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Auxilio de los Cristianos

¡Auxilio de los Cristianos! ¡Ruega por nosotros! Así invocamos a María una y otra vez en
las Letanías del Santo Rosario. ¿Por qué le damos este título a María? Y ¿Por qué la invocamos
como auxilio nuestro? Porque Ella viene de Dios. Y lo que viene de Dios, es santo, amoroso,
liberador, consolador, esto es, un Misterio que nos abraza y acoge, que da sentido a nuestra vida,
en otras palabras, lo que viene de Dios es seguro aliento, de ahí que Santa María sea ¡Auxilio de
los Cristianos!

Ciertamente, el primero en darnos su protección es Dios, nuestro Padre y Creador, y con


Él, el Hijo y el Espíritu Santo. Así nos lo relata el Antiguo Testamento en el libro del Profeta
Isaías: “¿Puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus
entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti”. Asimismo, el
Nuevo Testamento nos anima diciendo: “si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra
nosotros?, ¿quién podrá apartarnos del amor de Cristo?”. Nada ni nadie nos pueden quitar el
amparo y el amor de la Santísima Trinidad, por eso, no podemos responder sino como el
salmista: “si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá”.

En cuanto a la Virgen María, hemos de subrayar que, a lo largo de la Historia de la


Iglesia, se le ha invocado con diversos títulos, y advocaciones. En los primeros siglos, los
cristianos, ya la invocaban como “Theotokos”, es decir, “Madre de Dios”. Pero también se
dirigían a Ella como “Βοήθεια” (Boéteia), que significa, “Auxiliadora”. Así lo declara San Juan
Crisóstomo en una Homilía hacia el año 345: “Tú María, eres auxilio potentísimo de Dios”.

Ella, nos brinda su favor porque es la llena de Gracia, “el Señor está contigo” le decimos
en cada Ave María. De hecho, el primer capítulo del Evangelio de San Lucas, nos muestra cómo
María, la joven de Nazaret, se ha dejado auxiliar por la Palabra de Dios, diciendo al Ángel
Gabriel: “Hágase en mí según tu palabra”. Después de esto y al estar en Ella el Espíritu de Dios,
se pone en camino y asiste a Zacarías y a su esposa Isabel. Tenemos entonces, a una Mujer atenta
a la Palabra de Dios, en La Anunciación y; servicial a las necesidades de sus hermanos, en La
Visitación.
Así pues, cada vez que estemos en peligro o faltos de algo, recurramos a María. Cada vez
que llegue a nuestra vida la tribulación, el hambre, el rechazo y la angustia, recurramos a María.
Cada vez que llegue a nuestra vida la timidez, las dudas, la desilusión y las contrariedades,
recurramos a María. Cada vez que lleguen a nuestra vida, los temores, el pesimismo y
pretendamos desertar de nuestro ideal, recurramos a María. Cada vez que tengamos sed de Cristo
y queramos llegar a Él, recurramos a María, porque “María es siempre camino que conduce a
Cristo”.

María es la que de continuo nos bendice y consuela; no deja de mirarnos con ojos de
Madre, conoce todos nuestros sufrimientos. Actualmente sufrimos a causa del COVID-19, sufren
los pacientes de este virus, sufren los familiares y amigos de los contagiados, sufren los doctores
porque no pueden evitar la muerte. Sufre el rico y el pobre, el niño y el abuelo, el empleado y el
empresario, el feligrés y el sacerdote. ¡Sufrimos todos! Sin embargo, podemos como María ser
auxiliadores unos de otros: favoreciendo la oración; en familia, construyendo la armonía y el
diálogo; entre vecinos, cimentando la comprensión y la paciencia; ante el desconocido, la
servicialidad; y entre todos, el perdón y el agradecimiento. El Romano Pontífice nos ha dicho:
“si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo”, y cuando
ponemos al servicio de los demás nuestros dones, allí, somos como María: “Modelo de consuelo
y firme esperanza”.

En definitiva, no estamos solos, María camina de nuestro lado. Así lo testifica la


Constitución dogmática Lumen Gentium: “la Madre de Jesús, brilla ante el pueblo de Dios
peregrinante, como signo de esperanza segura y de consuelo”. Por su parte, el Papa Francisco
dice: “esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada”.
En suma, María es gozo y socorro nuestro, por eso, nunca nos cansaremos de aclamar ¡María
Auxilio de los Cristianos! ¡Ruega por nosotros!

Seudónimo:
En Armonía

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