de los viromas y su correspondencia con la vida. El concepto de bioma deviene de un enfoque introducido en 1939, por los ecólogos F. E. Clements y V. E. Shelford, para combinar la distribución a amplia escala tanto de plantas como de animales relacionados en un sistema de clasificación único. A estas unidades bióticas se denominó biomas, que se caracterizan según la fauna y flora dominantes y según el hábitat ocupado [1]. Análogamente las comunidades de todos los microorganismos con sus correspondientes hábitats son denominadas microbiomas y se hace una subdivisión específica para los grupos de virus en relación con sus hábitats a través de la introducción del concepto de viroma [2][3][7]. Los virus, dada su gran abundancia y diversidad, se consideran como entidades de gran importancia. Por citar un ejemplo, los microorganismos marinos aportan más de la mitad de la biomasa del mundo entero y un mililitro de agua de mar contiene, aproximadamente, un millón de bacterias, mil protozoarios y hasta diez millones de virus [4]. Estos últimos regulan el equilibrio en el medio marino al infectar y eliminan bacterias e incluso animales y plantas, lo cual ayuda a liberar grandes cantidades de carbono y subproductos y provee de materia orgánica para el reciclado ecológico [5]. Aunque están ampliamente distribuidos en la Tierra, aún genera controversias la inclusión de los mismos dentro de un nuevo dominio de vida [3]. Si se considera otro caso concreto, existe una multitud de evidencias científicas que muestran funciones desarrolladas por el microbioma del organismo humano tienen un profundo impacto en nuestro estado de salud y en la respuesta que el sistema inmunitario puede ofrecer tanto a nivel local como sistémico ante distintas patologías. Estas comunidades tienen un relacionamiento simbiótico y mutualista con las células humanas y aportan determinadas capacidades de las que carecemos intrínsecamente, como la transformación de componentes alimentarios no digeribles en metabolitos absorbibles, la aportación de ácidos grasos de cadena corta, la síntesis de diversos aminoácidos y vitaminas esenciales, etc. [7][8] Si bien la mayoría de los estudios disponibles documentan las características de los bacteriomas (microbiomas bacterianos), también existen estudios que evidencian las relaciones existentes entre éste y el microbioma vírico (viroma) a través de profagos y bacteriófagos que modifican la actividad bacteriana y, en menor medida y por consiguiente, la del fungioma (comunidad de hongos parte del mismo microbioma) ya que comparten el mismo espacio y conforman un mismo ecosistema [7][8]. Existe un creciente interés en el estudio de estos organismos, pero aún se desconocen gran parte de las funciones que estos cumplen en la mayoría de los distintos biomas. Esto en gran medida por la gran dificultad que existe para el aislamiento, la caracterización de ciclos de vida y el establecimiento de cultivos puros. Por lo que se procede al uso de técnicas de biología molecular que sean independientes de los cultivos y que permitan analizar comunidades víricas y se recurre a técnicas de secuenciación que posibiliten estructurar el análisis de los mismos [3]. Haciendo cuenta lo anteriormente mencionado, se establece que el paralelismo entre el análisis de los viromas versus el análisis de los microbiomas y biomas radica en la metodología para la caracterización de los agentes que actúan en cada unidad de estudio y en los objetivos perseguidos debido a las limitaciones circunstanciales; cuanto más pequeño es el agente que se desea analizar, mayor la dificultad para su caracterización y aislamiento [3]. En el caso de los virus actualmente se procede mayoritariamente a la secuenciación genómica y al empleo de técnicas computacionales para la identificación de firmas de dominios o proteínas características de cada viroma. Dada la complejidad y la variabilidad de los datos, el uso de herramientas de aprendizaje de máquina se hace casi imprescindible para clasificar, clusterizar y reducir la dimensionalidad del conjunto de datos según los patrones secuenciados [3]. Lo anteriormente descrito no ocurre así con las otras unidades bióticas; en el caso de las bacterias existe un aislamiento, purificación y posterior cultivo para la caracterización de sus ciclos de vida [6]. Es decir que, para el estudio de los virus la caracterización y clasificación se hace por métodos deductivos e inferenciales. Uno de esos métodos es el de la clasificación de genes por grupos de ortólogos, el cual ha demostrado ser una herramienta útil en genómica comparativa [3]. Mediante el uso de dicha herramienta, se puede inferir que existen diferencias entre biomas a nivel de COGs (clústers de grupos ortólogos), lo cual se ve reflejado en la especialización del virus en diferentes ambientes según sus factores bióticos y abióticos; esta asociación abre puertas para la búsqueda de correspondencias funcionales entre cada viroma y bioma en particular. Esto se debe a que, ante una divergencia durante el proceso de especiación es probable que los genes tengan una función similar, lo cual permite atribuir a los clústers una función relacionada [3]. Tras este análisis, se concluye que el estudio de los viromas es de vital importancia para la comprensión de las comunidades de microorganismos y que la identificación de sus funciones es determinante para la comprensión de los procesos ecosistémicos, tanto a nivel microscópico, como macroscópico; dadas las permanentes interrelaciones existentes entre las unidades bióticas mencionadas [3][7][8]. Si bien el método de la clasificación de genes por grupos de ortólogos y las técnicas de biología molecular independientes de cultivos víricos son inferenciales y deductivas [9], han demostrado ser herramientas útiles para el hallazgo de posibles correspondencias entre proteínas y genomas víricos con el funcionamiento de los microbiomas. Es decir, han ayudado a sustentar la hipótesis de la interrelación entre ambas unidades bióticas [3]. Referencias. 1. Thomas M. Smith, Robert Leo Smith. (2007). Ecología. Madrid: Pearson Educación, S.A. 2. Miriam F Moffatt, William OCM Cookson. (2017). The lung microbiome in health and disease. 25 de noviembre de 2021, de Royal College of Physicians. Sitio web: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6297685/ 3. Oscar Ortega Recalde. (2016). Análisis bioinformático de metagenomas virales provenientes de diferentes biomas. Colombia: Universidad de los Andes. 4. Editorial. (Aug. 2016). La virología, más necesaria que nunca. Biomédica, vol.36. 5. Suttle CA. (2007). Marine viruses, major players in the global ecosystem. Nature Reviews Microbiology. 5:801-12. http://dx.doi.org/10.1038/nrmicro1750 6. Ramírez R, Luna B, Velásquez O, Vierna L, Mejía A, et al. (2006). Manual de Prácticas de Microbiología General. 5ª edición. México: Universidad Nacional Autónoma de México UNAM, Facultad de Química. 7. Cantón R, Del Campo R, Mira A, Monsó E. (2018). Informe Anticipando Microbioma. Fundación Instituto Roche. Disponible en www.institutoroche.es 8. Iván Sanz García. (2019). Trabajo de fin de grado. Microbioma y desarrollo farmacéutico. Madrid: Universidad Complutense de Madrid. 9. Landesrechtsprechung Baden-Württemberg. (2016). OLG Stuttgart Urteil vom 16.2.2016, 12 U 63/15. 26-11-2021, de Landesrechtsprechung Baden-Württemberg Sitio web: http://lrbw.juris.de/cgi- bin/laender_rechtsprechung/document.py?Gericht=bw&GerichtAuswahl=Oberland esgerichte&Art=en&sid=46bf3db2df690aba6e4874acafaf45b6&nr=20705&pos=0& anz=1