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Traducción capítulo “TMR para la Práctica Clínica: Tres Estrategias


Esenciales en la Comprensión y Tratamiento del Sufrimiento Humano”
(libro “The Wiley Handbook of Contextual Behavioral Science, p. 254-272)
Niklas Törneke, Carmen Luciano, Yvonne Barnes‐Holmes & Frank W. Bond

La Teoría del Marco Relacional (TMR) es una explicación integral de la conducta


verbal (Hayes, Barnes-Holmes, & Roche, 2001). Ya que la psicoterapia casi siempre se
basa en la conducta verbal, todo tipo de intervenciones psicológicas podrían ser
potencialmente analizadas desde esta perspectiva. En este capítulo, no tratamos de hacer
tal análisis extenso, sino que nos centramos en lo que creemos que son dos áreas
centrales e integradas que pueden utilizarse para ayudar a las personas a cambiar en el
tratamiento psicológico. Las estrategias que sugerimos están basadas en la TMR y se
relacionan específicamente con las complejas habilidades humanas de: (a) seguir
instrucciones o reglas, y (b) interactuar con nuestra propia conducta. De acuerdo con la
TMR, estas dos áreas centrales no sólo sugieren perspectivas potencialmente útiles
sobre cómo podríamos hacer una terapia efectiva, sino que también proporcionan una
comprensión de lo que, hasta cierto punto, lleva a los individuos a la terapia psicológica
en un primer momento.

Seguimiento de instrucciones

En lenguaje analítico conductual tradicional, el repertorio conductual de seguir


instrucciones se denomina conducta gobernada por reglas (O’Hora & Barnes-Holmes,
2004; Skinner, 1966). Desde la perspectiva de la TMR, este fenómeno podría quizá
definirse de manera más amplia como regulación relacional compleja. Desde el
momento en que una persona aprende a relacionar estímulos o eventos bajo la influencia
de claves contextuales arbitrarias, las palabras (dichas en voz alta o en silencio a uno
mismo) pueden tener funciones de estímulo para todo tipo de acciones, dependiendo de
la historia de aprendizaje específica del individuo. A la palabra o combinación de
palabras que especifican una conducta particular y sus consecuencias se la ha
denominado tradicionalmente regla o instrucción. Considérese el siguiente ejemplo
sencillo: “Gire a la izquierda después del primer semáforo, continúe durante medio
kilómetro y se encontrará en el estadio de fútbol”. O, para dar un ejemplo más cercano
al tratamiento psicológico: “Es importante que controles tu sentimiento de angustia, de
manera que no tengas una crisis nerviosa”. En ambos casos, las instrucciones

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especifican qué hacer y qué consecuencia se obtiene por ello. Cuando los humanos
interactúan con estímulos verbales como estos (instrucciones o reglas) se dice que
actúan con un propósito, donde el propósito se refiere al hecho de experimentar la
consecuencia especificada. Sin embargo, hay mucho más en la conducta gobernada por
reglas que únicamente comprender una regla y actuar de acuerdo a ella.
Específicamente, la persona que sigue la regla debe tener una historia de aprendizaje
adecuada y, además, las contingencias presentes deben apoyar el seguimiento de la regla
en ese contexto (Barnes-Holmes, O’Hora et al., 2001; Hayes & Hayes, 1989).
Aunque la conducta de seguir instrucciones se lleva a cabo, normalmente,
actuando de maneras similares a conductas previas y para contactar con consecuencias
experimentadas anteriormente, otras acciones adicionales y más novedosas son posibles.
Una vez que el repertorio de seguimiento de instrucciones está disponible, dadas ciertas
claves contextuales apropiadas, los humanos pueden actuar con un propósito, haciendo
cosas que nunca han hecho antes y para obtener consecuencias con las que nunca antes
han contactado. Esto significa, por ejemplo, que una regla como “necesito dejar de
pensar en él o terminaré en un hospital psiquiátrico” puede fácilmente emerger como
una regla nueva, especificando qué evitar en un determinado contexto nuevo. Con la
emergencia de reglas nuevas, y posiblemente nuevas conductas, viene la oportunidad
tanto de clases de respuesta flexibles como inflexibles. Como se ha señalado, la última
parece estar asociada con “trampas psicológicas” (Luciano, Valdivia-Salas, & Ruiz,
2012; Törneke, Luciano, & Valdivia Salas, 2008). Volveremos a esta cuestión más
adelante.
Interactuar con la propia conducta

Muchos organismos pueden responder a su propia conducta, de tal manera que una
determinada respuesta puede tener funciones de estímulo para una respuesta posterior
del mismo organismo. Sin embargo, esta habilidad es radicalmente superior – o está
más extendida– una vez que los humanos aprenden el repertorio relacional (Barnes-
Holmes, Hayes, & Dymond, 2001). Es decir, bajo la influencia de claves contextuales
arbitrarias, podemos relacionar un aspecto de nuestra propia conducta con otro, de la
misma manera que podemos relacionar cualquier otro estímulo o evento con otro. En
otras palabras, así como los eventos externos pueden llegar a ser "mejores que", "no
deberían haber sido" o "más tarde", también puede nuestra propia conducta. Por

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ejemplo, podría advertirme a mí mismo de que mi salud será mejor después si como
menos ahora.

Al principio del desarrollo del repertorio relacional, se establecen relaciones de


coordinación entre “yo", "mí", mi propio nombre y mi propia conducta. De manera
similar, se establecen relaciones de oposición entre "yo" y "tú", "otros", otros nombres,
y así sucesivamente. A su vez, esto me ayuda a distinguir mi conducta de la de los
demás. En un nivel, por tanto, los niños aprenden a discriminarse a sí mismos como
objetos entre otros objetos, y aprenden a relacionar estos objetos entre sí de multitud de
maneras. Por ejemplo, en un contexto dado, "yo" puedo ser bueno, malo, pequeño, niña,
niño, fuerte, agradable, cansado, divertido, parecido a mi madre, etc. A través de miles
de interacciones con la comunidad verbal más amplia, a lo largo de los primeros años de
desarrollo, se establecen y toman forma redes relacionales complejas (o historias) sobre
"mí".

La perspectiva desde la que cada uno de nosotros llega a ver el mundo, al menos
en un sentido verbal, permanece relativamente constante a través del tiempo. En otras
palabras, aunque nuestras conductas individuales, a través de los contextos, pueden
diferir considerablemente, hablamos típicamente de ver el mundo, y todo lo que pasa en
él, desde la perspectiva del "yo" o del "mí". Así, se desarrolla una historia de
aprendizaje en la que llego a distinguirme de mi propia conducta (incluyendo acciones,
sentimientos, pensamientos, recuerdos, etc.). Por lo tanto, para un ser humano
competente, hay una diferencia experiencial entre "lo que hago", por un lado, y la
experiencia de ser un observador (verbal) por otro lado; un "desde donde", si se quiere,
de la experiencia humana. Este aprendizaje está influenciado fuertemente por otros, en
el contexto social, que frecuentemente hacen preguntas como "¿Quién hizo eso?",
"¿Qué sentiste?", "¿Dónde estabas cuando eso pasó?", etc., y así sucesivamente, y
refuerzan la respuesta que es "correcta", en el sentido de que está de acuerdo con la
convención social en ese contexto. Una forma más técnica de describir esta compleja
conducta es decir que aprendemos a situar nuestra propia conducta en un marco
relacional de jerarquía con el deíctico1 “Yo”. En otras palabras, todo lo que hago, veo,
pienso y siento es experimentado como parte de mí o de quien soy (ver Luciano,
Valdivia-Salas, Cabello-Luque, y Hernández, 2009). Esta relación entre yo, como una
constante verbal “Yo”, y mi conducta, es una característica esencial de la compleja
acción humana que me permite, por ejemplo, dirigir mi conducta a través del tiempo y

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de acuerdo con lo que quiero, espero y busco lograr, quizá dentro de muchos años en el
futuro. Uno podría argumentar que esta compleja habilidad relacional es esencial para
permitirnos hacer elecciones para seguir determinados cursos de acción, como ahorrar
para una pensión, pagar una hipoteca, o tener hijos. Esto también parece coincidir con lo
que Skinner (1974) se refería en lo siguiente: "Una persona que se ha ‘hecho consciente
de sí misma’, a través de las preguntas que se le han hecho, está en una mejor posición
para predecir y controlar su propia conducta"(p. 35).

La Empresa Conjunta de la Regulación Relacional Compleja y la Interacción con


la Propia Conducta

Conforme el repertorio relacional emerge y se fortalece, formulamos todo tipo de


historias sobre nosotros mismos en relación al mundo social externo, las cuales están
controladas por claves contextuales que ese mundo proporciona. En la primera infancia,
estas historias a menudo se dicen en voz alta, en lo que se denomina “auto-discurso”
pero, con la edad, normalmente se vuelven cada vez más complejas y no se pronuncian -
–en voz alta–. Además de constituir redes relacionales complejas que involucran
prácticamente todos los tipos de relaciones derivadas, las “historias sobre el yo”
habitualmente funcionan regulando la propia conducta; es decir, funcionan como reglas.

La habilidad de seguir instrucciones, por un lado, y de discriminar el “yo”, por


otro, confluyen en la habilidad exclusiva del ser humano de auto-dirigirse instrucciones.
Constantemente nos decimos a nosotros mismos qué hacer, cómo actuar, a qué aspirar,
y qué evitar. Casi sin cesar, también evaluamos nuestras propias acciones y usamos
dichas evaluaciones para instruir la conducta subsiguiente. Pese a que gran parte de la
auto-instrucción y la conducta que va con ella son tan automáticas que “ocurre sin
pensar”, otra gran parte es más elaborada/compleja e involucran mayor grado de
discriminación. De cualquier manera, este tipo de conducta verbal, como cualquier otro
tipo de conducta, está bajo control contextual. Por tanto, incluso formas sutiles de
recordar, sentir o pensar, son actos en contexto. La habilidad completa de discriminar la
propia conducta y abstraer una regla basada en ello que puede, a su vez, utilizarse para
instruir la conducta futura, tiene claros beneficios personales, sociales y culturales (p.
ej., cohesión social y colaboración en relación a objetivos a largo plazo y valores). Sin

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embargo, esta habilidad puede ser también contraproducente y reducir la flexibilidad


conductual esencial.

La bendición y la maldición

Como se ha señalado anteriormente, las auto-reglas pueden especificar conductas que


todavía no se han realizado, y consecuencias con las que no se ha contactado,
constituyendo, por tanto, reglas para conductas futuras. Una ventaja clave de este tipo
de conducta verbal es que permite actuar en el presente para obtener potenciales
consecuencias desconocidas y remotas. Como resultado, estas “consecuencias
contactadas verbalmente” en el presente pueden ser contactadas realmente, de manera
experiencial, en el futuro. Por ejemplo, si seguimos una regla como "si como menos y
hago más ejercicio, perderé peso" y realmente perdemos peso, la consecuencia que, al
principio, fue contactada verbalmente, es ahora una consecuencia real experimentada de
nuestra conducta.
Es fácil ver cómo auto-reglas como esas pueden ser una bendición y, cuando se
aplican a nuestra salud física, por ejemplo, pueden incluso mantenernos vivos. De
manera más abstracta, podemos actuar por la paz mundial, un ambiente saludable para
nuestros nietos, ir al cielo, o renacer con un mejor karma. A diferencia del ejemplo de la
salud, no podemos contactar nunca con las consecuencias especificadas en las reglas
que seguimos en estas situaciones. Pero, de nuevo, este tipo de seguimiento de reglas
probablemente tendrá otros beneficios significativos para nosotros, otros individuos, o
la cultura en general.

Por otro lado, hay una desventaja de seguir reglas que especifican consecuencias
que nunca contactaremos directamente. Varios factores influyen en esta posibilidad. En
primer lugar, como las auto-reglas siempre están muy entrelazadas con las reglas
sociales históricamente establecidas, estas están bajo "capricho social" en última
instancia. De hecho, incluso nuestras experiencias directas históricas se observan a
través de la lente del contexto social, que nos enseña cómo dar sentido a, y hablar de,
estas experiencias. Hay un sinfín de reglas sobre cómo experimentamos nuestras
experiencias (por ejemplo, "nunca critique a los miembros de la familia" o "es malo
sentirse infeliz"). En segundo lugar, la evidencia empírica ha demostrado que el
seguimiento de las reglas tiende a continuar incluso cuando las consecuencias
especificadas por la regla han dejado de ocurrir o, de hecho, nunca han ocurrido (Hayes,

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Brownstein,Zettle, Rosenfarb y Korn, 1986; Matthews, Shimoff, Catania y


Sagvolden,1977). Y, en tercer lugar, hay evidencia de que un refuerzo social amplio del
seguimiento de reglas, en general, facilita un excesivo seguimiento de reglas, incluso
cuando las consecuencias de hacerlo son aversivas (Hayes, Wilson, Gifford, Follette, &
Strosahl, 1996). Estos últimos factores pueden ser descritos por tener la característica
común de la insensibilidad a las contingencias directas. Un ejemplo terapéutico clásico
(de hecho, generalizado en humanos) de esto se denomina evitación experiencial. Esto
implica seguir reglas sobre el control de los eventos privados (por ejemplo,
sentimientos, pensamientos, recuerdos, sensaciones corporales, etc.) como prerrequisito
para vivir bien la vida, cuando el control de todos esos eventos es imposible
prácticamente siempre y las consecuencias de hacerlo tienden a aumentar el sufrimiento
psicológico.

Una cuestión de gran importancia: para un funcionamiento humano efectivo, una


regla puede estar presente sin ser seguida. Todos somos conscientes de que nos
sugerimos diferentes planes de acción (reglas) a nosotros mismos, ya sea como un
pensamiento espontáneo ("debería dejar de hacer esto") o como una versión deliberada
y elaborada ("Realmente debería ir a Marruecos con Elisabeth este próximo verano para
tener unas verdaderas vacaciones") sin necesariamente actuar bajo esa regla. En este
sentido, sugerimos que el entrenamiento, en la infancia temprana, de la distinción entre
"yo" y “mi propia conducta" juega un papel importante. Específicamente,
argumentamos que responder a nuestra propia conducta enmarcando en jerarquía con el
deíctico Yo tiene una importancia central en la forma en que seguimos las auto-reglas.
Además, proponemos que el seguimiento de las auto-reglas cuando enmarco en una
relación jerárquica mi propia conducta, es probable que sea relativamente efectivo y
beneficioso (Luciano et al., 2009). Tomemos el ejemplo de pensar "Necesito controlar
este sentimiento", dada una experiencia emocionalmente desagradable. Lo que estamos
sugiriendo es que ser capaz de "mantener estos pensamientos a una distancia de
observación", en lugar de actuar automáticamente "sobre" ellos, es una habilidad
psicológica de importancia crítica. Esta habilidad parece corresponder con lo que a
menudo se denomina flexibilidad psicológica o de conducta (Bond et al., 2011;
Kashdan & Rottenberg, 2010). En la siguiente sección se discutirá el punto de vista de
que los déficits en estos repertorios relacionales se corresponden con la rigidez
psicológica y constituyen un proceso central del sufrimiento psicológico en general, y

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de los problemas clínicos en particular, y que el entrenamiento de estos mismos


repertorios es una tarea clave en el tratamiento psicológico.

Un Modelo Simple de Psicoterapia, de acuerdo a la TMR

La línea argumental seguida hasta ahora en el capítulo lleva a la posición de que el


tratamiento psicológico debe dirigirse a construir y entrenar la flexibilidad psicológica,
un repertorio que puede ser considerado como una clase operante de orden superior y,
por tanto, formada y posiblemente mantenida por un entrenamiento en múltiples
ejemplos. Definimos la flexibilidad psicológica de la siguiente manera:

La flexibilidad psicológica es la habilidad de notar y reaccionar a los propios


pensamientos, sentimientos y otras respuestas, para darse a uno mismo la
oportunidad de tomar acción hacia fines importantes. Esto implica responder
a la propia conducta enmarcándola en jerarquía con el deíctico Yo. Suele ir
acompañado de una reducción sustancial de las funciones de control
conductual de la respuesta en cuestión, lo que permite una respuesta
relacional adicional que especifique funciones augmental apetitivas, así como
una conducta adicional que esté coordinada con dicha respuesta relacional.

A continuación, describiremos cómo se puede llevar a cabo tal trabajo de acuerdo con
esta definición. Por razones didácticas, dividiremos este trabajo en tres estrategias
terapéuticas clave. No son secuenciales porque las tres son un foco recurrente del
tratamiento; por consiguiente, cada una será revisada según sea necesario, y
normalmente en numerosas ocasiones.

1. Ayudar al cliente a discriminar la relación entre la clase funcional de respuestas


actual y las consecuencias problemáticas producidas por esa respuesta. De
acuerdo con el análisis actual, esperamos que la clase funcional problemática
consista en responder en coordinación con ciertas auto-instrucciones o reglas.
2. Ayudar al cliente a discriminar sus propias respuestas enmarcándolas en
jerarquía con el deíctico Yo, y entrenar este repertorio como una clase funcional
alternativa.
3. Ayudar al cliente a desarrollar este repertorio alternativo, de forma que se
especifiquen funciones augmental apetitivas para la conducta posterior.

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Antes de continuar, puede ser útil, a efectos ilustrativos, considerar el siguiente


ejemplo de flexibilidad versus inflexibilidad psicológica. William es un joven estudiante
en mitad de sus estudios. Tras estudiar durante varios meses para una prueba, acaba de
descubrir que la ha suspendido. Es la primera vez que no ha aprobado un examen
importante en el trascurso de sus estudios universitarios. Está triste y enfadado. Tiene
gran cantidad de pensamientos sobre los errores que cometió durante la prueba y por
qué los cometió; también tiene muchas preguntas sobre qué le pasará ahora. Este
pensamiento le sugiere que necesitará mucho más trabajo en el futuro y, por ejemplo,
que deberá perderse un viaje especial que había estado planeando. También tiene
pensamientos acerca de las reacciones de sus padres sobre el hecho de que haya
suspendido el examen. Por ejemplo, piensa “¡Soy un fracaso! ¿Cómo pude tener esos
estúpidos errores? ¿Por qué no me preparé mejor? ¡Quizá no sea apto para ese tipo de
carrera!”. Algunos de esos pensamientos probablemente vayan acompañados por fuertes
reacciones afectivas.

Desde la perspectiva descrita anteriormente, argumentamos que la manera en


que William interactúa con esos pensamientos (su manera de responder a ellos) juega un
papel fundamental en cómo se comporta a continuación. Por un lado, si responde a ellos
enmarcándolos en jerarquía con el deíctico Yo, los notará como respuestas que él está
teniendo. Por otro lado, el hecho de tenerlos no tiene que controlar necesariamente su
conducta posterior. Tal respuesta facilitaría la flexibilidad psicológica, porque aumenta
la probabilidad de que también puedan darse otras respuestas útiles (como "¿Qué debo
hacer ahora, dados mis objetivos generales?") y hace que sea más probable que sigan
otras acciones coordinadas con esas respuestas. Si, por otro lado, William responde en
coordinación con sus pensamientos y sentimientos, estas respuestas probablemente
aumentarán la probabilidad de aislamiento social (ser un "fracaso") o rumiar sobre la
situación (porque el contenido de la rumia tiene que ser resuelto). Si ese fuera el caso,
los pensamientos y sentimientos habrán obtenido así funciones de control sobre la
conducta, que pueden ser evitativas y problemáticas. Por ejemplo, William puede
decidir dejar sus estudios en base a esa única prueba fallida.

Si bien el ejemplo anterior se ha tomado de una situación no clínica, sugerimos


que el mismo proceso se encuentra en el núcleo de los problemas clínicos, y la
diferencia es más cuantitativa que cualitativa. Considérese a Pedro, un hombre de
mediana edad que recientemente ha sido padre. Una semana antes de que su hija

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naciera, un vecino usó un pesticida en su jardín delantero, al lado de la casa de Pedro.


Pedro siempre ha estado dispuesto a llevar a cabo hábitos ecológicos, pero ahora se
obsesiona totalmente con pensamientos sobre un riesgo potencial para su hija recién
nacida. Tiene pensamientos como "¿Y si el viento trajo algún pesticida a nuestra casa y
nuestros muebles han quedado impregnados?". También tiene pensamientos sobre la
propagación del pesticida a través de su propia ropa y la posibilidad de que su hija se
contamine. Si bien Pedro, que es una persona con educación, es consciente de la baja
probabilidad de que algo así suceda, siente que no puede evitar actuar sobre estos
pensamientos, y al hacerlo cumple los criterios diagnósticos del trastorno obsesivo-
compulsivo. Como otro ejemplo, considérese a Lisa. Ella tiene pensamientos constantes
sobre que algunas partes de su propio cuerpo son gordas y sobre la necesidad de perder
peso para ser aceptable. Al actuar en coordinación con este pensamiento, llevando una
dieta estricta y auto-induciéndose vómitos periódicamente, ahora cumple los criterios
para un trastorno de la conducta alimentaria.

Sugerimos que tanto Pedro como Lisa tienen, en ciertos contextos, déficits en el
repertorio conductual de enmarcar sus propias respuestas privadas/sutiles en jerarquía
con su "yo" verbal. Por tanto, exhiben rigidez psicológica, tal y como la hemos definido
anteriormente. Como resultado de repetidos episodios de actuar en coordinación con las
respuestas o reacciones privadas, se establecen formas problemáticas de seguimiento de
reglas. No es un episodio aislado de tal respuesta lo que constituye el problema; en
cambio, el problema es el resultado de muchos de esos ejemplos a lo largo de la vida o
en momentos específicos importantes. La tarea en el tratamiento psicológico es
establecer un contexto que aumente la probabilidad de enmarcar en jerarquía las
respuestas privadas desde la perspectiva del "Yo" (deíctico Yo), facilitando así la
flexibilidad psicológica. Añadiríamos que el tratamiento suele requerir un
entrenamiento repetido de flexibilidad en diferentes contextos (comúnmente conocido
como entrenamiento en múltiples ejemplos).

Ayudar a los Clientes a Discriminar la Relación entre las Clases Funcionales de


Conducta actuales y las Consecuencias Problemáticas

La discriminación de la propia conducta es clave para cambiar la conducta (Skinner,


1974). Así que, para ayudar a los clientes a cambiar, necesitamos ayudarlos a
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discriminar lo que hacen, cuándo lo hacen, lo que normalmente sigue a sus acciones, y
cuál era el propósito de su conducta. Una gran parte de la gente que busca ayuda
psicológica es consciente de que necesita cambiar algo de lo que está haciendo.
También son conscientes normalmente de que las cosas no están yendo como querrían,
de lo contrario no estarían buscando ayuda. No obstante, los clientes están normalmente
fuera de contacto con la relación entre las consecuencias que experimentan como
aversivas y su propia conducta que contribuye a dichas consecuencias. Hemos
argumentado que un repertorio conductual problemático implica responder en
coordinación con ciertas reglas verbales, más que en jerarquía con esas reglas desde la
perspectiva del "yo". Pero, por supuesto, los clientes primero necesitan discriminar lo
que hacen como parte de esta coordinación y reconocer que no está funcionando para
ellos.

Así que el primer paso en la terapia es ayudar a los clientes a identificar cuál de
sus propias conductas genera consecuencias problemáticas. Desde la perspectiva de la
TMR, esto implica un enmarque si-entonces o causal, conectando conductas específicas
con consecuencias específicas. Este proceso de identificación también facilitará la
formación de relaciones de coordinación entre conductas topográficamente distintas, de
manera que todas sean vistas como funcionalmente equivalentes, porque todas facilitan
consecuencias aversivas. En efecto, esto constituye la discriminación de la clase
funcional conductual problemática del cliente. Para fines ilustrativos, consideraremos
cómo puede hacerse en un diálogo con Pedro, de nuestro ejemplo anterior.

Terapeuta: ¿Cuál sería una situación normalmente difícil para ti?

Pedro: Podría ser casi cualquier situación en casa, realmente...

Terapeuta: ¿Como por ejemplo...?

Pedro: Esta mañana, por ejemplo, me di cuenta de que mi esposa, que estaba a
punto de dar el pecho a nuestra hija, primero guardó algunas de mis ropas
que estaban en la cama. Sólo verla tocar esas ropas hizo que me surgieran
todos estos pensamientos horribles e imágenes. ¡Es increíble!

Terapeuta: ¿Y eso sería habitual? ¿En muchas situaciones diferentes?

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Pedro: Sí, casi todo el tiempo. Sólo veo todas estas cosas horribles que pueden
suceder a mi hija.

Terapeuta: ¿Como si fuera una advertencia?

Pedro: Sí.

Terapeuta: Entonces cuando recibes estas advertencias sobre todas las cosas
horribles que podrían pasarle a tu hija, ¿qué haces?

Pedro: Bueno, depende de la situación. Hoy le pedí a mi esposa que se lavara las
manos para no contaminar a nuestra hija. Hago todo tipo de cosas para
protegerla. Lavar la ropa, evitar ir a ciertas partes del jardín, mantener las
ventanas cerradas, pedir a mi esposa que haga lo mismo, etc., etc. Sé que
es raro, pero no puedo pararlo.

Terapeuta: ¿Sería correcto decir que cuando recibes esas advertencias, las sigues?

Pedro: Sí, claro, sí.

Terapeuta: ¿Y adónde te lleva eso?

Pedro: Bueno, supongo que me pongo un poco menos tenso. Siento como que
estoy protegiendo a mi hija. ¡No podría soportar que le pasara nada!
¡Sería horrible!

Terapeuta: Entonces, algo de alivio en el momento. Y al final, ¿a dónde te lleva eso?

Pedro: A ningún sitio, en realidad. Pero, ¿qué puedo hacer? Si ella entra en
contacto con el pesticida, ¿quién sabe lo que eso podría hacerle a largo
plazo? Todos estos informes sobre los pesticidas y el cáncer...

Terapeuta: Hmm, ¿acabas de recibir una advertencia, aquí y ahora? ¿Lo he


entendido bien?

Pedro: Sí, supongo…

Terapeuta: ¿Y normalmente qué harías?

Pedro: Tratar de hacer algo al respecto, por supuesto. O averiguar qué hacer.

Terapeuta: ¿Una advertencia sobre cosas horribles y luego la sigues...?

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Pedro: Sí.

Terapeuta: ¿Y eso dónde te lleva? ¿Cómo está la situación en tu familia, con tu


esposa e hija?

Pedro: No es buena. No me atrevo a hacer nada con mi hija y mi esposa...


Bueno, acabamos en discusiones inútiles. No me lleva a ninguna parte...

Terapeuta: ¿Y qué hay de las advertencias, todos esos pensamientos aterradores?


¿Disminuyen a lo largo del tiempo mientras los "sigues"?

Pedro: No, en realidad no. Cada vez me siento más tenso, más y más asustado...

En este punto, simplifiquemos lo que pensamos que el terapeuta está haciendo


aquí como una serie de pasos:

1. Coordinar los eventos privados de Pedro con "advertencias sobre cosas


horribles".
2. Identificar lo que Pedro hace en presencia de estos eventos privados.
3. Proporcionar una etiqueta para estas conductas, como "seguirlas", y así
coordinar esas conductas juntas.
4. Agrupar estas acciones que siguen en relaciones causales (por ejemplo, dada una
advertencia, seguirla.)
5. Agrupar las conductas de seguir en relaciones causales con sus consecuencias
("cuando las sigo, nunca funciona bien") y así discriminando una clase funcional
conductual problemática.

Como cualquier lector familiarizado con el análisis de la conducta notará, este es un


ejemplo de lo que se denomina análisis o evaluación funcional. Se especifica la
conducta, sus consecuencias y sus antecedentes, a fin de enseñar al cliente a realizar este
tipo de discriminaciones. Naturalmente, únicamente con este ejemplo no será suficiente.
Conforme pida ejemplos a Pedro y este los vaya dando, el terapeuta deberá volver a la
pregunta de si este ejemplo encaja con los anteriores en términos de "una advertencia
ansiosa, seguirla, y llegar a ninguna parte."

Parece importante hacer dos comentarios más sobre el ejemplo anterior. Primero, el
terapeuta debe buscar y utilizar ejemplos de la clase conductual problemática conforme

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aparece en sesión, como en el ejemplo anterior, cuando pregunta si Pedro acaba de


recibir una advertencia. Esto proporciona una oportunidad para que tanto el terapeuta
como el cliente discriminen aspectos relevantes de la secuencia conductual "en vivo" y
en el momento.

El segundo comentario se refiere al uso de metáforas como parte del diálogo. En el


diálogo anterior, las metáforas no son particularmente vívidas. Sin embargo, cuando el
terapeuta etiqueta la conducta de Pedro de actuar de acuerdo a su pensamiento sobre el
peligro, "siguiéndolo", y cuando etiqueta el contenido de su pensamiento como "una
advertencia", está usando lenguaje metafórico. Metáforas similares podrían haber
consistido en que el terapeuta hablara sobre la experiencia de Pedro del peligro como
"una señal de alarma" y sobre su conducta posterior como "actuar como el equipo de
respuesta a emergencias".

Hay varias razones por las que utilizar metáforas como éstas puede ser útil.

• Es poco probable que el cliente recuerde todos los comportamientos individuales


que el terapeuta haya identificado, pero tendrá poca dificultad para recordar la
etiqueta de “seguir (las advertencias)”.
• Las metáforas son cortas y directas y, aun así, contienen una cantidad
sorprendente de información. Por ejemplo, simplemente etiquetando todas las
conductas objetivo como “seguirlas”, significa que ni siquiera es necesario que
el terapeuta diga que esa es simplemente la misma respuesta una y otra vez.
• Las metáforas son a menudo una alternativa mejor a las instrucciones formales.
El tratamiento psicológico a menudo incluye instrucciones de diferentes tipos,
especialmente en la tradición cognitivo-conductual. Sin embargo, como se ha
argumentado anteriormente, el seguimiento de instrucciones o reglas
excesivamente rígido es, a menudo, una parte central de los problemas
psicológicos. Desde la TMR, se puede predecir que el uso del habla metafórica
puede ser útil para ayudar a los clientes, incluso cuando las metáforas funcionan
técnicamente como reglas o instrucciones. Esto es así porque las metáforas, por
su propia naturaleza, no son tan exactas como el lenguaje más literal. Así que si
a Pedro, en el ejemplo anterior, se le dice: "Fíjate en las señales de advertencia
pero no actúes de acuerdo a ellas, simplemente ¡pasa de largo!” eso es diferente
a darle más instrucciones formales sobre qué hacer. Al seguir instrucciones

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metafóricas, no se puede simplemente "hacer lo que se dice". Se deberá ser más


observador de las contingencias, y eso podría disminuir la probabilidad de
quedarse enredado en trampas verbales. En otras palabras, el uso de metáforas
en la terapia puede servir para transformar las funciones de un seguimiento de
reglas excesivamente rígido, sin proporcionar otra regla formal que el cliente
deba seguir. O para decirlo de manera más informal, las metáforas pueden
ayudar al cliente a ver algún aspecto de su propio comportamiento como el
problema sin que el terapeuta proporcione una regla o instrucción formal al
respecto.
• Utilizar una metáfora para etiquetar la conducta de una persona puede ayudar a
situar la conducta en cuestión "delante" del cliente como si fuera un objeto
externo (por ejemplo, una señal de advertencia). Por lo tanto, la metáfora
permite a Pedro discriminar su propio comportamiento como "ahí afuera" (por
tanto, distinto de "aquí"), mientras que antes estaba coordinado a su perspectiva
(aquí). Esto puede facilitar que Pedro enmarque su propia conducta en jerarquía
con el "yo" (es decir, parte de y también distinto de mí). En este sentido, el
terapeuta ya se está moviendo hacia lo que sugerimos es la segunda estrategia
terapéutica a utilizar, que es "ayudar al cliente a enmarcar sus propias
respuestas en jerarquía con el deíctico Yo".

Ayudar a los Clientes a Enmarcar sus Propias Respuestas en Jerarquía con el Deíctico
Yo y Entrenar dicho Repertorio como una Clase Funcional Alternativa

Los seres humanos con capacidad lingüística pasan prácticamente todos los días
inmersos en un mundo socio-verbal que les enseña a relacionar fenómenos (estímulos
de todo tipo) bajo control de claves contextuales. Algunas de estas respuestas son
relativamente extensas y elaboradas, mientras que otras son breves e inmediatas
(Hughes, Barnes-Holmes, & Vahey, 2012). Este último caso describe una respuesta
verbal normalmente muy entrenada o practicada y que, por tanto, puede tener lugar sin
que el individuo discrimine fácilmente que un determinado ejemplo de respuesta
implica responder a la propia conducta. Por lo tanto, una persona puede responder a
algo como "peligroso" o "imposible de hacer", sin discriminar “el peligro" y "la

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imposibilidad" como resultado de la propia respuesta del individuo. Desde nuestro


punto de vista, ayudar a los clientes a enmarcar su propia respuesta verbal en jerarquía
con el deíctico Yo puede servir para transformar o reducir las funciones de control
conductual de esa respuesta verbal, y así aumentar la probabilidad de que se emitan
respuestas alternativas (Foody, Barnes-Holmes, Barnes-Holmes, & Luciano, 2013;
Luciano et al., 2011).

A modo de ejemplo, considere el caso de Roger, que sufre de distimia y ha


estado moderadamente deprimido de manera continuada durante muchos años. Se
describe a sí mismo como incapaz de establecer una relación íntima permanente con una
pareja y también con dificultades para llevar al día su trabajo como profesor. Al
explorar situaciones actuales de la vida que Roger ve como ejemplos de su problema,
dice sentirse profundamente inseguro en cualquier situación en la que se alcance un
cierto nivel de intimidad con una potencial pareja. Refiere esta experiencia como una
causa de por qué no ha tenido citas durante varios años. Añade que experimenta la
misma inseguridad en el trabajo cuando siente que los demás son críticos con lo que
hace. Como resultado, trabaja duro para evitar cometer errores, y evita asumir tareas
adicionales que puedan aumentar el riesgo de ser evaluado por sus colegas. Sin
embargo, esto le crea tensión, porque también cree que tiene la capacidad de contribuir
más y que podría disfrutar de su trabajo incluso más que en la actualidad. Al transmitir
esta inseguridad, Roger también habla de crecer como un niño solitario, con poco apoyo
por parte de sus padres. Su madre murió cuando tenía seis años y su padre le prestó más
atención a la hermana pequeña de Roger. En palabras de Roger, no obtuvo lo que un
joven necesita, y reflexiona sobre hasta qué punto esta historia le ha dejado sin
confianza en sí mismo para interactuar con otra gente de una manera "normal".

Consideremos cómo podríamos abordar los problemas de Roger en términos de


lo que dijimos sobre aumentar la flexibilidad psicológica. Dos áreas de interés parecen
esenciales. Una es la "historia" de Roger de cómo ser un niño solitario afecta su
situación actual. Usamos el término historia aquí para referirnos a una respuesta verbal
(o red relacional) elaborada y algo extendida, pero enfatizaríamos que la historia puede
efectivamente corresponder con la historia real de Roger. Es decir, podría ser
perfectamente un relato preciso de lo que sucedió. Además, puede ser que la relación
causal que Roger percibe, conectando esa parte de su historia con sus problemas
actuales, también pueda ser cierta en el sentido de que estas experiencias han jugado un

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papel histórico central, generando sus actuales dificultades. El punto que queremos
señalar, y que sugerimos que debería usarse en el diálogo con Roger, es mucho más
básico. Específicamente, contarse la historia sobre sus experiencias dolorosas como
niño, y todo lo que eso incluye, es una respuesta verbal de Roger ahora mismo, y esta
respuesta tiene ciertas funciones, independientemente de si su contenido corresponde o
no a lo que realmente ocurrió en su historia. Y en el esfuerzo por aumentar su
flexibilidad psicológica, sugerimos que el foco debería estar en cómo esa respuesta
influye en otras partes de la conducta de Roger en su contexto actual. El punto central
en el contexto del tratamiento no es "¿ese relato es exacto?", sino más bien "cuando
Roger contacta con esta historia, ¿qué hace?".

La otra respuesta que Roger describe como parte de su problema es más breve e
inmediata. Es la sensación rápida y abrumadora que experimenta de inseguridad. En
términos de sentido común, su respuesta podría ser vista como emocional en gran
medida pero, desde la perspectiva de la TMR, sigue siendo verbal, en el sentido de que
tiene "significado" basado en una historia de respuestas relacionales arbitrariamente
aplicables. En otras palabras, le dice algo a Roger y, por tanto, puede tener funciones
para otras acciones, en base a la historia de Roger sobre qué hacer cuando se
experimentan tales eventos privados en el pasado.

Como hemos sugerido repetidamente, los problemas psicológicos parecen


implicar conductas en las que las propias respuestas verbales participan en los marcos
de coordinación con el deíctico Yo, de una manera que lleva a consecuencias
problemáticas. Esto parece darse tanto en respuestas elaboradas como breves. La
estrategia terapéutica que estamos comentando ahora implica intentar establecer un
mayor grado de enmarque jerárquico entre respuestas problemáticas específicas que
funcionan como auto-reglas y el deíctico Yo. A continuación, consideraremos cómo se
podría lograr esto en el ejemplo de Roger.

En la siguiente transcripción, Roger describe una situación en el trabajo, en la


que le han pedido que desarrolle una tarea, pero dice sentirse ansiosos e inseguro, de
una manera que dice ser habitual.

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Terapeuta: Al recordar esto, ¿puedes tener una idea de cómo se siente, ahora mismo,
mientras lo estás describiendo?

Roger: Sí, un poco, supongo. Se siente pesado, aquí (moviendo su mano derecha
hacia su pecho). No tan mal ahora, pero un poco.

Terapeuta: ¿Podríamos permitir que eso se quede durante un tiempo, para que
podamos mirarlo, un poco más cerca?

Roger: Uhh, se siente mal... Ya he tenido suficiente de eso...

Terapeuta: Sí, lo entiendo. Pero, ¿estarías dispuesto a intentar quedarte con eso
durante un rato si eso pudiera ser útil para ti?

Roger: Bueno, voy a darle una oportunidad...

Terapeuta: ¿Está ahí, en tu pecho?

Roger: Sí...

Terapeuta: ¿Dirías que sientes eso sólo en tu pecho o también en otras partes de tu
cuerpo también?

Roger: Bueno, sobre todo ahí, pero también en mi cuello, en realidad.

Terapeuta: ¿Qué hay de las otras partes? ¿Nada en tus piernas?

Roger: Cuando preguntas, algo también en mis muslos. No me di cuenta de eso


al principio. Pero está sobre todo en mi pecho.

Terapeuta: La pesadez...si tuviera un color, ¿qué color sería?

Roger: Marrón oscuro.

Terapeuta: Ahora voy a pedirte que hagas algo con esa pesadez marrón oscuro.
Puede que suene un poco raro, pero a ver si puedes probarlo. Me gustaría
que cojas toda esta pesadez marrón oscura con tus manos y como que la
sostengas delante de ti, o quizá ponla en tu regazo. ¿Puedes verte
haciendo eso?

Roger: Bueno, eso es un poco complejo…

Terapeuta: Sí, lo sé, simplemente usa tu imaginación... ¿Puedes verlo ahí fuera?

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Roger: Sí, supongo que, de alguna manera…

Terapeuta: Si lo miras, además de ser marrón oscuro, ¿cómo más se ve?

Al comienzo de este diálogo, Roger describe una experiencia de sentirse


inseguro y ansioso. Dada esta experiencia, sigue una auto-regla de evitación
incorporada en su reacción emocional, una regla que le dice que renuncie a una tarea
sugerida. Esta acción puede ser descrita como responder en coordinación con la regla, lo
que parece ser una respuesta bien establecida en Roger. El enfoque clave en este diálogo
fue interactuar con Roger para que enmarcara esas respuestas de inseguridad, ansiedad y
la regla de evitación incorporada en jerarquía con su deíctico Yo. Como resultado, la
auto-regla y los sentimientos conectados con ello pueden ser experimentados por Roger
simplemente como un ejemplo de cómo reacciona, a veces, a su mundo social. Hablar
de sus experiencias privadas como objeto de observación tiene como fin resaltar esta
cuestión. Otra manera de preguntar a Roger, con la misma intención por parte del
terapeuta, sería "Si ese sentimiento o sensación fuera una cosa, ¿qué tipo de cosa
sería?". Metafóricamente, su propia reacción se pone "ahí fuera", haciéndose más
probable el enmarque de la experiencia "desde la perspectiva de sí mismo".

Enmarcar sus propias respuestas en jerarquía con el deíctico Yo incluye tanto la


discriminación de lo que se observa (en el caso de Roger, una sensación de inseguridad
y la regla de evitación incorporada) como la discriminación de quien observa (deíctico
Yo). Se podría hacer hincapié en esta última cuestión, en algún momento del ejercicio
anterior, incitando a Roger a observar la pesadez marrón oscura y a observar quién está
observando (Foody et al., 2013; Luciano et al., 2011). En general, animar a los clientes
a que se involucren en el repertorio verbal de "observar al observador" constituye un
tipo de entrenamiento en múltiples ejemplos en enmarcar la propia conducta en
jerarquía con el deíctico Yo. El siguiente diálogo breve sirve como un ejemplo
relevante.

Roger: Simplemente se siente horrible, me destroza.

Terapeuta: Así que hay un desgarro horrible... Y ahora mismo, ¿quién está viendo
eso?

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Roger: Bueno, soy yo...

Terapeuta: ¿Así que ahí está lo horrible y eres tú quien es capaz de verlo?

Roger: Sí, es algo raro pero puedo verlo.

Introduciendo otras metáforas en la conversación ordinaria, fuera de ejercicios


terapéuticos específicos como el descrito anteriormente, también pueden funcionar
como un tipo de entrenamiento en múltiples ejemplos en enmarcar en jerarquía; por
ejemplo, referirse a la experiencia de inseguridad de Roger como una señal de carretera
que le dice que tome una cierta dirección.

El mismo enfoque general para establecer el marco jerárquico deseado podría


aplicarse también cuando se trabaja con respuestas verbales más elaboradas de Roger:
su recuerdo de su contexto histórico. Al asumir que la evaluación funcional realizada
con Roger indica que esta respuesta verbal es parte de una secuencia conductual
problemática, como en la rumia, puede utilizarse una metáfora para establecer un
contexto que aumente la probabilidad de que Roger enmarque esta respuesta verbal
desde la perspectiva de, y en jerarquía con, "él mismo".

Terapeuta: Si esta historia de tu pasado y los diferentes efectos que ha tenido en tu


vida fuera un libro, ¿cuál sería el título?

Roger: Hmm... No lo sé. Algo sobre el hecho de que han pasado tantas cosas en
las que no tuve una oportunidad justa.

Terapeuta: Sí, "El chico que no tuvo una oportunidad justa". ¿Cómo suena eso?

Roger: Triste, pero sí, encaja. Siempre está conmigo.

Terapeuta: Siempre está contigo. ¿Y quién es el que está leyendo el libro?

Roger: Soy yo, sí.

Terapeuta: Y ahora mismo, aquí, ¿puedes sentir la tristeza que viene con "El chico
que no tuvo una oportunidad justa"?

Roger: Sí, lo siento en todo mi cuerpo, especialmente aquí (hace un movimiento


con la mano izquierda sobre su cuello y mira hacia abajo).

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Terapeuta: ¿Puedes concentrarte en esa sensación sobre tus hombros, simplemente


viendo la tristeza ahí? Avísame cuando lo tengas.

Roger: Ya. Es difícil sentir eso, es pesado.

Terapeuta: Mira si puedes simplemente observarlo... (Silencio...) ¿Puedes mover tu


atención a alguna otra parte de tu cuerpo donde puedas sentir esa tristeza?

Roger: Sí, en mi garganta.

Terapeuta: Sólo observa la sensación y luego dime cómo es.

Roger: Es como una pequeña pelota...

Terapeuta: ¿Puedes notarte a ti mismo observando esa pequeña pelota?

Roger: Sí.

Terapeuta: Entonces, ¿quién está notando la bola en la garganta y la pesadez sobre


los hombros?

Roger: Soy yo quien lo hace.

Terapeuta: Y ahora, ¿puedes volver atrás, notando de nuevo el título del libro y toda
la tristeza que va con él y ver lo que normalmente haces cuando sientes
esta tristeza?

Roger: No me gusta. Supongo que me rindo. Huir, en cierto modo... ya sabes...

Terapeuta: Tengo una idea, déjame decirte lo que es y vemos qué piensas. Te diría
que el problema más importante no es el libro. Es un libro triste y
doloroso, definitivamente. "El chico que no tuvo una oportunidad justa".
Y, aquí está mi punto, ¿y si el problema más importante no es el libro
sino lo que haces cuando te recuerda la historia, cuando sientes esa
tristeza?

Roger: ¿Qué es lo que quieres decir?

Terapeuta: Que el libro, o la historia que hay en él, se convierte fácilmente en un


guión, diciéndote que actúes de acuerdo con esa triste historia. Creo que
esto es algo muy común en la vida; nuestro pasado termina siendo un

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guión que seguimos, de una manera u otra. Como acabas de decir:


cuando experimentas eso te rindes fácilmente, "huyes"...

En este punto el lector puede ver que al mismo tiempo que el terapeuta está
trabajando para ayudar a Roger a enmarcar su elaborada respuesta verbal desde la
perspectiva de, y en jerarquía con, el "Yo", está trabajando en el primer principio que
describimos; el de ayudar a Roger a discriminar su conducta problemática. Esto ilustra
el hecho de que los tres principios presentados no se despliegan estrictamente uno tras
otro, en una secuencia lineal, sino que se repiten a lo largo del tratamiento, acudiendo a
cada uno de ellos en numerosas ocasiones. En el diálogo anterior, el siguiente paso
podría ser ayudar a Roger a discriminar, una vez más, lo que hace normalmente
"siguiendo el libro" y luego iniciar un diálogo sobre qué conducta implicaría "salirse de
la historia". Y eso nos llevaría a el tercer principio que hemos sugerido, ayudar al
cliente a especificar funciones augmental apetitivas para el comportamiento posterior.

Antes de examinar este tercer principio, parece importante destacar el papel de


los ejercicios experienciales, como el descrito anteriormente, porque constituyen un tipo
de entrenamiento en múltiples ejemplos que puede ser empleado a lo largo de la terapia.
La razón de ser de los ejercicios experienciales es simple: entrenar a los clientes para
discriminar características específicas de su propia conducta. En efecto, los clientes
necesitan aprender a discriminar dos amplias clases funcionales de conducta, una clase
funcional problemática que actualmente domina sus repertorios, y una más útil, que
constituiría una alternativa. Estas pueden denominarse como rigidez psicológica y
flexibilidad psicológica, respectivamente.

El entrenamiento relevante en discriminación a menudo se hace mejor "en vivo",


conforme se da la conducta en cuestión. El punto importante es dar a un cliente
experiencias directas, en sesión, de las dos clases centrales de conducta. Estas
experiencias pueden entonces funcionar como ejemplos o análogos, que ayudan a los
clientes a trasladar la experiencia del tratamiento a sus vidas "en el mundo real". Al
comienzo de la terapia, a menudo se pone el foco en ilustrar la conducta problemática
actual, y su conexión con las consecuencias (principio uno arriba); posteriormente, se
pone más el foco en la clase funcional alternativa, la flexibilidad psicológica. A menudo
se evocan las dos clases como parte natural de las interacciones que se dan en sesión.
De hecho, se aconseja a los terapeutas que estén atentos a las posibles oportunidades y

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utilicen cada ejemplo relevante. Una estrategia más activa por parte del terapeuta es
evocar, deliberadamente, las dos clases funcionales relevantes en sesión mediante el uso
de ejercicios experienciales.

De hecho, los ejercicios experienciales y el habla metafórica a menudo van


unidos. Un ejercicio que puede hacerse en lenguaje metafórico parece ayudar al cliente
a hacer las discriminaciones relevantes en sesión. Por ejemplo, retomando el ejercicio
descrito anteriormente, en el que Roger "sostenía su pesadez en la mano", se podría
abordar otra situación concreta en la que informe de inseguridad y pensamientos de
dudas respecto a acercarse a una potencial pareja. En este caso, el terapeuta podría
preguntar, "¿Puedes simplemente sostener esos pensamientos y sentimientos en tu
mano, sólo mirándolos y haciendo lo que es importante para ti, en tu vida?"

Como se ha señalado anteriormente, hemos dividido el trabajo clínico en tres


estrategias o principios, por razones didácticas. Esta última pregunta del terapeuta
acerca de sostener los pensamientos y sentimientos privados aterradores "en tu mano"
ilustra nuestro segundo principio de enmarcar en jerarquía con el deíctico Yo, pero
también termina con la presentación de posibles funciones augmenting, refiriéndose a
"hacer lo que es importante en tu vida". Al hacerlo, hemos llegado a nuestro tercer
principio.

Ayudar a los Clientes a Desarrollar este Repertorio Alternativo de una Manera


que Especifique Funciones Augmental Apetitivas para el Comportamiento Posterior

Las conductas problemáticas a las que se dirige la terapia están, por definición, bien
establecidas, y actuar de manera diferente no es una tarea fácil, como cualquiera que
intente cambiar viejos hábitos sabrá. Esta es la razón por la que los factores
motivacionales son tan importantes. Técnicamente, en el análisis de conducta, las
variables motivacionales a menudo se han descrito utilizando conceptos como
operaciones de establecimiento y/o operaciones motivacionales (Michael, 1993). En el
nivel más básico, un ejemplo sería utilizar niveles moderados de privación de comida,
en estudios con animales no humanos, para aumentar la probabilidad de que los
animales se involucraran en niveles de respuesta operante relativamente altos, que

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permiten el acceso a comida. O, de manera más informal, esperaríamos que un animal


hambriento estuviera más motivado para trabajar por comida que un animal no
hambriento. De acuerdo con la TMR, las reglas/instrucciones sobre lo que es importante
pueden funcionar de una manera similar, si bien mucho más compleja, en los seres
humanos verbalmente competentes. Las reglas que tienen esta función de aumentar (o
disminuir) el impacto de ciertas consecuencias se denominan "augmentals" (Barnes-
Holmes, O'Hora, et. al., 2001). La tercera estrategia terapéutica que sugerimos aquí
consiste en ayudar al cliente a contactar con consecuencias deseables globales,
verbalmente construidas (o funciones augmental apetitivas), y vincularlas con nuevas
conductas (Luciano et al., 2012; Plumb, Stewart,Dahl, &Lundgren, 2009; Törneke et al.,
2008). En un lenguaje más cotidiano y menos técnico, la cuestión es clarificar lo que
realmente importa al cliente, vinculándolo con una conducta alternativa, y utilizar esto
para motivar el cambio. Consideremos ahora cómo esto puede hacerse en un diálogo
con Roger.

En un punto en el que el terapeuta concluye que Roger cada vez enmarca más su
propia historia ("el libro") en jerarquía con el deíctico Yo, el siguiente diálogo sería un
ejemplo típico de la tercera estrategia terapéutica.

Terapeuta: Así que, si asumimos que ahora puedes hacer algo fuera de esta historia,
¿qué sería importante hacer?

Roger: ¿Qué quieres decir?, no estoy seguro de a dónde quieres llegar…

Terapeuta: Tú ha descrito cómo el libro "El chico que no consiguió una oportunidad
justa” tiene mucho impacto en lo que haces en la vida. En cierto modo
prescribe lo que se supone que debes hacer, ¿verdad?

Roger: Sí, lo veo. A menudo es como que viene por sí mismo, es tan difícil hacer
algo fuera de eso. El libro siempre está conmigo.

Terapeuta: Bien. Así que, si pudieras dar pasos fuera de esta historia, incluso estando
presente, ¿de qué tratarían esos pasos? Si fueras libre de elegir, si
dependiera de ti, ¿habría algo suficientemente importante para ti como
para ir a por ello?

Roger: Vale, veo lo que dices... Bueno, en el trabajo sería lograr algo más,
mostrarme a mí mismo y a los demás que puedo contribuir. Que encajo

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en el juego, o algo así. Ser profesor es hacer algo por y junto con otros,
mis estudiantes, mis colegas. Quiero ser más parte de eso. Luego con la
búsqueda de una pareja, no sé... Eso parece más lejano...

Terapeuta: Sí, y me pregunto... simplemente imaginemos que dieras pasos en esa


dirección, no digo que tengas que hacerlo, sino simplemente por explorar,
¿qué habría ahí que realmente te importa?

Roger: Simplemente tener una pareja, supongo...

Terapeuta: ¿Es eso realmente? Quiero decir, estoy bastante seguro de que no quieres
una pareja que abuse de ti o te trate mal. Así que supongo que se trata de
algo más, algo más que una simple pareja. ¿O estoy equivocado?

Roger: No, por supuesto, tienes razón. Se trataría de estar juntos, de encajar
juntos. Interactuar de alguna manera positiva.

Terapeuta: En realidad, eso suena un poco como lo que dices sobre el trabajo, sobre
¿encajar, contribuir...?

Roger: ¡Sí, exactamente! Encajar en el juego, como he dicho...

En este punto, Roger parece contactar con "lo que quiere ser", lo que le importa,
algo que haría que valiera la pena probar una nueva conducta. En otras palabras, el
terapeuta lo ha puesto en contacto con las funciones augmental apetitivas (en este caso
"encajar en el juego"). Otras maneras de ayudar a Roger a contactar con tales funciones
sería preguntar por experiencias específicas que podría haber tenido, anteriormente en
su vida, que incluyeran, al menos, un atisbo de lo que le importa. Una vez que el cliente
formula algo de importancia general, puede utilizarse para discutir sobre conducta
adicional, conducta que realmente aumentaría la probabilidad de acceder o crear más de
lo que importa de verdad al cliente.

Volvamos al cliente anterior, Pedro, y veamos cómo centrarse en la misma


estrategia podría funcionar con él. Para Pedro, las posibles funciones augmental que
podrían fijarse como objetivo pueden incluir el tipo de padre que quiere ser para su hija
a largo plazo. O qué clase de pareja quiere ser para su esposa. A continuación se
presenta un ejemplo de cómo podría trabajarse con esta tercera estrategia, ayudando a

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Pedro a conectar tales funciones augmental con una conducta posterior que difiere
fundamentalmente de la respuesta problemática de sólo "seguir".

Terapeuta: Entonces, ¿qué sería actuar de acuerdo con la pareja que quieres ser,
incluso en presencia de estas "advertencias"?, ¿en lugar de simplemente
"seguirlas"?

Pedro: Bueno, no estar revisando todo a todas horas, abandonar algunas de las
cosas que hago cuando actúo bajo estas advertencias.

Terapeuta: ¿Como por ejemplo...?

Pedro: Como evitar el patio trasero, lavar su ropa una y otra vez, controlar a mi
esposa y lo que hace, de la manera en que lo hago ahora.

Terapeuta: Y si dejaras de "seguir" las advertencias que aparecen, ¿qué harías que
estuviera en concordancia con la pareja que quieres ser?

Pedro: Pasaría más tiempo participando en el cuidado de mi hija, supongo. Y


también me ocuparía de algunas otras cosas que hay que hacer en casa,
que últimamente se han ido dejando debido a mi preocupación con esto
de los pesticidas.

Terapeuta: Bien, ¿qué podría hacer en esa línea, hasta nuestra próxima cita?

Pedro: Podría cuidar de mi hija durante períodos cortos de tiempo por la noche,
tanto para estar con ella como para darle a mi esposa algo de tiempo para
sí misma. Realmente necesita un poco de descanso.

Terapeuta: ¿Así que eso sería como ser el padre que quieres ser y también la pareja
que quieres ser?

Pedro: Sí, exactamente.

Terapeuta: ¿Podrías imaginarte sentado en casa, teniendo a tu hija en tu regazo? Tal


vez puedas cerrar los ojos, si eso te ayuda a verlo con más claridad. Dime
cuando puedas verlo.

Pedro: Puedo verme, sentado en mi silla favorita en nuestra sala de estar… Pero
es realmente aterrador. ¿Y si la silla está contaminada? He estado sentado
ahí con ropa sin lavar. ¡Me siento muy ansioso!

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Terapeuta: Una advertencia, ¿verdad? ¿Dónde sientes esa sensación ahora?

Pedro: En mi pecho, como dije antes.

Terapeuta: Quiero que notes esa sensación de ansiedad en tu pecho y los


pensamientos de contaminación que surgen. Y, al mismo tiempo, ver a tu
hija en tu regazo. Mira a ver si puedes contactar con ella como el padre
que quieres ser.

Pedro: Sí, lo estoy haciendo. Ella mueve la cabeza y me mira... ¡Es tan dulce!

Terapeuta: ¿Qué se siente al interactuar con ella de esa manera?

Pedro: ¡Fantástico! ¡Estoy tan orgulloso!

Terapeuta: Vale. Permítete experimentar eso. Y mira también si puedes verte a ti


mismo sentado ahí, mirando a tu dulce hija y teniendo esa sensación de
orgullo. (Silencio...) ¿Y la ansiedad?

Pedro: Todavía está ahí, supongo. Menos, pero todavía ahí. ¡Pero mi hija es
mucho más importante!

Terapeuta: ¿Qué pasaría si realmente pudiera ocurrir algo como eso? ¿Qué dirías?

Como cualquier lector familiarizado con la terapia conductual reconocería, el


terapeuta está moviéndose aquí hacia las tareas para casa, de manera similar a lo que a
veces se denomina tratamiento de exposición, usando nuestra tercera estrategia
terapéutica para motivar a Pedro a cambiar su conducta de tal manera que lo ponga en
contacto con funciones augmental apetitivas (en este caso "ser mejor padre y marido").

Comentarios Finales

Las estrategias o principios de tratamiento psicológico que hemos sugerido en este


capítulo no son completamente nuevos o necesariamente distintos de otros modelos de
tratamiento. En primer lugar, cualquier lector familiarizado con la Terapia de
Aceptación y Compromiso (ACT; Hayes, Strosahl, & Wilson, 1999) reconocerá, por
supuesto, la obvia similitud con ella. Esto no debería sorprender, ya que la TMR y ACT

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se desarrollaron conjuntamente. De hecho, nuestra explicación se basa, específicamente,


en intentos anteriores de describir ACT desde una perspectiva explícita de la TMR
(Foody& Barnes-Holmes, 2012; Luciano, Rodríguez, & Gutiérrez, 2004; Luciano y
otros, 2012; Törneke, 2010). Al mismo tiempo, nuestra explicación de la flexibilidad
psicológica no se corresponde exactamente con la explicación más comúnmente
utilizada en ACT. Esta último plantea seis procesos psicológicos que forman el
"hexaflex" (Hayes & Strosahl, 2004), de los cuales emerge la flexibilidad psicológica:
a) defusión,(b) aceptación, (c) contacto con el momento presente, (d) yo-como-contexto,
(e) valores, y (f) acción comprometida.

El motivo de estas explicaciones distintas se centra en los diferentes objetivos de


la TMR y ACT. Aunque el último está muy influenciado por el primero, la TMR es una
teoría con base empírica, que tiene como objetivo proporcionar una explicación
analítico-funcional del lenguaje y la cognición humanos que se someta fácilmente a
análisis experimentales. Como tal, su análisis de procesos como la flexibilidad
psicológica, debe poder ser testado en el laboratorio y ser consistente con los
constructos básicos de la TMR, como los marcos relacionales jerárquico y deíctico. Por
el contrario, ACT es una psicoterapia que los clínicos tienen que aprender y enseñar.
Así que, aunque el "hexaflex" pueda utilizarse para enseñar ACT y, por lo tanto, guiar a
la gente para que actúe de una manera que se ajuste a nuestra definición de flexibilidad
psicológica, no lo encontramos tan útil como una explicación científica básica. En
nuestra opinión, esto es más que un punto pedante ya que, si no construimos una
definición de flexibilidad psicológica con base teórica y empírica, que se someta a un
análisis experimental, nos arriesgamos a no mejorar y desarrollar intervenciones como
ACT. En nuestra opinión, para refinar una intervención, necesitamos entender y trabajar
con los procesos psicológicos básicos, como los que describimos en este capítulo. Véase
el capítulo 18 de este volumen para una discusión relacionada y más extensa de la
relación entre la TMR y ACT.

Nuestra discusión sobre la flexibilidad psicológica también será familiar para


muchos lectores de una orientación conductual general, y probablemente también a los
lectores de otras escuelas de psicoterapia. De hecho, nunca fue nuestra intención
proveer un modelo completamente nuevo de terapia. Más bien, buscamos describir los
principios centrales o estrategias involucradas en el tratamiento de los problemas
psicológicos, centrándonos en lo que creemos que es su proceso central (rigidez

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psicológica), y trabajando para aumentar su opuesto, la flexibilidad psicológica. En el


presente capítulo, hemos usado la TMR como la base conceptual para lograr nuestro
objetivo. A nuestro modo de ver, una de las principales ventajas de hacerlo es que se
establece y, con suerte, mantiene una estrecha relación entre la investigación básica
(experimental) y la aplicación clínica. Y aunque el modelo clínico que surge de esta
relación pueda incluir estrategias y técnicas similares a otros modelos de psicoterapia,
confiamos en que el enfoque que ofrecemos aquí sirva para centrarse en las
características más importantes o efectivas del proceso psicoterapéutico de una manera
única.

NOTAS

1 Deíctico es un término lingüístico que señala el tiempo, espacio o situación


desde la que alguien está actuando. Enmarcar eventos desde una perspectiva se
denomina, por consiguiente, enmarque deíctico.

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