial, situada en el
ambiente de una casa de vecinos de Madrid, alrededor de una escalera. La vida se sucede a lo largo de varias
generaciones con las mismas privaciones y sin cambio alguno. En la ardiente oscuridad (1950) es otro título
significativo.

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B) La segunda época se extiende desde 1958 a 1970 (etapa de reflexión histórica) y se caracteriza
temáticamente por el tratamiento de temas y problemas del presente acudiendo a situaciones similares del
pasado. Es un teatro crítico que pudo representarse por ser histórico, a pesar de la censura (“Posibilismo”). Son
muy importantes los cambios en la configuración del espacio escénico y en la estructuración de la obra: escenario
simultáneo, rupturas de la continuidad temporal dentro del acto... Buero introduce de este modo su
construcción abierta, superando la escenificación realista con una técnica funcional.
Un soñador para un pueblo se centra en la figura histórica de Esquilache y su intento de reformar costumbres
de la vida española (pero el pueblo se levantará contra él). Las Meninas tiene como personaje a Velázquez. En
El concierto de San Ovidio se basa en un hecho histórico: la fundación de una orquesta de ciegos para hacer reír
a la gente. En estas obras plantea la relación entre el poder y el pueblo, la función de intelectuales, el abuso hacia
los necesitados, etc.
En El tragaluz (1967), la acción se sitúa en un siglo futuro pero retorna al pasado para contar la vida de una
familia humilde que vive en un semisótano alumbrado por un tragaluz. Esa familia tiene dos hijos: Vicente (activo)
y Mario (pasivo). Ocultan un secreto que nos remite al pasado: durante la guerra, Vicente, que era un niño, subió
a un tren y se llevó la comida de la familia; como consecuencia, muere la hermana pequeña. El padre “enloquece”
cuando ve que Vicente, ya adulto, ha seguido “subiendo al tren” y va trepando a costa de pisotear a otros. Lo
juzga y lo mata. Mario se enamora de la secretaria de su hermano, que está embarazada de Vicente. Ese hijo
representa la esperanza.
C) En su tercera época, desde 1970, Buero “investiga sistemáticamente dentro de las posibilidades de
implantación de un punto de vista subjetivo en el escenario”. En vez de transmitir una imagen objetiva de la
realidad, se imponen a los espectadores las limitaciones de un protagonista (efecto de inmersión) que los dejará
sordos como el Goya de El sueño de la razón, ciegos como el Julio de La llegada de los dioses o “locos” como
el Tomás de La fundación (1974).
Estas son las obras más importantes de un dramaturgo que siguió estrenando y escribiendo teatro hasta su
muerte, aunque su fórmula comenzó a revelar síntomas de desgaste.

ALFONSO SASTRE (1926)

Es el autor que más ha teorizado sobre el Realismo Social. Fue autor del Manifiesto del TAS (“Teatro de
agitación social”) que afirmaba que lo social es una categoría superior a lo artístico. Según se ha dicho, mantuvo
con Buero Vallejo una polémica sobre posibilismo/ imposibilismo, defendiendo siempre un teatro social, de
denuncia y protesta, capaz de transformar la sociedad, en coherencia con su activismo de izquierdas.
En 1953, estrena Escuadra hacia la muerte, el título por el que, quizás, sea más reconocido, un drama
existencialista, antibélico y antimilitarista, escenificado por un grupo de teatro universitario y prohibido poco
después.
A partir de ahí, su obra, muy prolífica, es conocida a través de representaciones minoritarias o mediante la
lectura. El tema más recurrente en ellas es la opresión física, psicológica o social, presentada como algo que hay
que destruir con la revolución.
Entre sus otras obras, destacan, tras una etapa inicial de acercamiento al género, una serie de “tragedias
realistas” (como lo es Escuadra hacia la muerte): La mordaza, de 1954 (protesta contra la censura y la
Dictadura) y Guillermo Tell tiene los ojos tristes (1955, drama contra la Dictadura). En los años sesenta compone
varias “tragedias complejas”, mezcla de diferentes elementos (tragedia clásica, esperpento, humor,
distanciamiento, amplias acotaciones, intervenciones de un narrador….) como forma de concienciar al espectador:
La sangre y la ceniza (1965), sobre la figura de Miguel Servet y La taberna fantástica (1966), estrenada
diecinueve años antes. A partir de los años setenta, profundiza en esta línea de sus “tragedias complejas”
acentuando, si cabe, su compromiso político.

LA RENOVACIÓN DEL TEATRO

A finales de los cincuenta y durante los sesenta, comienza, no obstante, a despuntar un grupo de dramaturgos
que nacen hacia 1925 y pretenden ser una alternativa al teatro comercial, pero también superar el Realismo Social,
empleando una estética cada vez más simbólica y un lenguaje expresivo y desgarrado para expresar la violencia
y crueldad del mundo en que vivían.
Con todo, la renovación teatral de los años sesenta y setenta va unida al teatro independiente (grupos
experimentales, teatro universitario...). Se constituyen compañías que hacen un teatro distinto al comercial

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y que buscan un público diferente al público burgués (jóvenes inconformistas universitarios, proletariado
urbano…), marcando distancia con la Dictadura y renunciando a cualquier tipo de subvención oficiales. Se
inclinan por un teatro de tono vanguardista experimental y recogen la herencia de los grandes dramaturgos
europeos del siglo XX: Brecht, Artaud, Grotowski y los autores del teatro del absurdo, Ionesco y Beckett.
Nace un teatro espectáculo, donde pierde protagonismo el texto e importa más la escenografía (música,
luces...). Practican la creación colectiva y valoran especialmente la expresión corporal. En conjunto, continúa
la crítica social o moral y se opta por lo simbólico o lo esperpéntico. Se incorporan efectos especiales próximos
al lenguaje cinematográfico y elementos del circo, el musical, la danza o las ceremonias del teatro primitivo.
Entre los grupos de teatro independiente, sobresalen: Els Joglars (1963), de Barcelona, cuya cabeza visible
es Albert Boadella; Los Goliardos (1964), de Madrid; Tábano (1968). Els Comediants (1972), de Barcelona,
e especializó en teatro de la calle, que requiere la participación del público. La Fura dels Baus surge años más
tarde, también en Cataluña. Juegan con la improvisación y la incorporación del espectador a la función.

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