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SERIE PSICOLOGÍA
M.' Pilar Matud Aznar, Rosario J.Marrero Quevedo y Mónica Carballeira Abella
PSICOLOGÍA DIFERENCIAL
BIBLIOTECA NUEVA
Cubierta: A. Imbert
Edición digital, marzo de 2014
O M.‘ Pilar Matud Amar, Rosario J. Marrero Quevedo y Mónica Carballeira Abella,
2014 O Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2014
Almagro, 38
28010 Madrid
ISBN: 978-84-161iS9-04-7
Queda prohibida, salvo excepció n prevista en la ley, cualquier forma de reproducció n, distribució n,
comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de
propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). E Centro Español de Derechos
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PREFACIO, por M.' Pilar Matud
BIBLIOGRAFIA
M.' PILAR MATUD AZNAR
Es un hecho que las personas somos distintas, y esas diferencias se dan en muchas
variables. Como señala Leona Tyler (1995), la diversidad es la característica más
básica de los seres vivos y es la que posibilita que, mientras unos puedan vivir en un
hábitat, otros perezcan, surgiendo así nuevas especies. Pero la selección natural
basada en los procesos genéticos no es la única fuente de diversidad, ya que los genes
también experimentan mutaciones espontáneas y los hábitat se modifican con el paso
del tiempo, por lo que será necesario cambiar para adaptarse a ellos. Y aún son más
complejas las fuentes de diversidad en los seres humanos ya que, incluso desde antes
de nacer, las experiencias ambientales van a ser diferentes. Lo que ahora somos
depende de una compleja interacción entre determinantes genéticos, influencias
químicas y nutricionales (pre y postnatales), factores socioeconómicos, métodos de
crianza, oportunidades educativas y técnicas en el desarrollo de los seres humanos.
Pero, pese a que las posibilidades de desarrollo de los seres humanos son casi
infinitas, cada persona vive un número limitado de años, por lo que algunas
posibilidades se seleccionan y desarrollan, y otras se dejan. Aunque no todas las
elecciones las hace el individuo, sino que algunas las realiza la cultura y la familia.
En este libro se recogen las cuestiones que hemos considerado más relevantes en
el acercamiento diferencial al estudio de la conducta. Se trata de una forma de hacer
ciencia que se centra en la variabilidad de los seres humanos, en el estudio de la
varianza y covarianza, es decir, en las diferencias individuales. Desde los trabajos
seminales de Galton, y gracias a la metodología estadística desarrollada por autores
como Pearson o Spearman, a lo largo de algo más de un siglo se han ido formulando
hipótesis y poniéndolas a prueba para así lograr, no sólo describir, sino explicar e
incluso predecir la variabilidad de la conduc ta humana. También es destacable su
énfasis en la aplicación de las teorías y tecnología que ha desarrollado, sobre todo a
las áreas escolar y laboral. Respecto al contenido de los estudios, se ha centrado
fundamentalmente en el análisis de las variables intelectuales y de personalidad, si
bien en el presente trabajo no hemos tratado, al menos de forma directa, estas últimas.
Aunque los capítulos están escritos por personas distintas, todas ellas profesoras
de Psicología Diferencial de la Universidad de La Laguna, y esta diversidad queda
bien patente en la lectura del libro, compartimos las ideas de Leona Tyler, una de las
autoras más relevantes en Psicología Diferencial, quien plantea que, dada la
complejidad de la sociedad actual, la diversidad humana supone el mayor reto, ya que
no podría funcionar sin las contribuciones únicas de individuos únicos. Sus miembros
no son partes idénticas e intercambiables; no compiten unos con otros, sino que se
complementan. Y la psicología de las diferencias individuales puede jugar un papel
importante para ayudar a las sociedades a satisfacer este reto. Puede llegar a ser la
ciencia básica en el intento de los seres humanos de satisfacer el reto de la diversidad.
1. INTRODUCCIÓN
Antecedentes Míticos
Antecedentes Preczentíficos
Con los sofistas cambia este prisma de pensamiento, ya no interesa tanto el mundo
físico sino el ser humano, y la búsqueda de la verdad se sustituye por enseñar a
razonar de forma eficaz (Leahey, 1980). En este período destacan las aportaciones de
Platón y Aristóteles, que marcarían gran parte de la historia de la Psicología. Con
Platón (428-348 a.C.) comienza la filosofía del racionalismo y del ser, y se sientan las
bases para muchos de los planteamientos modernos. Distinguía tres tipos de alma: el
alma inmortal o racional que está situada en la cabeza y es la responsable del
conocimiento que ordena la vida y de controlar los deseos; el alma impulsiva o
animosa que está localizada en el tórax, impulsa las acciones y se encarga de
mantener el honor y la gloria; y el alma pasional y apetitiva que está en el vientre y se
relacionaba con el placer corporal y la satis facción. En su obra La República
reconoce las diferencias individuales cuando intenta asignar a los personajes distintas
tareas, según estén dotados y plantea que las distintas cualidades determinan el lugar
que deben ocupar los individuos en el mundo social. Propuso una serie de acciones o
tareas, a modo de test de aptitud para seleccionar a los soldados de su estado ideal,
siendo éste, uno de los antecedentes importantes sobre la cuantificación de
capacidades.
Con san Agustín (354-430) acaba el período clásico y comienza la era cristiana.
Concibe a Dios como el fundador de la realidad y del hombre y éste necesita
conocerlo y conocerse a sí mismo como parte de su destino. Plantea que cada alma es
creada por Dios de forma individual, negando el principio de la herencia para
ensalzar la creación divina. El yo estaría formado por la memoria, el entendimiento y
la voluntad. Además, consideró el lenguaje desde un punto de vista diferencial,
señalando que los signos de una lengua iban a tener distintos significados según las
convenciones que caracterizasen a un pueblo. Este nuevo planteamiento, centrado en
Dios y en la fe cristiana, va a predominar en las culturas medievales, dejando al
margen todas las aportaciones de la cultura griega clásica. La iglesia se convirtió en
la transmisora de la cultura y se creó una psicología introspectiva en la que el
individuo, inspeccionando su alma, podía conocer a ese ser superior. El ser humano
no tenía sentido en sí mismo sino como un vehículo de la iluminación divina. En esta
época, IbnSina (980-1037), conocido en Europa como Avicena, desarrolla su teoría
de las siete facultades, ordenándolas según estuviesen más relacionadas con el cuerpo
y los sentidos, o por el contrario con el intelecto divino. Este, junto con IbnRosh,
conocido como Averroes (1126-1198), revitalizarán las ideas de Aristóteles
reconociendo la inmortalidad del alma pero desde un punto de vista teológico más
que filosófico.
El que más se interesó por las diferencias individuales fue Juan Huarte de San
Juan (1529-1588). En su obra el Examen de los Ingenios, publicada en 1575, propone
la imaginación, el entendimiento y la memoria como las tres facultades básicas.
Recoge las teorías humorales de Hipócrates y Galeno, con los cuatro tipos básicos de
temperamento (sanguíneo, flemático, colérico y melancólico) combinados con los
cuatro elementos cósmicos (aire, tierra, fuego y agua) y plantea que los humores y
temperamentos van a ser diferentes en los distintos ingenios. Así, las personas con
cerebro húmedo tendrán más capacidad de re tención y memoria, y las personas con
el cerebro seco tendrán problemas de retención pero serán mejores en la
representación de figuras (tomado de Colom, 1998). Su teoría, aunque de corte
biologicista, reconoce la influencia del ambiente en el desarrollo del ser humano, al
señalar que la alimentación de la que se nutre el feto o la climatología pueden influir
en la cantidad relativa de un determinado fluido. Es partidario de desarrollar un
sistema que identifique el patrón específico de capacidades de los individuos, para
poder guiarles de manera adecuada, tanto en su educación como en la ocupación,
proponiendo, distintas profesiones en función de las capacidades. La obra de Juan
Huarte de San Juan supuso uno de los principales hitos en la historia de la Psicología
Diferencial, pero también de la Psicología General, aportando:
Con la Revolución científica del siglo xvii y el trabajo de René Descartes (1596-
1650) se abre otra línea de pensamiento, el racionalismo moderno. Las aportaciones
de Galileo sobre el lenguaje matemático y su sistema cosmológico heliocéntrico, van
a permitir que aparezca una nueva ciencia. También contribuyó a ese cambio de
perspectiva la Reforma y Contrarreforma de Martin Lutero (1483-1546) que
promovió que se desarrollara con más fuerza el individualismo, al margen de la
religiosidad que había dominado la época anterior. Descartes defendía que las
funciones orgánicas son puros automatismos, disposiciones biológicas, mientras que
el alma tiene como función el pensar, el saber racional. El modo de analizar la
conciencia sería a través de la reflexión o de la introspección. En esta época destaca
también Blas Pascal (1623-1662) que sugirió la cuantificación de la mente humana.
Frente al racionalismo de Descartes, en Inglaterra se desarrollaba otra línea de
pensamiento con los empiristas (Hobbes y Locke) que se preocupan por las cosas tal
y como ocurren. Para ellos las ideas provienen de la experiencia, por lo que la fuente
principal de conocimiento son las sensaciones.
A pesar de que esta época estuvo dominada por el paradigma experimental y por
la búsqueda de leyes generales, destacan las aportaciones de Gall o Spencer que se
interesaron por las diferencias individuales, Gall (1758-1828) sostuvo la idea de que
el cerebro es el asiento del alma. Rechazó la teoría de las facultades por considerarla
demasiado simplista para explicar el complejo funcionamiento de la mente, aunque
no negó su existencia, sino que pensaba que era demasiado genérica para explicar
aspectos concretos. Pretendía medir el cerebro de modo objetivo, proponiendo que su
tamaño y forma iban a determinar las capacidades mentales del individuo; las
habilidades más desarrolladas se corresponderán con una mayor protuberancia de la
zona del cráneo donde estuviera localizada la función. A partir de estos
planteamientos, Gaspar Spurzheim (1776-1832), discípulo de Gall, va a acuñar el
término frenología, para referirse a la relación entre la forma del cráneo y la
localización de los distintos sentidos situados en áreas determinadas del cerebro.
Ambos, realizaron una topografía del cráneo, dividiéndolo en 37 áreas en cada una de
las cuales se localizaba una facultad determinada. Aunque el movimiento frenológico
hoy en día ha perdido importancia, en ese momento fue un propulsor del
reconocimiento de las diferencias individuales, además de aportar la medición
objetiva de variables conductuales, fisiológicas y psicológicas.
Antecedentes Científicos
En el campo educativo destacó el interés por educar a todas las personas del
mismo modo, dando igualdad de oportunidades. Esto promovió que el Estado
contratase a psicólogos especializados en detectar las diferencias educativas o de
aprendizaje con el objetivo de solucionar esas diferencias. Por tanto, aunque más que
la diferencia, interesaba la igualdad, las primeras eran importantes en la medida en
que aportaban conocimiento sobre el comportamiento humano. Además, fue una
etapa en la que se diseñaron diversas pruebas que pretendían evaluar las capacidades
cognitivas y/o intelectuales de los individuos.
James McKeen Castell (1860-1944) trabajó con Galton en Inglaterra y con Wundt
en Alemania, por lo que pudo integrar las ideas del primero, sobre la importancia de
los procesos sensoriales en la comprensión de la inteligencia, con el planteamiento
experimental del segundo, interesándose en la medida y evaluación. A su regreso a
Estados Unidos promovió el uso de la evaluación y, sobre todo, introdujo el término
test mental. Cattell creía que la agudeza del individuo para hacer discriminaciones
sensoriales reflejaba una capacidad general y sólo podían evaluarse con cierta
precisión los procesos básicos, pero no los procesos complejos o superiores.
La primera vez que Cattell habla del término test mental es en 1890, describiendo
una serie de pruebas que aplicaba anualmente a los universitarios para determinar su
nivel intelectual. Sin embargo, las pruebas diseñadas por Cattell no mostraron los
resultados previstos, pues no sólo existía poca correspondencia entre uno y otro test
sino que aparecían divergencias en una misma persona, evaluada en distintas
ocasiones. Además, los resultados apenas se correspondían con las calificaciones
académicas y con las valoraciones independientes del nivel intelectual que estimaban
los profesores (Anastasi, 1958). A pesar de ello, influyó en los trabajos de autores
americanos y europeos, destacando el alemán Ebbú-ighaus, que desarrolló algunas de
las pruebas de Cattell, creando el test de completar frases en textos con sentido. Y
Thorndike que fue uno de los pioneros en plantear la existencia de múltiples
capacidades intelectuales frente a la idea que subsistía de capacidad unitaria (Andrés,
1997).
Terman (1877-1956) hizo una de las revisiones más importantes de las escalas de
Binet, que fue conocida como la Stanford-Binet y es aquí donde se habla por vez
primera del cociente de inteligencia (CI), solventándose, así, el problema de la
arbitrariedad que parecía existir con el concepto de edad mental propuesto en un
primer momento por Binet. El CI fue definido como el cociente entre la edad mental
y la edad cronológica obteniendo, así, un índice sobre el desarrollo mental de un
individuo dado. Estos primeros test se administraban de forma individual y requerían
la pericia de un evaluados, tanto para aplicarlos como para interpretarlos.
Posteriormente, con la demanda del ejército por querer evaluar a gran nú mero de
individuos en poco tiempo, bajo la dirección de Yerkes se crearon los test colectivos,
apareciendo el Army Alpha Test y poco después el Army Beta Test. El Alfa se
empleó de modo general y el Beta era una forma no verbal que se utilizaba con
personas analfabetas y extranjeras. En ese momento, se proponen también nuevas
formas de clasificación, pues el concepto de edad mental no era aplicable a población
adulta, y se crean sistemas de puntuación basándose en las normas de grupo. Con el
transcurso del tiempo estos primeros test que pretendían medir una capacidad general,
llamada inteligencia, fueron sustituidos por otros más específicos que intentaban
apresar distintas características de los individuos, como su capacidad espacial, verbal
o numérica. E incluso se desarrollaron pruebas que pretendían evaluar aspectos no
intelectuales del individuo como los intereses, pautas de ajuste y rasgos de
personalidad. De este modo, la medición de las variables psicológicas va a constituir
un hito en la historia de la Psicología, en general, y de la Psicología Diferencial, en
particular.
El interés de filósofos clásicos y científicos del siglo xix por conocer al ser
humano y sus características, unido a las necesidades sociales generadas tras la
Revolución industrial y la Primera Guerra Mundial, así como el desarrollo de técnicas
que permitieron la medición psicológica, propiciaron el interés por las diferencias
individuales, permitiendo el surgimiento de la Psicología Diferencial como disciplina
científica (Sánchez-Cánovas y Sánchez-López, 1994). Posiblemente, el hecho de que
en esta época hubiese un interés extremo en descubrir las leyes generales del
comportamiento, al mismo tiempo que se observaba mayor capacidad en algunos
individuos frente a otros, contribuyó a que las diferencias se trataran separadamente y
a que se creara una disciplina distinta, encargada de analizar la variabilidad en el
comportamiento humano.
1.Su interés por entender cómo funcionan los individuos partiendo de que son
diferentes, pero sin negar lo común. Actualmente, la dicotomía individual
frente a general parece estar superada y cada vez se insiste más en la
complementariedad de la Psicología experimental y la correlacional.
2.El interés por las leyes que explican las diferencias entre los individuos, por
lo que no es una ciencia estrictamente idiográfica sino que también utiliza
un enfoque nomotético.
4.Se nutre de la Psicometría, puesto que es básico evaluar y analizar esos datos
para llegar a desarrollar las leyes a las que aludíamos anteriormente, pero
evidentemente no podemos decir que sea la misma disciplina.
8.La Psicología Diferencial no estudia sólo las variables del sujeto sino
también las de la situación.
9.Su campo de estudio abarca mucho más que la inteligencia, aunque ésta
haya sido un área con gran número de publicaciones.
La variabilidad individual
En todas las épocas han existido personas que han destacado de sus semejantes
según determinadas características ya sea por estar superdesarrolladas como
infradesarrolladas. Tenemos a personas exitosas frente a fracasadas, a personas
inteligentes frente a poco inteligentes, a genios frente a personas corrientes, etc. La
variabilidad individual ha sido una constante y se ha reflejado en el estudio de
distintas características tanto de tipo psicológico como fisiológico. Pero como se ha
podido observar, al principio las diferencias individuales se estudiaban basándose en
tipologías que «enfrentaban» a los individuos de forma dicotómica, teniéndose o no
tal característica. En ese primer momento, tal vez, era necesario un acercamiento
descriptivo y clasificatorio, pues al comienzo de toda ciencia es importante definir
claramente el objeto de estudio para luego generar leyes de funcionamiento.
Variabilidad interindividual
Variabilidad intraindividual
Variabilidad intergrupal
5. CONCLUSIONES
LECTURAS RECOMENDADAS
ANASTASI, A., Psicología Diferencial, Madrid, Aguilar, 1977.
Este manual, aun siendo un clásico, es de obligada cita por su rigor a la hora de
exponer los principales tópicos que han interesado a la Psicología Diferencial. En el
primer y segundo capítulos la autora comenta el surgimiento de la Psicología
Diferencial basándose en las aportaciones de la Astronomía y, además, comenta
desde un punto de vista estadístico la variabilidad en las características psicológicas.
En este manual, los autores hacen un recorrido por los aspectos más relevantes de
la Psicología Diferencial. Para este tema son relevantes el primer capítulo, donde
analizan el concepto de diversidad e individualidad y el capítulo tercero que describe
las diferencias infra e interindividuales así como las intergrupales, atendiendo a la
estabilidad, consistencia y coherencia del comportamiento.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
6.El autor que fue reconocido como el pionero en generar test de inteligencia fue:
a)Alfred Binet.
b)Francis Galton.
b)Los resultados.
c)Los procesos.
b)Lo propio del ser humano que le distingue de otros seres de su especie.
c)Las que dependen del momento del día y del estado de ánimo.
c)Se establecen entre grupos que tienen características comunes entre sí que les
hace diferentes a otros grupos.
1. INTRODUCCIÓN
También planteó distintos teoremas o principios para explicar la relación entre «g»
y «s». Con el principio de la indiferencia del indicador explicó cómo,
independientemente de la prueba que utilicemos, si ambas han sido diseñadas para
medir inteligencia, la puntuación obtenida con una prueba debe ser similar a la
obtenida con otra. Otra aportación de Spearman fue la ley de las diferencias tetrádicas
con la que explicó cómo la correlación entre cuatro test, combinadas dos a dos deben
ser idénticas. Esto significa que la magnitud de la correlación entre el test 1 y el test 2
multiplicada por la correlación entre el test 3 y el test 4 debe ser igual que la
correlación entre el test 1 y el 3 multiplicada por la correlación entre el test 2 y el 4.
Las diferencias entre estos pares de correlaciones tendrían que distribuirse
normalmente alrededor del valor cero, con una desviación típica predecible desde la
matriz de correlaciones. Matemáticamente, esta relación entre variables queda
expresada como:
Estos procesos se pueden regular a través de leyes cuantitativas, de las que Juan-
Espinosa (1997) destaca la ley del rendimiento constante (las personas tienen un
rendimiento cognitivo total similar en cantidad), la ley de la retentividad (cuando se
ha dado un proceso cognitivo, éste tiende a repetirse), ley de la asociación (dos
acontecimientos que se den juntos tienen mayor probabilidad de darse juntos en el
futuro), y la ley de la fatiga (la información tiende a desaparecer después de un
tiempo). Con estas leyes, el objetivo fue delimitar o materializar los procesos
cognitivos que estaban a la base de esa entidad abstracta a la que se llamó inteligencia
o factor «g». Aunque la teoría de Spearman ha sido bastante polémica, algunas de sus
contribuciones más importantes al estudio de las diferencias individuales en
inteligencia fueron (Brody, 1992):
Entre las críticas recibidas están, en un primer momento, la del error de medida
que habían planteado Sharp (1898-1899) y Wissler (1901) tiempo atrás y que
Spearman solventó proponiendo la correlación por atenuación. También se cuestionó
la ley de las diferencias tetrádicas como indicadora de la existencia del factor «g»
pues otros autores, como Thomson (1916), habían señalado que podían existir otros
factores comunes que explicasen esta relación. Así, este autor planteó que había unas
unidades independientes en la mente y que el factor común o general sólo aparecía
por probabilidad, es decir, cuando las pruebas de inteligencia muestreaban un número
amplio de unidades. Al mismo tiempo, justificó por qué no se obtenían varios
factores independientes aludiendo a la imposibilidad de separar estadísticamente
todos los procesos que se producían simultáneamente. Otras críticas se centraron en
que se habían observado correlaciones altas entre los test específicos, y aunque
Spearman las había interpretado como semejanza entre los test y, por tanto, había
eliminado una de esas variables en posteriores análisis, no sabemos si realmente esa
semejanza era la causa de la alta correlación. Por otro lado, excluyó test que eran
incompatibles con el modelo a través de la «técnica de purificación» y los consideró
como factores adicionales, a los que llamó perseverancia, voluntad, oscilación o
fatiga (Amelang y Bartussek, 1981). También se ha afirmado que el factor «g» es un
resultado numérico, producto de una serie compleja de manipulaciones estadísticas,
teniendo el mismo valor que cualquier otro factor derivado del análisis factorial
(Schlinger, 2003). Por último, se le criticó su planteamiento de que «g» era heredable,
ya que este supuesto partió de la correlación encontrada entre la varianza de una
medida de inteligencia con la varianza de otra variable genética en una población
dada, lo que resulta insuficiente para aseverar la heredabilidad de la inteligencia.
-Gf o inteligencia fluida que consiste en la capacidad para razonar ante una
variedad de problemas tales como inferencias, razonamiento inductivo,
establecimiento de relaciones, etc.
-Gs o velocidad cognitiva, que consiste en la rapidez para realizar las tareas
intelectuales. Es una característica de la mayor parte de las pruebas de
inteligencia en las que se solicita que se resuelvan en el menor tiempo
posible. Para ello se suelen emplear tareas sencillas que todos los individuos
pueden cumplimentar y en las que se valora, no sólo la precisión, sino
también la rapidez. Algunas de las pruebas que reflejan este factor son las
de rapidez perceptiva y facilidad numérica.
2.No existe evidencia empírica de que la inteligencia fluida se herede más que
la cristalizada.
4.No existen estudios que analicen cómo afecta el ambiente a uno y otro tipo
de inteligencia.
El modelo de Cattell con las revisiones hechas por Horn, y posteriormente Carroll,
también ha tenido una amplia aceptación en el contexto escolar y la estructura de la
inteligencia de tres estratos propuesta en la última revisión de Carroll ha sido
ampliamente aplicada.
-En el segundo nivel saturan los tres factores más importantes de la teoría de
Horn-Cattell: visualización (Gv), inteligencia fluida (Gf) e inteligencia
cristalizada (Gc). Aunque en otras revisiones de este modelo aparecen
también los factores de velocidad cognitiva (Gs) y fluidez general (Gr).
Teoría de Carroll
En el primer estrato están las pruebas concretas que se utilizan para medir las
distintas capacidades, que agrupa en 20 factores que son: capacidades generales,
capacidades de razonamiento, capacidades para el dominio del lenguaje, capacidades
de memoria, capacidades de percepción visual, capacidades de percepción auditiva,
facilidad numérica, capacidades de velocidad mental, capacidades para producir y
recuperar palabras, ideas y crear figuras, capacidades sensoriales, capacidades de
atención y concentración, capacidades para la conducta interpersonal, factores
relacionados con el conocimiento de distintos temas, factores relacionados con el
rendimiento escolar, factores de dudosa interpretación, factores de capacidad fisica y
psicomotora, factores motivacionales y de interés, factores afectivos y de
personalidad, factores de conducta administrativa y relacionados con los antecedentes
educativos y sociales. Como puede observarse, recoge la mayor parte de capacidades
que son necesarias para que el individuo tenga una buena ejecución en actividades
académicas, pero también en sus relaciones interpersonales y laborales.
-La inteligencia fluida, que recoge aquellos procesos que no están influidos
por la cultura, como pueden ser el razonamiento o la inducción.
-La inteligencia cristalizada, que se refiere a los procesos en los que aparece
una cierta formación de tipo educativo o cultural, por ejemplo,
conocimiento del léxico, comprensión lectora, decodificación lectora,
segundas lenguas, etc.
-La memoria y el aprendizaje general. En este factor se recogen las tareas que
implican información que debe ser memorizada, como por ejemplo,
recuerdo libre, memoria asociativa, memoria visual y aprendizaje.
Las variables procesuales las define corno las operaciones mentales que se activan
para desarrollar una determinada tarea, es decir, lo que el individuo hace para
elaborar la información y emitir una respuesta. En este caso, Guilford postula cinco
tipos diferentes de procesos:
-Valoración (E). Es la capacidad para comparar algo nuevo con algo conocido
basándose en un criterio lógico y tomar decisiones según dicho criterio. De
este modo se hacen valoraciones o juicios sobre la información.
Las tres dimensiones propuestas por Guilford y sus respectivos elementos van a
permitir estructurar la inteligencia en 120 ó 180 capacidades intelectuales
independientes. Su primera formulación identificó 120 capacidades de la
combinación de los cuatro contenidos, las cinco operaciones y los seis productos.
Posteriormente, al dividir el contenido figurativo y la memoria en dos componentes
diferentes en cada caso, el modelo pasó a tener 180 capacidades. Esta combinación, a
la que hemos hecho alusión, consiste en tomar un contenido, una operación y un
producto para identificar una capacidad concreta, por ejemplo, DFU es la producción
divergente de unidades figurativas, y se puede evaluar tomando dos formas y
pidiendo al sujeto que las combine de todas las maneras posibles para crear tantas
formas como se le ocurran. Otra capacidad es la producción divergente de unidades
simbólicas (DSU) que equivaldría a la fluidez verbal de Thurstone, o el conocimiento
de unidades semánticas (CMU) que se podría evaluar con pruebas de vocabulario. De
este modo, combinando cada elemento de las tres dimensiones propuestas,
operacionalizó las distintas capacidades intelectuales y diseñó pruebas que evaluasen
cada una de ellas.
Pero este tipo de estudios en los que se contrastan las estructuras factoriales de la
inteligencia en muestras de distinta edad aún no ha arrojado resultados
suficientemente contrastados. Sternberg (1990) es crítico con este planteamiento y
deja una cuestión en el aire ¿realmente cambian las capacidades con la edad, o la
estructura factorial es la misma y lo que cambia es el contenido del factor? Los
trabajos de Horn y Cattell (1966) indican que la inteligencia fluida predomina en la
infancia y va cambiando hasta aproximadamente los 20 años, mientras que la
inteligencia cristalizada suele ser superior en la etapa adulta. Beauducel y Kersting
(2002) encuentran estas mismas diferencias en función de la edad, observando cómo
se incrementa la inteligencia cristalizada entre los 17 y 32 años y disminuye la
inteligencia fluida. El conocimiento adquirido a través de la experiencia está
relacionado con la inteligencia de modo que, en personas de mediana edad, el nivel
de ejecución es superior en test de conocimiento y de capacidad verbal y más bajo en
test de capacidad numérica y espacial que en la muestra de personas jóvenes
(Ackerman y Rolfhus, 1999). Otros estudios, como los de Schaie (1974), que se han
centrado, sobre todo, en el declive de los procesos cognitivos durante la vejez,
indican que aunque, en principio, las funciones intelectuales se mantienen intactas en
algunas personas, en otras, y según sus circunstancias, se observa cierto declive.
También se ha encontrado que el ambiente inmediato afecta de algún modo a la
inteligencia. Aunque, según Loehlin (2002), probablemente esta influencia dependa
más de la medida en que la persona inteligente selecciona los ambientes que del
efecto del ambiente en la inteligencia.
5.Se elabora una teoría según correlaciones sin tener en cuenta que las
personas no necesariamente están activando las mismas capacidades para la
resolución de una tarea, es decir, que los procesos cognitivos que están a la
base pueden diferir de un individuo a otro.
Otras críticas que han recibido los estudios psicométricos de la inteligencia han
sido:
7. CONCLUSIONES
Probablemente pueda ser más fructífero, tal y como propone Schlinger (2003),
analizar las conductas específicas que son etiquetadas en su contexto como
inteligentes y determinar sus causas. Además, gran parte de las cualidades humanas
no son inmutables y pueden ser más o menos relevantes en función del con texto y
del momento por lo que, según este autor, podría ser más útil distinguir entre
conductas en función de razones sociales que intelectuales.
LECTURAS RECOMENDADAS
AMELANG, M. y BARTUSSEK, D., Psicología Diferencial e investigación de la
personalidad, Barcelona, Herder, 1991.
Es un manual que recoge los aspectos más relevantes abordados por la Psicología
Diferencial, dedicando un apartado a los modelos estructurales de la inteligencia. En
él podemos encontrar una descripción de la teoría de Spearman, de los modelos de
Burt y Vernon, del modelo de Cattell, del modelo de Thurstone y del de Guilford. El
enfoque que utiliza es eminentemente aplicado, apoyándose en ejemplos que ilustran
el contenido de los test de inteligencia, así como datos sobre la estructura factorial de
algunos de los modelos.
En este manual el autor hace una excelente revisión de los distintos tópicos
abordados por la Psicología Diferencial, dedicando un capítulo a los modelos
factoriales de inteligencia. Dicho capítulo comienza con una definición de
inteligencia y una distinción entre ésta y otros conceptos tales como sabiduría y
creatividad, para luego describir los modelos factoriales que proponen una estructura
jerárquica de la inteligencia y los que proponen la existencia de capacidades
independientes.
Artículo interesante por su visión crítica sobre la inteligencia, que incluye los
modelos jerárquicos. La crítica se centra, sobre todo, en el modelo de Spearman
cuestionando la existencia del factor «g», considerándolo más como un artefacto
estadístico que como un constructo con entidad propia.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
a)Burt.
b)Spearman.
c)Galton.
a)Fija.
b)Ilimitada.
c)Variable.
c)Cuando una persona tiene en mente alguna idea y una relación, es capaz de traer
a su mente la idea correlativa.
a)Verbal/educativo y práctico/mecánico.
b)Verbal/educativo y matemático/espacial.
7.En el modelo de Cattell (1971) los factores secundarios que más se replican son:
11.Guilford (1967) establece tres dimensiones que funcionan como ejes para
estructurar la inteligencia:
a)Contenido, forma y producto.
19.Según Colom (2002), las correlaciones entre test son mayores en:
1. INTRODUCCIÓN
Sin embargo, lo que a partir de los años 20 había constituido uno de los grandes
avances de la Psicología, es decir, la medida de los test de inteligencia y la utilización
del cociente intelectual (CI), comenzó a convertirse en el gran problema para la
comprensión de la misma. Las críticas a la medida del CI se fueron sucediendo, y la
concepción factorial de la inteligencia fue decayendo, porque, a pesar de que se
conocía bastante sobre la clasificación y validez predictiva de las diferencias en
inteligencia humana, se había hecho poco progreso en la comprensión de sus bases
cognitivas (Deary, 2001). Es así como, a partir de finales de los años 70, comenzó la
investigación sistemática de los procesos mentales que pueden influir en el
rendimiento cognitivo. Sin duda alguna, el auge de la Psicología Cognitiva favoreció
este cambio en el acercamiento al estudio de la inteligencia. Con la teoría del
Procesamiento de la Información, que establece la analogía mente-ordenador se
«revolucionaron» muchos ámbitos de la Psicología, entre ellos el de la Psicología
Diferencial. A partir de los años 80, fruto del acercamiento entre los estudios
experimentales cognitivos y la investigación factorial de la inteligencia, surgió la
Psicología Diferencial Cognitiva. Este enfoque pretende profundizar en el estudio de
la conducta inteligente analizando los procesos cognitivos que subyacen. De este
modo, se integran el enfoque psicométrico y el cognitivo, que parecían estar
enfrentados, pese a que muchos de los factores podían equipararse a distintos
procesos cognitivos, como el cierre perceptual, el tiempo de reacción, la rapidez en la
comparación mental, incluso los componentes de razonamiento que plantea Sternberg
en su método componencial, y que se asemeja a la «educción de las relaciones» de
Spearman (1923), trabajo que ha sido considerado el primer texto de Psicología
Cognitiva (Deary, 2001).
2. LA INTELIGENCIA Y EL PROCESAMIENTO DE LA
INFORMACIÓN
Robert Sternberg'(1979) criticó cada uno de los modelos. Del sustractivo, sostiene
que confunde los parámetros, pues utiliza parámetros simples para estimar latencias
de procesos de componentes múltiples; además, se estiman muchos parámetros a
partir de pocos datos, y su ordenación no está matemáticamente especificada, lo que
globalmente puede impedir su validación externa. Y no existe una teoría previa que
sustente el procedimiento. Sobre el método aditivo, Sternberg indica que no permite
saber la duración real de cada etapa, ni el orden en el que se suceden las distintas
etapas de procesamiento, y no ofrece una interpretación clara de lo que ocurre en cada
una de ellas. Plantea que, en general, éste podría ser un método prometedor si se
pudiesen distinguir las clases de procesos independientes dentro de cada categoría.
Por último, las críticas sobre el modelo de simulación por ordenador, se han centrado
en que es un modelo inaccesible a otros profesionales no especializados, no es
parsimonioso y, además, normalmente no da una estimación de los procesos, al estar
implicadas muchas variables que operan de forma interactiva.
Hick (1952) había llevado a cabo una línea de investigación sobre la relación entre
velocidad mental e inteligencia y, a partir de sus experimentos, desarrolló el que vino
a denominarse «Paradigma de Hick» que ha sido ampliamente estudiado por Jensen
posteriormente (tensen, 1987, 1998). Según el paradigma de Hick, el tiempo de
reacción de elección (TRE) aumenta en función del incremento de información
estimular que se presenta. Roth (1964) encontró una relación de - 0,39 entre el CI y la
recta de regresión obtenida en la representación gráfica de la Ley de Hick, lo que
significa que las personas con mayor CI manifestarán un menor incremento del TR a
medida que aumenta la dificultad de la tarea. Pero la aportación de Roth fue criticada
por Jensen, debido a posibles dificultades y sesgos de medición del tiempo de
reacción, así como a una confusión entre el TR y el llamado Tiempo de Movimiento
(TM). Con el objetivo de solventar dichas deficiencias, Jensen y Munro (1979)
crearon un aparato que medía varios parámetros del tiempo de reacción. Se trataba de
una consola con un botón central y ocho luces situadas formando un semicírculo
alrededor de dicho botón central, cada una de ellas con su botón correspondiente. Al
comenzar la tarea, el individuo tenía que mantener el dedo pulsado en el botón central
y en el momento en que se encendía una de las luces adyacentes (estímulo
imperativo) se debía pulsar el botón perteneciente a dicha luz (Jensen, 1980).
tensen pudo distinguir así, entre el tiempo de reacción (TR), que era el tiempo que
transcurría entre que se encendía una luz y el sujeto levantaba el dedo del botón
central para dirigirse al botón luminoso, y el tiempo de movimiento (TM), que
consistía en el intervalo temporal que el individuo tardaba en pulsar el botón
luminoso una vez había tomado la decisión. Además, a través de este experimento, se
podía distinguir entre el tiempo de reacción simple (TRS), tarea en la que se encendía
una sola luz, y el tiempo de reacción de elección (TRE), tarea en la que se encendían
primero dos luces, luego cuatro y luego las ocho, incrementándose, así, la dificultad
de la tarea.
Las medidas del tiempo de reacción fueron consideradas por Jensen como un
índice de la velocidad y de la eficiencia del sistema nervioso para procesar la
información (Brody, 1992). Jensen corroboró la Ley de Híck encontrando que, a
mayor número de alternativas en una tarea, mayor incremento, constante, del tiempo
de reacción de elección. De modo que existiría una función lineal entre el tiempo de
reacción y la complejidad del procesamiento de la información. Además, según este
criterio, y como había encontrado Roth, la inteligencia estaría inversamente
relacionada con el tiempo de reacción, estimándose la correlación en torno a - 0,30.
Por lo que, las medidas del tiempo de reacción parecen predecir aproximadamente
entre el 10 y el 15 por 100 de la varianza de inteligencia general (Brody, 1992). Otros
estudios confirman que las personas con mejor capacidad mental, no sólo son más
rápidas a la hora de emitir una respuesta, sino que son poco variables entre un ensayo
y otro, es decir, que tienen poca variabilidad intraindividual (Cosculluela, Andrés y
Tous, 1992).
Al margen de las críticas que pueda recibir la aportación de Jensen, según Kline
(1991), alrededor del 70 por 100 de los estudios realizados al respecto, confirman el
paradigma de Hick. No ocurre lo mismo con el tiempo de movimiento (TM). Es decir
que, independientemente del aumento de la dificultad de la tarea, el TM de un
individuo va a mantenerse relativamente constante.
Los detractores de este tipo de estudios sobre TR y CI, señalan que los datos sobre
las correlaciones están contaminados por artefactos metodológicos, corno la atención
o la estabilidad de la medida. Sin embargo, autores de reconocido prestigio destacan
la importancia de la velocidad del procesamiento cognitivo corno uno de los
componentes esenciales de la inteligencia general (Deary y Stough, 1996; Nettelbeck,
1987; Neubauer y Bucik, 1996; Vernon, 1987) lo que, a su vez, es apoyado por los
estudios de meta-análisis (Grudnik y Kranzler, 2001; Kranzler yJensen, 1989).
El haber aislado este índice hizo pensar que podría ser un indicador adecuado de
velocidad mental y, por extensión, según el enfoque de la cronometría mental, un
indicador más de inteligencia, puesto que no sólo considera la velocidad, sino
también la precisión. Las primeras revisiones de la literatura que encontraron las
relaciones más importantes entre CI y TI, fueron las de Brand (1981), Brand y Deary
(1982), Nettelbeck y Kirby (1983) y Nettelbeck y Lally (1976). Así, por ejemplo, el
estudio de Nettelbeck y Lally (1976) encontró una correlación muy alta y negativa
entre CI y TI, que oscilaba entre - 0,89 y - 0,92. Sin embargo, debemos considerar
que esta correlación fue obtenida con muestras heterogéneas en cuanto a capacidad
intelectual, puesto que se incluyó a personas con niveles de CI por debajo de la
media. Las personas con retraso intelectual frecuentemente obtienen puntuaciones en
tiempo de inspección que son muy extremas y esos valores extremos en pequeñas
muestras tienden a inflar el valor de las correlaciones resultantes (Brody, 1992).
Posteriormente, Nettelbeck (1982) seleccionó a 56 estudiantes con un rango de CI
entre 104 y 135, y un valor medio de 127. Sus resultados arrojaron unos índices de
correlación de - 0,34 entre TI y CI verbal, y de - 0,20 entre TI y CI global, obtenidas
a través del Raven, aunque este último índice no fue significativo.
En general, los distintos trabajos sobre TI han sugerido que éste podría ser una
buena medida de la inteligencia fluida (Deary y Stough, 1996), por proveer un índice
del sustrato biológico de la misma, pudiendo llegar a ser una medida de la
inteligencia general libre de connotaciones culturales (Brand y Deary, 1982). En el
trabajo llevado a cabo por Osmon y Jackson (2002) el grado de asociación entre el TI
y la inteligencia fluida alcanzó una correlación de -0,74. Aunque en el estudio de
Burns, Nettelbeck y Cooper (1999) no se encontró relación entre TI e inteligencia
fluida, ni con la cristalizada, sólo con velocidad de procesamiento general; y,
posteriormente en otro estudio de estos autores tampoco se encuentra apoyo para
dicha relación (Burns y Nettelbeck, 2003).
Brody (1992) planteó distintas hipótesis que podrían estar modulando la relación
entre tiempo de inspección e inteligencia. Así, por ejemplo, afirma que las personas
más inteligentes pueden entender mejor las instrucciones y, por ello, resuelven más
eficazmente estas tareas, sin que estén influyendo sus capacidades de procesamiento
básicas. Aunque se han encontrado correlaciones entre TI e inteligencia a muy
temprana edad, cuando aún no se ha desarrollado la capacidad comprensiva, por lo
que esta relación no se explica en función del nivel de comprensión de las
instrucciones. Brody también sugiere que las personas más inteligentes puede que
estén más motivadas, presten más atención y presenten una mayor resistencia al
aburrimiento, y de ahí que lleven a cabo una mejor ejecución. Esta hipótesis no
parece demostrarse en la tasa de errores que tienen los individuos, pues se esperaría
más errores en presentaciones de estímulos más largas y esto no ocurre, sino que
aparece un patrón regular de datos a nivel psicofisiológico. Además, plantea que la
familiaridad con la tarea puede influir en el rendimiento. Ciertamente, la práctica
mejora, en parte, el rendimiento en tareas de tiempo de inspección, pero no se ha
podido comprobar que las personas con alta inteligencia tengan más experiencia en
dichas tareas. Por último, explica que las personas más inteligentes deben utilizar
estrategias diferentes. Sin embargo, algunos estudios donde se compara a grupos de
individuos según empleen una estrategia u otra, no encuentran diferencias en la
correlación entre tiempo de inspección e inteligencia general.
Quizás, los factores que contribuyen a la falta de consenso en los hallazgos de las
investigaciones, tengan que ver con las muestras utilizadas en los estudios, que son
pequeñas, con la influencia de variables de personalidad, o bien con amplios rangos
en la distribución normal del CI o, incluso, con el uso de procedimientos diferentes de
medida del TI (Grudnik y Kranzler, 2001). Como sugiere Deary (2001) no debemos
asumir de forma unidireccional la relación entre las variables cognitivas y la medida
de la inteligencia, pues todavía queda mucho por investigar en este ámbito (Lubin,
1995).
Los experúnentos del equipo de Hunt (Hunt, Frost y Lunneborg, 1973; Hunt,
Lunneborg y Lewis, 1975) consistieron en aplicar la tarea de Posner (Posner, Boies,
Eichelman y Taylor, 1969) en la que los sujetos debían responder si dos letras eran
iguales o diferentes. La similitud entre ambas podía estar basada en su igualdad física
(por ejemplo: ee, o bien EE) o en su igualdad semántica (Ee, o bien Cc). Se
obtuvieron resultados esperables, es decir, que ante la condición de identidad física,
los TR fueron menores. Además, se pudo comprobar que la capacidad verbal, medida
a través de pruebas psicométricas, correlacionaba con la velocidad para acceder a la
información almacenada en la memoria a largo plazo. Tanto en una como en otra
condición, las personas con mejor capacidad verbal eran más rápidas, siendo más alta
la relación entre la capacidad verbal y el emparejamiento semántico que la del
emparejamiento físico. Hunt interpretó este hecho en el sentido de que el
emparejamiento semántico supone acceder al significado de las palabras, por lo que
una buena capacidad verbal va a facilitar el rendimiento. La relación entre la
capacidad verbal y la velocidad de acceso léxico se sitúa alrededor de 0,30 (Hunt,
1978), y este autor plantea que las diferencias en inteligencia verbal se deben a la
velocidad con que el individuo accede a la información léxica en la memoria a largo
plazo. De este modo, las personas con puntuaciones más altas en inteligencia verbal
son más rápidas manipulando los datos de la memoria a corto plazo, tienen una mejor
capacidad para retener en dicha memoria la información en el mismo orden de
entrada, y organizan mejor los datos en la memoria a largo plazo, convirtiendo
rápidamente en un código superior una representación fisica de una letra o de una
figura rotada espacialmente. En este sentido, las pruebas de inteligencia verbal
permiten acceder de forma directa al conocimiento que la persona tiene del lenguaje
y, de forma indirecta, a las capacidades de procesamiento de la información.
Los estudios que utilizan analogías verbales indican que la ejecución depende no
sólo de aspectos procesuales, sino también del contenido de los ítems. Cuando se
utilizan ítems fáciles, la persona emplea un modelo en el que, simplemente, se busca
la respuesta entre las distintas alternativas (estrategia de trabajo «hacia delante»)
mientras que con los ítems difíciles o ambiguos se analizan cada una de las
alternativas comparándolas, produciéndose así una redefinición constante (estrategia
de trabajo «hacia atrás»). Se ha encontrado que las diferencias individuales se
producen tanto en función de la ambigüedad como de los procesos básicos de
relaciones semánticas (relaciones de clase, localización, función, propiedad,
conversión, parte-todo u orden temporal).
Una de las evidencias más claras sobre la capacidad del análisis componencial
para diferenciar entre los procesos de solución en distintos sujetos se ha encontrado
en el análisis componencial de tareas sobre razonamiento deductivo. Sternberg y Weil
(1980) presentaron los problemas de razonamiento deductivo a personas que diferían
en distintas dimensiones. Utilizaron tres modelos diferentes de solución de la tarea:
un modelo espacial, que asume que la solución a un problema de este tipo se
representa mentalmente de forma espacial; un modelo lingüístico, en el que la
información de cada premisa es codificada en términos de representaciones
estructurales profundas sobre el significado de las declaraciones. Y un modelo mixto,
que incluye representaciones tanto espaciales como lingüísticas. En este experimento
se obtenían las latencias de solución del problema y se intentaban predecir usando los
distintos modelos para cada persona. Los resultados indican que existe un modelo que
permite una solución óptima en cada individuo. Además, cuando administraron
pruebas psicométricas de capacidad espacial y verbal, aquellas personas que
empleaban un modelo lingüístico, presentaron correlaciones más altas con la
resolución del test verbal, mientras que los que utilizaban un modelo espacial,
presentaron mayores correlaciones con el test de capacidad espacial. En el grupo que
utilizaba el modelo mixto, la correlación fue algo mayor para capacidad verbal que
espacial. Este tipo de trabajo es un exponente de la integración con éxito entre la
Psicología experimental y la Psicología de las diferencias individuales.
En general, como señala Brody (1992) este método permite estudiar los
componentes de ejecución en una tarea intelectual concreta, más que las diferencias
individuales en inteligencia. No obstante, la utilidad del método componencial radica
en que permite identificar los componentes de una tarea y, por tanto, desarrollar
modelos sobre su ejecución, para luego analizar las diferencias en ejecución entre los
individuos.
6. CONCLUSIONES
LECTURAS RECOMENDADAS
ANDRÉS, A., Inteligencia y Cognición, Barcelona, Paidós, 1996.
Se trata de una obra clásica sobre la inteligencia. Dedica dos capítulos al enfoque
cognitivo sobre la misma, centrándose en el estudio de los tiempos de reacción y de
inspección. Además, también presenta el acercamiento a los correlatos cognitivos y el
análisis componencial.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
3.El trabajo de Hunt, Frost y Lunneborg (1973) sobre la relación entre pruebas
psicométricas y procesos cognitivos, encontró:
b)Fue criticado por R.Sternberg por estimar muchos parámetros con pocos datos.
a)Se centra en los fallos de software que suelen sufrir los equipos informáticos.
b)Es que no da una estimación de los procesos, por implicarse muchas variables,
c)A mayor CI, más incremento del TRE cuando aumenta la dificultad de la tarea.
7.El experimento con la consola de tensen-Munro:
a)La relación del TR del emparejamiento físico y semántico no supera ese índice.
b)Hunt afirma que es la correlación mínima que se alcanza entre acceso léxico y
CI.
1. INTRODUCCIÓN
Sternberg plantea que los modelos psicométricos, que ya han sido revisados en el
tema dos, siguen una metáfora geográfica, ya que tratan de analizar cómo es el mapa
de la mente. Aunque esta aproximación predominó durante la primera mitad del siglo
xx, posteriormente los psicólogos buscaron nuevos modelos y nuevos métodos de
estudio. La metáfora predominante en la década de los 80, probablemente haya sido
la computacional, intentando los investigadores comprender la inteligencia basándose
en el procesamiento de la información que realizan las personas cuando piensan
inteligentemente. Son los modelos cognitivos, que se han revisado en el tema
anterior. La metáfora biológica trata de responder a la cuestión de cómo la anatomía y
la fisiología del cerebro y del sistema nervioso central explican el pensamiento
inteligente. Por el contrario, la metáfora antropológica considera la inteligencia como
una invención cultural y trata de analizar las diferentes formas que tiene la
inteligencia en culturas distintas. Finalmente, la metáfora de sistemas, considera que
la inteligencia es un sistema complejo, tratando de analizar la relación de ésta tanto
con las variables internas de la persona corno con las del mundo que le rodea. A
continuación, expondremos las principales características de estas tres últimas formas
de considerar la inteligencia.
Aunque durante bastante tiempo se consideró que los potenciales evocados eran el
procedimiento más adecuado para conocer las bases biológicas de las diferencias
individuales en inteligencia, en los últimos años se está planteando que el EEG
espontáneo puede ser más importante, ya que podría ser precisamente el estado
espontáneo del córtex el factor determinante en la organización funcional de la
actividad neuronal (Razoumnikova, 2003). Y las nuevas tecnologías de mapa
cerebral, que permiten el estudio de toda la corteza cerebral durante la actividad
cognitiva, parece ser el procedimiento de medida electroencefalográfica más utilizada
actualmente.
Algunos resultados indican que un alto cociente intelectual se asocia con varías
combinaciones de parámetros neurológicos, tales como algunas diferen cias en
potenciales evocados, más actividad Beta pero menos Alfa, o mayor coherencia entre
algunas áreas corticales (véase, por ejemplo, Anokhin, Lutzenberger y Birbauter,
1999; Deary y Caryl, 1997; Jausoveck y Jausoveck, 2001; o Razoumnikova, 2003). Y
también se ha encontrado que las diferencias individuales en capacidad cognitiva,
evaluada a través del WAIS-R, se relacionan con diferencias en la actividad del EEG,
inducida por una tarea, entre las regiones frontales y parietales del córtex (Gevins y
Smith, 2000).
Pese a los avances, no hay que olvidar que, como señala Brody (1992), es difícil
sacar conclusiones claras entre los índices de EEG y la inteligencia por varias
razones, entre las que destacan las siguientes: a) generalmente, los investigadores en
esta área han usado muestras muy pequeñas; b) con mucha frecuencia, las relaciones
encontradas se basan en una sola investigación, existiendo pocas replicaciones claras;
c) muchos investigadores toman múltiples medidas de EEG y las relacionan con
inteligencia, aumentando la probabilidad de obtener correlaciones falsas y no
replicables; d) no se han utilizado indicadores estandarizados de los registros del
EEG, sino que los investigadores han utilizado diversos procedimientos matemáticos
para obtener medidas derivadas del EEG. En muchas ocasiones se han utilizado
medidas de potenciales evocados, pero los estímulos presentados varían ampliamente
de unos estudios a otros, tanto en la modalidad sensorial como en su intensidad. Y
también han sido diferentes los procedimientos técnicos utilizados para obtener el
EEG, variando desde el número y la localización de los electrodos, hasta los
procedimientos de control del efecto de los artefactos en el registro.
Inicialmente, este tipo de estudios se llevó a cabo con personas con trastornos
mentales, pero posteriormente se hicieron con la población general. Actualmente, son
muchas las investigaciones que han analizado las relaciones entre el consumo de
glucosa y las puntuaciones en test psicométricos clásicos, como el WAIS o el Raven,
habiéndose encontrado que las personas con mayor CI parecen resolver los problemas
de forma más eficiente que los de bajo CI, requiriendo menos energía para mantener
su nivel de eficiencia.
Existe evidencia de diversas fuentes, tanto indirectas como directas, que apoyan el
planteamiento de que las diferencias individuales en test de inteligencia y en otras
tareas cognitivas, tales como la solución de problemas o razonamiento, reflejan en
gran medida las diferencias en velocidad y eficiencia de los procesos
neurofisiológicos que ocurren durante la ejecución de tales actuaciones o conductas
(Vernon, 1990). Como señala este autor, se plantea que los cerebros de las personas
que realizan bien los test de inteligencia funcionan de un modo más rápido y eficiente
que los de las que los realizan mal. Aunque, excepto en casos orgánicos muy graves,
las diferencias entre los cerebros de las personas con alta y baja inteligencia parecen
ser bastante escasas.
3. MODELOS ANTROPOLÓGICOS
Fue propuesto por Berry quien considera que es necesario que dentro de cada
cultura se genere cualquier concepto conductual que se aplique a ella. Berry explica
que la evolución de su posición se gestó en los hallazgos de su primer estudio de
campo realizado en 1966, donde encontró grandes diferencias en la ejecución de
tareas perceptivas y cognitivas en dos grupos que vivían en condiciones muy
distintas: los cazadores del Ártico y los agricultores africanos. Plantea que tales
hallazgos no significaban que difiriesen en inteligencia general, sino que ambos
grupos habían desarrollado vidas competentes en sus propios contextos ecológicos, lo
que le llevó a la conclusión de que es probable que diferentes grupos desarrollen de
forma bien distinta su propio concepto de inteligencia. Posteriormente, y a partir de
los estudios realizados en otras sociedades, argumentó a favor de un relativismo
cultural radical con respecto al constructo inteligencia, ya que considera que no es
posible conocer, a priori, qué es la inteligencia en otras culturas, por lo que, hasta que
no lo conozcamos, no deberíamos usar nuestros constructos para describir sus
competencias cognitivas, ni usar nuestros test para evaluarlos. Así, por ejemplo, se ha
encontrado que las concepciones indígenas de lo que significa ser una persona capaz
no se limitan estrictamente al área cognitiva, sino que reconocen la implicación de los
factores sociales, afectivos y motivacionales. Y tampoco la idea de que la inteligencia
debe ser rápida, analítica y sin dimensiones morales es universal (Berry y Ben net,
1992). También plantea que es poco probable que se pueda mantener la existencia de
un único factor, o constructo unidimensional, que pueda servir para la comprensión y
medida de la inteligencia de todos los pueblos del mundo.
Comparativismo cultural
Dualismo
4. MODELOS DE SISTEMAS
Los componentes de ejecución son procesos de orden inferior que ejecutan las
instrucciones de los metacomponentes. Es decir, solucionan los problemas según los
planes de los metacomponentes. Y los componentes de adquisición se usan para
aprender cómo hacer lo planificado por los metacomponentes y lo realizado por los
componentes de ejecución, pareciendo ser tres los centrales en el funcionamiento
intelectual: la codificación selectiva, que permite extraer la información relevante; la
combinación selectiva, que implica combinar en un todo global y plausible la
información selectiva codificada; y la comparación selectiva. Los tres componentes
son partes importantes de la inteligencia y, en la práctica, funcionan juntos de un
modo muy interactivo y no fácilmente separable.
Steneberg plantea que, analizando las concepciones que de inteligencia tienen las
personas de un medio sociocultural dado, puede detenninarse, al menos parcialmente,
lo que está implicado en la selección, adaptación y modificación del medio. Y estas
«teorías únplicitas» pueden servir como un marco para explicitar teorías sobre la
inteligencia. Pero, dado que no constriñe la conducta lo suficiente como para
caracterizar de forma completa lo que es conducta inteligente, Sternberg (1985)
considera que esta teoría sólo puede servir como una subteoría de la teoría completa
de la inteligencia.
Propuesta por Howard Gardner (1983, 1999), esta teoría plantea que la
inteligencia no es un constructo unitario, sino que existen múltiples inteligencias,
siendo cada una relativamente independiente de las otras.
Aunque Gardner plantea que las ocho inteligencias son independientes, reconoce
que algunas pueden estar más unidas que las otras, sobre todo en determinados
contextos. Afirma que son independientes porque la capacidad o debilidad en una no
implica necesariamente que suceda lo mismo en la otra pero, en la práctica, las
personas suelen tener elevadas dos o tres inteligencias, aunque su asociación no es
predecible. Y reconoce que, dado que las inteligencias surgen de la combinación de la
herencia genética de una persona y las condiciones de vida en una época y en una
cultura dada, no existen dos personas que tengan exactamente las mismas
inteligencias en la misma combinación, sino que cada persona tiene una combinación
única de inteligencia.
Desde esta perspectiva se hipotetiza que son los procesos proximales, o las
interacciones progresivamente más complejas entre una persona en desarrollo y otras
personas, objetos o símbolos de su medio, los mecanismos mediante los cuales son
actualizados los potenciales genéticos humanos, incluyendo los potenciales
cognitivos. Pero no niega que la genética juegue un papel importante en el desarrollo
de dichos potenciales, y reconoce la heredabilidad como una medida de la proporción
de diferencias individuales atribuibles al potencial genético actualizado, planteándose
que no se conoce, ni es posible conocer la proporción de potencial genético no
actualizado. Ceci y sus colaboradores postulan que las diferencias genéticas entre las
personas aumentarán en buenos ambientes con buenos procesos proximales, ya que
una mayor proporción de diferencias individuales será atribuida al potencial genético
actualizado, por lo que las estimaciones de la heredabilidad serán mayores en los
ambientes favorables para el desarrollo, y menores en los ambientes deprivados.
5. CONCLUSIONES
LECTURAS RECOMENDADAS
Dos capítulos de este libro pueden ser relevantes para la persona interesada por los
correlatos biológicos de la inteligencia: el 7, en el que se revisan las bases biológicas
de las diferencias individuales, y el 13, que trata las teorías biológicas de la
inteligencia.
GARDNER, H., Intelligence reframed. Multiple intelligences for the 21st Century,
Nueva York, Basic Books, 1999.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
a)Los genes.
b)Las hormonas.
a)La latencia.
b)La variabilidad.
c)La complejidad.
a)El electroencefalograma.
b)El electromiograma.
c)Está influida por los medios culturales que guían el desarrollo de los diferentes
patrones de capacidad.
a)La aculturación.
b)Los genes.
c)Las hormonas.
a)Un proceso.
b)Un rasgo.
a)Adaptarse al medio.
b) Modificar el medio.
c)Con ambos.
b)Situaciones nuevas.
c)Adaptarse al medio.
15.Gardner (1999) encuentra que el número de inteligencias que cumplen todos los
criterios para ser considerados como tales son:
a)Siete.
b)Ocho.
c)Diez.
17.El número de criterios que Gardner considera debe cumplir una inteligencia para
ser considerada como tal es:
a)Siete.
b)Ocho.
c)Nueve.
19.En la teoría bioecológica de Ceci, se considera que el papel que juega la educación
en la inteligencia es:
a)Irrelevante.
b)Importante.
1. INTRODUCCIÓN
No existe acuerdo sobre sus orígenes. Algunos afirman que pueden remontarse
hasta la literatura griega clásica, pero el interés por el estudio de los estilos cognitivos
desde la Psicología se remonta hasta al menos 1923 cuando Jung propuso su teoría
sobre tipos psicológicos (Sternberg y Grigorenko, 1997). Fue a partir de los años 50
cuando en ámbitos de investigación de la Psicología tan diversos como la diferencial,
el psicoanálisis del yo, la gestalt y la Psicología cognitivo-evolutiva se analizaron en
profundidad. Los orígenes de la aproximación diferencial se sitúan fundamentalmente
en los estudios factoriales de tareas perceptivas, tales como los de Thurstone o
Cattell, que descubrieron, entre otras, dimensiones similares a la independencia de
campo (Messick, 1994). Como señala este autor, una cuestión importante en esta
perspectiva era la distinción entre estilo cognitivo y capacidades intelectuales, así
como la naturaleza de sus interrelaciones. Dentro de la tradición del psicoanálisis del
yo, los estilos fueron considerados corno estructuras evolutivas estables que subyacen
a la adaptación del «yo» al medio, sirviendo para mantener el equilibrio entre los
impulsos y sentimientos internos por un lado y las demandas de la realidad por el
otro. Plantearon la existencia de unos controles cognitivos, que son mecanismos
reguladores adaptativos para hacer frente tanto a las demandas del medio como a las
tensiones internas. Una cuestión central en esta perspectiva fue la relación de los
estilos o controles cognitivos con otras estructuras del yo, tales como los mecanismos
de defensa o las dinámicas motivacionales. Y dentro de la tradición experimental
cognitiva destacan los trabajos de Witkin, con su dimensión Dependencia-
independencia de campo. En la Psicología cognitivo-evolutiva, los de Kagan y sus
colaboradores con la dimensión Impulsividad-reflexividad.
2.Las capacidades son unipolares, mientras que se considera que los estilos
cognitivos son bipolares.
3.En las capacidades existe un valor diferente para cada extremo del
rendimiento, pero no en los estilos cognitivos, por lo que cada extremo de la
dimensión no es considerado como mejor o más adaptativo.
Dependencia-independencia de campo
En las culturas occidentales, los estudios del grupo de Witkin también encontraron
diferencias en el desarrollo de la Dependencia-independencia de campo entre niños y
niñas. En adultos, se ha encontrado que los hombres suelen ser más independientes de
campo que las mujeres, aunque estas diferencias son poco consistentes cuando se
evalúa mediante el test de ajuste corporal. Y en reestructuración sólo parecen darse
diferencias significativas en visualización espacial. El hallazgo de mayor
independencia de campo en los grupos de hombres hizo que Witkin y sus
colaboradores se planteasen la relevancia que en el desarrollo de la Dependencia-
independencia de campo podían tener los factores hormonales y genéticos ligados al
sexo, siendo muchos los estudios que han pretendido probar dichas bases biológicas.
Broverman y su equipo (1964, 1968) plantearon la relevancia de las hormonas
gonadales en las aptitudes cognitivas y también hipotetizaron que las personas que
maduran más tarde tienen mayor capacidad para reestructurar, por ello se plantea que
el aumento hormonal al comienzo de la pubertad producía una detención en el
desarrollo de esta capacidad. Waber (1976) afirma que tanto los chicos como las
chicas que maduran más tarde realizan mejor las tareas de reestructuración que los
que maduran antes, presentando también mayor lateralización hemisférica para el
lenguaje. Ello sugiere la posibilidad de que la velocidad de maduración durante la
adolescencia pueda influir en la lateralización cerebral, lo que a su vez determinaría
el patrón de funcionamiento cognitivo. Pero en estudios posteriores no se replicaron
los resultados de Waber. Y aunque en muchos otros trabajos se ha pretendido probar
la relevancia de los factores hormonales y genéticos (véase Witkin y Goodenough,
1981), ninguno de los modelos propuestos ha obtenido evidencia empírica suficiente,
aunque el medio sí parece ser relevante. En la mayoría de las culturas se da un trato
diferente a niños y niñas y a mujeres y hombres, y también se ha observado que las
diferencias de género son más frecuentes en las sociedades rígidas y conformistas que
en las permisivas y no conformistas (Witkin y Berry, 1975). Como señalan Witkin y
Goodenough (1981) hay una serie de factores que contribuyen a que se encuentren
más diferencias entre mujeres y hombres en las sociedades rígidas, ya que tienen
diferencias más acusadas en los papeles masculinos y femeninos, socializan
diferencialmente a niños y niñas, y cumplen más estrictamente las expectativas sobre
los roles sexuales.
Reflexividad-impulsividad
Serial-holístico
Niveladoragudizador
Este estilo fue descrito por primera vez por Holzman y Klein en 1954 y describe
cómo los individuos perciben y memorizan. Estos autores observaron que mientras
que algunas personas simplificaban al máximo sus percepciones (los nz= veladores)
otros tendían a percibir la tarea de una forma compleja y diferenciada (los
agudizadores). Corno señalan Riding y Cheerna (1991), mientras que los niveladores
tienden a asimilar los nuevos sucesos con los ya almacenados previamente, los
agudizadores tienden a tratar los sucesos percibidos de forma más acentuada y
discreta respecto a los ya almacenados. Aunque son pocos los estudios realizados con
esta dimensión, en un estudio de Riding y Dyer (1983) se encontró que saturaba en el
mismo factor que Dependencia-independencia de campo.
Visualizadosverbalizados
Curry (1983) propuso que todos los estilos cognitivos medidos podían agruparse
en tres tipos principales o estratos, similares a las capas de una cebolla. Plantea que el
aprendizaje está controlado fundamentalmente por la dimensión central de
personalidad, que se configura corno dimensiones de procesamiento de la
información en el segundo estrato, alcanzando por medio de la interacción con el
medio una determinada forma en el tercer estrato. A esta capa más externa y más
observable Curry la denomina «Preferencia instruccional» y se refiere a la elección
por parte del individuo del ambiente en el que va a aprender. Pero, dado que es la más
expuesta al medio y a las expectativas del que aprende, así corno a las expectativas
del que enseña y a otros factores externos, es la menos estable y la más fácilmente
influenciable.
Colmo señalan Buela, De los Santos y Carretero (2001), Curry plantea un modelo
teórico en el que la primera de las capas se referiría a las estrategias de aprendizaje; la
segunda a las investigaciones procedentes del procesamiento de la información, que
se centra en los estilos cognitivos colmo procesos; y la tercera en la investigación de
los autores que consideran los estilos cognitivos como rasgos de personalidad.
Riding y sus colaboradores consideran que estos dos estilos cognitivos son
independientes. Es decir, que la posición de una persona en una de las dimensiones de
estilo cognitivo no afecta a su posición en la otra. Estas dos dúnensiones pueden ser
evaluadas mediante el Cognitive Style Analysis (CSA), un test computerizado
diseñado por Riding que permite evaluar la posición de un individuo en cada una de
las dos dimensiones. El test está formado por tres subtest: el primero evalúa la
dimensión Verbal-visual y los otros dos la Global-analítica. Aunque consideran que
las puntuaciones en cada dimensión son un continuo, califican a las personas según su
ejecución en el primer sub-test como «verbalizador», «visualizador» o «búmodal», en
el caso que tengan puntuaciones intermedias. También en la dimensión Global-
analítica establecen tres categorías: «global», «analítico» e «intermedio». Riding
(1997) afirma que mediante dicha prueba han obtenido evidencias que apoyan la
validez de constructo de los estilos que proponen, ya que han encontrado que las
dimensiones son independientes entre sí, diferentes de la inteligencia e
independientes de la personalidad, aunque interactúan con ella. Y se relacionan con
conductas tales como preferencias de aprendizaje, de ejecución, de sujeto y conducta
social, habiéndose encontrado algún indicador de tipo psicofisiológico. Aunque se
trata de resultados preliminares, Ridding y su equipo (véase Glass y Riding, 1999;
Riding y Glass, 1997; o Riding, Glass y Douglas, 1993) han encontrado, en registros
Electroencefalográficos, diferencias tanto en función de la dimensión Global-analítica
como de la Visual-verbal. Otra de las evidencias de la validez de constructo destacada
por Riding (1997) radica en que las relaciones que se han observado entre las
dimensiones y las conductas son consistentes con la consideración de que la
dimensión Global-analítica tiene que ver con organización y la dimensión Verbal-
visual con representación.
Aunque son muchos los estudios que este grupo ha realizado analizando la
relevancia de los estilos cognitivos en diversas áreas, sobre todo educativas y de
rendimiento, a continuación citaremos algunos de los resultados de los estudios
actuales que consideramos más relevantes, dadas sus implicaciones educativas y su
valor heurístico. En los estudios del grupo de Riding sobre la relación entre estilos
cognitivos y dimensiones de personalidad tales como extraversión, neurotícismo,
psicoticismo, impulsividad, audacia, empatía y ansiedad en un grupo de estudiantes
de edades comprendidas entre 16 y 18 años encontraron que, aunque las correlaciones
eran muy cercanas a cero, se daban interacciones significativas entre las dimensiones
de estilo y neuroticismo e impulsividad, así como una relación no lineal entre la
dimensión Global-analítica y psicoticismo (Riding y Wigley, 1997). Y en un reciente
estudio (Riding y cols., 2003) también se encontraron interacciones entre los estilos
cognitivos y la capacidad de memoria de trabajo, que afectaban al aprendizaje
escolar. Al analizar la relación de la dimensión Global-analítico se encontró que la
memoria era fuente de diferencias en los analíticos, pero afectaba poco a los globales,
mientras que en la dimensión Verbal-visual se encontró que afectaba a los
verbalizadores, pero no a los visualizadores. Aunque se trata sólo de un estudio
exploratorio, Riding y Al-Salih (2000) encontraron que algunas habilidades motrices
y el rendimiento en determinados deportes, como el tenis, parecían estar influidos por
los estilos cognitivos. Aunque los autores destacan la necesidad de ampliar estos
estudios, afirman que los resultados podrían ser útiles para ayudar a la selección de
personal en trabajos que requieren determinadas habilidades motrices.
Como señala Riding (1997), aunque existe evidencia que apoya la noción de
estilo, hay varias cuestiones que necesitan ser clarificadas, por lo que las posibles
áreas de investigación incluyen las siguientes:
1)El origen de los estilos. Se trata de una cuestión obvia que habrá que
analizar porque, independientemente del mecanismo de desarrollo, existe
evidencia de que están presentes desde edades muy tempranas, por lo que
también habrá que diseñar métodos de evaluación de los estilos en la
infancia.
6. CONCLUSIONES
Artículo en el que, tras revisar el origen y evolución de los estilos cognitivos así
como su concepto y clasificación, se presentan las dos propuestas de integración más
relevantes: el modelo de Curry (1983) y el de familias de estilos cognitivos de Riding
y colaboradores. Este artículo nos parece particularmente relevante porque, en su
revisión de este último modelo, recoge de forma sintetizada reflexiones y datos muy
interesantes de la propuesta integradora de Riding y su equipo, concluyendo con un
apartado en el que se revisan las aportaciones y limitaciones de dicho modelo.
Artículo que ofrece una interesante síntesis de los estudios realizados en torno a la
dimensión Reflexividad-impulsividad. En este trabajo, Palacios recoge tanto los
orígenes y conceptualizaciones de esta dimensión como su evaluación y las
cuestiones que han surgido en torno a su medida. Además, también trata los
determinantes de esta dimensión y sus relaciones con otras variables cognitivas y de
personalidad, terminando con una síntesis de la relevancia que la cultura parece tener
en la Reflexividad-impulsividad.
En este artículo los autores analizan las implicaciones educativas de los estilos
cognitivos, centrándose en los dos que más se han analizado tradicionalmente: la
Reflexividad-impulsividad y la Dependencia-independencia de campo.
Este libro es la edición en español de la obra Cognitive styles: Essence and origins
publicada en 1981. En ella, y de forma amena y sintetizada, uno de los investigadores
más relevantes en estilos cognitivos, Herman A.Witkin, presenta una revisión sobre el
estilo cognitivo Dependencia-independencia de campo. Tras repasar su evolución
temporal y las formas de evaluación, presenta una síntesis de los datos más actuales.
Y termina el libro revisando las teorías y datos empíricos sobre los orígenes de los
estilos cognitivos dependiente e independiente de campo.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
a)Diferencial.
b)Cognitiva.
c)Escasas definiciones.
c)El Test de figuras enmascaradas no correlaciona alto con los otros dos.
15.Riding y sus colaboradores plantean que todos los estilos cognitivos pueden
agruparse en:
b)Dos dimensiones.
c)Tres dimensiones.
a)Son independientes.
b)Correlacionan positivamente.
c)Correlacionan negativamente.
19.Según Riding (1997) una de las áreas de los estilos cognitivos que precisa de más
investigación es:
1. INTRODUCCIÓN
Así, para muchos autores, aunque la creatividad incluye algún tipo de actividad
mental, es algo más que eso porque, en la medida en que se considera que es creativa
una idea nueva y de valor, ya no podemos aceptar simplemente la explicación de la
propia persona como el criterio de su existencia. Valorar si algo es nuevo requiere la
aplicación de algún criterio o la comparación con algún estándar, y decir que es
válido requiere que sea valorado así por la sociedad (Csikszentmihalyi, 1997). Por
tanto, este autor plantea que la creatividad no es algo que sucede en la mente de las
personas, sino en la interacción entre los pensamientos de una persona y su contexto
sociocultural. Así la considera, más que un fenómeno individual, un fenómeno
sistémico que surge de la interacción de tres elementos: a) un individuo
(potencialmente) creativo, con sus talentos, ambiciones y manías personales; b) un
área de logros que existe en esa cultura; y c) el conjunto de personas o instituciones
que juzga la calidad del trabajo producido en la mima.
3. EVALUACIÓN DE LA CREATIVIDAD
Éstos tipos de test han sido criticados por su falta de validez predictiva y por la
ausencia de investigaciones que relacionen estas medidas con lo gros creativos, es
decir, con contribuciones reales y útiles (Minton y Schneider, 1980).
1)Test de pensamiento divergente, que son los usados con mayor frecuencia e
incluye los elaborados por Guilford y sus colaboradores. Estos test se
caracterizan porque, en lugar de haber una respuesta correcta que es la que
se pretende que respondan los evaluados, se solicitan múltiples respuestas.
Ejemplos serían los test de usos múltiples, o los test de títulos. También dos
de las baterías más utilizadas en la evaluación de la creatividad se incluirían
en esta categoría: los test de Torrance y los de Wallace y Kogan.
4. CREAiIVInAD E INTELIGENCIA
Una de las teorías que intenta explicar estos resultados es la «teoría del umbral»,
que plantea que la inteligencia es una condición necesaria pero no suficiente para la
creatividad, no estando relacionada la variabilidad en inteligencia con la de
creatividad a partir de un determinado CI.
En todo caso, es necesario recordar que ambos términos carecen de una única
definición, y que las relaciones varían según qué faceta tengamos en cuenta. Como
señalan Sternberg, Bermejo y Castejón (1997), al concepto de creatividad se le han
otorgado múltiples significados, que han ido aparejados a definiciones operacionales
distintas. Así, como se ha visto, el constructo mismo de creatividad se ha definido
tomando como criterio la ejecución en tareas relacionadas con el pensamiento o la
cognición creativa, o bien el propio producto creativo, existiendo un cierto
desacuerdo sobre si se debe considerar la creatividad como un rasgo o como la
producción excepcional de algo en el mundo real, de la que son capaces pocos
individuos. Y, como afirma Eysenck (1994), ambas medidas no están muy
relacionadas, ya que el rasgo de creatividad es sólo una de las condiciones necesarias
para lograr productos creativos. Otros serían tener elevado CI, persistencia y
capacidades especiales, que interactúan de modo sinérgico, produciendo una
distribución en forma de J, aunque los test de producción divergente se distribuyan
normalmente.
Romo y Contreras (1989) analizaron las diferencias entre adolescentes con alta
inteligencia y con alta creatividad, encontrando que se podían distinguir
psicométricamente dos dimensiones cognitivas diferentes: una convergente,
representada por la inteligencia general, y otra divergente, representada por la
creatividad.
5. CREATIVIDAD Y PERSONALIDAD
Dado que son muchos los estudios en los que se ha relacionado la creatividad con
la psicopatología, Eysenck, aun considerando que es poco probable la relevancia de
las alteraciones psiquiátricas reales, tales como - por ejemplo - la esquizofrenia, ha
analizado la relación entre la dimensión de psicoticismo y creatividad, habiendo
encontrado correlaciones positivas y significativas, relaciones que también han sido
halladas por otros autores (véase, por ejemplo, Stavridou y Furnham, 1996 y Aguilar-
Alonso, 1996). Este último autor destaca que las relaciones entre creatividad y
personalidad difieren en función del tipo de capacidad creativa considerada,
encontrando que, mientras la principal variable predictora de la creatividad verbal era
la inteligencia y el psicoticismo, la creatividad gráfica se predecía mejor a partir de
otras variables tales como, por ejemplo, la extraversión o el tiempo de reacción. Otras
variables que parecen contribuir a la realización creativa son la motivación y los
estilos intelectuales (Sternberg y cols. 1997). Y se ha encontrado que las personas
creativas tienen elevados niveles de confianza en sí mismos y ambición,
perseverancia e interés (Martindale, 1989).
La persona creativa
Csikszentmihalyi (1997) plantea que una persona, para ser creativa, tiene que
haber interiorizado el sistema que hace posible la creatividad. Aunque reconoce que
es muy difícil de responder qué tipo de persona será creativa destaca que, aunque no
parece haber un conjunto particular de rasgos que la definan, posee una serie de
características tales como su capacidad para adaptarse a prácticamente todas las
situaciones y usar todos los recursos posibles para alcanzar sus metas. Este autor
afirma que, más que hablar de la persona creativa, habría que hacerlo del complejo
sistema que permite la creatividad, ya que ninguno de sus componentes por sí solo
podría explicarla. La personalidad de un individuo que quiere hacer algo creativo
debe adaptarse a un campo concreto y a las condiciones particulares de dicho campo,
las cuales varían con el paso del tiempo y son diferentes en las distintas áreas.
Pese 'a ello, plantea que sus personalidades parecen caracterizarse por la
complejidad, mostrando tendencias de pensamiento y acción que, en la mayor parte
de las personas, están separadas. Se trata de cualidades que, aunque están en todas las
personas, normalmente se les enseña a desarrollar sólo uno de los polos. Mientras que
una persona generalmente o es agresiva y competitiva, o es cooperativa y nutricia, la
persona creativa puede ser tanto agresiva como cooperativa, ya sea al mismo tiempo
o en momentos distintos, en función de la situación. Tener una personalidad compleja
significa ser capaz de expresar todos los rasgos que están, en potencia, presentes en el
repertorio humano, aunque normalmente están atrofiados porque pensamos que Lino
de los polos es «bueno» y otro «malo». Pero no se trata de tener neutralidad, de una
puntuación intermedia entre los polos, sino que implica la capacidad de moverse de
uno a otro extremo cuando la situación lo requiera. Csikszenttnihalyi afirma que la
persona creativa conoce ambos extremos y los experimenta con igual intensidad y sin
conflictos internos, e ilustra estas conclusiones con diez pares de rasgos que suelen
tener dichos individuos, intregrados en una tensión dialéctica. Aun reconociendo que
se trata de una lista un tanto arbitraria y que habría más características, este autor
plantea que las personas creativas:
1.Tienen gran energía física, pero también con frecuencia están quietos y en
reposo. Trabajan muchas horas, con gran concentración y entusiasmo, lo
que sugiere una ventaja física. Pero, aunque muchas personas que están
muy activas y saludables cuando tienen setenta u ochenta años, recuerdan
una infancia llena de enfermedades.
7.No siguen de forma rígida los roles estereotipados de género, sino que son
capaces de ser al mismo tiempo, tanto mujeres como hombres, agresivos y
sensibles, dominantes y sumisos. Así, cuando se les han pasado test de
masculinidad/feminidad, se ha encontrado que las chicas creativas son más
dominantes y fuertes que otras chicas, y los chicos creativos más sensibles y
menos agresivos que sus compañeros del género masculino.
9.Están muy apasionadas con su trabajo, pero también son capaces de ser
extremadamente objetivas con él. Esta energía generada por el conflicto
entre el apego y desapego hacia su trabajo ha sido mencionada como una
parte importante del mismo ya que, cuando una tarea es difícil, sin pasión se
pierde el interés por la misma. Pero si no se es objetivo, es difícil que el
trabajo sea bueno. Así, el proceso creativo tiende a la alternancia entre estos
dos extremos.
6. CONCLUSIONES
Pese a los múltiples avances logrados durante las últimas décadas en el estudio de
la creatividad, muchas son las cuestiones por resolver. Aunque quizá la dispersión sea
un buen indicador del interés que genera el tema, no cabe duda de que tal diversidad
genera bastante confusión. En nuestra opinión, uno de los aspectos más
problemáticos es el de la evaluación de la creatividad, aunque también algunas de las
conceptualizaciones son muy distintas.
Finalmente, hay que destacar que en este capítulo sólo hemos presentado un breve
recorrido por las cuestiones más relevantes en el acercamiento diferencial al estudio
de la creatividad, pero no hay que olvidar que éste es sólo uno de los posibles
acercamientos a su análisis.
LECTURAS RECOMENDADAS
ANDRÉS, A., Manual de Psicología Diferencial, Madrid, McGraw-Hill, 1997.
En uno de los capítulos de este libro, Antonio Andrés Pueyo analiza las cuestiones
más relevantes en el estudio de la creatividad. Además de tratar las diferentes
conceptualizaciones y la evaluación de la creatividad, revisa la aproximación
factorial, tratando asimismo las relaciones de creatividad con inteligencia y
personalidad.
Libro que revisa algunas de las variables que de la creatividad se han analizado
desde la Psicología. Trata tanto las características de la persona creativa, como los
productos, analizando también el pensamiento creador y las motivaciones para crear.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
a)Como un potencial para producir ideas nuevas que son apropiadas y de calidad.
c)Juicios de expertos.
14.Los estudios sobre las relaciones entre creatividad e inteligencia indican que:
a)Lineal.
b)Curvilínea.
c)En forma de J.
19.En el estudio de Cattell (1971) se encontró que las personas creativas eran:
1. SEXO Y GÉNERO
También Ashrnore (1990) sigue este tipo de concepción de sexo y género. Afirma
que el término sexo se utiliza para denotar el gran y diverso conjunto de factores
biológicos y genético-evolutivos que contribuyen a las formas en que mujeres y
hombres piensan, sienten y se comportan. Y usa género para recono cer el hecho de
que «hombre» y «mujer» son construcciones culturales y que cada persona es criada
en una sociedad concreta, con un rico conjunto de creencias y expectativas acerca de
estas categorías sociales. Kessler y McKenna (1978) afirman que el término género se
ha usado tradicionalmente para designar los aspectos psicológicos, sociales y
culturales mientras que, generalmente, sexo designa el componente biológico, aunque
plantean que los factores biológicos no pueden actuar de forma simple y directa sobre
la conducta, sino que están abiertos a interpretaciones culturales importantes.
Se plantea, por tanto, que no pueden usarse los términos sexo y género para
presentar conceptos diferentes y no superponibles (Lips, 2001), ya que las
expectativas culturales para mujeres y hombres (el género) no se pueden separar de
las observaciones del cuerpo físico de mujeres y hombres (el sexo), y muchas de las
diferencias son fruto de las interacciones entre la biología y el medio.
Aunque la conducta de mujeres y hombres está influida por cómo las personas han
interiorizado las actitudes de su cultura acerca de los roles de género, puede suceder
que las diferentes expectativas de un rol entren en conflicto entre sí, es el conflicto
intra-rol. O bien que las expectativas de un rol sean incompatibles con las de otro, lo
que conlleva conflicto entre roles. Estos conflictos son una de las causas que pueden
llevar a que se violen las normas asociadas con los roles, siendo sus consecuencias
pequeñas o grandes según la relevancia que para el rol tenga la norma, y la medida en
que la situación exija la adherencia al rol (Helgeson, 2002). Las consecuencias de
violar las normas de género parecen ser más negativas para los hombres que para las
mujeres, ya que cuando éstas asumen características masculinas se mueven hacia un
mayor estatus, pero el hombre que adopta características femeninas cambia a un
estatus inferior.
Las actitudes de rol de género se refieren a las creencias sobre cómo deberían
comportarse mujeres y hombres. En cuanto a los diversos componentes de las
actitudes hacia la categoría de sexo, se denomina sexismo al componente afectivo, y
se refiere al prejuicio hacia las personas en función de su sexo. Al componente
cognitivo se le denomina estereotipo sexual o estereotipo de géne ro, y se refiere a las
creencias sobre las características biológicas o psicológicas asociadas a ser hombre o
mujer. Y al componente conductual de las actitudes se le llama discriminación sexual,
e implica el tratamiento distinto de las personas según su sexo. Como afirma
Helgeson (2002), la discriminación sexual es, con frecuencia, resultado del sexismo y
de los estereotipos de género. Los hombres que tienen sentimientos ambivalentes
hacia las mujeres pueden manifestar dos tipos de sexismo: el hostil, que se caracteriza
por paternalismo dominante, creencias despectivas sobre las mujeres y hostilidad
heterosexual; y el benevolente, caracterizado por paternalismo protector, la
idealización de la mujer y el deseo de relaciones íntimas (Lips, 2001). Pero, como
señala esta autora, no todos los sexismos son tan obvios, habiendo surgido una
constelación de actitudes que se ha denominado neosexismo o sexismo moderno, que
es más sutil y se caracteriza por negar que las mujeres aún estén discriminadas,
oponerse a las demandas de las mujeres y la falta de apoyo a las políticas diseñadas
para mejorar las condiciones sociales de las mujeres.
Otros términos relacionados con el género recogidos por Hawkesworth (1997) son
sexualidad, que se refiere a las prácticas sexuales y a la conducta erótica; e identidad
sexual, que alude a designaciones tales como heterosexual, homosexual, bisexual,
transexual o asexual. Un término similar es orientación sexual, que indica la
preferencia de una persona por parejas sexuales de su mismo o de diferente sexo.
Como señala Lips (2001), pese a que no siempre se ha considerado así, la orientación
sexual no necesariamente es un correlato de la identidad de género ni del rol de
género.
3. ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
Desde las teorías más clásicas se ha planteado que los estereotipos de género se
adquieren a lo largo del proceso de socialización, especialmente a través de la presión
que una determinada generación ejerce sobre las siguientes. Y, desde la perspectiva
de la cognición e interacción social, también se destaca que, desde muy temprano, los
niños y niñas están inmersos en un proceso continuo de socialización en el que van a
desarrollar pensamientos, creencias y expectativas diferenciales sobre los
comportamientos adecuados según el sexo, a partir del cual construirán su propia idea
de identidad de género, que actuará como guía fundamental en sus acciones futuras
(Barberá, 1991). Así, se postula que los estereotipos de género se aprenden desde
muy pronto a través de la enseñanza directa o de la observación de los roles y
responsabilidades asociados al género, se mantienen y refuerzan en la escuela, en el
trabajo y a través de los medios de comunicación social; o por los sesgos cognitivos
tales como la correlación ilusoria o por la perseverancia de las creencias (Cross y
Markus, 1993).
3)Él alcance temporal del análisis teórico. La mayor parte de las teorías
psicológicas consideran que el desarrollo del género es un fenómeno que
tiene lugar en la primera infancia. Así, las teorías del desarrollo de Freud y
de Kohlberg se han centrado en los primeros años de vida. Pero, dado que
las reglas de la conducta de rol de género varían en alguna medida con los
contextos sociales y los diferentes períodos vitales, posteriormente se ha
considerado que el desarrollo y funcionamiento del rol de género no se
restringe a la infancia, sino que se va reajustando a lo largo de todo el ciclo
vital. Así, la teoría del aprendizaje social y la social - cognitiva siguen esta
perspectiva del ciclo vital.
Varios autores han aplicado la teoría del aprendizaje social al género, planteando
que la adquisición y práctica de una conducta tipificada según el género puede
realizarse según los mismos principios de aprendizaje que cualquier otro tipo de
conducta. Consideran que el desarrollo del rol del género se promueve a través de un
amplio sistema de influencias sociales que implican la estructuración y calificación
de las actividades de forma diferencial para hombres y mujeres, facilitando así la
cultura el aprendizaje de los roles tradicionales y considerando el modelado como un
mecanismo básico del proceso de tipificación social (Bandura, 1969; Mischel, 1966).
Estas primeras formulaciones se han ampliado y especificado, dando gran relevancia
al refuerzo positivo y negativo, es decir, a las consecuencias, cambios y reacciones de
las conductas, y han enfatizado que el modelado o imitación de conductas estará
influido por factores como la disponibilidad de modelos, la similitud con uno/a
mismo/a o el po der que posean. Dado que tales factores parecen ser relevantes tanto
para la ejecución de la conducta corno para su mantenimiento, se plantea que la
socialización de género es un proceso continuo, que dura toda la vida y que refleja los
cambios en las circunstancias y experiencias (Lott y Maluso, 1993). Pero, corno
señalan estas autoras, el género será un predictor fiable de la conducta social sólo
bajo ciertas condiciones: cuando la situación implique expectativas importantes para
la conducta relacionada con el género; cuando las oportunidades anteriores para
practicar la conducta hayan producido habilidades diferenciales asociadas al género;
y cuando existan consecuencias diferentes para mujeres y hombres por lo que hacen
y/o por lo que dicen. Aunque, en general, se ha reconocido la evidencia del papel que
el aprendizaje social tiene en el desarrollo de los roles de género, esta teoría ha sido
criticada por considerar a las personas corno seres pasivos sometidos a las leyes del
aprendizaje. Recientemente, Bussey y Bandura (1999) han planteado una teoría
social-cognitiva del desarrollo y diferenciación de género que, aunque comparte
muchas de las características del aprendizaje social, insiste más en el papel activo y
constructivo de la persona y en su capacidad de autocontrol. Se trata de una compleja
teoría que pretende explicar el desarrollo y funcionamiento del género especificando
cómo, a partir de experiencias complejas y diferentes, se construyen las concepciones
de género y cómo funcionan, junto con los mecanismos motivacionales y de
autorregulación, para guiar, a través del ciclo vital, la conducta relacionada con el
género.
Infancia
El desarrollo del género en la infancia es una de las áreas del género que más se ha
estudiado en Psicología, habiéndose propuesto, como se ha visto, diferentes modelos
explicativos de tipo biológico, ambiental y cognitivo que, aunque no son mutuamente
excluyentes, enfatizan diferentes facetas del desarrollo, si bien su valor explicativo y
su evidencia empírica es muy diferente. Existen múltiples estudios y publicaciones
que ofrecen resultados un tanto contradictorios. Ante tal multiplicidad de datos es
necesario destacar la existencia de algunas asunciones teóricas comúnmente
aceptadas que han guiado las investigaciones sobre el desarrollo del rol de género
(Katz y Ksansnak, 1994). La primera planteaba que la adquisición del género tenía
lugar antes de entrar en la escuela, por lo que la mayor parte de los estudios se
centraban en preescolares. La segunda afirmaba que los padres eran los agentes
socializadores primarios del aprendizaje del género. La tercera era la creencia de que
la adquisición de las conductas clásicas de tipificación sexual era normativo y
deseable. Y dado que se consideraba que las medidas de los esquemas de género en la
infancia eran relativamente intercambiables, en muchos estudios se usaban medidas
únicas. Pero, como plantean Katz y Ksansnak (1994), las investigaciones de las
últimas décadas han ampliado la conceptualización sobre el desarrollo del rol de
género y han llevado a los investigadores a cuestionarse muchas de las primeras
asunciones. Por ejemplo, se ha propuesto que el desarrollo del rol de género es un
proceso continuo que se da a lo largo del ciclo vital, habiéndose enfatizado la
relevancia de otros agentes socializadores además de los padres, tales como los
hermanos/as, amigos/as, profesorado y los medios de comunicación. Y también se ha
puesto en duda la deseabilidad de los patrones tradicionales de tipificación sexual, ya
que pueden no ser adaptativos en un mundo tan cambiante como el actual, existiendo
evidencia empírica de que su transgresión se asocia, generalmente, más con
consecuencias positivas que negativas.
Los padres son la primera fuente de aprendizaje del género, existiendo evidencia
de que tanto el padre como la madre mantienen y comunican diferentes expectativas a
los hijos y a las hijas. Así, en varios estudios se ha encontrado que ya desde el
nacimiento, e incluso desde que ven la imagen de su bebé a través de la ecografia, se
dan diferencias en cómo los califican (véase, por ejemplo, Sweeney y Bradbard,
1988). En un estudio de Rubin, Provenzano y Luria (1974), donde entrevistaron a 30
padres y madres 24 horas tras el nacimiento de sus hijos/as, encontraron que
consideraban a las niñas como más suaves, finas y delicadas que a los niños; y a éstos
los veían como más firmes, fuertes, mejor coordinados, robustos y más despiertos,
diferencias que fueron más acusadas en los padres que en las madres. Ello, pese a que
no había diferencias significativas en las medidas objetivas del tamaño y salud en
función del sexo, lo que indica que la percepción de los padres estaba influida por los
estereotipos de género. Y la sociedad fomenta en los padres la visión estereotípica,
como se muestra en las diferencias en función del sexo que aún persisten en los
juguetes, ropa y muchos objetos relacionados con el bebé.
En general, parece ser que a los niños se les presiona más que a las niñas para
desarrollar conductas típicas de su género siendo, además, más censurados cuando
desarrollan conductas inapropiadas. Y todo parece indicar que los padres establecen
más diferencias que las madres en función del género de sus hijos/as, respondiendo
con reacciones más negativas cuando realizan conductas tipificadas que no
corresponden a su género. Frente a la evidencia del trato diferencial, algunos autores
han sugerido que las diferencias son generadas por el propio niño/a, pero la mayoría
de los estudios que han analizado esta cuestión tienen deficiencias metodológicas y
los resultados son bastante contradictorios. En todo caso, no podemos olvidar la
relevancia de otros agentes socializadores, sobre todo la escuela y los medios de
comunicación social, en especial la televisión, así como el efecto del lenguaje, que es
un mediador importante de la mayoría de la relaciones sociales. Las diferentes pautas
de socialización de niños y niñas parece ser común en la mayoría de las culturas. Así,
en estudios transculturales se ha encontrado que es bastante frecuente que los padres
presten más atención a los niños que a las niñas, que interactúen de una forma más
sociable con las niñas, y que enfaticen más el logro, la autoconfianza y la autonomía
en los niños (véase, por ejemplo, Zern, 1994). Pero también se encuentran
importantes diferencias entre las culturas y entre las clases sociales de una misma
cultura.
Adolescencia
Período adulto
También en los hombres los múltiples roles son beneficiosos. Tras una revisión de
varias investigaciones, Barnett y Hyde (2001) afirmaron que, en general, los
múltiples roles son beneficiosos para mujeres y hombres, tal y como se refleja en la
salud física, mental y social. Estos efectos parecen ser fruto de varios procesos, tales
como el aumento de los ingresos, el apoyo social, las oportunidades para obtener
éxito, la ampliación del marco de referencia, la similitud de experiencias y la
ideología sobre los roles de género. Pero también reconocen que hay ciertas
condiciones bajo las cuales los múltiples roles son beneficiosos, siendo determinante
su número y el tiempo que demanda cada uno, existiendo ciertos límites tras los
cuales puede darse sobrecarga y malestar ya que, aunque los múltiples roles ofrecen
oportunidades de éxito, también pueden producir fracaso o frustración.
En todo caso, como afirman Gilbert y Rader (2001), parece claro que el trabajo y
la familia van a ser la norma tanto para mujeres colmo para los hombres, situación
que representa un cambio muy importante en el desarrollo y en cómo la sociedad del
siglo xHI debería preparar a mujeres y hombres para sus roles de adulto.
Pero, como señalan Sinnott y Shifren (2001), muy pocos trabajos se han centrado
en el análisis de las diferencias de género en esta población sino que, más bien, los
datos se han obtenido de forma secundaria y sin teorías explicativas que guiasen la
investigación. En todo caso, estos autores destacan la existencia de pocas diferencias
significativas entre hombres y mujeres, predominando la variabilidad intragrupo. Así,
en los estudios que han analizado las diferencias de género en funcionamiento
cognitivo, personalidad, salud y cuidados no se ha encontrado evidencia suficiente de
diferencias, aunque sí se han encontrado interacciones complejas entre género y edad.
Canetto (2001) plantea que las mujeres al final de la vida adulta tienen una serie de
ventajas pues, además de su mayor esperanza de vida, tienen menos problemas
emocionales que las mujeres más jóvenes, y es menos probable que experimenten
problemas físicos o emocionales tras quedarse viudas que en el caso de los hombres
teniendo, además, mayor número de relaciones íntimas y mayor proximidad familiar
que éstos. Pero también tienen otras desventajas, tales como el tener que realizar
muchas actividades de cuidado de los demás, mientras que es más dificil que las
cuiden a ellas, aun estando casadas. Además, tienen menos recursos para hacer frente
a sus problemas de salud que los hombres y es más probable que vivan solas o tengan
que ir a instituciones. Y en las mujeres de edad avanzada aumentan los problemas
económicos, sociales y de salud, habiéndose encontrado que cuando tienen
enfermedades terminales reciben menos ayuda de su familia y de sus amistades.
Otro tipo de estudios se han centrado en el desarrollo del género en este período
de la vida y, aunque son necesarios estudios más rigurosos y complejos, se ha
encontrado que para continuar la construcción de la identidad y sentido de las
personas de edad avanzada, su desarrollo del rol del género parece implicar la
transformación e incluso la trascendencia de dichos roles, al menos tal y colmo se
conceptúan en la juventud (Sinnott y Shifren, 2001).
6. CONCLUSIONES
Pero aunque representan progresos importantes, y al igual que sucede con el resto
de las teorías expuestas, ninguna es capaz de explicar de forma adecuada todos los
aspectos relativos al género, pero es indudable que algunas se adecuan más a la
evidencia que otras. En todo caso, no es posible olvidar que el género es construido
socialmente y la relevancia que la situación tiene en la conducta de mujeres y
hombres.
LECTURAS RECOMENDADAS
Libro pionero donde se exponen las aportaciones de varios autores al estudio del
género. Particularmente relevantes para el terna que nos ocupa son los capítulos
donde Mischel y Kohlberg exponen sus teorías.
2.Actualmente, algunos autores como Barnett y cols. (1993) plantean que el género:
a)Es unidimensional.
a)Las mujeres.
b)Los hombres.
c)Mujeres y hombres.
11 a) Se restringe a la infancia.
9.Los teóricos que han aplicado la teoría evolucionista al género plantean que las
diferencias de género surgen de:
10.A la hora de explicar las diferencias entre mujeres y hombres, las teorías
biológicas:
b)El modelado.
c)El refuerzo diferencial de la conducta.
13.La teoría del rol social propuesta por Eagly (1987) plantea que las diferencias de
género pueden explicarse por:
b)Las honnonas.
c)Los genes.
14.Una de las críticas realizadas a la teoría del aprendizaje del género es que:
c)Considera a los humanos como seres pasivos sometidos a las leyes del
aprendizaje.
16.Los estudios de Rubin y cols. (1974) sobre las valoraciones de hijos e hijas recién
nacido/as mostraron que:
b)La percepción de sus hijos/as estaba influida por los estereotipos de género.
c)Las madres estaban más influidas por los estereotipos que los padres.
c)Es muy similar cuando están solos/as, pero difiere en las situaciones sociales.
c)En general, son beneficiosos para mujeres y hombres, aunque depende del
número y del tiempo que demanda cada uno.
1. INTRODUCCIÓN
Desde hace varios siglos, filósofos y poetas, entre otros, han articulado «teorías»,
aunque muy simples, sobre mujeres y hombres. Pero, como señalan Minton y
Schneider (1980), a través de la historia, las diferencias entre mujeres y hombres se
han dado por supuestas y sólo recientemente se ha analizado su naturaleza y
extensión. Según estos autores, aunque alguna de las teorías psicológicas relevantes,
como la de Freud, se elaboró sobre supuestos implícitos acerca de la naturaleza de las
diferencias sexuales, en la mayoría de las investigaciones se trató de evitar la posible
existencia de este tipo de diferencias, tendiendo a incluir en los experimentos
personas de un solo género (generalmente hombres) o, simplemente, no se informaba
en los resultados del género de los sujetos que formaban la muestra. Estos autores
destacan el gran aumento en los estudios y las investigaciones psicológicas sobre este
tópico que se dio en los años 70, debido en gran parte al ímpetu del movimiento
feminista.
Una de las autoras que analizó la validez de la hipótesis de la variabilidad fue Leta
Stetter Hollingworth. En un trabajo publicado en 1922, en el que re visó 1.000 casos
de una clínica de Nueva York y 1.142 de una institución para débiles mentales
encontró que, en general, los hombres eran mucho más jóvenes que las mujeres y que
los CI de las mujeres eran inferiores respecto a los de los hombres. Concluye que,
más que a una diferencia genuina entre los sexos, las diferencias se debían a
problemas de muestreo (Tyler, 1965). Y parecía menos probable que una mujer con
retraso mental fuese institucionalizada que un hombre. Un análisis de las ocupaciones
previas y de las historias sugería que, una explicación plausible, era que los hombres
se viesen más a menudo forzados a entrar en el mundo laboral a una edad más
temprana, por lo que se descubría antes su deficiencia, mientras que las mujeres
podían sobrevivir más fácilmente fuera de la institución dedicándose a los trabajos
del hogar, siendo más frecuente que las familias se encargasen de cuidar en casa a
una chica deficiente mental que a un chico (Anastasi, 1958). Otro hecho destacado de
este trabajo y de otros posteriores es que parecían existir normas diferentes para la
clasificación de las chicas y de los chicos como retrasados mentalmente, teniendo que
ser una niña más deficiente que un niño para que se le considerase débil mental y se
la enviase a una institución (Anastasi, 1958; Ty1er, 1965). Como señalan estas
autoras, el argumento de mayor variabilidad masculina basado en los resultados del
extremo inferior de la distribución en inteligencia, no parece ser consistente.
Respecto a los datos sobre el extremo superior de la distribución, se analizaron en
varios estudios, siendo uno de los citados con mayor frecuencia el realizado en 1925
por Terman y colaboradores con niños superdotados, en el que encontraron mayor
proporción de chicos que de chicas con CI de 140 o superiores. Pero, dado que en
este estudio la selección de los chicos fue básicamente en función de las
recomendaciones del profesorado, pudiera ser que ésta se basase más en los
estereotipos sexuales en rendimiento que en la capacidad real de chicos y chicas
(Anastasi, 1958; Hyde y McKinley, 1997). Respecto a los resultados de otros estudios
sobre las tasas de superdotados en función del género, aunque en algunos se encontró
más presencia de chicos que de chicas, en otros no sucedió así, ya que el resultado
dependía del tipo de capacidad evaluada.
Todo ello llevó a reconocer que no se podía concluir que se diese una mayor
variabilidad masculina, ya que la evidencia era inconsistente. Según McNemar y
Terman (1936, tomado de Tyler, 1965) los resultados del análisis de las diferencias
en variabilidad entre mujeres y hombres mostraban que, en las medidas
antropométrícas de cualquier tipo, los resultados variaban con la edad, dándose
mayor variabilidad en los hombres adultos que en las mujeres adultas. En
rendimiento académico y en aptitudes específicas las diferencias eran pequeñas y no
parecía existir una tendencia coherente. En inteligencia verbal se daba una tendencia
hacia mayor variabilidad en los hombres, aunque las diferencias surgían según el test
utilizado. También Anastasi (1958) destacaba la inconsistencia y escasez de las
diferencias de sexo en variabilidad, planteando que difería según el rasgo específico
que se considerase, la edad, el nivel social y económico e incluso la comunidad en la
que se recogiesen los datos. Y en los casos de los test de inteligencia, los resultados
variaban de un test a otro.
Según Ashmore (1990) este período resulta más difícil de etiquetar, porque hubo
varias tendencias distintas. Continuaron las investigaciones sobre las diferencias entre
mujeres y hombres en competencia intelectual, aunque se centraron más en las
capacidades específicas que en el CI, y también analizaron las diferencias en
variables no intelectuales como los intereses. Para este autor, lo más importante y
revolucionario de este período fue la introducción y diseminación, dentro de la
Psicología, de la noción de unos rasgos de personalidad generales y opuestos:
«masculinidad» y «feminidad». El trabajo seminal fue el de Terman y Miles Sex and
Personality, publicado en 1936. Este trabajo tuvo su origen en el descubrimiento,
hecho unos años antes cuando recogían información sobre los niños superdotados, de
que los niños y las niñas que componían el grupo experimental se distinguían en
varios aspectos. Y, basándose en tales diferencias, plantearon un buen número de
cuestiones a mujeres y hombres de varias edades, seleccionando aquellas que
mostraban diferencias estadísticamente significativas para elaborar un test que
denominaron «Cuestionario de análisis de actitudes e intereses» (Tyler, 1965). Como
señala esta autora, eligie ron un título neutro para no dar a las personas que lo
respondían una clave del objetivo del test, que incluía siete tipos de ítems:
asociaciones de palabras, asociaciones ante manchas de tinta, información general,
respuestas emocionales y éticas, intereses, opiniones, e introversión. Pese a que los
diferentes subtest tenían una correlación que oscilaba entre 0,32 y 0,90, siendo la
mediana de 0,64, se planteó que la masculinidad-feminidad era una dimensión
continua en la que era posible asignar una posición a cada individuo.
A partir de los años 50, el interés fundamental giró hacia el proceso del desarrollo
a través del que se forman los patrones de respuesta típicamente masculino o
femenino. Y la respuesta se buscó o bien en el concepto freudiano de identificación,
según el cual los niños se identifican con el padre del mismo sexo, o de un concepto
adoptado de la Sociología: el rol sexual. Este postula que la sociedad tiene un
conjunto de prescripciones acerca de cómo deberían comportarse los miembros de
cada sexo, las cuales se deberían enseñar a los niños. Y algunos autores combinaron
ambos conceptos en la «identificación de rol sexual», que indica tanto lo que el niño
tiene que aprender como la forma en que tiene que ser aprendido. Un trabajo
publicado en este período que ha aportado unos conceptos muy citados es el de
Parsons y Bales (1955). Parsons, un sociólogo, y Bales, un psicólogo social, en un
trabajo sobre interacciones grupales distinguieron entre conducta instrumental o
dirigida a metas y conducta expresiva o emocional. Encontraron dos estilos de
liderazgo: el líder instrumental, que se centraba en realizar el trabajo; y el líder
expresivo, que se esforzaba por mantener la armonía del grupo, y Parsons y Bales
extendieron la distinción instrumental/expresivo al género. Encontraron que mayor
poder se relacionaba con ínstrumentalidad y menor poder con expresividad, y
consideraron que la distinción entre los roles de marido y mujer se daban en los
términos de diferencias instrumental/expresivo, así como mayor/menor poder,
llegando a asociar la orientación instrumental con el rol de género masculino, y la
expresiva con el rol de género femenino (Helgeson, 2002).
Estos datos, junto con los del BSRI, permitieron a los psicólogos demostrar que la
masculinidad y la feminidad, tal y como eran medidas por estos cuestionarios, eran
constructos independientes. Dejan de considerarse como los opuestos de un continuo,
y se ven como dimensiones ortogonales, en el sentido de que la posición en una no
permite predecir la posición en la otra. Pero ambas dimensiones se siguieron
definiendo en términos de disposiciones individuales estables, que permitían
categorizar sexualmente al individuo. Y aunque el BSRI y el PAQ se siguen
utilizando en la actualidad, ambos test y el concepto de androginia han mostrado ser
menos revolucionarios y robustos de lo que parecían originalmente. Porque, como
señala Spence (1993), las escalas están basadas en una definición de masculinidad y
feminidad muy limitada, por lo que las puntuaciones en estos instrumentos no se
relacionarían con características y conductas relacionadas con el género, excepto en
lo relativo a instrumentalidad y expresividad. Prueba de ello es que las puntuaciones
en ambos instrumentos correlacionan poco o de forma no significativa con medidas
de actitudes y conductas de rol sexual.
Se afirma que el sexo es una categoría importante en cada sociedad, la cual asocia
a mujeres y hombres con un conjunto de expectativas descriptivas (los estereotipos) y
prescriptivas (los roles). Y, al igual que sucede con otros tipos de relaciones entre
grupos, las categorías sociales de «mujeres» y «hombres» difieren en el nivel social
de poder y prestigio. El sexo como una categoría social, o la aproximación de
relaciones intergrupo al sexo, el género y el individuo, asume que estas realidades de
nivel social tienen un impacto crucial en los pensamientos, sentimientos y conductas
de los individuos. Se han hecho varios intentos para especificar cómo ocurre dicho
impacto, y destacan las aproximaciones de Eagly (1987) que enfatiza la relevancia de
los roles sociales, y la de Deaux y Major (1987) que aportan un modelo del género
basado en las transacciones interpersonales. Deaux y Major (1987) consideran el
género como un grupo de estímulos sociales que enmarcan las expectativas
interpersonales y ayudan a los individuos a organizar la realidad. Plantean que el
género se usa para valorarse a sí mismo y a los demás, determinar si la conducta es
consistente con el rol y tomar decisiones. Enfatizan el grado en que la conducta
relacionada con el género es variable, está generada por causas próximas y depende
del contexto. Su modelo de género, que lo consideran como un suplemento de los
modelos existentes sobre las diferencias entre mujeres y hombres, se basa en las
interacciones y trata de captar la estabilidad y la flexibilidad de las diferencias de
sexo en conducta social, enfatizando la medida en que las conductas sociales
asociadas al género están determinadas por múltiples factores, son muy flexibles y
dependen del contexto.
Otros antecedentes del género como categoría social se pueden situar en una serie
de trabajos en los que se ha encontrado que la ejecución de mujeres y hombres se
valora de manera distinta, y que las atribuciones causales del éxito de mujeres y
hombres también son diferentes. Por ejemplo, en un trabajo de Deaux y Taylor
(1973) en el que se les pidió a estudiantes universitarios que juzgasen las
calificaciones de otros/as estudiantes, se observó que a los hombres con éxito se les
calificaba de forma más positiva que a las mujeres con éxito pero, en caso de fracaso,
los hombres eran juzgados más severamente. Y en un trabajo de Deaux y Emswiller
(1974, citado en Deaux, 1984) se encontró que las atribuciones causales del éxito
diferían significativamente en función del género cuando la tarea se consideraba
masculina. Mientras que los hombres atribuían el éxito a su capacidad, las mujeres lo
atribuían en mayor medida a la suerte, pero cuando la tarea se consideraba femenina,
no se daban diferencias significativas en los juicios atribucionales. Todo ello refleja,
como señala Deaux, que las tareas definidas como femeninas se consideran más
simples que las definidas como masculinas, y las atribuciones causales que los
observadores hacen para la ejecución de mujeres y hombres se asocian a las
expectativas iniciales que ellos mismos tienen para esas actuaciones. Así, las
expectativas distintas llevan a atribuciones distintas, incluso cuando el resultado se
mantiene constante, atribuyendo el resultado a causas internas y estables cuando se
adecua a la expectativa y el resultado al estereotipo, y a causas inestables cuando hay
discrepancia. Y estas expectativas para tareas específicas se comprenden mejor según
los estereotipos generales sobre mujeres y hombres.
En 1990 surgió una nueva aproximación al estudio del género que tiene en cuenta
tanto la consideración multifacética del género corno el contexto social que le
circunda que se denomina diagnosticidad de género (Lippa, 1991; Lippa y Connelly,
1990). Se refiere a la probabilidad de que se prediga que una persona es hombre o
mujer basándose en algunos indicadores diagnósticos relacionados con el género.
Puede calcularse a partir de varios datos psicológicos, tales como preferencias
ocupacionales, habilidades motrices, capacidades cognitivas, temperamento, ciertos
ítems de diversos test de inteligencia y ciertos ítems de escalas de personalidad y
actitudes, pudiendo ser usado así para estudiar el grado de asociación entre las
conductas relacionadas con el género en diferentes campos (Lippa, 1991). Y la
diagnosticidad de género es una combinación ponderada de los ítems que discriminan
entre mujeres y hombres, a los que se les ha asignado pesos según la magnitud de su
discriminación. Desde esta perspectiva, una persona masculina es un individuo que,
al compararlo con un grupo normativo de mujeres y hombres, muestra conductas
similares a las de los hombres, y una persona femenina es un individuo que muestra
conductas corno las de las mujeres. En esta aproximación, las diferencias individuales
relacionadas con el género, intra e inter sexos, se definen por las conductas que
distinguen a mujeres y hombres en una población dada y en un tiempo dado. La
probabilidad del diagnóstico de género evalúa las diferencias individuales
relacionadas con el género, más que en términos de estereotipos, según las conductas
que discriminan entre mujeres y hombres dentro de una determinada población
(Lippa, 1991). Puede aplicarse a un amplio rango de fenómenos relacionados con el
género, su naturaleza es multidimensional y puede adaptarse a la población
específica, pudiendo ser también útil para los estudios transculturales.
Durante este período también se han reanalizado las diferencias entre mujeres y
hombres, pero utilizando las técnicas del meta-análisis, lo que ha dado lugar a un
nuevo debate sobre la existencia o no de las mismas. Mientras algunos autores
resaltan que los meta-análisis indican que hay una gran variabilidad en la magnitud
de las diferencias de género, y que en muchas variables las dife rencias son próximas
a cero (Hyde y Plant, 1995), otros plantean que los resultados de los meta-análisis
muestran diferencias en una serie de conductas sociales, tales como conformidad,
conducta prosocial y antisocial, ayuda, conducta no verbal y en algunas interacciones
(véase, por ejemplo, Eagly, 1995; Eagly y Wood, 1991), si bien la magnitud de las
mismas varía en los distintos estudios. Se ha encontrado en algunos que las
diferencias son grandes, en la mayoría que son pequeñas, y en varios estudios las
diferencias encontradas son de sentido opuesto a la dirección prevista (Eagly y Wood,
1991). Variabilidad que, como señalan estas autoras, debería explicarse identificando
las variables moduladoras, es decir, los contextos sociales y los grupos de sujetos en
los que las diferencias de sexo se atenúan y aquellos en que aumentan.
6. CONCLUSIONES
No cabe duda de la gran evolución que han experimentado los estudios de las
diferencias entre mujeres y hombres aunque, en realidad, más que evolución podría
llamarse ampliación, pues aún siguen publicándose trabajos que exploran tópicos tan
clásicos como las diferencias de sexo en capacidades intelectuales, intentando
localizar su base biológica. Pero, como afirma Richardson basándose en las ideas,
argumentos y evidencias de un reciente libro en el que autoridades en la materia
revisan los estudios sobre las diferencias entre mujeres y hombres en cognición, «...
hay clara evidencia de que las diferencias de género obtenidas están a menudo
contaminadas por sesgos en el reclutamiento y la selección de los participantes en la
investigación, y tienden a aproximarse a cero si los investigadores emplean muestras
generales o relativamente no seleccionadas» (1997, pág. 163). También plantea que
los meta-análisis han aportado tres fuentes de evidencia de que las diferencias de
género han surgido de las diferentes experiencias de mujeres y hombres, ya que: 1)
no suelen darse en la infancia; 2) su magnitud aumenta con la edad; 3) en algunos
casos, su magnitud ha cambiado en las últimas décadas. Además, la existencia y
magnitud de estas diferencias varía en función de la tarea y a veces dependen del test
concreto y de los procedimientos de medida utilizados. Esto demuestra que no hay
una sola medida objetiva de diferencia de género en ninguna área o aspecto de la
cognición sino que, por el contrario, las diferencias de género se construyen en los
patrones concretos de interacción entre investigadores y participantes, por lo que
tienen que ser entendidas como construcciones sociales que surgen de un sistema que
organiza relaciones de poder y estatus entre hombres y mujeres (Richardson, 1997).
También durante la década de los 90 han surgido una serie de trabajos que siguen
explorando el sentido del género en un nivel interpersonal, que van desde considerar
el género como diferencias sexuales determinadas fundamentalmente por variables
biológicas o genéticas hasta las teorías constructivistas, que plantean que el género no
es una característica estable de la persona, sino que lo que existen son transacciones
particulares que se consideran adecuadas para un determinado sexo. Desde esta
perspectiva, se acentúa la diversidad de la experiencia humana y se considera el
género como el efecto, más que como la causa, de la interacción. Plantean que somos
los receptores los que creamos el género con nuestras expectativas, nuestra conducta
y con lo que decidimos incluir en esta categoría (Helgeson, 2002). Así, el enfoque
constructivista considera el género como algo que se hace en interacción, suponiendo
una alternativa al estudio tradicional, diferencial y esencialista del género (Caro,
1998). Estas aproximaciones son complementadas por las teorías psicológicas
sociales que consideran el sí mismo o la identidad como el concepto clave para
localizar el sexo y el género a un nivel individual, teniendo en cuenta su dimensión
biológica y social (Trew y Kremer, 1998).
LECTURAS RECOMENDADAS
BARBERA, E., Psicología del género, Madrid, Ariel, 1998.
Escrito por algunos de los autores más relevantes en el área, en este libro se
analiza la cuestión de si mujeres y hombres son diferentes en capacidades
intelectuales. Pero no sólo revisa las investigaciones sino que evalúa su validez y
cuestiona las ideologías que las guían.
MARTÍNEZ, l., «El sexo como variable del sujeto: aportaciones desde la
psicología diferencial», en J.Fernández (coord.), Género y Sociedad, Madrid,
Pirámide, 1998.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
c)A las mujeres les fue muy difícil desarrollar su carrera profesional.
c)Ambas alternativas son falsas, ya que Pearson fue un estadístico que nunca se
implicó en tales cuestiones.
b)Que las mujeres tenían mayor capacidad intelectual que los hombres.
c)Que los hombres tenían mayor capacidad intelectual que las mujeres.
a)Ser multidimensionales.
b)Estar formadas por una serie de cuestiones diversas en las que puntua ban de
forma significativamente diferente las mujeres y hombres de los años 30.
14.Una persona puede ser clasificada como con un rol sexual andrógino cuando sus
puntuaciones son:
15.Los estudios sobre la orientación de rol sexual y ajuste psicológico han mostrado
que, en general, las personas con mayor ajuste y salud son las:
a)Andróginas.
b)En caso de éxito a los hombres se les calificaba de forma más positiva que a las
mujeres con éxito, pero en caso de fracaso eran juzgados de forma más severa.
c)A los hombres se les calificaba de forma más positiva que a las mujeres, tanto si
tenían éxito como si fracasaban en la tarea.
18.Los análisis más recientes sobre las diferencias entre mujeres y hombres en
capacidades intelectuales, tales como los de Richardson (1997) indican que:
a)Los hombres son más variables que las mujeres.
1. INTRODUCCIÓN
Los trabajos que marcaron más las diferencias en capacidades intelectuales entre
grupos de personas negras y blancas fueron los desarrollados por Jensen (1969) que
encontró una ejecución diferencial entre afroamericanos y estudiantes blancos
interpretándola como fruto de diferencias genéticas. En un reanálisis reciente (tensen,
2003) de un conjunto de datos obtenidos en 1974 que se centra en niños blancos y
afroamericanos de la misma edad, sostiene que existe una diferencia entre 10 y 20
puntos en CI. Hernstein y Murray (1994), en un estudio longitudinal, analizaron a
jóvenes a través del test de cualificación de las fuerzas armadas encontrando
nuevamente que la dotación cognitiva de ciertos grupos étnicos y raciales era inferior
a la de los blancos y que esta dotación dependía de factores hereditarios. Como
podemos observar, es un hecho que aún, hoy por hoy, hay defensores acérrimos de
las diferencias genéticas entre grupos culturales y parece que continúa vivo el interés
por demostrar la supremacía de un grupo frente a otro. Pero cuestionamos estos
trabajos en la medida en que la mayor parte no han controlado determinados factores
ambientales que están incidiendo en estos grupos de personas. Así, se ha observado
que el tiempo que llevan residiendo en el lugar al que han emigrado, el nivel
socioeconómico, la clase social, el que acudan a escuelas urbanas o rurales, los
factores nutricionales, etc., determinan en mayor medida las diferencias en capacidad
que los factores genéticos. De hecho, los estudios de adopción encuentran que los
niños afroamericanos que han sido adoptados por personas blancas, incrementan con
el tiempo su CI (de 85 a 106) igualándose al de niños blancos adoptados por la misma
familia (citado por Minton y Schneider, 1980).
Los estudios que se han encargado de analizar la relación entre cultura y desarrollo
de la personalidad han seguido distintas aproximaciones. Una se ha basado en
ofrecer, a través de relatos descriptivos, un perfil de los individuos de cada nación
como si un observador externo estuviese describiendo las características distintivas de
esa cultura. Otro procedimiento ha consistido en estadísticas sobre la incidencia de
crímenes o trastornos psicopatológicos. También se ha empleado el análisis de
contenido de los productos culturales, tales como películas, obras de teatro, libros,
etc., que predominaban en cada país. Otro modo de analizar grupos o pueblos es a
través de los estudios de comunidades que se encargan de observar sus pautas de
funcionamiento. También se ha accedido a la personalidad de un grupo cultural
inspeccionando la opinión y las actitudes públicas de los propios miembros de esa
cultura. Y, por último, el estudio de las pautas de crianza comunes a los distintos
padres también ha permitido caracterizar a una cultura. Pero estos estudios tienen
tantos problemas metodológicos que es difícil la generalización de los resultados.
A finales de los años 60, John Berry plantea que el estudio de la conducta debe
realizarse dentro de una cultura y entiende que la Psicología debe promover una
investigación transcultural en la que se estudie cómo la cultura y la conducta están
relacionadas y, a partir de ahí, buscar generalizaciones o universales que permitan
analizar a todos los individuos simultáneamente (Berry, 1975). Cuando habla de
universales lo hace en el sentido antropológico del término, es decir, como aquellas
características comunes a toda la especie. Este autor considera que hasta ese momento
la cultura se había estudiado desde un punto de vista local o relativo y las metas de la
investigación debían ser generales o universales. Para referirse al relativismo cultural,
frente al universalismo, va a emplear los términos emic y etict, respectivamente.
Según Berry (1984) los primeros estudios que tuvieron en cuenta la cultura, como la
etnociencia, se basaron en un tipo de análisis étnico imponiendo a otros sistemas
culturales el conjunto de fenómenos estudiados. Este procedimiento puede ser válido
para estudiar un fenómeno particular en cada cultura por separado y cuando todos los
sistemas culturales se hayan comparado y se establezcan las equivalencias
funcionales crear universales sobre dicho fenómeno. Berry (2000) entiende que, así
como los seres humanos producen cultura, la conducta también está influida por estos
ambientes sociales. De modo que la cultura sería una serie de patrones, explícitos o
implícitos, de comportamientos adquiridos y transmitidos a través de símbolos.
Según Berry (1998) las sociedades actuales son cada vez más plurales, en el sentido
de que distintas personas con diversos backgrouds están viviendo juntas y esto
supone que se establezcan relaciones interculturales entre esos grupos que entran en
contacto. El término aculturación ha sido creado para referirse, precisamente, a los
cambios culturales que se producen cuando dos o más grupos culturales entran en
contacto. Aunque esos cambios se producen en ambos grupos, normalmente hay uno,
el dominante, que cambia menos que el otro. En ocasiones, las relaciones entre los
grupos son conflictivas y estresantes, pero en otras hay una acomodación mutua y una
adaptación. El modo en que los individuos perciben este tipo de contactos con
miembros de otra cultura y la actitud que desarrollan ante la misma, es lo que se
conoce como «ideología multicultural». En las relaciones interculturales diarias
puede ocurrir que las personas valoren y deseen mantener su identidad cultural
(mantenimiento cultural) o que busquen contacto con otros grupos y deseen participar
en las costumbres de la sociedad más numerosa (contacto-participación). Esto, unido
con las actitudes positivas o negativas hacia ese contacto, permite identificar cuatro
estrategias de relaciones interculturales:
Los cambios sociales y culturales, según este modelo, se pueden producir a tres
niveles: nacional referido a grandes sistemas como la política nacional o regional;
institucional que recoge tanto instituciones gubernamentales como económicas; e
individual, que se basa en la ideología multicultural general y en las actitudes de los
individuos ante la aculturación. Normalmente, el grupo no dominante desea mantener
la diversidad y la equidad pero, para que esto suceda, es importante que se
reconozcan las necesidades específicas del grupo minoritario y que exista el mismo
nivel de comprensión y apoyo por parte del grupo dominante. Algunos de los factores
estudiados que parecen garantizar la asimilación o integración son: que las personas
busquen voluntariamente el contacto; que la apariencia física no sea muy distinta a la
de la población dominante; la ecología social, que se refiere al número de personas
que integran el grupo o si residen en áreas definidas; el tipo de política nacional de la
sociedad dominante que puede animar a la interacción; y la vitalidad de un grupo,
combinado con la escasa discriminación hacia el otro grupo.
Berry (1998) propone los siguientes elementos clave para mantener una sociedad
multicultural en la que los grupos puedan vivir juntos: apoyar en general el
multiculturalismo, aceptando la política dominante y la diversidad cultural como un
recurso valorable de la sociedad; tener bajos niveles de intolerancia y prejuicios; tener
actitudes positivas mutuas entre los distintos grupos etnoculturales; así como un
cierto grado de apego e identificación con la sociedad dominante, sin menospreciar
los distintos grupos que la constituyen. En nuestro país, un estudio sobre la
adaptación de los inmigrantes, realizado por Báguena y Villarroya (1993), indica que
el proceso aculturativo puede ser diferente en función del grupo cultural al que nos
refiramos (árabes, italianos adaptándose a la cultura española o españoles
adaptándose a la cultura italiana) pero al final de este proceso todos tienen un nivel de
adaptación aceptable, siendo un factor importante las actitudes de las personas de la
cultura que realiza el «hospedaje» en relación a los inmigrantes.
Modelo de Triandis
Triandis (1996) considera que el estudio de las diferencias culturales debe pasar
por identificar los síndromes culturales. Éstos son patrones de actitudes, creencias,
categorizaciones, autodefiniciones, normas, definiciones de roles y valores
compartidos, que están organizados alrededor de un tema y que pueden identificarse
entre aquellos que hablan un lenguaje particular, durante un período histórico
específico y en una región geográfica definida. Triandís considera que existen
diversos síndromes y algunos de los que ha identificado son: la rigidez (tightness)
definida como un conjunto de normas que se aplican a distintas situaciones; la
complejidad cultural se basa en el número de elementos que definen a una cultura,
como por ejemplo, la religión, la economía, la política, etc.; el síndrome activo-
pasivo que recoge en el polo activo la competitividad, la acción y la autorrealización
y en el polo pasivo los pensamientos reflexivos, dejar la iniciativa a otros y la
cooperación; el honor, que incluye creencias, valores y conductas que mueven al
individuo a protegerse a través del uso de la agresión; el colectivismo, que se refiere a
obligaciones y normas sociales que hacen que la persona pase a un segundo nivel en
favor del grupo; el individualismo, donde se define al sí mismo de forma
independiente y autónoma del colectivo; y las relaciones verticales-horizontales que
recogen en un polo los aspectos jerárquicos y el criterio de autoridad, y en el otro el
igualitarismo.
La cultura colectivista está centrada en el grupo, suele ser jerárquica, cerrada, con
normas que rigen su funcionamiento, y con una gran diferenciación entre ellos y los
otros. El grupo proporciona armonía y sentimientos de seguridad promoviendo la
interdependencia, la integridad familiar, la obediencia y la conformidad, por lo que
suelen pensar de modo más similar. En las culturas individualistas, los individuos
raramente se dejan influir por su propio grupo y desarrollan valores como
competitividad, placer y ejecución. Cuando existe un conflicto entre las metas del
grupo y las del individuo prevalecen las metas personales y, además, es una situación
deseable pues consideran que gracias a los conflictos se enriquecen personalmente.
Suele darse un distanciamiento emocional del individuo en relación al grupo, que lo
considera como una entidad distinta y separada. A nivel social son más importantes
las actitudes que las normas. En las culturas individualistas, las personas muestran
más el sí mismo privado y en las colectivistas el sí mismo colectivo (Triandis, 1989;
Triandis, McCusker y Hui, 1990). Las sociedades del Oeste son básicamente
individualistas, sobre todo, la americana mientras que en el Este (asiáticos, africanos,
etc.) son más colectivistas. El individualismo y el colectivismo se podrían resumir
siguiendo cuatro atributos:
Bilingüismo
5. EVALUACIÓN TRANSCULTURAL
Para hacer un verdadero análisis de las distintas culturas, como hemos visto,
tenemos que partir de universales que nos permitan comparar a dichos grupos. La
medición de capacidades cognitivas a través de las culturas ha estado sujeta, en la
mayor parte de las ocasiones, a la simple traducción de una prueba al lenguaje del
grupo al que va a ser administrada o, como mucho, se han adaptado las pruebas para
que el contenido fuera más familiar. Pero los test, sobre todo los de inteligencia,
deben ser capaces de muestrear los valores, el conocimiento y la comunicación propia
de cada cultura. Greenfield (1997) señala que para representar los valores propios de
un grupo no basta con incluir ítems de contenido familiar, sino que es necesario crear
un significado compartido, para lo que se debe partir de la definición local de
inteligencia y un equipo multicultural debe colaborar en el desarrollo del instrumento.
En cuanto al conocimiento, es importante tener en cuenta que, en ciertas culturas, es
fruto de un proceso grupal más que individual. Concretamente, en las culturas
colectivas el conocimiento se crea a través de la cooperación, además, no siempre
separan el proceso de conocimiento del objeto de conocimiento, por lo que
expresiones del tipo ¿qué piensas que hay en este recipiente? pueden quedar sin
respuesta, ya que incluir en la pregunta el proceso cognitivo de pensar, para ellos no
tiene sentido, sino directamente preguntar por el hecho objetivo ¿qué hay en el
recipiente? Estas personas se basan en un realismo cognitivo, pero cuando se analiza
a grupos escolarizados que han aprendido a transmitir pensamientos a través de
palabras, aparece un relativismo cognitivo propio de la cultura americana y europea.
La educación formal se ha convertido en una variable muy importante en el
desarrollo de la epistemología implícita que es asumida por muchos de los
instrumentos de evaluación. El modo de comunicarse también varía entre las culturas
y aunque en las escuelas estamos habituados a la forma oral o escrita, en
determinadas sociedades los niños, corno norma social, no verbalizan sus puntos de
vista cuando un adulto pregunta o tienen problemas para responder a test de elección
múltiple. En estos casos, se deben diseñar pruebas que incluyan, tanto elementos
verbales corno no verbales, y con un formato de respuesta adaptado a la cultura
concreta que evaluemos. En suma, la evaluación debe basarse en el conocimiento de
la cultura y adaptarse a sus especificidades, algo que no es incompatible con la
demostración de universales, pues estas capacidades universales tienen una forma
particular para cada cultura.
En salud mental se ha observado que no todas las personas responden del mismo
modo a los efectos tóxicos de los fármacos. Así, mientras que entre los europeos
alrededor de un 9 por 100 son considerados metabolizadores lentos, entre los
asiáticos el índice se incrementa a un 32 por 100 (Campinha-Bacote, 1997). Por otro
lado, las diferencias en la lengua, además de dificultar la interacción entre cliente y
clínico, a menudo hacen que se diagnostiquen psicopatologías más graves y,
paradójicamente, que se administren tratamientos de tipo médico frente a los
psicológicos. Los modelos culturales, como el propuesto por Leininger (1993),
permiten atender a estos patrones diferenciales y promover intervenciones más
adecuadas en el sistema de salud. Parece que en enfermería, las personas más
competentes son las que entienden, en primer lugar, su propia cultura, luego la cultura
de su lugar de trabajo y la cultura dominante del país en el que viven. Además es
importante que al entrar en contacto con los pacientes empleen su mismo argot al
comunicarse con ellos, les escuchen y respeten su individualidad, así como el derecho
a ser diferentes (Craig, 1999).
En lo que respecta a la educación escolar, dos de los aspectos clave que inciden en
la misma es el setting cultural y los modelos culturales. Gallimore y Goldenberg
(2001) hacen una revisión de cómo ha afectado el descuido de las influencias
culturales en los trabajos sobre el nivel de ejecución de niños/as de grupos
minoritarios. La principal causa del bajo rendimiento observado en determinadas
culturas ha sido las grandes diferencias entre las normas de conducta, el uso del
lenguaje, los estilos cognitivos y otros aspectos del funcionamiento personal e
interpersonal que los niños/as aprenden en casa y lo que se espera de ellos en la
escuela. En ésta se transmiten los modelos culturales, que son definidos por estos
autores como las percepciones, conductas, pensamientos y emociones compartidas
por una comunidad o nicho ecológico, que permiten al individuo adaptarse a los
desafíos y a las condiciones cambiantes, información que es transmitida de forma
colectiva. El setting cultural es un término utilizado para referirse a un contexto más
reducido de interacción, en el que se realizan conductas conjuntamente, por ejemplo,
la familia, o el lugar de trabajo. El setting familiar transmite modelos implícitos sobre
cómo es el desarrollo de los niños, que son compartidos por los miembros de ese
grupo. Gallimore y Goldenberg (2001) consideran que el setting y el modelo cultural
son analíticamente distintos, por lo que influirán de modo diferente en la ejecución
escolar y en la mejora del rendimiento. La investigación debe distinguir, como unidad
de análisis, entre los settings y los modelos para, así, crear grupos homogéneos en los
que se puedan analizar, simultáneamente, los aspectos comunes y la variabilidad
entre los individuos.
Los modelos culturales inciden en las pautas de crianza de los hijos y, a su vez,
van a determinar muchos de los comportamientos adultos, así como, la estructura de
una sociedad. En la crianza influyen las necesidades del niño/a, las conductas de
padres y madres pero, sobre todo, lo que éstos creen que es más apropiado (Suizzo,
2002). Las distintas culturas varían en cuanto al interés por la estimulación, al grado
en el que animan a la independencia y al individualis mo, al nivel de permisividad, o
a la importancia otorgada a la cercanía afectiva. Además, dentro de una misma
cultura, aunque se espera una cierta homogeneidad en las pautas de crianza, existen
distintas variables sociodemográficas que pueden incidir en los modelos parentales,
como el hecho de que los niños estén escolarizados, el nivel educativo de los padres,
el estatus socioeconómico, el hecho de que se haya realizado el estudio con informes
de madres, padres o ambos, la edad de éstos, etc.
7. CONCLUSIONES
LECTURAS RECOMENDADAS
Esta autora trata los tópicos clásicos de la Psicología Diferencial y dedica tres
capítulos a las diferencias raciales y culturales. Aunque el enfoque que propone está
en la actualidad desfasado, permite identificar determinados sesgos metodológicos
que han estado influyendo en los resultados obtenidos en esas primeras
investigaciones. En el capítulo sobre cultura hace aportaciones interesantes,
integrando la visión de la Psicología y Antropología en el desarrollo emocional,
personal y social de los individuos.
En este manual, la autora dedica un capítulo a las diferencias entre las razas. En él
describe algunas de las investigaciones realizadas en la cultura americana entre los
años 20 y los 60 en las que pretendían demostrar la superioridad de los «blancos»
frente a los «negros». En su enfoque contrarresta los estudios en los que aparecen
diferencias en capacidades o en personalidad, con otros trabajos en los que se
cuestionan estas diferencias según el papel modulador del ambiente.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
c)Las personas tienen una sola identidad social que la proporciona su grupo.
a)Émico.
b)Ético.
a)Los cambios culturales que se producen cuando dos o más grupos culturales
entran en contacto.
c)La percepción que tienen los miembros de una cultura de otra semejante.
a)Los miembros del grupo desean mantener la cultura original y evitan a los otros
grupos.
a)Separación.
b)Marginalización.
c)Conflicto grupal.
14.Según Triandis (1990), las culturas colectivistas tienen entre otras características:
b)Se rigen por las actitudes más que por las normas.
b)Las metas del individuo son compatibles con las del grupo.
c)El grupo proporciona seguridad personal.
b)En las que el individuo tiene alta competitividad y desea adquirir estatus.
c)Las que enfatizan la integridad del grupo sacrificando las metas personales.
a)El nicho ecológico que permite adaptarse a los desafíos y a las condiciones
cambiantes.
a)Es pequeña comparada con la variación que existe dentro de una misma
población.
b)Es mayor que la variación que existe dentro de una misma población.
1. INTRODUCCIÓN
2. RETRASO MENTAL
El retraso mental, aunque también ha sido objeto de estudio desde otras áreas,
interesa de forma importante a la Psicología Diferencial en la medida en que
establece diferencias entre las personas con distintos niveles de inteligencia.
Actualmente, la investigación dedicada al estudio de las personas con retra so mental
pretende profundizar en el conocimiento del desarrollo intelectual y las
potencialidades que puede tener una persona con deficiencias cognitivas (Hodapp y
Zigler, 2001). El estudio de las deficiencias mentales ha sufrido algunos cambios en
los últimos tiempos, tanto desde un punto de vista teórico, como aplicado.
Los primeros estudios conocidos sobre el retraso mental se remontan al año 1552
a.C., concretamente al Papiro Terapéutico de Tebas, sobre la atención a los niños
mentalmente subnormales. Pero no fue hasta el siglo xix cuando hubo una
preocupación seria por la reeducación de las personas con retraso mental. Lightner
Witmer fue, en 1896, una de las primeras figuras de la Psicología que se preocupó por
la deficiencia intelectual (Kinder, 1967). A principios del siglo xx, comenzó el interés
por la clasificación de las personas con deficiencias, siendo Binet el primero en
desarrollar pruebas de inteligencia para evaluar a estas personas. Este autor
clasificaría a los niños con problemas mentales en tres grupos: los atrasados mentales,
los inestables y un grupo mixto donde se daban tanto trastornos mentales como
caracteriales.
En 1910, la American Association for the Study of the Feeble-minded, definió
diferentes niveles de deficiencia mental en función de la edad mental. Tomó el punto
de corte de 12 años como el momento de madurez, o bien un CI de 70, como límite
inferior para la población general. En 1927 y según la English Mental Deficieney Act,
«la deficiencia mental era considerada una condición de desarrollo detenido o
incompleto de la mente, presente antes de los 18 años, ya fuera producida por causas
innatas, por enfermedades o por lesión». En el Statistical Manual for Use of
Institutions for Mental Defectives, se considera que para establecer un diagnóstico de
deficiencia mental, se deberán tener en cuenta todos los datos clínicos relacionados
con el paciente, su capacidad intelectual actual, sus reacciones emocionales, su
conducta general y adaptación social, sus antecedentes sobre la herencia biológica y
social, y su historia de desarrollo genético, incluyendo, los acontecimientos que
habrían afectado a su desarrollo físico, social y emocional (Kinder, 1967).
El término de deficiencia mental ha sido propuesto por la OMS, y atribuía las causas
de dicha deficiencia a un desarrollo psicológico incompleto, con ausencia de
capacidad o de inteligencia general. Además, utilizó el término Oligofrenia, para hacer
referencia al síndrome con insuficiencia intelectual como síntoma fundamental, al que
también se asocian perturbaciones del desarrollo, del aprendizaje y del ajuste social y
familiar. Posteriormente, el término deficiencia se modificó, pasando a denominarse
retraso mental, que se entiende como un funcionamiento intelectual y una conducta
adaptativa significativamente inferiores al promedio de la población general.
Las últimas etapas del interés por el estudio del retraso mental han marcado un cambio
importante en la concepción del mismo. Así, la denominación ha pasado de términos
como morón, mongólico, idiota, imbécil, o débil mental, a denominaciones como
deficientes mentales o, por último, a personas con retraso mental. Hasta ese momento
había existido una gran confusión puesto que, como apunta Kinder (1967), el término
de debilidad mental en Estados Unidos era utilizado para cualquier grado de déficit
mental, sin embargo, en Gran Bretaña la debilidad mental hacía referencia a
condiciones de déficit menos pronunciadas, como era el caso de los «morones» o
llamados infantiles en Estados Unidos.
En la segunda mitad del siglo xx se produjo un gran avance de tipo social en cuanto a
la consideración de las personas con deficiencias intelectuales. Avance que tiene que
ver con su reconocimiento como personas de pleno derecho - frente a la concepción
que se tenía de ellos como degenerados - admitiéndose además su necesidad de recibir
atención comunitaria para lograr la máxima adaptación y autonomía personal. El
criterio sociológico ha constituido una herramienta fundamental para describir los
distintos tipos de retraso mental, además de influir sobre la planificación de programas
de rehabilitación. Como una extensión del criterio sociológico, podemos tener en
cuenta el criterio administrativo, que depende en gran medida del apoyo de las
instituciones para la mejora de las personas con retraso.
El criterio legal-sociológico es una combinación de los dos anteriores y considera la
inadaptación social como un índice de incapacidad. El grupo con menos competencias
sería el de retraso mental profundo, que tiene incapacidad para protegerse de peligros
físicos, seguido de las personas con retraso severo, las cuales no tienen posibilidad de
manejar sus propios asuntos y, finalmente, está el retraso mental moderado, que
requiere ciertos cuidados o supervisión para su protección.
Por último, el criterio educativo tiene en cuenta el logro escolar que puede alcanzar
cada tipo de deficiente mental. Se considera que el grupo de mayor retraso no logra
aprender hábitos higiénicos y de autocontrol, el grupo siguiente puede aprender tareas
simples y rutinarias, y el grupo de menor retraso podría llegar a lograr niveles de
lectura y escritura rudimentarios.
Estos cambios que se han dado a lo largo del último siglo se han reflejado en el
cambio de denominación de la Asociación Americana de la Deficiencia Mental, que
cambió su denominación por Asociación Americana del Retraso Mental (AAMR). En
1992 esta asociación publicó la última definición:
Desde algunos contextos se recomienda dejar a un lado las definiciones negativas del
retrasado mental, para poder considerarlo como una persona, no anormal, sino con
unas necesidades distintas, pero que también puede alcanzar su madurez (Bachs,
1980). A partir de esta consideración de retraso mental, el énfasis en los niveles de
déficit se ha difuminado, llegando a adoptarse una definición en términos positivos,
es decir, teniendo en cuenta el nivel de apoyo requerido para funcionar de forma
adaptativa (Andrés, 1997). Se distingue el apoyo intermitente que, aunque actúa de
forma intensa, es puntual, tal como determinado tipo de intervención quirúrgica o
tratamiento médico; el apoyo limitado, o las ayudas restringidas en el tiempo, como
la enseñanza de habilidades de autocuidado o de aseo personal; el apoyo extensivo
que se produce de forma más continuada que los anteriores, pero varía según el
contexto de cada persona, como por ejemplo, el aprendizaje de la lectura braille o el
lenguaje de signos; y, por último, el apoyo permanente, que es continuado en el
tiempo, requiere gran implicación y se hace extensivo a la mayoría de los ámbitos de
la persona, como, por ejemplo, la necesidad de cuidado personal, de evitar peligros,
etc.
-Retraso Mental Profundo: Son personas con una edad mental (EM) de menos
de 3 años o un cociente intelectual (CI) menor de 20. Tienen importantes
déficit orgánicos, sensoriales y afectivos, con ausencia de lenguaje. Al
medirla aptitud social, se encuentra que son personas incapaces de
resguardarse de peligros físicos habituales.
Por lo que se refiere a la etiología del retraso, tras las clásicas distinciones entre la
deficiencia mental hereditaria y adquirida, se introdujeron los términos de deficiencia
primaria, que recogía los casos con causa intrínseca o endógena, y se centra en los
déficit de tipo genético. Y la deficiencia secundaria que incluye a aquellos de origen
extrínseco o exógeno, como en las infecciones encefalítica y meningítica, traumas en
el parto, epilepsia, etc.
Actualmente, se está considerando el retraso mental, más que como una entidad
única, como una integración de varios tipos, muchos de los cuales muestran
características etiológicamente distintas (Hodapp y Zigler, 2001). Aunque durante el
siglo xx ha habido importantes avances médicos y biológicos referidos a la etiología
del retraso mental, todavía hoy se desconoce mucho acerca de la misma, ya que casi
un 50 por 100, no tiene explicación causal conocida. Además, en muchas situaciones,
la etiología es múltiple. Las explicaciones etiológicas que se consideran en la
actualidad son las siguientes:
Tal y como apunta Detterman (1987), además de los grandes progresos médicos
sobre la etiología de la deficiencia mental (Síndrome de Down o Fenilcetonuria), en
este período es cuando surge la revolución cognitiva, que supone un gran avance para
las relaciones entre la Psicología Diferencial y la Psicología Experimental Cognitiva.
La nueva orientación de la Psicología Diferencial Cognitiva va a aplicar los modelos
del procesamiento de la información a personas normales y a personas deficientes,
centrando su interés en el estudio del rendimiento de las personas con retraso mental.
Los modelos que pretenden explicar el retraso mental se han basado en enfoques
evolutivos de la inteligencia o bien en el modelo general de aprendizaje. Como
consecuencia de la consideración psicométrica se ha desechado la aproximación
discreta al estudio de la capacidad intelectual, es decir, a la comprensión del retraso
mental corno una condición cualitativamente distinta de la «normalidad». En lugar de
ello, se ha generalizado un enfoque continuo del rendimiento intelectual;
entendiéndose que por debajo de determinadas áreas que son definidas como norma,
se establece el retraso, sin que ello marque una línea de separación entre dicho retraso
y la ausencia del mismo. Según este criterio, las personas con retraso mental no son
anormales, como habían sido consideradas en un principio (Amelang y Bartussek,
1981).
Con la aplicación del procesamiento de la información al estudio del rendimiento
intelectual, han proliferado tareas donde se mide la velocidad de ejecución. Se ha
encontrado que las personas con retraso mental suelen responder de forma más lenta
que aquéllas sin retraso. Este hecho puede estar sugiriendo que el mecanismo que
subyace en dicha diferencia puede ser global más que específico. El trabajo de revisión
llevado a cabo por Kail, de 45 estudios donde se analiza el tiempo de reacción (TR) en
personas con retraso y en la población general, ha llegado a la conclusión de que el TR
de los retrasados, al igual que el de los normales, se incrementa linealmente según la
dificultad de las tareas. Pero las personas con retraso mental deben tener menos
recursos para la realización de las tareas, lo que hace que la ejecución sea lenta (Kail,
1992). Esto es consistente con el hallazgo previo de Campione y Brown (1977) de que
las personas con retraso utilizan estrategias que requieren esfuerzo, pero es menos
eficaz que el de las personas sin retraso. Así, por ejemplo, en tareas de memoria, es
poco probable que las personas con retraso usen estrategias como la agrupación por
categorías, que ayudan a mejorar la retención.
Por lo que se refiere al rendimiento de las personas con retraso, se han desarrollado
distintas teorías que intentan responder a la cuestión sobre el tipo de déficit que se
dan en estas personas. La Teoría del Desarrollo, es defendida por Zigler (1982) que
considera a la persona con retraso como alguien normal, pero con una tasa de
desarrollo más lenta y, por extensión, con un nivel intelectual menor. Zigler (1986)
postula una definición interaccionista de la inteligencia, incluyendo, además de las
características biológicas, las constitucionales, las genéticas, así como los efectos de
la experiencia. Considera que los aspectos motivacionales pueden alterar el
rendimiento en un test, y esto normalmente no se suele considerar. La Teoría del
Déficit sobre la comprensión del funcionamiento cognitivo de las personas con
retraso mental, defendida por Ellis (1970), entiende que todas las personas
catalogadas corno retrasadas son deficitarias en algún aspecto psicológico específico
o proceso de control. Con una postura intermedia, Detterman (1987) propuso que el
déficit de las personas con retraso se centra en aptitudes específicas que están alejadas
del factor «g», no teniendo que darse un déficit generalizado de todas las capacidades
mentales.
Al analizar la posibilidad de que los niños con retraso mental puedan mejorar sus
capacidades, algunos estudios han encontrado que los niños que vivían en orfanatos,
lograban superar sus retrasos en CI cuando eran adoptados, y esto sucedía en mayor
medida, cuanto antes se producía la adopción. Así, se ha encontrado que los niños
adoptados después de los dos años de edad, continuaron su desarrollo, pero no
modificaron su retraso (Dennís, 1973). Trabajos corno el de García-Alcañiz y Buceta
(1981) realizado en España, refiere mejores niveles de rendimiento académico entre
los 8 y los 10 años de edad para los niños que habían vivido con sus familias, frente a
los que habían estado institucionalizados, pero no se encontraron diferencias en
inteligencia.
También ha existido interés sobre las posibles limitaciones intelectuales en niños con
enfermedades genéticas que conllevan retraso mental, como es el caso de la
Fenilcetonuria (FKU). Ésta es una enfermedad poco común que se hereda como un
rasgo autonómico recesivo, teniendo que transmitir, tanto el padre como la madre, un
gen defectuoso para que el niño resulte afectado. El daño cerebral puede ocasionar
retraso mental en el primer año de vida (el CI oscila entre 45 y 70), alcanzando su
máximo desarrollo aproximadamente a los 7 años; provocando además, trastornos del
movimiento e hiperactividad. Se ha encontrado Loza incidencia diferencial más
intensa de esta enfermedad sobre la capacidad manipulativa de los niños, que sobre la
capacidad verbal (Griffiths, Demellweek, Fay, Robinson, y Davidson, 2000).
En el estudio del retraso mental se han producido grandes cambios. Hoy en día
proliferan los estudios centrados en la adaptación de las personas que sufren algún
déficit cognitivo, así como en su desarrollo. A partir de la expansión del criterio
legal- sociológico y administrativo, existe preocupación por la desinstitucionalización
de las personas con retraso, entendiéndose que estarán mejor en un ambiente familiar.
Convirtiéndose éste en un buen indicador de calidad de vida, ya que se han
encontrado tasas más bajas de mortalidad entre las personas con retraso mental que
viven en su ambiente comunitario que entre las que viven en instituciones destinadas
a acogerles (Strauss y Kastner, 1996). El Movz=miento de Normalización ha
progresado con la organización de congresos y actos referidos a este hecho, hasta
culminar en 1990 con el Individuals With Disabilities Education Act (IDEA) cuyo
objetivo principal fue la intención de educar a los niños con retraso en el ambiente
menos restringido posible.
3. EXCEPCIONALIDAD MENTAL.
Dado que se ha asumido que las personas excepcionales deben presentar una
capacidad intelectual superior, se ha planteado que se debe establecer un punto de
corte para establecer cuándo y cómo se puede afirmar que una persona presenta dotes
intelectuales superiores. Según la consideración de Terman, este concepto era
utilizado para describir a cualquier individuo poseedor de una elevada aptitud
intelectual general, equivalente a un cociente intelectual superior a 135. Sin embargo,
otras aportaciones, como la de Hollingworth, afirmaban que únicamente podemos
acercarnos a la genialidad a partir de un cociente de inteligencia superior a 180
(Hollingworth, 1942).
Desde las últimas décadas del siglo xx ha existido un gran interés por las
posibilidades potenciales de los genios, de tal forma que el tradicional énfasis puesto
sobre la identificación y la etiología de la genialidad se ha difuminado, en cierto
modo. Aunque la dotación intelectual no es totalmente producto de la influencia que
ejerce el nivel de la práctica (Winner, 2000), hoy en día se han desestimado los
puntos de vista sobre la diferenciación cualitativa de las personas excepcionales
frente a las normales, las influencias psicoanalíticas y, por supuesto, las teorías
patológicas.
-Talento: Una persona con talento es aquella que ha desarrollado una habilidad
específica en algún área de estudio, sea técnica, artística o profesional.
Dicha habilidad se adquiere y perfecciona por medio del entrenamiento.
Este caso representaría el opuesto a una infradotación parcial, siendo la
distribución de recursos intelectuales menos regular que en el caso del
superdotado, pero existiendo una o varias áreas con un mayor número de
recursos.
La cuarta toma de datos tuvo lugar treinta y cinco años después del
primer contacto, contando las personas de la muestra con más de 40
años. También en esta etapa se comprobó una superioridad de las
personas del estudio con respecto a su capacidad profesional. Así, por
ejemplo, se dio mayor proporción de graduaciones en la Universidad y
mejores calificaciones. Además, realizaron más publicaciones de
carácter científico, técnico y artístico.
Algunos autores (veáse Kulik y Kulik, 1982, 1984; Zeidner y Schleyer, 1999)
consideran que el hecho de situar al alumnado excepcional en clases especiales se
convierte en un arma de doble filo, ya que puede producir un mayor rendimiento
académico, pero también puede resultar una amenaza para ciertos aspectos
psicológicos de su madurez personal. Sin embargo, en algunos casos, como en el
SMPY, no se pudieron observar efectos negativos a largo plazo sobre la adaptación
psicológica (Richardson y Benbow, 1990). No cabe duda de que ésta es un área
importante que se ha de promover desde el ámbito educativo, no sólo para optimizar
las capacidades que manifiestan las personas intelectualmente brillantes, sino también
para valorar hasta qué punto los efectos de dichas intervenciones no son
contraproducentes, para así, asegurar la estabilidad psicológica de las personas
intelectualmente superiores.
4. INTELIGENCIA Y RENDIMIENTO ACADÉMICO
En los estudios clásicos sobre las relaciones entre logro escolar y variables de
personalidad, se ha encontrado que el autoconcepto, entendido como una auto-imagen
positiva, se asocia con ejecución académica (Shavelson y Bolus, 1982; Song y Hattie,
1984). Además, cuando se controla la capacidad intelectual, también se ha hallado
que la introversión/extraversión mantiene cierta relación con el logro. Aunque en
algunos estudios clásicos se ha obtenido que los jóvenes más introvertidos suelen
lograr mejor rendimiento académico (Butcher, 1968; Naylor, 1972) actualmente no
hay conclusiones definitivas sobre esta relación (Ackerman y Heggestad, 1997;
Farsides y Woodfield, 2003; Furnhar y Mitchell, 1991; Halarnandaris y Power, 1999;
Heaven, Max, Barry y Ciarrochi, 2002). Y algunos estudios han hallado relaciones
positivas entre logro escolar y extraversión (De Fruyt y Mervielde, 1996).
5. CONCLUSIONES.
Porque, como afirma Brody (1992), la puntuación en los test de inteligencia no sólo
se relaciona con los índices de logro académico, sino con los años de educación
recibidos y éstos, a su vez, con el estatus laboral. Las jerarquías de dicho estatus
correlacionan positivamente con los años de educación requeridos para formar parte
de una ocupación determinada. Por tanto, si el CI se relaciona con el número de años
de educación que una persona recibe, las medidas del CI también deben relacionarse
con el nivel laboral de una persona.
LECTURAS RECOMENDADAS
Este manual incluye un capítulo referente al tema del logro escolar y las aptitudes
y habilidades especiales. Su aproximación representa un buen modo de abordar tanto
la medida como la predicción del logro escolar.
Este texto incluye los contenidos clásicos sobre el retraso mental, la superdotación
y las diferencias en rendimiento escolar y aptitudes y talentos específicos. Presenta
los tipos de investigación llevados a cabo con personas deficientes y con personas
consideradas genios.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
8.La teoría del desarrollo de Zigler, considera a las personas con retraso mental:
a)Normales, pero con una tasa de desarrollo más lenta y un nivel intelectual
menor,
c)Con déficit en aptitudes específicas que están alejadas del factor «g».
a)Es un genio.
b)Debe tener, además, talento.
a)Se sustentan en los mismos que los utilizados para los genios.
c)Se halló una ligera disminución del CI tras la primera toma de contacto.
14.El estudio (SMPY) llevado a cabo en la Universidad de Johns Hopkins tenía como
objetivo:
b)No existe.
16.Una razón por la que la relación entre motivación y logro no es consistente es:
20.Un aspecto familiar que se asocia positivamente con el rendimiento académico es:
1. INTRODUCCIÓN
Sin ser reduccionistas lo que, según algunas creencias, nos llevaría a limitar en
última instancia la Psicología a la Biología, podemos afirmar que el perfil psicológico
de las personas es, tanto el resultado de predisposiciones hereditarías, como el
producto final de una serie de experiencias únicas. Además, como afirman Lewontin,
Rose y Kamin (1984) no es posible encontrar ningún comportamiento social humano
significativo estructurado en nuestros genes que no pueda ser modificado y moldeado
por el condicionamiento social. Y, corno Plomin (1994) sugiere, además de hablar de
medio ambiente, debernos centrarnos en estudiar la experiencia que cada individuo
vive en su ambiente particular.
A pesar de los argumentos esgrimidos por distintos autores que defienden la idea
del determinismo biológico, la noción de una psicología de las diferencias humanas,
producto exclusivamente de la determinación genética, no se sostiene.
Entre los años 1870 y 1920 Galton inició sus estudios de familias sobre la
inteligencia, donde analizaba los mecanismos genéticos de la herencia, estableciendo
que la deficiencia en las capacidades intelectuales era producto de la genética. Desde
la década de los años 20 hasta los años 60, con los estudios de gemelos y los estudios
de adopciones, que pretendían separar los efectos del ambiente y de la herencia y el
cálculo de un índice de heredabilidad, se comienza a defender la determinación
ambiental de las capacidades intelectuales.
Quizás uno de los avances más importantes para la investigación en las causas de
las diferencias individuales es el hecho de que este proyecto integrará la investigación
de distintas áreas de las ciencias sociales, desde los estudios sobre conducta normal y
anormal, hasta las diferencias entre el comportamiento humano y animal, así como el
conocimiento preciso sobre la influencia del ambiente (Plomin, 2002).
3. GENÉTICA DE LA CONDUCTA
La Genética de la Conducta, que cristalizó como ciencia a partir de los años 60, ha
basado su objetivo en el estudio causal de las variaciones comportamentales
hereditarias de los organismos vivos. Se centra en el análisis de las diferencias
individuales de una determinada población. La gran aportación de esta disciplina es el
desarrollo de modelos lineales de descomposición de la varianza fenotípica para un
rasgo dado, en componentes de varianza genética, de varianza ambiental, de varianza
de interacción entre ambas, además de la formulación del coeficiente de
heredabilidad.
Plomin, DeFries y McClearn (1990) afirman que los genes son enlaces químicos
que codifican la producción de proteínas y regulan la actividad de otros genes,
formando parte de ese proceso todos los aspectos de los seres humanos, incluyendo
los rasgos psicológicos. Hay que tener en cuenta que la relación genes-conducta no es
directa, sino que se produce a través de los sistemas fisiológicos. Cuando se analiza la
influencia de la genética sobre la conducta, se pueden distinguir tres enfoques
(Plomin, DeFries, McClearn y McGuffin, 2001):
Por otro lado, estos primeros enfoques emplearon el modelo aditivo, con el que
pretendían conocer qué porcentaje de varianza correspondía a variables genéticas y
cuál a variables ambientales. Actualmente, se defiende un modelo interactivo que
propone la existencia de fenotipos diferentes para distintos genotipos en un único
ambiente, y de distintos fenotipos para un mismo genotipo en distintos ambientes.
Así, incorporan el componente de interacción genotipo x ambiente en la ecuación
sobre la varianza fenotípica, resultando:
Si bien son import antes los análisis genéticos para conocer cuán
heredable es una característica psicológica como la inteligencia, quizás
lo sea más, para contribuir al estudio sobre el desarrollo de la misma
(Goldsmith, 1988). Pero, el estudio de la heredabi idad de forma aislada
tiene poco sentido, si no se considera además, cómo reaccionan los
genotipos ante determinados tipos de medio ambiente. En inteligencia,
los estudios que han analizado la heredabilidad, han encontrado que las
estimaciones varían entre el 40 y el 80 por 100; y que, globalmente, los
genes dan cuenta de alrededor de un 50 por 100 de varianza para el
factor «g». Sin embargo, el cálculo del índice de Heredabilidad ha
comenzado a utilizarse menos, y últimamente se ha pasado a los
Modelos de Ecuaciones Estructurales, con el objetivo de realizar
observaciones en condiciones reales, no manipuladas.
Diseños de gemelos
Otro estudio de este tipo ha sido llevado a cabo en Suecia y es el denominado: The
Swedish Adoption/Twin Study of Aging (SATSA). A pesar de contar con ciertas
ventajas en cuanto al diseño y al procedimiento frente al de Minnesota, no ha recibido
la misma atención desde los medios de comunicación. El SATSA tomó su muestra de
un registro nacional de gemelos. La muestra del grupo control de los gemelos criados
juntos fue homogeneizada en cuanto a edad, sexo y cigosidad, con la muestra de los
gemelos criados por separado. Los resultados hallaron una parte importante de
varianza genética para las ca pacidades cognitivas, estimándose el índice de
heredabilidad en un 81 por 100 (Pedersen, Friberg, Floderus-Myrhed, McClearn y
Plomin, 1984).
Spinath, Ronald, Harlaar, Price y Plomin (2003) seleccionaron a cerca de siete mil
pares de gemelos entre 2 y 4 años, y encontraron que, aproximadamente, el 25 por
100 de la varianza fenotípica era explicada por factores genéticos, mientras que dos
tercios de la misma, fueron explicados por las influencias del ambiente compartido.
Aunque, la influencia de dicho ambiente compartido sobre la inteligencia fue
declinando a medida que transcurría la adolescencia hasta la edad adulta, en que
descendió a niveles muy bajos (Spinath y cols., 2003). La disminución de la
influencia del ambiente compartido ha sido evidenciada en otros estudios (Plomin y
Daniels, 1987; Rowe y Plomin, 1981). Se ha encontrado que a medida que los
gemelos crecen evolucionan por separado; es decir, la similitud entre ellos disminuye
a medida que tienen más edad. Esto parece estar propiciado por las experiencias que
cada uno puede vivenciar en un determinado ambiente específico o no compartido, y
hace que la diferencia entre ellos se haga paulatinamente mayor (McCartney, Harris y
Bernieri, 1990). Así ocurrió en el estudio de Louisville sobre gemelos monocigóticos
y dicigóticos, en el que estos últimos se fueron diferenciando en el CI a medida que
transcurría el tiempo. Sin embargo, los gemelos monocigóticos mostraron el patrón
opuesto, es decir, a medida que tenían más años, manifestaban capacidades
intelectuales más similares (Wilson, 1983). Algunas explicaciones sobre el
incremento de la similitud a medida que transcurre el tiempo, se basan en la
correlación genes-ambiente activa, es decir en el hecho de que los individuos
genéticamente idénticos buscan y crean ambientes que correlacionen con su identidad
genética (Plomin, 1999).
Los estudios con gemelos idénticos presentan algunas limitaciones que impiden
establecer conclusiones definitivas. Es probable que estos estudios subestimen la
contribución de algunos factores asociados no estrictamente genéticos (Hughes y
Cutting, 1999). Se incluyen aquí los trastornos surgidos de una gestación atípica, que
pueden producir diferencias entre los gemelos monocigóticos (Phillips, 1993).
También se pueden dar diferencias nucleares que surgen de una mutación genética o
de una pérdida o ganancia cromosómica cuando el cigoto se divide, las diferencias
citoplasmáticas que son ocasionadas por genes nocivos que actúan de forma diferente
en los dos organismos, las diferencias embrionarias generadas por errores que surgen
de una división tardía, y, quizás lo más común, las diferencias nutricionales debidas a
deficiencias relacionadas con el desarrollo placentario (Kline, 1991). También puede
influir que entre un 60 y un 70 por 100 de los gemelos comparten la placenta y el
corion o membrana fetal exterior, que puede dar lugar, en un 15 por 100 de los casos,
a un síndrome de transfusión donde un gemelo desvía sangre y nutrientes al otro,
produciéndose una frecuente prematuridad en los gemelos. Queda todavía por
esclarecer el grado en el cual este hecho se asocia a similitudes o diferencias
adicionales, por ejemplo en las capacidades cognitivas (Rose, 1995). En un estudio
relativamente reciente se encontró que los gemelos monocigóticos-monocoriónicos se
parecen más que los monocigóticos-dicoriónicos en la capacidad espacial evaluada a
través de la construcción de bloques (Spitz y cols., 1996). Aunque todos estos hechos
citados pueden contribuir al desarrollo de diferencias cognitivas en los gemelos
monocigóticos, en condiciones normales éstos suelen compartir ambientes prenatales
y perinatales muy similares y, aunque resulta un tema importante para abordar,
todavía existe poca evidencia en la investigación de que el ambiente compartido tan
tempranamente contribuya a la varianza de los rasgos psicológicos (Bouchard y cols.,
1990).
Otras cuestiones críticas en el enfoque del diseño de gemelos criados juntos, frente
a los que se han criado por separado, es que se han utilizado corno estimación
diferencial de la influencia de la varianza genética y de la ambiental, partiendo del
grado de similitud ambiental cuando viven juntos, supuestamente común para
gemelos monocigóticos y para dicigóticos (Plornin, DeFries y McClearn, 1990). Este
hecho ha sido cuestionado por algunos autores (Joseph, 1998), ya que se ha podido
comprobar que los monocigóticos experimentan ambientes que son generalmente más
similares entre sí, que los que experimentan los gemelos dicigóticos (Karnin y
Goldberger, 2002). Según Plomin (1999), este hecho podría estar propiciado por la
identidad genética, que influye sobre los individuos para buscar ambientes más
similares. Pero también el hecho de convivir con gemelos monocigóticos puede
influir sobre las personas que les rodean, que al verles idénticos, les tratan de modo
similar y asumen que ellos quieren que así sea, lo que, en definitiva, propicia que esos
ambientes sean más similares.
A partir de estos hechos se deduce que resulta difícil aislar los efectos de la
genética de los del ambiente, porque ambos interactúan en todo momento,
influyéndose recíprocamente, lo que hace poco probable discernir entre ambos para
conocer la contribución relativa de cada uno de ellos.
Diseños de adopción
Este tipo de diseños han analizado la relación de las variables psicológicas entre
hermanos adoptados, entre hijos y padres adoptivos, entre hijos y padres biológicos,
etc. Y requieren haber seleccionado a niños adoptados que hayan sido separados de
sus padres biológicos en el nacimiento o pocos días después, para controlar el efecto
de la influencia ambiental. En los últimos años se han publicado estudios realizados a
gran escala sobre niños adoptados, como es el caso del estudio de Texas, el de
Colorado, o el SATSA de Suecia.
5. CONCLUSIONES
LECTURAS RECOMENDADAS
ANDEI2soN, M. (ed.), Desarrollo de la inteligencia. Estudios sobre la psicología
del desarrollo, Méjico D. E, Oxford University Press, 2001.
CUESTIONARIO DE AUTOEVALUACIÓN
c)Varianza del ambiente pasivo, del ambiente activo y del ambiente reactivo.
b)Consisten en la comparación del núcleo familiar con los relativos más alejados.
c)Se llevan a cabo con niños gemelos que han convivido siempre juntos.
b)El hecho de que muchos no han convivido juntos y esto sesga los resultados.
15.Uno de los sesgos de los diseños de adopción resulta del hecho de que:
a)Se trata de hijos de personas que pueden presentar alguna incapacidad
intelectual.
17.La heredabilidad:
c)Los gemelos monocigóticos eran más similares en CI con el paso del tiempo.
20.Según Plomin (1999), los estudios sobre el origen de las diferencias individuales:
-(1993), The lenses of gndrr. Transforming the debate on sexual inequality, New
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(1981), Cognitive styles: Essence and origins field dependence and field
independence, Nueva York, International Universities Press.
i Mantenemos los términos en inglés «emic» y «etic» por considerar que describen
mejor la aproximación teórica del autor. Emics se aplica a la sociedad en particular y
etics a los aspectos universales del mundo que operan en más de una sociedad.
Índice
PREFACIO, por M.' Pilar Matud 6
CAPITULO PRIMERO.-HISTORIA Y CONCEPTO DE LA
PSICOLOGÍA DIFERENCIAL, Rosario J.Marrero y Mónica 8
Carba
CAPITULO II.-MODELOS FACTORIALES DE
33
INTELIGENCIA, Rosario J.Marrero
CAPITULO 111.-MODELOS COGNITIVOS DE
61
INTELIGENCIA, Mónica Carballeira y Rosario J.Marrero
CAPITULO IV-OTROS MODELOS DE INTELIGENCIA, M.'
80
Pilar Matud
CAPITULO V.-ESTILOS COGNITIVOS, M.' Pilar Matud 107
CAPITULO VI.-CREATIVIDAD, M.' Pilar Matud 129
CAPITULO VII.-GÉNERO, M.' Pilar Matud 145
CAPITULO VIII.-EL ESTUDIO DE LAS DIFERENCIAS
ENTRE MUJERES Y HOMBRES EN LA INVESTIGACIÓN 173
PSICOLÓGICA
CAPITULO IX.-DIFERENCIAS CULTURALES, Rosario
199
J.Marrero
CAPITULO X.-RETRASO Y EXCEPCIONALIDAD
219
MENTAL, Mónica Carballeira
CAPITULO XI.-HERENCIA-AMBIENTE: ORIGENES DE
243
LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES, Mónica Carballeira
BIBLIOGRAFIA 264
A finales de los años 60, John Berry plantea que el estudio de la
conducta debe realizarse dentro de 302