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Sinopsis
Suzy es una loca del control con su vida planeada: trabajar duro, encontrar
al hombre correcto y vivir felices por siempre. Su plan se detiene abruptamente
cuando su auto se descompone y un chico malo tatuado la rescata del costado de la
carretera.

El encuentro casual lleva a una noche de pasión y pone su mundo del revés.
¿Puede su ligue de una noche convertirse en algo real?

Men of Inked #1

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La Oscuridad
Suzy
Traducido por Flochi

La luz de la luna se filtraba a través de los árboles de pino bordeando los


campos, dejando sombras en el pavimento. El aire frío que en los meses anteriores
había faltado acariciaba mi piel. Encendiendo la radio, me puse a cantar la letra de
“Rock Your Body”‖de‖Justin‖Timberlake.‖Éramos‖ solamente‖ la‖brisa‖fresca,‖JT‖y‖ yo.‖
No veía la hora de poder arrastrarme en mi cama, cerrar los ojos y perderme en un
mundo de sueños que no tenía nada que ver con la realidad actual.

La noche había sido perfecta. Había comido y bebido con mi mejor amiga,
Sophia, y aunque estaba agotada por el largo día laboral, sentía cierta serenidad.
Pasar tiempo con Sophia siempre me ponía feliz. Era como una hermana para mí,
especialmente cuando vivió conmigo por más de un año. Se sentía como si una
parte de mí faltara desde el día que ella se mudó, dejándome atrás.

Bailando en el asiento, gritando las letras, pensé en cómo quería que alguien
hiciera lo que la canción describía. Nadie me había hecho sentir de la manera que
JT cantaba sobre las mujeres. El volante tembló en mis manos y un sonido de
chirrido me sacó de mi trance de JT.

—Maldita sea —dije, golpeando el volante con mi palma.

El destello naranja de mis luces intermitentes parpadeó contra el oscuro


pavimento cuando salí de la carretera y mi auto tartamudeó hasta detenerse. La
mala suerte parecía seguirme. Apreté el volante, intentando calmar mis exhaustos
nervios. Sabía que el día llegaría, el día en que mi auto moriría, pero rogaba que
sucediera‖luego‖de‖mi‖próximo‖salario…‖no‖tuve‖tal‖suerte.

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Apoyando la cabeza contra el volante, cerré los ojos, respirando hondo.

—Estupendo, simplemente estupendo. —Me mecí hacia atrás y adelante,


sintiendo pena por mí misma, golpeando mi cabeza contra el plástico frío. Pensé en
quién llamar o a dónde caminar. No había pasado una gasolinera o siquiera una
maldita farola en kilómetros. Sin levantar la cabeza, busqué mi teléfono, llevándolo
a mis ojos.

—Mierda. —La pantalla no encendió luego de que presioné todos los


botones, pero fue inútil. Estaba muerto y ahora estaba completamente varada.
¿Qué más podría salir mal? Suspirando, me senté y miré por el espejo retrovisor,
pero solamente las sombras de los árboles llenaron mi vista. Nada de autos,
carteles de neón o farolas. Mierda.

Puse mi mano sobre mi pecho para sentir latir mi corazón, que latía con
tanta fuerza que juro que era audible. Visiones de películas de miedo inundaron
mi mente. Joven perdida al costado de la carretera hasta que es encontrada por un
apuesto extraño que acaba siendo un asesino serial.

¿Debería comenzar a caminar a Dios sabe dónde? ¿Me siento aquí y espero a que un
extraño me ofrezca ayuda? Nunca me gustó sentirme indefensa, era demasiado lista
para estar indefensa, pero era lo único que estaba sintiendo en este momento.
Podrían pasar horas hasta que alguien me encontrara en mi auto.

Agarré mi bolso, el teléfono muerto y las llaves y me bajé del auto. Mis pies
dolían por los tacones extra altos que llevaba. Apoyándome contra el auto, les di a
mis pies un momento para ajustarse, mientras miraba en ambas direcciones.
Ninguna de mis opciones cercana y estaba agotada. Mis pies gritaban por estar en
una posición de pie. Gracias a Dios mañana podía dormir luego de la manera que
esta noche había terminado. Había una gasolinera como a tres kilómetros y medio
atrás, mejor decidirme por lo que sabía que caminar a un futuro incierto. Golpeé el
botón de cerrar con mi llavero una vez más, ayudándome a aliviar mi TOC de
necesitar comprobar todo dos veces, antes de comenzar a caminar.

Apenas iluminando el maletero, una sola luz provenía de una pequeña


colina en la distancia, lastimando mis ojos con el brillo. El rugido de un motor se

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hizo más fuerte a medida que las distancias se cerraban. Ondeé mis manos cuando
una figura quedó a la vista, pero el motociclista imbécil pasó a mi lado mientras yo
gritaba:

—¡Oye! ¡Oye! —El viento de su moto provocó que el polvo de la carretera se


alzara y llenara mi boca.

Me di la vuelta, tosiendo y grité hacia la moto. Supe que no tenía sentido. De


ninguna manera en el infierno él me escucharía gritar por encima del rugido de su
moto, pero tuvo que verme. La luz trasera roja iluminó la carretera cuando dio
vuelta a su motocicleta en mi dirección. Tragué saliva, insegura si esta era mi mejor
idea de la noche, ya había cometido demasiados errores de los que preocuparme.
Él era mi única esperanza de llegar a casa.

Me quedé allí de pie como un cervatillo en las farolas, incapaz de moverme


mientras lo miraba boquiabierta. Mis manos temblaron cuando la figura sobre la
moto se detuvo a mi lado. El motor era casi ensordecedor, mientras contemplaba la
vista de él sobre la máquina. La moto era una Harley, una Fat Boy, sin parabrisas,
manubrios de cromo y una figura oscura. Usaba botas negras, vaqueros oscuros y
una camiseta oscura. Era grande, musculoso y contuve el aliento cuando mis ojos
buscaron su rostro apuesto y de rasgos duros. Una sonrisa juguetona bailó en sus
labios cuando me comió con los ojos. Santo infierno.

—¿Necesita ayuda, señorita? —preguntó, quitándose el casco, pasándose los


dedos a través de su cabello desarreglado. Las puntas oscuras se alzaban en lo alto,
los costados estaban cortos y prolijos, y el color concordaba con el cielo: oscuro. No
podía ver sus ojos; un par de gafas tintadas los ocultaban. ¿Los asesinos seriales
podían ser tan sexys?

—Eh, ¿tienes un teléfono celular que pueda usar para pedir un auto? —
pregunté sin dar un paso en su dirección. No demasiado cerca, deja espacio para correr.
¿A quién demonios engañaba? No podría dar ni cinco pasos en estos malditos
zapatos.

—Claro. —Cuando se reclinó en su motocicleta, estudié su cuerpo mientras


buscaba en su bolsillo. Los vaqueros ajustados mostraban sus músculos a través de

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la mezclilla. Todo se aferraba a él. Quise tocarlo con un dedo para ver si se sentía
tan duro como parecía. ¿Qué demonios está mal conmigo?

Estaba demasiado ocupada mirando fijamente para notar que me lo estaba


tendiendo.

—Señorita, ¿quería mi teléfono?

Regresando a la realidad con el sonido de su profunda voz, di un paso hacia


él, alcanzando el teléfono.

—Oh, lo siento.

Mis dedos rozaron su palma, una pequeña corriente pasó entre nosotros.
Sus dedos se cerraron sobre mi mano cuando me aparté. Mi ritmo cardíaco que
estaba calmo, ahora comenzó a latir frenéticamente en mi pecho. Tenían que ser las
hormonas. No había tenido sexo en Dios sabía cuánto tiempo, dejé de contarlo
luego de tres meses. El hombre frente a mí no era mi tipo, pero eso no evitaba que
su atractivo sexual se me pasara por alto. Se veía como muchos problemas que no
necesitaba en mi vida.

Retrocedí, manteniendo mis ojos fijos en él, mientras marcaba a la única


persona lo bastante cerca como para ayudar: Sophia. El teléfono sonó y sus ojos
recorrieron mi cuerpo arriba y abajo, con cada tono, mi estómago comenzó a
revolverse. No tenía a nadie más a quien llamar.

Presionando el botón de finalizar, suspiré.

—No responde. Gracias. —Le mostré una sonrisa avergonzada mientras le


entregaba su teléfono.

—Déjame echar un vistazo y ver si hay algo que puedo hacer. ¿De acuerdo?
—preguntó, a la vez que comenzaba a girar la moto para iluminar con sus farolas
el capó.

—Claro. —Presioné el botón de destrabar en mi llavero antes de subir. Puse


la llave en la ignición, pero permanecí consciente de su cercanía. Nadie me
escuchará gritar si intenta asesinarme. No podía bajar mi guardia.

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Bajó el soporte de la moto, se bajó y puso el casco sobre el asiento.
Presionando el pestillo del capó junto a mi asiento, lo observé desde la relativa
oscuridad de mi auto, mi rostro oculto por las sombras. Él era grande, más grande
de lo que pareció sentado en la Harley. Tenía que ser unos treinta centímetros más
alto que yo y se veía más sólido con la moto iluminando su cuerpo. Lo miré
fijamente, la boca abierta levemente, mi respiración superficial mientras lo miraba
como un trozo de carne a través de la brecha en el capó. Rezumaba masculinidad y
rudeza e intenté imaginarlo sin todas las ropas ceñidas. Los músculos de sus
brazos se tensaban cuando tocaba las partes bajo el capó.

¿Cómo sería estar con un hombre como él? Todos los hombres con los que
había salido no se ejercitaban. Eran sujetos agradables, pero la chispa que deseaba
siempre faltaba. La gente piensa que soy una buena chica, y lo soy, pero mi mente
está llena de pensamientos sucios que nunca podría compartir con un compañero.
Los he compartido con Sophia, pero ella no cuenta. Nunca nadie ha hecho algo
digno de fantasía conmigo. Apenas puedo vocalizar las palabras que son
necesarias para describir las cosas que quiero que me hagan, o que querría hacerle
a otra persona en este mundo.

—Señora —dijo, sacándome de mi evaluación de vida sexual, o la falta de la


misma.

—Lo siento, ¿sí?

—¿Puedes intentar arrancar ahora, por favor? —dijo, inclinándose sobre el


capó, sus manos puestas a cada lado de la abertura—. Ahora —dijo. El auto se
agitó y revolvió—. Para. —Lo escuché gritar por encima del sonido de chirrido. Se
movió metódicamente a través del motor del auto—. Vuelve a intentarlo. —Giré la
llave provocando que el motor repiquetee, pero no arranque.

Se puso de pie, frotándose la nuca mientras maldecía por los labios. Lo


único que podía ver era su entrepierna. Miré inmóvil. Su camiseta cubría las
presillas del cinturón y llegaba justo por encima de su ingle. Maldita sea. Llenaba
bien esos vaqueros. Tenía que ser grande. Todo en él es grande, él no podía,
simplemente no, tener un pene pequeño, ¿o sí?

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El último tipo con el que me había acostado era más del tamaño de un
pepinillo. Fue la experiencia sexual más insatisfactoria de mi vida. Él era un
profesor y yo quería a alguien que fuera educado y autosuficiente, pero fue
aburrido tanto dentro como fuera del dormitorio. Pensé que había encontrado eso
con Derek, Sr Pepinillo, pero me equivoqué. Él era una ruina y lleno con más
problemas mentales de los que haya sabido. Le tenía fobia a los gérmenes, lo que
era problemático al tener relaciones sexuales. Había saltado de la cama
inmediatamente después del sexo a ducharse y lavarse la suciedad. Suspiré para
mis adentros al recordar su necesidad de estar limpio, sin importar que era un
imbécil también.

El capó de mi auto hizo un ruido fuerte cuando lo bajó con fuerza.

—Tu auto es un poco difícil. Los autos extranjeros pueden ser complicados.
No puedo entender por qué no arranca —dijo caminando hacia la puerta del
asiento del conductor.

—Está bien. Gracias por intentar. —Me bajé sin querer estar atrapada
dentro. ¿Qué demonios voy a hacer ahora?

—Me estaba dirigiendo al bar junto a la carretera. ¿Quieres venir? —Sonrió e


inclinó su cabeza mientras me estudiaba—. Puedes llamar un remolque desde allí.
Podría tomarles un tiempo llegar aquí.

No podía pensar en otra opción. Él era mi única esperanza, mi gracia


salvadora del borde de la carretera oscura y un medio para un fin. Hay peores
cosas que subirse a la parte trasera de su motocicleta y rodearlo con mis brazos.

—Está bien, pero nunca he estado en una motocicleta.

—¿Nunca? ¿Cómo es eso posible? —preguntó, negando con la cabeza, una


pequeña risa escapando de sus labios. Sus dientes brillaron en la luz, rectos y
blancos. Su mandíbula era fuerte, sus pómulos sobresalieron más cuando sonrió, y
un pequeño hoyuelo se formó en el costado izquierdo de su rostro.

Bajé la mirada al suelo, mis mejillas encendidas.

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—No lo sé. Simplemente nunca conocí a nadie que tuviera una y las
encuentro completamente aterradoras.

—No queda muy lejos de aquí y no hay mucho tráfico. Te mantendré a


salvo —dijo, ofreciendo su casco.

Mi estómago revoloteó cuando cerré la puerta del auto y pensé en mi primer


paseo de motocicleta. El casco redondo negro se sintió frío contra mis dedos
cuando lo tomé. Arrugué mis cejas mientras lo estudiaba. No sabía si tenía una
parte delantera o trasera o cómo se ponía.

—Ven, déjame ayudarte —dijo mientras alcanzaba el casco, quitándolo de


mi agarre. Su mano tocó la mía y sentí esa chispa otra vez. No una chispa
verdadera, sino electricidad que se sintió en cada fibra de mi ser por el más ligero
de los toques. Mi cuerpo deseaba su tacto pero mi mente estaba arrojando la
bandera de precaución.

Poniéndolo suavemente sobre mi cabeza, pasó sus dedos ásperos por las
correas, casi acariciando mi piel, para ajustarlo a mi rostro. Inhalé profundamente
intentando llenar mis sentidos con él, olía diferente a cualquier otro hombre que
había olido. No olía a colonia barata pero había un aroma especiado a madera que
me recordó a casa. Cerré los ojos y me deleité con la sensación de su piel cálida
contra la mía.

—Todo listo. ¿Estás lista? —preguntó.

Abrí mis ojos, calor arrastrándose por mi cuello por haber estado perdida en
su tacto.

—Sí. —Rogué que mi voz no me traicionara.

Se subió a la moto, deslizándose hacia adelante, haciéndome espacio.

—Alza tu pierna y súbete.

Poniendo mi mano en su hombro para ayudarme a equilibrar, seguí sus


instrucciones, mi cuerpo se deslizó hacia adelante, chocándose contra él. Roca
sólida. Giró su cabeza, mirándome a los ojos.

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—Pon tus pies en los pedales y rodéame con tus brazos. No muerdo, bueno,
a menos que quieras que lo haga. —Sonrió y mi corazón se sintió como si estuviera
haciendo un tango en mi pecho mientras me presionaba contra su espalda. No
acababa de decirme eso, ¿verdad? Levanté los pies del suelo, dándole completo control
al extraño al que le estaba confiando mi vida. Trabé mis manos completamente
envueltas alrededor de él.

—¿Lista?

—¡Espera! Ni siquiera sé tu nombre. Quiero decir, estoy poniendo mi vida


en tus manos y ni siquiera sé quién eres. —Me sujeté a su cuerpo con más fuerza,
aferrándome.

No pude escuchar su risa, pero sentí el retumbar de la misma desde lo


hondo de su pecho.

—Mis amigos me llaman City, dulzura. —Aceleró el motor y mi corazón se


detuvo.‖El‖temor‖se‖apoderó‖de‖mí…‖no‖había‖vuelta‖atr{s.

Mi agarre se volvió como el de una prensa, el temor superando cualquier


necesidad de estar tranquila o parecer calma frente a él. Me palmeó las manos
antes de que la moto comenzara a moverse y no pude soportar mirar. Enterré mi
rostro en su espalda, evitando cualquier oportunidad de ver la carretera. El viento
acariciaba mi piel, provocando que se sintiera como hielo comparado al calor que
experimentaban mis palmas. ¿Este hombre tiene puntos suaves? Flexioné mis dedos
contra su pecho queriendo sentir la dureza, rogando como el infierno haberlo
hecho parecer natural y no como si estuviera aprovechándome de él.

La motocicleta adquirió velocidad y mi corazón tronó contra su espalda.


Agarrándolo con fuerza, sosteniéndome como si me fuera la vida en ello, el sonido
del motor ahogó todo lo demás a mi alrededor, excepto nosotros dos. Se inclinó en
su moto, su trasero moviéndose cómodamente entre mis piernas. No me atrevía a
moverme. Él era cálido, cómodo y disfruté de cada minuto que mi cuerpo tocó el
suyo. Cerré los ojos, intentando no pensar en el movimiento de la motocicleta
debajo de nosotros: el ligero cambio e irregularidad de la carretera me hacía perder
el equilibrio.

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El ruido del motor cambió y finalmente miré sobre su hombro. El
estacionamiento de The Neon Cowboy estaba atiborrado de motocicletas y era lo
más brillante por kilómetros. Había pasado conduciendo docena de veces, pero
nunca pensé en detenerme. Este no era el tipo de bar para chicos con motocicletas
veloces extranjeras, sino un lugar donde los motociclistas duros pasaban el rato,
bebían cerveza y recogían chicas.

City apoyó la moto en un espacio vacío y pude sentir a mi cuerpo comenzar


a temblar por el miedo que finalmente comenzó a filtrarse a través de mis venas.
Lo hice. Monté una motocicleta y con un extraño, nada menos. Mi respiración era
áspera y parpadeé lentamente e intenté calmarme.

—Puedes bajarte ahora, dulzura. —Sus piernas estaban a horcajadas sobre la


motocicleta y sostenía el manubrio, asegurando la moto para mí—. ¿Disfrutaste de
tu primer paseo?

Solté mis manos de la seguridad de su cuerpo y me levanté sobre piernas


temblorosas.

—Fue la cosa más aterradora que haya experimentado —dije, agradecida


cuando mis pies tocaron firmemente el suelo. Me puse de pie, intentando
conseguir que mi cuerpo dejara de temblar y mi corazón se tranquilizara antes de
entrar al bar con él a mi lado.

—Si esto es lo más aterrador que has experimentado, tienes que salir más,
dulzura. Lo tomé lento contigo. —Sonrió y mi estómago se desplomó por su
pecaminosa sonrisa. Quería verlo encima de mí desnudo y moviéndose dentro y
fuera de mi cuerpo lentamente casi a un ritmo tortuoso. Todo sobre él hacía a mi
cuerpo convulsionar y gritar por atención. No era mi tipo. Prefería un amante de
los libros y un hombre que le gustaba pasar una tarde dentro mirando una película
o jugando Scrabble, no montando una motocicleta como un murciélago salido del
infierno en una Fat Boy para pasar el rato en un bar. Yo no era una bebedora de bar
y nunca lo sería.

Las luces exteriores me dieron una vista completa del hombre que se
llamaba a sí mismo City. Su cabello era más oscuro de lo que inicialmente pensé,

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casi azabache y unos tres centímetros más largo en lo alto, rozándose contra su
frente cuando lo sacudió. Era un revoltijo por el viento con el frente colgando sobre
su frente. No podía precisar el color de sus ojos, seguían ocultos detrás de las
lentes tintadas de sus gafas.

—Sí, qué suerte la mía. —Me reí e intenté actuar tranquila pese a que mi
cuerpo temblaba. Si eso era lento no creía querer saber cuál era su idea de rápido y
fuerte, ¿verdad? Mierda. Él tenía mi cerebro hecho un lío.

Quitándome el casco, pasé mis dedos a través de mi cabello intentando


enderezarlo tras el salvaje paseo. Él se rio mientras se bajaba de la motocicleta,
tomando el casco de mis manos y poniéndolo en el asiento. Observé hipnotizada
cuando se quitó las gafas y las puso en una pequeña bolsa colgando del costado de
la moto. Quería ver sus ojos y al hombre completo sin una máscara o velo.

—¿Lista, nena? —Me indicó la puerta.

Quise gritar que no, pero no tenía opción. Nunca podría caminar por este
tipo de lugar por mi cuenta.

—Sí, tan lista como jamás lo estaré. —Comencé a caminar hacia la puerta y
sentí una mano en mi brazo, deteniéndome en seco. Miré sus dedos envueltos
alrededor de mi brazo y me giré hacia él.

—¿Qué estás haciendo?

—No puedes simplemente entrar en un lugar como este. Eres una intrusa.
Te comerán viva allí. No quiero que nadie te moleste. Tenemos que hacerlos creer
que estás conmigo así te dejarán en paz. ¿A menos que quieras la atención? —
preguntó con una ceja arqueada.

—No la quiero. —No me importaba la idea de hacerles pensar a todo el


mundo en el bar que estábamos juntos. City era caliente y parecía un buen tipo; se
detuvo para ayudarme cuando pudo haber seguido su camino.

—Solo mantente a mi lado y sígueme la corriente. Conozco a esta gente y no


los quiero husmeando cerca de ti. Buscan las presas fáciles —dijo, dándome una
sonrisa que hizo a mi cuerpo hormiguear y a mi sexo convulsionar.

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—De acuerdo, me pegaré a ti como pegamento y te seguiré la corriente. —
Jesús, sonaba como una idiota. Siempre había sido una ratona de biblioteca. Era un
miembro de honor de la sociedad nacional, y cuando todos mis amigos salían de
parranda, me quedaba en mi dormitorio a estudiar.

City me acercó a su costado, metiéndome entre su cuerpo y brazo. Me moví


con él, intentando mantener el paso de sus fluidos movimientos, pero mis piernas
eran tan cortas que sentía casi como si trotara para mantenerle el ritmo. Abrió la
puerta y de inmediato fui golpeada con el olor a humo, vibrante música a todo
volumen y una docena de ojos puestos directamente sobre nosotros.

Gente‖ al‖azar‖ gritó‖“City”‖a‖través‖ del‖bar,‖ d{ndome‖la‖ idea‖ de‖ que‖era‖ un‖


habitual aquí. Sentí como si hubiera entrado a la versión sórdida de Cheers y City
era Norm, solo que sexy y musculoso. Se inclinó poniendo su boca junto a mi oído
y sentí su aliento caliente antes de poder escuchar sus palabras.

—Quédate pegada a mí y no muestres miedo —susurró, dándome piel de


gallina—. Saludemos y luego llamaremos un remolque para ti.

City se veía lo bastante grande como para manejar a cualquier hombre en


este lugar, pero no quería arriesgarme. Me concentré en respirar, en mantener mi
barbilla en alto y observar por dónde caminaba. El suelo estaba lleno con cáscaras
de maní y polvo y eso hacía que caminar en stilettos fuera todavía más traicionero
de lo normal. Apenas podía caminar cuando los compré, pero se veían demasiado
sexys como para dejarlos pasar.

Caminamos a una mesa llena de hombres todos usando chalecos de cuero


cubiertos de parches. Estaban sin afeitar, tan peligrosamente sexys como City con
sonrisas traviesas en sus rostros.

—¿Quién es la encantadora dama, City? —preguntó un hombre. Sus ojos


recorrieron mi cuerpo, deteniéndose en mis senos antes de mirar a mi rostro.

—Esta es Sunshine. Ni siquiera pienses en ello, Tank, está conmigo —dijo


City con una sonrisa en su rostro mientras me acercaba más.

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¿Sunshine? Nunca le dije mi nombre y él nunca lo preguntó. No me gustaba
la manera en que Tank me miró. Gracias a Dios no fue él quien pasó conduciendo
mientras estaba varada. Me miraba como un pedazo de carne, una comida para su
disfrute.

Tank alzó las manos dándose por vencido.

—Amigo, nunca lo haría. Calma la mierda. Solo estoy disfrutando la vista —


dijo, sus ojos moviéndose de City a mí, y sin mostrarse tímido por su acoso visual.

City apretó mi cintura.

—Sunshine, este es Tank, el imbécil —dijo, señalando a cada uno de los


hombres—. Este es Hog, Frisco, Sam y Bear. —Señaló a cada hombre mientras
recitaba los tontos apodos.

Los apodos no parecían ajustarse a ninguno de los hombres, salvo por Bear.
Sus brazos eran peludos y era grande, enorme, de hecho, con cabello oscuro y
rostro velloso. Se veía abrazable y amable con suaves ojos avellanas.

—Hola —dije, mirando a cada uno rápidamente, pero no intenté memorizar


sus nombres.

—No sabía que ibas a traer una mujer esta noche, City —dijo Bear.

—Cosas más locas han pasado, Bear —dijo atrayéndome más, sin dejar
espacio entre nosotros.

—Ella no parece de tu gusto normal, amigo. —Bear sonrió—. No me refiero


a esa mierda, muchacha, solo quiero decir que eres un trozo de culo fino y
demasiado buena para ese malnacido de los bajos fondos. Deberías estar sentada
en mi regazo. —Se palmeó la pierna y quise encontrar una salida. Bajé la mirada y
estudié mis ropas. No usaba ropa de baja calidad que algunas de las mujeres de
aquí usaba, pero me veía elegante, sexy incluso, y no se veía ni una pisca de la
nerd.

City se movió hacia Bear y mi corazón se hundió cuando comenzó a hablar.

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—Muestra algo de respeto, idiota. No es cómo se le habla a una dama. —
City se paró a centímetros de la cara de Bear—. Discúlpate con la dama. Ahora. —
City se cernió sobre él mientras Bear permaneció fijo en su silla.

Bear me miró y pude verlo tragar con fuerza antes de hablar.

—Lo siento, Sunshine. Solo estaba bromeando. Realmente soy un idiota,


perdóname, por favor.

—No pasa nada, Bear —dije con una sonrisa falsa, esperando calmar la
situación.

—Vamos a sentarnos en la barra. —City miró a Bear, sin mover sus ojos.

—Vamos, amigo, siéntate con nosotros. No te preocupes por Bear. Es un


completo imbécil. Haz que su culo se siente en la barra —rogó Sam.

—Sunshine y yo queremos estar a solas. Me pondré al día con ustedes otra


noche, chicos —dijo City, presionando su mano en mi espalda, guiándome lejos de
la mesa y hacia la gran zona del bar.

—Lo siento. Pueden ser unos idiotas infantiles. Bear no tiene filtro —dijo
mientras apartaba una silla para mí. City tenía modales. No muchos de los
hombres con los que salí hicieron algo tan simple como retirar una silla para una
dama, era un arte perdido—. Él es un buen hombre, pero a veces su boca se suelta
y no piensa antes de hablar.

—Est{‖ bien,‖ en‖ serio…‖ lo‖ est{.‖ Gracias‖ por‖ quedarte‖ conmigo‖ —le dije
mientras nos sentábamos, llevando mi asiento más cerca de la barra—. ¿Por qué
me llamaste Sunshine?

—Bueno, no sé tu nombre y me recuerdas al sol, tu cabello es dorado y tu


sonrisa brilla. Sonaba adecuado. Se me tuvo que ocurrir algo al vuelo —dijo—.
Espero que no te importara. —Él se encogió de hombros y agarró el menú apoyado
cerca.

—No me importó, pero mi nombre es Suzy.

—¿Qué te gustaría, Suzy?

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Quise‖decir‖“a‖ti”‖porque‖de‖alguna‖manera‖este‖hombre‖me‖hacía‖perder‖mi‖
agarre de la realidad.

—Daiquiri virgen, por favor.

—¿Virgen? ¿En serio? —Sus cejas se alzan y la comisura de su boca tiembla.

—Ya bebí esta noche. Solo quiero algo dulce, sin licor.

—¿Quieres comer algo? —preguntó—. ¿Eres vegetariana también? —Se rio.

—Cállate. —Lo golpeé en el brazo—. Estoy bien. Solo quiero llamar a un


remolque.

—Entendido. —Sacó su teléfono y lo puso en la barra—. Oye cariño,


¿puedes pedirme una hamburguesa con queso, una cerveza y un daiquiri virgen?
—le preguntó a la camarera.

—Claro, guapo —dijo ella, alejándose, meneando lentamente sus caderas


para llamar la atención. Me giré hacia City para ver si la estaba mirando, pero en
cambio me estaba mirando y mi boca se sintió seca y rasposa.

—¿Quieres llamar a Triple A o algún otro? —preguntó sin quitar sus ojos de
mí. Eran de un increíble tono de azul y no pude apartar los ojos. Siempre me
habían encantado los ojos azules, pero los suyos eran casi turquesa. Sentí como si
estuviera mirando a través de mí, dentro de mí, viendo todo lo que escondía
debajo de la superficie. Lo deseaba, pero no quería admitir mi atracción. No podía
admitirla.

—Triple A está bien —dije, alcanzando mi bolso para encontrar mi tarjeta de


membresía. Busqué a tientas en mi billetera, encontrando la tarjeta detrás de todo
lo demás dentro. Pude sentir sus ojos en mí, me estudiaba y me ponía nerviosa.
¿Qué estaba pensando? Marqué el número mientras giraba lejos de él necesitando
desviar la mirada.

—Hola, Triple A, ¿cómo podemos ayudarle? —Apenas pude escuchar la


diminuta voz femenina por encima del ruido del rock clásico a través del bar lleno
de humo. City charló con la camarera mientras intentaba ahogarlos y dar mi

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ubicación y detalles de mi auto. No serían capaces de llegar por mi auto hasta la
mañana. Mierda. Le agradecí por ayudarme antes de terminar la llamada.

—¿Qué dijeron? —preguntó City con una mirada sincera mientras la


camarera iba de un lado a otro lejos de nosotros.

—No llegarán hasta la mañana porque están ocupados y nos encontramos


en el medio de la nada. Voy a dejarlo destrabado para que puedan entrar y ponerlo
en neutral o algo así. No sé cómo funciona eso. Nunca he tenido mi auto
remolcado antes. —¿Ahora qué diablos voy a hacer? Estaba varada en el Neon
Cowboy con el Sr. Sexlicioso y mis pensamientos pervertidos.

—Te llevaré de regreso a tu auto cuando acabe de comer. ¿Supongo que


necesitarás un aventón a casa también? —preguntó, bebiendo su bebida a la vez
que me miraba.

Le sonreí, aunque odiaba la idea de él saliéndose de su camino y no estaba


tan cómoda con un extraño sabiendo dónde vivía, no podía negarme.

—Lo apreciaría, si no te importa.

—Para nada, Suzy. No puedo dejarte aquí y salir por la puerta. Te tengo,
nena. —Giró su banco hacia mí y se inclinó en mi espacio—. ¿Dónde quieres que te
lleve luego de irnos? ¿A casa? —Arqueó una ceja, esperando mi respuesta y me
mantuvo en el sitio con su dura mirada.

¿Casa? ¿A la casa de quién se estaba refiriendo? City parecía ser el tipo que
tenía‖ mujeres‖ distintas‖ cayendo‖ de‖ su‖ cama‖ todas‖ las‖ mañanas…‖ o‖ tal‖ vez‖ las‖
pateaba antes de quedarse dormido. Sus dedos se rozaron contra el dorso de mi
mano y mi diálogo interno se evaporó.

—¿Dónde vives? —La risa que intentó ocultar detrás de su mano dejó claro
que me senté allí pensando más tiempo de lo que me di cuenta.

Carraspeé.

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—Necesito destrabar mi auto y luego un aventón a casa. Vivo como a quince
minutos‖ al‖ norte.‖ ¿Eso‖ est{‖ bien?‖ Quiero‖ decir,‖ no‖ quiero‖ que…‖ —Puso su dedo
sobre mis labios y detuvo mi oración a medias.

—No importa, te llevaré a cualquier parte —dijo con una sonrisa maliciosa
que hizo que mi pulso corriera y mi cuerpo se calentara. Se lamió los labios y miré
fijamente como una idiota. Mi sexo convulsionó ante la idea de sus labios sobre mi
piel. ¿Qué demonios estaba mal conmigo? Cada movimiento que él hacía y palabra
que pronunciaba se tornaba sexual, como filtrándose en mi cerebro. Necesitaba
echar un polvo; este hombre no estaba coqueteando conmigo, ¿o sí lo estaba?

—¿Quieres algo? No puedo comerlo todo —dijo cuando el plato fue puesto
frente a él.

Negué con la cabeza y recogí mi bebida intentando enfriar mi cuerpo del


fuego interno causado por City. El raspado de fresa frío y dulce bailó por mi
lengua y se deslizó por mi garganta.

Giré el sorbete rojo en mi boca, intentando ocupar mi mente. Sus brazos se


flexionaron cuando llevó la hamburguesa a su boca, antebrazos cubiertos de
tatuajes. El brazo izquierdo tenía varios diseños entrelazados: un pez koi, un tigre
y un par de otras piezas con temas de naturaleza que parecían moverse a través de
su piel y su brazo derecho tenía la silueta de una ciudad. Quise tocar sus brazos y
pasar mis dedos a través de la tinta. Se veía grande por todas partes y mi mirada
vagó por su cuerpo y se demoró en su entrepierna. Me pregunté si su motocicleta y
tatuajes lo compensaban en otra parte, pero no podía creer que un hombre como él
fuera pequeño.‖De‖ninguna‖manera‖en‖el‖infierno‖tenía‖un‖pepi…

—¿Pepinillo? —Parpadeé y aparté mis ojos de su entrepierna a sus ojos.


¿Pepinillo? Lo sostenía y me indicó que lo tomara.

—No. Sin embargo, gracias. Cómelo —dije, sintiendo como si estuviera


leyendo mi mente. Dios, esperaba que no me viera mirando su entrepierna. Me
bebí el resto de mi bebida, ahora deseando que contuviera alcohol. Tal vez
entonces no me sentaría tan avergonzada—. Noté tus tatuajes. ¿Cuál es el que está
en tu brazo derecho?

pág. 19
—Es la silueta de Chicago —dijo, mientras daba otro mordisco.

—¿Eres de allí?

—Nacido y criado, nena. —Gruñó y siguió masticando. No podía quitar mis


ojos de su boca. Observarlo comer era erótico para mí, sus labios se movían
mientras masticaba y chupaba cada dedo dentro de su boca para limpiar los jugos
que fluían de la hamburguesa. Maldita sea. Debía haber pasado mucho tiempo
desde que tuve sexo, cuando comer se vuelve sexual. Houston, tenemos un
problema.

pág. 20
2
Rayo de sol
City
Traducido por Flochi

Pude haber hecho arrancar el auto con facilidad, pero no quise. Su belleza
captó mi atención y quería saber más de ella. Mierda, quería follarla. Simplemente
pude haberme ido y dejado allí para que se las arregle. Soy un idiota por lo
general, pero simplemente no pude.

Se veía indefensa cuando casi conduje a su lado. Cuando las luces de mi


motocicleta la iluminaron, pensamientos pervertidos fluyeron por mi mente. Tenía
unos‖ tacones‖ “fóllame”‖ con‖ una‖ falda‖ corta‖ como‖ el‖ infierno‖ y‖ una‖ camiseta‖ de‖
encaje que instantáneamente me puso duro el pene. Su cabello caía sobre sus senos
y brillaba a la luz. Era dorado y quise jalarlo mientras mi pene estaba enterrado
dentro de ella.

Fingí venir a su rescate e intentar ayudar, pero quería mantenerla tanto


tiempo como pudiera. Tendría a uno de los chicos del bar remolcando su auto de
regreso a su casa.

Pude ver el miedo en sus ojos cuando entramos esta noche. Estaban
enormes como platos, su boca estaba abierta y miraba alrededor del cuarto como si
nunca antes hubiera estado en un bar. Los sujetos de aquí podían ser unos
imbéciles, especialmente cuando una mujer hermosa entra. Bear siempre fue un
completo idiota, pero tenía un punto. Yo quería follarla y quería que fuera sucio.

—¿Qué tal si te compro una verdadera bebida? Solo una. No vas a conducir
esta noche, ¿así que cuál es el daño?

pág. 21
La observé morderse el labio.

—Supongo que tienes razón. Mi semana ha sido una mierda. Podría


necesitar‖ algo…‖ m{s‖ fuerte‖ —dijo, soltando un resoplido de aire que movió su
cabello.

—Bueno, cambiemos eso. ¿Mala cita? —pregunté. Miré a sus zapatos antes
de subir por todo su cuerpo antes de detenerme en su rostro—. ¿Cómo puedo
hacer que mejore?

Sus labios se separaron y su pecho jadeó cuando aspiró aire rápidamente.

—Ya no está tan mal. Esta noche comenzó estupenda, salí con una amiga,
pero mi condenado auto fue la cereza del postre.

¿Condenado? ¿Las mujeres adultas usan esa palabra?

—Estoy seguro que el auto no tiene nada grave —dije mientras le hacía
señas a la camarera—. ¿Sabes lo que quieres?

—Martini. Uno dulce, por favor. —Se acabó su daiquiri virgen. Ella no
maldecía y apenas bebía licor; no era como la mayoría de las chicas que conocía,
incluso sus ropas no eran tan sexys como esperaría para una chica de su edad.

—¿Qué puedo conseguirte, cariño? —preguntó Sandy.

—Sunshine aquí quiere un daiquiri dulce, Sandy. Cualquier cosa que


puedas hacer con sabor de preferencia. —Miró a Suzy—. ¿Correcto? —pregunté.

—Sí, gracias. —Se veía fuera de lugar en un bar como este, pero la quería a
mi lado. Parecía ser una buena chica con una boca limpia, pero podía notar que su
mente estaba plagada de pensamientos perversos. Me miró, no fijamente,
observando cada movimiento y estudiando todo mi cuerpo. Me deseaba tanto
como yo a ella, aunque no quería admitirlo o no podía—. Vienes seguido aquí,
¿eh? Todos parecen conocerte.

—Los chicos y yo pasamos aquí un par de noches a la semana luego del


trabajo y queda cerca de mi casa. Es solo un lugar que me gusta para venir a
relajarme un poco luego de un largo día.

pág. 22
Ella se lamió los labios y juro que mi maldita polla saltó. Me acomodé
intentando evitar que mi erección llamara su atención. Observé sus piernas
mientras se movía en su asiento, frotándolas juntas antes de cruzarlas. La tenía y lo
supe, pero el truco era no asustarla.

—¿Qué haces, City? —Se miró las manos intentando no mirarme.

—Soy un artista. ¿Tú? —Lo‖dejé‖así,‖sonaba‖m{s‖elegante‖que‖“soy‖un‖artista‖


de‖tatuajes”.‖Era‖un‖artista‖de‖corazón,‖pero‖mi‖lienzo‖era‖la‖piel‖humana.

—Maestra. ¿Qué tipo de artista?

No se parecía en nada a ninguna maestra de escuela que haya tenido. No


habría sido capaz de prestar atención en clase con ella caminando con tacones y
estirándose para escribir en el pizarrón.

—Tatuajes —dije mientras señalaba el arte en mi brazo—. ¿Tienes alguno?

—¿Tatuajes? —preguntó mientras sus cejas se alzaban y sus ojos se


agrandaban.

—Sí,‖por‖la‖expresión‖de‖tu‖rostro‖diría‖que‖la‖respuesta‖es‖un‖“no”.

—Oh, no. —Se rio—. Las agujas me asustan un chorro. —Agarrando su


bebida, se bebió la mitad del Martini sin siquiera parpadear.

—¿Maldices? —pregunté cuando bajó el vaso en la barra.

—¿Qué? —Me miró boquiabierta.

—Si‖ maldices.‖ Pregunta‖ simple.‖ Dijiste‖ “condenada”‖ y‖ “chorro”‖ hasta‖ el‖


momento, pero nada sucio.

—Oh, eh, sí, maldigo. —Sus mejillas se encendieron y una pequeña sonrisa
se propagó por su rostro—. Estoy acostumbrada a cuidar mis palabras con los
chicos cerca todo el día.

—Pruébalo —dije, mirando fijamente a sus ojos zafiros.

—¿Qué? ¿Por qué?

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—Porque tengo que saber si lo tienes en ti. ¿Eres completamente una buena
chica? ¿O hay algo más debajo muriendo por salir? —Oculté la sonrisa y risa que
estaba tan cerca de liberarse de mis labios. El rosa de sus mejillas se propagó por su
rostro. Sé que la avergoncé, pero demonios, tenía que saber si tenía una
posibilidad.

—Sí, maldigo. ¿Qué te piensas que soy? No soy una niña, City. —Me
fulminó con la mirada a la vez que alzaba la bebida a sus labios y los envolvía
alrededor del borde. Mierda. Quería esos labios envueltos alrededor de mi pene,
tomándome profundo y succionándome.

—Nunca dije que lo fueras, nena. ¿Bebes además de esta noche? —pregunté,
ahora sonriendo porque sabía que ella estaba molesta. Me gustó el fuego que vi en
sus ojos cuando señalé sus cualidades de chica buena, a ella obviamente no le
gustaba ser etiquetada.

—A veces. Soy responsable. No bebo y manejo. Mi papá solía ser policía y


eso fue taladrado en mi cabeza desde una edad temprana. —Las palabras que dijo
me golpearon como una tonelada de ladrillos. Conducir borracho era la única cosa
del mundo que provocaba que mi sangre hirviese.

¿Chica buena maestra con padre policía? Qué buena suerte la mía.

—No hay nada malo con eso. Los daiquiris vírgenes no son siempre lo tuyo,
¿verdad?

—¿Por qué? ¿Tengo que ser bebedora? Quiero decir, ¿eso me hace menos
adulta?

—No, Suzy. Solo estoy intentando llegar a conocerte por quién eres, lo que
eres. —Sus hombros se desplomaron y pareció relajarse un poco con mis
palabras—. ¿Quieres otra bebida? Te bebiste ese rápidamente. —Me sorprendió
con lo rápido que acabó, mi pregunta sobre ella bebiendo había sido respondida,
pero quería verla enojarse un poco.

—Uno más y eso es todo —dijo.

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—Ordena tu bebida e iré a hablar con mi amigo de allí rápido. Es mecánico.
Veré lo que puede hacer con tu auto esta noche. —Poniéndome de pie, le hice una
señal a Sandy y le indiqué a Suzy.

—De acuerdo, no me dejes sola aquí mucho tiempo.

—Lo prometo, dos minutos, máximo. —Me alejé de Suzy cuando Sandy se
acercaba. Los buitres se abalanzarían en mi ausencia.

—¿Te aburriste de Sunshine, amigo? —preguntó Tank mientras se recostaba


en su silla mientras los otros reían. La sonrisa de Tank era amplia y la risa solo lo
alentó más—. Puedo intervenir si quieres. No me importaría pasar la noche con esa
dulce flor.

Me senté en mi silla habitual junto a Bear.

—Puedes irte a la mierda esta noche. —Señalé a Tank—. No necesito tu


mierda. —Tank simplemente sonrió. Sabía que estaba jodiendo pero me molestaba
que jodiera. He conocido a Tank por años y aunque podía ser un dolor en el culo,
tenía un corazón de oro.

—Calma, City. ¿Qué demonios se pudrió en tu culo? —dijo Bear.

—Nada, hombre, largo día. Lo siento, hermano.

—Te gusta esa chica, ¿eh? Nunca supe que fueras un imbécil nervioso,
mucho menos sobreprotector de una mujer —dijo Bear.

—No lo soy, pero maldita sea, la mierda que sale de sus bocas me molesta a
veces.

—Lo siento. Solo estoy jodiendo contigo.

—Estamos bien. —Le palmeé el hombro a Bear esperando cambiar los


ánimos. Sin importar lo idiotas que podían ser los chicos, eran todavía mis amigos.
Siempre me apoyaban y estaban allí para mí cuando los necesitaba—. Necesito un
favor, Tank.

—Dilo.

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—Su auto quedó parado en la carretera y no arranca. Es un arreglo fácil para
conseguir que se mueva otra vez, pero hay otros problemas con el mismo. ¿Crees
que puedas ocuparte por mí y dejarlo en su casa mañana?

—Claro. Lo que necesites. ¿Quieres que solo lo haga funcionar o lo arregle


para ella?

—Arréglalo y te pagaré la reparación. No dejes que ella pague nada. Solo


déjalo en su entrada.

—Entendido, niño. Necesitaré sus llaves —dijo mientras abría un maní y


arrojaba la cáscara al suelo.

—Las conseguiré para ti antes que nos vayamos. Gracias, hombre. —Me
paré rápidamente necesitando regresar con Suzy. Ya había pasado mucho tiempo.

—Buenas noches. Disfruta del sol. No te quemes —dijo Bear. Malnacido.

Un hombre estaba parado junto a Suzy, invadiendo su espacio personal


mientras ella retrocede tanto como es posible sin caerse del taburete. Se veía
repulsivo con largo cabello desgreñado, una camiseta sucia, pantalones manchados
y cubierto con viejos tatuajes desvanecidos. Había visto al maldito hijo de puta por
aquí antes y nunca terminó bien. Él siempre intimidaba a las mujeres y alguien
siempre lo echaba de culo luego de que tenía unas copas de más.

—Disculpa —dije mientras me paraba detrás de él y esperaba que girara su


atención hacia mí.

—¿Qué? —preguntó sin darse la vuelta.

—La dama no quiere hablar contigo. —Apreté mis manos en puños e intenté
mantener calmo mi temperamento por el bien de Suzy.

—No pedí tu opinión. —Los ojos de ella se agrandaron y lentamente


sacudió su cabeza en mi dirección. Estoy seguro que el enojo era evidente en mi
rostro. Sentía como si estuviera respirando fuego a esta altura.

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—Aléjate de mi chica o no terminará bien para ti. —Crucé mis brazos sobre
mi pecho y me quedé allí, inmóvil. Si no fuera por Suzy, ya estaría echando al
malnacido, pero ella no parecía el tipo de chica de luchas de bar.

Entrecerró sus ojos en ella y pareció molesto, pero ¿qué mierda me


importaba?

—No veo tu nombre en ella, imbécil.

—¿Qué está pasando aquí? —dijo Bear detrás de mí cuando agarré al


bastardo por el cuello de su camiseta listo para golpear su rostro hasta que fuera
un lío sangriento.

—Este idiota está molestando a mi chica. Creo que tiene que enseñársele
una lección. —Apreté mi agarre en el material que colgaba de su cuerpo.

Pude ver que su manzana de Adán rebotó cuando tragó. Sabía que Bear
cerraría el trato y el malnacido seguiría su camino sin que tuviera que golpearlo
hasta que se desmayara.

—Lo siento, chicos. Deberían ser más cuidadosos de dejar su propiedad


descuidada. La próxima vez podría no estar aquí cuando regresaran. Sería una
lástima que algo le pasara a esta hermosa criatura. —El maldito bastardo sonrió.

Mi puño aterrizó en su rostro antes de darme cuenta lo que había hecho. El


malnacido se merecía mucho más que un puñetazo en la mandíbula. Era un
imbécil malnacido vil molestando a alguien que obviamente no quería ser tocada.

—¡Sal de aquí! ¡Ahora! —grité mientras yacía en el suelo sosteniéndose la


mandíbula.

—Vamos, idiota. Hora de irse para ti. —Bear lo recogió y lo jaló hacia la
puerta con los pies arrastrándose a través de los tablones de madera—. No vuelvas
a mostrar tu rostro aquí de nuevo si sabes lo que te conviene.

Sacudí mi mano mientras el dolor se disparaba a través de mis dedos. Sabía


que sentiría ese puñetazo por un par de días, pero lo valió por encargarme de ese
cabrón y alejarlo de Suzy.

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—¿Te encuentras bien? —le pregunté mientras flexionaba mis dedos pero
estudiaba su cara.

—Sí, estoy bien. Gracias por salvarme, nuevamente. —Ella me sonrió y miró
mi mano. Su sonrisa desapareció cuando vio la manera que movía mis dedos—.
¿Te encuentras bien?

—Sí, el bastardo tenía una mandíbula huesuda, eso es todo —dije,


sacudiendo el dolor de mis nudillos.

Ella alargó su mano y sostuvo la mía.

—Sandy, ¿puedes conseguirme un poco de hielo? —preguntó sobre su


hombro mientras me acariciaba los dedos y frotaba mis nudillos con sus manos
suaves y cálidas. Quise cerrar los ojos y deleitarme con la sensación de su piel
contra la mía. Quería tocarla. Ansiaba besarla, pero este no era el lugar.

—En verdad, no es necesario. Solo quiero asegurarme de que estés bien,


Suzy. —No la detuve de tocarme. Podía sentir el calor de su piel incluso luego que
sus dedos se habían movido a otra parte de mi mano. Mis manos siempre dolían
por trabajar horas en diseños, así que el puñetazo a la mandíbula no ayudaba a que
se sintieran mejor. Toqué su mejilla con mi mano libre y se movió en mi toque y
buscó el contacto—. Estás bien, ¿verdad?

—Sí, ese tipo daba miedo, pero no me lastimó. Gracias por regresar cuando
lo hiciste.

—Lo siento, debí prestar más atención y no haberte dejado. ¿No te ofendí al
ser posesivo y llamarte mi chica?

—Oh, no. Nunca he tenido a nadie que dijera eso sobre mí, jamás. —Sus
labios hicieron una mueca mientras se fijaba en mis manos. ¿Cómo era posible que
nadie‖la‖haya‖llamado‖“mi‖chica”?

—Oye. —Alcé su barbilla y la obligué a mirarme—. Todas las chicas


deberían escuchar esas palabras en su vida. —No sonreí, quería que supiera que
estaba hablando completamente en serio.

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—Sí, bueno, yo no lo he escuchado. —Soltó mi mano y se giró lejos de mí,
saliendo de mi agarre.

No creía haber usado esas palabras cuando hablaba de una mujer excepto
por Joni. Un dolor agudo me pegó en el pecho cuando pensé en mi ex, la única
mujer que alguna vez amé. Tuve una reacción a Suzy como la que tuve cuando
conocí a Joni y ver a otro hombre molestándola me hizo ver todo rojo. Quería
protegerla distinto que con Joni. Me aclaré la garganta y negué con la cabeza
intentando deshacerme de mi amor perdido.

—Bueno, no es muy tarde para que suceda. No creí que estaría sentado esta
noche en un bar hablando con una mujer tan bella, pero aquí estoy. Tu historia
todavía no ha sido escrita.

—Nunca renunciaré a mi cuento de hadas —dijo mientras soltaba mi mano


y recogía su Martini tragando las últimas gotas—. ¿Hace calor aquí? —Tiró de su
blusa, moviéndola hacia adelante y atrás para enfriar su piel. Cada vez que el
material se apartaba de su piel, veía la punta de un seno y tuve que obligarme a no
quedarme mirando.

—¿Quieres dar un paseo en mi moto para enfriarte? —pregunté. Quería


sentir su cuerpo contra el mío otra vez, abrazando mis caderas con sus piernas y
sus brazos envueltos a mi alrededor.

Se frotó la frente.

—Me estoy sintiendo un poco mareada. No debí haber tomado dos tragos.

—Me aseguraré de que no te caigas de la moto. Solo sostente con fuerza y te


llevaré a casa sana y salvo. —Toqué su rodilla queriendo ver si se apartaría de mí,
pero no lo hizo. La piel era suave y lisa, y quise pasar mis manos por sus piernas y
observar su cabeza caer hacia atrás con éxtasis. Quería llevarla a casa y
aprovecharme de ella, pero no podía preguntárselo.

—¿Qué hay de mi auto? —preguntó con una voz susurrante cuando retiré
mi mano. Mi toque la había afectado basado en el tono de su voz. No era buena en
ocultar sus sentimientos.

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—Hablé con Tank al respecto. Va a encargarse de ello esta noche y
entregarlo a la mañana. Solo necesita las llaves.

—¿En serio? ¿Haría eso por mí? —Sus cejas se alzaron y sus labios se
entreabrieron.

—Sí y por mí. ¿Llaves? —Extendí mi mano hacia ella, listo para marcharme
de este maldito lugar.

Buscó en su bolso, sacando sus llaves y las puso en mis manos. Cepilló su
cabello sobre su hombro. Quería hundir mis dientes en ella. Quería escucharla
gemir, sin aliento debajo de mí. En verdad era hermosa. Tenía un atractivo sexual
minimizado en ella. No alardeaba de la belleza de su cuerpo y no creo que siquiera
tuviera una idea de lo increíblemente sexy que la encontraba. Era la típica chica de
al lado, la ratoncita de biblioteca intocable que todo chico quería conquistar.
Quería ensuciarla. Quería hacerla gritar palabras sucias mientras la follaba. Quería
corromper a esta chica de la peor manera posible. Ella sería un desafío y tal vez
había encontrado a alguien que valiera la pena mi tiempo.

—¿Cómo sabrá dónde vivo? —preguntó.

—El registro en la guantera. —Giré las llaves en mi dedo y extendí mi mano


para que la tomara—. ¿Lista?

—Duh —dijo mientras sacudía su cabeza y agarraba mi mano. Todo lo que


quería hacer era reír. Se tambaleó en sus tacones altos cuando la tomó y sujetó mi
camiseta para equilibrarse. El sexo no rezumaba de ella. Había una peculiaridad
que no podía precisar, pero la gatita sexual estaba en alguna parte debajo de la
superficie.

—¿A casa? —Quería preguntarle si su casa o la mía, pero no creía que fuera
ese tipo de chica. Mi vida se había vuelto una interminable caravana de esas chicas
y‖no‖había‖algo‖en‖Suzy‖que‖dijera‖“llévame‖a‖casa‖y‖fóllame”.

—Sí —dijo.

Hice un gesto hacia Tank y caminó hacia nosotros antes de llegar a la puerta

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—Su auto está a dos millas al sur, hombre. ¿Puedes tenerlo para mañana? —
pregunté, mientras ponía las llaves en su mano.

—Claro, amigo. Lo tendré en su casa tan temprano como sea posible.

—Gracias —dije mientras le estrechaba la mano.

—Mierda —dijo ella.

—¿Qué? —pregunté a la vez que la mirábamos.

—Tengo que cancelar el remolque —dijo.

—Ten. —Le entregué mi celular—. Llámalos antes de que lleguemos a la


carretera.

—Gracias. —Se alejó sobre piernas temblorosas; las bebidas debieron tener
un mayor efecto de lo que pensé. Se apoyó en una mesa con el teléfono en su oreja
y su trasero sobresaliendo. Su falda estaba alzada, dándome una vista de la parte
trasera de sus piernas. Los músculos se flexionaban y movían mientras se mecía
hacia atrás y adelante. No me podía imaginar estando achispado y caminando con
esos malditos zapatos puntiagudos. Las mujeres estaban locas.

—Asegúrate de que su auto esté funcionando bien antes de regresarlo,


¿entendido? Ningún trabajo de mierda, Tank. No quiero que la deje tirada al
costado de la carretera otra vez.

—Entendido. No hago trabajos de mierda, City. ¿Sientes algo por esta chica?

—No siento nada por ella, mi pene sí, pero solo se trata de otra mujer. Deja
de molestarme y hazme el favor.

Tank se rio.

—Claro. Entendido. Me ocuparé de su auto y tú te ocuparás de ella, de


llevarla a casa a salvo. —Me guiñó el ojo.

Puse mis ojos en blanco y hablé con los dientes apretados.

—Siempre soy un caballero, Tank.

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—Y una mierda lo eres, hombre. Amable, a veces, un caballero, jamás. —Lo
escuché decir mientras se alejaba girando las llaves en sus dedos.

—De acuerdo, todo listo. Rebotemos —dijo mientras tocaba mi hombro.

¿Acababa de decir rebotemos? A la mierda correr. Me encontraba en


problemas por esta chica. Lo supe desde el momento que la vi, pero mi pene no
quería escuchar a la voz de la razón, nunca lo hacía, traidor bastardo.

—Salgamos de aquí y de esos zapatos, Suzy. —Envolví mis brazos


alrededor de su cintura y la acompañé hasta la puerta.

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3
Bajo y sucio
Suzy
Traducido por Flochi

¿Acababa de decir rebotar? Hola, los noventas quieren sus frases de regreso.
Nunca había sido la chica popular, la que atraía al hombre sexy, pero diablos, esta
noche me sentía de manera extraña. Mis piernas eran como gelatina cuando
salimos de Neon Cowboy al estacionamiento. Estaba agradecida por la frialdad de
la noche y el aire fresco. City me ponía nerviosa y hacía que cada parte de mi
cuerpo gritara por su tacto.

No podía apartar mis ojos de ese bonito trasero cuando agarró el casco y se
giró hacia mí.

—¿Puedes ponerte el casco o quieres que lo haga por ti? —preguntó con su
cabeza ladeada y una sonrisa en sus labios.

Solo deseaba que me tocara.

—¿Puedes hacerlo, por favor? Me preocupa no hacerlo bien.

—No hay problema, hermosa. —Cerré mis ojos. Podía sentir a mi cuerpo
mecerse sin importar cuánto intentara permanecer quieta. Se sentía increíble, como
estar volando en una nube. Abrí mis ojos para espiarlo cuando ajustó las correas.
El mundo parecía girar más rápido cada vez que cerraba mis ojos. Sus dedos
tocaron mi piel y juro que electricidad atravesó su mano. Quería más, necesitaba
más.

—Muy bien, sexy. Todo listo. —¿Sexy? Oh, Dios, deseaba a este hombre. Lo
observé subirse a la motocicleta y tenderme su mano.

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—Aquí vamos —susurré antes de agarrarlo y subirme a la moto.

—Sujétate. —Se movió contra mis piernas, todo mi cuerpo sintiendo como si
estuviera en llamas cuando envolví mis brazos alrededor de su torso y trabé mis
dedos. Sus músculos se movían debajo de mis yemas y quise frotarlos, no, deseaba
lamerlos. Apreté mis piernas dejando nada de espacio entre nosotros a la vez que
me inclinaba hacia delante apoyando mis senos contra su espalda.

—¿Adónde voy? —preguntó cuando arrancó el motor de la moto.

Por favor, no permitas que me equivoque.

—Tu casa. —Contuve el aliento en cuanto dije las palabras y esperé a que se
riera.

—¿Segura? —preguntó con un tono calmado, pero no se dio la vuelta.

Nunca había sido tan imprudente respecto a nada en mi vida.

—Sí,‖a‖menos‖que‖no‖quieras…‖—¿Leí mal las señales? Dios, qué idiota soy.

—¿Estás loca? Me he estado muriendo por arrastrarme dentro de ti desde


que te vi en la carretera. Agárrate, dulzura, te anotaste en el paseo de tu vida. —
Intenté controlar mi respiración, pensando en sus palabras, pero fue inútil. La
excitación me llenó y por suerte, el par de tragos me ayudaron a darme valor de ir
a‖ casa‖ con‖este‖ hombre‖ sexy…‖o‖estupidez,‖ pero‖en‖este‖ momento‖todo‖en‖lo‖que‖
podía pensar era lo que la noche prometía.

Me aferré con fuerza mientras cruzábamos por las calles del estado hacia su
casa. Ni siquiera sabía dónde vivía y no estaba prestando atención a nada salvo su
cuerpo y cómo se sentía contra mí y debajo de mis manos. Imágenes de él desnudo
flotaron en mi cerebro en tanto mi corazón corría acelerado en mi pecho casi tanto
como se movía la motocicleta. Perdí el sentido del tiempo y no pareció importarme
mientras me concentraba solamente en su dureza.

Aparté mi rostro de su espalda cuando la motocicleta comenzó a reducir la


velocidad y miré alrededor a medida que él retrocedía. Una casa simple y blanca
de un piso con persianas verdes se encontraba delante. Su casa se encontraba en un

pág. 34
gran terreno por lo que pude ver. La calle estaba alejada de la estructura con una
larga entrada conectando a las dos.

—¿Cambiaste de idea, princesa? —preguntó.

—No, dije en serio cada palabra. —Mi voz tembló y todo mi cuerpo pareció
estremecerse.

—Bájate primero, usa mis hombros.

Me agarré de sus hombros y pude sentir la dureza. Estaba cubierto de


músculo. No había sentido una parte blanda durante todo el tiempo que tuve mis
manos puestas en él. Siempre me había descrito como un poco mullida. Yo no era
delgada y musculosa, pero tenía curvas y alguna suavidad en mi cuerpo, pero City
no, era todo músculos. Me bajé usando sus hombros como palanca y la entrada de
grava hizo que mi habilidad de mantenerme de pie y recta fuera casi imposible.
Las bebidas no ayudaban tampoco y los zapatos asesinos que tenía puestos no me
permitían agarrarme al suelo más fácilmente.

Observé cuando se bajó de la moto, sus músculos tensándose y moviéndose


con cada movimiento. Se me hizo agua la boca ante los pensamientos de tocarlo y
estar con él por una noche. Se movió hacia mí y tragué saliva con fuerza. Cuanto
más se acercaba, más rápido me latía el corazón en el pecho y cerré mis ojos con
miedo y anticipación. Fruncí mis labios y esperé a que me besara, pero nada.

—Tengo que sacarte el casco. —Por amor de dios, por favor, ayúdame a
desaparecer. Me había olvidado del casco y tenía que verme como una completa
idiota allí parada con los ojos cerrados, esperando un beso, meciéndome en el
viento y llevando puesta la maldita cosa. Me había visto tan envuelta en el
momento que solo‖ podía‖ pensar‖en‖él,‖bes{ndolo,‖ viéndolo‖ desnudo,‖toc{ndolo…‖
solo a él. Sonreí y pude sentir el calor subiendo a mis mejillas. Mariposas llenaron
mi estómago y cerré mis ojos esperando que la escena vergonzosa que acababa de
ocurrir fuera rápidamente olvidada. Pude escucharlo riéndose suavemente
mientras deshacía las correas y lo sacaba de mi cabeza—. Linda.

Abrí mis ojos y los entrecerré hacia él.

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—¿Linda? ¿Qué cosa es linda?

—Tú. —Le dio un golpecito a mi nariz y puse los ojos en blanco.

—Estupendamente genial.

—Sí, eres linda. Inocente, pero con jodidas ganas de ser mala. —Puso el
casco en la moto, regresando su atención a mí. Me tocó la barbilla alzando mi
rostro para mirarlo a los ojos. La piel áspera de su pulgar se rozó por mi mejilla e
inhalé rápidamente—. Voy a hacerte maldecir así sea lo último que haga. Vas a
estar gritando maldiciones esta noche.

Todo en mi cuerpo se prendió llamas a la vez: mi corazón golpeó con fuerza,


mis manos temblaron y me quedé allí sobre unas piernas temblorosas sintiendo su
cercanía. El hombre me quitaba el aliento y me hacía perder toda la capacidad de
comunicarme. Envolviéndome con sus sólidos brazos, acercando mi pecho contra
su torso duro como roca, sus labios se cernieron sobre los míos. Su aliento cálido se
rozó contra mi boca en tanto sus dedos se apoyaban contra mi garganta. Mi pulso
se aceleró bajo las yemas de sus dedos, su tacto haciendo que el rápido latido de mi
corazón se incrementara. Todo dejó de existir cuando me mordió el labio inferior,
enviando un rayo de placer a través de mi cuerpo.

Tuve un abrumador anhelo por más y me derretí contra él. Un pequeño


gemido escapó cuando sus labios chocaron con los míos. Sujetándolo por los
hombros, incliné mi cabeza hacia atrás dándole un acceso más profundo a mi boca.
Deseaba todo lo que tenía para dar, todas las dudas desaparecieron y fueron
reemplazadas por auténtica necesidad.

La lujuria me consumió mientras devoraba mi boca y dominaba el beso,


profundo, cálido y duro. La calidez de sus dedos sobre mi nuca me provocó piel de
gallina. Deseando su calor, necesitando más contacto, levanté la parte trasera de su
camiseta y pasé mis dedos a través de su piel sedosa. Había un hueco cerca de su
columna, los bordes exteriores bordeados por músculo duro que se flexionaba bajo
mi tacto. Rocé el borde de sus pantalones con mis dedos, pasándolos dentro,
rozando su piel con mis uñas. Su agarre sobre mi cuello se apretó y gimió en mi

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boca. Nos alimentamos mutuamente de aire, sin dejar espacio o momento para
absorber nada que no fuera el otro.

Quería todo lo que este hombre tuviera para dar. Quería su promesa de
hacerme gritar palabras que no usaba. Inclinándose y agarrando mi culo, me alzó
en brazos, sin nunca romper el contacto con mi boca. Mi estómago daba saltos
como una montaña rusa, el movimiento y la excitación apoderándose de mis
sentidos. La anticipación burbujeaba dentro de mí en tanto me llevaba hacia su
casa y finalmente a su dormitorio.

Envolví mis piernas alrededor de su cintura, enganchando mis tobillos


juntos y sentí su dureza contra mi centro. Con cada paso, esta se frotaba contra mi
clítoris, la fricción me llevaba cada vez más cerca al borde del orgasmo, hasta que
alzó mi cuerpo hasta su abdomen. La llave raspando contra la cerradura me
provocó un escalofrío, Voy a hacer esto… realmente lo voy a hacer. Pasando mis dedos
a través de su cabello, me mordí el labio antes de abrir los ojos.

—¿Suzy tiene garras? —preguntó contra mis labios, su aliento cálido cuando
acarició mi rostro. Cerré los ojos esperando que no quisiera entablar una
conversación en este momento. No quería hablar ni acobardarme. City era el
hombre más sexy que haya besado, mucho menos dormido—. ¿Lo quieres rudo,
hermoso o suave y lento? —preguntó con un fuerte apretón a mi trasero, pateando
la puerta para cerrarla.

Contuve el aliento, sin estar segura de cómo responder. Nunca nadie me


había preguntado cómo lo quería antes de este momento.

—Eh —mascullé contra su cuello.

Apartándome de su cuello, me miró a los ojos.

—¿Nadie te ha preguntado cómo lo que querías antes?

¿Qué demonios? ¿Puede leerme la mente?

—No. —Bajé los ojos intentando desviar su mirada. Me sentía demasiado


transparente y no podía soportar la idea de ser comprendida.

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Susurró en mi oído a la vez que apretaba su dureza contra mí.

—Dime lo que deseas y es tuyo.

Me mordí el labio y lo miré fijamente. No había una sonrisa o una mueca de


suficiencia en su rostro. City parecía un hombre poseído y no tenía dudas que
cumpliría con su oferta. No sabía lo que deseaba, pero sabía que lo quería de
cualquier manera que me lo diera. ¿Cuál era su idea de rudo? Mierda.

—¿Puedo tener ambos?

Sus ojos brillaron mientras su sonrisa alcanzaba sus ojos celestes. El


nerviosismo llenó mi cuerpo ante la idea de él desnudo y en mi interior. Mi
respiración se volvió superficial con el conocimiento de que nos acercábamos a
nuestro destino final. Las luces estaban apagadas a medida que me llevaba a través
de la casa. Mordisqueaba mi cuello mientras yo intentaba contemplar los
alrededores. Sus pasos y nuestras respiraciones siendo los únicos sonidos a medida
que me llevaba.

La luz llenó la habitación y momentáneamente me cegó. A medida que mis


ojos se ajustaban, miré alrededor del dormitorio antes de que me pusiera
suavemente sobre la cama. El gran cuarto tenía paredes blancas; una pancarta
grande enmarcada de una Harley colgaba encima del armario y era la única
decoración visible de la habitación. Con los dedos de mis pies colgando sobre la
cama, noté que el único color en la habitación era el edredón negro y el rico caoba
de la madera del suelo. City levantó su camiseta mientras me observaba mirar
alrededor pero no dijo nada a medida que se acercaba. Tragué saliva mientras
contemplaba su magnífico torso moreno.

Estoy muda y esa es una rareza para mí. Los abdominales marcados que
lleva me hacen agua la boca y mis dedos ansían tocarlo. Cuando se aproximó,
pude ver claramente el intricado arte de su pecho y brazos. Un dragón negro
llenaba su caja torácica derecha y diseños tribales negros decoraban su hombro
derecho, pareciendo más rico contra su piel oscura. Nunca me llamaron mucho la
atención los tatuajes, pero en él quedaban bien y eran enloquecedoramente
increíbles.

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Un brillo captó mi atención y me incliné hacia adelante para poder tener un
mejor vistazo de su pecho. Había piercings pasando por cada uno de sus pezones y
me quedé aturdida. Los tatuajes se habían vuelto parte de la norma social, pero los
piercings era un poco tabú en mi mente. No tabú refiriéndome a que los
encontraba repulsivos, sino lo contrario. Quería jugar con ellos como si se tratara
de un juguete nuevo en Navidad.

—¿Todavía sí, princesa? —preguntó mientras se paraba entre mis piernas.

—Sí. —Mi voz fue un poco más fuerte ahora; mi resolución más certera de
lo que había sido cuando solté las palabras antes de irnos del Neon Cowboy.

Se inclinó sobre mí, empujándome contra el colchón. Mi rostro estaba


enterrado en su pecho mientras alcanzaba la mesita de luz y no pude evitarlo, lamí
el metal alrededor de su pezón. Inclinándose en mi lengua, el sonido de su gemido
llenó el cuarto y el sonido de plástico me alertó que acababa de agarrar un condón.
No había vuelta atrás ahora, sería suya por esta noche, al menos él estaba
preparado.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, sus labios torciéndose en las esquinas.

Él sabía que se veía bien. Estoy segura que nunca tuvo un momento donde
dudara de su sensualidad o destreza sexual.

—Tu‖obra‖de‖arte‖es‖increíble‖y‖los‖piercings‖simplemente‖son…‖vaya.‖—No
sabía qué más decir. Me encantaba todo lo que veía y no podía esperar a ver el
resto.

Cerniéndose sobre mi cuerpo, me miró fijamente a los ojos y se demoró justo


fuera del alcance de mis labios. Poniendo mis manos en su pecho, sentí la solidez
de su cuerpo antes de clavar mis uñas en su piel. Sus dedos tocaron mi estómago y
supe‖ lo‖ que‖ deseaba.‖ No‖ lo‖ quería‖ lento,‖ sino‖ r{pido‖ y‖ duro…‖ durante‖ toda‖ la‖
noche.

La suavidad inicial de su beso me tomó por sorpresa. Esperaba que fuera


exigente desde el comienzo, pero sus labios exploraron los míos, probando mi
determinación de seguir adelante. Besaba perfectamente. Un indicio de lengua

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barrió contra mi labio inferior buscando su entrada y voluntariamente le di acceso.
Nuestras lenguas se enredaron a la vez que su mano exploraba mi cuerpo. Lo
deseaba, anhelaba su tacto. Gemí cuando su mano se frotó contra la tela de encaje
de mi sujetador. Me retorcí bajo sus dedos mientras diestramente trabajaba con mi
pezón, tirando y retorciendo.

Rompió el beso y sentí como si pudiera respirar otra vez.

—Siéntate —ordenó.

No dudé. Me empujé hacia arriba mientras él retrocedía y me estudiaba. Su


expresión me puso nerviosa, no era crítica, mientras me contemplaba. Sus labios se
volvieron hacia arriba a la vez que sus ojos vagaban por mi cuerpo y pude notar
que él solamente tenía una cosa en mente. Se inclinó hacia adelante y agarró la
parte inferior de mi camiseta y comenzó a levantar.

—Brazos, nena —dijo mientras me incorporaba frente a él.

Me moví rápidamente cuando sus dedos se acercaron a mi sujetador. No


podía hacer nada más que mirar fijamente a la sonrisa arrogante en su rostro
mientras me desvestía. No se parecía a ningún otro hombre con el que haya estado.
Teniéndolo desvistiéndome fue el momento más erótico de mi vida. Su olor me
rodeaba, una mezcla de tierra, sudor y almizcle. Cuando pensé que mi corazón no
podía latir más rápido, sus dedos acariciaron mi clavícula y se me detuvo el
corazón antes de tronar en un ritmo errático. Quise ponerme de rodillas y rogar
que sobreviviera esta experiencia.

—Respira —dijo.

Inhalé con rapidez, sin darme cuenta que había estado conteniendo el
aliento. Quise cubrirme el cuerpo, pero su sonrisa torcida me hizo hacer lo
opuesto.

Envolvió su mano alrededor de mi cuello y me besó. Los dedos de mis pies


se doblaron por la pasión de su beso. Sentí un hambre, como si estuviera a punto
de ser devorada por él. Presionando mi cuerpo contra el de él, me convertí en su
comida, ofreciéndome voluntariamente.

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Nuestras manos y bocas se entrelazaron y el sonido de nuestras bruscas
respiraciones y labios jalándose llenaron el aire. Abrí mis ojos para mirarlo y quedé
hechizada por su boca. Observé mientras me besaba y contemplé todos sus rasgos.
Sus largas pestañas marrones se apoyaban contra sus pómulos sobresalientes y
estaban enmarcados por unas cejas completamente oscuras. Había aparecido una
sombra en su mandíbula y se unía a sus patillas y ya no pude mantener mis dedos
quietos.

El vello facial hacía cosquillas en mi piel cuando pasé mi dedo por la


aspereza del borde de su boca. Pude sentir nuestros labios moverse bajo las yemas
de mis dedos. Nuestras manos se exploraban mutuamente frenéticamente,
aprendiendo las curvas y los lugares que hacían al otro retorcerse y temblar. Era
una deliciosa tortura tocar y besar.

Mi clítoris dolía mientras su mano subía por mi muslo y se rozaba contra mi


ropa interior. Jadeé en su boca cuando sus dedos se introdujeron en el material y lo
rasgaron de mi piel. No me importaba que fuera mi mejor conjunto de ropa
interior que guardaba para ocasiones especiales; lo quería dentro de mí. Acunó mi
sexo, aplicando presión mientras yo gemía y mi cabeza caía hacia atrás. No tuve la
capacidad de contenerme cuando comenzó a frotar sus dedos a través de mi
humedad.

—Oh, Dios —dije, mientras mis ojos quedaban en blanco y mis párpados se
cerraban.

Calidez rodeó mis pezones cuando su boca se cerró alrededor de uno y


succionó en un ritmo pulsante. Le clavé mis uñas en la piel, necesitando aferrarme
a algo. Grité cuando sus dientes capturaron la punta palpitante y mordió. Su dedo
lentamente sondeó mi entrada antes de deslizarse dentro en un agonizante ritmo.
Necesitaba ser llenada y quería que la fricción de su palma aliviara el dolor entre
mis piernas.

Apreté mis caderas contra su palma, rogando por más, cuando retiró sus
dedos y los volvió a empujar dentro. Quise palmear su polla a través de sus
vaqueros, pero su cuerpo era demasiado grande y su entrepierna estaba muy lejos.
Agarré su cabello, apuñándolo en mi mano mientras él gemía, provocando que la

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vibración contra mi pezón me empujara al borde. Su palma cálida y áspera
acariciaba mi clítoris mientras sus dedos entraban y salían, masajeando mi punto
G. Jadeos y gemidos salieron de mis labios mientras él trabajaba mi cuerpo como
un número de baile bien coreografiado.

No pude evitar que mi cuerpo se retorciera cuando mi liberación se estrelló


sobre mí inesperadamente. Grité su nombre mientras las ondulaciones de placer
me atravesaban. Tragué aire, intentando recuperar el aliento mientras las réplicas
apretaban su dedo e intentaban conducirlo más profundo.

—Jesús —murmuré, limpiando un poco de baba de la comisura de mis


labios. Nunca había tenido un orgasmo tan intenso. Nunca nadie había encontrado
mi punto G, mucho menos tocado con tal habilidad. Me quedé acostada jadeando,
con la falda puesta mientras él se bajaba de la cama y comenzaba a desabrocharse
el cinturón.

—No has visto nada aún, dulzura. —Su profunda risa llenó la habitación.

—Oh, eh. —Mi estómago dio un vuelco. Necesitaba moverme—. No, déjame
—dije. Apartó sus manos del metal y se acercó a la cama. Arrastrándome como un
gato, me ubiqué justo frente a él y metí mis pies bajo mi trasero. Lo desabroché
lentamente, sacándolo de las presillas en un movimiento provocador. Un
movimiento causó que mis ojos miraran hacia abajo, estirándose contra la mezclilla
restrictiva podía ver un gran bulto.

—¿Te gusta lo que ves?

Maldición.

—Ujum —dije, tragando bruscamente. Toqué su estómago y deslicé


lentamente los dedos por su piel antes de agarrar el botón—. ¿Estás seguro sobre
esto? —Pensé en pagar un poco con la misma moneda. Él seguía preguntándome si
estaba segura, pero diablos, sabía lo que deseaba y era él.

—Mm hmm —dijo con una sonrisa en su rostro y un brillo en sus ojos
cuando apoyó sus manos en sus costados.

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Sonreía como si supiera algo que yo no. Un pequeño parche de vello
delineaba la parte superior de los vaqueros, sendero a la felicidad efectivamente.
Desabotoné sus vaqueros y lentamente bajé la cremallera con dedos más estables
de lo que pensé posible. El clic de la cremallera pasando por cada diente mientras
me tomaba mi tiempo hizo que mi corazón se acelerara. Saboreé el momento,
liberando su erección. Me incliné hacia adelante y presioné mis labios en el suave y
oscuro vello que había estado atrapado debajo de la tela. Su cuerpo se estremeció
ante el contacto y sus dedos se enredaron en mi cabello. La mezclilla de su vaquero
era áspera contra mi palma cuando la deslicé por sus enormes muslos para tocarlo.
Un pequeño bulto en la punta me hizo dudar antes de rodear con mis dedos los
costados, lamiendo un camino desde su ombligo hasta la cremallera.

Bajé el material por su piel a la vez que mantenía mi boca pegada a su


abdomen. Retrocedí cuando el material se deslizó y su falo quedó libre. Mi corazón
se detuvo y contuve el aliento, mis ojos agrandándose.

Jesús.

—¿Qué…? —¿Qué demonios? Miré fijamente con admiración. El hombre no


solamente había sido bendecido con un miembro bien dotado, sino que sumado a
eso, lo decoró. Una gran argolla de metal con una bola colgaba de la punta. Estaba
cara a cara con el mismo y no podía imaginarme por qué un hombre le haría eso a
su cuerpo.

—Puedes tocarlo. —Se rió—. No te dolerá —dijo, moviendo su abdomen en


mi dirección.

—Nunca antes he visto algo así. —Extendí mi mano y pasé mi dedo a través
del metal brillante sobresaliendo—. ¿Se sentirá? —Me sentía como una completa
idiota, pero nunca había visto uno en persona, mucho menos tenido sexo con
alguien que tuviera partes extras.

—Te‖ dar{‖ una‖ sensación‖ diferente‖ al‖ principio,‖ m{s‖ cerca‖ de‖ tu‖ apertura…‖
algo de presión tal vez.

No quería tocarlo con mi dedo así que saqué la lengua y lamí alrededor de
la fría y lisa pieza. Sus caderas se sacudieron y su falo tembló por el contacto.

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Alargué la mano y apreté su erección en mis manos, siendo consciente del metal
sobresaliendo de la misma mientras lo trabajaba con mis manos y boca a la vez. Era
duro como piedra.

—Maldición —dijo gimiendo cuando lo deslicé fuera de mi boca y lamí el


piercing con la lengua.

Me detuve y lo miré, pero no lo solté.

—¿Te hice daño? —Su cabeza estaba echada hacia atrás con su brazo
extendido, todavía un puñado de cabello en su agarre.

—Dulzura, no puedes lastimarme. Toma todo de mí.

Le sonreí y el apodo de dulzura me hizo sentir toda dulce por dentro. Nadie
había sido tan descarado conmigo y eso hizo que la humedad se acumulara contra
la tela de mi falda. Me acerqué, acariciándolo y lo mantuve firme en mi agarre. Su
aroma almizclado era embriagador.

Sabía que no podía abarcar la cosa completa, pero vaya si no me gustaría


intentarlo. Me moví hacia adelante, permitiendo que más se deslizara por mi
lengua, provocando que su cuerpo temblara y su respiración se volviera trabajosa
y rápida.

—Demonios, nena. Ese es el lugar. Precisamente así. —Apuñó mi cabello


duramente haciendo que mis ojos llorasen.

Gemí contra su polla y soltó un tembloroso suspiro. Intenté llevarlo un poco


más profundo con cada caricia de mis labios contra su piel cálida y lisa. Me detuve
cuando el metal golpeó mis dientes, lamiéndolo, mientras sus caderas temblaban
en mi agarre. Su mano se movió en mi cabello, tirando y empujándome,
controlando la velocidad mientras me atragantaba cada vez que la cabeza golpeaba
el fondo de mi garganta. Abrí los ojos y lo miré. Su boca estaba abierta levemente,
su pecho jadeando por la respiración entrecortada y piel de gallina lo cubría. Un
sabor salado acarició mi lengua mientras trabajaba la punta con precisión.

—Quiero probarte. —Sus palabras causaron que la calidez se reuniera entre


mis piernas y mi centro convulsionara.

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—Pero no he acabado —dije mirándolo confundida y mis manos
acariciando su eje—. ¿No quieres que acabe? —Mis cejas se fruncieron mientras lo
observaba. Él sonrió y abrió el puño que sujetaba mi cabello.

—No hemos acabado. Quiero enterrar mi rostro entre tus piernas y hacerte
gritar de nuevo. —Bueno, mierda, ¿quién podía negarse a eso?

—¿Hice algo mal? —Sacudí la cabeza a la vez que bajaba la mirada a mis
piernas.

Su mano apretó mi barbilla, inclinándola hacia atrás y miró fijamente en mis


ojos.

—Suzy, no hiciste nada mal. Demonios, fue perfecto. Quiero lamer, chupar
y luego follarte, dulzura. —Las palabras me dejaron jadeante y desenfrenada. Me
sentía hermosa y deseada.

Guio mi rostro hacia el suyo y aplastó sus labios contra los míos, chupando
mi lengua en su boca a la vez que me bajaba la falda por las caderas.

—Dime que quieres que te saboree —dijo contra mis labios.

Tragué con fuerza; las palabras, de nuevo, huyeron de mí.

—Dilo, Suzy. —Su mano se llenó con mi cabello y la otra rodeó mi espalda,
me mantuvo en el lugar y no me dejó ir a otra parte. Hablar no era algo que soliera
hacer durante el sexo, y sin duda alguna, me llevaba más allá de mi zona de
confort—. Estoy esperando. —Mordió mi labio y me llevó de regreso al momento.

—Pruébame —dije, incapaz de mirar a otra parte que no fueran sus ojos
oscuros.

Su agarre se apretó, tirando de mi cabeza hacia atrás mientras soltaba mi


espalda y comenzaba a recostar mi cuerpo. Me sentí como una muñeca Raggedy
Ann; era masilla en sus manos. Mi corazón martilleó en mi pecho con anticipación
mientras esperaba a que su boca besara mi carne. Agarró mis piernas debajo de
mis rodillas y jaló mi cuerpo al extremo de la cama a la vez que se arrodillaba en el
piso. Sujetando las sábanas, necesitando algo a lo que aferrarme, incliné la cabeza

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hacia atrás y cerré los ojos. Calor inundó mis mejillas con la idea de él mirando mi
coño. Alcé la cabeza y lo miré mientras sonreía y pasaba sus manos a lo largo de
mis piernas, relamiéndose, y absorbí la vista frente a él. No en un solo punto, sino
a mí completamente, sus ojos vagaban por mi cuerpo antes de que su cabeza fuera
hacia adelante y yo cerrara mis ojos incapaz de mirar. Mi cuerpo se convulsionó
cuando sus labios tocaron la delicada piel justo a la derecha de mi sexo, suficiente
para causar que mi cuerpo ansiara más. Al succionar el lugar donde mis piernas se
encuentran con mi centro, mi cuerpo comenzó a temblar. Sus manos se deslizaron
hacia abajo por mis piernas, todo mi cuerpo estaba en llamas y anhelaba más.
Necesitaba más, pero esto se sentía más como una provocación. Sujetó mis tobillos
y levantó mis piernas, poniendo cada una sobre sus hombros.

Su dedo pasó a través de mi humedad en tanto su lengua acariciaba mi


palpitante clítoris. Mi cuerpo se levantó de golpe, incapaz de controlar el
movimiento provocado por las fisuras de placer que se disparaban a través de mi
cuerpo. Su boca se apretó mientras su dedo se deslizaba dentro de mí. Sus manos
eran grandes, pero deseaba más de él a medida que mi núcleo succionaba sus
dedos dentro. Me llevó a su boca y puso su lengua contra mi carne, moviéndola
alrededor en círculos. Mi respiración sonaba temblorosa e intenté no llorar de
éxtasis ya que estaba tan cerca del punto crítico.

Agregando un segundo dedo, me hizo sentir estirada hasta el límite, casi al


punto del dolor. ¿Cómo demonios manejaría todo lo que él tenía para ofrecer?
Girando su lengua alrededor de mi clítoris, sus dedos acariciaron mi carne
anhelante. Deslizó su mano bajo mi culo, sus dedos clavándose en mi piel,
mientras inclinaba mis caderas. Mis ojos se pusieron en blanco cuando sus dedos y
lengua hicieron que todo pensamiento coherente desapareciera. Estaba tan perdida
en el momento que no noté su boca abandonar mi cuerpo a la vez que sus dedos se
detenían.

—¿Me deseas? —gruñó contra mi clítoris y mis ojos se abrieron y fueron


atraídos por su mirada.

Me estremecí e intenté acompasar mi respiración.

—Sí.

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—Sí, ¿qué? ¿Qué deseas? —preguntó, sus ojos sin moverse de los míos, todo
su cuerpo inmóvil.

—Ten sexo conmigo. —Supe lo que él quería que dijera, deseaba que usara
la palabra‖con‖F‖y‖no‖habría…‖no‖podría.

—Suzy —pronunció mi nombre y pasó su lengua contra mí—. Sabes lo que


deseo escuchar. Dime exactamente lo que quieres. —Retiró sus dedos y lengua,
dejándome jadeando por más.

Cerré mis ojos y exhalé, necesitando un momento para ordenar mis


pensamientos. Son solo palabras y unas que suelo decir todos los días, pero nunca durante
el sexo. Tomando una respiración temblorosa, dije:

—Te deseo. Fóllame, City.

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4
Maneras Perversas
City
Traducido por Flochi

Hay algo sobre corromper a una persona de la manera más pura. Ella no
juraba, o no le gustaba hacerlo, pero el sonido de ello hizo que mi polla se pusiera
más dura. Se veía preciosa acostada en mi cama con su cabello rubio
desparramado y sus ojos azules brillando en la vibrante luminosidad de la
habitación. No era musculosa por ejercitarse o delgada como un adicto al crack por
estar drogada. La mejor manera en que podía ser descripto su cuerpo era como un
clásico reloj de arena: pechos grandes y caderas curvilíneas unidas a una estrecha
cintura. Parecía casi angelical, su piel blanca contra el edredón negro.

Alcancé debajo de su torso, ahuecando sus recodos y la arrojé sobre la cama.

—Vaya. —Se rio, mientras rebotaba contra el colchón—. Me acabas de


mover como si no pesara nada.

—Eres como una pluma —dije, arrastrándome hacia arriba por su cuerpo y
tomando el condón en la mesita de noche.

Ella se rio, sus ojos agrandándose cuando rasgué el envoltorio del condón
entre mis dedos. Hay algo jodidamente inocente sobre ella y quería arrastrarme
dentro de su bondad y nunca irme.

Me acomodé entre sus piernas, apoyando un brazo bajo su cuerpo,


intentando no aplastarla con mi peso.

—Ríete mientras puedas, dulce muchacha —murmuré contra sus labios—.


Voy a hacerte gritar todas esas sucias palabras que tienes miedo de decir.

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Sus ojos eran como platos cuando deslicé el condón sobre mi falo perforado.
Su coño brillaba mientras empujaba sus piernas, separándolas más con mis
rodillas. Quería desgarrarla, poseer su cuerpo y hacerla mía toda la noche. No
esperé una respuesta antes de poner mis labios sobre los de ella, consumiéndola y
persuadiendo su lengua a entrar a mi boca. Podría pasarme horas besándola,
explorando cada grieta y ser feliz, pero mis bolas estaban pesadas y latían,
necesitando la liberación. Capturando su pezón con mis dedos, lo pellizqué
levemente y lo giré entre las puntas. Ella gimió en mi boca y mi polla saltó a la
atención, ansiando estar dentro de ella.

Mi boca nunca abandonó la suya mientras capturaba todos los sonidos que
escapaban, esos que eran míos y solamente míos para devorar. Su cuerpo se
retorció bajo mi incesante persecución de su pezón y la abrumadora arremetida
contra su delicada piel. Quería que se viniera así, pero sabía que habría tiempo
para ello más tarde.

Su garganta estaba suave bajo mi lengua e inhalé el dulce aroma de su


perfume y me detuve cerca de su clavícula antes de clavar mis dientes en su carne.
Su cuerpo se retorció, sus caderas alzándose de la cama, su coño se empujó contra
mi polla, una invitación abierta.

—¿Qué deseas? —dije, a la vez que mordía la carne de su hombro.

—A ti.

—¿Qué parte de mí? —No quería ponérselo fácil. Tenía la ilusión secreta de
observarla retorcerse con cada pregunta o provocación.

—Tu pene.

Dios…‖ ¿En‖ verdad?‖ Normalmente‖ pensaría que era una farsa, pero esta
chica era tan buena como podía ser y me costaría trabajo sacarlo para mí. Me
gustaba la idea de una conquista, alguien que podría corromper y hacer mía.

—La otra palabra. No te follaré hasta que la digas. —Podría tener las bolas
azules para entonces, pero finalmente lo diría. No me daría por vencido hasta que
lo hiciera.

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Capturé su pezón entre mis dientes, sujetando la punta mientras le pasaba
mi lengua.

—City, por favor —dijo a la vez que agarraba mi hombro casi rompiendo la
piel con sus uñas.

Sostuve su pezón con mis dientes.

—Dilo.

—No puedo. —Empujó su coño contra mí—. Solo hazlo. —Se lo di de


inmediato cuando presioné mi polla contra su humedad—. Oh, Dios —dijo
gimiendo.

—No va a ayudarte en este momento. Di la palabra, y es tuyo. —Chupé con


más fuerza.

—Quiero‖tu‖p…‖—dejó sin terminar la frase.

—Dilo y me deslizaré en ese caliente y húmedo coño y te haré gritar. Esa


mierda puedo garantizártela. —Deslicé mi falo rígido contra ella, tocando su
clítoris con cada empuje—. Dilo.

—Polla —exhaló—. Quiero tu polla.

—No estuvo tan mal, ¿no? —pregunté mientras sonreía contra su piel. Sabía
que se sentía incómoda, pero me importaba una mierda. Parecía el tipo de chica
que vivía en un mundo muy controlado y se ponía límites a sí misma y nunca los
cruzaba. La ayudaría a ir más allá de sus límites imaginarios.

La besé profundamente y empujé su entrada con la punta de mi polla


mientras ella me rodeaba con sus piernas la espalda, casi empujándome dentro de
ella. Sabía lo que deseaba. Me obligó a ir dentro con un gemido y un jadeo.

Su cuerpo se sentía cálido y resbaladizo y un escalofrío bajó por mi espalda


a medida que entré en ella. Quería empujarme dentro, quería tener las bolas en lo
profundo, pero también quería estar en control del ritmo. Lamí sus labios y la miré
fijamente a los ojos mientras me empujaba lentamente, hasta que no pude ir más
adentro. Me quedé quieto por un momento y simplemente disfruté de la sensación

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de estar dentro de ella, exactamente donde quería estar desde el momento en que
la vi.

Se veía hermosa acostada en mi almohada con su cabello rubio enmarcando


su rostro como una corona dorada. Sus ojos azules brillando en la luz y sus mejillas
teñidas de rosa por la excitación, pudo haber sido lujuria. Necesitaba moverme.
Quería hacerla gritar. Me retiré de ella lentamente en tanto sus uñas se clavaban en
mi hombro y empujaba mi polla dentro de ella, incapaz de detenerme.

Ella gimoteó y gimió con cada embestida, mientras aceleraba el paso,


incapaz de tomarlo lento. Quería observarla, ver su cara, mientras la follaba. Me
recliné y saqué sus piernas de mi espalda y puse sus pies contra mis hombros. Le
sonreí y lamí mi pulgar.

—¿Deseas más? —dije mientras me retiraba.

—Sí. —Su voz fue entrecortada y un susurro bajo.

Puse mi pulgar contra su hinchado clítoris y comencé a moverlo en


pequeños círculos.

—Oh, Dios —gimió cuando su coño convulsionó alrededor de mi falo.

—¿Quieres venirte? —pregunté retirándome otra vez, solo dejando la punta


dentro.

Lamiendo sus labios, me miró con ojos vidriosos a la vez que decía
jadeando:

—Sí.

—¿Quieres que te folle? —pregunté a la vez que le negaba lo que más


deseaba: mi polla y su orgasmo.

—Por favor —susurró.

—Dilo. —Mis labios se torcieron cuando intenté contener la sonrisa y la risa


que deseaba escapar cuando su rostro se volvió rosa—. Es una frase simple.
¿Quieres mi polla? Dime lo que quieres que haga con ella.

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Abrió sus ojos y exhaló antes de decir rápidamente:

—Fóllame.

—Con gusto. —Me empujé dentro de ella y moví mi pulgar rítmicamente


contra su hinchado clítoris mientras su cuerpo se retorcía y su cabeza se empujaba
contra la almohada. Envolví mi mano libre alrededor de su muslo, sujetándolo,
mientras la atacaba.

»Tu coño se siente tan bien —gemí. No quería ser bueno con ella, ella no se
podía romper. Incrementé el ritmo mientras su respiración se volvía más
entrecortada y su cuerpo comenzaba a brillar en la luz. Podía sentir su cuerpo
ordeñándome, deseando más, y en ese momento, me detuve.

—Oye —gritó, y sus ojos se abrieron mostrando más pasión y odio de lo que
pensé posible—. Estaba tan cerca.

No hablé, pero jalé sus piernas más contra mi torso. Sus pies estaban cerca
de mi rostro y sus piernas sonrojadas contra mí. Las apreté, permitiéndome
agarrarme a ella y evitar que se moviera. Golpeé con fuerza dentro de ella,
embistiendo su cuerpo. La observé maravillado cuando sus tetas rebotaron por la
fuerza de mi cuerpo empujándose dentro de ella.

Comenzó a gritar:

—Oh, Dios.

—Es correcto, dulzura. Déjate ir. Siente todo de mí. Te deseo tanto.

Usé cada músculo de mi cuerpo para follarla. Quería que supiera que la
poseía y me pertenecía el orgasmo que tuvo en este momento. Su cuerpo comenzó
a temblar a la vez que sus piernas se apretaban y flexionaban contra mí. Apreté sus
piernas con más fuerza, no queriendo que se mueva.

—Mierda —se escapó de sus labios y no pude controlarme más tiempo. No


tuve que persuadirla para decir la palabra, pero mi polla la había presionado sobre
el borde.

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—Estás tan increíblemente apretada —dije mientras observaba su cuerpo al
borde del orgasmo: cubierta de su sudor, piel ruborizada y boca abierta perdida en
las sensaciones.

Alargó su mano y se tocó el seno, empujándose sobre el borde en tanto yo


me conducía dentro de ella más fuerte que antes.

—Oh, Dios. Oh, Dios, no te detengas, maldita sea —gimoteó.

Su cuerpo desnudo delante de mí, su boca sucia y observarla tocándose


provocó que mis bolas se apretaran y el orgasmo se abriera camino por mi cuerpo.
Temblé y gemí mientras me conducía dentro de ella, su interior apretándome.
Todo mi cuerpo hormigueaba y pequeñas réplicas me estremecieron hasta el
centro.

Necesitaba recuperar el aliento. El único sonido que llenaba la habitación


eran nuestros jadeos por aire y el chasquido del condón.

—Maldito infierno. Eso fue increíble —dije mientras besaba su tobillo,


subiendo las manos por sus piernas.

—Yo nunca he —dijo sin terminar la frase.

—¿Nunca qué?

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Solo en mis Fantasías
Suzy
Traducido por Flochi

—Nunca experimenté nada como esto —dije. ¿Cómo explicarlo sin sonar
patética? Maldita sea, nada en mi vida podía compararse a tener sexo con él. Había
tenido ligues de una noche en la universidad, pero esos chicos no sabían
exactamente lo que estaban haciendo.

City fue rudo y controlador, y me encantó. Me quedé mirando su hermoso


cuerpo mientras se arrodillaba delante de mí, su piel brillante con sudor, sus
músculos moviéndose al unísono mientras intentaba recobrar el aliento. Quise
sacar una fotografía y siempre recordar cómo se veía: sudoroso y sexy como el
infierno.

—Eso no se compara a lo que podría hacerte —dijo con un tono ronco a la


vez que se limpiaba el sudor de la frente. Quise lamerlo de su cuerpo. Quería hacer
cosas con él que normalmente ni siquiera pensaría hacer con nadie en mi vida. Él
era diferente.

—Diablos —dije, incapaz de pensar en nada más. ¿Podía hacerlo mejor?


¿Era eso posible?

—Tal vez me dejarás mostrarte en algún momento. —Una sonrisa apareció


en su rostro, pero no se trataba de uno dulce. Este tipo sin duda alguna guardaba
trucos bajo sus mangas. Mi corazón se aceleró ante la idea de sentirlo dentro de mí
nuevamente.

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—¿Quieres volver a verme? —pregunté, incapaz de creer sus palabras.
Éramos polos opuestos y no sabía por qué querría verme otra vez.

—¿Por qué no querría? —Sus cejas bajaron cuando arrugó la nariz.

Me cubrí los ojos sintiéndome como una idiota.

—No lo sé. Pensé que esto era cosa de una noche.

—No‖ mentiré,‖ pensé‖ que‖ sería‖ “cosa”‖ de‖ una‖ noche.‖ Te‖ deseé‖ desde‖ el‖
momento que pasé junto a ti en la carretera. —Se movió a mi lado, envolviéndome
con sus brazos—. No eres como ninguno de mis amigos o las mujeres que conozco.

—Bueno, conocí a algunas de las personas con las que pasas el tiempo. —
Fruncí el ceño pensando en los chicos con los que se rodeaba. La mayoría de ellos
parecían sospechosos—. Se ven como fracasados o alguien que vería en Los
Estadounidenses Más Buscados. Para nada mi tipo.

—¿Así de mal se ven? —dijo en mi oído. Su tono bajo hizo que mi cuerpo
agotado volviera a vibrar.

—Son algo espeluznante, City. Me recuerdan a criminales —susurré.

Se rio.

—Qué gracioso, dulzura. Se ven más aterradores de lo que son. —Acarició


mi hombro enterrando su rostro en mi cabello—. No paso el tiempo con todos
ellos. Muchos son clientes, algunos son mis mejores clientes. Me detengo allí en
camino a casa en algunas ocasiones para beber. Algunos de ellos son amistosos y,
bueno, algunos como has visto son unos idiotas.

—Puedes decirlo otra vez.

Su cuerpo se estremeció y sentí la vibración de su risa silenciosa.

—Paso la mayor parte del tiempo con mi familia que con esos imbéciles en
el bar. —Me rozó el cabello de la mejilla y bajó sus dedos por mi garganta antes de
apoyar su palma en mi pecho. Me sentí expuesta—. ¿Tienes frío? —preguntó
cuando temblé.

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—Un poco —mentí. Quería cubrirme el cuerpo. No me sentía tan desnuda
antes como acostada aquí hablando, completamente desnuda.

—¿Quieres irte? —Bostezó.

—Eh, estoy segura que estás cansado. Puedo quedarme si quieres. Depende
de ti. —No quería dejar a este hombre ardiente y apuesto e irme a una cama vacía.
No me eches como un pedazo de basura.

Agarró las mantas y cubrió nuestros cuerpos. ¡Sí! Por dentro estaba dando
volteretas y gritando de la emoción. Me jaló contra su costado y me envolvió con
sus brazos. Su cuerpo se sentía duro y cómodo. Apoyé mi frente contra su
mandíbula y pude escuchar su corazón latiendo en su pecho. Las sábanas eran del
algodón más suave que haya sentido, para nada algo que hubiera esperado. Pensé
que sería más un hombre de franelas o de ese tipo de sábanas que dan picazón, los
que encuentras en los hoteles.

—¿Cómoda? —preguntó con una larga exhalación satisfecha.

—Mucho. —No había dormido en los brazos de un hombre en muchos años.


Por lo general, no cabía de la manera correcta o eran demasiado esqueléticos que
cuando apoyaba mi cabeza contra sus cuerpos me dolía, pero City estaba hecho
para dormir sobre él. Estaba hecho para lo que sea que involucrara dos cuerpos.

No sabía dónde apoyar mi mano. ¿La pongo en su pecho o la dejo a un lado?


Sophia no iba a creerme esta historia cuando se la contara. Me conocía como la
chica buena que vivía en mi ambiente controlado, incapaz de moverme o poco
dispuesta a hacerlo, pero City era como un tsunami que comenzó poco a poco y se
convirtió en una bola gigante de demolición de pecado.

—Mano, nena.

—¿Qué? —mascullé contra su pecho.

—Dame tu mano.

Moví mi mano de mi pierna y se la tendí intentando no tocar su piel.


Agarrándola, puso la palma sobre su duro pecho y puso su mano encima.

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—Perfecto —dijo.

No tenía grandes ilusiones y no era delirante. Sabía que solamente tendría


esta noche con City. No estábamos destinados, él no era lo que estaba buscando.
No era el tipo de hombre que formaba parte de mi plan maestro. Yacería allí y
disfrutaría de la noche en sus brazos.

Escuché a medida que su respiración se hacía lenta y cambiaba. Su mano se


sacudió contra la mía mientras apretaba mis dedos y se quedaba profundamente
dormido. Me sentía exhausta, pero casi no quería dormir. No quería perderme un
minuto de mirar su cuerpo.

Pensamientos fluían por mi mente mientras escuchaba sus profundas


respiraciones. Quería volver a verlo, pero, ¿sería una pérdida de tiempo? ¿Quería
bajar a un callejón sin salida y encariñarme de él? Supe que podría enamorarme de
él. A pesar de que quería encontrar a alguien para pasar mi vida y tener un final
feliz para siempre, no abría mi corazón a cualquiera. La aflicción era algo que
evitaba a todo costo. No había necesidad de arriesgar mi corazón si el innegable
resultado sería desastroso. La guerra de palabras continuó en mi cabeza por unos
minutos hasta que finalmente decidí disfrutar del momento y preocuparme por el
resto mañana.

El sonido de metal chocando me despertó y me senté con pánico. Pensé que


alguien había irrumpido mientras dormía. Mirando en torno al cuarto, me di
cuenta que no me encontraba en mi habitación. Anoche no había sido un sueño.
Alargando mi mano, sentí la sábana donde él había estado acostado y se
encontraba fría al tacto. La luz del sol entraba a raudales por las transparentes
cortinas blancas y rebotaba en las paredes amplificando la luz. La habitación estaba
arreglada excepto por nuestras ropas de anoche desparramadas en el suelo.

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Mi cuerpo dolió cuando me estiré, intentando aliviar el dolor de mis
músculos al ser estirados y usados anoche. Necesitaba algo que usar y tenía que
encontrar un baño. Salí de puntillas de la cama y envolví la sábana alrededor de mi
cuerpo para mantener el frío a raya. Una camisa de franela colgaba detrás de su
puerta y la agarré, y la llevé a mi rostro, enterrándolo en el suave material. La pisca
de colonia y el almizcle de su piel hicieron que mi coño se apretara. Solté la sábana,
envolviendo la franela alrededor de mi cuerpo y froté la mejilla contra el puño. Me
sentí rodeada por City.

Caminando hacia la puerta que pensaba que era el baño, la abrí y encontré
su armario. Mierda. Estaba lleno con camisetas, vaqueros y sudaderas. Estudié el
contenido, pasando la mano sobre los suaves materiales que colgaban, antes de
cerrar la puerta. Solamente había dos puertas en la habitación y ninguna de ellas
llevaba al baño.

Mi reflejo en el espejo colgando en la parte trasera de la puerta me hizo


estremecer. Mi cabello rubio estaba enredado, me veía como un desastre y mis ojos
se veían cansados por la noche en su cama. Una coleta desarreglada ayudó a
domar mi melena, haciéndome sentir presentable. Bastante bien. Abriendo la
puerta, me asomé al pasillo antes de salir de puntillas. Un fuerte y largo chirrido
llenó el aire cuando di mi primer paso.

—¿Estás despierta? —gritó desde la cocina.

—Sí —dije, intentando no sonar molesta—. Quédate allí.

—Estoy preparando el desayuno. Tómate tu tiempo. —Podía escuchar los


platos, tazas y todo tipo de movimiento desde la cocina. Creo que nunca tuve a
nadie además de mamá, Sophia y Kayden preparándome el desayuno. El olor a
tocino y algo dulce vagó por el pasillo e hizo que mi estómago gruñera.

Una vieja tina con patas de garra y un lavabo blanco con pedestal llenaban
el baño blanco y negro. No parecía que le gustara mucho el color, lo que encontré
raro dado que se describía como un artista. Todo estaba limpio y brillaba. Podía
notar que se enorgullecía de su casa. Busqué en su baño por un cepillo de dientes
extra pero intenté no hacer ruido. Llamaron a la puerta y pegué un salto,

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golpeando algunas botellas bajo el lavabo y golpeándome la cabeza contra algo
duro.

—Mierda —dije mientras me frotaba el lugar.

—¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo?

—Estoy bien. —No muy bien. Me atrapó husmeando y probablemente


escuchó el golpe de mi cabeza—. Quería un cepillo de dientes, ¿tienes uno de
repuesto? —Puse mi cabeza en mi mano sintiéndome como una tonta pero
agradecida que no presenciara el evento.

—Hay uno extra en el gabinete. Adelante. —Pude escuchar sus pisadas


silenciosas a medida que se alejaba.

Mi rostro seguía rojo cuando salí del baño y entré a la cocina intentando
evitar los ojos de City.

—Huevos, panquecas y tocino, ¿está bien? —Se veía increíble. Llevaba un


par de pantalones jogging negros y una sonrisa.

Mi estómago se quejó al ver toda la comida que había preparado.

—¿Cocinaste para un regimiento? —pregunté.

—No sabía lo que te gustaba, así que hice un poco de todo. —Puso la
espátula en el mostrador y caminó hacia mí. Era tan increíblemente apuesto. Me
lamí los labios y cerré los ojos.

Pude sentir su aliento cálido en mis labios y olí su aroma.

—Voy a follarte aquí mismo, ahora. ¿Sí o no? —¡ODM, ODM, ODM, sí, sí, sí!

Tragué saliva y asentí antes de inclinarme hacia delante.

—Palabras,‖ Suzy.‖ Ahora‖ la‖ respuesta‖ necesita‖ ser‖ “sí,‖ fóllame,‖ City”‖ o‖ “no,‖
no‖quiero”.‖—¿Cómo podría decirle que no a este hombre? Pensé en la posibilidad
de nunca volver a verlo y quise una última oportunidad con él.

—Sí, fóllame, City —susurré contra sus labios.

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Su boca se estrelló contra la mía y pude saborear el café y azúcar en su
lengua. Solamente podía escuchar nuestras respiraciones mientras el mundo
alrededor de nosotros se disipaba. Sus manos fueron bajando hasta mis muslos y
ahuecaron mi culo. Maldición, este hombre era puro pecado y quería ser su secuaz.

Rompió el beso y miró en mis ojos. Pude escuchar su respiración rápida y


fuerte.

—Manos sobre la encimera —dijo con un tono imponente. Sí, señor. Con
gusto.

Le di la espalda y puse mis palmas en el borde. Bajó por mi espalda y alzó


mis caderas. Apoyé mi cabeza en el azulejo frío y esperé. Mirando detrás de mí, lo
observé mientras se bajaba los pantalones antes de tocarse el falo. Escuché un
ruido de papel arrugado de su bolsillo. Él planeó esto, tenía un condón listo. Dios,
ayúdame con este hombre. ¿Podía resistirme?

Comencé a levantarme cuando escuché un‖“Baja,‖dulzura”.‖Cerré‖mis‖ojos‖y‖


seguí su orden. Lo sentí acariciar mi abertura y suspiré. ¿Cuándo me convertí en
una pila de masilla por un sujeto? Se deslizó dentro de mí fácilmente; yo estaba
resbaladiza y lista para él.

Agarró mis caderas, sosteniéndome con fuerza mientras su dureza me


trabajaba como una máquina en mi interior. Me aferré a la encimera y mis dedos
comenzaron a hormiguear por mi fuerte sujeción. Se sentía increíble, acariciando
mi interior con el piercing de metal. Mis músculos dolían mientras estaba de
puntillas. Golpeó dentro de mí, el sonido de nuestras pieles chocando entre sí
llenando el aire, sus gruñidos resonando en mis oídos. Su agarre se intensificó y
volvió casi doloroso.

—Mierda, tu coño está muy apretado —gruñó.

—Amo tu polla —gemí. Eso se me escapó, como si fuera algo que decía
todos los días.

—Amo estar enterrado en tu dulce coño, dulzura.

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Todas las palabras sucias y la sensación de él acariciando mis
profundidades me llevaron sobre el borde. Mi cuerpo comenzó a temblar y gemí:

—City.

Escuché un fuerte chasquido y mi trasero ardió. ¿Acababa de abofetearme el


culo? El dolor comenzó a irradiar a través de mi cuerpo e hizo que mi orgasmo
creciera y se cimentara. Mi agarre comenzó a resbalarse a medida que mis entrañas
se aferraban contra su longitud. Chasquido. Maldito infierno.

—Mierda —gritó mientras sus embestidas se hacían más intensas y


erráticas. Podía sentirlo endureciéndose más dentro de mí cuando me estrelló
contra la encimera. Apoyó su cabeza contra mi espalda mientras ambos nos
quedábamos inmóviles por un momento.

—Me vuelves loco, Suzy —dijo a través de su trabajosa respiración.

—Eso nos hace dos. —Estaba agradecida por los azulejos fríos. Mi cuerpo
estaba cubierto de sudor y mi piel estaba caliente por los golpes que había recibido.
Se retiró e instantáneamente sentí su pérdida. Esperé a que mis pies se volvieran a
relajar antes de intentar tambalearme a una silla. Se quitó el condón con un
movimiento rápido y lo arrojó a la basura. Me bamboleé hasta mi asiento,
agradecida de que estuviera a pocos pasos. Se acomodó dentro de sus pantalones y
caminó a la hornalla con una sonrisa maliciosa en el rostro.

—¿Panqueca? —Sus ojos azules me miraron mientras sostenía la sartén


pidiendo permiso para deslizarlo en mi plato.

Me olvidé lo hambrienta que me sentía cuando entré. ¿Cómo este hombre


que acababa de follarme como un loco ahora está cocinando como Guy Fieri?

—Sí. Nunca encontré una comida que no me gustara. —Rogué


silenciosamente a Dios que los temores que llenaban mi estómago se sosegaran lo
suficiente para comer la gigante comida que él había preparado.

—Adoro escuchar cosas como esas. Mi hermana es tan quisquillosa que me


vuelve loco.

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Le puse mantequilla a mi panqueca y lo observé por el rabillo del ojo
mientras agarraba la sartén de huevos de la hornilla. Un silencio incómodo llenó el
cuarto cuando miré a mi plato. Él acababa de follarme mientras la comida esperaba
en el fogón, ¿y ahora qué? Quería que la conversación siguiera fluyendo y pensé en
seguir su ejemplo.

—¿Solo una hermana? —pregunté.

—Solo una, pero tengo tres hermanos también. ¿Huevos?

—Todo —dije, moviendo mi panqueca para hacer espacio para los huevos y
el tocino—. Cinco hijos, vaya, tu madre debe ser una mujer increíble.

—Sí, creo que provocamos la mayor parte de sus canas, las que ahora tiñe
para mantener su apariencia joven. No somos la tradicional familia italiana.
¿Tienes hermanos o hermanas? —preguntó, poniendo huevos en su plato y
volviendo a poner la sartén en la hornilla.

—Una hermana, ella no vive aquí. Sigue en el norte donde crecimos. —Vertí
jarabe en mi única panqueca dorada antes de cortar un trozo.

Envidiaba a City. Tenía una gran familia y tienen un lazo que nunca tuve
con la mía. Él tenía algo que siempre quise.

—Ah, no puedo imaginar solamente una. Somos como una pandilla.


Hacemos todo juntos. —Se metió los huevos en la boca y agarró un trozo de
tocino—. Te lo perdiste.

Amaba que pareciera fácil entre nosotros, estábamos cómodos y me hacía


sentir de esa manera.

—Supongo, pero tengo algunos amigos de los que soy más cercana que a
cualquiera de mi familia. —Puse el tenedor lleno de bondad mantecosa en mi boca
y dejé que se deslizara por mi lengua un minuto antes de masticarlo—. Mi mamá
como que es excéntrica y papá trabaja todo el tiempo, así que solo tengo a mis
amigos.

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—Maldita sea, eso apesta. Mi familia se junta todos los domingos para
comer y por lo general es ruidoso.

—¿Todos los domingos? —Veo a mis padres cada semana, pero a veces solo
era por una hora y las cenas solo sucedían en los días festivos. Intenté comer más
lento, no queriendo acabar todo en mi plato. No quería parecer un cerdo, pero
estaba hambrienta.

—Todos los domingos. Es exigido o mis padres pensarán que algo anda
mal. A veces mis abuelos vienen y resulta en un asunto que dura todo el día.
Mamá por lo general se levanta temprano para hacer la salsa y las albóndigas. Se
nos exige estar allí a las una para una comida temprana. —Sonaba bien. Nunca
tuve algo como eso en mi vida, nunca conocí de familias que hicieran ese tipo de
cosas además de las películas.

—Hmm, eso suena divertido. —Comí mi desayuno y pensé en todas las


cosas familiares que me había perdido en mi vida. Mis parecían demasiado
ocupados para lidiar con nosotras a veces, mucho menos tenerme allí todos los
domingos. Sabía que amaban a mi hermana y a mí, pero no teníamos un lazo muy
cercano de familia que City describía.

—Lo es, pero trabajo con mis hermanos y hermana y a veces se vuelve
demasiado. Entonces, nena, ¿puedo llevarte en una cita apropiada?

—Oh, lo siento —dije—. Me encantaría salir contigo. Me refiero, nosotros


ya…‖ —Moví mi mano alrededor, perdiendo la palabra correcta para describir lo
que hicimos la noche anterior.

—Follamos. —Se rio—. No sé si alguna vez se volverá viejo tu acto de niña


buena.

—No soy una niña buena, City. —No lo era y lo sabía. Las niñas buenas no
pensaban en las cosas que yo sí. No querían las cosas que yo quería y segura como
el infierno, no iban a casa con extraños—. Lo que hicimos anoche no habría pasado
si fuera una niña buena. —Le sonreí.

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—Eres una mujer, Suzy. El sexo no te hace una chica mala; te hace humana.
Esa mierda fue explosiva anoche y esta mañana yo necesitaba estar dentro de ti
nuevo. No cambiaría ni una maldita cosa. —Debió sentir que estaba incómoda con
toda la conversación—. No creo que seas mala. Si alguien lo cree, a la mierda ellos.
Me importa una mierda lo que cualquiera piense sobre mí.

—Lo sé. No siempre es fácil. —Quería cambiar de tema—. ¿Quieres que


llame a mi amiga para que venga a recogerme? —No quería diseccionar mis
cualidades en este momento.

—Te llevaré a casa cuando acabes, ¿de acuerdo?

—Gracias. Tengo una tonelada de cosas por hacer hoy. —Tenía que corregir
ensayos, era el final del período de notas y estas debían entregarse el lunes a la
mañana. Tenía que planear lecciones y pagar los impuestos antes de que el fin de
semana acabara. Mi trabajo nunca acababa, ni siquiera los fines de semana. Los
maestros no salían por la puerta los viernes y dejaban todo detrás, trabajábamos
los fines de semana y atravesábamos la puerta los lunes preparados para enseñar a
estudiantes no siempre interesados en aprender. Suspiré pensando en todo el
trabajo que tenía por hacer, pero yo era la única que podía llevarlo a cabo.

—No hay problema. Tengo que ir al trabajo al mediodía, así que no hay
apuro.

Me limpié la boca incapaz de dar otro bocado.

—¿Dónde tatúas?

—Inked. ¿Escuchaste de él?

—Paso manejando todos los días en dirección al trabajo, creo. —Recuerdo


ver el cartel, pero nunca puse un pie dentro—. Se ve como un bonito lugar.

—¿Alguna vez estuviste?

—Oh, no. Me refiero a la calle. No se parece a otras tiendas de la zona. La


tuya es bonita. ¿Cuánto tiempo has trabajado allí?

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—No creo que alguna vez haya escuchado ser descripto de esa manera. Mi
hermana hace toda la decoración. Somos los dueños de la tienda y abrió hace cinco
años. —Bueno, tal vez no era el artista muerto de hambre que pensé que era,
después de todo—. ¿Por qué no pasas alguna vez? Me encantaría acabar con tu
virginidad. —Comencé a ahogarme—. Tinta, nena, me encantaría ser quien te haga
tu primer tatuaje. —Se rio.

Me palmeé el pecho y tosí.

—Tal vez algún día te deje. Mis padres son muy anti-tatuajes y nunca
encontré nada que quisiera mirar por mucho tiempo. ¿Cómo escogiste los tuyos?
—pregunté.

—Cada uno significa algo en mi vida. —Señaló a la silueta de la ciudad en


su brazo—. Este es un recordatorio de dónde viene mi familia, Chicago. Es donde
crecí y regreso todos los veranos para visitar a mis amigos. Es parte de mí en más
de una manera. —Se rio y frotó el tatuaje en su brazo.

—¿Y el pescado?

—Ah, el Koi. Bueno, ese lo hizo mi hermano, Anthony, cuando abrimos la


tienda. Es un símbolo de determinación y poder para lograr tus objetivos. Siempre
hablamos de abrir nuestra propia tienda y finalmente lo habíamos logrado.
Además, me encanta el color naranja.

—Viendo tu casa había pensado que amabas el blanco.

Levantó mi plato y se rio.

—Este lugar solamente es temporal. No le vi sentido en ponerle color a las


paredes. Estoy rodeado de color todo el día en el trabajo. Es relajante venir a casa a
un lienzo vacío. —Artistas…‖criaturas‖complejas.

—Entiendo. Mis paredes de hecho son blancas, excepto por una azul en mi
habitación. No soy la típica chica rosa chicle.

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Comenzó a limpiar la cocina y poner los platos en el lavavajillas. Sus
músculos se ondulaban y flexionaban con cada movimiento. Mi boca se hizo agua
recordando‖cómo‖se‖sintió‖estando‖encima‖y‖dentro‖de‖mí…‖deseaba‖m{s.

—Terminaré de limpiar. Prepárate para pisar la carretera, ¿de acuerdo?

Podía acostumbrarme a ser atendida. ¿Un sexo de infarto? Comprobado.


¿Buena comida? Comprobado. ¿Sexy como el infierno? Comprobado. ¿Masculino,
sin embargo, bueno? Comprobado. Tenía todas las cualidades correctas y como
que me recordaba a Kayden. No quería a Kayden, pero quería a alguien que le
importara como para cuidar de mí.

—Solo será un minuto —dije mientras me levantaba de la mesa—. No


quiero quitarte más de tu tiempo.

—Tómate todo el tiempo que quieras. No puedo ser despedido si llego


tarde. —Se rio mientras cerraba el lavavajillas—. Por cierto, ¿Suzy es tu nombre
completo?

Odiaba mi nombre completo. Sonaba aburrido y viejo.

—No.

—Dilo.

—Es Suzette.

—Ahora eso es sexy como el infierno. Suzette. —Este rodó en su lengua y


sentí cómo la humedad en mi centro comenzaba a acumularse. Demonios, me hizo
una adoradora de polla y quería escucharlo gritando mi nombre.

—Correcto. —Echándole un vistazo a su hermosa piel y músculos


bronceados, me empapé de él, memoricé la escena, antes de salir por la puerta,
dejándolo terminar y salir disparada de allí. Él sin duda alguna podía convertirse
en un punto débil si no podía distancia entre nosotros. Esa cosa del ying y el yang
no funcionaban en la vida real.

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Demasiado bueno para ser cierto
City
Traducido por Flochi

Apagué la motocicleta y esperé a que se bajara. Intentó quitarse el casco por


su cuenta y se quedó allí viéndose tan bellísima como anoche. Torpemente buscó
las correas, intentando sacarlas, pero frunció el ceño y sus dedos comenzaron a
moverse frenéticamente.

—Déjame hacer eso por ti —dije a la vez que le indicaba que se acercara.

—Lo siento —dijo, soltando un resoplido de aire.

—Es un placer, confía en mí. —Le guiñé el ojo y observé a sus mejillas
tornarse rosas. Trabajé con las correas apartándolas lentamente, intentando
prolongar el final de nuestro tiempo juntos. Presentía que iba a mandarme de
paseo. Su lenguaje corporal no se correspondía con las últimas doce horas.
Necesitaba acordar otra cita con ella y cavar más profundo en la mujer que era en
vez de la mujer que fingía ser.

—Gracias —dijo, intentando mirarme a los ojos.

—Listo. Entonces, acerca de la verdadera cita. ¿Qué tal esta noche? —


pregunté. No le veía sentido a desperdiciar el tiempo. La deseaba en mi cama otra
vez o contra la encimera.

—Eh, supongo que esta noche está bien. —Me miró y luego a sus pies.

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—Dulzura, es solo una cita. Una cita verdadera, sin compromisos. —Tomé
su barbilla para mirarla a sus ojos azul cielo—. Como que nos saltamos la parte de
llegar a conocernos antes de tomarte. Te recogeré a las nueve. Usa algo abrigado.

—De acuerdo, estaré lista. ¿Quieres que conduzca? —Miró a mi moto,


arrugando la nariz y entonces notó su auto—. Espera, ¿cómo es que mi auto ya está
aquí? Me olvidé por completo de la avería. ¿Qué rayos?

—Tank lo arregló para ti y lo entregó como hace una hora. Está todo listo,
pero para responder a tu pregunta, no. Vamos a llevar mi moto.

—Oh. ¿Tienes su número así puedo pagarle? —preguntó, sus ojos grandes
mientras se mordía el labio.

—Ya me encargué. Lo hizo como un favor.

—Oh, no podría. Déjame pagarte entonces.

—Suzy, déjame hacer algo bonito por ti. En verdad, no fue un problema.
Tank y yo lo solucionaremos. No quiero que se te averíe en alguna carretera rural
oscura otra vez.

—Lo sé. Estaba ahorrando mi dinero. Iba a arreglarlo.

—Bueno, ahora lo está. Las nueve de la noche y ropas cálidas. —Me incliné
hacia delante y la besé en los labios. La agarré por la nuca y la atraje más. El ligero
y dulce aroma de su perfume llenó mis fosas nasales, mientras probaba sus labios.
Todo sobre ella era jodidamente dulce y deseaba más. Consumí su boca y dominé
su cuerpo con mi beso. Quería dejarla con las rodillas inestables y deseando más
cuando me marchara. Rompí el beso, pero mantuve mi mano en el sitio y la
observé mientras se quedaba allí con los labios hinchados y sus ojos cerrados.
Exactamente la respuesta que quería.

—Dulzura —dije, sonriendo hacia ella cuando sus ojos se abrieron.

—Oh, lo siento. Digo eso mucho a tu alrededor. —Sus mejillas se sonrojaron


mientras se mordía el labio.

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—Terminaremos ese beso más tarde. No puedo esperar a arrastrarme de
nuevo en el interior de ese delicioso coño tuyo esta noche. Tu número —dije antes
de que tuviera la oportunidad de marcharse. Programé su número en mi teléfono y
le envié un mensaje cuando caminaba hacia su casa. Ella regresaría por más.

Arranqué el motor, acelerando un par de veces antes de empujarme hacia


atrás y avanzar por la calle. Ella me saludó con una dulce sonrisa en su cara. Mi
polla dolía cuando pensaba en todas las cosas sucias que quería hacerle. La observé
en mi espejo retrovisor mientras me observaba irme. La tenía.

—¿Dónde demonios has estado, Joey? —dijo Mikey cuando atravesé la


puerta de Inked.

Abrimos Inked hace cinco años aproximadamente. Todos en la familia


tienen una vena artística y no confiábamos en los extraños con nuestro dinero.
Crecer con mi padre había taladrado ese mantra en nuestras cabezas. No confíes en
los demás cuando puedes hacerlo tú mismo. Acordamos que no habría extraños a
menos que fuera absolutamente necesario. El problema con eso, sin embargo, era
que nunca podías despedir a la familia, especialmente cuando eran dueños. Mike
tenía el gen de la locura. Era conocido por exagerar.

—Tuve que llevar a alguien, tonto. ¿Quién te hizo el jefe? —pregunté


mientras bajaba mis cosas en mi estación de trabajo.

—Típicamente llegas aquí temprano. Comencé a preocuparme. Pudiste


llamar o algo, idiota.

—No es para tomárselo tan a pecho, mamá. Estoy aquí ahora, así que calma
la locura.

Mikey alzó las manos en el aire mostrando que se daba por vencido o que
estaba molesto, no sabría decirlo. Él es el gerente de la tienda ya que no tiene

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talento artístico, pero es el perforador más bueno. Su verdadera pasión son las
peleas. Se había unido al circuito hace unos años y a menudo viaja fuera de la
ciudad por una pelea. Pelear con las manos y tatuar no se mezclaban. Mis manos
eran preciosas para mí. Las necesitaba para obrar mi magia y ver los rostros felices
de mis clientes.

—Mamá llamó para recordarnos de mañana —dijo Anthony mientras salía


de la zona de solo empleados. Anthony es mi hermano mayor y probablemente el
más conflictivo. Es un increíble tatuador, pero es músico. Sueña con tener éxito,
pero por el momento era nuestro.

—¿Qué demonios? —dijo Mikey.

—¿Cómo podríamos olvidarnos? Ha sido el mismo día por treinta años —


dijo Isabelle mientras desempacaba su máquina.

Isabelle era la más joven y la única mujer además de mamá. Mis padres
siguieron intentando hasta que finalmente tuvieron a la princesita con la que
siempre soñaron luego de tener cuatro chicos subiéndose a las paredes y jugando a
las peleas. Ella era femenina y amable, pero si le caías mal a Izzy, te patearía el
culo. Todos éramos protectores con ella, pero le teníamos miedo también. En mi
familia, las mujeres gobernaban el nido y no las enfadabas. Ella tenía esa
personalidad imponente de mamá y dirigía con puño de hierro.

—Repasemos el calendario antes de abrir las puertas —dijo Mikey,


apoyándose contra el mostrador mirando hacia el área de trabajo.

Escuché a Mikey barbullar sobre los clientes del día. Ya conocía mi


programa. Tenía que terminar un tatuaje en una espalda que había estado
haciendo por meses y una chica quería que arreglara su mala elección en un tatuaje
en la espalda baja que había puesto permanentemente en su cuerpo durante las
vacaciones de primavera.

Mim mente seguía regresando a Suzette. Mamá estaría feliz si llevara a una
buena chica a casa por una vez, alguien que pudiera darle nietos algún día. No
estoy listo para eso. Mi polla estaba pensando en vez de mi cabeza. Aclárate, hombre,
demasiados coños allí fuera para sentar cabeza. Me estaba adelantando, pero Suzy

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podría ser la primera chica respetable que haya conocido en un largo tiempo.
Nunca llevaba a las mujeres con las que había salido o dormido cerca de mi
familia. Ninguna de ellas tenía un futuro conmigo, y no sentía la necesidad de
someter a mi familia a una intrusa o una extraña.

—Joey. —Mi hermana se paró allí con su cara invadiendo mi espacio


personal.

—¿Qué, Iz? —Alcé los ojos y la noté estudiándome con los ojos
entrecerrados.

—¿Por qué estás sonriendo?

—Por nada.

—Oh, tonterías. —Me señaló con su dedo y me golpeó en la frente—.


Conociste a alguien. Escúpelo, hermano.

—No hay nada que decir. Crees que eres una lectora de mentes, pero no lo
eres, hermanita.

—Te he conocido toda mi vida. Andas por aquí todo malhumorado y serio,
pero hoy diría que prácticamente estás brillando.

—Jódete, amor.

—Ooooh, jackpot. ¿Quién es? —Una sonrisa gigante se extendió por su cara
mientras se inclinaba hacia delante y me miraba a los ojos. No iba a dejarlo ir.
Todos dejaron lo que estaban haciendo para escuchar lo que tenía que decir y la
inquisición inminente de Isabella.

—Bien, Iz. La conocí anoche y voy a salir con ella esta noche. ¿Contenta?

Iz hizo una vueltita y se rio como una colegiala.

—Extremadamente, hermano mayor. —Me besó en la mejilla. Me recliné en


mi silla y observé mientras mi hermana celebraba como si estuviera a punto de
avanzar por el pasillo de la iglesia.

—No te adelantes, Iz. Es solo una cita.

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—Oh, vamos. Puedo notar por la mirada en tu rostro que ella es un poco
más que una simple cita. Quiero los detalles.

Gruñendo, me crucé de brazos.

—Estaba varada y me detuve a ayudarla. La llevé a su casa y voy a salir con


ella esta noche, tan simple como eso.

—Hmmm. —Se acercó, no creyendo una palabra de lo que dije.

—Izzy, déjalo así.

—¿Quién es?

—Es una maestra de escuela, pero no sé mucho sobre ella.

—Tuviste sexo con esta chica. Puedo notarlo. —Izzy me clavó el dedo en el
pecho—. No puedes ocultarme nada.

—Bueno, mierda, Iz. No es de tu incumbencia, en serio. —La puerta chirrió


cuando mi cliente la atravesó. Estuve agradecido de tener una razón para terminar
la conversación y dejar el interrogatorio para otro día. Pero no me pondría
demasiado cómodo. Sabía que el interrogatorio de mi hermana sucedería tarde o
temprano.

La tienda fue un alboroto hoy. Todos tenían sonrisas en sus rostros. El otoño
siempre hacía a la gente feliz. Había estado coloreando una hermosa flor que había
tatuado en una cliente la semana pasada, pero ella no podía soportar más dolor
para acabarlo ese día.

—Está sanando bien, cariño. —Limpié la sangre y la tinta de su piel.

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—Sí, no veo la hora de poder verlo acabado. Lamento haberme acobardado
el otro día, City. —Cerró los ojos cuando la aguja pinchaba la piel todavía
sanándose.

—Oye, está bien. He visto hombres enormes llorar al recibir un tatuaje.


Prefiero que te vayas a que te vuelvas loca. —Sus ojos se abrieron y comenzó a
reírse.

—¿En serio? ¿Hay hombres que en verdad lloraron?

—Sí, como bebitos. Así que no te preocupes. Ahora quédate quieta así no me
equivoco. —Le palmeé la pierna con mis guantes de goma y me acomodé para
terminar el hermoso tatuaje.

Me encantaba trabajar con color. Las flores normalmente no eran lo mío; me


gustaban los animales y diseños intrincados, pero las flores eran un desafío y
estaban mezcladas con colores atrevidos.

Mi teléfono vibró en la mesa y lo miré mientras clavaba la aguja en el


líquido rosa.

Suzy: no puedo hacerlo esta noche. Lo siento, City.

Mierda, me está rechazando. No podía parar y responderle. La pequeña


señorita Suzy tendría que esperar. Tendría que hacerla recordar lo bien que se
sintió estar dentro de ella y lo duro que me ordeñó.

—¿Sucede algo, City? —preguntó Michelle.

—Nah, cariño. Solo pensando en algo.

—No arruines mi tatuaje, ¿de acuerdo?

—Diablos, para nada. No lo arruinaré.

—¿Pensando en una chica? —Sus cejas se menearon arriba y abajo.

—Una mujer. —No alcé la vista cuando le hablé y mantuve mis ojos
pegados a su tatuaje así no tendría que comerme mis malditas palabras.

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—Perra suertuda —murmuró.

—¿Qué? —La escuché fuerte y claro, pero quería ver si lo admitía.

—Oh, nada. ¿Quieres hablar de ella?

—No. Estoy bien. La cosa es entre ella y yo, Michelle.

Tenía que meterme en la cabecita de Suzy. Sabía que la asustaba y debería.


No era su tipo o algún cabrón presentable. Sabía cómo complacer a una mujer, me
cuidaba, y sabía cómo pasar un buen momento. No podía darle la oportunidad de
escapar como una princesita miedosa.

El tiempo parecía detenido mientras coloreaba en la misma zona una y otra


vez hasta conseguir el tono correcto. Un pequeño toque de gris cerca del pistilo y
habría acabado esta flor de tortura. Limpié la tinta y le palmeé el tobillo.

—Listo. Dale un vistazo.

Deslizó las manos por sus piernas de una manera seductora, pero no le
seguí el juego.

—Está hermoso. Eres increíble. —No vayas allí, no con esto.

Agarré mi teléfono necesitando hacer cambiar a Suzy de idea sobre esta


noche.

Yo: Vamos, es sábado por la noche. Vive un poco, dulzura.

Me lavé las manos mientras ella se sentaba y miraba a la obra maestra


terminada.

—¿Recuerdas lo que dije la última vez sobre el cuidado del tatuaje?


Permanece fuera del sol, no vayas a la piscina o al océano hasta que sane y
mantenlo limpio. Déjame cubrirlo para tu primer viaje a casa. Puedes pagar al
frente. Iz puede revisarte. —Agarrando un par nuevo de guantes, cubrí la zona con
un vendaje.

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—¿No quieres revisarme tú? —Pude escuchar el dolor en su voz, pero
demonios, no, no quería revisarla. Solamente tenía una persona en mi mente y era
Suzy mojigata.

—Pff, bien. —Se fue dando pisotones mientras tomaba mi teléfono y escribía
otro mensaje.

Suzy: No creo que sea una buena idea. La pasé estupendo contigo. Gracias por tu
ayuda.

Y un carajo la dejaría salirse tan fácil. Iba a ser mía otra vez.

Yo: estaré allí a las nueve. Estate lista. No si, y, o peros.

Suzy: City… No.

Yo: ¿Novio?

Suzy: No. No soy una infiel. No creo que funcionaríamos, no somos compatibles.

Yo: Dulzura, se sintió que éramos compatibles esta mañana cuando mi polla estaba
enterrada dentro de ti y gritaste mi nombre. Nueve. Sin ataduras, solo DIVERSIÓN.
Conoces la palabra, ¿cierto?

Limpié mi estación de trabajo y me preparé para mi siguiente víctima


dispuesta. No dejaría que eludiera la diversión de esta noche. No respondió de
inmediato, pero supe que lo haría. Tenía que estar pensando en la manera que me
miró cuando estuve enterrado dentro de ella. Sabía que la tenía. Solo tenía que
traspasar su cerebro y reglas. Tenía que capturar su atención. Sabía que mi última
frase la perturbaría. No creía que haya gente además de los rebeldes de su clase
que la desafiaran muy a menudo. Yo no era un chico y no sabía cómo aceptar un
no por respuesta.

Suzy: Nueve.

Pillada.

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Suzy abrió la puerta con una sonrisa en su rostro y un atuendo asesino.

—Hola. Te vez impresionante. —Tenía botas de piel, vaqueros ajustados y


un suéter grande peludo.

Me miró de arriba abajo, estudiando mi ropa.

—Supongo que me vestí bien.

—No soy un tipo sofisticado. Uso vaqueros, camiseta y botas o sandalias. —


Hizo una mueca hacia mí. ¿De qué se trataba eso?

—¿Nunca te vistes formal? —preguntó, a la vez que cerraba la puerta


delantera y se giraba hacia mí.

—Solo cuando es necesario. Esta noche no lo es. —Me senté en la


motocicleta y le tendí el casco—. ¿Quieres hacerlo tú?

Agarrándolo, lo puso en su cabeza. Me reí cuando luchó con las correas.

—¿Quieres ayuda?

—No…‖ Soy‖ perfectamente‖ capaz‖ de‖ hacerlo.‖ —Ató la hebilla bajo su


barbilla—. ¿Ves? —El casco se deslizó hacia adelante cubriendo sus ojos—. Maldita
sea.

No pude evitarlo; empecé a reírme.

—Ven aquí, déjame ayudarte.

Frunció los labios molesta.

—No te preocupes, dulzura, ya le aprenderás el truco.

—No‖ estoy‖ acostumbrada‖ a‖ todo‖ esto…‖ —Indicó la moto, sus ojos todavía
ocultos mientras la jalaba hacia mí.

pág. 76
—Vive un poco. Aprende a dejar ir.

Sus labios se alzaron en una sonrisa.

—No es que lo sepas, pero soy una completa loca del control.

—Trabajaremos en eso. —Empujé el casco sobre su cabeza y agarré las


correas.

—Soy perfecta del modo que soy. —Me miró con los ojos entrecerrados, lo
que hizo que fuera más difícil dejar de reír. La mirada de la maestra enfadada puso
a mi pene duro como roca y mis bolas dolieron.

—No lo decía en ese sentido. Me refiero que tienes que aprender a tener
algo de diversión —dije, agarrando su barbilla tras ajustar las hebillas.

—Me divierto mucho, para tu información.

—Sube, dulzura. —Palmeé el asiento—. ¿Qué te gusta hacer por diversión?

Su mano tocó mi hombro mientras levantaba su pierna sobre la moto.

—Bueno, me gusta leer. Salgo con mis amigos a veces. Eh, me gusta ir a la
piscina. Me gusta jugar juegos. Hago muchas cosas divertidas. —Su cuerpo se
apoyó contra el mío y cerré mis ojos. Abajo amigo, no esta noche. Ella no mencionó ni
una sola cosa que pareciera divertida según mis estándares.

—¿Qué tal ir a un club? ¿Conciertos? ¿Fiestas? —Una chica de su edad debió


experimentar un par de esas cosas en la vida. Fue a la universidad y tuvo que vivir
un‖poco…‖Quiero decir, demonios—. Sé que nunca antes has montado una moto.

—No bailo. Conciertos, un par de veces en la universidad, ¿y fiestas?


¿Fiestas laborales cuentan? —Apretó sus manos alrededor de mi pecho y selló el
espacio entre nuestros cuerpos.

—Todo el mundo puede bailar. Vi cómo tu cuerpo se movió anoche, nena.


Puedes bailar. —Giré la llave y aceleré el motor.

Me dio una palmada en el pecho.

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—Calla.

La avergoncé. Bien, necesitaba presionarla. Quería aprender todo sobre ella.


La mierda de chica buena funcionaba para mí, pero necesitaba saber que había una
pecadora debajo del revestimiento pulido.

—Bueno,‖esta‖noche‖vamos‖a‖agregar‖algunas‖marcas‖de‖“listo”‖a‖tu‖vida.‖—
Moví mi cuerpo, dejando nada de espacio entre nosotros.

—¿Adónde vamos? —preguntó contra mi espalda ya escondiendo la cara.

—Nos dirigimos a la playa.

—Está oscuro.

—Exactamente.

Manejé lentamente a través de su vecindario esperando el momento


indicado para vengarme por la palmada en mi pecho. Llegué a la carretera rural al
final de su urbanización y aceleré. Mirando por el espejo lateral, solo podía ver su
cabello rubio volando en el viento.

Aceleré y me pinchó el pectoral y gritó:

—¡Para!

No escuché, fingiendo que el viento hizo imposible escuchar. Señalé mi oído


y negué con la cabeza.

—No puedo escucharte.

—Reduce la velocidad —gritó.

Deteniéndome en la luz roja, giré mi rostro para mirarla.

—No hay nadie alrededor. Estamos a salvo, lo prometo.

—No sé si alguna vez pueda acostumbrarme a montarme en esta condenada


cosa.

—¿No confías en mí?

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—¿Qué?

—Confianza, dulzura. Pregunta simple.

Suspiró.

—Lo hago.

—Entonces disfruta del paseo. Es liberador y no hay nada como ello en el


mundo. ¿Lista? Sujétate. —Aceleré, pero no lo suficiente como para perder el
control, mientras ella gritaba en mi oreja. No podía evitar reírme.

Todavía tenía un agarre apretado sobre mi pecho cuando llegamos hasta el


bar‖frente‖ a‖ la‖ playa.‖Metí‖ la‖moto‖en‖el‖ único‖espacio‖ disponible.‖ Charlie’s‖era‖el‖
lugar donde ser visto en un sábado por la noche y por el aspecto, media ciudad se
encontraba allí.

—¿Puedo abrir los ojos ahora? —preguntó, su voz amortiguada por mi


chaqueta.

—Ya llegamos. Venga. —Levanté sus dedos y se los palmeé.

—¿Charlie’s?‖ —Se bajó de la moto y quitó el casco más rápido de lo que


pensé posible.

—Sí. ¿Ya has estado?

—No. —Miró en torno al estacionamiento.

—Oye —dije mientras tomaba su barbilla—. Está bien. Te daré muchas


primeras veces. —Le sonreí—. Me gusta la idea de mostrarte cosas nuevas. —
Había tantas cosas que quería hacerle. Quería arruinarla de todas las maneras
posibles. A la mierda los abogados y los aburridos hijos de puta.

—Es muy raro que venga a la playa, mucho menos de noche.

—Bueno, esta noche hay un DJ y quiero bailar contigo.

—Oh —dijo, sus ojos abiertos de sorpresa—. Te dije, no puedo bailar.

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—Puedes y lo harás. Puede tomar un par de esas bebidas dulces que te
gustan, pero lo harás.

—Oh, joder.

—Eso planeo. —Le sonreí y tomé su mano.

pág. 80
7
No soy una estirada, ¿o sí?
Suzy
Traducido por Flochi

¿Sabía lo que era un buen momento? Fui a la universidad y sabía cómo vivir
y dejarse ir. Mi vida se había envuelto tanto en el trabajo y terminar mi maestría
que olvidé lo que significaba dejarse ir y relajarse. Siempre me había presionado
más, queriendo progresar en la vida, no queriendo tener que preocuparme por la
siguiente cuenta que pagar. Vivía cómodamente y era feliz así. Disfrutaba
quedarme en casa y leer un buen libro. Diablos, era más barato que salir a un bar y
beber. Tenía que vigilar lo que gastaba y beber mi dinero se sentía tonto.

—Tomaré una margarita —le dije al barman, alcanzando mi bolso, pero City
puso su mano sobre la mía.

—Tomaré una Cerveza Yeungling, por favor —le dijo al barman y luego me
miró y dijo—: Yo me encargo de esto, Suzy.

—Puedo pagar por mí.

—Estamos en una cita, dulzura. Yo pago cuando estemos en una. Aparta tu


dinero, encontraré otra manera en que puedas pagarme. —Mariposas llenaron mi
estómago cuando dijo la última palabra en mi oído lo bastante cerca que sentí la
vibración.

Agarré mi bebida, dejando que el líquido frío se deslizara por mi garganta.


Necesitaba líquido del valor si él creía que bailaría esta noche. Bailar y yo no nos
mezclábamos, nunca lo hicimos. Nunca supe qué hacer con mis manos y siempre

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sentía como si todo el mundo me observara, me volvía loca. Si él quería bailar, le
daría exactamente lo que pedía y haría el ridículo para probar que se equivocaba.

City recogió su bebida y me estudió. ¿Por qué tenía que ser tan
condenadamente sexy? No quería que me gustase, pero lo hacía. Su arrogancia no
era como la de otros hombres con los que salí; no tenía nada que ver con su carrera
o sus posesiones materiales. No, la suya era natural y sexual.

—Me gustaría decir que fueras más lento, pero a la mierda, me gusta
cuando estás achispada. —Se bebió su cerveza y apoyó contra la barra.

—No te veo acabándolo.

—No puedo, voy a manejar y no bebo borracho. Tengo que mantener la


cabeza despejada cuando estás en la moto. —Pasó un dedo por el borde de la
botella y todo lo que hice fue mirarlo fijamente.

La banda tocaba en el escenario y todo el mundo aplaudió cuando el


cantante comenzó a hablar.

—Gracias. Gracias —dijo mientras le hacía un gesto a la multitud para que


se callara. El guitarrista comenzó a tocar y la multitud quedó muda. Una melodía
conmovedora llenó el aire al tiempo que el cantante comenzaba a mecerse. El ritmo
era embriagador y si estuviera en casa, estaría bailando alrededor de mi sala
pasando vergüenza sin ningún testigo.

—Acaba tu bebida. —Los labios de City eran una línea dura y supe lo que
deseaba.

—¿Crees que puedes manejar todo esto? —Señalé mi cuerpo de arriba abajo.
Demonios, ¿de qué otra manera puedo postergarlo?

—Sé que puedo. —Se lamió los labios y no quise que me afectara, pero me
tenía—. Recuerdo la manera en que te moviste contra mi polla, dulzura. —Apartó
el cabello de mi hombro y mi espalda hormigueó.

Mi rostro se ruborizó cuando las imágenes de anoche destellaron en mi


mente. No le respondí mientras acababa el último sorbo de mi margarita.

pág. 82
—Te lo advertí. —Me encogí de hombros y sonreí. Aquí vamos, mostrémosle a
este chico grande lo que tenemos.

Tomándonos de las manos, caminamos al centro de la pista de baile. La


música no era del ritmo adecuado para un baile lento o para sacudir mi culito
como Sophia solía llamarlo. Realmente no sabía qué hacer mientras estaba allí y
miraba alrededor. Me rodeó la espalda con su brazo y me atrajo más cerca.

—Siente la música. Sigue tu cuerpo.

Cada centímetro de su frente tocaba el mío cuando comenzó a moverse con


la música. Rodeándole el cuello con mis brazos, dejando que su cuerpo guiara el
mío con el ritmo, me di cuenta lo bien que podía moverse este hombre. Su cuerpo
frotándose contra el mío provocó que mis pezones se endurecieran y un dolor
familiar entre mis piernas. El recuerdo de cómo se sintió en mi interior,
moviéndose al mismo ritmo, me debilitó las rodillas mientras me sostenía contra
su torso. Lo dejé mover mi cuerpo, me volví flexible en sus manos.

—¿Ves? Tienes los movimientos —dijo en mi oído mientras enterraba mi


rostro en su pecho.

No sabía si el licor me había dado la habilidad de moverme con la música o


fue el hombre sosteniéndome, pero nunca me había movido con gracia en mi vida.
Lo miré a los ojos y me miró con la comisura de la boca torcida en una sonrisa.
¿Por qué este hombre sexy que vivía una vida completamente opuesta a la mía, me
deseaba? No éramos apropiado para el otro, no teníamos sentido en teoría, pero
eso no detenía a mi cuerpo de reaccionar a él, sin importar cuánto mi mente dijera
que ignorara su encanto.

—Piensas demasiado. Deja de hacer una lista de por qué no deberías estar
aquí. Siente las razones por las que deberías —dijo, y besó mis labios,
distrayéndome mientras presionaba su erección en mi estómago. Mis dudas se
desvanecieron. Me recosté contra su cuerpo y agarré sus pectorales, jugando con
los piercings debajo de su camiseta—. No comiences algo que no quieres terminar,
Suzette —susurró contra mis labios.

pág. 83
—Siempre acabo lo que comienzo, City. —Sonreí y le guiñé un ojo antes de
presionar mis labios contra los suyos. No podía resistirme a él, al menos no en
persona. Viviría por esta noche y lidiaría con las consecuencias mañana. Nuestros
cuerpos fueron más despacio a medida que nos besábamos. Pasó sus dedos a
través de mi cabello y lo apretó en un puño, inclinando mi cabeza hacia atrás para
darle mayor acceso.

Respiré su aliento, no quedaba ni un espacio entre nosotros, mientras


sostenía mi cuerpo contra el suyo. Se retiró y dejó un pequeño espacio entre
nosotros, sin liberar su agarre sobre mí completamente.

—Quiero probarte.

Demonios. Cada pedacito de mi cuerpo se sentía caliente y empapado.


Deseaba a City más que anoche.

—¿Quieres? —Nadie me había hablado como él lo hacía.

—Lo haré. —Pude ver sus ojos cambiar con sus palabras, sus pupilas
completamente dilatadas—. No hago falsas promesas.

Tragué saliva con fuerza, incapaz de detener la descarga de imágenes sexys


invadiendo mis pensamientos. ¿Por qué no puede ser un abogado o algo así en vez de un
motero tatuador? Probablemente no tendría este efecto sobre mí si fuera alguien
distinto a quien es: City.

—Deja de pensar y baila. —Soltó su agarre sobre mi cabello y me giró,


atrayéndome de nuevo a su cuerpo con un ruido sordo. Cristo tenga piedad de mi
alma.

Por una vez en mi vida, sentía que de verdad podía bailar. La música era
lenta y sensual y me dejaba mover sin sentirme como una idiota. Nos tocábamos
constantemente y nunca perdíamos el contacto visual.

La música se hizo más lenta y todos comenzaron a aplaudir.

—Por nuestra siguiente canción —dijo el cantante.

—¿Quieres otra bebida, dulzura?

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—Sí, estoy sedienta. —City me tenía loca. Sentía que estaba babeando, pero
mi boca gritaba por algo refrescante y mi cuerpo necesitaba un descanso de los
juegos previos en la pista de baile.

City le hizo un gesto al barman, chasqueó los dedos y me señaló.

—¿No vas a tomar nada? —pregunté.

—Solo agua. Voy a conducir, ¿recuerdas? —Lo respeté por apegarse a su


plan original—. Además, prefiero emborracharte un poco. Tenemos una cita en ese
columpio. —Señaló a la distancie a un objeto oscuro.

—¿Qué hay allí? —pregunté entrecerrando los ojos e intentando ver mejor,
pero la playa estaba rodeada de oscuridad salvo por el brillo de la luna en el
océano.

—Oscuridad.

—¿Y?

—Tú. Yo. Oscuridad. —La comisura de su boca se alzó y juro por Dios que
sus ojos casi centellearon.

El barman puso la margarita frente a mí y la levanté, necesitando una


diversión. Deslicé mi lengua a lo largo de la sal antes de tomar un trago del dulce
líquido frío en mi boca. Tragué rápido y el alcohol ardió en mi garganta a medida
que descendía. Miré a City y me estaba mirando con intensidad, con curiosidad.
Volví a lamer el borde, dejando que la sal bailara en mi lengua y vi su pecho
expandirse cuando inhaló rápidamente.

—Sigue haciendo eso, dulzura, y no te dejaré darle otro sorbo.

—¿Qué? ¿Esto? —Lamí el borde una vez más; manteniendo mis ojos fijos en
él, y dejé que mi lengua vagara tanto como podía.

—Mierda —murmuró, pasándose la mano por el rostro.

Dos pueden jugar sucio, City. Puede que no fuera la libertina con la que él
acostumbraba a estar, pero sabía cómo llamar la atención de un hombre.

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Sonriendo contra el vaso mientras tomaba otro sorbo y apartaba la mirada,
fingí no estar interesada. La sal sabía bien, mezclada con la dulce bebida ácida
mientras dejaba que el líquido perdurara en mi lengua antes de tragarlo. Mis
piernas se sentían hormigueantes a medida que el licor se esparcía a través de mi
sistema.

—Maldición —dije, mi rostro ruborizándose.

—¿Qué sucede? —Alzó una ceja, ladeando la cabeza.

—Bebida fuerte. Supongo que la primera nunca abandonó mi sistema —dije,


inclinándolo hacia atrás y tomando el último poco de líquido.

—Eso es todo. Vamos, Suzy. Tengo algo para que lamas. —Tomó mi mano y
comenzó a tirar de mí lejos del bar.

—No puedo —protesté mientras ponía el vaso en la barra.

—Oh, sí, puedes. Dijiste que siempre acabas lo que empiezas, y voy a
aprovecharme de esa promesa, dulzura. —Mariposas llenaron mi estómago con el
conocimiento de que no íbamos a ver las olas. City tenía planes para mí y no podía
echarme atrás ahora.

Llegamos al último escalón de la plataforma y me detuve antes que mis pies


tocaran la arena.

—Espera. —Mi mano cayó de la suya—. Mis botas. No quiero que se


arruinen. —Intenté darle una sonrisa inocente. En verdad no quería arruinarlas.
Me costaron más dinero de lo que quería admitir.

Gruñó y se acercó a mí. Estábamos cara a cara, con él de pie sobre la arena y
yo con un pie en el escalón. No dijo una palabra en tanto extendió la mano y me
recogió. Me reí a medida que me acercaba contra su pecho.

—Envuelve tus brazos a mi alrededor.

Mi risa se detuvo cuando le rodeé el cuello con mis brazos y lo miré


fijamente a la cara. City era hermoso, sus oscuros rasgos y ojos azul hielo que se
veían más claros a la luz de la luna me robaron el aliento. Su mandíbula tenía

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sombra de barba incipiente y pasé las yemas de mis dedos a lo largo de esta
recordando la noche anterior. Sus labios eran llenos, hermosos y gritaban por ser
besados. Sus cejas eran masculinas, sin embargo, prolijas, no con cera, sino
cepilladas. Su cabello oscuro se sacudía con cada paso y no pude evitar sonreír. Era
todo lo que quería y era exactamente el tipo del que huía.

City se sentó en el columpio todavía sosteniéndome en sus brazos.

—Móntame a horcajadas —gruñó en mi oído mientras el columpio iba y


venía.

—Pero la gente puede vernos. —Miré alrededor a la vez que mi corazón


resonaba en mi pecho.

—¿Pudiste ver el columpio desde allá arriba? —Sonrió.

—No, no podía, pero si alguien nos pilla nos meteremos en problemas.

—Dulzura, no nos meteremos en problemas y nadie va a encontrarnos.


Confía en mí. Ahora móntame.

Revisé la zona de la plataforma y tenía razón, nadie estaba mirando hacia


acá o siquiera pareció notar que había alguien en la playa.

—¿Vienes normalmente aquí, chico grande? —dije mientras acomodaba mi


cuerpo.

—Solo vengo aquí para estar solo. Eres la primera chica que he traído aquí.

—Es difícil de creer que pudiera ser tu primera en algo.

—Dulzura, sin tonterías. ¿Vas a besarme o qué? —preguntó, agarrando mi


barbilla.

—Depende de a qué —dije riendo, mientras me apretaba la cintura,


acercándome, nuestras narices tocándose.

—Alardeas mucho, muchachita. Voy a conseguir esa probada que había


estado esperando.

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pág. 88
8
Ángulos
City
Traducido por Flochi

No podía detener el pensamiento de Suzy gimiendo en mi regazo, dándome


la espalda anoche mientras la follaba con mi dedo. Al principio estuvo dudosa,
nerviosa de que alguien más nos viera, mientras le bajaba la cremallera de sus
pantalones lo suficiente para deslizar mis dedos dentro. Borré cualquier
pensamiento de su mente con unas cuantas caricias de mis dedos. Observé su
rostro cuando apoyó su cabeza contra mi hombro. Observé sus ojos ponerse
blancos y un breve sonido escapó de sus labios.

—Silencio, dulzura —susurré en su oído y ella obedeció. Acariciando su


interior, rodeando su clítoris hasta que su cuerpo se estremeció y su coño me
apretó los dedos.

Al principio no se movió cuando retiré mis dedos de sus bragas de encaje y


los llevé a mis labios. Envolviendo mis labios alrededor de estos mientras chupaba
sus jugos y me miraba fijamente con la boca abierta y los ojos de par en par.

—Mm. Pruébate. —Me incliné y presioné mis labios contra los de ella,
llevando mi lengua a través de su labio inferior.

—City —gimió en mi boca.

Estirando mi mano y llevando su rostro hacia el mío, aplasté mis labios


contra los de ella.

—Joey. ¿Qué demonios? —Algo me golpeó en el hombro y parpadeé.

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—Qué carajo, Iz.

—Tu atontado culo ha estado sentado ahí en la jodida la-la land por diez
minutos, sonriendo como un maldito paciente lunático. Des-pa-bí-la-te.

—¿No podías dejarme? —pregunté—. E Iz, deja de pegarme. Eres la única


persona a la que la dejo salirse con la suya. Siempre me estás clavando esos dedos
huesudos.

—Es hora de comer. Mamá ha estado pidiendo a todo el mundo que fuera a
la mesa. —Puso sus ojos en blanco en mi dirección, antes de alejarse.

—Ya voy, má. —Acomodando mi polla en mis vaqueros, mi mente había


quedado sumida en mi fantasía y el alivio que necesitaba tendría que esperar. Me
levanté del sofá y deslicé mi mano en mi bolsillo buscando mi teléfono, que vibró
contra mi pene.

Suzy: me encanta tu idea de “a qué”.

Basado en el mensaje, pude notar que no era el único pensando en nuestro


tiempo en la playa.

—Iz, ¿cómo demonios se llama a los qué, dónde, por qué y cómo en
español? —Me miró confundida a la vez que me sentaba en la mesa.

—¿Intentando impresionar a la maestra? —Se rio.

—Solo responde la pregunta, por favor. —Suspiré y la miré fijamente,


poniendo mi teléfono en la mesa.

—¿Qué maestra? —preguntó ma.

—Iz, ¿cómo se llaman? Tírame un hueso.

—Interrogaciones. —Mi hermana puso los ojos en blanco—. Está teniendo


coito con una maestra, ma.

—¡Isabella! Eso no es apropiado en la mesa. —Mi madre puso la lasaña en la


mesa—. Quiero detalles, Joseph. —Má me guiñó un ojo.

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Yo: Espera hasta que sientas el resto de mis interrogaciones.

Puse el teléfono en la mesa y miré alrededor. Todos tenían sus ojos pegados
en mí en vez de la comida, como generalmente hacían.

—¿Qué?

—Est{s‖ sonriendo‖ mientras‖ escribes…‖ ¿Quién‖ es‖ ella,‖ Joseph?‖ —dijo ma


mientras le servía la primera porción de cielo a mi padre.

—Solo una mujer, ma. —Le entregué mi plato mientras esperaba ser
servido. Mi madre era tradicional en muchas maneras, negándose a dejar que nos
sirviéramos. Ella era la que servía la comida y se sentaba última.

Sostuvo la lasaña sobre mi plato.

—Nunca te he visto así. ¿Quieres un trozo, cariño? ¿Tienes hambre?

—Diablos, sí. —Me lamí los labios y moví mi plato más cerca al trozo
cerniéndose fuera de alcance.

—Entonces vas a contarme de ella, ¿verdad? Nada de información significa


nada de comida. —Sostuvo el trozo de lasaña cerca de su nariz e inhaló—. Mm,
sería una lástima que te perdieras esta comida.

Suspiré.‖Mujeres…‖la‖raíz‖del‖mal‖en‖este‖mundo,‖si‖los‖coños‖no‖fueran‖tan‖
perfectos renunciaría a ellos por la eternidad.

—Bien, ma. Te contaré sobre ella luego de comer. ¿Puedes, por favor, darme
un trozo?

—Claro, cariño. Puedes ayudarme a lavar los platos y contarme todo sobre
ella.

Demonios.

—Eres una imbécil, Iz. —Arrojarme bajo el autobús con mi madre había sido
una habilidad y la mantuvo a ella fuera del foco—. ¿Qué hay de Tommy? ¿Todavía
lo ves?

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—Bella, más vale que no estés viendo a ese hombre. No es más que
problemas —la reprendió mi madre. Iz me fulminó con la mirada a través de la
mesa. Se lo merecía su pequeño trasero chismoso por airear mis cosas en la mesa.

La conversación cambió a deportes y fútbol como siempre hacía los


domingos. Mi interrogatorio fue pronto olvidado a medida que mis hermanos y
papá se atiborraban sus bocas y frotaban sus estómagos. Acabé mi lasaña,
limpiando mi plato con un trozo de pan de ajo, antes de volver a recoger mi
teléfono.

Suzy: WTF. Enseño matemáticas. No tengo idea de lo que es un interrogativo.


Hola… no entiendo tu {ngulo.

Yo: Al final de mi línea de vello tengo una punta hacia ti.

¿Eso tenía sentido o acababa de hacer el ridículo? Mierda. Esta chica me


tenía‖loco.‖Mis‖padres‖siempre‖quisieron‖que‖sus‖hijos‖“sentaran‖cabeza”‖e‖hicieran‖
bebés, pero siempre he estado más interesado en perfeccionar mis habilidades y no
queriendo ser atado, al menos no luego de Joni. No nos casamos jóvenes, ni
seguimos su camino en la vida y creo que mis padres estaban secretamente
orgullosos de nosotros por esperar. Estaban felizmente casados, por más de
cuarenta años y ataron el nudo justo al acabar la secundaria. Eran otros tiempos.

Suzy: Oooo, sabes decirle las cosas correctas a una chica.

Yo: Martes a la noche = (cena) + mi línea de vello + tu diámetro.

—Joey, agarra tu plato. Tenemos una cita con el fregadero y algunos platos
—dijo mamá detrás de mí. Alcé mi mirada hacia ella y la vi sonriendo y leyendo
sobre mi hombro. Demonios.

Suzy: No se puede; tengo clases. Lo pospondré para la próxima.

Apagué mi pantalla y lo puse en mi bolsillo. Nada era secreto o sagrado en


esta maldita casa.

—Todo el mundo traiga sus platos a la cocina. Vamos. Limpien la mesa —


dijo mamá. La sala se llenó de gruñidos, pero todos conocíamos el procedimiento.

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Treinta años después no necesitábamos que se nos dijera nuestros roles en esta
familia. Mi padre era el líder, mi madre le decía a todo el mundo qué hacer y
nosotros hacíamos lo que se nos decía sin ser contestones.

Mamá me esperaba junto al fregadero cuando puse mi plato en la encimera.

—¿Encontraste a alguien? —Estaba sonriendo.

—Acabo de conocerla, ma. —La eché a un lado así podía empezar a


encargarme de los platos.

Arrojó el paño sobre su hombro y me miró.

—Nena, el corazón sabe lo que quiere. Tu hermana me dijo que has estado
actuando diferente. Está escrito en tu cara. A veces el destino interviene y te saca
del curso que hemos puesto en la vida.

—No vayas a ponerte a tejer mantas de bebé todavía, mamá.

Puso su mano en mi hombro mientras frotaba y evitaba el contacto visual.

—Joseph, sé el hombre que eres. Sé que eres reservado con tu corazón luego
de Joni, pero tiene que abrirte de nuevo en algún momento. Tienes que encontrar a
alguien para confiar en esta vida. ¿Esta chica vale esa confianza? ¿Vale la pena el
riesgo?

—Má, apenas conozco a la chica.

—Tsk, tsk. Alguien protesta demasiado. —Me besó en la mejilla,


alborotándome el cabello. Esa mierda me volvía loco, pero con mis manos llenas de
jabón no tuve otra opción más que dejarla hacer lo que se le antojara.

—Puedo notar que no vas a detenerte. Parece una buena persona. Es


diferente, mamá. Parece sincera, pero no voy a apresurarme en nada.

—¿Qué hay de ella? ¿Está perdidamente enamorada de mi bebito?

—Ma. —Debería odiar que me llamara bebito, pero mi madre podía


llamarme como quisiera. Adoraba a la mujer—. Ella no está subiendo al tren Joey.
No creo que realmente quiera verme.

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—¿Qué? ¿Por qué no? —Se apoyó contra la encimera, cruzándose de
brazos—. Eres perfecto.

—Eso es porque soy tu hijo. Apenas soy perfecto, ma. —Limpié el último
plato y lo puse en el escurridor—. No sabes todo sobre mí, sin importar lo que
pienses.

—Sé más de lo que crees, cariño. Iz es una boca suelta, sabes. —Podría
azotar el culo de mi hermanita. Estoy seguro que ella no le cuenta a mamá sobre
todos sus romances—. Sé que eres un mujeriego. No te estoy juzgando, Joey.
Nunca traes a ninguna chica, pero te conozco.

Maldita Iz.

—Cuando y si encuentro a la correcta, ma, serás la primera en saberlo. —


Besé su mejilla y su radiante sonrisa iluminó el cuarto—. Suzy me ve como un
artista del tatuaje que conduce una motocicleta y pasa el tiempo en bares que son
unos agujeros de mierda. No clasifico exactamente en su lista de material para
novio.

—Creo que esta chica ya me gusta. —Se rió. Amaba escuchar el sonido de su
risa—. ¿No sabe todo de ti y tu familia? —Ella alzó una ceja.

—No, no le cuento a nadie sobre nosotros, ma.

—Las listas están hechas para ser cambiadas. Tiene que conocer al Joey que
yo conozco. ¿Vas a pedirle salir? ¿Hacerla tuya? —preguntó.

—Eso es lo que estaba intentando hacer en la mesa, pero tiene clases.

—Ah, una chica lista también. Joey, no le pidas a una chica salir a través de
un mensaje de texto. Eso es lo que está mal con los chicos de hoy en día. Tiene que
escuchar tu voz cuando se lo pidas. Escribirle es demasiado impersonal y nunca lo
entenderá. Llama a la chica.

—Lo haré. La llamaré más tarde. ¿Feliz?

Mamá me abrazó y dijo:

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—Mucho.

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Reglas rotas
Suzy
Traducido por Flochi

No podía sacarlo de mi mente y habían pasado menos de veinticuatro horas


desde que me dejó con un beso arrebatador. Su sonrisa arrogante, sus músculos, la
manera que me tocó, permaneció conmigo luego de que se fue. Nadie me había
hecho querer romper una regla más que él. Sin importar cuánto intentara
concentrarme en mis planes de clases para el próximo cuatrimestre, mi mente
regresaba a él.

Intentando calmar mi cerebro‖ puse‖en‖“Catfish”‖ mientras‖me‖arrastraba‖en‖


mi cama. Había sido mi placer culposo desde que el programa comenzó. Adoraba
ver los desastres y corazones rotos de aquellos que pensaron que se enamoraron de
alguien solo para descubrir que no eran quienes pretendían ser.

Solía molestar a Sophia y Kayden, mis viejos compañeros de cuarto, sin


piedad sobre lo distinto que su encuentro amoroso en Nueva Orleans pudo haber
resultado. Su situación era diferente; habían tenido amigos mutuos y se habían
fijado en el otro, por lo que sintieron que era algo seguro.

En teoría, Kayden y Sophia no funcionaban, no era una pareja hecha en el


cielo, pero su amor era incuestionable. Era eléctrico. Sophia siguió su corazón y su
atracción fue inevitable para ella. Cayó redondita. Nunca lo entendí hasta que
llegué a conocer a Kayden. Él no era para nada como lo imaginé; su corazón era
puro, pero su camino en la vida había sido diferente del mío. Nunca hubiera
pensado que Sophia encontraría a un tipo sin educación universitaria y un registro

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criminal para enamorarse, pero eran la pareja más feliz que conocía y deseaba ese
tipo de amor.

Mi lista había sido realista en teoría, pero City me tenía cuestionándome mi


método y requerimientos. Había salido con hombres que calzaban en el papel pero
carecían de química. City era simplemente City. Me estaba acercando al final de
mis‖veinte,‖sentada‖en‖la‖cama‖comiendo‖bombones‖y‖mirando‖“Catfish”‖a‖solas.

Soy feliz, ¿verdad?

Mi teléfono comenzó a moverse a través de mi mesita. Metí el último


bocado de dulzura chocolatosa en mi boca.

—¿Horla?

—Hola, Suzette. —La vibración de su voz a través del teléfono hizo que mi
corazón se detuviera mientras tragaba el chocolate lentamente. Maldita sea, ¿por
qué tuve que comer el último trozo antes de responder? ¿Horla? Soné como si
tuviera un problema de habla.

—Oh, hola. ¿Cómo estás? —Tomé la botella de agua de mi mesita y lavé el


último poco del dulce.

—Estoy bien, dulzura. ¿Qué estás haciendo? —Escuché crujidos en el fondo.


¿Eran sábanas? ¿Estaba desnudo?

—Solo mirando la televisión y estoy a punto de irme a dormir, ¿y tú? —Me


limpié el chocolate de mis labios y me lamí el dedo. Esos malditos son tan ricos.

—Solo acostado. ¿Qué estás usando? —preguntó en un timbre suave y


profundo.

ODM, no acababa de preguntarme de eso. Bajando la mirada, tenía mis


ropas andrajosas de andar en casa cuando holgazaneaba.

—Eh, una camiseta y unos pantalones pijama de franela.

Pude escucharlo reír.

—¿En serio?

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—Sí, ¿por qué? ¿Qué estás usando? —Por favor, no digas que estás desnudo.

—Nada, dulzura. —Maldito sea el infierno—. ¿Sigues ahí? —preguntó.

—Sí. —Supe que pudo escuchar el cambio en mi tono cuando salió toda
entrecortada y baja.

—¿Cuándo puedo verte de nuevo? —preguntó.

—No lo sé, City. —Quería, Dios, cómo quería gritar ahora, pero necesitaba
pensar en él, en nosotros.

—No niegues que me deseas, Suzy. Puedo escucharlo en tu voz. Estás


pensando en mi polla dentro tuyo y tus labios sobre los míos.

Mi respiración se detuvo a medida que las imágenes se reprodujeron como


una película en mi mente.

—No voy a negarlo, pero eso no hace que esté bien —dije, moviéndome en
las sábanas y apagando la televisión.

—No te estoy pidiendo que seas mi novia, Suzette. Te recuerdo teniendo un


momento estremecedor ayer. Todavía puedo escuchar el sonido que hiciste cuando
te hice venir contra mis dedos. —Un pequeño gemido escapó de sus labios. Mi
corazón dolió cuando dijo que no me quería para ser su novia. ¿Qué demonios?
Permanece en curso, no renuncies a la lista—. Fue el sonido más sexy que haya
escuchado, dulzura. La manera en que tus ojos rodaron y tu cuerpo se meció en mi
mano. Mierda.

Chillé. ODM, déjame morir.

—City.

—Tu sabor en mi lengua después. Jodidamente perfecto. Estoy duro como


roca pensando en ti.

—¿Lo estás? —susurré.

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—Duro como roca. —Su respiración cambió como lo había hecho cuando
me folló. Nunca podría olvidar los sonidos que el hombre hizo cuando se corrió—.
Viernes a la noche, Suzy. Sin excusas esta vez.

—De acuerdo. Viernes.

—Bien. Estaré pensando en ese dulce coño toda la semana, dulzura. Dulces
sueños. —Sus palabras fueron arrastradas y su tono sexy como el infierno.

—Buenas noches —susurré en respuesta antes de que el teléfono quedara en


silencio y su dura respiración desapareciera. Escuchar al hombre me excitó y quise
salir corriendo a su casa y tener sexo con él, pero no lo hice. Buscando en mi
mesita, agarré mi novio de confianza operado por baterías de los últimos cinco
años y pensé en City mientras llegaba al clímax. El orgasmo no se comparaba al
que tuve bajo sus hábiles dedos. Él arruinó uno de mis simples placeres.

Malditas mañanas de los lunes. Nunca quería salir de la cama. Me detuve en


el estacionamiento de la escuela cinco minutos tarde, antes de arrojar mis bolsos en
mi salón de clases y dirigirme a la fotocopiadora para prepararme para las clases
que comenzaban en diez minutos. Maldita sea. Odiaba andar con prisas.

Golpeteé mi dedo contra la fotocopiadora a medida que lentamente soltaba


en masa cada hoja de papel. Gente entraba y salía de la zona de trabajo de los
maestros con saludos rápidos de hola y feliz lunes.

—¿De qué estás sonriendo? Es lunes y nunca sonríes, perra —dijo Sophia
detrás de mí.

—No estaba sonriendo. —Me di la vuelta para verla sonriendo como una
lunática que acababa de escapar del loquero.

—Oh, lo estabas, hermana. ¿Qué sucedió? —Sophia siempre se veía tan


preparada e impresionante y hoy no era diferente.

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—Tengo tanto que contarte. Vendré a verte en mi período de planificación.

—Por el aspecto de tu rostro pensaría que tuviste un polvo este fin de


semana. No estoy hablando de un jodido aburrido tampoco. Fuiste follada —
susurró en mi cara. Sentí mi cara ruborizarse—. Lo hiciste, no mientas, y quiero
cada detalle.

El timbre de advertencia para ir a clases sonó y comencé a entrar en pánico,


agarrando mis papeles en un montón revuelto.

—Estaré libre en el tercer período. Voy a llegar tarde, Sophia. Tengo que
correr, nena.

—Te perseguiré si no apareces —dijo Sophia cuando alcanzó la puerta.

—Estaré allí, zorra. Calla. —Ella me sonrió como una mamá orgullosa.

Sophia cerró la puerta de su oficina.

—Dime y me refiero a todo.

Sentándome en el cómodo sofá viejo de su oficina, apoyé mi cabeza contra la


pared.

—¿Qué quieres saber?

—No te hagas la evasiva conmigo. Sabes más de mi vida sexual que


cualquiera en este mundo. Quiero toda la información, empezando con quién y
cuándo.

Sophia se sentó en su escritorio y apoyó su cabeza en su mano.

—Lo conocí el viernes a la noche.

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—¿Viernes a la noche? No recuerdo que conocieras a alguien —interrumpió,
sus ojos mirando hacia arriba recordando nuestro tiempo en la barra de martinis.

—Luego de dejarte. Mi auto se detuvo y este hombre terriblemente apuesto


se detuvo para ayudarme.

—¿Ayudarte a salir de tus bragas, supongo? —Se rio y golpeó el escritorio.

—Con el tiempo. —Me reí—. Te llamé, pero no respondiste. Me fui con él en


su moto para llamar al remolque y terminé teniendo una bebida o dos.

—¿Moto? ¿Como las que conducen los borrachos aquí con motores
eléctricos o estamos hablando de las sensuales Harley?

—Sensuales.

—¿Su nombre?

—City, pero es un apodo. Cuando nos fuimos, me preguntó a dónde quería


ir y le dije que quería que me llevara a su casa. Había bebido demasiado porque
sabes que esa no soy yo.

—Como sea. Te estás muriendo por ser traviesa pero esos estúpidos
estirados con los que sales solo son hombres que hacen el misionero. Bleh. Sigue
hablando —ordenó.

—Agresiva, ¿verdad? Cuando se desviste, chica. —Suspiro—. ODM. Su


cuerpo‖ est{‖ cubierto‖ de‖ tatuajes,‖ sus‖ pezones‖ est{n‖ perforados,‖ y‖ él,‖ y‖ él…‖ —Me
cubrí la boca e intenté ocultar mi sonrisa.

—Respira, Suzy. ¿Él qué?

—Su pene también estaba perforado. —Tragué saliva recordando cómo se


veía.

—Oh, ahora estoy intrigada. Así que tu culo sufre una avería, es rescatado
por un sexy motero con tatuajes y piercings, y…

—Dormí‖con‖él…‖m{s‖ de‖ una‖ vez.‖Me‖ quedé‖ a‖ pasar‖ la‖noche‖ y‖lo‖ hicimos‖


antes del desayuno también.

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—¿Has hablado con él desde entonces?

—Sí, salimos en una cita el sábado por la noche y quiere que salgamos de
nuevo el viernes.

—Conozco esa mirada. ¿Cuál es el problema?

—Él‖no‖es…‖no‖es‖lo‖que‖estoy‖buscando.‖—Fruncí el ceño.

—Suzy, nena, escúchame. ¿Te gusta este hombre?

—Sí.

—Tal como dirías, ¿hizo a tu cuerpo hormiguear y hacerte gritar?

—Sí, más veces de las que puedo contar.

—¿Quieres volver a verlo?

—Sí,‖pero…

—A la mierda los peros, chica.

—Es un tatuador y vive en una casa vieja. No encaja en mi lista. Es un


motero, Sophia. ¿Qué podríamos tener en común?

—Tú y tus malditas listas. Si hubiera tenido una lista no tendría a Kayden y
Jett. No puedo imaginar mi vida sin ellos tampoco. No siempre podemos controlar
todo en la vida, a veces la vida salta y nos golpea en la cara.

—Lo sé, Sophia. Él me asusta —susurré.

—¿Te ha lastimado? —Se puso de pie y caminó hacia mí con sus cejas
fruncidas y su boca fija en una dura línea.

—No. Quiero decir, me asusta que podría enamorarme. Nunca he estado


con alguien como él y quiero volverlo a ver. Nunca he tenido esa chispa y con él es
como un rayo.

Sophia se sentó a mi lado y agarró mi cara.

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—Escúchame, Suzy. Eres joven y tienes toda la vida por delante. Si quieres
estar con él, entonces hazlo. Deja de intentar meter a todo el mundo en tu molde.
Las reglas fueron hechas para ser rotas. Dale una oportunidad al hombre, nena. No
te está pidiendo que te cases con él, ¿verdad?

—No, dijo que no va a pedirme ser su novia tampoco.

—Kayden no estaba buscando una novia, pero aquí estamos,


comprometidos y con un bebé. A veces la vida no nos da lo que estamos buscando,
pero nos da lo que se supone que sea. Solo tenemos que estar dispuestos a tomar el
riesgo. Toma un riesgo por una vez.

Sonreí y la abracé.

—Tienes razón, Sophia, pero necesito algún tiempo y distancia. Entonces,


¿Kayden sigue haciéndote feliz luego de todo? —pregunté.

—No cambiaría un momento que haya tenido con él. Lo es todo para mí.
Toda mi vida, Suzy. Tienes que encontrar un hombre que te haga sentir completa.
El que te dé una razón para despertar cada mañana.

—Así que,‖ ¿simplemente‖ debería‖ disfrutar‖ del‖ “paseo”?‖ —Meneé mis cejas
en dirección a Sophia y reí.

—Hablando de eso, sí. ¿Fue hermoso?

—¿Qué?

—Su pene, Suzy. Nunca he visto uno perforado en persona.

—Oh Dios mío, fue la cosa más bella que he visto.

—Estoy tan emocionada por ti, Suz. —Rebotó en el sofá haciendo que
nuestros cuerpos se sacudieran—. ¿Cuándo vas a verlo de nuevo?

—El viernes a la noche. No me dio opción de negarme.

—Hombre listo. Eres tan cobarde a veces, escucha a tu corazón y no a tu


mente por una vez, ¿entendido?

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—Sí, mamá. Entendido.

—Oh, ¿y Suzy?

—¿Sí? —Me di la vuelta y miré a una sonriente Sophia.

—Quiero fotos.

—Eres una zorra. —Me reí mientras atravesaba la puerta.

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Anticipación
City
Traducido por Flochi

Yo: ¿Estás en la cama?

Suzy: Sí, ¿y tú?

Yo: Sí, aquí acostado pensando en ti. Veinticuatro horas hasta escucharte gritar mi
nombre otra vez.

Habíamos estado mandándonos mensajes todo el día. Nunca esperé una


simple llamada o un mensaje de ninguna chica. Dolía por ella. Vivía con una
perpetua erección ahora. No teníamos un acuerdo de exclusividad, pero las otras
chicas ya parecían no afectarme en nada. Mi polla no dolía por ellas. Quería a Suzy
y su dulce y apretado coño.

Suzy: ¿Cuál es tu verdadero nombre?

Pensé que le dije mi nombre, pero tal vez no lo había hecho.

Yo: Joseph.

Suzy: ¿Puedo llamarte Joe o Joey?

Yo: Puedes llamarme como quieras, dulzura.

Suzy: Joey. Te queda.

Nunca me sentí como un Joey, parecía infantil y el apodo City parecía calzar
mejor conmigo.

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Yo: ¿Camiseta sin mangas y pijamas?

Suzy: Sí. ¿Tú?

Yo: Solo quiero saber cómo imaginarte mientras me acaricio.

Anhelando la liberación, me acaricié más rápido, apretándolo en mi mano.


No quería correrme demasiado rápido mañana a la noche, quería saborearla y
hacerme un festín con su cuerpo.

Yo: Voy a imaginarte con tus piernas en mis hombros y tus hermosas tetas
rebotando por mi polla penetrándote.

Me acaricié mientras esperaba su respuesta, acariciando la punta, jugando


con el aro, dándole un tirón.

Suzy: Eso es sexy. No puedo esperar a succionarte. Sentir tu dureza de terciopelo en


mi boca.

Oh, la chica podía ser sucia. Es hora de empujar los límites.

Yo: Cuéntame una de tus fantasías.

Quería que hubiera una chica mala debajo, alguien que quisiera ensuciarse
conmigo. Acaricié mi falo lentamente e imaginé su apretado coño ordeñándome.

Suzy: ¿En serio?

Nada es fácil con esta.

Yo: Si, escoge una.

Suzy: Siempre quise que alguien me tomara por detrás y que me sujetara las
muñecas a los lados así no podría moverme.

Maldición, era un comienzo al menos. Quería follarla la semana que viene.


La deseaba tanto que pensé que mi polla se rompería en mi mano.

Yo: ¿Qué más? Dime más.

Suzy: Siempre escuché que la asfixia es increíble.

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Me acaricié mi polla más rápido y con más fuerza que antes. Imaginé mis
manos envueltas en su garganta, observando su rostro sonrojarse, y sintiéndola
arañándome el pecho mientras empujaba mi pene dentro de ella. Líquido caliente
salió a chorros, aterrizando en mi abdomen antes de que pudiera evitarlo.

Yo: Demonios, dulzura. Acabas de hacerme correr con fuerza.

Suzy: ODM

Yo: ¿Te estás tocando?

Agarré mi camiseta del suelo y limpié el desastre que creé, perdido en mi


festín mental.

Suzy. ¡Sí! Me provocas cosas, Joey, cosas que no he sentido antes.

Yo: Espera hasta mañana, dulzura. Pon un dedo dentro de ti.

Sin respuesta. Debe estar siguiendo mi orden. Perfecto.

Yo: No escribas; solo observa la pantalla, Suzette.

Yo: Voy a follarte por detrás y sujetarte las muñecas con tanta fuerza que tus dedos
se adormecerán. Mi polla va a pulsar dentro de ti, golpeando todos los puntos que te hacen
gritar, dulzura.

¿Cómo demonios estoy teniendo otra erección tan pronto?

Yo: Cuando vea tu cuerpo ruborizarse y transpiración en tu piel, voy a envolver mis
manos alrededor de tu garganta por detrás y aplicaré presión hasta que estés jadeando por
aire y ordeñando mi polla pidiendo más.

Yo: Vente para mí, dulzura.

Acostado en la cama, la imaginé tocándose. Abajo, chico…‖demonios.

Suzy: Eres malo para mí, Joey.

Yo: ¿Quién demonios quiere ser bueno? Dulces sueños, hermosa.

Suzy: Buenas noches, Joey. Estoy esperando ese paseo mañana a la noche ba haha.

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Apagué el sonido y me puse a mirar el techo. Planeaba darle más de lo que
pudiera manejar y hacer realidad todas sus fantasías. Suzy me estaba afectando y
agrietando el muro bien construido que mi corazón había creado luego de la
muerte de Joni. Aire, necesitaba aire. Salí de la cama de un salto y me puse una
camiseta y vaqueros. Necesitaba pensar y hacía eso mejor en la carretera o me
ayudaba a despejar la mente.

Aceleré el motor un par de veces, me puse mis gafas de conducir y crují mi


cuello. Las calles estaban despejadas y vacías de tráfico. El clima frío mantenía a la
mayoría de las aves migratorias que viajaban al sur lejos de las carreteras,
especialmente de noche. Puse la motocicleta a máxima velocidad y sentí al viento
azotar mi piel expuesta y soplar a través de mi cabello.

Conduje por más de una hora, serpenteando a través de las carreteras


rurales antes de detenerme en mi entrada luego de la medianoche. Mis músculos
vibraron y me sentí agotado. Mi mente estaba demasiado agotada de pensar en
nada salvo en mi cama.

Tomando mis llaves y la chaqueta del sofá, me dirigí fuera. Incluso aunque
el almanaque decía octubre, el aire estaba húmedo y el sol hizo a mi piel arder,
pero sabía que haría frío en el aire a la noche. Los inviernos de Florida eran
bipolares. A veces calientes, a veces fríos, un maldito juego de adivinanzas para
mantenerte atento.

Intenté usar el jodido método de Suzy: hice una lista mental mientras
conducía. Ella tenía sus pros: jodidamente bella, muy inteligente, una carrera
matadora, independiente, amable, inocente, pero también tenía sus contras. Era
demasiado inocente y podía romper mi corazón en un millón de malditos pedazos.
Piensa, hombre. Tiene que tener otras fallas. Me gustaba la chica geek debajo del
cuerpo ardiente y bello. No estaba agotada y amargada por sus experiencias.

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Entré a la tienda temprano para encontrar a Mikey sentado en la recepción
hurgando entre papeles.

—Buenos días, Mikey.

—Hola, bro, ¿cómo te cuelga hoy?

—Un poco torcida a la izquierda —digo, acomodándome.

—Nunca te imaginé torcido. Aunque tal vez en el medio.

—Idiota, ¿cómo podría colgar en el medio? ¿Tienes que revisarte la cabeza o


algo así?

—Sabes, tal vez no fuiste bendecido con los genes familiares Gallo. Solo
diciendo.

—Tarado. Has visto mi pene, perforaste al maldito. —Mikey se rio entre


dientes.

—Lo sé, idiota. Solo estoy tirando de tu cadena. Estás susceptible esta
mañana, ¿no? —Arrojé mi bolso junto a mi silla y caminé hasta el escritorio.

—No susceptible, Mikey. Tengo a esta maldita chica metida en la cabeza.

Mikey negó con la cabeza y comenzó a reírse.

—Ah, ¿está agrietando ese frío corazón muerto que tienes?

—Demonios, no lo sé. Voy a verla de nuevo esta noche. ¿Qué demonios


estoy haciendo, hombre?

—Cobarde. Ella es buena, ¿verdad? —Sonrió.

—Un maldito coño platinado. Me tiene loco, hombre.

—Nunca pensé que llegaría a ver este día.

—Eso nos hace dos —mascullé.

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—Escucha, ¿quieres que alguien más la folle? —preguntó a la vez que ponía
su mano en mi hombro. Él siempre está enamorado y busca mucho contacto, y eso
me ponía loco.

La idea de alguien más tocando a Suzy me hizo querer vomitar o moler a


golpes al bastardo.

—Demonios, no, quiero ser el único dentro de ella. No me gusta ser el


segundo plato.

—Bueno, ahí tienes tu respuesta.

—Jodido infierno. —Negué con la cabeza y miré fijamente al suelo.

—No significa que tengas que casarte con ella, Joey. Solo asegúrate que no
quiera follar a nadie más. Hazla tuya, arriésgate.

—Por una vez, Mikey, tienes razón. Qué increíble milagro. —No podía
negarlo más. La deseaba y no podía soportar la idea de alguien más tocándola o
besando sus hermosos labios.

—Sabes que siempre te apoyo. Han pasado años, hombre. Joni querría que
fueras feliz. —Agarró el programa del mostrador cuando la puerta sonó y el resto
del grupo Gallo atravesó las puertas—. ¿Habrían sido amigas, Joni y esta chica?

Tenían ciertas similitudes. Joni habría pensado que Suzy era graciosa y
dulce.

—Sí, probablemente se habrían simpatizado.

—Ella no quiere que estés solo, donde sea que esté.

—Gracias, Mikey. —Esperando a que todo el mundo se acomodara, tomé mi


teléfono y le envié un mensaje a Suzy sobre esta noche.

Yo: Esta noche eres mía, Suzette.

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Viernes: Los mundos chocan
Suzy
Traducido por Flochi

El día se hizo eterno y los estudiantes estaban de mal humor. Necesitaba


que el fin de semana comenzara. Cuando el timbre de la hora del almuerzo sonó,
caminé a mi oficina, desplomándome en mi silla a la vez que echaba la cabeza
hacia atrás.

—Jesús —murmuré. Cerré los ojos por un momento y escuché la quietud en


el aire dado que los chicos habían despejado el edificio. Dos períodos más de clases,
puedo hacerlo.

Abrí mi cajón y agarré el contenedor de sobras de pasta y busqué mi


teléfono. Esperaba que City me haya mandado un mensaje, necesitaba algo que
animara este día de mierda. Miré a la pantalla y mi estómago sintió mariposas. Soy
suya esta noche. ¿A qué se refería? ¿Sexualmente?

Nunca me gustó ser llamada Suzette, pero la manera en que sonaba saliendo
de su boca me dejaba sin aliento. Siempre parecía susurrarlo en mi oído o decirlo
contra mis labios y eso me volvía loca. Quería escucharlo decir mi nombre esta
noche.

Yo: ¿Solo esta noche?

Diablos, ¿soné necesitada?

City: Todo es posible.

¿Qué demonios significaba eso?

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—Hola. Suzy, ¿estás aquí? —Escuché la voz de Sophia llamándome desde la
puerta.

—En mi oficina —grité, agarrando una porción de fideos.

Sophia se detuvo en el umbral e hizo un sonido de disgusto.

—No sé cómo puedes comer esa cosa Ragú fría. Puaj. —Arrugó la nariz,
abriendo la boca y metió su dedo dentro y fingió vomitar.

—Hola, mamá Guido, ¿qué andas haciendo aquí visitando a los pobres? —
Metí los fideos en mi boca y le hice una mueca.

—Kayden y yo estuvimos hablando y queríamos saber si tú y pene


perforado querrían venir a una barbacoa esta noche.

—Quieres violarlo con los ojos.

—No, no quiero. Tengo a mi galán. Kayden sigue provocándome


hormigueos con solo pensar en él. —Hizo una carita tonta y estremeció el cuerpo
como si la idea de su cuerpo le trajera placer—. Quiero conocer a este tipo y ver si
se merece salir con mi pequeña Suzy. Además, Kayden podría aprovechar un
pequeño energizante. Tal vez podamos ser amigos y salir en citas dobles. —Apoyó
su cuerpo contra la puerta con la pierna cruzada frente a la otra y los brazos
cruzados. Siempre se me había hecho difícil decirle que no a Sophia.

—Bueno, tendría que preguntarle. No sé lo que ha planeado.

—Envíame un correo luego de preguntarle. Será divertido. No aceptes un


no por respuesta. Avivaste mi curiosidad con respecto a este hombre que te tiene
toda loquita. O sea, cariño, siempre he sabido que estabas loca, pero te tiene
cuestionando todo en tu vida perfectamente planeada. Debo conocerlo.

—Bien, Soph. Déjame preguntarle.

Yo: BBQ en la casa de mis amigos esta noche. ¿Te sumas?

—Listo, le pregunté. Depende de él ahora. ¿Contenta? —Agarré una enorme


porción y la puse lentamente en mi boca, lo que sea para espantar a Sophia. Ella

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era la reina de la salsa y las albóndigas. Extrañaba cuando la casa solía llenarse con
el aroma a sus comidas y llegar a casa tras un largo día y que Kayden tuviera algo
divino en el fogón. Ahora éramos el Ragú y yo contra el mundo.

—Ugh, no puedo soportar estar aquí y verte comer esa mierda.

Mi teléfono sonó.

—Espera —dije cuando salía de mi oficina—. Un mensaje llegando.

—¿Y?

City: Suena fant{stico. ¿A qué hora debería darte el “paseo”?

—Eh —digo mientras siento el calor arrastrándose por mis mejillas—.


Quiere saber a qué hora debemos ir.

—¿Habla tan correcto?

—No, pero eso es todo lo que te diré. Hora, ¿por favor?

Suspiró.

—Ocho, ¿está bien? Si vas a llegar tarde avísame, cara de zorra. Chau —dijo
a la vez que la puerta se cerraba detrás de ella.

Yo: Sophia dijo que estemos a las ocho. Recógeme alrededor de las menos diez para
estar a tiempo. A Sophia no le gustan las tardanzas.

Supe que a Sophia le bastaría una mirada a City y se pondría nerviosa. A


ella nunca le ha gustado ningún hombre que haya visto desde que nos volvimos
amigas. Repasé el papeleo de mi correo de esta mañana mientras esperaba a que
City respondiera.

City: Estaré allí a las seis treinta. Estate lista para mí, porque estoy duro como
piedra. Tengo planes para ese coño antes de ir a la BBQ.

OMD, OMD, OMD.

Yo: Estaré esperando con todo.

pág. 113
Faltaban cinco minutos para que el siguiente torrente de vándalos
atravesara la puerta. Mis clases de la tarde eran asesinas. No eran malos chicos,
pero eran desafiantes y mentalmente agotadores.

City: Desnuda, sin nada.

Un fuego se encendió en mi cuerpo cuando leí la pantalla. Está caliente


como lava ardiente.

pág. 114
12
Pasando la prueba
City
Traducido por Flochi

—Yendo —gritó una voz femenina desde el interior.

—Recuerdo que dijiste esas mismas palabras hace veinte minutos —gruñí
en el oído de Suzy.

Sus mejillas se ruborizaron a la vez que se mordía el labio intentando


ocultar su sonrisa. Suzy apartó su cabello de los hombros y se arregló la camiseta,
como si quisiera que todo estuviera perfecto y en lugar.

—Deja de estar nerviosa, dulzura.

—Oh, Dios, no puedo. Le va a tomar a Sophia una mirada para darse cuenta
lo que hicimos —dijo, tocándose la comisura de los labios.

—Si ella no se da cuenta, es que no lo hice bien.

Una hermosa morena abrió la puerta con una sonrisa. Me miró,


comenzando en mi rostro y luego sus ojos repasaron mi cuerpo. Casi me sentí
violado por la manera que me evaluó. Miró a Suzy con una sonrisa traviesa y abrió
los brazos. Las chicas intercambiaron abrazos y se susurraron palabras que no
pude escuchar pero los ojos de Sophia nunca dejaron los míos.

—Sophia, este es City.

pág. 115
—Un placer conocerte, Sophia. —Extendí mi mano. El cabello de Sophia
estaba recogido en un moño descuidado en lo alto de su cabeza. Tenía una
brillante sonrisa blanca y ojos amables.

Puso su mano en la mía.

—Un placer conocerte finalmente, City. He escuchado todo de ti. —Ella


guiñó el ojo.

Una sonrisa se extendió por mi rostro, supongo que recibí la aceptación de


su amiga.

—Buenas cosas, espero.

—Dijo grandes cosas de ti. —Se rió y sentí mis mejillas arder. Pude notar que
estas chicas juntas iban a ser un problema—. Entren. Kayden y Jett están en el patio
encendiendo la parrilla.

Extendí mi brazo para Suzy para que entrara delante mientras observaba a
ambas chicas entrar y me quedé atrás. Ellos vivían en un pequeño apartamento
que estaba decorado con distintas piezas que no combinaban pero que juntas
funcionaban. Sports Center estaba puesto en la televisión y había cosas de bebé
desperdigadas por todas partes.

—Que no te importe el lío. Los niños tienen una manera de apoderarse de


todo, sin importar cuán pequeño. —Ondeó sus manos alrededor y recogió juguetes
pequeños del suelo antes de lanzarlos en una cesta cerca de la mesa del televisor.

La puerta del patio se abrió y un hombre alto y musculoso sosteniendo a un


bebé entró a la sala. Su cabeza estaba afeitada y se parecía a alguien que uno
encontraría en Neon Cowboy o un tipo que entraría a mi tienda para algún trabajo.

—Kayden, nene, Suzy trajo a su nuevo novio, City. —Kayden me miró


cautelosamente.

Le extendí mi mano.

—Un placer conocerte, Kayden. Suzy habla mucho de ti y Sophia.

pág. 116
Kayden puso al bebé en la curva de su brazo izquierdo antes de extender su
mano derecha hacia mí.

—Un placer conocerte, City. —Apretó mi mano firmemente, casi hasta el


punto del dolor, pero no me atreví a apartarme. Conocía la tontería del jodido
macho. Estaba dejando claro su reclamo hacia Sophia y dándome una advertencia
silenciosa por Suzy.

—Oh, Jett, ven aquí, bebé. —Alargando las manos hacia Jett, Suzy lo sacó de
los brazos de Kayden.

—¿Ni un hola, Suzy? ¿Cómo estás, Kayden? Te he extrañado, Kayden. Solo


Ooo, Jett. —Kayden rió.

—Oh, basta, Kayden, sabes que te amo. Dame un beso —dijo frunciendo los
labios y cerrando los ojos.

Mi corazón se aceleró con la idea de Kayden poniendo sus labios en los de


ella. Apreté mis manos en puños. Son solo amigos. Kayden plantó un beso en su
mejilla mientras frotaba la cabeza de su hijo antes de caminar a la cocina y rodear a
su esposa con los brazos.

—Se está poniendo tan grande —dijo Suzy mientras hacía rebotar al bebé en
sus brazos, palmeándole el trasero. Se veía natural con un niño en sus brazos,
como si fuera algo que hiciera a diario. Sus ojos estaban iluminados mientras Jett le
apretaba el pulgar.

—Está creciendo como la maleza —dijo Sophia desde la cocina—. ¿Qué


quieren beber, chicos? City, ¿qué puedo darte?

—Tomaré una cerveza si tienes. —Los ojos de Suzy se agrandaron y sus


fosas nasales se ensancharon y no supe qué dije, pero obviamente de alguna
manera metí la pata—. Pero está bien si tú no. Beberé lo que sea.

—Enseguida. ¿Suzy? ¿Daiquiri virgen, nena? —Sophia rió disimuladamente


mientras abría el refrigerador y comenzaba a rebuscar.

—¿En qué me equivoqué? —le susurré en el oído.

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—Kayden no bebe. Es un alcohólico y ha estado limpio por un año ya. —
Miró a Kayden y Sophia antes de regresar su atención a arrullar al bebé en sus
brazos.

—No sabía. Mierda, debiste haberme dicho, dulzura.

—Lo siento. Se me olvidó.

—Está bien, City. No es algo de lo que a las mujeres les guste hablar.
Siempre es el gran tema incómodo en el cuarto —dijo Kayden mientras me
entregaba la cerveza—. Puedo estar cerca del alcohol más no beberlo. —Se sentó en
el sofá y puso sus pies sobre la mesita—. Siéntate, deja que las damas hagan su
magia en la cocina. Nos ocuparemos de la carne como Dios planeó.

—No quiero escuchar de tu carne, Kayden. —Suzy se rio.

—Cocina, Suzy, pero deja que Sophia cocine. —La señaló, luego hacia la
cocina y chasqueó los dedos.

—Puedo cocinar, Kayden —dijo mientras frotaba su nariz contra la carita


del bebé antes de entregárselo a Kayden y marcharse.

—City, Suzy no puede cocinar ni un poco. Es la reina de la comida pre-


hecha. Solo para tu información —dijo mientras acunaba al bebé y pasaba su dedo
por la mejilla regordeta.

Sentándome en el sofá, puse la cerveza en mi rodilla y me relajé.

—Eh, puedo cocinar así que no es problema. ¿Fanático de los Bucs? —


pregunté.

—Diablos, no. Fanático de los Browns, nacido y criado. —Se estiró poniendo
su mano libre detrás de su cabeza.

—¿No es broma? ¿Te gusta que lleve las de perder o el abuso? —Sonreí
antes de llevar la cerveza a mis labios.

—Permanezco fiel a mis raíces, ¿tú?

—Fanático de los Bears. De ninguna otra manera.

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—Han tenido algunas temporadas horribles, pero los Browns tienen el
mercado arrinconado con la derrota.

—Te lo concedo —dije mientras inclinaba mi cerveza hacia él—. Suzy dijo
que ustedes tres vivían juntos.

—Sí, por un tiempo. Fue un salvavidas y se lo debo. No rompas su corazón,


te daré una paliza. —Se rió—. En serio, tendrás algunos agujeros más para
combinar con los que ya tienes. —¿Qué? Puedo ver que las chicas hablaron de mí
en detalle.

—No es mi plan —dije—. Suzy no es como otras chicas. —Suzy estaba


apoyada contra la encimera y observaba a Sophia mientras charlaban. Nos miraron
y comenzaron a reír.

—No, no lo es. Es amable, pura y demasiado confiada. Siento como si fuera


mi hermanita y la protegeré como si fuera mi familia.

—Entendido. Fuerte y claro.

—¿Ya acabaron con el concurso de machos? —dijo Sophia cuando entró al


cuarto con un plato de hamburguesas—. Estas no se cocinarán solas.

—Deja que me encargue de la carne —dijo Kayden, entregando al bebé a


Suzy.

—Eso es lo que ella dijo. —Sophia se rio entre dientes. Kayden agarró el
plato y la besó en los labios. Ella lo miró con una sonrisa atontada mientras él
retrocedía.

—Si eres una buena chica, dejaré que te ocupes de mi carne más tarde.

—No frente a nuestros invitados —dijo Sophia mientras le pegaba en el


hombro.

—Son repugnantes, ¿verdad? —Suzy se paró a mi lado y meció a Jett en sus


brazos. Los ojos del bebé estaban casi cerrados mientras se lamía los dedos.

pág. 119
—Un poco. —Me sentía contento con ellos tres. Casi podía sentir el vínculo
que los unía, el amor que sentían entre sí.

—Han soportado más que la gente en toda una vida y salieron del otro lado
con un lazo irrompible. Algún día te contaré su historia. Si el destino es real, son el
ejemplo perfecto. Fueron hechos para estar juntos. —Sonrió mientras los observaba
en el patio.

Se tocaban y besaban entre sí, nunca separándose. Sus acciones


representaban adoración por su mujer.

—¿Están casados?

—Todavía no, algún día, espero. Los dos han estado casados antes y usan
eso como excusa para no apresurar las cosas. —Arrugó los labios y puso los ojos en
blanco—. Les recuerdo que tienen un bebé. Supongo que soy anticuada. —Se
encogió de hombros.

Me aseguraba de no joder eso. Nunca follaba sin condón o tomaba ese tipo
de riesgos.

—Fui criado de esa manera también, pero no puedes negar lo que tienen.
Estoy seguro que con el tiempo lo harán.

La tarde fue relajante y me agradó hablar con Kayden. No decía sandeces y


Sophia era otra cosa: explosiva y amaba tomarle el pelo a Suzy incesantemente.

—¿Pasé la prueba con tus amigos? —pregunté cuando subimos a mi moto.

—Lo hiciste bien. Sophia te dio el visto bueno.

—De ella no estoy preocupado.

—¿Kayden? Oh, por favor. Le gusta hablar con toda su mierda de macho,
pero es el más sensiblero. Solo me desea feliz, City.

—Dijo que patearía mi culo si rompía tu corazón, dulzura.

Me rodeó con sus brazos mientras llevaba la moto lejos del edificio
intentando no hacer mucho ruido.

pág. 120
—Kayden es conocido por encargarse de las cosas con sus propias manos,
pero dejaré perfectamente en claro lo nuestro. —Se rió en mi oído.

—¿Qué quieres decir? —dije mientras arrancaba el motor.

—Oh, nada. —Apoyó su cabeza contra mi hombro y jugó con el piercing de


mi pezón. Era la primera vez que no la sentía tensarse contra mi cuerpo montando
atrás en la moto. Tal vez, finalmente se estaba soltando y disfrutando sin analizar
demasiado la situación.

pág. 121
13
Bifurcación en el camino
Suzy
Traducido por Elizabeth.d13

Me había acostumbrado a ser la tercera rueda alrededor de Sophia y


Kayden, pero esta noche todo se sintió bien. Kayden y City se rieron y hablaron de
deportes durante horas, mientras Sophia y yo hablamos del trabajo y Jett.

No quería estar sola nunca más y no podía desperdiciar el tiempo con City.
Me dolía el corazón por Kayden y Sophia y los envidiaba, quería lo que ellos
tenían, ese gran amor, el que puedes sentir y casi tocar, y no me conformaría con
nada menos. Tenía que alejarme de City y seguir adelante con mi vida.

Lágrimas se formaron en mis ojos al pensar en dejarlo mientras entrábamos


y me bajaba de la moto. Puse mi casco en la motocicleta y empecé a caminar lejos
de City. No quería que viera el brillo en mis ojos.

—¿A dónde vas con tanta prisa? —Me alcanzó, agarrando mi muñeca,
jalándome entre sus brazos.

—A ninguna parte. Solo iba abrir la puerta. —Me encogí de hombros,


manteniendo mis brazos bajos y sin fundirme en su toque.

—¿Estás bien, cariño? —preguntó, mirándome a los ojos con la duda en su


rostro.

—Sí, el viento me hizo llorar. —Le sonreí.

—Los lentes bloquean el viento. Tendremos que conseguirte un par. —


Gracias a Dios que compró esa mierda. Envolvió sus brazos a mí alrededor,

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manteniendo mi rostro contra su camiseta. Inhalé, disfrutando de su olor
almizclado en ella. Cerré mis ojos y retuve su olor.

—Quizás. —Me sentía como la mierda y mi corazón dolía. ¿Por qué


comprarme unas gafas? No planeaba pasar el resto de mi vida montada en la parte
trasera de su moto. Aunque Sophia y Kayden eran opuestos, funcionaban, pero
City y yo no teníamos futuro.

—¿Qué está mal? —preguntó, apretándome más fuerte.

—Nada. Solo estoy cansada. —Lo apreté y disfruté de sus tensos músculos.
No lo hagas, no parezcas una chica cuya cabeza está llena de cuentos de hadas.

—Dulzura, eso es mentira. Nunca huyes de mí o eres brusca. Tu brillo


desapareció. Escupe.

No lo hagas. Él no es tu caballero de brillante armadura montando en un caballo


blanco.

Cambiando mi peso, miré al suelo tratando de evitar su mirada.

—No es nada, City. Solo necesito dormir. Lo prometo. —La mentira salió
más fácil de lo que pensaba.

—Mírame a los ojos y dilo. —Levantó mi barbilla, forzándome a mirar en


sus claros ojos azules que parecían tristes. Tragué con fuerza y calmé mi
respiración. Sabía que podía leerme como un libro abierto, todos podían, y tenía
que llevarlo a cabo. No llores, parpadea, chica, respira.

—Solo estoy cansada, en serio. —Me puse de puntillas y coloqué mis labios
contra los suyos. Esta podría ser la última vez que lo besaría. No podía perder más
tiempo con él sin arriesgar mi corazón. Podría fácilmente enamorarme de él, pero
no me arriesgaría al corazón roto que le seguiría—. ¿Me llamarás mañana? —dije
mientras retrocedía.

—¿No quieres que entre, hermosa? —preguntó con el ceño fruncido


mientras estudiaba mi rostro.

pág. 123
—No esta noche, City. Quiero arrastrarme en la cama y quedarme dormida.
Si vienes, sé lo que pasará. —Le sonreí mientras una sonrisa astuta aparecía en su
rostro. Pasó su dedo por mi mejilla y quise apoyarme contra él, quería más—. No,
no. Ni siquiera lo pienses. —Solté una risita mientras intentaba besarme—. Abajo,
tigre.

—Hasta mañana, entonces —dijo mientras me besaba en los labios.

Instantáneamente sentí la pérdida de su calor cuando soltó mi cuerpo y lo


miré. Realmente era hermoso. Lucía como la fantasía de cada chica con su moto
detrás de él, músculos duros, amante increíble, ojos soñadores y amables. No
podía permitirme caer más profundo por él. Cada vez que mi teléfono sonaba, un
mensaje de texto llegaba o cuando estaba en su presencia, mi corazón se aceleraba.
Mi corazón y cuerpo respondían a él, pero mi mente seguía diciéndome que
corriera. Él no era el tipo que se establecía y tenía familia, y no podía culparlo. Era
un playboy que llevaba una vida diferente a la mía. Estaba en un camino diferente.

Estaba en una bifurcación del camino: viajaba por el camino de la angustia y


me sumergía más en su mundo o hacía una ruptura limpia y continuaba mi viaje
hacia mi destino final de felicidad y amor sin el que no podía vivir.

—Hasta mañana, muchachote —dije con una media sonrisa y lo saludé con
la mano, antes de desaparecer dentro de la casa sin verlo alejarse. Tiré mis llaves
sobre la mesa, caminando por la oscura casa hacia mi habitación. Mis ojos se
sentían pesados y ardían por las lágrimas que se querían liberar.

El rugido de su motor hizo vibrar las paredes de mi habitación. Nunca


volvería a oír ese sonido de nuevo sin pensar en él y sin sentir mariposas en mi
estómago. Él había alterado mis pensamientos e invadía mi mente.

Me desvestí y me puse mi cómoda pijama favorita, alcanzando a ver mi


reflejo en el espejo. Quise retroceder el reloj al momento en que la vida se sentía
más simple. Cuando no conocía el puro magnetismo animal y la química sexual
que sentía con él, pero no podía. Él me arruinó y me robó eso.

Mi celular vibró, cuando lo giré en mi mano, vislumbré un mensaje suyo.

pág. 124
City: Es mañana, un minuto después de la medianoche.

Puse mi teléfono en la mesita de noche, miré hacia la cama vacía y pensé en


lo diferente que podría haber sido la noche.

Yo: Buenas noches, City. Maneja seguro.

Me arrastré bajo las sabanas, amando el fresco material contra mi piel. Miré
hacia el techo y observé como el ventilador formaba una sombra contra el fondo
blanco. No podía dormir y encendí el televisor rezando que el entretenimiento sin
sentido ayudara a calmar mis pensamientos y me ayudara a olvidarlo.

Mi celular bailó sobre la superficie de madera. No lo recogí. No podía


hacerlo. Quería ver si podía liberarme de él, ¿dejar de fumar como un adicto? Tenía
que tratar de poner distancia entre nosotros, solo lo había conocido una semana,
pero él ya invadió mi vida.

Cambiando entre los canales, me detuve en un programa sobre un grupo de


motociclistas. Había escuchado sobre el programa pero nunca me interesó hasta
ahora. No pude obligarme a apagarlo. Cada hombre en la pantalla me recordaba a
él. El rugido de los motores hizo que mi corazón palpitara y me doliera el
estómago. Me acurruqué sobre mi costado, abracé la almohada mientras las
lágrimas se derramaban, mojando el material. Quería sentir el viento en mi cabello
y mis brazos envueltos alrededor de su cuerpo nuevamente, pero no podía volver
a ocurrir. Mis ojos ardían mientras me daba por vencida y me dormía con el sonido
de los rugidos de los motores.

Me desperté con un par de mensajes por parte de City deseándome buenos


días y preguntando cuando podría verme de nuevo. Dejando mi celular en mi
mesita de noche, me preparé un vaso de té y me senté en mi escalón de entrada
sorbiendo el caliente líquido con canela. El vecindario era tranquilo, mientras
algunas parejas caminaban por las aceras y los niños jugaban en el parque

pág. 125
delantero bajando la calle. Miré al sol que brillaba sobre la hierba húmeda y pensé
en él. No podía sentarme aquí todo el día y pensar en él. Tenía que encontrar algo
que hacer hoy para mantener mi mente lejos de él y avanzar hacia mi futuro.

Necesitaba una ducha, lavar su aroma de mí y empezar mi día. No más


regodearme en la autocompasión y el torbellino que viví la última semana. Agarré
mi celular de mi mesa de noche, pero no había ningún mensaje nuevo por parte de
City. Tal vez entendió la indirecta después de que no le enviara un mensaje de
buenos días.

El timbre de mi teléfono me hizo saltar mientras esperaba que el agua se


calentara. Caminado hacia mi teléfono lentamente para mirar la pantalla, el alivio
me inundó cuando vi que era Derek y no City.

—Hola —dije, mientras estaba de pie desnuda, mirando el espejo mientras


el vapor empañaba mi reflejo.

—Hola, Suzy. ¿Qué harás más tarde? —Derek tenía una voz profunda, pero
no tenía ni la mitad del efecto en mí que la voz de City.

—No mucho, a punto de saltar a la ducha. ¿Qué pasa?

Su intensa inhalación hizo evidente que acababa de imaginarla desnuda.

—Quería saber si querías ir a cenar esta noche y quizás jugar algo de mini-
golf. ¿Te gustaría ir conmigo?

—Oh,‖bueno…‖—Me mordí una uña mientras debatía una cita con Derek. Él
funcionaba en el papel y estábamos en los mismos círculos. Nuestros mundos eran
similares y podíamos relacionarnos el uno al otro. Quizás era el camino que
necesitaba seguir o, al menos, ayudaría a mantener mi mente lejos de City.

—Vamos, Suzy. Nos divertiremos. ¿Qué dices? —Su voz era esperanzada.
No podía culpar al chico por ser persistente, él nunca aceptaba un no por
respuesta.

pág. 126
—De acuerdo, Derek. —Pasé mi mano por la piel desnuda entre mis pechos,
amando la sensación de suavidad. Instantáneamente me sentí como basura por
decir que sí, cuando tolo lo que quería era correr hacia City.

—Es una cita. Te recogeré a las seis.

—Te veo a las seis.

—Maravilloso. No puedo esperar para verte esta noche. Adiós por ahora,
Suzy.

—Adiós, Derek. —Pude escucharlo celebrar su victoria antes de que la línea


se cortara.

Me paré en la ducha y fantaseé con City antes de tocarme, aliviando el dolor


entre mis piernas. El orgasmo no fue tan satisfactorio como esperaba. Alivió la
necesidad que sentía por City. Anhelaba el orgasmo estremecedor que sentía bajo
sus habilidosos dedos, pero no podía dejar que mi deseo sexual nublara mi juicio.

City me envió dos mensajes más antes de que Derek me recogiera para la
cena. Ignoré la urgencia de responder y terminé mi maquillaje, colocando mi lápiz
labial rojo antes de pasar el cepillo por mi cabello una última vez. La minifalda
negra ajustada y una camiseta sin mangas amarilla ayudaron a mostrar mi
desvanecido bronceado. Pronto, el frío invierno y el débil sol provocarían que mi
piel regresara a su casi fantasmal tono blanco. Agarrando mis stilletos negros con
tiras de mi armario, pensé en la última vez que los use: la noche en la que City
entró a mi vida. Puse mis sandalias Reef favoritas en mi bolso para más tarde
cuando mis pies dolieran y jugáramos al mini-golf.

El sonido del timbre me sacó de mis recuerdos de la primera noche en la


cama de City. Abriendo la puerta, le eché un vistazo a Derek vestido en un par de
pantalones color caqui y una camisa blanca de lino, con los dedos de los pies
sobresaliendo de la tela alrededor de sus pies. Su sonrisa se agrandó mientras sus
ojos recorrían mi cuerpo, contemplando mi vestimenta antes de detenerse en mis
pechos. Se lamió los labios antes de que su vista se posara sobre mi rostro con una
sonrisa tonta.

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—Guau, luces sexy, Suzy. —Sus fosas nasales se agrandaron cuando su
mirada recorrió mi cuerpo de nuevo.

La manera en que me miró me puso los pelos de punta.

—Gracias, también luces genial. —Lucía bien, pero no detenía mi corazón o


provocaba que mis bragas se cayeran.

Extendió su mano hacia mí.

—¿Lista? —preguntó.

Deslizó mis dedos contra su suave palma.

—Sí —dije, a pesar de que era cualquier cosa menos eso.

Derek abrió la puerta de su destartalado Nissan Altima, esperando a que


entrara antes de besar mi mano y cerrar la puerta.

Suspiré mientras lo veía rodear el auto, una brillante y victoriosa sonrisa en


su cara.

—Dios, esta es una horrible idea —mascullé para mí misma mientras él


abría la puerta y subía.

—¿Qué decías? —preguntó a la vez que subía, cerraba la puerta y volteaba a


verme.

—Solo decía que estoy hambrienta. ¿A dónde vamos a comer?

Apartó el cabello de mi hombro, arrastrando sus dedos a través de mi piel,


demorándose más de lo que se sentía cómodo. Mi cuerpo involuntariamente se
apartó de su toque.

—Lo siento —dijo mientras se giraba y agarraba el volante, sus nudillos


tornándose blancos por su firme agarre—. Vamos a ir por algo italiano al Paesano,
¿si te parece bien?

—Suena genial.

pág. 128
Miré por la ventana, observando los árboles pasar mientras Derek hablaba
sobre el trabajo. Esperaba los fines de semana para escapar del estrés y mi trabajo,
pero es todo de lo que Derek quería hablar. Escuché sus palabras y respondí
cuando hacía una pregunta, pero ya me encontraba aburrida. Agradecida de que el
viaje al restaurante no fuera tan largo, salí del auto mientras Derek trotaba hacia mí
y tomaba mi brazo, enganchándonos.

La conversación durante la cena fue estancada. No teníamos mucho en


común aparte del trabajo. Se volvió evidente cuando él empezó a hablar sobre
videojuegos. Mi idea de una gran noche no involucraba jugar un juego sin sentido
en la televisión. Cuando la comida finalmente llegó, me encontré agradecida por el
silencio mientras él se metía la comida en su boca sin cuidado alguno. Comía como
un cerdo, con salsa de su pasta goteando por su barbilla y restos en las esquinas de
su boca. Moví la comida alrededor de mi plato, tratando de no mirar.

—¿Quieres ir por algo de beber después de aquí o quieres ir al mini-golf? —


preguntó con la boca llena, un pequeño trozo de pasta cayendo en su regazo.

¿Por qué en el infierno pensé que esto era una buena idea?

—Bebida suena bien. —Recé para que algunas copas lo hicieran más
interesante y que cuando la noche acabara tuviera una puntuación mayor.

Nos saltamos el postre y nos dirigimos al Club Karma por bebidas. El club
abrió hace unos meses pero no había puesto un pie dentro. Tenía un aire a ciudad
grande y no el típico garito de pueblo. Las paredes eran rojo sangre decoradas con
fotos en blanco y negro de parejas desnudas y en varias posiciones sexuales. Luces
de colores rebotaban por el brillante suelo de baldosas negro mientras los
bailarines movían sus cuerpos uno contra el otro. Había un pequeña área para
sentarse con sofás llenos de parejas riendo y tocándose, y una larga barra en el lado
opuesto de la entrada.

—¿Bebida primero? —preguntó Derek. Negué con mi cabeza y miré a mi


alrededor mientras me guiaba a través del congestionado espacio. Derek apoyó su
cuerpo contra la barra, su brazo tocando mi piel—. ¿Quieres bailar? —gritó en mi
oído por encima de la música.

pág. 129
Sacudí mi cabeza y esperé a que el cantinero viniera en nuestra dirección.
Un gran espejo colgaba encima de las botellas de licor en la parte trasera del área
de servicio. Ver a la gente bailar con tales movimientos eróticos y metódicos, me
hizo pensar en City y en nuestro baile el último fin de semana. Nunca me sentí
sexy en la pista de baile, pero con él, fui capaz de sentir la música en vez de pensar
en mi siguiente movimiento.

Ordené un Martini, queriendo el alcohol sobre un daiquiri virgen,


necesitando olvidar a City y encontrar una manera para hacer a Derek más
agradable. Su brazo se rozó contra mi espala, mientras apoyaba su mano en la
barra, atrapándome efectivamente. Lo ignoré, observando en el espejo mientras el
cantinero ponía mi bebida en la barra.

Tomé un sorbo, probando la dulzura del Martini de frambuesa. Toda esta


noche había sido una mala idea. Lo supe desde el momento en que acepté la
invitación para cenar. No le hubiera dicho que sí si no estuviera tratando de
olvidar a un alto y musculoso hombre italiano.

—Suzy —susurró Derek en mi oído acercándose más e invadiendo mi


espacio personal.

—¿Qué? —dije contra el cristal aún presionado contra mis labios.

—Bebe, cariño, porque no puedo espera para sacarte de aquí. —Derek


sacudió su cabeza como un personaje en un sketch de Saturday Night Live. Pude
ver su reflejo en el espejo y mis mejillas se calentaron ante la idea de que alguien
me viera con él.

—Uh huh. —No me giré para verlo, pero mantuve mis ojos en la escena del
espejo como si estuviera viendo un programa de televisión. Encontraría una
manera de retrasarlo. No podía ir a la pista de baile con él. De ninguna manera en
el infierno pasaría eso. Él no tenía la habilidad de hacerme bailar como City tuvo,
además sus torpes movimientos solo atraerían más atención cuando todo lo que
quería era mezclarme.

Sus dedos tocaron la piel de mis brazos y mi mano, mientras luchaba contra
el impulso de patearlo en las bolas. Continuó divagando sobre sus días de

pág. 130
discotecas en la universidad y cómo dominaba la pista de baile, y la gente se
detenía‖ a‖ver‖“Su‖movimiento”.‖ Casi‖escupí mi bebida, rompí a reír con lágrimas
formándose en mis ojos. Podía imaginarme la escena. Derek pensando que la gente
se detenía para admirar su habilidad cuando en realidad estaban aturdidos o
entretenidos más allá de toda creencia.

—¿Qué es tan divertido? —Sus labios se fruncieron mientras movía su


cabeza lejos de la mía para mirarme.

—Oh, nada, Derek. Solo es algo que recordé de la universidad. —Dios,


siempre he sido una terrible mentirosa, pero no quería herir sus sentimientos. El
hombre tenía confianza y quién era yo para matar eso.

—Ah, de acuerdo. Pensé que te estabas burlando de mí. —Se encogió de


hombros antes de beber de su cerveza y limpiarse sus labios con su hombro—.
Vamos, solo un baile —me rogó y me liberó de mi jaula humana.

Tomé el vaso con el líquido rosado, ahora medio vacío, y lo llevé a mis
labios. Le debía al menos un baile por sus esfuerzos. Tragué lo último del vaso y lo
dejé en la barra.

—Solo un baile.

Sus ojos se iluminaron mientras agarraba mi mano y me empujaba contra


los cuerpos retorciéndose en la mitad de la habitación. El ritmo de la música hacía
imposible sentir mi pulso aunque sabía que tenía que estar martillando en mi
pecho. Quería vomitar ante la idea de que alguien me viera hacer el ridículo.
Cuando alcanzamos el lugar que Derek quería, justo en el centro, el DJ cambió la
canción. Mierda, ¿por qué a mí? Una lenta y triste melodía llenó el aire mientras
Derek me jalaba a sus brazos. Prefería hacer el ridículo con un ritmo alocado que
no requería tocarse.

—Perfecto —dijo, rodeándome con sus brazos, sus manos apoyadas un poco
demasiado cerca de mi trasero.

Colocando mis brazos en sus hombros, traté de mantener algo de distancia


entre nosotros, pero Derek no entendió la indirecta. Su cuerpo no se sentía nada

pág. 131
como el de City, no había dureza en este. Las manos de Derek acariciaron mi
espalda mientras balanceaba nuestros cuerpos de un lado al otro junto con la
música, dejando que controlara nuestros movimientos. No hablé mientras nos
movíamos adelante y atrás con el ritmo. El tiempo pasó lentamente y me sentía
como si estuviera envuelta en sus brazos por horas sin un escape.

Cuando la canción acabó, Derek rompió su abrazo y retrocedió para


mirarme. Me dio una tonta sonrisa.

—Gracias.

—¿Por qué? —grité cuando la música empezó a sonar a través de los


altavoces.

—El baile, Suzy. Amé tenerte entre mis brazos —dijo, mientras alcanzaba mi
mano y la besaba.

—Eres un chico dulce, Derek. —Me sonrojé. No era un mal chico, solo que
no era City.

—¿Otra bebida?

—Si no te conociera mejor, Derek, pensaría que estás tratando de


emborracharme.

Sonrió, su cara tornándose rosa mientras empujaba en mi espalda y me


guiaba fuera de la pista de baile.

—No puedes culpar a un chico por intentar.

Pasamos un par de sofás y algo llamó mi atención. Allí delante de mí había


una mujer con un vestido ceñido, con tacones de aguja rojos y largo cabello
castaño. La mujer no fue lo que llamó mi atención, sino el regazo del hombre en el
que se sentó, City. Él no me notó mientras hablaba con ella, dándole su total
atención. Su mano descansando en su trasero mientras ella mordisqueaba sus
labios. Quería vomitar. Parecía que él no tenía ningún problema en olvidarme.

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Bilis subió por mi garganta ante la visión de ellos dos juntos. Había pasado
todo el día tratando de olvidarlo sin éxito, pero él ya había seguido adelante con
alguien más.

—Aceptaré tu oferta, Derek. —No capaz de seguir viendo a City con otra
mujer, caminé hacia la barra con Derek detrás de mí. Derek solo tenía ojos para mí
esta noche y la sonrisa en su cara dejó claro lo feliz que estaba con mi respuesta.

A pesar de que había sido yo la que lo ignoró, aun así dolía verlo disfrutar la
compañía de otra mujer.

—¿Qué va ser, encanto? —preguntó la cantinera mientras se apoyaba contra


la barra con una sonrisa, vestida en su camiseta sin mangas de Euphoria.

—Un shot de algo dulce y otro Martini de frambuesa, por favor.

—Y otro Miller —dijo Derek antes de que ella se fuera—. Un shot, ¿huh?

—Es sábado por la noche y podría necesitar algo un poco más fuerte.

—No sabía que eras una bebedora, Suzy. —Tomó nuestras bebidas,
poniendo la mía enfrente de mí antes de tender un billete de veinte a la cantinera.

—No lo soy, pero qué demonios. ¿Por qué no? —Me encogí de hombros
antes de recoger el shot y olerlo. Algo de frambuesa u otra cosa, pero no estaba
segura. Pero funcionaría y ayudaría a calmar la punzada de celos que sentí al verlo
con la chica de rojo—. Por la vida y el amor —dije, levantando mi vaso antes de
tomar el dulce brebaje.

Derek inclinó su cerveza en mi dirección y me miró mientras se la llevaba a


los labios.

—¿Por qué no estás en pareja?

Me encogí de hombros.

—Buscando al indicado. —El Martini se derramó del vaso cuando lo llevé a


mis labios muy rápido. Una bebida y un shot, y me importaba una mierda que algo
se salpicara en mis pechos. Lágrimas picaban en mis ojos mientras bebía el Martini

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con la esperanza de que eso pusiera a mi cerebro en una niebla temporal. La
sensación de una mano tocando mi seno me hizo sacudirme, enviando lo último de
mi bebida al suelo—. ¿Qué demonios? —dije a la vez que bajaba la mirada para ver
la mano de Derek apartándose de mi pecho.

—Lo siento. —Sonrió—. Solo pensé que podría ayudar con ese pequeño
derrame. —Se chupó los dedos mientras miraba mi pecho.

Mis labios se fruncieron mientras ponía mi rostro cerca del suyo.

—No importa qué tan ebria esté, no me tocas sin preguntar primero. ¿Está
claro?

—Sí, señora —dijo, levantando una mano para saludarme.

Qué cabrón. Golpeándolo con la punta de mi dedo sobre su pecho hablé


muy lentamente.

—Hablo en serio, sabelotodo. No. Me. Toques. —Hice una pausa después de
cada palabra asegurándome de que entendiera. Girándome, miré hacia el espejo y
vi que vestido rojo aún estaba sentada en el regazo de City y mis uñas se clavaron
en la madera de la barra.

—Está bien, Suzy. Déjame compensarte ya que te hice derramar tu bebida.


¿Me dejas comprarte otra?

Cerré mis ojos, presionando el puente de mi nariz, antes de girar mi


atención de vuelta a Derek.

—No lo creo, Derek. ¿Podrías solo llevarme a casa?

—Una más, Suzy. Prometo que mantendré mis manos quietas. No quiero
que la noche termine así. Por favor.

Estudié su cara y parecía sincero con esa sonrisa triste y ojos suplicantes.
Levanté mi dedo índice.

—Una más y luego nos vamos.

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—Excelente. —Levantó su mano en el aire y chasqueó sus dedos, tratando
de llamar la atención de la camarera.

Apoyándome contra la barra, mis ojos seguían volviendo al espejo. El tercer


Martini fue más fácil de beber, mis piernas se sentían débiles y la barra se volvió
necesaria para evitar que me cayera. Derek hablaba en mi oído, manteniendo su
distancia mientras acabábamos nuestras terceras bebidas.

—¿Lista? —preguntó mientras ponía su botella vacía en la barra.

—¿Estás bien para manejar? —pregunté. Tal vez estuviera ebria pero sabía
lo suficiente como para preguntar.

—Sí, puedo manejar más de tres cervezas, nena.

Escuchar la‖ palabra‖ “nena”‖ viniendo‖ de‖ su‖ boca‖ cuando‖ habló, me hizo
querer vomitar en sus zapatos. Todo sobre él me volvía loca y sabía que nunca
volvería a salir a otra cita con Derek. En el papel se veía bien, pero en persona era
un desastre espeluznante que me repugnaba y no hacía nada a mi libido.

—Está bien, vámonos. —Tomé mi bolso y caminé inestablemente hacia la


puerta, dejando a Derek caminar detrás de mí.

—¿Quieres sostener mi mano?

—¿Por qué? —Me detuve y lo encaré, casi provocando que me cayera. Tomé
demasiado y no me había dado cuenta hasta ahora.

—Porque estás caminando gracioso. Solo sostente de mi brazo hasta que


lleguemos al auto. —Tendió su mano mientras esperaba a que la tomara.

No sonreía y creí que su oferta era sincera. Claramente el alcohol había


vuelto mi mente confusa. No sostuve su mano, pero sí enredé mi brazo con el suyo
y me incliné contra su cuerpo mientras me bamboleaba a través del
estacionamiento, agradecida cuando llegamos a su auto.

Recargada contra el auto, esperé a que abriera la puerta. Cerré mis ojos y me
sumergí en la sensación del aire fresco contra mi piel caliente y humedad. El aire
dentro del club se había sentido estancado. Mi enojo y dolor por City hicieron que

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mi cuerpo se sonrojara y sudara. Yo había hecho esto. Aparté a City. Había sido
una idiota y lo supe en el momento que lo vi con ella en sus brazos.

Los labios de Derek estuvieron contra los míos antes de que pudiera
reaccionar. Lo empujé, golpeando su pecho mientras me encerraba entre su auto y
él. Mis brazos se sentían como gelatina y no podía medir qué tan duro estaba
golpeándolo mientras el latido de mi corazón llenaba mis oídos.

—Detente —mascullé cuando nos separamos del beso, pero él no dejo de


aplastar con fuerza su cuerpo contra el mío. Sus labios se movieron sobre mi
mejilla hacia mi cuello mientras agarraba mi pecho y lo apretaba—. ¡Derek,
detente, maldita sea! —grité, mientras lo golpeaba en las costillas.

—Sabes que lo quieres, Suzy —dijo contra mi cuello.

—¡No! ¡Detente! —Lo empujé de nuevo pero su peso era demasiado. Me


balanceé y conecté con su cara con un fuerte golpe. Me dolió la mano por el
contacto.

Su rostro se apartó de mi cuello, mientras me miraba a los ojos. Me miro con


una firme línea en sus labios.

—Me golpeaste. ¿Qué demonios? Solo te estoy dando lo que quieres, nena.

Claramente estaba enviando señales equivocadas o él era un completo


idiota.

—Quítate de encima.

—Eres una provocadora con ese atuendo esta noche. Puedes negarlo todo lo
que quieras pero sé que me deseas.

—Yo…‖ —Sus labios estaban otra vez sobre mí antes de que pudiera
detenerlo. Luché contra él, levanté mi rodilla para que hiciera contacto con sus
bolas, pero no golpeé nada mientras su cuerpo volaba hacia atrás.

City sostenía a Derek por la garganta llevándolo al nivel de los ojos.

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—¿Por qué no eliges a alguien de tu tamaño, hijo de perra? —dijo City con
una mirada llena de odio puro.

—Esto no tiene nada que ver contigo, hombre —espetó Derek en su cara—.
Esto es entre la chica y yo. —Derek arañó las manos de City tratando de liberarse
de su agarre.

City se giró hacia a mí.

—¿Es tu novio? —Sus ojos se movieron sobre mi cuerpo tomando nota de


mi vestuario. Sacudí mi cabeza, mis manos agarrando el auto, sin moverme—.
¿Quieres que te toque? —Miró a Derek y luego de vuelta a mí.

La cara de Derek se puso de un rojo intenso al borde del morado cuando el


agarre de City aumentó.

—¡No! ¡Le dije que se detuviera! —dije—. Pero, trabajo con esta escoria. No
lo lastimes.

City gruñó mientras su pecho se infló con las bruscas respiraciones que daba
mientras decidía su siguiente movimiento.

—Mierda —murmuró antes de tirar a Derek al suelo.

Derek jadeó por aire mientras trataba de pararse, pero colapsó en sus manos
y rodillas. Aire llenó mis pulmones y me di cuenta que estaba conteniendo la
respiración mientras esperaba que City golpeara a Derek frente a mis ojos. ¿Se lo
merecía? Demonios sí, pero no quería ser testigo o tener que lidiar con eso
después.

City se paró enfrente de mí, sus puños apretados a sus costados mientras me
miraba. Los duros rasgos de su rostro lucían más pronunciados por la ira. Sus
mejillas se flexionaron, sus fosas nasales se ensancharon mientras me estudiaba.

—¿Qué demonios, Suzy? Te llamé y maldita sea, no contestaste, y luego


estás aquí con este idiota que casi te maltrata en un estacionamiento. —Pasándose
los dedos por su cabello, se volteó y miró a Derek antes de volver su atención a mí.

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—Lo‖si…‖siento.‖—No sabía qué otra cosa decir. No tenía una excusa—. No
sabía que tenía que responderte. Parecía que tenías tus manos llenas allí adentro de
todas formas. —Gruñí mientras hablaba.

—¿De qué mierdas estás hablando?

—Morena, vestido rojo, casi te folla en el sofá. ¿Te suena? —¿Quién diablos
era él para cuestionar mis acciones?

—Mierda. —Sus brazos se flexionaron cuando apretó sus manos en duros


puños a sus costados—. Kaylee no significa nada para mí.

—Tampoco yo, supongo.

—Mujer, no tienes idea de la mierda que estás hablando. —Dio un paso más
cerca y mi cuerpo instantáneamente reaccionó a su cercanía, humedad
agrupándose entre mis piernas.

Tragué, la resequedad de mi boca haciendo difícil pasar cualquier cosa por


mi garganta.

—Vi tus manos en su trasero mientras ella te besaba. ¿Cómo en el infierno


explicas eso? Parece que las mujeres no tienen valor para ti.

—Cierra tu boca, Suzy. Te seguí hasta aquí porque te vi salir con alguien
que no conocía. Vine hasta aquí para ver cómo estabas. Kaylee no es nadie,
escúchame ahora, nadie. No vine aquí con ella o le pedí que se sentara en mi
regazo. Estaba tratando de ser amable con ella.

—Buenos, si ser amable significa que puedes toquetearla, diría que fuiste
muy agradable con ella.

—Suzy, escúchame. Te llamé y pedí que saliéramos. Tú me rechazaste. ¿Qué


se supone que tenía que hacer? ¿Sentarme en casa y esperar que llamaras? —La
respiración se me escapó cuando cerró el pequeño espacio entre nosotros.

Lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas mientras veía la enormidad de


la situación. Si City no hubiera detenido a Derek, ¿habría podido alejarme de él? Él
acababa de salvarme y yo estaba siendo una completa perra. Un sollozo atravesó

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mi pecho mientras me derrumbaba. City envolvió sus brazos a mí alrededor y besó
mi frente. Se sentía tan bien contra mi cuerpo. Me sentía segura y cómoda con él,
sin importar que no fuéramos adecuados en el papel. No dijo nada, pero hizo
sonidos para calmarme mientras enterraba mi rostro en el suave material de su
camiseta. Mis dedos encontraron el piercing en su pezón mientras jugaba con el
mismo y trataba de recuperar mi aliento.

—¿Puedo llevarte a casa, cariño? —preguntó con su rostro enterrado en mi


cabello.

—Sí —gimoteé, aferrándome a él como un salvavidas.

Sin otra palabra, me levantó en sus brazos y me cargó a través del


estacionamiento. Me derretí contra él, apoyando mi cabeza en su hombro. El
pensamiento de Kaylee aún dolía, pero no podía estar enojada con él más. Me
salvó de una noche totalmente jodida y por eso, se merecía mi perdón. El
movimiento de empuje cuando colocó mi trasero en el asiento frío de su moto hizo
que mi estómago se agitara. No dije nada mientras me ponía el casco en mi cabeza
y me ataba la correa contra la barbilla. Él tenía la correcta combinación de macho
cabreado y digno toque de alfa para hacer que el corazón de cualquier chica se
tambaleara.

—¿Puedes sostenerte? —interrogó mientras sostenía mi barbilla entre sus


dedos.

—Sí. —Mi tono fue entrecortado y me traicionó con el sonido necesitado.

Se subió a la moto, deslizando su culo entre mis piernas y agarró los


manillares. Moldeé mi torso contra él y entrelacé mis dedos. El nerviosismo
habitual que sentía al anticipar el viaje no se registró.

—Agárrate, dulzura. —Aceleró el motor y tomó el camino corto rumbo a mi


casa. El aire fresco azotó mi cabello a mi alrededor mientras me frotaba contra su
cálida espalda. Mi mente quedó en blanco con el movimiento de la moto y el
rugido del motor. Me permití perderme en el momento y la sensación de las
vibraciones de la moto y City entre mis piernas.

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Perdida en la inconciencia de City, no noté cuando llegamos a mi
urbanización y girábamos a través de las calles sinuosas hacia mi casa. Quizás me
quedé dormida, pero quería quedarme así para siempre, envuelta alrededor de su
cuerpo, libre de estrés en una bruma de satisfacción. Murmuré contra su camiseta
mientras giraba su moto, colocando sus pies en el suelo, asegurándolo y
palmeando mis manos.

—Dulzura, ya llegamos.

—Mm hmm —dije contra su espalda antes de levantar mi cabeza y mirar a


través de mis borrosos ojos a mi casa. Me senté, soltando su pecho y limpiando la
baba de mis labios—. Gracias, City. No sé qué hubiera pasado si no fuera por ti. —
Empecé a bajarme de la moto pero no tenía la energía y me dejé caer contra el
asiento‖con‖un‖“Oomph”.

City se rio mientras se bajaba, sacándome de la moto y acunándome entre


sus brazos.

—¿Puedo entrar? —preguntó, rozando su nariz contra mi mejilla.

—Depende. ¿Estás enojado conmigo? —interrogué, rezando que dijera que


no.

—No estoy enojado. Necesitamos hablar, Suzy. —Sus ojos me suplicaban


que lo dejara entrar mientras fruncía el ceño.

—De acuerdo. —Apoyé mi cabeza contra su duro pecho y pasé mi palma


contra sus pectorales.

Le tendí mis llaves cuando nos acercamos a la puerta. La ira ya no era


visible, pero la sonrisa torcida a la que estaba acostumbrada se había desvanecido.
Se quitó las botas antes de caminar por la blanca alfombra, acomodándome en el
sofá. El sofá se hundió con su peso, pero no podía mirarlo a los ojos. Jugueteé con
mis dedos mientras el silencio se hacía ensordecedor. La neblina inducida por el
alcohol había comenzado a desaparecer y sentí un pequeño zumbido.

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—¿Por qué demonios no me llamaste hoy? Pensé que teníamos planes. ¿Qué
mierda hice mal? —Sus palabras me hicieron encogerme; la tristeza era evidente en
su voz.

—Quería poner distancia entre nosotros. No hiciste nada malo. —Sacudí mi


cabeza encontrándome con sus ojos.

—¿Distancia? ¿Para qué? —El espacio entre sus cejas se arrugó cuando
frunció el ceño.

—Solo no creo que vayamos a funcionar. —Me encogí de hombros.

—Mujer, piensas demasiado y es jodido. Me volví loco por ese idiota esta
noche y ¿cómo resultó para ti esa mierda? —Se detuvo por un momento antes de
continuar—. ¿Qué te hace pensar que no tenemos una oportunidad?

Aparté la mirada, incapaz de mirarlo a los ojos.

—Somos tan diferentes, City. No veo un futuro entre nosotros y a mi edad,


miro a futuro. No vivo la vida sentada en mis pantalones como tú. No tenemos
nada en común y nos manejamos en mundos diferentes. —Agua nubló mi visión
mientras miraba la pared al otro lado de la habitación. Parpadeé tratando de
aclarar las lágrimas de mis ojos.

Suspirando, alcanzó mi cara, tocando mi mejilla y moviendo mi rostro para


mirar en su dirección.

—Mírame, dulzura. —Sus ojos se movieron por mi rostro—. No sé cómo


crees que vivo la vida y seguro como el infierno que no sé quién soy. Nos estamos
conociendo el uno al otro, pero me excluyes sin razón alguna. Tú dijiste que Sophia
y Kayden eran opuestos pero que funcionaban. ¿Por qué no podemos nosotros?

Solté un aliento tembloroso, sus palabras provocaron que mi corazón


doliera.

—Sé que dije eso, pero no lo sé, City.

—¿Qué es lo que no sabes? Habla conmigo. —Su mano se cerró sobre mi


puño en mi regazo mientras comenzó a pasar su pulgar sobre mi piel sensible.

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—Me gustas mucho. Tanto que me asusta y no sé si podre lidiar con un
corazón roto cuando te vayas de mi vida. —Una lágrima se deslizó por mi mejilla
mientras hablaba.

—Nunca nos diste una oportunidad para ver si esto funcionaba. —Su dedo
se deslizó por mi piel, limpiando la lágrima.

—Tú no eres hombre de una sola mujer. Puedo decir eso de ti y yo no


funciono de esa manera. No quiero compartirte.

—Suzy, no soy una puta. Desde que te conocí la semana pasada no he


estado con nadie más. No quiero a nadie más, tampoco, solo a ti.

—Me gustaría creer eso, pero te veías un poco demasiado cómodo con
Karen esta noche.

—Kaylee, no Karen. Seré completamente honesto contigo sobre ella. Solo he


tenido sexo con ella dos veces en mi vida. No es mi momento de mayor orgullo,
pero se ofreció y acepté. Quiere ser mi novia y le dije que no. Soy muy claro con
ella, que ella y yo no somos nada y nunca lo seremos. ¿Debí haber tirado su trasero
al suelo cuando se sentó en mi regazo?

—No, supongo que no. —No quería pensar en el aspecto visual de otra
mujer sentada sobre él y adulándolo.

—Quería estar contigo esta noche. Me mandaste a volar. La pasamos muy


bien anoche y en cuanto te traje a casa, te cerraste.

—No lo sé, City —dije.

—Joey —me interrumpió.

—Joey, estuve viendo a Kayden y Sophia toda la noche. Me recordaron lo


que quiero algún día. Quiero a alguien que me ame y sea solo mío. Quiero ser
importante para alguien —dije, mirándolo a los ojos sin parpadear, preocupada de
que otra lágrima se deslizara por mi mejilla.

—Es lo‖que‖todos‖quieren…‖—empezó a decir.

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—Déjame terminar. —Sacudí mi cabeza—. Me gustas, Joey. Nadie me ha
hecho sentir de la manera en que tú lo haces, pero no puedo arriesgarme a
enamorarme de ti. No puedo tener un corazón roto. —Mordí mi labio, tratando de
enfocarme en el dolor en lugar de la tristeza. No quería que las lágrimas fluyeran
libremente—. Creo que es mejor si nos detenemos ahora. El tiempo que pasamos
juntos fue increíble, pero no puedo hacerlo más. No puedo mentirme a mí misma.

—¿Puedo hablar ahora? —Me sonrió, pero era una sonrisa triste.

—Sí.

—¿Crees que no soy capaz de amar? —Me miró esperando por una
respuesta, su boca estaba en una firme línea mientras esperaba.

—No, simplemente no creo que sea quien eres ahora y no puedo esperar por
esa parte de ti. No sería justo para ninguno de los dos.

—Suzette. —Nombres formales siempre significaban algo serio—. Nunca


me permití pensar un futuro con alguien, pero anoche vi un mundo de
posibilidades. Me di cuenta de lo que me estaba perdiendo, quiero lo que Kayden
y Sophia tienen. —Apretó mis manos y vi su pulgar ir y venir por el dorso de mi
mano—. Mírame. Nunca me permití estar cerca de alguien en años, pero tu
inocencia y dulzura se han hecho un hueco en mi corazón.

—Oh. —Mis ojos se abrieron por sorpresa.

—No quería precipitarme en nada contigo. No quiero arruinar nada, pero


necesitas entender de dónde vengo. Necesitas conocer mi pasado. —Su manzana
de Adán se meneó en su garganta cuando tragó, antes de continuar—. He estado
enamorado antes. Tuve una prometida y pensé que toda mi vida estaba hecha. Los
planes no siempre funcionan de la manera en que lo pensamos.

—Lo siento —dije liberando una mano de su agarre, tocando su mejilla,


pasando mi pulgar sobre la barba incipiente.

—Fue hace mucho tiempo. Estábamos en la universidad y su nombre era


Joni. Éramos novios de secundaria y asistimos a la universidad juntos. —Cerró los

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ojos y pude ver el dolor en sus hermosas facciones—. La amaba más que nada en el
mundo y fue arrancada de mi vida.

Mi corazón saltó con la idea de alguien rompiendo su corazón.

—Un maldito conductor ebrio la chocó cuando ella venía a casa después del
trabajo y la mató al instante. —Dejó caer su cabeza, ocultando su rostro de mi vista.
Solo podía imaginar el dolor que sintió al perder al amor de su vida ese día de una
manera brutal—. Nunca me permití ser cercano a alguien más después de que ella
murió. Me jodió y no sabía si algún día sanaría de nuevo.

—Lo siento tanto, Joey —Besé su mejilla, dándole tiempo para organizar sus
pensamientos y esconder una pequeña parte de sí mismo.

Sus ojos se elevaron para encontrarse con los míos.

—Me‖recuerdas‖mucho‖a‖Joni…‖tu‖amabilidad‖y‖tu‖naturaleza‖juguetona.‖Es‖
contagioso. Ustedes dos hubieran sido buenas amigas. Ella era mi luz y no podía
recordar la vida sin ella hasta el día en que murió. Pensé que mi corazón roto
podría matarme, Suzy. Estaba tan asustado de abrirme a alguien más de nuevo,
pero tú me hiciste querer intentarlo. No me dejes fuera. No te puedo prometer un
para siempre, todavía, pero quiero que seas mía, Suzy.

Me quedé sin aliento.

—¿Qué quieres decir?

—Mujer, juro que a veces tengo que deletreártelo. Para una chica lista, a
veces me sorprendes. —Se rió entre dientes—. Quiero que seas mi novia. Mía y
solo mía; planeé preguntarte esta noche antes de que me rechazaras.

¡Sí, sí, sí!

—¿Qué hay sobre ti? —pregunté. ¿Vería a otras chicas? Mi corazón no


podría soportarlo.

—Solo tú, Suzy. Quiero un compromiso total y es una calle de doble sentido.
Tu cuerpo es mío… nadie más. No he querido estar con una sola persona en
mucho tiempo.

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—De acuerdo —susurré, una sonrisa extendiéndose por mis labios. Mi
cuerpo vibró con excitación mientras sus palabras calaban. City quería que fuera su
novia. Guau.

—Entonces, ¿serias mi novia? —preguntó, necesitando una confirmación.

—Sí —dije, mientras me arrastraba en su regazo—. Nunca he querido nada


más —dije contra sus labios.

—Mía —gruñó mientras aplastaba su boca contra mis labios. El beso se


sintió diferente a los demás. Había un hambre detrás de eso, un reclamo.

City levantó mi cuerpo mientras se ponía de pie. Envolviendo mis brazos


alrededor de su cuello, le devolví el beso con más pasión que antes. Lo deseaba
más que nunca. Quería hacerle el amor y transmitirle toda la pasión que sentía por
él, quería sanarlo. Pudo haber estado roto, pero ayudaría a su corazón a sanar y le
mostraría todo el amor que tenía para ofrecer.

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14
Suturas
City
Traducido por Flochi

Compartir la pérdida que tuve de Joni fue más fácil de lo que pensé. Era
muy infrecuente que hablara de ella y solamente mi familia sabía de mi pasado.
Sentí que Suzy necesitaba saber para comprender. Se lo debía. Iba más allá de una
relación casual al conocer a sus amigos y verla más de una vez. Mierda, la vi más
veces que a cualquier mujer a la que permití en mi cama desde Joni.

Poniendo sus pies en el suelo de su dormitorio, se deslizó por mi cuerpo


antes de ponerse de pie, inclinándose contra mí. Sus suaves ojos me miraban
mientras las comisuras de su boca se alzaban en una sonrisa. Acunando mi rostro
en sus manos, se puso de puntillas y tocó mis labios con los suyos. Sabía dulce y mi
cuerpo ansiaba más. Nos besamos con los ojos abiertos y observé mientras sus
pupilas se dilataban y su parpadeo se hacía más lento. Sus manos comenzaron a
moverse y escuché la tela de su camiseta crujir cuando sus nudillos se rozaron con
mi abdomen. Sujeté sus manos, inmovilizándolas.

—Yo te desvisto —dije y sus manos quedaron flojas a sus costados.

Tragó saliva, sonriéndome antes de alzar los brazos. Alzando su camiseta,


expuse su suave vientre antes de que su sujetador de encaje blanco se volviera
visible, sus pezones duros pidiendo mi boca. Solté su camiseta al suelo detrás de
ella y pasé mis manos hacia abajo por sus brazos todavía alzados, sobre su
clavícula, sobre sus senos y me detuve en sus pezones. Toqué sus senos con mis
manos y sentí la pesadez en ellos. Su respiración cambió a medida que pasaba mis

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pulgares sobre sus pezones endurecidos y miraba fijamente en sus ojos. Su boca se
abrió y aspiró una bocanada fugaz mientras echaba la cabeza hacia atrás.

Quise tomarla con fuerza y rápido, pero luego de la charla que tuvimos,
sabía que tenía que mostrarle el lado más dulce del sexo. No podía ser rudo con
ella, no esta vez al menos. Tenía que mostrarle que me importaba y no pensaba en
ella como un juguete que follar.

Obligué a mis manos a abandonar sus senos y me moví sobre su suave


estómago, enganchando mis dedos en el interior de la tela abrazando sus caderas
en tanto jalaba de su falda por sus piernas, para revelar las bragas blancas a juego.
Besé el delicado material y me puse de rodillas. Ella se quedó allí y se balanceó,
pero no se movió.

—Pies, dulzura. —Toqué la parte superior de sus pies mientras esperaba a


que reaccionara. Pude escucharla reírse encima de mí cuando salió de la falda y el
sonido del mismo hizo que mi corazón se detuviera. Inocencia y dicha. Agarré sus
caderas y moví su cuerpo hasta que la parte trasera de sus rodillas golpearon el
suave colchón. Ella se sentó y me miró con los ojos bien abiertos.

—Acuéstate —gruñí a la vez que le sostenía las rodillas, separándolas—.


Quiero probar ese dulce coño que tienes. Voy a devorarte hasta que estés rogando
por mi polla, dulzura. —Le sonreí. Podría resistir una eternidad dándome un festín
de su cuerpo, venerando su centro con mi lengua.

Se apoyó sobre sus codos y me sonrió mientras me acomodaba entre sus


rodillas.

—Completamente abajo, dulzura. —Apreté sus rodillas en forma de


advertencia.

—Maldita sea, estás hermoso entre mis piernas. Solo quiero verte —dijo con
una sonrisa juguetona en su cara.

—Mantén tus ojos en mí. —Alcancé sus bragas de encaje y envolví mis
dedos dentro del material.

—Espera —dijo mientras comenzaba a apartar el material de su cuerpo.

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Lo retiré rápidamente y el material se desintegró en mis manos.

—Bueno, mierda, eran costosas. —Soltó el aliento.

—Te compraré unas nuevas, dulzura. No más charla, mi boca tiene otras
cosas más importantes que hacer. —Mis manos se deslizaron por sus piernas,
separándolas a la vez que llegaba a sus rodillas. Moví mi boca a la suave y sensible
piel de su pierna y lamí, haciendo que su cuerpo se estremeciera.

Podía oler su excitación y el dulce aroma de su coño hizo a mi polla doler.


Besé y lamí la V donde sus piernas se juntaban a su cuerpo, solo a centímetros de
su coño. Succionando la carne en mi boca, lamí sus jugos mientras giraba mi
lengua sobre la suave piel y escuché sus pequeños gemidos. Continuando con el
lento asalto a su cuerpo, agarré sus rodillas mientras pasaba mi lengua a través de
su coño, pero no me detuve a prestarle ninguna atención a su clítoris hinchado. Me
detuve en el mismo lugar en su pierna derecha, tirando de la piel en mi boca para
dejar una marca. No había dejado un chupetón desde la secundaria pero quería
dejar algo que le recordara quién posee su cuerpo.

—Me estás matando —dijo, con voz entrecortada. Sonreí contra su piel
mientras mordía la piel y su cuerpo se crispaba—. Jesús —gritó y la cama se
hundió cuando su espalda cayó contra el colchón.

Mi lengua alivió la piel roja donde mis dientes habían dejado una marca, sin
dejar duda de dónde había estado y a quién le pertenecía. No podía esperar más
tiempo para probarla y sentirla en mi lengua a la vez que me movía hacia su calor,
inhalando su aroma antes que mi boca descendiera sobre su cuerpo. Enterré mi
nariz en su cabello rubio y olí su dulzura. Mi lengua se apoyó contra su clítoris a la
vez que comenzaba a rodearlo con la lengua, pero le negué el contacto que
deseaba. Lamí sus labios en mi boca, como un hombre hambriento, saboreando la
dulzura en mi lengua. Sus dedos se enredaron en mi cabello y empujé mi rostro en
su centro.

Hundí mi lengua en su dulzura y tragué su excitación. No pensé que podía


cansarme de su sabor. Quería escucharla gritar y no podía esperar más tiempo.

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Lamí hacia arriba, capturando las últimas gotas de su coño mientras chupaba con
fuerza su clítoris.

—Mmmm —gimió, atrayendo con más fuerza mi rostro contra su cuerpo.


Retorciéndose bajo mi tacto, empujando dos dedos dentro de ella, su cuerpo quedó
inmóvil. Su coño se apretó contra mis dedos mientras los empujaba dentro. Su
cuerpo se arqueó y se aferró a las sábanas a la vez que gemía. Moviendo mi palma
contra su piel, puse mis dedos en su pezón. Pellizcándolo, mi agarre pulsó contra
su rígido pico y la inclinó sobre el borde. Ella alzó la cabeza, y su cuerpo se puso
rígido a la vez que su respiración se volvía errática y temblorosa.

Miré fijamente a su cara, observándola caer en el olvido, sobrepasada por el


orgasmo tomando su cuerpo. Bajó su cabeza en la almohada mientras sus ojos se
abrían, aspirando un aliento tembloroso. Escuchando sus respiraciones
entrecortadas, agarré el condón de mi bolsillo trasero antes de ponerme de pie y
quitarme la ropa.

La expresión en su rostro era la de un depredador mirando con fijeza a su


presa. Acaricié mi polla y miré su cuerpo, queriendo ser llenado. Su boca se abrió
mientras miraba fijamente a mi mano mientras lo acariciaba con un firme agarre,
tocando el piercing mientras tocaba la punta.

—¿Me quieres dentro, dulzura? —pregunté en un tono lento y profundo


mientras me paraba a los pies de la cama acariciándome.

—Bueno —dijo, acariciando su piel y lamiéndose los labios—. Quiero decir,


tus‖dedos‖son‖m{gicos‖y‖tu‖boca‖es‖divina…

Levanté mi mano libre.

—Shhh, dulzura. No más charla. El único sonido que quiero escuchar de ti


es gritando mi nombre cuando te vienes por mi polla.

—Oh —dijo, sus ojos pegados a mi eje como si nunca antes hubiera visto
uno. Era tan fácil conmocionarla. Rasgando el envoltorio del condón con mis
dientes, lo hice rodar por mi miembro dolorido. No podía esperar más tiempo para
estar dentro de su lujurioso coño y buscar mi liberación.

pág. 149
Me moví sobre su cuerpo y me acuné entre sus piernas.

—Por primera vez, voy a tomarte como mía. —Puse mi palma contra su
coño, ahuecándolo mientras este me aferraba por completo—. Nadie más te toca,
¿entendido, Suzette? —pregunté con los labios contra los de ella.

—Sí, Joseph. Soy tuya y únicamente tuya —dijo, mirándome a los ojos.

La besé y reclamé su cuerpo como mío, follándola con pasión antes de


derramar mi semilla dentro de ella. La tomé lento y suave, mostrándole a su
cuerpo la atención que merecía y adorándola de una manera que nunca había
experimentado antes de desplomarme en el colchón.

Me estiré en la cama y miré el techo mientras ella se preparaba para ir a la


cama. Salió del baño con una camiseta pero quería sentir su piel contra la mía
mientras dormíamos.

—Nada de ropa.

—¿Qué quieres decir? —preguntó cuando tocó el borde del colchón.

—Cuando duermas en la cama conmigo, no quiero que lleves ropa puesta.


Son una barrera con la que no quiero lidiar, te quiero todita cada vez que quiera,
incluso en medio de la noche. —Palmeé el colchón.

—¿Ropa interior? —Sonrió y se alzó la camiseta.

—Sin ropa interior tampoco. Desnúdate y trae tu culo a la cama. —No se


movió, pero me miró con una sonrisa tonta—. Hazlo —dije mirándola.

—Pero…

—No, sin peros, dulzura. He visto cada tramo de tu cuerpo, incluso ese
pequeño ano tuyo. Será mío también algún día.

Su sonrisa desapareció, pero sus ojos brillaron mientras salía de sus bragas y
arrojaba la camiseta al suelo. Se acurrucó contra mi cuerpo y apoyó su cabeza en
mi hombro.

—Mano, dulzura.

pág. 150
Ella puso su mano en mi pecho, sin olvidar donde la puse la primera noche
que pasamos juntos. Mi corazón latía debajo de su palma mientras apoyaba mi
mano encima de la suya. Puse mis labios contra su frente.

—Dulces sueños, hermosa.

—Buenas noches, Joey —dijo con un bostezo. Su respiración cambió


rápidamente cuando se quedó dormida.

Escuché sus diminutas respiraciones mientras dormía a mi lado, envuelta en


mis brazos y acurrucada contra mi cuerpo. Sostuve su mano contra mi pecho y
sentí sus dedos frotar mi piel. Sentí mis ojos ponerse pesados en tanto frotaba su
mano y enredaba mis dedos en su cabello.

Sentí a alguien mirándome cuando abrí los ojos en la oscuridad.

—¿Estás despierto? —susurró.

—Lo estoy ahora —dije, moviendo mis dedos en su cabello—. ¿Qué sucede,
dulzura?

—No‖ podía‖ dormir.‖ No‖ quería‖ despertarte,‖ pero…‖ —Sus palabras se


interrumpieron.

—¿Qué está molestando tu linda cabecita? —Moví mis dedos de su cabello y


froté la suave piel de sus brazos, golpeteando ida y vuelta rítmicamente.

—Solo tengo miedo —susurró.

—¿De mí? —Aparté mi cabeza para verla a la cara apenas iluminada por la
luz de la luna atravesando las persianas.

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—No realmente. —Frotó mi pecho—. He tenido novios, pero solo un par.
Nunca me he sentido por ellos de la manera que me siento contigo, Joey. Me
asusta.

—¿Cómo te sentiste con ellos? —pregunté, más curioso sobre cómo se sentía
sobre mí que los anteriores hombres en mi lugar.

—Fueron agradables, pero no sentía mariposas cada vez que los veía.
Pasaríamos días sin hablar y estaba bien con eso, pero contigo siempre estoy
comprobando mi teléfono por si hay un mensaje. Me siento necesitada contigo,
Joey, y no me agrada.

—Dulzura. —Alcancé su barbilla, atrayendo sus ojos ensombrecidos hacia


mi rostro—. No eres necesitada. Necesitada e insegura es si te aferras a mi culo
todo el día y quieres saber cada uno de mis movimientos. Necesitada es cuando
apareces en mi casa a altas horas de la noche y en la tienda durante el día. —Negué
con la cabeza y le sonreí—. No eres necesitada. Quítate eso de la cabeza.

—Si tú lo dices. Es solo un nuevo sentimiento para mí. Si me excedo o actúo


como una persona demente, por favor, dímelo. —La preocupación en sus ojos
comenzó a disiparse.

—Trato. —La besé en la frente permaneciendo sobre la suave piel con mis
labios.

—¿Cuál fue tu relación más larga? —pregunté. No había sido el pilar del
comportamiento de una relación normal desde que perdí a Joni, pero tenía la
corazonada que ella había sido tan desafortunada como yo lo había sido.

—Cuatro meses —susurró.

—¿Lo amabas?

—Creo que lo amé, pero una semana después de decirle esas palabras, me
abandonó. Es el único hombre al que se lo he dicho, rompió mi corazón. —Le froté
los brazos para calmarla mientras hablaba—. Nunca me permití acercarme así con
nadie luego de eso. Fue durante mi primer año de universidad y luego de esa

pág. 152
ruptura, pasé mi tiempo estudiando y evitando a cualquiera que sintiera que podía
llevar a una relación. —Ella bostezó y metió su cuerpo un poco más cerca del mío.

—Entiendo la angustia y querer proteger tu corazón del dolor. He vivido


con ello por más años de los que me gustaría admitir. —La atraje más, sin dejar
espacio entre nosotros—. Tomemos esto poco a poco. Es mejor para ambos.

—Lento —dijo, mientras alargaba la mano y frotaba mi rostro. Volví a llevar


su mano a mi pecho y la sostuve contra mi corazón.

Pude sentir a su respiración cambiando cuando la tomé. Cerré mis ojos,


contento y feliz por primera vez desde que Joni había dormido en mis brazos,
esperando a lo que el mañana traiga.

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15
Tatuajes y tormento
Suzy
Traducido por Guga

—¿Cómo te fue con el Sr. Perforaciones? —Sofía rió por lo bajo en el celular
mientras yo masticaba mi bagel.

—Me dio un pequeño regalo de despedida esta mañana antes de dirigirse a


su casa a cambiarse. —Le di un bocado, permitiendo al queso cremoso deslizarse a
lo largo de mi lengua.

—Ooo, alguien tuvo una pijamada. Me gustó él, Suz. Se ve rudo, pero puedo
ver un corazón tierno debajo. Me recuerda un poco a Kayden, pero espero que sin
la otra mierda.

Tragué lo que quedaba del bagel seco.

—Casi arruiné todo con él, Sophia. —Agarré el vaso de leche de la encimera,
tomando un sorbo, mientras esperaba a que ella me gritara.

—¿Estás jodidamente loca? ¿Por qué demonios harías eso? ¿Qué sucedió? —
chilló, su voz chillona causando que mi oído zumbara.

—Sólo no nos vi yendo a ningún lugar y no quise apegarme demasiado a él.


Lo ignoré ayer y terminé teniendo una cita con Derek en su lugar.

—¿Derek? ¿Qué demonios, Suzy? Sabes que ese tipo me da escalofríos.

Suspiré mientras me apoyaba contra la encimera, queriendo estrellar mi


cabeza en la fórmica gris por ser tan estúpida.

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—Lo sé, sólo quería olvidar a City, hubo un épico desastre que te contaré
algún día. De todas maneras, City vino a mi rescate y me llevó a casa.

—Bueno, gracias a Dios por los pequeños milagros.

—Me pidió que fuera su novia, Sophia. ¿Puedes creerlo?

—Lo hago. Eres una chica increíble, mamacita. Cualquier hombre sería
afortunado de tenerte como su mujer. City fue lo suficientemente listo para darse
cuenta de eso. Kayden fue igual conmigo, pero su duro exterior se derritió. A veces
sólo tienes que dejarte llevar para conseguir las cosas buenas. Nada en la vida es
libre de riesgo, Suzy.

—Lo sé, Sophia. Todo mi cuerpo vibra cuando estoy alrededor de él y mi


estómago se llena de mariposas. Nunca me sentí de esa manera con nadie y me
asusta como la mierda. Traté de rechazarlo, pero no me lo permitió.

—Debes tener una linda mierda.

Me ahogué con la leche y esta comenzó a salir por mi nariz mientras


limpiaba mi rostro.

—¿De qué demonios estás hablando, mujer?

—Bueno, trataste de deshacerte de él y sé que usualmente te apegas a tu


plan, así que sé que no te rendiste primero y él vino a ti. La mayoría de los chicos
sólo dirían a la mierda con eso y se alejarían sin mirar atrás, pero debes tener algo
especial que lo hace volver por más. Huh, ¿quién sabe? —Se rio.

—Cállate, perra. Tuvimos una larga charla acerca de relaciones y amor


cuando me trajo a casa. Él ha sido herido antes y no ha tenido una novia real en
años.

—Todos hemos sido heridos antes. Es parte del amor. Si nunca te hirieron,
entonces nunca has estado verdaderamente enamorada antes, Suzy. ¿Qué sucedió
con él?

—Su prometida murió —dije, poniendo mi taza en el lavavajillas. Me incliné


contra la encimera y apoyé mi teléfono contra mi hombro.

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—Vaya, eso es horrible. No podría imaginarme perdiendo a Kayden. Sería
un total y completo desastre. No sé si amaría a alguien de la manera que lo amo.
No podría permitirme amar a nadie de esa manera de nuevo si él fuera arrancado
de mi vida.

—Sí, sólo me pregunto si él será capaz de hacer lugar en su corazón para mí.
Siempre estaré compitiendo con ella por su amor, me temo.

—No es una competición, cariño. Hay lugar para ambas. Él está


arriesgándose contigo, sólo dale tiempo para lidiar con sus sentimientos. No te
apresures con la palabra “A”.

—Tú lo hiciste con Kayden —dije, sonriendo aún cuando ella no podía
verme.

—Lo sé. —Suspiró—. No podía imaginar a nadie más en mi vida. Kayden


fue todo para mí, cariño. Él me arruinó y nunca podría estar sin él. Lo supe
después de nuestro primer fin de semana juntos. Se sintió como si todos los
planetas se alinearon. Estaba finalmente con el hombre que estuve destinada toda
mi vida.

—Sólo voy a disfrutar de su glorioso cuerpo lleno de agujeros extras y


preciosos dibujos. Jesús, chica, deberías ver su fino trasero desnudo.

—¿Dijiste trasero? —preguntó sonando conmocionada.

—Soy una adulta, Sophia. Lo juro.

—Creo que el pene de City revolvió tu cerebro y alteró tu patrón de


pensamiento. Mi Suzy bella nunca usa obscenidades —vociferó.

—Chúpala.

—¿Qué estoy chupando? —pregunta terminando por mí al decirlo.

—El pitilín de Kayden. —Comencé a reír por cuán inmaduro sonó eso.

—Escucha, perra, no importa lo que hagas, nunca digas “quiero chupar tu


pitilín” a City. Su erección desaparecería, a la vez que caería al piso con un ataque

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de risa. No es sexy, para nada. ¿Gracioso como la mierda? Sí, pero no vengas aquí
y jodidamente me hables. ¿Lo captaste?

—Lo sé. Sólo quería ver lo que dirías.

—Tonta. Oh, y no lo llames pene. Usa las palabras más crudas y más sucias
que puedas pensar cuando hables con él. Los hombres lo aman sucio y rudo. Si
puedes encontrarlo en el libro de texto de salud del profesor, evítalo como la plaga.

—Entendido. Muy bien, voy a ir a prepararme.

—¿Dónde vas tan temprano? Tu trasero usualmente no está fuera de la


cama antes del mediodía y son sólo las once.

—Tengo compras de comestibles que hacer hoy y tengo ganas de echar un


vistazo a un par de tiendas. Planeo mirar todas las cosas que nunca seré capaz de
comprar. Una chica puede soñar, ¿correcto?

—Compra de comestibles hoy y dar un vistazo a vidrieras mañana. Estoy


tan feliz que tengamos un fin de semana largo y quiero ir de compras y tener una
salida de chicas. Necesitamos practicar tu charla sucia.

—¿No quieres quedarte en casa con él y Jett? —pregunté, entrando a mi


habitación buscado en mi closet algo que ponerme.

—Nah, déjalos tener un momento de vínculo afectivo masculino. ¿A qué


hora quieres buscarme mañana? —preguntó ella.

—Al mediodía, ¿bien?

—Estaré esperando por ti, mi preciosa. —Se carcajeó mientras colgaba el


teléfono y sacudí mi cabeza. Sophia iba a hacer de este un largo día.

pág. 157
—Vamos, grandísima cobarde, entremos —dijo Sophia, tirando de mi brazo
mientras nos sentábamos en el estacionamiento de Inked. Una vez que Sophia
tenía algo en mente, era como una mujer italiana que yo conocía: totalmente
inflexible.

—Sophia, por favor. No es lindo sorprenderlo en el trabajo. ¿Qué sucede con


la cosa de “no aferrarse”? —Sacudí mi cabeza y puse todo mi peso sobre el asiento.

—Eso no es aferrarse. Quiero un maldito tatuaje. Quiero sorprender a


Kayden y nunca tengo la oportunidad. O tengo al bebé o a él conmigo. Prefiero que
él lo haga antes que un extraño. Por favor, sal del auto antes que te saque del
cabello. —Sus manos estaban en sus caderas y estaba dándome la mirada de
profesora prepotente que siempre me partía de risa. Sophia era tan blandengue
como yo, pero su mirada era más canalla y usualmente hacía que la gente hiciera lo
que le decían.

—Bien, pero cuando todo esto implosione, voy a culpar a tu trasero


mandón. —Cerré las puertas y golpeé mi control remoto dos veces, asegurándome
que nadie pudiera robar mi colección de casetes vintage de hip hop.

Sophia silbó cuando nos aproximábamos a la puerta.

—Este es un lindo local, no como la mayoría de los lugares de tatuajes de


mierda por aquí. —Agarró la manija de la puerta y mis palmas comenzaron a
sudar mientras mi corazón golpeteaba en mi pecho, causando que mi respiración
se disparara.

—¿Puedo ayudarlas, damas? —preguntó un hombre. Se veía como una


versión más joven de City. Sus músculos sobresalían por debajo de su camiseta,
sus brazos cubiertos con tatuajes se flexionaron mientras se levantaba de la silla.

—Me gustaría conseguir un tatuaje hoy. ¿Hay alguna posibilidad de eso? —


preguntó Sophia.

Mirando alrededor del local mientras Sophia hablaba con uno de los chicos
Gallo, contemplé todos los vibrantes colores sobre las paredes, rojos y naranjas con
amarillo en los techos. Ningún espacio en blanco invadía este reino de su vida.

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Me aproximé al hermoso arte en las paredes para dar una mirada más de
cerca. Las piezas sobre las paredes eran partes de cuerpos que habían sido
decorados con algo del trabajo más increíble que alguna vez haya visto. Volteé mi
cabeza y mi estómago se vino a pique. City estaba sentado al lado de una hermosa
morocha con su mano sobre su seno y su rostro a sólo pulgadas. Estaban riendo y
charlando, pero él no me veía. Se veían cómodos juntos, como si hubiera algo ente
ellos, o tal vez lo había habido en algún punto. Mi corazón golpeó contra mi pecho
y me sentí sonrojar mirándolos.

Retrocedí junto al escritorio y agarré el brazo de Sophia.

—¿Podemos irnos, por favor? —le pedí por lo bajo.

Ella se volteó y me dio una mirada de confusión.

—¿Qué está mal?

—Él está tocando el seno de una chica y simplemente no puedo mirar eso.
Duele verlo.

Ella tocó mi hombro.

—Nena, es un “seno”. Él es un artista y a algunas chicas les gustan los


tatuajes sobre sus senos. Es como un ginecólogo viendo un coño; es sólo otra parte
del cuerpo. No te quedes atrapada en lo que crees que ves. —Ella sonrió.

—Eres vulgar. Era más como se miraban el uno al otro. —Me encogí de
hombros.

—¿Él la estaba mirando a ella o qué estaba haciendo? —Me observó.

—Él estaba mirando a su seno, por Dios santo.

—Estaba mirando a sus líneas. Calma la mierda antes que tengas un ataque
al corazón. Déjame ver. —Me empujó hacia atrás y espió a través de la entrada
hacia el área de tatuaje—. Mira —dijo, tirando de mi brazo y empujando mi cuerpo
para que viera lo que ella veía—. Él está concentrado en su arte. —Sujetó mi cuerpo
así no podía moverme y me forzó a mirar a City tocando a alguien más.

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—Llámame mojigata, pero no quiero ver esto. —Me aparté de su agarre—.
Iré a esperar en el auto, consigue tu tatuaje o lo que fuera. No puedo estar aquí,
Sophia.

—Dios, eres tan dramática. Supera tu mierda. Él no está follando a la perra


en la silla, está creando una obra maestra. —Ella se veía furiosa conmigo—. Ponte
cómoda, ve a esperar en el auto y yo estaré allí en breve.

Empujé la puerta para abrirla mientras oía a Sophia decir:

—Hola, City.

Diablos. Quería que se fuera conmigo. Sabía que ella estaba yendo a escupir
sus tripas, o debería decir las mías, y decirle a él todo lo que sucedía. Me senté en
el auto y esperé por cerca de una hora. Incliné el asiento hacia atrás y cerré mis ojos
disfrutando de la calidez del sol. Abrí la ventanilla una pulgada así podía sentir la
fría ráfaga de viento sobre mi rostro de vez en cuando.

—¿Qué estás haciendo, dulzura? —Salté, su voz despertándome de mi


sueño de pesadilla. Su rostro estaba enterrado entre las piernas de alguien más,
besándolas con su boca como él me lo había hecho a mí la noche anterior.

—Me asustaste como la mierda, Jesús. —Coloqué mi mano sobre mis ojos
para bloquear el sol mientras miraba fuera de la ventanilla para ver su hermoso
cuerpo.

—¿Por qué no estás dentro con Sophia? ¿Qué demonios estás haciendo aquí
fuera sola? ¿No querías verme? —Se veía herido, pero no podía hacer contacto
visual con él con los senos de la mujer fuera de mi mente.

—Pensé que era mejor si esperaba aquí afuera.

—¿Vas a abrir tu puerta así podemos hablar cara a cara? ¿O voy a hablar a
través del vidrio como las visitas en prisión?

—Te veías como si tuvieras las manos llenas —dije y miré por el parabrisas
delantero evitando su mirada—. Estoy segura que tienes más senos que acariciar.
—¿Qué demonios estaba mal conmigo? La punzada de celos me golpeó duro y se

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sintió extraño. Nunca había sido una persona celosa. Nadie había provocado esta
clase de emoción antes que él.

—Abre la maldita puerta, Suzy. —Él tiró del picaporte, agachándose para
espiar a través de la ventanilla—. Así que eso es. ¿Estás celosa? —Rió.

Quería golpear la sonrisa come mierda fuera de su rostro. Se veía tan


arrogante.

—No estoy celosa. —¿Cuándo había retrocedido a actuar como una infantil
demente? Cálmate. Sabía que sólo era parte de su trabajo, pero era extraño para mí
y no podía discernir entre imagen y realidad.

—Dulzura, no estaba mirando su seno. Estaba haciendo mi trabajo, por el


amor de Dios. Es un trozo de tela para mí. No estés celosa, aunque en cierto modo
me gusta esa emoción en ti. Me demuestra que te importa.

—Necesito tiempo para procesar todo esto. ¿Comenzaste el tatuaje de


Sophia? —pregunté, preguntándome cuánto tiempo tendría que sentarme aquí.

—Ella necesitaba un descanso. No regresaré dentro y terminaré hasta que


saques ese lindo trasero del auto y hablemos de esto.

Él hombre sabía como tomarme de rehén. Cerré mis ojos y tomé un


profundo suspiro antes de destrabar la puerta.

City tiró de la manija, abriendo la puerta antes de agacharse a mi lado.

—Dulzura, mírame. —La sonrisa en su rostro me hizo querer golpearlo—.


Sólo tú. Ella es una mujer casada con niños y la he conocido por años. No estaba
mirando fijo a sus pezones. Observaba mis líneas. Si cometo un error, no puede ser
arreglado. Fuera del auto, Suzy. —Él se apartó y espero a que saliera.

Cerrando la puerta detrás de mí, me incliné contra esta antes que él colocara
sus brazos a ambos lados de mi cuerpo, clavándome contra el auto. Frotando su
bulto contra mi estómago, dijo:

—Eres la única que me hace esto.

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Quería marcar terreno y alejar a cualquier mujer que pensara que él podía
ser suyo. Su mano rodeó mi cuello, apretándome rudamente mientras estrellaba
sus labios contra los míos. Mis labios se abrieron, concediéndole acceso mientras él
empujaba su rígido eje contra mí.

Rompió el beso y buscó mis ojos.

—¿Estamos bien?

—Sólo no me gustó verlo, City, especialmente tan pronto luego de verte con
Kaylee. Tomará un poco de acostumbramiento de mi parte. —No podía perderme
en sus cristalinos ojos azules—. Lo siento, fui muy infantil —dije, mientras
apoyaba mi frente contra su mejilla.

—Infantil y celosa —aseguró—. Seré paciente contigo, pero voy a hacerte


pagar más tarde por tu pequeña rabieta. —Se rió.

—¿Qué tienes en mente? —pregunté con una ceja ladeada y una sonrisa.

—Es un principio de “necesitar saber”, dulzura, tú no necesitas saber…


todavía. —Él lamió mi labio inferior y agarró mi mano, tirando de mí hacia la
puerta del local.

—Eso no es justo, City.

—A veces la vida no es justa, dulzura. Puedo garantizarte que estarás


gritando con ello y no será de dolor, a menos que estés en ese tipo de cosas. —
Meneó sus cejas y rió a carcajadas.

Oh, diablos. Sabía que era un problema cuando lo vi y estaba parado justo
frente a mí. City sería la muerte para mí, pero demonios, al menos podría decir que
fue divertido mientras duró. Hice lo que nunca, jamás hice, tomé la iniciativa y me
zambullí sin tapar mi nariz.

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16
Fantasías
City
Traducido por Guga

Tenía planes para mi queridita. Necesitaba pagar por su berrinche, pero


quería darle suficiente tiempo para pensar acerca de sus acciones y preocuparse
por lo que le esperaba.

Suzy miraba fijo al suelo mientras atravesábamos la puerta de Inked. Mikey


estaba sentado en su escritorio y estaba absorto en su trabajo hasta que aclaré mi
garganta. Levantó la vista, una sonrisa irrumpió por su rostro.

—Suzy, este es mi hermano Mikey.

—Michael —interrumpió él, extendiendo su mano.

Suzy le sonrió y colocó su mano en la de él.

—Encantada de conocerte, Michael.

—El placer es todo mío. —Él llevó su mano a sus labios y la besó.

—Oye, idiota, deja esa mierda. Suzy es mía. —Golpeé su hombro y lo


fulminé con la mirada.

—Sólo estoy dándole una apropiada bienvenida, hermano, relájate —dijo


Mikey, mirándome con sonrisa lisonjera. Idiota.

—¿Quieres ir atrás o permanecer aquí fuera con Mikey? —Enfaticé “Mikey”


sólo para meterme bajo su piel. Él siempre ha sido Mikey, pero no le gustaba el
apodo cuando las mujeres estaban cerca.

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—Te haré compañía —se entrometió y volteé hacia él dándole una mirada
asesina.

—Um, no lo sé. Realmente no me gusta la sangre. ¿Es muy sangriento? —


preguntó ella.

—No mucho, dulzura. Los tatuajes son hechos con agujas así que hay algo.

Tiré de ella más cerca y enterré mi rostro en su cabello, inhalando su dulce


aroma floral.

—Creo que mejor espero aquí afuera —dijo ella en mi pecho

—Le haré compañía, no te preocupes, Joey. —El imbécil me hizo un guiño y


quise golpearlo en su rostro. Sabía que sólo estaba molestándome porque una cosa
que mi hermano seguro como el demonio no era, era un ladrón de mujer. Él no
intentaría follar a Suzy o quitármela, pero aún irritaba mis nervios.

Nunca me había sentido tan territorial con alguien y especialmente no tan


rápidamente como lo hice con Suzy. Tal vez se debía por sus similitudes con Joni o
su corazón amable, pero no quería que nada malo le sucediera y seguro como el
demonio no quería perder la oportunidad de conocer todo acerca de ella.

—Acabaré pronto con Sophia. Sólo debo finalizar el color. —La besé,
asegurándome de dejarla sin aliento y su mente sólo se llenara con pensamientos
míos antes de dejarla en las capaces manos de mi idiota hermano menor—. No
dejes que Mikey te moleste. No es tan inocente como parece.

—Me doy cuenta de eso. No soy completamente ingenua. —Me reí a


carcajadas porque ella era así de ingenua. Mikey tenía la mirada de una persona de
buen corazón con su encantador look de niño bueno, pero lo había visto matar a
golpes a hombres del doble de su tamaño.

—De acuerdo, dulzura. Sólo no creas ni una maldita cosa que salga de su
boca, ¿me entiendes? —Le sonreí y todo lo que quería hacer era llevarla a casa y
follarla hasta dejarla loca, pero debía terminar el tatuaje de Sophia y dejar que esos
dos charlaran.

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—Entendido, grandulón. Ve a terminar ese tatuaje así yo puedo llevarla a
casa con Kayden antes que él comience a hacer sonar su teléfono. Estaré bien.

—Todavía tengo planes para ti, dulzura. No he olvidado. Te alcanzo en


unos minutos. —Abofeteé su trasero lo suficientemente duro para que picara. Ella
gritó y saltó por el cachetazo.

—Rayos, City —dijo ella mientras frotaba su trasero y reía mientras me


alejaba hacia la parte de atrás del local.

Sophia estaba tecleando en su teléfono y levantó la vista cuando me


aproximé.

—¿Sacaste a la cobarde del auto? —preguntó mientras yo me colocaba los


guantes.

—Sí, tuvimos una pequeña charla. —Reí. Me senté, agarré mi máquina y


sumergí la aguja en la tinta amarilla.

—Tienes que entenderla, City. Ella no es como la mayoría de las chicas. Está
en una clase única —dijo Sophia mientras levantaba la vista de su teléfono.

—¿Qué quieres decir, cariño? —pregunté, frotando el bálsamo sobre el


diseño antes de colocar la aguja contra su piel.

—Realmente no ha tenido un novio o estado enamorada. Mierda, yo nunca


había estado verdaderamente enamorada de alguien hasta que conocí a Kayden.
Ella no está acostumbrada a nada de esto. Dios, estoy arruinando totalmente esto,
pero me estás matando con esa aguja, City. —Rió nerviosamente.

—Sólo un poquito más. Cuéntame más de ella, Sophia. Ustedes estuvieron


juntas como veinticuatro horas al día por un tiempo. ¿Qué no sé de ella? ¿Qué no
me dirá de sí misma? —Bajé la vista y sombreé en el hermoso hibisco sobre su
cadera con tonos rosa y amarillo.

—Bueno, ¿por dónde debería comenzar? Estoy segura que te has dado
cuenta que ella no maldice, pero confía en mí, esa chica tiene una mente asquerosa.

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—Apoyó su cabeza en la silla y su cuerpo se puso menos tenso. Hablar parecía
ayudar a la gente a quitar su mente de la aguja raspando contra su piel.

—¿De verdad? Eso lo tengo que escuchar.

—No quiero revelar todos sus secretos, pero necesita un tipo como tú.

—¿Qué significa eso? ─ Tenía una idea, pero quería oír a su mejor amiga
decirlo.

—Suzy es una loca del control. Necesita alguien que no renuncie a ella, pero,
y esto es un gran pero, también necesita a alguien que se interese por lo que ella
quiere. Ha estado con hombres que realmente no hacen honor a sus promesas en la
cama o la hacen sentir como una loca.

Ahora me intrigaba.

—¿Qué la haría sentir como una loca?

—Tiene esta fantasía acerca de ser raptada y vendida como esclava. —Ella
susurró las últimas palabras y levanté la vista hacia ella.

Casi jodidamente me ahogo cuando ella dijo raptar y esclava.

—¿Suzy?

—No estés sorprendido, Joey. Ella sólo quiere ser poseída, si entiendes lo
que quiero decir. Puede ser una loca del control, pero en la cama quiere ser usada y
controlada. ¿Piensas que estás a la altura del desafío? —Ella movió sus cejas arriba
y abajo con la más grande sonrisa pegada sobre su rostro.

—Creo que soy justo lo que el doctor ordenó. Dime más, esta mierda es
buena.

—Ella tiene fantasías, pero probablemente nunca las compartirá contigo.

—¿Por qué no?

—Nadie le ha preguntado alguna vez, así que no esperes que sólo arroje esa
mierda. Tienes que sacársela.

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—Entiendo.

—Sólo no rompas su corazón, City, o aplastaré tus pelotas. ¿Me entiendes?

—Alto y claro y también creo que lo harías, Sophia. —Sophia no parecía del
tipo de no ser consecuente con sus palabras. Me recordaba a esas profesoras
estrictas que no quieres molestar en clase y conseguir esa mirada de profesora
enojada, pero sabía que era dulce también, porque Suzy no sería amiga de alguien
que no lo fuera.

—Oh, no tengo problema de infligir daño corporal cuando es necesario.

—Kayden debe ser tremendo hombre para manejarte, Sophia.

—Él es complicado.

—Suzy mencionó algo junto con esas palabras acerca de Kayden. —Hundí
la pistola en lo negro para terminar el sombreado mientras atacaba el tramo de
inicio en el hermoso diseño sobre su pierna.

—Normalmente no soportaría tanta mierda como lo hice con él, pero


cuando amas a alguien y sabes que estás destinada a estar con ellos, te la aguantas.
No podía abandonarlo en su momento de necesidad. Algún día te contaré toda la
historia porque es un jodido largo cuento.

—Casi terminado, sólo unas pocas líneas más. ¿Valió la pena? —Sé la
respuesta, pero quiero oírla decir que valió la pena la lucha que siento ella tuvo
que soportar para encontrar el amor de su vida.

—No habría cambiado un momento de nuestro jodido recorrido. Estábamos


destinados a estar juntos. No lamento ni un segundo de mi tiempo con él.

Me gustaba oír de Kayden y Sophia. Todos mis amigos y hermanos eran


solteros y habían sudado la gota gorda. Yo quería oír que era posible encontrar el
amor en el jodido mundo hastiado de hoy.

Puse la máquina sobre la mesa y comencé a pasar un paño sobre el tatuaje


para limpiar su piel así ella podía darle una buena mirada a este.

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—Aquí tienes, cariño. Incorpórate y mira al espejo. —Me incliné hacia atrás
en mi silla y estiré mi espalda.

Sophia saltó y se acercó al espejo, sosteniendo abajo el costado de su


pantalón. Era hermoso y permanente.

—¿Qué piensas?

—Oh, Dios mío, City. Es increíble. Lo amo. —Volteó a un lado y se paró más
cerca del espejo—. El color es increíble.

Me tomé mi tiempo trabajando en el arte que decoraría su carne por una


eternidad.

—¿Le gustará a Kayden? —pregunté. Estoy seguro que le encantará, que


hombre no amaría a su mujer por tener su nombre sobre su piel. Ella estaba
marcada y suya por siempre.

—Él va a enloquecer. El tipo tiene una cosa por los tatuajes y tiene mi
nombre sobre él. No puedo esperar a mostrarle. —Ella sólo se paró allí y miró fijo
al espejo con una gigante sonrisa por su cara.

—¿Lo tiene?

—Sí, grande en su pierna. No hay manera de cubrir esa mierda tampoco. Él


es mío por siempre y yo suya —dijo mientras caminaba de regreso a la silla.

—Nunca aconsejé a nadie tatuarse el nombre de un novio o novia sobre su


cuerpo. Es un llamado al desastre. Eres valiente.

—¿Valiente? Nunca dejaré a ese hombre, City. Nadie nunca me amará como
él lo hace.

—He visto la química que ustedes dos tienen. Hice mi parte en advertirte,
pero no puedo negarte el diseño que quieres. —Froté el bálsamo sobre su piel y lo
cubrí para mantenerlo limpio—. ¿Sabes cómo esto funciona y el cuidado posterior?

—Sí, es mi quinto tatuaje. Entiendo esta mierda.

—Bueno entonces, querida, estás lista.

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—Tengo que usar el baño de damas. ¿Dónde está? —preguntó ella.

—Por el pasillo a la derecha. Voy a chequear a Suzy. —Quería verla y


asegurarme que Mikey mantenía sus manos fuera de ella.

Quité mis guantes con un chasquido y los arrojé sobre la mesa. Hice sonar
mi cuello y rodeé la esquina para ver a Mikey y Suzy sentados en la silla charlando
y sentados un poco demasiado cerca con lo que normalmente estaría cómodo, pero
ese era Mikey.

Ellos comenzaron a reír.

—Oh, para, Michael, estás matándome. —Ella cubrió su boca y palmeó su


rodilla.

—No te miento —dijo Mikey y levantó la vista hacia mí y aclaró su


garganta—. Oh, hermano mayor. ¿Cómo van las cosas?

—¿De qué demonios están hablando? —Sabía que Mikey quería encontrar
cualquier manera de avergonzarme; mi familia era fantástica para esa mierda.

—Nada de nada.

El rostro de Suzy se volvió rojo y apenas pudo mirarme a los ojos sin
romper en un ataque de risa.

—No te preocupes, sólo estamos compartiendo recuerdos familiares.

Chupapollas. Algún día le haré pagar por toda esta mierda. Normalmente
no me importa una mierda, pero no quería que Suzy pensara de mí en la forma que
Mikey probablemente me había descrito. Gracias a los jodidos dioses que el resto
del grupo no estaba aquí hoy. Izzy estaría encima de Suzy interrogándola y
llenándole la cabeza con historias que deberían quedar en el pasado.

—Eso es lo que temo.

—No te preocupes. Michael sólo estaba recordando —dijo ella entre sus
dedos tratando de esconder su risa.

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Quise asfixiar al hijo de puta. Sabía que él tenía la habilidad de inventar
pavadas sólo para su diversión y mi vergüenza. Froté la parte trasera de mi cuello
tratando de controlarme y no golpearlo en la cara.

—¿Dónde está Sophia? —preguntó Suzy, levantándose de su asiento.

—Está usando el baño de damas. Ve atrás y observa el trabajo que hice en


ella. —La besé, palmeando su trasero mientras se alejaba.

—¿Qué demonios le dijiste?

Mikey comenzó a reír mientras se paraba.

—Oh, nada.

—Patrañas. ¿Con qué mentiras llenaste su cabeza, idiota?

—Le dije que dormiste con un osito de peluche y chupabas tu pulgar hasta
que tuviste diez. —Él se dobló de la risa y yo vi rojo.

—Eres un cabeza de chorlito, Mikey. ¿Por qué siempre me haces esta


mierda? —Cerré mis ojos y calmé mi respiración.

—Nunca te pusiste histérico antes. Realmente debe gustarte esta. —Dejó


caer su trasero en la silla y se movió hasta el escritorio.

—Vete a la mierda.

—Oh, cascarrabias. Definitivamente una erección por esa bomba sexual.


Oye, le dijiste a mi última novia que me meé en la cama hasta la secundaria. Todo
es válido en el amor y la guerra, rata bastarda.

Rompí a reír. Esa fue la última vez que una mujer estuvo con la familia. Ella
rompió con Mikey poco después de nuestra cena de domingo.

—A ti ni siquiera te gustaba ella. Sólo estabas follándola. —Oí la puerta


crujir y Suzy y Sophia emergieron con sonrisas sobre sus rostros. Supongo que
tienes razón, lo merezco, pero por amor de Dios, realmente me gusta esa chica. No
me la jodas. ¿Me entiendes? —dije, inclinándome sobe el escritorio así sólo él podía
oír.

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—Entendido. No te pongas nervioso, hombre. —Mikey se puso de pie
rápidamente y sonrió mientras las damas se acercaban al escritorio—. ¿Todo
damas, damas?

La sonrisa de Sophia no podía ser más grande.

—Fabuloso. Hiciste un trabajo increíble, City. Jodidamente lo amo y Kayden


va a estar sorprendido como el demonio.

—¿Kayden? —dijo Mikey, su voz llena de curiosidad.

—Sí, Kayden, mi novio y padre de mi bebé.

—Mierda, todas las buenas están tomadas —murmuró Mikey mientras se


alejaba.

—Me alegra que estés feliz. Hazme saber lo que piensa Kayden de esto.

Sophia envolvió sus brazos alrededor de mí y dijo:

—Gracias.

—Cuando quieras, nena. Soy tu hombre si alguna vez necesitas más trabajo.
Dale a eso algo de tiempo para sanar. Te va a arder por un par de semanas. La
cadera es delicada. Cuida el tipo de ropa que usas, también.

Suzy se paró a un costado y nos sonrió a ambos. No podía esperar a tenerla


sola en casa más tarde, pero todavía tenía trabajo que hacer.

—Vamos, dulzura. —Estiré mi mano hacia ella y colocó sus pequeños dedos
en mi palma.

La envolví en mis brazos y tiré su cuerpo contra el mío.

—No he olvidado que te debo por tu pequeño despliegue de hoy. —Sus ojos
se abrieron mientras me miraba fijo—. Nunca rompo una promesa tampoco,
dulzura. —La besé y froté mi polla contra su estómago. No podía esperar a
enterrarme en su bonito pequeño coño—. Llegaré a eso de las ocho. Prepárate. —
Sonreí y dije adiós mientras las dos chicas salían del local en un ataque de risitas.

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17
Anhelos y deseos
Suzy
Traducido por Mags

Me desplomé en la cama exhausta, sudorosa y sin poder respirar. City se


extendía a mi lado, las manos detrás de su cabeza y con una sonrisa petulante
extendiéndose por sus labios.

—¿Qué es esa mirada? —pregunté.

—Jodí tu mundo.

—¿Engreído? —Lo había hecho. Nunca me había venido tan duro o tanto
como lo había hecho con él. Sabía todas las cosas correctas para hacer y todos los
lugares perfectos para tocar—. Si ese fue tu castigo, no funcionó.

—Oh, no sé nada de eso. Te escuché gritar un par de veces cuando te golpeé


el culo. —Se rió.

Miré al techo y pensé en sus palabras, recordando la punzante sensación de


su mano aterrizando en mi culo. Me prendió fuego la piel e hizo que todo fuera
más intenso.

—Más por sorpresa que por dolor. Me sorprendiste mucho.

City se volteó, apoyando la cabeza en su mano y me miró. Pasó sus dedos


por mi estómago y se me puso la piel de gallina.

—Espero que no sea la última sorpresa que te haya dado. —Cerré los ojos y
quise quedarme en este momento para siempre—. ¿Qué estás pensando, dulzura?

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Abrí los ojos y miré sus hermosos ojos azules.

—Tú, Joe. Eres tan…‖tan…‖No sé cómo describirte. —Suspiré.

—¿Diferente de alguien con quien has estado alguna vez? —Él arqueó su
ceja.

―Sí‖y‖no‖ sé‖si‖eso‖ sea algo bueno tampoco. —No quería decir que también
me hizo media neurótica. Los celos que sentí en la tienda de tatuajes eran algo
extraño para mí y no me gustó, ni un poco. Apenas lo conocía y me desanimó el
pensar en él con alguien más. Estaba empezando a cuestionar mi cordura.

—Oh… es bueno. La forma en que gritabas mi nombre no podía ser otra


cosa que buena, dulzura.

Mi rostro se sonrojó y la calidez se arrastró por mi piel. Nunca había sido


una gritona ni había hecho mucho ruido, pero por otra parte, nunca antes había
tenido una razón para hacerlo.

—No te avergüences. —Me jaló contra su cuerpo y me besó en la sien


mientras tomaba mi pelo en su puño.

No pude escapar de él; su olor, su piel y su calidez. Todo en él me hacía


querer más y no podía bloquearlo ni apagar el deseo.

—¿Quieres que me vaya? —me susurró al oído.

—¡No! —Abrí mis ojos rápidamente, volteándome hacia él. Mis labios
rozaron los suyos y no cerré los ojos y tampoco él…‖nos miramos a los ojos por un
momento mientras me fundía con su cuerpo.

—Deja de pensar en mierdas, Suzette. ¿Quieres estar conmigo?

—Me estás asustando, sinceramente.

—¿Por qué? —Apartó el cabello de mi cara y mi piel hormigueó por el toque


inocente.

—Como dijiste, eres diferente a cualquiera que haya conocido alguna vez.
Eres como un maldito y gigantesco misterio para mí.

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—Soy un libro abierto. No oculto mis sentimientos y no me meto la pata.
Hago lo que tengo que hacer y digo lo que tengo en mente.

―Supongo‖que‖simplemente‖no‖estoy‖acostumbrada a que alguien sea tan…‖


tan…‖

—¿Engreído, sexy, varonil? —Se rió entre dientes y comenzó a hacerme


cosquillas en mi costado, causándome carcajadas.

—¡Detente! —No podía recuperar el aliento.

—Piensas demasiado en lugar de decir lo que tienes en mente.

—Está bien, está bien. —Solté una risita mientras las lágrimas corrían por mi
rostro. Sus manos se quedaron quietas a mi lado y su lengua salió disparada y
lamió la lágrima de mi mejilla.

—Como eso. Nadie ha hecho eso nunca.

—Dulzura, tal vez deba preguntar qué te han hecho. Siento que esa lista es
más corta que lo que hicieron. ¿Te has venido antes teniendo sexo?

No quería responder esa pregunta.

—Um.

—¿Sí o no? —Sentí que sus ojos azules miraban mi alma e intentaban
desentrañar todos mis secretos.

—En realidad, no. —Le di una sonrisa tímida sin realmente querer revelar
que nadie me había tocado como él lo hizo. City era lo suficientemente arrogante,
sin que supiera que era mi dios sexual personal.

—Hmm. ¿Te viniste conmigo o estabas fingiendo esa mierda?

Oh, aquí vamos.

—Me vine y estoy segura que no estaba fingiendo, nunca lo fingí.

—Además de mí, ¿alguna vez? ¿Sin tener que hacerlo tú misma?

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—No, a nadie le ha importado realmente si lo hacía.

—Malditos pendejos. —Sacudió su cabeza—. ¿Por qué las mujeres salen con
pendejos así? Sé que nadie ha golpeado tu trasero. ¿Qué es lo que quieres hacer y
que nadie te haya hecho nunca?

Oh, Dios mío. No podría estar más avergonzada de lo que me sentía en este
momento.

—No lo sé.

—Eso son patrañas, dulzura. Todos tienen fantasías. —Me acarició el cabello
con los labios y no me sentía tan bajo el microscopio, pero no quería que se riera de
mí.

—Dime una de los tuyas. —Le acaricié los brazos y tracé los tatuajes en su
piel. La obra de arte realmente era hermosa. Mis padres siempre me dijeron que los
tatuajes eran de mala calidad, pero en City eran obras de arte. Eran una línea de
tiempo de su vida y yo quería pelar las capas y escuchar la historia.

—Quiero follarte en mi moto. —Mi respiración se detuvo en mi garganta. La


idea de que él me tomara en su moto ni siquiera se me había pasado por la cabeza,
pero ahora la imagen estaba grabada en mi cerebro—. Quiero que estés extendida
totalmente, mi rostro plantado entre tus piernas, lamiendo cada onza de humedad
de tu cuerpo antes de hundir mi pene en ti. —La vibración de sus palabras en mi
oído causó que la humedad se juntara entre mis piernas. Maldito sea—. Tu turno.
—Sabía que tenía una sonrisa en su rostro sin siquiera verlo. Bastardo.

Suspiré.

—¿Dónde empiezo? Dios, esto es tan embarazoso.

—Dulzura, si no puedes compartir tus fantasías con tu novio, ¿con quién


puedes?

Un punto para City, Suzy cero.

—Juro que necesito que me examinen la cabeza. —Me cubrí mis ojos con las
manos. Pensaría que estoy loca.

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—Termina con eso. Sophia me dijo que ustedes dos leyeron muchos libros
indecentes. Las fantasías pueden volverse realidad, dulzura.

—Es tan raro. Vas a pensar que estoy completamente loca.

Me acarició el brazo mientras yo trataba de taparme la cara. Su cuerpo se


movió mientras alejaba mi mano de mis ojos.

—Tengo que saberlo ahora. Puedo llamar a Sophia y preguntarle, o puedes


decirme. Dame la cosa más traviesa que siempre quisiste.

Tragué saliva y cerré los ojos. No quería ver su reacción cuando escuchara
esta.

—Bien. Tengo esta fantasía de que me tomen en contra de mi voluntad.

Él no soltó un grito ahogado o gritó, pero con mucha calma dijo:

—¿Violación o secuestro?

Abrí los ojos y me volví para mirarlo. Tenía una sonrisa en su rostro y las
mariposas que bailaban en mi estómago se calmaron.

—Secuestro. Sé que es raro —murmuré.

—No, Suzette. No es raro en absoluto. Todos tenemos nuestros fetiches y


fantasías. Bien, entonces, secuestro ¿y luego qué? —Parecía tan jodidamente
ansioso por escuchar el resto, como si estuviera pendiente de cada una de mis
palabras. ¿Cómo no podría compartir el resto?

—¿De verdad lo quieres saber?

—Sí.

—He leído muchos libros increíbles que tratan sobre el secuestro y ser la
propiedad de alguien. Realmente no quiero que una persona loca me rapte, pero
en los libros lo hacen parecer atractivo y sexy como el diablo.

—Veré qué puedo hacer para que eso suceda.

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—Oh, Dios.

—No te sorprendas, sabrás cuándo vendrá, cuándo iré por ti.

Jalando mi cuerpo contra el suyo, nuestras pieles tocándose, sus manos


presionadas en mi espalda, me hizo sentir normal por querer algo tan tabú. Él olía
tan bien. Su aroma masculino y almizclado mezclado con el olor del sexo. No
pensé que podría tener suficiente de él.

Su mano se deslizó por mi espalda, hasta la nuca cuando agarró un puñado


lleno de mi cabello. La sensación de sus manos callosas contra mi piel y el
pinchazo de dolor en mi cuero cabelludo se sintieron como electricidad en todo mi
cuerpo. Manteniendo mi cabeza inmóvil con su firme agarre sobre mi cabello, me
miró a los ojos. El brillante azul de él casi brillaba en la oscuridad y ardía de
pasión.

—En cuanto a ser tu dueño, planeo poseer cada centímetro de tu cuerpo.


Eres mía, dulzura, no te olvides de esa mierda. Voy a arruinarte.

¿Por qué diablos sonó tan increíble? Malditos libros basura que alteraron mi
sentido del bien y el mal. Quería que me poseyera, que me arruinara.

Estaba perdida en mis pensamientos hasta que sus labios se estrellaron


contra los míos. Su beso no fue gentil, ni amable, sino exigente e incontenible. Mi
cuerpo se tornó a su alrededor mientras envolvía mi pierna alrededor de su
cintura.

—Va a ser duro, Suzette —dijo contra mis labios.

Busqué en sus ojos y pude ver la lujuria y la necesidad dentro.

—Soy tuya —susurré.

Agarró mi torso y me puso boca abajo. Se movió más rápido de lo que creía
posible y estuvo detrás de mí en un instante. Agarró mis caderas y jaló mi culo en
el aire.

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—Estómago abajo, dulzura. —Empujó la parte baja de mi espalda—. Tu
cabeza también, solo tu trasero en el aire. —Enterré la cara en las sábanas y pude
olerlo en la tela.

Empecé a hiperventilar. Tuve sexo estilo perrito, pero esto era algo
diferente, nuevo. Sus dedos recorrieron mi humedad, acariciando mi clítoris y
apretándolo ligeramente. Una sacudida recorrió mi cuerpo y grité.

Bofetada en el culo.

—No te muevas —dijo frotando mi trasero con una mano y pellizcando mi


clítoris con la otra—. A menos que quieras otro golpe en el trasero.

Quise retorcerme o frotarme contra él como un gato en celo, pero el escozor


de su último golpe me mantuvo enraizada en mi lugar. Su mano dejó mi culo y me
volví para mirarlo. Su cuerpo alto y musculoso estaba en la cama y acariciaba su
polla. El piercing de metal en la punta desaparecía en su mano. Su hermoso cabello
negro era un desastre y se extendía sobre su frente y la luz se reflejaba en sus ojos.
Podría mirarlo durante horas, era todo lo que mi madre me dijo que evitara en la
vida. Solo mirar al hombre me mojó las bragas. Estoy tan arruinada.

Estaba tan expuesta en esta posición. Mi culo y mi coño estaban en


exhibición para él. Bombeó su dureza en su puño mientras se colocaba detrás de
mí. Pude sentir la cabeza frotando mi humedad. Su polla estaba dura cuando tocó
mi entrada. Cerré los ojos y contuve la respiración mientras esperaba que él me
llenara. Inmediatamente sentí la pérdida de su cuerpo y abrí un ojo para ver qué
estaba haciendo.

—¿Qué pasa? —pregunté, viéndolo de pie, acariciando su eje mientras me


miraba.

―Rel{jate,‖dulzura. Lo haré tan jodidamente fantástico. —Me frotó el culo y


supe que sus palabras eran ciertas.

Relajé mis músculos y cerré los ojos cuando sentí su mano sobre mí otra vez.
La cabeza de su polla tocó mi abertura y lo quise dentro de mí. Agarré las sábanas
y me preparé para el empalamiento que estaba a punto de soportar. A poyó su

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mano en la parte superior de mi culo mientras se empujaba dentro. Me sentí
atiborrada y supe que no estaba completamente dentro. Apreté las sábanas con
más fuerza cuando la sensación de él se hizo más abrumadora e intensa de lo que
había sentido antes.

Su cuerpo se estrelló contra el mío mientras entraba y salía. Su cuerpo


funcionaba como una máquina bien aceitada y su eje era el pistón golpeando mi
interior. La punta golpeó partes de mi cuerpo que nunca antes habían sido tocadas
y quise alejarme arrastrándome: la lucha o el instinto de huir empezaron a
golpearme. Mi culo ardió cuando el sonido de su mano golpeando mi nalga llenó
mis oídos.

—Culo arriba, Suzette —gruñó, agarrando mis caderas y moldeando mi


cuerpo exactamente como él lo quería sin perder el ritmo.

Me mordí el labio. Quise gritar. Quise arrastrarme lejos. No sabía si podría


soportar un minuto más cuando alargué la mano hacia atrás y tomé sus tobillos.
Clavé mis uñas en su piel y me anclé a mí misma. Tuve que luchar contra cada
impulso en mi cuerpo para huir.

Podía sentir cada centímetro de él mientras se movía dentro de mi cuerpo.


Su respiración era áspera y rápida y enterré mi cara en las sábanas para evitar
gritar. Mis músculos se tensaron cuando sentí un orgasmo creciendo dentro de mí,
pero ¿cómo? Ni siquiera había tocado mi clítoris en esta posición y yo no me había
tocado.

Su velocidad aumentó y sus caderas se estrellaron contra el punto doloroso


dejado por su mano. Agarró mis caderas y me atrajo más, permitiéndose ser
enterrado hasta la empuñadura.

—Maldición, tu coño es tan apretado. —Sus dedos se clavaron en mi cadera,


mientras estaba cautiva de sus manos—. Puedo sentir que aprietas mi polla.
Maldición, dulzura —dijo mientras tiraba de mi cuerpo contra él para enfrentar su
embestida.

Cerré los ojos con fuerza cuando un gemido escapó de mi boca que ya no
pude contener. Necesité gritar cuando el orgasmo se estrelló sobre mí, mi cuerpo

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poniéndose rígido. Mi núcleo se agarró a su eje cuando las réplicas me atravesaron
y su ritmo se hizo más intenso, y finalmente más errático. Él gimió y mi cuerpo se
relajó, pero mantuve mi culo en el aire solo debido a su duro agarre como roca.

Su cuerpo se crispó contra mí antes de que se retirara y colapsara en la


cama.

—Mierda —murmuró.

Mi cuerpo dolía. Rodando, me estiré sobre el colchón y descansé mi brazo


sobre su cuerpo. Nuestras respiraciones entrecortadas llenaron el aire. Mi mano se
levantaba y caía con su pecho mientras tragaba aire e intentaba quitar el sabor del
algodón de mi boca.

Ninguno de los dos habló mientras estábamos allí. City había sido más de lo
que podía imaginarme. Me gustaba estar con él. Era fácil tenerlo cerca. Me hacía
sentir hermosa y deseada. Necesitaba apagar mi cerebro y dejar de pensar en las
razones por las que debería escaparme de él y disfrutar de nuestro tiempos juntos.

Me sentí como si estuviera en un mundo de sueños, medio despierta cuando


City se dio la vuelta y me abrazó. Me besó en la cara y me susurró en el oído:

—Buenas noches, hermosa.

pág. 181
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Dolores de cabeza familiares
City
Traducido por Flower

Pasamos unas cuantas noches juntos durante la semana, el trabajo se


apoderó de nuestros días y nos mantuvo separados, pero la noche se llenó con
follarla duro y sin dejar dudas en su mente de mis sentimientos hacia ella. El
sábado tuvo una boda a la que asistir que ya había confirmado y no pudo cambiar.

Cerrando la tienda, mi teléfono sonó.

Bear: Trae tu patético culo al Cowboy. ¿Dónde diablos has estado, hombre?

Suzy no estaría hasta la medianoche y un trago con los chicos estaba en los
planes.

Yo: Yendo en esa dirección, idiota. Guárdame un asiento y será mejor que tengas
una maldita cerveza fría esperándome.

Metiendo el teléfono en mi bolsillo, subí a la moto y me dirigí hacia el Neon


Cowboy. El vapor se levantaba de las calles húmedas cuando los neumáticos
separaban la niebla. La luz de la luna brillaba entre los árboles iluminando mi
camino. La brisa fresca se sintió bien contra mi carne mientras corría por el camino
para pasar el rato con mis muchachos.

Mientras caminaba en el bar, percibí el familiar olor a humo, el sonido de la


guitarra country y el murmullo de la multitud y me di cuenta de lo mucho que
extrañaba este lugar.

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—Oye —gritó Bear, atrapando mi atención—. Casi envié una partida de
exploración en busca de tu culo —dijo cuando me acercaba a la mesa. Tank y los
demás se rieron.

—He estado ocupado, hijo de puta. —Un vaso helado estaba puesto
esperándome como esperaba que lo estuviera.

—Ocupado enclavado entre ese dulce culo rubio, supongo —dijo Tank
mientras giraba la botella de cerveza entre sus dedos.

—Estás celoso porque tienes que pagar por tu coño, imbécil.

Se encogió de hombros, llevándose la botella a los labios.

—Menos complicado de esa manera. Solo quiero correrme sin abrazos y


lloriqueos.

—Eres un idiota. — Frisco se rió, golpeando a Tank en el hombro haciendo


que la botella se moviera de sus labios.

—Hijo de puta, me hiciste derramar mi cerveza.

Frisco se cubrió la boca con la mano, mientras sus ojos se convertían en


pequeñas rendijas. Lo llamábamos Frisco porque proviene de la soleada California
y creció en el área de San Francisco. Sus rasgos eran únicos, su madre china y su
padre estadounidense, eran evidentes en sus características. Sus ojos eran
almendrados y oscuros, su cabello era recto, recortado en la parte superior y negro
como el carbón. Era más alto que yo y delgado con una contextura musculosa
ligera.

—Entonces, City, cuéntanos sobre la mujer. ¿Cómo van las cosas? —


preguntó Bear, cambiando la dirección de la conversación.

Me recliné en mi silla y apoyé la cerveza en mi rodilla.

—Jodidamente perfecto.

—¿Hablas en serio sobre esto? —Levantó una ceja y me estudió.

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Todos en la mesa se detuvieron, volviendo su atención para escuchar mi
respuesta.

—Serio como un maldito ataque al corazón. —Bebí mi cerveza, mirando sus


caras. Frisco sonrió, la boca de Bear se abrió y Tank frunció el ceño—. ¿Qué? —dije,
moviendo la botella de mis labios.

—No pensé que vería el maldito día, amigo —dijo Bear con una sonrisa
cursi.

—Ella es demasiado bonita para estar con tu culo perdedor —dijo Tank
antes de que pudiera hablar.

—Vete a la mierda, Tank.

—Estoy feliz por ti, hombre. Esto requiere otra ronda. —Tank se llevó los
dedos a los labios y silbó. Era tan grosero, pero la chica siempre corría cuando lo
oía llamar—. Otra ronda, dulces mejillas —dijo mientras le daba unas palmaditas
en el trasero.

—Oye, City, es bueno tener finalmente un caballero de vuelta aquí. —Me


guiñó un ojo antes de volver su atención a Tank—. ¿Hay algo para ti, guapo? —
dijo ella, pasando sus dedos por el costado de la cara de Tank. Él se sonrojó
mientras colocaba su orden.

—Sabes que tu culo dejaría este agujero por un pedazo de eso cada noche —
le dije a Tank mientras observaba cómo su trasero se balanceaba sobre sus shorts
mientras caminaba hacia la barra.

—No negaré esa mierda. —Se rió antes de golpear la mesa bruscamente
haciendo que todas las botellas saltaran.

Hablamos durante horas sobre motocicletas, tatuajes, mujeres y, por


supuesto, el bar. Los chicos me informaron sobre los eventos de la semana pasada.
Siempre era la misma mierda antigua: peleas de bares, polvos de una noche y
bebidas alcohólicas. La ciudad era tan pequeña que todos conocían sus negocios y
la noticia se extendió como un reguero de pólvora.

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—Mierda —siseó Bear—. Hablando de perras, Kaylee estuvo aquí buscando
tu culo.

—¿Qué mierda? ¿Cuándo? —Apreté la botella en mi mano tratando de


controlar mi ira.

—Anoche. Murmurando algunas tonterías sobre cómo era tuya.


Extendiendo esa mierda por aquí como si fuera el evangelio. Le dije que se fuera a
la mierda —dijo Bear, echándose hacia atrás como si fuera a golpear su pecho
como si hubiera sido victorioso.

—Ella es patética. Metí mi pene en ella dos veces y no me deja que lo olvide.
Voy a aclarárselo a menos que uno de ustedes, muchachos, ¿quiera quitármelo de
mis manos? —Miré alrededor de la mesa y esperé a que alguien lo aceptara.

—A la mierda, no, esa perra me pone la piel de gallina. Odio a las mujeres
pegajosas —dijo Frisco, sacudiendo la cabeza.

—Mi polla, mi problema —dije, sintiendo el teléfono vibrar en mi bolsillo.


Sacándolo, eché un vistazo a la pantalla debajo de la mesa.

Suzy: borracha y cansada. Sophia me lleva a casa, pero te invito a que te unas a mí.

—¿Pelotas y cadenas están peleando con tu trasero? —preguntó Tank.

—Rompe pelotas. Es tarde y trabajé todo el día. Me voy a casa. Gracias por
la bebida, Bear. —Le di la mano y me volví hacia Frisco—. Es bueno verte de
nuevo, amigo. Tank, tienes razón.

—Pillado —murmuró Tank cuando me levanté para irme.

Dejé a los muchachos para terminar la noche como siempre lo hacían.


Renegando sobre la vida y las mujeres. Agradecido de que mi noche no terminara
como lo había hecho durante incontables años, le envié un mensaje a Suzy.

Yo: Deja la puerta desbloqueada. Te encontraré en la cama.

Cuando llegué, Suzy estaba medio vestida y desmayada al otro lado de la


cama. Tenía la boca abierta, el cabello medio cubriéndole la cara y el vestido a

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medio sacar, exponiendo sus pechos. Tomó todo de mí no tomar una foto de ella y
recordárselo más tarde, pero no quería ser un idiota.

—Despierta, dulzura. —Agarré su pierna, tirando de su cuerpo por la cama.


Ella murmuró pero no se despertó. Saqué el dobladillo de su vestido, quitando el
material ajustado. Raramente tenía la capacidad de mirar su cuerpo sin que ella
tratara de cubrir su piel. Me puse de pie y la miré: piel blanca, pechos turgentes y
piernas musculosas y largas. Ella era una visión.

Tomándola en mis brazos, coloqué su cabeza sobre la almohada antes de


quitarme la ropa y trepar a su lado.

—City —murmuró mientras deslizaba su culo contra mi pene.

—Maldición —susurré. Mi polla palpitaba por la calidez de sus suaves


nalgas frotándose contra ella.

—Vuelve a dormir, dulzura. —La atraje con más fuerza, enterrando mi cara
en su cabello antes de quedarme dormido con sus suaves ronquidos.

—¿Cómo está la tienda? —preguntó mi padre mientras nos sentábamos


alrededor de la mesa del comedor. Hoy eran ñoquis y siempre se sentaban en mis
entrañas como una tonelada de malditos ladrillos.

—Estamos bien, Pop. Estamos obteniendo ganancias y estamos


constantemente reservados cuando puedo conseguir que todos se presenten al
trabajo —dijo Mike antes de meter un montón de ñoquis.

—Mike, tú tampoco estás allí siempre, así que no seas un mártir y salta la
mierda. —Anthony apuntó con su tenedor a Mikey antes de apuñalar el ñoqui en
su plato.

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—Todos tenemos otra mierda que hacer. La tienda es por diversión y para
tener algo propio, así que quítate de nuestras malditas espaldas, Mike. Tú no eres
el jefe —dijo Izzy, enfatizando en que la palabra jefe suene como un gran
“jódete”—. Simplemente no eres un artista como el resto de nosotros. —Tomó el
vaso de vino y lo trajo a sus labios para ocultar su sonrisa. Izzy siempre había sido
una persona explosiva.

Mi madre y mi padre se sentaban en los extremos opuestos de la mesa e


intercambiaron miradas mientras mis hermanos tenían una guerra de palabras.
Cuando éramos niños, luchábamos con los puños y, por lo general, uno de
nosotros terminaba ensangrentado, pero ahora usamos la boca. Algunas veces, las
palabras que se pronuncian dejan una marca mayor que cualquier golpe que se
pueda dar.

—Soy todo un artista como tú, hermanita. Solo prefiero usar mis manos para
otras cosas. Puede que no dibuje imágenes bonitas, pero puedo perforar cualquier
cosa y golpear a un bastardo en su trasero de un solo golpe.

Mi padre se aclaró la garganta.

—¿Es demasiado la tienda? —preguntó.

Necesitaba hablar. La tienda estaba muy bien y todos nos llevábamos bien.
Los domingos a menudo nos ponían malhumorados porque queríamos hacer
cualquier cosa menos quedarnos atrapados en esta casa. Un aplazamiento de un
fin de semana sería jodidamente alucinante y una improbabilidad totalmente
estúpida.

—Pop, la tienda va genial. Estamos llenos. Todos aparecen en los días que
tienen citas. Estoy allí más que nadie y sé que el negocio es el mejor. Mike puede
organizar una mierda, pero sé lo que sucede dentro de las paredes de Inked. —
Empapé mi pan de ajo en la salsa casera de mi madre que se había extendido
alrededor de mi plato—. Tenemos que mantenernos ocupados durante el día y la
tienda ha hecho más que eso —dije.

—Bien, hijo. Estoy orgulloso de todos ustedes. Podrían estar sentados de


culo en casa, pero son dueños de negocios y exitoso, por no mencionar sus otros

pág. 187
pasatiempos. —Oh, mierda. Todo el mundo odiaba que sus pasiones reales y sus
carreras soñadas se conocieran como un pasatiempo.

Escuché que los tenedores se dejaban caer sobre la mesa y traqueteaban


sobre los platos. Tantos reyes del drama en esta maldita habitación de Dios.

—Lo siento por eso. No es lo que quise decir. —Mi padre miró su plato
concentrándose en su comida, pero pude ver la sonrisa en su rostro. Amaba un
buen golpe al intestino y al ego siempre que fuera posible.

—Tengo una gran pelea después del primero del año. —Mikey intervino
para mostrarle a mi papá cuán lejos había subido.

—¿Por aquí?

—Nueva York. Recibí la llamada ayer. He estado entrenando durante meses


para esta oportunidad.

—Eso es fantástico, hijo. Desearía que tu madre y yo pudiéramos verlo.

Mi madre se veía verde ante la idea de que su hijo estuviera en un ring


cerrado golpeando a alguien o sacándole el polvo de encima. Pondría mi dinero en
Mikey en cualquier pelea, pero sé que mi madre todavía pensaba en él como su
bebé. Maldición,‖todos‖éramos‖sus‖“bebés”.

—Michael, ¿por qué no puedes ser como tu hermano? ¿Ir por música o algo
sin violencia y derramamiento de sangre? —Se secó los labios con su servilleta y la
colocó sobre la mesa.

—Ma, soy genial y me encanta. Es mi sueño ser un pateador de culos


reconocido.

Pop se acercó y le dio una palmada en la espalda. Me sorprendió que no


comenzara a golpear su pecho por lo orgulloso que estaba de su hijo pateador de
culos.

—Simplemente no me gusta toda la idea. Conviértete en músico o en algo


más.

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—Sin oído musical —murmuró Mikey mientras ponía más comida en su
boca.

Mi madre suspiró y jugueteó con el tenedor sobre la mesa.

—Estaba bien con eso cuando pensé que era solo un hobby o una fase
pasajera, pero ahora, tengo miedo por ti, Michael.

—No te preocupes, mamá. Tengo esta mierda. Ya lo verás. —Él le sonrió y


flexionó sus músculos—. Va a estar en Pay Per View para que puedas mirar, Pop.
No soy el cabeza de cartel, pero muestran todas las peleas iniciales antes del evento
principal.

—Tendré que hacer que los hombres vean a mi hijo patear algún culo.

Puse los ojos en blanco y esperé a que alguien cambiara la conversación.

—¿Alguien ha hablado con Thomas esta semana? —preguntó mamá.

No es el tema que me hubiera gustado, pero cualquier cosa para no escuchar


sobre el Sr. Malo y su próxima pelea.

—Lo hice, mamá, me envió un mensaje de texto. Es difícil para él llamar con
el trabajo —dijo Anthony.

Suspiró y cerró los ojos, pellizcándose el puente de la nariz.

—Me preocupo más por él. Está en tal peligro todos los días y no me gusta
que esté tan lejos. Necesito a todos mis hijos en esta mesa todas las semanas.

Pude ver el dolor en su rostro. Ella estaba preocupada por mi hermano.


Había sido un policía encubierto por el último año. Estaba tratando de infiltrarse
en un grupo de motociclistas famosos en Florida por tráfico de drogas y
contrabando de armas. Raramente llamaba o enviaba mensajes de texto para
mantener su cubierta, de lo contrario su vida terminaría.

Por qué mierda mi hermano arriesgaba su vida estaba más allá de mi


comprensión. Una cosa es trabajar en las calles todos los días caminando un poco,
pero ir de incógnito y ser descubierto era algo de lo que la policía rara vez

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regresaba. Si algo le sucediera, mi madre nunca se recuperaría. Tommy siempre
había sido un adicto a la adrenalina, pero esto era extremo. Que salte de un
maldito puente o practique paracaidismo como la gente normal; no arriesgarse a
que te disparen en la jodida cabeza cuando se den cuenta que estás allí para ayudar
a derribarlos.

—Dijo que estaba bien, mamá. Dijo que no te preocuparas, que está bien y
que vive la vida. Ya sabes, Tommy habría sido un gran actor. Él puede engañar a
los mejores. —Izzy siempre trataba de consolar a mi madre sobre el trabajo de
Tommy, pero siempre estaba ahí… la preocupación. Todos la sentíamos como una
tonelada de ladrillos esperando la llamada, pero afortunadamente no había
sucedido.

—Lo sé, cariño. —Mi madre sonrió a Izzy—. Siempre podía encantar a las
damas.

—Hablando de encanto, mamá, la chica de Joey estuvo en la tienda ayer y


me la perdí. —Izzy hizo un puchero y me guiñó un ojo. Ella sabía que acababa de
arrojarme debajo del maldito autobús y que mi madre tendría un montón de
preguntas… otra vez.

—¿Todavía la estás viendo, Joseph? —Su rostro se iluminó. Sabía que ya


estaba escogiendo los nombres de los bebés, pero maldita sea que no estaba
preparado para esa mierda.

—Sí, mamá. —Odiaba hablar de esta mierda, especialmente con mi madre.

—¿Ella es tu novia?

Suspiré con ganas de acercarme y ahogar esa sonrisa come mierda de


Isabella.

—Sí.

—No la persigas porque ella no es Joni. ¿Me escuchas?

—Sí, ma.

—La conocí, mamá. —Jodido Mickey.

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—¿Cómo es ella, Michael? —Mi madre sabía que no iba a obtener mucho
más de mí que la semana pasada en la cocina. Sabía preguntarle al charlatán del
grupo.

—Ella es hermosa y se merece algo mucho mejor que ese punk. —Su cabeza
se movió en mi dirección y quise darle una bofetada.

—¿Mejor como tú, Mikey? —Lo miré.

—Cálmate, hermano. Ella es una buena chica, mamá. Me recuerda un poco a


Joni. Inocente y su risa es contagiosa. Te gustará. —Él me sonrió.

Qué jodido imbécil.

—Tendrás que traerla pronto para la cena del domingo, Joseph. —


Exactamente lo que no quería hacer. No quería que estuviera cerca de mis
hermanos locos, especialmente de Izzy. Iz estaba muriendo por otra chica ya que el
nivel de testosterona a estrógeno estaba desequilibrado.

—Quizás pronto. No quiero adelantarme.

—Las vacaciones están por llegar. Navidad, tal vez. ¿Es una chica católica?

Ya estaba planeando la ceremonia de la boda, la religión pesaba mucho en la


familia italiana: sacramentos, bautizos, bodas, todo parecía girar en torno a la
iglesia.

—Ma, hace años que no has ido a la iglesia —dije rotundamente.

—Lo sé, pero sigue siendo importante. Hace la vida más fácil. ¿Ella es
italiana?

—Nunca pregunté. —Agarré mi plato y me dirigí a la cocina. Podía


escuchar las risas de la mesa, como a mi madre y a mi hermana siempre les
gustaba machacar sobre mí más que nada. Nadie estaba en una relación en el
grupo, pero por alguna razón siempre era el objetivo.

No sabía dónde estábamos Suzy y yo y qué nos deparaba el futuro. Ella


siempre estaba tan envuelta en sus jodidos pensamientos y cuestionando nuestra

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relación. Ella no podía ir ver más allá de la apariencia tatuada y la maltrecha
casucha que llamaba mi hogar. Necesitaba saber que era suficiente para ella.
Quería ser querido, lo bueno, lo malo y lo feo.

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Cuenta regresiva al viernes
Suzy
Traducido por Mags

Apenas pude contener mi emoción toda la semana. City y yo hablamos


todas las noches por teléfono y nos enviamos mensajes de texto durante el día. No
podía mantenerme alejada de él y no podía sacarlo de mi mente. Traté de
mantenerme ocupada y encontrar razones para no estar con él, pero no funcionó.
Me estaba enamorando del hombre y cayendo fuerte.

Al crecer, mi madre me había enseñado que necesitaba encontrar un hombre


con un trabajo estable. Necesitaba establecerme, tener una familia y vivir el sueño
americano. Intenté durante años encontrar a ese hombre, el molde perfecto, pero
todos eran simplemente…‖aburridos como el infierno.

Nunca había estado dispuesta a conformarme con nada menos que perfecto.
Una valla de estacas y un hermoso hogar no sirven para nada si se teme volver a
casa con el que se supone que debas pasar tu vida. Prefiero estar soltera a sufrir las
depresiones con las que algunas de mis amigas viven actualmente. Sophia y
Kayden eran la pareja más feliz que conocía y eran completamente opuestos, eran
el ying al yang del otro.

Los estudiantes despejaron el edificio tan pronto como la última campana


sonó a las dos de la tarde del viernes. Me quedaban otros treinta minutos y parecía
que no podía funcionar. En todo lo que podía pensar era esta noche y lo que podría
ser, lo que sería. No podía mirar fijamente el reloj ni un minuto más. Sabía que
Sophia estaría ordenando la biblioteca y necesitaba hablar con ella. Ella me

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interrogó toda la semana sobre City y cuándo volvería a verlo, pero no le conté el
plan que teníamos. Necesitaba su opinión.

Las luces de la biblioteca estaban atenuadas, pero pude verla deambular,


devolviendo los libros a sus lugares correctos. Respiré hondo y crucé la puerta
hacia el torrente de preguntas que sabía que enfrentaría.

—Sophia —llamé. No quería asustarla mucho. Sabía que la mayoría del


personal se había escabullido temprano, pero las dos nunca nos arriesgábamos a
perder nuestros trabajos por unos minutos de nuestro tiempo.

Dobló la esquina con una pila de libros en la mano y una sonrisa en su


rostro.

—Hola, Suzy Q, ¿qué haces aquí? ¿No tienes grandes planes para esta
noche? —Me guiñó un ojo. No pude ocultar la sonrisa en mi cara. Sentí que la
electricidad y la alegría irradiaban de mi cuerpo—. ¿Cuántas horas hasta que lo
veas?

—Tal vez no voy a verlo esta noche. —Estaba tan llena de mierda y sabía
que no podía engañar a Sophia, pero a veces odiaba que ella pudiera leerme como
un libro abierto.

—Lo que sea, perra. Está escrito por toda tu cara. Vas a conseguir una polla
esta noche y por el sonrojo deslizándose por tus mejillas, diría que es increíble.

—¿Te has enterado de cómo hablas en una escuela?

—Pendeja puritana. Todos los niños se han escapado de este lugar gritando
a las dos. No hay un alma al alcance del oído excepto nosotras. ¿A qué hora te
encuentras con él esta noche?

—Nos reuniremos a las siete. —Me dejé caer en uno de los cómodos sofás
mientras Sophia colocaba los libros sobre la mesa, sentándose a mi lado.

—Mis pies me están matando con estos malditos tacones. —Se quitó los
zapatos y se frotó los pies—. ¿Cuál es el plan esta noche?

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—Ni siquiera sé si puedo contarte. —Me encogí de hombros. Mi estómago
estaba revuelto, pensando en las posibilidades.

—Puedes y lo harás. Esta soy yo, niña. Conozco todos tus secretos más
oscuros. Mierda, solías echarte en la cama con Kayden y conmigo y cuestionarnos
sobre la vida sexual. No tenemos secretos. Sé que eres una perra pervertida debajo
de esa apariencia impecable.

—Es tu culpa. Estaba feliz con mi insulsa vida sexual y tuviste que
arruinarme con todas esas novelas basura.

—Deja de cambiar de tema. ¿Cuál es el plan con el sexy como pecado de


City? —Ella sonrió y movió sus cejas arriba y abajo.

Siempre quise tener sexo que fuera digno de charla de chicas y durante años
viví de las historias que Sophia y mis otras amigas que habían compartido
conmigo. Pero City había hecho que valga la pena hablar del sexo; finalmente
tendría algunas historias salvajes para compartir.

—Compartí una de mis fantasías con él y va a hacer que suceda esta noche.
—Cubrí mis ojos con mi mano, evitando su mirada. Tenía miedo de contarle algo
más, pero ella conocía todas las fantasías que tenía y siempre me aseguraba que era
normal y que mi cordura no había sido reemplazada por pensamientos impuros.

—Oh, Dios mío. Dime, cuéntame. —Prácticamente rebotó en el cojín del


sofá—. No te contengas ahora, perra. —Me dio una palmada en el brazo.

—Le dije la más oscura.

—¿No lo hiciste?

Sonreí y mis mejillas casi me dolieron por la sonrisa que había estado
plasmada en mi rostro todo el día.

—Lo hice y me dijo que lo tendría.

—¿Secuestro? —Pareció sorprendida, pero vi el brillo en sus ojos.

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—No puedo creer que le dije, pero sí. Oh, Dios mío, está sucediendo esta
noche, Sophia.

—Estoy tan orgullosa de ti. —Me rodeó con sus brazos—. Mi bebé ya
creció. —Me apretó y me pasó la palma de la mano por la parte posterior de la
cabeza—. Dime más. Quiero saber sobre él. Ahora.

—Nos encontraremos en el Neon Cowboy, ese bar motorista a las afueras


del estado. Vamos a tomar algo para cenar y tomar algo antes de irnos y que él lo
convierta en realidad.

—Vas a acobardarte. Oh Dios, te está dando tiempo para cambiar de


opinión. —Se puso de pie y comenzó a pasearse por la habitación.

—Cálmate, Sophia. No me voy a acobardar. He querido a alguien como él y


esta noche recibo más de lo que jamás hubiera soñado: mi fantasía volviéndose
realidad.

—Nunca has hecho esta mierda. Eres como yo solía ser: Srta. Estilo
Misionero. Espero detalles mañana y me refiero a un informe completo.

—Sí, señora. Te daré una sesión informativa completa.

—Quiero hasta el último jodido detalle, ¿me entendiste?

—Entendido, Sophia. Será mejor que vaya a buscar mis cosas y vaya a casa.
Quiero descansar un poco antes de verlo.

—Buena suerte con descansar. —Se rió.

—Lo sé. Apenas pude dormir anoche. —Suspiré.

—Solía hacerlo de esa manera cuando vería a Kayden después de un tiempo


separados. No hay sentimientos como ese. —Ella sonrió y me abrazó—. Ahora ve.
Tengo que terminar y llegar a casa con mi hombre de fantasías.

—¿Sigues sintiéndote así por Kayden después de todo este tiempo?

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—Todavía me dan mariposas cuando lo veo, Suzy. Esa es la diferencia,
sabes, esa sensación nunca se ha ido. Todavía estoy emocionada como la primera
vez que nos conocimos.

—Te envidio, Sophia.

—Encontrarás tu Kayden, bebé. Creo que es posible que ya lo hayas hecho si


no dejas que tu estúpida lista de TOC se interponga en el camino. —Me dio un
golpecito en la frente.

—Tengo que irme. Discutiremos mi cordura y compulsiones otro día. —Le


saludé con la mano mientras salía por la puerta—. Hasta luego, Soph.

—No olvides llamarme, Suzy, o voy a cazar tu trasero —me gritó cuando la
puerta se cerró detrás de mí.

—Hola, dulzura, su voz llenó mi automóvil a través del altavoz, pero no


parecía tan emocionado como yo.

—Hola, City. Casi estoy en el bar.

—Voy a llegar quince minutos tarde, maldición, lo siento. El tatuaje en el


que estaba trabajando tomó más tiempo de lo que pensaba. ¿Puedes esperarme en
el estacionamiento?

Maldita sea. Ese bar me daba escalofríos y no encajaba, ni siquiera en el


estacionamiento.

—Sí, City. No soñaría con entrar sola allí. —Me sentía enferma—. Esto no es
parte de tu plan, ¿verdad?

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—¡Demonios, no! Aún tendremos algunas bebidas primero. Necesito que no
pienses demasiado en todo esta noche. Te quiero un poco achispada para lo que he
planeado. —Se rió.

La excitación se hizo cargo y todas las dudas se desvanecieron.

—Está bien, City. Te estaré esperando.

—No entres sola. ¿Me entiendes?

—No lo haré. Lo prometo.

—Hasta pronto, dulzura.

Después de tirar mi teléfono en el asiento del pasajero, bajé la ventanilla


dándole la bienvenida al aire fresco contra mi piel fría y húmeda. Los eventos de la
noche se reprodujeron en mi mente. City sería mi secuestrador. Mis pulmones
ardieron mientras gritaba la letra de la canción en la radio, “Dark Horse” de Katie
Perry, el bajo haciendo que mis ventanas se sacudieran con cada compás.

Estacionándome en un lugar escondido entre las sombras, apagué las luces


y esperé a que City llegara. En el espejo retrovisor, mi rostro estaba brilloso por la
humedad en el aire y quería verme impecable. City me había visto en mi peor
momento, pero quería lucir bella para él frente a sus amigos.

El espejo iluminado detrás de mi visor fue más indulgente cuando me sequé


la cara con una servilleta vieja que encontré en la guantera. Mis labios carecían de
color cuando los junte, haciendo el gesto de un beso y aplicando un brillo de labios
Buxom de mi bolso, froté mis labios haciendo pop. Hormiguearon a medida que el
aceite de menta comenzó a llenarlos, empapándose en mi piel.

Un fuerte golpe en la ventana me hizo sobresaltarme y golpeé mi cabeza en


el visor.

—Mierda —dije. Me volví para echar un vistazo a mi caballero de brillante


armadura, pero no era City afuera de mi auto. Era un tipo que parecía vagamente
familiar. Él se quedó allí mirándome y las campanas de alarma sonaron en mi
cabeza.

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Bajé mi ventana un centímetro, agradecida de haberla subido cuando llegué.

—¿Puedo ayudarte?

—¿Por qué una mujer tan bonita está sentada aquí sola? Entra, hermosa.

Demonios, me asustó.

—Estoy esperando a alguien. —No quería mantener una conversación con


él. Su cabello era un desastre, el cabello gris le cubría la cara y su camiseta hecha
jirones estaba cubierta de suciedad. Un olor agrio me hizo arrugar la nariz, este era
el imbécil que no me dejaba en paz la primera vez que vine aquí hasta que City y
Bear intervinieron. Mierda, ¿dónde está City?

—Puedes esperar adentro. Déjame invitarte a un trago. —Su rostro se acercó


a la ventana y pude oler el alcohol en su aliento mezclado con el olor corporal del
que no podía escapar. Mi corazón se aceleró y mis manos comenzaron a sudar. Solo
quédate en el auto.

—Gracias, pero voy a esperar aquí. —No podía soportar mirarlo más. ¿Por
qué no se aleja? Oí que una motocicleta llegaba al estacionamiento y se detenía al
lado de mi auto. Mirando a través de la ventanilla del pasajero, vi a City bajándose
rápidamente y acercándose al cabrón frente a mi ventana

—Aléjate de ella —bramó City mientras se ponía frente a frente con el


imbécil.

—Solo le pedí que entrara a tomar algo. —Miró a City a los ojos y no se
movió. Él debía tener un deseo de morir.

—No quiere ser molestada. Vete a casa, maldito borracho. Deja de molestar
a todas las mujeres aquí o al menos a la mía. ¿Necesito poner ese mensaje en tu
estúpida cabeza a los golpes? —City lo agarró por la camiseta, arrugándolo en su
puño.

El hombre levantó las manos en señal de rendición e intentó retroceder, pero


City se aferró firmemente a su camiseta.

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—Vamos, hombre. No sabía que ella es tuya. No tienes que perderla de
vista. Las cosas bonitas desaparecen todo el tiempo por aquí. —Él sonrió y se me
erizó la piel.

—Aléjate, idiota. La próxima vez no hablaré. Me limitaré a golpearte en la


maldita cabeza así lo único que puedas hacer con esa boca será beber por una
maldita pajilla. —City lo soltó y lo empujó hacia atrás. El hombre tropezó antes de
caer sobre su culo.

City abrió la puerta de mi auto y me tendió su mano, pero no pude apartar


los ojos del tipo que estaba en el suelo. La mirada que me dio fue una de puro odio.

—Vamos, dulzura. Estoy aquí, él no te molestará.

Colocando mi mano en la suya, no dije una palabra mientras cerraba la


puerta. Me quedé cerca mientras nos acercamos al bar. Mis nervios estaban
disparados y necesitaba esa bebida más que nunca.

Se detuvo, agarrando mi brazo y volviéndome a mirarlo.

—¿Estás bien, Suzy?

—Sí, Joey. Él no me hizo daño, pero es espeluznante como el infierno.

Envolvió sus brazos alrededor de mí, rodeándome. Fundiéndose en él,


enterré mi cara en su camisa. A diferencia del hombre del estacionamiento, City
olía increíble: una mezcla de colonia almizclada con su aroma natural. Mi mano se
movió a través de su pecho hasta que encontré el piercing que me gustaba tocar.

—Dulzura, sigue haciéndolo y no pasaremos de la primera copa antes de


llevarte al baño y follarte rudo.

Me recosté con una sonrisa en mi rostro.

—No puedo evitarlo. Es agradable finalmente tocarte después de una


semana tan larga. —Enterré mi rostro en su camisa otra vez, sin soltar el pequeño
objeto de metal adherido a su cuerpo.

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—Tengo otro piercing que podría necesitar algo de atención —dijo con los
dientes apretados mientras frotaba su polla contra mí.

—No, estoy bien. Bebida primero, entonces puedes hacer lo que quieras
conmigo.

¿Acababa de decir eso? Necesitaba aprender a filtrar mis promesas, no era una
amante insulsa y aburrida, le gustaba su sexo duro, rápido y había mencionado mi
trasero. Ni siquiera lo pienses.

—¿Lo que sea? —susurró.

—Dentro de lo razonable. —Sonreí contra su pecho, gracias a Dios mi rostro


estaba oculto.

—Esa es mi chica. Siempre pensando. —Se rió y me envolvió bajo su brazo


antes de atravesar las puertas de Neon Cowboy y entrar al pelotón de fusilamiento
de hombres que tenían egos para proteger y virilidad para lucirse. Dios, ayúdame.

Los muchachos que conocí la primera noche insistieron en que nos


sentáramos con ellos. Le Aseguré a City que estaba bien siempre y cuando él nunca
se apartara de mi lado. El imbécil del estacionamiento ya me puso nerviosa y una
mesa llena de extraños no me ayudó a tranquilizarme.

Bear y Tank me convencieron para tomar unos Drops Lemon y cerveza. No


podía ordenar exactamente un daiquiri virgen estando sentada en una mesa llena
de motociclistas. Traté de encajar, calmar mis nervios y tener el estado de ánimo
adecuado‖ para‖ mi‖ “secuestro”. Los escuché hablar sobre motos y tatuajes, un
mundo extraño para mí, pero aún entretenido. Parecían aterradores, pero eran
buenos tipos que solo querían pasar el rato, beber cerveza y tonterías.

Bear se parecía a su apodo: cabello salvaje, rizado y descuidado, una barba


grande y espesa. Cuando se levantó, pude imaginarlo como un oso pardo sobre

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sus patas traseras listo para atacar. Cuando habló de sus hijos y su señora, me
recordó más a un oso de peluche. Rápidamente aprendí que mi primera impresión
de él había sido incorrecta y que necesitaba ser mente más abierta. Una mierda más
salvaje había sucedido.

—¿Qué van a hacer esta noche? —preguntó Bear mientras tomaba el último
sorbo de cerveza.

Sentí el calor subir por mi rostro y no pude responder su pregunta. Me senté


allí y miré a City. —Le dejaría responder esa pregunta.

—No mucho, Bear. Solo voy a secuestrar a esta hermosa criatura y usarla
como me parezca. —Me guiñó un ojo y miró a Bear con una sonrisa engreída.

Miré alrededor de la mesa y todos me miraban. Estoy segura que la imagen


en su mente era precisa, menos la parte del secuestro real.

Bear le dio una palmada a City en la espalda.

—Ese es mi chico —dijo con una sonrisa.

City se inclinó y acarició su rostro en mi cabello.

—¿Por qué no te adelantas y te encontraré, dulzura? —me susurró al oído.


Me estremecí ante sus palabras. Yo quería que jugara este juego.

Giré mi cara y lo besé en los labios.

—Sí, señor. Atrápame si puedes. —Los muchachos en la mesa comenzaron a


gritar y abuchear cuando me levanté de la mesa casi derribando mi silla cuando
City la atrapó—. Lo siento por eso —dije mientras me paraba con las piernas
temblorosas.

—Ponte en marcha, dulzura. —City me golpeó el culo y yo grité. No debí


haber acabado ese último trago.

Mantuve mis ojos en el piso asegurándome de no tropezar en mi camino


hacia la puerta. Mi vista se sentía borrosa y mi cabeza estaba nublada por el vodka.
Me volví para mirar a City antes de salir por la puerta. Todos los hombres en esa

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mesa me miraban. City se veía excitado cuando me guiñó un ojo con una sonrisa
torcida que hizo que mis bragas se mojaran, pero el resto parecía sorprendido. Tal
vez City los había puesto al tanto de nuestra pequeña aventura de rol que se
avecinaba.

Sonreí y saludé, el aire fresco tocó mi piel y salí a esperar que mi captor me
encontrara. Mi corazón tronó y mi estómago gorgoteó mientras me dirigía hacia mi
auto. Estaba lista para él.

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20
De lo que están hechos los
sueños…
City
Traducido por Flochi

—¿Estabas hablando en serio? —Tank se inclinó hacia adelante y quiso una


respuesta.

—¿Sobre qué? ¿Usarla?

—Mierda, todo lo que dijiste —dijo con una ceja alzada y una de sus
comisuras alzadas en una sonrisa.

—Todo. Tengo que irme, chicos. Hora de encontrar a mi víctima de esta


noche. —Me levanté de la mesa y arrojé un billete de cincuenta—. Ustedes
caballeros, tengan una buena noche con esa imagen rodando en su cabeza ahora.

Ni siquiera podían comenzar a procesar lo que realmente íbamos a hacer.


Pensaban que secuestrarla era solamente una linda manera de decir que iba a
llevarla del bar y tener sexo con ella, pero iba a secuestrarla literalmente.

—¿Alguno puede llevarse mi motocicleta a casa esta noche y la tomaré en la


mañana? —pregunté antes de marcharme.

—La llevaré —dijo Bear—. La llevaré hasta el taller de Tanks.

—Gracias, hombre, mi polla te lo agradece también. —Me reí a la vez que le


arrojaba las llaves.

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—Al menos el pene de alguien estará feliz esta noche —masculló Bear
cuando puso las llaves en el bolsillo de su chaqueta.

No dije nada, pero no pude dejar de reír. Pobres bastardos.

Girando mi cuello mientras me dirigía a la puerta, haciéndolo crujir casi


como si estuviera preparándome para un juego. Le daría a Suzy todo lo que
quisiera y más.

—¡City! —Una voz resonó a través de la multitud. Mierda—. ¡City! —Una


mano se agitaba sobre la gente y conocía la voz, pero decidí fingir no escucharla.

No me di la vuelta, pero caminé más rápido hasta que una mano se envolvió
alrededor de mi brazo.

—Oh, Kaylee, no te vi.

—Estaba gritando tu nombre —resopló, intentando recobrar el aliento.

—Tampoco te escuché. Estoy apurado y tengo que irme.

—Te extraño, City. —Intentó rodearme con sus brazos, pero los agarré y la
obligué a apartarlos.

—Para, Kaylee. En verdad no tengo tiempo para esta mierda.

—Siempre tuviste tiempo para mí antes. —Hizo un morrito e intentó jugar


la tarjeta de la culpa.

—Ahora no. Tengo que encontrarme con mi novia —dije, esperando que
tomaría el maldito indicio.

—¿Novia? ¿Desde cuándo? —Pareció sorprendida mientras sostenía mi


brazo, clavando sus uñas en mi piel.

—Adiós, Kaylee. No tengo tiempo para este cotorreo. Mi chica me está


esperando y no me refería a ti.

La dejé allí con la boca abierta y boqueando como un pez. Tenía que llegar a
Suzy. Ya la había dejado sola demasiado tiempo afuera. Maldita sea. Debía estar

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nerviosa ya, pero por otra parte, probablemente eso ayudaba a aumentar su
excitación.

Frotando mi rostro mientras salía, no pude creer a Kaylee. Se suponía que


saliera poco después que Suzy; ella estaría jugando con sus llaves intentando abrir
su auto cuando la agarrara por detrás. Pudo haber cambiado de idea e ido a casa
con la cantidad de tiempo que trascurrió.

Su auto estaba estacionado en el mismo lugar pero su puerta estaba abierta


y no se encontraba‖ dentro.‖ Miré‖ alrededor…‖ ¿dónde‖ demonios‖ estaba?‖ Estudié‖
cada centímetro del estacionamiento, pero no pude verla. Mi corazón martilleaba
en mi pecho. Me sentía derrotado. Escuché un grito amortiguado pero no pude
precisar de dónde vino por el ruido de la calle.

—Suzy —grité, el pánico apoderándose de mí.

Su bolso se encontraba en el suelo cerca del auto; tenía que encontrarla. No


podía quedarme allí y esperar más tiempo. Tenía que moverme. Corrí a los árboles
detrás de su auto y escudriñé la zona. Escuchando cualquier sonido, la voz de un
hombre llamó mi atención, distante pero suficiente para llevar mi atención detrás
del bar.

Corrí en dirección del ruido y vi a un hombre sobre una mujer, Suzy,


alzando su puño antes de golpearla.

—Perra —dijo furioso. Era el maldito bastardo que la había molestado antes
cuando llegué.

Lo agarré por la garganta antes de que pudiera dar otro golpe; estrellé su
cuerpo contra el suelo. La fuerza de su cabeza conectando con el concreto hizo un
sonido aterrador de su cráneo golpeándose. Subiéndome a horcajadas de él, lo
golpeé con mis puños, alimentándome del sonido de su mandíbula rompiéndose
bajo mis nudillos. Él gimió, pero me importó una mierda. Golpeó a una mujer, mi
mujer. Lo golpeé otra vez, agarré su cabeza y quise aporrearla contra el cemento
para ver toda su sangre gotear, pero un par de manos comenzaron a alejarme,
deteniéndome.

pág. 206
—City, vas a matarlo —dijo Bear mientras intentaba apartarme.

—El maldito bastardo se merece morir. —Moví mi mano para golpearlo otra
vez pero Bear agarró mi muñeca.

—Maldita sea, hombre. Está desmayado. Sal de aquí y ocúpate de tu chica.

Suzy. Había estado tan ocupado golpeándolo, perdido en mi enojo que me


olvidé de revisarla. Yacía sobre el cemento con los ojos cerrados y sin moverse.
Estaba laxa en mis labios cuando la acuné contra mi pecho. Sangre caía de su labio
y nariz y aparté el cabello de sus ojos para buscar más daño. Tenía una marca roja
que se volvería un moretón cerca de la sien.

—Suzy —susurré, rozándole el rostro con mis dedos—. Suzy, despierta,


dulzura. —Alcé sus piernas del suelo frío y la puse en mi regazo.

Miré a Bear cuando se alzó sobre mí con los ojos abiertos de par en par.

—Llama una ambulancia, Bear.

—Estoy en ello, amigo. —Se paró sobre el imbécil yaciendo en el suelo


inconsciente y vi a Bear patearlo—. El atacante está desmayado en el suelo. Lo
mantendré sujeto —dijo Bear a la persona en el teléfono.

—Suzy, vamos, dulzura. Despierta, hermosa. —Besé sus cálidos labios. Esta
era mi maldita culpa—. Lo siento tanto, Suzy. —Demonios. Sus ropas estaban en el
lugar, nada estaba rasgado, pero estaban sucias por estar en el suelo.

Sus ojos comenzaron a abrirse y sentí que podía respirar otra vez. Le sonreí,
tocando su mejilla.

—City —dijo con voz temblorosa.

Sus brazos comenzaron a moverse, alcanzándome.

—No te muevas, dulzura. Espera a la ambulancia. —No quería que se


lastimase peor de lo que el malnacido ya había hecho.

—¿Qué sucedió? —Me miró con sus grandes y hermosos ojos azules. Pude
ver la confusión y el dolor en ellos.

pág. 207
—Lo siento, Suzy. Me atrasé dentro y aparecí demasiado tarde. Esto no
habría sucedido si no te hubiera obligado a vivir una de tus fantasías.

Me sonrió dulcemente.

—Auch. —Su lengua pasó a través de su labio y detuvo en la sangre.

—Estás sangrando, dulzura. Solo recuéstate hasta que los paramédicos


puedan revisarte.

—¿Qué hay de? —no tuvo que acabar la frase ya que supe lo que quería
saber.

—No te herirá más.

Cerró sus ojos y una lágrima se deslizó por su mejilla.

—¿Qué hiciste, City?

—Le di al malnacido una probada de su propia medicina. Está inconsciente.


—Limpié la lágrima de su mejilla con mi pulgar.

—¿Est{…‖—Su labio comenzó a temblar—, muerto?

—Está vivo. Quise matar al idiota, pero Bear me alejó. —Sollozos se abrieron
paso mientras su cuerpo comenzaba a temblar—. Shh, te tengo. Nadie va a
lastimarte de nuevo, Suzy.

La sostuve hasta que los paramédicos llegaron y una segunda ambulancia se


detuvo unos momentos después. Dos hombres la sacaron de mi agarre, evaluando
sus heridas antes de ponerla en una camilla y completar su evaluación. Observé
mientras revisaban el cuerpo del malnacido en el suelo. A la mierda él, esperaba
que el bastardo muriera.

—Tenemos que llevarla al hospital. Padece algunas heridas en la cabeza y


queremos asegurarnos que no es serio —dijo el EMT—. ¿Quieres ir con nosotros
allí?

—Los seguiré. —Miré sobre mi hombro y los vi cargando a Suzy en la


ambulancia—. ¿Puedo hablar con ella primero?

pág. 208
—Sí, rápidamente así podemos irnos.

Me subí a la ambulancia y se agaché junto a su camilla. Su cuerpo estaba


sujeto y las máquinas estaban adheridas a sus brazos. Suzy se veía peor con las
luces iluminando su rostro.

—Dulzura, ¿quieres que vaya contigo o que los siga?

—Lleva mi auto, City. No lo quiero aquí, por favor.

Me incliné y la besé. Mi corazón se sentía como a punto de explotar en mi


pecho.

—Entendido. Estaré detrás de ti. No te preocupes —dije, sin querer dejarla,


pero quería obedecer sus deseos.

Me dio una sonrisa débil antes de bajarme y dirigirme a su auto,


moviéndome tan rápido como pude para estar a su lado. Tenía que rogar su
perdón y rogaba que sus heridas no fuesen serias. No podría vivir conmigo mismo.
Encontré el teléfono de Suzy junto a su bolso y supe lo que tenía que hacer. Le
marqué a Kayden y Sophia y supe que las pagaría caro.

pág. 209
21
A veces la mierda necesita
quedarse con la ficción
Suzy
Traducido por Mags

El tiempo pareció pasar a cámara lenta en tanto una ráfaga de médicos y


enfermeras me pinchaban en muchas ocasiones. Repetí la historia de lo que
sucedió tantas veces que pude haberlo recitado mientras dormía.

—Una vez más, señora. ¿Qué pasó esta noche? —preguntó el doctor
mientras colocaba una pequeña luz en mis ojos.

Suspiré y quise decirle que se fuera a la mierda mientras movía la luz de un


lado a otro, cegándome momentáneamente.

—¿Tengo que decirlo de nuevo? Ya he contado la historia. —Mi paciencia se


estaba agotando.

—Necesito asegurarme de que no haya problemas de memoria por el golpe


en la cabeza. La última vez, lo juro.

—Dijo eso la última vez que hicimos esto. —Puse los ojos en blanco.

El doctor rió disimuladamente.

—Supongo que no hay problemas de memoria a corto plazo.

—Mi novio y yo estábamos en un bar esta noche y salí antes que él. Pensé
que estaba justo detrás de mí y cuando abrí el auto, alguien me agarró por detrás.

pág. 210
Cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo, ya estaba en el suelo y traté de
defenderme, pero no sirvió de nada. No recuerdo mucho más.

Un oficial de policía estaba parado en la esquina y garabateó en un pequeño


bloc de notas mientras hablaba.

—Recuerdo que desperté en los brazos de Joey y luego llegó la ambulancia.

No podía decir la verdad. Se suponía que mi novio me secuestraría mientras


desarrollábamos mi fantasía para que él me secuestrara y me convirtiera en su
esclava sexual. ¿Quién mierda hacía algo así?

—Te vamos a mantener aquí toda la noche para observación. Tienes un par
de costillas magulladas, una laceración en el labio y una conmoción cerebral, pero
nada que pueda causar daño a largo plazo —dijo el doctor, mirando su
portapapeles—. Te llevaremos a una habitación normal lo antes posible para que
puedas descansar. Te daremos de alta por la mañana.

—¿Hay alguien aquí para verme? —No podía creer que City o que alguien
más no se hubiera presentado.

—Sí, pero se le ha ordenado que espere afuera hasta que completemos su


evaluación.

—¿Puede entrar ahora, por favor? —Me dolía el cuerpo, mi cara palpitaba y
mi cabeza latía por los efectos secundarios del ataque. Quería descansar mis ojos y
apagar la luz, pero necesitaba hablar con City. Tenía que averiguar qué sucedió y
por qué no fue él quien me encontró sola en el estacionamiento.

—Sí, haré que las enfermeras hablen con él y lo envíen. Nos vemos mañana,
señorita McCarthy.

—Gracias —dije con una sonrisa falsa. No tenía nada por lo que estar
agradecida. Todo lo que quería hacer era arrastrarme a mi propia cama y dormir
contra el cuerpo de City. Las crujientes sábanas del hospital, los colchones de
plástico y las finas mantas no eran mi idea de comodidad.

pág. 211
Eché mi cabeza hacia atrás sobre la delgada almohada de papel, apretando
mis ojos. Quería llorar, pero no me quedaban lágrimas.

—Señora —dijo el oficial y se aclaró la garganta—. Tomé su declaración,


pero es posible que necesite más detalles. Tenemos a su atacante bajo custodia y la
declaración de Joseph Gallo y otro caballero, pero aún podemos necesitar que su
lado complete los vacíos. Aquí está mi tarjeta. Llámeme cuando pueda hablar.
Puedo esperar hasta que esté en casa y más cómoda. —Me sonrió y pude ver que
era genuino.

—Le llamaré, señor. Simplemente no tengo ganas de seguir hablando esta


noche. —Me froté los ojos, las luces empeoraban mi dolor de cabeza y quería
dormir.

—No hay problema, señora.

Retirando la cortina para irse, vislumbré a City. Frunció el ceño cuando me


miró. Pude ver el dolor en su rostro. Sus manos parecían hinchadas y el rojo le
salpicaba los nudillos, sangre por los golpes que debió haberle dado al imbécil.

—Hola —dijo mientras se acercaba a mi cama.

—Hola tú.

—¿Estás bien, dulzura? —Se sentó en la cama y tomó mi mano.

—Estoy bien, City. Solo me mantienen en observación. —Me encogí de


hombros.

Tocando mi mejilla con las yemas ásperas de sus dedos, estudió mi rostro.
Sus ojos recorrieron cada centímetro, deteniéndose en mis labios y pómulos.

—Dios, lo siento mucho, Suzy. Todo es culpa mía. —Tenía las cejas
fruncidas y líneas profundas en la frente.

—No fue tu culpa. Tuviste buenas intenciones. Te doy una A por esfuerzo,
pero una D en la finalización, muchachote. —Sonreí. Realmente no podría estar
enojada con él.

pág. 212
—No hagas bromas, dulzura. —Trató de mantener una cara seria, pero vi
una pequeña sonrisa tirar de la comisura de sus labios—. Podría haberte perdido
esta noche. —Apretó mi mano, sus ojos mirando a nuestras manos.

—¿Qué te ha pasado? Se suponía que estarías solo un minuto detrás de mí,


Joey. —Cerrando los ojos, recordé el miedo que sentí cuando me di cuenta que no
era City agarrándome por detrás.

—Salí del bar después de bromear con los muchachos, pero me retrasé.
Traté de escapar lo más rápido posible. No quería que estuvieras afuera sola.
Nunca debería haberte llevado a ese bar. Maldita sea. —Se frotó la cara—. ¿Qué
pasó antes de llegar allí, dulzura?

Lágrimas comenzaron a llenar mis ojos mientras hablaba, no podía


contenerlas.

—Fingí dejar caer las llaves cuando escuché a alguien detrás de mí. Pensé
que eras tú. Cuando me incliné para recogerlas, él me agarró por el cabello y me
hizo perder el equilibrio. —Hice una pausa, tratando de estabilizar mi voz—. Jaló
de mi cabello llevándome detrás del edificio e intenté liberarme de él. Pateé y grité,
pero nadie me escuchó. Me golpeó en la cara y me lanzó una sarta de insultos.
Pude saborear la sangre en mi boca. No recuerdo nada más hasta que desperté en
tus brazos. —Me acurruqué en él, necesitando la sensación de seguridad.

—Shh, dulzura. Nunca dejaré que te pase algo malo otra vez. —Se arrastró
en la cama y envolvió sus brazos a mí alrededor. Lloré en su pecho hasta que no
quedaron más lágrimas. Me acarició el cabello, me besó la cabeza y me meció hasta
que me calmé.

—¿Dónde está ella? —La voz de Sophia me despertó de mi sueño pacífico—.


Me importa una mierda, quiero verla ahora

Jesús.

—Señora, no puede entrar allí.

La cortina se abrió en un movimiento rápido y apareció una Sophia


asustada.

pág. 213
—Dios mío, Suzy. Me he preocupado mucho por ti. —Corrió hacia mi lado
de la cama.

Vi movimiento por el rabillo del ojo, Kayden. Parecía enojado. Estaba más
enojado de lo que nunca lo había visto y lo había visto bastante loco a veces a lo
largo de los años.

—Estoy bien, Sophia. Solo algunos rasguños y hematomas. Me curaré.

—Podrías haber sido asesinada, por Dios santo, y tú. —Fulminó a City con
la mirada y lo señaló con el dedo—. Se suponía que debías protegerla de esta
mierda. ¿Cómo pudiste dejarla salir sola?

—No es su culpa —comencé a hablar, pero ella levantó su mano,


deteniéndome.

—¿Bien? —preguntó ella.

—City, ¿puedo hablar un momento contigo? —preguntó Kayden con voz


tranquila.

No me gustaba el Kayden de aspecto enfadado y voz calma.

—Ambos tienen que retroceder —les dije.

—Suzy, esto es entre City y yo. No lo detendré por mucho tiempo —dijo
Kayden.

Miré a City, silenciosamente suplicándole que no fuera allí. Él apretó mi


mano mientras se deslizaba fuera de la cama.

—Vuelvo enseguida, no te preocupes. —Me dio un guiño y una sonrisa


antes de irse con Kayden.

—Deja que los chicos hablen. ¿Qué mierda pasó, Suzy? —Sophia se sentó
junto a mí, inclinando su cabeza antes de que ella tomara mi mano—. Dios, estaba
loca cuando City me avisó. Todo esto es culpa mía.

—Nadie tiene la culpa, Sophia. Salí y todo iba a la perfección. Supongo que
City se detuvo por un segundo y eso es todo lo que necesitó. —Sequé las lágrimas

pág. 214
restantes de mi mejilla—. El mismo cobarde me había molestado antes y debe
haber estado esperándome. Fue estúpido pensar que podríamos vivir esa fantasía.
Ya no es tan sexy como suena.

—Mierda, es mi culpa. —Bajó la cabeza.

—Sophia, ¿por qué fue tu culpa?

—Le conté un poco sobre tu fantasía. —Ella no me miró a los ojos.

—¿Tú hiciste qué?

Ella se levantó y se movió fuera de alcance.

—Cuando estaba haciendo mi tatuaje, le dije que no te gusta compartir tus


fantasías, le conté sobre tu fetiche con el secuestro y que te has estado muriendo
por vivirlo.

Jesucristo.

—Sophia, sé que somos mejores amigas y todo eso, pero eso fue entre tú, yo
y Kayden. —Respiré hondo y traté de no enojarme. Sophia me amaba y también
Kayden. Siempre hablábamos sobre sexo y ellas eran las dos personas en el mundo
que nunca me juzgaron. Kayden fue el único hombre que me dejó preguntarle
sobre el tema y respondió honestamente sin hacerme sentir como una idiota—.
Estoy un poco avergonzada aquí. Te agradezco por tratar de darme lo que quiero,
pero ese era mi secreto que decir.

—Si hubiera funcionado, te habría dejado sin calcetines, cariño. City es


exactamente el tipo de hombre con el que necesitas estar. No permitas que esta
experiencia ponga dudas en esa pequeña cabecita tuya. Él era un desastre, Suzy.
Me siento un poco mal ahora que me enojé con él. Realmente se preocupa por ti,
mi pequeña amiga con TOC.

Me reí. Siempre volví loca a Sophia con todas mis pequeñas peculiaridades
y listas. La mujer vivía la vida en base a su intuición y yo quería que todo estuviera
planeado. Tenía listas para mis listas e incluso la incluía en mis listas cuando
vivíamos juntas.

pág. 215
—Sé que le importa, Sophia. Vi el dolor en sus ojos esta noche. No creo
haber visto a nadie tan asustado por mí antes.

Podía oír las voces murmuradas de Kayden y City, pero no pude entender
las palabras.

—¿Qué le está diciendo a City?

—Sabes que Kayden es muy protector contigo. Solo está teniendo una charla
de hombre a hombre.

—No soy una niña, Sophia. Será mejor que Kayden lo trate amablemente. —
Crucé los brazos sobre mi pecho.

—Kayden siempre es amable. Solo están charlando. —Sonrió, pero pude ver
la preocupación en su rostro.

La vida se había vuelto tan complicada y mis planes parecían


desenmarañarse ante mis ojos. Me sentí como Sophia en la montaña rusa que
experimentó cuando se enamoró de Kayden. Ella levantó las manos y gritó
mientras yo quería saltar y mantener los pies en el suelo.

pág. 216
22
¿Quién es el jefe?
City
Traducido por Mags

—¿Cómo demonios pudiste dejarla salir sola? —Kayden se irguió cara a


cara conmigo, no lo culpé, se preocupaba por Suzy.

—Kayden, lo sé, hombre. Se suponía que debía estar justo detrás de ella.
Todo se jodió. —Mantuve mi contacto visual con él. No mostraría debilidad,
aunque sabía que todo sucedió por culpa de Kaylee y mi pasado. Mi puta polla
siempre causaba problemas.

—Sí, diría que sí. Si algo le sucede a ella, City, te patearé el culo. Puedo
parecer pequeño en comparación contigo, pero te aplastaré. Escucha mi mierda.

Apreté los puños, deteniéndome para no golpear su trasero aquí en el


hospital. Sabía que no me golpearía. Golpearnos con Kayden solo abriría una
brecha entre Suzy y yo. Le dejaría decir sus palabras.

—Entendido fuerte y claro, Kayden. La protegeré con mi vida.

—Sé que no querías que sucediera nada de eso, City, pero espero más. —Dio
un paso atrás—. Ella es como una hermana para mí. Solo protégela y no tendremos
problemas. No quiero ser un idiota, pero tenía que decirte que la jodiste.

—Lo sé y lo haré, Kayden. Me alegra que la ames y la cuidarás si no estoy


cerca. Sé que la jodí y haré todo lo que esté a mi alcance para compensarla.

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—¿Estás planeando romperle el corazón, amigo? —Cruzó los brazos sobre el
pecho y lo miró—. Si esta mierda es solo un juego para ti, entonces necesitas
terminarlo ahora.

—Demonios, no, pero no sé dónde está su cabeza ahora. —Me froté los ojos,
exhausto por los acontecimientos de esta noche.

—No le des elección, City. Ella es rápida para pensar demasiado en todo.
Necesita un pequeño empujón a veces.

—Estaré feliz de mostrarle el camino. ¿Estamos bien? —pregunté—. Tengo


que volver con ella.

—Sí, estamos bien. —Me tendió la mano de buena fe.

—Gracias, hombre. —Le estreché la mano.

Caminé a través de la cortina hacia las chicas susurrando en la cama.

—Hola, señoras —dijo Kayden detrás de mí—. Suzy, ¿cómo estás, amor? —
Caminó frente a mí y se paró al lado de su cama.

Me paré al pie de la cama y los observé mientras interactuaban. Eran una


familia, cualquiera podía ver eso. Había un amor y un pasado compartido que los
unía. Charlaron, mientras yo estaba allí paralizado. Suzy se veía golpeada con
hematomas y un labio partido. Tomaría una eternidad para que los efectos
desaparecieran de su hermoso rostro.

—Tenemos una habitación lista para ti —dijo una enfermera mientras


entraba al pequeño espacio.

—Oh, genial —dijo Sophia.

—Será mejor que volvamos a casa, Suzy. Duerme bien y pasaremos a verte
mañana. —Besó a Suzy en la mejilla y Kayden hizo lo mismo.

—Buenas noches, Suzy. —Kayden se volvió hacia mí—. City, asegúrate de


que esté bien esta noche. No la dejes sola —dijo Kayden antes de rodear con su
brazo a Sophia.

pág. 218
—No estaría en ningún otro lugar, Kayden.

—Los amo, chicos. City me cuidará bien. Vayan a casa, Jett estará despierto
pronto.

—Adiós, amor —dijo Sophia antes de salir.

Me senté junto a ella cuando la enfermera comenzó a desenganchar las


máquinas.

—Oye, dulzura. ¿Cómo te sientes realmente?

—Dolorida. —Ella hizo una mueca mientras movía sus extremidades—.


¿Puedes encontrar un espejo? Quiero ver mi cara.

Oh, Dios. Su cara estaba hinchada con una pequeña cantidad de sangre seca
en la comisura de su boca. No quería que se viera magullada.

—Encontraré uno pronto, espera hasta que te muevan.

—Puede seguirnos, señor. La llevaremos al segundo piso para pasar la


noche. —La enfermera retiró el freno de la cama mientras yo me levantaba y me
apartaba del camino.

—No me voy a ir de su lado, señora —le dije mientras Suzy apoyaba la


cabeza en la almohada y me sonreía. No la dejaría esta noche.

El viaje a su habitación fue rápido y la enfermera nos dejó solos y no hizo


ninguna pregunta. Me senté en la silla junto a ella, mientras bostezaba. Mis ojos se
sentían pesados y mi mente nublada.

—¿Dormirás aquí conmigo? Quiero decir, no hay mucho espacio, pero


quiero que me abraces esta noche. Te necesito.

¿Cómo podría decirle que no a nada de lo que ella me pidiera? Me pararía


de cabeza toda la noche si eso la hacía jodidamente feliz.

—Lo que quieras, dulzura. —Me quité los zapatos, trepándome en la


pequeña cama doble antes de tumbarme de lado, atrayendo su rostro hacia mi
pecho—. Trata de dormir. No voy a ir a ninguna parte.

pág. 219
La cama pequeña era perfecta mientras la acunaba en mis brazos. Ella
agarró mi camisa, apoyando su rostro en mi hombro. La rodeé con mis brazos,
quería que se sintiera segura y necesitaba saber que estaba bien.

Mientras escuchaba su respiración mientras dormía, le olí el cabello, pero


olía a humo de cigarrillo del bar y a suciedad. Su cuerpo se crispó mientras
gimoteaba en sueños. Quería arrastrarme dentro de su sueño y rescatarla.

Flexionando mis manos, la rigidez de los moretones y los pequeños cortes


me hicieron estremecer. No era algo que no hubiera sentido antes, pero no podría
trabajar durante un par de días hasta que sanaran. Saqué mi teléfono del bolsillo,
acomodé su cuerpo sin despertarla y le envié un mensaje a Anthony. Mis otros
hermanos se asustarían y todo el grupo estaría aquí, pero podía contar con que
Anthony mantendría la información discreta al menos por esta noche.

Yo: No iré mañana. Dile a Mikey que reprograme mis citas. Gracias, hermano.

Anthony tuvo un concierto en Clearwater y era una apuesta segura para


obtener la información. Él leyó el mensaje y comenzó a responder.

Anthony: Se lo dije, está conmigo.

Mierda. Bien podría haberlo puesto en las noticias de la noche o haber


sacado una puta valla publicitaria. Mikey tendría un millón de preguntas y querría
detalles.

Anthony: ¿Qué mierda pasó? No eres de faltar al trabajo.

No quería darles los detalles, pero tuve que dar lo suficiente para librarme
de ellos. No tenía una maldita elección en el asunto. Tendría que cancelar la cena
con la familia. Mi madre querrá saber por qué, nadie se salía de la cena sin una
excusa legítima. Quería quedarme con Suzy durante el fin de semana y
asegurarme de que estaba bien antes de dejarla estar sola.

Yo: Situación en el bar esta noche. Necesito quedarme con Suzy. Dile a mamá que
no puedo ir y despeja mi agenda por un par de días al menos.

Anthony: ¿Pasó Alguna Mierda? ¿Estás bien?

pág. 220
Suzy no se movió mientras escribía con una mano tratando de no romper el
abrazo.

Yo: Molí a palos a un cabrón que la atacó. Está en el hospital esta noche y quiero
quedarme con ella después de que le den de alta. No le digas a nadie. No quiero que
enloquezcan. .

Anthony: Entendido, pero mamá va a querer detalles. ¿Qué hospital?

Yo: County Hospital, pero estamos bien. Mis manos están hinchadas. Estaré bien.

Anthony: Entendido. No diré una palabra.

Nada se mantenía en secreto en mi familia. Era como la política de la mafia.


Sabía que Mikey probablemente había leído sobre el hombro de Anthony y pronto
toda la brigada estaría en alerta máxima. Puse el teléfono sobre mi almohada y
cerré los ojos, rodeando a Suzy con mis brazos.

Intenté pensar en cosas felices; la risa de Suzy o cómo me besó, pero todo lo
que podía pensar era en su cuerpo inerte y su cara ensangrentada en mis brazos.
Seguí abriendo los ojos para recordarme que estaba bien. Esperé que el
agotamiento me tomara y borrara esa visión de mi mente.

El sonido del plástico chirriando contra el suelo de baldosas me despertó


temprano en la mañana.

—Lo siento, no quise despertarle —me dijo mientras se movía hacia el


soporte IV.

Gruñí y esperé a que se fuera antes de cerrar los ojos nuevamente. Los
hospitales no son el lugar para descansar. El movimiento fuera de la habitación es
constante, las alarmas y los anuncios hacen eco en los pasillos, y la gente habla lo
suficientemente alto como para despertar a los muertos. Sentí como si un camión
Mack me hubiera golpeado. Tenía la espalda rígida, mis ojos ardían y mis manos
palpitaban. Quería largarme de aquí y meterme en una cama real con ella.

Un golpe silencioso hizo que Suzy se moviera y mi madre se paró en la


entrada. Hermanos de mierda, siempre son los chicos de mamá.

pág. 221
—Hola —dijo, sonriendo.

Me llevé el dedo a los labios con la esperanza de no despertar a Suzy


cuando mi mamá entró en la habitación.

—Es temprano, mamá, ¿qué estás haciendo aquí? —susurré.

—Tu hermano me dijo que sucedió algo y que estabas aquí con Suzy. Sabes
que no puedo dormir bien cuando me preocupo por mis hijos. —Se paró al lado de
la cama, mirando la cara de Suzy contra mi pecho.

—Estoy bien, mamá. No podía dejarla y quiero quedarme con ella cuando
salga por un par de días. No pensé que Mikey publicara un alerta.

—Siempre tan rápido para culpar a Michael, ¿no es así Joseph? Fue Anthony
quien me envió un mensaje de texto. Solo quería pasar y ver si ustedes dos estaban
bien. —Ella negó con la cabeza hacia mí.

¿Cuándo aprendió mi madre a enviar mensajes de texto?

—Lo estaremos tan pronto como salgamos de esta mierda.

—¿Qué pasó, hijo? —Mi mamá acercó una silla y esperó mi respuesta.

—Alguien la agredió. Cuando la encontré, le pateé el culo. —No quería


mirar a mi madre a los ojos. Ella era la única persona en el mundo que nunca quise
defraudar. Yo no era un chico de mamá, pero en una familia italiana, una madre es
la abeja reina, el jefe y llevaba los pantalones. Incluso mi padre se inclinaba ante
ella y apreciaba el suelo sobre el que caminaba. Él no era un cobarde y podía
patear culos en su juventud, pero la señora Gallo no era una persona que ninguno
de nosotros quería enfadar—. Créeme, mamá, él se ve peor que yo.

Arrugó la nariz; a ella nunca le gustó pensar en ninguno de sus hijos


peleando, incluso Mikey.

—¿Dónde estabas?

pág. 222
—Neón Cowboy y estábamos saliendo después de tomar un par de tragos.
—Definitivamente no quería compartir que planeaba secuestrar a mi novia. El sexo
no era algo con lo que hablaba con mi madre a menudo, ni siquiera mi padre.

—Te dije que odio ese maldito bar. No hay nada más que problemas en ese
tipo de lugares. ¿No has aprendido nada de Thomas? —No estaba enojada, pero
pude ver el miedo en sus ojos.

—Sí, ma. Tengo amigos allí, clientes incluso, y me gusta allí. No voy a dejar
de pasar‖el‖tiempo‖por‖los‖“y si”.

—¿Está bien, hijo? —Se asomó por encima de mi hombro, sus ojos se
agrandaron cuando vio la cara de Suzy.

—Sí, ella va a sanar. Solo esperamos a que el doctor venga y le dé el alta. No


estaré allí el domingo, pero prometo estar allí la próxima semana.

—Claro, cariño. ¿Puedo dejarles comida al menos? De esa forma puedes


pasar tiempo cuidándola sin tener que cocinar.

¿Cómo podría decirle que no a mi madre? Cuando ella ofrecía comida era el
más alto honor. Ella vivía para cocinar y cuidar a su familia. Si le decía que no,
sería un insulto enorme y habría mucho que pagar.

—Claro, mamá. Me encantaría que vinieras con algo de comida. —No quise
decir esa afirmación en su totalidad, pero sabía que la haría feliz.

—Me voy a ir y dejarlos descansar a los dos. No quiero despertarla. Te


llamaré más tarde, Joseph. —Se puso de pie y me besó en la frente. Ella era la única
persona en el mundo que dejaría que me tratara como a un niño. No importa
cuántas veces le dije que no lo hiciera, se hizo más insoportable ahogándome con
su amor.

—Está bien, mamá. Gracias.

—Te amo, Joseph. Cuídate eso.

—También te amo, mamá.

pág. 223
Salió de la habitación y pasé mis dedos por los moretones en su rostro. Eran
de un color más brillante y más visibles de lo que habían sido la noche anterior.
Comenzó a moverse ante mi toque y abrió los ojos y el costado se arrugó por la
sonrisa en su rostro.

—¿Te quedaste?

—¿A dónde más iría, dulzura?

Cerró los ojos e hizo un sonido como si no lo supiera mientras aplastaba su


rostro en mi pecho con una inhalación.

—¿Podemos salir de aquí? —preguntó ella.

—Iré a ver si puedo conseguir que el médico te dé de alta. Déjame


levantarme.

Ella hizo una mueca mientras la ayudaba a salir de mis brazos y me bajaba
de la cama.

—Vas a pasar todo el día en la cama cuando te saque de aquí.

—Ohhh, eso suena tan sexy. —Ella se rió y se sostuvo el costado.

—Niña mala, estás herida, solo descanso. —Me alegré de ver que su espíritu
no desapareció con los eventos del ataque—. Volveré enseguida o te sacaré de este
lugar.

Encontré a una enfermera sentada en un escritorio y le supliqué que


procesara el papeleo más rápido de lo normal.

—Puede ayudarla a vestirse para acelerar el proceso si lo desea, señor —dijo


la enfermera mientras escribía en su teclado.

—Claro, estaremos esperando, señora. —Regresé a la habitación para


encontrar a Suzy tratando de salir de la cama—. ¿Qué diablos estás haciendo? —
dije, corriendo a su lado.

—Necesitaba orinar. —Me miró con una tímida sonrisa avergonzada.

pág. 224
—Te ayudaré, dulzura. Luego tenemos que vestirte.

—Bien. Odio tener que necesitar ayuda para caminar, City. Esto es un poco
ridículo.

—Es para lo que estoy aquí. Eres mía y te cuidaré este fin de semana. Sin
discusiones. ¿Entendido? —Esperé su respuesta antes de tomar su mano.

—Sí, señor. Soy tuya por el fin de semana. Pensé que sería un poco
diferente,‖pero…‖—dijo sin terminar la frase y se encogió de hombros.

—Nos pasa a los dos. Vamos, cariño. —La ayudé a llegar al baño y luego
agarré la ropa. Las sacudí un par de veces para quitarle la suciedad antes de que
ella se vistiera.

—Necesito una ducha —dijo mientras cojeaba fuera del baño.

—Te ayudaré en cuanto lleguemos a casa.

—Eres el jefe.

Me gustó el sonido de esas palabras saliendo de su boca. No soportaría


ninguna réplica este fin de semana. Ella es mía.

pág. 225
23
Diosa despampanante
Suzy
Traducido por Flower

Me acomodé en mi cama, agradecida de estar en casa, y observé a City


mientras se desnudaba. Nunca había estado con un hombre que no podía dejar de
mirar. Quería la imagen grabada en mi cerebro. Su complexión muscular y su
firme pecho se flexionaron mientras se quitaba los pantalones. Los tatuajes en su
torso y sus brazos se movieron y me hipnotizó como si estuviera viendo una
película. Ansiaba tirar de la barra que colgaba de su pezón, salivaba por probar su
carne y me estremecí al pensar en él dentro de mí.

Pateó sus pantalones en el aire y los atrapó.

—No me mires así, dulzura. —Su eje se balanceó atrapando mi atención, mi


boca de repente se sintió seca.

Parpadeé y lo miré.

—¿Como qué? Solo pensaba en lo hábil que eres para atraparte los
pantalones. —Solté una risita.

—Acabas de mirarme la polla de una manera que me dan ganas de


metértela en la garganta. —Me sonrió y aunque me dolía la cara, todo lo que
quería era que me hiciera eso—. Hoy no, dulzura.

—¿Mañana? —Levanté las cejas con la esperanza de atraerlo o al menos


obtener una promesa de algo antes de que terminara el fin de semana.

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—Ya veremos. Yo decido cuándo y cómo. ¿Qué puedo conseguirte?

—Tu polla. —Sabía que cuando decía palabras “sucias” no podía resistirse.
Si continuaba negándose, seguro que no se lo pondría fácil.

Se frotó la cara y murmuró algo que no pude entender.

—¿Quieres algo para beber o comer?

Se quedó allí, en pelotas y agradablemente delicioso a la boca y esperó mi


respuesta. ¿Cómo podría pensar en agua cuando su hermoso cuerpo estaba en
plena exhibición? Negué y acaricié el colchón con una sonrisa torcida.

—Mañana, dulzura.

Un puchero colgaba de mis labios, pero por dentro estaba feliz de al menos
obtener una concesión.

—Bastante bueno. No tengo nada en la nevera, City. No pensé que estaría


aquí mucho este fin de semana. —Admitirle a un italiano que te faltan incluso los
alimentos básicos en tu despensa no es fácil.

—Mi madre quiere traerte comida más tarde. ¿Estás de acuerdo con eso?

—¿En serio? —Mi madre nunca me había traído comida incluso cuando
tenía gripe. Siempre me defendí por mí misma, incluso si eso significaba
arrastrarme hasta la cocina para tomar un vaso de agua. Su madre, una mujer a la
que nunca conocí, me traería comida y tuve una punzada de celos. ¿Cómo hubiera
sido crecer en una casa como la suya?

—Puedo llamarla en cualquier momento y ella te dejará algo. Tú solo di la


palabra.

—¡Palabra, palabra, palabra! ¿Tu mamá hace Ragu 1 como la mía? —Mi
madre nunca cocinó desde cero. Cuando era niña, pensé que Chef Boyardee 2 era lo
máximo hasta que crecí y me di cuenta que estaba más cerca de ser vómito en lata.

1 Guiso de carne cortada en trozos pequeños, rehogada y cocida en un recipiente bien tapado, al que
2 Marca de pastas en conserva

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City se rió y su sonrisa hizo que me doliera el pecho.

—Ni siquiera le menciones la palabra Ragu a ella. Tendrá un colapso


mental.

—Es bueno saberlo —dije—. Recuérdame que nunca cocine para ella, ¿de
acuerdo?

City agarró su teléfono mientras se arrastraba en la cama.

—Oye, mamá. Suzy va a descansar un poco, pero nos encantaría que


pasaras con algo de comida. —Pude oírla hablar por teléfono y me recordó a la
maestra de Charlie Brown. No pude entender las palabras, pero escuché una voz
confusa cuando puse mi cabeza sobre su pecho. Jugué con la perforación, lo que
me ganó una mirada severa—. Te enviaré un mensaje de texto con su dirección.
Gracias, mamá.

Dejó el teléfono y me miró, pero yo solo sonreí.

—¿Qué? —pregunté inocentemente.

—Debes haberte golpeado la cabeza más fuerte de lo que pensaba.

—Tal vez. —Besé su pezón, tirando del aro con mis labios. Él inhaló
bruscamente mientras mordía.

—Dulzura, no ahora. Estoy tratando de ser realmente bueno aquí y no estás


en forma en este momento para hacerte las cosas que quiero. Más tarde, cuando
hayas descansado y hayas comido algo, te daré más de lo que puedas manejar… si
siento que estás preparada.

—Asesino de fiesta —dije, mientras recosté la cabeza en el hueco de su


brazo.

—Sé una buena chica y duerme. —Sus dedos recorrieron mi espalda,


dejando una estela de calor contra mi piel. Cerré los ojos y disfruté de la sensación
de sus manos sobre mí, incluso si no era de la manera que quería.

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No sé cuánto tiempo dormí, pero cuando me desperté, estaba sola en la
cama. Su lado todavía estaba tibio. Mis músculos se rebelaron y dolieron cuando
me estiré.

—Maldita sea —susurré, queriendo moverme sin dolor.

Sonó el timbre y mi corazón comenzó a latir con fuerza: su madre. No me


veía presentable y mi cara tenía que ser un desastre. La miré con horror esta
mañana en el hospital. Esta no era la forma en que quería conocer a su madre.

Podía oírlos hablar en la cocina. La puerta se abrió de golpe y giré la cabeza


rezando para que fuera City.

—Oye, dulzura, ma está aquí. ¿Quieres conocerla?

—Me veo como basura, City. No puedo hacer que me vea así.

Se sentó a mi lado.

—Dulzura, ella estuvo en el hospital esta mañana. Ha visto tu cara. No te va


a mirar fijamente.

Suspiré.

—No me dijiste.

—Lo siento. Vamos, solo un rápido hola. Te hizo lasaña. —Apartó el cabello
de mi cara, siguiendo la curva de mi mejilla.

Haría lo que sea que este hombre me pidiera. Una sonrisa, un toque o un
beso, y era completa y totalmente suya.

—Déjame vestirme y saldré.

Conocer a los padres siempre me asustaba hasta la muerte y significaba un


paso más profundo en una relación. Obviamente, su madre amaba a su hijo lo
suficiente como para llevarnos comida y, al menos, quería agradecerle por su
amabilidad.

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Me miré al espejo, toqué la puntada de mi labio con mi lengua notando el
sabor mordaz de la sangre. No había necesidad de molestarse con el maquillaje.
No podía parecer peor como lo hacía y si ahora le gustaba, entonces la dejaría
impresionada cuando me viera lo mejor posible. Vestida con mi sudadera y
pantalón de chándal favoritas, salí para encontrarme con la señora Gallo.

—Ahí está —dijo City, levantándose del sofá con una sonrisa en su rostro.

La señora Gallo se puso de pie y se dio la vuelta. Su cara estaba iluminada y


parecía la mamá que siempre quise. Tenía el cabello largo y ondulado, grandes
ojos marrones y una sonrisa amable.

—Suzy, es tan agradable conocerte finalmente —dijo mientras me envolvía


con sus brazos—. Lo siento por la forma en que nos reunimos, cariño. ¿Cómo te
sientes?

—Gracias, señora Gallo, me siento mucho mejor. —Me moví para sentarme
al lado de City y agarré su mano—. Gracias por hacerme lasaña. Es una de mis
favoritas.

—El gusto es mío. La comida siempre ayuda a mejorar todo —dijo.

—Lema italiano —murmuró City y me reí.

—Me voy a ir ahora y los dejo a ustedes dos niños para que disfruten su
comida. Solo quería decir hola. ¿Hay algo más que pueda hacer antes de irme?

—No, señora, ha hecho más de lo que puedo pedir.

—Señora G o Maria, por favor. Necesitas algo, solo haz que Joseph me
llame.

—Joseph. —Me reí. Parecía tan serio y le quedaba bien.

—Míralo —dijo en un tono juguetón y me apretó la mano.

Todos nos levantamos y abrazamos a su madre. Caminamos hacia la puerta


y la miramos irse. La imaginé subiendo a una minivan a pesar de que no tenía
niños pequeños. Nunca la identifiqué por una mujer que manejaba un Mercedes.
Soñé con un nuevo Honda y sabía que sería un asesinato al presupuesto… tal vez
algún día.

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—Tu madre es genial —le dije mientras lo rodeaba por la cintura.

—Ella puede serlo, pero es una pit bull cuando la cruzas, solo pregúntale a
mi padre —dijo—. ¿Quieres un poco de lasaña?

—¿Qué hay de postre? —pregunté mientras cerraba la puerta.

—Lo que quieras, dulzura.

—Sabes lo que quiero —dije.

—¿Estás preparada?

—La pregunta es, muchacho, ¿estás preparado? —Lo quería y pensé que si
desafiaba su hombría, finalmente se derrumbaría. Todos los hombres son iguales
en ese sentido.

Él rió.

—No hagas preguntas si no puedes manejar la respuesta. Come tu comida y


te mostraré cómo estoy, dulzura.

Colocó un pedazo gigante de lasaña con queso rezumando frente a mí. Mi


estómago gruñó ante el olor y la sensación de hambre finalmente se registró. Corté
la rodaja y observé cómo todo el interior se aplastaba en mi plato. La lasaña
caliente se extendió por mi lengua y quise gemir por el sabor.

—Está bueno, ¿eh? —preguntó City mientras recogía un trozo en su boca.

—¿Qué? ¿Hice algo?

—Sí, gemiste, dulzura.

Mi rostro se calentó.

—Bueno, estoy acostumbrada a la lasaña de caja. Esto es asombroso, City.


No sabes lo afortunado que fuiste de crecer en este tipo de cocina casera. —Deslicé
el tenedor sobre mi lengua y mastiqué lentamente, dejando que todos los sabores
bailaran en mi lengua.

—Nunca pensé en eso. —Su tenedor se detuvo cerca de su boca mientras me


miraba con ojos penetrantes—. Suzy, sigues haciendo ruidos así y no voy a dejar
que termines el próximo bocado. —Puso el tenedor en su plato y se reclinó.

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—Necesito mi combustible para mejorarme. —Puse otra porción en mi boca,
cerré los ojos y emití un pequeño sonido en el fondo de mi garganta.

—Tienes treinta segundos para terminar lo que tienes enfrente antes de


llevar tu culo al dormitorio y darte algo por lo que realmente gemir. —Cruzó los
brazos sobre el pecho y miró el reloj.

Puse la comida en mi boca. Me sentía dividida en este momento, pero la


lasaña siempre podía recalentarse.

—Quince. —Me sonrió y sentí que todo en mi cuerpo se convulsionaba y


gritaba que me tocaran. Mastiqué como una maníaca.

—Cinco.

—¡Espera! —Levanté mi mano—. Necesito algo de beber —le dije mientras


saltaba de la silla alta de la cafetería.

—Tengo algo para bajar eso, dulzura. Se acabó el tiempo.

—Más lento, Suzette —dijo City en mi oído mientras se mecía dentro y fuera
de mí—. No es un maratón. Quiero saborear estar dentro de ti.

—Solo te extrañaba. Extrañaba esto.

—Tenemos el resto del fin de semana. No quiero hacerte daño. Lento. —


Agarró mis caderas y me mantuvo quieta mientras frenaba a su ritmo. Quería
gritar y arañarlo, pero sabía que no ayudaría luchar contra él.

Apoyó su frente contra la mía mientras encerraba mi cuerpo y asaltaba mis


sentidos. Esto fue más que solo sexo. Expresó sus sentimientos y sentí que se
filtraban en mi cuerpo. Lo miré a los ojos mientras miraba a los míos antes de besar
mis labios. El dolor del beso no me impidió devolverlo con fervor.

Mis dedos se clavaron en sus hombros cuando los sentí flexionarse bajo mi
toque. Cada empuje me acercó a la liberación que anhelaba. Su respiración se

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volvió áspera mientras acurrucaba sus brazos debajo de mi cuerpo, inclinando mis
caderas.

Mis manos descansaban sobre sus caderas, incapaces de alcanzar su culo,


mientras las sentía relajar y contraerse con cada empuje. Ojalá tuviera un espejo
para mirar su culo y la espalda mientras se movía con mi cuerpo. Apreté la piel
suave y el músculo duro mientras el orgasmo atravesaba mi cuerpo. Era más fuerte
que cualquier cosa que hubiera sentido antes. Mis dedos de los pies se curvaron y
mis músculos se apretaron a su alrededor mientras su ritmo se aceleraba antes de
que embistiera contra mí una última vez, alcanzando su propia dicha.

Acarició mi cuello y besó la suave piel, haciendo un camino a mis labios.

—No sé lo que habría hecho si te sucediera algo, dulzura.

Pasé mis dedos por su cabello y jalé su rostro hacia el mío forzando sus ojos
a que me viera.

—Estoy bien, Joey, me salvaste. —Lo besé y no le di la oportunidad de


responder. Nos dio la vuelta y me senté a horcajadas sobre su cuerpo antes de
romper el beso.

—No más fantasías que no me involucren a tu lado, pero aún quiero


hacerlas realidad.

—Estoy deseando que lleguen. —Sonreí contra su pecho mientras besaba la


piel sobre su corazón. Escuché su corazón latir. Nunca me había sentido tan
contenta con una persona y mucho menos con un hombre.

City pasó el resto del fin de semana ayudándome. A pesar de que comenzó
pedregoso, terminó conmigo haciéndome sentir más amada y adorada que nunca.
No podía negar mis sentimientos por él por más tiempo. Mi lista ya no importaba.
Él me mostró que me cuidaría y me trataría de la manera que siempre quise. Mis
dudas sobre si él era el “indicado” habían desaparecido y fueron reemplazadas por
un destino que había sido sellado en el lugar donde comenzamos.

pág. 233
24
Caliente por la maestra
City
Traducido por Elizabeth.d13

—Sí, señor, ¿Cómo puedo ayudarlo? —preguntó la señora mayor del


escritorio de la recepción. Se inclinó hacia adelante y apoyo su cabeza sobre sus
manos.

Le dirigí mi sonrisa traviesa y un guiño.

—Estoy aquí para ver a la Srta. McCarthy, señora.

—Oh, por favor, llámame Kathy. —Batió sus pestañas—. ¿Estás aquí para
ver a Suzy? —Parecía sorprendida y su voz terminó con una alta nota chillona. Sus
ojos ya no miraban a mi cara, sino que viajaban por mis brazos.

—Sí, estoy aquí para ver a Suzy, Kathy. —Arqueé una ceja mientras ella me
registraba, desvistiéndome con la mirada. Ella parecía una dama bastante
agradable, pero no me gustó la manera en que dijo el nombre de Suzy y
ciertamente no estaba particularmente emocionado por la fantasía que ella debía
estar teniendo en su cabeza. Me aclaré la garganta, necesitando sacarla de su
neblina inducida por la lujuria.

Se sonrojó mientras comenzó a buscar papeles en su escritorio. Me pidió mi


identificación y firmar el registro de visitante. El día de escuela había terminado,
pero algunos estudiantes aun rondaban alrededor del área de recepción. Podía
sentir sus ojos en mí. Quise reírme pero no quería ser un completo imbécil.

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Kathy me dio direcciones para el salón de Suzy en el siguiente edificio.
Necesitaba asegurarme que estaba bien en su primer día de vuelta al trabajo
después del ataque. Estoy seguro que tuvo que explicar las heridas de su rostro
una y otra vez. La gente podía ser jodidamente despiadada.

Revise‖el‖cartel‖de‖la‖puerta‖y‖leí‖“101,‖Clase‖de‖la‖señora McCarthy”.‖El‖gran
salón de clases tenía mesas dispuestas en ordenadas filas y armarios alineados en
la pared opuesta. No había pizarrón en la habitación como había tenido cuando fui
niño, pero había una pizarra en la pared. Los problemas matemáticos que hacían
que mi maldita cabeza girara estaban escritos en la blanca superficie brillante.

No veía a nadie, pero podía escuchar voces hablando en una habitación


adjunta.

—Estoy bien. Detente —dijo Suzy. Aceleré mi ritmo para descubrir qué
demonios estaba pasando.

Al entrar al pequeño espacio de la oficina, vi a Suzy pegada a la pared con


Derek cortando su vía de escape. Ella parecía como si quisiera volverse una con la
pared y no podía moverse más lejos de su cuerpo. Sus ojos se ensancharon cuando
alcancé al imbécil y lo agarré por el cuello de su camisa.

—¿Qué demoni…? —dijo, sus ojos recorriendo mi cara.

—La dama dijo que te detuvieras. Creo que ya tuvimos esta conversación
antes idiota —Estábamos nariz con nariz y noquearía al hijo de puta.

—Suzy no lo decía en serio —gruñó.

Seguro que tenía un par de bolas de bronce pero mis puños eran de platino.
Apreté su camisa de vestir de mierda, tirando de su cuerpo contra el mío.

—Ella es mía, imbécil y cuando la dama dice detente quiere decir que te
detengas y detengas tu mierda.

—Debí tener tu trasero arrestado la primera vez que me golpeaste.


Golpéame de nuevo y llamaré a la seguridad de la escuela.

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—¿Necesitas que alguien más pelee tus batallas, marica? Acosas chicas, pero
¿no puedes manejar a un hombre tu solo? —Suzy tenía lágrimas en los ojos
mientras la miraba por encima de la cabeza de él.

—Escúchame, amigo, no sé quién diablos crees que eres, pero Suzy y yo


tenemos una cosa. Ella no es tuya. ¿Verdad, Suzy?

Ella empezó a sacudir su cabeza, sus ojos ampliándose. Él giró su cabeza


para mirarla y no pude retener mi puño más. Lo golpeé directo en su mandíbula y
observé saliva y sangre volando fuera de su boca. Tenía lo que merecía el bastardo.
Lo sostuve en posición vertical con mi agarre mientras se tambaleaba en sus
rodillas temblorosas y sus ojos se humedecían.

Si no estuviéramos en la oficina de la escuela, molería a golpes al hijo de


perra. Merecía que le enseñaran una lección más dura que un simple golpe en la
cara, pero tenía que controlar mi temperamento por el bien de Suzy.

Lo deje ir con un empujón y lo vi tambalearse antes de recargarse contra el


escritorio.

—Haré que te arresten por esto. —Limpió la sangre de su labio con el dorso
de su mano y me miró.

—Compartiré unas palabras con seguridad. Les diré como te encontré


acosando sexualmente a la Srta. McCarthy en su oficina. La escuché decirte que te
detuvieras. ¿Quién crees que ella va a respaldar, imbécil? Esta es la última vez que
la tocas. Hazlo de nuevo y te enterraré.

Suzy caminó a mi lado y me rodeó con su brazo.

—Derek, dices una palabra y me aseguraré que te despidan. No tengo


ningún problema en decirles acerca de esta y las otras veces. —Sonriendo hacia a
mí, apretó mi cintura—. Tengo a Joseph y Sophia como respaldo. Sophia sabe de ti
y tu mierda.

¿Ella usó dos palabrotas en su discurso? Esa es mi chica, pensé mientras sonreía
con orgullo.

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—¿Lo harías? —preguntó, alisando su camisa, limpiando la última gota de
sangre de su barbilla.

—Pruébame, Derek —gruñó, mostrando un indicio de dientes.

—Apostaría mi dinero en la rubia. —Sonreí al idiota mientras él salía del


salón.

—¿Estas bien, Suzy? —pregunté, mientras la envolvía en mis brazos.

Apretó mi cintura y enterró su cara en mi camisa.

—Mm, hueles bien.

—Contéstame, cariño. ¿Estás bien? —La besó en lo alto de la cabeza.

—Sí, estoy bien. Derek es un idiota. No creo que me vuelva a molestar. —Se
río contra mi pecho.

—No quiero que trabajes con ese imbécil nunca más.

—Creo que casi se orina en sus pantalones.

—¿Me lo prometes, Suzette? Necesitas ir a administración a hablar sobre él.


No puede trabajar aquí o estar cerca de ti.

Ella palmeó mi estómago.

—Me encanta cuando te vuelves todo chico duro y dices mi nombre


completo. —Se rió y apreté su trasero con fuerza suficiente para hacerla saltar—.
Lo prometo, Joseph.

—Parece que te gusta cuando tengo mis bolas enterradas dentro de ti,
cariño. No te escucho reír entonces —susurré en su oído. Tembló en mis brazos
cuando las vibraciones de mis palabras tocaron sus oídos—. ¿Por qué no hacemos
un buen uso de tu escritorio?

Me golpeó en el pecho pero pude ver un brillo en sus ojos. Pensó en eso por
un segundo antes de responder.

pág. 237
—De ninguna manera, señor. No seré despedida.

—Pensé que tal vez te volviste una chica mala usando todas esas
maldiciones en Derek. —Pasé mi dedo sobre su moretón pero ella ni se inmutó.

—¿Dos? ¿Juré dos veces? —Su boca se abrió.

—Lo hiciste, cariño. Estoy orgulloso de ti.

—Debes estar contagiándome. —Se separó de mis brazos y sonrió.

—Hablando de frotar. —Miré abajo, sacudiendo mis cejas y moviendo mis


caderas.

—Absolutamente no. —Se alejó y empezó a mover papeles del escritorio.

Envolví mis brazos alrededor de ella y puse mi rostro en su cabello.

—¿Qué vas hacer, cariño, darme una detención? —pregunté, no lo pude


evitar y me reí. Dios, si ella hubiera sido mi maestra en la secundaria hubiera
estado sobre ella. Mis sueños húmedos hubieran estado llenos con visiones de la
Srta. McCarthy inclinada sobre mi escritorio ayudándome con mis problemas de
matemáticas. Rezaría para que su blusa se abriera y me diera un vistazo de sus
hermosas tetas.

Ella golpeó mis manos.

—Eres un niño travieso.

—No tiene idea, Srta. McCarthy. —Besé su cuello, dirigiéndome hacia su


hombro antes de hundir mis dientes en su delicada piel—. Me has golpeado dos
veces y creo que necesito enseñarte una pequeña lección esta noche. —Su
respiración se detuvo y escuché un pequeño gemido escapar mientas apoyaba mi
polla en su trasero.

—¿Qué tiene en mente, señor Gallo?

—Me voy asegurar que sepas que eres mía. —Ahuequé sus pechos,
apretándolos y pasando mis palmas por sus duros pezones—. Voy a follarte tan

pág. 238
jodidamente duro que mi pene será en lo único en lo que podrás pensar. No dejaré
ningún centímetro sin tocar, ningún poro sin besar y ni un hoyo sin llenar.

—Um. —Tragó con fuerza lo suficiente como para escucharlo. Perfecto.

—¿Sin palabras?

—No aquí —susurró mientras cerraba sus ojos.

—En mi casa, cariño. No quiero que nadie te escuche gritar cuando creas
que no puedes venirte de nuevo, pero lo haré.

—Tu castigo suena mucho mejor que detención.

—Es más un programa de retención para niñas pequeñas en peligro —dije


mientras ella se giraba con una sonrisa en su rostro.

—Tú sí sabes cómo ganar el corazón de una chica. —Se puso de puntillas y
me besó.

Golpeé su trasero mientras ella me mordía mi labio pero no lo


suficientemente fuerte para romper la piel.

—Oh, lo siento, cariño —dijo.

—Te lo devolveré, dulzura. Salgamos de aquí o te estaré quitando la ropa


aquí mismo.

Pellizqué su pezón y sentí su fuerte aliento tembloroso contra mis labios.

Necesitaba sacarla como el infierno de esta escuela y tomarla en mi cama. Le


di un beso de despedida después de caminar con ella hasta su auto. Caminé hacia
mi moto en el lado opuesto del estacionamiento después de que ella se fuera. Sería
difícil manejar con una furiosa erección en mis pantalones, necesitaba el trayecto
para calmarme.

pág. 239
25
Montando sucio
Suzy
Traducido por Flower

Arruinada. Es la única palabra que se me viene a la mente cuando pienso en


Joseph Gallo, alias City McPolla Perforada. Me arruinó para cualquier otro hombre
que podría haber tenido un lugar en mi futuro. ¿Cómo podría volver a aburrirme
con alguien con un pene de pepinillo de fiesta cuando tenía a Joey Dios del sexo
Gallo?

Joey me hizo gritar de éxtasis; había sido el primer hombre con el que no
tuve que fingir. Su sola voz hacía que mi piel se pusiera de gallina, su beso hacía
que el mundo se desvaneciera, y su polla… bueno, es jodidamente única y se sentía
increíble.

La idea del castigo no sonaba terrible saliendo de su boca. Alguien más y


habría corrido como alma que lleva el diablo, pero no con City, hacía que mi
cuerpo se sintiera como si estuviera en llamas. Quería que reclamara cada
centímetro de mi cuerpo. ¿Qué chica no querría todo el placer que implicaría? Sería
una idiota por no quererlo.

Estudié su cuerpo mientras conducía delante de mí en su sexy Harley. Pude


verlo mirándome en los semáforos y nunca quisiera que el hombre tuviera ojos
para otra mujer. Él era todo lo que yo quería, pero nunca pensé incluirlo en mi plan
de vida. Sus músculos se movieron debajo de su camisa mientras abrazaba la
carretera y agarraba la moto. Mi mente siguió reemplazando mi cuerpo con la
moto mientras nos dirigíamos a su casa.

pág. 240
Se volvió una adicción. No solo arruinó mi cuerpo, sino que encontró la
manera de hacerse parte de mi vida en muy poco tiempo. Invadió mis sueños y
cada pensamiento que tenía lo involucraba.

Verlo me recordó a la primera vez que lo vi. Pensé que me asesinaría en ese
camino rural. Parecía malo y peligroso, pero la única causalidad sería mi corazón.
¿Lo amaba? Es una palabra fuerte para usar en tan poco tiempo. ¿Podría seguir sin
él? Infiernos. No. ¿Lo quería en mi vida? Ahí le has dado. El amor es una palabra
que reservo para muy pocas personas en mi vida y no la estropearía por fantástica
que se moviera su polla y por lo duro que me hacía gritar. El amor vendría algún
día si no me mataba antes. Muerte por polla. No sonaba tan mal.

Cuando llegamos a su entrada, mi cuerpo vibró de expectación. Habían


pasado menos de veinticuatro horas desde que City había estado dentro de mí,
pero esto se sentía… diferente. Apagué el auto y lo miré mientras se bajaba de la
moto y se quitaba el casco. Se acercó a mi automóvil, su movimiento fue como un
león acechando a su presa y sentí mis mejillas sonrojarse de emoción. Él se veía
guapo. Excepcionalmente perfecto.

Su belleza no era solo externa. Tenía eso logrado a primera vista, pero
internamente era un príncipe azul. Nadie me había tratado como lo hacía. Tenía la
cantidad justa de hombre de las cavernas y Casanova que era destructiva para la
mente de una chica, especialmente la mía.

—Vamos, dulzura. Si tengo que esperar más, te follaré aquí mismo en el


camino de entrada.

Aunque sus palabras fueron prometedoras, nunca he tenido relaciones


sexuales al aire libre. No estaba lista para tachar eso de mi lista de deseos.
Agarrando su mano, lo seguí dentro de la pequeña granja blanca. Me quité los
zapatos, me agarró y me empujó contra la pared.

Sus labios suaves y húmedos se aplastaron contra los míos cuando jadeé y
su lengua lo tomó como una invitación abierta.

—No puedo decidir qué parte de tu cuerpo atacar primero. —Su lengua se
deslizó lentamente a través de mi labio inferior. Mi corazón latía en mi pecho y

pág. 241
tenía que sentir el ritmo acelerado del golpe—. ¿Comienzo con esta bonita y
pequeña boca? —Mordió mi labio haciendo que un pequeño gemido escapara con
la idea de que mi lengua se envolviera alrededor de su pene—. ¿Utilizo esto en tu
apretado y pequeño coño o tu hermoso culo apretado? —Me apretó el trasero y
pude sentir su dureza contra mi estómago. Pensé en todas las formas en que podía
y me tomaría y un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

—Elección perfecta. Tu boca ser{… para comenzar. —Sus ojos se arrugaron


por la sonrisa en su rostro. Mierda, no tomé una decisión.

—¿Qué? Espera —supliqué.

—No es tu decisión. Ver cómo chupas con los labios hace que me duela la
polla al sentir tu lengua tirando de mi piercing. De rodillas, sunshine. —El uso del
apodo de nuestra primera reunión, cuando mi mundo cambió para siempre, hizo
que mi interior se calentara.

Colocando su mano en mi hombro, me empujó sobre mis rodillas y me


encontré cara a cara con su bulto gigante. Esta vez sabía lo que vería, pero no
disminuyó la emoción que sentía. Alzando la mano para bajarle la cremallera a sus
pantalones, miré su rostro. La sonrisa que jugaba en sus labios y el brillo en sus
ojos hicieron que mi centro pulsara. Su eje se balanceó y devolvió mi atención a la
tarea en cuestión, chupar su hermosa polla y hacerlo caer de rodillas.

Le desabroché los pantalones y comencé la tarea de liberar su dureza.


Raramente sentía el control cuando City me desnudaba, pero me sentí empoderada
de rodillas ante él. Al liberarse, la punta brillaba con una gota de humedad. Se me
hizo agua la boca mientras le acariciaba la polla, apretándola, sintiendo la pesadez
y la dureza de su sedosa y suave erección en mis manos. Lamí la punta,
capturando la humedad en mi lengua antes de tomarlo completamente en mi boca.
Me encantaba la sensación del piercing y cada vez que llevaba la punta a mis
labios, pasaba la lengua por el metal, dándole un ligero tirón. Su cuerpo tembló
con cada empuje y tirón. Sus dedos se enredaron en mi cabello. Él lo agarró
bruscamente, tratando de controlar mi movimiento y profundidad.

pág. 242
Ignoré su agarre, dándole la bienvenida al dolor mientras controlaba la
profundidad y la velocidad.

—Maldición, dulzura, tu boca se siente increíble. —Le apreté el culo y sentí


un escalofrío hacerse cargo de su cuerpo. Pulsando mi agarre, aspiré más fuerte,
aceleré mi ritmo y apreté mis piernas tratando de aliviar el dolor. Él gimió y se
crispó y casi pude sentir lo cerca que estaba de liberarse. Concentré mi esfuerzo en
la punta de su pene, pasando la lengua por la parte inferior, sacudiendo la carne
sensible y capturando el anillo entre mis labios mientras trabajaba su longitud—.
Mierda —gimió y aumentó el agarre en mi cabello—. Detente, dulzura.

Al diablo con eso. No me detendría hasta que su cuerpo temblara, gritara mi


nombre y lo ordeñara hasta que se secara. Rocé su eje con mis dientes y él siseó.

—Maldición. —No me detuve en mi incansable búsqueda de su liberación.


Observé su rostro mientras chupaba y lamía como una mujer hambrienta en una
misión: tenía sus ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás y la boca abierta.
Agarré su trasero con ambas manos, clavé mis uñas en su piel, llevándolo
completamente a mi boca, golpeando la parte posterior de mi garganta. Tragué
saliva y traté de no vomitar. Me aferré a su pene mientras un gemido escapaba de
sus labios; impulsándome hacia adelante buscando el momento en que dijera mi
nombre.

La sensación de su culo duro como una roca debajo de mis dedos,


flexionándose y contrayéndose, me volvió loca. Lo quería, quería sentirlo dentro
de mí, pero no pararía lo que comencé. Me sentí a cargo por una vez.

—Suzette —siseó mientras mi boca se llenaba de su liberación.

Cuando su cuerpo dejó de temblar y su polla dejó de latir, lo solté. Le sonreí


con sus grandes ojos mirándome con adoración. Tragando, me lamí los labios y
capturé una pequeña gota que se filtraba desde la punta. Sus ojos tenían un brillo
en ellos mientras me miraba.

—No peleas justo, dulzura —dijo con voz temblorosa mientras se quitaba
los vaqueros.

pág. 243
—No vi que me detuvieras —le dije, levantándome del piso. Extendió la
mano, agarró mi cuello y me atrajo hacia él, mientras aplastaba sus labios con los
míos.

Se sintió suave y cálido. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y me


empapé en la sensación de sus manos agarrando mi cintura. Él jaló mis piernas
alrededor de su cintura y envolví mis brazos alrededor de su cuello, queriendo la
conexión. Nos movimos como uno hacia el dormitorio donde comenzamos hace
semanas; mi vida nunca había sido la misma.

Se inclinó sobre la cama, pero mi cuerpo permaneció unido a él como velcro.

—Es tu turno de gritar mi nombre, dulzura. —Soltó mis manos de su cuello,


colocándolas a mi lado—. No te muevas. —Él sonrió mientras se movía por mi
cuerpo, pasando su dedo por la piel expuesta de mi estómago desde mi camisa.

Su toque se sintió como electricidad, una sensación de hormigueo se


extendió por todo mi cuerpo mientras trazaba mi ombligo.

—¿Elástico? —Sus palabras me devolvieron a la realidad después de que me


perdí en mi estado de sueño.

—¿Qué? —Apenas podía pensar y mucho menos formar una oración


coherente.

—Estás usando pantalones con una cinturilla elástica. —Lo miró con
curiosidad—. Nunca conocí a una chica que llevara pantalones de vestir como
estos. —Sus dedos agarraron la pretina y la soltaron, golpeándola contra mi piel.

Oh, mierda. Tenía mis bragas de abuela también. No pensé que lo vería hoy.
Solo quería estar cómoda dado que entré en una andanada de preguntas sobre los
moretones y el labio roto. Cubrí mis ojos.

—Son cómodos —le dije mientras golpeaba su mano.

Él levantó una ceja hacia mí mientras miraba el material.

—Estoy seguro. Creo que es por eso que mi madre también los usa. —Su
pecho retumbó con una risa exuberante.

pág. 244
—Vete a la mierda, City. —Me reí entre dientes, pateándolo con mi pie.

—Cuidado con mis joyas, princesa. —Me agarró el pie mientras yo hacía
otro—. Tengo una luchadora en mis manos. —Él agarró la parte inferior de mis
pantalones y les dio un fuerte tirón exponiendo mi ropa interior. Mierda.

—Estás llena de sorpresas hoy, dulzura —dijo.

—Oye… no pensé que te estaría viendo hoy.

—Supongo que no te basas en tu atuendo. —Bastardo presumido.

—Esto es lo que soy, City. No soy una zorra y no me gusta una raya en el
culo todo el día mientras enseño.

—Oh no, es sexy. La mejor parte de ti es que no eres una zorra. Me hace
sentir especial que saques la mierda sexy solo para mí.

—Bueno, ya que es sexy, entonces puedo parar con toda la ropa interior
cuando te veo. —Solté una risita. Nunca lo haría, pero él quería fingir que era
excitante.

—Me importa un comino lo que uses, dulzura, siempre y cuando termines


desnuda.

No quería ser la abuelita que usaba pantys para el motociclista caliente. No


cambiaría lo que funcionaba. Llevaría puesta mi sexy mierda de encaje cuando lo
viera, pero tal vez, solo tal vez, lo desconcertaría de vez en cuando con inocentes
florecillas rosadas.

—¿Vas a callarte y follarme o sentarte aquí ladrando por la ropa toda la


noche? —espeté.

—Ooo, tengo una luchadora en mis manos esta noche. —Movió su cuerpo,
mientras cubría el mío antes de acomodarse entre mis piernas.

—Tienes a una excitada que acaba de chupártela. Ella merece una


recompensa y puedo pensar en un millón de otras cosas que puedes hacer con tus
labios que hablar —dije, pasando mi lengua por su labio inferior.

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La lujuria llenó sus ojos mientras tiraba de mis labios con sus dientes. Se
sacó la camiseta por la cabeza mientras se balanceaba en un brazo. Nunca me
cansaría de ver su cuerpo.

Sus dedos se envolvieron alrededor de mi ropa interior antes de que los


arrancara de mi cuerpo con una sacudida rápida.

—Oye —grité.

—No te compraré otras nuevas, así que no preguntes. —Se rio antes de
acurrucarse entre mis piernas y lamerse los labios. La necesidad que sentía por él
nunca disminuyó como lo había experimentado con otros hombres, solo se
intensificó.

Cerré los ojos cuando su boca se cerró a mi alrededor y su lengua pasó sobre
mi clítoris. El calor de su boca me hizo derretir en el colchón. Agarré las sábanas,
necesitaba algo a lo que sujetarme para mantener mi cuerpo firmemente plantado.
No se apresuró mientras acariciaba y chupaba cada pliegue y cada centímetro de
mi núcleo. Miré hacia abajo, con ganas de echar un vistazo a su hermosa cara entre
mis piernas y me encontré con sus ojos azules mirándome. Sus ojos nunca dejaron
los míos cuando llevó mi cuerpo al punto de liberación. Mi cuerpo brilló cuando
cada músculo se tensó.

—Por favor —gemí. Estaba tan ajustada. Me encontraba en el punto de


inflexión y necesitaba un poco más para inclinarme por el borde. Solté las sábanas
y pellizqué mi pezón entre mis dedos, haciéndolo rodar de un lado a otro. Sus ojos
se agrandaron cuando vio mis dedos moverse contra mi piel.

El orgasmo me atravesó, me paralizó, estaba paralizada por la explosión de


sensaciones. Gimió y lamió mi cuerpo mientras yo gritaba algo que no era audible
para mis oídos. Mi corazón tronó en mi pecho mientras trataba de recuperar el
aliento. Abrí los ojos a un hombre muy feliz.

—Sexy como la mierda, dulzura. Ver cómo te tocas, viniéndote en mi lengua


y balbuceando todo tipo de mierda incoherente, no tiene precio. Me pusiste duro
otra vez. Quiero sentir que te vienes en mi polla.

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City abrió la envoltura del condón antes de acomodarse entre mis piernas.
El piercing empujó mi interior haciendo que mi cuerpo se contrajera. Sentí la
presión creciendo dentro de mi núcleo mientras bombeaba dentro de mí. Acunó mi
culo con su mano y mi mundo estalló a su alrededor y me siguió hasta el límite.

Los orgasmos múltiples siempre habían sido un mito, algo que leí en los
libros, pero con él eran una realidad. Lo que había comenzado como un viaje de
lujuria y hazañas carnales, ahora se había convertido en algo más. Vi al hombre
detrás de los músculos, tatuajes y piercings y no quería dejarlo ir. No quería ser
Suzy Q, la mojigata. Quería ser una mujer que pudiera soltarse y ser quien yo
quería en lugar de ser lo que todos esperaban.

Quería hacer algo que disfrutara o al menos esperaba que lo hiciera. City
enloquecería si le dijera lo que había planeado. Lo mantuve en secreto. Contacté a
Mikey para ver si me ayudaría a llevarlo a cabo.

pág. 247
26
Sorpresas
City
Traducido por Elizabeth.d13

El aire estaba un poco fresco mientras caminaba hacia las puertas de Inked.
El otoño avanzaba hacia el invierno en Florida y eso significaba noches frías y días
que se sentían como el Chicago de mi infancia. Era un cambio agradable, pero
anhelaba la calidez del verano en mi moto en lugar de la frialdad que azotaba mi
piel.

Empujé la puerta para ver un escritorio vacío mientras la campana sobre la


puerta sonaba. Mikey no estaba en su puesto de costumbre para saludarme como
lo había hecho más malditas veces de las que podía contar. Podía escuchar una voz
femenina y Mikey susurrando desde el cuarto de perforaciones en la parte trasera
de la tienda.

Puse mi oreja contra la puerta para escuchar su conversación pero las voces
se calmaron. Llamé a la puerta:

—Oye, ¿puedo entrar?

—En un minuto —gritó Mikey—. Tengo mis manos llenas. —Lo escuché reír
mientras me alejaba.

Verifiqué mi horario del día de hoy y escuché los mensajes de voz. Mi


primera cita llamó para cancelar debido a la gripe, lo que me dejaba con algo de
tiempo extra. Pateé el sofá y le envié un mensaje a Suzy. Anoche la dejé agotada en
su cama antes de dirigirme a casa. Pasábamos casi cada tarde juntos y usualmente

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nunca dormíamos separados. La pobre, la estaba agotando con sexo a la mitad de
la noche. Ella me preguntó si estaba bien con dormir separados por una noche y
estuve de acuerdo, aunque no felizmente. Entendía, pero no me gustaba. La
erección con la que me levanté esta mañana necesitaba algo de atención, pero hice
lo que tenía que hacer.

Yo: Buenos días, hermosa. ¿Dormiste bien?

Me sentía como un tonto enamorado, pero por una vez no me importaba


sentirme de esa forma.

Suzy: No realmente. Te extrañé en la cama.

Sonreí sabiendo que se sentía de la misma forma. Nunca en un millón de


jodidos años tuve el pensamiento de que podía encontrar el amor nuevamente en
mi vida. La inesperada muerte de Joni me había dejado crudo y tambaleante, no
queriendo experimentar ese dolor otra vez. Suzy cambió eso.

Yo: ¿Te mudas conmigo?

¿Acababa realmente de escribir esa mierda? Habíamos estado juntos


solamente por un par de meses, pero he estado con suficientes mujeres para saber
cuándo es lo correcto. Pensé que tendría una rápida respuesta, pero nada. Soy un
maldito tonto; probablemente la había asustado.

Las bisagras de la puerta rechinaron cuando Mikey asomó su cabeza.

—Oye, hermano. ¿Quieres venir dentro y ver mi hábil trabajo? —Se veía
demasiado feliz para esta hora de la mañana.

—¿Con quién estás trabajando sin cita? —No había ningún nombre en su
horario antes de las diez.

—Solicitud especial. Trae tu flojo trasero y ven a ver, idiota. —Su cabeza
desapareció y pude escuchar una conversación silenciosa.

—Mikey, he visto cada perforación de allí. —Me arrastré fuera del sofá para
hacer a mi hermano feliz porque podía ser como una perra en celo por el resto del

pág. 249
día. Además, podía golpear mi trasero si no lo hacía—. ¿Qué es tan especial acerca
de este? —pregunté, mientras entraba al cuarto y me detuve en seco.

¿Qué demonios?

Sentada en la silla estaba Suzy, mi Suzy, con sus pechos expuestos y un


pequeño aro de metal atreves de su pezón. No podía respirar mientras estaba
parado, mirando fijamente, con mi boca colgando abierta. Mikey parecía
emocionado y orgulloso de sí mismo pero quería arrancarle la maldita garganta,
luchador o no.

Suzy tenía una sonrisa traviesa en su rostro.

—¿Te gusta? —preguntó.

¿Debería estar feliz o enojado? Parpadeé, pero no podía jodidamente


responder. Mi hermano tuvo sus manos en mi mujer, incluso si era para mí
beneficio y no estuve allí para supervisar.

—Tierra a City —dijo Mikey, y juro por Dios que quise golpear su contento
trasero fuera de esa silla.

—No te gusta, ¿cierto? —Ella frunció su ceño hacia mí y sus ojos empezaron
a brillar.

—Oh, no, cariño. Es hermoso. Sexy como la mierda, de hecho. —Tomé su


barbilla y la besé—. Me divertiré tirando de él cómo tú lo haces con el mío. Se
siente increíble.

—Me asustaste. ¿Estás enojado? —preguntó mientras recargaba mi frente


contra la suya y la miraba a los ojos.

—No estoy enojado. Estoy un poco molesto de que mi hermano haya tenido
sus manos en tus hermosas tetas y que tú no me dejaras estar aquí para esto. —
Giré mi cabeza y le di a mi hermano una mirada mordaz.

—Oye, solo vi un pecho, tu haz visto todo. Es trabajo, hermano.

Imbécil.

pág. 250
—Quería sorprenderte, Joey.

—Bueno, maldición, lo hiciste con creces, cariño. —Besé su frente e


inspeccioné el piercing de cerca.

—La siguiente vez que toques a mi mujer, quiero estar aquí, hermano. ¿Me
entiendes?

—Entendido. Juro por Dios que es todo para ti. Saca ese palo fuera de tu
trasero y mira lo bien que resultó. Ella tiene unos perfectos pezones para piercings.

¿Acaba de decir jodidamente eso en mi cara?

—Mikey, cuidado.

—Lo veo como otra parte del cuerpo para ser decorado. Calma la mierda. Sé
que ella es tuya.

—Siempre y cuando tengamos claro ese hecho.

—Como el cristal. —Se puso de pie para irse.

—Mikey —dije, deteniéndolo en su camino-. No confiaría en ella en las


manos de nadie más. Lo hiciste bien.

—Significa mucho viniendo de ti, Joe. —Él palmeo mi hombro y nos dio un
momento a solas.

—No te sientes enferma, ¿verdad? —Parecía sonrojada.

—Perfecta. Aunque pensé que dolería más de lo que hizo. Quiero hacerme
el otro eventualmente.

—Tomará un tiempo sanar. Todavía tienes la adrenalina alta, estarás


adolorida por un largo tiempo. Gracias a Dios todavía tengo otro pezón que puedo
tocar.

—Oh, ¿solo tocar? —Sonrió y comenzó a volverse atrevida. Cerré la puerta y


la bloqueé. Tenía tiempo para matar y Suzy se sentó enfrente de mí, con su pecho
expuesto y una mirada de deseo en sus ojos.

pág. 251
—¿Qué estás haciendo? —Sus ojos brillaron y ella sabía exactamente qué
tenía en mente.

—Vamos a tener una plática sobre mi mensaje que no respondiste y después


voy a follarte inclinada en esa silla.

Amaba la sorpresa en su cara.

—¿Qué mensaje?

—Mira tu teléfono. —Crucé mis brazos sobre mi pecho y esperé a que lo


leyera.

—¿Quieres que nos mudemos juntos? —Sus ojos se agrandaron y su boca se


abrió.

—Sí, cariño. Pasamos cada noche juntos, entonces ¿porque tú tienes que
pagar renta cuando yo tengo un lugar por mi cuenta?

—No te ofendas, City, pero tu lugar no es exactamente de mi gusto. La


cueva de las cavernas, paredes estériles y sensación de cabaña. No puedo. Aunque
tú puedes mudarte conmigo.

—Lo que sea que te haga feliz. Mientras te tenga en mi cama y mi moto en la
cochera, soy un hombre feliz.

—Entonces, ¿eso es todo? ¿Lo vamos a hacer?

—Oh, lo vamos a hacer. Desvístete, cariño. No te irás de aquí hasta que haya
borrado cualquier aroma que mi hermano dejó y mi polla esté satisfecha. —
Empecé a desabrocharme los pantalones y la vigilé cuidadosamente mientras ella
se empezaba a desvestir. Su pezón estaba rojo y ligeramente hinchando por el
piercing, y tendría que recordarme no tocarlo.

—Sostente del reposacabezas, trasero parado. —Acaricié mi polla mientras


ella giraba su cabeza para ver qué es lo que estaba haciendo. Me gustaba hacerla
esperar.

pág. 252
Cuando ella dio media vuelta, le di un golpe en el trasero causando que
saltara y gritara.

—¿Por qué fue eso?

—La próxima vez, pregunta antes de cambiar tu cuerpo para siempre. No


voy a decir que no, pero me gustaría que me lo cuentes. Le habría prestado un
poco más de atención al pezón antes de que lo retiraras del mercado por un par de
meses.

—Sí, señor. —Sonrió y apoyó su frente contra el cuero.

Empacar mi casa no tomó mucho tiempo. Decidimos que moveríamos mis


cosas en el receso de Acción de Gracias. No puse mi casa a la venta. Estaba pagada
y no vi la necesidad de deshacerme de ella. Me encantaba la tierra en la que se
asentaba la pequeña granja. Lo compré por esa razón y pensé que algún día
construiría la casa de mis sueños en la propiedad.

Moví mis ropas dentro del espacio de su cuarto. Ella me compró una
pequeña mesa de dibujo para usar por las noches y decoré el espacio con mi
trabajo y mis recuerdos de Harley. No quería invadir su espacio. Mudarnos juntos
era un gran paso, más un acto de fe.

—¿Estás seguro que no quieres poner tu ropa en mi closet? —preguntó,


recargada contra el marco de la puerta en un pequeño camisón de seda morado.

—No, cariño. Mis cosas están bien aquí. —Desempaqué la última caja de
ropa, deslizándolos en el cajón que ella desocupó para mí—. Tú necesitas tu
espacio, especialmente en tu vestidor.

Suspiró mientras se alejaba de la puerta y caminaba hacia mí.

—Sé paciente conmigo.

pág. 253
—Cariño, ven aquí. —Tendiendo mi mano hacia ella, la puse en mi regazo—
. No hagas nada diferente solo porque estoy aquí. Soy alguien fácil con quien vivir.
No necesito de mucho. Tu cuerpo es en lo único por lo que estoy impaciente. Es
mío.

Sus ojos brillaron y su sonrisa se amplió.

—Es tuyo, City.

—¿Lo que sea que quiera? —Levanté una ceja, dándole una sonrisa traviesa.

—Sí. —Ella soltó una risita mientras la agarraba por la cintura, levantando
su culo sobre el tocador—. ¿Qué estás haciendo?

—Tomando lo que es mío. —Mis manos subieron por sus piernas,


separándolas y levanté su camisón hasta su abdomen.

La sonrisa cayó de su rostro, todas las risitas desaparecieron cuando mi


lengua lamió su clítoris. Su cuerpo se relajó, descansando contra la pared, cuando
un pequeño gemido escapó de sus labios. Mi polla ansiaba estar enterrada dentro
de ella, tensándose contra mis pantalones deportivos. Su respiración se detuvo
cuando sumergí mi lengua dentro de ella. El néctar más dulce no se comparaba
con el sabor de Suzy y siempre quería más.

Sus piernas se apretaron alrededor de mi cabeza, mientras su respiración se


hacía más superficial. Sus muslos comenzaron a temblar debajo de mi agarre.
Chupé más fuerte, pasando mi lengua por su clítoris para llevarla al borde. Sus
manos agarraron mi cabello mientras empujaba mi rostro más profundo y gruñí
saboreando la punzante sensación de su tirón en mi cuero cabelludo.

—Oh, mierda, City —gritó mientras chupaba con fuerza, llenándola por
completo con mi boca. Su cuerpo se crispó y se sacudió bajo mi lengua cuando se
vino en mi cara. Nunca podría tener suficiente de ella. Jadeó por aire, tragando con
los ojos muy abiertos mientras me miraba. El agarre en mi cuero cabelludo se alivió
cuando quedó inmóvil y su espalda se derrumbó contra la pared. Su camisón se
había deslizado de su hombro, exponiendo su pecho y el pequeño aro plateado
que me moría por tocar, pero no podía.

pág. 254
Ajustando mi polla mientras me levantaba, besé sus labios, chupando el
último poco de aire que tenía, hacia mi boca.

—Nunca tengo suficiente de ti, cariño. —Nuestras lenguas se enredaron, su


jugo mezclándose con su saliva. Ella me volvía salvaje. La sensación de sus
pequeñas manos en mis hombros, agarrándose fuertemente, sus uñas clavándose
en mi carne me ponían duro como roca.

—Más —susurró contra mis labios.

—Insaciable. —Acerqué su cuerpo mientras abría el cajón superior y sacaba


un condón.

La follé duro y rápido. El tocador de madera se estrellaba contra la pared,


golpeando con cada embestida. Recé para que no colapsara por el abuso. Sus
piernas descansaban sobre mis hombros cuando la agarré por los tobillos,
bombeando dentro de ella. Cada empuje forzó un gemido de sus labios. Mis bolas
se tensaron cuando su coño se aferró a mi eje. Sus ojos se cerraron mientras me
volcaba sobre el borde, girando en espiral en un orgasmo tan intenso que casi me
fallaron las piernas.

Mi pecho subía y bajaba mientras trataba de recuperar el aliento. Sus ojos se


fueron abriendo y sus mejillas estaban rojas por su segundo orgasmo.

—Así es como se empieza el día.

—Promesa. —Me sonrió, bajando sus manos por mi pecho desnudo.

—Te follaré todos los días, pero no nos cansaríamos mucho, dulzura. Tu
coño es jodidamente adictivo.

—Ha, tu polla no está mal tampoco.

—Sabes lo que tu sucia boca me hace.

—No, tenemos muchas cosas que hacer, muchachote. —Empujó contra mi


pecho antes de saltar del tocador.

La agarré por la cintura, tirando de su espalda contra mí.

pág. 255
—Aún no he acabado contigo, dulzura. Soy dueño de tu culo —susurré en
su oído.

—Te amo —dijo, sus ojos se agrandaron y cubrió su boca.

—¿Qué es lo que dijiste? —Traté de no sonreír pero la comisura de mi boca


se alzó, incapaz de contener mi felicidad. Mientras su mano caída de su boca, tomé
su cara entre mis manos para mirarla a los ojos.

—Te amo, Joey.

—Dulzura, te amo más de lo que pensé que podría amar a otra mujer. He
querido decirte esas palabras, pero no quería que te volvieras loca.

—Te amo, City. Te amo por todo lo que eres. Eres todo lo que quería y el
único en el que pienso. Has invadido mi corazón y no puedo andar un día más sin
decirte esas palabras.

—Dilo de nuevo —dije mientras frotaba mis labios contra su boca.

—Te amo. —El susurro de sus palabras contra mis labios calentó mi cuerpo
y envió una sacudida por mi sistema.

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Epílogo
Bendiciones de navidad
Suzy
Traducido por Elizabeth.d13

La transición de tener a alguien viviendo conmigo fue más fácil de lo que


pensé. Después de que Sophia y Kayden se mudaran, no pensé que permitiría a
alguien más vivir conmigo. No porque fueran un problema, sino porque no
pensaba que encontraría a alguien con quien podría llevarme bien. Sé que no soy la
persona más fácil del mundo y es un factor que siempre acepté. Hablamos de
mudarnos a un lugar más grande, pero no pensé que pudiéramos pagarlo. Mi
lugar era perfectamente adecuado.

Solo han sido algunas semanas, pero han sido maravillosas. Mi casa era
pequeña pero todo parecía encajar bien con algunos ajustes por nuestra parte.
Estaba agradecida de que fueran vacaciones de Navidad y que pasaría las
vacaciones con City y su familia. Mis padres decidieron ir a un crucero en el Caribe
y dejarme atrás este año, y mi hermana tenía la familia de su marido para estar con
ellos. Si no fuera por City y la familia Gallo, hubiera sido la tercera rueda en el
apartamento de Sophia.

City pasó toda la mañana haciendo un desayuno especia para nosotros antes
de dirigirnos a la casa de sus padres. Me dijo que su mamá siempre hace pan
tostado Panettone cada navidad y él quería tratar conmigo la receta de su madre.
Había sido la mejor mañana de navidad desde mi infancia.

Todavía no dominaba la cocina y me quedaba con los pocos platos que


podía hacer que fueran comestibles. Su madre me había enseñado algunas de sus
técnicas y me había hecho tarjetas para que las siguiera, pero fue inútil. Me dijo,

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“No‖te‖ preocupes,‖ amor,‖ ser{s‖ capaz‖ de‖manejarlo.‖ Solo‖toma‖ pr{ctica”. Era lindo
de su parte, pero yo sabía, o lo tenías o no lo tenías, claramente no lo tenía.

—¿Lista para ir, dulzura? —preguntó City desde la puerta del baño
mientras terminaba de aplicarme mi lápiz labial. Se veía guapo en un par de
vaqueros negros y un ajustado suéter gris. Quería desenvolverlo como a un regalo.

—Ya casi, Joey. ¿Me veo bien? —Me giré para enfrentarlo y observé sus ojos
viajar por la longitud de mi cuerpo antes de encontrarse con mi mirada.

—Hermosa como siempre. —Sostuvo mi rostro y besó mis labios, y ese


deseo familiar recorrió mi cuerpo. No sabía si algún día perdería ese sentimiento
por él. Esperaba nunca hacerlo—. No hay tiempo para lo que estás pensando,
dulzura. No podemos llegar tarde hoy.

—Puedo esperar. No soy una completa adicta a ti. —Me reí—. ¿Cargaste
todo los regalos?

—Solo esperaba por ti, dulzura.

—De acuerdo, estoy lista.

Sostuvo mi mano y la acarició con su pulgar mientras manejaba. Lucía


mucho más feliz de lo que era cuando nos conocimos por primera vez. No parecía
triste en ese entonces, pero no irradiaba felicidad tampoco. Me alegraba saber que
yo lo había puesto allí.

La entrada de autos de sus padres se encontraba llena cuando estacionamos


por la acera.

—Luce como casa llena.

—Dulzura, los italianos lo hacen a lo grande. Mi mamá cocina para un


ejército e invita a todos los vecinos para la cena.

—Oh, es muy lindo de su parte. Aunque no traje regalos para todos. —El
sentimiento de pánico me superó. Me había reunido con su familia un par de veces
y apenas empezaba a sentirme cómoda y ahora tenía que estar sentada en un
cuarto lleno de extraños.

pág. 258
—Abriremos nuestros regalos después de que todos se vayan. Deja de
preocuparte, todos van a amarte tanto como yo lo hago.

City abrió la puerta a una casa llena; parecía estallar en las costuras. Su
madre vino hacia la puerta con una sonrisa en su rostro. Tenía cornamentas de
renos y un alegre suéter de Navidad. Parecía una madre y una que cualquier niño
hubiera tenido la suerte de tener.

—Suzy, amor, Feliz Navidad. —Me envolvió en un abrazo. City aclaró su


garganta y ella se rió en mi oído, ignorándolo—. Estoy tan feliz de que vinieras.

—Gracias señora G, no querría estar en otro lugar. Huele increíble aquí.

Sostuvo mis hombros y me miró.

—Hice todos los platillos clásicos italianos navideños. Te tengo que


engordar, querida. —Acarició mi hombro y se detuvo en el hueso que se
encontraba debajo de la piel.

—No mucho, señora G, pero tomaré un poco de todo.

—Supe que te amaría y sí, lo hacemos. Algún día, llevarás a mis nietos. —
Me sonrió y le hizo una mueca a Joey.

Él se atragantó y envolvió su brazo alrededor de ella para alejarla de mí.

—Ma, no nos adelantemos.

—Solo estoy viendo hacia el futuro, Joseph. Quiero pequeños corriendo por
los alrededores. Estoy tan vieja un sin tener tan si quiera uno. Trata de hacerme
feliz para las siguientes navidades, ¿lo harías?

—En un tiempo, Ma. Solo dame un abrazo y hablaremos de esto otro día. —
Miró sobre la cabeza de su mamá y supe que estaba avergonzado, pero pensé que
su madre era adorable. Las palabras de su madre me asustaron, pero era algo lindo
sobre qué pensar. Lo quería para mí tanto como fuera posible.

—Entra y agarra algo para comer antes de que la cena esté lista. Joseph,
preséntala a todo el mundo.

pág. 259
—Sí, ma. —No siempre era el hombre más paciente, pero eso cambiaba
cuando estaba alrededor de su madre. La reverencia que se le dedicaba a una
madre en una familia italiana era algo para ver. Nadie jodía con ella o iba en contra
de su palabra.

Caminamos alrededor y Joey me presentó a los miembros de la familia que


volaron desde Chicago para una cálida navidad y los amigos de la familia. En mi
familia, las sacudidas de manos eran la norma, pero aquí, los abrazos eran
esperados. Había un entusiasmo en la casa y amor que podía sentir en la plática de
los invitados. Me sentía en casa.

—Suzy —gritó Izzy por encima de la gente y pude ver su mano moviéndose
en el aire haciéndome señas para que me uniera a ella.

—Voy a decir hola a tu hermana. Ya regreso —dije mientras me ponía de


puntitas y besaba su mejilla.

Me sonrió con amor en sus ojos azules.

—Me uniré en un minuto —dijo antes de volver su atención a un vecino.


Estaban discutiendo de fútbol y de los posibles equipos del Super Bowl. Aburrida
ni siquiera alcanzaba a describir cómo me sentía sobre ese tema.

Izzy lucía impresionante, como siempre. Su largo cabello negro enmarcaba


su rostro perfectamente. Llevaba un vestido ajustado a la piel que abrazaba sus
curvas y resaltaba su belleza.

—Hola Iz, es bueno verte.

—Feliz Navidad, Suzy. Estoy tan feliz de que vinieras. ¿Qué está haciendo
mi hermano?

—Están hablando de fútbol. Gracias por rescatarme. —Ambas nos reímos y


miramos a los dos hombres moviendo sus manos en el aire.

—Hombres y sus deportes. ¿Ustedes ya intercambiaron regalos? —La


mirada en su rostro me dijo que quería saber lo que City me compró y ella no
podía esperar para obtener la opinión del regalo.

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—Aún no, ¿sabes lo que es? —Entrecerré mis ojos hacia ella. Nunca me
gustaron las sorpresas y tal vez podía obtener la información de ella.

—Oh, claro que lo sé y mis labios están sellados, cariño. City estaría molesto
si yo arruino su sorpresa.

Una sorpresa. Eso significa algo grande y no un vestido con volantes o un


regalo casual como a lo que estuvimos de acuerdo. Yo había comprado ropa y un
colgante de una cruz para él, junto con unos nuevos guantes de cuero para
motociclista. Era imposible comprarle algo, pero lancé alguna lencería ultra sexy
que tendría que esperar hasta esta noche.

—Odio las sorpresas —gruñí.

—Esta no, créeme. —Me sonrió y soltó una risita y mi corazón empezó a
golpear en mi pecho.

No habíamos discutido el matrimonio y no sabía qué es lo que haría si me


compraba un anillo y me preguntaba en frente de su familia. Respira, puedes hacerlo.

—Hola hermano mayor, Feliz Navidad. —Enredó sus brazos alrededor de


Joey y empezaron a susurrar en el oído del otro.

El tintineo en el cristal causó que todos se giraran hacia la cocina. Su madre


estaba parada junto con sus cornamentas sacudiéndose con cada golpe de su
mano. Un silencio descendió sobre la multitud y ella empezó a hablar.

—Quiero agradecer a todos por venir hoy. No hubiera sido una Navidad sin
la familia y amigos. La cena está servida, sean libres de servirse.

—Tu madre es realmente adorable —le dije a Joey mientras él ponía un


brazo sobre mi hombro.

—Sí, ama las celebraciones. Cada vez que pueda hacer que la gente coma, es
una mujer feliz. ¿Hambrienta?

—Acabo de comer como una tonelada de aperitivos, pero no quiero que ella
se moleste, así que me las arreglaré para comer más.

pág. 261
—Mejor acostúmbrate, cariño. La comida es el quid de la cuestión en esta
casa —dijo mientras nos dirigíamos a la cocina.

Una fila ya se había formado y él me acarició la espalda mientras


esperábamos para agarrar un plato. Cada encimera de granito en la cocina
expansiva tenía un plato lleno de algún tipo de comida. La mujer debería haber
abierto un restaurante con sus habilidades culinarias. Cada tipo de plato de pasta,
Braciole, pollo parmesano y albóndigas estaban esperando ser consumidos.

Encontramos un espacio abierto en la terraza y conversamos con los


invitados en la mesa hasta que ya no pudimos comer. Seguí mirando las botellas
de vino en la mesa: Viñedo Gallo. Gallo era un nombre italiano común y estoy
segura que por orgullo eligieron esta etiqueta por encima del resto. Apenas podía
moverme. Si celebraban cada fiesta con tanta comida, mi cintura estaría en grave
peligro.

Las mujeres limpiaron la cocina y, bajo ninguna circunstancia, se me


permitió ayudar. Su madre quería que me divirtiera dado que era una invitada
mientras ella y sus hermanas hacían el trabajo sucio. Me quedé dormida en el
hombro de Joey durante la charla y los gritos por el juego de fútbol en la televisión,
pero me despertaron para la siguiente ronda de comida, el postre.

Los invitados se fueron un par de horas después de que el café fuera servido
y el futbol acabara. Después de que la última persona se fue, su madre gritó desde
el vestíbulo:

—¿Quién está listo para los regalos?

—Anthony, trae tu trasero aquí —gritó Izzy desde el suelo.

Su madre se sentó al lado del árbol y esperó a que todo el mundo tomara
asiento.

—Los amo a todos, pero extraño a Thomas. Desearía que pudiera estar con
nosotros este año. —La sonrisa en su rostro se desvaneció mientras se limpiaba sus
ojos con el dorso de la mano. Sabía poco de Thomas, y él era el único hermano que
aún no conocía—. Llamó esta mañana y habló conmigo y su padre. Prometió estar

pág. 262
aquí para el siguiente año. —Aclaró su garganta—. Estoy agradecida de que Suzy
pudiera unirse a nosotros.

Ella tomó un regalo debajo del árbol y lo sostuvo hacia mí.

—Para ti —dijo.

Lo puse sobre mi regazo y mire alrededor, notando todos los ojos sobre mí.

—¿Qué?

—Tomamos turnos, cariño. —City palmeó mi pierna.

—Oh, lo lamento. Mi familia es más como libre para todos. No estoy


acostumbrada a esto, pero aprenderé.

Tomó horas para abrir los regalos. Ellos variaban en todos los tamaños y
formas. Observé a la familia frente a mí con alegría. Nunca había experimentado
algo tan amoroso como la Navidad de la familia Gallo.

—Amé todo lo que me diste, dulzura. Lo usaré todo. —Besó mi mejilla.

Le sonreí y le susurré en el oído.

—Espera a ver el último regalo, pero en casa, solo para tus ojos. —Mordí el
lóbulo de su oreja y fui recompensada con un beso profundo.

—Oigan, quiero nietos, pero no aquí en el sofá, por favor. Hay un regalo
más debajo del árbol y es para Suzy. —Su madre sonrió mientras me entregaba el
último regalo.

La caja era pequeña, pero no era una caja de anillos. City se inclinó hacia
atrás y me miró para calibrar mi reacción. Miré a mí alrededor mientras desataba la
cinta. Era una sensación horrible ser el único que queda afuera, ser la sorprendida
y no la que esté sorprendiendo.

Metido dentro había una pequeña tarjeta de presentación. La leí, pero no


sabía lo que significaba.

—¿Me diste una tarjeta de presentación? —pregunté confundida.

pág. 263
—No, dulzura. Léela. Dale vuelta.

Señora Perkins

Especialista en Bienes raíces de Florida.

Volteé la tarjeta y reconocí la letra de Joey.

Algo para llamar “nuestro”

Feliz Navidad, cariño.

—No entiendo —murmuré mientras giraba la tarjeta una vez más.

Joey sostuvo mi mano mientras hablaba.

—Quiero comprar una casa para nosotros. Quiero que escojas la casa de tus
sueños o podemos construir en mi tierra.

—Joey, no podemos permitirnos eso, pero es un agradable pensamiento. —


Sabía que su gesto era sincero incluso si era un cuento de hadas.

Su madre soltó una risita y toda la familia empezó a reírse. No capté la


broma.

—Dile, Joseph —dijo su madre mientras se sentaba al lado de su marido.

—Suzy, podemos permitírnoslo. Yo puedo permitírmelo.

—¿Cómo? —Me sentía como una idiota.

—Jesucristo, hijo. Suzy, nuestra familia es dueña de un viñedo en Italia. Ha


sido nuestra por generaciones. Joseph no hace alarde de su riqueza, pero tiene la
capacidad de comprar cinco casas.

Miré de su padre a Joey, quien se sentaba con una sonrisa.

—¿Está diciendo la verdad?

pág. 264
—Sí, dulzura. Todos poseemos una porción del viñedo. Dirigimos la tienda
de tatuajes porque no queremos andar de perezosos todo el día. Queríamos algo
que fuera completamente nuestro y separado de lo que heredamos.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Me sentía incómoda teniendo esta


conversación enfrente de su familia, pero me imaginaba que tenía sus razones.

Me acarició la cara.

—Me gusta mi pequeña granja. Fue suficiente para mí. Tampoco me gusta
que la gente conozca mi negocio. Demasiadas personas quieren cosas cuando
saben que tienes dinero. Dulzura, tienes que entender. Pensé que si alguna vez, y
no pensé que lo haría, encontraría a alguien que amara, tenía que saber que me
amaban y no mi dinero.

—Te amo por ti, Joey. —Las palabras salieron con facilidad y aunque sé que
me mintió durante meses, pude entender por qué—. Sin embargo, estoy feliz en mi
casa, no necesito comprar otra.

—Exactamente,‖ “tu‖ casa”,‖ dulzura, no nuestra. Quiero algo que escojamos


juntos con espacio para crecer. Estamos apretados, pero felices. Todo lo que
quieras es tuyo. Todo lo que pido es un gran garaje para mis motocicletas y un
espacio para que los muchachos se relajen.

Su madre aplaudió.

—Consigue muchas habitaciones también. Quiero un ejército de nietos. —


Aunque la idea de un montón de niños hizo que mi cuerpo estallara en una
erupción con manchas, una gran casa sería sabia.

—No estás ayudando, Ma.

Su risa llenó el cuarto.

—Lo siento, una chica puede soñar, ¿no es así?

—Entonces, ¿qué dices, cariño? ¿Podemos comprar una casa para nosotros?
Puede ser un nuevo comienzo, el comienzo de un viaje increíble. Nos tomaremos

pág. 265
nuestro tiempo hasta que encontremos el lugar perfecto. Te amo, Suzy McCarthy y
esto es lo que quiero para nosotros.

Realmente no tenía nada en qué pensar. Mi última pared se había


derrumbado. Todo lo que tenía en mi lista imposible se había hecho realidad y
Joey era el hombre que siempre había deseado. Su familia esperó mi respuesta y el
aire se sentía pesado.

—Sí, Joey. Me encantaría encontrar nuestro hogar y mirar hacia el futuro. Yo


también te amo.

Su beso me dejó sin aliento como siempre. Pensé en las palabras que Sophia
me dijo no hace mucho, mariposas, todavía sentía mariposas cada vez que lo veía.
La energía nerviosa nunca abandonó mi cuerpo y sentí la electricidad cuando nos
tocamos. Cuando es correcto, lo sabes. Él era el indicado. Mío.

FIN

pág. 266
Próximo
libro
Michael Gallo ha encontrado su
vocación en la vida: quiere patear
traseros. Trabaja en Inked como
perforador, pero pasa sus mañanas
entrenando y soñando con ganar un
campeonato UFC. Michael está en
camino a conseguir su objetivo cuando
un encuentro fortuito altera su mundo para siempre. El título ya no es suficiente,
debe capturar a la mujer de sus sueños.

La doctora Mia Greco está dedicada a salvar vidas y ayudar a aquellos


menos desafortunados. No tiene tiempo para encontrar al Sr. Correcto con su
ocupada agenda. Se entierra en el trabajo y ayuda a la humanidad. El destino
interviene y le quita la alfombra a sus pies. Intenta negarse a la atracción que siente
por él, un hombre que usa sus puños para ganarse la vida, pero el universo no la
dejará escaparse fácilmente y Michael no es de los que aceptan un no por
respuesta.

Su pasado está lleno de oscuridad y un secreto que podría separarlos. Hay


fuerzas más grandes que ellos trabajando; atrayéndolos y haciendo que sus
mundos choquen, sin dejar que ninguno de los dos se aparte.

Advertencia: Este libro contiene situaciones sexuales explícitas, lenguaje


gráfico y material que algunos lectores pueden considerar objetable.

pág. 267
Sobre la autora

Chelle Bliss, autora éxito en ventas USA Today, en este momento se


encuentra viviendo en un pueblito cerca del Golfo de México. Es una escritora de
tiempo completo, desperdicia el tiempo, adicta a las redes sociales y fanática del
café. Ha escrito más de trece libros y tiene tres series disponibles. Adora pasar su
tiempo libre con su novio, dos gatos y su hámster.

pág. 268
Créditos

Moderadoras
Flochi

Flower

Traductoras
Elizabeth.d13

Flochi

Flower

Guga

Mags

Corregido, recopilado y revisado


Flochi

Diseño
Imalu Velásquez

pág. 269
pág. 270

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