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(cap 8) Mateo - Seco L, Dios Uno y Trino, Pamplona, Eunsa, pp. 211-242
EL SIMBOLO NICENOCONSTANTINOPOLITANO
En el Primer Concilio de Constantinopla (381) se define la divinidad del Espíritu
Santo y se completa el Símbolo niceno dándoles la redacción conocida como Símbolo
Nicenoconstantinopolitano. Este Símbolo adquiere su actual rango teológico al ser
aceptado solemnemente por el Concilio de Calcedonia (a. 451). De este Símbolo nos
interesa en este momento la doctrina pneumatológica, que constituye su nota más
característica:
Del Espíritu Santo se confiesa:
“y (creemos) en el Espíritu Santo, el Señor, el vivificante, el que procede del Padre, el
coadorado y conglorificado con el Padre y el Hijo, el que habló por los profetas: en una
santa, católica y apostólica Iglesia”
Se define la divinidad del espíritu santo. Para afirmar la igualdad del Espíritu con las
otras divinas Personas no era posible, como en el caso del Hijo, remitirse a las
exigencias de una autentica generación, pues el Espíritu Santo no procede del Padre por
vía de generación.
La divinidad del Espíritu viene ya insinuada precisamente en el calificativo que
acompaña la mención del Espíritu: santo. Se trata de un calificativo que ya le aplica el
Nuevo Testamento Lc 1, 35 y jn14, 26 y que tomando en su radicalidad lo muestra
como persona divina: “solo Dios es santo. Es esta santidad absoluta lo que le permite se
santificador en sentido absoluto y divinizador del hombre. Es la argumentación que ya
había utilizado San Basilio para mostrar la divinidad del Espíritu. Y al afirmar su fe en
la santidad del Espíritu Santo, la Iglesia está afirmando su fe en su propia santidad y en
el poder santificador del Bautismo.
Se dice del Espíritu, que es Señor y, por tanto, no pertenece al nivel de las criaturas, es
decir, no es un espíritu servidor como los ángeles, sino se encuentra en la esfera del
señorío divino.
La afirmación dador de vida o vivificador también aparece con frecuencia en los
escritos de San Basilio como referido al Espíritu Santo. Se recoge en esta afirmación
desde la santificación en sentido estricto y esto lleva consigo que el hombre es re-
creado, es hecho nueva criatura hasta la perfecta redención del cuerpo, es decir la
resurrección de los cuerpos que tendrá lugar por obra del Espíritu (Rom 8,11)
El inciso “que procede del padre” se recoge la afirmación de jn 14, 26-27 para mostrar
el origen divino del espíritu.
Sigue la proclamación de la homotimia del Espíritu Santo, que es adorado con el padre
y el hijo. Es uno de los argumentos más importantes contra los pneumatómacos que
admitían la adorabilidad del hijo, pero no del Espíritu.
El inciso “que habló por los profetas” tiene la misma intención: reafirmar la divinidad
del espíritu que ya actúa en los profetas,
En síntesis, el Símbolo, afirma la divinidad del Espíritu atribuyéndole: a- un nombre
divino: Señor; b-funciones divinas: dar la vida; c- Un origen inmanente del Padre:
procede; d- una igualdad de adoración.