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Breve introducción a la teoría de los marcos relacionales

Dr. JoséMiembro
Antonio García Higuera
del equipo de Psicoterapeutas.com

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Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia

C/ Hermosilla, 114. 1ºC Teléfono: 914119140 Madrid 28009

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Qué son los pensamientos


Tenemos la tendencia a poner nombre a muchas de nuestras conductas. Por ejemplo, decimos que una persona es tartamuda, “tiene tartamudez”. Esto nos podría

llevar a pensar que la tartamudez es una estructura en su cerebro que produce el tartamudeo. Sin embargo, si consideramos el tartamudeo como una conducta

aprendida en determinadas circunstancias, estaremos más cerca de entender por qué un tartamudo tartamudea unas veces y otras no. Podemos pensar lo mismo de

la ansiedad, de la depresión, de la autoestima, etc.: que existen estructuras cerebrales que las producen y que corresponden a ese nombre, o, al revés, que son

conductas que responden a las leyes del condicionamiento. Siguiendo ese razonamiento, podríamos pensar que los pensamientos s on estructuras cerebrales que

residen en el cerebro y nos llevan a actuar de una forma u otra o que son conductas que responden a las leyes del condicionam iento.

El condicionamiento clásico y el condicionamiento operante, tal y como se conocían en los años 50, no demostraron plenamente que fueran capaces de dar cuenta

que el pensamiento fuera una conducta. Chomsky realizó una crítica a la posición de Skinner que no fue contestada. Chomsky af irmaba que la variedad del discurso

humano y su creatividad necesitarían una cantidad de condicionamientos que las harían imposibles.

Los últimos avances en los estudios conductuales han llevado al descubrimiento de los condicionamientos derivados: en persona s con lenguaje se ha encontrado

que, en determinadas situaciones, hay algunos condicionamientos que se dan sin necesidad de entrenamiento directo previo. La teoría de los marcos relacionales

propone este tipo de condicionamientos como la base que puede explicar la generación del pensamiento como una conducta.

Los pensamientos como conductas


Pensar, comunicarnos, entender, son conductas y como tales, similares a andar, mirar, etc. Tienen sus peculiaridades, evident emente, pero en esencia responden a

las leyes del condicionamiento como todas las conductas humanas.

Muchas de nuestras conductas las aprendemos por sus consecuencias. Así, aprendemos a andar cuando damos los pasos de determinada man era que nos permite

no caernos y ser más hábiles que cuando gateábamos. Aprendemos a hablar cuando emitiendo ciertos sonidos obtenemos unos resultados. Por ejemplo, decimos

“papá” y recibimos un cariñoso achuchón de nuestro padre, etc.

Es en la comunicación social donde aprendemos el lenguaje y por tanto el pensamiento. Independientemente de cómo se almacene en nuestro cerebro, lo que es

relevante cuando decimos la palabra “papá”, no es como se almacena en nuestro cerebro, sino que cuando pensamos o decimos “pa pá” obtenemos una

determinada consecuencia.

Respondemos a relaciones

Una parte del aprendizaje del lenguaje incluye asociar a una palabra un objeto; pero eso es demasiado simple. Así aprendemos a nombrar y a pensar en acciones y

objetos; pero también aprendemos a reaccionar ante relaciones entre objetos. También lo saben hacer los animales; a una palom a se le puede enseñar que picando

en el círculo más grande se le da el alimento. Indudablemente los animales reaccionan a relaciones basadas en las propiedades físicas de los estímulos.

En ese sentido, les podemos enseñar a reaccionar a palabras. A un mono, por ejemplo, le podemos enseñar a asociar nuestra palabra galleta con la galleta real, tal y

como hacía Pavlov con la campana y la comida a sus perros. Este fisiólogo de principios del siglo XX hacía sonar una campana y luego les presentaba la comida.

Finalmente el perro respondía a la campana salivando de forma similar a cuando se le presentaba comida. Con el mono, en lugar de la campana, podemos emplear
una tarjeta con la palabra “galleta” escrita en ella y el condicionamiento se daría igual, el mono acabaría salivando c uando le presentamos la tarjeta con la palabra

“galleta” antes de la galleta real.

Con el mismo mono podríamos hacer otro condicionamiento que relacionara la imagen de una galleta con la tarjeta, de forma que cuando le presentemos la imagen

de la galleta el mono seleccione la tarjeta con la palabra galleta.

Después de hecho este condicionamiento, si le presentamos la tarjeta al mono, no elegiría la imagen de la galleta, salvo que hiciéramos un condicionamiento

expreso para que el mono, cuando se le presentase la tarjeta con la palabra galleta, eligiese la imagen de la galleta.

Podríamos también hacer con el mono el siguiente condicionamiento:


El mono tampoco escogería la tarjeta con la palabra galleta cuando le presentamos la galleta real, salvo que se condicione expresamente. Para que el mono

relacionase la tarjeta, la imagen y la galleta real tendríamos que hacer los 6 condicionamientos siguientes.

Pero, aunque hiciéramos todos esos condicionamientos, después de haber condicionado la tarjeta a la galleta real, cuando le presentemos la imagen de la galleta, el

mono no salivaría.

Relaciones derivadas

Los seres humanos, cuando hemos aprendido a hablar y sabemos el significado de la relación EQUIVALER, (hablando técnicamente: hemos adquirido el marco

relacional de coordinación correspondiente) somos capaces de dar un paso más allá porque seremos capaces de derivar relaciones sin entrenamiento previo. Basta

que nos digan que la palabra “galleta” EQUIVALE a una galleta real para que relacionemos rápidamente la galleta real con la p alabra “galleta”, sin esfuerzo aparente

y sin entrenamiento adicional. Se dice que se han establecido relaciones derivadas por implicación mutua
Si, además, nos dicen que la imagen de la galleta EQUIVALE a la galleta real, derivaremos las 6 relaciones anteriores sin nec esidad de mayor entrenamiento.

Hablando técnicamente, decimos que se han dado relaciones derivadas por implicación combinatoria.
Lo que es más interesante desde el punto de vista psicológico: cuando presentamos la tarjeta o la imagen a la persona así ent renada y le decimos “te voy a dar esto

para que lo comas”, salivará, si antes se ha condicionado a una galleta real, es decir, se la hemos presentado y se la hemos dado para que se la coma varias veces.

Con nuestro lenguaje al presentar la imagen o la tarjeta hemos establecido que la relación EQUIVALER es la rele vante en ese momento (técnicamente se dice que

se ha establecido arbitrariamente un contexto Crel) y que la función que se va a elicitar es la de comer (se dice que se ha establecido también arbitrariamente un

contexto Cfunc). La función de la tarjeta y de la imagen, es decir, la respuesta que elicitan en la persona, ha cambiado por el mero hecho de participar en la relación

EQUIVALER. Se ha dado una transformación de funciones.

Lo mismo que se ha explicado aquí para la galleta, la tarjeta y la imagen se puede aplicar a cualquier otra pareja de estímulos que participen en la relación

EQUIVALER.

Podríamos variar arbitrariamente la función diciéndole, por ejemplo, “busca esto” mientras le enseñábamos la tarjeta; de esta forma le indicábamos que la conducta que va a ser

reforzada es la buscar. La tarjeta puede participar en otra relación como, por ejemplo, “SER MAS GRANDE”, si la presentamos junto con otra imagen de galleta:Entonces se

derivaría la relación “SER MÁS PEQUEÑO”

La teoría de los marcos relacionales postula que los seres humanos, inicialmente cuando somos niños y estamos aprendiendo a responder a una relación como

EQUIVALER, necesitamos también el entrenamiento complejo e intenso en las todas las direcciones; pero pronto adquirimos una forma de responder que nos

permite derivar las relaciones.

Cuando se ha adquirido esta forma de responder a una relación, por ejemplo, EQUIVALER la teoría de los marcos relacionales dice que se ha establecido un marco

relacional.

En el hombre las cosas se complican porque los condicionamientos clásico y operante también actúan y muchas veces es difícil saber en una determinada conducta

cuales son los que están influyendo.

Lo explicado hasta este momento, tanto con el mono como con el hombre, no son una teoría, son hechos comprobables que cualquier persona puede confirmar con

el entrenamiento y los medios necesarios. A continuación se presenta una teoría que explica estos hechos.

La teoría de los marcos relacionales


Por ser un poco más técnicos, podemos decir que la teoría de los marcos relacionales establece que las relaciones derivadas entre estímulos son consecuencia de

los marcos relacionales que son:


1.- Respuestas a relaciones arbitrarias y no arbitrarias entre estímulos. Con tres propiedades:

1. derivación de condicionamientos por implicación mutua,


2. por implicación combinatoria y
3. con transformación de funciones

2,. Respuestas que se aprenden: Son operantes generalizadas, es decir, clases de respuestas con la misma función y diferente topografía (un ejemplo ilustrativo es

la imitación, que cuando imitamos estamos dando una respuesta de imitación, aunque hagamos cosas muy diferentes)

3.- Son aplicables arbitrariamente, es decir, dependen del contexto en el que se marque arbitrariamente (Crel, Cfunc).

Hablando técnicamente, un marco relacional consiste en una conducta operante generalizada a relaciones entre estímulos que pueden ser arb itrarias, con tres

propiedades: implicación mutua, implicación combinatoria y transformación de funciones.

La generación en el lenguaje

Como podemos ver, se pueden formar redes de comprensión tremendamente complicadas con pocos aprendizajes.

Shawn Smith nos da un bonito ejemplo

http://www.ironshrink.com/articles.php?artID=080224_what_is_relational_frame_theory_two (enero, 2011):

Habiendo establecido cuatro relaciones, las que están en rojo, derivamos 16, es decir, todas las relaciones en azul de la figura.

Quizás la crítica más contundente que Chomsky planteó a Skinner fue que si para poder generar una red de significados como la que muestra la fig ura fuera

necesario realizar un condicionamiento para cada una de las flechas de la figura, sería imposible que pudiéramos hablar. Sin embargo, el descubrimiento de las

relaciones derivadas permite dar una explicación al lenguaje y al pensamiento desde el conductismo.
Relaciones arbitrarias

Las relaciones que podemos aprender los seres humanos son arbitrarias, es decir, no tienen que estar sujetas a las propiedades físicas de los estímulos. Podemos

decir que 10 céntimos de euro valen más que 5, aunque la moneda de 5 tiene mayor tamaño que la de 10 y todos lo entendemos. También decimos que el Real

Madrid es mejor que el Vallecas F.C. y lo entendemos todos, aunque es una relación arbitraria y que puede no tener sentido en determinados contextos. Los

hombres respondemos a relaciones arbitrarias entre estímulos, es decir, relaciones establecidas por la comunidad verbal a la que pertenecemos, aunque no tengan

relación con su aspecto físico.

¿Cómo aprendemos a derivar relaciones?

La hipótesis de la teoría de los marcos relacionales es que lo hacemos por condicionamiento. Inicialmente, para cada relación , necesitamos que se dé un

entrenamiento intenso en todas las direcciones y para un número de estímulos (galleta, etc.) diferentes. Cuando hemos se han dado un número significativos de

asociaciones en todas las direcciones con diferentes estímulos y hemos adquirido la conducta de responder a la relación, es decir, hemos adquirido el marco

relacional, con cualquier nuevo estímulo del que se nos diga que EQUIVALE a otro, generaremos las relaciones derivadas sin necesidad de más entrenamiento.

Transformación de funciones

La importancia de las relaciones derivadas reside en que, dado un estímulo que tiene una función, es decir que dispara una conducta en ese c ontexto, si otro

estímulo establece una relación con él en ese contexto, la función de ambos queda transformada por la relación. H emos visto que cuando la imagen de una galleta

participa en una relación de EQUIVALER con la galleta real, la función de la imagen de la galleta adquiere la función de provocar salivación en un determinado

contexto.

Por poner otro ejemplo con otro tipo de relación que no sea de equivalencia, si en el contexto de una tienda de todo a cien decimos que el vaso rojo es mejor que el

azul, la probabilidad de comprar el rojo aumentará. Si de un producto distinto del que usamos habitualmente alguien nos dice que es mejor y más barato, la

probabilidad de que lo compremos aumenta. Su función ha sido transformada por la relación que se ha establecido.

25/07/2014

Las reglas verbales que rigen nuestra conducta


Gracias a nuestro lenguaje podemos prever lo que nos va a ocurrir si actuamos de
determinada manera. De esta forma desarrollamos reglas de comportamiento. Son
formas de actuar propias del ser humano. En esta página se presenta qué son y los
tipos más comunes.

Dr. José Antonio García Higuera


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Las reglas de comportamiento


Gracias al pensamiento y a nuestro lenguaje, los seres humanos tenemos una gran ventaja sobre los
animales: somos capaces de comportarnos de acuerdo a lo que pensamos, y también de seguir las
reglas que nos dan las demás personas o la sociedad por medio del lenguaje. Los beneficios que
obtenemos con ello son impresionantes. Por ejemplo, si nos dicen que “Ante un enchufe, no metas los
dedos dentro, porque vas a sufrir mucho daño” nos dan una regla que nos evita aprenderlo por
experiencia. O “Son las 11 de la noche, si vas al supermercado de la esquina, lo encontrarás cerrado”
nos evita un paseo en balde.
Qué es una regla verbal
Las reglas verbales gobiernan nuestra conducta especificando verbalmente las consecuencias de
nuestras acciones (Skinner, 1969). Suelen constar de:

1. Un contexto en el que se aplican. En los ejemplos anteriores “ante un enchufe”, “las 11 de la


noche”
2. Una conducta que seguimos: meter los dedos, ir al supermercado y
3. Una consecuencia de esa conducta, daño o frustración.

Tipos de reglas verbales


Se han identificado tres clases de reglas (Hayes, Barnes-Holmes, Roche, 2001):

1. Pliance. En este tipo de reglas las consecuencias se consiguen por el hecho de cumplirla y las
consecuencias las aplica la persona que generó la regla. Por ejemplo, un padre dice “Si no
comes, te castigo”. Si el niño no sigue la regla y no come y quien enuncia la regla (el padre) lo
detecta, tendrá las consecuencias predichas: un castigo, que el niño evitará si la sigue y come.
Las consecuencias de la regla no dependen de si el niño tenía hambre o de si la comida le
gustaba.
2. Tracking. Son reglas que se asocian directamente a las consecuencias que se obtienen de
la conducta. Por ejemplo, “Si comes la comida, se te quitará el hambre y te sentirás mejor”. En
este caso las consecuencias dependen de las características de la comida y es independiente
de quien ha enunciado la regla.
3. Augmenting. Es una regla verbal que cambia las propiedades reforzantes de un estímulo que
funciona como consecuencia, es decir, aumenta o disminuye la probabilidad de que ese
estímulo como consecuencia influya en la conducta. Por ejemplo, pasando al lado de una
máquina de refrescos alguien dice: “¡Qué bien nos vendría una limonada fría!” Cuando oímos o
leemos esta frase, sentimos hasta cierto punto el sabor y el frescor de la limonada, lo que hace
que aumente la probabilidad de consumirla. El resultado de haberla pronunciado es que la
propiedad reforzante de la limonada es mayor en ese momento. Existen dos tipos de
augmenting. Uno es el motivacional, con las características del ejemplo que se ha mencionado.
Otro se da cuando es la primera vez que estamos ante un estímulo y alguien lo valora. Por
ejemplo, “Prueba este plato, está muy bueno” aumenta la probabilidad de probar el plato, si no
lo hemos probado antes.
La importancia del augmenting reside en que nos permite seguir reglas a largo plazo. Por
ejemplo, es difícil dejar el tabaco por sus propiedades adictivas y porque las consecuencias de
consumirlo solamente se ven a muy largo plazo. Las reglas que se ponen en las cajetillas como
“Fumar es perjudicial para la salud” pueden servirnos para dejar el tabaco, dependiendo de la
importancia que tenga para nosotros la salud. En efecto, la fuerza motivacional de este
aumenting no es igual para quien ha sufrido un amago de infarto, que para quien goza de una
salud excelente.

Visión conductual de las funciones ejecutivas

En esta página se da una visión conductual de las funciones ejecutivas, un concepto ampliamente utilizado; pero con una definición

un tanto ambigua. La visión conductual aporta claridad en el concepto y proporciona pautas para actuar terapéuticamente.

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Las funciones ejecutivas del ser humano y las


reglas de comportamiento
El constructo de funciones ejecutivas no siempre se puede considerar bien definido. Tirapu-Ustárroz y Luna-Lario (2013) consideran que el término ‘funciones

ejecutivas’ es un concepto excesivamente utilizado, que resulta excesivamente genérico y que las descripciones cognitivas en las que se basan los modelos que

utilizan el término tienen dificultades para proveer de una adecuada ‘caracterización’ de los procesos ejecutivos. Según la mayoría de estos modelos, los principales

procesos de los lóbulos frontales, están encuadrados en las funciones ejecutivas, que, lógicamente, se supone que se ubican e n dichos lóbulos.

La visión conductual
Para poder contemplarlas desde un punto de vista conductual radical, es preciso traducirlas en conductas concretas con una fu nción determinada. Como tales

conductas estarán sujetas a las leyes del aprendizaje y también a las que rigen las funciones cogniti vas y que se recogen en la teoría de los marcos relacionales. En

consecuencia, Hayes, Gifford y Ruckstuhl (1996) las definen conductualmente como un conjunto de conductas que consisten en inhibir una reacción automatizada

o instintiva, es decir, entrenada muy frecuentemente, y realizar en su lugar una acción pensada y planificada.

Es verdad que esta definición puede suponer un paso reduccionista porque es posible que estos conceptos no incluyan todas las funciones que cada uno de los

modelos que las estudian consideran; pero tiene la ventaja de que se enmarca en un cuadro teórico perfectamente definido, con un cuerpo de doctrina bien

establecido, que incluye las funciones esenciales consideradas por todos los modelos y, sobre todo, que permite influir sobre ellas.

Como las reglas de comportamiento explican las funciones ejecutivas

Para Hayes y otros (1996), la activación de las reglas verbales son las que realizan la función de inhibición de la reacción automatizada. Por ejemplo, correr tras una

pelota es una acción automatizada en los niños; pero cuando tienen que cruzar una calle, el estímulo “calle” está ligado a una regla qu e dice “Cruzar la calle es

peligroso”. Regla que generalmente está aprendida de forma verbal, es decir, entrenada verbalmente por l os padres, sin que el niño haya tenido que estar en peligro

realmente. La regla entra en juego ante la visión de la calle e inhibe la reacción automática de seguir tras la pelota (Hayes , Gifford y Ruckstuhl, 1996). De esta

manera, estos autores encuadran algunas de las funciones ejecutivas dentro de las conductas gobernadas por reglas.

Los pasos necesarios para que se ponga en marcha una regla, que implique las funciones ejecutivas de inhibición del impulso y de cambio de conducta, son:

1. Inhibir la reacción automática. La sola puesta en marcha de una regla la inhibe. El impulso a actuar se sustituye por el de pensar, puede que
responda a otra regla más general como “piensa antes de actuar”.
2. Elegir entre las reglas disponibles. Paso que depende de la historia de condicionamiento de la persona. Para hacerlo se tienen en cuenta las
consecuencias de seguir cada una de ellas. Para ello, hay que construirlas verbalmente y valorarlas respecto a lo que se pretende conseguir en ese
momento. Es decir, se buscan reglas aprendidas que dicen “En estas circunstancias, si hago esto ocurrirá ese resultado lo que es bueno o malo”.
Valoraré si el resultado me acercará a mi objetivo o no, para lo que tendré en cuenta si pensando la regla me siento bien o n o. Fijar el objetivo que
buscamos es lo que nos permite la evaluación de las consecuencias de seguir la regla.
3. Si no existe una regla que nos guste (nos haga sentir bien, nos acerque al objetivo), generaremos nuevas reglas haciendo derivaciones lógicas o
utilizando analogías y metáforas, que tratan de aplicar una regla que se da en un contexto en otro diferente. Poniendo un caso de aplicación de una
metáfora, la regla “si no puedes abrir una caja, quítale las bisagras”, también se puede aplicar a una puerta.
4. Seguir la regla elegida. La regla es una regla aumenting. No se trata solo de entenderla, sino de seguirla y eso depende de su historia de aprendiza je
de seguir o no reglas,

Se puede ver el paralelismo de esta visión de las funciones ejecutivas y la toma de decisiones consultando esta página.

Esta forma de funcionar es especialmente interesante en las siguientes situaciones (Wikipedia, 2013):

1. Las que incluyen planificación y toma de decisiones.


2. Las que implican la corrección de un error.
3. Las situaciones nuevas.
4. Las que son peligrosas o difíciles.
5. En las que es necesario inhibir una reacción automática o “resistir la tentación”.
En el trastorno por déficit de atención e hiperactividad se supone que las funciones ejecutivas están alteradas. Las consecuencias de encuadrarlas dentro del

conductismo radical es que nos permiten una actuación basada en los principios del aprendizaje, las reglas del condicionamien to clásico y operante, y la teoría de los

marcos relacionales, que permiten una actuación más amplia que un tratamiento meramente cognitivo.

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