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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA


MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION
UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA
NÚCLEO CIUDAD BOLÍVAR
ESTUDIOS JURIDICOS
U.C ESTADO ÈTICA Y SERVICIO PÚBLICO

TEMA 6
INFORME DESCRIPTIVO
LA CORRUPCIÓN EN LA GESTIÓN PÚBLICA

Profesora: Alumna:

MSc. Abg. María Infante Roxana Maita CI:


13.798.198

Ciudad Bolívar Septiembre del 2021


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Uno de los elementos que tiene minada la Administración Pública es la


corrupción, La corrupción, en argumento de Reinhard Willig (representante en
Venezuela de la Fundación Konrad Adenauer, Convenio Interamericano contra la
corrupción, Caracas-COPRE, 1997), es un problema ético que aparece en todas las
épocas y sociedades, y en algunos casos dadas sus proporciones tiene consecuencias
políticas.
Las consecuencias de la corrupción han llegado a magnitudes inimaginables hace veinte
o treinta años atrás, partiendo de la oxidación de la credibilidad y eficiencia del sistema
democrático; amenazando la convivencia igualitaria de los ciudadanos; amenazando los
cimientos de Estado y permitiendo un crecimiento desordenado de las funciones de ese
Estado, en especial de los controles y regulaciones que estimulan el auge para nuevos
focos de corrupción; la corrupción no permite el funcionamiento de ninguna dirección
política, ni que se cumplan decisiones políticas en el marco de la legalidad y la equidad;
se rompen los valores de las élites políticas, culturales e intelectuales; se erosiona la
independencia y credibilidad en el poder judicial; en un sentido general, se perjudica el
desarrollo económico de los pueblos, aumentando al fin y al cabo los precios,
malgastado recursos, y bajando la calidad de los productos.
La corrupción se combate con educación en valores, sin mayores aspiraciones que le de
modelar una ciudadana o ciudadano integrado al proceso de desarrollo de su país y de
su Estado. Que se sienta que pertenece a una comunidad de valores.

1.- LA CORRUPCIÓN EN VENEZUELA. ASPECTOS RESALTANTES DEL


PERIODO 1813-1997. APUNTE PARA UNA HISTORIA DE PECULADO.
En 1813, Simón Bolívar, mientras luchaba en la guerra de independencia contra
España, firmó un decreto en el que estipulaba la pena de muerte para quienes fueran
hallados culpables de corrupción en la primera República de Venezuela. En 1824, firmó
un segundo decreto, y un tercero en 1826, en los que definía la corrupción como “la
violación del interés público” y establecía la pena de muerte para “todo funcionario
público culpable de robar diez pesos o más”. El segundo artículo del decreto de 1824
rezaba: “Los jueces, quienes debiendo ejecutar este decreto no lo hagan, serán también
ajusticiados”. Sin embargo, la historia de Venezuela en los últimos 180 años estuvo
caracterizada por la presencia incesante e intensa de la corrupción en la administración
pública. En 1875, el Ministerio de Finanzas venezolano, durante la dictadura de Antonio
Guzmán Blanco, confesó: “Venezuela no sabe cuánto debe y a quién.... los libros del
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país tienen un atraso de 20 años…”. Cien años más tarde, durante la presidencia de Luis
Herrera, el contralor general describía la administración pública de su país casi en los
mismos términos, como “un sistema totalmente fuera de control”.
La dictadura de Juan Vicente Gómez, que se extendió entre 1909 y 1935, fue un período
durante el cual el ejercicio de la corrupción se limitó a los colaboradores más cercanos
al dictador y a sus familiares y amigos cercanos, ya que Gómez no precisaba elecciones
para continuar en el poder y dirigía Venezuela como su hacienda personal. Los diez
años que siguieron a su muerte constituyeron la primera década de verdadera
democracia y transparencia en el sector público venezolano, gracias a sus sucesores, los
generales E. López Contreras e I. Medina Angarita, líderes profundamente democráticos
a pesar de su trayectoria militar en el ejército de Gómez.

El general Medina Angarita fue depuesto en 1945 por un golpe de estado del partido
Acción Democrática, respaldado por jóvenes oficiales del ejército. Entre 1945 y 1948,
Acción Democrática llevó adelante, durante tres años, un gobierno bastante transparente
bajo las breves presidencias de Rómulo Betancourt y del famoso novelista Rómulo
Gallegos. En 1948, los jóvenes militares que habían apoyado a Acción Democrática tres
años antes derrocaron a Gallegos. El líder del golpe, Marcos Pérez Jiménez, instituyó
una dictadura militar que duró diez años. Durante esa década, la corrupción era
considerable pero, en general, tal como durante los años de Gómez, se limitaba al
círculo más cercano al dictador y se relacionaba, más que nada, con las comisiones que
se obtenían mediante la contratación de obras públicas. La infraestructura del país
recibió un fuerte impulso con la construcción de caminos, hospitales, universidades y
edificios públicos.

El creciente descontento de los oficiales del ejército excluidos del acceso a los fondos
públicos venezolanos promovió una revuelta popular en 1958 que logró expulsar a
Pérez Jiménez del poder. A partir de entonces, Venezuela no sufriría otro golpe ni
intento de golpe de estado hasta 1992, cuando Hugo Chávez trató, sin éxito, de derrocar
al presidente Carlos Andrés Pérez. Entre 1958 y 1999, Venezuela tuvo más de diez
presidentes elegidos democráticamente. Durante la primera mitad de este período, entre
1958 y 1975, el país experimentó una sucesión de gobiernos democráticos y gozó de un
nivel aceptable de transparencia en la gestión de los activos nacionales. La
consolidación de la democracia venezolana y la promoción de una sociedad
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caracterizada por una sólida clase media emergente fue el resultado de la gestión de los
presidentes Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera y, por parte de su mandato,
de Carlos Andrés Pérez. Durante estos años, la democracia venezolana se convirtió en el
modelo político a ser imitado en América Latina, comparado favorablemente por los
analistas expertos en el tema con las dictaduras de izquierda y derecha aún presentes en
el hemisferio.

A mediados de la década de 1970, el manejo de los bienes nacionales venezolanos


comenzó a deteriorarse drásticamente. Los acontecimientos políticos en el Oriente
Medio produjeron un incremento abrupto en los precios mundiales del petróleo y, como
resultado, los ingresos petroleros se triplicaron en Venezuela. Los hombres ordinarios al
frente del gobierno de Venezuela se vieron expuestos a tentaciones financieras
extraordinarias. Enfrentado con estas ganancias inesperadas, el presidente Pérez
estructuró un programa que denominó “La gran Venezuela”. Según este plan, una
versión tropical del “Gran Salto Adelante” de Mao, el gobierno invertiría cerca de 2.000
millones de dólares en proyectos industriales en el sur del país, diseñados para triplicar
la producción de acero en cinco años y construir nuevas plantas de aluminio. En un
momento determinado, existían más de 300 empresas estatales en Venezuela, ninguna
de las cuales era rentable. Durante la segunda mitad del mandato de Pérez, como
resultado de los caudalosos ingresos provenientes del petróleo, la corrupción se disparó
y se “democratizó”. Hasta aquel momento, la corrupción se había restringido,
esencialmente, al círculo a cargo del poder; ahora, por el contrario, muchos venezolanos
comenzaron a participar, en forma directa e indirecta, del abuso y uso indebido de los
fondos públicos. Al final de la presidencia de Pérez, y a pesar de los ingresos
inesperados provenientes del petróleo, Venezuela se había endeudado con los bancos
internacionales.

Entre 1975 y 1998, los niveles de corrupción en Venezuela aumentaron de manera casi
constante y se mantuvieron elevados. Especialmente grave fue el período de la
presidencia de Jaime Lusinchi, de 1984 a 1994. En su estudio sobre corrupción, la
socióloga Ruth Capriles Méndez, de la Universidad Católica Andrés Bello, estima que,
durante su presidencia, hubo un uso indebido y deshonesto de unos 36.000 millones de
dólares, en especial a través del programa de control del tipo de cambio denominado
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RECADI (Régimen de Cambios Diferenciales). Diversos factores contribuyeron al


incremento drástico de la corrupción:
-La debilidad de las instituciones políticas y sociales.
-La falta de normas y controles administrativos adecuados.
-Los caudalosos ingresos relacionados con la producción petrolera, una riqueza que no
se ganaba, en líneas generales, con el trabajo de la mayoría, sino que la generaba un
pequeño grupo de personal técnico de la industria del petróleo.
-Los líderes políticos populistas, deseosos de promover un estado de bienestar a fin de
consolidar su posición política, en lugar de guiar al país hacia una prosperidad estable a
través del trabajo y la disciplina social. Estos líderes persuadieron a los ciudadanos de
que el dinero proveniente del petróleo “pertenecía” al gobierno y que parte de él podría
entregarse a la gente a cambio de su lealtad política. A causa de esta creencia, el uso de
los bienes nacionales para beneficio personal, tanto dentro de la elite política como a lo
largo y a lo ancho de la población, perdió gran parte de su sentido peyorativo.

La visión benevolente de la corrupción que prevaleció en aquellas décadas puede


ilustrarse mediante el fallo judicial de un caso de corrupción ocurrido en 1982 en el
Ministerio de Agricultura de Venezuela: el tribunal a cargo lo desestimó sosteniendo
que “la suma en cuestión [aproximadamente 20.000 dólares] era demasiado pequeña en
relación al presupuesto total del Ministerio”.

En 1997, Pro Calidad de Vida, una organización no gubernamental (ONG) venezolana


dedicada a la lucha contra la corrupción estimó que en los últimos 25 años se habían
malgastado o robado aproximadamente 100.000 millones de dólares del ingreso
relacionado con el petróleo.

2.- SOBRE LA PERCEPCIÓN DE LA CRISIS ÉTICA

Según Charles Taylor, la crisis ética contemporánea está enraizada en tres


enclaves teóricos: representacionismo, individualismo y mecanicismo.
El diagnóstico de Alasdair MacIntyre coincide básicamente con el de Charles Taylor,
aunque presenta una doble ventaja sobre él. Por una parte, deja más claras las
implicaciones metafísicas del enfoque ilustrado y, por otra, refiere explícitamente a la
más estricta actualidad las consecuencias que de él se derivan.
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MacIntyre está de acuerdo con Taylor, aunque sea más radical al respecto, en que la
quiebra de la mayor parte de la ética contemporánea procede del abandono de una
visión teleológica de la realidad, malentendida e injustamente criticada desde la
concepción mecanicista de la naturaleza dimanada del nominalismo. La piedra de
escándalo ha sido desde Hume la llamada “falacia naturalista”. Esta presunta falacia –
que prohíbe el paso del ser al deber- ha sido discutida e invalidada por numerosos
críticos, pero modestamente yo me adhiero a lo que dice Elizabeth Anscombe en su
decisivo artículo “Modern Moral Philosophy”: “Esta acusación no me impresiona
porque no he encontrado una explicación coherente de tal falacia”.
Así, el individuo común fue creando un conjunto simbólico y verbal a partir del ejemplo
dado por el sector social más poderoso y dominante. La observación previa facilitaba el
aprendizaje de las conductas ilícitas observadas. Éstas se reproducían a través de
acciones concretas si la persona tenía la oportunidad de delinquir contra la
administración y el Estado, lo cual adquiría carácter multiplicador si el protagonista
obtenía beneficios y disfrutaba de los efectos favorables de la comisión.

3.- APRENDIZAJE SOCIAL Y CORRUPCIÓN ADMINISTRATIVA EN


VENEZUELA.
En la época colonial, igual que hoy, las personas eran influenciadas conforme a
experiencias modelares y observacionales propias del ambiente socio-cultural donde
transcurría su existencia. Es imposible imaginar la conducta de hombres e instituciones
de aquel tiempo, separadas unas de otras, sin una variada plataforma de intereses donde
cada uno con su posición, no influyera sobre los demás, o no se sintiera bajo el
ascendiente de otros, directa o indirectamente. La influencia social se manifestaba
cuando cualquier acción, individual o de grupo, desencadenaba reacciones iguales,
opuestas o parecidas en personas y organismos. Acontecía esto no sólo a través de la
simple persuasión, la amenaza, el soborno, la presión, etc., sino principalmente por
intermedio de aquellas conductas observadas o exhibidas. A partir de aquí las personas
adoptaban lo más conveniente o satisfactorio a sus intereses y expectativas.

Esa tendencia se hizo evidente en las cuestiones relativas a la administración de


los intereses de España en Venezuela, y toda América Latina en lo relacionado con la
actitud frente al Estado y en la percepción que se tenía del cargo público. Sin embargo,
este proceso como estructurador de los criterios, no comenzó en Venezuela, pues, al
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llegar los designados para los cargos, éstos ya tenían suficiente experiencia social,
incluso administrativa, captada y retenida en un medio tan dinámico como lo era España
y la Europa centro-mediterránea. Fue entonces en España donde se hicieron las primeras
observaciones de la administración; fue allí donde se obtuvieron las percepciones
iníciales y en donde comenzó el aprendizaje social y observacional de los primeros
funcionarios activos en Venezuela que ocuparon cargos.

El aprendizaje social y observacional captado de la práctica administrativa


española, estuvo influido por el ejemplo de la nobleza. En la cuestión vinculada a los
asuntos públicos, la nobleza y la regencia hispana proyectaron una conducta negativa
que fue ejemplarizada, modelada y exhibida ante la ciudadanía. Ese tipo de conducta se
relacionaba con el desempeño ético de los funcionarios al frente de los organismos del
Estado. Era un comportamiento que reflejaba descuido de los intereses españoles por
parte de los individuo con mayor responsabilidad: el rey y la burocracia real. Colateral a
esta situación se manifestaban los casos diversos de corrupción administrativa y todo el
conjunto delictual ejercido contra la administración y las instituciones del Estado.
Apoyándose en esta ventaja, el empleado obtenía beneficios ilícitos. Lo hacía solo o
asociado con otros individuos pertenecientes a la administración o al ámbito privado. La
conducta ilícita no reflejaba el mejor de los ejemplos por el carácter sesgado de la
gestión.

Ese ejemplo conductual impactaba a los observadores quienes retenían vivencias


comportamentales, las cuales al ser procesadas, entraban a formar parte de las
percepciones, criterios, conceptos, ideas y pensamientos del observador.
Los individuos que luego participaron en el proceso de conquista y colonización del
territorio venezolano, fueron impregnados de este proceso. Por esta razón, los
conquistadores llegaron con un criterio administrativo poco inclinado a guardarle lealtad
y consenso al Estado. Esos principios eran de una significación bastante escasa en la
mentalidad de aquellas personas, debido a que sus fundamentos fueron desplazados por
la conducta antiética de la realeza. Fue así como la mayoría de los conquistadores se
convirtieron en individuos cuyo propósito no podía ser el de fundar naciones, aunque en
parte lo hicieron, sino principalmente enriquecerse a través de la posesión de bienes y
recursos pertenecientes por derecho histórico a los indígenas, y por relación contractual
al monarca de España.
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APRENDIZAJE SOCIAL Y CONTRABANDO (CORRUPCIÓN).


Ahora, un procedimiento razonable para entender la corrupción administrativa
en Venezuela como una resultante histórica del Aprendizaje Social, es asociándola con
la práctica ilícita del contrabando en tiempos de la colonia. El contrabando en esta
época tenía plena justificación, pues, desde el punto de vista económico y comercial no
era considerado como una acción corrupta. Sin embargo, una cosa es que una práctica
determinada se justifique y no sea considerada como dañina, y otra muy distinta es que
de manera imperceptible, produzca efectos secundarios nocivos en la sociedad. Esto se
potencia si la valoración humana circunstancial es incapaz de controlar los efectos
perniciosos de una conducta social en el futuro, permitiéndose así que los
comportamientos lesivos se perpetúen y quede fijado como práctica usual en el criterio
colectivo.
El contrabando y la conducta ilícita fue entonces para la sociedad colonial una
forma expedita para satisfacer necesidades básicas, vender mercancías y abastecer la
ciudad; pero también un oficio ilegal cuya dedicación perseverante garantizaba el
bienestar para algunos y la sobrevivencia para otros. De esta manera, el contrabando fue
un símbolo asociado a la rentabilidad y la riqueza. Los hombres enriquecidos gracias a
él fueron modelos competentes y exitosos cuya conducta era conveniente imitar. El
contrabando fue una representación simbólica entre aquellas que conducía al uso de
valores anhelados por la sociedad colonial: riqueza y prestigio. Así, muchos creyeron
alcanzar esos objetivos cuando asumían la representación a través de una práctica
concreta.
En la Colonia, y aún en la actualidad, el proceso incorporativo comenzaba desde
la niñez. En la formación del comportamiento y el carácter de los niños muchas veces
las palabras son innecesarias. La adquisición de valores es asimilada por los jóvenes si
la sociedad previamente los asume como tales17. En la medida en que los integra a su
estructura cognitiva, automáticamente son captados por el niño a través de lo que
escucha y observa de sus mayores18. Los hijos al transformarse en padres recurrirán a
estas experiencias para criar a sus descendientes.
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El contrabando representaba mayores ventajas económicas para el grupo familiar


y social. Cualquier tema objeto de charla generalmente era abordado de manera natural
y espontánea dentro del contexto impuesto por un tipo formal o informal de
conversación. Los asuntos eran tratados indistintamente de las personas, aunque con
frecuencia prevalecía el criterio de la más experimentada, o aquella con mayor
consciencia y conocimiento de los problemas. Así sucedía, por ejemplo, con el
aprendizaje de los prejuicios religiosos y de clase entre los niños y jóvenes mantuanos,
tanto en la escuela como en el hogar.

4.- INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA BUROCRACIA. CONTRA EL


BUROCATISMO
El burocratismo, evidentemente, no nace con la sociedad socialista ni es un
componente obligado de ella. La burocracia estatal existía en la época de los regímenes
burgueses con su cortejo de prebendas y de lacayismo, ya que a la sombra del
presupuesto medraba un gran número de aprovechados que constituían la «corte» del
político de turno. En una sociedad capitalista, donde todo el aparato del Estado está
puesto al servicio de la burguesía, su importancia como órgano dirigente es muy
pequeña y lo fundamental resulta hacerlo lo suficientemente permeable como para
permitir el tránsito de los aprovechados y lo suficientemente hermético como para
apresar en sus mallas al pueblo. Dado el peso de los «pecados originales» yacentes en
los antiguos aparatos administrativos y las situaciones creadas con posterioridad al
triunfo de la Revolución, el mal del burocratismo comenzó a desarrollarse con fuerza. Si
fuéramos a buscar sus raíces en el momento actual, agregaríamos a causas viejas nuevas
motivaciones, encontrando tres razones fundamentales.

Una de ellas es la falta de motor interno. Con esto queremos decir, la falta de interés del
individuo por rendir un servicio al Estado y por superar una situación dada. Se basa en
una falta de conciencia revolucionaria o, en todo caso, en el conformismo frente a lo
que anda mal.

La falta de organización tiene como característica fundamental la falla en los métodos


para encarar una situación dada. Ejemplos podemos ver en los Ministerios, cuando se
quiere resolver problemas a otros niveles que el adecuado o cuando éstos se tratan por
vías falsas y se pierden en el laberinto de los papeles. El burocratismo es la cadena del
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tipo de funcionario que quiere resolver de cualquier manera sus problemas, chocando
una y otra vez contra el orden establecido, sin dar con la solución. Es frecuente observar
cómo la única salida encontrada por un buen número de funcionarios es el solicitar más
personal para realizar una tarea cuya fácil solución sólo exige un poco de lógica,
creando nuevas causas para el papeleo innecesario.
La tercera causa, muy importante, es la falta de conocimientos técnicos suficientemente
desarrollados como para poder tomar decisiones justas y en poco tiempo. Al no poder
hacerlo, deben reunirse muchas experiencias de pequeño valor y tratar de extraer de allí
una conclusión. Las discusiones suelen volverse interminables, sin que ninguno de los
expositores tenga la autoridad suficiente como para imponer su criterio. Después de una,
dos, unas cuantas reuniones, el problema sigue vigente hasta que se resuelva por sí solo
o hay que tomar una resolución cualquiera, por mala que sea.

La falta casi total de conocimientos, suplida como dijimos antes por una larga serie de
reuniones, configura el «reunionismo», que se traduce fundamentalmente en falta de
perspectiva para resolver los problemas. En estos casos, el burocratismo, es decir, el
freno de los papeles y de las indecisiones al desarrollo de la sociedad, es el destino de
los organismos afectados.

Estas tres causas fundamentales influyen, una a una o en distintas conjunciones, en


menor o mayor proporción, en toda la vida institucional del país, y ha llegado el
momento de romper con sus malignas influencias. Hay que tomar medidas concretas
para agilizar los aparatos estatales, de tal manera que se establezca un rígido control
central que permita tener en las manos de la dirección las claves de la economía y libere
al máximo la iniciativa, desarrollando sobre bases lógicas las relaciones de las fuerzas
productivas.

Si conocemos las causas y los efectos del burocratismo, podemos analizar exactamente
las posibilidades de corregir su mal. De todas las causas fundamentales, podemos
considerar a la organización como nuestro problema central y encararla con todo el
rigor necesario. Para ello debemos modificar nuestro estilo de trabajo; jerarquizar los
problemas adjudicando a cada organismo y cada nivel de decisión su tarea; establecer
las relaciones concretas entre cada uno de ellos y los demás, desde el centro de decisión
económica hasta la última unidad administrativa y las relaciones entre sus distintos
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componentes, horizontalmente, hasta formar el conjunto de las relaciones de la


economía. Esa es la tarea más asequible a nuestras fuerzas actualmente, y nos permitirá,
como ventaja adicional, encaminar hacia otros frentes a una gran cantidad de empleados
innecesarios, que no trabajan, realizan funciones mínimas o duplican las de otros sin
resultado alguno.
El motor ideológico se lograba de esta manera por el estímulo de la agresión extranjera.
Las normas organizativas se reducían a señalar estrictamente lo que no se podía hacer y
el problema fundamental que debiera resolverse; mantener determinadas producciones
con mayor énfasis aún, y desligar a las empresas, fábricas y organismos de todo el resto
de las funciones aleatorias, pero necesarias en un proceso social normal. La
responsabilidad especial que tenía cada individuo lo obligaba a tomar decisiones
rápidas; estábamos frente a una situación de emergencia nacional, y había que tomarlas
fueran acertadas o equivocadas; había que tomarlas, y rápido; así se hizo en muchos
casos.

No hemos efectuado el balance de la movilización todavía, y, evidentemente, ese


balance, en términos financieros no puede ser positivo, pero sí lo fue en términos de
movilización ideológica, en la producción de la conciencia de las masas. ¿Cuál es la
enseñanza? Que debemos hacer carne en nuestros trabajadores, obreros, campesinos o
empleados que el peligro de la agresión imperialista sigue pendiente sobre nuestras
cabezas, que no hay tal situación de paz y que nuestro deber es seguir fortaleciendo la
Revolución día a día, porque, además, ésa es nuestra garantía máxima de que no haya
invasión. Cuanto más le cueste al imperialismo tomar esta isla, cuantos más fuertes sean
sus defensas y cuanto más alta sea la conciencia de sus hijos, más lo pensarán; pero al
mismo tiempo, el desarrollo económico del país nos acerca a situaciones de más
desahogo, de mayor bienestar. Que el gran ejemplo movilizador de la agresión
imperialista se convierte en permanente, es la tarea ideológica.

Si nosotros logramos hacer todo ese trabajo, el burocratismo desaparecerá. De hecho no


es una tarea de un organismo, ni siquiera de todos los organismos económicos del país,
es la tarea de la nación entera, es decir, de los organismos dirigentes, fundamentalmente
del Partido Unido de la Revolución y de las agrupaciones de masas. Todos debemos
trabajar para cumplir esta consigna apremiante del momento: Guerra al burocratismo.
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Agilización del aparato estatal. Producción sin trabas y responsabilidad por la


producción.

5.- TECNICAS DE LUCHA EN CONTRA DE LA CORRUPCIÓN.


La corrupción es un flagelo mundial que no tiene fronteras y sus intereses están
principalmente arraigados en poderes económicos y políticos. Es de vieja data y afecta
al propio sistema político en su dimensión integral,”la economía, el desarrollo, el
crecimiento y las inversiones; la educación y la cultura, con todas sus deformaciones; la
Democracia, su estabilidad y su seguridad; la Soberanía Nacional; la Familia; la
Sociedad y sus Comunidades; la República, el Estado y el Poder Público en sus diversos
niveles y ramas; el individuo como persona humana”.

El combate a la corrupción en Venezuela, entre los ejemplos más comunes de la


corrupción, “el hurto de bienes y patrimonios de la Nación. El uso de un cargo para
provecho personal, grupal o de terceros, el usufructo y provecho personal o corporativo,
valiéndose de influencia y pagos ilegales a funcionarios públicos” entre otros.
Venezuela no se escapa de este mal pero ya desde hace varios meses, como respuesta
efectiva del Gobierno Bolivariano, el ejecutivo nacional está discutiendo la Ley contra
la Corrupción. Es el diputado de la Asamblea Nacional (AN) por el estado Bolívar,
Carlos Colina Yánez, es quien ha propuesto y batallado para que esta Ley avance y lo
más pronto posible se apruebe.

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