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La inmunidad hum oral es una respuesta inmunitaria protectora importante contra las bacterias
extracelulares y actúa bloqueando la infección, eliminando los microbios y neutralizando sus
toxinas. Las respuestas de anticuerpos contra las bacterias extracelulares se dirigen contra
antígenos de la pared celular y toxinas secretadas y asociadas a células, que pueden ser
polisacáridos o proteínas. Los polisacáridos son antígenos prototípicos independientes del timo y la
inmunidad humoral es el principal mecanismo de defensa contra las bacterias encapsuladas ricas
en polisacáridos. Los antígenos proteínicos de las bacterias extracelulares también activan los
linfocitos T CD4+ cooperadores, que producen citocinas que inducen la inflamación local, aumentan
las actividades fagocítica y microbicida de los macrófagos y los neutrófilos, y estimulan la
producción de anticuerpos. Las bacterias también inducen respuestas TH1, y el interferón y
producido por los linfocitos Th1 activa los macrófagos para que destruyan los microbios fagocitados.
EXTRACELULARES
Las mismas reacciones de neutrófilos y macrófagos que erradican la infección también provocan
la lesión tisular mediante la producción local de especies reactivas del oxígeno y enzimas
lisosómicas. Las citocinas secretadas por los leucocitos en la respuesta a los productos
bacterianos también estimulan la producción de proteínas de fase aguda y causan las
manifestaciones sistémicas de la infección. El choque séptico es una consecuencia patológica
grave de la infección diseminada por algunas bacterias gramnegativas y grampositivas.
EXTRACELULARES
Un mecanismo más importante de defensa
bacteriana frente a la inmunidad humoral es la
variación de sus antígenos de superficie. Algunos
de los antígenos de la superficie de las
bacterias, como el gonococo y Escherichia coli, se
encuentran en sus vellosidades, unas estructuras
responsables de la adhesión de estos
microorganismos a las células del anfitrión. Esta
capacidad para modificar sus antígenos ayuda a las
bacterias a escapar del ataque de los anticuerpos
específicos frente a las pilmas, aunque su mayor
importancia para los microorganismos podría
radicar en la selección de las vellosidades que
proporcionan una mayor adhesión a las células del
anfitrión, para aumentar así la virulencia de la
bacteria. Los cambios en la formación de
glucosiladas causan alteraciones químicas en el LPS
de superficie y de otros polisacáridos que les
permiten evitar las respuestas inmunitarias del anfitrión frente a estos antígenos. Las bacterias
también pueden alterar la producción de antígenos de superficie a lo largo del tiempo, o liberar
estos antígenos en ampollas membranarias.
Una característica de las bacterias intracelulares es
su capacidad para sobrevivir e incluso replicarse en
el interior de los fagocitos. Dado que estos
microorganismos pueden encontrar un nicho
donde son inaccesibles a los anticuerpos
circulantes, su erradicación requiere la
participación de la inmunidad celular. Como
expondremos más adelante en este apartado, en
muchas infecciones bacterianas intracelulares la
respuesta del anfitrión también causa una lesión
tisular.
La principal respuesta
inmunitaria protectora contra
las bacterias intracelulares es
el reclutamiento y la activación
de los fagocitos. Los sujetos
con una inmunidad celular
deficiente, como los pacientes
con sida, son sumamente
sensibles a las infecciones por
bacterias intracelulares. Esta
forma de inmunidad podía
transferirse de forma adoptiva
a animales vírgenes con células
linfocíticas, pero no con
suero, procedentes de
animales infectados o
inmunizados.
Las bacterias fagocitadas estimulan las respuestas de los linfocitos T CD8 + si los antígenos
bacterianos se transportan desde los fagosomas al citosol o si las bacterias se escapan de los
fagosomas y entran en el citoplasma de las células infectadas. De este modo, los efectores de la
inmunidad celular, en concreto, los linfocitos T CD4+ que activan los macrófagos y los CTL CD8
+ funcionan en colaboración en la defensa contra las bacterias intracelulares. Como las bacterias
intracelulares han evolucionado para resistirse a ser eliminadas dentro de los fagocitos, a
menudo persisten durante períodos largos y causan un estímulo antigénico crónico y la
activación del linfocito T y del macrófago, lo que puede dar lugar a la formación de granulomas
alrededor de los microbios. La principal característica histológica de la infección por algunas
bacterias intracelulares es la inflamación granulomatosa.
Los macrófagos alveolares contienen la infección. Más del 90%de los pacientes infectados
permanecen asintomáticos, pero las bacterias sobreviven en los pulmones, sobre todo en los
macrófagos. Estos linfocitos T producen IFN-7, que activa los macrófagos y potencia su
capacidad de matar a los bacilos fagocitados. El TNF producido por los linfocitos T y los
macrófagos también interviene en la inflamación local y en la activación del macrófago.
Tuberculosis es capaz de
sobrevivir dentro de los
macrófagos, porque los
componentes de su pared
celular inhiben la fusión
de las vacuolas fagocíticas
con los lisosomas. La
activación prolongada del
linfocito T lleva a la
formación de
granulomas, que intentan
aislar a las bacterias y se
acompañan, a
menudo, de una necrosis
central, llamada necrosis
caseosa, que se debe a los
productos del macrófago
como las enzimas lisosómicas y las especies reactivas del oxígeno.
El papel de las citocinas derivadas de los linfocitos TH1 y TH2 en la determinación del resultado
de la infección se ha demostrado de forma más clara en la infección por el protozoo Leishmania
major en diferentes cepas de ratones endogámicos. Un ejemplo de la relación entre el tipo de
respuesta de linfocitos T y el resultado final de la enfermedad en humanos es la lepra, causada
por Mycobacterium leprae. Las micobacterias proliferan en el interior de los macrófagos, donde
se identifican en grandes cantidades. El crecimiento y la persistencia de las bacterias, junto con
una activación insuficiente de los macrófagos, dan lugar a lesiones destructivas de la piel y los
tejidos subyacentes.
EXTRACELULARES
Las bacterias intracelulares han elaborado varias estrategias para resistirse a ser eliminadas mediante
la fagocitosis. Entre ellas están la inhibición de la fusión de las fagolisosomas o su escape hacia el
citosol, con lo que se ocultan de los mecanismos microbicidas de los lisosomas, y la desintoxicación o
inactivación directa de sustancias microbicidas, como los intermediarios reactivos del oxígeno. El
resultado final de la infección por estos microorganismos depende, a menudo, de quién gane la
primera mano del juego, los mecanismos microbicidas de los macrófagos estimulados por los linfocitos
T o la resistencia de los microorganismos. La resistencia a la fagocitosis también es la razón por la que
estas bacterias tienden a provocar infecciones crónicas que pueden durar años, con recidivas o
reactivaciones frecuentes tras una o curación aparente, y que son difíciles de erradicar.