Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
«Para quien piensa algo en relación con estas dos palabras, la expresión
"cristianismo anónimo" es una contradictio in adiecto, un oxímoron» . En este
enfoque, el programa de una cristología «desde abajo» surge en realidad por sí
solo. Para Küng, implica una cristología «desde el concreto Jesús histórico», o
sea, partir «del verdadero hombre Jesús, de su mensaje y su aparición
histórica,de su vida y su destino, de su realidad temporal y de su incidencia en
la historia,para preguntar por la relación de este hombre Jesús con Dios, por su
unidad con el Padre» . El hecho de que Küng contraponga esta cristología
«desde abajo» a la cristología clásica «desde arriba» no equivale para él a una
fundamental negación de la legitimidad de esta.
Más bien se trata meramente – en la perspectiva limitada por el tema que aquí
nos ocupa– del enfoque cristológico «desde abajo». A este enfoque se le
plantearán a continuación, con miras a clarificar el asunto mismo, dos
preguntas. De este consenso forma parte también, como ya se ha apuntado al
principio, que la cristología no puede derivarse deductivamente «desde arriba»
a partir de la doctrina de la Trinidad, sino que es necesario tomar como punto
de partida la revelación histórica de Dios en Jesucristo, a fin de dejarse guiar
por Jesucristo en el Espíritu del Padre. Es acción creadora de Dios, quien llama
a lo que no es para que sea .
Tema 6 – 7
Los tiempos en los que la exégesis de la Escritura se entendía a sí misma
como mero subalterno encargado de hacer el trabajo pesado para la
dogmática, y el teólogo dogmático se entendía a sí mismo como tutor del
exégeta, son definitivamente historia. Los escritos del Nuevo Testamento
contienen el originario testimonio apostólico de la Iglesia, que es fundamento y
medida de la fe y la vida, de la teología y la praxis de la Iglesia
posapostólica. En la Iglesia y,por ende, en la teología, nada que no sea
fundamentalmente demostrable con el testimonio de la Escritura puede elevar
pretensión de ser vinculante. También las doctrinas dogmáticas de fe de la
Iglesia deben interpretarse desde la Escritura.
Así, según una formulación del Vaticano II, la exégesis de la Escritura es el
alma de toda la teología . De ahí que a la exégesis de la Escritura le
corresponda, en relación también con la teología, una función crítica. No se
puede reemplazar el antiguo dominio de la dogmática por el dominio de la
exégesis. De ahí que en último término la Escritura no se pueda entender
desde la distancia histórico-crítica, sino solo en contacto vivo con el «asunto»
del que en ella se da testimonio.
En ello hay que darle la razón por completo a Rudolf Pesch. De lo contrario, la
fe en la resurrección sería un mero mito, una ideología o una apoteosis a
posteriori de un difunto. Es característica del Nuevo Testamento la insistencia
en que el Resucitado no es otro que el Jesús terreno. De ahí que los
evangelios atestigüen la fe en el Resucitado mediante relatos sobre el Jesús
terreno.
Lo único que ayuda a superar esta aporía fundamental es una reflexión a fondo
sobre los supuestos del método histórico. En el marco de un pensamiento
histórico, solamente la historia como un todo puede reclamar para sí una
relevancia incondicional. Pero este todo no se da hasta el final de la
historia. Un suceso particular en la historia puede reclamar para sí validez
incondicional si en él acontece por anticipado el final, si es posible mostrar, por
tanto, que se trata de una anticipación de ese final.
Con ello se diferencia para bien de una cierta teología actual plana que habla
con tópicos de la «causa de Jesús» y no tiene ya sitio cabalmente para lo único
que, desde un punto de vista historiográfico, podría calificarse como la causa
de Jesús, a saber, su mensaje escatológico sobre la llegada del reinado de
Dios .En consecuencia, a Pesch no se le podrá reprochar, ciertamente, un
jesuanismo barato. En efecto, Jesús no murió dulcemente en la cama, ni de un
infarto de miocardio a orillas del lago de Genesaret, ni fue lapidado, lo que
también habría sido posible . Antes bien, murió en la cruz bajo el signo del
abandono de Dios.
El escándalo que supone esta muerte no se puede acallar con una teología
general de la muerte. Hay que percatarse más bien de que esta muerte de
Jesús, que es consecuencia de su actividad, arroja nueva luz sobre esta, así
como sobre su pretensión escatológica. Pero si se ve la entera vida de Jesús a
la sombra de la cruz, entonces se pregunta uno cómo este hombre que muere
abandonado por Dios puede fundamentar para nosotros la fe y la confianza en
Dios. Estos interrogantes se agudizan aún más si se afirma que Jesús vinculó
su anuncio escatológico, o sea, su «causa», esencialmente con la pretensión
escatológica de su persona.
Pero sin el escándalo del lógos sàrx egéneto , del «era Dios el que reconciliaba
consigo al mundo en Cristo» , el cristianismo deja de ser el cristianismo. Eso no
es poco, bien lo sabe Dios, siempre y cuando uno sea lo suficientemente
honesto y añada, como hace Nolte, que con ello se asiente a una radical
secularización del cristianismo . Así, sin embargo, se despide uno del
cristianismo en el sentido de la Escritura y de la tradición.
Cristología pneumatológica
Metafísica en la cristología
Tema 8
Al menos por parte católica, el debate teológico de la última década se centró
en gran medida de la tarea de renovación de la Iglesia planteada por el Concilio
Vaticano II. La pregunta por la Iglesia, su esencia, su unidad y estructuras
ocupó el primer plano, junto con la pregunta por la relación de la Iglesia con la
sociedad actual. Solo una reflexión más profunda sobre el verdadero
fundamento y sentido de la Iglesia y su tarea en el mundo de hoy puede
propiciar una salida del dilema. Por lo tanto, la profesión de fe en Jesucristo es
concreta de un modo realmente molesto y, a la vez, universal de un modo no
sobrepujable.
Tendría que mostrar de qué manera debe entenderse esta actividad de Jesús
como cumplimiento sobrepujante del Antiguo Testamento. Puede señalar
además cómo el mensaje y la conducta de Jesús implican una pretensión de
autoridad tan singular e insuperable que los credos pospascuales no son otra
cosa que el intento de expresarla con palabras explícitas en la nueva situación
y responder a ella desde la fe. En consecuencia, la resurrección y glorificación
de Jesús debe entenderse como el cumplimiento sobrepujante de la vida y obra
del Jesús terreno. Lo que Jesús vivió ónticamente, una existencia por entero
desde Dios y por entero para los demás, se desarrolló más tarde
ontológicamente .
De ahí que una cristología que busque su referencia en Jesús mismo nunca
pueda ser desarrollada como doctrina «en sí» ni como un mensaje puramente
interior «para mí». En ella se trata de la salvación del ser humano y del
mundo,del sentido de la historia en general. La cristología perdió ya pronto este
horizonte escatológico. En el mundo del helenismo, la relevancia universal de
la historia de Cristo tuvo que desarrollarse de un modo nuevo.
Sobre todo Karl Rahner ha tratado de llevar adelante esta tarea mediante una
cristología antropológicamente orientada . Según las palabras del Concilio
Vaticano II, hoy nos encontramos en transición hacia una nueva época de la
historia de la humanidad. En esta situación, el horizonte escatológico-histórico
de la cristología bíblica tiene que volver a ganar relevancia. Dada nuestra
situación histórica, la pregunta es, en efecto, cómo resulta posible en esta
historia de sufrimiento, injusticia y culpa que a todos nos envuelve y determina
un nuevo comienzo que suscite esperanza otra vez.
Con ello se hace patente de qué forma una cristología que se centra en lo suyo
y no se suma con ligereza a cada nueva moda puede ser socialmente crítica en
un sentido mucho más profundo y abarcador que teologías que se declaran
tales a voz en cuello. Tal cristología, sin embargo, no puede tenerse a precio
de saldo.
Como salta a la vista, tal cristología espiritual podía estar abierta a la acción del
Espíritu en todas las religiones y culturas, en la ciencia y en el arte. De este
dilema solo es posible escapar si se tiene en cuenta que en la Escritura existen
dos series de enunciados sobre la relación entre Cristo y el Espíritu, que, sin
embargo, no resultan fáciles de conjugar. El Espíritu es entendido aquí como
poder divino sobre la creación y la historia que todo lo vivifica y lo ordena, un
poder que desde el principio actúa allí dondequiera que surja algo nuevo y que
guía e impulsa la realidad toda hacia su meta escatológica, en la que «Dios
será todo en todo» . En estos pasajes, la cristología parece casi una función de
la pneumatología, por lo que no es sorprendente que tal cristología del Espíritu
atrajera pronto sobre sí la sospecha de adopcianismo.