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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

FACULTAD DE MEDICINA
ESCUELA DE MEDICINA “LUIS RAZETTI”
CÁTEDRA DE CLINICA ORTOPÉDICA Y TRAUMATOLÓGICA

OSTEOMIELITIS EN NIÑOS

EQUIPO 2.

BACHILLERES:

DURAN, ANDREA CI: 27.302.067

GONZALEZ, DIANA CI: 26.438.166

TUTOR:

DR. TOVAR, PEDRO

CARACAS, NOVIEMBRE 2021

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INTRODUCCIÓN

La osteomielitis está definida como una infección de tejido óseo producida por
un microorganismo infectante, que causa daño a nivel cortical y medular del
hueso, también puede existir lesión en el periostio y los tejidos blandos que lo
rodean. La infección por lo general se debe a un solo microorganismo, pero puede
ser polimicrobiana, la misma puede deberse a la diseminación por contigüidad a
partir de articulaciones y tejidos blandos adyacentes, a una diseminación
hematógena, o a la inoculación directa de microorganismos en el hueso por
traumatismos o cirugía.

Las estadísticas demuestran que aproximadamente el 90% de casos esta


provocado por el Staphycoccus aureus, sin embargo, teóricamente cualquier
germen puede causar esta patología.

Los traumatismos constituyen una de las principales causas de osteomielitis,


principalmente en el sexo masculino, los huesos más afectados son el fémur, tibia,
humero y radio.

Actualmente es una infección de difícil manejo para el clínico tanto por sus
agentes etiológicos, la utilización de antibióticos y duración de los mismos, así
como por las intervenciones quirúrgicas periódicas.

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OSTEOMIELITIS:

En rasgos generales y más comprensibles la osteomielitis es una infección del


hueso y de la medula ósea que puede resultar de la inoculación ya sea directa, por
contigüidad, o por diseminación sanguínea (vía hematógena) de un
microorganismo.

Esta enfermedad genera inflamación aguda, aumento de la presión intraósea,


trombosis e isquemia que derivan en necrosis ósea.

SARM: Staphylococcus aureus resistente a la meticilina.

MSSA: Staphylococcus aureus sensible a la meticilina.

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EPIDEMIOLOGÍA

La incidencia exacta de la osteomielitis en la población infantil es desconocida.


Aproximadamente el 50% ocurre en los primeros 5 años de vida, es más frecuente
en los niños que en las niñas, puede además afectarse cualquier hueso de la
economía, sin embargo esta patología tiene preferencia por los huesos largos de
las extremidades inferiores (fémur, tibia y peroné) y de los miembros superiores
(humero y radio)

La incidencia anual reportada para osteomielitis hematógena aguda pediátrica


se encuentra en alrededor de 3 a 20 por cada 100 000 habitantes. Por otra parte, la
incidencia es mayor en niños menores de 3 años, con un pico en los niños
menores de un año, además es más frecuente en el género masculino, con respecto
al género femenino.

Con frecuencia va asociado a factores socioeconómicos y culturales negativos,


como lo son:

 Mala higiene domiciliaria y personal


 Automedicación con aplicación de tratamientos caseros
 Falta de atención oportuna

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ETIOLOGÍA

La forma más frecuente de presentación de la osteomielitis se conoce como


osteomielitis hematógena aguda, y es el resultado de una bacteriemia que puede
ser sintomática o asintomática. Las bacterias tienden a afectar principalmente la
metáfisis ósea por su rica vascularización, especialmente en neonatos, pues su
sistema inmune en desarrollo los hace propensos a sufrir infecciones por agentes
con menor virulencia, y adicionalmente presentar menos signos clínicos, que
pueden cursar de manera indolente y ser diagnosticada solo en etapas tardías, por
lo que genera una condición que requiere especial atención.

Actualmente en la osteomielitis hematógena aguda pediátrica los principales


microorganismos patógenos son Kingella Kingae y Staphylococcus aureus, es el
primero, el principal agente etiológico en niños entre 6 y 48 meses. Al entrar al
torrente sanguíneo estos agentes se alojan en lugares con un flujo sanguíneo
abundante y lento, llegando principalmente a las metáfisis óseas, en especial
aquellas que durante la infancia poseen mayor irrigación, como las ubicadas
alrededor de las rodillas.

El microorganismo se adhiere a la matriz ósea y produce enzimas proteolíticas


que destruyen los tejidos circundantes, lo que facilita la propagación de la
infección, esta se extiende por medio de la corteza porosa metafisiaria hacia el
espacio subperióstico, donde pueden formarse acúmulos purulentos, lo que resulta
más común en la población pediátrica, pues el periostio se encuentra pobremente
adherido al hueso.

Adicionalmente, en individuos menores a 18 meses de edad, la vasculatura


transfiseal permite el avance de la infección de la metáfisis a la epífisis,
terminando en una destrucción de esta última y las lesiones de la articulación
adyacente características de la osteomielitis infantil.

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Entre otros microorganismos causantes de osteomielitis hematógena aguda
pediátrica, también se cuentan Streptococcus pyogenes, Streptococcus.
Pneumoniae y Haemophilus influenzae-, mientras que en neonatos, es más común
encontrar estas infecciones por Streptococcus agalactiae y Escherichia coli.

Agente etiológicos según grupo etario


edad Agente etiológico
Neonatos S. agalactiae, C. albicans y E. coli
Menores de 5 años Kingella Kingae, S. pyogenes, S. pneumoniae
H. influenzae, S. aureus
Mayores de 5 años Predominantemente S. aureus

Por otra parte, existe la denominada osteomielitis crónica multifocal


recurrente, la cual afecta predominantemente a los niños. Es una enfermedad
inflamatoria anómala de etiología aún desconocida.

En contraste, se han reportado casos de osteomielitis crónica multifocal en


infección por Coxiella burnetii en niños con fiebre Q, lo que deja en duda el
mecanismo fisiopatológico de esta condición. Esta entidad presenta características
que pueden dificultar su diagnóstico como estudios de laboratorio normales o con
alteraciones leves en la tasa de sedimentación y proteína C reactiva (PCR), por lo
que su diagnóstico se realiza con soporte imagenológico por radiografía o
resonancia magnética nuclear (RM).

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CLASIFICACIÓN

No existe una clasificación universalmente aceptada para la osteomielitis y esto


se debe a la presentación multifacética de esta enfermedad.

Debido a la complejidad de los estadios, la osteomielitis ha presentado


múltiples clasificaciones, una de las más populares es la de Waldvogel quien la
divide en: osteomielitis aguda o hematógena, osteomielitis crónica (necrosis ósea)
y osteomielitis secundaria a infección de un foco continuo, la cual puede ser con o
sin infección vascular generalizada. Esta clasificación se asocia a presencia de
trauma y se clasifica como aguda si se desarrolla dos semanas después del trauma;
subaguda si se desarrolla posterior a un mes del trauma y crónica después de
varios meses.

Otra clasificación de la osteomielitis es el sistema de Cierny-Mader, lo cual se


basa en los cambios de la condición médica general, comorbilidades y respuesta
del paciente al tratamiento, orienta la necesidad o no de cirugía.

Representa una clasificación anatómica: tipo I o medular; tipo II o superficial;


tipo III o localizada, y tipo IV o difusa. Y una clasificación fisiológica: A o
normal (inmunocompetente), B o comprometido, y C o prohibitivo
(inmunodeprimido y de alto riesgo).

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FACTORES DE RIESGO

Ciertas enfermedades o condiciones médicas se asocian a la aparición de


osteomielitis en niños, como es el caso de la osteomielitis aguda hematógena, en
el cual generalmente los pacientes poseen antecedentes de trauma cerrado, en los
que la afectación del hueso aumenta la posibilidad de colonización de los
microorganismos en la médula. Este antecedente es común en la afectación de
huesos largos, pero es infrecuente en la osteomielitis pélvica

Algunas situaciones, en este caso relacionadas con complicaciones durante el


embarazo, como hipoxia, extracción traumática, o estrés fetal, son igualmente
factores de riesgo importantes para el desarrollo de osteomielitis neonatal.

Igualmente, existen procesos infecciosos que incrementan el riesgo de padecer


esta enfermedad. Por ejemplo, para el grupo etario de pacientes lactantes y niños
mayores, la enfermedad se asocia generalmente a un antecedente por infección
con el virus del herpes zóster (en aproximadamente 10 % de los casos se presenta
osteomielitis).

De manera similar, en niños menores de 5 años se ha asociado un antecedente


de infecciones respiratorias con la aparición de osteomielitis por Kingella Kingae,
el cual es un cocobacilo gramnegativo presente en la flora respiratoria. Por otra
parte, un historial de infecciones articulares se ha demostrado como factor de
riesgo para la osteomielitis por Streptococcus pneumoniae. También se ha
identificado esta patología como una complicación de endocarditis infecciosa en
pacientes pediátricos y neonatos, asociada a bacterias como el Streptococcus
viridans en 32 % de los casos.

En general, la infección por Neisseria gonorrehae, anemia de células


falciformes y las inmunodeficiencias, se han relacionado con la osteomielitis
producida por Salmonella. En el paciente pediátrico este agente se relaciona
principalmente con antecedentes de gastroenteritis aguda resuelta
espontáneamente.

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Se encuentra vinculada también en pacientes pediátricos escolares y de mayor
edad la presencia de osteomielitis por herida corto punzante a nivel de la planta
del pie o un antecedente de infección cutánea. Los agentes etiológicos que
predominan en este tipo de osteomielitis son generalmente Pseudomona
aeruginosa, Staphylococcus aureus, anaerobios y otros bacilos gramnegativos,
como la Escherichia coli.

Otro factor de riesgo para recurrencia de osteomielitis supurativa de la


mandíbula es tener una edad entre 6-12 años, debido a que estos pacientes están
en un período de dentición mixta, y existe más exposición a microorganismos
patógenos en este momento de la vida.

En otros casos la osteomielitis puede ser una complicación de procedimientos


médicos como la vacunación. Se ha descrito en la literatura que las vacunas con el
bacilo de Calmette-Guérin pueden ocasionar diversos efectos adversos en
pacientes pediátricos, entre los cuales se incluye a la osteomielitis.

Aunque la osteomielitis como una complicación de la vacunación con bacilo de


Calmette-Guérin en niños inmunocompetentes es muy rara, se han registrado
múltiples casos en la literatura, en los que los lugares de compromiso más
comunes son el húmero, las metáfisis y epífisis del fémur, el acetábulo, el
calcáneo, las costillas, las vértebras, el esternón, o adicionalmente se puede
presentar en forma de escrofuloderma.

Otros factores de riesgo menos frecuentes para presentar osteomielitis son las
infecciones de estructuras continuas, como el oído o los senos paranasales, que se
han relacionado a osteomielitis de la base del cráneo, la cual es una presentación
inusual. Una infección de tejidos blandos del conducto auditivo externo puede
diseminarse hasta afectar al hueso temporal y la base del cráneo, lo que se conoce
como otitis externa maligna. El organismo causante de esta forma de presentación
es generalmente la Pseudomona aeruginosa.

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FACTORES DE RIESGO PARA SECUELAS

La demora en la realización del diagnóstico y la instauración del tratamiento


son consideradas en la literatura como los principales factores de riesgo para la
presentación de secuelas. Se reporta un tiempo de demora de cuatro días como
máximo aceptable cuando se trata de una osteomielitis no complicada.

Aunado a esto, la pobre adaptación al tratamiento como factor de riesgo para


presentar secuelas, por lo que el tratamiento antibiótico tradicional que
generalmente tiene una duración de cuatro a seis semanas puede ahora acortarse a
solo dos días de forma intravenosa, seguido de 20 días de antibioticoterapia oral.

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MANIFESTACIONES CLÍNICAS

Las manifestaciones clínicas de la Osteomielitis en niños varían según la edad


y el tipo de enfermedad, aunque la infección en un solo lugar es lo más frecuente
(en la metáfisis de los huesos largos tubulares) puede producirse una osteomielitis
multifocal, especialmente en neonatos y escolares. El inicio de los síntomas de la
osteomielitis suele ser insidioso, los niños presentan fiebre, dolor persistente que
va aumentando el miembro afectado, y en raras ocasiones, eritema alrededor de un
hueso largo, limitación de la amplitud de movimiento y cojera o rechazo a
soportar peso o utilizar una extremidad (pseudoparálisis). Por otro lado, el lactante
presenta irritabilidad, rechazo del alimento, e inmovilidad por el dolor. Las
características clínicas más comunes de la Osteomielitis pediátrica son las
siguientes: dolor (81%), signos/síntomas localizados (70%), fiebre (62%),
reducción de la amplitud de movimiento (50%) y reducción de la carga de peso
(49%). En pacientes con osteomielitis vertebral se presenta fiebre de origen
desconocido y dolor de espalda.

Los síntomas y signos sistémicos, como la fiebre alta, la taquicardia y la


“cojera “dolorosa, se observan con más frecuencia en los niños con osteomielitis
por SARM (Staphylococcus aureus resistente a la meticilina) que en aquellos
con osteomielitis por S. aureus sensible a la meticilina (MSSA), aunque estos
hallazgos no son específicos sólo del SARM. En cambio, los niños de <4 años con
infección osteoarticular por Kingella kingae tienen una presentación y una
evolución más benignas, con menos del 15% de fiebre durante el ingreso y un
39% con niveles normales de proteína C reactiva (PCR).

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DIAGNÓSTICO

El diagnóstico de la osteomielitis en niños se logra a través de una combinación


de la anamnesis, la exploración física, las pruebas de laboratorio, el diagnóstico
por imagen y el aislamiento del microorganismo del hueso, la articulación o la
sangre. En cuanto a las pruebas de laboratorio, existen factores importantes:

Marcadores de inflamación

Los marcadores inespecíficos de inflamación, como lo son; la PCR y la velocidad


de sedimentación globular (VSG se utilizan habitualmente en la evaluación inicial
de esta enfermedad. La PCR tiene una vida media de 19 horas y también puede
seguirse para asegurarse de que la enfermedad se resuelve como se espera; el
tiempo medio de normalización de la PCR es de 7 a 10 días, en comparación con
la VSG, que es de 2 a 3 semanas o más. Dado que la PCR disminuye más
rápidamente que la VSG, en la práctica clínica habitual, la PCR es la prueba
preferida para controlar el curso y la resolución de la enfermedad.

Cultivo

La detección del organismo causante y el conocimiento de los patrones de


resistencia a los antibióticos (especialmente en el caso del SARM) son
imprescindibles para el tratamiento adecuado de la OA. Por lo tanto, antes de la
administración de antibióticos, es fundamental obtener cultivos de sangre y
muestras de biopsia ósea/ líquido articular siempre que sea posible. Los cultivos
de muestras óseas tienen un mayor rendimiento diagnóstico (40%-50% de
resultados positivos) en comparación con los hemocultivos (10%-40%); sólo se
recupera un organismo de cualquier fuente en aproximadamente el 40%-50% de
los casos de OHA. En los pacientes con cultivo negativo con terapia antibiótica
empírica, que no responden al tratamiento, habría que considerar la biopsia ósea
para estudio histopatológico y cultivo para bacterias, micobacterias y hongos.

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Imagenología

La radiografía simple y la ecografía pueden utilizarse para excluir otras causas.


Una radiografía puede excluir una fractura y una neoplasia, mientras que una
ecografía es muy sensible para detectar derrames articulares. Sin embargo, en los
primeros días de la infección la radiología puede ser normal, o tener como única
alteración la inflamación de los tejidos blandos (incluso en las primeras 48 horas).
Las imágenes características de osteomielitis, alteración del periostio e imágenes
de osteólisis, aparecen posteriormente, entre los 10-21 días de evolución.

Actualmente, la modalidad de imagen de elección es la resonancia magnética


(RM), con una sensibilidad (97%-100%) y una especificidad (92%)
significativamente mayores en comparación con las radiografías o la gammagrafía
ósea. Los cambios tempranos en la osteomielitis pueden detectarse en la RM en
los 2-5 días siguientes al inicio de la enfermedad. La RM también puede detectar
las manifestaciones extraóseas o las complicaciones de la osteomielitis (como la
piomiositis, el derrame articular o el absceso subperióstico) y tiene un valor
incalculable para planificar el abordaje quirúrgico si es necesario para su
tratamiento. Sin embargo las desventajas de la RM son el costo, la disponibilidad,
la larga duración del tiempo de exploración y la necesidad de anestesiar al
paciente.

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DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL

El diagnóstico diferencial de la osteomielitis en niños incluye infecciones como la


artritis séptica o la celulitis, traumatismos, enfermedades malignas como la
leucemia linfoblástica aguda, sarcoma de Ewing u osteosarcoma, infarto óseo (en
niños con hemoglobinopatías como los niños con anemia de células falciformes),
enfermedades metabólicas), deficiencia de vitamina A, necrosis avascular u
osteomielitis multifocal crónica recurrente.

COMPLICACIONES:

1. Complicaciones regionales:

En los niños se encuentra principalmente la extensión del foco primario a


tejidos adyacentes, que pueden desarrollar un absceso subperióstico, comprometer
a la musculatura adyacente (piomiositis), o involucrar una articulación cercana y
causar la aparición de una artritis séptica. Estas complicaciones son más
frecuentes en los niños más pequeños, en localizaciones pélvicas, y relativamente
comunes en infecciones por Staphylococcus aureus resistente a la meticilina.

Signos de infección (PCR elevada, fiebre y hemocultivos positivos)


persistentes, son indicios de una posible complicación regional de la enfermedad.
De no ser tratada oportunamente, puede llevar a una necrosis avascular de las
epífisis del hueso afectado.

Por otra parte, en los episodios de osteomielitis crónica pueden aparecer


complicaciones, como pérdida del tejido óseo de la región afectada, que puede

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comprometer, incluso, estructuras adyacentes. Cuando existe daño significativo
del eje tibial puede aparecer discrepancia en el largo del miembro.

De manera similar, la osteomielitis crónica puede causar fracturas patológicas


a repetición en el segmento corporal afectado, y menos frecuentemente la llamada
osteomielitis pandiafiseal o pandiafisitis, complicación de la osteomielitis crónica
que se manifiesta con la presencia de signos radiológicos que cubren más de 75 %
de la diáfisis.

Adicionalmente, el compromiso vertebral, aunque mucho menos frecuente,


genera la posibilidad de compresión de la médula espinal y su consecuente
disfunción neurológica, dependiendo del grado de compresión ejercido. Entre
otras complicaciones de la osteomielitis crónica en pacientes pediátricos, se
encuentran amiloidosis sistémica, fusión prematura de las epífisis, deformidad de
los huesos largos, detención del crecimiento y cifosis progresiva.

2. Complicaciones sistémicas:

En el campo sistémico la principal complicación corresponde a un cuadro


séptico de gravedad, característicamente acompañado de hipotensión y finalmente
falla multiorgánica. Esta es una condición que requiere especial cuidado y amerita
ingreso a una unidad de cuidados intensivos (UCI), pues amenaza gravemente la
vida del individuo.

Por otra parte, una trombosis venosa profunda por osteomielitis puede pasar a
afectar una región distal en el caso de un tromboembolismo pulmonar séptico, en
especial, las causadas por Staphylococcus aureus resistente a la meticilina.

En este cuadro se podrá evidenciar dificultad respiratoria y dolor torácico de


aparición aguda; adicionalmente, en los exámenes radiológicos se presenta como
imágenes nodulares y cavitaciones bilaterales. De manera similar, es más
frecuente el compromiso pulmonar infeccioso de tipo neumonía en los pacientes
pediátricos.

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MANEJO

El tratamiento de la osteomielitis en los niños es multidisciplinar, y en él


participan pediatras, especialistas en enfermedades infecciosas pediátricas,
cirujanos ortopédicos y por supuesto, radiólogos. La elección inicial, la duración y
el tratamiento antibiótico dependen del organismo causante, el lugar de la
infección, las complicaciones asociadas y la respuesta clínica y de laboratorio al
tratamiento. En los casos de sospecha de osteomielitis pediátrica, el tratamiento
antibiótico empírico contra S. aureus (incluido el SARM) debe iniciarse lo antes
posible tras la obtención de las muestras adecuadas para el aislamiento del
microbio. En los niños menores de 4 años con osteomielitis aguda que reciban un
tratamiento antiestafilocócico empírico, debe considerarse la posibilidad de añadir
una cefalosporina de tercera generación para cubrir el K. kingae.

Terapia antibiótica

En las regiones geográficas con una prevalencia de MSSA superior al 90%,


el tratamiento antimicrobiano empírico inicial para la osteomielitis más allá del
periodo neonatal debe incluir betalactámicos, incluida una penicilina
antiestafilocócica o una cefalosporina de primera generación . La clindamicina es
la opción preferida si el paciente no está en estado crítico en comunidades donde
la prevalencia de SARM es >10%-15% y la resistencia a la clindamicina en los
aislados de SARM es <10%. 10,22. Se recomienda la vancomicina como
tratamiento empírico si la prevalencia de S aureus resistente a la clindamicina es
>10%-15% o si el paciente tiene una enfermedad grave (como endocarditis ) .

La elección del tratamiento también depende del estado de inmunización del


paciente y de otros factores de riesgo como la anemia de células falciformes o la
inmunodeficiencia. En los niños menores de 5 años que no fueron inmunizados,

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además del S. aureus, la cobertura empírica contra el Hib también está justificada
con cefuroxima o una combinación de nafcilina u oxacilina o clindamicina con
ceftriaxona. Una cefalosporina de tercera generación, como la cefotaxima o una
fluoroquinolona, está indicada para los pacientes con anemia de células
falciformes para cubrir Salmonella spp además de la cobertura antiestafilocócica.

En la osteomielitis neonatal y la artritis séptica, el tratamiento empírico debe


dirigirse a S aureus, estreptococos del grupo B y bacterias gramnegativas,
especialmente Escherichia coli.

Una vez aislado el organismo, la elección posterior del antibiótico debe


modificarse en función del perfil de resistencia. Los agentes β-lactámicos
(oxacilina, nafcilina y cefazolina) son los preferidos si el microorganismo aislado
es MSSA. Los antibióticos β-lactámicos tienen una penetración ósea satisfactoria,
una eficacia demostrada para la osteomielitis y un perfil de efectos adversos
aceptable cuando se utilizan en dosis altas.

Dada su excelente biodisponibilidad oral y capacidad de penetración ósea, la


clindamicina es una buena opción para el tratamiento oral a largo plazo en la
osteomielitis debida a organismos de SARM susceptibles sin resistencia inducible
in vitro. Algunos expertos recomiendan la adición de rifampicina como parte de la
terapia combinada para la infección complicada por SARM (como las infecciones
del torrente sanguíneo y las infecciones relacionadas con dispositivos), pero se
carece de datos sobre el beneficio de la rifampicina en niños por lo demás sanos
con osteomielitis en niños.

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Transición de la terapia antibiótica intravenosa a la oral

A pesar de la considerable variabilidad en el tratamiento de la OA pediátrica,


cada vez hay más pruebas que indican que un tratamiento antibiótico intravenoso
más corto, seguido de una transición temprana al tratamiento antibiótico oral,
puede ofrecer una tasa de éxito similar en los niños con osteomielitis no
complicada, en comparación con el tratamiento IV prolongado solo, y evitar las
complicaciones relacionadas con el uso de un catéter venoso.

Una revisión sistemática del Reino Unido publicada en 2013 concluyó que la
AHO no complicada en niños de más de 3 meses debe tratarse con 3-4 días de
antibióticos intravenosos, seguidos de la transición a antibióticos orales si el niño
muestra una buena respuesta clínica. El uso de dosis más altas de antibióticos β-
lactámicos orales es crucial para asegurar niveles adecuados de antibióticos en el
torrente sanguíneo.

Duración de la antibioticoterapia

La duración adecuada del tratamiento para la osteomielitis no está clara y


depende del patógeno infeccioso, el grado de severidad de la enfermedad, la
articulación séptica concomitante y el huésped. Los datos históricos indican altas
tasas de recaída si la duración del tratamiento antibiótico es menor a 3 semanas.
Sin embargo, los fracasos del tratamiento notificados también pueden estar
relacionados con otros factores, como el retraso en el drenaje quirúrgico del
absceso subperióstico u óseo en algunos pacientes, que dio lugar a una
enfermedad crónica y a una recaída posterior, y la ausencia de intervención
quirúrgica en la mitad de los pacientes diagnosticados de osteomielitis crónica en
el momento de la presentación.

Sin embargo, puede estar justificado un tratamiento de mayor duración


(incluyendo un tratamiento parenteral prolongado) de 4 a 6 semanas en caso de un
curso clínico complicado (p. ej., sepsis, trombosis venosa), un microorganismo

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resistente o virulento (como el SARM o el S. aureus Panton-Valentine positivo) y
la afectación de la pelvis o la columna vertebral.10,16,40,42,43 A diferencia de la
osteomielitis por SARM, las cepas neumocócicas multirresistentes que causan la
AHO y la artritis séptica no se asocian a un mayor riesgo de complicación de la
enfermedad. Tampoco hay datos sobre la eficacia de un tratamiento de menor
duración en poblaciones seleccionadas con AHO, como los neonatos, los niños
inmunodeprimidos o desnutridos y los niños con anemia falciforme.

Intervención quirúrgica

Los estudios han demostrado que un tratamiento antibiótico adecuado, sin


intervención quirúrgica, puede ser suficiente en el 90% de los casos de
Osteomielitis.

En algunos casos de osteomielitis aguda pediátrica complicada debida a


SARM-AC, puede estar indicada la incisión y el drenaje quirúrgicos (incluyendo
múltiples procedimientos). Las indicaciones para el tratamiento quirúrgico de la
OA incluyen la persistencia de los síntomas (fiebre, inflamación local) que no
responden al tratamiento antibiótico empírico, la presencia de abscesos periósticos
o de otros tejidos blandos profundos (más comunes con el SARM o las cepas que
expresan genes de virulencia como la PVL), la artritis séptica concomitante,
especialmente de la cadera y el hombro, la presencia de hueso necrótico y la
formación de un tracto sinusal.

Pronóstico, evolución y seguimiento

La mayoría de los niños que han sido correctamente diagnosticados y tratados


se curan sin secuelas a largo plazo, aunque se describen recaídas hasta en el 5% de
los casos según los factores de riesgo mencionados anteriormente para las
complicaciones. En general, la osteomielitis pediátrica debe vigilarse hasta los 12
meses en los que se realice para el alta un control clínico, analítico y radiológico

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que demuestren la curación. La osteomielitis de cadera debe vigilarse hasta los 2
años del diagnóstico por su mayor riesgo de secuelas.

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RESUMEN

En conclusión la osteomielitis pediátrica se podría tratar como una enfermedad


compleja dada la evolución de los patógenos, la variabilidad de las presentaciones
clínicas la complejidad del diagnóstico y la respuesta al tratamiento, es por ello
que el correcto manejo de la osteomielitis es dificultoso y justifica un enfoque
individualizado y multidisciplinario con la presencia de diversos especialistas para
poder lograr que el paciente esté satisfecho. Es sumamente importante el
diagnóstico precoz, la identificación del patógeno y el uso adecuado de
antibióticos para evitar complicaciones o recaídas de la enfermedad.

Para lograr resultados óptimos, el tratamiento antibiótico debe continuarse hasta


que la concentración de PCR se haya normalizado o disminuido
significativamente. Las determinaciones secuenciales de la PCR son importantes
para supervisar la respuesta al tratamiento en los pacientes con AHO infectados
por MSSA y en los pacientes con AHO causada por organismos distintos de S
aureus.

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BIBLIOGRAFÍA

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Hematogenous Osteomyelitis in Children]. Ochsner Journal 1. 2019 Aug-
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https://www.revistaavft.com/images/revistas/2019/avft
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https://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/osteomielitis.pdf

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