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En torno a una conceptualización -(im) posible- de la discapacidad

Esteban Kipen 

Desde el Programa ―La Producción Social de la Discapacidad‖ de la Facultad de


Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) hemos intentado
aportar a los modos de entender, vivir, pensar, producir la discapacidad. En esta
presentación aportamos una posible conceptualización, que no pretender ser ni única,
ni última, ni definitiva. Mas bien un aporte, una excusa para dialogar, mirarnos y
recrearnos entre todos. Un insumo para lo que esperamos sea un ejercicio creativo,
crítico, vívido en torno a los modos de habitar y vivir el mundo, las relaciones y las
producciones.
En nuestra publicación ―Discapacidad e Ideología de la Normalidad‖ (Rosato, Angelino,
2009) proponíamos pensar a la discapacidad como una producción social, inscripta en
los modos de producción y reproducción de una sociedad. Ello supone la ruptura con
la idea de déficit, su pretendida causalidad biológica y consiguiente carácter natural, a
la vez que posibilita entender que su significado es fruto de una disputa o de un
consenso, que se trata de una invención, de una ficción y no de algo dado.
Hablamos de un déficit construido (inventado)para catalogar, enmarcar, mensurar
cuánto y cómo se aleja el otro del mandato de un cuerpo “normal”, del cuerpo Uno
(único)...
Es, también, una categoría dentro de un sistema de clasificación y producción de
sujetos.
El parámetro de una normalidad única para dicha clasificación es inventado en el
marco de relaciones de asimetría y desigualdad, cristalizadas en una ideología de la
normalidad.
Esas relaciones asimétricas producen tanto exclusión como inclusión excluyente.

Esta conceptualización la hemos ido construyendo y compartiendo en distintos


ámbitos, donde, al igual que en este escrito, realizamos un desglose de la misma a los
fines de resaltar algunos puntos centrales.


Kinesiólogo. Docente de la Licenciatura en Trabajo Social. Facultad de Trabajo Social (FTS).
Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Director del Programa de Extensión "La Producción Social
de la Discapacidad: aportes para la transformación de los significados socialmente construidos" FTS-
UNER desde el año 2007. Docente del Seminario Temático ―La producción social de la discapacidad‖
FTS- UNER desde 2001. ekipen@fts.uner.edu.ar

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Iniciamos afirmando que la discapacidad es una producción social, en clara disputa
con los abordajes que la presentan como un evento natural, trágico y desgraciado y
sintonía con las propuestas afines al llamado Modelo Social. Claro que afirmar que es
una producción resulta más bien una aclaración respecto de la perspectiva desde
donde miramos el mundo antes que aclarar algo respecto del concepto en cuestión.
En tanto producto esta condicionado epocal y contextualmente. Lo que entendemos
hoy por discapacidad lo es en el marco de nuestra sociedad moderna, capitalista y
representativa. Es en este contexto donde se producen los conceptos de normalidad,
cuerpo normal y déficit.
Es en torno a este último concepto, el de déficit, donde nos interesa focalizar ahora.
Recuperar lo arbitrario -convencional- de la noción de déficit permite diferenciarse del
modelo social inglés más tradicional al desplazar las posibles explicaciones en torno al
origen de la discapacidad y los procesos discapacitantes desde algo que esta faltando
o fallando hacia lo puramente relacional.1 Hablar de déficit implica que algo falta,
respecto de un modelo, de una imagen de completud, de un deber ser. Sólo en
presencia de ese modelo puede establecerse una falta. Ese modelo, ese orden
completo, esa imagen, es la del cuerpo normal, del cuerpo productivo, cuerpo
producido como productivo. Las relaciones que se establecen partiendo de que a un
sujeto le falta algo -un sentido, una función, una capacidad, una habilidad, una lengua-
son radicalmente diferentes de las relaciones que se establecen partiendo del
reconocimiento de un modo singular de estar en el mundo. Por decirlo al borde de la
perogrullada, un ciego no ve. Pero no le falta la vista. Es un sujeto histórico, singular,
en una serie familiar que entre otras cosas porta una ceguera. Claro que esto marca
ese modo de habitar el mundo, pero la marca no es el sujeto. Estamos diciendo que
nadie es completo, pero que a nadie le falta nada. La imagen que nos inventamos de
completud, de cuerpo completo, inventa el espejo deforme del cuerpo incompleto,
anormal, inadecuado.
Volvamos a la producción del cuerpo normal, invento moderno y dispositivo necesario
para pensar la escuela, el hospital, la familia, las ciudades. Como hito imprescindible
debemos traer a la anatomización del cuerpo, esto es el pasaje del ámbito de lo
sagrado, el cuerpo como el hombre mismo -claramente ilustrado con la tradición de
reposar una vez muerto en campo santo so pena de vagar eternamente- a lo profano
de la carne. Este pasaje ilustra también la disputa entre un orden geocéntrico y un
nuevo orden en ascenso, claramente antropocéntrico. Así la anatomía, el estudio de

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Cabe aclarar que en lengua inglesa no hablamos de déficit sino de impairment. El uso-ideológicamente
sesgado por la ideología de la normalidad- de la traducción por déficit ameritaría una larga discusión que
excede lo aquí posible.

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hacer visible la carne, pasa de la clandestinidad a los teatros anatómicos. La reducción
del cuerpo a sistemas, su mecanización -recordemos a Vessalio que publica en Padua
su tratado De humanis Corporis Fábrica- es confluente con la tajante separación que
vuelve a instalarse entre el cuerpo por un lado y el alma, la razón o el espíritu por otro.
Esta separación posibilita entre muchas otras cosas la explotación de esos cuerpos
máquinas, la extracción de sus fuerzas de trabajo, dejando que sus almas, que al fin y
al cabo ni siquiera están ligadas a esa materialidad, sean atendidas por los
especialistas eclesiásticos. Posibilita también el desarrollo de tecnologías de
producción de cuerpos productivos, de educación, dominación y borramiento del
cuerpo, considerado como resto animal, como pertenencia. En la constitución del
discurso anatómico sobre el cuerpo hallamos para referirse a variaciones y diferencias,
un primer término: anomalía. La anomalía refiere a algo que irrumpe donde no se lo
espera, algo diferente, no necesariamente patológico. Pero rápidamente aparece otro
término, similar pero radicalmente diferente en sus connotaciones: anormal. Lo
anormal viola una ley, una norma, no debería existir y debe ser corregido o suprimido.
De hecho la anormalidad genera la necesidad de la norma para ser catalogado como
tal. O sea, la anormalidad es anterior a la creación de la norma. Los cuerpos
anormales nos permiten la creación ficcional de los cuerpos normales. Este discurso
de la anormalidad referido a lo anatómico se instala en lo social rápidamente.
En este pasaje de lo biológico anatómico a lo social, aparece la confluencia de otra
disciplina científica en auge, la estadística. Ésta recibe su nombre de su principal
objeto de estudio: el Estado. Para este particular modo de dominación es de vital
importancia conocer y fijar geográfica e identitariamente a sus miembros. Así como de
algún modo validar la representación de los mismos por parte de algunos pocos. Y es
la estadística, en tanto ciencia y modo validado de fijación de creencias quien le va
aportar imprescindibles herramientas teóricas y prácticas. Va a inventar la noción de
población, como objeto de estudio homogéneo y previsible. Y para su estudio aplicará
herramientas matemáticas con puntual interés en las medidas de dispersión y
principalmente de tendencia central. Media, mediana y modo, el promedio como
representativo del colectivo, aun cuando su valor no coincida con ninguna medición
particular. Y a partir de ese promedio, la dispersión, los desvíos. La gráfica de la
población homogénea, normalmente distribuida, es la conocida campana de Gauss.
Desde los Disability Studies se la caracterizado como el emblema de la opresión, por
los valores que representa y por la característica que tiene de no dejar nada por fuera.
Sus ramas asintóticas se acercan a cero pero nunca lo tocan. Nada, por alejado o
desviado que resulte caerá por fuera de esa gráfica.

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Aquí aparece el uso del par normal-anormal referido a las poblaciones y a las
personas. Normal refería a perpendicular, ahora refiere a aquello que no se desvía ni a
la izquierda ni a la derecha, en los decires de Quetelet. Refiere al justo medio, al modo
ser que debe ser. Lo normal, a través de la selección de sus propios valores deja de
ser una descripción para ser una prescripción. Para responder al mandato del deber
ser normal, se desarrollan numerosos dispositivos de normalización: la gimnasia, la
escuela, las buenas costumbres.
Decimos ―el parámetro de una normalidad única para dicha clasificación es inventado
en el marco de relaciones de asimetría y desigualdad, cristalizadas en una ideología
de la normalidad‖ (Rosato, Angelino 2009).
La normalidad como la venimos presentando se produce en el seno del orden burgués
capitalista, un orden claramente desigual y asimétrico. Al pasar de la descripción a la
prescripción de un deber ser queda de manifiesto la selección arbitraria de los valores
que quedan dentro de lo normal. Canghillem lo expone claramente cuando dice que
una clase adquirió el poder de imponer sus propios valores como universales. Y no
solo los impone violentamente, sino que a través de lógicas preformativas los instala y
los naturaliza a tal punto que cuesta pensarse por fuera de esos parámetros. Lo
producido históricamente se vuelve dado, un a priori sin tiempo. De ahí la utilidad de
pensar esta normalidad en clave de ideología de la normalidad. No porque hubiese
alguna posibilidad de alguna normalidad no ideológica sino porque la ideología
fundante de este orden, de este modo de producción de sujetos se basa en esta
normalidad.
Finalmente, hablamos de dispositivos de exclusión e inclusión excluyente. La
normalidad divide el mundo, de un modo borroso, flexible, pero lo divide. Si bien a
veces las fronteras aparecen como poco claras, existen amplias zonas de lo social
donde la demarcación es clara. Educación común-educación especial, trabajo-taller
protegido, autonomía-dependencia. Creemos que es necesario percibir los
mecanismos de exclusión antes de poder pensar estrategias de inclusión. De hecho,
sin procesos excluyentes, todo el discurso de la integración carece de sentido. Dirigir
la mirada hacia la exclusión, es dirigir la mirada a la normalidad. Es resistir la tentación
de seguir mirando a ese otro anormal, para mirarnos a nosotros en relación. Sin una
revisión critica de nuestras propias prácticas solo reproduciremos un orden excluyente
y desigual, y es ahí donde la inclusión se vuelve necesaria. Sobre todo si incluye para
volver a excluir, generando recorridos y trayectos diferenciados, que nos sigan
generando un lindo borde para poder quedarnos del (in – comodo) lado en que habita
la normalidad.

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Bibliografía

Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Buenos Aires: Paidós. Serie Género y
Cultura,
Canguilhem, G. (1966). Lo normal y lo patológico. Buenos Aires: Editorial Siglo
Veintiuno.
Davis Lennard J. (1997) The Disability Studies Reader. New York: Routledge.
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del poder. Madrid: Editorial La Piqueta.
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Visión.
Oliver, M. (1998). ¿Sociología de la discapacidad o una sociología discapacitada? En:
Barton, L (Comp.). Discapacidad y sociedad. Madrid: Morata – Fundación
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Rosato A., Angelino, M. A. (Coord.) (2009). Discapacidad e ideología de la normalidad.
Desnaturalizar el déficit. Buenos Aires: Noveduc.
Sanchez Carrión, J. J. (2001). Estadística, orden natural y orden social. En: Papers:
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