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TEMA 4- ANTONIO MACHADO Y JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

4.1--Antonio Machado

Su lengua poética se formó en ciertas direcciones del Modernismo y del Simbolismo. Las huellas de
este punto de partida no desaparecerán nunca de sus poemas, sin embargo, Machado emprendió
pronto una empresa de depuración estilística que le llevaría a alcanzar una sobriedad y una densidad
excepcionales.

En los años en que triunfa el Modernismo, aparece primero Soledades (1903) y luego Soledades,
galerías y otros poemas (1907), donde se puede apreciar la huella de Rubén, pues a pesar de su
tendencia a la sobriedad expresiva es mucho lo que hay de Modernismo, pero de un Modernismo
intimista, con esa veta romántica que recuerda a Bécquer o a Rosalía. Predominan en la obra
sentimientos universales que conciernen, sobre todo, a tres temas: el tiempo, la muerte y Dios. Pero
también hay nostálgicos recuerdos de la infancia, finísimas evocaciones del paisaje y un amor más
soñado que vivido. Se aprecian también valores simbolistas: la tarde, el agua, la noria, las
galerías…constituyen símbolos de obsesiones íntimas.

Del Simbolismo y del Modernismo le vienen igualmente a Machado su preferencia por ciertos tipos
de ritmo, como versos dodecasílabos y alejandrinos. Sin embargo, ya se observa el gusto por formas
más sencillas, como la silva. También en el léxico apreciamos la huella del modernismo.

El Machado más noventayochista es el de Campos de Castilla. Se publica este libro en 1912, poco
antes de la muerte de su mujer, Leonor, (se incrementará con nuevos poemas en ediciones sucesivas).
Aquí, abandonando los rasgos del modernismo, su poesía se hace más austera, más realista, como el
paisaje que lo rodea. Predominan en esta obra la reflexión sobre los males de España, retratos de
amigos, composiciones en recuerdo de su mujer y Soria y un conjunto de poemas breves que recogen
aforismos, sentencias y máximas, anunciadores de su tercera obra: Nuevas canciones.

Son variados los temas de sus composiciones: Los enigmas del hombre y del mundo le siguen
inspirando poemas intimistas en la línea de su poesía anterior. Pero lo que le aporta de nuevo este
libro son los cuadros de paisajes y de gentes de Castilla o las meditaciones sobre la realidad española.
El paisaje está tratado con una gran subjetividad: Machado proyecta sus propios sentimientos sobre
aquellas tierras, operando una selección que prefiere lo más adusto y acentuando, sobre todo a través
de la adjetivación, lo que sugiere soledad, fugacidad o muerte (sus constantes obsesiones). La
preocupación patriótica le inspira poemas sobre el pasado, el presente o el futuro de España. En
ellos se observa una actitud crítica. Sin embargo, en poemas posteriormente añadidos al libro, se
aprecia una visión histórica y política progresista, animada por la nueva fe en otra España, con la que
ahora se siente comprometido. Son ejemplos de ello composiciones como Del pasado efímero, Una
España joven…

Por otra parte, en Campos de Castilla inicia Machado un aspecto de su creación que más tarde
cultivará copiosamente: ese tipo de poemas brevísimos que integran la serie de Proverbios y
cantares. Son unas veces, chispazos líricos; otras, filosóficos, aspecto este, que dominará en el libro
siguiente, el cual tardará Machado doce años en publicar: Nuevas canciones (1924). Su impulso
creador parece haberse frenado. Este libro es breve y heterogéneo, pero lo más característico de esta
obra es el centenar de nuevos Proverbios y cantares, que consisten en una serie de sentencias o
pensamientos, donde se puede observar que las inquietudes filosóficas de Machado han pasado a
primer término.

En los años posteriores a 1924 su producción poética es más bien escasa. La poesía española de
entonces va por caminos muy distintos a los que él había recorrido. No está de acuerdo con la nueva
estética predominante (el arte deshumanizado del 27), aunque su figura sigue siendo respetada.

Cuando estalla la contienda, Machado quiere defender la España republicana, Así surgen sus Poesías
de guerra. Pero poco a poco irá dando más cabida a la prosa y escribirá algunas obras interesantes,
entre las que destaca, sobre todo, Juan de Mairena, un conjunto de artículos, párrafos o cortos
diálogos atribuidos a tal personaje ficticio, que publicaba en la prensa y que recogió en este volumen.

4.2. Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón vivía su mundo en soledad, le aísla su propia hipocondría. Por ello es el prototipo de
poeta consagrado por entero a la Poesía, aislado del mundo. Para él la poesía lo constituía todo,
ningún otro quehacer pudo distraerle de su obsesiva creación. Cada vez se sintió más despegado de la
vida pública (problemas económicos, profesionales, políticos…). Pocos representan como el al poeta
encasillado en su “torre de marfil”, entregado a una persecución exigente e inacabable de belleza y de
la palabra fundamental.

Su creación obedecía a una triple sed: sed de belleza, de conocimiento y de eternidad. Por ello
sirvió de faro para los poetas puros y para los componentes del grupo del 27: todos ellos recibieron su
influencia.

Su trayectoria poética fue variando desde su inicial vinculación con el Modernismo hasta la creación
final de una obra muy personal y diferente. En ese camino, siguió un proceso de depuración que sirvió
para liquidar los restos posmodernistas e introducir una nueva concepción de la poesía, regida por la
inteligencia y dirigida “a la minoría, siempre”.

Hay en Juan Ramón una permanente inquietud, una constante búsqueda que explican su peculiar
evolución.

En su trayectoria suelen distinguirse varias etapas:

-1ª-Época sensitiva (desde sus comienzos hasta 1915, aproximadamente). En esta época escribe
Almas de Violeta, Ninfeas, Arias tristes, Jardines lejanos, La soledad sonora, Poemas májicos
y dolientes… Estas son las obras en las que el poeta adopta el estilo modernista. Sin embargo, su
poesía nunca llegará a ser tan fastuosa como la de Rubén Darío. Típicamente modernistas son la
utilización del color y otros elementos sensoriales, la adjetivación brillante, la aparición de
alejandrinos, ciertas metáforas…no obstante, su modernismo es de tipo intimista, orientado hacia la
contemplación y la confesión sentimental.

-2ª-Época intelectual (se prolongará hasta que abandona España en 1936). La ruptura definitiva con
el Modernismo lleva una fecha: 1916. En ese año, durante su viaje a Nueva York con motivo de su boda,
escribe Diario de un poeta recién casado. Considerado tanto por el autor, como por la crítica su
mejor libro. Su novedad es asombrosa. Se trata de una poesía desnuda, en la que predominan los
poemas breves, densos, preferentemente libres. Este libro abre el camino a la poesía pura. Además
de la incorporación de motivos externos al poeta (el mar, los hombres y las calles de Nueva York),
mezcla prosa y verso y desaparece la decoración colorista y musical.

Siguen otros libros: Eternidades, Piedra y cielo, Belleza…en ellos continúa el proceso de
interiorización. Es notoria la dificultad creciente de su poesía. El poema se simplifica para hacer
transparentes las sensaciones. Llevado por la necesidad de conocimiento, su palabra quiere ser un
instrumento para penetrar en la realidad, en la esencia de las cosas, en los enigmas del alma y del
mundo, en busca de una nueva inteligencia. De ahí que él mismo clasificara de intelectual esta etapa
de su creación.

-3ª-Época suficiente o verdadera (desde 1936 hasta su muerte). Durante su exilio en América, Juan
Ramón prosigue invariablemente su indagación poética, por encima de las circunstancias, cada vez
más encerrado en sí mismo y atento solo a una obra cada día más exigente y ambiciosa. A esos años
corresponden dos grandes libros: El otro costado y Dios deseado y deseante. Con La estación total
(1946) intenta una poesía abstracta, difícil y hermética.

Como conclusión, podemos decir que Juan Ramón constituye aún hoy la máxima encarnación de una
de las posibles maneras de concebir la poesía: búsqueda solitaria de Belleza y Absoluto. Por eso sirvió
de faro a los poetas posteriores. Sin embargo, decayó su influencia entre los poetas de posguerra;
acuciados como estaban por preocupaciones sociales, es normal que se distanciaran de su estética.
Pero, los novísimos, en su intento de renovación del lenguaje poético, vuelven a mirar a Juan Ramón,
quien recupera la altísima estimación que le corresponde. Y así, tras los explicables vaivenes del gusto,
hoy día sigue ocupando un lugar privilegiado junto a los grandes líricos de nuestra literatura.

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