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Seminario Mayor Nuestra Señora de Suyapa

Noé Gerardo Hernández Hernández


Catedrático: P. Pedro Pablo Múnera cjm (Rector)

En diálogo con la Muerte

¡Muerte! Dicen que tú vienes al encuentro de los hombres, de las mujeres, de los ancianos
y más aún de los niños. Conmigo no será así, yo quiero salir a tu encuentro, yo quiero
marcar en mi vida el día de este encuentro contigo.

A los 22 años estoy teniendo mi primer diálogo con la muerte. Inicio dando algunas
cualidades, mejor dicho, mis apariencias sobre la muerte. He aquí su nombre propio: La
Muerte. Su origen: Ella siempre ha estado presente en la Historia de la humanidad,
pertenece a todas las nacionalidades, es más, surge y está donde hay un ser vivo. Se le
conoce como opuesta a la vida. Su Aspecto físico: me atrevo a imaginarla como un ser
sin rostro, muy temida por los hombres, por su tarea de sentenciar y sacar de este mundo
a los seres que queremos, dándonos a todos la categoría de mortales.
Por estar esta palabra acompañada de un artículo femenino, aquí será tratada como si
fuera una mujer, sólo por facilidades de redacción.

He presentado a La Muerte, ella por su parte conoce mi nombre y dónde encontrarme,


sin embargo, hoy, en este diálogo quiero manifestarle cinco cosas, a saber: mis
sentimientos, mis pensamientos, mis ilusiones, mis sueños y mis metas.

Muerte, señora tan temida, seguro te gozas cuando cumples tu laudo en una nueva
persona. Déjame decirte que te tengo miedo, quisiera algún día no temerte, pensarte me
llena de angustia, ambiciono ser tan fuerte como para recibirte ahora mismo, cuando te
veo rondar cerca de mí, me invade la tristeza, desearía estar alegre. De una cosa estoy
seguro, aunque nos arrebatas de este mundo, tú no tienes la última palabra, puesto que
soy cristiano, y sólo con tu ayuda podré ver cara a cara a mi Dios, a la Trinidad entera.

Pienso en que en cualquier momento vienes por mí o por alguno de los que amo, me
refiero a mi familia y amigos. Allí, no diré más los mortales o los muertos, esos muertos
tendrán “nombre” y apellido, es en esos momentos cuando me embarga la tristeza, el
desaliento. Cuando esto ocurra espero no odiarte, sino agradecerte, de tal modo que
cuando me toque mi turno pueda expresar: ya no tengo miedo porque alguien más
conoce ese camino que ahora inicio.

Aunque muchos nos expresemos de manera negativa ante la muerte, si bien le huimos a
las preguntas ¿estoy listo para morir?, ¿quiero morir?, puesto que estas preguntas nos
impactan y asimilarlas nos es difícil, aun así, ¡Muerte!, déjame agradecerte, porque sólo
cuando unos mueren, se logra la renovación de la humanidad, y damos paso a nuevas
generaciones, con menos maldad, nuevas generaciones capaces de amar y dar la vida
jugando limpio. De ahí que surja la necesidad de vivir con la Muerte, es decir, tenerla
como compañera de camino, como oportunidad para trascender al más allá, a lo
desconocido.

Ahora, déjame presentarte mis ilusiones y mis metas. Anhelo la vida, y quiero vivir hasta
llegar a disfrutar de mi longevidad, porque, este es el único mundo que conozco, y me
parece demasiado hermoso como para dejarlo siendo tan joven, además, entre mis
planes personales están graduarme, ser sacerdote, ser un ser hombre de bien, ayudar a
los pobres, etc., en otras palabras, me he proyectado a futuro y me veo interactuando
con muchas personas, pero para lograr todo esto no necesito uno o cinco años, sino
muchos. Esto me hace preguntarte, Muerte, ¿quiénes participan de tu muerte?
¿lograríamos hablar de amigos o enemigos tuyos? Y si esto es posible y si decimos que
te llevas a tus enemigos, entonces quiero ser tu amigo, con tal de ganar unos años más
en esta tierra.

¡Muerte! No puedo pasar de desapercibido que cuando era niño, sentía eterno el tiempo
y no te pensaba, no estabas en mis posibilidades, y si alguna vez te pensé, te veía lejos;
ahora, mientras avanzan los años, cada vez te pienso más y cada vez te siento más cerca.
Entretanto, he aprendido que no te puedo elegir, sino que debo asumirte, aceptarte y,
ojalá todas las personas fueran capaces de asumirte, así sufrirían menos ante tu llegada.
Sé que más arriba dije que tenía miedo a tu encuentro, dicho de otra manera, este
encuentro con la muerte lo veo como un encontronazo doloroso, no obstante, he de
saber, que es parte de la vida, es como una casilla que tenemos que llenar los que sin
merecerlo hemos sido llamados a la vida.

En cuanto a mis metas, no quiero detenerme a las de tipo personal-intelectual. Más bien,
es un deseo de que las metas se cumplan en las personas que quiero tanto. Esto parecerá
que estoy jugando a que seamos inmortales, por ejemplo, deseo que mis padres, mi
abuela y mis hermanos, lleguen a su vejez ¡Que esta meta se cumpla en ellos!

Por otro lado, afirmamos que se nace, se vive y se muere una sola vez. Pero en este vivir
cada uno ha trazado sus metas, como yo también, he trazado ilusiones, sueños, metas,
qué injusto sería no permitirme completar todo esto. Por eso le dejo aquí algunas
preguntas a la muerte ¿Sabes en qué momento cortarme la vida y las metas? ¿Qué ganas
con ejecutar estas acciones? ¿Acaso tienes otros planes para mí y que ahora desconozco?
¿A quién obedeces?
Para concluir me hago una pregunta a mí mismo: si la muerte llega hoy a mi vida, ¿qué
pasaría? Hoy, me niego a recibirte, hoy no quiero entrar en tu misterio. De tal modo que,
si hoy me sorprendes, me agarras desprevenido, sin armas. Anhelo más tiempo para
prepararme, espero un día decir, ahora sí, ya es hora, como el viejo Simeón del Evangelio:
“Ya puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Este deseo, me hace pensar en las mil maneras
de morir y me hace desear otra cosa: morir naturalmente o morir consciente, porque lo
contrario sería una muerte trágica, repentina, y allí parece que estoy definiendo el paso
de la muerte por nuestras vidas, ella llega de repente, sin previo aviso, parece que se
goza agarrarnos descuidados. ¡Muerte! no deseo que me atrapes descuidado o distraído.

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