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Introducción
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preocupación de primer orden en todo el mundo, continuará reflejando el ethos de nuestra
civilización biocientífica en lo que queda de este siglo y el en próximo.
A finales del siglo XIX y principios del nuestro, la medicina alemana proporcionó el
modelo para la medicina moderna. La medicina alemana estaba estrechamente
relacionada con la ciencia de laboratorio, de manera que la medicina clínica tenía que
probar la efectividad de sus intervenciones mediante rigurosos experimentos que
implicaban necesariamente la utilización de sujetos humanos. Los abusos cometidos en
seres humanos en la investigación médica provocaron la primera crisis ética moderna y los
primeros llamamientos en favor de una nueva ética médica. El Código de Nüremberg
respondió con los que llegaría a convertirse en uno de los fundamentos de esta nueva
ética: la exigencia obtener el consentimiento informado de los participantes.
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inconvenientes y riesgos razonablemente previsibles; y los efectos sobre su salud o
persona que pueden resultar de su participación en el experimento.(1)
El imperativo del progreso científico está presente en todos los lugares donde se
practica la medicina contemporánea. Puesto que la autoridad de los médicos tiende a ser
más grande en otros países que en Estados Unidos, en esos países existen las
condiciones para que se produzcan fallos éticos similares. Sólo una bioética bien
desarrollada y ampliamente difundida puede evitar que ocurran las tragedias éticas
asociadas con la experimentación. Ninguna sociedad puede permitirse el lujo de dejar en
manos de los científicos médicos la tarea de equilibrar los derechos de los pacientes con la
necesidad de progresar científicamente. Hay que desarrollar criterios para regular la
investigación en sujetos humanos en todos los lugares donde se practica la medicina
moderna, tanto en los grandes centros médicos del mundo desarrollado como en los
pequeños hospitales comunitarios de los países en vías de desarrollo, donde también se
prueban fármacos y se hacen otros tipos de experimentos. La investigación hizo que se
produjeran cambios en la ética médica y que organizaciones de la salud nacional e
internacional se tomaran interés por la educación y posteriormente con la supervisión de
los profesionales médicos.
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lo que más tarde pasaría a llamarse Departamento de Salud y Servicios Humanos, recibió
la responsabilidad de proteger los derechos y el bienestar de los sujetos de investigación.
En los años 60, el SSP estableció criterios éticos para la realización de investigaciones en
seres humanos. En los años 70, se creó la Comisión Nacional para la Protección de los
Sujetos Humanos en la Investigación Biomédica y Conductual. Los miembros de esta
comisión trabajaron durante cuatro años e hicieron 125 recomendaciones para mejorar la
protección de los derechos y el bienestar de los sujetos de investigación. Asimismo, la
comisión publico el Informe Belmont. En este informe se identificaron los principios éticos
básicos (respeto, beneficencia, justicia) que deben guiar el trato con pacientes y sujetos de
investigación. Posteriormente, y bajo los auspicios del mismo SSP, el gobierno federal
continuó actualizando las regulaciones y requiriendo garantías de cumplimiento con los
criterios éticos a cualquier grupo que estuviera realizando una investigación en seres
humanos. Mediante su apoyo financiero a la realización de proyectos de investigación
médicos, el gobierno de Estados Unidos se convirtió en una fuente de directrices y reglas
bioéticas. Creó comisiones que sirvieron para fundamentar éticamente el nuevo enfoque
ético de la práctica médica. El gobierno de Estados Unidos desempeño un papel
fundamental en el desarrollo de la bioética moderna.
Las inversiones del gobierno en la ciencia médica dieron como resultado toda una
serie de nuevas tecnologías médicas e intervenciones terapéuticas. La relación entre
ciencia y medicina que había empezado a finales del siglo XIX empezó a dar sus frutos en
forma de nuevos medicamentos, máquinas de hemodiálisis, técnicas de trasplante de
órganos, sistemas de soporte vital, técnicas de alimentación artificial, unidades de
cuidados intensivos, intervenciones quirúrgicas salvadoras, etc. Sin embargo, con cada
nuevo avance aparecieron nuevos problema éticos. En los años 60, un comité de ética en
el estado de Washington intentó tomar decisiones éticamente justificables sobre quién
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debía tener acceso a una máquina de hemodiálisis cuando esta escasa tecnología no
podía ofrecerse a todos. La bioética moderna no está interesada únicamente en la
investigación médica en sujetos humanos y en la humanidad de las intervenciones
médicas. Desde sus inicios se ha preocupado por la participación de los pacientes y las
comunidades en la toma de decisiones sobre asuntos socioeconómicos, tales como la
distribución de recursos escasos.
Hasta los años 50, la expresión "Los médicos saben mejor..." reflejaba la actitud de
la mayoría de personas hacía la medicina y resumía el paternalismo de la ética médica
tradicional. Tras los juicios de Nüremberg y con la creciente influencia de la
experimentación en la clínica, esta vieja ética paternalista fue poco a poco dando paso a
diferentes criterios sobre lo correcto y lo incorrecto. Otras actitudes, normas diferentes y
nuevos principios confluyeron para crear el germen de la bioética moderna.
Ya en los años 50, el Instituto de Religión del Centro Médico de Texas en Houston
empezó a estudiar los problemas éticos en la medicina. Un grupo de pensadores religiosos
interesados en promover las humanidades en la educación médica formaron la Sociedad
para los Valores Humanos y de la Salud. El primer departamento de humanidades
médicas, integrado por un cuerpo docente en el que el interés por la ética médica era
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predominante, fue creado en los años 60 en el Centro Médico de la Universidad Estatal de
Pennsylvania en Hershey, PA. Los años 70 presenciaron la aparición del Hastings Center
en Hastings, NY (a finales de 1969) y el Kennedy Institute of Ethics en la Universidad de
Georgetown (1971). Todas estas iniciativas intentaron aportar profundidad y rigor a la
nueva disciplina, ahora conocida como bioética.
El Hastings Center fue iniciado por Daniel Callahan, un laico católico con formación
en filosofía y teología. En el Hastings Center los académicos se reunían para trabajar tanto
de forma independiente como en grupo en el desarrollo de sólidas recomendaciones
políticos sobre diversos problemas bioéticos. El Hastings Center sigue publicando
recomendaciones políticas y monografías e influyendo en las respuestas del gobierno
directa e indirectamente. El Hastings Center Report, revista de bioética fundada en 1971,
publica artículos sobre los problemas éticos en la medicina, las ciencias de la vida y las
profesiones. Fue la primera revista de bioética y sigue siendo la más importante en este
campo.
A principios de los años 70 y con ayuda de becas del National Endowment for the
Humanities, el Instituto de Valores en Medicina y la Sociedad para los Valores Humanos y
en Medicina inició un proyecto destinado a fomentar el estudio de la bioética en las
facultades de medicina. Junto a otros miembros de estas instituciones, el Dr. Edmund
Pellegrino, un prominente médico y humanista, visitó más de 80 facultades de medicina
para presentar a sus profesores y alumnos esta nueva disciplina y preparar un programa
de educación en bioética para las futuras generaciones de médicos. El Dr. Pellegrino y sus
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compañeros querían asegurarse de que la bioética iba a pasar de los textos, informes y
comisiones a la práctica clínica de los médicos comunes.
La bioética y el derecho
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La atención de los medios de comunicación y el interés del público hicieron que la
bioética se convirtiera en algo importante para los políticos, que comprendieron la
necesidad de crear leyes para defender los derechos de los pacientes y sus familias en los
centros sanitarios. Actualmente, todos los estados y provincias de Norteamérica tienen
leyes que cubren las preocupaciones bioéticas. Nuevos casos y nuevas leyes mantienen
activos a políticos y jueces. Otras naciones están sufriendo las mismas presiones. Los
legisladores y jueces de otros países mirarán hacia Estados Unidos en busca de
experiencias que puedan ayudarles a desarrollar una legislación sólida.
La expansión de la bioética
Los problemas éticos con los que empezó la bioética no han desaparecido. La
investigación, la utilización de tecnología, las cuestiones sobre la vida y la muerte, el aborto
y la contracepción son todavía una parte importante de la bioética. El problema de la
distribución de los recursos sanitarios ya estaba presente en la etapa inicial de la bioética
moderna. En los años 60, las primeras comisiones de ética intentaron establecer criterios
éticamente justificables para regular el acceso a las tecnologías médicas escasas Más
tarde, los temas de distribución se fueron ampliando a medida que los estados y gobiernos
se esforzaban por decidir cómo distribuir de forma equitativa y justa unos recursos médicos
cada vez más escasos. Puede obtenerse una idea de la amplitud y complejidad del campo
mirando la clasificación del Centro Nacional de Referencia de Literatura Bioética o los
múltiples volúmenes de la bibliografía de Bioética (editada por Leroy Walters y Joy Kahn)
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considerada una disciplina emblemática de Estados Unidos, ya que refleja quiénes somos
y qué nos preocupa como americanos frente al próximo milenio.
El futuro de la bioética
El sida es otro problema cargado de dilemas éticos. Igual que con otras muchas
enfermedades con las que los médicos han batallado a lo largo de los años, para librar una
campaña agresiva y efectiva contra el sida hay que prestar atención tanto a sus aspectos
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biológicos como a los bioéticos. Las buenas estrategias son las que tienen en cuenta
desde el principio las dimensiones científicas y éticas de la enfermedad. A los
compromisos de encontrar vacunas y tratamientos efectivos se han sumado campañas
para proteger los derechos humanos y la dignidad de las personas infectadas por el VIH
y/o afectadas por el sida. Los esfuerzos para frenar la extensión de la epidemia se
combinan con los que se realizan para atajar la discriminación contra los portadores del
virus en el trabajo, los viajes, la vivienda, el acceso a los cuidados sanitarios y los cuidados
hospitalarios proporcionados por médicos y enfermeras.
Referencias
1. Código de Nüremberg. En: Levin R.J. Ethics and Regulation of Clinical Research, 2ª
ed. New Haven: Yale University Press, 1988; 425.
2. Beecher HK. Ethics and Clinical Research. The New England Journal of Medicine
1996; 274: 1354-1360.
3. Pellegrino ED, McElhinney TK. Teaching Ethics, the Humanities, and Human Values
in Medical Schools: A Ten-Year Overview. Washington, D.C.: Institute on Human
Values in Medicine & Society for Health and Human Values.
4. Toulmin S. How Medicine Saved the Life of Ethics. Perspectives in Biology and
Medicine Summer 1973; 25: 736-750.
5. Dr. James F. Drane Rusell B. Roth Professor of Clinical Bioethics Edinboro,
University of Pennsylvania (Emeritus)
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