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Título: Daños en el contrato de tiempo compartido y cargas probatorias dinámicas en el Código Civil y
Comercial
Autor: Quadri, Gabriel H.
Publicado en: RCCyC 2016 (marzo), 07/03/2016, 140 - DJ15/06/2016, 17
Cita Online: AR/DOC/584/2016
Sumario: I. El fallo. — II. La doctrina de las cargas probatorias dinámicas y su desembarco en el CCyC.
— III. Sobre tales cimientos, de nuevo al fallo: conclusiones. — IV. A modo de epílogo: otros escenarios
posibles (y de suyo más complejos).
I. El fallo
Gentilmente se nos ha invitado a comentar una reciente sentencia de la sala M de la Cámara Nacional en lo
Civil (integrada por tres preclaras juristas: las Dras. Díaz de Vivar, De los Santos y Benavente); en esencia, el
fallo en glosa (con voto en primer término de la Dra. De los Santos, quien ha dedicado diversos estudios a la
cuestión de las cargas probatorias dinámicas) confirma la sentencia de primera instancia que había rechazado la
demanda.
El decisorio se apoya mayormente en la falta de demostración, por parte de la accionante, de los extremos
fácticos que era de su incumbencia acreditar.
La parte actora había invocado, en sus agravios, la aplicación de la doctrina de las cargas probatorias
dinámicas; la Cámara aborda el tema y repele el agravio, enrostrándole a la actora el no haber desarrollado
ningún tipo de actividad acreditativa.
Según afirma la Alzada capitalina, la doctrina de las cargas probatorias dinámicas entra en juego de manera
excepcional, siendo un instituto sólo aplicable a los casos de prueba difícil, para cuya operatividad es necesario
que exista actividad probatoria de aquel a quien beneficia, aunque ella resulte insuficiente por las dificultades
que plantea su producción, por la falta de colaboración de la contraparte o por la existencia de conductas
elusivas y de ocultamiento de las fuentes de prueba.
Señala también la sentencia de Cámara que esta doctrina ha sido recepcionada, ahora, en el art. 1735 del
Código Civil y Comercial de la Nación (CCyC).
Así presentada la cuestión, el precedente en glosa nos brinda una buena ocasión para detenernos a
reflexionar un poco acerca de los alcances de esta novel recepción normativa y su incidencia sobre los procesos
en trámite.
II. La doctrina de las cargas probatorias dinámicas y su desembarco en el CCyC
1. Brevísima síntesis introductoria acerca de las normas sobre carga de la prueba y la doctrina de las cargas
probatorias dinámicas
En forma harto resumida, diremos que —a nuestro juicio— la finalidad de la prueba, como instituto, es la de
llevar al juez al convencimiento o certeza sobre los hechos.
En el contexto de un proceso judicial resulta indispensable que, para adoptar su decisión con fundamento en
la prueba, el juez se considere convencido por ella o, dicho de otra manera, que se encuentre en estado de
certeza sobre los hechos que declara; y si la prueba no alcanza a producirle esa convicción, porque no existe o
porque pesa en su espíritu por igual a favor y en contra, o más a favor de una conclusión pero sin despejar
completamente la duda razonable, le está vedado apoyarse en aquélla para resolver.
La valoración de la prueba (entendida como la operación mental que tiene por fin conocer el mérito o valor
de convicción que puede deducirse de su contenido) puede llevar tanto a la certeza como a la incertidumbre.
En ambos casos, sin embargo, el juez debe decidir por cuanto el Estado —a quien aquél representa—, aun
ante semejante orfandad de medios, no puede desentenderse de la necesidad de eliminar, como quiera que sea,
los conflictos de la vida social, lo que le impone su deber de mantener el orden y conservar la paz entre los
coasociados.
En tal contexto, enseña Peyrano, el sistema de la carga de la prueba permite que en cualquier supuesto sea
posible que el juez civil se pronuncie sobre el mérito del debate (1).
Se trata de ofrecer al juzgador reglas que le proporcionen la solución que ha de adoptar en un litigo, cuando
las afirmaciones de las partes no han conseguido ser probadas, ni en sentido afirmativo, ni en sentido negativo,
fijando cuál de las partes ha de sufrir las consecuencias de la insuficiencia probatoria (2).
Para cumplir tal cometido, las normas sobre carga de la prueba sientan una regla de juicio que indica al juez
cuál debe ser el contenido de la sentencia cuando falta la prueba de determinado hecho (3), designando al
litigante que ha de salir perjudicado ante un déficit de ese tenor.
Así, las disposiciones distributivas del onus probandi son parámetros decisorios (4) o, como lo sostiene
Peyrano con acierto, más normas de decisión que de derecho probatorio (5).
En efecto: si el derecho probatorio, como parte integrante del derecho procesal, aparece regulando la
admisibilidad, la ejecutoriedad y la valoración de la prueba en el proceso, las normas sobre carga de la prueba
vienen a quedar emplazadas, justamente, fuera de él.
Concretamente, las normas sobre carga de la prueba no integran el derecho probatorio.
Veamos, ahora, cuál era la norma capital en materia de distribución de la fatiga probatoria hasta la entrada en
vigencia del CCyC.
El art. 377, CPCCN, bajo el título "Carga de la prueba", establece que "incumbirá la carga de la prueba a la
parte que afirme la existencia de un hecho controvertido o de un precepto jurídico que el juez o el tribunal no
tenga el deber de conocer.
"Cada una de las partes deberá probar el presupuesto de hecho de la norma o normas que invocare como
fundamento de su pretensión, defensa o excepción.
"Si la ley extranjera invocada por alguna de las partes no hubiere sido probada, el juez podrá investigar su
existencia, y aplicarla a la relación jurídica materia del litigio".
Como principio, entonces, queda a cargo de cada una de las partes la acreditación de los hechos afirmados
por ella, en la medida en que se tratara de hechos controvertidos (dejando a salvo las materias no disponibles,
donde la conformidad de las partes no resulte suficiente).
No interesa, en este contexto, la condición actora o demandada asumida por cada parte ni la naturaleza
aislada del hecho, sino los presupuestos fácticos de las normas jurídicas, de manera tal que cada una de las
partes se halla gravada con la carga de probar las menciones de hechos contenidas en las normas con cuya
aplicación aspira a beneficiarse, sin que interese el carácter constitutivo, impeditivo o extintivo de tales hechos
(6).
Tal es la norma legal base del sistema, vigente a nivel nacional y que establece, con meridiana claridad, el
reparto de la carga de la prueba.
Es necesario, para proseguir en la exposición, dedicar algunas reflexiones a una corriente doctrinaria que ha
venido a reajustar, en algunos casos, la rigidez de esta distribución.
Estamos hablando de la teoría de las cargas probatorias dinámicas.
Recién acabamos de ver que, desde la abstracción normativa, el legislador procesal había estatuido
determinadas normas (a modo de reglas de juicio) que distribuyen entre las partes la carga de probar.
Pero bien se hace notar que esta forma de abordar el problema procede con cierta rigidez (7).
Es que los doctrinarios "fijaron" las reglas de la carga de la prueba de una manera demasiado rígida y sin
miramientos para las circunstancias del caso las que, eventualmente, podrían llegar a aconsejar alguna otra
solución (8).
Y, paralelamente, la praxis alertó acerca de que dichas bases resultaban bien insuficientes o bien inadecuadas
(9).
Sigue diciendo Peyrano que la vida y el propio sentido común permitieron descubrir coyunturas en las
cuales el referido apriorismo en materia de esfuerzos probatorios funcionaba mal (10).
Es así como nace, originalmente en el marco de los procesos por mala praxis médica y ampliándose luego a
otros supuestos (11), una nueva concepción: la de las cargas probatorias dinámicas, en orden a flexibilizar esta
rigidez y estratificación legal del reparto de esfuerzos (12).
Lépori White resume en pocas palabras la esencia del fenómeno: esta teoría sostiene que, más allá del
carácter de actor o demandado, en determinados supuestos la carga de la prueba recae sobre ambas partes, en
especial sobre aquella que se encuentra en mejores condiciones para producirla. Así pues, esta nueva teoría no
desconoce las reglas clásicas de la carga de la prueba, sino que trata de complementarlas o perfeccionarlas, en
virtud de flexibilizar su aplicación en todos aquellos supuestos en que quien debía probar según la regla
tradicional se veía imposibilitado de hacerlo por motivos completamente ajenos a su voluntad (13).
Es decir que, en principio, quien alega un hecho debe probarlo, pero puede ocurrir que en ese caso y proceso
en particular a quien alegó el hecho le sea prácticamente imposible probarlo y, por lo tanto, allí se producirá un
desplazamiento del onus probandi, y quien tendrá la carga de probar la existencia o inexistencia de ese hecho
será la otra parte por encontrase en mejores condiciones para hacerlo.
Lo fundamental es, en este contexto, el dinamismo.
Lo advierten Peyrano y Chiappini: son cargas dinámicas porque, según fueren las circunstancias del caso,
pueden desplazarse hacia una u otra de las partes (14).
Justamente se llama "doctrina de las cargas probatorias dinámicas" porque el onus probandi se independiza
de enfoques apriorísticos del sistema tradicional (15).
Las exigencias, entonces, van a desplazarse entre las partes, según fueran las circunstancias del caso y de
acuerdo a ciertos criterios específicos.
Cerramos esta breve introducción advirtiendo que la doctrina de las cargas probatorias dinámicas se ha
considerado "de excepción" y pensada para dar adecuada solución a causas que, de lo contrario, recibirían
respuestas jurisdiccionales inequívocamente inicuas (16).
Eisner también resaltaba la excepcionalidad de su aplicación (17).
En reiteradas ocasiones la jurisprudencia ha seguido esta línea de pensamiento al aseverar que la teoría de
las cargas probatorias dinámicas no puede aplicarse con criterio general e indiscriminado, sino residual y que
constituye un apartamiento excepcional de las normas legales que establecen la distribución de la carga de la
prueba (18), siempre que la complejidad, alta especialización, u otras circunstancias, lo hagan propicio (19).
En los certámenes especializados también se ha remarcado su carácter excepcional, al postularse que cabe
recurrir a ellas sólo cuando la aplicación de las normas legales arroja consecuencias manifiestamente disvaliosas
(20).
2. En tal contexto: los arts. 1734 y 1735 del CCyC
Vamos a los preceptos mencionados en el subtítulo.
El primero, bajo el título "Prueba de los factores de atribución y de las eximentes", establece que "excepto
disposición legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y de las circunstancias eximentes
corresponde a quien los alega".
Allí sienta una regla de distribución de la carga de la prueba.
Pero, en seguida, el art. 1735 determina —bajo el título "Facultades judiciales"— que "no obstante, el juez
puede distribuir la carga de la prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida, ponderando cuál
de las partes se halla en mejor situación para aportarla. Si el juez lo considera pertinente, durante el proceso
comunicará a las partes que aplicará este criterio, de modo de permitir a los litigantes ofrecer y producir los
Así entonces, podemos decir —nuevamente como pauta genérica— que la entrada en juego de nuevas
normas sobre distribución de la carga de la prueba, una vez que ya pasó la oportunidad para que las partes
diseñen y pongan en juego su estrategia probatoria, puede llegar a tornarse una conducta procesal sorpresiva, y
hasta violatoria del derecho de defensa en juicio.
Ahora bien, para que esto último sea así, sería menester que la nueva norma siente una regla de juicio
diversa de aquella contenida en la norma anterior; pues si la nueva norma fuera de idéntico tenor que la
derogada, no parece que la cuestión intertemporal pudiera generar algún tipo de mácula al ejercicio de la
defensa (37).
Para proseguir el análisis, lo primero que debemos hacer es colocar a las normas involucradas en un mismo
plano; o sea, no interesará que algunas estén incluidas en el CCyC mientras que otras lo estén en el Código
Procesal, en tanto ellas aparezcan regulando la misma situación.
Comparemos, ahora, las reglas legales en danza.
Establece el art. 377 del CPCCN que "incumbirá la carga de la prueba a la parte que afirme la existencia de
un hecho controvertido o de un precepto jurídico que el juez o tribunal no tenga el deber de conocer. Cada una
de las partes deberá probar el presupuesto de hecho de la norma o normas que invocare como fundamento de su
pretensión, defensa o excepción".
Mientras tanto, el art. 1734 del CCyC (vigente a partir del mes de agosto de 2015) determina que "excepto
disposición legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y de las circunstancias eximentes
corresponde a quien los alega". Hasta aquí no habría problema, desde que la solución sería equivalente entre
este artículo y el art. 377 antes aludido; pero el siguiente (art. 1735) determina que "no obstante, el juez puede
distribuir la carga de la prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida, ponderando cuál de las
partes se halla en mejor situación para aportarla. Si el juez lo considera pertinente, durante el proceso debe
comunicar a las partes que aplicará este criterio, de modo de permitir a los litigantes ofrecer y producir los
elementos de convicción que hagan a su defensa".
Retrotraigámonos, ahora, a la situación previa a la vigencia del CCyC, para reiterar unas ideas (personales y
más bien solitarias) acerca de la aplicación de la doctrina de las cargas probatorias dinámicas en el estado de
cosas normativo por entonces existente.
Decíamos en la obra anteriormente citada (38), a modo de conclusión y luego de analizar la cuestión de las
cargas probatorias dinámicas, que salvo aquellas jurisdicciones en las que el Código Procesal no tiene reglas
sobre distribución de la carga de la prueba (con lo que no hay impedimento legal alguno para la aplicación de
esta teoría (39)), cualquiera sea la intensidad de los esfuerzos interpretativos que se hagan, la ley dice lo que
dice y no lo que desearíamos que dijera.
Evocábamos, por entonces, reglas como las del art. 377 del CPCCN (o 375 del CPCC Bs. As.) señalando
que —para nosotros— dichos textos no daban lugar para los corrimientos dinámicos, ni siquiera para adjudicar
el onus a quien se encuentre en mejores posiciones de probar; remarcamos que la norma es clara y el juez no
podría desatenderla.
Discrepamos, así, con aquellos autorizadísimos autores que consideraban posible la puesta en
funcionamiento de las cargas probatorias dinámicas aun con la vigencia de ese texto.
Es que, la interpretemos como la interpretemos, la ley sigue diciendo lo que dice: que cada una de las partes
deberá probar el presupuesto de hecho de la norma o normas que invocare como fundamento de su pretensión,
defensa o excepción.
Postulábamos también que, so color de interpretarla, no podríamos darle un sentido sustancialmente diverso.
Memorábamos incluso jurisprudencia que sostuvo que esta teoría puede aplicarse en la medida que no se
contraponga abiertamente al sistema probatorio adoptado por la ley procesal; es decir, no puede aplicarse contra
legem, pues si se opone al texto legal, no se trata ya de una integración de la ley, sino de un desplazamiento de
Es que si el nuevo art. 1735 del CCyC (ley vigente) impone, para flexibilizar la carga probatoria, un aviso
previo, ya no sería posible aplicar la teoría de las cargas probatorias dinámicas sin formular esa advertencia y
otorgar dicha posibilidad (45).
La jurisprudencia local ha destacado que en el nuevo ordenamiento civilístico (ley 26.994) la doctrina de las
cargas probatorias dinámicas ha encontrado su arraigo legal (art. 1735), pero con un carácter residual y,
fundamentalmente, supeditado a la advertencia que el juez formule en tal sentido. Invocándose tal circunstancia
en el fallo a modo de pauta interpretativa y para que se advierta que aun en este novel ordenamiento, la doctrina
de las cargas probatorias dinámicas requiere, para entrar en juego, una advertencia previa (valor previsibilidad)
(46).
Dicho de otro modo, si se estima que las nuevas normas son aplicables a los juicios en trámite, debe
formularse la advertencia antes de poner en funcionamiento la distribución de la carga probatoria contemplada
por el art. 1735 del CCyC.
Empero, si se considerara que la aplicación inmediata de estas nuevas normas no corresponde, parecería
muy poco razonable que pueda concluirse en una distribución de la carga probatoria diversa de la prevista por el
art. 377 del CPCCN sin formular aquella advertencia, conllevando a una solución más gravosa para el eventual
perjudicado por el reparto, que aquella que resultaría de la aplicación inmediata del aludido art. 1735.
Bien ha resaltado la jurisprudencia que el nuevo CCyC es invocable, en todos los casos, como argumento de
autoridad o como doctrina interpretativa, es decir que las normas actuales constituyen valiosas herramientas de
interpretación incluso del Código Civil derogado (47).
Luego, si el legislador del CCyC ha supeditado la aplicación de la distribución de la carga de la prueba con
base en el criterio de disponibilidad probatoria (art. 1735) a la realización de una advertencia previa es porque,
evidentemente, ha juzgado necesario tal aviso para resguardar el valor previsibilidad y evitar situaciones
sorpresivas o cualquier mácula a la defensa en juicio.
Creemos, entonces, que difícilmente pueda justificarse ya la aplicación de la teoría de las cargas probatorias
dinámicas al momento de sentenciar sin haber efectuado aquel aviso previo y otorgado la posibilidad que la
norma contempla.
En obra de constante referencia en nuestros días, Kemelmajer de Carlucci ha sostenido que la norma que
establece las cargas probatorias dinámicas en materia de responsabilidad civil sería de aplicación inmediata (48).
Nosotros hemos expresado nuestra coincidencia e incluso no vemos que ello pueda generar sorpresa ni
indefensión alguna, pues si el juez aplica el art. 1735 y —de acuerdo con las circunstancias del caso— considera
que ha de dinamizar el reparto de la fatiga probatoria de conformidad con dicho precepto, deberá —
paralelamente— formular la advertencia que la norma contempla, permitiéndole a las partes los ofrecimientos
probatorios a los que el artículo alude (49).
Aunque, como lo veremos al final de estas reflexiones, pueden presentarse ciertas situaciones atípicas.
3. El reparto dinámico en el contexto del art. 1735 del CCyC aparece circunscripto a las circunstancias en él
enunciadas
Advierta el lector que —dentro de la responsabilidad civil— la norma en cuestión opera sólo en el ámbito de
los factores de atribución y sus eximentes, no así con relación a la prueba del daño (art. 1744) ni tampoco de la
relación de causalidad (art. 1736).
Es decir, el reparto dinámico de la fatiga probatoria aparece circunscripto, en el ámbito del CCyC,
únicamente a los elementos mencionados por la norma; esto nos permite otra conclusión: que el legislador no ha
considerado adecuado que dicho reparto se opere respecto de los otros elementos constitutivos de la
responsabilidad civil (50).
4. El dinamismo entra en escena cuando el caso lo amerita
La regla, como lo hemos dicho, es la del art. 1734 (el que alega la culpa, carga con la prueba de los hechos
probatoria o que llegue al convencimiento de que no median dificultades de entidad suficiente como para
ameritar un reparto excepcional de la carga probatoria.
En el primer caso, pensamos que no hay facultad alguna sino deber: sería imperativo acudir a la corrección
del rigor del art. 1734.
Mal podría justificarse (incluso axiológicamente) que llegado a la conclusión de que una de las partes se
encuentra ante una dificultad probatoria de entidad, colocándose sobre sí cargas de imposible cumplimiento, no
se proceda a un reparto excepcional de la fatiga probatoria.
En el segundo, obviamente, se descartaría la aplicación de la norma.
Concluyendo: pensamos que la norma en análisis no debería entenderse como consagradora de una facultad
de ejercicio discrecional del magistrado, sino un concreto deber de activar el dispositivo legal en aquellos casos,
como es lógico, cuyas indocilidades probatorias así lo ameriten.
III. Sobre tales cimientos, de nuevo al fallo: conclusiones
Dicho todo esto, y apoyándonos en tal plataforma conceptual, podemos volver sobre el precedente en glosa
para así decir que coincidimos totalmente con él.
Con toda precisión, las integrantes de la sala interviniente le reprochan al apelante su absoluta orfandad
probatoria y bien le remarcan que, al menos por lo que del caso puede leerse en el fallo, no se trataba de un
supuesto de dificultad probatoria como para ameritar un reparto dinámico de la carga de la prueba (en definitiva,
la cuestión pasaba por la falta de aporte de determinada documentación que el propio apelante decía —en su
relato— que le había sido entregada).
Correctamente, entonces, las preclaras Camaristas desestiman el embate contra el fallo de primera instancia.
Contribuye, entonces, el lúcido precedente para ir demarcando —con la voz de la jurisprudencia— el
sendero al art. 1735 del CCyC y afinando su análisis, de consuno con el cúmulo de doctrina y jurisprudencia que
en las últimas décadas se ha venido gestando y con los propios Fundamentos del Proyecto que terminó
convirtiéndose en ley vigente.
En definitiva, y pasando en limpio: el reparto de la carga de la prueba en su versión dinámica, según el art.
1735 del CCyC está destinado a operar en casos excepcionales, en los que el gravado por la carga probatoria (en
su versión clásica) se encuentre frente a un supuesto de imposibilidad o extrema dificultad probatoria.
IV. A modo de epílogo: otros escenarios posibles (y de suyo más complejos)
Al margen de lo expuesto, el fallo permite despertar nuevas reflexiones.
Pensemos, como hipótesis de trabajo, en que le hubiera asistido razón al apelante en cuanto reclamaba para
sí los beneficios de la aplicación de la doctrina de las cargas probatorias dinámicas.
Quisiéramos detenernos sobre el punto.
Tenemos que en el sistema del aludido art. 1735 la puesta en funcionamiento del reparto de la carga
probatoria sobre la base del criterio de mejor situación para su aporte, requería de un anuncio previo.
De este modo, con antelación al momento del dictado de la sentencia, se le presentará al juez la problemática
de determinar si corresponderá, o no, la (futura) distribución de la carga probatoria según el criterio clásico (arts.
1734, CCyC, 377, CPCCN) o con la concepción dinamista (art. 1735).
Y una vez llevada a cabo la opción deberá formular, en su caso, el anuncio previsto por la norma para
permitir a los litigantes ofrecer y producir los elementos de convicción que hagan a su defensa (ello, por
supuesto, sin perjuicio de que al momento de dictar sentencia la cuestión de la carga probatoria pudiera resultar
insustancial, en el caso de haberse logrado colectar en el proceso elementos de convicción suficientes para
sentenciar sin la necesidad de acudir a esta regla de juicio).
Arazi se ha ocupado de señalar que la redacción del art. 1735 puede dar lugar a diversas interpretaciones,
principalmente en cuanto a la oportunidad en que el juez está facultado para hacer esa comunicación a fin de no
retrogradar el proceso (51).
La oportunidad prístina sería, a nuestro juicio, la del art. 360 del CPCCN, pues la cuestión debería estar
resuelta antes de ingresar al estadio probatorio. Arazi y Picasso son de la misma idea (52).
Como ejemplo, podemos traer a colación la solución del art. 338 ter del CPCC de la provincia del Chaco,
que en su inc. 6º, establece que el juez, en la audiencia preliminar, "sin perjuicio de lo establecido en el art. 355
de este Código, advertirá a las partes sobre las exigencias probatorias que pesará sobre cada una de ellas,
pudiendo suspender la audiencia para que amplíen el ofrecimiento de pruebas dentro de cinco días". El art. 360,
inc. 5º, del CPCC correntino establece que, en la audiencia preliminar, el juez, "si considerare que existen
especiales exigencias probatorias para alguna de las partes, así lo hará saber. En tal caso, suspenderá la
audiencia y las partes dentro del quinto día podrán ampliar el ofrecimiento de pruebas".
Desde otro punto de vista, podemos considerar que los propios fundamentos del Proyecto autorizan a
sostener que, si por cualquier razón, el aviso fuera preterido, ello generaría una mácula en el derecho de defensa
de las partes.
Ahora bien, y volviendo al caso, supongamos que el magistrado de primera instancia no consideró que
correspondiera aplicar la distribución de la carga probatoria prevista por el art. 1735 del CCyC; o, dicho de otro
modo, hubiera considerado que no correspondía tornar dinámica la carga probatoria.
¿Podría la Cámara resolver lo contrario al momento de abordar la apelación interpuesta contra la sentencia si
el perdidoso trae agravios sobre el tema?
Parece que el tribunal recursivo quedaría en una situación harto compleja.
Es que como ya lo hemos visto para la distribución de la carga probatoria, de acuerdo con lo establecido por
el art. 1735: habría que formular el anuncio previo, dándole a las partes la posibilidad de ofrecer y producir los
elementos de convicción que hagan a su defensa.
Pero, en el procedimiento nacional, los únicos supuestos en los que puede producirse prueba en la Alzada
son los del art. 260.
Todavía hay más: la Alzada quedaría en una atípica situación, pues el análisis de los agravios tendría lugar
una vez clausurado el procedimiento en segunda instancia: ¿Debería, entonces, suspender el llamamiento de
autos para sentencia, anunciar que la carga de la prueba se distribuiría de acuerdo al criterio de disponibilidad
probatoria y permitir que, en segunda instancia, se formularan nuevas ofertas probatorias?
Pues bien, creemos que en estos casos será el juez (aquí la Cámara), como director del proceso, quien deba
adoptar los recaudos necesarios para resguardar, por sobre todo, el derecho de defensa de las partes.
Por cierto, en algunos supuestos particulares esto podría provocar la reapertura de etapas ya precluidas (para
el ofrecimiento y/o la producción de medios probatorios); empero, intuimos que sería el mal menor, ante la
compleja situación que se presenta y que ya hemos intentado describir.
Reconocemos que el tema es de suyo complejo e indócil.
Hasta que el nuevo cuerpo normativo vaya dando sus primeros pasos, los Códigos Procesales se adecúen, y
la doctrina y jurisprudencia acompañen este proceso, el operador jurídico de hogaño (abogados, funcionarios y
jueces) se encontrará ante situaciones atípicas, que requerirán de ingenio y creatividad en orden a buscar
posturas maleables y flexibles, que maximicen el rendimiento de las instituciones procesales al par que
resguarden, con eficacia, la defensa en juicio.
Han sido estas últimas unas breves consideraciones, ya por fuera del fallo en glosa, pero que —según lo
vemos— sirven para ir meditando sobre eventuales situaciones que se podrán ir dando en la praxis judicial ante
la vigencia de esta nueva normativa.
(1) PEYRANO, Jorge W., "La regla de la carga de la prueba enfocada como norma de clausura del sistema",
(23) LEGUISAMÓN, Héctor E., en Leguisamón, Héctor E. (dir.), La prueba en el proceso Civil y
Comercial de la provincia de Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2014, p. 73.
(24) Corte Sup., Fallos 214:533 y subsiguientes en igual lineamiento.
(25) BARACAT, Edgar J., "La doctrina...", cit.
(26) Estimamos perfectamente posible que el derecho de fondo sea el vigente al momento de acontecer los
hechos respectivos (sistema del art. 7º del CCyC) y las normas de sustancia procesal resulten inmediatamente
aplicables al proceso del que se trate, lo que responde a su diversa naturaleza; así lo ha señalado, hace poco, la
jurisprudencia de la provincia de Buenos Aires (C. Civ. y Com. Morón, sala 2ª, 10/11/2015, "Saavedra, Silva
María Teresa v. Empresa del Oeste SAT y otro/a s/daños y perjuicios").
(27) Corte Sup., Fallos: 200:180; 211:657; 212:334; 215:467; 217:804; 220:30, 353, 719, 727 y 1250;
221:728; 222:206; 223:187; 224:297; 224:390.
(28) QUADRI, Gabriel H., La prueba en el procesos civil y comercial, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2011,
p. 697.
(29) Sup. Trib. Just. Neuquén, 19/8/1997, "Valencia Arias, Benedicto v. Municipalidad del Neuquén
s/acción procesal administrativa", AP 17/225; Sup. Trib. Just. Santiago del Estero, en pleno, 29/4/1999,
"Gutiérrez Julio, Quiroga, Julio y otros v. Consejo General de Educación de la Provincia s/recurso contencioso
administrativo", AP 19/337.
(30) DEVIS ECHANDÍA, Hernando, Teoría general..., cit., t. I, p. 425.
(31) DEVIS ECHANDÍA, Hernando, Teoría general..., cit., t. I, ps. 424/426.
(32) Sup. Trib. Just. Santiago del Estero, en pleno, 16/2/1999, "Núñez, Dardo O., Cisneros, Héctor D. y otro
v. Provincia de Santiago del Estero s/cobro de australes — Contencioso administrativo", AP 19/147, y
29/4/1999, "Gutiérrez, Julio, Quiroga, Julio y otros v. Consejo General de Educación de la Provincia s/recurso
contencioso administrativo", AP 19/334.
(33) GARCÍA-CUERVA GARCÍA, Silvia, "Las reglas "Las reglas generales del onus probandi", en ABEL
LLUCH, Xavier — PICÓ I JUNOY, Joan, en AA.VV. Objeto y carga de la prueba, J. M. Bosch, Barcelona,
2007, ps. 55-56, cit., p. 57.
(34) C. Nac. Civ., sala M, 12/10/1990, "Caja Nacional de Ahorro y Seguros v. Floro, Próspero E.", JA 1992-
IV-Síntesis; C. Nac. Com., sala C, 1/3/1996, "Z. de L., N. A. v. Mayo SA y otro", LA LEY, 1996-D, 403;
19/6/1998, "La Holando Cía. de Seguros v. Pareaqui SRL", LA LEY, 1998-F, 49.
(35) SPROVIERI, Luis E., "Audiencia preliminar y cargas probatorias dinámicas", ED, 179-1012.
(36) EISNER, Isidoro, "Carga de la afirmación y de la prueba en juicio civil", LA LEY, 1989-D, 105.
(37) Así, por ejemplo, si en materia de prueba del daño el CCyC establece que el daño debe ser acreditado
por quien lo invoca, excepto que la ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los propios hechos (art.
1744), la solución es sustancialmente análoga respecto de aquella a la que se llegaba por conducto del art. 377
del CPCCN; lo mismo en cuanto a la acreditación del nexo causal. Para casos así, la jurisprudencia local ha
puesto de manifiesto que las nuevas normas sobre carga de la prueba son de aplicación inmediata, resultando
innecesarias mayores disquisiciones sobre el particular cuando las mismas conllevan al mismo resultado que
aquel al que conducen las normas anteriores (C. Civ. y Com. Morón, sala 2ª, 10/11/2015, "Saavedra Silva, María
Teresa v. Empresa del Oeste SAT y otro/a s/daños y perjuicios").
(38) QUADRI, Gabriel H., La prueba..., cit., t. 1, p. 697.
(39) AIRASCA, Ivana M., "Reflexiones...", cit.
(40) C. Civ. y Com. Mercedes, sala 1ª, 4/5/2006, "Di Nisi, Delia E. v. Medicina Tecnológica del Oeste
s/daños y perjuicios".