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Si estás leyendo esto, es que �enes mente. Y cuando digo mente me refiero a la parte de � que
piensa, en este capítulo vamos a tratar de descubrir exactamente qué es esa parte e incluso
dónde está.
Los seres humanos no tenemos un cuerpo para �rar cohetes, pero u�lizamos nuestra mente para
defender nuestra superioridad sobre todas las demás criaturas. Esa mente nos ha permi�do
moldear este mundo según nuestras necesidades pero, como seguramente se imaginarán, hay
mucha controversia sobre lo que es en realidad eso de la mente.
1 - El Dualismo
En su obra, Descartes aborda temas como la existencia de Dios, la relación entre la mente y el
cuerpo, y los fundamentos del conocimiento humano. Su "Discurso del Método" y las
"Meditaciones Meta�sicas" son obras clave en las que desarrolla sus teorías sobre la duda
metódica y la naturaleza de la realidad.
Sin embargo, surge una pregunta fundamental: ¿De qué está hecha la mente? ¿Es material?
Descartes expresa escep�cismo ante la idea de que la mente sea materia. Para él, la materia es
algo que puede dividirse en trozos cada vez más pequeños. Incluso cuando estos fragmentos son
tan diminutos que resultan invisibles, con�núan siendo objetos que ocupan espacio. Esta
caracterís�ca de la materia parece estar en desacuerdo con la naturaleza de la mente. Por lo
tanto, la mente debe ser inmaterial.
Go�ried Wilhelm Leibniz (1646-1716) fue un destacado filósofo y cien�fico, reconocido como
uno de los tres grandes racionalistas de su época, junto con Spinoza y Descartes. Su trabajo no
se limitó a la filoso�a; también hizo contribuciones significa�vas en campos como las
matemá�cas, la lógica y la computación mecánica.
Aunque compar�ó ciertas ideas con René Descartes, también tuvo varios desacuerdos con él.
Uno de los puntos en los que coincidieron fue en la dis�nción entre el cuerpo y la mente como
dos en�dades separadas.
Leibniz argumentaba que, si uno pudiera observar de cerca el funcionamiento del cerebro,
encontraría un complejo entramado de ac�vidades �sicas, químicas y eléctricas que ocurren
simultáneamente. Estas ac�vidades, aunque impresionantes en su complejidad, son en esencia
procesos mecánicos.
Sin embargo, Leibniz sostenía que estas funciones mecánicas, por sí solas, no pueden explicar la
emergencia del pensamiento humano. Para él, el pensamiento humano es algo más grandioso
y no puede ser reducido únicamente a las operaciones �sicas del cerebro.
Descartes se preguntaba sobre la interacción entre mente y cuerpo, entre un ente material y
otro inmaterial. Esta interacción es lo que Descartes denominó "interaccionismo cartesiano".
Sin embargo, Descartes enfa�zaba que la mente no se limita a dirigir el cuerpo; está
intrínsecamente unida a él. A pesar de esta unión, sostenía que la mente y el cuerpo son
sustancialmente diferentes. Por ejemplo, si el cuerpo (la nave) muere, la mente (el piloto)
podría, en teoría, con�nuar exis�endo. Esta idea refleja la creencia de Descartes en la
inmortalidad del alma y la naturaleza dualista de la existencia humana.
El dualismo cartesiano, la teoría propuesta por René Descartes que postula la existencia de dos
en�dades dis�ntas, la mente y el cuerpo, ha enfrentado numerosas crí�cas a lo largo del �empo.
Entre estas crí�cas, tres son par�cularmente destacadas.
La teoría del Leibniz sobre el “paralelismo” entre cuerpo y mente venía a presentar una solución
a los problemas que planteaba el dualismo cartesiano.
Leibniz plantea una relación par�cular entre la mente y el cuerpo. Esta relación se caracteriza
por la ausencia de una interacción causal directa entre ambos. Por ejemplo, si una persona se
golpea el pie, su mente percibe el dolor. Sin embargo, según el paralelismo, esta percepción no
se debe a una interacción �sica directa entre el pie (cuerpo) y la mente.
Otra manera de explicarlo podría ser el clásico ejemplo de Leibniz, donde ilustra su teoría con
dos relojes: uno personal y otro en una torre: Aunque parezca que ambos relojes interactúan,
en realidad, no lo hacen. Esta analogía se u�liza para explicar cómo, en su teoría, la mente y el
cuerpo operan de manera coordinada pero sin una interacción �sica directa.
En lugar de una interacción directa, Leibniz propone que la mente y el cuerpo están
preprogramados o preestablecidos para operar en una especie de armonía sincronizada. Esto
significa que, aunque la mente y el cuerpo funcionan de manera coordinada y paralela, no se
influyen directamente el uno al otro en un sen�do �sico o causal, de manera que ambos
estuvieran diseñados para responder a eventos similares de manera simultánea, pero cada uno
en su propio ámbito de existencia: el cuerpo en el mundo material y la mente en el mundo
inmaterial.
La pregunta clave que surge es: ¿Quién o qué es responsable de esta sincronización perfecta
entre el mundo material y el inmaterial? La respuesta de Leibniz a esta interrogante es Dios.
Según su teoría, es Dios quien ha sincronizado estos dos mundos de manera tan impecable que
parecen estar en constante interacción, aunque en realidad no lo estén.
Esta explicación de Leibniz ha sido objeto de numerosas crí�cas. Algunos argumentan que
atribuir la sincronización a Dios puede parecer una solución conveniente, pero no
necesariamente aporta una explicación sa�sfactoria desde un punto de vista cien�fico o
filosófico. A pesar de las crí�cas, es importante reconocer que Leibniz intentó abordar el
complejo problema de la interacción entre mente y cuerpo, proponiendo una solución
innovadora para su época.
Baruch Spinoza (Países Bajos, 1632- 1677 d. C) fue uno de los tres grandes racionalistas, junto
con Leibniz y Descartes. Sus escritos filosóficos desataron las iras de las autoridades religiosas
por insinuar que la doctrina del panteísmo (Dios es equivalente al universo) era cierta, además
de muchas otras conclusiones no ortodoxas. Fue expulsado de la comunidad judía y enfrentó la
censura de la Iglesia Católica. Al no poderse dedicar de manera profesional a la filoso�a, debió
de trabajar puliendo lentes, y se cree que la exposición al polvo de cristal contribuyó a su muerte
prematura.
Respecto al dualismo, la idea de dos estados independientes de existencia, plantea que es
insostenible. Según él, si estos estados interactúan, se contradice la �sica; si no interactúan,
parece un esfuerzo inú�l.
Rechazando el dualismo, Spinoza se iden�fica como monista. Propone que existe una única
sustancia que no es ni mental ni �sica exclusivamente, sino que combina propiedades de
ambos. Esta visión unificada sugiere que los cambios en un grupo de propiedades, ya sean
mentales o �sicas, se reflejan necesariamente en el otro.
Además, Spinoza introduce la idea del epifenomenalismo, que sos�ene que las únicas cosas que
realmente ocurren pertenecen al reino material. En esta teoría, los fenómenos mentales son
subproductos de los procesos �sicos, sin capacidad de influir en el mundo material, lo que se
conoce como fisicalismo.
1.3.1 El fisicalismo
El fisicalismo, una corriente filosófica que sos�ene que todo fenómeno, incluidos los procesos
mentales, es de naturaleza �sica, encuentra un fuerte respaldo en los avances de la
neurociencia moderna. Una de sus variantes, la teoría de la iden�dad, argumenta que los
procesos mentales son simplemente procesos cerebrales. Estas ideas ganaron popularidad en
el siglo XX con el avance de la tecnología para el análisis cerebral, aunque el fisicalismo �ene
raíces históricas que se remontan al menos al siglo IV a.C., como lo demuestra la afirmación de
Demócrito de que "solo existen los átomos y el vacío".
Los descubrimientos de Roger Sperry, un neurobiólogo que dividió el cerebro en dos para tratar
a un paciente con crisis epilép�cas, revelaron que los hemisferios derecho e izquierdo pueden
funcionar independientemente. Este hallazgo contradice la teoría de la mente indivisible de
Descartes, apoyando la idea fisicalista de que los pensamientos y el cerebro son inseparables.
Además, el mapeo cerebral detallado revela que regiones del cerebro dedicadas a funciones que
requieren alta sensibilidad y precisión, como el tacto en las manos o el habla, ocupan
proporcionalmente más espacio en la corteza cerebral. Esto subraya la idea de que los procesos
mentales, como la percepción tác�l y el habla, son en realidad manifestaciones de la ac�vidad
�sica del cerebro. En este sen�do, la estructura �sica del cerebro no solo refleja, sino que
determina nuestras experiencias sensoriales y motoras, reforzando la perspec�va fisicalista de
que los procesos mentales y la materia �sica están inextricablemente entrelazados.
Este enfoque desa�a la noción tradicional de que la mente podría exis�r de manera
independiente del cuerpo �sico, proponiendo en cambio que toda experiencia mental es, en
úl�ma instancia, un fenómeno �sico. Sin embargo, la teoría de la iden�dad enfrenta desa�o.
El fisicalismo, al tratar de explicar la naturaleza de los procesos mentales, se encuentra con el
desa�o de la subje�vidad y la individualidad de las experiencias humanas. Tomemos, por
ejemplo, a dos personas: una que ha viajado a Tokio y otra que solo conoce Tokio a través de
lecturas o relatos. Aunque ambos puedan pensar en Tokio, sus estados cerebrales serán
diferentes debido a sus experiencias únicas. El que ha visitado Tokio tendrá recuerdos y
sensaciones personales, mientras que el otro tendrá una comprensión teórica o imagina�va.
Esto contradice las ideas meramente fisicalistas, puesto que ante un mismo es�mulo (Tokio, en
este caso) la reacción �sica debería ser la misma (ondas cerebrales, patrones de pensamiento,
ideas), cuando la realidad nos indica que no es así.
Este escenario refleja la famosa observación del filósofo griego Heráclito, quien afirmó que "no
te bañas en el mismo río dos veces". De manera similar, en el fisicalismo, aunque los estados
cerebrales están vinculados a nuestras acciones y sen�mientos, la interpretación y el
significado de estos estados varían entre personas. Esto sugiere que, al igual que el río de
Heráclito, nuestros pensamientos y percepciones están en constante cambio y son únicos en
cada momento.
1.3.2 El funcionalismo
El funcionalismo, otra variante del fisicalismo, se centra en los resultados de los procesos
mentales más que en su naturaleza intrínseca. Esta teoría se asemeja a la forma en que
interactuamos con una máquina expendedora: lo importante es que, al introducir dinero,
obtenemos una bebida, sin preocuparnos por los mecanismos internos de la máquina, sean
tecnológicos o incluso fantás�cos.
Esta aproximación nos lleva a preguntarnos: ¿Qué es una mente? O mejor dicho, ¿en qué
momento podemos hablar de "mente"? Bajo el prisma del funcionalismo, una "mente" se
define por su capacidad para procesar es�mulos y generar respuestas adecuadas,
independientemente de la naturaleza exacta de sus procesos internos. En este sen�do, la
"mente" es un sistema funcional, cuya existencia se jus�fica y define por su capacidad para
interactuar con el mundo y producir resultados concretos.
Alan Turing, nacido en 1912 y fallecido en 1954, fue un matemá�co, lógico, descodificador y
filósofo británico cuya obra sentó las bases de la informá�ca y la inteligencia ar�ficial. Su
trabajo más conocido, "Maquinaria Inteligente", publicado originalmente en 1948 y más tarde
en 1969, es fundamental en el campo de la inteligencia ar�ficial.
Turing, tristemente, sufrió una profunda depresión tras aceptar la castración química en lugar
del encarcelamiento por ser homosexual en el Reino Unido de la posguerra. Su vida terminó en
un aparente suicidio, mordiendo una manzana que se cree estaba bañada en cianuro.
Una de las contribuciones más significa�vas de Turing a la filoso�a de la mente y la inteligencia
ar�ficial es el "Test de Turing". Este test propone un escenario donde una persona, interactúa
mediante mensajes de texto con un interlocutor desconocido. Si la persona no puede dis�nguir
si está interactuando con un humano o una máquina, y cree que está conversando con un
humano, entonces la máquina puede considerarse "inteligente" o al menos indis�nguible de
un ser humano en términos de capacidad comunica�va. Sin embargo, el Test de Turing no
mide la conciencia o la comprensión real de la máquina; en cambio, se centra en la habilidad de
la máquina para replicar el comportamiento humano en la comunicación. Es un test de
inteligencia ar�ficial basado en la capacidad de imitación, no en la comprensión o la conciencia
autén�ca.
Paralelamente a esto, nos encontramos con las reflexiones de Julien Offray de La Metrie (Francia
1709-1751 Prusia), un médico y filósofo francés. La Metrie sugirió que los humanos podrían ser
vistos como máquinas complejas. Esta perspec�va se intensifica al considerar la posibilidad de
reemplazar partes biológicas del cuerpo por componentes mecánicos. Si reemplazáramos cada
una de las partes de nuestro cuerpo por piezas mecánicas ¿Dejaríamos de ser humanos en algún
punto? Si un cerebro mecánico puede funcionar igual que uno biológico, y si supera el Test de
Turing, ¿Seguiríamos siendo humanos? ¿Seguiríamos siendo nosotros?.
La reflexión de Julien Offray de La Metrie sobre la humanidad como una compleja maquinaria
encuentra un eco contemporáneo en el manga "Ghost in the Shell". En esta obra, la fusión de lo
humano con la tecnología se explora a profundidad, planteando preguntas similares sobre la
iden�dad y la humanidad en un mundo donde la dis�nción entre lo biológico y lo mecánico se
vuelve cada vez más borrosa.
"Ghost in the Shell" se sumerge en un futuro donde la ciberné�ca avanzada permite reemplazar
casi todas las partes del cuerpo humano con implantes mecánicos. Este escenario lleva a
cues�onar qué es lo que realmente nos hace humanos. ¿Es nuestro cuerpo biológico, nuestra
mente, o una combinación de ambos? La obra desa�a la noción tradicional de iden�dad humana,
similar a las ideas de La Metrie, al sugerir que la esencia de lo que somos podría mantenerse
incluso cuando nuestros cuerpos se transforman radicalmente.
Además, el concepto del "ghost", o alma, en "Ghost in the Shell" resuena con la idea del Test de
Turing de La Metrie. Si una en�dad, ya sea un cerebro mecánico o un ser ciberné�co, puede
exhibir comportamientos y pensamientos indis�nguibles de los humanos, ¿deberíamos
considerarla como tal? La obra plantea que la esencia de la humanidad podría residir en nuestra
capacidad para pensar y sen�r, más allá de la composición �sica de nuestro ser.