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La distinción parte. sin embargo. de un concepto erróneo acerca del verdadero ámbito
de estas dos disciplinas. La moral nunca deja de ocuparse de los actos humanos para
juzgar su virtud y el derecho tiene muchas veces en cuenta la intención con que han
sido realizados. No hay, por lo demás, actos puramente internos (excepto el
pensamiento). ni actos externos que no provengan de una deliberación previa [salvo los
actos realizados en estado de inconciencia). Tanto la moral como el derecho ordenan
actos humanos y libres. vale decir, compuestos de intención y ejercicio.
Esta limitación del campo moral a la esfera de la conciencia fue acentuada por Manuel
Kant (1724-1801). Sostuvo el célebre filósofo de Königsberg que, para ser
perfectamente adecuados a la moralidad, los actos humanos debían ser libres y no
inspirados por ninguna pasión ni coerción. ni siquiera la del premio o castigo divino. La
voluntad es buena cuando obedece al deber únicamente por el respeto al deber, por el
deseo de cumplir la ley moral. De tal manera, a esta última no le interesa la exterioridad
de la acción, sino que el agente haya tenido una intención pura de toda coerción, y
procurado cumplir ese impulso de la conciencia, que asume
así la forma de un imperativo categórico. Por consiguiente, la moral no proviene de una
orden exterior: el sentimiento del deber está en nosotros mismos. en nuestra conciencia:
es una voz menor que nos obliga a respetar el imperativo categórico. Y todo acto que
se deje guiar por otros sentimientos o influencias que no sean los del estricto deseo de
cumplir el deber, dejará de estar ajustado a La moral.
En cambio, el derecho no tiene por qué ocuparse de los móviles que determinan la
conducta. sino de ésta misma en cuanto exteriorizada. La obediencia a la norma jurídica
no proviene, por tanto, del sentimiento del deber. sino de la coacción en cierto modo
física que nos impone el derecho. Y esta coacción es, por consiguiente, uno de los
elementos característico del sistema jurídico. y uno de los rasgos que lo distinguen de
la moral, pues ésta no puede hacerse efectiva por la fuerza.
Esta indebida relegación de la moral a la intimidad de las conciencias individuales es la
negación de la ciencia o filosofía moral.
Todas estas doctrinas, que en definitiva estudian el derecho como un hecho simple y lo
hacen derivar de una voluntad colectiva, conducen naturalmente a los peores resultados
al admitir la omnipotencia del legislador, y por tanto el absolutismo del Estado.
No podemos aceptar esa separación total entre el derecho y la moral. Como lo enseña
la doctrina clásica hoy renaciente, existe una estrecha vinculación de ambos sistemas
normativos, sin la cual el orden jurídico carecería de fundamento y de finalidad. La
moral y el derecho actúan, en parte, sobre un dominio común. y es lógico que al
gobernar los actos humanos lo hagan con orientaciones coincidentes.
La única diferencia que puede establecerse entre estos sistemas deriva del modo de
contemplar los respectivos problemas mientras la moral tiende fundamentalmente al
bien individual aun en la vida de relación, el derecho aspira al bien común, al bien de la
sociedad entera. Un acto es adecuado a la moral en cuanto contribuye a la perfección
de quien lo ejecuta y el mismo acto se ajustará al derecho si concurre al bien de otra
persona o de la sociedad, aunque sea ajeno a todo propósito de virtud. AI pagar una
deuda, el que lo hace cumple a la vez un deber moral y una obligación jurídica, pues el
primero contribuye a su propia perfección Y la segunda a la utilidad del acreedor. La
moral y el derecho ordenan al hijo respetar a sus padres, pero mientras la primera lo
hace en consideración al hijo cuya virtud persigue, el segundo tiene en cuenta la utilidad
social que de ese ordenamiento deriva. Pero en el fondo. por su contenido intrínseco,
ambas disciplinas se superponen parcialmente.
1ro Las normas morales son unilaterales y bilaterales, las primeras sólo originan como
queda dicho un deber para el sujeto, mientras las segundas otorgan, además, un
derecho o una facultad a otra persona para exigir el cumplimiento del deber jurídico. En
otros términos, mientras la moral sólo obliga en conciencia, el derecho crea
generalmente una relación entre dos personas o grupos de personas: el sujeto pasivo a
cuyo cargo se encuentra el cumplimiento del deber, y el sujeto activo que tiene la
facultad de exigir coactivamente su ejecución. Y de esta relación deriva la bilateralidad
del derecho como opuesta a la unilateralidad de la moral.
Tanto las normas jurídicas como las normas del trato social rigen la conducta
humana, pero la intención que anima a unas y otras es distinta.
La norma moral procura que el hombre a lo largo de su vida, en cada uno de sus actos,
aún en los mínimos, realice el BIEN. El bien, valor supremo de la ética, rector máximo y
evaluador de la conducta humana.
La norma moral exige que la persona en su actuar llegue a una pureza de intenciones
absoluta y las motivaciones de su comportamiento sean correctas, busca que cada uno
logre su “auto santificación”, es decir, que su conciencia no tenga nada reprochable.
Las normas jurídicas, que también pertenecen a la ética, tratan de que el hombre plasme
en su conducta un valor superior: la JUSTICIA. La justicia es un valor social porque
requiere la interacción de por lo menos dos personas para establecer una relación, que
por su ponderada rectitud y equilibrio pueda calificarse de justa.
Es así que el derecho procura establecer y conservar la armonía de las personas
dentro de la sociedad, a fin de mantener su cohesión e impedir la disgregación de sus
miembros por luchas internas.
La diversidad de propósitos separa la norma moral y jurídica.
Para que un deber moral sea tal y se concrete en un individuo, es preciso que
éste se halle persuadido de su obligatoriedad. El sujeto obligado por la norma moral
debe reconocer en el fondo insobornable de su conciencia, el valor inherente a la
conducta prescrita, sin este fundamento no existe deber moral concreta para el hombre.
Esta peculiaridad del mandato moral espontáneo en el interior del sujeto que
debe cumplirlo, se llama Autonomía, que expresa la suficiencia de uno para darse,
aceptar por sí, para sí y ante sí su propia regla de conducta.
La obligación jurídica es establecida por el derecho de una manera externa,
desde fuera, con independencia de lo que piensa el sujeto. El individuo está obligado a
la conducta que le señala el derecho, todos los hombres aún los que ignoran sus
conminaciones, están sometidos a su observancia. Por eso las normas jurídicas son
Heterónomas (entidad que recibe de otra la regla a que se somete).
- “Usos sociales”: Está palabra es amplia ya que las normas del trato social y además
de las normas morales, religiosas y jurídicas, también se expresan por este medio, es
decir a través de los usos y costumbres sociales.
- “Reglas del trato exterior”, denominación hecha por Nicolai Hartmann.
- “Reglas del Trato social”, denominada por Recaséns.
- “Normas del Trato Social”. Será la denominación que usaremos en nuestro estudio.