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1. Los comienzos
La necesidad de humanizar las ciencias de la salud, de acortar las distancias entre ciencia
y valores, es la motivación principal para el surgimiento de un saber que se definió en la Primera
Enciclopedia de Bioética como:“Estudio sistemático de la conducta humana en el área de las
ciencias de la vida y la atención de la salud, en tanto que dicha conducta es examinada a la luz
de los principios y valores morales" (Reich, 1978)
El término fue utilizado por primera vez por Van Rensselaer Potter a finales de 1970 en su
artículo “Bioethics the science of survival” (Bioética, la ciencia de la supervivencia) y un año más
tarde, en su libro: “Bioethics: Bridge to the Future” (Bioética, un puente hacia el futuro). Potter
pretendía dar los lineamientos para el surgimiento de una nueva área de conocimientos que
permitiera generar una unión- por eso la idea de puente- entre ciencia y valores, en un contexto
de profundos cambios sociales y tecnológicos, en que ambos mundos se evidencian cada vez
más distanciados.
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Texto adaptado del capítulo 3 del libro Bioética para principiantes, en clave de derechos. Mainetti María y La
Rocca Susana. EUDEM (en prensa)
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Estos casos y muchos otros conforman un terreno fértil de acción para la Bioética, que
comienza a consolidarse en cátedras, comités institucionales, programas de investigación,
organismos legislativos y en abundante bibliografía.
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2. El contexto de surgimiento
2. Como correlato de estos aspectos, las trágicas experiencias de las dos guerras
mundiales, además de las contiendas ideológicas, la guerra fría, etc., acontecidas en la
segunda mitad del siglo XX, han generado en el mundo occidental el desarrollo de una
conciencia cada vez más profunda y comprometida en relación a la clarificación y defensa
de los derechos humanos. Esta actitud está sustentada en una revaloración de la
persona como “sujeto moral” y como tal, hacedor de su propio destino desde el ejercicio
de una libertad que no se limita al ámbito de las cuestiones políticas sino que responde a
la capacidad de asumir las decisiones que van configurando su propia vida con la
responsabilidad que condiciona el ejercicio concreto de esa libertad. Estas cuestiones se
instalan en los ámbitos legales y políticos, generando debates que trascienden al ámbito
público, estimulando su activa participación y compromiso.
3. Por otra parte, estamos atravesando una verdadera revolución biológica, que pone en
evidencia que la tecnología no sólo ha transformado la naturaleza, sino que interviene y
transforma la misma naturaleza humana. Los avances de la biología y de la genética
permiten hoy producir vida en un laboratorio, saber de antemano la predisposición a
enfermedades, manipular los genes de la propia especie y de las otras.
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Juicios realizados en la ciudad alemana de Núremberg entre el 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946, al
final de la Segunda Guerra Mundial, en los que se determinaron y sancionaron las responsabilidades de dirigentes, y
colaboradores del nazismo en los diferentes crímenes y abusos contra la humanidad. Entre ellos, se encuentran los
llamados Juicio de los doctores, en los cuales se juzgan los abusos cometidos en las experimentaciones con seres
humanos.
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decisiones tomadas con libertad y conocimiento. Tal como define Diego Gracia, el
paternalismo médico es la “teoría queafirma que la gestión del cuerpo del pacienteno puede
hacerla el propio paciente sino otrapersona especialmente cualificada para ello, elmédico.”
(2000: 29). Este autor español, referente universal de la Bioética, explica que el paternalismo
fue una actitud política, social y religiosa, de la cual la Medicina no pudo escapar. Sin embargo,
las formas de poder paternalista fueron desarmándose en todos los ámbitos durante los siglos
XVIII y XIX, pero recién en los años 70 comienzan a cuestionarse en la medicina, a partir de
críticas provenientes de las ciencias sociales.
Es decir, la acción médica no es ajena a este marco, sino que por el contrario, al igual
que la de otros profesionales de la salud, los responsables institucionales y los mismos científicos,
la tarea se ejerce en una sociedad pluralista que confía en el derecho a la diferencia y potencia
el ejercicio de su individualidad. En tal contexto no tienen cabida los procedimientos uniformistas
tradicionales, la actitud paternalista o el autoritarismo que impone decisiones desde el poder que
le otorga el conocimiento o la función. De este modo, la medicina asiste a la desestructuración de
la relación médico-paciente que fue exitosa en épocas pasadas pero que actualmente demanda
una sintonía con las transformaciones producidas en las formas de vida y de comprensión de la
propia realidad humana. La sociedad manifiesta un compromiso cada vez más intenso con
relación a la defensa de sus “derechos fundamentales” lo que sin duda provoca el surgimiento de
conflictos de delimitación con los distintos actores sociales entre los que se encuentra el
profesional de la medicina como uno de los más relevantes.
Este es el escenario en el que la intervención médica, sea terapéutica,
experimental o investigativa, provoca el surgimiento de ciertos conflictos éticos en la medida en
que se afecten valores de tal relevancia que provocan la reacción del paciente en defensa de
los mismos. Tal reacción es auténtica en tanto la sociedad desde sus instituciones así como el
individuo, tienen cada vez más clara conciencia de su capacidad y derecho para tomar
decisiones que atañen a su propia vida, su salud y a su muerte.
4. Incumbencias de la bioética
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Lejos de sustituir la ética médica, más bien la complementa en cuanto constituye un concepto
más amplio en el que se destacan cuatro aspectos importantes que le incumben, a saber:
Plantea y considera los conflictos relacionados con valores morales que surgen en
todas las profesiones de la salud, incluso las profesiones afines y las vinculadas con la
salud mental, así como las aplicaciones de la ciencia que afecta el curso de la vida.
Reflexiona sobre los conflictos éticos que surgen a partir de los avances
tecnológicos en salud relacionados con el final de la vida, tecnologías reproductivas,
trasplantes de órganos, avances en el campo genético, entre otros.
Analiza y aplica sus criterios a investigaciones biomédicas y sobre el comportamiento,
independientemente de que influyan o no de forma directa en la terapéutica
Tematiza una amplia gama de cuestiones sociales, como las que se relacionan con la
salud pública, la salud ocupacional e internacional y la ética del control político de la vida,
la salud reproductiva, entre otras cosas.
Va más allá de la vida y la salud humanas, en cuanto que comprende cuestiones
conflictivas relativas a la vida de los animales, de las plantas y del planeta en general.
Tenemos en cuenta entonces que la reflexión bioética tiene como finalidad colaborar desde su
aporte, al desarrollo de la plenitud de la vida humana. De acuerdo a esto, intenta promover la
racionalización de las decisiones y la resolución de conflictos que se presentan en el ámbito del
cuidado de la salud y en la práctica profesional dirigida a cuidar la vida y aumentar la calidad de
vida individual y social de los seres humanos.
Ello responde una actitud ética responsable que demanda un ejercicio reflexivo y crítico orientado
a establecer puentes en la diversidad y la desigualdad de la situación presente, a fin de que en el
futuro sea posible una convivencia más equilibrada y una existencia personal de mayor plenitud
para toda la humanidad.
El principio de Justicia es, al igual que el anterior, muy antiguo y ha ido adquiriendo
diferentes concepciones a lo largo de la historia del pensamiento occidental. Se basa
fundamentalmente en el reconocimiento de la dignidad de las personas y de todo aquello
que por ser tales merecen. De acuerdo con esto, se pone el acento en la equidad y en el
deber de las instituciones sanitarias de garantizarla, la no discriminación de las personas
a causa de su patrimonio genético, asegurar que el cuerpo humano y sus partes no sean
objeto de lucro, que la investigación científica en el ámbito de la biología y de la medicina
se efectúe libremente y que se establezcan las bases del bioderecho en función de la
promoción de la salud. El surgimiento de la bioética en EE.UU se ha dado junto a la
teorización sobre la justicia y sus aplicaciones en biomedicina, en particular el derecho a
la salud y el sistema de macro y micro asignación de recursos en la atención médica y es
en base a estas cuestiones que el principio de justicia se define como la distribución
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Así, “la autonomía es una capacidad que emana de la capacidad de los seres humanos
para pensar, sentir y emitir juicios sobre lo que consideran bueno” (Pellegrino, 1989:382). Esto ha
provocado que determinadas interpretaciones de su pensamiento y determinadas derivaciones
del mismo hayan podido llevar a ver la dignidad personal como necesariamente unida a la
presencia de la autoconciencia y autonomía, negando, por tanto, carácter personal al resto de las
realidades humanas que no presentan estas características.
Este principio ha permitido construir una relación más igualitaria entre el profesional y el
paciente, con un mayor respeto a los saberes que éste último posee. Este principio incluye
además el reconocimiento del consentimiento libre e informado, como derecho individual y su
protección.La concreción de este valor en la regla del consentimiento informado otorga al paciente
el derecho a disponer legalmente de su propio cuerpo tomando las decisiones que considera
adecuadas.
Sin embargo, pese al aporte de este principio a la disminución de las desigualdades que
ocasionaba el paternalismo, las limitaciones que presenta no son menores y tienen que ver con
el riesgo de concebirla como una libertad individualista, sin tener en cuenta al otro. Desde esta
concepción, el principio de la libertad de elección de los adultos autónomos se considera superior
a la protección de la vida de los más débiles. Se protege la libertad más que la vida. Se mantiene
así como lícita cualquier manipulación siempre que sea voluntaria.
La cuestión es ¿hasta dónde la libertad de decisión puede dar respuesta a los conflictos
en salud? ¿Cuál es el límite a esta libertad? ¿Qué lugar ocupa el otro (profesional, familia,
sociedad) en esa decisión?
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Esto permite reflexionar sobre las limitaciones que los principios clásicos de la Bioética
presentan para resolver las problemáticas emergentes. Así como el respeto por la beneficencia
puede traducirse en algunos casos como una especie de dominación si no se tiene en cuenta el
bien que es querido por el otro, el respeto absoluto del principio de autonomía puede entrar en
conflicto con la responsabilidad por la vida y por la salud propia y ajena. Por otra parte, el principio
de justicia, que tiende a la búsqueda de la equidad, puede verse limitado por el de beneficencia
que persigue el bien en cada caso particular. Es decir, como expresa León Correa,
“una sociedad puede implementar un sistema que generalice la asistencia en salud a todos,
con prestaciones de alta calidad, pero podría ser calificado como deshumanizado y distante
por parte de los usuarios, dando lugar a un aumento de las quejas o a una mala percepción
de la atención recibida”.(León Correa, 2008:1080)
6. Reglas bioéticas
Mientras que los principios son de carácter más general, las reglas bioéticas particularizan y
precisan mejor lo que debe hacerse frente a los dilemas bioéticos. En la relación terapéutica,
extensiva a la investigación clínica, se destacan tres reglas morales de carácter deontológico
como obligaciones del profesional: confidencialidad, veracidad y consentimiento informado.
a. Confidencialidad
b. Veracidad:
El deber de veracidad consiste en decir la verdad y no mentir o engañar a otros. Esta regla tiene
la regla un aspecto objetivo o descriptivo (verdad - falsedad de la información) y otro intencional
o subjetivo (autenticidad - mendacidad). Es necesario tener en cuenta que esta regla tampoco
tiene un carácter absoluto cuando entra en conflicto con otros deberes.
c. Consentimiento informado
Esta regla sostiene el derecho de todo paciente o sujeto de experimentación clínica de adherir
racional y libre al tratamiento médico o al protocolo de investigación. Se desprende del principio
de autonomía, puesto que demanda la información necesaria para poder consentir la práctica y
la libertad de hacerlo. Información y consentimiento son los dos componentes del consentimiento
informado, y ambos se desdoblan conformando cuatro elementos:
1. Revelación de la información
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2. Comprensión de la información
3. Consentimiento voluntario
Se han considerado las políticas de salud como una regla compleja adoptada por las diferentes
sociedades que instancia la aplicación del principio de justicia en tanto pone en juego los criterios
de distribución de los recursos escasos.
Estos principios y reglas sustentan el llamado modelo clásico de la Bioética o modelo anglosajón,
que más adelante será criticado y resignificado, desde la Bioética Latinoamericana.
7. La Bioética Latinoamericana
Desde comienzos de este siglo, diversos autores han trabajado a fin de establecer los
fundamentos de una Bioética latinoamericana, favorecedora de la equidad y basada en los
derechos humanos. Como expresa el bioeticista brasileño VolneiGarrafa(2009), se hace
necesario trabajar con herramientas teóricas y metodológicas adicionales y más adecuadas que
estén más allá de los principios anglosajones tradicionales y que no se circunscriban solamente
a una moral en particular, sino a una ética civil.
Se trata más bien de sensibilidad respecto a aspectos específicos de las realidades locales
y de las sociedades particulares cuya producción ética debe ocurrir con la participación de
sujetos diversos y plurales. Producción que pretende cuestionar, por ejemplo, el lugar
privilegiado de Europa en la enunciación de verdades sobre el otro, abriendo, así,
horizontes de comprensiones posoccidentalistas y no colonizadas de la vida. La bioética
latinoamericana no atañe únicamente a conocimientos producidos en cierta región
geográfica del planeta, sino a una perspectiva según la cual el conocimiento no puede
prescindir de comprensiones ancladas en condiciones particulares. En el caso de la
bioética decolonial, tampoco puede despreciarse la historia de los colonialismos y sus
procesos de jerarquización económica, política, sociorracial y epistémica. (Oliveira y
Osman, 2017)
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Expresa Garrafa:
hasta las puertas del siglo XXI, la bioética se centró fundamentalmente en problemas más
biomédicos que sociales y colectivos, más individuales que globales. La maximización del
principio de autonomía, ubicó al principio de justicia en una posición de menor jerarquía. Lo
individual sofocó al colectivo, el yo empujó al nosotros hacia una posición secundaria. La
autonomía se transformó en individualidad...llevando en muchas ocasiones a un indeseable y
unilateral egoísmo ... la teoría principialista se mostraba incapaz de entender e intervenir en
las grandes disparidades socioeconómicas y sanitarias, colectivas y persistentes, verificadas
en la mayoría de los países pobres del mundo.(2009:80)
b. Vulnerabilidad:
Al aplicar y profundizar el conocimiento científico, la práctica médica y las
tecnologías asociadas, debería tenerse en cuenta la vulnerabilidad humana.
Debe protegerse a las personas y grupos especialmente vulnerables y
respetarse su integridad. (DUBDH, art 8)
Desde esta perspectiva es que el respeto a la vulnerabilidad comienza a consolidarse “no sólo
como el reconocimiento al principio más esencial de la bioética sino como la base de toda la
ética” (Rendtorrf, 2002: 237).
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El mundo en donde vivimos está impregnado por una lógica y un sentido de carácter
colonial, europeo, hegemónico y de estructuras de dominación que se han enraizado en la
conformación de nuestra manera de ver el mundo, “de historias contadas desde un solo lado que
suprimieron otras memorias y de historias que se contaron y cuentan desde la doble conciencia
que genera la diferencia colonial.”(Mignolo, 2000: 63).
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Si bien es cierto que los cambios son lentos, el accionar de los comités institucionalizando
el quehacer bioético ha permitido entre otras cosas, que podamos hablar de los derechos del
paciente y de su intervención en las decisiones que atañen a su salud, hecho que hace 30 o 40
años era impensable.
Existen dos formas básicas de comités de ética con funciones diferentes, que a veces
pueden darse ambas en un mismo comité: los comités asistenciales de bioética y los comités
de ética de la investigación. Cualquiera sea su modalidad, están conformados
interdisciplinariamente y tienen como propósito general:
deliberar y argumentar racionalmente sobre los dilemas de orden moral que se presentan
en el campo de las ciencias de la vida y la salud, con el horizonte puesto en la protección
de la dignidad y derechos de las personas, amparando tanto el respeto por los derechos
de los pacientes o sujetos de investigación, como así también los intereses legítimos de
las instituciones y los trabajadores de la Salud. (Maglio, 2017, p.2).
Los comités de bioética están regulados en nuestro país, desde 1996, cuando se sanciona
la Ley 24.742, que establece en su artículo 1:
En todo hospital del sistema público de salud y seguridad social, en la medida en que su
complejidad lo permita, deberá existir un Comité Hospitalario de Ética, el que cumplirá
funciones de asesoramiento, estudio, docencia y supervisión de la investigación respecto
de aquellas cuestiones éticas que surgen de la p´ractica de la medicina hospitalaria.
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En cuanto al modo de funcionamiento, cada comité elabora un reglamento que debe ser
aprobado por la dirección de la institución, en el cual se establecen pautas de funcionamiento,
periodicidad de las reuniones, obligaciones y responsabilidades de los integrantes, normas para la
coordinación, asistencia, ingreso de nuevos integrantes, etc. Durante las reuniones, los integrantes
deben aceptar que los conflictos pueden ser resueltos a través de argumentaciones racionales. Sin
esta condición el diálogo se convertiría en pseudodiálogo. La posibilidad de lograr el consenso debe
ser una convicción en todos los que participan ya que está presupuesta en todo acto de habla. El
CEA deberá tener en cuenta las asimetrías que se dan en los distintos niveles de su ámbito de
incumbencia y sobre todo aquellas diferencias que emanen de las diferente especialidades de
quienes lo componen, tratando de compensarlas posibilitando un diálogo transdisciplinario.
Las resoluciones de los comités se realizan en base a la defensa de los principios bioéticos.
Pueden enfrentarse con conflictos derivados, sobre todo de la aplicación del principio de justicia. La
distribución y asignación de recursos para los servicios de salud pueden colisionar y de hecho lo
hacen con las políticas sanitarias que se diseñan generalmente teniendo en cuenta postulados
utilitaristas. Estas no contemplan asiduamente la equidad distributiva de las finanzas Es tarea de
los miembros del CEA, aunque su incumbencia esté restringida al ámbito institucional, accionar en
beneficio de los que menos tienen, modificando paulatinamente las condiciones que impidan la justa
distribución de bien.
Las redes de Comités pueden ampliar el campo de acción, llevando a cabo tareas de
asesoramiento a funcionarios e ideólogos encargados de la distribución de recursos.
Los consensos obtenidos en los discursos prácticos reales son siempre revisables en el
marco regulativo del discurso ideal. Fácticamente todo consenso es falible y perfectible. La
fundamentación concreta de la norma que hace necesaria su revisión está condicionada al saber
interdisciplinario, a la competencia comunicativa de los argumentantes y a la responsabilidad
solidaria ejercida históricamente. La falsabilidad de la norma esta prevista por el principio
procedimental, quien conserva sólo para sí la validez incondicionada. Esta flexibilización de la
norma - que no supone aceptar el relativismo de la acción moral - permite a los Comités generar
una verdadera producción ética, pues deben abordarse casos singulares que requieren la
ponderación de circunstancias muy variadas.
A pesar de las múltiples dificultades que debe enfrentar un CEA para tratar de responder
a los requisitos exigidos por la ética discursiva, creemos que en él se visualiza, como en ningún
otro ejemplo, la posibilidad de institucionalizar los discursos prácticos.
Los comités de ética de la investigación tienen como función específica asesorar y evaluar los
aspectos éticos de investigaciones que involucren la participación de sujetos humanos. Están
conformados, al igual que los CEA, por profesionales de diversas disciplinas, con formación en
investigación y en Bioética. Sus dictámenes son vinculantes y se encuentran regulados a nivel
nacional e internacional.
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“se deberían crear, promover y apoyar, al nivel que corresponda, comités de ética
independientes, pluridisciplinarios y pluralistas con miras a (a) evaluar los
problemas éticos, jurídicos, científicos y sociales pertinentes suscitados por los
proyectos de investigación relativos a los seres humanos; (…)”.
Los CEI para realizar sus dictámenes se basan en las normativas internacionales,
nacionales y provinciales. El fin principal es la protección de los sujetos de investigación, por lo
tanto se deben tener en cuenta el respeto a su autonomía, las condiciones de vulnerabilidad, de
subordinación, el respeto a la intimidad y la confidencialidad de los datos, los conflictos de
intereses, entre otros aspectos. Es fundamental por lo tanto, evaluar que exista un correcto
consentimiento informado que dé cuenta claramente de estos puntos.
En América Latina no fue sino hasta los años ’90 que los CEI comenzaron a tener algún
desarrollo, aunque profundamente dispar. En muchos países aún hoy no se cuenta con
normativas nacionales que regulen la existencia de estos comités. Por su parte, las normas
nacionales que obligan a contar con un comité en las instituciones donde se realiza la
investigación, han determinado en algunos lugares la creación de comités con personas
que cuentan con escasa formación o con poco poder para imponer decisiones que protejan
los derechos de los participantes y establezcan las obligaciones de los investigadores.
(Vidal, 2017)
Si bien todavía queda mucho camino por recorrer, la posibilidad de institucionalizar los
discursos prácticos en los Comités de Ética, ya sean asistenciales o de investigación - con las
limitaciones que hemos reconocido - acrecienta nuestra esperanza en confiar que la ética puede
responder al desafío planteado por la ciencia. Este es un compromiso al cual quienes nos
dedicamos a la Bioética nos sentimos convocados. Renunciar a él significa aceptar el imperio de
la razón instrumental que nos mediatiza al no respetar la integridad de lo humano.
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