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Ayelén Márquez.

1eroL
MEP.IINN
Pedagogía 1.
Docente: Gabriela Ferreira.

Pedagogía del caracol

UNA ESCUELA LENTA Y NO VIOLENTA.

Para comenzar me gustaría hacer un breve prólogo sobre el porqué elegí este autor.
Recuerdo una clase donde me encontraba dentro del zoom de la materia, en una
computadora alado con un plenario del CEM y a su vez planificando para mi práctica
docente, todo en un mismo momento, a las apuradas intentando cumplir con todas las
responsabilidades que tenía ese día, en esa clase fue cuando escuche por primera vez el
texto la pedagogía del caracol, seguido de volver a escucharlo en otros encuentros decidí
meterme en él. Luego de una lectura volví a recordar ese día en el que me encontraba
totalmente apurada por terminar todas mis responsabilidades, este texto me llevó a asociar
lo que leo con mi cotidianidad y por eso decidí seleccionarlo.
Zavalloni en esta Pedagogía del Caracol nos lleva a situarnos en la época del tiempo sin
espera. Las teorías psicológicas están de acuerdo en que una de las diferencias entre niños
y adultos reside en el hecho de que los niños viven según el principio del placer (todo y
ahora), mientras que los adultos solían vivir según el principio de la realidad (saber hacer
sacrificios hoy, para disfrutar mañana). Pero hoy en día, los adultos, también en parte a
causa de la sociedad del consumismo, viven exactamente como los niños, según la
modalidad del “lo quiero todo ahora mismo”. ¿Sabremos, entonces, volver a encontrar los
tiempos naturales? ¿Sabremos esperar una carta? ¿De verdad sabremos esperar?.

Este texto tiene como objetivo hacernos reflexionar sobre el sentido que tiene el tiempo
educativo y la necesidad de adoptar e implementar estrategias de ralentización, descubrir
formas didácticas que nos sirvan para desacelerar, pero sin parar

Joan Domènech Francesch define el prólogo del libro como “El despertar de la lentitud” y
dice: “La lentitud es una cualidad de la educación. Me atrevería a decir, si no corriera el
riesgo de pasar por un dogmático, que no puede haber educación rápida y que la lentitud
está en la esencia misma del acto de aprender”.

La lentitud es una cualidad de la educación. No puede haber educación rápida porque esta
no trae consigo ningún aprendizaje. No importa lo rápido que se va, sino el camino recorrido
y los aprendizajes obtenidos.

Existe en la escuela una contaminación que se encarga de desnaturalizarla y solo la


convierte en una institución donde lo importante es la excelencia, la promoción, el resultado
final, sin ponernos a pensar en aquellas palabras de Tonucci que nos explica como a los
niños, cuando pasean por la ciudad, no les importa llegar a ninguna parte, porque su
principal objetivo es andar, ver, observar, entrar y salir sin importar cuándo ni a dónde
llegarán.
Hay una necesidad de rebelarse contra la velocidad: esa velocidad que acelera nuestras
vidas pero no nos lleva a ninguna parte.

“Perder el tiempo” en el ámbito de la escuela. Entonces, ¿perder el tiempo en qué?. Una de


las estrategias didácticas que plantea el autor es perder el tiempo en hablar.
Esto me lleva a preguntarme ¿Se pierde tiempo al hablar? Porque la educación está tan
“adiestrada” al nivel de que el niño llega al aula y lo primero que pregunta es “qué vamos
hacer hoy”, “en que vamos a trabajar”, “cuantas tareas tenemos”, y si en lugar de empezar
así el día no empezamos hablando, contando anecdotas del dia anterior, lo que hicieron hoy
antes de llegar a la escuela, mirar para afuera y hablar del clima, como nos plante el autor
en una de sus estrategias: mirar las nubes en el cielo y mirar por la ventana, saber qué
ocurre a su alrededor, percibir el ambiente natural. Desplegar un diálogo que nos permita
intercambiar experiencias, gustos, preferencias, sus propias historias y
vivencias. Un espacio donde todas las voces son escuchadas sin apuro, donde no nos corre
un programa escolar o una aguja del reloj. “¿Acaso no es absolutamente necesario perder el
tiempo para conocer a nuestros chicos y chicas?” (G. Zavalloni).

Volver al tintero y la plumilla, permitir fluir las ideas, el pensar con el lápiz, borronear, tachar
y seguir.

Dibujar en lugar de fotocopiar, dejar al niño que pueda organizar su idea en esquemas,
dibujos, recordatorios, como el más prefiera, y no en una fotocopia donde el niño ya tiene
todo incluido el lugar que tiene que pintar.

Escribir cartas y postales de verdad, cuantos contenidos podremos abordar desde el escribir
cartas o postales. permitirle al niño expresar sentimientos y emociones, a
través de palabras o dibujos, comunicar desde la fluidez de un lápiz, elegir
formas y colores.

Aprender a silbar en la escuela, caminar por los pasillos de la escuela emitiendo sonidos y
melodías, escuchar nuestros sonidos y el del otro, aprender a escuchar.

Cultivar el huerto en la escuela “un huerto requiere que se respete el paso del tiempo”
trabajar sobre el proceso sin la ansiedad del resultado en el momento, poder observar el
proceso, cuidar a ese ser, trabajar la responsabilidad y el ayudar a crecer.

“La pedagogía del caracol” invita a reflexionar sobre el sentido del tiempo educativo y la
importancia de adoptar estrategias de ralentización, es decir didácticas que contengan un
sentido tanto para los niños como para los docentes.
Es imprescindible tener presente el “tiempo” pero no el tiempo que nos establezcan las
instituciones o el tiempo programático, sino el tiempo del niño quien es el protagonista
principal en todo centro educativo. Es importante el camino recorrido y no así el que “llega
primero”, no hay meta, sino que hay pasos de aprendizaje.

.
Se trata de emprender un nuevo itinerario educativo. Padres, maestros y todos aquellos que
se encuentran a su alrededor en el mundo de la escuela son estimulados por las
sugerencias de la pedagogía del caracol y pueden empezar de nuevo a reflexionar sobre el
sentido del tiempo educativo y sobre la necesidad de adoptar estrategias didácticas de
ralentización, por una escuela lenta y no violenta.

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