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TEMA 6
INFORME DESCRIPTIVO
LA CORRUPCIÓN EN LA GESTIÓN PÚBLICA
Profesora: Alumna:
país tienen un atraso de 20 años…”. Cien años más tarde, durante la presidencia de Luis
Herrera, el contralor general describía la administración pública de su país casi en los
mismos términos, como “un sistema totalmente fuera de control”.
La dictadura de Juan Vicente Gómez, que se extendió entre 1909 y 1935, fue un período
durante el cual el ejercicio de la corrupción se limitó a los colaboradores más cercanos
al dictador y a sus familiares y amigos cercanos, ya que Gómez no precisaba elecciones
para continuar en el poder y dirigía Venezuela como su hacienda personal. Los diez
años que siguieron a su muerte constituyeron la primera década de verdadera
democracia y transparencia en el sector público venezolano, gracias a sus sucesores, los
generales E. López Contreras e I. Medina Angarita, líderes profundamente democráticos
a pesar de su trayectoria militar en el ejército de Gómez.
El general Medina Angarita fue depuesto en 1945 por un golpe de estado del partido
Acción Democrática, respaldado por jóvenes oficiales del ejército. Entre 1945 y 1948,
Acción Democrática llevó adelante, durante tres años, un gobierno bastante transparente
bajo las breves presidencias de Rómulo Betancourt y del famoso novelista Rómulo
Gallegos. En 1948, los jóvenes militares que habían apoyado a Acción Democrática tres
años antes derrocaron a Gallegos. El líder del golpe, Marcos Pérez Jiménez, instituyó
una dictadura militar que duró diez años. Durante esa década, la corrupción era
considerable pero, en general, tal como durante los años de Gómez, se limitaba al
círculo más cercano al dictador y se relacionaba, más que nada, con las comisiones que
se obtenían mediante la contratación de obras públicas. La infraestructura del país
recibió un fuerte impulso con la construcción de caminos, hospitales, universidades y
edificios públicos.
El creciente descontento de los oficiales del ejército excluidos del acceso a los fondos
públicos venezolanos promovió una revuelta popular en 1958 que logró expulsar a
Pérez Jiménez del poder. A partir de entonces, Venezuela no sufriría otro golpe ni
intento de golpe de estado hasta 1992, cuando Hugo Chávez trató, sin éxito, de derrocar
al presidente Carlos Andrés Pérez. Entre 1958 y 1999, Venezuela tuvo más de diez
presidentes elegidos democráticamente. Durante la primera mitad de este período, entre
1958 y 1975, el país experimentó una sucesión de gobiernos democráticos y gozó de un
nivel aceptable de transparencia en la gestión de los activos nacionales. La
consolidación de la democracia venezolana y la promoción de una sociedad
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caracterizada por una sólida clase media emergente fue el resultado de la gestión de los
presidentes Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera y, por parte de su mandato,
de Carlos Andrés Pérez. Durante estos años, la democracia venezolana se convirtió en el
modelo político a ser imitado en América Latina, comparado favorablemente por los
analistas expertos en el tema con las dictaduras de izquierda y derecha aún presentes en
el hemisferio.
Entre 1975 y 1998, los niveles de corrupción en Venezuela aumentaron de manera casi
constante y se mantuvieron elevados. Especialmente grave fue el período de la
presidencia de Jaime Lusinchi, de 1984 a 1994. En su estudio sobre corrupción, la
socióloga Ruth Capriles Méndez, de la Universidad Católica Andrés Bello, estima que,
durante su presidencia, hubo un uso indebido y deshonesto de unos 36.000 millones de
dólares, en especial a través del programa de control del tipo de cambio denominado
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MacIntyre está de acuerdo con Taylor, aunque sea más radical al respecto, en que la
quiebra de la mayor parte de la ética contemporánea procede del abandono de una
visión teleológica de la realidad, malentendida e injustamente criticada desde la
concepción mecanicista de la naturaleza dimanada del nominalismo. La piedra de
escándalo ha sido desde Hume la llamada “falacia naturalista”. Esta presunta falacia –
que prohíbe el paso del ser al deber- ha sido discutida e invalidada por numerosos
críticos, pero modestamente yo me adhiero a lo que dice Elizabeth Anscombe en su
decisivo artículo “Modern Moral Philosophy”: “Esta acusación no me impresiona
porque no he encontrado una explicación coherente de tal falacia”.
Así, el individuo común fue creando un conjunto simbólico y verbal a partir del ejemplo
dado por el sector social más poderoso y dominante. La observación previa facilitaba el
aprendizaje de las conductas ilícitas observadas. Éstas se reproducían a través de
acciones concretas si la persona tenía la oportunidad de delinquir contra la
administración y el Estado, lo cual adquiría carácter multiplicador si el protagonista
obtenía beneficios y disfrutaba de los efectos favorables de la comisión.
llegar los designados para los cargos, éstos ya tenían suficiente experiencia social,
incluso administrativa, captada y retenida en un medio tan dinámico como lo era España
y la Europa centro-mediterránea. Fue entonces en España donde se hicieron las primeras
observaciones de la administración; fue allí donde se obtuvieron las percepciones
iníciales y en donde comenzó el aprendizaje social y observacional de los primeros
funcionarios activos en Venezuela que ocuparon cargos.
Una de ellas es la falta de motor interno. Con esto queremos decir, la falta de interés del
individuo por rendir un servicio al Estado y por superar una situación dada. Se basa en
una falta de conciencia revolucionaria o, en todo caso, en el conformismo frente a lo
que anda mal.
tipo de funcionario que quiere resolver de cualquier manera sus problemas, chocando
una y otra vez contra el orden establecido, sin dar con la solución. Es frecuente observar
cómo la única salida encontrada por un buen número de funcionarios es el solicitar más
personal para realizar una tarea cuya fácil solución sólo exige un poco de lógica,
creando nuevas causas para el papeleo innecesario.
La tercera causa, muy importante, es la falta de conocimientos técnicos suficientemente
desarrollados como para poder tomar decisiones justas y en poco tiempo. Al no poder
hacerlo, deben reunirse muchas experiencias de pequeño valor y tratar de extraer de allí
una conclusión. Las discusiones suelen volverse interminables, sin que ninguno de los
expositores tenga la autoridad suficiente como para imponer su criterio. Después de una,
dos, unas cuantas reuniones, el problema sigue vigente hasta que se resuelva por sí solo
o hay que tomar una resolución cualquiera, por mala que sea.
La falta casi total de conocimientos, suplida como dijimos antes por una larga serie de
reuniones, configura el «reunionismo», que se traduce fundamentalmente en falta de
perspectiva para resolver los problemas. En estos casos, el burocratismo, es decir, el
freno de los papeles y de las indecisiones al desarrollo de la sociedad, es el destino de
los organismos afectados.
Si conocemos las causas y los efectos del burocratismo, podemos analizar exactamente
las posibilidades de corregir su mal. De todas las causas fundamentales, podemos
considerar a la organización como nuestro problema central y encararla con todo el
rigor necesario. Para ello debemos modificar nuestro estilo de trabajo; jerarquizar los
problemas adjudicando a cada organismo y cada nivel de decisión su tarea; establecer
las relaciones concretas entre cada uno de ellos y los demás, desde el centro de decisión
económica hasta la última unidad administrativa y las relaciones entre sus distintos
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