Está en la página 1de 11

Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

La etnicidad Nuer militarizada1

Sharon Elaine Hutchinson2

Desde que las luchas por el liderazgo dentro del Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA) dividió al
movimiento en dos facciones opuestas en 1991, las comunidades rurales Nuer (Nei ti naath) y Dinka (Jieng)
del Sur han estado lidiando con una subcultura regional de violencia étnica en expansión. Estos dos grupos
han proporcionado el grueso de la fuerzas guerrilleras que han estado peleando desde 1983, para derrocar a
un gobierno nacional, dominado por el norte, con sede en Khartoum y guiado en gran medida por ideales y
agendas políticas islámicas. Desde 1991, sin embargo, los territorios de origen de estos pueblos han provisto
también el mayor campo de batalla para la escalada de confrontaciones militares entre los mismos
sudaneses del Sur (Johnson, 1998; Human Rights Watch, 1999; Nyaba, 1997; Jok & Huchinson, 1999). Estas
luchas se han coalicionado alrededor de dos figuras principales: el Dr. John Garang, un Dinka y viejo
Comandante en Jefe del SPLA, y el Dr. Rick Machar, un Nuer, quien formó la facción disidente “SPLA-Nasir”
luego de su fallido intento de golpe maestro contra Garang en agosto de 1991. Inicialmente los dos
“doctores”, se diferenciaban por la cuestión de si el SPLA debía o no abandonar su propósito declarado de
crear un “Sudán unido, democrático, secular” en favor de la “autodeterminación” o “independencia política”
del Sur. No pasó mucho tiempo, sin embargo, antes de que cuestiones de “nacionalismo” dieran paso a un
impulso básico de autopreservación. Tanto Garang como Machar eventualmente buscaron la carta “étnica”.
Lo que siguió fueron años de creciente violencia anárquica del sur sobre el sur que ha destruido, desde
entonces, cientos de comunidades Dinka y Nuer a lo largo del Nilo Superior Occidental, Bhar-el-Ghazal y las
provincias Jonglei. Este trágico giro de los acontecimientos ha hecho que las perspectivas de paz en Sudán
se vuelvan más huidizas que nunca.
Después de meses de intensas peleas del sur contra el sur a finales de 1991, afectando en gran medida a
la población civil ubicada a lo largo de las líneas étnicas, la situación militar cayó en un estancamiento hacia
fines de 1992. Las fuerzas “SPLA-Mainstream” (o SPLA-Torit) de Garang, predominantemente Dinka,
controlaban gran parte de Bahr-el-Gazal y Equatoria, mientras que las fuerzas SPLA-Nasir de Machar,
predominantemente Nuer, ocupaban la mayor parte de la campiña en el Nilo Superior. Sin embargo, los
estallidos de violencia interétnica continuaron en forma ininterrumpida durante 1999. Mientras que los
comandantes militares del sur luchaban en forma individual para establecer sus propios campos de dominio
militar y económico, el Ejército Sudanés concentraba sus ataques en las posiciones de Garang en el norte de
Bahr-el-Gazal y Equatoria del este, con consecuencias devastadoras para la población civil.
El gobierno central de Khartoum, por supuesto, se regocijó por el colapso de la unidad del SPLA y
procedió a avivar la llama del conflicto entre los líderes militares rivales del Sur. Estos esfuerzos formaron
parte de una más amplia estrategia del gobierno que apuntaba a desarrollar una guerra de poder contra
John Garang y el SPLA y a reafirmar el control sobre la riqueza petrolera del sur –y especialmente, sobre los
abundantes depósitos ubicados en las regiones Nuer y Dinka de la provincia del Nilo Occidental Superior-. A
comienzos de 1986, el ejército sudanés comenzó a proveer a los grupos “Arabes” Baggara con rifles AK-47 y
balas, y a alentarlos para atacar a los civiles Nuer y Dinka ubicados en lo profundo del Nilo Superior
Occidental y el Bahr-el-Gazal del Norte. Estas milicias patrocinadas por el gobierno fueron entrenadas en
métodos contrainsurgentes para atacar la base de subsistencia y las vidas de los civiles del Sur quienes
podrían ofrecer apoyo a las guerrillas del SPLA. Fue por lo tanto, durante los ataques de las milicias Baggara
que las mujeres y los niños Nuer y Dinka fueron conscientemente objeto, no sólo del avasallamiento, sino
también del ataque militar directo. Y aún así, a pesar de las tremendas pérdidas de vidas y múltiples

1
Publicado en Anthopology Today Vol. 16 N° 3, Junio de 2000, pp 6-13.
2
Sharon Elaine Hutchinson dicta clases en el Departamento de Antropología de la Universidad de Wisconsin-Madison.
Fue beneficiaria de la Beca Posdoctoral Leach-RAI, 1993-94, lo que resultó en la publicación de su libro Nuer dilemas:
coping with money, war and the State (Berkeley: University of California Press, 1996). Su e-mail es:
sehutchi@facstaff.wisc.edu

1
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

desplazamientos de civiles Nuer y Dinka como resultado directo del ataque Baggara entre 1986 y 1991, el
gobierno de Sudán no ganó el suficiente control militar sobre los depósitos de petróleo para permitir la
explotación comercial, hasta después del estallido de violencia del sur sobre el sur, que se encendió al
dividirse el SPLA en 1991.
A medida que el impasse militar entre las facciones rivales del SPLA se alargaba, la facción de Machar se
volvió más débil, debido a las luchas internas de poder y a las recurrentes deserciones hacia los bandos de
Garang y del gobierno sudanés.
La creciente inestabilidad del mando de Machar se veía reflejada, entre otras cosas, en una serie de
“trasferencias” políticas en las que el “SPLA-Nasir” se transformó en el “SPLA-Unido” en 1993 y, luego, en el
Movimiento/Ejército de Independencia de Sudán del Sur (SSIM/A) en 1994. Encontrándose a sí mismo sin
acceso a la frontera internacional y por lo tanto, sin medios de aprovisionamiento de sus tropas en el Nilo
Superior, Machar fue arrojado cada vez más profundo en las redes del gobierno. Lo que aparentemente
comenzó a principios de 1992 como una alianza secreta con el Ejército Sudanés que apuntaba a asegurar
armamento adicional a su pelea contra Garang, se vio eventualmente transformado en un “Acuerdo de Paz”
con todas las de la ley con el gobierno del Frente Islámico Nacional (NIF) en 1997. El infame “Acuerdo de Paz
de Abril de 1997” comprometió a Machar (y a otras firmas del sur) a injertar sus fuerzas remanentes del
SSIM/A al ejército nacional, como “Fuerzas de Defensa del Sur” (SSDF), con el propósito de coordinar
ataques futuros sobre Garang y el “SPLA-Mainstream”. El acuerdo también comprometió a Machar a aceptar
“el Islam y sus costumbres” como el marco de principios al que toda la legislación nacional debe ajustarse. A
cambio de lo que muchos sudaneses del sur vieron como poco más que una rendición incondicional al
gobierno del Frente Islámico Nacional, a Machar se le ofreció una débil promesa gubernamental de palabra,
que los “derechos de autodeterminación” de los sudaneses del sur serían reconocidos por un referéndum
que abarcaría todo el sur, a llevarse a cabo después de un “período provisorio” de cuatro –o más- años. Este
acuerdo, sin embargo, no trajo paz a las regiones Nuer nominalmente bajo el control de Machar. Para
mediados de 1998, los ciudadanos comunes Nuer se habían alarmado con las crecientemente transparentes
intenciones del gobierno central de explotar el infinito “período provisorio”, especificado en el “Acuerdo de
Paz de Abril de 1997”, para el despliegue estratégico de tropas del norte en regiones Nuer antes “liberadas”
y, lo que era más molesto, para la rápida extracción de depósitos no explorados de petróleo en el Nilo
Superior Occidental. Ambos objetivos gubernamentales eran perseguidos instigando rivalidades políticas y
confrontaciones armadas ente comandantes aliados Nuer y Dinka SSDF (comparar Human Rights Watch,
1990 & 2000). Mientras escribo estas líneas, las circunstancias de vida inmediatas para la mayoría de los
civiles Nuer y Dinka en el sur continuaron decayendo hasta principios del 2000, ya que una elite militar del
sur profundamente fragmentada, y en gran medida predatoria, se enfrenta a la posibilidad de perder
permanentemente el control sobre un número estimado de 1,2 billones de barriles de petróleo en el Nilo
Superior Occidental con un consorcio de compañías internacionales, encabezadas por el gigante canadiense,
Talisman (Human Rights Watch, 1999). Auxiliados por unos 20.000 trabajadores chinos, el gobierno de Sudán
completó la construcción de un oleoducto de 1.100 kms. de extensión en diciembre de 1998. El oleoducto
que tiene una capacidad inicial de transporte de 150.000 bbl/d para ser expandida a 250.000 bbl/d para
2001, comenzó a bombear crudo del sur desde “Unity Field”, en la provincia del Nilo Superior Occidental, a
unas recientemente construidas refinerías de petróleo y terminales de exportación en el Norte durante
septiembre de 1999. Peor aún, el gobierno de Sudán ha comenzado a canalizar los beneficios anticipados de
este esquema de desarrollo de 1,6 billones de dólares de petróleo en la construcción doméstica de fábricas
de armas sofisticadas para poder sostener su ataque, que ya lleva 18 años de duración, sobre las poblaciones
civiles del sur y sobre otros grupos políticamente marginados de Sudán (Human Rights Watch, 1999 & 2000).
Cualquier corriente de optimismo que fluya por los corazones de las poblaciones civiles Nuer y Dinka en
este momento, surge en primer término de los pasos recientemente dados por los jefes líderes Nuer y Dinka
para terminar con el círculo vicioso de violencia del sur sobre el sur que explotó en 1991 dividiendo al SPLA.
Al liberarse del estrangulamiento de siete años de duración sobre la comunicación interétnica impuesto por
la paranoia de los grupos militares rivales del sur, se logró la reunión de los prominentes jefes Dinka y Nuer,
primero en Lokichokkio, Kenia, en junio de 1998 y, luego, en Wunlit, Bahr-el-Gazal, durante febrero-marzo
de 1999 para poder negociar una paz de unión mutua que apuntara a terminar, como lo expresó un jefe:

2
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

“esta pequeña guerra desagradable que los educados [la elite militar del sur] nos hacen pelear!”. Con ayuda
financiera y logística provista por el Nuevo Consejo de Iglesias de Sudán proveniente de una amplia variedad
de instituciones humanitarias y religiosas internacionales, estos grupos de trabajo sobre la paz (a los cuales
asistí), tuvieron éxito al reducir las tensiones entre las comunidades Nuer y Dinka que corren a lo largo de la
turbulenta divisoria de aguas del Nilo Superior Occidental/Bahr-el-Gazal Oriental. Ellos también presionaron
a líderes militares contrapuestos del sur a investigar y restringir las actividades de robo de ganado de
algunos de sus más abusivos comandantes de campo. Sin embargo, todavía queda por verse si este impulso
civil por la paz y la reconciliación de la región triunfará sobre los intensificados esfuerzos del gobierno de
fomentar nuevas desconfianzas y violencia entre los líderes militares del sur y guerreros, para recuperar el
control sobre la riqueza petrolera del Sur. A principios de abril de 1998, el gobierno central comenzó a
movilizar las tropas del norte al Nilo Superior Occidental y procedió a debilitar el mando militar de Machar
financiando la proeza militar de un pícaro caudillo Nuer con el nombre de Paulino Matiep Nhial. Desde Junio
de 1998 hasta este momento, el comandante Paulino Matiep Nhial ha sacado ventaja al llevar las
poblaciones civiles Nuer fuera de las regiones sureñas del Nilo Superior Occidental con el objetivo de limpiar
el camino para extender las cañerías de petróleo desde la capital provincial, Bentiu, hacia Adok, una
comunidad Nuer que se recuesta sobre el Nilo Blanco, 120 kms. más al sur (comparar Human Rights Watch,
2000 para detalles). El lanzamiento del gobierno hacia los depósitos de petróleo del sur había motivado un
renovado contacto y cooperación entre los comandantes de campo de la SPLA y SSDF en el territorio hacia
1999, a pesar de la incapacidad o renuencia continua de John Garang y Riek Machar a comprometer sus
ambiciones personales para el beneficio mayor y la unidad del Sur. En noviembre de 1999, hubo un
realineamiento mayor de fuerzas Nuer durante el cual casi todas abandonaron el bando del gobierno y
formaron una fuerza antigubernamental, el Consejo Provisional del Comando Militar del Nilo Superior
(UNPMCC) que opera independientemente del SPLA de Garang. De un número estimado de 70.500 civiles
Nuer desplazados del Nilo Superior Occidental entre junio de 1998 y diciembre de 1999 como resultado de
los continuos conflictos entre el gobierno y varias facciones del sur sobre los campos de petróleo, muchos
eventualmente buscaron refugio entre los Dinka de Bahr-el-Gazal, quienes los recibieron bien debido al
renovado espíritu de cooperación y no violencia generado por el éxito de la Conferencia de Paz de Wunlit de
1999.
Como al momento de su escritura, el “Acuerdo de Paz de 1997” es un asunto estéril. Alegando reiteradas
violaciones por parte del gobierno, tanto de los términos como del espíritu de aquel acuerdo, Machar
renunció al gobierno sudanés en febrero de 2000 y eventualmente regresó vía Nairobi al Nilo Superior
Occidental, donde está luchando para rescatar su anterior prominencia política frente a un cada vez más
poderoso UNPMCC.
Mi inquietud en este trabajo se relaciona con la rápida polarización y militarización de las identidades
étnicas Nuer/Dinka durante el período 1991-1999. Específicamente, quisiera discutir algunas de las
condiciones históricas que llevaron al abrupto abandono, después de 1991, de las restricciones éticas sobre
la violencia Nuer/Dinka previamente respetadas por ambos grupos de combatientes. En el proceso, quiero
mostrar como un número creciente de hombres y mujeres Nuer comenzaron a rechazar lo que llamo un
concepto “representativo” (performative) de etnicidad en favor de un concepto “primordialista”
(primordialist) basado en metáforas procreativas de sangre compartida. Argumento que este cambio de
perspectiva en tiempo de guerra, contribuyó no sólo a un aumento dramático en esta feroz guerra
Nuer/Dinka después de la división del SPLA, sino, y en forma más exclusiva, a una reformulación de la
relación entre género y etnicidad en los ojos Nuer.

La cambiante ética de guerra Nuer/Dinka

Antes de esta guerra y, de hecho, antes del colapso de la unidad del SPLA en 1991, los guerreros Nuer y
Dinka no mataban mujeres, chicos o personas mayores intencionalmente durante las violentas
confrontaciones entre ellos mismos. La matanza intencional de un niño, mujer o persona mayor se percibía
universalmente no sólo como una acción cobarde y reprensible sino que también, y más importante, como
una afrenta contra Dios como el único guardián de la moral humana. Se esperaba que tales actos provocaran

3
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

manifestaciones de enojo divino en forma de enfermedades severas, muerte repentina y otras desgracias
que recaerían en el asesino o en algún miembro inmediato de su familia. Los actos de homicidio cometidos
dentro de cada grupo étnico, por otra parte, eran gobernados por un complejo juego de ética cultural y
tabúes espirituales que apuntaban a asegurar la inmediata identificación y purificación del asesino y al pago
de una compensación con ganado de buena sangre a la familia del difunto. Los códigos regionales de ética
de guerra también impedían la quema de casas y la destrucción de las cosechas durante las confrontaciones
intercomunidades Nuer/Dinka. El ganado, por supuesto, era juego justo. Y no era inusual para generaciones
pasadas de bandidos capturar mujeres y niños para ser absorbidos como miembros plenos de sus familias.
La desarticulación gradual de estas limitaciones éticas sobre la guerra intra e interétnica durante el curso
de esta guerra, representa la amenaza más grave para la futura viabilidad de las comunidades rurales Nuer y
Dinka del Sur hoy en día. Mientras que la principal razón de esta escalada de matanzas de mujeres y niños
Nuer y Dinka deriva de los objetivos militares más amplios del gobierno central, dirigidos a reafianzar el
control sobre los depósitos de petróleo del sur, también señala un punto crítico en la relación entre los
líderes militares del sur y sus distritos civiles. Aunque a menudo se lo describe en los folletos de propaganda
pro-gobierno como la liberación de “antiguos odios de tribus” que supuestamente han estado en ebullición
por años, las causas de este surgimiento de la violencia Nuer/Dinka fueron más fluidas y complejas. En
primer término, los procesos de creación de “identidad” –ya sean definidos en términos de afiliaciones
“étnicas”, “regionales”, “raciales”, “religiosas” o “nacionales”(para nombrar solamente aquellas más
pertinentes a la guerra civil no resuelta)- son siempre históricamente contingentes y socialmente
impugnados. Como Liisa Malki (1992:37, 1995) lo expresó en esta idea: “La identidad es siempre móvil y
procesual, en parte autoconstrucción, en parte categorización por otros, en parte una condición, un status,
una etiqueta, un arma, un escudo, un cúmulo de memorias... un agregado acriollado”. Segundo, las
comunidades Nuer y Dinka nunca se han organizado en “tribus” prolijamente circunscriptas. Por el contrario,
los miembros de ambos grupos han tenido identidades y lealtades superpuestas y a veces en competencia
hasta un amplio espectro de unidades sociales reconocidas, incluyendo grupos patrilineales, sistemas de
corte regionales, agrupaciones de pueblos, confederaciones temporales, y grandes y flexibles redes de lazos
de parentesco de corte transversal. Ambos grupos se han casado entre sí por generaciones y continúan
reconociendo sus ancestros comunes a través de una variedad de tradiciones orales y prácticas culturales
compartidas. Durante los principios del siglo XIX, grupos de disidentes Nuer comenzaron a migrar fuera de
sus tierras de origen en el banco oeste del Nilo Blanco hacia el este dentro de las tierras ocupadas por Dinkas
y Anyuaks. Para fines de ese siglo, estos grupos Nuer habían llegado a la frontera de Etiopía, triplicando
efectivamente su base territorial originaria y asimilando decenas de miles de residentes Dinka, cautivos e
inmigrantes a su paso. Tal como resume risueñamente los resultados de esta larga tendencia de asimilación
un hombre Nuer contemporáneo: “No hay Nuers [reales]. Somos todos Dinka!”
En situaciones históricas complejas, como estas, las preguntas cruciales a realizar son: ¿A imagen de
quien y con que intereses se han forjado recientemente estas categorías étnicas? Y ¿cuándo y porque el
sentido politizado de la propia identidad de estos dos grupos se vio atravesado por presiones para que sus
hombres se alzaran en armas? Y ¿cuándo y porque este proceso de militarización comenzó a oponer a los
“soldados étnicos” de cada grupo contra la poblaciones enteras de los otros? Discutiendo los procesos de
militarización en forma más general, Cynthia Enloe ha argumentado que: “la militarización ocurre porque se
permiten escuchar los miedos de alguna gente... mientras que se trivializan y silencian los miedos de otros”
(1995:26). Siguiendo su ejemplo, sería importante entender las complejas y paradójicas formas en que las
mujeres han sido implicadas en la polarización y la militarización de las identidades étnicas Nuer y Dinka
durante esta guerra.

Desarrollando conceptos Nuer de etnicidad

Una clave para entender los trágicos desarrollos comienza con una apreciación de las diferencias
contemporáneas en el entendimiento de los Nuer y los Dinka de las bases socio-físicas de sus identidades
étnicas. Por razones que sin duda datan de principios del siglo XIX, los Nuer hoy en día se consideran a sí
mismos como más “hospitalarios” a la asimilación de desconocidos “étnicos” que sus vecinos Dinka. A lo

4
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

largo de su famosa expansión hacia el este en el siglo XIX a través del Nilo Blanco dentro de las tierras
ocupadas por Dinkas y Anyuaks (Evans-Pritchard, 1940; Kelly, 1985; Gough, 1971), los hombres Nuer
compitieron en forma individual entre sí por posiciones de liderazgo político e independencia reuniendo
alrededor suyo tanto clientes y seguidores entre los co-residentes Dinka como fuera posible. La “lealtad
perdurable” de estos grupos de co-residentes Dinka se aseguró, primariamente, con la generosa provisión de
ganado Nuer y esposas Nuer. Lo que garantizó la dramática expansión de las comunidades Nuer durante el
siglo XIX, en otras palabras, fue lo completa y rápidamente que hicieron sentir a los desconocidos como
miembros del grupo.
En consecuencia, lo que hacía a alguien “Nuer” a sus ojos, era primariamente cómo se comportaba esa
persona. Habilidad con el lenguaje, amor con el ganado, co-residencia, participación en la comunidad y
conformidad moral fueron todos centrales en formas en que el parentesco biológico no lo fue. En otras
palabras, las generaciones Nuer pasadas y presentes tendieron a ver las unidades étnicas y distinciones en
términos más “representativos”.
Los Dinka contemporáneos, por el contrario, tendían a acentuar la importancia abrumadora de “líneas
de sangre humanas” para determinar quien era o no un “Dinka”. El empuje “primordialista” de los
conceptos Dinka contemporáneos de su afinidad étnica toma “sentido” eminente cuando se lo ve a la luz de
sus experiencias del siglo XIX. Muchos hombres y mujeres estuvieron bajo pesada presión durante ese
período para deshacerse de su identidad Jieng y convertirse en Naath. Y por lo tanto, una forma en que los
grupos Dinka pudieron defenderse contra el pegajoso alcance de sus vecinos Nuer era reafirmar la
insolubilidad fundamental de su identidad étnica a través de una elaboración de metáforas basadas en la
sangre de descendencia procreadora. Mientras que permaneció como una práctica común durante la década
de 1980, por ejemplo, que los descendientes de inmigrantes Dinkas fueran aceptados como jefes de
gobierno “Nuer”, el marco inverso rara vez ocurrió, si es que alguna vez lo hizo. Esto fue porque la mayoría
de los Dinka consideraba que se nacía Jieng, no que se hacían. Aunque alguna comunidad Dinka –
particularmente aquellos que habitaban el Bahr-el-Gazal- parecían haber sido más asimiladoras que otras, la
división del SPLA en 1991 resultó en una década de división que jugó directo en las manos de propagandas
de campañas de gobierno muy simplificadas que apuntaban a reificar las diferencias “tribales” entre Nuer y
Dinka y a callar identificaciones étnicas más fluidas y flexibles entre estos dos grupos.
Los Nuer contemporáneos, por el contrario, tendían a tratar su identidad étnica más como un “título
honorífico” que se confiere junto con la aprobación social de otros miembros de la comunidad. Y por lo
tanto, como los Nuer creían que cualquiera podía convertirse en una “persona real” o un “verdadero ser
humano” (rama mi rama) cumpliendo ciertas normas de comportamiento y así, también, una persona podía
ser despojada de su status por transgresiones mayores de esas mismas normas. Recuerdo un caso, durante
principios de la década de 1980, por ejemplo, en el que un hombre Nuer, que había nacido y había sido
criado por padres Nuer escandalizó a la comunidad entera con un intento de violación. La reacción
inmediata de la mayoría de la gente fue: “Ningún Nuer haría tal cosa. Ese hombre debe ser un Dinka.”
Lo que parece estar pasando desde la división del SLA en 1991, sin embargo, es un gradual sellado de la
anterior división interétnico permeable, una tendencia que ha tenido consecuencias desastrosas
especialmente para los segmentos más vulnerables de la sociedad. Mientras que durante períodos previos
de agitación interétnica, las mujeres más jóvenes y los niños eran más probablemente secuestrados que
asesinados por los guerreros Nuer y Dinka, lo opuesto fue verdad durante el período 1991-1999. Los
segmentos militarizados en ambos bandos de esta división étnica intentaron justificar su creciente resabio
como “represalia” por las abominaciones experimentadas anteriormente. Sin embargo, hay más detrás de la
conciente elección como blanco de mujeres y niños desarmados para su eliminación que una retórica de
venganza. Los conceptos populares de etnicidad en sí han ido mutando de manera que son un mal presagio
para el futuro. Los guerreros Nuer, en particular, parecen haber adoptado un modo de pensamiento sobre
su “esencia” étnica más “primordialista”, si no “racista”, en años recientes. Y es precisamente este tipo de
pensamiento el que fácilmente puede derivar en justificaciones militares para la matanza intencional de las
mujeres y niños desarmados que residen entre estos grupos étnicos.

Las armas y el ejército

5
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

Sin embargo es importante comprender que los códigos éticos locales de guerra intra e inter-étnica
empezaron a desenmarañarse mucho antes del fraccionamiento del SPLA en 1991. Los líderes militares del
sur buscaron conscientemente, a lo largo de los primeros ocho años de esta guerra, debilitar el significado
de las diferencias étnicas entre sus nuevos reclutas. Esto fue hecho no solo para evitar la posibilidad de
conflictos étnicos dentro de sus tropas y engendrar un mayor sentimiento de nacionalismo y unidad en el
sur, sino para asegurar también una eficaz cadena de mando. Puesto que los Sudaneses del sur fueron
arrastrados a la fuerza tanto por el ejército nacional como por el SPLA, miembros del mismo grupo étnico
fueron a menudo forzados a confrontar entre sí en el campo de batalla. Por consiguiente, fue necesario para
los comandantes regionales del SPLA asegurarse de que sus tropas llevaban a cabo sus órdenes sin dudar,
incluso cuando esas órdenes incluían la matanza de miembros de sus propios grupos étnicos. Esto a su vez
necesitó el desmantelamiento –o, al menos la suspensión momentánea – de las restricciones originarias de
la violencia intraétnica, que fueron también un elemento fundamental de los códigos éticos de guerra
respetados por Nuer y Dinkas al principio de esta guerra.
Durante la última parte de la década de 1980, por ejemplo, Riek Machar, quien estaba en aquel
momento al mando del Comando Zonal del SPLA en el Nilo Superior Occidental, se esforzó para convencer a
los civiles Nuer y a los soldados rasos que los actos de homicidio inter-Nuer llevados a cabo en el contexto de
una “guerra del gobierno” carecían de los riesgos sociales y espirituales asociados con los actos de homicidio
intra-étnico generados por luchas más localizadas y enemistades. No había necesidad, argumentó, de que un
asesino se purificase de la “amarga” sangre de los caídos. Ni había posibilidad de que la familia del asesinado
buscara compensación con sangre de ganado de la familia del asesino. En esencia, el liderazgo del SPLA
argumentaba que el contexto político de superioridad de la presente guerra debería tener prioridad por
sobre las identidades personales y las interrelaciones sociales de los combatientes en la valoración que la
gente hacía de las ramificaciones sociales y espirituales del homicidio intra étnico (ver Hutchinson, 1998 para
una mayor discusión sobre estos temas)
Aún más, a medida que las armas calaban más y más
profundo en los modelos regionales de guerra, muchos Nuer comenzaron a preguntarse si las consecuencias
espirituales y sociales de los asesinatos con armas de fuego intra étnicos eran las mismas que las de aquellas
realizadas con lanzas. Considerando que el poder de una lanza, según razonaban, proviene directamente de
los huesos y nervios de la persona que la lanza, la del arma es inquietantemente interna a ella. Y así,
elementos adicionales de “distancia social” y “responsabilidad atenuada” se agregaron al arsenal psicológico
de los reclutas del SPLA. A diferencia de las lanzas individualmente realizadas, la fuente de una bala alojada
en lo profundo del cuerpo de alguien era más difícil de rastrear. A menudo un guerrero no sabría si había
matado a alguien o no. Y por lo tanto los actos de homicidio intra e interétnicos se volvieron cada vez más
“despersonalizados” y “secularizados” a los ojos Nuer (comparar Hutchinson 1996& 1998 para detalles)
El cambio traumático de las lanzas a los rifles como arma dominante de las batallas Nuer y Dinka durante
los primeros años de esta guerra se agravó por el recurso a las novedosas tácticas militares, como la
sorpresa, ataques nocturnos, la quema de casas y la destrucción intencional de provisiones de comida local.
Sin embargo, no fue sino hasta después del colapso de la unidad del SPLA en 1991 que la matanza de
mujeres y niños desarmados se volvió una “práctica común” entre los combatientes Nuer y Dinka. Dios,
según parece, no estaba mirando más.

De recursos móviles a blancos militares

En varios sentidos, las mujeres y muchachas estaban menos firmemente arraigadas que los hombres en
sus identidades étnicas Nuer y Dinka al comienzo de esta guerra. Esto era porque las mujeres y muchachas
podían potencialmente conferir cualquier identidad étnica a sus niños, dependiendo con quién se casaran.
Ambos grupos son exogámicos en el sentido que las mujeres y muchachas sólo pueden casarse con hombres
que son, por definición, “extraños” o “de otro lado”. Ambos grupos también comparten fuertes tendencias
hacia la patrilinealidad puesto que los chicos generalmente toman afiliaciones de linaje e identidades étnicas
de sus padres y no de los parientes de sus madres. Tercero y último, en ambos grupos las esposas tienden a

6
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

residir en los hogares de sus maridos después del casamiento. Por todas estas razones, la mayoría de los
Dinka y Nuer antes de la guerra tomaron la actitud de que “una mujer no tiene un ‘campo de ganado’ [fijo]”.
Ella podía casarse con varios hombres durante su vida y darle herederos a todos ellos. Del mismo modo, la
gente decía que: “Una chica le pertenece a todos”- queriendo decir que es una potencial esposa para todos
los hombres no relacionados con ella.
La posición más ambigua de las mujeres en el cruce de unidades y distinciones étnicas le concedió a las
mismas un cierto grado de protección y movilidad al comienzo de esta guerra. Eran puntos a través de los
cuales las relaciones hostiles entre hombres podían potencialmente distenderse y transformarse en
relaciones de afinidad por medio del matrimonio. Y por esta razón, las mujeres y niños eran tomados por
ambos grupos como blancos ilegítimos durante los periodos de violencia inter e intra étnica. Había, de
hecho, un código ético elaborado entre los Nuer de acuerdo con el cual trataban a las mujeres y muchachas
como “puntos de refugio a salvo” para hombres fugitivos o heridos. Antes de la amplia diseminación de
armas por la SPLA, las mujeres Nuer a menudo acompañaban a sus maridos, hermanos e hijos a la batalla
para protegerlos y llevar a los heridos. Una mujer podía proteger a un hombre caído en batalla arrojándose
ella misma sobre él confiando en que los guerreros que avanzaban, fueran Nuer o Dinkas, no la sacarían para
acabar con el hombre debajo de ella. De la misma manera, cualquier guerrero Nuer o Dinka que se retirara al
establo o a la casa de alguien no era seguido por sus oponentes. Estas reglas eran firmes y respetadas,
puesto que cualquier ruptura de ellas habría causado que el conflicto original se fuera de control
rápidamente. Por consiguiente, tanto los hombres Nuer como los Dinka por igual consideraban que el
asesinato de una mujer, niño o persona mayor durante las mayores confrontaciones interétnicas era, por
definición “accidental”.
Según la división de tareas por género en ambos grupos sólo los hombres empleaban armas. Mujeres y
niños, en contraste, eran tratados más como recursos móviles y, como tales, eran a veces raptados durante
las mayores confrontaciones interétnicas. Sin embargo, no eran intencionalmente asesinados. Pero
siguiendo la extendida introducción por la SPLA de armas y novedosas técnicas de lucha que apuntaban
como objetivos a campos de ganado y pueblos civiles, las mujeres y niños Nuer y Dinka desarmados eran
arrojados por las buenas o por las malas a las líneas del frente. La SPLA no promovió la toma de cautivos de
guerra. Su limitada provisión de comida y movilidad militó contra esto. Y por lo tanto, en un área de
inanición recurrente causada por la destrucción intencional de la base de sustento del “enemigo” entre
poblaciones civiles locales, la posición de mujeres y niños fue gradualmente redefinida por las facciones
militares rivales del sur como blancos legítimos de aniquilación étnica.
Como Garang y Machar se dividieron, sus tropas, a veces bajo órdenes y a veces por su propia iniciativa,
empezaron a masacrar o cortar gargantas a mujeres y niños que encontraban durante sus asaltos a
campamentos ganaderos. Y el espiral de venganza Nuer/ Dinka pronto empezó a girar fuera de control.
Y más importante para mis propósitos, la matanza intencional de mujeres y niños necesitó de una
sustancial reformulación de las presuntas raíces socio-físicas de las afiliaciones étnicas, particularmente para
los combatientes Nuer. Las razones para matar a un niño Dinka traían consigo una suposición, implícita o
explícita, de que el niño maduraría como un “Dinka”. En otras palabras se presumía que la identidad étnica
de ese niño estaba fijada desde su nacimiento. Por lo tanto la idea de que dicho niño Dinka pudiera
potencialmente volverse un “Nuer” o viceversa se perdió con la furia de los “ataques de venganza”.
Tal como los movimientos militares a lo largo del mundo, el SPLA también había buscado inculcar en sus
reclutas una ideología de “hiper masculinidad”, equivalente a demostraciones de agresividad,
competitividad y de censura de expresión emocional. El entrenamiento de los nuevos reclutas militares
glorificaban el crudo poder “masculino” de las armas. Se les decía a los reclutas que lo único que había
separado en el pasado al sur de las riendas políticas del poder era la falta de armas. Apoyados en el poder de
un rifle, cualquier cosa era posible – un tema reflejado claramente en la “canción de graduación”
supuestamente enseñada a todos los aprendices de la SPLA, antes de la separación de 1991, en relación con
la concesión de sus primeros rifles:

Hasta a tu padre, dale una bala!


Hasta a tu madre, dale una bala!

7
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

Tu rifle es tu comida, tu rifle es tu esposa.

De la misma manera, el énfasis del SPLA en el lazo hombre-a-hombre fue tal, que las relaciones con las
mujeres y la familia fueron cada vez más desestimadas y desplazadas. Por ejemplo, escuché varios reportes
de un incidente perturbador que ocurrió a mediados de 1990 en el que una hermosa muchacha, quien había
sido llevada por ex soldados SPLA leales al jefe guerrero Dinka, Kerubino Kuanyin Bol, se convirtió en la
fuente de una acalorada discusión. Tres soldados diferentes quisieron reclamarla como su consorte. Después
de citar a los tres hombres y a la muchacha y oyendo sus respectivos argumentos, el Comandante
supuestamente resolvió la disputa de una buena vez. Se rumorea que sacando su revólver disparó a la
muchacha entre los ojos y declaró que no se permitiría que ninguna mujer causara disenso entre sus filas.
Los tres soldados sólo se encogieron de hombros. Pero la lógica del Comandante fue clara: la vida de la
muchacha no significaba nada en el contexto de disciplina y solidaridad de la tropa.
Un creciente sentimiento de “derecho” a servicios domésticos y sexuales de mujeres emparentadas y no
emparentadas también dominó esta visión del mundo hiper masculinizada y militarizada. Como los Dinka y
los Nuer se veían a sí mismos responsables de mantener el “frente de guerra”, por lo tanto razonaban que
también las mujeres deberían estar activas manteniendo el “frente reproductivo”. Las presiones para que las
mujeres ignoraran el “tabú del destete” (que les prohibía tener relaciones sexuales durante la lactancia) se
fijaron con firmeza, puesto que los maridos y amantes que estaban en campañas militares cortas e
impredecibles regresaban a sus hogares determinados a concebir otro niño. De la misma manera, las
mujeres comenzaron a sentir la presión de sus maridos y parientes políticos para reducir el “periodo
inactivo” entre embarazos destetando a sus infantes más temprano. Mientras que antes de esta guerra los
infantes eran amamantados por 18 meses o más, varios hombre Dinka y Nuer argumentan ahora que un
periodo de 9 meses era suficiente. Y porque la mayoría de las mujeres Nuer y Dinka no se sienten libres para
negar a sus maridos o amantes el acceso sexual cada vez que lo demandan por miedo a las golpizas, cada vez
más se ven obligadas a tener que tomar opciones que ninguna mujer debería tener que tomar. “¿Cómo
puedo correr el riesgo de otro embarazo y parto cuando no puedo alimentar ni siquiera al niño que tengo?”
“¿Debería intentar abortar, sabiendo que en el proceso otras mujeres han muerto o se han vuelto infértiles?
“¿Cómo reaccionarían mi marido y su familia si descubrieran que aborté a ‘su’ niño?” “¿Quién va a cuidar a
mis hijos si yo muero?” “¿Me va a castigar Dios por estos pensamientos?”. El Dr. Jok Madut Jok describió la
angustia causada por estos dilemas reproductivos entre las mujeres Dinkas contemporáneas de Bahr-al-
Gazal en su publicación (Jok, 1999) – una descripción verosímil de acuerdo con mi propia experiencia en
relación a tendencias similares entre las mujeres Nuer del Nilo Superior Occidental. Estas no son
comunidades que hayan acumulado generaciones de conocimiento o de experiencias en provocar abortos
en forma medicinal o física. Por lo tanto, no sorprende que la frecuencia de las muertes maternales
atribuidas a “sangrado excesivo” haya crecido en ambas regiones durante el transcurso de esta guerra.
A estas dificultades femeninas deben agregarse los peligros siempre presentes de violación y la
apropiación forzosa de los escasos recursos domésticos por parte de los hombres armados. Casi cada mujer
Nuer y Dinka ha experimentado las demandas amenazadoras de hombres armados exigiendo la inmediata
provisión de comida cocida o almacenada, servicios de cargador y/o acceso sexual. El satisfacer estas
impredecibles, y a menudo recurrentes demandas, limitaba severamente las energías y recursos que estas
mujeres podían dedicar a sus niños.
Sin embargo, las mujeres eran más que víctimas pasivas de estas tendencias militarizantes. Muchas
mujeres Nuer y Dinka reforzaban activamente esta “mentalidad militarizada” alentando a sus hermanos,
maridos e hijos a unirse al ejército o a participar como civiles en ataques ganaderos colectivos y en “ataques
de venganza” a grupos étnicos vecinos. Por ejemplo, durante un viaje de campo en 1996 al Nilo Superior
Occidental, me enteré de un amargo debate entre dos mujeres rivales llamadas Rebecca Nyanciew y
Elizabeth Nyawana Lam. Estas mujeres eran, respectivamente, las cabezas electas de la Unión de Mujeres
para los Bul y Leek Nuer. El tema por el que estas mujeres se dividían era si las fuerzas militares Nuer
deberían recurrir o no la matanza de mujeres Dinka y chicos durante sus ataques ganaderos. Rebecca era
supuestamente una ferviente defensora de la teoría “ojo por ojo”. Los soldados Dinka habían matado niños
Nuer así que los soldados Nuer debían hacer lo mismo. Elizabeth objetaba esto vehementemente. Ninguna

8
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

mujer con pechos y útero como para criar niños, argumentó, debería apoyar la matanza de mujeres y niños
bajo ninguna circunstancia, sin importar qué tipo de atrocidades habían cometido los soldados Dinka en el
pasado.
Este debate, que se expandió a través de las unidades militares y la población civil en general, tomó un
giro dramático durante el transcurso del siguiente año. Rebecca fue arrestada, golpeada y encarcelada por
su pretendido rol en “avivar” (kuothe) las llamas de la violencia intraétnica entre comunidades Nuer Bul y
Leek a mediados de 1990 (discutido luego). Elizabeth fue central en este proceso. Rebecca, quien habría
perdido un embarazo como resultado de la golpiza, fue luego perdonada, liberada y llevada a Khartoum,
bajo las ordenes del comandante Machar.
Las mujeres también fueron capaces de unirse para restringir las erupciones de violencia inter-
comunidades, sobre todo en aquellas en las que las unidades militares no estaban directamente
involucradas. Por ejemplo, hubo una serie de batallas de lanzas y armas mezcladas entre sí que hicieron
erupción entre los Nuer Bul y Leek a fines de 1995, las cuales fueron exitosamente sofocadas por Elizabeth
Nyawana Lam, de acuerdo con su capacidad como cabeza electa de la Unión de Mujeres Lee Nuer. Elizabeth
Nyawana había ganado reputación en aquel momento por su coraje extraordinario, producto de haber sido
entrenada y haber servido activamente en las luchas de la SPLA contra “los Arabes” durante los primeros
años de esta guerra. También era muy conocida como pacificadora. Dio por finalizada con éxito esta
confrontación ordenando a todas aquellas mujeres Bul y Leek Nuer que corrieron al escenario de batalla
junto con sus compatriotas hombres a volver inmediatamente a sus casas. Antes del estallido de la guerra
civil actual era una práctica común, como ya lo expliqué, que las mujeres Nuer del Oeste acompañaran a sus
hermanos, maridos e hijos al campo de batalla, donde tenían la responsabilidad de recuperar las lanzas y,
aún más importante, de proteger y llevarse a los heridos. Sin la garantía de esta protección femenina para
muertos y heridos, los guerreros Nuer a ambos lados de la línea de batalla decidieron también retirarse.
Aunque estos sistemas de apoyo femenino han sido minados cada vez más por la gran diseminación de
armas, las mujeres Nuer, por lo menos, han retenido considerable influencia sobre patrones de violencia
inter-comunitaria a través de sus habilidades bien conocidas de “avergonzar” a sus maridos, hermanos e
hijos al participar o no de campañas militares específicas. Como una joven mujer Nuer explicó:

¡Los hombres dicen que “las mujeres son mujeres” pero nos escuchan mucho! Las mujeres son
buenas para persuadir, podemos convencer a los hombres de manera tranquila. Los hombres pretenden no
estar escuchando pero[el mensaje de una mujer] ¡ya lo han grabado!.

Entender los modos complejos y paradójicos en los que las mujeres han sido implicadas en estos
procesos regionales de militarización abre nuevas posibilidades para “desenrollar” estos mismos procesos.
Esa, al menos, es mi esperanza. Quizás sería posible convencer a los comandantes individuales del campo del
sur de que el hecho de observar las antiguas limitaciones éticas en la matanza de mujeres y niños, aún si
fueran perseguidos unilateralmente, sería política y militarmente ventajoso con el tiempo. Por ejemplo,
hubo una serie de enfrentamientos durante 1997 y 1998 entre los Murle y Lou Nuer. En un momento, un
grupo de invasores Murle cortaron las gargantas de varios niños Nuer que se encontraron en su camino.
Aunque en el pasado los invasores Murle a menudo raptaban niños pequeños Nuer, nunca antes había
ocurrido la matanza intencional de mujeres y niños durante las confrontaciones entre estos dos grupos
étnicos. Indignados por esta descarada trasgresión de normas de pelea establecidas, los Lou Nuer
organizaron un contra ataque. Aunque los asaltantes Lou abiertamente discutieron la posibilidad de asesinar
mujeres y niños Murle, decidieron no responder de esta manera. Después de alejar exitosamente a los
defensores de su objetivo Murle, los hombres Lou Nuer tomaron palos y golpearon a las mujeres y jóvenes
Murle que habían sido dejadas atrás. Se les dijo a las mujeres que “la próxima vez” las matarían a menos que
sus compatriotas dejaran de matar a las mujeres y niños Nuer durante sus ataques ganaderos. Esta
estrategia resultó muy efectiva. Bajo la presión de estas mujeres, los Murle iniciaron negociaciones de paz
con los Lou Nuer y, poco después, devolvieron casi dos docenas de niños Nuer capturados en sus ataques
ganaderos.

9
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

Conclusiones

Como los códigos locales de guerra inter e intra-étnicas se han torcido y derrumbado bajo el peso de los
rifles AK-47 y los golpes pesados de líderes militares rivales del sur, los hombres y mujeres comunes Nuer y
Dinka se vieron forzados a volver a valorar las bases sociales de su seguridad personal y colectiva. Y de los
muchos problemas espinosos que requieren volver a pensarse, uno de los más fundamentales y
trascendentes involucra la naturaleza, significado y alcance de sus afiliaciones étnicas. Por un lado, esta
guerra ha sido testigo de un violento surgimiento dentro de ambos grupos étnicos de ideologías “etno-
nacionalistas” en escalas antes no imaginadas. Por otro lado, cualquiera haya sido el sentido de unidad
étnica que estos grupos hayan fomentado en el contexto de continuas rivalidades políticas entre John
Garang y Riek Marchar, el mismo ha sido reiteradamente destrozado desde adentro. El intento de caudillos
disidentes de forjar sus propios terrenos de dominio militar ha fracturado y destruido a un sinnúmero de
comunidades locales.
Mientras la fluidez primera de las identidades étnicas de los Nuer y Dinka puede rastrearse hasta
principios de 1800 y más, los hombres y mujeres Nuer contemporáneos, en particular, parecen estar
alejándose de un concepto “representativo” (performative) de sus identidades étnicas, yendo hacia un
concepto más fijo y cerrado, “primordialista” (primordialist) basado en metáforas procreadoras de sangre
humana compartida. Como he alegado, este cambio de perspectiva ha contribuido no sólo a una
profundización de la división Nuer / Dinka sino, más trágicamente, a una reformulación del status original de
mujeres y niños como inmunes a los ataques intencionales.
Por lo tanto la posición más fluida y ambigua de las mujeres en los márgenes de las unidades y
distinciones étnicas se les ha vuelto en contra durante el transcurso de esta guerra. Lo que primariamente
fue para las mujeres una fuente de protección social y movilidad individual se volvió una desventaja dual.
Desde una perspectiva interna a las redes sociales Nuer, las mujeres Nuer continúan siendo vistas como
“personas” menos completas, “seres humanos” menos completos que sus activos compatriotas militares. Si
es que tiene algún valor, el status de las mujeres como agentes independientes ante los ojos de los hombres
ha declinado en el contexto de las glorificaciones militares del crudo poder “masculino” de las armas. La
ironía es que, a pesar de la subcultura militar “hiper masculinizada” los hombres Nuer –como sus homólogos
Dinka– se han vuelto cada vez menos capaces de cumplir su papel social más importante como protectores
de sus familias, hogares y rebaños. Este fracaso ha provocado lo que podría ser llamada “una crisis de
masculinidad”, crisis que se manifiesta en crecientes promedios de violencia doméstica y abuso sexual
contra mujeres. Como los agentes primarios de la continuidad cultural e individual, las mujeres han sido
puestas bajo la dura presión de concebir y procrear, aún en situaciones que amenazan su bienestar físico y
su responsabilidad de alimentar a sus hijos. Por lo tanto, la participación de las mujeres en el esfuerzo de la
guerra civil y, en particular, en sus roles de mantener “el frente procreativo” se les ha vuelto, a menudo,
brutalmente en contra.
Con respecto a la violencia Nuer/Dinka, la posición de las mujeres en los márgenes de diferencias étnicas
ha sido eclipsado por una impuesta percepción externa de rigidez étnica. A los ojos de los agresores Nuer y
Dinka, las mujeres y niños desarmados pertenecientes al grupo étnico opuesto han sido progresivamente
redefinidas desde bienes móviles hasta blancos de aniquilación étnica. La vasta mayoría de víctimas de la
guerra civil han sido mujeres y niños indefensos –una tendencia histórica que, trágicamente, refleja los
patrones de finales del siglo XX de violencia militarizada en todo el mundo. Este artículo ha remarcado la
importancia de un cambio “primordialista” en las nociones Nuer de etnicidad –propulsado en gran parte por
estrategias militares del norte del tipo “dividir y gobernar”– como fundamental en el surgimiento de esta
tendencia globalizada en Sudán del Sur. Esperemos que la atmósfera de confianza inter-étnica creada en la
Conferencia de Paz Wunlit en 1999 continúe despertando a los hombres y mujeres Nuer y Dinka a la fluidez
histórica y permeabilidad contemporánea de sus identidades étnicas para mayor beneficio del Sur.

Bibliografía

10
Material de uso interno para la Cátedra de Etnografía II. Facultad de Ciencias Naturales y Museo.

Enloe, Cynthia 1995. “Feminism, nationalism and militarism: wariness without paralysis?” En, Feminism,
nationalism and militarism. Constance R. Sutton (Ed.). Washington, DC: Association of feminist Anthropology
and the American Anthropological Association, pp. 13-34.

Evans-Pritchard, E.E. 1940. The Nuer: a description of the modes of livelihood and political institutions of
a Nilotic people.Oxford: Clarendon P.

Gough, Kathleen 1971. Nuer kinship: a re-examination. En The translation of culture: essays to E.E.
Evans-Pritchard. T.O. Beidelman (Ed). London: Tavistock Publications, pp. 79-121.

Human Rights Watch 1999. Famine in Sudan, 1998: the human rights causes. New York: Human Rights
Watch.

- 2000. Sudan, oil and human rights (En prensa). New York: Human Rights Watch.

Hutchinson, Sharon 1996. Nuer dilemmas: coping with money, war and the State. Berkeley: University of
California Press.

- 1998 “Death, memory and the politics of legitimation: Nuer experiences of the continuing
Second Civil War. En Memory and the postcolony: African anthropology and the critique of power.
Richard Werbner (Ed.) London: Zed Books, pp. 58-71.

Johnson, Douglas 1998. “The Sudan People´s Liberation Army and the problem of factionalism. En
African guerrillas. C. Clapman (Ed.) Oxford: James Currey, pp. 53-72.

Jok, Jok Madut 1998. Militarization, gender and reproductive health in South Sudan. New York: Edwin
Mellen Press.
- 1999 “Militarism, gender and reproductive suffering: the case of abortion in Western Dinka”.
Africa 69 (2): 194-212.
- & Sharon Hutchinson 1999. “Sudan´s prolonged Second Civil War and the
militarization of Nuer and Dinka ethnic identities.” African Studies Review 42 (2): 125-145.

Kelly, Raymond 1985. The Nuer conquest: the structure and development of an expansionist system. Ann
Arbor: University of Michigan Press.

Malkki, Liisa 1992. “National Geographic: the rooting of peoples and the territorialization of national
identity among scholars and refugees.” Cultural Anthropology 7 (1): 24-44.

- 1995 “From ‘refugee studies’ to the national order of things.” Annual Review of
Anthropology 24:495-523.

Nyaba, P. A. 1997. The politics of liberation in South Sudan: an insider´s view. Kampala: Fountain
Publishers.

11

También podría gustarte