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...un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda cura, incluso atiborrada de
conocimientos psicoanalíticos, no sería sino psicoterapia.
Jacques
Lacan,
Variant
es de la
cura-
tipo.
Entiendo que no hace falta destacar lo que, en nuestro título, pretende evocar de
aquel otro, famoso, que Jacques Lacan otorgara a ese escrito suyo que todavía
hoy es mojón entre nosotros a la hora de abordar los problemas que nos
propone la psicosis —piedra miliar, podríamos haber dicho también, ¿pero por
qué no piedra de espera, incluso piedra donde uno acaba por tropezar?—: «De
una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis».
Hoy, cuarenta años después de aquel texto, pero de ningún modo en un supuesto
"después de Lacan" que no ha dejado de haberse anticipado en un
apresuramiento que estaría lejos de confundirse con la prisa lógica que
interrumpe un tiempo para comprender suficiente para que el sujeto haya hecho
sus pruebas, la coyuntura actual del lacanismo nos precipita a la afirmación
siguiente:
No está de más agregar que del diálogo posterior con el equipo de residentes
mencionado surgieron nuevas cuestiones que, aunque a primera vista no
inmediatamente ligadas a las que específicamente propone la psicosis, se
llegaba a ellas a poco que nos adentráramos en los meandros de la conducción
de la cura. Mencionaré sólo algunas de las que agregamos así al programa:
el sujeto
el par alienación-separación en tanto "elección forzada"
la causalidad psíquica y/o la identificación
Joyce y el sínthoma
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
PRESENTACION
De todas maneras, pese a que el título de este espacio —que no sabía cómo
denominarlo, si "seminario" o "seminario-taller" o qué diablos—, pese a que este
titulo alude explícitamente a la cuestión de la psicosis, me quedaría muy
conforme si hoy simplemente les pudiera transmitir esta idea: que no estamos
abordando un capítulo especial del psicoanálisis, que abordar la psicosis es
abordar la teoría psicoanalítica y la práctica del psicoanálisis... salvo que... salvo
que creamos, de hecho o de derecho —quiero decir: aun sin saber que es eso lo
que creemos, pues una creencia no necesita estar en la conciencia para ser una
creencia de pleno derecho—, salvo que creamos que el psicoanálisis es
exclusivamente una teoría de las neurosis.
Quiero decir, que lo que podamos abordar en relación a la psicosis compromete
a toda la práctica del psicoanálisis, y no sólamente a la práctica con el paciente
psicótico.
Pero les decía que no sabía cómo denominar a este espacio, pese a que
finalmente me incliné por el término "seminario", que al fin y al cabo es de uso
corriente y no compromete demasiado... En verdad, me gustaría que éste fuera un
espacio donde nos dejáramos interrogar por la psicosis. Y en ese sentido, la idea
no es desarrollar acá una doctrina, sino abordar, como digo, sí, en el subtítulo que
le puse a este espacio, algunas cuestiones preliminares, y trabajar sobre lo que la
clínica, y la experiencia de cada uno, nos vayan proponiendo como pregunta. En
ese sentido, si bien tengo una especie de esquema general de un posible
desarrollo —algo así como una rueda de auxilio, por si se pincha alguna en el
camino—, de todas maneras el desarrollo futuro de este espacio va a depender
fundamentalmente —ése es, por lo menos, mi anhelo— de lo que vaya surgiendo
del diálogo que podamos entablar entre nosotros. Es decir, tengo en mi bolsillo
una especie de "programa", pero sería muy feliz si pudiera dejar este programa de
lado, si pudiera ir inventando en cada ocasión un programa a partir de lo que
pueda surgir entre nosotros como diálogo. No solamente porque eso me llevaría a
abordar cuestiones que a lo mejor no se me han ocurrido todavía, sino por una
cuestión de principio, me parece, y es que la cuestión de la psicosis...
Recuerdo algo que decía Piera Aulagnier, en un prólogo, y creo que fue lo único
que me gustó de ese libro —también lo leí hace muchos años y no he vuelto a
releerlo, por lo que la cita no será exacta, es lo que he retenido de ese libro—,
decía que la psicosis es como una interpretación salvaje al saber del analista, en
la medida en que, más que nunca, y en ningún lugar mejor que en ése, se ve
que saber, en psicoanálisis, no es necesariamente poder. Las doctrinas que se han
ido elaborando en la historia del psicoanálisis, a propósito de la psicosis, no
necesariamente han aumentado el poder del analista en el tratamiento de la
psicosis.
Por supuesto, esta frase que les cito, porque me impactó en su momento con la
fuerza de la verdad, no es que la comparta hoy en todos sus términos, porque
creo que el obstáculo, que hoy conviene revisar, es precisamente el obstáculo que
plantea la cuestión del poder. El poder... Me parece que es por esta vía que cierto
lacanismo se ha desviado en el sentido en que, por prejuicios, o, si quieren, por
cuestiones preliminares que mi deseo sería revisar, de hecho o de derecho se
termina sosteniendo que no hay lugar para el analista en la psicosis, y que en todo
caso, la decisión del analista —lo decía Jacques-Alain Miller en un seminario
publicado no hace mucho— estará en ver si decide "terapizar" o no a su paciente
psicótico.(1).(2).
La cita que pongo como exergo de mi invitación a este espacio, del texto de
Lacan Variantes de la cura-tipo, apunta justamente a esta cuestión, a que es
exigible, desde el psicoanálisis:
¿LACANOAMERICANOS?
Les digo con esto que un punto importante, aparte de este origen que les
comentaba antes, de mi primera experiencia con pacientes psicóticos, fué cuando
la Escuela se hizo cargo de un significante, o de una palabra... Habría que ver si
es un significante, propiamente hablando, porque en ese caso habría que ver cuál
es el otro significante, ¿no es cierto? Hay una palabra, entonces, que Lacan dijo
al pasar, pero que de alguna manera la Escuela tomó como una especie de
consigna, que incluso propuso a otras instituciones, que es la
palabra lacanoamericanos. Desde ese entonces, mi sospecha fue que, con la
palabra lacanoamericanos, podría estar ocurriendo lo mismo que señalaba Lacan
en el Seminario 5, sobre Las formaciones del inconsciente, cuando hacía notar
que en la palabra "aterrado" perdemos de vista, justamente por lo que hay ahí de
sugestión, de un efecto de sentido que apunta al "terror" por la metáfora, ya no
percibida como tal, que hay en la palabra "aterrado", perdemos de vista lo que
puede haber ahí de relación a la "tierra", al "poner en tierra", en la palabra
"aterrado". Y mi sospecha era la de que precipitarse demasiado rápidamente en
esta palabra, lacanoamericanos, podía llevarnos a desconocer o a reprimir lo que
había allí, embutido en esa palabra, pero tal vez desapercibido por el efecto de
sentido producido por esa palabra —como el "ter" de "tierra" en "aterrado", como
"familia" en "famillonario"—, quiero decir: Lacan.(3) Entonces, la apuesta: antes
de ver qué quiere decir lacanoamericanos, si es que en verdad eso quiso decir
alguna vez algo, en el discurso de Lacan, y no meramente una gentileza
anticipada hacia sus futuros anfitriones, me parece conveniente despejar qué
quiere decir lacanianos, en la frase que Lacan pronunció pocos días después, en
Caracas, cuando hace su intervención, y dice: "yo soy freudiano, sean ustedes
lacanianos, si quieren". Ese "si quieren", me parece, estaría indicando que ser
lacaniano no es algo que se dé de suyo, que hace falta un "querer" al respecto, y
que hace falta también un posicionamiento en relación al tiempo, en el sentido de
que no vamos a ser lacanianos, ni mucho menos post-lacanianos, por el mero
hecho de que hoy estemos en l998 y Lacan ya murió. La posición de lacanianos,
o eventualmente de post-lacanianos, será, al contrario, una posición a construir,
puesto que no está dada de antemano, y a partir de un "querer", y a partir de una
palabra que debemos dar o no dar...
EL SÍNTHOMA Y LA PSICOSIS
CUESTIONES PRELIMINARES...
Bien, hasta ahí había llegado, más o menos, y los años siguientes fuí sacando
algunas consecuencias de eso. Pero avanzando en lo que les decía que es mi
modo de proce-der, un poco fastidioso para alguna gente, que es el de apoyarme
en los significantes de otros para pensar, voy dándome cuenta de que mi
diagnóstico primero era parcial, que verdadero en general, tenía cierto punto
erróneo. Creo que el problema no esta-ba, como lo planteaba yo hace tres años,
sólamente en que se ponía en continuidad el Seminario El sínthoma con el
Seminario sobre Las psicosis, y que entonces se pensa-ba que el Seminario El
sínthoma era como el capítulo final del Seminario sobre Las psicosis, y que
proporcionaría el "tratamiento posible", etc..., sino que me he ido dando cuenta,
leyendo, tal vez con un poco menos de prejuicio favorable, de cariño por los
autores, de que en verdad gran parte del problema estaba en que tampoco se
había leído bien el texto del ’58 sobre la «Cuestión preliminar...», el que suele
estar reducido a la cuestión de la forclusión.
¿Por qué digo esto? Digo esto porque... ¿Qué es lo que nos queda de ese tex-to, o
de ese texto y del Seminario sobre Las psicosis? Lo que nos queda de ese texto,
como discurso corriente —porque creo que no es eso lo que el texto de Lacan
trans-porta—, lo que nos queda de ese texto es una serie de proposiciones que
promueven una manera de definir negativamente, privativamente, a la psicosis.
Así, según esta manera de leer esos textos, en la psicosis no habría inconsciente,
no habría Otro, no habría fantasma, no habría deseo, no habría sujeto, no habría,
obviamente, transferen-cia — bueno, si no hay transferencia, no sé por qué
hablamos de psicosis; si no hay transferencia, y dado que la clínica psicoanalítica
es una clínica transferencial, no ten-dríamos que hablar de psicosis, como no
hablamos del cáncer, en todo caso hablare-mos de los efectos subjetivos,
deprimentes, angustiantes del cáncer, pero no hacemos una teoría del cáncer.
Recientemente, bueno, hace cuatro días, cuando evocaba algo de esto en otro
seminario que estoy dictando en la Escuela,(12) alguien, que no sé si está hoy acá
entre nosotros, me decía: "¿pero hay todo eso? ¿acaso en la psicosis hay todo
eso?". Yo le respondí: "bueno, mirá, te invito a mi seminario del sábado que
viene, y vamos a ver".
Es cierto que las palabras siempre transportan cierto valor, connotaciones a veces
misteriosas, incluso mágicas. Uno dice, por ejemplo, la palabra "real", y como
por definición jamás sabemos qué es lo real, el que escucha está tentado a decirse
a sí mismo: "Bueno, debe ser una cosa seria". Uno pronuncia la palabra "padre",
y todos nos morimos de risa, porque el padre, hoy, está bastante desprestigiado,
pero si les dicen "padre real"... ¡a la pucha! ¿Y la palabra "goce"? El goce
también, no hablemos del goce, está el goce fálico que es "el goce del idiota", y
que entonces se dice con la connotación de que es como si fuera un goce para los
idiotas, y en cuanto al "plus de goce", más o menos, porque la gente joven, ahora
— en mi época por ejemplo, leíamos a Marx, pero el Proceso barrió con todo eso,
¿no?, ahora la gente joven ya no lee a Marx, y además el Muro de Berlín se cayó,
y... realmente, la plusvalía, ¿quién sabe hoy lo que es la plusvalía? — por lo tanto
"plus de goce", en la medida misma de esa ignorancia, suena como un poco más
respetable que el goce fálico. Pero donde parece que es como para que nos
pongamos de rodillas es con el goce del Otro... el goce del Otro... ¡ah! ¡hay que
acotarlo! ¡hay que acotarlo! ¡No importa que el Otro no exista! ¡por las dudas
acotemos ese goce!...
Pero resulta que cuando vemos los ejemplos que se proporcionan de lo que sería
acotar el goce, resulta que son ejemplos del tipo... decirle a un adicto que no siga
con la droga, o a un fóbico que supere su agorafobia y venga al consultorio del
analista, o, bueno, distintos ejemplos que no vale la pena mencionar. Pero el
problema es que eso no es acotar el goce, ni, menos que menos, eso no podría
considerarse como el ejercicio de una función castratoria. Si no, en cada
semáforo tendríamos un padre real, cada vez que nos prohiben algo tendríamos
un padre real... ¡Pero eso no es la castración! Bueno, en la Argentina, los
semáforos pueden funcionar, tal vez, como padre real, porque uno sabe que,
aunque el semáforo esté en verde, más le vale mirar a los costados. Entonces,
como el padre real es un punto de sinsentido, digamos, donde ya no sabemos más
nada del padre simbólico ni del padre imaginario, podría ser que los semáforos en
la Argentina tengan una función de padre real... pero no porque nos prohiban el
goce de pasar a toda velocidad en las esquinas. Esas prohibiciones no son
castratorias ni nada por el estilo, y, en términos generales, digamos, no debería
confundirse la castración con la abstinencia.
Bueno, éste es otro tema que tal vez abordaremos en algún momento, que es la
cuestión de la forclusión, su relación con la Verwerfung, y una novedad que ha
surgido en el millerismo, particularmente, pero que ha tenido seguidores —he
visto por ejemplo que Harari se ha plegado a ello—, que es la teoría de
la forclusión generalizada, y que consiste definitivamente en esto: cualquier "no
hay" que ustedes pesquen es una forclusión. "No hay significante del Nombre-
del-Padre", es una forclusión —bueno, ésta es la definición que da Lacan de la
forclusión propia de la psicosis, al menos en el texto de 1958—, pero ¿"no hay
significante de La mujer" es una forclusión? ¡Ah! No estoy tan seguro de que sea
lo mismo, vamos a ver. Me gustaría, si tienen interés en acompañarme en esta
interrogación, que revisemos el concepto de forclusión, para ver si este concepto
es valedero cuando se trata del significante de La mujer, que es un significante
que no se espera que esté, del cual no se espera que ejerza ningún efecto de
capitonado, como sí se espera del significante del Nombre-del-Padre. Pero la
cosa prolifera: "no hay significante del sujeto", entonces forclusión, "no hay
relación sexual", entonces forclusión, "no hay Otro del Otro", ¡más for-clusiones
todavía! ¡estamos llenos de forclusiones!
Convendría re-interrogar entonces qué entendemos por forclusión, para ver qué
cabida se le puede dar a esta novedad post-lacaniana de una forclusión
generalizada.
Bien, antes de que se me vaya el tiempo, les quiero decir que — ya se los dije,
pero se los vuelvo a decir — al fin y al cabo, bueno, yo no me creo Lacan, pero
algo de lo que ocurre cuando uno habla en público, le ocurre a todo el mundo —
Lacan decía: "nunca se entiende lo que yo digo", lo dice varias veces, casi cada
vez que habla dice "nunca se entiende nada de lo que yo digo, entonces por eso
yo lo repito muchas veces, porque aunque no se entienda, si lo machaco, lo
machaco y lo machaco, eso termina por circular" — entonces, yo digo ahora que
voy a repetir ¿qué? — que espero vuestra palabra, vuestra interlocución, que me
interrumpan todo lo que quieran , somos muchos para hacer un diálogo tipo
taller, pero veremos cómo podemos arrimar lo más posible a una interrogación, a
un diálogo entre nosotros.
Antes de que se me acabe el tiempo, entonces, quería decirles que, tanto como
para... — algunas personas cercanas a mí me han hecho saber que mi texto de
invitación a este espacio, mi propuesta, publicada en el Correo de la Escuela, era
muy difícil de seguir. Tal vez se deba, al menos en parte, a que es un texto que
escribí, no lo hablé, y cuando yo escribo espero que el lector ponga algo de lo
suyo, o sea que me sale un estilo un poco retorcido —en fin, en realidad, para mí
lograr la sencillez es un esfuerzo, cuando escribo—, pero además ayudó el hecho
de que quien transcribió esa comunicación en el Correo..., digamos que se salteó
unos cuantos signos de puntuación. Entonces... ¡me sorprende que hayan venido!
[risas]. Pero, de todas maneras, me parece que algo se puede pescar, en esa
propuesta —ahora voy a retomar algunos de sus términos, si tengo tiempo—, en
cuanto a que esta propuesta no es la de recalentar el guiso de "lo ya sabido" de la
psicosis, y que apunta a una propuesta, que yo no diría que es nueva, porque me
parece que es la propuesta que hace Lacan, en todo caso, digamos que apunta a
una perspectiva de lectura de algunas afirmaciones de Lacan un poquito diferente
de lo que puede ser el discurso corriente. O sea, que algo parece que se ha
transmitido, y eso es lo que me alienta, el que hayan venido. De todas maneras, y
para que no confíen solamente en mi palabra, quería señalarles algunas cosas de
Lacan, que eventualmente nos daremos el tiempo, en las sucesivas reuniones, de
ir desplegando.
Este texto, con el que Lacan se dirige a los psiquiatras, es en l967, como ya les
dije, y en realidad es interesante el contexto, porque, si bien se dirige a los
psiquiatras, él no deja de observar que la mayoría de su audiencia son gente que
está en análisis, o espera del análisis alguna cosa especial en relación a su
posición de psiquiatras, y Lacan, entonces, incluso expresa cierto lamento, dice:
ustedes, que están haciendo el internado, en lugar de aprovechar su experiencia
de psiquiatras, de su contacto con el loco, con el psicótico —en este texto él dice
"el loco, o el psicótico, si ustedes quieren", al revés de cierta moda actual, que se
inclina más bien a distinguir la locura de la psicosis—, ustedes desperdician su
experiencia de psiquiatras porque se consideran analistas en formación, y se
consideran analistas en formación a partir de un gran malentendido, que es el de
creer que el psicoanálisis ayuda a comprender a los enfermos. En verdad, el
psicoanálisis, y con esto retomo algo que dije anteriormente, debería ayudar a
soportar la no comprensión, porque la comprensión es nuestro horizonte de
significación fálica, desde el cual jamás podremos abordar y dar acceso a la
palabra del psicótico... Y Lacan expresa su esperanza de que algún
"psicoanalizado", dice, no un psicoanalista, algún "psicoanalizado", se anime a
escuchar al psicótico, a, como lo decía en el escrito «De una cuestión
preliminar...», a ese esfuerzo de "sumisión completa a las posiciones subjetivas
del enfermo", lo cual implica no ejercer sobre él el poder, ni el llamado al orden
fálico...
Bien, les decía que en este texto, en esta conferencia, Lacan dice una cosa que en
realidad no es ninguna novedad, era para no citarles un texto más antiguo. No es
ninguna novedad, en Lacan. Ya estaba muy claramente expresado en su
discusión con Henri Ey, en el texto del ’46, «Acerca de la causalidad psíquica».
Lo que dice, muy sencillamente, es lo siguiente: "en su encuentro con el loco,
aquél que se postula en su presencia, en esa posición que es la del psiquiatra,
está, lo quiera o no, concernido, está irreductiblemente concernido", es decir, que
la locura es algo que a él le atañe.
En este sentido, Lacan estaría en contra del "muro" que separa, que segrega —va
a hablar también de los efectos de segregación promovidos por la dominancia
cada vez mayor del discurso de la ciencia, en este texto—, que inevitablemente
segrega al loco. Lo que agrega Lacan es que, de ese concernimiento, de esa
relación de concernimiento, el psiquiatra se protege de ese concernimiento.
¿Cómo se protege? Bueno, hay muchas maneras de protegerse, una es aislar al
enfermo, otra es el chaleco, podríamos decir, el chaleco químico, también, pero
donde él, Lacan, habla, se ve que en esa época — estamos en el ’67, es decir, a
cinco minutos del famoso mayo del ’68, del grito libertario de los estudiantes
parisinos en mayo del ’68, por lo que hablar del chaleco, en ese momento,
hubiera sido una falta de respeto, una provocación, así que Lacan no habla de eso
— entonces, para no hablar de eso, dice que el psiquiatra interpone, para
protegerse de ese concernimiento, entre él y el loco, un cierto número de
"barreras protectoras". Por ejemplo, dice, "una pequeña idea", "un órgano-
dinamismo" —y hoy podríamos decir: una pequeña idea: que hay que acotar el
goce, por ejemplo, o cualquier otra, como una definición privativa de la psicosis
— una pequeña idea, dice, "que los separe de esta especie de ser que está
enfrente de ustedes, que es el loco, que los separe a ustedes de él, destacándolo,
¿no es cierto?, como una especie entre otras de extraño coleóptero, del que se
trata de dar cuenta así en su dato natural".
El problema, dice Lacan también, en este texto del que les estoy evocando unas
pocas frases, es que la experiencia analítica, la experiencia del psicoanálisis es
una experiencia precaria. Precaria, ¿por qué? — porque, no obstante haber
pasado por esa experiencia, siempre se puede recaer rápidamente en lo que es la
posición del psiquiatra. Y justamente, al recaer en la posición del psiquiatra,
volvemos a instaurar estas barreras. Lacan menciona otra de estas barreras,
entonces, y dice: "los consideramos mucho más como objetos de estudio que
como punto de interrogación al nivel de lo que remite a cierta relación del sujeto,
a lo que sitúa al sujeto por relación a ese algo que calificamos de objeto extraño,
parasitario, que es la voz, esencialmente. En tanto voz, ella no tiene sentido aquí
más que por ser soporte del significante".
A ver, no digo esto para decirles simplemente "miren, leamos bien a Lacan",
porque en definitiva... Está bien, conviene leer bien, ¿no es cierto?, leer bien es
sin duda mejor que leer mal... Pero más que leer bien, conviene que la lectura
tenga efectos. Como dice también Lacan en esta conferencia del ’67, no alcanza
con usar el vocabulario lacaniano, el asunto es que ese vocabulario lacaniano
tenga efectos diferentes a los que se obtienen de lo que se dice en otro
vocabulario. De nada vale, si usamos vocabulario lacaniano para decir las
mismas cosas que se decían antes de Lacan. Y en una proposición como esta de
la presunta típica madre del esquizofrénico, que considera al hijo así y asado,
¿qué estamos diciendo? — ¡que habría que analizar a los padres! Ahora,
reflexionen sobre los casos clínicos que suelen circular en nuestro medio, y van a
ver que esto no es solamente un problema de la psicosis, sino que muchas
presentaciones clínicas, de neurosis, también consisten en analizar a los padres...
Bueno, cierro el paréntesis...
La otra frase que les quería leer es un poco más extensa, pero creo que vale la
pena. Es del mismo Seminario, de la clase del l3 de Junio de 1962, y dice así —
yo, cuando leo frases como esta que voy a leerles — y ya que hoy, al comenzar
esta reunión, me despaché con algunos agradecimientos, quiero agradecer
también a los miembros de un grupo de estudio que coordino, precisamente sobre
este Seminario de Lacan, La identificación, algunos estan acá, cuya interlocución
inteligente me ha hecho mirar con lupa este Seminario, y me ha hecho como leer
de nuevo, de nuevo y como nuevas, muchas cosas que había leído antes —
cuando leo frases como las que les voy a leer ahora, me doy cuenta de que, no
solamente que no se entiende nada de lo que Lacan ha dicho, sino que en general
no se lo lee, o que se lo lee como Lacan decía que se lo lee a Freud, "de la
manera sorda", se lo lee pasando por encima de todo lo que podría trabar nuestra
concepción primera, nuestro prejuicio, acerca de lo que se supone que iba a decir.
Fíjense este párrafo, un poco más que una frase:
Suspendo un momento la cita. ¿Se dan cuenta de los términos que están puestos
en juego en este fragmento? — objeto a, fantasma, carencia del Otro, significante
de A barrado: S(% ), sujeto de discurso, trazo unario, deseo... El párrafo continúa
así:
¿Escucharon alguna vez, estas palabras? Me responden ustedes que no... — sin
embargo, estoy seguro de que, al menos la mayoría de ustedes, habrán leído el
Seminario de La identificación, algunos quizá varias veces... como me ocurrió a
mí hasta que finalmente pude leer estas palabras, la segunda vez refregándome
los ojos... Continúa Lacan:
Resumiendo:
3) la psicosis no radica en una falla relativa a una estructura no fallada —ésta es
la perspectiva de la psicosis como déficit—, no está tampoco fuera de
estructura — si la psicosis estuviera fuera de estructura no tendríamos nada que
decir sobre ella, en la medida que la concebiríamos sin relación con el lenguaje.
4) como acabamos de leer, y está dicho por Lacan con todas las letras, la psicosis
es una cara de una estructura, aquí calificada de normal, que es una.
Bien, yo no digo que este párrafo un poco extenso que acabamos de leer, del
Seminario sobre La identificación, sea transparente. De ninguna manera lo
pretendo — es posible que tengamos que dedicar algún tiempo, si a ustedes les
parece, a tratar de entender, de desplegar, de justificar estas afirmaciones de
Lacan. Es posible. Lo que yo me proponía hoy, al traerles esta cita, es "acotar",
¿por qué no?, ponerle una barrera, unos mojones de señalización, a cierto
discurso corriente según el cual el psicótico estaría fuera de estructura... porque
no tiene estructura —se le soltaron todas las consistencias del nudo—... o tiene
una estructura tal que tiene una falla que consistiría en no tener falla —como el
Nombre-del-Padre sería quien descompleta al Otro, al estar forcluido este nombre
el Otro sería completo—, y entonces ya no importa la carencia del Otro, el deseo
del Otro, el problema es el goce del Otro, que no tiene cómo ser acotado, y para
colmo no hay transferencia, por lo que... ¡hay que remendar!
Sí, efectivamente, eso también discute cierto efecto —gracias por recordármelo,
es como si supieras lo que tenía pensado decir— cierto efecto de un planteo
incorrecto, insuficiente, de la relación Freud-Lacan, según la cual Freud habría
sido un lacaniano avant la lettre, con lo cual se termina leyendo a Lacan con la
anteojera freudiana... ¡Pero Lacan ocurrió! Lacan ocurrió, y eso tiene un peso
decisivo, quiero decir: aunque rechacemos a Lacan, esto tendrá efectos sobre
nuestra lectura de Freud... No es el mismo post-freudismo el de Hartmann que el
de Laplanche. Incluso rechazando a Lacan, el post-freudismo no queda en el
mismo lugar, se constituye como tal por ese rechazo mismo... Pero si no
rechazamos a Lacan, entonces hay que hacerse cargo de que Freud no es
lacaniano... porque como suele decir un amigo mío al que siempre cito, Juan
Carlos Piegari, que es posible que venga algún día a este espacio a decirnos lo
suyo, y con quien tengo un diálogo de hace muchos años: "uno empieza
confundiendo a Lacan con Freud, y termina confundiendo a Freud con la
psicología".
Por otro lado, el compromiso de estos residentes del Hospital Esteves es mayor,
no sólo porque me han acompañado en el tiempo posterior a estos encuentros en
su Hospital, el año pasado, con preguntas y estímulo para abordar algo, sino
porque, además, han comprometido un trabajo —que, de todas maneras, si bien
ellos son como mi rueda de auxilio, hago extensivo a aquellos de ustedes que lo
quieran—, que es el de aportar aquí, a partir de la próxima vez, y en adelante,
todas las reuniones, un fragmento de la clínica de la psicosis. No para
ejemplificar lo que yo pueda desarrollar en la primera parte de la reunión —en
principio, no habrá ninguna relación deliberada entre el caso presentado y el
punto que yo aborde en esa primera parte—, sino para relanzar la pregunta. Así
que, con esto termino, hoy fue una excepción, porque era la primera vez, a partir
de la próxima reunión empiezo a la diez de la mañana en punto, con los que
estén. ¿Hasta qué hora? Hasta las once y media, porque soy un poco inquieto y
no me aguanto dos horas. Supongo que dos horas, sentados ahí, ustedes tampoco.
Ya una hora y media es una barbaridad, ahí apretados, sobre todo los que son
altos como yo, que no pueden estirar las piernas... Pero menos de una hora y
media no nos alcanzaría. A partir de las preguntas que puedan llegarme, voy a
inciar la reunión con una breve exposición; luego daremos lugar a este fragmento
de la clínica de la psicosis, y luego nos daremos un tiempo para intercambiar
entre nosotros, no necesariamente para que yo responda preguntas, para
intercambiar, emitir opiniones, que cada uno vuelque la experiencia que tenga.
En la psicosis no es cierto que el que tiene mucha experiencia puede decir cosas
más pertinentes que el principiante. El de la psicosis es todavía un campo muy
ofrecido a la invención... y a las ganas de inventar, aunque no quiero decir con
esto que carezca de coordenadas doctrinales. Así que ese sería el esquema
general de nuestras reuniones, y bueno, ahora les pediría que tomen ustedes la
palabra, para hacerme una idea de por dónde podría continuar yo la vez que
viene.
Está bien. No te voy a responder, hoy. Justamente, quiero que hablen para ir
viendo por dónde seguir. Tu duda, entonces, sería la de en qué sentido la locura
nos concierne.
Bien, entonces, de qué manera entender esto, que hay una estructura, a partir de
dónde establecer una clínica diferencial relativa a una estructura que es una, y
repasar estos tres mecanismos que circulan en el discurso corriente... — Yo
repito porque en general no se graba lo que se dice desde ahí, y no tengo ganas de
andar pasando el micrófono, porque eso le daría demasiada formalidad a lo
dicho, y prefiero que hablemos tranquilos, en borrador, sin pensar que hablamos
para el registro, aunque a mí me interesa conservar algún registro de lo que
intercambiemos, para hacer pie ahí en las próximas reuniones. No es porque
piense que lo que dijiste no se entendió...
PARTICIPANTE: [no es escucha en la grabación]
En fin, ya que lo mencioné, quiero decirles que hay una concepción lacaniana de
la psicosis, a partir de su escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis», que dice que la psicosis es lo que resulta de la forclusión
del Nombre-del-Padre, no de cualquier forclusión, y que ésta es una tesis que
tiene validez hasta 1975, y que en 1975, en el Seminario sobre El sínthoma, hay
elementos como para cuestionarla. Pero, hasta que la cuestionemos, vamos a
tratar de sacarle, en este ámbito, todo el jugo posible.
Sí, está prevista. Pero está bien que me lo recuerdes, porque los que ya me
conocen saben que nunca hay que creer mucho en mis proyectos, porque yo me
hago proyectos, pero para cambiarlos. Ahora, si vos insistís con tu pregunta, a la
larga hablaré de eso.
Bueno, siendo las doce del mediodía, vuelvo a agradecerles su presencia. Les
recuerdo que la vez que viene, que será el 6 de Junio —la tercera reunión será el
20 de Junio, que no es feriado—, voy a comenzar a las diez de la mañana en
punto, porque yo llego en punto. Hasta la próxima.
NOTAS
(2) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Psicoanálisis y Psicosis: una cuestión ética». Intervención en la mesa-
debate sobre Variantes de la cura-tipo, inaugural del Coloquio de Verano del mismo nombre, convocado por
la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 7, 8 y 9 de Enero de 1998. Se encontrará su texto en la
Biblioteca de la E.F.B.A.
(3) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «¿Lacanoamericanos?». Texto redactado como introducción a la Mesa
Redonda sobre el tema, que tuvo lugar en la Escuela Freudiana de Buenos Aires el jueves 15 de Enero de
1987, organizada para su publicación en las Notas de la Escuela Freudiana, nº 6, que no llegó a aparecer.
Finalmente, fue publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 14, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires,
1990.
(4) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La articulación Freud-Lacan en la perspectiva del retorno a Freud de
Lacan». Exposición —revisada— en la primera de las Reuniones internas de miembros de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires alrededor del tema: «Freud, Lacan ¿cómo se articulan?», el miércoles 30 de
Septiembre de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(7) Tengo en curso de elaboración una Versión Crítica Actualizada de este Seminario, que iré pasando a la
Biblioteca de la E.F.B.A. a medida que concluya cada sesión del mismo.
(8) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en la
Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas.
(9) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Para volver a la pregunta sobre si Joyce estaba loco», intervención en
el ciclo «Lectura del Seminario Le Sinthome. Fábrica del texto», Escuela Freudiana de Buenos Aires, Cartel
Abierto del 26 de Noviembre de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(10) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho"».
Texto presentado en las Primeras Jornadas de Carteles de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 24-
26 de Noviembre de 1988, finalmente publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, E.F.B.A., octubre de
1992. Véase también: Hugo GORDO, Juan Carlos PIEGARI y Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Padre y
el Sínthoma, Seminario en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1988, algunas de cuyas clases fueron
publicadas en fichas.
(11) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Estabilización y suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis.
Hacia una clínica de la suplencia generalizada. Intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica
psicoanalítica - Problemáticas», Curso Anual Año 1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de
Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, los días 17 y 18 de Mayo de 1996. Se encontrará su texto
en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(13) Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras, el 10 de Noviembre de 1967». Traducción —para
circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.
(14) Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación. Clase del 13 de Junio de 1962. La traducción y los
subrayados son míos.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
EL MURO
Hoy vamos a poner en marcha el dispositivo que habíamos convenido para estas
reuniones, me refiero a su división en tres partes. Vamos a ver cómo sale.
Supongo que, de todos modos, eso mejorará con la experiencia.
Les estaba diciendo que la posición del psiquiatra, por estructura, se define por
un no querer saber nada de la locura por la cual él también, el psiquiatra, está
radicalmente concernido. De este concernimiento, se defiende por un mecanismo
segregativo que todos conocemos: expulsando eso éxtimo, como dice Lacan, esa
exterioridad íntima de la que no se quiere saber, sobre alguna figura del otro, más
bien de lo Otro, que se vuelve así Otro, alter, no alter en el sentido
de semejante, no alter en el sentido de aquél a quien me identifico, no alter en el
sentido de otro-yo, sino alter en el sentido de otro-que-yo, en el sentido de otro-
Otro, merced a cuya exclusión, precisamente, puedo identificarme con los que,
así, quedan "del lado de acá". Es el mecanismo de los campos de concentración,
del ghetto, del racismo en todas sus formas...
a $
—— ——
Bien. Una de mis preocupaciones de la vez pasada, que no sé si logré transmitir,
era la de que... Bueno, evidentemente, nos vamos a ocupar, de una manera o de
otra, de derribar este "muro", porque es la única posibilidad que tenemos de
construir un acceso posible que nos permita acoger la palabra del loco en su valor
de testimonio. Es la única posibilidad de que haya en ese encuentro con el loco
un lugar para el analista. Pero les decía también la vez pasada, creo que se los
dije, que aunque no estemos interesados en la psicosis propiamente dicha —creo
que se los dije bajo la forma de que abordar la psicosis no es abordar un capítulo
especial del psicoanálisis—, abordar la psicosis, ¿para qué puede servirnos?,
quiero decir, en la medida en que podamos derribar este "muro" que nos separa
del loco, lo cual implica... lo cual implica que la posición del analista es
correlativa de una posición según la cual no hay no loco.(3) Este es el
concernimiento, el aceptarse concernidos por la locura. Pero les decía que en la
medida en que podamos mantener esta posición, y aunque nuestro interés
inmediato no fuera el de la psicosis, interrogar la psicosis podría tener para
nosotros el valor heurístico de llevarnos a revisar las nociones de la teoría cuyos
impases, sea en la teoría, sea en nuestra manera de entender la teoría —creo que
hay mucho de esto último—, favorece que, con vocabulario psicoanalítico, y
hasta lacaniano, sostengamos finalmente este muro bajo la forma de plantear la
psicosis como una clínica del defecto.
¿Se entiende el planteo? Es decir, que aunque nuestro interés inmediato no esté
puesto en la cuestión de la psicosis, abordar la psicosis, para interrogarla y para
dejarse interrogar por ella, tiene consecuencias directas para la clínica, cualquiera
sea, aun para la clínica de la neurosis.
Poco a poco, voy como... ¿cómo lo puedo decir? A partir del intercambio que
hemos tenido, las preguntas que me han hecho llegar después de la última
reunión, los comentarios, se me va perfilando, poco a poco, el estilo que me
gustaría darle a este espacio, a este seminario, o lo que sea... Me doy cuenta de
que, en un primer momento, no es muy conveniente una mayor acumulación de
saber, porque correríamos el riesgo de engrosar las paredes del "muro". Entonces,
me gustaría que en este primer movimiento —para eso nos va a servir
especialmente la segunda parte de las reuniones, la singularidad del caso, que
siempre nos pone como un tope al saber generalizable— me gustaría que en estos
primeros movimientos de la partida que hemos decidido emprender juntos,
tratemos de revisar los prejuicios que nos habitan, que nos llevan a pasar por
encima de frases como las del Seminario de La identificación, que les leí la vez
pasada — porque supongo que una buena parte de ustedes habrá leído el
Seminario de La identificación, como supongo que una buena parte de ustedes
habrá leído el escrito sobre «La significación del falo»...
Las psicosis, lo analizable de las psicosis, sus síntomas en el sentido analítico del
término, no están por fuera de la función estructurante del nudo constituido por el
complejo de castración inconsciente.(6) ¿A ustedes les parece que esta frase
puede darse vuelta de tantas maneras como para que en alguna parezca decir algo
distinto que lo que dice?
EL TOPICO DE LA PSICOSIS
Segundo punto. Un obstáculo que se nos presenta, más allá de la experiencia que
podamos tener con pacientes psicóticos, es la función en el discurso, no sé si
analítico, no, digamos: de los psicoanalistas, del psicótico como tópico. Se va a
entender mejor si lo digo de otra manera.
Lo que trato de decir es que este empleo del psicótico como tópico nos traba la
reflexión respecto de la práctica diaria, la reflexión sobre lo que efectivamente
hacemos, no sobre lo que creemos hacer, o sobre lo que creemos que deberíamos
hacer cuando no lo hacemos, sino la reflexión sobre lo que efectivamente
hacemos en ese encuentro diario. Nos encontramos con un paciente que nos dice
"Me siento observado, mirado, creo que me dicen puto, no estoy muy seguro", y
ahí, en lugar de detenernos en ese "no estoy muy seguro", aplicamos el "clisé" del
tópico y declaramos: "es la certeza psicótica", puesto que, según parece, el
psicótico no duda. El psicótico no podría ser cartesiano. Y además, como no
duda, no duda nunca... hace siempre uno consigo mismo... a lo mejor es por eso
que no se lo dice sujeto.
"CLINICA" Y "TEORIA"
Les quiero decir a ustedes lo que respondí a estas personas, porque pienso que
esta preocupación no es exclusiva de estas personas, es una preocupación
bastante compartida. Se los voy a decir así. Hace muchos años había un
psicoanalista, un didacta de la APA, creo que Liberman, que escribió un libro
bastante lamentable no obstante algunos hallazgos que evidenciaban una buena
dosis de experiencia, pero lamentable por su intento de articular el psicoanálisis
con la teoría de la comunicación, como si este autor no se hubiera dado cuenta
que los fundamentos respectivos son absolutamente incompatibles. Pero no
quería hablarles de esto. Lo que quería contarles era una observación bastante
interesante de este autor. Decía así: si alguien que no formara parte de la escena
transferencial escuchara por medio de algún dispositivo las palabras y los
silencios que se intercambian entre analista y paciente, no entendería
absolutamente nada de lo que allí ocurre, diría "esto es un diálogo de locos". Es
decir, al no formar parte de la escena transferencial, se carece del acceso
necesario para poder entender qué es lo que se dice, o lo que se calla.
Ahora bien, les digo lo siguiente. La teoría psicoanalítica, los textos de Freud y
de Lacan, incluso los más abstactos, los que parecen más abstractos, no tienen
pies ni cabeza si no hablan de lo que hacemos cada día en nuestros consultorios,
son una pérdida de tiempo. Si se trata de leer, hay novelistas, ensayistas, mucho
más interesantes. Como cosmovisión, el psicoanálisis es muy pequeño, muy
chiquito, incluso delirante. Fuera de la experiencia, el aporte de saber de la teoría
psicoanalítica no sé si tiene más valor que cualquier delirio, salvo en su
capacidad de hacer lazo social entre, entonces, esos delirantes que serían los
psicoanalistas y sus pacientes, no sé si tiene más valor que cualquier doctrina de
secta, digamos.
Entonces, me parece que la manera correcta no es ir a ver... a ver qué dice Freud
de la represión primaria, que es una fijación del Vorstellungsrepräsentanz de la
pulsión, y luego ver cómo articular eso con lo que escuchamos y decimos en la
práctica con el paciente. Sino, al revés, se trata de ir a leer el texto con la
suposición de que el texto está hablando, a su manera, de la experiencia diaria,
porque fue así que fue escrito. Que no es que hay que entender lo que escribió
Freud o dijo Lacan para ver después cómo lo aplico, cómo lo aplico en la
práctica, sino que, en verdad, si no lo pienso desde la práctica, por más abstracto
que parezca, en verdad no he entendido nada. Los planteos aparentemente más
abstractos obedecen a modos de reflexionar sobre un problema diario. ¿Se
entiende la idea?
Bien. Aunque trato de evitarlo, siempre termino yéndome por las ramas... a lo
mejor porque en este seminario estoy de una manera más deliberada en posición
analizante.
LA TRI-PARTICION NEUROSIS-PSICOSIS-PERVERSION
Hoy quería abordar, a partir de las preguntas que he recibido, una de estas
"pequeñas ideas" que erigimos los psicoanalistas como "barreras protectoras".
Lamentablemente, me detuve demasiado en lo anterior, y no vamos a terminar
hoy con eso... No importa, tenemos tiempo. Tenemos tiempo porque lo
importante, al menos para mí... Ya se los dije, no les quiero desarrollar ninguna
doctrina. Simplemente, me ofrezco —me ofezco y además demando, por eso les
agradezco que hayan venido nuevamente— me ofrezco a sostener este espacio
para que podamos mantener la interrogación en un campo donde, por no saber
nada, lo cubrimos con elucubraciones de saber. Entonces, una de las "pequeñas
ideas" que los psicoanalistas levantamos como muro, y que nos dejan en una
posición psiquiátrica, no importa la jerga que empleemos, es la cuestión del
mecanismo, los mecanismos de defensa. Sobre todo en la medida en que son
entendidos con una perspectiva mecanicista.
La vez pasada yo les leí una frase un poco larga de Lacan, que tenía el valor,
simplemente, de una especie de bomba para derribar el muro — no la desarrollé,
pero no se las había traído para eso, al menos no todavía, sino simplemente para
la función erística que le dí: por lo menos sabíamos que, a partir de esta frase,
que esta frase era de Lacan, que no es de... Bien, yo les dije la vez pasada:
"identifiquémonos al psicótico", hoy les estoy diciendo "seamos un poquito
psicóticos" en este espacio, salgamos del discurso corriente, permitámonos,
aunque sea por esta hora y media, ser psicóticos, poner en suspenso la
significación corriente... Pero les decía, no es que me "broté", sino que es una
frase de Lacan. En todo caso, luego se verá si Lacan tiene razón, lo discutiremos,
pero ese dicho no viene de la estratósfera. Y lo que pudimos leer en esa frase era
que Lacan, si bien retomaba la famosa y clásica tri-partición entre neurosis,
psicosis y perversión, en esa frase planteaba él estas tres "estructuras", como se
dice, como "caras" de una estructura normal... que es una, y que cuenta, entre
sus componentes estructurales, todas estas cosas que suelen aparecer en el
discurso corriente en defecto cuando se habla de la psicosis: el rasgo unario, el
significante de una falta en el Otro, el fantasma, el deseo, el sujeto, la
transferencia...
Hoy les quiero leer otra frasecita, una paráfrasis, en verdad, del Seminario 12,
sobre los Problemas cruciales para el psicoanálisis. Poco a poco voy acotando el
margen, alrededor del tema donde creo que voy a tratar de centrarme, que es el
escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». Es
decir, estoy poniendo en suspenso algunas cosas, que he trabajado en otro
momento, que me sirven a mí de marco. Por ejemplo, la necesidad de revisar la
noción de forclusión, la necesidad de revisar la psicosis como resultado de una
forclusión del Nombre-del-Padre (8)... Las dejo un poco en el margen, para tratar
de abordar, incluso con la noción de forclusión del Nombre-del-Padre, que aun
así podemos construir una clínica que no sea una clínica del defecto.
Ahora bien, en relación a esta posición del síntoma como portador de una
indicación de que ahí es cuestión de saber, Lacan vuelve sobre los tres tipos
clínicos consagrados por el uso. Yo me preocupo por señalar estos párrafos
porque muchas veces, cuando yo me pongo a cuestionar los "mecanismos",
siempre me sale al paso la réplica: "¿Pero entonces vos creés que la neurosis es lo
mismo que la psicosis?". No, no es eso lo que estoy diciendo. No es que estoy en
contra de la "clínica diferencial", como se dice. Lo que me parece es que esas
diferencias no pasan por los lugares por donde se dice.
No importa, ahora, qué quiere decir exactamente esta frase —para acercarnos a
eso deberíamos restituirla a su contexto—, lo que me interesa es su poder
evocativo: "lo que recibe el paranoico es el signo de que en alguna parte se sabe
lo que quieren decir esos signos, que él no conoce". "La psicosis", insiste Lacan,
"sabe que existe el significado, pero en la medida en que no está segura de él en
nada"...
En cuanto a la perversión, "su estatuto está estrechamente ligado a algo allí que
se sabe, pero no se puede hacer saber. El deseo se situaría para el perverso en la
dimensión de un secreto poseído".
Insisto. No importa ahora establecer qué quieren decir exactamente estas frases.
Lo que me interesa ahora es poner de relieve lo siguiente. Al definir al síntoma,
al darle su estatuto al síntoma, como definiendo el campo de lo analizable, en
tanto portador de la indicación de que ahí es cuestión de saber... la tri-partición
de marras, la clínica diferencial, que parece desvelar a los practicantes más que la
cuestión de poner de relieve su lugar en el discurso que les es dirigido, Lacan la
establece en función de las distintas posiciones del sujeto en relación al saber,
dicho de otro modo, por una repartitoria según la cual:
represión — neurosis
renegación — perversión
rechazo — psicosis.
Les voy a decir algo que... no sé si es cierto... en todo caso tómenlo como un
testimonio de mi parte, como mi manera, a partir de unos pocos elementos, de
explicarme cómo entró en nuestro medio, y de una manera tal que ya forma parte
del saber adquirido —en el sentido de que lo que funciona como saber adquirido
ya no es más cuestionado, sino que funciona como piso para formular otras
cuestiones—, esta idea de que habría una relación bi-unívoca entre tres
"mecanismos" y tres "estructuras clínicas". Traje conmigo hoy, porque ya me
había servido de él en otra ocasión,(14) el testimonio de un psicoanalista porteño,
David Kreszes, quien escribió un artículo sobre la Verwerfung con unas tesis y
una argumentación de las que no podría decir que yo comparto en todos sus
términos,(15) pero que contiene no obstante un par de afirmaciones que sí
comparto, que me parece interesante transmitirles, porque tienen, digamos, un
valor histórico. Nada más comenzar su texto, David Kreszes escribe lo siguiente:
Es conocida la afirmación que atribuye a Lacan el
haber delimitado con precisión una teoría y una
clínica de las estructuras subjetivas. Esta
conceptualización de Lacan habría surgido de la
lectura atenta de los textos freudianos y del encuentro
en ellos de tres estructuras abarcativas de la clínica
freudiana: neurosis, psicosis y perversión.
Es decir, en este artículo, David Kreszes describe una situación de hecho, que,
efectivamente, hace veinticinco, treinta años, era efectivamente así, tal cual la
describe. En el auge del kleinismo, un poco antes de la introducción fuerte del
lacanismo en la Argentina, todo era todo y cualquier cosa: debajo de una histeria
había una neurosis obsesiva, debajo una fobia, debajo una paranoia, y debajo de
la paranoia algo peor, porque estaban los núcleos simbióticos, glishcocáricos,
aglutinados, en fin, cosas que no sé si todavía se siguen estudiando en la Facultad
de Psicología. Pero donde todo era todo y cualquier cosa.
Bueno, yo lo que puedo decir como testimonio — no sé si es cierto esto que digo,
es mi manera de explicarlo, porque si no, no entiendo como entró esta tri-
partición fundada en una relación bi-unívoca entre "mecanismo" y "estructura".
Ustedes saben que el psicoanálisis lacaniano entró en la Argentina por la vía de
Oscar Masotta, de quien fui alumno —por eso digo que, aunque no sé si las cosas
ocurrieron como las voy a decir, al menos fueron para mí tal como puedo
testimoniar de ello—, y Masotta, recuerdo, para poner una especie de "parate" a
esto que David Kreszes califica de "continuum", y al final de exponer sus
comentarios referidos a una serie de artículos de Freud dedicados al complejo de
Edipo, en su programa —del que por cierto no fui el único en valerme, con mis
primeros alumnos, salvo que yo solía decir que ese era "el programa de Masotta",
cosa que no todos confesaban—, al final de esa serie de textos sobre el complejo
de Edipo, él intercalaba una suerte de paréntesis destinado a definir lo que él
denominaba modos de defensa constitutivos.
En Freud, la represión está en todas las estructuras clínicas. ¿Se entiende, esto?
Digamos, ¿les suena? Sin embargo, la pendiente natural parece ser la de la
ecuación represión = neurosis. Y cuando se lee un caso de psicosis, en Freud, se
lee la palabra "represión"... pero allí parece operar entonces algo análogo a
la Verwerfung, quiero decir: se procede como si esa palabra no hubiese sido leída
jamás. Pero si uno no lee a Freud de la manera que Lacan llama "sorda",(17) no
puede menos que comprobarse que la represión está en las tres, así llamadas,
"estructuras clínicas". Más aún, el primer tiempo de la represión, el que antecede
al segundo de la represión propiamente dicha y al tercero del retorno de lo
reprimido, el tiempo que Freud llama de fijación, luego denominado represión
primaria, aparece por primera vez en el transcurso del Caso Schreber.(18)
Verdrängung — represión
Verleugnung — renegación o desmentida
Verwerfung — rechazo, repudio o desestimación —
¿forclusión?
Bueno, como quiero dejar tiempo para el caso que hoy nos va a presentar Patricia
Paoli, les dejo algo así como una idea sumaria, pendiente de que lo retome la vez
que viene, sin irme tanto por las ramas.
LA CLINICA EN SU SINGULARIDAD
Vamos a pasar ahora a lo que convinimos como segunda parte de cada reunión,
la exposición de un caso clínico de psicosis o que, al menos, plantée una duda
diagnóstica en relación a la psicosis. Luego charlaremos entre todos. Hoy me
extendí más de lo que hubiera querido, pero es porque creo que perdí un poco el
tiempo al comienzo. También yo voy a tratar de ajustar más mi intervención a
esta división en tres secciones, dado que en anteriores seminarios solía dividir las
reuniones en dos. Los dejo ahora con Patricia Paoli, pero antes, les repito: la
función nuestra no es, con este caso, con este relato que ella nos va a hacer, ni
ejemplificar lo que ya he dicho, ni lo que voy a decir; tampoco se trata de una
supervisión pública, ni lo que se suele denominar "ateneo clínico". Se trata
simplemente, pero nada menos, de que el caso nos devuelva a la singularidad de
la experiencia, de cada experiencia, a partir de lo cualpodamos retomar, con la
mayor frescura posible, las preguntas que nos plantea la clínica a cada uno. No
este caso, necesariamente, ni en primer lugar. Lo que espero de este caso, y de los
que se presentarán en el futuro, es su poder evocador para la clínica de cada uno,
de manera que en la tercera parte de cada reunión cada uno intervenga emitiendo
sus opiniones, explicitando sus preguntas, las propias, dando testimonio de cómo
se plantea cada uno sus cuestiones en el día a día de la experiencia. Ahora sí, el
relato de Patricia Paoli.
PATRICIA PAOLI
paciente
Fabio, 22 años.
Bueno, a pesar de todo, nos quedan unos minutos para que podamos hablar entre
todos...
En fin, siempre pasa así la primera vez [risas]. Me gustaría romper con esta
timidez, este envaramiento que suele producirse en estas ocasiones, para que
finalmente podamos dialogar. Por hoy, voy a decir algunas cositas, tanto como
para romper el hielo y para que la espontaneidad llegue a equivaler a vuestro
número. Este caso es muy interesante para ir extrayendo algunos datos, algunas
líneas, algunos rasgos de estructura. Por ejemplo, es interesante el hecho de lo
que no es forzado denominar aquí como la iniciativa del Otro. En el momento
del aparente desencadenamiento él se ve intimado por una iniciativa que le viene
de afuera. Un segundo dato que me parece interesante para destacar es que él
teme que lo tomen por loco, lo cual quiere decir que no se considera a sí mismo
loco... lo cual quiere decir que no hay manera de dialogar con él si uno lo trata de
loco, porque el diálogo se transformaría en una prueba de fuerza para ver quién
tiene razón respecto de su locura. ¿Se entiende? Un tercer rasgo interesante es la
pregunta por la filiación: "¿de quién soy hijo?", a partir de la duda del padre, que
podría tener un desarrollo bajo la forma de "¿a qué equipo pertenezco?". Hay una
relación, lo habíamos charlado previamente con Patricia, entre Los Andes y San
Juan, donde vive la abuela paterna. ¿Y qué más?
Yo, tanto como para ir adelantando algunas cosas que pienso introducir más
adelante, haría una pequeña modificación a la cita que tomás de Colette Soler.
Me parece que la posición del analista no es la de testigo, sino la de acoger el
testimonio. El que está en posición de testigo es el psicótico, él testimonia de lo
que ocurre en el Otro, de los efectos que en su cuerpo, en este caso, son el
resultado de esta iniciativa que viene del Otro. En ese sentido, me parece que...
Porque poner al analista en el lugar del testigo... El testigo, ¿de qué es testigo? —
de un acontecimiento. Me parece que precisar que el testigo es el sujeto, el
paciente, digamos, es subrayar más su condición de sujeto, sujeto de un
testimonio, y que, en todo caso, sí, la posición del analista sería, en primer lugar,
la de acoger el testimonio — para lo cual, obviamente, para acoger ese
testimonio, debe derribar la barrera interpuesta, el muro de "la pequeña idea". Y
primero que nada, lo que hemos llamado la roca de la alienación.
Vamos a ver que esta posición es freudiana... hasta por ahí nomás. Es una
posición freudiana en el sentido de que, por ejemplo, Freud termina su texto
sobre el Presidente Schreber, diciendo: "bueno, verdaderamente, esta teoría de la
libido, les aseguro que ya la había formulado antes de leer el libro Schreber,
¡pero cómo se parece la teoría de los rayos a mi teoría de la libido! ¿habrá más
verdad en la teoría de los rayos schreberiana? ¿o mucho delirio en mi teoría de la
libido?".
Una posición exactamente inversa es la que Freud plantea en el historial del Caso
Juanito. Ahí dice: "no soy yo quien inventó esto de la sexualidad infantil, yo la
escuché en los chicos". ¿Se entiende, el quiasma que se abre? Ante el testimonio
neurótico, Freud dice: "yo, ni me lo esperaba, esto de la sexualidad infantil me
sorprendió", "¿la transferencia?, yo no tenía ni la menor idea, esto me vino en la
experiencia, no hago más que relatar lo que encontré allí". Con Schreber, en
cambio, es como si se viera obligado a aclarar: "esto, yo lo pensé en otro lugar",
y entonces el loco aparece, para Freud, como una especie de garante de la verdad
de la teoría psicoanalítica. Es muy interesante, porque esto nos muestra que
Freud sitúa cierto sujeto supuesto saber del lado del psicótico, hay una
transferencia al psicótico, en Freud. Y esto se va a volver a ver en las dos
conferencias finales de Introducción al psicoanálisis, donde el argumento es que,
como los psicóticos no son susceptibles de sugestión, al mostrarnos lo mismo que
pasa en las neurosis, nos demuestran que esto que encontramos en los neuróticos
no son inventos nuestros que metemos en los pacientes bajo sugestión. El loco es
como nuestro garante, en ese sentido, garante de la verdad de la teoría, de que la
clínica que se deduce de ella no resulta de una proyección de la perversión del
analista.
Hay un problema con Freud, y dejo por hoy, que es éste: hay un punto en el que
Freud no puede acoger plenamente el testimonio psicótico, y es el lugar donde el
psicótico dice que lo que le pasa viene de una radical exterioridad. La noción de
realidad psíquica, en Freud, en la medida que divide entre realidad
psíquica y realidad material, no hace lugar a la radical exterioridad del
Otro. Por eso una fórmula como la del "discurso del Otro" para el inconsciente es
una fórmula que Lacan puede dar gracias a su ingreso al psicoanálisis de la mano
de la paranoia, y no de la mano de la histeria. Les agradezco nuevamente, nos
vemos en 15 días.
NOTAS
(1) Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras, el 10 de Noviembre de 1967». Traducción —para
circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.
(3) Jean ALLOUCH, «Perturbación en Pernepsi», artículo publicado en la revista Litoral, nº 15, «El saber de
la locura», Córdoba, Octubre de 1993.
(6) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La significación del falo», seis reuniones en el ciclo «Puntuación
de Escritos», convocado por el Cartel de Enseñanza de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1997. Se
encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(9) Jacques LACAN, Seminario 12, Problemas cruciales para el psicoanálisis, clase del 5 de Mayo de 1965.
Inédito.
(10) "La ontología es lo que ha valorizado en el lenguaje el uso de la cópula, aislándola como significante.
Detenerse en el verbo ser [...] producirlo como tal, ésa es una acentuación llena de riesgos", dice Lacan, no
sin señalar la relación entre el discurso del amo [du maître] y el discurso ontologizante del ser [du
m’être]. Cf. Jacques LACAN, Le Séminaire, livre XX, Encore, Seuil, p. 33.
(12) Rolando H. KAROTHY, Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE y David SUSEL, «De la suppositio al sujeto-
supuesto-saber», trabajo presentado en las Jornadas sobre «La Transferencia» organizadas por la Escuela
Freudiana de Buenos Aires, el 11 de Noviembre de 1982. Posteriormente publicado en Suplemento de las
Notas, Nº 3, «La Transferencia», E.F.B.A., 1984.
(17) Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación. Clase 9, del 24 de Enero 1962: "¡Cuando se lee a
Freud, se lo lee siempre de una cierta manera, que llamaré la manera sorda!". Traducción —para circulación
interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.
(18) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980. Cf. pp. 62-63.
(19) Jean HIPPOLITE, «Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud», publicado como Apéndice en
los Escritos 2.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Hay un dicho según el cual "todo es según el color del cristal con que se mira".
Hoy a la mañana, mientras me vestía para venir acá, escuché en la radio, una
radio que estaba encendida en mi casa, que un periodista comentaba de una
manera muy alegre, muy entusiasta, que la Argentina, como mercado emergente,
se mostraba como un mercado muy atractivo para los inversores extranjeros, y
que esto revelaba que, más allá de eventuales y circunstanciales dificultades en la
economía actual, esto indicaba que la Argentina estaba en un muy buen camino.
Poco después, mientras estaba en la puerta del garage, esperando a que mi mujer
sacara el auto, se me para delante un señor que pasaba por ahí, y me pregunta, en
referencia a una obra en construcción que hay en la vereda de enfrente, qué se
estaba construyendo ahí. Ante mi respuesta, "Un Ekono", es decir, otro de los
mega-supermercados que ahora proliferan, este señor, con un gesto de sarcasmo
dolorido, de despecho, con un tono de voz que me sería difícil reproducir ante
ustedes, exclama: "¡Meta vender el país!".
¿A qué viene esto, aparte del transparente objetivo de romper el hielo de los
primeros minutos, lo que siempre viene bien? Para volver a precisar uno de los
objetivos de este espacio, que es el de esclarecer, precisamente, el cristal con que
miramos la clínica... o esclarecer los cristales con los que miramos la clínica.
A través de algunos retornos que me llegan, me voy dando cuenta, cada vez más,
que hay aspectos, problemas, que dependen, no siempre y no tanto de las
dificultades peculiares del estilo de Lacan, que es un poco barroco, es cierto, e
incluso enrevesado, según algunos, sino que obedecen muchas veces a algo que,
propiamente hablando, se podría calificar de resistencias subjetivas. Me doy
cuenta, por ejemplo, cuando una y otra vez retorna la pregunta —volvió a
aparecer la vez pasada, al final, luego de que levantáramos la reunión— "¿qué
quiere decir que no hay no loco?". Yo me doy cuenta de que, no importa la
claridad con que uno pueda formularlo, que ahí lo que está obrando es una
dificultad, que no sé hasta qué punto podremos levantar, en la medida
precisamente de que se trata, según creo entender, de esto que les decía, de una
resistencia subjetiva, de algo que, por un lado, necesitaría como de una especie
de "ejercicio espiritual", puesto que no se trata sólamente de comprender, sino de
modificar, con todo lo que esto implica de esfuerzo y de ejercicio, nuestra
perspectiva habitual, que en al menos algún punto nunca deja de ser por completo
segregativa... Es posible que, en el límite, también, lo que esté en juego sean
problemas que sólo se puedan resolver en un análisis... aunque ahí está, contra
esa expectativa, lo que leímos en nuestra primera reunión del «Breve discurso de
Lacan a los psiquiatras», en cuanto a que la experiencia psicoanalítica es por
naturaleza precaria, y a que en cada vuelta de esquina aguarda para calzarse,
como un traje a medida, la posición del psiquiatra.
Yo recuerdo, con mi amigo Piegari, con quien en los últimos diez años hemos
leído el Seminario El sínthoma bastante más de una vez, y con lupa, cuando
veíamos algunas propuestas, propuestas de algunos analistas que las pretendían
como deducidas de ese Seminario, a veces nos preguntábamos, un poco
perplejos: "¿de dónde sale esto? ¿de dónde se saca esto? ¿estamos locos? ¿por
qué nosotros, del abordaje que hace Lacan de Joyce, extraemos la posibilidad de
pensar una nueva definición del síntoma, un camino para pensar la identificación
al síntoma, que es una de las últimas formulaciones de Lacan respecto de lo que
podría ser el fin del análisis, y estos autores sacan de eso un tratamiento para la
paranoia, cuando no la posibilidad de reivindicar la clínica kraepeliniana
inventando nuditos para la esquizofrenia, la paranoia y la parafrenia?".
Una hipótesis que nos hemos hecho, cuando podíamos reponernos del pasmo, de
la perplejidad, es que a veces la urgencia terapéutica lleva a hacerse ilusiones de
que a lo mejor ahí, o en algún otro lugar, finalmente Lacan habría proporcionado
la clave de un tratamiento posible para la psicosis. Si esto fuera efectivamente
así, otro síntoma de dicha urgencia terapéutica aparecería también, a veces, con la
idea de: bueno, "hay pacientes que no se ajustan al dispositivo analítico, y
entonces hay que modificar el dispositivo". Bueno, es cierto que hay pacientes
que no se ajustan al dispositivo analítico, es cierto que hay pacientes que
requieren de nuestra parte alguna maniobra, algunas maniobras, para volverles
más posible, para crearles las condiciones más propicias, para que finalmente
acepten la propuesta del dispositivo analítico... Pero, inversamente —y ésta es
una cuestión de método—, no es tan seguro que los pacientes que no se ajustan al
dispositivo analítico... sean pacientes.
Voy a precisar un poco más esta idea, para que no suene a terrorismo. El
dispositivo analítico no es algo que se inventó para abordar determinado tipo de
pacientes. Más bien, al revés, se podría decir que determinado tipo de pacientes
existen a partir de que fué creado el dispositivo analítico. Eso nos hace
diferenciar entre pacientes analizables, potencialmente analizables —a los que
me refería cuando decía que algunos requieren de nosotros algunas maniobras
para crearles las condiciones para que acepten nuestra oferta, que es la del acto
analítico—, y una cantidad de personas... de las que no podemos decir nada, que
no son de nuestra competencia... Como les decía, creo que en nuestra primera
reunión: bueno, el cáncer, no le ofrecemos el dispositivo analítico al cáncer, en
todo caso se lo ofreceremos a los efectos subjetivos de padecer tal o cual
enfermedad. Por otra parte, y aunque los argumentos de autoridad no son los que
yo prefiero, precisamente, que el dispositivo analítico es el que crea el tipo de
pacientes se ve claro en Freud cuando hace su clivaje diagnóstico, su clínica
diferencial, como nos gusta decir ahora, con su famosa bi-partición
entre neurosis de transferencia y neurosis narcisistas.
Lacan, cuando dice que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, ¿de
dónde lo sacó? ¿Lo averiguó por ahí, por algún medio misterioso, y entonces se
dijo "bueno, dado que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, le
vamos a dar la palabra al paciente?". No, es exactamente al revés: analizó las
condiciones estructurales del dispositivo, y su definición del inconsciente es una
deducción de esas condiciones estructurales. ¿Se entiende lo que digo?
Decía que no es que Lacan averiguó por ahí, quién sabe por qué medios, que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje, y que entonces de ahí dedujo
que en consecuencia convenía darles la palabra a los pacientes, sino, al revés, que
analizó las condiciones de estructura del dispositivo analítico, inventado por
Freud, y de ahí dedujo que el inconsciente, el inconsciente del que hablamos los
analistas —que no es el inconsciente del biólogo, ni el inconsciente de Hartmann,
el filósofo, ni ningún otro de los tantos inconscientes que fueron postulados en la
historia de las ideas— el inconsciente del que hablamos los analistas, no puede
tener otra estructura que la estructura del lenguaje.
Bien, entonces, no es tan seguro que habría que hacer modificaciones del
dispositivo. En todo caso, habría que esclarecer previamente qué del dispositivo
es esencial, y qué no lo es. Tal vez el diván no sea esencial, tal vez la frecuencia
de las sesiones no sea esencial, tal vez el pago no sea esencial —aunque no niego
que estas cuestiones desempeñan su papel en la cura—, pero hay algo que,
indudablemente, sí es esencial al dispositivo analítico y al acto que lo funda, y es
que se le da la palabra a quien nos consulta. Se le da la palabra. El consultante
aceptará o no aceptará este don de la palabra, estará en condiciones o no estará en
condiciones de aceptarlo, estará potencialmente en condiciones o ni siquiera
potencialmente...
Es así que Lacan va definiendo la estructura, lo que llamamos lisa y
llanamente la estructura, a partir de las condiciones de la experiencia. Por
ejemplo: ¿En qué consiste una experiencia de análisis? Que alguien le habla a
alguien. Anotemos, entonces. Primero:
a a’
¿Se entiende? Pero esta estructura mínima puede complicarse un poquito más,
porque ésta no es la dimensión esencial del diálogo analítico, ésta es una
dimensión esencial de cualquier diálogo. Hay algo particular, específico, del
análisis, y es que no es solamente con lo que el sujeto cree ser que habla, sino
que se le da la palabra de una manera muy singular. En primer lugar el analista,
al contrario de lo que suele ocurrir en todo diálogo, no compite con su
consultante por la posesión de la palabra, para decirlo más llanamente: no lo
interrumpe todo el tiempo para decir lo suyo —examinen bajo esta óptica
cualquier diálogo en el que en principio no participen, y verán que esto es así:
todo el tiempo se lucha para tener la palabra, para hacerse oír, y se escucha muy
poco—, pero además, a éste se le da la palabra de una manera tal que hable sin
saber lo que dice, y entonces, a partir de lo que se revela a partir de lo que este
alguien dice, no siempre, casi nunca, sabiendo lo que dice, nos encontramos con
que, este alguien, creyendo hacer uso de la palabra, se encuentra con que es la
palabra la que lo usa, que él no es dueño de las palabras que usa, que él cree
elegir lo que dice, mientras que en verdad lo que dice lo lleva de la punta de la
nariz.(3) Para dar acogida a esta condición que surge del tipo de oferta, de este
modo particular de diálogo que no es el de todos los días, que es: "hable, sin
saber lo que dice", entonces tenemos otro término, para sustituir o articular con
nuestras a y a’ del principio: la S del sujeto.
S
Sujeto, ¿qué quiere decir? En primer lugar, que el que habla no es uno consigo
mismo, que no es uno con lo que cree decir, que está dividido entre lo que dice y
lo que cree decir, entre lo que sabe que dice y lo que no sabe que dice. La noción
de sujeto es una deducción de la experiencia —eso es lo que quiero decir—, no
existe por ahí, en el mundo. ¿Qué más? Bueno, resulta que este sujeto, que habla
en esas condicio-nes, sin saber lo que dice, se encuentra, por esas mismas
condiciones, con que el sentido de lo que dice depende del oyente al que se
dirige, se encuentra con que el oyente al que se dirige tiene un poder —que
Lacan califica de discrecional— de decisión sobre el sentido de lo que dice, y
hasta —dice Lacan en «Variantes de la cura-tipo»—, hasta sobre la identidad
misma del hablante, en el sentido de que el oyente lo puede escuchar como
alguien, vamos a decirlo así, capaz de sorprenderlo, y a eso Lacan lo llama el
sujeto constituyente, es decir, alguien que puede decir algo inesperado, o alguien
que no puede decir nada más que lo esperado, y entonces Lacan lo llama objeto
constituido.(4), (5).
Bien, el interlocutor de este sujeto, el oyente de este sujeto, tiene entonces ese
poder, el poder de decidir sobre el sentido de lo que le es dicho y sobre la
identidad del que habla: lo verá como sujeto constituyente o como objeto
constituido. Por otro lado, como les he dicho, en el análisis este interlocutor no
habla, no habla de él, responde con su silencio, o con su palabra, a lo dicho por
este sujeto. Entonces, hay una disparidad: el diálogo del análisis no es entre un
sujeto y otro sujeto, hay una disparidad entre ambos. Y entonces, ¿cómo va a
llamar Lacan a este otro en posición de oyente, en la medida en que ya no es el
otro de la identificación? Y bueno, lo llamará Otro, con mayúscula, para
subrayar que se trata de un Otro definitivamente, radicalmente Otro, es decir, un
Otro del que no puedo saber nada, y entonces aparece la noción de gran Otro,
como partenaire imposible del sujeto:
S A
Este gran Otro es el que decide el sentido de lo que dice el sujeto, decide sobre la
identidad, y hasta, en la medida en que cuando uno habla busca cierto acuerdo
con el otro que escucha —como yo ahora trato de buscar de qué manera
dirigirme a ustedes, sobre todo en la medida que no los conozco a todos, y voy
como seleccionando palabras en función de este diálogo que quiero mantener con
ustedes—, entonces Lacan dice: bueno, no sólamente este Otro tiene este poder
sobre lo que le es dicho, sino que es como el reservorio de todas las palabras que
va a decir este hablante, este S, y que por todo esto hasta se podría decir que el
mismo discurso que el S sostiene, no sólo en los elementos que lo componen
sincrónicamente, sino incluso el sentido que desprenden como mensaje en su
composición diacrónica, le viene de este A, lo que justifica invertir la dirección
del vector:
S A
¿Se entiende? Ven ustedes que, dividido en estos dos pisos, he dibujado
el esquema Lambda:
S a’
aA
De todas maneras —me parece que esto lo dije la vez pasada—, con una u otra
posición, siempre hay algo que se mantiene, y es que la posición del analista, sea
como gran Otro, sea como a minúscula, consiste en ceder la posición de sujeto al
hablante, al que se suele llamar paciente. Cuando el paciente dice "me duele la
pierna", uno no responde "¡a mí también!"...
Hay pacientes de los que se dice que "vienen en posición de objeto". Bueno, a
veces no se sacan las consecuencias de la manera de hablar. Venir "en posición
de objeto" no es ser un objeto, es venir en posición de objeto. Esto implica que
esta posición no se da de suyo, que hay algo a interrogar... No estoy hablando de
una "elección", como se suele entender esta palabra que, por otra parte, no está
ausente del vocabulario freudiano, ni tampoco del vocabulario lacaniano(7) una
elección en la que alguien elegiría, en lo indeterminado, ponerse en posición de
objeto. No es eso. En ese sentido, y por otra parte, nunca asistimos a un momento
de "elección". Pero el método analítico implica tomar al sujeto como siempre
habiendo ya elegido. Cuando Freud dice — y esto es Freud, no hace falta ir a
Lacan para esto... Más allá de que Freud se vale de un lenguaje, un discurso de
tipo determinista, incluso la tesis fuerte del determinismo psíquico forma parte de
lo que podríamos llamar su axiomática, usa palabras como "proceso", llega a
decir alguna vez que el avance de la química nos permitirá resolver la neurosis...
Esas cosas, Freud las dice, pero su procedimiento, su método, no es ése. Su
procedimiento es: "llenemos las lagunas mnémicas, que el sujeto recupere el
momento en que reprimió" —¿para qué?— para que ahora, porque está más
maduro, porque tiene el yo más fuerte, porque las circunstancias de su vida han
variado, no importa por qué... para que ahora, en lugar de reprimir, no reprima,
sea que le dé curso a esa pulsión reprimida en otro tiempo, sea que la condene sin
pagar el precio del síntoma. Es decir, el procedimiento analítico de Freud lleva
hacia un momento de elección, de decisión respecto de lo que se efectuó en el
pasado — lo cual implica que a ésta hay que suponerla previamente. Por eso digo
que el sujeto siempre se presenta como habiendo ya elegido.
Esto comporta una posición radicalmente diferente —ustedes harán con ella lo
que quieran— radicalmente diferente de plantear la clínica como una clínica del
defecto. Hay una clínica que es una clínica del defecto, es una clínica
mecanicista: ocurrieron determinadas cosas en la historia de este señor, o al
revés, no ocurrieron, y eso lo llevó inevitablemente a que las cosas para él fueran
así o asá. La madre del sujeto era así, y no le daba su lugar al padre, y entonces,
bueno: forclusión, ¡si hasta hay quien sabe detectarla en el discurso mismo de la
interesada, por referencias de su paciente cuando no logra entrevistarla! Y si
resulta que en una familia hay un hijo psicótico y otro que no lo es, bueno, está
bien, siempre podremos argumentar que esta misma madre sobre la que hemos
gargarizado a más no poder, sobre todo si en la anamnesis nos hemos procurado
algunos datos sobre la madre de esta madre, no es la misma madre para cada uno
de los hijos.
La otra manera es pensar que algo anda mal en la estructura, lo que por otra parte
es obvio. Es casi como una necesidad de principio postular que algo anda mal en
la estructura. ¿Por qué? Porque nosotros nos ocupamos de las cosas que no
andan, no de las cosas que andan, es decir, del síntoma. Eso que anda mal en la
estructura recibirá, por parte de Freud y de Lacan, distintos nombres: "un
desarreglo no contingente sino esencial en la sexualidad humana", "pulsión de
muerte", "castración", "no hay Otro del Otro", "no hay relación sexual" — no
importa ahora el nombre que le pongamos, pero en relación a eso que anda mal
en la estructura habrá distintos modos de responder a eso que anda mal.
Bueno, qué quería decir Lacan con esto, no sé, pero sé lo que dice. Entonces, y
vuel-vo un poco ahora a la cuestión con la que habíamos empezado ya la vez
pasada, sobre los mecanismos... Si se trata de una insondable decisión del ser, y
estos términos son misteriosos, verdaderamente, es misterioso lo que está
diciendo acá: "insondable decisión del ser", pero no obstante, por más misterioso
que sea, nos recuerda algo de lo que a veces, cuando empleamos mecánicamente
los mecanismos en la explicación de los fenómenos, nos olvidamos. ¿Qué?
Que en cada mecanismo hay una posición subjetiva. ¿Qué dice Freud de
Schreber? Que él no quería... "él, Schreber", no está hablando de un mecanismo
acéfalo, él, Schreber, o el sujeto que encontraba más o menos su precaria unidad
bajo el amparo de ese nombre, rechazaba la posición "yo, un hombre, lo amo a él,
un hombre", que no quería saber nada de eso. ¿Se entiende lo que digo? Siempre
vamos a encontrar, en Freud y en Lacan, junto al uso explicativo del
"mecanismo", que entonces yo pronuncio siempre entre comillas, del
"mecanismo de defensa", digamos, algo donde se revela una posición subjetiva
— supuesta, si quieren, pero que de todos modos está hablando de que no se trata
ahí de un mero automatismo, aunque esa "decisión", supuesta, y no tengo
inconvenientes en darle este estatuto, sea "insondable".
En el Post-Scriptum de su escrito «De una cuestión preliminar...», y luego de
plantear la cuestión de la forclusión, al que lamentablemente se ha reducido este
texto —y ya les dije que mi idea es reflotar este texto—, Lacan termina diciendo:
Entonces, no sé si queda claro, yo creo que sí queda claro, pero es como que hay
que repetirlo: no estoy diciendo que la neurosis es lo mismo que la psicosis, y me
da como vergüenza el tener que repetirlo, no estoy diciendo eso cuando digo que
la posición analítica es una posición de principio según la cual no hay no loco, no
estoy diciendo que no hay diferencias clínicas, estoy diciendo que la posición
analítica se instaura a partir de que derribamos el muro de la alienación, eso. Que
el analista no podría considerarse, de ninguna manera, como poseedor, en
persona o en idea, de un patrón de lo que sería "la normalidad", a la cual tendría
que ajustarse su paciente presuntamente psicótico.
Verdrängung neurosis
Verleugnung perversión
Verwerfung psicosis
Este es el esquema más circulante, se podría decir que ya forma parte del saber
establecido, de lo que parece no merecer ya que le sea dirigida alguna pregunta,
sino que, más bien, funciona como la base a partir de la cual se pueden formular
las preguntas. Mi proyecto, con la mira de derribar el muro que suelen erigir las
"pequeñas ideas" de las que hablaba Lacan en su «Breve discurso a los
psiquiatras», puedo sintetizarlo, en lo relativo a esta cuestión, en estos pocos
puntos:
Bueno, he perdido un poco el hilo, y no sé por qué empecé a hablar de esto. Así
que vuelvo atrás, eventualmente me repito. Creo que había empezado a decirles
que me propongo cuestionar:
Entonces, es por estos tres ángulos que voy a... que estoy abordando, porque ya
empecé, pero que voy a continuar la vez que viene, más explícitamente en
relación a la Verwerfung y a la forclusión: la supuesta bi-univocidad entre
"mecanismo" y "estructura clínica", el borramiento de la subjetividad y con ella
la dimensión de la transferencia cuando el "mecanismo" desliza hacia el
"mecanicismo", y sobre qué se ejerce el mecanismo.
O sea, hay un primer momento —en esta esquematización que estoy haciendo
ante ustedes hoy— en el que la falla es contingente, y esta falla contingente: la
forclusión del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, da la dimensión esencial,
dice Lacan, que separa la neurosis de la psicosis. Cuando falta el significante del
Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, psicosis. Ese significante es muy
importante, pero esta falta es contingente, podría no ocurrir.
A continuación, Lacan rectifica: no, no, siempre hay falla — lo que va a llevar a
una reformulación del estatuto del Nombre-del-Padre. Se pasará del Nombre-del-
Padre a los nombres del padre, se introducirá en la teoría la función del objeto a,
que no estaba considerada como tal en el escrito de 1958... Bueno, no importa,
ahora, esa historia. Lo que me importa destacar es que, una vez que planteamos
que la falla de la estructura es principial, que no es contingente, es a partir de ahí
que podemos formular las posiciones subjetivas como modos de responder a esa
falla... que Lacan señala como propia de la estructura, a secas, de la estructura,
no de tal o cual "estructura clínica", falla que será nominada como "inexistencia
del Otro" o "no hay relación sexual", en distintos tiempos de su enseñanza...
LA CLINICA EN SU SINGULARIDAD
PAULA CORRADI
Élida Fernández
Un problema de papeles
Nos quedan cinco minutos, y trataremos de sacarles provecho. Los escucho...
Voy a intervenir a partir de esto. Este caso fue expuesto con una serie de
supuestos estructurales donde lo interesante del trabajo de Paula es que los
formula explícitamente. Supuestos que, ella ya lo sabe, voy a cuestionar. Al
menos, algunos de ellos. No importa, lo que me interesa no es usar el caso para
cuestionar esos supuestos, sino ver qué podemos extraer del caso, en el que es
posible detectar algunos rasgos, sin introducir demasiados supuestos, que
conviene ir precisando, porque seguramente los vamos a volver a encontrar en
otros casos. Veremos si es posible ir destacando algunas líneas estructurales. Por
ejemplo, yo les decía al comienzo que la estructura de la comunicación analítica
podría ir del S al A mayúscula y, eventualmente, un camino de retorno, donde
hay una decisión, por parte del A mayúscula, sobre el sentido de lo que le es
dicho y sobre la identidad del hablante. Lo que encontramos en este caso y, creo,
en parte del caso que fue expuesto en la reunión pasada, y que seguramente
vamos a volver a encontrar, es un camino invertido:
S A
Al sujeto le llega algo que viene del Otro. Hay una inciativa que es tomada por el
Otro. El sujeto está en posición de estar recibiendo algo. En principio, no está
comunicando, sino recibiendo, y eventualmente respondiendo a lo que recibe.
En segundo lugar, es interesante destacar que algo ocurre a nivel del cuerpo, este
"dolor en forma de T". Este "dolor en forma de T", me parece que se puede leer,
por el contexto, y Paula nos dirá si está de acuerdo o no, este "dolor en forma de
T" me parece que se puede considerar como un síntoma puro. Puro, ¿en qué
sentido? En el sentido de que todavía no se dirige al Otro buscando una
interpretación. Es lo que me evocó tu pregunta: "¿qué significa?". Me parece que
ésta es la pregunta que ella, la paciente, no se puede hacer... al menos todavía. No
me parece algo específico de la psicosis, por otro lado. Digamos, cualquier
síntoma histérico que anda por el mundo, si me disculpan por esta manera
impropia de hablar, es un síntoma puro, en el sentido de que no está a la espera,
no se ha instalado el tiempo de la búsqueda del sentido: "¿qué sentido tiene
esto?". Cuando un síntoma lleva a esta pregunta, o a alguna pregunta de este
orden, eso implica que el síntoma ha logrado cierta mediación: lo sufro, pero lo
nombro de tal manera que pongo una distancia entre mi síntoma y yo, por la vía
de "¿qué significa?". Por eso digo que ese "dolor en forma de T" es un síntoma
puro, no dirigido al Otro, en principio todavía no pasible de recibir la oferta del
acto analítico, en el sentido de que la oferta del acto analítico podríamos
formularla así, por ejemplo: "ponga este síntoma puro, es decir, este síntoma para
usted solo, o ni siquiera síntoma para usted, quien lo sufre, déle un valor de
signo, que eso significa algo". Una vez hecho signo, podremos volverlo
significante en la transferencia, pero no sin eso.
Esto es lo que me parece importante señalar, que Lacan, por su parte, dice de una
manera mucho más elegante, cuando recuerda que el delirio es siempre parcial.
Digámoslo así, banal pero gráficamente: el delirante que se crea un espíritu
incorpóreo, aunque tenga certeza de ello, siempre saldrá por la puerta del
consultorio al despedirse de nosotros, no tratará de atravesar la pared.
Espero que entonces se animen a ser más participativos, porque... les voy a ser
franco: no quiero ponerme a estudiar para este seminario. Ya que le he venido
dando vueltas a este asunto desde hace bastante tiempo, quiero que ustedes, con
sus preguntas, me lleven a que les ponga de manifiesto lo que voy pensando al
respecto, y que no considero concluido. No quiero traerles un guiso ya cocinado,
les dije en la primera reunión; si ya lo tengo cocinado, es para mí. Por eso
necesito la participación de ustedes, no sólamente como preguntas, también como
comentarios, también como aporte de saber, porque he elegido deliberadamente
una posición de no saber... que no me cuesta mucho, porque además no sé.
Hasta entonces.
NOTAS
(1)"Ya se dé por agente de curación, de formación o de sondeo, el psicoanálisis no tiene sino un medium: la
palabra del paciente. La evidencia del hecho no excusa que se le desatienda" — cf. op. cit, en Escritos 1, p.
237.
(2) "Porque si la originalidad del método está hecha de los medios de que se priva, es que los medios que se
reserva bastan para constituir un dominio cuyos límites definen la relatividad de sus operaciones" — idem, p.
247
(3) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Por el grafo, entre el chiste y el padre», «Sobre la metáfora paterna
(I)» y «Sobre la metáfora paterna (II)», intervenciones en el Seminario de lectura «Fundamentos de la
práctica analítica: Temas Lacanianos», Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 19 de Julio, el 30 de Agosto y
el 13 de Septiembre de 1988. Se encontrarán sus textos en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(4) Jacques LACAN, «Variantes de la cura-tipo», en Escritos 1, Siglo Veintiuno Editores, México,
1984. Cf. pp. 318-319.
(5) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La comunidad de nuestra experiencia», intervención en el Seminario
de lectura «Fundamentos de la práctica analítica: Temas Lacanianos», Escuela Freudiana de Buenos Aires, el
28 de Abril de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(6) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Lo que quiere decir hablar», intervención en el Seminario
«Fundamentos de la Transferencia», dictado con Alba Flesler y Analía Meghdessian. Escuela Freudiana de
Buenos Aires, el 2 de Septiembre de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(7) "elección de objeto" y "elección de neurosis" para el primero, "elección forzada" de la alienación para el
segundo, para mencionar las primeras que vienen a mi memoria y antes de emprender una búsqueda
exhaustiva que alguna vez dará sus frutos.
(8) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Síntoma, sinthome y goce», intervención en la Mesa Redonda del
mismo título, Actividad Preparatoria de las Jornadas Aniversario «20 años de Escuela: 1974-1994: en la
práctica del Psicoanálisis». Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 3 de Agosto de 1994. Se encontrará su
texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(9) Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras, el 10 de Noviembre de 1967». Traducción —para
circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. p. 7.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Hoy voy a hacer algo más breve, entonces, y además, por otra parte, ustedes
saben: en un camino de cuestionamiento no es posible avanzar solo, se avanza en
conjunto o, como suele ocurrirme, uno se ve obligado cada vez a recomenzar. Mi
apuesta de este año es ver si puedo dejar algunas bases para continuar en
conjunto un camino que se sostenga. Entonces, hoy voy a tratar de no avanzar
demasiado, porque, de hecho, vamos a tener que avanzar con el conjunto de los
que asisten a este seminario.
De todas maneras, les digo, nos quedaría una reunión dentro de 15 días, y luego
entramos en un receso por las vacaciones de invierno de la Escuela. Así que la
próxima reunión va a ser el l8 de julio —ese sábado creo que voy a avanzar por
el escrito «Acerca de la causalidad psíquica»—, y luego del receso retomaríamos
el l5 de Agosto.
SOBRE LOS "MECANISMOS DE DEFENSA"
Les decía que había tres sesgos por los cuales quería abordar este asunto. Por un
lado —los menciono, y luego retomaré estos sesgos uno por uno—, la cuestión
de la relación bi-unívoca entre tal mecanismo y tal, así llamada, "estructura
clínica". El saber establecido, entonces, dice que Verdrängung, la represión,
equivale a neurosis, que Verleugnung, es decir la desmentida o renegación,
equivale a perversión, y que Verwerfung, es decir el rechazo o repudio, equivale
a psicosis. Este era el esquema que habíamos establecido la vez pasada, donde el
sentido de las flechas, incluso, estaba ahí para evocar todo lo que en el discurso
corriente del saber adquirido era supuesto ahí como una relación de causalidad
que la noción de sujeto —ya llegaremos a eso— no puede menos que objetar:
Verdrängung neurosis
Verleugnung perversión
Verwerfung psicosis
En relación a este último término, se agrega una complicación más, que es que
Lacan, en determinado momento, propuso traducir —pero no es una traducción,
quiero decir que implica una interpretación, no es una traducción en términos
semánticos, no es una traducción por el sentido—
(1)traducir Verwerfung por forclusión. Nosotros nos vamos a detener
particularmente en este último aspecto, dentro de lo que llamamos las otras
"cuestiones preliminares". Recapitulemos:
El primer punto, entonces, es el de la relación bi-unívoca entre "mecanismo" y
"estructura". Segundo punto: cierto manejo, cierto empleo de la palabra
"mecanismo", que desliza hacia el mecanicismo, es decir, cierta manera de
entender los mecanismos que escotomiza, desconoce, deja de lado, todo lo que
hay allí indicado, tanto en los textos de Freud como en los de Lacan, de posición
subjetiva. El "mecanismo", en el sentido de los "mecanismos de defensa" que
Freud descubrió o inventó, no es un automatismo, implica una posición del sujeto
en relación a algo. Uno podría decir: distintos modos de no querer saber. Y es
importante no deslizar del mecanismo —aceptemos la palabra freudiana— a una
concepción mecanicista, porque junto con la desaparición de la dimensión de la
subjetividad, esto acarrea también la desaparición de la dimensión transferencial.
Y si vamos a poner el acento en la transferencia como eje de la clínica
diferencial, es importante que esta dimensión no sea perdida. Y el tercer punto
que les mencionaba en relación a esta cuestión, era el de que también había que
tener en cuenta sobre qué se ejerce el mecanismo, y les decía que esta pregunta
referida a sobre qué se ejerce el mecanismo podía ser formulada en dos sentidos.
Un primer sentido, por ejemplo dentro mismo del texto freudiano, relativo a que
no es lo mismo que el mecanismo se ejerza sobre una "representación
inconciliable", a que se ejerza sobre algo que tiene un valor más pesado, como es
la castración — para comparar, voy a volver sobre esto, el texto sobre «Las
neuropsicosis de defensa», de l894, y el historial del Hombre de los Lobos, de
l914. Y el segundo sentido en cuanto a precisar sobre qué se ejerce el
mecanismo, les decía que pasaba por la relación Freud/Lacan, en el sentido de
que no es lo mismo decir que tal mecanismo se ejerce sobre una representación,
que decir que se ejerce sobre un significante, y esto fundamentalmente porque la
representación, para Freud, es algo que en el límite puede funcionar sólo —en
algún momento él dice que la represión es un destino altamente individual, en el
sentido de que se ejerce sobre cada representación considerada individualmente,
y creo que la vez pasada les decía que no es como los esquemas que a veces les
enseñan en la Faculad, donde se traza una raya como frontera entre Consciente e
Inconsciente, sino que esto se juega a nivel de cada representación—, y en
segundo lugar que la representación no implica, sino que más bien, al revés,
excluye, la posibilidad de introducir en el texto freudiano la noción de sujeto —
por supuesto, me refiero al sujeto del significante, es decir, al sujeto dividido,
barrado por el significante, no al sujeto del signo, ni a ningún otro de los sujetos
que han sido propuestos a lo largo de la historia de las ideas—. Mientras que los
"mecanismos", sigamos un poco más con esta palabra, en Lacan, en todo caso, se
ejercerían sobre el significante, que, por definición...
En Lacan mismo, tampoco se podría decir que existe esta relación bi-unívoca.
Por ejemplo, la forclusión, o la Verwerfung, no va ser un mecanismo que esté en
juego sólo en la psicosis, puesto que la forclusión del sujeto es propia de la
ciencia, y la ciencia no es una psicosis, es ciencia. Con lo que quiero decir: no es
que la ciencia esté en déficit por fundarse sobre una forclusión del sujeto. Es que
no sería ciencia si no hiciera eso. Si el psicoanálisis reintroduce en la discusión el
sujeto forcluido de la ciencia no es para indicar allí un déficit de la ciencia.
También menciona la palabra Verwerfung, Lacan, para hablar por ejemplo de la
imposibilidad de un je a nivel del sujeto de la enunciación —esto en el Seminario
de La identificación—,(4) por otro lado, y no estoy siendo exhaustivo,
la Verleugnung, la renegación, es un momento esencial del tiempo del acto...(5)
Bien, estos son como botones de muestra para cuestionar esto que parece tener un
peso de saber establecido que, les decía, vuelve como imposible volver a
preguntar qué es lo que está en juego allí.
Ustedes recuerdan que Freud plantea las cosas en términos de anamnesis, ¿no es
cierto?, de "llenado de las lagunas mnémicas", digamos: de recuperación del
inconsciente en el sentido de una recuperación del pasado olvidado, en términos
de historia.(7). Entonces, el proceso de análisis, para Freud, es recuperar ese
momento, ese momento ya no recordado, donde el sujeto reprimió, por ejemplo,
para que, puesto ante una nueva posibilidad de decisión, en otras condiciones que
las originarias —sea porque está más maduro, o porque las condiciones
temporales han variado, o por la influencia de una transferencia positiva, o por lo
que sea—, pueda decidir de otra manera. Digamos: que allí donde reprimió, tome
otra decisión, sea darle curso a la pulsión reprimida, sea desestimarla
definitivamente, lo cual implica el levantamiento del síntoma porque ya no haría
falta la formación sustitutiva para mantener lo reprimido en la represión.(8).
En fin, esto no es más que una indicación, por ahora, puesto que deberé volver a
ella más adelante. Es también una manera de ir introduciendo, de a poco, la
semilla de una especie de "conversión subjetiva" que me parece necesaria para
una concepción de la clínica en la que no resulte inaudito —o por mejor decir:
imposible de oír— el estallido de esta especie de "bomba" ética que nos lanza
Lacan en su escrito sobre «La ciencia y la verdad»:
Bueno, permítanme otro de mis habituales paréntesis. Esa es otra cosa en la que
tendríamos que reflexionar, en algún momento. Me refiero a que la noción de
"mecanismo de defensa" es algo que se justifica, en Freud, precisamente porque
la teoría freudiana es una teoría del conflicto. La clínica freudiana es una clínica
que deriva de los modos en que el sujeto "soluciona" un conflicto. En ese sentido,
la palabra "defensa" es esencial. ¿Esto es algo que podemos decir igualmente de
la doctrina de Lacan? No es tan seguro que la teoría lacaniana sea una teoría del
conflicto, no es para nada seguro que el conflicto funde, en Lacan, ni de hecho ni
de derecho, una "división de la personalidad psíquica", como diría Freud. Es
cierto que Lacan no deja de valerse de la palabra "defensa", como por ejemplo
cuando dice que "el deseo es una defensa contra el goce", o cuando dice lo
contrario, pero la noción de defensa no parece ser tan central en sus planteos.
Cosa que, por otra parte, me parece, explica por qué la represión no es uno de sus
"cuatro conceptos fundamentales". El de inconsciente, en Lacan, tiene un estatuto
más fundamental que el de represión — cosa que no podemos decir, para nada,
en relación a Freud: en Freud, la represión funda el inconsciente. Fin del
paréntesis.
En «La represión», artículo de 1915, desde las primeras líneas de este texto,
Freud introduce la cuestión de los destinos de una moción pulsional, y dice:
Es la misma idea que vimos en el texto sobre El chiste..., la represión como algo
intermedio entre "el reflejo de defensa" o "la huida" y el juicio de desestimación
que resuelve el asunto. Es decir, la Verwerfung, como calificativa de un tipo de
juicio, es un modo de resolver, no sintomáticamente, lo que la represión
"resolvía" sintomáticamente. Así como, en este ordenamiento cronológico, he
salteado ya el texto sobre «Las neuropsicosis de defensa», vuelvo a saltear,
ahora, el texto sobre El Hombre de los Lobos, pues los dejo para después, y sigo
entonces con algunas referencias más en este sentido.
Ven ustedes que, en esta serie de textos que les he recordado, el empleo de la
palabra Verwerfung es para nada asimilable a un "mecanismo de defensa". Al
revés, más bien nombra la manera de resolver, diferente, la necesidad a la que
obedecía el mecanismo de defensa.
Ahora bien, esto no es así en dos textos que ahora vamos a considerar, en los que
el término Verwerfung es empleado en un sentido, no sólamente técnico —el otro
modo de resolver el conflicto que acabamos de ver comporta también un empleo
técnico del término—, sino ligado a la noción de mecanismo de defensa, con su
correspondiente modo de retorno.
LA VERWERFUNG Y LA ALUCINACION
En cuanto a lo que nos interesa en este espacio, podríamos pensar que, cuando
Lacan efectúa ese forzamiento de lectura del que les he hablado, lo hace por
medio de una especie de pliegue entre estos dos textos, de los que extrae la
palabra Verwerfung, y el historial sobre el Presidente Schreber, donde no aparece
la palabra Verwerfung, pero de donde sí puede extraer una fórmula para el
retorno sintomático.(19) Me refiero a esa fórmula en la que Freud rectifica
parcialmente lo que primero había definido como el mecanismo de la formación
de síntoma de la paranoia, la proyección:
Es decir, hay una representación que... Hay un juego de palabras, en alemán, que
por lo que he visto en las notas de Strachey, no es muy seguro si se trata de un
juego de palabras que hace Freud, o un juego de palabras involuntario por parte
de los editores. Porque "insoportable", en alemán, se dice Unerträglich, que tiene
la diferencia de una letra, la v corta, con Unverträglich, que se traduce por
"inconciliable". De todas maneras, más allá de si esto es deliberado, o resulta de
una errata afortunada, queda claro que una representación inconciliable con las
demás representaciones que componen el yo, resulta para
éste insoportable. Como su nombre lo indica, la representación inconciliable no
concilia con el conjunto de representaciones que constituyen el yo —les recuerdo
que en este momento, 1894, el yo de Freud no es todavía el yo del narcisismo; no
es el yo unificado, tiene cierta unificación, sí, pero es la unificación propia del
conjunto, en relación al cual esta representación inconciliable es heterogénea,
"cuerpo extraño"—, es incompatible con este conjunto, y entonces
también insoportable para el mismo, por lo que éste la aparta de sí por medio del
mecanismo de defensa: la represión por conversión, la represión por
desplazamiento... o este mencionado en tercer lugar:
la desestimación, Verwerfung, ¿que consiste en qué?
...el yo desestima {verwerfen} la representación
insoportable junto con su afecto...
El caso con que va a ejemplificar esto, que a mí, francamente, no me queda claro
si es un caso de él o un caso inventado... Les voy a decir por qué digo esto. El da
el ejemplo de una señorita que está enamorada de un hombre, cree que él la ama,
y que asiste frecuentemente a su casa porque está interesado en ella. Pero esto es
un error, dice Freud. Llegado cierto acontecimiento familiar importante, este
hombre no viene. Ella, hasta entonces —esto es interesante, también, para
cuestionar el saber adquirido—, hasta entonces, hasta ese momento clave, ella, en
esa expectativa de que este hombre, aparentemente, estaba interesado en ella,
aunque no le proporcionaba las muestras suficientes, ella se defendía de una
especie de desasosiego —dice Freud—, mediante la conversión histérica. O sea,
primero: conversión histérica. Y entonces, cuando llega este acontecimiento de
que este hombre definitivamente no viene, ahora hace esta defensa "mucho más
enérgica y exitosa" que es la Verwerfung, y entonces, con
esta Verwerfung, "supera" la histeria... pero ésta es la psicosis alucinatoria, la
cual, digamos, tiene un estatuto un poco extraño.
Bueno, ¿pero por qué digo que no estoy seguro si se trata de un ejemplo
verdadero o inventado? Porque esta chica empieza a pensar, entonces, que el
hombre está ahí, que anda por ahí, y entonces está como bien. Pero en un caso
más cercano a lo verosímil de la clínica, ella seguiría pensando que el hombre la
ama, pero no estaría bien, al menos no por mucho tiempo, al poco tiempo estaría
mal: ¿por qué este hombre insiste en no darle las muestras necesarias de su amor?
Es cierto, Freud habla de "dos meses":
Uno podría pensar entonces, con esta construcción un poco somera que acabo de
sugerirles, que en este caso que Freud califica de "psicosis alucinatoria", o en los
casos en que sea válido el modelo que proporciona ésta para la emergencia del
fenómeno alucinatorio, uno podría pensar entonces que ahí hay un problema en
la relación del sujeto con lo que él habitualmente interpone entre él y la realidad.
Digamos, si forzando los términos decimos que entre el sujeto y el mundo, o lo
real, está la representación, o el significante —no me detengo en los términos,
sino en el modelo—, será en el agujero dejado por la ausencia de uno o más
significantes donde va a retornar, con más "vividez", no veladamente, no
olvidado, lo real. Pero de todos modos, en este texto de 1894, ustedes ven, se
trata de un problema altamente localizado —el que no ha llegado, ha llegado, y
algunas representaciones auxiliares: a eso se reduce el retoque de la realidad de la
paciente; o el niño muerto sustituido por el leño acunado, que es otro de los
ejemplos proporcionados—, y no es todavía para nada, ni remotamente,
comparable a lo que va a aparecer como resultado de una forclusión del Nombre-
del-Padre en la reconsideración que efectúa Lacan del Caso Schreber, y que
implica un trastorno y una reorganización del campo de la realidad mucho más
vasta. De todos modos, el esquema que proporciona este texto sobre «Las
neuropsicosis de defensa» es ese, y para Lacan fue suficientemente sugerente.
Aunque el primer texto que al parecer atrajo su atención en tanto proporcionaba
un modelo de retorno diferente del retorno de lo reprimido —no sólo para pensar
la alucinación, también para pensar el acting-out—, fue el que vamos a
considerar ahora.
En el historial sobre El Hombre de los Lobos la cuestión, no obstante, se
complica bastante, y es muy interesante que, por un lado...
famillonario
————————
familia
Ahora bien, de todas maneras, el esquema es que algo sustituye a otra cosa, y que
entre sustituyente y sustituido hay una homogeneidad: familia es un significante,
y famillonario también es un significante, para decirlo rápido. Pero no era este el
esquema que acabamos de ver en relación a la Verwerfung, en el caso de 1894,
porque lo que retorna como alucinación, es decir, en lo real, no era homogéneo al
orden de lo que había sido rechazado, una representación. Es decir, lo expulsado
y lo que retorna en su lugar, no son de la misma estofa. Y además, lo expulsado,
al ser expulsado, deja "adentro" un agujero: no podríamos decir que lo real del
retorno sustituye lo expulsado, sino que se instala en el agujero que ha dejado.
¿Se entiende? No funciona el mecanismo de la sustitución.
Bueno, pero pese a que en 1894 Freud ya tenía este esquema donde el
mecanismo de la sustitución se veía alterado, y pese a que este mismo esquema,
con una variación importante, va a ser retomado en el texto de 1914, pese a eso,
en el texto de 1896, sobre las «Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis
de defensa», increíblemente, imprevistamente, no: el mecanismo considerado es,
todo el tiempo, el mecanismo de la sustitución. Lo único que diferencia, digamos,
la paranoia de la neurosis obsesiva, vamos a decir así, es que el retorno en la
paranoia es vía proyección, nada más, pero cada síntoma es leído por Freud en
términos de sustitución.
Bueno, nada más, al respecto, me parece suficiente para lo que nos interesa.
Ahora bien, veo que hablé más de lo que esperaba. ¿Qué hacemos, dado que
convinimos en suspender la reunión a las doce menos cuarto? Hay dos
alternativas. ¿Pasamos al caso que ha preparado para hoy Roxana Schwartz o
digo unas palabritas más, sobre el Hombre de los Lobos, y damos por terminado
este asunto? Bien, Roxana prefiere esperar un poco más. Sigo, entonces.
En el historial del Hombre de los Lobos, les decía, el esquema va a ser el mismo
que ya encontramos en el artículo de 1894, pero lo que complica la cosa es que
todo el caso no se funda sólo en esto que acabamos de ver. Es decir, aquí ya no se
trata de que hay una "representación inconciliable", que el mecanismo de
la Verwerfung se ejerce sobre esa representación, y que en eso consiste todo.
Aquí ya tenemos en función el complejo de Edipo y el complejo de castración,
cosa que no estaba en juego en el artículo de 1894. Es decir, hay una articulación
de la neurosis de un nivel mucho más complejo que el mero análisis de un solo
síntoma.
Entre paréntesis, lo repito, pues creo que ya lo he dicho en este seminario: creo
que esta "neurosis infantil", como Freud califica a la del Hombre de los Lobos, es
una neurosis, que no es una psicosis. No obstante, el diagnóstico del Hombre de
los Lobos ha dado lugar a discusiones, que no conviene desconocer. Incluso,
Lacan mismo no efectúa un diagnóstico de una vez y para siempre, ha
considerado distintas alternativas. ¿Es una neurosis, fóbica u obsesiva, según el
momento en que nos detengamos? ¿Es una psicosis? ¿Comporta un "episodio
psicótico" en una neurosis... lo que no es lo mismo que decir "alucinación
histérica" o "delirio obsesivo"? No es lo mismo hablar de una "alucinación
neurótica", o de un "delirio neurótico", que de un "episodio psicótico" en una
neurosis. ¿Es un borderline? — Pero no era en primer lugar a esto que quería
referirme. En fin, yo creo que se trata de una neurosis, pero supongamos que no
fuera eso, que se tratara de una psicosis... Lo que trato de decir, lo podría decir
más fácilmente con el caso de Schreber, pero me atengo al hecho de que estamos
con el caso del Hombre de los Lobos. No importa. Lo que trato de decir es esto,
que me parece importante subrayar, dado lo que suele escucharse en el discurso
corriente: la psicosis no está por fuera del complejo de Edipo y del complejo de
castración. En todo caso, implica una manera de responder distinta, distinta a la
de la neurosis, al problema planteado por este complejo, pero precisamente, en la
medida en que implica una manera de responder al problema planteado por la
castración, no está por fuera del campo del complejo de castración.
Ustedes recuerdan que un punto central de ese historial gira en torno a una escena
construida por el análisis —que el Hombre de los Lobos termina aceptando,
aunque no llega a recordarla—, construida, precisamente, a partir del sueño
donde están esos lobos que pasaron a su nombre. La idea es que en el sueño el
sujeto habría interpretado après coup lo que, supuestamente, habría vivenciado
anteriormente en dicha escena, que no sabemos si existió realmente o si es
resultado de la elucubración freudiana al servicio de la lógica del caso. No
importa eso, ahora. Lo recuerdo simplemente como contexto de lo que voy a
leerles: algunas reflexiones de Freud en las que se instala la remisión al
mecanismo de la Verwerfung. Como conviene que empiece por algún lugar,
empiezo entonces por aquí:
Bueno, este "comprendió que la mujer era castrada" es interesante, ¿pero qué
quiere decir? ¿El sujeto se habría dicho a sí mismo: "¡ah! ahora me doy cuenta de
que la mujer está castrada"? No, este "comprender" no es un "darse cuenta"...
Pero... ¡es que la mujer no está castrada! ¿Cómo podría uno "darse cuenta" de
que está castrada? Este "comprendió que la mujer era castrada" quiere decir que,
en ese momento, él interpretó la diferencia de los sexos en términos de
castración. Es decir, atribuyó la diferencia de los sexos a la acción de un agente.
Lo que es muy diferente de un "¡Ah! ¡Ahora me avivo!". Pero en la manera en
que Freud lo formula, es difícil decidir en cuanto a quién dice eso: ¿Freud o el
paciente? En fin, sigamos:
A partir de aquí Freud hace como una reconsideración del caso, estableciendo
una especie de temporización, y dice que, lo que primero funciona en el niño, y
en el Hombre de los Lobos como en cualquier niño, es lo que califica como "la
antigua concepción", es decir "la teoría de la cloaca". Es decir, algo que ya había
establecido en su texto «Sobre las teorías sexuales infantiles», de 1908, teorías
sexuales infantiles que tienen como supuesto... el falo. Si bien ahí, en 1908, el
falo es una teoría sexual infantil más, en verdad, si uno lee el texto con
tranquilidad, puede ver que la del falo no es una teoría sexual infantil más, sino
que es lo que hace necesarias a las teorías, lo que hace necesario que el niño se
forje teorías sexuales allí donde no hay saber sobre el sexo, es decir: ¿cómo es
posible que haya sexos diferentes si existe un único órgano genital, el masculino?
Si el falo es algo que debe existir siempre, y en la experiencia veo que no lo hay,
entonces... es que fue quitado — lo que define la teoría de la castración. ¿Y cómo
son engendrados los niños dado que la vagina constituye para el niño el sitio de
"una ignorancia que nada puede paliar"? — por vía anal, y ésta es la teoría de la
cloaca.
Entonces, esa, "la teoría de la cloaca", sería "la antigua concepción". Y según
parece sostener Freud en este lugar, la escena habría sido interpretada según esa
antigua concepción de la teoría de la cloaca. Pero en el interín, entre esa vivencia
traumática supuesta y el sueño, Freud dice que este niño tuvo datos que le
permitieron un nuevo esclarecimiento de lo que pasaba. Es ahí que aparece por
primera vez en el historial la palabra Verwerfung. En ese tiempo, dice Freud, el
futuro Hombre de los Lobos
Subrayo el "en nuestro caso" de la frase, que especifica a los motivos. Dado que
esa desestimación de las informaciones nuevas es algo que puede darse en todos
los niños, y referido a cualquier noticia indeseada. Hay ahí algo del "no quiero
saber", sin que esto comporte una "defensa" en el sentido técnico del término,
puesto que en principio no comportaría ningún retorno sintomático. Pero en el
caso del Hombre de los Lobos no se trata de cualquier "esclarecimiento
indeseado", sino de uno que suscita en él "la angustia frente a la castración", por
lo que, entonces, "desestimó lo nuevo". ¿Pero qué quiere decir aquí "desestimó"?
Conviene precisarlo, porque según cómo se lo interprete tendrá diversas
consecuencias... y entiendo que aquí Lacan fuerza un poco su interpretación.
Freud lo dice, sin embargo: esta nueva intelección, pese a ser desestimada, no por
ello ha desaparecido:
Bien, parece claro... En Lacan está muy claro, cuando dice: "no quiso saber nada
de ella siguiendo el sentido de la represión"... porque la represión es un modo de
saber.(38) Lo que a mí no me queda tan claro es que, en Freud, no estoy tan
seguro que el inconsciente sea un saber. ¿Se entiende? Quiero decir, que la
palabra saber no significa lo mismo en Freud que en Lacan. Saber, en Freud,
vamos a decir así, es "anoticiarse", tal vez "sacar las consecuencias"; en Lacan, es
una articulación de significantes. Bueno, dejamos esta cuestión para más
adelante.
Les estaba diciendo, entonces, que Freud establecía cierta secuencia. Primero, la
premisa fálica, y cuando aparece la noticia de la castración surge entonces una
"corriente" que la desestima. Finalmente, dice Freud, el Hombre de los Lobos se
ve obligado a aceptarla de alguna manera: ya no puede desestimarla más. Y
entonces, frente a esto que ya no puede desestimar más, van a surgir dos
"corrientes": en una, "abomina" de ella, de la castración, no quiere saber nada de
ella, ya no en el sentido de la Verwerfung, sino de la represión —no quiere saber
nada, y eso implica una serie de síntomas que ahora no vienen al caso—,
mientras que en la otra corriente la acepta con resignación, pronto para
"consolarse con la feminidad como sustituto". Pero la corriente anterior, que
había surgido de la Verwerfung, "más antigua y profunda", no es abandonada:
"seguía siendo sin duda activable".(39) Entonces, el Hombre de los Lobos, es
como que tiene tres "corrientes" en relación a la castración: una, en la que la
desestimó, una segunda que abomina de ella y que da origen a una serie de
síntomas, y una tercera que la acepta, y que también da origen a una serie de
síntomas y a una serie de identificaciones.
Ahora bien, en relación a la corriente de la desestimación, es que Freud va a
plantear también un síntoma, consistente en un episodio alucinatorio. Pero este
episodio alucinatorio —subrayo— sobreviene en un momento en el que la
castración ya no puede ser desestimada: el Hombre de los Lobos está bajo el peso
de la desestimación de la castración... en un momento en el que ya no puede
desestimarla. Pero entonces, cuando se conjugan la desestimación y el ya no
poder desestimarla, lo que aparece en ese lugar es un fenómeno alucinatorio.
Les recuerdo brevemente en qué consistió ese episodio: el Hombre de los Lobos
estaba jugando a tajear con su navaja la corteza de un árbol, y de pronto creyó
haberse cortado el dedo meñique de su mano, cuyo colgajo se mantenía colgado
por un pedazo de piel; eso lo sumió en un estado de estupor, que Lacan califica
de "infundíbulo temporal" o algo así en su respuesta a Hyppolite,(40) y después
el fenómeno desaparece, finalizando el episodio. Tiene incluso sobre eso, por
otra parte, un recuerdo agregado, que no se sabe tampoco si formó parte de la
alucinación, si es un falso recuerdo, un recuerdo encubridor, consistente en que él
habría cortado el árbol, y que del árbol habría brotado sangre. Ambas cosas,
Freud las interpreta en términos de castración: son equivalentes de la castración,
simbolizan la castración. Pero lo que me parecía interesante poner de relieve era
lo siguiente. En un texto publicado antes que el historial sobre el Hombre de los
Lobos, pero cuyo contenido nace de ese análisis, Freud habla también de este
paciente. Se trata del texto «Acerca del fausse reconnaissance («déjà
raconté») en el curso del trabajo psicoanalítico», donde Freud dice en relación a
esta alucinación del Hombre de los Lobos:
—es decir, para Freud, esta alucinación constituye una "prueba de la existencia
de la angustia de castración"—
NOTAS
(1) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Traducción y Traducción», en Notas de la Escuela Freudiana, Nº 5,
Escuela Freudiana de Buenos Aires, Noviembre de 1986.
(2) Sigmund FREUD, «Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa» (1896), en Obras
Completas, Volumen 3, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1981. Cf. el apartado III, «Análisis de un caso de
paranoia crónica», pp. 175 y ss.
(3) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente» (1911), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980.
(4) Y aún: "Y algunos se inquietan porque yo no haga su lugar a la Verwerfung. Ella está ahí antes, pero es
imposible partir de ella de una manera deductible. Decir que el sujeto se constituye primero como (-1), es
precisamente algo donde ustedes pueden ver que efectivamente, como podríamos esperarlo, es
como verworfen que vamos a volver a encontrarlo..." — cf. Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación,
clase 12, del 7 de Marzo de 1962. Traducción —para circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E.
Rodríguez Ponte.
(5) Jacques LACAN, Seminario 14, La lógica del fantasma. Véanse, por ejemplo, las clases del 15 y del 22 de
Febrero de 1967.
(6) Lo que sigue, sobre lo que habré de volver seguramente en el curso del seminario, tanto por su
importancia como por las dificultades que suele causar al entendimiento, apenas tiene un supuesto, no
obstante decisivo: definir al sujeto como un (-1) de significante (cf. el Seminario sobre La identificación) y
por "no llenar" en el lugar del Otro "otra función que la de falta" (cf. el escrito «Subversión del sujeto...»)
equivale a postular al sujeto como discontinuidad en la cadena de la determinación significante, es decir,
como función de la hiancia causal entre la determinación significante y el efecto, lo que a su vez implica
trasladar el campo de la causa a algo que ni siquiera podríamos denominar un elemento, puesto que no es
significante: el objeto a minúscula.
(7) Dimensión que Lacan destaca en su Seminario 1, y que las futuras mutaciones de la doctrina llevarán
eventualmente a reformular, no a desestimar: "Evocaré rápidamente la experiencia germinal de Freud, de la
que hace un instante les hablé, ya que en suma ella fue en parte el objeto de nuestras lecciones del último
trimestre, enteramente centrado alrededor de la noción de que la reconstitución completa de la historia del
sujeto es el elemento esencial, constitutivo, estructural, del progreso analítico. [...] Quiere decir que
esencialmente, para él, el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la
reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una
dimensión que supera ampliamente los límites individuales. [...] La historia no es el pasado. La historia es el
pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado. El camino de
la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de una búsqueda de restitución del pasado. [...] Diré,
finalmente, de qué se trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia. Cf. Jacques LACAN, El
Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Editorial Paidós, Barcelona, 1981, pp. 26-29. Pero
"reescribir la historia" no deja intocado al que, con deliberada ambigüedad, denominaré aquí su sujeto, pues
como lo dirá Lacan quince años más tarde: "un ser que pueda leer su traza, eso basta para que pueda
reinscribirse en otra parte que allí de donde la ha sacado", cf. Jacques LACAN, Seminario 16, De un Otro al
otro, clase del 14 de Mayo de 1969.
(8) He aquí, entre otras que pondría de manifiesto un rastreo al respecto, tres maneras en que Freud lo formula
en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis, de 1917: "Al hacer que lo inconsciente prosiga hasta lo
conciente, cancelamos las represiones, eliminamos las condiciones para la formación de síntoma y mudamos
el conflicto patógeno en un conflicto normal que tiene que hallar de alguna manera su solución" (p. 395),
"Hemos logrado renovar el viejo conflicto de la represión, hacer que se revise el proceso tramitado entonces"
(p. 398), "Para solucionar los síntomas es preciso remontarse hasta su génesis, hasta el conflicto del cual
nacieron; es preciso renovar este conflicto y llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas impulsoras que
en su momento no estaban disponibles. Esta revisión del proceso represivo..." (p. 413). Cf. Sigmund
FREUD, op. cit., en Obras Completas, Volumen 16, Amorrortu editores, Buenos Aires.
(10) Sigmund FREUD, La interpretación de los sueños (1900), en Obras Completas, Volumen 4, Amorrortu
editores, Buenos Aires, 1979, p. 159.
(11) idem.
(12) Sigmund FREUD, El chiste y su relación con lo inconsciente (1905), en Obras Completas, Volumen 8,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 167.
(13) Sigmund FREUD, «La represión» (1915), en Obras Completas, Volumen 14, Amorrortu editores,
Buenos Aires, 1979, p. 141.
(15) Sigmund FREUD, «Construcciones en el análisis» (1937), en Obras Completas, Volumen 23, Amorrortu
editores, Buenos Aires, 1980, p. 266.
(16) Sigmund FREUD, «Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis» (1938), en Obras Completas,
Volumen 23, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 286.
(17) Sigmund FREUD, «Esquema del psicoanálisis» (1938), en Obras Completas, Volumen 23, Amorrortu
editores, Buenos Aires, 1980, p. 179.
(19) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El Caso Schreber», intervención en el seminario sobre «Psicosis»,
propuesto por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, en el Servicio de Salud Mental del Policlínico Aráoz
Alfaro, el 14 de Noviembre de 1987.
(20) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980, p. 61.
(23) Cf. el «Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud, por Jean Hyppolite», en el Apéndice de
los Escritos 2.
(24) Cf. Jean ALLOUCH, Marguerite ou l’Aimée de Lacan, éditions E.P.E.L., Paris, 1990, pp. 398-399.
¿Cómo seguir aplicando, en el abordaje de la psicosis, la fórmula según la cual "lo que es rechazado de lo
simbólico reaparece en lo real", cuando en el Seminario El sínthoma la paranoia pasa a ser definida, con el
nudo de trébol, por la indistinción de los tres registros? Si en el tiempo de esta fórmula consagrada la
distinción entre real, simbólico e imaginario es tomada como un dato, Jean Allouch señala, muy
pertinentemente, me parece, que "en 1975, la problemática del borromeo converge con la reconsideración por
Lacan de su tesis para hacer valer que, lejos de ser un dato, esta distinción constituye el problema".
(25) Sigmund FREUD, «Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica de la histeria
adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias)» (1894),
en Obras Completas, Volumen 3, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1981, p. 59.
(27) Lo dice precisamente cuando trata de diferenciar lo específico de la Verwerfung, que en ese momento
propone traducir por retranchement, "cercenamiento": "pues la represión no puede distinguirse del retorno de
lo reprimido por el cual aquello de lo que el sujeto no puede hablar, lo grita por todos los poros de su ser" —
cf. Jacques LACAN, «Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud», en Escritos
1, Siglo Veintiuno Editores, México, 1984, p. 371.
(30) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en
la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas. Se encontrará su
texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(32) Sigmund FREUD, «De la historia de una neurosis infantil» (1914), en Obras Completas, Volumen 17,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 72.
(38) Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Las psicosis, Editorial Paidós, Barcelona, 1984. Cf. la p. 216: "A
propósito de la Verwerfung, Freud dice que el sujeto no quería saber nada de la castración, ni siquiera en el
sentido de la represión. En efecto, en el sentido de la represión, todavía sabe uno algo sobre eso mismo sobre
lo que nada quiere, de cierta manera, saber, y todo el análisis consiste en mostrar que uno lo sabe muy bien. Si
hay cosas sobre las que el paciente nada quiere saber, incluso en el sentido de la represión, esto supone otro
mecanismo. Y como la palabra Verwerfung aparece en conexión directa con esta frase y también algunas
páginas antes, echo mano de ella. No me importa especialmente el término, me importa lo que quiere decir, y
creo que Freud quiso decir eso". — Sin embargo, acabamos de ver que en la primera emergencia del término
en cuestión en este texto, "algunas páginas antes", la nueva intelección que había recibido el golpe de
la Verwerfung seguía suficientemente operante como para convertirse "en el motivo para mantener en la
represión el proceso onírico íntegro y excluirlo de un posterior procesamiento conciente" (cf. "unas páginas
antes" en el texto de Freud, es decir, la p. 73 del que estamos citando).
(41) Sigmund FREUD, «Acerca del fausse reconnaissance («déjà raconté») en el curso del trabajo
psicoanalítico», (1914), en Obras Completas, Volumen 13, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 210.
(44) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El falo y la diferencia de los sexos». Intervención en el seminario
«Problemas Fundamentales del Psicoanálisis», en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
de Buenos Aires, el 30 de Septiembre de 1986. Fichas de la E.F.B.A., Nº 1028.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
A veces la realidad parece pasarnos por encima. Hace quince días teníamos el
Cam-peonato Mundial de Fútbol, la actualidad condensada en el partido entre
Argentina y Holanda. Hoy tenemos el cuarto aniversario del atentado a la sede de
la AMIA. To-das, cosas que nos invitan a distraernos de nuestra tarea. Pero
prefiero no continuar en esta línea, por demás sinuosa.
La vez pasada, pensando que a partir de la reunión de hoy se nos abre un pa-
réntesis de un mes, porque vamos a interrumpir este seminario por las vacaciones
in-vernales, para retomarlo el próximo 15 de agosto, y también porque había
pensado, pero afortunadamente fue un error de mi parte, que a esa reunión no iba
a venir na-die, a causa del partido de fútbol, decidí hacer un desarrollo más bien
circunscripto, referido a la noción —si es que luego de ese desarrollo podemos
todavía denominarla así— a la noción de Verwerfung, en Freud. Al mismo
tiempo, les dije que no iba a se-guir hoy con ese tema. Seguir con él, implicaría
seguirle la pista a la Verwerfung tal como es retomada por Lacan hasta el
momento en que él propone traducirla —aun-que no se trata propiamente de una
traducción, en lo que está ahí en juego— por for-clusión. Hay una serie de
pasajes, que conviene precisar, de manera que nos permitan establecer: primero,
que si bien en un primer movimiento Lacan, con la noción de forclusión, propone
no retornar a la noción de Verwerfung,(1) no obstante, esta no-ción se mantiene;
en segundo lugar, la posibilidad de distinguir aquello sobre lo que se ejerce este
mecanismo de la Verwerfung y/o de la forclusión; y en tercer lugar, que la
fórmula que surge de esta traducción, de este modo en que Lacan escoge en el
tex-to freudiano la noción de Verwerfung, de ahí va a salir una fórmula general,
que dice: lo rechazado o lo forcluido de lo simbólico retorna en lo real, fórmula
cuya validez no se restringe al vasto campo de las psicosis, pero que va a
implicar un problema, o va a ser retomado como problema, cuando, con el nudo
borromeo, Lacan plantee que es el Nombre-del-Padre el que introduce la
distinción entre los registros. Ahora bien, si es el Nombre-del-Padre el que
introduce la distinción entre los registros —entre lo simbólico, lo imaginario y lo
real—, entonces ya no funcionaría tan cómodamente es-ta fórmula de que lo
rechazado o forcluído de lo simbólico retorna en lo real, porque esta fórmula
supone que los registros —lo simbólico y lo real, en este caso— ya es-tán
distinguidos, como dato de partida... cuando el problema que se plantea, a nivel
del Seminario El sínthoma es precisamente el de su distinción, dada su
equivalencia. ¿Se entiende, esto? No lo voy a desarrollar, porque lo he trabajado
en otros semina-rios,(2) pero lo recuerdo un poco para darle marco al tema en el
que nos vamos a con-centrar.
Les decía, entonces, que no voy a continuar hoy con la cuestión de la Verwer-
fung en Lacan. Lo dejo para cuando retome el l5 de agosto. La vez pasada les
propu-se, en cambio, que releyeran el texto «Acerca de la causalidad psíquica»,
de 1946, para ver si eso nos permite dar alguna vueltita... — no vamos a poder
considerarlo en detalle, los escritos llevan tiempo, desarrollarlos, pero vamos a
tratar de extraer de ese escrito algunos puntos que nos permitan, digamos, algo
así como asentar algunos mojones en nuestra interrogación de la psicosis.
Lo interesante del recorrido que hicimos la vez pasada por varios textos de Freud,
es que éste es el uso más general que le da Freud a este término. Ahora bien,
antes de pasar al otro empleo del término, lo que les quiero subrayar, porque lo
estoy anticipando en relación a algunas de las preguntas que me hicieron llegar, y
seguramente vamos a volver sobre eso, es que, si en el momento del análisis se
trata de tomar una decisión respecto de lo que se ha reprimido, esto es porque
hay una decisión supuesta en el momento primero de la represión. Esta es una
suposición, claro. Es decir, nadie, ni el analista, ni el propio sujeto, podríamos
decir, asiste al momento de la represión... o al momento de cualquier otro
mecanismo que consideremos. El sujeto siempre se presenta como resultado de
esa decisión, pero nadie asiste a la decisión. ¿Se entiende, esto? Lacanianamente
hablando, podríamos darle a esto que acabo de decir una forma más general: no
hay sujeto en el presente del acto, el sujeto es siempre efecto del acto, pero nadie
asiste al acto. El acto es un corte, y, en ese sentido, el acto es un comienzo
absoluto. Me parece que, si bien la terminología freudiana, e incluso su ideología
positivista —en el límite mecanicista, pues en más de un momento Freud habló
de su expectativa en cuanto a que finalmente el problema de la neurosis lo
resolviera... ¡la química!—, no favorece este desarrollo, en Freud, sin embargo, el
modo con que procede en la clínica, y más allá de las ideas que él, como
cualquiera, pueda hacerse al respecto, implica algo de este orden, de este orden
de suposición.
El ejemplo que Freud proporciona en ese texto es el del novio que no llega.
Ahora bien, esa representación inconciliable, esa representación respecto de la
cual el sujeto procede como si no le hubiera llegado jamás, es... ¿qué? ¿cómo
llamarlo a eso? ¿Es una ausencia? El novio que no llega... ¿qué se representa en
esa "representación inconciliable" con respecto a la cual la sujeto se comporta
como si dicha representación jamás hubiera existido, con respecto a la cual no
pronuncia ningún juicio de existencia? ¿Es una ausencia, a secas? ¿Es la
presencia de una ausencia? — ¿Se entiende que no se trata de lo mismo, en las
dos maneras de formularlo? Por ejemplo, alguno de vuestros amigos puede no
estar acá: es una ausencia; pero si alguien dice "Fulano no está", eso ya no es una
mera ausencia, es una ausencia hecha presente. ¿Se entiende, esto?
Acá también se nos arma el mismo problema en relación a en qué consiste esto
rechazado. Por un lado, hay en el historial del Hombre de los Lobos una
diferencia importante con el texto del ‘94, en el sentido de que no es lo mismo
una representación, a secas, por más "inconciliable" e "insoportable" que se la
quiera, que un complicado nudo de representaciones, armado a partir de una
expectativa, que es la teoría infantil de que existe un único órgano genital, que es
el masculino, o la premisa universal del falo —según atendamos a tal o cual
época de Freud en la manera de formularlo—, pero también: lo que falta, ¿cómo
falta? ¿qué tipo de existencia tiene esto respecto de lo cual Freud dice que "no se
ha producido ningún juicio de existencia"? Porque, ustedes ven que la
alucinación del dedo cortado, al menos en la interpretación que Freud hace de
ella —y lo vimos con algunos pasajes del texto, que hoy no he traído conmigo—,
no carecía por completo de relaciones con aquello que, supuestamente, había sido
rechazado. La alucinación del dedo cortado era un retorno de la castración
materna rechazada. No obstante, sigue igualmente en funcionamiento, como en el
texto del ‘94, la cuestión de que lo que retorna no parece del mismo orden que
aquello que había sido rechazado, verworfen.
— neurosis actuales
— psiconeurosis de defensa
El problema —y creo que hasta ahí es a donde podemos llegar con estos textos
de Freud— es el siguiente: ¿cuál es el régimen de este "en lugar de..."?, o: ¿con
qué otros "en lugar de..." podríamos confrontar esta alternativa de la alucinación
como retorno de la castración rechazada? Me parece que la podríamos confrontar
con tres estructuras de "en lugar de...", para ver si, a partir de esa confrontación,
podemos sacar alguna conclusión. Precisemos: "en el lugar de..." es "algo en el
lugar de otra cosa", y la pregunta que podemos instalar ahí es ésta: ¿cuál es la
relación, qué homogeneidad, qué homología hay entre lo que viene "en lugar
de..." y aquello que es sustituído, es decir, aquello que "estaba" en ese lugar?
la necesidad
el grito
————————————
la necesidad
Pero subrayo: este grito no tiene todavía ningún sentido. Esta barra que coloco
entre el grito y la necesidad, la pongo ahí por anterioridad. Pero en la medida en
que hay ahí afuera —dice Freud— "un poder auxiliador", ese poder auxiliador va
a "interpretar", a "acusar recibo" de ese grito, lo va a interpretar en términos de
"llamado", de "demanda". Vale decir, el grito es acogido por alguna figura del
gran Otro, digamos sin muchas precisiones, y en la medida en que hay de parte
de este Otro algún acuse de recibo —en la construcción freudiana
del Proyecto... este acuse de recibo es el aporte de alimento, pero podría no ser
eso, basta que de este Otro emane alguna señal de que ha recibido lo que sólo por
anticipación podemos denominar "mensaje"—, este grito va a cobrar ahora el
valor de introducción del sujeto en el desfiladero de la demanda. Para distinguir
entre el "grito en sí", digamos, y el "grito para el Otro", lo escribiremos, al
segundo, entre comillas:
grito Otro
"grito" Otro (acusa recibo)
Es decir, que en este camino de "ida y vuelta", aunque esta "ida" es "ida" sólo por
anticipación, salta el trazo unario del Ideal del Yo. El grito, al ser "repetido" por
el acuse de recibo del Otro, se constituye como un primer significante. El grito,
como tal, no es significante, y en ese sentido el primer significante sería el acuse
de recibo del Otro, pero en la medida en que este acuse de recibo del Otro hace
del grito significante, podemos decir que este primer significante, rasgo unario
del Ideal del Yo, surge de su, primera, "repetición":
grito Otro
Pero, ven ustedes, el grito, como tal, sin este pasaje por el campo del Otro, no es
propiamente del orden del significante; en verdad, está hecho de la misma estofa
que el incremento de tensión, lo que en este esquema denominamos "necesidad".
Por eso les decía que sólo por anticipación poníamos ahí la barra:
el grito
————————————
la necesidad
Pero por el rodeo por el campo del Otro, el grito no es más grito, es "grito", que
ahora podemos escribir I, o S1, vale decir, significante:
S1
————————————
la necesidad
Pero ahora, ven ustedes que, aquí, lo que está "en lugar de...", el S1, ya no es del
mismo orden, de la misma estofa, que lo sustituido, lo que hemos convenido en
llamar "necesidad". Es decir, si bien esto:
S1
———————————
la necesidad
Voy a reemplazar este esquema del pizarrón, para que sea más fácil ver con qué
lo reemplazo. Una vez que obtuve lo que hicimos en el esquema anterior,
podemos poner acá, por anticipación, S1, como significante unario, sin sentido,
sin conexión todavía con los demás significantes, reemplazando a "la cosa":
S1
——————————
la cosa
A esta "cosa" que tenemos en esta frase de Lacan, pueden ustedes darle por el
momento todos los sentidos que se les ocurra: la cosa en el sentido de las cosas...
no del mundo, justamente, porque "las cosas del mundo" ya no son cosa,
son objeto, es decir, la cosa vaciada, ausentada por el símbolo, o piensen en "la
cosa" freudiana, das Ding, no importa ahora qué cosa, lo importante es que el
orden de la cosa es asesinado, o sustituido, por el orden del significante. En este
caso, el significante es un significante también por anticipación, en la medida que
es un trazo unario que no remite todavía a ningún otro significante.
S1 — S2
——————————
la cosa
S2
————
S1
familia
Podría seguir con esto, pero prefiero no complicarlo, al menos por hoy. En su
lugar, y aprovechando esto que hemos establecido, podríamos preguntarnos:
Bien, ¿y de qué orden es esto que se produce en relación a la Verwerfung?
En los ejemplos que nos proporciona Freud vemos que la alucinación está "en
lugar de...":
alucinación
———————————
pero nos queda la duda en cuanto a qué tipo de orden pertenece aquello que sería
sustituído por ésta:
alucinación
———————————
Bueno, hasta acá con Freud. Esto lo dejo así, como un repaso de lo que vimos en
la reunión pasada, para retomarlo cuando volvamos a encontrarnos el 15 de
Agosto. Ahora —como me he excedido un poco en el tiempo que tenía calculado
— voy a dedicarle sólo algunos minutos al escrito de Lacan sobre la causalidad
psíquica. Evidentemente, hoy no voy a poder desplegar ese texto, ni siquiera voy
a poder desplegar todo lo que pensé en la semana al respecto. En fin, ¿para qué
les traigo este texto de 1946, «Acerca de la causalidad psíquica»?
"No hay no loco", por lo que leo en algunas preguntas que me siguen haciendo
llegar ustedes, no termina de quedarles claro a qué apunta. Pues bien, hoy no sé si
lo voy a aclarar o lo voy a complicar más, cuando les proponga una fórmula a
primera vista exactamente inversa —no obstante, esta fórmula a primera vista
exactamente inversa, apunta a lo mismo que la primera, pero veré cómo logro
hacérselos llegar—. No hay no loco equivale a invalidar lo que hemos
denominado la roca de la alienación. Es decir, la "pequeña idea" de que:
Pero descartada la roca de la alienación, resulta que la locura es algo por lo que
estamos radicalmente concernidos. Es que la posibilidad originaria de la locura
es rasgo esencial —éste es uno de los sentidos de este texto de Lacan, de 1946—
de la condición humana. En ese punto, no podría haber, entre el psiquiatra y su
loco, una diferencia de esencia —si nos toleramos este lenguaje de tufillo
metafísico del que Lacan no se privaba en esa época—, aunque la posición del
psiquiatra consiste precisamente en establecer esa diferencia. Recuerden esa
frase del «Breve discurso a los psiquiatras», referida a "ese extraño coleóptero".
El psiquiatra concernido por la locura, o nuestra fórmula no hay no loco,
equivale a sostener que la locura es una virtualidad del hablante —es uno de los
modos de padecer del lenguaje que nos constituye—, y que, porque de ningún
modo el psiquiatra, o el analista, está fuera de la locura —porque no lo está, salvo
que es de "otra locura" de la que se trata—, de ninguna manera podría imponer,
al discurso del loco, un llamado al orden en términos de un sentido compartido, o
de ajuste a una "realidad" que sería siempre la del psiquiatra.
A eso apunta entonces la fórmula no hay no loco: a que no hay una diferencia de
esencia con el loco, a que la palabra del psicótico merece ser acogida
en su verdad, y no aplastada bajo patrones de realidad o de sentido que serían los
del psiquiatra... o los del analista en la posición del psiquiatra.
Si esto, poco a poco, y a medida que lo machaco, les va quedando un poco más
claro, les digo que la fórmula que ahora quería introducir, en los minutos que me
quedan —probablemente deberé volver sobre esto la vez que viene—, es la
siguiente: el psicoanálisis implica excluir la locura. Salvo que en esta frase "la
locura" a la que me refiero no es la misma a la que me refería en la fórmula "no
hay no loco". Es decir, esta segunda fórmula no dice lo contrario, pero apunta —
lo digo en un cortocircuito, porque veo que no me alcanzará el tiempo— apunta a
esto: a que la suposición que funda la posición del analista —no importa bajo qué
ropaje teórico la formulemos— es siempre la de ceder la posición de sujeto al
hablante, pero, en la medida en que cede la posición de sujeto al hablante, esto
conlleva la suposición primera, principial, de que hay verdad en lo que dice el
hablante, y que en esa medida éste debe hacerse responsable de los efectos de sus
dichos.
Por supuesto, de ninguna manera la posición del analista podría ser esta de
exculpar explicando. No es esa su función, como tampoco lo es la de
culpabilizar. Se trata de otra cosa. En lo que nos concierne, les señalo que Lacan,
en la edición de los Escritos, y a despecho de la cronología, hace preceder su
texto «Acerca de la causalidad psíquica», que como les dije es de 1946, de un
texto posterior, puesto que está fechado en 1950: «Introducción teórica a las
funciones del psicoanálisis en criminología», texto en el que formula que "si el
psicoanálisis irrealiza el crimen" —en la medida en que lo coordina con el
"carácter simbólico" de la acción que lo ejecuta, sin embargo— "no deshumaniza
al criminal".(8) Dicho de otro modo, y un poco abruptamente: la noción de sujeto
responsable —por dividido que esté, lo que se le escapa por inconsciente es
también su asunto, del que habrá de responder— resguarda la posibilidad
del acto del que, no obstante, el sujeto mismo resulta.
Bueno, voy a dejar el escrito «Acerca de la causalidad psíquica» para otro día,
pero entonces hoy digo esto. Un punto importante de este texto es lo que Lacan
llama, con Hegel, el alma bella. El "alma bella" es: "todo lo que me pasa —y de
lo que me quejo— es culpa del otro, de los otros", y esto, llevado al grado del
mayor desconocimiento, implica "no soy responsable de lo que me pasa". Por
ello, no hay análisis propiamente dicho, no hay posibilidad de análisis, sin dejar
caer esta posición del "alma bella". La famosa rectificación subjetiva, antes de
ser del paciente, tiene que ser del analista, como suposición de que el sujeto es
responsable, y por ello debe responder, de lo que le pasa. Sin esta suposición,
¿qué nos queda? ¿Consolarlo? ¿darle lo que no ha tenido: "bueno, estos padres
han sido tan insuficientes, vamos a ser buenos padres"? — no es ésa la función
del analista. La función del analista no es hacer lo que no se hizo en la
"constitución del sujeto", como a veces se dice, sino acoger el discurso como un
discurso responsable,(11) donde lo que es preciso hacer es el acto analítico, y no
completar la crianza, para decirlo mal y pronto.
Bueno, suspendo acá por hoy. Voy a retomar esto en nuestro próximo encuentro,
porque es preciso verlo un poco más pausadamente. Hay en el texto una
discusión muy interesante con Henri Ey que, si ustedes se olvidan un poco del
"órganodinamismo", que tal vez no nos interesa en este momento, nos lleva de
todos modos a esta pregunta —al menos a mí me lleva a esta pregunta, luego de
tal o cual texto que he leído últimamente—: ¿hasta qué punto los psicoanalistas
sostenemos, todavía, el dualismo cartesiano del pensamiento y la extensión?
Quiero decir, que se esperaría que la triplicidad real-simbólico-imaginario les
hubiera cuestionado a esos psicoanalistas tal dualismo del pensamiento y la
extensión. Bueno, eso, nomás, no quiero abordar hoy ese asunto. Los dejo, en
cambio, con Roxana Schwartz, quien nos presentará el caso que ha preparado
para nosotros.
ROXANA SCHWARTZ
Aparentemente
nos contentaremos
con hacer de
secretarios del
alienado.
Habitualmente se
emplea esta
expresión para
reprochar a los
alienistas su
impotencia. Pues
bien, no sólo nos
haremos sus
secretarios, sino
que tomaremos su
relato al pie de la
letra; precisamente
lo que siempre se
consideró que
debía evitarse.
Jacques Lacan,
Seminario 3, Las
Psicosis.
Muy bien, nos quedan unos minutos, que podemos aprovechar para conversar.
NOTAS
(1) "No retorno a la noción de Verwerfung de la que partí, y para la cual, luego de haberlo reflexiona-do bien,
les propongo adoptar definitivamente esta traducción que creo la mejor: la forclusión." — cf. Jacques
LACAN, El Seminario, libro 3, Las psicosis, Editorial Paidós, Barcelona, 1984, p. 456.
(2) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en la
Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas. Estabilización y
suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis. Hacia una clínica de la suplencia generalizada.
Intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica psicoanalítica – Problemáticas», Curso Anual Año
1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, los
días 17 y 18 de Mayo de 1996. El Sínthoma: operaciones nodales, intervenciones en el «Taller de Lectura de
"Le sinthome"», Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Septiembre-Octubre de 1996. Todos estos textos se
encontrarán en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(3) cf., entre otros muchos lugares, en Sigmund FREUD, Conferencias de introducción al
psicoanálisis (1916-1917), en Obras Completas, Volumen 16, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978. En la
27ª conferencia, «La transferencia», leemos: "Como material nuevo aportamos, en primer lugar, la
advertencia de que la decisión primera ha llevado a la enfermedad..." (p. 398, el subrayado es mío), y "Si el
enfermo tiene que librar, batalla por batalla, el conflicto normal con las resistencias que le hemos revelado en
el análisis, necesita de una impulsión poderosa que influya sobre la decisión en el sentido deseado por
nosotros, el que lleva al restablecimiento" (p. 405, el subrayado es mío). En la 28ª conferencia, «La terapia
analítica», y dentro del mismo hilo argumental que llevará a la exclusión de las neurosis narcisistas del
campo de eficacia del psicoanálisis, Freud escribe: "Esta revisión del proceso represivo sólo en parte puede
consumarse en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión. La pieza decisiva del trabajo
se ejecuta cuando en la relación con el médico, en la «transferencia», se crean versiones nuevas de aquel viejo
conflicto, versiones en las que el enfermo querría comportarse como lo hizo en su tiempo, mientras que uno,
reuniendo todas las fuerzas anímicas disponibles [del paciente], lo obliga a tomar otra decisión. La
transferencia se convierte entonces en el campo de batalla en el que están destinadas a encontrarse todas las
fuerzas que se combaten entre sí" (pp. 413-414, el subrayado es mío). No obstante, esta reiteración freudiana
en re-lación al combate entre "fuerzas", nos alerta de los límites que esta decisión supuesta encuentra en los
supuestos deterministas de la ideología positivista característica de su cientificismo decimonónico: las series
complementarias, y la transferencia positiva incluída de hecho y de derecho en esas series, suponen el
conflicto como una pugna entre fuerzas más o menos ciegas, lo que implica que, para que el conflicto se
resuelva de otra manera que la de la neurosis, Freud no pueda conjeturar otra alternativa que la de añadir otra
fuerza en el asunto, la fuerza de la transferencia positiva. Con Lacan, veremos que su noción de sujeto,
supuesto como discontinuidad en la cadena causal, a la par que objeta esta ideología del complemento, da
otros fundamentos a la lógica de la decisión comportada por el acto. Cf. Ricardo E. RODRIGUEZ
PONTE, La Transferencia. Clínica y Fundamentos. Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos
Aires, 1998. Publicado en fichas. Véase especialmente la clase 7 de este seminario, del 10 de Agosto de 1998.
(4) En el artículo de 1895, «Obsesiones y fobias», cuando todavía no había integrado a estas últimas en el
campo de la histeria de angustia, Freud propone que la fobia, cuyo fundamento es la angustia, es de origen
sexual, pero no remite a ningún recuerdo o idea sexual cualquiera: "ya no es el reino de la sustitución",
escribe, contrastando el mecanismo de las fobias con la génesis de las representaciones obsesivas. En el
mismo año, en su par de artículos «Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado
síndrome en calidad de "neurosis de angustia"» y «A propósito de las críticas a la "neurosis de angustia"»,
escribe: "la angustia que está en la base de los fenómenos de esta neurosis no admite ninguna derivación
psíquica", y también: que el afecto de la angustia "no proviene de una representación reprimida, sino que al
análisis psicológico se revela no susceptible de ulterior reducción, así como no es atacable mediante
psicoterapia. Por lo tanto, el mecanismo de la sustitución no vale para las fobias de la neurosis de angustia".
Cf. Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La angustia, un revés del proyecto freudiano», intervención en el
Seminario de lectura «Fundamentos de la práctica analítica: Temas Freudianos». Escuela Freudiana de
Buenos Aires, el 13 de Junio de 1989. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(5) "Pero la estructura sincrónica está más escondida, y es ella la que nos lleva al origen. Es la metáfora en
cuanto que en ella se constituye la atribución primera, la que promulga «el perro hacer miau, el gato hacer gua
gua», con lo cual el niño de golpe, desconectando a la cosa de su grito, eleva el signo a la función del
significante, y a la realidad a la sofística de la significación, y, por medio del desprecio de la verosimilitud,
abre la diversidad de las objetivaciones por verificarse de la misma cosa." — cf. Escritos 2, p. 785.
(7) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «De la vivencia de satisfacción a la "Cosa" freudiana», clase 5 del
seminario dictado con Rolando H. KAROTHY: La Histeria. De Freud a Lacan. Escuela Freudiana de Buenos
Aires, 1985.
(10) "De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables. Llamen a eso terrorismo donde quieran.
Tengo derecho a sonreír, pues no será en un medio donde la doctrina es abiertamente materia de
compromisos, donde temeré ofuscar a nadie formulando que el error de buena fe es entre todos el más
imperdonable. La posición del psicoanalista no deja escapatoria, puesto que excluye la ternura del «alma
bella»", y "Ahora bien, esa causa es lo que recubre el soll Ich, el debo de la fórmula freudiana, que, de
invertirse su sentido, hace brotar la paradoja de un imperativo que me insta a asumir mi propia causalidad" —
cf. Escritos 2, pp. 837 y 843 respectivamente.
(11) Jean-Michel Vappereau argumenta de una manera muy eficaz que dicha responsabilidad —
del analizante, término que alcanza su valor pleno cuando se opone al de analizado, puesto que "es pues el
analizante el que hace el psicoanalista", desde el comienzo al final de la partida analítica— llega hasta la de
hacerse "responsable del psicoanalista". Cf. Jean-Michel VAPPEREAU y otros, Lu, Topologie En Extension,
Paris, 1998, pp. 43-62.
(18) Jean ALLOUCH, «Ustedes están al corriente, hay una transferencia psicótica», Littoral, 7/8.
(19) Idem.
(20) Idem.
(21) Idem.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Me hicieron llegar —me hicieron llegar porque ustedes son tímidos, no los
escucho suficientemente, en voz alta— me hicieron llegar algunos comentarios
— aparte de las preguntas que me hacen llegar por diferentes vías, y que me
hacen trabajar, entre una reunión y otra, y que de alguna manera constituyen la
razón por la cual nunca sé muy bien de qué voy a hablar la próxima vez, porque
alguna pregunta puede resultar lo suficientemente interesante para mí como para
hacerme ir a un lugar distinto de donde pensaba antes, y eso es tal vez lo más
apasionante de un seminario, y que justifica el peso de un horario quincenal al
que uno se ha comprometido de antemano por un lapso que no es corto, casi un
año, en el que uno se ha comprometido a enfrentar quincenalmente a una
audiencia que no es escasa y que guarda para con uno ciertas expectativas que
uno muy bien podría defraudar, quiero decir: que uno nunca termina de saber
muy bien de qué va a terminar hablando, por lo menos en mi caso — pero
además de las preguntas, esta vez me hicieron llegar cierta... no sé cómo
llamarlo... "perplejidad" sería un poco excesivo, mejor vamos a llamarlo "dudas",
respecto de cuál sería la función del caso clínico en este espacio, como si no
quedara claro para qué viene el caso, pese a que yo lo he dicho, pero es como
que, de todos modos, no les queda claro: ¿para qué el caso, si de todos modos el
caso no viene a ejemplificar lo que yo digo en la primera parte de la reunión?
¿para qué el caso si finalmente, en la tercera parte de la reunión, yo no hago un
comentario sabio sobre el mismo? etcétera...
Bueno, yo tengo mis razones. Algunas, se las he dado, y me parece que hoy voy a
argumentar algunas más. Tengo en claro por qué el caso no viene, ni tendría por
qué venir, a ejemplificar lo que yo hablo en la primera parte de la reunión:
justamente, porque la función del caso es ofrecer un punto de interrogación a lo
que pueda estar establecido o estableciéndose como saber — el caso viene a
cuestionar la teoría, no a confirmarla: allí donde la confirma, hemos perdido el
caso, porque hemos perdido la singularidad. Cuando pasamos del momento
del saber-hacer, que es el momento de la experiencia, al momento del hacer-
saber, que es el momento de la transmisión, inevitablemente pasamos a un tipo
de discurso que se mueve, que debe moverse, en un plano de generalidad. ¿Por
qué entonces no hago comentarios sabios, después de la exposición del caso?
Bueno, porque eso me parece que sería más de lo mismo. Quienes, entre ustedes,
tienen práctica hospitalaria, estarán más que habituados a comentarios sabios a
propósito de un caso, porque efectuarlos es lo más fácil del mundo. Pero, les
pregunto: ¿podríamos francamente decir hoy algo más de lo ya sabido — a saber:
en cada uno de los tres casos que vimos, meter de alguna manera la forclusión del
Nombre-del-Padre, el retorno en lo real, el "goce excesivo" o el goce en el lugar
del Otro, y todo lo demás? Me parece que no.
Entonces, ¿cuáles son las razones positivas de este procedimiento, por qué me
parece interesante sostener de este modo esta segunda parte de la reunión? — si
bien estoy evaluando una sugerencia que me hicieron llegar, todavía no me he
decidido, relativa a la posibilidad de que el caso fuera presentado en el primer
momento de la reunión. Esto, lo estoy pensando. ¿Pero cuáles son las razones que
me hicieron promover este procedimiento, y que todavía, al menos para mí, lo
sostienen?
sí, no sé si todos. Pues bien, lo que en general se observa, por ejemplo en las
supervisiones, es algo que permite establecer la correlación siguiente: a mayor
inexperiencia, mayor doctrina establecida, y en consecuencia mayores efectos de
inhibición en la experiencia, puesto que el saber que no se tiene, o que se cree no
tener, ocupa tanto espacio, pesa tanto, o más, que el saber que se tiene o se cree
saber. No crean que un ignorante, un verdadero ignorante —no me refiero a esa
ignorancia para la que Lacan recordaba la calificación de "docta"—, un
verdadero ignorante siempre que además no sea un "chanta", no tiene menos
saber a poner en reserva que el que no lo es, en realidad tiene más, pues no
conoce las dimensiones del saber que debe poner en reserva, y suele "pasarse de
rosca".
En tercer lugar, porque también la pregunta tomó la forma de... Entre los
residentes que me acompañan de más cerca en este seminario, la cosa fue
formulada más o menos así: "está bien, te entendimos, pero ¿para qué publicar el
caso en las fichas?". Les paso a ustedes lo que fue mi respuesta: porque mi idea
es que, una vez que entremos en la segunda fase del seminario, donde el acento
no estaría tanto en el cuestionamiento del saber establecido, sino en ver si
podemos avanzar algunas proposiciones más "positivas", ahí sí estaría la
posibilidad de que estos casos nos sirvan de acervo común, y que puedan ser
retomados, por mí o por ustedes. Yo creo que en los casos presentados, y en el
que se va a presentar hoy, hay rasgos de invención por parte de los analistas que
son muy interesantes, y que vale la pena que sean retomados para reflexionar
sobre ellos, y ver qué idea nos proponen. Al respecto, les comento que estoy
evaluando la posibilidad de que tal vez alguna reunión, en lugar de que haya este
esquema en tres tiempos, alguna reunión podríamos dedicarla a una especie de
trabajo en taller, es decir, que podríamos dividirnos en pequeños grupos —y tal
vez ello facilite superar ciertas timideces para intervenir como yo sigo esperando
que lo hagan—, y veríamos entonces la manera de que en cada uno de esos
pequeños grupos haya alguien que me pueda hacer llegar lo que se discute ahí, o
levante una especie de acta, de reseña de lo que se discutió, para luego exponerla
al alcance de todos, lo que por otra parte nos daría también un índice para ver por
dónde seguir en lo que resta del año. ¿Quedó claro, esto? Bueno, vamos a ver,
tengo que pensar un poco más esta cuestión.
Bueno, y por último, pues esta introducción se está haciendo un poco más larga
de lo conveniente, les sugiero, o los invito, o las dos cosas a la vez, que
podríamos organizar, para fin de año, una especie de coloquio general, donde
ustedes podrían pasar al frente, presentar algún trabajo, sea individual o grupal...
Piénsenlo, me lo van diciendo con anticipación, obviamente, para que yo pueda
arbitrar los medios para que eso sea posible. Sería interesante, podría ser un buen
cierre, que eventualmente podría ser la promesa de una apertura a otro año, si
vemos que de allí sale algo que vale la pena retomar. Bueno, fin por hoy de los
comentarios generales.
Voy a ser muy breve, especialmente hoy, porque quiero que le otorguemos al
caso que va a ser presentado la atención que merece, y que dispongamos de más
tiempo para la discusión al final. Yo me reconozco responsable de que la cosa no
anduviera exactamente como la había planificado, porque suelo extenderme más
de lo que sería conveniente. Pero es que me cuesta adaptarme a este esquema en
tres partes, a pesar de haberlo promovido, porque estoy más acostumbrado a un
esquema en dos partes.
Como les dije, voy a tratar de recuperar, en una forma un poco asertiva, los
"pedazos" de lo que hemos ido viendo hasta ahora, y avanzar un poquito, no
mucho, en un texto que les mencioné en una reunión anterior, y que quiero
cumplir... Si bien hoy ya estoy en otra cosa, quiero cumplir al menos en parte con
lo prometido, que era la de retomar algunos párrafos del escrito «Acerca de la
causalidad psíquica».
"NO HAY NO LOCO"
Bueno, yo diría que las primeras reuniones, sacando una que coincidió con el
partido entre Holanda y Argentina —que como yo pensé que no iba a venir nadie
me dediqué a hablar de la Verwerfung en Freud—, salvo esa reunión, creo que en
general todas las demás fueron —por lo menos, eso es lo que me queda a mí—
tratando de construir la alternativa planteada por la frase que puse como epígrafe
a la invitación a este seminario, esa frase del escrito sobre las «Variantes de la
cura-tipo» relativa a "un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda cura,
incluso atiborrada de conocimientos psicoanalíticos, no sería sino psicoterapia",
es decir: o el rigor ético que nos mantiene en el psicoanálisis o la psicoterapia. En
ese sentido, me parece que por un lado o por otro siempre estuve dándole vueltas
a esta cuestión: ¿cómo argumentar la posibilidad de una posición para el analista
en relación a la psicosis? — y además que esta posición del analista en relación a
la psicosis no carecía de efectos en cuanto a la manera de considerar la posición
del analista en general, incluyendo a la neurosis.
Otra "roca", que no sé si la mencioné como "roca", pero que la podemos llamar
así hoy, es la roca del déficit, donde podemos ver que, con distintas
argumentaciones que ahora no sé si vale la pena recordar, en definitiva lo que
sustenta esta concepción de la psicosis en términos de déficit —aunque no está
nunca dicho así, como voy a explicitarlo ahora, porque la gente puede estar
equivocada pero no es tarada, en fin, yo traduzco— implica que el psicótico no
llegó a constituir la estructura, entendida ésta como la estructura de la neurosis:
sea porque faltó el padre, porque... No importa ahora, no voy a repasar ahora
todos esos argumentos —si "no accedió a lo simbólico", o al Edipo, a la
castración, al padre—, que se reducen a uno solo: alguna falta está ahí operando,
de manera que no terminó de hacerse lo que tenía que hacerse. Lo que esto
supone, les decía, y esto me parece que es importante, es que esta concepción de
la psicosis en términos de déficit supone que hay una sóla estructura que es la de
la neurosis — y las demás son "fallas de la estructura", "no estructura",
"desestructuraciones"... lo que sea.
Y en contraste con esto, si bien no lo desarrollé, les recordé no obstante esa frase
maravillosa del Seminario de La identificación, donde Lacan plantea qué es la
estructura, que la misma es una, y que ésta incluye términos que habitualmente se
escriben acompañados por un signo "menos" en esto que yo llamo clínica del
déficit, pero que Lacan sitúa claramente como partes, elementos, de esa
estructura que es una: el deseo, el rasgo unario, el sujeto barrado, la carencia del
Otro... — y en relación a los cuales esta estructura tiene "tres caras", dice Lacan,
tres caras de la estructura que Lacan denomina "normal", y es ahí, entonces, que
Lacan pasa a referirse a cada una de estas "caras de la estructura normal",
señalando lo que le parece esencial en cada una, y
nombrándolas neurosis, perversión y psicosis. En este punto está claro que la
psicosis es una cara de una estructura que es una, que tiene una falla...
Bien, pero lo que quería subrayar —no importa que ahora mencione términos que
todavía no hemos considerado— es que esta falla, esta falta de un significante,
que no es cualquiera, es contingente, es decir, que puede no ocurrir, y que,
cuando ocurre, a eso lo denominaremos forclusión. Ahora bien, yo creo que, aun
con esta concepción de la estructura, en la que su falla sería contingente, hay no
obstante bastante jugo para sacar, e incluso el necesario para mantener igual
que la psicosis no es un déficit — sí, incluso con esta concepción. Pero les
agregué en algún momento, y si no lo hice les voy a agregar, que, en el
Seminario siguiente al de Las formaciones del inconsciente, que es el Seminario
sobre El deseo y su interpretación, el segundo "gran secreto del psicoanálisis"
sobre el que Lacan levanta el velo —digo "el segundo", porque el primero era el
de "no hay psicogénesis"—, el segundo "gran secreto del psicoanálisis" es que
"no hay Otro del Otro"... lo cual implica que la falta de la estructura no es
contingente, sino que es imposible que no la haya. ¿Se entiende esto? Siempre
hay un significante que falta, y eso es lo que permite —o es correlativo de— la
inclusión del sujeto en la batería del significante.(2) Pero lo que subrayo entonces
es que, en esta posición de la estructura, la falla no es más contingente, lo que
obliga necesariamente a revisar todo lo anterior y, entre otras consecuencias,
sitúa de otra manera que antes la posición del padre en la estructura. Bien,
terminamos con esto. ¿Cuál es la posición de Freud en relación a estas dos
"rocas", la "roca de la alienación" y la "roca del déficit"?
Freud, si uno lo lee con detenimiento, y sin prejuicios, en verdad cuestiona estas
dos "rocas" que he mencionado. Por ejemplo, si uno toma lo que Freud propone
en el Caso Schreber, encontramos que, a diferencia del "eso no significa nada" de
la roca de la alienación, para Freud eso significa. El discurso de Schreber, para
Freud, está pleno de sentido.
Segundo problema —que viene del hecho de que Freud haya construido su teoría
"de la mano de la histeria", o haciendo pie en la neurosis, y que Lacan, por entrar
al psicoanálisis "de la mano de la paranoia", va a cuestionar—: la cuestión de lo
propio, y esto en dos sentidos. El primer sentido es que toda la interpretación
freudiana de la psicosis, en Schreber sobre todo... — porque eventualmente
podríamos cuestionar qué pasa en esa supuesta "psicosis alucinatoria" del texto
sobre «Las neuropsicosis de defensa», y creo que algo dijimos al repecto: que lo
que hay es un análisis del síntoma, y no más, y qué pasa con esa supuesta "señora
P." del caso de paranoia del texto de las «Nuevas puntualizaciones sobre las
neuropsicosis de defensa», donde el caso, prácticamente, está leído como una
neurosis obsesiva... salvo que esa señora, en lugar de ideas obsesivas, tiene
alucinaciones, ¿no? — pero en el Caso Schreber, y en algunos otros pequeños
casos que aparecen dispersos en la obra de Freud, la interpretación freudiana es
siempre "edipizante", es decir, que hay en ella un predominio del sentido fálico
que, digamos, podría hacer obstáculo para acoger un discurso no ordenado por el
sentido fálico. Y el segundo punto, muy complicado, de la doctrina freudiana
es la tesis de la proyección: la tesis de la proyección, en Freud, implica la
imposibilidad de acoger el testimonio de un mensaje proveniente de una radical
exterioridad. ¿Se entiende lo que digo?
Esto a lo que me estoy refiriendo se puede ver muy bien en un texto freudiano de
1922, cuyo título es «Sueño y telepatía»(4) — se puede ver bien en varias partes
de la obra de Freud, en verdad, pero en éste es posible localizar un caso muy
especial, que muestra muy claramente lo que pretendo transmitirles.(5)
Este texto... se trata de una conferencia de Freud, que parece que nunca fue
pronunciada; la escribió —él solía escribir sus conferencias—, creo que no la
llegó a pronunciar nunca, no sé por qué motivo, pero de todos modos la publicó.
La misma se centra fundamentalmente en dos casos. El primero es el de un señor
que una vez soñó que su esposa tenía mellizos, y posteriormente se entera de que
la noche de ese sueño su hija, que vivía en otro país, había dado a luz unos
mellizos. El ya sabía que la hija estaba embarazada y que estaba por dar a luz,
pero aparentemente nadie esperaba que dicho embarazo fuera de mellizos. Eso lo
sorprende. En esta parte de la conferencia, que gira en torno a la cuestión de la
telepatía y a su eventual conexión con el inconsciente —de ahí que los casos
presentados Freud los haya armado alrededor de unos sueños—, prefiero no
detenerme. En su lugar, les leeré unos parrafitos con los que Freud concluye el
análisis de este curioso sueño:
Como dije, se trata de un sueño recurrente. La señora añade a su relato del sueño
algunos recuerdos. Entre los seis y los nueve meses, se acuerda de ella en su
cochecito, y a su derecha dos caballos, uno tostado, que la miraba intensa y
vivamente. Dice que era una experiencia muy fuerte, y que ella tuvo la
experiencia de que era un ser humano. Al año de edad, ella se recuerda junto al
padre, en el parque, y un guardián le pone en la mano un pajarito: "sus ojos me
devuelven la mirada y yo siento: éste es un ser como yo". A eso de los cuatro
años, recuerda que cuando faenaban a los cerdos y estos gruñían, ella pensaba
que estaban matando a un hombre; de ahí le quedó una sensación de asco y de
repugnancia a la carne, que superó un poco cuando vino la hambruna de la
guerra, pero que volvió después. A los cinco años, la madre da a luz, y ella la oye
gritar: "tuve la sensación —dice— de que ahí había un animal o un hombre en
penuria extrema", lo mismo que cuando mataban a los cerdos.
Esta señora, que por otra parte es la mayor de doce hermanos, cuenta además que
en el aspecto sexual fue poco desarrollada, que recién experimentó un poco de
placer sexual a partir del nacimiento de su primer hijo, a los 26 años. Pero no me
demoraré en más detalles del caso, y paso a las reflexiones de Freud al respecto.
Freud no abre juicio sobre el carácter telepático o no de esas experiencias que le
contó la señora. Sobre eso, dice que no puede expedirse. Pero en cuanto a lo que
él sí se autoriza a expedirse, constatamos que progresivamente va interpretando
el sueño, así como los recuerdos que lo acompañan en la carta, en el sentido de lo
que podríamos llamar un complejo de Edipo femenino. Así, dice que la palma
inclinada simboliza el falo, que las olas que rompen rítmicamente contra la
rompiente de la península simbolizan las contracciones de un parto, que sacar un
hombre del agua simboliza el deseo de hacerse madre de ese hombre o de tener
un hijo con él, que el alazán tostado es un símbolo del padre, etc. Así, paso a
paso, Freud va interpretando todo lo que puede en términos de lo que constituiría
un complejo de Edipo femenino, con sus componentes de amor por el padre y
rivalidad con la madre —el texto, de 1922, es anterior a la introducción de la fase
fálica en la teoría, que data del artículo sobre «La organización genital infantil»,
de 1923—.
Ahora bien, en función de este análisis del sueño y de los recuerdos que lo
acompañaban, Freud sugiere que tal vez se podría interpretar que ese supuesto
mensaje telepático en el que ella habría escuchado la voz de su hermano, tal vez
no fue tal, que a lo mejor se trata de un falso recuerdo con interpretación a
posteriori, que probablemente ella escuchó primero el relato de la madre —el
relato de haber recibido esa especie de mensaje, de su hijo en el frente—, y como
ella, por el complejo de Edipo, quería sustituir a la madre y entonces ser ella la
madre de sus hermanos, se había forjado el falso recuerdo de haber sido ella
quien recibió primero el mensaje de su hermano-hijo. Me ahorro el comentarles
el análisis que Freud efectúa del sueño recurrente, interpretándolo como un sueño
de parto, donde ella recibiría un hijo del padre. Pueden ustedes consultar ese
texto de Freud. ¿Pero se entiende la idea general que atraviesa la interpretación
freudiana? Todo lo que a él le resulta interpretable, lo va reduciendo a un núcleo
edípico. Por ejemplo, refiriéndose a esa posible alteración en el orden de los
recuerdos, a esa posible sustitución de la madre por ella en la recepción del
mensaje supuestamente telepático, Freud escribe:
Pero entonces, este modo de acogida del testimonio psicótico implica que una
parte esencial del mismo, que es que el Otro ha hablado, sea rechazada. La parte
e-sencial es "él habló", pero la noción de realidad psíquica implica que él no
habló en absoluto, que eso es pura proyección del sujeto. Lo que equivale a decir
que este mo-do de acogida del testimonio comienza invalidándolo en su raíz.
Consideremos la frase "yo soy así porque así me hicieron". Pero decir "así me
hicieron" es decir "yo no soy así, sino que me hicieron así", pero al mismo
tiempo mantengo lo que "soy" como distinto de lo que "me hicieron", lo que
equivale a trasladar todo a la acción exterior —no importa de qué tipo, ahora,
digamos: sea órgano-dinámica, sea sociológica, parental, lo que sea—, es decir,
la explicación, entendida en términos de determinación, de lo que hago o digo.
Pero la noción de sujeto, en psicoanálisis —les dí una primera definición del
sujeto, hasta ahora, les dije que el sujeto es que uno nunca hace uno consigo
mismo, pero podemos añadir una nueva definición—: el sujeto es el modo de
nombrar la determinación insuficiente, referido a un agujero en la cadena causal.
¿Se entiende, esto? Bueno, me limito a esto, por razones de tiempo, y estoy
tratando de no derivar hacia todos los puntos en los que, tanto en Lacan como en
Freud, está implicada la cuestión de la decisión. En todo caso, lo dejo para otro
día. Es justamente, en la medida que el sujeto está referido a un agujero en la
cadena causal, que el sujeto es invitado a asumir esa causa, aunque la misma sólo
pueda ser asumida en el límite. No habría posibilidad de análisis para alguien que
se plantee como "no tengo nada que ver en lo que me pasa", que sería el colmo
del "Alma bella"...
Esa es la locura que habría que excluir: a ese "loco", a ese "loco" que se cree que
"es lo que es", y que lo que le sucede es responsabilidad de los otros. Ese loco no
puede analizarse. Pero ven que acá esta palabra, "loco", incluye no solamente a
los que llamamos psicóticos —¿está claro esto?—, y que el tiempo preliminar del
análisis es ver si esta "locura" puede superarse. Pero sin ese pasaje no hay entrada
posible en el análisis.
Bueno, en este texto vale la pena detenerse en algunos términos, les voy a
mencionar las páginas, para que ustedes lo vean, porque es hora de que le pase la
palabra a Carlos Paola. Por ejemplo, la cuestión de la infatuación, la pueden ver
en la página l61:
Esto está planteado ahora por Lacan en términos de narcisismo, pero después lo
va a plantear en términos de lo simbólico, o de la palabra impuesta.
Una frase muy interesante es la que habla de una insondable decisión del ser. Es
todo un tema, esta cuestión de la decisión, cuya punta tenemos en la página 168
de los Escritos:
Bueno, Lacan habla también de una seducción del ser, que es algo que ahora voy
a saltear,(13) y —última referencia, por hoy— que "el espejismo de las
apariencias", dice, "exige el inasible consentimiento de la libertad".(14) Se trata
de frases oscuras, y no pretendo en modo alguno que todo esto sea transparente.
Pero digo en cambio que estas afirmaciones de Lacan, y algunas otras que
podemos encontrar en Freud, al mismo tiempo, en la medida que plantean una
"decisión insondable", un "consentimiento inasible", una "elección" supuesta, son
lo que nos permite hacer del psicoanálisis otra cosa que "hacer conciente lo
inconsciente". Otra cosa — porque el objetivo del psicoanálisis no es saber por
qué me sigo orinando, como en el viejo chiste — pero para que pueda pasar a
otra cosa, el análisis debe ser un momento donde algo puede producirse como
novedoso.
LA CLINICA EN SU SINGULARIDAD
Bien, ahora los voy a dejar con Carlos Paola que nos va a leer un interesante
caso. Volví a extenderme más de lo que quería, en fin... Espero que luego
intervengan un poco más, que lo interroguen, que lo expriman, pues el caso invita
a ello y Carlos, entiendo, le ha dado más de una vuelta.
CARLOS PAOLA
"Lo mío es muy grave, doctor. Lo mío es esquizofrenia
paranoica. Usted que es el Coordinador, consígame rápido
un turno."
Intervengo: "Bueno, todo ésto fue hace varios años. Pero hoy
¿qué es lo grave?"
José vivía con sus padres en una casa que su papá heredó
cuando murió una amiga soltera y sin familiares, a la que
frecuentaba. El paciente dijo no tener claro si su papá se
acercó a esa señora por amistad, por interés o por calentura.
El suponía que eran amantes, pero de eso nunca se habló. Y
así fue como volvieron a tener casa propia.
Trabajaba "para su padre" en el mercado. Pero el padre no
era dueño de un puesto, sino simplemente empleado. El iba
como ayudante. Y se quejaba de ganar poco. Pero así eran
las cosas: Su padre realmente no le podía pagar más y a él
ese trabajo le convenía porque no tenía problemas para faltar
cuando estaba cansado. Por otra parte en una oficina no
soportaba. Era muy torpe para los trabajos administrativos. A
los 20 años estuvo empleado en una escribanía, y lo tenían
de punto. Allí no duró. En cambio en el mercado, él se sentìa
bien.
Responde: "No, doctor, eso no tiene nada que ver. ¿Por qué
será que todos los psicoanalistas insisten con la madre de
uno?" Se ríe. "Por ahí no pasa la cosa. Yo no podía ser
comunista porque el que me enseñó el comunismo se hizo
peronista, y con el peronismo no me iba a meter porque mis
tíos se burlaban de nosotros. El radicalismo es de clase
media y yo soy el hijo de la ignorancia y la miseria más
absoluta. Por eso me fuí a la UCD. Y allí la conocí a María
Julia."
-Carta al rey.
-Carta a la reina.
Abuelo (verduleros)
*|
* (1) |
de la Madre * \ / (peronistas)
* *(2) * \ /
(3) * * * \ /
*|
*|
* Sobrino
(4) * |
*|
* Hijo del
Sobrino
(3) Comunismo
"Sí", confirmé.
A la vez siguiente José me pregunta a dónde lo voy a derivar
cuando termine el tratamiento. Le respondo que cuando el
tratamiento se termine, se termina: no hay derivación a
ningún otro hospital.
"¿Sabe lo que pasa? Tantos años con las muletas que ahora
dejarlas de golpe no sé qué me da. Yo precisaría para
terminar unas diez sesiones más."
Yo acepto.
Bueno, dos cosas más. Una, que hoy, por ejemplo, "la
herencia de honor" yo la pensaría más como la versión
paranoide de la novela familiar. Uno podría decir sueño que
lo reconforta. Ayer, releyendo la novela familiar, me decía
que la venganza y la ley del talión es uno de los temas
preferidos de estas fantasías, bueno, creo que hoy podría
decir eso. Y la otra cosa que yo, honestamente, no puedo
avanzar, y me sigue sorprendiendo, y no sé cómo seguir
pensándolo, es cuando él dice "si yo no soy el sucesor de
Onasis, ¿quién soy?", y después dice "soy ese que soñó con
ser el sucesor de Onasis, soy ese que soñó con olvidarse de
la ignorancia y la miseria, soy ese que se reconfortó
soñando". ¿Cómo formula él eso que fue su producción
delirante? ¿Cómo él habla de esa producción que él tuvo?
Bueno, aunque ya son las doce, dediquemos unos minutos más a dialogar entre
todos.
Bueno, no nos entusiasmemos tanto. Lo que acabo de decir era como el prólogo a
una pregunta que quería formularle a Carlos. El portaba un síntoma, que consistía
en que, si bien él ya no le daba bolilla, no se sentía dirigido por eso, por los
mensajes de María Julia, no obstante él seguía recibiendo esos mensajes. ¿Eso
como siguió?
Bueno, mirá, yo lo que veo, en la serie de cuatro casos que hemos tenido, es que
algo que me parece muy destacable en los cuatro, es que nunca hubo un llamado
al orden, en relación al delirio. Más allá de las ideas que se hace el analista acerca
de lo que hace —porque no importa las ideas que se hace acerca de lo que hace,
el asunto es lo que efectivamente hace, ¿no es cierto?—, más allá de las ideas que
alguno pudo haber tenido —"voy a construirle un delirio", "voy a estabilizarle el
delirio", "voy a neurotizarlo", lo que sea—, lo que está claro, me parece, en los
cuatro casos —habría que volver a leerlos con tranquilidad—, es que la eficacia
que se pudo observar no fué tanto por "seguirle la corriente", como se dice, en el
sentido de "seguir al loco por donde dispara", sino por haber encontrado un lugar
para instalarse en la lógica del delirio, y llevarlo así a dar un paso más. En los
cuatro casos, eso tuvo efectos.
NOTAS
(1) Jacques LACAN, «Acerca de la causalidad psíquica», en Escritos 1, p. 166.
(2) "...el sujeto no se constituye sino sustrayéndose a ella y descompletándola esencialmente por deber a la
vez contarse en ella y no llenar en ella otra función que la de falta", escribe Lacan en «Subversión del sujeto y
dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano». Cf. la p. 786 de los Escritos 2.
(4) Sigmund FREUD, «Sueño y telepatía», en Obras Completas, Volumen 18, Amorrortu editores, Buenos
Aires, 1979.
(5) He ampliado lo que desarrollé suscintamente en el seminario, acerca de la proyección como obstáculo a la
acogida del testimonio psicótico, basándome en lo que al respecto expuse en un seminario dictado hace seis
años — cf. Patricia RAMOS y Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Las dit-mensiones del síntoma, seminario
en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, con los auspicios de la Secretaría de
Extensión Universitaria, 1992. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(7)"En verdad, he llevado un poco más lejos mi concepción del sentido existencial del fenómeno,
comprendiéndolo en su relación con lo que he denominado prematuración del nacimiento en el hombre [...]
desarrollo psíquico. Comienza este último, y ya están, pues, vinculados el Yo primordial, como esencialmente
alienado, y el sacrificio primitivo, como esencialmente suicida. Es decir, la estructura fundamental de la
locura" — cf. Escritos 1, pp. 176-177.
(9) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en la
Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas.
(10) "Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que el hombre
compromete a la vez su verdad y su ser. / Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades
del organismo, es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia. / Lejos de ser «un insulto»
para la libertad, es su más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento. / Y al ser del hombre no
sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la
locura como límite de su libertad" — cf. Escritos 1, p. 166.
(12) "Ahora bien, esa causa es lo que recubre el soll Ich, el debo de la fórmula freudiana, que, de invertirse su
sentido, hace brotar la paradoja de un imperativo que me insta a asumir mi propia causalidad" — cf. Escritos
2, p. 843.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Les digo que sigo pensando las dos propuestas que les adelanté en nuestro último
encuentro, me refiero a la posibilidad de dedicar al menos una reunión, en la que
nos distribuiríamos en pequeños grupos, para discutir al menos los casos que se
han presentado hasta ahora, y ver qué preguntas surgen de ahí. Podría ser como
un ensayo de tarea de taller, que serviría para este año, o para otro, si es que
seguimos. Y la segunda propuesta es que me gustaría que tengamos una última
reunión en la cual, en lugar de que haya una exposición, pudiera haber
presentación de trabajos o pequeños escritos — no hace falta que sea un artículo,
podría ser una hoja donde tal o cual participante, o un grupo de participantes,
planteara una conclusión respecto del trabajo que hemos efectuado a lo largo de
este seminario, o preguntas que eventualmente podrían ser retomadas en otra
oportunidad. Si este plan efectivamente lo concreto, nos quedarían por delante
cinco o seis reuniones, contando la de hoy, nada más. Por eso les voy a pedir que
hoy, en la tercera parte de la reunión, o aunque sea después de la reunión, me
hagan saber por dónde pasaría primordialmente el interés de ustedes, quiero
decir, qué punto especial relativo a la psicosis, de todos los que no hemos
considerado todavía, les gustaría que estuviera en el centro de nuestros próximos
encuentros.
El interés mío, creo que ha quedado más o menos claro, a lo largo de estas
reuniones, que no es tanto el de exponer una doctrina, sino el de darnos un
ámbito propicio para la reflexión y para el cuestionamiento de muchas cosas que
pasan por doctrina establecida. Esa ha sido mi estrategia, hasta el momento. En
este sentido, les decía, yo no tengo ningún apuro por desarrollar nada; lo que no
desarrolle este año lo desarrollaré en otro. Lo que en cambio me interesaría saber,
y eso es lo que les pido especialmente, que me lo hagan saber, al final de la
reunión, en la tercera parte de la misma, o al menos luego la reunión, por escrito,
como hacen algunos, que me hagan saber por dónde pasaría primordialmente el
interés de ustedes, en este sentido: me parece que habría, para estas reuniones que
nos quedan a partir de la próxima, dos caminos-medios para abordar lo que más o
menos ha ido precipitando en las últimas reuniones como eje de mi interés, que
es la cuestión de la Verwerfung. Un camino sería detenernos en una puntuación
—de todos modos somera, porque no nos quedan tantas reuniones— en una
puntuación del Seminario 3 de Lacan, sobre Las psicosis. Esa sería una
posibilidad, y entonces quedaría para otro ciclo el escrito «De una cuestión
preliminar...» El otro camino es, si les parece que el Seminario 3 está más o
menos... no digamos "claro", porque siempre es posible encontrarle una vuelta
más a los textos de Lacan, como a los de Freud, pero sí que no forma parte del
interés inmediato de ustedes —y yo creo que siempre hay que trabajar con el
interés, porque nunca se va tan lejos como cuando uno está movido por las ganas
—, entonces, si les parece que el Seminario 3 no es tan interesante para ustedes,
pasaríamos directamente al escrito «De una cuestión preliminar...» entonces, mi
pregunta es: ¿a qué prefieren que me dedique en las tres o cuatro reuniones que
nos quedan?.
DE LA VERWERFUNG FREUDIANA A LA FORCLUSION
GENERALIZADA
El panorama que nos ofrece la línea de la Verwerfung es bastante amplio.
Nosotros ya hicimos un primer recorrido por la Verwerfung en Freud, y hoy
entraríamos en la cuestión de la Verwerfung en Lacan. Van a ver que esta
cuestión, en Lacan, no es tan simple, que tiene bastantes vueltas, y a mi entender
no es tiempo perdido detenernos en las estaciones intermedias, precisamente
porque, en lo que podríamos denominar un poco exageradamente "la estación
final", las cosas no están tan claras como a veces se piensa. Por ejemplo —he
aquí un breve pantallazo—, vamos a ver que en sus primeras aproximaciones a la
noción de Verwerfung, Lacan la va a hacer equivaler a la represión primaria, a la
no-Bejahung, a la Ausstossung, es decir, introduciendo la noción
de Verwerfung en textos de Freud en los que Freud no había mencionado
la Verwerfung.
Bueno, este es como el panorama general, y ya les digo que no creo que
lleguemos, por lo menos este año, a abordar esos puntos, pero creo en cambio
que sí podremos introducir, primero, problemas en una noción que aparentemente
no ofrece ningún problema, para ver si de allí salimos con alguna claridad que
nos permita abordar mejor estos problemas últimos. Por eso les decía que para mí
no sería tiempo perdido retomar el Seminario 3, pero eso lo dejo al arbitrio de
ustedes.
En fin, para terminar con esta introducción, aprovecho para decirles que están en
la secretaría de la Escuela las fichas de este seminario; han salido publicadas creo
que hasta la 5. Y a los que además del tema de este seminario sobre la psicosis
les interesa mi manera de plantear las cosas, les digo que los lunes estoy dictando
en la Escuela otro seminario, que es sobre la transferencia, y pese a que trato de
hacer una distinción entre un seminario y otro, evidentemente no lo logro, y
entonces muchas cosas que me quedan colgadas de acá las largo el lunes... y
viceversa, y si no lo hago, cuando reviso la desgrabación de las clases, lo ingreso
como nota. Entonces, a los que les interesa mi modo de plantear las cosas, les
aviso que quizá no perderían totalmente el tiempo si consultaran las fichas
publicadas del otro seminario.(2)
LA VERWERFUNG EN FREUD
Todo esto que acabo de evocar, ya lo hemos visto. Yo les voy a introducir ahora
un tercer texto de Freud en el que, en verdad, no aparece la palabra Verwerfung,
pero lo introduzco por distintos motivos, que paso a comentarles. El primer
motivo, es que ese texto va a ser evocado en la primera retoma que hace Lacan de
la noción de Verwerfung, es decir, a partir del comentario de Jean Hyppolite
sobre la Verneinung de Freud, en lo que constituye su respuesta a ese comentario,
primero en el curso de su Seminario sobre Los escritos técnicos de Freud, y
luego en los Escritos — es decir, el texto de Freud que voy a nombrar ahora, no a
comentar, es el de 1925, «La negación», del cual me parece interesante
mencionar tres cosas. La primera, es la diferencia que Freud establece entre
el Verurteilung, que Etcheverry traduce como "juicio adverso" —en verdad, no
es una diferencia que Freud establezca, ahí, la podemos establecer nosotros—
entre el "juicio adverso", Verurteilung, y lo que habíamos visto como "juicio de
desestimación", Urteilsverwerfung, que era el primer empleo técnico que
habíamos localizado de la palabra Verwerfung. Porque, por ejemplo, cuando
Freud habla del "juicio adverso", Verurteilung, dice:
El segundo punto interesante de este texto freudiano sobre «La negación», que
me parece que vale la pena subrayar, es el siguiente. Ustedes recuerdan
seguramente que tanto en relación al caso de la psicosis alucinatoria del texto de
l894 —el de la señorita esa que presumía tener un pretendiente que finalmente no
apareció en el momento esperado—, como en relación al caso del Hombre de los
Lobos, en las dos ocasiones Freud escribe una frase bastante parecida: "es como
si no se hubiera pronunciado juicio de existencia al respecto", o algo así. Bien, y
yo creo que en mi comentario de estos párrafos planteé una duda, referida a que
no es lo mismo decir que no ha llegado la representación inconciliable, que decir
que se ha procedido como si la misma no hubiera llegado. Digamos, si no ha
llegado de ninguna manera, no se entiende por qué lo que retorna tendría algún
parentesco, aunque sea lejano, con lo que no ha llegado; mientras que proceder
como si no hubiera llegado, esto implica que es posible establecer algún tipo de
conexión entre la representación inconciliable sobre la que operó la Verwerfung y
lo que retorna, en esos casos una alucinación.
Bueno, acá, Etcheverry — les digo: cada vez que encuentren en su traducción
esta expresión, "cosa del mundo", él traduce así das Ding, la
famosa Cosa del Proyecto de psicología, de 1895. Etcheverry la traduce como
"cosa del mundo" — como les dije varias veces, no interesa si la traducción es
buena o mala, sino que lo bueno de esta traducción es que ya sabemos cuál es el
término alemán que está en juego — a mí me parece que das Ding no es una cosa
del mundo, porque las cosas del mundo son objetos. Las cosas del mundo son
objetos, ya están recortadas simbólicamente, y recibido la impronta de la
especularidad. Creo que si Etcheverry hubiera mantenido la palabra "cosa", sin el
agregado "del mundo", precisamente porque la cosa no es mundana, hubiera
ganado plata, pero bueno, eso es lo que hizo. Sigamos con la frase de Freud:
Es que, justamente, para que exista este "examen de realidad" con el "juicio de
existencia", es preciso, como va a decir en otro momento —en este mismo texto,
pero más adelante—, que se hayan "perdido objetos que antaño procuraron una
satisfacción objetiva".(6) O sea que acá, en el texto sobre «La negación», el
juicio de existencia es un juicio que apunta al objeto satisfactorio, digamos: si lo
tengo al objeto como representación, ¿cómo sé, cuando lo tengo como
representación —gracias al principio de placer que me lleva a recatectizar la
representación del objeto satisfactorio—, si además de existir como
representación existe también en el mundo? ¿Se entiende esto? Mientras que en
los textos que veníamos considerando en relación al juicio de existencia, lo que
estaba en juego no eran objetos satisfactorios, no eran representaciones
placenteras, sino precisamente displacenteras, incluso insoportables. Bueno, ésta
es la primera observación que me parece interesante hacer en relación a este texto
de 1925.
La segunda remite a algo que es un prejuicio freudiano, del que creo haberles
hablado ya —aunque francamente no me acuerdo si lo he hablado en este
seminario o en el otro, el de los lunes—, me refiero a lo siguiente: que para
Freud, si hay una representación, es que primero hubo una percepción. Esto lo
subrayo porque retorna en una metáfora que vuelve una y otra vez en la boca de
todos, y no me extrañaría de encontrarme con que en la mía también, pese a que
la tengo bastante cuestionada como problemática, que es la metáfora del papel y
la inscripción. Si hay una representación, para Freud eso es porque alguna vez
hubo una percepción. Incluso, en este texto él lo dice con todas las letras:
En fin, ¿por qué subrayo esto? Y bueno, porque este esquema cae completamente
con la doctrina del significante. La doctrina del significante implica que la
representación no resulta necesariamente, ni tampoco primordialmente, de una
percepción, sino de que hay un orden autónomo, que es el orden del significante.
Este es uno de los puntos por los cuales sería interesante pasar por cómo
introduce Lacan este orden del significante en su radical autonomía, en el
Seminario 3. Pero, en todo caso, eso lo dejamos para decidir más adelante. Pero
sí, en cambio, insisto en esto: la doctrina del significante implica romper con este
prejuicio freudiano, con esta necesidad de encontrar recursivamente un
acontecimiento "uno" que dé cuenta de la existencia de la representación. ¿Está
claro esto, por lo menos enunciativamente?
Bueno, hasta acá Freud, entonces. Yo les decía, en la anteúltima reunión — más
o menos nos habíamos quedado en este esquema:
S2
————
S1
que es el esquema del "en lugar de", con el cual nos manejamos más
cómodamente en Freud, que es el de la represión y el retorno de lo reprimido.
Aquí he introducido términos que no son freudianos, pero que de todos modos
"calzan": significante sobre significante. Lo ejemplificamos con el chiste de
Heine, sobre el que tantas veces volvió Lacan, luego de Freud:
famillonario
———————————
familia
Pero les decía que —retomo donde dejé— en contraste con este esquema, nos
encontramos con que aparecía la alucinación en el lugar de otra cosa:
alucinación
——————————
alucinación
————————
r.i.
Aunque tal vez este mismo esquema de sustitución haya que reconsiderarlo un
poco más, y plantearlo sin la barra:
alucinación
representación inconciliable
y decir que, de este "interior", que no se sabe muy bien qué diablos es, sale la
"representación inconciliable", y en su lugar retorna algo, algo del orden de la
alucinación. Este sería un poco el esquema de Freud, el esquema freudiano en
estos textos que vimos, y es, digamos, por este sesgo, sobre todo cuando Lacan
junta estos dos textos donde está la palabra Verwerfung con otro texto donde no
está la palabra Verwerfung, que es el Caso de Schreber, pero que permite
esclarecer mejor este asunto, sobre todo en el punto que retiene Lacan, es decir,
cuando Freud, rectificando lo que había dicho previamente de la proyección, se
corrige y aclara que no era correcto decir entonces que la sensación interiormente
suprimida, o sofocada, es proyectada hacia el exterior, sino que lo cancelado —
Aufhebung, no Verwerfung, Aufhebung que los franceses suelen traducir también
como "abolido", es decir, algo que queda como un agujero—, lo cancelado
adentro retorna desde el exterior.(9)
Bueno, sobre esa base freudiana, entonces, vamos a encontrar la manera en que
Lacan retoma la noción, y la primera aparición de la noción de Verwerfung en el
Seminario 1, donde Lacan propone traducirla por rejet, "rechazo" — como ya les
he dicho, Lacan reescribe mucho cuando traslada este Seminario al escrito: en la
«Respuesta al comentario de Jean Hyppolite...» va a proponer, no rejet,
"rechazo", sino retranchement, "cercenamiento". Bueno, pero en el Seminario, la
primera emergencia de una alusión a la Verwerfung, incluso a la Verwerfung del
Hombre de los Lobos, va a ser cuando lo que está en juego es la presencia, el
fenómeno de la presencia, como un fenómeno no tan frecuente en la vida
humana. Uno podría decir: una "representación" —entre comillas, porque hay
que ver justamente si se trata de una representación— pero de una densidad tal
que capta toda la atención; en ese punto, uno podría intentar establecer algún
puente entre la presencia y la alucinación, sin pretender por eso que ambos
fenómenos sean idénticos. ¿Se entiende? Por ejemplo, yo me represento cosas y a
continuación me las "olvido", cuando paso a otra representación, y esto todo el
tiempo: veo y olvido, veo y olvido, veo y olvido; vivimos, como decía Lacan, en
sueños, soñando, cuando nos despertamos es para seguir soñando... pero hay
algunos fenómenos, muy circunscriptos, la alucinación es uno de ellos, pero
Lacan empieza con otro, que es el de la presencia del analista, o la presencia en
general, que no son fácilmente olvidables, es como si estos fenómenos,
inhabituales, tuvieran un efecto captador, cautivador, del sujeto, quien resultaría
captado por algo que no se deja olvidar así nomás. Lacan lo formula así:
—ven que la fórmula para este "primer nódulo de lo reprimido" podríamos decir
que está calcada de la que en el historial del Hombre de los Lobos Freud emplea
para definir esa defensa "más exitosa" que es la Verwerfung: "Cuando dije que la
desestimó, el significado más inmediato de esta expresión es que no quiso saber
nada de ella siguiendo el sentido de la represión. Con ello, en verdad, no se había
pronunciado ningún juicio sobre su existencia, pero era como si ella no
existiera";(12) pero continúo ahora la lectura de este párrafo del Seminario 1—
—bueno, eso de que lo sigue... más o menos, porque Freud jamás identificó
la Verwerfung a la represión primaria, como Lacan parece en este párrafo estar a
punto de hacer, y además la Verwerfung, en Freud, y como no he dejado de
indicárselos en estas reuniones, no tiene un estatuto muy importante,
conceptualmente, más allá de estos acentos que yo extraje, ¿no es cierto?—
Bueno, me extendí más de lo que pensaba, pero entonces la vez que viene sigo
con la intervención de Jean Hyppolite en el Seminario sobre Los escritos
técnicos de Freud, y entonces al final de la reunión de hoy me dicen por dónde
quieren que siga después. La vez que viene, yo voy a decir dos cositas respecto
de la intervención de Jean Hyppolite, y de la respuesta de Lacan, y a partir ahí
salto entonces al Seminario sobre Las psicosis o al escrito «De una cuestión
preliminar...», ustedes deciden. Y si se sienten fatigados y quieren que
levantemos el seminario, lo levantamos. Los dejo ahora con Roxana Gancedo,
que nos va a presentar su caso.
ROXANA GANCEDO
y el trabajo continúa
Bueno, nos quedan unos minutos. Es interesante, porque algunos temas van como
reapareciendo, de un caso a otro. La vez pasada veíamos la cuestión de la
herencia, hoy también. Me parece notable la manera en que va cambiando el
discurso de la paciente, del comienzo al final del relato. Uno podría decir que, al
comienzo, hay un discurso —lo voy a decir entre comillas, porque la manera de
nombrar comporta una teoría que en este momento quiero evitar— "disgregado",
"destruído", donde parece que está fuera de juego, ya sea porque se perdió, o
porque nunca se tuvo, o por el negativismo que vamos a empezar a introducir a
partir del comentario de Jean Hyppolite, un negativismo que depende de una
"actitud de negación", que no es exactamente una pura ausencia ni una
destrucción, lo que parece que está fuera de juego es la chance de un lazo social.
Hay palabras que no hacen lazo: "timbrar", "canapé", etc., en fin, palabras en
relación a las cuales no hay cómo situarse. Eso se va modificando al final del
relato.
Una segunda observación, es la siguiente. Fíjense ustedes, y sin que lo que voy a
decir implique una crítica: todas esas reflexiones relativas a que el delirio aparece
como una suplencia de la metáfora paterna, de la que la paciente carecería — no
digo que eso sea falso, tampoco que sea verdadero, no abro juicio todavía; digo
en cambio que todas esas reflexiones no llevan a ningún lado, que no son
operativas en el relato. Mientras que lo que parece muy operativo en el relato, y
que está indicado por Roxana —no sé si con conciencia del alcance de lo que
decía— es lo siguiente, que ella remitía a la condición de los terapeutas "en los
inicios", lo argumentaba así, de lo que quisiera extraer la moraleja de que los
terapeutas que no están en los inicios lo deben lograr con un esfuerzo, que es la
posición de no saber, a diferencia de la posición psiquiátrica. Digamos, que la
posición de no-saber no es necesariamente un déficit, lo cual, no hace falta que lo
aclare, creo, de ningún modo es un elogio de la ignorancia. Pero sí apunta a algo
que vamos a encontrar en el escrito «De una cuestión preliminar...» como
necesario para el diálogo con este tipo de pacientes, que es lo que Lacan expresa
como "una sumisión completa, aun cuando sea enterada, a las posiciones
propiamente subjetivas del enfermo",(18) es decir, algo a lo que apuntábamos la
vez pasada cuando hablábamos del camino de entrar en la "lógica del delirio", lo
cual no implica estimularlo, ni tampoco co-delirar, sino someterse a la posición
subjetiva del paciente, y a partir de ahí instalar un diálogo con él. Y en este caso,
efectivamente, lo que se constata es que la paciente no termina hablando de la
misma manera que al comienzo del relato.
¿Esta salida vía Tucumán, donde el delirio queda, pero en suspenso, puesto que
no habría allí jurisdicción para esta jueza de la Corte Suprema, es una solución?
No sabemos. ¿Es una salida precaria? Muy posiblemente. Ahí tendríamos que
conjeturar, pero carecemos del control de la conjetura; sería interesante ver a esta
paciente de aquí a cinco o seis años, como sería interesante volver a ver al
paciente que nos presentó Carlos Paola la vez pasada. Pero bueno, carecemos de
ese control. Lo que sí podemos notar es que, en el relato, la paciente empezó
hablando de una manera, y terminó hablando de otra manera, donde, si bien
quedaban algunas palabras de carácter neológico, sin embargo la paciente estaba
hablando, ahora sí, con su analista. Si para lo primero podíamos conjeturar cierto
negativismo, ya no podemos hacerlo para los diálogos finales. El caso se presta
para más comentarios, pero prefiero pasarles la palabra a ustedes.
Sí, me parece que estos rasgos que señalás están sobredeterminados. Por un lado,
evidentemente, todos estos temas de herencia y filiación, en la psicosis... En fin,
cuando Lacan introduce, como un significante clave, el Nombre-del-Padre, o la
ausencia de ese significante clave en la psicosis, es también que estos temas
ocupan un lugar preponderante en la psicosis. En cuanto al segundo punto que
señalás, tenemos que tener en cuenta que, salvo en el caso que nos presentó
Carlos Paola la vez pasada, los casos que se están presentando son casos llevados
adelante por residentes en un servicio hospitalario, lo cual implica que estos
residentes, bueno, terminan su residencia, o van a una rotación a otra parte, y se
producen entonces estos pasajes del paciente, de un terapeuta a otro, como algo
bastante frecuente. Esto depende también de la "cantera" donde escogemos los
casos. Posiblemente, con otra "cantera", no encontraríamos tan frecuentemente
estos pasajes... aunque, por otra parte, diría que estos pasajes tampoco son
excepcionales, tratándose de psicóticos. Es que así como cuando uno toma un
paciente psicótico tiene que estar dispuesto, me parece, a tenerlo para toda la
vida, aunque no necesariamente en tratamiento, pero sí con algún tipo de lazo —
en este momento estoy evocando a alguien que vengo viendo desde hace más de
veintidós años, que no está constantemente en tratamiento, pero que cuando no lo
está suele acercarse a mi consultorio y me toca el tiembre, para las fiestas de fin
de año, como una manera de asegurarse de que yo sigo todavía allí—, en fin, así
como uno debe estar dispuesto, cuando toma un paciente psicótico, a que este
paciente lo acompañe a uno durante mucho tiempo, también ocurre que estos
pacientes suelen ser rebotados muchas veces, y entonces suelen venir con
historias de muchos tratamiento anteriores. Las dos alternativas.
Hasta la próxima.
NOTAS
(3) Sigmund FREUD, «La negación», en Obras Completas, Volumen 19, Amorrortu editores, Buenos Aires,
p. 254.
(4) Jean HYPPOLITE, «Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud», en el apéndice a los Escritos 2,
cf. p. 861.
(9) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia para-noides)
descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980, cf. p. 66.
(10) Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Edicones Paidós, Barce-lona,
1981. Cf. p. 73.
(12) Sigmund FREUD, «De la historia de una neurosis infantil» (1914), en Obras Completas, Volumen 17,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 78. Las cursivas son mías.
(15) Jacques LACAN, «Lo simbólico, lo imaginario y lo real», conferencia del 8 de Julio de 1953 en la recientemente fundada Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Inédita. Traducción —
para circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.
(16) Pereña Francisco. "Metáfora y delirio". Introducción: "Delirio y síntoma psicótico". EOLIA. Dor
Ediciones. España. 1993.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Comenzaré con una información previa acerca de cómo vamos a seguir en lo que
resta del seminario. Las próximas dos reuniones, la del 26 de septiembre y la del
10 de octubre, no vamos a hacer presentación de casos; voy a dedicarlas, ambas,
a efectuar una pequeña puntuación, y tal vez a algún pequeño desarrollo, en
relación a algún punto del escrito «De una cuestión preliminar...», con lo que les
estoy sugiriendo que ya vengan con el texto leído. Si lo hacen, vamos a
aprovecharlas más. En la reunión del 24 de octubre nos vamos a distribuir en
pequeños grupos; la idea es esta: supongo que para el 24 de octubre habrá una, o
dos, o tres clases desgrabadas más; ya salió publicada la ficha de la clase 5. La
idea es que nos dividamos en pequeños grupos, y que el equipo de residentes que
me da el apoyo logístico, digamos, se va a distribuir entre esos grupos; el
objetivo es, por un lado, que podamos dialogar de una manera más íntima, o sea,
menos apremiada por la dificultad que suele aparecer cuando se trata de hablar
ante un gran público, y que podamos dialogar especialmente alrededor de los
casos que se han presentado hasta ahora — no está excluído que dialoguemos
acerca de alguna cosa que hemos desarrollado, pero digamos que en principio, el
eje que yo les propongo, después cada uno hace con eso lo que quiere, como
siempre, es que sobre los casos que hemos visto, y que van siendo publicados,
haya algún tipo de intercambio, de preguntas, de opiniones, que en cada uno de
esos pequeños grupos serían relevadas para pasármelas, y entonces así, en la
reunión del 7 de noviembre, yo retomaría algunas de esas cosas.
Como se los anuncié en nuestra última reunión, hoy voy a terminar con la
pequeña puntuación de lo que veníamos desarrollando, relativo a esta especie de
bisagra, digamos, entre la noción de Verwerfung en Freud y lo que después va a
ser la forclusión en Lacan, es decir, seguiré con lo que habíamos empezado a
puntuar del Seminario 1 y del texto de Hyppolite sobre la Verneinung, de manera
que podamos, con todo lo que hemos ido acumulando hasta ahora, entrar de lleno
en el escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis», como lo convinimos al término de la reunión pasada. No vamos a
poder hacer, al menos en este año, y como sería interesante hacer, aunque no está
excluído que lo hagamos en otra oportunidad, un comentario de este texto de
los Escritos palabra por palabra, o frase por frase, pero por lo menos vamos a
tratar de dar, en las dos reuniones próximas, un esquema general del escrito, y ver
si podemos interrogar algunos puntos-clave del mismo, fundamentalmente el
punto al que, de hecho, ha sido reducido este escrito, a lo mejor porque no ha
sido leído, como decía Lacan de todos los suyos, que es la cuestión de la
metáfora paterna y la forclusión — el texto de los Escritos es mucho más rico
que eso, pero a eso en general ha sido reducido, en el discurso corriente.
Bueno, voy a tratar de ser breve, hoy, porque tenemos un caso extenso y muy
interesante. Vimos las primeras aproximaciones de Lacan a la noción
de Verwerfung en el Seminario l, y vimos que ahí Lacan relacionaba esta noción
con el fenómeno de la presencia, al que se llega por el sesgo de la irrupción de la
presencia del analista en momentos puntuales de la relación de transferencia, o
sea, que estas reflexiones de Lacan surgen como problema, o son motivadas, a
propósito de un fenómeno particular, propio de la experiencia analítica, un
momento culminante o clave de la transferencia, que es el de la presencia, el de la
presencia del analista, y esto se extiende luego a la pregunta por cómo concebir
otras presencias, en tanto que el de la presencia, dice Lacan, no es una
experiencia habitual, es más bien un fenómeno raro, al que no nos habituamos,
que tendemos a excluir de la vida cotidiana — en general vivimos más bien en la
ausencia, que resulta, creo que les dije entonces, de uno de los efectos mayores
del significante: introducir la realidad como ficción. Y en esos primeros
acercamientos a la noción de Verwerfung había un como primer intento, les dije
también, que Lacan no continúa, pero hay ahí una frase que da pié para pensar en
eso, y eso ha sido retomado por algunos autores, a asimilar la Verwerfung a
la represión primaria, cosa con la que después no continúa. Lo que me interesa a
mí subrayarles, de todo este recorrido inicial, es que, evidentemente, Lacan está
buscando como cierta especificidad —y adelanto algo sobre lo que no me extendí
la vez pasada— no tanto de un "mecanismo", sino la especificidad de cierto
modo de retorno que no es el retorno de lo reprimido.
Bueno, les recuerdo que, junto con los términos que veníamos viendo como
relativos a las llamadas "estructuras clínicas", es decir: la Verdrängung,
represión, la Verleugnung, renegación o desmentida, y la Verwerfung, traducida
como desestimación o rechazo o cercenamiento, había un término, que se podía
detectar, no en los artículos de Freud sobre los que Lacan se detiene en este
período a propósito de la Verwerfung, sino en el artículo que contiene el historial
referido a la psicosis del Presidente Schreber, que es el término Aufhebung, que
se puede traducir por "superación", "sobrepasamiento", "anulación",
"levantamiento", y que Etcheverry, en las Obras Completas, traduce por
"cancelación". Con el término Aufhebung, Freud, en una última vuelta sobre el
caso Schreber — a ver, se los recuerdo rápidamente: él venía tratando la cuestión
de que, de la moción de deseo homosexual, Schreber no quiere saber nada, y
entonces se defiende de ella por medio de la proyección, que es el mecanismo de
la formación de síntoma en la paranoia — ahí Freud introduce toda esa cuestión
de las transformaciones sintácticas de lo que sería el nódulo de esa mo-ción de
deseo homosexual: "yo (un hombre) lo amo (a un hombre)", es decir, las
contradicciones a esa frase de base a nivel del sujeto, del verbo y del
complemento, que dan lugar a las tres o cuatro formas de delirio: de persecución,
el erotomaníaco, el de celos y el de grandeza — esto, por sí solo, ya merece un
comentario, ahora simplemente indico en qué sentido, y es que ustedes se darán
cuenta inmediatamente de que habría lugar para introducir una distinción entre lo
que sería una "moción pulsional", como dice Freud, y la frase "yo (un hombre) lo
amo (a un hombre)", ¿se entiende esta diferencia?, en la medida en que "yo lo
amo", ¿quién dice esta frase? — es decir, que se trata de una frase, dicha o no
dicha, pero no obstante una frase que supone algún sujeto de enunciación,
alguien que la dice, que se la dice, mientras que nadie dice ni se dice una
"moción pulsional", eso, en todo caso, lo dice Freud, o la teoría psicoanalítica,
pero está claro que en "moción pulsional" está como borrado el plano de la
enunciación, es decir que, si bien la tesis de Freud es que la paranoia es una
defensa contra la homosexualidad, algo que se hace en relación con una moción
pulsional, evidentemente, en el análisis que él hace, y más allá de la
conceptualización, hay algo que requiere de otro tipo de análisis, que es un
análisis propiamente lingüístico, que tiene en cuenta al sujeto de la enunciación.
En fin, dejo esto de lado, por el momento. Simplemente les evoco que, luego de
que Freud concluye con su tesis de que el mecanismo de la formación de síntoma
en la paranoia es la proyección, definiéndola así:
y luego de haber distinguido de esto el proceso de la represión, con sus tres fases,
y más ligado que el mecanismo de la formación de síntoma con "la historia del
desarrollo de la libido",(2) lo que lo lleva a la precisión siguiente:
en fin, una vez que Freud en su texto hace esta esta especie de voltereta por la
que define, como constituyendo el resorte fundamental de la psicosis, el retiro de
la libido hacia el yo, y, al revés, el retorno de la libido como lo propiamente... no
la enfermedad, sino el modo de curación, es decir el delirio como "el intento de
restablecimiento, la reconstrucción", es ahí que él vuelve sobre su primera tesis,
para rectificarla, y escribe:
Por ejemplo —es el ejemplo que da Freud—: "usted dirá que esa del sueño es mi
madre, pero no es mi madre". Entonces, la "madre", como representación
reprimida, ya no está inconciente en el sentido de lo carente de conciencia,
porque está dicha en el discurso; por medio del símbolo de la negación, el sujeto
toma noticia de que esa del sueño es su madre, dice Freud, y en ese sentido la
"madre pasa a la conciencia" —esa es la Aufhebung—, pero esto no implica que
la represión, como tal, haya desaparecido, porque, digamos, desaparece el
carácter "no conciente", vamos a distinguir así, para entendernos, desaparece el
carácter "no conciente" de la representación, pero la representación, aunque
ahora en la conciencia, sigue tan reprimida como antes. ¿Ahora sí se entiende un
poco más? Bien. Pero entonces, ven ustedes que la consecuencia de
la Aufhebung en Schreber, y en «La negación», es totalmente distinta, porque en
un texto implica una especie de catástrofe interior, que deja un gran agujero
"adentro", al cual va a retornar algo desde "afuera", en Schreber, mientras que en
«La negación» es un procedimiento para tomar noticia de lo reprimido, pero que
no liquida la represión — incluso, un poco después Freud dice:
¿Que en Schreber no hay represión? No entiendo por qué decís eso, porque
Freud, como acabamos de verlo, no dice eso, al contrario. Y, entonces, todo el
problema es éste: me parece que apuntás a algo que circula, y que me gustaría
discutir, no sé si podré hacerlo la vez que viene, o la otra, o en otro momento,
que es la identificación que suele hacerse entre represión primaria y metáfora
paterna...
Pero es que Freud dice claramente que ese mecanismo está presente en Schreber,
lo que pasa, es lo que yo señalo, es que no tiene un estatuto de mecanismo. En
Schreber hay Aufhebung, pero en Schreber, lo que Freud trata de nombrar con la
palabra Aufhebung, es algo que deja un agujero en un "adentro", mientras que en
el texto de 1925 sobre «La negación», lo que nombra la palabra Aufhebung no
deja ningún agujero, al contrario: permite tomar noticia de una representación
inconsciente... sin que por ello desaparezca la represión. ¿Se entiende?
Bueno, uno podría ir anticipando, entonces, que si lo que permite —haciendo
este pliegue entre «La negación» y Schreber— tomar noticia de algo de lo que la
conciencia no dispone, es la función de la negación, portada por la función de
desconocimiento del yo, entonces, tal vez uno podría conjeturar que eso es lo que
está en ausencia en Schreber. Entonces, esto merecería una interrogación con
respecto a las funciones de la negación, sobre la que Lacan ha vuelto infinidad de
veces, pero lo dejo ahí, como una especie de nota.
Bien, en cuanto a este "mito de la formación del fuera y del dentro", Hyppolite, al
respecto, dice lo siguiente:
Pero la Verwerfung, hasta ahora, siempre comportaba una "actitud", como dice
Hyppolite, un "no quiero", por ejemplo un "no quiero saber nada de eso", de la
castración, o de la representación inconciliable. Por más "mítico" que lo
planteemos —porque siempre estos mecanismos son conjeturales y leídos
retroactivamente, es decir, nunca asistimos ni a la Verwerfung, ni a
la Verdrängung, ni a la Verleugnung, son mecanismos que deducimos a partir de
determinados modos de retorno—, pero por más "mítico" que lo planteemos,
siempre está supuesto un momento donde el sujeto hace eso o no lo hace: reprime
o no reprime, reniega o no reniega, rechaza o no rechaza. La asimilación de
la Verwerfung a la Ausstossung borra, o borra bastante, vamos a decir así, para no
ser tan taxativos, esta dimensión, esta dimensión de acontecimiento, incluso de
acto.
Ahora, subrayo —es algo que me pareció interesante, y esto lo tenía anotado para
la reunión pasada— el hecho de que la negación es una instancia segunda
respecto de la Ausstossung, porque, y aquí es donde este asunto conecta con el
tercer punto que quería destacarles del comentario de Hyppolite, esto le permite a
Hyppolite "distinguir entre la negación interna al juicio y la actitud de la
negación",(14) que es más primitiva, y "cuyo vestigio", dice, "nos designa Freud
en el negativismo que caracteriza a ciertos psicóticos".(15)
Esto me evocó —hace dos semanas, cuando anoté estas cosas, para
comunicárselas— algo que me había ocurrido en esos días. Yo tengo una amiga
muy querida con la que siempre discutimos; ella se dedica mucho al análisis con
niños, y siempre nos encontramos con que nuestras perspectivas son bastante
contrapuestas. Entonces, por ejemplo, y a propósito de la cuestión del "deseo de
la madre", en esos días nos surgió la pregunta por dónde se lee el deseo de la
madre, y entonces ella me traía un fragmento de su clínica, me comentaba de una
mujer que hablaba de su embarazo como si estuviera generando un parásito, una
mujer que había tenido varios abortos en su historia anterior, y entonces ella, mi
amiga, leía el deseo de la madre ahí, en el discurso de ésta. Obviamente, mi
perspectiva no era ésa, a mí me parece que una madre que habla de su hijo, como
un parásito o no... digamos, todo hablante, cualquier hablante, no sólamente esa
madre, no habla ni como madre ni como padre, habla como hijo, siempre —¿se
entiende lo que digo?—, y que el "deseo de la madre", el que opera en ese hijo, el
que operaría en ese hijo si ese embarazo llegara a resistir un nuevo aborto a
repetición, no lo tendría que leer en esa palabra materna, sino que leería la
versión que de eso hace el sujeto que tengo en análisis, para quien "padre" y
"madre" son siempre referentes de su discurso. O sea, que no analizamos a nadie
en tanto que padre, ni en tanto que madre. No sé si esto queda claro. A mí me
parece clarísimo, pero veo que ahí hay un problema, porque la pendiente natural
del pensamiento parece ser la de: "bueno, si la madre habla de él así, entonces..."
— hay como una cosa de antecedente y consecuencia, que a mí me parece que
borra, precisamente, la dimensión del sujeto. Y justamente, fíjense, ese mismo
día que yo hablaba con mi amiga, unos minutos antes, digamos, una paciente que
me estaba hablando de sus dificultades de crianza con sus hijos, a quienes temía
transmitirles ciertos valores que en ese momento ella estaba poniendo en
cuestión, se interrumpió para hacerse esta reflexión que revela que es alguien que
ha dado algunas vueltas en su análisis: "en fin, algunos chicos escupen el
chupete". Es decir, hay una actitud, como la denomina Hyppolite, de la que
resulta que algunas cosas se aceptan y otras no se aceptan. ¿Se entiende esto?
Tomar en cuenta la hipótesis de esta actitud me parece fundamental. ¿Por qué?
Porque es lo que nos permite —aunque esto es una anécdota, es un momento al
que tampoco le podemos dar demasiado valor en tanto lo observamos, siempre
será en tanto lo reconstruimos— esto es lo que nos permite introducir algo de lo
que he hablado en este seminario, que es la suposición
del sujeto como discontinuidad en la cadena, es decir, el sujeto
como determinación insuficiente. Si hay sujeto, es porque la determinación no es
suficiente; si la determinación fuera suficiente, lo que tendríamos sería
marionetas.
S1, S2,... Sn
Sujeto determina-
ción
causa
ALGUNOS ESQUEMAS
Nosotros podríamos decir, con un esquema muy intuitivo, y falso, como todo
esquema, que el esquema de Freud, lo podemos formular así: tenemos un
"adentro" — no importa qué es ese adentro, y lo llamemos como lo llamemos: el
"yo" en el artículo sobre «Las neuropsicosis de defensa», por ejemplo, o las
"corrientes", en el artículo sobre el Hombre de los Lobos:
alucinación
representación inconciliable
Aquí tenemos, si tomamos en consideración el artículo de 1894 sobre «Las
neuropsicosis de defensa», lo que Freud denomina una "representación
inconciliable", incluso "insoportable", que puede sufrir distintos destinos: uno de
ellos es que sea rechazada, es decir, que reciba la Verwerfung, y entonces va a
parar a "fuera", es decir, no es reprimida "dentro" —el esquema es horrible, pero
ustedes me lo disculpan—; en este esquema, la diferencia "fuera"-"dentro" está
supuesta. Entonces: la representación inconciliable va a parar a "fuera", y en su
lugar, "dentro", viene, desde "fuera", la alucinación. La diferencia que podemos
establecer entre lo que Freud postula en l894 y lo que postula en l914, o sea,
entre «Las neuropsicosis de defensa» y el historial sobre el Hombre de Los
Lobos, es que... En fin, primero veamos lo que hay de parecido. Lo que hay de
parecido es que, entre la representación inconciliable y la alucinación hay,
podríamos decir, una relación de semejanza: es decir, el niño se le muere, y la
madre mece un leño, el novio no viene, y la alucinación es que el novio anda por
ahí, para decirlo a la manera de Cortázar; por otra parte, tenemos que en el
Hombre de los Lobos la castración ha sido rechazada, y en su lugar tenemos el
dedo cortado, que es la castración manifestada "en la forma que él se imagina",
como dice Lacan en el Seminario, en un momento en que el Hombre de los
Lobos está en el trámite de reconocer la castración, como lo indica Freud: es ahí
que aparece esta alucinación. Esta es la similitud, lo que hay de parecido entre
ambos textos, es decir, que entre lo rechazado y lo que retorna hay cierta
analogía, cierta relación de semejanza —aunque no pretende tener un valor
conceptual, esto que estoy diciendo—:
¿Cuál es la diferencia que podemos establecer entre ambos procesos, entre ambas
circunstancias? Que en lo que Freud cuenta en «Las neuropsicosis de defensa»,
¿ustedes se dan cuenta de que prácticamente se puede hacer una traducción
directa, de una cosa a la otra? — casi tiene un valor de síntoma histérico esta
sustitución entre el niño muerto y el leño. En cambio, cuando en el Hombre de
los Lobos aparece la alucinación del dedo cortado como retorno de la castración
rechazada, lo que aparece acompañando esa alucinación es un sentimiento de
perplejidad. Es decir, el dedo cortado tiene una significación de castración... para
Freud, para nosotros, no para el Hombre de los Lobos —¿se entiende esto?—, o
mejor dicho: no para una de las "corrientes" del Hombre de los Lobos, vamos a
ser más precisos todavía. Pero lo que quiero subrayar es esto: que hay una
detención del sujeto ante un significado no asimilable. Esto es lo marcaría la
diferencia entre lo que retorna de la Verwerfung en estos dos textos de 1894 y
1914 — y sobre esta diferencia no va a llamar la atención Lacan, pero en cambio
Lacan efectúa algunos señalamientos que me permitieron establecer esta
distinción; por ejemplo, en el Seminario, él va a plantear que, de lo que se trata,
en el Hombre de los Lobos, es de una Verwerfung del sentido,(17) lo que es
bastante compatible con lo que va a aparecer después, con los nudos, cuando diga
que lo real es lo Otro del sentido, e incluso que lo real forcluye al sentido. O sea,
que este "sentido excluido", por decirlo así, es un dato que me parece que vale la
pena conservar de aquí en adelante: que no es tanto el contenido, simbólico,
analógico o imaginario, o lo que sea, de lo que retorna, sino que eso que retorna
implica una suspensión del sentido. Pero entonces, en el Hombre de los Lobos,
podríamos decir que, a diferencia de lo que señalamos antes, lo que retorna no es
tan semejante a lo rechazado:
Este es un primer esquema, entonces. Ahora, con lo que nos vamos a encontrar
de aquí en más, con la fórmula canónica —cuando ya están puestos en
correspondencia, por esa "traducción" que no es tal, la Verwerfung y
la forclusión, o sea, cuando ya está introducida toda la doctrina del Nombre-del-
Padre... y se dan cuenta de que ahora me estoy salteando abruptamente todo el
Seminario 3, para plantear la dificultad—, con la fórmula canónica de que "lo
rechazado de lo simbólico retorna en lo real", nos vamos a encontrar con esta
curiosidad: que ahora, en lugar de la "representación inconciliable" o "la
castración", lo que es rechazado de este "dentro" es el Padre, el Nombre-del-
Padre. ¿Está claro, esto? Lo que nos daría este esquema:
lo que retorna
Nombre-del-Padre
Bien, esto es lo que podremos interrogar a nivel del escrito «De una cuestión
preliminar...», pero quiero adelantarme a otros desarrollos de Lacan, posteriores a
este, aunque no obstante bastante cercanos. El siguiente momento será el de que
falta un significante en el Otro... pero no contingentemente, por obra de la
forclusión, sino necesariamente, por el estatuto mismo de lo simbólico. Es decir,
que lo simbólico, por las propiedades mismas de lo que lo conforma a nivel de
sus elementos, los significantes, ya comporta una incompletud, un agujero — y
contendrá en su interior, o no, pero en todo caso además de este agujero donde
anida la función del sujeto, el significante del Nombre-del-Padre. Pero entonces
—no sé si esto les queda suficientemente claro—, ese agujero en el Otro no es
por la falta del significante del Nombre-del-Padre, siempre va a haber agujero —
lo que nos deja entonces la pregunta por cuál será ahora el estatuto del Nombre-
del-Padre en relación a ese agujero propio de la estructura —y no resultado de
ninguna forclusión—, que ya no es contingente, sino esencial.
Nombre-del-Padre
Un Padre
retorno en lo real
Sí, pero... A ver... El problema sería éste: yo te respondo que sí, y quedo
disgustado, porque es como consentir al malentendido, en la medida en que estoy
seguro de que no entendemos lo mismo cuando empleamos la palabra suplencia.
¿Por qué? Porque en verdad — vos entendiste en seguida, me parece, que se
trataba de una "suplencia del Nombre-del-Padre" — pero lo que hay que tener en
cuenta previamente es que el Nombre-del-Padre, ya, él mismo es una suplencia,
en relación a este agujero no contingente de la estructura. Porque ahora el
estatuto del Nombre-del-Padre ha cambiado radicalmente, a partir de que
decimos que, porque hay sujeto, y por la definición misma del significante, lo
simbólico comporta un agujero.
CARLOS GIOVACCHINI
la presentación
el tratamiento
¿Puedo interrumpirte? Para señalar esta extraña afirmación: ella dice no tener
nombre porque el único que tiene es "el nombre del padre".
—¿Quién te lo mostraba?
En otra entrevista:
El tema religioso está muy fuerte pero también tengo claro que
Juan tiene que vivir en una familia. Tengo ganas de hacer algo a
nivel religioso. Pero tengo una responsabilidad con Juan. tan
grande como la otra. Tengo ganas de tener una vida religiosa..
Hacerme monja. Lamentablemente no puedo dejar de ser madre
(no con disgusto). Parece contradictorio. Lo he pensado en otros
momentos. Someterme a las reglas de la iglesia por mi
personalidad, no me veo. Siempre tuve inquietudes místicas muy
fuertes. Siempre fui una liberal. Nunca me sometí. A medida que
se va acrecentando eso, se acrecienta la oferta de cargos y
lugares de poder. Si yo eligiera cualquiera de esos lugares
beneficiaría a unos y perjudicaría a otros que también quiero. La
gente me ve como que le puedo solucionar un montón de
problemas. Pensaba si este tema de identidad familiar no me llevó
a buscar en religiones.
Si lo retomara, habría que estar alerta, porque parece que eso la descompensa.
Este año no hemos tenido suficiente tiempo —no sé si nos volveremos a
encontrar el año que viene— para ver un poco de clínica. Esta paciente no es una
erotómana, ella no se siente amada por el analista, ella lo ama. Es algo que no
ocurre muy frecuentemente, pero que conviene no excluir: ella está en posición
de erastés, lo que, particularmente en la neurosis, suele ser un momento esperado
en la transferencia. Pero, evidentemente, eso tiene algo de inasimilable, para ella.
Es en ese momento cuando se desencadena su última descompensación.
Sí, hay como una oscilación. Hay un momento en el que ella está más "loca",
digamos, que es cuando su familia no es su familia, sino que su familia son todos
los demás que no son su familia. Y luego eso cambia, y pasa a hablar de su
familia como su familia.
No sólamente el Nombre-del-Padre aporta el sentido, el delirio también. Por otra
parte, el Nombre-del-Padre también aporta esto: ¿en nombre de quién hablo? Por
ejemplo, en el diálogo que mantenemos nosotros, hay una instancia otra, que es
aquella en nombre de la cual hablo; por ejemplo, en nombre de la verdad con
relación a la cual podemos entendernos, aunque sea en el malentendido. Siempre
se habla en nombre de otra instancia. Si bien la función de desconocimiento del
yo promueve que el yo se proponga como autor de los enunciados, siempre hay
en el discurso índices de que se habla en nombre de... en nombre de otra cosa.
Por ejemplo, en el caso del famoso chiste de Heine, que Freud retoma, Hirsch-
Hyacinthe comienza el párrafo que terminará en el tropiezo que conocemos con
la fórmula "Tan cierto como que Dios me de-be todo lo bueno...", lo que es
equivalente a decir "hablo en nombre de Dios, en El me autorizo para decir lo
que voy a decir". En segundo lugar, contar con el Nombre-del-Padre tiene esta
otra ventaja, y es la de que uno puede descansar en él para que le dé sentido a las
cosas. Puedo vivir en un universo bastante incomprensible, como es el caso,
porque dejo a cargo del Nombre-del-Padre, o de quien hace sus veces, que se
ocupe de darle sentido. En cambio, si no cuento con él, parece que la carga del
dar sentido queda a mi cargo, lo que es extenuante. Los delirantes se toman un
trabajo bárbaro. Yo puedo vivir perfectamente no entendiendo un montón de
cosas, no por eso dejo de presumir que tienen sentido. En cambio, parece que en
la psicosis ocurre otra cosa: que el sujeto tiene que empezar a elaborar él todo el
saber, y no puede descansar de eso. Todo el saber para recubrir esa realidad que,
dice Borges para argumentar su carácter de pesadilla, es minuciosa.
NOTAS
(1) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires,
1980, p. 61.
(6) Sigmund FREUD, «La negación», en Obras Completas, Volumen 19, Amorrortu editores, Buenos Aires,
pp. 253-254.
(7) op. cit., pp. 254.
(8) Ricardo AVENBURG, El aparato psíquico y la realidad, Edicones Nueva Visión, Buenos Aires, 1975.
(10) "Iré pues más adelante, sin que los más picados de la idea de desarrollo, si es que los hay todavía aquí,
puedan objetarme la fecha tardía del fenómeno, puesto que el señor Hyppolite les ha mostrado
admirablemente que es míticamente como Freud lo describe en cuanto primordial" — cf. Escritos 1, p. 372.
(16) En relación a la alucinación del Hombre de los Lobos, Lacan señala "una verwerfung, un rechazo. Para él
siempre fue como si el plano genital literalmente no existiese. Hemos sido llevados a situar este rechazo a
nivel, diría, de la no-Bejahung [...]. ¿Qué sucede cuando esta Bejahung no se produce, y nada entonces se
manifiesta en el registro simbólico? / Veamos al hombre de los lobos. No hubo para él Bejahung, realización
del plano genital. No hay en el registro simbólico huella de este plano. La única huella que tenemos es la
emergencia, no en su historia, sino realmente en el mundo exterior de una pequeña alucinación. La castración,
que es precisamente lo que no ha existido para él, se manifiesta en la forma que él se imagina: haberse cortado
el meñique [...]. Existe algo así como un mundo exterior inmediato, manifestaciones percibidas en lo que
llamaré un real primitivo, un real no simbolizado [...]. El sujeto no es en absoluto psicótico [...] y, sin
embargo, se trata en efecto de un fenómeno de psicosis" — cf. Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los
escritos técnicos de Freud, Ediciones Paidós, Barcelona, 1981, pp. 96-97. Por otra parte, en la «Respuesta al
comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud» podemos leer: "El proceso de que se trata aquí
bajo el nombre de Verwerfung [...] se sitúa muy precisamente en uno de los tiempos que el señor Hyppolite
acaba de desbrozar para ustedes en la dialéctica de la Verneinung: es exactamente lo que se opone a
la Bejahung primaria y constituye como tal lo que es expulsado. [...] La Verwerfung pues ha salido al paso a
toda manifestación del orden simbólico, es decir a la Bejahung que Freud establece como el proceso primario
en que el juicio atributivo toma su raíz, y que no es otra cosa sino la condición primordial para que de lo real
venga algo a ofrecerse a la revelación del ser, [...] puesto que sólo ulteriormente una cosa cualquiera podrá
encontrarse allí como ente" — cf. Escritos 1, p. 372.
(17) "En el hombre de los lobos, la simbolización del sentido del plano genital ha sido verworfen" — cf. op.
cit., p. 110.
Todo mi ser!
(20) Es interesante, en la cita que acaba de leerse, observar que la invitación de Julieta a que Romeo reniegue
del Nombre-del-Padre es correlativa de su demanda de que él tome todo su ser, es decir, que por su amor la
haga toda. Esta renegación del no-todo que caracteriza a la posición femenina podría articularse con
el empuje a la mujer de la psicosis, con lo que nos reencontraríamos con los poetas de todos los tiempos no
menos que con el
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Nuestro plan original era el de tener una próxima reunión el 10 de octubre, luego
una reunión dedicada a trabajar en "taller" el 24 de octubre, después una reunión
de recapitulación el 7 de noviembre, y finalmente una última reunión, tipo
"coloquio" o "jornada", el 28 de noviembre. Les había pedido que, a más tardar el
24 de octubre, me avisaran qué trabajos se pensaban presentar a la discusión en
esa última reunión del seminario, al menos por este año. La novedad que tengo es
que un imprevisto compromiso que me surgió hace unos días me lleva a suprimir
la reunión del 10 de octubre, lo que hoy me va a obligar a un mayor esfuerzo de
síntesis en relación al tema que habíamos convenido dejar para el final, es decir,
una puntuación a propósito del escrito de Lacan de 1958, «De una cuestión
preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». En todo caso, en la reunión
del 7 de noviembre, entre lo que se habrá discutido en los talleres del 24 de
octubre y lo que pueda quedar hoy como pregunta, trataría de reunir algunos de
los piolines que seguramente quedarán sueltos.
Hoy, no sé si lo ven desde ahí, traje conmigo muchos papelitos, lo cual suele ser
un índice, para mí, de cierta dificultad. Para decirlo llanamente, siento que estoy
en el riesgo de encarnar, en mis actos, el desorden que suelo reprochar al mundo
— al fin y al cabo, "el alma bella" no es patrimonio de los otros. ¿Cómo empezar
a nombrar esta dificultad? Un gran problema con este escrito es la extrema — yo
no la llamaría "simplificación" — la extrema reducción con que suele ser
considerado; y entonces, el problema en el que me veo metido hoy es
precisamente ése, que espero, sin dejar de tocar el texto, al mismo tiempo espero
que, luego de lo que podamos ver hoy, a nadie le quede la idea de que eso es el
todo de la "cuestión preliminar". O sea, que me veo tratando de cumplir con dos
objetivos que eventualmente podrían entrar en conflicto: por un lado, abordar el
texto de Lacan de una manera que no resulte anodina, y, al mismo tiempo
conservarle al mismo cierto lugar, cierta función, digamos, "agalmática", como
para que les quede a ustedes la idea de que este escrito merece ser no obstante
leído y reflexionado.
Tanto como para encontrar un hilo en esta lectura que hoy no puede ser otra cosa
que sumaria —veremos si a pesar de todo lo puedo encontrar gracias a la
polarización del decir que me brindan ustedes con vuestra presencia— les voy a
recordar unos esquemas, bastante insuficientes, como ya se los he confesado sin
ambages, pero que no obstante permiten plantear algunos problemas, y ésa es
precisamente la única utilidad a la que aspiran, algunos esquemas que les
introduje en el curso de la reunión pasada.
Nosotros habíamos visto que el pliegue que efectúa Lacan entre los textos de
Freud que hablan de la Verwerfung y el texto de Freud sobre Schreber, donde
la Verwerfung no es mencionada, lo llevaba a esta fórmula, que se volvió
canónica, según la cual "lo rechazado de lo simbólico retorna en lo real". Parece
una fórmula muy sencilla... pero no lo es tanto. Esto es justamente una de las
cosas que me gustaría transmitirles hoy. Tal vez, mi "no lo es tanto" pueda
explicar algunas disonancias que pueden aparecer alrededor de esta noción. Les
voy a mencionar dos, nada más.
En segundo lugar, tenemos algo que podríamos llamar así: del orden del objeto.
Me refiero a un punto que no alcancé a desarrollar, pero que ustedes pueden
localizar fácilmente en la «Respuesta...» de Lacan al comentario de Jean
Hyppolite, cuando se refiere a lo que se conoce como "el caso del hombre de los
sesos frescos". Esa es una de las muchas veces en que Lacan consideró ese caso
de Ernst Kris, que a su vez se trata de un re-análisis de un caso de Melitta
Schmideberg. En esta retoma del caso por parte de Lacan, está la tesis de que lo
rechazado, lo que habría recibido la acción de la Verwerfung, es, dice ahí, si
recuerdo bien, "una primitiva relación oral", que estaría en la base del acting-out,
así como del relativo fracaso del primer análisis.(2)
...al menos, en determinados casos. Porque les dije también que los casos de «Las
neuropsicosis de defensa» no equivalen exactamente al caso del Hombre de los
Lobos, ni tampoco al caso de Schreber, en la medida en que en el artículo de
1894 teníamos que en lugar del niño muerto la mujer mecía un leño —ella seguía
de todos modos con su hijo, podríamos decir—, mientras que en el caso del
Hombre de los Lobos la alucinación del dedo cortado implica el retorno en lo real
de lo imaginario de la castración, pero en este sentido: que es "castración" para
nosotros, no para el Hombre de los Lobos... o al menos: no para una de las
"corrientes" de la vida psíquica del Hombre de los Lobos, como se expresa ahí
Freud, de un modo que no deja de resultar bastante insatisfactorio: para esa
"corriente", eso le llega fuera-de-sentido, lo que corrobora Lacan en sus términos,
cuando contrasta el caso con el del olvido del nombre "Signorelli":
Bueno, pero a lo que quería llegar, con este par de ejemplos, era a que, en el
pasaje de la Verwerfung a la forclusión, lo que opera en todo el trayecto del
Seminario 3 es una inclusión del registro del significante, de lo simbólico, en su
radical autonomía: una autonomía más allá del sujeto, de la que el sujeto es
efecto, lo cual implica —con los ejemplos lo podremos ver más claramente—
que ya hay ahí una dimensión de alteridad... y en todo caso, la pregunta sería por
qué esa alteridad no es sentida como tal por el sujeto. ¿Se entiende, esto? Con
esto, de alguna manera, me estoy adelantando al planteo que hará Lacan al final
de su recorrido, cuando ya no será que piensa la psicosis según el modelo de la
neurosis —como de alguna manera ocurre en el escrito «De una cuestión
preliminar...»—, sino, al revés, cuando piense la neurosis con el modelo de la
psicosis, es decir, cuando se pregunte cómo es que no sentimos todos que la
palabra nos es impuesta, que la palabra es un parásito, etc..., es decir: ¿cómo es
posible no estar loco?(5) — Esa sería la pregunta del final.
Ahora bien, dentro de este registro del significante, el Seminario 3 introduce otra
cosa: la localización de un significante particular... — digo que es "particular",
no sólamente por su función, sino porque además es un significante que de
derecho es localizable — ¿por qué digo que puede localizarse? — porque puedo
leer los efectos de su ausencia.(6) Es el significante del Nombre-del-Padre, que
en el Seminario 3 va a tener una función que es la función de capitonado del
orden simbólico, y que en el escrito «De una cuestión preliminar...», sin dejar de
ser eso, podemos leer como otra función, que sería la de articular lo imaginario
con lo simbólico. La esencia del llamado Esquema R es ésa: cómo abrochar lo
que es propio de lo imaginario con lo que es propio de lo simbólico, puesto que si
bien lo simbólico determina lo imaginario, no lo engendra. Desde el comienzo,
Lacan distingue, y detecta, que cada registro tiene un área de autonomía: no hay
engendramiento de lo real y de lo imaginario por lo simbólico, a pesar de la
primacía de este último. Lo simbólico determina pero no engendra. Si lo
simbólico engendrara los demás registros, éstos, finalmente, serían reductibles a
lo simbólico, con lo que todo lo que es real e imaginario sería racional,
podríamos decir, evocando la fórmula de Hegel que Lacan solía reiterar en sus
comienzos, y que es resorte de la metafísica spinoziana, en la que no hay lugar
para la causa, puesto que entre la causa y su efecto no hay corte sino deducción,
al modo en que se deducen los pasos de un teorema a partir de sus hipótesis o los
pasos de un silogismo a partir de sus premisas — mientras que lo que nos
interesa a nosotros, como campo de la clínica y de la subjetividad que es resorte
de nuestra experiencia, es un campo en el que hay corte, hiancia, entre lo
determinante y lo determinado, es decir, que lo determinado no se podría deducir
de lo determinante — sino, al revés, de lo determinado deducimos
las condiciones de determinación en las que el sujeto encuentra materia para
cierta "insondable decisión del ser".(7)
No obstante —se los digo al pasar, porque tengo miedo de derivar demasiado en
relación a este punto—, me parece que esto no autoriza a lo que ha sido
propuesto recientemente, entre los millerianos especialmente, como forclusión
generalizada. Pero si me meto con esto ahora, no entro más en el escrito de
Lacan. En todo caso, me lo recuerdan en otra oportunidad.
— con lo cual, esto implica cosas muy pesadas, por ejemplo que el estatuto del
Nombre-del-Padre, en estos veinte años que van de un Seminario a otro, ha
cambiado radicalmente: no se podría haber dicho, a la altura del Seminario 3, o
del escrito «De una cuestión preliminar...», que el Nombre-del-Padre "es algo al
fin de cuentas ligero", porque a esa altura el Nombre-del-Padre tiene una función
fundamental. En lugar de ese "peso" que en el Seminario sobre El
sínthoma Lacan quita del Nombre-del-Padre, propone "la forclusión del sentido
por la orientación de lo real", aunque, añade inmediatamente: "¡no llegamos allí
todavía!".
No obstante —esto creo que se los dije al pasar en alguna de las reuniones
anteriores—, aunque "no llegamos allí todavía", como decía Lacan, habíamos
localizado, en relación a la alucinación del dedo cortado del Hombre de los
Lobos, que, justamente, el problema ahí era que lo que autorizaba a Lacan, en el
curso del Seminario 1, a situar algo del orden de un retorno en lo real, es que esa
"castración" entre comillas, puesto que sólo para nosotros es castración, no hacía
sentido para el Hombre de los Lobos. La definición de lo real como lo que
"forcluye el sentido" que aparece en esta clase del Seminario El sínthoma a la
que me estoy refiriendo ahora, es bastante consistente con la Verwerfung de "la
simbolización del sentido del plano genital" que deduce Lacan en su primera
versión de la respuesta a Jean Hyppolite.(11)
Pasemos a los esquemas que les había anunciado. La vez pasada hicimos unos
esquemas, que me parecen interesantes —aunque suene un poco paradójico—
por las complicaciones que introducen. Creo que les decía algo así: a partir de esa
frase de Freud en el caso Schreber —la frase en la que Freud rectifica su tesis
sobre la proyección aseverando que "No era correcto decir que la sensación
interiormente sofocada es proyectada hacia afuera; más bien inteligimos que lo
cancelado adentro retorna desde afuera"—, tenemos, como supuesta por Freud,
una diferencia, ya ahí, entre el adentro y el afuera:
adentro | afuera
adentro | afuera
alucinación
representación inconciliable
y dijimos algo más o menos así: bueno, si en ese "adentro" hay una
"representación inconciliable", pero sobre esta representación inconciliable se
ejerce un modo de defensa particularmente fuerte y exitoso, como decía Freud,
tal que dicha representación inconciliable no es conservada "adentro" con el
estatuto de reprimida, sino que es rechazada, verworfen, hacia "afuera", algo
retornará entonces en su lugar. Por ejemplo, es lo que dijimos, una alucinación.
Hoy vamos a ver si podemos hacer al respecto alguna precisión. Pero lo que me
interesaba de este primer esquema, que es bastante tonto, es que, no obstante, nos
permitía establecer una diferencia entre lo que Freud decía en 1894 y lo que decía
en 1914, en el sentido de que, entre la representación inconciliable expulsada y lo
que retorna encontrábamos una analogía —digamos: el niño que murió y el leño
que la mujer mecía como siendo ese niño, en el texto de 1894, la castración
rechazada y el dedo cortado como imaginarización de la castración, en el texto de
1914—, pero así como encontrábamos una analogía, también podíamos situar
una diferencia, en el sentido de que en 1914, en el historial sobre el Hombre de
los Lobos, eso que retornaba no hacía sentido para el sujeto, o al menos para una
de las "corrientes" de la vida psíquica del sujeto, dado que estos eran los términos
con que se expresaba Freud, términos que no dejan de ser bastante
insatisfactorios, por cierto.
Pero entonces —retomo lo que estaba diciendo antes de este desvío—, ahora la
oposición "adentro" / "afuera" no se equivale exactamente a la oposición entre la
"realidad psíquica" y la "realidad material", sino que tenemos: adentro "lo
simbólico", y afuera "lo real":
simbólico | real
Ahora bien, este Otro no puede ser identificado sin más al orden simbólico. Este
Otro es el lugar donde "ello habla", por un lado, es el depósito del significante,
donde han precipitado todos los términos de la lengua, donde son ingresadas
también las novedades de la lengua, etc., y además, en este momento de Lacan —
esto lo podemos ver analizando el llamado esquema L—, comporta una especie
de bifidez, porque, al mismo tiempo en que se postula como sede del código, es
decir, un lugar, algo tan desubjetivado como un lugar, en todo caso una instancia
virtual del propio sujeto, si me permiten este modo impropio de hablar, es
también postulado como el Otro-sujeto, un sujeto que es Otro para el sujeto.
Punto importante a tener en cuenta al leer este escrito de 1958, en la medida en
que sobre este escrito todavía no han caído las afirmaciones relativas a que no
hay intersubjetividad y a la inexistencia del Otro. Pero de todas maneras, el
esquema sigue siendo prácticamente el mismo, en este sentido: que el Nombre-
del-Padre va a ser forcluido, verworfen, del lugar del Otro:
lo que retorna
Nombre-del-Padre
En fin, para terminar con este resumen del primer período, si consideramos el
agujero propio de la estructura, también podemos plantear ya al Nombre-del-
Padre, cuando está, como una de las suplencias posibles para ese agujero.
Está bien, veo algunos rostros que reflejan cierta incomprensión. Pero aunque los
que no están al tanto de los Seminarios nodales, el R.S.I., El sínthoma, no lo
entiendan, se los digo para que les quede como algo que alguna vez podrán
retomar. Previo al planteo nodal, lo que tenemos es: agujero, y suplencia para
remediar o compensar el agujero. El problema es el agujero: agujero en la
cadena, agujero en el Otro, etc... En los Seminarios nodales, tenemos que es
preciso un agujero más, porque lo que hace nudo, cadena, es un agujero más:
llámese a éste Nombre-del-Padre o sínthoma.
Un punto más, dentro de este contexto, en parte polémico. Todo el planteo de
este período —el correspondiente al de este escrito «De una cuestión
preliminar...», que es el período de la primacía de lo simbólico— es el siguiente:
el significante tiene una función de mortificación de lo vivo del cuerpo, o
también: de vaciamiento del goce. En relación a este punto, quisiera hacer dos
observaciones.
Esta es una primera respuesta a la cuestión. Ahora voy a hacer el mismo planteo,
de una manera ligeramente desfasada de la anterior. En Freud, podríamos decir
que también hay dos planteos de los que constantemente se vale en la clínica,
pero que resultan difíciles de articular en la teoría. Y es que un plano de la clínica
freudiana es un plano que podríamos decir que tiene que ver con la Deutung, con
la interpretación. Es el plano de lo interpretable, el plano del sentido de los
síntomas, digamos. Pero hay otro plano, que funciona al lado del primero, pero
que no es sencillo articular con él, que es el plano de lo económico. Es decir,
junto con la cuestión del sentido de los síntomas, está también la cuestión del
conflicto de fuerzas, de los montos de libido comprometidos en la satisfacción o
en la insatisfacción, la tesis de que la pulsión siempre se satisface, incluso en la
represión, o en el castigo proveniente del superyó.
Ahora bien, podemos ver que en «De una cuestión preliminar...» Lacan se mueve
todo el tiempo en el plano del sentido, y deja de lado el punto de
vista económico —para seguir valiéndonos de los términos de Freud—; este
punto de vista económico va a ser reintroducido más tarde por Lacan, bajo el
capítulo del goce. Pero en «De una cuestión preliminar...», en verdad, la cuestión
del goce no tiene mayor peso; hay apenas un par de alusiones al respecto, en las
que se refiere al goce en términos del narcisismo, por ejemplo, el goce narcisista
del transexualismo schreberiano, o sea, que ubica al goce en lo imaginario. Esto
implica que, cuando más adelante Lacan presenta la traducción francesa de las
memorias de Schreber,(20) va a tener que introducir —no se expide demasiado al
respecto— la dimensión del goce, que ha sido muy explotada, para decirlo de
algún modo, por los que vinieron después de Lacan.
Pero —y aquí viene la puntuación que les quería hacer—, en todo este período, y
hasta bastante más adelante, el significante tiene una función de mortificación, de
vaciamiento del goce. El significante no le hace lugar al goce, o hace el lugar allí
donde había goce. El significante toma al cuerpo sólo bajo el modo de la
extensión, excluyendo su goce,(21) hace del Otro un desierto de goce.(22) Allí
donde hay significante no hay goce, podríamos decir, de un modo un poco
abrupto. Y de ahí resultó que muchas lecturas deducen que, cuando hay alguna
falla en el significante, lo que va a aparecer en ese lugar es una gran irrupción de
goce, con lo que le quedaría al analista la tarea de acotar como pueda esa
invasión. La deducción no es del todo incorrecta: si donde hay significante no
hay goce, entonces donde no hay significante habrá goce — y de ahí derivan
todas las consideraciones sobre el goce inelaborable, intrusivo, arrasador, etc...
—estamos en el plano que recién yo les resumía así: donde hay significante no
hay goce. En cuanto a la palabra "prohibido" de la versión castellana, ésta traduce
la palabra francesa interdit, está bien traducido, es una correcta traducción, pero
lo que se pierde en esta traducción es que interdit es interdicción, en el sentido de
"prohibición", pero también es "interdicción" en el sentido de lo que se inter-dice,
se entre-dice, se "dice entre"; hago esta precisión para que se entienda lo que se
viene a continuación—:
La segunda, que está más lejana en el tiempo, pero que me parece que es
importante, porque en general ha sido completamente desatendida —no entiendo
por qué, porque es bastante clara—, es que en el Seminario Encore hay un vuelco
fundamental en Lacan, respecto de la articulación entre significante y goce.
Porque a partir de Encore, el significante no es lo que vacía el goce, sino que el
significante es causa del goce.(24) Es decir, antes de Encore podíamos valernos
de la famosa metáfora que emplea Lacan en el Seminario sobre La angustia, la
de "el goce del arbol", "el goce de la ostra" encerrada en sí misma, que, si se
pusiera a hablar, con cada palabra dicha estaría barrando goce. Pero a partir
de Encore no se puede sostener más esa metáfora. ¿Por qué? — porque no hay
goce sin significante. El significante introduce goce. Ese efecto del significante
sobre el cuerpo, es el goce.
Bueno, esto es para contextuar un poquito el asunto, es decir de dónde sale esta
cuestión, que es correcta como deducción, pero que se atiene a un tiempo de
Lacan, de que allí donde no hay significante vendría una irrupción de goce
excesivo, desmesurado, arrasador y todo lo demás...
Todo el texto este, «De una cuestión preliminar...», en general, ha sido reducido
—y yo me temo que pueda estar haciendo lo mismo, ahora, espero que no—, ha
sido reducido a la cuestión de la metáfora paterna. Ahora bien, el problema de la
metáfora paterna es el siguiente...
No, voy a empezar con otro punto, más importante. Porque esto es fundamental:
el título. El título del escrito es «De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de las psicosis». Este es el título del texto. Uno podría preguntarse: ¿por
qué tiene este título? Este texto que tiene como cuarenta largas páginas, y que
lleva por título «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis», ¿qué está indicando este título, tan explícito? — que lo que va a hablar
el texto es — parece de Perogrullo, lo que voy a decir, pero tengo que decirlo,
porque me doy cuenta que en las lecturas que se hacen es como que esto
desapareció — este título quiere decir que todo lo que se va a leer a continuación,
en esas cuarenta y pico de páginas, es sobre la psicosis, no sobre la neurosis:
sobre la psicosis y lo que podría llevar a un eventual tratamiento de la misma.
¿Se entiende, esto? Porque este texto suele ser leído como conteniendo una teoría
de la neurosis... y la psicosis parecería estar relegada al Post-scriptum, es decir, al
quinto punto del texto. El escrito proporcionaría una teoría de la neurosis, en
relación a la cual la psicosis quedaría nocionalizada como una especie de déficit,
demostrándose de paso la imposibilidad de un tratamiento verdaderamente
psicoanalítico de la psicosis, puesto que ese déficit, el del Nombre-del-Padre,
arrastra todos los demás como una consecuencia imparable — quiero decir,
cuando, de hecho, se ha reducido la teoría psicoanalítica a una teoría de la
neurosis, es decir, cuando se identifica la estructura a la estructura de la neurosis.
Lejos quedamos entonces de esas "tres caras de la estructura normal" que les
recordaba en nuestras primeras reuniones, esas tres caras de una estructura que
es una. Pero no es eso lo que está indicando, claramente, el título. Y Perogrullo
puede ser un buen remedio para las lecturas prejuiciosas.
Pero ven cómo están las cosas en el discurso corriente del lacanismo: Lacan se la
habría pasado hablando de la neurosis, en este escrito, y como una especie de
apéndice del mismo tendríamos que la psicosis es que no hay Nombre-del-Padre,
está forcluído, con todas las consecuencias que se supone que se desprenden de
eso: que no hay sujeto, no hay transferencia, no hay deseo, no hay fantasma, no
hay inconsciente, en fin, no hay nada de nada, porque toda la estructura estaría
armada en el famoso esquema R. Lacan, en las primeras treinta y ocho páginas,
se la pasó hablando de las neurosis, y después añade un pequeño apéndice sobre
la psicosis. ¡Pero no es así! El título dice claramente que todo el texto habla de la
psicosis —aunque es cierto que, a la psicosis, Lacan la piensa en este escrito a
partir del modelo de la neurosis. Pero lo que no habría en la psicosis, no es todo
lo que hemos visto hasta acá, en esas primeras treinta y ocho páginas, lo que no
hay en la psicosis es el Nombre-del-Padre. ¿Se entiende esto? — Y entonces la
pregunta es cómo contar, vamos a decir así, la estructura de la psicosis con los
términos que quedan una vez que se ha forcluido el Nombre-del-Padre, o sea, por
ejemplo cuando Lacan introduce el esquema L, en el apartado III del escrito,
dice:
La condición del sujeto S —aquí sin barrar, pero no por ello menos dividido,
puesto que la división del sujeto se escribe aquí en su "tironeamiento" entre los
cuatro puntos del esquema: S, a, a’ y A— la condición del sujeto, esto
es, neurosis o psicosis, depende de lo que es articulado en el lugar del Otro. Esta
es la tesis del escrito. No la de que no hay Otro, como se prestaba a que se
entendiera así una frase del Seminario 3. Y lo que va a dar el esquema resolutivo,
para llamarlo de algún modo, no sé si de la psicosis, al menos de esta psicosis de
Schreber — porque una pregunta a hacerse sería la de si el esquema I es el
esquema de cualquier psicosis que alcanzó su estado estabilizado, digamos, o si
es un esquema que sólo vale para el caso de Schreber — en el sentido de que
cada caso nos obligaría a revisar qué situar en los lugares de ese esquema, si es
que ese esquema proporcionara algo general, que sería el modo de hacer, o la
necesidad de hacer algo, con esos dos agujeros que se abren en los campos de lo
simbólico y de lo imaginario —doy por supuesto que le dieron al menos una
leída al texto—: ¿qué hacer con esos dos agujeros que se abren en los triángulos
imaginario y simbólico del cuadrilátero que Lacan denomina P0 y 0? — en
relación a los cuales habría que ver en cada caso cuál es la solución particular.
Bien, entonces, una vez hechas estas salvedades — que el texto es un texto sobre
las psicosis, y — agrego más: el hecho de que Lacan, en el ’58, plantee una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis, ¿qué está
diciendo? — parece una nada, pero a veces las nadas son significativas. Para
Freud, el tratamiento psicoanalítico de las psicosis, era caso cerrado. Para Freud
no podía haber psicoanálisis de las psicosis, salvo en el sentido de un
psicoanálisis aplicado —la lectura que él hace de Schreber, la hace, como él
mismo se lo escribe a Jung, a partir de la tesis sobre la paranoia que él había
extraído del análisis de su relación con Fliess— ¿por qué? — porque en la
psicosis faltaba la dimensión de la transferencia. Esto se ve muy bien en las dos
últimas de las Conferencias de introducción al psicoanálisis, se ve muy bien,
también, cómo además el psicótico a Freud le sirve como una especie de garante
de su teoría, y se ve muy bien la dificultad que tiene Freud con la noción de
transferencia, porque la noción de transferencia no está en Freud suficientemente
deslindada de la noción de sugestión.(26) Hay ahí una contradicción, en Freud,
quien por un lado dice que el psicoanálisis comienza donde termina la hipnosis,
pero al mismo tiempo no hay eficacia de la palabra del analista si, mediante la
transferencia, no puede sugestionar al paciente para que acepte la interpretación.
¿Lo dije muy rápido, esto? No importa, lo desarrollé más en el otro seminario.
Bueno, y éste es otro punto que quería subrayarles, también. Me limito a dos,
porque es infinito, este texto, y en todo caso después veremos, en función de lo
que hablemos en el taller, sobre qué puntos poner el acento. Dos puntos: la
psicosis, si lo leemos con cuidado en este texto y en el Seminario 5 — en el
Seminario 5, sobre Las formaciones del inconsciente, en las clases que son
contemporáneas a la redacción de este artículo — este artículo, si ustedes se
fijaron al final, Lacan lo fecha: "Diciembre de 1957 - enero de 1958", es decir, no
es contemporáneo del Seminario sobre Las psicosis, aunque se pretende un
resumen de los primeros dos tercios del mismo, es contemporáneo de algunas
clases de Seminario 5. Ahora bien, en el Seminario 5, tenemos por ejemplo esta
frase, entre muchas que podría localizar, pero esta me parece suficientemente
ilustrativa:
Repito la frase. En el escrito está lo mismo, pero como más dado vuelta, porque
Lacan es más retorcido, cuando escribe. En el Seminario 5, en la clase del 8 de
Enero, o sea, en el momento mismo que estaba redactando el escrito, dice:
Quiere decir que hay que distinguir lo que sería la condición esencial de lo que es
la psicosis propiamente dicha, en tanto que la psicosis, al menos en este tiempo
de la enseñanza de Lacan, es algo que se desencadena. No habría lugar para
hablar de psicosis no desencadenada —¿se entiende esto?—, aunque sea difícil
decir qué es Schreber antes del desencadenamiento de su psicosis.
PARTICIPANTE: En esta lectura, ya estaríamos en la
línea del Seminario sobre El sínthoma.
No, el sujeto no está ahí... o está ahí, también... En fin, esto es algo que hubiera
querido desarrollar, pero cuando nos vemos obligados a elegir... Eso está claro,
es el primer planteo del Esquema L, [pizarrón](30) — en el Seminario 2, a es el
yo, en el sentido del moi, y a’ es la imagen del otro, del semejante — en este
escrito hay una inversión de lugares: el a’, que en el Seminario 2 estaba arriba a
la derecha, pasa a abajo a la izquierda y ahora nombra al yo, mientras que
el a minúscula, que en el Seminario 2 estaba abajo a la izquierda, en este escrito
pasa arriba a la derecha, y nombra a la imagen del otro — es más lógica esta
segunda presentación, porque primero está la imagen del otro, y luego viene el
yo, que se constituye por identificación a la imagen — este esquema no es muy
complicado, S, sin barrar, escribe el sujeto — en fin, más vale lo preciso, el
esquema implica dos modos de referirse al sujeto: por un lado, el sujeto S está
acá, arriba a la izquierda, y se refiere al sujeto reducido a "su inefable y estúpida
existencia", como dice Lacan en su propia lectura del esquema L, pero el sujeto,
nuestro sujeto, "está estirado en los cuatro puntos del esquema" — o sea, que el
esquema es una de las maneras de escribir el sujeto dividido.(31)
Esperá un poquito. Cuidemos los términos. No queda un sujeto sin sentido, queda
un sujeto que, durante algún tiempo —esto es lo que podemos detectar
clínicamente—, se mueve con un sentido, digamos, prêt-à-porter, vamos a decir
así, que Lacan ilustra con la figura del "taburete de tres patas", es decir, que se
apoya en identificaciones imaginarias, especulares, en el sentido corriente, pero
le falta la posibilidad de engendrar sentido ante determinadas situaciones
puntuales de la existencia. Pero cuando esto surge, no es que tenemos un sujeto
sin sentido, sino que tenemos un sujeto perplejo, paralizado, ante el hecho de que
hay un sentido, pero que él no puede situar — ésta es la certeza, lo que en
los Escritos Lacan denomina "significación de significación", significación en
segundo grado — lo que nos lleva a pensar cuál sería el primer grado, el primer
grado es que, por falta de capitonado, el significante no tiene sentido, no hace
significado, y el segundo grado es que el sujeto, ante eso, lo que introduce es el
sentido como tal, pero él no sabe cuál, es decir, no tal o cual sentido, sino el
sentido como tal — que sería propiamente el retorno... si tuviéramos que pensar,
en términos del escrito «De una cuestión preliminar...», qué es lo que retorna de
la operación de forclusión del Nombre-del- Padre, uno no tendría que poner en
primer lugar las voces, por ejemplo, sino esto, la certeza, en tanto... no la certeza
de que estoy seguro de lo que digo, sino certeza de que ahí hay significación, y
que ésta me concierne — porque hay una frase, perdida en el texto, sin mucha
fuerza en el texto, pero que después se le dió, se le pudo sacar mucho, o sea,
cuando se introdujo en el texto la función del objeto a, o sea, una lectura
retroactiva, que permite precisar que la alucinación "marrana" no viene en el
lugar de lo forcluído del Nombre-del-Padre, que eso, en todo caso, está como
supuesto, sino del rechazo de lo que él llama "el objeto indecible"(33) —
recuerdan el caso de la mujer que se encuentra en el pasillo con el amante de la
vecina: hay un rechazo del objeto indecible, y retorna la palabra de injuria, que
sitúa al sujeto como sujeto de la enunciación, lo localiza. Pero, si pensáramos, no
en este objeto indecible, que no sabemos de qué se trata, por lo menos con este
texto, sino si pensáramos en la forclusión del Nombre-del-Padre, y tuviéramos
que pensar qué retorna de esa forclusión, tendríamos que decir que lo que retorna
de esa forclusión es la significación de significación, es decir, que hay
significación, pero una significación ante la cual estoy perplejo, no puedo decir
cuál es. El trabajo del delirio, como suplencia de este Nombre-del-Padre ausente,
va a ser introducir esta significación que me falta.
Mirá, siempre se puede hacer alguna relación, en el Hombre de los Lobos, que no
es un psicótico, a mi modo de ver — él, ante la escena primaria, no le da ningún
sentido, pero tampoco hay significación de significación — sino que es en un
momento de su vida, después del sueño, cuando se ve ante la necesidad de
subjetivar lo que es del orden de la castración, que ahí no puede darle sentido. Es
como una inminencia dada por el sueño, un efecto retroactivo del sueño, y,
seguramente, del momento también en que tiene ese sueño, que es la etapa
edípica, donde el sujeto tiene que subjetivar algo del orden de la castración, y ahí
se encuentra con que, en una de sus "corrientes", no puede, y le retorna entonces
una especie de castración en lo imaginario.
Cuando yo me refería a situaciones vitales, ahora, como momento del
desencadenamiento de la psicosis, es que estas situaciones no son cualquiera, son
situaciones puntuales de la historia —contingentes, porque pueden no ocurrir, es
decir, no necesariamente alguien que tiene esta condición esencial de la carencia
del significante del Nombre-del-Padre, es alguien que va a desencadenar una
psicosis—, pero hay momentos puntuales, que tienen ese valor por la historia del
sujeto, que es donde aparece Un-padre irrumpiendo en la pareja imaginaria en la
que se sostenía, cuando aparece entonces el vacío en lo simbólico y en lo
imaginario... Aunque, también, el texto introduce una ambigüedad — en Lacan
todo parece pegar muy bien, pero, si ustedes lo leen con tranquilidad, van a ver
que las cosas no están tan bien pegadas. Por ejemplo, el falo: ¿quë es el falo en
este texto? — a veces aparece como significación, aparece como función
imaginaria, aparece como significante, y no es lo mismo. ¿El falo es resultado de
la metáfora paterna o es evocado por la metáfora paterna? ¿Se entiende la
diferencia? — digo esto porque en un texto que está a dos meses de éste, que es
el de «La significación del falo», la elección del falo como significante no resulta
para nada de la metáfora paterna(34) en todo el texto no van a encontrar una
metáfora paterna ni nada por el estilo, sino que más bien tiene que ver con una
frase que sí van a encontrar en este escrito que estamos comentando, y que remite
a que si el significante captura al sujeto como muerto, el sujeto tiene que jugar su
partida como vivo.(35) El falo va a ser lo que aporta la vida, vamos a decir así, lo
que la vida aporta como suplencia en el Otro.
A ver si me queda por decir algo de lo fundamental que había anotado para
ustedes. Bueno, habría que precisar en el texto, vamos a ver si lo podemos hacer
en algún momento, todos los lugares donde me parece que Lacan se inclina hacia
el lado de que la psicosis es algo que se desencadena, no algo que existe, y se
desencadena, sino que psicosis equivale a lo que ocurre desde el
desencadenamiento, y que antes del desencadenamiento postulamos una
condición esencial, que no es todavía la psicosis. Este sería un primer punto.
Segundo punto, muy importante, pero que me parece que en general se
desatiende: hay infinidad de citas, tanto en los Escritos como en el Seminario 5
—que tengo acá, pero que ahora no las puedo leer, en todo caso veré si les doy
algún lugar en las notas que suelo agregar a la desgrabación, o lo vemos en la
reunión que nos queda—, párrafos de ambos textos en los que podemos leer
que el Nombre-del-Padre está definido claramente como Otro del Otro. Esto
implica, esta definición del Nombre-del-Padre como Otro del Otro,(36) implica
que es preciso introducir en la lectura de este texto, digamos, retroactivamente, el
hecho de estructura de que no hay Otro del Otro —que es un hecho de estructura,
de la estructura que es una, no de la estructura de la neurosis—, lo cual reubica
retroactivamente, y no estamos a tanto tiempo, de una proposición a la otra,
reubica retroactivamente el estatuto del Nombre-del-Padre, y permite entender
por qué la metáfora delirante no es meramente una suplencia de la metáfora del
padre faltante, sino que en cierto sentido es un equivalente a la metáfora paterna,
un equivalente con menos eficacia, o, inversamente, que la neurosis es el delirio
del padre, o para decirlo en los términos del Seminario sobre El sínthoma: que el
Padre, el Nombre-del-Padre mismo, es un síntoma, un síntoma o un sínthoma,
como ustedes quieran.(37)
Bueno, me quedan infinidad de cosas, pero las voy a dejar de lado, por hoy. No
sé si quieren hacer algún comentario, ahora, porque yo estoy exhausto.
Te tengo que contestar clínicamente. El asunto es así, para decirlo mal y rápido:
nuestro mundo es un mundo armado por la significación fálica, no sé si es el
único mundo posible, es el que tenemos. Eso implica que la estabilización por el
lado de la metáfora delirante no hace lazo social, y eso lleva entonces a que su
solución es siempre precaria. Sabemos todos cómo terminó Schreber: pese a que
este escrito de Lacan, como el de Freud, se detiene en el momento en que
Schreber resolvió su problema, porque el esquema I es su resolución, no es su
problema, es su solución, sabemos que Schreber terminó en una demencia
absoluta, y clínicamente sabemos que todas estas estabilizaciones por el lado de
la metáfora delirante siempre son precarias, porque siempre puede venir algún
acontecimiento que derrumbe todo. Lo que queda como interrogante es qué pasa
si... cómo encarar, digamos, un tratamiento... Bueno, cómo encarar un
tratamiento tiene un problema mayor, que es el de la transferencia: cómo, qué
manera de acogida es necesaria para acoger como tal, digamos, en la sumisión
completa a las posiciones subjetivas del enfermo, podríamos decir, como decía
Lacan en este escrito, para acoger como tal el testimonio psicótico en su valor, es
decir, de una manera que no sea la manera del alienista. Ese es un primer
problema: cuál es la idea de la maniobra de la transferencia que es preciso
forjarse, y, además, cuál es la maniobra de la transferencia que es preciso
concebir... bueno, no desatendiendo a lo que fué el epígrafe de este seminario, es
decir, el estatuto ético que hace que el psicoanálisis no sea una terapéutica como
las demás. Digamos, lo que nos lleva a interrogantes es qué acogida darle al
testimonio psicótico, a la demanda psicótica, cuando la hay, porque no siempre la
hay, muy pocas veces la hay, de manera que esa demanda pueda ser acogida en
un dispositivo donde, al menos en el horizonte, no esté excluida de entrada la
posibilidad de mantener el discurso analítico, que no es el discurso de la
psicoterapia. Ese sería un primer problema. Y el segundo problema es, bueno,
manteniendo esto que me parece que es de rigor, ¿qué pasa si cambiamos el
planteo de la estabilización y pasamos al planteo de la suplencia? — pero esto
implica cambiar totalmente de planteo, y si bien me detuve en eso hace tres años,
me parece que vale la pena revisar una vez más este primer período de la
enseñanza de Lacan, que ha sido lo que más nos formó, porque, sin considerar
estas cuestiones previas, el planteo de la suplencia, al plegarse sobre esto, se
termina transformando en terapia ocupacional — ¿se entiende esto? — en
mandarlo al psicótico a escribir o a trabajar, o a hacer alfarería, construir
un sinthome — es terapia ocupacional, no importa, como decía Lacan en una
respuesta que le dió a Piera Aulagnier, y lo mismo que en el «Breve discurso a
los psiquiatras»: se pueden usar mis significantes, pero eso no quiere decir que se
esté diciendo lo mismo. No se trata de usar los significantes lacanianos para decir
de otra manera lo que se decía antes. Entonces, el problema es... queda como
problema, no es una resppuesta: ¿qué hacer ante la demanda del psicótico,
cuando la hay? — cuando no la hay, no nos interesa, así de simple, como no nos
interesa la demanda del neurótico cuando no la hay, porque el psicoanálisis no
tiene que tener una vocación totalitaria — ¿qué hacer con esa demanda, sin
perder lo que es la esencia del método y la ética del psicoanálisis.
Bueno, nos volveríamos a encontrar —lo repito para los que llegaron tarde: la
reunión del 10 de octubre se suspende—, nos reeencontramos el 24 de octubre,
nos vamos a reunir en pequeños grupos como para que haya mayor interlocución,
y en cada grupo vamos a hacer una especie de reseñas de problemas, mi
sugerencia es que en esos grupos se trabajen particularmente los casos, pero no
hay problema, para nada, que se trabaje todo lo que hemos expuesto, y, en
función de lo que recoja en esa reunión, armaré la reunión siguiente, la del 7 de
noviembre. Dejamos acá, entonces.
NOTAS
(1) Jacques LACAN, El Seminario, libro 3, Las psicosis. Ediciones Paidós, Barcelona, 1984. Cf. p. 456.
(2) "Pero del acto mismo, ¿qué comprender? Salvo ver en él propiamente una emergencia de una relación oral
primordialmente «cercenada», lo cual explica sin duda el relativo fracaso del primer análisis" — cf., Escritos
1, p. 382.
(4) Escritos 1, p. 374. Añadamos que esto continúa lo que había indicado en la respuesta a Jean Hyppolite que
tuvo lugar en el curso del Seminario, en la que indicaba que "la simbolización del sentido del plano genital ha
sido verworfen" — cf. Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Ediciones
Paidós, Barcelona, 1981, p. 110.
(5) "¿Cómo es que no sentimos todos que unas palabras de las que dependemos nos son de alguna manera
impuestas? Es precisamente en eso que lo que llamamos un enfermo llega algunas veces más lejos que lo que
llamamos un hombre normal. La cuestión es más bien saber por qué es que un hombre normal, llamado
normal, no se da cuenta de que la palabra es un parásito, que la palabra es un enchapado, que la palabra es la
forma de cáncer de la que el ser humano está afligido. ¿Cómo es que hay quienes llegan hasta sentirlo?" —
Jacques LACAN, Seminario 23, El sínthoma. Versión Crítica —para circulación interna de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. clase 7, del 17 de Febrero de 1976, pp. 91-
92.
(6) "No es cualquier significante lo que Lacan apunta como forcluido en la psicosis, es el significante llamado
del «Nombre-del-Padre». En tanto que no es cualquiera, este significante está necesariamente localizado. [...]
En el sentido de la letra como «estructura esencialmente localizada del significante», el significante del
Nombre-del-Padre es, entonces, por su localización, un significante, como tal, escrito." — cf. Jean
ALLOUCH, Letra por letra, Edelp, Buenos Aires, 1993, pp. 217-218.
(8) Vale la pena reproducir íntegramente, por los indudables efectos de transmisión que tuvo entre nosotros —
hipoteca que todavía hoy nos cuesta tanto levantar— la nota de Oscar Masotta incluida en el primer libro
publicado en castellano bajo la autoría de Lacan, aunque se trata en verdad de la traducción de un par de
resúmenes del Seminario —los Seminarios 5 y 6— debidos a la pluma de J. B. Pontalis: "Mario Levin,
integrante de mi equipo de estudios sobre Lacan, ha llamado la atención sobre el origen del
término forclusion que Lacan adopta para traducir e interpretar el término freudiano verwerfung. El término
francés pertenece al campo de la teoría del Derecho y el procedimiento procesal. Se refiere a una secuencia de
acciones o decisiones donde la conducta ulterior llega sin haberse realizado antes los pasos que debieron
precederla. En español el término que traduce adecuadamente el concepto es «preclusión». En el vocabulario
de Laplanche y Pontalis la versión española del francés forclusion es «repudio». Garma, Cesio y la Dra. María
Langer, los encargados de los equivalentes españoles de los términos del Vocabulaire, carecían —es obvio—
de familiaridad con los escritos de Lacan. Para Lacan hay forclusion (es el modo de defensa constitutivo de la
psicosis) cuando falta la Bejahung, a saber, el modo primario de simbolización que Freud ha descripto en La
negación (La dénégation, según traducción de Lacan). Véase, en los Écrits, la respuesta de Lacan al
comentario de J. Hyppolite sobre la Verneinung" — cf. Jacques LACAN, Las formaciones del inconsciente,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1970, p. 85, nota. Curioso homenaje a quien fue mi primer maestro en
mi abordaje de los textos del psicoanálisis, este seminario, el que dicto este año, ha cuestionado punto por
punto lo sostenido por Oscar Masotta en su nota, que hoy suelen reiterar hasta quienes jamás la han leído.
Armando Suárez, director a cargo de la última versión castellana de los Escritos ("nueva edición corregida y
aumentada") reitera el paso en 1984: "También, a partir del momento en que Lacan introduce el
término forclusion, he sustituido el vocablo «recusación» —que vierte correctamente la Verwerfung freudiana
— por el de «preclusión», homólogo español del tecnicismo jurídico-procesal adoptado por Lacan para
designar el mecanismo constituyente de la psicosis, consistente en una no integración del significante del
Nombre-del-Padre en la batería significante del sujeto en plazos que implican prescripción" — cf. Jacques
LACAN, Escritos 1, Siglo Veintiuno Editores, décima edición en español, corregida y aumentada, México,
1984, p. XI. Como se ve, ambas propuestas desconocen u olvidan el sentido lingüístico de
la forclusion francesa, señalado en la gramática de Damourette y Pichon, a la que Lacan no ha cesado de
aludir tanto en sus Escritos como en su Seminario. El colmo de las desventuras con esta "traducción" fue
alcanzado no obstante ese mismo año de 1984 en la traducción castellana del Seminario 3, obra de Juan-Luis
Delmont-Mauri y Diana Silvia Rabinovich, quienes en una nota imperdible se autorizan en el Petit Robert,
que recoge por su parte la acepción del término nacida del psicoanálisis, para no traducir (?) el
término forclusion, manteniéndolo como forclusión — cf. Jacques LACAN, op. cit., p. 456-457, nota. He
comentado, creo que suficientemente, este último despropósito, poco después — cf. Ricardo E. RODRIGUEZ
PONTE, «Traducción y Traducción», en Notas de la Escuela Freudiana, nº 5, Escuela Freudiana de Buenos
Aires, Noviembre de 1986, y «La traducción hacia un significante nuevo», en AAVV, La formación del
analista, Puntosur editores, Buenos Aires, 1990.
(9) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Para volver a la pregunta sobre si Joyce estaba loco», intervención en
el ciclo «Lectura del Seminario Le Sinthome. Fábrica del texto», Escuela Freudiana de Buenos Aires, Cartel
Abierto del 26 de Noviembre de 1987. «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho", texto
presentado en las Primeras Jornadas de Carteles de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 24-26 de
Noviembre de 1988, finalmente publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, E.F.B.A., octubre de 1992.
«Clínica de la suplencia generalizada», conferencia pronunciada en el Hospital Alejandro Korn de Melchor
Romero, La Plata, el 5 de Noviembre de 1994. El Seminario «El sínthoma». Una introducción, Seminario-
taller en la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en
fichas. Estabilización y suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis. Hacia una clínica de la
suplencia generalizada, intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica psicoanalítica -
Problemáticas», Curso Anual Año 1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de Psicología de la
Universidad Nacional de Rosario, los días 17 y 18 de Mayo de 1996. El Sínthoma: operaciones nodales, tres
intervenciones en el «Taller de Lectura de "Le sinthome"», Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Septiembre-
Octubre de 1996. Todos estos textos se encontrarán en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(10) Jacques LACAN, Seminario 23, El sínthoma. Versión Crítica —para circulación interna de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. clase 9, del 16 de Marzo de 1976, pp. 110-
111.
(11) Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Ediciones Paidós, Barcelona,
1981, p. 110.
(12) "Lo que él [Freud] llama la realidad psíquica tiene perfectamente un nombre, es lo que se llama complejo
de Edipo", y un mes más tarde: "...en Freud hay elisión de mi reducción a lo imaginario, a lo simbólico y a lo
real como anudados los tres, y que lo que Freud instaura con su Nombre-del-Padre idéntico a la realidad
psíquica, a lo que él llama la realidad psíquica, especialmente a la realidad religiosa — pues es exactamente lo
mismo — que es así, por esta función, por esta función de sueño que Freud instaura el lazo de lo simbólico,
de lo imaginario y de lo real" — cf. Jacques LACAN, Seminario 22, R.S.I., Versión Crítica —para circulación
interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. las clases 3 y 5, del 14
de Enero y del 11 de Febrero de 1975, pp. 40 y 66 respectivamente. Para mi comentario de estas frases,
además de los textos citados en la nota 170, el lector puede consultar: Ricardo E. RODRIGUEZ
PONTE, Freud-Lacan: efectuaciones del retorno. El retorno Borromeo, Seminario en la Escuela Freudiana
de Buenos Aires, 1990, publicado en fichas. «El retorno borromeo. Presentación nodal del retorno a Freud»,
intervención en el Seminario Topología y Psicoanálisis, Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 14 de
Noviembre de 1990, publicado en fichas. «El Padre: la falta en Freud», texto presentado en las Jornadas de la
Escuela Freudiana de Buenos Aires: «El Padre en la Clínica Lacaniana», el 5 de Julio de 1991, posteriormente
publicado en AAVV, El Padre en la Clínica Lacaniana, Escuela Freudiana de Buenos Aires / Homo Sapiens
Ediciones, Rosario, 1994. «Freud-Lacan: un irreductible tres», intervención en el ciclo Irreductible Tres,
convocado por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 31 de Octubre de 1991. Así como: Patricia RAMOS
y Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Las dit-mensiones del síntoma, Seminario de Postgrado dictado en la
Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, con el auspicio de la Secretaría de Extensión
Universitaria, Septiembre-Noviembre de 1992. Véase especialmente la clase 1. Se encontrarán estos textos en
la Biblioteca de la E.F.B.A.
(13) "Este es el mecanismo fundamental que supongo está en la base de la paranoia. Se trata de un proceso
primordial de exclusión de un interior primitivo, que no es el interior del cuerpo, sino el interior de un primer
cuerpo de significante" — cf. Jacques LACAN, El Seminario, libro 3, Las Psicosis, Ediciones Paidós,
Barcelona, 1984, p. 217.
(14) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho"»,
publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1992, y «El sínthoma:
entre lo suplementario y la suplencia», publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 16, Escuela Freudiana de
Buenos Aires, 1993.
(15) "Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar la que, por el agujero que abre en el significado, inicia la
cascada de los retoques del significante de donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se
alcance el nivel en que significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante" — cf. Escritos 2, pp.
558-559.
(16) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Psicoanálisis y Psicosis: una cuestión ética», intervención en la
mesa-debate sobre «Variantes de la cura-tipo», inaugural del Coloquio de Verano del mismo nombre
convocado por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 7 de Enero de 1998. Se encontrará su texto en la
Biblioteca de la E.F.B.A.
(18) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción, Seminario-taller en
la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas.
(19) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La significación del falo», intervenciones en el ciclo «Puntuación
de Escritos», Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1997.
(21) Jacques LACAN, «Psicoanálisis y medicina», en Intervenciones y Textos, Manantial, Buenos Aires,
1985.
(22) Jacques LACAN, «Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad», en Intervenciones y Textos 2,
Manantial, Buenos Aires, 1988.
(27) Jacques LACAN, Le Séminaire, livre V, Les formations de l’inconscient, Éditions du Seuil, Paris,
1998. Cf. p. 154 (la traducción es mía).
(30) Véase el esquema L en su primera introducción por parte de Lacan, en el Seminario 2, o como es
retomado en la página 47 de los Escritos 1, y confrónteselo con la versión que aparece en el escrito que
estamos comentando, en la página 530 de los Escritos 2.
(31) "En ese discurso ¿cómo se interesaría el sujeto si no fuese parte interesada? Lo es, en efecto, en cuanto
que está estirado en los cuatro puntos del esquema: a saber S, su inefable y estúpida existencia, a, sus
objetos, a’, su yo, a saber lo que se refleja de su forma en sus objetos, y A el lugar desde donde puede
planteársele la cuestión de su existencia" — cf. Escritos 2, p. 531.
(33) "En el lugar donde el objeto indecible es rechazado en lo real, se deja oír una palabra, por el hecho de
que, ocupando el lugar de lo que no tiene nombre, no ha podido seguir la intención del sujeto sin desprenderse
de ella por medio del guión de la réplica..." — cf. Escritos 2, p. 517.
(34) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La significación del falo», seis reuniones en el ciclo «Pun-tuación
de Escritos», convocado por el Cartel de Enseñanza de la Escuela Freudiana de Buenos Ai-res, 1997. Se
encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(35) "El cuarto término está dado por el sujeto en su realidad, como tal precluida [forcluida] en el sistema y
que sólo bajo el modo del muerto entra en el juego de los significantes, pero que se comvierte en el sujeto
verdadero a medida que ese juego de los significantes va a hacerle significar. [...] El sujeto por otra parte entra
en el juego en cuanto muerto, pero es como vivo como va a jugar, es en su vida donde tiene que tomar el color
que anuncia ocasionalmente en él. Lo hará utilizando un set de figuras imaginarias..." — cf. Escritos 2, p. 533.
Y luego: "que lo que está vivo de ese ser en lo urverdrängt encuentra su significante por recibir la marca de
la Verdrängung del falo..." — cf. Escritos 2, p. 672.
(36) En cuanto al Seminario 5, por ejemplo: "En efecto, lo que autoriza el texto de la ley se basta por estar él
mismo en el nivel del significante. Es lo que yo llamo el Nombre-del-Padre, es decir el padre simbólico. Es un
término que subsiste en el nivel del significante, que en el Otro, en tanto que es la sede de la ley, representa al
Otro. Es el significante que da soporte a la ley, que promulga la ley. Es el Otro en el Otro." — cf. op. cit., p.
146. Y luego: "Pienso que les he indicado suficientemente que la dimensión del Otro, en tanto que es el lugar
del depósito, el tesoro del significante, comporta, para que pueda ejercer plenamente su función de Otro, esto,
que tenga también el significante del Otro en tanto que Otro. El Otro tiene él también más allá de sí ese Otro
capaz de dar fundamento a la ley." — cf. op. cit., p. 155. Y luego: "En efecto, eso por lo que el sujeto
interroga al Otro, en tanto que lo recorre enteramente, encuentra siempre en él, por ciertos costados, el Otro
del Otro, a saber su propia ley." — cf. op. cit., 192. Etc... En cuanto al escrito que estamos comentando:
"...Nombre-del-Padre —es decir del significante que en el Otro, en cuanto lugar del significante, es el
significante del Otro en cuanto lugar de la ley." — cf. Escritos 2, p. 564. Los subrayados son míos.
(37) Jacques LACAN, Seminario 23, El sínthoma. Versión Crítica Actualizada —para circulación interna de
la Escuela Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte. Cf. la clase del 18 de Noviembre de
1975, p.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Bueno, una de las cosas que he aprendido este año, es que el año que viene, si
retorno a este espacio, voy a suspender en septiembre, porque la primavera y el
sábado no van bien juntos para trabajar. Tengo pensados otros cambios, pero,
como suelo cambiar de idea, mejor ni los digo. En todo caso, en el Correo de la
Escuela, de Marzo o de Abril, aparecerá alguna indicación sobre cuál sería el eje
que le pienso dar al año que viene. Lo tengo ahora, pero, si lo digo, seguro que lo
cambio, entonces más vale lo dejo en suspenso — y algunos cambios en el
dispositivo, también. Sobre eso, no tengo por qué guardar secreto, la manera de
dar mayor lugar a la discusión de los casos. En el curso de esta semana recibí una
crítica que viene de una persona que, por otro lado, sigue mi seminario
atentamente, que me dijo: "Bueno, pero al final no hablaste de la «cuestión
preliminar»" — bueno, es cierto, hablé de otras cuestiones, y ni siquiera de todas,
pero de todas maneras no estoy disconforme con esto, no sé si ustedes... —
ustedes lo dirán por su parte, aunque hoy es la última oportunidad que tienen, por
lo menos por este año—, no estoy disconforme porque... no sé si quedó claro
algo en lo que insistí al comienzo de este año, y es que no sólo en cuanto a la
psicosis, pero en cuanto a la psicosis especialmente, no se trata de acumular
cantidades masivas de doctrina — por supuesto que no viene mal, no estoy
haciendo un elogio de la ignorancia ni nada por el estilo — yo les hablaba, creo,
metafóricamente, de "ejercicios espirituales": me doy cuenta de que mi estilo va
un poco por ese lado, el de machacar sobre unos pocos temas, una y otra vez, a
ver si uno de ahí logra dar algún paso nuevo, pero, fundamentalmente, porque...
digamos, el analista no opera con su teoría, el analista opera desde su lugar,
desde una posición subjetiva, cuyo pivote fundamental es su análisis, la
experiencia con sus pacientes — entonces, me parece que lo fundamental, por lo
menos lo que a mí me sirve, es darle vueltas a unas pocas cosas, pero muchas
vueltas a esas pocas cosas, de manera de macerarlas, de amalgamarlas lo más
posible, con esa posición subjetiva que surge del análisis y de la experiencia con
el paciente. Si no, nos encontramos con algunas contradicciones, por ejemplo,
aparentes progresos doctrinarios acompañados de una enorme regresión.
CONVERGENCIA Y DIVERGENCIA
Bueno, podría hacer más puntuaciones al respecto, pero esto es como un botón de
muestra, para decirles por qué me parece fundamental, por qué reivindico —
aunque acepto la crítica, porque además sé que esto forma parte de un estilo
personal— por qué reivindico el machacar sobre unas pocas cosas, porque de lo
que se trata no es de sacar más fórmulas, y gargarizarse con ellas. Por eso,
seguramente, este texto que acabo de evocarles cayó justo en una semana donde
estaba revisando algunas preguntas que me hicieron llegar, donde me encontré
con la pregunta infaltable, pero que de alguna manera me parece que es un
síntoma de este problema que nos afecta, y es que todavía estamos en la
"cuestión preliminar", o ni siquiera llegamos a la "cuestión preliminar", y
entonces nunca falta la pregunta sobre el fin del análisis en la psicosis. Bueno,
todavía estamos en veremos sobre el análisis de la psicosis. Pero, evidentemente,
hay una preocupación, un apuro, donde uno podría leer ahí, no solamente una
cuestión de moda o de —no sé cómo decirlo— urgencia por mayor cantidad de
consignas, sino, me parece a mí, cierta urgencia subjetiva, en la medida en que
parece que la tendencia propia del neurótico, o del que está en ese trámite de
luchar con su neurosis, es terapizar inmediatamente la psicosis, es como que la
psicosis es una especie de retorno en lo real, si quieren, de alguna cosa poco
asimilable para el neurótico. Por ejemplo, lo que nos revela la psicosis es lo
precario que es nuestra realidad, la psicosis es como una interpretación salvaje
sobre el carácter delirante de la realidad en la que nos movemos, más o menos
universalmente, porque el síntoma social dominante es la neurosis — o hasta
hace cinco minutos lo era; hoy, viendo la televisión, uno podría preguntarse si el
síntoma dominante no ha pasado a ser la perversión. Pero dejémoslo, por ahora,
quedemos con lo de hace cinco minutos. Gracias a la psicosis uno puede
reflexionar sobre el carácter francamente inverosímil de las cosas que constituyen
la verosimilitud de nuestro mundo. Digamos, "los rayos divinos de Schreber", si
lo piensan un ratito, no son más inverosímiles que la doctrina cristiana de la
transubstanciación, es decir, la conversión del pan y el vino en el cuerpo y la
sangre de Cristo, para hablar más o menos de una religión extendida en el
mundo, o "el destino final de una raza de hombres con el espíritu schreberiano"
no es mucho más inverosímil que el paraíso comunista que se nos prometía hace
diez minutos. En fin, cosas así, sobre las que no tendría sentido seguir
abundando. La psicosis nos pone de manifiesto lo contingente que es la trama
neurótica que construye y da consistencia a nuestro mundo, y tal vez eso esté
pesando fuertemente —y que no sea una mera cuestión ideológica— en nuestra
pendiente natural hacia la posición del alienista, en nuestra urgencia por curar al
psicótico de su delirio, por neurotizarlo, por normalizarlo, por socializarlo, por lo
que sea de ese orden, en lugar de, por ejemplo, acompañarlo en el modo singular,
desgraciadamente no socializado, para él desgraciadamente, en que va
construyendo una significación que no es la dominante, que es la significación
fálica.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Bueno, voy a valerme de una ficción, para decir un poco más claro esto que
acabo de decir. Supongamos — esta conexión parte de un azar, tiene que ver con
un texto que estamos viendo en un grupo de estudio, me detuve en él, y entonces
aprovecho lo que tengo más a mano. Se trata de un fragmento del escrito
«Subversión del sujeto y dialéctica del deseo...», en el que Lacan, luego de decir
que no hay Otro del Otro, etc. —cosas sobre las cuales hemos dicho algo en este
seminario, y que van a retornar en las preguntas que me pasaron por escrito, es
decir, la cuestión de que hay una falta propia de la estructura, que en este tiempo
se nombra como "no hay Otro del Otro"—, pasa a decir que el deseo, que resulta
de esta falta estructural, "se esboza en el margen donde la demanda se desgarra
de la necesidad", (5) y a partir de esta relación entre demanda y deseo, agrega
que el deseo introduce una especie de "vértigo" en lo que puede ser la relación de
demanda — lo cual es más o menos comprensible si entendemos que el deseo
está articulado pero no es articulable,(6) es decir, el deseo es el resto informulado
de la demanda. ¿Esto está claro para ustedes? Bueno, ahí es donde Lacan dice
que este margen, este vértigo propio del deseo puede estar "recubierto por el
pisoteo de elefante del capricho del Otro", y al respecto introduce la siguiente
reflexión:
Pero, bueno, supongamos que nos valemos de este esquema —fantasmático, pero
que por ser fantasmático no es menos operante—; entonces, obviamente, uno
podría decir esto: bien, la posición general de la paranoia es que "en algún lugar
se sabe lo que quieren decir esos signos que el sujeto no conoce" — ésta es la
definición que habíamos encontrado en el Seminario 12, pero que de alguna
manera está como anticipada en el escrito «De una cuestión preliminar...», donde
Lacan habla del segundo grado de la significación como significación de
significación,(7) es decir, hay significación pero no sé cuál es. Esto es lo general,
pero en la cura puede plantearse una alternativa entre estos dos aspectos de este
fantasma que acabo de evocar, por ejemplo: en determinado momento el analista
puede funcionar con una demanda caprichosa y omnipotente, o puede funcionar
desde el punto de vista de la ley que vendría a refrenarla. En ese sentido, digo
que habría una fórmula general que nos permite distinguir entre neurosis, psicosis
y perversión a partir de la transferencia, pero esto no implica que el analista
ocupe siempre el mismo lugar en la transferencia, y a eso sí el analista debe
atender: a desde dónde va a ser escuchada su intervención, que puede ser
eventualmente silenciosa — podría ser escuchada como una demanda
devoradora, o puede ser escuchada como algo propio de una especie de
intervención basada en lo real, por ejemplo.
La vez pasada, creo que alcancé a decir que, siempre valiéndonos de este
esquema, porque se trata de sacarle el jugo por lo menos hasta que no nos sirva
más, el esquema que nos proporciona el escrito «De una cuestión preliminar...»,
el esquema de la metáfora paterna — les dije así, creo: que el fracaso de la
metáfora paterna, o sea, lo que Lacan llama en este escrito "forclusión del
Nombre-del-Padre en el lugar del Otro", "da a la psicosis su condición esencial
—dice—, con la estructura que la separa de la neurosis".(8) Podríamos agregar
de la perversión, también. Pero a lo que iba era a otra cosa. Lo que les decía la
vez pasada, y subrayé este punto, es que la forclusión del Nombre-del-Padre y el
fracaso de la metáfora paterna implica la condición esencial — no la psicosis —
es su condición esencial, en el sentido de que la psicosis, en este texto, es lo que
se precipita —creo que la vez pasada les ofrecí también algunos fragmentos del
Seminario 5, contemporáneo de este escrito— es lo que se precipita una vez que,
a eso que estaba como en falta, pero no revelado como tal, o sea la falta de
metáfora paterna, cuando ahí es evocado, desde algún lugar, el Nombre-del-
Padre, ahí el Nombre-del-Padre no responde, y entonces esto que era una pura
ausencia aparece como agujero — y entonces, en ese sentido, por lo menos en
este escrito, la psicosis es algo que se desencadena — en ese sentido, el tiempo
anterior al desencadenamiento no sería una psicosis — no sabemos qué es — yo,
por el momento, a falta de un nombre mejor, digo: la condición esencial de la
psicosis — no la psicosis — es decir, ¿qué era Schreber antes del
desencadenamiento? — no tengo la menor idea. Digamos que, no obstante,
cuando digo que "no tengo la menor idea", no estoy diciendo que se trata de una
pregunta irrelevante, me parece una pregunta muy relevante — ¿por qué? —
porque nos permitiría construir una doctrina de la psicosis positiva, positiva no
en el sentido de valor, sino en el sentido de que la definición de la psicosis que
surge del escrito «De una cuestión preliminar...» es una definición negativa.
Digamos así: lo que universaliza "la psicosis" —entre comillas— como noción,
es que la psicosis no es una neurosis, pero eso no nos dice qué es positivamente
una psicosis — si es que fuera formulable esta noción positiva con cierto grado
de generalidad, como sí la podemos formular para la neurosis. Entonces, bueno,
es una pregunta: ¿qué es una psicosis?, o ¿en qué consiste esta condición esencial
de la psicosis, que no es todavía la psicosis, si la psicosis es algo que se
desencadena? — Es solamente, en todo caso, en relación a esta condición
esencial, a este estado que todavía no sabemos cómo denominar, que,
eventualmente, la intervención de un analista podría desencadenar una psicosis...
siempre que se den dos circunstancias: una, que el analista intervenga desde una
posición paterna, es decir que el analista funcione allí, para ese sujeto, como el
Un-padre que evoca el Nombre-del-Padre del que él carece en su estructura; pero
no solamente eso, además hace falta lo que provisoriamente llamaré "un
ingrediente x" — ¿por qué digo "un ingrediente x"? — porque no sé cómo
llamarlo, puesto que imposiciones paternas, el sujeto las tiene todo el tiempo, y
por lo que acabo de decir, porque vivimos en una cultura neurótica, fálica, es
decir, apelaciones del estilo Nombre-del-Padre, el sujeto recibe un montón a lo
largo de su existencia, sin embargo no desencadena la psicosis en cualquier
momento. ¿Se entiende, esto? Es cierto que, por ejemplo, las psicosis suelen
tener una fecha de aparición más o menos selectiva, digamos, que es alrededor de
la adolescencia — lo que tal vez sea entendible, y lo digo con reservas porque me
acuerdo de la crítica que le hace Lacan a Jaspers en el Seminario 3, pero sigamos
adelante, lo que tal vez sea entendible en el sentido de que la adolescencia es el
momento en que el sujeto debe declarar su sexo, es decir, debe nombrar, a nivel
de su cuerpo, los efectos de la metáfora paterna, con la significación fálica que
resulta de ella: "soy hombre", "soy mujer" — sin embargo, no es cierto que todas
las psicosis se desencadenen en la adolescencia, y hay un montón de sujetos, que
alguna vez terminan desencadenando una psicosis, pero que parecen bastante
aptos, hasta que finalmente se demuestra lo contrario, pero durante mucho
tiempo parecen bastante aptos para afrontar los valores fálicos de la cultura, los
requerimientos fálicos de una declaración de sexo, e incluso de una paternidad.
Por eso digo, está claro que, a posteriori de un desencadenamiento — esto es lo
que le interesa a Lacan, me parece, en este escrito, y creo que lo que le interesó
toda la vida, porque es lo que buscaba insistentemente en las llamadas
"presentaciones de enfermos", a saber: ¿qué es lo que desencadena? — creo que
el escrito está armado con esa pregunta: ¿qué desencadena una psicosis? Lo que
encuentra, una vez producido el desencadenamiento, es alguna apelación, alguna
imposición paterna, que evoca un significante del que que el sujeto parece no
disponer — pero esto es una lectura hecha a partir de que la psicosis ha
precipitado. Entonces, por eso les digo: necesitamos el "ingrediente x", hasta que
encontremos otro nombre para explicar por qué tal contingencia, tal circunstancia
vital ha terminado en este destino y no un montón de otras del mismo estilo.
Entonces, nos van quedando dos preguntas: ¿qué es la psicosis antes de que sea
psicosis? ¿cuál es la peculiaridad de lo que podríamos llamar el saber psicótico?
¿cómo ese sujeto, del cual retroactivamente podríamos decir que carece del
capitonado central que organiza su vida en torno a una significación, cómo no
obstante encuentra significaciones? — porque no es alguien que vive en el limbo,
y que de pronto desencadena. Y segunda pregunta, entonces: ¿qué pensar de lo
que yo llamo por el momento "el ingrediente x", es decir, este plus respecto de lo
que aparece como condición de desencadenamiento? Así que, volviendo a la
pregunta que estábamos abordando: ¿cuándo el analista puede desencadenar...?
— solamente en este punto. Pero, al mismo tiempo, es muy difícil que un sujeto
en estas condiciones, pre-desencadenamiento, consulte a un analista. No es
imposible, pero habría que preguntarse qué es lo que lo llevaría a él a consultar a
un analista — así como nos podemos preguntar, bueno, pero sobre eso tenemos
más respuestas, por qué un estado neurótico corriente, como decía Freud, es decir
la neurosis que sufre todo el mundo por el hecho de que todo el mundo tiene
sueños, lapsus, tiene pequeños rituales para irse a dormir, etc., sin embargo, algo
más debe agregarse para que eso termine en una consulta. Pero me parece que ése
sería entonces el único caso donde existiría este riesgo de desencadenar. La otra
alternativa es, ya no en este estado previo, que no sabemos cómo llamar, sino
cuando la psicosis ya está desencadenada, que puede no estar construida todavía
con el delirio, que es un intento de autocuración, sino que el paciente consulte en
los momentos esenciales donde empiezan a aparecer los primeros efectos de este
lugar vacío, ahora actualizado, es decir los fenómenos crepusculares, de
extrañeza, de automatismo del significante, de imposición de la palabra, etc., que
pueden ser más o menos ruidosos, pueden ser incluso casi inapercibidos por el
sujeto, pero es como que ya está lanzado, y empieza a ver como que algo no
funciona, y ahí puede ser que consulte, pero ya consulta, entonces, en algo no
ruidoso, no declarado, pero sin embargo ya desencadenado — en cuyo caso me
parece que el analista no puede desencadenar nada, porque ya se desencadenó, y
a lo sumo, operar en el plano paterno, vamos a decir así, es decir en el plano que
sería recibido por el sujeto como proveniente del Un-padre, lo que puede hacer,
en todo caso, es dificultar la autocuración delirante — pero, en ese sentido, me
parece que ahí no puede desencadenar, porque ya se desencadenó. Lo mismo
diría de cuando el paciente nos consulta entre crisis, es decir que ha habido un
desencadenamiento, ha habido alguna estabilización de algún tipo, no hace falta
que sea un delirio florido como el de Schreber, puede ser algo bastante poco
perceptible, podría encontrar alguna significación común prêt-à-porter que a él le
funcione como significación singular, que en el malentendido funcione
socialmente, pero que para él tenga una significación propia, y ahí estaría el caso
de esto que aparece en la segunda de las preguntas que tengo por escrito:
Este sería el caso en el que el paciente se presenta entre crisis, aunque la primera,
o las primeras, hayan pasado más o menos desapercibidas. Tenemos un discurso
más o menos armado al modo de la neurosis pero, esto es lo que habría que
detectar, algunos fenómenos de este tipo, que acá son llamados "retorno en lo
real", yo diría de imposición de significante, fenómenos que no necesariamente
son alucinatorios, pero pueden ser fenómenos de extrañeza, de perplejidad.
Recuerdo en estos momentos un caso que me ofreció bastantes dudas, finalmente
se me aparece como un caso que no es de psicosis, espero no equivocarme. Lo
que me hacía dudar respecto de este paciente, es que él tenía esta sensación: él
era un adolescente, un adolescente de los de ahora —ahora la adolescencia dura
como hasta los veinticinco años; en mi época uno a los dieciséis pensaba "cómo
hago para irme de mi casa, trabajar y mantenerme"—, en fin, este muchacho no
tenía veinticinco, aunque tampoco quince, y junto con una serie de problemáticas
adolescentes, del tipo inhibición, temor y esas cosas que suelen aparecer en los
chicos de esa edad, una de las cosas que estaban en el fondo de sus inhibiciones
era esta idea, esta idea loca que es la que nos sostiene como analistas, por otra
parte, pero angustiosa para él, y era la de que "todo lo que se dice tiene otro
sentido, la gente habla, dice cosas, pero debajo de lo que dice hay otro sentido"
— y entonces él estaba todo el tiempo a la pesca de qué quería decir la gente,
aunque no se refirieran a él, qué decía la gente además de lo que decía, y eso lo
llevaba a él a un estado de inhibición permanente, dificultad para relacionarse en
las fiestas, incluso para hablar, porque él todo el tiempo quería hacer un cálculo
exhaustivo de los sentidos de lo que se decía. Bueno, a mí este dato me hizo estar
durante mucho tiempo alerta, para ver si no se trataba de un fenómeno de
psicosis. Creo que les dije, en una de nuestras primeras reuniones, que uno de los
problemas que teníamos con los psicóticos es que tenían un discurso muy
parecido al del analista.
No, me parece que no, no necesariamente la borra, ya les dije que tengo una duda
respecto de qué pasa en la clínica nodal, pero eso está como fuera de nuestro
horizonte, me parece que no, que lo que reposiciona esta manera de pensar la
estructura es que reposiciona al Nombre-del-Padre ya como una de las suplencias
posibles, pero no la única, a esta falla estrucural, pero no dice que sea lo mismo
contar con el Nombre-del-Padre que no contar con él. A mi modo de ver, hasta
que tengamos verdaderamente una clínica nodal que sea otra cosa que
simplemente hacer nuditos —lo cual no quiere decir que no haya que hacerlos,
hay que hacerlos y ver qué surge de ellos, pero no dar por adquirido lo que
todavía está por adquirir—, hasta que tengamos una clínica nodal nos seguiremos
moviendo con las categorías clínicas neurosis, psicosis y perversión. O sea, el
acento mío — espero que haya quedado claro, porque cuando yo digo estas cosas
siempre me viene la réplica: ¿pero entonces para vos es lo mismo neurosis,
psicosis y perversión? — no, no es lo mismo — el acento mío es pasar a que las
diferencias hay que pensarlas transferencialmente, no que se borran las
diferencias. La cuarta pregunta del cuestionario es respecto de la idea deficitaria
de la psicosis:
Está bien, estoy de acuerdo, hay piedras en el camino, incluso en "la carretera
principal", y la cura no consistiría en quitar esas piedras, o mejor dicho, no se
limitaría a quitar esas piedras haciendo un tratamiento terapéutico —o sea, la
cura no apunta a consolidar la neurosis—, sino, por así decir, que apuntaría a
mostrar la contingencia de esa significación. Apuntaría a los esfuerzos
desmesurados a los que se compromete el sujeto para mantener una significación,
que no obstante es contingente.
Bueno, voy a hacer un salto abusivo, tómenlo en todo caso como ciencia-ficción,
puesto que estoy muy lejos de poder sostener lo que digo, pero, como un salto
que se me ocurre, digo que en ese punto no veo cuál sería el problema para hablar
de fin de análisis en la psicosis, porque el fin del análisis a secas implica ir más
allá de la significación paterna... pero prefiero no seguir en un asunto en el que
todo el tiempo estaría en el aire. En todo caso, ahora recuerdo, y entonces se los
recuerdo, que en el texto de la «Apertura de la Sección Clínica», de Enero de
1977,(9) alguien le preguntó a Lacan qué se podía pensar del fin del análisis en
un paranoico, si el fin del análisis es la identificación al síntoma.(10) Como de
costumbre en esa época, Lacan responde... con una para-respuesta, diciendo que
no sólo el paranoico se identifica al síntoma, sino también el analista. Como esto
que yo te respondo es también, de alguna manera, una para-respuesta, tomémoslo
como síntoma de que estamos todavía lejos de formular la pregunta de un modo
que se sostenga.
Si digo que eso es ciencia-ficción es porque nos falta la clínica para sostener
cosas como esa. Pero en el plano de la ciencia-ficción, ¿podríamos plantear la
posibilidad de un fin de análisis para la psicosis? — sí. Lo cual implicaría cosas
muy pesadas, por ejemplo que podría haber analistas psicóticos — quiero decir,
de derecho, puesto que de hecho seguramente debe haber más de uno.
Tu pregunta tiene que ver con la pregunta que sigue en este cuestionario, pero
prefiero valerme de tu intervención, que es más viva, y además creo que contiene
una pregunta que estuvo en muchas de tus intervenciones de este año: ¿cuál es la
función del analista en ese intento que hace el psicótico de construirse una
significación? En el cuestionario, la pregunta se modula en relación al lugar del
testigo:
Otra de las preguntas, que creo haber respondido en el curso del seminario,
remite a que en algunos de los casos presentados durante el año aparecieron
formaciones del inconsciente, pero el malestar subsiste: ¿cómo pensarlos dentro
de la clínica de la psicosis? — Y, como cualquier formación del inconsciente,
hay que ponerse de acuerdo consigo mismo para preguntar: o esos fenómenos
eran formaciones del inconsciente o no lo eran, pero si lo eran... El inconsciente
es una noción transclínica, no es exclusivo de la neurosis. A propósito de esto,
también me preguntan: ¿el analista está habilitado a intervenir en ellos con una
interpretación? — Sí o no, pero esta respuesta vale para la neurosis, también.
Está habilitado, o no, por la transferencia, es decir, por el lugar desde donde es
solicitada su intervención. Ahí se verá si interviene o no, si interpreta o no, y qué
interpretación arriesga, dado el caso.
Es cierto, el material fue ése, ¿no? Sería interesante, en otra vuelta, ver casos no
de delirio ya construido, aunque hubo algunos que, realmente, estaban en el
inicio, por ejemplo, en el que presentó Paula, sería mucho decir que ahí había un
delirio funcionando, me parece que la paciente pudo armar algo en el curso de
ese tratamiento — pero sería interesante ver otros casos donde aparezca por
ejemplo lo que Lacan llama el estado crepuscular. En fin, la observación
continúa:
Me parece que todos los casos que vimos eran de esquizofrenia. Creo que
anticipé, no me acuerdo de si en el seminario o al grupo de residentes que me
acompaña, que el año que viene, más allá del eje que le dé al seminario, mi idea
es la de introducir algo de clínica. Lo que está claro es que, tanto en Freud como
en Lacan, el eje gira alrededor de la paranoia,(16) no de la esquizofrenia — pero,
de todas maneras, no solamente el acento está puesto en la paranoia, en desmedro
de la esquizofrenia, sino que la esquizofrenia misma no tiene estatuto conceptual
en Freud ni en Lacan — no es que se oponen paranoia y esquizofrenia, sino que
lo analizable de la psicosis parece ser lo paranoico, y la esquizofrenia queda
como un grupo medio vacío, donde quedarían las cosas para las que todavía falta
hacer teoría, y que incluye un montón de entidades. En ese sentido, la
repartitoria... Digamos, ¿qué es lo que me parece más pertinente de esta
pregunta? — que, desde el punto de vista psiquiátrico, podríamos decir, los casos
presentados fueron de esquizofrenia, no de paranoia; pero es cierto que, en mayor
o en menor grado, todos estos casos apuntaban a cierta construcción delirante.
Entonces, reformulo la pregunta: ¿cómo sería la intervención en los casos donde
todavía el sujeto no empezó, o está en los inicios, de una construcción delirante?
Jugate más, hay pacientes en que eso resulta imposible, es cierto, pero que,
digamos, uno podría decir así: con este esquema referencial con el que nos
estamos moviendo, y con la salvedad que formuló Goyo respecto de que nuestras
categorías son bastante insuficientes para la clínica, todo psicótico sería
potencialmente delirante. Es decir, esa imposibilidad sería de hecho, y no de
derecho. Y esta distinción nos permitiría introducir una serie de cosas difíciles de
conceptualizar, pero que son datos de la clínica: pacientes, por ejemplo, que no
llegan a construir ningún delirio notorio, pero que no obstante encuentran su
estabilización en el lazo con un analista — uno se pregunta por qué diablos hacen
lazo, no sé, y es problemático, porque este lazo puede durar toda la vida, lo cual
no deja de angustiar al analista, saber que tiene que estar ahí todo el tiempo,
muchas veces sin saber por qué, salvo que es necesario, o sea, que habría modos
de estabilización que, por ahí, o no son delirantes, o cumplen una función similar
al delirio, similar a la de la metáfora delirante, que funcionan como un punto de
amarre de las significaciones, sin que se pueda localizar ahí un delirio claro y
manifiesto — pero es cierto que algunos pacientes ya vienen, digamos, a la
manera de Schreber, que desde el punto de vista psiquiátrico es una
esquizofrenia, no es una paranoia en sentido estricto, pero con una potencia de
delirio realmente extraordinaria, y otros pacientes, uno ve que lo que construyen
en una sesión, o en un período de sesiones, que podría ser el comienzo de una
metáfora delirante, se les desarma al día siguiente, y esto se sostiene durante
años, y entonces uno termina pensando en esto que acabo de decir: que el único
lazo estabilizador es la relación con el analista, que no se sabe cómo funciona.
Les leo la última observación de este cuestionario:
Creo que la respuesta es que viene privilegiado por la metáfora, en este sentido:
significantes paternos, o edípicos, para decirlo en general, no faltan en la
psicosis, lo que no funciona en la psicosis es que estos significantes produzcan
efecto de capitonado o de anclaje o de amarre de una significación central, pero
no es que un psicótico no sepa qué es un padre, o una madre o un hijo. Los
significantes, como tales, no faltan, digamos, siendo un poco más extremo, yo
diría que la forclusión del Nombre-del-Padre no habría que tomarla como la
ausencia de un significante, sino la ausencia de que un significante haya cobrado
esa función de capitonado o de metáfora, pero no en el sentido de carencia de
significantes edípicos.
NOTAS
(1) La reunión del 24 de Octubre, dedicada al trabajo en taller con los participantes del seminario, no fue
desgrabada.
(2) «CONVERGENCIA, MOVIMIENTO LACANIANO POR EL PSICOANÁLISIS FREUDIANO. Acta de
fundación», Separata del Correo de la E.F.B.A., Nº 2594, Noviembre de 1998.
(3) El juego de sustituciones que mantienen las inciales con que Lacan funda su Escuela en 1964,
primero Escuela Francesa de Psicoanálisis, y a los cinco minutos Escuela Freudiana de París, es decir, en
ambos casos, E.F.P., indica claramente que para él "psicoanálisis" y "freudiano" hacen tautología. Cf. Ricardo
E. RODRÍGUEZ PONTE, «¿Lacanoamericanos?», Texto redactado como introducción a la Mesa Redonda
sobre el tema, que tuvo lugar el 15 de Enero de 1987, organizada para las Notas de la Escuela Freudiana, nº
6. Interrumpida la publicación de esta revista antes de la aparición de este número, el texto fue posteriormente
publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 14, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, Primavera de 1990.
(9) Jacques LACAN, «Apertura de la Sección Clínica», texto de la charla con que Lacan inauguró la
enseñanza en la Sección Clínica de Vincennes, el 5 de Enero de 1977, publicado en Ornicar?, nº 9, traducción
en Cuadernos de Psicoanálisis, Nº 1, Ediciones Altazor, Buenos Aires, 1980.
(10) Tesis que Lacan introduce ese mismo año en su Seminario. Cf. Jacques LACAN, Seminario 24, L’insu
que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, texto establecido por J.-A. Miller en la revista Ornicar?, traducción
—para circulación interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires— de Ricardo E. Rodríguez Ponte y
Susana Sherar.
(12) Jean ALLOUCH, «Ustedes están al corriente, hay transferencia psicótica», en Littoral, nº 7/8, Editorial
la torre abolida, Córdoba, 1989.
(13) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «El "ser tomado por...": Transferencia y Psicosis», intervención en la
Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 4 de Junio de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la
E.F.B.A.
(14) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «Transferencia y Psicosis», conferencia en el Centro de Salud Mental
Nº 3, Dr. Arturo Ameghino, el 13 de Noviembre de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la
E.F.B.A.
(15) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «¿Qué hacemos cuando analizamos... las psicosis?», intervención en
el seminario ¿Qué hacemos cuando analizamos?, Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 20 de Noviembre de
1997. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(16) "La paranoia, quiero decir la psicosis..." inicia otra de las para-respuestas de Lacan en la «Apertura de la
Sección Clínica» ya citada.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Tenemos para escuchar dos textos, uno escrito en colaboración por Roxana
Gancedo y Carlos Giovacchini, y el otro de Karina Glauberman. Les propongo
que trabajemos así: escuchamos primero un trabajo, lo discutimos un rato, y
luego pasamos al segundo.(1)
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Como a Roxana y a Goyo les pareció conveniente retomar algunos puntos que
estuvimos viendo en este seminario y en el que dicto los lunes, sobre la
transferencia,(3) y como además sé que van a presentar el texto que nos leyeron
en otro lugar, en unas próximas Jornadas de Residentes de la Provincia de
Buenos Aires, tuve ganas de darles una mano, digamos, y agregar algunas cositas
que verán si tienen ganas de considerar. No tuve mucho tiempo para preparar
nada muy articulado, pero hay algunas referencias, en un texto tan anterior como
el de los Estudios sobre la histeria, que permitirían incorporar algún sesgo
novedoso al planteo que acabamos de escuchar.(4)
Como ustedes saben, en este texto que escribe en los años 1893-1895, en
colaboración con Josef Breuer, Freud ni siquiera había llegado a abandonar lo
que se conoce como "la teoría traumática", es decir, que todavía deducía la
génesis del síntoma a partir de determinada escena o escenas. Podríamos decir
que, en ese momento inicial, Freud estaba en el máximo de su acuerdo con los
planteos deterministas de la ciencia, tal como fueron expuestos en el trabajo que
escuchamos. Sin embargo la clínica lleva a Freud a preguntarse, cada tanto, y de
una manera vacilante, porque es como que le va contrapelo de todo lo que él
sostiene, por qué determinada representación, por qué determinado rasgo,
elemento de una escena, va a ser seleccionado para cumplir el papel de símbolo
mnémico del trauma, es decir, por qué el síntoma va a basarse en tal
representación y no en tal otra. Imaginemos que yo acá, en este momento, voy a
hacer un síntoma, o mejor dicho, voy a vivir una experiencia traumática, y uno de
ustedes quedará en mi inconsciente como representación-límite, como símbolo
mnémico de mi experiencia traumática. ¿Por qué tal y no tal otro? Perdonen la
forma un poco banal en que lo simplifico, pero es para que se entienda la idea.
Ante una pregunta de esa índole, Freud va a intentar varias respuestas, y
retrocede ante algunas. No obstante, en esos avances y retrocesos, me parece que
dice algunas cosas que nos permiten ubicar una posición del sujeto como creador
— para extremar el planteo.
Por ejemplo, empecemos con la primera referencia —de las muchas, pero tuve
que seleccionar, dado lo escaso del tiempo— donde Freud postula de hecho
cierto margen de creación —de una manera todavía muy vacilante—, cuando
estudia la génesis del síntoma de Isabel de R., la astasia-abasia. Luego de todas
las determinaciones que encuentra en el desarrollo del caso, rigiéndose por el
planteo asociacionista que él tiene, es decir, la concurrencia de elementos en una
escena, o la aparición de un dolor orgánico junto con el momento traumático, lo
cual le va a permitir afirmar que el dolor orgánico, ya que es dolor, igual que el
dolor moral de la experiencia traumática, ese dolor orgánico va a poder funcionar
como símbolo mnémico de dicha escena — junto con eso agrega un nuevo
elemento, un tercer tipo de motivación, y dice así:
Pero ese sentido originario de las palabras, para Freud, estaría dado por la unión
de una expresión lingüística con un acontecimiento efectivamente producido.
Está claro, me parece, que lo que Freud denomina "el más artificial giro
lingüístico" no es otra cosa que el significante puro, es decir, el significante antes
de cualquier decisión respecto del significado. Continúo la cita:
Las pacientes de Freud solían ser cultas, y pendant es una palabra francesa. La
expresión "Uno es el pendant del otro" equivale a "Son tal para cual",
pero pendant es también un sustantivo que significa "homólogo",
"correspondiente", "colgante", "pendiente", por ejemplo en el sentido de los aros,
y remite al verbo pendre, "colgar". Entonces, acá tenemos que, sobre la
forma pendant, en tanto puro significante, ella, para designar de algún modo lo
que el efecto instaura retroactivamente como agente supuesto del acto, elige un
sentido que no se deduce directa ni unívocamente de la expresión lingüística —
esto es lo que me parece importante subrayar—, sino que resulta de una opción
sobre la expresión lingüística: la figuración, alucinatoria, por los "colgados", no
está determinada directa ni unívocamente por el significado de pendant en esa
expresión del discurso corriente —¿queda claro, esto? no es el significado lo que
determina la figuración alucinatoria—, sino que la figuración resulta de una
elección, de una opción por relación a la ambivalencia con que revive, en el
equívoco, el significante pendant, lo que implica, como supuesto necesario, una
decisión del sujeto, imprevisible respecto de una significación preestablecida,
universal, exterior al sujeto. Entonces, para concluir esto, y a ver si les sirve
respecto de lo que ustedes formulaban como "sujeto pasivo": sólo el puro
significante, o sea el significante desprovisto de sentido, despojado de los
sentidos sedimentados por la tradición lingüística, puede representar algo de la
particularidad del sujeto, puesto que abre la posibilidad de la elección del
significado.(13) En fin, ustedes verán si estos comentarios les ayudan en vuestra
investigación. Pasaremos ahora al segundo y último trabajo del día, de Karina
Glauberman.(14)
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KARINA GLAUBERMAN: La verdad es que hubiera querido escribir
algo de eso, pero titulé este trabajo «Apuntes entre cita y enigma» porque
no podía avanzar mucho más que eso. Son varias cosas que no las puedo
clarificar del todo. En principio, es que siempre me resultaron enigmáticas
esas presentaciones de enfermos y las intervenciones de Lacan en esas
presentaciones, y el hecho de que no sean interrogadas, en general parece
que siempre se tiene como referencia la "cuestión preliminar", a la hora de
trabajar con psicóticos.
Más que la "cuestión preliminar", creo que —a ver si digo bien— lo que se tiene
en mente es esa máxima, que no era tal, la frase esa del Seminario 3: "ya sabemos
lo que ocurre si tomamos pre-psicóticos en análisis". Vos estarías tratando de
revalorizar intervenciones que no impliquen tanta cautela, tanta inhibición, que
dejen todo en el statu quo.
KARINA GLAUBERMAN: Sí. De todos modos, me parece que es difícil
avanzar, en la medida en que el de El sínthoma sigue siendo un Seminario
muy enigmático, y los comentarios de Lacan respecto de esas
presentaciones son todavía más enigmáticos. O sea, está completamente
subvertida la nosografía, bueno, parece estar pensando en alguna lógica,
respecto de esas intervenciones, que no es muy transparente.
Comentábamos, con Ricardo, que hay algunas personas, Erik Porge entre
ellas, que ensayan algunas ideas y que analizan algunas presentaciones
desde una perspectiva nodal que a mí se me escapa. Pero bueno, en
realidad estaba también un poco motivada por el hecho de que, si bien yo
trabajo con pacientes psicóticos, me parece que a veces es bastante oscuro
hacia a dónde apunta uno, y la verdad es que hay que reconocer que
muchas veces nos apoyamos en una posición "humanista", y no hacemos
más que ser testigos de algo que no sabemos para dónde va, muchas
veces, y otras... tengo la impresión de que no va mucho más allá de un
saber popular, en el sentido de que corremos para donde el paciente corre,
nos mantenemos dentro de los límites del delirio, por ejemplo, que es una
cosa por la que yo preguntaba en algún momento en el seminario, y que
me parece que no es la perspectiva de Lacan en esas presentaciones, si es
que se puede obtener alguna enseñanza de esos "ejemplos": él parece más
bien preguntar por la articulación entre el delirio y lo que se podría llamar
algo que está por fuera del delirio, o la realidad, interroga justamente, va a
buscar los puntos de ruptura, y, al contrario, es bastante indulgente en los
puntos en que parece imposible que haya una ruptura, y más bien aparece
como una especie de confusión. No sé si he respondido a tu pregunta,
pero es un poco todo eso...
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Bueno, ¿alguna cosa más? Entonces, les agradezco por haberme acompañado
este año, que ha sido muy interesante para mí, les agradezco particularmente a
quienes han colaborado con sus trabajos, los que hoy escuchamos y los que me
fueron pasando en forma de notas a lo largo del año, y al grupo de residentes que
me ayudó muchísimo a sostener este espacio —no lo podría haber hecho sin ellos
—, y bueno, supongo, aunque nunca es seguro, que los volveré a convocar para
el año que viene, para la última semana de abril o la primera de mayo, para
terminar, eso sí lo tengo claro, en caso de que empiece, a más tardar el 21 de
septiembre. Seguirá siendo los sábados, aunque sé que para algunos es incómodo,
porque la idea es mantener este espacio para los concurrentes y residentes de los
hospitales, y éste es el único día que pueden venir a la Escuela. Les agradezco
nuevamente, y me despido hasta el próximo encuentro.
NOTAS
(1) El texto de Roxana Gancedo y Carlos Giovacchini, «Azar y determinación. La hipótesis del sujeto», se
encontrará en la Biblioteca de la E.F.B.A. — La mayoría de las intervenciones de los participantes, por su
lejanía del grabador, no pudieron ser recogidas, lo que volvía incomprensibles las respuestas de los autores.
Es por ello que a continuación sólo vierto mi intervención, que responde a ese diálogo.
(2) A partir de este planteo elaboré las líneas generales de mi intervención en el pleanrio sobre "Lo real, lo
simbólico y lo imaginario en la transferencia" en las Jornadas de la Práctica Analítica «Lo real en la
transferencia» convocadas por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 10 de Diciembre de 1998. Cf. lo que
de esa intervención quedó como texto: Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «La transferencia en el presente».
Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(11) Salvo este último punto —pero este punto es decisivo— Freud podría acordar con lo que Lacan enuncia
a propósito de Ernest Jones. Pero como este punto es decisivo, a él también se le escapa, en el momento
mismo en que lo había atrapado: "Así se le escapa esa función a veces tan sensible en el símbolo y el síntoma
analítico, la de ser una especie de regeneración del significante" — cf. Jacques LACAN, «En memoria de
Ernest Jones: sobre su teoría del simbolismo», en Escritos 2, p. 684. — Que no se nos escape a nosotros, en
cambio, lo que la metáfora de la "regeneración" introduce de prepo: es lo vivo del cuerpo, para designarlo de
algún modo, cercano al del escrito inmediatamente anterior sobre «La significación del falo», lo que hace
vivir de nuevo al significante mortífero: la letra muerta del significante revive en el equívoco donde se
demuestra no idéntico a sí mismo y hace lugar al sujeto.
(13) Guy Trobas, quien retoma este pasaje de los Estudios sobre la histeria, y de quien extraemos buena parte
de esta articulación, comenta así este vuelco: "...otro estatuto del sujeto comienza a desprenderse. El sujeto ya
no aparece aquí como solamente reaccional, pasivo, librado a las falsas evidencias de la contigüidad
(coincidencia fortuita) y de la semejanza (comunidad por el concepto), y como determinado por un
determinismo objetivable e inscribible en una relación lineal de causas a efectos; al contrario, es ahora con un
sujeto de alguna manera activo, dotado de intencionalidad, que nos encontramos, pues la respuesta del
síntoma resulta el producto de una elección subjetiva [...]. De un determinismo asociativo que Freud trataba
de volver unívoco y que implicaba un sujeto universalizable, pasamos a un sujeto particular cuya
intencionalidad determina en última instancia la elección del material del síntoma..." — cf. Guy TROBAS,
«Du symptôme imposé au choix du symptôme», en La Cause freudienne. Revue de psychanalyse, nº 38,
Février 1998.
(14) El texto de Karina Glauberman, «Apuntes entre cita y enigma», se encontrará en la Biblioteca de la
E.F.B.A. — Por idénticas razones a las indicadas en la nota 215, sólo reproduzco mi intervención posterior,
en el diálogo que mantuve con ella.
(15) Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en
la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995, publicado en fichas.
(16) Franz BAUMEYER, «El caso Schreber», en AA.VV., Los casos de Sigmund Freud 2, El caso Schreber,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1972.