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El mayordomo infiel (Mt 24, 45-51; Lc 12, 42-46)

También esta parábola, procedente de la fuente de los discursos, ha sido remodelada por
la tradición hasta el punto de que resulta difícil descubrir su forma original. Para
encontrarla hay que prescindir del contexto en el que se encuentra en Mateo y Marcos y
preguntarse qué efecto tuvo que producir en los oyentes. Se trata de un superintendente
al que está sometida la servidumbre en ausencia del amo. «Siervos de Dios» era una
designación muy frecuente en el Antiguo Testamento que se aplicaba a los profetas y a
los jefes de Israel. Los contemporáneos de Jesús consideraban a los escribas como los
administradores propuestos por Dios a quienes se habían confiado las llaves de Reino de
los Cielos (véase Mt 23, 13; Lc 11, 52). Ellos eran los jefes religiosos, en ellos pensaba
la gente cuando hablaba Jesús de un siervo a quien se le confía la vigilancia de algo. Por
eso, la parábola es, sin duda, una llamada de atención dirigida a los guías del pueblo,
especialmente a los escribas.

Jesús pretende con esta parábola llegarles al fondo de su conciencia. Cuando vuelva el
Señor inesperadamente, aparecerá claro si el superintendente ha merecido la confianza
depositada en él. Si da a sus consiervos la comida necesaria en el momento preciso, le
hará el Señor administrador de toda su hacienda. Pero si durante la ausencia del Señor
llega a dejarse engañar hasta el punto de aterrorizar a sus consiervos y de entregarse a
borracheras con bebedores, entonces le castigará volviendo El repentinamente en el
momento menos esperado. Ya en su configuración original estaba concebida la parábola
como una advertencia a los jefes del pueblo para que recordasen la auténtica realidad
del juicio y para consagrar la tregua de la vida terrena a su servicio fiel.
Es fácilmente comprensible que la Iglesia primitiva haya acomodado la parábola a su
propia situación: La reflexión del siervo: «Mi amo tardará en venir» (v. 48) serviría para
destacar, interpretando el sentido de Jesús, que era grande la tentación de oprimir a sus
consiervos. La Iglesia vio en ella una clara alusión a la demora de la parusía. De esa
forma el señor de la parábola se convirtió también en el Hijo del Hombre que había
ascendido al cielo y que volverá después, de sorpresa, a la hora del Juicio Final. El
siervo representa en este caso a los guías de las comunidades cristianas; la parábola
tiene la misión de recordarles que no pueden abusar de su puesto en la comunidad.

El castigo que, según Mateo y Lucas, espera al mal siervo, es éste: «El Señor le hará
pedazos y lo mandará adonde se manda a los hipócritas (Le: los infieles). Allí será el
llanto y el crujir de dientes» (Mt 24, 51). La última frase, que es un circunloquio para
designar las penas del infierno, va claramente más allá que el marco de la parábola. La
expresión «le hará pedazos» podría ser una traducción inexacta; la palabra aramea
utilizada por Jesús tiene el sentido de «dividir, rajar». Entonces lo que dijo Jesús fue lo
siguiente: se le asignará a él (su parte), con lo que se quería decir que se le dará una
buena paliza.
«Dividir en pedazos» no pega ni con la parábola de Jesús ni con la vuelta del Hijo del
Hombre. «Hipócrita» pudo haber sido añadido por el evangelista San Mateo; Lucas la
ha sustituido por la palabra «malvado» por considerar la anterior inapropiada.
Lucas, o la tradición en la que se basa, fue más adelante en la actualización de la
parábola. Pone especial énfasis en recalcar la superintendencia de uno de los siervos
sobre los demás, ya que en el versículo 12, 42 se le llama administrador (oikonomos).
Así se hacía, en la parábola, una referencia clara a los apóstoles. Lo específico de Lucas
añade todavía que ellos conocen mejor la voluntad del Señor y han recibido mayor
poder que los demás; por eso se les pedirá a ellos, de modo especial, estrecha cuenta,
caso de que, por demora de la parusía, se hayan dejado desviar en el abuso de su
ministerio (12, 47s).
Así, pues, la parábola de la parusía ha sido perenéticamente remodelada para advertir a
la clase rectora de la comunidad que no se dejen engañar, a consecuencia de la tardanza
de la parusía, abusando de su ministerio y siendo negligentes. Sin embargo, esa
remodelación muestra asimismo que la Iglesia primitiva no ha dejado de lado sin más el
pensamiento de la vuelta del Señor; recalcó que no se hagan cálculos y que tendría lugar
repentinamente; recordaba así a los creyentes la necesidad de la vigilancia y la fidelidad.

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