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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL ALTIPLANO

FACULTAD DE ENFERMERÍA

Docente. Dra. Nelly M. Rocha Zapana

B I O É T I CA

La bioética es una disciplina relativamente nueva, y el origen del término


corresponde al pastor protestante, teólogo, filósofo y educador alemán Fritz Jahr,
quien en 1927 usó el término Bio-Ethik en un artículo sobre la relación ética del ser
humano con las plantas y los animales (1). Sin embargo, Padovani (2), señaló que la
historia de la Bioética comienza oficialmente en 1945, cuando una vez terminada la
Segunda Guerra Mundial, las potencias vencedoras conocieron con claridad la
dimensión de los crímenes cometidos por el fascismo. Los campos de concentración
nazis revelaron secretos que rechazaban la dignidad de los verdugos más que lo que
ellos habían rebajado la de sus víctimas y entonces se decidió juzgar estos crímenes
para que nunca más se repitieran. En 1946 un tribunal internacional, reunido en
Nüremberg juzgó a criminales de guerra nazis acusados de crímenes contra la
humanidad, otros no fueron apresados y algunos capturados no fueron llevados ante
el tribunal, pero más que juzgar a hombres se juzgaron ideas y conductas.

Así la humanidad conoció de genocidios intencionados contra minorías étnicas, de


experimentos médicos con seres humanos que les costaban la vida a estos, de cómo
los prisioneros eran sometidos a congelación o a torturas, sólo para conocer hasta
dónde podía soportar el ser humano, y estas investigaciones se hacían en nombre de
la ciencia. Nüremberg juzgó y condenó, parecía que la humanidad, harta de
crímenes no aceptaría otros de tal magnitud, pero Camboya dejó turbada a la
Europa de los años 30 y 40, los crímenes contra su propia población, en 1976, 77 y
78 en este país indochino, demuestran que el respeto a la vida aún no se había
alcanzado.
En 1971, con el término Bioética, Van Rensselaer Potter, oncólogo que trabajaba en
Madison, Wisconsin, USA, aludía a los problemas que el sorprendente desarrollo de
la tecnología plantea a un mundo en plena crisis de valores (3). Era urgente,

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entonces, superar la ruptura entre la Ciencia y la Tecnología de una parte y las
Humanidades de otra. Ésta grieta tiene sus orígenes en la desigualdad existente entre
el enorme desarrollo tecnológico actual que otorga al hombre el poder de manipular
la intimidad del ser humano y alterar el medio, y la ausencia de un aumento
correlativo en su sentido de responsabilidad por el que habría de obligarse a sí
mismo a orientar este nuevo poder en beneficio del propio hombre y de su entorno
natural.
En enero de 1971, Potter, escribió un libro: "Bioethics, Bridge to the Future”
(Bioética, puente al futuro), en el cual plantea la posibilidad de una ética por la vida.
La bioética surge por tanto como un intento de establecer un puente entre ciencia
experimental y humanidades (4). O como una respuesta primordial al gran volumen
de conflictos suscitados por el rápido avance del conocimiento científico y técnico en
las diferentes áreas de la medicina y la biología, adicionados a la identificación de
los efectos destructores en el medio ambiente como consecuencia de la
contaminación indiscriminada del planeta. De ella se espera una formulación de
principios que permita afrontar con responsabilidad –también a nivel global- las
posibilidades enormes, impensables hace solo unos años, que hoy nos ofrece la
tecnología.
Esta nueva disciplina, no reemplaza a la ética médica, de enfermería o de otro
profesional de la salud, más bien éstas son consideradas como bases rectoras y
partes principales de la Bioética; ello, se desprende de la definición de bioética de
la “Encyclopaedia of Bioethics”: estudio sistemático de la conducta humana en el
ámbito de las ciencias de la vida y de la salud, analizada a la luz de los valores y
principios morales" (Reich, 1978) y en razón misma de su complejidad ligada a los
desarrollos biotecnológicos, esta disciplina posee características que son
particulares: la bioética conduce a una aproximación interdisciplinaria prospectiva,
global y sistemática a los nuevos paradigmas (5).
Es interdisciplinaria por su profundo interés en la vida humana y las repercusiones
sociales de los avances y resultados de las investigaciones biotecnológicas que
involucran abiertamente a médicos y biólogos, así como de obligatoria competencia
a los abogados, psicólogos, arquitectos, trabajadores sociales y en general a todos los
profesionales involucrados en el estudio de la vida. Es también prospectiva porque

2
su campo de acción está dirigido hacia el futuro de la humanidad y el mundo que
heredarán las generaciones que aún están por nacer.
Además es global porque las actuales circunstancias de desarrollo en cuanto a
comunicaciones y relaciones entre los diferentes países y culturas hacen que su
aplicación e implicaciones tengan un efecto final dirigido a todo tipo de población.
Por último es sistemática porque pretende organizarse como una reflexión coherente
y estructurada con principios propios y no como una simple casuística (6).
La Bioética es ante todo ética, lo cual significa que forma parte de aquélla rama de
la filosofía que se ocupa de estudiar la moralidad de la acción del hombre. La ética
es por lo tanto, la disciplina que considera los actos humanos como buenos o malos
y la bioética, es una parte de la ética sin ser toda la ética. Ella se ocupa de la vida en
cuanto es.
Por lo complejo de la definición de la Bioética, se ha extractado varias (6) que pueden
ayudar a comprender con más claridad su real significado: "El esfuerzo para
utilizar las ciencias al servicio de la vida" por V.R. Potter. "Estudio de los temas
éticos, sociales y jurídicos que surgen en la atención sanitaria y las ciencias
biológicas" por la Asociación Internacional de Bioética, Australia, 1992. "Bioética:
conjunto de cuestiones con una dimensión ética suscitadas por el cada vez mayor
poder de intervención tecnocientífica en el ámbito de la vida orgánica"por Gilbert
Hottois. "La Bioética es la ciencia normativa del comportamiento humano aceptable
en el dominio de la vida y de la muerte" por P. Des Champs. "La bioética es el
estudio interdisciplinario de la mezcla de condiciones que exige una gestión
responsable de la vida humana (o de la persona humana) en el marco de los rápidos
progresos y complejidad del saber y de las tecnologías biomédicas" por D. Roy. "La
Bioética designa la investigación del conjunto de exigencias del respeto y de la
promoción de la vida y de la persona en el campo Biomédico" por Guy Durand. "Es
la disciplina que estudia y analiza los problemas éticos de la vida que surgen
diariamente en ésta época de predominio de la ciencia y la tecnología e intenta dar
respuesta a ellos" por Yolanda Sarmiento de Escobar.

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ANTECEDENTES DE LA BIOÉTICA

Muchos acontecimientos ocurridos en el pasado permitieron el nacimiento de la


Bioética. Hoy se conoce que un factor determinante fue el surgimiento de una serie
de hechos diríamos extraños o hasta cierto punto irracionales, creados por el propio
avance de la ciencia y la tecnología en el campo de la medicina y la tendencia a
extender las prestaciones de los servicios de salud. A continuación se narran hechos
reales que sucedieron antes del nacimiento de la Bioética como ciencia y que
constituyen los antecedentes más importantes para su aparición:

● El Comité de Seatle: Para muchos autores, el nacimiento de la bioética


(aunque todavía no se le daba ese nombre) ocurrió en 1962, cuando en Seattle
(Estado de Washington) se decidió crear un comité de legos (no médicos) para
decidir qué pacientes tenían preferencia para beneficiarse de la entonces reciente
máquina de hemodiálisis. Un artículo de la revista Life de noviembre de 1962,
narraba la historia del primer Comité que tuvo la responsabilidad de decidir quién
podía acceder a un tratamiento entonces novedoso: la hemodiálisis. Para suplir la
función del riñón, el Dr. Belding Hibbard Scribner, médico estadounidense, pionero
en la diálisis renal, en 1960 inventó un dispositivo innovador, la fístula de Scribner,
que más tarde salvaría miles de vidas de enfermos renales en estado terminal en todo
el mundo. El primer paciente tratado fue Clyde Shields, quien gracias a la nueva
técnica sobrevivió a su problema renal por más de once años, falleciendo en 1971.
Como ocurre con todo avance técnico que promete salvar vidas, la demanda pronto
superó a la oferta, es decir, a la capacidad de atenderla. Los médicos se veían ante
un delicado dilema, decidir quién se salvaba y quién moría; decisión difícil,
especialmente cuando existe la evidencia de un tratamiento eficaz, y por supuesto,
la probada eficacia planteaba severas preguntas: ¿Por qué un avance médico
debería crear una nueva discriminación médica? ¿Quién y cómo elegía a los
candidatos? La novedad radicaba en que la respuesta a estas interrogantes no recaía
sobre los médicos, sino sobre una representación de la sociedad. La idea surgió en el
primer centro de hemodiálisis del mundo -el Seattle Artificial Kidney Center, en el
Swedish Hospital-, ante la necesidad imperiosa de seleccionar los pacientes: miles de
ellos solicitaban el tratamiento, pero el centro podía atender solamente a siete por

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día. Para realizar esta selección, se crearon dos comités distintos: uno, formado por
un psiquiatra y varios nefrólogos, que juzgaba conforme a criterios estrictamente
médicos basados en la historia clínica, y realizaba una preselección de los pacientes
-excluyendo a los de peor pronóstico-; y otro que seleccionaba conforme a criterios
"distintos de los médicos" considerando la historia de vida, formado por un jurista,
un clérigo, un banquero, un ama de casa, un representante del gobierno, un
dirigente sindical y un cirujano (7). En las primeras reuniones de este Comité,
entraban en juego todo tipo de factores: económicos, sociales, morales, de edad e
incluso de sexo. Poco más tarde, una comentarista describiría el modelo de
candidato seleccionado para la hemodiálisis en el centro: "Debe advertirse a los
candidatos, que serán bien recibidos si son padres de familia numerosa y están
dispuestos a dejar todo su dinero en el empeño" (8). Los valores éticos conforme a
los que, en principio, muchos suponían que debía juzgar el comité (suposición sin
fundamento, puesto que el reglamento, como se ha dicho, solamente indicaba que
ese comité debería tener en cuenta criterios distintos de los médicos), habían sido
cambiados por los valores sociales, criterio que se aplicó para seleccionar a los
pacientes a partir de entonces. Pasaron los años, y el Comité de Seattle terminó
disolviéndose. Dos puntos quedaron grabados en la conciencia de la mayoría de los
que formaron parte del comité a lo largo de sus años de funcionamiento: un cierto
sentimiento de culpabilidad, y su deseo de evadir toda responsabilidad; en ambos
casos fue consecuencia de haber juzgado arbitrariamente, sin un tener criterios
objetivos (9).

● El caso Tuskegee: Aunque el Código de Nuremberg (1948) había tratado por


primera vez el tema de la experimentación en humanos, en los años 60 se tomó
conciencia de que incluso en una sociedad democrática, la misma investigación
biomédica sobre sujetos humanos planteaba una gran cantidad de problemas que
había que enfrentar adecuadamente. En 1972 se divulga el llamado "caso
Tuskegee". Tuskegee es una localidad del Estado de Alabama, en Estados Unidos,
donde se inició en 1932 un estudio hasta entonces secreto, sobre la “historia natural”
de la Sífilis. (Entendiéndose como historia natural de una enfermedad a la evolución
del proceso patológico sin intervención médica). La sífilis era una epidemia
predominante en las comunidades rurales del sur de Estados Unidos,

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consecuentemente, las autoridades crean un programa especial de tratamiento para
esta enfermedad en el Hospital de Tuskegee, el único hospital para personas de raza
negra que existía hasta entonces. Debido a esto, la sección de enfermedades
venéreas del PHS (Servicio Público de Salud) de los Estados Unidos, decide llevar a
cabo un estudio sobre la evolución de la sífilis (1932-1972). Esta investigación fue
financiada con fondos federales, y para realizar el estudio fueron seleccionados
cuatrocientos varones de raza negra infectados con Sífilis, y doscientos hombres de
raza negra sanos, como grupo control. Su objetivo principal, era comparar la salud
y longevidad de la población sifilítica no tratada, con el grupo control, y observar su
comportamiento (10). A los sujetos seleccionados para el estudio y que estaban
enfermos no se les trató su enfermedad, sin embargo, se les ofrecieron algunas
ventajas materiales como transporte, refrigerios y funeral gratis. Además no se les
informó acerca de la naturaleza de su enfermedad y sólo se les dijo que tenían la
sangre mala (11). Durante el estudio, en 1936, se comprobó que las complicaciones
eran mucho más frecuentes en los infectados que en el grupo control, y diez años
más tarde, se conoció que la tasa de mortalidad era dos veces mayor en los pacientes
infectados con Sífilis (12).
En el año 1942 se extiende el uso de penicilina, sin embargo, los pacientes enfermos
que participaron del estudio de investigación no fueron comunicados de este
descubrimiento, por tanto, se les privó del tratamiento con antibióticos. Los
pacientes ingresaron al estudio de investigación sin consentimiento informado.
Fueron mal informados acerca de la necesidad de algunos procedimientos, por
ejemplo las punciones lumbares eran ofrecidas como ‘tratamiento gratuito’... Más
tarde se demostraría que sin el antibiótico la esperanza de vida de la persona
infectada se reducía en un 20% (13). La investigación continuó sin cambios
importantes y se publicaron trece artículos en revistas médicas hasta que, en 1972,
el periodista J. Heller publicó un artículo sobre este estudio en el New York Times,
momento en el que comenzó la polémica sobre la ética de la experimentación en
sujetos humanos, y producto de la discusión se vieron obligados a terminar la
investigación. La justificación que dieron los investigadores fue que no hacían más
que observar el curso natural de la enfermedad, sin ocasionar daño alguno. En 1972,
al concluir el trabajo, lamentablemente había 28 pacientes fallecidos, 100 con
discapacidad y 19 con sífilis congénita. A consecuencia de este hecho, el Congreso de

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los EE.UU. establece la "Comisión Nacional para la Protección de los sujetos
humanos en el campo de las Ciencias Biomédicas y del Comportamiento". En 1978
esta Comisión publica el llamado "Informe Belmont", con normas para la
protección de las personas que participen como sujetos de experimentación en
Biomedicina, basados en tres principios: autonomía (Respeto por las personas),
beneficencia y justicia.
El caso Tuskegee debe considerarse un ejemplo. Se trata de una parte, de la
necesidad de saber el beneficio de la humanidad, por otra, el respeto a las decisiones
de las personas sobre sus cuerpos; y en tercer lugar, de los límites que pueden
imponerse a los estudios que suponen riesgos para la salud y vida de los sujetos que
participan en experimentos.
● El caso Barnard: A partir de 1967, con los primeros trasplantes de corazón,
se plantea el problema de cómo definir la muerte clínica. En 1968 la Facultad de
Medicina de la Universidad de Harvard publica un artículo donde plantea el nuevo
criterio basado en la muerte cerebral.
A su vez esto conectaba con algunos casos dramáticos de coma irreversible, lo que
animó el debate sobre la eutanasia y el "derecho a la propia muerte". Un ejemplo
emblemático de ello es el caso de Karen Ann Quinlan quien en 1975 entra en coma
irreversible y queda en estado vegetativo persistente. Los padres piden que la
desconecten del respirador artificial para que pueda morir en paz. Luego de una
negativa judicial, hay un recurso, en el que el Tribunal Supremo de Nueva Jersey
autoriza la desconexión sobre la base del "derecho a una muerte digna y en paz". Se
reconocía por primera vez que la propia tecnología de soporte vital planteaba la
cuestión sobre la eticidad o no de mantener en estado vegetativo a individuos que
nunca volverían a tener una vida consciente.
Una de las recomendaciones del Tribunal Supremo que intervino en el caso Quinlan
fue que los hospitales creen "Comités de ética" conformada por profesionales con
capacidad para enfrentar este tipo de conflictos. Surgieron normas sobre la
reanimación, sobre el empleo o no de tratamientos costosos para mantener con vida
a recién nacidos con graves anomalías, etc.

La universalización de los servicios sanitarios en gran parte de los países


occidentales ha obligado a idear cómo financiar y distribuir equitativamente unos

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recursos limitados, y cómo regular el acceso a distintas tecnologías por parte de los
ciudadanos.
● El caso Beecher: En 1966, el Dr. Henry Beecher, un distinguido anestesiólogo
de la Escuela de Medicina de Harvard, publicó un importante artículo (Beecher HK.
‘Ethics and Clinical Research’.New England Journal of Medicine. June 16, 1966) en
el que se reportaba 22 ejemplos de abusos cometidos en investigaciones realizadas
en varias universidades y centros de salud importantes de los Estados Unidos. El
tipo de violaciones a las que se hizo referencia en este estudio incluía la participación
de personas sin su consentimiento y personas a las cuales no se les ofreció la
oportunidad de recibir un tratamiento de reconocida eficacia. El reporte del Dr.
Beecher generó un debate en los Estados Unidos acerca de la importancia de obtener
un correcto consentimiento informado.

PRINCIPIOS DE LA BIOÉTICA

En 1979, los bioeticistas T. L. Beauchamp y J. F. Childress, (14), definieron los


cuatro principios de la bioética: autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia.
En un primer momento definieron que estos principios son prima facie, esto es, que
vinculan siempre que no se enfrenten entre ellos, en cuyo caso habrá que dar
prioridad a uno u otro, dependiendo del caso. Sin embargo, en el 2003 Beauchamp
(14) considera que los principios deben ser especificados para aplicarlos al análisis
de los casos concretos, o sea, deben ser discutidos y determinados por el caso
concreto a nivel casuístico.

Los cuatro principios definidos por Beauchamp y Childress son:

1. Principio de autonomía

La autonomía expresa la capacidad para darse normas o reglas a uno mismo sin
influencia de presiones externas o internas. El principio de autonomía tiene un
carácter imperativo y debe respetarse como norma, excepto cuando se dan
situaciones en que las personas puedan ser no autónomas o que presenten una
autonomía disminuida (personas en estado vegetativo o con daño cerebral, etc.), en

8
cuyo caso será necesario justificar por qué no existe autonomía o por qué ésta se
encuentra disminuida. En el ámbito médico, el consentimiento informado es la
máxima expresión de este principio de autonomía, constituyendo un derecho del
paciente y un deber del médico y de otros profesionales del área biomédica, pues las
preferencias y los valores del enfermo son primordiales desde el punto de vista ético
y suponen que el objetivo del médico es respetar esta autonomía porque se trata de
la salud del paciente (14).

2. Principio de beneficencia

Obligación de actuar en beneficio de otros, promoviendo sus legítimos intereses y


suprimiendo prejuicios. En medicina, promueve el mejor interés del paciente pero
sin tener en cuenta la opinión de éste. Supone que el médico posee una formación y
conocimientos de los que el paciente carece, por lo que el médico “sabe” y
consecuentemente lo más conveniente para el enfermo.

Un hecho que resalta al analizar este principio es que no toma en cuenta la opinión
del paciente, es más muchas veces ni la considera necesaria debido a su falta de
conocimientos médicos.

3. Principio de no maleficencia

Del Latín, Primum non nocere, que quiere decir, “Primero no dañar”; ordena
abstenerse intencionalmente de realizar acciones que puedan causar daño o
perjudicar a otros. Es un imperativo ético válido para todos, no sólo en el ámbito
biomédico sino en todos los sectores de la vida humana. En medicina, sin embargo,
este principio debe encontrar una interpretación adecuada pues a veces las
actuaciones médicas dañan para obtener un bien. Entonces, de lo que se trata es de
no perjudicar innecesariamente a otros. El análisis de este principio va de la mano
con el principio de beneficencia, para que prevalezca el beneficio sobre el daño.

Las responsabilidades profesionales del principio de no maleficencia son varias:


tener una formación teórica y práctica rigurosa y actualizada permanentemente
para dedicarse al ejercicio profesional, investigar sobre tratamientos,
procedimientos o terapias nuevas, para mejorar los ya existentes con objeto de que

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sean menos dolorosos y lesivos para los pacientes; avanzar en el tratamiento del
dolor; evitar la medicina defensiva y, con ello, la multiplicación de procedimientos
y/o tratamientos innecesarios que muchas veces llevan al encarnizamiento
terapéutico innecesario (15).

4. Principio de justicia

Su objetivo es disminuir las situaciones de desigualdad sea ideológica, social,


cultural, económica, etc. En nuestra sociedad, aunque en el ámbito sanitario la
igualdad entre todos los hombres es sólo una aspiración, se pretende que el personal
de salud haga los esfuerzos necesarios para tratar a todas las personas sin distinción,
reconociendo que son poseedores de dignidad ontológica. Las políticas públicas se
diseñan de acuerdo con ciertos principios materiales de justicia. En España, por
ejemplo, la asistencia sanitaria es teóricamente universal y gratuita y está, por tanto,
basada en el principio de la necesidad. En cambio, en Estados Unidos la mayor parte
de la asistencia sanitaria de la población está basada en los seguros individuales
contratados con compañías privadas de asistencia médica. La relación médico-
paciente se basa fundamentalmente en los principios de beneficencia y de
autonomía, pero cuando estos principios entran en conflicto, a menudo por la
escasez de recursos, es el principio de justicia el que entra en juego para mediar
entre ellos. En cambio, la política sanitaria se basa en el principio de justicia, y será
tanto más justa en cuanto que consiga una mayor igualdad de oportunidades para
compensar las desigualdades existente en la población (16).

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Bibliografía
1. Sass HM. Rundscreiben: Pre-Nüremberg German Regulations Concerning New Therapy
and Human experimentation. The Journal of Medicine and Philosophy. 2007; 8: p. 8:99-
111.

2. Padovani Cantón A. vitral.org. [Online].; 1996 [cited 2011 abril. Available from:
http://www.vitral.org/vitral/vitral11/bioetica.htm.

3. Potter VR. Bioethics: the science of survival "Perspectives in Biology and Medicine" New
York; 1970.

4. Potter VR. Bridge to the future Cliffs E, editor. New York: Prentice Hall; 1971.

5. Reich W. Encyclopedia of Bioethics New York: XIX; 1978.

6. Gracia D. Fundamentación y enseñanza de la Bioética Madrid: El Buho; 1998.

7. Hosbord B. Bioethics Committes. The Health Care Provides Guide Rockville: Aspen; 1986.

8. Alexander S. They Decide Who Lives. Life. 1962: p. 53:102.

9. Anónimo. Scarce Medical Resources. Columbia Law Review. 1969;(69:620).

10. Jones, JH. Free Press; New York. Bad blood: the Tuskegee syphilis experiment. 1981..

11. Gracia D. Profesión médica, investigación y justicia sanitaria Santa Fe de Bogotá: El Buho;
1998.

12. Bandt A. Racism and Research: The Case of the Tuskegee Syphilis Study. Hastings Center
Report. [Online].; 1978 [cited 2011. Available from:
www.ugr.es/~eianez/Biotecnologia/bioe.

13. Beecher H. Ethics and clinical research. New england Journal of Medicine.
1966;(274:1354-1360).

14. Masson. Principios de ética biomédica Barcelona; 1999.

15. Andorno R. Bioética y dignidad de la persona Madrid: Thecnos; 1998.

16. Fabre A. Bioética: orígenes, presente y futuro España: Instituto Borja de Bioética; 2001.

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