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b) Hay además otras razones de orden “práctico” que justifican que nos
centremos en la figura de Jesucristo: estamos en la cultura occidental y,
de las tradiciones religiosas, el Cristianismo es sin duda la más próxima,
amén de la más influyente en la historia del género humano.
---Por eso, tanto para indagar sobre el sentido último de nuestra existencia,
como para comprender la matriz cultural de nuestra existencia concreta,
conviene acercarse, en primer término, al acontecimiento histórico de Jesús
de Nazaret.
A. La versión “oficial” de los cristianos –de la Iglesia, por supuesto, pero no sólo
de ella, también de los ortodoxos y los protestantes- nos ha presentado un Jesús
que:
- habla de bondad, perdón y amor –y esto a todo el mundo le parece muy
bien-
- camina sobre las aguas –y aquí ya empezamos a “interpretar” los
textos...-
- cura ciegos de nacimiento
- resucita muertos,
- resucita Él mismo
- dicen que ES DIOS...
B. Como esto último ya no se puede aceptar sin más, desde los primeros
tiempos, y particularmente desde el siglo XVIII se han propuesto algunas
hipótesis para “probar” que Cristo ni era Dios, ni había hecho lo que se decía de
Él:
C. Frente a esas hipótesis, la tradición cristiana afirmó desde el inicio que Jesús
existió en la Historia y que era simultáneamente hombre y Dios. Eso es lo que
expresa la formulación del Credo de Nicea:
Ese carácter histórico de Jesús de Nazaret funda, de hecho, la religión que lleva
su nombre, está en la entraña misma del concepto de “Encarnación” y sobre su
importancia han insistido ampliamente los cristianos desde el inicio mismo.
1) El evangelio de Marcos:
Mc (que se remonta al año 55, aunque algunos estudiosos recientes incluso lo
datan con anterioridad) ve a Jesús como Mesías y como Hijo de Dios. Son los dos
títulos con que encabeza su obra: “Evangelio de Jesús Mesías, Hijo de Dios” (Mc 1,1), y
de acuerdo con esta doble comprensión de Jesús organiza su evangelio: una primera
parte (Mc 1,1 – 8,30) está centrada en el mesianismo de Jesús, la segunda parte (Mc 8,
31 – 16,8) lo está en la filiación divina de Jesús; cada una de las partes aparecen como
cerradas por la respectiva confesión: en Mc 8, 27-30 se confiesa a Jesús Mesías por
parte de los discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo, Pedro le
dice: Tú eres el Mesías”; en Mc 15,39 es el centurión quien confiesa: “Verdaderamente
este hombre era Hijo de Dios”.
Podemos decir, pues, que la visión de Mc sobre Jesús podía ser perfectamente
comprensible para un judío. Pero esta es una visión teológica, una interpretación de una
vida, pues Mesías e Hijo de Dios son dos cualificaciones inverificables. Si queremos
tener datos del Jesús histórico, debemos buscar en las fuentes de Mc.
Comenzamos con las discusiones polémicas de Jesús (con los fariseos, con sus
discípulos; en general, con sus interlocutores). De su análisis se deduce que el uso de la
interrogación en las respuestas se aprecia como una característica de su lenguaje, una
suerte de inconfundible tic o muletilla con la que habla implicando a su oyente y con
enorme seguridad y autoridad. (Por ejemplo: “¿Quiénes son mi madre y mis
hermanos?” –Mc 3, 33-; “¿Acaso se trae la lámpara para taparla con una vasija de barro
o ponerla debajo de la cama?” –Mc 4, 21-; “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no
tenéis fe?” –Mc 4, 40-; o el ya sabido “¿Quién dice la gente que soy yo?... Y vosotros,
¿quién decís que soy? –Mc 8, 27-29). Si Jesús realmente fue así, no lo podemos saber
con absoluta certeza; lo cierto es que así lo vieron y esa es la impresión que causó.
Todos los indicios apuntan a que esta imagen estaba en las fuentes que usó Mc. Pues el
mismo estilo se observa en los textos paralelos de otros evangelistas (en concreto, Lc y
Mt), probablemente también dependientes de la misma fuente de Mc (el llamado
“ProtoMarcos”), y, lo que es más decisivo, es el estilo que se conserva en su enseñanza
y parábolas, tanto en Mc como en las otras fuentes evangélicas independientes de él.
Otro asunto digno de análisis es el de los milagros. En particular, a partir del
relato de Mc se puede considerar históricamente muy seguro que Jesús actuó como
exorcista. Las acusaciones de magia que han quedado en las escasas fuentes judías que
lo mencionan y, sobre todo, la afirmación de san Justino en su Diálogo con Trifón, 69,7:
“Se atrevieron a llamar mago a Jesús”, así lo confirman. Tampoco se puede dudar de la
actuación curativa de Jesús, insertada en su actitud y mensaje liberador de la Ley.
Difícilmente podría el grupo de los discípulos haber creado la imagen del Jesús curador,
cuando tal rasgo falta absolutamente en las expectativas judías del Mesías esperado.
2) El Evangelio de Mateo:
Mt (cuya datación suele admitirse como posterior, aunque cercana en el tiempo,
a Mc), es el más judío de los Evangelios: su conocimiento del mundo rabínico es
notable, su misma composición es muy rabínica y los recursos usados en los relatos
también. La investigación es concorde en situarle en un contexto judeo-cristiano,
especialmente preocupado por la ruptura y el diálogo con el judaísmo.
En su composición destaca el prólogo o historia del nacimiento de Jesús, donde
se subrayan dos aspectos fundamentales de la personalidad de Jesús: Mesías, hijo de
David, por descendencia; Hijo de Dios por el Espíritu. El cuerpo del Evangelio está
estructurado en cinco grandes discursos: el sermón del monte (5,1 – 7,29), el discurso
de la misión (9,35 –10,42), el discurso en parábolas (13, 3-52), el discurso a la
comunidad (18, 3-34), el discurso escatológico (23,1 – 25, 46). En todos ellos el tema
central es el anuncio del Reino de los Cielos.
Es obvio que en el Jesús de Mt hay datos históricos e interpretaciones.
Analizando sus fuentes se puede llegar a un estadio anterior (“Proto-Mateo). Y, por otra
parte, todas las hipótesis sobre las fuentes de los evangelios canónicos coinciden en un
documento escrito que habría servido de fuente a Mt y Lc, cuyo contenido era casi
exclusivamente una colección de dichos o “logia” de Jesús. Esta fuente, llamada Q (de
Quelle, “fuente” en alemán), está postulada por la concordancia de Mt y Lc frente a Mc
en un número considerable de sentencias de Jesús. El detenido estudio de ese material
lleva a considerar una fuente escrita, lo que explica mejor las semejanzas y el orden de
los “logia” en los dos evangelios.
Lo primero que llama la atención en esta colección de “logia” es el marcado
carácter sapiencial .En las palabras de Q se percibe un personaje real con un estilo
inconfundible, coherente siempre, que difícilmente pudo ser inventado. Jesús se deja ver
como maestro de sabiduría, predicador del reino de Dios con parábolas sencillas y
directas, anunciador de la inminencia y presencia del reino de Dios, Hijo del hombre
que exige el seguimiento radical y presenta su palabra como la opción decisiva. Faltan
en esta fuente sentencias sobre su muerte y resurrección, y una evaluación cristológica
desarrollada de Jesús; pero sí hay una “autoestima” o seguridad en sí mismo llamativa y
ya una identificación del hijo del hombre terreno (Jesús) con el apocalíptico Hijo del
hombre cuyo día se anuncia.
En el Jesús de Mt encontramos además un estilo narrativo que, con toda
seguridad, era característico del mismo Jesús. Nos referimos a las parábolas. Mt recoge
16 (7 de ellas exclusivas, 7 estaban ya en la fuente Q y las otras dos provienen de la
tradición de Mc). Nos hallamos, pues, ante un estilo en el que todas las fuentes
coinciden (Lc añade 15 más). Probablemente debieron de existir varias colecciones, en
forma oral o escrita, para uso de la predicación.
3) El Evangelio de Lucas:
Cronológicamente algo posterior a los Evangelios anteriores, también en la obra
de Lucas (Evangelio y “Hechos de los apóstoles”) hay que distinguir la perspectiva
teológica del evangelista y el testimonio de sus fuentes. La perspectiva teológica viene
dada en el discurso que pone en boca de Pedro en Hch 4,12: “No se da en ningún otro
Nombre (Jesucristo el Nazareno) la salvación, puesto que no existe debajo del cielo otro
Nombre dado a los hombres en el cual hayamos de ser salvados”. En Lucas, pues, el
predicador ya se ha convertido en predicado.
Pero Lucas es un historiador que al comienzo de su evangelio ya señala que
conoce y ha investigado escrupulosamente los escritos anteriores a Jesús (Lc 1, 1-4).
Ciertamente conoce a Mc y Q, y además incorpora una buena cantidad de material
nuevo, que podemos colegir procede de fuentes orales y escritas (“Proto-Lucas”), sin
excluir algunas composiciones literarias propias; todo este material, de límites
imprecisos, es el que se conoce como L.
La imagen de Jesús en el evangelio de Lucas es extraordinariamente humana,
llena de dramatismo y con cualidades de misericordia, amor, atractivo, alegría y
delicadeza. Otro rasgo que impacta a Lucas es la actitud radical ante las riquezas de
bienes materiales. Tal rasgo estaba ya en sus fuentes de Mc y Q, pero el Jesús de Lucas
realza con mayor intensidad la oposición ricos-pobres.
4) El evangelio de Juan:
Temporalmente, es el último de los evangelios canónicos, de finales del s. I.
También es el que presenta una cristología más desarrollada: Jesús es el Hijo de Dios,
uno con el Padre, preexistente, por quien todo fue hecho, enviado por el Padre a los
suyos, que no le recibieron, y vuelto a su Padre por la exaltación gloriosa para preparar
un lugar a los que le sigan. Las imágenes que la literatura rabínica ofrecía de la “Torah”
(preexistente, artífice y arquetipo del mundo, bajada del Cielo), el evangelista las
traslada osadamente a Jesús de Nazaret.
No nos interesa aquí, sin embargo, la teología joánica, sino sólo y sencillamente
si Juan es utilizable para reconstruir históricamente la vida de Jesús. A este respecto,
sabiamente R. E. Brown escribe: “Si bien creemos que el cuarto Evangelio refleja unos
recuerdos históricos de Jesús, la mayor amplitud del remodelado teológico de esos
recuerdos hace que los materiales joánicos resulten mucho más difíciles de manejar que
los datos de los sinópticos –es decir, de los demás Evangelios, que tienen una estructura
“argumental” similar- en la investigación del Jesús histórico”. A pesar de ello, no se
puede dudar de que Juan cuenta con una indiscutible base histórica coincidente con los
demás Evangelios (presentación del Bautista, ministerio en Galilea, viaje a Jerusalén,
pasión y resurrección). La conclusión más admitida, pues, es que, pese al carácter tan
teologizado de su evangelio, no cabe su marginación apriorística como documento
histórico.
3. Dijimos antes que no tenemos los manuscritos originales de los Evangelios.
En realidad, no tenemos ningún manuscrito original de ningún libro o pasaje del Nuevo
Testamento.¿Significa eso que se puede, honestamente, poner en duda su fiabilidad y
valor histórico? Vamos a ver que no.
Y en las Latinas:
Cuanto más próximos a los hechos estén los documentos, mayor fiabilidad
histórica tendrán. Se han perdido los originales. Pero ¿cuántas y de cuándo son las
copias antiguas?
325 MSS completos escritos entre el a.D. 250 y el 325
-Distancia máxima con la muerte de Jesús: 290 años
-Distancia mínima con la muerte de Jesús: 220 años
250 MSS incompletos escritos entre el a.D. 200 y el 250
-Distancia máxima con la muerte de Jesús: 220 años
-Distancia mínima con la muerte de Jesús: 170 años
En total, disponemos de
5366 MSS griegos, 10000 MSS latinos y 9300 MSS en otras lenguas (siríaco, árabe,
copto, armenio,...). A fin de cuentas, unos 25000 MSS del NT antes de la aparición de la
imprenta (s. XV).
-
Comparaciones:
Manuscritos seculares:
Herodoto (Historia) 480 – 425 a.C. 900 d.C. 1,300 años 8
Aristóteles (Filosofía) 384 – 322 a.C. 1,100 d.C. 1,400 años 5
César (Historia) 100 - 44 a.C. 900 d.C. 1,000 años 10
Plinio (Historia) 61 - 113 d.C. 850 d.C. 750 años 7
Tácito (Historia) 100 d.C. 1,100 d.C. 1,000 años 20
www.earlychristianwritings.com
-Un documento especial: 7Q5
En 1946, en las llamadas cuevas (1-11) de Qumrán, en las cercanías del Mar
Muerto, se descubrió una colección de más de 800 pergaminos y papiros conocidos
como los “Rollos o Manuscritos del Mar Muerto o de Qumrán” (el conjunto de
documentos hebreos antiguos más voluminoso y completo jamás encontrado).
Contienen copias de los libros canónicos del AT (que coinciden admirablemente con la
versión cristiana a partir de la traducción al griego de los LXX), fragmentos de muchos
libros judíos no canónicos ya conocidos e incluso de otros hasta entonces desconocidos,
y textos propios de una comunidad sectaria y apartada del “mundo”, los esenios, que
habitaba ese lugar antes de su destrucción por los romanos en el 68 d. C.
En la cueva 7 los documentos encontrados –19- estaban escritos en griego (no en
hebreo o arameo), eran todos ellos papiros (no pergaminos, pieles tratadas para escribir)
y estaban escritos por una cara (no por las dos, lo que implica que eran fragmentos de
rollo –más antiguos- y no de códice). En particular, además, el fragmento 5 estaba en un
ánfora sellada –según algunos- con la inscripción “Desde Roma” y las palabras se
escribían sin separación de letras (“scripto continua”).
El papirólogo español P. José O´Callaghan, tras estudiar una fotografía de rayos
infrarrojos de 7Q5 y rechazar que perteneciera a texto alguno del AT (en ningún pasaje
aparece “gene” –el elemento más distintivo del fragmento- acompañado de las letras
que lo acompañan aquí) lo identificó con un pasaje de Mc 6, 52-53: “...pues no habían
entendido lo de los panes, ya que sus corazones estaban obcecados. Habiendo
terminado la travesía, llegaron a (tierra de) Gennesaret y desembarcaron...”. Si eso
fuera cierto, significaría que el Evangelio de Marcos se escribió con anterioridad a 68 d.
C. y, si como algunos proponen, ese texto fuera traducción de un original arameo, es
probable que date de alrededor de 50-55 d. C. o incluso antes.
Antes de hacer pública su hipótesis, O´Callaghan lo comentó con el director del
Pontificio Instituto Bíblico de Roma (al que pertenecía), el hoy Cardenal y Arzobispo
de Milán, Carlo Maria Martini y, a instancias de este, con el papirólogo y profesor de la
Universidad de Trieste, Sergio Daris. Habiendo identificado otro documento, el 7Q4,
como una fracción de los capítulos 3 y 4 de I Tim, y habiendo reforzado su hipótesis
con un estudio directo sobre el fragmento, publicó esta en forma interrogativa
(”¿Papiros neotestamentarios en la cueva 7 de Qumbrán?”) en la revista del Instituto:
Bíblica.
Otros expertos interpusieron serias y, a veces, menos serias pero en todo caso
apasionadas, objeciones:
a) El tamaño y la poca personalidad textual del documento: 3,9 cm. de largo
por 2.7 cm. de ancho y 20 letras. Pero... hay documentos menores (por
ejemplo, el P 73 según la lista de papiros neotestamentarios del crítico Kurt
Aland, aceptados ¿quizás por estar datados en el s. VI o VII?
b) La letra “N”, esencial para la interpretación del papirólogo español y que no
parecía fácilmente identificable. Pero... en 1992 la División de Identificación
y Ciencia Forense de la Policía Nacional de Israel confirmó la letra en
discusión como una “N” y no como una “I” (iota) como proponían otros.
c) El cambio de una “d” por una “t” (“diaperasantes, según los códices
conocidos de Marcos y una transcripción fonética correcta del griego –
viajando a través de, realizando una travesía-, por el “tiaperasantes” de 7Q5).
Pero... O´Callaghan adujo 20 casos de cambio de “d” por “t” en papiros
bíblicos y una inscripción de piedra del rey Herodes en la que se prohíbe –en
griego-, el acceso a los no judíos a una parte del templo de Jerusalén (en
reconstrucción) escribiendo “tryphakton” en vez del correcto “dryphakton”.
d) En 7Q5 falta espacio para tres palabras presentes en los Códices de Marcos:
“epi ten gen” (a/hacia la tierra). Pero... si el fragmento fue escrito cuando la
ciudad de Genesaret existía, lo lógico sería decir “llegaron a Genesaret”; en
cambio, en épocas y escritos posteriores a la destrucción de esa ciudad, lo
apropiado sería decir “llegaron a la tierra de Genesaret”.
e) ¿No podría ser el fragmento de otro texto –según algunos, un pasaje del
apócrifo judío Libro de Henoc- o de cualquier otro texto de la amplia
literatura griega? Parecen descartar esta objeción pruebas paleográficas, pero
sobre todo un estudio de la Universidad de Liverpool que, mediante un
análisis por computadora, contrastó el fragmento con toda la literatura griega
antigua conocida –clásica, bíblica, apócrifa y patrística- (aproximadamente
42 millones de palabras) y sólo encontró coincidencia con el pasaje de
Marcos. Por último, un complejo cálculo matemático realizado por el
matemático Alberto Dou, de la Universidad Autónoma de Barcelona,
estableció que la probabilidad de error en la atribución del fragmento al texto
de Marcos era de uno contra 36.000 billones.
---La polémica sigue a día de hoy, pero quizás sea significativo el hecho de que
la que fuera presidenta de la Asociación Internacional de Papirología, Orsolina
Montevecchi, haya pedido a sus colegas que “ya es tiempo de incluir el 7Q5 en
la lista oficial de papiros del Nuevo Testamento”.
-
Otros documentos interesantes (también por su antigüedad):
C. Por otra parte, los textos canónicos, también los textos heréticos (aunque en
estos apenas hay referencias a hechos o lugares históricos), estaban especialmente
consagrados a la predicación de Jesús, a su Pasión y a su resurrección. Amplias etapas
de la vida del Salvador, como su infancia y juventud, o la historia de sus padres, se
encontraban dejadas en la sombra y no hacían más que suscitar la imaginación de las
muchedumbres.
Fue así como, muy pronto, nació una literatura cuyo tema principal era la vida de
Jesús y de sus padres, literatura apócrifa en la medida en que era ciertamente rechazada
del canon de las Sagradas Escrituras por la Iglesia, pero que, al no ser considerada como
realmente herética y gozando además de la estima popular, consiguió atravesar los
siglos para llegar hasta nosotros. Las primeras redacciones de esta literatura se remontan
a un período que se extiende desde el s. II hasta el IV, contemporánea, pues, de los
textos heréticos.
Estos primeros escritos han desaparecido, pero pudieron transmitirse y engendrar
numerosas versiones, llamadas revisiones, que añadían a veces otras leyendas al escrito
primitivo, o bien que juntaban varios escritos. Estas múltiples versiones, traducidas a las
diferentes lenguas de la cristiandad, circularon durante toda la Edad Media, y se
conservan varios manuscritos, tanto en copto, siríaco o armenio, como en griego, latín o
eslavo.
Se ha dado a estos relatos, que forman un verdadero ciclo comparable a los
ciclos épicos, el nombre de Evangelios de la infancia y de ciclo de los parientes. Ellos
tratan ya de la infancia de Jesús, ya de la historia de sus padres y, en particular, de su
madre, María.
Algunos elementos antiguos, y quizá incluso históricos, han podido ser
integrados en estos evangelios (lo concerniente a los padres de María –San Joaquín y
Santa Ana-, por ejemplo, que aparece en el Evangelio de la Natividad de María), pero la
mayor parte de los relatos no encierran más que leyendas, a veces fantasiosas (es el caso
de determinados episodios milagrosos de la infancia de Jesús narrados en el Evangelio
del Pseudo Tomás), aparentemente sin gran alcance espiritual y que, sin embargo, son
reveladoras del aspecto popular del cristianismo y no han dejado de tener cierta
influencia en el arte y las costumbres cristianas.
Su influencia decreció notablemente a partir del Concilio de Trento y de la
Contrarreforma católica del s. XVI. Pero, por fortuna para los investigadores,
numerosos manuscritos permanecieron encerrados en diversas bibliotecas y no ha hecho
falta más que la curiosidad de algunos eruditos para hacerlos resurgir.
D. Paralelamente, varios descubrimientos de antiguos manuscritos en Egipto
permitieron conocer un poco mejor los escritos no canónicos de los primeros siglos.
Fue, en primer lugar, un amplio extracto del Evangelio de Pedro encontrado en
1886 por el francés Bouriant en el Alto Egipto. Después, algunas palabras de Jesús
encontradas sobre papiros en Oxyrhinchos, por Grenfell y Hunt, a principios del s. XX
(1902-03: una colección de “logia” o dichos, versión griega del Evangelio según
Tomás). Finalmente, un fragmento de un evangelio apócrifo del s. II descubierto por
Belle y Skeat en 1934, tributario de los evangelios canónicos y en el que se narran unas
disputas entre Jesús y los fariseos así como dos milagros desconocidos hasta ese
momento.
Sin embargo, el descubrimiento mayor fue el de una biblioteca gnóstica en Nag-
Hammadi, (también en el Alto Egipto), en 1945. Los textos de los numerosos
manuscritos (confeccionados, parece ser, hacia el año 330 y enterrados a finales del s.
IV o principios del s. V) estaban redactados en copto –la lengua egipcia hablada por los
cristianos de Egipto y escrita con caracteres griegos- y han renovado completamente los
conocimientos del gnosticismo cristiano.
Entre obras tales como el Libro secreto de Juan, el Libro sagrado del Gran
Espíritu invisible, el Diálogo del Salvador, el Apocalipsis de Pablo etc., hay que señalar,
sobre todo, el Evangelio según Felipe, el Evangelio de Verdad, el Evangelio según
Tomás y el Evangelio de María de Magdala. Casi todas las obras son de carácter
herético y reflejan distintas tendencias gnósticas que, en general, ya eran conocidas
porque las combatieron los Padres de la Iglesia, especialmente San Ireneo, San Hipólito
de Roma y San Epifanio.
La principal aportación de Nag-Hammadi consiste, así, en que ahora tenemos
acceso directamente a las obras de los propios gnósticos, pero se puede comprobar que,
efectivamente, los Santos Padres conocían bien aquello a lo que se enfrentaban.
Generalmente –aunque no es la única clasificación posible- se suelen repartir los
evangelios apócrifos en tres categorías2.
2
Entre las informaciones de los Santos Padres, los conservados por la piedad cristiana y los
atestiguados de un modo u otro en papiros, el número de evangelios apócrifos (no canónicos) conocidos
es algo superior a cincuenta.
A pesar de la abundancia de material y de los presupuestos iniciales más
neutrales, se suele reconocer que la aportación de esta literatura para conocer datos
históricos solventes sobre Jesús –en comparación con el NT- es escasísima, por no decir
nula.
Veamos dos ejemplos concretos relativos al relato de la resurrección y de las
apariciones de Cristo resucitado:
“... Vieron a tres hombres salir del sepulcro y les seguía una cruz. Las cabezas de
aquellos dos llegaban al cielo, mientras la del hombre que llevaban sobrepasaba
los cielos. Oyeron una voz que decía: ¿Has predicado a los que duermen? Desde
la cruz se escuchó esta respuesta: Sí”. (Evangelio apócrifo de San Pedro -ca.
150, Siria, corriente docetista-)
Visión de María Magdalena: “De nuevo vino hasta el tercer poder que es
llamado ignorancia[...] Cuando el alma hubo vencido al tercer poder, subió más
arriba y vio al cuarto poder, que tomó siete formas [... Y respondió:] ahora
pasaré el resto del tiempo, de la estación, del eón, en silencio...” (Ev. Gnóstico
de María, siglo III).
En general, puede decirse que los textos apócrifos más serios (excluidas las
narraciones legendarias, sólo útiles para conocer la piedad popular del momento) son
desarrollos de los evangelios canónicos guiados predominantemente por la mentalidad
gnóstica y judeo-cristiana.
El texto más interesante es, sin duda, el Evangelio de Tomás, de Nag-Hammadi,
texto gnóstico que recoge 114 “logia” de Jesús, la mitad de los cuales tienen paralelo en
los Evangelios canónicos. Pues bien, John P. Meier ha mostrado que los paralelos
canónicos pertenecen a Q, Mc, Jn, a las fuentes especiales M (de Mateo) y L (de Lucas),
y a las redacciones de los evangelistas. Como no parece razonable suponer una fuente
con tal diversidad, la conclusión obvia es que se trata de una recopilación de material
usando los textos canónicos y, por tanto, posterior a estos y dependiente de ellos.
La tesis de Meier no es compartida, ciertamente, por todos los investigadores.
De hecho, aunque en abrumadora minoría, algunos pretenden una dependencia del NT
respecto de fuentes heréticas, gnósticas o apócrifas cristianas. Incluso muchos “best-
sellers” llegan a afirmar que esa fuentes son las originales y los libros canónicos una
traición al mensaje y a la figura real de Jesús. Y esto da abundante argumento para
novelas, películas, debates superficiales, etc.
Para poder discernir la cuestión es necesario analizar como aquí hemos apuntado
la historia de las redacciones de unos y otros tipos de documentos, las influencias de
unos en otros o al revés –sea cuales fueran las fuentes de Homero, por ejemplo, parece
evidente que Shakespeare no estaba entre ellas-, los testimonios que quedan, los
contextos en los que se escriben –propuesta, reacción, contrarreacción- etc.,
Y la realidad es que, cuando se baja de la mera propaganda y las afirmaciones
gratuitas a un estudio algo más detenido, la historia genética de las redacciones muestra
que mientras que los textos canónicos fueron escritos en época apostólica, entendida
esta en sentido amplio, es decir, mientras vivían o los apóstoles o sus mismos discípulos
(así se desprende, como vimos, de las citas que hacen los escritores cristianos de la
generación siguiente y de que hacia el año ciento cuarenta se compusiese una
armonización de los evangelios tomando datos de los cuatro que pasaron a ser
canónicos –Taciano-), los apócrifos se compusieron en tiempo posterior (los más
antiguos, hacia mediados o finales del s. II, pues –entre otras cosas- hasta entonces no
hay referencias a ellos en ningún otro texto).
Como se ve, si hay algún tipo de dependencia literaria de unas obras respecto de
otras, no puede ser que el NT dependa de los textos heréticos, gnósticos o apócrifos
cristianos, sino más bien al revés.
---De todo lo que hemos tratado, parece que se puede concluir, pues, que el NT
tiene valor histórico, no en el sentido de que Jesús sea Hijo de Dios –cuestión que
todavía no hemos analizado-, pero sí en cuanto a que testimonia con certeza el hecho de
que a mediados del siglo I en Judea se afirma que Jesús de Nazareth se identificaba con
Dios.
1. Tesis: Existió realmente Jesús de Nazareth, rabino judío del siglo I, pero tras
su muerte, sus discípulos se inventaron que había hecho milagros, que había
resucitado y que había dicho que era Dios.
2. Respuesta: El Nuevo Testamento se escribe poco después de la muerte de
Jesús de Nazareth. El análisis crítico, histórico-literario del Nuevo
Testamento, y las condiciones filosóficas, religiosas, sociales, políticas y
culturales del tiempo invalidan esta hipótesis: no hay un espacio de tiempo
suficiente para falsear la historia en un contexto que, además, no puede
admitir una falsificación como esa.
1. Tesis: Existió realmente Jesús de Nazareth y dijo de sí mismo que era Dios,
pero en sentido figurado o panteísta.
2. Respuesta: La lectura y el estudio del Nuevo Testamento revelan que Jesús
se identificaba a sí mismo con Dios, no en sentido poético, metafórico ni
mucho menos panteísta, sino trascendente, directo y categórico; es esta
identificación propiamente la que le lleva a la muerte.
1. Tesis: Jesús de Nazareth existió y dijo de sí que era Dios, pero en realidad no
lo era y no lo sabía –caso patológico extremo de complejo de divinidad-.
2. Respuesta: El complejo de divinidad está ampliamente estudiado en
psiquiatría; sus síntomas más característicos son: desdoblamiento grave de
personalidad, enajenación, desconexión de la realidad, actitud agresiva,
soberbia y arrogante, desprecio del prójimo, misantropía, megalomanía,
incoherencia en el pensamiento, la palabra y la acción, trastorno de las
facultades... Ninguno de estos síntomas aparece en Cristo y sí todo lo
contrario: una personalidad rica, equilibrada, armónica, un trato
comunicativo, afable, amistoso, sencillez y olvido de sí mismo,...
1. Tesis: Jesús de Nazareth existió y dijo de sí que era Dios, pero no lo era y lo
sabía.
2. Respuesta: Si Jesús mintiera en esta afirmación suya, sería el mayor y más
pérfido farsante de la historia, responsable del engaño de miles de millones
de seres, y de todas las consecuencias de ese engaño en algo tan fundamental
como el sentido de la propia existencia. Sería el peor y más diabólico de los
hombres. Pero sus mismos enemigos –en su tiempo y después de él-
reconocen que Cristo era un hombre justo, veraz, noble y bueno. Un hombre
así no puede cometer tal engaño.
1. Jesús de Nazareth existió, dijo de sí que era Dios y lo dijo con verdad,
porque en realidad es Dios y hombre.
2. Pero esta afirmación es propia y exclusiva de la fe: sólo el hombre con fe
puede reconocer que Jesucristo es Dios. (Por eso, para la razón humana sin
fe, Cristo es una incógnita irresoluble: quizás no pueda admitir
racionalmente ninguna de las primeras cinco hipótesis, pero tampoco puede
–aunque quiera- dar el salto a la sexta. La conclusión es que no sabrá quién o
qué es Cristo. Para resolver la cuestión es necesario abrirse al misterio de la
fe).
a) Testimonios paganos:
«Así, pues, para acallar este rumor, Nerón acusó como reos y torturó con penas
refinadas a los que el pueblo denominaba cristianos, odiados por sus crímenes.
Su fundador, llamado Cristo, fue condenado a muerte por el procurador Poncio
Pilato, imperando Tiberio. Esta superstición destructora, apenas reprimida,
brotaba de nuevo no sólo por Judea, donde nació dicho mal, sino en la misma
ciudad de Roma, adonde confluye de todas partes, y se exalta cuanto hay de
atroz y vergonzoso».
(El mismo autor, en su Vita Neronis Caesaris, 26, 2, hace una referencia al
nuevo culto:
«¿Qué provecho sacaron los atenienses de haber dado muerte a Sócrates..., los
ciudadanos de Samos de haber quemado a Pitágoras..., los judíos de haber
ajusticiado a su Rey Sabio...? Justamente vengó Dios a aquellos tres varones
sabios...; los judíos fueron asesinados y expulsados de su reino y ahora habitan
dispersos por las cuatro partes del mundo. Sócrates no ha muerto (sino que vive)
gracias a Platón, Pitágoras gracias a la estatua de Mera y el Rey Sabio gracias a
las nuevas leyes que promulgó».
«Los cristianos, sabes, adoran a un hombre todavía –el distinguido personaje que
introdujo sus nuevos ritos y por ello fue crucificado... Ya ves, estas desgraciadas
creaturas comienzan con la convicción general de que son inmortales para
siempre, lo que explica el desprecio de la muerte y el fervor que es tan común
entre ellos; y además su original maestro les enseñó que todos ellos son
hermanos, desde el momento que se convierten y niegan los dioses de Grecia y
adoran al sabio crucificado y viven según sus leyes. Todo esto lo aceptan por fe,
con el resultado de que desprecian todos los bienes del mundo y los consideran
simplemente como propiedad común».
6- Julio Africano (ca. 221), Chronographia, 18, 1, cita la obra extinta de Thallus
(ca. 52 a.D.):
«Thallus, en el tercer libro de sus historias explica aquella oscuridad [la acaecida
el viernes santo a la muerte de Cristo] como un eclipse de sol, lo que para mí no
3
“Carta en siríaco que escribe el filósofo estoico Mara Bar Sarapion a su hijo, cautivo de
Roma... su información proviene sin duda de los cristianos sirios”. PÉREZ FERNÁNDEZ, M., Jesús de
Galilea. En SOTOMAYOR, M., y FERNÁNDEZ UBIÑA, J., Historia del Cristianismo. Trotta - U.de
Granada, Madrid 2003, vol. I: El mundo antiguo, p. 117.
es razonable [pues en la fase de luna llena no puede darse un eclipse de sol y
Cristo murió en luna llena de Pascua]».
b) Testimonios judíos:
«No haya esperanza para los apóstatas; destruye velozmente en nuestros días el
reino de los malvados. Desaparezcan cuanto antes los nazarenos y los herejes.
Sean borrados del libro de la vida y no sean inscritos con los justos».
«Por aquella, época apareció Jesús, hombre sabio, si es que se le puede llamar
hombre. Fue autor de obras maravillosas, maestro para quienes reciben con
gusto la verdad. Atrajo a sí muchos judíos y también muchos gentiles. Este era
el Cristo (el Mesías). Habiendo sido denunciado por los primates del pueblo,
Pilato lo condenó al suplicio de la cruz; pero los que antes le habían amado le
permanecieron fieles en el amor. Se les apareció resucitado el tercer día, como
lo habían anunciado los divinos profetas que habían predicho de El esta y otras
mil cosas maravillosas. De él tomaron su nombre los cristianos, cuya sociedad
perdura hasta el día de hoy»
Sobre la autenticidad del texto citado de Josefo surgió, a partir del s. XVI, una
polémica: las frases en cursiva eran demasiado sospechosas de ser
interpolaciones cristianas, por lo que algunos rechazaban esas frases como
auténticas, otros rechazaban todo el texto y otros lo defendían como válido
argumentando que tal redacción se encontraba en todas las copias conocidas,
incluso las más antiguas –del siglo IV-.
4
El mismo Talmud tiene una sección, las “Toledoth Iesu” –generaciones de Jesús- referida a
Cristo, en la que se da por sentada su existencia histórica, habla de su pertenencia a la dinastía davídica,
su labor de maestro y muestra el convencimiento de los primeros cristianos sobre la virginidad de María.
Sin embargo, aunque, como es sabido, el Talmud recoge las tradiciones rabínicas intertestamentarias (s. II
a.C. – s. II d.C), la validez de esta sección es una cuestión disputada, pues su redacción es plenamente
medieval.
anterior, que confirmaba la autenticidad del testimonium flavianum al tiempo
que lo purificaba de interpolaciones:
«En aquella época vivía un sabio de nombre Jesús. Su conducta era buena y era
apreciado por su virtud. Fueron numerosos los que se hicieron discípulos suyos,
entre los judíos y otras naciones. Pilato lo condenó a ser crucificado y morir.
Pero los que se habían hecho discípulos suyos se pusieron a seguir sus
enseñanzas. Ellos contaron que se les había aparecido tres días después de su
crucifixión y que estaba vivo. Y que era el Mesías del que los profetas habían
contado tantas maravillas» (Antiquitates Iudaicae XVIII, 33; Versión árabe de
Agapio, Universidad Hebrea de Jerusalén).
(Un año después, Dubarle presentó otra versión también en este sentido)5.
c) Testimonios cristianos:
1- Testimonios escritos:
2- Testimonios arqueológicos:
SATOR P
AREPO A
TENET A T O
OPERA E
ROTAS R
PATERNOSTER
O
S
O T A
E
R
5
DUBARLE, A.M., “Le témoignage de Josèphe sur Jesús d’après la tradition indirecte”, en Revue
Biblique, 80 (1973) 481-513, citado por HERRANZ, M., Los Evangelios y la crítica histórica.
Cristiandad, Madrid 1978, p. 122.
-Ruinas de Cafarnaúm (descubiertas en 1838 por el geógrafo bíblico
norteamericano Edward Robinson) :
.-Iglesia octogonal bizantina (s.V)
.-Testimonio de la peregrina Egeria relativo a la Casa de Pedro,
transformada en iglesia (Domus Ecclesiae) (s. IV)
-Núcleo: Domus Petri (descubierta en 1968).
.-En Insula sacra, ruinas de la sinagoga del s. I mencionada en los
Evangelios.
.-Inscripciones latinas, griegas, sirias, arameas: Pedro, Cristo, Jesús,
Señor. Etc.,
1- Que Jesús existió pero que los hechos extraordinarios (no solo
admirables) del NT son leyendas posteriores a los hechos reales,
superpuestos a estos y ocultadores o transformadores del verdadero
personaje y de su mensaje, así como de su pretensión.
2- Que, por esta razón, hay que suprimir esos elementos
“extraordinarios” (=“legendarios”) para dar con la figura del Jesús
hombre-histórico.
3- Que la verdadera historia –además- hay que buscarla en otras fuentes,
no vinculadas con la Iglesia oficial –apócrifos-.
2. En respuesta a esta hipótesis cabría aducir, por una parte, que –como ya
vimos- no parece razonable dudar del valor histórico del NT y del personaje en él
retratado (como anunciador del Reino de Dios, condenado por motivos religiosos etc.,).
No obstante, supongamos que los que abogan por la hipótesis “B” lo hacen
verosímilmente. La cuestión siguiente es ver quién “diviniza” a Jesús. Y a este respecto,
se han planteado las siguientes sub-hipótesis:
Las hipótesis “B1”, “B2” y “B3” no se sostienen: como vimos, hay textos del
NT anteriores que testimonian una “divinización” de Jesús ya en a.D. 50.
Uno puede inventar una leyenda cuando hay mucho tiempo por medio, no hay
testigos en contra, el público no tiene el contexto cultural e histórico claro, etc... pero no
lo podrá hacer, en cambio, si las circunstancias son otras. Así, por ejemplo, resultaría
absurdo inventar hoy
que Elvis ha ganado el “Premio Cervantes” por su contribución a
la poesía mística en castellano. ¿Por qué?
-Porque está fuera de su contexto histórico: el premio es posterior a su muerte.
-Porque está fuera de su contexto cultural: no se conoce ningún poema místico
en castellano de su autoría.
-Porque hay testimonios y testigos en contra de ese supuesto testimonio.
En definitiva, no se puede engañar si hay elementos de contraste.
En nuestro caso, ¿cuándo y qué se escribe en el NT? Según las hipótesis más o
menos arriesgadas que ya conocemos, 10, 15, 20 ó 30 años después, se escribe que un
artesano judío se hacía pasar por Dios y por eso fue crucificado, muerto y sepultado,
aunque resucitó y subió al cielo. Que ese personaje era perfectamente histórico,
encuadrado en tiempo, espacio y circunstancias, tratado por las autoridades públicas,
con parientes y conocidos todavía vivos etc., Si hubiera invención, además, téngase en
cuenta que esta no sería de “detalles” triviales (sobre unas supuestas visitas al Templo,
por ejemplo) sino de aspectos fundamentales. La afirmación radical es, ni más ni
menos, que “Dios es un judío de carne y hueso crucificado como un criminal”.
Por otra parte,
¿quién inventa eso? ¿Los Apóstoles y Pablo? ¿Quiénes son ellos?
Los Apóstoles son judíos temerosos de su religión, algunos radicales, gente ruda. En
cuanto a Pablo, es un fariseo conocido, ciudadano romano e instruido en la filosofía
racionalista griega.
Y, por último, ¿en qué contexto histórico, cultural y religioso se produjo esa
“invención”? En el caso del judaísmo, se trata de un contexto plural en lo social e
incluso en lo religioso, pero con una idea de Dios –en todo caso- muy definida: es el
Dios de Israel, el único Dios, puro Espíritu, Absoluto, Trascendente; no se puede hacer
imágenes suyas (el arte no puede expresarlo), ni tan siquiera se puede pronunciar su
nombre; es, en definitiva, un Dios santo y terrible. En el contexto del paganismo, por
otro lado, dominan religiones mitológicas según las cuales “por detrás” de los dioses
hay una “Diké” (una justicia) impersonal, inaccesible, inalterable y eterna; o una
filosofía que presenta a Dios como idea absoluta del Bien, Motor inmóvil, Ley del
cosmos etc., es decir, como algo –no alguien- metafísico y distante.
Pues bien, el Jesús del NT –supuestamente inventado por Pablo y los doce-, se
presenta en este contexto como un Dios revestido de humanidad, con sentimientos,
emociones, fragilidad, necesidad..., que sufre y muere como un criminal y que, no
obstante, resucita, y será el Juez del universo. Dado el contexto, parece lógico que
quienes no conocían a ese personaje tomaran a quien lo predicara como un iluso (así
responderían de hecho los atenienses a Pablo), o –quienes sabían algo de Él por
referencias- por un peligro (así lo interpretaron los jerarcas de la religión judía y por ello
lo condenaron). Pero ¿sería lógico que los apóstoles fingieran creerlo y lo siguieran
hasta la muerte, y que inventaran esa poco convincente imagen ellos que lo conocieron
de cerca y convivieron con Él, que escucharon sus palabras y vieron sus hechos?
Un fraude, por lo demás, supone un móvil: una serie de ventajas y beneficios
que los “ideólogos” pensaran obtener seguramente. En nuestro caso, dado el contexto y
los autores del fraude, las “ventajas” parecían poco razonables y, de hecho, lo que los
Apóstoles obtuvieron fue la excomunión (= marginación), el destierro, la pobreza, la
persecución, prisión, apedreamiento, torturas, muerte atroz y dolorosa
.
Y, por último, ¿eran los Apóstoles “creíbles” por sí mismos? Dicho de otro
modo: si se hubieran propuesto crear un fraude, ¿no habrían fingido una santidad real
(como en el caso, por ejemplo, de las sectas)?. En lugar de eso, la “santidad” de Pedro
era la de un renegado, cobarde, llorica, soberbio, altanero, pendenciero, envidioso, ruin,
terco, presuntuoso, ambicioso... Y la “santidad” de Pablo (en forma de autorretrato) la
de un fanático, cómplice del asesinato de Esteban, orgulloso, acomplejado, impulsivo,
torpe al hablar, lleno de prejuicios, violento, quisquilloso…
Sólo queda, pues, como razonable que Jesús se “divinizó” a sí mismo. Lo que
conduce a nuestra tercera hipótesis inicial: Jesús como poeta o como místico panteísta.
1.3.3.
¿Es Jesucristo un poeta o un panteísta?
“Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo a su padre…” (Lc 15, 11
ss).
“El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo…” (Mt
13, 44 ss) etc.,
“Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado…” (Mc
10, 33-34).
“Todos vais a fallar por mi causa esta noche, porque está escrito: <Heriré al
pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño>. Pero después de resucitar, iré
delante de vosotros a Galilea (...) Pedro, esta misma noche, antes de que cante el
gallo, me habrás negado tres veces” (Mt 26, 31. 34.).
“Ve y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37).
De este modo:
c) Por otra parte, Jesús habla respecto de sí de una filiación divina totalmente
nueva para el Judaísmo: su ser “Hijo de Dios” es radicalmente distinto de cualquier otra
relación del hombre con Dios. (Esto introduce un elemento inesperado en el
monoteísmo absoluto de Israel: Dios tiene un Hijo). Y sus contemporáneos entienden
perfectamente que está hablando en sentido propio. Por eso buscan su muerte:
“Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de
Dios” (Jn 19, 7).
Esto se ve claro en el juicio: “Te conjuro por el Dios vivo a que digas si eres el
Hijo de Dios – (Autós eipei) ... tú mismo lo has dicho-” (Mt 26, 63-64; Mc 14, 61-62). Y
la consecuencia para el que peca por blasfemia es la muerte: “Vosotros lo habéis oído:
reo es de muerte” (Mt 26, 65-66; Mc 14, 63-64; Lc 22, 70-71).
Y, además, es confesado como tal en distintos textos del NT: “Verdaderamente,
eres Hijo de Dios” (Mt 14, 33 –los apóstoles, tras verle caminar sobre las aguas-); “Tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16 –respuesta de Simón Pedro a Jesús-);
“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 38 –confesión del centurión
tras los signos que siguieron a la muerte de Jesús-); “Señor mío y Dios mío” (Jn 20, 27-
29 –Tomás, después de ver y tocar al resucitado-); “Tú eres mi Hijo amado, en Ti me
complazco” (Mc 1, 11 –bautismo de Jesús-); “A Dios nadie lo vio jamás; el Hijo único,
que es Dios y que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer” (Jn 1, 18).
Nos queda ahora el segundo bloque de hipótesis: las que intentaban averiguar qué
quería decir exactamente Jesús con su pretensión inaudita. Para ello, obviamente, habrá
que analizar aún más de cerca esta.
¿Qué significa exactamente esta pretensión y que relación tiene con nosotros?
Esto es lo que vamos a examinar en el presente epígrafe.
6
De esta relación real de familiaridad entre el Padre y el Hijo –dos personas en un solo Dios- el
Catecismo romano dice: “De entre todas las analogías que pueden establecerse para <explicar> la índole
de la eterna generación del Hijo por el Padre, parece la más acertada aquella que se basa en la actividad
intelectual de nuestra mente; por lo cual San Juan denomina <Verbo> al Hijo de Dios. Pues así como
nuestra mente, al conocerse a sí misma, produce una imagen de sí misma que los teólogos han
denominado <verbo>, de parecida manera –y en cuanto es posible comparar lo humano con lo divino-
Dios, al conocerse a sí mismo, engendra el Verbo eterno” (I, c. 3, n. 9).
Para completar lo relativo al misterio cristiano de la Trinidad, habría que añadir –en relación con
el Espíritu Santo, tercera persona divina- que “procede de la voluntad divina como inflamada de amor”.
En definitiva, Dios –que es Acto puro, y todo acto es comunicativo de sí mismo- se manifiesta “ad extra”
(y de forma limitada) en su creación y conservación del cosmos, y “ad intra” (y de forma plena) –por su
conocimiento de Sí- en la comunicación del Padre al Hijo y –por su amor a Sí- en la comunicación de
ambos al Espíritu Santo. “Son dos procesos o comunicaciones <íntimas>, basadas como están en las dos
operaciones <inmanentes> de Dios: entender y amar; y de una eficacia infinita, como infinito es el mismo
Dios” (Jesús GARCÍA LÓPEZ, Metafísica tomista, Eunsa, Pamplona, 2001, pág. 717).
7
También este misterio de la fe cristiana se puede “explicar” analógicamente apoyándonos en la
índole difusiva y comunicativa de Dios como Acto Puro y Bondad infinita. “En Jesucristo –dirá también
García López- se ha hecho realidad paradigmática esa unión o asimilación de lo creado a lo Increado. En
Él se hallan íntimamente unidas, con la unión más excelente que cabe pensar, la unión hipostática, su
Humanidad y su Divinidad. Y en la Humanidad de Jesucristo se encuentran, como resumidas o
integradas, todas las perfecciones repartidas por el universo... Por ello, al unirse Dios, en la persona
divina del Hijo, a esa naturaleza humana que ha hecho suya, que ha asumido como suya, se ha unido
realmente, de algún modo, a la creación entera” (op. cit., pág. 719).
“Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era
Dios. Estaba al principio con Dios. todas las cosa fueron hechas por Él y
sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho. En Él estaba la vida y la
vida era la luz de los hombres. Y la luz luce en las tinieblas pero las
tinieblas no la abrazaron. Hubo un hombre enviado por Dios, de nombre
Juan. Vino éste a dar testimonio de la luz, para testificar de ella y que
todos creyeran por él. No era él la luz, sino que vino a dar testimonio de
la luz. La luz verdadera era ya e ilumina a todo hombre viniendo a este
mundo. En el mundo estaba y por Él fue hecho el mundo pero el mundo
no le conoció. Vino a los suyos pero los suyos no le recibieron. Mas a
cuantos le recibieron dióles poder ser hijos de Dios, a aquellos que creen
en su nombre; que no de la sangre ni de la voluntad carnal ni de la
voluntad de varón sino de Dios son nacidos. Y el Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito
del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él
clamando: este es de quien os dije: “El que viene en pos de mí ha pasado
delante de mí, porque era primero que yo”. Pues de su plenitud recibimos
todos gracia sobre gracia. Porque la Ley fue dada por Moisés, la gracia y
la verdad vino por Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás, Dios Unigénito,
que está en el seno del Padre, ese nos le ha dado a conocer” (Jn 1, 1-18).
“En el mes sexto fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazareth, a una virgen, desposada con un
varón de nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era
María. Y entrando a ella le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es
contigo. Y ella se turbó al oír estas palabras y discurría qué podría
significar aquella salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque
has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz
un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y llamado Hijo
del Altísimo, y le dará el Señor el trono de David su padre, y reinará en la
casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. Y dijo María al
ángel: ¿Cómo podrá ser esto, pues que yo no conozco varón? Y el ángel
le contestó y dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del
Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será
santo, será Hijo de Dios. Isabel, tu pariente, también ha concebido un
hijo en su vejez, y éste es ya el mes sexto de la que era estéril, porque
nada hay imposible para Dios. Y dijo María: He aquí a la sierva del
Señor, hágase en mí según tu palabra. Y se fue de ella el ángel” (Lc 1,
26-38).
---Pero el Evangelio nos muestra a un Cristo muy distinto: una personalidad rica,
equilibrada y armónica, alguien que se compadece de la muchedumbre y les da de
comer, que llora la muerte de su amigo Lázaro, que predica un mensaje de humildad, de
pobreza y de amor, que tiene un trato comunicativo y afable, un individuo sencillo y sin
grandes pretensiones humanas, que muestra un completo olvido de sí mismo etc., No
parece, por tanto, razonable considerarlo como un demente. De hecho, ni sus seguidores
ni sus enemigos lo tomaron por tal.
a) Si la causa que le mueve a ese fraude fuera mala –como, por ejemplo,
ejercer un control de manipulación sobre sus seguidores- está claro
que el engaño sería completamente perverso.
b) Pero aunque la causa que le mueve fuera “buena” –como, por
ejemplo, “consolarnos” ante la angustia vital o “fundamentar la
moral” (algo parecido a la actitud mostrada por D. Manuel, el
protagonista de la novela de Unamuno San Manuel Bueno, Mártir)-
tampoco ese fin justificaría los medios: seguiría tratándose de un
engaño y un engaño sobre lo fundamental, el sentido de la existencia
humana. Su mentira no sería, por tanto, una “mentirijilla piadosa”,
sino algo terrible, una mentira que juega con los sentimientos más
nobles, que compromete la vida y la muerte de todos sus seguidores y
de quienes tuvieran que “soportarlos” –la historia posterior
dependería de ella: los martirios y las cruzadas, las inquisiciones y las
renuncias de los santos...-.
-(1)- En primer lugar, que no es esa la imagen que todo el mundo tiene de Jesús.
Antes al contrario, todos reconocieron y siguen reconociendo su bondad y su elevación
moral. Desde luego lo hicieron sus discípulos: “Pasó haciendo el bien...” (Hch 10, 38).
Pero también reconocen su dignidad moral sus propios enemigos, los de entonces (“No
es por ninguna obra buena por lo que queremos apedrearte sino por haber
blasfemado...” Jn 10, 33) y los de siempre9.
-(2)- Por otra parte, una mentira tiene que cumplir los siguientes requisitos:
9
En su Esencia del cristianismo, Adolf von Harnack, por ejemplo, confiesa: “la aparición de
Cristo queda como fundamento único de toda civilización moral; y en la medida en que esta
aparición se fortifica o se atenúa, la civilización moral de nuestras naciones va aumentando o
disminuyendo...”. O como escribe Ernest Rénan en su Vida de Jesús: “Jesucristo no será
superado jamás... queda para la humanidad como un principio infranqueable de renacimiento
moral... En Él se ha condensado todo lo que hay de bueno y de elevado en nuestra naturaleza.
Reposa ahora en tu gloria, noble iniciador ... al precio de unas horas de sufrimiento, que no han
llegado a tocar tu gran alma, Tú has comprado la más completa inmortalidad...”. Sobre la imagen
que de Cristo han tenido los filósofos puede leerse también el artículo de Fernando Savater
“¿Jesús, hombre?” en Alfa y Omega, nº 213/18-V-2000.
2- No tuvo amigos influyentes.
3- No hizo ningún “guiño” a los núcleos de poder.
---La primera condición para que esa supuesta mentira triunfara no se
da, pues, en el caso de Jesús.
b) Verosimilitud: una “buena” mentira tiene que ser creíble para quien
la escucha. Pero...
1- Cristo fue contra la idea de Dios de los judíos.
2- Puso en cuestión su monoteísmo radical.
3- Contradijo su idea de un Mesías político o terrenal.
---Jesús, un judío normal, a la hora de inventar hubiera inventado otra
cosa si quisiera ser un farsante creíble.
De acuerdo con el Nuevo Testamento, Aquel que hemos visto pretender ser igual
a Dios muere con muerte ignominiosa y humillante. Estamos aquí ante una paradoja
absoluta de la figura desfigurada de Cristo. Aquel que reunía a las multitudes y
arrastraba tras sí a los discípulos muere solo, abandonado e incluso negado y
traicionado por los suyos. El viviente por excelencia (“Yo soy la vida”) está contado
entre los muertos. El inocente por excelencia, el santo de Dios, muere como un sin Dios,
en la soledad y la necesidad de los pecadores.
También este rasgo es único en la historia. Sin duda, el universo de la mitología
conoce la idea del dios sufriente e incluso del dios moribundo. Pero, aparte de tratarse
de una concepción mítica y no de afirmaciones concernientes a un hombre preciso en la
historia, el sufrimiento está expuesto como una prueba marginal que oculta
pasajeramente la belleza del dios inmortal, mientras que Jesús va a la muerte como al
meollo, al núcleo principal de su misión. Ni siquiera el judaísmo, única entre las
religiones precristianas que tuvo conciencia de la acción de Dios en la historia, entrevió
la realidad del Dios crucificado.
Sin embargo, el evangelio ve en la cruz el lugar en que resplandece la gloria del
amor divino, del mismo modo que ve en la resurrección la manifestación de su poder:
son las dos caras –en realidad, igualmente luminosas- de una única moneda, de la
misma persona: Jesucristo10. Del “signo” de la resurrección es del que ahora nos vamos
a ocupar.
En los relatos del Evangelio se advierte la ruptura entre la desolación del Viernes
(día en el cual Jesús es crucificado) y la euforia del Domingo (día en el que se establece
su resurrección). En tres días, y desde una perspectiva puramente humana, se pasa del
fracaso al triunfo (Véase, como ejemplo, la narración sobre la aparición a los de Emaús.
Cfr. Lc 24, 13-35). Y dos mil años después millones de personas siguen diciendo que
Cristo está vivo. ¿Qué ha pasado? Sus discípulos dicen: Cristo ha resucitado.
Se trata de otro “acontecimiento singular”: hay testigos que dicen que vive. No
hay ningún otro hombre en la historia del que se haya afirmado seriamente algo
semejante. Nótese que no hablamos sin más de la resurrección de Jesús, sino de su
predicción (presente, como vimos, por ejemplo en su equiparación con el Templo de
Jerusalén –Cfr. Jn 2, 19-) y, sobre todo, del testimonio que la concierne. Ciertamente, a
diferencia de otros rasgos de la vida de Cristo que son hechos materialmente inscritos
en la historia (Jesús fue históricamente crucificado bajo Poncio Pilatos a causa de su
reivindicación divina), la resurrección no es un hecho empíricamente comprobable
según los criterios del método histórico. Y esto, por la misma razón de su naturaleza.
Pero lo que sí es absolutamente histórico y puede ser objeto de estudio de acuerdo con
las exigencias del método científico es el hecho del testimonio dado por los apóstoles y
por los primeros discípulos de esta resurrección de Jesús.
a) A este respecto cabe decir, en primer lugar, que ese testimonio relativo a la
resurrección y manifestado en el Nuevo Testamento, es masivo y universal. Los cuatro
Evangelios fueron redactados a la luz de la fe pascual y no pueden comprenderse más
que bajo esta luz. No se pueden captar adecuadamente si no se leen en función de sus
10
Si la teología tradicional basaba su discurso apologético en elementos como las profecías o los
milagros, hoy la clave de la discusión sobre la credibilidad de la pretensión de Cristo se centra en su
persona: es la excepcionalidad del personaje la que interpela nuestra libertad.
Es este un cambio de perspectiva que permite integrar perfectamente todos los aspectos. En
efecto, por una parte, las profecías sobre Cristo presentes en el Antiguo Testamento (Cfr. “Profecías y
figuras mesiánicas de Cristo” y Cristo. ¿La gran verdad o sólo mentira?, pp. 107-114) y también
diseminadas oscuramente en otras tradiciones culturales en un tiempo de expectativa universal (Cfr. “La
única persona universalmente preanunciada”) apuntan a su condición mesiánica, pero es su persona la que
llena de sentido esas esperanzas humanas. Y lo mismo cabe decir de los milagros, pues aunque muestran
un singular poder que puede constituirse en signo convincente y llamada a la fe, también son inseparables
de su persona y de su vida; más aún, su sentido está en estas (Cfr. Cristo. ¿La gran verdad o sólo
mentira?, pp. 134-138).
últimos capítulos (Cfr. Mt 28, Mc 16, Lc 24 y Jn 20 y 21). No sólo hablan, cada uno de
ellos en su conclusión, de la resurrección de Jesús, sino que su mismo concepto, que es
ser una “buena nueva”, sería impensable y contradictorio si el portador y objeto de este
“gozoso anuncio” no hubiese terminado más que con el fracaso de la muerte en cruz. En
cuanto al libro de los Hechos de los Apóstoles, está enteramente dedicado al anuncio de
la muerte y de la resurrección de Cristo.
Lo mismo cabe decir de San Pablo, cuyas epístolas están todas sostenidas por la
fe en la resurrección, como atestigua este pasaje célebre entre todos en que se enfrenta
con los que (¡ya entonces!) negaban la resurrección: “Y si se proclama que Cristo ha
sido resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de vosotros dicen que no
hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, ni siquiera
Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha sido resucitado, vacía por tanto es (también)
nuestra fe; y resulta que hasta somos falsos testigos de Dios, porque hemos dado
testimonio en contra de Dios, afirmando que Él resucitó a Cristo, al que no resucitó si
es verdad que los muertos no resucitan, ni Cristo ha sido resucitado. Y si Cristo no ha
sido resucitado, vana es vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados. En este caso,
también los que durmieron en Cristo están perdidos. Si nuestra esperanza en Cristo
sólo es para esta vida, somos los más desgraciados de todos los hombres. Pero no;
Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que están muertos” (1 Cor
15, 12-20).
También la Epístola a los Hebreos está por entero supeditada a la fe pascual. Y
el papel de la resurrección es igualmente central en las Epístolas de Santiago, Pedro,
Juan y Judas, y sobre todo en el Apocalipsis, que culmina con la contemplación del
Cordero pascual, inmolado y resucitado (Cfr. Ap 5)11.
b) Y ese testimonio, en segundo lugar, es tan fuerte que llega hasta nosotros a
través de los tiempos en la fe de los creyentes (mártires, santos y cristianos de todas las
épocas).
11
Se ha discutido mucho acerca de las divergencias de detalle entre unos relatos de la
resurrección y otros: el número de las mujeres que se dirigieron hacia la tumba de Jesús y se encontraron
con que el cadáver ya no estaba allí, los motivos por los que fueron, el día e incluso la hora exacta en que
lo hicieron, o el número y naturaleza de los que les comunicaron que Jesús había resucitado. Unos
entenderán que dichos relatos aportan datos irreconciliables entre sí y que, por tanto, el testimonio entero
acerca de la resurrección queda en entredicho o es, sin más, manifiestamente falso; otros creerán que esas
divergencias se pueden resolver atendiendo a la diversidad de las perspectivas propias de los distintos
evangelistas y que, desde ese punto de vista, no sólo no son contradictorias entre sí sino complementarias
o –en todo caso- explicables atendiendo a las circunstancias.
En realidad, son debates interesantes, sin duda, pero difícilmente resolubles. En mi opinión, el
hecho verdaderamente significativo y sustancial es que, atravesando y superando un proceso de dudas que
los propios relatos lejos de ocultar ponen en evidencia y que es perfectamente razonable teniendo en
cuenta la “noticia”, todos los apóstoles llegaron a la convicción firme de que Cristo había resucitado (y de
que había signos patentes de que efectivamente así fue, que ellos manifiestan como testigos) con una
intensidad tal que, desde ese momento, cimentaron sus vidas y su predicación sobre esa seguridad.
A. Según esta, los apóstoles y discípulos habrían engañado a todos sobre el
destino final del cadáver: la resurrección sería un engaño, una ficción inventada por
ellos frente al fracaso de su Maestro.
–Según los relatos evangélicos, los primeros testigos son mujeres. En efecto,
quienes primero ven a Cristo resucitado fueron algunas de las mujeres que le habían
seguido en vida: María Magdalena, María de Cleofás, María (madre de Santiago el
Menor), Salomé, Juana y otras. Pero el montaje de este supuesto testimonio es muy
poco verosímil. A nadie se le hubiese ocurrido plantear algo así teniendo en cuenta la
poca fiabilidad que la época daba a los testimonios femeninos. El historiador judío
Flavio Josefo (s. I) dice en sus Antigüedades judaicas: “Los testimonios de mujeres no
son válidos y no se les da crédito entre nosotros, por causa de la frivolidad y la
desfachatez que caracterizan a este sexo”. Los romanos no daban tampoco ningún valor
a la palabra de una mujer. Celso dice así: “Los galileos creen en una resurrección
atestiguada tan sólo por algunas mujeres histéricas”. E incluso para la primitiva
comunidad cristiana aceptar que habían sido mujeres las primeras en testimoniar a
Cristo vivo no fue nada fácil, pues también esto violentaba su mentalidad. De hecho,
Pablo (1 Cor 15, 3) no cita mujeres en su lista de testigos de la resurrección cuando
pretende convencer de la credibilidad de la resurrección a los cristianos griegos, remisos
a una fe como esa.
–Y los apóstoles –como ya sabemos- eran hombres simples y normales, sin gran
capacidad de persuasión, cobardes y apocados... (y que, sin embargo, como
consecuencia de su convicción acerca de la resurrección de Cristo, cambian
radicalmente su actitud y su vida: del miedo a la audacia en la predicación).
3- Por último, tampoco parece posible encontrar un móvil claro de ese supuesto
engaño teniendo en cuenta la pretensión y, sobre todo, el previsible final de sus
mentores.
a) En primer lugar, parece claro que los apóstoles no fueron sugestionados por
Cristo: Éste sólo les habló tres veces de la resurrección y en ninguna de ellas
comprendieron a qué se refería.
b) Además, los apóstoles no parecían especialmente proclives a estos
fenómenos. Tomás no quiere visiones sino “pruebas” (Cfr. Jn 20, 24); los apóstoles
manifiestan no hablar de “fábulas” sino de lo que han visto (Cfr. 2 Pe 1, 16-18) y
tocado. El propio Cristo resucitado quiere ser palpado para que reconozcan la diferencia
(Cfr. Lc 24, 36-40; Jn 20, 22), come ante ellos (Cfr. Lc 24, 43; Jn 21, 12-15) etc.,
c) Y, por otra parte, no parece que los síntomas que la psiquiatría describe en el
caso de un alucinación coincidan con los rasgos presentes en nuestro caso: