Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Las hipótesis sobre la etiología del trastorno antisocial son variadas, con una tendencia a planteamientos
multicausales que contemplan aspectos genéticos, neurobiológicos, neuropsicológicos, sociales o
evolucionistas (Wolman, 1999). Sin embargo, parece existir, hoy en día, cierto consenso en la
diferenciación de los trastornos antisociales entre primarios y secundarios (Reid, Walter y Dorr, 1986). Así,
los primeros se caracterizarían por una aparente ausencia de ansiedad o culpa por su conducta amoral o
asocial, es decir se consideraría que carecen de juicio social. Los segundos, sin embargo, son capaces
de sentir culpa y remordimiento intentándose explicar su conducta como secundaria a un déficit en control
de los impulsos e inestabilidad emocional.
Asimismo conviene destacar el hecho de que el trastorno antisocial se ha relacionado excesivamente con
aspectos conductuales descuidando los aspectos emocionales del trastorno. En este línea, Cleckley en su
libro de 1941” The mask of sanity” ya planteaba que el déficit en estos sujetos se sitúan en la esfera
emocional describiendo como sus principales rasgos la ausencia de sentimientos de culpa, incapacidad
1
para amar, impulsividad, superficialidad emocional o incapacidad para aprender de la experiencia
(Checkley, 1941; Dolan y Cord,1993; Hare y Cox, 1978; Rogers, Salekin, Sewell y Cruise, 2000).
Los estudios acerca del funcionamiento neuropsicológico de los psicópatas prototípicos asocian los déficit
observados a daños en el córtex prefrontal ventromedial y dorsolateral. Se presupone que las FE es
encuadrable en los lóbulos frontales y, más concretamente, en las regiones más anteriores, es decir, las
áreas prefrontales, y sus conexiones recíprocas con otras zonas del córtex cerebral y otras estructuras
subcorticales, como los núcleos de la base, núcleo amigdalino, estructuras diencefálicas y cerebelo.
Recordemos que las funciones ejecutivas se ha asociado a tres zonas cerebrales distintas: 1) la corteza
dorsolateral, 2) la corteza orbitofrontal y 3) el córtex cingulado anterior.
En cuanto a los aspectos neuropsicológicos son diversos los estudios que han intentado establecer
relación entre el trastorno antisocial de la personalidad y los denominados procesos ejecutivos aunque
casi siempre con resultados contradictorios o poco consistentes. Esto es debido, entre otros factores, a
que el término funciones ejecutivas hace referencia, de forma genérica, al control de la cognición y a la
regulación de la conducta a través de diferentes procesos íntimamente relacionados entre sí. De hecho
en las dos últimas décadas este término se ha utilizado para describir un conjunto demasiado amplio de
procesos tales como la resolución de problemas, la planificación, el inicio de la actividad, la estimación
cognitiva, la memoria prospectiva, etc. De este modo, el término funciones ejecutivas recoge un número
tan amplio de procesos cognitivos que ha llegado a convertirse en un paraguas conceptual lo que le ha
llevado a perder operatividad y que exige una clarificación e integración conceptual (Tirapu, Muñoz-
Céspedes y Pelegrín, 2002).
Por otro lado, la hipótesis del marcador somático formulada por Damasio (Damasio 1994) arroja cierta luz
sobre las alteraciones neuropsicológicas subyacentes a los trastornos antisociales. Esta hipótesis plantea
que durante los procesos de aprendizaje estados somáticos emocionales positivos o negativos marcan y
por tanto evalúan los acontecimientos. Cuando estos estados somáticos son posteriormente reactivados
por situaciones análogas a las previas, no solo actúan señalando el valor de una determinada percepción,
sino también, y más importante, nos guían a seleccionar la conducta a seguir.
Esta hipótesis trata de explicar la implicación de algunas regiones del córtex prefrontal en el proceso de
razonamiento y toma de decisiones y se desarrolló buscando dar respuesta a una serie de observaciones
clínicas en pacientes neurológicos afectados de daño frontal focal. Este grupo particular de pacientes
cometen errores en su toma de decisiones, errores que no pueden ser explicados en términos de defectos
en el razonamiento, toma de decisiones, capacidad intelectual, lenguaje, memoria de trabajo o atención
básica. Sin embargo sus dificultades son obvias en el funcionamiento cotidiano presentando severas
dificultades en el dominio personal y social.
El planteamiento del marcador somático parte de algunas asunciones básicas que deben aceptarse para
dotar de cierta verosimilitud a esta hipótesis tan sugerente: a) el razonamiento humano y la toma de
decisiones dependen de múltiples niveles de operaciones neurobiológicas algunas de las cuales ocurren
en la mente y otras no, las operaciones mentales dependen de imágenes sensoriales las cuales se
sustentan en la actividad coordinada de áreas corticales primarias; b) todas las operaciones mentales
dependen de algunos procesos básicos como la atención y la memoria de trabajo; c) el razonamiento y
toma de decisiones depende de una disponibilidad de conocimiento acerca de las situaciones y opciones
para la acción, este conocimiento estas almacenado en forma de disposiciones en la corteza cerebral y en
2
núcleos subcorticales y d) el conocimiento se puede clasificar como conocimiento innato y adquirido (
estados corporales y procesos biorreguladores incluidas las emociones), conocimiento acerca de hechos,
eventos y acciones (que se hacen explícitas como imágenes mentales), la unión entre conocimiento
innato y conocimiento “acerca de” refleja la experiencia individual y la categorización de este conocimiento
nos otorga nuestra capacidad de razonamiento (Damasio,1994; Damasio, Tranel y Damasio, 1990,1991).
En definitiva, esta hipótesis trata de explicar el papel de las emociones en el razonamiento y toma de
decisiones (muy relacionado con las denominadas funciones ejecutivas). Las observaciones de este autor
señalaban que pacientes que padecían daño cerebral adquirido en la corteza prefrontal ventromedial
realizaban adecuadamente los test neuropsicológicos de laboratorio pero tenían comprometida su
habilidad para expresar emociones. Si ante un perfil cognitivo conservado el sujeto presenta dificultades
en la toma de decisiones hemos de deducir que el problema no solo compete al mero procesamiento de
la información y que deben existir otros aspectos o factores que están incidiendo en el problema.
3
fumadores de tabaco tras sufrir un daño en la ínsula, ven que su adicción al tabaco desaparece. Esto
sugiere un importante papel de la ínsula en los mecanismos neurobiológicos de la adicción a la nicotina y
otras drogas y convierte esta área en objetivo para el desarrollo de investigación de nuevos fármacos
antiadictivos.
La corteza cingulada anterior, por su parte, contribuye operando como un dirimidor de conflictos entre las
respuestas emocionales que provienen de la amígdala y las respuestas racionales que provienen del
córtex prefrontal dorsolateral (en la zona de la sien) actuando también en procesos en los que se debe
inhibir una respuesta. Para terminar la corteza frontal ventromedial sería el lugar en el que se
encuentran y se sientan a negociar el razonamiento y las emociones para orientarnos en la toma de
decisiones (recuerde el capítulo sobre la inteligencia), incluso algunos autores identifican esta región con
el cerebro “moral” y la empatía. Cómo observará el lector la diferencia entre el cingulado anterior y la
corteza ventromedial es que esta se activa ante decisiones en las que debe valorarse consecuencias
futuras y aquella se activa cuando la conducta en curso debe ser modificada con inmediatez.
Otro aspecto interesante que ha generado múltiples estudios es la relación existente entre las diferentes
áreas cerebrales y la emoción y más concretamente si cada hemisferio cerebral está especializado en
algún tipo de emoción. De hecho, se han planteado dos hipótesis acerca de la participación diferencial de
ambos hemisferios cerebrales La primera de las hipótesis considera que el hemisferio no dominante
(derecho) presenta una superioridad para el reconocimiento de la información emocional así como para la
regulación del estado de ánimo y del afecto. Los resultados de los estudios que han empleado medidas
electrofisiológicas de la actividad cortical han mostrado una mayor activación del hemisferio derecho en
distintas condiciones experimentales como, por ejemplo, durante la autoinducción de estados
emocionales, durante la visión de material visual emocional y durante el recuerdo de experiencias
emocionales En una interesante revisión de 49 estudios llevada a cabo por Joan Borod, Cornelia
Haywood y Elissa Koff, las autoras concluyen que la parte izquierda de la cara es juzgada por los sujetos
experimentales como más intensa expresivamente que la hemicara derecha, apuntando hacia una
superioridad del hemisferio derecho.
4
una mayor activación de las regiones frontal y temporal izquierdas, mientras que las imágenes
desagradables provocan una mayor activación de la circunvolución frontal inferior y de la circunvolución
recta del hemisferio derecho.
Continuando con estudios sobre neuroimagen y trastorno antisocial Kiehl et al encontraron que en el
procesamiento de estímulos emocionales los pacientes con un trastorno antisocial activaban un circuito
frontotemporal en lugar del circuito límbico encargado de las emociones compuesto por el hipocampo y la
amígdala que se activaban en sujetos sanos. Esto estaría indicando, probablemente, un estilo de
procesamiento anormal y una demanda anormal de recursos cognitivos para el procesamiento emocional
en estos sujetos, debido aun mal funcionamiento original del sistema límbico. Puesto que el hipocampo y
la corteza prefrontal participan en la formación de las respuestas del miedo al contexto, los pacientes
con este trastorno de personalidad podrían ser insensibles a aquellas señales del entorno que predicen el
castigo.
Los estudios con resonancia magnética (RM) encuentran una reducción del volumen de corteza prefrontal
en sujetos diagnosticados de trastorno antisocial de personalidad, estimándose la cuantía de la misma en
un 14 % aproximadamente. Los principales datos sobre posibles afectaciones cerebrales a nivel funcional
en los psicópatas proceden de estudios que han empleado la tomografía por emisión de positrones (TEP).
Así, se ha encontrado que los actos impulsivos con correlatos agresivos crecen a medida que baja la
cantidad de glucosa en la corteza frontal en pacientes con trastornos de la personalidad. Comparando
asesinos con personas “normales” en tareas de atención visual que inducen activación de la región
prefrontal del cerebro para la vigilancia se apreció hipometabolismo frontal de los “asesinos” frente a los
“control”. En sujetos antisociales han aparecido cambios en la activación cerebral en las áreas asociadas
con el procesamiento emocional, incluyendo el córtex prefrontal, la amígdala y otros componentes del
sistema límbico. Además, había anomalías funcionales subcorticales en la amígdala, el hipocampo y el
tálamo, con una baja activación en el lado izquierdo cerebral. Estas estructuras formarían parte del
sistema límbico (expresión emocional), relacionándose su anormalidad de respuesta a deficiencias en la
emisión de respuestas condicionadas al miedo y deficiencias en el aprendizaje de la experiencia,
conductas correlacionadas con manifestaciones violentas antisociales y que suponen una expresión
comportamental disejecutiva. El funcionamiento de la corteza orbitofrontal derecha está disminuido en un
14,2% en sujetos que han cometido asesinatos. Estos resultados son consistentes con la hipótesis de un
empleo de estrategias cognitivas no límbicas para el procesamiento del material afectivo por parte de los
criminales psicópatas.
En estudios con tomografía con emisión de fotón único (SPECT) se han encontrado también resultados
importantes. En un estudio en el que se sometió a dos grupos de sujetos (psicópatas y control) a una
tarea de decisión léxica con palabras de contenido neutro y emocional así como conjuntos de letras sin
sentido, se requería a los mismos (en dos fases distintas) que determinaran lo más rápidamente posible
cuáles de las letras que aparecían unos milisegundos en la pantalla del ordenador formaban o no una
palabra. El flujo sanguíneo cerebral relativo (FSCr) del grupo compuesto por psicópatas
drogodependientes (identificados con la PCL-R) era superior en las regiones occipitales, siendo menor en
las regiones frontal, temporal y parietal, en comparación al grupo control. Estas hipoperfusiones frontales
son también evidentes en sujetos alcohólicos con trastorno de la personalidad antisocial en comparación
con otros sujetos sin dicho trastorno.
Utilizando la resonancia magnética funcional (RMf) se ha intentado comprobar la hipótesis de que los
psicópatas tienen asociadas anormalidades en la función de estructuras del sistema límbico y del córtex
frontal mientras están procesando estímulos afectivos. Se ha encontrado una actividad menor en los
psicópatas localizada en la formación hipocámpica amigdalina, el giro parahipocampal, el núcleo estriado
5
ventral y el giro cingulado anterior y posterior con respecto a criminales no-psicópatas y sujetos control no
criminales. Los estudios funcionales y estructurales proporcionan apoyo para la disfunción en los circuitos
fronto-límbicos en el trastorno de la personalidad antisocial y también en el trastorno límite de la
personalidad
Estudios animales realizados con gatos han demostrado que el hipocampo participa en la regulación de
la agresión y que las ratas con lesión perinatal del hipocampo presentan una conducta más agresiva. En
este sentido, estos pacientes podrían estar sufriendo una alteración en el desarrollo de las asimetrías
normales del sistema límbico y le hipocampo lo que les predispondría a no poder emitir respuestas de
miedo con normalidad ante señales del ambiente predoctoras de castigo. De acuerdo con esta hipótesis
también se conoce que estos sujetos presentan un condicionamiento de miedo defectuoso.
CONCLUSIONES
1.- Los TAP no presentan alteraciones en su capacidad intelectual, ni déficits en funciones cognitivas que
puedan explicar el origen del descontrol de su conducta. Asimismo posee conocimiento sobre las normas
sociales.
2.- Las conductas que presentan los TAP pueden ser explicadas desde la hipótesis del “marcador
somático” relatadas en este trabajo
6
3.- Aunque el propósito de la neuropsicología es clarificar si existe una base orgánica que pueda explicar
su comportamiento creemos que este planteamiento no es el más correcto ya que la distinción entre
“orgánico” y “funcional” resulta engañosa. Cuando hablamos de organicidad parece que hacemos
referencia a un modelo basado en la existencia de lesiones estructurales en el cerebro que pueden ser
objetivadas en pruebas de neuroimagen estructural (T.A.C. y R.N.M.) cuando debemos plantearnos que lo
que puede estar manifestándose es una alteración funcional en el mismo. En este caso nos hallaríamos
ante una hipofunción del córtex prefrontal que afectaría al razonamiento-toma de decisiones relacionado
con la emoción-sentimiento.
4.- A la luz de estos planteamientos consideramos que podemos comenzar a establecer alguna
diferenciación entre los conceptos de inteligencia y voluntad. En la actualidad es muy frecuente encontrar,
sobre todo en los peritajes judiciales, un apriorismo que tal vez no sea cierto y que puede enunciarse de
la siguiente manera: “los sujetos inteligentes tienen su voluntad intacta ya que su capacidad de
razonamiento se encuentra preservada”.