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7 de junio 2020
El académico sostiene que en Los cuernos de Don Friolera el melodrama español es objeto de
crítica, pues su sensibilidad deforma el teatro y la épica con “violencia estética”. En el esperpento, sobre
todo, el autor dispone una distancia patética con las convenciones del melodrama, creando parodia: la
estética del melodrama se exagera a un extremo ridículo pero preservando la seriedad del Plot, donde no
predomina ni el falso humor ni el horror, sino que la tensión generada entre ambos lleva al público a una
distancia crítica que expone its contrivance. Hay muchos momentos paródicos, de evocación directa al
intertexto de Echegaray y una autoconsciencia de los personajes de alcanzar los estándares del
melodrama. Por otro lado, en la parte del romance de ciego se obra algo similar, mostrando cómo el
melodrama ha sobrepasado lo teatral y contamina ahora otras formas de creación. Se toma la parodia
nuevamente para mostrar su programmatic inauthenticity, pero otra vez también su lado serio. De esta
forma, se les termina comparado como dos formas que tratan su temática artificialmente y con afectación.
El lenguaje español es criticado en sí mismo también, en tanto se vincula al melodrama. Este
tendría un vacío y falta de autenticidad en tanto mantiene remanentes de un romanticismo nacionalista,
caduco y estático (también mostrado en diálogos de Don Estrafalario). Esta falla privaría al castellano de
su desarrollo en las artes del teatro y la poesía de cualquier dimensión trágica, pues le faltaría poder. Así,
dos de las tres maneras de escribir que Valle-Inclán propone son imposibles en su lengua: desde lo alto,
admirante como Homero, o desde el “yo” empáticamente, como Shakespeare; se termina cayendo en el
melodrama, el código de expresión y la mirada moral española es incapaz de sostener conflictos
verdaderamente humanos.
Por último, se propone la “mirada desde arriba” (bululú), que seguiría la tradición de autores
como Quevedo, y entonces estaría dentro de las capacidades del español. Esta sería la única forma de
trascender la rigidez de los códigos de honor y el decoro, el arte bululú justamente se trata de violentarlos:
para ser salvado, el teatro español debe librarse de este corsé pseudo-intelectual y buscar violencia o
emociones más disfrutables, más cerca de la experiencia y lejos del moralismo. Debe resaltarse, sin
embargo, que Valle-Inclán no sugiere el total abandono del melodrama.
En conclusión, Los cuernos de Don Friolera se desvía de los paradigmas melodramáticos, que
más bien tematiza y cuyas convenciones estiliza irónicamente. Se tiene como resultado un híbrido
grotesco que depende de los contrarios. Para Hutcheon, esta manipulación toma ventaja total de las
convenciones melodramáticas para hacer una mezcla de homenaje e ironía (parodia). El resultado es una
propuesta de reforma, donde el nuevo arte se beneficia de la tradición para llegar a una relación más fértil
(donde tal vez como El Quijote, Los cuernos sea un paso pivotal-paródico en el proceso). Valle-Inclán
denuncia también la ingenuidad de un proyecto ilusionista: no es suficiente aparentar ser más “natural”
(Galdós) en la expresión, es necesario atacar la complacencia de la audiencia que en el moral clash de
virtud siempre vencedora encontraba una forma de escapismo, una negación frente al mundo real.
Meza 3
“Inyectar anticuerpos” (otros géneros) en el cuerpo (melodrama) para generar inmunidad, arte viable y
legítimo.
Obras citadas
Ríos-Font, Wadda. “Los cuernos de Don Friolera: Valle-Inclán’s melodramatic parody”. Anales
de la literatura española contemporánea, vol. 18, no. 3, University of Rochester, Society of
Spanish & Spanish-American Studies, 1993, pp. 553–565.