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Máster Universitario en Terapias Psicológicas de

Tercera Generación

Módulo II. Aplicación


Clínica de las Terapias
de Tercera Generación

Terapia de Aceptación y
Compromiso

6ECTS

Dra. Dª. Francisca López


Ríos
Consultora

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Máster Universitario en Terapias
Psicológicas de Tercera Generación

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Universitat Internacional Valenciana / VIU

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En proceso
Máster Universitario en
Terapias Psicológicas de
Tercera Generación

Módulo II. Aplicación Clínica de las Terapias


de Tercera Generación

Psicología Positiva

6ECTS

Dr. D. Carmelo Vázquez Valverde

Universitat Internacional Valenciana


Índice

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................................................... 7
TEMA 1. UNA NOTA SOBRE EL CONTEXTO SOCIAL EN QUE SE CONFIGURAN LOS TRASTORNOS
PSICOLÓGICOS..................................................................................................................................................................... 9
TEMA 2. ALGUNOS APUNTES SOBRE EL COMPORTAMIENTO VERBAL .......................................................... 11
2.1. Conducta gobernada por reglas (brevemente)....................................................................................... 11
2.2. La Teoría de los Marcos Relacionales (RFT). Una reseña ....................................................................... 13
TEMA 3. TRAMPAS PSICOLÓGICAS GENERADAS POR EL LENGUAJE.............................................................. 17
3.1. Contexto de literalidad ..................................................................................................................................... 17
3.2. Contexto de evaluación, de comparación y de categorización ......................................................... 18
3.3. ¿Por qué? Dar razones y entenderlas como causas................................................................................ 19
TEMA 4. MODELO DE PSICOPATOLOGÍA .................................................................................................................. 21
TEMA 5. ACT: ACCEPT, CHOOSE, TAKE ACTION ..................................................................................................... 27
5.1. La terapia ............................................................................................................................................................... 28
5.1.1. Fases de la ACT........................................................................................................................................... 29
5.2. Formulación de un caso desde ACT............................................................................................................. 53
BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................................................................................................... 56
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LEYENDA

Glosario
Términos cuya definición correspondiente está en el apartado “Glosario”.

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Terapia de Aceptación y Compromiso


Dra. Dª. Francisca López Ríos

Introducción

El abordaje terapéutico de los trastornos psicológicos ha evolucionado de forma muy significativa


en las dos últimas décadas, tanto en lo científico (generando y poniendo a prueba metódicamente
nuevas formas de conceptuar y abordar los problemas psicopatológicos) como en la consideración
de los problemas humanos y del ser humano desde un punto de vista filosófico, histórico-cultural y
humanista. De este modo, concibiendo a la persona como esencialmente capaz (de tener una vida
con sentido), una importante parte de la investigación se ha dirigido a conocer el modo en que se
generan los problemas psicológicos desde el análisis del contexto (histórico-cultural) en que dichos
problemas se forman y se muestran, con el rigor que permiten los diseños metodológicos con que
contamos y con la parsimonia propia de una disciplina que trata de comprender a la persona para
poder ayudar a cada persona.

En este contexto de nuevos tratamientos psicológicos situamos a la Terapia de Aceptación y


Compromiso (en adelante ACT), cuyo manual de tratamiento se publicó en 1999 (Hayes, Srosahl y
Wilson, 1999). Se trata de una terapia completa y compleja que aborda los trastornos psicológicos
desde el conductismo skinneriano y postskinneriano, es decir, con base en la Teoría de los Marcos
Relacionales (en adelante, RFT) (Hayes, Barnes-Holmes y Roche, 2001). Esta Teoría trata
comprender el comportamiento verbal, en tanto que simbólico y generativo, así como el poder del

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lenguaje sobre el resto del comportamiento humano. Para ello cuenta con un amplísimo bagaje
experimental basado en análogos del comportamiento verbal, a través del cual se muestra cómo se
forman las relaciones verbales, cuáles son sus propiedades, cómo tales relaciones ejercen control
sobre lo que las personas hacen, cómo se transforman las funciones de las relaciones de estímulo
derivadas, etcétera, y cómo el tipo de relaciones de estímulo derivadas pueden llegar a generar
sufrimiento psicológico. Es por ello que parte de este manuscrito se dedica a exponer algunos
conceptos básicos de la RFT y sus implicaciones en el desarrollo de los trastornos psicológicos y en
la fundamentación de las técnicas de intervención desarrolladas para su tratamiento.

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Tema 1

Una nota sobre el contexto social en que se


configuran los trastornos psicológicos

En las últimas décadas la salud mental ha pasado a primer plano del sistema sanitario e incluso
mediático. Depresión, ansiedad, esquizofrenia, adicción, trastornos de personalidad, son términos
que han traspasado el plano técnico de diagnóstico al lenguaje cotidiano de modo que
profesionales no especialistas en el tema de la salud mental aplican estos términos y los términos
mismos han acabado siendo realidades al margen de la persona calificada con alguno de ellos (o
varios). Con ello se habla de enfermedades mentales concretas con tratamientos concretos
(básicamente farmacológicos), lo que en caso de los pacientes, clientes o usuarios de los servicios
ha acabado por generar relaciones del tipo yo me siento mal, estoy triste y abatido/a, no puedo
seguir adelante, tengo depresión, estoy enfermo/a…

Todos nosotros tenemos momentos o periodos de aflicción, periodos o momentos exultantes,


periodos en que creemos que el mundo se ha organizado para amargarnos la vida, periodos de
gran actividad y periodos de actividad ralentizada, periodos en que nos sentimos capaces de
abordar nuevos objetivos y retos y periodos en que nos conformamos con mantenernos a flote. De

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algún modo podemos decir que, tanto el sufrimiento como su impermanencia, forman parte de la
condición humana.

Esto es así para todas y todos nosotros. Sin embargo, hay muchas personas que se ven atrapadas
de forma persistente en el malestar y en la incapacidad, construyen presentes y futuros
inmanejables y entran en una espiral de sufrimiento que acaba convirtiéndose en el eje de sus
vidas. Todo lo que hacen tiene como misión acabar con dicho malestar. Pero el sufrimiento no se
acaba. Y en ese afán por huir de los pensamientos, sentimientos, reacciones corporales, más
pensamientos, más emociones que nos resultan insoportables desarrollan(mos) patrones
depresivos, ansiógenos, evitativos, dependientes, adictivos, esquizotípicos, paranoicos, etcétera.

Pongamos por caso:

“No sé qué me pasa, me siento fatal, no consigo salir de esto, si la vida va a ser así día tras día
no merece la pena, esto no es para mí, no puedo seguir adelante, todos me ha fallado, o
mejor dicho, yo he fallado… los demás tienen vida, son felices, consiguen lo que se
proponen, yo no…”

Este discurso puede pertenecer a una persona que tiene un momento de aflicción por algún
acontecimiento o serie de acontecimientos que le hayan ocurrido. También puede pertenecer a
alguien que minutos después consume una mortal dosis de fármacos, en tanto que ha llegado a la
convicción de que la única forma de acabar con el abatimiento, la única salida que encuentra para
su sufrimiento, es poner fin a su vida.

En estas pocas frases la persona reflexiona sobre sí misma, se juzga, se compara, establece
relaciones del tipo “para poder seguir viviendo primero tengo que acabar con la angustia”,
etcétera. Está atrapada bajo el poder del lenguaje. En las siguientes líneas se exponen brevemente
algunos de los principales conceptos de la RFT con objeto de facilitar la comprensión del desarrollo
de los trastornos psicológicos y la fundamentación de ACT, como terapia de elección en muchos de
ellos.

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Tema 2

Algunos apuntes sobre el comportamiento verbal

En el Análisis de Conducta (Skinner, 1969) tradicionalmente se ha diferenciado entre aprendizaje


por experiencia directa y aprendizaje por reglas. En el primer caso se trata de aprendizaje a través
de un proceso de moldeamiento por contingencias directas o aproximaciones sucesivas a la
conducta objetivo. Es una forma de aprendizaje muy útil y muy lento que se produce tanto en
sujetos humanos como en sujetos no humanos. Por otro lado, el aprendizaje a través del
seguimiento de reglas se establece a través del reforzamiento de la correspondencia entre el
comportamiento descrito en la regla o instrucción y el comportamiento llevado a cabo por el
sujeto. Nos detenemos algo más en este tipo de aprendizaje en el siguiente epígrafe.

2.1. Conducta gobernada por reglas (brevemente)


El aprendizaje a través del seguimiento de reglas es muy útil en tanto que es mucho más rápido y
además permite evitar exponerse a contingencias peligrosas, o a procesos de moldeamiento
arduos o ineficaces dadas contingencias muy sutiles (difíciles de discriminar para el sujeto). (Para
un análisis profundo del comportamiento gobernado por reglas ver Hayes, 1989).

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No obstante, el comportamiento gobernado por reglas también tiene condiciones y riesgos. En


primer lugar es necesario que hablante y oyente sean verbales y compartan significados. En
segundo lugar, el comportamiento que se adquiere a través del seguimiento de reglas o
instrucciones puede ser menos sensible al cambio en las contingencias que se producen al seguir
la regla, es decir, el comportamiento de seguimiento de dicha regla puede persistir a pesar de que
el resultado de dicho seguimiento se modifique. En otras palabras, es un tipo de comportamiento
más “inflexible”. Este aspecto tiene su traducción en la psicopatología en el sentido de que hay
patrones de comportamiento que persisten a pesar de que producen consecuencias indeseables
para la persona.

Existen diferentes tipos de reglas según el tipo de consecuencias que mantienen su seguimiento.
En primer lugar está el pliance, que consiste en el seguimiento de reglas cuyas consecuencias
están mediadas socialmente: por ejemplo, si una madre le dice a su hijo, bébete este vaso de agua, el
hijo puede seguir la instrucción para obtener el refuerzo (en forma de caricias, reconocimiento) de
su madre, no porque tenga sed. Este es el primer tipo de reglas que se adquiere a lo largo del
desarrollo y su función es recibir reforzamiento por seguir instrucciones, es decir, establecer el
seguimiento de instrucciones como una operante generalizada. No obstante, las contingencias
implicadas en el pliance son arbitrarias, con lo que el cambio en las consecuencias propias de
seguir la regla no implica cambio en el comportamiento de seguimiento, con lo que puede
constituir la base de patrones de comportamiento “rígido” o “inflexible”.

El segundo tipo de comportamiento de seguimiento de reglas es el tracking. En este caso, se trata


de comportamiento de seguimiento de reglas reforzado por las consecuencias naturales de seguir
la regla (sean sociales o no). En tanto que son las consecuencias propias del seguimiento las que
mantienen dicho patrón, si las consecuencias cambian, el comportamiento de seguimiento de la
regla se modificará en función de las nuevas contingencias, es decir, diríamos que es un tipo de
comportamiento “sensible a las contingencias” o “flexible”. Siguiendo con el ejemplo anterior, el
niño bebería para quitarse la sed o refrescarse y ésta sería la consecuencia que reforzaría el
seguimiento de la instrucción, no las consecuencias sociales (si las hubiere, del mismo).

El tercer tipo de comportamiento gobernado por reglas se denomina augmenting. En este caso se
trata del seguimiento de reglas en las que se modifica la función de las consecuencias. Cuando el
cambio implica ensalzar las características de las consecuencias del seguimiento se denomina
augmenting motivador. Un ejemplo de ello sería ir al médico señalando que se trata de un
especialista de sumo prestigio, o ir a un restaurante que nos han recomendado por su reconocida
calidad. Cuando el augmenting extiende sus funciones a nuevos eventos se denominan
formativos. Esto es, las consecuencias reforzantes del seguimiento de unas reglas o instrucciones
se transfieren al seguimiento de otras reglas. Así por ejemplo, si compartir es ser solidario y ser
solidario es positivo (ser calificado de solidario es reforzante), dicho tipo de consecuencias
funcionará como reforzador del seguimiento de reglas que impliquen “ser solidario”. En este caso,
el augmenting permite mantener el control del comportamiento a través de contingencias muy
demoradas, abstractas o desconocidas a través de la experiencia directa.

Todos los tipos de reglas y su seguimiento son sumamente útiles en el sentido de que nos
permiten aprender nuevos comportamientos y persistir en algunos de ellos cuyas consecuencias
son muy demoradas, sin tener que exponernos a consecuencias potencialmente peligrosas, ni a

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tediosos procesos de moldeamiento. Ahora bien, el seguimiento de reglas también puede generar
problemas. Por ejemplo, cuando el comportamiento de una persona (o una importante parte del
mismo) está basado en el seguimiento de reglas establecidas históricamente a través de
reforzamiento social (por ejemplo, reglas de tipo moral) puede que no discrimine las
consecuencias negativas (si las hubiere) para su vida que pudieran derivarse de dicha adhesión
normativa. Es decir, sería insensible a las contingencias del seguimiento de las reglas. La
insensibilidad correlaciona con la “rigidez psicológica”. Este aspecto tiene repercusiones en la
terapia dado que el/la paciente puede seguir las instrucciones del/la terapeuta únicamente por
complacerle, o contradecirle (en caso de resistencia), sin que el seguimiento quede bajo control de
contingencias naturales que la persona considera positivas.

Por otro lado, en el caso de los tracks, hay dos fuentes principales de problemas. En primer lugar
cuando se intenta aprender siguiendo instrucciones o reglas comportamientos que sólo pueden
aprenderse por moldeamiento (como, por ejemplo, conducir). La otra fuente de problemas surge
cuando se establecen reglas o relaciones inadecuadas y el comportamiento de seguimiento queda
alineado con el contenido de la regla. Un ejemplo sería, “no puedo ser feliz si nadie me quiere” o
“tengo que conseguir un aspecto perfecto para buscar trabajo”. En el caso de la psicopatología son
especialmente relevantes los tracking relacionados con eventos internos (pensamientos,
emociones, etcétera), como, por ejemplo, “hasta que no se me quite la ansiedad no podré salir de
casa”.

En el caso de los augmenting, los principales problemas pueden venir dados cuando se liga una
meta de proceso a una meta de resultado como condición, sin que sea correcta dicha relación. Un
ejemplo serían afirmaciones del tipo “hay que dejar de sufrir para poder ser feliz”. En este caso los
esfuerzos se dedican a dejar de sufrir, no hacia la meta final.

2.2. La Teoría de los Marcos Relacionales (RFT). Una reseña


La RFT es una aproximación al estudio del lenguaje y la cognición humana manteniendo los
principios del análisis de conducta. En este contexto se considera que gran parte de las
capacidades humanas (la lógica, la creatividad, la abstracción, la solución de problemas, la
predicción de futuro, etcétera) vienen dadas en tanto que somos seres verbales, es decir, gracias al
lenguaje hemos alcanzado los niveles de desarrollo que conocemos en amplias facetas de la vida
social, cultural y científico-tecnológica. Se trata de una característica humana, no compartida por
otros seres vivos. Sin embargo “la miseria humana puede ser entendida sólo en el contexto de los
logros humanos, porque ambas comparten la misma fuente: la actividad humana simbólica…por
ello debemos aprender a usar el lenguaje sin ser consumidos por él” (Hayes, et. al. 1999, pág. 11-
12). En otras palabras, el lenguaje también es la fuente de sufrimiento humano ya que nos permite
establecer metas inalcanzables, juzgarnos como incapaces, construir futuros desoladores, y así un
largo etcétera posibilidades de sufrimiento. Tanto es así que como afirman diversas religiones y
tradiciones espirituales: el sufrimiento forma parte de la condición humana.

Exponemos muy brevemente algunos conceptos y hallazgos básicos de la RFT y emplazamos al


lector a Hayes et. al. (2001) para un conocimiento y compresión más amplios de esta Teoría.

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Desde la RFT se entiende que un estímulo es verbal cuando forma parte de un marco de relaciones,
es decir, cuando adquiere sus funciones (significado) por su relación con otros eventos (con los que
no comparte propiedades formales o topográficas). Ilustramos con un ejemplo:

Ejemplo
“cuando oímos el sonido “gato” (A), señalamos la palabra gato escrita (B), señalamos el
dibujo de un gato (C). De este modo, la palabra gato no es un sonido, sino que
respondemos a la palabra en función de su significado, y éste viene dado por la relación
entre el sonido y los demás estímulos. Cuando establecemos la relación entre el sonido, la
palabra escrita y el dibujo emergen otras relaciones que no han sido entrenadas
directamente”. A estas relaciones se les denomina relaciones de estímulo derivadas. (Ver
figura 1).

Figura 1. Forma en la que las relaciones de estímulo derivadas establecen significado literal. Las líneas continuas corresponden
a las relaciones entrenadas, las discontinuas corresponden a las relaciones derivadas. ((Hayes, Strosahl y Wilson, 1999; pág. 38).

Cuando se establecen las relaciones directas, las relaciones inversas emergen (relaciones
simétricas) sin necesidad de entrenamiento directo, así como las relaciones transitivas y sus
inversas (relaciones de equivalencia). Éstas serían las relaciones básicas, es decir, las relaciones
simétricas y de equivalencia serían relaciones de estímulo derivadas y formarían una clase de
estímulos funcionalmente equivalentes, es decir, equivalen en sus significados.

Las relaciones de estímulo derivadas pueden ser de muchos tipos, (igual o equivalente a, mas-
menos, antes-después, si-entonces, de comparación, de diferencia, de oposición, etcétera). De esta
forma gato adquiere más significados por su participación en redes relacionales más extensas, por
ejemplo sería opuesto a perro, equivalente a felino, etcétera. De este modo la conducta verbal es
comportamiento relacional que a su vez es una clase conductual operante, es decir, una vez que se
establece una relación a través del reforzamiento de varios ejemplos, la persona establecerá este
tipo de relaciones a la mínima oportunidad.

El comportamiento relacional tiene tres propiedades: 1) implicación mutua: si A queda


relacionado con B en algún sentido, ello su pone que B queda relacionado con A en ese contexto:
2) Estas relaciones muestran implicación combinatoria: si A queda relacionado con B y B queda

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relacionado con C, ello supone algún tipo de relación entre A y C en dicho contexto; 3) tales
relaciones pueden transformar las funciones de estímulo entre estímulos relacionados. Por
ejemplo, si decimos “María es guapa y simpática” como los adjetivos guapa y simpática tienen
funciones positivas (de reforzamiento positivo), María adquiere una función positiva al estar en
relación de equivalencia con los otros elementos. A su vez podemos decir “las personas guapas
son caprichosas” (y caprichoso tiene una función aversiva). Si ponemos en contacto esta última
relación con la anterior, las funciones de María se transformarían. Hay que señalar que el tipo de
relación que opera en cada momento viene dada por claves contextuales (por ejemplo, en María es
guapa y simpática, la clave contextual que indica el tipo de relación que opera sería “es” y por tanto
estamos ante una relación de coordinación o equivalencia.

Es importante destacar que una vez derivada una relación, es imposible romperla, podemos
transformar sus funciones, debilitarla, pero el comportamiento relacional es aditivo no sustractivo.

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Tema 3

Trampas psicológicas generadas por el lenguaje

Como se ha señalado más arriba el lenguaje es una importante fuente de sufrimiento psicológico,
en tanto que derivamos relaciones de estímulo que suponen barreras para el desarrollo de una
vida con sentido. En las siguientes líneas describimos más detenidamente a qué llamamos trampas
del lenguaje o contextos verbales cuya función psicológica implica perpetuar patrones de
comportamiento psicopatológicos. Un análisis más extenso de las trampas del lenguaje puede
encontrarse en Hayes, Barnes-Holmes y Roche (2001), Hayes, Strosahl y Wilson (1999) o Gómez,
López-Ríos y Manjón (2007).

3.1. Contexto de literalidad


A través del lenguaje construimos realidades psicológicas, es decir, podemos describir algo que no
está presente y podemos comportarnos como si estuviera presente (relación de coordinación entre
el evento y la descripción del evento). Podemos imaginarnos un fin de semana estupendo y
sentirnos bien por ello, también podemos prever un fin de semana con riesgos o incertidumbres y
sentir miedo. Del mismo modo que el evento y su descripción tienen funciones equivalentes, las
emociones (y su descripción) se relacionan bidireccionalmente con el evento, lo que supone que

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ante un sentimiento que se ha producido en una situación concreta, evocamos otras situaciones
en las que dicho sentimiento estuvo presente, y dichas situaciones quedarían relacionadas a través
de dicha emoción.

Cuando hablamos de literalidad al contenido cognitivo nos referimos al comportamiento de


adhesión a relaciones de estímulo derivadas, es decir, a sentencias, reglas, etcétera, que conforman
el contenido de nuestro pensamiento. Si por ejemplo, ante la relación (instruida o derivada) “un
hijo siempre debe querer a sus padres”, si se produce una situación de conflicto en que un chico se
enfada con sus padres y siente rabia o desapego, la aparición de ese sentimiento podría ir seguida
de la aparición del sentimiento de culpabilidad, es decir, “tengo un sentimiento que no debería
tener”, “no soy un buen hijo”, “quizás soy una mala persona”, etcétera, “debería hacer algo para
demostrar que no soy un mal hijo”. Todas las relaciones de estímulo derivadas sobre sí mismo
pueden tener la función de controlar el comportamiento en la dirección de “pagar su culpa” para
revertir su malestar. En este contexto se dice que la persona tiene una excesiva literalidad al
contenido cognitivo, es decir, su pensamiento rige su comportamiento en sentido amplio,
independientemente de cuáles sean las consecuencias de dicha “coherencia”. Es decir, la persona
se ha distanciado de su experiencia como guía de conducta en el sentido rogeriano de la palabra
(“pueden ocurrir situaciones conflictivas con los padres y seguirles queriendo”, si se mira con
perspectiva la historia de relaciones entre el chico y sus padres), de modo que las relaciones de
estimulo derivadas controlan la conducta del sujeto, cuya función en este contexto es sentirse
mejor. Por ello, debilitar las funciones literales del lenguaje no es otra cosa que debilitar marcos
relacionales en contextos específicos. (Hayes et al. 1999, pp. 42).

Por tanto, cuando se habla de literalidad al contenido cognitivo se trata de correspondencia entre
dicho contenido y el resto del comportamiento de la persona, independientemente de las
consecuencias que dicho control instruccional pueda tener sobre su vida. Otro ejemplo sería “hasta
que no se me quite esto (en referencia a la sensación de malestar) y esté bien no voy a poder hacer
lo que quiero”. Si la persona muestra literalidad a este contenido, posiblemente paralice su vida,
pierda motivación, habilidad, reconocimiento, etcétera, posiblemente desarrolle patrones de tipo
depresivo, en tanto que ha establecido una condición que actúa como barrera de su conducta.

3.2. Contexto de evaluación, de comparación y de categorización


Si la bidireccionalidad del lenguaje supone que la descripción sobre el hecho tiene las mismas
funciones que el hecho mismo, cambios en las funciones de la descripción implica transformación
de las funciones del hecho mismo. Esta cuestión tiene importantes repercusiones ya que una vez
valoramos los hechos, nos relacionamos con lo ocurrido según su valoración. Así, por ejemplo, si
un profesor califica un examen de un alumno con una nota que no esperaba, y el alumno califica al
profesor como injusto, es muy probable que a partir de ese momento se relacione con dicho
profesor como con alguien injusto (de juicio inapropiado, que no es de fiar, etcétera).

Por otro lado, al categorizar eventos, establecemos relaciones de coordinación entre los elementos
que configuran una clase funcional. Los elementos de una clase comparten significados y se
relacionan verbalmente con otros eventos en contextos de comparación, oposición, etcétera, que
dividen y simplifican la realidad. Una vez adquirida la capacidad de formar categorías como
relaciones derivadas, lo hacemos constantemente, ya que esto facilita discriminar el

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comportamiento adecuado en el contexto en que nos encontramos. Por ejemplo, si categorizamos


a una persona como “funcionario” y le atribuimos funciones aversivas, podremos predecir el
comportamiento de cualquiera que pertenezca a la categoría.

Lo mismo ocurre con nosotros mismos. Conocernos a nosotros mismos nos es muy útil en tanto
que nos permite discriminar y predecir nuestro comportamiento dadas determinadas condiciones.
Sin embargo, conocernos puede significar evaluarnos y compararnos hasta el punto de
relacionarnos con el mundo según nos hemos configurado o evaluado. Podemos considerarnos
inútiles, incapaces o poco merecedores de…y mostrar un patrón de comportamiento inhibido, sin
iniciativa. Además, podemos luchar contra tales pensamientos (o sentimientos o recuerdos) en
tanto que aversivos. Ser conscientes de experiencias privadas aversivas es la consecuencia natural
del lenguaje. Y todo ello sin diferenciar el contenido de lo que pensamos del proceso de
pensamiento, es decir, “yo en estas condiciones tengo este pensamiento” que permitiría
diferenciar el contenido del pensamiento dadas unas condiciones, el proceso de pensar y la
persona que en ese momento y contexto tiene ese pensamiento. Sin embargo, lo habitual y es que
la persona establezca la relación “yo soy…” y quede fusionada con dicha relación, o lo que es lo
mismo, dicha relación permite derivar otras del tipo “si…entonces” controlando el
comportamiento de la persona. Por ejemplo, si una chica establece la relación “yo no soy atractiva,
las personas no atractivas no son estimadas, las personas poco atractivas son rechazadas, si intento
relacionarme posiblemente seré rechazada”. Este contenido cognitivo puede estar presente en una
persona que evita situaciones sociales por temor a ser rechazada con lo que renuncia a una
importante faceta vital: establecer relaciones de intimidad con otras personas.

3.3. ¿Por qué? Dar razones y entenderlas como causas


Tener una explicación de lo que ocurre nos ha permitido controlar gran cantidad de fenómenos.
De hecho, observar secuencias de acontecimientos y otras condiciones presentes cuando se
produce un fenómeno, un cambio, han sido pasos importantes para predecir, controlar e incluso
producir dicho fenómeno. Esta lógica ha querido ser transferida culturalmente a los fenómenos
psicológicos. Responder a “¿por qué? me siento, pienso, soy, hago, tengo, etcétera, lleva con
mucha probabilidad a establecer fenómenos privados como causas (pensamientos, sentimientos,
…), en tanto que muchas veces no hemos tenido acceso a la secuencia de acontecimientos que
nos daría cuenta de las posibles “razones” (Skinner, 1974), no hemos tenido acceso a la historia de
la persona. Es decir, establecemos razones internas para explicar nuestra situación y les atribuimos
la función causa: “como me he enfadado te he agredido” pasa a ser “te he agredido porque me
enfadé”.

Establecer este tipo de relaciones está muy reforzado culturalmente ya que la comunidad puede
tener sensación de control sobre lo que ocurre, en este caso una agresión, ya que tiene una causa
que juzgar como “coherente” o “razonable” o no. Es decir, como lo más fácil de observar en el
momento que hacemos algo son las respuestas emocionales previas, es fácil atribuir estados
internos como causa final de una parte importante de nuestro comportamiento. Obviamente esta
relación entre eventos internos y comportamiento abierto forma parte del repertorio de relaciones
derivadas que rigen nuestro comportamiento, de modo que como la relación y el comportamiento
tienen vinculación mutua, podemos acabar fusionándonos al contenido de dicha relación. De esta
forma si entendemos que enfadarse provoca agredir o si la tristeza impide levantarse, o si recordar

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produce dolor y beber me ayuda a no recordar, etcétera, y nuestro comportamiento se fusiona con
tales sentencias o relaciones, dirigiremos nuestros esfuerzos a alterar dichos sentimientos,
emociones o pensamientos.

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Tema 4

Modelo de Psicopatología

Si entendemos por mente el repertorio público y privado de las actividades verbales de un


individuo, la mayor parte del sufrimiento humano es traído por la mente, esto es, una gran parte de
la psicopatología es desorden mental.

Prácticamente toda nuestra experiencia, incluida la que tiene un origen no verbal, se torna verbal,
al menos en parte, y tiende a abarcar toda forma de actividad. De este modo nos pasamos de la
mañana a la noche comportándonos relacionalmente, esto es, describiendo, categorizando,
relacionando, evaluando, etcétera, hasta el punto que nuestro comportamiento está más regido
por nuestras relaciones de estímulo derivadas que por nuestra experiencia.

Desde el punto de vista de ACT “el problema no es lo que se piensa, sino el pensamiento en sí (el
proceso), y el hecho de que la comunidad verbal apoya excesivamente la regulación conductual a
través del lenguaje” (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999, pág. 49). De esta forma, en los modelos más
cognitivos el centro de atención serían los contenidos del pensamiento y la lógica prevalente
pasaría inducir un cambio en tales contenidos: “no pienses esto sino esto otro”. Esto supone,
siempre desde una perspectiva de ACT, añadir nuevas relaciones a las ya existentes, o lo que es lo
mismo, perpetuar y potenciar el control del pensamiento sobre nuestra conducta.

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Teniendo en cuenta lo anterior y dadas las propiedades de implicación mutua, implicación


combinatoria y transformación de funciones de los marcos relacionales, al evaluar nuestros
pensamientos, sentimientos y recuerdos como dolorosos, angustiosos, etcétera, las sensaciones
que nos producen adquieren funciones aversivas, lo que supone que se transforman en algo contra
lo que luchar. Podemos acabar estableciendo relaciones causales entre ambos eventos “me siento
mal porque pienso cómo me trató mi padre”, “me siento mal por cómo me trató mi padre”. En este
contexto parece “lógico” hacer lo posible por acabar con tales pensamientos y sentimientos. Sin
embargo, esta lógica acaba convirtiéndose en una importante fuente de sufrimiento ya que las
estrategias adoptadas para terminar con los pensamientos, sentimientos, etcétera, son en sí
mismas problemáticas: “tomando una copa me sentiré mejor”, “si no salgo de casa no tendré un
ataque”. Si tenemos en cuenta la insensibilidad o rigidez del comportamiento gobernado por
reglas, estas conductas prevalecerán a pesar de las consecuencias adversas a medio y largo plazo.

Cuando una persona acude a terapia, no sólo tiene un problema, si no que cree que el problema
está causado por esto o esto otro, o que necesitan resolver sus problemas haciendo algo. De
alguna manera, la lógica que se aplica a los problemas (incluidos los psicológicos) estaría
compuesta por 5 tipos de relaciones (ver figura 2) que en resumen quedarían como sigue: los
problemas humanos tienen causas, cuando exploramos analíticamente dichas causas encontramos
las razones de dichos problemas, tales razones se convierten en buenas causas (lógicas,
culturalmente aceptables). Si encontramos sentimientos y pensamientos que correlacionan con el
problema, los entenderemos como buenas razones y, por tanto, los sentimientos y pensamientos
serán aceptados como causas del problema. Una vez que tenemos la causa, la función de la terapia
o de cualquier otro tipo de estrategia de solución del problema será controlar las causas, o lo que
sería lo mismo, controlar los pensamientos, sentimientos, etcétera, que hemos establecido como
causas.

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Figura 2. Lógica aplicada a los problemas psicológicos, que constituye el sistema que atrapa a las personas y les impide llevar a
cabo una vida con sentido.

Desde un punto de vista de ACT, las estrategias para eliminar los pensamientos (conductas de
evitación de eventos privados aversivos), fortalecen la función regulatoria de tales sentimientos y
pensamientos, es decir, éstos serían el contexto que especifica las conductas de evitación de tales
sentimientos y pensamientos. De esta forma, considerar los sentimientos y pensamientos como un
problema, es parte del problema. Más aún, las soluciones traídas para resolver el problema de los
sentimientos y pensamientos, también se convierten en parte del problema.

El concepto clave es el de “evitación experiencial” (EE) (Bach & Moran, 2008; Hayes & Gifford, 1997)
que se refiere a cuando una persona no está dispuesta a tener contacto con sus experiencias
privadas y se comporta para alterar la forma o frecuencia de dichas experiencias y de los contextos
que las ocasionan. Dada la bidireccionalidad del lenguaje, las cualidades aversivas de un evento se
trasfieren a la descripción del evento y a otras reacciones relacionadas con dicho evento. De este
modo y valga como ejemplo, “la ansiedad no es una mera respuesta emocional que aparece ante
un estímulo aversivo, la ansiedad es una categoría verbal evaluativa altamente aversiva, que se
relaciona y transforma la funciones de un gran número de eventos externos” (Hayes, et. al, 1999,
pág. 59). De hecho en la investigación sobre aprendizaje animal no encontramos patrones de
evitación de las reacciones de ansiedad a estímulos aversivos, encontramos evitación de los
propios estímulos aversivos y a aquellos estímulos inicialmente neutros que los preceden.

Todo ello supone que en la agenda de los clientes el objetivo principal sea controlar y reducir sus
sentimientos y/o pensamientos (depresivos, ansiosos, de culpa, etcétera) y es importante destacar
que en muchos casos la terapia no hace más que aliarse con el cliente para lograr dichos objetivos,

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lo que no hace sino fortalecer la lucha contra los eventos internos aversivos y potenciar los
comportamientos que los eliminan. Tanto es así, que dada la bidireccionalidad del lenguaje, parece
que la “maldad” de las emociones o pensamientos a evitar es inherente a tales emociones o
pensamientos y no producto de nuestra evaluación o juicio sobre los mismos. Sin embargo, esta
lucha para no sentirnos mal o no tener pensamientos desoladores puede llegar a producir efectos
psicológicos devastadores.

Paradójicamente, los intentos por suprimir sensaciones o pensamientos aversivos aumentan la


persistencia de tales sensaciones o pensamientos, al menos a medio plazo, es decir, al tratar se
suprimir los pensamientos se produce una suerte de efecto rebote (Wegner, Schneider, Carter y
White,1987; Wenlaff y Wegner, 2000), en otras palabras, aumenta la frecuencia de tales
pensamiento ya que forman parte de nuevas redes relacionales, ya que sus funciones se
extienden. Además, la evitación experiencial es un ejemplo de comportamiento gobernado por
reglas, y las personas que usan este tipo de reglas como estilo o tendencia general de respuesta
tienen más probabilidad de sufrir, en tanto que el comportamiento que rigen es muy persistente.
Tanto es así que existen estudios que dan cuenta de los efectos de la supresión de pensamientos
sobre los trastornos disociativos (Giesbrecht, Merckeback y Smeets, 2006), sobre el dolor (Gilliam,
Burnes, Quoitana et al., 2010); en la depresión depresión (Vand der Does, 2005; Wenzlaff y Luxrton,
2003), entre otros muchos. En resumen, podemos afirmar que las estrategias de afrontamiento
centradas en la emoción y la evitación (Lazarus y Folkman, 1984) predicen resultados negativas en
múltiples trastornos.

Lo dicho implica que evitar las experiencias internas que han sido calificadas como aversivas se
sitúa a la base de los patrones psicopatológicos de comportamiento. Por el contrario, estar
dispuesto, estar abierto a contactar con dichas experiencias es el mejor predictor para obtener
buenos resultados terapéuticos, es decir, la clave estaría en aceptar tales eventos y experimentarlos
sin tratar de alterarlos, tal y como propone el modelo psicoterapéutico de ACT.

Siguiendo de modo casi literal a Hayes, Stroshal y Wilson (1999), si nuestras reacciones son nuestra
historia, y nuestras reacciones son nuestro enemigo, al no poder cambiar nuestra historia tratamos
de modificar nuestras reacciones distorsionando nuestras vidas, en la dirección de no tener
contacto con nuestra propia historia. Sin embargo, si estamos en contacto con nuestra propia
historia podemos alterar nuestra conducta futura y hacernos sensibles a las consecuencias de
nuestros propios actos. Podemos aprender. Desde ACT lo importante es notar y aprovechar la
riqueza de nuestras reacciones condicionadas, y con ellas, seguir las direcciones valiosas de nuestra
vida. Las personas se identifican con el contenido y proceso de su vida mental. Desenredar a las
personas de sus mentes es uno de los objetivos de ACT. Por ello es útil tratar la mente como si fuera
una entidad independiente, de forma la persona pueda identificar y distanciarse de la hegemonía
de su actividad.

Los pacientes pasan mucho tiempo evaluando su estado, si son felices, si han fracasado en la vida o
han tenido éxito, etcétera. Se esfuerzan por controlar su estado psicológico, por estar tranquilos, y
en el intento pierden el control de su propia vida. Todas las experiencias tienen un “pero”, una
evaluación que las infravalora o las distorsiona, su impacto se magnifica por la constante actividad
verbal que las envuelve, lo que las hace estar constantemente presentes. Por todo ello el problema
de muchos clientes se identifica como FEAR: fusión, evaluación, evitación (avoidance) y razones.

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Cuando se habla de fusión cognitiva, entendemos que los pensamientos y reacciones emocionales
de la persona forman parte de su identidad. Sigue literalmente las instrucciones de su
pensamiento, y trata de evitar los pensamientos y emociones aversivos en aras a situarse en un
estado psicológico más saludable, sin tener en cuenta que también los sentimientos y
pensamientos negativos forman parte de su salud. Cuando tratan de eliminarlos, éstos aumentan
su frecuencia, intensidad, duración y poder de regulación conductual. Sin embargo, si aceptamos
que un pensamiento es un pensamiento y un sentimiento es un sentimiento, se abre una gama de
posibilidades. Entre ellas, la posibilidad de percatarnos de los procesos de pensar y sentir, de las
condiciones con que se relacionan 1. En términos metafóricos, sería algo como notar que si la
realidad tiene color, es porque nos hemos puesto gafas de color para observarla. En este sentido la
fusión cognitiva es una de las fuentes de psicopatología y la de-fusión uno de los objetivos de ACT,
en tanto que trata de debilitar las relaciones verbales derivadas que controlan parte del
comportamiento de la persona con consecuencias negativas para su vida a medio plazo.

En el caso de la evaluación, como se mencionó párrafos atrás, gracias a la bidireccionalidad del


lenguaje, cuando evaluamos un hecho, sea éste observable o privado, nos relacionamos con el
hecho a través de su evaluación. Si describimos nuestras emociones constantemente, cada vez
somos más finos en diferenciarlas, en discriminarlas, lo que supone que cada vez tenemos más
eventos internos contra los que luchar, en tanto que cada uno de ellos ha sido evaluado como
negativo. ACT trata de debilitar el poder de las evaluaciones reduciendo el dominio del lenguaje,
tratando de desligar el fenómeno de su calificación.

Como también se ha mencionado, evitar los eventos aversivos internos es el camino más corto
para reducir, al menos de forma inmediata, el dolor. Sin embargo, desde ACT se trata de disminuir
la evitación potenciando la aceptación, disminuyendo la literalidad del lenguaje a través de su
relación con las consecuencias a largo plazo de seguir tales reglas.

Todo lo anterior, la fusión, la evaluación y la evitación, permite establecer marcos relacionales


coherentes, es decir, proporcionamos razones para pensar lo que pensamos y hacer lo que
hacemos, a pesar de sus consecuencias, a través de una lógica razonada muy potenciada por la
cultura. Y hacemos de esas razones las causas de nuestro comportamiento. De este modo cerramos
el círculo de los patrones reiterados de evitación, como si fueran el único comportamiento posible.
Desde ACT se trata de debilitar el patrón de dar razones como un patrón más de evitación que
actúa de barrera para comportarse en la dirección vital elegida por el paciente.

1
Por ejemplo, cuando identificamos un olor que estuvo presente en momentos agradables de la infancia, como el olor a pan recién
hecho, evocamos recuerdos de escenas o acontecimientos que tenemos relacionados con ese olor. Es decir, si queremos controlar los
recuerdos tenemos que controlar las condiciones en que tales recuerdos aparecen (en este caso el olor, pero no sólo), lo que hace
nuestra vida más reducida. Por otro lado, también podemos identificar las condiciones que evocan recuerdos (evaluados como positivos
o como negativos) y decir “cuando hay este olor aparece un pensamiento sobre …”

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Tema 5

ACT: Accept, choose, take action

A modo de resumen o de introducción a la descripción de la ACT, valga esta especie de declaración


de principios:

Los pensamientos y los sentimientos son importantes pero no tienen que determinar lo que
haremos. El comportamiento alternativo a la evitación es la aceptación, es decir, recibir o
tomar lo que sucede en nuestro interior, ya sea un pensamiento, un sentimiento, una
sensación desconocida hasta el momento, un recuerdo, etcétera. Para ello, es necesario que
el paciente esté dispuesto a abandonar la agenda de cambio que trae a terapia y a activar el
proceso de sentir los sentimientos como sentimientos, los pensamientos como
pensamientos y los recuerdos como recuerdos. Sólo podemos cambiar la conducta abierta y
sólo debemos empeñarnos en cambiar lo que se puede cambiar, y la guía para ese cambio
sería: según mi experiencia ¿este comportamiento es útil para mi vida? ¿hacer esto me da o
me quita vida?

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5.1. La terapia
Tras todo lo anterior estamos en mejores condiciones de comprender la ACT. Esta terapia está
diseñada para ayudar al cliente a salir de estar centrado en el contenido de las experiencias
psicológicas a comprender el contexto de estas experiencias, tanto positivas como negativas y con
ello, capacitar al paciente para dirigir su comportamiento hacia sus propios valores vitales 2.

Para facilitar este cambio el/la terapeuta ACT: 1) debilita la inútil agenda del paciente; 2) muestra
cómo la agenda de cambio está basada en estrategias de control emocional y de evitación; 3)
ayuda al cliente a identificar y disminuir la fusión cognitiva; 4) ayuda al cliente a contactar con un
sentido del yo que va más allá de las reacciones programadas y creencias literales sobre sí mismo;
5) ayuda al cliente a identificar direcciones valiosas en su vida y las metas acciones necesarias para
conseguirlas; 6) apoya al cliente a implicarse en acciones comprometidas, permitiendo que los
pensamientos, sentimientos y recuerdos no funcionen como obstáculos sino como una parte
esperable de una vida con sentido 3 (Hayes et al 1999, pág. 82).

Se trata por tanto de debilitar patrones de literalidad del lenguaje. Para ello desde ACT se utilizan
ejercicios experienciales, metáforas, paradojas, etcétera. Por ejemplo, en el caso de las metáforas,
su utilidad frente a uso de instrucciones es que no hay una manera correcta o incorrecta de seguir
una metáfora, no son una regla o instrucción, no son un pliance. No es lenguaje analítico lineal y
por tanto permite experimentar las situaciones que se describen, cada persona las interpreta de
forma diferente, se pueden aplicar a situaciones diferentes y además son fáciles de recordar.

Las paradojas y ejercicios experienciales comparten con las metáforas su función de debilitar el
lenguaje literal. En el caso de las paradojas, lo interesante es que las propias trampas verbales de
los trastornos psicológicos son inherentemente paradójicos: “no pienses en un elefante rosa”,
“compórtate con espontaneidad”. Además, el propio concepto de psicopatología es paradójico en
tanto que tratar de cambiar algo en una dirección determinada es justamente lo ha lleva a que el
cambio no se produzca, sin embargo, no tratar de cambiar nada es, posiblemente, el mayor cambio
que pueda producirse.

En el caso particular de los ejercicios experienciales, su objetivo es permitir que la persona se


exponga a los pensamientos y emociones que le resultan angustiosos, en un contexto de
seguridad, pudiendo observar tales experiencias al tiempo que se producen, notando la tendencia
a escapar, notando la evolución de tales experiencias si se les permite que ocurran sin luchar contra
ellas y sin tratar de controlarlas. Señalaremos algunos ejemplos de estas técnicas en cada una de
las fases de la terapia.

2
A la hora de describir la terapia ACT, seguimos de forma sistemática el manual de Hayes et al. (1999), también se recomienda el manual
de Wilson y Luciano (2002), ya que es un manual de ACT en castellano.

3
Nótese que en todo momento se señala que el terapeuta ACT “ayuda, muestra, apoya…” , es decir, no dice al paciente lo que tiene que
hacer y se cuida de que el paciente derive otras reglas que seguir de las recomendaciones del/ la terapeuta, ya que entonces
permanecería en el mismo proceso de regulación conductual: la literalidad al contenido cognitivo.

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5.1.1. Fases de la ACT


Cuando hablamos de fases de ACT debemos considerar que no son fases secuenciales, o al menos,
no necesariamente. Tanto es así que aunque habitualmente la primera fase suele ser la
desesperanza creativa, no se recomienda esta fase en caso de pacientes depresivos (Zettle, 2004).
De todas formas convienen pasos previos al inicio del proceso de ACT propiamente dicho. El
primero de ellos sería asegurarse que el problema que tiene la persona que acude no es un
problema de motivación o de falta de habilidades, si no que se trata de un tipo de problema en el
que los intentos de solución forman parte del problema, que tales intentos han sido variados y que
está atrapado en un sistema de creencias que ha limitado considerablemente sus opciones vitales.
En segundo lugar, es importante avisar de que la terapia no puede ser valorada hasta que no hayan
transcurrido un número mínimo de sesiones y que además el proceso terapéutico es un proceso
duro, difícil, con altibajos y con final incierto: ¿estás dispuesto/a?

1. Desesperanza creativa: desafiando la agenda normal del/la paciente.


Cuando un paciente acude a consulta, normalmente ha intentado diferentes modos
de solucionar sus problemas, se ha preguntado en cientos de ocasiones “por qué”, y
ha encontrado diferentes respuestas y arreglos que le han tranquilizado por un
tiempo. Acudir a terapia es un intento de solución más, un paso más en la búsqueda
de ayuda para eliminar los síntomas que le acucian. Todo ello en la creencia de que
su vida no puede avanzar hasta que tales síntomas no se eliminen. Una forma de
determinar qué considera el cliente que debe proporcionarle la terapia es
preguntarle, por ejemplo, si pudieras elegir cómo será tu vida dentro de un año ¿qué
dirías?. Normalmente habrá dos tipos de respuesta: objetivos de proceso (necesarios
para el resultado desde el sistema del cliente) y objetivos de resultado. Este tipo de
preguntas nos permite vislumbrar el sistema de relaciones que tiene atrapada a esta
persona.

De alguna manera, las reglas que rigen el comportamiento de los clientes coinciden
con el pensamiento contemporáneo relativo a la salud y la enfermedad, a la felicidad
y al bienestar. El paciente está atrapado en el siguiente sistema de creencias:

 Los problemas psicológicos se definen por la presencia de sentimientos (de


angustia, malestar), pensamientos (de incapacidad, de inseguridad, de culpa,
repetitivos), sensaciones corporales (de ansiedad o nerviosismo, de
agotamiento, de sobreexcitación, de dolor,…).
 Estas experiencias angustiosas son vistas como que algo no va bien y hay que
cambiarlo. Es decir, “si se está sano esto no ocurre”.
 El cliente necesita modificar los síntomas corrigiendo su causa.
 Esto se consigue mejor entendiendo y modificando los factores adversos que
causan las dificultades.

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A lo largo de esta fase el/la terapeuta tiene como objetivo debilitar las funciones de
este sistema de creencias que viene a señalar que “si controlas tus emociones (tu
mundo privado) controlas tu vida”.

Para ello, en las primeras sesiones, a lo largo de lo que entenderíamos como


evaluación, se pregunta al cliente sobre qué quiere, para qué acude a terapia, cuáles
son sus intentos previos de solucionar el problema y qué consecuencias han tenido
dichos intentos. Tras una revisión detenida de sus intentos de resolver sus
problemas, y de comprobar que tales intentos han sido los que cualquier persona
razonable “en sus cabales” hubiera implementado, se dirige la atención del discurso
hacia la utilidad de dichas actuaciones. Se comprueba que los intentos han sido
dirigidos por un sistema de creencias que viene a decir “si elimino el malestar
mejorará mi vida”. En este punto se introducen metáforas que tienen como función
principal generar confusión, es decir, no es que no se haya hecho lo correcto hasta
ahora, si no que lo que se ha hecho no ha funcionado, supuesto que la persona está
en consulta solicitando ayuda, y lo que no funciona, no funciona. Un ejemplo de este
tipo de metáforas es la metáfora del campo de hoyos 4, que viene a decir lo
siguiente:

La situación en que estás es parecida a la situación que te voy describir. Imagina


que estás en el campo, llevas los ojos vendados y una pequeña bolsa con una
herramienta. Has dicho que tu trabajo es correr por ese campo con los ojos
vendados. Así es como has pensado vivir tu vida. Y por eso haces lo que has
dicho. Lo que no sabes es que ese campo está lleno de hoyos. No lo sabes al
principio. Por eso cuando empiezas a correr, tarde o temprano caerás en un
hoyo. Una vez has caído te das cuenta de que no ves una salida. Probablemente
lo que harías en dicha situación es sacar la bolsa con herramienta que llevas y
mirar qué contiene, ya que puede ser que haya algo que te ayude a salir del
hoyo. Supón que la única herramienta es una pala. Por ello, rápidamente
empiezas a cavar, pero pronto notas que no sales del hoyo. Entonces cavas más
y más rápido. Pero continúas en el hoyo. Lo intentas con paladas grandes y
pequeñas, lanzando la maleza fuera o no. Pero sigues en el hoyo. Todo este
esfuerzo, todo este trabajo y el agujero se ha hecho más y más grande y tú
continúas dentro. ¿No es esta tu experiencia? Por eso vienes a mi pensando
“puede que él tenga una pala más grande que la mía”. No la tengo. Y si la
tuviera no la usaría porque cavar no es un camino para salir del hoyo, cavar es
lo que hace hoyos. Por eso puede ser que el plan de estar en el agujero es
desesperante: no puedes cavar para salir, sólo cavas para quedarte.

4
Todas las metáforas y ejercicios que se describen a lo largo del texto se corresponden con los propuestos en el manual de la
terapia de Hayes, Strosahl y Wilson (1999).

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Figura 3. Cómo salir del hoyo (Autor: Amio Cajander. Fuente:


http://www.flickr.com/photos/10209472@N03/6352019769/in/photostream/ ).

La metáfora es muy flexible y en el diálogo posterior se comprueban las diferentes


formas de cavar que ha desarrollado el cliente y otras muchas soluciones que pueda
ir señalando, como acomodarse a vivir en un agujero esperando que algo cambie,
analizando cómo ha llegado a caer en el hoyo, notando la responsabilidad sobre lo
que se hace y lo que se consigue, etcétera, el análisis y la insistencia sobre cuál es la
salida, hasta llegar a que la única salida es confiar y dejar de cavar, e incluso entender
que haber estado en el hoyo te ha proporcionado una experiencia única: aprender a
estar con la experiencia de haber caído en el hoyo y no poder salir.

Existen dos elementos de gran interés en esta fase: el primero de ellos se refiere a
debilitar el sistema de creencias, a confundir al cliente de forma que a falta de reglas
a las que adherirse se facilite el contacto con la experiencia. La segunda es la propia
experiencia emocional de la desesperanza, cuando comprueba que todos los
intentos por resolver el problema han sido infructuosos y que su análisis del
problema es parte del problema. En este contexto, aparecen sentimientos
relacionados con “todo lo que he hecho ha sido inútil”, “no sé qué es lo adecuado,

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qué tengo que hacer”. De esta forma, los sentimientos que aparecen son una
oportunidad para iniciar la exposición a experiencias privadas aversivas (como estar
en incertidumbre) sin eliminarlas, y con ellas, iniciar el proceso terapéutico con
apertura y disposición.

Para muchos clientes, dejar de llevar a cabo conductas de evitación de experiencias


privadas aversivas sin alternativas es muy difícil. Se puede facilitar el paso con otras
metáforas como la metáfora del feedback chirriante:

¿Conoces ese horrible feedback chirriante que se produce en algunos sistemas


de sonido o megafonías públicas? Ocurre cuando un micrófono está demasiado
cerca de quien habla por él. Cuando la persona que va a hablar hace la más
pequeña respiración, el sonido se introduce en el micrófono, entonces el sonido
sale amplificado y vuelve a introducirse produciendo un pequeño estruendo,
que vuelve a introducirse y a salir como un estruendo cada vez mayor que se
hace insoportable. Tus problemas, tus pensamientos y emociones son como
algo en medio de un feedback chirriante. ¿por eso, qué haces? Lo que cualquier
persona haría, intentar vivir tu vida de forma muy silenciosa, siempre
susurrando, andando de puntillas, esperando que si estás muy, muy silencioso
no habrá feedback. Has hundido la nariz en cientos de lugares: drogas, alcohol,
evitación, retirada. (se usan los comportamientos llevados a cabo por el sujeto).
El problema es que es un modo terrible para vivir, siempre de puntillas. Tú no
puedes realmente vivir sin hundir la nariz. Pero date cuenta de que en esta
metáfora, el problema no está en cómo tú hundes la nariz. El problema está en
el amplificador. Nuestro trabajo aquí no es ayudarte a vivir tu vida
silenciosamente, libre de todo malestar emocional y de todos los pensamientos
disruptivos. Nuestro trabajo es encontrar el amplificador y sacarlo del circuito.

Abandonar la lucha es el camino, dejar de empujar hacia, de evitar, dejar de hacer lo


que se hacía, sin hacer nada nuevo con el mismo objetivo. Lo que no funciona, no
funciona. Es importante durante esta fase no creer ni crear la expectativa de que algo
va a cambiar, ya que se está creando el contexto para la apertura, para la flexibilidad,
para estar dispuesto a aprender y a guiarse por la propia experiencia. Se trata por
tanto de debilitar el contexto relacional “si…entonces…” (si se me quita esto podré
tener una vida normal) que está guiando el comportamiento de la persona y que no
está teniendo las consecuencias deseadas. Una intervención habitual por parte del
terapeuta puede ser la siguiente:

“Mi trabajo no es quitarte la ansiedad, no sabría hacerlo, no tengo la pala


adecuada para eso, y no voy a cavar contigo. Mi trabajo es ayudarte a conseguir
que tu vida funcione, que le encuentres sentido y que te impliques en ello, en
eso sí puedo serte útil, no en ganarle la batalla a la ansiedad”

En ACT se recomiendan ejercicios para hacer en casa que fortalezcan el trabajo


terapéutico en sesión. En esta fase, los ejercicios recomendados son: 1)describir
detalladamente lo que el problema ha supuesto en la vida del cliente; 2)hacer un

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listado de los intentos de solución; 3) evaluar a largo plazo los intentos de solución,
es decir, si han funcionado o no. Es importante señalar que lo normal es que no haya
funcionado y que a pesar de eso cualquier persona razonable haría lo que hace, hay
que validar la experiencia de la persona. Una vez que la persona no sabe qué hacer,
no tiene claro el siguiente paso, es cuando tiene la oportunidad de crear.

2. El control es el problema, no la solución.


Desde ACT se entiende que los intentos de solución del problema que no han
funcionado tienen un nombre: CONTROL. En este modelo de concepción y de trabajo
terapéutico, controlar los eventos privados está a la base de las agendas de cambio
que no funcionan, ya que cuando las estrategias de control se aplican a objetivos
equivocados, tienden a engendrar e intensificar las experiencias que son angustiosas
para el cliente. La regla que funciona en este caso es un track “ si los eventos malos se
eliminan, sus consecuencias también se eliminan”. De este modo, el sistema de
creencias en el que estaría atrapado el cliente y que forma parte de nuestra cultura
sería el siguiente: el control funciona con eventos externos y me ha funcionado con
algunas experiencias, incluso experiencias internas o emocionales (por ejemplo, la
relajación cuando estoy ansioso), además parece ser útil para otras personas. Todo
esto señala que el contexto verbal que está a la base, es que los eventos internos son
causas.

En este punto, se trata de desafiar no la regla, sino su utilidad, es decir, la utilidad de


mantener el control sobre las experiencias privadas. Este desafío no puede hacerse a
través de instrucciones directas, en tanto que lo más probable es que generen
resistencia (cuestionar al terapeuta, diseñar otras estrategias de control alternativas)
si no a través de metáforas, ejercicios o preguntas abiertas que lleven al paciente a
caer en la cuenta de la inefectividad del control, a través de ponerlo en contacto con
su experiencia. De esta manera el paciente puede comprender o comprobar que
cuanto más se aplican estrategias de control, más se acucia el problema, es decir, no
hay estrategias de control más o menos útiles, sólo hay una alternativa y es aceptar
(abrazar) las experiencias internas angustiosas.

Es importante revisar cada una de los eventos que se controlan de forma que puedan
aglutinarse bajo una clase de respuestas que podemos denominar respuestas
destinadas al “control emocional”. Por otro lado, el control se considera un patrón
de respuesta normal, todos lo ponemos en práctica, son formas de salir de
situaciones aversivas “lógicas”, propias de gente cabal. De esta forma el paciente no
tiene la sensación de que hay algo raro en él o ella.

Además la regla que funciona es estos casos es paradójica “cuanto menos


dispuesto/a estés a que ocurra (los eventos que se tratan de controlar) más ocurrirán”
(como ya se discutió al hablar de estrategias de supresión), y no hay un modo
específico de seguirla. Un modo bastante útil de ilustrar este aspecto es utilizar la
metáfora del polígrafo, que versa como sigue (Hayes et al., 1999,pág. 123):

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Supón que tienes acceso al mejor polígrafo que se haya construido nunca. Es
una máquina perfecta, la más sensible jamás construida. Cuando te conectas a
este polígrafo, no hay forma de que no note tus cambios en la activación o la
ansiedad. Por eso ahora te propongo una tarea muy sencilla: todo lo que tienes
que hacer es relajarte. No obstante, si te pones un poquito ansioso, lo sabré. Sé
que lo vas a intentar con todas tus fuerzas, pero aún así voy a incentivarte,
tendré una Magnum 44 apuntando a tu cabeza. Si estás relajado, no te volaré
los sesos, pero si te pones nervioso, (y lo sabré porque estás conectado a una
máquina perfecta), tendré que matarte. Por eso, sólo ¡relájate! ¿Qué crees que
ocurrirá? ¿lo conseguirás? La más mínima ansiedad será terrible, estarás
diciéndote, ¡Oh, Dios mío, me estoy poniendo ansioso! BAMM.

A través de esta metáfora se experimenta que los eventos internos no se regulan


verbalmente (no sirve decirse o intentar no ponerse nervioso o no sentirse mal, o
tomarse un Valium o no salir de casa, o quedarse en la cama…) y que cuando se
hace, se puede conseguir un alivio inmediato, aunque lo que finalmente sucede es
que se pone en juego llevar una vida con sentido. De alguna manera, le estamos
diciendo al paciente que lleva constantemente incorporado un polígrafo, que es su
propio sistema nervioso que por supuesto detecta el más mínimo cambio. Además,
le apunta algo mucho más amenazante que una pistola: su propia autoestima, la
utilidad de su propia vida.

También resulta útil en este contexto enseñar al paciente lo fácilmente que se


condicionan las respuestas privadas. Valga como ejercicio para este empeño “Cuáles
son los números”, que viene a decir lo siguiente:

Pongamos por caso que llego un día y te digo “voy a darte tres números para
que los recuerdes. Es muy importante que los recuerdes, porque a partir de
ahora un día llegaré, te tocaré el hombro y te preguntaré: ¿cuáles son los
números? Si puedes contestarme te daré un millón de euros. Por eso, recuerda,
es muy importante. No puedes olvidar esto. De ello depende un millón de
euros. Bien, ¿listo? Ahí van los números, uno…dos…tres. Ahora, ¿cuáles son los
números?”

En este ejercicio se pide al paciente que recuerde los números repetidas veces, se le
pide que diga números que no son “los números” de forma que termina pensando
que es ridículo. Así se puede comprobar que una vez que ha conocido los números
se quedan ahí de forma que no puede eliminarlos, y otros números se relacionarán
con estos, números mayores que éstos, números distintos que éstos. Es decir, todo lo
que nos dicen, lo que pensamos, una vez ocurrido forma parte de nuestra
experiencia, estamos programados para reaccionar de mil maneras, de todas
aquellas maneras que hemos experimentado directa o indirectamente. Cuando
decimos “estoy mal, tengo que salir de aquí...” tal vez pueda entenderse como uno,
dos tres, es una forma de reaccionar. En este campo, el juego está perdido.

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La opción que se propone desde ACT es apertura o disposición, esto es “empezar


desde donde estás y dirigirte hacia donde quieras”. No se trata de aceptar en el
sentido de resignación, sino de estar dispuesto a que ocurran los eventos internos
que vayan a ocurrir, ya que si no se controlan, ya que si no se lucha contra ellos, si se
consideran como parte de la vida, es posible que modifiquen su función.

Para facilitar este paso puede ser útil diferenciar entre malestar limpio y malestar
sucio, entre dolor y sufrimiento, o entre sufrimiento que nos da vida y sufrimiento
que nos la quita. Valga la metáfora de las dos escalas para trabajar esta diferencia:

Imagina que hay dos escalas, como dos mandos de un equipo de música. Una
está a la derecha frente a nosotros y se llama “ansiedad” (se usan etiquetas que
tengan relación con el problema del sujeto). Dicha escala puede subir de 0 a 10.
En este momento en ¿qué nivel se sitúa tu ansiedad? Tratas de utilizar
diferentes estrategias para que el nivel de la escala que marca la ansiedad baje
(“quiero que baje, quiero que el terapeuta me ayude a bajar el nivel de esta
escala”). Pero también hay otra escala que está oculta y es difícil de ver. Es una
escala que también va desde 0 a 10. Lo que estamos haciendo es preparar el
camino para hacer visible dicha escala. Hemos estado moviéndonos alrededor
para poder verla. En realidad, es la escala más importante porque es la que
marca la diferencia y es la única sobre la que tienes control. Esta segunda escala
se llama “Disposición” (estar dispuesto). Esta escala se refiere a cómo estás de
abierto a experimentar tu propia experiencia cuando ésta se produzca (sin
intentar manipularla, evitarla, cambiarla o escapar de ella). Cuando la ansiedad
(u otros eventos aversivos) puntúa 10 y tú estás tratando controlar dicha
ansiedad haciéndola que baje, que se vaya, entonces no estás dispuesto a sentir
esa ansiedad. En otras palabras, la escala Disposición está en el nivel 0. Esta es
una combinación terrible, es como un trinquete ¿sabes cómo funciona? Cuando
tienes un trinquete y lo giras en una dirección sólo puede apretar el perno. Es
como en este caso, la ansiedad es alta y la disposición es baja, el trinquete está
enganchado y la ansiedad no podrá marcharse. Esto es porque no estás
dispuesto en absoluto a tener ansiedad. De este modo, si no estás dispuesto a
tener ansiedad, entonces la ansiedad es algo que te pone ansioso. Si cuando la
ansiedad está alta, la disposición cae, la ansiedad copa el espacio. Giras el
trinquete y no hay nada que puedas hacer salvo que quede más enganchado.
Por eso, en esta terapia lo que necesitamos es modificar nuestro foco desde la
escala Ansiedad a la escala Disposición. Has intentado controlar la ansiedad
durante mucho tiempo, y no ha funcionado. No es que no lo hicieras
suficientemente bien, es simplemente que no funciona. Vamos a focalizarnos
en la escala de Disposición. La escala de Ansiedad no la puedes mover a
voluntad, pero la escala de Disposición sí puedes manipularla en cualquier
lugar. La disposición no es una reacción (un sentimiento, una emoción…) es una
elección.

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Has tenido ambas escalas en niveles de bajos. Has venido aquí con ambos
niveles bajos. De hecho venir a aquí ha sido en parte una reflexión desde las dos
escalas en niveles bajos. Lo que nosotros tenemos que conseguir es que las dos
escalas suban. Si subes la escala de Disposición, yo puedo garantizarte lo que
ocurrirá con la escala de Ansiedad. Te diré exactamente lo que ocurrirá, y
puedes considerarlo como una solemne promesa. Si dejas de intentar controlar
la ansiedad tu ansiedad será más baja o será más alta. Te lo prometo. Confía en
mí. Y cuando esté baja permanecerá baja hasta que deje de estar baja y
entonces subirá. Y cuando esté alta estará alta hasta que deje de estarlo.

Entonces bajará otra vez. No estoy tomándote el pelo. No tenemos una forma
adecuada de explicar esto, pero si miras tu experiencia coincidirá conmigo: si
quieres saber en qué nivel estará la escala de ansiedad, hay algo que puedes
hacer. Mantén la disposición muy muy baja y más tarde o más temprano la
ansiedad empezará a subir, el trinquete se bloqueará y te llenarás de ansiedad.
Esto es muy predecible. Cualquier cosa con tal de mantener el nivel de ansiedad
bajo. Si tú mueves la escala de Disposición, la ansiedad se moverá libremente.
Algunas veces bajará y otras subirá, en ambos casos tú habrás salido de esta
traumática lucha habitual que sólo lleva una dirección.

Figura 4. Trinquete y escalas.

Es fácil que el paciente interprete que lo que le estamos pidiendo es que aguante el
dolor, la angustia o el sufrimiento, que lo ignore, y que se comporte como si no
estuviera. En este caso, el terapeuta debe detectar si el paciente ha llegado a este
tipo de conclusiones relacionando la metáfora con su problema y enfatizando lo que
está ocurriendo a través del control y que elegir controlar los sentimientos supone
elegir no controlar tu vida. De hecho, para facilitar esta la comprensión de las
dificultades y costes que tiene no estar dispuesto, se explicita la diferencia entre
malestar limpio y malestar sucio:

Es importante diferenciar entre malestar limpio y malestar sucio. El malestar


que la vida proporciona, que viene y va sólo como resultado de vivir la vida, es

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malestar limpio. Algunas veces es alto y a veces es bajo, por tu historia, por las
circunstancias en que te encuentras, etcétera. Del malestar limpio no puedes
librarte a pesar de intentar controlarlo. El malestar sucio, es malestar emocional
y pensamientos perturbadores creados por tu esfuerzo para controlar tus
sentimientos. Como resultado de esta carrera ha aparecido un conjunto de
nuevos sentimientos negativos (malestar por el malestar). Lo podemos llamar
malestar sucio y una vez que la disposición es alta y el control bajo, este tipo de
malestar cae y sólo queda el malestar limpio. No puedes saber cuánto malestar
tendrás en una situación dada, sólo sabrás que el malestar limpio está aquí.
Pero hay que ser claro, no te estoy diciendo que el malestar se irá. Lo que estoy
diciendo es que si dejas de intentar manipular tu malestar, entonces con el
tiempo asumirá el nivel que venga dado por tu historia actual. Ni más ni menos.

Es importante entender que el paciente ha hecho hasta ahora lo único que ha sabido
hacer, por tanto, hay que cuidar no llevar a cabo ninguna crítica o comentario que
pueda interpretar como que hay algo defectuoso o malo en él o ella que le ha
llevado a la situación actual. La aceptación es una filosofía global, y hay que ofrecer al
cliente la experiencia de ser aceptado completamente. De esta forma cuando se
produzcan recaídas hacia el control, lo adecuado es tomarlo como una oportunidad
para reforzar la experiencia sobre las condiciones en que las estrategias de control
imperan, las consecuencias de la misma, así como explorar otras posibilidades en
dicho contexto.

3. Construyendo la aceptación al tiempo que se de-fusiona el lenguaje.


Cuando las funciones derivadas del lenguaje dominan, las personas se “fusionan” con
el contenido de los eventos verbales. Esto supone que la distinción entre el
pensamiento y su referente (las condiciones en que dicho pensamiento se produce)
prácticamente desaparece y como consecuencia, ciertos pensamientos,
sentimientos, etcétera, facilitan la aparición de ciertos patrones de conducta (es lo
que hemos llamado literalidad al contenido cognitivo), generalmente destinados a
acabar con tales eventos si resultan aversivos al paciente. Así por ejemplo, una
persona empieza a recordar hechos del pasado que ha valorado como angustiosos,
como por ejemplo reacciones agresivas de su padre contra él, comentarios que
evalúa como que le infravaloran, etcétera, y cuando está presente el estado
emocional concomitante a dichos recuerdos, el patrón más habitual puede ser beber.

En definitiva, no se diferencia entre el proceso a través del cual se forman ciertos


pensamientos y el significado o (función) asignado a tales pensamientos y las
emociones que les acompañan. De este modo, “desliteralizar” sería debilitar las
funciones derivadas de los estímulos verbales, o lo que es lo mismo, crear contextos
en los que experimentar los sentimientos como sentimientos, los pensamientos
como pensamientos, los recuerdos como recuerdos sin que se vinculen a patrones
de conducta destinados a alterarlos.

En muchas ocasiones, la persona está atrapada en el contenido del lenguaje, es decir,


su comportamiento de seguimiento de reglas derivadas es muy consistente, de

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modo que debilitar este patrón es uno de los aspectos más cruciales y difíciles de la
terapia y supone todo un proceso a través del cual la persona pasa por entender
cómo el leguaje media y obstaculiza el contacto con la experiencia directa,
manteniendo patrones repetitivos de conducta que a largo plazo son
contraproducentes en su vida.

Para facilitar este cambio de perspectiva se hace énfasis en la comprensión de cómo


creamos la literalidad al lenguaje, especialmente negativa cuando los contextos más
prevalentes son el dar razones y el de evaluar. Por ello es importante aprender a
separar el pensamiento de quien lo piensa (cambiar sentencias del tipo “pienso”, por
“tengo un pensamiento” o “tengo un sentimiento”, fisicalizar los pensamientos y
sentimientos) y eliminar las barreras verbales a estar dispuesto a experimentar y
tomar conciencia de lo que ocurre (como por ejemplo, experimentar las funciones de
la palabra “pero”, de sustituirla por “y”), sin salir huyendo de las emociones y/o
pensamientos. Todo ello tiene el objetivo de exponer a la persona a los eventos
internos debilitando las funciones de estímulo de derivadas, la literalidad a las
mismas y abriendo la posibilidad de comportarse en direcciones distintas a las
actuales, es decir, se abre una puerta a la flexibilidad psicológica. También se trabaja
considerar los pensamientos en función de la utilidad del comportamiento que
llevan asociados, no tanto por su coherencia o por su fuerza.

Intervenciones específicas en esta fase serían por ejemplo Tu mente no es tu amiga.


Tu mente describe, evalúa, promueve patrones de conducta, dice que te protege,
dice que te protejas, pero tu mente no es tu amiga, te mantiene obsesivo/a y te
mantiene cobarde, yendo y viniendo, constantemente valorando el cambio como
amenazante. Piensa que necesitas un sitio para sentarte, aquí hay una silla,
descríbela, ¿te parece una silla cómoda?, ¿te parece una silla bonita?, has descrito y
evaluado la silla, bien, ¿puedes sentarte en la descripción? Estás cansado/a y
necesitas una silla para sentarte, necesitas una experiencia, no una descripción,
valoración, etcétera, mientras tu mente agudiza sus descripciones y juicios, tú y yo
buscaremos un lugar donde sentarnos.

Algunos ejercicios para facilitar la desliteralización del lenguaje tienen que ver con la
repetición de palabras. Por ejemplo, el ejercicio de la leche: piensa en la palabra
leche, ¿qué dice tu mente sobre la leche? … es blanca, está fría, me gusta, etcétera.
Nota las sensaciones de cuando tienes leche en tu boca…Tu mente te dice que hay
leche y tú experimentas sensaciones parecidas a cuando tienes leche en la boca.
Date cuenta de que no hay leche, tu mente ha creado la leche y te ha llevado a
comportarte como si hubiera leche. Es como si hubiera leche psicológicamente.
Ahora repite rápidamente la palabra leche: leche, leche, leche, …Al parar de repetir la
palabra, el efecto de la leche se ha ido, hemos desligado la palabra leche de su
función, de su significado, la hemos desliteralizado”. Una vez que se ha tenido la
experiencia de desliteralización con una palabra que no tiene funciones
especialmente aversivas, podemos llevarlo a cabo con otras palabras que sí tienen
significados emocionalmente importantes, por ejemplo, con la palabra “fracaso”.

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Una de las metáforas que facilitan la desliteralización del lenguaje a través de


fisicalizar el contenido cognitivo, y que conforma el corazón de ACT es la metáfora de
los pasajeros del autobús.

Supón que hay un autobús y que tú eres el conductor. En este autobús tenemos
muchos pasajeros. Los pasajeros son sentimientos, pensamientos, estados
corporales, recuerdos y otros aspectos de la experiencia. Algunos son
amenazantes, otros van vestidos con chaquetas de cuero y llevan navajas
afiladas. ¿Qué ocurriría si vas conduciendo y algunos pasajeros empiezan a
amenazarte diciéndote lo que tienes que hacer, hacia dónde tienes que ir?
“Tienes que girar hacia la derecha, tienes que girar a la izquierda. Ellos te
amenazan con que si no haces lo que dicen irán hacia la parte delantera del
autobús.

Es como si hubieras hecho un trato con estos pasajeros y el trato consiste en,
“vosotros sentaos en la parte de atrás del autobús y agacharos de forma que yo
no os vea con mucha frecuencia, a cambio, yo haré lo que vosotros digáis”, pero
si un día estas cansado de esta forma de viajar y dices “esto no me gusta, voy a
hacer que estos pasajeros se bajen del autobús”. Entonces paras el autobús y
vas hacia la parte de atrás mirando a los pasajeros. Nota que lo primero que
haces es parar el autobús. Ahora, no estás conduciendo para todos, estás
conduciendo sólo para estos pasajeros amenazantes. Son muy fuertes, no
quieren salir y tú se lo exiges, pero no parece que funcione.

De vez en cuando, vas hacia atrás para aplacar y tranquilizar a estos pasajeros,
intentando que permanezcan sentados en la parte de atrás donde tú no puedas
verlos. El problema es que tú haces lo que piden a cambio de mantenerlos fuera
de tu vida. Muy pronto ellos no tendrán que decirte “gira a la izquierda”, tú ya
sabes, tan pronto como se acerca un cruce que los pasajeros van a acercarse a ti
así que haces lo que ellos querrían. Al tiempo, ellos parece que desaparecen y
como tú quieres que ellos se bajen, acabas creyendo que lo que realmente
quieres es ir hacia la izquierda. Sin embargo, cuando aparecen, lo hacen con el
poder añadido de los tratos que has hecho con ellos en el pasado.

Ahora la situación es que el poder que los pasajeros tienen sobre ti es del 100%,
sobre la base de que “si tú no haces lo que nosotros decimos, iremos hacia la
parte de delante del autobús y nos tendrás que ver”. Es cierto que cuando
avanzan hacia delante parece como si te pudieran hacer un gran agujero. Ellos
tienen cuchillos, cadenas, etcétera. Piensas que pueden acabar contigo. El trato
que has hecho es que tú haces lo que ellos dicen y ellos no avanzan y se acercan
a ti para que tú no los veas. El conductor eres tú has cedido el control en este
trato secreto con los pasajeros. En otras palabras, intentando conseguir el
control, en estos momentos has perdido el control. Date cuenta de que aunque
tus pasajeros reclaman que pueden destruirte si no giras a la izquierda, es algo
que nunca ha ocurrido. Estos pasajeros no pueden hacer nada contra tu
voluntad. (Hayes et al. 1999, pág. 157).

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Aludir a esta metáfora puede ser muy útil durante el trabajo de desliteralización, en el
sentido de facilitar la identificación de cuándo estamos siendo guiados por
pensamientos o sensaciones que no queremos que aparezcan. Para ello podemos
preguntar ¿quién conduce tú o los pasajeros indeseables?

De hecho, la desliteralización es una parte del trabajo terapéutico en ACT que está
presente, persistentemente, a lo largo de toda la terapia y de prácticamente todas las
sesiones. Debe ser un trabajo minucioso y sistemático ya que en muchos trastornos,
más cuanto más crónicos, la fusión del sujeto con el contenido cognitivo está muy
enquistada.

Otro ejercicio emblemático es el Ejercicio de “Sacar la Mente a pasear”.

Antes de empezar hoy es importante identificar quienes estamos en esta


habitación. (Se pregunta al cliente: dime, quiénes estamos). Según mis cuentas
estamos 4. Tú, yo, mi mente y tu mente. Vamos a darnos cuenta de cómo
nuestras mentes estorban en el proceso de conectar, de estar presentes tú
conmigo y yo contigo. Cuando tú notes tu mente interrumpir, sólo di “mi mente
está interrumpiendo”. Yo haré lo mismo. Vamos a darnos cuenta de cuánto
tiempo dedicamos a escuchar a nuestra mente. Para conseguirlo te propongo
un ejercicio. Uno de nosotros será una persona, el otro será la mente de esa
persona. Vamos a salir fuera a pasear, siguiendo unas reglas. La persona puede
ir donde quiera, la mente tiene que seguirla. La mente tiene que comunicar de
cerca y constantemente sobre cualquier cosa: describir, analizar, animar,
evaluar, comparar, predecir, resumir, advertir, halagar, criticar, etcétera. La
persona no puede comunicarse con la mente. Si la persona intenta caminar
hacia la mente, la mente podría intervenir. La mente puede grabar esto muy
cuidadosamente y parar a la persona si la regla se viola, (diciéndote, ¡nunca
cuides a tu mente!). La persona podría escuchar a su mente y dirigirse hacia
donde quiera, independientemente de lo que la mente le diga. Después de al
menos 5 minutos en que la mente haya registrado esto, se cambian los papeles.
La persona se vuelve mente y la mente se vuelve persona. Las mismas reglas se
aplican durante los siguientes 5 minutos. Después se separan y camina cada
uno por su lado en silencio otros 5 minutos, notando que cada uno de nosotros
está todavía sacando su mente a pasear -esta es la mente familiar que situamos
dentro de nuestra cabeza. Sigue las mimas reglas que antes durante otros 5
minutos: desapasionadamente deja la mente describir, analizar, animar,
evaluar, comparar, predecir, resumir , advertir, halagar, señalar, etcétera sin
darte la vuelta y cuidar de ella, sin entrar a dialogar con ella.

A partir de este ejercicio se puede establecer la fórmula verbal “mi mente me dice…
mi experiencia me dice…”, de forma que facilite identificar el pensamiento y
establecer un espacio que permita a la persona elegir si dejarse guiar por ese
pensamiento o dejarse guiar por lo que le dicta su experiencia, por ejemplo “es mejor
que me quede en casa así no me sentiré insegura”, “tu mente te dice que te quedes

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en casa si no quieres sentirte insegura, ¿qué te dice tu experiencia de hacer caso a tu


mente?”.

4. Descubriendo el yo, defusionando el yo.


La gran capacidad reflexiva del pensamiento humano es una herramienta
potencialmente peligrosa y los terapeutas de ACT deben estar atentos a la precisa
naturaleza de tales peligros. Por ello, uno de los componentes principales de ACT es
diferenciar entre tres tipos de yo: el yo como contenido, el yo como proceso y el yo
como contexto. No vamos a entrar en estas páginas en el análisis de cómo se
conforman los diferentes tipos de yo, para ello, se emplaza al lector a los diferentes
manuales de ACT referenciados. En este caso, nos vamos a centrar en los aspectos
relevantes de cara a una mejor comprensión de los objetivos y técnicas de ACT en lo
relativo a descubrir y defusionar el yo.

Como se puede entrever a lo largo del texto, la formación de la propia identidad es


un proceso eminentemente verbal. Desde muy temprano en nuestro desarrollo
aprendemos a identificar y describir nuestro propio comportamiento (en base a las
condiciones que establecen las personas que nos rodean), también nuestras
sensaciones, emociones, pensamientos, etcétera. De modo que construimos historias
sobre nosotros mismos, nos aplicamos atributos, comparamos tales atributos con los
de otras personas, los valoramos, los criticamos, en definitiva, establecemos cientos
de relaciones de coordinación “yo soy…”.

Además, el contexto social refuerza las relaciones de estímulo derivadas que son
internamente consistentes, es decir, refuerza la coherencia, (la consistencia) entre
tales relaciones y nuestro comportamiento (ya que socialmente es útil poder predecir
el comportamiento de las personas), de forma que se establecen relaciones del tipo
“debo ser coherente con lo que pienso” “si he dicho A me he comprometido con A”.
Todo ello lleva a que las personas acaben atrapadas en el conjunto de reglas
derivadas de su propia conceptuación sobre sí mismos y, más aún, acudan a terapia
defendiendo insistentemente su concepción sobre sí mismos.

Desde el punto de vista de ACT, el autoconocimiento se considera algo necesario y


positivo, pero puede convertirse en una trampa psicológica. Es positivo si
entendemos el autoconocimiento como un proceso flexible, sería una trampa si nos
centramos en el contenido de nuestra conciencia como algo estático o permanente.
Es decir si identificamos nuestro yo con el contenido cognitivo. De hecho, para poder
beneficiarse del autoconocimiento necesitamos TRANFORMAR las funciones de
nuestros eventos privados desde considerarlos como algo bueno o malo, que rige o
debe regir el comportamiento de la persona, a considerarlos como algo que ocurre,
que puede ser observado y descrito, sin valorarlo, sin juzgarlo. Para facilitar el
conocimiento de sí mismo como proceso se llevan a cabo diferentes tipos de
ejercicios que faciliten el contacto con los eventos psicológicos sin añadir nuevas
relaciones de estímulo derivadas, sin añadir ni restar nada. En este punto los
ejercicios basados en mindfulness pueden tener una gran utilidad.

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El yo como contexto tal y como lo entiende ACT es asumir el yo como el lugar o el


contexto, la base, el sustrato en que se producen los pensamientos, los recuerdos,
donde se producen nuestras experiencias, es algo así como nuestra esencia. Esta
concepción del yo como algo estable, trascendente (aunque cambien los
pensamientos, las opiniones, las valoraciones de los hechos, las valoraciones de los
recuerdos) es lo que permite flexibilidad en la concepción de nosotros mismos.

De alguna manera, el yo como contexto es la esencia de la persona, es la conexión


entre quien soy hoy, la persona que fui hace meses, hace años, la persona que
trasciende a los propios pensamientos, sentimientos, a los diferentes puntos de vista,
es lo inalterable, lo que desde diferentes tradiciones religiosas denominamos
espiritualidad: “el cielo siempre está, a veces aparecen nubes blancas y
esponjosas, a veces se cubre de nubes grises que descargan lluvia, a veces se ve
el sol e incluso aparece el arco iris, pero el cielo siempre está ahí, ni las nubes, ni
la lluvia, ni el sol radiante, ni el arco iris son el cielo, ocurren en el cielo. Si en vez
de observar los fenómenos que ocurren en el cielo desde la tierra, los
observamos desde el propio cielo, comprobamos que no son tan amenazantes,
que son transitorios”. Si observamos las experiencias desde el yo contexto, desde el
lugar en que tales experiencias ocurren, podemos comprobar que el yo permanece
intacto mientras transitan por él los diferentes pensamientos, se valoran los
pensamientos, se rememoran experiencias, se construyen proyectos vitales…

Para trabajar el yo como contexto se proponen diferentes ejercicios, uno de ellos es


la metáfora del tablero de ajedrez, que versa como sigue:

Imagina un tablero como los que se utilizan para jugar al ajedrez. Es un tablero
que se extiende infinitamente en diferentes direcciones. Está cubierto por
fichas blancas y fichas negras. Trabajan juntas, en equipo, las fichas blancas
luchan contra las fichas negras. Puedes pensar que tus creencias, sentimientos y
pensamientos son estas fichas. De algún modo ellos también se organizan
como si fueran equipos. Por ejemplo, los sentimientos “malos” (como ansiedad,
depresión, resentimiento), se unen a los pensamientos malos y a los recuerdos
malos. Los mismo ocurre con los “buenos”. Parece que el juego está jugado y
que nosotros debemos elegir el lado que queremos que gane. Ponemos las
fichas buenas (como son los pensamientos de autoconfianza, sentimientos de
control, etcétera), en un lado, y en el otro las fichas malas. Entonces empezamos
eliminando al caballo negro y ganamos una batalla, en la lucha por ganar la
guerra contra la ansiedad, la depresión, los pensamientos por consumir drogas.
Es un juego de guerra. Pero hay un problema lógico, y es que desde esta
concepción enormes porciones de ti mismo son tu propio enemigo. En otras
palabras, si necesitas estar en esta guerra, hay algo que no funciona. Y es
porque tú estás al mismo nivel que estas fichas de forma que pueden ser tan
grandes o más que tú, en lugar de que las fichas estén en ti. De alguna manera
cuanto más luchas, más grandes son las fichas. Si esto es así, no estar dispuesto
o abierto a tenerlas lleva a que se vuelvan algo central en tu vida, más habitual,

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más dominante y más ligado a cualquier área vital. La idea lógica es que si las
golpeas suficiente las sacarás del tablero y las dominarás (salvo que tu
experiencia te dice que ocurrirá todo lo contrario). Aparentemente, las fichas
blancas no pueden ser expulsadas deliberadamente del tablero, donde se lleva
a cabo la batalla. Estás desesperado, sientes que no puedes ganar y no puedes
dejar de luchar. Estás detrás del caballo negro, luchar es la única elección que
tienes, porque las fichas blancas parecen estar amenazadas de muerte. Vivir en
una zona de guerra no es modo de vivir. (Hayes et al., 1999, pág. 191).

Figura 5. Tablero de ajedrez

Una vez que se ha descrito esta metáfora se establece un diálogo con el paciente en
el que se le plantea quién es él, si no es las fichas blancas y negras que están en el
tablero. De este modo el paciente probará varias opciones, como por ejemplo, “soy el
jugador que mueve las fichas”. El objetivo es llegar a conectar con que el paciente es
el tablero de ajedrez, es decir, es el contexto que contiene las fichas que luchan unas
con otras, no es la lucha, no es las piezas (el contenido del sus eventos internos).
Puede observar la lucha, estar en contacto con las piezas. Esto no cuesta ningún
esfuerzo. El tablero no tiene que esforzarse para mantener las fichas, está dispuesto a
mantenerlas, sólo tiene contener todas las fichas a la vez, no unas sí y otras no,
entonces se pierde la naturaleza de tablero. Como en otras metáforas, ésta permite al
terapeuta facilitar la discriminación entre contexto y contenido psicológico.

Otro ejercicio importante para facilitar la defusión del yo es el ejercicio del


observador (Hayes, et. al. 1999, pág., 193):

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Vamos a hacer un ejercicio para tratar de tener la experiencia de que tú no eres


tu programación. No hay nada correcto o incorrecto en el ejercicio, todo lo que
ocurre es adecuado. Ponte cómodo, cierra los ojos y sigue mi voz. Si te notas
errante, no pasa nada, vuelve hacia lo que dice mi voz. Por un momento centra
tu atención en esta habitación, fotografíala, imagínate a ti mismo en esta
habitación exactamente en el lugar donde te encuentras. Ahora dirígete dentro
de tu piel, en contacto con tu cuerpo. Nota que estás sentado en la silla. A ver si
puedes notar la forma que hay a través del contacto de tu piel con la silla. Nota
las sensaciones que están allí. Mira cada una de ellas, reconoce cada
sentimiento y permite a tu conciencia pasar sobre ellos. Nota cualquier emoción
que estés teniendo, y si la tienes sólo reconócela. Ahora intenta tener contacto
con tus pensamientos y, en silencio, y míralos un momento. Ahora quiero que
notes que como has notado estas cosas, una parte de ti las ha notado. Tú has
notado estas sensaciones, estos pensamientos, estos sentimientos. Y esa parte
de ti la llamaremos “tu yo observador”. Hay una persona ahí, detrás de tu
mirada que es consciente de lo que yo estoy diciendo ahora. Y es la misma
persona que has sido toda tu vida. En un sentido profundo, este yo observador,
es el yo observador que tú llamas “yo”.

Quiero que recuerdes algo que ocurrió el verano pasado. Levanta el dedo
cuando tengas la imagen en tu mente. Bien. Ahora mira alrededor. Recuerda
todas las cosas que ocurrieron entonces, recuerda los edificios, los sonidos, tus
sentimientos, y conforme lo haces, a ver si puedes notar que tú estabas allí
entonces notando que estabas notando. Mira si puedes captar a la persona que
hay detrás de tus ojos quien veía, oía y sentía. Estabas allí entonces y estás aquí
ahora. No te pido que creas en esto. Sólo te pido que tengas la experiencia de
ser consciente y probar y ver si no es cierto que en sentido profundo el yo que
está aquí ahora estuvo allí entonces. La persona consciente de que tú eres
consciente de aquí y ahora y de allí entonces. Observa si puedes notar esta
continuidad de lo esencial, en algún profundo sentido, a nivel de la experiencia,
no de la creencia. Tú has sido tú, toda tu vida.

Este ejercicio continúa concentrándose en diferentes momentos de la vida del


cliente, en diferentes roles ejercidos por el cliente, con diferentes emociones
experimentadas a lo largo de su vida, etcétera. Todo ello para tener la experiencia de
la transitoriedad de lo transitorio y de la permanencia de lo esencial. Debe realizarse
con los ojos cerrados, en estado de relajación y permitiendo el tiempo suficiente para
contactar realmente con lo que está pidiendo el terapeuta. La importancia de este
ejercicio viene dada porque permite consolidar la defusión del yo y tener la
experiencia desde el yo como contexto al yo como perspectiva.

De hecho el yo como observador, es una perspectiva. Al tiempo que se construye la


auto-conciencia (a través de la interacción social), se construye la toma de
perspectiva, es decir, observamos y describimos nuestro comportamiento al tiempo
que observamos y describimos el comportamiento de otros, es decir, actuamos

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como lugar desde el que observamos. El yo como perspectiva es lo que entendemos


como espiritualidad.

Es importante tener en cuenta que en casos de abusos o traumas los patrones de


evitación más graves suponen la construcción de un yo fragmentado. Los problemas
de identidad de estos pacientes suelen ponerse de relieve en el ejercicio del
observador a través de reacciones ansiedad o miedo, especialmente por caer
literalmente en experiencias previas. En estos casos los patrones de evitación
emocional están muy generalizados, con lo que las estrategias propuestas por la ACT
son apropiadas para debilitar este patrón de evitación e iniciar el propio camino vital.

5. Valores.
Desde el punto de vista de ACT todas las personas tienen todas las condiciones
necesarias para tener una vida con sentido. Sin excepción. Lo que ocurre es que la
capacidad para ver el sentido de la propia vida, muchas veces se merma por la fusión
verbal y la evitación experiencial. Los pensamientos, los sentimientos, los recuerdos,
los estados corporales no son guía para la acción especialmente cuando están
sujetos a contextos de literalidad, control y dar razones. Los valores elegidos proveen
una brújula más estable para guiar el comportamiento.

Los valores son una elección, son la elección de una dirección vital, de un sentido. Y
en tanto que ACT es en esencia un tratamiento conductual, su meta es ayudar al
paciente a desarrollar y mantener una trayectoria conductual que sea importante y
valorada. Todo el énfasis en la defusión, en la disposición, la exposición a los eventos
privados, sólo tiene el sentido de facilitar que el cliente identifique sus valores y
oriente sus acciones vitales en dicha dirección. Es lo que dirige y dignifica la ACT.

Los valores son futuros verbalmente construidos. Además, los valores no son
objetivos, metas o consecuencias claras y tangibles, si no que se trata de objetivos
abstractos transversales a diferentes tipos de metas alcanzables a través de
comportamientos también diferentes. Otra característica de los valores es que nunca
se alcanzan completamente, nunca se satisfacen, son relevantes a lo largo de mucho
tiempo, a través de diferentes circunstancias. Si tomamos como ejemplo de valores
“ser un buen padre”, tener relaciones íntimas y auténticas”, “ser una persona
generosa y comprometida”, esto no es algo que un día vayamos a conseguir y
entonces podemos dejar de comportarnos en dicha dirección, no son metas, nunca
se alcanzan.

Las capacidad de generar valores se adquiere en edades tempranas y si se pierde es


por la construcción de barreras psicológicas. De hecho, en muchas ocasiones la
comunidad verbal no facilita la distinción entre evaluación, justificación,
racionalización o valor. De alguna manera, muchos pacientes confunden los valores
con las justificaciones para hacer lo que están haciendo, aunque esto último esté
dañando sus vidas. También hay pacientes que después de todo continúan
convencidos de que sus vidas no tienen ningún valor. Los efectos del lenguaje
pueden ser realmente nocivos. En cualquier caso, especialmente en pacientes que
han sufrido traumas en la infancia o han crecido en familias caóticas en las que las

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consecuencias de los actos eran impredecibles, vamos a encontrar resistencia a


establecer valores, y cuando lo empiezan a hacer, atraviesan un importante espacio
de dolor.

De hecho lo que ACT trata de conseguir en este contexto es atravesar las múltiples
barreras verbales construidas hasta llegar a tomar contacto con los auténticos valores
de la persona, porque los cambios dirigidos por los propios valores son más
persistentes, movilizan más energía vital (ganas) y facilitan confrontar y transitar las
dificultades.

Si desglosamos los aspectos a considerar en relación los valores encontramos que la


atención clínica se focaliza en:

a. Aprender cómo los valores crean un sentido vital (una dirección y un


significado).
b. Aprender la diferencia entre elección y justificación.
c. Definir las direcciones valoradas por el paciente.
d. Definir cómo estos valores sugieren metas vitales específicas.
e. Definir las acciones que pueden ser útiles para conseguir tales metas.
f. Entender que los valores están definidos en parte por lo que se hace, no por
los contenidos internos o privados.
g. Comprender los “ganchos” que ponen al paciente fuera de un proceso vital
valorado.
h. Separar los valores de las presiones sociales y comunitarias.
Hay un aspecto de especial relevancia y es la consideración del proceso de valoración
como una acción más que como un sentimiento. Si bien culturalmente está muy
valorado comportarse en función de los sentimientos: “lo que te pida el cuerpo”,
“sigue tus emociones”, tener los sentimientos como guía probablemente va a
generar muchos problemas porque no tenemos control sobre los sentimientos,
vienen y van, cambian con frecuencia de sentido y de intensidad. Si nuestra relación
con los aspectos importantes de la vida está guiada por los sentimientos, no
podremos mantenernos comprometidos con ningún valor, porque cuando las
acciones acordes con dicho valor y los sentimientos sean contradictorios, prevalecerá
el sentimiento como guía. De esta forma, si nuestra relación de pareja es importante
para nosotros, pero cuanto tenemos sentimientos de enfado o frustración
abandonamos comportarnos acorde con el valor, difícilmente podremos mantener
una buena relación de pareja. Por ello es importante que aprendamos a
comportarnos en la dirección señalada por los valores aunque a veces los
sentimientos no acompañen.

En este sentido un valor es una elección, y por tanto es una selección entre
alternativas, nada más. No tiene que ser explicada o justificada, aunque pueda
justificarse o razonarse. Es muy importante que el paciente haga una elección libre y

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que sea responsable de sus consecuencias, de forma que el control verbal se debilite
a favor de las consecuencias inherentes al propio comportamiento. Elegir es estar
dispuesto.

Para facilitar la identificación de los propios valores, hay un ejercicio muy potente
que se denomina ¿Para qué quieres tu vida?

Cierra los ojos y relájate durante unos minutos. A partir de ahora pon atención a
lo que te voy diciendo y trata de imaginarlo vívidamente en tu mente. Imagina
que por un giro del destino has muerto pero puedes asistir a tu funeral en
espíritu. Estás viendo y escuchando las cosas buenas que sobre ti dice tu
esposa, tus hijos, tus amigos, tus compañeros de trabajo y otros asistentes.
Imagina esta situación y quédate emocionalmente en el velatorio. Ahora me
gustaría que visualices lo que te gustaría que estas personas que forman parte
de tu vida recordaran de ti. ¿Qué te gustaría que tu esposa recordara de ti como
marido? Haz que ella lo diga. Deja que ella diga exactamente lo que te gustaría
que dijera si pudieras elegir libremente sobre lo que diría. (Pausa y permite al
paciente hablar). Ahora, ¿qué te gustaría que tus hijos recordaran de ti como
padre? No pienses en el pasado, ¿Si tú pudieras elegir lo que dicen de ti, qué
sería? Si no has vivido hasta ahora como querías, diles cómo te gustaría ser.
(Pausa y permite al cliente hablar). Ahora, ¿qué te gustaría que tus amigos
recordaran de ti? Deja que digan lo que quieran, sin contenerse. ¿Ha sido como
hubieras querido? Sólo toma nota en tu mente de las cosas que te han dicho. (El
ejercicio continua en función del paciente, una vez concluido se vuelve mentalmente
a la habitación donde se está y se abren paulatinamente los ojos).

El objetivo de este ejercicio es poner en contacto al paciente de la distancia entre sus


acciones y sus valores. Una variante de este ejercicio es que el paciente escriba un
breve epitafio que sintetice a qué dedicó su vida, con el fin de comprobar si sus
acciones actuales se corresponden con dicho epitafio. Una vez identificados los
valores se propone seleccionar comportamientos relacionados con dichos valores de
forma que se establezca un compromiso. Un compromiso es una elección, no tiene
que ser justificada, razonada o explicada. Si lo es, el compromiso no es firme. El
compromiso constituye un contexto verbal resistente a la impulsividad, donde el
comportamiento regido por reglas es positivo. Como el compromiso no está ligado a
razones, cuando éstas cambian el compromiso se puede mantener.

Para mostrar con claridad cómo una elección nos permite mantener una dirección a
pesar de las dificultades puede utilizarse la Metáfora del Jardín:

Imagina que has seleccionado un lugar para plantar un jardín. Has preparado la
tierra, plantado las semillas y esperado que empiecen a brotar. Mientras tanto,
has detectado un lugar justo al cruzar la carretera, que también parece un buen
sitio (en realidad parece un sitio mejor). Por eso, arrancas tus plantas y te vas al
nuevo lugar y plantas otro jardín allí. Entonces detectas otro terreno que puede
ser mejor. Los valores son como el lugar donde plantas un jardín. Puedes hacer

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crecer algunas plantas muy rápido pero otras requieren tiempo y dedicación. La
cuestión es ¿quieres vivir sólo con lechugas (que crecen rápido), o quieres vivir
con algo más sustancial como patatas, frutas, (que necesitan más tiempo y
dedicación)? No puedes notar cómo lo que haces funciona en tu jardín si
constantemente estás arrancando las plantas y cambiándolas de sitio. Por
supuesto, si te quedas en el mismo sitio, empiezas a notar sus imperfecciones.
Puede que el terreno no sea tan bueno como pareció al principio, o tal vez el
agua haya que traerla de mucha distancia. Algunas de las cosas que plantaste
parecen haberse perdido para siempre. Este es el momento en que tu mente te
dice: “deberías plantar en otro sitio”, este probablemente no funcionará
nunca”, “has sido un imbécil al pensar que podías hacer crecer algo aquí”, y
otras cosas por el estilo. Haber elegido hacer aquí tu jardín te ha permitido
regar, limpiar la hierba y abonar, incluso cuando estos pensamientos y
sentimientos afloran (Hayes et al. 1999, pág. 220).

En esta metáfora, además del compromiso como elección, se trabaja no estar


pendiente del resultado, sino entender el proceso como un resultado en sí. En este
sentido la felicidad no se puede entender como un resultado, “si me comporto en la
dirección señalada por mis valores conseguiré la felicidad”, lo que significa que no
hay felicidad hasta llegar al resultado. De alguna manera, andar el camino es la
elección, es el compromiso con el valor.

Desde ACT se proponen diferentes instrumentos de registro para facilitar la


discriminación de los valores, para facilitar la elección de un compromiso y para
facilitar llevar a cabo las acciones relativas a dicho compromiso. Como puede
observarse, tanto los valores como las acciones se clasifican en áreas, por ejemplo,
pareja, familia, trabajo, desarrollo personal, salud, etcétera, con el objetivo de
especificar los valores relativos a diferentes aspectos de la propia vida. En las Tablas 1
y 2 se muestran dos de los posibles registros a utilizar. Otro instrumento de utilidad
es el cuestionario de valores de ACT (Wilson y Luciano, 2002, pág. 162-163).

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VALORES EN FORMA NARRATIVA

Genera una breve narración para cada área, basada en la conversación sobre los valores del
cliente. Si algún área no corresponde, pon “no”. Después de generar las narrativas, lea cada
una al cliente y perfílenlas. Continúe este proceso detectando las respuesta de tipo pliance,
hasta llegar al punto en que el terapeuta y cliente estén de acuerdo en que la narración es
consistente con los valores.

Área Narración sobre la dirección valorada

Pareja/Relaciones íntimas

Relaciones Familiares

Relaciones Sociales

Trabajo

Educación y Formación

Ocio

Espiritualidad

Ciudadanía

Salud y Bienestar

Tabla 1. Ejemplo de registro de valores en forma narrativa.

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METAS, ACCIONES Y BARRERAS


Dada una dirección valorada, el trabajo con el cliente es generar metas y acciones (pasos
concretos que el cliente puede llevar) que podrían dar cuenta de tales valores. A través de
entrevistas y ejercicios, identifica los eventos psicológicos que están entre el cliente y
dirigirse hacia dichas áreas (llevando a cabo acciones hacia esas áreas). Si el paciente
presenta eventos públicos como barreras, reformularlos en términos de metas y
relacionarlos con el valor correspondiente. Una vez hecho, revisar nuevamente las acciones
y barreras relevantes para estas metas.

Dirección
Área Metas Acciones Barreras
valorada

Pareja/Relaciones íntimas

Relaciones Familiares

Relaciones Sociales

Trabajo

Educación y Formación

Ocio

Espiritualidad

Ciudadanía

Salud y Bienestar

Tabla 2. Ejemplo de registro de metas, acciones y barreras.

A la hora de examinar y facilitar la identificación de valores del paciente, es posible


que el terapeuta pueda influir en la elección de tales valores en el sentido de juzgar
(aunque sea muy sutilmente) el valor que la persona pueda haber elegido, bajo la
creencia de que dicha dirección vital no es apropiada para tener una vida mejor. Es
necesario tener presente que la elección es sólo del paciente y que el terapeuta debe
estar dispuesto a aceptar a dicho paciente con sus elecciones personales. Si esto
resultara difícil al terapeuta, es decir, si hubiera conflicto entre sus propios valores y
los del paciente, lo apropiado sería derivar a otro terapeuta.

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6. Disposición y Compromiso.
Una vez que el paciente ha identificado sus valores, las acciones, las barreras,
etcétera, el quehacer terapéutico se centra en la disposición y el compromiso, para
vincularse con acciones que implican la aparición de los eventos evitados, estar
dispuesto a que ocurra lo que tenga que ocurrir, al tiempo que se lleva a cabo el
comportamiento vinculado al valor. De esta forma se debilitan relaciones verbales
del tipo “si... entonces” que mantenían patrones de conducta evitativos.

De hecho, el foco terapéutico se centra en:

a. Estar dispuesto es la condición primaria para el compromiso con la acción.


b. Estar dispuesto no es “querer”, es un acto de elección.
c. No se puede estar dispuesto en parte.
d. Estar dispuesto no requiere pasos heroicos.
e. Las acciones comprometidas inevitablemente invitan a experiencias
privadas indeseables.
f. Las barreras pueden ser identificadas usando el algoritmo FEAR (fusión,
evaluation, avoidance and reasons).
g. Las acciones comprometidas pueden ser mantenidas usando el algoritmo
ACT (choice and take action).
h. Dolor y trauma pueden funcionar como barreras para estar dispuesto y
comprometido con las acciones.
i. El role de víctima interfiere con acciones comprometidas.
j. Perdonarse y aceptarse a uno mismo puede permitir que los compromisos
se asuman.
Una metáfora que es útil en este contexto es la metáfora del vecino indeseable,
que describimos a continuación.

Imagina que tienes una nueva casa y que has invitado a todos los vecinos a una
fiesta de inauguración. Todos los vecinos del bloque están invitados, has
puesto una nota en el supermercado para anunciar tu fiesta. Por eso todos los
vecinos lo han visto y van a venir, va a ser una gran fiesta y aquí llega José el
vagabundo, que vive detrás del supermercado, en el cuarto de la basura. José
está sucio y huele mal y en ese momento piensas, ¡oh, no!, ¿por qué habrá
venido? Pero tú pusiste en la nota: “todos los vecinos serán bienvenidos”.
¿Puedes ver que es posible darle la bienvenida, y realmente, hacerlo aunque no
te guste que esté aquí? Puedes darle la bienvenida aunque no pienses bien de
él. No te tiene que gustar, no tiene que gustarte su olor, su estilo de vida, su
aspecto. Puedes avergonzarte por el modo en que sumerge el vaso en la sangría
o toca los sándwiches. Tu opinión del él, tu evaluación de él, es absolutamente

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distinta de tu disposición a tenerle como invitado en tu casa (Hayes et al. Pág.


240).

También podrías decidir que aunque hayas dicho que todo el mundo es
bienvenido, en realidad, José no lo es. Pero tan pronto como hagas eso, la fiesta
cambia. Ahora tienes que estar delante de tu casa, vigilando la puerta, por si
vuelve. O si dices, de acuerdo, es bienvenido pero eso significa que sólo se
quede en la cocina y no se mezcle con el resto de los invitados. Entonces tienes
que estar constantemente pendiente de que no salga de la cocina y tu fiesta
consistirá en eso para ti. Mientras la vida sigue, la fiesta sigue y tú estás fuera
vigilando al vagabundo. Esto no mejora tu vida. Esto no parece una fiesta. Es
mucho trabajo. Sobre qué es esta metáfora, claro está, es sobre los
pensamientos, sentimientos, recuerdos que aparecen y que tú no quieres. Son
sólo más vagabundos en la puerta. La cuestión es la postura que tú tomas al
considerar tus propias cosas. ¿Son los vagabundos bienvenidos? ¿Puedes elegir
darles la bienvenida, aunque pienses que no te gusta el hecho de que vengan?
¿Si no, cómo crees que va a ser la fiesta?

A través de esta metáfora se trata de debilitar la creencia de que si evito los


pensamientos o emociones que no quiero la vida será mejor. Por otro lado también
se pone sobre la mesa el tema de que la disposición no es un continuo, o se está
dispuesto o no se está. No se puede estar medio dispuesto, o dispuesto a una parte.
La disposición no puede limitarse, las limitaciones tienen que venir por parte de la
situación.

La disposición y el compromiso, o lo que es lo mismo, elegir andar y dar los pasos,


uno detrás de otro, aunque el camino no sea llano, aunque nuestros pies y piernas no
estén en forma, establece el nexo entre las metas y las acciones. Por ello, es
conveniente ser cuidadoso y hacer una especie de mapa diario, para facilitar el
mantenimiento de la acción, con reconocimiento terapéutico explícito no sólo de lo
hecho, sino de la relación de lo hecho con la meta y con el valor en juego, y con la
capacidad para la persistencia. Hay pacientes que se han pasado la vida empezando
y abandonando metas, en los que pasado un tiempo, es fácil que vuelvan a aparecer
los síntomas, de abuso de sustancia, depresión, ataques de pánico, etcétera. Por ello
es importante el papel de acompañamiento y revisión de valores, barreras, metas y
acciones que lleva a cabo el terapeuta. Una forma de mostrar que los obstáculos
forman parte de la experiencia de dirigir los actos hacia los valores es la metáfora del
lodo:

Supón que estás empezando un viaje hacia una bonita montaña que estás
viendo claramente desde la distancia. Al poco tiempo de empezar la marcha
andas derecho a un lodazal que se extiende tan lejos como te alcanza la vista en
todas direcciones. Te dices a ti mismo: No voy a hacer lo que iba a hacer si tengo
que ir a través del barro. Todo es maloliente y fangoso y me humedece los
zapatos. Me cuesta sacar los pies fuera del fango. Estoy mojado y cansado. ¿Por

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qué nadie me habló de este lodazal? Cuando esto ocurre uno puede elegir:
abandonar el viaje o entrar en el lodo. La terapia es como eso. La vida es como
eso. Vamos hacia el barro, no porque queramos ponernos perdidos, sino
porque hay barro entre nosotros y el lugar hacia el que nos dirigimos.

Para finalizar la terapia, una vez que el paciente muestra apertura, disposición y
compromiso con que ocurra lo que tenga que ocurrir, mientras elige comportase en
relación con los propios valores, se van distanciando las sesiones de modo que se va
comprobando cómo se mantienen los cambios en la vida del paciente en la que se
van produciendo acontecimientos o cambios diferentes: laborales, afectivos,
familiares, sociales, espirituales, etcétera. Este distanciamiento previo a la finalización
permite tomar confianza sin que cualquier contratiempo sea valorado por el propio
paciente como un fracaso. Además permite evaluar al terapeuta la solidez de los
cambios que se han producido en el modo en que el paciente vive su vida.

5.2. Formulación de un caso desde ACT.


En este apartado vamos a plantear algunos aspectos que hemos considerado de especial
relevancia para la formulación de casos desde ACT, siguiendo a Hayes, Strosahl, Luoma, Smith y
Wilson (2004). Desde el punto de vista contextual los síntomas que muestra un paciente deben ser
considerados por su función, no por su topografía. Esta compresión de la función de los síntomas
del paciente requiere compresión de la historia de aprendizaje de la persona y del contexto actual
en que los problemas ocurren.

El marco de conceptualización de casos de ACT especifica diferentes procesos implicados en la


flexibilidad psicológica. La flexibilidad psicológica incluye la habilidad para desactivar el contenido
privado, aceptar la experiencia privada tal cual es, estar en contacto con el momento presente,
diferenciar un yo trascendente de los contenidos de la conciencia, tomar contacto con los valores
vitales y construir patrones de acción comprometida en línea con tales fines. Teniendo en cuenta
esta definición, la conceptuación de un caso en ACT incluye lo siguiente:

1. Analizar el alcance y naturaleza del problema que se presenta.


2. Evaluar los factores que afectan al nivel de la motivación del paciente para el
cambio.
3. Analizar los factores que minan la flexibilidad psicológica del paciente.
4. Evaluar los factores que promueven la flexibilidad psicológica del paciente.
5. Desarrollar metas de tratamiento y un conjunto de intervenciones asociadas.
De forma resumida, para analizar los elementos señalados sería, las cuestiones centrales a tener en
cuenta estarían en relación directa con las fuentes de flexibilidad psicológica, esto es:

a. ACEPTACIÓN: ¿qué experiencias privadas el paciente no está dispuesto a tener?


¿Qué patrones de evitación están teniendo lugar? ¿Puede el paciente “establecer
un espacio” para esta experiencia en un sentido de no defenderse y no juzgarla?

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b. DEFUSIÓN: ¿Está el paciente unido a sus creencias, expectativas, evaluaciones de


la experiencia como buenas o malas, como correctas o incorrectas? ¿Confunde el
cliente evaluación con experiencia?
c. CONTACTO CON EL MOMENTO PRESENTE: ¿Muestra el cliente estar en el curso
de su experiencia a través de la descripción de lo que ocurre y de sus
consecuencias?¿Tiene el cliente maneras de comprobar desde fuera o de salir de
su propia cabeza?¿Parece pre-ocupado por el pasado o por el futuro o vinculado
con la narrativa de su historia vital?
d. YO COMO CONTEXTO: ¿Puede el paciente distinguir entre contenido
provocativo y evocativo y el sí mismo? ¿Está la identidad del cliente definida en
términos evaluativos simplistas (aunque sean positivos), por el contenido del
problema o por una historia vital particular?
e. CONTACTO CON LOS VALORES: ¿Puede el paciente describir valores personales
a través de un rango de áreas? ¿Puede ver el paciente la discrepancia entre su
conducta actual y los valores? ¿Describe el paciente de forma precisa metas no
examinadas como si fueran valores?
f. PATRONES DE ACCIÓN COMPROMETIDA: ¿Está el cliente implicado en
acciones que promueven un buen funcionamiento? ¿Puede el paciente mostrar
de forma específica patrones de acción paso por paso? ¿Puede el paciente
cambiar el curso de sus acciones cuando no están funcionando? ¿Hay problemas
crónicos de autocontrol como impulsividad y acciones autodestructivas?
Vistos los diferentes componentes de la flexibilidad psicológica a considerar, una forma de hacerlos
presente en las sesiones de tratamiento es considerar que cada sesión debe incluir actividad
terapéutica al menos con cuatro componentes: 1) Análisis de lo ocurrido en relación con los
valores; 2) Exposición a experiencias privadas que forman parte de las barreras psicológicas para la
acción; 3) Desliteralización y distanciamiento de los contenidos cognitivos, fomentando el yo como
contexto.; y, 4) Fortalecimiento del paciente y reconocimiento de su capacidad para andar su
camino a través de la aceptación incondicional por parte del terapeuta.

En resumen, la Terapia de Aceptación y Compromiso es un modelo de cambio basado en el


desarrollo de flexibilidad psicológica, y todas las herramientas que pone a disposición de los
terapeutas tienen como objetivo lograr dicha flexibilidad psicológica para que todos y cada uno de
nosotros vivamos completamente nuestra vida.

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Figura 6. Los componentes de la flexibilidad psicológica de acuerdo con un modelo de cambio de ACT. (Adaptado de Hayes,
Strosahl, Bunting, Twohinf y Wilson, 2004).

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