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El Siervo de Yahvé (Jos 24, 29), muere habiendo cumplido la voluntad del Señor. Es
el hombre que aprendió y transmitió la Ley que Dios le dio a Moisés. Vivió amando
a Dios y a los suyos (cf. Jos 24, 30). Supo ser un buen líder y comandar las 12 tribus
de Israel, tarea nada fácil, pero que desempeñó con valentía, con fuerza y sin miedo,
porque sabía que el Dios de Israel es un Dios fuerte y poderoso, que cumple todo lo
que Él dice.
Dios siempre es fiel a su promesa, y aunque él sabe que el hombre no siempre será
fiel, el Señor no doblega su fidelidad. Por más faltas que se tengan, por más débil
que sean nuestras capacidades, aún más será el amor de Dios y su propósito para
quien decide ser parte de la misión a la cual él llama a todos los hombres: ser santos.
Josué es consciente de que nada es imposible para Dios, así pues, todo joven debe
tener convicción de que Dios es capaz de fortalecer toda debilidad, liberarnos de
todo problema, auxiliarnos en los momentos más oscuros de nuestra vida, como
también, impulsarnos hacia la meta que queremos conquistar. Es momento que,
como Josué, nos adhiramos confiadamente a él, pues estando con él ningún mal será
capaz de vencernos.