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La psicología evolutiva de posguerra estableció que a medida que los sujetos avanzan en edad
(no solo en las fases tempranas del desarrollo) completan procesos madurativos vinculados al
crecimiento orgánico y logran mayor autonomía en la satisfacción de sus necesidades biológicas
primarias. Se obtuvo una perspectiva diferente acerca del sujeto, como un ser de naturaleza
compleja, activo, proactivo y con capacidad para regular, representarse e interpretar sus procesos
de cambio.
El período de madurez se extiende desde los 20-25 años hasta los 60-65. Esta definición es
ciertamente tan correcta como incorrecta.
La edad adulta es el conjunto de actividades y eventos que se suceden a lo largo de una serie de
años, que varían de una sociedad a otra y según los momentos de la historia. Existe entre los
teóricos la tendencia generar a dividirlo en fases o etapas:
a) Una primera etapa denominada adultez temprana y que se situaría entre los 21-25 años
según Bromley y entre los 17-40 según Levinson.
Es muy importante en el desarrollo de la personalidad, caracterizada por grandes cambios
en los ámbitos de la vida familiar y profesional. Estos cambios se refieren
fundamentalmente al aprendizaje de aquellos roles requeridos para la ejecución de una
serie de tareas y demandas sociales. Suele distinguirse por un gran incremento de la
vitalidad y un gran realce de la individualidad. Hay una tendencia a imponerse notoria,
sobre todo, en el sexo masculino.
b) Una segunda etapa denominada adultez media, que se extendería entre los 25-40 años
según Bromley o entre los 30-60 años según Havighurst. Es una etapa de gran
productividad, especialmente en la esfera intelectual. Lo más significativo de la fase es:
ayudar a los hijos en su crecimiento y prepararlos para la vida adulta, logro de
responsabilidades sociales y cívicas, logro y mantenimiento de la satisfacción propia del
trabajo, desarrollo de actividades de ocio, relación directa con la pareja sin obstáculo del
permanente cuidado de los hijos, aceptación y ajuste a los cambios fisiológicos y
adaptación a la ancianidad de los padres. Estabilidad general de su personalidad y actitud
frente a la vida más seria y reflexiva. Conoce sus aptitudes y limitaciones, mayor seguridad
de sí mismo, constancia, resistencia y fortaleza. Lo normal es que en esta edad las
personas se caractericen pro su fortaleza de carácter, su firmeza de sentimientos su
fidelidad a los principios y su lealtad.
c) Una tercera etapa denominada adultez tardía, que se extendería desde los 40 a los 55
años, según Bromley, o desde los 59 a los 65 según Levinson. Se da una decadencia
biológica, graves conmociones y crisis psíquicas. Hay presencia de un cierto cansancio
general, pérdida de plasticidad y depresión, sentimiento de inferioridad. Al darse cuenta de
que se hacen viejos, los individuos pueden reaccionar con multitud de actitudes erróneas.
Las más frecuentes son el penoso aferrarse a la idea de la juventud, viendo en ella sólo el
lado positivo y el envejecer en el lado negativo; el resentimiento y hostilidad frente a la
juventud, el pánico a llegar tarde, buscando entonces precipitadamente experiencias
nuevas como compensación a las que ha tenido en la vida y no han terminado de
satisfacerle. También hay un ajuste al declive físico, ajuste al retiro y a la reducción de
ingresos, ajuste a la muerte del cónyuge, establecimiento de una afiliación explícita con el
propio grupo de edad, adopción a los roles de una manera flexible, establecimiento de
condiciones de vida cómodas.
Según Piaget, durante la madurez no van a apreciarse otros cambios significativos importantes.
Según el enfoque psicométrico, la inteligencia declina con la edad, aparece una disminución
progresiva de ésta tras haber alcanzado un punto máximo entre los 18-25 años.
CICLO OCUPACIONAL
Las principales tareas evolutivas, en relación con el ciclo ocupacional, vienen impuestas por el
propio desarrollo biológico, la presión social y cultural y, por último, por las propias aspiraciones y
valores de los individuos:
EL CICLO FAMILIAR
La vida en familia está marcada por períodos de tiempo significativos para los miembros que la
componen.
El matrimonio exige una unión en la que el elemento directivo de la persona, el yo, se amplía para
considerar al consorte como otro yo, cuyos deseos, necesidades y bienestar son tenidos en
cuenta en paridad con los propios y cuyas opiniones e ideas son valoradas en la adopción de
decisiones de interés común.
Este proceso requiere algo más que el deseo de complacer. Supone una cierta capacidad para
comprender las necesidades y preferencias del otro, para conocer lo que es esencial para la
felicidad de su consorte y para sí mismo, para no confundir las preferencias del otro (de las que
se pueden prescindir) con sus verdaderas necesidades.
Con la llegada del primer hijo los esposos se convierten en padres. Este acontecimiento es de
suma transcendencia en el desarrollo de la persona de ambos cónyuges desde dos perspectivas
diferentes:
El proyecto laboral consiste una parte sustancial del proyecto de vida, e inserta socialmente a los
individuos. El desempleo margina y genera profundas crisis personales.
El trabajo mediatiza la relación de los individuos con la sociedad. La desocupación vulnera los
lazos de continencia que los individuos tienen con la sociedad.
El trabajo configura una experiencia primaria promotora de la sociabilidad. Ninguna otra técnica
de conducción de la vida liga al individuo tan firmemente a la realidad como la insistencia en el
trabajo, que al menos lo inserta en forma segura en un fragmento de la realidad, a saber, la
comunidad humana.
La actividad profesional brinda una satisfacción particular cuando ha sido elegida libremente, o
sea, cuando permite volver utilizables mediante sublimación inclinaciones existentes, mociones
pulsionales proseguidas o reforzadas constitucionalmente.
El cambio abrupto producido por esta pérdida adquiere una tonalidad negativa al afectar la
posibilidad de asimilación a los esquemas familiares y estables con que se enfrenta la vida.
Produce la ruptura del equilibrio brindado por la posibilidad de predecir el futuro y de ubicarse así
ante el.
Cuando las reglas del juego cambias de pronto, el individuo hace intentos erráticos para
adaptarse. Desde el punto de vista del aprendizaje, esto representa un desaprendizaje.
Hay diferentes estilos de respuesta ante la crisis. Uno de ellos es una actitud positiva y creadora,
responden con una alta moral; si la resolución del duelo es exitoso, redunda en conductas
creadoras de cambios positivos para el individuo. La segunda de las formas adaptativas trae una
dificultad para aceptar la perdida que puede incrementar la dificultad para reinsertarse
laboralmente. Finalmente, están aquellos para quienes nada pasó, se negaron a los cambios
externos o no los registraron.
El individuo que se siente marginado del mundo del trabajo, extraño, distinto, discriminado,
asimila un impacto paralizante que estimula un círculo vicioso de retracción. Tener que
enfrentarse con la eventualidad de un rechazo incrementa la frustración y agudiza la regresión de
la autoestima. Por el hecho de la autoestima dañada, mantener la imagen y un espíritu elevado
representa un esfuerzo muy grande. La intolerancia por el daño a la autoestima bloquea las
oportunidades de exposición al no.
La búsqueda del trabajo requiere romper ese círculo vicioso mediante la generación de conductas
activas de búsqueda, que incluyen planificación, elaboración de un proyecto, presentación
personal, seguimiento, etc.
La falta de comprensión y apoyo familiar torna más penosa la falta de trabajo. La contención y
sostén familiar del desocupado constituyen un factor importante para enfrentar la crisis. El apoyo
ayuda a mantener la autoestima, aunque no logra reducir la depresión o la sensación de tirantez
ocasionada por el apremio económico.
“La sexualidad ha sido considerada hasta el presente como la simple expresión de un instinto
propio de la condición biológica del hombre…”
Las tres instancias vivenciales están incorporadas a las conductas sexuales, no solo el instinto.
Los tres conceptos que se atribuyen al término instinto son según Bleger: 1° fuerzas o pulsiones
básicas biológicas; 2° conductas o pautas de conducta características de una especia innatas y
no plásticas; 3° organización o estructura biológica o nerviosa que posibilita la aparición de
distintos fenómenos biológicos o psicológicos.
Las características por las cuales se puede distinguir un instinto de otro son:
1) poder impulsivo o factor dinámico: se mide por la cantidad de energía representada por la
cantidad de obstáculos e inhibiciones que un individuo debe oponer para evitar una
satisfacción instintiva que encierra para él un peligro;
2) objetivo o fin: que es el restablecimiento de un estado previo en que no subsiste la
necesidad instintiva, y que es vivido como placer;
3) objeto, que pertenece al mundo exterior. El instinto existe antes del objeto.
4) Fuente del instinto, que es el proceso de un órgano somático, cuyo estímulo es
representado en la psique por el instinto.
El instinto es un esquema heredado de comportamiento, propio de cada especie, que varía poro
de uno a otro individuo, se desarrolla de acuerdo a una secuencia fija, inmutable, y que responde
a la finalidad económica de restaurar el equilibrio de las funciones.
“la conducta sería el conjunto de operaciones fisiológicas, motrices, verbales o mentales, por las
cuales el organismo en situación reduce las tensiones que la motivan y realiza sus posibilidades.”
Con el sexo se nace. La sexualidad abarca el sexo, pero se aprende en gran parte, y se
condiciona. Por lo tanto, la sexualidad humana se hace.
Algunos estudiosos plantearon la posibilidad de un tercer sexo que rompiera con la bipartición de
géneros.
Nacemos con una identidad determinada, sino que es un proceso que se va construyendo
durante toda la vida. Podríamos decir que solo una persona que se mira en el espejo, que elige
cada día como vestirse, como interactuar con el mundo, es quién puede decir cuál es su
identidad.
Durante los años noventa, el movimiento queer (“raro”, “rarito”) sentó las bases para identidades
blandas y flexibles, que permitió la validación intelectual que se correspondía a un movimiento
generacional y nuevas actitudes frente a las diversas identidades de género.
No sabemos con certeza como se constituye la identidad sexual de las personas. La mayoría de
las escuelas psicológicas coincide en que la identidad de género estaría conformada en la
primera infancia, aunque no siempre es así.
Porque si la transexualidad es considerada como una “enfermedad”, entonces habrá que buscar
sus causas e, incluso, perseguir una posible “cura”. Los primeros profesionales que comenzaron
a tratar la transexualidad tuvieron fuerte resistencia dentro de la comunidad científica: se
consideraba que los transexuales eran psicóticos, esquizofrénicos o, directamente, aseguraban
que se trataba de personas que tenían algún grado de masoquismo.
Para Money, la identidad de género era la percepción que el individuo tiene de sí mismo. Y su rol
de género, la expresión de esa sensación subjetiva de ser hombre o mujer. Podríamos ampliar
más estos conceptos diciendo que la identidad genérica es la persistencia de la propia
individualidad (experiencia privada) como hombre, mujer o ambiguo. Y que, a su vez, la identidad
genérica tiene su expresión pública o social. Esto es muy importante porque constituye la matriz
de los preconceptos acerca del ser hombre o mujer.
Lo virtual es un nudo problemático que no se define en oposición a lo real, sino a lo actual, ya que
al no tener un tiempo-espacio definido logra atravesar los límites convencionales de territorios
como el cuerpo, permitiendo visualizar la sangre, los órganos internos o el sexo coital, en
fotografías y videos de alta resolución sin necesidad de alterar la integridad orgánica de hombres
y mujeres, convierten a los sujetos en consumistas de imágenes.
LA SEXUALIDAD
Desde las Ciencias Sociales se han generado tres paradigmas sobre el entendimiento de la
sexualidad: el primero se aborda el estudio de los metarrelatos religiosos y las cosmovisiones
míticas de diferentes culturas; el segundo desde las teorías sociales que asumen la sexualidad
como una construcción cultural, donde se reconoce que el relativismo admite la particular
configuración de los comportamientos reconocidos como sexuales a nivel temporal y espacial de
la humanidad, pero que, al interpretarse como configuración temática de cada cultura, se
convierten en atemporales, es decir, que se dará en toda y cualquier sociedad
independientemente de las formas que adopte, y el tercero en el que la sexualidad se explica
cómo dispositivo de poder, que emerge en la modernidad occidental como parte de la tendencia
del siglo XIX de estructurar el cuerpo para estudiarlo desde una visión cientificista, con el
propósito de regular ciertos comportamientos.
Desde los metarrelatos míticos y teológicos, se explica que las restricciones que han sido
legisladas en torno a lo permitido y lo no permitido en el ejercicio de la sexualidad tienen
elementos religiosos en regiones donde existe una importante influencia del discurso teológico.
Las teorías que describen la sexualidad como una construcción cultural y como mecanismo de
poder deben entenderse como construcciones epistemológicas propias de las Ciencias Sociales.
La primera ubica a la sexualidad como una matriz que pueden entender a nivel social y es
interpretada gracias a condiciones sociales e históricas particulares, por lo que las restricciones
que se imponen frente a los lugares del cuerpo, las zonas erógenas y los órganos implicados en
la sexualidad. En relación al segundo paradigma, partirá de los planteamientos de Foucault, que
define a la sexualidad como un dispositivo de poder, donde evidencia cómo la sexualidad se
encuentra condicionada a través de estructuras claramente definidas, como por ejemplo las
clases sociales, etnia y género, este último definido desde la diferenciación: heterosexual-
homosexual, hombre-mujer.
Esta visión de sexualidad no es inamovible, es una construcción social que se trasforma por los
elementos históricos y culturales.
Entender las diferentes visiones de la sexualidad y los discursos dominantes de épocas pasadas,
hace posible entender la imposición comercial de la sexualidad en el campo de la explotación
consumista, como la búsqueda desaforada de experiencias sexuales que pueden resultar
arriesgadas, la exposición del cuerpo femenino y masculino como mercancía, o el deseo de
hombres y mujeres de tener prótesis corporales que pueden afectar su salud física, problemas
creados por sociedades aceleradas que desvalorizan la vinculación como elemento constitutivo
de lo sexual, y que han llevado a mitificar el orgasmo como alternativa única y suficiente de
satisfacción.
Las diferentes versiones sobe el cuerpo crean una visión de este como una categoría
fragmentada, un mapa donde se inscriben tensiones políticas y deseos sociales que, a nivel de
avance científico y tecnológico, han buscado el triunfo del hombre sobre la muerte y la extensión
de la vida. Estas formas de entender el cuerpo transforman al ser humano en un sujeto que desea
de manera utópica vencer la muerte para mantener un lugar en el mundo a través de la ilusión de
ser joven.
Por lo tanto, la desvalorización de lo privado podría ser uno de los efectos de la virtualidad.
En la flor de la vida (Zarebski)
Los cambios que nos propone el paso del tiempo, pasados los 40, suelen ser, por orden de
aparición:
Relativos al cuerpo
Lo que complica el cuadro es que todos estos temas no se van presentando generalmente de a
uno, sino que irán apareciendo de a varios, o todos al mismo tiempo.
En el plano biológico:
En el plano cultural:
Crecer y envejecer serían dos etapas radicalmente distintas –una de subida y otra de bajada-,
con la adultez en la cúspide. Idea que les lleva pretender instalarse, al llegar “arriba” y en tanto
adultos, como dueños del tiempo. Se trata de la antigua pretensión de inmortalidad.
“La flor de la vida” o la plenitud aluden a un supuesto punto de máxima realización personal e
implica temor a perderlo. En lugar de concebirlo como una posibilidad de seguir creciendo, es
pensado como sinónimo de decadencia. “En la flor de la vida” se comienza a anticipar la propia
muerte. Cuanto más “flor”, más se marchita esa “flor”.
En la travesía
Se trata de aceptar la discordancia entre poseer un espíritu joven y reconocer que el cuerpo
envejece. Trabajar para conciliar cuerpo y alma soportando nuestras “imperfecciones”.
Las mayores libertades vienen a complejizar el vínculo matrimonial, sobre todo en la mediana
edad. En la medida en que esa relación no vaya acompañada por la posibilidad de diálogo y fluida
comunicación en la pareja, los caminos divergentes que cada uno adopte podrán transformarse
en motivo de disolución del matrimonio.
Para una mujer ya no basta con ser linda, paciente, buena y silenciosa. Ahora, debe ser decidida,
profesional, competitiva, jefa del hogar, atender a su sustento y al cuidado de los suyos
manteniéndose actualizada. Se hace necesario entonces conciliar la realización personal y de la
pareja, el cuidado de la estética, el disfrute del tiempo libre, a la vez que estar pendientes de hijos
y padres mayores.
La mayor supervivencia de mujeres respecto de los hombres provoca que la mujer vaya
realizando inconscientemente lo que algunos especialistas llaman “ensayo para la viudez”, es
decir, “construyen fantasías sobre qué van a hacer si su marido se enferma, muere o tiene
trastornos mentales severos y muchas de llegan a tomar los recaudos necesarios para la
eventualidad de la pérdida”.
Reaparecen las disputas de los padres motivadas por la envidia que pueden sentir por un hijo del
mismo sexo en quién se está desarrollando el potencial sexual.
Los abuelos, que en el siglo pasado eran los “viejos” de la familia, ceden este lugar a los
bisabuelos pues lo primeros continúan comprometidos no solo con el trabajo, sino con el
despliegue de vocaciones y ocupaciones diversas del tiempo libre, aunque cada vez más
bisabuelos logran mantenerse de tal modo.
Factores biológicos y sociales que inciden en la psicología del envejecimiento (Salvareza)
Las personas que han adquirido un nivel socioeconómico que les brinda seguridad y que
mantienen un buen estado de salud, pueden sentir esta época como la “flor de la vida”. Para otras
personas la mediana edad constituye un nicho ecológico, es decir que se han adaptado a un
entorno limitado y su ajuste a las actividades de la vida cotidiana se reduce a la rutina regular, lo
cual les proporciona sentimientos de seguridad y así se sienten protegidos de los conflictos que
podrían provocarles ansiedad.
Para gran parte de la gente, la mediana edad es la época de autorrealización y gratificación, pero
al mismo tiempo, marca el paso inexorable hacia la vejez y gran parte de lo que denominamos
“buen o mal envejecer” está contenido en este pasaje.
INCREMENTO DE LA INTERIORIDAD
La mayoría de las personas suelen tener dificultad para registrar desde sí mismas el paso del
tiempo. Habitualmente tomamos conciencia de lo que ocurre cuando nos reencontramos con
personas que han sido parte de nuestra historia y a quienes habíamos dejado de ver. A partir de
situaciones como ésta los sujetos empiezan a pensar el tiempo, su tiempo, desde una perspectiva
distinta, más en función de lo que falta vivir que de lo que ha transcurrido desde su nacimiento.
Aparece la toma de conciencia de que el tiempo es finito.
PERSONALIZACIÓN DE LA MUERTE
La muerte de pares y amigos hace que ésta se convierta en una posibilidad real para uno mismo
y que deje de ser la mágica o extraordinaria ocurrencia que parecía cuando éramos jóvenes.
LA TRASCENDENCIA
El sujeto ante la finitud de su existencia terrenal, lo lleva a una preocupación importante: nadie se
resigna a aceptar que su paso por la vida acabará en la nada, sin dejar huellas. Esta
preocupación se traducirá en la necesidad de una búsqueda personas de transcendencia.
La mayoría de la gente se ajusta y adapta bien a los problemas y demandas de la mediana edad,
pero muchas veces surgen dificultades y aparecen las llamadas “crisis de la mediana edad”.
El ser que envejece debe hacer un esfuerzo extra, debe adaptarse no solamente al medio sino,
además, a su propia vejez. La frustración libidinal puede llevar al sujeto que envejece a sentirse
inferior a los jóvenes, lo cual se traducirá en el rechazo global de todo lo relacionado con la
juventud y se mostrará impaciente, agresivo, autoritario y crítico hacia las generaciones menores.
Psicoanálisis en la pareja matrimonial. Cap 1 (Puget y Berenstein)
El término “pareja matrimonial” designa una estructura vincular entre dos personas de diferentes
sexo desde un momento dado, lo puedan cumplir o no.
PARAMETROS DEFINITORIOS
Cotidianeidad
Designa al tipo de estabilidad basada en una unidad temporal y espacial caracterizada por los
intercambios diarios. Define un tiempo-espacio.
Proyecto vital
Relaciones sexuales
Son con las que se interrelacionan a través de los órganos genitales. Para que haya relaciones
sexuales ha de haber una aceptación de la diferencia, concepto fundamental, así como el papel
de otro para el logro de una fuente dadora de placer renovada. La necesidad de otro está ligada a
la aceptación de incompletud.
Cuando la noción de diferencia está asociada a fuertes ansiedades de castración (en el varón) o
de vaciamiento (en la mujer) tendremos toda la gama de las dificultades sexuales de una vida de
pareja matrimonial.
Tendencia monogámica
Ligamen matrimonial con un solo cónyuge. Marca simbólica de preferencia. El yo puede confundir
tener una relación estable y permanente con otro yo que en ese momento vital es el mejor, y
tomarlo como realización de la relación con el Objeto Único ilusorio del zócalo icc. Exigirá a ese
objeto privilegiado un lugar permanente de dador.
En éste se incluye la idea de conflicto permanente, en una dosis tolerable, sin llegar a la
desestructuración del vínculo y sí con la posibilidad de pasaje a crecimiento vincular.
Proyecto vital: consiste en conservar el espacio-tiempo del encuentro no cotidiano durante toda la
vida.
Relaciones sexuales: figura semióticamente como no compatible con este encuadre. Su admisión
lo transforma insensiblemente en encuadre de amantes.
Proyecto vital: Este encuadre no tolera los proyectos implicando futuro representado por la
presencia de hijos, pues se transformaría en encuadre matrimonial. Y si los tienen, el hijo va a ser
vivido como de uno y no de los dos.
Tendencia monogámica: ilusoriamente negada creemos sin embargo que los amantes se instalan
como “elegidos” siendo desmentido el significado del encuadre matrimonial. Cuando retorna, lo
hace con violencia y quiebre le vínculo de amantes o genera el fenómeno del escándalo.
El encuadre de la pareja matrimonial (Cincunegui, Chebar)
Las personas suelen referirse a la separación conyugal diciendo “algo se rompió entre nosotros”.
La frase indica la expresión vivencial de un sufrimiento vincular que les produce una ruptura de
algo que está entre ellos, pero que, al mismo tiempo, es producido por ellos. Este algo es el
encuadre matrimonial. Es lo que señala los límites de la pareja, sus bordes, su especificidad,
indica los posicionamientos de los sujetos.
Tanto el encuadre como el juego tienen una legalidad: normas consensuadas, variables fijas que
los reglamentan y los preceden, y reglas que se van armando con el transcurrir del juego mismo.
Los intercambios de la pareja se juegan en un escenario (fondo estable, constituido por la
cotidianidad) en el que se da una puesta en escena argumental. Esta puesta en escena lleva la
marca impresa de la repetición y también cierto grado de creación.
El ser humano nace de un vínculo. La pertenencia a los vínculos comporta un carácter obligatorio,
ya que sin ella no habría vida psíquica. (La paradoja está en la obligación de pertenecer- opción
de elección.) Y al mismo tiempo, el ser humano tiene la opción de elegir, también desde que
nace, la forma, el modo de pertenecer.
Esta paradoja va modelando sus inserciones en el contexto social, las instituciones, la familia la
pareja.
Otra de las paradojas fundamentales del vínculo de pareja, es la que se refiere a la coexistencia
de la fusión-separatividad: “la fusión anula la distancia entre dos yoes y crea un vínculo, y al
mismo tiempo, sin distancia no hay vínculo […] Por otra parte sin este elemento pasional,
fusional, no hay pareja matrimonial”.
Una doble investidura del elemento nuevo por el conjunto social y viceversa. Un contrato desde el
narcisismo individual y colectivo, que sustenta la ilusión de inmortalidad para ambos.
Por medio de esta formación el conjunto mantienen unidos a los individuos y éstos a su vez
mantienen unidos al conjunto.
El vínculo de pareja parece implicar un pacto para silenciar todo lo relacionado con esta falta
fundante. El pacto denegativo constituye la contracara de los ideales narcisistas del individuo en
particular y del conjunto social. Se trata de un pacto sobre lo incógnito, lo incognoscible, la no
experiencia, el no vínculo.
De este modo, se reprime, niega, reniega o forcluye todo sobre lo que no hay acuerdo,
concordancia, posibilidad de ser o complementariedad, para los sujetos a los que une y para el
conjunto al que están encadenados.
Los ideales sociales varían según las diferentes épocas. Habría entonces un modelo epocal de
encuadre.
Sin lugar a dudas, hay una nueva forma de modalidades de vinculación (encuadre) del
matrimonio y la familia.
La disponibilidad afectiva en que se encuentra un sujeto que inicia la vida en pareja está dada por
el atravesamiento de una crisis que supone la pérdida de pertenencia a una estructura vincular
anterior (crisis evolutiva), semantizada como la carencia, y el intento de remedarla mediante una
reinserción en una nueva pertenencia vincular, la familia.
Este espacio entre crisis y sutura supone un tránsito y diversas formas de atravesarlo y
elaborarlo.
Las crisis desestabilizan el encuadre de una experiencia vincular previa, y será lo negativo lo que
aparecerá en ellas desmintiendo la fusión. La aparición de lo negativo hará perder la función de
sostén y de marco de encuadre.
EL ENCUADRE Y SU COMPORTAMIENTO EN LAS CRISIS
Cada crisis matrimonial interrumpe el silencio del encuadre, ya que aquélla supone una
experiencia de ruptura en la continuidad de las cosas, del sí-mismo y de las relaciones con el
medio circundante.
Las crisis surgen bajo el efecto de ciertos acontecimientos que podríamos ordenar según su
procedencia como:
Cada experiencia de crisis abre en la pareja un intervalo, que afecta al comportamiento del
encuadre y el plano en que éste queda ubicado.
Las parejas en crisis apelarán a distintos mecanismos tendientes a encontrar una vía de
resolución que le ponga fin, estabilizando el sistema.
a) Ritualización
b) Movimientos
c) Fisuras
d) Rupturas
Otro tipo de parejas pone en evidencia una elasticidad mayor en relación a la respuesta del
encuadre frente a las crisis.
Son capaces de efectuar los movimientos en su encuadre que les permiten reestipular sus modos
contractuales y establecer nuevas reglas de juego.
El movimiento del encuadre nos sitúa ante la desestabilización y la pérdida de un orden previo
que la pareja habrá de sobrellevar hasta tanto los posicionamientos y los entrecruzamientos
proyectivos se ordenen de otro modo para encontrar una nueva organización.
Este comportamiento elástico del encuadre tiene lugar en parejas con un funcionamiento que
podemos tipificar como normal o neurótico.
Se trata de puntos de dolor narcisista, que no entran en tramitación con el otro, sino que quedan
silenciados y enquistados, al modo de profundas ofensas.
Sucesivos desencuentros van ahondando esta brecha.
La fisura del encuadre da cuenta del des-encuentro y pone en relieve la alteridad. Todo el
malestar es vivenciado como proveniente del otro.
Reconocemos la existencia de por lo menos dos factores que llevan a la ruputra: por efecto
traumático y como fin de un proceso.
En el primer caso se trata de experiencias de brusca aparición y de intensidad tal que no dan
lugar al procesamiento psíquico conjunto; se arriba así a la ruputura.
En el segundo de los casos, la ruptura es el efecto acumulativo y sucesivo de fisuras, que han ido
profundizando la brecha hasta romper el encuadre en un momento determinado. Es la
consecuencia de un proceso.
La pérdida del otro, sostén libidinal privilegiado, provoca angustia de no-asignación, es decir la
vivencia catastrófica de no tener existencia para el otro, en ningún lado y para nadie.
Cuando el encuadre se rompe, hacen su aparición los aspectos denegados que habían sido
alojados en él, y se traspasan los límites del juego posible para la relación.
La disolución del vínculo implica que cada yo cambia de posición es y deja de ser objeto
privilegiado de la mirada del otro.
La separación como sinónimo de disolución es una de las vicisitudes del vínculo de pareja. Es la
condición de estructura en la constitución del vínculo de alianza. La separación de la pareja
conyugal en algunas oportunidades parece no tener fin.
Los sujetos constituyen el vínculo de pareja, y el vínculo constituye a cada uno de los yoes.
Las producciones vinculares son efecto del vínculo que arman esos sujetos y por el que son
atravesados en su subjetividad.
La separación es un producto vincular. Más allá de que los yoes planteen la problemática como
proveniente de uno de los polos, el resultado es un efecto que articulan juntos.
a) Acto de encuentro:
Hay un hito que función como origen del vínculo. Hay un antes y un despúes, una
prehistoria y una historia a partir de un momento de elección mutua ese otro es erotizado y
erotiza.
en ese acto de recíproca elección, momento de fusión, se produce una investidura mutua
que establece un hito. El acto de encuentro está atravesado por tres ejes:
1) Investidura mutua: divide al vínculo en dos tiempos: antes de empezar a desearse y
después.
2) Corte con la familia de origen: se vincula a la construcción de pactos y acuerdos
inconscientes.
3) Mirada de los otros: la pareja es reconocida como tal por familiares y amigos.
Cada pareja matrimonial deja una marca particular en ambos sujetos. Al acto fundante
tenemos acceso a través del mito de origen que constituyen las parejas. El mito es un
relato de algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre
impreciso.
El acto de encuentro implica una necesidad de corte con la fuerza de las figuras
primordiales y las parejas anteriores, en el caso de que haya habido.
b) Acto de des-encuentro:
Implica un corte, una desorganización y nuevas organizaciones. La disolución del vínculo lleva
implícita la noción de acto, en tanto corte y pasaje a una nueva situación.
En la disolución del vínculo se observa una desinvestidura mutua, un cierto vaciado de esa
estructura que constituyen, y los constituye, que se da en torno a un acto.
Acto: cosa hecha. Hecho atravesado por un fin, que deja una marca, que implica un corte.
Etchegoyen, analizando la estructura del acting, concluye que hay dos tipos:
Aun cuando la separación conyugal se realice con predominio de un acto, la disolución nunca es
completa en tanto no se desinvista el objeto privilegiado. De cada vínculo quedan marcas.
SEPARACIÓN CONYUGAL
Acto de separarse
a) Desinvestidura mutua: el otro deja de ser objeto de deseo, y se deja de ser sujeto de deseo
del otro;
b) Corte vincular: decisión y acción de separarse;
c) Reconocimiento de los otros: familiar y social; está relacionado con ocupar otra posición
(ex).
VII. Cuarta parte: el ciclo de vida y el desarrollo de la vida de la familia (Tempera de Devoto)
Cada familia es única, pero tiene similitudes con otras, desde el momento en que está inmersa en
una red social que la sostiene y sin la cual es imposible su existencia.
La vida de la familia, como toda historia, tiene un comienzo, un curso y un desenlace que se
unieron en el concepto de ciclo y desarrollo familiar.
En un primer período, hasta 1950, las figuras centrales fueron los abuelos, que representaban la
máxima autoridad. La segunda y tercera generación giran alrededor de la primera por ser la más
vieja y sabia.
En un segundo periodo, desde los años 50 a los 80, existe una idealización de la familia nuclear.
Las figuras centrales son los padres que van a ser el eje de quien va a depender la continuidad
familiar, y por lo tanto, el cumplimiento de todas las etapas evolutivas.
Un tercer periodo, actual, en el que se deben reformular los parámetros utilizados como ejes, ya
que el ciclo de vida individual se está extendiendo, la disolución conyugal crece, y va en aumento
la convivencia con parientes no biológicos, sino con parientes afines.
La vida familiar no es lineal, como si se tratara de un trayecto, sino que transcurre en forma
cíclica. La vida de la familia es un contíniuum, no comienza ni con un nacimiento ni termina con
una muerte, no se trata de una serie de sucesos lineales, sino de un movimiento a través del
tiempo en forma de ciclos que forman una espiral evolutiva donde los diferentes sucesos de la
vida se repiten pero nunca del mismo modo.
Situaciones de coincidencia:
a) Los nacimientos. Cada nacimiento coincide con un momento evolutivo de la otra generación.
Cuando en la primera generación aparece el subsistema de abuelos, en la segunda aparece el
subsistema parental y en la tercera el subsistema filial.
b) Coincidencia de los años escolares con el asentamiento laboral y los planes de retiro.
c) las crisis más importantes. La crisis del adolescente de la tercera generación coincide con la
crisis de la mitad de la vida de los padres y con la crisis que trae la jubilación en la generación de
los abuelos.
Según la actuación de las fuerzas que tienden a unir (centrípetas) o separar (centrífugas), la
familia va alternando durante todo su ciclo evolutivo momentos de mayor proximidad con otros de
mayor distancia. Si el devenir de la familia no ocurriera con esta alternancia natural y sabia, la
vida familiar sería una historia monótona muy rutinaria o, por el contrario, un estado caótico
permanente. En el nacimiento las fuerzas centrípetas tienen su mayor potencia, cuando la tercera
generación enfrenta su primer gran crisis de identidad, la segunda se debate en sus propias
necesidades individuales, y la primera en nuevos planteos de su futuro, ha necesidad de
diferenciarse, las fuerzas centrífugas actúan con su máxima potencia.
La evolución de la familia depende de dos procesos que se deben dar simultáneamente, son la
continuidad y el cambio. La familia no se transforma de cualquier modo, sino que lo hace a través
del cumplimiento de las llamadas etapas evolutivas.
Para explicar el cambio que se da en la familia se aplican tres criterios tomados de la sociología:
el tamaño de la familia, edad de los hijos y posición laboral de quien dependa la canasta familiar.
2. Cambios según la edad de los hijos: la edad de los hijos trae modificaciones en la estructura en
la medida en que se van modificando los roles y las funciones familiares. Si una familia tiene un
hijo de 20 años, por ejemplo, y ocurre un nuevo nacimiento, la etapa que la familia está
atravesando se relaciona con la edad del hijo mayor y no con la del pequeño. De acuerdo a este
criterio, la familia atraviesa las siguientes etapas:
3. El cambio según la actividad laboral: se tiene en cuenta la posición laboral de los padres. Se
diferencian dos etapas:
Estas tareas son el trazado de fronteras, que van a diferenciar los siguientes subsistemas que se
crean o cambian, y la acomodación al nuevo status o rol.
Las transiciones que la familia debe atravesar son estresantes y desestabilizadoras por producir
un gran desequilibrio en el sistema, y por eso requieren de flexibilidad y adaptación.
Mientras que el ciclo está relacionado con lo universal, el desarrollo se relaciona con lo particular
de cada familia.
Ciclo vital: está relacionado con lo biológico; se refiere a la serie de cambios más o menos súbitos
que se dan en la vida de una persona y en relación con otras. A partir de estos cambios se inicia
un ciclo familiar.
Desarrollo: significa evolución progresiva, en una serie de etapas o estadios por las que pasa
todo ser vivo en el curso de su crecimiento. Si bien se producen cambios, estos no son tan
bruscos como sucede en el ciclo.
Si consideramos el ciclo, todas las familias son iguales porque pasan por las mismas cosas. Si
consideramos el desarrollo, cada familia es única, pues no todas pasan por un divorcio, se
mudan, pasan por una crisis económica, emigran, tienen un niño discapacitado, enfermedades.
Todas las familias tienen una organización que puede considerarse como universal en cuanto a
que sus miembros están ordenados de forma jerárquica que es mantenida por el dinamismo de la
estructura. Pero cada familia tiene su propia estructura, que le da una particularidad propia la
enfrentar un duelo o cuando mantiene pautas intergeneracionales. Cada familia tiene su “propia
senda de desarrollo” con las creencias pasadas y actuales que forman su historia.
A través de toda la historia de la familia se puede observar que las transiciones, en forma
constante y en todas las sociedades, van acompañadas de rituales. El ritual es un acto simbólico
fijado por ciertas reglas que deben efectuarse en un cierto orden y de un modo determinado. Los
rituales forman parte de la riqueza cultural, así como la narrativa familiar e individual.
El término “rito de paso” fue usado para denotar a las ceremonias que permiten la transición de
un estado a otro, o sea, de una etapa evolutiva a la siguiente. Su finalidad:
RITUALES FAMILIARES
Celebraciones familiares: cada familia realiza sus propias fiestas, algunas en momentos
concordantes con los ritos de paso y con fechas religiosas, mientras que otras no.
Rutinas familiares: no son programadas en forma consciente a pesar de que se practiquen con
más frecuencia. Al ser repetitivas dan previsibilidad, seguridad y orden, porque mantienen lo
conocido. Son las prácticas que organizan la vida familiar sin las cuales no se diferenciarían los
roles y las funciones. Estas rutinas se mantienen hasta que sea necesario cambiarlas, o no.
Las transiciones que debe enfrentar la familia durante su evolución, son productoras de desorden
y de confusión por ser muy estresantes. Estos momentos, a pesar de ser evolutivos y esperables,
siempre tienen una compañera inseparable: la crisis.
En cada transición, la familia debe decidir si mantiene del mismo modo las fronteras de su
organización o si las modifica, ya que de esta modificación depende que cada miembro se
plantee el nuevo rol que debe desempeñar.
Las demandas que se le presentan a la familia en cada transición vienen tanto de su interior como
de medio social con el cual interactúa, y siempre son causantes de estrés. Estas demandas
siempre cuestionan el cambio.
Cada situación de una nueva demanda, aunque sea esperable y previsible, como sucede con las
transiciones, tienen siempre la compañía de las crisis.
Crisis: el concepto de crisis proviene de la medicina y significa cambio que se produce en una
enfermedad, ya sea para que el enfermo se agrave o mejore. En el área de la salud mental, el
estudio de la crisis interesó porque se comprobó que muchas patologías aparecen en momentos
de situaciones de crisis que no se han resuelto adecuadamente.
Es posible categorizar las crisis familiares en cuatro modos, según de donde provenga el factor
estresante:
El carácter de fenómeno universal de la familia, que supone por un lado una alianza (matrimonio)
y por otro una filiación (hijos).
Para la creación de la familia es necesaria otra condición: la existencia previa de otras dos
familias, una dispuesta a proporcionar un hombre, y otra, una mujer que gracias a su matrimonio
darán origen a una tercera, y así indefinidamente.
Una familia no puede existir sin sociedad, es decir, sin una pluralidad de familias dispuestas a
reconocer la existencia de otros vínculos al margen de los lazos de consanguinidad, y que el
proceso natural de la filiación solo puede proseguir a través del proceso social de la alianza.
El interdicto del incesto es tan necesario para la creación de una familia como la unión de un sexo
masculino a un sexo femenino.
La familia puede considerarse como una institución humana doblemente universal, porque asocia
un hecho de cultura, construido por la sociedad, a un hecho de naturaleza, inscripto en las leyes
de la reproducción biológica.
La familia siempre se definió como un conjunto de personas ligadas entre sí por que matrimonio y
la filiación, e incluso por la sucesión de individuos descendientes unos de otros.
La irrupción de lo femenino
A fines del siglo XIX, el tema del advenimiento de una posible feminización del cuerpo social ya
es materia sustancial de un debate sobre el origen de la familia; el padre deja de ser el vehículo
exclusivo de la transmisión psíquica y carnal y comparte ese papel con la madre.
El orden familiar económico burgués se apoya en tres fundamentos: la autoridad del marido, la
subordinación de las mujeres y la dependencia de los niños.
La familia venidera
Cuando los gays y las lesbianas de la costa californiana, a partir de 1965-1970 quisieron
convertirse en padres, inventaron una cultura de la familia que no era sino la perpetuación del
modelo que habían impugnado y ya estaba en plena mutación. Porque esta cultura contenía en sí
misma un gran deseo de normatividad.
A partir de 1975 se multiplicaron a medida que la lucha por la despenalización de la
homosexualidad ocupaba su lugar dentro de un vasto movimiento de emancipación de los negros
y las minorías “étnicas”.
La invención de la llamada familia “homoparental” corría el riesgo de reavivar el gran terror a una
posible borradura de la diferencia sexual que había surgido a fines del siglo XIX en el momento
de la declinación de la antigua autoridad patriarcal.
Algún día será preciso admitir que los hijos de padres homosexuales llevan, como otros pero
mucho más que otros, la huella singular de un destino difícil. Los padres homosexuales son
diferentes de otros padres. Nuestra sociedad deba aceptar que existan tal como son. Debe
acordarles los mismos derechos que a los demás padres, pero también reclamarles los mismos
deberes.