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Licenciatura en Enseñanza de Español como Lengua

Extranjera

Ensayo diagnóstico
Los cachorros – Mario Vargas Llosa

Corrientes literarias

Ana Lilia García García


No. de cuenta. 408060279

Agosto 2021

1
Masculinidad a prueba en Los cachorros de Mario Vargas Llosa

Introducción

Mario Vargas Llosa, escritor galardonado con múltiples premios literarios, entre los que destacan el

Premio Miguel de Cervantes (1994) y el Premio Nobel de Literatura (2010), se adscribe al

movimiento denominado Boom Latinoamericano. Gracias a su estilo narrativo y sus escritos que

denuncian los problemas que aquejan a las instituciones sociales, principalmente de su nación, se ha

convertido en uno de los escritores más trascendentes de la literatura latinoamericana

contemporánea.

Uno de los temas recurrentes en la obra del autor peruano es la masculinidad en la juventud.

Así, es posible recordar en La ciudad y los perros al grupo de cadetes del Colegio Militar Leoncio

Prado, quienes se esfuerzan cotidianamente ejercer su o sus masculinidades en un ambiente que

pugna por convertirlos en “hombres”. Este tema también forma parte del relato Los cachorros,

donde la virilidad de un joven prometedor se pone a prueba después un accidente que lo marcará de

manera física y psicológica por el resto de sus días.

El presente ensayo pretende explorar las formas de masculinidad representadas en el

personaje principal de Los cachorros, esto a través del análisis de su conducta, comportamientos y

relaciones interpersonales que se presentan en el relato.

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Estructura y recursos estilísticos

Los cachorros relata la historia de un grupo de jóvenes miraflorinos —Cuéllar, Choto, Chingolo,

Mañuco, Lalo y nuestro narrador— que se convierten en amigos desde que cursan los primeros

grados de estudio en el Colegio Champagnat. La vida parece transcurrir con normalidad para los

estudiantes, quienes gustan de jugar, bailar, estudiar y relacionarse con mujeres; sin embargo, un

suceso inesperado cambia por completo la vida de Cuéllar, quien tras un aparatoso accidente pasa a

ser conocido como “Pichulita”.

Como se mencionó anteriormente, el narrador de la historia forma parte del grupo de amigos,

sin embargo, el peso de la voz narrativa está depositado en todos los personajes. El autor logra este

recurso mediante una serie de saltos abruptos e intermitentes entre la primera, segunda y tercera

persona, y entre plurales y singulares, esta estructura puede ser observada desde el inicio de la

novela.

Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían

el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del

Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar

entró al Colegio Champagnat. Hermano Leoncio, ¿cierto que viene uno nuevo?, ¿para el

“Tercero A”, Hermano? Sí, el Hermano Leoncio apartaba de un manotón el moño que le cubría

la cara. (Vargas, 2010, p. 4).

Por otro lado, el autor no utiliza los esquemas sintácticos normativos tradicionales, asimismo, ciertos

elementos ortográficos —como los guiones largos de diálogo— son elididos de manera intencional,

lo que genera mayor intensidad y le exige al lector estar atento a cada uno de estos cambios, que,

aunque abruptos, no modifican la linealidad y la comprensibilidad de la narración. Es importante

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aclarar que la linealidad y temporalidad de los capítulos se construyen conforme a las etapas de

crecimiento y desarrollo de los jóvenes protagonistas.

Sí, ha mejorado mucho, le decía Choto al Hermano Lucio, de veras, y Lalo es un delantero

ágil y trabajador, y Chingolo qué bien organizaba el ataque y, sobre todo, no perdía la moral, y

Mañuco ¿vio cómo baja hasta el arco a buscar pelota cuando el enemigo va dominando,

Hermano Lucio hay que meterlo al equipo. (Vargas, 2010, p. 5).

Con respecto a los recursos léxicos, el texto está permeado de jergas utilizadas en el español de Perú,

que, si bien en ciertos momentos dificultan la lectura, sin duda son funcionales para que el lector

comprenda con mayor facilidad el contexto en el que se desarrolla la narración. Además, el uso de

algunas onomatopeyas le da realismo a la historia y permite entender que son jóvenes quienes

participan del relato.

Lo que pasa es que no te gustan las chicas decentes, decían ellas, y él como amigas claro que

sí, y ellas sólo las cholas, lasmedio pelo, las bandidas y, de pronto, Pichulita, sssí le

gggggustabbbban, comenzaba, las chicccas decenttttes, a tartamudear, sssólo qqqque la flaccca

Gamio nnno, ellas ya te muñequeaste y él addddemás no habbbía tiempo por los exámmmenes

y ellos déjenlo en paz. (Vargas, 2010, p. 21).

La masculinidad empañada

Cuando llegó al Colegio Champagnat, el personaje más importante, Cuéllar, se convierte en un

estudiante prometedor y un poderoso jugador de futbol, además de ser un compañero generoso y

apreciado por muchos. Sin embargo, el fatídico incidente que cambia su vida se plantea desde el

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inicio de la narración: “Era chanconcito1 [...] la primera semana salió quinto y la siguiente tercero y

después siempre primero hasta el accidente...” (Vargas, 2010, p. 4).

¿Cuál es el accidente que da giro a la vida del protagonista? Mientras Cuéllar se duchaba,

posterior a la práctica de futbol, fue atacado por el perro del colegio, suceso que se convirtió en tema

de conversación de los alumnos por varios días. Como consecuencia del ataque, los testículos del

muchacho fueron gravemente dañados, representando así la ruina del ahora “Pichulita 2”, pues en la

novela se presenta la genitalidad como un eje fundamental de la masculinidad.

Desde el punto de vista de la construcción social de la masculinidad, es importante

considerar las palabras de Otegui (1999) sobre la representación de la genitalidad masculina

Si nos detenemos más específicamente en el caso de las representaciones hegemónicas sobre

la masculinidad en nuestra sociedad podemos señalar que la identidad del hombre se configura

de manera prioritaria, en torno a la constitución de una específica genitalidad y su

metaforización social como referente sobre el que se edifica la virilidad. (p. 154)

Entonces, podemos considerar que el ataque a Cuéllar traspasó las fronteras de lo físico y pasó a

tomar un significado simbólico de lo que representaba ser hombre, generando en él la necesidad de

tener comportamientos que pretendieran reestablecer la sustancia de su masculinidad perdida a raíz

de la disfuncionalidad de su aparato genital. En este sentido, las actitudes y expresiones machistas, la

ingesta desmedida de alcohol, las peleas y las muestras de valentía y temeridad pasan a ser

compañeras cotidianas de nuestro “visiblemente” afectado protagonista.

1
Según la definición de la RAE, alumno que estudia mucho y se distingue por su aplicación en las tareas
escolares.
2
En Perú, la palabra “pichula” significa pene. No olvidemos que el morfema diminutivo -ita, como en este caso
puede conceder a la palabra un valor despreciativo o irónico.

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De bailes y enamoradas

La representación de la masculinidad en la obra se modifica conforme los personajes se desarrollan

física y emocionalmente; con el paso del tiempo, su identidad como hombres se refleja en su

comportamiento frente a las muchachas. En el capítulo dos, los juegos de futbol dejan de ser

prioritarios en su vida y los temas sobre mujeres pasan a ser parte importantes en la misma: “...ayer

lo vi, a Pirulo Martínez con su enamorada, [...] se paseaban de la mano por el Malecón y de repente

¡pum, un chupete! ,y a las salidas, ¿en la boca?, sí y se habían demorado un rato besándose. “

(Vargas, 2010, p. 11).

Para el final de dicho capítulo, nuestros protagonistas asumen la necesidad de aprender a

bailar, rompiendo el esquema de la masculinidad impuesta socialmente-aunque siempre a puerta

cerrada- y deciden aprender a bailar entre ellos, con la intención de parecer expertos en la materia

frente a las mujeres. Además del baile, comienzan a beber y a fumar, dos distintivos que indican que

una persona joven ha crecido “... se metían en la bodega de la esquina y le pedíamos al chino,

golpeando el mostrador con el puño: ¡cinco capitanes 3! Seco y volteado, decía Pichulita, así, glu,

glu, como hombre, como yo.” (Vargas, 2010, p. 16)

Es en el capítulo tres, los jóvenes ya no sólo hablan de la ilusión frente al sexo opuesto, la

viven día con día con sus enamoradas; éste no parece ser el caso de Cuéllar, a pesar de haber sido

dotado de una fuerte estructura corporal que le valió comparaciones con un fuerte modelo masculino

“Te has vuelto un Tarzan, Pichulita, le decíamos, qué cuerpazo te echas al diario.” (Vargas, 2010, p.

4). Aunque se había convertido en el más alto y fuerte del grupo, su endeble masculinidad no le

permitía tener contacto emocional con las muchachas de la comunidad, situación que se ve reflejada

3
Bebida preparada con pisco peruano.

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en frases y comportamientos machistas de su parte “...ya nunca te veríamos Lalo. Se pasaría los

domingos con Chabuca y nunca más nos buscarás, maricón.” (Vargas, 2010, p. 17)

El abandono de sus amigos por pasar tiempo con sus novias, así como la imposibilidad de

Cuéllar por tener una enamorada, fomentan en él una fuerte necesidad de llamar la atención, pero no

mediante actos meritorios, sino por medio del atrevimiento y de acciones ilegales como tomar el

auto de su padre sin permiso y correrlo por el malecón a velocidades peligrosas, comer en algún

establecimiento sin pagar la cuenta, volar los vidrios de una casa con una escopeta y nadar entre las

olas más peligrosas frente a sus amigos. Cuéllar necesitaba probar a los demás que tenía valor,

necesitaba probarse a sí mismo que su masculinidad existía, que no se había esfumado.

Tras la inalcanzable masculinidad

Después de conocer a Teresita Arrarte, parece que la vida por fin sonreirá a Cuéllar, quien había

atravesado por un golpe duro tras saber que era imposible realizarle una cirugía que corrigiera su

situación física. Su enamoramiento lo hizo cambiar de actitud, ya no era el mismo Cuéllar, ahora era

galante y cordial, “El amor hace milagros, decía Pusy, qué formalito se ha puesto, qué caballerito.”

(Vargas, 2010, p. 17) A pesar de saber que esa muchacha estaba enamorada de él, nuestro personaje

nunca se atrevió a hacerle saber lo que él sentía. Ante la inseguridad del personaje, Cachito Arnilla,

quien aparece al finalizar el capítulo cuatro, decidió declarar a Tere su amor y fue correspondido por

ella.

La tragedia de Cuéllar lo condujo a los mismos comportamientos hostiles que había tenido

antes, parecía que todos avanzaban, maduraban, tenían cambios en su vida menos él; en medio de

borracheras, pleitos y una muerte en la carretera tan trágica como su vida, Cuéllar había reflejado

todas las inseguridades que tenía como consecuencia de la fatídica tarde en la que para él le fue

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arrancada su masculinidad.

Eran hombres hechos y derechos ya y teníamos todos mujer, carros, hijos [...] y

comenzábamos a engordad y tener canas, barriguitas, cuerpos blandos, a usar anteojos para

leer, a sentir malestares después de comer y de beber y aparecían ya en sus pieles algunas

pequitas, ciertas arruguitas. (Vargas, 2010, p. 17)

Conclusión

A través del personaje de Cuéllar, el autor retrata la necesidad de los jóvenes de establecerse frente a

la sociedad y frente a ellos mismos como modelos de masculinidad, misma que se ve reflejada en

comportamientos y actitudes -que rayan en el machismo- que los hacen parecer cada vez más o

menos hombres. En el caso de nuestro personaje principal, se trata de una masculinidad que para él

nunca regresó, debido a que no se definía a partir de su fortaleza y sus continuos actos de valentía

sino que claramente estaba marcada en buena parte por la falta de sus genitales y la virilidad que

ante la pérdida de los mismos, nunca era suficiente.

8
Referencias bibliográficas:

 Nettel, G. (2001). El hombre en cautiverio: Modelos de masculinidad en “Los cachorros” y

“La ciudad y los perros”, Estudios Públicos 122: 78-95. Recuperado de:

https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160622/asocfile/20160622122333/revista_estudios_

publicos_122.pdf

 Otegui, R. (1999) “La construcción social de las masculinidades”. Política y Sociedad 32:

151-160. Recuperado de:

http://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO9999330151A/24698

 Vargas, M. (2010). Los jefes. Editorial Alfaguara. Obtenido de

http://libroselectronicos.cervantes.es/opac/#fichaResultados

 Vargas, M. (2007). La ciudad y los perros. México: Punto de lectura.

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