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LAS TRAYECTORIAS POÉTICAS DE ANTONIO MACHADO Y JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez son figuras sobresalientes que orientan el rumbo de
la poesía española en el primer tercio del siglo XX. Se inician los dos en una corriente estética
afín: el Modernismo en su variante peninsular, pero su rápida evolución personal tan
divergente los convierte en pilares fundamentales de la poesía española contemporánea.

LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO

Trayectoria poética

Antonio Machado comienza su carrera poética en el ámbito del Modernismo para ir


buscando, poco a poco, una expresión más sobria y personal. En su trayectoria poética se
pueden identificar una serie de etapas:

a) La primera estaría representada por Soledades (1903), libro ampliado luego en Soledades.
Galerías. Otros poemas (1907). Machado elimina entonces algunos textos y añade otros
muchos que lo inscriben en un modernismo simbolista. Se notan las huellas del
posromanticismo de Bécquer, Rosalía de Castro y del simbolismo sugerente y evocador, sin la
brillantez formal de Rubén Darío o los parnasianos. Estamos ante una lírica intimista: el poeta
transmite su tristeza y su sentimiento de hastío, lamentando su vacío interior mediante
numerosos símbolos (las tardes otoñales y melancólicas, los viejos parques, las plazoletas y
callejuelas de las ciudades viejas, el agua…). Machado dialoga consigo mismo o con la
naturaleza, cuyos mensajes cree interpretar. Las galerías del alma que recorre con sus versos
representan el mundo de sus recuerdos, de sus viejas vivencias. El paisaje refleja el estado de
ánimo del autor. El tema recurrente es, no obstante, el tiempo con su transcurrir imparable y
la nostalgia del pasado perdido. A su lado aparecen una premonición angustiosa de la muerte
y la necesidad vital de descubrir a Dios. En cuanto al estilo, dentro del simbolismo, se busca la
sencillez expresiva y una sensorialidad atenuada muy evocadora, suave al igual que la música
desprendida por sus versos o la paleta que componen los colores empleados. La métrica es
variada, aunque se nota cierta predilección por formas de gran flexibilidad (como las silvas) o
de sabor popular (romances, cuartetas, redondillas…).

b) La segunda etapa se inicia con Campos de Castilla (1912). Desde que llega a Soria en 1907,
Antonio Machado comienza un período menos intimista y más historicista, en el que cobra
gran protagonismo el paisaje de la región que descubre en largos paseos y suscita en él
admiración y profundas reflexiones. Es ahora cuando la crítica señala sus coincidencias
ideológicas con la llamada Generación del 98: estamos ante una poesía más descriptiva, que
tiende a reflejar un paisaje real (“Campos de Soria”, “A orillas del Duero”) identificando con
frecuencia a Soria con Castilla y/o España. Desde esa perspectiva, el paisaje suscita una
reflexión histórica y crítica sobre la decadencia nacional y sobre el que, para el poeta, es el
gran defecto de sus gentes: la envidia o el cainismo, que hace imposible la convivencia entre
las dos Españas (la defensora de valores anclados en una tradición inmovilista y la que lucha
por el progreso y la modernidad). En los textos de este grupo se percibe un abandono
creciente del esteticismo previo y aparece un tono reflexivo o, incluso, épico cuando se
evoca el pasado guerrero de Castilla, con palabras arcaicas y un léxico escogido con gran
cuidado. En la edición de sus Poesías completas del año 1917, Antonio Machado amplía
Campos de Castilla. Incluye el llamado ciclo de Leonor -con composiciones que muestran su
añoranza por la esposa fallecida- y los textos que escribe en Baeza, donde se reencuentra con
sus orígenes andaluces sin dejar de recordar las tierras de Soria. La crítica social se acentúa, en
particular dentro de la sección titulada “Proverbios y cantares”, una colección de estrofas
breves de origen popular donde también se cuelan sus preocupaciones filosóficas y
existenciales.

c) En su última época, Machado escribe Nuevas canciones (1924), obra en la cual los versos
más celebrados son los que amplían los “Proverbios y cantares” de su libro anterior, incidiendo
otra vez en el tiempo, la búsqueda de Dios, el sentido de la vida, la denuncia social… De este
período final son también las Canciones a Guiomar -inspiradas por Pilar Valderrama- y, por
último, las Poesías de guerra, escritas a lo largo de la Guerra Civil.

LA POESÍA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Trayectoria poética

Juan Ramón Jiménez fue contemporáneo de Antonio Machado y de Miguel de Unamuno, pero
su obra lo convierte en nexo entre la generación modernista y la del 27, la cual lo escoge como
maestro desde que se decanta por la poesía pura. Juan Ramón representa un tipo poco
frecuente de escritor que decide vivir consagrado plenamente a la poesía, sinónimo para él de
la belleza y de la verdad. La poesía juanramoniana combina el esteticismo con el ansia de
eternidad y adopta un tono exaltado muy característico. Casi desde los inicios de su carrera,
Juan Ramón Jiménez concibe cada texto que escribe como parte de un proyecto global, de un
libro único de cuyo estado de elaboración van dando cuenta los nuevos títulos. Prepara varias
antologías: Poesías escojidas (1917), Segunda antolojía poética (1922) -la más importante- y
Tercera antolojía poética (1957) -que no hay certeza hubiera sido preparada por el autor-. El
diálogo con la belleza es continuo en todas ellas y a lo largo de su incomparable trayectoria. Su
perpetuo anhelo de perfección y en ese camino de dificultad creciente por donde decide
adentrarse, cabe diferenciar varias etapas que él mismo termina por reducir a tres épocas
fundamentales:

a) Etapa sensitiva o modernista (desde sus inicios hasta 1915): Rimas, Arias tristes y Jardines
lejanos reflejan la influencia de Bécquer y los simbolistas (intimismo, musicalidad, sencillez,
tono melancólico). Hacia 1908 se intensifican los rasgos modernistas en títulos como La
soledad sonora, Poemas májicos y dolientes… (adjetivación brillante, sinestesias, uso del
alejandrino…), aunque también hay indicios de que pretende hallar una expresión más
personal (descubrimiento e identificación con el paisaje, acento en lo cotidiano…).

b) Etapa intelectual o de poesía pura (de 1916 a 1936): el lenguaje deja atrás la
ornamentación para plasmar lo esencial con un estilo moderno y el uso sistemático del verso
libre. En conjunto las obras de esta etapa tienden a una mayor sencillez expresiva y a una
depuración estilística que desemboca en una poesía difícil, abstracta y metafísica porque el
poeta persigue la esencia de todas las cosas y se mueve siempre en el mundo de las ideas. La
raíz intelectual de este proceso se concreta cuando invoca a la inteligencia como musa
inspiradora: “¡Intelijencia, dame/ el nombre exacto de las cosas!”. El libro que abre esta senda
es Diario de un poeta recién casado, crónica del viaje que realiza en 1916 para ir al encuentro
con Zenobia en Nueva York y luego, ya casados, de regreso a España. Introduce una serie de
novedades sin precedentes en nuestro idioma: el verso libre alterna con la poesía en prosa, se
usa el collage, se incorporan palabras inglesas, enumeraciones caóticas… El paisaje puro que
contempla ahora desde el barco traduce la idea de armonía, unidad y orden universal
largamente anheladas por el poeta. Eternidades, Piedra y cielo, Poesía y Belleza avanzan en el
camino de intelectualización y abstracción creciente. La técnica es cada vez más estilizada y la
dificultad de comprensión para el lector aumenta. Juan Ramón está en plena consonancia con
el ideal artístico del novecentismo. Los textos escritos entre 1923 y 1936 se recogen en La
estación total, fin de ese recorrido, y el autor pretende liberar ya su conciencia de las
limitaciones tempo-espaciales impuestas por la muerte.

c) Etapa suficiente o verdadera: engloba la poesía escrita en el exilio y entre la que destaca
En el otro costado, que contiene el largo poema en prosa “Espacio”. Jiménez se acerca al
surrealismo y expresa de una manera más colorista y fluida su fusión con la naturaleza. El
panteísmo se acentúa e identifica su conciencia con Dios, algo que plasma con mayor
rotundidad en Dios deseado y deseante, cuando se refiere con un tono místico a un dios que
es la naturaleza y la belleza perseguidas durante toda su vida.

Con todo lo dicho se demuestra la extrema originalidad de la trayectoria poética de Juan


Ramón Jiménez y el nivel altísimo que alcanza su producción. El compromiso que adquirió
desde su primera juventud con la poesía fue completo e inquebrantable: no cultivó otros
géneros literarios, si exceptuamos su popular Platero y yo (1914-1917) -prosa poética al fin y al
cabo- y las páginas donde reflexiona sobre la guerra que lo había abocado a un exilio
definitivo. Es imposible en su caso deslindar vida y poesía, ética y estética. Concebidos todos
sus versos como piezas de una obra total, los revisó una y otra vez, azuzado por un ansia
perpetua de perfección.

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