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Marcelo de la Cruz

Estructura del discurso persuasivo

Al final del vacío nos espera el mismo destino


¿Vivir con miedo es vivir?

Una noche de verano salí con mis amigos del colegio a un parque
de diversiones pensando que sería buena idea.
No lo fue.
Apenas llegamos, mis piernas empezaron a temblar, comencé a
sudar frío y sentí que iba a vomitar en cualquier momento. Veía
la montaña rusa y me quedaba paralizado. Tenía miedo a subir.
Solo pensaba en todas las formas en las cuales podía morir ahí.
No subí a ningún juego, me quedé viendo a mis amigos mientras se
divertían. Mi miedo a la muerte me dominó.
En el 9/11, cuando las Torres Gemelas se incendiaban, varias
personas saltaron al vacío. El más icónico fue conocido como
“The Falling Man” por la foto en la que aparecía saltando del
edificio. Estaba desesperado, se encontraba acorralado por el
fuego y el humo y al mirar a su alrededor encontró una salida.
Trató de escapar de lo inevitable.
Como yo, él tenía miedo a la muerte. Trató de evadir su destino,
el mismo que a todos nos toca.
Salto hacia el abismo pensando que me voy a salvar, pero al
final me espera la muerte.
Tengo una condena que no merezco, el miedo a la muerte. Estoy
limitado, cada cosa que hago la hago pensando en que la muerte
me estará esperando para reclamar mi alma. No subo a juegos
mecánicos, no camino de noche y mucho menos hago deportes
extremos. Soy tanatofóbico y no soy feliz.
“… no hay un Dios”, dijo el fotógrafo de “The Falling Man”. “No
te pasará nada”, me dijo mi papá cuando me asusté al ver fuegos
artificiales en año nuevo. “No tengas miedo”, me digo
repetidamente antes de hacer algo que sé que me asustará. Igual
me asusto, pero al menos lo intento.
Sé que tienes miedo, es normal. Pero, no dejes que te domine, no
dejes que te limite a vivir tu vida. Al final, la muerte
llegará, y es momento de superar este miedo. Estoy tratando de
superarlo, pero no quiero ser el único. Ve a una montaña rusa,
salta de un helicóptero, ve a una jaula a ver tiburones debajo
del mar, sé feliz.
“La vida es una”, me dijeron mis papás y mis amigos. Es hora de
hacerles caso y vivir mi vida.
Saltar al vacío es inútil. Aunque lo hagamos, Tánatos igual nos
encontrará. Nos espera y vigila pacientemente. Vive todo lo que
puedas. Si no, seguirás estando encadenado. Negar nuestro
destino es inútil: aceptarlo sí es una buena idea.

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