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PSICOSIS: 

LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES


- PROPUESTA DEL SEMINARIO -

Ricardo E. Rodríguez Ponte

 ...un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda cura, incluso atiborrada de
conocimientos psicoanalíticos, no sería sino psicoterapia.

Jacques
Lacan, 
Variant
es de la
cura-
tipo.

Entiendo que no hace falta destacar lo que, en nuestro título, pretende evocar de
aquel otro, famoso, que Jacques Lacan otorgara a ese escrito suyo que todavía
hoy es mojón entre nosotros a la hora de abordar los problemas que nos
propone la psicosis —piedra miliar, podríamos haber dicho también, ¿pero por
qué no piedra de espera, incluso piedra donde uno acaba por tropezar?—: «De
una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis».

Hoy, cuarenta años después de aquel texto, pero de ningún modo en un supuesto
"después de Lacan" que no ha dejado de haberse anticipado en un
apresuramiento que estaría lejos de confundirse con la prisa lógica que
interrumpe un tiempo para comprender suficiente para que el sujeto haya hecho
sus pruebas, la coyuntura actual del lacanismo nos precipita a la afirmación
siguiente:

si "todo tratamiento posible de la psicosis" no equivale en absoluto a cualquier


tratamiento de la misma —entendido aquí "tratamiento" en el sentido
inevitablemente segregativo de la "terapéutica" promovida por una posición
médica ante el problema, y por lo tanto comandada por el discurso del amo, no
importa bajo qué rostros se ofrezca—, sino al que es posible en el marco ético de
aquella "terapéutica que no es como las demás" (cf. Variantes de la cura-tipo)
por ajustarse a lo que en el caso por caso del sujeto se revela como deseo —a
distinguir entonces de la demanda, sea la del propio sujeto, sea la del medio
social y los ideales que promueve—, no habría cuestión preliminar más de
principio que aquella de Perogrullo y que es preciso recordar, no
obstante: fuera de la transferencia no hay psicoanálisis.
¿Pero acaso hay transferencia en la psicosis? ¿No es eso precisamente lo que
Freud negó en el mismo momento en que producía a la primera como concepto,
al ligar la segunda a una regresión autoerótica en la que desaparecería el resto
libidinal del que el analista podría apoderase en la cura como resorte de su
eficacia? El psicótico, que alguna vez Lacan calificó de "fuera de discurso", ¿no
estaría entonces de hecho y de derecho fuera del lazo transferencial? Y al revés,
aceptar su existencia de entrada y sin comentarios, como una especie de
supuesto de base a la manera de los autores kleinianos, ¿no arriesga degradar
la densidad de su noción al estatuto de una proyección tan fácil de invocar como
dudoso a quién atribuirla?

Este modo interrogativo de introducir la cuestión de la transferencia en la


psicosis no implica que no nos sintamos en condiciones de arriesgar una
respuesta, sino que nos hacemos cargo de que, a nivel de lo que sumariamente
podríamos denominar el consenso entre los analistas, incluso el consenso entre
los analistas lacanianos, el asunto no ha sido saldado.

No obstante, el desplazamiento lacaniano de la noción freudiana, desde el


balance libidinal con su metáfora de los vasos comunicantes entre el yo y el
objeto, al sujeto supuesto saber, que no surge en la doctrina sin un pasaje por
cuestiones íntimamente ligadas a las de la psicosis, no debería dejarnos sin
recursos a la hora de fundar en derecho lo que cualquier practicante con
experiencia conoce de hecho: el de un lugar posible para el psicoanalista —
queremos decir en tanto tal— en su diálogo con el loco.

Una consideración de la transferencia en la psicosis será entonces un preliminar


ineludible a las de otras cuestiones que la misma nos plantea, a saber:

 la estructura —del sujeto, si hiciera falta aclararlo— y las así llamadas


"estructuras clínicas"
 de existir estas últimas en su curiosa complacencia con la clasificación
promovida por un discurso que no es el nuestro —el discurso psiquiátrico
—, ¿no convendría fundarlas en su diversidad más bien en la
transferencia que en presuntos "modos de defensa constitutivos" —la
represión, la renegación y el rechazo y/o forclusión— cuya repartitoria no
es para nada clara, ni en Freud ni en Lacan, si se mira un poco de cerca?
 la presunta equivalencia entre la Verwerfung freudiana y
la forclusion lacaniana, así como el problemático estatuto de esta última
a partir de la puesta en equivalencia de las tres consistencias del nudo
borromeo, y last but not least, los reparos que no obstante podrían
hacérsele a la novedosa doctrina milleriana que promueve una
"forclusión generalizada" allí donde, partiendo de otra concepción de la
falla que afecta a la estructura, preferiríamos hablar de "suplencia
generalizada"
 etcétera...

La iniciativa de este seminario-taller proviene del diálogo que mantuve el año


pasado con el equipo de residentes del Hospital Esteves, de Lomas de Zamora,
quienes luego de leer la transcripción de mi seminario de 1995, dictado en esta
Escuela —El Seminario "El Sínthoma". Una introducción—, me invitaron a que
expusiera en el servicio donde sostienen su práctica las consecuencias clínicas
que podían deducirse, para el tratamiento de la psicosis, de aquel Seminario que
Lacan dictara casi al final de su enseñanza, en los años 1975-1976. Contra las
expectativas que pudieron haberse jugado en la invitación, entiendo que
pudimos argumentar a favor de que no convenía esperar de dicho Seminario de
Lacan, al menos en principio, un tratamiento finalmente posible para la
psicosis, sino más bien, lo que no era poco, una nueva cuestión preliminar que
renovara planteos que, por estancados en el texto de 1958, o en cierta lectura
restringida y cuasi-oficial del mismo, parecían más bien promover razones para
que una vez más el analista retrocediera ante la psicosis —una cuestionable
manera de concebir la relación Freud-Lacan no sería inocente en cuanto a este
retroceso—.

Luego de cuatro encuentros formales en el Hospital Esteves, más otros


informales que no vienen al caso pero que precipitaron esta propuesta,
decidimos llevar este diálogo al ámbito de la Escuela, haciéndolo de paso
extensivo a todos los residentes y concurrentes de los Hospitales de esta ciudad y
de la provincia, así como a todos los practicantes que pudieran interesarse en el
mismo, inclinándonos por el siguiente dispositivo:

 una primera parte de cada reunión dedicada a exponer una cuestión


promovida por la psicosis
 una segunda parte de cada reunión dedicada a exponer un material
clínico ofrecido por uno de los participantes del seminario-taller
 una tercera parte de cada reunión dedicada a la discusión general y/o la
distribución para dialogar en pequeños grupos
 invitación a diversos miembros de la Escuela, con experiencia en la
materia, a que expongan la singularidad de su posición ante el problema,
habida cuenta de que mal se podría promover ortodoxia alguna cuando la
psicosis sigue estando, más que cualquier otra entidad clínica, en los
límites de lo que no sin ironía denominaríamos "el saber psicoanalítico
adquirido".

No está de más agregar que del diálogo posterior con el equipo de residentes
mencionado surgieron nuevas cuestiones que, aunque a primera vista no
inmediatamente ligadas a las que específicamente propone la psicosis, se
llegaba a ellas a poco que nos adentráramos en los meandros de la conducción
de la cura. Mencionaré sólo algunas de las que agregamos así al programa:

 el sujeto
 el par alienación-separación en tanto "elección forzada"
 la causalidad psíquica y/o la identificación
 Joyce y el sínthoma

Me queda agradecer a la Comisión directiva de la Escuela Freudiana de Buenos


Aires el aliento y el apoyo para esta propuesta, traducido en la decisión de
otorgar a este seminario-taller el espacio de los días sábados para favorecer la
concurrencia de los asistentes hospitalarios, así como la de establecerlo como
una actividad de acceso libre y no arancelado.

Con una frecuencia de dos sábados mensuales en el horario de 10 a 12 horas,


comenzaremos el sábado 23 de mayo. Sugerimos inscribirse anticipadamente en
la sede de la

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro 1. - Sábado 23 de Mayo de 1998


 

PRESENTACION

Comienzo agradeciendo vuestra presencia, tan numerosa, en un día tan gris,


aparentemente tan poco propicio, y en este horario y día que no es el favorito de
todo el mundo —sábado a las 10 de la mañana—, aunque, y recién se lo
comentaba a Carlos Bembibre, un compañero de la Escuela que me dió mucho
gusto encontrar aquí, que, en verdad, el primer seminario que dicté en esta
Escuela, hace un poco más de catorce años, tenía lugar justamente los sábados a
las diez de la mañana, en la antigua sede de la calle Laprida. Es así que, de
alguna manera, hoy me reconecto con cierto origen...

También me reconecto con cierto origen en la medida en que mis primeros


pacientes fueron pacientes psicóticos, y las necesidades de la subsistencia, por
decir de algún modo que en ese entonces no estaba en las condiciones más
propicias para elegir, me llevaron a que la mayoría de mis primeros pacientes
hayan sido pacientes psicóticos. Eso me llevó a interesarme en la cuestión de la
psicosis, me llevó a interesarme en ciertas modalidades terapéuticas, como las
que llevé adelante durante un tiempo en el hospital de día del Hospital Italiano,
luego de la residencia en Psicopatología en el Hospital Ramos Mejía —lugares
donde aprendí muchas cosas de las que se pueden hacer con estos pacientes, así
como muchas cosas que conviene no hacer con ellos—, y también me llevó a
hartarme de los psicóticos, cuyas curas implican un compromiso y una
dedicación que a veces exceden la medida humana a partir de cierto número.

Concuerdo plenamente con un psicoanalista norteamericano, Harold Searles, que


no es de la parroquia, pero que demuestra en sus textos una considerable
experiencia de la psicosis, en cuanto a que la práctica con psicóticos es una
práctica bastante insalubre, porque uno suele llevarse al paciente a su casa, sobre
todo cuando uno es novicio y todavía no inclinado a protegerse mediante la
rutina — y entonces no es casual que los éxitos, los relativos, siempre
cuestionables éxitos de las curas de psicóticos, suelan tener esa proveniencia. En
alguno de sus artículos, que recuerdo pese a haberlos leído hace más de veinte
años, creo que Searles contaba que a veces se encontraba en medio de una
discusión con su mujer, y al poco tiempo se percataba de que, en verdad, estaba
trasladando a la escena conyugal algo que provenía de la escena de la
transferencia-contratransferencia, puesto que ése era su esquema referencial, con
algún paciente esquizofrénico crónico. Por eso, creo que recomendaba también,
no tener demasiados psicóticos en análisis.

De todas maneras, pese a que el título de este espacio —que no sabía cómo
denominarlo, si "seminario" o "seminario-taller" o qué diablos—, pese a que este
titulo alude explícitamente a la cuestión de la psicosis, me quedaría muy
conforme si hoy simplemente les pudiera transmitir esta idea: que no estamos
abordando un capítulo especial del psicoanálisis, que abordar la psicosis es
abordar la teoría psicoanalítica y la práctica del psicoanálisis... salvo que... salvo
que creamos, de hecho o de derecho —quiero decir: aun sin saber que es eso lo
que creemos, pues una creencia no necesita estar en la conciencia para ser una
creencia de pleno derecho—, salvo que creamos que el psicoanálisis es
exclusivamente una teoría de las neurosis.
Quiero decir, que lo que podamos abordar en relación a la psicosis compromete
a toda la práctica del psicoanálisis, y no sólamente a la práctica con el paciente
psicótico.

Pero les decía que no sabía cómo denominar a este espacio, pese a que
finalmente me incliné por el término "seminario", que al fin y al cabo es de uso
corriente y no compromete demasiado... En verdad, me gustaría que éste fuera un
espacio donde nos dejáramos interrogar por la psicosis. Y en ese sentido, la idea
no es desarrollar acá una doctrina, sino abordar, como digo, sí, en el subtítulo que
le puse a este espacio, algunas cuestiones preliminares, y trabajar sobre lo que la
clínica, y la experiencia de cada uno, nos vayan proponiendo como pregunta. En
ese sentido, si bien tengo una especie de esquema general de un posible
desarrollo —algo así como una rueda de auxilio, por si se pincha alguna en el
camino—, de todas maneras el desarrollo futuro de este espacio va a depender
fundamentalmente —ése es, por lo menos, mi anhelo— de lo que vaya surgiendo
del diálogo que podamos entablar entre nosotros. Es decir, tengo en mi bolsillo
una especie de "programa", pero sería muy feliz si pudiera dejar este programa de
lado, si pudiera ir inventando en cada ocasión un programa a partir de lo que
pueda surgir entre nosotros como diálogo. No solamente porque eso me llevaría a
abordar cuestiones que a lo mejor no se me han ocurrido todavía, sino por una
cuestión de principio, me parece, y es que la cuestión de la psicosis...

Recuerdo algo que decía Piera Aulagnier, en un prólogo, y creo que fue lo único
que me gustó de ese libro —también lo leí hace muchos años y no he vuelto a
releerlo, por lo que la cita no será exacta, es lo que he retenido de ese libro—,
decía que la psicosis es como una interpretación salvaje al saber del analista, en
la medida en que, más que nunca, y en ningún lugar mejor que en ése, se ve
que saber, en psicoanálisis, no es necesariamente poder. Las doctrinas que se han
ido elaborando en la historia del psicoanálisis, a propósito de la psicosis, no
necesariamente han aumentado el poder del analista en el tratamiento de la
psicosis.

Por supuesto, esta frase que les cito, porque me impactó en su momento con la
fuerza de la verdad, no es que la comparta hoy en todos sus términos, porque
creo que el obstáculo, que hoy conviene revisar, es precisamente el obstáculo que
plantea la cuestión del poder. El poder... Me parece que es por esta vía que cierto
lacanismo se ha desviado en el sentido en que, por prejuicios, o, si quieren, por
cuestiones preliminares que mi deseo sería revisar, de hecho o de derecho se
termina sosteniendo que no hay lugar para el analista en la psicosis, y que en todo
caso, la decisión del analista —lo decía Jacques-Alain Miller en un seminario
publicado no hace mucho— estará en ver si decide "terapizar" o no a su paciente
psicótico.(1).(2).
La cita que pongo como exergo de mi invitación a este espacio, del texto de
Lacan Variantes de la cura-tipo, apunta justamente a esta cuestión, a que es
exigible, desde el psicoanálisis:

...un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda


cura, incluso atiborrada de conocimientos
psicoanalíticos, no sería sino psicoterapia.

Este es un poco el planteo, entonces: revisar todo lo que se ha dicho y se dice en


el discurso corriente a propósito de la psicosis, para ver si podemos fundar de
derecho una posición del analista que no sea terapéutica — salvo en todo caso en
el sentido que Freud decía, y Lacan subrayaba, de que en el psicoanálisis la
terapéutica se da por añadidura.

¿LACANOAMERICANOS?

Agradezco entonces, nuevamente, la presencia de todos ustedes, y tengo algunos


agradecimientos en particular, quiero decir: en particular a los miembros de la
Escuela que hoy deciden acompañarme — puesto que todo mi trabajo en los
últimos once, doce años, diría, ha estado dirigido y orientado a partir de lo que
encuentro como un problema que es primero —primero en términos de cercanía,
no en términos de importancia— un problema de Escuela. Y en ese sentido,
Lacan decía, al final del Seminario sobre El sínthoma, cuando justificaba un
término de su invención, el término appensamiento: "uno se apoya contra un
significante para pensar". Bueno, yo constantemente me apoyo contra los
significantes que circulan en la Escuela y, más allá de la Escuela, en otros
ámbitos donde me muevo, que es la comunidad psicoanalítica de Buenos Aires,
para ir elaborando mis pensamientos. En ese sentido podría anotar, como un
tiempo importante para mí — esto, por ahí a ustedes no les interesa, al menos en
principio, quiero decir, por qué llego yo a este lugar, pero a lo mejor si yo les
cuento un poquito cómo he llegado a proponer este espacio, puedan entender más
el sesgo que le pienso dar a este espacio — ya les dije un sesgo que no le pienso
dar: no voy a hacer doctrina de la psicosis, sino que me propongo, y les
propongo, que nos dejemos interrogar por la cuestión de la psicosis.

Les digo con esto que un punto importante, aparte de este origen que les
comentaba antes, de mi primera experiencia con pacientes psicóticos, fué cuando
la Escuela se hizo cargo de un significante, o de una palabra... Habría que ver si
es un significante, propiamente hablando, porque en ese caso habría que ver cuál
es el otro significante, ¿no es cierto? Hay una palabra, entonces, que Lacan dijo
al pasar, pero que de alguna manera la Escuela tomó como una especie de
consigna, que incluso propuso a otras instituciones, que es la
palabra lacanoamericanos. Desde ese entonces, mi sospecha fue que, con la
palabra lacanoamericanos, podría estar ocurriendo lo mismo que señalaba Lacan
en el Seminario 5, sobre Las formaciones del inconsciente, cuando hacía notar
que en la palabra "aterrado" perdemos de vista, justamente por lo que hay ahí de
sugestión, de un efecto de sentido que apunta al "terror" por la metáfora, ya no
percibida como tal, que hay en la palabra "aterrado", perdemos de vista lo que
puede haber ahí de relación a la "tierra", al "poner en tierra", en la palabra
"aterrado". Y mi sospecha era la de que precipitarse demasiado rápidamente en
esta palabra, lacanoamericanos, podía llevarnos a desconocer o a reprimir lo que
había allí, embutido en esa palabra, pero tal vez desapercibido por el efecto de
sentido producido por esa palabra —como el "ter" de "tierra" en "aterrado", como
"familia" en "famillonario"—, quiero decir: Lacan.(3) Entonces, la apuesta: antes
de ver qué quiere decir lacanoamericanos, si es que en verdad eso quiso decir
alguna vez algo, en el discurso de Lacan, y no meramente una gentileza
anticipada hacia sus futuros anfitriones, me parece conveniente despejar qué
quiere decir lacanianos, en la frase que Lacan pronunció pocos días después, en
Caracas, cuando hace su intervención, y dice: "yo soy freudiano, sean ustedes
lacanianos, si quieren". Ese "si quieren", me parece, estaría indicando que ser
lacaniano no es algo que se dé de suyo, que hace falta un "querer" al respecto, y
que hace falta también un posicionamiento en relación al tiempo, en el sentido de
que no vamos a ser lacanianos, ni mucho menos post-lacanianos, por el mero
hecho de que hoy estemos en l998 y Lacan ya murió. La posición de lacanianos,
o eventualmente de post-lacanianos, será, al contrario, una posición a construir,
puesto que no está dada de antemano, y a partir de un "querer", y a partir de una
palabra que debemos dar o no dar...

Lo que fuí pensando a partir de entonces, trabajando la relación Freud-Lacan, es


que esta palabra que nos era requerida, nos era requerida por el movimiento
mismo de lo que fué la consigna de Lacan, que era la del retorno a Freud, que
esta palabra debía apuntar a confirmar, o no, y en caso de confirmar debía decir
por qué, de qué manera, el retorno a Freud de Lacan lo dejaba a Lacan como
freudiano, y qué efectos sobre el texto de Freud, el texto de Freud leído por
Lacan en ese movimiento de retorno, cómo quedaba el texto de Freud por obra
misma, como resultado de esa lectura comportada por el retorno.(4) Quiero decir,
que el retorno a Freud de Lacan no es una especie de revival, no es un
resurgimiento de los textos freudianos, eso hubiera tenido un valor cultural
importante, pero intrascendente en definitiva para el psicoanálisis mismo. El
retorno a Freud de Lacan implica que el texto de Freud queda tocado, afectado,
ya no el mismo que antes, como consecuencia de ese retorno: hay sectores
enteros de la obra de Freud que en ese retorno quedan descartados, y al mismo
tiempo hay términos, conceptos, o nociones, como ustedes quieran, que son
introducidos en el texto de Freud por obra misma de ese retorno, que en el texto
de Freud no estaban. Pero también que ese retorno, se lo quiera o no, ha ocurrido,
lo que implica que el post-freudismo de los que nos situamos en el hilo de ese
retorno ya no podrá ser el post-freudismo de los post-freudianos anteriores a
Lacan... e incluso que el post-freudismo de los que rechazaron el retorno a Freud
de Lacan tampoco podrá ser ya el mismo post-freudismo de aquellos post-
freudianos.(5) Véase, por ejemplo, el post-freudismo de Laplanche...

Bueno, esto, para decirlo rápido, y a modo de conclusión, porque lo he


desarrollado en otros momentos,(6) implica ver si estamos en condiciones de
sostener, en su tensión —porque es tensionante, la fórmula que les voy a decir—
el hecho de que Lacan es freudiano, pero Freud no es lacaniano. Sostener en su
tensión estas dos fórmulas me llevó a revisar, y algo más que revisar, a traducir
—lo que fue para mí una intervención en la Escuela, es decir, promover la lectura
de— los últimos o casi últimos Seminarios de Lacan, los Seminarios nodales. Así
traduje el Seminario R.S.I., el Seminario El sínthoma,(7) y el Seminario L’insu...

EL SÍNTHOMA Y LA PSICOSIS

Trabajando luego el Seminario 23, El sínthoma —algunos de ustedes han estado


en ese seminario que yo dicté hace tres años, en l995—,(8) había en ese abordaje
una tesis explícita, que más o menos se puede formular así: contra lo que se suele
proponer en cierto discurso corriente en el lacanismo, el Seminario El
sínthoma no proporciona el "tratamiento posible de la psicosis", que tampoco
proporcionaba, pero que de alguna manera podía parecer que prometía, el texto
de Lacan, de l958, «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis». Es decir... —no voy a resumir ahora todo ese seminario, en todo caso,
si se sienten convocados a ello, pueden solicitarlo en la Biblioteca de la Escuela
—, es decir, hay una serie de tesis, circulantes a propósito del Seminario El
sínthoma, que en ese seminario mío me he ocupado de discutir; particularmente,
cierta manera de entender ese Seminario, en el sentido de que el mismo estaría en
continuidad directa con un Seminario veinte años anterior, el Seminario
sobre Las psicosis, como si veinte años no fueran nada, en particular también la
idea de que Lacan habría diagnosticado a Joyce como psicótico,(9) y en
particular también lo que se deduce de esa, a mi modo de ver, errónea lectura del
Seminario, que es que, a partir de ese diagnóstico, se podría establecer, pensar, o
plantear un tra-tamiento posible para la psicosis.(10)

Eso ha llevado a que en el discurso corriente, vuelvo a decir, se confundan por


ejemplo la noción de estabilización y la noción de suplencia.(11) Buena parte de
los textos de Eric Laurent, por ejemplo, que no es santo de mi devoción, pero que
de todas maneras hay que reconocer que es un autor muy leído, que es una
especie de best-seller en nuestro medio, buena parte de sus textos se basan en
esta confusión: de la estabilización, que es un término que Lacan introduce
alrededor del ’58, para hablar justamente de la estabilización posible, pero a
partir de la metáfora delirante, y que comporta, justamente, un uso metafórico,
muy cercano al sentido en que lo usan los psiquiatras cuando dicen: "el paciente
está estable", "más estable", "menos estable", "se desestabilizó", "vamos a ver si
lo estabilizamos"... con un término que es rigurosamente nodal y topológico, que
no es metafórico, que es el de suplencia.

CUESTIONES PRELIMINARES...

Bien, hasta ahí había llegado, más o menos, y los años siguientes fuí sacando
algunas consecuencias de eso. Pero avanzando en lo que les decía que es mi
modo de proce-der, un poco fastidioso para alguna gente, que es el de apoyarme
en los significantes de otros para pensar, voy dándome cuenta de que mi
diagnóstico primero era parcial, que verdadero en general, tenía cierto punto
erróneo. Creo que el problema no esta-ba, como lo planteaba yo hace tres años,
sólamente en que se ponía en continuidad el Seminario El sínthoma con el
Seminario sobre Las psicosis, y que entonces se pensa-ba que el Seminario El
sínthoma era como el capítulo final del Seminario sobre Las psicosis, y que
proporcionaría el "tratamiento posible", etc..., sino que me he ido dando cuenta,
leyendo, tal vez con un poco menos de prejuicio favorable, de cariño por los
autores, de que en verdad gran parte del problema estaba en que tampoco se
había leído bien el texto del ’58 sobre la «Cuestión preliminar...», el que suele
estar reducido a la cuestión de la forclusión.

¿Por qué digo esto? Digo esto porque... ¿Qué es lo que nos queda de ese tex-to, o
de ese texto y del Seminario sobre Las psicosis? Lo que nos queda de ese texto,
como discurso corriente —porque creo que no es eso lo que el texto de Lacan
trans-porta—, lo que nos queda de ese texto es una serie de proposiciones que
promueven una manera de definir negativamente, privativamente, a la psicosis.
Así, según esta manera de leer esos textos, en la psicosis no habría inconsciente,
no habría Otro, no habría fantasma, no habría deseo, no habría sujeto, no habría,
obviamente, transferen-cia — bueno, si no hay transferencia, no sé por qué
hablamos de psicosis; si no hay transferencia, y dado que la clínica psicoanalítica
es una clínica transferencial, no ten-dríamos que hablar de psicosis, como no
hablamos del cáncer, en todo caso hablare-mos de los efectos subjetivos,
deprimentes, angustiantes del cáncer, pero no hacemos una teoría del cáncer.

Recientemente, bueno, hace cuatro días, cuando evocaba algo de esto en otro
seminario que estoy dictando en la Escuela,(12) alguien, que no sé si está hoy acá
entre nosotros, me decía: "¿pero hay todo eso? ¿acaso en la psicosis hay todo
eso?". Yo le respondí: "bueno, mirá, te invito a mi seminario del sábado que
viene, y vamos a ver".

De todas maneras esta manera de definir a la psicosis, privativamente, lo que


quiero subrayar es que no es la que han sostenido, ni Freud, ni Lacan. Entender la
psicosis en términos de déficit va acompañado, inevitablemente, de hecho y de
derecho, aún cuando los autores no se animen a decirlo así, ni se les ocurra que
podría ser eso —pero ésta es mi tesis de lectura—, definir la psicosis en términos
de déficit, implica, de hecho y de derecho, sostener que la estructura es
la estructura de la neurosis, y que la psicosis es un déficit en relación a la
estructura de la neurosis.

El problema es que esta manera de concebir las cosas, de rebote afecta la


conducción de la cura en la neurosis. ¿Por qué? Porque sitúa al analista —tendría
que ponérselos de manifiesto considerando algunos textos, relatos de la clínica,
incluso relatos de la clínica con pacientes neuróticos, pero es difícil que pueda
hacerlo ahora, en este momento inicial de nuestro planteo, nos desviaría
demasiado en un momento poco propicio para ello; en todo caso los invito a que
aborden ustedes mismos esos textos, teniendo en cuenta esta perspectiva— sitúa
al analista en el lugar del padre real, ejerciendo funciones que se pretenden
castratorias... o que consumarían una castración, digamos, parcialmente no
consumada en la historia... y no en el lugar del objeto que divide al sujeto, o que
fuerza a hacer entrar, en la división del sujeto por el significante, la división que
introduce en él, también, ese núcleo elaborable del goce. Y entonces es así que
tenemos esa fórmula del discurso corriente, que todos ustedes conocerán,
seguramente, que se dice sobre todo para la psicosis, pero también para la
neurosis, en el sentido de que función del analista sería la de acotar el goce, y
entonces los analistas se la pasan acotando el goce: "¡hay que acotar el goce!"...
¿Qué te-nemos los analistas contra el goce? No tengo la menor idea.

Es cierto que las palabras siempre transportan cierto valor, connotaciones a veces
misteriosas, incluso mágicas. Uno dice, por ejemplo, la palabra "real", y como
por definición jamás sabemos qué es lo real, el que escucha está tentado a decirse
a sí mismo: "Bueno, debe ser una cosa seria". Uno pronuncia la palabra "padre",
y todos nos morimos de risa, porque el padre, hoy, está bastante desprestigiado,
pero si les dicen "padre real"... ¡a la pucha! ¿Y la palabra "goce"? El goce
también, no hablemos del goce, está el goce fálico que es "el goce del idiota", y
que entonces se dice con la connotación de que es como si fuera un goce para los
idiotas, y en cuanto al "plus de goce", más o menos, porque la gente joven, ahora
— en mi época por ejemplo, leíamos a Marx, pero el Proceso barrió con todo eso,
¿no?, ahora la gente joven ya no lee a Marx, y además el Muro de Berlín se cayó,
y... realmente, la plusvalía, ¿quién sabe hoy lo que es la plusvalía? — por lo tanto
"plus de goce", en la medida misma de esa ignorancia, suena como un poco más
respetable que el goce fálico. Pero donde parece que es como para que nos
pongamos de rodillas es con el goce del Otro... el goce del Otro... ¡ah! ¡hay que
acotarlo! ¡hay que acotarlo! ¡No importa que el Otro no exista! ¡por las dudas
acotemos ese goce!...

Pero resulta que cuando vemos los ejemplos que se proporcionan de lo que sería
acotar el goce, resulta que son ejemplos del tipo... decirle a un adicto que no siga
con la droga, o a un fóbico que supere su agorafobia y venga al consultorio del
analista, o, bueno, distintos ejemplos que no vale la pena mencionar. Pero el
problema es que eso no es acotar el goce, ni, menos que menos, eso no podría
considerarse como el ejercicio de una función castratoria. Si no, en cada
semáforo tendríamos un padre real, cada vez que nos prohiben algo tendríamos
un padre real... ¡Pero eso no es la castración! Bueno, en la Argentina, los
semáforos pueden funcionar, tal vez, como padre real, porque uno sabe que,
aunque el semáforo esté en verde, más le vale mirar a los costados. Entonces,
como el padre real es un punto de sinsentido, digamos, donde ya no sabemos más
nada del padre simbólico ni del padre imaginario, podría ser que los semáforos en
la Argentina tengan una función de padre real... pero no porque nos prohiban el
goce de pasar a toda velocidad en las esquinas. Esas prohibiciones no son
castratorias ni nada por el estilo, y, en términos generales, digamos, no debería
confundirse la castración con la abstinencia.

Entonces, ésta sería mi propuesta: reflotar algunas cuestiones preliminares,


poder... poder identificarnos un poquito a los psicóticos, ¿por qué no decirlo así?
Y esto, ¿en qué sentido? Bueno, ¿cuál es el problema principal del psicótico?,
dicho esto en el sentido de lo que al psicótico le hace problema, pero también en
el sentido de lo que nos hace problema en el psicótico. El problema principal del
psicótico, para decirlo de una manera masiva, en este momento de planteo en que
no estamos todavía para un abordaje más fino de la cuestión, es que el psicótico
no participa de la locura común. Cuando digo "la locura común", no estoy
diciendo nada nuevo, porque Lacan mismo lo ha dicho en múltiples
oportunidades. Lo ha dicho, por ejemplo, en su escrito «Acerca de la causalidad
psíquica», de 1946, y lo vuelve a decir en el Post-scriptum de su escrito «De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». La locura, además
de ser una virtualidad propia de la esencia misma del hombre, como dice en el
primero de esos textos, está más repartida de lo que creemos, o de lo que
queremos creer, como dice en el segundo: está la locura propia del hombre
neurótico, está la locura propia de la subjetividad científica. Pero, evidentemente,
el psicótico no comparte la locura común, dada por ese horizonte de significación
que es la significación fálica. Entonces, cuando les digo que nos identifiquemos
un poquito a los psicóticos, digo: tratemos de instaurar alguna distancia con la
significación compartida que transportan las fórmulas lacanianas, no de Lacan,
de los lacanianos, acerca de las psicosis, y así, poniendo un poquito de distancia,
interroguémoslas. ¿Por qué no habría transferencia en las psicosis? ¿Qué
definición de la transferencia ponemos en juego cuando decimos que no hay
transferencia en la psicosis? ¿Por qué no habría sujeto en las psicosis? ¿Qué
noción de sujeto estamos po-niendo en juego cuando decimos que no hay sujeto
en la psicosis? ¿Por qué no habría deseo en la psicosis? ¿Qué es el deseo para
nosotros? ¿Por qué hablamos de "estruc-turas clínicas"? ¿Hay más de una
estructura? ¿No convendría hablar más bien de "posiciones subjetivas"... de
diferentes "posiciones subjetivas" ante un problema radical, una falla radical que
afecta a la estructura? ¿Por qué son más fuertes nuestros prejuicios...? — nuestro
prejuicio... que tiene un buen antecedente, nuestro prejuicio freudiano, si
queremos, porque Freud decía: nuestra teoría la construimos desde la neurosis, y
a veces podemos mirar por arriba del muro que nos separa de la psicosis. El
problema es que para mirar por arriba del muro que nos separa de la psicosis
tenemos que hacer pie en la neurosis... Y en este sentido, es otro punto
importante que pude poner de relieve en esta interrogación de la relación Freud-
Lacan, el punto de partida de Lacan no fué la neurosis. Lacan no entró al
psicoanálisis de la mano de la histeria, como Freud. Lacan entró al psicoanálisis
de la mano de la paranoia, y eso le da una posición otra, muy distinta... Un
ejemplo rápido: la noción de autoerotismo, que va a tener que ver en la noción de
transferencia por parte de Freud. Para Freud, el sujeto está primero encerrado en
sí mismo, y manda los pseudopodios de libido para el exterior, es una célula
primero cerrada que luego se abre. El estadio del espejo tiene otro punto de
partida. El estadio del espejo es que el sujeto está primero en el exterior, y es
desde el exterior que se constituye...

Bien, he perdido un poco el hilo, con esta disgresión, y no sé de qué estaba


hablando... Pero no importa, tenemos tiempo... Entonces, éste es un poco nuestro
objetivo: reflotar, para cuestionar...

PARTICIPANTE: Estabas hablando del autoerotismo


en Freud. ¿Qué pasa con Lacan con respecto a eso, y
además con respecto a su entrada en el psicoanálisis
por el lado de la paranoia?

Esto implica que, al entrar por el lado de la paranoia, el punto de partida es


completamente otro. Y el estadio del espejo, en ese sentido, no es para nada
freudiano. Es decir, cuando Lacan propiciaba, en la comunidad analítica que lo
acompañaba, cierto efecto como de repulsión, o de cierta sospecha —cierta
sospecha respetuosa, porque parecía un tipo inteligente, con quien por ahí no era
muy fácil meterse—, pero de todas maneras de cierta sospecha de ¿en qué anda,
este señor?, estas personas, los post-freudianos, que le dirigían estos sentimientos
de sospecha, no estaban completamente equivocados, porque, efectivamnente, el
punto de partida de Lacan, con su estadio del espejo del ’36, no es freudiano, en
la medida en que plantea el origen del sujeto, no a partir de un interior que se
abre, sino en el exterior. Hay como una especie de tesis de paranoia original, en
Lacan, que va a tener un desarrollo luego, por ejemplo cuando hable del
inconsciente como discurso del Otro, y una serie de otras fórmulas que ya
veremos, que no son para nada estrictamente freudianas, y que a veces debemos
forzarlas —creo que aquí fué donde perdí el hilo de lo que venía diciendo—, a
veces, porque hacemos pie en la neurosis, nos vemos obligados a forzar la
interpretación de algunas fórmulas de Lacan, para volverlas compatibles con
nuestros prejuicios.
Por ejemplo... Les voy a dar un ejemplo. Ustedes, no sé si recordarán, que en la
«Apertura de la Sección Clínica», que es una intervención de Lacan, en l976,
Miller le pregunta: "sus matemas, el ¨ , el © , el $ , el a minúscula, ¿valen para la
psicosis?", y Lacan responde: "Sí" — "Bueno", le replica Miller, "eso habría que
demostrarlo", a lo que Lacan reconoce que es cierto, pero que no lo iba a hacer en
ese momento.

Bueno, los prodigios, retóricos y dialécticos, que he visto en ejercicio para


interpretar esta afirmación de Lacan, de que sus cuatro matemas valen para la
psicosis, los prodigios para interpretarla, para hacerle decir exactamente lo
contrario de lo que dice, son a veces impresionantes. Por ejemplo: "en la psicosis,
el ¨ de la alucinación representa al sujeto para un Otro forcluído" — lo que es una
manera de aceptar la fórmula de Lacan, porque..., bueno, porque no es sencillo
decirse lacaniano y rechazar una fórmula de Lacan tan poco ambigua, y decir con
ella exactamente lo contrario de lo que la fórmula dice, por el procedimiento de
definir los términos de la fórmula de tal modo que la fórmula se vuelve inane, es
radicalmente no aceptar la afirmación de que hay ¨ , © , sujeto barrado $ como
corte entre ¨ y © , y a minúscula como producción de goce a partir de ese corte.
Por otra parte, digámoslo desde ahora, el Otro no está forcluido en la psicosis. Lo
que sostiene el escrito «De una cuestión preliminar...» es que hay una forclusión
en el lugar del Otro, que es algo muy distinto. Esto conviene precisarlo, porque
en el Seminario sobre Las psicosis, o al menos en la versión que tenemos de ese
Seminario, que es una versión mutilada, puntuada y establecida por Miller, es
cierto que hay un momento donde aparece una frase de Lacan donde parece dar a
entender como que no habría gran Otro en la psicosis. Pero en «De una cuestión
preliminar...», donde las palabras son responsabilidad del puño y letra de Lacan,
y que es una retoma posterior, más medida, más calculada, de lo dicho en la
improvisación del Seminario, está muy claro que no es que no hay Otro, no es
que el Otro está forcluído, es que hay una forclusión en el lugar del Otro.

Bueno, éste es otro tema que tal vez abordaremos en algún momento, que es la
cuestión de la forclusión, su relación con la Verwerfung, y una novedad que ha
surgido en el millerismo, particularmente, pero que ha tenido seguidores —he
visto por ejemplo que Harari se ha plegado a ello—, que es la teoría de
la forclusión generalizada, y que consiste definitivamente en esto: cualquier "no
hay" que ustedes pesquen es una forclusión. "No hay significante del Nombre-
del-Padre", es una forclusión —bueno, ésta es la definición que da Lacan de la
forclusión propia de la psicosis, al menos en el texto de 1958—, pero ¿"no hay
significante de La mujer" es una forclusión? ¡Ah! No estoy tan seguro de que sea
lo mismo, vamos a ver. Me gustaría, si tienen interés en acompañarme en esta
interrogación, que revisemos el concepto de forclusión, para ver si este concepto
es valedero cuando se trata del significante de La mujer, que es un significante
que no se espera que esté, del cual no se espera que ejerza ningún efecto de
capitonado, como sí se espera del significante del Nombre-del-Padre. Pero la
cosa prolifera: "no hay significante del sujeto", entonces forclusión, "no hay
relación sexual", entonces forclusión, "no hay Otro del Otro", ¡más for-clusiones
todavía! ¡estamos llenos de forclusiones!

Convendría re-interrogar entonces qué entendemos por forclusión, para ver qué
cabida se le puede dar a esta novedad post-lacaniana de una forclusión
generalizada.

Bien, antes de que se me vaya el tiempo, les quiero decir que — ya se los dije,
pero se los vuelvo a decir — al fin y al cabo, bueno, yo no me creo Lacan, pero
algo de lo que ocurre cuando uno habla en público, le ocurre a todo el mundo —
Lacan decía: "nunca se entiende lo que yo digo", lo dice varias veces, casi cada
vez que habla dice "nunca se entiende nada de lo que yo digo, entonces por eso
yo lo repito muchas veces, porque aunque no se entienda, si lo machaco, lo
machaco y lo machaco, eso termina por circular" — entonces, yo digo ahora que
voy a repetir ¿qué? — que espero vuestra palabra, vuestra interlocución, que me
interrumpan todo lo que quieran , somos muchos para hacer un diálogo tipo
taller, pero veremos cómo podemos arrimar lo más posible a una interrogación, a
un diálogo entre nosotros.

Antes de que se me acabe el tiempo, entonces, quería decirles que, tanto como
para... — algunas personas cercanas a mí me han hecho saber que mi texto de
invitación a este espacio, mi propuesta, publicada en el Correo de la Escuela, era
muy difícil de seguir. Tal vez se deba, al menos en parte, a que es un texto que
escribí, no lo hablé, y cuando yo escribo espero que el lector ponga algo de lo
suyo, o sea que me sale un estilo un poco retorcido —en fin, en realidad, para mí
lograr la sencillez es un esfuerzo, cuando escribo—, pero además ayudó el hecho
de que quien transcribió esa comunicación en el Correo..., digamos que se salteó
unos cuantos signos de puntuación. Entonces... ¡me sorprende que hayan venido!
[risas]. Pero, de todas maneras, me parece que algo se puede pescar, en esa
propuesta —ahora voy a retomar algunos de sus términos, si tengo tiempo—, en
cuanto a que esta propuesta no es la de recalentar el guiso de "lo ya sabido" de la
psicosis, y que apunta a una propuesta, que yo no diría que es nueva, porque me
parece que es la propuesta que hace Lacan, en todo caso, digamos que apunta a
una perspectiva de lectura de algunas afirmaciones de Lacan un poquito diferente
de lo que puede ser el discurso corriente. O sea, que algo parece que se ha
transmitido, y eso es lo que me alienta, el que hayan venido. De todas maneras, y
para que no confíen solamente en mi palabra, quería señalarles algunas cosas de
Lacan, que eventualmente nos daremos el tiempo, en las sucesivas reuniones, de
ir desplegando.
 

BREVE DISCURSO A LOS PSIQUIATRAS

Me tomé el trabajo, en estos últimos días, de traducir el «Breve discurso de


Lacan a los psiquiatras», o Petit discours... En verdad, habría que traducirlo
como "Pequeño discurso", pero "Pequeño" suena un poquito irrespetuoso, y
"Discursito", ¡horrible! [risas], entonces le puse «Breve discurso a los
psiquiatras», aunque no es tan breve como sugiere el título.(13) Es una
conferencia de l967. Cuando terminé de traducirlo me dijeron que había otra
traducción circulante, pero no la conozco.

Este texto, con el que Lacan se dirige a los psiquiatras, es en l967, como ya les
dije, y en realidad es interesante el contexto, porque, si bien se dirige a los
psiquiatras, él no deja de observar que la mayoría de su audiencia son gente que
está en análisis, o espera del análisis alguna cosa especial en relación a su
posición de psiquiatras, y Lacan, entonces, incluso expresa cierto lamento, dice:
ustedes, que están haciendo el internado, en lugar de aprovechar su experiencia
de psiquiatras, de su contacto con el loco, con el psicótico —en este texto él dice
"el loco, o el psicótico, si ustedes quieren", al revés de cierta moda actual, que se
inclina más bien a distinguir la locura de la psicosis—, ustedes desperdician su
experiencia de psiquiatras porque se consideran analistas en formación, y se
consideran analistas en formación a partir de un gran malentendido, que es el de
creer que el psicoanálisis ayuda a comprender a los enfermos. En verdad, el
psicoanálisis, y con esto retomo algo que dije anteriormente, debería ayudar a
soportar la no comprensión, porque la comprensión es nuestro horizonte de
significación fálica, desde el cual jamás podremos abordar y dar acceso a la
palabra del psicótico... Y Lacan expresa su esperanza de que algún
"psicoanalizado", dice, no un psicoanalista, algún "psicoanalizado", se anime a
escuchar al psicótico, a, como lo decía en el escrito «De una cuestión
preliminar...», a ese esfuerzo de "sumisión completa a las posiciones subjetivas
del enfermo", lo cual implica no ejercer sobre él el poder, ni el llamado al orden
fálico...

Bien, les decía que en este texto, en esta conferencia, Lacan dice una cosa que en
realidad no es ninguna novedad, era para no citarles un texto más antiguo. No es
ninguna novedad, en Lacan. Ya estaba muy claramente expresado en su
discusión con Henri Ey, en el texto del ’46, «Acerca de la causalidad psíquica».
Lo que dice, muy sencillamente, es lo siguiente: "en su encuentro con el loco,
aquél que se postula en su presencia, en esa posición que es la del psiquiatra,
está, lo quiera o no, concernido, está irreductiblemente concernido", es decir, que
la locura es algo que a él le atañe.

En este sentido, Lacan estaría en contra del "muro" que separa, que segrega —va
a hablar también de los efectos de segregación promovidos por la dominancia
cada vez mayor del discurso de la ciencia, en este texto—, que inevitablemente
segrega al loco. Lo que agrega Lacan es que, de ese concernimiento, de esa
relación de concernimiento, el psiquiatra se protege de ese concernimiento.
¿Cómo se protege? Bueno, hay muchas maneras de protegerse, una es aislar al
enfermo, otra es el chaleco, podríamos decir, el chaleco químico, también, pero
donde él, Lacan, habla, se ve que en esa época — estamos en el ’67, es decir, a
cinco minutos del famoso mayo del ’68, del grito libertario de los estudiantes
parisinos en mayo del ’68, por lo que hablar del chaleco, en ese momento,
hubiera sido una falta de respeto, una provocación, así que Lacan no habla de eso
— entonces, para no hablar de eso, dice que el psiquiatra interpone, para
protegerse de ese concernimiento, entre él y el loco, un cierto número de
"barreras protectoras". Por ejemplo, dice, "una pequeña idea", "un órgano-
dinamismo" —y hoy podríamos decir: una pequeña idea: que hay que acotar el
goce, por ejemplo, o cualquier otra, como una definición privativa de la psicosis
— una pequeña idea, dice, "que los separe de esta especie de ser que está
enfrente de ustedes, que es el loco, que los separe a ustedes de él, destacándolo,
¿no es cierto?, como una especie entre otras de extraño coleóptero, del que se
trata de dar cuenta así en su dato natural".

Es decir, ante el concernimiento, ante el sentirse concernido por la locura, el


psiquiatra, la posición del psiquiatra —pero, a ver, cuando Lacan dice "posición
del psiquiatra", se refiere a una posición de estructura, no está hablando de la
buena voluntad, del humanismo, de la buena onda del psiquiatra, ¿se entiende,
esto?, se refiere a lo que define a la posición del psiquiatra— la posición del
psiquiatra es que de ese concernimiento por la locura, de esa angustia que
despierta la locura, este loco que no nos demanda nada, él se proteje erigiendo
esas barreras constituidas por esa "pequeña idea" — no importa cómo llamemos
a esta pequeña idea, puede ser la tesis de la alienación, por ejemplo: bueno el
alienado es alguien que vive en su propio mundo, su manera de pensar es
irreductible, no hay comunidad con nosotros... — No sé si ustedes recuerdan,
hace un par de años hubo una especie de polémica pública, un intercambio,
vamos a decir, más que polémica, salió en los diarios, entre Maradona y su
psiquiatra o su psicólogo español, y entonces el señor este, el español, a propósito
de no sé qué que había a su vez dicho Maradona a propósito de él, le dice a los
medios: "al señor Maradona no tengo por qué responderle, porque es un enfermo
mental", es decir: como es un "enfermo mental", no es responsable de su palabra.
Bueno, ésta es la roca de la alienación, la que constituye una de esas pequeñas
ideas que nos separan del loco.

El problema, dice Lacan también, en este texto del que les estoy evocando unas
pocas frases, es que la experiencia analítica, la experiencia del psicoanálisis es
una experiencia precaria. Precaria, ¿por qué? — porque, no obstante haber
pasado por esa experiencia, siempre se puede recaer rápidamente en lo que es la
posición del psiquiatra. Y justamente, al recaer en la posición del psiquiatra,
volvemos a instaurar estas barreras. Lacan menciona otra de estas barreras,
entonces, y dice: "los consideramos mucho más como objetos de estudio que
como punto de interrogación al nivel de lo que remite a cierta relación del sujeto,
a lo que sitúa al sujeto por relación a ese algo que calificamos de objeto extraño,
parasitario, que es la voz, esencialmente. En tanto voz, ella no tiene sentido aquí
más que por ser soporte del significante".

Bien, quiero dejarlos hablar un poquito a ustedes, y entonces voy a suspender,


voy a interrumpir el hilo de lo que venía desarrollando, y dejo el comentario de
mi Propuesta para otro día, porque no quisiera alejarme hoy de aquí sin
mencionar un par de frases de Lacan, del Seminario sobre La identificación —es
decir, no he ido a buscarlas en los últimos Seminarios—, que sitúan, al menos
como una tesis, de la que eventualmente tendremos que dar cuenta, pero para que
esto no parezca un mensaje venido de Ganímedes, ya que estamos hablando de
psicosis, que hablar de sujeto, de deseo, y de falta en el Otro en la psicosis no es
algo que venga de otra galaxia, sino que esto al menos está dicho por Lacan...
Voy a citar entonces un par de frases del Seminario de La identificación, del año
l962, y luego les haré un breve comentario acerca de cómo podríamos movernos
en lo sucesivo.

Bueno, en la clase del 2 de Mayo de 1962, Lacan responde a una interven-ción,


interesante, que había tenido Piera Aulagnier. Ella, en ese momento, todavía no
se había separado de Lacan para fundar su Cuarto Grupo, pero es interesante,
también... — Ahora abro un paréntesis, y espero no perderme... Piera Aulagnier,
sus textos, entró a la Argentina en un momento en que la avidez y la confusión
agrupaban bajo el nombre de "psicoanálisis francés contemporáneo" lo que
parecía equivaler a "lacaniano": Laplanche, Pontalis, Leclaire, Mannoni,
Aulagnier, y hasta el mismísimo André Green... ¡todos en la misma bolsa! Por
supuesto con el retraso que tenemos tradicionalmente, y además no había satélite,
todavía, entró como lacaniana cuando ya no era lacaniana... Por ejemplo, todas
esas cosas que todavía se dicen que habría dicho Lacan, y que Lacan nunca dijo,
por ejemplo: que la madre del esquizofrénico es una madre que considera que su
hijo es como un cáncer, como una cosa viva que no tiene imagen, y que la
carcome, y qué sé yo, y que por eso no le construye un cuerpo imaginario... —
¿habrán escuchado eso: una madre que considera al hijo como un ser natural,
como una especie de excrecencia corporal? — bueno, eso es Piera Aulagnier, no
Lacan.

A ver, no digo esto para decirles simplemente "miren, leamos bien a Lacan",
porque en definitiva... Está bien, conviene leer bien, ¿no es cierto?, leer bien es
sin duda mejor que leer mal... Pero más que leer bien, conviene que la lectura
tenga efectos. Como dice también Lacan en esta conferencia del ’67, no alcanza
con usar el vocabulario lacaniano, el asunto es que ese vocabulario lacaniano
tenga efectos diferentes a los que se obtienen de lo que se dice en otro
vocabulario. De nada vale, si usamos vocabulario lacaniano para decir las
mismas cosas que se decían antes de Lacan. Y en una proposición como esta de
la presunta típica madre del esquizofrénico, que considera al hijo así y asado,
¿qué estamos diciendo? — ¡que habría que analizar a los padres! Ahora,
reflexionen sobre los casos clínicos que suelen circular en nuestro medio, y van a
ver que esto no es solamente un problema de la psicosis, sino que muchas
presentaciones clínicas, de neurosis, también consisten en analizar a los padres...
Bueno, cierro el paréntesis...

Piera Aulagnier, entonces, en esa intervención del ’62, en el Seminario de La


identificación, hace una exposición respecto de la psicosis que Lacan elogia —en
ese momento estaban amigos—, que es bastante interesante, también, la
exposición, pero Lacan le comenta que, bueno, en su esfuerzo por hacerse
entender por el público, ella tal vez había aflojado en algunas cosas. Y entonces,
este es el breve comentario que le hace Lacan:

...lo que me parece eminente, es justamente aquello


por lo cual eso nos abre esta estructura psicótica
como siendo algo donde debemos sentirnos en nuestra
casa. Si no somos capaces de percatarnos de que hay
un cierto grado, no arcaico, a poner en alguna parte
del lado del nacimiento, sino estructural, a nivel del
cual los deseos son, hablando propiamente, locos; si
para nosotros el sujeto no incluye en su definición, en
su articulación primera, la posibilidad de la
estructura psicótica, jamás seremos sino alienistas.

Es decir esa "pequeña idea" de la alienación que descarta la estructura psicótica


como algo donde podemos, debemos, sentirnos en nuestra casa, en la medida en
que dicha estructura es una posibilidad primera, por definición, de la noción de
sujeto que sostenemos en el psicoanálisis, esa "pequeña idea", como las otras de
esa índole, desencadenará el efecto de segregación donde el loco está del otro
lado del muro y no nos concierne para nada.

La otra frase que les quería leer es un poco más extensa, pero creo que vale la
pena. Es del mismo Seminario, de la clase del l3 de Junio de 1962, y dice así —
yo, cuando leo frases como esta que voy a leerles — y ya que hoy, al comenzar
esta reunión, me despaché con algunos agradecimientos, quiero agradecer
también a los miembros de un grupo de estudio que coordino, precisamente sobre
este Seminario de Lacan, La identificación, algunos estan acá, cuya interlocución
inteligente me ha hecho mirar con lupa este Seminario, y me ha hecho como leer
de nuevo, de nuevo y como nuevas, muchas cosas que había leído antes —
cuando leo frases como las que les voy a leer ahora, me doy cuenta de que, no
solamente que no se entiende nada de lo que Lacan ha dicho, sino que en general
no se lo lee, o que se lo lee como Lacan decía que se lo lee a Freud, "de la
manera sorda", se lo lee pasando por encima de todo lo que podría trabar nuestra
concepción primera, nuestro prejuicio, acerca de lo que se supone que iba a decir.
Fíjense este párrafo, un poco más que una frase:

[...] Esta relación del espejo, para ser comprendida


como tal, debe ser situada sobre la base de esta
relación al Otro que es fundamento del sujeto, en
tanto que nuestro sujeto es el sujeto del discurso, el
sujeto del lenguaje.

Es al situar lo que es $ corte de a [es decir, la fórmula


del fan-tasma], por relación a la deficiencia
fundamental del Otro como lugar de la palabra, por
relación a lo que es la única respuesta defini-tiva a
nivel de la enunciación, el significante de  %  , del
testigo universal en tanto que hace falta y que en un
momento dado ya no tiene sino una función de falso
testigo...

es al situar la función de a en ese punto de


desfallecimiento, mostrando el soporte que encuentra
el sujeto en ese a que es lo que apuntamos en el
análisis como objeto que no tiene nada de común con
el objeto del idealismo clásico, que no tiene nada de
común con el objeto del sujeto hegeliano,

es al articular de la manera más precisa ese a en el


punto de carencia del Otro, que es también el punto
donde el sujeto recibe de ese Otro, como lugar de la
palabra, su marca mayor, la del trazo unario, la que
distingue a nuestro sujeto del sujeto de la
transparencia conociente del pensamiento clásico,
como sujeto enteramente atado al significante en tanto
que ese significante es el punto giratorio de su
rechazo, el de él, el sujeto, fuera de toda la
realización signifi-cante,

es al mostrar, a partir de la fórmula $ & a como


estructura del fantasma, la relación de este
objeto a con la carencia del Otro,

...que vemos cómo en un momento todo retrocede,


todo se borra en la función significante ante el
ascenso, la irrupción de este objeto.

Suspendo un momento la cita. ¿Se dan cuenta de los términos que están puestos
en juego en este fragmento? — objeto a, fantasma, carencia del Otro, significante
de A barrado: S(% ), sujeto de discurso, trazo unario, deseo... El párrafo continúa
así:

Es hacia ahí que podemos avanzar, aunque sea la


zona más velada, la más difícil de articular de nuestra
experiencia. Pues justamente tenemos su control en
cuanto que, por unas vías que son las de nuestra
experiencia, vías que recorremos lo más
habitualmente, las del neurótico, tenemos una
estructura que de ningún modo se trata de poner así
sobre el lomo de chivos emisarios. A este nivel, el
neurótico, como el perverso, como el psicótico mismo,
no son sino caras de la estructura normal.

¿Escucharon alguna vez, estas palabras? Me responden ustedes que no... — sin
embargo, estoy seguro de que, al menos la mayoría de ustedes, habrán leído el
Seminario de La identificación, algunos quizá varias veces... como me ocurrió a
mí hasta que finalmente pude leer estas palabras, la segunda vez refregándome
los ojos... Continúa Lacan:

Se me dice a menudo, tras estas conferencias: cuando


usted habla del neurótico y de su objeto, que es la
demanda del Otro, a menos que su demanda no sea el
objeto del Otro, ¡háblenos del deseo normal! Pero
justamente, hablo de eso todo el tiempo.

El neurótico, es el normal en tanto que para él el Otro


con una A mayúscula tiene toda la importancia
El perverso, es el normal en tanto que para él el falo
—el   mayúscula, que nosotros vamos a identificar a
ese punto que da a la pieza central del plano
proyectivo toda su consistencia—, el falo tiene toda la
importancia.

Para el psicótico el cuerpo propio, que hay que


distinguir en su lugar, en esta estructuración del
deseo, el cuerpo propio tiene toda la importancia.

Y no son aquí sino caras donde algo se manifiesta de


este elemento de paradoja que es el que voy a tratar
de articular ante ustedes a nivel del deseo.(14)

Resumiendo:

1) la estructura es una

2) la estructura, que es una, comporta una falla, aquí nombrada como carencia


del Otro — en otro momento tendrá otros nombres: "no hay universo del
discurso", "no hay relación sexual", pero no importan ahora los nombres: la
estructura que nos interesa como psicoanalistas, en tanto nos ocupamos del
síntoma, es decir, de lo que no anda, es aquella que, en tanto estructura, está
radicalmente, principialmente fallada, es decir, nosotros tenemos que explicar por
qué las cosas no andan, no por qué las cosas andan — no nos serviría para nada
una estructura sin falla, del tipo de la estructura de los estructuralistas, es decir,
de la que no hace lugar a la función del sujeto — y esto es propio de la estructra...
no del resultado de determinada operación, como por ejemplo cuando se dice que
cuando el Nombre-del-Padre no está para cumplir su papel entonces el Otro es
completo...

3) la psicosis no radica en una falla relativa a una estructura no fallada —ésta es
la perspectiva de la psicosis como déficit—, no está tampoco fuera de
estructura — si la psicosis estuviera fuera de estructura no tendríamos nada que
decir sobre ella, en la medida que la concebiríamos sin relación con el lenguaje.
4) como acabamos de leer, y está dicho por Lacan con todas las letras, la psicosis
es una cara de una estructura, aquí calificada de normal, que es una.

Bien, yo no digo que este párrafo un poco extenso que acabamos de leer, del
Seminario sobre La identificación, sea transparente. De ninguna manera lo
pretendo — es posible que tengamos que dedicar algún tiempo, si a ustedes les
parece, a tratar de entender, de desplegar, de justificar estas afirmaciones de
Lacan. Es posible. Lo que yo me proponía hoy, al traerles esta cita, es "acotar",
¿por qué no?, ponerle una barrera, unos mojones de señalización, a cierto
discurso corriente según el cual el psicótico estaría fuera de estructura... porque
no tiene estructura —se le soltaron todas las consistencias del nudo—... o tiene
una estructura tal que tiene una falla que consistiría en no tener falla —como el
Nombre-del-Padre sería quien descompleta al Otro, al estar forcluido este nombre
el Otro sería completo—, y entonces ya no importa la carencia del Otro, el deseo
del Otro, el problema es el goce del Otro, que no tiene cómo ser acotado, y para
colmo no hay transferencia, por lo que... ¡hay que remendar!

HILDA SCHVARZMAN: Eso conectaría con la


cuestión de los mecanismos específicos, pensados...

Sí, efectivamente, eso también discute cierto efecto —gracias por recordármelo,
es como si supieras lo que tenía pensado decir— cierto efecto de un planteo
incorrecto, insuficiente, de la relación Freud-Lacan, según la cual Freud habría
sido un lacaniano avant la lettre, con lo cual se termina leyendo a Lacan con la
anteojera freudiana... ¡Pero Lacan ocurrió! Lacan ocurrió, y eso tiene un peso
decisivo, quiero decir: aunque rechacemos a Lacan, esto tendrá efectos sobre
nuestra lectura de Freud... No es el mismo post-freudismo el de Hartmann que el
de Laplanche. Incluso rechazando a Lacan, el post-freudismo no queda en el
mismo lugar, se constituye como tal por ese rechazo mismo... Pero si no
rechazamos a Lacan, entonces hay que hacerse cargo de que Freud no es
lacaniano... porque como suele decir un amigo mío al que siempre cito, Juan
Carlos Piegari, que es posible que venga algún día a este espacio a decirnos lo
suyo, y con quien tengo un diálogo de hace muchos años: "uno empieza
confundiendo a Lacan con Freud, y termina confundiendo a Freud con la
psicología".

Volviendo a tu intervención, en la que me recordaste algo importante a lo que


quería referirme: efectivamente, está dicho en la Propuesta... —lo voy a dejar
para otro día, en todo caso, pero lo dejo mencionado—, también me propongo
cuestionar la supuesta tri-partición entre neurosis, psicosis y perversión,
concebida no a partir de la transferencia —como sí lo hace Lacan—, no a partir
de la relación del sujeto con el saber —como propone Lacan en su Seminario
sobre los Problemas cruciales para el psicoanálisis, por ejemplo—, sino a partir
de tres presuntos "mecanismos freudianos fundantes" o "modos de defensa
constitutivos" o como se los quiera llamar: represión para la neurosis, renegación
para la perversión, Verwerfung o forclusión para la psicosis... En algún momento
me gustaría detenerme a mostrarles que esta tripartición, ya establecida en el
discurso corriente, no está tan clara sin embargo, ni en Freud, ni en Lacan mismo.

Bien, ya termino. Agrego a los agradecimientos, ya que estamos, el que debo a


los compañeros de la Escuela que hoy han querido acompañarme. No es una
práctica difundida, en nuestra Escuela, que los miembros asistan al seminario de
otro miembro, y sin embargo, es una práctica que ojalá se extienda, porque es lo
que nos podría alejar definitivamente de cierto riesgo que corre la enseñanza en
la Escuela, que es la pendiente fácil del discurso universitario. Obviamente, si yo
estoy aquí, no es porque tengo todo claro. No es el saber el que pongo como
agente del discurso que sostengo ante ustedes. Si tuviera todo claro, como no
tengo vocación de mesías, y la caridad no la entiendo en este campo, no perdería
tiempo hablándoles. Lo que espero es lo que pueda llegarme de ustedes, y
particularmente, ¿por qué no decirlo?, de mis compañeros de Escuela, con
quienes podría sostener una interlocución no ocasional, no restringida a esta hora
y media quincenal. Por eso, a quienes hoy me acompañan, les agradezco
especialmente.

Un agradecimiento muy especial —muy especial porque, de alguna manera,


fueron quienes precipitaron que yo esté aquí hoy con ustedes... es decir, que si
hoy sintieron que han perdido el tiempo, ¡ya saben a quiénes echarle la culpa!—
a los residentes del Hospital Esteves, de Lomas de Zamora, y quiero decir por
qué. Ellos el año pasado me invitaron, me pidieron, más bien, que fuera a
hablarles a su hospital. En general, yo, como práctica general, soy más bien
alérgico a ir a hablar en los hospitales... y, en verdad, a ir a hablar a cualquier otra
parte que no sea la Escuela. No voy a argumentar mucho esta peculiaridad mía, y
por eso prefiero referirme a ella en términos de "alergia". Podría argumentarlo,
pero no lo voy a hacer. Es una cuestión de fiaca, si quieren, una cuestión de que
no me gusta suspender trabajo con pacientes para ir a hablar por ahí —eso es
también una razón, no la única, de mi poca proclividad a asistir a Congresos y
Jornadas—, y también —es la otra razón de mi poca proclividad a asisitir a
Congresos y Jornadas— porque odio hacer algo que, además de no
proporcionarme ningún placer, descuento que no va a tener ninguna
consecuencia, es decir, odio ir a hablar para entretener a la gente. Y si reflexionan
un poco, muchas invitaciones a hablar están hechas para el entretenimiento de la
gente. Cuando se invita hoy a un psicoanalista y mañana a un cognitivista, hoy a
un psicoanalista de esta Escuela, y mañana a un psicoanalista de la APA, y
pasado mañana a un psicoanalista de la EOL, y así siguiendo, es porque la
invitación está al servicio de entretenerse, compensarse un poco por la dura tarea
hospitalaria.

Bueno, pero estos residentes, cuando me hicieron su invitación, la hicieron luego


de haberse leído mi seminario del ’95, que son como cuatrocientas cincuenta
páginas, y venían con preguntas formuladas a partir de esa lectura. Eso fue lo que
me decidió a ir hasta Lomas de Zamora, que no es la Vuelta de la Esquina. Y
además, además, nos reuníamos los sábados, que era un día en el que ellos no
estaban obligados a asistir al hospital, cosa que me conmovió profundamente. Y
además sus preguntas eran muy pertinentes. Eso fue lo que me llevó no
solamente a ir, entonces, a Lomas de Zamora, sino a, ante la posibilidad de seguir
trabajando juntos este año, proponer este trabajo en la Escuela, y extender esta
propuesta a otros residentes, a otros concurrentes, y bueno, dado el apoyo que
encontré en la Comisión Directiva de la Escuela ante esta propuesta, ¿por qué no
a cualquier interesado, en general?

Por otro lado, el compromiso de estos residentes del Hospital Esteves es mayor,
no sólo porque me han acompañado en el tiempo posterior a estos encuentros en
su Hospital, el año pasado, con preguntas y estímulo para abordar algo, sino
porque, además, han comprometido un trabajo —que, de todas maneras, si bien
ellos son como mi rueda de auxilio, hago extensivo a aquellos de ustedes que lo
quieran—, que es el de aportar aquí, a partir de la próxima vez, y en adelante,
todas las reuniones, un fragmento de la clínica de la psicosis. No para
ejemplificar lo que yo pueda desarrollar en la primera parte de la reunión —en
principio, no habrá ninguna relación deliberada entre el caso presentado y el
punto que yo aborde en esa primera parte—, sino para relanzar la pregunta. Así
que, con esto termino, hoy fue una excepción, porque era la primera vez, a partir
de la próxima reunión empiezo a la diez de la mañana en punto, con los que
estén. ¿Hasta qué hora? Hasta las once y media, porque soy un poco inquieto y
no me aguanto dos horas. Supongo que dos horas, sentados ahí, ustedes tampoco.
Ya una hora y media es una barbaridad, ahí apretados, sobre todo los que son
altos como yo, que no pueden estirar las piernas... Pero menos de una hora y
media no nos alcanzaría. A partir de las preguntas que puedan llegarme, voy a
inciar la reunión con una breve exposición; luego daremos lugar a este fragmento
de la clínica de la psicosis, y luego nos daremos un tiempo para intercambiar
entre nosotros, no necesariamente para que yo responda preguntas, para
intercambiar, emitir opiniones, que cada uno vuelque la experiencia que tenga.
En la psicosis no es cierto que el que tiene mucha experiencia puede decir cosas
más pertinentes que el principiante. El de la psicosis es todavía un campo muy
ofrecido a la invención... y a las ganas de inventar, aunque no quiero decir con
esto que carezca de coordenadas doctrinales. Así que ese sería el esquema
general de nuestras reuniones, y bueno, ahora les pediría que tomen ustedes la
palabra, para hacerme una idea de por dónde podría continuar yo la vez que
viene.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Está bien. No te voy a responder, hoy. Justamente, quiero que hablen para ir
viendo por dónde seguir. Tu duda, entonces, sería la de en qué sentido la locura
nos concierne.

RICARDO AUGMAN: Yo quería decirte que, en


principio, es interesantísimo todo lo que dijiste, y
realmente justifica levantarse un sábado a la mañana
para venir a escuchar y a conversar acerca de la
psicosis. A mí, en particular, me interesaría que
habláramos del asunto de la estructura única, de los
tres mecanismos, digamos, que son populares, para
hablar de las estructuras...

Bien, entonces, de qué manera entender esto, que hay una estructura, a partir de
dónde establecer una clínica diferencial relativa a una estructura que es una, y
repasar estos tres mecanismos que circulan en el discurso corriente... — Yo
repito porque en general no se graba lo que se dice desde ahí, y no tengo ganas de
andar pasando el micrófono, porque eso le daría demasiada formalidad a lo
dicho, y prefiero que hablemos tranquilos, en borrador, sin pensar que hablamos
para el registro, aunque a mí me interesa conservar algún registro de lo que
intercambiemos, para hacer pie ahí en las próximas reuniones. No es porque
piense que lo que dijiste no se entendió...

 
PARTICIPANTE: [no es escucha en la grabación]

Entiendo, tu pregunta retoma en parte la pregunta anterior, de Ricardo. Es un


poco el fantasma que suele aparecer cuando yo digo algo de esto en un grupo de
estudio: "¡Ah! ¡¿entonces no hay ninguna diferencia entre neurosis y psicosis?!"
— ¡no estoy diciendo eso! ¡no digo que la neurosis es la psicosis, o que no hay
diferencias entre neurosis y psicosis! Lo que estoy diciendo es que algunos
conceptos básicos, fundamentales, si quieren, no importa el nombre que les
pongan, de la doctrina psicoanalítica —significante, sujeto, deseo, inconsciente,
transferencia...— son de un piso básico... a partir del cual se establece la clínica
diferencial, y no que la clínica diferencial habría que hacerla en función de
colocarle un "+" de presencia o un "-" de ausencia a algunos de estos términos.
La transferencia es una noción transclínica. En Freud mismo, el fantasma es una
noción transclínica. En Freud, la fantasía no es patrimonio exclusivo de la
neurosis, y tampoco es por la diferencia entre un tipo de fantasía y otro que se
puede establecer la diferencia entre la neurosis, la perversión y la psicosis. En el
texto de 1922, si no recuerdo mal ahora, y estoy evocando cosas absolutamente al
azar de mi memoria, en «Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la
paranoia y la homosexualidad», Freud dice claramente que a partir del contenido
del sueño no es posible distinguir un paranoico del que no lo es, que alguien
puede ser paranoico en su sueño y no serlo, digamos, en su vida despierta, para
hablar mal y pronto, o al revés... Eso es lo que estoy diciendo: que si queremos
evitar una clínica del déficit, una clínica del defecto, que además de no poder ser
jamás, en tanto tal, una clínica psicoanalítica, nos lleva fatalmente, como
conclusión imparable, al postulado de que la estructura es la estructura de la
neurosis, si queremos evitar una clínica del defecto tenemos que postular que hay
nociones de la teoría que atraviesan todas las estructuras, las así llamadas
estructuras —es claro que a mí no me gusta este término— "psicopatológicas",
atraviesan toda la clínica diferencial, son transclínicas, y en consecuencia la
clínica diferencial no debe establecerse en términos de presencia o ausencia de
algunos de estos términos. Eso es lo que estoy diciendo. Pero no estoy diciendo
que entonces es lo mismo una neurosis que una psicosis...

Sí podría estar diciendo, pero te lo digo despacito, cautamente, para crear un


poco de suspenso, que la posición del analista en la clínica tal vez no sea tan
diferente en un caso que en el otro... Pero para avanzar en esto tendríamos que
pasar primero por establecer qué entendemos por posición del analista, porque la
propuesta de Lacan para la posición del analista no es uniforme a lo largo de su
enseñanza, ha ido variando. La posición del analista en el escrito «Variantes de la
cura-tipo», que es de 1955, es la del analista como gran Otro, es la del "poder
discrecional del oyente", de alguna manera amo del sentido del discurso que el
sujeto le dirige y aún de su identidad misma de hablante. La posición del analista
como objeto a, a partir del Seminario sobre La angustia, no es la misma...
Entonces, digo, a lo mejor la posición del analista —no digo su intervención, su
modo de intervenir—, la posición básica, estructural del analista, la de ceder la
posición subjetiva, dar la palabra —dar la palabra y entonces ofrecer la
posibilidad de que quien habla ya no sepa lo que dice—, tal vez esa posición
también sea transclínica...

Y tal vez, si nos esclareciéramos sobre lo que es esencial a la posición del


analista, tal vez habría posibilidad de evitar los efectos de inhibición que suele
producir, en la práctica hospitalaria, cierta ideología según la cual: "¡ojo con
interpretar, que desencadenás una psicosis!" — y entonces ante el primer
consultante que tenga un olor un poco raro, el analista no hace nada, no dice
nada, por temor a desencadenar quién sabe qué cosa..., no hace nada, como si
creyera que es posible calcular los efectos de lo que se hace o lo que se dice,
como si creyera que la interpretación consiste sólamente en un equívoco
deliberado, como si descartara que a lo mejor la manera misma de saludar puede
comportar un efecto de interpretación, que hasta su no hacer nada y no decir nada
puede comportar ese efecto, y que, por lo tanto, la intervención del analista es
incalculable, que el ser más o menos cauto, más o menos precavido, por ejemplo
no sintiéndose autorizado a comprender demasiado rápido o a hacer cualquier
cosa, no debería llevar a la inhibición, al no hacer nada, sino a interrogar cuál es
la posición más conveniente para —para decirlo en los términos de hoy— ceder
la posición de sujeto.

PARTICIPANTE: Hay otra cuestión que circula en el


ambiente psicoanalítico, en relación a cierta
comparación que se hace entre neurosis infantil y
neurosis en el adulto, y para la psicosis no habría una
psicosis infantil [...]. Para los que trabajamos con
niños, no es una reconstrucción desde el adulto de la
neurosis infantil o de la pre-psicosis, es algo que está
ocurriendo en ese momento [...]. ¿Podemos hablar de
psicosis en la infancia? ¿Y por qué?

O sea, disculpame el resumen, qué lugar darle a la psicosis infantil. Al respecto


quiero decir esto: la psicosis es algo que le puede ocurrir a cualquier hablante, es
decir, es una posibilidad esencial a partir de que el sujeto se constituye a partir
del lenguaje. Por eso, por ejemplo, puede haber psicosis en débiles mentales. Me
parece que la afirmación de que no hay psicosis infantil debe restringirse, no a
negar la psicosis en la infancia, que se daría de patadas con la clínica, sino a una
condición que Lacan formula de este modo: la psicosis no tiene prehistoria y...
Bueno, hasta ahí, nomás. Lo dejo para otra ocasión.

PAULA CORRADI: [no se escucha en la grabación]

Está bien, la cuestión del goce. Al respecto, si me permitís, te voy a hacer un


breve comentario lateral, de coyuntura. Sabemos que el neurótico tiene una
perspectiva idealizante, es el que se engancha más al significante —no en el
sentido de que el psicótico esté menos enganchado, sino que en la identificación
significante el neurótico busca paliar la falta de ser que constituye su pasión, en
los dos sentidos del término—¿se entiende lo que digo? Bueno, en la perspectiva
idealizante el goce es perturbador, nos parece más excelso el deseo, quiero decir,
que esta "mala impresión" que nos produce el goce, para decirlo de alguna
manera, es un efecto del discurso del amo, de la perspectiva idealizante que
transporta el discurso del amo.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

O sea, una vez planteada una doctrina de la psicosis, si la hubiera, cómo


establecer diferencias entre las formas clínicas de la psicosis: esquizofrenia,
paranoia...

KARINA GLAUBERMAN: [no se escucha en la


grabación]

Lo que me ocupé de subrayar, al pasar, fue que Lacan no hace, al menos en el


texto de su «Breve discurso a los psiquiatras», y en otros que podría recordar, una
diferencia entre locura y psicosis. Les mencioné incluso la frase: "que es preciso
llamar por su nombre, el loco, o el psicótico, si ustedes quieren". Me parece que
esta asimilación que hace Lacan es justamente para destacar lo que hay de
común, lo que no hace segregación, sino aquello por lo cual el loco, la locura, es
algo que nos concierne. Ahora bien, en el ambiente, a partir de un texto de
Maleval que circuló en fotocopias —creo que no fue editado, al menos en
castellano—, que se titulaba, creo, «La locura histérica no es una psicosis», y que
hizo furor en una época, hace diez, quince años, no me acuerdo cuándo, todo el
mundo andaba distinguiendo psicosis de locuras histéricas, y donde la cuestión
era la de demostrar que no todas las locuras son psicosis, que habría psicosis
propiamente dichas, resultantes de la forclusión del Nombre-del-Padre, y algo
que se le parecía mucho pero que no era psicosis, porque no resultaría de la
forclusión, y que entonces se proponía llamarlas "locuras", por ejemplo la "locura
histérica". Y a veces todavía se hace esta diferencia, por ejemplo en relación a
Joyce: "es loco, pero no psicótico" o, al revés, "es psicótico, pero no está loco"...
Hasta donde a mí me alcanza, esa distinción no es de Lacan, al contrario, Lacan
suele identificar locura y psicosis, por ejemplo en este texto que les he
mencionado, o al comienzo del Seminario sobre Las psicosis, o en el escrito
titulado «Acerca de la causalidad psíquica», donde felicita a su amigo Henri Ey
por no haber retrocedido ante el empleo del antiguo nombre de "locura" — con lo
cual no digo que esta distinción no sea posible sostenerla... con otros
fundamentos.

En fin, ya que lo mencioné, quiero decirles que hay una concepción lacaniana de
la psicosis, a partir de su escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis», que dice que la psicosis es lo que resulta de la forclusión
del Nombre-del-Padre, no de cualquier forclusión, y que ésta es una tesis que
tiene validez hasta 1975, y que en 1975, en el Seminario sobre El sínthoma, hay
elementos como para cuestionarla. Pero, hasta que la cuestionemos, vamos a
tratar de sacarle, en este ámbito, todo el jugo posible.

PARTICIPANTE: También ví en tu propuesta del


Correo que está prevista la posibilidad de hablar de
Joyce, que me interesaría...

Sí, está prevista. Pero está bien que me lo recuerdes, porque los que ya me
conocen saben que nunca hay que creer mucho en mis proyectos, porque yo me
hago proyectos, pero para cambiarlos. Ahora, si vos insistís con tu pregunta, a la
larga hablaré de eso.

Bueno, siendo las doce del mediodía, vuelvo a agradecerles su presencia. Les
recuerdo que la vez que viene, que será el 6 de Junio —la tercera reunión será el
20 de Junio, que no es feriado—, voy a comenzar a las diez de la mañana en
punto, porque yo llego en punto. Hasta la próxima.

NOTAS
 

(1) Jacques-Alain MILLER, Introducción al método psicoanalítico. Eolia-Paidós, Buenos Aires, 1997.

(2) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Psicoanálisis y Psicosis: una cuestión ética». Intervención en la mesa-
debate sobre Variantes de la cura-tipo, inaugural del Coloquio de Verano del mismo nombre, convocado por
la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 7, 8 y 9 de Enero de 1998. Se encontrará su texto en la
Biblioteca de la E.F.B.A.

(3) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «¿Lacanoamericanos?». Texto redactado como introducción a la Mesa
Redonda sobre el tema, que tuvo lugar en la Escuela Freudiana de Buenos Aires el jueves 15 de Enero de
1987, organizada para su publicación en las Notas de la Escuela Freudiana, nº 6, que no llegó a aparecer.
Finalmente, fue publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 14, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires,
1990.

(4) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La articulación Freud-Lacan en la perspectiva del retorno a Freud de
Lacan». Exposición —revisada— en la primera de las Reuniones internas de miembros de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires alrededor del tema: «Freud, Lacan ¿cómo se articulan?», el miércoles 30 de
Septiembre de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(5) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Freud, Lacan, Nosotros». Intervención en el


Seminario «Fundamentos de la Transferencia», dictado con Alba Flesler y Analía Meghdessian. Escuela
Freudiana de Buenos Aires, el 8 de Julio de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(6) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Freud-Lacan: efectuaciones del retorno. El retorno borromeo,


Seminario dictado en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1990, publicado en fichas. «El retorno borromeo.
Presentación nodal del retorno a Freud», intervención en el Seminario «Topología y Psicoanálisis», Escuela
Freudiana de Buenos Aires, el 14 de Noviembre de 1990, publicado en ficha. «El Padre: la falta en Freud»,
publicado en el libro de AAVV, El Padre en la Clínica Lacaniana, Escuela Freudiana de Buenos Aires /
Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 1994. «Freud-Lacan: un irreductible tres», intervención en el ciclo
«Irreductible Tres», Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 31 de Octubre de 1991.

(7) Tengo en curso de elaboración una Versión Crítica Actualizada de este Seminario, que iré pasando a la
Biblioteca de la E.F.B.A. a medida que concluya cada sesión del mismo.

(8) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en la
Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas.

(9) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Para volver a la pregunta sobre si Joyce estaba loco», intervención en
el ciclo «Lectura del Seminario Le Sinthome. Fábrica del texto», Escuela Freudiana de Buenos Aires, Cartel
Abierto del 26 de Noviembre de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(10) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho"».
Texto presentado en las Primeras Jornadas de Carteles de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 24-
26 de Noviembre de 1988, finalmente publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, E.F.B.A., octubre de
1992. Véase también: Hugo GORDO, Juan Carlos PIEGARI y Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Padre y
el Sínthoma, Seminario en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1988, algunas de cuyas clases fueron
publicadas en fichas.

(11) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Estabilización y suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis.
Hacia una clínica de la suplencia generalizada. Intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica
psicoanalítica - Problemáticas», Curso Anual Año 1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de
Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, los días 17 y 18 de Mayo de 1996. Se encontrará su texto
en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(12) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y fundamentos. Red de Seminarios de la


Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998. Publicado en fichas.

(13) Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras, el 10 de Noviembre de 1967». Traducción —para
circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.

(14) Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación. Clase del 13 de Junio de 1962. La traducción y los
subrayados son míos.

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro 2. Sábado 6 de Junio de 1998


 

 EL MURO

Hoy vamos a poner en marcha el dispositivo que habíamos convenido para estas
reuniones, me refiero a su división en tres partes. Vamos a ver cómo sale.
Supongo que, de todos modos, eso mejorará con la experiencia.

Comenzaré retomando brevemente lo que había planteado la vez pasada. En


resumidas cuentas, ¿de qué les hablé la vez pasada? Les hablé —apoyándome en
ese texto de Lacan de 1967, su «Breve discurso a los psiquiatras»— les hablé de
lo que, con una imagen que el primero en forjarla fue Freud, denominé el muro.
El muro, la barrera interpuesta por la posición psiquiátrica, entre el psiquiatra y el
loco, en tanto el psiquiatra, o la posición del psiquiatra —les dije que esto no es
una cuestión de hu-manismo, ni de buena voluntad, ni de derechos humanos, sino
que es una posición es-tructural—, la posición del psiquiatra se define por un no
querer saber nada que, por el hecho de la locura, él también está
absolutamente concernido.(1)

[en este momento se produce un corte de luz en la Escuela, que dura


aproximadamente quince minutos]

Les estaba diciendo que la posición del psiquiatra, por estructura, se define por
un no querer saber nada de la locura por la cual él también, el psiquiatra, está
radicalmente concernido. De este concernimiento, se defiende por un mecanismo
segregativo que todos conocemos: expulsando eso éxtimo, como dice Lacan, esa
exterioridad íntima de la que no se quiere saber, sobre alguna figura del otro, más
bien de lo Otro, que se vuelve así Otro, alter, no alter en el sentido
de semejante, no alter en el sentido de aquél a quien me identifico, no alter en el
sentido de otro-yo, sino alter en el sentido de otro-que-yo, en el sentido de otro-
Otro, merced a cuya exclusión, precisamente, puedo identificarme con los que,
así, quedan "del lado de acá". Es el mecanismo de los campos de concentración,
del ghetto, del racismo en todas sus formas...

Merced a esta "barrera protectora" instaurada por el psiquiatra, por la posición


del psiquiatra, la posición psiquiátrica puede sostener determinadas ilusiones. Por
ejemplo... Ilusiones que son las que compartimos todos, por eso es tan fácil
recaer en la posición del psiquiatra, y no importa que se haya pasado por un
psicoanálisis —cuya experiencia, la que un psicoanálisis instaura, decía Lacan,
es precaria, precisamente porque está la posición del psiquiatra—, la ilusión, por
ejemplo, de que "yo soy yo", la ilusión de que "sé lo que digo", de que "soy
dueño de los significantes que emito", de que soy "lo que me creo", el
desconocimiento de que, antes de hablar, soy hablado... Esta posición implica
que la palabra del loco, entonces, al quedar él en posición de "otra cosa" —de
"extraño coleóptero", decía Lacan en su «Breve discurso a los psiquiatras»—,
queda por eso mismo completamente devaluada, queda, el loco,
verdaderamente enajenado en virtud misma de esta posición con la que es
acogido su discurso. O, para decirlo en términos del escrito sobre las «Variantes
de la cura-tipo», queda el loco reducido, por ese "poder discrecional del oyente"
con el que el psiquiatra, como cualquier oyente, se inviste, queda reducido a la
condición de "objeto constituido".(2)
En relación a este punto, vale la pena insistir sobre que, si bien la posición del
analista no va a ser definida por Lacan de la misma manera antes y después del
Seminario sobre La angustia —para poner un corte no demasiado arbitrario entre
dos momentos distinguibles—, es decir, en «Variantes de la cura-tipo», un escrito
de 1955, como A mayúscula, en posición y posesión del "poder discrecional del
oyente" que la regla fundamental, en tanto coloca al hablante en la posición de ya
no saber lo que dice, "eleva a la potencia segunda", dice Lacan... sea entonces
como Otro con mayúscula, o en la posición del a minúscula — posición que tiene
sus diferencias con la anterior, y, obviamente, estas diferencias comportan
consecuencias en la clínica — pero de todas maneras algo se mantiene como
común a ambas posiciones, en la medida en que, desde una o desde otra
posición, la posición del analista consiste siempre en ceder la posición de sujeto
al hablante. Dar la palabra es someter al sujeto a la posición de ya no saber lo
que dice, pero, al mismo tiempo, al mismo tiempo, establecer para ambos, para el
hablante tanto como para el oyente, la suposición de que hay verdad en lo que el
hablante dice, así como una lógica en el encadenamiento de los dichos que es
invitado a sostener, de cuyos efectos no podría ahorrársele la responsabilidad sin
renegar en el mismo paso del don de palabra que se le ha hecho.

En este sentido, la posición del psiquiatra reniega de esta suposición, situando al


loco en la posición de objeto constituido, lo que en la reunión pasada
denominamos la roca de la alienación. No hay verdad en la palabra del loco, no
hay nada para escuchar. No importa cómo definamos esta locura, si como un
"proceso orgánico" o como un "proceso psíquico", resultado de un "mecanismo"
del que está excluida toda posición subjetiva — Freud empleaba la palabra
"proceso" en la expresión "proceso psíquico", e incluso la palabra "mecanismo"
en la expresión "mecanismo de defensa", y su ideología de positivismo
naturalista, propia de los finales del siglo XIX, se hubiera complacido, tal vez, en
llevar el "mecanismo" a su consumación "mecanicista", pero su posición en la
clínica no era ésta, su objeto se le resistía todo el tiempo a amoldarse a esta
ideología... En fin, volveré sobre esto más adelante.

En la distribución de los cuatro discursos, lo que corresponde al discurso del


analista establece que en el piso superior, si ustedes recuerdan, vamos a tener
el a en posición de semblante, de agente, y en el lugar del otro, justamente, al
sujeto:

a  $

—— ——

 
Bien. Una de mis preocupaciones de la vez pasada, que no sé si logré transmitir,
era la de que... Bueno, evidentemente, nos vamos a ocupar, de una manera o de
otra, de derribar este "muro", porque es la única posibilidad que tenemos de
construir un acceso posible que nos permita acoger la palabra del loco en su valor
de testimonio. Es la única posibilidad de que haya en ese encuentro con el loco
un lugar para el analista. Pero les decía también la vez pasada, creo que se los
dije, que aunque no estemos interesados en la psicosis propiamente dicha —creo
que se los dije bajo la forma de que abordar la psicosis no es abordar un capítulo
especial del psicoanálisis—, abordar la psicosis, ¿para qué puede servirnos?,
quiero decir, en la medida en que podamos derribar este "muro" que nos separa
del loco, lo cual implica... lo cual implica que la posición del analista es
correlativa de una posición según la cual no hay no loco.(3) Este es el
concernimiento, el aceptarse concernidos por la locura. Pero les decía que en la
medida en que podamos mantener esta posición, y aunque nuestro interés
inmediato no fuera el de la psicosis, interrogar la psicosis podría tener para
nosotros el valor heurístico de llevarnos a revisar las nociones de la teoría cuyos
impases, sea en la teoría, sea en nuestra manera de entender la teoría —creo que
hay mucho de esto último—, favorece que, con vocabulario psicoanalítico, y
hasta lacaniano, sostengamos finalmente este muro bajo la forma de plantear la
psicosis como una clínica del defecto.

Lo voy a decir de vuelta, porque me parece que estuve un poco enrevesado.


Digamos, ¿qué hay de mal conceptualizado —para decirlo de una manera que
mucho no me gusta—, qué hay de poco reflexionado en la manera en que
entendemos —no la manera en que podemos repetir la definición, que eso es fácil
— la manera en que entendemos en serio, en nuestra práctica cotidiana, o en
nuestras charlas de pasillo, cuando uno no se preocupa tanto por ser riguroso en
las definiciones y deja transparentarse entonces la manera en que verdaderamente
se plantea para sí mismo las cosas, qué hay de poco acabado, de trabado, de
impase en la manera en que entendemos, por ejemplo, el deseo, que promueve,
que facilita que podamos afirmar que no hay deseo en la psicosis? ¿Qué hay de
poco acabado en nuestra noción del sujeto, en la manera en que la entendemos,
que favorece la afirmación de que no habría sujeto en la psicosis? ¿Qué hay de
resto freudiano en nuestra noción de la transferencia, que nos permite afirmar la
ausencia de transferencia en la psicosis?

¿Se entiende el planteo? Es decir, que aunque nuestro interés inmediato no esté
puesto en la cuestión de la psicosis, abordar la psicosis, para interrogarla y para
dejarse interrogar por ella, tiene consecuencias directas para la clínica, cualquiera
sea, aun para la clínica de la neurosis.
Poco a poco, voy como... ¿cómo lo puedo decir? A partir del intercambio que
hemos tenido, las preguntas que me han hecho llegar después de la última
reunión, los comentarios, se me va perfilando, poco a poco, el estilo que me
gustaría darle a este espacio, a este seminario, o lo que sea... Me doy cuenta de
que, en un primer momento, no es muy conveniente una mayor acumulación de
saber, porque correríamos el riesgo de engrosar las paredes del "muro". Entonces,
me gustaría que en este primer movimiento —para eso nos va a servir
especialmente la segunda parte de las reuniones, la singularidad del caso, que
siempre nos pone como un tope al saber generalizable— me gustaría que en estos
primeros movimientos de la partida que hemos decidido emprender juntos,
tratemos de revisar los prejuicios que nos habitan, que nos llevan a pasar por
encima de frases como las del Seminario de La identificación, que les leí la vez
pasada — porque supongo que una buena parte de ustedes habrá leído el
Seminario de La identificación, como supongo que una buena parte de ustedes
habrá leído el escrito sobre «La significación del falo»...

Justamente, entre esta reunión y la anterior tuve una experiencia, que se me


repitió... Hubo un par de experiencias que se me repitieron, en estas dos semanas,
en diferentes ámbitos. A ver, ¿cómo lo puedo decir? La vez pasada les
mencioné la roca de la alienación. Creo que en el psicoanálisis hay otra roca
muy importante, que tiene que ver con eso que también les mencioné: que
cuando se empieza a confundir a Lacan con Freud, se termina confundiendo a
Freud con la psicología. La otra roca importante la podríamos denominar la roca
de la psicogénesis — que en nuestro caso probablemente tenga bastante que ver
con el origen del lacanismo en la Argentina, con el modo en que se empezó a
transmitir a Lacan aquí, me refiero a algunas afirmaciones que solían repetirse:
"hay que acceder a lo simbólico", "hay que pasar de lo imaginario a lo
simbólico", "el sujeto no accedió al Edipo", etc... Bueno, esta idea del "acceso", o
del "no acceso", este retorno de la noción abrahamiana del desarrollo de las
etapas libidinales disfrazada con los registros lacanianos o con la jerga
freudolacaniana, la idea de definir tal fenómeno de la clínica o tal "estructura
psicopatológica" por el registro lacaniano o la noción doctrinal a la que el sujeto
habría accedido o, al revés, en la que se habría quedado detenido, también va
creando, con jerga psicoanalítica, incluso lacaniana, una clínica del defecto. La
experiencia que les quería comentar, la de una frase que escuché repetida en dos
ocasiones, en dos ámbitos diferentes —no importa ahora cuáles, no es mi
intención escrachar a nadie, y por otra parte se trata de algo que circula en el
discurso corriente, en el disco-corriente que nuestra comunidad se esfuerza en
que siga girando—, fue: "el psicótico no ha accedido a la castración", aserto del
que parecía poderse deducir, con el frío e impersonal encadenamiento de la
lógica, una serie de consecuencias clínicas y doctrinales...
Bueno, pongamos un poquito en juego la pasión de la ignorancia que debería
definirnos, construyamos por retazos, aunque más no fuera, el marco necesario
del no saber donde podríamos recibir o inventar algún saber inédito. En esa frase
del discurso corriente, me parece, hay varios supuestos problemáticos.
Tendríamos que pensar si, aun manteniendo la tesis de 1958, me refiero a la tesis
de "la forclusión del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro", y con ella la del
"fracaso de la metáfora paterna, donde designamos el efecto que da a la psicosis
su condición esencial, con la estructura que la separa de la neurosis",(4)
tendríamos que pensar si es verdaderamente lo mismo metáfora paterna y
castración. Ya llegaremos a eso. Ahora, y simplemente para seguir con este
ejercicio de limpieza, digamos, que consiste en contraponer la manera en que se
entiende habitualmente la teoría con algunos dichos de Lacan —no crean que
este procedimiento me parezca inobjetable, como les decía, es un ejercicio de
limpieza, es abrir las ventanas para que entre aire fresco—, les digo que cuando
escuché esta frase referida a la falta de acceso a la castración en el psicótico, a
ambos interlocutores les recordé la primera frase del escrito «La significación del
falo», que es un texto del mismo año que el de «De una cuestión preliminar...»,
es unos meses posterior. Esta primera frase, que guardaba en mi memoria con su
página, 665, en ocasión de un grupo de estudio que coordino actualmente sobre
ese escrito, dice, con tan poco lugar para el equívoco:

Es sabido que el complejo de castración inconsciente


tiene una función de nudo.

1º. en la estructuración dinámica de los síntomas en el


sentido analítico del término, queremos decir de lo
que es analizable en las neurosis, las perversiones y
las psicosis;(5)

Las psicosis, lo analizable de las psicosis, sus síntomas en el sentido analítico del
término, no están por fuera de la función estructurante del nudo constituido por el
complejo de castración inconsciente.(6) ¿A ustedes les parece que esta frase
puede darse vuelta de tantas maneras como para que en alguna parezca decir algo
distinto que lo que dice?

EL TOPICO DE LA PSICOSIS

 
Segundo punto. Un obstáculo que se nos presenta, más allá de la experiencia que
podamos tener con pacientes psicóticos, es la función en el discurso, no sé si
analítico, no, digamos: de los psicoanalistas, del psicótico como tópico. Se va a
entender mejor si lo digo de otra manera.

Cuando queremos poner el acento en determinada cosa, por ejemplo en qué es el


deseo, solemos valernos del tópico del "animal", y decimos así que "el animal
vive en armonía con su medio", que "su instinto es un saber suficiente del
objeto", y cosas por el estilo — pero, ¿qué sabemos nosotros del animal? ¡No
sabemos ni medio! ¿Acaso alguien analizó un animal, alguna vez? ¿Para qué nos
sirve, en la didáctica, digamos, hablar del animal? Para ir destacando, por
contraste, las cosas que sí podemos saber: que el deseo es el deseo del Otro, que
el deseo no es la demanda ni es la necesidad, que la pulsión no es el instinto, que
el lenguaje desbarata cualquier armonía que se pueda imaginar entre el hombre y
su medio, entre el microcosmos y el macrocosmos, y aun la armonía entre el
hombre y él mismo... lo que es la definición básica del sujeto: que uno nunca
hace uno consigo mismo. Bueno, de la misma manera, muchas veces "el
psicótico", al igual que el animal, es empleado como tópico, para destacar
algunos rasgos de la estructura de la neurosis... con el precio que se paga
inevitablemente, el de congelar "el psicótico" en una imagen... y esto
independientemente de que, por suerte, no siempre se procede con él de acuerdo
a esta imagen en el encuentro diario.

Lo que trato de decir es que este empleo del psicótico como tópico nos traba la
reflexión respecto de la práctica diaria, la reflexión sobre lo que efectivamente
hacemos, no sobre lo que creemos hacer, o sobre lo que creemos que deberíamos
hacer cuando no lo hacemos, sino la reflexión sobre lo que efectivamente
hacemos en ese encuentro diario. Nos encontramos con un paciente que nos dice
"Me siento observado, mirado, creo que me dicen puto, no estoy muy seguro", y
ahí, en lugar de detenernos en ese "no estoy muy seguro", aplicamos el "clisé" del
tópico y declaramos: "es la certeza psicótica", puesto que, según parece, el
psicótico no duda. El psicótico no podría ser cartesiano. Y además, como no
duda, no duda nunca... hace siempre uno consigo mismo... a lo mejor es por eso
que no se lo dice sujeto.

En relación a este punto me parece importante, aparte de lo que pueda decir en


este primer momento, insistir en el valor que otorgo al sistema que hemos
instaurado, es decir que, luego, va a haber una presentación clínica. No para
ejemplificar lo que pude haber dicho en la primera parte, porque en principio no
están coordinadas las dos cosas. Sí, yo le doy una primera leída al material que se
presenta, pero este material no está seleccionado en función de lo que hablo en la
primera parte de la reunión... lo que por otra parte me sería imposible planificar,
porque en general no sé de qué voy a hablar hasta unos pocos minutos antes de la
misma. Lo resuelvo mientras tomo mi mate de la mañana. Esa segunda parte de
la reunión viene para que la clínica, que es siempre del caso, no de la
generalidad, nos saque de esta tendencia, tanto mayor cuanto menos conocemos
de qué se trata, a generalizar.

"CLINICA" Y "TEORIA"

Y a propósito, otra cosa que se repitió. Me lo preguntó un grupo de gente, y me


lo volvieron a preguntar el lunes pasado, en el seminario que estoy dictando
sobre la transferencia,(7) en la Escuela. Me preguntaban: "¿qué Seminario de
Lacan nos conviene leer a nosotros, que queremos leer algo que tenga que ver
con la clínica?". Y en el seminario sobre la transferencia una persona me decía:
"bueno, estos textos de Freud que estamos viendo, me gustaría ver cómo
aplicarlos a la clínica".

Como si hubiera la idea, que me parece también importante revisar, de que la


teoría es una cosa, que la clínica es otra, y que, en todo caso, la dificultad estaría
en cómo aplicar la teoría a la clínica, cómo encajar el caso en la teoría, cómo
valerse de los elementos conceptuales, nocionales, que proporciona la teoría, para
la práctica de todos los días.

Les quiero decir a ustedes lo que respondí a estas personas, porque pienso que
esta preocupación no es exclusiva de estas personas, es una preocupación
bastante compartida. Se los voy a decir así. Hace muchos años había un
psicoanalista, un didacta de la APA, creo que Liberman, que escribió un libro
bastante lamentable no obstante algunos hallazgos que evidenciaban una buena
dosis de experiencia, pero lamentable por su intento de articular el psicoanálisis
con la teoría de la comunicación, como si este autor no se hubiera dado cuenta
que los fundamentos respectivos son absolutamente incompatibles. Pero no
quería hablarles de esto. Lo que quería contarles era una observación bastante
interesante de este autor. Decía así: si alguien que no formara parte de la escena
transferencial escuchara por medio de algún dispositivo las palabras y los
silencios que se intercambian entre analista y paciente, no entendería
absolutamente nada de lo que allí ocurre, diría "esto es un diálogo de locos". Es
decir, al no formar parte de la escena transferencial, se carece del acceso
necesario para poder entender qué es lo que se dice, o lo que se calla.
Ahora bien, les digo lo siguiente. La teoría psicoanalítica, los textos de Freud y
de Lacan, incluso los más abstactos, los que parecen más abstractos, no tienen
pies ni cabeza si no hablan de lo que hacemos cada día en nuestros consultorios,
son una pérdida de tiempo. Si se trata de leer, hay novelistas, ensayistas, mucho
más interesantes. Como cosmovisión, el psicoanálisis es muy pequeño, muy
chiquito, incluso delirante. Fuera de la experiencia, el aporte de saber de la teoría
psicoanalítica no sé si tiene más valor que cualquier delirio, salvo en su
capacidad de hacer lazo social entre, entonces, esos delirantes que serían los
psicoanalistas y sus pacientes, no sé si tiene más valor que cualquier doctrina de
secta, digamos.

Entonces, me parece que la manera correcta no es ir a ver... a ver qué dice Freud
de la represión primaria, que es una fijación del Vorstellungsrepräsentanz de la
pulsión, y luego ver cómo articular eso con lo que escuchamos y decimos en la
práctica con el paciente. Sino, al revés, se trata de ir a leer el texto con la
suposición de que el texto está hablando, a su manera, de la experiencia diaria,
porque fue así que fue escrito. Que no es que hay que entender lo que escribió
Freud o dijo Lacan para ver después cómo lo aplico, cómo lo aplico en la
práctica, sino que, en verdad, si no lo pienso desde la práctica, por más abstracto
que parezca, en verdad no he entendido nada. Los planteos aparentemente más
abstractos obedecen a modos de reflexionar sobre un problema diario. ¿Se
entiende la idea?

Bien. Aunque trato de evitarlo, siempre termino yéndome por las ramas... a lo
mejor porque en este seminario estoy de una manera más deliberada en posición
analizante.

LA TRI-PARTICION NEUROSIS-PSICOSIS-PERVERSION

Y LOS MECANISMOS DE DEFENSA FREUDIANOS

Hoy quería abordar, a partir de las preguntas que he recibido, una de estas
"pequeñas ideas" que erigimos los psicoanalistas como "barreras protectoras".
Lamentablemente, me detuve demasiado en lo anterior, y no vamos a terminar
hoy con eso... No importa, tenemos tiempo. Tenemos tiempo porque lo
importante, al menos para mí... Ya se los dije, no les quiero desarrollar ninguna
doctrina. Simplemente, me ofrezco —me ofezco y además demando, por eso les
agradezco que hayan venido nuevamente— me ofrezco a sostener este espacio
para que podamos mantener la interrogación en un campo donde, por no saber
nada, lo cubrimos con elucubraciones de saber. Entonces, una de las "pequeñas
ideas" que los psicoanalistas levantamos como muro, y que nos dejan en una
posición psiquiátrica, no importa la jerga que empleemos, es la cuestión del
mecanismo, los mecanismos de defensa. Sobre todo en la medida en que son
entendidos con una perspectiva mecanicista.

La vez pasada yo les leí una frase un poco larga de Lacan, que tenía el valor,
simplemente, de una especie de bomba para derribar el muro — no la desarrollé,
pero no se las había traído para eso, al menos no todavía, sino simplemente para
la función erística que le dí: por lo menos sabíamos que, a partir de esta frase,
que esta frase era de Lacan, que no es de... Bien, yo les dije la vez pasada:
"identifiquémonos al psicótico", hoy les estoy diciendo "seamos un poquito
psicóticos" en este espacio, salgamos del discurso corriente, permitámonos,
aunque sea por esta hora y media, ser psicóticos, poner en suspenso la
significación corriente... Pero les decía, no es que me "broté", sino que es una
frase de Lacan. En todo caso, luego se verá si Lacan tiene razón, lo discutiremos,
pero ese dicho no viene de la estratósfera. Y lo que pudimos leer en esa frase era
que Lacan, si bien retomaba la famosa y clásica tri-partición entre neurosis,
psicosis y perversión, en esa frase planteaba él estas tres "estructuras", como se
dice, como "caras" de una estructura normal... que es una, y que cuenta, entre
sus componentes estructurales, todas estas cosas que suelen aparecer en el
discurso corriente en defecto cuando se habla de la psicosis: el rasgo unario, el
significante de una falta en el Otro, el fantasma, el deseo, el sujeto, la
transferencia...

Hoy les quiero leer otra frasecita, una paráfrasis, en verdad, del Seminario 12,
sobre los Problemas cruciales para el psicoanálisis. Poco a poco voy acotando el
margen, alrededor del tema donde creo que voy a tratar de centrarme, que es el
escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». Es
decir, estoy poniendo en suspenso algunas cosas, que he trabajado en otro
momento, que me sirven a mí de marco. Por ejemplo, la necesidad de revisar la
noción de forclusión, la necesidad de revisar la psicosis como resultado de una
forclusión del Nombre-del-Padre (8)... Las dejo un poco en el margen, para tratar
de abordar, incluso con la noción de forclusión del Nombre-del-Padre, que aun
así podemos construir una clínica que no sea una clínica del defecto.

En el Seminario sobre los Problemas cruciales para el psicoanálisis, Lacan


propone definir al síntoma, darle su estatuto al síntoma, como "definiendo el
campo de lo analizable".(9) En ese punto, eso está en continuidad con la frase
que les recordé recién, del comienzo de «La significación del falo», ¿no es
cierto? El síntoma, o sea: "en el sentido analítico del término, queremos decir de
lo que es analizable". Dice entonces Lacan que darle su estatuto al síntoma como
definiendo el campo de lo analizable, esto diferencia al síntoma tal como es
aislado en el campo psiquiátrico, el cual da al síntoma un "estatuto ontológico".
Ontológico quiere decir: es lo que es. En ese sentido, la nosografía comporta una
ontología — acá no quiero derivar, pero alguna vez haremos un repaso por lo que
plantea Lacan, en el Seminario 20, respecto de la relación entre el discurso del
amo y el discurso metafísico, ontologizante, en la medida en que ambos se basan
en el uso del verbo ser(10) — y esto es lo que hacemos, ontología, metafísica,
cada vez que hacemos nosografía, cada vez que decimos "Fulano es... un
psicótico, un obsesivo, un histérico, etc." — perdemos la singularidad del caso, y
perdemos, fundamentalmente, el tiempo, porque la metafísica está fuera del
tiempo, y perder el tiempo es perder —"perder el tiempo" no en el sentido en que
solemos usar esta expresión— es perder la dimensión transferencial, porque la
transferencia es el tiempo del caso. Cuando revisemos la fórmula de la
transferencia que Lacan proporciona en la «Proposición del 9 de octubre de
1967...», vamos a ver que la transferencia es el tiempo de espera del significante
cualquiera por venir...

Bien, darle su estatuto al síntoma como aquello que define el campo de lo


analizable, implica, para Lacan, que "en el síntoma mismo hay la indicación de
que ahí es cuestión de saber". El síntoma transporta algo consigo, que es la
indicación de que ahí hay algo para saber. Ustedes me dirán: "no todos". Es
cierto, no todos. No todos los síntomas. Están los síntomas de los neuróticos que
no nos consultan. Veremos que hacemos con ellos... O mejor dicho, con ellos no
hacemos nada, justamente porque no nos consultan.

Esta indicación de la que es portador el síntoma, de que ahí es cuestión de saber,


explica lo que va a decir Lacan en esa época: que "el psicoanalista completa el
síntoma"... paso ineludible para asertar que la clínica psicoanalítica es una
clínica transferencial.(11)

Ahora bien, en relación a esta posición del síntoma como portador de una
indicación de que ahí es cuestión de saber, Lacan vuelve sobre los tres tipos
clínicos consagrados por el uso. Yo me preocupo por señalar estos párrafos
porque muchas veces, cuando yo me pongo a cuestionar los "mecanismos",
siempre me sale al paso la réplica: "¿Pero entonces vos creés que la neurosis es lo
mismo que la psicosis?". No, no es eso lo que estoy diciendo. No es que estoy en
contra de la "clínica diferencial", como se dice. Lo que me parece es que esas
diferencias no pasan por los lugares por donde se dice.

Entonces, fíjense, lo que nos plantea ese Seminario sobre los Problemas


cruciales... En cuanto a la paranoia, Lacan afirma que lo que recibe el paranoico
es el signo de que en alguna parte se sabe lo que quieren decir esos signos, que él
no conoce. Así, la psicosis sabe que existe un significado, pero en la medida en
que no está segura de él en nada...

No importa, ahora, qué quiere decir exactamente esta frase —para acercarnos a
eso deberíamos restituirla a su contexto—, lo que me interesa es su poder
evocativo: "lo que recibe el paranoico es el signo de que en alguna parte se sabe
lo que quieren decir esos signos, que él no conoce". "La psicosis", insiste Lacan,
"sabe que existe el significado, pero en la medida en que no está segura de él en
nada"...

No sé si se dan cuenta de que esa suposición de "que en alguna parte se sabe lo


que quieren decir esos signos, que él no conoce"... ¿se dan cuenta de que esa
suposición es muy parecida a la suposición freudiana que lo lleva a instaurar la
regla fundamental del psicoanálisis?(12). Cuando Freud en el capítulo final de
los Estudios sobre la histeria, el capítulo titulado «Sobre la psicoterapia de la
histeria», decía: "cuando el paciente dice que no sabe, yo supongo, e insisto, que
él, en alguna parte, sabe" — a lo mejor, esta similitud entre el discurso paranoico
y el discurso psicoanalítico explique algo de la dificultad que tienen para
encontrarse, a lo mejor parecen incompatibles precisamente porque, en cierto
sentido, y hasta cierto límite, operan en la misma línea... Bueno, dejo esto para
otro día.

En cuanto a la neurosis, dice Lacan, "está implicado, en el síntoma original, que


el sujeto no llega a saber"; "no se tiene la llave —o la clave, la palabra francesa
es la misma— sino la cifra".

En cuanto a la perversión, "su estatuto está estrechamente ligado a algo allí que
se sabe, pero no se puede hacer saber. El deseo se situaría para el perverso en la
dimensión de un secreto poseído".

Insisto. No importa ahora establecer qué quieren decir exactamente estas frases.
Lo que me interesa ahora es poner de relieve lo siguiente. Al definir al síntoma,
al darle su estatuto al síntoma, como definiendo el campo de lo analizable, en
tanto portador de la indicación de que ahí es cuestión de saber... la tri-partición
de marras, la clínica diferencial, que parece desvelar a los practicantes más que la
cuestión de poner de relieve su lugar en el discurso que les es dirigido, Lacan la
establece en función de las distintas posiciones del sujeto en relación al saber,
dicho de otro modo, por una repartitoria según la cual:

— "en algún lugar se sabe"


— "no se llega a saber"

— "se sabe pero no se puede hacer saber"

O, si quieren, y con los riesgos de hacer imagen:

— en la psicosis el Otro sabe, hay saber, pero el paranoico no sabe en qué


consiste

— en la neurosis el sujeto no llega a saber, pudiéndose extremar la cosa hasta


decir que no quiere saber

— en la perversión hay saber, pero no se puede hacer saber.(13)

¿Se dan cuenta de que plantear la clínica diferencial en estos términos de la


relación del sujeto con el saber, es decir, transferencialmente, es muy distinto a
plantear la clínica en términos de "mecanismos"? Y más cuando, con estos
mecanismos, se pretende establecer una relación bi-unívoca, y entonces, lo
clásico:

represión — neurosis

renegación — perversión

rechazo — psicosis.

Mi objetivo, hoy, era indicarles que esta tri-partición, en estos términos, no se


sostiene para nada, ni en Freud, ni en Lacan.

Les voy a decir algo que... no sé si es cierto... en todo caso tómenlo como un
testimonio de mi parte, como mi manera, a partir de unos pocos elementos, de
explicarme cómo entró en nuestro medio, y de una manera tal que ya forma parte
del saber adquirido —en el sentido de que lo que funciona como saber adquirido
ya no es más cuestionado, sino que funciona como piso para formular otras
cuestiones—, esta idea de que habría una relación bi-unívoca entre tres
"mecanismos" y tres "estructuras clínicas". Traje conmigo hoy, porque ya me
había servido de él en otra ocasión,(14) el testimonio de un psicoanalista porteño,
David Kreszes, quien escribió un artículo sobre la Verwerfung con unas tesis y
una argumentación de las que no podría decir que yo comparto en todos sus
términos,(15) pero que contiene no obstante un par de afirmaciones que sí
comparto, que me parece interesante transmitirles, porque tienen, digamos, un
valor histórico. Nada más comenzar su texto, David Kreszes escribe lo siguiente:
Es conocida la afirmación que atribuye a Lacan el
haber delimitado con precisión una teoría y una
clínica de las estructuras subjetivas. Esta
conceptualización de Lacan habría surgido de la
lectura atenta de los textos freudianos y del encuentro
en ellos de tres estructuras abarcativas de la clínica
freudiana: neurosis, psicosis y perversión.

Lacan le habría dado de esta manera nueva


consistencia a una clínica devastada por las
teorizaciones de los posfreudianos quienes, al no
disponer de las coordenas simbólicas indispensables
que les hubieran permitido reconocer dichas
estructuras, navegaron y navegan en
un continuum clínico a partir del cual se describió la
cura de la psicosis, la psicotización de pacientes
obsesivos, la esquizofrenización de la histeria, etc. La
teoría lacaniana, entonces, habría puesto las cosas en
su lugar...

Salteo un poquito, hasta donde este autor escribe:

Llegadas las cosas a este punto no extrañó que se


afirmara que el psicoanálisis produjo
la culminación de la psiquiatría clásica. Por un lado,
en el sentido de la liquidación del movimiento
psiquiátrico que tuvo como principal exponente a
Kraepelin, pero además, en el sentido de que el
psicoanálisis habría realizado el ideal psiquiátrico de
cuadros perfectamente establecidos sobre bases
científicas, como así también la implementación de
una técnica terapéutica de la que carecía la
psiquiatría.

El acuerdo implícito o explícito con estas tesis


produjo una nueva psiquiatrización del psicoanálisis,
esta vez bajo el amparo de los significantes
lacanianos...

Es decir, en este artículo, David Kreszes describe una situación de hecho, que,
efectivamente, hace veinticinco, treinta años, era efectivamente así, tal cual la
describe. En el auge del kleinismo, un poco antes de la introducción fuerte del
lacanismo en la Argentina, todo era todo y cualquier cosa: debajo de una histeria
había una neurosis obsesiva, debajo una fobia, debajo una paranoia, y debajo de
la paranoia algo peor, porque estaban los núcleos simbióticos, glishcocáricos,
aglutinados, en fin, cosas que no sé si todavía se siguen estudiando en la Facultad
de Psicología. Pero donde todo era todo y cualquier cosa.

Bueno, yo lo que puedo decir como testimonio — no sé si es cierto esto que digo,
es mi manera de explicarlo, porque si no, no entiendo como entró esta tri-
partición fundada en una relación bi-unívoca entre "mecanismo" y "estructura".
Ustedes saben que el psicoanálisis lacaniano entró en la Argentina por la vía de
Oscar Masotta, de quien fui alumno —por eso digo que, aunque no sé si las cosas
ocurrieron como las voy a decir, al menos fueron para mí tal como puedo
testimoniar de ello—, y Masotta, recuerdo, para poner una especie de "parate" a
esto que David Kreszes califica de "continuum", y al final de exponer sus
comentarios referidos a una serie de artículos de Freud dedicados al complejo de
Edipo, en su programa —del que por cierto no fui el único en valerme, con mis
primeros alumnos, salvo que yo solía decir que ese era "el programa de Masotta",
cosa que no todos confesaban—, al final de esa serie de textos sobre el complejo
de Edipo, él intercalaba una suerte de paréntesis destinado a definir lo que él
denominaba modos de defensa constitutivos.

Lo que estaba en cuestión, insisto, era introducir algún criterio "estructural" —


palabra más prestigiosa entonces que ahora— en la clínica que circulaba en ese
momento. Así, lo que no sé hasta qué punto fue su invento, pero que seguramente
él difundió entre nosotros, y que tiene todavía su vigencia incluso entre quienes
no lo conocieron, consistía en relacionar bi-unívocamente las tres estructuras
clínicas clásicas —neurosis, psicosis y perversión— con tres mecanismos de
defensa específicos.

A estos mecanismos, los introducía luego de una serie de consideraciones que


funcionaban como supuestos de dicha introducción, y voy a repetirlos tal como
los recuerdo —tengan en cuenta que esto fué hace veinticinco años, aunque es
cierto que esto lo he repetido a menudo—. Estos supuestos eran, palabras más,
palabras menos, los siguientes:

1) En el libro de Anna Freud, El yo y los mecanismos de defensa, y más allá de


las intenciones de esta autora, se ve claramente que no todos los mecanismos de
defensa tienen el mismo estatuto, algunos son más fundamentales. Así, no
podemos legítimamente colocar, en el mismo rango, la represión, que tiene un
lugar central en la obra de Freud, y la así llamada "identificación con el agresor".
Es decir, que había que establecer como una suerte de jerarquía entre estos
mecanismos de defensa, y él proponía que había algunos —no lo proponía en el
aire, obviamente, algo hay, en Freud y en Lacan, que se presta a eso— proponía
que había algunos que tenían un valor singular, que no eran un mecanismo más,
un mecanismo entre otros, como los otros, sino que a estos, destacados del resto
por su presunta función estructural, estructurante, por el papel especial que
desempeñaban, él proponía llamarlos modos de defensa constitutivos. Es decir,
no sólamente desempeñaban su papel como un mecanismo de defensa, sino que,
más que "mecanismos", y por eso "modos", "modos de defensa", eran
"constitutivos", en la medida en que constituían una estructura clínica. Y a partir
de ahí establecía esta correlación entre un modo de defensa constitutivo y una
estructura: represión para la neurosis, renegación para la perversión, rechazo o
forclusión para la psicosis.

2) En cuanto al segundo supuesto del que él se valía, era el de —recordemos la


época: como tantas otras cosas, algunas seguían llegando tarde— la primacía de
lo simbólico (por supuesto, no se tenían noticias del nudo borromeo, que Lacan
estaba desplegando en esos momentos, en su Seminario), y, dada la primacía de
lo simbólico, la importancia del significante... y dentro del significante hay uno,
muy especial, dado que es ese "significante destinado a designar en su conjunto
los efectos de significado, en cuanto el significante los condiciona por su
presencia de significante",(16) es decir, el significante fálico. Entonces,
deducción: estos modos de defensa constitutivos, si son constitutivos, no es sólo
por su importancia, sino por aquello a lo que se dirigen: son modos de defensa
constitutivos en relación al falo y a la castración.

Bueno, ya les digo, no sé si esto fue un invento de Masotta, y tampoco él lo


ofrecía como un invento, sino como lo que él leía en el texto de Freud, o como lo
que él leía que Lacan leía en el texto de Freud —de lo que estoy seguro es que las
primeras camadas de lacanianos de la Argentina, en su inmensa mayoría sus
alumnos, se formaron con este esquema, a partir de esta transmisión—, y como
algo que nos permitía salir de lo que David Kreszes llamaba "el continuum", y
que tenía un valor heurístico muy importante... y erístico también, puesto que
servía para discutir con los kleinianos, que entonces dominaban el mercado.

El problema es que esta tri-partición, tal como hoy funciona en el discurso


corriente, como relación bi-unívoca entre mecanismo y estructura clínica, no está
así, ni en Freud, ni en Lacan, y que, precisamente por formar parte del saber
adquirido, conviene que la cuestionamos, en la medida en que este saber
adquirido nos deja ante un impase en relación a la psicosis.

En Freud, la represión está en todas las estructuras clínicas. ¿Se entiende, esto?
Digamos, ¿les suena? Sin embargo, la pendiente natural parece ser la de la
ecuación represión = neurosis. Y cuando se lee un caso de psicosis, en Freud, se
lee la palabra "represión"... pero allí parece operar entonces algo análogo a
la Verwerfung, quiero decir: se procede como si esa palabra no hubiese sido leída
jamás. Pero si uno no lee a Freud de la manera que Lacan llama "sorda",(17) no
puede menos que comprobarse que la represión está en las tres, así llamadas,
"estructuras clínicas". Más aún, el primer tiempo de la represión, el que antecede
al segundo de la represión propiamente dicha y al tercero del retorno de lo
reprimido, el tiempo que Freud llama de fijación, luego denominado represión
primaria, aparece por primera vez en el transcurso del Caso Schreber.(18)

En cuanto a la renegación... Acá es conveniente poner en el pizarrón los términos


en alemán, porque hay distintas traducciones. Con la traducción de López
Ballesteros en la edición de Biblioteca Nueva es imposible saber a qué atenerse.
López Ballesteros tiene un valor: nos recuerda que Freud era un buen escritor. Es
un placer leer esa traducción, pero cuando uno lee allí la palabra "represión",
nunca puede estar seguro de que en ese punto Freud haya escrito Verdrängung. O
sea que habría que hacer el esfuerzo de leer las dos traducciones. La traducción
de José Luis Etcheverry es horrible desde el punto de vista estilístico, es un texto
pesado, pero por lo menos uno sabe que cuando ahí uno lee la palabra
"represión", la palabra que Freud escribió en alemán es Verdrängung, que cuando
ahí se lee "desmentida", eso equivale a lo que los traductores al castellano
del Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis han vertido por
"renegación", es decir, la palabra alemana Verleugnung, y que cuando ahí uno lee
"desestimación", la palabra alemana es Verwerfung, que también se suele traducir
por "rechazo" o "repudio". Entonces:

Verdrängung — represión

Verleugnung — renegación o desmentida

Verwerfung — rechazo, repudio o desestimación —
¿forclusión?

Bueno, como quiero dejar tiempo para el caso que hoy nos va a presentar Patricia
Paoli, les dejo algo así como una idea sumaria, pendiente de que lo retome la vez
que viene, sin irme tanto por las ramas.

El mecanismo de la Verleugnung, Freud lo describe también en las tres


estructuras clínicas. No solamente no lo reduce a su función en la perversión,
sino que, por ejemplo, en «La organización genital infantil», de 1923,
la Verleugnung de la castración es un momento normal de la fase fálica. Lo
mismo afirma en «El problema económico del masoquismo», de 1924, y en
«Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos», de
1925. Con el agregado, en este último texto, de que este mecanismo de la
renegación, de la Verleugnung, no es raro ni peligroso en la infancia, pero
llevaría a una psicosis —subrayo— en el adulto. Freud emplea la
palabra Verleugnung más a menudo para referirse a la psicosis que para referirse
a la perversión. Incluso, en el texto sobre «Neurosis y psicosis», de 1924, Freud
plantea que cierto grado de "spaltung del yo" —condición asociada a
la Verleugnung— es uno de los recursos que posee el yo para no "enfermar".

Donde la Verleugnung sí aparece bien tramada con la perversión, en Freud, es en


su artículo sobre el «Fetichismo», de 1927 — y por extensión puede ligarse este
"mecanismo" a otras perversiones de corte fetichista, como el exhibicionismo, el
voyeurismo, el travestismo, algunas formas de la homosexualidad masculina, los
"cortadores de trenza" —no sé si siguen existiendo, ahora que las mujeres, en
general, no usan trenzas—, pero no es tan sencillo de articular con otras como el
sadismo o el masoquismo.

En cuanto a la Verwerfung —y aquí termino por hoy—, su empleo por parte de


Freud merece que le sigamos un poco la pista. Digamos que la manera en que
este término es retomado por los lacanianos encuentra su apoyo en sólo dos
textos de Freud: el temprano artículo sobre «Las neuropsicosis de defensa», de
1894, cuando introduce este término para distinguir el destino de la
representación que implica, del destino que la misma sufre en la Verdrängung,
sea en su modalidad histérica —debilitamiento de la representación, conversión
del monto de afecto en inervación somática—, sea en su modalidad obsesiva —
debilitamiento de la representación, desplazamiento del monto de afecto a otra
representación—, y luego en el texto sobre El Hombre de los Lobos, «De la
historia de una neurosis infantil», escrito en 1914 y publicado cuatro años más
tarde, en relación a la castración. Esto lo dejo para la vez que viene.

En cambio, no emplea la palabra Verwerfung cuando habla de Schreber. En el


Caso Schreber aparece otra palabra alemana, Aufhebung, un término bastante
importante en el hegelianismo y sobre el que hizo interesantes comentarios Jean
Hyppolite en el Seminario de Lacan sobre Los escritos técnicos de Freud.(19) Se
suele traducir esta palabra por "superación", aunque Etcheverry, en su traducción
del texto de Freud, la traduce por "cancelación".

LA CLINICA EN SU SINGULARIDAD

 
Vamos a pasar ahora a lo que convinimos como segunda parte de cada reunión,
la exposición de un caso clínico de psicosis o que, al menos, plantée una duda
diagnóstica en relación a la psicosis. Luego charlaremos entre todos. Hoy me
extendí más de lo que hubiera querido, pero es porque creo que perdí un poco el
tiempo al comienzo. También yo voy a tratar de ajustar más mi intervención a
esta división en tres secciones, dado que en anteriores seminarios solía dividir las
reuniones en dos. Los dejo ahora con Patricia Paoli, pero antes, les repito: la
función nuestra no es, con este caso, con este relato que ella nos va a hacer, ni
ejemplificar lo que ya he dicho, ni lo que voy a decir; tampoco se trata de una
supervisión pública, ni lo que se suele denominar "ateneo clínico". Se trata
simplemente, pero nada menos, de que el caso nos devuelva a la singularidad de
la experiencia, de cada experiencia, a partir de lo cualpodamos retomar, con la
mayor frescura posible, las preguntas que nos plantea la clínica a cada uno. No
este caso, necesariamente, ni en primer lugar. Lo que espero de este caso, y de los
que se presentarán en el futuro, es su poder evocador para la clínica de cada uno,
de manera que en la tercera parte de cada reunión cada uno intervenga emitiendo
sus opiniones, explicitando sus preguntas, las propias, dando testimonio de cómo
se plantea cada uno sus cuestiones en el día a día de la experiencia. Ahora sí, el
relato de Patricia Paoli.

PATRICIA PAOLI

paciente

Fabio, 22 años.

Tiempo de tratamiento: 2 años, con una interrupción de 4


meses.

de los inicios de un tratamiento

Fabio es derivado a tratamiento psicológico en Consultorios


Externos del Hospital Esteves por un psicólogo de este
servicio que atiende a su madre. Se encuentra en tratamiento
psiquiátrico desde un año atrás con sucesivos abandonos
durante ese tiempo. En la primera entrevista dice: "Yo vengo
a ver a la Dra. una vez por mes. Empecé porque había tenido
un problema en las vacaciones y me había perdido... Me fui
con mi novia a la costa, tuve un problema con ella, me puse
mal. Me pasaron un par de cosas extrañas, ni yo sé si son
extrañas... Por el miedo las vi así. Fue en el 94, algo así...
emocional, alguien me hacía hacer cosas. No era yo. Alguien
me hacía caminar, como si fuera una marioneta. Era yo,
como que caminaba, sentía cosas en la cabeza y en las
manos". "La primera vez la Dra. me vio por guardia. Estaba
re-mal, pesaba 50 kg., estaba destruído. Yo me acuerdo de
todo, de cosas que no sé por qué pasaron. Cosas
personales, que las dejo como están" —¿Cosas personales?
— "Después no entendía nada. Llegué a sentir un montón de
cosas. Ahora ya pasó, fue un choque emocional, más lo
emocional que lo otro, lo que me pasaba. Ya venía mal de
antes. No era el de antes, era como que no me quería, tenía
bronca conmigo mismo" —¿A qué te referís cuando decís
"más lo emocional que lo otro"?— "A algo que no quiero
contar, ya lo conté una vez en el hospital, él me dijo que
intentara contarlo, que capaz que si hablaba con él me iba a
sentir bien" —¿El?— "Había empezado con un psicólogo dos
años antes por problemas, me sentía mal, destruído por un
montón de cosas. Después estuve bien, me fui de
vacaciones y me pasó esto".

Le pregunto cómo se siente en ese momento y dice: "A


veces me agarra... No, bien, dentro de todo. Mamá sacó el
turno, capaz que me ve mal, cuando me pasó eso cambié
completamente. Yo siempre fui... tenía mucha personalidad,
ahora me está volviendo".

Refiere vivir con sus padres y dos hermanos menores, que


en su casa el único problema es que su padre no trabaja, "la
única que labura es mi vieja. Con mi viejo, no es que me
tiene bronca, con todos se lleva mal. Con papá hay cosas
que de repente no van, él está mal por lo del trabajo y todos
estamos mal".

Sobre la idea de empezar un nuevo tratamiento, dice: "para


sacar cosas, para ver por qué me sentía mal, yo sé que era
porque yo quería, no por culpa de los demás" —¿Cómo es
ésto?— "Me pongo mal por las peleas dentro de casa o por
discusiones. Yo en esa época (del tratamiento anterior)
trabajaba, estaba bien, tranquilo, perdí el trabajo porque me
medicaron mal, se me dormía el mentón. Capaz que no fue
por eso, capaz que trabajaba mal".

Durante esta entrevista, al escuchar el relato de esas


vacaciones, me doy cuenta que había sido yo quien lo
atendiera por guardia, junto con la médica que lo atiende a
partir de entonces. Recuerdo que lo traía su padre quien
manifestara que su hijo se había perdido en las vacaciones,
encontrándolo la policía y que no sabían qué le sucedía, que
lo llevaba a la guardia porque estaba muy preocu-pado.
Fabio estaba en un estado de evidente perplejidad, no pudo
ser entrevis-tado pues no podía decir nada, no respondía
ninguna pregunta.

En el transcurso de las primeras entrevistas, a las que


concurre muy irre-gularmente y casi siempre fuera de horario,
se limita a hablar de sus estudios, quiere rendir las tres
materias del secundario que le quedan para estudiar
geografía, de su curso de computación, de su necesidad de
trabajo: "es lo que más me preocupa, mi viejo se sintió mal, a
él le gustaba trabajar". Durante ese tiempo debí limitarme
sólo a escucharlo y tomar nota, pues cualquier pregunta era
respondida en términos tales como: "¿Por qué me pregunta
eso?" o con silencio, mirándome fijamente. En una entrevista
concurre con la cara golpeada y dice: "Salté porque le
pegaron a mi primo en un boliche, nosotros no queríamos
pelear, estaba ciego, enojado. Ellos eran veinte, nosotros
cinco. Uno tenía un revólver, me metí en el boliche. Eran de
Lomas, nosotros de Temperley, siempre hay rivalidad entre
los de Temperley y los de Lomas".

Luego de ausentarse por varias entrevistas retoma el


tratamiento, dice es-tar mejor que antes, "más decidido, con
confianza, más fuerte, estuve pensando que tengo que hacer
cosas. Si no cambio me voy a sentir mal. Se me pasó el
miedo que tenía, por el miedo que tenía no podía hacer
cosas... Mis amigos me dicen el extraño, yo no sé si soy
extraño. Me pasaron cosas raras... Esto no te lo conté nunca,
escuchá: lo que te conté de la costa, me saludaban todos,
me regalaban cosas, leche chocolatada, cigarrillos, no me
conocían... Otra cosa extraña, escuchá esto: había chiquitos
escuchando música, se estaba abriendo el mar, todos se
iban... Escuchaba mensajes, gente que decía cosas: andate,
te están buscando, tu tía. Andate que tu mamá está llorando.
Sentía cosas por todo el cuerpo, alguien me manejaba, algo
sobrenatural... no podía ser" —¿Por qué decís "no podía
ser"?— "Porque yo no soy un video para que me manejen".

Luego de esta entrevista concurre la madre solicitando hablar


conmigo sin que su hijo se entere, pues está muy
preocupada por él; accedo a este pedido por única vez. Creo
oportuno transcribir algunos pasajes de esa entrevista. Dice:
"Después del shock emocional en la Costa tenía la idea de
que se tenía que ir a algún lado, que para qué quería la vida.
No sé si fue producto de la droga [Fabio había empezado el
tratamiento anterior por consumo de drogas]. En ese momen-
to el padre le había conseguido un trabajo que a él no le
gustaba, empecé a notar el cambio de actitud, se llevó cuatro
materias porque decía que no le daba la ca-beza. Empecé a
sospechar de drogas. «No le digas a papá que fumo», me
dijo. En ese depósito donde trabajaba se la daban. Ahí
empezó con delirios, que se quería matar, no sé si fue
producto de la droga o al ser descubierto que se dro-gaba.
Yo lo llevé al psicólogo no exactamente por la droga sino
porque se quería suicidar. Y pedí un turno para mí. Empecé
terapia para engancharlo a Fabio. ¿Qué iba a hacer, dejar
que se lo tiren a los chanchos?". Con respecto a lo suce-dido
en la Costa dice: "Había decidido irse de vacaciones con la
novia, lo llevaba mi cuñado en el camión porque él iba a
trabajar allá. Le faltó dinero y lo culpó a Fabio. Se puso muy
mal y se quiso bajar. Fueron a un camping y no hablaba, sólo
decía que quería volverse. En la terminal desapareció y la
novia se volvió sola, quien contó lo sucedido y a partir de ahí
empezamos a buscarlo. Ahora veo que está mejor pero le
quedaron secuelas" —¿A qué se refiere cuando dice "se-
cuelas"?— "En los momentos en que hay enfrentamientos
con el padre él se shockea, se queda mudo, dice que tiene
una cosa en la garganta, que se le va la voz. Siempre le pasa
con el padre, conmigo no. Lo de las drogas en las vaca-
ciones de cuarto año le agarró ese pedo, que Fabio tenía que
trabajar, le exigía que trabajara y estudiara, Fabio estaba
como partido ".

La relación de su marido con Fabio la explica así: "Yo estaba


embarazada cuando nos casamos, tenía 17 años. La madre
de él le preguntó si estaba seguro si ese hijo era de él. La
duda en la cabeza se la puso la madre. A los siete años de
Fabio le dijo: «No sé si sos hijo mío, tuve que hacerme
cargo». A los dos años de Fabio nos separamos porque me
pegaba, a los 4 lo llevé al médico porque no escuchaba, la
doctora me dijo que lo llevara al psicólogo porque era una
sordera pasajera porque extrañaba terriblemente al padre.
Volví con él por ésto...Tengo una conexión muy fuerte con
Fabio a pesar de que lo rechacé. En esta vida que hemos
convivido juntos, tuve una sobreprotección total con Fabio.
No corté el cordón, si se muere él yo atrás con él. Los
problemas de él me atan. Me olvido de Noelia y de Emanuel,
sí, son hijos míos, pero mi obsesión es con Fabio. Me crié
con él, no sabía cómo darle la teta".

En sus entrevistas Fabio continúa hablando de sus


actividades, de sus sali-das, de sus amigos. Comenta cómo
le afectan las cosas que suceden: las peleas en la calle, en
los boliches, las noticias del mundo, las reacciones de su
padre y su abuelo para con él, "siento un nudo en la
garganta, no soy de enojarme, me pongo mal, triste...siempre
se las agarran conmigo". Continúa: "Mi mejor etapa fue entre
los 15 y 17 años, yo hablaba y no sólo cosas coherentes,
cosas copa-das, cosas terribles, ahora no quiero, no es que
no quiera, hay que ver la opor-tunidad... Hay gente que sabe
y no es feliz, mi tía estudió tanto y para qué, no es feliz...
Aprendés de la vida, aprendés de estudiar. Ahí está el
problema, ése es el tema, yo puedo saber más que vos que
estudiaste... No me entendés, mi vieja tampoco".

Luego de faltar a sucesivas entrevistas refiere haber


presenciado el robo de una cartera a una anciana, hecho que
le afectó muchísimo, habla durante toda la entrevista de ésto
y de su "imposibilidad de hacer algo". Dice tener a partir de
ésto la sensación de que algo va a pasar, "no sé, algo malo...
cuando siento ésto después pasa algo..." —¿Algo?— "Algo,
que todo va a cambiar, no sé, que van a pasar cosas". No
puede precisar esto, su perplejidad es evidente. Decido
aumen-tar la frecuencia de las entrevistas y a la siguiente
dice: "Viste que te dije que algo iba a pasar, te cuento lo que
me pasó, no me perseguí ni nada. Estábamos en el campo
con mis amigos y aparecieron los del boliche, no pasó nada.
Ahora estoy bien, tranquilo, ya se me pasó". En otra
entrevista, a partir de comentar que un amigo suyo le pidió
que vendiera un maletín con drogas que encontrara en el
aeropuerto, comienza a hablar por primera vez de su
consumo de drogas: "Yo consumí dos veces, no conviene
para nada, al principio estás como inmunizado. Las dos
veces no me acordé de nada de lo que había pasado. Un
tiempo des-pués lo sentí, el olor se te impregna en el cuerpo,
se te pega en el cuerpo" —¿Cómo es ésto, que se te pega
en el cuerpo?— "El olor a químico, no sé si fue por eso, por
la droga, que sentía cosas, no sé, no me gusta hablarlo
mucho... Te puede levantar el ánimo. Probás para ver como
te sentís. En esa época que te conté ("de lo de la costa") se
me juntó todo, yo ya venía mal de antes". —¿De an-tes?—
"Sí, pero en otra dimensión, capaz que te reís, no sabía
dónde estaba. Lo bueno que saco de todo esto es que ahora
estoy bien. Capaz que tenía miedo de perder cosas de mí,
perder la capacidad". —¿Qué sería "perder la capacidad"?—
"Llega un momento que te quedás como que no sabés quién
sos. Estuve mal un montón de tiempo, en realidad cuando
repetí cuarto año, no quiero escarbar más ahí, escarbando
volvés otra vez a lo mismo... Después se complicó, en la
costa estuve tres días sin saber dónde estaba, parecía que
no respiraba pero igual ca-minaba. Cuando me pasó eso,
capaz que yo estaba por palmar, me tenía que morir... o no,
tampoco".

Más adelante, comienza a desplegar cierta ideación delirante


y parece ha-ber un intento de construcción delirante que,
luego de estabilizarlo, desaparece. Dice: "¿Te acordás de lo
que te conté del campo, de la carpa?" (Cabe recordar que de
ésto sólo había dicho en las primeras entrevistas:
"aparecieron los de la pelea del boliche en el campo") Ahora
agrega, con mucha dificultad: "Un flaco pasó hablando con
otro y le decía: «si hubiera tenido balas hubiera disparado».
Sabía que era para mí, me miraba. Junté las dos cosas, en el
campo, cuando es-tábamos durmiendo en la carpa, escuché
ruidos afuera, que gatillaban, alguien me llamaba, sabía que
si salía me disparaban. Por lo de los equipos de fútbol, Los
Andes y Temperley, por la pelea del boliche. Yo sé que algo
va a pasar, ten-go la intuición, cuando lo digo, pasa. Tengo
un sexto sentido. Una vez me asusté mucho porque
escuchaba que hablaban... después me dí cuenta que venía
de unos tipos que estaban hablando como a veinte metros.
Me di cuenta que podía escuchar como a cien metros". Sobre
esto que escuchaba dice: "hablaban pava-das". Con la vista
le sucede algo similar, puede ver cosas que nadie puede ver.
Dice sentirse perseguido, que lo miran, sabe qué hacer con
respecto a ésto pero no puede decirlo. Dada la temática del
delirio y su desesperación, insisto para que pueda hacerlo,
invocando sus propias palabras: que me tenía confianza, que
había cosas que sólo hablaba conmigo. Finalmente dice:
"Para solucionar esto voy a irme a vivir a San Juan con mi
abuela, no es que esté todo el día pensando en esto, que
esté muy preocupado. Yo no me drogo más, no es que me
pase esto por las drogas... No podrías entenderlo, vos no
tenés problemas". Desmiento esto y dice: "Pero no de éstos
problemas". Hablamos de la conveniencia de no salir el fin de
semana pues podría encontrarlos, para evitar un mal
momento. La vez si-guiente dice haber ido a un boliche
donde sabía que no iban pero que al regresar y entrar a una
estación de servicio con sus amigos a comer "estaba ahí y
sabía que tenía que mirar para afuera, estaba seguro. Miré y
pasaba un auto justo, me miraban, eran ellos, después otro
auto y me miraban también. Si les cuento a mis amigos no
me creen, me dicen maricón. No se qué voy a hacer,
denunciarlos no puedo, no me creerían. Quisiera hablar con
ellos pero no me dejarían" —¿Hablar con ellos, qué les
dirías?— "Les diría que no soy de Temperley, que es una
pava-da que se enojen por eso".

Durante el primer tiempo del tratamiento, cuando era


imposible intervenir sin que se sintiera perseguido, la
dirección del tratamiento apuntaba a que pudie-ra historizar
algo de lo que le pasó, sin interrogarlo directamente sobre
eso (de lo que no quiere, ¿no puede? hablar). Se agregaba a
la dificultad de sus reiteradas ausencias y tardanzas, el
abandono del tratamiento psicofarmacológico; en este
sentido debí ser muy precavida, pues temía de los efectos de
insistir en la conve-niencia de retomar ese tratamiento (mi
impresión era que apenas si concurría a nuestras entrevistas
e incluso no podía precisar por qué). Este primer modo de
intervención que implicaba un silencio de abstención, supone
al analista en el lugar de testigo, que, siguiendo a C. Soler,
"es aquel al que se supone no saber, no gozar y presentar un
vacío donde el sujeto podrá colocar su testimonio".

Sólo cuando pudiera comenzar a hablar sobre lo que le


sucedía, momento a partir del cual empieza a desplegar su
delirio en las entrevistas, y atendiendo al lugar otorgado al
tratamiento ("acá puedo hablarlo, quizás puedas ayudarme,
mis amigos me tomarían por loco") me autorizo a intervenir
de otra manera, funda-mentalmente de forma más activa. En
sus momentos de mayor desesperación en relación a sus
perseguidores, por ejemplo, trataba de tranquilizarlo
utilizando sus propios recursos: él sabía, gracias a su sexto
sentido, cuándo aparecían, también podía circunscribir su
presencia: había lugares donde podía encontrarlos y otros
que no, aunque ésto no siempre resultaba (San Juan
aparecía así como un lugar imposible de que estén).

Este esbozo de construcción delirante tiene como efecto la


estabilización. La salida de esa persecución mortífera no fue
sin la significación de que sólo querían asustarlo, no hacerle
algo, matarlo, porque "no es más que una pavada lo de los
equipos". Más aun, vuelve a encontrarlos y lo miran, pero no
se preo-cupa más por ésto. En el trabajo del delirio es el
propio sujeto que toma a su car-go los retornos de lo real que
lo abruman. Podría pensarse que el tratamiento pudo
favorecer esta construcción delirante pero no puede
descuidarse que Fabio ha podido oponerse a eso que le
viene del Otro en otros momentos de su vida y
aparentemente sin tratamiento.

Vaisserman afirma que hay sujeto en la psicosis. En la


secuencia automá-tica de la alucinación no hay lugar para el
sujeto, éste va a tener parte activa in-tentando dar una
significación a eso que le llega. Fabio dice: "Una vez escuché
que hablaban y me asusté, después me di cuenta que era mi
sexto sentido". "Sexto sentido" que da cuenta también de
"sus visiones" y de "su intuición" (cuan- do ciertas ideas se le
imponen). Más aun, puede servirse de su sexto sentido pa-ra
defenderse de sus perseguidores.

Mis intervenciones apuntaban a posibilitar la construcción de


un delirio, fundamentalmente en relación a poder defenderse
de sus perseguidores. La ca-racterística de éstos, que sean
de Los Andes, aparece posteriormente a que sean
persecutorios. El problema es que él no es de ningún cuadro,
no tiene ninguna identidad. El retorno en lo real "sos de
Temperley" lo deja perplejo. El inventa una respuesta
insuficiente: quisiera decirles que él no es de Temperley,
pero no lo de-jarían. Más tarde será: sólo querían asustarlo.
Fabio dice: "por una pavada no se van a meter en problemas.
Antes salía a la calle y creía que me miraban. Ahora no me
pasa, será que lo hablé acá. Ahora estoy muy bien, me
puedo concentrar para estudiar, antes no podía. También
conseguí una changa para pintar una casa " (es el oficio del
padre). Es en este momento de evidente estabilización,
momento en el cual también Fabio concurre a sus entrevistas
más regularmente y a horario, cuando se produce la
interrupción del tratamiento motivado por mi rotación en el
exterior.

del retorno al momento actual

A mi regreso Fabio retoma el tratamiento, esta vez sostenido


por él con la regula-ridad acordada. Demanda "recomenzar a
full, por favor" pues necesita contarme lo que le sucedió, a
nadie pudo contárselo pues lo tomarían por loco. Refiere ha-
ber sufrido una "recaída" un mes atrás: "escuchaba todos los
ruidos, parecían voces, estaba despabilado, la doctora me
dio pastillas para dormir". Sobre la re-caída dice "no fue por
lo de la chica (con la cual había iniciado una relación
amorosa) no sé por qué, me sentía mal. La mala onda de la
gente la siento en el cuerpo, en la garganta, como que me
ahorcan". Refiere "sensaciones en el cuer-po" que dependen
de la buena o mala onda de la gente: "la mala onda siento
con papá, con el abuelo que está enfermo, está siempre mal.
La buena onda, con mamá, es una sensación no
desagradable; con los niños siento sensaciones agradables
en el cuerpo como cuando estoy enamorado, con vos tengo
rebuena onda, me siento como cuando estoy de novio. ¿No
te pasa eso? Pero con esta chica que salía me pasó
diferente. Al principio bárbaro, después un bajón. No sentía
nada porque yo estaba mal. Con ella buena onda pero me
sentía perse-guido por los demás, me miraban cuando
estaba con ella.... me separé la sema-na pasada". —¿Por
qué decidíste separarte?— "Un hombre cuando está con una
mujer la tiene que proteger. Yo estaba hecho un idiota. Si
nos pasaba algo (que nos pegaran o golpearan) yo no
reaccionaba. Salimos una semana, no pude saber que me
pasó".

Fabio diferencia un antes y un después de "lo de la costa",


algunas de las cosas que le suceden en la actualidad se
asemejan en parte en lo que le acon-teció en esa
oportunidad y eso le preocupa, y es como consecuencia de
ese epi-sodio que hoy es lo que es. "Antes era feliz siempre,
me quería, me miraba en el espejo todo el día, me sentía
enamorado de todo: de los pajaritos, de los niños, de la
gente. Quiero sentirme como antes, ser el que era. Me
relacionaba mucho con la gente, eso me hacía bien. Ahora
me falta la parte espiritual, la perdí. Me siento mal
espiritualmente, estoy bajoneado, estoy enfermo, si estás
enfermo tu espíritu está mal. Sentirme bien espiritualmente
es la alegría... no tengo pensa-mientos, no puedo
concentrarme en mí". —¿Qué quiere decir que no podés con-
centrarte en vos?— "Escucho de lejos todo el tiempo y a
distancia, a la gente que habla de sus cosas, primero pensé
que hablaban de mí, pero no". —¿Podés decir de qué
hablaban?— "Hablaban pavadas".

El estar mal espiritualmente así como la mala onda de la


gente conllevan para Fabio "sensaciones en el cuerpo": "algo
que se me nota, se me hinchan las venas. La mala onda me
entra y se va, siento un vacío después. En la costa se me
metió, no sabía quién era, estaba ido. Ahora es diferente, me
limito, si quiero se me mete, si no, no".
Comienza con temores de salir a la calle, miedos a que
alguien le haga al-go. Le pido que describa estos miedos y
dice: "Son pensamientos que no son míos, los invento, no
tengo motivos reales". Sitúa el inicio de sus miedos en un
momento en que se encontraba trabajando con su padre: "no
sé por qué me aga-rró miedo, no sé a qué, a papá no, sentí
cosas en el cuerpo, una presión". El mie-do se localiza luego
en la persona de su abuelo "porque se me pega la mala onda
de él". Intenta defenderse de ésto evitando el contacto de su
abuelo, así como del "escuchar de lejos" leyendo, durmiendo,
rezando; pero estos recursos son in-suficientes. "Escuchar
de lejos me deja sin fuerzas, me repercute así". Concurrir a
sus entrevistas conmigo lo tranquiliza, pero esto sólo se
limita a mi presencia: "acá me siento bien, salgo bien,
primero porque siento que soy escuchado, se-gundo por las
cosas que salen afuera que me gusta hablar, puedo hablar
con vos lo más personal, lo más íntimo. Hasta recién
escuchaba de lejos, cuando hablo con vos no, porque me
concentro en nuestra conversación".

Intervenciones como las mencionadas al principio no parecen


ser efecti-vas; actualmente persisten todos los fenómenos en
el cuerpo antes mencionados y es ésto junto con el
"escuchar de lejos" y sus miedos a salir a la calle la temá-tica
que se repite en las entrevistas. Siendo mi egreso del
hospital inminente pero fundamentalmente teniendo en
cuenta lo que se desprende del discurso de Fabio en relación
a la cuestión transferencial, se plantea como posibilidad la
derivación a un Hospital de Día. El hablar con una sola
persona parece remitirlo inevita-blemente a su madre. Fabio
parece no poder tener pensamientos propios, todo lo
avasalla. Toma cada una de mis palabras en forma asertiva
haciéndolas propias. Esta derivación posibilitaría abrir la
transferencia: "hablar con más gente, rela-cionarme, hacer
cosas". Asimismo podría ser una maniobra tendiente a evitar
la siempre presente posibilidad de internación, esto teniendo
en cuenta la impor-tancia de la función de la presencia del
analista ya mencionada (cabe mencionar que Fabio nunca
fue internado aunque en algunas oportunidades
probablemente hubiera sido lo indicado, pues esto hubiera
repercutido negativamente en el trata-miento tan difícil de
instaurar).

Bueno, a pesar de todo, nos quedan unos minutos para que podamos hablar entre
todos...

En fin, siempre pasa así la primera vez [risas]. Me gustaría romper con esta
timidez, este envaramiento que suele producirse en estas ocasiones, para que
finalmente podamos dialogar. Por hoy, voy a decir algunas cositas, tanto como
para romper el hielo y para que la espontaneidad llegue a equivaler a vuestro
número. Este caso es muy interesante para ir extrayendo algunos datos, algunas
líneas, algunos rasgos de estructura. Por ejemplo, es interesante el hecho de lo
que no es forzado denominar aquí como la iniciativa del Otro. En el momento
del aparente desencadenamiento él se ve intimado por una iniciativa que le viene
de afuera. Un segundo dato que me parece interesante para destacar es que él
teme que lo tomen por loco, lo cual quiere decir que no se considera a sí mismo
loco... lo cual quiere decir que no hay manera de dialogar con él si uno lo trata de
loco, porque el diálogo se transformaría en una prueba de fuerza para ver quién
tiene razón respecto de su locura. ¿Se entiende? Un tercer rasgo interesante es la
pregunta por la filiación: "¿de quién soy hijo?", a partir de la duda del padre, que
podría tener un desarrollo bajo la forma de "¿a qué equipo pertenezco?". Hay una
relación, lo habíamos charlado previamente con Patricia, entre Los Andes y San
Juan, donde vive la abuela paterna. ¿Y qué más?

RICARDO AUGMAN: Hay toda una cuestión, ahí,


geográfica... Todo ese manejo de los espacios, Los
Andes, Temperley.

También podríamos establecer que hay en el suyo un reconocimiento respecto de


lo que es el discurso común: "Usted se reirá", le dice a la analista, "Si digo esto,
mis amigos pensarán que soy maricón". Y luego encontramos una cosa
interesante, que me hizo acordar de Schreber, me refiero a esto de que tiene que
ponerse a estudiar o a rezar para poner una especie de barrera a esto que le viene
de afuera. Ustedes recordarán que Schreber se veía obligado a gritar, a contar, a
aullar, a tocar el piano, como distintas maneras de poner un corte a eso invasor.

PATRICIA PAOLI: Sobre todo insiste mucho con


pedir una ayuda espiritual, cuando él dice que está mal
espiritualmente, y con el tema de ir a la iglesia y de
rezar, sobre todo cuando dice que escucha eso que lo
deja sin fuerzas.

Yo, tanto como para ir adelantando algunas cosas que pienso introducir más
adelante, haría una pequeña modificación a la cita que tomás de Colette Soler.
Me parece que la posición del analista no es la de testigo, sino la de acoger el
testimonio. El que está en posición de testigo es el psicótico, él testimonia de lo
que ocurre en el Otro, de los efectos que en su cuerpo, en este caso, son el
resultado de esta iniciativa que viene del Otro. En ese sentido, me parece que...
Porque poner al analista en el lugar del testigo... El testigo, ¿de qué es testigo? —
de un acontecimiento. Me parece que precisar que el testigo es el sujeto, el
paciente, digamos, es subrayar más su condición de sujeto, sujeto de un
testimonio, y que, en todo caso, sí, la posición del analista sería, en primer lugar,
la de acoger el testimonio — para lo cual, obviamente, para acoger ese
testimonio, debe derribar la barrera interpuesta, el muro de "la pequeña idea". Y
primero que nada, lo que hemos llamado la roca de la alienación.

Vamos a ver que esta posición es freudiana... hasta por ahí nomás. Es una
posición freudiana en el sentido de que, por ejemplo, Freud termina su texto
sobre el Presidente Schreber, diciendo: "bueno, verdaderamente, esta teoría de la
libido, les aseguro que ya la había formulado antes de leer el libro Schreber,
¡pero cómo se parece la teoría de los rayos a mi teoría de la libido! ¿habrá más
verdad en la teoría de los rayos schreberiana? ¿o mucho delirio en mi teoría de la
libido?".

Una posición exactamente inversa es la que Freud plantea en el historial del Caso
Juanito. Ahí dice: "no soy yo quien inventó esto de la sexualidad infantil, yo la
escuché en los chicos". ¿Se entiende, el quiasma que se abre? Ante el testimonio
neurótico, Freud dice: "yo, ni me lo esperaba, esto de la sexualidad infantil me
sorprendió", "¿la transferencia?, yo no tenía ni la menor idea, esto me vino en la
experiencia, no hago más que relatar lo que encontré allí". Con Schreber, en
cambio, es como si se viera obligado a aclarar: "esto, yo lo pensé en otro lugar",
y entonces el loco aparece, para Freud, como una especie de garante de la verdad
de la teoría psicoanalítica. Es muy interesante, porque esto nos muestra que
Freud sitúa cierto sujeto supuesto saber del lado del psicótico, hay una
transferencia al psicótico, en Freud. Y esto se va a volver a ver en las dos
conferencias finales de Introducción al psicoanálisis, donde el argumento es que,
como los psicóticos no son susceptibles de sugestión, al mostrarnos lo mismo que
pasa en las neurosis, nos demuestran que esto que encontramos en los neuróticos
no son inventos nuestros que metemos en los pacientes bajo sugestión. El loco es
como nuestro garante, en ese sentido, garante de la verdad de la teoría, de que la
clínica que se deduce de ella no resulta de una proyección de la perversión del
analista.

Hay un problema con Freud, y dejo por hoy, que es éste: hay un punto en el que
Freud no puede acoger plenamente el testimonio psicótico, y es el lugar donde el
psicótico dice que lo que le pasa viene de una radical exterioridad. La noción de
realidad psíquica, en Freud, en la medida que divide entre realidad
psíquica y realidad material, no hace lugar a la radical exterioridad del
Otro. Por eso una fórmula como la del "discurso del Otro" para el inconsciente es
una fórmula que Lacan puede dar gracias a su ingreso al psicoanálisis de la mano
de la paranoia, y no de la mano de la histeria. Les agradezco nuevamente, nos
vemos en 15 días.

NOTAS
 

(1) Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras, el 10 de Noviembre de 1967». Traducción —para
circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.

(2) Escritos 1, p. 318.

(3) Jean ALLOUCH, «Perturbación en Pernepsi», artículo publicado en la revista Litoral, nº 15, «El saber de
la locura», Córdoba, Octubre de 1993.

(4) Escritos 2, p. 556.

(5) Escritos 2, p. 665.

(6) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La significación del falo», seis reuniones en el ciclo «Puntuación
de Escritos», convocado por el Cartel de Enseñanza de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1997. Se
encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(7) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y fundamentos. Red de Seminarios de la


Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998. Publicado en fichas.
(8) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho"», texto
presentado en las Primeras Jornadas de Carteles de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 24-26 de
Noviembre de 1988, finalmente publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, E.F.B.A., octubre de 1992;
«El Padre: la falta en Freud», trabajo presentado en las Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires «El
Padre en la Clínica Lacaniana», el 5 de Julio de 1991, publicado en el libro de AAVV, El Padre en la Clínica
Lacaniana, Escuela Freudiana de Buenos Aires / Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 1994; El Seminario «El
sínthoma». Una introducción, Seminario-taller en la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos
Aires, 1995, publicado en fichas; Estabilización y suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis. Hacia
una clínica de la suplencia generalizada, intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica psicoanalítica
– Problemáticas», Curso Anual Año 1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de Psicología de la
Universidad Nacional de Rosario, los días 17 y 18 de Mayo de 1996. Se encontrarán estos textos en la
Biblioteca de la E.F.B.A.

(9) Jacques LACAN, Seminario 12, Problemas cruciales para el psicoanálisis, clase del 5 de Mayo de 1965.
Inédito.

(10) "La ontología es lo que ha valorizado en el lenguaje el uso de la cópula, aislándola como significante.
Detenerse en el verbo ser [...] producirlo como tal, ésa es una acentuación llena de riesgos", dice Lacan, no
sin señalar la relación entre el discurso del amo [du maître] y el discurso ontologizante del ser [du
m’être]. Cf. Jacques LACAN, Le Séminaire, livre XX, Encore, Seuil, p. 33.

(11) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Transferencia y Clínica», intervención en el Panel sobre


«Transferencia: motor y obstáculo», en las Cuartas Jornadas de Carteles «Encrucijadas de la Clínica»,
convocadas por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 7 de Noviembre de 1997.

(12) Rolando H. KAROTHY, Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE y David SUSEL, «De la suppositio al sujeto-
supuesto-saber», trabajo presentado en las Jornadas sobre «La Transferencia» organizadas por la Escuela
Freudiana de Buenos Aires, el 11 de Noviembre de 1982. Posteriormente publicado en Suplemento de las
Notas, Nº 3, «La Transferencia», E.F.B.A., 1984.

(13) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Clínica de la suplencia generalizada». Conferencia pronunciada en


el Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero, La Plata, el 5 de Noviembre de 1994. Se encontrará su texto
en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(14) cf. op. cit. en nota anterior.

(15) David KRESZES, «Algunas consideraciones sobre la "Verwerfung"», publicado en la revista Redes de la


Letra, Nº 3, Junio de 1994.

(16) Escritos 2, pp. 669-670.

(17) Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación. Clase 9, del 24 de Enero 1962: "¡Cuando se lee a
Freud, se lo lee siempre de una cierta manera, que llamaré la manera sorda!". Traducción —para circulación
interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.

(18) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980. Cf. pp. 62-63.

(19) Jean HIPPOLITE, «Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud», publicado como Apéndice en
los Escritos 2.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro 3. - Sábado 20 de Junio de 1998


 

Hay un dicho según el cual "todo es según el color del cristal con que se mira".
Hoy a la mañana, mientras me vestía para venir acá, escuché en la radio, una
radio que estaba encendida en mi casa, que un periodista comentaba de una
manera muy alegre, muy entusiasta, que la Argentina, como mercado emergente,
se mostraba como un mercado muy atractivo para los inversores extranjeros, y
que esto revelaba que, más allá de eventuales y circunstanciales dificultades en la
economía actual, esto indicaba que la Argentina estaba en un muy buen camino.
Poco después, mientras estaba en la puerta del garage, esperando a que mi mujer
sacara el auto, se me para delante un señor que pasaba por ahí, y me pregunta, en
referencia a una obra en construcción que hay en la vereda de enfrente, qué se
estaba construyendo ahí. Ante mi respuesta, "Un Ekono", es decir, otro de los
mega-supermercados que ahora proliferan, este señor, con un gesto de sarcasmo
dolorido, de despecho, con un tono de voz que me sería difícil reproducir ante
ustedes, exclama: "¡Meta vender el país!".

Bueno, obviamente este no es un lugar para hablar de política, y entonces no haré


ningún comentario al respecto. Pero, en todo caso, es interesante ver que la
perspectiva del segundo interlocutor es más bien una perspectiva paranoica,
mientras que la del periodista era un poquito erotomaníaca.

¿A qué viene esto, aparte del transparente objetivo de romper el hielo de los
primeros minutos, lo que siempre viene bien? Para volver a precisar uno de los
objetivos de este espacio, que es el de esclarecer, precisamente, el cristal con que
miramos la clínica... o esclarecer los cristales con los que miramos la clínica.

A través de algunos retornos que me llegan, me voy dando cuenta, cada vez más,
que hay aspectos, problemas, que dependen, no siempre y no tanto de las
dificultades peculiares del estilo de Lacan, que es un poco barroco, es cierto, e
incluso enrevesado, según algunos, sino que obedecen muchas veces a algo que,
propiamente hablando, se podría calificar de resistencias subjetivas. Me doy
cuenta, por ejemplo, cuando una y otra vez retorna la pregunta —volvió a
aparecer la vez pasada, al final, luego de que levantáramos la reunión— "¿qué
quiere decir que no hay no loco?". Yo me doy cuenta de que, no importa la
claridad con que uno pueda formularlo, que ahí lo que está obrando es una
dificultad, que no sé hasta qué punto podremos levantar, en la medida
precisamente de que se trata, según creo entender, de esto que les decía, de una
resistencia subjetiva, de algo que, por un lado, necesitaría como de una especie
de "ejercicio espiritual", puesto que no se trata sólamente de comprender, sino de
modificar, con todo lo que esto implica de esfuerzo y de ejercicio, nuestra
perspectiva habitual, que en al menos algún punto nunca deja de ser por completo
segregativa... Es posible que, en el límite, también, lo que esté en juego sean
problemas que sólo se puedan resolver en un análisis... aunque ahí está, contra
esa expectativa, lo que leímos en nuestra primera reunión del «Breve discurso de
Lacan a los psiquiatras», en cuanto a que la experiencia psicoanalítica es por
naturaleza precaria, y a que en cada vuelta de esquina aguarda para calzarse,
como un traje a medida, la posición del psiquiatra.

Yo recuerdo, con mi amigo Piegari, con quien en los últimos diez años hemos
leído el Seminario El sínthoma bastante más de una vez, y con lupa, cuando
veíamos algunas propuestas, propuestas de algunos analistas que las pretendían
como deducidas de ese Seminario, a veces nos preguntábamos, un poco
perplejos: "¿de dónde sale esto? ¿de dónde se saca esto? ¿estamos locos? ¿por
qué nosotros, del abordaje que hace Lacan de Joyce, extraemos la posibilidad de
pensar una nueva definición del síntoma, un camino para pensar la identificación
al síntoma, que es una de las últimas formulaciones de Lacan respecto de lo que
podría ser el fin del análisis, y estos autores sacan de eso un tratamiento para la
paranoia, cuando no la posibilidad de reivindicar la clínica kraepeliniana
inventando nuditos para la esquizofrenia, la paranoia y la parafrenia?".

Una hipótesis que nos hemos hecho, cuando podíamos reponernos del pasmo, de
la perplejidad, es que a veces la urgencia terapéutica lleva a hacerse ilusiones de
que a lo mejor ahí, o en algún otro lugar, finalmente Lacan habría proporcionado
la clave de un tratamiento posible para la psicosis. Si esto fuera efectivamente
así, otro síntoma de dicha urgencia terapéutica aparecería también, a veces, con la
idea de: bueno, "hay pacientes que no se ajustan al dispositivo analítico, y
entonces hay que modificar el dispositivo". Bueno, es cierto que hay pacientes
que no se ajustan al dispositivo analítico, es cierto que hay pacientes que
requieren de nuestra parte alguna maniobra, algunas maniobras, para volverles
más posible, para crearles las condiciones más propicias, para que finalmente
acepten la propuesta del dispositivo analítico... Pero, inversamente —y ésta es
una cuestión de método—, no es tan seguro que los pacientes que no se ajustan al
dispositivo analítico... sean pacientes.
Voy a precisar un poco más esta idea, para que no suene a terrorismo. El
dispositivo analítico no es algo que se inventó para abordar determinado tipo de
pacientes. Más bien, al revés, se podría decir que determinado tipo de pacientes
existen a partir de que fué creado el dispositivo analítico. Eso nos hace
diferenciar entre pacientes analizables, potencialmente analizables —a los que
me refería cuando decía que algunos requieren de nosotros algunas maniobras
para crearles las condiciones para que acepten nuestra oferta, que es la del acto
analítico—, y una cantidad de personas... de las que no podemos decir nada, que
no son de nuestra competencia... Como les decía, creo que en nuestra primera
reunión: bueno, el cáncer, no le ofrecemos el dispositivo analítico al cáncer, en
todo caso se lo ofreceremos a los efectos subjetivos de padecer tal o cual
enfermedad. Por otra parte, y aunque los argumentos de autoridad no son los que
yo prefiero, precisamente, que el dispositivo analítico es el que crea el tipo de
pacientes se ve claro en Freud cuando hace su clivaje diagnóstico, su clínica
diferencial, como nos gusta decir ahora, con su famosa bi-partición
entre neurosis de transferencia y neurosis narcisistas.

Lacan, cuando dice que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, ¿de
dónde lo sacó? ¿Lo averiguó por ahí, por algún medio misterioso, y entonces se
dijo "bueno, dado que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, le
vamos a dar la palabra al paciente?". No, es exactamente al revés: analizó las
condiciones estructurales del dispositivo, y su definición del inconsciente es una
deducción de esas condiciones estructurales. ¿Se entiende lo que digo?

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Decía que no es que Lacan averiguó por ahí, quién sabe por qué medios, que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje, y que entonces de ahí dedujo
que en consecuencia convenía darles la palabra a los pacientes, sino, al revés, que
analizó las condiciones de estructura del dispositivo analítico, inventado por
Freud, y de ahí dedujo que el inconsciente, el inconsciente del que hablamos los
analistas —que no es el inconsciente del biólogo, ni el inconsciente de Hartmann,
el filósofo, ni ningún otro de los tantos inconscientes que fueron postulados en la
historia de las ideas— el inconsciente del que hablamos los analistas, no puede
tener otra estructura que la estructura del lenguaje.

Como es un ejemplo del que suelo valerme en distintas circunstancias, no


recuerdo ahora si ya les hablé del apólogo de la red y el epistemólogo. Bien, es
algo que hace mucho tiempo leí en cierto libro, más o menos de divulgación, que
escribió un físico, premio Nobel de física, si no recuerdo mal, llamado
Eddington. En ese libro Eddington ofrece una ilustración de lo que diferenciaría
la actividad del científico investigador de la de un epistemólogo. Pero por las
dudas lo aclaro: no le vamos a sacar mucha moraleja a esto, no quisiera que
después piensen que yo creo que Lacan es el epistemólogo del psicoanálisis, ni
nada por el estilo, es un ejemplo del que me valgo como imagen, y nada más.
Eddington comparaba al científico investigador con el epistemólogo, y decía:
bueno, el científico es como un señor que está a la orilla de un río, que lanza una
red, la recoge, y luego anota en su bitácora: "en las profundidades de la corriente
acuática hay animales de piel fría y de tamaño variable, entre un centímetro y
algunos metros"; mientras que el epistemólogo —añadía Eddington— es un
señor que está al lado del primero, y que le dice: "antes de que usted tire su red al
agua, yo le puedo asegurar lo siguiente: no sé si va a descubrir algo cuando saque
nuevamente su red, no sé si va a haber animales o no, no sé si, en caso de que los
haya, estos van a ser de piel fría o caliente, lo que sí le puedo decir es que,
seguramente, si finalmente saca algo del río con su red, lo que saque va a medir
por lo menos un centímetro". ¿Cómo podría asegurar esto el epistemólogo, antes
de toda experiencia? Midiendo los agujeros de la red.

¿Se entiende la comparación? Es decir, analizando el medio —fue una de las


primeras definiciones que da Lacan en lo que él llama el comienzo de su
enseñanza, en su Discurso de Roma de 1953, es decir, en «Función y campo de la
palabra y el lenguaje en psicoanálisis»— analizando el medio, el medium, el
único medio que tiene el psicoanálisis,(1) porque deliberadamente,
metodológicamente, se priva a sí mismo de cualquier otro medio,(2) analizando
este medio que es condición de la experiencia, la palabra, se deduce que,
obviamente, todo lo que salga por medio de este medio, tendrá necesariamente
una estructura de lenguaje.

Bien, entonces, no es tan seguro que habría que hacer modificaciones del
dispositivo. En todo caso, habría que esclarecer previamente qué del dispositivo
es esencial, y qué no lo es. Tal vez el diván no sea esencial, tal vez la frecuencia
de las sesiones no sea esencial, tal vez el pago no sea esencial —aunque no niego
que estas cuestiones desempeñan su papel en la cura—, pero hay algo que,
indudablemente, sí es esencial al dispositivo analítico y al acto que lo funda, y es
que se le da la palabra a quien nos consulta. Se le da la palabra. El consultante
aceptará o no aceptará este don de la palabra, estará en condiciones o no estará en
condiciones de aceptarlo, estará potencialmente en condiciones o ni siquiera
potencialmente...
Es así que Lacan va definiendo la estructura, lo que llamamos lisa y
llanamente la estructura, a partir de las condiciones de la experiencia. Por
ejemplo: ¿En qué consiste una experiencia de análisis? Que alguien le habla a
alguien. Anotemos, entonces. Primero:

a   a’

alguien le habla a alguien. Esta a no es todavía el otro con minúscula, no es


tampoco el objeto a; aprovecho nuestro idioma para decir que es
el a del alguien... que le habla a otro alguien, aquí a’. Alguien le habla a alguien,
y en ese hablarle de alguien a alguien, lo que encontramos es que, como en
cualquier diálogo, una de sus dimensiones es la de "yo te entiendo y vos me
entendés", una dimensión también de "cómo me ves y cómo me hago ver", es una
dimensión, entonces, una dit-mensión, podríamos decir, pues estamos hablando
de lo que ocurre en cualquier diálogo, una dit-mensión de identificaciones, de
reciprocidad, de ese malentedido estructural que resulta de lo que Lacan
denominaba el muro del lenguaje... Pero con estas consideraciones pasamos a
otra manera de leer nuestras a y a’. Ahora sí podemos decir que a y a’ pueden ser
leídas como el otro con minúscula y el yo, el moi.

¿Se entiende? Pero esta estructura mínima puede complicarse un poquito más,
porque ésta no es la dimensión esencial del diálogo analítico, ésta es una
dimensión esencial de cualquier diálogo. Hay algo particular, específico, del
análisis, y es que no es solamente con lo que el sujeto cree ser que habla, sino
que se le da la palabra de una manera muy singular. En primer lugar el analista,
al contrario de lo que suele ocurrir en todo diálogo, no compite con su
consultante por la posesión de la palabra, para decirlo más llanamente: no lo
interrumpe todo el tiempo para decir lo suyo —examinen bajo esta óptica
cualquier diálogo en el que en principio no participen, y verán que esto es así:
todo el tiempo se lucha para tener la palabra, para hacerse oír, y se escucha muy
poco—, pero además, a éste se le da la palabra de una manera tal que hable sin
saber lo que dice, y entonces, a partir de lo que se revela a partir de lo que este
alguien dice, no siempre, casi nunca, sabiendo lo que dice, nos encontramos con
que, este alguien, creyendo hacer uso de la palabra, se encuentra con que es la
palabra la que lo usa, que él no es dueño de las palabras que usa, que él cree
elegir lo que dice, mientras que en verdad lo que dice lo lleva de la punta de la
nariz.(3) Para dar acogida a esta condición que surge del tipo de oferta, de este
modo particular de diálogo que no es el de todos los días, que es: "hable, sin
saber lo que dice", entonces tenemos otro término, para sustituir o articular con
nuestras a y a’ del principio: la S del sujeto.

S  
Sujeto, ¿qué quiere decir? En primer lugar, que el que habla no es uno consigo
mismo, que no es uno con lo que cree decir, que está dividido entre lo que dice y
lo que cree decir, entre lo que sabe que dice y lo que no sabe que dice. La noción
de sujeto es una deducción de la experiencia —eso es lo que quiero decir—, no
existe por ahí, en el mundo. ¿Qué más? Bueno, resulta que este sujeto, que habla
en esas condicio-nes, sin saber lo que dice, se encuentra, por esas mismas
condiciones, con que el sentido de lo que dice depende del oyente al que se
dirige, se encuentra con que el oyente al que se dirige tiene un poder —que
Lacan califica de discrecional— de decisión sobre el sentido de lo que dice, y
hasta —dice Lacan en «Variantes de la cura-tipo»—, hasta sobre la identidad
misma del hablante, en el sentido de que el oyente lo puede escuchar como
alguien, vamos a decirlo así, capaz de sorprenderlo, y a eso Lacan lo llama el
sujeto constituyente, es decir, alguien que puede decir algo inesperado, o alguien
que no puede decir nada más que lo esperado, y entonces Lacan lo llama objeto
constituido.(4), (5).

Bueno, en la vida cotidiana, muchas veces habremos escuchado, o dicho, referido


al decir de alguien, que alguien diga: "bueno, ¿y qué puede decir ése?, ¡si es un
empresario!"... o "¡si es un peronista!". ¿Qué puede decir? ¡Es lo que es! Y allí
donde alguien es esperado en tanto es lo que es, no se espera que pueda ser de
otro modo. Ese alguien verdaderamente deberá esforzarse para sorprendernos, y
en definitiva siempre quedará reservado al poder discrecional del oyente el poder,
precisamente, de reducir esa sorpresa a lo-ya-sabido del que es-lo-que-es. Es
decir, ese modo de escuchar, donde nada nuevo puede decirse, porque ese
hablante ante nosotros es-lo-que-es, consiste en tomar al hablante como un objeto
constituido, es decir, como, en verdad, no-hablante.(6)

Bien, el interlocutor de este sujeto, el oyente de este sujeto, tiene entonces ese
poder, el poder de decidir sobre el sentido de lo que le es dicho y sobre la
identidad del que habla: lo verá como sujeto constituyente o como objeto
constituido. Por otro lado, como les he dicho, en el análisis este interlocutor no
habla, no habla de él, responde con su silencio, o con su palabra, a lo dicho por
este sujeto. Entonces, hay una disparidad: el diálogo del análisis no es entre un
sujeto y otro sujeto, hay una disparidad entre ambos. Y entonces, ¿cómo va a
llamar Lacan a este otro en posición de oyente, en la medida en que ya no es el
otro de la identificación? Y bueno, lo llamará Otro, con mayúscula, para
subrayar que se trata de un Otro definitivamente, radicalmente Otro, es decir, un
Otro del que no puedo saber nada, y entonces aparece la noción de gran Otro,
como partenaire imposible del sujeto:

 
S  A
Este gran Otro es el que decide el sentido de lo que dice el sujeto, decide sobre la
identidad, y hasta, en la medida en que cuando uno habla busca cierto acuerdo
con el otro que escucha —como yo ahora trato de buscar de qué manera
dirigirme a ustedes, sobre todo en la medida que no los conozco a todos, y voy
como seleccionando palabras en función de este diálogo que quiero mantener con
ustedes—, entonces Lacan dice: bueno, no sólamente este Otro tiene este poder
sobre lo que le es dicho, sino que es como el reservorio de todas las palabras que
va a decir este hablante, este S, y que por todo esto hasta se podría decir que el
mismo discurso que el S sostiene, no sólo en los elementos que lo componen
sincrónicamente, sino incluso el sentido que desprenden como mensaje en su
composición diacrónica, le viene de este A, lo que justifica invertir la dirección
del vector:

S   A

¿Se entiende? Ven ustedes que, dividido en estos dos pisos, he dibujado
el esquema Lambda:

S a’

aA

Este esquema es una deducción de los datos de la experiencia. Si a esto le


agregamos una segunda posición de Lacan respecto del lugar del analista, en el
sentido de que, más allá de este poder de decisión sobre el sentido de lo que le es
dicho, en esto que le es dicho aparecerá invitablemente, justamente en la medida
que no responde a ese sentido, una pregunta por ¿qué desea? ¿qué quiere?,
entonces tendremos una segunda posición del analista, más allá, diferente a la
posición del gran Otro que habíamos escrito con la A mayúscula, que es la
posición de a minúscula, a minúscula en tanto que es un punto de absoluta
opacidad.

De todas maneras —me parece que esto lo dije la vez pasada—, con una u otra
posición, siempre hay algo que se mantiene, y es que la posición del analista, sea
como gran Otro, sea como a minúscula, consiste en ceder la posición de sujeto al
hablante, al que se suele llamar paciente. Cuando el paciente dice "me duele la
pierna", uno no responde "¡a mí también!"...

Hay pacientes de los que se dice que "vienen en posición de objeto". Bueno, a
veces no se sacan las consecuencias de la manera de hablar. Venir "en posición
de objeto" no es ser un objeto, es venir en posición de objeto. Esto implica que
esta posición no se da de suyo, que hay algo a interrogar... No estoy hablando de
una "elección", como se suele entender esta palabra que, por otra parte, no está
ausente del vocabulario freudiano, ni tampoco del vocabulario lacaniano(7) una
elección en la que alguien elegiría, en lo indeterminado, ponerse en posición de
objeto. No es eso. En ese sentido, y por otra parte, nunca asistimos a un momento
de "elección". Pero el método analítico implica tomar al sujeto como siempre
habiendo ya elegido. Cuando Freud dice — y esto es Freud, no hace falta ir a
Lacan para esto... Más allá de que Freud se vale de un lenguaje, un discurso de
tipo determinista, incluso la tesis fuerte del determinismo psíquico forma parte de
lo que podríamos llamar su axiomática, usa palabras como "proceso", llega a
decir alguna vez que el avance de la química nos permitirá resolver la neurosis...
Esas cosas, Freud las dice, pero su procedimiento, su método, no es ése. Su
procedimiento es: "llenemos las lagunas mnémicas, que el sujeto recupere el
momento en que reprimió" —¿para qué?— para que ahora, porque está más
maduro, porque tiene el yo más fuerte, porque las circunstancias de su vida han
variado, no importa por qué... para que ahora, en lugar de reprimir, no reprima,
sea que le dé curso a esa pulsión reprimida en otro tiempo, sea que la condene sin
pagar el precio del síntoma. Es decir, el procedimiento analítico de Freud lleva
hacia un momento de elección, de decisión respecto de lo que se efectuó en el
pasado — lo cual implica que a ésta hay que suponerla previamente. Por eso digo
que el sujeto siempre se presenta como habiendo ya elegido.

Esto comporta una posición radicalmente diferente —ustedes harán con ella lo
que quieran— radicalmente diferente de plantear la clínica como una clínica del
defecto. Hay una clínica que es una clínica del defecto, es una clínica
mecanicista: ocurrieron determinadas cosas en la historia de este señor, o al
revés, no ocurrieron, y eso lo llevó inevitablemente a que las cosas para él fueran
así o asá. La madre del sujeto era así, y no le daba su lugar al padre, y entonces,
bueno: forclusión, ¡si hasta hay quien sabe detectarla en el discurso mismo de la
interesada, por referencias de su paciente cuando no logra entrevistarla! Y si
resulta que en una familia hay un hijo psicótico y otro que no lo es, bueno, está
bien, siempre podremos argumentar que esta misma madre sobre la que hemos
gargarizado a más no poder, sobre todo si en la anamnesis nos hemos procurado
algunos datos sobre la madre de esta madre, no es la misma madre para cada uno
de los hijos.
La otra manera es pensar que algo anda mal en la estructura, lo que por otra parte
es obvio. Es casi como una necesidad de principio postular que algo anda mal en
la estructura. ¿Por qué? Porque nosotros nos ocupamos de las cosas que no
andan, no de las cosas que andan, es decir, del síntoma. Eso que anda mal en la
estructura recibirá, por parte de Freud y de Lacan, distintos nombres: "un
desarreglo no contingente sino esencial en la sexualidad humana", "pulsión de
muerte", "castración", "no hay Otro del Otro", "no hay relación sexual" — no
importa ahora el nombre que le pongamos, pero en relación a eso que anda mal
en la estructura habrá distintos modos de responder a eso que anda mal.

Entonces, una clínica de las posiciones subjetivas, no del déficit, implica que la


clínica diferencial es la clínica de las diferentes maneras de responder a una falla
en la estructura, falla radical, principial, no contingente, no debida a ninguna
operación o falta de operación en la historia del sujeto. ¿Se entiende, esto? Esto
implica que no hay estructura no fallada, que el tratamiento no es llevarlo al
sujeto a una estructura no fallada, o emparcharle, o suturarle las fallas de la
estructura, sino que la cura es llevarlo a que pueda responder de otra manera, o de
la misma manera pero más económicamente —pues en principio no nos
planteamos los pasajes de estructuras clínicas, como se dice— de una manera
más económica, que le cueste menos sufrimiento, menos trabajo, como dice
Lacan en el Seminario sobre Los cuatro conceptos..., que responda de una
manera más económica a esa falla radical de la estructura, por haber quedado
advertido de que esa falla es de principio.(8)

Entonces, darle a nuestro interlocutor, a nuestro demandante, cederle la posición


de sujeto, implica — y vuelvo entonces a la primera pregunta, la primera de las
que me hicieron llegar por distintas vías, y tengo anotadas acá, y que retornó
también al final de la reunión pasada — en off, lamentablemente, espero que no
sigan siendo tan tímidos, al ver que yo me ofrezco... — Para abrir otro de mis
paréntesis, a los que ya se irán acostumbrando: escuchen, donde yo me siento
más fuerte, porque es lo que he venido trabajando más, durante más tiempo, es en
el Seminario El Sínthoma; me encantaría hablarles de Joyce, ahora, sería para mí
sencillísimo, porque lo he trabajado mucho, y además porque en los dos últimos
años he avanzado mucho en eso, incluso en esta lista hay una pregunta sobre
Joyce, pero, créanme, lo postergo, ¿y lo postergo, por qué?, porque mi intento es,
en un primer tiempo, revisar las cosas que no están tan claras, porque si no
revisamos estas cosas uno aumenta el malentendido. ¿De qué sirve, por ejemplo,
saber que Joyce daría el tratamiento posible de la psicosis, o, al revés, que daría
una perspectiva para pensar el fin del análisis, si todavía no superamos el muro
de la alienación? Entonces, mi oferta, y mi demanda, al mismo tiempo, como les
decía la vez pasada, es sostener un espacio donde... yo mismo no sé muy bien
qué terreno estoy pisando, donde mi terreno no es firme, por lo tanto digo,
recíprocamente: anímense a intervenir. No hace falta que sepamos qué piso
pisamos, la función del caso clínico es ésa, también, no es reinterrogar el caso, no
es ejemplificar lo que aquí podamos desarrollar, sino que, a cada uno, para cada
uno, ese caso tenga un poder de evocación de sus propios problemas en la
práctica, y los traiga acá, que cada uno presente su manera de pensar la clínica,
de cómo enfrentó tal dificultad, o de cómo hoy rectificaría tal manera de
enfrentarla. Cierro paréntesis.

Entonces, ceder la posición de sujeto implica que el analista de ninguna manera


podría ofrecerse como patrón de normalidad —ésa es la posición del psiquiatra
—, de patrón de normalidad o de saber cuál es el patrón de normalidad. Al fin y
al cabo, los psiquiatras también piensan que están medios locos, ellos mismos lo
piensan, al menos a veces, al menos cuando se ríen de los chistes de psiquiatras
más locos que sus pacientes, pero creen que saben lo que sería no estar loco.
Entonces, el no hay no loco, el sentirse concernido por la locura —eran las
palabras de Lacan en su «Breve discurso a los psiquiatras»—, es eso: que no voy
a interponer un muro segregativo entre mi interlocutor y yo, de tal manera que lo
que él dice ya se explica de antemano y no hace falta escucharlo, se sabe, porque
"está loco". Lo que va a decir Lacan todo el tiempo es que la locura está
completamente repartida, está mejor repartida que la riqueza, que, en todo caso,
hay locuras más compartidas y locuras menos compartidas... Pero no quiero que
crean sólo en mi palabra, les voy a leer unos parrafitos.

En «Acerca de la causalidad psíquica», que es un texto de 1946, en la polémica


que él tiene con Henri Ey a propósito de su teoría organicista de la locura —la
"pequeña idea" del "órgano-dinamismo" como "barrera protectora" al servicio de
separar al psiquiatra de este loco por el que "está, lo quiera o no, concernido",
que vimos mencionada en el «Breve discurso a los psiquiatras»(9)—, y según la
cual "Las enfermedades son insultos y trabas a la libertad, no están causadas por
la actividad libre, es decir, puramente psicogenética", Lacan le responde:

Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo


mismo de las identificaciones en las que el hombre
compromete a la vez su verdad y su ser.

Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de


las fragilidades de su organismo, es la permanente
virtualidad de una grieta abierta en su esencia.

—la locura no es "cosa de locos", es cosa de esta grieta abierta en la esencia


misma del hombre, que introduce su proclividad a aceptar las "seducciones" de la
"infatuación", y que no deja de exigir "el inasible consentimiento de la libertad",
en los térmi-nos de este texto, al que habremos de volver más detenidamente—
así:

Lejos de ser "un insulto" para la libertad, es su más


fiel compañera; sigue como una sombra su
movimiento.

Y al ser del hombre no sólo no se lo puede


comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser
del hombre si no llevara en sí la locura como límite de
su libertad.(10)

Y un poco más adelante en el texto, dice:

Por último, creo que con el desplazamiento de la


causalidad de la locura hacia esa insondable decisión
del ser en la que éste comprende o desconoce su
liberación, hacia esa trampa del destino que lo
engaña respecto de una libertad que no ha
conquistado, no formulo nada más que la ley de
nuestro devenir...(11)

Bueno, qué quería decir Lacan con esto, no sé, pero sé lo que dice. Entonces, y
vuel-vo un poco ahora a la cuestión con la que habíamos empezado ya la vez
pasada, sobre los mecanismos... Si se trata de una insondable decisión del ser, y
estos términos son misteriosos, verdaderamente, es misterioso lo que está
diciendo acá: "insondable decisión del ser", pero no obstante, por más misterioso
que sea, nos recuerda algo de lo que a veces, cuando empleamos mecánicamente
los mecanismos en la explicación de los fenómenos, nos olvidamos. ¿Qué?
Que en cada mecanismo hay una posición subjetiva. ¿Qué dice Freud de
Schreber? Que él no quería... "él, Schreber", no está hablando de un mecanismo
acéfalo, él, Schreber, o el sujeto que encontraba más o menos su precaria unidad
bajo el amparo de ese nombre, rechazaba la posición "yo, un hombre, lo amo a él,
un hombre", que no quería saber nada de eso. ¿Se entiende lo que digo? Siempre
vamos a encontrar, en Freud y en Lacan, junto al uso explicativo del
"mecanismo", que entonces yo pronuncio siempre entre comillas, del
"mecanismo de defensa", digamos, algo donde se revela una posición subjetiva
— supuesta, si quieren, pero que de todos modos está hablando de que no se trata
ahí de un mero automatismo, aunque esa "decisión", supuesta, y no tengo
inconvenientes en darle este estatuto, sea "insondable".
En el Post-Scriptum de su escrito «De una cuestión preliminar...», y luego de
plantear la cuestión de la forclusión, al que lamentablemente se ha reducido este
texto —y ya les dije que mi idea es reflotar este texto—, Lacan termina diciendo:

Por eso desde la misma atalaya adonde nos ha


llevado la subjetividad delirante, nos volveremos
también hacia la subjetividad científica: queremos
decir la que el científico que ejerce la ciencia
comparte con el hombre de la civilización que la
sostiene. No negaremos que en el punto del mundo
donde residimos, hemos visto bastante sobre esto para
interrogarnos sobre los criterios por los que el
hombre con un discurso sobre la libertad que no hay
más remedio que calificar de delirante (le hemos
dedicado uno de nuestros seminarios), con un
concepto de real donde el determinismo no es más que
una coartada, pronto angustiosa si se intenta extender
su campo al azar (se lo hicimos sentir a nuestro
auditorio con una experiencia-test), con una creencia
que lo reúne en la mitad por lo menos del universo
bajo el símbolo de Santa Claus o del Padre Noel (cosa
que a nadie se le escapa), nos disuadiría de situarlo,
por una analogía legítima, en la categoría de la
psicosis social —en la instauración de la cual, si no
nos engañamos, Pascal nos habría precedido.

—ésta es una referencia a Pascal a la que Lacan vuelve en varias ocasiones: el


loco, el llamado "loco", es el que no comparte la locura de todo el mundo, locura
de todo el mundo que, como se desprende de este texto, es la locura propia de la
significación fálica—. El escrito continúa así:

Que semejante psicosis se muestre compatible con lo


que llamamos el buen orden es cosa fuera de duda,
pero no es tampoco lo que autoriza al psiquiatra,
aunque fuese el psicoanalista, a confiar en su propia
compatibilidad con ese orden para creerse en
posesión de una idea adecuada de la realidad ante la
cual su paciente se mostraría desigual.(12)

Entonces, no sé si queda claro, yo creo que sí queda claro, pero es como que hay
que repetirlo: no estoy diciendo que la neurosis es lo mismo que la psicosis, y me
da como vergüenza el tener que repetirlo, no estoy diciendo eso cuando digo que
la posición analítica es una posición de principio según la cual no hay no loco, no
estoy diciendo que no hay diferencias clínicas, estoy diciendo que la posición
analítica se instaura a partir de que derribamos el muro de la alienación, eso. Que
el analista no podría considerarse, de ninguna manera, como poseedor, en
persona o en idea, de un patrón de lo que sería "la normalidad", a la cual tendría
que ajustarse su paciente presuntamente psicótico.

Bien, en función de esto, entonces, la vez pasada les decía que en el


discocorriente, como decía Lacan en Encore, en el discurso corriente, circulan
una serie de pretendidas correspondencias bi-unívocas según la cual las
diferencias clínicas —elegí este sesgo porque ésta es otra manera de erigir un
muro: la teoría de los mecanismos de defensa, planteada en estos términos, es
otra manera de erigir el muro entre el analista y su paciente, es otra manera de
reducir el sujeto constituyente a un objeto constituido, para retomar términos de
hoy— según la cual las diferencias clínicas dependerían de una correspondencia
bi-unívoca entre tres mecanismos de defensa, a los cuales se otorga una categoría
muy fundamental —"modos de defensa constitutivos", los llamaba Masotta— y
tres estructuras clínicas: la neurosis resultaría de la represión, Verdrängung,
la perversión resultaría de la Verleugnung o desmentida, o renegación, y
la psicosis resultaría de la Verwerfung o rechazo, repudio o forclusión. Entonces:

Verdrängung   neurosis

Verleugnung   perversión

Verwerfung   psicosis

Este es el esquema más circulante, se podría decir que ya forma parte del saber
establecido, de lo que parece no merecer ya que le sea dirigida alguna pregunta,
sino que, más bien, funciona como la base a partir de la cual se pueden formular
las preguntas. Mi proyecto, con la mira de derribar el muro que suelen erigir las
"pequeñas ideas" de las que hablaba Lacan en su «Breve discurso a los
psiquiatras», puedo sintetizarlo, en lo relativo a esta cuestión, en estos pocos
puntos:

Primero, cuestionar esta correspondencia bi-unívoca.

Segundo, no solamente cuestionar esta correspondencia bi-unívoca —creo que la


vez pasada alcancé a darles algunos ejemplos referidos a que esta pretendida
correspondencia no va de suyo en Freud, en quien encontramos que la represión
está en todas las estructuras, y de hecho, una de las primeras emergencias de la
noción de represión primaria aparece en el Caso Schreber, que la Verleugnung es
empleada por él más para la psicosis que para la perversión, y además la emplea
para definir cierta normalidad, y que la Verwerfung es una noción que casi no
tiene empleo sistemático en su clínica, puesto que la emplea sólamente en un
caso de, tal vez, psicosis alucinatoria, y luego una segunda vez para hablar del
Hombre de los Lobos, que hasta nuevo aviso es una neurosis— no solamente,
entonces, cuestionar esta correspondencia bi-unívoca, decía, entre el
"mecanismo" y la "estructura", sino también poner la atención en cuanto a que
estos así llamados "mecanismos", por más que los empleemos para racionalizar
los datos de la experiencia — bueno, primero esto: que, efectivamente, se trata de
modos de racionalizar los datos de la experiencia, lo que equivale a decir que no
existen por fuera de la experiencia... no es que Freud primero pensó en la
represión primaria y después fue a ver cómo funciona en tal o cual paciente. ¡No!
Es al revés: él se preguntaba por qué tal paciente reprimía la sexualidad y tal otro,
aparentemente, no lo hacía, o, dentro del campo de la sexualidad, por qué tal
paciente reprimía tal boludez mientras que tal otro paciente reprimía tal otra
boludez... lo que implicaba que, entonces, la represión no se podía explicar por el
"contenido" de lo reprimido, pero si ésta no se explica por el "contenido" de lo
reprimido, ni tampoco por los mandatos culturales, lo que Freud excluía
igualmente, entonces es ahí que aparece la hipótesis de que esta representación
que se reprime no lleva en sí misma los motivos de su represión, y que entonces
es preciso postular que esa representación a ser reprimida lo es porque debe
conectar con alguna represión anterior a la cual, finalmente, en ese camino
recursivo, es imposible tener acceso. La represión primaria es una necesidad de la
deducción freudiana, para explicar la represión por motivos no "contenidistas" —
que llevarían finalmente a subsumir la sexualidad en la genitalidad— ni
"culturalistas" —que llevarían finalmente a relativizar como contingente lo que
es del orden de lo imposible, en el sentido de que es imposible que no haya
represión, sobre todo en la medida en que, para Freud, la represión funda el
inconsciente—. Además, la clínica le muestra que hay cosas que aparecen como
agujeros, que no se presentan con el mecanismo de la sustitución, donde el
retorno de lo reprimido es idéntico a la represión: sí, está el famillonario que
reprime familia, y en famillonario, por la interpretación que deshace la metáfora,
el analista podrá leer familia, sí, pero además está el ombligo del sueño, ¿y
entonces? Ahí hay agujero. O también: sí, en Botticelli y Boltraffio puedo,
merced a las "ruinas metonímicas", como dice Lacan, recuperar el Signor o
el Sig de Sigmund reprimido, pero lo que queda claro es que, en el discurso de
Freud, estos nombres sustitutivos sustituían mal, Freud se daba cuenta de que
estos nombres sustitutivos no eran el nombre buscado, lo que equivale a decir
que estos nombres, más bien que sustitutivos, estaban ahí como construyendo los
bordes de un agujero no tapado por ninguna sustitución, un reprimido sin ningún
retorno, o un lugar donde, al revés de la fórmula de Lacan, que tiene sus límites
en fenómenos como éste, la represión no es lo mismo que el retorno de lo
reprimido. ¿Qué hay en ese agujero? Este tipo de cosas es lo que lo lleva a Freud
hacia la noción de una represión primaria que nunca podría ser sino conjetural.
¿Se entiende, esto? No es algo que se pensó por ahí y que luego se fue a
confirmar en la clínica, es algo que se lee en la clínica, o que la lectura clínica
requiere postular precisamente para poder funcionar como lectura. En cuanto a la
forclusión, lo mismo. Jamás observamos una forclusión. Lo que encontramos es
que algunos retornos no son del mismo orden que el retorno de lo reprimido, y
entonces debemos postular un mecanismo diferente al de la represión...

Bueno, he perdido un poco el hilo, y no sé por qué empecé a hablar de esto. Así
que vuelvo atrás, eventualmente me repito. Creo que había empezado a decirles
que me propongo cuestionar:

Primero, la noción de una correspondencia bi-unívoca entre "mecanismo" y


"estructura clínica".

Segundo, una manera de concebir el "mecanismo" que borraría la dimensión de


la subjetividad, y con ella la posibilidad de un acceso de principio a la clínica
diferencial por el sesgo de la transferencia.

Tercero —importante por lo que implica, como supuesto, de una revisión de la


relación Freud/Lacan—: aún aceptando, con todas estas reservas, la noción de
"mecanismo", esto no ahorra la necesidad de precisar el elemento sobre el cual se
ejerce el mecanismo... y esto en dos sentidos. No es lo mismo rechazar una
"representación inconciliable" —para ya empezar a introducir la cuestión de
la Verwerfung, que, obviamente, es la que más nos interesa en este espacio—, no
es lo mismo rechazar una "representación inconciliable" del tipo "mi novio me
abandonó", como pode-mos leer en «Las neuropsicosis de defensa», que rechazar
"la castración", como podemos leer en el caso del Hombre de los Lobos. Porque
la castración no es una representación, a secas, la castración no puede ser nunca
el objeto de una percepción, nadie percibe la castración. ¿Se entiende, esto? Si yo
cuando percibo, antes de representarme lo percibido, percibo la falta del genital
masculino —peor todavía: la falta de genital masculino excluída la bolsa de los
testículos—, estoy percibiendo algo, digámoslo provisoriamente así, armado
fantasmáticamente. Lacan lo dirá de una manera más fina, más sutil: sus tres
categorías de la falta de objeto que discriminan en lo que Freud masivamente
denominaba "castración", es decir, la privación, la frustración y la castración,
siempre definen la falta en al menos dos registros, quedando reservado un tercero
para el agente: agujero real de un objeto simbólico para la privación, daño
imaginario por la falta de un objeto real para la frustración, objeto imaginario
relativo a una deuda simbólica para la castración.
No sé si queda claro. Pero de todos modos, les estaba hablando de la necesidad
de precisar el elemento sobre el cual se ejerce el mecanismo, y que esta necesidad
se jugaba en dos sentidos. Entonces, éste es el primer sentido: no es lo mismo la
"representación inconciliable" de 1894 que la "castración" de 1914, afectada por
la Verwerfung en el caso del Hombre de los Lobos — lo que por otra parte no
excluía en él la existencia de otras dos corrientes psíquicas, como las denominaba
Freud, surgidas de otras tantas maneras de responder a la misma: la de abominar
de la castración y la de aceptarla resignadamente en su identificación a la madre.

En cuanto al segundo sentido de esta pregunta por el elemento sobre el cual se


ejerce el mecanismo, supongo que ustedes ya lo anticiparon: que no es lo mismo
Freud que Lacan, para decirlo por nonagésima vez. En Freud, los mecanismos se
ejercen sobre representaciones, lo cual implica, por ejemplo, que Freud pueda
decir que la represión es un mecanismo altamente individual, no es que se traza
una gran raya que separa conciencia de inconsciente, como en los esquemas que
a veces se proponen en la Facultad, no, no, la represión, en Freud, es el eventual
destino de cada representación. Mientras que en Lacan la represión, o el rechazo,
la forclusión, es el destino de un significante, no de una representación, y de un
significante que, por definición, jamás puede existir en forma individual, porque
el significante se define por su diferencia con los demás... y además se define por
el sujeto que representa... ¡En fin!

Entonces, es por estos tres ángulos que voy a... que estoy abordando, porque ya
empecé, pero que voy a continuar la vez que viene, más explícitamente en
relación a la Verwerfung y a la forclusión: la supuesta bi-univocidad entre
"mecanismo" y "estructura clínica", el borramiento de la subjetividad y con ella
la dimensión de la transferencia cuando el "mecanismo" desliza hacia el
"mecanicismo", y sobre qué se ejerce el mecanismo.

Bien, antes de pasar a nuestro segundo momento, el de la lectura de un fragmento


de la clínica de la psicosis, podríamos dedicar cinco minutos a algunas preguntas
que podría retomar la vez que viene.

PARTICIPANTE: Hablaste de que las distintas


estructuras tendrían que ver con distintas modalidades
de respuesta a la falla de la estructura. Mi pregunta
sería si también se puede pensar en diferencias en la
naturaleza de esa falla.
Bueno, como poderse pensar... se puede pensar, obviamente, y de hecho se
piensa. Pero... a ver, lo diré en un cortocircuito. Me parece que Lacan, en su
escrito «De una cuestión preliminar...», piensa que la falla es una falla
contingente, no necesaria, a saber, la falta, contingente, de un significante que no
es cualquiera. Así, la psicosis resulta de la falta contingente de un significante
que no es cualquiera, sino que tiene un lugar muy importante por su papel de
capitonado del orden simbólico, que es el significante del Nombre-del-Padre.
Esto es 1958, año del escrito «De una cuestión preliminar...» y del Seminario
sobre Las formaciones del inconsciente. Pero en el año siguiente, en el Seminario
siguiente, El deseo y su interpretación, Lacan pronuncia lo que califica como el
segundo "gran secreto del psicoanálisis". El primer "gran secreto del
psicoanálisis" lo había revelado, digamos, en el curso del Seminario sobre Las
psicosis, y se formulaba así: no hay psicogénesis. El segundo "gran secreto del
psicoanálisis", revelado en el Seminario sobre El deseo y su interpretación, se
formula como: no hay Otro del Otro —dejo el tercer "gran secreto del
psicoanálisis" para más adelante—. Entonces, cuando no hay Otro del Otro,
cuando falta siempre, necesariamente, o más precisamente: cuando es imposible
que no falte un significante en el Otro, en la medida en que es sólo en relación a
esta falta de un significante que el sujeto puede situarse como tal en la
estructura... entonces la falla no es más contingente, y esto obliga a replantear,
retroactivamente, el papel que cumplía el Nombre-del-Padre.

O sea, hay un primer momento —en esta esquematización que estoy haciendo
ante ustedes hoy— en el que la falla es contingente, y esta falla contingente: la
forclusión del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, da la dimensión esencial,
dice Lacan, que separa la neurosis de la psicosis. Cuando falta el significante del
Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, psicosis. Ese significante es muy
importante, pero esta falta es contingente, podría no ocurrir.

A continuación, Lacan rectifica: no, no, siempre hay falla — lo que va a llevar a
una reformulación del estatuto del Nombre-del-Padre. Se pasará del Nombre-del-
Padre a los nombres del padre, se introducirá en la teoría la función del objeto a,
que no estaba considerada como tal en el escrito de 1958... Bueno, no importa,
ahora, esa historia. Lo que me importa destacar es que, una vez que planteamos
que la falla de la estructura es principial, que no es contingente, es a partir de ahí
que podemos formular las posiciones subjetivas como modos de responder a esa
falla... que Lacan señala como propia de la estructura, a secas, de la estructura,
no de tal o cual "estructura clínica", falla que será nominada como "inexistencia
del Otro" o "no hay relación sexual", en distintos tiempos de su enseñanza...

 
LA CLINICA EN SU SINGULARIDAD

Entonces, si les parece, pasaremos a escuchar el relato de un fragmento de la


clínica de la psicosis. Como les dije la última vez, este caso no está aquí para
ejemplificar lo que yo haya dicho o pueda decir, ni para que lo supervisemos
públicamente, ni a la manera de "ateneo clínico", sino para que cada uno, en la
medida en que se sienta tocado por algo de este caso, pueda evocar algo de su
propia experiencia que le parezca adecuado compartir con quienes, como él,
deseamos dejarnos interrogar por la psicosis. Los dejo ahora con Paula Corradi.

PAULA CORRADI

"... me quedé solita"

"Las psicosis. Enfatizamos el plural. Esto es


subrayar las diferencias entre los distintos
cuadros. Diferencias diagnósticas que implican
algo que en la neurosis no se plantea: el
pronóstico. La clínica diferencial nos importa en
tanto hay una práctica diferencial "

Élida Fernández

La motivación para escribir este ateneo se ha articulado a las


preguntas que hace un año me acompañan en la clínica
diaria con pacientes psicóticos. Interrogantes en torno al
diagnóstico y la dirección de la cura en esta estructura, que si
bien se discrimina de la neurosis nos permite captar
descarnadamente la inevitable reali-dad humana: que somos
hablados por Otro, que sin el lenguaje ni nuestro cuerpo ni
nuestro lugar en el mundo podría constituirse.
El caso que a continuación voy a relatar despertó estas
cuestiones siempre latentes e intentaré delinear con el
mismo alguna posición respecto del diagnósti-co y el
tratamiento.

Un problema de papeles

Delia (52 años) llega a la guardia sola y derivada por un


Juzgado, y dice lo si-guiente: "Yo fui a pedir al Juzgado la
escritura de mi domicilio que está allí, llevé todo para
declarar (trae escritos de ella). Fui a hacer la denuncia de
que me roba-ron los aportes de años, me robaron el chalet
de mi padre. Yo vengo a informar en nombre de Jesucristo...
Mi corazón está con Dios, Él me guía en toda mi vida. Una
mañana yo estaba durmiendo y le clamé a Dios, le dije:
Padre Santo, haz al-go conmigo. Entonces el Padre abrió mi
cabeza con una gran mano y a partir de ahí mis problemas
se terminaron. Puedo sentir el Espíritu Santo acá (pecho).
An-tes, lo que me pasaba en la cabeza era como un cáncer
que me carcomía todo. Antes me faltaba el intelecto, ahora
tengo entendimiento. Desde el año ’84 pasan cosas raras en
el mundo, yo me he dado cuenta. Fue después que murieron
mis padres y yo quedé solita".

Días más tarde su esposo relata que la casa donde ellos


viven (junto a los dos hijos del matrimonio, de 18 y 19 años)
ha sido heredada por Delia y está en sucesión. Es ella la
única que queda de su familia de origen, habiendo fallecido
su hermana (oligofrénica), su madre y por último su padre a
fines del año ‘83. Re-fiere este familiar que según él sabe
Delia ha tenido una infancia muy mala, que sus padres eran
muy severos y que aún luego de casada les pedía permiso
para todo (el primer tiempo vivían con ellos). Como
antecedentes a la enfermedad de su mujer comenta que a
los 22 años estuvo por primera vez internada en una clí-nica
psiquiátrica y su trastorno comenzó haciendo un estricto
régimen para adel-gazar. Con los partos tuvo también
descompensaciones pero sin internación (rea-liza
tratamiento). Hace 15 años aproximadamente es
nuevamente internada, el brote coincide con una operación
de vesícula. Por último, del episodio actual re-fiere que hace
unos meses Delia está mal (acelerada, habla sin parar, los
ojos le brillan y no mira) y que fue operada de prolapso en la
misma época. Hace un tiempo quiere escriturar la casa, ya
que vienen pagando los impuestos, pero el escribano que
llevaba los papeles al padre de Delia también falleció, y le
dijeron que consulte en Tribunales por ese tema. Si bien no
queda claro, algo pasó allí que vía Juzgado Delia es enviada
al Hospital. "Con el tratamiento anda bien, pero ahora que se
metió en la Iglesia no quiere tomar la medicación, todo lo que
dice la Iglesia ella lo capta diferente".

Metonimia sin amarre

Durante las primeras entrevistas en la sala Delia habla a gran


velocidad, incluso a veces moviéndose en el consultorio,
siendo además el discurso en su mayoría incoherente, ya
que es una deriva permanente de un tema a otro.
Desplazamien-to que no se detiene salvo por alguna de mis
preguntas, especie de asociación libre pero sin el marco de
una regla, metonimia significante sin punto de capitoné que
abroche ningún sentido.

"Me bauticé en el Ministerio Unidos en Jesús, el agua me


libró de todo pe-cado y quedé libre del yugo de la esclavitud
(?) Primero fui a la Alianza Cristiana Misionera, pero fui 5
jueves y el pastor me dijo que no me podía bautizar. El co-
razón se me paralizó, pero no le pregunté por qué. Me agarró
una gripe terrible y dije 'esto es del demonio', porque el Señor
trae salud, dinero y amor". Entonces fui a Primero de Mayo
430, 30: Santa Rosa de Lima, lima limón, que le daban a mi
mamá, y dije 'acá es!' (?) A mi mamá cuando estaba
internada le daban 7 UP, era de pelo castaño y de tez
blanca... anote para asesorarse, doctora" ( tose) "no quieren
que hable (?) los de las otras religiones, los ídolos, espíritus
indignos. Yo me afirmé en la roca de Jehová. La gente se
cae al suelo cuando el Espíritu San-to las toca, les ponían
unas mantas verde turquesa, como el vestido de mi casa-
miento, 'acá está la verdad verdadera' pensé para mis
adentros (recita un salmo bíblico)".
"Yo nací en el ‘44. 15 años adentro, 15 años afuera, y ahora
15 adentro otra vez. Tengo un dolor en "T", anote, en forma
de "T", desde mi huesito dulce hasta mi cuello. La
medicación me tiene como borracha, entre el frío y el calien-
te, "E", ea pues Señora abogada nuestra... (comienza a
rezar). El Señor me es-cucha y sabe, yo soy una sierva
humilde y sencilla".

"Mi padre es frío, mi madre es caliente, yo en el medio, tibia,


y el Señor di-jo 'a los tibios los vomitaré de mi boca' y mi
esposo vomitaba y vomitaba (?) hace mucho, cuando mis
hijos eran bebés. Yo en el medio, como una pelotita de ping
pong, a fuerza de golpes".

"Desde el ‘84 me anoté en 5 lugares y no conseguí trabajo,


algo pasó ahí, algún juego sucio, yo no juego nunca, ni a las
barajas..."

"Participé de la Santa Cena, el Señor dijo 'Ábreme las


puertas de tu cora-zón y cenaré contigo', tenía el corazón
constricto, el Señor me quitó todo ese ve-neno, la oración
sana todo. Yo ya pasé la prueba del Señor, la prueba,
comprue-ba, contraprueba, la esperanza y la fé. Así, 5
deditos (los cierra) más vale un pu-ño lleno que ambos con
trabajo y aflicción de espíritu, más vale puño conocido que
puño por conocer".

"La vida es una bolsa de cal y otra de arena. A mí me abrió


los ojos el pro-grama de Larrea, radio Rivadavia, la conoce?,
no la ancha, la angosta, yo siem-pre fui por la angosta por
eso encontré crecimiento en ese programa."

Algo acerca del cuerpo

Llamó mi atención desde un comienzo la coincidencia de los


brotes de D. con in-tervenciones quirúrgicas y partos.
Transcribo además algunos decires de D. so-bre lo que le
ocurre en su cuerpo.
"Se me estaba deformando el cuerpo, entró el espíritu del
mal y me estaba triturando. Me estoy convirtiendo en una
nueva criatura, algo en el cuello, tuve que sacarme la
cadenita."

"Cómo hago para mantener el peso de mi cuerpo? Para que


mi cuerpo no se deforme? Estos kilos me resienten la
columna. Necesito una dieta, que el doc-tor me diga qué
puedo comer y qué no."

"Tengo mucha contractura, probablemente una debilidad en


mi cuerpo, co-mo una bolita adentro, una piedra dura. Esta
contractura me hace sufrir, como si tuviera los huesos
desparramados. Necesito un masajista de manos
bendecidas".

"Ando con dolor de huesos, me duele el cráneo, como si la


cabeza no en-cajara bien en el cuerpo."

Al preguntarle cómo comenzó esta "contractura" ella cuenta


"cuando vino el Ejército del mal y no me pude defender
porque no estaba preparada, me puse tensa. (¿cómo se da
cuenta cuándo vienen?) Porque me contracturo, se me quie-
bran las uñas, me siento mal".

Una manera de pensar el caso

Desde la teoría psicoanalítica es el discurso del paciente la


única herramienta que poseemos para diagnosticar.
Escuchando a D. se percibe que en esa catara-ta de
significantes falta un ordenador (sgte. del Nombre del Padre)
que produzca metáfora en algún punto para generar un
sentido compartido (significación fálica). Siguiendo a Lacan
en Cuestión Preliminar, si esta operación fundante (Metáfora
Paterna) no se produce, sucede que en alguna circunstancia
de la vida del sujeto este significante puede ser llamado,
respondiendo en la cadena un "puro y simple agujero". Su
discurso se disgrega se literaliza, se cosifica, se vuelve
signo.

La coyuntura en la que la estructura de D. se desbarranca es


ante una figu-ra legal, los Tribunales, realizando un trámite:
ha heredado la casa de su padre y debe apropiarse de ella,
escriturarla a su nombre. Situación que la convoca a po-
sicionarse desde un lugar simbólico: hija, en relación a otro:
padre; lo cual implica ocupar un sitio en la genealogía familiar
y demanda además de un tercero que nombra esa propiedad
como pertenencia. Allí se produce la hecatombe, allí D. di-ce
"me quedé solita".

No dejan de tener interés los episodios anteriores, allí donde


lo que debe responder es la integridad de su cuerpo, que se
ve totalmente arrasado cuando no puede recubrir con su
bagaje simbólico lo real del trauma (por ejemplo la inter-
vención quirúrgica).

Propongo que ambas series de fenómenos (a nivel del


lenguaje y a nivel del cuerpo) se entrelazan en la lógica de
un diagnóstico que se acerca a la es-quizofrenia, sin querer
cerrar esta proposición, y advirtiendo que los criterios psi-
quiátricos pueden no coincidir.

Delia apela a su delirio para explicar estos fenómenos en su


cuerpo y "to-ma prestado" del aplastante discurso religioso
gran parte de su contenido. Sin embargo éstas no dejan de
ser ideas sueltas, ya que no organizan un sistema ni
tampoco logran acotar este goce en el cuerpo (que
permanece hasta el momento en que ella se va). Es decir,
que no se perfila que esta paciente restituya su crisis por el
lado de la Metáfora Delirante. Podríamos diferenciarla del
paranoico, cuyo fuerte para hacer frente al goce del Otro es
construir, con un modo lógico e in-quebrantable, un sentido
que le devuelve un lugar en el mundo (conocido ejem-plo del
caso Schreber). En Delia, por el contrario, la metonimia de su
discurso va en detrimento del sentido, por lo cual lo
imaginario (consolidado en la paranoia) aquí se debilita,
quedando primordialmente dos registros en juego: lo real y lo
simbólico. Parafraseando a Freud: las palabras se toman
como cosas; en Delia lo más visible son las asociaciones por
homofonía (avaricia-codicia-malicia; prueba- comprueba-
contraprueba), o desplazamientos interminables.

De la misma manera que se cristaliza un sentido en el delirio


paranoico también se sostiene un cuerpo sin fracturas en el
eje de su imagen (que en los momentos de conmoción se
fragmenta). Ubicado desde el Otro como objeto ideal, logra
configurar una coraza continua que mientras nada la afecte
podría llamarse "personalidad".

La esquizofrenia no logra llegar a esa instancia. Su lugar en


el Otro sería más bien el de un objeto de desecho, y en el
registro imaginario no se cumple es-ta unificación primordial
del estadío del espejo. Cuando este frágil equilibrio ima-
ginario se rompe surgen los fenómenos de
despersonalización, fragmentación, extrañeza, que Freud ya
intentó conceptualizar con la "regresión al autoero-tismo".

Una manera de pensar el tratamiento

Varias fueron las entrevistas en las que escuché el errante


hablar de Delia y mu-cha mi impotencia al ver que el mismo
no se organizaba con el tiempo. Allí sur-gía mi pregunta
sobre qué hacer con el delirio (que en realidad no eran más
que ideas delirantes); si servía a su estabilización dejarla
hablar sin freno; cómo inter-pretar esos insistentes dolores
en el cuerpo; etc.

Aunque parezca elemental, mis primeras intervenciones


intentaron ordenar esa catarata de ideas sueltas, discriminar
una, de la cual partir para que ella pue-da dar alguna
explicación sobre el motivo de su internación. Le explicitaba
que no le entendía si hablaba con esa velocidad; también le
señalaba que si ella que-ría que yo anote debía hablar más
claro y lento. Me confesé ignorante de esas cuestiones
religiosas solicitando entonces que ella diera cuenta de las
mismas. Dentro de este despliegue "bíblico" aparecen
personajes encontrados: por un lado los espíritus indignos,
del mal, los ídolos; por el otro la comunidad, Jesús, etc.,
como salvadores. Más adelante encontrará como solución
hacer una plegaria contra los espíritus malignos.

"Yo fui a Tribunales a declarar, a mi esposo le mintieron, a mi


padre le mintieron y falleció, y a mí me siguen mintiendo. Dije
'Yo soy Delia González, pri-mera de la mañana, última de la
noche. Fui al frente blanco, piso 11, asesoría 141. Ahí están
todas las carpetas desde el ’79 hasta ahora."

"Hay que ir a la raíz del problema. Me amargaron, yo no era


amarga. Me frenaron, me sacaron el trabajo. No me
escucharon, me maltrataron, me lastima-ron (¿quienes?) los
espíritus indignos, que se metió en el primero que nació (de
sus hijos) y ahora en el segundo. Los ídolos siguen
jodiéndome". Es un espíritu carnal, tejen redes de cazadores
para la maldad. Entran a golpes, se meten en los hombres,
los malignos destruyen las familias, lo siento en mi corazón,
en mi pecho".

Un tiempo después Delia empieza a venir a la entrevista con


inquietudes más puntuales. Una es el pedido de hacer dieta y
que un nutricionista le delimite lo que puede y no puede
comer (esto, a mi entender, está ligado a los fenómenos que
aparecían en el cuerpo). Otra es el de concurrir a otros
espacios del Hospital, por ejemplo el club, donde, si bien no
mantiene ninguno de los talleres, dice que es un lugar más
ameno por "los colores de las paredes", "este gris me
deprime, el gris de su pullover lo llevo en el corazón".

Las salidas aportaron nuevos temas de conversación donde


Delia plantea que las tareas de la casa no le entusiasman y
que quisiera trabajar "para ganarse el pan con el sudor de su
frente". "Quisiera un trabajo con gente respetuosa, con-
siderada, donde haya una organización, donde no tenga que
empezar de abajo, por los pies".

Apunto a que vaya pensando qué actividades le gustan, pero


estas eleccio-nes apenas se sostienen entre un encuentro y
otro. Se preocupa por cómo va a salir a pedir trabajo, a
quién, dónde, etc.

Surge una persona cercana a quien acudir: el pastor de su


iglesia. Pasan los días y Delia no se anima a hablarle. Un día
me comenta la idea de hacerle una carta solicitando trabajo y
me pide que le ayude a redactarla. Durante la se-sión
escribimos la esquela, es ella quien la escribe, apelando a mi
corrección con algunos sinónimos o cuestiones formales.
Delia se apoya en la transferencia y se vale de ella para
poder tomar la palabra ante un tercero (pastor, patrón, etc),
prestando yo en este caso la estructura simbólica para que
no quede sola en este pedido. Con esta intervención intento
ubicarme a su lado para hacer barrera al goce, me muestro
en las mismas condiciones que quien solicita un empleo,
perfi-lando que algo de su "deseo" (de trabajo) se pueda
desplegar.

Sin una mediación de algún tipo, su lazo con la Iglesia se


vuelve "deliran-te" y, tarde o temprano, la deja fuera de toda
convención. Quizá un trabajo (sea allí o en otra parte) que se
una a la particularidad del sujeto, pueda ser el en-granaje
que mantenga a Delia en el entramado del lazo social.

Delia vive en un partido de la provincia bastante lejano al


hospital, por lo que cuando estuvo más tranquila su esposo
solicitó que se la derivara para trata-miento ambulatorio en
una clínica de su obra social más cercana. Su paso por la
sala duró apenas tres meses y medio. Los permisos de
paseo fueron satisfacto-rios desde el comienzo y su
concurrencia al culto religioso se encauzó en una frecuencia
más convencional.

En la última entrevista le pregunto qué balance hace de este


tiempo de in-ternación, cómo vino y cómo se va. Me
responde "Vine acelerada, pasada de re-voluciones, porque
no encontraba discernimiento en mí, por tantas heridas en mi
cabeza. Los chicos me pedían 'Ma, haceme esto, haceme lo
otro', yo no sabía decir que no, por eso estaría así, por eso
este dolor de cabeza. Me voy bien, tran-quila, pero sigo con
un poco de contractura en el cuello. No puedo recibir dis-
gustos que ya me empieza a doler ".

Estas son sólo algunas reflexiones que surgieron al trabajar


con esta pa-ciente, que por su derivación no pude continuar
atendiendo.

 
Nos quedan cinco minutos, y trataremos de sacarles provecho. Los escucho...

[algunas intervenciones de los participantes no se escuchan en la grabación]

PAULA CORRADI: Es una plegaria que ella hace,


pero no es que la inventa ella, ella dice que reza una
oración, no es que la inventa. No es una creación, es
simple-mente una salida que ella encuentra para alejar
a los espíritus. Pero es una oración convencional de su
religión. Ella tomó prestadas ciertas cosas de la
religión para darle alguna explicación, y para
encontrar una solución ante... Me parece que el
discurso de la religión le sirve para nominar de alguna
manera al Otro ("son los espíritus indignos quienes me
hicieron esto") y por otro lado para combatirlo. En la
religión encuentra las dos cosas. A través de esta
oración, o a través del rito del bautismo, cuando dice
que ese pasaje por el aguna le sacó el veneno, etc. De
todos modos, son soluciones temporarias. El lazo con
la iglesia se normalizó, en el curso del tratamiento. Sin
embargo no desapareció el problema del cuerpo.

HILDA SCHVARZMAN: Y cuando vos mencionás


esto que ella registra como "dolor en forma de T",
¿qué significa eso?

PAULA CORRADI: Ella plantea la forma de T en la


espalda. Decía: "desde el huesito dulce hasta acá y los
hombros".

Voy a intervenir a partir de esto. Este caso fue expuesto con una serie de
supuestos estructurales donde lo interesante del trabajo de Paula es que los
formula explícitamente. Supuestos que, ella ya lo sabe, voy a cuestionar. Al
menos, algunos de ellos. No importa, lo que me interesa no es usar el caso para
cuestionar esos supuestos, sino ver qué podemos extraer del caso, en el que es
posible detectar algunos rasgos, sin introducir demasiados supuestos, que
conviene ir precisando, porque seguramente los vamos a volver a encontrar en
otros casos. Veremos si es posible ir destacando algunas líneas estructurales. Por
ejemplo, yo les decía al comienzo que la estructura de la comunicación analítica
podría ir del S al A mayúscula y, eventualmente, un camino de retorno, donde
hay una decisión, por parte del A mayúscula, sobre el sentido de lo que le es
dicho y sobre la identidad del hablante. Lo que encontramos en este caso y, creo,
en parte del caso que fue expuesto en la reunión pasada, y que seguramente
vamos a volver a encontrar, es un camino invertido:

S  A

Al sujeto le llega algo que viene del Otro. Hay una inciativa que es tomada por el
Otro. El sujeto está en posición de estar recibiendo algo. En principio, no está
comunicando, sino recibiendo, y eventualmente respondiendo a lo que recibe.

En segundo lugar, es interesante destacar que algo ocurre a nivel del cuerpo, este
"dolor en forma de T". Este "dolor en forma de T", me parece que se puede leer,
por el contexto, y Paula nos dirá si está de acuerdo o no, este "dolor en forma de
T" me parece que se puede considerar como un síntoma puro. Puro, ¿en qué
sentido? En el sentido de que todavía no se dirige al Otro buscando una
interpretación. Es lo que me evocó tu pregunta: "¿qué significa?". Me parece que
ésta es la pregunta que ella, la paciente, no se puede hacer... al menos todavía. No
me parece algo específico de la psicosis, por otro lado. Digamos, cualquier
síntoma histérico que anda por el mundo, si me disculpan por esta manera
impropia de hablar, es un síntoma puro, en el sentido de que no está a la espera,
no se ha instalado el tiempo de la búsqueda del sentido: "¿qué sentido tiene
esto?". Cuando un síntoma lleva a esta pregunta, o a alguna pregunta de este
orden, eso implica que el síntoma ha logrado cierta mediación: lo sufro, pero lo
nombro de tal manera que pongo una distancia entre mi síntoma y yo, por la vía
de "¿qué significa?". Por eso digo que ese "dolor en forma de T" es un síntoma
puro, no dirigido al Otro, en principio todavía no pasible de recibir la oferta del
acto analítico, en el sentido de que la oferta del acto analítico podríamos
formularla así, por ejemplo: "ponga este síntoma puro, es decir, este síntoma para
usted solo, o ni siquiera síntoma para usted, quien lo sufre, déle un valor de
signo, que eso significa algo". Una vez hecho signo, podremos volverlo
significante en la transferencia, pero no sin eso.

Sí podemos ver que, acompañando a este síntoma, aparecen algunas


significaciones, que son difíciles de encuadrar en el marco de la significación
compartida, cosas misteriosas, una especie de significación privada. Y junto con
ellas, una apelación a significaciones compartidas, a un lenguaje compartido, más
bien. No sólamente el lenguaje de la iglesia, puesto que en su discurso ella
incorpora también los dichos más banales del discurso corriente, que ella retoma
como puede: "más vale puño en mano que ciento volando", "una de cal y otra de
arena", etc..., fórmulas del lenguaje corriente que, aunque totalmente vacías, van
como intentando restaurar o mantener lo que queda de cierto lazo social,
discursivo... insuficientes por lo bizarras, por la forma bizarra en que se
encadenan, pero que no obstante indican que, por más delirante y loca que sea
esta paciente, no está completamente loca.

Esto es lo que me parece importante señalar, que Lacan, por su parte, dice de una
manera mucho más elegante, cuando recuerda que el delirio es siempre parcial.
Digámoslo así, banal pero gráficamente: el delirante que se crea un espíritu
incorpóreo, aunque tenga certeza de ello, siempre saldrá por la puerta del
consultorio al despedirse de nosotros, no tratará de atravesar la pared.

Podría agregar —pero esto sí requeriría introducir algunos supuestos que no


hemos introducido todavía— que estos juegos homofónicos podrían ser una
manera de defenderse de la persecución. Pero lo dejamos para otro día.

Espero que entonces se animen a ser más participativos, porque... les voy a ser
franco: no quiero ponerme a estudiar para este seminario. Ya que le he venido
dando vueltas a este asunto desde hace bastante tiempo, quiero que ustedes, con
sus preguntas, me lleven a que les ponga de manifiesto lo que voy pensando al
respecto, y que no considero concluido. No quiero traerles un guiso ya cocinado,
les dije en la primera reunión; si ya lo tengo cocinado, es para mí. Por eso
necesito la participación de ustedes, no sólamente como preguntas, también como
comentarios, también como aporte de saber, porque he elegido deliberadamente
una posición de no saber... que no me cuesta mucho, porque además no sé.

Bueno, les agradezco nuevamente vuestra presencia, y nos vemos entonces


dentro de dos semanas, a las diez y media en punto, como convinimos la vez
pasada, al final de la reunión.

Hasta entonces.

NOTAS
(1)"Ya se dé por agente de curación, de formación o de sondeo, el psicoanálisis no tiene sino un medium: la
palabra del paciente. La evidencia del hecho no excusa que se le desatienda" — cf. op. cit, en Escritos 1, p.
237.

(2) "Porque si la originalidad del método está hecha de los medios de que se priva, es que los medios que se
reserva bastan para constituir un dominio cuyos límites definen la relatividad de sus operaciones" — idem, p.
247
(3) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Por el grafo, entre el chiste y el padre», «Sobre la metáfora paterna
(I)» y «Sobre la metáfora paterna (II)», intervenciones en el Seminario de lectura «Fundamentos de la
práctica analítica: Temas Lacanianos», Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 19 de Julio, el 30 de Agosto y
el 13 de Septiembre de 1988. Se encontrarán sus textos en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(4) Jacques LACAN, «Variantes de la cura-tipo», en Escritos 1, Siglo Veintiuno Editores, México,
1984. Cf. pp. 318-319.

(5) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La comunidad de nuestra experiencia», intervención en el Seminario
de lectura «Fundamentos de la práctica analítica: Temas Lacanianos», Escuela Freudiana de Buenos Aires, el
28 de Abril de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(6) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Lo que quiere decir hablar», intervención en el Seminario
«Fundamentos de la Transferencia», dictado con Alba Flesler y Analía Meghdessian. Escuela Freudiana de
Buenos Aires, el 2 de Septiembre de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(7) "elección de objeto" y "elección de neurosis" para el primero, "elección forzada" de la alienación para el
segundo, para mencionar las primeras que vienen a mi memoria y antes de emprender una búsqueda
exhaustiva que alguna vez dará sus frutos.

(8) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Síntoma, sinthome y goce», intervención en la Mesa Redonda del
mismo título, Actividad Preparatoria de las Jornadas Aniversario «20 años de Escuela: 1974-1994: en la
práctica del Psicoanálisis». Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 3 de Agosto de 1994. Se encontrará su
texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(9) Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras, el 10 de Noviembre de 1967». Traducción —para
circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. p. 7.

(10) Escritos 1, p. 166.

(11) Escritos 1, p. 168. El subrayado es mío.

(12) Escritos 2, pp. 557-558.

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro. 4 - Sábado 4 de Julio de 1998


 

Bueno, vamos a empezar ahora y, en todo caso, interrumpimos algunos minutos


antes de lo convenido. La verdad es que son ustedes muy valientes, y más
numerosos de lo que me había esperado para hoy, puesto que, si no veo mal, son
alrededor de veinte, aproximadamente un tercio de la concurrencia habitual. Se
los agradezco en el alma. Debo confesar que la vez pasada no me dí cuenta de la
posibilidad de esta eventualidad del Campeonato Mundial de Futbol, es decir, de
la posibilidad de que, como efectivamente es el caso, dentro de media hora
comience el partido entre la Selección Nacional y la de Holanda. Caí en la cuenta
de ello el martes pasado, luego del triunfo ante Inglaterra, y el primer
pensamiento que me vino a la cabeza fue el de que hoy no iba a venir nadie...
pero que de todos modos yo tenía que venir. Incluso, en la semana, algunas
personas me llamaron por teléfono para preguntarme si iba a dar el seminario,
personas bondadosas, supongo, que querían evitarme el desengaño de en-
contrarme con una sala vacía. Algunas llevaron su franqueza al extremo de
aclararme, por las dudas, que ellas no pensaban asistir, al menos que no tenían
muchas ganas de hacerlo. Pero bueno, eso a mí me parecía fuera de cuestión,
desde que no existía manera de comunicarme con todos y llegar a una acción
concertada, por lo que veía como una falta de respeto de mi parte suspender el
seminario y dejar librado a la suerte la posibilidad de que hoy llegara alguno de
ustedes en ayunas, y no me encontrara. Aunque verdaderamente no podía yo
obrar de otro modo, me alegro no obstante de haber procedido así, pues ustedes
han venido en un número que me sorprende. No cesaré de agradecérselos
mientras dure la reunión, créanme. Cuando la demanda es respondida antes de ser
formulada como tal, uno tiene derecho a sentirse dichoso. Con lo que les estoy
diciendo, y es mi manera de agradecerles, que en verdad yo tenía más ganas de
encontrarme con ustedes que de ver el partido por televisión. De todas maneras, y
para no abusar de la amabilidad de ustedes, vamos a adaptarnos a las
circunstancias y a suspender la reunión un poco más temprano, como para que
quienes lo quieran puedan llegar a ver el segundo tiempo.

Hoy voy a hacer algo más breve, entonces, y además, por otra parte, ustedes
saben: en un camino de cuestionamiento no es posible avanzar solo, se avanza en
conjunto o, como suele ocurrirme, uno se ve obligado cada vez a recomenzar. Mi
apuesta de este año es ver si puedo dejar algunas bases para continuar en
conjunto un camino que se sostenga. Entonces, hoy voy a tratar de no avanzar
demasiado, porque, de hecho, vamos a tener que avanzar con el conjunto de los
que asisten a este seminario.

De todas maneras, les digo, nos quedaría una reunión dentro de 15 días, y luego
entramos en un receso por las vacaciones de invierno de la Escuela. Así que la
próxima reunión va a ser el l8 de julio —ese sábado creo que voy a avanzar por
el escrito «Acerca de la causalidad psíquica»—, y luego del receso retomaríamos
el l5 de Agosto.

 
SOBRE LOS "MECANISMOS DE DEFENSA"

Retomemos un poquito lo que habíamos empezado a desarrollar en las pasadas


reuniones, y, si es posible, demos un pasito más. Si no recuerdo mal, el esquema
con el que me empecé a meter la vez pasada, o ya había empezado en la anterior,
era por el lado de lo que llamamos los mecanismos de defensa, abordados por
tres sesgos, en la medida que hay cierto manejo de los mecanismos de defensa,
de la noción de mecanismo de defensa, que parece como formar parte del saber
adquirido, como que ya no ofrece lugar a preguntas, sino que, en todo caso, es
como la base a partir de la cual se formulan las preguntas — y mi intención en
este espacio, donde deliberadamente hemos elegido una posición de no saber, es
precisamente la de llevar una pregunta relativa a esto que se da como que no da
lugar a preguntas, a este presunto saber adquirido, establecido.

Les decía que había tres sesgos por los cuales quería abordar este asunto. Por un
lado —los menciono, y luego retomaré estos sesgos uno por uno—, la cuestión
de la relación bi-unívoca entre tal mecanismo y tal, así llamada, "estructura
clínica". El saber establecido, entonces, dice que Verdrängung, la represión,
equivale a neurosis, que Verleugnung, es decir la desmentida o renegación,
equivale a perversión, y que Verwerfung, es decir el rechazo o repudio, equivale
a psicosis. Este era el esquema que habíamos establecido la vez pasada, donde el
sentido de las flechas, incluso, estaba ahí para evocar todo lo que en el discurso
corriente del saber adquirido era supuesto ahí como una relación de causalidad
que la noción de sujeto —ya llegaremos a eso— no puede menos que objetar:

Verdrängung   neurosis

Verleugnung   perversión

Verwerfung   psicosis

En relación a este último término, se agrega una complicación más, que es que
Lacan, en determinado momento, propuso traducir —pero no es una traducción,
quiero decir que implica una interpretación, no es una traducción en términos
semánticos, no es una traducción por el sentido—
(1)traducir Verwerfung por forclusión. Nosotros nos vamos a detener
particularmente en este último aspecto, dentro de lo que llamamos las otras
"cuestiones preliminares". Recapitulemos:
El primer punto, entonces, es el de la relación bi-unívoca entre "mecanismo" y
"estructura". Segundo punto: cierto manejo, cierto empleo de la palabra
"mecanismo", que desliza hacia el mecanicismo, es decir, cierta manera de
entender los mecanismos que escotomiza, desconoce, deja de lado, todo lo que
hay allí indicado, tanto en los textos de Freud como en los de Lacan, de posición
subjetiva. El "mecanismo", en el sentido de los "mecanismos de defensa" que
Freud descubrió o inventó, no es un automatismo, implica una posición del sujeto
en relación a algo. Uno podría decir: distintos modos de no querer saber. Y es
importante no deslizar del mecanismo —aceptemos la palabra freudiana— a una
concepción mecanicista, porque junto con la desaparición de la dimensión de la
subjetividad, esto acarrea también la desaparición de la dimensión transferencial.
Y si vamos a poner el acento en la transferencia como eje de la clínica
diferencial, es importante que esta dimensión no sea perdida. Y el tercer punto
que les mencionaba en relación a esta cuestión, era el de que también había que
tener en cuenta sobre qué se ejerce el mecanismo, y les decía que esta pregunta
referida a sobre qué se ejerce el mecanismo podía ser formulada en dos sentidos.
Un primer sentido, por ejemplo dentro mismo del texto freudiano, relativo a que
no es lo mismo que el mecanismo se ejerza sobre una "representación
inconciliable", a que se ejerza sobre algo que tiene un valor más pesado, como es
la castración — para comparar, voy a volver sobre esto, el texto sobre «Las
neuropsicosis de defensa», de l894, y el historial del Hombre de los Lobos, de
l914. Y el segundo sentido en cuanto a precisar sobre qué se ejerce el
mecanismo, les decía que pasaba por la relación Freud/Lacan, en el sentido de
que no es lo mismo decir que tal mecanismo se ejerce sobre una representación,
que decir que se ejerce sobre un significante, y esto fundamentalmente porque la
representación, para Freud, es algo que en el límite puede funcionar sólo —en
algún momento él dice que la represión es un destino altamente individual, en el
sentido de que se ejerce sobre cada representación considerada individualmente,
y creo que la vez pasada les decía que no es como los esquemas que a veces les
enseñan en la Faculad, donde se traza una raya como frontera entre Consciente e
Inconsciente, sino que esto se juega a nivel de cada representación—, y en
segundo lugar que la representación no implica, sino que más bien, al revés,
excluye, la posibilidad de introducir en el texto freudiano la noción de sujeto —
por supuesto, me refiero al sujeto del significante, es decir, al sujeto dividido,
barrado por el significante, no al sujeto del signo, ni a ningún otro de los sujetos
que han sido propuestos a lo largo de la historia de las ideas—. Mientras que los
"mecanismos", sigamos un poco más con esta palabra, en Lacan, en todo caso, se
ejercerían sobre el significante, que, por definición...

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]


 

La representación no remite a otra representación, necesariamente, por


definición, como sí remite el significante. El significante, al definirse por su
diferencia con todos los demás, implica que no existiría el significante solo, y,
además, otro elemento importante de la definición de significante, es que el
significante se define por representar a un sujeto... para otro significante.

Respecto del primero de los puntos, entonces, respecto de la relación bi-unívoca


entre mecanismo y estructura, creo que les he dicho que la represión, en Freud, la
podíamos situar en distintas estructuras: tanto en las neurosis, como en la
perversión y en la psicosis. De hecho, los dos textos de mayor desarrollo
referidos al análisis de una psicosis, Freud los plantea en términos de represión:
tanto el análisis de la señora P. en las «Nuevas puntualizaciones sobre las
neuropsicosis de defensa»(2) como el del caso Schreber.(3) En cuanto a
la Verleugnung, la renegación, es empleada por Freud más en relación a la
psicosis que a la perversión —sólo en el artículo sobre el fetichismo encontramos
una clara articulación entre perversión y Verleugnung—, mientras que el
término Verwerfung tiene un uso muy poco sistemático, como ahora les voy a
mostrar, quiero decir: un uso muy poco sistemático en términos de mecanismo de
defensa. O sea, que cuando Lacan va a pescar ahí, en el texto de Freud,
la Verwerfung, hace una especie de selección y forzamiento del texto freudiano.

En Lacan mismo, tampoco se podría decir que existe esta relación bi-unívoca.
Por ejemplo, la forclusión, o la Verwerfung, no va ser un mecanismo que esté en
juego sólo en la psicosis, puesto que la forclusión del sujeto es propia de la
ciencia, y la ciencia no es una psicosis, es ciencia. Con lo que quiero decir: no es
que la ciencia esté en déficit por fundarse sobre una forclusión del sujeto. Es que
no sería ciencia si no hiciera eso. Si el psicoanálisis reintroduce en la discusión el
sujeto forcluido de la ciencia no es para indicar allí un déficit de la ciencia.
También menciona la palabra Verwerfung, Lacan, para hablar por ejemplo de la
imposibilidad de un je a nivel del sujeto de la enunciación —esto en el Seminario
de La identificación—,(4) por otro lado, y no estoy siendo exhaustivo,
la Verleugnung, la renegación, es un momento esencial del tiempo del acto...(5)
Bien, estos son como botones de muestra para cuestionar esto que parece tener un
peso de saber establecido que, les decía, vuelve como imposible volver a
preguntar qué es lo que está en juego allí.

En fin, y a riesgo de cansar con la reiteración, no habría tal relación bi-unívoca


entre mecanismo y estructura, tal que, si tal mecanismo entonces tal estructura.
No es por ahí que conviene interrogar la posibilidad de una clínica diferencial.
En cuanto al siempre posible deslizamiento del "mecanismo" al mecanicismo,
creo que también les he evocado todos los lugares, tanto en Freud como en
Lacan, que ponen de manifiesto que la puesta en juego del mecanismo implica
una posición subjetiva, sea para reprimir, para renegar o para rechazar. Son
siempre las mismas expresiones las que retornan, y que no convendría desdeñar
por su presunto atropomorfismo: "el sujeto no quiere saber nada de eso", "al yo le
resulta intolorable tal cosa y entonces...", a la fantasía de deseo femenina "la
personalidad de Schreber le contrapuso una intensa resistencia", etc... Ahora
bien, como sé que esto suele traer algunas dificultades en la comprensión, me
gustaría subrayar lo siguiente: esto que acabo de señalar no equivale a decir que
entonces, como a veces lo decía Freud, en sus primeros escritos, sobre todo en
aquellos anteriores a La interpretación de los sueños, que habría un primer
momento de rechazo conciente de la idea, anterior al momento de la represión
que hace lugar al síntoma, momento propiamente inconsciente. No estoy
hablando de eso. No hay por qué identificar posición subjetiva y conciencia, y
sobre todo, la posición subjetiva no implica el supuesto de una elección en lo
indeterminado, ni un ego autónomo, ni un sujeto más allá de cualquier
determinismo, que elegiría tal o cual cosa, pues todas estas alternativas suponen,
en algún punto, un sujeto no dividido. No, no es eso lo que estoy diciendo. Digo
que este momento de constitución de la posición subjetiva, y de decisión, e
incluso de "elección" —ya que estos son términos tanto freudianos como
lacanianos—, y por más inconsciente que se lo postule, es un momento supuesto
necesario para que en el tiempo del análisis sea posible...(6)

Ustedes recuerdan que Freud plantea las cosas en términos de anamnesis, ¿no es
cierto?, de "llenado de las lagunas mnémicas", digamos: de recuperación del
inconsciente en el sentido de una recuperación del pasado olvidado, en términos
de historia.(7). Entonces, el proceso de análisis, para Freud, es recuperar ese
momento, ese momento ya no recordado, donde el sujeto reprimió, por ejemplo,
para que, puesto ante una nueva posibilidad de decisión, en otras condiciones que
las originarias —sea porque está más maduro, o porque las condiciones
temporales han variado, o por la influencia de una transferencia positiva, o por lo
que sea—, pueda decidir de otra manera. Digamos: que allí donde reprimió, tome
otra decisión, sea darle curso a la pulsión reprimida, sea desestimarla
definitivamente, lo cual implica el levantamiento del síntoma porque ya no haría
falta la formación sustitutiva para mantener lo reprimido en la represión.(8).

En fin, esto no es más que una indicación, por ahora, puesto que deberé volver a
ella más adelante. Es también una manera de ir introduciendo, de a poco, la
semilla de una especie de "conversión subjetiva" que me parece necesaria para
una concepción de la clínica en la que no resulte inaudito —o por mejor decir:
imposible de oír— el estallido de esta especie de "bomba" ética que nos lanza
Lacan en su escrito sobre «La ciencia y la verdad»:

De nuestra posición de sujeto somos siempre


responsables. Llamen a eso terrorismo donde quieran.
[...] La posición de psicoanalista no deja escapatoria,
puesto que excluye la ternura del «alma bella». [...]
nada se habla sino apoyándose en su causa. Ahora
bien, esa causa es lo que recubre el soll Ich,
el debo de la fórmula freudiana, que, de invertirse su
sentido, hace brotar la paradoja de un imperativo que
me insta a asumir mi propia causalidad.(9)

Sigamos entonces ahora, paso a paso, con nuestra interrogación relativa a


la Verwerfung freudiana.

SOBRE LA VERWERFUNG EN LOS TEXTOS DE FREUD

Respecto de "sobre qué se ejerce" este mecanismo, esta semana he hecho un


relevamiento sumario —ya les he dicho que hoy no quiero avanzar demasiado,
pero puedo contarles esto, al menos— un relevamiento más o menos sumario de
los empleos de la palabra Verwerfung en los textos de Freud. No es para nada
exhaustivo, pero nos ofrece sin embargo un atisbo de la tamaña operación de
lectura, y hasta de forzamiento en la lectura, que efectúa Lacan cuando escoge
este término, que hasta entonces no había merecido el interés de los
psicoanalistas, para hacer de él, primero, un momento constitutivo esencial,
cuando lo equipara a la Ausstossung del artículo sobre «La negación», de Freud
—esto, al comienzo del Seminario sobre Las psicosis—, y luego cuando, en ese
mismo Seminario, al final del mismo, y en el escrito «De una cuestión
preliminar...», propone traducirlo como forclusión del Nombre-del-Padre.

Pero si hablo de "lectura", e incluso de "forzamiento en la lectura", es porque,


trataré de mostrárselos hoy con la ayuda de algunos textos que he seleccionado,
en Freud no habría lugar para establecer un empleo verdaderamente sistemático
de este término en el sentido de un "mecanismo". Veamos. La
palabra Verwerfung, que Etcheverry, en la edición de Amorrortu de las Obras
Completas, traduce por desestimación, la he localizado en varios textos —más de
los que, les confieso, había esperado—, pero sólo en dos de ellos —esto sí
formaba parte de mis expectativas— para referirse a una operación defensiva y
en relación a la psicosis o a algo a primera vista emparentado con ella. Muy
frecuentemente, esta palabra suele estar acompañada por otra, la palabra juicio,
por ejemplo en la expresión "juicio de desestimación": Urteilsverwerfung. En
resumen, les mostraré que el empleo freudiano de esta palabra deriva más del
saber de lalengua alemana que lo que sugeriría un empleo propiamente técnico
del término, y que cuando pasa a tener un empleo técnico, como cuando califica a
un tipo de juicio, este empleo es sensiblemente diferente de lo que sería su
empleo como "mecanismo de defensa"...

Bueno, permítanme otro de mis habituales paréntesis. Esa es otra cosa en la que
tendríamos que reflexionar, en algún momento. Me refiero a que la noción de
"mecanismo de defensa" es algo que se justifica, en Freud, precisamente porque
la teoría freudiana es una teoría del conflicto. La clínica freudiana es una clínica
que deriva de los modos en que el sujeto "soluciona" un conflicto. En ese sentido,
la palabra "defensa" es esencial. ¿Esto es algo que podemos decir igualmente de
la doctrina de Lacan? No es tan seguro que la teoría lacaniana sea una teoría del
conflicto, no es para nada seguro que el conflicto funde, en Lacan, ni de hecho ni
de derecho, una "división de la personalidad psíquica", como diría Freud. Es
cierto que Lacan no deja de valerse de la palabra "defensa", como por ejemplo
cuando dice que "el deseo es una defensa contra el goce", o cuando dice lo
contrario, pero la noción de defensa no parece ser tan central en sus planteos.
Cosa que, por otra parte, me parece, explica por qué la represión no es uno de sus
"cuatro conceptos fundamentales". El de inconsciente, en Lacan, tiene un estatuto
más fundamental que el de represión — cosa que no podemos decir, para nada,
en relación a Freud: en Freud, la represión funda el inconsciente. Fin del
paréntesis.

En La interpretación de los sueños, que es de 1900, cuando Freud emprende el


análisis del sueño que suele conocerse como "el sueño del tío Josef", recuerda
haber sentido cierto disgusto por analizarlo, y entonces escribe:

Recuerdo la resistencia que opuse a la interpretación,


por cuánto tiempo pretendí aplazarla declarando que
el sueño era un puro disparate. Por mis tratamientos
psicoanalíticos sé cómo debe interpretarse un juicio
de desestimación {Verwerfungsurteil} semejante.(10)
Aquí tenemos, entonces, un empleo de la palabra Verwerfung, como un tipo de
juicio, pero todavía no en un sentido muy técnico, pues a continuación Freud
comenta, a propósito de este "juicio":

No tiene ningún valor de conocimiento sino el de una


mera exteriorización de afectos.(11)

Lejos, entonces, de la noción de juicio que podemos encontrar por ejemplo en el


«Proyecto de psicología». Pero pasemos a otro texto, cercano. En El chiste y su
relación con lo inconsciente, de 1905, volvemos a encontrar la misma fórmula:
"juicio de desestimación", pero con una precisión interesante: es una alternativa a
la represión, pero —y esto es lo que me interesa destacar— una alternativa que
no llevaría al síntoma:

Debo poner de relieve que este hecho en modo alguno


ha hallado comprensión todavía. Sin embargo, parece
apuntar a un importante carácter del pensar
inconciente, en el cual, según toda verosimilitud, falta
todo proceso comparable al «juzgar».

—en el inconsciente no habría juicio, según Freud en este texto—

En lugar de la desestimación por el


juicio {Urteilsverwerfung}, hallamos en lo
inconciente la «represión» {Verdrängung}. Acaso la
represión pueda describirse correctamente como el
estadio intermedio entre el reflejo de defensa y el
juicio adverso {Verurteilung}.(12)

Ese "reflejo de defensa" correspondería a ese primer momento, en todo caso


supuesto, del "no quiero saber". Y el juicio de desestimación, que como juicio
adverso es equivalente a la represión, a diferencia de ésta no mantiene el
conflicto, sino que lo resuelve, y lo resuelve sin pagar el precio del síntoma, pues
este juicio no es un compromiso, sino que zanja, decide en el conflicto, y lo
disuelve como tal.

En «La represión», artículo de 1915, desde las primeras líneas de este texto,
Freud introduce la cuestión de los destinos de una moción pulsional, y dice:

En el caso de la pulsión, de nada vale la huida, pues


el yo no puede escapar de sí mismo. Más tarde, en
algún momento, se encontrará en la desestimación
por el juicio (juicio adverso) un buen recurso contra
la moción pulsional. Una etapa previa al juicio
adverso, una cosa intermedia entre la huida y el juicio
adverso, es la represión...(13)

Es la misma idea que vimos en el texto sobre El chiste..., la represión como algo
intermedio entre "el reflejo de defensa" o "la huida" y el juicio de desestimación
que resuelve el asunto. Es decir, la Verwerfung, como calificativa de un tipo de
juicio, es un modo de resolver, no sintomáticamente, lo que la represión
"resolvía" sintomáticamente. Así como, en este ordenamiento cronológico, he
salteado ya el texto sobre «Las neuropsicosis de defensa», vuelvo a saltear,
ahora, el texto sobre El Hombre de los Lobos, pues los dejo para después, y sigo
entonces con algunas referencias más en este sentido.

En su «Presentación autobiográfica», que es de 1924, Freud, historiando su


propio recorrido, escribe:

La tarea terapéutica debió entonces concebirse de


otro modo; su meta ya no era la «abreacción» del
afecto atascado en vías falsas, sino el descubrimiento
de las represiones y su relevo por operaciones del
juicio que podían desembocar en la aceptación o en la
desestimación {Verwerfung} de lo rechazado en
aquel momento.(14)

Nuevamente tenemos este esquema: algo que ha sido reprimido, es recuperado


por obra del análisis, y el paciente se ve entonces ante la alternativa de aceptar
ahora lo que antes había reprimido, o desestimarlo — lo que es una manera de
rechazarlo, sin pagar el precio del síntoma.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Quiere decir que no hay retorno sintomático de lo rechazado mediante la


desestimación. En estos textos que estoy relevando, la Verwerfung no sólo no es
un "mecanismo", tampoco es una "defensa". La defensa forma parte del conflicto,
y además lo mantiene como tal. El juicio de desestimación resuelve y disuelve el
conflicto, por eso no hay "retorno".
En el texto sobre las Construcciones en el análisis, de 1937, encontramos un
empleo bastante inespecífico de esta palabra —es lo que les decía en lo relativo a
que, antes que su empleo técnico, esta palabra es propia de lalengua alemana—,
cuando este término se emplea para referirse a lo que se ejerce, no sobre una
representación inconciliable ni sobre una moción pulsional, sino sobre una
conjetura, en este caso la del analista en su construcción:

Y a cada construcción la consideramos apenas una


conjetura, que aguarda ser examinada, confirmada o
desestimada.(15)

En «Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis», de 1938, tenemos más o


menos lo mismo, y no vale la pena que repita, entonces, pues ya empiezo a
aburrirme yo mismo, me imagino ustedes,(16) y paso directamente al último
texto de esta serie, «Esquema del psicoanálisis», también de 1938, donde
encontramos la misma cuestión, cuando Freud escribe:

La lucha que se traba si alcanzamos nuestro propósito


y podemos mover al yo para que venza sus
resistencias se consuma bajo nuestra guía y con
nuestro auxilio. Su desenlace es indiferente: ya sea
que el yo acepte tras nuevo examen una exigencia
pulsional hasta entonces rechazada, o que vuelva a
desestimarla {verwerfen}, esta vez de manera
definitiva, en cualquiera de ambos casos queda
eliminado un peligro duradero, ampliada la extensión
del yo, y en lo sucesivo se torna innecesario un
costoso gasto.(17)

Este "costoso gasto", obviamente, es el gasto de la defensa, y el sufrimiento del


síntoma. Aunque el esquema es el mismo, me llamó la atención el verbo "volver"
en la expresión "que vuelva a desestimarla", como si Freud supusiera algo del
orden de la Verwerfung ya en el tiempo de la represión. Pero es sólo una
indicación, muy tenue para fundar ahí una conjetura, salvo que esta conjetura uno
se la haya formulado a partir de otras consideraciones. No insisto entonces sobre
eso. Renglones más adelante, Freud vuelve sobre la desestimación:

Y simultáneamente hemos trabajado para eliminar


aquella alteración del yo que se había producido bajo
el influjo de lo inconciente, pues toda vez que pudimos
pesquisar dentro del yo los retoños de aquello,
señalamos su origen ilegítimo e incitamos al yo a
desestimarlos.(18)

Ven ustedes que, en esta serie de textos que les he recordado, el empleo de la
palabra Verwerfung es para nada asimilable a un "mecanismo de defensa". Al
revés, más bien nombra la manera de resolver, diferente, la necesidad a la que
obedecía el mecanismo de defensa.

Ahora bien, esto no es así en dos textos que ahora vamos a considerar, en los que
el término Verwerfung es empleado en un sentido, no sólamente técnico —el otro
modo de resolver el conflicto que acabamos de ver comporta también un empleo
técnico del término—, sino ligado a la noción de mecanismo de defensa, con su
correspondiente modo de retorno.

LA VERWERFUNG Y LA ALUCINACION

Esos dos textos son «Las neuropsicosis de defensa», artículo de 1894, y el


historial sobre El Hombre de los Lobos, escrito en 1914 y publicado cuatro años
más tarde.

En cuanto a lo que nos interesa en este espacio, podríamos pensar que, cuando
Lacan efectúa ese forzamiento de lectura del que les he hablado, lo hace por
medio de una especie de pliegue entre estos dos textos, de los que extrae la
palabra Verwerfung, y el historial sobre el Presidente Schreber, donde no aparece
la palabra Verwerfung, pero de donde sí puede extraer una fórmula para el
retorno sintomático.(19) Me refiero a esa fórmula en la que Freud rectifica
parcialmente lo que primero había definido como el mecanismo de la formación
de síntoma de la paranoia, la proyección:

En la formación de síntoma de la paranoia es


llamativo, sobre todo, aquel rasgo que merece el título
de proyección. Una percepción interna es sofocada, y
como sustituto de ella adviene a la conciencia su
contenido, luego de experimentar cierta
desfiguración, como una percepción de afuera.(20)

Fórmula que —y es interesante: lo que media entre ambas es el pasaje del


"mecanismo de la formación paranoica de síntoma" al "mecanismo de
la represión en la paranoia" en sus "tres fases"(21)— es sustituida por esta otra,
que tiene en cuenta dicha represión, es decir, es más abarcativa, y por ello, más
correcta:

Diremos, pues: el proceso de la represión


propiamente dicha consiste en un desasimiento de la
libido de personas —y cosas— antes amadas. Se
cumple mudo; no recibimos noticia alguna de él, nos
vemos precisados a inferirlo de los procesos
subsiguientes. Lo que se nos hace ruidoso es el
proceso de restablecimiento, que deshace la represión
y reconduce la libido a las personas por ella
abandonadas. En la paranoia, este proceso se cumple
por el camino de la proyección. No era correcto decir
que la sensación interiormente sofocada es
proyectada hacia afuera; más bien inteligimos que lo
cancelado adentro retorna desde afuera.(22)

El acento de la lectura de Lacan recae exclusivamente sobre esta última frase.


Les recuerdo que lo que Etcheverry vierte como sofocación es lo que Freud
llama Unterdrückung, y corresponde a lo que solemos denominar supresión, que,
por otra parte, me parece una traducción mejor, en la medida en que conserva los
semas de la palabra alemana, puesto que Unter es "abajo" y drückung es
"presión": en supresión, sub-presión, tenemos eso: una "presión hacia abajo,
sub". Por otra parte, lo que Etcheverry vierte por cancelación corresponde a la
palabra alemana Aufhebung, sobre la cual Jean Hyppolite efectuó un detenido
comentario en su intervención en el primer Seminario de Lacan;(23) puede
traducírsela como "levantamiento", y también como "anulación", y por ambas
cosas a la vez; en las traducciones de Hegel, donde esta palabra es muy
importante, suele traducírsela por "superación", y es un momento de la dialéctica.

La palabra Verwerfung, entonces, no aparece en este texto sobre Schreber, pero


en esta última frase, en la medida en que Freud revisa lo que había dicho de la
proyección, Lacan encuentra la posibilidad de leer un modo de retorno particular,
diferente del retorno de lo reprimido: lo cancelado adentro, retorna desde el
exterior. No es algo que estuvo primero, por ejemplo como sensación, que luego
fue sofocado o suprimido, y finalmente proyectado hacia afuera. Sino que en ese
"adentro" algo fue anulado, cancelado, en ese "adentro" hay entonces como un
agujero, y ese agujero es como un remolino que chupa, que atrae hacia así, un
agujero donde retorna algo desde el "exterior". En esa lectura está la matriz de la
fórmula lacaniana que todos conocemos: lo rechazado de lo simbólico —que
reemplaza al "adentro" freudiano— retorna en lo real —que reemplaza entonces
el "afuera" de Freud—. Como ven, la fórmula es bastante compleja, y no carece
de problemas, sobre todo cuando se la lee desde el Seminario El sínthoma,
(24) pero vamos a dejar por el momento estos problemas de lado, para precisar
primero cómo están las cosas en Freud cuando, con la palabra Verwerfung,
nombra esa operación de rechazo.

En «Las neuropsicosis de defensa», de 1894, vamos a encontrar una fórmula


freudiana bastante parecida a la que aparecerá en el historial del Hombre de los
Lobos, salvo que lo que está en juego en ambos casos son cosas sensiblemente
diferentes, como ya les anticipé. A diferencia de lo que ocurre en las neurosis
histérica y obsesiva, donde la modalidad defensiva consistía en separar la
representación del afecto, de tal manera que la representación quedara debilitada
—y por lo tanto desconectada del resto de las representaciones que constituyen lo
que en esa época Freud denomina el yo—, mientras que el afecto pasaba al
cuerpo por el mecanismo de la conversión, en la histeria, o pasaba a otra
representación por desplazamiento y la reforzaba, en el caso de las
representaciones obsesivas y las fobias... Bueno, a diferencia de esto que acabo
de mencionar, Freud plantea otra alternativa de la defensa:

...existe una modalidad defensiva mucho más enérgica


y exitosa, que consiste en que el yo
desestima {verwerfen} la representación
insoportable...

Es decir, hay una representación que... Hay un juego de palabras, en alemán, que
por lo que he visto en las notas de Strachey, no es muy seguro si se trata de un
juego de palabras que hace Freud, o un juego de palabras involuntario por parte
de los editores. Porque "insoportable", en alemán, se dice Unerträglich, que tiene
la diferencia de una letra, la v corta, con Unverträglich, que se traduce por
"inconciliable". De todas maneras, más allá de si esto es deliberado, o resulta de
una errata afortunada, queda claro que una representación inconciliable con las
demás representaciones que componen el yo, resulta para
éste insoportable. Como su nombre lo indica, la representación inconciliable no
concilia con el conjunto de representaciones que constituyen el yo —les recuerdo
que en este momento, 1894, el yo de Freud no es todavía el yo del narcisismo; no
es el yo unificado, tiene cierta unificación, sí, pero es la unificación propia del
conjunto, en relación al cual esta representación inconciliable es heterogénea,
"cuerpo extraño"—, es incompatible con este conjunto, y entonces
también insoportable para el mismo, por lo que éste la aparta de sí por medio del
mecanismo de defensa: la represión por conversión, la represión por
desplazamiento... o este mencionado en tercer lugar:
la desestimación, Verwerfung, ¿que consiste en qué?
...el yo desestima {verwerfen} la representación
insoportable junto con su afecto...

—no separa, en este caso, la representación del afecto: se libera de ambos—

...y se comporta como si la representación nunca


hubiera comparecido.(25)

El caso con que va a ejemplificar esto, que a mí, francamente, no me queda claro
si es un caso de él o un caso inventado... Les voy a decir por qué digo esto. El da
el ejemplo de una señorita que está enamorada de un hombre, cree que él la ama,
y que asiste frecuentemente a su casa porque está interesado en ella. Pero esto es
un error, dice Freud. Llegado cierto acontecimiento familiar importante, este
hombre no viene. Ella, hasta entonces —esto es interesante, también, para
cuestionar el saber adquirido—, hasta entonces, hasta ese momento clave, ella, en
esa expectativa de que este hombre, aparentemente, estaba interesado en ella,
aunque no le proporcionaba las muestras suficientes, ella se defendía de una
especie de desasosiego —dice Freud—, mediante la conversión histérica. O sea,
primero: conversión histérica. Y entonces, cuando llega este acontecimiento de
que este hombre definitivamente no viene, ahora hace esta defensa "mucho más
enérgica y exitosa" que es la Verwerfung, y entonces, con
esta Verwerfung, "supera" la histeria... pero ésta es la psicosis alucinatoria, la
cual, digamos, tiene un estatuto un poco extraño.

Bueno, ¿pero por qué digo que no estoy seguro si se trata de un ejemplo
verdadero o inventado? Porque esta chica empieza a pensar, entonces, que el
hombre está ahí, que anda por ahí, y entonces está como bien. Pero en un caso
más cercano a lo verosímil de la clínica, ella seguiría pensando que el hombre la
ama, pero no estaría bien, al menos no por mucho tiempo, al poco tiempo estaría
mal: ¿por qué este hombre insiste en no darle las muestras necesarias de su amor?
Es cierto, Freud habla de "dos meses":

...ella se vuelca de pronto a una confusión


alucinatoria. El ha llegado, oye su voz en el jardín, se
apura a bajar, con su vestido de noche, para recibirlo.
Desde entonces, y por dos meses, vive en un dichoso
sueño cuyo contenido es: él está ahí, anda en derredor
de ella, todo está como antes (antes de los desengaños
de los que laboriosamente se defendía). Histeria y
desazón están superadas...
Pero sería un error pensar que la psicosis hace feliz a la gente. Me parece que la
clave del asunto habría que buscarla por el lado del "dichoso sueño", porque,
precisamente, el esquema de esta "confusión alucinatoria" se parece mucho a lo
que Freud supone que sería la realización de deseos en el sueño de los niños. En
fin, ahora lo que nos interesa es el modelo que nos proporciona Freud de esta
modalidad de la defensa. Luego de haber explicitado que el yo "se comporta
como si la representación nunca hubiera comparecido", Freud agrega:

El hecho sobre el cual yo quería llamar la atención es


que el contenido de una psicosis alucinatoria como
esta consiste justamente en realzar aquella
representación que estuvo amenazada...

—es decir, el demasiado discreto enamorado ha llegado, es falso que no haya


venido—

...por la ocasión a raíz de la cual sobrevino la


enfermedad. Así, es lícito decir que el yo se ha
defendido de la representación insoportable mediante
el refugio en la psicosis; [...] El yo se arranca de la
repre-sentación insoportable, pero esta se entrama de
manera inseparable con un fragmento de la realidad
objetiva...

—es decir, en lugar de operar separando la representación del afecto, el yo


rechaza ambas cosas, la representación y el afecto, pero el problema es que esta
representación está entramada en la trama de lo que Freud denomina "la realidad
objetiva", por lo que un fragmento de esta va a perderse junto con la pareja
representación-afecto, lo que constituye como un antecedente de lo que Freud va
a retomar treinta años más adelante, en sus textos sobre «Neurosis y psicosis» y
sobre «La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis»; así—

...y en tanto el yo lleva a cabo esta operación, se


desase también, total o parcialmente, de la realidad
objetiva. Esta última es a mi juicio la condición bajo
la cual se imparte a las representaciones propias una
vividez alucinatoria...(26)

Bueno, éste es un dato clínico interesante. Efectivamente, la alucinación, como


fenómeno, comporta una vividez, un "sentimiento de realidad", digamos un poco
imprecisamente, mayor que... la realidad. En nuestra vida de neuróticos, como
dice Lacan, vivimos soñando: cuando un sueño nos acerca demasiado a lo real,
nos despertamos, para seguir soñando. ¿Qué nos sugiere esto? Que entre nosotros
y la realidad se interpone... la "realidad" en el sentido de Lacan, es decir, la
articulación de lo simbólico y lo imaginario, lo cual implica que siempre hay una
especie de distancia entre nosotros y las cosas, para decirlo un poco mal y pronto,
nos "olvidamos" todo el tiempo de lo que tenemos delante. Ahora miro el libro,
tengo el libro delante, pero apenas la miro a Roxana... me olvidé del libro, y así
siguiendo. En cambio, si este libro fuera el perceptum de una alucinación, no
podría olvidarme de él. Podría dudar de qué se trata, si es un libro u otra cosa,
podría estar perplejo preguntándome por el estatuto de su realidad de libro,
podría no saber qué significa que lo tenga aquí sobre la mesa... pero no me lo
podría sacar de la cabeza, lo tendría más presente que cualquier otra cosa. ¿Se
entiende? La realidad, no es una mera aparición de... Por eso, la definición de la
alucinación como "percepción sin objeto" es mala. En primer lugar, y antes de lo
que podamos ver cuando consideremos la primera parte de «De una cuestión
preliminar...», por algo que ya está en el primer plano del fenómeno: que lo
radical de éste no está en si hay o no hay objeto, sino que lo propio del fenómeno
alucinatorio es que ese "objeto" es "inolvidable", no me puedo desentender de él.

Uno podría pensar entonces, con esta construcción un poco somera que acabo de
sugerirles, que en este caso que Freud califica de "psicosis alucinatoria", o en los
casos en que sea válido el modelo que proporciona ésta para la emergencia del
fenómeno alucinatorio, uno podría pensar entonces que ahí hay un problema en
la relación del sujeto con lo que él habitualmente interpone entre él y la realidad.
Digamos, si forzando los términos decimos que entre el sujeto y el mundo, o lo
real, está la representación, o el significante —no me detengo en los términos,
sino en el modelo—, será en el agujero dejado por la ausencia de uno o más
significantes donde va a retornar, con más "vividez", no veladamente, no
olvidado, lo real. Pero de todos modos, en este texto de 1894, ustedes ven, se
trata de un problema altamente localizado —el que no ha llegado, ha llegado, y
algunas representaciones auxiliares: a eso se reduce el retoque de la realidad de la
paciente; o el niño muerto sustituido por el leño acunado, que es otro de los
ejemplos proporcionados—, y no es todavía para nada, ni remotamente,
comparable a lo que va a aparecer como resultado de una forclusión del Nombre-
del-Padre en la reconsideración que efectúa Lacan del Caso Schreber, y que
implica un trastorno y una reorganización del campo de la realidad mucho más
vasta. De todos modos, el esquema que proporciona este texto sobre «Las
neuropsicosis de defensa» es ese, y para Lacan fue suficientemente sugerente.
Aunque el primer texto que al parecer atrajo su atención en tanto proporcionaba
un modelo de retorno diferente del retorno de lo reprimido —no sólo para pensar
la alucinación, también para pensar el acting-out—, fue el que vamos a
considerar ahora.
En el historial sobre El Hombre de los Lobos la cuestión, no obstante, se
complica bastante, y es muy interesante que, por un lado...

Disculpen. Pero antes de referirme al Hombre de los Lobos, acabo de recordar


que quería decirles otra cosa. En 1896 —me parece que no tiene sentido que me
detenga en esto y no creo que lo retome más adelante, por eso quería
mencionárselos hoy— en 1896, Freud escribe sus «Nuevas puntualizaciones
sobre las neuropsicosis de defensa», dentro de las cuales, es decir, dentro de estas
neuropsicosis de defensa, se refiere a una que califica de "un caso de paranoia
crónica" —luego, en una nota veintipico de años posterior, va a decir que en
verdad se trata de un caso de dementia praecox de forma paranoide—. Pero lo
que me interesa puntualizar de ese texto, tan cercano a este otro de "psicosis
alucinatoria", y tan poco citado, por otra parte, es que en este caso de paranoia o
de demencia precoz de 1896 no menciona la palabra Verwerfung ni por
casualidad, y además que todo el texto funciona en términos de "represión" y
"retorno de lo reprimido" —lo que hace pensar que el término Verwerfung no
estaba muy establecido que digamos, para él, si es que alguna vez llegó a estarlo
—, con la diferencia de que esta represión es especificada como "represión por
proyección", pero además donde, sobre todo, existe el mecanismo de
la sustitución... y esto es precisamente lo que me interesaba destacarles.

Cuando Lacan dice que la represión es lo mismo que el retorno de lo


reprimido(27) — lo cual, no sé si es nuestro tema, hoy, pero yo diría: ojo, no es
exactamente así, aunque en términos generales parece funcionar, esta fórmula —
en fin, me parece que cuando Lacan hace esta asimilación entre represión y
retorno de lo reprimido no da lugar a lo que Freud llamaba "el fracaso de la
represión",(28) pero no importa, ahora, eso — cuando Lacan dice que la
represión es lo mismo que el retorno de lo reprimido, lo que está diciendo es que
si yo tengo acá el significante famillonario —creo que ya he mencionado este
ejemplo—, o pongan ahí cualquier síntoma, la cojera de Dora, pueden poner
también, lo que se les ocurra, este significante está reprimiendo, en el caso de
Heine, la palabra familia:

famillonario

————————

familia

y al mismo tiempo es el lugar donde, merced a la interpretación psicoanalítica,


podemos recuperar la palabra familia reprimida. Por eso no se puede distinguir la
represión del retorno de lo reprimido, porque el retorno de lo
reprimido, famillonario en este caso, es lo que mantiene en la represión a familia.

Ahora bien, de todas maneras, el esquema es que algo sustituye a otra cosa, y que
entre sustituyente y sustituido hay una homogeneidad: familia es un significante,
y famillonario también es un significante, para decirlo rápido. Pero no era este el
esquema que acabamos de ver en relación a la Verwerfung, en el caso de 1894,
porque lo que retorna como alucinación, es decir, en lo real, no era homogéneo al
orden de lo que había sido rechazado, una representación. Es decir, lo expulsado
y lo que retorna en su lugar, no son de la misma estofa. Y además, lo expulsado,
al ser expulsado, deja "adentro" un agujero: no podríamos decir que lo real del
retorno sustituye lo expulsado, sino que se instala en el agujero que ha dejado.
¿Se entiende? No funciona el mecanismo de la sustitución.

Bueno, pero pese a que en 1894 Freud ya tenía este esquema donde el
mecanismo de la sustitución se veía alterado, y pese a que este mismo esquema,
con una variación importante, va a ser retomado en el texto de 1914, pese a eso,
en el texto de 1896, sobre las «Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis
de defensa», increíblemente, imprevistamente, no: el mecanismo considerado es,
todo el tiempo, el mecanismo de la sustitución. Lo único que diferencia, digamos,
la paranoia de la neurosis obsesiva, vamos a decir así, es que el retorno en la
paranoia es vía proyección, nada más, pero cada síntoma es leído por Freud en
términos de sustitución.

Bueno, nada más, al respecto, me parece suficiente para lo que nos interesa.
Ahora bien, veo que hablé más de lo que esperaba. ¿Qué hacemos, dado que
convinimos en suspender la reunión a las doce menos cuarto? Hay dos
alternativas. ¿Pasamos al caso que ha preparado para hoy Roxana Schwartz o
digo unas palabritas más, sobre el Hombre de los Lobos, y damos por terminado
este asunto? Bien, Roxana prefiere esperar un poco más. Sigo, entonces.

EL HOMBRE DE LOS LOBOS

En el historial del Hombre de los Lobos, les decía, el esquema va a ser el mismo
que ya encontramos en el artículo de 1894, pero lo que complica la cosa es que
todo el caso no se funda sólo en esto que acabamos de ver. Es decir, aquí ya no se
trata de que hay una "representación inconciliable", que el mecanismo de
la Verwerfung se ejerce sobre esa representación, y que en eso consiste todo.
Aquí ya tenemos en función el complejo de Edipo y el complejo de castración,
cosa que no estaba en juego en el artículo de 1894. Es decir, hay una articulación
de la neurosis de un nivel mucho más complejo que el mero análisis de un solo
síntoma.

Entre paréntesis, lo repito, pues creo que ya lo he dicho en este seminario: creo
que esta "neurosis infantil", como Freud califica a la del Hombre de los Lobos, es
una neurosis, que no es una psicosis. No obstante, el diagnóstico del Hombre de
los Lobos ha dado lugar a discusiones, que no conviene desconocer. Incluso,
Lacan mismo no efectúa un diagnóstico de una vez y para siempre, ha
considerado distintas alternativas. ¿Es una neurosis, fóbica u obsesiva, según el
momento en que nos detengamos? ¿Es una psicosis? ¿Comporta un "episodio
psicótico" en una neurosis... lo que no es lo mismo que decir "alucinación
histérica" o "delirio obsesivo"? No es lo mismo hablar de una "alucinación
neurótica", o de un "delirio neurótico", que de un "episodio psicótico" en una
neurosis. ¿Es un borderline? — Pero no era en primer lugar a esto que quería
referirme. En fin, yo creo que se trata de una neurosis, pero supongamos que no
fuera eso, que se tratara de una psicosis... Lo que trato de decir, lo podría decir
más fácilmente con el caso de Schreber, pero me atengo al hecho de que estamos
con el caso del Hombre de los Lobos. No importa. Lo que trato de decir es esto,
que me parece importante subrayar, dado lo que suele escucharse en el discurso
corriente: la psicosis no está por fuera del complejo de Edipo y del complejo de
castración. En todo caso, implica una manera de responder distinta, distinta a la
de la neurosis, al problema planteado por este complejo, pero precisamente, en la
medida en que implica una manera de responder al problema planteado por la
castración, no está por fuera del campo del complejo de castración.

Señalo esto, porque en el discurso corriente circula un esquema de tipo


psicogenético y evolutivo, según el cual "el sujeto no ha accedido a lo
simbólico", por ejemplo, que a continuación se transforma en "el sujeto no ha
accedido al Edipo" o "no ha accedido a la castración"... ¡De ninguna manera! ¡No
se trata de eso! Creo que ya les he citado, porque me la acuerdo de memoria, la
primera frase del escrito sobre «La significación del falo»:

Es sabido que el complejo de castración inconsciente


tiene una fun-ción de nudo.

1º. en la estructuración dinámica de los síntomas en el


sentido analítico del término, queremos decir de lo
que es analizable en las neurosis, las perversiones y
las psicosis (29)
En las psicosis, también tiene una "función de nudo", el complejo de castración
in-consciente. La diferencia no pasa por si "accedió" o "no accedió", sino por
cómo respondió a eso. Es decir, que me parece altamente incorrecto decir que en
la psicosis no hay acceso al Edipo o que no hay acceso a la castración. Hay
acceso, y se responde de una manera diferente a la manera en que responde la
neurosis.

HILDA SCHVARZMAN: Ahora, los mismos


Seminarios de Lacan, los primeros, ¿no hacen pensar
un poco en eso? Porque cuando habla del tiempo de la
frustración, de la privación, de la castración, sugiere
como un cierto pasaje hacia... Y entonces algunas
lecturas se han detenido en esos tiempos previos a lo
que Lacan ubica como castración.

Sí... Digamos, el andar de Lacan en los Seminarios es un andar, no digamos


vacilante, al menos no todo el tiempo, pero sí de búsqueda. Lacan no tiene, cada
vez, en la cabeza, todo lo que va a desarrollar en el Seminario. Cosa que me
interesa destacar, anticipándome a cuando tenga que mostrarles la manera
diferente en que Lacan entra en el Seminario sobre Las psicosis y sale del
Seminario sobre Las psicosis. Así como hace dos años me preocupé por mostrar
la manera diferente en que Lacan entra en el Seminario sobre El sínthoma y sale
del Seminario sobre El sínthoma.(30). Es que hacer un planteo de temporalidad
—no me acuerdo si en este seminario ya hablé de eso—, plantear que está
primero Freud, que después está Lacan, y que después venimos nosotros, sin que
estos tres tiempos deban confundirse ni borrarse,(31) implica trasladar la función
del tiempo a la lectura misma de los textos, por lo que no es posible hacer como
Fenichel, quien homogeneiza todo Freud. No se puede hacer eso con Lacan, ni
tampoco con un Seminario de Lacan. Por eso decía: la posición de Lacan a veces
es titubeante, de búsqueda, a veces hace avances que no tienen ulterioridades —
por ejemplo, hay un momento del Seminario sobre Las psicosis en el que parece
avanzar hacia la fórmula de que no hay Otro en la psicosis, mientras que en el
escrito que dos años después resume dos tercios de ese Seminario, que comporta
una posición ya más meditada, y además estamos seguros de que lo escribió él,
cosa que en el Seminario nunca se sabe, en el escrito «De una cuestión
preliminar...» precisa claramente que la forclusión comporta la ausencia de un
significante en el lugar del Otro, es decir: no es que no hay Otro en la psicosis, es
que en el Otro falta un significante, un significante muy particular. — También
hay otro aspecto, que depende de lo que podríamos llamar la propedéutica: la
manera en que se introducen los conceptos no es necesariamente la manera en
que los conceptos funcionan entre sí. A veces uno necesita, cuando se dirige a un
público, pasar por un planteo pseudo-evolutivo. Pero me parece, por ejemplo,
que no convendría considerar la tríada privación-frustración-castración como tres
momentos de un desarrollo, de una evolución, de un pasaje de lo menos a lo más,
digamos, sino que conviene considerarla como tres modos de abordar la falta de
objeto, íntimamente relacionadas y articuladas entre sí.

Bueno, volvamos a nuestro Hombre de los Lobos. No les voy a recordar el


historial, porque se supone que lo conocemos todos. Si hubiera, no obstante,
algún interés al respecto, de parte de ustedes, no tengo ningún inconveniente en
dedicarle todo el tiempo que parezca necesario — pero en principio, y hasta
nuevo aviso, lo paso por arriba, y voy directamente a la cuestión de
la Verwerfung.

Ustedes recuerdan que un punto central de ese historial gira en torno a una escena
construida por el análisis —que el Hombre de los Lobos termina aceptando,
aunque no llega a recordarla—, construida, precisamente, a partir del sueño
donde están esos lobos que pasaron a su nombre. La idea es que en el sueño el
sujeto habría interpretado après coup lo que, supuestamente, habría vivenciado
anteriormente en dicha escena, que no sabemos si existió realmente o si es
resultado de la elucubración freudiana al servicio de la lógica del caso. No
importa eso, ahora. Lo recuerdo simplemente como contexto de lo que voy a
leerles: algunas reflexiones de Freud en las que se instala la remisión al
mecanismo de la Verwerfung. Como conviene que empiece por algún lugar,
empiezo entonces por aquí:

Entre el empleo atrevido de la incontinencia a los 3½


años y el horror a ella a los 4½ años se sitúa el sueño
con que empezó su período de angustia, el sueño que
le permitió entender con efecto
retardado {nachträglich} la escena vivenciada
cuando tenía 1½ año y que esclareció el papel de la
mujer en el acto sexual. [...] Tenemos que suponer, en
efecto, que en el curso del proceso onírico
comprendió que la mujer era castrada...(32)

Bueno, este "comprendió que la mujer era castrada" es interesante, ¿pero qué
quiere decir? ¿El sujeto se habría dicho a sí mismo: "¡ah! ahora me doy cuenta de
que la mujer está castrada"? No, este "comprender" no es un "darse cuenta"...
 

PARTICIPANTE: ¿Y qué es?

Pero... ¡es que la mujer no está castrada! ¿Cómo podría uno "darse cuenta" de
que está castrada? Este "comprendió que la mujer era castrada" quiere decir que,
en ese momento, él interpretó la diferencia de los sexos en términos de
castración. Es decir, atribuyó la diferencia de los sexos a la acción de un agente.
Lo que es muy diferente de un "¡Ah! ¡Ahora me avivo!". Pero en la manera en
que Freud lo formula, es difícil decidir en cuanto a quién dice eso: ¿Freud o el
paciente? En fin, sigamos:

Tenemos que suponer, en efecto, que en el curso del


proceso onírico comprendió que la mujer era
castrada, tenía en lugar del miembro masculino una
herida que servía para el comercio sexual...

—¡es un fantasma, esto! Esto que "comprendió", en verdad es un "fantasma", el


que Freud denomina "fantasía de castración"—

...que la castración era la condición de la feminidad, y


por causa de esta amenazadora pérdida él había
reprimido la actitud femenina hacia el varón y había
despertado con angustia de la ensoñación
homosexual.(33)

A partir de aquí Freud hace como una reconsideración del caso, estableciendo
una especie de temporización, y dice que, lo que primero funciona en el niño, y
en el Hombre de los Lobos como en cualquier niño, es lo que califica como "la
antigua concepción", es decir "la teoría de la cloaca". Es decir, algo que ya había
establecido en su texto «Sobre las teorías sexuales infantiles», de 1908, teorías
sexuales infantiles que tienen como supuesto... el falo. Si bien ahí, en 1908, el
falo es una teoría sexual infantil más, en verdad, si uno lee el texto con
tranquilidad, puede ver que la del falo no es una teoría sexual infantil más, sino
que es lo que hace necesarias a las teorías, lo que hace necesario que el niño se
forje teorías sexuales allí donde no hay saber sobre el sexo, es decir: ¿cómo es
posible que haya sexos diferentes si existe un único órgano genital, el masculino?
Si el falo es algo que debe existir siempre, y en la experiencia veo que no lo hay,
entonces... es que fue quitado — lo que define la teoría de la castración. ¿Y cómo
son engendrados los niños dado que la vagina constituye para el niño el sitio de
"una ignorancia que nada puede paliar"? — por vía anal, y ésta es la teoría de la
cloaca.

Entonces, esa, "la teoría de la cloaca", sería "la antigua concepción". Y según
parece sostener Freud en este lugar, la escena habría sido interpretada según esa
antigua concepción de la teoría de la cloaca. Pero en el interín, entre esa vivencia
traumática supuesta y el sueño, Freud dice que este niño tuvo datos que le
permitieron un nuevo esclarecimiento de lo que pasaba. Es ahí que aparece por
primera vez en el historial la palabra Verwerfung. En ese tiempo, dice Freud, el
futuro Hombre de los Lobos

Se comportó entonces como suelen hacerlo los niños a


quienes se da un esclarecimiento indeseado —sexual o
de otra clase—. Desestimó lo nuevo —en nuestro caso
por motivos derivados de la angustia frente a la
castración— y se atuvo a lo antiguo.(34)

Subrayo el "en nuestro caso" de la frase, que especifica a los motivos. Dado que
esa desestimación de las informaciones nuevas es algo que puede darse en todos
los niños, y referido a cualquier noticia indeseada. Hay ahí algo del "no quiero
saber", sin que esto comporte una "defensa" en el sentido técnico del término,
puesto que en principio no comportaría ningún retorno sintomático. Pero en el
caso del Hombre de los Lobos no se trata de cualquier "esclarecimiento
indeseado", sino de uno que suscita en él "la angustia frente a la castración", por
lo que, entonces, "desestimó lo nuevo". ¿Pero qué quiere decir aquí "desestimó"?
Conviene precisarlo, porque según cómo se lo interprete tendrá diversas
consecuencias... y entiendo que aquí Lacan fuerza un poco su interpretación.
Freud lo dice, sin embargo: esta nueva intelección, pese a ser desestimada, no por
ello ha desaparecido:

No es que la nueva intelección no surtiera efecto


alguno; todo lo contrario, desplegó un efecto
extraordinariamente intenso, conviertiéndose en el
motivo para mantener en la represión el proceso
onírico íntegro y excluirlo de un posterior
procesamiento conciente.(35)

Y a continuación, tras unas pocas consideraciones al respecto, Freud escribe una


frase que Lacan interpreta en un sentido unívoco y yo les confieso que, cada vez
que la leo nuevamente, le veo menos univocidad:
Una represión {Verdrängung} es algo diverso de una
desestimación {Verwerfung}.(36)

Es decir, Lacan citó bien el texto: una represión, Verdrängung, es otra cosa, es


algo distinto que una desestimación, Verwerfung. Sí, es algo distinto. Lo que no
queda tan claro, me parece, es qué radica la distinción. Sobre todo por la manera
en que después lo va a interpretar Lacan, basándose en esta otra frase del historial
freudiano, donde vuelve a aparecer el término Verwerfung:

Nos ha devenido notoria la inicial toma de posición de


nuestro paciente frente al problema de la castración.
La desestimó y se atuvo al punto de vista del comercio
por el ano. Cuando dije que la desestimó, el
significado más inmediato de esta expresión es que no
quiso saber nada de ella siguiendo el sentido de la
represión.(37)

Bien, parece claro... En Lacan está muy claro, cuando dice: "no quiso saber nada
de ella siguiendo el sentido de la represión"... porque la represión es un modo de
saber.(38) Lo que a mí no me queda tan claro es que, en Freud, no estoy tan
seguro que el inconsciente sea un saber. ¿Se entiende? Quiero decir, que la
palabra saber no significa lo mismo en Freud que en Lacan. Saber, en Freud,
vamos a decir así, es "anoticiarse", tal vez "sacar las consecuencias"; en Lacan, es
una articulación de significantes. Bueno, dejamos esta cuestión para más
adelante.

Les estaba diciendo, entonces, que Freud establecía cierta secuencia. Primero, la
premisa fálica, y cuando aparece la noticia de la castración surge entonces una
"corriente" que la desestima. Finalmente, dice Freud, el Hombre de los Lobos se
ve obligado a aceptarla de alguna manera: ya no puede desestimarla más. Y
entonces, frente a esto que ya no puede desestimar más, van a surgir dos
"corrientes": en una, "abomina" de ella, de la castración, no quiere saber nada de
ella, ya no en el sentido de la Verwerfung, sino de la represión —no quiere saber
nada, y eso implica una serie de síntomas que ahora no vienen al caso—,
mientras que en la otra corriente la acepta con resignación, pronto para
"consolarse con la feminidad como sustituto". Pero la corriente anterior, que
había surgido de la Verwerfung, "más antigua y profunda", no es abandonada:
"seguía siendo sin duda activable".(39) Entonces, el Hombre de los Lobos, es
como que tiene tres "corrientes" en relación a la castración: una, en la que la
desestimó, una segunda que abomina de ella y que da origen a una serie de
síntomas, y una tercera que la acepta, y que también da origen a una serie de
síntomas y a una serie de identificaciones.
Ahora bien, en relación a la corriente de la desestimación, es que Freud va a
plantear también un síntoma, consistente en un episodio alucinatorio. Pero este
episodio alucinatorio —subrayo— sobreviene en un momento en el que la
castración ya no puede ser desestimada: el Hombre de los Lobos está bajo el peso
de la desestimación de la castración... en un momento en el que ya no puede
desestimarla. Pero entonces, cuando se conjugan la desestimación y el ya no
poder desestimarla, lo que aparece en ese lugar es un fenómeno alucinatorio.

Les recuerdo brevemente en qué consistió ese episodio: el Hombre de los Lobos
estaba jugando a tajear con su navaja la corteza de un árbol, y de pronto creyó
haberse cortado el dedo meñique de su mano, cuyo colgajo se mantenía colgado
por un pedazo de piel; eso lo sumió en un estado de estupor, que Lacan califica
de "infundíbulo temporal" o algo así en su respuesta a Hyppolite,(40) y después
el fenómeno desaparece, finalizando el episodio. Tiene incluso sobre eso, por
otra parte, un recuerdo agregado, que no se sabe tampoco si formó parte de la
alucinación, si es un falso recuerdo, un recuerdo encubridor, consistente en que él
habría cortado el árbol, y que del árbol habría brotado sangre. Ambas cosas,
Freud las interpreta en términos de castración: son equivalentes de la castración,
simbolizan la castración. Pero lo que me parecía interesante poner de relieve era
lo siguiente. En un texto publicado antes que el historial sobre el Hombre de los
Lobos, pero cuyo contenido nace de ese análisis, Freud habla también de este
paciente. Se trata del texto «Acerca del fausse reconnaissance («déjà
raconté») en el curso del trabajo psicoanalítico», donde Freud dice en relación a
esta alucinación del Hombre de los Lobos:

Entendió muy bien que yo no podía haber dejado de


valorizar semejante prueba de la existencia de
la angustia de castración...

—es decir, para Freud, esta alucinación constituye una "prueba de la existencia
de la angustia de castración"—

...cuando él tenía cinco años. Así se quebraba su


resistencia a aceptar el complejo de castración...(41)

Mientras que en su historial sobre el Hombre de los Lobos escribirá lo siguiente:

...esta alucinación cayó en la época en que se decidió


a reconocer la realidad objetiva de la castración, y
acaso estuvo destinada a marcar precisamente ese
paso.(42)
No obstante, por lo que Freud puede comprobar en su análisis del caso, este
reconocimiento tampoco resuelve el asunto, y la "corriente" nacida de
la Verwerfung permanece activa —lo cual, según la conjetura de algunos autores,
tal vez tenga que ver con el episodio paranoico o pseudo-paranoico que aparecerá
luego de su análisis con Freud—. Pero, de todos modos, ustedes ven: visto de
cerca, el modo en que Freud plantea las cosas no permite pasar tan rápida y
fácilmente a la fórmula canónica de Lacan: "lo rechazado de lo simbólico retorna
en lo real". Pues, aceptando por el momento un juego de correspondencias sobre
el que habría bastante para decir, se ve aquí que lo que retorna en lo real, retorna
precisamente en el momento en que, y tal vez a causa de que, lo que había sido
rechazado de lo simbólico pasa a ser aceptado en lo simbólico: es cuando el
Hombre de los Lobos "se decidió a reconocer la realidad objetiva de la
castración", como dice Freud, y no en lugar de eso, que sobreviene la
alucinación... que lo "prueba".(43)

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

No, es en relación a este asunto de que el Hombre de los Lobos desestima la


castración, y al mismo tiempo ya no puede desestimarla.

PARTICIPANTE: Muy parecido a lo que dice del


fetichismo...

Sí, bueno, justamente, por eso la palabra Verleugnung, en Freud, va a estar en


danza todo el tiempo, tratándose de la psicosis. ¿Cómo explicar estas divisiones,
el hecho de la coexistencia de distintas "corrientes"? La diferencia es que aquí
hay un retorno, si en verdad se trata de un retorno, vía alucinación, es decir, algo
que al parecer es de una estofa diferente a la de lo rechazado. En el fetichismo, lo
que va a proponer Freud es que hay un desplazamiento de la significación, de
la Bedeutung, del falo materno. El fetichista no alucina un pene en el lugar del
genital de la mujer, pero desplaza la significación del pene esperado, por así
decir, que es el pene de la madre fálica, a un elemento —un elemento en
contigüidad temporal y espacial al descubrimiento de la castración—, por lo que
este elemento, en adelante, tendrá la Bedeutung, la significación del falo. No hay
ahí ningún problema a nivel de la percepción.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Tampoco es propiamente una sustitución, es un desplazamiento de la


significación, la significación fálica se ha desplazado del pene materno esperado
—pero, imprevistamente, no encontrado— a un objeto de las cercanías,
bombachita, liga, zapato. No es que la bombachita sustituye al pene de la madre,
sino que la bombachita carga con la significación de ese pene materno. En ese
sentido, esta Verleugnung que juega en el fetichismo, no es exactamente igual a
la Verleugnung que juega en el principio de la fase fálica, cuando el chico cree
ver un pene, dice Freud, o, un poco más tarde, cuando cree ver un pene chiquitito
y se dice a sí mismo "luego crecerá". Sin llegar a ser eso un fenómeno
alucinatorio, es cierto que la expectativa engendrada por la premisa universal
domina sobre la percepción.(44) Pero la solución fetichista no es esa, él no cree
ver un pene, pero desplaza la significación de ese pene que no ve a un objeto del
entorno que sí ve.

Bueno, al fin terminé hablando más de lo que esperaba. Pero ustedes no


protestaron ni empezaron a levantarse, que es algo que me enferma. Los libero
para que puedan ver el segundo tiempo del partido o la parte final del mismo. No
he sentido ningún "¡Gol!" con los que la voz de Buenos Aires suele hacerse
escuchar en todas partes en estos tiempos del Mundial de Fútbol, lo que me da
mala espina. A lo mejor nos convendría quedarnos y seguir hablando de
psicoanálisis... En fin, les agradezco nuevamente que hayan venido hoy a
acompañarme. Hasta la próxima.

NOTAS
(1) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Traducción y Traducción», en Notas de la Escuela Freudiana, Nº 5,
Escuela Freudiana de Buenos Aires, Noviembre de 1986.

(2) Sigmund FREUD, «Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa» (1896), en Obras
Completas, Volumen 3, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1981. Cf. el apartado III, «Análisis de un caso de
paranoia crónica», pp. 175 y ss.

(3) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente» (1911), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980.
(4) Y aún: "Y algunos se inquietan porque yo no haga su lugar a la Verwerfung. Ella está ahí antes, pero es
imposible partir de ella de una manera deductible. Decir que el sujeto se constituye primero como (-1), es
precisamente algo donde ustedes pueden ver que efectivamente, como podríamos esperarlo, es
como verworfen que vamos a volver a encontrarlo..." — cf. Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación,
clase 12, del 7 de Marzo de 1962. Traducción —para circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E.
Rodríguez Ponte.

(5) Jacques LACAN, Seminario 14, La lógica del fantasma. Véanse, por ejemplo, las clases del 15 y del 22 de
Febrero de 1967.

(6) Lo que sigue, sobre lo que habré de volver seguramente en el curso del seminario, tanto por su
importancia como por las dificultades que suele causar al entendimiento, apenas tiene un supuesto, no
obstante decisivo: definir al sujeto como un (-1) de significante (cf. el Seminario sobre La identificación) y
por "no llenar" en el lugar del Otro "otra función que la de falta" (cf. el escrito «Subversión del sujeto...»)
equivale a postular al sujeto como discontinuidad en la cadena de la determinación significante, es decir,
como función de la hiancia causal entre la determinación significante y el efecto, lo que a su vez implica
trasladar el campo de la causa a algo que ni siquiera podríamos denominar un elemento, puesto que no es
significante: el objeto a minúscula.

(7) Dimensión que Lacan destaca en su Seminario 1, y que las futuras mutaciones de la doctrina llevarán
eventualmente a reformular, no a desestimar: "Evocaré rápidamente la experiencia germinal de Freud, de la
que hace un instante les hablé, ya que en suma ella fue en parte el objeto de nuestras lecciones del último
trimestre, enteramente centrado alrededor de la noción de que la reconstitución completa de la historia del
sujeto es el elemento esencial, constitutivo, estructural, del progreso analítico. [...] Quiere decir que
esencialmente, para él, el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la
reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una
dimensión que supera ampliamente los límites individuales. [...] La historia no es el pasado. La historia es el
pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado. El camino de
la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de una búsqueda de restitución del pasado. [...] Diré,
finalmente, de qué se trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia. Cf. Jacques LACAN, El
Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Editorial Paidós, Barcelona, 1981, pp. 26-29. Pero
"reescribir la historia" no deja intocado al que, con deliberada ambigüedad, denominaré aquí su sujeto, pues
como lo dirá Lacan quince años más tarde: "un ser que pueda leer su traza, eso basta para que pueda
reinscribirse en otra parte que allí de donde la ha sacado", cf. Jacques LACAN, Seminario 16, De un Otro al
otro, clase del 14 de Mayo de 1969.

(8) He aquí, entre otras que pondría de manifiesto un rastreo al respecto, tres maneras en que Freud lo formula
en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis, de 1917: "Al hacer que lo inconsciente prosiga hasta lo
conciente, cancelamos las represiones, eliminamos las condiciones para la formación de síntoma y mudamos
el conflicto patógeno en un conflicto normal que tiene que hallar de alguna manera su solución" (p. 395),
"Hemos logrado renovar el viejo conflicto de la represión, hacer que se revise el proceso tramitado entonces"
(p. 398), "Para solucionar los síntomas es preciso remontarse hasta su génesis, hasta el conflicto del cual
nacieron; es preciso renovar este conflicto y llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas impulsoras que
en su momento no estaban disponibles. Esta revisión del proceso represivo..." (p. 413). Cf. Sigmund
FREUD, op. cit., en Obras Completas, Volumen 16, Amorrortu editores, Buenos Aires.

(9) Escritos 2, pp. 837 y 843.

(10) Sigmund FREUD, La interpretación de los sueños (1900), en Obras Completas, Volumen 4, Amorrortu
editores, Buenos Aires, 1979, p. 159.

(11) idem.
(12) Sigmund FREUD, El chiste y su relación con lo inconsciente (1905), en Obras Completas, Volumen 8,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 167.

(13) Sigmund FREUD, «La represión» (1915), en Obras Completas, Volumen 14, Amorrortu editores,
Buenos Aires, 1979, p. 141.

(14)Sigmund FREUD, «Presentación autobiográfica» (1924), en Obras Completas, Volumen 20, Amorrortu


editores, Buenos Aires, 1979, p. 29.

(15) Sigmund FREUD, «Construcciones en el análisis» (1937), en Obras Completas, Volumen 23, Amorrortu
editores, Buenos Aires, 1980, p. 266.

(16) Sigmund FREUD, «Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis» (1938), en Obras Completas,
Volumen 23, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 286.

(17) Sigmund FREUD, «Esquema del psicoanálisis» (1938), en Obras Completas, Volumen 23, Amorrortu
editores, Buenos Aires, 1980, p. 179.

(18) idem, pp. 179-180.

(19) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El Caso Schreber», intervención en el seminario sobre «Psicosis»,
propuesto por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, en el Servicio de Salud Mental del Policlínico Aráoz
Alfaro, el 14 de Noviembre de 1987.

(20) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980, p. 61.

(21) idem, pp. 62-63, yo subrayo.

(22) idem, p. 66.

(23) Cf. el «Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud, por Jean Hyppolite», en el Apéndice de
los Escritos 2.

(24) Cf. Jean ALLOUCH, Marguerite ou l’Aimée de Lacan, éditions E.P.E.L., Paris, 1990, pp. 398-399.
¿Cómo seguir aplicando, en el abordaje de la psicosis, la fórmula según la cual "lo que es rechazado de lo
simbólico reaparece en lo real", cuando en el Seminario El sínthoma la paranoia pasa a ser definida, con el
nudo de trébol, por la indistinción de los tres registros? Si en el tiempo de esta fórmula consagrada la
distinción entre real, simbólico e imaginario es tomada como un dato, Jean Allouch señala, muy
pertinentemente, me parece, que "en 1975, la problemática del borromeo converge con la reconsideración por
Lacan de su tesis para hacer valer que, lejos de ser un dato, esta distinción constituye el problema".

(25) Sigmund FREUD, «Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica de la histeria
adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias)» (1894),
en Obras Completas, Volumen 3, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1981, p. 59.

(26) idem, p. 60.

(27) Lo dice precisamente cuando trata de diferenciar lo específico de la Verwerfung, que en ese momento
propone traducir por retranchement, "cercenamiento": "pues la represión no puede distinguirse del retorno de
lo reprimido por el cual aquello de lo que el sujeto no puede hablar, lo grita por todos los poros de su ser" —
cf. Jacques LACAN, «Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud», en Escritos
1, Siglo Veintiuno Editores, México, 1984, p. 371.

(28) Patricia RAMOS y Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Las dit-mensiones del síntoma. Seminario de


Postgrado dictado en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, con el auspicio de la
Secretaría de Extensión Universitaria, Septiembre-Noviembre de 1992. Véase especialmente la clase 3, pp. 52
y ss. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(29) Escritos 2, p. 665.

(30) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en
la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas. Se encontrará su
texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(31) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Freud, Lacan, Nosotros». Intervención en el


Seminario «Fundamentos de la Transferencia», dictado con Alba Flesler y Analía Meghdessian. Escuela
Freudiana de Buenos Aires, el 8 de Julio de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(32) Sigmund FREUD, «De la historia de una neurosis infantil» (1914), en Obras Completas, Volumen 17,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 72.

(33) op. cit., pp. 72-73.

(34) op. cit., p. 73.

(35) op. cit., p. 73.

(36) op. cit., p. 74.

(37) op. cit., p. 78.

(38) Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Las psicosis, Editorial Paidós, Barcelona, 1984. Cf. la p. 216: "A
propósito de la Verwerfung, Freud dice que el sujeto no quería saber nada de la castración, ni siquiera en el
sentido de la represión. En efecto, en el sentido de la represión, todavía sabe uno algo sobre eso mismo sobre
lo que nada quiere, de cierta manera, saber, y todo el análisis consiste en mostrar que uno lo sabe muy bien. Si
hay cosas sobre las que el paciente nada quiere saber, incluso en el sentido de la represión, esto supone otro
mecanismo. Y como la palabra Verwerfung aparece en conexión directa con esta frase y también algunas
páginas antes, echo mano de ella. No me importa especialmente el término, me importa lo que quiere decir, y
creo que Freud quiso decir eso". — Sin embargo, acabamos de ver que en la primera emergencia del término
en cuestión en este texto, "algunas páginas antes", la nueva intelección que había recibido el golpe de
la Verwerfung seguía suficientemente operante como para convertirse "en el motivo para mantener en la
represión el proceso onírico íntegro y excluirlo de un posterior procesamiento conciente" (cf. "unas páginas
antes" en el texto de Freud, es decir, la p. 73 del que estamos citando).

(39) op. cit., p. 78.

(40) Jacques LACAN, «Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de


Freud», en Escritos 1, Siglo Veintiuno Editores, México, 1984, pp. 374-375.

(41) Sigmund FREUD, «Acerca del fausse reconnaissance («déjà raconté») en el curso del trabajo
psicoanalítico», (1914), en Obras Completas, Volumen 13, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 210.

(42) op. cit., p. 79.


(43) Por supuesto, para nosotros no se trata para nada de "la realidad objetiva de la castración", sino de que
esa fantasía muestra que en esos términos ha sido simbolizada la diferencia de los sexos.

(44) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El falo y la diferencia de los sexos». Intervención en el seminario
«Problemas Fundamentales del Psicoanálisis», en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
de Buenos Aires, el 30 de Septiembre de 1986. Fichas de la E.F.B.A., Nº 1028.

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro. 5 - Sábado 18 de Julio de 1998


 

 A veces la realidad parece pasarnos por encima. Hace quince días teníamos el
Cam-peonato Mundial de Fútbol, la actualidad condensada en el partido entre
Argentina y Holanda. Hoy tenemos el cuarto aniversario del atentado a la sede de
la AMIA. To-das, cosas que nos invitan a distraernos de nuestra tarea. Pero
prefiero no continuar en esta línea, por demás sinuosa.

La vez pasada, pensando que a partir de la reunión de hoy se nos abre un pa-
réntesis de un mes, porque vamos a interrumpir este seminario por las vacaciones
in-vernales, para retomarlo el próximo 15 de agosto, y también porque había
pensado, pero afortunadamente fue un error de mi parte, que a esa reunión no iba
a venir na-die, a causa del partido de fútbol, decidí hacer un desarrollo más bien
circunscripto, referido a la noción —si es que luego de ese desarrollo podemos
todavía denominarla así— a la noción de Verwerfung, en Freud. Al mismo
tiempo, les dije que no iba a se-guir hoy con ese tema. Seguir con él, implicaría
seguirle la pista a la Verwerfung tal como es retomada por Lacan hasta el
momento en que él propone traducirla —aun-que no se trata propiamente de una
traducción, en lo que está ahí en juego— por for-clusión. Hay una serie de
pasajes, que conviene precisar, de manera que nos permitan establecer: primero,
que si bien en un primer movimiento Lacan, con la noción de forclusión, propone
no retornar a la noción de Verwerfung,(1) no obstante, esta no-ción se mantiene;
en segundo lugar, la posibilidad de distinguir aquello sobre lo que se ejerce este
mecanismo de la Verwerfung y/o de la forclusión; y en tercer lugar, que la
fórmula que surge de esta traducción, de este modo en que Lacan escoge en el
tex-to freudiano la noción de Verwerfung, de ahí va a salir una fórmula general,
que dice: lo rechazado o lo forcluido de lo simbólico retorna en lo real, fórmula
cuya validez no se restringe al vasto campo de las psicosis, pero que va a
implicar un problema, o va a ser retomado como problema, cuando, con el nudo
borromeo, Lacan plantee que es el Nombre-del-Padre el que introduce la
distinción entre los registros. Ahora bien, si es el Nombre-del-Padre el que
introduce la distinción entre los registros —entre lo simbólico, lo imaginario y lo
real—, entonces ya no funcionaría tan cómodamente es-ta fórmula de que lo
rechazado o forcluído de lo simbólico retorna en lo real, porque esta fórmula
supone que los registros —lo simbólico y lo real, en este caso— ya es-tán
distinguidos, como dato de partida... cuando el problema que se plantea, a nivel
del Seminario El sínthoma es precisamente el de su distinción, dada su
equivalencia. ¿Se entiende, esto? No lo voy a desarrollar, porque lo he trabajado
en otros semina-rios,(2) pero lo recuerdo un poco para darle marco al tema en el
que nos vamos a con-centrar.

Les decía, entonces, que no voy a continuar hoy con la cuestión de la Verwer-
fung en Lacan. Lo dejo para cuando retome el l5 de agosto. La vez pasada les
propu-se, en cambio, que releyeran el texto «Acerca de la causalidad psíquica»,
de 1946, para ver si eso nos permite dar alguna vueltita... — no vamos a poder
considerarlo en detalle, los escritos llevan tiempo, desarrollarlos, pero vamos a
tratar de extraer de ese escrito algunos puntos que nos permitan, digamos, algo
así como asentar algunos mojones en nuestra interrogación de la psicosis.

SOBRE LA VERWERFUNG EN FREUD. UN REPASO

Les recuerdo no obstante —y también para no olvidarme de aquéllos que la vez


pasa-da decidieron amargarse con la derrota de Argentina ante Holanda, en lugar
de venir acá—, les recuerdo un poco el desarrollo de la reunión pasada, muy
suscintamente... Lo que vimos entonces, siguiéndole un poco la pista al
término Verwerfung, en Freud, es que podíamos distinguir, en los textos de
Freud, un uso no técnico del término, es decir, un uso ligado simplemente a
que Verwerfung es un vocablo de la lengua alemana, de un uso propiamente
técnico, y que, dentro del uso técnico, podíamos distinguir entre dos usos
técnicos. Uno, más general, que no es precisamente aquel que retoma Lacan. El
uso técnico más general es aquel en el cual la Verwerfung, o la desestimación,
como traduce Etcheverry, implica el modo de resolver un conflicto sin pagar el
precio del síntoma. Habitualmente, este uso técnico —¿se entiende lo que estoy
diciendo, o no? los que estuvieron en la reunión del pasado sábado, es seguro que
entienden, pero los que no estuvieron no sé—, tiene que ver con que, cuando en
el análisis se recupera algún contenido, alguna representación reprimida, el sujeto
es enfrentado a una decisión, podríamos decir así, puesto que Freud lo dice así(3)
el sujeto puede decidir seguir reprimiendo, o sea, volver a hacer lo que hizo ya
alguna vez, en el pasado, o aceptar la pulsión reprimida y darle curso ahora, sea
en forma directa o sublimatoria, o, y esta es la tercera alternativa, la que nos
interesa, ni reprimir, ni aceptar, sino rechazar, desestimar esa moción pulsional.
En este empleo técnico, la palabra Verwerfung, vimos que solía ir acompañada de
otra palabra, que es "juicio", y encontramos varias veces la expresión "juicio de
desestimación".

Lo interesante del recorrido que hicimos la vez pasada por varios textos de Freud,
es que éste es el uso más general que le da Freud a este término. Ahora bien,
antes de pasar al otro empleo del término, lo que les quiero subrayar, porque lo
estoy anticipando en relación a algunas de las preguntas que me hicieron llegar, y
seguramente vamos a volver sobre eso, es que, si en el momento del análisis se
trata de tomar una decisión respecto de lo que se ha reprimido, esto es porque
hay una decisión supuesta en el momento primero de la represión. Esta es una
suposición, claro. Es decir, nadie, ni el analista, ni el propio sujeto, podríamos
decir, asiste al momento de la represión... o al momento de cualquier otro
mecanismo que consideremos. El sujeto siempre se presenta como resultado de
esa decisión, pero nadie asiste a la decisión. ¿Se entiende, esto? Lacanianamente
hablando, podríamos darle a esto que acabo de decir una forma más general: no
hay sujeto en el presente del acto, el sujeto es siempre efecto del acto, pero nadie
asiste al acto. El acto es un corte, y, en ese sentido, el acto es un comienzo
absoluto. Me parece que, si bien la terminología freudiana, e incluso su ideología
positivista —en el límite mecanicista, pues en más de un momento Freud habló
de su expectativa en cuanto a que finalmente el problema de la neurosis lo
resolviera... ¡la química!—, no favorece este desarrollo, en Freud, sin embargo, el
modo con que procede en la clínica, y más allá de las ideas que él, como
cualquiera, pueda hacerse al respecto, implica algo de este orden, de este orden
de suposición.

En cuanto al tercer uso de la palabra, el segundo uso técnico de la


palabra Verwerfung, que recuperamos en nuestro suscinto recorrido, lo
localizamos en esos dos lugares de la obra de Freud, que son los más conocidos
en relación a esta cuestión, puesto que son aquellos donde fué a escarbar Lacan,
es decir, en «Las neuropsicosis de defensa», de 1894, y en el historial
del Hombre de los Lobos, de 1914.

Lo que encontrábamos en «Las neuropsicosis de defensa» era que, frente a una


representación inconciliable, Freud planteaba tres modos de proceder por parte de
lo que en ese texto denomina el yo, tres modos de proceder que llevaban a las
psiconeurosis de defensa, es decir, tres modos de defensa. Uno era retirarle el
monto de afecto —sea lo que sea eso, no nos interesa ahora— a la representación
inconciliable, por lo cual quedaba debilitada, y pasaba a una especie de "segunda
conciencia", lo que en el futuro será llamado el "inconsciente", y el monto de
afecto podía sufrir distintos destinos: podía pasar al cuerpo como inervación
somática en el mecanismo de la conversión, en la histeria, o a otra
representación, sobrecargándola, y en ese caso tenemos entonces las
representaciones obsesivas o las representaciones fóbicas. En relación a estos dos
mecanismos, en contraste con este mecanismo único de la represión de la
representación con los dos destinos diversos del monto de afecto, Freud describe
un mecanismo más fuerte, de mayor eficacia, que consiste en rechazar la
representación junto con el afecto, y, decía, junto también a ambos, un trozo de la
realidad objetiva, el trozo de la realidad en la que estaba entramada esta
representación; entonces, ahí introducía la palabra Verwerfung en este sentido, en
el sentido de un mecanismo de defensa que comporta un retorno sintomático... un
retorno sintomático distinto, no obstante, al retorno de lo reprimido.

El ejemplo que Freud proporciona en ese texto es el del novio que no llega.
Ahora bien, esa representación inconciliable, esa representación respecto de la
cual el sujeto procede como si no le hubiera llegado jamás, es... ¿qué? ¿cómo
llamarlo a eso? ¿Es una ausencia? El novio que no llega... ¿qué se representa en
esa "representación inconciliable" con respecto a la cual la sujeto se comporta
como si dicha representación jamás hubiera existido, con respecto a la cual no
pronuncia ningún juicio de existencia? ¿Es una ausencia, a secas? ¿Es la
presencia de una ausencia? — ¿Se entiende que no se trata de lo mismo, en las
dos maneras de formularlo? Por ejemplo, alguno de vuestros amigos puede no
estar acá: es una ausencia; pero si alguien dice "Fulano no está", eso ya no es una
mera ausencia, es una ausencia hecha presente. ¿Se entiende, esto?

Es difícil, entonces, decidir en qué consiste esta "representación inconciliable"


sobre la que el yo va a ejercer la Verwerfung, en el ejemplo de Freud. ¿Por qué?
Precisamente, porque lo que retorna no va a dejar de tener que ver con aquella
representación ante la cual el yo ha procedido como si no hubiera llegado jamás.
Digamos, que no es lo mismo que no haya llegado jamás, que proceder como si
no hubiera llegado jamás. Si no ha llegado jamás, ¿por qué lo que retorna tendría
que ver con lo que no ha llegado jamás? ¿Se entiende, esto? De todas maneras, lo
que podemos señalar en esa situación es que lo que retorna no parece del mismo
orden que aquello que falta o está presente como ausente, en el sentido de que lo
que falta es una representación, o hay una representación de una ausencia, y lo
que retorna es del orden de la alucinación.
La misma situación, vimos, se repetía en el historial del Hombre de los Lobos.
Ante el hecho de la castración, el sujeto, entre otras "corrientes" de su "vida
psíquica", como dice Freud — pues esta "corriente" no es la única, y esto, me
parece, es como una de las pruebas más fuertes de que no se podría sostener esta
tripartición neurosis-psicosis-perversión en términos de relación bi-unívoca entre
mecanismo y estructura, porque, ante el hecho de la castración, el sujeto, el
Hombre de los Lobos, pone en juego los tres mecanismos: reprime, reniega y
rechaza, y además estas tres "corrientes" siguen operando en su "vida psíquica",
como dice Freud, como destinos independientes, y con modos de retorno
independientes. El sueño, por ejemplo, en relación a la represión —estoy
seleccionando mucho, claro—, la condición erótica en relación a la renegación, la
alucinación del dedo cortado en relación a la Verwerfung.

Acá también se nos arma el mismo problema en relación a en qué consiste esto
rechazado. Por un lado, hay en el historial del Hombre de los Lobos una
diferencia importante con el texto del ‘94, en el sentido de que no es lo mismo
una representación, a secas, por más "inconciliable" e "insoportable" que se la
quiera, que un complicado nudo de representaciones, armado a partir de una
expectativa, que es la teoría infantil de que existe un único órgano genital, que es
el masculino, o la premisa universal del falo —según atendamos a tal o cual
época de Freud en la manera de formularlo—, pero también: lo que falta, ¿cómo
falta? ¿qué tipo de existencia tiene esto respecto de lo cual Freud dice que "no se
ha producido ningún juicio de existencia"? Porque, ustedes ven que la
alucinación del dedo cortado, al menos en la interpretación que Freud hace de
ella —y lo vimos con algunos pasajes del texto, que hoy no he traído conmigo—,
no carecía por completo de relaciones con aquello que, supuestamente, había sido
rechazado. La alucinación del dedo cortado era un retorno de la castración
materna rechazada. No obstante, sigue igualmente en funcionamiento, como en el
texto del ‘94, la cuestión de que lo que retorna no parece del mismo orden que
aquello que había sido rechazado, verworfen.

Lo que es interesante en este uso técnico del término Verwerfung es que, de


alguna manera, aún con la dificultad que les he tratado de expresar con esta
pregunta —bueno, ¿es una ausencia? ¿es la presencia de una ausencia? ¿qué es?
¿cuál es el orden de existencia de esto respecto de lo cual no se emite juicio de
existencia?—, no obstante, con todas estas dudas, de todas maneras, tenemos que
lo que hay en juego ahí es un "mecanismo" —no me gusta la palabra, pero, en fin
— que podemos denominar así, para entendernos: el mecanismo "en lugar de...".
Algo está "en lugar de...": la alucinación del dedo cortado viene en lugar de... ¿lo
que hubo? ¿lo que no hubo? ¿lo que hubo y se rechazó? — no sabemos. ¿Se
entiende, esto? Esto implica una distinción importante, en la clínica freudiana,
entre las neurosis donde no rige la sustitución y las neurosis —empleo estos
términos en un sentido amplio— donde sí rige la sustitución. Ustedes recuerdan
que... ¿Dónde no rige la sustitución? En las neurosis actuales, ¿no es cierto?(4)
Es la primera clínica diferencial freudiana:

— neurosis actuales

— psiconeurosis de defensa

A diferencia entonces de lo que ocurre en las neurosis actuales, en las


psiconeurosis de defensa estamos en "el reino de la sustitución", o, para decirlo
en el modo que trato de explicitar, en el procedimiento del "en lugar de...".

EL REGIMEN GENERAL DEL "EN LUGAR DE...":

DOS O TRES PASOS

El problema —y creo que hasta ahí es a donde podemos llegar con estos textos
de Freud— es el siguiente: ¿cuál es el régimen de este "en lugar de..."?, o: ¿con
qué otros "en lugar de..." podríamos confrontar esta alternativa de la alucinación
como retorno de la castración rechazada? Me parece que la podríamos confrontar
con tres estructuras de "en lugar de...", para ver si, a partir de esa confrontación,
podemos sacar alguna conclusión. Precisemos: "en el lugar de..." es "algo en el
lugar de otra cosa", y la pregunta que podemos instalar ahí es ésta: ¿cuál es la
relación, qué homogeneidad, qué homología hay entre lo que viene "en lugar
de..." y aquello que es sustituído, es decir, aquello que "estaba" en ese lugar?

Bueno, una primera sustitución, no observable, pero requerida por necesidades de


la estructura, digamos, es la que que plantea Lacan... en varios lugares, pero en
este momento recuerdo uno en particular, en su escrito «Subversión del sujeto...»,
que es cuando dice que el niño desconecta la cosa de su grito, y con eso "eleva el
signo a la función del significante, y a la realidad a la sofística de la
significación".(5) Ahora bien, esta desconexión lúdica que efectúa el sujeto entre
la cosa y el grito, no es más que la reiteración de lo ya ocurrido en ocasión del
"dicho primero", significante "insignia" de la omnipotencia del Otro que "enajena
a ese sujeto en la identificación primera que forma el ideal del yo",(6) cuando
dicho "dicho primero" del Otro, al hacer signo del grito que brotaba inmediato
del desvalimiento del sujeto, lo elevó a la función del significante en la repetición
a la que lo introducía. En fin, es la entrada del sujeto en el campo del lenguaje...
¿Se entiende? Esto retoma a su manera lo que Freud proponía en su Proyecto de
psicología. El sujeto, en su desamparo original, la Hilflosigkeit, lo que Lacan va a
llamar "la prematuración del nacimiento", experimenta un malestar que Freud
define en los términos más inespecíficos como "incremento de tensión" en el
aparato, lo que desencadena una "reacción inespecífica". Esta "reacción
inespecífica" quiere decir que ese llanto, ese pataleo del niño, en principio no
tiene otra función que la de descargar, lo que sea posible descargar, la tensión
acumulada en el aparato psíquico por efecto de las necesidades, del apremio de la
vida, Not des Lebens. Es reflejo de descarga, automático, desprovisto
absolutamente de significación. En este momento, puramente conjetural, más
bien mítico, estamos, sí, en el plano de los automatismos, sin sentido, sin sujeto,
salvo el sujeto mítico de la necesidad. Pongamos, aquí, para abreviar, "la
necesidad".(7)

la necesidad

Esta necesidad va, no a expresarse, porque ahí no habría, en esta construcción


mítica, ninguna función expresiva, sino, digamos, a manifestarse, a transponerse
en movimientos y ruidos, que podemos resumir en una palabra: "el grito":

el grito
————————————

la necesidad

Pero subrayo: este grito no tiene todavía ningún sentido. Esta barra que coloco
entre el grito y la necesidad, la pongo ahí por anterioridad. Pero en la medida en
que hay ahí afuera —dice Freud— "un poder auxiliador", ese poder auxiliador va
a "interpretar", a "acusar recibo" de ese grito, lo va a interpretar en términos de
"llamado", de "demanda". Vale decir, el grito es acogido por alguna figura del
gran Otro, digamos sin muchas precisiones, y en la medida en que hay de parte
de este Otro algún acuse de recibo —en la construcción freudiana
del Proyecto... este acuse de recibo es el aporte de alimento, pero podría no ser
eso, basta que de este Otro emane alguna señal de que ha recibido lo que sólo por
anticipación podemos denominar "mensaje"—, este grito va a cobrar ahora el
valor de introducción del sujeto en el desfiladero de la demanda. Para distinguir
entre el "grito en sí", digamos, y el "grito para el Otro", lo escribiremos, al
segundo, entre comillas:

grito   Otro
"grito"   Otro (acusa recibo)

Es decir, que en este camino de "ida y vuelta", aunque esta "ida" es "ida" sólo por
anticipación, salta el trazo unario del Ideal del Yo. El grito, al ser "repetido" por
el acuse de recibo del Otro, se constituye como un primer significante. El grito,
como tal, no es significante, y en ese sentido el primer significante sería el acuse
de recibo del Otro, pero en la medida en que este acuse de recibo del Otro hace
del grito significante, podemos decir que este primer significante, rasgo unario
del Ideal del Yo, surge de su, primera, "repetición":

grito   Otro

"grito" (I)   Otro (acusa recibo)

Pero, ven ustedes, el grito, como tal, sin este pasaje por el campo del Otro, no es
propiamente del orden del significante; en verdad, está hecho de la misma estofa
que el incremento de tensión, lo que en este esquema denominamos "necesidad".
Por eso les decía que sólo por anticipación poníamos ahí la barra:

el grito
————————————

la necesidad

Pero por el rodeo por el campo del Otro, el grito no es más grito, es "grito", que
ahora podemos escribir I, o S1, vale decir, significante:

S1
————————————

la necesidad

Pero ahora, ven ustedes que, aquí, lo que está "en lugar de...", el S1, ya no es del
mismo orden, de la misma estofa, que lo sustituido, lo que hemos convenido en
llamar "necesidad". Es decir, si bien esto:

 
S1
———————————

la necesidad

va a ser como la "matriz" de la metáfora, de todas las metáforas futuras, de todas


las metáforas propiamente dichas, y en particular de la que está en el "origen", es
decir, por ejemplo, de "la metáfora en cuanto que en ella se constituye la
atribución primera, la que promulga «el perro hacer miau, el gato hacer gua
gua»", en verdad esto no es propiamente una metáfora, porque la metáfora es la
sustitución de un significante por otro significante, es decir, una sustitución entre
elementos del mismo orden, mientras que en esta "matriz" de la metáfora lo que
tenemos es una disparidad, una heterogeneidad, entre lo sustituído y lo
sustituyente.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Detengámonos un instante en esa metáfora de "la atribución primera", para


considerar lo que podría ser un segundo paso en este desarrollo, que conviene
tomar en un sentido lógico. Este paso está planteado en el párrafo del escrito
«Subversión del sujeto...» que les estoy evocando, es decir, cuando "el niño de
golpe, desconectando la cosa de su grito, eleva el signo a la función del
significante, y a la realidad a la sofística de la significación", y Lacan da entonces
el ejemplo de lo que podría ser "la atribución primera, la que promulga «el perro
hacer miau, el gato hacer gua gua»" —el Fort-Da del nietito de Freud posee la
misma estructura—, lo que implica que ahora...

Voy a reemplazar este esquema del pizarrón, para que sea más fácil ver con qué
lo reemplazo. Una vez que obtuve lo que hicimos en el esquema anterior,
podemos poner acá, por anticipación, S1, como significante unario, sin sentido,
sin conexión todavía con los demás significantes, reemplazando a "la cosa":

S1
——————————

la cosa

A esta "cosa" que tenemos en esta frase de Lacan, pueden ustedes darle por el
momento todos los sentidos que se les ocurra: la cosa en el sentido de las cosas...
no del mundo, justamente, porque "las cosas del mundo" ya no son cosa,
son objeto, es decir, la cosa vaciada, ausentada por el símbolo, o piensen en "la
cosa" freudiana, das Ding, no importa ahora qué cosa, lo importante es que el
orden de la cosa es asesinado, o sustituido, por el orden del significante. En este
caso, el significante es un significante también por anticipación, en la medida que
es un trazo unario que no remite todavía a ningún otro significante.

El segundo paso —y entonces ahora sí entramos en el orden significante— es el


ejemplo de "el perro hacer miau, el gato hacer gua gua", es decir, cuando
seguimos en el régimen del significante en el lugar de la cosa, pero ahora ya no el
significante solo, aislado, sino el par significante. Lo llamamos S2, simplemente
porque con esta letra escribimos no sólamente "el otro significante", sino también
el saber como articulación de significantes, en la medida en que el significante es
siempre "al menos dos". Es como que este segundo paso de la puesta en relación
de un significante con otro significante consuma, après coup, todo el movimiento
de sustituciones que comenzó con esta matriz de la metáfora: la cosa
desconectada —"sustituída" por— del grito, el "grito" —signo— elevado a la
función de significante, este significante surgido como tal por su articulación con
otro significante, y a partir de esta célula mínima toda la trama significante que
constituye la realidad: "la realidad" elevada entonces a "la sofística de la
significación". Si quieren:

S1 — S2
——————————

la cosa

base metonímica de la sustitución metafórica:

S2
————

S1

Insisto en que no habría que considerar estos pasos como momentos de un


desarrollo o de una evolución. Se trata de pasos lógicos, a partir de un momento
primero, mítico como tal —el de la cosa sustituída por el grito—, donde hay
heterogeneidad entre lo sustituyente y lo sustituído, que sería matriz de futuras
sustituciones propiamente metafóricas donde ya no va a haber heterogeneidad,
sino homogeneidad, entre lo sustituyente y lo sustituído, como la que vamos a
encontrar por ejemplo en la metáfora sintomática propiamente dicha. Así:
famillonario
———————————

familia

famillonario sustituye —reprime— familia, en el ejemplo del chiste de Heine que


Freud analiza en su libro sobre El chiste... Ahí, familia es un significante,
y famillonario es un significante —novedoso, inexistente en el "código", pero
significante al fin—, y entre ambos hay homogeneidad de estofa, por decirlo así,
ambos pertenecen al orden del significante. Esta es la metáfora propiamente
dicha.

Podría seguir con esto, pero prefiero no complicarlo, al menos por hoy. En su
lugar, y aprovechando esto que hemos establecido, podríamos preguntarnos:
Bien, ¿y de qué orden es esto que se produce en relación a la Verwerfung?

En los ejemplos que nos proporciona Freud vemos que la alucinación está "en
lugar de...":

alucinación
———————————

pero nos queda la duda en cuanto a qué tipo de orden pertenece aquello que sería
sustituído por ésta:

alucinación
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LA FORMULA "NO HAY NO LOCO"

 
Bueno, hasta acá con Freud. Esto lo dejo así, como un repaso de lo que vimos en
la reunión pasada, para retomarlo cuando volvamos a encontrarnos el 15 de
Agosto. Ahora —como me he excedido un poco en el tiempo que tenía calculado
— voy a dedicarle sólo algunos minutos al escrito de Lacan sobre la causalidad
psíquica. Evidentemente, hoy no voy a poder desplegar ese texto, ni siquiera voy
a poder desplegar todo lo que pensé en la semana al respecto. En fin, ¿para qué
les traigo este texto de 1946, «Acerca de la causalidad psíquica»?

Nosotros, en las primeras reuniones, particularmente en las tres primeras, le


estuvimos dando vueltas a la manera de construir una posición para el analista en
relación a la psicosis. Construir una posición para el analista en relación a la
psicosis implica, dijimos, que era preciso derribar el muro que la posición del
alienista erige entre el analista y la psicosis. Cosa que nosotros expresamos con la
fórmula general de: no hay no loco.

"No hay no loco", por lo que leo en algunas preguntas que me siguen haciendo
llegar ustedes, no termina de quedarles claro a qué apunta. Pues bien, hoy no sé si
lo voy a aclarar o lo voy a complicar más, cuando les proponga una fórmula a
primera vista exactamente inversa —no obstante, esta fórmula a primera vista
exactamente inversa, apunta a lo mismo que la primera, pero veré cómo logro
hacérselos llegar—. No hay no loco equivale a invalidar lo que hemos
denominado la roca de la alienación. Es decir, la "pequeña idea" de que:

1º) las palabras del loco no tienen sentido,

2º) el loco vive encerrado en sí mismo y no hay modo de dialogar


verdaderamente con él,

3º) no hay verdad en su decir,

4º) no es responsable de lo que dice ni de lo que hace.

Pero descartada la roca de la alienación, resulta que la locura es algo por lo que
estamos radicalmente concernidos. Es que la posibilidad originaria de la locura
es rasgo esencial —éste es uno de los sentidos de este texto de Lacan, de 1946—
de la condición humana. En ese punto, no podría haber, entre el psiquiatra y su
loco, una diferencia de esencia —si nos toleramos este lenguaje de tufillo
metafísico del que Lacan no se privaba en esa época—, aunque la posición del
psiquiatra consiste precisamente en establecer esa diferencia. Recuerden esa
frase del «Breve discurso a los psiquiatras», referida a "ese extraño coleóptero".
El psiquiatra concernido por la locura, o nuestra fórmula no hay no loco,
equivale a sostener que la locura es una virtualidad del hablante —es uno de los
modos de padecer del lenguaje que nos constituye—, y que, porque de ningún
modo el psiquiatra, o el analista, está fuera de la locura —porque no lo está, salvo
que es de "otra locura" de la que se trata—, de ninguna manera podría imponer,
al discurso del loco, un llamado al orden en términos de un sentido compartido, o
de ajuste a una "realidad" que sería siempre la del psiquiatra.

A eso apunta entonces la fórmula no hay no loco: a que no hay una diferencia de
esencia con el loco, a que la palabra del psicótico merece ser acogida
en su verdad, y no aplastada bajo patrones de realidad o de sentido que serían los
del psiquiatra... o los del analista en la posición del psiquiatra.

En lo que este seminario-taller pueda tener de ese "ejercicio espiritual" al que ya


me he referido en otras ocasiones, volveré sobre esto tantas veces como resulte
necesario.

EL PSICOANALISIS: "LOCURA EXCLUIDA"

Si esto, poco a poco, y a medida que lo machaco, les va quedando un poco más
claro, les digo que la fórmula que ahora quería introducir, en los minutos que me
quedan —probablemente deberé volver sobre esto la vez que viene—, es la
siguiente: el psicoanálisis implica excluir la locura. Salvo que en esta frase "la
locura" a la que me refiero no es la misma a la que me refería en la fórmula "no
hay no loco". Es decir, esta segunda fórmula no dice lo contrario, pero apunta —
lo digo en un cortocircuito, porque veo que no me alcanzará el tiempo— apunta a
esto: a que la suposición que funda la posición del analista —no importa bajo qué
ropaje teórico la formulemos— es siempre la de ceder la posición de sujeto al
hablante, pero, en la medida en que cede la posición de sujeto al hablante, esto
conlleva la suposición primera, principial, de que hay verdad en lo que dice el
hablante, y que en esa medida éste debe hacerse responsable de los efectos de sus
dichos.

Como la palabra responsabilidad es una palabra muy cargada de sentido,


conviene que haga alguna precisión. No estoy hablando acá de la responsabilidad
en el sentido jurídico, ni de las responsabilidades que se pueden invocar en ese
orden, en la medida en que la responsabilidad jurídica reposa en la suposición
del individuo. Pero nosotros no tenemos la suposición del "in-dividuo", tenemos
la suposición del dividido, es decir del sujeto, el nuestro, que es un sujeto
dividido.
Ahora bien, que nuestra noción de responsabilidad no sea la misma que la del
derecho, pues cada una reposa en la suposición de diferentes sujetos, de todas
maneras esto, me parece, no autoriza a esas excursiones de psicoanalistas a las
que a veces asistimos en la televisión, cuando, en ocasión de un sonado crimen,
el psicoanalista en cuestión explica los motivos del crimen de una manera en la
que la explicación equivale a la exculpación. Por ejemplo, cuando tal o cual
"trauma infantil", o tal o cual inclusión de filiación en un medio parental
ciertamente patogénico, es instalado en una lógica determinista que concluye en
la "fatalidad" del crimen. Pero "explicar" no equivale a "deducir", así como, en
otro orden, "mostrar" no es lo mismo que "demostrar". ¿Por qué "comprender"
las supuestas motivaciones, más o menos verosímiles, equivaldría entonces a
encontrar la determinación suficiente del acto? Y esto ultimo, entonces, ¿no
equivale acaso a borrar la función del sujeto? O dicho en términos más cercanos
a los que acabamos de ver hace un instante, les propongo lo siguiente: la próxima
vez que vean algo de esto en la televisión o en los periódicos, atiendan a la
suposición primera del orden de razones desplegadas, a saber, que el crimen "es
cosa de locos"... de esos locos que son una especie de "extraños coleópteros".

Por supuesto, de ninguna manera la posición del analista podría ser esta de
exculpar explicando. No es esa su función, como tampoco lo es la de
culpabilizar. Se trata de otra cosa. En lo que nos concierne, les señalo que Lacan,
en la edición de los Escritos, y a despecho de la cronología, hace preceder su
texto «Acerca de la causalidad psíquica», que como les dije es de 1946, de un
texto posterior, puesto que está fechado en 1950: «Introducción teórica a las
funciones del psicoanálisis en criminología», texto en el que formula que "si el
psicoanálisis irrealiza el crimen" —en la medida en que lo coordina con el
"carácter simbólico" de la acción que lo ejecuta, sin embargo— "no deshumaniza
al criminal".(8) Dicho de otro modo, y un poco abruptamente: la noción de sujeto
responsable —por dividido que esté, lo que se le escapa por inconsciente es
también su asunto, del que habrá de responder— resguarda la posibilidad
del acto del que, no obstante, el sujeto mismo resulta.

La responsabilidad, entonces, en términos no del sujeto del derecho, sino del


sujeto dividido que es el nuestro... Este tema me preocupa, también porque en la
semana pasada volvió a presentárseme como problema, en ocasión de una
supervisión, en la que la analista se lo formulaba en unos términos que,
resumidos a su burda simplicidad, podríamos reproducir así: "Los padres del
paciente han sido verdaderamente un desastre como padres. ¿Acaso no tendrá
derecho mi paciente a seguir reclamándoles?" — es posible que sí, no sé, y por
otra parte no me interesa si tiene derecho o no tiene derecho, porque determinar
eso no es función del analista, sino establecer, en todo caso, la función que ese
reclamo tiene en su decir... A ver, un ejemplo más o menos clásico, un ejemplo
de frustración. Luego del divorcio, y como ocurre bastante habitualmente, el
marido no le pasa alimentos a la mujer. Esto, en las épocas de inflación era más
terrible, porque el juez fijaba una cantidad que al año resultaba ridícula, lo que
obligaba a la mujer a entablar un nuevo juicio por actualización todos los meses.
Pero si no lo hacía, o aunque lo hiciera, porque nuestra justicia es lenta, solía
ocurrir lo siguente: pasaban quince años del divorcio, y la mujer, igual que el
primer día, seguía sosteniendo ante quien quisiera escucharla: "Ese hijo de puta
me cagó la vida, fijate lo que me pasa, ¡cien pesos por mes para mis cuatro
chicos!". La frustración, Lacan la define con dos registros, no con uno solo:
objeto real, daño imaginario, y esto es lo que a veces se pierde de vista. El señor
ese, efectivamente, si sigue pasando cien mangos por sus cuatro hijos después de
quince años, es un hijo de puta. Digámoslo más pulcramente: no ha cumplido con
su deber, proveyendo el objeto real necesario para el alimento de sus hijos, el
dinero. Pero no es cierto que le cagó la vida a la señora, lo que le ha cagado la
vida a la señora es que ella sigue enamorada de su marido, en el sentido que
sigue demandándole algo cuya significación es imaginaria. Hay un descalce, un
desfasaje, entre el objeto que falta —real— y el daño —imaginario— que esta
falta produce en el sujeto de la frustración. Entonces, para volver al primer
ejemplo que evoqué: ¿tiene razón en reclamar? — Sí, probablemente, pero
entonces que vaya a la justicia a reclamar lo que se le debe. ¿Pero cuál es la
función de ese reclamo en su discurso? — Eso es lo que nos compete establecer.
Podría ser la de posicionarse como objeto, víctima de una sevicia, en la que
fundara sus derechos a una compensación sin límites... para lo cual debe
desconocer activamente cuánto de ella hay en el sostenimiento de tal situación.

Entonces, la responsabilidad implica que el sujeto es invitado en la experiencia a


decir "cualquier cosa", lo que se le ocurra. Pero una vez que comienza a hablar se
produce necesariamente —lógicamente— un encadenamiento de sus dichos. Es
decir, que al principio la libertad es máxima —puede decir cualquier cosa—,
pero poco a poco va surgiendo una lógica de sus dichos, por la cual debe
responder. Pero, precisamente, por la lógica que se deduce de esos dichos, ya no
puede responder "cualquier cosa".

Otra manera de acercarnos a esta cuestión de la responsabilidad es la del planteo


freudiano en el artículo «Sobre la responsabilidad moral por el contenido de los
sueños»,(9) y en su famoso aforismo, al que Lacan le ha dado mil vueltas: Wo Es
war, soll Ich werden — allí donde era, debo advenir. Responsabilidad implica
eso: que el sujeto advenga allí donde era. Esa es la suposición que instaura el
analista con su escucha. Que "de nuestra posición de sujeto somos siempre
responsables", como dice Lacan en «La ciencia y la verdad», implica para el
analista que, más allá de los avatares de la fortuna, que indudablemente existen,
el sujeto debe advenir a eso, a eso que era; que echarle la culpa a las condiciones
de su producción, para decirlo de alguna manera, es una manera de no acceder a
eso que era, una manera de sostener "yo no era eso".(10)

Bueno, voy a dejar el escrito «Acerca de la causalidad psíquica» para otro día,
pero entonces hoy digo esto. Un punto importante de este texto es lo que Lacan
llama, con Hegel, el alma bella. El "alma bella" es: "todo lo que me pasa —y de
lo que me quejo— es culpa del otro, de los otros", y esto, llevado al grado del
mayor desconocimiento, implica "no soy responsable de lo que me pasa". Por
ello, no hay análisis propiamente dicho, no hay posibilidad de análisis, sin dejar
caer esta posición del "alma bella". La famosa rectificación subjetiva, antes de
ser del paciente, tiene que ser del analista, como suposición de que el sujeto es
responsable, y por ello debe responder, de lo que le pasa. Sin esta suposición,
¿qué nos queda? ¿Consolarlo? ¿darle lo que no ha tenido: "bueno, estos padres
han sido tan insuficientes, vamos a ser buenos padres"? — no es ésa la función
del analista. La función del analista no es hacer lo que no se hizo en la
"constitución del sujeto", como a veces se dice, sino acoger el discurso como un
discurso responsable,(11) donde lo que es preciso hacer es el acto analítico, y no
completar la crianza, para decirlo mal y pronto.

Es interesante, este texto «Acerca de la causalidad psíquica», sobre el que voy a


volver en nuestro próximo encuentro, porque hoy no dije ni medio, en la medida
en que muestra claramente cómo, con la homonimia de la palabra locura, Lacan
habla...

Primero, felicita a Henri Ey por mantener el término "locura", y en ese punto


"locura" es "psicosis". No obstante, se ve que hay para el Lacan de este texto
como una primera "locura", una "locura" básica, constitutiva, que sería como
general del ser humano, que es la locura implicada por el desconocimiento, por el
hecho de que hay una hiancia, un desgarro original, dice, que hace que
dependamos de los efectos formadores de la imago, del narcisismo, de que nos
constituyamos entrando en la locura de creer que somos un hombre —es una
locura en la medida en que implica, vía estadio del espejo, identificar el ser del
hombre a su cuerpo—,(12)etc. Bueno, esto es general. Pero hay una serie de
palabras, que les sugiero hoy, pues no se las puedo detallar, que las vayan
siguiendo, donde pareciera que hay un posible deslizamiento en más respecto de
esta locura que sería general, donde lo que está en juego es la "infatuación",(13)
la "seducción" comportada por determinadas identificaciones,(14) el "atractivo",
(15) y cierta "decisión del ser",(16) cierto "consentimiento de la libertad",(17)
que nos llevan a una definición de la locura en términos de un desconocimiento
radical, que es precisamente el que debe ser excluido para que haya posibilidad
de análisis: el desconocimiento de "yo no quiero saber nada", donde la locura,
ahora, no sería un déficit, sino, al revés, un paso más, el paso más de aceptar lo
seductor y atractivo de estas imágenes ideales.

Bueno, suspendo acá por hoy. Voy a retomar esto en nuestro próximo encuentro,
porque es preciso verlo un poco más pausadamente. Hay en el texto una
discusión muy interesante con Henri Ey que, si ustedes se olvidan un poco del
"órganodinamismo", que tal vez no nos interesa en este momento, nos lleva de
todos modos a esta pregunta —al menos a mí me lleva a esta pregunta, luego de
tal o cual texto que he leído últimamente—: ¿hasta qué punto los psicoanalistas
sostenemos, todavía, el dualismo cartesiano del pensamiento y la extensión?
Quiero decir, que se esperaría que la triplicidad real-simbólico-imaginario les
hubiera cuestionado a esos psicoanalistas tal dualismo del pensamiento y la
extensión. Bueno, eso, nomás, no quiero abordar hoy ese asunto. Los dejo, en
cambio, con Roxana Schwartz, quien nos presentará el caso que ha preparado
para nosotros.

ROXANA SCHWARTZ

Aparentemente
nos contentaremos
con hacer de
secretarios del
alienado.
Habitualmente se
emplea esta
expresión para
reprochar a los
alienistas su
impotencia. Pues
bien, no sólo nos
haremos sus
secretarios, sino
que tomaremos su
relato al pie de la
letra; precisamente
lo que siempre se
consideró que
debía evitarse.
Jacques Lacan,
Seminario 3, Las
Psicosis.

Del otro lado del muro

Celia tiene 39 años de edad, es soltera, sin hijos; ingresa al


Hospital a fines de Agosto del año pasado con orden judicial
siendo esta su primera internación. Al momento del ingreso
es evaluada por la guardia médica encontrándose la paciente
confusa, con ideación delirante de influencia, alucinaciones
auditivas, desconoce a sus familiares. Según refiere su
hermana, quien ha pedido la intervención judicial, Celia
siente que la persiguen, hace denuncias, dice que tiene
casas y autos en juicio, no reconoce al padre como tal, lo
echa de su casa, agrede al hijo de la vecina, la encuentran
cavando un pozo en el comedor diciendo que había
enterrado a sus dos hijos. A esto se suma que el padre ha
tenido un accidente cerebrovascular y Celia queda viviendo
sola, todo esto motiva el pedido de internación. La paciente
es medicada con neurolépticos.

Respecto de la historia de la enfermedad su hermana


manifiesta que hace diez años la paciente comenzó a sentir
malos olores y cefaleas por lo cual consultaron a un
neurólogo quien diagnosticó disritmia cerebral. En el año 92
luego de ser operada de los ovarios, es despedida de su
trabajo de empleada administrativa en un Hospital privado,
donde trabajó durante 10 años, debido a una
reestructuración. Es en ese momento que inician las ideas
persecutorias respecto de los vecinos y de la gente de su
trabajo, siente olores a amoníaco que hacen que se mude de
casa, no trabaja más, comienza a aislarse.

Luego de ser evaluada en la Sala de Admisión, lugar donde


permanecen las pacientes hasta decidirse el tratamiento más
adecuado, es derivada seis días después de su ingreso, a
una sala de pacientes crónicas. Allí permanece 5 meses
internada sin efectuarse ningún permiso de salida, con
reiterados cambios de medicación, pasando de neurolépticos
a antidepresivos y viceversa. Luego de una primera
evolución favorable se incrementan las alucinaciones
auditivas, aparecen babeo, somnolencia, actitud de
pasividad, rigidez, dificultad para deambular. Las voces que
le decían "matá a una enfermera" trajeron como
consecuencia la contención física de la paciente. A esto se
suma problemas de comunicación entre la hermana de Celia
y el jefe de sala, desprendiéndose del discurso de este último
que Celia no tendría cura y permanecería internada de por
vida, del otro lado del muro. La hermana decide hablar con la
jefa de servicio del Hospital, quien tiene a su cargo todas las
salas, resolviéndose luego de ser evaluada la necesidad de
tratamiento psicológico, el ingreso de Celia a una sala de
subagudos donde comienzo a atenderla desde el mes de
febrero hasta la fecha.

los problemas de las voces y la cabeza

Comienzan las entrevistas y Celia se encuentra tranquila,


confusa respecto del motivo de la internación, presentando
alucinaciones auditivas, es medicada con neurolépticos y
sedativos. "Discutí con dos vecinas por el agua, me dijo un
montón de cosas, le hice la denuncia y más o menos se
calmó, tengo la casa que la tengo que terminar de pagar, no
tengo empleo". Refiere vivir con su padre y tener 3
hermanos, dos mujeres y un varón, a su padre lo está
cuidando su hermana, la misma que la visita. "A veces perdía
la cabeza, la memoria... se me hacía laguna la cabeza y no
sabía donde estaba", refiere que esto le empezó a pasar a
los veinte años.

"Vinieron a mi casa y quisieron sacarme mi pareja, gente


amiga del Hospital, por eso no llegué a casarme". Las ideas
de perjuicio parecen ser respecto de un médico "el Dr. F",
aquellos que la molestan "en sí nunca se van a dar a
conocer, tengo que encontrarlo para hablarle". "Me sacó la
clientela que yo tenía, no quiso hablarme por teléfono, ese
hombre tenía problemas también, se me mezclan los
problemas de ese hombre con el mío".

Durante estas tres primeras entrevistas Celia escucha las


voces que le dicen "no te vas a arreglar más del carácter",
también escucha ruido de maquinaria. En relación a los
vecinos dice "problema de griterío, ella empezaba a gritar
que me fuera de la casa... yo fuí a la comisaría por eso, la
denuncié", cuando le pregunto por qué la vecina tenía esa
actitud con ella responde "no sé, me parece que la conocía
del trabajo". Respecto de los "ruidos de maquinaria" refiere:
"me parecía que era algo que estaban arreglando, algún
cable de teléfono, fuí a la Municipalidad porque en mi casa lo
escuchaba, vinieron a inspeccionar, me dijo que no era
nada". Si bien estas ideas aparecen muy confusas
haciéndose muy difícil encontrar una línea a seguir durante
las entrevistas, hay un punto común en todas ellas. En el
Seminario 3 Lacan subraya como punto esencial que el
delirio comienza a partir del momento en que la iniciativa
viene de un Otro, creo que es posible ubicar en el discurso
de Celia esa posición tan particular en que ella "es tomada
por". "Mantengámonos firmes pues, sobre este pasivo
respecto del cual la psicosis se da no como una acción, sino
que vale como reacción. Este "ser tomado por" juega en
cada uno de los fenómenos propiamente psicóticos: en el
automatismo mental... en la interpretación delirante que sólo
inventa un saber reactivamente a una interpelación originada
en el Otro; en la intuición delirante en donde la existencia de
una significación, por enigmática que sea, es primero
planteada y reconocida en el Otro, y en el delirio mismo...".
(18) Transcurrido un tiempo de tratamiento es en la relación
con el Dr. F donde se va a ir circunscribiendo la
interpretación delirante.

La invito a seguir hablando en este espacio de las cosas que


le suceden a lo que responde "sí, para que se me solucione
el problema de las voces y de la cabeza".

alguien tiene que tomar cartas en el asunto


"Escucho un montón de ruidos, como una máquina, un
aparato, escucho voces pero no sé lo que dicen en sí,
acercate, matalo, que rompa algo, que agarre una silla",
frente a esto que le llega desde afuera, retorno en lo real de
lo que fue forcluído en lo simbólico, ella no puede hacer
nada, se queda "callada, contenida". Algunas de las voces
son conocidas, "no me animo a decirlo porque no las veo,
porque no les conozco el apellido... eso lo dejo de acuerdo al
jefe del Hospital porque yo no me puedo meter, ya se los dije
a las enfermeras, estoy demasiado contenida, que tome
cartas en el asunto él porque yo no tomo confianza". Durante
esta entrevista Celia escucha dos voces, según sus palabras
"una no puede hablar mucho, la otra habla bastante" y le dice
"sos una boluda, defendete", cuando le pregunto si siente
que tendría que defenderse de algo dice "si está molestando
tiene que tomar cartas en el asunto alguien", continúa "ahora
hay silencio". Intervengo preguntándole si al hablar conmigo
dejan de molestarla, a lo que responde "si usted toma cartas
en el asunto sí, se tendría que solucionar".

Este es el primer tratamiento que Celia realiza, es tal vez la


primera vez que alguien la escucha en la verdad que ella
tiene para decir. Tomar las cartas que ella muestra, como
modo de acoger la palabra del psicótico en su valor de
testimonio, ¿es una forma de derribar el muro?.

"La locura llama... un llamado a la transferencia que ella


provoca".(19) Allouch plantea que el lugar del psicótico es
fundamentalmente el de un testigo; el lugar del Otro, es aquél
desde donde se origina una designación desubjetivante,
persecutoria, y el lugar del otro es aquel donde el sujeto hace
valer su testimonio. Esta discriminación de estos tres lugares
ayuda, nos dice Allouch, para orientarnos dentro de la
transferencia psicótica: "no se trata del mismo destinatario
cuando un psicótico nos dice "para qué hablarle, usted está
al corriente" y cuando nos hace el regalo y el honor de
tomarnos por testigos de su testimonio, demandándonos
sancionar su validez, pero desde un sitio desde donde está
excluido que podamos hacerlo";(20) en el primer caso se
trata de la asignación a un lugar de perseguidor. "Por el
contrario, podemos intervenir cuando, dirigiéndose a
nosotros como a un semejante, como a un codelirante
potencial, el psicótico espera de nosotros una confirmación
de la experiencia que él sufre y de la que se hace entonces
para nosotros el testigo".(21).Tomar las cartas que ella
muestra cautelosamente, como modo de acoger su
testimonio, es diferente a que yo me transforme para Celia
en quien toma cartas en el asunto, deslizamiento que se
puede producir, quedando el analista en el lugar de
perseguidor.

Las voces van desapareciendo y Celia empieza a tejer una


historia, piensa en poder volver a su casa y conseguir un
trabajo para poder devolverle a su hermana el dinero que le
ha prestado en los últimos dos años. Refiere estar más
cambiada del carácter: "como más tranquilidad, más dominio
de la mente mía, mejor evolución de lo que me pasó".

Comienza a desplegarse parte de su historia familiar, con su


padre refiere llevarse más o menos bien, "pero a veces
tenemos cambios de carácter"; al ser interrogada refiere "por
lo que pasó con los vecinos y porque trabaje o que salga con
alguien". Su madre falleció en el 78, de ella dice "era buena
se llevaba bien conmigo, lo que pasa es que yo soy muy
cerrada, no soy de contar las cosas". Comienza a concurrir a
un taller de labores donde realiza los puntos que le enseñó
su madre.

El Dr. F "me tenía amenazada, se la agarró conmigo no sé


por qué motivo... me puso inyecciones en la cabeza,
mandaba gente, en el tren me encontró, me estaba
persiguiendo... decía seguí trabajando que te voy a conseguir
una casa", le pregunto desde cuándo tiene problemas con él,
contestando la paciente: "cuando yo era chica ya lo conocí,
hay cosas que no quiere que diga, que las maneja él".

Transcurridos dos meses comienzan los permisos de salida a


la casa de su hermana, se reencuentra con su padre a quien
nota muy desmejorado: "ella lo tiene que atender a mi papá".

"Me siento intranquila por las cosas, si se van a resolver, la


falta de trabajo y mi casa", le pregunto si antes se había
sentido así, ya que la intranquilidad retornaba en todas las
entrevistas, a lo que responde "cuando iba a la secundaria,
que quería terminar el colegio, pero no era tanto porque
estaba mi mamá y mi papá, cuando murió mi mamá cambió
mi vida porque tuvimos que hacer frente todos, salí a
trabajar". "Alquilábamos y nos mudamos, después, nos
fuimos mudando de casa en casa", "la madre en la casa es
elemental". Le pregunto: ¿usted cuántos años tenía? — "20 o
19".

un lugar para Celia

Frente a la imposibilidad de parar de mudarse desde los 20


años, momento en que según sus decires empezaron todos
los problemas, comienza la búsqueda de un lugar donde
Celia pueda vivir. Si bien los permisos de salida se llevan a
cabo sin inconvenientes, es evidente que Celia necesita
recuperar un lugar para ella, querría vivir sola: "sola me
gustaría pero no lo puedo dejar solo a mi papá, siempre lo
cuidé yo". "Yo pienso que voy a salir bien de acá", frente a mi
pregunta de qué seria salir bien, dice "salir bien de salud e ir
a vivir sola". Puntualmente en lo que hace a la vivienda, la
hermana de la paciente comienza a averiguar acerca de la
manera de poder vender la casa donde ella vivía ya que
además de tener deudas, motivo por el cual nunca fue
escriturada, Celia prefiere un lugar más cerca de lo de su
hermana.

Paralelamente a esto, Celia continúa desplegando en las


entrevistas los problemas de la cabeza, la falta de memoria,
que cada vez está más ligado a los problemas en su trabajo:
"me agarraron en el tren entre 4 y me metieron algo en la
cabeza... un líquido, una inyección, estaba media atontada...
gente de mi trabajo... mi hermana me decía que estaba loca,
pero todo eso es verdad"; "hay un veneno para la cabeza que
borra la mente", "entraban a mi casa de noche, yo no los veía
porque estaba dormida, mi papá me decía quién va a entrar,
pero la verdad es esa, yo se lo dije a la policía, empezaron a
investigar, por eso vine con el patrullero. No sé si me tendrán
que operar de la cabeza o no, espero que no, cuando me
operaron del quiste de ovario me revisaron toda".
La idea de la operación insiste, "se me metió en la cabeza
que capaz me operen", al ser interrogada por eso refiere "vi
al chico de gorra y me quedé sugestionada, se ve que lo
operaron, lo vi acá, no quiero llegar a eso de operarme", es
posible pensar en este punto la presencia de la intuición
delirante, Celia no puede explicar demasiado, hay algo
enigmático, pero no hay duda de que la gorra en ese chico
remite a la operación de cabeza. Intervengo señalando la
posibilidad de otro tratamiento posible para los problemas de
memoria, refiere que cuando le empezó a molestar la cabeza
a los 20 años le dijo a sus familiares pero que como había
problemas de dinero y se tenían que mudar de la casa que
alquilaban le dijeron que no vaya a consultar. En la historia
que ella relata la falta de un "lugar" pareciera ser correlativa
de la imposibilidad de Celia para encontrar un espacio donde
sea escuchada "su verdad", aquello que la atormenta.

"Me siento con ganas de salir del hospital, es mucho tiempo".


Celia comienza a elegir qué días de la semana prefiere salir y
por cuánto tiempo, ya no queda todo a merced de lo que su
hermana quiere como al principio de las salidas; cuando ve a
su padre y él le dice que es muy callada le contesta "yo soy
así". Algo cambió en su discurso, además de querer
solucionar la falta de trabajo y la casa, aparece la idea de
que una pareja podría ayudar. "La falta de trabajo y la plata
me pone mal, la pareja puede esperar... ahora me siento que
si tengo que iniciar algo lo puedo hacer con muchas ganas,
trabajar otra vez", interrogo por la pareja, "por ahora no
conocí a nadie", le pregunto si tiene ganas y dice "sí, por qué
no, podría ser, me interesaría más la casa y la pa..., ¿la
pareja, dije?", ríe y agrega: "la casa y el trabajo, pero la
pareja ayuda".

la inminencia del alta

Celia está en condiciones de ser dada de alta, su hermana


ha saldado la deuda de la casa que ya está a la venta, sólo
resta esperar que ésta se efectivice para conseguir otra más
cerca de su casa y en mejores condiciones, pero el
tratamiento lejos de haber concluído tal vez recién comience.
La salida del hospital puede llevar a levantar nuevamente el
muro, a aislar a Celia, se pierde el espacio, el lugar donde
"alguien toma las cartas del asunto". Es la dificultad que se
me presenta al trabajar en una sala de internación de una
institución psiquiátrica por el hecho de que, cuando la
palabra del paciente es alojada y tal vez comenzaría un
tratamiento posible de la psicosis, se inicia el proceso de
externación, ya que cedieron los síntomas ruidosos de la
enfermedad. Tal vez crear las condiciones para que ella
pueda buscar otro lugar en donde lo que ella dice sea
tomado en cuenta, donde sea alojado su testimonio no sea
poca cosa. "Siempre fui muy cerrada, de no contar las
cosas".

Muy bien, nos quedan unos minutos, que podemos aprovechar para conversar.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

ROXANA SCHWARTZ: ¿Cómo cedieron las


alucinaciones? Ella ingresa en la sala, y ya estaba
medicada, aunque la última medicación que había
recibido eran antidepresivos, cosa que en general suele
incrementar las alucinaciones. Igualmente, yo la tomo
en la sala y me llama mucho la atención, porque es la
primera paciente que tengo en tratamiento y está
alucinada durante las entrevistas. Lo que ella refería
todo el tiempo era las voces y el ruido de maquinaria.
Para mí hay algo en esa entrevista que yo señalo,
donde lo primero que aparece es "que alguien tome
cartas en el asunto" y aparece algo en relación al
Director del Hospital, y ahí mismo yo me doy cuenta
de que ella está escuchando voces, porque me habla y
de pronto vuelve la cabeza. Le pregunto si está
escuchando voces y me dice que sí, que son dos voces,
que una habla mucho, que la otra no puede hablar
tanto. Cuando le pregunto qué le dicen aparece eso de
"sos una boluda, defendete". En ese momento ella se
queda callada, yo me quedo callada, y ella me dice
"ahora hay silencio". Salí de esa entrevista pensando
que algo en relación a la transferencia había ayudado a
que cedieran las voces, pero no sabría decirlo. Después
lo que continúa es el ruido de maquinaria, hasta que
desaparece.

PARTICIPANTE: Lo que yo quería preguntar es sobre


esa equivocación que aparece al final de tu relato, ese
"pa..., pareja", y que se ríe. La pregunta sería qué
estatuto darle a ese fallido, si se puede pensar como un
acto fallido, y, si es así, que al tratar psicóticos vemos
que es común, que pasen esas cosas, incluso pareciera
que eso tiene efecto, porque se da cuenta, se ríe, y si es
así, cómo pensarlo teóricamente, cómo situar un acto
fallido en la psicosis.

Fijate que acá el problema es tu pregunta, el hecho de que te lo preguntes, no lo


que preguntás. Porque vos misma estás llamando a eso "acto fallido", tu
experiencia te hace llamarlo "acto fallido". Lo que te hace retroceder en relación
a eso, es: "¡Ah! ¡Pero se trata de una psicosis! ¿Cómo hablar de acto fallido en la
psicosis?". Es decir, lo que sigue operando, me parece, en tu pregunta, como lo
que posibilita tu pregunta, es esta suposición, el "muro", que estoy tratando de
derribar, pero ya les dije que ahí no está en juego algo meramente doctrinal, sino
algo que requiere una especie de "ejercicio espiritual". Porque el supuesto es:
"¿Cómo? ¡En la psicosis no hay inconsciente, o no hay represión! ¿Cómo puede
haber entonces acto fallido?". Si vos no tuvieras el diagnóstico de psicosis, no
vacilarías en llamar a esto un acto fallido.

Ahora bien, otra suposición, muy importante, y a la que me he referido, es la


cuestión del sujeto, y les dí una definición mínima, pero operativa, del sujeto,
para la que no hace falta saber nada de teoría, y a lo mejor nos es más fácil llegar
a esa definición si nos despojamos de algunos prejuicios teóricos. Les dije
que sujeto es que uno no hace nunca uno consigo mismo. Tu pregunta supone
que el loco no sería sujeto, pues siempre haría uno consigo mismo: si el psicótico
tiene certeza, tiene siempre certeza. Yo no veo ningún inconveniente para hablar
de acto fallido en un caso de psicosis.

Al revés, la cosa inversa suele no ocurrir. Por ejemplo, ante alguien


diagnosticado como neurótico, no hacemos esa pregunta si tiene una alucinación,
no tenemos problemas para hablar de "alucinación" en un neurótico. Por eso, lo
de los "ejercicios espirituales" es una expresión graciosa, pero me parece que es
verdadera, y de ahí que mi estrategia en estas primeras reuniones ha sido la de
agregar la menor cantidad de "saber teórico" establecido, porque entiendo que es
aumentar el malentendido si no se reformulan estos prejuicios, estas imágenes
cristalizadas que tenemos en relación a la psicosis. Podemos hacer enormes
construcciones teóricas, porque no es que eso falte, pero, entonces, al servicio de
mantener lo mismo. ¿Qué es "lo mismo"? Lo mismo, es una posición pre-
psicoanalítica. La nosografía es metafísica, resulta del discurso ontologizante del
amo. Si la clínica psicoanalítica es una clínica en la que el síntoma depende del
significante, hay que sacar las consecuencias de que el significante no es idéntico
a sí mismo. Si el síntoma depende del significante, no podemos remitirlo
entonces a algo definido en términos de "ser". Ya, decir "síntoma psicótico", es
casi un abuso, un abuso que eventualmente nos podemos tolerar en el
intercambio entre colegas, como una manera de abreviar en la comunicación —al
decirnos "Fulano es un histérico", por ejemplo, nos pasamos un montón de
información con una sola palabra—, pero convendría recordar que es un abuso de
términos hablar de "síntoma psicótico" o "fóbico" o "neurótico". ¿Por qué?
Porque es introducir una cuestión de ser, darle estatuto ontológico, cuando el
corte que introduce el psicoanálisis consiste justamente en des-ontologizar el
estatuto del síntoma.

Bueno, seguramente volveremos sobre esto, porque es una pendiente que


tenemos: el "tópico". Tenemos muchos "tópicos", pero parece que el de "el
psicótico" es el más pregnante.

Nos volveremos a encontrar en poco menos de un mes, el 15 de Agosto... a las


diez y media, se los pido por favor, porque esperar diez minutos a mí me
deprime. Hasta entonces.

NOTAS
 

(1) "No retorno a la noción de Verwerfung de la que partí, y para la cual, luego de haberlo reflexiona-do bien,
les propongo adoptar definitivamente esta traducción que creo la mejor: la forclusión." — cf. Jacques
LACAN, El Seminario, libro 3, Las psicosis, Editorial Paidós, Barcelona, 1984, p. 456.

(2) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en la
Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas. Estabilización y
suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis. Hacia una clínica de la suplencia generalizada.
Intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica psicoanalítica – Problemáticas», Curso Anual Año
1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, los
días 17 y 18 de Mayo de 1996. El Sínthoma: operaciones nodales, intervenciones en el «Taller de Lectura de
"Le sinthome"», Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Septiembre-Octubre de 1996. Todos estos textos se
encontrarán en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(3) cf., entre otros muchos lugares, en Sigmund FREUD, Conferencias de introducción al
psicoanálisis (1916-1917), en Obras Completas, Volumen 16, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978. En la
27ª conferencia, «La transferencia», leemos: "Como material nuevo aportamos, en primer lugar, la
advertencia de que la decisión primera ha llevado a la enfermedad..." (p. 398, el subrayado es mío), y "Si el
enfermo tiene que librar, batalla por batalla, el conflicto normal con las resistencias que le hemos revelado en
el análisis, necesita de una impulsión poderosa que influya sobre la decisión en el sentido deseado por
nosotros, el que lleva al restablecimiento" (p. 405, el subrayado es mío). En la 28ª conferencia, «La terapia
analítica», y dentro del mismo hilo argumental que llevará a la exclusión de las neurosis narcisistas del
campo de eficacia del psicoanálisis, Freud escribe: "Esta revisión del proceso represivo sólo en parte puede
consumarse en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión. La pieza decisiva del trabajo
se ejecuta cuando en la relación con el médico, en la «transferencia», se crean versiones nuevas de aquel viejo
conflicto, versiones en las que el enfermo querría comportarse como lo hizo en su tiempo, mientras que uno,
reuniendo todas las fuerzas anímicas disponibles [del paciente], lo obliga a tomar otra decisión. La
transferencia se convierte entonces en el campo de batalla en el que están destinadas a encontrarse todas las
fuerzas que se combaten entre sí" (pp. 413-414, el subrayado es mío). No obstante, esta reiteración freudiana
en re-lación al combate entre "fuerzas", nos alerta de los límites que esta decisión supuesta encuentra en los
supuestos deterministas de la ideología positivista característica de su cientificismo decimonónico: las series
complementarias, y la transferencia positiva incluída de hecho y de derecho en esas series, suponen el
conflicto como una pugna entre fuerzas más o menos ciegas, lo que implica que, para que el conflicto se
resuelva de otra manera que la de la neurosis, Freud no pueda conjeturar otra alternativa que la de añadir otra
fuerza en el asunto, la fuerza de la transferencia positiva. Con Lacan, veremos que su noción de sujeto,
supuesto como discontinuidad en la cadena causal, a la par que objeta esta ideología del complemento, da
otros fundamentos a la lógica de la decisión comportada por el acto. Cf. Ricardo E. RODRIGUEZ
PONTE, La Transferencia. Clínica y Fundamentos. Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos
Aires, 1998. Publicado en fichas. Véase especialmente la clase 7 de este seminario, del 10 de Agosto de 1998.

(4) En el artículo de 1895, «Obsesiones y fobias», cuando todavía no había integrado a estas últimas en el
campo de la histeria de angustia, Freud propone que la fobia, cuyo fundamento es la angustia, es de origen
sexual, pero no remite a ningún recuerdo o idea sexual cualquiera: "ya no es el reino de la sustitución",
escribe, contrastando el mecanismo de las fobias con la génesis de las representaciones obsesivas. En el
mismo año, en su par de artículos «Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado
síndrome en calidad de "neurosis de angustia"» y «A propósito de las críticas a la "neurosis de angustia"»,
escribe: "la angustia que está en la base de los fenómenos de esta neurosis no admite ninguna derivación
psíquica", y también: que el afecto de la angustia "no proviene de una representación reprimida, sino que al
análisis psicológico se revela no susceptible de ulterior reducción, así como no es atacable mediante
psicoterapia. Por lo tanto, el mecanismo de la sustitución no vale para las fobias de la neurosis de angustia".
Cf. Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La angustia, un revés del proyecto freudiano», intervención en el
Seminario de lectura «Fundamentos de la práctica analítica: Temas Freudianos». Escuela Freudiana de
Buenos Aires, el 13 de Junio de 1989. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(5) "Pero la estructura sincrónica está más escondida, y es ella la que nos lleva al origen. Es la metáfora en
cuanto que en ella se constituye la atribución primera, la que promulga «el perro hacer miau, el gato hacer gua
gua», con lo cual el niño de golpe, desconectando a la cosa de su grito, eleva el signo a la función del
significante, y a la realidad a la sofística de la significación, y, por medio del desprecio de la verosimilitud,
abre la diversidad de las objetivaciones por verificarse de la misma cosa." — cf. Escritos 2, p. 785.

(6) Escritos 2, p. 787.

(7) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «De la vivencia de satisfacción a la "Cosa" freudiana», clase 5 del
seminario dictado con Rolando H. KAROTHY: La Histeria. De Freud a Lacan. Escuela Freudiana de Buenos
Aires, 1985.

(8) Escritos 1, pp. 121 y ss.


(9) Sigmund FREUD, «La responsabilidad moral por el contenido de los sueños» (1925), en Obras
Completas, Tomo III, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973. Entre otros comentarios, es por demás interesante lo
que Freud concluye, en cuanto a que, de una u otra manera, el sujeto está "compelido" a asumir la
responsabilidad de lo que en definitiva le es propio: cuanto menos se apropie de esto, más sufrirá los
contragolpes de su "conciencia moral", lo que clínicamente se manifiesta por la disyunción
entre responsabilidad y culpabilidad.

(10) "De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables. Llamen a eso terrorismo donde quieran.
Tengo derecho a sonreír, pues no será en un medio donde la doctrina es abiertamente materia de
compromisos, donde temeré ofuscar a nadie formulando que el error de buena fe es entre todos el más
imperdonable. La posición del psicoanalista no deja escapatoria, puesto que excluye la ternura del «alma
bella»", y "Ahora bien, esa causa es lo que recubre el soll Ich, el debo de la fórmula freudiana, que, de
invertirse su sentido, hace brotar la paradoja de un imperativo que me insta a asumir mi propia causalidad" —
cf. Escritos 2, pp. 837 y 843 respectivamente.

(11) Jean-Michel Vappereau argumenta de una manera muy eficaz que dicha responsabilidad —
del analizante, término que alcanza su valor pleno cuando se opone al de analizado, puesto que "es pues el
analizante el que hace el psicoanalista", desde el comienzo al final de la partida analítica— llega hasta la de
hacerse "responsable del psicoanalista". Cf. Jean-Michel VAPPEREAU y otros, Lu, Topologie En Extension,
Paris, 1998, pp. 43-62.

(12) Escritos 1, pp. 176-177.

(13) op. cit., p. 161.

(14) op. cit., p. 167.

(15) op. cit., p. 166.

(16) op. cit., p. 168.

(17) op. cit., p. 177.

(18) Jean ALLOUCH, «Ustedes están al corriente, hay una transferencia psicótica», Littoral, 7/8.

(19) Idem.

(20) Idem.

(21) Idem.

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro. 6 - Sábado 15 de Agosto de 1998


 

Voy a aprovechar estos minutos en los que todavía no ha terminado de llegar


toda la gente para efectuar algunos comentarios respecto de la marcha pasada y
futura de este seminario. Sobre todo porque, les confieso, estas vacaciones a mí
me sirvieron para descansar, pero también me desconectaron un poco. Entonces,
voy a ver cómo armo los pedazos de lo que quedó en mi memoria de las primeras
cinco reuniones.

Me hicieron llegar —me hicieron llegar porque ustedes son tímidos, no los
escucho suficientemente, en voz alta— me hicieron llegar algunos comentarios
— aparte de las preguntas que me hacen llegar por diferentes vías, y que me
hacen trabajar, entre una reunión y otra, y que de alguna manera constituyen la
razón por la cual nunca sé muy bien de qué voy a hablar la próxima vez, porque
alguna pregunta puede resultar lo suficientemente interesante para mí como para
hacerme ir a un lugar distinto de donde pensaba antes, y eso es tal vez lo más
apasionante de un seminario, y que justifica el peso de un horario quincenal al
que uno se ha comprometido de antemano por un lapso que no es corto, casi un
año, en el que uno se ha comprometido a enfrentar quincenalmente a una
audiencia que no es escasa y que guarda para con uno ciertas expectativas que
uno muy bien podría defraudar, quiero decir: que uno nunca termina de saber
muy bien de qué va a terminar hablando, por lo menos en mi caso — pero
además de las preguntas, esta vez me hicieron llegar cierta... no sé cómo
llamarlo... "perplejidad" sería un poco excesivo, mejor vamos a llamarlo "dudas",
respecto de cuál sería la función del caso clínico en este espacio, como si no
quedara claro para qué viene el caso, pese a que yo lo he dicho, pero es como
que, de todos modos, no les queda claro: ¿para qué el caso, si de todos modos el
caso no viene a ejemplificar lo que yo digo en la primera parte de la reunión?
¿para qué el caso si finalmente, en la tercera parte de la reunión, yo no hago un
comentario sabio sobre el mismo? etcétera...

Bueno, yo tengo mis razones. Algunas, se las he dado, y me parece que hoy voy a
argumentar algunas más. Tengo en claro por qué el caso no viene, ni tendría por
qué venir, a ejemplificar lo que yo hablo en la primera parte de la reunión:
justamente, porque la función del caso es ofrecer un punto de interrogación a lo
que pueda estar establecido o estableciéndose como saber — el caso viene a
cuestionar la teoría, no a confirmarla: allí donde la confirma, hemos perdido el
caso, porque hemos perdido la singularidad. Cuando pasamos del momento
del saber-hacer, que es el momento de la experiencia, al momento del hacer-
saber, que es el momento de la transmisión, inevitablemente pasamos a un tipo
de discurso que se mueve, que debe moverse, en un plano de generalidad. ¿Por
qué entonces no hago comentarios sabios, después de la exposición del caso?
Bueno, porque eso me parece que sería más de lo mismo. Quienes, entre ustedes,
tienen práctica hospitalaria, estarán más que habituados a comentarios sabios a
propósito de un caso, porque efectuarlos es lo más fácil del mundo. Pero, les
pregunto: ¿podríamos francamente decir hoy algo más de lo ya sabido — a saber:
en cada uno de los tres casos que vimos, meter de alguna manera la forclusión del
Nombre-del-Padre, el retorno en lo real, el "goce excesivo" o el goce en el lugar
del Otro, y todo lo demás? Me parece que no.

Entonces, ¿cuáles son las razones positivas de este procedimiento, por qué me
parece interesante sostener de este modo esta segunda parte de la reunión? — si
bien estoy evaluando una sugerencia que me hicieron llegar, todavía no me he
decidido, relativa a la posibilidad de que el caso fuera presentado en el primer
momento de la reunión. Esto, lo estoy pensando. ¿Pero cuáles son las razones que
me hicieron promover este procedimiento, y que todavía, al menos para mí, lo
sostienen?

Una, que no he mencionado, y entonces voy a empezar por esa: no sé si todos


ustedes tienen experiencia de contacto diario con pacientes psicóticos; sé que
algunos

sí, no sé si todos. Pues bien, lo que en general se observa, por ejemplo en las
supervisiones, es algo que permite establecer la correlación siguiente: a mayor
inexperiencia, mayor doctrina establecida, y en consecuencia mayores efectos de
inhibición en la experiencia, puesto que el saber que no se tiene, o que se cree no
tener, ocupa tanto espacio, pesa tanto, o más, que el saber que se tiene o se cree
saber. No crean que un ignorante, un verdadero ignorante —no me refiero a esa
ignorancia para la que Lacan recordaba la calificación de "docta"—, un
verdadero ignorante siempre que además no sea un "chanta", no tiene menos
saber a poner en reserva que el que no lo es, en realidad tiene más, pues no
conoce las dimensiones del saber que debe poner en reserva, y suele "pasarse de
rosca".

¿Se entiende lo que digo? El contra-ejemplo de esto que acabo de decir lo


podemos ver en los tres casos presentados, y en el que se va a presentar hoy:
quienes tienen un contacto diario con el psicótico, o tienen cierta experiencia, no
andan tratando a su paciente como si fuera un cristal frágil, que puede romperse
al menor movimiento fuera de cálculo, y entonces les es más fácil no retroceder
ante la psicosis. Los tres casos que nos han sido relatados hasta ahora son casos
tomados de una práctica en un hospital psiquiátrico, quiero decir con esto que ese
ámbito no deja mucho lugar al eventual temor del terapeuta a que su paciente "se
descompense", como se dice, pues está claro que, si esos pacientes han ido a
parar ahí, es que ya están "descompensados". Y efectivamente, dos de esos tres
pacientes parecían ya estar del otro lado, y el tercero más o menos, quizá estaba
en el borde. Es posible, entonces, que, dada esa situación de hecho, la misma
disminuya bastante la eventual inhibición del analista para intervenir. Pero donde
yo veo que suele haber mucha inhibición entre los practicantes es cuando
aparentemente, ante una supuesta psicosis que todavía no se desencadenó, uno no
se anima a hacer nada, por temor a... "vaya uno a saber qué botón apretamos, y
estalla la bomba".

Segunda razón, y esta sí se las he mencionado, pero se las vuelvo a repetir,


porque, evidentemente, o yo la transmití mal, o presenta cierta dificultad para ser
entendida. Hice la aclaración, me pareció importante hacerla, que este fragmento
de la clínica que se presenta en la segunda parte de la reunión tampoco es a
efectos de una suerte de supervisión pública, ni de "ateneo clínico", como se dice.
Lo que yo espero con la presentación del caso es que la misma despierte
evocaciones de parte de ustedes. Eso es lo que espero. Es decir que... Por
supuesto que... A ver, cuando digo que "esto no es una supervisión", esto no
implica una prohibición relativa a la posibilidad de que ustedes quieran efectuar
algún comentario referido a lo que han escuchado. No sé si eso fue entendido así,
y entonces habré sido yo el que provocó efectos de inhibición. Por las dudas,
entonces, lo aclaro. De ninguna manera se trata de eso. Pero fundamentalmente,
lo que espero es que ante tal o cual rasgo del caso alguien pueda conectarlo con
algo de su experiencia, y decir por ejemplo: "esto me evoca tal o cual situación, o
tal o cual caso", o "esto que hizo el analista me evoca la vez que yo hice tal otra
cosa, o la misma".

En tercer lugar, porque también la pregunta tomó la forma de... Entre los
residentes que me acompañan de más cerca en este seminario, la cosa fue
formulada más o menos así: "está bien, te entendimos, pero ¿para qué publicar el
caso en las fichas?". Les paso a ustedes lo que fue mi respuesta: porque mi idea
es que, una vez que entremos en la segunda fase del seminario, donde el acento
no estaría tanto en el cuestionamiento del saber establecido, sino en ver si
podemos avanzar algunas proposiciones más "positivas", ahí sí estaría la
posibilidad de que estos casos nos sirvan de acervo común, y que puedan ser
retomados, por mí o por ustedes. Yo creo que en los casos presentados, y en el
que se va a presentar hoy, hay rasgos de invención por parte de los analistas que
son muy interesantes, y que vale la pena que sean retomados para reflexionar
sobre ellos, y ver qué idea nos proponen. Al respecto, les comento que estoy
evaluando la posibilidad de que tal vez alguna reunión, en lugar de que haya este
esquema en tres tiempos, alguna reunión podríamos dedicarla a una especie de
trabajo en taller, es decir, que podríamos dividirnos en pequeños grupos —y tal
vez ello facilite superar ciertas timideces para intervenir como yo sigo esperando
que lo hagan—, y veríamos entonces la manera de que en cada uno de esos
pequeños grupos haya alguien que me pueda hacer llegar lo que se discute ahí, o
levante una especie de acta, de reseña de lo que se discutió, para luego exponerla
al alcance de todos, lo que por otra parte nos daría también un índice para ver por
dónde seguir en lo que resta del año. ¿Quedó claro, esto? Bueno, vamos a ver,
tengo que pensar un poco más esta cuestión.

Además me gustaría que, sea hoy, o en la semana, me hagan llegar, en algún


papelito —aparte de las preguntas, que siempre estoy esperando, obviamente, así
como los comentarios, incluso las objeciones— además me gustaría poder
relevar qué textos de referencia tienen ustedes en mente cuando piensan en la
cuestión de la psicosis. No me refiero a los textos de Freud ni a los de Lacan, que
son como de rigor, es decir, no me refiero al Caso Schreber de Freud, ni al
Seminario sobre Las psicosis de Lacan, ni a su escrito «De una cuestión
preliminar...», sino, por ejemplo, es acerca de eso que me gustaría tener alguna
idea, en qué autores piensan con la expectativa de encontrar allí alguna
orientación, en qué textos... ¿Se entiende mi demanda?

Bueno, y por último, pues esta introducción se está haciendo un poco más larga
de lo conveniente, les sugiero, o los invito, o las dos cosas a la vez, que
podríamos organizar, para fin de año, una especie de coloquio general, donde
ustedes podrían pasar al frente, presentar algún trabajo, sea individual o grupal...
Piénsenlo, me lo van diciendo con anticipación, obviamente, para que yo pueda
arbitrar los medios para que eso sea posible. Sería interesante, podría ser un buen
cierre, que eventualmente podría ser la promesa de una apertura a otro año, si
vemos que de allí sale algo que vale la pena retomar. Bueno, fin por hoy de los
comentarios generales.

Voy a ser muy breve, especialmente hoy, porque quiero que le otorguemos al
caso que va a ser presentado la atención que merece, y que dispongamos de más
tiempo para la discusión al final. Yo me reconozco responsable de que la cosa no
anduviera exactamente como la había planificado, porque suelo extenderme más
de lo que sería conveniente. Pero es que me cuesta adaptarme a este esquema en
tres partes, a pesar de haberlo promovido, porque estoy más acostumbrado a un
esquema en dos partes.

Como les dije, voy a tratar de recuperar, en una forma un poco asertiva, los
"pedazos" de lo que hemos ido viendo hasta ahora, y avanzar un poquito, no
mucho, en un texto que les mencioné en una reunión anterior, y que quiero
cumplir... Si bien hoy ya estoy en otra cosa, quiero cumplir al menos en parte con
lo prometido, que era la de retomar algunos párrafos del escrito «Acerca de la
causalidad psíquica».
"NO HAY NO LOCO"

Bueno, yo diría que las primeras reuniones, sacando una que coincidió con el
partido entre Holanda y Argentina —que como yo pensé que no iba a venir nadie
me dediqué a hablar de la Verwerfung en Freud—, salvo esa reunión, creo que en
general todas las demás fueron —por lo menos, eso es lo que me queda a mí—
tratando de construir la alternativa planteada por la frase que puse como epígrafe
a la invitación a este seminario, esa frase del escrito sobre las «Variantes de la
cura-tipo» relativa a "un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda cura,
incluso atiborrada de conocimientos psicoanalíticos, no sería sino psicoterapia",
es decir: o el rigor ético que nos mantiene en el psicoanálisis o la psicoterapia. En
ese sentido, me parece que por un lado o por otro siempre estuve dándole vueltas
a esta cuestión: ¿cómo argumentar la posibilidad de una posición para el analista
en relación a la psicosis? — y además que esta posición del analista en relación a
la psicosis no carecía de efectos en cuanto a la manera de considerar la posición
del analista en general, incluyendo a la neurosis.

La manera de condensar —como una especie de "grano de arena" a cuyo


alrededor se formaría una "perla" que no sería precisamente la famosa "perla
neurótica", para decirlo de algún modo— la manera de condensar todo este
desarrollo fue mediante una fórmula que, se las recuerdo una vez más, era la
de no hay no loco. Dicha fórmula, "no hay no loco", apuntaba a derribar lo que
llamamos el muro que nos separa del loco, y, con distintos nombres, fuimos
enfocando esta cuestión. Por ejemplo, mencionamos lo que se puede
denominar la roca de la alienación, es decir, eso a lo que Lacan se refiere... en
varios lugares, pero al respecto nos detuvimos un poquito en su «Breve discurso
a los psiquiatras», del ’67 — que al fin no sé si lo dí a la Biblioteca de la Escuela,
o no lo dí, o se perdió, pero de todas maneras el bibliotecario me avisó que
alguna gente lo había pedido y que no estaba, por lo que la semana pasada le hice
llegar una nueva copia; las personas interesadas en ese texto, que sigan
interesadas, ahora lo tienen disponible.

Bueno, la roca de la alienación, más o menos puede condensarse en algunas


pocas fórmulas, que hemos visto, por ejemplo: "eso no significa nada" — es una
manera, que de algún modo va a estar en juego también en la posición de Henri
Ey, quien al respecto tiene su "pequeña idea", como la denomina Lacan en el
«Breve discurso a los psiquiatras»: es la "pequeña idea" del "órgano-dinamismo",
es decir, es una "pequeña idea" que no habilita a una posición analítica en
relación a la psicosis, en la medida en que la misma lo lleva a hablar de la locura
como "un insulto a la libertad" — y Lacan, al revés, en el texto al que luego nos
referiremos, y a propósito de esta posición de Henri Ey con quien polemiza
abiertamente, va a decir que, "lejos de ser «un insulto» para la libertad, es su más
fiel compañera"(1).

Segundo punto, también dentro de esto que podemos llamar la roca de la


alienación: "no hay verdad en el decir del loco" —es lo mismo que dije antes, en
realidad— y por lo tanto "no hay responsabilidad en lo que dice ni en lo que
hace". Todo esto hace del "loco", como decía Lacan en su «Discurso...», una
especie de "extraño coleóptero". Así, la roca de la alienación nos separa de
cualquier diálogo posible con el loco.

Otra "roca", que no sé si la mencioné como "roca", pero que la podemos llamar
así hoy, es la roca del déficit, donde podemos ver que, con distintas
argumentaciones que ahora no sé si vale la pena recordar, en definitiva lo que
sustenta esta concepción de la psicosis en términos de déficit —aunque no está
nunca dicho así, como voy a explicitarlo ahora, porque la gente puede estar
equivocada pero no es tarada, en fin, yo traduzco— implica que el psicótico no
llegó a constituir la estructura, entendida ésta como la estructura de la neurosis:
sea porque faltó el padre, porque... No importa ahora, no voy a repasar ahora
todos esos argumentos —si "no accedió a lo simbólico", o al Edipo, a la
castración, al padre—, que se reducen a uno solo: alguna falta está ahí operando,
de manera que no terminó de hacerse lo que tenía que hacerse. Lo que esto
supone, les decía, y esto me parece que es importante, es que esta concepción de
la psicosis en términos de déficit supone que hay una sóla estructura que es la de
la neurosis — y las demás son "fallas de la estructura", "no estructura",
"desestructuraciones"... lo que sea.

Y en contraste con esto, si bien no lo desarrollé, les recordé no obstante esa frase
maravillosa del Seminario de La identificación, donde Lacan plantea qué es la
estructura, que la misma es una, y que ésta incluye términos que habitualmente se
escriben acompañados por un signo "menos" en esto que yo llamo clínica del
déficit, pero que Lacan sitúa claramente como partes, elementos, de esa
estructura que es una: el deseo, el rasgo unario, el sujeto barrado, la carencia del
Otro... — y en relación a los cuales esta estructura tiene "tres caras", dice Lacan,
tres caras de la estructura que Lacan denomina "normal", y es ahí, entonces, que
Lacan pasa a referirse a cada una de estas "caras de la estructura normal",
señalando lo que le parece esencial en cada una, y
nombrándolas neurosis, perversión y psicosis. En este punto está claro que la
psicosis es una cara de una estructura que es una, que tiene una falla...

Este es un punto del que no me acuerdo si me he referido ya a él. Hay un punto


muy importante, que vamos a tener que ver, que vamos a tener que recordar dado
que mi idea es detenerme en el escrito «De una cuestión preliminar...», y es que
en el Seminario sobre Las psicosis, y en el escrito «De una cuestión
preliminar...» inclusive, escrito que es contemporáneo de las primeras clases del
Seminario sobre Las formaciones del inconsciente, para Lacan, la estructura, que
es la estructura de lo simbólico, está completa... salvo que tenga una falla, una
falta que entonces sería, propiamente hablando, contingente. Quiero decir, con
esto, que lo que en estos textos que he mencionado él llama forclusión del
Nombre-del-Padre consiste en una falta contingente —puede no ocurrir— de un
significante. Este va a ser el horizonte textual dentro del que nos vamos a mover
cuando consideremos este escrito.

PARTICIPANTE: ¿De un significante cualquiera?

No, de un significante que no es cualquiera, que es el significante del Nombre-


del-Padre — del cual todavía no sabemos ni medio, pero que sí sabemos que
tiene una función muy importante, que es la de efectuar el capitonado de todo el
orden simbólico.

Bien, pero lo que quería subrayar —no importa que ahora mencione términos que
todavía no hemos considerado— es que esta falla, esta falta de un significante,
que no es cualquiera, es contingente, es decir, que puede no ocurrir, y que,
cuando ocurre, a eso lo denominaremos forclusión. Ahora bien, yo creo que, aun
con esta concepción de la estructura, en la que su falla sería contingente, hay no
obstante bastante jugo para sacar, e incluso el necesario para mantener igual
que la psicosis no es un déficit — sí, incluso con esta concepción. Pero les
agregué en algún momento, y si no lo hice les voy a agregar, que, en el
Seminario siguiente al de Las formaciones del inconsciente, que es el Seminario
sobre El deseo y su interpretación, el segundo "gran secreto del psicoanálisis"
sobre el que Lacan levanta el velo —digo "el segundo", porque el primero era el
de "no hay psicogénesis"—, el segundo "gran secreto del psicoanálisis" es que
"no hay Otro del Otro"... lo cual implica que la falta de la estructura no es
contingente, sino que es imposible que no la haya. ¿Se entiende esto? Siempre
hay un significante que falta, y eso es lo que permite —o es correlativo de— la
inclusión del sujeto en la batería del significante.(2) Pero lo que subrayo entonces
es que, en esta posición de la estructura, la falla no es más contingente, lo que
obliga necesariamente a revisar todo lo anterior y, entre otras consecuencias,
sitúa de otra manera que antes la posición del padre en la estructura. Bien,
terminamos con esto. ¿Cuál es la posición de Freud en relación a estas dos
"rocas", la "roca de la alienación" y la "roca del déficit"?
Freud, si uno lo lee con detenimiento, y sin prejuicios, en verdad cuestiona estas
dos "rocas" que he mencionado. Por ejemplo, si uno toma lo que Freud propone
en el Caso Schreber, encontramos que, a diferencia del "eso no significa nada" de
la roca de la alienación, para Freud eso significa. El discurso de Schreber, para
Freud, está pleno de sentido.

Segundo, que a diferencia de lo que sostiene la roca de la alienación en cuanto a


que "no hay verdad en el decir del loco", Freud sostiene que hay verdad en el
decir de Schreber, y esto al extremo de que termina el historial confesando que
no sabe si no hay más verdad en la teoría de los "rayos divinos" de Schreber, que
delirio en su teoría de la libido, porque son casi igualitas.

Tercero —sobre esto no me pude detener como hubiera deseado en este


seminario, salvo en forma declarativa; lo trabajé un poco más en el seminario de
los lunes, sobre La transferencia..., pero a veces se me mezclan las cosas—: para
Freud hay una noción de responsabilidad, fundada en términos
como elección y decisión... Pero vamos a ver si encuentro el momento oportuno
para volver sobre eso con tiempo, mientras tanto los remito a ese otro seminario.
(3)

Cuarto. Para Freud no se trata de déficit, sino de regresión, que no es lo mismo.

No obstante, el planteo freudiano trae consigo algunos problemas —voy a


mencionar dos de ellos— que es importante tener en cuenta para recordar lo que
es un poco la fórmula que me ha orientado desde hace ya más de diez años, en
distintos seminarios: Lacan es freudiano, pero Freud no es lacaniano, y estas son
dos fórmulas que hay que sostener juntas, en su tensión. ¿Cuál sería el problema
que trae Freud, lo que podríamos llamar, con Jean Allouch, la hipoteca neurótica
de la teoría freudiana? Primer punto, una noción de transferencia no
convenientemente distinguida de la noción de sugestión. Sobre esto no me voy a
detener, pero si alguna vez tienen ganas, lo vemos. Por ejemplo en
las Conferencias de introducción al psicoanálisis, en las dos finales de la serie
1916-1917, se ve muy clarito cómo para Freud el loco, el psicótico, el "neurótico
narcisista", como lo llama ahí, funciona como una especie de garante de la
verdad de la teoría freudiana — porque el argumento es así: a la pregunta de los
adversarios del psicoanálisis "¿cómo sabe usted que no ha influído en sus
pacientes metiéndoles sus ideas perversas acerca de la sexualidad infantil por
sugestión?", Freud responde: "no, los neuróticos narcisistas, a quienes no
podemos influir, porque no son suceptibles de ser sugestionados, y por eso no
son analizables, o el análisis carece en ellos de eficacia, dicen lo mismo que
hemos descubierto en los neuróticos" — de este modo, el psicótico funciona para
Freud como una especie de sujeto supuesto saber, y de control de la verdad de la
teoría, en la medida en que no se los puede influir por sugestión — pero ese no
poderlos influir por sugestión los excluye precisamente del campo de eficacia del
psicoanálisis, porque en Freud no está —está dicho declarativamente, pero no
nocionalmente— no está establecida una conveniente distinción entre
transferencia y sugestión. Esas Conferencias de introducción al
psicoanálisis tienen bastantes recovecos, y no es tiempo perdido hurgar un poco
en ellas.

Segundo problema —que viene del hecho de que Freud haya construido su teoría
"de la mano de la histeria", o haciendo pie en la neurosis, y que Lacan, por entrar
al psicoanálisis "de la mano de la paranoia", va a cuestionar—: la cuestión de lo
propio, y esto en dos sentidos. El primer sentido es que toda la interpretación
freudiana de la psicosis, en Schreber sobre todo... — porque eventualmente
podríamos cuestionar qué pasa en esa supuesta "psicosis alucinatoria" del texto
sobre «Las neuropsicosis de defensa», y creo que algo dijimos al repecto: que lo
que hay es un análisis del síntoma, y no más, y qué pasa con esa supuesta "señora
P." del caso de paranoia del texto de las «Nuevas puntualizaciones sobre las
neuropsicosis de defensa», donde el caso, prácticamente, está leído como una
neurosis obsesiva... salvo que esa señora, en lugar de ideas obsesivas, tiene
alucinaciones, ¿no? — pero en el Caso Schreber, y en algunos otros pequeños
casos que aparecen dispersos en la obra de Freud, la interpretación freudiana es
siempre "edipizante", es decir, que hay en ella un predominio del sentido fálico
que, digamos, podría hacer obstáculo para acoger un discurso no ordenado por el
sentido fálico. Y el segundo punto, muy complicado, de la doctrina freudiana
es la tesis de la proyección: la tesis de la proyección, en Freud, implica la
imposibilidad de acoger el testimonio de un mensaje proveniente de una radical
exterioridad. ¿Se entiende lo que digo?

PARTICIPANTE: Más o menos.

Esto a lo que me estoy refiriendo se puede ver muy bien en un texto freudiano de
1922, cuyo título es «Sueño y telepatía»(4) — se puede ver bien en varias partes
de la obra de Freud, en verdad, pero en éste es posible localizar un caso muy
especial, que muestra muy claramente lo que pretendo transmitirles.(5)

Este texto... se trata de una conferencia de Freud, que parece que nunca fue
pronunciada; la escribió —él solía escribir sus conferencias—, creo que no la
llegó a pronunciar nunca, no sé por qué motivo, pero de todos modos la publicó.
La misma se centra fundamentalmente en dos casos. El primero es el de un señor
que una vez soñó que su esposa tenía mellizos, y posteriormente se entera de que
la noche de ese sueño su hija, que vivía en otro país, había dado a luz unos
mellizos. El ya sabía que la hija estaba embarazada y que estaba por dar a luz,
pero aparentemente nadie esperaba que dicho embarazo fuera de mellizos. Eso lo
sorprende. En esta parte de la conferencia, que gira en torno a la cuestión de la
telepatía y a su eventual conexión con el inconsciente —de ahí que los casos
presentados Freud los haya armado alrededor de unos sueños—, prefiero no
detenerme. En su lugar, les leeré unos parrafitos con los que Freud concluye el
análisis de este curioso sueño:

Es que todas ellas [Freud se refiere a las fantasías que


participan en la elaboración del sueño] vienen de
adentro, son productos de nuestra vida anímica,
mientras que el "sueño telepático" puro [Freud no
abre juicio, en el texto, sobre la realidad de su
existencia], de acuerdo con su concepto, sería una
percepción de afuera, respecto de la cual la vida del
alma se comportaría de manera receptiva y pasiva.

Es decir —viene a decir Freud—, no sabemos si efectivamente hay telepatía,


pero si la hubiera, no sería una formación del inconsciente, y funcionaría,
respecto del trabajo del sueño, como cualquier otro resto diurno, al mismo nivel
que una percepción cualquiera proveniente del "afuera". Subrayo estas dos
palabras del párrafo citado: adentro y afuera.

Interesa más el segundo caso presentado en esta conferencia. Se trata de una


señora de 37 años, quien le escribe a Freud siguiendo el consejo de su médico.
Parece que esta señora estaba internada en algún lugar, y entonces, por consejo
de su médico, lo consulta a Freud a propósito de un sueño a repetición, que la
frecuentaba desde su más temprana infancia. Pero antes de relatarlo, y a modo de
contexto, ella informa a Freud de algunas cosas de su historia. Una de estas,
bastante curiosa, y que motiva la inclusión del caso en este contexto del sueño y
la telepatía, es que en la mañana del 22 de agosto de 1914, entre las 9 y las 10,
ella escuchó la voz del hermano —éste estaba en el frente, en la guerra— quien
le gritaba: "¡Madre! ¡Madre". Ella escuchó esas palabras, no vió nada, y quedó
un poco perpleja por el fenómeno. Cuando se produjo este extraño fenómeno,
ella no estaba en la ciudad de su residencia. Pero cuando vuelve a ésta, a los dos
días, y se encuentra con su madre, esta última le cuenta que el mismo día, a la
misma hora, había escuchado la voz de su hijo gritándole las mismas palabras.
Ahora bien, poco tiempo después les llega una carta desde el frente, que ese
muchacho había escrito el 22 de agosto, poco antes de morir en una batalla.
Otro fenómeno parecido que cuenta esta señora en su carta es que, estando en el
sanatorio, acostada en su cama, siente de pronto unos golpes que provenían de la
cama vecina a la suya. Ella despierta entonces a esta vecina de cuarto, le pregunta
si había escuchado algo, pero la vecina le responde que no había escuchado nada.
Al poco tiempo, la señora de la carta se entera de que esa noche, más o menos a
la misma hora, había muerto una amiga suya. Es decir, que ambos casos
introducen la duda respecto de la posibilidad de un mensaje telepático.

La señora cuenta en su carta otros antecedentes de su biografía, las enfermedades


comunes de la infancia que ha padecido, etc., y finalmente cuenta su sueño de
repetición, que habitualmente termina con ella cayéndose de la cama. Este es el
texto del sueño:

"Veo una península rodeada de agua. Las olas se


elevan contra la rompiente y vuelven a deshacerse
cada vez. Sobre la península se yergue una palma,
algo encorvada hacia el agua. Una mujer enlaza sus
brazos al tronco de la palma y se agacha hasta lo
hondo del agua, donde un hombre procura llegar a
tierra. Al final ella hace pie en el suelo, se tiene con la
izquierda de la palma y alarga la derecha todo lo que
puede hacia el hombre que está en el agua, sin
alcanzarlo. Entonces me caigo de la cama y me
despierto."

Como dije, se trata de un sueño recurrente. La señora añade a su relato del sueño
algunos recuerdos. Entre los seis y los nueve meses, se acuerda de ella en su
cochecito, y a su derecha dos caballos, uno tostado, que la miraba intensa y
vivamente. Dice que era una experiencia muy fuerte, y que ella tuvo la
experiencia de que era un ser humano. Al año de edad, ella se recuerda junto al
padre, en el parque, y un guardián le pone en la mano un pajarito: "sus ojos me
devuelven la mirada y yo siento: éste es un ser como yo". A eso de los cuatro
años, recuerda que cuando faenaban a los cerdos y estos gruñían, ella pensaba
que estaban matando a un hombre; de ahí le quedó una sensación de asco y de
repugnancia a la carne, que superó un poco cuando vino la hambruna de la
guerra, pero que volvió después. A los cinco años, la madre da a luz, y ella la oye
gritar: "tuve la sensación —dice— de que ahí había un animal o un hombre en
penuria extrema", lo mismo que cuando mataban a los cerdos.

Esta señora, que por otra parte es la mayor de doce hermanos, cuenta además que
en el aspecto sexual fue poco desarrollada, que recién experimentó un poco de
placer sexual a partir del nacimiento de su primer hijo, a los 26 años. Pero no me
demoraré en más detalles del caso, y paso a las reflexiones de Freud al respecto.
Freud no abre juicio sobre el carácter telepático o no de esas experiencias que le
contó la señora. Sobre eso, dice que no puede expedirse. Pero en cuanto a lo que
él sí se autoriza a expedirse, constatamos que progresivamente va interpretando
el sueño, así como los recuerdos que lo acompañan en la carta, en el sentido de lo
que podríamos llamar un complejo de Edipo femenino. Así, dice que la palma
inclinada simboliza el falo, que las olas que rompen rítmicamente contra la
rompiente de la península simbolizan las contracciones de un parto, que sacar un
hombre del agua simboliza el deseo de hacerse madre de ese hombre o de tener
un hijo con él, que el alazán tostado es un símbolo del padre, etc. Así, paso a
paso, Freud va interpretando todo lo que puede en términos de lo que constituiría
un complejo de Edipo femenino, con sus componentes de amor por el padre y
rivalidad con la madre —el texto, de 1922, es anterior a la introducción de la fase
fálica en la teoría, que data del artículo sobre «La organización genital infantil»,
de 1923—.

Ahora bien, en función de este análisis del sueño y de los recuerdos que lo
acompañaban, Freud sugiere que tal vez se podría interpretar que ese supuesto
mensaje telepático en el que ella habría escuchado la voz de su hermano, tal vez
no fue tal, que a lo mejor se trata de un falso recuerdo con interpretación a
posteriori, que probablemente ella escuchó primero el relato de la madre —el
relato de haber recibido esa especie de mensaje, de su hijo en el frente—, y como
ella, por el complejo de Edipo, quería sustituir a la madre y entonces ser ella la
madre de sus hermanos, se había forjado el falso recuerdo de haber sido ella
quien recibió primero el mensaje de su hermano-hijo. Me ahorro el comentarles
el análisis que Freud efectúa del sueño recurrente, interpretándolo como un sueño
de parto, donde ella recibiría un hijo del padre. Pueden ustedes consultar ese
texto de Freud. ¿Pero se entiende la idea general que atraviesa la interpretación
freudiana? Todo lo que a él le resulta interpretable, lo va reduciendo a un núcleo
edípico. Por ejemplo, refiriéndose a esa posible alteración en el orden de los
recuerdos, a esa posible sustitución de la madre por ella en la recepción del
mensaje supuestamente telepático, Freud escribe:

Tales espejismos del recuerdo emergen con una fuerza


compulsiva como si provinieran de fuentes reales; en
verdad, empero, trasponen una realidad psíquica en
realidad material.

¿Se entiende? Pero, por lo dicho anteriormente, vemos que la realidad


psíquica —les subrayo este término, que viene al lugar donde antes había
escrito adentro, como opuesto al afuera— es equivalente para Freud al complejo
de Edipo. Ambas cosas están para él absolutamente superpuestas, de tal manera
que todo lo que es "edipizable", es decir interpretable en términos edípicos,
forma parte de la realidad psíquica, mientras que lo que no es interpretable en
términos edípicos —por ejemplo el mensaje telepático, si efectivamente hubiera
existido— es atribuido a lo que él denomina como la realidad material. De ahí
que en su Seminario R.S.I., Lacan saca la conclusión de este y otros desarrollos y
dice entonces: "la realidad psíquica es el complejo de Edipo".(6)

Ahora bien, esta "edipización" del campo de la clínica, es decir, esta


interpretación en términos edípicos del testimonio del paciente, no deja de
acarrearle a Freud algunos problemas relativos al valor otorgado a dicho
testimonio. Así, refiriéndose a su interpretación del fenómeno supuestamente
telepático, Freud escribe:

La hermana rechazaría decididamente, desde luego,


nuestro intento de explicación, y reafirmaría su
creencia en la vivencia propia. Sólo que no podría
hacer otra cosa; está obligada a creer en la realidad
del resultado patológico todo el tiempo que le sea
desconocida la realidad de la premisa inconsciente.
La fuerza y la inatacabilidad de un delirio cualquiera
se deben, en efecto, a que descienden de una realidad
psíquica inconsciente.

Es decir, que la noción de realidad psíquica implica una concepción dualista


según la cual lo que no es realidad psíquica debe ser atribuido automáticamente
a lo que Freud denomina realidad material. En segundo lugar, que la realidad
psíquica es identificable al complejo de Edipo. Y el tercer aspecto de esta
cuestión, que es por otra parte decisivo para el modo de acoger el testimonio
psicótico, es que todo aquello de orden más o menos edípico, pero que por ser
sentido como proveniente del exterior, de la "realidad material", no puede ser
reintegrado por el sujeto como propio, es leído por Freud en términos
de proyección.

¿Cuál es la consecuencia inmediata de este modo de plantear las cosas? La


consecuencia inmediata es que este modo de plantear el inconsciente, subyacente
en la noción de realidad psíquica —es decir, absolutamente alejado de una
definición como: el discurso del Otro—, imposibilita cualquier acogida
conveniente del testimonio psicótico. En verdad, imposibilita igualmente
cualquier acogida conveniente del testimonio neurótico, pero esto sería más
complicado de demostrar ahora y prefiero por eso atenerme al testimonio
psicótico, donde el asunto es más evidente. Porque, ¿cuál es la esencia del
testimonio psicótico? La esencia del testimonio psicótico es: "él habló...". Por
ejemplo, en lo que es un caso clásico, frecuentísimo: "él habló y dijo «puta»".
¿En qué consistiría la operación freudiana, la que se deduce del planteo que
acabamos de ver? Primero, en dividir el testimonio en dos partes, y luego en
rechazar una: "él habló" es interpretado como proyección, es decir, no se lo acoge
en su valor de testimonio, y luego se toma la segunda parte del testimonio,
"puta", y se la interpreta remitiéndola a la historia edípica.

Pero entonces, este modo de acogida del testimonio psicótico implica que una
parte esencial del mismo, que es que el Otro ha hablado, sea rechazada. La parte
e-sencial es "él habló", pero la noción de realidad psíquica implica que él no
habló en absoluto, que eso es pura proyección del sujeto. Lo que equivale a decir
que este mo-do de acogida del testimonio comienza invalidándolo en su raíz.

EL PSICOANALISIS: "LOCURA EXCLUIDA"

En la última reunión les dije que, a la fórmula no hay no loco, le íbamos a


agregar otra, que parece contradecirla, pero que en verdad no la contradice, sino
que la confirma, y para eso les propuse que podíamos considerar algunos puntos
del escrito «Acerca de la causalidad psíquica». Creo que la fórmula que les
propuse la última vez —no me acuerdo muy bien cómo se las dije, pero en todo
caso ustedes me lo recuerdan— era, me parece, la de: el psicoanálisis es locura
excluída. ¿Lo dije así? Bueno, ¿pero qué quiere decir esto? Está claro lo que
quiere decir —espero que finalmente quede claro, en verdad, porque cada tanto
me vuelve como pregunta—, pero, en fin, confiemos, está claro qué quiere
decir no hay no loco: quiere decir que la locura es algo así como una estructura
general, que en todo caso hay locuras y locuras, y que, porque hay locuras y
locuras, el analista, o el psiquiatra, o quién sea, no podría posicionarse como
patrón de normalidad, o como portador de patrones de normalidad — porque no
siempre estos agentes se piensan a sí mismos como patrones de normalidad, pero
de todos modos muchas veces creen saber en qué consistirían dichos patrones a
los que tratan de ajustar a su paciente. ¿Pero qué quiere decir locura excluída?
Bueno, en relación a este punto, voy a hacer una muy breve referencia al texto de
Lacan «Acerca de la causalidad psíquica».

En este texto Lacan dice lo siguiente: que hay una estructura fundamental de la


locura que depende del narcisismo —lo digo rápido, y ustedes lo van a buscar en
el texto, porque de lo contrario no nos va a quedar tiempo—, es decir, la hiancia
propia de la prematuración del nacimiento implica que el sujeto se constituye
alienado y con una pasión suicidiaria.(7) Esto es como la matriz fundamental —
en este texto «Acerca de la causalidad psíquica», que es un texto que está en el
seno de un debate a propósito de la psicogénesis, debate en el cual Henri Ey
había cuestionado la noción de psicogénesis, y entonces Lacan cuestiona a Henri
Ey — no tengo demasiado claro si, por su parte, Lacan defiende la psicogénesis,
porque creo que en general él más bien elude esa palabra en su texto, pero habla
en cambio de "causalidad psíquica", propuesta como la causalidad propia de la
imagen,(8) y entonces, les digo, no tengo demasiado claro si Lacan por su parte
está defendiendo la psicogénesis, si a la causalidad psíquica la podríamos
distinguir de la psicogénesis — de todas maneras, por lo que pueda haber de
proximidad entre las nociones de psicogénesis y de causalidad psíquica, les
recuerdo que el Seminario sobre Las psicosis él lo empieza diciendo que "el gran
secreto del psicoanálisis es que no hay psicogénesis" — esto relativiza un poco el
valor de este escrito, en cuanto a lo que podría ser la tesis de una estructura
fundamental de la locura ligada al narcisismo. — En su Seminario de los años
1975-1976, la pregunta por la causalidad de la locura dará un vuelco de
perspectiva, y será la de, no cómo alguien se vuelve loco, sino cómo es posible
no estar loco; digamos: cómo es posible que algunos no sepan que la palabra es
un parásito, que la palabra nos es impuesta, etc., etc.(9)

Ahora bien, sobre la base de esta noción de una estructura fundamental de la


locura, o sea, la de que la locura es una virtualidad abierta en la esencia misma
del hombre, por lo cual no habría posibilidad de planteos como el de Henri Ey, es
decir, en términos de "insulto a la libertad",(10) ni de planteos en términos de
"extraño coleóptero", como dirá más tarde en su «Breve discurso a los
psiquiatras»... —o sea, Lacan, desde el vamos, hace un planteo no segregativo, y
en ese punto el suyo sería equivalente a nuestro "no hay no loco", pues todos
estaríamos hechos de la misma pasta—, sin embargo, bajo el mismo término
de locura aparecen en este escrito de 1946 otras cosas, que ya no son
exactamente lo mismo. Esas otras cosas, que no son exactamente lo mismo, y que
ahora llamo "locura" para decir que es la locura que debe estar excluída, como
condición del análisis, las podemos sintetizar en tres términos que aparecen en el
texto: desconocimiento, infatuación, y alma bella —en verdad, los tres se pueden
sintetizar en el de alma bella.

El alma bella, término que proviene de la Fenomenología del espíritu, de Hegel,


consiste esencialmente en no reconocer lo que depende de uno, en no poder, o no
querer, hacerse responsable de lo que uno hace o es, y...

Me apareció la pregunta, al final de la reunión pasada, por parte de uno de


ustedes que no se había animado a hacerla en el transcurso de la reunión: "¿qué
quiere decir hacer responsable a alguien? ¿decirle usted es responsable de su
delirio, o de su alucinación?". No, no sé si se presta a eso la manera en que lo
planteo, sino que —ahora no me acuerdo si esto lo comenté en nuestro seminario
o en una de las reuniones que sostengo con el grupo de residentes que me
acompañan— lo que hay que tener en cuenta es que el sujeto nuestro no es el
sujeto jurídico, el sujeto uno, por calificarlo de algún modo. El sujeto jurídico, el
supuesto de la responsabilidad jurídica, es el supuesto de un sujeto "uno", uno-
consigo-mismo. Nuestro supuesto, en cambio, y por eso nuestra noción de
responsabilidad es diferente a la jurídica — sin por eso permitirnos esas
excursiones exculpatorias que a veces hacen los psicoanalistas ante un sonado
crimen: el psicoanalista no está autorizado a eso, porque, como dice Lacan en un
texto posterior a este que estamos comentando, pero anterior en el ordenamiento
de los Escritos, que es el escrito titulado «Introducción teórica a las funciones del
psicoanálisis en criminología», de 1950, el psicoanálisis, "al irrealizar el crimen",
es decir, al distinguir los componentes simbólicos del acto, "no deshumaniza al
criminal",(11) lo que equivale a decir que encontrarle motivaciones y
significaciones inconscientes, simbólicas, al acto del crimen, no es lo mismo que
sostener que el criminal es una marioneta irresponsable que no pudo decidir otra
cosa. ¿Se entiende esto? Cierro el paréntesis, entonces.

El sujeto, nuestro sujeto, es un sujeto dividido, no-uno. Este es un primer punto.


Pero el análisis consiste en lo siguiente, en que la oferta de "diga cualquier cosa"
implica que, a partir de que el hablante empiece a decir "cualquier cosa", a
medida que avance su discurso, eso ya no va a ser cualquier cosa, ese discurso
del "cualquier cosa" empieza a mostrar una lógica... que el sujeto debe asumir. El
sujeto debe asumir, hacerse responsable, de las consecuencias de sus dichos,
dichos "irresponsablemente". Es la paradoja comportada por el aforismo
freudiano Wo es war, soll Ich werden, o sea, la paradoja, dice Lacan en su escrito
sobre «La ciencia y la verdad», de asumir mi propia causalidad(12) — no
asumirla sería sostener que yo soy algo distinto que mis determinaciones. Este es
un primer punto.

PARTICIPANTE: No entiendo, me suena muy


abstracto.

Consideremos la frase "yo soy así porque así me hicieron". Pero decir "así me
hicieron" es decir "yo no soy así, sino que me hicieron así", pero al mismo
tiempo mantengo lo que "soy" como distinto de lo que "me hicieron", lo que
equivale a trasladar todo a la acción exterior —no importa de qué tipo, ahora,
digamos: sea órgano-dinámica, sea sociológica, parental, lo que sea—, es decir,
la explicación, entendida en términos de determinación, de lo que hago o digo.
Pero la noción de sujeto, en psicoanálisis —les dí una primera definición del
sujeto, hasta ahora, les dije que el sujeto es que uno nunca hace uno consigo
mismo, pero podemos añadir una nueva definición—: el sujeto es el modo de
nombrar la determinación insuficiente, referido a un agujero en la cadena causal.
¿Se entiende, esto? Bueno, me limito a esto, por razones de tiempo, y estoy
tratando de no derivar hacia todos los puntos en los que, tanto en Lacan como en
Freud, está implicada la cuestión de la decisión. En todo caso, lo dejo para otro
día. Es justamente, en la medida que el sujeto está referido a un agujero en la
cadena causal, que el sujeto es invitado a asumir esa causa, aunque la misma sólo
pueda ser asumida en el límite. No habría posibilidad de análisis para alguien que
se plantee como "no tengo nada que ver en lo que me pasa", que sería el colmo
del "Alma bella"...

PARTICIPANTE: ¿Esa es la locura?

Esa es la locura que habría que excluir: a ese "loco", a ese "loco" que se cree que
"es lo que es", y que lo que le sucede es responsabilidad de los otros. Ese loco no
puede analizarse. Pero ven que acá esta palabra, "loco", incluye no solamente a
los que llamamos psicóticos —¿está claro esto?—, y que el tiempo preliminar del
análisis es ver si esta "locura" puede superarse. Pero sin ese pasaje no hay entrada
posible en el análisis.

PARTICIPANTE: La entrada en el análisis estaría


dada por...

Es condición de... — no lo quiero decir tan tajantemente.

Bueno, en este texto vale la pena detenerse en algunos términos, les voy a
mencionar las páginas, para que ustedes lo vean, porque es hora de que le pase la
palabra a Carlos Paola. Por ejemplo, la cuestión de la infatuación, la pueden ver
en la página l61:

...si un hombre cualquiera que se cree rey está loco,


no lo está menos un rey que se cree rey...
y todo lo que sigue.

En cuanto al atractivo de las identificaciones — o sea, esta infatuación resulta de


un atractivo, lo tenemos en la página 166:

...el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo


de las identificaciones...

—pero si habla de "atractivo", se dan cuenta que ya no estamos en una lógica


determinista—

...en las que el hombre compromete a la vez su verdad


y su ser.

Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de


las fragilidades de su organismo, es la permanente
virtualidad de una grieta abierta en su esencia. [...] Y
al ser del hombre no sólo no se lo puede comprender
sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre
si no llevara en sí la locura como límite de su libertad.

Esto está planteado ahora por Lacan en términos de narcisismo, pero después lo
va a plantear en términos de lo simbólico, o de la palabra impuesta.

Una frase muy interesante es la que habla de una insondable decisión del ser. Es
todo un tema, esta cuestión de la decisión, cuya punta tenemos en la página 168
de los Escritos:

Por último, creo que con el desplazamiento de la


causalidad de la locura hacia esa insondable decisión
del ser en la que éste comprende o desconoce su
liberación, hacia esa trampa del destino que lo
engaña respecto de una libertad que no ha
conquistado...

El tema de la decisión sería interesante para quien quiera retomarlo, o dejarlo


para el coloquio final, por ejemplo.

Bueno, Lacan habla también de una seducción del ser, que es algo que ahora voy
a saltear,(13) y —última referencia, por hoy— que "el espejismo de las
apariencias", dice, "exige el inasible consentimiento de la libertad".(14) Se trata
de frases oscuras, y no pretendo en modo alguno que todo esto sea transparente.
Pero digo en cambio que estas afirmaciones de Lacan, y algunas otras que
podemos encontrar en Freud, al mismo tiempo, en la medida que plantean una
"decisión insondable", un "consentimiento inasible", una "elección" supuesta, son
lo que nos permite hacer del psicoanálisis otra cosa que "hacer conciente lo
inconsciente". Otra cosa — porque el objetivo del psicoanálisis no es saber por
qué me sigo orinando, como en el viejo chiste — pero para que pueda pasar a
otra cosa, el análisis debe ser un momento donde algo puede producirse como
novedoso.

LA CLINICA EN SU SINGULARIDAD

Bien, ahora los voy a dejar con Carlos Paola que nos va a leer un interesante
caso. Volví a extenderme más de lo que quería, en fin... Espero que luego
intervengan un poco más, que lo interroguen, que lo expriman, pues el caso invita
a ello y Carlos, entiendo, le ha dado más de una vuelta.

CARLOS PAOLA

Este es el material de un paciente que atendí hace ya varios


años en Consultorios Externos del Ameghino, y lo que quería
comentar es que esto tuvo distintos momentos de escritura,
lo que les voy a leer. Digamos, fue escrito y re-escrito. En
este sentido, le quería agradecer a Ricardo la invitación a
leer este trabajo, porque me habilitó la posibilidad de seguir
pensando algunas cosas. O sea, que algunas cosas que
están escritas acá, algunas conclusiones, bueno, puedo decir
que en algunas cosas pienso distinto. En todo caso, lo vemos
al final.

una cuestión de honor

 
"Lo mío es muy grave, doctor. Lo mío es esquizofrenia
paranoica. Usted que es el Coordinador, consígame rápido
un turno."

Así, por el pasillo que va de mi consultorio al Office de


Adultos del Ameghino, me interceptaba, algo enojado, un
hombre de 41 años, al que llamaré José, en agosto de 1991.

A la pregunta: "¿qué lo trae por acá?"

Responde: "Lo mío es grave, sé que tengo que estar en


tratamiento de por vida porque lo mío es esquizofrenia
paranoica, me lo dijo la psiquiatra de Lanús."

Pregunto: "Pero para usted ¿qué es lo grave?"

Responde: "Imagínese, tuve cuatro internaciones. Fueron


seguidas, hace como diez años. Y desde entonces me he
tratado siempre: en el Alvear, en el Piñero, en el Hospital de
Lanús ..."

De sus internaciones, la única referencia que se logra situar


es una queja: eso que le pasó lo retrasó en su carrera
universitaria recibiéndose de abogado "recién" a los 40 años,
no pudo trabajar por un tiempo, y al no tener dinero, no podía
salir con mujeres.

Intervengo: "Bueno, todo ésto fue hace varios años. Pero hoy
¿qué es lo grave?"

Responde: "Mire, doctor, hoy yo quisiera casarme, tener


hijos, trabajar en mi profesión, ¿me entiende?. Ahora bien, si
se da, se da y si no se da, no se da ¿qué va a hacer?"

Insisto: "Lo que no me queda claro es si para usted hay algo


grave".

Y en ese momento José no respondió a mi pregunta, o al


menos, no directamente. Pero fue a partir de aquí que
comenzó, no sin dificultad, a historiar.
 

Por vía paterna venía de una familia que por generaciones


habían sido verduleros, todos adinerados, menos el padre
quien fundió todos los negocios que tuvo. Finalmente,
hipotecó la casa en que vivían para saldar deudas, pero
perdió vivienda y verdulería. Según el paciente, fueron los
fracasos económicos los que, durante un tiempo, convirtieron
al padre en un alcohólico. Así el padre fue objeto del
desprecio de las dos familias.

"Mis tíos paternos, e incluso mi abuelo, no lo consideraban


un miembro digno de la familia. Mis tíos maternos se creían
por encima de nosotros porque tenían casa propia. Pero lo
que a mí más bronca me daba es que ellos consiguieron
casa propia en el gobierno peronista, sin esfuerzo. Mire,
doctor, el peronismo es lo que detuvo el movimiento
revolucionario en este país. No sé cuál será su ideología, yo
soy comunista, no tome a mal lo que le voy a decir, a lo mejor
usted no lo comparte, pero me alegro de que los que votaron
al peronismo por una botella de sidra o por conseguir un
beneficio personal, ahora se encuentren con un peronismo
que les saque lo que antes les dió. No me alegra que la
gente se muera de hambre, ni me alegra que desaparezca la
clase media. Me alegra que los que se agrandaron porque la
coyuntura económica los benefició, ahora se queden en
bolas."

Era el mayor de los hermanos. Le seguían un varón de 37 y


una mujer de 33, ambos casados y con hijos.

"Los tres somos profesionales. A pesar del desprecio con el


que nos miraban, somos los únicos profesionales de la
familia. De mis tíos y primos paternos, ninguno estudió, a
pesar de tener una holgada situación económica."

José vivía con sus padres en una casa que su papá heredó
cuando murió una amiga soltera y sin familiares, a la que
frecuentaba. El paciente dijo no tener claro si su papá se
acercó a esa señora por amistad, por interés o por calentura.
El suponía que eran amantes, pero de eso nunca se habló. Y
así fue como volvieron a tener casa propia.
Trabajaba "para su padre" en el mercado. Pero el padre no
era dueño de un puesto, sino simplemente empleado. El iba
como ayudante. Y se quejaba de ganar poco. Pero así eran
las cosas: Su padre realmente no le podía pagar más y a él
ese trabajo le convenía porque no tenía problemas para faltar
cuando estaba cansado. Por otra parte en una oficina no
soportaba. Era muy torpe para los trabajos administrativos. A
los 20 años estuvo empleado en una escribanía, y lo tenían
de punto. Allí no duró. En cambio en el mercado, él se sentìa
bien.

En relación a las mujeres, comenzó a hacer una cronología


refiriendo con cada una de las que nombraba si se había
acostado más o menos de 20 veces.

De una, la primera, se enamoró. El tenía algo más de veinte,


y con ella fueron más de veinte veces. Pero la encontró
abrazada con otro. Fue un dolor terrible. Después quiso a
otras, pero a ninguna como a ella.

Hubo otra a la que también quiso, aunque no tanto como a la


primera. El andaba por los 26, 27 años. Con ella también
fueron más de 20 veces. Esta mujer quedò embarazada,
decidieron un aborto, y después de esto las cosas entre ellos
no anduvieron demasiado bien. La relación se desgastó y
finalmente dejaron de verse.

Con las otras fueron menos de veinte veces.

"Además había un grupo de mujeres reservadas. Eso me


ponía mal."

Y durante varias entrevistas eso insistió.

"¿Eran mujeres que a usted le gustaban pero que no le


daban bolilla?"

"¿Eran mujeres que su madre elegía para usted?"

A mis preguntas respondía al principio: "Mujeres reservadas,


Doctor." Luego en una ocasión dijo: "Mi madre las reservaba
y yo ya no podía." Otras veces saltaba de tema en tema
como de surco en surco salta la púa de un disco rayado.

Habían pasado casi tres meses de entrevistas y mientras


escuchaba por decimotercera vez la historia del peronismo:
el 43, el 45, las nacionalizaciones, la muerte de Evita, el 55,
el 73, los montoneros, la muerte de Perón y la liberalización
del partido, me decidí a preguntar nuevamente: "Dígame, a
usted, ¿qué lo trae por acá?"

José se quedó en silencio. Se detuvo su verborragia. Parecía


descolocado por la pregunta. Interrumpí ahí sugiriendo:
"Piénselo, la próxima me lo cuenta."

A la vez siguiente faltó. Pero a la otra vino y cuando llegó


dijo: "Mire, la verdad, es que estuve a punto de no venir más.
Pero usted tiene razón. Yo tengo algo muy importante para
contar. Le soy franco, yo quiero hacerlo, pero cada vez que
lo cuento me va muy mal. Pero su pregunta me hizo decidir.
Si esta vez tampoco me entienden, paciencia, buscaré a otro.
Le cuento: No sé si usted lo sabrá, o se habrá dado cuenta,
yo soy el sucesor de Aristóteles Onasis. Es un hecho
conocido. Salió en los diarios cuando Onasis dijo que yo era
su sucesor. No de su dinero, porque yo no tengo un mango.
Yo soy el hijo de la ignorancia y la miseria más absoluta.
Esto es otra cosa, es una herencia de honor. Y me nombró
su sucesor por el poder que yo tengo. Es la herencia de la
sangre. Es algo que se hereda en mi familia paterna
generación de por medio. No hace falta que sea de abuelo a
nieto, basta con que tenga el apellido. Por ejemplo, yo lo
heredé de un primo de mi abuelo. Al principio yo no me daba
cuenta de lo que tenía. Notaba que la gente me miraba, que
me reconocía, que se acercaba a mí para hacerse famosa,
para usar mi poder. Y ahí entendí que esta cuestiòn de la
sangre era cumplir con una venganza. Así fue como empecé
a escribir cartas. Le escribí al rey de España, ya no recuerdo
con qué excusa, y me la contestó el secretario, porque el rey
no puede. Después le escribí otra carta a la reina Sofía,
también con una excusa, pero en el fondo intentando
levantármela. Se armó un lío bárbaro. Echaron a un
empleado de la Corte porque no se dió cuenta y le llevó mi
carta. Obviamente no me la contestaron. Pero después,
cuando fue el mundial de España, que los reyes salieron por
la televisión, la reina Sofía miró a cámara y me saludó. Ahí
yo me dije: la venganza está cumplida."

"¿De qué se había vengado?" -pregunté-.

"¿No le estoy diciendo?" -respondió- "La venganza de la


sangre."

Sobre el final de esta confesión, al darnos la mano en la


despedida, me preguntó: "Perdón, Doctor, usted ¿cómo me
ve?"

Y aquí fuí yo el que esquivó la respuesta. Puse significación:


"Usted está muy preocupado por cómo sus tíos miraban a su
padre."

"Claro" -contestó- "eso me marcó muchísimo. Pero usted


¿cómo me ve?, ¿es esquizofrenia paranoica lo mío?... Claro,
es muy pronto para opinar."

A las veces siguientes contó que María Julia Alsogaray era


quien más lo había jodido en la vida. Se apoyó en él, le
insinuó que podía casarse con él y tener hijos, y una vez que
se hizo poderosa, comenzó a denigrarlo. Le mandaba
mensajes por televisión, burlándose.

Todo comenzó cuando él se afilió a la UCD.

Pregunté por qué si era comunista se afilió a la UCD.

Contestó que era la única que le quedaba. El se había hecho


comunista porque admiraba mucho a un hombre amigo de
sus padres. El le prestó libros y aprendió mucho. Pero ocurrió
que este señor una vez que tuvo dinero y puso una fábrica
dejó de ser comunista y se hizo peronista. A él esto lo
defraudó porque el peronismo benefició a sus tíos maternos.

"También este hombre, según se decía en el barrio, era el


amante de mi madre. Y yo creo que era verdad porque los ví
en una situación sospechosa."
Pregunto: "¿Fue por eso que se sintió defraudado?"

Responde: "No, doctor, eso no tiene nada que ver. ¿Por qué
será que todos los psicoanalistas insisten con la madre de
uno?" Se ríe. "Por ahí no pasa la cosa. Yo no podía ser
comunista porque el que me enseñó el comunismo se hizo
peronista, y con el peronismo no me iba a meter porque mis
tíos se burlaban de nosotros. El radicalismo es de clase
media y yo soy el hijo de la ignorancia y la miseria más
absoluta. Por eso me fuí a la UCD. Y allí la conocí a María
Julia."

Saca entonces una nota firmada y sellada por la política en


cuestión, pidiendo disculpas por no atenderlo en ese
momento y diciendo que en otra oportunidad podrían
conversar informalmente.

"¿Vió? Informalmente. Eso quiere decir que quería algo


conmigo."

Luego cuenta que su primera internación fue cuando en una


conferencia de la UCD, interrumpió al que estaba hablando,
se puso de pie y desde el palco comenzó a hablar sobre la
herencia de la sangre.

"Mi familia paterna, en realidad, primitivamente tiene origen


griego. Venimos de los antiguos griegos, por eso Onasis me
nombró su sucesor, y por eso yo quería llegar a la reina
griega. Con su saludo la venganza estaba cumplida."

"¿Cuál venganza?" -insistí-.

"La venganza de la sangre" -respondió-.

Volví al ataque: "Pero explíqueme, esta venganza ¿en qué


consiste?."

Contestó: "Es la herencia, es lo que heredé."

Les doy una cronología que está reconstruida, es


aproximada:
1971: (21 años) Primera novia. Es la que le metió los
cuernos.

1976: (26 años) Segunda novia.

1977: (27 años) Aborto.

1982: (32 años) -Guerra de malvinas.

-Carta al rey.

-Carta a la reina.

-Mundial de España (06-82).

-Acto UCD (07-82). (1ra. internación)

1991: (41 años) Consulta en el Ameghino.

También había armado, en el trabajo, una especie de árbol


genealógico:

Primo del ----------- Abuelo Paterno

Abuelo (verduleros)

*|

* (1) |

Amante Onasis * Padre Madre --- Tìos Maternos

de la Madre * \ / (peronistas)

* *(2) * \ /

(3) * * * \ /

* * * * * * José --- Hno --- Hna

*|
*|

* Sobrino

(4) * |

*|

* Hijo del

Sobrino

(1) Herencia de la sangre

(2) Herencia de Honor

(3) Comunismo

(4) Transmisión de la Herencia

Lo que venía del primo del abuelo era la herencia de la


sangre. Lo que viene de Onasis es la herencia del honor. Del
amante de la madre viene el comunismo.

José trajo un día, lo que para él era un precioso tesoro: su


correspondencia. La carta de María Julia, la carta del rey de
España, contestada por su secretario.

"A Corazón Aquino le escribí felicitándola por la vuelta de la


democracia. Me la contestó. ¿Ve?, es ésta. No le estoy
mintiendo. Después le escribí otra pero no me la contestó, yo
creo que porque era evidente que me estaba lanceando."

También le escribía a las artistas, que para él, son todas


prostitutas.

"En realidad todas las mujeres son prostitutas. El lugar de la


mujer siempre termina siendo el de la prostitución. Se casan
para mejorar económicamente, o para dejar de trabajar como
hizo mi madre. Claro que las de la farándula cobran
directamente y mucho. Son putas finas."
Un día dice: "Todos los de la UCD son burgueses, o si no lo
son, lo aspiran."

Intervengo: "Usted también es de la UCD, esto que dijo ¿lo


incluye?".

José se queda perplejo por un instante y luego dice: "Me


gustaría serlo. Quisiera ser un burgués para vivir sin laburar."

Intervengo: "Los burgueses se quedarán con la plusvalìa,


pero trabajan."

Responde: "No, doctor, esa es la concepción marxista que


estuvo vigente hasta la década del `70. Usted habla de los
burgueses como los dueños de los medios de producción.
Eso es viejo. Ahora hay una nueva clase burguesa que no
labura: deportistas, artistas y políticos."

Confirmo: "Usted quiere vivir como un magnate y sin laburar."

José asiente: "No le quepa la menor duda. Y escribo cartas


con la ilusión de algún día pertenecer a ese ambiente. Y me
codician, doctor, si le escribo a una, la otra se pone celosa.
Me quieren por mi poder, pero como no tengo dinero, no
pasa de seducciones que me hacen... Pero yo igual insisto, a
lo mejor algún día..."

Le completo la frase: "Una artista le da bola y lo mantiene."

José asiente sin sorpresa.

Ya llevaba unos seis meses de confesión y unos nueve de


tratamiento. Por ese entonces comencé a notar que no
aparecían nuevos despliegues.

Un día, al término de una sesión, José volvió con su


pregunta: "Doctor, usted, ¿como me ve?"

Respondí: "Bien, lo veo bien."

José se sonrió: "¿En serio, Doctor?"

"Sí", confirmé.
A la vez siguiente José me pregunta a dónde lo voy a derivar
cuando termine el tratamiento. Le respondo que cuando el
tratamiento se termine, se termina: no hay derivación a
ningún otro hospital.

Entre contento y asustado José dice: "¿Usted me ve bien?


¿No necesito más?"

Confirmo: "Así es, usted no necesita más."

"¿Sabe lo que pasa? Tantos años con las muletas que ahora
dejarlas de golpe no sé qué me da. Yo precisaría para
terminar unas diez sesiones más."

Yo acepto.

En el espacio que se inicia en esas diez sesiones, José me


dice que es la primera vez que tiene un doctor que no se
confabula con María Julia en su contra. Me lo agradece y
refiere que en todas las ocasiones anteriores cada vez que él
empezaba a contar lo de la herencia de la sangre, le
enchufaban Halopidol.

Comenta también que no veía la hora de dejar de pasar de


hospital en hospital. Tantos años, estaba cansado. El
siempre fue un buen paciente esperando el día en que ya no
estuviera enfermo y empezar a vivir normal.

Pero hay algo que no entiende: "Antes yo creía en las


mismas cosas que ahora. Antes necesitaba, ¿por qué ahora
no necesito tratamiento si yo creo en lo mismo? Bueno, hay
algo en lo que no creo más. Ya no creo en el cornicino."

Pregunto: "¿Qué es el cornicino?"

Responde: "Un animal mitológico con protuberancias en la


cabeza."

Interrogo: "¿Cómo eran esas protuberancias?"

Contesta: "Cuernos, doctor, eran cuernos. Pero salvo en el


cornicino yo sigo creyendo en lo mismo ¿por qué ahora no
necesito y antes sì? En algún punto yo sé que estoy mejor.
No puedo evitar que María Julia se entere de toda mi vida,
pero no me dirige la mente. Antes yo cumplía con todos los
mensajes que me mandaba por televisión, ahora los oigo,
pero sólo me causan gracia. Pero ¿por qué yo ahora no
necesito si yo sigo creyendo en lo mismo?"

Al sancionar que no necesitaba más, una pregunta parecía


retornarle. Y yo la tomé como un punto donde algo de la
producción delirante resultaba egodistónica.

Le dije entonces: "Una cosa es necesitar, otra cosa es


querer. Una cosa es que un médico le diga que usted
necesita tratamiento, y otra cosa es que usted quiera
sostener un tratamiento."

José dice que me entiende, pero a medias.

Le pregunto entonces: "¿Seguir creyendo en lo mismo, es


algo que a usted le preocupa en algún lugar?"

Responde: "En absoluto. A mí lo que me preocupa es que no


voy a tener hijos para poder transmitir la herencia de la
sangre."

Le digo, que según él me contó, basta con el apellido y que


sea generación de por medio.

A José se le ilumina el rostro: "Entonces, un hijo de mis


sobrinos puede heredarlo. Tiene usted razón, doctor. No
sabe cuánto me alegra darme cuenta de esto."

José fue haciendo la cuenta regresiva. A él le gustaría


trabajar de abogado, casarse y tener hijos. Pero volvía a
decir: "Si se da, se da y si no se da, no se da. ¿Qué va a
hacer?"

José se fue contento.

Y yo me quedé con la pregunta de si era tan absoluto que no


le preocupaba en ningún lugar seguir creyendo en lo mismo.
Ahora bien, más allá de mis fantasías de poder "neurotizarlo",
hay un dato: José se pregunta.

Pero la interrogación parece ir más a la necesidad de


tratamiento que a sus creencias. Porque precisamente, si en
esta cura hay alguna dirección, es la que va desde un estar
en tratamiento de por vida porque "lo mío es grave", hasta la
alegría por la deshospitalización.

Creo que esta cura posibilita también dos cuestiones:

1- La resolución de la transmisión de la herencia: "Basta con


el apellido y generación de por medio" permitió introducir un
sustituto de ese hijo que no tiene.

2- La formulación de su aspiración de ser un magnate: "todos


los de la UCD son burgueses, o si no lo son lo aspiran". Y
esto, lo incluye. Fue precisamente de un acto de la UCD de
donde se lo llevaron directamente al Borda y sin escalas.
Acontecimiento que salió en todos los diarios.

Ahora bien, ¿cuándo comenzó a formularse esa "sintaxis


original"? ¿En el punto neurálgico de nuestra historia que fue
la guerra de Malvinas (ver cronología), en tanto la venganza
quedará cumplida en relación a una reina? ¿Tal vez unos
años antes a raíz del embarazo y del aborto de la segunda
novia ya que la transmisión de la herencia está en el centro
de su problemática? ¿O comenzó a formularse a partir de la
infidelidad de su primera novia que lo convirtió en
"CORNICINO" como el padre?

Luego, si la venganza estaba cumplida con el saludo de la


reina (junio '82), ¿por qué el acto de interrumpir el acto
fundacional de la UCD gritando desde el palco? (julio '82).

En el momento del corte José propone la instancia de venir


de tanto en tanto a conversar, a "chequearse". Yo acepto. Así
comienza a solicitar una entrevista cada tres meses
aproximadamente. Se suceden la enfermedad y la muerte de
la madre a quien cuida, acompaña y reemplaza en las tareas
domésticas.
Finalmente, a mediados del '95, en la última entrevista que
solicitó, dijo: "la muerte del hijo del presidente me ha
cambiado totalmente la vida. Ahora sé que tampoco los más
poderosos están exentos de las desgracias. Ni el que maneja
el destino de los argentinos pudo evitar la muerte de su
propio hijo. He comprobado que las desgracias le ocurren a
cualquiera; y esto me ha llevado a unas crisis, crisis no de
angustia o miedo, sino de reflexión y cambio. Primero me
pregunté: si yo no soy el sucesor de Onasis ¿quién soy?.
Pero después le encontré una respuesta: Yo soy ése que
soñó con ser el sucesor de Onasis. Soy ese que soñó para
olvidarse de la ignorancia y la miseria. Soy ése que se
reconfortó soñando."

Quería comentar una cosita más. Digamos que en el planteo


de esta idea, yo lo que creo es que lo que habita esta idea,
me parece a mí, al volver a leer el trabajo, es que sería más
o menos así: por una cosa más o menos fallida en lo
simbólico, el sujeto no puede incluirse en la cadena
generacional; entonces, con esta cuestión delirante, él habría
comenzado a suplir esa falla, y entonces esta reparación es
como que queda detenida acá, en la historia de la venganza,
y que, supuestamente, con esta cuestión de la transmisión,
completaría la reparación, o sea, sería una reparación de la
reparación. Me parece que esta sería un poco la idea, que en
realidad, digamos, además de las cosas que se puedan decir
en general, en la que me detengo es que está pensada la
idea como que esto es fijo, entonces, esta ortopedia de esto
que está acá, pensada como fijo, entonces podría repararlo,
pero esto parece ser que es algo que va cambiando de forma
todo el tiempo: él ya no cree en el "cornicino", ya se ríe de los
mensajes de la televisión, después deja de creer que es el
sucesor de Onasis, entonces, obviamente esto no es fijo. Por
otro lado creo que esto tiene otro valor, lo del tema de que
"basta con el apellido y generación de por medio". En ese
momento la idea era que con la lógica delirante le
completaba la cosa y cerraba la cadena generacional, creo
que pensaba eso. De todos modos, sigo pensando que esa
intervención de "basta con el apellido y generación de por
medio", creo que es una buena intervención, porque lo ubica
de otra manera con respecto a esta imposibilidad de tener
hijos. Por otro lado, la idea que yo tenía es que, con todo
esto, lo que se hacía era estabilizarlo. Esta era una de las
primeras cosas que yo pensaba, y en realidad lo que yo creo
es que cuando José viene a consulta está estabilizado: él
estuvo tres meses hablando de un montón de cosas y en
ningún momento, salvo esto que apareció relativo a lo que
puede ser una holofrase, "mujeres reservadas", lo demás
permanecía preservado, no irrumpía en su discurso. Por otro
lado la medicación que estaba tomando era un neuroléptico,
sí, pero en bajas dosis. Bueno, esto por un lado. Lo que creo
es que lo central es cuando decía que la dirección del
tratamiento es esto, entre un estar en tratamiento de por vida
hasta la alegría por la deshospitalización. En ese sentido,
sigo pensando lo mismo. Ahora, otra cosa que quiero situar
es la sorpresa porque él pregunta, me doy cuenta que en el
texto lo que está es esta cuestión de si hay certeza cómo va
a preguntar. Es más, él ya llega con una pregunta, "¿Usted
cómo me ve?", y después la otra cosa es cuando yo me
sorprendo por la pregunta, cuando él dice "¿por qué ahora yo
no necesito más?", cuando lo leía me inclinaba más a pensar
cómo esto, "uno me dice que tengo que estar en tratamiento
de por vida y otro me dice que no", tiendo más a pensarlo de
esa manera.

Por otro lado, releyendo esto me acordé de dos cosas que


omití en el escrito, una es que en una oportunidad José contó
que este primo del abuelo escuchaba voces, y que una vez
estas voces le ordenaron matar a la esposa. La orden fue
cumplida, mató a la esposa —el primo del abuelo, es de
donde viene la herencia de la sangre—, y este hombre, a
apartir de ahí fué internado en un hospicio, y quedó internado
hasta que murió. Y la otra cosa es, que en una de las últimas
entrevistas cuando venía una vez cada tres meses, en un
momento me dice, así, como al pasar —yo no lo detuve, por
otro lado, supongo que sería por esto que estaba
comentando, de la idea de la ortopedia—, que a él lo de un
hijo del sobrino no le quitaba su preocupación por no tener
hijos. Entonces yo me quedé pensando: si la herencia de la
sangre, entre otras cosas —porque no digo que sea lo único
—, pero entre otras cosas, la herencia de la sangre me
parece que está dando cuenta de la versión familiar, que
concibe como hereditaria la etiología de su enfermedad. Me
parece que se trata de eso, de la versión familiar de su
locura: "la heredaste del primo de tu abuelo".

Por otro lado, leyéndolo ayer se me armó esto: ¿este hombre


está preocupado porque no puede concretar su anhelo de
tener hijos o está preocupado en no tener hijos? Esto se me
ocurrió cuando me acordé de cuando dijo que lo del hijo de
su sobrino no le quitaba su "preocupación por no tener
hijos"... me sonó como que estaba preocupado en "no tener".

Bueno, dos cosas más. Una, que hoy, por ejemplo, "la
herencia de honor" yo la pensaría más como la versión
paranoide de la novela familiar. Uno podría decir sueño que
lo reconforta. Ayer, releyendo la novela familiar, me decía
que la venganza y la ley del talión es uno de los temas
preferidos de estas fantasías, bueno, creo que hoy podría
decir eso. Y la otra cosa que yo, honestamente, no puedo
avanzar, y me sigue sorprendiendo, y no sé cómo seguir
pensándolo, es cuando él dice "si yo no soy el sucesor de
Onasis, ¿quién soy?", y después dice "soy ese que soñó con
ser el sucesor de Onasis, soy ese que soñó con olvidarse de
la ignorancia y la miseria, soy ese que se reconfortó
soñando". ¿Cómo formula él eso que fue su producción
delirante? ¿Cómo él habla de esa producción que él tuvo?

Bueno, aunque ya son las doce, dediquemos unos minutos más a dialogar entre
todos.

PARTICIPANTE: Me gustaría preguntarte qué


pensaste en relación a esto de la preocupación por no
tener hijos, como lo pasás a la cuestión de no tenerlos.

CARLOS PAOLA: Son ideas que las tengo recién


sacadas del horno, porque en realidad fue algo que se
me ocurrió ayer cuando releí otra vez en trabajo. En un
momento se me ocurrió esta idea: si él heredó esto del
primo del abuelo, ¿está preocupado en transmitirlo o
en no transmitirlo? Pero no sé...

Me pareció interesante una observación que hiciste al pasar. Si te entendí bien, tu


preocupación primera era la de estabilizarlo, hasta que te diste cuenta de que el
paciente ya estaba estabilizado. O sea que, más bien que en estabilizarlo, la
marcha de esta cura fue en el sentido de ayudarlo a progresar en la dialéctica de
su delirio. Digamos, ayudarlo a llegar a una conclusión a la que el paciente tal
vez, por sí solo, no podía llegar. No parece demasiado, en principio, aunque debo
confesar que la frase final —"soy ése que..."— es lo más parecido al "tú eres eso"
que podamos imaginar... o al Wo Es war... Hay ahí una subjetivación de cierto
camino recorrido que es impresionante. "Yo soy aquél que soñó..." — ésa es una
"vuelta carnero" que no demasiados neuróticos podrían testimoniar haber dado.

PARTICIPANTE: Es como la imagen de la


normalidad, se normalizó con eso...

Bueno, no nos entusiasmemos tanto. Lo que acabo de decir era como el prólogo a
una pregunta que quería formularle a Carlos. El portaba un síntoma, que consistía
en que, si bien él ya no le daba bolilla, no se sentía dirigido por eso, por los
mensajes de María Julia, no obstante él seguía recibiendo esos mensajes. ¿Eso
como siguió?

CARLOS PAOLA: No habló nada de eso, y yo


tampoco le pregunté. Lo único que dijo es que estaba
contento porque había leído en el diario que estaban
filmando en Colonia una película cuyo título era "De
eso no se habla", y que él tenía la esperanza de que
fuera una película sobre su vida. Esto lo dijo al
principio, digamos, cuando empezó a venir una vez
cada tres meses. Tenía la esperanza de que fuera sobre
su vida porque, de esas vivencias que él tenía, él sabía
que de eso no se habla.
PARTICIPANTE: Yo pensaba, en relación a esto de
tener hijos — vos pedías que interviniéramos en
función de las cosas que nos son evocadas por el caso
— yo trabajo en un psiquiátrico, y veo que muchos
pacientes psicóticos, después del episodio, cuando
salen y hablan de lo que les pasó antes, suelen decir
esto de que "yo querría ser una persona normal",
hablan de eso como "esas ideas que tenía cuando yo
estaba loco, ahora soy normal, quiero tener hijos,
formar una familia, ser una persona normal como los
demás"... Lo veo mucho.

KARINA GLAUBERMAN: Primero, que el relato me


pareció muy interesante, pero lo que me surgía era una
pregunta, que no sé si voy a poder formalizar, pero
que... Me pareció como que había como dos guías de
intervención, que están como muy presentes en la
clínica con la psicosis... En este caso, me parece que al
principio hay un tipo de intervención que tiene que ver
con, no me acuerdo ahora exactamente cómo era, pero
era algo que apuntaba a que él no había sido
suficientemente mirado, como el padre en relación a
los tíos, o algo por el estilo. Es un tipo de intervención
que uno le podría hacer a cualquiera, a un neurótico o
a un psicótico. Pero después la cura avanza más por el
lado de la intervención en el plano del delirio, cosa en
la que uno está... yo no sé si tentado, en el trabajo con
la psicosis, pero es como una bola con la que uno
entiende que uno tiene que hacer algo, porque es algo
tan compacto, en general, no como un avance,
digamos, del paciente. Me parece que la cura avanza
un poco por ahí, en la resolución que promueve en
relación a la transmisión, tiene que ver un poco con
esta vía, pero él parece responder por la otra vía, en
realidad, cuando dice que "esto era un sueño"... Es
como una respuesta: "en algún momento anhelé un
montón de identificaciones, que me construí, y que
ahora no las necesito más". No sé si se entiende la
pregunta, pero es como una duda que tengo respecto a
por qué es necesario intervenir por el lado del delirio,
o si es por ahí que progresa la cura en relación a la
psicosis, o la cura progresa cuando uno logra
mantenerse más allá de eso. Pensar eso, que realmente
a mí también me evoca la novela familiar del
neurótico, o sea, todo el relato, todas esas
construcciones que uno podría pensar como algo que
tiene que ver con cierto movimiento de salvar al padre,
en relación a una cierta venganza por los cuernos que
le metió la madre, etc. No sé si se entiende lo que
quería preguntar. Digamos: si la intervención tiene que
ver por el lado del delirio, si hay que trabajar en
relación a eso, o el trabajo avanza justamente por no
agitarnos nosotros, por no entrar en una cierta
agitación en consonancia con el paciente en relación al
delirio, y mantenerse en cierta orilla.

Bueno, mirá, yo lo que veo, en la serie de cuatro casos que hemos tenido, es que
algo que me parece muy destacable en los cuatro, es que nunca hubo un llamado
al orden, en relación al delirio. Más allá de las ideas que se hace el analista acerca
de lo que hace —porque no importa las ideas que se hace acerca de lo que hace,
el asunto es lo que efectivamente hace, ¿no es cierto?—, más allá de las ideas que
alguno pudo haber tenido —"voy a construirle un delirio", "voy a estabilizarle el
delirio", "voy a neurotizarlo", lo que sea—, lo que está claro, me parece, en los
cuatro casos —habría que volver a leerlos con tranquilidad—, es que la eficacia
que se pudo observar no fué tanto por "seguirle la corriente", como se dice, en el
sentido de "seguir al loco por donde dispara", sino por haber encontrado un lugar
para instalarse en la lógica del delirio, y llevarlo así a dar un paso más. En los
cuatro casos, eso tuvo efectos.

GERARDO BETTINOTTI: Quiero decirte que en


principio me pareció muy interesante la presentación,
y cómo avanzaste en la producción del delirio. Es
verdad, concuerdo con esto. Pero me queda una duda
en cuanto a qué pasará con su delirio. Por lo siguiente,
es muy interesante cómo cierra, parece estabilizado,
pero sin embargo lo que cuestiona es la herencia
"aristotélica", por así decir, por Aristóteles Onasis,
pero no cuestiona la "herencia de sangre", que es el
punto donde retorna la ferocidad de la venganza
materna, o de una mujer. No sé si escuché bien, pero
me parece que lo que él cuestiona es la herencia de...

[el resto de la reunión no fue grabado]

NOTAS
(1) Jacques LACAN, «Acerca de la causalidad psíquica», en Escritos 1, p. 166.

(2) "...el sujeto no se constituye sino sustrayéndose a ella y descompletándola esencialmente por deber a la
vez contarse en ella y no llenar en ella otra función que la de falta", escribe Lacan en «Subversión del sujeto y
dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano». Cf. la p. 786 de los Escritos 2.

(3) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y fundamentos. Red de Seminarios de la


Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998. Publicado en fichas.

(4) Sigmund FREUD, «Sueño y telepatía», en Obras Completas, Volumen 18, Amorrortu editores, Buenos
Aires, 1979.

(5) He ampliado lo que desarrollé suscintamente en el seminario, acerca de la proyección como obstáculo a la
acogida del testimonio psicótico, basándome en lo que al respecto expuse en un seminario dictado hace seis
años — cf. Patricia RAMOS y Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Las dit-mensiones del síntoma, seminario
en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, con los auspicios de la Secretaría de
Extensión Universitaria, 1992. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(6) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Freud-Lacan: efectuaciones del retorno. El retorno borromeo,


Seminario dictado en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1990, publicado en fichas. «El retorno borromeo.
Presentación nodal del retorno a Freud», intervención en el Seminario Topología y Psicoanálisis, Escuela
Freudiana de Buenos Aires, el 14 de Noviembre de 1990, publicado en ficha. «El Padre: la falta en Freud»,
publicado en el libro de AAVV, El Padre en la Clínica Lacaniana, Escuela Freudiana de Buenos Aires /
Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 1994. «Freud-Lacan: un irreductible tres», intervención en el
ciclo Irreductible Tres, Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 31 de Octubre de 1991. El Seminario «El
sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos
Aires, 1995. Publicado en fichas.

(7)"En verdad, he llevado un poco más lejos mi concepción del sentido existencial del fenómeno,
comprendiéndolo en su relación con lo que he denominado prematuración del nacimiento en el hombre [...]
desarrollo psíquico. Comienza este último, y ya están, pues, vinculados el Yo primordial, como esencialmente
alienado, y el sacrificio primitivo, como esencialmente suicida. Es decir, la estructura fundamental de la
locura" — cf. Escritos 1, pp. 176-177.

(8)"...una forma de causalidad, que es la causalidad psíquica misma: la identificación; ésta es un fenómeno


irreductible..." — cf. Escritos 1, p. 178.

(9) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en la
Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas.
(10) "Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que el hombre
compromete a la vez su verdad y su ser. / Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades
del organismo, es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia. / Lejos de ser «un insulto»
para la libertad, es su más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento. / Y al ser del hombre no
sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la
locura como límite de su libertad" — cf. Escritos 1, p. 166.

(11) Escritos, p. 127.

(12) "Ahora bien, esa causa es lo que recubre el soll Ich, el debo de la fórmula freudiana, que, de invertirse su
sentido, hace brotar la paradoja de un imperativo que me insta a asumir mi propia causalidad" — cf. Escritos
2, p. 843.

(13) Escritos, p. 167.

(14) Escritos, p. 177.

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro. 7 - Sábado 29 de Agosto de 1998


 

Insisto en la necesidad de mantener el horario de comienzo, sea cual fuere el


número de los asistentes. Lo que pudimos comprobar la reunión pasada es que
cuando nos damos un tiempo suficiente para la exposición del caso, para que éste
pueda transmitirse con tranquilidad, sin apuro, y nos damos igualmente un
tiempo para la discusión posterior, todos salimos ganando. Así que hoy renovaré
mis esfuerzos por ajustarme al horario convenido.

Les digo que sigo pensando las dos propuestas que les adelanté en nuestro último
encuentro, me refiero a la posibilidad de dedicar al menos una reunión, en la que
nos distribuiríamos en pequeños grupos, para discutir al menos los casos que se
han presentado hasta ahora, y ver qué preguntas surgen de ahí. Podría ser como
un ensayo de tarea de taller, que serviría para este año, o para otro, si es que
seguimos. Y la segunda propuesta es que me gustaría que tengamos una última
reunión en la cual, en lugar de que haya una exposición, pudiera haber
presentación de trabajos o pequeños escritos — no hace falta que sea un artículo,
podría ser una hoja donde tal o cual participante, o un grupo de participantes,
planteara una conclusión respecto del trabajo que hemos efectuado a lo largo de
este seminario, o preguntas que eventualmente podrían ser retomadas en otra
oportunidad. Si este plan efectivamente lo concreto, nos quedarían por delante
cinco o seis reuniones, contando la de hoy, nada más. Por eso les voy a pedir que
hoy, en la tercera parte de la reunión, o aunque sea después de la reunión, me
hagan saber por dónde pasaría primordialmente el interés de ustedes, quiero
decir, qué punto especial relativo a la psicosis, de todos los que no hemos
considerado todavía, les gustaría que estuviera en el centro de nuestros próximos
encuentros.

El interés mío, creo que ha quedado más o menos claro, a lo largo de estas
reuniones, que no es tanto el de exponer una doctrina, sino el de darnos un
ámbito propicio para la reflexión y para el cuestionamiento de muchas cosas que
pasan por doctrina establecida. Esa ha sido mi estrategia, hasta el momento. En
este sentido, les decía, yo no tengo ningún apuro por desarrollar nada; lo que no
desarrolle este año lo desarrollaré en otro. Lo que en cambio me interesaría saber,
y eso es lo que les pido especialmente, que me lo hagan saber, al final de la
reunión, en la tercera parte de la misma, o al menos luego la reunión, por escrito,
como hacen algunos, que me hagan saber por dónde pasaría primordialmente el
interés de ustedes, en este sentido: me parece que habría, para estas reuniones que
nos quedan a partir de la próxima, dos caminos-medios para abordar lo que más o
menos ha ido precipitando en las últimas reuniones como eje de mi interés, que
es la cuestión de la Verwerfung. Un camino sería detenernos en una puntuación
—de todos modos somera, porque no nos quedan tantas reuniones— en una
puntuación del Seminario 3 de Lacan, sobre Las psicosis. Esa sería una
posibilidad, y entonces quedaría para otro ciclo el escrito «De una cuestión
preliminar...» El otro camino es, si les parece que el Seminario 3 está más o
menos... no digamos "claro", porque siempre es posible encontrarle una vuelta
más a los textos de Lacan, como a los de Freud, pero sí que no forma parte del
interés inmediato de ustedes —y yo creo que siempre hay que trabajar con el
interés, porque nunca se va tan lejos como cuando uno está movido por las ganas
—, entonces, si les parece que el Seminario 3 no es tan interesante para ustedes,
pasaríamos directamente al escrito «De una cuestión preliminar...» entonces, mi
pregunta es: ¿a qué prefieren que me dedique en las tres o cuatro reuniones que
nos quedan?.

DE LA VERWERFUNG FREUDIANA A LA FORCLUSION
GENERALIZADA

 
El panorama que nos ofrece la línea de la Verwerfung es bastante amplio.
Nosotros ya hicimos un primer recorrido por la Verwerfung en Freud, y hoy
entraríamos en la cuestión de la Verwerfung en Lacan. Van a ver que esta
cuestión, en Lacan, no es tan simple, que tiene bastantes vueltas, y a mi entender
no es tiempo perdido detenernos en las estaciones intermedias, precisamente
porque, en lo que podríamos denominar un poco exageradamente "la estación
final", las cosas no están tan claras como a veces se piensa. Por ejemplo —he
aquí un breve pantallazo—, vamos a ver que en sus primeras aproximaciones a la
noción de Verwerfung, Lacan la va a hacer equivaler a la represión primaria, a la
no-Bejahung, a la Ausstossung, es decir, introduciendo la noción
de Verwerfung en textos de Freud en los que Freud no había mencionado
la Verwerfung.

Luego, cuando en el Seminario 3, que es un Seminario — pese a su título, Las


psicosis, es un Seminario que se dedica no sólamente a la psicosis, sino, por lo
menos tanto como a la psicosis, a introducir el registro de lo simbólico en su
radical autonomía, o sea que hay ahí un primer esbozo de la teoría del
significante en Lacan — en ese Seminario podemos constatar
que Bejahung y Ausstossung, o Bejahung y Verwerfung, van a tener una
aproximación en relación a lo que sería la constitución de un orden simbólico
como un "interior", un registro de lo real como "excluido", para luego terminar el
Seminario, como acotando la noción de Verwerfung en tanto una operación
ejercida sobre un significante en particular, no cualquiera, un significante que
tiene una importancia primordial en el orden simbólico, que es el significante del
Nombre-del-Padre, y entonces es ahí donde, al final, en la última clase del
Seminario, Lacan propone traducir Verwerfung por forclusión, y más aún, puesto
que además dice: "no retorno a la noción de Verwerfung de la que partí", es decir,
que la "traducción" —que no es una traducción, eso lo tendríamos que ver en
detalle—, la "traducción" de Verwerfung por forclusión implica un trastorno en el
concepto, y un "no retorno". — No obstante, pese a ese "no retorno" proclamado
al final del Seminario 3, la verdad es que la noción de Verwerfung retorna a lo
largo de los años en la enseñanza de Lacan, y la forclusión también retorna, y ya
no sólamente como algo ejercido sobre el significante del Nombre-del-Padre,
sino también sobre otras cosas, que por el momento dejo de lado.

Lo que con estos breves y desordenados apuntes trato de sugerirles es lo que de


algún modo tenemos por delante como tarea, a saber, que hay ahí, en esa
articulación entre la Verwerfung freudiana y la forclusión lacaniana, una relación
complicada, algo que complique tal vez no sólo a este par de nociones, sino quizá
a algo más general, a la relación Freud/Lacan en su conjunto, pero al menos,
digamos, pues quien mucho abarca poco aprieta, digamos que eso seguramente
no está tan claro como se pretende en el "catecismo freudolacaniano" circulante
— más aún cuanto que el estatuto mismo del Nombre-del-Padre es
problematizado a partir de que, como ya lo hemos adelantado, el Nombre-del-
Padre en los Seminarios 3, 4 y 5 está al servicio de plantear la eventualidad una
falla contingente de la estructura —es decir, cuando la estructura carece del
Nombre-del-Padre, aparece en su lugar un agujero en la estructura—, pero a
partir del Seminario 6, con el segundo "gran secreto del psicoanálisis" que
introduce Lacan en ese Seminario, es decir, que "No hay Otro del Otro", la falla
en la estructura ya no es contingente, es imposible que no la haya, lo que implica
que el estatuto del Nombre-del-Padre mismo debe ser revisado, y que eso va a
dar lugar a lo que se suele denominar como "la pluralización del Nombre-del-
Padre", es decir, los nombres del padre en lugar de el Nombre-del-Padre, y una
puesta en primer plano de una noción que no existe como tal en estos primeros
Seminarios, que es la noción de objeto a — lo cual va a tener enormes
implicancias incluso en cuanto a la dirección de la cura, a la posición del analista,
etc, etc. Por último, en cuanto a lo que yo llamaba la "estación final" en Lacan, lo
que es meramente un modo de hablar, tenemos la cuestión de que, con la
introducción del nudo borromeo y con la propuesta del Nombre-del-Padre como
nominación que introduce la distinción de los registros, esto implica una
necesaria revisión del aforismo que parece desprenderse de la primera
introducción de la noción de Verwerfung en Lacan, que es que "lo rechazado de
lo simbólico retorna en lo real", porque, precisamente, la equivalencia de los
registros, su indistinción, plantea que, previo a la posibilidad de una fórmula tal,
que supone ya distinguidos los tres registros como tales, previo a eso es todavía
la distinción de los registros como tales. Es decir, que para que algo sea
rechazado de lo simbólico y retorne en lo real, primero tenemos que tener
distinguidos lo simbólico y lo real. Y esto, más aún, se complica cuando,
contemporáneamente a esta necesaria revisión del estatuto de la Verwerfung por
vía de este aforismo, aparece un término altamente problemático en el Seminario
sobre El sínthoma, y ya referido a Joyce, que es la cuestión de la "Verwerfung de
hecho" — "Verwerfung de hecho" que a mi entender debe leerse por oposición al
término que no está, es decir "Verwerfung de derecho". Si llego a eso alguna vez
—he llegado en otros seminarios, pero no en éste—, habría que introducir lo que
sería propiamente una Verwerfung "de derecho" como diferente de una
"Verwerfung de hecho", es decir, esclarecer qué le agrega, o qué le quita, a la
noción de Verwerfung, ese "de hecho" al que convendría devolverle su estatuto
de misterio — cuestión que me parece altamente actual porque, a partir de estos
últimos desarrollos, ha salido, en el lacanismo, o en el post-lacanismo, no sé
cómo llamarlo, una doctrina de la forclusión generalizada que a mi modo de ver
necesita ser cuestionada — pero para eso es imprescindible tener previamente
algunos esclarecimientos respecto de qué es la forclusión, en la medida que esta
generalización de la forclusión resulta de identificar la forclusión a cualquier
ausencia, con más recaudos en algunos autores, con menos recaudos en otros
autores. Entre los millerianos, por ejemplo, la forclusión se generaliza cuando se
incluye como forcluido el significante de La mujer en la neurosis, o el
significante del sujeto, o cualquier "incifrable" que pueda postularse por ahí —el
goce, en general, o el no hay relación sexual, lo cual, por un camino a mi
entender no obstante un poco torcido, no deja de apuntar a una cuestión clave—,
y después tenemos otros autores en los que este término milleriano ha prendido,
aunque no se sitúen como millerianos, por ejemplo Harari en su libro sobre
Joyce, para quien ya cualquier "no hay" que se pueda predicar de la estructura
queda sin más asimilado a una forclusión: "no hay Otro del Otro" o "no hay
metalenguaje", por ejemplo. Me parece un poquito exagerada, esta super-
generalización de la forclusión generalizada. Pierde de vista algo que me parece
importante destacar, a saber, que en la emergencia de la noción de forclusión ésta
está referida a lo que sucede cuando no está un significante, el del Nombre-del-
Padre, que es postulado en ese momento como debiendo estar —si no está,
porque nunca estuvo, o porque se lo rechazó, decimos que está forcluido—,
mientras que el significante de La mujer no se supone que deba estar presente en
la estructura —no porque haya sido forcluido, es que la estructura del sujeto
depende de la estructura de un lenguaje que se equivoca "matemáticamente" al
formular la diferencia de los sexos, como dice Lacan en su Seminario sobre La
lógica del fantasma—; del mismo modo, "no hay Otro del Otro" o "no hay
metalenguaje" no resultan de ninguna operación de exclusión o rechazo, sino, al
revés, de la necesaria introducción del sujeto en la batería del significante, en la
que "el sujeto no se constituye sino sustrayéndose a ella y descompletándola
esencialmente por deber a la vez contarse en ella y no llenar en ella otra función
que la de falta".(1)

A mi modo de ver no tiene sentido esa extensión, esa "generalización" de la


noción, porque, y además de las anteriores consideraciones, sobre las que he
abundado en otros sitios, si hay algo que sí se mantiene en el transcurso de los
cambios que ha sufrido la noción, es que la forclusión, como la Verwerfung, o
como la represión misma, no puede ser disociada de un modo especial de
retorno. Identificarla a una pura falta, a cualquier "no hay" que pueda predicarse
de la estructura, y desvincularla de lo que retorna, de la manera en que retorna,
me parece que lleva a perder la noción.

Bueno, este es como el panorama general, y ya les digo que no creo que
lleguemos, por lo menos este año, a abordar esos puntos, pero creo en cambio
que sí podremos introducir, primero, problemas en una noción que aparentemente
no ofrece ningún problema, para ver si de allí salimos con alguna claridad que
nos permita abordar mejor estos problemas últimos. Por eso les decía que para mí
no sería tiempo perdido retomar el Seminario 3, pero eso lo dejo al arbitrio de
ustedes.

En fin, para terminar con esta introducción, aprovecho para decirles que están en
la secretaría de la Escuela las fichas de este seminario; han salido publicadas creo
que hasta la 5. Y a los que además del tema de este seminario sobre la psicosis
les interesa mi manera de plantear las cosas, les digo que los lunes estoy dictando
en la Escuela otro seminario, que es sobre la transferencia, y pese a que trato de
hacer una distinción entre un seminario y otro, evidentemente no lo logro, y
entonces muchas cosas que me quedan colgadas de acá las largo el lunes... y
viceversa, y si no lo hago, cuando reviso la desgrabación de las clases, lo ingreso
como nota. Entonces, a los que les interesa mi modo de plantear las cosas, les
aviso que quizá no perderían totalmente el tiempo si consultaran las fichas
publicadas del otro seminario.(2)

LA VERWERFUNG EN FREUD

Bueno, volviendo entonces a retomar el hilo que habíamos encontrado en la


noción de la Verwerfung en Freud — repaso sólamente un poco de lo que hemos
visto en anteriores reuniones, y pasamos en seguida a la manera en que Lacan
retoma la noción, a sus primeras aproximaciones a la noción de Verwerfung.

La Verwerfung, en Freud, les recuerdo —muy rápidamente, porque lo he repetido


ya—, que había un uso no técnico de la palabra, un empleo digamos propio de la
lengua alemana, donde "rechazo", o "desestimación", es decir, Verwerfung, es
empleado en un sentido común y corriente, sin ninguna consecuencia de índole
teórica o clínica, y un ejemplo de este empleo de la palabra lo encontramos
cuando Freud, en su análisis del "sueño del tío José", escribe: "bueno, lo primero
que sentí es que este sueño no tenía sentido y me quise desentender de él, pero
después me dije que cuando mis pacientes desestiman lo que se presenta al
análisis yo ya sé que ahí hay otra cosa importante que quiere sustraerse al
análisis", o algo así. Pero ahí, ustedes ven, el verbo desestimar equivale a un "lo
paso por encima", "no le doy bola", es decir, que ese empleo no es un empleo
técnico, el verbo está tomado en el sentido que toma cualquier palabra en el
léxico alemán, y chau.

Y, al revés, distinguimos de éste dos empleos técnicos de la palabra Verwerfung,


es decir, lo que Etcheverry traduce como desestimación —ésta, no sé si es una
novedad que introduje, pero por lo menos me parece que puse el acento en algo
que por lo general no se acentúa—: hay un empleo técnico de la palabra, que es
por otra parte el más extendido en Freud, donde la Verwerfung implica un modo
de resolver el conflicto sin pagar el precio del síntoma. ¿Se acuerdan de esto, no
es cierto? En el momento de levantar la represión, hay distintos caminos que se le
abren al sujeto: se puede renovar la represión, se le puede dar curso directo a la
pulsión reprimida, se le puede dar un curso sublimado, o desplazado, a la moción
reprimida, previo levantamiento de la represión, siempre, o se puede cancelar el
problema, y decirle "no" a la moción pulsional, pero ese "no" a la moción
pulsional reprimida se hace de tal manera que no implica volver a reprimirla, ni
ningún otro mecanismo de retorno, es una verdadera solución del conflicto. A eso
llama Freud Verwerfung, desestimación.

Y el otro empleo técnico de la palabra, más restringido, que lo podemos localizar


tan sólo en dos textos de Freud, pero que es donde va a detenerse precisamente
Lacan para rescatar esta noción, estaba, en l894, en su artículo sobre «Las
neuropsicosis de defensa», donde la Verwerfung era un mecanismo de defensa
más fuerte, más exitoso que el de la represión, y ejercido sobre una
representación que Freud llamaba ahí "inconciliable", y luego, en l9l4, en el texto
sobre El Hombre de los Lobos, donde aquello sobre lo que se ejercía
la Verwerfung era la castración.

Todo esto que acabo de evocar, ya lo hemos visto. Yo les voy a introducir ahora
un tercer texto de Freud en el que, en verdad, no aparece la palabra Verwerfung,
pero lo introduzco por distintos motivos, que paso a comentarles. El primer
motivo, es que ese texto va a ser evocado en la primera retoma que hace Lacan de
la noción de Verwerfung, es decir, a partir del comentario de Jean Hyppolite
sobre la Verneinung de Freud, en lo que constituye su respuesta a ese comentario,
primero en el curso de su Seminario sobre Los escritos técnicos de Freud, y
luego en los Escritos — es decir, el texto de Freud que voy a nombrar ahora, no a
comentar, es el de 1925, «La negación», del cual me parece interesante
mencionar tres cosas. La primera, es la diferencia que Freud establece entre
el Verurteilung, que Etcheverry traduce como "juicio adverso" —en verdad, no
es una diferencia que Freud establezca, ahí, la podemos establecer nosotros—
entre el "juicio adverso", Verurteilung, y lo que habíamos visto como "juicio de
desestimación", Urteilsverwerfung, que era el primer empleo técnico que
habíamos localizado de la palabra Verwerfung. Porque, por ejemplo, cuando
Freud habla del "juicio adverso", Verurteilung, dice:

Puesto que es tarea de la función intelectual del juicio


afirmar o negar contenidos de pensamiento, las
consideraciones anteriores nos han llevado al origen
psicológico de esa función. Negar algo en el juicio
quiere decir, en el fondo, «Eso es algo que yo
preferiría reprimir». El juicio
adverso {Verurteilung} es el sustituto intelectual de
la represión, su «no» es una marca de ella, su
certificado de origen; digamos, como el «Made in
Germany».(3)

Es decir, este "juicio adverso" no equivale a lo que conocimos como "juicio de


desestimación". ¿Por qué? Porque mantiene la represión. El juicio adverso
premite tener en la conciencia el contenido de lo reprimido, pero bajo el modo de
lo negado. ¿Se entiende? Es decir, "no habría ya aquí represión", como dice
Hyppolite en su comentario, "si represión significa inconsciencia, puesto que es
consciente",(4) es decir, en un sentido es conciente, pero en tanto no asumido por
el sujeto es metapsicológicamente inconsciente, porque lo puedo tener en la
consciencia merced a la denegación, mientras que, dijimos, el juicio de
desestimación, Urteilsverwerfung, implicaba cancelar el conflicto, levantar
definitivamente la represión.

El segundo punto interesante de este texto freudiano sobre «La negación», que
me parece que vale la pena subrayar, es el siguiente. Ustedes recuerdan
seguramente que tanto en relación al caso de la psicosis alucinatoria del texto de
l894 —el de la señorita esa que presumía tener un pretendiente que finalmente no
apareció en el momento esperado—, como en relación al caso del Hombre de los
Lobos, en las dos ocasiones Freud escribe una frase bastante parecida: "es como
si no se hubiera pronunciado juicio de existencia al respecto", o algo así. Bien, y
yo creo que en mi comentario de estos párrafos planteé una duda, referida a que
no es lo mismo decir que no ha llegado la representación inconciliable, que decir
que se ha procedido como si la misma no hubiera llegado. Digamos, si no ha
llegado de ninguna manera, no se entiende por qué lo que retorna tendría algún
parentesco, aunque sea lejano, con lo que no ha llegado; mientras que proceder
como si no hubiera llegado, esto implica que es posible establecer algún tipo de
conexión entre la representación inconciliable sobre la que operó la Verwerfung y
lo que retorna, en esos casos una alucinación.

Pero, fíjense, lo interesante de este texto de Freud es que el juicio de existencia


vuelve a aparecer en «La negación», pero ya no en relación a lo que podría ser
una representación inconciliable, o insoportable, o meramente desagradable. Para
Freud, en este texto de 1925, y como si se hubiera olvidado de lo que planteó en
los anteriores, el juicio de existencia es necesario a partir de que hay objetos
satisfactorios, no a partir de los insatisfactorios, y entonces dice:
Ahora ya no se trata de si algo percibido (una cosa
del mundo)...

Bueno, acá, Etcheverry — les digo: cada vez que encuentren en su traducción
esta expresión, "cosa del mundo", él traduce así das Ding, la
famosa Cosa del Proyecto de psicología, de 1895. Etcheverry la traduce como
"cosa del mundo" — como les dije varias veces, no interesa si la traducción es
buena o mala, sino que lo bueno de esta traducción es que ya sabemos cuál es el
término alemán que está en juego — a mí me parece que das Ding no es una cosa
del mundo, porque las cosas del mundo son objetos. Las cosas del mundo son
objetos, ya están recortadas simbólicamente, y recibido la impronta de la
especularidad. Creo que si Etcheverry hubiera mantenido la palabra "cosa", sin el
agregado "del mundo", precisamente porque la cosa no es mundana, hubiera
ganado plata, pero bueno, eso es lo que hizo. Sigamos con la frase de Freud:

Ahora ya no se trata de si algo percibido (una cosa


del mundo) debe ser acogido o no en el interior del
yo, sino de si algo presente como representación
dentro del yo puede ser reencontrado también en la
percepción (realidad). De nuevo, como se ve, estamos
en una cuestión de afuera y adentro. Lo no real, lo
meramente representado, lo subjetivo, es sólo
interior; lo otro, lo real, está presente también
ahí afuera. En este desarrollo se deja de lado el
miramiento por el princi-pio de placer.(5)

Es que, justamente, para que exista este "examen de realidad" con el "juicio de
existencia", es preciso, como va a decir en otro momento —en este mismo texto,
pero más adelante—, que se hayan "perdido objetos que antaño procuraron una
satisfacción objetiva".(6) O sea que acá, en el texto sobre «La negación», el
juicio de existencia es un juicio que apunta al objeto satisfactorio, digamos: si lo
tengo al objeto como representación, ¿cómo sé, cuando lo tengo como
representación —gracias al principio de placer que me lleva a recatectizar la
representación del objeto satisfactorio—, si además de existir como
representación existe también en el mundo? ¿Se entiende esto? Mientras que en
los textos que veníamos considerando en relación al juicio de existencia, lo que
estaba en juego no eran objetos satisfactorios, no eran representaciones
placenteras, sino precisamente displacenteras, incluso insoportables. Bueno, ésta
es la primera observación que me parece interesante hacer en relación a este texto
de 1925.
La segunda remite a algo que es un prejuicio freudiano, del que creo haberles
hablado ya —aunque francamente no me acuerdo si lo he hablado en este
seminario o en el otro, el de los lunes—, me refiero a lo siguiente: que para
Freud, si hay una representación, es que primero hubo una percepción. Esto lo
subrayo porque retorna en una metáfora que vuelve una y otra vez en la boca de
todos, y no me extrañaría de encontrarme con que en la mía también, pese a que
la tengo bastante cuestionada como problemática, que es la metáfora del papel y
la inscripción. Si hay una representación, para Freud eso es porque alguna vez
hubo una percepción. Incluso, en este texto él lo dice con todas las letras:

Para comprender este progreso es preciso recordar


que todas las representaciones provienen de
percepciones, son repeticiones de estas. Por lo tanto,
originariamente ya la existencia misma de la
representación es una carta de ciudadanía que
acredita la realidad de lo representado. La oposición
entre subjetivo y objetivo no se da desde el comienzo.
(7)

Por eso, si hay representación, es que hay percepción, o hubo percepción. El


examen de realidad tendrá que ver con constatar si esto que me represento existe
ahora o es mera representación, es decir, si eso representado existe más allá de la
mera representación, y si esta representación ha desfigurado o no la percepción
primera. Y cuando Freud no encuentra manera de situar la supuesta percepción
primera, origen de la representación, si no encuentra dicho origen en la historia
individual, lo buscará, o lo supondrá, en la historia de la especie. El mito, por
ejemplo, del asesinato del padre de la horda, obedece a esta necesidad recursiva,
y a este prejuicio freudiano de que si hay actualmente una representación, tiene
que haber habido entonces algún acontecimiento que dejó marca de eso. ¿Se
entiende esto?

En fin, ¿por qué subrayo esto? Y bueno, porque este esquema cae completamente
con la doctrina del significante. La doctrina del significante implica que la
representación no resulta necesariamente, ni tampoco primordialmente, de una
percepción, sino de que hay un orden autónomo, que es el orden del significante.
Este es uno de los puntos por los cuales sería interesante pasar por cómo
introduce Lacan este orden del significante en su radical autonomía, en el
Seminario 3. Pero, en todo caso, eso lo dejamos para decidir más adelante. Pero
sí, en cambio, insisto en esto: la doctrina del significante implica romper con este
prejuicio freudiano, con esta necesidad de encontrar recursivamente un
acontecimiento "uno" que dé cuenta de la existencia de la representación. ¿Está
claro esto, por lo menos enunciativamente?
 

PARTICIPANTE: Es como que la representación


queda bastante pegada a la imagen, mientras que el
significante (...). Parece como que la representación
tiene que ver con lo sensorial, primero, y después eso
deja una marca. Pero hay una pregnancia de la imagen.

Sí, pero no necesariamente. Quiero decir, que si bien la noción de representación,


en Psicología, lleva a eso que vos decís, efectivamente, y en Freud hay mucho de
eso, no obstante, para decirlo de algún modo, Lacan no es un delirante — aunque
a sí mismo alguna vez se haya calificado de psicótico, en fin, no sé, de todos
modos eso no lo hace un delirante, al menos en este punto: cuando él introduce,
en la teoría freudiana, la doctrina del significante, doctrina que no existía en
Freud, más aún: que la misma noción de representación como tal imposibilitaba
— pero cuando Lacan introduce la noción de significante, y con ella, "de
contrabando", digamos, otra cosa que no había ni podía haber en Freud, que es la
noción de sujeto, no es que no hubiera en el texto de Freud, sea en su manera de
dar cuenta teóricamente, sea en la manera de proceder en sus casos, algo que
estuviera reclamando dichas nociones. Es decir, la representación, en Freud, no
se limita a ese aspecto imaginario que vos señalás, también en Freud
encontramos la representación en términos de representante, es decir, despojada
de esa relación a la imagen, y por ejemplo — no nos da el tiempo para ello, pero
si pudiéramos, sería interesante hacer una excursión por el caso de Emma, en
el Proyecto..., para ver cómo ahí están en funcionamiento representantes que no
remiten a representaciones ni a percepciones ni a acontecimientos, por lo menos
en primer lugar, sino a otros representantes... Pero bueno, ahora, en lo que estaba
poniendo el acento no era en la relación representación-imagen, o en la
representación como meramente imaginaria, sino en el hecho de que aún
funcionando como representantes, como representantes no representativos,
digamos, para decirlo más fuerte, como por ejemplo cuando Freud habla de
la Vorstellungsrepräsentanz, es decir, el representante de la representación... que
no hay, el representante no representativo, aún así, si hay representación, aunque
sea en términos de "representante", ese representante va a ser, para Freud,
representante de un acontecimiento original, primero, "uno". Siempre hay un
acontecimiento en el origen de la marca, para Freud, y esto es precisamente lo
que me parece que la doctrina de la letra y del significante destituye: la necesidad
de buscar un momento "uno" del acontecimiento para dar cuenta de la marca. La
letra tiene su materialidad, pero esta materialidad no necesariamente, ni
primordialmente, ni esencialmente, depende de la historicidad de un
acontecimiento.

Bueno, hasta acá Freud, entonces. Yo les decía, en la anteúltima reunión — más
o menos nos habíamos quedado en este esquema:

S2
————

S1

que es el esquema del "en lugar de", con el cual nos manejamos más
cómodamente en Freud, que es el de la represión y el retorno de lo reprimido.
Aquí he introducido términos que no son freudianos, pero que de todos modos
"calzan": significante sobre significante. Lo ejemplificamos con el chiste de
Heine, sobre el que tantas veces volvió Lacan, luego de Freud:

famillonario
———————————

familia

"famillonario" sustituye a "familia" — "famillonario" es un significante,


"familia" es un significante — "famillonario" reprime "familia", y, al revés,
"famillonario" es el lugar donde retorna el significante "familia" reprimido: yo
puedo leer "familia" —lo puedo leer interpretativamente, digamos— puedo leer
"familia" en "famillonario". Lo podemos ver en mil casos de Freud, y es lo que
da cuenta de la frase de Lacan que dice que "la represión no puede distinguirse
del retorno de lo reprimido", frase que van a encontrar, precisamente, en la
«Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud», en
los Escritos(8) — y acá conviene hacer una distinción: la respuesta de Lacan en
los Escritos es un texto del ’56, y tiene muchos agregados que no están en la
respuesta de Lacan a ese comentario, en el curso del Seminario 1, o sea, que hay
una secuencia, que es: Seminario 1, sobre Los escritos técnicos de Freud,
respuesta a Jean Hyppolite en el Seminario 1, «Respuesta al comentario de Jean
Hyppolite sobre la Verneinung de Freud» en los Escritos, Seminario 3, sobre Las
psicosis.

Pero les decía que —retomo donde dejé— en contraste con este esquema, nos
encontramos con que aparecía la alucinación en el lugar de otra cosa:
alucinación
——————————

Esto, en Freud, en los textos de Freud que consideramos — y no sabíamos muy


bien qué situar como lo sustituído, porque: ¿qué es lo que falta? ¿una
representación? ¿la representación de una ausencia? Digamos: ¿falta una
representación, o hay una representación de una falta? No quedaba muy claro, en
Freud, vistos los ejemplos que él proporcionaba. Entonces, por eso, creo que yo
terminé más o menos diciendo: bueno, alucinación en lugar de... y ahí ponía un
signo de interrogación. Avanzando un poco más, podríamos poner la alucinación
en el lugar de... qué sé yo, digamos de un interior del que ha "saltado" una
representación, la famosa "representación inconciliable", porque... no es muy
seguro que en la alucinación yo pueda leer la representación faltante, así como en
"famillonario" sí podíamos leer "familia". Pongamos, provisoriamente:

alucinación

————————

r.i.

Aunque tal vez este mismo esquema de sustitución haya que reconsiderarlo un
poco más, y plantearlo sin la barra:

alucinación

representación inconciliable

y decir que, de este "interior", que no se sabe muy bien qué diablos es, sale la
"representación inconciliable", y en su lugar retorna algo, algo del orden de la
alucinación. Este sería un poco el esquema de Freud, el esquema freudiano en
estos textos que vimos, y es, digamos, por este sesgo, sobre todo cuando Lacan
junta estos dos textos donde está la palabra Verwerfung con otro texto donde no
está la palabra Verwerfung, que es el Caso de Schreber, pero que permite
esclarecer mejor este asunto, sobre todo en el punto que retiene Lacan, es decir,
cuando Freud, rectificando lo que había dicho previamente de la proyección, se
corrige y aclara que no era correcto decir entonces que la sensación interiormente
suprimida, o sofocada, es proyectada hacia el exterior, sino que lo cancelado —
Aufhebung, no Verwerfung, Aufhebung que los franceses suelen traducir también
como "abolido", es decir, algo que queda como un agujero—, lo cancelado
adentro retorna desde el exterior.(9)

LA VERWERFUNG EN EL SEMINARIO 1 DE LACAN

Bueno, sobre esa base freudiana, entonces, vamos a encontrar la manera en que
Lacan retoma la noción, y la primera aparición de la noción de Verwerfung en el
Seminario 1, donde Lacan propone traducirla por rejet, "rechazo" — como ya les
he dicho, Lacan reescribe mucho cuando traslada este Seminario al escrito: en la
«Respuesta al comentario de Jean Hyppolite...» va a proponer, no rejet,
"rechazo", sino retranchement, "cercenamiento". Bueno, pero en el Seminario, la
primera emergencia de una alusión a la Verwerfung, incluso a la Verwerfung del
Hombre de los Lobos, va a ser cuando lo que está en juego es la presencia, el
fenómeno de la presencia, como un fenómeno no tan frecuente en la vida
humana. Uno podría decir: una "representación" —entre comillas, porque hay
que ver justamente si se trata de una representación— pero de una densidad tal
que capta toda la atención; en ese punto, uno podría intentar establecer algún
puente entre la presencia y la alucinación, sin pretender por eso que ambos
fenómenos sean idénticos. ¿Se entiende? Por ejemplo, yo me represento cosas y a
continuación me las "olvido", cuando paso a otra representación, y esto todo el
tiempo: veo y olvido, veo y olvido, veo y olvido; vivimos, como decía Lacan, en
sueños, soñando, cuando nos despertamos es para seguir soñando... pero hay
algunos fenómenos, muy circunscriptos, la alucinación es uno de ellos, pero
Lacan empieza con otro, que es el de la presencia del analista, o la presencia en
general, que no son fácilmente olvidables, es como si estos fenómenos,
inhabituales, tuvieran un efecto captador, cautivador, del sujeto, quien resultaría
captado por algo que no se deja olvidar así nomás. Lacan lo formula así:

Vemos producirse, en cierto punto de esta resistencia,


lo que Freud llama la transferencia, es decir la
actualización de la persona del analista. Señalé antes,
extrayéndolo de mi experiencia, que el sujeto la
experimenta, en el punto más sensible —me parece—,
más significativo del fenómeno, como la brusca
percepción de algo que no es tan fácil de definir, la
presencia.
Es éste un sentimiento que no experimentamos
constantemente. Sin duda, estamos influenciados por
todo tipo de presencias, y nuestro mundo sólo obtiene
su consistencia, su densidad, su estabilidad vivida, en
la medida en que, de algún modo, las tenemos en
cuenta; pero no nos percatamos de ellas en tanto
tales. Se dan cuenta claramente que se trata de un
sentimiento que diré que tendemos incesantemente a
borrar de la vida. No sería fácil vivir si, en todo
momento, tuviésemos el sentimiento de la presencia,
con todo el misterio que ella entraña.(10)

En esta descripción del fenómeno, se ve la cercanía que se establece entre el de la


presencia y la alucinación, sin que tengamos que confundirlos. Lo notable es que
inmediatamente Lacan pasa a referirse al Hombre de los Lobos, a su alucinación
del dedo cortado, a la Verwerfung en su diferencia con la Verdrängung —ahí cita
la frase de Freud en el historial—, propone —con el acuerdo de Hyppolite—
traducir la Verwerfung por "rechazo", rejet, y pasa a introducir la noción de un
modo sorprendente, al que en seguida me referiré.

Pero no quiero abandonar todavía el plano del fenómeno, sin señalarles lo


siguiente. Bueno, si pensáramos —haciendo un corto-circuito con desarrollos
posteriores— que lo que nos pone en "olvido de la realidad" es todo el tiempo el
significante, que es como una pantalla que nos da acceso a lo real pero que al
mismo tiempo lo vela, uno podría pensar que la alucinación, la presencia, y
fenómenos similares, serían fenómenos que resultarían de que esa pantalla no
funciona como habitualmente, o no funciona a secas —no me juego en la
definición—. Son fenómenos localizados, donde la atención del sujeto está
cautivada — y creo haberles dicho también que lo esencial del fenómeno
alucinatorio como fenómeno, no es tanto que sea una percepción "sin objeto",
como la define la psiquiatría, sino que sea una "percepción" —supongamos que
sea una percepción, aunque esto puede objetarse— inolvidable.

Bueno, en relación precisamente a la cuestión de la presencia —y les recuerdo


que él estaba hablando de la transferencia, en ese momento— es que Lacan
introduce la Verwerfung, y curiosamente — no tiene esto mucho desarrollo en
Lacan mismo, pero he leído algunos autores que en mi época, digamos, cuando
yo empecé con el psicoanálisis, y era todo un gran desbarajuste, una gran
mescolanza, y pasaban por lacanianos, por ejemplo Laplanche... — bueno,
precisamente en un texto de Laplanche y Leclaire, si no recuerdo mal, un texto
que estos autores presentaron en un coloquio en Bonneval, sobre el inconsciente,
y que mereció una dura réplica de Lacan: su escrito «Posición del inconsciente»
es una respuesta a esa ponencia de Laplanche y Leclaire, entre otras cosas, en fin,
estos autores desarrollaron esta línea, que Lacan no desarrolló, en la que
la Verwerfung queda muy cerca de la represión primaria, y esto hasta el punto en
que algunos autores se autorizaron en eso para identificar ambas nociones, a
conceptualizar la represión primaria en términos de Verwerfung — y el párrafo
del Seminario 1 en cuestión, donde es posible localizar efectivamente cierta
cercanía entre ambas nociones, al menos desde el punto de vista de Lacan en ese
momento, es el siguiente. Luego de hablar de la Verwerfung del Hombre de los
Lobos —la menciona, nada más—, sin solución de continuidad Lacan dice:

Esta importante articulación nos indica que, en el


origen, para que la represión sea posible, es preciso
que exista un más allá de la represión, algo último, ya
constituido primitivamente, un primer nódulo de lo
reprimido, que no sólo no se reconoce, sino que, por
no formularse, literalmente es como si no existiese...
(11)

—ven que la fórmula para este "primer nódulo de lo reprimido" podríamos decir
que está calcada de la que en el historial del Hombre de los Lobos Freud emplea
para definir esa defensa "más exitosa" que es la Verwerfung: "Cuando dije que la
desestimó, el significado más inmediato de esta expresión es que no quiso saber
nada de ella siguiendo el sentido de la represión. Con ello, en verdad, no se había
pronunciado ningún juicio sobre su existencia, pero era como si ella no
existiera";(12) pero continúo ahora la lectura de este párrafo del Seminario 1—

...sigo aquí a Freud.

—bueno, eso de que lo sigue... más o menos, porque Freud jamás identificó
la Verwerfung a la represión primaria, como Lacan parece en este párrafo estar a
punto de hacer, y además la Verwerfung, en Freud, y como no he dejado de
indicárselos en estas reuniones, no tiene un estatuto muy importante,
conceptualmente, más allá de estos acentos que yo extraje, ¿no es cierto?—

Sin embargo, en cierto sentido, se halla en alguna


parte puesto que —Freud nos lo dice constantemente
— es el centro de atracción que atrae hacia sí todas
las represiones ulteriores.(13)

Para luego concluir con este acercamiento, a vuelta de página:


...retengan por el momento que el nódulo
primitivo [que Lacan acaba de ligar a la noción
de trauma] está en un nivel distinto al de los avatares
de la represión.(14)

Bueno, obviamente, Lacan no nació sabiendo, y si no fuera por los efectos de


transferencia que suscita su lectura ni habría que aclararlo. Quiero decir, que el
de Lacan es pensamiento en movimiento, un discurso de búsqueda, más allá de
su reiterada denegación, de interrogación; se va aproximando, va aprendiendo él
mismo de su lectura de Freud — la lectura que él hace, por ejemplo, de algunas
cosas de Freud, en este Seminario, no es la que va a hacer después — incluso el
carácter reciente de algunas obras de Freud, para él, que no lo tienen para
nosotros — por ejemplo, fíjense ustedes que las cartas a Fliess, con
el Proyecto..., fueron editadas por primera vez en alemán recién en 1950, es
decir, apenas tres años antes de este Seminario, lo que equivale a decir que para
él ése era un texto reciente, al que se acercaba, podríamos decir, con la
desorientación de la primera vez, y eso se nota: la lectura que él hace
del Proyecto... en el Seminario 2, es una lectura bastante pobre... si la
comparamos con la lectura que va a hacer del mismo texto en el curso del
Seminario 7, sobre La ética del psicoanálisis, donde ya podemos presumir que
ese texto ha recibido de su parte varias lecturas. Bueno, eso hay que tenerlo en
cuenta a la hora de considerar los distintos abordajes de Lacan al texto freudiano,
y digamos entonces que en este momento del Seminario 1 está iniciando apenas
su retorno a Freud, con lo que quiero señalar que, ese retorno, él no lo ha
terminado, que ni siquiera ha dado demasiados pasos en ese camino. Me parece
que eso es lo que explica esta manera un poco "salvaje", digamos, de juntar
la Verwerfung con la represión primaria, que me parece que obedece más a sus
necesidades de dar cuenta del fenómeno de la transferencia de otro modo que
como una mera reproducción de escenas, como se lo leía entonces, que a lo que
podría ser una lectura de Freud más o menos ajustada.

Bien, la segunda entrada de este término, al que estamos siguiéndole la pista, la


segunda entrada en el curso del Seminario 1, pero todavía previa al comentario
de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud, que va a tener tantas
consecuencias sobre la lectura que va a hacer Lacan de él en lo que sigue, hasta
culminar en la noción de forclusión, la segunda entrada también liga
la Verwerfung al fenómeno de la presencia, todavía, y lo que es interesante es
que en esta segunda entrada del término el fenómeno de la presencia aparece
como retorno de lo que ha sufrido la Verwerfung. Ahora bien, presten atención,
la Verwerfung está referida a una palabra que no se ha querido decir en el curso
de un diálogo, y el ejemplo que él ofrece a este respecto es el de una formación
del inconsciente más clásica imposible: el olvido del nombre Signorelli.(15)
En fin, pues ya es hora de que termine por hoy, será recién a partir del
comentario de Hyppolite, y con el mito que Hyppolite le propone a Lacan como
una lectura posible del texto de Freud sobre Die Verneinung, «La negación», que
Lacan empieza a juntar Verwerfung y alucinación, y empieza a extraer la relación
entre lo "rechazado" de un "adentro", que luego será el "adentro" de "lo
simbólico", y lo que retorna, lo que retorna como siendo algo de otro orden —
esto es lo interesante: a diferencia del esquema que tenemos de la represión,
donde lo que retorna y lo rechazado o expulsado son de la misma estofa, es decir:
se rechaza una representación y retorna una representación, o se rechaza un
significante y retorna un significante, acá, a partir del examen de este mecanismo
de la Verwerfung, Lacan va a detectar que hay una diferencia de registros entre lo
que se rechaza y lo que retorna. ¿Se entiende esto? Algo se rechaza de lo
simbólico, o de lo imaginario, y algo retorna en lo real. Podríamos decir que esos
son los primeros "ejercicios" —si quieren, pero entre comillas— que hace Lacan
con esta tripartición que acababa de introducir en la doctrina el 8 de Julio de
1953, (16) y ahora estamos hablando de un par clases del Seminario que son de
febrero de 1954, es decir, que tenía escasos seis meses la tripartición de los
registros, Lacan está empezando a "jugar" con ellos, vamos a decir así, o a
ponerlos en juego, digamos mejor, que es más respetuoso, viendo a qué lo lleva
esa introducción en la doctrina, porque cuando los introduce, no es que ya los
tiene claros, los introduce como una necesidad, como la necesidad de leer a
Freud provisto de ciertas coordenadas capaces de recuperar el descubrimiento
freudiano de la degradación a la que lo habían conducido, a su entender, los post-
freudianos, sabe algunas cosas al respecto, y otras no las sabe en absoluto, por
ejemplo, del registro de lo real, podríamos decir que no tiene mucha más idea que
la de que es necesario, que es necesario un tercer término entre lo imaginario y lo
simbólico, apenas tiene una idea de lo real, bastante pobre por cierto, que implica
que lo real queda definido como lo excluido, como lo no simbolizado o como lo
que resiste a la simbolización, una especie de real previo, que incluso en el
Seminario 4 va a aparecer con la metáfora de la usina —no sé si la recuerdan—,
cuando dice, comparando al analista con el ingeniero, y entonces dice que al
ingeniero no le interesa lo que era el paisaje antes de la usina, sino que lo que le
interesa es la usina funcionando, como diciendo que lo real de la experiencia
analítica está afuera de la misma, que lo que nos interesa es la articulación de lo
simbólico con lo imaginario, porque operamos sobre eso — y luego, pero
bastante después, tenemos la voltereta que más o menos ustedes conocen a partir
de la cual lo real va a estar en el centro de la experiencia, vía la noción de goce
— pero todavía, a nivel de este Seminario 1 que estamos considerando, la
introducción del registro de lo real obedece más bien como a una necesidad de
introducir un registro tercero, para que los registros de lo simbólico y de lo
imaginario no se le confundan entre sí. Es más una necesidad, digamos,
dialéctica que una noción, en este momento.

Bueno, me extendí más de lo que pensaba, pero entonces la vez que viene sigo
con la intervención de Jean Hyppolite en el Seminario sobre Los escritos
técnicos de Freud, y entonces al final de la reunión de hoy me dicen por dónde
quieren que siga después. La vez que viene, yo voy a decir dos cositas respecto
de la intervención de Jean Hyppolite, y de la respuesta de Lacan, y a partir ahí
salto entonces al Seminario sobre Las psicosis o al escrito «De una cuestión
preliminar...», ustedes deciden. Y si se sienten fatigados y quieren que
levantemos el seminario, lo levantamos. Los dejo ahora con Roxana Gancedo,
que nos va a presentar su caso.

ROXANA GANCEDO

Antes, quisiera hacer una aclaración. Este es un caso que, lo que yo


voy a relatar, es el tratamiento que tuvo la paciente en la quinta
internación. Esta última internación duró aproximadamente dos
años, y durante el primer año fue atendida por una compañera mía
de la residencia, quien, cuando tuvo que pasar a rotar por otra sala
del hospital, me la deriva a mí, y sigo a la paciente hasta que se le
da el alta. El recorte del caso es de ambos tratamientos, tanto el
tratamiento con su terapeuta anterior como el que hace conmigo.

el delirio... un trabajo posible

Norberta es una paciente de 49 años, separada, con tres


hijos de 20, 18 y 8 años, quienes vivían en Tucumán con
familiares del padre. La paciente vivía con su hermana y la
familia de ésta.
Ingresa al hospital en Junio de 1993, siendo su cuarta
internación. Según refiere su hermana, su primera
internación fue hace diez años. La segunda fue en Tucumán,
y las posteriores se realizaron en el hospital, donde
ingresaba acompañada de personal policial y con oficio
judicial que ordenaba su internación.

Respecto de estas internaciones no pudo suministrar muchos


datos, dado que su relación con la paciente se hizo más
asidua hacía unos años. Sólo refirió que en todas ellas
Norberta hablaba de su relación con el gobierno, los militares
con quienes decía trabajar, y se producían cada vez que ella
se adueñaba de las casas en que vivía, ya fuera la de su
hermana o la de la patrona para quien trabajara realizando
tareas de limpieza. Además agrega que una vez dada el alta
de internación no sostiene el tratamiento, "se compromete
con un papel", presentando también dificultades en la toma
de la medicación.

En su última internación, Norberta fue derivada a una sala de


subagudos, donde es atendida por una residente durante un
año. Luego, y debido a la rotación de esa residente, me es
derivada la paciente, a quien atiendo un poco menos que un
año. Intentaré recortar algunos decires de la paciente a lo
largo de todo el tratamiento. Para ello cuento con la
colaboración de su terapeuta anterior.

una jueza de la Corte Suprema

Norberta se presenta diciendo: "...Soy la jueza de la Corte


Suprema y psicóloga en letra. Vine a trabajar a la sala con
las chicas que tienen blanco y negro el cabello. La empresa
ya no la tiene. Trabajo con materia prima. Vine a informar a
estas pacientes desde el gobierno. Yo veo el cabello para
saber a qué empresa pertenecen. Porque está
independizada la empresa del gobierno, ya no nos hacemos
cargo. Yo soy la dueña de esta colonia. Yo tengo habilitada
esta colonia para menores de 21 años, no la tengo habilitada
para ancianos. Vine a trasladar a las viejitas...". Dice haber
venido a trabajar en otras dos ocasiones al hospital (en
referencia a sus dos internaciones anteriores). Respecto de
esto dice: "...Vine a trabajar para traer alimento. Como soy
jueza... Vine a abastecer y ahora vengo por las mujeres de
cabello blanco y negro (?) Son descendencia de empresarios
mundiales, pero son viejitas y no saben decir de qué
empresa son. Se las traslada a las que tienen familia con la
familia y las que no, a Córdoba. A mi me gusta mucho
abastecer, ayudar a la gente que no tiene para comer, que
aprendan a leer y a escribir. Yo trabajo con la policía, les doy
información a ellos y ellos administran la justicia..."

Al preguntarle como obtiene esa información dice: "Yo


timbro, yo tengo timbre bionuclear vía ocular. Yo filmo la
película y con eso la policía hace un video (?) Yo timbro y
usted misma se va a ver en la película que estamos
hablando ahora. Desde que nací yo sé quien soy. De la
cámara al televisor yo filmo y eso queda en video... Yo timbro
todo, a las mujeres de cabello blanco y negro que ahora
quedaron canapé (?) Cuando tienen unos 40 años, caen en
canapé, que son las mujeres de cabello blanco y negro. Todo
mi trabajo va a la justicia por la película. Estas mujeres se
convierten en puma, son convertidas en encarnación de
puma (?) Claro, que son encarnación sagrada, tienen el
cabello gris..." .

Y sigue: "...Yo soy piel amarilla, continente argentino


mundial. Yo soy la Ley de amnistía, porque tengo una
mancha amarilla debajo del brazo izquierdo. Yo siempre
trabajé de esto que le cuento. Yo determino que soy la ley de
Amnistía, soy continente argentino mundial (?) porque soy la
dueña del mundo...".

Es aquí, en el comienzo, que se intenta seguir preguntando,


tal vez con la imperiosa necesidad de tender un puente que
saldara en principio ¿lo imposible? Entender algo de la lógica
con que Norberta hablaba, la lógica propia que suponía su
delirio. Y frente a las preguntas de la terapeuta dice: "Usted
esto lo tiene que saber ¿No se lo enseñaron en el primario y
secundario? En castellano se enseña ¿Cómo puede ser que
usted sea psicóloga y no lo sepa?".
El no saber, para aquellos que trabajamos con pacientes
psicóticos, en el inicio, parece ser un lugar a ocupar en
relación a la transferencia. Lugar que le permita alojar su
testimonio, su delirio, el que por momentos llegó a dictar.

Al tiempo de haber iniciado el tratamiento se realizó una


entrevista de la paciente con su médico. En esta, frente a lo
que Norberta intentaba contarle, su verdad, su delirio, el
médico le respondía taxativa e insistentemente que ella se
encontraba internada y que la mancha amarilla a la que se
refería se trataba en realidad de un herpes. Y Norberta
"...defendía a su delirio como a sí misma".

Momento de precipitación de dos clínicas, la médica y la


psicoanalítica, que nos permiten marcar la diferencia en la
consideración del delirio en términos de su relación con la
verdad. Mientras que para la psiquiatría el delirio consiste en
una idea que denota un error de juicio, caracterizado por su
alejamiento de la realidad, su carácter de irreductible y
condicionante de la conducta, Freud propone otra lectura,
haciendo hincapié en el estatuto de verdad del mismo. Es
desde esta vertiente que consideramos el delirio como un
intento de restitución del sujeto, que viene a ocupar el lugar
vacío dejado por la metáfora paterna, al estar forcluído el
elemento pivote de su operación, el significante del Nombre
del padre. Así, la construcción delirante echa mano a una
ficción diferente de la edípìca, que le permite una especie de
enmienda de la malla simbólica rota.

"Por medio del delirio el sujeto fija e identifica una serie de


significantes, con los cuales podría inaugurar un espacio de
significaciones, que le permita fijar un goce y localizar un
sujeto. Es entonces el intento de una suplencia, el intento de
una suplencia del Nombre del Padre".(17)

Como efecto de esta intervención médica, Norberta intentará


explicarse la confusión trabajo-internación, hasta llegar a
decir: "Yo vine a abastecer. Yo hago mi papel de internada,
mientras tanto yo voy desenvolviendo mi trabajo."

Al mismo tiempo comenzó a mostrarse reticente a continuar


a hablar de su trabajo: "No voy a contarte todo de nuevo.
Tengo que hacer otro trabajo afuera, no sé todavía el lugar,
me lo dijeron antes de entrar acá ¿Cuándo me puedo ir?"
Posteriormente refiere haber iniciado un trabajo de
investigación respecto de la medicación que estaba tomando
"...Para saber de que descendencia vienen las grageas. Lo
tengo que hacer para enseñar en el colegio, para el pueblo...
para seguir con los avances científicos para que los chicos
aprendan."

Es en esta coyuntura que se intenta relanzar el "trabajo" de


Norberta, proponiéndole iniciar un trabajo de investigación
sobre ella misma. Apuesta de trabajo a partir de la cual se
establece una particular relación sobre la cual Norberta
decía: "Esto no lo hablo con toda la gente. Es un trabajo
silencioso el que usted hace. Nunca lo hablé con nadie, es
todo policial. Tiene que ser secreto". Es así que Norberta
referirá su condición de jueza como herencia de su padre.
"...Yo vengo de herencia de jueces, mi padre, mis abuelos y
yo. Por la mancha amari-lla, lo marca la naturaleza... Soy
Continente Argentino Mundial, soy piel amarilla. Mis padres
me dijeron esto cuando era chica. Mi papá era juez de la
Corte Suprema. Mi mamá Continente Argentino Mundial de
España, por la marquita sobre la piel... Continente Argentino
Mundial es amarilla, es por naturaleza, es piel... Mi hijo tiene
la piel negra en el mismo lugar que yo, es Continente
mundial chileno. Por color se determina, por naturaleza y
persona el color. Alemania es color Borgoña, mi hija más
chica. Mi otra hija es Continente Argentino mundial, también
piel amarilla.

Respecto de su poder en la vista diría: "No tiene nada que


ver con mi trabajo. Yo determino la justicia por naturaleza, lo
que timbro lo determina el juez federal de la policía. Son dos
cosas diferentes, lo heredé de mi padre, con timbre se nace".

Al preguntarle por su familia de origen, diría "...al nacer


mamá murió y mi papá también murió cuando yo era chica.
Me crié con el rey judío Marcelino. En su época fue rey y
ahora es agricultor. Tengo 6 hermanos de crianza, porque en
el 52 o 55 murieron sus padres en la guerra mundial y los
crió mi papá. Yo le digo papá pero es mi tío, hermano de mi
papá... No tengo comunicación con mis hermanos de sangre,
nos comunicamos por teléfono pero no nos conocemos
personalmente. Todos mis hermanos están casados, la única
soltera soy yo. Mis hermanos decían que yo era casada y no
me casé nunca. No conocía a ningún hombre de los que me
estaquearon (?) Yo estaba en mi casa y entraron 23
hombres; siempre fue el mismo pero como estaba a oscuras
no le pude ver el rostro. Mis hermanos verdaderos lo
encontraron y lo mataron (?) Al hombre que me forzó las tres
veces, siempre fue el mismo."

En esta línea de herencia dice tener propiedades como


herencia de su padre. "Tengo propiedades en todas las
provincias. Los hermanos de crianza por criados no
heredaron bienes. La casa de mi hermana es mía, yo tengo
que dormir en el living, se la presté porque no tenía donde
vivir... Nunca se la reclamé, hubo un inconveniente con un
familiar de mi cuñado, con un tío de él. Le dije que lo iba a
trasladar, quería sacarlo del barrio. El problema es con un
familiar de ellos, no conmigo...".

Es a partir del traslado de su hermana, punto que toca esta


última internación que comenzamos a trabajar y aparece...
un tal Cardozo. Sobre él dice: "Es un tío hermano de mi papá
y del rey judío Marcelino. Es el comandante en jefe del
ejercito nacional argentino... había un problema con el tío de
mi cuñado, Cardozo estaba disconforme... él quiere que se
traslade, no sé porque. (¿Por qué tendría que trasladarla
porque él lo dice?) Es caprichoso, es bueno, pero cuando se
enoja saca a todos a la calle. No le importa nada... No nos
contradecimos sino no me ayuda más. Se acepta tal como
es. Siempre trabajamos juntos, y nunca ni un sí ni un no.
Cuando se toma determinaciones así queda. Cuando dice
una cosa nadie lo puede mover. Tiene más autoridad que
todos. Es el padre en jefe del ejercito nacional argentino...".

Norberta testimonia cómo es tomada por la iniciativa del Otro,


Otro que ahora parece poder nombrar, y al que más adelante
podrá incluso interrogar. Paralelamente y debido a una
iniciativa de su hijo Norberta comienza a proyectar el alquiler
o construcción de una casa para vivir con él. Para poder
concretarlo empieza a trabajar en una casa de familia en
tareas de limpieza, durante sus permisos de paseos
prolongados (la paciente concurre sólo una vez por semana
a la entrevista). Es sobre esto y sobre su vida fuera del
hospital que hablará durante un tiempo en el transcurso de
las entrevistas.

En este contexto, la paciente comienza a preguntar


insistentemente por el alta. "...Yo no necesito más
tratamiento, he estado internada al divino cohete porque no
estoy enferma... el juez me dijo antes de internarme, no sé
quién es, me dijo te van a pasar esta sala, te vamos a poner
delirio místico. (?) Tenía que tener algo para estar internada.
Estoy esperando el alta, no sé por qué el juez demora tanto.
Él me trasladó acá, me llamó por teléfono para trabajar con
las canapé. Cuándo salga de acá, seguro que me va a
llamar. Le voy a decir que me tratan muy bien y le voy a
preguntar qué pasó, me parece que se olvidó de mí". Se
consideró en aquel momento necesaria una respuesta a su
pregunta, que no fuera como hasta entonces una decisión
dependiente del juez. Se interviene manifestándole
preocupación por parte de la terapeuta debido a que una vez
que obtenga el alta volvería a trabajar con Cardozo, quien le
ordenaba realizar tareas sin saber ella el por qué de las
mismas, señalándole además que lo que hiciera iba ser su
responsabilidad.

Luego de algunas entrevistas Norberta comentó: "Cardozo


me llamó por teléfono hace un mes y le pregunté por qué
había que trasladar a mi hermana. Me dijo que fue el
problema con Sara, la hija de Cardozo. Me preguntó cuándo
me iban a dar el alta porque hasta que no tenga el alta la
policía no va a trabajar conmigo. Me reservaron el puesto sin
goce de sueldo...".

El trabajo del delirio permitió cierto acotamiento del mismo,


en tanto que el "ser jueza", como producto de una marca real
en su línea de herencia, le permite un orden en el mundo.
Orden fallido dado que parece alcanzar hasta allí donde la
voz le ordena, evidenciando así lo que Lacan afirma acerca
del carácter siempre parcial del delirio. Será en este marco
del tratamiento, y siguiendo esta línea de trabajo que se
procederá a la derivación de la paciente a la otra terapeuta.
 

y el trabajo continúa

Durante los primeros tiempos Norberta desplegará su delirio


tomando como línea principal su condición de jueza y su
papel de internada en el hospital. Las preguntas de la
terapeuta parecían oficiar a la manera de disparadores del
delirio por lo cual se hizo necesario trabajar con aquella parte
del mismo que hacía difícil pensar su alta de internación:
"Cuando me den de alta voy a trabajar nuevamente con
Cardozo". Decido entonces intervenir apuntando a lograr
cierto cambio en relación a su posición frente a Cardozo. Es
así que comienzo a señalarle las posible consecuencias de
sus actos, fundamentalmente marcando cierta ética de los
mismos, tomando como referencia a un Otro, distinto del Otro
arbitrario y gozador: Otro de la ley, desde el cual son
juzgados todos los actos. Le planteo mi preocupación por la
posibilidad de que le ordenen hacer cosas ilegales o injustas,
por lo que considero necesario pensar qué trabajos ella
realizaría y cuáles no. Frente a estas intervenciones,
Norberta comenzará a decir: "Estuve pesando en lo que
hablamos. Yo también estaba pensando en mi hijo, que no
se la desquiten con él. Estuve pensando muchas cosas pero
ahora no le puedo contestar a usted... no le puedo decir qué
haría y qué no. Cuando yo tenga el alta me van a llamar y ahí
yo decidiré, ya le voy a contar ".

Esto lleva a plantearnos una serie de interrogantes acerca de


su externación dado que su papel de internada parecía darle
cierto anclaje institucional que por el momento impediría
arrojarla al capricho de Cardozo. Pero ¿hasta cuándo
posponer el alta? ¿Hasta tanto construya un saber que
conmueva en algún punto su obediencia automática hacia
Cardozo? ¿Sería esto posible o será una limitación propia de
la estructura?

Paralelamente, en el discurso de Norberta comenzó a cobrar


gran importancia su trabajo fuera del hospital, a la vez que
parecía que ciertas partes de su historia iban abandonando
estatuto delirante. Mientras que al principio, sus hijos
aparecían como producto de un estaqueamiento, en ese
momento comenzó a hablar de su ex marido, y su relación
con él. En esta coyuntura del tratamiento, Norberta viajó a
Tucumán debido al casamiento de la mayor de sus hijas. Al
regresar, la paciente planteó una nueva iniciativa por parte
de sus hijos, quienes le propusieron que fuera a vivir con
ellos a Tucumán. En esos tiempos Norberta comienza a
trabajar en una empresa de limpieza que prestaba servicio
en una Maternidad. Norberta toma la decisión de irse a vivir
con sus hijos. Fue así que Norberta comenzó a hablar de su
"traslado" a Tucumán y de su qué-hacer allí. De su trabajo en
la casa, para sus hijos y de su trabajo fuera de esta. "Voy a
trabajar de cualquier cosa, de lo que encuentre, en limpieza.
A mí me gustaría en un hospital, en una maternidad". Y fue al
preguntarle sobre su condición de jueza que plantea una
salida distinta: "Yo no sé si puedo ejercer en Tucumán, me
parece que mi jurisdicción es la Pcia. de Bs. As. Además yo
estaría dispuesta a renunciar a mi condición de jueza para
irme a vivir con mis hijos". Es así que me pide arregle todo
para seguir su tratamiento allá.

¿Cómo pensar este final? Norberta parece haber logrado un


límite a la iniciativa del Otro: su jurisdicción es la Pcia. de Bs.
As., lo cual surge luego de la propuesta de sus hijos. Se
podría pensar que su "trabajo" de madre, en relación a un
nuevo papel, "hacer de madre", le permite establecer un lazo
que queda por fuera de la construcción delirante. Es Norberta
quién toma a su cargo una iniciativa, irse a Tucumán, a partir
ya no de la iniciativa de Cardozo, sino de la propuesta de sus
hijos.

Para finalizar, cito a Lacan: "...El peligro que evocara delirar


con el enfermo no es para intimidarnos, como no lo fue para
Freud. Consideramos con él que conviene escuchar al que
habla...".

Bueno, nos quedan unos minutos. Es interesante, porque algunos temas van como
reapareciendo, de un caso a otro. La vez pasada veíamos la cuestión de la
herencia, hoy también. Me parece notable la manera en que va cambiando el
discurso de la paciente, del comienzo al final del relato. Uno podría decir que, al
comienzo, hay un discurso —lo voy a decir entre comillas, porque la manera de
nombrar comporta una teoría que en este momento quiero evitar— "disgregado",
"destruído", donde parece que está fuera de juego, ya sea porque se perdió, o
porque nunca se tuvo, o por el negativismo que vamos a empezar a introducir a
partir del comentario de Jean Hyppolite, un negativismo que depende de una
"actitud de negación", que no es exactamente una pura ausencia ni una
destrucción, lo que parece que está fuera de juego es la chance de un lazo social.
Hay palabras que no hacen lazo: "timbrar", "canapé", etc., en fin, palabras en
relación a las cuales no hay cómo situarse. Eso se va modificando al final del
relato.

Una segunda observación, es la siguiente. Fíjense ustedes, y sin que lo que voy a
decir implique una crítica: todas esas reflexiones relativas a que el delirio aparece
como una suplencia de la metáfora paterna, de la que la paciente carecería — no
digo que eso sea falso, tampoco que sea verdadero, no abro juicio todavía; digo
en cambio que todas esas reflexiones no llevan a ningún lado, que no son
operativas en el relato. Mientras que lo que parece muy operativo en el relato, y
que está indicado por Roxana —no sé si con conciencia del alcance de lo que
decía— es lo siguiente, que ella remitía a la condición de los terapeutas "en los
inicios", lo argumentaba así, de lo que quisiera extraer la moraleja de que los
terapeutas que no están en los inicios lo deben lograr con un esfuerzo, que es la
posición de no saber, a diferencia de la posición psiquiátrica. Digamos, que la
posición de no-saber no es necesariamente un déficit, lo cual, no hace falta que lo
aclare, creo, de ningún modo es un elogio de la ignorancia. Pero sí apunta a algo
que vamos a encontrar en el escrito «De una cuestión preliminar...» como
necesario para el diálogo con este tipo de pacientes, que es lo que Lacan expresa
como "una sumisión completa, aun cuando sea enterada, a las posiciones
propiamente subjetivas del enfermo",(18) es decir, algo a lo que apuntábamos la
vez pasada cuando hablábamos del camino de entrar en la "lógica del delirio", lo
cual no implica estimularlo, ni tampoco co-delirar, sino someterse a la posición
subjetiva del paciente, y a partir de ahí instalar un diálogo con él. Y en este caso,
efectivamente, lo que se constata es que la paciente no termina hablando de la
misma manera que al comienzo del relato.

¿Esta salida vía Tucumán, donde el delirio queda, pero en suspenso, puesto que
no habría allí jurisdicción para esta jueza de la Corte Suprema, es una solución?
No sabemos. ¿Es una salida precaria? Muy posiblemente. Ahí tendríamos que
conjeturar, pero carecemos del control de la conjetura; sería interesante ver a esta
paciente de aquí a cinco o seis años, como sería interesante volver a ver al
paciente que nos presentó Carlos Paola la vez pasada. Pero bueno, carecemos de
ese control. Lo que sí podemos notar es que, en el relato, la paciente empezó
hablando de una manera, y terminó hablando de otra manera, donde, si bien
quedaban algunas palabras de carácter neológico, sin embargo la paciente estaba
hablando, ahora sí, con su analista. Si para lo primero podíamos conjeturar cierto
negativismo, ya no podemos hacerlo para los diálogos finales. El caso se presta
para más comentarios, pero prefiero pasarles la palabra a ustedes.

ROXANA GANCEDO: Quería comentar algo.


Cuando me derivan la paciente, después de un año de
tratamiento, la derivación fue algo así como una
presentación formal, puesto que la paciente era "jueza
de la Corte Suprema", se presentaba así. La
presentación fue entonces muy formal, donde la
terapeuta anterior, lo que siempre recalcó fue que yo
era una persona de su confianza, que iba a mantener el
carácter secreto que ella resaltaba constantemente. Lo
cual hizo que la paciente empezara a hablar de su
delirio sólamente en su tratamiento, y pudiera empezar
a trabajar. Y cuando ella empieza a contarme, porque
hubo bastante tiempo donde de alguna manera ella
empieza a contarme de vuelta su historia, de por qué
está internada y por qué había venido al hospital,
bueno, como decía Ricardo, yo al principio no
entendía nada, y le preguntaba constantemente, y ella
me decía: "De a poquito, de a poquito, a Paola también
le costó mucho; ya va a ir entendiendo". Y durante
nucho tiempo la relación fue sólamente eso, que ella
me fue explicando hasta que yo empecé a poder
intervenir de otra manera.

KARINA GLAUBERMAN: [no se escucha en la


grabación]

Sí, me parece que estos rasgos que señalás están sobredeterminados. Por un lado,
evidentemente, todos estos temas de herencia y filiación, en la psicosis... En fin,
cuando Lacan introduce, como un significante clave, el Nombre-del-Padre, o la
ausencia de ese significante clave en la psicosis, es también que estos temas
ocupan un lugar preponderante en la psicosis. En cuanto al segundo punto que
señalás, tenemos que tener en cuenta que, salvo en el caso que nos presentó
Carlos Paola la vez pasada, los casos que se están presentando son casos llevados
adelante por residentes en un servicio hospitalario, lo cual implica que estos
residentes, bueno, terminan su residencia, o van a una rotación a otra parte, y se
producen entonces estos pasajes del paciente, de un terapeuta a otro, como algo
bastante frecuente. Esto depende también de la "cantera" donde escogemos los
casos. Posiblemente, con otra "cantera", no encontraríamos tan frecuentemente
estos pasajes... aunque, por otra parte, diría que estos pasajes tampoco son
excepcionales, tratándose de psicóticos. Es que así como cuando uno toma un
paciente psicótico tiene que estar dispuesto, me parece, a tenerlo para toda la
vida, aunque no necesariamente en tratamiento, pero sí con algún tipo de lazo —
en este momento estoy evocando a alguien que vengo viendo desde hace más de
veintidós años, que no está constantemente en tratamiento, pero que cuando no lo
está suele acercarse a mi consultorio y me toca el tiembre, para las fiestas de fin
de año, como una manera de asegurarse de que yo sigo todavía allí—, en fin, así
como uno debe estar dispuesto, cuando toma un paciente psicótico, a que este
paciente lo acompañe a uno durante mucho tiempo, también ocurre que estos
pacientes suelen ser rebotados muchas veces, y entonces suelen venir con
historias de muchos tratamiento anteriores. Las dos alternativas.

Hasta la próxima.

NOTAS
 

(1) cf, Escritos 2, p. 786.

(2) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y fundamentos. Red de Seminarios de la


Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998. Publicado en fichas.

(3) Sigmund FREUD, «La negación», en Obras Completas, Volumen 19, Amorrortu editores, Buenos Aires,
p. 254.

(4) Jean HYPPOLITE, «Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud», en el apéndice a los Escritos 2,
cf. p. 861.

(5) op. cit., p. 255.

(6) op. cit., p. 256.

(7) op. cit., p. 255.

(8) op. cit., p. 371.

(9) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia para-noides)
descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980, cf. p. 66.
(10) Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Edicones Paidós, Barce-lona,
1981. Cf. p. 73.

(11) op. cit., p. 75.

(12) Sigmund FREUD, «De la historia de una neurosis infantil» (1914), en Obras Completas, Volumen 17,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 78. Las cursivas son mías.

op. cit.,  p. 75.

(13) op. cit.,  p. 76.

(14) op. cit.,  pp. 88-89.

(15) Jacques LACAN, «Lo simbólico, lo imaginario y lo real», conferencia del 8 de Julio de 1953 en la recientemente fundada Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Inédita. Traducción —
para circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.

(16) Pereña Francisco. "Metáfora y delirio". Introducción: "Delirio y síntoma psicótico". EOLIA. Dor
Ediciones. España. 1993.

(17) Escritos 2, p. 516.

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro. 8 - Sábado 12 de Septiembre de 1998


 

Comenzaré con una información previa acerca de cómo vamos a seguir en lo que
resta del seminario. Las próximas dos reuniones, la del 26 de septiembre y la del
10 de octubre, no vamos a hacer presentación de casos; voy a dedicarlas, ambas,
a efectuar una pequeña puntuación, y tal vez a algún pequeño desarrollo, en
relación a algún punto del escrito «De una cuestión preliminar...», con lo que les
estoy sugiriendo que ya vengan con el texto leído. Si lo hacen, vamos a
aprovecharlas más. En la reunión del 24 de octubre nos vamos a distribuir en
pequeños grupos; la idea es esta: supongo que para el 24 de octubre habrá una, o
dos, o tres clases desgrabadas más; ya salió publicada la ficha de la clase 5. La
idea es que nos dividamos en pequeños grupos, y que el equipo de residentes que
me da el apoyo logístico, digamos, se va a distribuir entre esos grupos; el
objetivo es, por un lado, que podamos dialogar de una manera más íntima, o sea,
menos apremiada por la dificultad que suele aparecer cuando se trata de hablar
ante un gran público, y que podamos dialogar especialmente alrededor de los
casos que se han presentado hasta ahora — no está excluído que dialoguemos
acerca de alguna cosa que hemos desarrollado, pero digamos que en principio, el
eje que yo les propongo, después cada uno hace con eso lo que quiere, como
siempre, es que sobre los casos que hemos visto, y que van siendo publicados,
haya algún tipo de intercambio, de preguntas, de opiniones, que en cada uno de
esos pequeños grupos serían relevadas para pasármelas, y entonces así, en la
reunión del 7 de noviembre, yo retomaría algunas de esas cosas.

Bueno, y acá, entonces, es importante esto. Nosotros venimos trabajando con un


ritmo quincenal, pero resulta que la fecha del 21 de noviembre, que
correspondería a la segunda reunión de ese mes, ya estaba reservada para otra
actividad de la Escuela desde el comienzo de este seminario; por lo tanto, del 7
de noviembre vamos a saltar al 28 de noviembre, y en esa última reunión —
porque creo que convendría que esa fuera la última reunión, porque siempre es
mejor quedarse un poquito con las ganas, en todo caso, quiero decir, mejor que
morirse de aburrimiento o de inanición— haríamos una especie de pequeñas
jornadas en las que, quienes quieran, podrían presentar a los demás un texto —
siempre es mejor que no sea demasiado extenso, para dar lugar a la discusión—,
el tema es libre, aunque se supone que algo tendrá que tocar con lo que hemos
visto acá, puede ser tanto "teórico" como "clínico", con perdón de esta torpe
manera de hablar, porque a mí no me gusta para nada esta división no obstante
consagrada por el uso; si la cantidad de textos fuera de un número que lo
justificara, nos volveríamos a reunir en algún sábado de diciembre,
preferentemente de los primeros, porque sabemos que después, a esa altura del
año y a esa temperatura, cada uno quiere dedicarse a otra cosa. Lo que sí les pido
ahora, entonces, para que yo pueda arbitrar estas decisiones, porque tendría que
arreglar con las autoridades de la Escuela las disponibilidades de las
instalaciones, les pido que el 24 de octubre a más tardar, en la reunión que vamos
a trabajar a la manera del taller, digamos, quien tenga pensado presentar un texto
me lo haga saber.

Como se los anuncié en nuestra última reunión, hoy voy a terminar con la
pequeña puntuación de lo que veníamos desarrollando, relativo a esta especie de
bisagra, digamos, entre la noción de Verwerfung en Freud y lo que después va a
ser la forclusión en Lacan, es decir, seguiré con lo que habíamos empezado a
puntuar del Seminario 1 y del texto de Hyppolite sobre la Verneinung, de manera
que podamos, con todo lo que hemos ido acumulando hasta ahora, entrar de lleno
en el escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis», como lo convinimos al término de la reunión pasada. No vamos a
poder hacer, al menos en este año, y como sería interesante hacer, aunque no está
excluído que lo hagamos en otra oportunidad, un comentario de este texto de
los Escritos palabra por palabra, o frase por frase, pero por lo menos vamos a
tratar de dar, en las dos reuniones próximas, un esquema general del escrito, y ver
si podemos interrogar algunos puntos-clave del mismo, fundamentalmente el
punto al que, de hecho, ha sido reducido este escrito, a lo mejor porque no ha
sido leído, como decía Lacan de todos los suyos, que es la cuestión de la
metáfora paterna y la forclusión — el texto de los Escritos es mucho más rico
que eso, pero a eso en general ha sido reducido, en el discurso corriente.

Bueno, voy a tratar de ser breve, hoy, porque tenemos un caso extenso y muy
interesante. Vimos las primeras aproximaciones de Lacan a la noción
de Verwerfung en el Seminario l, y vimos que ahí Lacan relacionaba esta noción
con el fenómeno de la presencia, al que se llega por el sesgo de la irrupción de la
presencia del analista en momentos puntuales de la relación de transferencia, o
sea, que estas reflexiones de Lacan surgen como problema, o son motivadas, a
propósito de un fenómeno particular, propio de la experiencia analítica, un
momento culminante o clave de la transferencia, que es el de la presencia, el de la
presencia del analista, y esto se extiende luego a la pregunta por cómo concebir
otras presencias, en tanto que el de la presencia, dice Lacan, no es una
experiencia habitual, es más bien un fenómeno raro, al que no nos habituamos,
que tendemos a excluir de la vida cotidiana — en general vivimos más bien en la
ausencia, que resulta, creo que les dije entonces, de uno de los efectos mayores
del significante: introducir la realidad como ficción. Y en esos primeros
acercamientos a la noción de Verwerfung había un como primer intento, les dije
también, que Lacan no continúa, pero hay ahí una frase que da pié para pensar en
eso, y eso ha sido retomado por algunos autores, a asimilar la Verwerfung a
la represión primaria, cosa con la que después no continúa. Lo que me interesa a
mí subrayarles, de todo este recorrido inicial, es que, evidentemente, Lacan está
buscando como cierta especificidad —y adelanto algo sobre lo que no me extendí
la vez pasada— no tanto de un "mecanismo", sino la especificidad de cierto
modo de retorno que no es el retorno de lo reprimido.

LA INTERVENCION DE JEAN HYPPOLITE

En relación a este planteo, a esta situación de búsqueda, por parte de Lacan,


aparece la invitación a Jean Hyppolite a intervenir en su Seminario; le propone
que comente el artículo de Freud, de l925, Die Verneinung, «La negación», y esa
intervención de Hyppolite va a marcar como un gran giro en la búsqueda de
Lacan.
Del texto de Hyppolite quisiera mencionar tres puntos. Dicho texto merecería
también todo un comentario detallado, pero vamos a ir a lo que me parece
esencial del mismo, esencial para nuestro recorrido. En primer lugar, aunque esto
no está dicho como tal por Hyppolite —es algo de lo que, releyendo el texto en
estos días, me percaté, y que me parece interesante para comentárselos—, es que
la Aufhebung...

Bueno, les recuerdo que, junto con los términos que veníamos viendo como
relativos a las llamadas "estructuras clínicas", es decir: la Verdrängung,
represión, la Verleugnung, renegación o desmentida, y la Verwerfung, traducida
como desestimación o rechazo o cercenamiento, había un término, que se podía
detectar, no en los artículos de Freud sobre los que Lacan se detiene en este
período a propósito de la Verwerfung, sino en el artículo que contiene el historial
referido a la psicosis del Presidente Schreber, que es el término Aufhebung, que
se puede traducir por "superación", "sobrepasamiento", "anulación",
"levantamiento", y que Etcheverry, en las Obras Completas, traduce por
"cancelación". Con el término Aufhebung, Freud, en una última vuelta sobre el
caso Schreber — a ver, se los recuerdo rápidamente: él venía tratando la cuestión
de que, de la moción de deseo homosexual, Schreber no quiere saber nada, y
entonces se defiende de ella por medio de la proyección, que es el mecanismo de
la formación de síntoma en la paranoia — ahí Freud introduce toda esa cuestión
de las transformaciones sintácticas de lo que sería el nódulo de esa mo-ción de
deseo homosexual: "yo (un hombre) lo amo (a un hombre)", es decir, las
contradicciones a esa frase de base a nivel del sujeto, del verbo y del
complemento, que dan lugar a las tres o cuatro formas de delirio: de persecución,
el erotomaníaco, el de celos y el de grandeza — esto, por sí solo, ya merece un
comentario, ahora simplemente indico en qué sentido, y es que ustedes se darán
cuenta inmediatamente de que habría lugar para introducir una distinción entre lo
que sería una "moción pulsional", como dice Freud, y la frase "yo (un hombre) lo
amo (a un hombre)", ¿se entiende esta diferencia?, en la medida en que "yo lo
amo", ¿quién dice esta frase? — es decir, que se trata de una frase, dicha o no
dicha, pero no obstante una frase que supone algún sujeto de enunciación,
alguien que la dice, que se la dice, mientras que nadie dice ni se dice una
"moción pulsional", eso, en todo caso, lo dice Freud, o la teoría psicoanalítica,
pero está claro que en "moción pulsional" está como borrado el plano de la
enunciación, es decir que, si bien la tesis de Freud es que la paranoia es una
defensa contra la homosexualidad, algo que se hace en relación con una moción
pulsional, evidentemente, en el análisis que él hace, y más allá de la
conceptualización, hay algo que requiere de otro tipo de análisis, que es un
análisis propiamente lingüístico, que tiene en cuenta al sujeto de la enunciación.
En fin, dejo esto de lado, por el momento. Simplemente les evoco que, luego de
que Freud concluye con su tesis de que el mecanismo de la formación de síntoma
en la paranoia es la proyección, definiéndola así:

Una percepción interna es sofocada, y como sustituto


de ella adviene a la conciencia su contenido, luego de
experimentar cierta desfiguración, como una
percepción de afuera.(1)

y luego de haber distinguido de esto el proceso de la represión, con sus tres fases,
y más ligado que el mecanismo de la formación de síntoma con "la historia del
desarrollo de la libido",(2) lo que lo lleva a la precisión siguiente:

Diremos pues: el proceso de la represión propiamente


dicha consiste en un desasimiento de la libido de
personas —y cosas— antes amadas.(3)

en fin, una vez que Freud en su texto hace esta esta especie de voltereta por la
que define, como constituyendo el resorte fundamental de la psicosis, el retiro de
la libido hacia el yo, y, al revés, el retorno de la libido como lo propiamente... no
la enfermedad, sino el modo de curación, es decir el delirio como "el intento de
restablecimiento, la reconstrucción", es ahí que él vuelve sobre su primera tesis,
para rectificarla, y escribe:

No era correcto decir que la sensación interiormente


sofocada [o suprimida, unterdrückt] es proyectada
hacia afuera; más bien inteligimos que lo
cancelado [o abolido, aufgehoben, aquí tenemos
la Aufhebung] adentro retorna desde afuera.(4)

Bueno, ahí tenemos a la palabra Aufhebung, entonces, que ha sido traducida por


Ballesteros de cualquier manera, como "represión", y por Etcheverry, como les
dije, como "cancelación"; también les dije que los franceses suelen traducirla, a
menos en ese fragmento del texto de Freud, como "abolición", e igualmente ya
habíamos adelantado que buena parte del comentario de Hyppolite va a girar en
relación a esta palabra, que en la lengua alemana tiene varios registros, y que
alude tanto a la "cancelación", en el sentido de "cancelo mi suscripción a una
revista", por ejemplo, o al "levantamiento", en el sentido de "levanto el vaso";
tanto para una como para otra cosa se emplea la palabra Aufhebung. Entonces:
"levantamiento", "anulación", "cancelación", "superación", como momento clave
de la dialéctica hegeliana, "sobrepasamiento" también, en fin, no importa, lo que
me interesa es que esa palabra, Aufhebung, que está en el texto de Freud sobre
Schreber, en ese momento clave del historial —o clave desde la lectura que hace
Lacan, porque es desde ese lugar del texto de Freud que, aunque los términos son
otros, Lacan va a sacar la fórmula: "lo rechazado de lo simbólico retorna en lo
real"—, esa palabra, Aufhebung, va a volver en el texto sobre «La negación», en
un párrafo sobre el que Hyppolite, en su comentario hablado, va a llamar la
atención. En realidad, en el texto de los Escritos, es una cita del texto de Freud,
que dice así:

Es la palabra dialéctica de Hegel, que quiere decir a


la vez negar, suprimir y conservar, y en el fondo
levantar. [...] Freud aquí nos dice: "La denegación [la
"negación", como traducimos nosotros, que no
necesitamos introducir la partícula "de", éste es un
problema de los franceses, no nuestro] es
una Aufhebung de la represión, pero no por ello una
aceptación de lo reprimido."(5)

Cosa que en la traducción de Etcheverry tenemos como que

La negación es un modo de tomar noticia de lo


reprimido; en verdad, es ya una cancelación de la
represión, aunque no, claro está, una aceptación de lo
reprimido.(6)

Bueno, pero, ven ustedes, entonces, que la palabra Aufhebung, en este texto, no


tiene de ninguna manera el valor que tiene en el texto sobre Schreber —¿se
entiende, esto?—, porque en Schreber remitía a que algo queda como anulado,
liquidado, abolido, y queda adentro, entonces, como un vacío, un agujero, al cual
va a retornar, desde afuera, algo. En cambio, acá, la "cancelación de la
represión", no implica la aceptación de lo reprimido, no liquida a lo reprimido. El
sujeto, "por medio del símbolo de la negación", como dice Freud, puede tomar
conciencia de lo reprimido —en ese sentido cancela la represión—, y así la
representación reprimida pasa a la conciencia, aunque no obstante, desde el punto
de vista metapsicológico, sigue siendo inconsciente. ¿Me entienden o no me
entienden?

PARTICIPANTE: Más o menos.

 
Por ejemplo —es el ejemplo que da Freud—: "usted dirá que esa del sueño es mi
madre, pero no es mi madre". Entonces, la "madre", como representación
reprimida, ya no está inconciente en el sentido de lo carente de conciencia,
porque está dicha en el discurso; por medio del símbolo de la negación, el sujeto
toma noticia de que esa del sueño es su madre, dice Freud, y en ese sentido la
"madre pasa a la conciencia" —esa es la Aufhebung—, pero esto no implica que
la represión, como tal, haya desaparecido, porque, digamos, desaparece el
carácter "no conciente", vamos a distinguir así, para entendernos, desaparece el
carácter "no conciente" de la representación, pero la representación, aunque
ahora en la conciencia, sigue tan reprimida como antes. ¿Ahora sí se entiende un
poco más? Bien. Pero entonces, ven ustedes que la consecuencia de
la Aufhebung en Schreber, y en «La negación», es totalmente distinta, porque en
un texto implica una especie de catástrofe interior, que deja un gran agujero
"adentro", al cual va a retornar algo desde "afuera", en Schreber, mientras que en
«La negación» es un procedimiento para tomar noticia de lo reprimido, pero que
no liquida la represión — incluso, un poco después Freud dice:

Logramos triunfar sobre la negación y establecer la


plena aceptación intelectual de lo reprimido, a pesar
de lo cual el proceso represivo mismo no queda
todavía cancelado.(7)

Es decir, se cancela la represión, en el sentido de que el sujeto toma noticia de la


representación inconsciente, pero la represión como tal no desaparece.

Bueno, ¿por qué me pareció interesante, cuanto releía esto en el «Comentario...»


de Jean Hyppolite, llamarles la atención al respecto? Porque esto me permite
anticipar lo siguiente: la Aufhebung no tiene un estatuto conceptual, en Freud, es
una palabra de la lengua alemana, y punto. El hecho de esta plurivocidad de
sentidos, y el hecho de que funcione con esta plurivocidad, nos indica que
la Aufhebung no tiene estatuto conceptual. No sé si se dan cuenta de que, si
queremos saber lo que es la represión, por ejemplo, no recurrimos a un
diccionario alemán, recurrimos al artículo de la Metapsicología; es decir, lo que
pudo haber significado la palabra Verdrängung en alemán —donde significa un
montón de cosas: por ejemplo, se puede decir que un barco verdrängt tantas
toneladas de agua, es decir, que desplaza, que ocupa el lugar equivalente de las
tantas toneladas de agua que desplaza—,(8) en fin, no nos interesan más esos
sentidos de la palabra "represión" en la lengua alemana. ¿Por qué? Porque la
palabra "represión", en Freud, ha adquirido un estatuto conceptual. En cambio, la
palabra Aufhebung, y esto es lo que estoy haciéndoles observar, no tiene dicho
estatuto. Ahora bien, si la palabra Aufhebung no tiene ese estatuto conceptual,
¿qué es lo interesante, no obstante, de esta frase de Freud en su historial sobre
Schreber? Me parece a mí que es lo siguiente: que lo fundamental no es el
mecanismo, allí designado como Aufhebung, sino el modo de retorno, en dicho
caso caracterizado como retorno "desde afuera" — y creo que, a lo que va a
apuntar Lacan todo el tiempo, cuando trata de buscar un mecanismo específico
de la psicosis, no es tanto el "mecanismo" —que en Freud, como ya lo hemos
indicado en anteriores reuniones, es de lo más variado, y que en Lacan tiene su
dificultad, que después trataré de considerar—, sino el modo de retorno, el modo
en que algo retorna.

De Schreber, entonces, se podría decir —del Schreber de Freud, digamos, para


precisar un poco en relación a lo que podría denominarse "el Schreber de
Lacan"— que el "mecanismo" está un poco dudoso: no se sabe muy bien en qué
consiste, pero que, no obstante, podríamos detectar una ausencia en Schreber,
que sería la siguiente: la ausencia de la función del no, porque es esa función la
que permite aceptar algo bajo el modo de desconocerlo.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

¿Que en Schreber no hay represión? No entiendo por qué decís eso, porque
Freud, como acabamos de verlo, no dice eso, al contrario. Y, entonces, todo el
problema es éste: me parece que apuntás a algo que circula, y que me gustaría
discutir, no sé si podré hacerlo la vez que viene, o la otra, o en otro momento,
que es la identificación que suele hacerse entre represión primaria y metáfora
paterna...

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Pero es que Freud dice claramente que ese mecanismo está presente en Schreber,
lo que pasa, es lo que yo señalo, es que no tiene un estatuto de mecanismo. En
Schreber hay Aufhebung, pero en Schreber, lo que Freud trata de nombrar con la
palabra Aufhebung, es algo que deja un agujero en un "adentro", mientras que en
el texto de 1925 sobre «La negación», lo que nombra la palabra Aufhebung no
deja ningún agujero, al contrario: permite tomar noticia de una representación
inconsciente... sin que por ello desaparezca la represión. ¿Se entiende?
Bueno, uno podría ir anticipando, entonces, que si lo que permite —haciendo
este pliegue entre «La negación» y Schreber— tomar noticia de algo de lo que la
conciencia no dispone, es la función de la negación, portada por la función de
desconocimiento del yo, entonces, tal vez uno podría conjeturar que eso es lo que
está en ausencia en Schreber. Entonces, esto merecería una interrogación con
respecto a las funciones de la negación, sobre la que Lacan ha vuelto infinidad de
veces, pero lo dejo ahí, como una especie de nota.

Segundo punto que me parece interesante del comentario de Hyppolite, y que va


a tener una gran consecuencia en la manera que Lacan trata esto, cuando retoma
el término Verwerfung. Para Hyppolite, lo que Freud describe en «La negación»
es un "mito de la formación del fuera y del dentro".(9) E incluso Lacan, en su
«Respuesta al comentario...», va a subrayar tal carácter mítico, y lo va a subrayar,
incluso, ¿por qué? — porque su razonamiento empieza a hacerle agua ni bien uno
empieza a rascar un poco, es decir, es importante llamarlo "mito" para no verse
obligado a situarlo en ningún momento en particular. ¿Se entiende esto? Porque
uno puede decir: "bueno, ¿pero cuándo? ¿cuando el sujeto empieza a hablar?" —
muchas de las cosas que dice Lacan parecerían ir para ese lado: cuando el sujeto
ingresa en el lenguaje, habría algo que es expulsado (Ausstossung) o rechazado
(Verwerfung), en oposición a cierta "Bejahung primaria", pero resulta que en el
Hombre de los Lobos eso ocurre a determinada edad, que no es precisamente la
de la introducción del sujeto en el lenguaje. Entonces Lacan confirma que se trata
de un mito, que esa alternativa Bejahung-Ausstossung, o Bejahung-Verwerfung,
como prefiere él, tiene un valor mítico, por lo que no habría que situarla en un
momento dado, temporalmente.(10)

Bien, en cuanto a este "mito de la formación del fuera y del dentro", Hyppolite, al
respecto, dice lo siguiente:

¿Qué quiere decir esto? Detrás de la


afirmación [Bejahung], ¿qué hay? Hay la...

—corrijo la versión castellana de los Escritos, es una errata de la versión


castellana, en la que figura la palabra Verneinung, que es "negación", pero no se
trata de la Verneinung, sino de la Vereinigung, que quiere decir "unificación", y
de ahí su relación con Eros; es una errata, no un error de traducción, es una errata
de la edición, pero como hubo tantas ediciones de los Escritos, y nunca se
tomaron el trabajo de corregirla, se las señalo yo; es en la página 863 que van a
encontrar esta frase, que ahora se las leo corregida—:

¿Qué quiere decir esto? Detrás de la


afirmación [Bejahung], ¿qué hay? Hay
la Vereinigung [unificación], que es Eros. Y detrás de
la denegación (cuidado, la denegación intelectual
será algo más), ¿qué hay pues? La aparición aquí de
un símbolo fundamental disimétrico. La afirmación
primordial no es otra cosa que afirmar; pero negar es
más que querer destruir.(11)

Bueno, lo que está diciendo Hyppolite, en este y otros párrafos de su comentario


—y que me parece mejor que no les lea ahora, porque nos demandaría demasiado
tiempo, y que en todo caso incluiré como notas cuando corrija el texto de la
desgrabación—, es que entre afirmación y negación hay un descalce, que no
están al mismo nivel. La afirmación es "equivalente" —en la traducción de
Etcheverry dice "sustituto", pero la palabra alemana es Ersatz—, la afirmación,
en cuanto que es equivalente de la unificación, es cosa de Eros, mientras que la
negación sucede, viene después de la Ausstossung, de la expulsión, es posterior a
ella, y la Ausstossung depende de lo que Freud en su texto llama "la pulsión de
destrucción".(12) En relación a este punto, Hyppolite dice algo muy sugestivo en
su comentario:

El proceso que lleva a ello, que se ha traducido por


rechazo, sin que Freud use aquí el
término Verwerfung, es acentuado más fuertemente
aún, puesto que él pone aquí Ausstossung, que
significa expulsión.(13)

Entonces, recapitulemos: la división entre, o más bien la formación del fuera y


del dentro, en este "mito" freudiano, como lo califica Hyppolite, se da por dos
procesos, el de la Bejahung y el de la Ausstossung — Bejahung es
"afirmación", Ausstossung es "expulsión": lo que recibe la marca de
la Bejahung constituye un "interior" cuyo cierre está dado por lo que se expulsa
"fuera". Hyppolite dice: bueno, no obstante, aunque lo tradujeron (en francés) por
rechazo, no se trata de la Verwerfung, sino de algo más fuerte, que es
la Ausstossung; eso es algo que señala Hyppolite, pero todo el desarrollo
posterior de Lacan, tanto en su «Respuesta...» como en buena parte del Seminario
3, va a pasar por identificar, de hecho, Verwerfung y Ausstossung. Para mí, eso
constituye un problema, cuyas consecuencias se pueden leer en lo inmediato del
desarrollo de Lacan, que es que, al asimilar la Verwerfung a la Ausstossung, se
pierde, digamos, lo que puede haber ahí de acontecimiento y de posición
subjetiva. ¿Se entiende esto? Una cosa es hablar de un momento "mítico" donde
—lo digo con palabras quizá más accesibles— el lenguaje empieza a funcionar, y
entonces eso implica que algo queda "fuera", porque no todo es lenguaje —la
"cosidad" del mundo, vamos a decir así, queda fuera—, y entonces tenemos un
"dentro", constituido por lo que podemos simbolizar, nombrar, y un "fuera",
constituido por lo que de "las cosas", incluso de "la Cosa", no llega a
transformarse en "objeto" —¿está claro, esto?—, lo real. Esto es como un
proceso mítico, que es simplemente el resultado de la instauración del lenguaje.

Pero la Verwerfung, hasta ahora, siempre comportaba una "actitud", como dice
Hyppolite, un "no quiero", por ejemplo un "no quiero saber nada de eso", de la
castración, o de la representación inconciliable. Por más "mítico" que lo
planteemos —porque siempre estos mecanismos son conjeturales y leídos
retroactivamente, es decir, nunca asistimos ni a la Verwerfung, ni a
la Verdrängung, ni a la Verleugnung, son mecanismos que deducimos a partir de
determinados modos de retorno—, pero por más "mítico" que lo planteemos,
siempre está supuesto un momento donde el sujeto hace eso o no lo hace: reprime
o no reprime, reniega o no reniega, rechaza o no rechaza. La asimilación de
la Verwerfung a la Ausstossung borra, o borra bastante, vamos a decir así, para no
ser tan taxativos, esta dimensión, esta dimensión de acontecimiento, incluso de
acto.

Ahora, subrayo —es algo que me pareció interesante, y esto lo tenía anotado para
la reunión pasada— el hecho de que la negación es una instancia segunda
respecto de la Ausstossung, porque, y aquí es donde este asunto conecta con el
tercer punto que quería destacarles del comentario de Hyppolite, esto le permite a
Hyppolite "distinguir entre la negación interna al juicio y la actitud de la
negación",(14) que es más primitiva, y "cuyo vestigio", dice, "nos designa Freud
en el negativismo que caracteriza a ciertos psicóticos".(15)

Esto me evocó —hace dos semanas, cuando anoté estas cosas, para
comunicárselas— algo que me había ocurrido en esos días. Yo tengo una amiga
muy querida con la que siempre discutimos; ella se dedica mucho al análisis con
niños, y siempre nos encontramos con que nuestras perspectivas son bastante
contrapuestas. Entonces, por ejemplo, y a propósito de la cuestión del "deseo de
la madre", en esos días nos surgió la pregunta por dónde se lee el deseo de la
madre, y entonces ella me traía un fragmento de su clínica, me comentaba de una
mujer que hablaba de su embarazo como si estuviera generando un parásito, una
mujer que había tenido varios abortos en su historia anterior, y entonces ella, mi
amiga, leía el deseo de la madre ahí, en el discurso de ésta. Obviamente, mi
perspectiva no era ésa, a mí me parece que una madre que habla de su hijo, como
un parásito o no... digamos, todo hablante, cualquier hablante, no sólamente esa
madre, no habla ni como madre ni como padre, habla como hijo, siempre —¿se
entiende lo que digo?—, y que el "deseo de la madre", el que opera en ese hijo, el
que operaría en ese hijo si ese embarazo llegara a resistir un nuevo aborto a
repetición, no lo tendría que leer en esa palabra materna, sino que leería la
versión que de eso hace el sujeto que tengo en análisis, para quien "padre" y
"madre" son siempre referentes de su discurso. O sea, que no analizamos a nadie
en tanto que padre, ni en tanto que madre. No sé si esto queda claro. A mí me
parece clarísimo, pero veo que ahí hay un problema, porque la pendiente natural
del pensamiento parece ser la de: "bueno, si la madre habla de él así, entonces..."
— hay como una cosa de antecedente y consecuencia, que a mí me parece que
borra, precisamente, la dimensión del sujeto. Y justamente, fíjense, ese mismo
día que yo hablaba con mi amiga, unos minutos antes, digamos, una paciente que
me estaba hablando de sus dificultades de crianza con sus hijos, a quienes temía
transmitirles ciertos valores que en ese momento ella estaba poniendo en
cuestión, se interrumpió para hacerse esta reflexión que revela que es alguien que
ha dado algunas vueltas en su análisis: "en fin, algunos chicos escupen el
chupete". Es decir, hay una actitud, como la denomina Hyppolite, de la que
resulta que algunas cosas se aceptan y otras no se aceptan. ¿Se entiende esto?
Tomar en cuenta la hipótesis de esta actitud me parece fundamental. ¿Por qué?
Porque es lo que nos permite —aunque esto es una anécdota, es un momento al
que tampoco le podemos dar demasiado valor en tanto lo observamos, siempre
será en tanto lo reconstruimos— esto es lo que nos permite introducir algo de lo
que he hablado en este seminario, que es la suposición
del sujeto como discontinuidad en la cadena, es decir, el sujeto
como determinación insuficiente. Si hay sujeto, es porque la determinación no es
suficiente; si la determinación fuera suficiente, lo que tendríamos sería
marionetas.

S1, S2,... Sn

Sujeto determina-

ción

causa

Si nosotros, a imitación de Lacan, nos valiéramos de los famosos círculos de


Euler para figurar esto que acabo de señalarles, y llamáramos sujeto a esto, y de
este otro lado situáramos el campo de la determinación, que consistiría,
obviamente, en una serie de significantes, hay que recordar que el sujeto, en
Lacan, es identificable al (-1) del significante que falta, el sujeto se lee como falta
de un significante, lo cual deja el campo de la causa a otra cosa, que no es
significante, y entonces habrá que introducir —esto lo digo muy rápido porque
quiero llegar a la cuestión— la diferencia entre causa y determinación, en tanto
la determinación es la determinación significante. Pero lo que es del orden de
la causa, que Lacan va a nombrar objeto a, justamente, no es del orden del
significante.

Bien, esto, entonces, muy resumidamente, lo que quería señalarles del


comentario de Jean Hyppolite. En todo caso, léanse ustedes las dos versiones de
la respuesta de Lacan a ese comentario, la del Seminario 1 y la de los Escritos,
porque lo que yo podría decirles de ello más o menos está sugerido por todo lo
que dije hasta ahora, es decir: la cuestión de la Verwerfung identificada a una no-
Bejahung,(16) con lo que queda un poco borrada esa "actitud de negación", que
Hyppolite había detectado en Freud, y que es muy fuerte en Freud, esa "actitud"
previa, y queda todo transportado al plano del mito. Por otra parte, algo que
quería decirles, y que me parecía importante, es... Bueno, lo dejo, para hacerles
ahora un pequeño esquema, como una posible introducción a lo que vamos a ver
de aquí en más.

ALGUNOS ESQUEMAS

Nosotros podríamos decir, con un esquema muy intuitivo, y falso, como todo
esquema, que el esquema de Freud, lo podemos formular así: tenemos un
"adentro" — no importa qué es ese adentro, y lo llamemos como lo llamemos: el
"yo" en el artículo sobre «Las neuropsicosis de defensa», por ejemplo, o las
"corrientes", en el artículo sobre el Hombre de los Lobos:

alucinación

representación inconciliable

 
Aquí tenemos, si tomamos en consideración el artículo de 1894 sobre «Las
neuropsicosis de defensa», lo que Freud denomina una "representación
inconciliable", incluso "insoportable", que puede sufrir distintos destinos: uno de
ellos es que sea rechazada, es decir, que reciba la Verwerfung, y entonces va a
parar a "fuera", es decir, no es reprimida "dentro" —el esquema es horrible, pero
ustedes me lo disculpan—; en este esquema, la diferencia "fuera"-"dentro" está
supuesta. Entonces: la representación inconciliable va a parar a "fuera", y en su
lugar, "dentro", viene, desde "fuera", la alucinación. La diferencia que podemos
establecer entre lo que Freud postula en l894 y lo que postula en l914, o sea,
entre «Las neuropsicosis de defensa» y el historial sobre el Hombre de Los
Lobos, es que... En fin, primero veamos lo que hay de parecido. Lo que hay de
parecido es que, entre la representación inconciliable y la alucinación hay,
podríamos decir, una relación de semejanza: es decir, el niño se le muere, y la
madre mece un leño, el novio no viene, y la alucinación es que el novio anda por
ahí, para decirlo a la manera de Cortázar; por otra parte, tenemos que en el
Hombre de los Lobos la castración ha sido rechazada, y en su lugar tenemos el
dedo cortado, que es la castración manifestada "en la forma que él se imagina",
como dice Lacan en el Seminario, en un momento en que el Hombre de los
Lobos está en el trámite de reconocer la castración, como lo indica Freud: es ahí
que aparece esta alucinación. Esta es la similitud, lo que hay de parecido entre
ambos textos, es decir, que entre lo rechazado y lo que retorna hay cierta
analogía, cierta relación de semejanza —aunque no pretende tener un valor
conceptual, esto que estoy diciendo—:

lo rechazado  lo que retorna

¿Cuál es la diferencia que podemos establecer entre ambos procesos, entre ambas
circunstancias? Que en lo que Freud cuenta en «Las neuropsicosis de defensa»,
¿ustedes se dan cuenta de que prácticamente se puede hacer una traducción
directa, de una cosa a la otra? — casi tiene un valor de síntoma histérico esta
sustitución entre el niño muerto y el leño. En cambio, cuando en el Hombre de
los Lobos aparece la alucinación del dedo cortado como retorno de la castración
rechazada, lo que aparece acompañando esa alucinación es un sentimiento de
perplejidad. Es decir, el dedo cortado tiene una significación de castración... para
Freud, para nosotros, no para el Hombre de los Lobos —¿se entiende esto?—, o
mejor dicho: no para una de las "corrientes" del Hombre de los Lobos, vamos a
ser más precisos todavía. Pero lo que quiero subrayar es esto: que hay una
detención del sujeto ante un significado no asimilable. Esto es lo marcaría la
diferencia entre lo que retorna de la Verwerfung en estos dos textos de 1894 y
1914 — y sobre esta diferencia no va a llamar la atención Lacan, pero en cambio
Lacan efectúa algunos señalamientos que me permitieron establecer esta
distinción; por ejemplo, en el Seminario, él va a plantear que, de lo que se trata,
en el Hombre de los Lobos, es de una Verwerfung del sentido,(17) lo que es
bastante compatible con lo que va a aparecer después, con los nudos, cuando diga
que lo real es lo Otro del sentido, e incluso que lo real forcluye al sentido. O sea,
que este "sentido excluido", por decirlo así, es un dato que me parece que vale la
pena conservar de aquí en adelante: que no es tanto el contenido, simbólico,
analógico o imaginario, o lo que sea, de lo que retorna, sino que eso que retorna
implica una suspensión del sentido. Pero entonces, en el Hombre de los Lobos,
podríamos decir que, a diferencia de lo que señalamos antes, lo que retorna no es
tan semejante a lo rechazado:

lo rechazado ¿ ? lo que retorna

Este es un primer esquema, entonces. Ahora, con lo que nos vamos a encontrar
de aquí en más, con la fórmula canónica —cuando ya están puestos en
correspondencia, por esa "traducción" que no es tal, la Verwerfung y
la forclusión, o sea, cuando ya está introducida toda la doctrina del Nombre-del-
Padre... y se dan cuenta de que ahora me estoy salteando abruptamente todo el
Seminario 3, para plantear la dificultad—, con la fórmula canónica de que "lo
rechazado de lo simbólico retorna en lo real", nos vamos a encontrar con esta
curiosidad: que ahora, en lugar de la "representación inconciliable" o "la
castración", lo que es rechazado de este "dentro" es el Padre, el Nombre-del-
Padre. ¿Está claro, esto? Lo que nos daría este esquema:

lo que retorna

Nombre-del-Padre

Lo forcluído de lo simbólico, de este "dentro" constituido por lo simbólico —


porque ésta es la asimilación que hace Lacan en el Seminario sobre Las psicosis:
ese "dentro", Lacan dice que es un interior de lo simbólico, así como "fuera" es lo
real; es decir, no hay correspondencia, extrictamente hablando, no hay una
perfecta equivalencia entre el "dentro" freudiano y lo simbólico lacaniano, ni
entre el "fuera" freudiano y lo real lacaniano, pero Lacan establece no obstante
como un juego de correspondencias, que por momentos alcanzan a una
sustitución del "dentro" por lo simbólico y del "fuera" por lo real. Pero a lo que
iba ahora es a que, una vez introducidos el significante del Nombre-del-Padre y
la "traducción" de Verwerfung por forclusión, lo rechazado de lo simbólico, lo
forcluido de lo simbólico, es el Nombre-del-Padre, y no cualquier representación.
Pero entonces: ¿qué retorna desde el exterior?

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

El Nombre-del-Padre es un significante, no una representación. Ahora saltamos


de Freud a Lacan, es decir, saltamos de la representación al significante — lo
cual implica un montón de cuestiones que ustedes decidieron obviar, cuando en
la reunión pasada optaron por el escrito «De una cuestión preliminar...», sin pasar
por el Seminario 3. Pero, a ver, de todos modos yo apuntaba a algo de lo que vos
mencionás... Por el momento, simplemente, estoy como siguiendo este esquema
"a lo tonto", dejándome llevar por él, este esquema que dice que "lo rechazado
adentro, de un adentro que eventualmente es el adentro de lo simbólico, retorna
desde lo real". Antes teníamos, en este esquema, una "representación
inconciliable", y la alucinación como retorno. Encontramos una diferencia, una
diferencia y una similitud, entre las alucinaciones que funcionan como "retorno"
en los textos de Freud de l894 y l914. Ahora, ese mismo esquema, lo tenemos
aplicado a la forclusión del Nombre-del-Padre. Pero el problema es este: si
ustedes leen —lo vamos a leer la reunión que viene— el escrito «De una cuestión
preliminar...» —lamentablemente no traje la cita conmigo, porque es muy
interesante— van a ver que el Nombre-del-Padre puede estar forcluido por una
de dos circunstancias, y no de una sóla, como se suele decir; en general, lo que se
suele decir es que el Nombre-del-Padre no existe, no hay Nombre-del-Padre en el
lugar del Otro, porque la madre no hace caso a la palabra del padre, y en general
todo el acento ha sido puesto en eso, y se deja de lado una segunda frase que dice
Lacan, que no puedo sino parafraséarselas, a saber, que más allá de eso, del caso
que la madre haga a la palabra del padre, está la cuestión de la relación que el
propio padre tenga con la Ley, es decir, en el límite, la cuestión de la impostura
paterna. Por ese lado se podría pensar cierta "inconciliabilidad" relativa al padre
—aunque, francamente, a lo mejor porque no había seguido este esquema tan "a
lo tonto" como me proponía, no se me había ocurrido formular esto en términos
de "representación inconciliable"—, en fin, en ese punto de la impostura paterna,
tal vez se podría situar algo de lo "inconciliable", de lo no asimilable por el sujeto
que estaría en posición de, eventualmente, rechazar dicha impostura. Pero no iba
a eso, a lo que iba es a que, sea porque no hay, o sea porque está pero el sujeto lo
rechaza, y no "se sirve de él", el resultado es el mismo, se lo expulsa de lo
simbólico, o no está en lo simbólico, y retorna en lo real... con esta diferencia
respecto de lo que veníamos viendo, a saber: que entre lo rechazado y lo que
retorna ya no hay más similitud ni analogía. Lo que retorna —señalo estas cosas
un poco masivamente— es la injuria, la alucinación, el "ser tomado por...", los
fenómenos de perplejidad, etc..., pero ya no hay similitud ni analogía entre el
Nombre-del-Padre, "rechazado de lo simbólico", con lo que va a retornar "en lo
real".

Bien, esto es lo que podremos interrogar a nivel del escrito «De una cuestión
preliminar...», pero quiero adelantarme a otros desarrollos de Lacan, posteriores a
este, aunque no obstante bastante cercanos. El siguiente momento será el de que
falta un significante en el Otro... pero no contingentemente, por obra de la
forclusión, sino necesariamente, por el estatuto mismo de lo simbólico. Es decir,
que lo simbólico, por las propiedades mismas de lo que lo conforma a nivel de
sus elementos, los significantes, ya comporta una incompletud, un agujero — y
contendrá en su interior, o no, pero en todo caso además de este agujero donde
anida la función del sujeto, el significante del Nombre-del-Padre. Pero entonces
—no sé si esto les queda suficientemente claro—, ese agujero en el Otro no es
por la falta del significante del Nombre-del-Padre, siempre va a haber agujero —
lo que nos deja entonces la pregunta por cuál será ahora el estatuto del Nombre-
del-Padre en relación a ese agujero propio de la estructura —y no resultado de
ninguna forclusión—, que ya no es contingente, sino esencial.

Bueno, lo que vamos a observar es que —me olvidé de decirlo en el anterior


esquema, pero vale para éste—, en el caso de la psicosis, es Un Padre lo que va a
actualizar la ausencia, si es que la había:

Nombre-del-Padre

Un Padre

Y, ante el retorno, lo que vamos a encontrar es que el delirio —como lo hemos


comprobado en los casos que hemos visto, lo volveremos a ver hoy también,
quizá— es un modo de introducir sentido en esto que retornaba fuera-de-sentido.

 
retorno en lo real

delirio (suplencia de sentido "paterno")

Pero este sentido que es aportado por el delirio, muy frecuentemente, si no


siempre, va a comportar algún índice que remita a la función que hubiera
cumplido el Nombre-del-Padre — y aquí vienen todas las cuestiones de filiación
que hemos ido observando, y que seguiremos observando en los distintos casos
— lo cual nos hace pensar, retroactivamente, que la función del Nombre-del-
Padre, en relación a este agujero propio de la estructura, es la de producir cierto
sentido... que consideraremos cuando abordemos el escrito «De una cuestión
preliminar...».

PARTICIPANTE: ¿Ese sentido puede tomarse como


una suplencia?

Sí, pero... A ver... El problema sería éste: yo te respondo que sí, y quedo
disgustado, porque es como consentir al malentendido, en la medida en que estoy
seguro de que no entendemos lo mismo cuando empleamos la palabra suplencia.
¿Por qué? Porque en verdad — vos entendiste en seguida, me parece, que se
trataba de una "suplencia del Nombre-del-Padre" — pero lo que hay que tener en
cuenta previamente es que el Nombre-del-Padre, ya, él mismo es una suplencia,
en relación a este agujero no contingente de la estructura. Porque ahora el
estatuto del Nombre-del-Padre ha cambiado radicalmente, a partir de que
decimos que, porque hay sujeto, y por la definición misma del significante, lo
simbólico comporta un agujero.

Bueno, en esta última parte me he apurado mucho. Lo lamento. En la corrección


de la desgrabación veré si puedo remediarlo. Pero igual me extendí más de lo que
quería, así que ya los dejo con Diego... no, Diego no, Carlos, Goyo.

 
 

CARLOS GIOVACCHINI

la presentación

María, de 40 años, fue internada en el año 1996 en el


hospital Esteves. A pesar de su cortesía, durante la
entrevista de guardia, no fue fácil hacer que hablara de lo
que le pasaba, pues descontaba que debíamos estar al tanto
ya que había sido trasladada por un patrullero y portaba una
orden judicial de internación.

Al cabo de un tiempo de entrevista y ya persuadida de que


su caso nos interesaba, estando como estábamos en la
absoluta ignorancia de lo ocurrido, María estaba
contándonos una cadena de acontecimientos que habían
desembocado en la internación, vivida por ella como una
vejación más de las que había sufrido desde que todo esto
empezó:

"Fui con un conocido a una granja ecológica…


pensaba que era de unos familiares míos, me
habían dicho que los dueños eran parientes.
Cuando pregunté empezaron a insultarme, a
decir que yo tenía malas intenciones. Me quise
escapar y me siguieron con escopetas.
Comenzaron a pegarme y llamaron a la policía.
Mi amigo se había ido. Empecé a pensar que
todo estaba preparado."

Finalmente confesó que el suyo era "un problema de


identidad". Desde hacía un tiempo, notaba que cierta gente
vinculada a su trabajo, en especial jefes, coordinadores, se le
habían comenzado a revelar de una manera particular. María
sentía que la afinidad que la unía a ellos denotaba que se
trataba de algo más que compañeros. Cada vez más tenía la
sospecha de que se trataba de primos o medio hermanos
suyos. "Coincidencias" en los nombres de estos personajes
con los de algunos miembros de su familia alimentaban la
sospecha hasta que un episodio lo confirmó para María de
manera indudable :

"Cuando le pregunté a J. si estaba seguro de si


su padre era su padre, él me dijo que sí pero me
daba a entender con su cara otra cosa. Tuve la
certeza de que era mi medio hermano o mi
primo. Siempre tuve la necesidad de olfatear la
identidad propia".

Hace siete años que empezó a notar cosas extrañas, que la


perseguían por la calle "tenía un estado de incertidumbre",
pensó que tenía que ver con L., el padre de su hijo, con
quien no se veía desde hacía años. Fue a su casa, la atendió
una mujer que María reconoció de inmediato como medio
hermana suya (esta mujer era la actual pareja de L.) y
pasaron unos patrulleros que le dieron la certeza de que las
persecuciones tenían que ver con ese hombre.

La paciente, al momento de la internación, vivía con su hijo


de 11 años. Hacía cuatro años había iniciado un juicio de
filiación, que ganó, al padre de su hijo. Tiene tres hermanos,
un varón que vive en el exterior y dos mujeres, cada una de
las cuales vive en una provincia del interior. La mayor está
internada actualmente en una institución psiquiátrica.

Durante el tiempo que estuvo internada casi no recibió visitas


hasta que dos de sus hermanos viajaron por única vez. Se
desempeñaba en su profesión con éxito destacado hasta el
momento. Contaba una internación, hacía aproximadamente
3 años, de un mes en una provincia del interior del país.

Luego se verá que los temas que prevalecieron en la misma


tenían relación con los presentes y con los de la posterior
internación: su filiación y el obscuro destino de uno o dos
hijos suyos luego de un aborto realizado a los 18 años.

La paciente fue medicada con neurolépticos durante los


primeros días, disminuyendo la dosis paulatinamente durante
la internación. Una vez externada solo le prescriben una
benzodiazepina para dormir.
 

el tratamiento

Durante el tiempo de la internación, lentamente el espacio de


las entrevistas fue utilizado por María para hablar de cómo
salir del hospital, de la preocupación por el cuidado de su
hijo, de su situación judicial. Aparentemente las ideas
delirantes formaban parte del pasado.

Una vez otorgada el alta, luego de un par de meses de


internación, María concurre a las entrevistas asidua pero
desordenadamente. Durante los "permisos de salida" que
precedieron a la externación, ya había conseguido su primer
trabajo de su profesión. Más tarde, por incompatibilidades
horarias deja de concurrir a las entrevistas y continúa
comunicada conmigo telefonicamente, o con alguna
aparición esporádica.

En junio retoma entrevistas, ahora por consultorios externos.


Hay un punto que la preocupa invariablemente: su problema
de identidad. Ese punto que había sido obtenido en la
entrevista de guardia volvía a aparecer y signó el tratamiento
hasta la actualidad.

Comienza a hablar de su falta de lugar, de la necesidad de


hacerse uno en su trabajo, terminando siempre por írsele de
las manos las relaciones con los jefes. Habla de la relación
con su madre y la caracteriza como "asfixiante, de confianza
y pegoteo"

Con ella tuve una relación idílica hasta los 15 o


16 años. Cuando me puse de novia ella me
empezó a ver como su enemiga. Temía que la
abandonara. Yo tenía 15 años y dormía con mi
vieja en la misma cama. Yo no tenía mi propio
lugar en la casa: o dormía en la cama con mi
mamá o la otra pieza era de mi hermana.

Fui a ver la película Martín H. Es un chico que no


tiene lugar en su casa. Ni siquiera tiene nombre
porque el nombre es el del padre. Me sentí muy
identificada con muchas cosas de la película.

¿Puedo interrumpirte? Para señalar esta extraña afirmación: ella dice no tener
nombre porque el único que tiene es "el nombre del padre".

Yo no siento que sea un miembro de la familia,


siempre me trataron como objeto. Me tuvieron
siempre a cargo pero no como miembro hablante
sino como un objeto del que hay que encargarse.

En el trabajo anterior terminé pagando los platos


rotos de la pelea de los tres jefes que tenía,
tironeada entre ellos, como en el medio.

A partir de esta entrevista y en adelante infaltablemente


hasta cierto momento, María me entrega una serie de
fotocopias que no tienen un orden prefijado: anotaciones de
los acontecimientos de la semana; trabajos teóricos
realizados años atrás por ella; recortes de libros y revistas
con anotaciones propias que aluden a algo de lo que habla
en las entrevistas (generalmente lo que llamará "las
coincidencias"). Entre estos escritos entrega un esquema en
el que aparece en el centro, el "vacío", su "no ser". Es un
círculo, pone "vacío", "no ser", y después una serie de
flechas que se dirigen a ese vacío, y que ella nombra como
"las tentativas de llenarlo":

Ahora sé de dónde me vino la idea de estos esquemas que me dejan tan


insatisfecho.

Intenté llenarlo con mi trabajo, con mis amigos.


La seducción y el sexo también lo he usado para
cubrir esa sensación de soledad y de vacío.
Toda mi vida me estuve buscando una madre. Mi
mamá murió cuando yo tenía 18 años.

Busqué en religiones y sectas, en ninguna


encontré la respuesta. Ha-ce unos años fui a una
iglesia y recé delante de una virgen. Sentí
delante de la virgen una certeza. Era una madre
que llenaba esa sensación de vacío. Ahí cesó la
búsqueda. A raíz de ese encuentro hubo
problemas que se empezaron a resolver.

La vocación es algo que tuve claro desde chica.


Creo en el destino pero también en que hay
cosas que se pueden modificar. Hay algo medio
escrito en cada vida. Creo que cada uno tiene
una misión para cumplir, una función en el
engranaje que es la vida y es el mundo.
Descubrir la vocación es algo así como descubrir
cuál es la misión que uno tiene para cumplir.
Trabajar con la gente es mi vocación.

Comienza a tomar más peso el tema de las "coincidencias".

Deduje lo que iba a pasar ayer. Las


coincidencias mías. Dudo si soy yo la que atraigo
situaciones de alto voltaje por mi estrés o mi
ansiedad. Para la gente es curioso que coincidan
tantas cosas, para mí no lo es. Dicen que estoy
loca pero yo tengo "conexiones", cosas
inexplicables. Vi que había ciclos en la historia y
en mi vida, yo veía que tanto lo mío como la
historia social… uno podía deducir cosas que
podían suceder en el futuro. En el primer
momento parecía un delirio. Encontré un libro de
filosofía de un tal Juan X. (como mi abuelo) que
había hecho la teoría de los futuribles que tenía
que ver con eso.

Tanto en las "coincidencias" como en la búsqueda que


emprendió del significado de los nombres, María incluye al
analista. Antes de una de las entrevistas, la enfermera del
servicio me comenta que la paciente le había preguntado
cuál era mi "verdadero nombre". Curiosamente la enfermera
no lo sabe, me llama por el apodo, Goyo. Al entrar al
consultorio me lo pregunta directamente. Más tarde, me trae
de regalo, junto a los escritos, un afiche con mi nombre y su
"significado". Por otro lado, da como ejemplo de sus
"coincidencias" el hecho de que un día pensando en quién la
podría ayudar con el título de un libro hebreo pensó en mí
(que según supone, soy judío) e inmediatamente me
encontró cerca de la librería donde estaba.

Tengo la necesidad de escribir sobre las cosas


que se me repiten. Determinadas situaciones me
hacen preguntarme: no por qué? sino para qué?.
No son casuales determinadas cosas. Las
coincidencias no son mera casualidad. Sino que
tienen un trasfondo de trascendencia. Recién
hace unos años empecé a compartir mis escritos
con gente a la que le tenía confianza.

Relata como al pasar el comienzo, o más bien el


descubrimiento de su poder de predecir:

Mi papá murió cuando yo tenía 7 años. Cuando


él me vino a ver antes de morir, fue un saludo de
él, una despedida. Fue el primer presentimiento
que tuve de los que suelo tener. Cuando lo vi
muerto tuve un sentimiento de que esa escena
yo ya la había visto. Ni siquiera fue dolor lo que
sentí, sentí eso. Yo cuando me saludó sabía que
no lo iba a ver más. En la forma de despedirse
me di cuenta que él también lo presentía.

En una entrevista posterior cuenta que tuvo un sueño.

Había una familia, creo que no era mi familia. Yo


llegaba a una casa, eran varias personas. Yo iba
con algo en la mano. La familia me arrinconaba y
me quería quitar algo. Fue un sueño con mucha
angustia. No entendí por qué soñé eso, no tenía
relación con lo que estaba viviendo en ese
momento. Al otro día me entero que la directora
quería hablar conmigo. Me puse re-mal, estuve
todo el fin de semana con la incertidumbre de
qué quería decirme. Había una reestructuración
y quizá tendrían que sacar gente. Una de las que
pueden sacar soy yo, por haber sido de las
últimas en entrar.

En el sueño había una familia, varias personas


que discutían. Aparentemente no era mi familia.
La sensación en el trabajo era la misma. En el
trabajo pasaba lo mismo que lo que pasaba en
casa. Yo, a la tensión del lugar la presiento.
Como si estuviera a mil, acelerada… no podía
dormir. No dejo de leer, estoy acelerada… Yo
registro a distancia los altos voltajes, como que
no me puedo desenchufar. Cuando estoy en mi
casa, en otros lugares están pasando cosas con
mucho voltaje y yo las registro.

Durante ese período mis intervenciones apuntaban a ubicar


qué estrategia se había dado para lidiar con la persecución y
en esa línea aparecían tanto las "coincidencias" como su
capacidad de autobservación. Es decir, esos relatos
minuciosos de lo que percibía en el Otro iban acompañados,
como se ve, por un detalle de su actitud respecto de eso que
acontecía. Sin embargo, me seguía preocupando la
posibilidad de un nuevo "brote", preocupación que me
impedía por momentos escucharla.

Hacia fines del año ’97 la paciente, que continuaba trayendo


sus escritos, me pregunta cuándo le daré el alta. Ante lo cual
respondo que efectivamente el tratamiento era de ella y que
podía disponer su interrupción cuando quisiera, por mi parte
pensaba que se trataría de una interrupción y no de un final
en tanto aparecían cuestiones que merecían ser tratadas.
Dice:

Yo quiero terminar el tratamiento para poder


hablar de mis escritos con vos, pero no como
psicólogo sino como amigos. Que me puedas
decir libremente tu opinión sobre ellos.
— No podría sino hablarte como tu psicólogo, sin embargo
no me impide eso, llegado el caso, dar mi opinión al
respecto. Podemos hacer el trabajo de discutir los escritos en
el marco del tratamiento. En todo caso pénsalo y lo vemos la
próxima.

Vuelve diciendo que desea continuar el tratamiento y


comenzamos a ordenar el material diferenciando sus escritos
de los recortes periodísticos, etc., clasificándolo. Esta
clasificación duró sólo dos entrevistas pues la paciente
aclaraba que quería hablar de cosas más urgentes que le
ocurrían, sobre todo en el ámbito laboral.

Transcribo algunos pasajes de entrevistas de pocos meses


después:
Te quiero contar de un dibujo de mi hijo, dibujó esto (me lo
muestra). Yo nunca le había hablado de la virgen. Yo no veía nada
pero me llamaba la atención los colores que usaba. Aquella vez
que yo estaba tan mal y me había metido con los evangelistas, un
grupo de señoras habían venido a orar a mi casa. Se van y Juan
dibujó un fantasmita. A la noche siento un ruido, me despierto y
abro la ventana. No veía nada pero fue como una emoción muy
fuerte y siento como una sombra de perfil hablando a otra. Lo más
impactante: no podía parar de llorar, sentía como un calor en el
pecho y una opresión. No entendía lo que pasaba. Le pregunto
qué me quería decir: había ruido, gritos, aviones. Es como un
estado de irrealidad. Veía soldados, helicópteros, aviones,
terremotos. Pensé "o yo estoy muy pirada o esto quiere decir
algo". Yo lloraba ¿para qué me mostraba esto?

—¿Quién te lo mostraba?

Dios. "¿Para qué querés que yo vea todo esto?.


Yo sentía que esa voz… para qué me mostrás
esto si yo no soy ni funcionaria ni guerrera". La
respuesta era que yo era fuerte y valiente y eso
que veía tenía que ver con personas o
situaciones que ya había visto o que iba a ver.
Yo seguía sin entender. Después Juan dibujó
esto. Fue impactante. No puedo no darle bola. Si
me hubiera pasado a mi sola podría haber sido
una locura, pero cuando al otro día mi hijo dibuja
estos aviones, helicópteros, una iglesia, bombas,
cosas que nunca había visto, no es tan subjetivo.
El tema es qué hacía yo con eso. Es la pregunta
de cada día hasta ahora. El pastor me dijo "quizá
lo que viste es el fin del mundo", yo antes no lo
creía. Mi teoría es que si esto que me pasó es
verdad, no puedo ser la única, debe haber otros
a los que les haya pasado.

Durante otra entrevista dice, en relación a un problema que


le surgió a partir de ser convocada a un lugar, por su trabajo,
donde prefería no estar...:

Pensaba mandarle un mensaje telepático al jefe.


Pensaba tipo máquina cómo hacer. Me
mandaron al frente. Después me entero que el
jefe había llegado para pasar por los grupos.
Alguien reconoció el mensaje, pero no la persona
a quien se lo dirigí.

Bueno, quizá sea un problema eso de mandar mensajes a la


deriva.
Yo sentí que la gente buscaba un líder en lugar de un coordinador
y me pregunto si tengo ganas de comprar ese paquete, aunque
me siento capaz. Yo puedo llenar el vacío pero después me
pregunto si tengo ganas. Parecería que yo tengo que ir al frente
siempre y no siempre tengo ganas. Siento como una especie de
agobio al tenerme que hacer cargo de lo que los otros no hacen.

Me acordé que tengo un primo cordobés que


trabaja en una de las empresas de mi jefe. Le
descubrí que quería eludirme, que me mentía.
Una vez me contó que el jefe le había ofrecido
favores. ¿Qué arreglo tendrá con él? No estaba
en una historia muy santa.

...Yo tenía 17 o 18 años y estaba embarazada de


5 o 6 meses. Fue en la época de la dictadura. Me
voy con mi novio que estudiaba medicina. Hace
7 años aproximadamente voy a un grupo de
oración carismática y empezaron a llorar por mi y
unas chicas lloran y dicen "ayúdala a perdonar
todo lo que le hicieron". Después me advirtieron
que tenga cuidado cuando iba a mi casa porque
podía tener reacciones que no las iba a
entender. Tuve fiebre, temblor, como revivir un
parto. Después empecé a hablar en lenguas, un
lenguaje inentendible, ellas hacían oración en
lenguas. Después me levanto y no entiendo. A
partir de ese momento ellas me empiezan a
hablar de este otro hijo. Después hay cosas que
no me quedaron claras. Me llamó la atención que
mi hermano que no podía tener hijos con la
mujer... nace un bebé hace cinco años. Mi
hermana me dijo - Cómo no te das cuenta de
dónde salió ese chico?!". También me llamó la
atención que no me dejara alzarlo. Quizá soy yo
la que estoy buscando respuestas en lugares
equivocados. Me llamó la atención que me dijo
que yo siempre me meto en quilombos y él tiene
que resolverlos.

....Me movilizan mucho los encuentros con mi


hermana. Padecemos cosas parecidas. Nos dan
la pauta que no estamos locas. No sé por qué
me siento más judía que de otra raza. Debe ser
por lo perseguida, ni que hubiera nacido de un
judío!.

En otra entrevista:
El tema religioso está muy fuerte pero también tengo claro que
Juan tiene que vivir en una familia. Tengo ganas de hacer algo a
nivel religioso. Pero tengo una responsabilidad con Juan. tan
grande como la otra. Tengo ganas de tener una vida religiosa..
Hacerme monja. Lamentablemente no puedo dejar de ser madre
(no con disgusto). Parece contradictorio. Lo he pensado en otros
momentos. Someterme a las reglas de la iglesia por mi
personalidad, no me veo. Siempre tuve inquietudes místicas muy
fuertes. Siempre fui una liberal. Nunca me sometí. A medida que
se va acrecentando eso, se acrecienta la oferta de cargos y
lugares de poder. Si yo eligiera cualquiera de esos lugares
beneficiaría a unos y perjudicaría a otros que también quiero. La
gente me ve como que le puedo solucionar un montón de
problemas. Pensaba si este tema de identidad familiar no me llevó
a buscar en religiones.

Mi hermana mayor murió en un parto. Un golpe "accidental" que le


da la partera. Mi padre murió por una mala praxis de un enfermero
o un médico de una clínica "curiosamente". El caso de mi primer
embarazo que no se sabe qué fue. Ahí empecé a buscar en las
religiones. Cuál era el sentido en algunas religiones muy
siniestras, siempre se sacrificaba al hijo mayor y eso promovido
por sectas. Me sirvió para explicar cosas que pasaban alrededor
mío y no sabía por qué.

Estoy haciendo hallazgos y tienen repercusión.


Mi viejo tenía un cuaderno en el que escribía
todas las cosas y tenía puesto que quería que
estudiáramos porque a él, por no estudiar, le
habían robado bienes. Conclusión: mis
problemas han surgido del seno de mi familia. En
el juzgado me identifican todos los secretarios.
Siempre me hacen la misma pregunta.
Confirman cosas que yo he sentido, que me han
jodido y me han mentido… por qué va a parar
todo a Tucumán?…

…Estuve con mi hermana del sur. La que tiene


intuiciones como yo. Ella me decía que tenía
esas intuiciones también estuvo internada. Ahora
me entero que intuía cosas parecidas. La
primera vez que la internaron me decía que
alguna vez estaríamos juntas. Me dijo que la
Virgen María era también madre soltera. Ahora le
conté lo de la Visión y me cuenta que tuvo
visones parecidas

Mi primera internación fue porque decía que mis


padres no eran mis padres. Y además hubo
gente que me iba diciendo que mi hijo estaba
vivo. No es fácil de explicar racionalmente.

Las siguientes entrevistas, muy pocas, María las usa para


hablar de los crecientes problemas laborales y sus
dificultades para resolver su doble inserción (en ese
momento tenía dos trabajos que eran casi incompatibles en
cuestión de horarios).
Una tarde, a la hora de su entrevista, llama por teléfono al servicio donde la
atiendo para decirme que no podrá venir pero que además quería pedirme algo:
que la acompañe a la firma de aprobación de su proyecto de ecogranja que se
llevaría a cabo esa tarde en el despacho de un funcionario de alto rango. Además
pretende que yo sea el psicólogo de esa institución. Contesto que no puedo ir,
pues como ella lo constata, estoy trabajando y que además no entendía bien de
qué me hablaba, con lo cual, le proponía que lo hablemos durante la próxima
entrevista. Esa misma noche era internada con una orden judicial en el hospital
Moyano. La policía la había llevado luego de encontrarla queriendo entrar a un
banco a las nueve de la noche pues decía que allí había dinero que le corres-
pondía en herencia ya que había averiguado que era hija de un poderoso
empresario que tenía cuenta en esa sucursal bancaria.

Me comunico telefonicamente con la médica que la asiste


quien me informa que la paciente, con un diagnóstico de
delirio crónico, "está internada porque nadie se la lleva. De
todos modos ni acá ni en ningún lado le vamos a sacar el
delirio, con esta paciente no hay nada que hacer". Dos
meses más tarde es dada de alta y retoma el tratamiento
conmigo.

Se presenta acompañada por su hermana, con signos


marcados de impregnación neuroléptica. Durante esa
entrevista, con muchas dificultades para hablar debido a este
efecto medicamentoso, me dice:

Me da mucha vergüenza decirlo pero… no sé si


me vas a poder seguir atendiendo luego de que
te lo diga… bueno, la cuestión es que yo, las
últimas veces que vine ya no venía al psicólogo
sino que venía a verte porque me enamoré de
vos.

Respecto de la internación dice muy poco, sólo que ese día


había ido al Ministerio del Interior a preguntar por la causa de
su hijo y por su propia filiación, que salió de ahí sin respuesta
y creyó que en ese banco había algo que le correspondía y
que podía darle más datos sobre su identidad.
La paciente se encontraba muy mal. Tras mantener una entrevista con la hermana
esta manifiesta que se volverá al otro día a su provincia y que María se quedará
sola. Le aclaro que ella firmó haberse hecho responsable de la hermana y que no
podía en ese estado quedarse sola. Logro que acceda, luego de una hora de
entrevista, a llevar a su hermana consigo si esta aceptara. Luego María manifiesta
que no quiere viajar con su hermana porque necesita ocuparse de recomponer su
situación laboral y la relación con su hijo, que entretanto vivía con el padre.

Esta incómoda situación me puso en cuestión respecto al


lugar desde donde estaba interviniendo. ¿Se trataba de
hacer "lo mejor para ella"? ¿Tenía que ver con esa
declaración amorosa que me quemaba como una papa
caliente y la estaba arrojando lo más lejos posible? Si mis
trámites eran exitosos, la distancia haría imposible continuar
el tratamiento...

Finalmente, una semana después me entero, por la


presencia de María a la hora de su entrevista, que había
decidido quedarse sola en Buenos Aires y continuar su
tratamiento. Hasta hoy concurre regularmente. Las ideas
delirantes han desaparecido por el momento. La invade
desde la externación un profundo sentimiento de
desesperanza, pues, dice "no sé cuál es mi futuro, tengo
cuarenta años y me internaron ya tres veces, no quiero
terminar mi vida en un manicomio, pienso en matarme pero
no tengo el valor de hacerlo pensando que dejo a mi hijo
solo."

Muy bien. Vamos a dedicarle unos minutos a la discusión de este texto.

CARLOS GIOVACCIHINI: Quería aclarar esta última


parte, de cuando volvió de la internación. Realmente,
se veía muy mal a la paciente. Yo estaba
absolutamente desorientado, y también me hubiese
venido bárbaro que se fuera a Córdoba. Después,
pensando por qué estaba tan contento de haber logrado
que la hermana se la hubiera querido llevar a Córdoba,
y cuando aparece la paciente diciendo que ella no se
quería ir... eso me complicó muchísimo las cosas,
porque no sabía cómo iba a seguir esto de que ella no
sabía si yo la iba a poder seguir atendiendo porque se
había enamorado de mí. Eso no volvió a aparecer, y
por el momento no aparece ningún obstáculo. Al
contrario, viene, habla de todas estas cosas que le
pasan...

PARTICIPANTE: ¿Nunca más retomó el


enamoramiento?

CARLOS GIOVACCHINI: No, nunca más.


 

Si lo retomara, habría que estar alerta, porque parece que eso la descompensa.
Este año no hemos tenido suficiente tiempo —no sé si nos volveremos a
encontrar el año que viene— para ver un poco de clínica. Esta paciente no es una
erotómana, ella no se siente amada por el analista, ella lo ama. Es algo que no
ocurre muy frecuentemente, pero que conviene no excluir: ella está en posición
de erastés, lo que, particularmente en la neurosis, suele ser un momento esperado
en la transferencia. Pero, evidentemente, eso tiene algo de inasimilable, para ella.
Es en ese momento cuando se desencadena su última descompensación.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Tanto en la primera como en la tercera internación, la pregunta de la paciente


parece ser: "¿quién es el padre?".

CARLOS GIOVACCHINI: Sí, y la segunda tiene algo


de eso: este muchacho al que ella le pregunta si está
seguro de que su padre es su padre, porque quizá sean
hijos del mismo padre. Pero son todas cosas alusivas,
no termina de decirlo. "Yo le pregunté si su padre era
su padre", pero no dice más que eso, le pregunta si él
está seguro de que su padre es su padre, y no el padre
de los dos, y él le dice que sí, pero le da a entender con
la cara otra cosa. Es el momento en que ella va a esa
granja y supone que tiene que ver con algo de su
familia. Y siempre oscila entre si su familia es
propietaria de cosas que a ella no le han hecho
conocer, o si ella pertenece a una familia que no es la
suya. Luego, ella retoma eso bajo esta forma: "yo
decía que mis padres no eran mis padres"...

Sí, hay como una oscilación. Hay un momento en el que ella está más "loca",
digamos, que es cuando su familia no es su familia, sino que su familia son todos
los demás que no son su familia. Y luego eso cambia, y pasa a hablar de su
familia como su familia.

Recién estaba reflexionando, tratando de darle algún valor a mi lapsus del


comienzo, cuando te llamé con otro nombre, que no descartaría que el hecho de
que alguien con determinados problemas en relación al nombre de la familia, al
nombre del padre, a cuál es el nombre de uno si no es el nombre del padre, el
hecho de que vos te manejes en el hospital con un apodo podría haber sido
favorable para este tratamiento. Tal vez es una de esas contingencias que a veces
hacen la diferencia entre el éxito y el fracaso. No sé, es mi manera de valorar mi
lapsus, cuando lo llamé a Goyo... Además, ¡Goyo es apodo de Gregorio, no de
Carlos! Ahí hay algo en relación al nombre que tal vez juegue su papel en este
caso, que yo conocía antes de hoy. Aunque, es cierto, le estoy dando a mi lapsus
un valor de lectura del caso que habría que ver si se confirma.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

No sé, pero te digo lo que me evoca tu pregunta, ahora, porque esto no se me


había ocurrido antes, ni siquiera cuando volví a escuchar el caso. Hay algo en el
amor que está en contra del nombre, porque el nombre separa, y está del lado de
la castración. Mientras que para ella el nombre del padre no es su nombre, el de
ella. En lugar de eso, ella ama, y el amor, puesto que apunta al ser, va en contra
de la ley del significante, que vacía el ser del sujeto, y de la función central que
en relación a dicha ley cumple el Nombre-del-Padre. El ejemplo máximo de esto
que acabo de decir un poco a las apuradas —tendría que dedicarle un tiempo a
reverlo y reflexionarlo, en otro seminario, en todo caso— es el de Romeo y
Julieta, cuando ella le dice a él: "no seas más Montesco ni yo Capuleto", o "no
seas tú Romeo ni yo Julieta", en fin, algo así.(19). Hay algo en el amor que
pretende ir más allá del nombre y que incluso ataca al nombre, y específicamente
al Nombre-del-Padre, tal vez porque compite con él en su función de suplir la
ausencia de la relación sexual.(20) No sé, quizá por ese lado se podría darle otra
vuelta al caso, pero no sé, tengo que pensarlo.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

 
No sólamente el Nombre-del-Padre aporta el sentido, el delirio también. Por otra
parte, el Nombre-del-Padre también aporta esto: ¿en nombre de quién hablo? Por
ejemplo, en el diálogo que mantenemos nosotros, hay una instancia otra, que es
aquella en nombre de la cual hablo; por ejemplo, en nombre de la verdad con
relación a la cual podemos entendernos, aunque sea en el malentendido. Siempre
se habla en nombre de otra instancia. Si bien la función de desconocimiento del
yo promueve que el yo se proponga como autor de los enunciados, siempre hay
en el discurso índices de que se habla en nombre de... en nombre de otra cosa.
Por ejemplo, en el caso del famoso chiste de Heine, que Freud retoma, Hirsch-
Hyacinthe comienza el párrafo que terminará en el tropiezo que conocemos con
la fórmula "Tan cierto como que Dios me de-be todo lo bueno...", lo que es
equivalente a decir "hablo en nombre de Dios, en El me autorizo para decir lo
que voy a decir". En segundo lugar, contar con el Nombre-del-Padre tiene esta
otra ventaja, y es la de que uno puede descansar en él para que le dé sentido a las
cosas. Puedo vivir en un universo bastante incomprensible, como es el caso,
porque dejo a cargo del Nombre-del-Padre, o de quien hace sus veces, que se
ocupe de darle sentido. En cambio, si no cuento con él, parece que la carga del
dar sentido queda a mi cargo, lo que es extenuante. Los delirantes se toman un
trabajo bárbaro. Yo puedo vivir perfectamente no entendiendo un montón de
cosas, no por eso dejo de presumir que tienen sentido. En cambio, parece que en
la psicosis ocurre otra cosa: que el sujeto tiene que empezar a elaborar él todo el
saber, y no puede descansar de eso. Todo el saber para recubrir esa realidad que,
dice Borges para argumentar su carácter de pesadilla, es minuciosa.

Bueno, nos vemos en quince días.

NOTAS
 

(1) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980, p. 61.

(2) op. cit., p. 62.

(3) op. cit., p. 66.

(4) op. cit., p. 66.

(5) Escritos 2, p. 860.

(6) Sigmund FREUD, «La negación», en Obras Completas, Volumen 19, Amorrortu editores, Buenos Aires,
pp. 253-254.
(7) op. cit., pp. 254.

(8) Ricardo AVENBURG, El aparato psíquico y la realidad, Edicones Nueva Visión, Buenos Aires, 1975.

(9) Escritos 2, p. 863.

(10) "Iré pues más adelante, sin que los más picados de la idea de desarrollo, si es que los hay todavía aquí,
puedan objetarme la fecha tardía del fenómeno, puesto que el señor Hyppolite les ha mostrado
admirablemente que es míticamente como Freud lo describe en cuanto primordial" — cf. Escritos 1, p. 372.

(11) Escritos 2, p. 863.

(12) Escritos 2, pp. 864-865. Sigmund FREUD, op. cit., p. 256.

(13) Escritos 2, p. 863.

(14) Escritos 2, p. 860.

(15) Escritos 2, p. 861.

(16) En relación a la alucinación del Hombre de los Lobos, Lacan señala "una verwerfung, un rechazo. Para él
siempre fue como si el plano genital literalmente no existiese. Hemos sido llevados a situar este rechazo a
nivel, diría, de la no-Bejahung [...]. ¿Qué sucede cuando esta Bejahung no se produce, y nada entonces se
manifiesta en el registro simbólico? / Veamos al hombre de los lobos. No hubo para él Bejahung, realización
del plano genital. No hay en el registro simbólico huella de este plano. La única huella que tenemos es la
emergencia, no en su historia, sino realmente en el mundo exterior de una pequeña alucinación. La castración,
que es precisamente lo que no ha existido para él, se manifiesta en la forma que él se imagina: haberse cortado
el meñique [...]. Existe algo así como un mundo exterior inmediato, manifestaciones percibidas en lo que
llamaré un real primitivo, un real no simbolizado [...]. El sujeto no es en absoluto psicótico [...] y, sin
embargo, se trata en efecto de un fenómeno de psicosis" — cf. Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los
escritos técnicos de Freud, Ediciones Paidós, Barcelona, 1981, pp. 96-97. Por otra parte, en la «Respuesta al
comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud» podemos leer: "El proceso de que se trata aquí
bajo el nombre de Verwerfung [...] se sitúa muy precisamente en uno de los tiempos que el señor Hyppolite
acaba de desbrozar para ustedes en la dialéctica de la Verneinung: es exactamente lo que se opone a
la Bejahung primaria y constituye como tal lo que es expulsado. [...] La Verwerfung pues ha salido al paso a
toda manifestación del orden simbólico, es decir a la Bejahung que Freud establece como el proceso primario
en que el juicio atributivo toma su raíz, y que no es otra cosa sino la condición primordial para que de lo real
venga algo a ofrecerse a la revelación del ser, [...] puesto que sólo ulteriormente una cosa cualquiera podrá
encontrarse allí como ente" — cf. Escritos 1, p. 372.

(17) "En el hombre de los lobos, la simbolización del sentido del plano genital ha sido verworfen" — cf. op.
cit., p. 110.

(18) William SHAKESPEARE, Romeo y Julieta, en Tragedias (Traducciones de Jaime Clark y Jacinto


Benavente, revisadas por Ricardo Baeza). W. M. Jackson, Inc. Editores, Buenos Aires, 1956. Cf. pp. 35-36:

(19) JULIETA. ¡Romeo! ¡Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo?

Reniega de tu padre y de tu nombre:

Si a tanto no te atreves, sé mi amante,

Y ya no me tendré por Capuleto.


(...) No tú, tu nombre es sólo mi enemigo:

El mismo fueras aunque no un Montesco.

¿Montesco qué es? A fe no es pie, ni mano,

Ni brazo, rostro, ni otra parte alguna

Del ser humano. ¡Oh, sé tú de otro nombre!

¿Qué importa el nombre? Lo que llaman rosa,

Con otro nombre aroma igual tuviera.

Del mismo modo, mi gentil Romeo,

Aunque Romeo nunca se llamara,

Los raros dotes conservara todos

Que suyos son sin título ninguno.

Desecha, pues, tu nombre, mi Romeo;

Y en cambio de ese nombre que no es parte

De tu persona alguna, toma, ¡oh, toma

Todo mi ser!

ROMEO. Te cojo la palabra:

Dame de amante tuyo el dulce nombre;

Me juzgaré de nuevo bautizado:

De hoy en más, mi bien, no quiero ser Romeo.

JULIETA. ¿Quién eres tú, que envuelto en noche y sombras

Sorprendes mis secretos de esta suerte?

ROMEO. Quien soy no sé decirte por el nombre:

Mi nombre, santa amada, me es odioso,

Porque ese nombre es enemigo tuyo.

Si lo tuviera escrito, lo rasgara.

JULIETA. Aún no han bebido ansiosas mis orejas


Palabras cien por esa voz formadas,

Y sin embargo su eco reconozco.

¿No eres Romeo, di? ¿No eres Montesco?

ROMEO. ¡Ay!, ni uno ni otro soy, ángel divino,

Si de los dos cualquiera te enfadare.

(20) Es interesante, en la cita que acaba de leerse, observar que la invitación de Julieta a que Romeo reniegue
del Nombre-del-Padre es correlativa de su demanda de que él tome todo su ser, es decir, que por su amor la
haga toda. Esta renegación del no-todo que caracteriza a la posición femenina podría articularse con
el empuje a la mujer de la psicosis, con lo que nos reencontraríamos con los poetas de todos los tiempos no
menos que con el

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro. 9 - Sábado 26 de Septiembre de 1998


 

 Nuestro plan original era el de tener una próxima reunión el 10 de octubre, luego
una reunión dedicada a trabajar en "taller" el 24 de octubre, después una reunión
de recapitulación el 7 de noviembre, y finalmente una última reunión, tipo
"coloquio" o "jornada", el 28 de noviembre. Les había pedido que, a más tardar el
24 de octubre, me avisaran qué trabajos se pensaban presentar a la discusión en
esa última reunión del seminario, al menos por este año. La novedad que tengo es
que un imprevisto compromiso que me surgió hace unos días me lleva a suprimir
la reunión del 10 de octubre, lo que hoy me va a obligar a un mayor esfuerzo de
síntesis en relación al tema que habíamos convenido dejar para el final, es decir,
una puntuación a propósito del escrito de Lacan de 1958, «De una cuestión
preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». En todo caso, en la reunión
del 7 de noviembre, entre lo que se habrá discutido en los talleres del 24 de
octubre y lo que pueda quedar hoy como pregunta, trataría de reunir algunos de
los piolines que seguramente quedarán sueltos.

Hoy, no sé si lo ven desde ahí, traje conmigo muchos papelitos, lo cual suele ser
un índice, para mí, de cierta dificultad. Para decirlo llanamente, siento que estoy
en el riesgo de encarnar, en mis actos, el desorden que suelo reprochar al mundo
— al fin y al cabo, "el alma bella" no es patrimonio de los otros. ¿Cómo empezar
a nombrar esta dificultad? Un gran problema con este escrito es la extrema — yo
no la llamaría "simplificación" — la extrema reducción con que suele ser
considerado; y entonces, el problema en el que me veo metido hoy es
precisamente ése, que espero, sin dejar de tocar el texto, al mismo tiempo espero
que, luego de lo que podamos ver hoy, a nadie le quede la idea de que eso es el
todo de la "cuestión preliminar". O sea, que me veo tratando de cumplir con dos
objetivos que eventualmente podrían entrar en conflicto: por un lado, abordar el
texto de Lacan de una manera que no resulte anodina, y, al mismo tiempo
conservarle al mismo cierto lugar, cierta función, digamos, "agalmática", como
para que les quede a ustedes la idea de que este escrito merece ser no obstante
leído y reflexionado.

Tanto como para encontrar un hilo en esta lectura que hoy no puede ser otra cosa
que sumaria —veremos si a pesar de todo lo puedo encontrar gracias a la
polarización del decir que me brindan ustedes con vuestra presencia— les voy a
recordar unos esquemas, bastante insuficientes, como ya se los he confesado sin
ambages, pero que no obstante permiten plantear algunos problemas, y ésa es
precisamente la única utilidad a la que aspiran, algunos esquemas que les
introduje en el curso de la reunión pasada.

Nosotros habíamos visto que el pliegue que efectúa Lacan entre los textos de
Freud que hablan de la Verwerfung y el texto de Freud sobre Schreber, donde
la Verwerfung no es mencionada, lo llevaba a esta fórmula, que se volvió
canónica, según la cual "lo rechazado de lo simbólico retorna en lo real". Parece
una fórmula muy sencilla... pero no lo es tanto. Esto es justamente una de las
cosas que me gustaría transmitirles hoy. Tal vez, mi "no lo es tanto" pueda
explicar algunas disonancias que pueden aparecer alrededor de esta noción. Les
voy a mencionar dos, nada más.

Por ejemplo, al final del Seminario 3, Lacan dice:

No retorno a la noción de Verwerfung de la que


partí, y para la cual, luego de haberlo reflexionado
bien, les propongo adoptar definitivamente esta
traducción que creo la mejor: la forclusión.(1)

Es decir, que él había empezado el Seminario con un análisis de la Verwerfung, y


termina el Seminario proponiendo un término nuevo, que no está en Freud, que
es el término forclusión, correlativo —esto es algo que quiero destacar como tal
— de un "no retorno": "no retorno a la noción de Verwerfung" de la que había
partido. ¿Qué es lo que está en juego en este "no retorno a la noción
de Verwerfung"? Lo que está en juego es que la noción de Verwerfung, en Freud,
y en la retoma de la misma que efectúa Lacan antes de la "traducción" que
propone por forclusión, remite a un mecanismo ejercido en relación a... distintas
cosas: a una representanción, que Freud califica de "inconciliable" en su artículo
de 1894 sobre «Las neuropsicosis de defensa», a una representación —que Freud
no denomina así, yo la denominé así— "fantasmática" — es decir, que el hecho
de no percibir una "castración" no es meramente rechazar tal o cual
representación, sino que tal representación, la representación de la castración, o
la castración como representación, ya implica una "teoría", más precisamente una
teoría sexual infantil, una teoría en ejercicio relativa al enigma de la diferencia de
los sexos. ¿Se entiende? Sin el falo como "premisa universal", nadie podría
"percibir" una castración, ni siquiera para rechazarla.

En segundo lugar, tenemos algo que podríamos llamar así: del orden del objeto.
Me refiero a un punto que no alcancé a desarrollar, pero que ustedes pueden
localizar fácilmente en la «Respuesta...» de Lacan al comentario de Jean
Hyppolite, cuando se refiere a lo que se conoce como "el caso del hombre de los
sesos frescos". Esa es una de las muchas veces en que Lacan consideró ese caso
de Ernst Kris, que a su vez se trata de un re-análisis de un caso de Melitta
Schmideberg. En esta retoma del caso por parte de Lacan, está la tesis de que lo
rechazado, lo que habría recibido la acción de la Verwerfung, es, dice ahí, si
recuerdo bien, "una primitiva relación oral", que estaría en la base del acting-out,
así como del relativo fracaso del primer análisis.(2)

Lo que rescato de lo que les he venido subrayando respecto de estos abordajes de


Lacan en relación a la Verwerfung es que —me parece que hoy podría concluir
en algo de este orden— a Lacan le interesa menos el "mecanismo" en cuestión
que el "modo de retorno" que lleva a postularlo, en la medida en que, en los casos
en los que él se detiene, lo que retorna, retorna de un modo distinto que lo que
conocemos como "retorno de lo reprimido". Digamos, que si "la represión no
puede distinguirse del retorno de lo reprimido", esto es porque, como dice
también Lacan en esta «Respuesta al comentario de Jean Hyppolite...», esto es
porque "aquello de lo que el sujeto no puede hablar", porque está reprimido, "lo
grita por todos los poros de su ser",(3) es decir, lo reprimido retorna en el
discurso del sujeto — ese grito que "lo grita" no es emanación del "sujeto
protopático", digamos. Mientras que lo que retorna en el caso de
la Verwerfung — es todo un problema, este modo de hablar, este modo de
nombrarlo como "retorno", porque: ¿qué retorna? ¿retorna algo que estuvo? ¿algo
que jamás estuvo?, no termina de quedar claro — pero ciertamente, valiéndonos
del modelo del retorno, y más allá del sentido que eventualmente le podamos
otorgar a esta palabra, retorno, está claro que "lo que retorna", el sujeto no lo
grita, en todo caso, más bien, lo padece, lo padece como proviniendo de otra
instancia, o más bien de una instancia Otra —en la fórmula establecida: "lo
real"— que el sujeto no puede desconocer haciéndola "suya", asumiéndola como
perteneciente al orden de lo "propio"...

...al menos, en determinados casos. Porque les dije también que los casos de «Las
neuropsicosis de defensa» no equivalen exactamente al caso del Hombre de los
Lobos, ni tampoco al caso de Schreber, en la medida en que en el artículo de
1894 teníamos que en lugar del niño muerto la mujer mecía un leño —ella seguía
de todos modos con su hijo, podríamos decir—, mientras que en el caso del
Hombre de los Lobos la alucinación del dedo cortado implica el retorno en lo real
de lo imaginario de la castración, pero en este sentido: que es "castración" para
nosotros, no para el Hombre de los Lobos... o al menos: no para una de las
"corrientes" de la vida psíquica del Hombre de los Lobos, como se expresa ahí
Freud, de un modo que no deja de resultar bastante insatisfactorio: para esa
"corriente", eso le llega fuera-de-sentido, lo que corrobora Lacan en sus términos,
cuando contrasta el caso con el del olvido del nombre "Signorelli":

Hay aquí, observémoslo, una interversión de la


dificultad en relación con el caso de olvido del
nombre que hemos analizado antes. Allá, el sujeto ha
perdido la disposición del significante, aquí se detiene
ante la extrañeza del significado.(4)

Bueno, pero a lo que quería llegar, con este par de ejemplos, era a que, en el
pasaje de la Verwerfung a la forclusión, lo que opera en todo el trayecto del
Seminario 3 es una inclusión del registro del significante, de lo simbólico, en su
radical autonomía: una autonomía más allá del sujeto, de la que el sujeto es
efecto, lo cual implica —con los ejemplos lo podremos ver más claramente—
que ya hay ahí una dimensión de alteridad... y en todo caso, la pregunta sería por
qué esa alteridad no es sentida como tal por el sujeto. ¿Se entiende, esto? Con
esto, de alguna manera, me estoy adelantando al planteo que hará Lacan al final
de su recorrido, cuando ya no será que piensa la psicosis según el modelo de la
neurosis —como de alguna manera ocurre en el escrito «De una cuestión
preliminar...»—, sino, al revés, cuando piense la neurosis con el modelo de la
psicosis, es decir, cuando se pregunte cómo es que no sentimos todos que la
palabra nos es impuesta, que la palabra es un parásito, etc..., es decir: ¿cómo es
posible no estar loco?(5) — Esa sería la pregunta del final.

Ahora bien, dentro de este registro del significante, el Seminario 3 introduce otra
cosa: la localización de un significante particular... — digo que es "particular",
no sólamente por su función, sino porque además es un significante que de
derecho es localizable — ¿por qué digo que puede localizarse? — porque puedo
leer los efectos de su ausencia.(6) Es el significante del Nombre-del-Padre, que
en el Seminario 3 va a tener una función que es la función de capitonado del
orden simbólico, y que en el escrito «De una cuestión preliminar...», sin dejar de
ser eso, podemos leer como otra función, que sería la de articular lo imaginario
con lo simbólico. La esencia del llamado Esquema R es ésa: cómo abrochar lo
que es propio de lo imaginario con lo que es propio de lo simbólico, puesto que si
bien lo simbólico determina lo imaginario, no lo engendra. Desde el comienzo,
Lacan distingue, y detecta, que cada registro tiene un área de autonomía: no hay
engendramiento de lo real y de lo imaginario por lo simbólico, a pesar de la
primacía de este último. Lo simbólico determina pero no engendra. Si lo
simbólico engendrara los demás registros, éstos, finalmente, serían reductibles a
lo simbólico, con lo que todo lo que es real e imaginario sería racional,
podríamos decir, evocando la fórmula de Hegel que Lacan solía reiterar en sus
comienzos, y que es resorte de la metafísica spinoziana, en la que no hay lugar
para la causa, puesto que entre la causa y su efecto no hay corte sino deducción,
al modo en que se deducen los pasos de un teorema a partir de sus hipótesis o los
pasos de un silogismo a partir de sus premisas — mientras que lo que nos
interesa a nosotros, como campo de la clínica y de la subjetividad que es resorte
de nuestra experiencia, es un campo en el que hay corte, hiancia, entre lo
determinante y lo determinado, es decir, que lo determinado no se podría deducir
de lo determinante — sino, al revés, de lo determinado deducimos
las condiciones de determinación en las que el sujeto encuentra materia para
cierta "insondable decisión del ser".(7)

Entonces, es cuando se produce este pasaje en el curso del Seminario 3 —o sea:


registro de lo simbólico en su autonomía, Nombre-del-Padre— que,
ahora, forclusión va a "traducir" —pero no es una verdadera traducción— la
palabra Verwerfung. No recuerdo si ya les dije por qué no es una verdadera
traducción. Bueno, porque Verwerfung, ya sabemos, se traduce por
"cercenamiento", por "rechazo", por "desestimación", etc., mientras
que forclusión es una palabra que tiene como un doble papel, digamos, al menos
en francés, y siempre está el problema de cuál es el papel principal que le da
Lacan. Este "doble papel" remite a, uno, un sentido jurídico-procesal, que es el
sentido al que más se le ha dado importancia aquí, entre nosotros, a partir de
cierta traducción propuesta por Mario Levin y promovida por Oscar Masotta, y
que alude al tiempo que se salteó en un proceso judicial y que entonces ya está,
no se puede volver a él,(8) pero, dos, en francés la palabra forclusión —y en el
francés estudiado por gente muy cercana a Lacan, precisemos— remite también a
lo que trabajaron Damourette y Pichon en una gramática de la lengua francesa
que Lacan cita en más de una oportunidad —Édouard Pichon, por su parte, era
miembro de la Sociedad Psicoanalítica de París, con buenas relaciones con Lacan
—, gramática en la que la forclusión es estudiada como un modo de la negación
en francés, la negación forclusiva, que es un modo de negar que descarta
absolutamente la existencia de algo, actualmente o en el pasado, a distinguir de
la negación discordancial, cuyo ejemplo mayor encuentran en el famoso
"ne expletivo" sobre el que Lacan vuelve también tantas veces, y que se parece
un poco más a la negación freudiana, es decir, una negación tal que deja marca en
el enunciado de que ese enunciado tiene enunciación — mientras que la negación
forclusiva es una negación, actual en el discurso, no está fuera del discurso, que
se refiere a algo que no ha ocurrido.

Ahora bien, ya que estamos en esto, situemos una discordancia en el discurso de


Lacan: pese a que la forclusión implica un "no retorno a la noción
de Verwerfung" de la que había partido — no retorno, en la medida en que se
deduce de una mutación en la noción, por lo cual digo que no es una verdadera
traducción, y por eso pienso que, aunque argumentado de una manera ridícula,
conviene la decisión de los traductores del Seminario 3, cuando
traducen forclusion por forclusión — ellos incluyen una nota muy graciosa de la
que yo me valí, hace años, para burlarme un poquito de ellos: ellos creen que así
no traducen, omitiendo que forclusion, en francés, no lleva acento, mientras que
sí lo lleva en castellano, es decir, que forclusión es una traducción — pero bueno,
en fin, pese a las malas razones de esos traductores, creo que conviene no
obstante decir forclusión, y no preclusión, como se ha optado en la última
edición de los Escritos, porque la palabra preclusión, que fue propuesta por
Mario Levin, remite exlusivamente al sentido jurídico de la palabra,
desatendiendo su sentido lingüístico, que a mi modo de ver es más decisivo.

Retomo — Primera discordancia en el discurso de Lacan: no tendría que haber ya


retorno a la noción de Verwerfung de la que había partido... no obstante, dicha
noción retorna — no sólamente la noción retorna, sino que no siempre retorna
con el sentido nuevo aportado por el término forclusión. Porque en el
surgimiento del término al final del Seminario 3, y en el texto que hoy nos
propusimos puntuar, el escrito «De una cuestión preliminar...», la forclusión es
ya la forclusión no de una representación inconciliable, ni de una representación
fantasmática, tampoco es la forclusión de un objeto o del sentido, sino
la forclusión del Nombre-del-Padre, es decir, de un significante que comporta
una función absolutamente específica. Precisemos un poco más: forclusión de ese
significante del Nombre-del-Padre... en el lugar del Otro: en el Otro, como lugar
de la batería del significante, falta el significante del Nombre-del-Padre.

Esta sería, entonces, una primera disonancia en el discurso de Lacan: el hecho de


que no obstante haya retornos a la noción de Verwerfung, y retornos relativos a
otras cosas que el significante del Nombre-del-Padre. Por ejemplo, se los he
mencionado ya, la Verwerfung del sujeto de la enunciación —en el Seminario 9,
sobre La identificación—, y la Verwerfung del sujeto de la ciencia —en el escrito
«La ciencia y la verdad».

No obstante —se los digo al pasar, porque tengo miedo de derivar demasiado en
relación a este punto—, me parece que esto no autoriza a lo que ha sido
propuesto recientemente, entre los millerianos especialmente, como forclusión
generalizada. Pero si me meto con esto ahora, no entro más en el escrito de
Lacan. En todo caso, me lo recuerdan en otra oportunidad.

En cuanto a la segunda de las discordancias que les había anunciado —ésta ya


bastante más lejana en el tiempo— es justamente la que podemos localizar en el
Seminario 23, El sínthoma, cuando, además de una única aparición de ese
término de Verwerfung en ese Seminario, cierta "Verwerfung de hecho" sobre la
que suele precipitarse la gente — lo cual me parece un dato a mi modo de ver
muy importante para cuestionar la idea corriente de que el Seminario sobre El
sínthoma sea un Seminario sobre la psicosis, algo así como "el otro Seminario
sobre la psicosis" — pero sobre esto ya he hablado suficientemente desde hace
varios años (9) — la única vez que aparece este sintagma: forclusión del
Nombre-del-Padre, es justamente para disociar estos dos términos que, por la
definición que habían encontrado respectivamente al final del Seminario 3 como
correlativa del "no retorno a la noción de Verwerfung", parecían indisociables. En
esa clase del Seminario El sínthoma Lacan dice:

...anoche se me formuló la pregunta de saber si había


otras forclusiones que la que resulta de la forclusión
del Nombre-del-Padre. Es muy cierto que la
forclusión, eso tiene algo de más radical, puesto que
el Nombre-del-Padre es algo al fin de cuentas ligero...
(10)

— con lo cual, esto implica cosas muy pesadas, por ejemplo que el estatuto del
Nombre-del-Padre, en estos veinte años que van de un Seminario a otro, ha
cambiado radicalmente: no se podría haber dicho, a la altura del Seminario 3, o
del escrito «De una cuestión preliminar...», que el Nombre-del-Padre "es algo al
fin de cuentas ligero", porque a esa altura el Nombre-del-Padre tiene una función
fundamental. En lugar de ese "peso" que en el Seminario sobre El
sínthoma Lacan quita del Nombre-del-Padre, propone "la forclusión del sentido
por la orientación de lo real", aunque, añade inmediatamente: "¡no llegamos allí
todavía!".
No obstante —esto creo que se los dije al pasar en alguna de las reuniones
anteriores—, aunque "no llegamos allí todavía", como decía Lacan, habíamos
localizado, en relación a la alucinación del dedo cortado del Hombre de los
Lobos, que, justamente, el problema ahí era que lo que autorizaba a Lacan, en el
curso del Seminario 1, a situar algo del orden de un retorno en lo real, es que esa
"castración" entre comillas, puesto que sólo para nosotros es castración, no hacía
sentido para el Hombre de los Lobos. La definición de lo real como lo que
"forcluye el sentido" que aparece en esta clase del Seminario El sínthoma a la
que me estoy refiriendo ahora, es bastante consistente con la Verwerfung de "la
simbolización del sentido del plano genital" que deduce Lacan en su primera
versión de la respuesta a Jean Hyppolite.(11)

Pasemos a los esquemas que les había anunciado. La vez pasada hicimos unos
esquemas, que me parecen interesantes —aunque suene un poco paradójico—
por las complicaciones que introducen. Creo que les decía algo así: a partir de esa
frase de Freud en el caso Schreber —la frase en la que Freud rectifica su tesis
sobre la proyección aseverando que "No era correcto decir que la sensación
interiormente sofocada es proyectada hacia afuera; más bien inteligimos que lo
cancelado adentro retorna desde afuera"—, tenemos, como supuesta por Freud,
una diferencia, ya ahí, entre el adentro y el afuera:

adentro | afuera

Esta diferencia entre el "adentro" y el "afuera" es una diferencia que es propia de


la clínica freudiana, está supuesta por ella, y funciona a todo lo largo y lo ancho
de la obra de Freud, con distintos nombres. Se la llamará "adentro" / "afuera", o
"realidad psíquica" / "realidad material", o "realidad psíquica" / "realidad
histórica" — de todas maneras, constituye el fundamento dualista del
pensamiento freudiano, y todo el esfuerzo de Lacan va a ser salir de este
dualismo y la tópica kantiana que conlleva, reemplazándolo por la ternaridad de
los registros y la tópica no trascendental por estos requerida. En la culminación
de este esfuerzo, esto es lo que lo autorizará a formular que la realidad psíquica
es el complejo de Edipo, el Nombre-del-Padre, la realidad religiosa: en fin, todos
nombres para lo que finalmente califica como una "función de sueño".(12)

Pero continuemos un momento más con este esquema del "adentro" versus el


"afuera" y lo que en él instala la propuesta freudiana relativa a Schreber: lo que
es abolido, lo que es cancelado adentro, retorna desde afuera:
 

adentro | afuera

Este es el esquema general, digamos, tomado "a ciegas". El problema empieza


cuando nos preguntamos por el "lo que" de la fórmula "lo que es cancelado
adentro retorna desde afuera": ¿a qué remite, qué refiere ese "lo que"? ¿que
relación hay entre ese "lo que" que ha sido cancelado afuera y el "lo que" que
retorna desde afuera? La frase freudiana tiende a sugerir que se trata de lo mismo,
que se trata del mismo referente. No obstante, eso no está tan claro, y esta
ambigüedad nos lanzó a otro esquema, no menos insatisfactorio:

alucinación

representación inconciliable

y dijimos algo más o menos así: bueno, si en ese "adentro" hay una
"representación inconciliable", pero sobre esta representación inconciliable se
ejerce un modo de defensa particularmente fuerte y exitoso, como decía Freud,
tal que dicha representación inconciliable no es conservada "adentro" con el
estatuto de reprimida, sino que es rechazada, verworfen, hacia "afuera", algo
retornará entonces en su lugar. Por ejemplo, es lo que dijimos, una alucinación.
Hoy vamos a ver si podemos hacer al respecto alguna precisión. Pero lo que me
interesaba de este primer esquema, que es bastante tonto, es que, no obstante, nos
permitía establecer una diferencia entre lo que Freud decía en 1894 y lo que decía
en 1914, en el sentido de que, entre la representación inconciliable expulsada y lo
que retorna encontrábamos una analogía —digamos: el niño que murió y el leño
que la mujer mecía como siendo ese niño, en el texto de 1894, la castración
rechazada y el dedo cortado como imaginarización de la castración, en el texto de
1914—, pero así como encontrábamos una analogía, también podíamos situar
una diferencia, en el sentido de que en 1914, en el historial sobre el Hombre de
los Lobos, eso que retornaba no hacía sentido para el sujeto, o al menos para una
de las "corrientes" de la vida psíquica del sujeto, dado que estos eran los términos
con que se expresaba Freud, términos que no dejan de ser bastante
insatisfactorios, por cierto.

El problema que se nos presenta en este momento es que, en el Lacan que


estamos considerando, el esquema se mantiene, pero los términos del esquema
empiezan a cambiar. Promediando el Seminario 3, momento en que retoma el
esquema freudiano para sus propios fines, encontramos un lugar en el que Lacan
se refiere a un "adentro" que no es exactamente el "adentro" freudiano —en los
términos que acabo de evocar, de un "adentro" psíquico y un "afuera" material—,
sino que se trata de un "adentro" de lo simbólico, del cuerpo de lo simbólico,
entendido aquí "cuerpo" en el sentido de la palabra cuando decimos "cuerpo de
ejército" o "cuerpo místico", salvo que lo agrupado aquí no son soldados ni
fieles, sino significantes(13) no hay Bejahung, la que implica que algo es
aceptado en ese interior que es el interior del cuerpo de lo simbólico,
sino Ausstossung, o Verwerfung — la vez pasada les dije que Lacan
sustituye Ausstossung por Verwerfung, en este Seminario, y que eso tenía sus
problemas, porque así parece disolverse la dimensión del acontecimiento, incluso
de la subjetividad: al llevar la Verwerfung al momento no obstante mítico de la
alternativa Bejahung / Ausstossung, eso parece diluir, fragilizar, la dimensión
acontecimiental y subjetiva del rechazo, que veremos si puedo recuperar en el
abordaje de este escrito, «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible
de la psicosis».

Pero entonces —retomo lo que estaba diciendo antes de este desvío—, ahora la
oposición "adentro" / "afuera" no se equivale exactamente a la oposición entre la
"realidad psíquica" y la "realidad material", sino que tenemos: adentro "lo
simbólico", y afuera "lo real":

simbólico | real

Los términos no son equiparables —"simbólico" no es equiparable a "adentro", ni


"real" es equiparable a "afuera"—; sustituyen, sin equipararse. Pero implican un
primer deslizamiento hacia lo que va a estar en el centro de este texto de
los Escritos, y en el centro de la manera en que ha sido leído ese texto. Y es que
en este texto «De una cuestión preliminar...», lo que encontramos es que no es ni
de lo simbólico, ni tampoco de un "adentro psíquico", que va a ser verworfen,
forcluido, rechazado, el significante del Nombre-del-Padre, sino del Otro,
del lugar del Otro.

Ahora bien, este Otro no puede ser identificado sin más al orden simbólico. Este
Otro es el lugar donde "ello habla", por un lado, es el depósito del significante,
donde han precipitado todos los términos de la lengua, donde son ingresadas
también las novedades de la lengua, etc., y además, en este momento de Lacan —
esto lo podemos ver analizando el llamado esquema L—, comporta una especie
de bifidez, porque, al mismo tiempo en que se postula como sede del código, es
decir, un lugar, algo tan desubjetivado como un lugar, en todo caso una instancia
virtual del propio sujeto, si me permiten este modo impropio de hablar, es
también postulado como el Otro-sujeto, un sujeto que es Otro para el sujeto.
Punto importante a tener en cuenta al leer este escrito de 1958, en la medida en
que sobre este escrito todavía no han caído las afirmaciones relativas a que no
hay intersubjetividad y a la inexistencia del Otro. Pero de todas maneras, el
esquema sigue siendo prácticamente el mismo, en este sentido: que el Nombre-
del-Padre va a ser forcluido, verworfen, del lugar del Otro:

lo que retorna

Nombre-del-Padre

el lugar del Otro

Ahora bien, el problema es éste: lo que retorna, ¿a dónde retorna? No se podría


verdaderamente decir que retorna al Otro, precisamente en la medida en que el
Otro no es equiparable a lo que está en juego en estas divisiones entre "adentro" y
"afuera" o entre "simbólico" y "real". La fórmula sigue valiendo: lo rechazado de
lo simbólico retorna en lo real — pero con esta precisión, a saber, que el Otro no
puede sustituirse sin más al registro de lo simbólico. El Otro es el lugar del
significante, donde "ello habla" — y "ello" va a seguir hablando, va a seguir
hablando, digamos, en la neurosis y en la psicosis — la diferencia es que, en la
psicosis, hay algo otro —lo digo ya: una falla en la función de lo imaginario—
que impide apropiarse de esa palabra de "ello" en el Otro; lo digo de otra manera:
que implica la imposibilidad de desconocer la radical exterioridad constituyente
por la que el sujeto, antes de hablar, es hablado.
Bien. Este era un punto importante que me parecía necesario destacar en este
esquema, malo, pero que no obstante nos permite seguir interrogando las
dificultades que puede presentar este escrito: que hay una serie de deslizamientos
que conviene precisar, en la medida en que Lacan pasa insensiblemente de un
plano a otro, sin avisar. Pasamos así del plano de la Bejahung, opuesta a
la Ausstossung, que remite a la afirmación o no, a la incorporación o no en el
cuerpo de lo simbólico, al plano de la existencia, o no, del rechazo, Verwerfung,
o no, de un significante particular en el lugar del Otro. Este es un primer punto.

Segundo punto. Lo que retorna de este rechazo no es homogéneo a lo rechazado.


El Nombre-del-Padre está forcluido, pero lo que retorna no es el Nombre-del-
Padre. Y entonces esto nos deja una interrogación relativa a: ¿qué retorna?
Entiendo que el escrito responde a esta pregunta.

Tercer punto, ya se los he mencionado. Que a este esquema conviene ya


agregarle algo que está muy cerquita en la enseñanza de Lacan, y es que la
estructura del Otro —lo empezamos a leer en el Seminario 6, sobre El deseo y su
interpretación— comporta un agujero, una ausencia en el Otro, la inherencia de
un (-1) de significante al hecho de que el sujeto debe contarse en el Otro y no
llenar en él otra función que la de falta. Por lo tanto, la forclusión del Nombre-
del-Padre, que consiste en la ausencia contingente de un significante, de este
significante del Nombre-del-Padre, no es lo que, sólo eso, descompleta la
estructura del Otro, sino que esta estructura del Otro está ya descompletada, no
contingentemente descompletada, sino por la inclusión del sujeto, y entonces el
estatuto del Nombre-del-Padre ya no puede ser leído en términos de aquello cuya
ausencia agujerea al Otro — lo que con el tiempo va a implicar que Lacan pueda
pasar a los nombres del padre, y al estatuto ya él mismo de suplencia y
suplementario del Nombre-del-Padre.(14)

No obstante, también —estoy un poco desordenado, discúlpenme— me parece


importante señalar que la palabra suplencia no tiene el mismo estatuto —me
estoy peleando con las maneras reductoras de entender las cosas, que suelen
complicarlas más a poco que uno se detenga en ello— la palabra suplencia no
podría tener el mismo estatuto en este primer período de Lacan que en el período
nodal, aunque la palabra se mantenga. Porque... a ver cómo lo puedo decir:
porque en este período la palabra suplencia remite, vamos a decirlo así, a lo que
viene en el lugar de un agujero, de una falta. Allí donde hay algo del orden de un
agujero, la suplencia, lo que suple, viene de alguna manera a compensar, a
colmar ese agujero. En este sentido, no muy preciso, a esta palabra ya la
podemos localizar por ejemplo en los desarrollos de Lacan sobre Juanito, en el
curso del Seminario 4, sobre La relación de objeto. En ese Seminario, la tesis es
que hay una carencia del padre real —no se trata de una forclusión, no es el padre
simbólico, el Nombre-del-Padre, el que falta en el complejo—, y entonces el
caballo, ese objeto en posición de significante, suple, hace suplencia, y así
introduce una especie de metáfora paterna ad hoc. Un poco después, en este
escrito «De una cuestión preliminar...», tenemos que el Nombre-del-Padre falta
—aquí sí estamos en el terreno de la forclusión—, y lo interesante es esto: que si
el delirio estabiliza(15) —pero no conviene confundir la estabilización con la
suplencia, como hacen algunos autores demasiado frecuentados—(16)la palabra
suplencia, que aparece en este escrito, aunque relacionada al agujero, parece lejos
de la única función "correctiva" que suele acordársele:

No cabe duda que la figura del profesor Flechsig, en


su gravedad de investigador [...], logró suplir el vacío
bruscamente vislumbrado de
la Verwerfung inaugural...(17)

En fin, para terminar con este resumen del primer período, si consideramos el
agujero propio de la estructura, también podemos plantear ya al Nombre-del-
Padre, cuando está, como una de las suplencias posibles para ese agujero.

No obstante —esto lo van a entender mejor quienes siguieron mi seminario de


1995,(18) porque ahora no me puedo detener en esto— no obstante, el cambio de
perspectiva aportado por el período nodal de Lacan es que la suplencia, si en el
primer período la suplencia es lo que viene en el lugar del agujero —para
"remediarlo", digamos, aunque ese "remedio" sea peor que la "enfermedad",
como suele ocurrir con los remedios, porque si la "enfermedad" es el agujero de
la estructura donde anida la función del sujeto, el "remedio" es el síntoma—, en
ese último período, nodal, pasamos a otra lógica, porque ahora de lo que se trata
no es de tapar un agujero, sino de introducir un agujero, porque es un agujero
nuevo, el agujero sinthomático —un agujero consistente, y también ex-sistente—
el que produce el anudamiento de los registros. ¿Se entiende esto? En los
Seminarios nodales, hace falta una suplencia, porque falta un agujero, no porque
haya un agujero. Este agujero cuarto, agujero consistente del Nombre-del-Padre o
del sínthoma, anuda, hace cadena, cadena borromea, eventualmente borromea.

Está bien, veo algunos rostros que reflejan cierta incomprensión. Pero aunque los
que no están al tanto de los Seminarios nodales, el R.S.I., El sínthoma, no lo
entiendan, se los digo para que les quede como algo que alguna vez podrán
retomar. Previo al planteo nodal, lo que tenemos es: agujero, y suplencia para
remediar o compensar el agujero. El problema es el agujero: agujero en la
cadena, agujero en el Otro, etc... En los Seminarios nodales, tenemos que es
preciso un agujero más, porque lo que hace nudo, cadena, es un agujero más:
llámese a éste Nombre-del-Padre o sínthoma.
Un punto más, dentro de este contexto, en parte polémico. Todo el planteo de
este período —el correspondiente al de este escrito «De una cuestión
preliminar...», que es el período de la primacía de lo simbólico— es el siguiente:
el significante tiene una función de mortificación de lo vivo del cuerpo, o
también: de vaciamiento del goce. En relación a este punto, quisiera hacer dos
observaciones.

La primera observación es que — esto me recuerda algo que trabajé el año


pasado en la Escuela.(19) El año pasado, en un ciclo titulado Puntuación de
Escritos, convocado por el Cartel de Enseñanza de la Escuela, trabajé el texto
sobre «La significación del falo», que es un poquito posterior, aunque del mismo
año, al texto de «De una cuestión preliminar...». Mi apuesta, al puntuar ese texto,
al comentarlo, fue la siguiente: señalaba que en Freud, en los textos de Freud,
encontramos como una especie de repartitoria entre los textos, que es fácilmente
observable, basta con detenerse a pensarlo, donde hay un plano del texto, que es
el plano que podríamos llamar el de "las formaciones del inconsciente", donde
todo es cuestión de técnica del significante, como la denomina Lacan en el
Seminario 5. Todo es técnica del significante, y en esos textos, donde todo es
técnica del significante, el lugar que ocupa en ellos la sexualidad es marginal,
apenas de orden temático; por ejemplo, la sexualidad entra por el lado de los
chistes obscenos, en el libro sobre El chiste..., por el lado de algún equívoco
sexual en la Psicopatología..., o por el lado de algunos sueños típicos en La
interpretación de los sueños. Pero, digamos, a los efectos de la construcción del
sueño, de los "mecanismos" de la formación del sueño, o de los mecanismos del
olvido, o de las técnicas del chiste, la sexualidad no entra. Entra, como les decía,
como "tema", a lo sumo como "motivación". Por otra parte, hay otros textos, por
ejemplo el de los Tres ensayos..., redactado en el mismo período que los que
acabo de mencionar, donde encontramos que todo el campo de la experiencia
analítica tiene que ver con la sexualidad, sin que Freud parezca necesitar hacer
alusiones mayores a lo que acabamos de denominar como "técnica del
significante". Es decir, estos dos campos, sexualidad y significante, en Freud
están como separados; están articulados de hecho en su clínica, pero no
articulados de derecho en su teoría. En la teoría, tenemos por un lado el plano de
los mecanismos lingüísticos del inconsciente, y por otro lado el plano de la
sexualidad. ¿Cómo articular ambos planos? Bueno, mi argumento el año pasado,
a efectos de esa puntuación del escrito, fue que ese texto, «La significación del
falo», que juntaba en su mismo título dos términos de campos semánticos
diferentes —significación, que viene del campo de la lingüística, y falo, que
viene del campo de la sexualidad— era la manera, que proponía Lacan, de
articular estos dos campos, los cuales, cada uno por su lado —en verdad, el
resultado de ese escrito es que no son dos campos, pero digámoslo así, ahora—
estos dos campos, cada uno por su lado, circunscriben el campo de la experiencia
analítica. Es decir, la función de la palabra en el campo del lenguaje abarca el
todo de la experiencia analítica, y el campo de la sexualidad, especialmente
cuando está centrada en el complejo de castración, abarca el todo de la
experiencia analítica, ¿pero cómo juntar los dos aspectos? Bueno, la manera en
que Lacan los junta es elevando el falo, que viene de la sexualidad, al estatuto de
significante.

Esta es una primera respuesta a la cuestión. Ahora voy a hacer el mismo planteo,
de una manera ligeramente desfasada de la anterior. En Freud, podríamos decir
que también hay dos planteos de los que constantemente se vale en la clínica,
pero que resultan difíciles de articular en la teoría. Y es que un plano de la clínica
freudiana es un plano que podríamos decir que tiene que ver con la Deutung, con
la interpretación. Es el plano de lo interpretable, el plano del sentido de los
síntomas, digamos. Pero hay otro plano, que funciona al lado del primero, pero
que no es sencillo articular con él, que es el plano de lo económico. Es decir,
junto con la cuestión del sentido de los síntomas, está también la cuestión del
conflicto de fuerzas, de los montos de libido comprometidos en la satisfacción o
en la insatisfacción, la tesis de que la pulsión siempre se satisface, incluso en la
represión, o en el castigo proveniente del superyó.

Ahora bien, podemos ver que en «De una cuestión preliminar...» Lacan se mueve
todo el tiempo en el plano del sentido, y deja de lado el punto de
vista económico —para seguir valiéndonos de los términos de Freud—; este
punto de vista económico va a ser reintroducido más tarde por Lacan, bajo el
capítulo del goce. Pero en «De una cuestión preliminar...», en verdad, la cuestión
del goce no tiene mayor peso; hay apenas un par de alusiones al respecto, en las
que se refiere al goce en términos del narcisismo, por ejemplo, el goce narcisista
del transexualismo schreberiano, o sea, que ubica al goce en lo imaginario. Esto
implica que, cuando más adelante Lacan presenta la traducción francesa de las
memorias de Schreber,(20) va a tener que introducir —no se expide demasiado al
respecto— la dimensión del goce, que ha sido muy explotada, para decirlo de
algún modo, por los que vinieron después de Lacan.

Pero —y aquí viene la puntuación que les quería hacer—, en todo este período, y
hasta bastante más adelante, el significante tiene una función de mortificación, de
vaciamiento del goce. El significante no le hace lugar al goce, o hace el lugar allí
donde había goce. El significante toma al cuerpo sólo bajo el modo de la
extensión, excluyendo su goce,(21) hace del Otro un desierto de goce.(22) Allí
donde hay significante no hay goce, podríamos decir, de un modo un poco
abrupto. Y de ahí resultó que muchas lecturas deducen que, cuando hay alguna
falla en el significante, lo que va a aparecer en ese lugar es una gran irrupción de
goce, con lo que le quedaría al analista la tarea de acotar como pueda esa
invasión. La deducción no es del todo incorrecta: si donde hay significante no
hay goce, entonces donde no hay significante habrá goce — y de ahí derivan
todas las consideraciones sobre el goce inelaborable, intrusivo, arrasador, etc...

Dos puntuaciones — la primera: esa función de domeñamiento, de domesticación


o de liquidación del goce, la va a cumplir, en el escrito «De una cuestión
preliminar...», el Nombre-del-Padre, en la medida en que este significante es el
"significante que en el Otro, en cuanto lugar del significante, es el significante
del Otro en cuanto lugar de la ley".(23) Ahora bien, esto ya va a tener una
primera variación en el escrito «Subversión del sujeto...», y éste me parece que es
un punto muy importante, porque estamos hablando de dos textos muy cercanos
en el tiempo. El padre, en «De una cuestión preliminar...», funda la Ley. En
«Subversión del sujeto...», la cosa no es así. Por ejemplo, en la pag. 801 de
los Escritos podemos leer:

A lo que hay que atenerse, es a que el goce está


prohibido a quien habla como tal,...

—estamos en el plano que recién yo les resumía así: donde hay significante no
hay goce. En cuanto a la palabra "prohibido" de la versión castellana, ésta traduce
la palabra francesa interdit, está bien traducido, es una correcta traducción, pero
lo que se pierde en esta traducción es que interdit es interdicción, en el sentido de
"prohibición", pero también es "interdicción" en el sentido de lo que se inter-dice,
se entre-dice, se "dice entre"; hago esta precisión para que se entienda lo que se
viene a continuación—:

...o también que no puede decirse sino entre líneas


para quienquiera que sea sujeto de la Ley, puesto que
la Ley se funda en esta prohibición {interdicción}
misma.

Es decir, no es la Ley la que funda la prohibición, la interdicción, del goce, sino


que la Ley, cuando hay Ley, se funda en esta prohibición, en esta interdicción
primera del goce, introducida por la dimensión del significante. Dada la
alternativa entre dicho y goce, el goce sólo puede "decirse" entre los
dichos, inter-dit. Esta es la primera puntuación que quería hacer.

La segunda, que está más lejana en el tiempo, pero que me parece que es
importante, porque en general ha sido completamente desatendida —no entiendo
por qué, porque es bastante clara—, es que en el Seminario Encore hay un vuelco
fundamental en Lacan, respecto de la articulación entre significante y goce.
Porque a partir de Encore, el significante no es lo que vacía el goce, sino que el
significante es causa del goce.(24) Es decir, antes de Encore podíamos valernos
de la famosa metáfora que emplea Lacan en el Seminario sobre La angustia, la
de "el goce del arbol", "el goce de la ostra" encerrada en sí misma, que, si se
pusiera a hablar, con cada palabra dicha estaría barrando goce. Pero a partir
de Encore no se puede sostener más esa metáfora. ¿Por qué? — porque no hay
goce sin significante. El significante introduce goce. Ese efecto del significante
sobre el cuerpo, es el goce.

Bueno, esto es para contextuar un poquito el asunto, es decir de dónde sale esta
cuestión, que es correcta como deducción, pero que se atiene a un tiempo de
Lacan, de que allí donde no hay significante vendría una irrupción de goce
excesivo, desmesurado, arrasador y todo lo demás...

Todo el texto este, «De una cuestión preliminar...», en general, ha sido reducido
—y yo me temo que pueda estar haciendo lo mismo, ahora, espero que no—, ha
sido reducido a la cuestión de la metáfora paterna. Ahora bien, el problema de la
metáfora paterna es el siguiente...

No, voy a empezar con otro punto, más importante. Porque esto es fundamental:
el título. El título del escrito es «De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de las psicosis». Este es el título del texto. Uno podría preguntarse: ¿por
qué tiene este título? Este texto que tiene como cuarenta largas páginas, y que
lleva por título «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis», ¿qué está indicando este título, tan explícito? — que lo que va a hablar
el texto es — parece de Perogrullo, lo que voy a decir, pero tengo que decirlo,
porque me doy cuenta que en las lecturas que se hacen es como que esto
desapareció — este título quiere decir que todo lo que se va a leer a continuación,
en esas cuarenta y pico de páginas, es sobre la psicosis, no sobre la neurosis:
sobre la psicosis y lo que podría llevar a un eventual tratamiento de la misma.
¿Se entiende, esto? Porque este texto suele ser leído como conteniendo una teoría
de la neurosis... y la psicosis parecería estar relegada al Post-scriptum, es decir, al
quinto punto del texto. El escrito proporcionaría una teoría de la neurosis, en
relación a la cual la psicosis quedaría nocionalizada como una especie de déficit,
demostrándose de paso la imposibilidad de un tratamiento verdaderamente
psicoanalítico de la psicosis, puesto que ese déficit, el del Nombre-del-Padre,
arrastra todos los demás como una consecuencia imparable — quiero decir,
cuando, de hecho, se ha reducido la teoría psicoanalítica a una teoría de la
neurosis, es decir, cuando se identifica la estructura a la estructura de la neurosis.
Lejos quedamos entonces de esas "tres caras de la estructura normal" que les
recordaba en nuestras primeras reuniones, esas tres caras de una estructura que
es una. Pero no es eso lo que está indicando, claramente, el título. Y Perogrullo
puede ser un buen remedio para las lecturas prejuiciosas.

Pero ven cómo están las cosas en el discurso corriente del lacanismo: Lacan se la
habría pasado hablando de la neurosis, en este escrito, y como una especie de
apéndice del mismo tendríamos que la psicosis es que no hay Nombre-del-Padre,
está forcluído, con todas las consecuencias que se supone que se desprenden de
eso: que no hay sujeto, no hay transferencia, no hay deseo, no hay fantasma, no
hay inconsciente, en fin, no hay nada de nada, porque toda la estructura estaría
armada en el famoso esquema R. Lacan, en las primeras treinta y ocho páginas,
se la pasó hablando de las neurosis, y después añade un pequeño apéndice sobre
la psicosis. ¡Pero no es así! El título dice claramente que todo el texto habla de la
psicosis —aunque es cierto que, a la psicosis, Lacan la piensa en este escrito a
partir del modelo de la neurosis. Pero lo que no habría en la psicosis, no es todo
lo que hemos visto hasta acá, en esas primeras treinta y ocho páginas, lo que no
hay en la psicosis es el Nombre-del-Padre. ¿Se entiende esto? — Y entonces la
pregunta es cómo contar, vamos a decir así, la estructura de la psicosis con los
términos que quedan una vez que se ha forcluido el Nombre-del-Padre, o sea, por
ejemplo cuando Lacan introduce el esquema L, en el apartado III del escrito,
dice:

...la condición del sujeto S (neurosis o psicosis)


depende de lo que tiene de lugar en el Otro A. Lo que
tiene lugar allí es articulado como discurso...(25)

La condición del sujeto S —aquí sin barrar, pero no por ello menos dividido,
puesto que la división del sujeto se escribe aquí en su "tironeamiento" entre los
cuatro puntos del esquema: S, a, a’ y A— la condición del sujeto, esto
es, neurosis o psicosis, depende de lo que es articulado en el lugar del Otro. Esta
es la tesis del escrito. No la de que no hay Otro, como se prestaba a que se
entendiera así una frase del Seminario 3. Y lo que va a dar el esquema resolutivo,
para llamarlo de algún modo, no sé si de la psicosis, al menos de esta psicosis de
Schreber — porque una pregunta a hacerse sería la de si el esquema I es el
esquema de cualquier psicosis que alcanzó su estado estabilizado, digamos, o si
es un esquema que sólo vale para el caso de Schreber — en el sentido de que
cada caso nos obligaría a revisar qué situar en los lugares de ese esquema, si es
que ese esquema proporcionara algo general, que sería el modo de hacer, o la
necesidad de hacer algo, con esos dos agujeros que se abren en los campos de lo
simbólico y de lo imaginario —doy por supuesto que le dieron al menos una
leída al texto—: ¿qué hacer con esos dos agujeros que se abren en los triángulos
imaginario y simbólico del cuadrilátero que Lacan denomina P0 y  0? — en
relación a los cuales habría que ver en cada caso cuál es la solución particular.
Bien, entonces, una vez hechas estas salvedades — que el texto es un texto sobre
las psicosis, y — agrego más: el hecho de que Lacan, en el ’58, plantee una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis, ¿qué está
diciendo? — parece una nada, pero a veces las nadas son significativas. Para
Freud, el tratamiento psicoanalítico de las psicosis, era caso cerrado. Para Freud
no podía haber psicoanálisis de las psicosis, salvo en el sentido de un
psicoanálisis aplicado —la lectura que él hace de Schreber, la hace, como él
mismo se lo escribe a Jung, a partir de la tesis sobre la paranoia que él había
extraído del análisis de su relación con Fliess— ¿por qué? — porque en la
psicosis faltaba la dimensión de la transferencia. Esto se ve muy bien en las dos
últimas de las Conferencias de introducción al psicoanálisis, se ve muy bien,
también, cómo además el psicótico a Freud le sirve como una especie de garante
de su teoría, y se ve muy bien la dificultad que tiene Freud con la noción de
transferencia, porque la noción de transferencia no está en Freud suficientemente
deslindada de la noción de sugestión.(26) Hay ahí una contradicción, en Freud,
quien por un lado dice que el psicoanálisis comienza donde termina la hipnosis,
pero al mismo tiempo no hay eficacia de la palabra del analista si, mediante la
transferencia, no puede sugestionar al paciente para que acepte la interpretación.
¿Lo dije muy rápido, esto? No importa, lo desarrollé más en el otro seminario.

Entonces, para Freud, la cuestión del tratamiento posible de la psicosis es un caso


cerrado. Que Lacan no afirme ahora el tratamiento posible de la psicosis, sino
que diga que está en un momento preliminar, en una cuestión preliminar al
mismo, está diciendo ya que él no considera cerrada la posibilidad de un
tratamiento de la psicosis, aunque todavía no se introduzca en el qué hacer con la
psicosis. Por otra parte, Lacan jamás afirmó que el dispositivo analítico no fuese
apto para el tratamiento de las psicosis. Es cierto que recomendó prodencia en su
empleo, pues se sabe por experiencia que la entrada en análisis es propicia —no
es una fatalidad— para el desencadenamiento de una psicosis en el llamado "pre-
psicótico". Pero el problema básico de un tratamiento psicoanalítico posible será
el problema de cómo maniobrar en la transferencia con el psicótico a partir de la
posición que el discurso del analista le impone al analista, es decir, la de sostener
el a minúscula en la posición de agente del discurso, cuando por otro lado es el
psicótico quien tendría a este a minúscula "en su bolsillo".

Entonces, dos puntos: la introducción del título implica que el tratamiento de la


psicosis no es caso cerrado para Lacan, primera ausencia significativa, y, segunda
ausencia significativa, es que en ningún momento Lacan dice que el dispositivo
analítico no es apto para el tratamiento de la psicosis — dice que la psicosis tiene
peculiaridades que hay que atender, por ejemplo que es posible, es una
sugerencia que hace Lacan al final de este escrito, que la transferencia —
retomando algo que había señalado Freud— que la transferencia sobre el profesor
Flechsig haya precipitado la psicosis de Schreber.

Bueno, y éste es otro punto que quería subrayarles, también. Me limito a dos,
porque es infinito, este texto, y en todo caso después veremos, en función de lo
que hablemos en el taller, sobre qué puntos poner el acento. Dos puntos: la
psicosis, si lo leemos con cuidado en este texto y en el Seminario 5 — en el
Seminario 5, sobre Las formaciones del inconsciente, en las clases que son
contemporáneas a la redacción de este artículo — este artículo, si ustedes se
fijaron al final, Lacan lo fecha: "Diciembre de 1957 - enero de 1958", es decir, no
es contemporáneo del Seminario sobre Las psicosis, aunque se pretende un
resumen de los primeros dos tercios del mismo, es contemporáneo de algunas
clases de Seminario 5. Ahora bien, en el Seminario 5, tenemos por ejemplo esta
frase, entre muchas que podría localizar, pero esta me parece suficientemente
ilustrativa:

Preciso de que si ese agujero o ese vacío aparece [el


agujero de la forclusión], es en tanto que ha sido, al
menos una vez, evocado el Nombre-del-Padre...(27)

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Repito la frase. En el escrito está lo mismo, pero como más dado vuelta, porque
Lacan es más retorcido, cuando escribe. En el Seminario 5, en la clase del 8 de
Enero, o sea, en el momento mismo que estaba redactando el escrito, dice:

Preciso que si ese agujero o ese vacío aparece, es en


tanto en que ha sido, al menos una vez, evocado el
Nombre-del-Padre — en tanto que lo que sido
llamado en un momento al nivel del Tú era
justamente el Nombre-del-Padre, en tanto que es
capaz de ratificar el mensaje y que es, por este hecho,
garante de que la ley como tal se presente como
autónoma. Ahí está el punto de báscula, de viraje, que
precipita al sujeto en la psicosis...

Frase que podemos encontrar en los Escritos —después se las busco rápido—, de


muchas maneras. Pero entonces, lo que quiero subrayar es lo siguiente, como una
diferencia que se puede establecer: por un lado, el Nombre-del-Padre, en un
momento imposible de decir cuándo, ha sido... o nunca llegó, o ha sido rechazado
— ahí hay un problema, porque Lacan da las dos posibilidades: o el Nombre-del-
Padre nunca llegó al lugar del Otro, y por lo tanto falta, o llegó pero fué
rechazado. Una perspectiva nos traslada más del lado del mito, la otra perspectiva
nos traslada más del lado del acontecimiento — sin que sea posible ubicar en qué
momento ocurrió tal acontecimiento. Pero esta ausencia todavía no aparece como
vacío, es decir, esta ausencia todavía no es la psicosis, es lo que le da a la
psicosis su condición esencial, como dice en el escrito, la que la separa de la
neurosis...

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

El problema es el siguiente. Lo que afirma esta frase, y otras que podemos


buscar, es lo siguiente: hay un agujero, pero todavía no aparece el vacío. Esto es
lo que trato de distinguir: una cosa es la condición esencial — leo la frase de
los Escritos:

Es en un accidente de este registro y de lo que en él se


cumple, a saber, la preclusión [la forclusión] del
Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, y en el
fracaso de la metáfora paterna, donde designamos el
efecto que da a la psicosis su condición esencial, con
la estructura que la separa de la neurosis.(28)

Entonces, primer punto: la ausencia del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro


— porque ese significante nunca llegó a ese lugar, o porque llegó y fué
rechazado, o porque estaba y el sujeto no se sirve de él, que es otra expresión que
aparece en el Seminario 5 — el Nombre-del-Padre no está en el lugar del Otro,
por lo que fracasa la metáfora paterna, y esto da la condición esencial que separa
la estructura de la neurosis de la estructura de la psicosis. Este es un primer
punto. Pero, segundo punto, esto todavía no es la psicosis — esto es lo que trato
de subrayar, aunque nos sea difícil decir qué es — ¿por qué? — porque para que
se desencadene la psicosis es preciso que esta falta, que no aparece como tal, que
en todo caso puede manifestarse en distintos modos por los que el sujeto transita
por la vida, eso podría constituir una especie de casuística — esa falta, en
determinado momento, va a ser actualizada como vacío, como agujero —
¿cuándo? — cuando haya sido evocado el Nombre-del-Padre, al menos una vez.
Es lo que aparece, en este escrito, como la irrupción de Un- padre — cuando
irrumpe Un-padre, esa pura falta se actualiza como vacío, y ahí aparece el
agujero en su poder dinámico, para decirlo de alguna manera, eso es lo que va a
desencadenar la psicosis. En el escrito, esto se formula así:

Para que la psicosis se desencadene, es necesario que


el Nombre-del-Padre, verworfen,
precluido [forcluido], es decir sin haber llegado
nunca al lugar del Otro, sea llamado allí en oposición
simbólica al sujeto. [...] Pero ¿cómo puede el
Nombre-del-Padre ser llamado por el sujeto al único
lugar de donde ha podido advenirle y donde nunca ha
estado? Por ninguna otra cosa sino por un padre real,
no en absoluto necesariamente por el padre del sujeto,
por Un-padre. [...] es preciso que ese Un-padre venga
a ese lugar adonde el sujeto no ha podido llamarlo
antes.(29)

Lo que en el Seminario 5 se subraya así:

Este es el punto de báscula, de viraje, que precipita al


sujeto en la psicosis...

Quiere decir que hay que distinguir lo que sería la condición esencial de lo que es
la psicosis propiamente dicha, en tanto que la psicosis, al menos en este tiempo
de la enseñanza de Lacan, es algo que se desencadena. No habría lugar para
hablar de psicosis no desencadenada —¿se entiende esto?—, aunque sea difícil
decir qué es Schreber antes del desencadenamiento de su psicosis.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

No solamente desde el momento de retorno, desde el momento de la


reconstitución del agujero. Sí, desde el retorno hasta la reconstitución. Por eso
dice que el delirio es la estructura de la psicosis.

 
PARTICIPANTE: En esta lectura, ya estaríamos en la
línea del Seminario sobre El sínthoma.

No, justamente... Bueno, puede ser, he trabajado tanto el Seminario sobre El


sínthoma, que ya ni sé lo que viene del Seminario sobre El sínthoma, lo que
pensé al respecto, y cómo me armé la lectura retroactiva de Lacan. Pero, en
relación a este punto, yo diría que noto una diferencia — ¿cuál es? — el hecho de
que Lacan se pregunte, se pregunte, aunque no lo responda, pero que se pregunte
si Joyce era psicótico, si Joyce estaba loco, me da a pensar que la noción misma
de psicosis ha sido reformulada en el camino — ¿por qué? — porque Lacan se
pregunta por la posibilidad de psicosis en alguien en quien, ciertamente, dicha
psicosis, presunta o no, no se ha desencadenado. Entonces, ¿cuáles serían los
índices de una psicosis no desendadenada? — ¿se entiende? — pero en el
camino, de todos modos, y como ya les dije, cambiamos radicalmente de
perspectiva: no es el agujero, el problema, sino la falta de un agujero.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Pero si volvemos al Seminario 3, y leemos con atención —ese punto lo hemos


salteado, veremos si alguna vez lo retomamos—, la pre-psicosis es el momento
primero de la psicosis, no es lo anterior a la psicosis.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

No, el sujeto no está ahí... o está ahí, también... En fin, esto es algo que hubiera
querido desarrollar, pero cuando nos vemos obligados a elegir... Eso está claro,
es el primer planteo del Esquema L, [pizarrón](30) — en el Seminario 2, a es el
yo, en el sentido del moi, y a’ es la imagen del otro, del semejante — en este
escrito hay una inversión de lugares: el a’, que en el Seminario 2 estaba arriba a
la derecha, pasa a abajo a la izquierda y ahora nombra al yo, mientras que
el a minúscula, que en el Seminario 2 estaba abajo a la izquierda, en este escrito
pasa arriba a la derecha, y nombra a la imagen del otro — es más lógica esta
segunda presentación, porque primero está la imagen del otro, y luego viene el
yo, que se constituye por identificación a la imagen — este esquema no es muy
complicado, S, sin barrar, escribe el sujeto — en fin, más vale lo preciso, el
esquema implica dos modos de referirse al sujeto: por un lado, el sujeto S está
acá, arriba a la izquierda, y se refiere al sujeto reducido a "su inefable y estúpida
existencia", como dice Lacan en su propia lectura del esquema L, pero el sujeto,
nuestro sujeto, "está estirado en los cuatro puntos del esquema" — o sea, que el
esquema es una de las maneras de escribir el sujeto dividido.(31)

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

No, un momentito, a ver si nos entendemos... El sujeto se constituye por el hecho


de que hay significante, no por el hecho de que hay Nombre-del-Padre. Donde
hay significante, hay sujeto, esto está claro en el Seminario sobre La
identificación, cuando tenemos la definición recíproca del significante y del
sujeto,(32) pero no hace falta llegar ahí. ¿No acabamos de leer que "la condición
del sujeto S (neurosis o psicosis) depende de lo que tiene lugar en el Otro A"? Si
el Nombre-del-Padre tiene lugar o no en el Otro A, esto dará la condición del
sujeto, neurosis o psicosis, no la existencia del sujeto. El sujeto no es parido por
el Nombre-del-Padre, el sujeto es efecto del significante. Si el sujeto fuera parido
por el Nombre-del-Padre, y si la psicosis dependiera de la forclusión del
Nombre-del-Padre, entonces en la psicosis no habría sujeto... y ni se nos ocurriría
pensar que la psicosis sea algo que concierna al psicoanálisis.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Esperá un poquito. Cuidemos los términos. No queda un sujeto sin sentido, queda
un sujeto que, durante algún tiempo —esto es lo que podemos detectar
clínicamente—, se mueve con un sentido, digamos, prêt-à-porter, vamos a decir
así, que Lacan ilustra con la figura del "taburete de tres patas", es decir, que se
apoya en identificaciones imaginarias, especulares, en el sentido corriente, pero
le falta la posibilidad de engendrar sentido ante determinadas situaciones
puntuales de la existencia. Pero cuando esto surge, no es que tenemos un sujeto
sin sentido, sino que tenemos un sujeto perplejo, paralizado, ante el hecho de que
hay un sentido, pero que él no puede situar — ésta es la certeza, lo que en
los Escritos Lacan denomina "significación de significación", significación en
segundo grado — lo que nos lleva a pensar cuál sería el primer grado, el primer
grado es que, por falta de capitonado, el significante no tiene sentido, no hace
significado, y el segundo grado es que el sujeto, ante eso, lo que introduce es el
sentido como tal, pero él no sabe cuál, es decir, no tal o cual sentido, sino el
sentido como tal — que sería propiamente el retorno... si tuviéramos que pensar,
en términos del escrito «De una cuestión preliminar...», qué es lo que retorna de
la operación de forclusión del Nombre-del- Padre, uno no tendría que poner en
primer lugar las voces, por ejemplo, sino esto, la certeza, en tanto... no la certeza
de que estoy seguro de lo que digo, sino certeza de que ahí hay significación, y
que ésta me concierne — porque hay una frase, perdida en el texto, sin mucha
fuerza en el texto, pero que después se le dió, se le pudo sacar mucho, o sea,
cuando se introdujo en el texto la función del objeto a, o sea, una lectura
retroactiva, que permite precisar que la alucinación "marrana" no viene en el
lugar de lo forcluído del Nombre-del-Padre, que eso, en todo caso, está como
supuesto, sino del rechazo de lo que él llama "el objeto indecible"(33) —
recuerdan el caso de la mujer que se encuentra en el pasillo con el amante de la
vecina: hay un rechazo del objeto indecible, y retorna la palabra de injuria, que
sitúa al sujeto como sujeto de la enunciación, lo localiza. Pero, si pensáramos, no
en este objeto indecible, que no sabemos de qué se trata, por lo menos con este
texto, sino si pensáramos en la forclusión del Nombre-del-Padre, y tuviéramos
que pensar qué retorna de esa forclusión, tendríamos que decir que lo que retorna
de esa forclusión es la significación de significación, es decir, que hay
significación, pero una significación ante la cual estoy perplejo, no puedo decir
cuál es. El trabajo del delirio, como suplencia de este Nombre-del-Padre ausente,
va a ser introducir esta significación que me falta.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Mirá, siempre se puede hacer alguna relación, en el Hombre de los Lobos, que no
es un psicótico, a mi modo de ver — él, ante la escena primaria, no le da ningún
sentido, pero tampoco hay significación de significación — sino que es en un
momento de su vida, después del sueño, cuando se ve ante la necesidad de
subjetivar lo que es del orden de la castración, que ahí no puede darle sentido. Es
como una inminencia dada por el sueño, un efecto retroactivo del sueño, y,
seguramente, del momento también en que tiene ese sueño, que es la etapa
edípica, donde el sujeto tiene que subjetivar algo del orden de la castración, y ahí
se encuentra con que, en una de sus "corrientes", no puede, y le retorna entonces
una especie de castración en lo imaginario.
Cuando yo me refería a situaciones vitales, ahora, como momento del
desencadenamiento de la psicosis, es que estas situaciones no son cualquiera, son
situaciones puntuales de la historia —contingentes, porque pueden no ocurrir, es
decir, no necesariamente alguien que tiene esta condición esencial de la carencia
del significante del Nombre-del-Padre, es alguien que va a desencadenar una
psicosis—, pero hay momentos puntuales, que tienen ese valor por la historia del
sujeto, que es donde aparece Un-padre irrumpiendo en la pareja imaginaria en la
que se sostenía, cuando aparece entonces el vacío en lo simbólico y en lo
imaginario... Aunque, también, el texto introduce una ambigüedad — en Lacan
todo parece pegar muy bien, pero, si ustedes lo leen con tranquilidad, van a ver
que las cosas no están tan bien pegadas. Por ejemplo, el falo: ¿quë es el falo en
este texto? — a veces aparece como significación, aparece como función
imaginaria, aparece como significante, y no es lo mismo. ¿El falo es resultado de
la metáfora paterna o es evocado por la metáfora paterna? ¿Se entiende la
diferencia? — digo esto porque en un texto que está a dos meses de éste, que es
el de «La significación del falo», la elección del falo como significante no resulta
para nada de la metáfora paterna(34) en todo el texto no van a encontrar una
metáfora paterna ni nada por el estilo, sino que más bien tiene que ver con una
frase que sí van a encontrar en este escrito que estamos comentando, y que remite
a que si el significante captura al sujeto como muerto, el sujeto tiene que jugar su
partida como vivo.(35) El falo va a ser lo que aporta la vida, vamos a decir así, lo
que la vida aporta como suplencia en el Otro.

A ver si me queda por decir algo de lo fundamental que había anotado para
ustedes. Bueno, habría que precisar en el texto, vamos a ver si lo podemos hacer
en algún momento, todos los lugares donde me parece que Lacan se inclina hacia
el lado de que la psicosis es algo que se desencadena, no algo que existe, y se
desencadena, sino que psicosis equivale a lo que ocurre desde el
desencadenamiento, y que antes del desencadenamiento postulamos una
condición esencial, que no es todavía la psicosis. Este sería un primer punto.
Segundo punto, muy importante, pero que me parece que en general se
desatiende: hay infinidad de citas, tanto en los Escritos como en el Seminario 5
—que tengo acá, pero que ahora no las puedo leer, en todo caso veré si les doy
algún lugar en las notas que suelo agregar a la desgrabación, o lo vemos en la
reunión que nos queda—, párrafos de ambos textos en los que podemos leer
que el Nombre-del-Padre está definido claramente como Otro del Otro. Esto
implica, esta definición del Nombre-del-Padre como Otro del Otro,(36) implica
que es preciso introducir en la lectura de este texto, digamos, retroactivamente, el
hecho de estructura de que no hay Otro del Otro —que es un hecho de estructura,
de la estructura que es una, no de la estructura de la neurosis—, lo cual reubica
retroactivamente, y no estamos a tanto tiempo, de una proposición a la otra,
reubica retroactivamente el estatuto del Nombre-del-Padre, y permite entender
por qué la metáfora delirante no es meramente una suplencia de la metáfora del
padre faltante, sino que en cierto sentido es un equivalente a la metáfora paterna,
un equivalente con menos eficacia, o, inversamente, que la neurosis es el delirio
del padre, o para decirlo en los términos del Seminario sobre El sínthoma: que el
Padre, el Nombre-del-Padre mismo, es un síntoma, un síntoma o un sínthoma,
como ustedes quieran.(37)

Bueno, me quedan infinidad de cosas, pero las voy a dejar de lado, por hoy. No
sé si quieren hacer algún comentario, ahora, porque yo estoy exhausto.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Te tengo que contestar clínicamente. El asunto es así, para decirlo mal y rápido:
nuestro mundo es un mundo armado por la significación fálica, no sé si es el
único mundo posible, es el que tenemos. Eso implica que la estabilización por el
lado de la metáfora delirante no hace lazo social, y eso lleva entonces a que su
solución es siempre precaria. Sabemos todos cómo terminó Schreber: pese a que
este escrito de Lacan, como el de Freud, se detiene en el momento en que
Schreber resolvió su problema, porque el esquema I es su resolución, no es su
problema, es su solución, sabemos que Schreber terminó en una demencia
absoluta, y clínicamente sabemos que todas estas estabilizaciones por el lado de
la metáfora delirante siempre son precarias, porque siempre puede venir algún
acontecimiento que derrumbe todo. Lo que queda como interrogante es qué pasa
si... cómo encarar, digamos, un tratamiento... Bueno, cómo encarar un
tratamiento tiene un problema mayor, que es el de la transferencia: cómo, qué
manera de acogida es necesaria para acoger como tal, digamos, en la sumisión
completa a las posiciones subjetivas del enfermo, podríamos decir, como decía
Lacan en este escrito, para acoger como tal el testimonio psicótico en su valor, es
decir, de una manera que no sea la manera del alienista. Ese es un primer
problema: cuál es la idea de la maniobra de la transferencia que es preciso
forjarse, y, además, cuál es la maniobra de la transferencia que es preciso
concebir... bueno, no desatendiendo a lo que fué el epígrafe de este seminario, es
decir, el estatuto ético que hace que el psicoanálisis no sea una terapéutica como
las demás. Digamos, lo que nos lleva a interrogantes es qué acogida darle al
testimonio psicótico, a la demanda psicótica, cuando la hay, porque no siempre la
hay, muy pocas veces la hay, de manera que esa demanda pueda ser acogida en
un dispositivo donde, al menos en el horizonte, no esté excluida de entrada la
posibilidad de mantener el discurso analítico, que no es el discurso de la
psicoterapia. Ese sería un primer problema. Y el segundo problema es, bueno,
manteniendo esto que me parece que es de rigor, ¿qué pasa si cambiamos el
planteo de la estabilización y pasamos al planteo de la suplencia? — pero esto
implica cambiar totalmente de planteo, y si bien me detuve en eso hace tres años,
me parece que vale la pena revisar una vez más este primer período de la
enseñanza de Lacan, que ha sido lo que más nos formó, porque, sin considerar
estas cuestiones previas, el planteo de la suplencia, al plegarse sobre esto, se
termina transformando en terapia ocupacional — ¿se entiende esto? — en
mandarlo al psicótico a escribir o a trabajar, o a hacer alfarería, construir
un sinthome — es terapia ocupacional, no importa, como decía Lacan en una
respuesta que le dió a Piera Aulagnier, y lo mismo que en el «Breve discurso a
los psiquiatras»: se pueden usar mis significantes, pero eso no quiere decir que se
esté diciendo lo mismo. No se trata de usar los significantes lacanianos para decir
de otra manera lo que se decía antes. Entonces, el problema es... queda como
problema, no es una resppuesta: ¿qué hacer ante la demanda del psicótico,
cuando la hay? — cuando no la hay, no nos interesa, así de simple, como no nos
interesa la demanda del neurótico cuando no la hay, porque el psicoanálisis no
tiene que tener una vocación totalitaria — ¿qué hacer con esa demanda, sin
perder lo que es la esencia del método y la ética del psicoanálisis.

Bueno, nos volveríamos a encontrar —lo repito para los que llegaron tarde: la
reunión del 10 de octubre se suspende—, nos reeencontramos el 24 de octubre,
nos vamos a reunir en pequeños grupos como para que haya mayor interlocución,
y en cada grupo vamos a hacer una especie de reseñas de problemas, mi
sugerencia es que en esos grupos se trabajen particularmente los casos, pero no
hay problema, para nada, que se trabaje todo lo que hemos expuesto, y, en
función de lo que recoja en esa reunión, armaré la reunión siguiente, la del 7 de
noviembre. Dejamos acá, entonces.

NOTAS
(1) Jacques LACAN, El Seminario, libro 3, Las psicosis. Ediciones Paidós, Barcelona, 1984. Cf. p. 456.

(2) "Pero del acto mismo, ¿qué comprender? Salvo ver en él propiamente una emergencia de una relación oral
primordialmente «cercenada», lo cual explica sin duda el relativo fracaso del primer análisis" — cf., Escritos
1, p. 382.

(3) Escritos 1, p. 371.

(4) Escritos 1, p. 374. Añadamos que esto continúa lo que había indicado en la respuesta a Jean Hyppolite que
tuvo lugar en el curso del Seminario, en la que indicaba que "la simbolización del sentido del plano genital ha
sido verworfen" — cf. Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Ediciones
Paidós, Barcelona, 1981, p. 110.

(5) "¿Cómo es que no sentimos todos que unas palabras de las que dependemos nos son de alguna manera
impuestas? Es precisamente en eso que lo que llamamos un enfermo llega algunas veces más lejos que lo que
llamamos un hombre normal. La cuestión es más bien saber por qué es que un hombre normal, llamado
normal, no se da cuenta de que la palabra es un parásito, que la palabra es un enchapado, que la palabra es la
forma de cáncer de la que el ser humano está afligido. ¿Cómo es que hay quienes llegan hasta sentirlo?" —
Jacques LACAN, Seminario 23, El sínthoma. Versión Crítica —para circulación interna de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. clase 7, del 17 de Febrero de 1976, pp. 91-
92.

(6) "No es cualquier significante lo que Lacan apunta como forcluido en la psicosis, es el significante llamado
del «Nombre-del-Padre». En tanto que no es cualquiera, este significante está necesariamente localizado. [...]
En el sentido de la letra como «estructura esencialmente localizada del significante», el significante del
Nombre-del-Padre es, entonces, por su localización, un significante, como tal, escrito." — cf. Jean
ALLOUCH, Letra por letra, Edelp, Buenos Aires, 1993, pp. 217-218.

(7) Escritos 1, p. 168.

(8) Vale la pena reproducir íntegramente, por los indudables efectos de transmisión que tuvo entre nosotros —
hipoteca que todavía hoy nos cuesta tanto levantar— la nota de Oscar Masotta incluida en el primer libro
publicado en castellano bajo la autoría de Lacan, aunque se trata en verdad de la traducción de un par de
resúmenes del Seminario —los Seminarios 5 y 6— debidos a la pluma de J. B. Pontalis: "Mario Levin,
integrante de mi equipo de estudios sobre Lacan, ha llamado la atención sobre el origen del
término forclusion que Lacan adopta para traducir e interpretar el término freudiano verwerfung. El término
francés pertenece al campo de la teoría del Derecho y el procedimiento procesal. Se refiere a una secuencia de
acciones o decisiones donde la conducta ulterior llega sin haberse realizado antes los pasos que debieron
precederla. En español el término que traduce adecuadamente el concepto es «preclusión». En el vocabulario
de Laplanche y Pontalis la versión española del francés forclusion es «repudio». Garma, Cesio y la Dra. María
Langer, los encargados de los equivalentes españoles de los términos del Vocabulaire, carecían —es obvio—
de familiaridad con los escritos de Lacan. Para Lacan hay forclusion (es el modo de defensa constitutivo de la
psicosis) cuando falta la Bejahung, a saber, el modo primario de simbolización que Freud ha descripto en La
negación (La dénégation, según traducción de Lacan). Véase, en los Écrits, la respuesta de Lacan al
comentario de J. Hyppolite sobre la Verneinung" — cf. Jacques LACAN, Las formaciones del inconsciente,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1970, p. 85, nota. Curioso homenaje a quien fue mi primer maestro en
mi abordaje de los textos del psicoanálisis, este seminario, el que dicto este año, ha cuestionado punto por
punto lo sostenido por Oscar Masotta en su nota, que hoy suelen reiterar hasta quienes jamás la han leído.
Armando Suárez, director a cargo de la última versión castellana de los Escritos ("nueva edición corregida y
aumentada") reitera el paso en 1984: "También, a partir del momento en que Lacan introduce el
término forclusion, he sustituido el vocablo «recusación» —que vierte correctamente la Verwerfung freudiana
— por el de «preclusión», homólogo español del tecnicismo jurídico-procesal adoptado por Lacan para
designar el mecanismo constituyente de la psicosis, consistente en una no integración del significante del
Nombre-del-Padre en la batería significante del sujeto en plazos que implican prescripción" — cf. Jacques
LACAN, Escritos 1, Siglo Veintiuno Editores, décima edición en español, corregida y aumentada, México,
1984, p. XI. Como se ve, ambas propuestas desconocen u olvidan el sentido lingüístico de
la forclusion francesa, señalado en la gramática de Damourette y Pichon, a la que Lacan no ha cesado de
aludir tanto en sus Escritos como en su Seminario. El colmo de las desventuras con esta "traducción" fue
alcanzado no obstante ese mismo año de 1984 en la traducción castellana del Seminario 3, obra de Juan-Luis
Delmont-Mauri y Diana Silvia Rabinovich, quienes en una nota imperdible se autorizan en el Petit Robert,
que recoge por su parte la acepción del término nacida del psicoanálisis, para no traducir (?) el
término forclusion, manteniéndolo como forclusión — cf. Jacques LACAN, op. cit., p. 456-457, nota. He
comentado, creo que suficientemente, este último despropósito, poco después — cf. Ricardo E. RODRIGUEZ
PONTE, «Traducción y Traducción», en Notas de la Escuela Freudiana, nº 5, Escuela Freudiana de Buenos
Aires, Noviembre de 1986, y «La traducción hacia un significante nuevo», en AAVV, La formación del
analista, Puntosur editores, Buenos Aires, 1990.

(9) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Para volver a la pregunta sobre si Joyce estaba loco», intervención en
el ciclo «Lectura del Seminario Le Sinthome. Fábrica del texto», Escuela Freudiana de Buenos Aires, Cartel
Abierto del 26 de Noviembre de 1987. «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho", texto
presentado en las Primeras Jornadas de Carteles de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 24-26 de
Noviembre de 1988, finalmente publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, E.F.B.A., octubre de 1992.
«Clínica de la suplencia generalizada», conferencia pronunciada en el Hospital Alejandro Korn de Melchor
Romero, La Plata, el 5 de Noviembre de 1994. El Seminario «El sínthoma». Una introducción, Seminario-
taller en la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en
fichas. Estabilización y suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis. Hacia una clínica de la
suplencia generalizada, intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica psicoanalítica -
Problemáticas», Curso Anual Año 1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de Psicología de la
Universidad Nacional de Rosario, los días 17 y 18 de Mayo de 1996. El Sínthoma: operaciones nodales, tres
intervenciones en el «Taller de Lectura de "Le sinthome"», Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Septiembre-
Octubre de 1996. Todos estos textos se encontrarán en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(10) Jacques LACAN, Seminario 23, El sínthoma. Versión Crítica —para circulación interna de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. clase 9, del 16 de Marzo de 1976, pp. 110-
111.

(11) Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Ediciones Paidós, Barcelona,
1981, p. 110.

(12) "Lo que él [Freud] llama la realidad psíquica tiene perfectamente un nombre, es lo que se llama complejo
de Edipo", y un mes más tarde: "...en Freud hay elisión de mi reducción a lo imaginario, a lo simbólico y a lo
real como anudados los tres, y que lo que Freud instaura con su Nombre-del-Padre idéntico a la realidad
psíquica, a lo que él llama la realidad psíquica, especialmente a la realidad religiosa — pues es exactamente lo
mismo — que es así, por esta función, por esta función de sueño que Freud instaura el lazo de lo simbólico,
de lo imaginario y de lo real" — cf. Jacques LACAN, Seminario 22, R.S.I., Versión Crítica —para circulación
interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. las clases 3 y 5, del 14
de Enero y del 11 de Febrero de 1975, pp. 40 y 66 respectivamente. Para mi comentario de estas frases,
además de los textos citados en la nota 170, el lector puede consultar: Ricardo E. RODRIGUEZ
PONTE, Freud-Lacan: efectuaciones del retorno. El retorno Borromeo, Seminario en la Escuela Freudiana
de Buenos Aires, 1990, publicado en fichas. «El retorno borromeo. Presentación nodal del retorno a Freud»,
intervención en el Seminario Topología y Psicoanálisis, Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 14 de
Noviembre de 1990, publicado en fichas. «El Padre: la falta en Freud», texto presentado en las Jornadas de la
Escuela Freudiana de Buenos Aires: «El Padre en la Clínica Lacaniana», el 5 de Julio de 1991, posteriormente
publicado en AAVV, El Padre en la Clínica Lacaniana, Escuela Freudiana de Buenos Aires / Homo Sapiens
Ediciones, Rosario, 1994. «Freud-Lacan: un irreductible tres», intervención en el ciclo Irreductible Tres,
convocado por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 31 de Octubre de 1991. Así como: Patricia RAMOS
y Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Las dit-mensiones del síntoma, Seminario de Postgrado dictado en la
Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, con el auspicio de la Secretaría de Extensión
Universitaria, Septiembre-Noviembre de 1992. Véase especialmente la clase 1. Se encontrarán estos textos en
la Biblioteca de la E.F.B.A.

(13) "Este es el mecanismo fundamental que supongo está en la base de la paranoia. Se trata de un proceso
primordial de exclusión de un interior primitivo, que no es el interior del cuerpo, sino el interior de un primer
cuerpo de significante" — cf. Jacques LACAN, El Seminario, libro 3, Las Psicosis, Ediciones Paidós,
Barcelona, 1984, p. 217.

(14) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho"»,
publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1992, y «El sínthoma:
entre lo suplementario y la suplencia», publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 16, Escuela Freudiana de
Buenos Aires, 1993.

(15) "Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar la que, por el agujero que abre en el significado, inicia la
cascada de los retoques del significante de donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se
alcance el nivel en que significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante" — cf. Escritos 2, pp.
558-559.

(16) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Psicoanálisis y Psicosis: una cuestión ética», intervención en la
mesa-debate sobre «Variantes de la cura-tipo», inaugural del Coloquio de Verano del mismo nombre
convocado por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 7 de Enero de 1998. Se encontrará su texto en la
Biblioteca de la E.F.B.A.

(17) Escritos 2, p. 563.

(18) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción, Seminario-taller en
la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas.

(19) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La significación del falo», intervenciones en el ciclo «Puntuación
de Escritos», Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1997.

(20) Jacques LACAN, «Presentación de la traducción francesa de las Memorias del Presidente Schreber»,


en Intervenciones y Textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1988.

(21) Jacques LACAN, «Psicoanálisis y medicina», en Intervenciones y Textos, Manantial, Buenos Aires,
1985.

(22) Jacques LACAN, «Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad», en Intervenciones y Textos 2,
Manantial, Buenos Aires, 1988.

(23) Escritos 2, p. 564.

(24) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Sobre Tyche y Automaton», intervención en la cuarta reunión del


Seminario Repetición y Pulsión, a cargo de Eva Lerner y Mariel Alderete de Weskamp, Red de Seminarios de
la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el lunes 23 de Junio de 1997. Editado en ficha.

(25) Escritos 2, pp.530-531.

(26) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y Fundamentos, Red de Seminarios de la


Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998, editada en fichas. Cf. especialmente la clase 7, del lunes 10 de
Agosto de 1998.

(27) Jacques LACAN, Le Séminaire, livre V, Les formations de l’inconscient, Éditions du Seuil, Paris,
1998. Cf. p. 154 (la traducción es mía).

(28) Escritos 2, p. 556.

(29) Escritos 2, pp. 558-559.

(30) Véase el esquema L en su primera introducción por parte de Lacan, en el Seminario 2, o como es
retomado en la página 47 de los Escritos 1, y confrónteselo con la versión que aparece en el escrito que
estamos comentando, en la página 530 de los Escritos 2.
(31) "En ese discurso ¿cómo se interesaría el sujeto si no fuese parte interesada? Lo es, en efecto, en cuanto
que está estirado en los cuatro puntos del esquema: a saber S, su inefable y estúpida existencia, a, sus
objetos, a’, su yo, a saber lo que se refleja de su forma en sus objetos, y A el lugar desde donde puede
planteársele la cuestión de su existencia" — cf. Escritos 2, p. 531.

(32) Clase del 6 de Diciembre de 1961.

(33) "En el lugar donde el objeto indecible es rechazado en lo real, se deja oír una palabra, por el hecho de
que, ocupando el lugar de lo que no tiene nombre, no ha podido seguir la intención del sujeto sin desprenderse
de ella por medio del guión de la réplica..." — cf. Escritos 2, p. 517.

(34) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La significación del falo», seis reuniones en el ciclo «Pun-tuación
de Escritos», convocado por el Cartel de Enseñanza de la Escuela Freudiana de Buenos Ai-res, 1997. Se
encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(35) "El cuarto término está dado por el sujeto en su realidad, como tal precluida [forcluida] en el sistema y
que sólo bajo el modo del muerto entra en el juego de los significantes, pero que se comvierte en el sujeto
verdadero a medida que ese juego de los significantes va a hacerle significar. [...] El sujeto por otra parte entra
en el juego en cuanto muerto, pero es como vivo como va a jugar, es en su vida donde tiene que tomar el color
que anuncia ocasionalmente en él. Lo hará utilizando un set de figuras imaginarias..." — cf. Escritos 2, p. 533.
Y luego: "que lo que está vivo de ese ser en lo urverdrängt encuentra su significante por recibir la marca de
la Verdrängung del falo..." — cf. Escritos 2, p. 672.

(36) En cuanto al Seminario 5, por ejemplo: "En efecto, lo que autoriza el texto de la ley se basta por estar él
mismo en el nivel del significante. Es lo que yo llamo el Nombre-del-Padre, es decir el padre simbólico. Es un
término que subsiste en el nivel del significante, que en el Otro, en tanto que es la sede de la ley, representa al
Otro. Es el significante que da soporte a la ley, que promulga la ley. Es el Otro en el Otro." — cf. op. cit., p.
146. Y luego: "Pienso que les he indicado suficientemente que la dimensión del Otro, en tanto que es el lugar
del depósito, el tesoro del significante, comporta, para que pueda ejercer plenamente su función de Otro, esto,
que tenga también el significante del Otro en tanto que Otro. El Otro tiene él también más allá de sí ese Otro
capaz de dar fundamento a la ley." — cf. op. cit., p. 155. Y luego: "En efecto, eso por lo que el sujeto
interroga al Otro, en tanto que lo recorre enteramente, encuentra siempre en él, por ciertos costados, el Otro
del Otro, a saber su propia ley." — cf. op. cit., 192. Etc... En cuanto al escrito que estamos comentando:
"...Nombre-del-Padre —es decir del significante que en el Otro, en cuanto lugar del significante, es el
significante del Otro en cuanto lugar de la ley." — cf. Escritos 2, p. 564. Los subrayados son míos.

(37) Jacques LACAN, Seminario 23, El sínthoma. Versión Crítica Actualizada —para circulación interna de
la Escuela Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. la clase del 18 de Noviembre de
1975, p. 

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro. 10 - Sábado 7 de Noviembre de 1998 (1)


  
Como ustedes saben, la de hoy sería, en cierto sentido, la última reunión de este
seminario —al menos por este año—, y nos volveríamos a encontrar, no de aquí
en quince días, como habitualmente, sino de aquí a veintiún días, es decir, el 28
de Noviembre, dado hay una actividad de la Escuela, previamente programada,
para el 21 de Noviembre. En esa fecha del 28 de Noviembre, tendremos un
trabajo muy lindo para discutir, y tal vez dos. Respecto del trabajo que tenemos
seguro, voy a ver si me permite introducir algo que... no estaría en el centro del
tema del que me ocupé este año en este seminario, pero que sí toca algunos
puntos que hemos visto al pasar, y que hacen, sí, a una preocupación mía de este
año, que es el tema de la elección — el trabajo que ya está comprometido es
sobre ese tema.

Bueno, una de las cosas que he aprendido este año, es que el año que viene, si
retorno a este espacio, voy a suspender en septiembre, porque la primavera y el
sábado no van bien juntos para trabajar. Tengo pensados otros cambios, pero,
como suelo cambiar de idea, mejor ni los digo. En todo caso, en el Correo de la
Escuela, de Marzo o de Abril, aparecerá alguna indicación sobre cuál sería el eje
que le pienso dar al año que viene. Lo tengo ahora, pero, si lo digo, seguro que lo
cambio, entonces más vale lo dejo en suspenso — y algunos cambios en el
dispositivo, también. Sobre eso, no tengo por qué guardar secreto, la manera de
dar mayor lugar a la discusión de los casos. En el curso de esta semana recibí una
crítica que viene de una persona que, por otro lado, sigue mi seminario
atentamente, que me dijo: "Bueno, pero al final no hablaste de la «cuestión
preliminar»" — bueno, es cierto, hablé de otras cuestiones, y ni siquiera de todas,
pero de todas maneras no estoy disconforme con esto, no sé si ustedes... —
ustedes lo dirán por su parte, aunque hoy es la última oportunidad que tienen, por
lo menos por este año—, no estoy disconforme porque... no sé si quedó claro
algo en lo que insistí al comienzo de este año, y es que no sólo en cuanto a la
psicosis, pero en cuanto a la psicosis especialmente, no se trata de acumular
cantidades masivas de doctrina — por supuesto que no viene mal, no estoy
haciendo un elogio de la ignorancia ni nada por el estilo — yo les hablaba, creo,
metafóricamente, de "ejercicios espirituales": me doy cuenta de que mi estilo va
un poco por ese lado, el de machacar sobre unos pocos temas, una y otra vez, a
ver si uno de ahí logra dar algún paso nuevo, pero, fundamentalmente, porque...
digamos, el analista no opera con su teoría, el analista opera desde su lugar,
desde una posición subjetiva, cuyo pivote fundamental es su análisis, la
experiencia con sus pacientes — entonces, me parece que lo fundamental, por lo
menos lo que a mí me sirve, es darle vueltas a unas pocas cosas, pero muchas
vueltas a esas pocas cosas, de manera de macerarlas, de amalgamarlas lo más
posible, con esa posición subjetiva que surge del análisis y de la experiencia con
el paciente. Si no, nos encontramos con algunas contradicciones, por ejemplo,
aparentes progresos doctrinarios acompañados de una enorme regresión.

 
CONVERGENCIA Y DIVERGENCIA

Por ejemplo —si lo menciono, es porque sé que mi seminario, además, es leído;


si ustedes fueran mis únicos interlocutores, tal vez no tendría sentido que lo
dijera, pero como sé que mi seminario va para otros lados, también, tengo que
decirlo— por ejemplo, no sé si ustedes saben que se ha creado un nuevo
movimiento internacional que se llama Convergencia — bueno, al principio de
este año, les hablé del Lacanoamericano, y les expuse mis reparos teóricos, y, no
sé como decirlo, y "psicopatológicos", a esta Reunión Lacanoamericana: les dije
que por un lado era un poco alérgico a las reuniones masivas, no necesito hacer
bandera con eso, puede ser un déficit mío, pero además les había dicho que el
título de Lacanoamericano a mí me parecía problemático, en la medida en que
había surgido en un tiempo donde ese título, tomado de un decir de Lacan al
pasar, economizaba, a mi entender, reflexionar suficientemente sobre lo que es la
relación Freud-Lacan. Entonces, me parece que lo de "lacanoamericano" es un
aparente paso adelante, pero que en verdad podría implicar una regresión, en la
medida que el discurso que suele sostenerse en esos lugares suele ser freudo-
lacaniano, más freudiano que lacaniano. Cuando después del Lacanoamericano
surgió la propuesta de la Convergencia, yo tampoco tuve ningún reparo, ni
doctrinal, ni... solamente el de antes, el "psicopatológico", así que no estoy muy
enterado de en qué consiste este movimiento — sé que es un movimiento de
varias instituciones, y... Bueno, pero en esta semana me llegó el Acta de
Fundación de este movimiento, que se autotitula: Movimiento lacaniano por el
psicoanálisis freudiano.(2) Obviamente, el conjunto de instituciones que acá se
han reunido, que es de varios países, y varias de cada país, se plantea como una
alternativa, en el agrupamiento de analistas, una alternativa a algo que acá no está
nombrado como tal, pero que es obvio cuando se habla de una "institución
autoritaria, piramidal y supranacional", que es el millerismo. Esto sería como una
propuesta alternativa del agrupamiento de analistas — no tengo nada en contra,
al respecto, me parece bien que la gente se encuentre, charle, discuta... El
problema es cuando se argumenta. Ya el título mismo me parece complicado:
"Movimiento lacaniano por el psicoanális freudiano" — ¿por qué? ¿hay otro
psicoanálisis que no sea el freudiano? — Digamos, me parece que esta
redundancia es sintomática,(3) porque el psicoanális kleiniano, no hay duda que
es freudiano, hasta el "psiconálisis del yo" es freudiano, quiero decir, que el
"psicoanálisis freudiano" del título, solamente podría estar al servicio de excluir a
los adlerianos, a los jungianos, y a los rankianos — no sé a quién más: ¿a los
transanccionalistas? Me parece que la necesidad de mantener el nombre
"freudiano" junto con el de "psicoanálisis" obedece seguramente a una serie de
pactos que han debido hacerse para que un grupo heterogéneo se reúna bajo un
mismo nombre — e incluso es argumentado, esto, bajo lo que aquí se llama "el
principio de una diferencia fecunda" — sí, las diferencias son fecundas, no me
cabe la menor duda, en fin... no siempre, pero a veces sí. Ahora, ¿cómo se ha
argumentado esta fecundidad de la diferencia? El Acta de Fundación dice, por
ejemplo:
"Constatamos que cada una de estas creaciones institucionales se legitima,
sea a partir de un trazo en lo real de la cura, sea a partir de una tesis
sostenida en una de las etapas de la enseñanza de Lacan releyendo a
Freud. En este sentido, se puede subrayar que Freud y Lacan han
reformulado y modificado constantemente su teoría sin sistematizarla..."

Bueno, dejando por el momento de lado la cuestión no minúscula de que la


enseñanza de Lacan es un poco más y diferente que una relectura de Freud, es
cierto que Freud y Lacan han reformulado constantemente sus teorías sin
sistematizarlas, si entendemos que "sin sistematizarlas" apunta a que ellos jamás
han intentado hacer de sus teorías un sistema, es decir algo totalizador, abarcador
de todo — lo cual no quiere decir que no tuvieran, en sus formulaciones y
reformulaciones, una aspiración de coherencia y de rigor. Quiero decir, la no
sistematización no es equivalente a un "cualquier cosa vale", que haya distintos
momentos, distintas etapas en Freud, o en la enseñanza de Lacan releyendo a
Freud, no los vuelve, a esos momentos encadenados por el mismo nombre,
equivalentes entre sí o sustituibles uno por otro. En Freud, no es lo mismo
sostener por ejemplo que el origen del síntoma es el trauma, que sostener que
resulta de una cicatriz del Edipo. Parece discutible que se pudiera fundar nada
sensato bajo la consigna: "nos reunimos porque vos sos de la etapa de Freud de
1897 y yo vengo de la etapa de Freud de 1910, pero de todos modos somos
freudianos y la diferencia es fecunda". En Lacan, no es lo mismo decir que hay
intersubjetividad a decir que no la hay. Al respecto, hay que zanjar. La fórmula
lacaniana "no hay progreso" se vuelve ridícula si se la emplea para fundar la
consigna de "todo da lo mismo porque todo contiene su granito de verdad y las
diferencias son fecundas". Las diferencias que alberga el eclecticismo no son
fecundas, son estériles. Las presuntas, aunque siempre respetuosas, controversias
que pueden leerse en la Revista de la APA lo muestran claramente. Es cierto que
distintas etapas en la enseñanza de Lacan pueden haber dado curso a
determinadas cosas, a determinados puntos de amarre de una concepción — pero,
eso no quiere decir que mantener esas diferencias, en su diferencia, sin decidir en
las cuestiones fundamentales, sea fecundo, porque a lo que esto lleva es al
eclecticismo, y donde me parece que se ve el efecto regresivo, no de la reunión,
sino de la manera en que se argumenta la reunión —insisto, no tengo nada contra
que la gente se reúna a charlar y se entablen relaciones de uno u otro tipo—, es
por ejemplo en un punto del Acta de Fundación en el que se habla de:
"...lo real del conflicto psíquico en el que se atestigua la dimensión del
sujeto como punto donde surge el inconsciente."

Ahora bien, en Freud es cierto que el conflicto funda el inconsciente, al menos en


el sentido del inconsciente que resulta de la represión secundaria, más dudoso del
que depende de la represión primaria, pero en Lacan eso no es cierto, en Lacan el
inconsciente resulta del lenguaje, para decirlo masivamente, no del conflicto
psíquico. Por eso el inconsciente es un "concepto fundamental", y el conflicto
psíquico no. El conflicto psíquico, en el mejor de los casos, y hasta para decir
esto se podría poner algún reparo —ni me detengo ahora en que la escritura nodal
deja a lo psíquico como "función de sueño" allí donde "Freud no es lacaniano"—,
(4) resulta del inconsciente, no lo funda — y hasta se podría sostener que la
doctrina lacaniana es una teoría que no es del conflicto, que lo que da lugar a las
distintas posiciones del sujeto no son conflictos, entendido esto en el sentido
freudiano como lucha entre las diferentes instancias psíquicas, sino, por ejemplo,
de los distintos modos de elaborar el goce.

Bueno, podría hacer más puntuaciones al respecto, pero esto es como un botón de
muestra, para decirles por qué me parece fundamental, por qué reivindico —
aunque acepto la crítica, porque además sé que esto forma parte de un estilo
personal— por qué reivindico el machacar sobre unas pocas cosas, porque de lo
que se trata no es de sacar más fórmulas, y gargarizarse con ellas. Por eso,
seguramente, este texto que acabo de evocarles cayó justo en una semana donde
estaba revisando algunas preguntas que me hicieron llegar, donde me encontré
con la pregunta infaltable, pero que de alguna manera me parece que es un
síntoma de este problema que nos afecta, y es que todavía estamos en la
"cuestión preliminar", o ni siquiera llegamos a la "cuestión preliminar", y
entonces nunca falta la pregunta sobre el fin del análisis en la psicosis. Bueno,
todavía estamos en veremos sobre el análisis de la psicosis. Pero, evidentemente,
hay una preocupación, un apuro, donde uno podría leer ahí, no solamente una
cuestión de moda o de —no sé cómo decirlo— urgencia por mayor cantidad de
consignas, sino, me parece a mí, cierta urgencia subjetiva, en la medida en que
parece que la tendencia propia del neurótico, o del que está en ese trámite de
luchar con su neurosis, es terapizar inmediatamente la psicosis, es como que la
psicosis es una especie de retorno en lo real, si quieren, de alguna cosa poco
asimilable para el neurótico. Por ejemplo, lo que nos revela la psicosis es lo
precario que es nuestra realidad, la psicosis es como una interpretación salvaje
sobre el carácter delirante de la realidad en la que nos movemos, más o menos
universalmente, porque el síntoma social dominante es la neurosis — o hasta
hace cinco minutos lo era; hoy, viendo la televisión, uno podría preguntarse si el
síntoma dominante no ha pasado a ser la perversión. Pero dejémoslo, por ahora,
quedemos con lo de hace cinco minutos. Gracias a la psicosis uno puede
reflexionar sobre el carácter francamente inverosímil de las cosas que constituyen
la verosimilitud de nuestro mundo. Digamos, "los rayos divinos de Schreber", si
lo piensan un ratito, no son más inverosímiles que la doctrina cristiana de la
transubstanciación, es decir, la conversión del pan y el vino en el cuerpo y la
sangre de Cristo, para hablar más o menos de una religión extendida en el
mundo, o "el destino final de una raza de hombres con el espíritu schreberiano"
no es mucho más inverosímil que el paraíso comunista que se nos prometía hace
diez minutos. En fin, cosas así, sobre las que no tendría sentido seguir
abundando. La psicosis nos pone de manifiesto lo contingente que es la trama
neurótica que construye y da consistencia a nuestro mundo, y tal vez eso esté
pesando fuertemente —y que no sea una mera cuestión ideológica— en nuestra
pendiente natural hacia la posición del alienista, en nuestra urgencia por curar al
psicótico de su delirio, por neurotizarlo, por normalizarlo, por socializarlo, por lo
que sea de ese orden, en lugar de, por ejemplo, acompañarlo en el modo singular,
desgraciadamente no socializado, para él desgraciadamente, en que va
construyendo una significación que no es la dominante, que es la significación
fálica.
 

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Estuve pensando, en la semana, si convenía que desarrollara algún punto nuevo,


pero decidí que hoy voy a valerme de las preguntas que me hicieron llegar, y de
las que puedan surgir acá, si dialogamos lo más posible, y dejaremos las cosas
como se dieron hasta acá, por este año, sin pretender sistematizar nada ni totalizar
nada. Así que, como algunos de ustedes no vinieron el día del taller, si tienen
alguna cosa entre pecho y espalda aprovechen hoy. Una de las preguntas que me
hicieron llegar, que yo recuerdo como una de las más interesantes, por cómo fué
formulada, es la siguiente. Se las leo tal como me la hicieron llegar:

Las preguntas de los talleres giraron en torno al diagnóstico


diferencial, la dirección de la cura, y en relación al lugar desde
donde se posiciona el analista respecto de ésta. Acerca del
diagnóstico surge la supuesta contradicción entre la necesidad
de arribar a un diagnóstico para la dirección de la cura, y la
afirmación de que las intervenciones están determinadas por la
posición del analista en la transferencia.

Esta es la primera pregunta. No tuve tiempo para escuchar la grabación de la


reunión pasada, lamentablemente, pero lo que me queda como recuerdo es que la
contradicción aparecía más explicitada en la formulación verbal, que más o
menos era esta: "¿nos quedamos con el diagnóstico o nos quedamos con la
transferencia?". No obstante, después me quedé pensando que esta segunda
manera de decirlo, la que me pasaron por escrito, se puede tomar, si uno hace una
especie de precisión de tiempos. A ver, a mí me parece que no debe haber
contradicción entre diagnóstico y posición transferencial — ¿por qué? — porque,
creo que se los dije desde el comienzo, el diagnóstico psicoanalítico es
un diagnóstico en transferencia, es decir, diagnosticamos a partir de la relación
que el sujeto mantiene con el saber, y a partir de la posición que el analista recibe
en el discurso sostenido por esa relación del sujeto con el saber. No obstante, esto
es como la definición general de la posición del sujeto en la transferencia. Por
ejemplo, en la neurosis tenemos que funciona más o menos claramente el sujeto
supuesto saber, es decir, la idea de que hay un saber que podría dar cuenta del
síntoma, y ese saber está más o menos localizado, en un punto más o menos
ideal, que sería un sujeto... un sujeto, como tal, supuesto. Al menos esto, como,
digamos, efecto transferencial, funciona. Eso no quiere decir que la posición del
analista sea siempre la misma, puesto que a lo largo de la cura él encarnará
distintas figuras. En este sentido, me parece que, aun dentro de esta generalidad
que formulamos a propósito del diagnóstico en relación a la transferencia, se
podría tomar ya más puntualmente esta segunda manera en que fue redactada la
pregunta, cuando habla ya no del diagnóstico a partir de la posición
transferencial, sino de la pluralidad de intervenciones a partir de distintas
posiciones del analista en relación a ese planteo general de la transferencia. ¿Lo
dije muy complicado o se entendió?

Bueno, voy a valerme de una ficción, para decir un poco más claro esto que
acabo de decir. Supongamos — esta conexión parte de un azar, tiene que ver con
un texto que estamos viendo en un grupo de estudio, me detuve en él, y entonces
aprovecho lo que tengo más a mano. Se trata de un fragmento del escrito
«Subversión del sujeto y dialéctica del deseo...», en el que Lacan, luego de decir
que no hay Otro del Otro, etc. —cosas sobre las cuales hemos dicho algo en este
seminario, y que van a retornar en las preguntas que me pasaron por escrito, es
decir, la cuestión de que hay una falta propia de la estructura, que en este tiempo
se nombra como "no hay Otro del Otro"—, pasa a decir que el deseo, que resulta
de esta falta estructural, "se esboza en el margen donde la demanda se desgarra
de la necesidad", (5) y a partir de esta relación entre demanda y deseo, agrega
que el deseo introduce una especie de "vértigo" en lo que puede ser la relación de
demanda — lo cual es más o menos comprensible si entendemos que el deseo
está articulado pero no es articulable,(6) es decir, el deseo es el resto informulado
de la demanda. ¿Esto está claro para ustedes? Bueno, ahí es donde Lacan dice
que este margen, este vértigo propio del deseo puede estar "recubierto por el
pisoteo de elefante del capricho del Otro", y al respecto introduce la siguiente
reflexión:

Es ese capricho sin embargo el que introduce el


fantasma de la Omnipotencia no del sujeto, sino del
Otro donde se instala su demanda (sería hora de que
ese cliché imbécil fuese, de una vez por todas, y para
todos, colocado en su lugar), y con ese fantasma la
necesidad de su refrenamiento por la Ley.

Es decir, hay un clisé, que Lacan califica de imbécil, fantasmático, podríamos


decir, a saber que en este agujero abierto por el deseo aparece la idea del capricho
del Otro que introduce el fantasma de la omnipotencia del Otro — y por enésima
vez, Lacan aclara: no se trata de la omnipotencia del sujeto, sino de la
omnipotencia del Otro. Es un fantasma porque el Otro no existe, ¿está claro esto?
Bien, entonces, allí donde hay agujero, no respuesta, lo que aparece es el
fantasma de la omnipotencia del Otro, y junto con ese fantasma la necesidad de
su refrenamiento por la ley. Valgámonos entonces de esta ficción. Supongamos
que la alternativa, entonces, sea "omnipotencia del Otro" o "refrenamiento por la
ley" — ambas ramas de la alternativa, ya, resultantes de una posición
fantasmática en relación a este agujero. ¿Se entiende? La alternativa es
fantasmática, no un dato de la estructura. O sea, yo sigo usando como pivote lo
que les dije en la primera reunión de este seminario, doy por supuesto que la
estructura tiene una serie de elementos, que son comunes, llamados: falta del
Otro, objeto a, rasgo unario, sujeto, deseo, ideal del yo, etc., que van a jugar de
distintas maneras en las diferentes "estructuras clínicas", como se dice, y... —
aprovecho para responder al pasar a otra de las preguntas: "¿esto borra las
categorías clínicas?" — yo pienso que todavía no.

Pero, bueno, supongamos que nos valemos de este esquema —fantasmático, pero
que por ser fantasmático no es menos operante—; entonces, obviamente, uno
podría decir esto: bien, la posición general de la paranoia es que "en algún lugar
se sabe lo que quieren decir esos signos que el sujeto no conoce" — ésta es la
definición que habíamos encontrado en el Seminario 12, pero que de alguna
manera está como anticipada en el escrito «De una cuestión preliminar...», donde
Lacan habla del segundo grado de la significación como significación de
significación,(7) es decir, hay significación pero no sé cuál es. Esto es lo general,
pero en la cura puede plantearse una alternativa entre estos dos aspectos de este
fantasma que acabo de evocar, por ejemplo: en determinado momento el analista
puede funcionar con una demanda caprichosa y omnipotente, o puede funcionar
desde el punto de vista de la ley que vendría a refrenarla. En ese sentido, digo
que habría una fórmula general que nos permite distinguir entre neurosis, psicosis
y perversión a partir de la transferencia, pero esto no implica que el analista
ocupe siempre el mismo lugar en la transferencia, y a eso sí el analista debe
atender: a desde dónde va a ser escuchada su intervención, que puede ser
eventualmente silenciosa — podría ser escuchada como una demanda
devoradora, o puede ser escuchada como algo propio de una especie de
intervención basada en lo real, por ejemplo.

Esta alternativa es interesante para atender a lo que podríamos llamar los


distintos "momentos" —todo esto lo digo entre comillas— de una psicosis,
atendiendo a este "fantasma terapéutico", no sé cómo decirlo, de que el
psicoanalista podría desencadenar una psicosis. Me parece un fantasma
importante de subrayar, porque desencadena de lado del analista, como les dije
varias veces, la inhibición.

La vez pasada, creo que alcancé a decir que, siempre valiéndonos de este
esquema, porque se trata de sacarle el jugo por lo menos hasta que no nos sirva
más, el esquema que nos proporciona el escrito «De una cuestión preliminar...»,
el esquema de la metáfora paterna — les dije así, creo: que el fracaso de la
metáfora paterna, o sea, lo que Lacan llama en este escrito "forclusión del
Nombre-del-Padre en el lugar del Otro", "da a la psicosis su condición esencial
—dice—, con la estructura que la separa de la neurosis".(8) Podríamos agregar
de la perversión, también. Pero a lo que iba era a otra cosa. Lo que les decía la
vez pasada, y subrayé este punto, es que la forclusión del Nombre-del-Padre y el
fracaso de la metáfora paterna implica la condición esencial — no la psicosis —
es su condición esencial, en el sentido de que la psicosis, en este texto, es lo que
se precipita —creo que la vez pasada les ofrecí también algunos fragmentos del
Seminario 5, contemporáneo de este escrito— es lo que se precipita una vez que,
a eso que estaba como en falta, pero no revelado como tal, o sea la falta de
metáfora paterna, cuando ahí es evocado, desde algún lugar, el Nombre-del-
Padre, ahí el Nombre-del-Padre no responde, y entonces esto que era una pura
ausencia aparece como agujero — y entonces, en ese sentido, por lo menos en
este escrito, la psicosis es algo que se desencadena — en ese sentido, el tiempo
anterior al desencadenamiento no sería una psicosis — no sabemos qué es — yo,
por el momento, a falta de un nombre mejor, digo: la condición esencial de la
psicosis — no la psicosis — es decir, ¿qué era Schreber antes del
desencadenamiento? — no tengo la menor idea. Digamos que, no obstante,
cuando digo que "no tengo la menor idea", no estoy diciendo que se trata de una
pregunta irrelevante, me parece una pregunta muy relevante — ¿por qué? —
porque nos permitiría construir una doctrina de la psicosis positiva, positiva no
en el sentido de valor, sino en el sentido de que la definición de la psicosis que
surge del escrito «De una cuestión preliminar...» es una definición negativa.
Digamos así: lo que universaliza "la psicosis" —entre comillas— como noción,
es que la psicosis no es una neurosis, pero eso no nos dice qué es positivamente
una psicosis — si es que fuera formulable esta noción positiva con cierto grado
de generalidad, como sí la podemos formular para la neurosis. Entonces, bueno,
es una pregunta: ¿qué es una psicosis?, o ¿en qué consiste esta condición esencial
de la psicosis, que no es todavía la psicosis, si la psicosis es algo que se
desencadena? — Es solamente, en todo caso, en relación a esta condición
esencial, a este estado que todavía no sabemos cómo denominar, que,
eventualmente, la intervención de un analista podría desencadenar una psicosis...
siempre que se den dos circunstancias: una, que el analista intervenga desde una
posición paterna, es decir que el analista funcione allí, para ese sujeto, como el
Un-padre que evoca el Nombre-del-Padre del que él carece en su estructura; pero
no solamente eso, además hace falta lo que provisoriamente llamaré "un
ingrediente x" — ¿por qué digo "un ingrediente x"? — porque no sé cómo
llamarlo, puesto que imposiciones paternas, el sujeto las tiene todo el tiempo, y
por lo que acabo de decir, porque vivimos en una cultura neurótica, fálica, es
decir, apelaciones del estilo Nombre-del-Padre, el sujeto recibe un montón a lo
largo de su existencia, sin embargo no desencadena la psicosis en cualquier
momento. ¿Se entiende, esto? Es cierto que, por ejemplo, las psicosis suelen
tener una fecha de aparición más o menos selectiva, digamos, que es alrededor de
la adolescencia — lo que tal vez sea entendible, y lo digo con reservas porque me
acuerdo de la crítica que le hace Lacan a Jaspers en el Seminario 3, pero sigamos
adelante, lo que tal vez sea entendible en el sentido de que la adolescencia es el
momento en que el sujeto debe declarar su sexo, es decir, debe nombrar, a nivel
de su cuerpo, los efectos de la metáfora paterna, con la significación fálica que
resulta de ella: "soy hombre", "soy mujer" — sin embargo, no es cierto que todas
las psicosis se desencadenen en la adolescencia, y hay un montón de sujetos, que
alguna vez terminan desencadenando una psicosis, pero que parecen bastante
aptos, hasta que finalmente se demuestra lo contrario, pero durante mucho
tiempo parecen bastante aptos para afrontar los valores fálicos de la cultura, los
requerimientos fálicos de una declaración de sexo, e incluso de una paternidad.
Por eso digo, está claro que, a posteriori de un desencadenamiento — esto es lo
que le interesa a Lacan, me parece, en este escrito, y creo que lo que le interesó
toda la vida, porque es lo que buscaba insistentemente en las llamadas
"presentaciones de enfermos", a saber: ¿qué es lo que desencadena? — creo que
el escrito está armado con esa pregunta: ¿qué desencadena una psicosis? Lo que
encuentra, una vez producido el desencadenamiento, es alguna apelación, alguna
imposición paterna, que evoca un significante del que que el sujeto parece no
disponer — pero esto es una lectura hecha a partir de que la psicosis ha
precipitado. Entonces, por eso les digo: necesitamos el "ingrediente x", hasta que
encontremos otro nombre para explicar por qué tal contingencia, tal circunstancia
vital ha terminado en este destino y no un montón de otras del mismo estilo.

Entonces, nos van quedando dos preguntas: ¿qué es la psicosis antes de que sea
psicosis? ¿cuál es la peculiaridad de lo que podríamos llamar el saber psicótico?
¿cómo ese sujeto, del cual retroactivamente podríamos decir que carece del
capitonado central que organiza su vida en torno a una significación, cómo no
obstante encuentra significaciones? — porque no es alguien que vive en el limbo,
y que de pronto desencadena. Y segunda pregunta, entonces: ¿qué pensar de lo
que yo llamo por el momento "el ingrediente x", es decir, este plus respecto de lo
que aparece como condición de desencadenamiento? Así que, volviendo a la
pregunta que estábamos abordando: ¿cuándo el analista puede desencadenar...?
— solamente en este punto. Pero, al mismo tiempo, es muy difícil que un sujeto
en estas condiciones, pre-desencadenamiento, consulte a un analista. No es
imposible, pero habría que preguntarse qué es lo que lo llevaría a él a consultar a
un analista — así como nos podemos preguntar, bueno, pero sobre eso tenemos
más respuestas, por qué un estado neurótico corriente, como decía Freud, es decir
la neurosis que sufre todo el mundo por el hecho de que todo el mundo tiene
sueños, lapsus, tiene pequeños rituales para irse a dormir, etc., sin embargo, algo
más debe agregarse para que eso termine en una consulta. Pero me parece que ése
sería entonces el único caso donde existiría este riesgo de desencadenar. La otra
alternativa es, ya no en este estado previo, que no sabemos cómo llamar, sino
cuando la psicosis ya está desencadenada, que puede no estar construida todavía
con el delirio, que es un intento de autocuración, sino que el paciente consulte en
los momentos esenciales donde empiezan a aparecer los primeros efectos de este
lugar vacío, ahora actualizado, es decir los fenómenos crepusculares, de
extrañeza, de automatismo del significante, de imposición de la palabra, etc., que
pueden ser más o menos ruidosos, pueden ser incluso casi inapercibidos por el
sujeto, pero es como que ya está lanzado, y empieza a ver como que algo no
funciona, y ahí puede ser que consulte, pero ya consulta, entonces, en algo no
ruidoso, no declarado, pero sin embargo ya desencadenado — en cuyo caso me
parece que el analista no puede desencadenar nada, porque ya se desencadenó, y
a lo sumo, operar en el plano paterno, vamos a decir así, es decir en el plano que
sería recibido por el sujeto como proveniente del Un-padre, lo que puede hacer,
en todo caso, es dificultar la autocuración delirante — pero, en ese sentido, me
parece que ahí no puede desencadenar, porque ya se desencadenó. Lo mismo
diría de cuando el paciente nos consulta entre crisis, es decir que ha habido un
desencadenamiento, ha habido alguna estabilización de algún tipo, no hace falta
que sea un delirio florido como el de Schreber, puede ser algo bastante poco
perceptible, podría encontrar alguna significación común prêt-à-porter que a él le
funcione como significación singular, que en el malentendido funcione
socialmente, pero que para él tenga una significación propia, y ahí estaría el caso
de esto que aparece en la segunda de las preguntas que tengo por escrito:

Otra de las preguntas que surgió es sobre la dificultad de


arribar a un diagnóstico cuando no aparecen tan claramente en
el discurso del paciente, fenómenos de retorno en lo real, ya que
la clínica nos muestra una serie de casos donde este discurso se
presenta "como el de un neurótico".

Este sería el caso en el que el paciente se presenta entre crisis, aunque la primera,
o las primeras, hayan pasado más o menos desapercibidas. Tenemos un discurso
más o menos armado al modo de la neurosis pero, esto es lo que habría que
detectar, algunos fenómenos de este tipo, que acá son llamados "retorno en lo
real", yo diría de imposición de significante, fenómenos que no necesariamente
son alucinatorios, pero pueden ser fenómenos de extrañeza, de perplejidad.
Recuerdo en estos momentos un caso que me ofreció bastantes dudas, finalmente
se me aparece como un caso que no es de psicosis, espero no equivocarme. Lo
que me hacía dudar respecto de este paciente, es que él tenía esta sensación: él
era un adolescente, un adolescente de los de ahora —ahora la adolescencia dura
como hasta los veinticinco años; en mi época uno a los dieciséis pensaba "cómo
hago para irme de mi casa, trabajar y mantenerme"—, en fin, este muchacho no
tenía veinticinco, aunque tampoco quince, y junto con una serie de problemáticas
adolescentes, del tipo inhibición, temor y esas cosas que suelen aparecer en los
chicos de esa edad, una de las cosas que estaban en el fondo de sus inhibiciones
era esta idea, esta idea loca que es la que nos sostiene como analistas, por otra
parte, pero angustiosa para él, y era la de que "todo lo que se dice tiene otro
sentido, la gente habla, dice cosas, pero debajo de lo que dice hay otro sentido"
— y entonces él estaba todo el tiempo a la pesca de qué quería decir la gente,
aunque no se refirieran a él, qué decía la gente además de lo que decía, y eso lo
llevaba a él a un estado de inhibición permanente, dificultad para relacionarse en
las fiestas, incluso para hablar, porque él todo el tiempo quería hacer un cálculo
exhaustivo de los sentidos de lo que se decía. Bueno, a mí este dato me hizo estar
durante mucho tiempo alerta, para ver si no se trataba de un fenómeno de
psicosis. Creo que les dije, en una de nuestras primeras reuniones, que uno de los
problemas que teníamos con los psicóticos es que tenían un discurso muy
parecido al del analista.

Bueno, entonces teníamos: el paciente previo a la crisis, con la crisis ya iniciada,


y luego la mayoría de los casos que vimos, pacientes en los que está claramente
desencadenada la crisis, y donde incluso hay esbozos, o algo más que esbozos, de
los intentos autocurativos propios del delirio, y entonces, menos que menos
tenemos que tener ningún temor de desencadenar nada. Entonces, me parece que
la cuestión no pasa por la inhibición, no se trata de trabajar desaprensivamente,
por supuesto, pero eso no lo hacemos ni siquiera con los neuróticos — en todo
caso, el psicótico nos recuerda algo que vale también en la cura de la neurosis, y
es que hablar implica un riesgo, pero el neurótico a veces nos adormece y nos
hace olvidar de eso, porque uno puede hablar años al pedo, para decirlo mal y
pronto, sin que eso parezca tener ninguna consecuencia. El paciente psicótico nos
recuerda que la palabra siempre tiene consecuencias, y que esas consecuencias
pueden ser inmediatas, puede promover algún pasaje al acto por el que el analista
después se arrepiente, pero salvo eso —o sea, que no se trata de hablar sin ningún
tipo de cautela—, la cautela no debe pasar por "a ver si se desencadena" o no,
porque eso lo que genera es inhibición, sino por atender a desde dónde uno habla
y desde dónde es escuchado, cosas que no siempre coinciden. En cuanto a la
tercera pregunta de este cuestionario —algo dije ya de esto— dice así:

Respecto de los distintos cuadros clínicos se discutió acerca de si


pensar a estos como posiciones subjetivas frente a la falla de la
estructura, es borrar la diferencia de las tres categorías clínicas
"neurosis", "psicosis" y "perversión".

No, me parece que no, no necesariamente la borra, ya les dije que tengo una duda
respecto de qué pasa en la clínica nodal, pero eso está como fuera de nuestro
horizonte, me parece que no, que lo que reposiciona esta manera de pensar la
estructura es que reposiciona al Nombre-del-Padre ya como una de las suplencias
posibles, pero no la única, a esta falla estrucural, pero no dice que sea lo mismo
contar con el Nombre-del-Padre que no contar con él. A mi modo de ver, hasta
que tengamos verdaderamente una clínica nodal que sea otra cosa que
simplemente hacer nuditos —lo cual no quiere decir que no haya que hacerlos,
hay que hacerlos y ver qué surge de ellos, pero no dar por adquirido lo que
todavía está por adquirir—, hasta que tengamos una clínica nodal nos seguiremos
moviendo con las categorías clínicas neurosis, psicosis y perversión. O sea, el
acento mío — espero que haya quedado claro, porque cuando yo digo estas cosas
siempre me viene la réplica: ¿pero entonces para vos es lo mismo neurosis,
psicosis y perversión? — no, no es lo mismo — el acento mío es pasar a que las
diferencias hay que pensarlas transferencialmente, no que se borran las
diferencias. La cuarta pregunta del cuestionario es respecto de la idea deficitaria
de la psicosis:

Esto condujo a discutir cierta idea deficitaria de la psicosis que


impregna la clínica. Idea que muchas veces nos lleva a suponer
que el paciente "no puede" y que el analista sabe lo que le
conviene o no al paciente. Esta concepción deficitaria en
realidad impregna todo el psicoanálisis (clínica de la neurosis,
clínica de niños), donde el analista "debe" hacer lo que el sujeto
por sí solo no puede.

Me parece evidente que la suposición del sujeto implica abolir cualquier


concepción deficitaria de la psicosis. Digamos que tenemos que elegir: o una
concepción deficitaria, o una concepción que parta de una suposición del sujeto,
en el sentido este: que la suposición del sujeto implica un corte en la cadena de la
determinación. Entonces, en el futuro, como dice Lacan en el Seminario 11, se
descubrirán los componentes humorales, en el futuro descubriremos el
esquizococo, pero eso nos tiene sin cuidado — ¿por qué? — porque no es ése
nuestro campo, nuestro campo es del lenguaje para acá, no del lenguaje para allá.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

La significación fálica, en la neurosis, es central, es decir, organiza la vida de


alguna manera, aunque sea para evitarla. Entonces, el saber inconsciente —si
llamamos saber a la articulación significante— implica una serie de caminos
diferentes, pero todos en relación a cierto punto central organizado por el falo y
su significación. Digamos que, por más perdidos que estemos en la vida los
neuróticos, uno tiene una orientación, que eventualmente descubrirá en el
análisis. Ese lugar central de significación es la significación fálica que resulta de
la metáfora paterna. Eso es lo que faltaría en la psicosis o en la "condición
esencial", la centralización. Digamos que lo que uno podría presumir en ese
momento al que aludís, que no sería el de la pre-psicosis, porque la pre-psicosis
ya es el desencademiento de la psicosis, sino lo que yo por ahora llamo "la
condición esencial", es como cierta deriva sin significación central. Eso es lo que
podría dar lugar a sospechar, no todavía fenómenos de imposición de palabra,
puesto que esto ya implica una psicosis desencadenada, pero... — esos sujetos
que van por el mundo, y parecen una hoja al viento, como que no tuvieran ningún
centro que les organizara la vida.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]


 

Está bien, estoy de acuerdo, hay piedras en el camino, incluso en "la carretera
principal", y la cura no consistiría en quitar esas piedras, o mejor dicho, no se
limitaría a quitar esas piedras haciendo un tratamiento terapéutico —o sea, la
cura no apunta a consolidar la neurosis—, sino, por así decir, que apuntaría a
mostrar la contingencia de esa significación. Apuntaría a los esfuerzos
desmesurados a los que se compromete el sujeto para mantener una significación,
que no obstante es contingente.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Bueno, voy a hacer un salto abusivo, tómenlo en todo caso como ciencia-ficción,
puesto que estoy muy lejos de poder sostener lo que digo, pero, como un salto
que se me ocurre, digo que en ese punto no veo cuál sería el problema para hablar
de fin de análisis en la psicosis, porque el fin del análisis a secas implica ir más
allá de la significación paterna... pero prefiero no seguir en un asunto en el que
todo el tiempo estaría en el aire. En todo caso, ahora recuerdo, y entonces se los
recuerdo, que en el texto de la «Apertura de la Sección Clínica», de Enero de
1977,(9) alguien le preguntó a Lacan qué se podía pensar del fin del análisis en
un paranoico, si el fin del análisis es la identificación al síntoma.(10) Como de
costumbre en esa época, Lacan responde... con una para-respuesta, diciendo que
no sólo el paranoico se identifica al síntoma, sino también el analista. Como esto
que yo te respondo es también, de alguna manera, una para-respuesta, tomémoslo
como síntoma de que estamos todavía lejos de formular la pregunta de un modo
que se sostenga.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Si digo que eso es ciencia-ficción es porque nos falta la clínica para sostener
cosas como esa. Pero en el plano de la ciencia-ficción, ¿podríamos plantear la
posibilidad de un fin de análisis para la psicosis? — sí. Lo cual implicaría cosas
muy pesadas, por ejemplo que podría haber analistas psicóticos — quiero decir,
de derecho, puesto que de hecho seguramente debe haber más de uno.
 

KARINA GLAUBERMAN: [no se escucha en la


grabación]

Tu pregunta tiene que ver con la pregunta que sigue en este cuestionario, pero
prefiero valerme de tu intervención, que es más viva, y además creo que contiene
una pregunta que estuvo en muchas de tus intervenciones de este año: ¿cuál es la
función del analista en ese intento que hace el psicótico de construirse una
significación? En el cuestionario, la pregunta se modula en relación al lugar del
testigo:

También surgió la pregunta acerca de la función de testigo por


parte del analista: si esto implica la no intervención del analista,
y si es así, si esto se constituye en una regla de todo tratamiento
o si esto es sólo viable en determinados momentos.

A mí me parece que no, que esto no implica la no intervención, lo que implica es


no intervenir con el llamado al orden de la significación fálica y de la realidad
compartida. Pero esto no quiere decir que no pueda haber intervenciones del
analista que economicen algunas dificultades en ese camino de "autocuración"
que efectúa el psicótico en su delirio. En ese sentido, me parece que lo que acá se
llama función de testigo es importante, pero no es el todo de la intervención del
analista, es una condición de base, en el sentido de acoger el testimonio psicótico
en su valor, y no desestimarlo, es la base a partir de la cual podrá efectuar alguna
intervención — pero siempre como dice Lacan en este escrito, al "precio de una
sumisión completa, aun cuando sea enterada, a las posiciones propiamente
subjetivas del enfermo",(11) es decir, no imponiendo la suya.

Otra de las preguntas, que creo haber respondido en el curso del seminario,
remite a que en algunos de los casos presentados durante el año aparecieron
formaciones del inconsciente, pero el malestar subsiste: ¿cómo pensarlos dentro
de la clínica de la psicosis? — Y, como cualquier formación del inconsciente,
hay que ponerse de acuerdo consigo mismo para preguntar: o esos fenómenos
eran formaciones del inconsciente o no lo eran, pero si lo eran... El inconsciente
es una noción transclínica, no es exclusivo de la neurosis. A propósito de esto,
también me preguntan: ¿el analista está habilitado a intervenir en ellos con una
interpretación? — Sí o no, pero esta respuesta vale para la neurosis, también.
Está habilitado, o no, por la transferencia, es decir, por el lugar desde donde es
solicitada su intervención. Ahí se verá si interviene o no, si interpreta o no, y qué
interpretación arriesga, dado el caso.

Bueno, lo que sigue en este cuestionario no es una pregunta, es una observación,


y me parece que es correcta. Dice:

En la mayoría de los casos presentados la línea de trabajo se


centró en el delirio.

Es cierto, el material fue ése, ¿no? Sería interesante, en otra vuelta, ver casos no
de delirio ya construido, aunque hubo algunos que, realmente, estaban en el
inicio, por ejemplo, en el que presentó Paula, sería mucho decir que ahí había un
delirio funcionando, me parece que la paciente pudo armar algo en el curso de
ese tratamiento — pero sería interesante ver otros casos donde aparezca por
ejemplo lo que Lacan llama el estado crepuscular. En fin, la observación
continúa:

Aparece la idea de que el analista trabaja al borde de "un


límite", entre acompañar al sujeto en su trabajo del delirio y
delirar con el paciente.

No recuerdo si lo hablé con ustedes en este seminario, o si lo hablé con otras


personas, pero hay una expresión de Jean Allouch, en uno de sus artículos, que
después, curiosamente, para mí, no la repitió en su libro sobre el caso Aimée,
pero que cuando la leí me pareció muy interesante: él dice que el lugar del
analista es el de un co-delirante potencial.(12) Es decir, obviamente, no se trata
de co-delirar con el paciente, pero el término que me parece justo es "potencial"
— es decir, el de alguien que eventualmente podría co-delirar con el paciente...
pero no lo hace. Me parece que el valor de ese término es el de no interferir, con
su propia significación, en el trabajo del delirio, y el de favorecer la acogida del
testimonio de una manera distinta a la que se expresa con la fórmula "correr al
loco por donde dispara".(13), (14), (15)Un segundo comentario:

Los casos presentados muestran en su mayoría discursos


sistematizados, "estructurados". ¿Cómo sería la intervención en
la esquizofrenia?

Me parece que todos los casos que vimos eran de esquizofrenia. Creo que
anticipé, no me acuerdo de si en el seminario o al grupo de residentes que me
acompaña, que el año que viene, más allá del eje que le dé al seminario, mi idea
es la de introducir algo de clínica. Lo que está claro es que, tanto en Freud como
en Lacan, el eje gira alrededor de la paranoia,(16) no de la esquizofrenia — pero,
de todas maneras, no solamente el acento está puesto en la paranoia, en desmedro
de la esquizofrenia, sino que la esquizofrenia misma no tiene estatuto conceptual
en Freud ni en Lacan — no es que se oponen paranoia y esquizofrenia, sino que
lo analizable de la psicosis parece ser lo paranoico, y la esquizofrenia queda
como un grupo medio vacío, donde quedarían las cosas para las que todavía falta
hacer teoría, y que incluye un montón de entidades. En ese sentido, la
repartitoria... Digamos, ¿qué es lo que me parece más pertinente de esta
pregunta? — que, desde el punto de vista psiquiátrico, podríamos decir, los casos
presentados fueron de esquizofrenia, no de paranoia; pero es cierto que, en mayor
o en menor grado, todos estos casos apuntaban a cierta construcción delirante.
Entonces, reformulo la pregunta: ¿cómo sería la intervención en los casos donde
todavía el sujeto no empezó, o está en los inicios, de una construcción delirante?

PARTICIPANTE: Ese "todavía" que utilizás, parece


presumir que todos los sujetos psicóticos podrían
hacer un delirio, y a veces uno se encuentra que no.

Jugate más, hay pacientes en que eso resulta imposible, es cierto, pero que,
digamos, uno podría decir así: con este esquema referencial con el que nos
estamos moviendo, y con la salvedad que formuló Goyo respecto de que nuestras
categorías son bastante insuficientes para la clínica, todo psicótico sería
potencialmente delirante. Es decir, esa imposibilidad sería de hecho, y no de
derecho. Y esta distinción nos permitiría introducir una serie de cosas difíciles de
conceptualizar, pero que son datos de la clínica: pacientes, por ejemplo, que no
llegan a construir ningún delirio notorio, pero que no obstante encuentran su
estabilización en el lazo con un analista — uno se pregunta por qué diablos hacen
lazo, no sé, y es problemático, porque este lazo puede durar toda la vida, lo cual
no deja de angustiar al analista, saber que tiene que estar ahí todo el tiempo,
muchas veces sin saber por qué, salvo que es necesario, o sea, que habría modos
de estabilización que, por ahí, o no son delirantes, o cumplen una función similar
al delirio, similar a la de la metáfora delirante, que funcionan como un punto de
amarre de las significaciones, sin que se pueda localizar ahí un delirio claro y
manifiesto — pero es cierto que algunos pacientes ya vienen, digamos, a la
manera de Schreber, que desde el punto de vista psiquiátrico es una
esquizofrenia, no es una paranoia en sentido estricto, pero con una potencia de
delirio realmente extraordinaria, y otros pacientes, uno ve que lo que construyen
en una sesión, o en un período de sesiones, que podría ser el comienzo de una
metáfora delirante, se les desarma al día siguiente, y esto se sostiene durante
años, y entonces uno termina pensando en esto que acabo de decir: que el único
lazo estabilizador es la relación con el analista, que no se sabe cómo funciona.
Les leo la última observación de este cuestionario:

Llama la atención cómo la línea de la herencia cobra


importancia en muchos de los delirios de los casos presentados.

A mí no me sorprende, hasta me parece lógico, me parece lógico que sea así


porque, de alguna manera, si es cierto esto de que el delirio intenta construir
algún tipo de estabilización que permita un punto de anclaje, es obvio que va a
tener que ser bajo un modo ad hoc de la metáfora paterna, es decir, tendrá que
construir una metáfora paterna ad hoc, delirante, para encontrar localizado un
lugar a partir del cual se sitúe como el sujeto de la enunciación, es decir, en
nombre de qué hablo: o hablo en nombre del lenguaje, que sería como un grado
máximo de imposición de la palabra, o hablo en nombre del Padre. Entonces, me
parece que estos rasgos de filiación delirante que aparecen en los casos son una
manera de construir un armazón a partir del cual se puede hablar. A propósito de
esto, aprovecho otra pregunta, que me llegó por otro lado —hay varias, pero dada
la hora me limitaré a ésta—, que dice:

¿El significante del Nombre-del-Padre es un significante


priviligiado en la estructura que se subjetiviza o no vía la
metáfora, o deviene privilegiado vía la metáfora?

Creo que la respuesta es que viene privilegiado por la metáfora, en este sentido:
significantes paternos, o edípicos, para decirlo en general, no faltan en la
psicosis, lo que no funciona en la psicosis es que estos significantes produzcan
efecto de capitonado o de anclaje o de amarre de una significación central, pero
no es que un psicótico no sepa qué es un padre, o una madre o un hijo. Los
significantes, como tales, no faltan, digamos, siendo un poco más extremo, yo
diría que la forclusión del Nombre-del-Padre no habría que tomarla como la
ausencia de un significante, sino la ausencia de que un significante haya cobrado
esa función de capitonado o de metáfora, pero no en el sentido de carencia de
significantes edípicos.

Bueno, nos veríamos el 28 de Noviembre, desearía que discutan los trabajos, y


escuchar alguna opinión respecto del seminario. Hasta la próxima.

NOTAS
(1) La reunión del 24 de Octubre, dedicada al trabajo en taller con los participantes del seminario, no fue
desgrabada.
(2) «CONVERGENCIA, MOVIMIENTO LACANIANO POR EL PSICOANÁLISIS FREUDIANO. Acta de
fundación», Separata del Correo de la E.F.B.A., Nº 2594, Noviembre de 1998.

(3) El juego de sustituciones que mantienen las inciales con que Lacan funda su Escuela en 1964,
primero Escuela Francesa de Psicoanálisis, y a los cinco minutos Escuela Freudiana de París, es decir, en
ambos casos, E.F.P., indica claramente que para él "psicoanálisis" y "freudiano" hacen tautología. Cf. Ricardo
E. RODRÍGUEZ PONTE, «¿Lacanoamericanos?», Texto redactado como introducción a la Mesa Redonda
sobre el tema, que tuvo lugar el 15 de Enero de 1987, organizada para las Notas de la Escuela Freudiana, nº
6. Interrumpida la publicación de esta revista antes de la aparición de este número, el texto fue posteriormente
publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 14, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, Primavera de 1990.

(4) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, Freud-Lacan: efectuaciones del retorno. El Retorno Borromeo,


Seminario en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1990, publicado en fichas.

(5) Escritos 2, p. 793.

(6) Escritos 2, p. 784.

(7) Escritos 2, p. 520.

(8) Escritos 2, p. 556.

(9) Jacques LACAN, «Apertura de la Sección Clínica», texto de la charla con que Lacan inauguró la
enseñanza en la Sección Clínica de Vincennes, el 5 de Enero de 1977, publicado en Ornicar?, nº 9, traducción
en Cuadernos de Psicoanálisis, Nº 1, Ediciones Altazor, Buenos Aires, 1980.

(10) Tesis que Lacan introduce ese mismo año en su Seminario. Cf. Jacques LACAN, Seminario 24, L’insu
que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, texto establecido por J.-A. Miller en la revista Ornicar?, traducción
—para circulación interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte y
Susana Sherar.

(11) Escritos 2, p. 516.

(12) Jean ALLOUCH, «Ustedes están al corriente, hay transferencia psicótica», en Littoral, nº 7/8, Editorial
la torre abolida, Córdoba, 1989.

(13) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «El "ser tomado por...": Transferencia y Psicosis», intervención en la
Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 4 de Junio de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la
E.F.B.A.

(14) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «Transferencia y Psicosis», conferencia en el Centro de Salud Mental
Nº 3, Dr. Arturo Ameghino, el 13 de Noviembre de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la
E.F.B.A.

(15) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «¿Qué hacemos cuando analizamos... las psicosis?», intervención en
el seminario ¿Qué hacemos cuando analizamos?, Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 20 de Noviembre de
1997. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(16) "La paranoia, quiero decir la psicosis..." inicia otra de las para-respuestas de Lacan en la «Apertura de la
Sección Clínica» ya citada.

PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES

Ricardo E. Rodríguez Ponte

Clase Nro. 11 - Sábado 28 de Noviembre de 1998


 

 Tenemos para escuchar dos textos, uno escrito en colaboración por Roxana
Gancedo y Carlos Giovacchini, y el otro de Karina Glauberman. Les propongo
que trabajemos así: escuchamos primero un trabajo, lo discutimos un rato, y
luego pasamos al segundo.(1)

..................................................................................................................................

 Me gustaría radicalizar el planteo que sostiene el texto de Roxana y Goyo,


tomando como punto de partida una expresión de dicho texto: sujeto pasivo.
¿Qué podríamos oponer a la noción de un sujeto pasivo, tal como está explicitada
en el texto: pasivo tanto en relación a la determinación como al azar,
abundantemente comentada con referencias a las hipótesis de la ciencia y a las
tesis de Freud? — ¿No podría ser la de un sujeto creador? Dado que
verdaderamente el azar no se opone a la determinación, ¿no podríamos replantear
la alternativa, atendiendo a la hipóteis de un sujeto no totalmente reducido a su
pasividad, la que entonces sería sólo una de sus dimensiones, como la alternativa
entre la repetición y lo nuevo? Dicho de otro modo: ¿hay lugar para lo nuevo en
el análisis, o es todo repetición? Y para precisar más los términos, ¿es posible
que en el análisis aparezca una novedad no reductible a la diferencia producida
por toda repetición?(2)

Como a Roxana y a Goyo les pareció conveniente retomar algunos puntos que
estuvimos viendo en este seminario y en el que dicto los lunes, sobre la
transferencia,(3) y como además sé que van a presentar el texto que nos leyeron
en otro lugar, en unas próximas Jornadas de Residentes de la Provincia de
Buenos Aires, tuve ganas de darles una mano, digamos, y agregar algunas cositas
que verán si tienen ganas de considerar. No tuve mucho tiempo para preparar
nada muy articulado, pero hay algunas referencias, en un texto tan anterior como
el de los Estudios sobre la histeria, que permitirían incorporar algún sesgo
novedoso al planteo que acabamos de escuchar.(4)

Como ustedes saben, en este texto que escribe en los años 1893-1895, en
colaboración con Josef Breuer, Freud ni siquiera había llegado a abandonar lo
que se conoce como "la teoría traumática", es decir, que todavía deducía la
génesis del síntoma a partir de determinada escena o escenas. Podríamos decir
que, en ese momento inicial, Freud estaba en el máximo de su acuerdo con los
planteos deterministas de la ciencia, tal como fueron expuestos en el trabajo que
escuchamos. Sin embargo la clínica lleva a Freud a preguntarse, cada tanto, y de
una manera vacilante, porque es como que le va contrapelo de todo lo que él
sostiene, por qué determinada representación, por qué determinado rasgo,
elemento de una escena, va a ser seleccionado para cumplir el papel de símbolo
mnémico del trauma, es decir, por qué el síntoma va a basarse en tal
representación y no en tal otra. Imaginemos que yo acá, en este momento, voy a
hacer un síntoma, o mejor dicho, voy a vivir una experiencia traumática, y uno de
ustedes quedará en mi inconsciente como representación-límite, como símbolo
mnémico de mi experiencia traumática. ¿Por qué tal y no tal otro? Perdonen la
forma un poco banal en que lo simplifico, pero es para que se entienda la idea.
Ante una pregunta de esa índole, Freud va a intentar varias respuestas, y
retrocede ante algunas. No obstante, en esos avances y retrocesos, me parece que
dice algunas cosas que nos permiten ubicar una posición del sujeto como creador
— para extremar el planteo.

Por ejemplo, empecemos con la primera referencia —de las muchas, pero tuve
que seleccionar, dado lo escaso del tiempo— donde Freud postula de hecho
cierto margen de creación —de una manera todavía muy vacilante—, cuando
estudia la génesis del síntoma de Isabel de R., la astasia-abasia. Luego de todas
las determinaciones que encuentra en el desarrollo del caso, rigiéndose por el
planteo asociacionista que él tiene, es decir, la concurrencia de elementos en una
escena, o la aparición de un dolor orgánico junto con el momento traumático, lo
cual le va a permitir afirmar que el dolor orgánico, ya que es dolor, igual que el
dolor moral de la experiencia traumática, ese dolor orgánico va a poder funcionar
como símbolo mnémico de dicha escena — junto con eso agrega un nuevo
elemento, un tercer tipo de motivación, y dice así:

Ya elucidé en el historial clínico cómo la astasia-


abasia de nuestra enferma se edificó sobre esos
dolores una vez que a la conversión se le abrió un
camino determinado.(5)

—es el planteo anterior—

Pero allí sustenté también la tesis...


Para que se entienda un poco mejor lo que está en juego, retrocederé algunas
páginas, para contextuar la novedad que introduce Freud respecto de su propio
planteo:

De tal suerte, en primer lugar, la zona dolida crecía


por aposición, pues cada nuevo tema de eficacia
patógena investía una nueva región de las piernas; en
segundo lugar, cada una de las escenas
impresionantes había dejado tras sí una huella, pues
producía una «investidura» permanente, que se
acumulaba más y más, de las diversas funciones de
las piernas, un enlace de estas funciones con las
sensaciones de dolor; pero además, era inequívoco
que en la plasmación de la astasia-abasia había
cooperado un tercer mecanismo. Si la enferma puso
fin al relato de toda una serie de episodios con la
queja de que ahí se había sentido dolida de
su «soledad» {«Alleinstehen»}, y en otra serie, que
abarcaba sus infortunados intentos de establecer una
vida familiar nueva, no cesaba de repetir que lo
doliente ahí era el sentimiento de su desvalimiento, la
sensación de «no avanzar un paso», yo no podía
menos que atribuir a sus reflexiones un influjo sobre
la plasmación de la abasia; me ví llevado a suponer
que ella directamente buscaba una expresión
simbólica para sus pensamientos de tinte dolido, y lo
había hallado en el refuerzo de su padecer. [...] De
acuerdo con ello, esta abasia, en el estadio de
desarrollo en que yo la encontré, no era equiparable
sólo a una parálisis funcional asociativa psíquica...

—o sea, la concepción predominante en él, la más acorde con sus presupuestos—

...sino también a una parálisis funcional simbólica.(6)

Que, traducida en nuestros términos, sería la basada sobre el juego de equívoco


del significante. Pero ven que acá tenemos una causación del síntoma según el
mecanismo asociativo determinista, y lo simbólico, la "parálisis funcional
simbólica", como un complemento, algo que colabora en la causación. Más
adelante, ya en la epicrisis del caso, tenemos lo que había empezado a leerles:
Ya elucidé en el historial clínico cómo la astasia-
abasia de nuestra enferma se edificó sobre esos
dolores una vez que a la conversión se le abrió un
camino determinado. Pero allí sustenté también la
tesis de que la enferma creó o acrecentó la
perturbación funcional por vía de simbolización, vale
decir, halló en la astasia-abasia una expresión
somática de su falta de autonomía, de su impotencia
para cambiar en algo las circunstancias; y de que los
giros lingüísticos «No avanzar un paso», «No tener
apoyo», etc., constituyeron los puentes para ese nuevo
acto de conversión.(7)

Es decir, los "giros lingüísticos", la equivocidad propia del significante, "crean" o


"acrecientan" —Freud aquí vacila— algo que ya se originó en otra parte. Más
adelante en el texto, al referirse ya no a Isabel de R. sino a Cäcilie M., es donde
aparece más claramente este mecanismo que Freud denomina de
"simbolización":

Expondré otro ejemplo apto para volver intuitiva la


eficacia de la simbolización bajo condiciones
diversas: En cierta época, atormentaba a la señora
Cäcilie un violento dolor en el talón derecho,
punzadas a cada paso, que le impedían caminar. El
análisis nos llevó hasta un tiempo en que la paciente
se encontraba en un sanatorio del extranjero. Había
pasado ocho días en su habitación, y el médico del
instituto debía venir a recogerla para que asistiera
por primera vez a la mesa común. El dolor se generó
en el momento en que la enferma tomó su brazo para
abandonar la habitación; desapareció en el curso de
la reproducción de esa escena, cuando la enferma
manifestó que ella había estado gobernada entonces
por el miedo de no «andar derecha» en esa reunión de
personas extrañas.(8)

El giro lingüístico se efectúa sobre la palabra Auftreten, "no andar derecha", pero


también: "no andar como se debe", — a lo que remiten igualmente algunas
expresiones de nuestro idioma: "caminar bien", "andar bien por la vida", "seguir
el camino correcto", etc. Por lo que en este síntoma de Cäcilie estaría en juego
algo como del orden de un temor a no comportarse como es debido ante personas
extrañas — lo que permite la pregunta: ¿qué será lo que no es debido? ¿dónde
está ella en...? — digamos, lo que me parece que introducen estos giros
lingüísticos, como los llama Freud, es la cuestión del deseo — que es lo que, por
otra parte, falta absolutamente en todos estos planteos deterministas, en la
medida en que borran la dimensión del sujeto. El mostrarse como es debido, o
andar derecha por la vida, o plantarse bien ante la gente, serían distintas maneras
de traducir esta expresión que cumple su papel en la génesis del síntoma, pero en
la misma bifidez, ambigüedad, equivocidad de la expresión, está incluida
entonces cierta división del sujeto por donde muestra su punta algo del orden del
deseo de la paciente, que se vuelca sobre tal o cual expresión lingüística
volviéndola equívoca, con la consecuencia de que el síntoma toma apoyo allí
donde una parte del cuerpo resuena especialmente a esta voz de la lengua, para
localizarse como dolor en el talón. Consideremos un ejemplo más, antes de
extraer algo parecido a una conclusión referida a nuestro asunto:

Si en estos ejemplos el mecanismo de la simbolización


parece relegado a un segundo plano...

—Freud se refiere a otros ejemplos donde este mecanismo no se mostraba tan


claramente—

...lo cual con seguridad responde a la regla, yo


dispongo también de ejemplos que parecen demostrar
la génesis de síntomas histéricos por mera
simbolización.

Y entonces tenemos un paso nuevo que da Freud respecto de su propia


concepción, paso que da en su lectura de la clínica pero del que no puede extraer
todas sus consecuencias:

He aquí uno de los mejores, referido también a la


señora Cäcilie. Era una muchacha de quince años y
estaba en cama, bajo la vigilancia de su rigurosa
abuela. De pronto la niña da un grito, le ha venido un
dolor taladrante en la frente, entre los ojos; le duró
varias semanas. A raíz del análisis de este dolor, que
se reprodujo tras casi treinta años, indicó que la
abuela la ha mirado de manera tan «penetrante» que
horadó hondo en su cerebro. Y es que tenía miedo de
que la anciana señora sospechara de ella. A raíz de la
comunicación de este pensamiento rompió a reír
fuertemente, y hete aquí de nuevo desaparecido el
dolor. Yo no veo en esto nada más que el mecanismo
de la simbolización, intermedio en cierta medida entre
el mecanismo de la autosugestión y el de
la conversión.(9)

Es decir, por relación a sus "pensamientos secretos", digamos, ella siente la


mirada "penetrante" de la abuela, y el equívoco vuelca hacia un símbolo que
disuelve la equivocidad: un dolor taladrante en el cerebro. Pero la equivocidad es
primera, suministrada por la lengua, por el discurso corriente, y esa equivocidad
es la base que posibilita una opción efectuada por Cäcilie. En el equívoco el
sentido está indeterminado, en la opción entre un sentido y otro, el sentido se
determina. Pero esta opción, a su vez, ¿está predeterminada? ¿Y cómo
asegurarlo? Por otra parte, afirmar que la opción está predeterminada es una
contradicción de términos, equivale a decir que no hubo tal opción. Sin
prejuicios, atengámonos al fenómeno: ante el equívoco significante, hay elección
por un sentido y no por otro.

El que no carece de prejuicios, en cambio, es Freud, pues su concepción


determinista es muy fuerte, y después de decir que estos ejemplos "parecen
demostrar la génesis de síntomas histéricos por mera simbolización", media
página después retrocede respecto de lo que había afirmado. Freud necesita
siempre apelar al pasado para explicar el presente, su concepción de la
representación lo obliga. Así, retrocede, y entonces dice:

Pero yo sostengo que el hecho de que la histérica cree


mediante simbolización una expresión somática para
la representación de tinte afectivo es menos individual
y arbitrario de lo que se supondría. Al tomar
literalmente la expresión lingüística, al sentir la
«espina en el corazón» o la «bofetada» [otro ejemplo
de Cäcilie] a raíz de un apóstrofe hiriente como un
episodio real, ella no incurre en abuso de
ingenio {witzig}, sino que vuelve a animar las
sensaciones a que la expresión lingüística debe su
justificación.(10)

La doctrina "oficial" de Freud en cuanto a la génesis del síntoma histérico es


tributaria de su concepción del estatuto de la representación. Así, el síntoma
histérico —de esa histérica que "sufre de reminiscencias"— se funda en la
rememoración de un acontecimiento, aunque este acontecimiento deba, si no se
localiza en su historia, remitirse a la prehistoria, de la misma manera que los
afectos, también concebidos como revivencias de escenas prehistóricas. Es decir,
que si alguien dice "me duele el corazón", en ocasión de una pena de índole
sentimental, Freud supone que, en el pasado del sujeto, o en el pasado de la
humanidad, llegado el caso, habría habido un momento donde, efectivamente, la
pena se sintió como un dolor en la zona precordial: de ahí queda la expresión
lingüística en el acervo común del lenguaje, y a partir de ahí el síntoma histérico
renueva, revive, digamos, el origen de la expresión lingüística. Para Freud, lo
primero no es el lenguaje.(11). De allí que un poco más abajo añada:

...la histeria acierta cuando restablece para sus


inervaciones más intensas el sentido originario de la
palabra.(12)

Pero ese sentido originario de las palabras, para Freud, estaría dado por la unión
de una expresión lingüística con un acontecimiento efectivamente producido.

Ya termino. El último ejemplo, el que me parece más demostrativo de lo que está


en juego como opción de un sujeto no reducido a su pasividad, Freud lo
proporciona en la nota final de la epicrisis de Elisabeth von R., y dice así:

En estados de alteración psíquica profunda se


produce también a todas luces una expresión
simbólica, en imágenes sensoriales y sensaciones, del
más artificial giro lingüístico...

Está claro, me parece, que lo que Freud denomina "el más artificial giro
lingüístico" no es otra cosa que el significante puro, es decir, el significante antes
de cualquier decisión respecto del significado. Continúo la cita:

La señora Cäcilie M. tuvo una época en la cual cada


pensamiento se le trasponía en una alucinación, para
solucionar la cual hacía falta a menudo mucho
ingenio. Por entonces, se me quejó, la asediaba la
alucinación de que sus dos médicos —Breuer y yo—
estaban colgados en el jardín de sendos árboles,
próximos entre sí. La alucinación desapareció
después que el análisis hubo descubierto el siguiente
proceso: la tarde anterior, Breuer le había rechazado
su demanda de un cierto medicamento, y entonces
puso su esperanza en mí, pero me halló igualmente
duro de corazón. Se enojó con nosotros por eso, y en
su afecto pensó: «¡No valen uno más que el otro! Uno
es el pendant del otro».

Las pacientes de Freud solían ser cultas, y pendant es una palabra francesa. La
expresión "Uno es el pendant del otro" equivale a "Son tal para cual",
pero pendant es también un sustantivo que significa "homólogo",
"correspondiente", "colgante", "pendiente", por ejemplo en el sentido de los aros,
y remite al verbo pendre, "colgar". Entonces, acá tenemos que, sobre la
forma pendant, en tanto puro significante, ella, para designar de algún modo lo
que el efecto instaura retroactivamente como agente supuesto del acto, elige un
sentido que no se deduce directa ni unívocamente de la expresión lingüística —
esto es lo que me parece importante subrayar—, sino que resulta de una opción
sobre la expresión lingüística: la figuración, alucinatoria, por los "colgados", no
está determinada directa ni unívocamente por el significado de pendant en esa
expresión del discurso corriente —¿queda claro, esto? no es el significado lo que
determina la figuración alucinatoria—, sino que la figuración resulta de una
elección, de una opción por relación a la ambivalencia con que revive, en el
equívoco, el significante pendant, lo que implica, como supuesto necesario, una
decisión del sujeto, imprevisible respecto de una significación preestablecida,
universal, exterior al sujeto. Entonces, para concluir esto, y a ver si les sirve
respecto de lo que ustedes formulaban como "sujeto pasivo": sólo el puro
significante, o sea el significante desprovisto de sentido, despojado de los
sentidos sedimentados por la tradición lingüística, puede representar algo de la
particularidad del sujeto, puesto que abre la posibilidad de la elección del
significado.(13) En fin, ustedes verán si estos comentarios les ayudan en vuestra
investigación. Pasaremos ahora al segundo y último trabajo del día, de Karina
Glauberman.(14)

..................................................................................................................................

Yo te agradezco, Karina, que te hayas tomado el trabajo por establecer una


especie de puente entre mi seminario de 1995,(15) al que también asististe, y el
de este año. Pero me parece que la discusión general se facilitaría si repitieras lo
que me dijiste hace unos días en cuanto a qué te llevó a hacer esto.

 
KARINA GLAUBERMAN: La verdad es que hubiera querido escribir
algo de eso, pero titulé este trabajo «Apuntes entre cita y enigma» porque
no podía avanzar mucho más que eso. Son varias cosas que no las puedo
clarificar del todo. En principio, es que siempre me resultaron enigmáticas
esas presentaciones de enfermos y las intervenciones de Lacan en esas
presentaciones, y el hecho de que no sean interrogadas, en general parece
que siempre se tiene como referencia la "cuestión preliminar", a la hora de
trabajar con psicóticos.

Más que la "cuestión preliminar", creo que —a ver si digo bien— lo que se tiene
en mente es esa máxima, que no era tal, la frase esa del Seminario 3: "ya sabemos
lo que ocurre si tomamos pre-psicóticos en análisis". Vos estarías tratando de
revalorizar intervenciones que no impliquen tanta cautela, tanta inhibición, que
dejen todo en el statu quo.

 
KARINA GLAUBERMAN: Sí. De todos modos, me parece que es difícil
avanzar, en la medida en que el de El sínthoma sigue siendo un Seminario
muy enigmático, y los comentarios de Lacan respecto de esas
presentaciones son todavía más enigmáticos. O sea, está completamente
subvertida la nosografía, bueno, parece estar pensando en alguna lógica,
respecto de esas intervenciones, que no es muy transparente.
Comentábamos, con Ricardo, que hay algunas personas, Erik Porge entre
ellas, que ensayan algunas ideas y que analizan algunas presentaciones
desde una perspectiva nodal que a mí se me escapa. Pero bueno, en
realidad estaba también un poco motivada por el hecho de que, si bien yo
trabajo con pacientes psicóticos, me parece que a veces es bastante oscuro
hacia a dónde apunta uno, y la verdad es que hay que reconocer que
muchas veces nos apoyamos en una posición "humanista", y no hacemos
más que ser testigos de algo que no sabemos para dónde va, muchas
veces, y otras... tengo la impresión de que no va mucho más allá de un
saber popular, en el sentido de que corremos para donde el paciente corre,
nos mantenemos dentro de los límites del delirio, por ejemplo, que es una
cosa por la que yo preguntaba en algún momento en el seminario, y que
me parece que no es la perspectiva de Lacan en esas presentaciones, si es
que se puede obtener alguna enseñanza de esos "ejemplos": él parece más
bien preguntar por la articulación entre el delirio y lo que se podría llamar
algo que está por fuera del delirio, o la realidad, interroga justamente, va a
buscar los puntos de ruptura, y, al contrario, es bastante indulgente en los
puntos en que parece imposible que haya una ruptura, y más bien aparece
como una especie de confusión. No sé si he respondido a tu pregunta,
pero es un poco todo eso...

O sea, por un lado, es la idea de buscar, en estas intervenciones de Lacan en sus


presentaciones de enfermos, la posibilidad de una intervención más desenvuelta
por parte del analista, sin tanta cautela, desenvuelta y no obstante no cayendo en
la posición del alienista. Y luego, aunque no lo dijiste, pero lo digo yo, cierta
insatisfacción que vos sentías, y que yo comparto, vale la pena subrayarlo, en
cuanto a que, por otro lado, tampoco se trataría de pensar que la única actividad
que podríamos tener en el diálogo con el paciente, si uno se decide a intervenir,
sea la de intervenir en el mismo sentido del delirio. A mí me parece que esa
insatisfacción que expresaba Karina vale la pena subrayarla, porque creo que hay
algo de verdad en eso, en este punto: que tampoco habría que magnificar la idea
del delirio como curación, como auto-curación, porque si bien es cierto que el
delirio implica un intento de curación, como decía Freud, de restitución, como
decía Lacan, en relación al cual uno podría decir que el analista, colaborando en
el armazón del delirio, para depurarlo a sus elementos mínimos, va en ese sentido
del delirio como curación, no hay que olvidar que la solución final que
eventualmente se alcanza por este medio es una solución bastante precaria. Es
decir, Schreber, después de escritas y publicadas sus Memorias..., se brotó
nuevamente a los tres años y terminó muy mal, demente, y dándose contra las
paredes. No sé si conocían este dato, que le faltaba a Freud, y al que Lacan no se
refiere.(16) La redacción de sus Memorias..., con lo que puede haber comportado
de pincelada final a su delirio, al parecer tuvo cierto efecto estabilizador que por
lo menos le permitió externarse durante unos años, aunque nunca cesaron
completamente sus "voces", pero después terminó muy mal. Así que me parece
que a lo que Karina apunta es a que... — algo que Lacan decía de esta manera:
recordar que el delirio es siempre parcial, y que entonces hay otros lugares para
intervenir, aparte del delirio.
KARINA GLAUBERMAN: Sí, aparte no habría, en la clínica de la
psicosis, tanto pasaje al acto como se verifica que hay, si el delirio fuera
una solución tan ajustada al sujeto, se me ocurre.

..................................................................................................................................

Bueno, ¿alguna cosa más? Entonces, les agradezco por haberme acompañado
este año, que ha sido muy interesante para mí, les agradezco particularmente a
quienes han colaborado con sus trabajos, los que hoy escuchamos y los que me
fueron pasando en forma de notas a lo largo del año, y al grupo de residentes que
me ayudó muchísimo a sostener este espacio —no lo podría haber hecho sin ellos
—, y bueno, supongo, aunque nunca es seguro, que los volveré a convocar para
el año que viene, para la última semana de abril o la primera de mayo, para
terminar, eso sí lo tengo claro, en caso de que empiece, a más tardar el 21 de
septiembre. Seguirá siendo los sábados, aunque sé que para algunos es incómodo,
porque la idea es mantener este espacio para los concurrentes y residentes de los
hospitales, y éste es el único día que pueden venir a la Escuela. Les agradezco
nuevamente, y me despido hasta el próximo encuentro.

NOTAS
(1) El texto de Roxana Gancedo y Carlos Giovacchini, «Azar y determinación. La hipótesis del sujeto», se
encontrará en la Biblioteca de la E.F.B.A. — La mayoría de las intervenciones de los participantes, por su
lejanía del grabador, no pudieron ser recogidas, lo que volvía incomprensibles las respuestas de los autores.
Es por ello que a continuación sólo vierto mi intervención, que responde a ese diálogo.

(2) A partir de este planteo elaboré las líneas generales de mi intervención en el pleanrio sobre "Lo real, lo
simbólico y lo imaginario en la transferencia" en las Jornadas de la Práctica Analítica «Lo real en la
transferencia» convocadas por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 10 de Diciembre de 1998. Cf. lo que
de esa intervención quedó como texto: Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «La transferencia en el presente».
Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

(3) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y Fundamentos, Red de Seminarios de la


Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998, editado en fichas.

(4) Sigmund FREUD, Estudios sobre la histeria (1895), en Obras Completas, Volumen 2, Amorrortu


editores, Buenos Aires, 1980.

(5) op. cit., p. 188.

(6) op. cit., pp. 166-167.

(7) op. cit., p. 188.

(8) op. cit., p. 191-192.

(9) op. cit., p. 192.

(10) op. cit., p. 193.

(11) Salvo este último punto —pero este punto es decisivo— Freud podría acordar con lo que Lacan enuncia
a propósito de Ernest Jones. Pero como este punto es decisivo, a él también se le escapa, en el momento
mismo en que lo había atrapado: "Así se le escapa esa función a veces tan sensible en el símbolo y el síntoma
analítico, la de ser una especie de regeneración del significante" — cf. Jacques LACAN, «En memoria de
Ernest Jones: sobre su teoría del simbolismo», en Escritos 2, p. 684. — Que no se nos escape a nosotros, en
cambio, lo que la metáfora de la "regeneración" introduce de prepo: es lo vivo del cuerpo, para designarlo de
algún modo, cercano al del escrito inmediatamente anterior sobre «La significación del falo», lo que hace
vivir de nuevo al significante mortífero: la letra muerta del significante revive en el equívoco donde se
demuestra no idéntico a sí mismo y hace lugar al sujeto.

(12) op. cit., p. 193.

(13) Guy Trobas, quien retoma este pasaje de los Estudios sobre la histeria, y de quien extraemos buena parte
de esta articulación, comenta así este vuelco: "...otro estatuto del sujeto comienza a desprenderse. El sujeto ya
no aparece aquí como solamente reaccional, pasivo, librado a las falsas evidencias de la contigüidad
(coincidencia fortuita) y de la semejanza (comunidad por el concepto), y como determinado por un
determinismo objetivable e inscribible en una relación lineal de causas a efectos; al contrario, es ahora con un
sujeto de alguna manera activo, dotado de intencionalidad, que nos encontramos, pues la respuesta del
síntoma resulta el producto de una elección subjetiva [...]. De un determinismo asociativo que Freud trataba
de volver unívoco y que implicaba un sujeto universalizable, pasamos a un sujeto particular cuya
intencionalidad determina en última instancia la elección del material del síntoma..." — cf. Guy TROBAS,
«Du symptôme imposé au choix du symptôme», en La Cause freudienne. Revue de psychanalyse, nº 38,
Février 1998.
(14) El texto de Karina Glauberman, «Apuntes entre cita y enigma», se encontrará en la Biblioteca de la
E.F.B.A. — Por idénticas razones a las indicadas en la nota 215, sólo reproduzco mi intervención posterior,
en el diálogo que mantuve con ella.

(15) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en
la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995, publicado en fichas.

(16) Franz BAUMEYER, «El caso Schreber», en AA.VV., Los casos de Sigmund Freud 2, El caso Schreber,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1972.

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