Kierkegaard - Diario Íntimo

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Sóren Kierkegaard

DIARIO ÍNTIMO

Introducción de
JOSÉ LUIS L. ARANGUREN
catedrático de la Universidad de Madrid
Traducción y notas de
MARÍA ANGÉLICA ROSCO

CLÁSICOS UNIVERSALES PLANETA

Director literario:
GABRIEL OLIVER
catedrático de la Universidad de Barcelona
Director editorial:
RAFAEL BORRAS BETRIU
Amor:
( AHI.OS PUJOL Planeta
SUMARIO

Págs.

INTRODUCCIóN IX
Influencia de su padre IX
Su deformidad X
Regina Olsen XI
Los estadios en el camino de su vida XIII
El cristianismo de Kierkegaard XIV
Cristianismo y Cristiandad XVI
Kierkegaard, la teología y la filosofía . XVIII
Obispos y reyes XIX
Dinamarca y Alemania, referencias a España . XX
Cronología XX
Bibliografía XXXI
Nota a la edición XXXIII

DIARIO ÍNTIMO

1834 3
1835 9
1836 27
1837 32
1838 41
1839 47
© por la traducción, María Angélica Bosco, 1993 1837-1839. (Papeles sueltos)
© Editorial Planeta, S. A., 1993 56
Córcega, 273-279, 08008 Barcelona (España)
4 de julio-10 de agosto de 1840 . 62
Diseño colección y cubierta de Hans Romberg 1 84 1 -20 de noviembre de 1 842 .... 67
Ilustración cubierta: retrato de S. Kierkegaard (1838) 1 840- 1 842. (Papeles sueltos) 84
Primera edición en esta colección: marzo de 1993 10 de noviembre de 1842-marzo de 1844 . 87
Depósito Legal: B. 5.321-1993 Mu r/o-diciembre de 1844 106
ISBN 84-08-00239-2 1 844. (Hojas sueltas) 114
Composición: Fort, S. A. (Aster, 9,5/10,5) Diciembre de 1 844-diciembre de 1845. 118
Papel: Offset Rotoform, de Clariana, S. A. Lucro-diciembre de 1846
Impresión: Duplex, S. A., Ciudad de Asunción, 26, int., D, 08030 Barcelona
125
7 de septiembre de 1846-24 de enero de 1847 144
Encuadernación: Encuadernaciones Maro, S. A.
Printed in Spain - Impreso en España 1847 162
VIII SUMARIO

1845-1847. (Hojas sueltas) 166


24 de enero de 1847-15 de mayo de 1848 .... 168 INTRODUCCIÓN
1847-1848. (Papeles sueltos) 208
Del 15 de mayo de 1848 al 2 de enero de 1849 . . 210
Del 2 de enero al 7 de septiembre de 1849 .... 246
7 de septiembre de 1849 al 18 de abril de 1850 290
15 de abril de 1850 al 22 de enero de 1851 . . . . 311
22 de enero de 1851 al 30 de agosto de 1852 328 1 óMO era, quién fue Sóren Kierkegaard? Una perso-
Enero de 1852 341 v» V-/ na, yo diría mejor un personaje, que vivió suce-
30 de agosto al 2 de noviembre de 1852 355 siva y simultáneamente los estadios de la vida que él nos
1853 358 ha dejado descritos, el estadio estético, el estadio ético, el
1 de marzo a octubre de 1854 392

432
estadio religioso. Más aún: fue el conjunto de sus pseudóni¬
Octubre de 1854 a septiembre de 1855 mos, cuya multiplicidad sólo parcialmente llegamos a en¬
1853-1855. (Hojas sueltas) 447
tender: Vigilius Haufmizuri, Johannes Climacus, Constan¬
tino Constantius, Johannes de Silentio, William Ashan,
« Un hombre casado», Frater Tacitumus, Viktor Eremita,
Anticlimax... fue, como él mismo dijo de Jesús, de Job, y de
otros, «el incomprendido» , el «condenado a vivir entre gen¬
tes que no le comprenden». Vida la suya que él mismo tardó
mucho en comprender, que pasaba fácilmente de la «sensa¬
ción» de felicidad a sentirse arrojado «en los abismos de la
desesperación», víctima del «temor y temblor » pero tam¬
bién, otras veces, egoístamente encerrado en sí, «como un
abeto solitario» , melancólico, hipocondríaco y con frecuen¬
cia sumido en la «acedía», pecado característico de los
hombres claustrales de antaño y que el catecismo ha susti¬
tuido puerilmente por la «pereza». Y a la vez, consciente de
su valía, de que nadie ha expuesto antes que él —después sí,
pero siguéndole— las categorías del ámbito existencial, or¬
gulloso de su soledad y de su superioridad espiritual.

INFLUENCIA DE SU PADRE

Quizá para entender cómo fue Kierkegaard conviene seguir


otra vía, la del cómo se hizo, qué influencias decisivas su¬
frió en los primeros años de su vida. Yo diría que tres: la de
su padre y, de la mano de éste, la de Martín Lutero, la de su
propia deformidad física y la de Regina Olsen. Examiné¬
moslas por separado.
X SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XI

La estrecha relación con el padre y la experiencia religio- ¡Qué melancolía! Hasta ese asunto de mis panta¬
»( de éste fueron decisivas para Kierkegaard. Relación po¬ lones, que tanta bulla ha armado, tiene una triste
(¡casi simbólica!) conexión con la melancolía de mi
sitiva y, a la vez, sobre todo en los últimos años del padre,
vida. No es que tuviera nada de raro o que yo tuvie¬
negativa, desoladora, la de un anciano que convirtió al
se la intención de atraer las miradas sobre mi mane¬
hijo en cristiano acongojado y antes le impidió la niñez y
ra de vestir. Es muy sencillo. Si uno repara en la
hasta la juventud. (Véase a este propósito en este mismo manera de vestir de las gentes, se verá que los viejos
libro el cuento titulado «La desesperación silenciosa», ex¬ generalmente usan pantalones más cortos, en tanto
presión muy de Kierkegaard.) Fue en las landas de Jutlan- que los jóvenes se preocupan más por andar atilda¬
dia, siendo todavía joven y pastor de ganado, donde el pa¬ dos, especialmente de llevar pantalones elegantes.
dre, descorazonado por el sufrimiento y el hambre que Los viejos piensan en la comodidad y no en el aspec¬
padecía, trepó un día a una colina y, desde ella, « maldijo a to de las ropas. Mi padre era un anciano: siempre lo
Dios». Y esa maldición pesó durante toda su vida sobre el conocí así. La desdicha fundamental de mi vida, es
padre y no menos sobre el hijo. La parábola del hijo pródi¬ decir, la que desde niño se me tomara por un viejo,
go que aquí relata a su modo Kierkegaard, en directa refe¬ era visible también en mi modo de vestir.
rencia biográfico-familiar, muestra una ulterior complica¬ Es verdad que en una ocasión llega a decir que
ción al ser aplicada a su hermano Pedro que se hizo «me burlo de mis gráciles piernas» —no pasa de
convencional pastor y llegó hasta obispo. ahí— y «me comprometo a escribir un artículo so¬
bre mí mismo y sobre mis piernas, más chistoso que
el de Goldschmidt» en El Corsario, el periódico
cuyas burlas tanto le dolieron.
SU DEFORMIDAD

Kierkegaard era débil, enclenque, contrahecho, jorobado y REGINA OLSEN


con una pierna más corta que la otra. De ello han hablado
ampliamente. P. A. Heiberg, Tritthof Brandt, Ricard Mag-
nussen, y Theodor Haecker escribió un libro, traducido al l/t concepción trágica del cristianismo, heredada de su pa¬
español y titulado La joroba de Kierkegaard. Y sin embar¬ dre y radicalizada por él hasta el punto de vivir una religio¬
go Kierkegaard nunca, ni siquiera en este diario de su inti¬ —
sidad incompatible —«o lo uno o lo otro» con cualquier
otra dedicación, se comprende que hubo de hacer anorma¬
midad, habló directamente de ello y, o bien acude a una
generalidad, la de contamos que visitó al médico para con¬ les, hasta el rompimiento, las relaciones amorosas con Re¬
sultarle si la desproporción entre su cuerpo y su psique po¬ gina Olsen, a quien conoció cuando ella era casi una niña,
día ser superada, o la reduce a un « ataque de la plebe... a V a la que están dedicadas, volviendo sobre ello una y otra
i r , numerosas páginas de este libro.
mis pantalones» . Sí, por increíble que parezca, Kierke¬
gaard, en la intimidad de su diario, mantiene que toda la Habla de ella llamándola simplemente así, «ella», o bien
pesada burla que de su físico se hacía públicamente prove¬ en segunda persona del singular, «tú»: «Regina, que reinas
nía exclusivamente de su descuido en el vestir. Me pemiito en mi corazón... que estás en mitad del camino, entre el
traer a este prólogo un par de pasajes sacados del Diario de •i>'lo v el infierno.» El asunto concluyó al romper él, muy
1849. Helos aquí. puní lo, y unilateralmente, el compromiso matrimonial, a
XII SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XIII

causa de su idea totalmente absorbente de la relación con


Dios, que le había sido inculcada por su padre. La fábula
de Inés y el Tritón, hombre a los ojos de ella, pero que a LOS ESTADIOS EN EL CAMINO DE SU VIDA
cierta hora se convertía en el monstruo (religioso) que en
realidad era (Tritón), le hizo comprender su imposibilidad ¿Hasta qué punto los «estadios en el camino de la vida» lo
de casarse. El « Diario del seductor» intentó persuadirla de fueron en el de su vida? De su estadio estético no nos dice
otra manera, haciéndole creer a ella que era lo que de nin¬ mucho aquí directamente, pero es evidente que su amor
guna manera era. También con esta intención, quizá, idea¬ por Regina fue, en principio, romántico, un goce de la vida.
lizó la figura de Cornelia, la hermana de Regina. En una Su pasión de escritor, que sucede y ala vez acompaña a su
ocasión en la que se encontraron, cuando Regina, más amor, pertenece también al estadio estético. Su gusto por la
tranquila ya, le preguntó «si no pensaba en casarse alguna «retórica» (entendida la palabra en su mejor sentido) es
vez», él le respondió: «Sí, dentro de unos diez años, cuando extremo, y así dice: «En lo referente a la puntuación y sus
me haya cansado de caprichos, elegiré una jovencita para pausas no me inclino ante nadie y hasta dudo de que exista
rejuvenecerme.» Cuando abandonó a Regina, nos dice, eli¬ otro escritor danés que pueda competir conmigo. » Distin¬
gió la muerte. ¿Es verdad? Sí y no: «Los poquísimos días gue entre la retórica propiamente dicha y el sobrio y preciso
en que me he sentido dichoso, humanamente hablando, no estilo de un buen artículo científico; y a más de retórico
he dejado de sentir una indescriptible nostalgia de ella.» quiso ser y fue, a su modo, poeta. Pero agrega: «Si me he
Pero la melancolía, al no poder compartir felicidad, de ella convertido en escritor se lo debo esencialmente a “ella”, a
le apartó. Fue aquél «¿Culpable no culpable?». La pregun¬ mi melancolía y a mi dinero» (heredado del padre, que, tras
ta, que él siguió haciéndose a lo largo de su vida, deseaba sus pobres comienzos, llegó a lograr una cierta fortuna).
que ella se la respondiese afirmativamente: «La idea de que Sí, puede afirmarse que del subestadio estético —e ini¬
yo era un canalla o por los menos alguien que quería con¬ cialmente ético, por su propósito y compromiso de con-
vertirse en una celebridad mundana es y sería la piedra traer matrimonio— pasó al subestadio de escritor, escritor
« perseguido », como debe serlo todo el que escribe con sen¬
fundamental de su matrimonio» ulterior con Schlegel. Se¬
gún quería creer Kierkegaard, ella deseaba brillar en el tido ético. Renunció a casarse en principio para consa¬
mundo, era vanidosa, en tanto que él necesitaba abrazarse grarse a la Iglesia como pastor. Luego también a esto últi¬
al «padecer afectivo y cristiano». «La causa del cristianis¬ mo dijo que no, pues no es lo mismo ser auténticamente
mo requiere un hombre célibe, pero ella no tiene la menor hombre de Dios que «funcionario de la Iglesia del Estado ».
idea de mi religiosidad específica. » Antes de seguir adelante abramos un breve paréntesis
En esto, como en todo, Kierkegaard era la personifica¬ /una hacer notar que en diversos pasajes de este Diario se
ción de la contradicción: «Humanamente hablando ella refiere al «detective», al buen «policía», porque «ser fun-
i nmario policial me parecía una tarea adecuada para mi
posee y debe poseer el lugar de prioridad en mi vida; pero
en un sentido absoluto es Dios quien tiene ese puesto.» mente insomne e intrigante». Y, de hecho, astuto policía
Y, a la vez, hablando en general, piensa que la mujer es lúe para entender a su padre y, como hemos visto, para
mentirosa y consiste en «egoísmo personificado». El es¬ desentenderse de su prometida. Sí, la mente de Kierkegaard
eia harto complicada. Sigámosla en lo que podamos.
tadio estético, el estadio ético y el estadio religioso se in-
terpenetran y confunden en sus desdichadas relaciones Quiso ser pastor, nos cuenta, para reparar la culpa: pas-
con Regina. toi de campaña, identificado con el pequeño círculo de
XIV SÓREN KIERKEGAARD
INTRODUCCIÓN XV
unas gentes sencillas, en un ambiente idílico. Evidente¬
mente, esto no iba con su modo de ser: ¡pastor como y habría llegado a ser Lutero. ¿Lo siguió siendo? No. «Todos
don¬ los cristianos deben —deberían— permanecer célibes. La
de su padre, pero no de rebaños animales, sino de
seres distinción entre clero y fieles es anticristiana... pero no
humanos! Y además, tarde o temprano, ser pastor se con¬
vierte en pastorear funcionarialmente el rebaño humano para sacar en consecuencia la conclusión contraria: ergo
que, según veremos que piensa, es malamente que también los sacerdotes deben casarse.» Kierkegaard;
denominado por el contrario, da gracias a Dios «porque ningún ser hu¬
cristiano.
En suma, los entreverados estadios de la vida de Kier¬ mano me debe la existencia».
kegaard fueron el goce de la vida, con el «agregado Todavía peor y sobre ello volveremos en seguida: Lutero
ético» puso el cristianismo al servicio del pueblo: « Lutero, ¡tú tie¬
de la promesa matrimonial, la dedicación estético-religiosa
de escritor y, por encima de todo, el dolor, el nes una responsabilidad enorme! Has abatido al Papa...
remordimien¬
to, la « actitud religiosa de convertirse en menos para poner en el trono al Público!»
que nada Kierkegaard no se limita, como Lutero, a rechazar la filo¬
en este mundo».
sofía recibida. Inventa en su lugar otra nueva que él ni
siquiera llega a denominar tal: la filosofía de la existencia
EL CRISTIANISMO DE KIERKEGAARD es una invención suya, aunque habían de ser otros quienes
desarrollarían su experiencia. Privado absolutamente del
Lutero, ya lo hemos dicho, fue el maestro de Kierkegaard. ímpetu vital de su maestro, sacó fuerzas de su misma fla¬
Pero no hay exageración en afirmar que él ha sido queza y vivió la angustia como la irrupción del espíritu, y
más la desesperación, «enfermedad hasta la muerte», como re¬
radical y consecuentemente más luterano que el propio Lu¬
tero. Es verdad que él fue, nos dice en este libro, «con velación de la miseria del hombre frente a Dios.
el El cristianismo es experiencia y comunicación de exis¬
catolicismo como con la Tierra Copémico: descubrió que
Roma no es el centro alrededor del cual todo gira, sino un tencia, y no doctrina o dogma. El cristiano se siente, ha de
punto periférico. Y él estaba tan persuadido sentirse solo, único frente a Dios. La categoría existencial
como Lutero de la interiorización del ser en oposición a su extraversión
de la imposibilidad de cumplir la Ley, los Mandamientos,
restituyendo así al pecado, es decir, a la conciencia del pe¬ en la compañía de la «gente» es su heideggerismo avant la
cado, su lugar central. En cuanto a la justificación por lettre. La presente versión traduce por «el ente» la referen¬
sola fe, Kierkegaard es discrepante: no hay nunca justifica¬
la cia a esa solitariedad del ser, pero el vocablo soporta una
ción posible ante Dios y, por otra parte, la caridad o amor, carga de filosofía clásica y esencialista que lo convierte en
ya lo vimos, es inseparable de la fe («la fe y la esperanza totalmente inadecuado. Y a más de eso, la locución «ese
sin ente», empleada en su idioma por Kierkegaard, posee en el
la caridad son como címbalo que retiñe»), hasta el punto
de que, según él, el único mandamiento es «amar a lenguaje coloquial español la significación de «es un ente»
Dios, como «mero ente» ( procedente tal vez de la expresión téc¬
odiarse a sí mismo».
La fe de Lutero era cómoda: pecca fortiter sed crede nica «ente de razón»), totalmente opuesta a la grandeza
for¬ categorial kierkegaardiana. Así pues, mejor es traducirla
tius. Kierkegaard se veda absolutamente la entrega al peca¬
do, pero al ser éste inevitable, su religiosidad es desespera- por el « existente »: existencia, la humana, frente a la vida
da, patética. meramente animal. Cristianismo por tanto, el de Kierke¬
Lutero se casó. De haber estado previamente casado no gaard, rigurosamente existencial: el hombre, cada hombre
está solo en el mundo entero, en presencia de Dios.
XVI SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XVII

¿Cabe hablar, como se ha hecho, de una aproximación Nadie ha causado más daño a un hombre que
del Kierkegaard último al catolicismo? Yo no lo creo. Y no aquel que educa a un niño en el concepto más ideal
tanto por este carácter existencial de su cristianismo, pues de la vida y de la manera más severa, y luego le
al final de mi libro Catolicismo y Protestantismo como envía al mundo provisto de estas impresiones eter¬
formas de existencia mostró, incluso con ejemplos, la po¬ namente inolvidables.
sibilidad de una fe católico-existencial. Mas renegar del Aquel que empuja a un niño al juego y a las trave¬
protestantismo establecido no significa acercarse al catoli¬ suras no le causa, humanamente hablando, tanto
cismo, al cual aquél se estaría pareciendo cada vez más, daño, pues por esto nadie es perseguido. Pero aquel
según Kierkegaard. El celibato y el claustro benedictino le que ha sido tan severamente educado como si el
parecían, ciertamente, bien. Pero el primer Lutero le pare¬ hombre fuera semejante a los dioses; enviado luego
cía, sin la menor duda, mejor. Y si es verdad que frente a la en medio de esa raza de animales que son los hom¬
fe sola mantuvo la caridad como amor de Dios y a Dios, no bres, ciertamente que ha de sufrir. Angustiado y
la vivió, en cambio, suficientemente, como amor al próji¬ preocupado por sí mismo, por la salvación de su
mo. Kierkegaard no era compatible con ninguna religión alma, comprenderá que su deber es esforzarse más
aún y con humildad mayor implorar gracia y per¬
propiamente dicha, es decir, comunitaria. Su fe era la del
dón. Y cuando vuelva la mirada a lo exterior, verá
existente a solas con su Dios.
que en cierto sentido humano ha progresado con
respecto a los demás, precisamente porque le toca
ser escarnecido y perseguido. Bastaría con que —a
CRISTIANISMO Y CRISTIANDAD semejanza de otros campeones de esa raza animal—
quisiera desentenderse de Dios y contentarse con el
juicio de la Ciudad, para que también él fuera esti¬
Cristianismo es, pues, relación directa —y, como hemos mado, amado y bien recibido.
visto, angustiosa, desesperada, patética— del existente
«único», «solo», « solitario », con Dios. Kierkegaard no so- Todos los ideales recibidos como «cristianos» son debe¬
lamente está a mil leguas de todo panteísmo sino que re¬ lados por Kierkegaard como pertenecientes a la «Cristian¬
chaza enérgicamente la idea de «iglesia», «asamblea » o dad». Así la Iglesia es la heredera del Teatro pagano; el
« comunidad ». Pero esta idea, procedente del catolicismo,
Claustro, abolido por la Reforma, ha dejado como rastro
se ha impuesto también en el protestantismo, que así las «gentes quietas», «migajas de cristianismo» en nues¬
ha dejado de ser Cristianismo para convertirse en Cris¬ tros tiempos. La Nochebuena es consuelo y la Navidad
tiandad. fiesta de los niños. El martirio consiste en la ilusión de
La categoría Pueblo, que ha sido tan importante en la estar en la verdad con la finalidad de eludir la prueba en
historia de la Modernidad, en tanto que derrocadora de Im¬ que la verdad y la realidad consisten. Y el misticismo no es
perios y Reinados, ahora, para «volver cristianos a los cris¬ sino la falta de paciencia para esperar la Revelación de
tianos», es ella la que debe ser «abatida». Dios. En cuanto a la Modernidad, se obstina en la nega¬
Naturalmente Kierkegaard conocía por experiencia, ex¬ ción de la muerte porque rechaza lo absurdo y contradic¬
periencia de su educación, la dureza atroz de esta concep- torio en que la vida consiste.
ción existencial. Véase a este propósito el siguiente pasaje El Pueblo, sujeto de la Cristiandad y negador del Cristia¬
del presente libro: nismo, se manifiesta como Público y se expresa en tanto
XVIII SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XIX

que Opinión pública. Y lo que opina el Público es lo que En cambio por Schelling —el Schelling tardío, que vino
prevalece. a reemplazar desde Berlín el influjo de Hegel, muerto ya—
siente gran simpatía, una simpatía que, curiosamente, es
asociada con «ella». (Véanse en este Diario, años 1941-
1942.) Una simpatía semejante siente por Trendelenburg,
KIERKEGAARD, LA TEOLOGíA Y LA FILOSOFíA
otro discrepante de Hegel. Y Schopenhauer es, sin duda,
quien más le interesa... y le intriga: predica el ascetismo
Kierkegaard no quiso ser ni teólogo ni filósofo y, sin em¬ hindú, pero no tiene nada de asceta. Kierkegaard suscribe
bargo, fue lo uno y lo otro, aunque no, claro está, a la ma¬ su distinción entre la auténtica filosofía y la «filosofía de
nera establecida. La renovación de la teología a partir del profesores» , que viven de ella; sí pero, a la vez, «suspira
primer Karl Barth, y su teología dialéctica, proceden de él. detrás de la fama» ( Diario, 1854).
Entre sus discípulos más eminentes figura Miguel de Una¬
muno, que estudió danés para poder leerlo directamente. Y
la filosofía de la existencia, ya lo hemos dicho, encontró en OBISPOS Y REYES
él su precursor. Categorías como la del «instante» y la « re¬
petición » a él se las debemos. Se suele hablar de Marx, Mynster, pastor religioso de su padre, al que profesó, de
Nietzsche y Freud como los «maestros de la sospecha» del muy joven, admiración, fue visto después como represen¬
siglo xx en el siglo xix, sospecha frente a las seguridades de tante del «orden establecido» , que solamente se preocupa
la Modernidad; pero habría que agregar a esa relación un del gobierno, por lo que, confiesa, «me da paz su discrepan¬
cuarto maestro que fue precisamente Sóren Kierkegaard. cia conmigo». Pero con ocasión de su muerte, en 1854, se
Y sus reflexiones, que aquí pueden encontrarse, sobre los desdice y ya no le parece hombre de gobierno sino simple
principios de identidad y de contradicción se sitúan justa¬ poseedor de un «hechizo visual, un periodista, el señuelo
mente en esta dirección. del público».
En su época la seguridad y la actualidad filosóficas esta¬ La decena de páginas dedicadas a las audiencias que le
ban representadas por Hegel y su racionalismo, por lo que fueron concedidas por el rey de Dinamarca Cristián VIII
se comprende que se dirijan a él las principales críticas fi¬ nos desconcierta un tanto por el tono, tan diferente al habi¬
losóficas, así las siguientes: tual en su Diario, así como por el elogio, casi sin reservas,
que hace del soberano, sobre todo tratándose de un escrito
El lado peligroso de la obra de Hegel consiste en de ningún modo destinado a ser conocido, por lo menos en
haber desnaturalizado el cristianismo, poniéndolo vida del autor.
de acuerdo con su filosofía. Cuando fue recibido por primera vez por el rey, tras ha¬
El Ser-en-sí y para-sí ha sido sustituido por la ra¬ ber sentido, casi como ante Dios, «temor y temblor», y no
zón, escrito con minúscula y aplicada calculada¬
saber si entraría en la estancia real «caminando sobre mis
mente.
pies o de cabeza» se afirmó en él un sentimiento a la vez de
El supuesto «Estado ético» de Hegel es un mal, no
respeto y de reserva. Hablar con él, nos dice, era excitante,
un bien, el egoísmo humano en sus grandes dimen¬
siones.
pues sentía voluptuosidad por la cultura y poseía una inte¬
Su pensamiento está reconciliado completamente ligencia tan excesiva que podía extraviarle. Su deseo era
con el mundo. «proporcionar placer y hacer felices» a sus súbditos. Era
XX SÓREN KIERKEGAARD
INTRODUCCIÓN XXI

amable e interesado por «lo interesante». Y además «sentía 1797 Segundo matrimonio del padre, viudo en primeras
inclinación por mí». nupcias y sin hijos, con la criada.
1813 5 de mayo: nacimiento de Sóren Aabye K. en la
DINAMARCA Y ALEMANIA, Y REFERENCIAS A ESPAñA casa paterna de Copenhague, en el Mercado Nuevo
(Nytorv) n.° 2, actualmente 27; séptimo y último
Se diría que Kierkegaard sintió mucha mayor simpatía por hijo.
el rey de Dinamarca que por Dinamarca, lo que, hasta cier¬ 3 de junio: bautizo en la Iglesia del Espíritu
to punto se comprende, pues el rey le expresó su estima y el
Santo.
país más bien, se la negó. Desprecia su «nacionalismo» , lo
1823 23 de enero: nacimiento de Regina Olsen.
que es congruente con su modo general de pensar, y en el 1828 20 de abril: S. K. recibe la confirmación en la Igle¬
conflicto político-militar con Alemania, o lo que había de sia Parroquial de Nuestra Señora, de manos del pri¬
ser el Imperio alemán, parece sentirse menos lejos de los mer capellán, J. P. Mynster.
extranjeros que de sus compatriotas. Hay en este libro dos
1830 30 de octubre: K. se inscribe en la universidad.
referencias a lo español. La primera y más importante es a
1 de noviembre: K. se inscribe en el regimiento de la
El Quijote. Considera que en la obra se comete un error al Guardia Real, 7.a compañía.
hacerle recobrar el juicio para morir: loco —loco como sus 4 de noviembre: es rechazado para el servicio mi¬
compatriotas consideraban al propio Kierkegaard, según
litar.
él— era mejor. Y « excelente idea » la de, para final, dejarle 1833 4 de abril y 24 de mayo: K. recibe la Comunión en
ser «pastor de ovejas». Cervantes no fue bastante románti¬ compañía de sus padres.
co: don Quijote nunca debería concluir por ser «infinita¬ 1834 26 de julio: viaje a Gillelei para reponerse de un
mente perfectible». agotamiento.
Y hablando de sí mismo cita al río Guadalquivir, que 31 de julio: retomo de Gillelei y muerte de su madre
confunde con el Guadiana: «Quiero durante un año, por
después de cinco semanas de enfermedad.
una legua del camino del tiempo, desaparecer bajo la tierra 1836 18 de abril: conversación con Joergen Joergen-
como el Guadalquivir: ¡ya sabré cómo resurgir!» sen.
Y, en efecto, supo. Ahí está, presente ante nosotros. Inol¬ 1837 mayo ( entre el 8 y el 16): primer encuentro con Re¬
vidable, «existente» , imperecedero. gina Olsen en la casa de los Roerdam en Frederiks-
berg.
JOSé LUIS L. ARANGUREN
1837 Fines de agosto: el hermano mayor, Peter, escribe
en su «Diario»: «Sóren está más agobiado que
nunca por negras ideas acerca de su salud física
que le hacen ser infeliz, incapaz de todo, lindando
CRONOLOGÍA casi con la locura. »
1 de septiembre: a partir de esta fecha, K. empieza a
percibir de su padre una renta anual de 500 táleros
1756 Nacimiento de Michael Petersen K. en Saeding, e inicia su vida independiente; se aloja primero en
Jutlandia. Loevstralde 1 y luego en Kultorv (mercado del car¬
1768 Nacimiento de la madre de K. bón).
XXII SOREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XXIII

1837-1838 Durante el invierno, K. enseña latín en la 11.a 16 de julio: la Facultad de Filosofía de la Universi¬
clase de un liceo de Copenhague. dad acepta la tesis Del concepto de la ironía, con
1838 febrero: su hermano Peter escribe: «Sóren, en estos la cual se gradúa de «Magister artium».
últimos tiempos se vuelve cada vez más irritable, 11 de agosto: K. devuelve el anillo a Regina.
descontento y descorazonado. Mis conversaciones 29 de septiembre: defensa de la tesis (editada el 16
con él —y es preciso que yo mismo vaya en su bus¬ de septiembre por P. G. Philippsen).
ca— no le producen efecto alguno». 11 de octubre: K. rompe definitivamente con Regi¬
13 de marzo: muerte del poeta Paul Martin Moeller, na Olsen.
profesor e íntimo amigo. 25 de octubre: viaje a Berlín.
19 de mayo: la experiencia del « gozo indescripti¬ 1841-1842 (desde el 15 dé noviembre hasta el 4 de febre¬
ble...» (a las diez y media de la mañana). ro): asiste al curso de Schelling en la Universidad
30 de julio: va a Frederiksberg. de Berlín, al principio con gran entusiasmo y luego
Noche del 8 al 9 de agosto: muerte del padre tras aburriéndose «terriblemente», hasta que acaba por
breve enfermedad. El hermano escribe que el 6 de abandonar. Escribe la I. P. de Enten-Eller («O lo
agosto el anciano se sentía en plena posesión de sus uno o lo otro»).
fuerzas y que había pasado la tarde en compañía de 1842 6 de marzo: regresa a Copenhague.
sus dos hijos dando muestras de buen humor, 1843 8 de mayo: partida para Berlín, donde se ocupa en
«aunque durante el día regañara a Sóren y le rehu¬ escribir La repetición (Gjentagelsen).
sara algo». julio: se entera del noviazgo de Regina Olsen con
1839 2 de febrero: «Tú, Regina de mi corazón...» Fritz Schlegel. Serie vertiginosa de publicaciones.
29 de agosto: K. hace un cómputo de sus finanzas 1844 16 de octubre: se muda de Noerregade 230 a la casa
que suman en total alrededor de 31 000 táleros, for¬ heredada de su padre en el Mercado Nuevo, 2, don¬
tuna que en esos tiempos representaba para un sol¬ de vivirá hasta 1848.
tero una relativa holgura. 20 de noviembre: último de los paseos en coche del
20 de diciembre-4 de julio de 1840: paréntesis para año, unos cuarenta en total, por la campiña, que
la preparación del examen de teología: «El más lar¬ ocupaban íntegramente sus días. Esos paseos
go paréntesis que haya yo vivido. » continuaron siendo frecuentes en los años pos¬
1840 2-3 de julio: examen de teología; es aprobado con la teriores.
mención laudabilis. 1845 9 de febrero: escucha el sermón del obispo Mynster
19 de julio-6 de agosto: viaje a Jutlandia. en la Iglesia del Castillo Real.
10 de septiembre: noviazgo con Regina Olsen. 25 de diciembre: K. envía a P. L. Moeller, del Corsa¬
8 de octubre: aparece el primer número del Corsa¬ rio, una negativa con respecto a la colaboración en
rio, editado por M. A. Goldschmidt. Gaea, anuario estético para 1846. El 27 y el 29, ata¬
16 de noviembre: confesión de su incapacidad para que de K. a P. L. Moeller en Faedrelandet y respues¬
poseer alguna cosa real y de la vivacidad de su fan¬ ta de éste.
tasía. 1846 2 de enero: el Corsario inicia los ataques contra
1841 12 de enero: K. pronuncia su primera disertación K. acompañados por caricaturas.
religiosa en la Holmeskirke de Copenhague. 7 de febrero: K. piensa en hacerse pastor rural.
XXIV INTRODUCCIÓN XXV
SÓREN KIERKEGAARD

27 de febrero: prosiguen los ataques del Corsario 24 de abril: 11.a Fiesta de Pascuas: «No, mi herme¬
contra el «gran filósofo», con caricaturas. En el tismo no se deja vencer, al menos por ahora»...
número del 26 de mayo se publica la «de los panta¬ mayo: reflexiones sobre la «remisión de los peca¬
lones». dos»: «Es extraño cómo el amor de Dios me domi¬
2-3 de mayo: se traslada a Berlín, de donde regresa na...: ahora ha despertado en mi alma la esperanza
el 16 de mayo. de que Dios podría querer quitar de mi naturaleza
27 de junio: se representa en el Teatro Real la come- su miseria fundamental. »
dia estudiantil Los de enfrente, de Hostrup, donde 15 mayo-junio: esbozo para el N.° 1° de los Ejerci¬
aparece un teólogo llamado « Sóren Kirk». cios del Cristianismo.
7 de junio: gran Informe en su Diario. 24-27 de junio: artículo en él periódico Faedrelan-
2 de octubre: Goldschmidt abandona la redacción det: La crisis y momentos críticos en la vida de
del Corsario y el 7 parte en viaje para Alemania e una actriz, que aparece con él seudónimo de Inter
Italia. et Inter.
1847 20 de febrero: K. lee las dos disertaciones sobre las 1 de septiembre: K. predica en la Frue Kirke (Iglesia
Categorías, de Adolfo Trendelenburg. de Nuestra Señora) sobre el tema: «Desde lo alto
marzo; visita al rey Cristian VIII. atraeré a todos hacia mí.»
5 de mayo: reflexiones acerca de la diferencia entre noviembre: da fin a: Punto de vista en mi activi¬
pecado y escrúpulo. dad como escritor.
14 julio: proyecta un viaje a Berlín, hace una visita 1849 9 de marzo: K. visita al obispo Mynster y deja «caer
al rey. una palabra» a fin de obtener un puesto en el Semi¬
15 de agosto: conversaciones con J. Joergensen nario pastoral.
acerca del matrimonio de conciencia de Hamann. abril: se aplaca un tanto su preocupación por deter¬
27 de agosto: prédica en la Frue Kirke sobre la Con¬ minar la relación entre Cristo como «Modelo» y
fesión previa a la Comunión del Viernes. Cristo como «Salvador». Da fin a las Disertacio¬
30 de agosto: a raíz de una discusión con el editor nes edificantes, sobre Lirios y pájaros, y ala Nota:
Philippsen, a propósito de los pagos que considera El Cómputo; extracto concentrado del Punto de
demasiado exiguos, le niega su permiso para una vista en mi actividad como escritor, pero «para
nueva edición de O lo uno o lo otro. no ser publicada».
octubre: visita al rey. 25 de abril: K. comprueba que, con respecto al más
3 de noviembre: matrimonio de Regina Olsen y alto ideal cristiano, es decir, él de convertirse en
Fritz Schlegel. «testimonio de la verdad», debe contentarse con ser
4 de noviembre: visita al Obispo Mynster. «el amante infortunado» («el poeta»).
1 de diciembre: termina el Libro de Adler. 4 de mayo: resuelve publicar, del Ciclo de Diserta¬
23 de diciembre: aparece el primer número de la re¬ ciones ético-religiosas, la III y la VI, precisamen¬
vista, Norte y Sur, de Goldschmidt. te: ¿Le está acaso permitido a un hombre dejarse
1848 20 de enero: muerte del rey Cristián VIII. matar por la verdad? y De la diferencia entre un
19 de abril: experiencia pascual: «Mi naturaleza ha genio y un apóstol.
cambiado por completo »... 5 de mayo: «El porvenir se presenta oscuro y yo me
XXVI SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XXVII

siento tan tranquilo. Este cumpleaños será inolvi¬ 30 de julio: aparece La enfermedad mortal de An-
dable para mí.» ticlimacus, editor S. K.
14 de mayo; aparece la segunda edición de O lo uno agosto: K. comienza la lectura de la Dogmática de
o lo otro y se publican las tres Disertaciones sobre Martensen y estampa en el Diario sus impresiones.
Los lirios del campo y los pájaros del cielo. 24 de agosto: fecha de la explicación definitiva
15 de mayo: K. recibe un billete de la publicista sue¬ acerca de su noviazgo: «Mi relación con ella.»
ca Federica Bremer, amiga de Martensen, pidiéndo¬ 26 de agosto: fecha de las «Explicaciones acerca de
le una entrevista para el día de la Ascensión (17 de ella. »
mayo), al cual contesta con una seca negativa: 15 de octubre: se anuncia un ensayo de R. Nielsen
(«¡No, gracias, no sé bailar!») sobre «Johannes Climacus» del Mag. Kierkegaard
19 de mayo: aparecen las Dos disertaciones ético- y la «Dogmática» del Dr. H. Martensen. Aparece el
religiosas, de H. H. Piensa que, para la prédica de 1 de noviembre.
la verdad, es más conveniente el exponerse al sufri¬ 29 de octubre: K. entrega a la imprenta las tres di¬
miento que el escribir. sertaciones edificantes: El sumo sacerdote, El pu-
22 de junio: visita al obispo Mynster, muy breve. blicano, La pecadora.
Visita también al ministro del culto Madvig; pero 30 de octubre: el hermano de K., Peter, habla en la
sin ningún resultado. convención de pastores de Roskilde sobre las Dos
25-26 de junio: muere durante la noche el padre disertaciones éticorreligiosas y confronta a Mar-
de Regina, el Consejero de Estado. K. abandona tensen con S. Kierkegaard como representantes res¬
nuevamente la idea de publicar su Punto de vista pectivos de la «reflexión» y del «éxtasis».
en mi actividad como escritor; se decide por La 13 de noviembre: aparecen las tres disertaciones
enfermedad mortal y entra en tratos con la im¬ edificantes.
prenta. 1850 11 de marzo: Theophilus Nicolaus (seudónimo del
27-28 de junio: K. pasa una noche de insomnio, teólogo Magnus Eiriksson) publica el estudio: ¿Es
inquieto, hablando consigo mismo y examinando acaso la fe una paradoja?, y En virtud del absur¬
las razones en pro y en contra. Entrega a la impren¬ do. Se suscita una cuestión a causa de Temor y
ta La enfermedad mortal, luego de decidir que fi¬ Temblor de Iohannes de Silentio.
gurará como autor con el seudónimo de Anticlima- 6 de abril: Rasmus Nielsen publica sus lecciones en
cus y que su nombre sólo aparecerá como editor. la universidad: Fe evangélica y Teología.
Siente escrúpulos por haberse adulado algunas ve¬ 11 de abril: mantiene una conversación con R. Niel-
ces en el Diario y pide por ello perdón a Dios. sen.
1 de julio (domingo): asiste en la Iglesia del Espíri¬ 18 de abril: K. recibe una carta de R. Nielsen en la
tu Santo a la Misa mayor y se encuentra con Regi¬ cual éste «renuncia a pasear conmigo el jueves». Se
na «y toda la familia». A la salida, ella trata de pro¬ muda a Noerregade 43.
vocar un encuentro, pero K. la esquiva y baja los 30 de abril: K. mantiene una conversación con
ojos. R. Nielsen y en el curso de ella le declara «que desea
19 de julio: Aparece la Dogmática Cristiana del para sus mutuas relaciones una mayor libertad».
Dr. H. Martensen. 5 de mayo: asiste a los oficios de la tarde en la Igle-
XXVIII SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XXIX

sia del Salvador. Proyecto para el escrito: Para el 10 de septiembre: «Hoy se cumplen doce años de mi
examen de Sí mismo. noviazgo. »
19 de mayo: Mynster predica en la misa mayor de 1853 13 de febrero: «Mi tarea.»
la Iglesia del Castillo Real. 25 de marzo: «Lo que he querido.»
14 de junio: aparecen las Dilucidaciones dogmáti¬ 27 de mayo: «La operación de mi vida considerada
cas (Dogmatiske Oplysninger), «Escrito de oca¬ en conjunto, tal como la comprendo o como posi¬
sión», de H. Martensen. blemente llegaré a comprenderla. »
agosto: entrega a la imprenta el manuscrito de El 13 de octubre: «De mí mismo.»
ejercicio del Cristianismo. 2 de noviembre: «Mi balance.»
27 de septiembre: aparece El ejercicio del Cristia¬ 1854 30 de enero: muerte del obispo Mynster.
nismo de Anticlimacus, ed. S. K. 15 de abril: Martensen es designado obispo.
22 de octubre: conversación con el obispo Mynster 27 de mayo: aparece el ensayo: «De la verdad per¬
después de haber leído éste El ejercicio del Cristia¬ sonal y de la personalidad verdadera» de R. Niel-
nismo. sen.
18 de diciembre: aparece « Clara Raphael » de Matil¬ 5 de junio: ordenación episcopal de Martensen.
de Fibiger, edit. I. L. Heiberg. 18 de diciembre: K. inicia la batalla contra la Igle¬
20 de diciembre: aparece Un discurso edificante sia oficial de Dinamarca con la publicación del ar¬
de S. K. tículo contra Martensen: « Era el obispo Mynster
1851 31 de enero: aparece un artículo de K. en Faedre- un “testimonio de la verdad"; uno de los verdaderos
landet, «a raíz de un comentario con respecto a mí testimonios de la verdad; ¿acaso tales palabras son
del Dr. Rudenbalch». verdad?» (Faedrelandet, N.° 295).
13 de marzo: aparece el ensayo de Mynster: « Ulte¬ 28 de diciembre: respuesta de Martens (Berlingske
rior contribución a las discusiones acerca de la si¬ Tidende, N.° 302).
tuación de la iglesia en Dinamarca. » 30 de diciembre: réplica de K. (Faedrelandet,
22 de mayo: conversación con el obispo Mynster. N.° 304).
5 de mayo: para celebrar su cumpleaños, K. realiza 1855 9 de enero: aparece en el Berlingske Tidende la crí¬
un paseo a Hirscholm. tica al artículo del pastor I. Paludan- Müller: «El
18 de mayo: K. pronuncia una prédica sobre la In¬ ataque del Dr. S. Kierkegaard a la memoria del
mutabilidad de Dios en la Iglesia de la Cindadela. obispo Mynster » (N.° 7).
7 de agosto: aparecen los escritos de K.: Relativo a 10 de enero: R. Nielsen escribe en defensa de K.,
mis actividades de escritor y Dos discursos para pero ignorándolo éste, el artículo « Una buena ac¬
la Comunión del viernes. ción» (Faedrelandet, N.° 8).
9 de agosto: conversación con el obispo Mynster a 12 de enero: K. publica el artículo: « Una invitación
su regreso de la visita pastoral. personal del pastor I. Paludan- Müller» (Faedrelan¬
10 de septiembre: aparece el escrito: Para el exa¬ det, N.° 13).
men de Sí mismo de S. K. 16 de enero: R. Nielsen publica el artículo: «A su
1852 mayo: informe: «De ella.» Excelencia Ilustrísima el obispo Martens: una pre¬
19 de junio: informe: «De mí mismo.» gunta» (Faedrelandet, N.° 13).
INTRODUCCIÓN XXXI
XXX SÓREN KIERKEGAARD

29 de enero: K. publica dos artículos polémicos det, N.° 120). Aparece el primer cuaderno de El mo¬
contra Martensen (Faedrelandet, N.° 24). mento.
20 de marzo: artículo de K: «En ocasión de 6 de junio: aparece el 11° cuaderno de El momento.
la muerte del obispo Mynster» (Faedrelandet, 16 de junio: aparece el opúsculo de K. (con el sello
N.° 67). de la Ed. Reitzel): «El juicio de Cristo sobre el Cris¬
21 de marzo: artículo de K.: «¿Es éste un culto cris¬ tianismo oficial. »
tiano o más bien una mofa de Dios?» (Faedrelan- 28 de junio: aparece el III.er cuaderno de El mo¬
det, N.° 68). mento.
22 de marzo: artículo de K.: «Aquello que deba ha¬ julio: aparecen los cuadernos IV.° y V.° de El mo¬
cerse será hecho o por mí ahora o por algún otro » mento (9 y 30 de julio, respectivamente).
(Faedrelandet, N.° 69). agosto: aparecen los cuadernos VI.° y VII.° de El
26 de marzo: artículo de K: «La situación religio¬ momento (2 y 31 de agosto, respectivamente).
sa» (Faedrelandet, N.° 72). 3 de septiembre: aparece el discurso de K.: La in¬
28 de marzo: artículo de K: «Una tesis, tan sólo mutabilidad de Dios.
una tesis» (Faedrelandet, N.° 74). septiembre: aparecen los cuadernos VIII.° y IX.° de
31 de marzo: artículo de K: «¿Qué deseo yo?» (Fae¬ El momento (14 y 25 de septiembre, respectiva¬
drelandet, N.° 77). mente).
3 de abril: aparece en Faedrelandet el artículo anó¬ 25 de septiembre: K escribe el último texto en su Dia¬
nimo de N. N.: «Propuesta al Dr. S. Kierkegaard» rio: «Destino de esta vida según él Cristianismo.»
(Faedrelandet, N.° 79). 2 de octubre: es recogido en la vía pública, sin sen¬
7 de abril: K. responde al artículo anónimo (Fae¬ tido, e internado en el Frederiks- Hospital, donde la
drelandet, N.° 81). jefa de enfermeras, señorita Fibiger, lo cuida solíci¬
11 de abril: artículo de K: «Cristianismo con in¬ tamente y donde recibe la visita de su amigo de la
vestidura gubernamental y Cristianismo sin inves¬ infancia, Emil Boesen.
tidura gubernamental » (Faedrelandet, N.° 83). 11 de noviembre: muerte de S. K.
27 de abril: artículo de K.: «¡Qué cruel castigo!» 18 de noviembre: solemnes funerales en la Frue-
(Faedrelandet, N.° 97). Kirke y exequias en el Assistenz-kierkegaard (ce¬
10 de mayo: artículo de K: «Con respecto a la con¬ menterio público).
ducta de necio encono observada en lo que a mí se
refiere y a la concepción del Cristianismo por mí
esclarecida» (Faedrelandet, N.° 111).
16 de mayo: K. publica: « Para la nueva edición BIBLIOGRAFÍA
del Ejercicio del Cristianismo» (Faedrelandet,
N.° 112).
26 de mayo: K. publica un artículo polémico contra En la lengua española
Martensen: «El silencio del obispo Martensen es
cristianamente inexcusable, ridículo, necio y des¬ Th. Haecker, La joroba de Kierkegaard, Madrid, 2.a ed., 1956.
preciable en muchos de sus aspectos» (Faedrelan- J. Collins, El pensamiento de Kierkegaard, México, 1958.
XXXII SÓREN KIERKEGAARD
INTRODUCCIÓN XXXIII
H. Ross, S. Kierkegaard y el catolicismo, Madrid, 1959.
J. A. Collado, Kierkegaard y Unamuno, Madrid, 1962.
R. Jolivet, Introducción a Kierkegaard, Madrid, 4.a ed., 1962.
L. Farré, Unamuno, William James, Kierkegaard y otros en¬
sayos, Salamanca, 1967.
L. Fabriel, La filosofía de la existencia. Kierkegaard, Heideg¬ NOTA A LA EDICIÓN
ger, Jaspers, Sartre, Madrid, 1974.
R. Jolivet, Las doctrinas existencialistas (desde Kierkegaard a
J. P. Sartre), Madrid, 5.a ed., 1976. IM selección y traducción del «Diario» ha sido efectuada
N. Viallaneix, Kierkegaard, el único ante Dios, Barcelona,
1977. de una versión italiana de Comelio Fabro (3 tomos, Edito¬
J. P. Sartre y otros, Kierkegaard vivo, Madrid, reed., 1980. rial Morcelliana-Brescia, 1948-1951), la más amplia e im¬
M. Maceiras, Schopenhauer y Kierkegaard. Sentimiento y pa¬ portante de las publicadas hasta ahora, con excepción de
sión, Madrid, 1985. la edición danesa, iniciada a petición de Pedro, el hermano
M. Holmes Hartshorne, Kierkegaard, el divino burlador, Ma¬ de Sóren Kierkegaard, mientras aún vivía Regina, por el
drid, 1992. pastor H. P. Barford, quien se hizo cargo de los cuatro pri¬
meros volúmenes y continuada luego en cinco volúmenes
más a cargo de H. Gottsched, apasionado estudioso del
En otras lenguas pensamiento kierkegaardiano, con J. T. Beck. El pastor
Harford, quizá por consideración a los sobrevivientes no
H. Barth, Kierkegaard der Denker, Munich, 1926.
A. Gilg, Sóren Kierkegaard, Munich, 1926. sólo interceptó textos y omitió otros, sino que hizo desapa¬
F. Lombardi, Kierkegaard, Florencia, 1937. recer también algunas hojas. El manuscrito muestra hoy la
W. Lowrie, Kierkegaard, Oxford, 1938. señal de hojas arrancadas que a menudo interrumpen el
P. Mesnard, Le vrai visage de Kierkegaard, París, 1948. texto en los pasajes más delicados. Las lagunas y los defec¬
J. Wahl, Études kierkegaardiennes , París, 1949. tos comprensibles de la primera edición de los Papeles, así
P. Mesnard, Kierkegaard, sa vie, son oeuvre, París, 1954. como el interés creciente que la figura del autor despertaba,
W. Anz, Kierkegaard und der deutsche Idealismus , Tubinga, reclamaban una edición más completa que fue comenzada
1956. en 1909 y concluida en 1938 y que abarca diecinueve volú¬
C. Fabro y otros, Studi kierkegaardiani, Brescia, 1957. menes. Como el traductor italiano lo hiciera notar en su
N. Grimault, Kierkegaard par lui-méme, París, 1962.
C. Jorgensen, Sóren Kierkegaard, Copenhague, 1964. interesante Prólogo —uno de los estudios más profundos
E. Tielsch, Kierkegaard’s Glaube, Gottinga, 1966. sobre Sóren Kierkegaard— el idioma danés emplea de pre¬
G. Malantschuck, Dialektik og Ecsistens hos Sóren Kierke¬ ferencia la construcción indirecta, comienza los párrafos
gaard, Copenhague, 1968. con at (que) y multiplica las proposiciones circunstancia¬
N. Van Thuyen, Foi et existence selon Kierkegaard, París, les. Se ha procurado respetar en lo posible el estilo muy
1971. personal del autor que toma a veces su frase oscura y de
J. Thompson, Kierkegaard, Nueva York, 1973. difícil lectura. En cuanto a la puntuación, a la cual Kier¬
G. Malantschuck, Fra Individ til Enkelte, Copenhague, 1978. kegaard dedica un texto especial en su Diario, es conven¬
H. Hannay, Kierkegaard, Londres, 1982. cional, y el traductor italiano declara haberse visto obliga¬
do a muchos cambios y retoques. Las citas entre paréntesis
de textos bíblicos pertenecen en su mayor parte a la versión
XXXIV SÓREN KIERKEGAARD

italiana, así como las notas señaladas entre paréntesis DIARIO ÍNTIMO
(N. del t. i.); y las señaladas con (N. del t. f.) pertenecen a la
versión francesa de Knud Ferlov y J. J. Gateau (2 tomos,
Gallimard, París, 1942, esta última utilizada como texto de
consulta para la presente traducción). Las notas indicadas
con un asterisco son del autor.

M. A. B.
1834

OIEMPRE es necesaria una luz para distinguir otra luz.


Cuando un punto luminoso surge en medio de las
I ¡ nieblas, es absolutamente imposible discernir el origen
de la luz, porque la oscuridad no permite determinar re¬
lación alguna en el espacio. Sólo otra luz podrá precisar
la posición del primer punto con respecto al segundo.
15 de abril de 1834

Una doctrina rigurosa de la predestinación atribuye a


Dios el origen del mal, sin que por eso se llegue a la lógi¬
ca de los maniqueos, pues su sistema establece dos seres
(primordiales), en tanto que el segundo reúne en un solo
ser a los dos principios opuestos.
15 de abril de 1834

Puesto que el pecado no puede provenir únicamente


del hombre, así como la criatura no puede nacer de un
solo sexo, la doctrina cristiana de la tentación satánica
es justa. Representa el otro factor del que deriva la dife¬
rencia específica entre el pecado del hombre y el pecado
del diablo (pecado original - conversión posible). Una te¬
sis contraria se opondría a la analogía.
19 de agosto de 1834

El concepto de «predestinación» ha de ser, pues, con¬


siderado como un aborto; sin duda fue creado a fin de
conciliar la libertad con la omnipotencia divina y resuel¬
ve el enigma por la negación de uno de los dos concep¬
tos, con lo cual nada queda explicado.
19 de agosto de 1834
4 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 5

miento de los detalles reconstruyéndolos análogamente


La razón por la cual nunca lograré gustar de la na¬ a la naturaleza.
turaleza reside en el hecho de que mis reflexiones no 11 de setiembre de 1834
alcanzan para aclarar mis gustos. Puedo concebir una
obra de arte; puedo, en este caso, encontrar, por decir¬ O, según las profundas palabras de la historia de la
lo así, el punto de Arquímedes y, una vez hallado, todo conversión de san Pablo (Act. 9, 8): «Y con los ojos abier¬
se vuelve fácilmente comprensible para mí. Entonces tos nada veía.»
puedo seguir las evoluciones de un pensamiento gran¬ Nota del 26 de enero de 1837
de y descubrir cómo confluyen los detalles para escla¬
recerlo. Concibo, digamos, la total individualidad del Creo que la dificultad para admitir la teoría de la pre¬
Autor como el mar que todo lo refleja. El espíritu del destinación quedaría suficientemente aclarada con la si¬
Autor se vuelve familiar para mí, quizá me sobrepase, guiente experiencia psicológica: imaginemos a un hom¬
pero está tan limitado como yo mismo lo estoy. En bre a quien se le ha predicho que algún día se convertirá
cambio, las obras de Dios son demasiado grandes para en un ilustre sabio. Si coincide con sus deseos, se dirá al
mi espíritu y me pierdo en los detalles. Cuando el vul¬ instante: «Sí, me dedicaré afanosamente al estudio.» En
go contempla la naturaleza, sus exclamaciones al esti¬ caso contrario, dirá: «No, no abriré un libro.» Ambos
lo de «¡grandioso, magnífico!» resultan insulsas y an- propósitos serían igualmente erróneos, pues en ambos
tropomórficas porque se detienen en lo exterior sin casos se convertirá exactamente en lo que deberá ser. Y
expresar el sentido arcano y profundo. Con respecto a sin contar con que olvida que, si todo obedece a la pre¬
esto mismo, creo importante señalar que los grandes destinación, aun sus mismos propósitos serían predeter¬
genios de la poesía (Osián, Homero) han sido represen¬ minados y acabarían sumiéndolo en una atroz autocon-
tados como ciegos. En mi opinión, carece de importan¬ I radicción.
cia que lo hayan sido realmente o no. Lo esencial estri¬ 26 de setiembre de 1834
ba en que los hombres los imaginaran ciegos, pues me
parece que de tal manera han querido indicar que su Si, por el contrario, pensamos que la organización di¬
visión, cuando cantaban las bellezas de la naturaleza, vina del mundo está fundada sobre la providencia de
no les era revelada por los ojos corporales sino por in¬ Dios, quien deja así a los hombres una libertad real, el
tuición interior. ¡Cuán notable es que uno de los mejo¬ problema presenta distintos aspectos; supongamos que
res escritores sobre las abejas,1 si no el mejor, sea cie¬ se otorgue a un hombre la facultad de ver el porvenir y
go desde la infancia! Este ejemplo, en el que la que en tal caso sepa que ha de convertirse en un crimi¬
observación exterior se diría de tanta importancia, nal ; la consecuencia podría ser, quizá, que dicho hombre
casi parece indicarnos que el autor ha de haber encon¬ se enmendase. Nada habría que objetar a Dios entonces,
trado aquél punto y que, partiendo de él, por medio de puesto que conforme a su providencia debe conocer tam¬
la pura actividad del espíritu ha llegado al conoci- bién que el hombre se enmendará.
20 de octubre de 1834
1 . Kierkegaard alude a Francois Huber (1750-1831), ciego desde los
cinco años de edad. Su obra principal, Nouvelles observations sur les Sólo podemos concebir una inspiración de dos mane¬
abeilles, es de 1792. (N. de la t.) ras: o limitada a la actividad de los apóstoles cuando
6 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 7

redactaban el Nuevo Testamento, o abarcando toda su animales acuden a él y a cada uno impone su propio
existencia. En el primer caso el Nuevo Testamento no nombre.
ofrece base alguna donde asentar la teoría; por el contra¬ 22 de noviembre de 1834
rio, la comunicación con el Espíritu Santo que perma¬
nentemente alega, debería abarcar toda su existencia (es El colmo de lo trágico consiste sin duda alguna en ser
característico del Nuevo Testamento el incesante pla¬ incomprendido. Por esto la vida de Cristo, incomprendi¬
near del Espíritu Santo sobre ellos). En cuanto a la ins¬ do por el pueblo, por los fariseos, por sus mismos discí¬
piración en el sentido más estricto de la palabra, nos ve¬ pulos, y muy pronto por cada uno de nosotros, a pesar de
mos obligados a extenderla a toda su existencia. Pero, si que su mensaje haya sido el más sublime de todos, cons¬
resulta imposible suponer a los propios elegidos y discí¬ tituye la suprema tragedia. He ahí también lo trágico de
pulos de Cristo la capacidad de comprender debidamen¬ la vida de Job, quien sufre en medio de un círculo de
te el cristianismo, significa que esa inspiración los pre¬ amigos que no lo comprenden, junto a una mujer que se
serva del error, en tanto que la siguiente generación y las burla de él. He ahí lo doloroso de la situación de la mu¬
generaciones sucesivas estarían condenadas a una inter¬ jer en La familia Riquebourg:2 su amor por el propio so¬
pretación errónea; a menos que admitamos igualmente brino del marido la obliga al disimulo bajo la apariencia
la infalibilidad inspirada para ellas y que afirmemos así de una fingida frialdad. He ahí la trágica autenticidad
la incompatibilidad del cristianismo con la vida huma¬ de la escena V, I de Egmont de Goethe, en la que Clara
na, pues tal inspiración las sustrae precisamente a la co¬ acaba siendo totalmente incomprendida por sus conciu¬
mún condición de la humanidad. Aun la misma teoría dadanos. He ahí probablemente la razón que convierte
católica sobre la infalibilidad del Papa sería insuficien¬ en trágicos a ciertos personajes cómicos de Holberg (por
te, pues en su caso especial la verdadera doctrina sólo ejemplo, El hombre ocupado, aplastado por una suma
tendría la persistencia de una reliquia que, apenas enun¬ enorme de asuntos, en tanto que el mundo se mofa de él
ciada, sería mal interpretada. No basta entonces ex¬ y no ve nada). Y he ahí también el rasgo típico de la vida
tender la infalibilidad a los jefes, porque así su verda¬ del hipocondríaco, así como de la del hombre impulsado
dera actividad como tales no tendría utilidad alguna, por un ideal, pero que se halla condenado a vivir entre
y nos vemos obligados a suponer la infalibilidad para gentes que no lo comprenden.
cada uno de nosotros. Siendo así, ¿acaso es necesario 22 de noviembre de 1834
un jefe?
20 de octubre de 1834 Para juzgar a un gran hombre, ¿es preciso aplicar
principios distintos de los que utilizamos para juzgarnos
Pocas ciencias procuran al hombre un sentido de paz y a nosotros mismos? La respuesta frecuente es que sí. Yo
de quietud como las ciencias naturales. Con ellas el sa¬ respondo: «¡No!» Es propio de la grandeza del hombre
bio penetra en la naturaleza y todo lo conoce. Por decirlo ser el instrumento de elección en las manos de Dios.
así, ha hablado primero con las plantas y con los anima¬ Pero, si el hombre se precia de ser autor de sus actos, si
les, y no sólo descubre la utilidad que el hombre puede pretende poseer la capacidad de escrutar el porvenir y
extraer de ellos (conocimiento que posee un matiz de su¬ justificar de este modo por el fin los medios, su grandeza
bordinación), sino que incorpora su significado en el
conjunto del universo. Como ocurrió con Adán, todos los 2. Drama en un acto de Scribe. (N. de la t.)
8 SÓREN KIERKEGAARD

cesará al instante. La justicia y el deber son iguales para


todos, y su violación es bien poco excusable, ya se trate
de un gran hombre o de un Estado, aun en el supuesto
de que la política autorice la injusticia. Es verdad tam¬
bién que a veces la injusticia ha tenido buenas conse¬
cuencias, pero en un caso semejante no debemos estar
1835
agradecidos a un hombre o a un Estado determinados,
sino a la Providencia misma.
23 de diciembre de 1834

Como contribución a la definición del concepto de


«fe» es preciso hacer notar que, cuando el terror a la
c ON el concepto de «ortodoxia» sucede como con el
de «consecuencia»; muchos piensan que consiste en
hacer siempre lo mismo, y, puesto que llevan paraguas
cuando llueve, pretenden, quizá, que sea necesario usar¬
muerte domina a un enfermo, se dice que «cree» que lo cuando hace buen tiempo.
debe morir. Falta, en consecuencia, el acto de voluntad. 28 de enero de 1835
Otro tanto ocurre con el terror a los espectros. Por otra
parte, se podría decir: «Quiero creer pero no puedo.» Así Para los cristianos de hoy, el judaismo representa, en
el momento de la voluntad parece hacerse presente. verdad, un pasaje; pero ¿quién nos asegura que no puede
31 de diciembre de 1834 decirse otro tanto del cristianismo? Admito que la Ley
fuera dada para impedir las «transgresiones» y que, por
lo mismo, no haya sido sino una «pedagogía» (Gal. 3,
21-23); en ese caso, ¿cómo se explica, entonces, que pro¬
meta, verdaderamente, la bienaventuranza al hombre
por su observancia? Me explico muy bien que acarree el
castigo para las transgresiones; pero ¿no debió Dios
(como lo hace hoy el cristiano) reparar en la imposibili¬
dad de observarla? ¿Por qué, pues, prometer la biena¬
venturanza, si es precisa una condición que Él mismo ha
reconocido como imposible?
2 de mayo de 1835

Adquiero conciencia de que existo (K.),1 no de que he


existido ni de qué modo.
Lógico desarrollo. Introducción al símbolo de los
apóstoles.
1. En la versión italiana, Cornelio Fabro, traduce la inicial «K.»,
entre paréntesis en el texto original, como «la Iglesia» y añade en una
nota que, a su parecer, «K.» puede interpretarse como inicial de Kirke,
«Iglesia» en danés. He preferido conservar el texto original. (N. de la t.)
T

10 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 11

Entre las gentes de los alrededores (Gillelei) encontré ber si el hombre será capaz, empleando otra imagen del
a una persona verdaderamente notable, Jens Andersen mundo de las flores, de segregar por sus propios recur¬
de Fjellenstrup. No sólo poseía un gran conocimiento de sos, como el laurel rosado, una gota que ha de subsistir
la Biblia, sino que también había leído libros de histo¬ como el fruto de su vida. Ante todo, la primera condición
ria, como por ejemplo Saxo, Snorre y las sagas islande¬ ha de ser la de crecer en un suelo que sea realmente el
sas (que el pastor le había prestado), se expresaba ade¬ nuestro, cosa no tan fácil de hallar. Existen al respecto
más en un tono muy sensato, casi diría con unción, pero, naturalezas tan felices que captan a primera vista el
por desgracia, era adicto a la bebida, y debo confesar rumbo que deben emprender y avanzan tranquilamente
que en aquellos momentos sus discursos me resultaban por el camino señalado sin que jamás las perturbe la
del todo abominables, precisamente porque decía las idea de que tal vez hubieran podido elegir otro diferente.
mismas cosas que cuando se hallaba sobrio. Otras naturalezas se dejan regir hasta tal punto por el
29 de julio de 1835 medio ambiente, que nunca alcanzan a comprender del
todo cuál era su verdadera aspiración. Así como las pri¬
meras extraen su imperativo categórico de lo íntimo, las
COPENHAGUE, 1 DE JUNIO DE 1839 2 segundas parecen resignarse a recibirlo del mundo ex¬
terior. Pero, por pocos que sean los que pertenecen a la
Usted sabe con qué fervor le he escuchado hablar en primera clase, no quisiera contarme entre los de la se¬
otros tiempos, cómo me entusiasmaba entonces la des¬ gunda. Más numerosos son aquellos a quienes la vida
cripción de su estancia en el Brasil, y no precisamente reserva la experiencia del significado profundo de la dia¬
por el conjunto de observaciones singulares con que ha léctica hegeliana. Por otra parte, ¿no es acaso normal
enriquecido usted su saber científico, ni por usted mis¬ que el vino fermente antes de clarificarse? Bien desagra¬
mo; lo que así me exaltaba era la impresión recibida en dable es a veces tal estado; aunque a fin de cuentas
su primer contacto con aquella maravillosa naturaleza, ofrezca sus atractivos, pues a pesar de estar encuadrado
su felicidad, su gozo paradisíaco. Un estado de ánimo en la duda universal logra ciertos resultados relativos.
semejante influirá siempre simpáticamente sobre quien Especialmente cobra importancia para el hombre que,
no esté desprovisto de sentimientos y de entusiasmo, al adentrarse en él, alcanza por fin a ver claro en su des¬
aun cuando crea hallar su posición y su actividad en una tino, no sólo por cuanto de ello deriva una paz que con¬
esfera distinta; y sobre todo en el joven que sólo sabe trasta con la tempestad precedente, sino porque enton¬
soñar con su porvenir. Nuestra primera juventud es ces uno posee la vida en un sentido totalmente opuesto al
como una flor matutina en cuya corola luce una hermo¬ anterior. Tal es el elemento fáustico que señala en mayor
sa gota de rocío donde se refleja con hermosa melancolía o menor grado todo desarrollo intelectual, y por lo mis-
la naturaleza circundante. Pero ya el sol aparece en el mo siempre ha creído que se debía dar un sentido uni¬
horizonte y el rocío se evapora; con él se desvanecen los versal a la idea de Fausto. Así como nuestros antepa¬
ensueños de la vida y llega la hora en que es preciso sa- sados tenían una diosa de la nostalgia, Fausto, en mi
opinión, es la duda personificada. Ni más ni menos.
2. Proyecto de carta o simplemente nota escrita pensando en P. W. Y constituye un pecado contra la razón el que Goethe lo
Lund (1801-1880), hermano del cuñado de Kierkegaard y naturalista haya hecho convertirse, como también que Mérimée haga
danés. ( N. del t. i.) convertirse a Don Juan. Que no me objeten que Fausto
12 DIARIO ÍNTIMO 13
SÓREN KIERKEGAARD

da un paso positivo al dirigirse al diablo, porque este astrónomo que calcula la velocidad de los astros y pare¬
punto me parece representar uno de los aspectos más ce detener su curso para escrutarlos mejor, hasta el bió¬
profundos de la leyenda de Fausto. Se entregó a él para logo que describe la fisiología de tal o cual animal; desde
ser iluminado. En consecuencia, no lo era antes; precisa¬ el geógrafo que en lo alto de los montes contempla la
mente por su abandono en brazos del diablo, aumenta superficie terrestre, hasta el geólogo que desciende a la
su duda (como nota el enfermo que cae en manos de un sima de los abismos; desde el embriólogo que persigue
charlatán cuando su mal se agrava). En vano las gafas la formación del cuerpo humano a través de sus innume¬
de Mefistófeles le muestran el interior de los hombres y rables matices, al entomólogo que observa los gusanos
los arcanos de la tierra; no por eso Fausto desconfía me¬ de nuestras entrañas), descubro naturalmente que, aquí
nos del diablo, quien nunca ha podido ofrecerle la solu¬ como en todas partes (pero sobre todo aquí), existen mu¬
ción de los verdaderos enigmas del intelecto. Dirigirse a chos ejemplos de gentes que han alcanzado renombre
Dios le está vedado por su idea misma; porque, si lo hi¬ científico gracias a su inmensa paciencia de coleccionis¬
ciera, debería admitir inmediatamente que en Él se en¬ tas. Conocen una infinidad de detalles, han hallado otros
cuentra la verdadera luz, y al instante renegaría de su nuevos; y eso es todo. Sólo han suministrado un sustrato
naturaleza de incrédulo. para la reflexión y el trabajo ajenos. Tales seres que se
Una duda semejante puede manifestarse en otras es¬ regocijan por haber acumulado esas migajas, me recuer¬
feras. Aunque el hombre haya logrado la certeza en algu¬ dan al campesino rico del Evangelio; aunque mucho
no de estos puntos capitales, la vida le propone otras hayan atesorado; la ciencia puede decirles: «Esta misma
cuestiones importantes. Todo hombre, naturalmente, noche te pedirán el alma» (Le. 12, 20); por cuanto ella
desea actuar en este mundo según sus dotes; surge en¬ asigna a cada detalle su importancia en el conjunto. Si
tonces el deseo de plasmarlas en determinada dirección, la sabiduría de esos hombres se ha visto animada por
en aquella que mejor convenga a su individualidad. Pero una vida inconsciente, podremos decir que la ciencia ha
¿cuál? Heme aquí sumido en una duda. Como Hércules, sorbido su vida; sin este requisito su actividad recuerda
vacilo en mi camino. No se trata de una alternativa, sino al cadáver que, al convertirse en polvo, contribuye al
de una encrucijada de sendas que se abren en todos los abono de la tierra.
sentidos. Por esto mismo es tan difícil acertar con la Muy diferente, como era de esperar, es lo que ocurre
exacta. Quizá la desgracia de mi existencia consista en con otros ilustres, con los naturalistas que encuentran o
que me intereso por demasiadas cosas sin llegar a ningu- que buscan el «punto de Arquímedes», el cual no es de
na decisión; ninguno de mis intereses espirituales se su- este mundo; desde allí podrán abarcar el conjunto y ver
bordina a otro, todos se dan la mano. los detalles a la luz de la verdad. No niego que hombres
Trataré de demostrar dónde me encuentro. así me han causado siempre un efecto bienhechor. La
paz, la armonía, el goce que de ellos se desprenden son
Ciencias naturales. Si dedico una ojeada de conjunto muy difíciles de hallar en otra parte. Tenemos en Cope¬
a este campo (incluyendo a todos los que tratan de com¬ nhague tres personalidades eminentes: un Oersted, cuyo
prender y descifrar las runas 3 de la naturaleza, desde el rostro me ha parecido siempre una armónica a la cual la
naturaleza arranca los más raros y ajustados acordes;
3. Runas: caracteres de la escritura de los antiguos escandinavos a ún Schouw, modelo adecuado para un pintor que se pro¬
los que se atribuía poder mágico. (N. de la t.) pusiera pintar a Adán en el momento de dar nombre a
14 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 15

los animales de la creación; y por fin un Horneman, tan se han refundido en forma tal que es difícil desentrañar¬
familiarizado con las plantas que parece un patriarca de los. Sin duda podría estar de acuerdo con muchos de sus
la naturaleza.4 En este sentido también recuerdo con puntos, pero a condición de considerarlos como las se¬
alegría la impresión que me produjo usted de ser el di¬ millas que germinan en las hendiduras de las rocas. Ade¬
putado de una grandiosa naturaleza, digna de tener su más, podría también descubrir la flaqueza de varios de
vocero en el Parlamento. sus dogmas, pero en cuanto al armazón general me vería
He sido y soy un entusiasta de las ciencias naturales, forzado a tolerarlo durante algún tiempo, in dubio.s Des¬
pero no creo que las convierta en el objeto principal de de el instante en que ella cambia, el conjunto adquiriría,
mis estudios. Lo que más me ha interesado en la vida es como es lógico, un aspecto diferente; esto hace que mi
el juego de la inteligencia y de la libertad, cuyos enigmas atención se vea atraída por otro fenómeno, el racionalis¬
he deseado sin cesar explicarme y resolver. Los cuarenta mo, el cual en resumen me parece representar un triste
años en el desierto, antes de alcanzar la «tierra prometi¬ papel. Puesto que, en tanto que la razón desarrolle su
da» de las ciencias, me parecen demasiado preciosos, propia lógica y que —a fin de desentrañar las relaciones
por cuanto creo que la naturaleza puede considerarse entre Dios y el mundo— considere al hombre en su rela¬
desde un ángulo que no requiere iniciación en los secre¬ ción más profunda y más íntima con Dios, y que con tal
tos de la ciencia; sea que por un detalle de la floración fin, aun desde su propio punto de vista, vea al cristianis¬
descubra yo al universo entero, o sea que aceche los sig¬ mo como a un movimiento que ha satisfecho durante si¬
nos que la naturaleza prodiga para explicar la vida hu¬ glos enteros las más íntimas necesidades del hombre, en
mana; sea que admire los libres diseños que una mano tanto que se detenga ahí, nada tengo que objetar. Pero
audaz ha trazado en el firmamento, o que los exóticos ¿puede decirse lo mismo acerca del racionalismo? ¿Aca¬
cantos escuchados en Ceilán me remonten hasta el plano so no copia éste su colorido del cristianismo? Por consi¬
espiritual de la música; o sea que la partida de las aves guiente, el racionalismo es cosa aparte y no constituye
migratorias suscite en mi corazón una humana y profun¬ un sistema, sino un arca de Noé (para usar la expresión
da nostalgia. empleada en otra ocasión por Heiberg) donde los anima¬
les puros se codean con los impuros. Frente al hegelia¬
Teología. Aparentemente es mi campo preferido, nismo, uno siente aproximadamente la misma impre¬
pero aquí también tropiezo con grandes dificultades; el sión que debió de producir nuestra guardia territorial en
propio cristianismo me revela sus contrastes; tales y tan¬ presencia de la Guardia de Potsdam. Además, con el fin
tos son, que impiden una mirada libre. He sido educado de acercarse al cristianismo, se sirve de las Escrituras
en un medio ortodoxo, bien puedo decirlo, pero desde como base para sus especulaciones y utiliza para cada
que comencé a reflexionar por mi cuenta, el inmenso co¬ uno de sus problemas una legión de versículos cuyo sen¬
loso empezó a tambalearse. Digo «inmenso coloso» in¬ tido no ha penetrado. Me recuerda a Cambises, quien
tencionadamente, porque su conjunto rebosa verdadera durante la campaña de Egipto se protegía con una van¬
lógica y porque con el correr de los siglos sus elementos guardia de gatos y pollos sagrados; nuestros racionalis¬
tas se hallan tan dispuestos como el cónsul romano a
4. Hans Christian Oersted (1777-1851) descubrió el electromagne¬ lanzar por la borda los pollos sagrados que rehúsen el
tismo. J. F. Schouw (1789-1852) y J. W. Horneman eran botánicos.
(N. de la t.) 5. «En la duda.»
16 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 17

alimento. Su error consiste, pues, en que cuando con- irnos a los otros, gritan, chillan, se mofan recíprocamen¬
cuerdan con las Escrituras se basan en ellas y, en el caso te, fatigan a las cabalgaduras, vuelcan, se hacen arrollar,
contrario, las dejan de lado..., y así andan en dos direc¬ y cuando por fin, polvorientos y sin aliento, llegan a la
ciones opuestas. floresta..., se limitan a mirarse las caras y a regresar a
sus respectivos hogares.
«NONNULLA DESUNT»6 En cuanto a su retorno, sería infantil de mi parte soli¬
citar que lo apresure, tan pueril como los esfuerzos de la
En cuanto a los inconvenientes menores, me limitaré a madre de Aquiles por esconderlo a fin de evitarle la
decir que estoy preparando mi examen de teología, ocu¬ muerte súbita y gloriosa. ¡Buena suerte!
pación carente de interés y que por lo mismo no progre¬
Como anteriormente he tratado de demostrar, ése era
sa muy rápidamente. Siempre he preferido los estudios
libres, tal vez por esta condición un poco vagos, al co¬
el estado real de las cosas. Pero ahora, si trato de ver
dearse en las mesas de posada donde uno conoce de an¬
duro en mi propia vida, aparecen de una manera dife¬
rente; así como el niño necesita tiempo para diferenciar¬
temano a los comensales y las minutas semanales. Pero se de los demás objetos, y durante un largo período, por¬
como dicho examen es necesario, dado que no le permi¬
que se destaca muy poco del mundo circundante, dirá,
ten a uno el acceso al reservado recinto de la ciencia si
por ejemplo, poniendo de relieve el aspecto pasivo: «Yo,
no está provisto de un sello de fábrica, y como, por otra
el (. aballo pega», así también ocurre con nosotros en la
parte, lo considero útil en mi actual estado de ánimo y sé
eJifera superior del espíritu. Creía, además, que alcan¬
que le daré un gran placer a mi padre (quien cree que la
zaría una mayor tranquilidad lanzándome a otros estu¬
verdadera tierra de Canaán se halla del otro lado del
dios y encaminando mis fuerzas hacia otro fin. Durante
examen de teología, pero al mismo tiempo asciende
un tiempo, sin duda alguna, habría logrado así liberar¬
como Moisés al monte Tabor para anunciar que jamás
me de mi inquietud en parte, pero ésta retornaría luego
entraré allí —espero que esta vez la predicción no se rea¬
con mayor intensidad como retorna la fiebre luego de
lice—), es por eso preciso que me ponga a la obra. ¡Di¬
huber bebido un vaso de agua fría. Lo que en el fondo me
choso usted, que ha encontrado en el Brasil un campo lidia, es ver claro en mí mismo, saber «lo que he de ha¬
ilimitado para sus investigaciones, donde nuevas mara¬
cer» {Act. 9, 6),* y no lo que he de conocer, salvo en la
villas se le ofrecen a cada paso y donde los gritos de la medida que el conocimiento deba preceder a la acción.
república de los eruditos no perturban su tranquilidad!
Se trata de comprender mi destino, de descubrir aquello
Este sabihondo mundo de teólogos me recuerda a la
que en el fondo Dios reclama de mí, de hallar una ver-
multitud que los domingos de verano se encamina a la dud que sea tal «para mí»,** de encontrar «la idea por la
floresta de Dyrehaven;7 sólo piensan en dejarse atrás los
* ¡Cuántas veces, cuando creemos haberlo aferrado, nos damos cuen-
6. «Faltan algunas cosas.» iit de que sólo estrechamos una nube de Juno! [Alusión a Ixión, que
7. Existe una extraña ironía en estos paseos de los habitantes de quiso abrazar a Hera y a quien los dioses engañaron con una nube.
Copenhague a Dyrehaven: tratan de sacudirse el polvo filisteo de la ciu¬ (N. de la t.J]
dad, de escapar a sí mismos..., para volverse semejantes a las fieras del * Sólo entonces el hombre realiza una experiencia interior. Pero
A

bosque. pura muchos las diferentes impresiones vitales son como los dibujos
Bosque en los alrededores de Copenhague, meta común de los pa¬ que el mar traza sobre la playa para borrarlos en seguida, sin dejar
seantes dominicales de la capital. (N. del t. i.) t ast ros.
18 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 19

cual deseo vivir y morir». ¿Qué provecho podría sacar ria organizada de la vida de los ladrones, sondear sus
de las llamadas verdades objetivas aunque descubriera sombras (también existe aquí un cierto espíritu de aso¬
alguna de ellas, aunque me engolfara en los sistemas ciación muy singular). Por la misma razón se me ocu¬
filosóficos y, llegado el caso, fuera capaz de reseñarlos rrió luego convertirme en actor, a fin de obtener, bajo
todos? ¿El de poder mostrar sus incoherencias en cada una apariencia ajena, un sucedáneo de mi propia exis-
uno de sus problemas? ¿Cuál sería mi ventaja particu¬ I encía, y a fin de hallar, en los cambios exteriores, una
lar, aunque desarrollara una teoría del Estado y con la relativa distracción. Sentía la carencia de la posibili¬
suma de detalles, obtenidos aquí y allá, construyera dad «de una vida plenamente humana» y no limitada
un mundo, si tampoco lograría vivir en él y tendría lan sólo al «conocimiento», que me permitiera fundar
que limitarme a enseñarlo a los demás? ¿Cuál el pro¬ mi pensamiento sobre alguna cosa... ¡Oh, sí: sobre algo
vecho, aunque desarrollara la importancia del cristia¬ objetivo, algo que, a pesar de no ser cosa mía, nazca
nismo y explicara muchas de sus particularidades, si de las profundas raíces de mi vida,* que me arraigue,
esta capacidad no adquiere un significado profundo por decirlo así, a lo divino y que me sostenga aun
para mí y para mi vida? A medida que triunfase y que l uando el mundo entero se dermmbe! Esto «me falta»
viera cómo los otros asimilan los frutos de mi pensa¬ y a eso «aspiro». Y por esa razón siento tanto placer y
miento, aumentaría la tristeza de mi posición, como tan íntimo consuelo en contemplar a los grandes hom¬
sucede con los padres indigentes, obligados a entregar bres, quienes, habiendo encontrado una perla semejan¬
sus hijos al mundo, abandonándolos a merced del pró¬ te, dan por ella todo lo demás (Mí. 13, 42), hasta la
jimo. ¿Qué ventaja significaría una verdad que se ir¬ propia vida;** sea que los vea enérgicamente aferra¬
guiera, desnuda y fría e indiferente a mi reconocimien¬ dos a la vida y avanzando sin ningún tropiezo por tal
to, engendradora mejor de un estremecimiento de o cual sendero, sea que los descubra apartados de los
angustia que de un abandono confiado? Es verdad que caminos del vulgo y entregados a sí mismos y a su ta¬
admito aún el «imperativo del conocimiento», en vir¬ rea con un fin sublime. Venero aun sus mismas abe¬
tud del cual podría ejercer una acción sobre los hom¬ rraciones, fácilmente explicables. Porque en verdad
bres, pero «es preciso que lo absorba vitalmente»; he cuenta la acción íntima del hombre, su lado divino, y
aquí lo esencial para mí. Mi alma sufre su sed como no, en cambio, la suma de sus conocimientos; éstos se
los desiertos africanos padecen la sed de agua. Eso me desprenderán, entonces, uno tras otro, sin dar la im¬
falta, y por lo mismo me veo como al hombre que ha presión de agregados fortuitos o de una serie de deta¬
reunido muebles y alquilado una vivienda sin encon¬ lles apilados y desprovistos de sistema alguno, sin un
trar previamente a su amada, a la compañera de las
vicisitudes de su vida. De nada sirve que me lance al * ¿No corre el hombre, a pesar de todo su saber, el continuo riesgo de
l¡i locura? ¿Qué otra cosa significa sacrificar la vida por una idea? A fin
mundo, en pos de la idea o con el propósito de encon¬
de cuentas, todo debe basarse sobre un postulado; pero tan pronto
trarme a mí mismo. Así procedía antes. Por ello juzgué i < >i no éste pierde su carácter exterior para constituirse en la propia vida

conveniente dedicarme al estudio del Derecho, que ha¬ «leí hombre, cesa de ser un postulado (dialéctica - discusión).
bría de agudizar mi sagacidad para las múltiples com¬ ' * Será fácil, una vez que hayamos recibido de Ariadna (el amor) el

plejidades de la vida. Hubiera dispuesto, en tal caso, hilo conductor, recorrer los recodos del laberinto (la vida) y matar al
monstruo. Pero ¡cuántos se arrojan a la vida (el laberinto), sin haber
de un cúmulo de detalles donde extraviarme; hubiera observado dicha precaución (jóvenes y doncellas sacrificados todos los
podido, tal vez, elaborar con ellos un todo, una histo¬ linos al Minotauro)!
20 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 21

foco adonde todos los rayos converjan. Yo mismo he sagradable y funesto compañero de viaje (esa «ironía de
buscado ese foco. Tanto en los mares sin fondo del pla¬ la vida»,* que revela el mundo del conocimiento y que
cer como en los abismos del conocimiento, traté de impone al verdadero conocimiento un comenzar por el
arrojar el ancla. También yo he experimentado la casi «no conocer» socrático),** exactamente como Dios creó
irresistible fuerza con que a veces un placer nos arras¬ al mundo de la nada. Pero en las aguas tranquilas de la
tra hacia otro, la especie de entusiasmo ficticio que moralidad es donde encuentran su verdadero campo de
provoca, el tedio y el hastío que se siguen. También yo acción aquellos que no han entrado en la zona de los
he gustado los frutos del árbol de la ciencia y ¡cuántas alisios de la virtud. Entonces la ironía maltrata al hom¬
veces me he regocijado con su sabor! Pero dicho goce bre de un modo horrible; a veces le concede la sensación
sólo existía en el instante del conocer y no dejaba en de felicidad y el acicate de avanzar por el buen camino;
mí huella profunda. No me parece que haya bebido en otras lo arroja en los abismos de la desesperación. A me¬
la copa del saber, sino que haya caído dentro. Me he nudo lo adormece con la idea de que «no puede ser de
esforzado por hallar el principio de mi vida en la re¬ otro modo», para despertarlo súbitamente y someterlo
signación, creyendo que, pues todo obedece a leyes al más implacable interrogatorio. Con frecuencia extien¬
inescrutables, «no podría ser de otro modo», calmando de un manto de olvido sobre el pasado y luego hace que
de esta manera mi ambición y las antenas de mi espí¬ cada detalle refulja bajo una cruda luz. Y cuando el
ritu. Puesto que no lograba someterlo todo a mi arbi¬ hombre lucha por encontrar el buen camino y se alegra
trio, me he retraído, con la conciencia de mi capaci¬ de haber superado la fuerza de las tentaciones, en el mis¬
dad, como el pastor jubilado se retira con una pensión. mo instante, quizá, que sucede a la más completa de las
Pero ¿qué he encontrado entonces? No mi «yo»; por¬ victorias, sobreviene una circunstancia exterior, insigni¬
que para encontrarlo recorrí esos caminos (imaginaba ficante en apariencia, que lo precipita desde las alturas
a mi alma, para ser sincero, como una caja de sorpre¬ del risco como a Sísifo. Frecuentemente, apenas el hom¬
sa cuyo resorte hubieran apretado circunstancias exte¬ bre ha concentrado todas sus energías en un punto, cho¬
riores). Lo primero que debía decidir, pues, era la bús¬ ca contra un pequeño accidente exterior que destruye
queda y el descubrimiento del reino de los cielos. Así por completo sus esfuerzos (tal es el caso del hombre
como el cuerpo celeste, considerado en el momento de hastiado de la vida que, a punto de arrojarse al Támesis,
su formación, no empieza por determinar cuál ha de fue detenido en el momento decisivo por la picadura de
ser su superficie, ni hacia qué cuerpos ha de dirigir su un mosquito). Frecuentemente también, por la misma
faz iluminada, ni hacia qué otros la faz en sombras,
sino que, ante todo, permitiendo a las fuerzas centrífu¬ * Es verdad que entonces persiste en cierto sentido, pero el hombre
es capaz de soportar esas borrascas de la vida, porque cuando el hom¬
gas y centrípetas su libre ejercicio, aguarda tranquila¬ bre vive para una idea le interesa cada vez menos servir de espectáculo
mente el futuro, de la misma manera no aprovecha al al mundo. A menudo, también, cuando mejor creía haberse comprendi¬
hombre el querer decidir acerca de las cosas exteriores do a sí mismo, una extraña inquietud lo invade al pensar que sólo ha
antes de fijar su principio interior. Es preciso empezar aprendido de memoria una vida ajena.
** Dice el proverbio que «niños y locos dicen la verdad». No se trata
por conocerse a sí mismo en primer lugar (yvaydi aeau-
de la verdad adquirida en virtud de premisas y de conclusiones, pero
xóv). Sólo cuando el hombre se comprende íntimamen¬ ¿cuántas veces hemos presenciado el caso en que las palabras de un
te y descubre su propio camino, la vida se sosiega y niño o de un loco abaten como un rayo al hombre contra el cual toda
cobra sentido, sólo entonces se ve uno libre del de- disquisición se había estrellado antes?
22 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 23

causa, el hombre cree, como el tuberculoso, que ha expe¬ apatía con respecto a los móviles espirituales e íntimos
rimentado una mejoría, cuando en realidad ha empeora¬ del hombre, me distanciaron todavía más. Tampoco mis
do. En vano se empeña en resistir, las fuerzas le faltan y amigos habituales, salvo raras excepciones, han ejercido
de nada le sirve haber pasado tantas otras veces por el gran influencia sobre mí. Una vida que no logra com¬
mismo estado; la experiencia adquirida no le aprovecha prenderse a sí misma, a la fuerza tiene que mostrar una
ya. Así como el mejor nadador del mundo no podría superficie rugosa; por consiguiente, los demás se detie¬
mantenerse a flote durante una tempestad si lo abando¬ nen ante los hechos aislados y ante su aparente disonan¬
na la íntima convicción y la experiencia de ser más livia¬ cia, pues para intentar reunirlos en una armonía supe¬
no que el agua, así también el hombre que carece de un rior o para comprender su razón no se interesaban
centro de gravedad interior tampoco logrará mantener¬ suficientemente por mi vida. Y su mismo juicio, a mi
se a flote durante las tempestades de la vida. Sólo cuan¬ respecto, se ha fundado siempre sobre un solo lado; a mi
do el hombre se haya comprendido a sí mismo de ese vez, yo he concedido demasiada o demasiado poca im¬
modo, sólo entonces será capaz de llevar una existencia portancia a sus juicios. Incluso a esa influencia y a los
independiente y evitará el extravío del propio «yo». desvíos que habría podido provocar en el complejo de
¡Cuántas veces nos hemos encontrado con gentes que, tni vida me he sustraído ahora. Y heme aquí llegado al
por pereza espiritual, se contentan con las migajas de las punto en que he de recomenzar de una manera diferente.
mesas ajenas, o que, impulsadas por motivos egoístas, Trataré ahora de fijar mi mirada tranquila sobre mí
remedan la vida de su prójimo para concluir como el mismo y empezaré por actuar partiendo desde lo íntimo;
embustero que, a fuerza de repetir sus invenciones, aca¬ porque sólo así, semejante al niño que en el primer des¬
ba por darles crédito! Aunque muy lejos estoy de esa ín¬ pertar de su conciencia empieza a llamarse «yo», me será
tima comprensión de mí mismo, he tratado, con todo el posible aplicarme el «yo» con un criterio más profundo.
respeto que me merece su importancia, de salvaguardar Para ello necesito tenacidad; además, no es posible re¬
mi individualidad. He adorado a un «Dios desconocido» coger en seguida lo sembrado. Recordemos el método de
8
(Act. 17, 23). Con intempestiva inquietud he procurado aquel filósofo que imponía a sus alumnos un período
evitar un contacto demasiado estrecho con aquellos fe¬ de silencio de tres años, con la promesa de que luego todo
nómenos cuya atracción se ejerce, quizá, demasiado in¬ saldría bien. Así como no se inicia una fiesta al amane¬
tensamente sobre mí. He procurado apropiarme de mu¬ cer sino en el ocaso, así también en el mundo del espíritu
chos de sus aspectos, estudiado la importancia de su es necesario trabajar durante algún tiempo antes de que
personalidad para la existencia, cuidando siempre de no el sol luzca de veras para nosotros y de que se nos mues¬
acercarme demasiado, como la mariposa a la luz. La fre¬ tre en todo su esplendor. Es verdad que se ha dicho que
cuentación del hombre común, poco me ha dejado en Dios hace brillar el sol sobre buenos y malos, sobre jus¬
calidad de ganancias o pérdidas. En primer lugar, sus tos e injustos (Mí. 5, 45), pero en el mundo espiritual no
ocupaciones, eso que llaman «la vida práctica»,* no me acaece lo mismo. «La suerte está echada», paso mi Rubi¬
interesan en absoluto. Además, su frialdad, su completa
na jo el Támesis (utilidad o provecho). Los mismos niños, antes de tener
* Esa vida práctica tan difundida en nuestros tiempos se manifiesta liempo suficiente para admirar la belleza de una planta o de un animal,
también en las grandes obras. En tanto que antes se llevaban a cabo preguntan: «¿Para qué sirve?»
obras que asombraban al espectador, se habla hoy de construir un túnel 8. Pitágoras. (N. de la t.)
24 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 25

cón. Este camino me conducirá a la lucha, pero no me nielad de las almas, como el hielo invernal, al persistir
apartaré. No me aflige lo pasado, pues ¿de qué sirve que¬ durante algún tiempo, traza sobre los cristales figuras
jarse? Con todas mis energías iré al encuentro del futuro que el cálido sol borra.
sin perder tiempo en lamentos, como el hombre que 14 de setiembre de 1835
hundido en una ciénaga se ocupara primero en calcular
su profundidad y no considerara que, mientras malgasta Sucede con el cristianismo o con el hacerse cristiano
así el tiempo, se va sumergiendo cada vez más. Quiero lo mismo que con las curas radicales que uno posterga
correr por la ruta elegida, gritando a los que me salgan durante el mayor tiempo posible.
al paso que no se vuelvan para mirar atrás como la mu¬ 9 de octubre de 1835
jer de Lot (Gén. 19, 26), y que recuerden en cambio que
estamos ascendiendo por una pendiente. ¡Qué extraña es la alianza que ha acabado por estable¬
1 de agosto de 1835 (Gillelei) cerse entre el protestantismo y la política moderna! Am¬
bas partes luchan por la misma cosa, por la soberanía
Surge de ello la explicación de un fenómeno muy fre¬ del pueblo; y es interesante ver cómo los auténticos rea¬
cuente, cierta pobreza de ideas.* Precisamente porque la listas (que no quieren tener un concepto dentro de uno
vida no es sana y predomina el conocer, las ideas no se de los campos y otro esencialmente diferente dentro del
conciben como flores naturales del árbol de la vida ni otro, pues ambos deben fundarse sobre los mismos prin¬
conservan tal condición, la única que les asigna impor¬ cipios para cada individuo) se acercan al catolicismo.
tancia, sino que, por el contrario, brotan como relámpa¬ 13 de octubre de 1835
gos aislados, como si la riqueza de la vida dependiera de
una lluvia de ideas proveniente, por decirlo así, del ex¬ Cuando observo la vida de muchos cristianos, tengo la
terior (sit venia verbo,9 como aforismo). Olvidan que las Impresión de que el cristianismo, en lugar de infundirles
ideas, como el martillo de Tor, vuelven al punto de parti¬ luerza...10 Más bien tales individuos, al ser confrontados
da, pero modificadas en su forma. con los paganos, parecen haber sido esterilizados por el
20 de setiembre de 1835 cristianismo y me producen el mismo efecto que el caba¬
llo castrado comparado con el semental.
La adversidad no sólo impulsa a los hombres a estre¬ El más allá de los cristianos está poblado de castigos,
char filas, sino que también produce esa hermosa comu- destrucción y ruinas, suplicios y tormentos eternos; a
* Un fenómeno semejante es el de la falsa concepción de la naturale¬ medida que su fantasía desborda y desvaría al imaginar
za del conocimiento y de sus resultados, por cuanto se hace referencia a este mundo, se torna pobre para describir la beatitud de
los resultados objetivos, sin pensar que el verdadero filósofo es sub¬ los creyentes y de los elegidos a quienes representan
jetivo en grado máximo. Basta con nombrar a Fichte. De igual manera como rígidas figuras, con ojos mortecinos y fijos, la pu¬
es tratada la espiritualidad, no considerándola como a una Minerva,
indispensablemente surgida de la total individualidad y del ambiente
pila inmóvil y la mirada tan húmeda que estorba la libre
del autor y, por lo tanto, con cierto carácter lírico (por eso el rubor visión. Nada hace pensar en una intensa vida espiritual,
acompaña a la espiritualidad y revela su espontaneidad y su frescura de en la contemplación directa de Dios, en la comprensión
manantial), sino como a las flores que se cuelgan en las calles para uso superior opuesta a la estrecha perspectiva de esta tierra
común (el nomeolvides modesto y secreto es hermoso en los prados,
pero pierde su belleza en los jardines).
9. «Hablando con respeto.» (N. de la t.) 10. El texto se interrumpe con los puntos suspensivos. (N. de la t.)
26 SÓREN KIERKEGAARD

con sus visiones especulares y sus oscuros discursos. Mu¬


cho no les ha preocupado el tema, y me parece que lo
han tratado como ciertas novelas tratan el amor. Al cabo
de cruenta lucha contra dragones y bestias feroces, el
amante cae en brazos de su bella dama y al mismo tiem¬
po baja el telón sobre el prosaísmo de un matrimonio 1836
trivial, cuando, en cambio, sería ésa la hora de que se
avivara el amor y la íntima y mutua contemplación de
los amantes. Personalmente me ha resultado más benéfi¬
ca la siguiente idea: quisiera reunir a todos los genios
_
f~ÿ L sentimentalismo es, con respecto al sentimiento
I J verdadero y auténtico, como el gorrión con respecto
que han impulsado la rueda de la historia de la humani¬ u la golondrina, a quien deja construir su nido para lue¬
dad; me he entusiasmado con la formación de una aca¬ go alojar allí a sus crías. (No estoy seguro de que se trate
demia de ese tipo, de una república de las letras donde (a tic golondrinas y gorriones, pero por lo menos sé que se
pesar de las eternas contradicciones) nuestro conoci¬ tía este caso entre dos clases de pájaros.)
miento se acrecentara sin cesar, donde surgieran a plena Enero de 1836
luz los efectos y las causas del pasado, con suma frecuen¬
cia escondidos o poco conocidos. Pero los cristianos te¬ Tan poco me comprenden las gentes, que ni siquiera
merán siempre a estos hombres, cuya admisión les obli¬ omprenden mis lamentos por no ser comprendido.
garía a alternar con ellos; quieren escuchar un único Febrero de 1836
acorde en las asambleas y sentarse en un cenáculo chi¬
no, felices y contentos ¡de haber levantado una infran¬ La vida humana puede concebirse como una gran elo-
queable muralla contra los bárbaros! No digo esto con tt ición donde los diferentes hombres representan las dis¬
ánimo de censurarlos, sino para mostrar el contraste re¬ lint as partes de la oración (otro tanto se puede decir de
conocido de facto en la vida cristiana, para disuadir a los Estados en sus relaciones recíprocas). ¡Cuántos hom¬
aquel cuyos pulmones no oprima aún semejante cota de bres son puramente adjetivos, interjecciones, conjuncio¬
hierro espiritual, de aventurarse imprudentemente por nes, y qué pocos son sustantivos, verbos activos, etc.!
el cristianismo, para inmunizarlo contra esas ideas tísi¬ ¡Cuántos son cópula!
cas y asmáticas. Por cierto que es duro vivir en un país Con las mutuas relaciones de los hombres ocurre
sobre cuyo horizonte jamás se alza el sol, pero tampoco como con los verbos irregulares en muchas lenguas: casi
es agradable un cuchitril donde el sol cae a plomo sobre lodos lo son.
el cráneo y no permite, ni a nosotros ni a cuanto nos Marzo de 1836
rodea, la proyección de una sombra.
He aquí verdaderamente demostrado el contraste en¬
tre la época romántica y nuestra época intelectualista.
En tanto que aquélla acariciaba principalmente la idea
de un árbol que trepara hasta el cielo (para unir cielo y
fierra), la nuestra trata de desplegar el panorama de las
cosas, una tras otra. En tanto que aquella época trataba
28 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 29

de concentrar en un solo individuo a la humanidad ente- vida, debe sucumbir a veces y otras logra elevarse por
ra, la nuestra trata de aparear las naciones (el llamado encima de ella y sonreír (cuando, por ejemplo, Fausto
«sistema cosmopolita»). Que no me objeten que también no comprende al mundo pero sonríe del mundo que no
el punto de vista romántico era cosmopolita porque la comprende).
diferencia estriba en que la época romántica insistía Abril de 1836
mayormente en la idea de lo grande y lo sublime, etc., y ]
la nuestra, en cambio, insiste en la idea de lo múltiple, Conversaciones con J. Joergensen,1 18 de abril de 1836.
de lo heterogéneo que se funde en una sola unidad. Por
eso, mientras que en aquella época en lo particular se | Estaba ebrio; lo notaba, entre otras cosas, al observar
mantenía la nacionalidad y, por decirlo así, cada naciona¬ .lis labios. Pensaba que en el fondo la poesía es una
cosa
lidad se resumía en sus representantes, la nuestra insiste ¡ secundaria, una excrecencia, e hizo el elogio de la filoso¬
más bien en el pensamiento de individuos múltiples que fía, de la memoria; envidió mi juventud, habló de la
se funden en un solo Estado con sus múltiples intereses | • .i ida de las hojas, del silbido del viento, del cierzo. «La
concurrentes, y de ahí su multiplicidad. mitad de la vida está destinada a vivir, la otra a deplo¬
Marzo de 1836 rar; yo entro precipitadamente en la segunda... » « En la
luventud uno puede causar mucho daño y repararlo lue-
Lo trágico, que consiste en la imposibilidad de hacerse Ko.» «He tenido una vida agitada, he conocido a todos
comprender, ha sido graciosamente expresado en el Gé¬ los que hoy ocupan los primeros puestos, me tuteo con
nesis (2, 19) cuando Adán impone un nombre a cada ani¬ \ V . celebridades; preguntadme ahora lo que pienso de
mal, pero no acierta a encontrar uno para sí mismo. ellas.»
Las tres grandes ideas (Don Juan, Fausto y el Judío He aquí por qué está escrito que debemos trabajar por
Errante) representan, digámoslo así, la vida fuera de la nuestra salvación «con temor y temblor» (Flp. 2, 12):
religión en su triple dirección. Solamente cuando se ge¬ porque no se trata de un asunto concluido, sino de algo
neralizan y abarcan a los tipos comunes, surge la mora¬ precario. Esta inquietud ciertamente empuja a muchos
lidad y la religión. Por eso mi concepción de estas tres « buscar celosamente el martirio, a fin de abreviar la
ideas se relaciona con mi punto de vista dogmático. prueba y de concentrarla en un momento de suma inten¬
Marzo de 1836 sidad, siempre más fácilmente soportable que una larga
prueba.
El humor en contraste con la ironía; por eso ambos
pueden muy bien hallarse reunidos en un solo individuo. lis peligroso aislarse demasiado, sustraerse demasia¬
Ambos dependen de la carencia de familiaridad con el do u los vínculos de la sociedad.
mundo. Pero en el primer caso dicha falta de familiari¬
dad está modificada y permite la despreocupación; en el La ironía, la ignorancia inicial de Sócrates, el mundo
segundo, trata de influir sobre el mundo y, precisamente i liado de la nada. La Virgen pura de la que nace Cristo.
'
por ello, da motivo a las befas. Son los dos puntos ex¬
tremos de un columpio (movimiento ondulante), puesto I l 'uncionario policial y de la justicia criminal. Kierkegaard, que
que el humorista siente su importancia cuando el mun¬ liiilillaba a pocos pasos del Palacio de Justicia, se encontraba frecuente-
ule con él en el Mercado Nuevo. Sus ideas y hábitos interesaban a
do se burla, en tanto que el irónico, en su lucha contra la t Im kegaard, curioso por descubrir el enigma humano. (N. del t. i.)
DIARIO ÍNTIMO 31
30 SÓREN KIERKEGAARD

Es curioso que las gentes ataquen a los jesuitas. Todo Me impresiona el extraño modo en que un lejano re¬
el lerdo puede surgir de improviso en la conciencia; por
aquel que se entusiasma por una idea y piensa sólo en
realizarla es en cierto modo un jesuíta. ejemplo, el recuerdo de una falta de la que casi no nos
17 de junio de 1836 dimos cuenta en el momento de cometerla; relámpagos
precursores de un fuerte huracán. No se trata de una
Nimple comparecencia, sino de una irrupción que opri¬
¿A qué se debe que prefiramos leer las comedias en me con inmensa fuerza y que exige que se le escuche. En
compañía y las tragedias a solas? lid sentido, más o menos, ha de entenderse el texto del
19 de junio de 1836 Evangelio que dice que, en el Juicio Final, el hombre de¬
berá rendir cuentas de todas las palabras indebidas que
¿No falta acaso, en el Fausto que Goethe concibe, ese haya pronunciado ( Mt. 12-37).
entusiasmo por el conocimiento que es una de sus carac¬ 8 de octubre de 1836
terísticas? Como he observado anteriormente, es cierto
que Fausto implica a Don Juan; pero sus aventuras, su Mi ironía se asemeja tal vez a lo que los griegos llama-
sensualidad nunca podrán ser las de Don Juan. Lo eróti¬ iii Némesis...
co en él es producto de la reflexión, se entrega al erotis¬ 27 de octubre de 1836
mo impulsado por la desesperación.
25 de agosto de 1836 |Oué hermoso modelo de encaminamiento hacia el
cristianismo da el judaismo con la leyenda del Judío
La ironía pertenece solamente al estadio intermedio I i rante, de quien se cuenta que al final de su vida servía
(en el cual el individuo no es consciente de su individua¬ > orno guía a los peregrinos cristianos que iban a Tierra
lidad), y al estado dialéctico; en tanto que en el tercer Mulita!
estadio (el del carácter) la reacción ante el mundo no 4 de diciembre de 1836
adquiere la forma de ironía. Porque entonces el indivi¬
duo ha desarrollado ya una resignación que, a pesar de El cuadrado es la parodia del círculo; toda vida, todo
ser ilimitada e infinita, consiste en la conciencia de los pensar, etc., es círculo; pero la fosilización de la vida
límites de toda aspiración, necesaria para subsistir de If viste continuamente nuevas formas de cristalización
algún modo. La ironía y la resignación son dos polos Ini a paces de transformarse en círculo. Es curioso que
opuestos, las direcciones contrarias de un mismo mo¬ los rhinos, para quienes todo ha cristalizado ya, crean en
vimiento. la cuadratura de la tierra, de la cual su imperio consti¬
13 de setiembre de 1836 tuye el cuadrado central; ¡muy oportuno para las cabe¬
ras cuadradas!
Guardémonos bien de penetrar demasiado pronto
dentro de los sagrados lazos de la cultura, pues es bueno
vivir durante un cierto tiempo sin vínculo alguno, aun¬
que no conviene morir célibe.
8 de octubre de 1836
DIARIO ÍNTIMO 33

piezo a hablar, me parece que la gente me toma por otro;


con razón podría hacerme la misma pregunta que el li¬
brero Soldin hacía a su mujer: «Rebeca, ¿soy yo quien
habla?»

1837 Aborrezco a esos bergantes de cultura mediana. ¡Cuán


a menudo en mis conversaciones he buscado, a fin de
evitarlos, la proximidad de alguna solterona que dedi¬
hombres se forman de la vida una idea se¬
M UCHOS
mejante a la de los colegiales, que engañan al
maestro copiando sus ejercicios del libro de aritmética y
que su vida a relatar las noticias familiares! Y con la
mayor seriedad he escuchado todo lo que me enjaretaba.

no hacen las operaciones. Prefiero hablar con las viejas señoras que cuentan
El hecho de que el cristianismo no haya superado el chismes domésticos; luego con los locos; en último lu¬
principio de contradicción muestra precisamente su ca¬ da r, con la gente sensata.2
rácter romántico. ¿Qué ha querido aclarar Goethe por
medio del Fausto, sino este principio? Con los niños no es necesario mostrarse sentimentales.
22 de enero de 1837 Hay que evitar las sempiternas afirmaciones: «Sois feli-
* es, pero cuando crezcáis, sufriréis», etc. Tales declara¬
Es extraño que Cristo haya vivido treinta y tres años, ciones son nocivas, porque si se arraigan en el niño le
exactamente la edad que los cálculos corrientes asignan pioducen una extraña angustia: «¿Quién sabe hasta
como término de vida para cada generación, de manera • urtndo seguiré siendo dichoso?»; y de este modo empie-
que existe también en ello algo normal; todo lo que so¬ • m u sentirse desdichados.
brepase de ese número es casualidad.1 Entonces, ¿no se les debe contar nada? Sí, la mitolo-
22 de enero de 1837 i-i i, lábulas buenas; eso es lo que el niño necesita. O, me-
|m aún, que ellos las lean y las relaten y luego, socrática-
Lo malo es que, apenas uno desarrolla mentalmente n u*nte, se les lleva a realizar la crítica (poco a poco, va¬
una idea, cae en la cuenta de que la vive; te participaba llándose de preguntas), de modo que el niño, en vez de
el otro día una idea para componer un Fausto y sólo aho¬ • i corregido por el maestro, tenga la sensación de ser él
ra comprendo que me describía a mí mismo; apenas leo quien critica —quien sabe conducir a los niños no teme-
o escucho una información sobre cualquier enfermedad, irt que este procedimiento degenere en orgullo. Pero, ante
siento que la padezco. Indo, practicad la improvisación sin hora fija ni lugar;
Cuando quiero decir algo, otro está presente y dice lo I" i niños deben aprender desde temprano que la alegría
mismo, simultáneamente. Como si fuéramos dos los que • una constelación feliz y que es preciso saber disfrutar¬
pensáramos y mi sosia se me adelantara; o, cuando em- lo agradecidos, como también saber interrumpirla a
I lempo...
1. Kierkegaard, víctima de su melancolía, estaba firmemente
convencido de que habría de morir a la edad de treinta y tres años. ' I ,< >s pasajes que siguen son una larga nota escrita a propósito de
(N. del t. i.) In I|»IM lunidad de contar cuentos a los niños. (N. de la t.)
34 SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 35

¡Cuántas gentes la emprenden tan pronto con niños Los múltiples fenómenos debidos a la doctrina del pe¬
tan pequeños, que más de uno de éstos debe de pensar cado contra el Espíritu Santo.
como el recién nacido de quien cuenta Abraham de Todo pecado empieza por el miedo (el temor a con-
Saint-Claire que, al descubrir la miseria del mundo, vol¬ traer una enfermedad predispone a ella: El simbolismo
vió al claustro materno! ¿Es éste el modo de fortalecer a de Schubert);3 sin embargo, nuestros primeros padres
los niños para la vida? ¿No se les enerva acaso para iio comenzaron así: el pecado original aún no
existía.
siempre si se les priva del perpetuum mobile del entu¬
siasmo? Todo amor verdadero consiste en amarse el uno al
“tro en una tercera persona; desde el nivel más bajo, por
Un cierto presentimiento* precede con frecuencia a ejemplo, una pareja se ama en una tercera persona, has¬
los acontecimientos inminentes; pero, así como no ta la doctrina del cristianismo, que ordena a los herma¬
puede apartarnos, actúa también a la manera de tenta¬ nos amarse mutuamente en Jesucristo.
ción cuando surge en nosotros la idea de ser, en cierta
forma, predestinados; nos sentimos arrastrados por Cuando falta una individualidad superior que sirva de
algo, por una cadena lógica de consecuencias que no po¬ tpoyo a cada uno y como intermediario para la recipro¬
demos dominar. Por eso es preciso ser cautos con los cad espiritual, el individuo corre el mismo riesgo que
niños; nunca creer en lo peor, no concebir una sospecha utólicos y protestantes, quienes a fuerza de disputar
intempestiva ni dejar escapar una observación (tizón in¬ re incluían por volverse protestantes los católicos y cató¬
fernal que enciende la mecha existente en toda alma); licos los protestantes.
jamás provocar esa conciencia ansiosa que impulsa a la
desesperación a las almas inocentes y a dar el primer Una tesis: los grandes genios no pueden leer libro al¬
paso hacia el fin anunciado por el presentimiento an¬ guno porque al leerlo piensan más en su propio desen¬
gustioso, o esa palabra que utiliza el mal para reducir volvimiento que en entender lo escrito.
a los débiles a una especie de impotencia espiritual. I legel, fecundado por el cristianismo, trató de aislar el
También con respecto a este punto, puede decirse: elemento humorístico contenido en él y, por lo mismo, se
«¡Ay de aquel hombre por quien viniere el escándalo!» < < H icilió completamente con el mundo. Esto lo condujo
(Mt. 18, 7). ni qu ictismo. Otro tanto ocurre con el Fausto de Goethe, y
Esto se relaciona con la sugestión que a menudo pro¬ "•extraño que la segunda parte haya sido publicada tan¬
duce la lectura de historias de enfermos. Sin embargo, to tiempo después. Era fácil preparar la primera parte;
no es más que un factor, porque a fin de cuentas el virus p» ro ¿cómo habría logrado calmar la tempestad una vez
está ya en el miedo —no es fácil decir cuál provoca a
• I* «encadenada? La segunda parte ofrece, por eso, un as-
cuál—, dotado de una cierta receptividad tan vivida que pecio mucho más sugestivo; casi con el objetivo de cal-
casi es productiva. niiii se a sí mismo, Goethe hace esa profesión de fe.
También, por ejemplo, el efecto producido por las eje¬
cuciones capitales. Así como en la vida familiar existen cierta clase de
hombres a quienes se les llama, muy acertadamente, co-
* La importancia de la «tipología» para una teoría de los presen¬
timientos. Die Simbolik des Traumes, Baenberg, 1831. (N. de la t.)
SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 37
36

rreveidiles de los chismes familiares, así también hay culpa mía entre todo inocente corazón de doncella y yo
un hato de gentes que en el problema del acuerdo entre mismo. ¡Pero Tú te reuniste conmigo! ¡Gracias, Dios
filosofía y religión sólo llevan y traen chismes. Pues, mío, por no haberme precipitado en la demencia (jamás
sin poseer un adecuado conocimiento de ninguna de he sentido tanto miedo); gracias por haberme prestado
ambas, sino uno de segunda o de tercera mano, han ayuda una vez más!
llegado a aprender algo del gran Magister, quien en su Otra vez hoy la misma escena; sin embargo, fui a ver a
viaje al extranjero tomó el té con la celebridad tal o los Roerdam. ¡Dios mío!, ¿por qué habría de despertar
cual, etc.4 esta inclinación precisamente ahora? ¡Qué solo me sien¬
to! ¡Maldita sea mi orgullosa satisfacción de bastarme a
Fausto debería ser confrontado con Sócrates. Así como iní mismo! Todos me despreciarán ahora... Pero Tú, oh
éste expresa la separación del individuo del Estado, Dios mío, no me abandones; ¡déjame vivir y haz que sea
aquél representa al individuo sustraído a la guía de la mejor!
Iglesia y abandonado a sí mismo. En esto reside su vin¬
culación con la Reforma que se desligó de la Iglesia y, en Cuando se pierde de vista la relación entre filosofía
cierto sentido, expresa una parodia de la Reforma, des¬ (el modo puramente humano de considerar el punto
tacando unilateralmente su aspecto negativo. de vista humano) y cristianismo y, sin haber reali¬
zado profundas búsquedas en esta materia, uno co¬
La filosofía es el ama seca de la vida. Vigila nuestros mienza a especular con el dogma, pueden obtener¬
pasos, pero no nos amamanta. se fácilmente resultados copiosos y felices. Pero puede
suceder también como con el abono (cuando se lo
Quiero apartarme de los que están permanentemente desparrama al azar sobre un terreno sin haber exami¬
al acecho para pillar a alguien en falta; quiero dirigirme nado antes ni la naturaleza del estiércol ni la de la tie¬
a Aquel que se regocija más con la conversión de un solo rra a la cual se lo destina): uno obtiene una rica vege¬
pecador que con noventa y nueve justos que no han me¬ tación durante algunos años, pero luego la tierra se
nester de arrepentimiento {Le. 15-17). agota.

¡Dios mío, qué fácilmente se olvidan los propios pro¬ Que el panteísmo constituya un momento superado
pósitos! He aquí que vuelvo al mundo para reinar allí dentro de la religión es ahora una verdad reconocida, al
durante cierto tiempo aunque destronado de lo íntimo parecer. Demuestra también el error de la definición de
de mí mismo! ¡Oh!, de qué sirve ganarlo todo y perder el Schleiermacher acerca de la religión ligada al panteís¬
alma? También hoy (8 de mayo) he tratado de olvidar,
mo; por cuanto hace del momento del caos entre lo uni¬
no engolfándome en el bullicio —sucedáneo sin valor versal y lo finito (del momento fuera de los tiempos) una
para mí—, sino haciendo una visita a los Roerdam para religión.
hablar con la señorita Bolette y tratando, eso sí, de que
no me acompañara el demonio de mi gracejo, ese ángel
provisto de una espada llameante que se entromete por El humor tampoco faltó en la Edad Media; pero (ence¬
rrado dentro de un todo, en parte volcado hacia el mun¬
4. Alusión al viaje de Martensen a Alemania. (N. de la t.) do y en parte replegado dentro de sí mismo) carecía de la
38 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 39

morbosidad propia del concepto del humor. Por esto al¬


gunos humoristas modernos se han hecho católicos: Todo cristiano ha tenido su mesías terrenal.
para encontrar de nuevo una comunidad, una actitud
que, en sí mismos, no lograban hallar. ¡Extraño hallazgo hace uno cuando inicia el aprendi¬
11 de julio de 1837 zaje de la teoría del indicativo y del subjuntivo! Por pri¬
mera vez uno repara que todo depende de «cómo» se
En general no existe el «prójimo», porque «yo» signifi¬ piensa y que el pensamiento, dentro de su redondez, sus-
ca uno mismo y nuestro prójimo, como lo expresa el pro¬ lituye a una realidad aparente.
verbio que dice: «La caridad bien entendida empieza 4 de setiembre de 1837
por casa.»5 Mi vida se ha acostumbrado demasiado al subjuntivo.
7 de octubre de 1837
¡Haz, oh Dios mío, que posea una fuerza indicativa!
1 de octubre de 1837
Por esto el humorista no será nunca un espíritu siste¬
mático: los sistemas, en efecto, le parecerán tentativas ¡(juardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros
para hacer saltar el mundo en pedazos, como dice Bli- vestidos de lobos, pero por dentro son ovejas!: los fraseó-
cher,6 con uno solo de sus silogismos. El humor, en cam¬ logos...7
bio, les ha abierto los ojos sobre lo inconmensurable que 10 de octubre de 1837
el filósofo jamás captará con sus cálculos y que, por la
misma razón, sólo podrá desdeñar. Vive en la plenitud y, porque son, en efecto, lobos sistemáticos.
por ende, siente todo lo inexpresado que la vida en¬ Si prefiero tanto más el otoño a la primavera, es por¬
cierra, aun cuando su humor logre la mejor forma de tille en otoño uno mira al cielo; en primavera, a la tierra.
expresión (por esto le repugna escribir). El sistemático 29 de octubre de 1837
cree que puede decirlo todo y que lo incomprensible es
Nada es más peligroso ni más paralizador para un
algo falso y secundario.
In >mbre que el aislamiento profundo dentro de sí mismo.
'
I monees, la historia del mundo, la vida de los hombres,
¡Qué imagen tan perfecta de la historia del corazón it N< K i edad, todo se desvanece y uno concluye (como los
humano es el punto de vista de los judíos, que, cuando '< >ntpaA,otjwxnm) dentro de un círculo egoísta, contem¬
las cosas se tuercen, desnaturalizan la esperanza en el plándose el propio ombligo. ¡Qué consolador es pensar
Redentor y caen en el mesianismo terrestre! Recuerda tjue ( risto ha soportado sobre sus hombros el «pecado
esto los sueños de fortuna que deben curar y tranqui¬ • 1' I inundo»! Sí, Él solo; no simplemente porque nadie
lizar, los de un matrimonio feliz o los de estudiar una
carrera segura, etc. • t i va querido o podido comprender, sino porque además
I it preciso que tomara sobre Sí toda la culpa que el ente
31 de agosto de 1837 humano lleva como miembro de la comunidad humana
s en el grado que le atañe.
5. Nota agregada a una larga disquisición sobre los burgueses, del 3 de noviembre de 1837
19 de julio de 1837. (N. de la t.)
6. Poeta y cuentista danés del Romanticismo (1782-1848). (N. de la í.) Inversión irónica de Mt. 7, 15. (N. de la t.)
40 SOREN KIERKEGAARD

¡Cuántas veces me asalta la duda de que al agradecer


algo a Dios no sea el temor de perderlo lo que me impul¬
sa a la oración, en vez de hacerlo animado por esa reli¬ 1838
giosa certeza que ha vencido al mundo!

Creo que, si un día me hago cristiano de veras, deberé Nulla dies sine linea.
ante todo avergonzarme por no haberme convertido an-
tes y por haber intentado además todas las escapatorias. Abril
8 de diciembre de 1837
Otro largo período sin que acertara a recogerme en
Absoluto. Trataré ahora de recobrar el ritmo.
Paul Moeller ha muerto. 13 de marzo de 1838.
¡Qué equivocados están algunos con respecto a la ta¬
lca que les aguarda dentro del movimiento de su época!
I .o mismo acaece durante el cántico en la iglesia, cuando
alguien olvida el órgano y al resto de los fieles para ad¬
mirar su propia voz de bajo profundo; como, si en vez
del coro de voces, fuera la nuestra la que así llena la
tuive.

Dos direcciones debe seguir el pensamiento en la edad


juvenil; en la Edad Media ambas se ofrecían a la refle¬
xión con inconsciente contemporaneidad: caballería y
escolástica.
4 de abril de 1838

Existe un «goce indescriptible» que nos inflama total¬


mente y que irrumpe de pronto como el grito del Após¬
tol « Alegraos siempre en el Señor; de nuevo os digo, ale¬
graos» ( Flp. 4, 4). No tal o cual alegría particular, sino el
grito desbordante del alma: «Con la lengua, la boca y del
londo del corazón, me regocijo de mi gozo, por, en, acer-
2
» .i de, a causa y con mi gozo.» Estribillo celestial que de

I «Que no pase ni un solo día sin escribir.»


i Palabras del oficio de vísperas de Copenhague. (N. de la t.)
42 SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 43

improviso interrumpe todo otro canto; alegría que cual


cjiie Dios ve sus iniquidades; en tanto que el verdadero
suave brisa apacigua y refresca, soplo del alisio que 1 1 ¡Miaño se sabe conocido por Dios y reconoce su propia
desde la encina de Mambré se eleva hacia las eternas li agilidad con una lucidez que únicamente puede procu-
moradas. t ai la participación del Espíritu que «escudriña el cora¬
19 de mayo de 1838 zón y los riñones» (Sal. 7, 11).
Las ideas fijas son como los calambres de los pies; el
mejor remedio es ignorarlas.
t
¡Cuánto te agradezco, oh Padre celestial, que me hayas
Mi padre murió en la noche del miércoles (8 de agos¬
conservado para un tiempo como el presente, en el que te i), a las dos de la madrugada. ¡Había deseado tanto que
tanta falta puede hacerme, a mi padre en la tierra, quien
viviese unos años más aún! Considero su muerte como el
con tu ayuda sentirá (así lo espero) mayor gozo en ser mi
ultimo sacrificio de amor que haya hecho por mí, pues
padre por segunda vez que cuanto haya sentido la pri¬
Ito me abandona con su muerte sino que «ha muerto por
mera! mí», a fin de que pueda hacer algo con mi vida, si eso es
9 de julio de 1838 |»( >sible. Todo lo que de él he heredado, su recuerdo, su
imagen transfigurada (y no por las visiones de la fanta¬
Me ocupo en intensificar mis relaciones con el cristia¬
sía — su recuerdo no lo necesita—, sino por numerosos
nismo. Porque hasta ahora he luchado por su verdad
tasgos que ahora comienzo a descubrir), constituye mi
casi manteniéndome fuera, en cierto modo; he llevado la
mejor tesoro, el que ocultaré con más celo que toda otra
cruz de Cristo de una manera exterior, como Simón de
Cirene (Le. 23, 26).
cusa en el mundo. Siento que en estos momentos sólo
ron una persona (E. Boesen)3 puedo verdaderamente ha¬
9 de julio de 1838 blar de él. Ha sido un «amigo probado».
11 de agosto de 1838
Quizá logre, también yo, hallar placer en las condicio¬
nes de vida dentro de mi patria. Como leí una vez que
Extraño contraste: el paganismo imponía tributos al
acaeció con aquel hombre que, aburrido de su propio el i bato; el cristianismo lo recomendó.
hogar, monta a caballo para alejarse; pero, apenas ha 11 de agosto de 1838
andado un trecho, el caballo tropieza y da en tierra con
su jinete. Al levantarse nuestro hombre, posa sus ojos
El cumplimiento del plan griego para el desarrollo
sobre el mirador de su casa y lo encuentra hermoso. En¬ de la historia universal, la absorción del infinito por lo
tonces, inmediatamente, monta a caballo otra vez y des¬
perecedero, se repite en el cristianismo oriental, por¬
anda el camino a fin de regresar al hogar. Todo depende la cruz griega (T) limita, por así decir, la aspiración
de dar con la perspectiva justa. tille
hacia el cielo, en tanto que la cruz latina (f) aspira a lo
10 de julio de 1838 Infinito.
Los miopes no creen que los demás puedan ver a gran
' Amigo de la infancia de. Kierkegaard, quien lo acompañó durante
distancia. Y así el pecador es un miope que no piensa en MI última enfermedad. (N. de la t.)
44 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 45

Una de las más conmovedoras expresiones de la fe de


Cristo son sus palabras a Judas: «Lo que has de hacer,
hazlo pronto» (.Jn. 13, 27); Jesús con su presciencia, sa¬ ()K ACIÓN
bía que había de traicionarlo (según se advierte en el
relato precedente, v. 21). Pero su inquietud humana, sus ¡Padre celestial! A Ti se vuelve nuestro pensamiento; a
titubeos ante la inminencia del momento crucial, se ma¬ Ti busca de nuevo en esta hora, no con el paso incierto
nifiestan también en ese pasaje y serán un consuelo para del peregrino extraviado, sino con el vuelo seguro del
muchos, cuando los recuerden en la hora de la tribu¬ pájaro que conoce su nido. No permitas, Dios mío, que
lación. nuestra confianza en Ti se esfume como idea fugaz,
como hallazgo momentáneo, como falaz certidumbre de
este corazón carnal. Haz que en nosotros la nostalgia de
Los verdaderos genios ven a veces la realidad como Ui reino y nuestras esperanzas de Tu esplendor no sean
aquel que mientras duerme oye voces de alarma por un dolores infecundos ni semejantes a nubes sin lluvia.
incendio y cree que sigue soñando sin advertir la reali¬ ¡Haz que sean rocío que abreva, que humedezcan nues-
dad del fuego. Existe aquí una analogía significativa con I ros labios y que, como el maná celeste, nos sacien para
la relación entre poesía y realidad (las situaciones pue¬ siempre!
den trocarse, a veces); como cuando uno dice: «No sé si 30 de octubre de 1838
lo he visto o lo he soñado.»
19 de setiembre de 1838 Con el catolicismo ocurre como con la Tierra: sobre¬
vino un Copérnico (Lutero), que descubrió que Roma no
El período más interesante del amor es aquel en el es el centro alrededor del cual todo gira, sino un punto
que, pasado el hechizo del primer golpe de la varita mᬠperiférico.
gica, después de cada encuentro, después de una mirada 2 de noviembre de 1838
(¡qué pronto el alma sabe cómo ocultarse detrás de la
pupila!), uno lleva, de regreso a su hogar, algún nuevo Los griegos no tenían milagros, como tampoco su arte
aporte. Como el pájaro presuroso lleva a su nido una lograba representar ideales de una «grandeza sobrehu¬
sola brizna a la vez, pero se siente desbordante de íntima mana».
e inmensa riqueza. 22 de noviembre de 1838
11 de octubre de 1838
¿Has experimentado acaso el verdadero sentido de
consuelo inherente a la idea de que «Dios no tienta a
Cristo, que alimentó al pueblo con cinco panes y cinco nadie»? {Sant. 1, 13.) ¿Has sentido la fuerza superior, la
peces (Jn. 6, 11), se servía de las circunstancias exterio¬ sobrenatural grandeza que te otorga, frente al pecado,
res más insignificantes para expresar las más profundas la idea de que es tu propia carne, tu sangre o las tenta¬
consecuencias de su doctrina. ¡Sátira de nuestras pom¬ ciones del pecado las que han sido vencidas de una vez
posas preparaciones, del presuntuoso boato que nos ca¬ por todas? (Dios, sin duda nos somete a la prueba para
racteriza! fortificamos y purificarnos: las tentaciones han sido he¬
30 de octubre de 1838 chas para quebrarnos, porque se supone que así sucum-
46 SOREN KIERKEGAARD

biremos.) Pero ¿no te has sentido humillado al pensar


que Dios tampoco es tentado por nadie? ¿Por qué, enton¬
ces, elevar tu voz provocadora y tan agresiva hacia el
cielo? ¿Por qué atacarlo con tus pensamientos? ¿O crees
acaso tan grande tu desdicha, tan justas tus quejas, tan
desgarradores tus suspiros que puedan tentar a Dios?4 1839
Noche de Navidad, 11 horas

El Señor vendrá aunque debamos esperarlo; vendrá C N la vida de todo cristiano se repite el milagro que
aunque debamos envejecer como Ana, encanecer como PJ asombró a los invitados a las bodas de Caná: «To¬
Simeón (el segundo Noé), pero debemos esperarlo en su dos sirven primero el vino bueno y, cuando están ya be¬
casa (Le. 2, 25 ss.). bidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino
31 de diciembre de 1838 mejor» (Jn. 2, 10). Lo dirá especialmente aquel que haya
experimentado cómo el mundo sirve primero el vino
4. El texto completo del versículo dice así: «Nadie en la tentación bueno y luego el malo.
diga: “Soy tentado por Dios.” Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni 1 de enero de 1839
tienta a nadie.» (Ai. de la t.)

¡Padre celestial! Cuando Tu pensamiento despierte en


nuestra alma, haz que no sea como el revoloteo de un
pajarillo aturdido, sino como el niño que despierta con
una sonrisa celestial.
6 de enero de 1839

La vida de cada ser humano tiene su Génesis, y luego


el Éxodo (su salida del mundo), su Levítico (cuando el
alma se vuelve hacia las cosas del cielo), sus Números
(cuando se empiezan a contar los años) y su Deuterono-
ntio.
6 de enero de 1839

Nuestra confusión reside en que somos a la vez el fari-


y el publicano.
7 de enero de 1839

El cristiano puede verse envuelto en las agitaciones de


•ste inundo y ocasionarlas; pero es preciso que reserve
pura sí su vida religiosa, como los judíos utilizaban para
NU cc >mercio monedas romanas con la efigie de los empe-
48 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 49

radores, pero dentro del templo sólo admitían su propia


moneda.
Lo interesante en mi vida es que mis estados de ánimo ¿O LA ORDEN ES PASAR DE LARGO?
proceden siempre de acuerdo con dos declinaciones, en
las cuales no sólo varían las desinencias, sino incluso la ¿Me has precedido, ¡oh nostalgia!, y me sañalas, trans¬
palabra entera. figurada, el sendero hacia otros mundos? ¡Ah, cómo de¬
Hi'i) arrojarlo todo para volverme tan liviano que pueda
17 de enero de 1839
wguirte!
Hegel es un Juan Clímaco1 que no toma al cielo por 2 de febrero de 1839
asalto trepando monte tras monte, sino que lo «escala» a
fuerza de silogismos. ¿Dónde hallar en el mundo esa profunda simpatía?
( No es nuestro Pontífice tal que no pueda compadecer¬

20 de enero de 1839
HC Cle nuestras flaquezas», Heb. 4, 15.) Tal simpatía vale
Tú, «Regina», que reinas en mi corazón oculta en lo más que todo puntillo.
profundo y más secreto de mi pecho, raíz y plenitud de 12 de febrero de 1839
mis pensamientos que estás en mitad del camino entre el
Que el pensamiento y el ser son la misma cosa se pue¬
cielo y el infierno —¡oh divinidad aún desconocida! ,
ojalá pudiera pensar como los poetas, quienes al ver por
— de apreciar en las gentes que sufren de ideas fijas, prue-
vez primera al objeto amado creen conocerlo desde hu también de la eternidad del infierno; la más perfecta
tiempo atrás, que el amor es siempre un «recuerdo» con existencia debe ser concebida como inmune a las dis¬
sus profecías propias para cada ser humano, sus tipos, tracciones de cualquier género, a las impresiones mo¬
sus mitos y su Antiguo Testamento. En cada rostro de mentáneas y pasajeras, que impiden sentir la identidad
doncella descubro rasgos de tu belleza; pero me parece entre el ser y el pensar, sin decir, por supuesto, que ha de
que debería poseerlos todos para poder extraer de ellos eliminarse todo cuanto dependa de las características
Hi •xuales así como el desarrollo de la historia que tenga
tu extraña hermosura; debería recorrer el mundo entero
ni ellas su punto de partida y que deberemos en este
a fin de hallar el continente que me falta y que la brújula
del arcano misterioso de mi «yo» me señala como a su punto ser semejantes a los ángeles, quienes ni se casan ni
NI lian en casamiento.2 Pero la caída de los ángeles —así
polo; y un instante después, tan cerca estás de mí, tan
presente, de tal manera colmas mi espíritu, que me sien¬ lo enseñan los Padres de la Iglesia— es irrevocable, pues
to transfigurado por completo, y experimento entonces Im sobrevenido en forma de «tiempo verdadero».3
«cuán bueno es para mí quedarme aquí» ( Mt. 17, 4). 12 de febrero de 1839
Y tú, ¡oh, dios vendado del amor!, tú que ves nuestros Temor y temblor (Flp. 2, 12) no son el primus motor de
más recónditos repliegues, ¿me «la» revelarás luego?
lu vida cristiana porque no son amor; son como la agita¬
¿Hallaré allí aquello que busco? ¿Viviré la conclusión de
ción del péndulo: la inquietud de la vida cristiana.
todas las premisas excéntricas de mi vida? ¿Podré estre¬
charte entre mis brazos? 2. Mt. 22,30.
I «Como consecuencia de la obstinación de los demonios y del alto
Ermitaño y teólogo griego, cuyo nombre proviene del título de su
1. I" tuto de la espiritualidad de su naturaleza», según palabras de Tomás.
obra: Escala al paraíso. (N. del t. i.) (N. de la t.)
50 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 51

Es mi desdicha que toda mi vida sea una interjección; desperdiciado el vigor y el coraje de nuestra juventud en
nada está fijo (todo se mueve, nada se mantiene estable). In rebelión contra Él; porque luego, exhaustos y derrota¬
Mi tristeza es una desesperación quejumbrosa, mi ale¬ dos, debemos comenzar la retirada a través de países
gría es un brinco exuberante del lirismo. dcst ruidos, de comarcas asoladas, rodeados por todas
13 de marzo de 1839 partes por el horror de la devastación, de las ciudades
incendiadas, de las ruinas humeantes, de esperanzas
Hay ocasiones en las que uno siente particularmente perdidas, de opulencia pisoteada, de grandeza abatida;
la dureza de estar solos en el mundo. Hace poco vi a una lenta retirada como un año de desdichas, larga como la
joven pobre encaminándose solitaria hacia la iglesia eternidad, monótonamente entrecortada por un suspiro
para recibir la confirmación; y a un viejo, a quien se le repetido sin cesar: «¡Qué días de tedio!»
había muerto toda la familia, llevando en brazos el fére¬ 12 de mayo de 1839
tro de su nietecito, su último consuelo; poco después lo
vi en el cementerio, plantado como una cruz sobre la ¿Cómo no he de creer que sea la voluntad de Dios la
tumba familiar. que me prepare para el examen y que le sea grato que lo
28 de abril de 1839 haga en lugar de alcanzar, por la dedicación a otros estu¬
dios, un conocimiento más lúcido? Porque la obediencia
Cuenta Cornelio Nepote que un general, encerrado Ir es más grata que la grasa de los carneros.
dentro de una fortaleza con un nutrido contingente de 13 de mayo de 1839
caballería, para impedir que los caballos enfermaran
por falta de ejercicio, los hacía azotar a diario. Así vivo La desgracia de los filósofos estriba en que se sirven
yo, como sitiado en mi propio cuarto; no tengo deseos de del mapamundi para estudiar el cristianismo, cuando en
ver a nadie y temo el asalto del enemigo a cada instante, rmnbio sería preciso que utilizaran mapas especiales.
es decir, una visita. No deseo salir de casa, pero, para no I'nra ellos el dogma es sólo un destilado más concreto de
enfermar de inercia, me agoto llorando. lit conciencia humana universal.
10 de mayo de 1839 22 de mayo de 1839

La existencia entera me angustia, desde el más peque¬ La teología católica hace del pecado original una dóc¬
ño moscardón hasta los misterios de la Encarnación; il I na en el fondo tan ajena al individuo que uno no pue-
i Ir menos que compararla con el título falso que aparece
todo se me hace inexplicable, por encima de todo, yo
mismo; la vida entera es una peste, y yo más que nada. ni el libro encuadernado; por tal razón, la justitia origi-

Vasto es mi dolor sin límites; nadie lo conoce aparte del ihilis mantiene escasa conexión con el hombre y podría
Dios del cielo, y Él no quiere consolarme; nadie lo cono¬ urr comparada con una espléndida encuadernación pero
ce sino el Dios del cielo, y Él no quiere apiadarse de mí. *ln relación alguna con el libro.
Joven amigo, tú que das tus primeros pasos por el cami¬ 27 de mayo de 1839
no que conduce hacia la meta, si te has extraviado, retor¬
na, vuelve a Dios y en su escuela adquirirás juventud y Existe una visión de la vida lograda a fuerza de lágri-
reforzarás tu vigor para tu tarea de hombre. Nunca ha¬ mas, más fuerte que el hierro, como la camisa legenda-
brás de sentir cuánto es preciso padecer cuando se ha l lu : Wenn sie ihn unter Thranen spinnt, mit Thranen
52 SÓREN KIERKEGAARD 53
DIARIO ÍNTIMO

bleicht, eine Hemde draus unter Thranen naht, schützt ilml; porque el Génesis dice que el hombre y la mujer
mich dies besser ais alies Eisen, es ist undurchdringlich.4 «vendrán a ser los dos una sola carne» (Gén. 2, 24).
Pero la camisa a la que me refiero sólo protege al que la 7 de julio de 1839
ha fabricado con sus propias manos y no al resto de los
hombres. < icneralmente los demás escritores sienten menor
Quien se atiene al punto de vista humano general es¬ H leeto hacia sus primeras obras. Mi desgracia, por el
cribe con mano insegura y temblorosa; el cristiano escri¬ contrario, es que las prefiero a todo lo que ahora escribo.
be en tanto que otro sostiene su mano:* da un testimonio 14 de julio de 1839
de la exactitud (en sentido subjetivo), pero no la produ¬
ce. Por esto es profundo el significado de la palabra «tes¬ Lo que nosotros designamos aproximadamente con el
timonios» para el cristianismo; ellos no son los invento¬ nombre de spleen y que los místicos denominan «mo¬
res de la fe ni sus reformadores, son los testimonios, sea mentos de entorpecimiento», ya era conocido en la Edad
porque el cristianismo es un acto objetivo que se lleva a Media como «acedia» (áxr]óía, apatía). San Gregorio,
cabo en el mundo, sea porque lo absorben en sí mismos. Moralia in Job, XIII: virum solitarium ubique comitatur
11 de junio de 1839 i/i < •dia... ut animi remissio, mentis enervado, neglectus

trligiosae exercitationis, odium professionis, laudatrix re¬


La caza del gracejo tan característica de nuestros turn saecularium* No sin experiencia personal san Gre¬
tiempos ha acabado por infectar las cosas más santas, y gorio insiste en lo de virum solitarium, pues se trata de
la oración se ha transformado poco a poco en una con¬ u nu enfermedad típica del hombre que ha alcanzado el
versación espiritosa, en un desahogo para una enervante Hi ado supremo del aislamiento (el humor), y describe
reflexión. No es de temer, por cierto, que nuestros rezos maravillosamente el mal. Muy justo es que señale el
se prolonguen como los de los fariseos. Por el contrario, odium professionis y tomando este último síntoma con
una enfermiza reflexión parece hallar temas cada vez un sentido más general: no con el de la confesión de los
más incisivos para nuestras súplicas; por decirlo así, nos pecados (lo cual nos obligaría a considerar como solita¬
avergonzamos de nuestra existencia terrestre como si rias a todo miembro de la Iglesia que permaneciera
ella no proviniera de Dios. Todo debe ser tan espiritual, Inuctivo), sino con el de un pronunciarse; los ejemplos
tan volatilizado, que contrasta típicamente con el can¬ no acabarían nunca.
dor de la canción de mayo, en otros tiempos muy po¬ 20 de julio de 1839
pular.
14 de junio de 1839 Y no es sin un profundo conocimiento de la naturaleza
humana por lo que los viejos moralistas incluían la tris-
El matrimonio representa la unidad en el aspecto de tilia entre los siete pecados capitales. Así lo hace Isidoro
la sensibilidad, no la unidad en el espíritu ni en la ver- ile Sevilla.
4. «Cuando la hilan lágrimas y lágrimas la blanquean y tejida está ( onstituye una característica del desarrollo de la lite-
con lágrimas, mejor que una coraza me protege mi camisa; nada puede i ut ura moderna ese continuo adquirir conciencia del
traspasarla.» (N. de la t.) medio: método que, según imagino, debe conducir a la
* Porque lo que el hombre hace con sus propias manos no será nunca
hojarasca. * Mi padre lo llamaba «desesperación silenciosa».
54 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 55

locura; como si cada vez que contemplamos el sol y las


estrellas necesitáramos tener conciencia de los movi¬ Los filósofos tratan el dogma, los versículos sagrados
mientos de la Tierra. tic la Biblia y la conciencia religiosa como Apio Pulcro
20 de julio de 1839 tintaba a las aves sagradas. Recurren a ellos y cuando
obtienen malos presagios se comportan como el famoso
Quierodurante un año, por una legua del camino del militar: «Si las aves no quieren comer, han de beber.»
tiempo, desaparecer bajo la tierra como el Guadalqui¬ Y las arrojan al mar.
vir; ¡ya sabré cómo resurgir! 7 de agosto de 1839

El amor de la mujer es un eterno «sí, sí». El del hom¬ Mi conciencia oscila actualmente como la tumba de
bre, charla pura. La conciencia femenina es mucho más Muhoma, entre dos polos, sin haber hallado su equili¬
universal, o en todo caso menos subjetiva y, por lo mis¬ brio hasta ahora; ambos tratan de atraerla hacia sí.
mo, con mayor conciencia de rebaño (un amén). Natu¬ 30 de agosto de 1839
ralmente, no hablo del amor de las damiselas de sangre
ardiente. Estoy hecho para recibir secretos; los olvido, en efecto,
npcnas me los cuentan.
Se ve que el amor ha vencido al mundo por el hecho de
que devuelve bien por mal.

Pues las lágrimas son como la lluvia, llanto del cielo;


lluvia torrencial que se precipita desde las oscuras y
gruesas nubes de la desesperación cuando los diques del
cielo y del alma se abren de par en par; o llovizna prima¬
veral; ninguna lluvia tendrá tanta fecundidad como las
lágrimas.
Si mi vida avanza hoy con paso vacilante, se debe a
que, en mi primera juventud, mis pies anteriores (las es¬
peranzas) se esforzaron demasiado.
22 de julio de 1839
Hallo tan poca satisfacción en el vivir porque todo
pensamiento brota de mi mente con tanta energía y do¬
tado de proporciones tan sobrehumanas, que me agobia;
esta anticipación del ideal, en lugar de transfigurar mi
existencia, me vuelve incapaz de hallar su correspon¬
diente en la vida, me deja agitado y con los nervios de¬
masiado sacudidos para encontrar reposo.
25 de julio de 1839
DIARIO ÍNTIMO 57

logro vencer en cualquier discusión, el fantasma de mi


propia imaginación cae en mis brazos sin que ningún
argumento baste para liberarme de él.

Como un abeto solitario, egoístamente encerrado den¬


1837- 1839 tro de mí mismo y creciendo sólo hacia lo alto, me yergo
«lu dar sombra, y únicamente la tórtola hace su nido en
(PAPELES SUELTOS)
mis ramas.
Domingo 9 de julio, en los jardines de Frederiksberg,
después de una visita a los Roerdam
A LGO nos deja realmente abatidos si de pronto surge
IJL la sospecha de que, cuando todo marcha a pedir de
boca, estamos en el error, si adquirimos conciencia Tan imposible para el mundo es existir sin Dios que, si
de haber obrado mal. Debe, pues, depender de la fami¬ Dios pudiera olvidarlo, concluiría al instante.
lia, y es entonces cuando se demuestra la fuerza devora-
dora del pecado original, capaz de conducirnos a la des¬ I.a luna es la conciencia de la tierra.
esperación y lograr un efecto mucho peor que la
confirmación de nuestra sospecha. Ésta es la tragedia de Situación: un hombre quiere escribir una novela, uno
Hamlet... • Ir cuyos personajes ha de enloquecer, pero el autor
• aloquece a su vez y la novela acaba en primera per-
Cristo es, en todo momento, Dios y hombre; como el M mu.
reflejo del cielo en el mar tiene la profundidad de la bó¬
veda celeste. No tengo ningún deseo. Caminar no me atrae porque
ine fatiga; no quiero descansar porque debería pasarme
Sí, creo que me entregaría al mismo diablo a cambio luí gas horas recostado, cosa poco conveniente, o levan-
de que pudiera mostrarme toda abominación, todo pe¬ liii ine en seguida, lo cual tampoco me resulta agradable;
cado, en la más horrible de sus formas: la atracción y el lio cjuiero cabalgar, pues es un ejercicio demasiado duro
gusto por el secreto del pecado. mra mi apatía. Sólo hallo placer en pasear en coche,
I
mi u-llemente acunado por las ondulaciones uniformes,
El pecado se comete a hurtadillas; pero, apenas lo lile gusta deslizarme entre una multitud de cosas, que-
comprendemos, comienza, aunque muy débilmente, ese lai'inc de brazos cruzados ante cualquier rincón her-
rumor y se enciende esa hoguera que restringe cada vez lili ISO nada más que para sentir así mi flaqueza. Las
más el campo de acción al diablo, como ocurre con los (liras y los sueños tienen para mí la erótica impotencia
animales feroces. • I* I castrado; en vano voy en busca de algo que pueda
animarme y ni siquiera el lenguaje medular del medioe-
Yo precisamente ataco a los demás porque en lugar de vo podría vencer este vacío que reina en mi interior.
servirse de las fuentes para sus estudios utilizan los com¬ Ahora comprendo verdaderamente el mensaje de Cristo
pendios; ¿y qué es mi vida sino un compendio? Cuando t liando dijo: «Las palabras que yo os he hablado son
58 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 59

espíritu y son vida» (.In. 6, 63).1 En resumen: no tengo en cambio, como compensación, exige la libertad de pa¬
deseos de escribir esto que escribo ni tampoco de bo¬ labra.
rrarlo.
Existe una reservatio mentalis absolutamente necesa¬
Las flores de mi corazón se convierten en flores de es¬ ria para pronunciar una sentencia justa.
carcha.
La paradoja es el verdadero páthos de la vida intelec¬
Con mis ideas y sus realizaciones ocurre lo mismo que tual. Y como sólo las almas grandes son pasionales, úni-
. mente los grandes pensadores están expuestos a eso
» a
con los peces durante ciertos meses: muerden en falso; el
bocado existe, pero los peces no lo atrapan. que yo llamo paradojas y que no son más que pensa¬
mientos grandiosos e incompletos.
Sin embargo, el humor es también la alegría que ha
vencido al mundo. Los liberales poseen, según dice la fábula, una lengua
que golpea dentro de una cabeza vacía, como el badajo
Cristo no se inquietaba por escribir. Sólo escribió so¬ tie la campana.
bre la arena. (Jn. 8, 6.)
El paganismo es sensualidad, pleno desarrollo de la
En el fondo, Hegel comenzó simplemente como acabó vida sensual. Su castigo, lo vemos con el ejemplo de
Prometeo, consiste en que el hígado continuamente de¬
Carlos V, en un claustro componiendo relojes.
vorado por el buitre se regenere sin cesar; el clamor
•<c despierta de continuo y siempre insatisfecho. El cris-
La ironía es un desarrollo anormal que, como el híga¬
do de las ocas de Estrasburgo, acaba por matar al indi¬ lluuismo es lo «cerebral»; por eso Gólgota significa «lu-
r.u1 de la calavera».
viduo.
1 de enero de 1838
INIANCIA
El humorista, como la fiera, anda siempre solo.
Halb Kinderspiele
La afición que los judíos tienen por lo abstracto viene O Halb Gott in Hersen2 (Goethe).
demostrada también por su predilección por el dinero;
no por las propiedades, que, sin embargo, tienen un va¬
lor monetario; porque el dinero es abstracción pura. llIVI'NTUD

El hombre no hace uso casi nunca de sus verdaderas Mendigar ... ¡no es cosa nuestra!
libertades, por ejemplo de la libertad de pensamiento; La juventud, en el camino de la vida, se apodera del
lesoro con fuerza (Chr. Winther).

1 . El versículo entero dice así: «El espíritu es el que da vida; la car¬ 1


A medias en los juegos de la infancia, / a medias con Dios en el
ne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son . MI u/ón» (Fausto). Tema para el boceto de Margarita en la primera par-
espíritu y son vida.» (N. de la t.) ii de O lo uno o lo otro. (N. del t. i.)
60 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 61

do con el duro deber de confortarnos con el consuelo de


la religión, de darnos el viático a fin de que ante nosotros
A LOS 25 AÑOS *.cabriera un mundo mejor, aunque debiéramos perder¬
lo lodo en éste, aunque nos golpeara la desdicha que los
...so well live judíos sempiternamente auguraban a sus enemigos: la
And pray and sing, and tell old tales and laugh (nial desaparición de nuestro recuerdo y de toda huella
At gilded butterflies, and hear poor rogues ile nuestro paso.
Talk of court news; and well talk whith them too,
Who loses and who wins; who’s in, who’s out; Con el alma desgarrada, sin ninguna posibilidad de
And take upon’s the mistery of things, llevar una vida feliz en este mundo, es decir, una vida
As if we were God’s spies; and we’ll wear out; larga y feliz sobre esta tierra (Éx. 20, 12),4 sin ninguna
In a wall’d prison, packs and sets of great ones esperanza de un porvenir dichoso y confortable, por el
That ebb and flow by the moon . procedimiento más natural y en la continuidad histórica
(Shakespeare, King Lear, V, III)3 • h* la vida doméstica familiar; ¿es acaso asombroso que,
presa de extremada desesperación, me haya aferrado
Entonces acaeció el gran terremoto, el terrible trastor¬ «nucamente al aspecto intelectual del hombre, que le
no que me impuso, de improviso, un nuevo principio in¬ huya dedicado todas mis fuerzas y que así la idea de mis
falible para la interpretación de todo fenómeno. Enton¬ «lotes intelectuales haya sido mi único consuelo, el pen-
ces concebí la sospecha de que la avanzada edad de mi mi miento haya constituido mi única alegría y los hom¬
padre era, más que una bendición divina, una maldición ines sean merecedores de mi indiferencia?
y que las brillantes dotes de inteligencia concedidas a mi
familia nos habían sido otorgadas para que se neutrali¬ El versículo en cuestión dice así: «Honra a tu padre y a tu ma¬
•I
zaran mutuamente. Entonces sentí crecer a mi alrede¬ in para que vivas largos años en la tierra que Yavé, tu Dios, te da.»
dor el silencio de la muerte; mi padre fue para mí como \N ilc la t.)
un condenado a sobrevivimos a todos nosotros, como
una fúnebre cmz sobre la tumba de sus propias esperan¬
zas. Sobre la familia entera debía de pesar una culpa, un
castigo que Dios suspendía sobre nuestras cabezas; tenía
que desaparecer, aniquilada por la divina omnipotencia,
ser borrada como un intento fracasado. Rara vez hallaba
un poco de alivio al pensar que mi padre había cumpli-

3. «Y así la vida pasará, rezando, / cantando, historias rancias refi¬


riendo, / gozando al ver doradas mariposas. / Y gentes infelices, de la
corte / noticias nos darán, y les diremos / quién pierde o gana, quién
desciende o sube. / Explicando el misterio de las cosas / cual si los dioses
nos lo hubieran dicho. / Y olvidemos, entre aquellos muros, / de los
grandes las cábalas e intrigas / que crecen y decrecen con la luna.» (Tra¬
ducción de Guillermo Macpherson.)
DIARIO ÍNTIMO 63

Los de la undécima hora ( Mt. 20, 6).

|Señor y Dios nuestro! Tú conoces nuestro dolor mejor


|ue nosotros mismos. Tú sabes cómo el alma, asustadi-
4 DE JULIO - 10 DE AGOSTO DE 1840 i, incurre en preocupaciones intempestivas e imagina-
lit s. Te rogamos que nos ilumines a fin de descubrir la
Inoportunidad y el orgullo y despreciar así las penas que
I 7 misticismo carece de paciencia para esperar la re-
L III IS granjeamos con nuestras obras; pero, en cuanto al
JL_¿ velación de Dios. dolor que Tú mismo nos impones, concédenos la gracia
11 de julio de 1840 1 1* recibirlo humildemente de tu mano y la fuerza para
suportarlo.
Bien está hablar de experiencia en lugar de conoci¬ Y líbranos de pensar que la tristeza tiene mayor méri¬
miento a priori; pero por loable que fuese el método de to que la alegría, el automartirio...
aquel concienzudo juez que quería experimentar cada
una de las penas antes de aplicarlas, a fin de proceder Me acusan de hacer uso excesivo del paréntesis: mi
con mayor justicia, ¡su sistema no lo llevó hasta el ex¬ neparación para el examen de teología es el paréntesis
tremo de someterse a la pena de muerte! i largo que yo haya vivido.

Mi desdicha estriba en que tengo una cabeza demasia-


do buena para no sentir los dolores del conocimiento y
NOTAS DEL VIAJE A JUTLANDIA
di masiado mala para experimentar su felicidad. El co¬
tí. .i I miento que conduce a la felicidad, así como la felici-
19 de julio - 6 de agosto de 1840 d..d que conduce al conocimiento de la verdad, hasta
•diora son un misterio para mí.
¡Buenos días, rústica belleza, muchacha que te aso¬
mas curiosa a tu ventana! No temas que turbe tu paz; I'l hecho de que la filosofía deba comenzar por una
mírame bien tan sólo, para que no pueda olvidarte |»M i (posición no ha de ser considerado como un defecto,
del todo. •lint como una «bendición»; por esto, ese an sich2 per-
Hi, mece como una maldición de la que es imposible
libe-
¡Buenos días, alado habitante de los cielos que raudo I.UM jamás. Y tal discordia entre la conciencia, como
te elevas hasta el lugar que tantos esfuerzos nos cuesta nía vacía, como imagen retenida del objeto fugaz, se
alcanzar! ementa también en el problema de la libertad: seme-
I «Y saliendo cerca de la hora undécima, encontró a otros que esta-
La característica del viaje es deslizarse sobre las co¬ ti .III v les dijo: "¿Cómo estáis aquí sin hacer labor en todo el día?”»
sas; por esto se suele decir que el postillón, cuando sopla dv lo I.)
el cuerno, sopla la grasa del caldo. Por sí mismo.» (N. de la t.)
64 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 65

jante al arbitrium3 sin contenido (que, a modo de balan¬


za, nada tiene que ver con el contenido pero que, como la M i desgracia es, en el fondo, que cuando me he sentido
infinita elasticidad abstracta, se mantiene victorioso e pictórico de ideas he permanecido hipnotizado por el
indiferente por toda la eternidad), así ocurre con la li¬ Ideal; por ello sólo doy a luz abortos y, en consecuencia,
bertad positiva. Es otra presuposición, pues en el fondo la realidad no corresponde, en lo que a mí se refiere, a
4
el liberum arbitrium nunca se encuentra, pero la misma mis ardientes deseos. ¡Dios mío, haz que no suceda otro
existencia del mundo lo expresa. Imito con el amor, porque también en su caso me asalta
In íntima angustia de haber trocado el ideal por la reali¬
¡Qué tremendo martirio es esta total impotencia espi¬ dad! ¡Dios no lo permita! Aún no se trata de esto.
ritual que padezco actualmente! Pues está unida a una
devorante nostalgia, a un ardiente fervor del espíritu, ¡ Pero esta angustia que me impulsa a desear tanto la
tan vago e informe, sin embargo, que no sé siquiera qué v velación del futuro a pesar de todos mis temores...!
es lo que me falta.
Había pensado pronunciar mi primer sermón en la
Así como la conciencia del pecado no debe desvane¬ iglesia de Saeding7 el domingo próximo. Me ha sorpren¬
cerse en una fácil consideración del commune naufra- dido bastante ver que el texto es de Marcos 8, 1-10 (la
gium,5 así tampoco es preciso exasperarla con la deses¬ multiplicación de los panes), y las palabras «¿Y cómo
perada obsesión de la culpa cometida ni que degenere en podría saciárseles de pan, aquí en el desierto?», me im-
|*i csionaron porque debo hablar en la parroquia más po¬
automartirio como si ambas cosas ofrecieran una forma
de compensación. Pues el alma debe estar absolutamen¬ blé de Jutlandia, en plena landa.
te dispuesta a soportar los golpes de la Providencia, aun
cuando aparezcan como la consecuencia de nuestros pe¬ Al místico se le oye como se perciben ciertos gritos de
cados, y al mismo tiempo debemos poseer la certidum¬ pájuros, sólo en el silencio de la noche; por eso, con
bre de que se nos dará la fuerza necesaria para soportar¬ ■urna frecuencia, un místico no adquiere importancia en
los. Pero ¿cómo convencer al individuo de que no le han medio del bullicio de su ambiente, sino mucho tiempo
de faltar fuerzas para sobrellevar ese peso, cuando él después, en el silencio de la historia, para las almas afi¬
mismo se lo impone y está obligado así a combatir pro- nes a la suya y que le escuchan.
prio Marte ?6
I le me aquí solitario (lo he estado más de una vez, pero
ni n tener tan viva conciencia de mi soledad) mientras
No es la falta de algo lo que despierta la verdadera Míenlo las horas y espero con impaciencia el momento
nostalgia ideal, sino la sobreabundancia; porque la falta
encierra en sí misma un anhelo terrenal.
• n que veré Saeding. No puedo recordar cambio alguno
en mi padre y ahora me apresto para ver esos lugares
donde él, pobre pastorcillo, cuidaba de los rebaños, los
3. «Albedrío.» mismos que tanta nostalgia despertaron siempre en mí
4. «Libre albedrío.» « liando me los describía. ¿Y si ahora cayera enfermo y
5 . «La ruina común . »
6. Al mismo Marte» (es decir, al mismo dios de la guerra). Pueblo natal del padre de Kierkegaard. (N. de la t.)
66 SÓREN KIERKEGAARD

fuera sepultado en el cementerio de Saeding? ¡Extraña


idea! He satisfecho su último deseo, pero ¿ha de limitar¬
se sólo a ello mi cometido en esta vida? ¡Oh Dios! Mi
obligación de contentarlo sería en verdad muy poca cosa
en comparación con todo lo que le debo. Porque de él he
aprendido el sentido del amor paternal que me ha inspi¬ 1841 - 20 DE NOVIEMBRE DE 1842
rado luego la idea del paternal amor de Dios, lo único
inquebrantable, verdadero punto de Arquímedes.
8
T o único que me consolaría sería poder entregarme a
Como se dice generalmente: nulla dies sine linea, po¬ i—/ la muerte y en mi última hora confesar este amor
dría yo decir de este viaje: nulla dies sine lacryma.9 no osaré nunca confesar mientras viva y que me
(|iie
vuelve dichoso y desdichado al mismo tiempo.
La landa parece hecha a propósito para desarrollar
caracteres vigorosos. Aquí todo es tierra pelada, nada se Ks propio del momento del placer sentir que progresi-
esconde a la mirada de Dios, la turba de las distraccio¬ V,| mente la existencia se desvanece
alrededor de uno.
nes está ausente, no existen rincones ni escondrijos don¬ Así, en Don Juan, lo que da a la escena del festín su
de la conciencia pueda ocultarse y donde la seriedad se mayor interés es el despojo total del hombre, la pérdi¬
fatiga a menudo reuniendo las ideas dispersas. Aquí es da misma de su rica vivienda, de la que sólo le resta
preciso que la conciencia se encierre en sí misma, neta y mi cuartucho apartado. En efecto, el goce del hipocon¬
estricta. «¿Adonde huir de tu presencia?» (Sal. 139, 7), dríaco consiste en reunir cada vez más y, en virtud
puede decirse en verdad de estas landas. de ese anonadamiento, las potencias de la fantasía que-
dan en libertad; el placer del hipocondríaco es una
8. «Ni un solo día sin escribir una línea.» Indefinida mezcla de goce real y fantástico. Pero este
9. «Ni un solo día sin verter una lágrima.»
id I lino satisface mejor, y yo no creo que un don Juan
nina el peligro de fatigarse tan rápidamente como un
melancólico.
I s sabido que existen insectos que mueren en el ins-
Mile mismo de la fecundación. Otro tanto ocurre con
un la alegría; el momento del goce más intenso y más
levado de la vida tiene por compañera a la muerte.
Después de experimentar la satisfacción de despojar¬
ni' ( le todo, de no poseer nada en este mundo, ni siquiera
i más ínfimo, y de arrojarme al agua, me gustaría, so-
In »• lodo, poder expresarme en una lengua extranjera,
pecialmente en una lengua viva, para convertirme así
nuil extraño para mí mismo.
68 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 69

Me gustaría fundar una orden del Silencio como la or¬ En general la imperfección de todo lo humano estriba
den de la Trapa, no con fines religiosos, sino estéticos; en que el deseo jamás alcanza su objetivo sino a través
para acabar de una vez por todas con estas habladurías. «leí contraste. No me detendré en la variedad de confor¬
maciones que podrían dar mucho quehacer a los psicólo-
Mi duda es horrenda. Nada puede detenerme, mi »" »s (el melancólico es el que está mejor dotado de sen-
hambre es infernal: razonamientos, comprobaciones, 11« lo cómico; el voluptuoso, a menudo, posee sentido idí¬
certidumbre, todo puedo devorarlo; corro a una veloci¬ lico; el libertino, sentido moral; el dubitativo, sentido
dad de diez mil leguas por segundo, arrollando cual¬ trligioso), pero sólo a través del pecado se descubre la
quier obstáculo. bienaventuranza. Por consiguiente, la imperfección no
depende tanto del contraste cuanto de nuestra incapaci¬
Los Estados Unidos de América tienen una estructura dad para considerarlos simultáneamente: para ver al
política que es la antítesis de la de los Estados europeos. ¡ mismo tiempo el contraste y lo demás.
Se desarrollan en latitud y en longitud (los descontentos
conquistan o compran nuevas tierras y se establecen Muchos sienten gran temor de la eternidad, pero
allí), en tanto que en Europa el Estado crece en altura y i tiundo se logre hacer frente al tiempo será posible so¬
en profundidad, verdadera forma de organización. ld /garla. Tan cierto es que el juramento que se hacen los
t'iuunorados de amarse por toda la eternidad es un
Constituye un punto de partida positivo para la filoso¬ |toqui tin menos grave que un compromiso para el tiem¬
1
fía el de Aristóteles cuando dice que la filosofía comien¬ po presente; pues aquel que promete para la eterni-
za con el asombro y no, como en nuestros tiempos, con la tlml, puede responder en todo caso: «¡Dispénsame por
duda. En general el mundo debe aprender aún que no «hora!...»
aprovecha comenzar por lo negativo, y si hasta ahora el
método no ha fracasado se debe a que no se ha encarado
lo absolutamente negativo, y de este modo, tampoco se Te lamentas de que muchas de tus esperanzas se
ha llevado a cabo en forma seria lo que se pretendía ha¬ luiyan visto frustradas, de que ninguno de tus ardientes
cer. Su duda es pura coquetería. titéeos se haya realizado. Tan pobre eres que has perdi¬
do basta la voluntad y el coraje de esperar; tal vez
Para los paganos el teatro tenía el mismo valor que •« «leba a que todos tenemos muchos necios espejismos,
tiene para nosotros la iglesia; lo demuestra el hecho de Oil vez a que el Señor nos enseña a esperar que no todo
M h será concedido. Pero existe una esperanza que no
que el teatro fuera gratuito y que jamás se les ocurriera a
los paganos que debieran abonar ninguna cantidad para puede verse defraudada: porque esperas la resurrec-
ir al teatro, como tampoco nosotros pensamos en pagar i hiii de la carne, que para ti representa la nostalgia de
H unirte con tus seres queridos, la nostalgia que te
la entrada a la iglesia. Partiendo de esta consideración
del teatro se podría desarrollar una concepción del pa¬ lint «• esperar que algún día verás tu vida transfigurada
i u Dios; confías en que Dios quiera lo mejor, porque tu
ganismo.

1. En su libro Metafísica.
-buril»
lila no ha terminado aún y tú no sabes «ni el día ni la
(Mí. 25, 13).
70 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 71

¡Y cuánto la he amado! R.,2 ligera como un pájaro, Dice el poeta pagano3 que el dolor cabalga en la grupa '
atrevida como una idea; la dejaba volar cada vez más • le caballo; para el cristiano el gozo está más allá, olvi-
alto. Erguida sobre mi mano como sobre un pedestal, ilundo así lo que queda atrás.
batía las alas y me gritaba a mí, que permanecía abajo;
«¡Esto es magnífico!» No advirtió que era yo el autor de Mace falta valor para casarse, y no se debe cantar el
su ligereza, que yo le había otorgado esa audacia de pen¬ panegírico de la virginidad; pues la misma Diana per¬
samiento, que su fe en mí le permitía caminar sobre las maneció virgen, no porque apreciara la grandeza de tal
aguas; yo la aplaudía y ella aceptaba mis aplausos. • .lado, sino porque temía los dolores del parto. ¿Acaso
Otras veces se arrojaba a mis plantas y sólo quería ad¬ lio dice Eurípides4 que preferiría volver a guerrear tres
mirarme, olvidando todo lo demás. Vl*( es antes que dar a luz una sola?

¡Mi niña! En latín se dice de un asiduo oyente; pender Dices «¡lo que he perdido!», o más exactamente
ex ore alicujus, refiriéndose especialmente al oído que
capta y retiene dentro de sus fibras más íntimas aquello
•¡aquello de que me he despojado!» Pero, ¡ay de mí!,
que ha percibido. Nosotros expresamos lo mismo de un
. i mu prenderías acaso lo que he perdido yo? Cuando se
liabla de ello, más valdría que callaras. ¿Quién puede
modo distinto; pues ¿cómo no estar pendiente siempre Haberlo mejor que yo? ¿No había trazado acaso, con las
de tu boca? ¿No soy acaso tu asiduo? Asiduo oyente, en M flexiones infinitas de mi alma, el cuadro más exquisito
verdad, porque aunque no se cruce entre nosotros pala¬ |»n*¡ble, por su profundidad —sirviéndome hasta de mis
bra alguna, no por eso dejo de sentir los latidos de tu mu-, sombrías ideas—, de la melancolía de mis sueños,
corazón. •1« I esplendor de mis esperanzas y, sobre todo, de mis
funda su existencia en los dones del azar se en¬
Quien
Inquietudes y de mi inconstancia, mezclando este fulgor
* nú profundidad? ¿Y cuándo he sentido el vértigo?
trega a una vida de pillaje, cualesquiera que sean esos
dones; belleza, fortuna, nacimiento, ciencia, arte; en re¬ . » muido mi mirada penetraba el infinito de su abando-
itn, puesto que nada puede compararse con lo infinito
sumen, todo lo que constituye la herencia común del
•1' I «mor? ¿O cuando sus sentimientos, sin caer en el
hombre. Y aunque obtuviera el triunfo... Supongamos
que entonces un joven se dirigiera a ti con toda la fe y el
MhUmo, danzaban en el borde mismo la danza ligera del
«ii tur?
derecho propio de la juventud, derecho que no puedes
objetarle, a fin de preguntarte cuáles son los fundamen¬
,'Qué he perdido? Mi único amor. ¿Qué he perdido a
tos de tu vida; ¿no te sentirías lleno de vergüenza? Por¬
que ¿te atreverías acaso a iniciar a ese joven en tus secre¬ * <>|os de los hombres? Mi palabra de honor. ¿Qué he
tas artes de astucia y de hipocresía? M tildo? Precisamente aquello que representa y repre-
lilrti á siempre para mí, sin que el golpe me aterre, mi
El punto capital en la vida de un individuo consiste en In Nloi , mi alegría y mi orgullo; mi promesa de serle fiel.
salvar todo lo posible dentro de las categorías humanas •i lo tanto, el tormento de mi alma iguala al de mi

de orden general.
llorucio. (N. de la t.)
2. La inicial de Regina Olsen figura así en el original. (N. de la t.) J Medra, v. 249. (N. de la t.)
72 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 73

cuerpo; escribo estas líneas en un camarote de barco,


mientras oigo la trepidación de las máquinas.5 Ella no amaba la elegante línea de mi nariz ni la belle-
/,¡i de mis ojos, ni mis pies pequeños, ni siquiera mi inte¬

¡Cuán duro es para mí, en estos momentos en que qui¬ ligencia; no, sólo me amaba a mí... ¡Y sin embargo, no
siera tanto lanzarme a la acción, verme reducido a la me ha comprendido!
actividad que de ordinario se reserva a las mujeres y a
los niños: la plegaria! Dicen que el amor obceca. Más aún, nos vuelve sordos,
nos paraliza. Cuando padecemos el mal de amor, somos
No sólo yo, sino R. y cualquier otro Espíritu del Anillo, tomo la sensitiva, cuyas flores se cierran, sin que ningu¬
sin olvidar que esos diferentes Espíritus significan para na ganzúa logre abrirlas, con tanta más fuerza cuanto
mí la diversidad de servidores dispuestos a obedecerme mayor sea la violencia que se pretenda ejercer.
en mi fuero interno a la más pequeña señal; uno por
cada deseo tuyo y, si fuera posible, aun diez; todos se ¿No crees acaso que deseo darle esta prueba de mi
incorporan para formar dentro de mí un Espíritu único, i Minor para pagar la humillación que ha de haber sentido
diferente del de Aladino, porque no los une a ti el azar de Mil te la pena de sus parientes y amigos (Dios sabe que no
un vínculo exterior, sino la nostalgia de un alma; pues ha sido por mi culpa que las cosas sucedieran así);7 mos-
¿acaso no te he entregado yo mismo el anillo que me! I taime una vez más, probar que no era el deber ni el
gobierna? temor a no sé qué comentarios lo que me mantenía a su
Dicho con otras palabras: ¡el Espíritu del Anillo nos ha laclo, sino que, por el contrario, yo, el más inconstante de
reunido otra vez!6 lus hombres, he vuelto a ella? ¡Cómo los confundiría!
¡Qué golpe para sus charlatanerías desdentadas que es¬
Tú dices: «Era muy hermosa.» ¿Qué sabes? ¡Yo sí que tuvieron a punto de hacer perder la cabeza a una joven a
sé cuántas lágrimas me ha costado su belleza! Iba en !|iiicn un día, como hombre de honor, prometí hacer
persona a comprarle flores para adornarla. Hubiera lilla! Y si verdaderamente no aborreciera el suicidio, si
querido engalanarla con todas las joyas del mundo lio sintiera que todas esas virtudes sólo son espléndidos
—claro está que siempre que sirvieran para realzar sus vicios, volvería a ella, para luego quitarme la vida,
gracias—, y cuando ella hubo alcanzado el supremo en¬ proyecto que desdichadamente he acariciado durante
canto, debí alejarme. Cuando su mirada, rebosante de demasiado tiempo para que la separación no le resulte
vida y de alegría de vivir se cruzaba con la mía, me vi luego doblemente penosa. Pues, a fin de cuentas, ¿quién
obligado a partir. Y me marché llorando de amargura, Mina mejor que un moribundo? Así me he considerado
nula vez que me abandonaba a «ella». Vivir con ella, en
*1 sentido plenamente tranquilo y confiado de la pala-
5. Kierkegaard, luego de romper su compromiso con Regina Olsen J
partió para Berlín el 25 de octubre, a bordo de un barco sueco. Fue es#
lliu, jamás lo he soñado. Por cierto que es como para
su primer viaje a Berlín. (Nota de los traductores franceses Knud Ferlov v f sesperar. Mi único deseo era el de permanecer a su
Jean J. Gateau.)
6. Este texto ha sido tomado de la traducción francesa, que en nolftj
precisa: «El Espíritu del Anillo que habla en el Aladino de OehlenscliJ / La nota marginal indicada en el texto fue suprimida más tarde
laeger Kierkegaard juega con la palabra "anillo” y dibuja uno en d MM el mismo Kierkegaard, pues no se han encontrado señales de ella y

manuscrito en torno a la inicial de Regina.» (N. de la t.) I margen había sido arrancado. (N. de los t. f.)
74 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 75

lado; pero apenas hube comprendido que las cosas to¬ con ella pueden considerarse verdaderamente un amor
maban mal cariz, ¡ay de mí, demasiado pronto!, tomé la desdichado; la amo —ella es mía—, su único deseo es
resolución de darle a entender que no la amaba; y ahora que permanezca junto a ella —la familia me suplica—,
heme aquí, odiado por todos a causa de mi infidelidad, es mi suprema aspiración... ¡y debo decir no! Para facili¬
causa aparente de su desdicha, en tanto que le soy tan tar las cosas, trataré de darle a entender que he sido un
fiel como siempre. ¡Si por lo menos pudiera verla feliz vulgar impostor, un hombre frívolo, a fin de que le sea
junto a otro hombre! Por dolorosa que sea tal solución posible odiarme. Pues supongo que la sospecha de que
para mi orgullo masculino, me alegraría lo mismo. Aho¬ lodo se debe a mi melancolía le resultaría más penosa.
ra ella se consume de dolor pensando que habría podido ¡Cuánto se asemejan la melancolía y la frivolidad!
hacerla dichosa pero que no he querido. Y en verdad que
lo hubiera logrado si no fuera porque..., etc. Se dice que el amor terrenal nos vuelve elocuentes.
Y aunque no sea prudente para mi tranquilidad, no ¡Cuánto más elocuentes debería volvernos Tu amor, oh
puedo menos que figurarme el indescriptible instante de Dios, que con Tus manos modelaste la boca del hombre
mi retorno a ella. A pesar de que me considero resisten¬ para que pudiera hablar!
te, lo bastante como para sufrir lo que me corresponde
como un castigo de Dios, este sufrimiento se vuelve de¬ Y cuando me siento tan desdichado, mi único consuelo
masiado pesado, a veces. Además, me parece haber co¬ es que «ella» no sufra conmigo. Es duro saber que la
metido un error al ocultarle mis sufrimientos. Cuando limada nos ha sido infiel, pero este sufrimiento cotidia¬
pienso en mis palabras de entonces («el mundo de las no Y si permaneciera con ella, sería preciso mostrarme
letras perderá conmigo a uno de sus fieles»), siento su Contento. ¿Y si, aun así, ella me viera sufrir? Mi alegría
falsedad, puesto que, por haberla abandonado, las letras * empaña siempre con el dolor de que ella no pueda ser
han perdido para mí todo lo que es posible perder; sólo partícipe.
en ella pienso y estoy seguro que ella no sufre tanto
como yo. ¡Quiera Dios que mis sufrimientos le reporten No logro liberarme de este amor: no puedo soñarlo a
algún beneficio! tu manera de un poeta, porque, cuando estoy a punto de
• nt regarme a la poesía, la angustia y la impaciencia por
Debes saber que cifras tu dicha en haberla amado úni¬ In ueción se apoderan inmediatamente de mí.
camente a ella y que pones tu honor en no amar a ningu¬
na otra mujer. ¡Y esta horrible inquietud, este deseo de querer con-
11 ncerme en todo instante de la posibilidad de volver a
¡Cuánta grandeza en el abandono de la mujer! Pero la • Mu a pesar de todo! ¡Si me atreviera, Dios mío! ¡Qué
maldición que pesa sobre mí es la de no atreverme a per¬ lluro es! Había depositado en ella mi última esperanza
mitir que ningún ser se me apegue íntimamente. Dios, • nía vida y debo renunciar. Extraña situación: en el fon-
desde el cielo, sabe cuánto sufría cada vez que escogía • lii, jamás pensé en casarme, pero que el asunto se desa-
con alegría infantil algún medio para hacerla feliz; tiollara así, dejando en mí una herida tan profunda, he
cómo debía cuidar que esta alegría no me delatara, sino •ilu algo que jamás hubiera creído. Siempre me he mofa-
esperar hasta que la razón y la prudencia me lo prohi¬ • In tie los que hablaban del poder de la mujer, y todavía
bieran por temor a atraerla demasiado. Mis relaciones In hago; ¡pero una hermosa joven, con un alma exquisi-
76 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 77

ta, que nos ama de todo corazón y con todos sus pensa¬
mientos, con absoluto abandono, que nos suplica...! ¡Qué Y luego, cuando el sol entorne su ojo escrutador, cuan¬
poco faltó, a veces, para que atizara su amor hasta el do la historia haya acabado, no sólo me envolveré en mi
incendio sin caer por ello en un amor pecaminoso! Bas¬ capa, sino que me echaré la noche encima como un velo
taba con decirle que la amaba para provocar la explo¬ e iré a buscarte —al acecho, como un salvaje—, no para
sión y acabar luego con mi joven vida. Pero comprendí espiar tus pasos, sino para escuchar los latidos de tu co¬
que así la habría perjudicado, que habría desencadena¬ razón.
do un huracán en su cabeza, puesto que ella se atribuiría
la culpa de mi muerte. ¡Preferí actuar como lo he hecho! ¡Qué humillación para mi vanidad es ésta de no poder
Había conservado suficiente elasticidad en nuestras re¬ regresar a su lado! Había puesto mi orgullo en serle fiel
laciones para poder reservarme la capacidad de inter¬ V, sin embargo, no me atrevo. No estoy habituado a po¬
pretarlas a mi manera. Les di, pues, el sentido de ser yo ner mi honor en la traición, siempre lo he puesto en la
un impostor. Humanamente hablando, era la única for¬ lidelidad; pero es preciso que ante sus ojos pase por un
ma de salvarla, de dar un impulso a su alma. Mi culpa Impostor, porque no dispongo de otro medio para repa¬
ha consistido en carecer de fe, de esa fe que todo lo cree rar el mal que pueda haber causado. Con horrenda certi¬
posible para Dios, pero ¿cuál es la diferencia entre creer dumbre, a pesar de los más fervientes deseos de mi fuero
y tentar a Dios? No puedo reprocharme no haberla ama¬ Interno —puesto que no hago caso de los escrúpulos pro¬
do. Por cierto que si ella no se hubiera entregado de ese venientes de lo exterior, de parte de aquellos que tratan
modo, si no hubiera puesto en mí toda su confianza has¬ de atacarme—, me he mantenido firme. Pero aún me
ta el extremo de dejar de vivir su vida para vivir por mí, atormenta una angustia. Admitamos que «ella» se con¬
todo me habría resultado fácil, a fin de cuentas; reírme venza de que soy un impostor, admitamos que se com¬
del mundo entero no me habría costado mucho, ¡pero prometa con algún otro —debería desearlo por muchas
engañar a una jovencita...! ¡Ah, si tuviera el valor de vol¬ tazones—; admitamos que entonces se entere imprevis¬
ver a ella, a ella que, sin considerarme un mentiroso, tamente de que la he amado realmente y, que, por amor
estaba convencida de que, una vez libre, no volvería so¬ a ella, he procedido así, por íntima convicción de que
bre mis pasos! ¡Cálmate, alma mía! Actuaré con firmeza todo terminaría mal, o que, en todo caso, habría de-
y decisión, según considero justo hacerlo. Vigilaré hasta irado, con la mayor alegría del mundo y dando gra¬
mis cartas. Conozco mi punto débil. Pero cuando escribo cias a Dios, compartir con ella mi gozo, pero nunca mi
una carta no puedo, como cuando hablo, deshacer de un melancolía. ¡Ay de mí, tal solución sería peor aún que
golpe la impresión causada, si noto que produce un efec¬ la otra!
to demasiado grande.
No siento ninguna alegría; ya no me abandono con el
En las cercanías de la casa donde habitaba, había una Impetu de otros tiempos, rehúso sentirme contento
iglesia; puedo aún recordar claramente el sordo tañer de mientras ella esté triste.
las campanas. A una hora señalada, en medio de las
charlas de salón, resonaba la señal anunciadora del co¬ I loy he vuelto a sorprenderme en un intento de hacer¬
mienzo de los murmullos vespertinos. Una campana de le llegar alguna noticia de mi parte, de hacerle sospe¬
iglesia indicaba la hora. char que todavía la amo. Mi mente es bastante ingeniosa
78 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 79

y, además, uno experimenta satisfacción cuando cree In recordara alguna vez. De sobra sabe que basta que la
que ha hallado un recurso hábil. Quería escribir una car¬ ICCl íerde para que se desencadene el infierno. De todos
ta a su familia destinada a ser impresa. Llevaría como IIIOCios, igual lo habría hecho aunque no me lo hubiera
encabezamiento: «Mi R.» Hubiera sido muy significati¬ piulido.
vo para ella. La carta abundaría en alusiones sutiles.
Pero es preciso que renuncie a ello; me humillo bajo la Me siento contento de haber asistido a la segunda lec-
mano poderosa de Dios (1 Pe. 5, 6). Cada vez que me lón de Schelling, inexplicablemente contento. Hacía
asalta tal pensamiento —y, en general, acaece varias ve¬ MU,icho tiempo que lo anhelaba con todas mis fuerzas.
ces por día— lo convierto en oración por «ella», pidien¬ Apenas él, hablando de la relación entre filosofía y reali-
do de veras que todo redunde en su provecho. iliid, pronunció la palabra «realidad», el fruto de mi
I irnsamiento se estremeció de gozo, como el seno de Isa¬
Hoy he visto a una graciosa damisela..., pero ya no me bel (Le. 1, 44). Recuerdo su disertación palabra por pala¬
atraen, no quiero saber nada con ellas. Ningún marido bra desde aquel momento. De aquí puede surgir un poco
puede ser más fiel a su mujer de lo que yo lo soy con de luz. Esa sola palabra trajo a mi mente mis sufrimien-
respecto a «ella». Por otra parte, mejor que así sea; esos Ins y mis pesares filosóficos. Y para que ella pudiera par¬
amoríos me trastornaban completamente. ticipar de mi alegría, ¡con qué afán regresaría a su lado,
i runo quisiera poder persuadirme de que ésa es la mejor
Si hubiera sido «ella» quien rompió el compromiso, NI il lición! ¡Pobre de mí! ¡Ojalá pudiera hacerlo! Ahora he
entonces, a pesar de que la amara mucho, me hubiera depositado todas mis esperanzas en Schelling; pero, si
sido fácil olvidarla; habría sido capaz de correr todos Niipiera que puedo hacerla feliz todavía, partiría esta
mis velos sobre el asunto y olvidar, me atrevería a soñar misma noche. Es bien duro ser la causa del infortunio de
con ella como un poeta; pero ahora no puedo hacerlo. mi ser humano; es duro también pensar que haberla he¬
Evoco frecuentemente su recuerdo, y a menudo su cho desdichada es casi la única esperanza que tengo de
recuerdo me asalta sin que sea necesario evocarlo. Mi verla dichosa.
alma gana en seriedad. Quiera Dios, ¡ay de mí!, que sea
para mi bien. Pienso a menudo que, si me echara atrás, «ella» tal vez
i• >rivencería de que he sido un impostor. Supongamos
Mi pensamiento se balancea sin cesar, entre dos imᬠque tenga poder para triturarme con una mirada (la ino-
genes de «ella»; una, joven, exuberante de vida, rebosan¬
te de gozo, transparente; en suma: como jamás la he vis¬
to quizá; la otra, pálida, encerrada en sí misma, a la
.
« rucia ofendida bien puede hacerlo); tal idea me provo-

.i estremecimientos, me hiela de espanto; no tanto por

ii ner que soportarlo —sería perfectamente capaz si sú¬


espera de las horas de soledad para desahogar su llanto; plela que es para su bien—, como porque lo terrible del
en resumen: como tampoco la he visto quizá. luego de la vida es esto de arrastrar a una criatura hu-
in. nía hasta donde uno se ha propuesto.
¡Afortunadamente, este asunto ya está zanjado! Y, sin
embargo, no logro darlo por terminado; no sé cuál es Verdaderamente existe en el sufrimiento una comuni-
este abogado del que ella dispone en mi fuero interno. • I.KI con Dios, un pacto de lágrimas que es, en sí y por sí,
¡Qué hábil ha sido! Cuando nos separamos me rogó que •ligo muy hermoso.
80 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 81

Tú que dices: «Muy bien, siervo bueno y fiel, has sido


fiel en lo poco» (Mt. 25, 21).8 Pero a mí no se me ha NITU ACIóN 11

otorgado nada con que actuar, pues el don que recibí


no era una palanca sino un peso, un fardo que cayó so¬ lili seductor que tiene ya sobre la conciencia el amor de
bre mis hombros. Por cierto que pocas veces es posi¬ unas cuantas damiselas se enamora de una joven a quien
ble hablar así sin mentir. Pero si soportaras tu destino Mina hasta el extremo de faltarle el valor para seducirla,
con humildad, si perdieras el mundo entero sin per¬ pero tampoco puede unirse a ella definitivamente. Por
der tu alma (Mt. 16, 26), si amaras a Dios, si tu misma • nsualidad se encuentra con otra joven notablemente
vida, sembrada de preocupaciones, se transformara pttrccida a la primera; y seduce a ésta para gozar de la
a veces en una acción de gracias, si creyeras en Dios, I" I mera a través de su amor.
en su inagotable riqueza, sabiduría y ciencia (Rom. 1 1 ,
9
33) y si te faltara el coraje de elevar a Dios tus manos
sin mancha (1 Tim. 2, 8); si este fardo, como una pena lina cierta señorita Hedevig Schulze, cantante de Vie-
merecida, pesara más duramente sobre ti y aun te humi¬ lltt, representa aquí en Berlín el papel de Elvira. Es bas-
l ti ule hermosa y de porte resuelto; en su actitud, por su
llaras bajo la poderosa mano de Dios (1 Pe. 5, 6) sin
i"»l atura, por su atavío (vestido escotado de seda y guan-
un lamento, sin seguir el sabio consejo de olvido que
h . blancos), se parece extrañamente a una cierta conoci-
te da el mundo, sin cometer la osadía de preguntar si
tus sufrimientos concluirán alguna vez, si amaras a iln mía.12 ¡Muy curioso! Hube de hacerme violencia para
Dios, en fin, en tu propio dolor, ¿no serías, acaso, «fiel liberarme de esa impresión.
en lo poco»?
Constituye un verdadero problema conocer el signifi-
mlo de pueblo elegido que se da a los judíos; no fueron
En el fondo, la pasión es lo esencial, el verdadero dina- I I pueblo más feliz, sino más bien la víctima de un sacri-
mómetro del hombre. Nuestro tiempo mueve a compa- I ex igido por la humanidad entera. Debieron sufrir el
sión por eso mismo, porque carece de pasión. Si el bueno I dolor de la ley y del pecado como ningún otro pueblo.
de Jonás Olsen llegara a odiarme como nadie ha logra- I
10
In ti el pueblo elegido en la medida en que lo son a veces
do odiar jamás, según dice en su memorable esquela, me I Ion poetas, por ser los más infortunados.
consideraría dichoso de ser su contemporáneo, feliz de I
ser el objeto de tal odio: ¡por lo menos existiría la lucha! I II Texto de la traducción francesa. He preferido incluirlo por
Min nine muy significativo en relación con la anotación siguiente.
ti ill1 In I.)
I) Invidente alusión a Regina. En una carta a E. Boesen del 14 de
8. El versículo entero dice así: «Y su amo le dice: “Muy bien, siervo* li. liMiihre de 1841, Kierkegaard repite la alusión y trata de despistar a
bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho.'')* •ti •iinlgo de la infancia (E. Boesen estaba de acuerdo con él en aparen-
(N. de la t.) .M i|iu* la ruptura con Regina Olsen se debía a inconstancia por parte
9. El pasaje aludido es el siguiente: «¡Oh profundidad de la riqueza,! l. 1. In kegaard), pues posiblemente desconfiaba de la candidez de éste
de la sabiduría y de la ciencia de Dios!» (N. de la t.) • a lula que lo delatara. Así, en su carta intenta demostrar un interés
10. Hermano de Regina Olsen. (N. de la t.) ID «| pm la actriz y en un postscriptum le recomienda que guarde silen-
|M (N de la t.)

i
F
82 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 83

< .ula una de las múltiples conjeturas de la vida y, una


Siempre puede ser útil el testimonio de tu alegría. Di¬ Ve/ que ha preguntado, inclina Su oído hacia ti para es-
rás: «¿Cómo ha de ser? Nadie tiene idea de cuánto sufro i i iichar..., y tú no quieres responderle.

ni de cuánto he sufrido, el sendero de mi dolor es solita¬


rio y apartado y rara vez transita por él algún viandan- ¡ Es importante, sin embargo, no dejar que las aparien-
te.» A esto responderé: «¿Tanto te interesa que alguien tas
• exteriores nos desorienten jamás. Cuando, para con¬
conozca al dedillo tus sufrimientos? ¿Crees acaso que tu tradecir el principio de una moral absoluta, se insiste en
importancia depende de haber padecido todas las penas las contradicciones existentes en las costumbres popula¬
posibles, de modo que si hubieras hallado la paz en el res, cuando se sacan a relucir ejemplos que claman al
mundo todo se habría solucionado? ¿No puedes confor¬ fíelo, como el de los salvajes que matan a sus padres
marte con el destino común a todos los hombres y cum¬ mídanos, significa que nos hemos dejado impresionar
plirlo? ¿Consideras imposible que te comprendan si tus por los hechos exteriores. Si pudiéramos afirmar que los
sufrimientos permanecen ignorados?» ¡Oh, cuán cierto Nulvajes odian de veras a sus padres, sería diferente.
es que el ojo del hombre que sufre es de una muy singu-| Pero los salvajes, como nosotros, consideran que se les
lar estructura! Semejante al oído del amante que sólo debe amar y su único error consiste en la manera de
está hecho, en el fondo, para oír la voz de la amada aun¬ demostrarles tal amor. Es evidente que los salvajes no
que sienta los demás rumores del mundo, así el oído del creen causar daño alguno a sus padres sino, por el con¬
doliente percibe las voces de consuelo y reconoce cuál es trario, beneficiarlos.
la verdadera. Así como, según las Escrituras, la fe y la
esperanza sin la caridad son «como bronce que suena o Cuanto mayor es el desarrollo orgánico de un cuerpo,
címbalo que retiñe» (1 Cor. 13, 1 ss.), así también la ale¬ tonto más horrorosa es su putrefacción. La hierba, al
gría exteriorizada sin mencionar el dolor es simplemen¬ marchitarse, exhala perfume. El animal que se pudre,
te bronce que suena o retiñir de címbalo que pasa veloz, hiede. La corrupción de un hombre es horrenda, más ho¬
sin ser escuchado por los que sufren; es voz que retiñe en rrenda que la de la mujer. ¿Sería ésta, acaso, la prueba
el oído sin resonar en el corazón, que roza sin dejar ras¬ tie que el hombre es superior a la mujer?
tro. Pero la voz que cuando anuncia alegrías se estreme¬
ce de dolor, se abre camino a través del oído y llega
hasta el corazón, donde se graba.13

Aquel que tiene oídos para oír tiene capacidad para


preguntar. Otro tanto sucede con Dios. Pregunta con
mayor insistencia que ningún otro. Él pregunta; ¿qué es
la conciencia, en efecto, sino una pregunta? Pregunta en
1 3 . Kierkegaard une a propósito el primero y el último de los versícul
los del capítulo citado, que dicen así: «Si, hablando lenguas de hombres
y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que
retiñe.» «Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la cari¬
dad; pero la más excelente de ellas es la caridad.» (N. del t. i.)
DIARIO ÍNTIMO 85

Hace falta valor para llorar, pero para conservar la


licha es preciso un valor religioso.
La relación de negatividad polémica —que el paganis-
1840-1842 MIO introducía entre la vida futura y la existencia présen¬
le— se hace patente también en la obligación impuesta a
(PAPELES SUELTOS) las almas que debían beber en las aguas del Leteo antes
de entrar en los Campos Elíseos. El cristianismo, por el
T
X ODO es nuevo en Cristo (2 Cor. 5, 17).
contrario, enseña que habremos de rendir cuentas por
rada palabra ociosa (Mí. 12, 3); esto significa, entre otras
Éste será mi punto de vista para una especulación exl cosas, la presencia total de nuestro pasado, aunque otro
positiva del conocimiento cristiano. Leteo deba quitarnos su lacerante dolor.
(Nuevo, no solamente como algo diferente, sino tam¬
bién como todo lo que ha sido renovado, rejuveneci¬ ¿Cómo actúa la remisión de los pecados para obrar
mía redintegratio in statum pristinum,1 aunque se trate de
do, en comparación con lo que ha envejecido y se de¬
rrumba.) pecados actuales? Este punto adquiere una importancia
Mi punto de vista será a la vez polémico e irónico. De¬ máxima para la concepción cristiana de la realidad.
mostrará, además, que el cristianismo no es restricción ¿Cuál es la relación que existe entre el penitente perdo-
I l.l< lo y el castigo que la misma realidad puede contener?
en torno a un objeto único, a una simple psique normal
(no como remiendo de paño no abatanado puesto a vesti¬ ¿ I )cbe seguir considerándola como un castigo? ¿O acaso
se ha producido un cambio en su alma que le permita
do viejo (Mí. 9, 16), sino como pócima que devuelve la
juventud). ' < mcebirla como destino?

Hasta ahora el punto de vista comparativo para deter¬ Existen ciertos animales tan extrañamente astutos
minar la relación del cristianismo con el pasado ha sido: para procurarse el bocado, que dejan de comer apenas
«No hay nada nuevo bajo el sol.» Uno los mira. De esta manera me comporto yo con res¬
Conducta negativa que mata la vida a causa de la mo¬ pecto a mis emociones, saciándome a hurtadillas sin que
notonía abstracta que lleva en sí, en tanto que el otro nadie lo sospeche y fingiendo desprecio.
punto de vista es fecundo.
Al pagano forte fortunas... se opone el aforismo cristia¬ ¡Mi paraguas, mi gran amigo!
no: «Dios es poderoso en los débiles.» Uno nota al ins¬
tante que el primero es el punto de vista de lo inmediato, Jamás me abandona, sólo una vez me ha traicionado.
pues la dicha refleja simplemente, en ese caso, la genia¬ Soplaba un viento terrible y yo estaba a solas en Kogens
lidad inmediata que se ha producido en el individuo (la Nytorv; ni un alma andaba por las calles, cuando, de
clásica «armonía preestablecida»), mientras el segundo Improviso, se me volvió del revés. No sabía si abando¬
es de categoría refleja y sólo otorga la felicidad a cambio narlo a su suerte por su infidelidad y volverme misántro-
del aniquilamiento del individuo.
I « Retomo al estado primitivo. »
86 SÓREN KIERKEGAARD

po. Tanto afecto le he cobrado que lo llevo conmigo, Hue- I


va o brille el sol. Y para demostrarle que no lo aprecio
por puro interés, a veces me paseo por mi cuarto con él
como si estuviera en la calle, me apoyo en él, poso mi
barbilla sobre su mango, lo acerco a mis labios, etcétera.
30 DE NOVIEMBRE DE 1842 - MARZO DE 1844
Mi cabeza está vacía como una sala de teatro después
del espectáculo.
¿Qué es el pecado sino un pacto de la mala conciencia
r AS palabras de Solón, que dicen que no es posible
LJ preciarse de ser feliz mientras se vive, encierran un
con el diablo? ¿Acaso existe algo más persistente en el profundo dolor de vivir.
recuerdo que una mala conciencia? Significan que sólo se es feliz en el instante mismo
¡Cuántas veces se ha expuesto la naturaleza del peca¬ lie sentirse dichoso; en cierta forma, esto es ser desdi¬
do original! Y a pesar de ello se ha echado en olvido una chado, pues uno reconoce así que la propia felicidad ha
categoría principal: la «angustia», que tal es el término pasado.
verdadero. La angustia, en efecto, es el deseo de lo que se
teme, una antipatía simpática; una fuerza extraña que El Amor se despidió de Psique diciéndole así: «Si ca¬
se apodera del individuo sin que éste pueda ni quiera llas, tendrás un niño que será hijo de los dioses; pero si
liberarse, pues uno teme y, sin embargo, desea aquello hablas será simplemente un hombre.» Aquellos que sa¬
que teme. La angustia vuelve impotente al individuo, y lten callar se convierten en hijos de los dioses, pues sólo
el primer pecado se produce siempre en ese estado de ron el silencio nace en nosotros la conciencia del origen
impotencia; se diría que uno carece de responsabilidad, divino; aquel que habla se convierte en un hombre.
y en esta falta de responsabilidad consiste la seducción. t'('uántos saben callar? ¿Cuántos comprenden tan sólo el
Hignificado de guardar silencio?
La mujer siente la angustia más que el hombre; por
eso la serpiente puso en ella sus miras a fin de lanzar el El hombre, hablando en un sentido humano, se siente
ataque; su propia angustia la traicionó. lauto más inclinado a atraer hacia sí a la persona amada
Cuanto mayor conciencia tiene de su superioridad; pero,
Si una vez, una sola vez, nos hemos visto frente al en un sentido divino, se inclina a descender hasta ella.
más severo de los tribunales, aunque luego nos volva¬ lista es la dialéctica del amor. Resulta bastante curioso
mos mejores, jamás podremos olvidarlo. Cjuc no lo hayamos comprendido del mismo modo con
respecto al cristianismo, pues siempre se habla de la en-
El escéptico ' limación de Cristo como de un acto de compasión o de
necesidad.
Así como el seductor debería darnos la imagen refleja de
la aspiración incompleta que busca realizarse en la Mi juicio sobre O lo uno o lo otro:
«mujer», el escéptico, frente al hombre, intenta arreba¬ Había una vez un joven lleno de dotes, como Alcibía-
társelo todo. Ics. Pero se extravió en el mundo; en medio de sus des-
88 SÚREN KIERKEGAARD 89
DIARIO ÍNTIMO

venturas se lanzó en busca de un Sócrates, al que en les, y el adulto, en cambio, no acierta a comprender las
vano buscó entre sus contemporáneos. Entonces rogó a
más simples.
los dioses que lo transformaran en Sócrates. Y helo aquí,
orgulloso siempre de ser un Alcibíades, sufriendo confu¬ Solamente es posible dar al principio de identidad un
sión y humillaciones infinitas por las gracias que los dio¬ de anulación del principio de contradicción,
ses le otorgaron, hasta el extremo de que, cuando por fin
Minificado
eomo hizo Pitágoras, pues para él el Uno no era un nú¬
obtuvo algo de que enorgullecerse, acabó por sentirse el mero; el Uno precede a la separación y sólo con la sepa-
más mísero de todos. i m ión comienza el número. La unidad precede a la con-

Iindicción y únicamente con la contradicción comienza


Si otra cosa no he demostrado al escribir O lo uno o lo In existencia.
otro, mi ejemplo muestra por lo menos que entre noso¬
tros es posible escribir un libro y trabajar sin los emplas¬ ¡Tremenda situación la de una conciencia que ha debi¬
tos calientes de la simpatía ni los estímulos de la expec¬ do soportar desde su infancia tal compresión que toda la
tativa; trabajar aun contra corriente, aplicarse sin elasticidad del alma, toda la energía de la libertad no
ostentación, concentrarse en el silencio mientras el últi¬ alcanzarán jamás a suprimirla! Naturalmente que los
mo de los estudiantes se permite el calificativo de holga¬ alunes de la vida pueden oprimir luego la conciencia,
zán para referirse a uno. Aunque mi libro careciera de pero cuando se presentan a una edad más avanzada les
sentido, su génesis es el epigrama más incisivo que yo lidia tiempo para revestirse de esa forma casi congénita;
haya escrito sobre estos caducos filósofos. Mr convierten en un simple momento histórico, pero no
ni algo que domina la conciencia misma. En cambio,
Dicen que la experiencia vuelve sabio al hombre. mando uno desde su más temprana edad se ha visto
¡Error garrafal! Si no existiera algo más allá, nos enlo¬ comprimido de esa manera, es como el niño arran-
quecería lentamente. » .«lo del seno materno por medio de instrumentos, que
i uiiservará siempre el recuerdo de los dolores de la ma¬

La conciencia se presupone a sí misma, y es ocioso dre. No es posible liberarse de un peso semejante,


investigar su origen; una pregunta harto capciosa como pero tampoco es preciso desesperar; uno puede sopor-
la que se hacían los antiguos: «¿Existió primero el árbol hii lo humildemente. Constituye, sin duda, una de las
o la semilla? Sin la semilla, ¿de dónde habría brotado el turcas más difíciles porque resulta penoso incluirla en la
primer árbol? Sin el árbol, ¿de dónde surgió la primera categoría de culpa. En un tiempo, por temor a la so-
semilla?» berbia a causa de mis sufrimientos, me aplacaba con
el axioma de que en el fondo todos los hombres sufren
Cuando uno incuba una idea, es preciso ocultarla de pm igual. Pero así caía en una especie de estoicismo
i|iu\ en virtud de su abstracción, elimina la idea más
toda mirada profana, de toda injerencia extraña. El pá¬
jaro no sigue incubando si alguien toca su nido. nmcreta de una Providencia. En su resumen, Pontop-
pldan dice que sólo algunos hombres son probados por
inalio de sufrimientos excepcionales, pero que esto
El desarrollo de la vida es una extraña regresión. El les será de provecho algún día. Una solución mucho
niño se rompe la cabeza por comprender las cosas difíci- más hermosa.
90 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 91

uvudado un genio benigno a fin de que así guarde el se¬


creto?
BOCETO Un sot trouve toujours un plus sot qui l’admire (Boi-
Icau).2
Un hombre, en su primera juventud, en un momento I.a moral es el punto en el que flaquean los escépticos.
de exaltación, se deja arrastrar hacia una mujer públi¬ Desde Descartes, todos están de acuerdo en admitir que
ca. Luego lo olvida. Piensa en casarse. Entonces des¬ i liando practicaban la duda no podían expresar nada
pierta su angustia. La idea de que tal vez sea padre, de definido en el campo del conocimiento; pero, en cambio,
que exista en algún lugar del mundo una criatura que podían actuar, porque en este campo uno puede conten¬
le deba la vida lo tortura de día y de noche. No puede ía!'se con lo probable. ¡Enorme contradicción! ¡Cómo si
confiarse a nadie y tampoco él posee la absoluta certe¬ lio fuera mucho más terrible realizar algo de lo cual se
za de que así sea. Es preciso que la cosa haya sucedido duda (pues en este caso uno asume una responsabilidad)
con una mujer pública, y en la loca despreocupación •pie dar una definición! ¿Será acaso porque la ética en-
de la juventud; si se hubiera tratado de un gran amor » lia ra en sí misma la certeza? ¿Existe entonces un punto
o de una verdadera seducción, no es posible suponer tjue la duda no puede alcanzar?
que lo ignorara ahora; pero esa ignorancia constituye ( l isto oculta algo a sus discípulos, porque ellos no

precisamente la causa de su agitación atormentadora. Imbrían podido soportarlo (Jn. 16, 12). Pacto de amor
Por otra parte, la duda, debido a la liviandad del amo¬ por Su parte; pero ¿es esto moral? He aquí una de las
río, sólo se ejerce en el momento en que él se enamora iludas más difíciles en el campo de la ética. Si callo, evi-
de veras.1 inn i3tra persona un dolor; pero ¿me está permitido ha-
i crio? ¿No constituye una injerencia en su existencia
humana?
BOCETO I .la es la paradoja de mi vida: con respecto a Dios,
•lempre estoy en el error; pero ¿es un delito hacia los
Un hombre que ha vivido largo tiempo ocultando un se¬ hombres?
creto, enloquece. Uno supone entonces que su secreto ha
de ser revelado. ¡Nada de eso! A pesar de su locura, su Kl asunto de mi amor es de una naturaleza particu-
alma guarda celosamente la simulación y sus familiares h* i ( íeneralmente los diplomados en teología siguen la
se persuaden mejor aún de que la mentira con la que los Mi lica de comenzar como maestros, luego actúan un
ha engañado es la verdad. Sana de su locura, se le infor¬ finco como padres espirituales con sus predilectos, y
ma de todo y comprende que no ha revelado nada. ¿En¬ ■ < wban por transformarse en enamorados y en maridos.

cuentra entonces en ello un motivo de alegría? ¿Habría Vi», en cambio, comencé como enamorado y he acabado
deseado, acaso, desembarazarse de su secreto durante su Win no padre espiritual. De todos modos, mi procedi¬
locura? Parecería que el destino lo obligara a mantener miento es mejor; no he envilecido las cosas santas al
el secreto. ¿Habrá sido una circunstancia feliz, lo habrá iH'vii io de mi amor; en mi intento de doblegar a los de-

1 . Este texto parece tener un sentido autobiográfico. Kierkegaard, Un necio encuentra siempre a otro más necio que lo admira.
en Etapas en el camino de la vida, insiste en el mismo tema. (N. de la t.) de la t.)
92 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 93

más ante la religión, comienzo por doblegarme a mí Impuesto a arrastrar a la gente por la nariz. Eso no sirve
mismo. n mi caso. Prefiero mandarlo todo a paseo. Escribo
unió me place y como se me antoja; ¡aquí mando yo!
La vida del hombre que mejor logra olvidar está mál (•i ocedan los otros como mejor les parezca; lo mismo da
sujeta a metamorfosis que las otras; la del que logra re* Jejen de comprar libros o de leerlos o de hacer la
cordar adquiere un carácter mucho más divino. Mica.

Después de mi muerte no se encontrará entre mis pa¬ ¡Con qué singular severidad he sido educado, en cierta
peles (éste es mi consuelo), una sola explicación de Iq Hu ma! De vez en cuando caigo en una tenebrosa cárcel
que en realidad ha colmado mi vida. No se hallará entre ili Hide me revuelvo agobiado por tormentos y dolores,
los repliegues de mi alma el texto que todo lo explica y «lu entrever ninguna salida. De improviso surge en mi
que a menudo convierte en acontecimientos de enormgj ■ililia un pensamiento tan vivido como nunca lo con¬
importancia lo que para el mundo son simples bagatelal sidera, aunque no me resulte absolutamente desco-
y que yo mismo considero fútiles si les quito la nota so«j imeldo; hasta entonces le había entregado mi mano iz¬
creta que es su clave. quierda y ahora le entrego la derecha. Cuando dicho
a* liNuiniento arraiga en mí, me siento acunado entre sus

Mi misión parece consistir en ir exponiendo la veril In tizos y yo, encogido como un saltamontes, crezco otra
dad a medida que la descubro, pero de tal manera que al ** / .ano, vigoroso, contento. Mi sangre vuelve a circular
mismo tiempo vaya yo destruyendo mi posible autor l*| • «tilda y me siento flexible como un recién nacido. Lue¬
dad. Cuando me he despojado de toda autoridad y con»! go empeño mi palabra, pues es preciso que me compro-
vertido ante los ojos de los hombres en la última person*! Mi. la a seguir este pensamiento hasta desarrollarlo por

en quien sea posible confiar, anuncio la verdad y los coJ » ulero; empeño mi vida y me veo así uncido al carro.

loco en una situación contradictoria de donde nadie po«| tin puedo detenerme y mis fuerzas resisten. Pero
drá arrancarlos si ellos mismos no se deciden a asimila* lu me aquí llegado al final y debo recomenzar desde el
la verdad por su propia cuenta. Sólo logra una personaJ I |ti lucipio.
lidad aquel que se apropia de la verdad, sea quien fuero
su pregonero: el asno de Balaam (Núm. 22, 22), un alegre* |)e sobra sé que en este momento soy el más fuerte en
bromista, un apóstol o un ángel. Inteligencia entre todos los jóvenes, pero sé también que
Mitt fuerza puede serme arrebatada mañana mismo, aun
El oficio de escritor se ha convertido en el más adoceJI nii •. de concluir este período. Otro hombre, si descu-
nado de todos. En general, con él sólo se persigue poncrJI i . i en sí una inteligencia superior, creería estar a sal-
i.

se en evidencia como un aprendiz de jardinero en un! M pura toda su vida. Yo no pienso así: no puedo basar¬
anuncio ilustrado del Diario de Avisos Económicos, somJI le eu lo perecedero.
brero en mano, todo reverencias y zalemas, ofreciéndosoj
a base de buenas referencias. ¡Qué tontería! Quien escrlJI I I primer día de Pascuas, en los oficios de la tarde de
be ha de comprender el tema propuesto mejor que sinl i Iglesia de Nuestra Señora (durante el sermón de

futuros lectores. O si no, que no escriba. Ivusler), «ella» me hizo un signo con la cabeza, no sé si
O de lo contrario trate de convertirse en un picapleitos! i. MI plica o de perdón, en todo caso con mucho entusias-
94 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 95

mo. Me descubrió a pesar de que yo estaba en un lugar I En Straslsund creí enloquecer al escuchar a una joven
apartado. ¡Quisiera el cielo que no lo hubiera hecho! Uní que tocaba al piano el último vals de Weber, el mismo
año y medio de sufrimientos y de enormes esfuerzos des- 1 que me acogió cuando llegué a Berlín la vez anterior,
perdiciados: ¡ella no me considera un impostor, pues! I ejecutado entonces por un arpista ciego.
¿Por cuáles pruebas no ha de pasar, entonces? La proxiÿl Todo parece concertarse para evocar el recuerdo. Mi
1
ma etapa le ofrecerá la figura de un hipócrita. La sitúa-
ción se hará cada vez más terrible a medida que pase el|
lurmacéutico, un solterón recalcitrante, se ha casado.
Me dio un sinfín de explicaciones al respecto: «Sólo vivi¬
tiempo. ¡Que un hombre de una vida interior y una reli- II mos una vez... Necesitamos, sin embargo, tener a al¬
giosidad como las mías haya podido proceder de ese guien con quien sea posible entendernos.» ¡Cuánta sabi¬
modo! Sin embargo, no puedo continuar viviendo tan! duría encierran estas reflexiones, sobre todo si se las
sólo para ella, exponiéndome al desprecio de los hom-|| expone sin pretensión alguna!
bres y a la pérdida de mi honor: ¿qué otra cosa he he-|| Mi cuarto en el Hotel Saxen da sobre el río, cerca de
cho? Llevar la locura hasta el extremo de convertirme en , un atracadero de barcas. ¡Dios santo! Todo esto me re¬
un bribón sólo para que ella lo creyera. ¿Con qué fin? I cuerda tanto el pasado... Detrás hay una iglesia, y el ta¬
¡Pensaría que antes no lo era! ñido de las campanas que dan la hora me penetra las
Hoy, lunes, me encuentro con ella entre las 9 y las 10 1 entrañas.
de la mañana. No he dado el menor paso para provocaifl 17 de mayo
este encuentro. Conoce las calles por donde suelo pasar, I
yo sé por cuál... (una hoja arrancada); todo lo dispuse al Si hubiera tenido fe no me habría separado de Regina:
fin de que no sospeche que la culpa es suya en parte,! «hora lo comprendo. Demos gracias a Dios. Estaba a
a fin de cuentas. Una joven debería mostrarse reserva- 1 punto de perder el juicio, en estos últimos tiempos. Hu¬
da y humilde; en cambio, su actitud era petulante y | manamente hablando, me he portado con ella de modo
hube de enseñarle la humildad humillándome. Pero en- 1 iti/onable. Tal vez no debí haberme comprometido ja¬
tonces interpretó vanamente mi tristeza y creyó que me ] más; pero a partir de este momento he actuado frente a
mostraba humilde debido a su condición de criatura ella con perfecta honestidad. Desde un punto de vista
incomparable. Así me provocó a la lucha. ¡Dios la rsiI ético y caballeresco la he amado mucho más de lo que
perdone! Despertó mi orgullo, ésa es mi culpa. La con-1 rila me ha amado; de lo contrario no se hubiera mostra¬
fundí y bien lo merecía; mi intención fue sincera, aun- 1 do petulante conmigo, ni me habría angustiado con sus
que no puedo decir otro tanto de lo que sucedió luego.l chillidos. De esta forma he comenzado ahora a escribir
Mi tristeza se avivó entonces; a medida que trataba de \ un relato titulado «¿Culpable o no culpable?»3 que, na-
atraerme con mayor vehemencia, sentía que mi respon- 1 lui almente, ha de contener cosas capaces de maravillar
sabilidad nunca había sido más grave por el hecho de I id mundo, pues en un año y medio he vivido en mi inte¬
que existiera ese combate. Y entonces el vínculo quedó I rior tanta poesía como pueda caber en todas las novelas
roto. que se hayan escrito. Pero no puedo ni quiero que nues-
Berlín, 10 de mayo de 1843 Iru historia se esfume en poesía; su realidad es muy dife-
icnte. A fin de cuentas, no se ha convertido en una prin-
Al día siguiente de mi llegada me sentí muy mal; estu¬
ve a punto de perder el sentido. Incluido en Etapas en el camino de la vida. (N. de la' t.)
r
DIARIO ÍNTIMO 97 1'
96 SÓREN KIERKEGAARD

cesa de la escena,* y, si ello fuera posible, quizá se con- 1 It ¡inonios ocultan asuntillos enojosos! No quise; porque
vierta algún día en mi mujer. ¡Dios mío! Ése era mi úni- 1 usí se hubiera transformado en mi concubina y entonces
co deseo y, sin embargo, he debido renunciar a él. En j luibría preferido matarla. Pero, si hubiera sido necesaria
esto, hablando humanamente, me ha asistido toda la ra- I una explicación, habría debido ponerla al corriente de
zón; me he portado con ella como un perfecto caballero i rosas terribles como mis relaciones con mi padre, su me¬
y le he evitado la sospecha de mi dolor. Si uno mira las| lancolía, la eterna noche que lo envolvía, mi extravío,
cosas simplemente del lado exterior, he actuado con no- I mis deseos y mis excesos..., que tal vez no son una ofensa
bleza; puedo preciarme de haber llevado a cabo algo que fl yi ave ante los ojos de Dios porque ha sido la angustia la

muy pocos hubieran realizado en mi lugar; puesto que, I • .iusa de mis descarríos; ¿dónde podía buscar un apoyo
si no hubiera pensado tanto en su bien, habría podido I NI sabía y sospechaba que el único hombre a quien había
hacerla mía, accediendo a sus propias súplicas (no debió I mlmirado por su fuerza y su firmeza, vacilaba?
hacerlo; fue mala táctica) y cuando su padre me rogaba; I j l a fe espera también en esta vida, pero —uno lo nota
le habría dado un placer al mismo tiempo que cumplía I muy bien— en virtud del absurdo y no de la razón hu¬
con mi deseo. Y si más tarde se cansaba le habría podido I mana; de otra manera es simplemente cordura de vivir,
echar en cara que fue ella quien lo quiso. No lo hice, Dios II V no fe.
es testigo de que ése era mi único deseo: Dios es testigo II
de cuánto he debido vigilarme para que ningún olvido II Trataré de deshacerme de las ideas sombrías y de las
unturas pasiones que aún subsistan en mí, por medio de
borrara su recuerdo; creo que desde entonces no he ha- I
blado con ninguna muchacha. Aunque esperaba que II un artículo que se titulará «Consideraciones de un lepro¬
so sobre sí mismo».4
cualquier tuno enamorado viera en mí a un hombre a I
medias, a un canalla, he servido a mi época, pues en ver- fl Habrá una escena entre dos leprosos: uno, simpático,
r esconde de los hombres para no inquietarlos; el otro,
dad era ciertamente... (hoja arrancada).
...eso habría sucedido, sin lugar a dudas. Pero un ma- I deseoso de venganza, trata de inspirar angustias. Uno de
trimonio no es lo mismo que una subasta pública, donde I ellos tiene hermanos y sólo después descubre que su
todo se vende, tal cual, bajo el martillo del rematador; ■ HUerte es común; toda la familia está atacada de lepra.
un poco de probidad se impone durante el tiempo que i lie pensado en volver a ocuparme de Inés y el Tritón5
precede. Con respecto a eso, mi lealtad es evidente. Si no I desde un punto de vista hasta ahora desconocido para
la hubiera honrado más que a mí mismo, como a mi fu-1 los poetas. El Tritón es un seductor, pero al conquistar el
«mor de Inés se siente tan conmovido que quiere perte¬
tura esposa, si no me hubiera sentido más celoso de su I
honor que del mío, habría callado y, dando cumplimien- I nece ríe por entero. No puede hacerlo, pues debería ini-
i IíII la en el misterio de su existencia y decirle que a una
to a mis deseos, me habría casado con ella: ¡tantos ma- I
hora determinada se convierte en monstruo; por lo tan¬
to, sus nupcias no pueden ser bendecidas por la Iglesia.
* ¿Quién hubiera sospechado que una joven como ella pudiese tener
semejantes ideas? Hay en ello bastante aturdimiento y nada más que
Id pobrecillo se desespera y se arroja al mar para no
vanidad, como luego me ha dado pruebas; porque si hubiera tenido
tino, mi manera de romper el noviazgo debió resultarle absolutamente •I 1 ncluido en « ¿Culpable o no culpable?» de Etapas en el camino de
definitiva. Mi método trataba exactamente de darle ese impulso. Pero lu vida. (N. de la t.)
¡así era mi niña!; al principio altanera, llena de presunción y de arro¬ V En efecto, Kierkegaard trata el tema de Inés y el Tritón en Temor
gancia; luego... ¡abatida por completo! I • t remeeimiento. (N. de la t.)
98 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 99

volver a surgir. Da a suponer a Inés que la ha engañado, bendición nupcial, por lo tanto nada puedo ocultarle.
¡Esto sí que es poesía, y no esos chismes ridículos y Además, hay ciertas cosas que nunca podré manifestar,
mezquinos que son pura farsa y necedad! t|iie jamás podré decirle: la intervención divina en el
Un nudo de esta clase sólo puede deshacerse con la matrimonio ha sido mi ruina. Si no me caso con ella,
ayuda de la religión («religión» significa que deshace estoy dispuesto a reanudar las relaciones mañana mis¬
todo hechizo). Si el Tritón pudiera creer, tal vez su le ino. Me lo ha suplicado y eso basta. Puede confiar en mí
podría transformarlo en hombre. • I» una manera absoluta, pero sería una existencia des¬
Es preciso tener fe en Dios en las cosas pequeñas; de lo dichada. Me hallo al borde de un volcán y es necesario
contrario nuestras relaciones con Él no son verdaderas. que ella se reúna conmigo para bailar juntos mientras
Si decimos de alguien: «Sé que es mi amigo y que su¬ dure. Por lo mismo, demuestro más humildad cuan¬
ceda lo que suceda seguirá siendo mi amigo», y luego do callo. Demasiado bien sé la humillación que repre-
ocurre que por cualquier futilidad nuestros puntos de Ncnta.8
vista se oponen diametralmente, no obstante lo cual aún Me aquí un buen personaje para una comedia: un
lo consideramos como a un amigo, ¿no representaría es¬ hombre dotado de un profundo sentido del humor se
to una flaqueza? ¿No existiría, en el fondo, una forma de lince modista y utiliza dinero e influencias para ridiculi-
exaltación? Pues igualmente es necesario que Dios parti¬ /ur a las mujeres, en tanto que con ellas adopta maneras
cipe de la realidad práctica del mundo, de la cual, por insinuantes y las colma de halagos y de elogios; no por¬
cierto, no está ausente. Pablo, a bordo de la nave a punto tille aspire a sus favores (es demasiado intelectual para
de naufragar, no rogaba tan sólo por su salvación eterna, rilo), sino con el fin de hacerlas vestir de modo más ri¬
sino también por su salvación corporal. Tal vez debió diculo posible; así satisface su desprecio por la mujer,
resignarse y decir: «Todo ha acabado para mí... Quiero «obre todo cuando una de las damitas conoce a un hom¬
pensar únicamente en salvar mi alma.» Sin embargo, bre tan necio como ella. Para castigarlo, uno podría deri¬
¡Pablo era un apóstol del Señor! var la trama hasta tal punto que las gentes tomaran
N. B. Periissem nisi periissem.6 tomo muestras de buen gusto las modas maliciosamente
lanzadas, de modo que fuera él el único que se divirtiera,
escribir una réplica del Diario de un seduc¬
Quisiera muy legítimamente, por otra parte; pero entonces se
tor.7 Se trataría de una figura femenina: Diario de una »'i minora de una jovencita. Quiere hacer una excepción
hetaira. Valdría la pena bosquejar una figura semejante. ron ella, pues no puede tolerar que lleve los ridículos
La continuación del Diario de un seductor debería ser vestidos que ha creado para prostituir al sexo. Con todo,
de género picaresco; por ejemplo, sus relaciones con una tío logra convencerla y se ve obligado a soportar que su
mujer casada. niñada vista como las demás.
(Dos hojas arrancadas) ...ella: ¡si supiese todo lo que he Convence a las mujeres de que con sus atavíos mani-
sufrido durante este último año! Ella jamás hubiese des¬ lli sten los matices políticos que separan a sus maridos;
cubierto ningún indicio. Pero, de improviso, mi punto de In idea conquista el favor de los hombres y la prostitu-
vista se modifica. Debo pronunciar un juramento en la i lón se generaliza.

6. «Me habría muerto si no hubiese estado muerto.» H Los textos sobre el modista contenidos en los párrafos siguientes
7. Publicado en la primera parte de O lo uno o lo otro. (N. de la t.) 1' ni sido tomados de la traducción francesa de Ferlov-Gateau. (N. de la t.)
100 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 101

manera! ¡En materia de diferencias, me parece, sin em¬


Por ejemplo, inventa un nuevo vestido para la iglesia, bargo, que bien puedo hacerle frente!
con el fin de prostituir, incluso allí, a sus clientes.
La tragedia de mi infancia, la horrenda clave de
vida todo es cuestión religiosidad que temerosas sospechas destilaban en mi
Réplica de mi personaje: «En la
amor, los miriñaques y los ani¬ Interior y que mi imaginación forjaba en mi alma, es-
de modas: la religión, el
diferencio de carídalizándome de la religión, podría tal vez plasmar¬
llos que los salvajes llevan en la nariz. Me
he percibido y por la las en una novela que se titulara La familia enigmática.
los demás simplemente porque lo
presto a esa diosa sublime, has¬ Comenzaría simplemente por un idilio patriarcal, y así
ayuda incondicional que
animal, el más cómico de to¬ nadie sospecharía, hasta el momento en que, en medio
ta estallar de risa ante ese
que se acerca la baronesa del espanto general, estallara de pronto esta palabra que
dos, que es el hombre; he aquí
lo explica todo.
de ¿Me-has-visto?, sin duda para comprar una nueva li¬
brea de demente.» Un maniático ocupaba sus paseos en observar atenía¬
mente a los niños, porque suponía haber dejado encinta
Mis notas relativas a mis relaciones con Regina invier¬ n una muchacha cuya suerte ignoraba; y en ese momen¬
ten extrañamente la sucesión cronológica de los hechos, to le dominaba la preocupación de encontrar al niño, si
puesto que lo acaecido en primer lugar resulta siempre litera posible. Nadie podía explicarse la simpatía indes-
anotado en último término, precisamente porque no era ■
i Iptible con que
miraba a las criaturas.
de temer que lo olvidase, dada la profunda impresión
causada en mí. Así pues, no he anotado aún uno de los L.l método de comenzar por la duda para fundar la
puntos decisivos, cuando ella me repetía que, si yo hu¬ lllosofía parece tan adecuado para sus fines como pre-
biese podido persuadirla de que era un impostor, lo ha- I» líder que los soldados se cuadren cuando se les obliga a
bría soportado todo. Por otra parte, ahora que lo pienso, tin linarse.
esas palabras no eran más que una manifestación de su
orgullo; ¡como si poseyera tal firmeza moral! No debí
prestarles tanto
profunda. Confié
crédito.
en ella,
La
creí
vida,
en la
sin embargo,
grandeza de
es más
carácter
• i IM.ICA

que a ella le complacía demostrarme; debo, pues, actuar Un hombre de carácter humorista se encuentra con una
en consecuencia; y al final será ella quien lleve la peor (oven que, poco tiempo antes, le había asegurado que
parte. ¡Uno puede ver cuán desdichado es para una mu- MH H iría si la abandonaba; la halla hermosa y compro-
chacha carecer de educación religiosa! ¡Cuando pienso nuMlda en matrimonio con otro. Con una reverencia le
que fue necesario cierto tiempo antes de que la imprc* -lii « ¿ Puedo agradecerle a usted el beneficio que me ha
sionaran mis lecturas semanales de las prédicas de lucilo? Permítame, en este caso, que le demuestre mi
Mynster! ¡Es extraño que una joven pueda sentirse tan pi itlilud.» (Saca de su cartera una cierta cantidad de di¬
importante que sólo por haberme hecho el honor de su ne lo y se lo ofrece. Muda de desdén, ella no hace ademán
cariño, o, mejor aún, por haberse comprometido en *li marcharse y trata de dominarlo con la mirada.) En-
matrimonio conmigo, suponga que me inquietará de es* Imii es él prosigue así: «¡Nada de agradecimientos! Es


?
102 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 103

una minucia para su ajuar de novia; y el día de la boda, '1 «Ente»;9 pues si permanezco en el pecado conside-
i

cuando haya logrado sus buenos propósitos, me compro i ai lo como condición general estoy simplemente en la

meto por lo más sagrado, por el amor de Dios y por su ; 1 1


i 'dición n.° 2.
salvación eterna, a mandarle otro tanto.» I si o puede compararse con las categorías de Aristó-
En lugar de la intriga bosquejada para La repetición,
podría imaginar otra. Un joven dotado de imaginación y
J I* s

de mucho talento, aunque mal empleado hasta entonces, expresión ética de la vida consiste en transformar
1 1 .i

se enamora de una muchacha honesta; servirse de una l miento en vocación! El problema es aquí mucho más
coqueta experta en tales lides no ofrecería gran interés (lli il, pues se trata de saber hasta qué punto puede un
*
psicológico, salvo desde otro punto de vista. Dicha jo- [ Individuo hacer abstracción del problema religioso en
ven, a pesar de ser pura e inocente, posee una gran ca¬ o elección. Mi vida es un ejemplo de ello. Si hubiera
pacidad imaginativa, sobre todo en materia amorosa. < ruido mi vocación y elegido la carrera para la cual

Al paso que él se atiene a sus muy simples ideas, ella i* iu,i un notable talento, la policial, habría sido mucho

las desarrolla. Y precisamente cuando él le proporcio¬ • m feliz, aunque ahora sea mejor que todo haya sucedi-
na verdaderas satisfacciones comprende que no puede i » <lc esta otra manera. Mi sagacidad se habría exterio-
permanecer a su lado. Su capricho aventurero por la ' xlo. La religión se habría convertido en interioridad,
i
variedad se ha despertado y lo fuerza a apartarse de V M > no la hubiera escrutado profundamente aunque vol-
ella. Ha sido la muchacha quien lo ha convertido en v le i ¡i a ella con frecuencia; al engolfarme en el problema
un seductor, pero limitado por la imposibilidad de se- I i "lidioso como verdadera misión propia, he vuelto a mi

ducirla. Sería interesante que más tarde, cuando él I Mquicidad contra mí mismo. Si la llamada «realidad»
alcanzara el pleno dominio de sus fuerzas, enriquecido lucia el fin supremo, debí haber hecho una elección dife-
por la experiencia, tratara de seducirla porque «le debía i filie. ¡He aquí una nueva dificultad!

mucho».
< uando uno escribe acerca de los acontecimientos de
¿No es acaso un defecto de la personalidad entregarse mi propia vida, es norma de delicadeza no decir nunca la
a otro ser hasta el extremo de no conservar el propio yo? i dad, sino reservarla para sí y permitir sólo que se re-
■ ■'

Una personalidad auténtica y madura permanece fiel a M*f|i' desde diversos ángulos.
sí misma como la paloma viajera a su palomar. Vended
la cuantas veces queráis: siempre regresará. I . verdad lo que dicen los filósofos: «La vida sólo se
imu prende hacia atrás.» Pero es necesario recordar el
El concepto de «repetición» se generaliza: 1) Cuando ■no principio: «Se vive hacia adelante.» Cuanto más
debo actuar mi acción ha preexistido en mi conciencia uno desmenuza esta fórmula, tanto mejor concluye que
en forma de representación o de idea; de lo contrario
actúo sin pensar, lo cual no es actuar. 2) Desde el mo¬ Kierkegaard emplea la palabra Enkelte, que el traductor italiano
'>

mento que debo actuar me presupongo en un estado ori¬ • Mitinee por il Singólo y los traductores franceses por Visóle. Con ella se
'* line al individuo, a la persona aislada de la masa y «frente a Dios».
ginal íntegro. Y llegamos al problema del pecado; otra t*«i i K ierkegaard representa la razón de la existencia humana, el fin de
repetición, puesto que es preciso retornar a mí mismo. 1« • ilea, del que ningún hombre se ve excluido. Es la base de su ataque
3) Por fin la verdadera paradoja, por la cual me convierto - ‘'lilla el hegelianismo y la filosofía materialista. (N. de la t.)
104 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 105

es imposible comprender del todo la vida en su tempora¬ laa su padre. Como no puede verse satisfecha, cae enfer¬
lidad, porque ninguno de sus momentos proporciona, en ma y muere. « ¡Cuando haya muerto, será demasiado tar¬
efecto, esa calma indispensable para adoptar la actitud de!» ¡Probablemente nuestra época cree que pone a Dios
de «mirar hacia atrás». en una situación embarazosa!
h!

Hasta que nuestra época no haya padecido sacudidas i Es preciso que algún día utilice a Abelardo. Pero ha¬
mucho más profundas, no habrá nada que hacer. La épo¬ brá que modernizarlo completamente. Sus conflictos es¬
ca contemporánea puede dividirse en dos categorías: los pirituales no serán entre la autoridad del Papa y de la
que escriben representan la desesperación, y los que leen Iglesia y su propio saber, sino entre su simpatía, que se
desaprueban, por supuesto, a los primeros, jactándose I inclina hacia el orden establecido, y Eloísa.
de poseer una sabiduría mayor; pero si shpieran escribir
cometerían las mismas tonterías que aquéllos. En el fon- ' Pues el tiempo es quizá el más peligroso de los adver¬
do, todos han alcanzado igual grado de desesperación, sarios; como los partos, hiere cuando huye; acaso no
pero si no les brinda la oportunidad de volverse impor¬ son los peores ataques los que nos sorprenden por la es¬
tantes no vale la pena ni desesperar ni demostrarlo. '
palda?
¿Puede decirse acaso que hayan superado la duda, que la
hayan vencido? Un último análisis podría dar como ¿Qué es la felicidad? Un espectro que perdura después
lema de nuestra época el que encontré en la Teología teu¬ de haber existido. ¿Y la esperanza? Un inoportuno en-
tona" (tal vez las palabras alemanas no hayan tenido
0
I cometido del que no podemos zafarnos; un hábil impos¬
para el autor el mismo sentido, tal vez no haya sospecha¬ tor más permanente que la honestidad; un amigo pen¬
do esa desesperación extrema): «Cuando hemos dejado denciero que no quiere perder sus derechos aunque
de ser ricos de espíritu, olvidamos a Dios y nos gloria¬ César haya perdido los suyos. ¿Y el recuerdo? Un incó¬
mos de nuestra perdición» (c. 10, p. 41). Nuestra época, modo lenitivo, un traidor que nos hiere por la espalda,
por decirlo así, quiere mostrar a los ojos de Dios una ¡una sombra imposible de vender aunque salga un com¬
vanagloria semejante. Y de este modo la desesperación prador! ¿Qué es la bienaventuranza? Un augurio que
actual prueba que no es posible prescindir de Dios, pues¬ uno deja para quien lo recoja. ¿Y la fe? Una cuerda de la
to que el estímulo de tal desesperación es justamente el cual permanecemos suspendidos a menos que nos sirva¬
pensamiento de Su existencia. mos de ella para ahorcarnos. ¿Qué es la verdad? Un se¬
creto que los hombres se llevan a la tumba. ¿Y la amis¬
Cuando una muchacha no consigue obtener de su tad? Un tormento más. ¿Y la espera? Una flecha
amado el fin que se ha propuesto, finge que está enamo¬ disparada sujeta al arco. ¿Y la realización? Una fle¬
rada de otro y prueba así que la llama de su amor es cha que sobrepasa el blanco.
debida al primer novio; de este modo también la tempo¬
ralidad pretende darse importancia a los ojos de Dios.
Lo trata como Emelina (en el Primer amor de Scribe) tra-

10. Die deutsche Theologie, reedición de la Teología de Lutero, con


notas del pastor Fr. C. Kruger (Lemgo, 1882). ( N . del t. i.)
DIARIO ÍNTIMO 107

padres cristianos serían cristianos desde el momento de


si i nacimiento. Pero no, la conciencia del pecado es y será
siempre la conditio sine qua non del cristianismo; si uno
pudiera verse exento de ella ya no podría convertirse en
cristiano. La prueba de que es la más elevada de las reli¬
MARZO - DICIEMBRE DE 1844 giones la tenemos en el hecho de que ninguna otra ha
expresado con igual profundidad y elevación el significa¬
do que para el hombre tiene el saberse sujeto al pecado.
'T’RES son simplemente las posiciones entre la fe y la Sí, precisamente esta conciencia falta en el paganismo.
JL ciencia:
1) San Pablo: «Sé a quién me he confiado» (2 Tim. 1, 12). Platón ya admite (cosa que debe desconcertar a los
2) Credo ut intelligam. 1 (pie, como Feuerbach,3 tanto se afanan en hacer resaltar
3) La fe y lo inmediato. III importancia de la diferenciación sexual, cuando me-
En las tres el saber sucede a la fe. |or sería que sobre este asunto se refirieran al paganis¬
mo) que, en el fondo, el estado de perfección humano es
Nací en 1813, en aquel año de desastres financieros en d de la indiferenciación sexual. Piensa él que al princi¬
que entraron en circulación tantos billetes de banco. Mi pio sólo existió el sexo masculino (sin sexo femenino,
existencia podría compararse con uno de ellos. Hay en evidentemente una sexualidad indiferenciada) y que el
mí indicios de cierta grandeza, pero debido a desdicha¬ nexo femenino apareció como consecuencia de la depra¬
das coyunturas tengo escaso valor. Un billete similar ha vación y degeneración. Supone que los hombres perver¬
sido, a veces, la causa de la desventura de una familia. tí is y disolutos fueron transformados en mujeres después

de su muerte, conservando, a pesar de ello, la esperanza


El cumplimiento de los deberes maternales se nos de reintegrarse al sexo masculino. Piensa que en una
brinda bajo su luz más favorable cuando se halla en con¬ i Ida perfecta ocurrirá lo mismo que en el origen y sólo

flicto con las formas de rigor. Hace poco vi a una gran existirá el sexo masculino; por consiguiente, habrá un
dama con su hijo en brazos; probablemente el niño se .ido sexo, el indiferenciado. Así dice Platón, a pesar de
había fatigado o no quería seguir andando; sea como t|lic su teoría del Estado representa la culminación de su
fuere, se trataba de algo imprevisto, pues de lo contrario filosofía. ¿Qué debería decirse entonces de los cristianos
la madre habría llevado consigo a una criada. Iba por i de sus ideas acerca de una vida futura?
Oestergade2 de esta forma, sin demostrar ni enojo ni
confusión ni fastidio, contemplando feliz a su pequeño. También Aristóteles sostiene que los animales, como
¡Hermoso espectáculo! hi mujeres, son formas mal logradas e incompletas.

Si el cristianismo pudiera naturalizarse no sería nece¬ Se diría que el lenguaje ha sido dado a los hombres, no
sario el bautismo de los niños, puesto que por nacer de ¡Hila ocultar sus pensamientos (según afirma Talleyrand

1 . «Creo para entender.» 1 Das Wesen des Christentums , Leipzig, 1841. Kierkegaard había
2. Calle principal del viejo Copenhague. (N. de la t.) • unprado el libro el 20 de marzo de 1844. (N. de los t. f.)
108 SO REN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 109

4
y según afirmó ya Young en las Noches), sino para ocul¬ bre muchacho, estás incubando una desesperación silen¬
tar la falta de pensamientos. ciosa!» No le hizo preguntas. ¿Cómo podía interrogarlo
si también él era víctima de una desesperación semejan¬
La tarea no consiste, como cree la humana estupidez, te? Jamás cambiaron otra palabra acerca de este asunto.
en justificar el cristianismo ante los hombres, sino en I’ero tanto uno como otro se convirtieron en los seres
justificarse a sí mismo ante el cristianismo. más melancólicos que la memoria humana recuerde en¬
tre las criaturas de esta tierra.5
Otro motivo de risa (un buen tema para el ironista)
sería decir, por ejemplo, que un rey ha «introducido» el Éste es el origen de la expresión «desesperación silen¬
cristianismo en su reino, como si se tratara de la más ciosa»; hasta entonces ninguno de ellos la había emplea¬
preciada raza ovina. Por desgracia, el cristianismo es lo do, y generalmente se le da otra acepción. Cuando el hijo
único que no permite ser introducido. pronunciaba a solas esas palabras se echaba a llorar, ya
por la inexplicable emoción que lo dominaba o por el
El principio de Descartes «Pienso, luego existo» es, a recuerdo de la voz emocionada del padre, lacónica como
la luz de la lógica, un juego de palabras, puesto que ese l,i melancolía, pero provista también de su fuerza.
«existo», lógicamente, sólo significa «soy un ser pensan¬ El padre se creía culpable de la melancolía del hijo y
te» o bien, «pienso». el hijo de la del padre; la angustia les impidió siempre
Macerarse mutuamente. Pues aquella exclamación del
padre era el desahogo de su propia melancolía y más la
LA DESESPERACIóN SILENCIOSA profirió para sí mismo que dirigiéndose a su hijo.

Cuento La gran diferencia con respecto a la remisión de los


pecados consiste en que, cuando perdonamos una falta
El inglés Swift construyó en su juventud un manicomio ,il prójimo, estamos convencidos de que Dios también se
donde fue internado en su vejez. Se cuenta que a menu¬ la perdonará; pero cuando se trata de nosotros, el asunto
do se miraba al espejo, repitiendo estas palabras: «¡Po¬ va se vuelve más difícil. La filosofía, que con toda su chá-
bre viejo mío!» i liara nada explica, se limita a «pasar de largo». ¡La pri¬

mera condición para «pasar de largo» es sentirse tan


Había una vez un padre y un hijo, dotados ambos de culpables que no podamos hallar perdón aunque los de¬
grandes cualidades espirituales, ambos perspicaces, es¬ más lo logren! Estamos dispuestos a creer que existen
pecialmente el padre. Los que frecuentaban su casa ha¬ muchas cosas que pueden servir de justificación: ¡pero
llaban en ella gran distracción. Generalmente se enta¬ pura los demás, no para nosotros! En todo esto no existe
blaban discusiones entre los dos, y más parecía un trato nuda anormal, se trata de una hipertrofia de la subjetivi-
entre dos inteligencias que entre padre e hijo. En una
ocasión, al observar a su hijo y verlo preocupado, el pa¬ V Como ilustración de este texto es interesante dar a conocer un
h Jumento de una carta del padre de Kierkegaard escrita dos meses
dre, después de contemplarlo largamente, le dijo: «¡Po- untes de su muerte (27 de junio de 1838) y dirigida a su hermana, que
illrc así: «Sin estar enfermo, me siento muy débil de cuerpo y de alma, y
4. Más exactamente en Love of Fame. (N. de la t.) nlto tanto debo decir de mis dos hijos.» (N. del t. i.)
¡
110 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 111

dad necesaria para evitar que la existencia entera se des¬


componga en bagatelas a propósito de la primera frusle¬
ría que ocurra, por ejemplo Persia, China, etcétera. N B.

Antaño los hombres derivaban su importancia del na¬ l odos comprenden que el principio de identidad domine
cimiento, de la fortuna, etc.; ahora somos menos humil¬ en cierto sentido al principio de contradicción y hasta le
des, hay más «historia universal», y toda la importancia sirva de base. Pero éste es, simplemente, el límite del
proviene de haber nacido en el siglo xix. ¡Viva el mila¬ pensamiento humano como las montañas azules del ho-
groso siglo xix! ¡Vaya suerte envidiable! i i/.onte, como esa línea que los dibujantes llaman de fon¬
do, en tanto que la figura será siempre lo principal.
El más severo escrúpulo es y será siempre ignorar si la Mientras viva en el tiempo, el principio de identidad es
razón del sufrimiento está en el pecado o en la demencia. abstracción pura. Nada más fácil, por lo tanto, que enso¬
La libertad, habitualmente empleada como medio de lu- I berbecerse e inducir a los demás a pensar en la identi¬
cha, se convierte dialécticamente en este caso en su más dad total dejando de lado las diferencias. Pero podría¬
horrendo adversario. I mos preguntar a uno de estos escamoteadores cómo
actúa en la vida, pues en la identidad se opera fuera del
Me hallo con mis sentimientos en la misma condición tiempo. Así, el suicidio sería la única consecuencia mo-
i .i I del principio de identidad si se lo quiere mantener en
que aquel inglés poseedor de un billete de cien libras i
esterlinas y que no encontró a nadie que pudiese cam- 1 el liempo. La confusión resulta, por consiguiente, del he¬
biárselo.6 rbó de vivir en una categoría distinta a la del pensa¬
miento que nos inspira cuando escribimos algún libro.
¡< )h miserias del oficio de escriba!
En el fondo sólo existe una cualidad: la individuali¬
Mientras viva permaneceré en la contradicción, por¬
dad. Es el eje de toda cosa; así, la comprensión de la
que la vida misma es contradicción. De una parte tengo
propia personalidad es cualitativa, en tanto que la que
.i la verdad eterna; de la otra la multiplicidad de la exis¬
poseemos acerca de los demás es cuantitativa. He aquí
tencia que el hombre, como tal, no puede penetrar, pues
la obra de la individualidad; pero ¿quién la desea ya?
debería ser omnisciente.
Por esto mismo el agente de enlace es la fe.
Por extraño que resulte, una joven, cuanto más pura
es, más pronto conoce su naturaleza pecaminosa. Tal
descubrimiento me ha procurado gran placer; pues, en
el fondo, ése es el punto que me ha causado mayores difi- I N B.
cultades para pensar en el pecado y subordinarle todo lo 1
demás. Para nosotros, pecadores, no existe dificultad al¬ Dios sólo puede manifestarse al hombre en el milagro;
guna en entenderlo. l'S ( lecir, que verlo significa ya presenciar un milagro. El

hombre no puede ver el milagro por sí mismo, pues el


6. Citado también en «¿Culpable o no culpable?», de Etapas en el milagro consiste en su propio aniquilamiento. Los ju¬
camino de la vida. (N. de la t.) díos expresaban esto mismo al decir: «Ver a Dios y mo-
112 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 113

rir» (Éx. 33, 20).7 Más exacto sería decir que la visión de liene un concepto claro de las propias categorías; se ha¬
Dios o del milagro ocurre en virtud del absurdo, puesto bla del bien, se lo elogia e incluso se llega a dar un ejem¬
que toda razón queda de hecho descartada. plo; pero se trata simplemente de una definición que no
sale de la esfera de lo inmediato (por ej.: «un buen cora¬
Lo cómico estriba siempre en la contradicción. El que zón», «lo que se llama un hombre de bien»), O de lo con-
un hombre pida autorización para abrir un estableci¬ I rario se habla de la duda total, y si alguien se arriesga a
miento de venta de cerveza y se le niegue el permiso, no escribir sobre Hamlet, los demás se persignan de espan-
tiene nada de cómico. Por el contrario, el que una mu¬ lo y declaran que eso es enfermedad de reflexión. ¡Y de¬
chacha solicite permiso para hacer una vida deshonesta cir que Hamlet no llegó hasta el extremo de dudar de
y obtenga una negativa, como a veces sucede, eso sí que lodo!
es cómico; y, como hay aquí más de una contradicción,
el efecto es mayor.

A propósito de mi lectura de Rotscher ( Die Kunst der


Dramaticher Darstellung, Berlín, 1841, pp. 394 ss.) sobre
el acento ético, puedo decir que también yo lo he usado
corrientemente en mi vida personal, como poeta y como
declamador; cuando, en la época de mis relaciones con
Regina y de la ruptura del noviazgo, ella decía que iba a
morir, seguramente yo anuncié: «Ella elige los chillidos
y yo el dolor.» Ahora puedo decir: «Ella ha elegido los
chillidos y yo el dolor.»

N.B.

Hablar de una unidad superior que deba unificar las


contradicciones absolutas es un atentado metafísico
contra la ética. Lo mismo que todos esos discursos sobre
lo «positivo», esas afirmaciones de que los demás son
espíritus negativos, en tanto que él, el que discurre, es un
espíritu positivo, etc. ¡Cuántas necedades! La positivi¬
dad se posee en igual medida que la negatividad. Nues¬
tro libre albedrío no olvida jamás ese origen dialéctico
de la libertad. Se dicen tantas necedades porque no se

7. «Mi faz no podrás verla, porque no puede verla el hombre y vi¬


vir.» (N. de la t.)
DIARIO ÍNTIMO 115

El objeto de los cinco discursos de «In vino veritas»,


<|ue son otras tantas caricaturas, es sacar a luz la esencia
lemenina, pero falseándola.
El joven sólo contempla el sexo. Constantino Constan-
1844 lius encara el hecho psicológico que es la infidelidad; es
decir, su futilidad; Víctor Eremita examina en el sexo
débil su psique y su importancia para el hombre y acaba
HOJAS SUELTAS negándola. El Modista trata el factor sensual apartado
de lo erótico propiamente dicho, como vanidad (por lo
"O ELACIONES entre un padre y un hijo; el hijo descu- lauto, en las relaciones mutuas entre mujeres, puesto
XV bre involuntariamente las entretelas, pero no se t|ue, como ha dicho un autor, las mujeres se adornan por
atreve a profundizar ese secreto. El padre es un hombre recíproca rivalidad y no para el hombre). Juan el Seduc-
apreciado, piadoso, austero; sólo una vez, en estado de tor se atiene al puro factor sensual con respecto al ero¬
embriaguez, se le escapan algunas palabras que dejan tismo.
entrever algo horrendo. El hijo no logra enterarse por 27 de agosto de 1844
otro conducto y tampoco se atreve a preguntárselo a su
padre ni a ninguna otra persona. liará aproximadamente tres años que concebí la idea
lie hacerme escritor. Lo recuerdo muy bien. Fue un do¬
mingo; no, vayamos por partes... Sí, sí, exactamente un
INFORME il( «mingo después del almuerzo. Estaba, como de cos-
Imnbre, en el café del parque de Frederiksberg fumando
«In vino veritas»1 no quiere progresar. No hago más que mi puro. Había salido de casa sin ninguna ruta prefijada
escribir algunos pasajes, que no acaban de satisfacerme. v mis pasos me llevaron, como habitualmente, a ese pa¬
Creo que he reflexionado demasiado y, por lo mismo, in je donde me encuentro tan bien como en mi propio
esterilizado mis emociones. Imposible escribir aquí en I logar, donde todo predispone a cierta elevación melan¬
la ciudad, sería necesario viajar. Pero quizá no valga la cólica por encima de este mundo y de sus cosas, donde la
pena concluir lo comenzado. La idea de comicidad en el envidiada gloria de la dignidad real es simplemente el
erotismo ha sido bosquejada ya en Del concepto de la an¬ iccuerdo que una reina guarda de su difunto señor. Para
gustia. El Modista es una figura bien lograda, pero se mi viejo habitante de Copenhague, el jardín de Frede-
trata de saber si esto no acabará por desviarme de cosas i Iksberg adquiere fácilmente un matiz melancólico des-
más importantes. De todos modos, es preciso terminarlo tic la muerte del anciano rey;2 su sucesor, al no habitar
de una vez. Si no sobreviene un rapto de inspiración, lo ni esta residencia de verano, ha permitido a sus súbditos
abandono del todo. Últimamente mi productividad dis¬ deplorar convenientemente la pérdida del viejo monar-
minuye o me sugiere consideraciones que no quiero
transcribir. ), Federico VI, el más popular entre los soberanos del antiguo régi¬
men danés, cuya muerte, ocurrida en 1839, fue muy lamentada en Dina¬
Primera parte de Etapas en el camino de la vida. (TV. de la t.) marca. (TV. de la t.)
116 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO in

ca, como un buen súbdito llora la ausencia de un prínci¬ que el recuerdo; y el mejor de los súbditos no vale hoy
pe; porque un ser enfermizo ni aprecia a los vivos en su lauto como un niño. Pues el mejor de los súbditos conoce
justo valor ni sabe tampoco llorar dignamente a los ahora los sufrimientos de la dignidad real que, por lo
muertos. lauto, ha perdido para él sus atractivos; el niño, en cam¬
Pero ¿acaso existe algo que pueda sustituir la inolvi¬ ino, ve al rey como al único ser dichoso; ¡ay, qué error el
dable impresión de la infancia: el rey es el rey y Federi¬ suyo! ¡El único ser dichoso es él, el niño!
co VI es el rey? ¡Único caso en que un nombre común es El rey ya no está. Dejemos a nuestra espalda la vida
nombre propio y en que el nombre propio es nombre bulliciosa, el niño no acude ahora a las alegres atraccio¬
común! ¿Acaso existe otra edad como la infancia, igno¬ nes de Vesterbro; simplemente ha ido a Frederiksberg.
rante e inexperta en cuestiones de cambios de reinado y 1.1 contraste aumenta el silencio. Llegamos al -parque
que in concreto no sabe nada, capaz de embellecer así la donde se reúne un pequeño grupo; tampoco la fuente
idea del rey convirtiéndolo en un ser sobrehumano? Sin está tan concurrida como en otros tiempos; a pesar de su
envidia de ninguna clase, sin sospecha alguna de los su¬ cordialidad y de su belleza, se asemeja al culto de una
frimientos que la dignidad real entraña, sin crítica nin¬ •.ecta tolerada. La frondosa vegetación y el oscuro reflejo
guna de los presuntos lados buenos o de sus flaquezas, del agua convierten el parque en un refugio para parejas
ya sea un buen príncipe o un príncipe prudente, el rey de enamorados que se dedican al placer de vivir y para
representa para todo niño una figura indispensable y, unos pocos desdichados, dispuestos a entregarse a sus
sin haber leído los decretos reales, el niño cumple espon¬ ombrías ideas. Seguía yo con la mirada a una pareja de
táneamente sus órdenes y tributa a Su Majestad las cor¬ novios que se adentraban en el sendero en busca de los
tesías más inimaginables. Ese rey, por supuesto, habita lincones más apartados del jardín, lejos del ruido, a fin
en un castillo de marfil con balcones... de encontrarse a sí mismos; descubría entonces nuevas
Y he aquí que Federico VI se presenta los domingos a parejas que como veleros distantes acudían desde lejos
bordo de un barco cuyo timón gobierna, con los remeros para perderse en medio de la multitud.
vistiendo su librea y rodeado de cisnes y de toda esa rea¬ En el café del parque se da cita un grupo de personas.
lidad que el niño conoce a través de sus juguetes de Nu¬ Quien busca allí retiro como en una fortaleza, se siente
remberg y de sus propias invenciones; había visto ya alejado de la rumorosa alegría de la vida cotidiana; tal
todo aquello: el rey y la reina bogando en una barca con distancia manifiesta una diferencia que se traduce en
el cortejo de los cisnes en pos de ellos. ¡Con cuánta fide¬ una mezcla de sentimientos; por una parte, una pequeña
lidad la imagen se ha precisado! Pues lo que la fuerza no dosis de buen tono deseoso de mantener la separación;
logra obtener del hombre, el niño lo obtiene con su fan¬ por otra, algo de melancólica nostalgia afanosa de elimi¬
tasía; y aquello que en la plenitud de nuestra vida somos nar aquélla para abandonarse a la sana sencillez de la
incapaces de extraer de la realidad, mana espontánea y villa popular, que no debe desperdiciar el momento y
copiosamente en la infancia. que, con traje de fiesta, ha de aprovechar el domingo, su
¡Ah, sí: Federico VI, en sus paseos dominicales por el illa de libertad.
jardín de Frederiksberg, empuñando el timón y acompa
ñado por sus remeros de librea y por el cortejo de los
cisnes, un mundo del pasado! Sólo quedaba el aroma
de las flores a la entrada del parque, no permanecía más

DIARIO ÍNTIMO 119

Otro piensa: «La semilla es mía; ¿por qué he de sem¬


inarla?» Y la vende.
Otro, por fin, la esparce, pero con mano escasa, como
se tratara de un tesoro.
Éstos son simples croquis de apuntes, porque la uni¬
DICIEMBRE DE 1844 - DICIEMBRE DE 1845 dad de la idea no está mantenida; pero podrían utilizar¬
se. El hallazgo es bastante bueno y podría servir, espe¬
cialmente como conclusión para un sermón o como

c UANDO mi padre murió, Sibbern me dijo: «Segura¬


mente que ahora no pasarás tu examen de teolo¬
gía.» Y fue entonces cuando me diplomé; si mi padre
principio para evitar errores.

Una individualidad ligera y vana concibe invariable¬


mente una idea extraordinaria acerca de la distinción de
hubiera vivido aún, no habría pasado jamás el examen.
mi apóstol; ve al apóstol bajo la etiqueta de la felicidad,
Después de la ruptura del noviazgo, Pedro me dijo:
«¡Ahora sí que estás perdido del todo!» En cambio, es tic la magnificencia. Un alma humilde y profunda, en
evidente que, si algo he llegado a ser, ha sido gracias a • umbio, tiene un claro concepto acerca de los sufrimien¬
aquel paso. tos de un apóstol.

IM. B.: Sería preciso introducir una nueva ciencia: la


Con el título de Privadísima y con los trazos más deli¬
lelórica cristiana, a modo de la Retórica de Aristóteles.
cados que fuera posible, me gustaría retratar a un alma
I .1 dogmática entera es un malentendido, especialmente
femenina, cuya grandeza estaría compuesta de tierna
hoy día.
aceptación, modesta y púdica (por ejemplo, una Corne-
1
j
lia Olsen algo idealizada, la figura de mujer más nota¬ Ese burgués tan decente, cada vez que daba una pe¬
ble que he conocido y la única que ha provocado mi queña limosna (carecía de medios para más), se descu-
entusiasta admiración). Mi personaje debería asistir al hi ía con tanta humildad que parecía estar saludando a
casamiento de su hermana con el hombre a quien ama¬ mi superior. Y lo hacía con tanta gracia, que se hubiera
ba. Conflicto de la resignación. dicho que saludaba a su mejor amigo.
Es verdad que de nadie puede uno aprender tanto
Una contrarréplica de la parábola del sembrador i orno de los niños, pero es cierto también que un padre
( Mt . 13, 3-9) trataría de los predicadores.
i orre el riesgo de echarse a perder con semejante apren¬
El propietario de una casa de labranza da a cada uno dizaje. Tener a nuestro lado a un ser similar, con el cual
de sus siervos una cantidad igual de la buena semilla nos atrevemos a desahogarnos y, sin embargo, exigir de
que posee. ■ I no sólo obediencia sino también amor; poseer junto a
Pero uno de ellos esconde su parte en un rincón húme¬
nosotros a una criatura pequeña a cuyos ojos siempre
do, la semilla fermenta y germina demasiado pronto. H abamos por tener razón: ¡qué peligro!
Otro la mezcla con grano de calidad inferior.
1. Hermana de Regina, quien siempre tuvo a Kierkegaard en gran
Erente al matrimonio soy como Diana ante las partu-
estima. (N. de la t.) i lentas; su misma virginidad les servía de ayuda.
SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 121

Inicia. No es capaz de conclusiones; aunque su seriedad


Definición de la ironía le permite vencer cualquier estadio estético, no está en
condiciones de competir en espiritualidad con los es¬
¿Qué es la ironía? La unidad de pasión ética, que infi- I telas.
nitamente afianza en interioridad al propio «yo», y de la .ÿi) El momento religioso nace de una aproximación
educación, la cual en su exterior (el comercio con los demoníaca. Quídam de la experiencia: el humor es algo
hombres) hace infinitamente una abstracción de ese así como su fondo original y su incógnito (Frater Taci-
mismo «yo». Esta abstracción oculta a los ojos de los Inrnus).
demás la primera unidad, y en esto consiste el arte, en la
verdadera infinitización de la interioridad. Sería preciso escribir dos nuevos libros.

Relación entre O lo uno o lo otro y Confesiones de un poeta


Etapas en el camino de la vida
Su martirio consiste en querer ser un carácter religio-
En O lo uno o lo otro el estetismo era un presente en '« >, pero se equivoca siempre y se convierte en poeta; por

lucha contra la ética; el momento ético era la «elección» 1 1 1 nsiguiente, un amante infortunado de Dios (su pasión

por medio de la cual uno se aparta de lo estético. Por • . dialéctica en el sentido de que constituye una especie
esto sólo existían dos caminos en la vida, y la victoria del de engaño hacia Dios).
Asesor era absoluta aunque el libro concluya con un ser¬
món y con la siguiente observación: «Sólo la verdad que Secreto de un corazón (v. Privadísima)
edifica es verdad para mí» (la interioridad, punto de Ser simplemente vecino de la desdicha y, sin embargo,
partida de mis disertaciones edificantes). el más desdichado
En Etapas en el camino de la vida existen dos caminos
y la situación es diferente: Frecuencia de tales situaciones en la vida, donde
1) El momento sensual estético es rechazado como quien está al margen y, por tanto, fuera, es quien más
algo perteneciente al pasado (un «recuerdo», por lo tan¬ uniré. Sofía Beaumarchais (Clavijo).
to), pues no es posible suprimirlo.
El Joven (melancolía del espíritu); Constantino Cons- I Tal vez sería justo reanudar la experiencia psicológica
tantius (endurecimiento intelectual); Víctor Eremita, I i un otro dilema; por ejemplo, un aspirante a pastor que

que no puede ser ya editor (ironía simpatizante); el Mo¬ tema serlo (a causa de una culpa... Escena: se esconde en
dista (desesperación demoníaca); Juan el Seductor (per¬ mi lugar apartado, no se atreve a hacerlo en su propia
dición, una individualidad «deshonrada»), que acaba i ¡isa por temor a que lo sorprendan, para leer derecho

por decir que la mujer sólo es «el momento». Y entonces i ai iónico y conocer así qué pecados prohíbe la Iglesia. El

interviene el Asesor, según el cual la belleza de la mujer |n incipio: de occultis non judicat Ecclesia2). No obstante,
aumenta con los años, puesto que su realidad consiste a único deseo es ser pastor, pues le parece que así podrá
precisamente en la duración. irparar en parte su culpa. El conflicto dialéctico se plan-
2) El momento ético como lucha. El Asesor no se pier¬
de en lecciones sentimentales, sino que lucha con la exis- « La Iglesia no juzga los secretos.»
122 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO

tea en los siguientes términos: ¿es útil para los demás to correría mayor peligro de quebrársela y la inminencia
que calle su falta o valdría más confesarlo todo? De oc- del hecho le parecería ya una falta. Supongamos que no
cultis non judicat Ecclesia, podría ser el título. haya podido sobreponerse a esta primera impresión. En¬
Poner en sus labios esta réplica: «¡Quisiera Dios que la tonces, por amor a sus padres, para que no los aflija la
Iglesia no juzgara las cosas ocultas! ¡Quisiera Dios que incursión en esta culpa, tratará de mantenerse firme to¬
así fuera! El consuelo de tantos es para mí causa de su¬ do el tiempo que le sea posible. Como cuando se ata un
frimientos infinitos. ¿Debo denunciarme? Sería cerrar¬ caballo a una carga demasiado pesada y el animal tira
me el acceso al ministerio sagrado. Pero ¿osaré hacerlo? con todas sus fuerzas hasta que acaba por caer exhausto.
Réplica: por encima de todas las cosas me falta el púl- Tal vez, un «desvío» similar se da, a veces, respecto
pito, me siento como el enfermo que yace en su lecho de del pecado, por causa precisamente de los que nos quie¬
muerte o en el hospital. ren bien. Como el padre que, habiendo malgastado su
vida en la disolución, a fin de apartar de ella a su hijo,
He comprado una nueva edición del Derecho Canóni¬ considere el instinto sexual como pecado y olvide la dife¬
co para reanudar los estudios y saber así si podré o no rencia existente entre él y el niño, el cual, en su incons¬
ser pastor. El simple hecho de comprarlo me hizo estre¬ ciencia, naturalmente lo interpretará mal... ¡Qué desdi¬
mecer, pensando que el librero podía leer en mi cara el cha cuando desde la infancia uno se ha visto uncido a
propósito doloroso para el cual ha de servirme. tales penas para toda la vida!
Aunque el sistema3 tuviera la cortesía de asignarme
un cuarto de amigo bajo su techo para no dejarme a la Se podría imaginar a alguien capaz de vivir toda la
intemperie, preferiré siempre ser un pensador como un vida con la preocupación constante de carecer de fe y a
pájaro en la rama. quien se dijese: «Querido amigo, ¡tú has tenido fe! ¡Tu
preocupación fue tan sólo el dolor de la interioridad!»
Etapas en el camino de la vida no tendrá tantos lectores
como O lo uno o lo otro; casi no despierta atención. ¡Muy
bien! Así me veré libre de esa canalla bobalicona que Kl.PLICA
siempre quiere estar presente donde hay aglomeración.
¿Acaso no lo había previsto en el postscriptum de Culpa¬ En un gran barril de arenques, siempre una de las capas
ble o no culpable ? está apretada y desmenuzada; en los cajones de frutas,
lus que están colocadas a los lados se maceran y se pier¬
El otoño, a pesar de que nos recuerda el ocaso, será den... Y así, en cada generación, los hombres que están
siempre para mí la estación preferida. Cuando llegue el d margen, víctimas del embalaje, tienen la misión de
momento de mi ocaso, quisiera que alguien me amase proteger a los demás.
como yo he amado al otoño.
I ,a reflexión ética es el punto decisivo en la vida. Ella
Si se le dijera a un niño que quebrarse una pierna es '.mninistra la autorización y la medida de la existencia
pecado, el pobrecillo viviría en la angustia. Posiblemen humana. Las demás diferencias no cuentan, por otra
3. Expresión corriente de Kierkegaard para designar al hegelianis pin te. No hay diferencia entre un comerciante al por
mo, y en particular a la teología racionalista. (N. de los t. f.) mayor que mide millones de palmos de tela por año y
124 SÚREN KIERKEGAARD

una pobre viuda que sólo mide algunos centenares. La


diferencia estriba en el «cómo», es decir, en que ambos
se sirvan del patrón legal para medir.

¡Qué extraño! Una fruslería que los llamados astutos


acaban por descuidar y aun despreciar, se venga a me¬ ENERO - DICIEMBRE DE 1846
nudo, pues cuando alguien enloquece, el motivo es casi
siempre alguna fruslería.
Datado conclusivo
Gracias a Dios, figuro entre los benjamines de la fortu¬
na o entre los muy admirados; y aunque me sienta dis¬ l'.l manuscrito fue entregado a la imprenta a mediados
puesto a alegrarme de ello y a inclinarme ante los afor¬ <lc diciembre o poco después. Comprendía también un
tunados, no deseo serlo porque una existencia semejan¬ apéndice: «Una explicación primera y última», pero lo
te se opone a lo «general»4 y priva de consuelo a los in¬ conservé en mi poder para retocarlo y por último lo en¬
felices. vié para que la obra no envejeciera en la imprenta. No
quise incluir la nota referente a un texto que se ocupa de
Existe un pájaro (el quebrantahuesos) que es llamado los seudónimos porque ha sido escrita durante la impre¬
precursor de la lluvia. Así soy yo. Cuando el temporal sión. Las mentiras, las habladurías y los chistes plebeyos
comienza a formarse sobre una generación, aparecen las que me rodean vuelven ya la situación lo bastante crítica
individualidades como la mía. y agudizan, tal vez demasiado, mi ansiedad por tener la
verdad de mi parte hasta en los más ínfimos matices.
4. Término técnico usado por Kierkegaard para indicar lo que me- ¿De qué me sirve?
tafísicamente constituye la naturaleza común a todos los individuos.
(N. del t. i.)
Debido a los engorros con El Corsario y a todo el fasti-
dio de la ciudad, he pensado si no sería mejor suprimir
la página del tratado donde me adjudico la paternidad
de mis seudónimos, y dejar constancia en la impresión
definitiva, con indicación de fechas, de que la obra ente¬
ra era anterior a este jaleo. ¡Pero no! La verdad exige que
no tenga en cuenta esas cosas, como lo había decidido, y
que deje en manos de Dios las consecuencias; recibién¬
dolo todo de su mano como buena dádiva y don perfecto
de Su bondad (Sant. 1, 17) y desdeñando actuar según la
prudencia humana, en la confianza de que Él me otorga¬
rá espíritu de firmeza y de certidumbre.
I . Tratado acientífico conclusivo sobre las «Grageítas» filosóficas, en¬
viado por Kierkegaard a la imprenta ei 30 de diciembre de 1845, según
los registros del tipógrafo Bianco Luno. (TV. del t. i.)
126 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 127

Por ahora mi proyecto es hacerme pastor. Hace meses I lasta ahora he estado al servicio de mis seudónimos
que suplico a Dios que me ayude y hace tiempo que veo pura ayudarles a convertirse en escritores; pero en lo fu¬
que debo dejar de escribir, pues o me convierto en un turo me decidiré por la escasa productividad que puedo
escritor completo o no lo soy del todo. Mientras me dedi¬ todavía permitirme; la realizaré en forma de reseñas a
co a la corrección de las pruebas no he emprendido nada propósito de tales o cuales artículos ajenos y expondré
nuevo, excepto el pequeño «Intercambio de observacio¬ mis pensamientos así, como si formaran parte de la obra
nes de dos épocas», que, a su modo, es una especie de i omentada. ¿Evitaré acaso, de esta manera, aparecer

punto final. K uno autor?


7 de febrero de 1846 1 de febrero de 1846

¡Horrendo! Aquel hombre, cuando aún era un niño y Cada vez que me hallo frente a un nuevo periódico
cuidaba los rebaños en las landas de Jutlandia, descora¬ •para hacer reír» pienso melancólicamente: «¡Dios mío,
zonado por el sufrimiento y por el hambre que padecía, lu aquí a otro que ha intentado arrojarse al agua pero
trepó un día a una colina y maldijo a Dios: ¡Y ese hom¬ t|tte primero ha querido jugar su última carta, tratando
bre no podía olvidarlo a los ochenta y dos años!2 lie convertirse en un periodista gracioso y satírico!»

Kl nuevo desarrollo que está adquiriendo nuestra épo-


i n no puede seguir la dirección de la política, pues la
De occultis non judicat Ecclesia política es una dialéctica entre las generaciones y el in¬
dividuo, una relación que hace del individuo un «repre-
¿Seré capaz de callar la culpa? Pero ¿cómo me atreveré cnlante». En la época actual los individuos demuestran
a confesarla? Dios puede hacerla pública si así lo quiere; ■ i demasiado reflexivos para conformarse con el papel
¿no sería acaso mi denuncia una arrogación de los fines le simples «representantes».
de la Providencia?
Hoy un recuerdo acusador cruzó por mi mente. ¿Y si En mi opinión, vencer no debe significar que yo he
la acusación llegara a conocimiento de todos? Podría > incido, sino que la idea ha vencido gracias a mí, aun-
irme lejos, vivir en tierra extraña, lejos del recuerdo y i|iie yo tenga que ser sacrificado.
de todo peligro de publicidad. Podría vivir oculto... No,
debo permanecer en mi puesto sin alterar mi conducta liuscar el aplauso del «momento» es lo mismo que co-
en absoluto, sin ninguna medida de prudencia, enco¬ 1 1 ei tras de su propia sombra. Ésta huye de quien la per-
mendándome a Dios para todo. .if iie. Recuerdo, a propósito de eso, una ilustración de
¡Es tremendo que una actitud de firmeza semejante no mi devocionario: un niño corre detrás de su sombra y la
sirva de impulso para un hombre y que, en cambio, lo 'lUinbra corre junto con él.
detenga la simple posibilidad!
A I in de cuentas creo que todo ha sido tergiversado. Ya
2. Episodio de la vida del padre de Kierkegaard, citado también por no se escribe para que los demás aprendan algo. ¡Por
su hermano Pedro. (N. de la t.) i m idad! Representaría una falta de tacto. Los lectores
128 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 129

todo lo saben ya. No es el lector quien necesita del escri ilc I escritor) interviene el factor pecuniario (pago o esti¬
tor como el enfermo del médico, ¡sino el escritor quien pendio, etc.), es preciso que quien mantiene dicha exis-
tiene necesidad del lector! En resumen, el escritor es un lencia espiritual sostenga y asuma la gestión del propio
pobre diablo sumido en la miseria que se dedica enton¬ citado pecuniario, no como un medio para procurarse
ces a escribir como si se sometiera a un examen para ser mayores ganancias, sino para que la situación conserve,
juzgado por los omniscientes lectores. El escritor que no a pesar de todo, un carácter más pudoroso. Si el asunto
gana el dinero a montones no es tal. Por esto no son con¬ convierte en oficio ajeno, pronto acabará en la impu¬
siderados como escritores los que insertan anuncios co¬ dicia. No faltan los ejemplos de impudicia con respecto
merciales en los periódicos..., ¡pues ellos son los que pa¬ ilos editores; en este caso, su pretensión de considerar
gan! iln reservas el fruto del espíritu como una mercadería. A
■a vez, el público tiene en sus manos al editor por medio
«Y les dará mozos por príncipes», dice uno de los pro¬ ilcl dinero, y el editor, en razón del negocio, conserva al
fetas del Antiguo Testamento {Is. 3, 4), anunciando el iiutor en su poder; con frecuencia ocurre así que el escri-
castigo más duro para el desobediente Israel. Muy apro¬ lor (que debería poseer, en materia de dinero, la casti-
piado para nuestra época, en que los muchachos escri¬ • bul y la celosa modestia de una jovencita virtuosa) está
ben en periódicos, etc. También Sócrates lo dice en la i ihl ¡gado a sonrojarse ante la ofensa, pero carece de re-

República de Platón: al final los padres temerán a los i MI SOS para hacerse valer.
hijos y, por temor a ellos, deberán hacer bulla y divertir¬ Supongamos que se adopte la siguiente costumbre: un
los, sometidos por completo a los hijos. i'-istor emplea a un gerente para la administración del
dinero, diezmos y ofrendas; no hay nada que objetar,
Un ironista que cuenta con la mayoría es eo ipso un pues el gerente está al servicio del pastor. Pero suponga-
ironista mediocre. Pues contar con la «mayoría» es la mus que el primero goce de una situación independien-
aspiración de lo «inmediato».3 La ironía es sospechosa ii . que compre al segundo los derechos de los ingresos
tanto para la izquierda como para la derecha. Por lo tan¬ i1 1 torales y los utilice con fines especulativos. Por inte-
to, un irónico de verdad nunca arrastra a la mayoría; el i
' monetario deseará entonces que el pastor se manten-
bufón, sí. M en buenos términos con sus feligreses. ¿Cuál será la

Ninguna escuela de la contrición promueve a la eter¬


- un secuencia? Los sábados por las noches el pastor irá a
mostrar sus disertaciones al gerente y tal vez éste le
nidad. ■ llp.a: «Si Vuestra Reverencia habla así, ni los perros
(elidirán a la iglesia y, ¡demonios!, eso no conviene a los
Que existan editores, es decir, hombres cuya existen¬ Intereses de la cuestación. De ese modo no podré liqui-
cia entera confirma que los libros son una mercancía y el dui le una suma anual, cosa que a usted también le inte-
autor un mercader, indica una situación absolutamente " a Es preciso que halague un poco a sus feligreses, y
inmoral. Cuando en una existencia espiritual (como In vu le explicaré cómo ha de hacerlo. No es que pretenda
iiher cómo se compone un sermón in formis, pero co-
IIU/CO al dedillo la época y las exigencias de los fieles.»
3. Kierkegaard indica con este término al hombre espontáneo que
no conoce la dialéctica de la vida y de los valores espirituales, cualidad Pienso que el pastor se sonrojaría avergonzado y que
propia del ironista y del humorista. (N. del t. i.) dli I.I: «¿Acaso es mi misión de maestro la de halagar a
130 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 131

los fíeles o la de reunir dinero?» El gerente replicaría el plan entero, según mis deseos. Actualmente, vista a la
entonces: «Eso que usted dice es producto de la exalta¬ luz de la idea, mi posición dentro de la literatura es la
ción o de algo por el estilo; poco me importan tales pre¬ más correcta posible, situada de tal manera que ser es-
tensiones: cada uno atiende a su oficio y el mío consiste < i Uor se convierte en una proeza. Ha sido la más feliz de
en mantener a Vuestra Reverencia a la altura de las cir¬ las ocurrencias que, en el preciso momento en que esta¬
cunstancias.» lla a punto de dar fin a mi actividad como escritor y que
Tal sería el caso del pastor y de su gerente. ¡Es inde¬ i sumiendo todos los seudónimos corría el riesgo de con¬

cente que el dinero tirano meta la nariz en los sermones venirme en una especie de autoridad, haya sobrevenido
y que éstos hayan de ser juzgados tomando el lucro por la querella con El Corsario, impidiéndome todo acerca¬
medida! Nuestro gerente carece de los apoyos de un edi¬ miento directo.
tor, cuya filosofía del dinero halla un sostén en todos los Me preocupan especialmente dos cosas: 1) que intelec-
asalariados de la imprenta. lualmente, en el sentido griego, permanezco fiel a mi
Pero el pudor es indispensable para todo verdadero •«lea, cueste lo que cueste; 2) que, en el aspecto religioso,
estado espiritual. ¿De qué podrá servir al público el que «'ito me causa un efecto altamente ennoblecedor. Ruego
sienta tal vez un autor, si debe abrirse paso a través del a Dios por esto último. Siempre he estado solo y ahora
ambiente del descaro: dinero, dinero, dinero —exigen¬ londré de nuevo, verdaderamente, la oportunidad de
cias de la época— , dinero, dinero? ~ i incitarme. Mi solitario secreto no me da pesares, sino

Con la mayoría de los filósofos sistemáticos y sus siste¬ «Implemento la convicción de que poseo la fuerza nece-
mas ocurre lo mismo que con aquel que, después de u ¡a para transformar el elemento hostil en útil para mi
construirse un castillo, habita en un pajar. Ellos no vi¬ propósito, sin que eso se adivine. Por cierto que una vida
ven dentro de sus enormes edificios sistemáticos. En el .entejante conforta, pero ¡qué tremendamente difícil es!
campo del espíritu, esto constituye una objeción capital. , Oué aspecto doloroso de la vida humana se nos ahorra?
Las ideas de un hombre deben ser su propia morada; de , 1 1 iste resulta comprobar que lo que con el tiempo será
lo contrario, peor para ellas. motivo de admiración deba ser siempre mal interpreta-
.lo por los contemporáneos! Pero la religiosidad es, una
'ÿ<'/ más, el elemento salvador; en ella encontramos la

INFORME4 ilmpatía hacia todos, no la simpatía que consiste en

9 de marzo de 1846
. hurlar con los amigos del partido y con los propios se-
i nuces, sino la simpatía infinita hacia todo el mundo:

|«'ii silencio!
El Tratado acientífico conclusivo ha aparecido; los seu¬ Así están las cosas; cuando haya muerto, algún día
dónimos han sido asumidos; un día de éstos se empezará ilu irán los ojos y admirarán aquello que he querido. Y
la impresión de La repetición. Todo está en orden. Debo ..I mismo tiempo se comportarán de una manera seme-
solamente guardar la calma y estar callado, confiando |imte con algún contemporáneo, que tal vez sea el único
en que El Corsario apoye ciertamente de modo negativo que me comprenda. ¡Dios mío! Si no existiera algo más
Intimo para el hombre, algo que le permita olvidar todo
4. Del extenso informe de Kierkegaard a propósito de su polémic.i . ilo, olvidarlo por completo en su unión contigo, ¿quién
con El Corsario se han extraído estos párrafos. (N. de la t.) pudría soportarlo?
132 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 133

Pero mi actividad como escritor ha concluido ahora, { ¡ so traté indirectamente de apoyarlo en forma negativa;
gracias a Dios. Me ha sido concedido (doy gracias de ello P por mi parte puedo elogiar su seguridad para hallar la
al Señor) como segundo don, luego de haber publicado ! propia posición. Creo que ha obtenido lo que deseaba.
O lo uno o lo otro, el poder ponerle fin por mí mismo, el I speraba que eligiera el camino del honor para hacerse
comprender que había llegado el momento de concluir, un nombre; hoy me apena sinceramente que, como edi¬
¡Ni siquiera esto verán los hombres, pues a ellos no les tor del Corsario, persista en el camino del deshonor. Mi
parecerá así, aunque dos palabras mías bastarían para deseo fue salvar, en lo posible, a un hombre que estaba
demostrarles la verdad del caso con hechos evidentes! ilutado aún de buenas condiciones, de que se convirtiera
Demasiado bien lo sé, y lo acato como sucedido dentro en instrumento de la plebe; pero, a la verdad, no fue mi
del orden de las cosas. Me ha dolido bastante. Hubiera deseo ser vergonzosamente pagado con verme inmorta-
querido proclamar a gritos mi descubrimiento, pero de¬ II /.ado en un periódico en virtud del deshonor que no de¬
jémoslo todo como está. bería existir y con el que sólo yo puedo desear ser inju¬
Sólo deseo vencerme a mí mismo y lograr convertirme riado. Para mi existencia como escritor, «conviene» la
en un pastor. En la campaña, en medio de una tranquila Injuria; yo mismo la he deseado y buscado apenas me
actividad, ocupando mis horas libres en escribir cosas Inicié como escritor; porque cuando escribí Frater Taci-
de poca importancia, quiero respirar con más suavidad, 6
lurnus, Johannes Clirnacus ya había sido entregado a la
aunque la vida actual también me da ciertas satisfaccio¬ Imprenta pocos días antes. Con este paso esperaba, a la
nes. ve/., ayudar a los demás, pero ellos no lo quieren así; y
Pero nada de escribir; ni una sola palabra me está per¬ iiliora continúo buscando que se me insulte, porque con-
mitida; no me atrevo. El lector me reconocería al menor ' lene a mi plan y para sacar alguna utilidad del hecho
signo y esto originaría confusión. En estos últimos tiem¬ de que exista un periódico semejante.
pos se me han ocurrido diversas cosas que no están mal,
pero las destinaré a otras circunstancias. Lo último que Me interesaba exponer las diversas etapas de la exis¬
había proyectado sería algo así: tencia, a ser posible, en una sola obra; así considero toda
mi producción seudónima. Para tal fin importaba man-
lenerlas todas en un plano de inalterable igualdad; por
CLARO Y EXPEDITIVO ejemplo, que la religiosidad no se manifestase solamente
i liando el estilo, debido a mi avanzada edad, hubiese
Para mí, un editor es responsable, desde el punto de vis¬ perdido algo de la exuberancia imaginativa propia de la
ta literario, de que no existan escritores. Es editor del estética. No quiero decir con esto que la religiosidad de¬
Corsario el señor estudiante Goldschmidt; mente despe¬ ba poseer esa exuberancia, sino que el escritor debe ser
jada, carente de ideas y de cultura, desprovisto de una i apaz de producirla y, de este modo, demostrar eviden-
concepción de la vida y de dominio de sí mismo, pero no temente que falta en la obra por una razón accidental, o
sin cierto talento y con una fuerza estética de desespera¬ sea, porque el escritor no es ya muy joven.
do. En determinado momento crítico se dirigió a mí5 y
<>. Respectivamente los seudónimos de ¿Culpable o no culpable?
5. El mismo Goldschmidt confirma el hecho en su autobiografía Live- 1 1 K45) y de Artículos para los lectores de « Etapas en el camino de ¡a vida»,
rin driger og Resullater (Recuerdos y resultados de una vida). (N. del t. i.) ; del Tratado acientífico conclusivo (1846). (N. del t. i.)
134 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 135

¿Creen acaso que cuando escribo lo hago al correr de nía, comparada con mi íntimo afán, todo esto se ha ma¬
la pluma? ¡Pobres! Estoy persuadido de que no existe logrado ahora. La plebe, los aprendices, los matarifes,
ningún escritor danés que cuide tanto la elección de la los colegiales, toda esa calaña de gentes han sido azuza¬
más insignificante palabra. Redacto dos veces todo lo das en mi contra. No quiero exhibirme ante un público
que escribo, y ciertos pasajes hasta tres o cuatro; luego tic tal estofa; nada tengo que ver con ellos, carecen de la
—cosa que generalmente no se tiene en cuenta— están preparación necesaria para poner de relieve mi ironía y
también mis meditaciones durante mis paseos; digo mis para encuadrarla dentro de un significado ideal. Sobre
pensamientos en voz alta, repetidas veces, antes de es¬ lodo, yo me dirigía a los hombres cuya cultura les per¬
cribirlos. ¡Y a esto lo llaman escribir al correr de la plu¬ mitiera comprender y medir, de cualquier modo que
ma! ¿Y por qué? Por la razón de que nada saben, porque lucra, mi profundidad; mi ironía esperaba satisfacerse
son escritores durante unas horas, como máximo, cuan¬ al ver cuán ventajosamente me juzgaban. Pero la clase
do se encierran en sus aposentos para escribir, y el resto absolutamente inculta, los colegiales, los matarifes, toda
del día no se ocupan de sus propias ideas. Los escritores la gente de esa ralea no tiene ningún tipo de prepara¬
de esta talla, cuando regresan a sus casas, necesitan ción, son un terreno refractario donde la ironía no pene¬
tiempo para ponerse a trabajar, en tanto que yo vuelvo a tra. Da pena, en verdad, ver que se imprimen diarios
mi hogar con el párrafo ya listo en mi mente, hasta el para colegiales y que desde su más tierna edad éstos se
extremo de que puedo recitarlo de memoria en forma ven impulsados a la confusión del equívoco. Quiero refe¬
estilizada. Cuando la gente lee un par de páginas mías se rirme, de paso, a una simple escena que es bastante ca-
i acterística: mi encuentro con Bradt, el teniente y asis¬
admira de mi estilo. Pero ¿cómo podría ser posible un
libraco así? Ergo: ¡debe haber sido escrito al correr de la tente de húsares. Iba acompañado por su hijo. El padre
pluma! ¡Ah, no, queridos míos! Es preciso querer algo, Itte saludó con su habitual y exagerada cortesía; se hizo
i un lado para cederme el paso. Si el niño no hubiera
desearlo por encima de todo sacrificio y de todo esfuer¬
zo, y entonces será posible. iludo quién era yo, debía de haber tenido la impresión
En cierto sentido la existencia debería asquearme, de que se trataba de alguna persona extraordinaria;
7
pues yo, que sólo amo un pensamiento (¡Dios mío!, ¿qué pero el chiquillo me conocía muy bien: ¡leía el Corsario!
no podrá ser un hombre si de veras lo desea?), realizo un En lo que a «ella» se refiere, no puedo decidirme a
epigrama a propósito de los hombres; puesto que el jui¬ .motar nada. Desconfío del papel, pues temo que caiga
cio que de mí se forman y el hecho de que no alcancen a cu manos indiscretas y que «la» pueda confundir, ahora
comprender mi coherencia es una triste prueba que de¬ <|iie todo, por lo menos hasta cierto punto, marcha muy
muestra las categorías y la mediocridad de sus vidas. bien. Espero que Dios se acuerde de todo y que lo haga
o cordar, aun a mí mismo; desde aquella mañana no ha
Para mi alma y mi observación irónica era, sin embaí - j pnsado día en que yo no meditara sobre el particular, a
go, una satisfacción este vagabundear por las calles anó¬ todas horas. La última súplica que me dirigió fue que
nimamente, mientras las ideas hervían en mi interior;
que me confundieran con un holgazán a mí, el más tenaz 7, El pequeño Bradt, sin embargo, declaró, siendo ya hombre, a
entre los hombre jóvenes para el trabajo; que me consi I It'nrge Brandes que nunca había leído el Corsario en su juventud y que,
deraran frívolo y desprovisto de seriedad en tanto que ln • ti cambio, sentía una viva admiración hacia el escritor que su padre
seriedad de los otros bien podía ser juzgada como bro inn notablemente honraba. (N. del t. i.)
136 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 137

«la» recordara de vez en cuando; por cierto que no era ns vidas y las ajenas, todos ellos hallarán en mí al hom¬
necesario que me lo suplicara. A su peligrosa pregunta bre hecho a la medida para sus propósitos. Tomad al
de si no pensaba en casarme alguna vez, contesté con |iec|ueño Goldschmidt: se le ha puesto en la cabeza que
una ingeniosa salida. Era una situación tremenda y hu¬ l'S el llamado por Dios para convertirse en el azote de

biera debido ofrecerle algún pequeño consuelo. Dios sa¬ nosotros, los pobres diablos; helo aquí en la alternativa
be que de buena gana lo habría hecho. Dios sabe cuánto de vituperar lo mismo que antes inmortalizara.8 Lo ha
anhelaba mitigar la situación. Pero fue bueno que mi lu cho. No había en él nada verdadero; sólo había hipo-
coherencia venciera. Le respondí: «Sí, dentro de unos ' rcsía en su ira divina, porque de lo contrario habría
diez años, cuando me haya curado de caprichos, elegiré permanecido fiel a la verdad y perseguido la maldad y
a una jovencita para rejuvenecerme.» Fue una crueldad, tío al mismo a quien admira, en caso de que éste se nie-
lo confieso, pero resultó terriblemente duro tener que i'ue a admirarlo.
hacerlo. Si no hubiera procedido de esta manera, ¿acaso
ella se habría comprometido con otro? Seguro que no. Si M i existencia era la expresión de un principio griego y
le hubiera manifestado solemnemente el verdadero pro¬ •liera se ha echado a perder. ¿Qué es lo que la ha echado
pósito de mi corazón: «¡No tomaré a nadie por mujer i perder? ¡El abuso de la prensa! Su destino
es destruir
excepto a ti!», ella se hubiera atenido a mis palabras. I i personalidad; por medio de ella un insignificante
Ante una propuesta de boda habría permanecido indeci¬ lu’llaco puede escribir desde la sombra saciando la
sa; y, en caso de acceder, lo habría hecho con el alma i m iosidad de millares de lectores. Ante ella
debe ren-
dividida; en cambio, ahora se ha comprometido en ma¬ illi se cualquier conducta, cualquier poder personal. Me
trimonio con toda su alma, porque yo le he dado el im¬ Interesaría sumamente poder discutir este tema con
pulso. Sócrates.
La idea que he expresado existiendo, a fin de apoyar la
productividad de los seudónimos, era la misma produc¬ Mis contemporáneos no comprenden en absoluto mi
tividad elevada a su extrema coherencia. Si con esta ni I i vidad como escritor: que O lo uno o lo otro, se divida

enorme productividad hubiera vivido apartado y oculto, • ii cuatro partes o quizá en seis, y que cada una de ellas
mostrándome rara vez y con el ceño fruncido que se atri¬ *r publique por separado, por consiguiente, en seis años,

buye a un pensador, a un avinagrado profesor, ¡por to¬ ■ ’ilo pase. Pero que cada tratado de O lo uno o lo otro sea
dos los demonios que entonces cualquier criadita chis¬ linn parte de un todo, eso es cosa de enloquecer, al decir
mosa y cualquier estudiantillo habrían notado que era 'Ir nuestros filisteos.
yo un hombre profundo! Hubiera significado una enor¬
me incoherencia con respecto a mi producción; pero No obstante, sería posible que yo —a pesar de mi pe-
¿qué les importa a los necios la coherencia? ¿Cuántos |Heñez frente a Dios, sumido en la humillación personal
sabios existen en cada generación?
Si me viera obligado a decir mi última palabra (sé que 'i Luego de la publicación de O lo uno o lo otro, Goldschmidt ensal-
" i V letor Eremita y hasta le propuso un convenio literario que Eremi-
me asiste la verdad) sería ésta: todo aquel que «de veras
desee» algo hallará en mí a un admirador y, si fuera me¬ •" rechazó, fiel a sú nombre, a pesar de la secreta aspiración de Kier-
1 • r o i i d por ser admitido en el «Círculo distinguido» de Heiberg,
nester, una ayuda. Pero esta masa de imbéciles, esta ba¬ 1 1 1 1 r lor del Teatro Real y árbitro, entonces, de las letras en Dinamarca .
bel de hombres y mujeres que sólo piensan en estropear tld t. i.)
138 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 139

que mis pecados personales provocan— fuese para mi lulamente contrario a revelar a los demás mis secretos
pueblo un «don de Dios». ¡Dios sabe lo mal que me han personales, considero como deber de un hombre no de-
tratado! Él sabe que me han maltratado como hacen los |ar de lado esa instancia que es la consulta con otro hom¬
niños con sus preciosos regalos. bre; con tal de que no se trate de una confidencia de
hombre frívolo, sino de una comunicación seria y oficial.
Es así como he comprendido mi actividad como escritor: , ; I'or lo tanto, pregunté a mi médico si creía que esa des¬
Soy, en el más profundo de los sentidos, una indivi¬ proporción de mi naturaleza, entre cuerpo y psique, po¬
dualidad infeliz. Desde los primeros años he permanecí- í día ser superada hasta el extremo de permitirme reali-
do enclavado en una forma de sufrimiento que lindaba z.ir aquello que constituye el deber ético «general»9 de
con la locura, la cual debe de tener su más profunda ra¬ los hombres. Lo puso en duda. Le pregunté entonces si
zón en la desproporción entre mi alma y mi cuerpo; por¬ pensaba que el espíritu estuviese capacitado para con¬
que (y esto es lo más extraño y a la vez mi infinito con¬ firmar o reformar, a fuerza de voluntad, esa despropor-
suelo), éste no guarda relación con mi espíritu, y así, i lón fundamental; volvió a dudar; ni siquiera quiso
debido tal vez a la tensión entre cuerpo y alma, se produ¬ aconsejarme que pusiera mi voluntad, cuya fuerza cono-
ce una elasticidad que rara vez se encuentra. i e perfectamente, pues de tal modo podría echarlo todo
Un anciano, extraordinariamente melancólico tam- 1 i perder.
bién él (no quiero describir la manera), tiene un hijo que Desde ese momento hice mi elección. Aquella dolorosa
recibe como herencia toda esa melancolía, pero que po¬ desproporción y sus sufrimientos (que indudablemente
see al mismo tiempo una elasticidad de espíritu que le habrían impulsado al suicidio a la mayoría de los que
permite ocultarla. Precisamente porque su espíritu, en poseyeran espíritu suficiente para comprender la mise¬
un sentido eminente y esencial, es sano, su melancolía ria del tormento) yo la he considerado como «mi aguijón
no puede tener poder alguno sobre él; por otra parte, el j en la carne», mi límite, mi cruz. Pensé que tal vez éste
espíritu es incapaz de eliminar dicha melancolía. A lo era el precio que Dios me había cobrado por mi fuerza
sumo logra hacerla soportable. de espíritu, sin par entre mis contemporáneos. Esto me
Una joven (que con juvenil audacia deja entrever una enorgullece, «pues estoy destruido»; mi deseo se ha con-
enorme fuerza y me permite suponer un camino de sali¬ > erl ido para mí en amargo dolor y en cotidiana humilla-
da para aquello que había comenzado por un equívoco !ÿ i lón.
doloroso, el camino de salida, la ruptura del noviazgo; Sin atreverme a apelar a revelaciones ni a nada simi¬
puesto que al principio ella me hizo sospechar váyase a lar, me he comprendido a mí mismo en mi misión de
saber cuáles fuerzas, como si no le importara, en efecto), | querer acentuar, de valorizar, en una época echada a
en el momento más solemne, arroja sobre mi conciencia perder y desmoralizada, lo «general», de volverlo ama¬
un homicidio, y un padre afligido repite solemnemente ble y accesible para todos los que fueran capaces de rea¬
la certidumbre de que aquello sería la muerte para la lizarlo, pero que al mismo tiempo hayan sido desviados
muchacha. No me interesa que tales palabras fueran pin la persecución de lo singular, de lo extraordinario.
pura charlatanería.
Desde ese momento dedico mi vida, con todas mis
'1. Alusión al matrimonio, a hacerse pastor, a buscar un empleo o a
energías, bien pobres por cierto, al servicio de una idea. i Malquiera otra situación accesible para la mayoría délos hombre y que
Aunque ajeno a las confidencias, aun cuando sea abso- I la .ri tan al individuo dentro de la sociedad. (N. del t. i.)
140 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 141

Semejante a aquel que, en lo que a él respecta, se hace Ins cosas más estupendas, con tal de que me sintiera se¬
desdichado y que, en caso de sentir amor por los hom¬ rillo de llevarlas a cabo. Mi miseria reside en este segun¬
bres, decide precisamente ayudar a los demás a fin de do estado de cosas, en la primera convicción mi sentido
que puedan ser felices; así he comprendido también yo ili* fuerza casi sobrenatural. La mayoría de los hombres
mi tarea. hallan en una situación inversa: temen la oposición
i

Pero, en tanto que mi tarea representaba para mí una ■


xterior e ignoran la tremenda tortura de la resistencia
piadosa búsqueda de una obra de bien cualquiera, hu¬ Interior. Yo, en cambio, no siento temor a ninguna resis¬
mildemente llevada a cabo, como expiación de mis pe¬ tencia exterior; pero hay en mí una resistencia interior
cados, he procurado en particular que mi aspiración no cuando Dios quiere hacerme sentir ese aguijón— y
estuviera puesta al servicio de la vanidad, he procurado rule es mi sufrimiento.
sobre todo que no sirviera a la idea y a la verdad de
modo tal que me reportara ventajas temporales y terrenas. Parece mi destino ser incomprendido en los momentos
Por ello tengo la certidumbre de haber actuado con ver¬ ili visivos de mi vida. Nadie imaginaría cuál ha sido para
dadera resignación. En medio de mi labor he creído sin mi i*l verdadero punto determinante. En cierto sentido
cesar también que interpretaba cada vez mejor la volun¬ hay una tortura en la incomprensión total, cuando se
tad de Dios, hasta soportar el tormento que él me ha im¬ lleva a cabo una vida de esfuerzos como la mía.
puesto, y así cumplo con una obra extraordinaria. i liando rompí con «ella», ¿cuál fue la causa? Apuesto
Mi mérito literario será siempre el de haber expuesto .i que nadie podría sospecharla.

las categorías decisivas del ámbito existencial con una Si ahora dejo de escribir, todos pretenderán saber de
agudeza dialéctica y una originalidad que no se encuen¬ abo a rabo la razón: ¡porque me he asustado y porque
i

tran en ninguna obra literaria, por lo menos que yo sepa; un podía seguir soportando esos chismes! No, queridos
tampoco me he inspirado en obras ajenas. Además están Hilos, se trata de otra cosa. Antes de que la algazara co¬
el arte de mi exposición, su forma, la ejecución lógica; menzase, decidí darle fin con el Tratado conclusivo (eran
pero pasará tiempo antes de que alguien goce de la tran¬ muchas las razones que me movían a ello, incluso algu-
quilidad necesaria para leer y estudiar como es debido. iins de carácter económico), quise tener la satisfacción
En este sentido, mi productividad será, quién sabe hasta if ser un escritor que podía trabajar enormemente y
cuándo, despreciada, como el plato delicado que se sirve luego detenerse de pronto, sin haber cambiado con na-
a los campesinos. i lie unas pocas palabras acerca de mis propósitos. Luego

Si pudiese describir más ampliamente la íntima com¬ . inpczó la algarabía y comprendí, al vuelo, que iban a
prensión de mi vida por esta obra extraordinaria, surgi¬ lelacionarla con mi previa disposición. Es verdad que
ría un volumen infolio que sólo muy pocos poseerían la ' ,1o me mortificó. Si me atreviese a actuar según mi ca-
fuerza y la capacidad de comprender. Pero no tengo I o ¡i lio, continuaría escribiendo impertérrito durante al-
tiempo suficiente para una labor semejante. r un tiempo. Pero precisamente porque así están las co¬
La verdad es que mantengo mi fuerza como flaqueza y is. no me atrevo a abandonar mi resolución, de lo
debilidad. No se me ocurriría jamás, por ejemplo, que I I mlrario sería un cobarde. ¿Habrá acaso un solo hom-

una joven no me quisiera, con tal de que me sintiera se¬ hl'c que lo comprenda aparte de mí mismo?
guro de poder, en conciencia, atreverme a cualquier cos;i ¡Cuán doloroso es, no obstante, tener que enfrentarse
para conquistarla; ni podría pensar que no soy capaz de Olí esta gentuza (quienes, por lo demás, pueden tam-
142 SÚREN KIERKEGAARD
T DIARIO ÍNTIMO 143

bién ser personas honestas y amables, siempre que no se Igualdad; también hay melancolía en la voz del que ha¬
propongan lanzar sentencias acerca de los pensamientos bla.» Sí, es cierto que hay melancolía y así debe ser; por-
o de un pensador), incapaces de formular un par de que un discurso sobre la vida del hombre en este mundo
ideas y hábiles solamente para concebir bajezas y mi- j que no tenga una vena de melancolía, resulta afónico y
serias! desentonado. Sí, es cierto que hay melancolía, porque
lambién quien así habla ha soñado su leyenda de juven¬
il id, esa vieja historia que todos conocen, la que se cuen-
ANOTACIONES DE BERLíN I.I a los niños durante las veladas: «Y allí, en el fondo del
bosque, divisó un viejo castillo donde vivía una prince¬
5-12 de mayo de 1846 sa». Y por cierto que así no encontró el mundo, pero
tampoco encontró la igualdad en la leyenda.
La «Providencia» no es más comprensible que la «Re¬
dención». Sólo es posible creer en ambas. Si observas cómo se habla de la muerte en nuestra
Providencia y Redención son categorías de la desespe¬ época, notarás un gran cambio en comparación con épo-
ración. i as pasadas, y en cualquier parte oirás que una muerte
Es decir, que yo habría debido desesperar si no hubie¬ repentina es una cosa deseable. ¿Qué significa eso? Sig¬
ra podido, mejor aún, si no hubiera debido creer. De mo- nifica que queremos liberarnos de la idea de la muerte,
do, pues, que no son ellas lo que hace desesperar, sino lo arrojándola, en lo posible, fuera de la vida. Se desea vi¬
que aleja la desesperación. vir como si la muerte no existiera; y cuando deba llegar,
que se presente en forma rápida y repentina, como si no
Líbrame de convertirme en un necio que no acepta Tu estuviera allí. ¡Extraña prudencia del vivir humano!
corrección, en un necio que se muestra recalcitrante ¡Cómo sabes tú engañar astutamente a la muerte —y qué
ante Tu corrección, en un necio que se niega a aceptarla I remendó es que no sepas engañarte a ti mismo—, por¬
como una bendición, en un obstinado que la convertirá que la eternidad no es ni rápida ni repentina! En las an¬
en su perdición. tiguas oraciones de la iglesia —que por otra parte toda¬
vía son de precepto— el feligrés, cuando pedía a Dios
Por el hecho de que Dios dé a uno muchas alegrías en que lo preservara de todo mal, le suplicaba también que
la vida y lo enmudezca y a otro le niegue muchas ale¬ lo librara de una muerte imprevista. A quien debe em¬
grías y lo vuelva elocuente, ¿no hay acaso igualdad? Ved prender un largo camino más le vale escapar a una
a uno a quien Dios hace grande en el mundo y envidiado, muerte repentina. Claro que para aquel que concluye en
y a otro humilde y bendito; ¿no hay acaso igualdad? un momento, quizá represente, a veces, un bien cerrar
Dios concede a uno la mujer amada, pero ésta perturba los ojos y dar el salto. Pero a quien le corresponde la
su idea; a otro le niega el amor, y en cambio le deja la iniciación de lo más largo, de la eternidad, para éste la
idea; ¿no hay acaso igualdad? A uno, Dios le concede astucia del salto no es sólo locura, sino el más tremendo
honores en el mundo y ese hombre se los apropia; a otro engaño que se hace a sí mismo.
lo hace despreciado por el mundo y éste, el despreciado,
rinde honores a Dios; ¿no hay acaso igualdad? Alguien
dirá tal vez: «No es verdad esto que dices acerca de la
DIARIO ÍNTIMO 145

I ingenuidad estriba precisamente (y en cierto sentido


.1
lito es lo bueno) en la incapacidad de concebir una du¬
plicidad dialéctica. Del eminente, los ingenuos piensan:
I s eminente; nadie, pues, debe hablar mal de él.» ¡Si
uno es un filósofo eminente, nadie debe escarnecerlo!
7 DE SEPTIEMBRE DE 1846 - 24 DE ENERO DE 1847 I'ero como los ingenuos no están capacitados para juz-
i>ar quién es un filósofo eminente, cuando alguien escri¬
be sobre él de aquel modo, se inclinan a pensar en con-
7 de setiembre de 1846
• lusión: «¡Ése no es un gran filósofo!»
I ,a bajeza de la abyección literaria se logra cuando es-
INFORME. RESULTADO 1 1 i lores que podían alcanzar cierta fama aun en puestos

teeiindarios, con el fin de vengarse, de causar daño, de


1 i rear confusión y de ensuciar, soliviantan a la plebe.

Lo trivial de la abyección literaria, tal como sucede en¬


tre nosotros, no consiste tanto en lo que se escribe 2
como en «para quién» se escribe. Si uno pudiera estar
seguro de que un periodicucho como El Corsario sólo se¬ I la sido una justa ironía de mi parte, vagabundear por
ría leído por los más inteligentes entre los lectores dane¬ bis calles y callejones en tanto me disponía a escribir
ses, no habría daño alguno. Y aun para poder ironizar mis obras con seudónimos. La ironía consistía precisa¬
sobre el hombre eminente es preciso que quien lo haga mente en el hecho de que, a pesar de pertenecer a otra
esté, al mismo tiempo y sobre todo, formado intelectual¬
mente, a fin de que sea capaz de apreciar y tenga ese
. llera en mi calidad de escritor, paseara por las calles y
por el mercado. Era una ironía contra los personajes de
poco de empuje necesario para poder entusiasmar; sólo bi extravagancia y de la intelectualidad hegeliana, tal
así se convierte en ironía la burla acerca de un caso par¬ rual se comporta o se comportaba entre nosotros. Pero
ticular, sobre la figura de un escritor, etc. Pero cuando npenas la otra parte, la abyección literaria, intenta hacer
algo por el estilo está escrito para la clase ínfima, para reer que en verdad tengo por domicilio la calle, la iro¬

mozos, muchachos, domésticos y mujeres chismosas, nía se desvanece al instante y yo abandono la calle. Si
entonces, eo ipso, es brutalidad y rebelión de esclavos. pin lo menos Goldschmidt lo hubiera comprendido y
Los hombres de esta calaña están a mil millas de distan¬ itubiera encontrado la burla por sí solo, ya sería algo.
cia de poder juzgar y comprender el hecho. Para ellos la I'ero debí invitarlo yo mismo, y así lo hice en cuanto
existencia de un escritor es como la de un hombre cual¬ hube terminado de escribir. Si P. L. Moeller hubiera pu¬
quiera, una existencia puramente animal, y su admira¬ blicado su artículo un mes antes, no le habría dado res¬
ción nace de considerar si es fuerte, si puede asestar un puesta alguna. En aquel momento no habría hecho otra
buen puñetazo, etcétera. osa que ignorar la situación, ni tampoco hubiera podi-
i

Será igualmente brutalidad que algo similar se escri¬ ilo, en los tiempos en que debía mantenerme esencial¬
ba para aquella clase social, respetable y decente, pero mente productivo, exponerme a las molestias que tal vez
demasiado ingenua y desprovista de verdadera cultura. habrían derivado de aquella barahúnda.
146 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 147

do por sus contemporáneos; luego su verdadero admi-


i

i ador es despreciado por los suyos, por esa segunda ge¬


3 neración, la que a su vez admira al difunto eminente.
( decipi! 1
Y el mundo siempre será ridículo,
i Mundus vult
)
sobre todo cuando admira. Porque para poder admirar a
4 alguien, debe primero éste ser quitado de en medio y
sólo después se le admirará, despreciando al mismo
¿De qué proviene, pues, el disgusto que me ha ocasiona- ; tiempo a aquel que «en verdad» admire las más egregias
do esta cuestión? Naturalmente, no de «lo» que se ha í i nulidades del difunto.

comentado (yo mismo he dicho a menudo cosas así, refi- I


riéndome a mí y en tono de burla), sino de aquellos «a I
quienes» se ha comentado, de que me hayan arrojado a > DUL «LIBRO DE ADLER»2
los pies a la plebe, con la que nada en común puedo te- I
ner... Con dependientes judíos, con mercaderes, con mu- | I s increíble la confusión producida por la filosofía hege-
jeres de vida alegre, con colegiales y con carniceros no ( liana en la vida privada; triste consecuencia del hecho
puedo reír de veras de las mismas cosas que puedo perfec- di' que un filósofo se dé aires de héroe cuando en la vida
tamente festejar en compañía, por ejemplo, de Carlos privada sólo es un filisteo y un pedante. Algo se le ha
Weiss. Cuando con él me burlo de mis gráciles piernas es I csc apado siempre a Hegel: qué es vivir; sólo sabe «dar»
porque ambos tenemos la misma formación intelectual. la vida (en este aspecto es maestro, y también, por cierto,
Pero si riera con la plebe de lo mismo, significaría que | la más estridente antítesis de un mayéulico).3
admito tener igual mentalidad que ellos. Y precisamente I Pero esta condenada manía de querer concebirlo todo
porque así están las cosas, sucede que el único entre noso¬ romo un momento se ha convertido en idea fija. El pun¬
tros capaz de tratar con espíritu e ironía tales problemas I ió de vista de la ética, «aspirar», y el de la metafísica,
dialécticos se ve excluido de hacerlo, pues una actitud i «concebir como un momento», combaten a muerte.
semejante estaría por debajo de su dignidad; y ese único
ser soy yo. Me comprometo a escribir un artículo sobre mí I I. «El mundo quiere ser engañado.» (N. de la t.)
Adler, teólogo hegeliano que, víctima de una profunda crisis inte-
mismo y sobre mis piernas, más chistoso que el de 2.
i lor en 1843, se sobrepuso imaginándose haber recibido una revelación
Goldschmidt; pero entonces la plebe no podrá entenderlo, g dilecta de Jesucristo. Las obras que publicó le costaron su cargo de
pastor. Kierkegaard intervino en la polémica imparcialmente, escri¬
El mundo será siempre igual. Cuando un hombre es I biendo en 1847 el Libro de Adler, donde afirma el criterio divino de la
verdad como «testimonio de la verdad». El manuscrito no fue nunca
incomprendido, escarnecido, perseguido, vilipendiado,
envilecido por sus contemporáneos porque ha luchado publicado. Posiblemente Kierkegaard no quiso afrontar otra polémica
pública, dolorido aún por los ataques de El Corsario. Del Libro de Adler
por la verdad, la generación siguiente hace el descubri¬ extrajo «Dos pequeños tratados ético-religiosos», publicados en 1848.
miento de su grandeza... ¡y lo admira! Si en esta genera¬ (N. de la t.)
ción siguiente hay alguien que de veras comprenda al i i. Mayéutica: método positivo de Sócrates. Se apoya en el principio
■ le que la ciencia no se comunica, no pasa de un espíritu a otro, sino que
difunto tan bien que le sea posible imitarlo, el entusiasta
rada cual la descubre en sí mismo a condición de que la busque metódi-
será a su vez perseguido, vilipendiado, envilecido, etc. | i ámente. Sócrates se consideraba ducho
en dirigir esta investigación
Por consiguiente, el hombre eminente es primero envile- por medio de preguntas hábilmente graduadas. (N. de la t.)
148 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 149

Todo hombre que no sea del todo irreflexivo o distraído


debe escoger. Pero si elige la metafísica comete un suici¬ ¿De qué sirve, en el fondo, tener mucho espíritu si uno
dio espiritual. posee un cuerpo débil? ¿Qué importa el espíritu a los
Soy, ciertamente, un aristócrata (y aristocrático es o hombres? La mayoría de ellos son y serán siempre natu¬
se vuelve todo aquel que a sabiendas quiere el bien, pues ralezas absolutamente animales; en el fondo sólo respe¬
tales personas son siempre raras); pero yo quiero salir a lan a un pobre diablo que sabe batirse, blasfemar y decir
la calle, andar entre los hombres, allí donde esté el peli¬ villanías. Confunden esa forma del pudor y de la timidez
gro y la oposición. Me da náuseas la cobardía y la moli¬ que va siempre unida al espíritu, con una ridiculez. En
cie (de Heiberg, Martensen y el resto de la camarilla), realidad, tienen la vaga sospecha de que aquel que está
una vida pasada en el distanciamiento de la superiori¬ dotado de espíritu posee una estructura más fina; y les
dad, en círculos distinguidos, bajo la coraza de la ilusión es casi un motivo de gozo el volverse conscientes de su
de que la turba sólo los ve de vez en cuando y que, por lo fuerza bruta frente a aquella debilidad.
tanto, imagina que son alguien. Pues el mundo se deja
engañar, y piensa así que cuando un hombre se muestra
raramente es que es alguien; no quiero engañar, no quie- 1 S de noviembre de 1 846
ro valerme de ilusiones. A tal expediente no ha recurrí- I
do ninguno de los nobles espíritus que de veras han bus- | Tal vez —no digo más, pues bien sé cuán difícil resulta
cado el bien de la humanidad; éstos no han llevado emitir un juicio abstracto sobre sí mismo, si se ha de
una vida retirada y muelle, apartados en círculos aristo¬ juzgar con justicia—, tal vez me habría dado mejor re¬
cráticos. sultado interrumpir mi actividad de escritor y concen-
liarme en encontrar un empleo, si todo hubiera ido
Navidad es, en realidad, la fiesta de los niños. Todo como debiera ser, es decir, si hubiera sido evidente que
ese mariposeo alrededor de las ventajas de la infancia sólo era mi libertad quien tomaba la decisión. En cam¬
para abrazar el cristianismo, tiene su refugio en esta bio, esto no puede realizarse. Existe para mí una gran
fiesta, en esa falsa emoción y sentimentalismo. Es preci¬ dificultad en hacerme pastor: la de que, si asumiera tal
so tener presente que la fiesta de Navidad fue introduci¬ res ponsabilidad, correría seguramente el riesgo de tro-
da en el siglo vi y que los cristianos primitivos jamás la pczar, como ya sucedió una vez con mi noviazgo. Por lo
imaginaron, pues para ellos la concepción de la vida demás, vivir en el campo, por ejemplo, en sosegado reco¬
culminaba con la consideración de la muerte como un gimiento, me resulta penoso ahora porque mi ánimo
nacimiento a la vida. está un poco amargado; y así, necesito del encanto de mi
Pero, como dije en el Tratado, este sentimentalismo actividad literaria para olvidar las mezquinas pequeñe-
«ortodoxo» ha falseado todo el cristianismo. ees de la vida.
Cada vez veo con mayor claridad que estoy hecho de
La mutación consiste en lo siguiente: el cristianismo, l.d manera que no logro realizar mis ideales, en tanto
en lugar de volverse consciente de su combatividad, se I que en otro sentido —humanamente hablando— sobre¬
arrellana en la comodidad, se las compone cómodamen¬ paso mi ideal. Los ideales de la mayoría de la gente son
te con la existencia. Así, Navidad se ha convertido en la de grandeza: convertirse en un ser tan extraordinario
«fiesta más bella». i orno jamás lograrán serlo. Yo soy demasiado melancó-
ri

150 SO REN KIERKEGAARD 151


DIARIO ÍNTIMO

lico para tener ideales similares. En general, los hom¬ hiera aplicar dos tercios de sus energías en la búsqueda
bres se echarían a reír al conocer estos ideales míos. ile su cometido. Por esto el niño posee tanta fuerza: por¬
Muy cierto es que mi ideal fue el de casarme y llevar una que el padre le impone su tarea y él sólo tiene que obede-
perfecta vida conyugal. Y ahora que desespero de lograr¬
ccr. En el fondo, lo que enerva a un hombre es la dialéc-
lo, me hago escritor, tal vez escritor de categoría. Mi úl¬
llca de la tarea.
timo ideal es el de hacerme pastor de campaña, el de
vivir en medio de la quietud campesina, identificándo¬ Sin embargo, es algo que exalta y edifica el pensar
me con el pequeño círculo que habría de formar mi am¬ i uán impotentes son los contemporáneos; ¡cuántos, en el
bien te; pero, puesto que dudo, puede que aún realice fondo, sólo trabajan contra sí mismos! Persiguen y cu¬
algo más grande. bren de escarnio al hombre eminente; pero cuanto más
Cuando el obispo Mynster me aconseja que me haga lo hacen, más inmortal será éste. Ser perseguido es ya
pastor de campaña, evidentemente no me comprende, j
ona distinción; hombres del todo insignificantes pueden
Claro que lo deseo, pero nuestras premisas son del todo j .«sí hacerse inmortales, con tal de que los contemporá-
distintas. Él supone que de un modo o de otro quiero neos los hayan perseguido canallescamente. Una réplica
avanzar por ese camino, que quiero, sea como sea, hacer I I iónica y patética sería la de un eminente perseguido
algo; y, sin embargo, la verdad es que yo deseaba justa- I que dijera a sus contemporáneos: «Debo agradecéroslo;
mente llegar al menor grado posible; tal es la idea de mi .i causa de vuestro escarnio mi nombre se mantendrá
melancolía. Por eso mismo he experimentado satisfac¬ Inmortal una generación más; por eso os ruego que seáis
ción cuando me tomaban por un medio loco, pero esto buenos y me matéis; ¡mi nombre será entonces absolu¬
representa sólo una forma negativa de ser alguien ex- i
tamente inmortal!»
traordinario. Y bien puede que así sea, en el fondo, la for- 1
ma de mi existencia, de modo que jamás alcance la bella, j
tranquila y pacífica existencia de una pequeñez total. 1‘ora la dedicatoria: «Ese Ente »
Esto que he sentido siempre en mi fuero interno y por j
lo cual nunca he hablado con nadie de mis verdaderos A menudo me he imaginado en el lugar de un pastor. Si
asuntos, lo he vuelto a experimentar en mis conversacio¬ In turba se agolpa para escuchar, si las naves de la igle¬
nes con el obispo Mynster. De nada sirve, puesto que, no j sia no pueden contener al numeroso público, que debe
pudiendo ni atreviéndome a hablar de lo que tan total, permanecer afuera para escuchar, entonces sí: loor y
esencial e íntimamente constituye mi existencia, la con- gloria a aquel que tiene el don de conmover, de hablar
versación se convierte, en lo que a mí respecta, casi en ] I Oil entusiasmo y de entusiasmarse con la vida de la
un engaño. Con un hombre como Mynster lo siento de | multitud, porque donde ésta se halle debe estar la ver¬
veras, porque lo venero mucho. dad; estoy entusiasmado con la idea de que siempre ha
de quedar un poco para algunos, pues son muchos,
EL HOMBRE V esos muchos que poseen un poco de verdad para
ada uno de ellos, son la verdad; para mí esto sería im¬
(

El romano lo tomó de la tierra (homo), pero el griego lo posible.


elevó («vúoofflog). I’ero si fuera una tarde dominical; si el tiempo fuera
Todo hombre podría ser infinitamente fuerte si no de- | ■aniestro y opresivo; si la tormenta invernal hubiera va-
152 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 153

ciado las calles y todo el que poseyera una habitación la, porque a menudo los hombres creen que la multitud
bien caldeada hiciera esperar a Dios en la iglesia hasta está en el error, pero basta con que ella quiera aceptar
que el tiempo mejorara; si en la iglesia desierta sólo hu¬ •ns opiniones para que todo esté bien) confiesa ser débil
biera algunas pobres mujeres que no tienen siquiera una c impotente; ¡cómo podría un Ente defenderse frente a
habitación caldeada que, por consiguiente, pueden so- ] los muchos seres que tienen el poder! No podría, por
portar el frío de la iglesia, con mi voz podría reconfortar- | cierto, desear tener de su parte a la multitud, pues esto
las a ellas y a mí mismo. A menudo me he imaginado equivaldría a engañarse a sí mismo; pero si este último
junto a una tumba. Si todo lo que en la tierra hay de punto de vista, por ser una confesión de la propia debi¬
excelente y de magnífico se reuniera en el cortejo fúne- I lidad y de la impotencia, parece poco estimulante, tie¬
bre; si aleteara un aire de fiesta sobre la numerosa asam- I ne, en cambio, la ventaja de ser imparcial, de no ofen¬
blea, entonces sí: loor y gloria a aquel que poseyera el der a nadie, de no hacer distinción alguna. La multi¬
don de dar realce a la fiesta, interpretando con emoción tud está formada por los individuos, de modo que cada
el sentimiento de la multitud, convirtiéndose en la ex- j uno está capacitado para convertirse en lo que real¬
presión del dolor verdadero; ¡pero yo no sería capaz! En mente es: un Ente. De ser un Ente nadie está excluido
cambio, si el sepelio fuera el de un miserable sin cortejo 1 sino aquel que se excluye al transformarse en «muchos».
alguno; si sólo una pobre mujer siguiese al coche fúne¬ ( (invertirse en multitud, reunir en torno a sí a la mul-

bre, la viuda del difunto, que por primera vez saliese de lilud, esto es lo que constituye la diversidad de la vida;
su casa sin la compañía del marido, palabra de honor nun el mejor intencionado de los hombres que hable
que si me lo pidiera pronunciaría un discurso fúnebre, de eso, puede fácilmente ofender a un Ente. Además,
pese a quien pese. l.i multitud tiene poder, influjo, consideración y do¬
A menudo me he imaginado en el trance de la muerte. minio: he aquí otra diversidad de la vida, es decir,
Si afuera reinara la alarma y muchos vinieran a verme que quien tiene poder desprecia al Ente por ser débil
para pedir noticias, creo que no podría morir, y que mi • impotente.
vieja combatividad se despertaría aun entonces para sa¬
lir una vez más a luchar contra los hombres. Pero si estu¬
viera solo y separado de todos, confío en Dios en que IM dialéctica de lo inmediato y del sentimiento elevado
moriría tranquilo y contento. 1 1 su máxima potencia en relación con la ciencia

Pero hay una cierta concepción de la vida según la


cual donde está la multitud está también la verdad, que En la época actual los naturalistas son peligrosos por
es una necesidad de la misma verdad la de procurarse la encima de todo. La fisiología acabará por asumir tales
multitud para sí. Hay otra concepción de la vida; ésta proporciones que liquidará la moral. Uno descubre ya
considera que donde está la multitud está la falsedad, de Indicios notables de la nueva aspiración: se trata a la
modo que aunque cada uno de los entes, para sí y en etica del mismo modo que a la física y, por consiguiente,
silencio, poseyeran la verdad, si a pesar de ello se reuni- I In ética se convierte en una ilusión; la ética de la huma¬
ran en multitud (pero de tal manera que la multitud tu- 1 nidad es tratada sobre la base del término medio de las
viera un significado decisivo: votante, tonante, sonante), j estadísticas, calculada como se calculan las oscilaciones
la falsedad se manifestaría al momento. Pero aquel que iL- las leyes naturales.
adopta esta última concepción (muy raramente expues- I Un fisiólogo se empeña en explicar al hombre total. En
154 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 155

primer lugar, para ello ha de contar el principiis obsta.4 ¡Imaginemos al mayor delincuente que haya existido
Pero ¿y a mí qué? ¿Qué me importa la corriente centrífu¬ litmás, imaginemos que la fisiología de su época se pu¬
ga o centrípeta de los nervios y de la circulación de la nía un nuevo par de gafas aún más magníficas que las
sangre, y el estado del hombre visto con microscopio en el •ulteriores, de tal modo que pudiera «explicar» al delin-
seno de la madre? «La ética es suficiente para mí.» ¿Acaso • líente y demostrar que todo se debe a una necesidad
necesito saber cómo se hace la digestión para digerir? ¿O natural, que su cerebro era demasiado pequeño, etc.!
cómo se produce el movimiento del sistema nervioso i uánto horror encierra esta absolución de toda acu-

para creer en Dios y amar a los hombres? Y si alguien me ación ulterior, si se la confronta con el juicio que
dijera entonces: « Sí, es cierto que para eso no son necesa- | de él hace el cristianismo: «Si no se convierte, irá al in-
ríos», volvería a preguntar: «Pero si me convierto en un llerno.»
naturalista, ¿no debilitará la ciencia mi pasión ética?» I a mayoría de las publicaciones que pululan hoy con
¡Quién sabe si con este múltiple conocimiento de analo¬ el nombre de ciencia (especialmente las ciencias natu-
gías y monstruosidades, de tal o cual fenómeno, no perde¬ i nlcs) no son ciencia sino curiosidad. «Al final la ruina

ré cada vez más la impresión de la ley moral, del «tú de- i noli revendrá por las ciencias naturales.» Muchos admi-
bes» , del imperativo «se trata de ti» ! No has de mezclarte 1 i II lores (un sot trouve toujours un plus sot qui l’admire)5

con hombre alguno aunque el cielo y la tierra se derrum¬ • i ven que cuando se ha implantado la búsqueda con un
ben: «tú debes». ¿No será acaso un precaverse con un microscopio posee, sin más ni más, seriedad científica.
montón de subterfugios y de falaces excusas, un apartar ,i )li necia superstición del microscopio! Más bien, la
la mirada de lo importante, esto de hacer que comience 1 observación microscópica vuelve aún más cómica la
con la fisiología en lugar de mandar a paseo a la fisiología curiosidad. Es natural que un hombre, con perfecta
entera y de decirme simplemente: «¡Comienza ahora!»? lutena fe y también con profundidad, diga: «No puedo
Tomemos el problema de la libertad y de la necesidad. vei con mis ojos, sin nada más, cómo se crea la con-
Que empiece, pues, el fisiólogo a explicar cómo la circu- I i Inicia.» Pero que un hombre se ponga al microscopio

lación de la sangre influye de tal o de cual manera, y la 1 iliinoso de ver y de descubrir y no vea nada, esto es
presión de los nervios, así y así, etc.; su tesis no podrá I i mi i ico y particularmente ridículo, cualquiera que sea
probar jamás que la libertad sea pura imaginación. iii seriedad. Considerar el descubrimiento del micros-
Cuando haya escrito cuatro volúmenes infolio, repletos i ■
upio como un pequeño recreo, como una ligera pérdi-
de números y de maravillas, deberá confesarse: «Ante • In tie tiempo, bueno; pero considerarlo como cosa seria
“esto último”, mi maravilla se detiene.» ¿Para qué sirve, | i", de necios. También el arte de la imprenta es casi un

entonces, todo ese saber? ¿No es ésa una manera de em- ] hallazgo satírico: pues, ¡Dios mío! ¿no ha demostrado
baucar a los hombres, de quitarles poco a poco el entu¬ 'inficientemente cuán pocos son aquellos que verdade-
siasmo, de mantenerlos ilusionados con la creencia de i uniente tienen algo que comunicar? Y así este enorme

que algún día, por medio de un microscopio aún mayor, I ili cubrimiento ha favorecido la difusión de todos estos
se les podrá explicar que la libertad es una ilusión y que i hismorreos, que de otro modo habrían muerto al

todo se reduce a funciones naturales? nacer.

4. Principiis obsta: «Atájalo al principio»; sentencia de Ovidio ex¬ Texto de Boileau, citado anteriormente en el Diario de 1842.
presada en sus Remedia amoris. (N. de la t.) V. de la t .)
156 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 1 57

¡Si Dios empezara a dar vueltas, bastón en mano, ya el segundo»,6 pero al final la relación se invierte y el
veríais cómo buscaría a esos observadores tan engalla¬ eonsciente ejerce en parte un influjo formativo sobre el
dos con sus microscopios! Con su bastón desbandaría Inconsciente. Entonces la fisiología se vuelve estéti-
Dios toda hipocresía de ellos y de los naturalistas. La i < ¡-sentimental; habla de expresión noble, de la fisono¬
hipocresía consiste, en efecto, en decir que las ciencias mía, de la conducta, etc., de una personalidad culta.
conducen a Dios. Sí, de una forma «superior», pero ésta ¡Dios mío!, ¿qué significa todo esto? Un poco de miseria
es precisamente la impertinencia. Uno puede convencer¬ V, a lo sumo, un poco de paganismo (das Aeussere ist
se fácilmente de que un naturalista es un hipócrita. Por¬ ilas Innere).1 San Pablo no habla de «volverse hermo-
que si uno quisiera decirle que, a fin de cuentas, todo so» con la oración ni la predicación, sino que advierte
hombre tiene bastante con su conciencia y con el peque¬ que « mientras nuestro hombre exterior se corrompe,
ño catecismo de Lutero, el naturalista frunciría el ceño. nuestro hombre interior se renueva de día en día» (2 Cor.
— —
Quiere ¡como hombre superior que es! hacer de Dios
una belleza excelsa, un artífice grandioso que no todos
4, 16).
La fisiología materialista es cómica (¡creer que matan-
están capacitados para comprender. ¡Alto ahí! No: la do se puede hallar el espíritu que vivifica!); la fisiología
exigencia religiosa es humana, y nadie, absolutamen¬ moderna, a pesar de ser la más dotada de espíritu, es
te nadie, puede comprender a Dios; el más sabio debe sofística. Admite que el milagro no puede explicarse y,
humildemente atenerse a «lo mismo» que el ingenuo. sin embargo, quiere existir, se vuelve más y más volumi-
He aquí la profundidad de la ignorancia socrática: re¬ uosa, y cada volumen trata de lo mismo, de las muchas
nunciar con toda la fuerza de la pasión a toda sabiduría V muy admirables cosas que no pueden explicar el mi-
curiosa, para ser simplemente ignorante con respecto lagro.
a Dios; renunciar a esa apariencia (que establecería Además, la filosofía sofística nos enseña que «la llave
siempre una diferencia entre un hombre y otro) de po¬ para el conocimiento de la vida consciente del alma está
der hacer observaciones por medio del microscopio. rn el inconsciente» (Cams). Pero si no puede explicar el
Goethe, en cambio, que no era un espíritu religioso, se pasaje del inconsciente a la conciencia, ¿qué significa
aferró vilmente a ese saber que habría de crear dife¬ rsa llave»?
« El pasaje, precisamente, es un «salto» (al
rencias. < nal corresponde la «maravilla») que ninguna llave pue-
Tal cientifismo se vuelve peligroso y funesto, especial¬ de abrir.
mente si uno lo quiere llevar hasta la esfera del espíritu. Los naturalistas emplean el microscopio como los pe-
Que así se trate a las plantas, las estrellas y las piedras, I i metres el monóculo; sólo que el microscopio lo em¬
pero hacer lo mismo con el espíritu humano es una blas¬ plean contra Dios.
femia buena tan sólo para debilitar la pasión de la ética
y de la religiosidad. Comer es más razonable que especu¬
, 6. Principio básico del célebre ensayo de C. G. Carus sobre antropo¬
lar con el microscopio sobre la digestión. Y el rogar a logía filosófica: Psique. Carus (1789-1869) se inclinaba por un panteís-
Dios no puede ser considerado como el comer, una cosa MIO estético. (N. del t. i.)

inferior a las observaciones científicas, pues es absoluta¬ 7. El conocido principio hegeliano «lo exterior es lo interior», con-
el cual Kierkegaard polemiza en toda su obra literaria, desde la
mente lo más elevado. Im
Iniciación del Diario (teoría de la predestinación) y desde el prefacio de
Luego nos enteramos, gracias a la fisiología, que «el
Vkior Eremita en O lo uno o lo otro, donde dicho principio está citado.
inconsciente constituye el primer estadio y el consciente IN. del t. i.)
158 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 159

Si con las búsquedas científicas se pudiera alcanzar i Para un pensador no puede existir tormento más ho¬
algún resultado en la esfera del espíritu, sería el primero i ir ndo que el verse obligado a vivir en esa tensión, pues

en tomar un microscopio y quizá llegaría más lejos que mientras se amontonan los detalles se tiene la impresión
nadie. Pero, como por medio de la dialéctica cualitativa ile que la idea, la conclusión, quedan postergadas para
fácilmente entiendo que, desde el punto de vista de la más adelante. Si el naturalista no siente esa tensión,
calidad, el mundo dentro de cien mil años no habrá i|iiiere decir que no es un pensador. ¡Éste es el tremendo
avanzado un solo paso, entonces, por el contrario, no Imitalismo de la intelectualidad! Un pensador sufre las
desperdiciaré un solo segundo de mi vida en ninguna |n-nas del infierno hasta que no haya hallado la certi-
curiosidad. Por cierto, que puedo comprender que Dios ilninbre del espíritu: Hic, Rhodus, hic salta} En la esfera
ha dado al hombre esa clase de perspicacia que le ha ile la fe es cuestión (aunque el mundo entero se incendie
hecho descubrir nuevos instrumentos y cosas similares. V NO fundan los elementos) de «tú debes creer». Sin espe-
Pero como también Dios le ha dado al hombre la razón, tur novedades del correo ni noticias de los navegantes.
por la cual éste, en la dialéctica cualitativa, debería I si a sabiduría del espíritu, la más humilde de todas, la
comprender la contradicción que existe en ese «más o MUíS mortificante para el ánimo vanidoso (¡pues es algo
menos» cuantitativo y aproximativo, entonces el hom¬ i.ni aristocrático eso de observar al microscopio!), es la
bre humilde y pío debería renunciar a la curiosidad y a H mea certeza.

esa clase de tranquilidad de ánimo necesaria para los


descubrimientos microscópicos y remontarse hasta Él De nuevo siento en estos tiempos algo que he experi¬
solamente a través de la ética. mentado a menudo: ¡lo difícil que me resulta compren¬
der a los demás! Con furiosa pasión me arrojo sobre un
No tiene utilidad alguna consagrarse a las ciencias na- j libro; pero cuando lo leo me parece que sólo hallo cosas
turales. Uno permanece inerme sin poder comprobar i a conocidas, o cuando lo cierro siento otra vez que ver¬

nada. El científico comienza al instante a distraer a las dín lelamente algo se me ha escapado. Por otra parte, me
gentes perdiéndose en detalles: ahora es preciso ir a Aus- j inuece también que he encontrado pensamientos que
traba, ahora remontarse hasta la luna, ahora descender minea tuve, pero no se me graban y no logro recordarlos.
a una caverna subterránea, ahora ir a casa del diablo... I I n cambio, cuando me propongo reflexionar sobre esto
H ni ¡uello, estoy seguro de resolverlo lo haya leído o no.
para encontrar un parásito intestinal; ahora es preciso j
usar el telescopio, ahora el microscopio... ¡Quién puede Cómo se comportan los otros, no lo sé. Quizá el anhelo
soportar tantas diabluras! 1 1, conocerse a sí mismos no es tan grande en ellos, y por
Bromas aparte, hablemos en serio. La confusión estri- I nulo han de tener quizá más facilidad para aprender de
ba en la dificultad de distinguir dialécticamente ambos i memoria.
aspectos del problema, el estado de la cuestión y cómo II nese a esto mi gran disposición para la poesía, que
la filosofía ha de servirse de la ciencia de la naturaleza. 1 lince que escribir sea para mí la satisfacción más in-
El todo se reduce a un lenguaje imaginario e ingenioso Icnsa.
(por lo mismo nada se perdería con ignorarlo): ¿no es ¡Cuánto desearía leer!; me parece que eso sería una
más que un ejemplo?, ¿una analogía? ¿O por el contra¬
rio es de tal importancia que se puede la teoría basar M «Esto es Rodas, salta aquí», proverbio que se usaba en el sentido
en él? li Mÿsta es la cuestión».
160 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 161

escapatoria. Estoy convencido aún de que progresaré vedad del ataque; precisamente cuando tiene miedo,
mejor por medio de la paciencia, por el camino más lar¬ niega el ataque. Cuando está seguro de ser el más fuerte,
go de la autorreflexión. entonces comenta: «Es una canallada.» En cambio,
mando se siente débil razona así: «No es nada.» Es de¬
Uno puede muy bien comer la ensalada antes de que cir, que se aparta.
se forme el cogollo; pero su delicioso enrizamiento es
algo muy diferente a las hojas. Otro tanto acaece en el
mundo del espíritu. La despreocupación hace que muy
rara vez una individualidad logre «formar el cogollo», y
por otra parte el poeta, el hombre religioso, el pensador
que de veras ha formado el suyo, nunca será popular; no
porque le sea difícil lograrlo, sino porque tiene necesi¬
dad de reflexiones silenciosas y prolongadas, de intimi¬
dad consigo mismo y de soledad. Aun cuando yo, profi¬
riendo gritos, pudiera decir algo agradable para todos;
si se tratara de materia religiosa, no lo diría, porque
constituye una especie de indecencia para con la religión
que se deba conceder importancia a los chillidos, en lu
gar de hablar consigo mismo, a media voz, como la reli¬
giosidad quiere que se haga. ¡Ay de mí! ¡Las cosas andan
al revés! En tanto que a la religiosidad le importa que
cada Ente ande solo o que penetre en su celda para ha¬
blar en voz baja consigo mismo, algunos creen que la
importancia estriba en desgañitarse gritando.
En mi juventud, cuando veía que atacaban a un hom¬
bre y al mismo tiempo a otros muchos que acudían a
defenderlo, pensaba: «¡Caramba! ¡Debe de ser un ataque
peligroso!» Ahora que he envejecido un tanto, cuando
presencio un ataque contra algún hombre y al mismo
tierno veo a muchos que acuden a defenderlo, me digo:
«¡Caramba! ¡Debe de ser un ataque peligroso, puesto
que tantos están dispuestos a defenderlo!» Cuando en mi
juventud oía a un hombre atacado decir: «Este ataque es
una infamia, una cobardía», yo pensaba: «¡Esperemos
que el hombre aguante!»; pero si el atacado decía: «No
es nada», entonces yo me decía, en mi juventud: «¡De
modo que no hay peligro!» Ahora pienso todo lo con tro
rio. Sólo un hombre que se siente seguro admite la gru
DIARIO ÍNTIMO 163

los antecedentes de mi vida; permanezco tan libre de


vínculos que puedo a cada instante, si Dios así lo quiere,
ser derribado sin la más mínima consecuencia para nin¬
gún otro.
De que como escritor pueda, en virtud de una rigurosa
1847 autodisciplina ética, hacer mucho bien en una época
romo la nuestra, no hay duda alguna. Naturalmente, eso
no indica que deba vencer, sino que, por el contrario,
20 de enero de 1847 significa más bien que debo contar con la derrota. Bas¬
tante claro aparece que me tocará sucumbir. Los aristó¬
Me ha complacido siempre, desde el fondo de mi alma, cratas continuarán guardando un silencio tranquilo y
el deseo de convertirme algún día en un pastor de cam¬ envidioso, permitirán que me arroje a la refriega y que
paña. Me complacía como deseo idílico, en contraste con caiga víctima de la plebe, a fin de disfrutar de todas las
mi esforzada existencia, y también, desde el punto do ventajas de la situación. Es decir que, humanamente ha¬
vista religioso, como penitencia, a fin de hallar el tiempo blando, mi labor no será recompensada. No deseo otra
y la paz para arrepentirme verdaderamente de los peca¬ cosa. Nada significa que me deje dominar por algún
dos cometidos. Pensaba entonces que como escritor esta¬ arrebato de impaciencia; porque en todo momento bue¬
ba a punto de hacer fortuna y que, por lo mismo, bien no estaré dispuesto a sacrificarlo todo y espero, por con¬
estaría concluir de aquella manera. Entretanto, parece siguiente, que Dios me concederá las fuerzas necesarias
bastante evidente que «nuestra situación se vuelve cada para soportarlo.
vez más confusa». Ahora, dado que — me atrevería a sos¬ Si no idolatro como hace Mynster el «orden estableci¬
tenerlo en presencia de Dios, juez supremo— la sitúa do»1 (ésa es la herejía de Mynster) y si no confundo el
ción literaria, social y política reclama a un Extraordi celo de la ética con el espíritu burgués; si no quiero abo¬
nario, se trata de saber si existe alguien dentro del reino lir por completo la categoría de lo «Extraordinario» y,
que sea adecuado para esa misión, aparte de mí mismo, de nuevo a la manera de Mynster, me conformo con sa¬
Renunciando a «ella», he renunciado a todo deseo de pa¬ ber simplemente que tales personajes han existido y a
sarlo bien en esta vida; por mis culpas personales me he comprenderlos tan sólo en consecuencia, solamente en
calificado como acreedor a todo tipo de sacrificios. De ese caso no podré rechazar la tarea que se me ha enco¬
modo que, en mi caso, existe un presupuesto ético. Ade¬ mendado.
más, ingresando como preceptor de religión en un deter¬ I lumanamente hablando es preciso decir que de ahora
minado empleo público, me obligo en el fondo a ser algo en adelante no sólo voy al encuentro de lo incierto, sino
diferente a lo que soy. Una culpa que llevo conmigo me que afronto un fin certero, con fe en Dios de que en esto
expone a cada instante a un ataque sobre este particular. consista la victoria. Así comprendí mi existencia a los
Una vez pastor, la confusión se haría dolorosa, puesto
que habría callado algo antes de entrar en ese estado, I. Término técnico: Det Bestaaende, que Kierkegaard profundizará
Como escritor, en cambio, mi posición es distinta. Nn más tarde y criticará directamente como a la categoría de la política y,
contraigo relaciones personales con ningún hombre que por consiguiente, de la Iglesia del Estado, llamada precisamente «Igle-
. ia establecida», en tanto que a la verdadera Iglesia conviene el «deve¬
pueda tener pretensiones acerca de mi ejemplo y sobre nir», que es la categoría del ser espiritual. (N. del t. i.)
r
164 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 165

diez años; ésa es la causa de la enorme lucha que sostie¬


ne mi alma. Así la comprendí a los veinticinco y así la
comprendo ahora que tengo treinta y cuatro. Por eso 24 de enero de 1847
Paul Moeller me llamó «uno de los hombres más sumi¬
dos en la lucha». ¡Dios sea loado por los ataques que han llovido sobre mí
Sólo cuando me pongo a escribir me siento bien. En¬ de parte de la plebe! Me han dado la oportunidad de ins-
tonces se me desvanecen los disgustos de la vida y los I l uirme en la escuela de la interioridad y de convencer-
sufrimientos; me encuentro con mi pensamiento y me me que a fin de cuentas era una idea melancólica la de
siento feliz. Basta que me interrumpa durante un par de querer hacerme pastor de campaña, la de entregarme a
días para que en seguida me sienta mal, lleno de moles¬ la penitencia en una vida retirada y olvidada. Permane¬
tias y de achaques, con la cabeza pesada y oprimida. Se¬ ceré en mi puesto ahora más que nunca. Sin ese diluvio
mejante ímpetu, tan rico, inagotable, mantenido a dia¬ de escarnios mi idea melancólica hubiera seguido persi¬
rio durante cinco o seis años y que fluye con tanta guiéndome, porque una cierta holgura favorece las ideas
abundancia, un ímpetu así no puede dejar de ser una melancólicas. Si no hubiera tenido nada de fortuna, no
vocación divina. Si esta abundancia de pensamientos habría caído, a pesar de mis disposiciones naturales, en
que aún se agitan en mi alma debiera ser reprimida, re¬ esos excesos de melancolía a los que he estado sujeto
presentaría para mí un martirio y un tormento y ya no más de una vez.
sería capaz de nada. ¿Y por qué habría de reprimirla?
Por haberme llenado la cabeza con la idea de aplicarme
como un penitente a algo para lo cual, según mi enten¬
der, no estoy destinado. ¡No! Líbreme Dios de ello, y
Dios tal vez permitirá que aparezca alguna señal exte¬
rior. Es duro y deprimente tener que invertir dinero
para obtener el permiso de trabajar con mayor empeño
y esfuerzo que cualquier otro ciudadano. Es duro y de¬
primente, con semejante trabajo, obtener solamente que
lo arrojen a uno como pasto de la ruin envidia de los
aristócratas y como escarnio de la plebe. Es duro y de¬
primente tener ante sí la siguiente perspectiva: cuanto
más trabaje, peor me irá. Pero todo lo soportaré alegre y
paciente, con tal de adquirir la íntima certidumbre de
que no es mi deber imponerme libremente un martirio
al pasar a una situación que en cierto sentido podría de¬
sear, pero a la cual no podría atender verdaderamente
ni sentirme en ella verdaderamente feliz. No he elegido
yo la carrera de escritor; al contrario, es una consecuen¬
cia de mi individualidad entera y de mi aspiración más
profunda.
DIARIO ÍNTIMO 167

suicida, pocos instantes antes de saltarse la tapa de los


sesos:
— ¡Con este disparo mato al tiempo!

Que se le pueda ocurrir a un hombre, en calidad de


1845 - 1847 poeta idílico, identificarse a sí mismo o su condición hu¬
mana con la vida de los animales (¡ese idilio en el que
(HOJAS SUELTAS) patos, ocas y vacas representan la vida perfecta y bendi-
ta!) es incomprensible para mí. Constituye una gran sa-
lisfacción observar de cerca a los animales de un modo
E L sentimiento de tranquila elevación, cuando uno
sale de paseo en carruaje al caer la tarde, se produ¬
ce con la aparición de la primera estrella. A medida que
humorístico; uno puede pasarse días enteros mirándo¬
los. El humorismo justamente crece en proporción di¬
recta a la estupidez de los animales, por ejemplo, con los
la oscuridad se hace más densa, las estrellas se multipli¬ patos, las ocas, los cerdos y las vacas.
can en el cielo; eran visibles también antes, pero la luz
las ocultaba. ¡Hasta que el ejército luminoso triunfa en Cuando el campesino trae al mercado sus mercancías
los cielos y uno puede contar, una a una, todas las es¬ bien dispuestas y acomodadas, es horrendo ver que los
trellas! primeros en acudir corriendo no son los compradores
ipie tratan los productos con sumo cuidado, sino unos
Cuando el rico pasea en su carroza, rodeado de antor¬ Imhanes que todo lo arrebatan y ajan. Así sucede con los
chas en medio de la noche, ve un trecho de camino escritores y sus lectores: los primeros en lanzarse sobre
mayor que el que ve el pobre que camina en la más ne¬ los libros son los bribones de los críticos.
gra oscuridad; pero no ve a las estrellas, ya que se lo
impiden las mismas antorchas. Lo mismo ocurre con la
prudencia humana: con ella se ve bien de cerca, pero
priva la visión de lo infinito.

No olvidemos jamás que no todos los que hayan perdi¬


do la razón pueden, por eso mismo, probar de manera
irrefutable que la tienen.
Que el tiempo (ese sucederse de los momentos uno tras
otro) sea o pueda ser el peor enemigo del hombre, lo in¬
dica el lenguaje —cosa muy expresiva— por medio de
significativas frases, como «matar el tiempo», o vicever¬
sa, «el tiempo se me hace tan largo que estoy muerto de
aburrimiento».
Podría ser una réplica psicológicamente justa la de un
DIARIO ÍNTIMO 169

nos sobre la doctrina de las categorías, que he leído con


el mayor interés.
¡Y pensar que cuando por primera vez fui a Berlín,
precisamente al único a quien no escuché fue a Trende¬
lenburg, porque, según decían, era un kantiano! ¡Y casi
24 DE ENERO DE 1847 - 15 DE MAYO DE 1848 miraba de arriba abajo al joven sueco, compañero de
viaje, que quería estudiar únicamente con Trendelen¬
burg! ¡Estúpido prejuicio del que también yo era es¬
T")RETBNDEN dar a entender que las objeciones contra el clavo!
-1 cristianismo provienen de la duda. Es un error. Las
objeciones contra el cristianismo provienen de la in¬ La turba es verdaderamente el blanco de mis ataques.
subordinación, de la mala disposición a la obediencia, Lo he aprendido de Sócrates. Quiero atraer la atención
de la rebelión frente a la autoridad. Por eso hasta hoy de los hombres para que no desperdicien sus vidas en
se han dado simplemente palos en el aire contra las I ucgos y disipaciones. Los aristócratas piensan que exis-
objeciones, pues sólo se ha combatido a la duda des¬ te siempre una masa de hombres que se pierden por
de el punto de vista de la inteligencia, cuando debía ha¬ i (nnpleto. Pero lo callan, viven agazapados y se compor-
bérsela combatido en el campo de la ética contra la re¬ lan como si esa gran multitud de hombres realmente no
belión. existiese. La impiedad de la superioridad de los aristó¬
cratas consiste precisamente en que, con tal de pasarlo
Me acusan de impulsar a los jóvenes a repantigarse en bien, no se toman ninguna molestia en advertir a los
la propia subjetividad. Tal vez. Pero ¿cómo sería posible demás.
suprimir esas ilusiones de la objetividad, por ejemplo, la Yo no quiero eso. Quiero, en cambio, advertir a la tur¬
del «público», etc., sin hacer resaltar la categoría del En¬ ba sobre su propia ruina. Si no lo quieren a las buenas,
te? Con el pretexto de la objetividad se ha pretendido los obligaré a las malas. Me comprendan o no. Mi inten¬
sacrificar por completo la individualidad. ción no es golpearlos (¡ay de mí!, uno solo no puede gol-
pear a la turba): quiero obligarlos a que me golpeen.
Ningún filósofo moderno ha influido tanto en mí como Porque una vez que me hayan golpeado, seguramente
Trendelenburg.1 Cuando escribí La repetición no había prestarán atención, y si me golpean a muerte, prestarán
leído aún nada suyo, pero ahora que lo he leído ¡cuán absoluta atención y yo habré vencido por entero.
claro y potente se vuelve todo! Me relaciono con él de un Los hombres no están perdidos hasta el extremo de
modo extraño. Uno de los puntos que me ha interesado querer el mal en última instancia, pero están ciegos y no
desde el comienzo es la doctrina de las categorías (los saben lo que quieren. Por eso mismo es preciso tenderles
problemas sobre esta materia se encuentran en mis no una mano e impulsarlos a que tomen una decisión. Un
tas antiguas y en los cartapacios señalados con el núme¬ niño puede, durante mucho tiempo, mostrarse i'ebelde
ro 4). Trendelenburg ha publicado ahora dos disertado con su padre. Pero si el padre procede de tal modo que lo
obliga a cometer un atentado, el niño estará más cerca
1. Federico Adolfo Trendelenburg ( 1802-1872), filósofo que se opuso ile su salvación. La victoria de la turba se debe a que uno
a Hegel y, en especial, a su método dialéctico. (N. de la t.) la esquiva de tal manera que ella no adquiere jamás con-
no SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO ni

ciencia de sus actos. La turba no tiene reflexión alguna cualquier escritor danés entre los de valía es quizá
|IIC

esencial; si llega hasta el extremo de matar a un hombre, más esmerado que yo.
eo ipso se detiene, piensa y reflexiona. Pero otra cosa es la puntuación; en lo tocante a ella no
Aquel que, como generalmente se dice, en calidad de nadie, y hasta dudo de que exista otro
MIC inclino ante
reformador lucha contra un poderoso (el Papa, el empe¬
rador, en suma: contra un solo hombre) debe tratar de
. .n itor danés que pueda competir conmigo. Mi estruc¬
dialéctico, con un sentido especial para la retóri-
tura de
abatir al poderoso; pero aquel que, con más justicia, 1 a, mis conversaciones interiores, mis pensamientos y el
hace frente a la turba, de la que proviene toda perdición, tjercicio de leer en voz alta, todo esto tiene absoluta¬
debe tratar de que sea él el abatido. mente que convertirme en un especialista en la materia.
Por lo tanto, hago una diferencia en mi puntuación.
Mi melancolía se ha esforzado durante muchos años
Distinta es la puntuación que empleo en un artículo
en impedir que yo pudiera tratarme de «tú» en el sentido de la que utilizo en uno retórico. Esto solo ya
científico
más profundo. Entre mi melancolía y mi «tuteo» existía cría demasiado para la mayoría que sólo conoce una
un mundo de fantasía; este mundo fantástico que ahora gramática. En consecuencia, no puedo de ninguna ma-
he extraído en parte de mí mismo con mis seudónimos. artículos como ejemplo para colegia¬
Así como aquel que no posee un hogar feliz, vagabundea
ncra proponer mis
les y para hombres todavía inmaduros. Así también un
todo lo posible y de buena gana prescindiría de su casa, I »i ion latinista no se preocupa por enseñar a sus alumnos
así mi melancolía me ha alejado de mí mismo, en tanto más sutiles de la lengua, los múltiples, pe¬
los matices
que yo, con mi vida y mis hallazgos poéticos, recorría un y graciosos misterios del subjuntivo; pero por su
queños
mundo de fantasía. Como aquel que ha recibido un con- i uenta escribe de ese modo. No
conozco, además, a nin¬
siderable patrimonio en tierras y que no acaba jamás de gún escritor danés que se ocupe de la puntuación en sen¬
conocerlo por entero, de este modo, bajo la presión de la tido ideal; los escritores de hoy se limitan a seguir las
melancolía, me he amoldado a mis limitaciones.
normas gramaticales.
Mi puntuación es especialmente distinta para los tro-
Sí y no, o los dos hermanos ( Mt. 21, 28 ss.). us de retórica, pues es muy avanzada. De un modo es¬
¿Cuál de los dos hermanos era el perdido? ¿El que dijo
pecial me preocupa el aspecto dialéctico-arquitectónico:
que no e hizo la voluntad del padre, o el que respon¬
que a primera vista surja esa euritmia de las proposicio¬
dió que sí pero no hizo la voluntad del padre y quizá que, cuando uno lee en voz alta, constituye el ritmo
nes
también se jactó de estar siempre dispuesto a... decir (yo Imagino siempre a un lector que lea en voz alta). Por
que sí? veces parco en el uso de las comas. Así,
eso soy muchas
■ ii ando quiero una subdivisión entre punto y coma, no
ifivido esas proposiciones; por ejemplo: «Lo que uno
Algo acerca de mi puntuación debe a otro o lo que uno debe a sí mismo.» A este respec-
lo vivo en continua lucha con los correctores de impren-
En lo que a ortografía se refiere, me inclino incondicio¬ la, quienes con muy buena intención ponen comas por
nalmente ante la autoridad (Molbech); ni se me ocurre todas partes y así perturban mi ritmo.
pretender justificarme, pues sé que con respecto a este opinión, la mayoría de los estilistas daneses
En mi
punto me faltan conocimientos y de buena gana admito
usan el punto de una manera completamente equivo-
172 DIARIO ÍNTIMO 173
SÓREN KIERKEGAARD

cada. Descomponen su discurso en numerosos puntos


seguidos; de ahí se sigue que la lógica no sea suficien¬ Andersen puede contar el cuento de «las calzas de la
temente respetada, pues así las proposiciones subordi¬ fortuna», pero yo puedo contar el de los zapatos que
nadas — siendo cada una de ellas un punto seguido— se aprietan. Mejor dicho, podría contarlo; pero como no
vuelven coordinadas. quiero hacerlo, prefiero guardar un profundo silencio,
Ante todo debo repetir que imagino a lectores que lean por eso mismo puedo contar muchas otras cosas.
en voz alta y que, por lo tanto, estén ejercitados en recorrer
la secuencia del pensamiento hasta en sus menores osci¬ Mientras existan numerosos pozos de donde extraer
laciones y en reproducirlo con la voz.* Con toda tranqui¬ agua, no se siente la angustia de que pueda faltarnos.
lidad me someto al experimento. Invitad a un actor o a Pero ¡cuando sólo hay uno...! Así también, cuando el
un orador (que sean prácticos en modular) a leer, a título cristianismo se convierte para alguien en el pozo único,
de ensayo, un trozo de mis discursos. Estoy convencido NóIO entonces comienzan los escrúpulos. El escrúpulo es
de que habrán de admitir que muchas cosas que de otro la expresión del alma concentrada en el cristianismo
modo estarían a merced de su libre interpretación, mu¬ como en su único objeto. Por eso mismo la mayoría está
chas que deberían ser aclaradas con notas del autor, las libre de escrúpulos.
hallarán explicadas en virtud de la puntuación. La pun¬
tuación gramatical abstracta no basta en retórica; espe¬ La existencia más ingrata es y será siempre la del es¬
cialmente cuando se mezcla una pizca de ironía, de epi¬ critor que escribe para escritores. Los escritores pueden
grama, de astucia y de malicia, es decir, algo que, en el dividirse en dos clases: los que escriben para los lectores
terreno de la idea, tenga un cierto sabor a malicia. V los que escriben para escritores. A estos últimos el pú¬
blico no puede entenderlos, los considera locos y se mofa
¡Qué sátira tan tremenda de los tiempos modernos es de ellos. Entretanto, los escritores de la segunda catego¬
el ver que la única aplicación que se da a la soledad sea ría saquean sus obras, hacen furor con la mercadería sa¬
en calidad de castigo: la prisión! ¡Qué diferente de las queada y menoscabada y generalmente se convierten en
épocas en que, aunque la vida terrenal fuera mundana, los peores enemigos de los escritores de la primera cate¬
se creía en la soledad del claustro y se la honraba como goría; porque es de suma importancia para ellos que na-
lo más elevado, como a la determinación de lo eterno! die se entere de la verdad.
Ahora se la aborrece, se la execra y se la emplea tan sólo
como pena para los delincuentes. ¡Qué cambio! Cada vez que la historia del mundo debe dar un paso
.(delante y superar un punto difícil, avanza al instante
Nuestro tiempo necesita educación. Por eso Dios se una formación de verdaderos caballos de tiro: los céli¬
apoderó de uno que, como los demás, necesitaba educa- bes, los solitarios, los que viven tan sólo para una idea.
ción y lo educó «privadísimamente», para que a su vez lobannes von Müller dice que dos fuerzas guían al mun¬
pudiera enseñar. do: las ideas y las mujeres, pero cuando se debe dar la
batalla decisiva es preciso dejar que gobiernen las ideas.
* Precisamente en estos días me entero de que el viejo Fichte en
:: su
Es penoso el error de Cervantes al concluir Don Quijo-
correspondencia epistolar con Schiller, se lamenta a propósito de- su
estilo que la gente no logra declamar. le de manera que el héroe recobre el juicio, y que muera
r
174 SO REN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 175

luego. ¡Pensar que había tenido la excelente idea de ha¬ < launirles; por el contrario, sólo existe el sacrificio conti-
cerlo convertir en pastor de ovejas! Debió terminar en¬ mío. En tal caso, un amigo representará a lo sumo una
tonces. Don Quijote no debe «concluir»; debe ser repre¬ i i-mora, y por consiguiente es preciso ser cautos.
sentado en pleno impulso, de modo que permita
descubrir una serie sin fin de nuevas ideas fijas. Don Más que el no comprender nosotros la verdad, es duro
Quijote es infinitamente perfectible en su locura, pero lo no ser comprendidos por la persona amada.
único imposible para él es precisamente que recobre la
razón. Me parece que Cervantes no era lo bastante dia¬ En realidad, todo arte consiste en una contradicción
léctico para dar a la obra la conclusión romántica, que dialéctica. Lo verdaderamente eterno no puede ser pinta-
no es conclusión. lo, íi dibujado, ni esculpido en piedra porque es espíritu.
• i
IVro tampoco lo temporal puede ser pintado ni dibujado
Un hombre peca primero quizá por «debilidad» y su¬ ni esculpido en piedra; porque, al representarlo así, se lo
cumbe a la debilidad (porque es su debilidad justamente u-presenta eternamente, pues una imagen sólo fija un
la fuerza de la inclinación, de la pasión, el anhelo del momento. Cuando pinto a un hombre llevándose la cu-
pecado); pero luego se siente tan desesperado que tal vez i liara a la boca o sonándose la nariz, lo eternizo; el hom-
peca de nuevo por «desesperación».2 lirc seguirá sonándose la nariz mientras dure la imagen.
Nuestros liberales son unos bellacos que sólo saben
charlar. Critican los actos del gobierno y cuando se les Nuestro tiempo necesita páthos (como legumbres con¬
echa en cara que no actúen, responden que ellos ño son tra el escorbuto); pero, en verdad, la labor de perfora¬
el gobierno. Cuando se les pregunta luego por qué no tion de pozos artesianos no puede ser más complicada
dirigen por lo menos sus armas contra la degeneración l|MC mi cálculo dialéctico sobre lo cómico, sobre las pa¬
del público, en la cual están implicados como periodis¬ •Iones y sobre lo patético donde procurarse, a ser posi-
tas, entonces responden: «No es culpa nuestra si el pú¬ lile, una benéfica corriente de aire patético. La desgracia
blico va de mal en peor; no es asunto que nos' concier¬ • le nuestra época es la prudencia y la reflexión. Ningún
na.» Summa summarum,3 puras bagatelas: no hay entre entusiasta inmediato podrá ayudarme ya, porque la re¬
ellos un solo hombre de carácter. flexión de la época lo devora. Por eso fue necesario uno
que fuera capaz, mediante la reflexión, de echar a volar
Uno se lamenta a menudo de no hallar un amigo. La lits reflexiones, un hombre de genio que, dentro de su
culpa es verdaderamente nuestra. Depende de lo que el l IIC lonalismo y su insensibilidad, en lo desapercibido del
hombre quiera en el mundo: si sólo tiende a un fin in¬ r-tcamio y de la mofa, ocultaba un entusiasmo de prime-
mediato, cualquiera que sea, hallará siempre alguien i .1 calidad. Y en nuestra época, en la que, para defender
que acabe por reunirse con él. Pero si el hombre quiere el •ti matrimonio, es necesario encantar al gusto degenera¬
más alto idealismo, con todos los sacrificios, no hallará do de los tiempos con un Diario de un seductor;4 y así con
amigo alguno, porque no existe interés común que pue- lodo lo demás.

2. El núcleo de este texto será desarrollado, profunda y patética¬ 4. Los kierkegaardianos están de acuerdo en afirmar que con sus
mente, en La enfermedad mortal (1849). (N. del t. i.) uln as seudónimas Kierkegaard quiso encarar las distintas posibilida¬
3. « En resumidas cuentas. » des de su existencia. (N. de la t.)
176 SÓREN KIERKEGAARD 1 77
DIARIO ÍNTIMO

tic mi vida. He aquí una situación completamente regu¬


Ser pisoteado por las ocas representa una muerte len¬ lar: «ella» es mujer y yo soy un ironista. Y la razón es
ta, pero también es una muerte lenta verse lacerado por ,100 más profunda. En efecto, lo que me impulsó a aban¬
la envidia. Mientras la plebe me insulta (pues lo publica¬ donarla (mi profundo infortunio) adquirió para mí una
do en un periódico no tendría mucha importancia si no Importancia distinta cuando por su causa habría debido
significara para la plebe la orden de escarnecerme, de
hacerla desdichada y cargar sobre mi conciencia un ho¬
insultarme a diario por las calles; y si no fueran los cole¬ micidio. Desde ese momento, por lo mismo, aquella mi¬
giales, los estudiantes, los dependientes de tienda y toda seria mía se enseñoreó de mi persona: no podía ser de
la ralea plebeya que la literatura plebeya remueve de su otro modo. Para defender mi conducta hacia «ella» debo
fondo fangoso, quienes me insultan), la envidia de los lener siempre presente mi desgracia fundamental. Ésa
aristócratas observa satisfecha y asiente: «¡Se lo merc- es la pura verdad.
ce!» ¡Figuraos si da placer y ganas de vivir en semejante
situación! No, pero yo me doy por satisfecho al saber ¡Parece extraño que haya cumplido treinta y cuatro
que he «actuado». Por lo demás, la insistencia de una
liños! Me resulta del todo incomprensible; estaba tan se¬
actitud semejante es una de las cosas más penosas; todo guro de que moriría antes de este cumpleaños o el mis¬
lo demás tiene un final, pero esto no cesa jamás. ¡Estar mo día, que me sentiría inclinado en verdad a suponer
en la iglesia y ver que dos haraganes tienen el descaro de
que el día de mi nacimiento ha sido mal registrado y que
ponerse a vuestro lado para clavar la vista en vuestros
moriré al cumplir los treinta y cuatro años.
pantalones y mofarse cambiando frases en voz alta, di
modo que es imposible dejar de oír cada una de sus pala¬ Una cosa es que el pueblo, la turba, la oposición, lu¬
bras! Pero a estas cosas he acabado ya por habituarme. chen contra el rey, contra el gobierno (lo que llamamos
El hecho de que la desvergüenza tenga su punto de política), y otra que estén sometidos al Estado, como
apoyo en un periódico hace que los descarados se consi¬ cuando los inquilinos de una casa se amotinan —no cón¬
deren en su pleno derecho, como ejecutores de la opi¬ ica el patrón sino contra ellos mismos—, se produce
nión pública. Es comprensible. Me he equivocado en «una lucha entre los distintos pisos, desde el sótano has-
cierta forma con respecto a Dinamarca. No creía que la la la buhardilla, pero de los unos contra los otros».
plebe representara a la opinión pública en Dinamarca;
pero será un placer para mí atestiguar que (cosa fácil, Yacer paralítico durante treinta años esperando la
por lo demás) la situación es así.
curación y ver cómo siempre otro se nos adelanta
(Jn. 5, 5 ss.).
Si muriera «ahora», el mundo creería que he muerto
de pena por la persecución; y esto conviene al mundo; en Humanamente hablando, debo decir que habría podi¬
cierto sentido, se puede decir que no ha contribuido real¬ do hacer mi vida mucho más fácil y ser amado y, por
mente a prolongar mi vida. Por otra parte, la verdad so¬ ■ lio, mucho más apreciado. Pero ¿me está permitido,
bre mi vida es otra. Cuando la abandoné a «ella», elegí i < >n respecto a Dios? Con Dios es con quien tengo mayor
la muerte y, por lo mismo, pude trabajar enormemente. familiaridad; nadie piensa en esto. ¡Ay de mí! Por eso mi
Ella hizo la parodia de exclamar: «Me muero», en tanto vida es tan tensa. Apenas Dios se aparta un poco de mí,
que yo pretendí que sólo entonces comenzaba la alegría
va no me queda ningún otro confidente; además, resue¬
”SF?

178 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 179

na continuamente la acusación de que lo que hago, lo iiii’.lón de la costumbre, no se hubieran cegado con la
hago justamente porque Dios es para mí lo más impor¬ lili .i de que el tirano es un hombre solo, se podría aún
tante. Quien tenga idea de lo que significa estar funda¬ Inorar que vieran fácilmente que el ser perseguido por la
mentalmente con Dios, ése me comprenderá.
De haber vivido en la Edad Media, probablemente ha¬
bría concluido en un convento entregado a penitencia.
Hoy comprendo de una manera diferente esta necesidad
mía. Todo automartirio en un convento sólo nos conduce
a una ilusión; por eso elegí otra cosa. He elegido servir a
la verdad allí donde la labor es más ingrata. Es bastante
...
itii lia es lo más penoso de todo; porque ésta es la suma
los Entes, de modo que cada Ente aporta a ella su
|M,'queña parte; en tanto que el Ente no piensa cuán
ule será la suma total cuando todos los Entes proce-
fin así.
, No nos ha enseñado suficientemente la filosofía que
I mundo ha entrado en la reflexión? Esto es verdad; por
evidente que mi obra será útil, y estoy convencido de que lio, nunca más un Ente (rey, papa, etc.) podrá hacerse
será más evidente aún, especialmente después de mi ni . 1 1 IO. La tiranía se convertirá forzosamente en una re¬
muerte. Porque forma parte de mi idea de penitencia y lación de reflexiones. Henos aquí otra vez ante la catego-
de trabajo el pensamiento de que mi tarea sólo puede ser . m tie la turba, opinión pública.
comprendida después de mi muerte, y esto coincide con Sócrates es y será para mí el único reformador que
mi idea de penitencia. n i onozco. Los otros, en mi opinión, pudieron estar en¬

tus cismados y guiados por buenas intenciones, pero al


Vuelve particularmente difícil mi posición en la vida mismo tiempo eran notablemente limitados.
pública el que los hombres no puedan comprender con-
tra qué combato en realidad. Ponerse contra la turba es I .a desgracia de nuestra época es justamente la de vivir
siempre, para la mayoría, una cosa sin sentido; ¡porque I o ir completo en el «momento». Apenas un hombre logra
la turba, la pluralidad y el público son precisamente las i nnccbir una idea, quiere que se la reconozcan inmedia¬
fuerzas de la salvación, esa unión de los amantes de la tamente. ¡Cómo no! ¡Mis felicitaciones! Si otro hubiera
libertad de la que debe surgir la salvación contra los i i.i liado la idea del Ente, le habría procurado un montón
reyes, los papas y los funcionarios que pretenden tirani¬ .Ir secuaces y todo se hubiera echado a perder; habría
zarnos! ¡Ay de mí! O mejor: ¡pobres de nosotros! Ésta es mugido una caterva de secuaces, pero no la verdadera
la consecuencia de haber combatido durante siglos con- (tica del «Ente». Pero como dialéctico soy un poco más
tra papas y reyes poderosos y de haber considerado a la Instruido. En este momento no hay ninguna salida de
turba como a cosa sagrada. Nadie sospecha que las cate¬ tuno, ni una brizna de paja; quiero suponer que no habrá
gorías de la historia se han invertido y que la turba se ha ninguna hasta la muerte, para que sea bien visible cuál
convertido en el único tirano y en la perdición funda¬ n a la idea del «Ente», a cuyo servicio estaba yo absoluta-
mental. uiente solo, más aún, observado por todos. Eso está bien.
No, la antigüedad comprendió mejor la cuestión, es Vivir solo en un lugar apartado con la idea del «Ente», no
decir, que la «turba» es el peligro número uno. La histo¬ significa coherencia ni es la expresión más precisa de la
ria retorna ahora a las formaciones de la antigüedad. lilca. Pero estar solo y tenerlos a todos en contra es en
Europa no sufrirá guerras, sino una continua revolución sentido dialéctico tenerlos a todos consigo, porque el he¬
interna (plebeyos-patricios). dió de tenerlos a todos en contra ayuda a hacer evidente
Si los hombres, en el curso de varios siglos y con la que se está solo; eso es ser dialéctico y eso es vencer.
IT
180 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 181

Los hombres se afanan siempre por procurarse algu libros son leídos por unos pocos, los periódicos
l os
nos discípulos, y es de gran importancia para ellos qu lodos. Como si a bordo de una nave hubiese un solo
esto suceda pronto. Se afanan por recurrir a cualquií ni r,áfono del cual se hubiera apoderado el mozo
de co-
medio y por rechazar a todo aquel que no lo acepte. Dio ■ ma con el consentimiento general. Entonces, todo lo
gana a sus secuaces por medio de la longanimidad. £ i|iie el pinche tendría que decir («pon manteca a las espi¬
los gana en última instancia. Por eso, en última instan nacas», «hoy hace buen tiempo» o «quién sabe si algo no
cia, los secuaces de un hombre desmayan y los de Dial illU la mal por allí») sería comunicado por el megáfono;
resisten. ■ n lanto que el capitán debe dar sus órdenes a viva voz,
pues lo que el capitán tenga que decir no es tan impor-
En todo campo, para cualquier fin, etc., son siempn cuite. ¡Al final, el capitán habrá de solicitar la ayuda del
las minorías, los pocos, los escasísimos, los Entes, aquo« mozo de cocina para lograr que le oigan, suponiendo que
líos que saben; la turba es ignorante. Esto es claro com# m|tiél se digne transmitir sus órdenes, las cuales al pasar
el sol, porque, si fuese de otro modo, cada hombre 11 1 1 ravés del mozo de cocina y de su megáfono serán
com-
sabría todo. Y precisamente porque no acaece así hoy, lilciamente alteradas; en vano el capitán alzará su pobre
cada hombre tiene o debería tener un fin, pequeño Q >n/.; el otro con su megáfono le llevará ventaja. Al final,
grande, complicado, difícil o menos difícil, acerca del I pinche, porque posee el megáfono, se hace con el man-

cual conozca algo, de manera que él sea el maestro y Ion 'In de la nave. ¡Pre diis inmortalibus!
demás (la turba, la pluralidad) quienes aprendan, y asi
todos, en esto o en aquello, tendrán su propio fin. Peni l.l gobierno no puede prohibir la fuerza natural de un
¿qué hacen hoy los periódicos? Informan acerca de todo hombre, pero puede prohibir la posesión de un fusil por
(el tema es indiferente: política, crítica, etc.) como si fue¬ .ri excesivo, y además sobrehumano. Tampoco puede
el
se la turba, la pluralidad quien lo supiese. Por esto los robierno prohibir la palabra, don de Dios; pero podría
periódicos son el sofisma más funesto que haya apareci¬ prohibir los diarios por ser un medio de información de¬
do. Se lamentan porque a veces aparece una artículo fal¬ masiado enorme. En los periódicos se podría permitir la
so. ¡Ay de mí! ¡Qué inepcia! No, lo falso es la forma total Impresión de avisos de publicidad, pero de ninguna ma¬
de tal información en su esencia misma. En la antigüe¬ ñera las críticas y las argumentaciones.
dad se halagaba a la turba de una manera puramenlr
material por medio del dinero y panem et circenses; pero Mi vida ha sido dispuesta con un «aguijón en la carne»
la prensa ha adulado espiritualmente a la clase media, para que alcance aquello con lo que nunca habría soña-
Tenemos necesidad del silencio pitagórico. Para la socie¬ iln Pero la pregunta que antes me planteaba, y que aun
dad son más necesarias las leyes prohibicionistas contra ahora debo hacerme a veces, es si no me corresponde
los diarios que contra las bebidas alcohólicas. Lo ridícu¬ ■ oucentrar la atención sobre la posibilidad de arrancar-
lo está en que el periódico Faedrelandet pretenda ser MIC esa espina de la carne. Si lo lograra, en sentido finito
aristocrático y ser al mismo tiempo un periódico. No, si • ría más dichoso, pero me habría perdido en sentido
los editores quieren ser aristocráticos, deben supri Infinito. ¿Me estaría permitido, pues, aun cuando fuera
mir los diarios. Ser aristocrático en medio de los perio posible, cosa que dudo? En mi juventud hice algunas
distas es como ser aristocrático entre truhanes. Icnlativas en ese sentido. Por eso soy tan enemigo de
182 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 183

arriesgarme con ideas grandiosas a fin de convertirme porque ya no tiene el aguijón de la contemporaneidad.
en alguien entre los .grandes. ¡Ay, la espina en la carne i i objeción contra la vida de un espíritu ético se trans¬
me ha destrozado, en sentido finito, para siempre!; pem igí mará en elogio después de su muerte. Si cede durante

en sentido infinito salto con mayor agilidad. ¿Acaso no *ii vida, en el primer momento complacerá al mundo;
es justo? ¿Podría Dios preferir a un hombre que aguante i., m al poco tiempo el mismo mundo dirá: «Ha sido una

la espina sin ser ni ayudado ni curado en sentido infini¬ il.iqueza.» De coherencia ética el mundo algo entiende.
to? Existe una forma de pietismo que es un triste ascetis¬ I ero si no quiere ceder, el mundo se enfurece; sin embar¬
mo del espíritu: la de creer que la espina en la carne Id K«», rilando muera, los mismos dirán: «¡Vaya, y tenía
ha sido dada a un hombre sólo para que lloriquee y se iizón!»
contemple la espina, y no para que pueda saltar más alto
gracias a ella. Pues, aunque parezca extraño, así es; yo, con Si se pone a un pez en agua a la que se ha agregado
la espina en el pie salto más alto que otro con el pie sano, II 1 10 sustancia nociva, el pez no puede respirar; así vivo
yo en cierto modo. Me han infectado el aire a mi alrede-
El artista, el poeta, el científico, pueden vivir rodeado! di ir. Necesitaba, para descansar de mi melancolía y de
de admiración toda su vida; sólo por casualidad algu¬ mi enorme labor, estar aislado de la turba. Desespero
no de ellos se ve perseguido y escarnecido. Cada uno de ile lograrlo. La curiosidad me rodea por todas partes.
ellos se relaciona con lo humano —general— como «di¬ Kr corro cinco millas para llegar a mi amado bosque, en
ferencia», y sus respectivas vocaciones no afectan a la busca de la soledad lejos de los hombres; ¡ay de mí, por
existencia de una manera esencial, puesto que son pro ludas partes curiosidad! Esos incómodos hombres son
pias del medio de la fantasía. Pero aquel que profesa l¡i
ética tiene que ser perseguido, pues de lo contrario es un
-
' uno los insectos que viven a costa de los otros.
De sobra sé que, para Heiberg y su camarilla, mi ma¬
espíritu mediocre. Un carácter ético se remite a la hu¬ iMTa de andar por las calles sólo es vanidad desde el
manidad en general (por consiguiente a todos los hom¬ pitillo de vista cristiano. ¡Que lo hago para captar la
bres por igual y no como diferencia) y se remite a la exis¬ ii tención! Pero ¿acaso es para lucirme por lo que paseo
tencia en calidad de exigencia. En cuanto observe que se V posiblemente mucho más— por las calles de Berlín,
le quiere admirar (cosa que conviene al poeta, al artista, ili nide no hay alma viviente que me conozca?
etc., pues en este caso se trata de una diferencia), debe
comprender que eso es engaño y falsedad. Los hombres fin otros tiempos, mi único deseo era ser funcionario
no han de admirar a un carácter ético, sino que han de i"ilicial: me parecía una tarea adecuada para mi mente
sentirse impulsados por él hacia la ética. En vez de exi¬ Insomne e intrigante. Suponía que entre los criminales
gir de los hombres admiración, exige de ellos la existen Imbía gentes con quienes uno podría luchar, muchachos
cia. Entonces los hombres montan en cólera. Quisieran Inteligentes, fuertes, astutos. Más tarde comprendí que
de buena gana admirarlo para liberarse de él, es decir, liie mejor no haberlo llevado a cabo, pues la mayor parte
de ese aguijón clavado en su existencia; pero lo humano ile los asuntos policiales se reducen a cosas mezquinas y
que hay en él cuando dice: «Cualquier hombre puede ha¬ míseras; nada de crímenes y de delincuentes fichados.
cer tanto bien como yo», excita el odio, y los hombres '•i trata de unas pocas monedas y de pobres diablos.
quieren quitárselo de encima. I negó sentí el deseo de hacerme pastor; pero ¿no ocu¬
Y así se explica que a su muerte lo cubran de honores; i ir acaso lo mismo? ¡Qué pocos son los hombres que en
184 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 185

el fondo experimentan un verdadero anhelo religiosol 1 lido en lo que ahora soy. Me habría visto «obligado»
1
Las preocupaciones y las miserias de la mayoría de lo* una de estas dos salidas: a caer en la locura o a remon-
5
hombres son puramente terrenales. «Procurémonos lo i iii la. He podido dar un salto moríale sumergiéndome
necesario, procurémonos dinero, procurémonos unu ■ ii l.i existencia puramente espiritual. Pero así me con-
prebenda, etc.», tales son las preocupaciones, tales loa i in lo en alguien completamente diferente del hombre
consuelos que los hombres buscan. iiimún. Me falta, en el fondo, el cuerpo y los atributos
En este sentido, los hombres carecen de toda orienta¬ i ni porales.
ción, y en sustancia se debería comenzar por el princi¬
pio: desarrollando la necesidad de la religión, si fuera l a idea de Sócrates de «amar lo feo» es, en sustancia,
posible. Pero esto también es difícil, pues la mayoría no ti itlca cristiana de amar al prójimo. Porque lo feo es el
se siente ni siquiera impulsada a desarrollar la necc- iilijclo reflejo, ético, pues; en tanto que «lo bello» es lo
sidad. inmediato que todos sentimos placer en amar. En tal
ItM Mido, el «prójimo» es «lo feo».
Mi existencia como escritor es la más desdichada y
miserable que quepa imaginar. Claro que se puede decir Amor y matrimonio son, en el fondo, un corroborante
que la merezco y que en este sentido expío mi culpa, con- HUíS profundo del amor propio; uno se vuelve doblemen-
forme a la voluntad de Dios. Al mismo tiempo mi exis¬ ir egoísta; por esto los esposos se sienten tan contentos,
tencia es la más interesante que escritor alguno haya lle¬ i ni prósperos para la vida vegetativa, porque el puro

vado en Dinamarca. Justamente por tal razón seré leído Minor no está hecho para la existencia terrenal como el
y estudiado el día de mañana. Europa entera se encami¬ . goísmo. El soltero carece de egoísmo, y los esposos di-
na hacia una desmoralización, pero en Copenhague las i en de él: «Es un egoísta», porque los esposos parten del

condiciones son tan restringidas que mis cálculos y ob¬ principio de que el matrimonio es amor.
servaciones pueden dominarla por completo. Esto será
muy interesante. Soy como el médico frente a una pre¬ /San Pablo era un funcionario? No. ¿Tenía alguna
paración perfecta, pero no tan grande que no pueda do prebenda? No. ¿Ganaba mucho dinero? No. ¿Era casado
minarla con la mirada. \ ion hijos? No. ¡Pues entonces san Pablo no era una

persona formal!

9 de junio Id dinero es el numerador, la misericordia el denomi¬


nador. Pero el denominador es lo más importante.
En cierto sentido, el origen de mi desdicha es éste: si no
hubiera poseído un patrimonio, no me habría sido posi I le leído en Abraham de S. Chiara una distinción muy
ble salvar el horrendo misterio de la melancolía. (¡Dios aguda: cuando uno haya vuelto la espalda al mundo (en
misericordioso! ¡Cuánto daño me ha hecho mi padre con .nítido exterior), si no está en comunicación con Dios y,
su melancolía: un anciano que descarga su profunda I H ir consiguiente, conserva el mundo en sus pensamien-
melancolía sobre un pobre niño, por no hablar de aque¬ lus, no está solo; será un solitario, pero no está solo.
llo mucho más tremendo aún! ¡Y, sin embargo, era el
mejor de los padres!) Pero entonces no me habría con En italiano en el texto danés. (N. de la t.)
186 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 187

I lasta ahora mi costumbre era actuar cuando se trata-


Como motivo para una autodefensa, se l'.i de tomar una decisión necesaria, arriesgarme mejor
podrían usar estas palabras: ■ i|i,ic no arriesgarme. Por lo mismo, esta vez me resulta
un difícil tomar una resolución negativa.7 Una resolu-
«Acogednos en vuestros corazones: a nadie hemo» i lón negativa es lo más difícil cuando se es completa¬
agraviado, a nadie hemos perjudicado, a nadie hemos ex* mente libre, porque en todo momento será posible hacer
plotado» (2 Cor. 7, 2). que he subido al coche o al barco,
lo contrario. Una vez
\a está: representa una especie de decisión. La decisión
Encuentro una observación bastante buena (¡cox* negativa es mucho más difícil.
muy extraña!) en un Diario anterior, de 1839, 6 que die# Por desgracia estoy muy poco hecho para las cosas
—no está expresado de una manera ni muy feliz ni muy
completa— que «el matrimonio, en el fondo, no es ver*
prácticas,
ciblemente
me
con
parece
estas
evidente. Mi idealismo
superficialidades,
sufre
incertidumbres
inde¬

daderamente amor, y que por lo mismo los cónyu* V liarlas


( en las que consiste el secreto de la vida prácti-
ges han de convertirse en “una sola carne” (Me. 10, 8), i ,i. Un hombre que no acuda a la hora fijada, que haga
no en un solo espíritu, porque es imposible que dos ex» ni go en contra de las prescripciones dadas o que me
píritus se conviertan en uno solo». Esta observación ha» liaga perder tiempo, todo esto representa un verdadero
bría podido ser utilizada con buen éxito en Acciones tb tormento para mí. Mejor sería ocuparme en cualquier
amor. tarea, aun la más aburrida, como la de copiar, etc., con
tal ele que me dejaran solo, para que pudiera ejecutarla
Como una mujer que no es dichosa en su hogar se aso¬ mu exactitud y diligencia. Pero esa abominable impreci¬
ma a menudo a la ventana, así el alma de un melancóli¬ sión me causa horror.
co busca las distracciones a su alrededor. Otra forma d#
melancolía es la de cerrar los ojos para siempre, para Tengo ahora un deseo de retornar a mí mismo en un
que todo lo que nos circunda sea oscuridad. sentido más profundo, para acercarme más a Dios en
la comprensión de mí mismo. Debo permanecer en mi
El hombre se vuelve cada vez más semejante a las bes» puesto y renovarme «interiormente». Es preciso que
tias; ¡ya no se habla de la fuerza de mil hombres, sino do •.ondee a fondo mi melancolía. Hasta ahora ha reposado
mil caballos! en lo más profundo, y el enorme esfuerzo espiritual pudo
mantenerla allí. No hay duda de que mi labor ha sido
Esa aspiración de valerse de las lenguas vivas (el mé¬ ni il en cierto modo, de que Dios la ha aprobado y me ha
todo dispersivo es, ni más ni menos, regresivo) es una ayudado en todo momento. No dejo de agradecer a Dios
regresión. Sabido es que América es la tierra donde más el que haya hecho infinitamente más de cuanto hubiera
lenguas existen, porque cada estirpe habla la suya. Pero esperado. Es un consuelo para mí comprobar (aunque,
esto no significa perfección. Una sola lengua científica i ¡ertamente, ningún hombre tenga mérito alguno ante
sería lo ideal. Dios) que Él ha mirado con complacencia mi esfuerzo, y

6. Correspondiente a la fecha 7 de julio de 1839. (N. de la t.) 7. Alusión a un proyecto de viaje a Berlín. (N. del t. i.)
n

188 SOREN KIERKEGAARD 189


DIARIO ÍNTIMO

que yo, en medio del terrible sufrimiento, he podido re¬


lii |i »s al mundo, puede educarlos (como los animales);
sistir gracias a Su ayuda hasta el final. don raro. Tal vez
i" ni educar a los hombres es un muy
Pero ahora Dios quiere otra cosa. Se agita en mi inte¬ II I lingún otro campo ni dirección la confusión de nues-
rior algo que señala una metamorfosis. Por esto no me -,
época se vuelva tan risible como en materia de edu-
i
atreví a ir a Berlín; hubiera sido hacer abortar el fruto,
ión. ¡Dentro de una generación los mismos padres es-
ii
Ahora debo mantenerme tranquilo y trabajar sin esfuer¬ i >ián quizá tan descalabrados, que ellos, que deberían
zos excesivos; casi sin esfuerzo; sin comenzar ningún li¬
■ i i vir de ayuda al maestro en la educación de los hijos,
bro nuevo, sino tratando de regresar a mí mismo «preci¬ ii iidrán necesidad de ser educados! Especialmente si
samente para sumergirme en los pensamientos de mi
IIIIII ídtvig9 logra introducir el nuevo método de ense-
melancolía, junto a Dios, sin moverme». Así es como he
iiiinza: proverbios, Saxo y Snorre, la lengua materna.
de vencer mi melancolía y «yo debo aproximarme más a
, l spero estar muerto para entonces, en tanto que podría
la realidad cristiana». Hasta ahora me he defendido con¬
augurar a Grundtvig que vivirá hasta esa época!
tra mi melancolía únicamente con el trabajo intelectual.
Ahora debo tratar (creyendo que Dios, al otorgarme el , Qué es la humanidad? La igualdad entre los hom-
perdón, ha olvidado la culpa) de olvidarla también yo;
l'irs. La desigualdad es lo inhumano.
pero sin distraerme ni apartarme, permaneciendo en
Dios. Con mi pensamiento puesto en Dios, que pueda yo
pensar que Él ha olvidado mi culpa, y aprender así a La categoría de «permanecer» es propia de Asia. Los
judíos se detuvieron; China se detuvo; la India perma-
olvidar por la fe en el perdón. IM*C ió. En Europa, en cambio, la categoría es «decaer».
liorna decayó. Grecia decayó.
¡Qué extraño! Ayer hablé con Joergen Joergensen, que
ahora se ha convertido en un apasionado lector de Ha- Aquel que en el paso de las Termopilas resistió y cayó
mann. Ha descubierto en sus obras que Hamann no esta¬ ■ .divo en una situación más difícil que la mía en el paso
ba casado con su mujer, sino que vivía con ella sin ben¬
dición matrimonial; por consiguiente, en concubinato. por ese estrecho desfiladero que es la categoría del
Ente» a través de la cual debe transcurrir el tiempo; por¬
Y yo, que busqué el texto con tanto entusiasmo, no pude
que cuando, pasando sobre mi cuerpo, recorran esa sen¬
hallarlo. En su época habría sido de suma importancia il.) . yo habré vencido. A Leónidas no le cupo tal suerte.
para mí. No me hubiera servido, pero el caso habría ad¬
quirido un cariz diferente, de haber sabido entonces que
actual vive, en resumen, como si la si-
I .a cristiandad
Hamann osó hacer algo semejante. Naturalmente, yo 1 1 uición pudiera considerarse así; Cristo es un gran héroe
concebí la posibilidad, pero no sabía que Hamann lo hu¬ benefactor, el cual —de una vez por todas— nos ha
biera realizado. Claro que en su debido momento juzgué V
que de ese modo era imposible realizarlo.8
usegurado la bienaventuranza. Ahora podemos conten¬
dimos y satisfacernos con los inocentes placeres de la
De buena gana admitimos que aquel que puede traer
vida terrestre y encomendar el resto a Él. Pero Cristo es
sen cialmente el modelo, y así nosotros debemos aseme-

8. Véase el texto que se refiere a la ruptura con Regina Olsen, y


los que mencionan el encuentro posterior y las reacciones de
(N. de la t.)
ella N. J. F. Grundtvig (1783-1872), gran escritor y reformador social
il.inés.
r’

190 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 191

jarnos a Él y no simplemente disfrutar de sus bendi¬ l'cncia, por eso mismo debo estar en guardia para preca¬
ciones. verme de tener seguidores.

Todos los hombres desean ser o convertirse en content•f En la intimidad de cada hombre siempre existe la an¬
poráneos de las grandes figuras, de los grandes aconteci¬ gustia de estar solo en el mundo, olvidado y descuidado
mientos, etc.; váyase a saber cuántos en realidad logran por Dios, en este inmenso reino de millones y millones
ser contemporáneos de sí mismos. «Ser contemporáneos lie seres. Uno ahoga esa angustia con la visión de tantos
de sí mismos» (por lo tanto, no del futuro que se teme o hombres como nos rodean, vinculados a nosotros por la
se espera, ni del pasado) se materializa en paz interior, y naturaleza o por amistad; pero la angustia persiste, y
eso sólo es posible por medio de la relación con Dios; lino no se atreve a pensar en lo que experimentaría si
mejor dicho, en ello consiste la relación con Dios. loilo eso le fuera arrebatado.
Si el pescador quiere hacer una buena pesca debe ir
adonde está el pez; pero el pez nada siempre contra la Es innegable que Lutero tenía razón en casarse para
corriente; por lo tanto, allí es adonde debe dirigirse. poner de relieve que la temporalidad y la vida terrenal
rí an gratas a Dios, en contraste con la abstracción fan-
1, isl ica; así también en estos tiempos podría ser útil para
¡Cómo se estremece uno al leer que Cristo, el maestro
del amor, fue traicionado... con un beso! ( Mt. 26, 49). alguien el no casarse, a fin de expresar que lo espiritual
llene tanta razón de ser que puede bastar para ocupar
IIII.I vida. Porque hoy en día las gentes se han vuelto tan

Una palabra acerca de mí mismo mundanas, que uno debe al mismo tiempo aprender a
lugar a las cartas, casarse, hacer cosas por el estilo para
i¡ ner en qué ocupar el tiempo. Esta tirana mundanidad
Soy el último estadio de una escuela de poetas que aspi¬
ran a convertirse en una especie de reformadores en mi¬ quiere que todos los hombres sean iguales y se enfurece
i ontra aquel que se niega a casarse. Parece
un epigrama
niatura. Mi fantasía es superior a la de un hombre co¬ sociedad,
slo de no estar casado, no frecuentar la no
rriente; por otra parte, poseo menos fuerza natural de la (

lugar a las cartas, no mezclarse con los demás... En


que es necesaria para afianzarse. Por medio de mi fanta¬
nuestros tiempos, para hacer carrera, es preciso estar ca¬
sía (la cual —fijaos bien— no precede en realidad a la
ii lo; de otro modo, los hombres sospechan
de todo in¬
dialéctica, de modo, que no es inmediata sino que suce¬
de a la dialéctica) puedo esclarecer todas las categorías tento de vida esforzada.
cristianas de la forma más precisa y más vivaz. Esto es
lo que necesita nuestra época. Hay cosas que hay que
recordar continuamente, o de lo contrario el criterio se
í de noviembre
pierde. Como el vuelo de los pájaros silvestres compara¬
Hoy hice una breve visita al obispo Mynster. Me dijo que
do con el de los pájaros domésticos, es el recuerdo de ocupado, y, por consiguiente, me marché en

taba muy
estas categorías de la vida cristiana que exigen el esfuer¬ poco
M guida. Se mostró muy frío conmigo. Estaba un
zo supremo. Pero precisamente porque soy un poeta de
lina do por mi último libro10 por lo menos ésa es mi im-
esta talla, cuya tarea consiste en alzar el precio y posi¬
blemente en sugerir a cada uno cuál podría ser la exi- |0. El que lleva por título Acciones del amor. (N. de la t.)
192 SOREN KIERKEGAARD 193
DIARIO ÍNTIMO

presión. Quizá me equivoque. Pero no me equivoco ul


decir que este incidente me ha dado una paz que anted ¡Mi tarea está al servicio de la verdad, su forma es
nunca había sentido. Siempre he experimentado cierta mrncialmente la obediencia! No se trata de presentar
reticencia al escribir algo que pudiera herirlo, enojarlo nlgo nuevo, sino de ajustar debidamente los resortes
casi. Así ha sucedido hoy; otras veces acaeció lo mismo,
pui-a que las cosas viejas se renueven. Mientras viva no
pero él no se irritó. Bueno, lo que en otro momento me
u-cogeré, humanamente hablando, más que penas e in¬
ha afligido me proporciona ahora vida y placer. Nadu
ri at iludes; pero mi aspiración subsistirá después de mi
hice para buscar su aprobación ni su consentimiento, muerte, pese a todo. Mientras viva no podré ser reco¬
pero habría sentido un indescriptible placer al saber que nocido, porque sólo muy pocos serán capaces de com¬
estaba de acuerdo conmigo, aunque fuera en beneficio prenderme; y si comienzan a querer reconocerme, de¬
suyo. Pues de sobra sé que quien tiene razón soy yo. ¡He licié impedirlo con todas mis fuerzas y con nuevas
oído sus sermones! argucias.
Nunca he tenido confidentes. Como escritor me he ser» El único hombre de mis tiempos a quien haya presta-
vido, en cierta forma, del público como confidente. Pero, ilo atención es Mynster. Pero sólo se preocupa del go¬
bierno, convencido de estar en posesión de la verdad; de
en lo relativo al público, he de encontrarlo en la posteri¬
dad. A esos hombres que participan en el escarnio, no es la verdad poco se ocupa, aunque se la maltrate ante sus
fácil convertirlos en confidentes. i jos. Sólo puede comprender que la verdad tiene el dere-
i lio y el deber de gobernar; pero que ella por fuerza deba

La ética entera se ha transformado en estética. El as¬ uli'ir, esto es superior a su razón.


pecto ético de la vida se ve en el teatro y es objeto di- De muchas maneras Mynster ha sido el inventor de la
admiración como fantasía, pero en la vida ya no se en 1 1 infusión entre cristianismo y urbanidad. Pero en otro

cuentra; sería ridículo querer llevarlo a la práctica. Otro cutido le ha prestado un servicio extraordinario, al ha¬
tanto sucede con la religiosidad: la vida cristiana es ber conservado una profunda huella de su formación ju-
transferida al medio de la fantasía; ¡concederle impor¬ venil. Si no se llega a una batalla entre el cristianismo y
tancia como a una realidad en la vida, sería ridículo! 1 1 mundo, si no es preciso enarbolar las enseñas de gue-
ii a, si subsiste eso que se llama paz, entonces es una
gran cosa que poseamos una figura como Mynster: ha
Réplica de una individualidad i umplido una misión muy difícil. Pero si uno se propone

Iniciar la discusión poniendo en duda el concepto mis-


Así como el animal en cautividad recorre a diario la jan mu de «Iglesia de Estado», la posición de Mynster es pre¬
la para desentumecer sus patas o mide la longitud de la caria; si se admite ese concepto, Mynster es entonces el
cadena, así mido yo la longitud de la mía, remontándo maestro. Y debemos recordar que, cuando se juzga a un
me imaginariamente hasta la muerte, para desentume hombre, es una injusticia que clama al cielo pretender la
cer mis miembros y hacer más llevadera la vida. abolición de los presupuestos en cuyo marco este hom¬
bre precisamente debe ser juzgado.
Interesante lo que he leído acerca de las cigüeñas:
cuando el agua está baja, para poder beber, le arrojan La «autoridad» no consiste en ser rey, emperador, ge¬
piedras hasta elevar suficientemente su nivel. neral, en poseer armas, ser obispo, agente de policía,
F
194 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 195

etcétera,* sino en una resolución fírme y reconocida de murió, sino que se ha casado y es feliz.13 Se lo dije el
querer sacrificarlo todo, hasta la propia vida, por una mismo día de nuestra separación, hace seis años, y se me
causa, de querer defender esa causa de modo que uno no Ilutó como al más infame de todos los infames canallas.
se traicione a sí mismo, de que no sienta miedo ni necesi¬ (Vaya, vaya!
dad alguna. Esta ausencia de miramientos de la infini¬
tud es «autoridad». La verdadera y propia autoridad
consiste en que su causa sea la de la verdad. Por eso las la colisión más terrible
palabras de los fariseos carecían de «autoridad», aunque
fueran ellos los maestros autorizados; porque todas sus Imaginemos a un pajarillo: por ejemplo, una golondrina
palabras y toda su vida estaban contenidas dentro del i na inorada de una jovencita. La golondrina podría, «por

poder finito de diecisiete miramientos. lo tanto», conocer a la muchacha (por ser diferente a to¬
Por eso la posesión de la autoridad me remite a la con¬ llas las demás), pero la joven no podría distinguir a la
ciencia y no a la inteligencia o a la sutileza y a la profun¬ golondrina entre cien mil. Imaginad su tormento cuan¬
didad, al hombre y no al profesor. tío, a su retorno en primavera, ella dijera: «Soy yo», y la
|oven le respondiera: «No puedo reconocerte.»
Mi ideal era hacerme pastor. Cuando comencé a escri- En efecto, la golondrina carece de individualidad. De
bir O lo uno o lo otro, después de una desdichada rela¬ uhí se deduce que la individualidad es el presupuesto
ción con cierta persona," el mal y el tormento funda¬ básico para amar, la diferencia de la distinción. De ahí
mentales de mi vida se habían renovado y redoblado ■i- deduce también que la mayoría no puede amar de ve-
otra vez; pero eso mismo comprendí que mi existencia, ras, porque la diferencia de sus propias individualidades
humanamente hablando, había encallado definitiva¬ i s demasiado insignificante.
mente. Y así fue como me hice escritor. Cuanto mayor es la diferencia, mayor es la individua¬
lidad, mayores son los caracteres distintivos y mayores
El tiempo gris tiene un no sé qué de más piadoso que los rasgos reconocibles.
el buen tiempo; como si representara un desarrollo del En este profundo sentido se comprende el significado
tema de que aun la cosa más insignificante, aun la más del hebreo: «conocer a su mujer», refiriéndose a la unión
estropeada, puede convertirse en algo de valor. El tiem¬ nía trimonial; pero cobra un sentido más profundo en lo
po gris, cuanto más uno lo mira, más hermoso se vuelve. que se refiere al alma, al carácter distintivo de la indivi¬
Con extraña masonería puedo adoptar este verso del dualidad.
poeta como motivo de una parte de los dolores de mi La más tremenda de las contradicciones se produjo
vida; Infandum, regina, jubes renovare dolorem.'2 (liando el pueblo gritó: «¡Suéltanos a Barrabás!» (Le. 23,
Aquella jovencita me ha ocasionado verdaderos que¬ 18). Tan lejos estaba Cristo de la razón imperante en el
braderos de cabeza durante bastante tiempo. Pero no inundo. Analogías no faltan. Preferentemente se pone de
relieve la analogía siguiente: «¡Crucificadle!» Sin em¬
* Éste es el concepto de la autoridad inmanente, no el de la autoridad bargo, algún día yo pondré de relieve esta otra: «¡Suélta¬
como paradoja. nos a Barrabás!»
1 1 . Regina Olsen. (N. de la t.)
12. Kierkegaard escribe aquí y en otras partes: « Infandum me jubes, 1 3. Regina Olsen se casó con J. Frederick Schlegel el 3 de noviembre
Regina, renovare dolorem ». (TV. del t. i.) de 1847. (N. de la t.)
f
196 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 19 7

i evolución del mundo ha al-


Istianismo, después que la
ui/.ado el grado actual de reflexión. Sin esa categoría,
EL ENTE ■ I panteísmo ha vencido por completo. Otros vendrán
que sabrán exponer dialécticamente esta categoría de un
14 buscarla):
Un apunte ni >do distinto (no habrán tenido el trabajo de
pisro el «Ente» es y será el ancla que ha de detener la
El «Ente» es la categoría a través de la cual deben pasar milusión panteísta, es y será el peso con que se la puede
— desde el punto de vista religioso— el tiempo, la histo¬
ria, la humanidad. Aquel que no cedió y sucumbió en las
i

n imprimir; pero quienes trabajan con esta categoría de-

• •• n ser más y más dialécticos a medida que la confusión


Termopilas no estaba tan firme como yo lo estoy en este •Mímente. A cada hombre que pueda yo atraer a la cate-
paso: el «Ente». En efecto, él debía impedir a las hordas ¡ H.ni ía del «Ente», me empeño en hacerlo cristiano; o, me¬
que atravesaran el desfiladero; si penetraban, habría is dicho, como uno no puede hacer esto con otro, le ase¬
perdido. Mi tarea es, por lo menos a primera vista, mu- { euro que lo será. Como «Ente» está solo; solo en el
cho más fácil; me expone menos al peligro de ser piso¬ inundo entero, solo en presencia de Dios, y por cierto
teado, pues es la de un humilde servidor que trata en i|iie entonces no le costará la obediencia. A fin de cuen-
lo posible de ayudar a la turba para que atraviese este Ins, toda duda tiene su punto de inserción en la ilusión
desfiladero del «Ente». Sin embargo, si hubiera de pe¬ di la temporalidad, en la de ser el conventículo, la ente-
dir un epitafio para mi tumba, sólo pediría el de: «Ese I .1 humanidad que al final podrá impresionar a Dios
Ente», aunque por ahora la categoría no sea compren¬ (como los «súbditos» impresionan al Rey, y el «pueblo»
dida. Más tarde lo será. Con la categoría del «Ente», .i los consejeros de Estado), que impresionan a Dios
fi¬
cuando todo aquí se reducía a amontonar sistemas, yo nalmente para convertirse ellos en Cristo. El panteísmo
apunté polémicamente al sistema y ya no se habla * una ilusión
i óptica, un espejismo producido por las
de ello. A esta categoría está ligada por completo mi po¬ nieblas de la temporalidad, o creado por su reflejo, un
sible importancia histórica. Tal vez mis obras litera¬ ■
pejismo que pretende erigirse en eternidad. Pero en

rias caigan pronto en olvido, como las de muchos otros ii-.ilidad esta categoría no es cosa de docentes; servirse
escritores. de ella es arte, tarea ética; un arte cuyo ejercicio resulta
Pero si esta categoría era justa y acertada, si di en el Mempre peligroso y que a veces puede costar la vida a
blanco, si comprendí bien que ésta era mi tarea —por quien lo profesa. Porque lo que en sentido divino haya de
cierto que ni alegre, ni cómoda, ni estimulante—, si eso más elevado, la humanidad intolerante para toda disci¬
me es concedido aun a costa de inenarrables sufrimien¬ plina y la grey de los atolondrados lo considerarán como
tos íntimos, aun a costa de indecibles sacrificios exterio¬ delito de lesa majestad contra la «humanidad», la «tur¬
res, entonces yo permaneceré y mis obras literarias con¬ ba», el «pueblo», etc.
migo. El «Ente»: esta categoría ha sido usada hasta ahora
El «Ente»: en tal categoría reside e incide la causa del dialécticamente de una manera decisiva sólo una vez,
por Sócrates, para disolver el paganismo. En la cristian¬
14. Texto muy célebre que Kierkegaard convirtió, luego de haberlo dad deberá ser usada, justamente en sentido contrario,
corregido, en una de las Dos notas concernientes a mi actividad comí) por segunda vez, para volver cristianos a los cristia¬
escritor. (N. del t. i.) nos. No es la categoría del misionero con respecto a los
198 SÓREN KIERKEGAARD 199
DIARIO ÍNTIMO

paganos a quienes predica el cristianismo, sino la cate»


goría del misionero en la cristiandad misma, a fin do
que interioricen al ser y se hagan cristianos. El misio¬
nero, cuando surja, se servirá de esta categoría. Puf»
") ilc enero de 1848
si la época espera a un héroe, lo esperará en vano. Hit un demonio mudo» (Le. 11, 14).
I taba expulsando a
de venir más bien uno que con divina flaqueza enseña¬
¿lias enmudecido alguna vez o sabes lo que significa
rá a los hombres la obediencia. Por lo cual ellos, re¬ deseos
i mu do? Se puede ir de paseo y callar, no sentir
i
beldemente impíos, lo asesinarán a él, al que obedece ■le hablar; no se trata de eso. Pero ¿te has sentido tan
a Dios.
Indeciblemente triste que el dolor haya ejercido su po¬
de i sobre toda tu existencia, casi como una fuerza natu-
i.d? Entonces has experimentado lo que significa ser
El juicio más severo del mundo imposibilidad, aunque estuviera en juego tu
mudo: la
vida, de expresar la pena que incubaba tu corazón, la
Nadie ha causado más daño a un hombre que aquel que pudieras li¬
i nal, celosa, te volvía mudo a fin de que no
educa a un niño en el concepto más ideal de la vida y de Porque así es de egoísta ese infinito dolor: vuel-
berarte.
la forma más severa, y luego lo envía al mundo provisto
de estas impresiones eternamente inolvidables.
Aquel que empuja a un niño al juego y a las travesuras
-mu do al hombre para mantenerlo en su poder.
1

Me han tratado de una manera infame, abominable.


no le causa, humanamente hablando, tanto daño, pues ( immigo se ha cometido un crimen nacional, la traición
por esto nadie es perseguido. Pero el que ha sido tan se¬
de una generación entera. Pero me ha sido de indescrip¬
veramente educado como si el hombre fuera semejante a
tible provecho. Era melancólico, infinitamente melancó¬
los dioses, enviado luego en medio de esa raza de anima¬
lico, y esta algazara me ha resultado útil. Pues en medio
les que son los hombres, ciertamente que ha de sufrir. amaba al mundo: ahora me he des¬
Aunque sólo sea por tener que soportar a diario el tre¬ de mi melancolía
prendido de él. Con la ayuda de Dios ya veréis cómo
mendo estrabismo de que, cuando vuelva la mirada a lo
triunfaré.
íntimo y compare su vida con las exigencias del ideal,
verá cuán infinitamente lejos está de haber logrado lo
Una individualidad exuberante de deseos, de esperan¬
más mínimo. Angustiado y preocupado por sí mismo,
zas, de aspiraciones, no podrá jamás ser irónica. La iro¬
por la salvación de su alma, comprenderá que su deber de una existencia ente¬
nía (tomada como lo constitutivo
es esforzarse más aún y con mayor humildad implorar
ra) consiste precisamente en sentir dolor cuando los
gracia y perdón. Y, cuando vuelva la mirada a lo exte
rior, verá que en cierto sentido humano ha progresado
ib' más sienten deseo. El hecho de no poder poseer a la
amada no tiene nada de ironía. Pero poderla poseer aún
con respecto a los demás, precisamente porque le toca facilidad, que ella ruegue y suplique que
con demasiada

ser escarnecido y perseguido. Bastaría con que a seme-
janza de otros campeones de esa raza animal— quisiera
la bagáis vuestra y no poder poseerla, esto es ironía. En
dominio del mundo no
el hecho de no poder lograr el
desentenderse de Dios y contentarse con el juicio de la hay ironía. Pero que sea posible lograrlo de una mane¬
ciudadanía, para que también él fuera estimado, amado desmesurada, que los contemporáneos, casi supli¬
ra
y bien recibido.
cando, lo empujen a uno hacia el poder y el gobierno
200 DIARIO ÍNTIMO 201
SÓREN KIERKEGAARD

y que uno no pueda aceptar, esto sí que es ironía. Para i nlucha recíproca; al final sospecharán que uno es pro-
una formación así, las individualidades deben poseer un .1 lemán si no usa cierto modelo de sombrero, etc. Por
secreto, un secreto melancólico, un secreto de sabiduría nica parte, la revolución comunista; todo el que posea
melancólica. Por ello un ironista no puede ser compren¬ ligo será señalado con el dedo, perseguido por la prensa.
dido por una individualidad desbordante de deseos, Tal es la desdicha de Dinamarca, mejor dicho, el casti¬
puesto que ésta piensa: «¡Oh, si pudiera saciar mis de¬ go de Dinamarca, de un pueblo sin verdadero temor a
seos!» I Dios, de un pueblo que se pierde en fruslerías de con¬
La ironía es una forma de hipertensión, de la cual, ciencia nacional, de un pueblo que idolatra la nulidad,
16
como es sabido, se puede hasta morir. ile un pueblo donde los mozos son príncipes (Is. 3, 4),
de un pueblo donde quienes deberían obedecer son inso¬
lentes, donde a diario se puede hallar una nueva prueba
Texto para una bendición nupcial de que no hay moralidad pública en el país, de un pue¬
blo, en fin, que deberá ser salvado por un tirano o por un
«El que ama a su mujer, a sí mismo se ama» (Ef. 5, 28). par de mártires.
Esto es egoísmo en el buen sentido.
El mal de la historia universal se abate sobre nosotros.
El miedo a Alemania es imaginación, juego, un nuevo Se ha vuelto a establecer el concepto de la turba (este
intento de halagar la vanidad nacional.15 Un millón de concepto ahora tendrá, como consecuencia del apogeo
hombres que honestamente admitieran que forman un de la cultura y con la ayuda de la prensa, un poder mu¬
pequeño pueblo y que decidieran, cada uno de ellos per¬ cho más nefasto que en la antigüedad). La turba es la
sonalmente ante Dios, ser lo que son, representarían una Instancia, la turba es Dios, la turba es la verdad, la turba
enorme potencia capaz de afrontar cualquier peligro. es el poder y el honor. Ahora sólo se piensa en jugar con
No, la desgracia es diferente. La desgracia consiste en esta turba. Como se juega con el dinero, así la turba lo es
este pueblo pequeño y degenerado, dividido, roído por loilo; se trata únicamente de apoderarse de ella y de te¬
abominables envidias, hombre contra hombre, rebelde nerla de su parte. Frente a esa fuerza, todo se inclina.
contra todo poder, mezquino con todo aquel que signifi¬ Además, que no se pueda prestar atención a mi doctri¬
que algo, insolente y desenfrenado, fango que la tiranía na del «Ente» —y justamente porque así están las co¬
del pueblo revuelve. Todo esto da mala conciencia; por sas—, es asombroso que no se le pueda prestar atención.
eso se teme a los alemanes. Pero nadie tiene coraje para De ahora en adelante, todo testimonio de la verdad
decir dónde está el mal, y de este modo fomentan esas habrá de dirigirse contra la turba, todo «verdadero»
malsanas pasiones y se vuelven importantes entre sí mártir caerá víctima de la turba. Y proponerse, precisa¬
mismos por el hecho de combatir contra los alemanes. mente, estar solo en nombre de Dios, para testimoniar
Un período horrendo amenaza a Dinamarca. El espíri que existe un Dios —como le echarán en cara—, sin re¬
tu de provincialismo y la irritabilidad de la mezquindail clamar la ayuda de nadie, ésa será su tarea.
Hasta ahora, en el desarrollo del género humano, el
15. Kierkegaard se refiere a la hostilidad creciente entre Alemania y
Dinamarca, que culminó en 1848 con el estallido de la guerra del
■pueblo» ha representado el momento dialéctico; algo
Schleswig-Holstein, en que Alemania apoyó hasta 1850 a los dos duca¬
dos. (N. de la t.) 16. Versículo citado anteriormente en el Diaño de 1846. (N. de la t.)
202 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 203

así como el depósito de un establecimiento, la grande e iin buen abuelo que, encerrado en su cuarto, está prepa-
inagotable reserva de la cual nace el «Ente» o muchos i ando una sorpresa para su nieto a quien ha invitado
a
«Entes». Si se pierde una enorme cantidad, no debemos i lerta hora. El niño se ha presentado un poco antes; ha
atribuirlo a la Providencia, la cual ha dispuesto que Humado y no le han abierto. El chiquillo sabía que al-
cada uno pueda convertirse en un «Ente», y por esto de¬ l'Uien estaba en el cuarto, puesto que había luz. Los gol¬
cimos que una enorme cantidad se pierde. pes se han oído, pero nadie le ha abierto. Entonces se ha
El pueblo, «ímpetu» de la historia. El «pueblo» es la de él una gran tristeza. Pero ¿por qué no le
fuerza que ha derrocado a reyes y emperadores; luego
alinderado
lian abierto la puerta? Porque los preparativos de la fies-
los reyes y los emperadores se sirvieron del «pueblo» la aún no estaban listos.
para abatir a la nobleza y al clero. El clero se sirvió del
«pueblo» para abatir a la nobleza, y la nobleza se sirvió Ahora que la cuestión de la igualdad se discute en Eu-
del «pueblo» para abatir al clero. Siempre el «pueblo». mpa hay que considerarla perdida.
Henos aquí llegados a la última fase: el concepto mis¬ Entre nosotros también los comunistas luchan por los
mo de «pueblo» se está volviendo dialéctico. Ahora es el derechos del hombre. ¡Bueno! Yo hago lo mismo. Pero
«pueblo» quien debe ser abatido. ¿Cómo? Aquí intervie¬ C( imbato con todas mis fuerzas contra la tiranía del te¬
ne la categoría: el «Ente». mor humano.
El proceso de educación del género humano es un pro¬ El comunismo impulsa al máximo la tiranía del temor
ceso de individualización. Por eso la humanidad debe humano (obsérvese los sufrimientos actuales en Fran-
ser dividida primero en tres sectores (nobleza, clero, i ia): 17
allí es precisamente donde empieza el cristia-
burguesía); es preciso despedazar esa enorme abstrac¬ insmo.
ción del «pueblo» con el «Ente». El principio con el cual el comunismo hace tanto albo-
Todo el que esté capacitado para pensar puede enten¬ mío, el de que todos los hombres son iguales ante Dios
derlo. Pero la mayoría no pueden pensar; para aceptar (por lo tanto, esencialmente iguales), el cristianismo lo
una idea deben reunirse en camarillas que confirmen y supone como cosa muy normal. Pero el cristianismo se
aprueben la justicia de sus pensamientos, de lo contrario horroriza ante el programa comunista de reemplazar
no se atreverían a tenerlos. Estando así las cosas, es im¬ ii Dios por el temor a la masa, por la mayoría, por el
posible concebir al «Ente»; porque es imposible pensar¬ pueblo.
lo «en masa», por la simple razón de que ha sido creado
e imaginado justamente para dispersar a la masa. Fuera todo es agitación; el nacionalismo se desencade-
n;i por todas partes; todos hablan de sacrificar su
vida y
Pasará tiempo antes de que la historia del mundo lle¬ tal vez están dispuestos a hacerlo, pero con el poderoso
gue a poseer de veras el concepto del «Ente». Antes será apoyo de la opinión pública. Yo vivo apartado en este
preciso deshacer a los Estados; cuanto mayor sea el i uarto silencioso (¡dentro de poco me acusarán
también
progreso, más pequeño será el Estado. Si todos deben de indiferencia por la causa nacional!), y sólo conozco
participar en el Gobierno, el Estado habrá de ser muy un peligro: la religiosidad. Pero de eso nadie se preocu-
pequeño.
«A quien llama se le abrirá» (Mí. 7, 8). Pero aunque Kierkegaard alude a la revolución de la Comuna de París de
17.
Dios no abra inmediatamente, ¡consuélate! Imagina a 1 848. (N. de la t .)
r
204 SÓREN KIERKEGAARD 205
DIARIO ÍNTIMO

pa, nadie sospecha mi actual estado de ánimo. esa relación sólo ha acrecenta-
Ésa es mi ii ule, y el haber iniciado
vida: ¡eterna incomprensión! No comprenden mis I.I mis penas de un modo tremendo. ¡Un suplemento tre¬
sufra
mientos y me pagan con odio. en escritor se lo debo esen-
mendo! Si me he convertido
La República Francesa18 es un regalo del y a mi dinero. Ahora,
destino. Estil > lilimente a ella, a mi melancolía
fundada sobre una falsedad, y debe comenzar con en mí mismo: creo
esa mu a.yuda de Dios, debo convertirme
mentira; convencerse los unos a los otros de que
esto eru Cristo me ayudará a vencer mi melancolía y
1 1J C ahora
L
lo que querían, la verdadera meta, aunque nada 1
querían li li crine «pastor».
y no hubo meta alguna. he amado al mundo, sin
I ii medio de esta melancolía
mi melancolía. Todo me ha
• mbargo, pues he amado
¡No, educación, educación: esto es lo que el más tensa la situación de mi ánimo:
necesita! Ha sido el tema continuo de mis trabajos
mundo •rrvido para hacer del
li !"•. padecimientos de ella, mi esfuerzo, los escarnios
terarios, el argumento de mis conversaciones —con la ayuda de Dios-
tián VIII; ¡y ahora pasa por lo más superfluo
con Cris- l'iiblico, todo ha contribuido para
a pensar en el futuro,
del mundo! i luirá que me veo obligado
poder por fin traspasarla. hablar,
Extraña coincidencia; cuando había decidido
Miércoles Santo, 19 de abril no le dije nada, porque ha-
r presentó el médico. Pero
liría sido demasiado repentino. La resolución de hablar
N.B.
permanece firme.
Id Jueves y el Viernes Santos fueron verdaderos días
Todo mi ser ha cambiado. Mi reserva y mi
han roto; puedo hablar:
mutismo se de tiesta para mí.

¡Dios Santo, concédeme de la gracia!


NB. NB.
Mi padre decía, sin embargo: «No harás nada
bueno l unes de Pascua, 24 de abril
mientras tengas dinero...» ¡Verdaderamente tuvo
inspiración profética! Creía que me entregaría
una
quebrarse, al menos por
a la bebi¬ No, no; mi mutismo no puede
da y a la vida alegre. ¡Eso sí que no! No, pero con romperlo acabará por preo-
toda mi nliora. La idea de pretender
inteligencia, mi melancolía y mi holgura, ¡qué a cada momento lo iré acrecen-
ocasión i uparme tanto, que
tan propicia para intensificar los tormentos del
auto- lando
martirio de mi corazón! consuela, sin embargo, el hecho de haber hablado
Me
...w
¡Ay de mí! «Ella» no pudo quebrar el miedo de ser demasiado orgulloso
mutismo de mi con el médico. Sentía
melancolía. Que yo la amaba, nada es más cierto; así mi para hablar con alguien. Como hice en el pasado, así lo
melancolía tuvo algo para meditar. Y aun así ella no ha¬ decir el médico? Nada. Pero
bría podido ser mía. Era y soy una individualidad peni- hice ahora. ¿Qué puede hu¬
para mí era importante haber respetado la instancia
mana. hace
18. La II República surgida de la revolución de 1848, satisface plenamente y
que concluyó Mi labor espiritual me
conn. el golpe de estado del príncipe Luis Napoleón. (N.
de la t.) que lo soporte todo con alegría, con tal de poder atender
DIARIO ÍNTIMO 207
206 SOREN KIERKEGAARD

Si he de romper mi silencio, ello sucederá, quizá, más


a mi trabajo. Así he llegado a comprender mi vida: que
alguna forma me abra un camino
mi misión sea la de anunciar a los otros consuelos y gu liim porque Dios de
empleo, y entonces me ayudará a con¬
zos, en tanto que yo me siento ligado a un dolor para el |M I ¡I encontrar
>'iilrarme por entero en esa situación. Pero cuando pre-
que no hallo consuelo, salvo en la labor espiritual. Eli
ii mío acabar con mi hermetismo, pensando continua-
ese aspecto nada tengo que objetar a mi destino. Por el
contrario, cada día doy gracias a Dios por haberme con mriite en él, obtengo exactamente el efecto contrario.
cedido siempre más de cuanto habría podido esperar,
Todos los días Le ruego que me conceda la osadía de
estarle agradecido; Él lo sabe. ,H NB.
Pero se trata de lo siguiente. Mi porvenir se volverá
cada vez más difícil para mis posibilidades económicas, 11 de mayo de 1848
Si no tuviera la traba de este mutismo mío, podría bus
l HS naturalezas excepcionales tienen una infancia y una
car un empleo. Pero ahora es difícil. Hace largo rato que
desdichadas, pues del hecho de que sean
medito si será posible volcarme. Y puesto que hasta aho¬ invcntud muy edad (que natural-
ra he obrado sobre todo evitando, olvidando, a menudo ■ uicialmente reflexivas en aquella
de lo inmediato) nace la más profun¬
he pensado que era mi deber, especialmente por cuanto iiiciite vive dentro
este mutismo puede convertirse para mí en ocasión de di de las melancolías. Pero se verán recompensadas,
pecado, intentar una ofensiva contra mí mismo. pues la mayoría de los hombres no llegan a ser espíritus.
Indos esos años felices de su inmediación representan
Si no lo hubiera hecho, tendría que reprochármelo
andar a paso de tortuga; por esta ra-
siempre. Pero, ahora que lo hice, me comprendo mejor i >.ira el espíritu un
que antes, precisamente gracias a ello. ■' 11 no llegan al espíritu. Pero la infancia y la juventud
Espero que Dios, de un modo u otro, quiera acudir en Irsi licitadas de las naturalezas excepcionales se trans-
mi ayuda para mi actividad de escritor, o que, proveyen¬ |i trinan en espíritu.
do de otra manera a mi sustento, me permita continuar
escribiendo.
Creo en la remisión de los pecados; pero la concibo de
tal manera (como hasta ahora lo he hecho) que a la vez
he de llevar mi castigo toda mi vida, encerrado en esta
dolorosa cárcel de mi mutismo, alejado del más íntimo
comercio con los hombres, pero tranquilizado con la
idea de que Dios me ha perdonado. A esas alturas de la fe
no puedo llegar aún, no puedo tener semejante franque¬
za de adhesión hasta que sea capaz de cancelar el dolo¬
roso recuerdo. Pero creyendo me defiendo de la desespe¬
ración; arrastro la pena y el dolor de mi silencio, pero
me siento indescriptiblemente feliz con la actividad del
espíritu que Dios me ha concedido con tanta abundancia
y gracia.
DIARIO ÍNTIMO 209

.....
,

i
.. ele cuentas (en la peor de las hipótesis), es infinita-
luí
mejor, aunque se mate a la infancia y a la juven-
1 1 ii I I n general la educación cristiana se hace a la ligera,
entonces todo se echa a perder. Pero es siempre mejor
ti lid que soportar esas penas en la infancia y en la ju-

1847 - 1848 ■ fttud, tensos como en un potro de tortura dentro de la


mU'líoría del «espíritu», que aún no ha sido alcanzada;
(PAPELES SUELTOS) Int her soportado todas esas penas que hacen de la infan-
I I una continua desdicha; y luego, desbordantes de feli-
i.l.id, poder por fin comprender: «Bueno, ahora puedo
Algo sobre la remisión de los pecados . m picarlo, ahora el cristianismo existe para mí y lo es
ini lo.» Esto es mejor que la insulsez de no haber sido ni

He sido educado muy severamente en el cristianismo In uno ni lo otro.


por un anciano; por eso mi vida se vio profundamente
perturbada y he debido soportar conflictos que nadie
imagina y de los que menos aún se habla. Sólo ahora, ti
los treinta y cinco años, quizá como consecuencia de mU
sufrimientos y de la amargura del arrepentimiento, he
aprendido a apartarme tanto del mundo que puedo pen
sar en hallar mi dicha en la fe del perdón de los pecados,
Pero a la verdad que, aunque espiritualmente me sientn
fuerte como nunca, estoy demasiado viejo para enamo
rarme de una mujer, etc.
Es preciso estar decrépito para sentir verdaderamente
la necesidad del cristianismo. Si nos lo imponen a la
fuerza antes de este momento, acaba por hacernos en
loquecer. En el niño y en el joven hay cosas que les perte¬
necen tan naturalmente que uno debe decir: «¡Dios lo hn
querido así!» La esencia de la infancia y de la juventud
es el culto de la vida natural; el cristianismo, en cambio,
es «espíritu». Concebir sin más ni más a la infancia den
tro de la categoría del «espíritu» es una crueldad, equi
vale a matarla, cosa que no ha sido la intención del cris
tianismo.
Por esto el cristianismo, en la mayor parte de la cris
tiandad, se ha convertido en palabrería, por el hecho de
que así nos educan. Pues es raro, muy raro, que un niño
tenga una educación religiosa realmente severa; lo cual,
DIARIO ÍNTIMO 211

,1 mismos) han sido formulados adrede con excesivo



l |gor, más o menos como cuando adelantamos media
lim a el despertador para evitar que nos despertemos de¬
masiado tarde por las mañanas.
DEL 15 DE MAYO DE 1848 AL 2 DE ENERO DE 1849
N. B.

J

L' L «balotaje»1 (pues
4
en esto consiste fundamental
mente el principio vital de la democracia moderna:
en el número) representa el fin de todo lo noble; de toda
cosa santa y amable y, en primer lugar, del cristianismo;
Vuelvo otra vez a los puntos más importantes en lo rela-
llvo a las relaciones con Dios.
Dios es espíritu. Con un espíritu sólo se pueden mante-
tier relaciones espirituales; pero toda relación espiritual
una idolatría de lo mundano, un inflamarse por las co- rs eo ipso dialéctica. ¿Cómo sabe entonces un apóstol
sas de este mundo. Por consiguiente, para el cristiano, que es llamado? ¿Por medio de una revelación o por me¬
la verdad está en la minoría; para el «balotaje», en ln dio de una dialéctica semejante? Esto no lo comprendo,
mayoría. ¡Bien! pero puede creerse.
La relación de un hombre común con Dios y con Cristo
Es una verdadera crueldad que el cristiano tenga que la concibo, en cambio, de una manera socrática. Sócra¬
vivir en un mundo que de todos modos quiere obligarlo tes (¡ese bribón!) no sabía, en realidad, con certeza si
a hacer lo opuesto a aquello que Dios, con temor y tem¬ existía o no la inmortalidad (Apol. 40 ss.): pues sabía que
blor, le ordena en su fuero interno. ¡Sería una crueldad |¡i inmortalidad es una categoría del espíritu, y eo ipso
de parte de los padres que, amenazándole con castigos dialéctica y que está más allá de toda certidumbre in¬
severos, ordenaran al niño: «¡Mira que has de portarte mediata; por lo tanto, ignoraba si era inmortal, cosa que
así y así!», y luego lo pusieran en compañía de rapaces muchos imbéciles saben al dedillo. ¡Pero Sócrates sabía
que lo obligasen de todas maneras a hacer lo contrario! lo que decía! Porque su vida expresa la existencia de la
Inmortalidad, él es inmortal. El asunto de la inmortali¬
¡Qué extraño! Sócrates hablaba siempre de aquello dad, dice él, me preocupa tanto que todo lo arriesgo por
que había aprendido gracias a una mujer (Platón, El este «si».
banquete, 201 ss.). También yo puedo decir que lo mejor
de mí mismo se lo debo a una jovencita; no lo aprendí de ¡Oh, sí! La pena mayor es la de ser espíritu y tener que
ella, sino a causa de ella. vivir entre los hombres.

En el fondo, muchos hombres piensan que los princi Una forma de locura que nos conmueve es la de Otelo
pios cristianos (por ejemplo, el de amar al prójimo como mando dice a Desdémona, antes de matarla: «¿Ha dicho
Desdémona su plegaria nocturna?» No la tutea, se ex-
1. Kierkegaard utiliza este término en sentido despectivo para reír presa con el lenguaje que se emplea con los niños: «¿Ha
rirse al sufragio popular. Traduzco literalmente la paíabra ballotazioiii • liccho Guillermo tal o tal cosa?»
empleada por el traductor italiano. (N. de la t.) Es una escena magistral.
212 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 213

No he elegido esta vida, que he considerado siempre a llora, como castigo, Dios te midiera con su mirada de
como mi misión, porque me creyese más perfecto que los pies a cabeza?» Tal es y será mi infortunio: humana¬
demás, sino porque me sentía más miserable y el mayor mente hablando, he hecho demasiado por los hombres.
pecador. I xteriormente me he comportado como si los mirara de
Por ello he vivido hasta ahora en una rigurosa renun arriba abajo..., precisamente porque me avergonzaba
cia de toda recompensa terrenal, y así necesariamenU' demostrarles cuánto los amaba; para que no me toma¬
(dentro del espíritu del cristianismo) he acabado por ser ran, sin más ni más, por un loco.
mal visto, escarnecido, aborrecido, arrojado como pasto ¡Sólo por haber olvidado dar los «buenos días» a una
a cualquier brutalidad, en tanto que los aristócratas lo criada he sufrido como si se tratara de un delito y he
celebran, movidos por una secreta envidia. temido que Dios fuera a abandonarme! ¡Y luego atri¬
Decir a cualquiera estas cosas ya no sirve de nada, buyen las persecuciones de que soy objeto a mi orgullo!
2
Existe un «tiempo de silencio» ( Prv. 3, 7), como lo de En todo he visto una relación de deber, y Dios siempre
muestra el modelo más elevado: «Pero Él no respondía a lia estado presente para mí. Pero nadie parece tener de¬
nada.» (Mí. 27, 14). Pero yo lo he aprendido de un mode¬ beres con respecto a mí.
lo más humilde, de Sócrates, quien, como Cristo, tenía el
poder de salvar su vida... ¡halagando al pueblo! El mismo Cristo dice que no ha venido a traer la paz
niño la discordia (Le. 12, 51). ¡Ése es el punto capital! El
Periissem nisi periissem es y será el lema de mi vida.' 1 1 istianismo representa la discordia con el mundo, pero
Por esto mismo he podido soportar todo aquello que 1 1 cristiano halla la paz de Cristo.
hace tiempo hubiera acabado matando a cualquier»
que no estuviera ya muerto. Siento un deseo de mayor perfección. Confiado y en¬
tregado a Dios, con la fe en la remisión de los pecados,
No reprocho nada a nadie. espero también estar maduro para algún cometido más
No existe nadie a quien yo haga reproche alguno; son ■levado. Pero, si aún me quedara un resto de vida, aun¬
los hombres quienes no me han comprendido. Ni en este que sólo fuera una hora, lo consagraría con todas mis
momento puedo desprenderme de mi primer pens» tuerzas al cometido al que hasta ahora las he consagra¬
miento; es decir, de que ningún hombre piensa en Dios do: a atacar el refugio del mal... La turba, el impío parlo¬
en lo recóndito de su corazón. Jamás he medido a nadie teo entre los hombres, el sacrilego desprecio por el Ente.
con una mirada de pies a cabeza, ni siquiera al sirviente
o a la criada más humilde: porque aquel que está «en He sido desdichado en amor, pero es imposible pensar
presencia de Dios» debe, en lo más profundo de su alniu, que pueda ser feliz, porque habría de convertirme en
horrorizarse en el instante mismo pensando así: «¿Y si ,u(ro hombre. Sin embargo, mi desdicha ha sido mi feli-
i idad. Humanamente hablando he sido salvado por un
2. El proverbio citado dice así: «No te tengas por sabio, teme a Di ON dilunto, ¡por él, mi padre! Me es imposible imaginar que
y evita el mal.» (N. de la t.)
3. «Hubiera perecido si no hubiera perecido», citado anteriormciilr
un vivo hubiera podido salvarme. Me convertí entonces
■ n escritor, según las posibilidades de mi naturaleza;
en el Diario de 1843, señalado con el signo NB. Es también el lema *l««
«¿Culpable o no culpable?», ensayo autobiográfico en Etapas en el canil pero, de no haber sido perseguido, no habría dado la
no de la vida. (N. de la t.) exacta medida de mí mismo. En la vida existe siempre
214 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 215

una melancolía, y al mismo tiempo una indescriptible


felicidad. A esto, además de a la gracia y a la indescripti¬ Pero la muerte de mi padre fue para mí un golpe tan
ble ayuda de Dios, debo el haberme convertido en yo I remendó que jamás he hablado de ello con nadie. El
mismo. Casi me sentiría tentado a decir «con Su predi¬ proscenio de mi vida está sumido en la más tétrica me¬
lección», si ello para mí no representara menos que la lancolía y en las nieblas de esa miseria difusa en las pro¬
bienaventuranza en la que creo y que me da una paz fundidades de mi alma que no causa asombro por ser yo
llena de felicidad: el pensamiento de que Él tiene para quien fui. Pero éste será siempre mi secreto. En otros,
cada hombre un amor de predilección. Mi vida con Dios quizá esto no habría producido una impresión tan pro¬
ha sido la de un hijo con su padre. funda: pero piénsese en mi fantasía y especialmente al
comienzo, cuando no hallaba objeto alguno donde vol-
■ .irse. Esta melancolía congénita, esta inmensa dote de
Poder reconciliarme con «ella» sería mi único deseo y
me daría una íntima alegría. Pero su matrimonio está en dolor, esta situación tan profundamente dolorosa como
mis manos. Si ella llegara a poseer la certeza de cuánto In de haber sido educado desde la infancia por un ancia¬
la he amado y de cuánto la amaré, se arrepentiría de su no melancólico..., en tanto que uno posee la innata habi¬
casamiento. La sostiene el pensamiento de que, pese u lidad de engañar a cualquiera mostrándose lleno de brío
las dotes que me reconocía, no obstante la admiración y v de alegría; ¡y que luego Dios, desde el cielo, me haya
el amor que me profesaba, yo me he comportado con ell» ayudado de esa manera!
de una manera innoble. Ella no ha tenido la religiosidad
suficiente para vivir con un amor desdichado: ¡me ha Se demuestra cierto lo que mi padre decía: «Existen
i Un tos pecados de los que un hombre no puede ser salva¬
causado tanta pena la idea de que no me haya atrevido
jamás a ayudarla directamente! do sino por una extraordinaria ayuda divina.» A mi pa-
div, humanamente hablando, yo se lo debo todo. Me ha
Si no me hubiera sentido feliz en medio de mi melan I ( invertido en todos sentidos en el más desdichado de los

colía, no me habría sido posible vivir sin «ella». I.o» «ÿres, al hacer que mi juventud fuera un padecimiento

poquísimos días en que me he sentido dichoso, huma »ln igual y que en mi fuero interno me haya sentido a
namente hablando, no he dejado de sentir una indescrip punto de escandalizarme del cristianismo. Mejor dicho,
tibie nostalgia de «ella», de «ella», a quien tanto había llegué a sentirme escandalizado; aunque por respeto de¬
amado y que tanto me había conmovido con su súplica cidí no decir palabra a nadie y, por amor hacia mi pa¬
Pero mi melancolía y los padecimientos de mi alma me th r, me empeñé en exponer el cristianismo de la manera
han hecho, humanamente hablando, siempre desdicha más verdadera, contrastando así con toda esa palabrería
do, de tal modo que no he poseído felicidad alguna para que (en la cristiandad) se hace pasar por cristianismo. Y,
compartir con ella. No me atrevo aún a hacerle la má» *ln embargo, mi padre era el más cariñoso de los padres;
leve observación: mientras viva, yo seré el responsable ■ ii lía y siento una íntima añoranza de él, de tal manera

de su porvenir. que ningún día he dejado de recordarlo por la mañana y


I H >I la noche.
A mi padre se lo debo todo desde un comienzo. Fue el Sólo ahora he llegado a ese punto en que todo se vuel-
quien, melancólico como era, al verme triste me suplii íl > e r laro para mí. Como la mujer que al sentirse embara-

un día: «¡Trata de amar de veras a Jesucristo!» nda se vuelve silenciosa y seria, concentrada por entero
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en el pensamiento de su niño, también yo he visto ya mis relaciones con los que sufren y con todo aquel que
bastante en el mundo. Mi cometido lo percibo claramen sea inferior a mí. ¡Váyase a saber cómo luego me acusan
te; tanto si debo vivir una sola hora como cien años, mi de orgullo y de egoísmo!
cometido me satisface igualmente. Pero el hallarse de ese modo frente a Dios, aunque
i epresente una verdadera felicidad, exige un enorme
No se trata tanto de hacer una revisión del cristianis¬ esfuerzo. Por eso me he sentido y me siento tan desdicha¬
mo cuanto de borrar 1 800 años como si no hubieran do, comparado con los otros hombres. Ser sano y
existido. Tengo la certeza de lograrlo: todo es para mí Inerte, poder tomar parte en todo, estar dotado de fuer¬
claro como el sol. Siento, sin embargo, mi responsabili zas físicas y sin pensamientos: ¡cuántas veces lo he de¬
dad, porque basta la menor impaciencia y terquedad: seado! ¡Los padecimientos de mi juventud han sido tre¬
entonces no aguanto más, mis ideas se confunden. mendos!
Por la mañana, apenas me levanto, doy gracias a Dios;
luego comienzo a trabajar. A una determinada hora de Existe algo de verdad en la concepción de los griegos
la noche dejo el trabajo, doy gracias a Dios y me retiro u (véase, por ejemplo, Plutarco), que hacen del héroe un
descansar. Ésa es mi vida. Aunque a veces no se veu Hénero especial, distinto del género humano. Como la
exenta de ataques de melancolía, mi vida transcurre co¬
tidianamente en medio de un beatífico encantamiento.
-.i tegoría cristiana del «espíritu». Pero lo humano con-

Mstc en lo siguiente: que a todo hombre le ha sido conce¬


¡Ay de mí! Así vivo en Copenhague: el único individuo dido poder ser espíritu, espíritu que no es el coto privado
que no es formal, que no gana dinero, que no realiza de una cofradía de cerebros privilegiados, pues es ver¬
nada, ¡un pobre diablo medio loco! Así me juzga la tur dad que a menudo un hombre del pueblo está capacita¬
ba: y aun los pocos que ven con algo más de profundi do para realizar dicha categoría, en tanto que un profe-
dad, no se lamentan de que éste sea el juicio que de mí se ,nr difícilmente la alcanza.
forman.
El crimen máximo ante los ojos de los hombres, aquel
Quien de niño no ha recibido ninguna impresión del que castigan más cruelmente, es el de «no ser como los
cristianismo, pero la recibe más tarde, debería sentirse demás». Eso prueba su naturaleza animalística; porque
destrozado por la angustia y por el temor de sí mismo, los pájaros tienen razón de perseguir a picotazos al pája-
Yo, en cambio, me siento muy sereno, porque sólo ahora, io que no es como los otros, puesto que la especie es su¬
entre estas cosas familiares, me hallo como en mi hogar. perior a los individuos. Los pájaros son animales, ni más
til menos. En cambio, el destino de los hombres es el de
Mi desgracia, humanamente hablando, está en haba no ser «como los demás», sino el de poseer cada uno su
poseído demasiado poca corporeidad. Mi inferioridad (y propia peculiaridad.
ésa es mi relación con Dios, ante el cual con temor v I .os hombres perdonan cualquier crimen menos éste,
temblor me siento siempre como un cero, por no hablai que juzgan inhumano: ¡el delito de ser hombre!
del dolor y del arrepentimiento de mis pecados) se eslíe
mece casi por la menor fruslería que emprendo, al pen Me apena, en medio de mi vida de esfuerzos, el hecho
sar así: «¡Quién sabe si Dios no se irritará contra mi y de que no siempre logre poseer, como quisiera, la inte¬
me abandonará!» Por eso me siento tan angustiado en rioridad de dolerme de mí mismo, esa interioridad que
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poseía una vez, cuando todos me juzgaban feliz y con¬ Así, la calumnia, cuando se tiñe de escarnio, de grace-
tento. )<>, de vanidad, ofrece el aspecto de una cornucopia llena
¡Cuán fácil es, en un conflicto similar con el ambiente, de bombones... Pero, por detrás... ¡Qué abominación,
olvidarse de uno mismo, de nuestra íntima relación con Dios mío! ¡La corrupción de la juventud, el desvío de los
Dios, algo que en cierto sentido parece tan poca cosa incautos y además los que fueron llevados a la tumba!
con respecto a lo mucho! Y, si no todo esto, las mujeres que soportan el dolor...
Quien vive en quietud y apartamiento puede hallar Es extraño que ninguna otra acción me haya propor¬
tiempo para dolerse del menor pecado. cionado tanta dicha como este paso mío; en mi fuero in-
Espero, sin embargo, que Dios me conceda el don de lerno no puedo dejar de pensar que en la hora de mi
no convertirme en importante ante mis propios ojos; yo muerte contará por lo menos un acto bueno, un acto del
me abandono a Él en la más completa obediencia. cual tendré que regocijarme toda la eternidad...
Todo hombre posee una realidad infinita, y es sober¬
bia y ambición negarse a honrar en cada hombre a su Pedro4 sabe que el estado de mis finanzas es alarman-
propio prójimo. ¡Oh, si pudiera hablar con cada hombre le, sabe que mi salud está muy quebrantada, conoce y se
por separado, estoy seguro de que los conmovería a to¬ representa mis esfuerzos por permanecer aquí, sortean¬
dos! Pero es un paralogismo pensar que mil hombres va¬ do hábilmente el ataque de los necios y el escarnio co¬
len más que uno, pues significa reducir a los hombres a tidiano. Sin embargo, desde entonces no he tenido
una categoría animal. La sal de la condición humana la satisfacción de recibir una sola palabra suya. Proba¬
está en que la unidad representa lo más elevado: mil blemente es presa de un gran susto y, como buen pusilá¬
hombres valen menos que uno. nime que es, probablemente estará rumiando el proso-
¡Pobre de mí! ¡Quién sabe cuándo lograré que a los ¡lopéyico pensamiento de que esto podría ser un castigo
hombres les quepa en la cabeza esta dialéctica! Infligido por Dios. ¡El muy cobarde y, por añadidura,
i anidoso, siempre dispuesto a aceptar cualquier demos-
5
I ración de estima de parte de esos grundtvigianos! ¡Oh,
ió que digo acerca de mí mismo CN algo «amoroso, amoroso de veras»!6
Una actitud semejante yo no la entiendo. Si uno com¬
Una palabra para mis contemporáneos
4. Pedro, el hermano mayor de Kierkegaard, único sobreviviente
Tal vez sea oportuno que también yo diga una palabra con él de toda la familia. Fue pastor y luego obispo de Aalberg. Kier¬
acerca de eso de lo cual todos hablan ahora (por ser el kegaard alude otras veces en su Diario a las diferencias espirituales
(llameadas entre ambos hermanos y a sus respectivas relaciones con
único que no ha hablado de ello o que apenas si ha hecho
algún comentario en privado), es decir, del ataque de la
. I padre. Véase, por ejemplo, «La parábola de los dos hermanos», en el
IHurio del 24 de enero de 1947 al 15 de mayo de 1848. No obstante, fue
plebe... ¡a mis pantalones! t>dro quien se hizo cargo de los papeles de Kierkegaard a la muerte de
Cuando una mujer de vida alegre se adorna y embelle¬ • M<\ por haber renunciado a dicha responsabilidad Regina Olsen, a
ce, presenta un aspecto exuberante de vida, de juventud i|iilm el autor había nombrado heredera. (N. de la t.)
Los que seguían la tendencia del obispo y sociólogo Grundtvig, par-
y de dicha. Pero ¡cuán tremendo horror esconde ese ros lltlario de una Iglesia del Estado, racionalista y nacionalista. (N. de la t.)
tro envejecido! Porque los rasgos del pecado son los ras fi. Evidente ironía imitando el lenguaje de los grundtvigianos.
gos de la vejez. IN del t. i.)
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220 SOREN KIERKEGAARD

prende que las cosas andan mal para otro, creo que ION
miramientos deberían desaparecer. Cuando hace algún N i nguna vida produce un efecto tan grande como la de
tiempo se halló en dificultades con Mynster, me apresa mi mártir: porque el mártir tan sólo comienza a actuar

ré a escribirle, y más de una vez. Pero estos «ortodoxos» después de su muerte. Y de este modo la humanidad o se
que no tienen un ápice de franqueza filial con respecto u mantiene unida a él o permanece aprisionada dentro de
Dios y lo consideran más como a un tirano a quien hay ni misma.
que halagar que como a un padre a quien hay que tratar
con amor, experimentan una cierta voluptuosidad cuan¬ «Él [Pedro] negó delante de todos» (Mí. 26, 70). ¿Qué
do creen que Dios está maltratando a alguien. puede importarme? Si Pedro obra bien, entonces Pedro
Basta de esto. Mis sentimientos hacia mi hermano son VH Pedro. Si Pedro obra mal, no tengo nada que ver con
inmutables. El destino que Dios asigna al extraordinario él, puesto que no es esto lo que de él debo aprender.
es el de ser siempre el incomprendido, especialmente
por sus amigos y parientes. Pedro se ha considerado toda Réplica: ¡Cuán penoso es sentirse tan viejos como nos
su vida como mejor que yo y me ha juzgado un poco vuelve lo eterno; en tanto que uno es aún un hombre, un
como «al hijo pródigo». En eso ha tenido razón: él ha hombre sobre todo, y cuando aún la existencia se dirige
sido siempre más honesto que yo. Su conducta con mi ,i nosotros con el lenguaje de la juventud! Hubo una niña
padre, por ejemplo, era la del hijo honesto, mientras que II c pii en yo amaba, graciosa y tan joven (¡cuán atrayente

la mía frecuentemente ha sido criticable. Pero Pedro no lia de ser sentirse tan joven!), como persuasiva y seduc-
quiso a papá como lo he querido yo. Pedro no le dio dis lora. ¡Qué pena tan tremenda...: yo era para ella viejo
gustos como yo le di. Sin embargo, hace mucho tiempo romo la eternidad!
ya que Pedro ha olvidado a mi padre, en tanto que todos
7
los días —desde aquel 9 de agosto de 1838— yo pienso La Edad Media culmina con Rafael en su representa¬
en él y pensaré siempre hasta que nos reunamos beatífi¬ ción de la Virgen. El protestantismo culminará con la
camente en el más allá. Y así en todas mis relaciones... Imagen de Cristo; pero ésta será la flor del más perfecto
Luego pasó un tiempo. Cuando en el fondo yo era consi desenvolvimiento dialéctico.
derado como un cabeza dura a punto de perderse, Pedro
era siempre el honesto. Después me convertí en un cana Lo mejor de la vida consiste en el hallazgo. A veces
lia; como deben de haberlo supuesto los demás. Pedro, i|uien busca, halla; otras veces uno halla algo sin haber¬
en verdad, es el honesto; a la luz del contraste se convier¬ lo buscado. Quien encuentra una perla sin buscarla, la
te en el amoroso. Entonces me yergo sobre mis pies. Tal lia hallado a pesar de todo; pero si alguien lo abandona
vez Pedro no pueda comprenderme: cuanto más me lodo por su posesión (Mí. 13, 45) expresa a la inversa que
mira y me observa, más se asusta de mí. De todos modos, la buscaba; pues conquistar de ese modo la posesión,
espera que yo le haga confidencias. Y eso es justamente luego de haber logrado encontrarla, es «en sentido inver¬
lo que no puedo hacer. Se sintió ligeramente ofendido. so», lo mismo que buscar.
¿Cómo no iban a tomar mal cariz las cosas?
La mejor prueba de la inmortalidad del alma, de la
7. El padre de Kierkegaard murió en la madrugada de ese din,
existencia de Dios, etc., se reduce en el fondo a la impre¬
(N. del t. i.) sión recibida en la infancia. Por consiguiente, la prueba,
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DIARIO ÍNTIMO 223

a diferencia de lo que acaece con tantas otras pruebas bien utiliza espías. Con tal fin no se busca precisamente
doctas y solemnes, podría expresarse en los siguientes a hombres de vida intachable, sino a delincuentes, auda¬
términos: «Es muy cierto, porque mi padre me lo dijo.» ces y astutos, porque la policía necesita de su audacia y
¡Es bastante extraño! Durante una de mis primeras al mismo tiempo los impulsa por la conciencia de su
conversaciones con «ella», cuando me hallaba más pro¬ vida anteada. Y de este modo se sirve Dios de los peca¬
fundamente agitado y alterado, le dije que en cada gene¬ dores. Pero la policía no piensa en mejorar a sus espías;
ración había siempre algún hombre destinado a ser sa¬ en cambio, Dios lo hace: cuando misericordiosamente
crificado por los demás. Probablemente ella no lo com¬ los utiliza, a la vez los educa y los vuelve mejores. Mas
prendió y quizá ni yo mismo me comprendí por entero lambién en este caso la obediencia incondicional produ¬
(en todo caso, se trataba sólo de mi íntimo sufrimiento); ce la conciencia de la vida anteada; pues un pecador
y menos que nada que ella comenzara a llevar las de humilde y contrito debe confesarse que, aunque otro
perder. Pero justamente la juvenil espontaneidad de su podría exigir algo de Dios, él no puede exigir absoluta¬
dicha comparada con mi tremenda melancolía, y en ta¬ mente nada, sino que por el contrario ha de estar dis¬
les proporciones además, debió enseñarme a conocerme puesto a todo e incluso, cuando es castigado, darle gra¬
a mí mismo; pues antes no había sospechado cuán me¬ cias como de un favor recibido.
lancólico era yo ni había tenido la menor idea de cuán En la antigüedad se amaba a la sabiduría (cpitatcrocpoi);
feliz puede ser un hombre... hoy se ama el nombre de filósofo.
¡Con cuánta benevolencia me ha guiado Dios a través Los hombres viven como cabezas huecas, como frívo¬
de los obstáculos! He aquí que ahora me encuentro en el las mujercitas. Por esto no tienen la menor idea de lo que
punto preciso en que la situación exterior también de¬ significa el que a Dios le plazca mantenerse in incognito.
muestra la verdad del principio según el cual «existen Tomemos un ejemplo menor: Sócrates. Qué pocos son
hombres destinados a ser sacrificados por los demás». los que tienen una idea de la significación del hecho de
que para él la ironía sea expresión del carácter y que,
Son «suyas» estas palabras proféticas con respecto a por lo tanto, no le importara mucho ser comprendido,
mí: «¡Acabarás por hacerte jesuíta!» Para el romanticis niño precisamente mantenerse fiel a su carácter; en con-
mo de una fantasía juvenil, el jesuitismo es precisamen ci nencia, ser incomprendido. Quiere ser incomprendi-
te una aspiración cuyo tétate;8 sobrepasa por completo la
tlo porque quiere conservar el incógnito. La suya no era
inteligencia de esta juventud. tina astucia del Rey Mago que busca dar placer a los pa¬
rientes y a los nietecitos. Vivió así, día tras día, durante
Pero acerca de mis relaciones con ella, no puedo escri
bir nada. Soporto la responsabilidad del resto de su ex is muchísimos años.
tencia, y por eso mismo toda comunicación directa po
dría acarrear una confusión sin límites. Se puede ser cruel de muchos modos. Un tirano pue-
ilc maltratar a un hombre. Pero se puede ser cruel de
Es verdad eso que he dicho de mí mismo: «Soy como till modo distinto de como lo han sido conmigo. Con
un espía al servicio de lo más elevado.» La policía tam Ligrimas en los ojos, postrada ante mí, ella me rogó
por amor a Dios que hiciera algo que yo no podía ha-
8. Término griego que significa ‘realización, ‘objetivo final', tam i IT. ¡Oh! ¡Fue demasiado cruel y no he podido reco¬
bién con motivo de la iniciación en los misterios. (N. de la t.) brarme! ¿Qué es más cruel: ser nosotros los crueles o
w
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descargar sobre los demás la responsabilidad de ser


tan crueles? ¡Ay de mí! Acaecerá conmigo y mis contemporáneos lo
mismo que acaeció con mi pade y conmigo. Le ocasioné
Toda esa concepción de la «posibilidad del escándalo» muchos padecimientos, después él murió y yo recibí su
es algo que me complace imaginar en determinados mo¬ patrimonio. El tiempo hace todo lo posible para ator¬
mentos en los que antes no había pensado; algo por com¬ mentarme, exprime mis mejores esfuerzos; luego moriré
pleto ajeno a mi ser que se opone a lo que debo llamar la y cobrará mi herencia. Llegará un tiempo en que un da¬
sal de mi posición de servidor con respecto al cristianis¬ nés se sentirá orgulloso de mí como escritor; por consi-
mo. Una vez más he de proclamar categóricamente que imiente, orgulloso al fin y al cabo por el hecho de que me
los años no me han cambiado en absoluto, sino que des¬ hayan maltratado.
de el primer momento he procurado servir sinceramente
al cristianismo. En general, dos son las desviaciones fundamentales
Sin embargo, ahora que me propongo iniciar un desa¬ con respecto al cristianismo:
rrollo más rígido y decisivo del cristianismo, no me atre¬ I ) El cristianismo no es una doctrina sino una comuni¬
vo ya —ni probablemente tendré tiempo ni deseos— a cación de existencia. (Luego sobrevinieron las exagera¬
desarrollar un tema estético.9 ciones de la ortodoxia con discusiones a propósito de tal o
Lo peor con respecto a ello es que he acabado por em¬ tal cosa, mientras que la existencia permaneció comple¬
brollar el asunto con tales y tantas reflexiones que a ve¬ tamente inmutada, y así es como se discute acerca del
ces no sabía qué camino escoger. Y por lo mismo, aun¬ cristianismo lo mismo que acerca de la esencia de la filo¬
que no existiera razón, era necesario actuar. Nada me sofía platónica, etc.) Por esto, cada generación debe co¬
agota tanto como las decisiones negativas; sentirme menzar por el principo: esa erudición sobre las genera¬
dispuesto a llevar a cabo algo, por haberlo considerado ciones pasadas es esencialmente superflua, pero no
justo y deseable, etc., y luego verme arrollado por un despreciable si sólo comprende a sí misma dentro de sus
turbión de reflexiones. Eso no sirve. ¡Algo que en si propios límites, y mucho más peligrosa si así no lo hace.
mismo es una bagatela y que ha sido bien ponderado, 2) En consecuencia (puesto que el cristianismo no es
corre el riesgo de convertirse de improviso en una tre¬ una doctrina), con respecto al cristianismo no es indife¬
menda realidad! ¿Significa esto que la reflexión se ha rente la persona que lo expone (como en las otras doctri¬
vuelto enfermiza? En tal caso es preciso actuar para nas), como si bastase exponerlo con exactitud objetiva.
salvar la vida. La indolencia seguirá entonces preten¬ No: Cristo no ha instituido docentes sino imitadores. Si
diendo daros a entender que aferrarse a lo negativo ha el cristianismo (precisamente porque no es una doctri¬
bría sido de todos modos la mejor solución. ¡Puras men na) no se reproduce en quien lo expone, éste no expone al
tiras! Lo único justo es encomendarse a Dios y luego cristianismo; pues el cristianismo es una comunicación
actuar. de existencia y sólo puede ser expuesto con el existir.
Existir en él es expresarlo existiendo: esto es, redupli¬
9. Kierkegaard alude en este texto a sus dudas acerca de la opoi carlo.10
tunidad de publicar La repetición, obra que, por su carácter estético,
consideraba inconveniente para su posición definitiva de escritor eseu 10. Reduplicación: ‘redoblamiento, dualidad’, expresión que em¬
cialmente religioso. La repetición apareció, por fin, en julio de 184H plea Kierkegaard para designar a la relación objetiva producida por la
publicada en los números de Faedrelandet del 188 al 191. (N. de la t.) reflexión. (N. de la t.)
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Es así como, en lo que a mí se refiere, tengo un aguijón lo a la cristiandad, con la ventaja de saber de qué se
en la carne desde los primeros años. Si no lo hubiera n ata. Es preciso suponer que la mayoría de los hombres
tenido, tal vez me habría engolfado en las cosas del mun¬ no han recibido ninguna impresión de lo que el cristia¬
do; pero no puedo hacerlo, pues de lo contrario de buena nismo es, y que por lo tanto ni siquiera han advertido la
gana lo habría hecho. Por lo tanto, no tengo mérito algu¬ posibilidad del escándalo. Confieso sinceramente que en
no; pues ¿cuál es el mérito del que camina rectamente filo no tengo mérito alguno, pues lo debo, en el fondo, a
porque tiene andador o del caballo que sigue el camino la educación que mi padre me dio.
trazado porque tasca un freno? Aquí es preciso citar otra vez a algunos hombres céli¬
bes. Lutero pudo muy bien tener razón en casarse; pero,
La idea de que podría morir ahora, la idea de la muer¬ ile haber estado casado, ya no se habría convertido en
te en la que he reposado, me produce ahora perturba¬ l ulero. Especialmente en estos tiempos se precisan
ción a causa de la publicación de ese pequeño artículo hombres solteros, porque el mal contra el que hay que
estético,11 me perturba el pensamiento de que ese artícu¬ combatir está en la «turba», en la prudencia, en el respe¬
lo quede como mi última publicación. lo humano. ¿Y es posible imaginar a una esposa capaz
Pero, por otra parte, este pensamiento de la muerte ile resignarse con la idea de que su marido se sacrificaría
inminente podría ser tan sólo melancólico fantasear, luchando contra un poderoso, por ejemplo, un rey o un
precisamente ahora que acabo de publicar el artículo. 12
emperador? Varum? Por la razón de que así se le antoja
Y esa melancolía sería con justeza examinada; para lo n su fantasía. Pero exponerse a los comentarios de los
cual tal vez sirviera la publicación del artículo. hombres, ser burlado y escarnecido, esto es algo que
La cristiandad tenía verdadera y suma necesidad de hace estremecer a una mujer, debido a su naturaleza.
una persona célibe que tomara en sus manos la causa del Ouizá tendría ella coraje suficiente para imaginarlo de¬
cristianismo. No es que tenga nada que objetar contra el capitado por el gobierno, pero maltratado o burlado o
matrimonio, pero ha cobrado demasiada impoi'tancia. escarnecido por la turba, no, no, esto no podría soportar¬
A fin de cuentas, el casamiento se ha convertido en la lo. Una mujer rogaría y suplicaría al hombre que no se
única y suprema necesidad. Pero el cristianismo no lo expusiera, por el amor de Dios, a una cosa semejante;
entiende así. Tienes permiso para casarte y el cristianis con lágrimas en los ojos confesaría que no puede tolerar
mo bendice tu matrimonio, pero no olvides que has de verlo maltratado de ese modo; rogaría para que sus ñi¬
dejar lugar a las existencias religiosas más decisivas. De ños no sufrieran el suplicio de ver a su padre tratado de
otra manera se podría reprochar a San Pablo que no es¬ esa manera, ni el de ser hijos de tal padre.
tuviera casado (1 Cor. 7, 7). ¿Y dónde mejor que en la prensa tiene su asilo este
Al respecto convendría examinar aquí las excepciones mal? Y eso que casi todos los periodistas son solteros;
que se hacen en las prédicas: «Esto era válido para aque¬ lluego no quieren reconocer la necesidad de ser solte¬
llos tiempos, para aquellas circunstancias», etc. ros, para servir al bien!

Lejos de mí pretender que soy un cristiano eminente Existe un aspecto de la vida, el de las pequeñeces coti-
entre los auténticos cristianos; pero, sin embargo, respe lianas (por ejemplo, que deba ir yo a tal o cual lugar,

11. La repetición, a la que he aludido anteriormente. (N. de la t.) 12. ‘¿Por qué?' En alemán en el original. (N. de la t.)
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ponerme un sobretodo pesado o ligero, etc.), que muy mundana, es y será la piedra fundamental de su matri¬
difícilmente puede resultar conmesurable con las rela¬ monio.
ciones con Dios. Tampoco Dios lo quiere así. Por eso Él
ha creado al hombre y a la mujer, y les dice: «Casaos.»
Tales cosas existen más bien para que los hombres se Silbado, 26 de agosto
ayuden los unos a los otros. Es algo semejante a las rela¬
ciones entre un padre y su niño: «No tengo ganas de pa¬ I ni a Fredensborg. Me impulsaba un vago presentimien¬
sar el día jugando contigo; búscate un compañero para to; me sentía muy contento y estaba casi seguro de que
eso.» Es muy peligroso que el padre deba ser al mismo me encontraría con la familia [de Regina] y de que, pol¬
tiempo compañero de juegos del niño y que el niño sólo lo tanto, valía la pena intentarlo. No me encontré con
frecuente la compañía de su padre. Otro tanto sucede en nadie. Entonces, después del paseo acostumbrado, pre¬
la relación con Dios. Pero, cuando se trata de un niño gunté a un marinero si al consejero de Estado, Olsen,13 se
enfermo, por supuesto que el padre lo hace. Y, cuando se le veía con frecuencia este año. «No —repuso—; este año
trata de un hombre que fue desdichado hasta el extremo tina sola vez, el primer domingo de Pascua.»

de renunciar por deber a la felicidad conyugal, muy le¬ Fui a descansar a la casa de los Kold. Estaba comien¬
jos de interpretar su renuncia como algo grandioso, tal do cuando vi pasar a un hombre frente a mi ventana: era
vez porque, al sobreestimar el matrimonio, más profun¬ el consejero Olsen.
damente sufría el propio infortunio, entonces Dios se Él es el único con quien me atrevería, con toda seguri¬
arroga el derecho de ayudarlo hasta en las cosas peque dad, a reconciliarme, porque en ello no existe peligro al¬
ñas de la vida. Para un hombre semejante, aun muchas guno para la muchacha. Sigo sus pasos y por fortuna lo
pequeñeces pueden volverse, de un modo conmovedor, alcanzo. Me aproximo y le digo: «Buenas tardes, señor
conmensurables en relación con Dios. Olsen, ¿no quisiera charlar un rato conmigo?» Se quitó
el sombrero para saludar, pero hizo ademán de recha¬
El mío es un martirio de reflexión, o bien un martirio zarme y me dijo: «Con usted no quiero hablar.» ¡Ay! Las
como sólo puede manifestarse en el mundo luego que la lágrimas asomaban a sus ojos; ¡con cuánto dolor repri¬
reflexión haya sustituido a la pasión inmediata. La pena mido pronunció estas palabras! Traté de acercarme,
para mí consiste en no hallar justamente ningún páthos ¡tero él echó a correr tan rápido que no habría podido
(ni siquiera en los malos tratos). «¡Es una necedad, una alcanzarlo, aunque me lo hubiera propuesto. Entonces
fruslería!», dicen ellos. Y, sin embargo, no cabe duda di¬ grité con todas mis fuerzas, y estoy seguro de que me
que ése es el martirio ante el cual más se estremecen los oyó: «¡La responsabilidad es completamente suya, pues¬
hombres. to que no ha querido escucharme!»
Por el momento no es posible hacer más.
Por «ella» nada puede hacerse. Dios sabe que de muy
buena gana lo haría, y también por mí si ella lo deseara La diferencia entre el fariseo y el publicano (Le. 1 8,
Por cierto que ella sería capaz de perder otra vez 9-14).
la paciencia si se enterara de cómo han ido en realidad 1) El publicano estaba en un rincón, «apartado».
las cosas. La idea de que yo soy un canalla, o por lo mi¬
nos alguien que quería convertirse en una celebridad 13. El padre de Regina. (N. de la t.)
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ble, y para ella el gesto más conciliador, pues fácilmente


El fariseo había elegido el primer puesto, donde se podía verse que la causa era la melancolía. Hice todo lo
mantenía «apartado» de aquél. posible para evitarle la menor humillación y así man¬
2) El fariseo habla consigo mismo. tendría mi superioridad, etc. En esto reside toda su
El publicano habla con Dios. culpa, la única; porque lo mucho que ha sufrido inocen¬
Porque, sin duda alguna, el fariseo se imagina que está temente por lo demás, nadie lo sabe mejor que yo, que
hablando con Dios, pero se ve fácilmente que se trata de precisamente he debido sufrir sabiéndome yo la causa.
pura imaginación. Pero ésta es su culpa y en el fondo se debe a su amor
Esto constituye una gran diferencia. propio. Ella consideró vana mi melancolía esperando
3) El publicano baja los ojos. angustiarme hasta la muerte para obligarme a capitu¬
El fariseo posiblemente los mantiene en alto, con ex¬ lar; luego, imaginativa como era, por cierto que no en un
presión orgullosa. sentido esencial pero impulsada por la exaltación, me
4) El fariseo da gracias a Dios, y en el fondo se burla aseguró que, si yo hubiera podido convencerla de que
de Él. era un canalla, ella habría podido soportarlo todo: prue¬
El publicano se acusa a sí mismo... ruega y honra a ba de que tenía una idea de mi melancolía. Por lo tanto,
Dios. debió ceder, soportar su padecimiento y aceptar esa apa¬
Aun suponiendo que el fariseo se había presentado jus¬ cible solución, la de separarse de mí porque yo era un
tificado, su manera de entrar en la casa de Dios consti¬ melancólico. En cambio, ella sobrepasó los límites de
tuyó una culpa que llevó consigo de vuelta a su hogar. toda humana relación y me angustió terriblemente. No
Posiblemente esto se le escapó por completo, es decir, se dio cuenta de que mi melancolía ocultaba una elasti¬
que su culpa consistió en haber entrado en la casa de cidad tan fuerte como ella, y ésta estalló. Ella misma
Dios «de aquella forma». De haberse quedado en casa, me provocó para que empleara las medidas que he em¬
contaría con un pecado menos. pleado.
Mi desgracia ha consistido en haberla visto tan orgu-
Aunque quiero hacerlo todo por «ella», por su bien y el llosa por el hecho de ser mi prometida. En lo que a esto
mío, sin embargo no es posible; no me atrevo, temo su se refiere, podría amainar un poco ahora y hacer que su
apasionamiento que no repara en nada cuando tiene el matrimonio fuera bello. Dios sabe que de buena gana lo
menor apoyo. Al final yo soy el garante de su matrimo¬ haría y cuán penoso me ha resultado verla humillada
nio y Dios sabe el enorme esfuerzo que ello me cuesta. por mi causa, a pesar de que tengo conciencia de haber
¿Qué es lo que no me ha tocado soportar? Lo comprendo hecho todo lo posible para evitarlo. Pero mi culpa per¬
mejor, gracias a una señal indirecta, al hecho de que sólo manece siempre, y es tan grande que anula la suya con
ahora, después de siete años, me atrevo a confiar al pa¬ respecto a mí.
pel algo sobre este asunto.14 Deápués de mi muerte (que no me parece tan lejana)
El paso dado a su debido tiempo para romper el no¬ ella, naturalmente, entrará en posesión de sus derechos.
viazgo, representó para mí la mayor humillación posi- Con respecto a esto, todo está dispuesto ya. Su nombre
debe pertenecer a mi actividad literaria: su memoria
1 4. Kierkegaard estaba escribiendo entonces «Mi relación con ella», quedará ligada a la mía. Pero mientras viva, si en el ínte¬
publicado por primera vez en 1908 que en los Papeles está fechado el rin no ha cambiado mucho, es un tema peligroso.
24 de agosto de 1849. (N. del t. i.)
232 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 233

Mi actitud me ha procurado un alivio indescriptible, i loridad debería conmover hasta a las mismas piedras y
pues, aunque la realidad no me haya pesado jamás, ha l uyas distintas partes no temen la comparación con nin-
sido algo tremendo mantenerla en vilo dentro de lo posi¬ l'im escritor contemporáneo (sin mencionar en absoluto
ble. Pero tal es la condición de su matrimonio. ni conjunto), es considerada una especie de manía ad
modum de ir de pesca u otros esparcimientos semejan¬
Hay que ver de cerca para creer que ciertas personas tes. Los que podrían hacer algo en mi favor, revientan de
aun «valerosas» y decentes, apenas se convierten en envidia y permanecen mudos como piedras...; los otros
«turba», se transforman en otros seres muy distintos. Es no comprenden ni pizca, y así carezco del apoyo de una
preciso observar de cerca esa falta de carácter con la que miserable reseña literaria o algo por el estilo. Pequeños
algunas gentes, por lo demás honestas, exclaman: «¡Es I n ofetas me plagian en conferencias sin pies ni cabeza,
una vergüenza, es indignante hacer o decir cosas seme¬ en convenciones de pastores y en reuniones de ese tipo:
jantes!», y luego contribuyen con su grano de arena a pero nombrarme..., ¡vaya, por Dios!, ¡eso sí que no es
envolver la ciudad y el país en un polvillo de charlas y de necesario!
chismes. Esa dureza de corazón con que actúa hasta la Tal manía es considerada ahora como una diversión, y
llamada gente de buenos sentimientos cuando se viste el solaz consistiría a ñn de cuentas en lograr que enlo¬
de «público», porque el participar o el no participar les queciera o en sacarme de mis casillas. ¡Bonito recreo!
parece simplemente una inepcia, ¡una inepcia que, sin Detrás de estas maquinaciones se oculta la convicción
embargo, gracias al concurso de muchos, se convierte en lie mi grandeza, de la misión extraordinaria que me ha
una inmensidad! ¡Ver que ningún otro ataque es tan te¬ sido confiada. Pero la envidia mezquina de la chusma
mido como el del ridículo, hasta el extremo de que el saborea deliciosamente el placer de pensar que la po¬
hombre cuyo coraje lo hace capaz de arriesgar la propia sesión de semejante ventaja resultará posiblemente
vida por un extraño, se siente a punto de traicionar a su para mí un tormento mayor que si fuera el más misera¬
padre y a su madre para no ser ridiculizado! Porque nin¬ ble de todos, ¡y que todo dependerá del capricho de la
gún otro ataque aísla tanto, ni nos deja tan enteramente chusma!
privados del sostén de la simpatía ajena; en tanto que los Una perspectiva más agradable sería la siguiente: yo
curiosos y los sensuales sueltan la carcajada, y que sería un genio, pero un genio tan interiorizado que no
los cobardes temblarían como hojas sólo de pensarlo, to¬ logro ni ver ni sentir nada. Esta diversión a mi costa es
dos gritan sin cesar: « ¡No es nada! » ¡Tremendos bellacos mi placer reservado a la chusma (la aristocracia junto
corruptos y con buen semblante que sólo piensan en de¬ con la clase media, y además los ganapanes del arroyo);
fenderse de un ataque semejante y que luego dicen: « ¡No por consiguiente, ¡no es nada!
es nada!» Y aun los mismos a quienes disgusta, dicen:
«¡No es nada!» El panteísmo es una ilusión acústica que confunde la
vox populi con la vox Dei, como cuando gritaron: «¡Cru¬
¡Así es como me tratan en Copenhague! Me toman por cifícale, crucifícale!»: ¡era vox populü
una especie de inglés, por un original medio loco con el
que «todos nosotros, desde los personajes hasta los gana¬ El único cristianismo que posee la cristiandad se redu¬
panes, tenemos derecho —¡demonios!— a divertirnos». ce al final a judaismo. Pues así es: un cristianismo tran¬
Mi actividad literaria, esa enorme producción cuya inte- quilamente planeado (como un orden «establecido») es
234 SÓREN KIERKEGAARD 235
DIARIO INTIMO

judaismo. El verdadero cristianismo está en continuo nos hallamos frente a la importancia


Immana. Otra vez
movimiento. Dios se relaciona con todo el género
del hecho de que
No me siento aún capaz de afrontar el martirio por el (de la sociabilidad) es
cristianismo, porque no me atrevo a llamarme cristiano
humano. La categoría del género
entonces una categoría intermedia entre Dios y el Ente.
en un grado tan elevado. Al final soy un genio que podría inverso. Pero donde haya de pre¬
Éste es el movimiento
tal vez convertirse en mártir de la verdad, es decir, por el precio haya de ser alzado,
exponer verdaderamente qué es el cristianismo. dicarse el despertar, donde
illí se debe hacer valer al Ente. Esto es habitualmente lo
Por lo mismo, muy justamente en Punto de vista en mí necesario, porque por lo general los hombres viven
más
actividad como escritor se habla siempre de «estar bajo y pereza. La sociabilidad, en cambio, repre-
el efecto de la educación», porque yo debo aún ser edu¬ en relajación
senta un consuelo. Está escrito: «No es bueno que el hom-
cado de una manera muy diferente. Probablemente es (Gen. 2, 18), y le fue dada la mujer como
bre esté solo»
mi melancolía la que me engaña con la idea de la muerte se trata de estar «solos con Dios»,
próxima.
compañera. Pero aquí
lan solos literalmente que casi no existe hombre capaz de
soportarlo; lo cual exige un esfuerzo tan tremendo que
La fe consiste en «mantener firme la posibilidad».
por lo mismo el hombre necesita compañía.
Esto era lo que tanto complacía a Cristo en el enfermo,
quien, después de haber padecido durante largos años, hablando; existe una
Sí, es verdad, humanamente
creía siempre con la misma espontaneidad y juventud cristianismo. Pero ello no depende
cierta crueldad en el
en que la ayuda de Dios era posible (Jn. 5, 5 ss.). Lo que más bien del hecho de que deba
del cristianismo, sino
desmoraliza en el sufrimiento es precisamente esa queja existir, manifestarse y desarrollarse, en un mundo de pe¬
que atonta, ese devanarse los sesos sin esperanza: en el cristianismo, sino en lo
«Ya es cado. La crueldad no reside
demasiado tarde, el momento ya ha pasado», etc. que con él acaece, pues en sí mismo es todo sosiego y
amor, el amor esencial, el amor personificado.
La única relación ética que se puede tener con la gran¬ hablando, que hay una der¬
Es verdad, humanamente
deza (y también con Cristo) es la contemporaneidad. Re que a un cristiano se le exige; no preci¬
la crueldad en lo
ferirse a un difunto es una relación estética: su vida ha sino en lo que sucede: pero
perdido el estímulo, no juzga mi vida, me permite samente en lo que se le exige
ad¬ esto no depende del cristianismo, sino en parte de que el
mirarlo... y también me deja vivir en una categoría muy pecador, y en parte también de que el
diferente; no me obliga a juzgar de una forma decisiva. hombre sea un
mundo en que le toca vivir esté sumergido en el pecado.
La importancia de la sociabilidad religiosa se basa
El bautismo, si fuera diferido hasta los veinticinco
fundamentalmente en lo siguiente: cuando la idealidail años, tendría aún algún sentido. ¿Se le ocurriría a al-
de la relación con Dios se ha vuelto demasiado fuerte muchacho de catorce o de quince
para el Ente (puesto que éste no puede exigir de Dios guien permitir a un
una años que dispusiera de su propia vida, por ejemplo en lo
revelación inmediata y queda prisionero de sus reflexio
nes), él debe tener a otro hombre a quien relativo al matrimonio o a cosas similares?
consultar. Se
demuestra así que la sociabilidad no es el fin más eleva Existen, como ya lo he demostrado, dos formas de pe¬
do, sino una concesión a la debilidad de la y el pecado de desespera-
naturaleza cado: el pecado de flaqueza
236 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 237

ción. Se peca por desesperación de haber sido débil o I lumbre, el milagro de la creación, su ornamento —como
por ser tan débil que uno incurre en el pecado. La esen¬ dicen los pastores, ¡por dinero!— es el único que de¬
cia del pecado viene dada por esta última forma y a ella sentona.) La existencia terrenal es padecimiento; cada
se dirige el cristianismo. Porque, en el fondo, la doctrina I lumbre tiene su parte, y por esto sus palabras en el ins-
de la redención se relaciona con esa desesperación que lante de la muerte serán: «¡Que Dios sea loado, porque
la redención detendrá. Sólo quien haya experimentado liiinbién esta hora ha pasado!»
la desesperación comprende fundamentalmente la re¬ La existencia terrenal es tiempo de prueba, es el exa-
dención, porque siente su necesidad.15 men. Esas charlas de que es posible sobreponerse son
Invenciones de los pastores para sacar dinero: una clase
La nostalgia del mundo es en sí misma un pecado. Sin de seriedad que revoca a Dios.
embargo, es muy fácil que, en medio de esa tristeza, uno
se vuelva importante a sus propios ojos. La nostalgia de La Reforma abolió el claustro. ¡Bien! No quiero dete-
Dios es esencialmente arrepentimiento; cuando la triste¬ nerme en el hecho de que la Reforma, a su vez, ha vuelto
za ha durado demasiado, es preciso el arrepentimiento ,i poner en vigencia la política mundana. Pero observe¬

para aliviarla. mos un poco a la cristiandad. Si queremos hallar aún


Con frecuencia he dicho, bromeando, que puedo vivir una pizca de cristianismo, ¿dónde podemos encontrarlo
igual de bien con cualquier gobierno, con tal de que co¬ sino entre las «gentes quietas»?16 Las «gentes quietas»
nozca su imprimatur. Ahora se me ocurre que tal es al fin son las únicas migajas de cristianos en nuestros tiempos.
y al cabo la doctrina del cristianismo. En el relato evan¬ I'ero dichas «gentes quietas» no son cristianos en un sen¬
gélico de la moneda del tributo (Mí. 22, 16 ss.), Cristo, en tido decisivo: ellos no viven su vida dentro del «doble
efecto, pregunta a los fariseos: «¿De quién es esa imagen peligro». En suma, las «gentes quietas» sólo son una edi-
y esa inscripción? » Es evidente lo que Cristo quiere dar a i ión mundanizada del claustro: gentes que se ocupan de

entender: «Si quieres ser cristiano, debes desentenderte MIS asuntos, que traen hijos al mundo, etc., y así, en me¬
absolutamente de toda política.» Porque la imagen del tí io de su «quietud espiritual», se ocupan también del
emperador está grabada en la moneda del tributo, pero cristianismo. En resumen, constituyen la comunidad de
el cristiano lleva consigo la imagen de Dios y por lo mis¬ ln «interioridad secreta». Pero rehúyen con todas sus
mo realiza con su persona aquello que Cristo ordenó que fuerzas el peligro de sufrir por causa de la fe, el ingresar
se hiciera con la moneda: se da por entero a Aquél cuya ni la auténtica situación cristiana.

imagen lleva grabada.


Eso que los hombres consideran egoísmo y falta de so¬
El cristianismo es la única explicación consistente de ciabilidad puede, con frecuencia, ser melancolía. Cuan¬
la existencia. (No me refiero a la existencia natural sino tío uno se siente contento y feliz, es también más expan¬
a la sociedad humana. Porque el canto de los pájaros sivo; pero, cuando se siente íntimamente desdichado,
es delicioso, el gorrión, placentero, el lirio, gracioso, y uno se encierra cada vez más dentro de sí mismo. Pero
el ejército de estrellas, eternamente inolvidable... Sólo el
16. Stille i Folket: forma de neopietismo, difundida especialmente
15. Este pensamiento, expuesto ya en el Diario de 1 847, será el tema • litre los campesinos y los artesanos que alimentaban una profunda
central del ensayo La enfermedad mortal. (N. del t. i.) n versión por la teología erudita de los señores. IN. del t. i.)
238 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 239

eso no quiere decir que se trate de egoísmo. Puede ser a periódico hace público que una joven (llamada así y así,
menudo una especie de delicadeza, que consiste en el pu¬ cosa que muy bien puede ser exacta) ha lucido un vesti-
dor de no querer demostrar a los demás nuestra propia do nuevo (¡también esto puede ser exacto!), si se preten¬
desdicha. de repetir la historia un par de veces, la pobre muchacha
corre el riesgo de ser infortunada para el resto de sus
Antonino, que, como estoico, naturalmente aprueba y días. Y un hombre puede hacer algo así en cinco minutos
exalta el suicidio, desaprueba en cambio el martirio de gracias a los periódicos. ¿Por qué? Porque la prensa es
los cristianos (XI, 3). Exige que la presteza del ánimo un medio de comunicación desproporcionado. Si uno in¬
(para morir, para eliminarse a sí mismo) sea el efecto de ventase un instrumento, un cómodo y pequeño altavoz,
una convicción personal y no (como para los cristianos) lan potente que pudiese ser oído, en todo el país, ¿acaso
una simple obstinación; no, esta presteza ha de manifes¬ no lo prohibiría la policía por temor a que la sociedad
tarse con dignidad reflexiva y, para que pueda persuadir entera fuese presa del pánico? Así también se prohíben
a los demás, sin ninguna postura trágica. Por consi¬ los fusiles.
guiente, lo que a fin de cuentas desaprueba es la entera Los libros, preferentemente los densos, podrían tole¬
concepción cristiana de luchar contra el mundo. Antoni¬ rarse, porque debido a su misma extensión no tienen re¬
no exige el egoísmo interiorizado que no elige la muerte lación alguna con el «momento». Generalmente el mal
para servir a una causa, etc., sino porque esto complace de los periódicos se debe al hecho de que estén fabrica-
mejor al Yo. El Yo de los estoicos es el Yo más aislado; tíos a propósito para inflar la situación mundial y vol¬
por ello sería tal vez un error pensar que la propia rauer- verla cien mil veces más importante. Pero toda educa¬
te deba servir a una causa. No: la propia muerte debe ción moral consiste precisamente, y sobre todo, en
únicamente satisfacernos a nosotros mismos. tlespojar a los hombres de la sugestión de lo momentáneo.
Por cierto que yo no alcanzaré a verlo, pero estoy segu¬
Llegará indispensablemente el tiempo en que el juicio ro de que esto ha de llegar. Así como China se detuvo
sobre la prensa habrá cambiado por completo; pero esta on un momento dado de su desarrollo, así se detendrá
invención todavía impresiona demasiado a los hombres. Europa en lo relativo a la prensa; permanecerá dete¬
Deben habituarse más aún a los abusos de la prensa, nida como un «memento», y lamentará que el género
para poder con toda tranquilidad sopesar el provecho y humano haya realizado un descubrimiento que acaba
el daño que esta invención ha reportado a la humanidad. por embaucarlo.
En el fondo, las altas clases no están muy lejos de pensar
que ella proporciona infinitamente más daños que benc «Despójate de la vida», dice el estoico,17 «y entonces
ficios. Por supuesto que hablo de los periódicos. desaparecerá el dolor». Despójate de la vida y no habrá
El cambio de juicio respecto a la prensa traerá como lloriqueos, y, libre de éstos, ya no habrá dolor alguno.
consecuencia el abandono de la distinción jurídica entro ¡bien! Pero, desde el punto de vista religioso, es despo-
lícito e ilícito, de tal modo que los diarios no puedan larse de la idealidad y en el fondo liberarse de Dios por¬
causar daño alguno publicando noticias que de ninguna que en la idea y con la idea comienza la relación con
manera quepa considerar falsas o prohibidas. Es preciso Dios. La piedad consiste en remitir el dolor a Dios (pero
insistir sobre la desproporción inherente al medio de pu¬
blicidad, considerado en sí mismo. Por ejemplo, si lili 17. Los editores daneses hacen referencia a Antonino. (N. del t. i.)
240 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 241

para ello es necesario poseer la idea), en comprender de la risa; triste consecuencia de la regresión por la cual
que Él es quien nos ha educado. ii traviesael mundo. Nada nos detiene de una manera
patética, nada nos hace estremecer; uno sigue su camino
Quien no pudiera «seducir» a los hombres no podría V encuentra que todo es cómico. La perversión humana
«salvarlos». (Ésta es una categoría de la reflexión.) se vuelve cómica y se intenta representarla de una ma¬
nera cómica: la desmoralización de los Estados, todo el
Hasta cierta edad la juventud complace; luego es pre¬ Iraudulento mal de la vida pública, toda esa mezquin¬
ciso volverse formales, preocuparse por el dinero y por dad y falsía y astucia que se superan sin cesar a sí mis¬
las cosas terrenas. No se piensa que como la segunda mas con muestras de ingenio siempre renovadas, todo
infancia (el retornar a sentirse niños) es lo más elevado, rso es motivo de farse (por ejemplo, Scribe). Esto de¬
así la juventud, la falta de reparos propia de ella, es «por muestra que la actual concepción de la vida está funda¬
segunda vez», lo más serio, y que más bien ella tan sólo, da sobre la desesperación: todo es engaño..., ¡riamos,
en un sentido eterno, significa seriedad. Pero la tempo¬ pues! Recuerda en cierto sentido a la época de los brin¬
ralidad no puede entenderlo, porque la seriedad es la dis: todo es mezquindad..., ¡brindemos, pues! ¡Es bien
verdadera relación con lo eterno; por eso mismo la serie¬ triste! Ciertamente es inmoral que una mujer sea livia¬
dad no tiene «reparos» en absoluto. na; pero la mujer capaz de divertirse al ver su propia
liviandad representada como farsa, ha caído mucho más
Es absolutamente imposible para un verdadero cris¬ bajo aún.
tiano el evitar el ridículo. En efecto, ¿existe acaso algo
más ridículo que lo Absoluto en este mundo, que es el ¿Cuál es humanamente mi desdicha? Que poseo de¬
mundo de la relatividad (y en esto hay justamente una masiado pudor o interioridad, pues en cierto sentido
situación dialéctica)? il los son una misma cosa, puesto que el pudor oculta la
Así ha acaecido siempre. No se trata de una invención Interioridad. Puedo soportar una pérdida aunque sea
mía que yo enarbole como propaganda, esto de decir que considerable, pero no puedo prorrumpir en gritos; trato
el mundo de hoy se ha vuelto maligno. No: así fue en el en lo posible de convertirla en una cosa insignificante.
año 1 y en el año 335, así es en el año 1848 y así será Sin embargo, el mundo exige, y demasiado tremenda¬
también en el año 10 008. mente está habituado al descaro. Sobre todo cuando se
trata de dinero. Es terrible el descaro con que casi todos
Hay algo de extraño en la idea de que el llanto sea gritan que necesitan subvenciones, que son unos indi¬
invención de la divinidad y la risa, en cambio, invención gentes. Quien tenga pudor con respecto a este punto,
diabólica. Claro que, si yo fuera o me imaginara la pura V quien crea que debe tenerlo justamente por su causa y
idealidad absoluta de la seriedad, en ello no habría nada por su idea, eo ipso, se ve excluido. Así sucede con todo.
de cómico, porque dicha seriedad contemplará al hom¬ Puedo sufrir y muy profundamente..., pero empezar a
bre siempre bajo el aspecto ético y, por consiguiente, no proferir gritos y a pedir socorro me repugna. Puedo ver
encontrará motivo alguno de risa sino de llanto. perfectamente cómo un hombre me engaña, cuán vil¬
mente y con qué frecuencia abusa de mi bondad; pero
Y es también extraño que el mundo tienda evidente¬ regañarle, no, no lo puedo hacer; me avergüenza. En ge¬
mente a lo cómico, a ese desarrollo cada vez más intenso neral, no puedo menos que imaginar a los demás a mi
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hechura; para mí, el pensar en el silencio de los demás eternidad. De ahí el proverbio: «Mala hierba nunca
sería un castigo más que suficiente. muere.»
Que el bien infunda fuerzas es también cierto, pero se
¡Cuán terrible es para mí pensar, aunque sea por un trata de esa clase de fuerzas que no hacen un buen papel
solo momento, en los tenebrosos bastidores de mi vida en el mundo.
desde los primeros años! ¡La angustia con que mi padre-
llenó mi alma, su tremenda melancolía, todas esas cosas El pretender abolir las garantías morales para reem¬
que no puedo ni siquiera escribir...! Una angustia simi¬ plazarlas por las jurídicas fue una invención de la pru¬
lar se apoderó de mí con respecto al cristianismo, y sin dencia humana presuntuosa y desconfiada. Pero fue
embargo me sentía poderosamente atraído por él. Y lue¬ lambién algo más, una tentativa para abolir a Dios o
go, lo que he debido sufrir a causa de Pedro, cuando le para convertirlo en un necio: a Él, que por una parte,
atacó esa especie de manía religiosa. en lo que a Él respecta, es lo bastante simple como
Como ya he dicho, hay momentos en que me resulta para conformarse con las garantías morales, ¡y que
terrible pensar en la vida que he llevado hasta aquí en el es, por otra parte, el garante de todas las garantías mo¬
más íntimo secreto, sin poder hacer referencia alguna ;i rales!
nadie, ni siquiera una palabra; tampoco he tenido valor
para redactar la más insignificante de las notas... ¡Y que También a este respecto existía entre «ella» y yo una
haya podido disfrazar una vida así con una existencia diferencia infinita. Ella deseaba o había deseado brillar
exterior exuberante de vida y de alegría! en el mundo; ¡y yo, en cambio, con mi melancolía y con
Por eso mismo son veraces las palabras que me he mi concepción melancólica del padecer y del tener que
aplicado a mí mismo: que así como Scherezade salvó su padecer! Probablemente, al principio ella se habría con-
vida contando fábulas, también yo salvo la mía o la con I orinado con su relación conmigo; en los primeros tiem¬
servo a fuerza de escribir. pos le habría bastado para satisfacer su vanidad. Pero
cuando las cosas adquirieran un cariz más serio, cuando
Se dice que el bien da fuerzas. Es verdad, pero se tra¬ yo me viera reducido a la insignificancia para el mundo
ta de fuerzas muy frágiles y delicadas, en tanto que el y abrazara el padecer efectivo y cristiano, para el cual no
mal proporciona una robusta fuerza. De otra manera, existe posibilidad alguna de honores y de consideración,
¿cómo se explica que quien hace el bien tenga que su ella se habría descorazonado fácilmente. Y yo..., yo nun-
frir por ello y mucho más, sino porque el bien, aunque ca más habría sido yo mismo.
en un sentido noble, lo ha tornado frágil y delicado?
Cuando alguien realiza una mala acción, al instante el La potencia de la superioridad es precisamente la im¬
mal le ayudará proporcionándole fuerzas, pues entou potencia para la habilidad. Sócrates poseía la potencia
ces habrá de vencerse a sí mismo, precisamente porque de la superioridad y por ello fue condenado a muerte. De
se siente culpable. El bueno se siente débil, en compa haber sido un hombre común, se habría echado a llori¬
ración con él. Por eso las individualidades desespera quear y a lagrimear frente a sus jueces; habría halagado
das, que no creen en Dios ni en la eternidad, se mués al pueblo y así no lo hubieran condenado. Y de este
tran con suma frecuencia muy fuertes en esta vida, modo el fuerte, capaz de soportar fácilmente todas las
porque desconocen en absoluto la fragilidad que da la Injurias de la abyección literaria con una sonrisa, es, por
244 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 245

eso mismo, impotente. Si se mostrara débil, lo compade¬ me arroja a la cara una palabra19 sin darle mayor im¬
cerían y no tendría que sufrir. portancia (pues no estaba muy desarrollada religiosa¬
mente)...,20 y esa palabra me produce un efecto enorme.
Del único de quien podría decir que me siento envidio¬ Ella, en cambio, olvida bien pronto, y tranquilamente se
so es de él cuando llegue su hora; de él a quien llamo «mi t asa con otro. Así también mis contemporáneos han
lector», aquel que en paz y en silencio podrá, de una ma¬ creído tal vez que podían bromear un poco a costa mía;
ñera puramente intelectual, gustar el drama de la infi¬ sin pensar en que, debido a mi fantasía y a mi educación
nita comicidad que ofrece mi existencia aquí en Co¬ de cumplir hasta el final con el orden divino religiosa¬
penhague. El valor de ese drama, yo lo percibo mejor mente, el asunto adquiere un aspecto diferente. Con los
que él; pero a mí me ha correspondido la amargura, la ce >n temporáneos me ocurrirá lo mismo que con aquella
abominación de esta vida cotidiana, este nuevo tipo de muchacha: de pronto ellos comprenderán lo que han
incomprensión, que ni siquiera hayan osado reír conmi¬ causado, y cuando se arrepientan, será demasiado tarde.
go porque desconfiaban y no podían entender cómo, en
medio de tantos comentarios, yo guardaba aún un cierto Todos hablan de desear únicamente la verdad, pero
sentido de la comicidad. Desde el punto de vista poético, siempre se sobreentiende alguna otra cosa.
esto no ofrece ningún interés; más bien desde el punto de He tenido oportunidad de descubrir el doble juego
vista poético choca un tanto que este drama sea repre¬ donde menos lo hubiera esperado. Recuerdo que, hace
sentado día tras día durante años enteros; poéticamente, un año o un año y medio, dije a mi hermano Pedro:
debería ser abreviado. Ésta será la buena fortuna de «mi «Creo que me convendría más renunciar por completo a
lector» . En cambio, a través de la realidad cotidiana co¬ la pluma y consagrarme a la cría de caballos», y con
mienza la vida religiosa, y así entiendo yo a mi vida: este loda seriedad me respondió: «Yo también creo que sería
drama de una infinita comicidad representa para mí un lo mejor.» ¡Tan vacía de objetivo juzga él a mi aspira¬
verdadero martirio. Pero, si careciera de la conciencia ción! Si, por el contrario, la pluma me hubiera dado
de que tengo obligaciones de infinita importancia en el lama, si hubiera ganado dinero a montones, Pedro, segu¬
campo religioso, podría desear el retiro en un lugar soli¬ ramente, me habría dicho: «¡Oh! ¿Te has vuelto loco?»
tario y echarme a reír con toda el alma..., ¡aunque me
doliera la idea de que en este rincón de cornejas, en esta
cueva de prostitución burguesa, está mi patria, mi queri¬ I loJAS SUELTAS
do Copenhague! 18
Mi salud decrece a diario; tal vez dentro de poco haya
Probablemente, con todos mis contemporáneos SUCC- dejado de existir. Pero no temo a la muerte. He aprendi¬
derá lo mismo que ha sucedido con mi padre, mi novia y do, como los soldados romanos, que hay cosas peores.
en todos los momentos decisivos de mi vida. Una joven 19. Que habría muerto si él la hubiera abandonado. (N. del t. i.)
20. Regina Olsen afirmó que había recibido una esmerada educa¬
18. El prefacio a Dos disertaciones edificantes del 5 de mayo de 184.1 ción religiosa. Su madre la llevaba desde niña a las reuniones de los
(cumpleaños de Kierkegaard), éste lo dedica al «Ente», al «Único », «a «devotos» en Stormgade, la misma secta a la que pertenecía el padre de
quien con alegría y gratitud llamo mi lector». Se refiere a Regina, pues Kierkegaard. La Biblia y la Imitación de Cristo figuraron siempre entre
el danés sólo tiene un género, el común, en oposición al género neutro, MIS lecturas predilectas. (Del prólogo de Rafael Meyer a Kierkegaardskr
(A', de los t. f. en Cronología de Sóren Kierkegaard.) l’apirer Forlovelsen, Copenhague, 1904.) (Ai. de la t.)
DIARIO ÍNTIMO 247

La desgracia fundamental del mundo es ese maldito


docere, y el hecho de que el progreso de los descubri¬
mientos ponga a los docentes en situación de impartir
una enseñanza cada vez más impersonal. Ya uno no en¬
DEL 2 DE ENERO AL 7 DE SEPTIEMBRE DE 1849 cuentra hombres, ni pensadores, ni amantes, etc. Por
culpa de la prensa la humanidad se ve envuelta en una
atmósfera de pensamientos, de sentimientos y de impre¬
siones; y también de resoluciones y propósitos que r no
\T UNCA he conocido la alegría de ser niño. Las tre-
_L V mendas penas que padecía perturbaban la tran¬ pueden ser atribuidos a nadie, que pertenecen a todos y
quilidad que es propia de la existencia de un niño, esa al mismo tiempo no son de nadie.
Verdaderamente, para servir a la verdad sólo cabe ha¬
capacidad de aplicarse por sí mismo, etc., de dar alegría
a su propio padre; porque mi inquietud interior me cer una cosa: sufrir por ella. Ésta es la única forma posi¬
arrastraba siempre a vivir fuera de mí mismo. ble de despertar. Una madeja tan horrible de reflexiones
Pero con frecuencia me parece que ahora me veo com¬ que todo lo envuelve, tan horrible como ésta donde hoy
pensado; pues, aunque mi padre me haya hecho desdi¬ lia encallado la humanidad, no puede ser deshecha por
chado, con respecto a Dios me parece ahora que vuelvo a medio de la reflexión. Se requieren otras fuerzas. Sólo el
sentirme niño; como si las primeras cosas de la vida me mártir puede hacerlo: mártires necesitamos, simple¬
mente, y no aventureros.
hubieran sido arrancadas de una manera tan terrible pre¬
cisamente para que pudiera experimentar, por segunda
vez y de un modo más verdadero, mi relación con Dios. No, por «Ella» no puede hacerse nada. En cierta for¬
ma, Schlegel ha sido afortunado: ¡tan joven y ya jefe de
¿Qué significa ser poeta? Significa tener su propia sección en el Ministerio! Esto le dará ánimos, como un
vida personal, su propia realidad, en una categoría dis¬ asentimiento de la Providencia respecto a su matrimo¬
nio. Se sentirá reconciliada con su destino; me perdo¬
tinta a la de la actividad poética; significa remitirse al
ideal sólo con la fantasía, y que la propia existencia per nará gentilmente; creerá dentro de su capacidad de
sonal se convierta más o menos en una sátira de la poe¬ comprensión que, aunque estuviera dotado de extraordi¬
sía y de uno mismo. En cierto sentido, los pensadores narias condiciones, el infiel soy yo, y ella la amante fiel.
modernos todos, aun los más profundos (me refiero a los Ln todo lo que me ha acaecido en los últimos años, verá
alemanes, porque entre los daneses no hay ninguno), son c-l la, según su humor, una especie de castigo, a veces
poetas. En general éste es el galardón máximo que brin comprenderá que fue un bien para ella no haberme se¬
da la vida contemporánea. La mayoría de los hombres l-nido mar adentro. Y así todo se atenuará. Yo permane¬
viven por completo sin ideas; luego están los pocos que ceré como un recuerdo desvanecido que al final la visita¬
logran ponerse poéticamente en contacto con el ideal, rá muy de vez en cuando; y aun entonces con un matiz
que después niegan en la vida privada. Entre estos pocos de melancolía, porque la complace no juzgarme y por¬
figuran los pastores, y por el hecho de ser pastores, son, que le da placer que yo no me case.
en un sentido más profundo, poetas; por lo tanto, «em¬ Tal situación se vería alterada apenas ella, de cual¬
brollones», como ya Sócrates había llamado a los poetas. quier manera, se pusiera al corriente de la realidad, por¬
tille de esa religiosidad específica no tiene la menor sos-
248 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 249

pecha.1 Al instante lo comprendería todo de una manera de pensar, que no necesitará ni siquiera la décima parte
muy distinta, se haría reproches, perdería la idea que de del esfuerzo y de la diligencia en la reflexión, ni esa clase
sí misma tiene y la de la superioridad de sus sentimien¬ de dones que yo he poseído y que eran indispensables
tos comparados con los míos; y entonces sobrevendría el para desencadenar el primer ataque. Ése será el hombre
vértigo, la imaginación volvería a dominarla. Y enton¬ que hace falta: endurecido, severo, y también suficiente¬
ces..., sí, entonces todo se habría perdido. mente armado de dialéctica.
Pero la verdad es que, y me atrevo a decirlo, a mí me
Es indudable que la vida más exasperante es la de ver¬ ha correspondido un trabajo de Hércules. Para llevarlo a
se obligado a vivir en completa independencia. Cuando cabo he contado con todas las presuposiciones, una for¬
uno está ligado a una posición, resulta evidente que tal tuna considerable y una bendición; pero para lo que ha
cosa no puede hacerse, que tal otra es imposible, etc., de ocurrir después no cuento con tantas disposiciones.
etc., de manera que uno no desperdicia tiempo en refle¬ Debería volver a ser niño; pero preferentemente no un
xiones puesto que eso es imposible. En cambio, algo así, niño viejo que carece de fuerzas físicas; debería tener
lleva a menudo, mucho tiempo y es causa de muchas más salud física y mucha menos fantasía y dialéctica.
emociones, cuando se es por completo libre e indepen¬
diente. Pero por otra parte es también verdad que enton¬ Es penoso, le dije una vez al rey Cristián VIII, ser un
ces uno aprende a conocerse a sí mismo y a conocer la genio en un país pequeño. Lo dije naturalmente, de tal
vida de una manera muy distinta. manera que pareciera un cumplido para él. Le dije:
«Majestad, vuestra única desdicha es que vuestra sabi¬
Será difícil que logre realizar por completo mi proyec¬ duría y prudencia sean demasiado grandes y el país de¬
to: es demasiado para un hombre solo. Precisamente masiado pequeño; es una desdicha ser un genio en una
porque era necesario despojar al cristianismo de la enor¬ ciudad de provincia.» A lo cual él me respondió: «Así
me cultura y del refinamiento, de la confusión del cienti¬ será posible hacer mucho más por las personas.» Era la
ficismo, etc., yo mismo debía estar provisto de esa cultu¬ primera vez que yo hablaba con él. Tuvo para mí mu¬
ra, ser en cierto sentido delicado como un poeta y chas palabras de elogio y me invitó a que lo visitara.
espíritu puro como un pensador. Pero para lo que sobre¬ Repuse: «Majestad, no acostumbro a hacer visitas.» «Pe¬
viene se precisan fuerzas físicas y una educación severa ro no tendrá nada en contra si lo mando llamar», me
de otro tipo: saber vivir con poco, no necesitar demasia¬ contestó. A lo cual repliqué: «Soy un súbdito, y Vuestra
das comodidades, poder dedicar parte del propio espíri¬ Majestad sólo tiene que mandar, pero me permito por
tu a esta autodisciplina. mi parte hacer algunas reservas.» «¿Cuáles, por ejem¬
Tomad, por ejemplo, a un niño sano y robusto, edu¬ plo?» «Que me sea permitido hablar a solas con vos.»
cadlo en esta forma de dominio de sí mismo. Al cabo de Estrechó mi mano y nos separamos. Durante el trans¬
un par de años estará tan compenetrado de mi manera curso de la conversación, en un comienzo, hizo alusión a
mis numerosas ideas y me dijo si no podría dejarle algu¬
1. No he encontrado ninguna referencia a la nota indicada en el tex
to. El traductor italiano señala que el texto precedente presenta una
nas. Le respondí que mi expresa intención había sido
hoja arrancada, y hace alusión a las terribles cosas de su vida, a las que que toda mi labor fuera, entre otras cosas, útil para cual¬
Kierkegaard se refiere con frecuencia y que no podía confesar a Regina quier gobierno; pero el punto culminante era y sería
(N. de la t.) siempre que yo permaneciera en calidad de simple des-
250 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 251

conocido, pues de otra manera se prestaría a una inter¬ eso empleé otra táctica: dije ser de salud delicada. Cris-
pretación mezquina. Y además agregué: «Yo tengo el lián VIII poseía dotes brillantes, pero su excesiva inteli¬
honor de servir a un poder más alto, con el cual he empe¬ gencia lo extraviaba, pues carecía de un fondo ético ade¬
ñado mi vida.» cuado y correspondiente. De haber vivido en un país
meridional y caído en manos de algún astuto religioso,
Cuando fui introducido y dije mi nombre, me felicitó: se habría convertido seguramente en su víctima. Ningu¬
«Me alegra particularmente verlo, he oído hablar muy na mujer hubiera tenido poder alguno sobre él, ni siquie¬
bien de usted.» (¡En la antesala me sentía lleno de temor ra la mejor dotada; para ello él era por una parte dema¬
y temblor, sin saber si traspondría el umbral de pie o siado inteligente, y por otra poseía la superstición
cabeza abajo! Uno que aguardaba conmigo me preguntó común a todos los hombres de creerse más inteligente
si haría las tres inclinaciones de rigor cuando fuera in¬ que las mujeres. Un jesuita sí que podría haber doblega¬
troducido; le contesté que para mí se trataba de un asun¬ do y manejado a su antojo a Cristián VIII; habría debido,
to ridículo: un viejo cortesano habría resuelto el proble¬ sin embargo, saber administrar «lo interesante», pues
ma de antemano; yo no sabía si entraría caminando de ello estaba en el fondo sediento. Amable y excepcio-
sobre mis pies o de cabeza). Pero, una vez que hube en¬ nalmente fino, dotado de verdadera agudeza para todo
trado, me aproximé tanto al rey que éste instintivamente lo que significara proporcionar placer y hacer felices a
dio un paso atrás y así yo pude apoderarme de sus ojos, las gentes, eso sí que lo era sin duda alguna.
en los cuales vi lo que desaba ver. «Y yo, Majestad —re¬ Entré, pues. «Hace mucho que no se le ve», me dijo.
puse— siempre me he dicho a mí mismo: al final el hom¬ Respondí desde la puerta: «Vuestra Majestad me permi-
bre con quien te hallarás más a gusto será el rey; para i irá ante todo que me explique. Debo suplicar a Vuestra
que eso suceda, es preciso que tenga yo un rey lo bastan¬ Majestad que crea que aprecio en mucho la gracia y el
te dotado de talento y que sepa mantenerse tan por lo favor que Vuestra Majestad me dispensa; pero no me
alto que no se le ocurra mostrarse mezquino conmigo.» siento muy bien y por eso vengo tan raras veces; no pue¬
En conjunto, mis conversaciones con él merecerían do hacer antesala, la espera me fatiga.» Me repuso que
ser transcritas y referidas. no era necesario que esperara y que de todos modos po¬
día escribirle. Le agradecí. Luego comenzó la conversa¬
La segunda vez que hablé con Cristián VIII fue en Sor- ción que en parte mantuvimos recorriendo la estancia.
genfrie, muchos meses después. Sus palabras, en cierto Prefería él hablar de cosas del gobierno o encauzar la
sentido, no tenían mucha importancia para mí, puesto conversación hacia consideraciones generales acerca de
que deseaba que fuera yo quien hablara. cualquier tema político. Aquel día fue sobre el comunis¬
Pero hablar con él era excitante; nunca he visto a un mo; era evidente que el asunto le inspiraba gran inquie-
anciano tan vehemente, casi fuera de sí; más bien pare¬ lud. Le expliqué que, según tenía entendido, el movi¬
cía una mujer. Poseía una especie de voluptuosidad por miento que amenazaba con desencadenarse no atacaría
la cultura y las cosas del espíritu. De que esto podría .d rey. Habría luchas de clases, pero los partidos en liti¬
resultarme peligroso, me di cuenta al instante y por ello gio mantendrían siempre su interés por estar en buenas
me mantuve, con la mayor cautela posible, lejos de él. relaciones con el monarca. Los problemas de la antigüe¬
En presencia de un rey hallé inconveniente servirme dad retornaban, y en cierto modo los reyes estaban apar-
de mi originalidad como pretexto para no acudir y por te. Habría peleas, como en un edificio, entre el sótano y
252 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 253

la planta baja y entre ésta y el primer piso, pero el pro¬ pecie de conferencia a propósito. Quiso conocer mi opi¬
pietario no sería molestado. Hablé luego de cómo se nión. Le respondí que no me había formado una idea
combate contra la «turba», mostrándose perfectamente acerca de Soróe. Me preguntó si no me gustaría dictar
tranquilo. Le dije que la «turba» es como una mujer con¬ una cátedra allí. Me constaba que aquella misma maña¬
tra la cual no se ha de combatir directamente, sino de na había salido de pesca y por eso en mi respuesta tuve
manera indirecta, ayudándola a salirse de los carriles; y, cuidado de deslizar una alusión. Le dije que los pescado¬
como ella carece de ideas, acabará siempre por perder; res, además de sus propios sedales, cuentan a menudo
lo único que se requiere es mantenerse firmes. «Sí, así es con un pequeño sedal de reserva con el que atrapan, al¬
como debe ser un monarca ante todo», afirmó. A lo cual gunas veces, los mejores peces... Y yo era un pequeño
no respondí nada, pero dije, en cambio, que la época ne¬ sedal de ese tipo.
cesitaba educación y que lo que en otros países sería Entonces me agradeció el último libro que le había
causa de grandes violencias, no pasaría en Dinamarca llevado en mi visita anterior y que había hojeado. Según
de «gentiles bribonadas». Me hizo luego algunos elogios dijo, era muy profundo, pero demasiado elevado para él.
por esta feliz prueba de ingenio y aproveché la situación Repuse: «Vuestra Majestad no tiene tiempo, natural¬
declarando: «Vuestra Majestad podrá juzgar mejor por mente, para leer libros, y los que yo escribo no son tam¬
el caso mío si lo que digo es verdad; pues en cuanto a mí poco apropiados para vos. Vuestra Majestad, en cambio,
todo se ha reducido a que he recibido una buena educa¬ ha recibido hace poco tiempo la visita de los naturalis¬
ción y por lo tanto, en el fondo, se lo debo a mi padre.» tas; eso sí que satisface vuestro gusto por la belleza.» Se
Hablamos un poco de Guizot2 y de un ataque que, preci¬ mostró un tanto sorprendido y dijo: «Sí, claro, pero tam¬
samente en ese mismo momento, se desencadenaba en bién lo otro puede ser bueno.»
su contra. Le demostré la infamia de semejante falacia: Más de una vez había hecho ademán de retirarme con
los Estados modernos, al fin y al cabo, han convertido el la excusa de que no quería retenerlo más tiempo. Una de
escándalo en un personaje oficial del Estado y por lo tan¬ ellas me repuso: «Sí, claro, a mí no me sobra el tiempo.»
to la táctica consistía en ignorarlo; pero un buen día podía A la tercera vez que repetí mis insinuaciones, le dije:
ocurrir que un ataque similar haya de ser tomado en serio: «Vuestra Majestad juzgará si yo tengo tiempo suficiente,
«Pienso en Guizot. Habrá leído los cargos, y a lo sumo se temía que Vuestra Majestad no dispusiese de más.»
habrá mirado al espejo para cerciorarse de que su risa y Luego me enteré por un hombre más práctico a quien
sus gestos eran los de costumbre; y luego, luego pretenden conté la conversación que me había comportado como
que la cosa sea seria. Si, por el contrario, otro día tomara un simplón; que si se quiere ser cortés con una Majestad,
el ataque en serio, se vería embaucado como un gentil¬ con tales maneras uno acaba por ser descortés, puesto
hombre campesino que ignora la vida de la ciudad.» que es preciso esperar hasta que el rey, con una inclina¬
Luego se distrajo hablando de Soróe;3 me dio una es- ción, dé la señal.
Por fin me retiré. Al despedirme dijo que tendría es¬
2. Francisco Guizot (1787-1874), político y escritor francés, discípu¬ pecial placer en volverme a ver. Luego hizo un ademán
lo espiritual de Montesquieu, filósofo de la historia. Es autor, entre que yo recordaba de la vez pasada; quería estrechar¬
otras obras, de una Historia de la civilización de Europa y Francia des me la mano, pero como aquel mismo hombre me había
pués de la caída del Imperio Romano. (N. de la t.)
3. Soróe, pequeña ciudad danesa donde funcionaba una Academia
informado que la práctica imponía el besamanos cuan¬
literaria superior, famosa en toda Dinamarca. (N. del t. i.) do el rey nos tiende la suya, pues no podía decidirme a
DIARIO ÍNTIMO 255
254 SOREN KIERKEGAARD

oído. En fin, un rey no debe hablar mucho, sino poseer


hacerlo, fingí no haber notado el gesto e hice una reve¬ una frase propia para ser empleada en su oportunidad y
rencia. que no exprese nada. El rey, riendo, dijo: «Una descrip¬
Entretanto me prometía a mí mismo visitarlo lo me¬ ción de un rey muy graciosa en verdad.» Contesté: «Así
nos frecuentemente posible. es, pero hay algo más aún. El rey ha de cuidar, de vez en
cuando, de hacerse pasar por enfermo; esa participación
Mi tercera visita tuvo lugar en Sorgenfrie y le llevé un es siempre excitante.» Me interrumpió entonces con una
ejemplar de Acciones del amor. El pastor Ibsen me había particular expresión de placer y de júbilo: «¡Ah! Ahora
dicho que una vez al rey se le había puesto en la cabeza comprendo por qué dice que se siente indispuesto: quie¬
que no lograba comprender mis libros y que nunca re hacerse el interesante.»
podría desechar esta idea. Yo había pensado lo mismo. Sí, es muy cierto que en la conversación se comporta¬
Entré y le ofrecí el libro. Lo hojeó superficialmente y ba de veras como una mujer, por la facilidad con que se
observó la disposición de la primera parte: («Tú debes entusiasmaba. Luego le demostré que se había perjudi¬
amar. Debes amar al prójimo, tú debes amar al próji¬ cado a sí mismo con las audiencias; concediendo dema¬
mo») y al instante se sintió impresionado; era, por siada familiaridad a fulano y mengano se había enajena¬
cierto, una mente clara. Entonces tomé el libro y le re¬
do a funcionarios superiores que estaban descontentos
gué que me permitiera leerle un pasaje: elegí en la pri¬ de sus contactos a troche y moche con extraños; el rey
mera parte, la pág. 150 («El amor es un problema de habría de comprender por sí mismo que no es posible
conciencia»). Se conmovió. En general, era fácil con¬ gobernar de tal manera que permita conversar con cada
moverlo. uno de los súbditos. No pensaba que cada uno de los que
Luego se acercó a la ventana y yo lo seguí. Empezó a conversaban con él lo comentaran luego, agregando de-
hablar de su gobierno. Le dije que naturalmente podía la lies por su cuenta. Cometía ahora el mismo error con¬
informarle de ciertas cosas que de otro modo no lograría migo, aunque se tratase de una excepción, dado que,
conocer, podría decirle la impresión que el rey causaba obligado por mi religiosidad, yo mantendría cada pala¬
al hombre de la calle. «Pero ¿debo hacerlo o no debo bra en secreto (y, en efecto, no lo he comentado con na¬
hacerlo? Si la respuesta es afirmativa, hablaré sin pelos il ie mientras vivió, y después de su muerte con muy po¬
en la lengua.» Repuso: «Diga lo que quiera.» Entonces cos y sólo en parte).4 Repuso que no creyese que sus
observé que se dejaba seducir por sus dotes personales; eventuales condiciones fuesen únicamente las que lo ha¬
que a este respecto un rey se asemeja mucho a una mu¬ bían extraviado, porque desde que subió al trono su opi¬
jer, quien ha de ocultar su talento para ser tan sólo una nión fue que «ser rey no podía ya constituir una posición
madre de familia; y él, sólo el rey. He pensado con suma de prestigio, pero que poco a poco había cambiado de
frecuencia en la conducta que un rey debiera observar. opinión.»
Ante todo, no estaría mal que fuera feo; luego habría de Le dije que parte de estas observaciones ya había teni¬
ser sordo y ciego o por lo menos fingir que lo es, pues do oportunidad de hacérselas, inmediatamente después
esto simplifica muchas dificultades... Una salida de mi de su ascensión al trono. Respondió: «¡Ah, es verdad!;
parte audaz e impertinente, que, precisamente por ha¬ lue cuando se celebró la asamblea general de los estu-
ber sido dicha a un rey, adquiere un significado específi
co, y puede ser borrada del mejor modo con un «¿Qué ha 4. Cristián VIII murió el 20 de enero de 1848. (N. de la t.)
dicho, por favor?», indicando así que el rey no la ha
256 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 257

diantes en la cual usted actuó como presidente.» Como Novre5 es lo mismo; el incógnito, un escondite que me
se ve, tenía buena memoria. En ese mismo instante las proteja de 400 000 personas, no lo puedo encontrar.» La
puertas de una habitación contigua se abrieron de par respuesta era un tanto aguda y él me contestó: «Sí, es la
en par para cerrarse inmediatamente. El rey fue hasta la pura verdad.»
puerta, diciendo: «Debe de ser la reina. Tiene grandes Luego me interrogó acerca de Schelling. Hice enton¬
deseos de verlo. Iré a buscarla.» Al poco rato llegó con la ces algunas tentativas a fin de atraer su atención. Me
reina del brazo. Me incliné. Era, a fin de cuentas, una preguntó cuál era la posición personal de Schelling en la
descortesía hacia la reina, pues en esa circunstancia ella corte, de qué consideraciones disfrutaba en la universi¬
no podía mostrarse con toda su pompa real, tenía un as¬ dad. Le dije que a Schelling las cosas le irían como al
pecto casi insignificante: ¿acaso podría ser de otro modo Rin en la desembocadura, que se vuelve todo agua estan¬
si una reina se ve obligada a presentarse así? El rey mos¬ cada, y que de ese modo Schelling se empantanaba en su
tró a la reina el ejemplar del nuevo libro, a propósito del calidad de Excelencia de la Corte prusiana. Luego hablé
cual dije: «Vuestra Majestad me confunde, ya que no he un poco acerca de las razones por las cuales la filosofía
traído conmigo un ejemplar para la reina.» El rey repli¬ oficial había sido primero hegeliana, y que probable¬
có: «¡Ah, en cuanto a nosotros, un ejemplar puede bastar mente ahora había llegado el momento de Schelling.
para los dos!» Esta última visita fue un ejemplo de la fineza que Cris-
La reina dijo que me conocía muy bien, que me ha¬ lián VIII sabía mostrar con aquella forma de atención
bía visto una vez mientras paseaba por los bastiones que se adaptaba a la calidad individual de las personas,
(cuando la evité dejando a Tryde solo y confundido); y con su manera halagadora y muy atractiva de convertir
agregó: «He leído algo de su O lo uno o lo otro, pero a la audiencia en una visita familiar.
no logré entenderlo.» Repuse: «Vuestra Majestad ha Después no he vuelto a conversar con el rey. Había
de ver que eso es una desventaja para mí.» Pero la si¬ decidido firmemente no volver a visitarlo sino rara vez,
tuación produjo un incidente aún más cómico. Cris- es decir, cuando debiera llevarle un libro; pero no me
tián VIII había notado al instante el error de O lo uno o arrepiento de haberlo visitado; para mí será siempre un
lo otro, y también yo, ¡caramba!, con asombro comprobé recuerdo muy entrañable. Si hubiese vivido más tiempo,
que la reina hablaba como las modistillas... El rey me creo que yo hubiese tenido algunos inconvenientes, por¬
clavó una mirada que yo esquivé. Cambiamos al que en realidad no le gustaba mucho que alguien llevase
gunas palabras más, y luego el rey dijo a la reina: «¿Ha una vida completamente privada: consideraba que com¬
quedado sola Juliana?» Ella respondió que sí y se des¬ petía al gobierno del rey prescribir a cada uno sus pro¬
pidió. pias tareas. Por eso fui a visitarlo sólo en la época en que
Nosotros proseguimos con nuestra conversación. El buscaba un empleo.
rey me preguntó si tenía intenciones de viajar. Repuse Mis contactos con él serán siempre un buen recuerdo
que a lo sumo haría un breve viaje a Berlín. «Imagino para mí: mi actitud personal ha debido dejarle una im¬
que allí tendrá quizá muchas relaciones interesantes.» presión de energía perfecta, y yo siempre le vi como a la
«No, Majestad, en Berlín vivo solitario por completo y amabilidad y a la vivacidad en persona.
trabajo con el mayor empeño.» «¡Entonces podría lie
garse hasta Smórum-Ovre!», y reía de su gracia. «No, 5. Es decir, Smórum de arriba y Smórum de abajo. Smórum era una
Majestad, que yo vaya a Smórum-Ovre o a Smórum localidad rústica y aislada. (N. del t. i.)
258 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 259

en cuanto a la religión, apenas si la rozaba desde el pun¬


Por otra parte, en cierto sentido, debo a Cristián VIII ió de vista estético; y además era inteligente. Era obvio
algo que no es poco. Me refiero a la agradable y placente¬ que su conformación no era sana, sino hecha a propósito
ra impresión de la vida que él sabía infundir a los de¬ para convertirlo (por supuesto que de la manera más
más. Siempre he sentido demasiada indolencia para po¬ placentera y atrayente) en víctima de la astucia. El he¬
nerme en contacto con lo temporal. Si mis visitas al rey cho de que se sirviera con frecuencia de otras personas,
hubieran adquirido un cariz desfavorable, habría acaba¬ en lugar de los personajes oficiales, era un error de su
do por volverme aún más indolente. Pero acaeció exacta¬ astucia. Pero un carácter vigoroso le inspiraba miedo. Si
mente lo contrario. También en otro sentido esta rela¬ esa persona poseía una constitución fuerte, y se mostra¬
ción me fue de provecho. Rodeado por la plebe y por la ba, por decirlo así, musculoso, la alejaba. Un carácter
envidia tan mezquina, privado del socorro de la menor indómito, que supiese ocultarse tras la ductilidad de la
ilusión; dado que era y soy todavía un simple hombre astucia y de la fantasía, ése era su límite. Un enigma
privado y que me he transformado para la masa, a causa similar no habría sabido resolverlo, y como obedeciendo
del despreciable ambiente que reina en Dinamarca y a una ley de la naturaleza habría caído en su poder.
gracias a mis dotes eminentes, en un original, porque no En resumen, debo declarar que Cristián VIII me ha
estaban capacitados para comprenderme...: en este sen¬ enriquecido con numerosas experiencias psicológicas.
tido ha sido un bien que la aristocracia envidiosa, que Tal vez un psicólogo debiera prestar atención a los reyes,
desde bastidores ha azuzado en contra mía a la plebe, especialmente a los reyes absolutistas; pues, cuanto más
haya tenido su pequeño hueso que roer. Por lo mismo, libre sea un hombre y más ligado se sienta a las preocu¬
mi existencia necesitaba de algún relieve, y con tal ob¬ paciones y a los reparos de lo temporal, tanto mejor po¬
jeto me ha servido de mucho mi relación con el rey. Esta drá conocerlo.
tarea me convenía en cierto sentido: ¡acercarme a un Si fuese esencialmente un hombre de reflexión Y me
hombre con entera confianza, verme a solas con un mo¬ hallase en el caso de tener que actuar de una manera
narca absoluto, quien además era Cristián VIH...! No decisiva, ¿qué ocurriría? Mi reflexión me mostraría
obstante, me di cuenta, fácilmente de que esta relación otras tantas posibilidades en pro y en contra. ¿Qué signi-
podía resultarme peligrosa; vi que Cristián VIII podía lica eso? Significa que, como todo hombre, debo prestar
hallarse demasiado a gusto en mi compañía; y que, por atención al hecho de que existe una Providencia, un go¬
lo tanto, habría de usar de la mayor cautela, como ad¬ bierno del mundo, un Dios; debo reflexionar que mi re¬
mitirá cualquiera que conozca la inclinación que por m( flexión y la de los otros no es capaz de otra cosa sino de
sentía. Pero, por otra parte, nuestras relaciones se man¬ comprobar que Dios existe y que corresponde pagar el
tenían tan en vilo que habría podido ponerla por obra en derecho de peaje. ¿Y contra qué he chocado? El absurdo.
el momento en que así lo hubiera querido. ¿Y qué es el absurdo? El absurdo en este caso consiste en
La inteligencia de Cristián VIII tenía, sin embargo, un que yo, ser de razón, debo actuar en un caso en que mi
límite: supersticioso de su propia inteligencia, apenas se razón y mi reflexión me dicen: «Puedes hacer una u otra
daba cuenta de que estaba frente a una inteligencia emi cosa»; es decir, que mi razón y mi reflexión me dicen:
nente se volvía fantasioso y veía espectros por todas pai Puedes no actuar», mientras que yo «debo» actuar. Y el
tes. No era de nervios firmes, su vida había influido en caso se repetirá cada vez que deba actuar de una manera
su estructura espiritual, carecía de una conducta ética y, decisiva, pues entonces me hallo sometido a la tensión
260 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 261

de una pasión infinita cuya consecuencia es la despro ilk c que sabe cómo hacerlo se denuncia a sí mismo, de¬
porción entre acción y reflexión. Cuando actúo siguicu mostrando que no posee aún capacidad alguna de refle-
do la falsilla de la vida cotidiana, no tengo presente el tkín (pues la reflexión que no disponga para cada posi¬
secreto de la reflexión y supongo que actúo en virtud de bilidad a favor de una en contra, no es reflexión, ya que
la reflexión aunque nada sea menos posible, porque lu i sta consiste en el dualismo), o bien demuestra que igno-
reflexión representa precisamente el equilibrio de lux i ,i qué es actuar.

posibilidades. El absurdo, o actuar en virtud del absm


do, es, por lo tanto, actuar según la fe, confiando en Dios Punto de vista en mi actividad como escritor no se debe
¡Muy bien! Quedamos, pues, en que debo actuar, pero lit publicar; ¡no y no!
reflexión me cierra el paso. Entonces elijo alguna de bis I ) Esto es lo decisivo (todo lo que he meditado acerca
posibilidades o me dirijo a Dios diciendo: «Así procedo ile riesgos para mi situación económica no tiene impor-
yo, bendice ahora mi obra. ¡Yo no puedo obrar de otro I nncia) ; no puedo explicarlo por completo. Ya en el texto
modo, porque mi reflexión me ha detenido!» primitivo (que guardo en mi poder sin pensar en hacerlo
Cualquier hombre es capaz de experimentar algo se Imprimir) no he logrado poner de relieve el punto que es
mejante, esté dotado de poca o de mucha reflexión; poi pura mí esencial: que soy un penitente y que esto explica
que la esencia de la reflexión es la misma, aunque MI mi más profunda naturaleza. Sin embargo, cuando volví
grado difiera según los individuos. Pero la razón por In lomar el manuscrito con intención de publicarlo, debí
cual tan raras veces se la experimenta estriba en que mi \ jrregirlo porque me di cuenta de que ese aspecto estaba
(

individuo se vuelve hacia su fuero íntimo muy de tarde ilrmasiado acentuado para poderlo publicar. Sólo si pu¬
en tarde. Cuando comienzan las dificultades, recurre diera hablar e insinuar de un modo suficientemente
para pedir consejo a los demás y éstos le enjaretan id Inerte (como acaece en mi fuero íntimo, cuando reflexio¬
instante una linda reflexión. Y así se sale del paso. I n no por mi cuenta) la entidad de mi culpa y de mi pecado,
historia es muy sencilla. Tomemos a fulano, quien, en mío entonces podría y querría hablar de la extraordina¬
lugar de resistir y de actuar en virtud de Dios, se remite ria misión que me ha sido confiada. De otra manera, es
por ejemplo a mengano. Supongamos que fulano dis i orno si la considerara en vano.

ponga de cinco porciones de reflexión, y mengano, en 2) No puedo decir que mi actividad como escritor
cambio, de siete; la reflexión de fulano, de haber resistí buya sido un puro sacrificio. Es verdad, por cierto, que
do éste, con rigor, en su interioridad, le habría señalado desde niño me he sentido indescriptiblemente desdicha¬
justamente el equilibrio de las cinco posibilidades a In do, pero reconozco que el expediente empleado por Dios
vor y de las cinco en contra. En el otro caso recibe imn pura convertirme en un escritor ha sido para mí tanto
posibilidad de mengano, pero dado que esta posibilidad más abundante en goces. De modo, pues, que es verdad
no pertenece a fulano, éste naturalmente no posee la po que he sido sacrificado, pero mi actividad literaria no
sibilidad en contra correspondiente (y mengano o no luí sido un sacrificio, porque constituía mi más ardiente
piensa en ella o se la calla): entonces fulano actúa en Itidielo.
virtud de aquélla y cree que actúa con reflexión. En cam Por consiguiente, no logro tampoco en esto mostrarme
bio, sólo se trata de pura imaginación y de una ilusión, ilímpidamente sincero porque en un libro impreso no
Nada es más imposible ni más contradictorio que In puedo hablar de mis penas ni de mis miserias, y enton-
acción (infinita-decisiva) en virtud de la reflexión. Quien ies el goce será al final lo más evidente.
262 SOREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 263

También ha habido de mi parte un poco de exaltación; pluma a tiempo. Pensé en abandonarlo todo con O lo uno
por ello podría fácilmente engañarme acerca de la con n lo otro. Pero nunca estuve tan cerca de hacerlo como
sistencia de mi propósito de preferir, llegado el caso, quo luego de publicar las Disertaciones religiosas. Había ven¬
me mataran antes de buscarme una ocupación más tran dido la casa y obtenido dos mil táleros. Acariciaba en¬
quila. tonces el proyecto de emplearlos en un viaje. Pero no soy
3) Si además alguna vez me atribuyo la misión ex¬
Inteno para viajar y probablemente me habría puesto a
traordinaria, aunque lo haga con la mayor reserva, es# escribir como me sucede siempre que viajo. De modo
situación se volverá entonces inmutable para mí. La vi que me quedé en casa; tuve que padecer el tormento de
da se convertirá en un tormento, cada vez, patéticamen l,i confusión de la época, luego perdí dinero con los títu¬
te, será considerada como algo extraordinario; ¡y adqui
los que había comprado, etc. Entretanto seguí escribien¬
riré, así, una tremenda responsabilidad! do, dando fin a lo que, sin estos sufrimientos y una cierta
4) El hecho de que de tal modo no logre expresariiu1
melancolía, no habría sido capaz de realizar, pues la
por entero a mí mismo, significa que soy esencialmente idea de postergarlo se me hacía cada vez más familiar.
un poeta; y en este punto me corresponde detenerme... Ahora aparecerá la segunda edición de O lo uno o lo
En sí mismo el libro acierta y a mi parecer es magia otro, para la cual ha de servir de contrapeso el grupo de
tral. Pero sólo podrá ser publicado después de mi muer¬
te, si acaso entonces se acentúa más el hecho de que soy
un penitente, poniendo de relieve mi pecado y mi culpa,
y se agrega una alusión a mi miseria íntima. Pero con la
-- -
■irl ículos «Un ciclo de disertaciones ético-religiosas» que
irresponden a la nueva dirección que debo tomar. Lo
-incluido que quede así. Es oro puro, usado con gran
prudencia.
idea de la muerte es preciso ser cauto y no dar un paso
pensando en que habré de morir dentro de algunos me» El final del sermón de Lutero (sobre 1 Cor. 13) donde
ses... ¡y luego tal vez alcance hasta los ochenta y (lux afirma que la fe es más elevada que el amor, es sofísti-
años! No, el libro será revisado y encerrado en una gave¬ in Lutero pretende siempre explicar al amor como sim¬
ta, bien sellado y con esta inscripción: «Para ser abierto ple amor al prójimo, casi como si no existiera también la
después de mi muerte.»6 iihligación de amar a Dios. Lutero, en suma, ha sustitui¬
do el amor a Dios por la fe, y luego al amor le llama
Ha sido providencial que no publicara en este monten (tutor al prójimo.
to Punto de vista en mi actividad como escritor. ¡Endlu En verdad puedo decir que he trabajado al servicio del
blada impaciencia melancólica, la mía! Según el orden «urden establecido.»
del tiempo, ha sido escrito con posterioridad a toda mi Y aun cuando llegara a ser un reformador según el
producción intermedia, que ahora habría de ser publica et¡ido máximo que me es dado alcanzar, quedaría siem-
da antes, si el libro apareciera durante mi vida. pir al servicio del «orden establecido»: porque la turba
La idea de dejar de escribir se me había metido en In
cabeza desde el comienzo; he dicho a menudo que esta
. y así la considero yo, el mal. Si debiera caer, si fuera
necesario que cayera, me pronunciaría contra ella
ba vacante el puesto de un escritor que supiera dejai In -'puyando al gobierno con todas mis fuerzas.
El hecho de que ponga el dedo en la llaga de la mala
6. Fue publicado como obra postuma por su hermano Pedio
1 859. (N. del t. i.)
nl|
--
" lumbre de las prebendas, no significa que quiera pri-
ti a nadie de la suya, intimidarlo y obligarlo a renun-
264 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 265

ciar a ella. El punto en discusión (muy secundario, sin propalaran la voz de que yo, a ocultas, toleraba la ironía
embargo) es una idea: la idea a cuya luz se considera a la de la plebe.
propia prebenda. Si se admite que poseer alguna const i Había meditado la posibilidad de estrechar con él la¬
tuye una facilitación, un arreglo, y que no es posible te zos más íntimos. Pero primero se imponía una prueba:
ner el descaro de invertir la situación convirtiendo a la la de ver si, con respecto al único a quien él admiraba,
prebenda en cosa seria... ¡y tomando a Cristo y a ION con respecto a lo que él mismo escribiera en el periódico,
apóstoles por visionarios! tenía valor suficiente (¡si le quedaba por lo menos una
Es verdad, pues, lo que dije a Cristián VIII, que me brizna de propia estimación!) para decir: «No, por cari¬
consideraba como un benemérito del «orden establecí dad, yo no lo ataco», o bien: «Atacaré ese pequeño ar¬
do». Pero es verdad también lo que añadí, es decir, que tículo que acaba de escribir. Pero por supuesto que no
lo significativo residía en el hecho de que fuera yo un atacaré los libros ya publicados, que he admirado e in¬
simple particular. Tal era el «despertar» que la época mortalizado y a los cuales debo mucho.»
reclamaba y también el «orden establecido» necesitaba No superó la prueba. Eso fue para mí, si así se le quie¬
de esta rehabilitación en tiempos tan mezquinos, donde re llamar, el castigo por ser el único en cometer un error
todo se explica con motivos mediocres; donde por un con Goldschmidt... por confiar demasiado en él, espe¬
desplante un hábil servidor del Estado desmaya, porque rando que en el fondo tuviera algo bueno.
se dice: «¡Oh, es un servidor, y el Estado le paga!» Dice un proverbio oriental: «Quien primero elogia y
luego desprecia, miente dos veces.» Fue el lazo que le
tendí; pero ha sido una exageración. ¡Ay de mí! Debí
Mi última palabra sobre Goldschmidt contentarme con la certidumbre que todos poseían de
que era un ser despreciable.
Si me viera obligado a hablar diría lo siguiente: No ten
go nada que reprocharle. Debo, en cambio, reprochan nr Fs verdad: el cristianismo ha de ser presentado de ma¬
el haberme causado daño a mí mismo por excesiva bou nera (y en esto consiste la «posibilidad del escándalo»)
dad y deferencia, el haber creído demasiado en él y el 1 1 ue un hombre haya de ser loco para entrar en él, si no lo

haber esperado que existiera en él algo bueno, ocasio impulsa la conciencia del pecado. Es preciso acabar con
nándole un daño al ponerlo a prueba para que la situ;i esas remilgadas charlas de que el cristianismo satisface
ción se aclarara definitivamente. las aspiraciones más profundas, etc. No; tan sólo «la lu¬
Todos lo consideraban como a un ser despreciable y cha y la indigencia de una conciencia angustiada» pue¬
ninguno de mis amigos lo frecuentaba. Quizá se equivn den impulsarlo a uno a correr la aventura del cristianis¬
can, pensé. Decidió hacer carrera literaria y en esa c it mo. De otro modo, se acabará por hallar un motivo de
cunstancia se dirigió a mí. Con lealtad y benevolencia escándalo:
hice todo lo posible por darle ánimos y por arrancarlo,
tal vez, de la aberración y de la perdición del Corsario. Fl origen de las indulgencias y otras cosas por el estilo
Me expuse a las críticas de muchos (así fue, y mucho1, (no me refiero a su degeneración) fue, sin embargo,
me lo han dicho) que se maravillaban de que yo saludai n como todo en la Edad Media, un error infantil. Si se reci-
o que fuera de paseo con un hombre semejante. Me expu l,i ha tantas y tantas veces determinada oración, se obte¬

se al peligro de que algunas camarillas de envidioso1, nían tantas y tantas indulgencias. Pero ¿no hacía lo mis-
266 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 267

mo mi padre conmigo, cuando era un niño? Una vez me miserables canallas —dicen—, refinémonos con una cul¬
prometió un tálero si le leía en voz alta un sermón de tura a base de chistes y de hipocresía y con el virtuosis¬
Mynster, y cuatro táleros si copiaba el sermón que oyera mo de describirla dramáticamente.»
en la iglesia. No acepté; recuerdo también que me mos¬ ¡De este modo oficia el mundo de juez! Por degenerada
tré reticente porque quería ganarme de ese modo, cono que sea nuestra época, nada la degenera tanto como esto.
ciendo mi debilidad por el dinero. Pero en realidad la ¡Llegaremos al extremo de suponer que el Juicio de
equivocación no fue por entero de mi padre, sino mía, Dios será también chistoso!
porque nunca fui un niño de veras. Con un niño que no
tiene mejor comprensión de las cosas, no está mal proce¬
Aunque se tratara de mi vida, no comprendo cómo se¬
der de ese modo; se espera que poco a poco irá penetran ría posible (¡humanamente hablando!) consolar a un
do en la esfera de una idea más elevada de manera que, hombre por medio del cristianismo, que lo vuelve (¡hu¬
al hacerse adulto, podrá aplicarse a ello más profunda manamente hablando!) más mísero de lo que antes ha¬
mente. bía sido.
He aquí la mejor prueba de cuán profunda es la des¬
moralización de la época. Lo que en el pasado formaba Un hombre solo no es capaz de ayudar o de salvar a
la prédica penitenciaria de un juez (por consiguiente, sus contemporáneos; sólo puede expresar que ellos van
éticamente, de carácter ético) se ha reducido a refinada hacia el abismo.
astucia que divierte a la época con argumentos espiri
tuales e interesantes..., contando los pecados de la épo ¿Qué importan los peligros a los que podría exponer¬
ca. Todos nos echamos a reír; y el narrador no es en ab me? Ellos son mi elemento.
soluto mejor que los males que relata. ¡Qué horror! Pero existe un peligro, o mejor aún, existe algo que es
¿Acaso tiene alguien más talento que Scribe para prc contrario a la total estructura de mi personalidad, algo
sentar la bajeza de la época, la fuerza de la mentira, del que la agita: verme obligado a hablar de mi interiori¬
egoísmo y de la mezquindad del mundo? Y estas come dad, de mi relación con Dios.
dias (¡es horrendo que lo sean!) son admiradas y sabo Quisiera rogar que se me dispensara de este paso que
readas por la época; y el mismo Scribe no es menos me¬ entristecería mi espíritu. Estaba dispuesto, y lo estoy
diocre que el mundo que presenta. aún, a exponerme a todo; pero eso es otra cosa; no se
¡Abismo de perdición! En el fondo yace la desespera I rata de polémica sino de confesarse.
ción. Proponerse hacer algo para detener esta desmorali Ésta es la causa de que la publicación de los últimos
zación: querer salvarse a sí mismo por lo menos, sería libros me haga sufrir tanto.
considerado como ridicula locura. Dejemos pasar, se di Con fe en Dios puedo luchar contra los hombres, estoy
cen todos, dejemos que ruede hasta el abismo... Y mien dispuesto a dejarme destrozar. Pero no puedo soportar
tras nos hundimos cada vez más, divirtámonos la mai que me compadezcan y que me consideren como a algo
con estos pérfidos chistes. extraordinario; sería mi muerte. A pesar de mi propósito
«¡Amnistía general —dicen—, amnistía para todos!» A ile no viajar, en tal caso, me vería obligado a alejarme, a
nadie se le ocurre reprochar algo al otro. «¡Riamos, irme al fin del mundo, posiblemente para no regresar
pues! Cuanto más locos, mejor. No basta con ser unos jamás.
268 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 269

igos. Error, puesto que lo único serio es que yo debo


Job todo lo soportó; sólo cuando sus amigos acudieron morir, y luego... ¡ser juzgado!
para consolarle, perdió la paciencia (Jb . 6, 1 ss.) Al descuidar el aspecto ético del problema, se confun-
Tan sólo una cosa ha de ponernos serios: el propio pe¬ dc el sentido de la muerte, y uno concluye en ese parlo-
cado. Para lo demás vale el principio de que, si puedes ico de que si lo más cruel es perder a alguien o tener que
tomártelo a la ligera, tanto mejor. Pero tomarse a la lige¬ morir nosotros mismos.
ra el propio pecado equivale a pecar de nuevo; lo cual
demuestra que en eso consiste la seriedad. Si después de mi muerte se quisiera publicar mi Dia-
III), podría ponérsele este título: Libro del juez-
Humanamente hablando, lo que contribuyó a que
Cristo fuera muerto es el hecho de que Él mantenía al ¡Qué melancolía! Hasta ese asunto de mis pantalones,
pueblo en una tensión continua (véase Jn. 10, 24). Huma¬ que tanta bulla ha armado, tiene una triste (¡casi simbó-
namente hablando, Él habría podido evitar al pueblo el lira!) conexión con la melancolía de mi vida. No es que
deicidio, viviendo por ejemplo algunos años ocultamen lnvieran nada de raro, o que yo tuviese la intención de
te, para luego mostrarse de nuevo. Claro que esto habida el raer las miradas sobre mi manera de vestir. Es muy
sido una falsedad de Su parte; pero el hecho de haber •cncillo. Si uno repara en la manera de vestir de las gen¬
empleado un tiempo tan breve, en tanto que por otra tes, se verá que los viejos generalmente usan pantalones
parte el pueblo no tuvo casi un momento de descanso más cortos, en tanto que los jóvenes se preocupan más
para respirar, fue lo que precipitó su fin... por andar atildados, especialmente de llevar pantalones
•■legantes. Los viejos piensan en la comodidad y no en el
«Universo», Uni-versum, es una hermosa palabra para .ispecto de las ropas.
expresar que todo lo creado sirve a un solo señor, que .se Mi padre era un anciano: siempre lo conocí así. La
dirige solamente a Uno. desdicha fundamental de mi vida, es decir, la que desde
niño se me tomara por un viejo, era visible también en
«Se adiestran ratones para destruir a los ratones»; asi mi modo de vestir. Recuerdo cuánto me entristecía
i liando era chiquillo verme obligado a usar, también yo,
cada generación educa al que debe o a los que deben
ii(|uellos pantalones cortos. Recuerdo además las pullas
anunciarse en serio el cristianismo a ellos mismos. t( mtinuas de mi cuñado Cristián.
Cuanto más lo persigan y lo maltraten, más su ánimo
Luego me hice estudiante; pero nunca fui joven, nunca
volverá la espalda al mundo hasta el extremo de que (uve esa impresión juvenil de tener por delante una lar-
sólo hallará refugio en Dios. Y solamente cuando un
ga vida, (porque para mí literalmente nunca hubo más
hombre se siente tan desdichado y vejado que su sufrí
miento se trueca en odio hacia la humanidad, solamente
de medio año, ¡y esto apenas!), que estimula el deseo y el
en i dado del aspecto exterior. Me consolé de otra mane-
entonces el cristianismo empieza a existir para él.
i a. Mi espíritu se desarrollaba enormemente y no pensa¬
ba en cosas semejantes. Pero, como con todas las cosas,
Uno salta de la esfera ética a la estética cuando, al ha yo me atenía a lo que fuera costumbre en casa de mi
blar de la muerte, dice que lo más cruel no es nuesti .i padre, almorzar y cenar a tales horas, etc., así sucedió
muerte o que debamos morir, sino la muerte de nuestros ion mis ropas. No cambié en absoluto mi manera de ves-
270 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 271

tir, de modo que en verdad puedo decir que en el fondo ledamente que así es. No creo, sin embargo, que sea esta
se ataca a mi pobre padre, al atacar mi vestimenta. En vanidad lo que me haya determinado. En su origen ha
medio de mi melancólica tristeza y de la exuberante iro sido un pensamiento religioso: creí que fuera mi deber
nía, comprendí a mi naturaleza involucrada en el sufrí con respecto a Dios. Por ello, todo está listo ya con la
miento de haber sido viejo cuando contaba ocho años y inscripción: «Para después de mi muerte.»
de no haber sido nunca joven: dotado de eminentes do Personalmente no puedo publicarlo con mi nombre,
tes espirituales, me erguía irónicamente por encima de no puedo asumir la cosa. Por ejemplo, es verdad que me
todo lo que se refiriera al lado animal de la vida. Pero inicié «con una resolución religiosa», pero esto se ha de
que por eso habría de ser atacado por los periódicos y entender de un modo distinto. O lo uno o lo otro y Diario
que millares de personas se sirvieran de ello como de un (le un seductor, especialmente, han sido escritos para
motivo para atacarme como carácter, ¡eso no lo hubiera «ella», para apartarla de mí. En general, el signo de mi
pensado jamás! genialidad es el siguiente: de mis asuntos personales la
Providencia sabe extraer grandes consecuencias para el
Porque soy un genio de tal naturaleza que no puedo, sin mundo. Pienso a propósito de esto en las palabras que
más ni más, asumirlo todo personalmente sin introducir escribió acerca de Sócrates un seudónimo:7 «Mi vida
me demasiado en la casa de la Providencia. Por otra parte, entera era nada más que una ocupación personal con¬
no soy religioso hasta el extremo de poder relacionarlo todo sigo mismo y luego la Providencia se encarga de añadir¬
con Dios. le una importancia mundial.» Tomemos otro ejemplo:
polémico lo soy por naturaleza y el asunto del «Ente»
lo he comprendido hace ya mucho tiempo. Pero cuando
Por consiguiente, ni siquiera una palabra. Pero si lle¬ escribí por primera vez (en Dos disertaciones edifi¬
gado el caso debiera decirla, hela aquí: cantes )8 acerca del tema, yo pensaba sobre todo en mi
Sufro indescriptiblemente cada vez que he comenzado lector: porque el libro contenía una pequeña señal para
a proponerme la publicación de algo similar sobre mí «ella»; entonces era absolutamente cierto que yo no
mismo o sobre mi carrera literaria. buscaba más que a un simple lector. Luego acabé
Mi alma se inquieta; mi espíritu no encuentra ya en la por aceptar esa idea, poco a poco. Pero otra vez aquí
pluma el reposo de antes; retengo con pasión tremenda la parte que ha desempeñado la Providencia ha sido
cada palabra, la mastico horas enteras durante el resto infinita.
del día. Mi oración se vuelve malsana y distraída, poi¬ Las demás obras pueden publicarse. Pero acerca de mí
que cualquier fruslería adquiere para mí una importan¬ mismo ni siquiera una sola palabra.
cia exagerada cuando está en relación con este estado. Luego debo viajar.
En cambio, apenas lo dejo o me pongo a escribir otra
cosa, o aunque escriba acerca de ello pero sin idea de 7. Se refiere a Juan Climaco en el Tratado acientífico conclusivo.
publicarlo, me tranquilizo al instante y mi espíritu se (N. del t. i.)
serena, como ahora que he escrito y voy a publicar Tres 8. Publicadas conjuntamente con O lo uno o lo otro. En el prefacio,
disertaciones religiosas. Kierkegaard se dirige a «mi lector, a ese ente hacia el cual tiendo casi
los brazos», quien ciertamente es Regina. Sabido es que Regina seguía
Es demasiado pretender que asuma de pronto esta ron vivo interés la producción literaria de Kierkegaard y en particular
enorme actividad como una idea única, aunque vea per- la de carácter edificante. (N. del t. i.)
272 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 273

i este fin: así me habría evitado todo problema econó¬


¡Ojalá pudiera decir, tal como lo comprendo en mi mico.9
fuero interno: «Yo soy un penitente.» Lo era, y por eso no En mi defensa debo decir que lo que vuelve tan difícil
he buscado un empleo y he roto mi noviazgo; lo era, y mi relación con una pequeñez como Copenhague (por
por eso me expuse a la plebe, juzgando que ésa era una supuesto que en el caso de que haya de convertirme en
misión para un penitente; lo era, y por eso no me he es no hombre público) es que yo no pueda estar sin tener
cabullido: porque hago penitencia. presente la idea. A ninguno de mis contemporáneos se le
Y, no obstante, me ha sido concedida la cosa más ex- ocurrió que mi vida podría adquirir el cariz que ha ad¬
traordiaria. Pues ésa es justamente la dialéctica de lo quirido; y quizá hasta podría concluir en el martirio.
extraordinario: cuanto más bajo..., tanto más alto. Pero Soy yo quien dirige astutamente la intriga, mi táctica
hablar de esas cosas, no puedo, ni del hecho de que sen exige que mis contemporáneos no deban abrir los ojos,
yo un penitente y, por consiguiente, de lo otro. abrirlos por sí mismos, antes de que el hecho se haya
¡Ay de mí! Y tal vez en mi más íntima comprensión producido.
hay mucha melancolía. Y así he trazado el último panorama de mi vida. Cam¬
Soy un poeta...; debo viajar. bio de ruta ahora, permanezco fiel a mí mismo dentro de
mi constitución originaria: a fin de cuentas, soy esen-
eialmente un poeta y por la fuerza habré de dejar de es¬
N. B. cribir cuando no tenga medios de vida.
Por lo tanto, me alejo. Las cosas cambian ahora; ya no
¡Cuán extrañamente pueden mezclarse la melancolía y estoy en condiciones de ser yo mismo el ser que expongo.
la religiosidad! ¡Y qué peligroso es que uno posea fuer¬ Pero jamás podré agradecer suficientemente a la Pro¬
zas enormes, como las que a mí me han sido concedi¬ videncia lo que ella me ha concedido y la forma en que
das..., y además un ambiente tan reducido como éste en me ayuda. Deberé por cierto arrepentirme de haber pen¬
el que vivo! sado seriamente en dar aquel paso, el de hacerme matar.
He considerado, no obstante, la posibilidad de dar un Pero en parte no pasó de pensamiento, y por otra parte
paso más y de marcar sistemáticamente la ruta, paso yo he resistido (o Dios me ha ayudado a resistir) apenas
por paso, con la perspectiva de que pudieran asesi¬ me di cuenta de adonde me llevaba, y apenas sentí que
narme. mi genio se rebelaba. Y el infinito amor, que es la Provi-
Es verdad que el cristianismo habría necesitado un
despertar semejante; no lo dudo en lo más mínimo. Más 9. Kierkegaard se mostró muy hábil en la administración de su pa¬
aún, estoy absolutamente seguro y persuadido de que trimonio. Atendió personalmente a sus intereses y supo también cuidar
la empresa hubiera triunfado. Humanamente hablan¬ y exigir sus derechos de autor. Empleó el dinero que como herencia le
correspondió en acciones y actividades lucrativas. Por otra parte, no era
do, habría sido lo máximo que podía obtenerse de mi un asceta ni llevó nunca una vida de privaciones. Le gustaban las co¬
vida. modidades y se las proporcionaba. Fue generoso con sus sobrinos, pró¬
Pero surge aquí el lado melancólico y falso: para mí lo digo con los servidores, gastaba mucho dinero en café, cigarros y vinos
importante era caer. Según mis cálculos poseía un pa¬ linos y paseos. No llegó a conocer la indigencia. El día que sufrió el
ataque que lo abatió, acababa de retirar del banco el último depósito.
trimonio suficiente para resistir algunos años más, y Véase el libro de Fritjov Brand y Else Rammel, Kierkegaard of Pengene
la catástrofe del 48 ayudó de un modo extraordinario (Kierkegaard y el dinero), Copenhague, 1935. (N. de la t.)
274 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 275

dencia, me ha dado también ese tesoro precioso, esa cosa i audal de conocimientos. Con «Ella», como ya lo he di-
más profunda que he considerado como un don del que i lio, las cosas fueron diferentes. Pero por cierto que ha
puedo disponer poéticamente y aun sacar mucho prove ■ido un bien para mí, aun en el sentido de que de otra
cho, es decir, el don de comunicarlo poéticamente tal manera le habría causado, al fin, más daño asegurándo-
como es debido. niela a distancia; no le habría proporcionado la satis¬
¿Cómo podré dar gracias suficientes a Dios? facción de saber que me han tomado por un canalla por
En lo referente a mis relaciones con R. Nielsen, lo no haberme casado con ella. En resumen, soy su deudor
comprendo ahora todo muy fácilmente. Cuando se trata de un modo inefable. Ella me ha conmovido. Duro de
de cambiar de ruta, siempre necesito a un hombre. Se '.entimientos como era, aunque tierno en lo íntimo, tenía
convierte él para mí, aunque en un grado mucho menor, que ser una mujer quien me hiriera tan profundamente,
en lo que una vez fue la pequeña.10 No debe, sin embaí porque la mujer combate con sus propias armas, con sú¬
go, lamentarse de haber mantenido relaciones conmigo plicas y lágrimas. Y esta batalla ha de ser mi certera
porque se ha visto abundantemente favorecido. En mi derrota. Por esto, desde entonces, lucho siempre a fin de
pensamiento, y mucho menos en los secretos motivos do excitar al adversario de modo que no recurra a súplicas,
mi especulación, jamás lo he iniciado. Lo mantuve tan nia lágrimas, ni a mencionar el nombre de Dios, porque
sólo a mi lado, ¡pues en el caso de verme obligado a ai entonces estaría perdido.
tuar de veras, habría sido el único de quien podría ser
virme! Y, si acaso me hubiera existencialmente encami
nado por la senda del martirio, se habría convertido en 25 de abril
el discípulo. La diferencia entre él y ella es, con mucho,
esencial. ¡Ay de mí!, pues a «ella» la he engañado de un , I )ios sea loado! Ahora me comprendo. Fue un bien que
modo particular, no habiéndome comprendido a mi el año pasado no me dedicara a viajar: tal vez el viaje me
mismo al comienzo. En resumen, aquella vez la Provi habría disipado o impulsado a escribir algo fuera de lu-
dencia me atrapó. Si no hubiera pedido su mano y, con gar; y además las penas padecidas el año pasado, a pesar
mi certeza de dominar el asunto, me hubiera asegurado i le que fueran tremendas, me han sido de inefable prove¬
su relación a distancia (así, por ejemplo, diciéndole que cho.
en el caso de casarme, me uniría a ella) y luego hubiera En general, primero sobreviene el héroe, o más bien el
empezado a reflexionar profundamente sobre la conve carácter ético, luego el poeta; yo quería ser ambos a la
niencia de casarme, todo habría sido más fácil, pues el vez. En tanto que necesitaba de la quietud del «poeta» y
resultado hubiera conducido a que no debía casarme del despego de la vida y de la calma propia del pensador,
Pero la Providencia me atrapó entonces y hube de sufrii i pieria al mismo tiempo estar en medio de la
realidad, y
tremendamente porque Dios tomaba parte en el proble¬ en la creación poética y en la reflexión metafísica a un
ma en el más riguroso de los sentidos, y entre Ella y yo mismo tiempo. Mártir de mí mismo, como siempre lo he
existía una obligación moral. Mi relación con Nielsen la .ido, en mi melancolía había, no sin orgullo, escogido
hice elástica desde el principio, todo lo posible, y poi estas tareas para atormentarme. Dios acudió en mi ayu¬
cierto que lo he favorecido enriqueciéndolo con un buen da y, como de costumbre, más allá de toda medida.
Ahora todo está en orden. Me corresponde retroceder
10. Regina (N. de la t.) lili paso en lo relativo a ser yo mismo el que he d
276 SOREN KIERKEGAARD 277
DIARIO ÍNTIMO

y, así, mío será el objetivo. Insistiré con pueda disputarme en Di¬


la cristiandad. Seré el amante infeliz, pues
mayor fuerza en imposible, que ningún escritor
no puedo ser namarca la palma dentro del género de lo interesante.
yo mismo el cristiano ideal; por eso a mi tarea, me hubiese conver-
he de ser el poeta. Si hubiera traicionado
Jamás olvidaré esta humillación, y por lo del «momento»; porque
mismo seré l icio en el héroe y en el ídolo
distinto a los habituales predicadores que hacia la simplicidad
confunden
charlar acerca de algo con el serlo en realidad. Así el habría abandonado el movimiento y hacia el
co mo, y eneauzado mis fuerzas hacia lo interesante
a pesar de no estar casado, me he que me mantuve fiel a mi
convertido en el más «momento»; esto demuestra
entusiasta propugnador del matrimonio, así
un sentido algo similar, acaecerá con la también, en tarea.
segunda tarea. ¡Dios sea loado, Él todo lo logra!
Porque no he tenido la fuerza necesaria para alguno de mi parte; soy, en par¬
matar por la verdad (tampoco mis disposiciones
dejarme No hay en esto mérito
se ha comprendido a sí mis-
les estaban hechas para ese fin) me natura¬ te, un genio que a menudo
llevado a cabo la acción más
convertiré en un poe¬ ino sólo después de haber
ta y en un pensador: he nacido para ello, sentido al servicio de un poder
tivo al cristianismo y al ideal de ser
pero en lo rela¬ justa; y en parte me he
cristiano. Puedo tal sea debido a mi melancolía originaria o a
más alto, ya
vez hacer cualquier sacrificio en las carne, ya sea debido a que era
menudencias, pero un penoso aguijón en la
esencialmente me remito a testimoniar la verdad humil¬
demente, es decir, confesando que en el más nada más que un penitente.
riguroso de
los sentidos no soy un testimonio de la hablando, ha sido sólo la
verdad. Esta con¬
fesión es para mí la verdad pura, pero el hecho Mi desdicha, humanamente
la de haber sido educado severa¬
sea la verdad produce en mí un dolor que precisamente de que de haber sido un genio, medios su
mente en el cristianismo, la de haber poseído
señala la situación del poeta con respecto a
cuando es al mismo tiempo la obra de un pensador. la obra, ficientes para vivir. impulso
comenzado con un
He ido muy lejos, mucho más allá que el Sin lo primero, no habría
al menudeo, y me habría embaraza¬
poeta. Fue tan gigantesco, sino
necesario para alcanzar el objetivo: es decir, el sin lo segundo, no habría tenido
nismo, el ideal de ser cristiano. cristia¬ do con los miramientos; toda
me decidió a actuar contra
Así como en el canto de un poeta resuena la idea de sufrir, que alean-
un no habría sido capaz de
su amor infortunado, así en todo mi suspiro de prudencia. Sin lo tercero, cuales
Las tres cosas, de las
entusiasta discurrir
sobre el ideal cristiano resuena el suspiro: ¡Ay zar la situación requerida. reales, han
de mí!, yo las dos primeras especialmente son bienes
no lo soy; sólo soy un poeta y un pensador desdicha; porque para los hombres
cristiano. constituido mi que orgullo y
la verdad y el temor a Dios no son más
El movimiento del mundo o, si se prefiere,
el conflicto vanidad.
entre ambas concepciones en lo relativo
a mi actividad
de escritor, se plantea entre estos dos polos: la relación con Dios, alguien me
te o la simplicidad. El gusto de la época
lo interesan¬ Si prescindiendo de
podido convertirme en el escritor
dentro de lo interesante; era preciso, pues, se ha perdido preguntara cómo he por
«Se lo debo a un anciano
a la simplicidad. encaminarse que soy, le respondería: por
y a una jovencita
Para ello yo estaba eminentemente provisto de lo quien siento la mayor gratitud también, me
quien me siento aún más obligado.» Por eso
resante (que el tiempo anhelaba). Será difícil, inte- \ es el producto de una síntesis
más bien parece que mi naturaleza
DIARIO ÍNTIMO 279
278 SÓREN KIERKEGAARD

de vejez y de juventud, de rigor invernal y de dulzura posible descanso en la victoria. Y precisamente este mo¬
estival... El primero me educó con su noble sabiduría, la mento constituye el peligro. Carácter en el fondo es con-
otra con su amable imprudencia. llnuidad.

¡Vaya a saber si no me he mostrado demasiado quis¬ La Edad Media se equivocaba al suponer que fuera un
quilloso al no admitir ni siquiera a un secuaz! Pues, a acrilegio el matrimonio para un sacerdote. Luego vino
pesar de que si efectivamente muriese ahora o si debiera I ulero... que se casó. Ahora hemos progresado tanto que
ser sacrificado por mi idea, evitando de este modo la di¬ se considera pecado que un pastor no se case; no es lícito
ficultad de los secuaces, podría llegar a tener alguno en •.er pastor si no se está casado; los feligreses no podrán
confiar en él si no está casado; y lo dicen claramente,
otra generación, a menos que todo no concluya como
una pompa de jabón. ¿Y puedo pretender, entonces, pa¬ como se dice de un médico «que las familias prefieren a
decer o soportar el fastidio de los secuaces, quienes los casados», porque temen que los solteros sean unos
siempre, más o menos, traicionan a la idea? (I i sol utos.
Es como si en la idea sólo me hubiese amado a mí En la Edad Media, pues, el celibato correspondía a la
mismo; de manera que mi vida expresase la idea, sin santidad (en abstracto, sin parar mientes en que podían
pensar en que para que la verdad —o algo verdadero— existir algunos disolutos). Ahora, en cambio, el soltero es
haya de penetrar en el mundo, debe ser comunicada a M>S pechoso, y la esposa y la hija no están seguras en
sus
los demás, y soportar por eso mismo que se vuelva me¬ manos.
nos verdadera, que todos los que la posean de segunda ¡Cómo ha progresado el mundo en el terreno de la es
dualidad! En la Edad Media se confiaba más en un
mano la atenúen o la rebajen. ¿Pero no será preciso l>ii
amarlos tanto que deba uno decirla explícitamente? célibe, considerando su estado como garantía (silogismo
del espíritu). Ahora se confía más en un casado, y por el
En las relaciones entre el pecador y Cristo pasa lo mis¬ hecho de serlo se supone que ofrece garantías contra la
seducción de la mujer o de la hija (silogismo de la carne).
mo que en el amor de la mujer por el hombre. La pri me¬
ra etapa es dolor y padecimiento; pues la mujer no se ha
entregado aún, permanece apegada al yo, y por lo mis- ¡Qué penoso es! He dicho con frecuencia de mí mismo
mo se estremece al pensar en la superioridad mascu¬ que a semejanza de la princesa de las Mil y una noches,
lina... he salvado mi vida con los relatos, es decir, escribiendo.
La pluma ha sido mi vida. Una melancolía inmensa, pa¬
La reflexión es para la mujer casi siempre excesiva y, decimientos interiores de naturaleza patética; todo po¬
por lo tanto, muy peligrosa; porque a fuerza de reflexio¬ li ía dominarlo con tal de que se me permitiera escribir.
nar, la mujer, si ha vencido en tal punto o si ha sido Entonces el mundo se enfureció conmigo. Malos tratos
derrotada, no podrá menos de detenerse en la considera¬ que habrían vuelto estéril a otro, me hicieron en cambio
ción de que ha vencido... y entonces tropezará. más fecundo; todo lo olvidaba entonces. Nada tenía po¬
El hombre es de carácter más esencial. El cáracter no der sobre mí, con tal de que se me permitiera escribir.
consiste tanto en vencer, sino en resistir después de la ¡Pero cuánto me hizo sufrir esto! Mi melancolía resur¬
derrota, en mantener el carácter. La psiquis femenina es ge, mis penas íntimas adquieren nuevo vigor. Los malos
capaz de resistir durante algún tiempo contando con el h atos y la resistencia del mundo se me hacen insoporta-
280 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 281

bles. En resumen, me falta aquello que habría podido


vencerlo a todo, me falta mi actividad literaria. Al final,
— —
liad y el peligro relativo; pero también ¡atención! el
peligro más que relativo de no alcanzar lo Absoluto, de
para aliviarme un poco, debo permitirme escribir algu¬ lid descubrir la existencia, de que la propia vida no esté
na nadería. Pero no conseguiré hacerlo, porque no me ¡ainás determinada en este sentido, aunque uno esté
atrevo a comenzar una obra de grandes proporciones, y muy lejos de serlo. Para un hombre es una presunción
así el calmante no surte ningún efecto. El verdadero cal¬ lanlástica la de pretender ser lo Absoluto; pero la verdad
mante consistía en tener el móvil perpetuo de una activi¬ está en comprender que ésa es la medida con la cual ha
dad constante. lie medirse y para propia humillación e incitación; por¬
que si bien es humillante descubrir cuán alejados esta¬
Hay algo de verdad en el dicho de que al final las mu- mos de ello, ha de estimularnos también para que tenda-
jeres poseen más espíritu de sacrificio, porque viven más MIOS hacia Él.
silenciosas y apartadas, y por lo tanto, más cerca de la
idealidad. Ellas no confunden tan fácilmente el precio Fs muy fácil sucumbir a la tentación de dedicarse a
del mercado con el criterio justo, como hace el hombre reformar y a despertar al mundo entero, en lugar de re¬
en cuanto empieza a actuar en la vida. Lo que las salva formarse a sí mismo; una aberración de los entusiastas y
(por esto mismo es frecuente hallar en las mujeres ras¬ exuberantes de fantasía.
tros y manifestaciones de individualidad y del valor ne¬ También yo he sentido la inclinación a obligarme, casi
cesario para anclar en un pensamiento individual), es de una manera demoníaca, a ser más fuerte de lo que en
ese desapego por la vida que durante cierto período se realidad soy. Así como a los hombres sanguíneos se les
les concede. Un régimen de vida más callado hace que exige que se odien a sí mismos, así también se me exige
algunas veces sean más ellas mismas que los hombres, que deba amarme a mí mismo y prohibirme aquello que
cuya interioridad desde la infancia se ve comprimida melancólicamente pueda representar casi un placer, el
por el tener que ser «como los demás». Y ya en la juven odio melancólico de mí mismo.
tud, para no hablar de la edad adulta, están completa Tengo el defecto de acompañarme mientras estoy poe-
mente echados a perder por el hecho de conocer y en ( izando; de exigirme casi desesperadamente la acción
tender las cosas prácticas y reales. El cual consiste preci tomo si estuviera dispuesto para ella. Por eso mismo ne¬
sámente en este conocimiento. ¡Si se educara a las jóve¬ cesito humildad. Me humillé una vez cuando debí rom¬
nes del mismo modo, pobre género humano! per el noviazgo: acto ante el cual mi orgullo se rebelaba.
También la emancipación de la mujer, que tiende a
una educación semejante, es una invención diabólica.
De se ipsou
Fue el «espíritu del Mal» quien condujo a Cristo a la
soledad para tentarlo. De esto se podría deducir que Al final sucederá algo tal vez diferente de lo que en un
siempre es el espíritu del Mal el que empuja a un hom principio pensara.
bre a la soledad. Algo de verdad hay en ello, pero es al Cuando comencé mi carrera literaria con O lo uno o lo
mismo tiempo el camino para una verdadera relación otro, poseía, según creo, una impresión mucho más pro-
con Dios... En la soledad se encuentra lo Absoluto, \
también el peligro absoluto. En la sociedad, la relativi 1 1. «Sobre sí mismo.»
282 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 283

funda, que la de cualquier pastor del país, acerca del te¬ k‘— sin duda se me concederán fuerzas suficientes para
rror que infunde el cristianismo; estaba animado de un rilo: lo digo sin orgullo. Estaba y estoy más que dispues-
temor y temblor como tal vez nadie lo ha estado. No por lo ahora a suplicar a Dios que me libre de esta espantosa
eso quería apartarme del cristianismo. No, mi explica¬ lurea. Además, yo también soy un hombre, también a mí
ción fue otra. Por una parte, había aprendido hacía ya me gustaría una vida feliz en esta tierra. Pero si ha de
mucho tiempo que existen hombres destinados a sufrir; haber cristiandad, si ha de existir un Estado cristiano
y por otra parte tenía conciencia de haber pecado mu como ahora se ven por todas partes en Europa— pre-
cho; por eso pensaba que el debía aprender el cristianis Icndo, comenzando por Dinamarca, cotizar el precio de
mo por este terror. Pero, ¡qué crueldad y qué falsía de tu ser cristianos de modo que todo ese revoltillo de concep¬
parte, pensaba, si quisieras con esto aterrorizar y turbar ts (Iglesia del Estado, funcionarios, prebendas...) vuele
quizá demasiado, muchas felices y amables existencias, por los aires.
de quienes tal vez se podría decir que poseen verdadera No me atrevo a actuar de otra manera porque soy un
mente la convicción de ser cristianas! Era completamen penitente al cual Dios se lo puede exigir todo. Hasta mi
te ajeno a mi naturaleza el pensamiento de proponerme i'i indición seudónima depende del hecho de que sea un
asustar a los demás; en cambio, ya sea por melancolía o penitente. La persecución no dejará de acosarme; en
tal vez por un poco de orgullo, me complacía en consolar i nanto a los honores y a la reputación, que por otro lado

a los otros, en mostrarme con ellos como la dulzura per poilrían corresponderme en parte, estoy bien asegurado.
sonificada, ocultando mis terrores en el arcano más pro Estoy tan acostumbrado a soportar la traición y la in¬
fundo. gratitud del pequeño país, la envidia de los aristócratas
Mi intención fue dar una señal a mis contemporáneos y el escarnio de la plebe, que tal vez —a falta de algo
bajo una forma humorística (para aparecer frívolo), a f in mejor— nadie sea más apropiado que yo para predicar
de ver si ellos comprendían que se requería una presión 1 1 cristianismo. Que el obispo Mynster guarde para sí el

mayor; me proponía guardar para mí esta pesada carga, manto de terciopelo y el ornamento de la cruz pectoral.
como mi cruz. He desaprobado a menudo que un verda
dero pecador se dedicara a asustar a los demás. Ése es el
significado del Tratado conclusivo. Sobre «Ella»
Entonces vi con terror lo que significa un «Estado cris
tiano» (lo vi especialmente en 1848); vi cómo aquellos a I n lo que a «Ella» se refiere, siempre estoy, y de ser posi¬
quienes incumbía gobernar, tanto en la Iglesia como en ble ile un modo más ardiente, pronto y dispuesto para
el Estado, se ocultaban cobardemente, mientras el hani Imcer todo aquello que podría animarla y alegrarla. Pero
pa se alzaba con insolencia; y experimenté cómo se paga temo su apasionamiento. Soy la garantía de su matrimo¬
una aspiración de puro desinterés y de verdadero temoi nio. Si se enterara de lo que pienso acerca de ella, quizá
a Dios (y tal era mi actividad literaria)... ¡en un Estado •a matrimonio la disgustaría de pronto. ¡Ay, demasiado
cristiano! bien la conozco! Una de dos: o ella es la misma de siem-
Con lo cual mi destino quedó decidido. Ahora depende I o i-, y entonces resultaría en extremo peligroso; o ha
de los contemporáneos la cotización del precio de sei i nmbiado tanto que no le importaría nada si tratase de
cristianos; ¡hasta qué extremo han de querer que sea le mercarme.
rrible! A mí —estaba a punto de decir desgraciadamen El domingo siguiente a la muerte del padre estaba ella
284 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 285

(en la iglesia del Espíritu Santo) con toda la familia. Yo aguijón en la carne [Ací. 9, 3]); contra el pecado, en cam¬
también estaba. Contra lo habitual, inmediatamente bio, uno debe luchar con todas sus fuerzas.
después del sermón ella salió en lugar de quedarse para Por eso una de las situaciones más tremendas es deci¬
el canto del himno. Yo, en cambio, desde tiempos inme¬ dir si se trata de un aguijón en la carne o de un pecado.
moriales tengo la costumbre de salir de inmediato. Ella
iba acompañada por Schlegel. La tentativa le salió bien: A veces, en ciertos momentos de depresión, se me ha
estábamos a punto de encontrarnos, cuando descendía ocurrido pensar en que Cristo no fue nunca tentado por
yo de la galería. Tal vez esperaba que la saludara. Fingí el padecimiento de la enfermedad, y menos aún del tipo
no verla. Aunque lo hubiera querido, una razón comple¬ más penoso entre todos, cuando el cuerpo y la psiquis
tamente fortuita me habría impedido, por lo demás, eslán recíprocamente afectados, de manera que en este
aproximarme a ella en ese momento. sentido la Vida del Modelo habría sido más fácil. Pero
Quizás ha sido un bien que haya tenido en estos días entonces me digo a mí mismo: «¿Crees que si fueses
el lío con la imprenta; pues me habría decidido a dar el completamente sano alcanzarías la perfección fácilmen-
paso contrario a lo que hasta ahora he entendido que Ic o más fácilmente? ¡Oh, todo lo contrario! Te abando¬
debo hacer: sólo con su padre habría podido explicarme. narías entonces con suma facilidad a tus pasiones; y si
Tal vez ella piense lo contrario; tal vez piensa que fue él no a otras, ciertamente al orgullo, y a un sentimiento
precisamente quien impidió que nos acercáramos de aumentado de ti mismo y a cosas similares.» Así los su¬
nuevo. bimientos —aunque sean un peso— son un peso útil,
Dios sabe cuánto necesitaría ser bueno para con ella; como los tutores que se usan en ortopedia.
pero no me atrevo. Y de muchos modos parece más bien En general, ningún hombre puede llevar una verdade¬
que una Providencia quiere casi impedirlo, quizás en ra vida espiritual si goza de una perfecta salud corporal
previsión de las consecuencias..., porque ha sido por una y psíquica, porque el bienestar inmediato lo domina. La
circunstancia fortuita por lo que no pude hablar con vida del espíritu en cierta forma representa una muerte
ella. A la vez siguiente, cuando predicaba Kolchoff, yo para lo inmediato. El sufrimiento sirve de ayuda. Cuan¬
me hallaba en la iglesia del Espíritu Santo, pero «ella» do uno debe sufrir a diario, cuando se es tan frágil que la
no estaba. Idea de la muerte está sin más ni más y al instante, al
idcance de la mano, entonces uno logra también persua¬
Sócrates amaba a los adolescentes. ¿Por qué? Porque dirse de veras que tiene necesidad de Dios.
en ellos hay un soplo del infinito, y esto era lo que él La salud física y el bienestar inmediato son un peligro
quería que se conservara. mucho mayor que las riquezas, que el poder y la repu¬
Tomad en cambio a Mynster. En verdad, él no ama a tación...
los jóvenes; sino a los hombres ya desmoralizados, que
convierten sus objetivos temporales en la seriedad de la
vida; a éstos no es difícil enseñorearlos. Acerca de su perdón

Contra «el aguijón en la carne» uno debe luchar ce¬ «Su» perdón no puede hacer más fácil mi vida, puesto
diendo, no mostrándose recalcitrante. (Pablo probable que al fin de cuentas no fue ella quien se ligó a mí, sino
mente resistió con tanta fuerza que le quedó clavado el yo quien se ligó a ella. La herida que recibí de su mano,
286 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 287

guiada, eso sí, por la mía, era y había de convertirse en m i amaré jamás a ninguna otra. Luego tendría que supli-
una herida religiosa: el vínculo que une es la relación i MI It*, con respecto a cierto punto, que me creyera. Si
con Dios. . lia posee suficiente feminidad, la explicación será más
Si, en cambio, debiera proseguir con el engaño liasto ii menos definitiva. Si, en cambio, tuviese la dialéctica
el último extremo y aparecer de improviso como un ui i.|||iicrida para reflexionar intensamente acerca de un
nalla arrepentido, la engañaría y su perdón sería imii ■ inflicto semejante y tan loco, se sentiría vencida. Mien-
i

ficción. n .1 -i crea que yo me he comportado, si no como un mal


Amorosa como es, seguramente descansa ahora en MI mirlo, al menos como un trastornado por pensamientos
matrimonio. Ella lo entiende así. Yo era un hombre de ila grandiosidad, el conflicto no existe; pero si he de mos-
condiciones extraordinarias y en cierta forma demasía 1 1 o n nc como religioso, el conflicto surge.
do elevado para ella. Pero luego no fui ni siquiera lid, I le considerado mi responsabilidad hacia ella hasta el
aspiraba a un fin audaz... y ella habría debido de suctiin • ti romo de asumir la responsabilidad de su vida. Hace
bir. «Sin embargo, me ha amado —se dice ella a sí mi* mío ya que ha salido del paso por sí sola, con su casa¬
ma— y yo lo perdonaré; mejor aún, rogaré a Dios pui miento. El error que cometí al embarcarme en una rela-
él.» Lógica respuesta para una mujer. Lo que la man lio i irtn que no podía llevar a cabo, ha sido castigado; y
ne por encima de mí es precisamente que ella sea la pin haya o no haya sufrido el castigo adecuado, debo de to¬
dosa, que ella haya sido mejor que yo. Si con mis expll llos modos pedir a Dios el perdón. Darle una explica¬
caciones consigo demostrarle dónde está la piedad, lal ción, si acaso fuera posible, puede ser peligroso para
vez se trastornaría. t-lla. podría turbar la ilusión de su matrimonio: puede
Está claro que yo me remito a Dios. Pero es preciso KM peligroso para mí y alterar mis relaciones con Dios.
que renuncie a toda autotortura. Que al final, en es lo i aunque no se tratara de esto, queda aún un reparo, el
consiste el haber pretendido hasta la desesperación quo ilr Schlegel,12 a quien debemos todo miramiento.
ella lograra comprenderme. Pero tal vez Dios no lo quie¬ Pero, como lo he dicho, porque sea peligroso no ha de
re así; me mantiene unido a Él por medio de un equívo aponerse en absoluto, que no pueda acaecer; pues a ve-
co, y en sus manos me siento tan débil, porque a cadn i es aun lo más justo puede ser peligroso. Si ella lo de-
instante (cuando la fe flaquea) surge la preocupación poi rara, se podría intentar. Dios sabe que de muy buena
hacer algo, a fin de que ella me comprenda. Cuando con gana lo desearía.
fe cierro los ojos y me estoy muy callado, me siento trail Tal vez algún día me resulte evidente que me corres¬
quilo; apenas dejo de hacerlo, el equívoco me atormen ponde a mí dar el primer paso; pero lo que más importa
ta, porque en lo que a ella se refiere, tengo en mi contra a son mis relaciones con Dios, y además ella ahora está
todo lo inmediato y a todas las apariencias exteriores. rasada.
Si ella me pidiera ahora una explicación, le diría sen
cillamente: «¡Hay un punto del cual no puedo hablar, y
tú debes perdonarme por ello!» Además, diría así la ver Mi relación con ella
dad, y supongo que un cierto grado de comprensión
la complacería. Podría verdaderamente decirle que l.i Mi principal culpa es la de haberla arrastrado a alta
amaba, que ha sido la única criatura a quien he amado mar.
cada vez más, que la amaba cuando la abandoné y que 12. El marido de Regina. (N. de la t.)
288 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 289

ino, le di el consejo de que no tratara de luchar con orgu¬


1 llo porque en ese caso el asunto se simplificaría para mí,
sino que luchara con abandono.
«El noviazgo». Esencialmente replegado sobre mí Sea como sea, era preciso romper; le devuelvo el ani¬
mismo, oprimido por el dolor de la melancolía y por las llo con una carta que ha sido reproducida textualmente
13
penas del espíritu de haberla «arrastrado conmigo mar en el Experimento psicológico.
adentro»; con ella naturalmente era el amor y la aten
ción misma, tal vez exageradamente, pero ya era yo un 5
penitente. Además, no tenía la menor sospecha de que
ella me ocasionara alguna dificultad. En lugar de considerar el asunto como terminado, ella
sube hasta mi cuarto durante mi ausencia y me escribe
2 un mensaje desesperado en el cual, por amor a Jesucris¬
to y por la memoria de mi difunto padre, me suplica que
Ella se comporta con presunción excesiva. En el mis no la abandone.
mo momento mi melancolía se desvanece esencialmente De modo que sólo me resta arriesgar una tentativa ex-
y las penas del espíritu desaparecen. Vuelvo a respirar a trema: la de sostenerla, si fuera preciso, con un engaño;
mis anchas, como antes. la de hacer todo lo posible por rechazarla, por excitar
Ésa es mi culpa. Habría debido escoger este momento aún más su orgullo.
para impulsarla a la ruptura, habría representado el Así fue como dos meses más tarde rompí por completo
triunfo de su presunción. nuestras relaciones.
Pero para mí era demasiado serio el pensamiento de
que no podría realizar el matrimonio; también habín 13. Incluido en ¿Culpable o no culpable?, de Etapas en el camino de la
algo de infantil en su presunción. vida. (N. del t. i.)
De todos modos, ahora disponía de mí mismo y mane
jé el caso un poco inclinándolo hacia ella.

Ella se me entrega y se revela como el más amable de


los seres.
Al mismo tiempo, lo «primero» retorna de nuevo y au
mentado por la responsabilidad, acrecentado por su
abandono femenil, casi de adoración.

Preveo que se impondrá una separación.


Entonces, sincero con ella y traicionándome a mí mis
DIARIO ÍNTIMO 29J

i|iierido decir en ese sentido. Y tal vez ella no cometía un


error, pues bien comprendía que en el caso de que me
decidiera a aceptarla, habría realizado todo lo que estu¬
viera en mi poder para hacerle la vida digna de ser vivi¬
da. Eso significa que ella tenía fe en mí.
7 DE SEPTIEMBRE DE 1849 AL 18 DE ABRIL DE 1850 Admitamos que me hubiera casado con ella. ¿Qué ha¬
bría sucedido? En menos de medio año se hubiera acon¬
gojado. Hay en mí (en ello consiste el lado bueno y el
7 de setiembre malo de mi naturaleza) algo de incorpóreo, algo que
hace que nadie pueda enfrentarse conmigo cuando de
Acerca de Ella compartir la vida cotidiana se trata, y entablar de este
modo una relación real. Por supuesto, que la frívola cara
¡Tan querida debía de hacérseme esa niña, o tanto ha que le muestro a la gente es harina de otro costal. Pero
bría de quererla yo religiosamente! luego, en mi hogar, vivo en un mundo de espíritus. Con
Ella misma con lágrimas y súplicas (por amor a Jesu ella he estado comprometido durante un año entero, y
cristo, por la memoria de mi pobre padre difunto...) me en el fondo ella no me conocía aún. Por lo tanto, se ha¬
conjuraba a que no la abandonase. Por lo demás, habría bría sentido defraudada. Probablemente, entonces me
podido hacer con ella lo que quisiera, absolutamente habría obligado a cambiar; y yo, en mi empeño por ayu¬
todo; y ella me habría agradecido toda la vida el haber darla a recobrarse, habría dado un tumbo porque su es-
permanecido a su lado, como el mayor de los beneficios. Iructura era en cierta forma demasiado ligera. Yo era
Su padre, considerando extraña mi conducta, me rogaba de masiado pesado para ella y ella demasiado ligera para
y suplicaba que no la abandonara: «Está dispuesta a so mí; y precisamente esta circunstancia puede hacer que
portarlo todo, absolutamente todo.» En cuanto a él y al uno ruede por tierra. Así, probablemente, no habría lle¬
resto de la familia, me prometía del modo más solemne vado a cabo nada; o quizá me hubiera desarrollado
(si esto era lo que yo deseaba) que ni él ni ninguno de los Igualmente, pero ella se hubiera transformado en un tor¬
otros transpondría el umbral de mi casa apenas me ca mento para mí; porque una vez casados, yo la vería en
sara con ella. Sería absolutamente mía, como si no tu mía situación completamente equivocada. Ella mori¬
viera ni parientes ni amigos. ría... y todo habría acabado. Asociarla conmigo en la his¬
Así hubiese podido casarme con ella (si no hubieran toria, si se hubiera convertido en mi mujer... no, esto no
existido otras dificultades íntimas para mí), habría po es posible. Puede muy bien convertirse en una señora
dido fácilmente vincularla a mí por completo, como rasada, pero debe permanecer en su condición de mi
deuda de gratitud. Además, habría podido ser un tirano, amada; nada más. Debe ser la historia de un amor infe¬
dado que tenía en mi poder ese terrible coercitivo: que el liz, y para mí será siempre «la amada a la cual todo lo
matrimonio era un beneficio que yo le había concedido. debo». Entonces la historia la asociará a mí; ¡ya me ocu¬
Pero, en verdad, que si me hubiera comportado así, ha¬ paré yo de enseñárselo!
bría procedido como un canalla; de un modo indigno Es muy sencillo. La razón me decía con toda claridad
que clama al cielo, habría abusado del dolor de una niña que lo que me proponía hacer era justo, lo único justo.
que la impulsaba a decir lo que nunca hubiera debido ni Pero si no hubiera poseído un deber de conciencia que
292 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 293

me detuviera, ella habría vencido. No me hubiera atrevi¬ j Ay, mi naturaleza es así! Existe en mí algo de incorpó-
do, confiando en la reflexión de mi razón, a desafiar SUN i oo, y me habría dado pena ver toda esa gracia amorosa
lágrimas, sus súplicas, el dolor del padre, mi propio de¬ de una adoradora desperdiciada conmigo, como si no
seo... habría acabado por ceder. Tuve que sostener el lucra algo infinitamente precioso, como si el error fuera
combate desde un puesto mucho más alto: ésa fue la de ella y no mío. De ese error yo, en cambio, no la habría
causa de mi inmovilidad, que interpretaron como dure¬ ii trancado jamás, porque ella estaba como embaucada
za de corazón. Por otra parte, de no haber tenido un pro¬ V, viviendo en mi hogar, lo habría estado cada día más,
blema de conciencia, las cosas no habrían llegado hasta de una manera cada vez peor. Sus relaciones han tenido
ese extremo y probablemente hubiera cedido. Verdade¬ un final conveniente. Ella no se ha convertido en una
ramente, ella se había entregado demasiado a mí, y qui¬ mendiga en mi hogar sino en la amada, en la amada úni-
zá no hubiera podido recobrarse. ea. Así pertenece ella a la historia.
La razón me dijo: «Puede casarse con Schlegel.» Ella No me siento muy apegado a la vida y moriría de bue-
misma me había confesado más tarde que si yo no me ii. i gana. El día en que muera, su condición será envidia-

hubiera presentado aquel día,1 probablemente se habría ble. Ha tenido un matrimonio feliz; su vida tiene cierta
comprometido con Schlegel. De modo que todo estaba Importancia, como rara vez puede alcanzar una vida de
en orden. ¡Y quién sabe si mi niña, persuadida de que la mujer para un hombre que, desde luego, no está lejos de
he dejado por una razón de orgullo, no haya sido quien, adorarla; y además, mi vida expresa que ella ha sido la
en realidad, me haya preferido por orgullo! Después de Única amada; mi existencia completa de escritor ha de
lo que tuvo que soportar conmigo, las relaciones con i < ilocarla en primer plano. Y ya que no antes, en la eter¬
Schlegel muy bien podían enderezarse. Al fin de cuentas nidad seguramente ella me comprenderá... (aquí, una
ella ha ganado un hombre de bien, el mismo que una vez hoja arrancada.)
amara. Así, como mujer, ha reconquistado su derecho,
porque su vida ha tenido gran importancia para él. Po Después de mi muerte verán que basta con Temor y
drá, agradecido, apreciar su gracia gentil a diario y a temblor para hacer inmortal un nombre de escritor. Será
cada hora de la vida familiar. Si no lo hace es un necio. leído y también traducido a lenguas extranjeras, y ho¬
rrorizará por el tremendo pathos que contiene. Pero
1. Según las declaraciones de Regina, ella admiraba a K. y no espe ruando fue escrito, cuando aquel que pasaba por ser el
raba su petición de matrimonio, que la sorprendió muchísimo. Ella Ir autor, se paseaba bajo el incógnito del vagabundo y con
habló en esa oportunidad de Schlegel. «Podrás hablar de Schlegel hasln aires de petulancia, de guasón y de frívolo; nadie pudo
el día del juicio —la interrumpió él—, ahora te quiero yo.» Regina Im comprender su profunda seriedad. ¡Necios! ¡No obstan¬
confesado que nunca dejó de percibir su melancolía, que lo dominaba te, ningún libro es tan serio como ése! Era la auténtica
hasta producirle un cambio de expresión. Según parece, interpretó 1«
ruptura del noviazgo como una crisis de melancolía y ella habría ir expresión del horror.
suelto la situación por sí misma, diciéndole: «Basta, no puedo más; eral Si el autor hubiera tenido un aspecto formal, el horror
libre, no vuelvas a verme.» Ha declarado también que el 17 de mayo do habría sido menor. La dualidad es el máximo del horror.
1855, el día de su partida para las Antillas, donde su marido había sido
Pero cuando haya muerto se formarán de mí una idea
nombrado gobernador, provocó un encuentro con K. por la calle, v
acercándose a él le murmuró: «¡Que Dios te bendiga y te conceda que fantástica, la de una figura tétrica; entonces el libro ten¬
todo vaya bien para ti!» (Del Prefacio de Rafael Mayer a los Papeles drá un éxito tremendo.
relativos al noviazgo, publicados en Copenhague en 1904). (N. de la I I Una palabra de verdad ya se ha pronunciado, cuando
294 SÚREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 295

pongo de relieve la diferencia entre un poeta y un héroe. ger al amado, cuidarlo, embellecerle la vida, etc.: exac¬
Hay en mí un aspecto poético preponderante, y la misti¬ tamente la antítesis de la verdadera generosidad divina,
ficación consiste justamente en que Temor y temblor es de la impaciencia del martirio, en la cual consiste el sen-
en el fondo una reproducción de mi vida. En tal sentido, lido de las cosas de Dios. Lo mismo que digo para la
el libro ha sido indicado la primera vez que en el «Dia¬ mujer se aplica a los amigos en general. Se ve, por lo
rio» aludo al tema, con respecto a mi actividad como tanto, que el mártir ha de ser maldecido en vida, odiado,
escritor. acusado de egoísmo, de vanidad, de enemistad hacia el
género humano y de otras cosas similares.
Justamente, Vigilius Haafniensis2 ha llamado la aten¬ Y al mismo tiempo se ve cuán justa es mi acusación
ción sobre el concepto de la angustia como categoría in¬ fundamental contra la cristiandad, por querer sustituir
termedia en lo referente a la tentación. Ésta es al fin y al fraudulentamente la piedad cristiana por la piedad ju¬
cabo la verdadera dialéctica de la tentación. Si un hom¬ daica. La piedad judaica consiste en aferrarse a la vida
bre pudiera vivir siempre sin angustia, la tentación no lo terrenal, en poseer tan sólo el sentido de las cosas huma¬
atraparía jamás. nas; el cristianismo, en poseer el sentido de las cosas de
Así entiendo que tentó la serpiente a Adán y a Eva; Dios. Los predicadores pasan por alto la auténtica exi¬
pues precisamente la fuerza de la serpiente es la angus gencia cristiana y embellecen el judaismo. En primer
tia; no tanto la astucia y la hipocresía, sino esa astucia lugar, se las componen cómodamente para vivir con el
que sabe cómo angustiarnos. criterio de la piedad judaica... luego le endosan la reden¬
Y la angustia (como lo observa Anticlimacus justa¬ ción y la eternidad en virtud del cristianismo. Una reli¬
mente en relación a lo inmediato, cuando se menciona a giosidad así constituida es, desde luego, la más cómoda
la generalidad de la desesperación) alcanza su grado que se haya concebido hasta ahora.
máximo en virtud de la nada.3 De este modo se insinúan
el tentador y la tentación en aquel que sucumbe, como si ¡Cuánta dulzura y cuánto consuelo existe para el hom¬
él mismo hubiera inventado la tentación. Porque al fin y bre al poder decirse: también mi vida expresa el amor
al cabo la tentación y el tentador dicen: « ¡En el fondo no que experimento hacia aquella persona! ¡Pobre de mí!,
he dicho nada, te has angustiado por nada!» mi vida, el amor que me inflama, sólo expresa crueldad
La angustia es el primer reflejo de la posibilidad, un hacia la amada. Y en el angustioso momento del escrú¬
relámpago, que sin embargo posee un tremendo encanto. pulo siento angustia de mí mismo, como si de veras fue¬
ra crueldad y no si Dios debiera en realidad actuar con¬
La mujer con respecto al hombre (amor-matrimonio) migo de ese modo.
ofrece este atractivo: ella posee solamente «el sentido dé¬
las cosas de los hombres» (Mat. 16-23);4 es decir, prot c Mi relación con «Ella». Ultimátum: ¡Por esta vez! Se
debería entonces recurrir a un poeta a fin de explicarle
2. Seudónimo del Concepto de la angustia. que el lado poético de la situación consistía precisamen¬
3. La enfermedad mortal.
4. El versículo al cual se hace referencia, dice así: «Entonces él, vol te en el papel de hermana. Si lo comprende, todo peligro
viéndose, dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás; eres un peligro erótico será alejado; pues con una insinuación de poesía
para mí; porque no entiendes lo que es de Dios sino lo que es de los y además con una pequeña ayuda de mi parte, podría
hombres.» (TV. de la t.) entrar como por el ojo de la aguja.
296 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 297

Es de veras triste ver a esa muchacha continuamente juventud, y te diré quién eres... Di a ti mismo lo que
relegada a la sombra. Schlegel es, desde luego, un hom¬ piensas, que así podrías alcanzar la sabiduría. Porque la
bre amable: estoy convencido de que ella se siente feliz sabiduría del hombre consiste precisamente en juzgar
por completo con él. Pero esa muchacha es un instru¬ con rectitud su propia infancia y su propia juventud, en
mento que él no sabe tocar; tiene tonos que sólo yo sabía que su vida exprese en verdad el propio pensamiento.
arrancarle...
Por lo demás, en este asunto mi actitud ha sido y es En esto consiste al fin y al cabo mi fuerza: en mi sufri¬
como un ejemplo de una de las mayores distancias entre miento. Es tremendo pensar que mi relación con un con¬
la apariencia y la realidad. Yo desempeñé el papel de un temporáneo tenga por fondo una comprensión de mi yo
canalla... ¡mientras hacía todo lo posible para que ese ante Dios en un sentido diametralmente opuesto.
matrimonio fuera posible! Bastaba una sola palabra mía Sucederá conmigo como ha sucedido con los demás
y el matrimonio se hubiera frustrado. Yo soy el canalla, anteriormente: tarde o temprano, se creerá que me han
un perfecto canalla; y luego yo soy quien sostengo a ese comprendido por el resultado. ¡Oh, pero cuando estaba
matrimonio, cuando en cualquier momento podría sen¬ solo con mi miseria, tan mísero que ni siquiera conse¬
tirme tentado a mostrarme un poco menos cruel con¬ guía coger la pluma para describir mi estado, aunque
migo mismo, y de este modo, el matrimonio se vería muy bien sé y recuerdo lo que quiero decir; cuando esta¬
perturbado. Durante mucho tiempo, por lo menos, ésa ba tan solo, no como un simple doliente, sino con el peso
fue la situación; y si ahora no lo es, se debe a mí precisa¬ de la acusación de una niña: que yo habría sido la causa
mente, porque de un modo inmutable he proseguido ile su muerte; y con el dolor de un padre como si ya hu¬
siendo... ¡el canalla! biera muerto, con la maldición de una familia, y las ha¬
bladurías y todo en contra mía! Si entonces no me hu¬
Si mi sufrimiento y mi debilidad no representaran las biera dedicado a recorrer las calles para charlar con una
condiciones de toda mi actividad espiritual, podría inten¬ vendedora de frutas y con cualquier ganapán, etc., no
tar aún el ponerme, sin más ni más, en manos del médico. habría podido resistir. Me impresiona en la historia de
No tiene sentido alguno sufrir como yo sufro, y luego no Napoleón que cuando llegó a los Alpes, parecía distraído
hacer nada en absoluto, cuando la propia vida carece de con sus ensueños y prefería entretenerse discutiendo con
importancia. Pero ése es el secreto: la importancia de mi los guías acerca de sus asuntos domésticos. Es compren¬
vida depende justamente de mis padecimientos. sible: Napoleón llevaba consigo un plan mundial; yo, en
cambio, una melancolía casi en los límites de la posibili¬
El texto de san Pablo: «Cuando yo era niño, hablaba dad humana.
como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; La justicia se venga por sí misma; el amor es vengado.
pero cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era de
niño» (1 Cor. 12-11). Podría sugerir el tema: ¿Qué píen
sas de tu infancia y de tu juventud? Sobre mi actividad como escritor
¿Piensas que ha sido fútil o llena de imaginaciones?
¿O acaso piensas que entonces estabas más cerca del La heterogeneidad debe mantenerse ante todo: es decir,
ideal? que hay aquí un escritor y que no se trata objetivamente
Dime simplemente qué piensas de tu infancia y de lu de una causa, sino de una causa por la cual un individuo
298 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 299

se ha mantenido solo, ha padecido a solas,' etc. Pero iquiere venderse por Cristo!) a un «aspirante» honrado
como no han entendido por qué el Tratado conclusivo tie¬ <|ue admite humildemente no ser más que un poeta, y
ne un carácter cómico y que en ello consiste precisamen¬ confiesa cuán infinitamente arredrado está. Con él los
te su seriedad; y como creen que mejoran la situación contemporáneos no pueden arreglárselas al instante o
tomando las cosas individualmente y traduciéndolas al lan pronto; puede convertirse en la inquietud incesante
uso y costumbre de los docentes; así también, debido a de la contemporaneidad.
una nueva confusión, concluyen por tratarlo como una
causa y todo se traduce en objetividad; hacen consistir En conjunto, la mujer es y debe ser un correctivo de la
la novedad en el hecho de que exista en la obra una doc prédica éticorreligiosa. No ha de ser ésta severa para con
trina nueva, en tanto que la novedad consiste en que los hombres y diferente para las mujeres, pero debe, a
existe en ella una personalidad. pesar de su severidad, respetar a la mujer como una ins¬
Como un penitente, y persuadido al mismo tiempo de tancia, y ser por lo tanto indulgente. Y por otra parte, tal
que en cierto modo esto correspondía a mi estructura vez la mujer puede soportarlo... ya sea porque posee me¬
originaria, no he querido ponerme en evidencia. Mi acti nos pensamientos y menos ideas que el hombre, o porque
vidad y mi existencia de escritor es como una exigencia. I ¡ene más sentimiento, más fantasía y más pasión. Por eso
He trazado el campo de batalla, incitando y espiando la mismo quizá, ella puede aguantar el peso casi mejor.
aparición de ese Ente; al instante me habría colocado a
su lado, presentando esa «formación» que mis seudóni Que el «libre albedrío» sea una quimera, se deduce,
mos muestran siempre; en la que el mayor está siempre mejor que de cualquier otro modo, por las dificultades,
en situación de servidor con respecto al menor. Esto in por el prolongado esfuerzo requerido para mudar una
dica la meta más alta, en tanto que lo demás siempre es simple costumbre, aún después de haberse hecho un fir¬
mayéutico. me propósito; o si no cuando el hombre, presa de escrú¬
Pero esto no ha acaecido... pulos, debe luchar contra impulsos involuntarios y com¬
bate con angustia mortal, que, en un principio, lejos de
Hay algo de verdad en las palabras que un día me dijo alejarlos, los provoca. De modo que sólo logra vencerlos
mi hermano Pedro: que la diferencia entre nosotros des poco a poco, después de infatigable lucha.
de el punto de vista religioso, estribaba en que para él la
relación con Dios consistía en ser amado y para mí en
amar. La observación no era del todo nueva; porque a EL HIJO PRóDIGO. EL PADRE. EL HERMANO5 (3 disertaciones)
menudo me ha inquietado la duda de que si no sería
Dios demasiado infinitamente elevado para que un hom O quizá se podría elegir una forma nueva: diversión
bre ose amarle. Sin embargo, está escrito: «Amarás al como edificación ( entre paréntesis: Lectura recreativa).
Señor Tu Dios.» Además, también yo he expresado siem (Al margen): No es una novela. El relato es breve y no
pre que para mí Dios lo hace todo... contiene una sola palabra sobre el amor; no hay perso-

A1 fin de cuentas los hombres prefieren a un «exalta


5. Comentario con fondo autobiográfico de la parábola evangélica
do» que la emprende con el ideal (con éste, o pueden (Le. 15, 1 1-32), que acentúa, a pesar de la rusticidad con que está redac-
acomodarse o mandarlo de paseo diciendo justamente: lado, el profundo «pathos» personal. (N. del t. i.)
300 SÓRBN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 301

najes femeninos. A ningún novelista se le ocurriría una \ el relato se trasladan a ese país extranjero; no, en el
situación semejante; simplemente un padre y sus dos hi¬ mismo instante hemos llegado al fin del cuento, por lo
jos; una narración muy simple. iticnos de la primera parte. Se podría mostrar fácilmen-
le que su impresionante brevedad puede tener un signi-
I li ado más profundo. Porque, cuanto más pronto un de-
1. El hijo pródigo i luchador haya tirado todo lo que posee, tanto más
derrochador es; y por lo tanto es contradicción prolon¬
Empecemos por el principio. En el principio él quiso cu gar la historia en volúmenes y volúmenes con el relato
nocer el mundo; está harto de su hogar, de ver las mismas de los derroches del derrochador máximo. Pero aun en lo
cosas, de escuchar siempre lo mismo. La eterna historia, i dativo a tales observaciones, trataremos de ser breves.]
Así piensa la juventud. Llega el momento en que la casa De haber permanecido junto a su padre, seguramente
paterna parece demasiado estrecha. Otro tanto sucede no hubiera derrochado tanto. Así, su desgracia consiste
con la jovencita que desde la ventana de la casa paterna i n haberse marchado lejos. Pero quizás haya sido tam¬

contempla la calle (porque una joven debe contentarse bién su salvación; porque ahora el padre no estaba tan
con el permiso de mirar de vez en cuando por la ventana; t erca de él como para impedirle que hiciera todo el
no le está permitido salir como al muchacho); así le pare .iprendizaje por el cual debía pasar.
ce descubrir que aquello que busca está lejos. Por eso, la En general, los padres no lo entienden; no poseen la
actitud característica de la jovencita es la de «suspirar¬ magnanimidad suficiente como para echar al hijo de la
en medio de su dicha: ¡ese suspirar tan suyo! Pero gene rasa o para comprender que debe irse: y de este modo,
raímente no pasa de ahí. Permanece tranquila en la casa no existe solución alguna.
paterna, y la nostalgia se transforma en un presentimien Las compañías del hijo pródigo fueron malas desde el
to callado, en riqueza para el resto de su vida. principio hasta el final (¡perdió todo su dinero con las
¡Pero el hijo debe marcharse! rameras!) y acabó guardando puercos; la compañía más
...continúa el relato. o menos es la misma...
[al margen: Luego de recibir (su) —sí, claro que era posi Es un error considerarlo hijo pródigo después de ha¬
ble disputarle el derecho, pero de eso hablaremos en ber gastado su dinero; lo era más aún cuando lo derro¬
otro lugar. Y dado que el padre, el más autorizado para chaba con las meretrices.
hacerlo, no opuso dificultades, no las suscitaremos noso¬ «Luego volvió en sí.» He aquí que el viaje al extranje¬
tros tampoco: de modo, pues, que luego de haber recibí ro ha concluido; en realidad no concluye con el regreso
do «su» parte de los bienes paternos, se marcha al ex al hogar, sino con el volver en sí. Y ahora queremos co¬
tranjero. Si sucumbe en el mundo, de todos modos no menzar a hablar en otro tono del hijo pródigo.
podrá decir que ha sido porque el padre, con terquedad
y severamente, dificultó su formación y le negó el diñen»
2. El padre
para un viaje al extranjero.
Parte, pues. No es una novela; en seguida uno presien Kn general, se presta toda la atención al hijo pródigo y
te que el relato se precipita hacia la «catástrofe». Uso casi se olvida al padre.
esta palabra extraña porque en esta narración existe de Pero no es justo, porque este padre era en verdad un
veras un desbarajuste. Parte; y de esta manera, no sólo él hombre muy extraño.
302 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 303

Si quieres saber exactamente en qué consistía su ex i pretendes un cambio, es mejor que interrumpas in¬
r,
trañeza, te lo diré, pero escúchame bien. Cuando tuvo un mediatamente la lectura; pues en tal caso ese padre se
hijo pródigo se convirtió en un padre de veras. Los otro* i oiivertirá para ti en el hombre más aburrido de la tie-
padres se complacen en serlo cuando tienen hijos sin de i ra. Y nada más tengo que decirte para tu consuelo, sino
fectos; en cambio, en el caso de un hijo pródigo, el pacin' i|ue a un padre semejante raras veces se lo encuentra
dice: «No quiero ser su padre, ¡que se marche de mi c u uno en la realidad.
sa!» Nadie quiere ser padre de un hijo pródigo, pero este Ahora correspondería comenzar desde el principio,
padre, este hombre extraño, quería serlo justamente, ininto por punto.
hasta tal punto que parecía amar menos al hermano del
hijo pródigo, al muchacho de bien: ¿no es raro? ¡Oh!, si
un coplero podría acabar así la historia con un: «¿no ex I El hermano
raro?», ¿no podré yo acaso concluirla de la misma n iu
ñera? El hijo pródigo no es un caso raro en la realidad, Es costumbre representarlo sin más ni más como al de
pero, ¡cuántas veces uno se encuentra realmente con un corazón duro, horrorizarse ante su dureza de corazón,
padre como éste, por no decir que su lugar está en los sentirse mejores que él. ¡Cuidado! Es preciso ser cautos
cuentos y en el Evangelio!, pues el padre que aquí se si verdaderamente se desea sacar provecho del Evan¬
menciona es verdaderamente el Dios del cielo. gelio, y sobre todo, ser cautos y no seguir el primer im¬
Empecemos por el principio, a fin de estudiar a ese pulso.
padre amoroso y aprender a conocerlo. Humanamente hablando, él tiene razón; sobre este
El hijo quiere conocer mundo, juzga demasiado estíle punto nada hay que decir. No hay exageración alguna en
cha la casa paterna. En cierta forma, era ingrato con su su descontento; se mantiene en los límites de lo conve¬
padre, pero el padre no se lo reprocha. Por el contrario, niente; repito que, humanamente hablando, tiene razón.
el padre probablemente ha concentrado de tal maneen Por eso cuidemos el domingo de no servirnos del Evan¬
su amor en el hijo que no piensa en sí mismo. gelio para creernos diferentes a ese hermano. Sí, hay
Luego el hijo exige que el padre reparta con él sus bic una razón de descontento que no se descubre al instante:
nes. ¡Qué injusto es!, porque el hijo no tiene el menor él era siempre un buen hijo. Seguro que ha amado a su
derecho a exigirlo. ¡Y qué ingrato! Al final es como si padre y ha creído merecer su amor. De modo que en el
dijera al padre: «En el fondo, quisiera que hubieses fondo no es que le tenga rencor al hermano, sino que el
muerto.» Y si con esto se contentara al hijo y si fuera hermano, ¡y qué clase de hermano!, es preferido a costa
para su bien, el padre amoroso hubiese deseado estar suya. Y cómo la alegría del padre llega hasta el extremo
muerto. de que parece que tuviera un solo hijo, el pródigo, y que
El padre, entonces, reparte sus bienes con él. Claro se olvidara del otro. Como si el padre dijera (al contrario
que es raro que un padre se muestre dispuesto a hacer de los otros padres que no quieren serlo de los hijos pró¬
eso; pero si así fuera, los dioses habrían de estar de acuer digos): no quiero ser el padre del hijo decente. Y quiero
do. Pero este padre todo puede soportarlo y, sin embargo, recordar aquí que a menudo, en los casos grandes como
seguir siendo padre; la paternidad no es para él un título en los pequeños, se ven ejemplos en que el hijo de mala
de pega. No. El hijo quiere marcharse: él es el padre. El conducta es el favorito y todos están dispuestos a felici-
hijo se va: él es el padre. Sí: y si tú, porque así te compla larle cuando ese hijo mala cabeza demuestra un poco de
304 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 305

afecto; de modo que la condición más ventajosa - ni 1« -ti ente (como ya lo enseñó Aristóteles): se mantiene
vida de familia como en la más vasta, del Estado n 'i'iirtc y de ninguna manera coincide con el concepto.
casi la de ser el hijo de mala conducta. Debe subraya 1 1?, i'ma un ser animal, para una planta, para un ser hom-
eso sí, que el hijo pródigo se convierte de veras. l»M , la existencia (ser o no ser) es algo muy decisivo; un
Mi objeción contra el hermano, en el fondo, es csin linmbre solo no tiene una existencia conceptual. La filo-
puesto que ve que al padre el asunto le causa un inch iblt> Kilía moderna habla de la existencia de un modo que
placer, hubiera debido, por amor a su padre, secunilai lu ■li muestra que no cree en la inmortalidad personal; la
en su idea. ulnsofía en general no cree, ella comprende tan sólo la
A este respecto contar todo lo que se sabe acerca <li>! ■ irmidad de los «conceptos».
hermano.
Luego utilizar tal vez la parábola de los dos herma non: No logro que nadie me comprenda. Claro que se puede
uno de los cuales dice que sí y no lo hace; el otro dice que
no y hace la voluntad del padre.
- ni n prender aquello que digo; pero cuando se trata de
i ii merlo en práctica, nace la incomprensión. Nadie está
Lo que confunde por completo la doctrina sobre In ■ orno yo en todo instante sometido a las exigencias de
«esencia» en lógica6 es el no considerar que se opeen IIII.I fuerza superior, que inflexiblemente lo obliga a se¬
siempre con el concepto de existencia. Pero el concei>lu mil hasta en los más mínimos detalles aquello que ha
de existencia es una idealidad, y la dificultad estrilm • umprendido.
precisamente en saber si la existencia se resuelve poi Imaginad un caballo que contemple admirado al ca-
medio de conceptos. Si así fuera, Spinoza podría tenci liiillo «bailarín» de un circo ecuestre y que se proponga
razón con su essentia involvit existentiam,7 esto es, el con¬ Imitar el paso de danza. ¡Ningún caballerizo con fusta,
cepto de existencia, vale decir, la existencia ideal. espuelas y freno le obliga a seguir ese paso de danza!
Pero, por otra parte, Kant tiene razón cuando afirnm , l i céis, acaso, que por cuenta propia, lograría aprender
que del concepto de existencia no surge ninguna nuevn el paso que para un caballo común representa una espe¬
determinación de contenido. Kant, claro está, piensa cie de crueldad?
honradamente en la existencia como no coincidente con Y lo que sucedería con este caballo (que a lo mejor no
el concepto, es decir, que piensa en una existencia empl ría ni menos bien formado ni carecía de condiciones)
rica. Sobre todo en el ámbito del ideal cuenta el princi¬ respecto del otro, sucede con los demás y conmigo. Se
pio de que la esencia es la existencia (si está permitido esfuerzan por dar un salto, tropiezan, se embarullan... y
emplear en este caso el concepto de existencia). La tesis lian un salto distinto; cuando uno se lanza a actuar de
leibniciana —si Dios es posible, es necesario— es justísi¬ una manera éticorreligiosa, casi al instante cae en el uso
ma. Nada se le añade a un concepto, sea que tenga o no ile medios impacientes, hábiles, mezquinos. Falta el ca¬
existencia; para el concepto esto no cuenta en absoluto; ballerizo, la fusta y el freno.
porque sobradamente posee existencia, es decir, existen¬
cia de concepto, existencia ideal. Es un error fundamental creer que no existan concep-
Pero la existencia corresponde a la realidad singular, los negativos. Los más elevados principios de todo pen¬
samiento, o bien las pruebas de los mismos, son negati¬
6. Evidente referencia a la Lógica de Hegel. (N. del t. i.) vas. La razón humana tiene sus límites: y sobrevienen
7. La esencia involucra la existencia. (N. de la t.) los conceptos negativos. Las luchas contra los límites
306 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 307

son negativas, es decir, repulsivas. La idea que se posee zón, en reunirlas, afirmar que se hereda lo que para su
de la razón humana es torpe y presuntuosa, especial¬ concepto es imposible de heredar?
mente en nuestros tiempos; no se concibe jamás a un Es preciso creer. La paradoja en la verdad cristiana
pensador, a un hombre razonable, sino a la razón pura y depende siempre de que la verdad haya de ser tal como
a otras cosas por el estilo que en realidad no existen; es para Dios. La medida y el criterio utilizados son so¬
porque a mi entender, nadie (sea profesor o lo que se le brehumanos, y con respecto a ellos una sola situación es
antoje) puede considerarse la Razón absoluta. La Razón posible: la de la fe.
absoluta es un producto de la fantasía, lo cual explica la
magnífica carencia de límites, y por ende, la ausencia de La manía de los ferrocarriles es un intento absoluta¬
conceptos negativos, la comprensión total, como la bru¬ mente babélico. Un efecto del ocaso de una cultura, la
ja (de la fábula) que acaba comiéndose las entrañas. velocidad del fin. Desgraciadamente comenzaron casi al
mismo tiempo las novedades y el año 1848. Los ferroca¬
Nunca el mal y la mediocridad son tan peligrosos rriles representan la potencialidad de la idea de centrali¬
como cuando los encubre la cordialidad. zación. Y la novedad conduce al despedazamiento in dis¬
8
jecta membra.
La angustia, en el fondo, no es más que impaciencia. La centralización señalará probablemente, aun desde
Hermosas palabras las de Petrarca: «La ira es una lo¬ el punto de vista económico, el fin de Europa.
cura breve, y si no se la contiene, una larga locura que
conduce a la perdición.» En la primera etapa de la vida humana vale el princi¬
La situación más peligrosa para un niño en el campo pio: el mayor peligro está en no arriesgar. Luego, cuan¬
religioso. El mayor peligro no está en que el padre o el do uno ha arriesgado fundamentalmente, en la segunda
educador sea un librepensador o un hipócrita. No, el pe¬ etapa cuenta el principio de que el mayor peligro está en
ligro está en que sea un hombre pío y temeroso de Dios, arriesgar demasiado. En el primer caso, por negarse a
en que el niño resulte profunda e íntimamente convenci¬ arriesgar, uno se pone al servicio de la trivialidad; en el
do; y que más tarde, sin embargo, realice que en lo ínti¬ segundo, por haber querido arriesgar demasiado, se de¬
mo de su alma se oculta una inquietud, como si ni si¬ semboca en la fantasía, quizás en la impiedad.
quiera el temor de Dios y la piedad pudiesen darle la
paz. El peligro consiste en que en condiciones semejan¬ Una observación psicológica sobre el amor entre man¬
tes, el niño se siente impulsado a formular casi una con¬ cebos en la antigüedad.
clusión con respecto a Dios, a pensar que Él no es el La razón por la cual en la antigüedad la pederastía
Amor. estaba tan generalizada y no se juzgaba condenable, se
debe ciertamente a la corrupción del paganismo; pero
El dogma «del pecado original» como «culpa» es la desde el punto de vista psicológico es preciso tener en
verdadera paradoja. Se demuestra mejor la paradoja til¬ c uenta algo.
la manera siguiente: este dogma resulta de una síntesis En las relaciones entre hombre y mujer, en la esfera de
de categorías cualitativamente heterogéneas. «Heredar»
es una categoría natural, «culpa» una categoría éticoes 8. Disjecta membra: miembros dispersos. Horacio, Sátiras, I, 4.
piritual. ¿Cómo es posible pensar entonces, dice la ra- IN. de la t.)
308 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 309

la simple sensualidad, la intelectualidad no tenía cabi¬


I
años, eseresultado jamás se hubiera conseguido. Mis
da; en este aspecto, la mujer estaba considerada muy contemporáneos han recibido el arpón en pleno cuerpo;
por lo bajo y ante todo demasiado inferior para la idea pueden correr, si quieren, pero arrastrarán consigo la
masculina, como sucede en todo Oriente. Las relaciones cuerda.
son puramente sexuales. La intelectualidad se abocó en
tonces al amor inocente por los efebos, como dice Sócra¬ La palabra creadora de Dios crea con omnipotencia de
tes, y luego degeneró en el vicio. Pero la intelectualidad la nada.
nada tenía que ver con el amor al sexo opuesto. Un orador, un retórico, produce el efecto inverso; ha¬
En la cristiandad se ha puesto más o menos intelec¬ bla de la verdad que es escarnecida... y él obtiene hono¬
tualidad en lo referente al amor a la mujer. Queda en pit¬ res y consideraciones.
ia pregunta de si este agregado de intelectualidad, con Un pensador existencial produce aquello que anuncia.
respecto a un instinto así, no constituye un peligro moral Cuando dice «la verdad es perseguida» da golpes enérgi¬
mayor; es decir, si no desarrolla un refinamiento que cos, que reciben como respuesta otros golpes; y puede
conduce a que poco importe amar solamente a una y ate¬ añadir, señalándose a sí mismo: «Podéis comprobarlo
nerse a ella, cuando per abusum se pone en contacto, de mirándome.»
este modo, a la intelectualidad.

Necesitar del trabajo para ahogar una melancolía pro De mí mismo


funda (hasta el extremo de que el médico deba decirme:
«¡Trabaje, por amor de Dios!»): no atreverse luego a tra bueno, lo que los otros llaman jocosidad, broma... una
bajar porque se carece de medios (en tanto que habitual futesa: para mí es simplemente, y en el más profundo de
mente quien quiera ganar más basta con que trabaje los sentidos, un delito.
más): en estas condiciones haber conocido a diario la La canalla se proponía conseguir que yo pasara frente
perspectiva de soportar los malos tratos de la brutali a la plebe por loco, para provocar de ese modo el escar¬
dad... ¡es muy cruel! nio con respecto a mí.
Sin embargo, como aquel que ha atravesado una selva Querían: o que me marchara —para que se demostra¬
virgen a golpes de hacha, así también me siento yo feliz se que la plebe me condenaba al ostracismo—, o que mi
y gozoso. He vencido, he abierto un claro en la selva: a obra fuera disminuida.
través de las ilusiones he abierto una tronera sobre el Las cosas llegaron hasta el extremo de que hubiera de¬
cristianismo, como hacía mucho tiempo no se había lo bido esperar un ataque personal por la calle; en ese caso,
grado hacer. ¿Qué me importa sufrir entonces? Verdade los que me conocen se hubieran asustado y yo habría
ramente no he trabajado en vano, no he dado golpes en salido mal parado.
el aire (1 Cor. 9-26). Ha sido preciso un despilfarro; todo Pero de una manera paternal, de una manera inefable¬
lo he comprometido; la Providencia me ayudó; he triun mente paternal, la Providencia me tendió la mano. Debo
fado. Por lo demás, no importa mi actual condición: con también sin duda a mi innata prudencia y a mis virtu¬
inefable reconocimiento la he puesto en manos de Dios. des personales el saber comportarme en una situación
Es cierto que sólo así se podía alcanzar lo que he alean tan difícil (de la cual todo depende): en vez de invo¬
zado. Si el ritmo se hubiera retardado durante uno o dos car la ayuda ajena, traté de disminuir la importancia
310 SÓREN KIERKEGAARD

del ataque, de modo que los amigos no me han trai


cionado.
¡Y cuánto he ganado para poner de relieve el cristia
nismo! ¡Y cuántas hipótesis poseo acerca de la vida da
nesa! ¡Ya lo verán cuando llegue el momento!
15 DE ABRIL DE 1850 AL 22 DE ENERO DE 1851
Enséñame Tú, ¡oh Dios!, a fin de que no me asfixie en
el martirio o en medio de una asfixiante reflexión, sino
para que respire a pleno pulmón en la fe. F.l estoicismo y mi vida

Sin que quiera alabarme a mí mismo, me atrevo a Cuando leo a alguno de los estoicos, descubro que yo me
creer que yo podría ser quizás en nuestro ambiente remito esencialmente al cristianismo. Puede ser verdad
quien gozara de mayores consideraciones. ¿Por qué? aquello que el estoico expresa a menudo con energía y
Porque se da por supuesto que soy un estrambótico, un habilidad, pero no me comprende. En un estoico todo es
demente, etc. orgullo, no hay cabida para la tristeza. Desprecia a esos
Una meretriz refinada siente en su fuero interno hon hombres, pobre plebe ignorante; los trata como a niños,
da estimación por una joven honesta; pero no debe como si para él no contasen. Sus acciones carecen de
manifestarla en público, porque quiere reservarse el significado para ese sabio, no pueden ofenderlo; no sólo
derecho de burlarse de su honestidad como de una es capaz de perdonarles las ofensas que le infieren, sino
extravagancia, de una rareza. Mientras la joven no repa que en su soberbia dice: ¡Hijos míos, vosotros no podéis
ra en ello y se mantiene tranquila, todo va bien; pero si ofenderme!
quisiera invertir la situación y juzgar que la vida de la ¡Mi vida no es ésa! Es cierto que con los aristócratas y
meretriz es algo más que una extravagancia, una triste los poderosos puedo sentirme inclinado a emplear esa
locura, una perdición, la suerte de esta joven estaría láctica, a armarme así, y por lo mismo su actitud para
echada. La mala mujer no descansaría hasta que la po conmigo nunca me ha afligido en el fondo; me vengo de
bre muchacha cayera en la trampa. ellos un poco a la manera estoica.
Pero, en cambio, ¡cuánto he amado al hombre común!
Mi alegría más honda era la de poder expresar de alguna
manera mi amor por el prójimo; mi consuelo era, al ver
la abominable ostentación de aristocracia frente a los
más pobres, atreverme a decirme: «¡Yo no me conduciré
así!» Mi placer, mi dichoso pasatiempo era el de poder
suavizar mi requisitoria. Ése ha sido el fin de mi vida.
Por eso me afligen indeciblemente los escarnios del
hombre común. Creo que entre nosotros no ha habido
nadie que amara al hombre común como yo lo he ama¬
do, ¡y ver que ahora muestra una actitud hostil para con¬
migo! Un periodista que por medio del engaño saca su
312 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 313

dinero al hombre común para suministrarle concept ON Aquellos que no conocen la vida de sociedad piensan con
confusos es considerado como un benefactor; en cambio, Irecuencia que el personaje público debería precaverse,
quien tanto sacrificó, quien renunció a las ventajas
do hacer aclaraciones, etc., y que constituye una prueba de
ingresar en la camarilla de los aristócratas es présenla orgullo el no hacerlo. ¡Qué desdichados sois en vuestra
do como enemigo del hombre común, como aquel a ingenuidad! No, el público sólo desea chismes, «algo
quien el hombre de la calle ha de escarnecer. Sólo hay una escapatoria, la de la astu¬
para comentar».
¡Nunca la vida cobrará un aspecto semejante para
un cia, la de mantenerse ocultos en la medida de lo posible
estoico!
V mostrarse nada más que en las circunstancias más so¬
lemnes; pero una conducta semejante, el cristianismo no
la permite...
El público ¡Algo para comentar! Dios creó al hombre a su imagen
(Gen. 1, 17) y le dotó también con el don de la palabra,
La situación general de la vida pública no es más que porque era su intención que el hombre hablara al hom¬
una absoluta falta de conciencia. Existe un monstruo bre como a su prójimo, el amado con la amante, el ami¬
hambriento (no quiero decir que esté sediento de sangre, go con el amigo, y los hombres entre sí. Pero, ¿de qué?
aunque los últimos acontecimientos parezcan indicar Tú, Omnipotente, has puesto en movimiento cielos y tie-
que fácilmente se podría despertar la sed de sangre); ira para crear a un hombre cuya sabiduría, grandeza y
este monstruo famélico es el público, ese ser
devorado ai ñor la eternidad admirará eternamente; pero el hom¬
por la desesperación de encontrar algo que criticar. Y los bre halló que de eso no valía la pena hablar. ¡Oh, Tú,
periodistas son los servidores de la fiera, pues procuran infinitamente sublime, por cuya sublimidad aún comba¬
al público aquello que ha de comentar. En otros tiempos len los ejércitos celestiales! Tú te dignaste rebajarte has-
se arrojaban los hombres a las fieras; ahora los periodis la el hombre —como hace el abuelo con el nieto, cuando
tas suministran graciosamente al público el plato que para contentarlo se pone a jugar con él—! Tú, excelso,
mejor saborea éste: ¡claro que con salsa de chismes! que has llevado a cabo esa admirable unión de la que
Una personalidad pública es eo ipso1 sacrificada. El habla la historia —en la cual además Tu participación
periodista sabe cómo establecer con precisión durante ha sido algo más que un juego— y los mismos espíritus
cuánto tiempo (en proporción a la fama) uno puede ser que te rodean, y puesto que Te ayudan en la organiza¬
servido al público y cuántas veces por semana el público ción del cosmos y ven más profundamente en el secreto
se divertirá en despellejarlo con sus comentarios. Si la tie la creación, no la han agotado aún y mucho menos se
personalidad pública es un egoísta que soporta todo
eslo han cansado de asombrarse; pero el hombre no halló co¬
como inevitable, si pone sus miras en otros bienes terre¬ sa alguna que valiera la pena comentar. El hombre... es
nales, entonces sufrirá menos, no habrá martirio ni pa¬ decir, el público. Sólo pide alguien a quien criticar y con
decerá tristeza. Pero el público lo devora, de todos mo¬ esto se da por sentado que nos ha sido ofrecido algo para
dos, aparejado con charla; lo único útil que el público criticar conjuntamente, nuestra vida insulsa y, sobre
obtiene al final de los hombres célebres es que consigue lodo, nuestras insulseces. El resto repugna al público,
hablar de ellos, que saca su buena tajada de charla. que sólo conoce un placer: el autoerotismo, el desove de
la charla, el placer al cual se entregan a causa del pe-
1. «Por eso mismo.» riodista.
314 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 315

El amor perfecto IR relación con Dios

El amor perfecto consiste en amar a quien nos hace des Niégate a ti mismo, de ser posible de la manera más ínti-
dichados, pero ningún hombre puede exigir que se le ma y sincera durante setenta años, más íntima y más
ame así. •.inceramente que mil cristianos juntos; trabaja, posible¬
Dios lo puede; ésta es la naturaleza de la infinita Ma mente más que mil mártires, siempre será por la gracia
jestad. Y para aquel que ha sido religioso en el sentido por lo que has de salvarte, así como la gracia salva al
más rígido, para él ha sido ciertamente verdad que, co mayor pecador.
tanto que amó a Dios, ha amado a Aquél que lo ha hecho, En ese sentido podría parecer indiferente hacer una u
humanamente hablando, desdichado en esta vida... otra cosa; ¡claro que si fueses un monstruo!
¡aunque también dichoso! Pero si Dios no fuese tan infinitamente elevado, no se¬
Carezco de fuerzas suficientes para comprender de ese ría Dios; sería más o menos indigente, mientras que, en
modo la cosa, y temo mucho enredarme en el más peli cambio, es la Gracia.
groso de todos los lazos: en el de volverme meritorio El error consiste en que te compares con los demás:
a mis propios ojos. De todas maneras, quien es religioso pero ante Dios la cosa es infinitamente sencilla.
en el sentido más estricto, ha superado también ese pc-
ligro. La razón por la cual el vínculo matrimonial se vuelve
insoportable para aquellos que quieren separarse se
debe al hecho de que la separación sea posible: si fuese
Un rasgo de mi padre que merece ser recordado imposible, todo andaría mejor.
El vendedor de palomas sabe que si toma dos palomas
Un día volqué un salero sobre la mesa. Mi padre, que era entre las más irreconciliables (¡pero macho y hembra!) y
irascible e impulsivo, comenzó a regañarme de tal ma¬ las mete en la misma jaula, acabarán por acoplarse.
ñera que llegó hasta a decirme que yo era un hijo pródi¬ ¡Qué seguros son los actos de Dios! Con dos gallos se¬
go y otras cosas por el setilo. Protesté entonces y le recor- ría imposible, se matarían; pero con un macho y una
dé un antiguo episodio familiar, cuando mi hermana hembra deben adaptarse; cuando sea simplemente im¬
Nicolina rompió una sopera de valor y mi padre nada posible que se separen, ya veréis cómo las cosas se arre-
dijo fingiendo no haberse enterado. Me respondió: «Y glan por sí solas.
bien, mira, ése era un objeto precioso y no hacían falta
los regaños. Tu hermana se daba perfecta cuenta de lo
que había hecho. Pero cuando se trata de una cosa insig¬ Las prédicas de Mynster y yo
nificante, entonces es preciso el regaño.»
Esta historieta contiene algo de la grandeza de la anti¬ Yo he sido educado en las prédicas de Mynster; pero por
güedad; esa objetividad que no regaña, según la impre¬ mi padre, por un hombre ingenuo, sencillo, serio y seve¬
sión individual, sino de una manera puramente objetiva, ro a quien por nada en el mundo se le hubiera ocurrido
según la necesidad del reproche. actuar de una manera distinta.
316 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 317

Si hubiese sido educado por Mynster, entonces natu sufrir, aunque haya logrado calmarlo un poco; temer
raímente habría aprendido que sería un utópico quien l|IIC la enfermedad retorne y que, luego, estando en mi
quisiera practicar el lunes, el martes y todos los días de rasa, se dé un hecho que comenten todos los periódicos!
la semana, etc., lo que está escrito. ¡Eso no es todo! No hace mucho tiempo (cuando toda¬
¡Qué diferencia! ¡Ay! ¡Y qué sátira de Mynster he re vía vivía en casa del curtidor), volviendo un día a mi
sultado yo al fin y al cabo! Esto no se ve; pues la piedad hogar, noté que alguien debía de haber estado revolvien¬
que he heredado hacia él la conservo intacta, y cierta do en mi escritorio y en una de mis cajas, la de caoba;
mente que me ha sido útil al impedirme que exagere; puede ser que yo mismo, al salir, haya olvidado cerrarla,
cosa por otra parte extraña a mi naturaleza, porque es .unique es casi inconcebible; de todos modos resulta
mi característica la circunspección al servirme de aque muy molesto. Tales cosas hacen que la casa se me vuelva
lio que súbitamente podría causar arrebatos. Además, desagradable, aunque uno disponga, como en mi caso,
depende también de que hace mucho y muy profunda de los más fíeles servidores. Me era desagradable a cau¬
mente, haya comprendido que representó a la excep de Anders,2 de Anders, que me había dado muchas
sa
ción. satisfacciones.
Y cuando uno regresa a su casa fatigado, añadir a esto,
a menudo herido por la brutalidad a la cual me veo ex-
Mi casa puesto a diario: ¡Oh predicar el cristianismo en semejan-
lescondiciones es muy distinto que ser pastor!
Cuando uno vive solo como yo, tanto más se circunscribe Y luego carecer de medios para continuar escribiendo:
a su hogar y desea tener paz por lo menos allí. porque cuando me pongo a escribir me olvido de todo.
¿Cómo es mi casa ahora? En casa del curtidor de pie
les el verano pasado sufrí de una manera indecible por
causa del hedor, y no me vi con ánimos para quedarme ¿Es la naturaleza humana cristianamente entendida una
otro verano, aparte de que el precio era demasiado caro. unidad o una dualidad?
Donde vivo ahora sufro intensamente el reflejo del sol
durante la tarde, de tal manera que en los primeros Se habla mucho hoy en día, y los filósofos naturalmente
tiempos temí volverme ciego. lo saben, de que la naturaleza humana es unidad —tam¬
Y ahora se suman las preocupaciones por mi criado bién mi hermano lo expone así en el pequeño artículo
Strube; el hombre en quien tanto confiaba, que había dirigido a la convención de los pastores—. En resumen,
heredado de mi padre y tratado durante veinte años, a es un argumento con el que suponen hacerse fuertes
quien consideraba uno de esos trabajadores sanos y fuer¬ axioma, el de que la naturaleza humana es
como con un
tes: precisamente él, mientras está a mi servicio enlo¬ y debe ser una unidad.
quece; es preciso internarlo en el hospital porque le ha Durante la última entrevista que mantuve con Myns¬
atacado la manía de reformar al mundo entero, etc. ter, le hice la pregunta a propósito de Nielsen, del cual
Cuando uno está empeñado en una labor espiritual dijo: «A Nielsen no logró comprenderlo; me parece que
como la mía, desea disfrutar de un ambiente de familia, quiere hacer del hombre una dualidad.» A lo cual res-
como el que imaginé que me proporcionaría Strube; ¡y
ahora todas estas preocupaciones por su causa! ¡Verlo 2. Anders, criado de Kierkegaard. (N. de la t.)
318 SÓREN KIERKEGAARD 319
DIARIO ÍNTIMO

pondí: «Y bien: ¿y si fuera realmente así? ¿No es ése aca¬


propia vida consiste en cosas que no pueden compren¬
so, Excelencia, el pensamiento del cristianismo, la lucha
derse. De esto un adulto se avergüenza, especialmente
que se entabla en cada hombre entre el hombre natural
en nuestros tiempos especulativos y cuanto más especu¬
y el hombre nuevo, una lucha que ha de durar toda la
lativo sea uno: entonces se sustituye la profundidad por
vida?»
la especulación, para esquivar la cruz.
Le expuse mi punto de vista al respecto, más o menos
Y la cristiandad es cómoda: por eso su tendencia a la
en los siguientes términos:
unidad. Se convierte a la categoría cristiana, a lo que
La categoría de la relación entre el hombre y lo huma¬
debe valer para toda la vida, en un momento transitorio,
no es la que mejor entiendo cuanto más pienso en ella.
en un «pasaje». Al principio resulta incomprensible,
En la relación entre el hombre y Dios, la categoría en
pero poco a poco. etc. Es decir: se hace entrar de con-
cambio es: cuanto más pienso en la divinidad, menos la
trabando el deseo del hombre natural de querer com¬
entiendo. Dos calidades heterogéneas no pueden jamás,
prender, ¡obteniendo así la auspiciada unidad del pro¬
en virtud de su mutua relación continuada, convertirse
pio ser y las comodidades! Porque con esta unidad
en homogéneas: su diferencia de calidad, la heterogenei¬ desaparecen las inquietudes y la aspiración, el temor y
dad se hace por el contrario más evidente. Toda religio¬
el temblor que han de valer para toda la vida.
sidad sincera, por serlo es en cierto sentido una regre¬ Que la dualidad sea esencial a la naturaleza del hom¬
sión, o lo que es lo mismo, nunca un progreso directo.
bre es resultante por otra parte del principio mismo de
Cuando era niño creía estar más cerca de Dios; a medida que Dios debe ser un dominador absoluto. Observad a
que avanzo en edad y descubro que los dos somos infini¬
un tirano que entienda de veras del placer de dominar.
tamente diferentes, tanto más hondamente experimento
¿Acaso se contenta con dominar de una manera directa?
el infortunio, y por consiguiente, in casu:3 tanto menos
No, para gozar del placer del dominio, inculca una dua¬
comprendo a Dios, es decir, me resulta cada vez más evi
lidad a los demás hombres: se transforma a sí mismo en
dente lo infinitamente sublime que Él es. algo incomprensible y justamente por esa inaccesibili¬
Por lo tanto: cuanto más progreso en lo relativo a pen¬
dad obtiene de los otros una adoradora dedicación. En
samiento, inteligencia y comprensión, tanto más natural
las relaciones de hombre a hombre esto constituye una
se me hace el deseo de querer comprender cada vez más.
impiedad. Pero Dios no puede hacer otra cosa: Dios no
Pero he aquí que entonces menos comprendo a la divini¬
puede ser el superlativo absoluto de las cosas humanas:
dad (a causa de 1¿ relación inversa entre las calidades).
Él es diferente cualitativamente. De ahí deriva ante todo
Y cada vez que esto ocurre, parece como si el cristianis-
la incomprensión que crece con el desarrollo de la razón
mo se me pusiera al lado para decirme: «¿Acaso quieres
humana, y así también, a su vez, adquiere poder la fe
abandonarme?» El creyente responde: «¡Oh, no! Claro que cree contra toda razón humana.
que quiero creer. Tal es la potencialidad de la fe: cuanto
menos comprendo, con tal de creer, más intensa será
la fe.»
La metamorfosis de Lutero
Pero la cristiandad es vanidosa, quiere sustraerse a
esa cruz, a la humillación de confesar llanamente que la
Los contemporáneos de Lutero, especialmente aquellos
que estaban más cerca de él, le vieron como a un héroe de
3. En esta circunstancia.»
la fe, víctima primero de la melancolía, y luego presa de
320 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 321

los escrúpulos más horrendos: como a un hombre piadoso, contraído en virtud de lo absoluto del vínculo con Dios
y como tal esencialmente un extraño en el mundo. que puede llevar hasta aborrecer al padre y a la madre
Al poco tiempo concibieron una idea distinta: lo vieron (Luc. 14-26).
como a un héroe político y el santo y seña con el que lo El judaismo es un temor a Dios que tiene su patria en
recordaban fue: —¡Escúchame tú, Papa, yo seré! etc. este mundo, el cristianismo es el ser ajeno a este mundo
Pero mudaron de opinión, una vez que el Papa fue ven- Web. 11-13).
cido; lo concibieron entonces como a un hombre munda¬ Para el judaismo la merced del temor a Dios es la ben¬
no, amante de los placeres de la vida; el santo y seña, ya dición en este mundo, para el cristianismo es el odio a
sea del clero, ya sea de los laicos, fue entonces: este mundo.
— ¡Quién no ama a las mujeres, el vino y los cantos!
De una manera muy popular se podría decir hoy que
La lucha que el cristianismo anuncia que introducirá
en el ámbito mismo de la piedad, el judaismo debe con¬
la importancia de la reforma consiste en que Lutero siderarla como impiedad; por lo tanto, lo más lejos posi¬
haya restablecido en sus derechos, dentro de la Iglesia ble de ser una expresión del temor a Dios.
cristiana, a las muchachas, al vino y a los juegos de nai¬
pes como elementos integrantes; más aún, como a la vcr-
dadera perfección, ¡en contraste con la imperfección que IMS bodas de Caná (J. 2-1 ss.)
existe en la pobreza, la oración y el ayuno! En tal sentido
su memoria se podría celebrar mejor con el siguiente La cristiandad se ha afanado de un modo espantoso con
brindis, cantando en coro por el clero y los fíeles: estas bodas, pretendiendo demostrar vaya a saber qué
«¡Brindemos por Martín Lutero! ¡Viva Lutero! cosas.
«¡Abajo quien se niegue a beber en honor de Martín Ante todo, la circunstancia de que Cristo estuviera
Lutero! ¡Viva Lutero! presente en la boda no prueba nada con respecto al ma¬
«¡Éste sí que es un verdadero brindis! ¡Viva, viva Mar trimonio. Como Maestro, era su obligación estar en to¬
tin Lutero!» das partes, dispuesto a buscar la oportunidad de ense-
También se podría, para guardar su memoria, hacer ñar. Porque no era Él un profesor que lee a ciertas horas
que su retrato se convirtiera en la sota de espadas. Alzar ex cathedra, dispensas... Por lo tanto, nada significa. Por
columnas en su honor no basta, dar su nombre a uno de otra parte, por el hecho de que Él participara en convites
los días del año no basta. No, convertidle en la sota con fariseos se podría demostrar que Cristo era defensor
de espadas, ¡y no habrá eclesiástico que no tenga mo de los convites y de los fariseos.
ti vos para no recordar a menudo a Martín Lutero y a la «Pero convirtió el agua en vino para alegrar a los
Reforma! comensales.» Muy cierto. Pero sabido es que Su Ma¬
dre debió forzarle y que primero Ella soportó un re-
proche; Él, pues, no estaba muy dispuesto a hacer el
Cristianismo. Judaismo milagro.
Si a juzgar por este hecho se debiera pronunciar uno
Tan sólo en esto se puede ver su heterogeneidad. El ju acerca del pensamiento del cristianismo a propósito del
daísmo presenta la vida de familia como una forma matrimonio, deberíamos decir: el matrimonio se vincu¬
del temor a Dios: el cristianismo deshace todo vínculo la con el cristianismo como María con el milagro; en el
322 SÓREN KIERKEGAARD 323
DIARIO ÍNTIMO

fondo, el cristianismo no quiere mezclarse en ese en O lo uno o lo otro, y al reducir el


asunto; mismo, como digo
se mantiene indiferente, sea que te cases o no a mera función inferior.
te cases neto de la generación
Pero la mujer ruega para que así sea, y que se sienta pudor con respecto
entonces el cris ¡ No es extraño, pues,
tianismo cede y por un momento concuerda con la ide;t que procrean representan tan sólo el
.1 la sexualidad! Los
de la mujer sobre el matrimonio. se expresan a sí mismos en el momen-
aspecto más bajo,
están determinados por el
to del acto de la generación,
aspecto más bajo de su naturaleza, o mejor aún, por el
Notas minúsculas síntesis, en la dirección del aleja-
punto extremo de la
miento del espíritu. Pero precisamente esta conciencia
El 9 de agosto de este año (aniversario de la lo que constituye el pudor. El
mi padre) era viernes. Comulgué.
muerte clr de alejarse del espíritu es
pudor, o más bien el pudor está en
La prédica de Lutero que me tocó leer ese día espíritu consiste en el
El animal no siente pudor ni
tante extraña, sobre un versículo de Santiago:
era bas¬ que uno se. siente espíritu.
cuanto menos uno es espíri-
don es bueno y perfecto...» (Sant. 1-17). «Todo tampoco el hombre bestial:
tu, tanto menos es púdico.
El día en que mandé el manuscrito a la
imprenta,
la prédica de Lutero que me tocó leer era sobre
el texto
de san Pablo: «Las tribulaciones de estos
{Rom.
tiempos...» De mí mismo
8-18).
Extraña coincidencia: me ha impresionado profunda Hay. en mi naturaleza una dualidad. Estoy (creo poder
mente, dado que no recuerdo con en posesión de una prudencia
anterioridad la prédi decirlo sin exageración)
ca que me toca leer. eminentes; pero ¡ay de mí!, soy
y de una inteligencia
El 8 de setiembre (aniversario de mi noviazgo) tiempo por cuanto no soy rea¬
domingo este año y el Evangelio es: «Nadie puede
cae en también un hijo de mi
servil cio a hallar una cierta satisfacción en ser el más inteli-
a dos amos a la vez» {Mat. 6-24, 33).
gente.
Así, en cualquier caso entiendo cuál es el partido más
Sobre el pudor en relación con la sexualidad. luego hay en mi fuero interno un entu-
Montaigne dice que es extraño que se considere prudente. Pero
como siasmo, un melancólico titubear acerca de los grandes
„ .
despreciable una cosa a la que todos debemos cómo la verdad debe sutrir, no
existencia. Piensa que el pudor es más bien una
nuestra Modelos que demuestran
con astucia y hago todo lo
reserva logro persuadirme de actuar
excesiva. Así lo han creído no pocos incrédulos.
Pero a ello es preciso responder lo siguiente: contrario. intensas,
sólo en Por esto, según creo, mis acciones son tan
parte el hombre debe su existencia al acto un esfuerzo inmenso. Aún
de la genera¬ pero también me cuestan
ción. Existe también un momento creativo responsabilidad sea tan grande,
que debe por el hecho de que mi
atribuirse a Dios. Con el ser humano no sucede lo mismo cuál era la decisión más pru¬
que con los animales, entre los cuales pues he visto claramente
cada criatura es dente.
sólo una copia. Quien verdaderamente se de fe; pero a la vez están expues
espíritu (porque cada hombre está destinado
convierte en Éstos sí que son actos
a ser espí¬ tos, en los momentos de flaqueza, a convertirse en blan
ritu) asume de una vez toda su
naturaleza al elegirse a sí co de los escrúpulos.
DIARIO ÍNTIMO 325
324 SÓREN KIERKEGAARD

puesto que no habrá tiempo para pensarlo, ya que la


idea colma por completo a ella y a su tiempo.
Clara Raphael 4
(Crítica) Un día comulga, algo muy original también para una
(al librepensadora... y hace voto a Dios de que quiere
Urta señorita. Nombre completo: Clara Raphael. Edad: vivir para su idea; un voto con el cual ha puesto a Dios
veinte años. Aspecto: gracioso. Religión: librepensadora. en una situación embarazosa debido a la originalidad de
Profesión: gobernanta en casa de un superintendente. su idea, es decir, al fin y al cabo de su absoluta carencia
Carácter original, como lo dice ella misma, su amiga de ideas.
Matilde, y muchas respetables señoras y señores de la Pronunciado el voto, regresa a casa y al instante se
vecindad en el lugar donde trabaja como gobernanta. enamora. Pero Clara no es tan sólo virtuosa como su
Concibe una idea no menos original... «Quiere ser ori¬ Charles, es una heroína: no se casará.
ginal.» ¡En realidad es original de veras! Sufre tanto debido a esta resolución, que enferma; na¬
Según parece, ella misma considera esta determina¬ die sabe cuánto sufre ella, dice su amiga más íntima; y
como nadie está más cerca que ella para saberlo y ella
ción muy insuficiente, y empieza a pensar buscando una
idea para la cual vivir y además permanecer soltera, no lo sabe tampoco, entonces nadie lo sabe.
porque no quiere casarse. No, al claustro no quiere pertenecer, quiere vivir para
¡He aquí a la idea: la emancipación de la mujer! Todo la idea, y hela aquí convertida en fundadora de una or¬
acaba ahí. Por sus cartas no se logra saber nada más den novísima: se casa, en efecto, con su amado... ¡pero
concreto acerca de esa idea, cosa bastante original. Si la como hermano y hermana!
idea fuera más concreta, podría ser que la compartiese Verdaderamente, es un tipo de claustro original.
con alguna otra persona: pero ella se ha asegurado la Una observación más acerca de esta idea original: ¡un
reserva de su originalidad. matrimonio entre hermanos! Como la frase habitual de
las novelas: «Le estimo mucho pero no puedo amarle»,
La idea, elegida a causa de su infinita abstracción , no
parece en modo alguno que pueda impedirle el matri¬ así también dice Clara: «Puedo amarlo sólo como her-
monio (ojalá con un viudo con diez hijos). Clara Ra¬ mana.» Por lo general, esto indica que una pareja no se
phael, sin embargo, permanece inquebrantable: no se casa. No es tan original como para que no se lo compren¬
casará, vivirá para su idea. Originalidad casi incom¬ da. Pero que esto signifique matrimonio es un hallazgo
prensible. Pues cuanto menos molestias proporcione ciertamente original, un hallazgo casi indecente, y todos
una idea, mayor será la originalidad al mantenerse fir¬ estarán de acuerdo conmigo, por cuanto él, por otra par¬
mes. Pero, claro está, cuando la idea no es tan abstracta, te, está muy lejos (lo mismo que yo) de ser tan puritano
es decir, vacua, entonces al final la idea se vuelve decisi¬ como para considerar (como el señor Zierlich) que es in-
va para uno; y no se trata tanto de decidir no casarse, decente que dentro de un armario cuelguen juntas ropas
de hombre y de mujer. Si seguimos por este camino,
4. Editado por I. L. Heiberg. Su autora, la señorita Matilde Fibiger dentro de poco una pareja de hombres deseará que le
fue quien, como jefa de enfermeras del Frederick Hospital, atendió solí¬ impartan la bendición nupcial, lo cual no es menos inde¬
citamente a Kierkegaard durante su última enfermedad. Emil Boesen, cente que casarse para vivir como hermano y hermana.
amigo y confidente de Kierkegaard en su juventud, cuenta en el Diario
de la última enfermedad cómo Clara Raphael fue afectuosa con Kier¬
El libro tiene una particularidad: un amplio prólogo
kegaard hasta el momento de la muerte. (N. de la t.) del editor (dócil servidor del sistema, inolvidable autor
326 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 327

de premisas; más tarde, aunque no abiertamente, profe¬ go de haber pasado un tiempo y de haber conocido un
sor llevado a las estrellas de un modo astronómico, aho¬ progreso en el bien: cuando un hombre en circunstan¬
ra propugnador y patrono del claustro... ¡del claustro de cias semejantes, tal vez por azar, se entera o lee algo a
Clara Raphael!), el señor director del Teatro, consejero propósito de otro hombre, reo de la misma culpa, quien
de Estado, caballero Heiberg. En su prólogo hace todo lo se ha perdido; entonces despierta el terror. En el primer
posible para demostrar que el libro es una obra extraor¬ momento de la culpa el pecado tiene poder de autocon-
dinaria, lo peor que podía hacer para sí mismo y para el servación; y en cierto sentido, esto le da fuerzas, fuerzas
libro. Demuestra que la concesión protestante en mate¬ lísicas, fuerzas de la desesperación, para que no repare
ria de claustro es... ¿cuál?, ¿la de casarse? No, esto no, no en la culpa.
la de casarse como hombre y mujer, sino como hermano
y hermana; en resumen, lo que el protestantismo entien¬ íM charla engendra la charla
de por claustro es un matrimonio teatral: un matrimo¬
nio dentro del cual se vive célibe por una idea. Cuando en alguna reunión social entra alguien que po¬
Pero el mérito del descubrimiento y de haber introdu¬ see verdaderos conocimientos acerca de un tema cual¬
cido la idea en el mundo, el editor lo concede incondicio¬ quiera, sobre el cual quizá todos quisieran discutir, la
nalmente a su defendida, Clara Raphael; se reserva tan conversación cesa de golpe; las gentes enmudecen, lo de¬
sólo algunas posibles objeciones, como por ejemplo, en jan hablar frunciendo severamente el ceño, porque com¬
contra de la doctrina de Clara Raphael sobre la Trini¬ prenden su superioridad. En cambio, cuando entra al¬
dad. guien que apenas si sabe abrir la boca, demostrando al
Tal vez Heiberg contaba con que el profesor Marten instante que no conoce un ápice más que los otros, en-
sen se viera impulsado, por esta muy importante contri lonces se entablará una animada conversación.
bución al dogma de la Trinidad, a tratar el tema más a Y así también en situaciones mayores, en la literatura:
fondo. Porque es imposible que esté de acuerdo con ella una obra de valor no tendrá crítica ni mención alguna,
en lo del claustro así proyectado, un claustro de mesco en tanto que a lo que a la mediocridad se refiera, se le
lanza, por no decir de ayuntamiento; dado que el prole liará publicidad en todos los periódicos. Pero la obra de
sor Martensen, según su dogmática, transporta la vida valor sólo será objeto de envidia secreta.
claustral al otro mundo, donde nosotros los muertos nos
abstendremos del matrimonio más rigurosamente que
Adán antes de la creación de Eva.
Si nadie quiere encargarse de la tarea de poner en
guardia contra la invasión de esta coquetería estética en
el dominio de la religiosidad, yo, de todos modos, no me
he quedado mano sobre mano.

Arrepentimiento
El terror de la culpa, el pecado, desde luego no es mas
fuerte en el primer momento. Por el contrario, lo es lúe
DIARIO ÍNTIMO 329

ciona a sí mismo mostrando que al fin y al cabo se trata


para nosotros de un problema de conciencia.

Indicio psicológico de un problema de conciencia


22 DE ENERO DE 1851 AL 30 DE AGOSTO DE 1852 Quien padece un problema de conciencia, no sólo no
busca la ayuda terrenal, evitar los peligros, hallar el
modo «más fácil», sino que sale al encuentro de los peli¬
Lo viejo. Lo nuevo gros. Se crea por sí mismo la dificultad, escoge el modo
más difícil. Porque le preocupa sólo una cosa: la duda de
Es verdad que lo que digo es algo muy anticuado. Pero,
haber cometido tal vez un error, que el asunto no sea un
prestad atención, que después del año cuarenta y ocho se problema de conciencia; y a fin de aclarar esta duda, los
está volviendo muy nuevo.
peligros ayudan.
Cuando falta ese síntoma, no existe en el más riguroso
« Constricción de conciencia» de los sentidos, un problema de conciencia.
Tranquilo como un funcionario de banco, que a la me¬
nor señal nota que el billete es falso... así digo yo tran¬
Ninguna otra expresión, en materia de seriedad, es tan
quilamente: cuando falta ese síntoma, falta también el
astuta, por ser tan inmensamente comprometedora.
problema de conciencia. Pero no digo luego: ¡cuando el
¡Es tan fácil... tan solemne, invocar la conciencia y la¬
síntoma existe es absolutamente seguro que existe un
mentarse de presiones sobre la conciencia!
problema de conciencia!
Pero, ¡cuidado!: lamentarse de presiones sobre la con
ciencia puede muy fácilmente ser una autodenuncia.
Puedo, por ejemplo, lamentarme de que mis zapatos
luí Ética de Fichte
me aprieten sin denunciarme a mí mismo como culpa
ble, porque en este caso probablemente el culpable será
Esta fraternidad será el pretexto para que desaparezcan
el zapatero.
la propiedad, el matrimonio, la familia y la diferencia
Cuando uno dice que siente una presión sobre la con
misma de talento y de habilidad personal: «El amor fra¬
ciencia y no puede hacer otra cosa que lamentarse, se
trata con seguridad de una presión exterior; esto es ver
ternal será proclamado de improviso como fuerza revo¬
lucionaria, liberadora: ¡una contradicción muy rara!»
dad. Pero por otra parte, además, la libertad no ha real
Y nos demuestra que el derecho es lo que nos vuelve
cionado lo suficiente como para proponerse arriesgarlo
¡guales en este sentido y no el amor.
todo. Porque si he procedido así, si lo he arriesgado ah
solutamente todo, estoy en buenas relaciones con mi Habría pedido decir, con mayor energía, que el amor
es justamente aquello que conserva la diferencia, puesto
conciencia.
que no procura la propia ventaja, sino la del prójimo:
Pero, por lo general, las cosas suceden de la siguiente
por el contrario, le alegra que el prójimo la alcance, o
manera: uno siente un peso pero no está dispuesto n
que posea algo que yo ni soy ni tengo (1 Cor. 13-4).
arriesgarlo todo, y entonces se lamenta; es decir, se trai
1

330 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 331

Pero la más tremenda mistificación de los tiempos


modernos es la de que el egoísmo pase por amor, de tal
manera que muestre exigencias en lugar de ser quien da. La libertad
Amor consiste en decir: aunque los otros tuvieran tales y
tales ventajas y yo no, aunque fuera el único que no las Tanto san Agustín como muchos modernos han demos¬
poseyera, me sentiría contentísimo por los demás. trado que es ilusión el concebir a ese libre arbitrio en
Egoísmo consiste en decir: si yo no tengo esta ventaja, abstracto liberum arbitrium; como si un hombre en todo
que nadie la tenga tampoco. momento de su vida se hallara siempre provisto de esta
Y vemos otra vez que la mentalidad moderna se redu¬ posibilidad abstracta, de manera que en el fondo no se
ce a esa desdichada caricatura de la religión que es la moviera jamás del mismo sitio; como si la libertad no
política. fuese al mismo tiempo un estado histórico.
Pero la política es el egoísmo disfrazado con la másca¬ Me parece que esto puede aclararse de una manera
ra del amor, es el más tremendo de los egoísmos, el pro¬ muy sencilla. Pensad en una balanza de precisión: des¬
pio Satanás con figura de ángel luminoso (2 Cor. 11-14). pués de haber sido usada aunque sólo sea durante una
Sí, en verdad, el favorito debería decir: todo me lo qui¬ semana, ya tiene historia. El propietario está ahora al
tan, pero por lo menos que tengan la honradez de no corriente de este hecho histórico: que la balanza tiende a
hacerlo en nombre del amor. inclinarse hacia uno u otro lado; una historia que prosi¬
A menudo nos horrorizamos ante la crueldad refinada gue según el uso que de ella se haga.
con que en otros tiempos el poder eclesiástico entregaba También la voluntad tiene una historia, historia inin¬
un hereje al brazo secular a fin de no mancharse las ma¬ terrumpida, que puede hacer que un hombre pierda al
nos con sangre, llegando hasta suplicar que se evitase linal hasta la facultad de poder elegir. Aquí no acaba la
el derramamiento de sangre; ¡lo cual significaba que el historia. Porque, como dice muy justamente san Agus¬
condenado habría de ser quemado! tín, ese estado es el castigo del pecado, y también es pe¬
¡Oh! ¡Pero no hay menos refinamiento cuando el más cado. El concepto del pecado nos atrapa de todos modos.
tremendo egoísmo, ese demonio desencadenado, se hace No se trata de un hecho exterior, es decir, que el castigo
pasar por amor y exige, en tanto que todo lo nivela, que consista en otra cosa; no, el castigo (la recaída), aunque
lo adoremos y que lo veneremos... como amor! sea un castigo, es a su vez otro pecado.

Hombre. Mujer h> interesante y la delincuencia: una reduplicación


de una existencia delictuosa
Así como la tentación de la mujer estriba en abusar de la
astucia (por ejemplo, engañar), así también el hombro No se presta suficiente atención a que, así como todo
está expuesto a la tentación de abusar de la fuerza. progresa en el ámbito de la reflexión, otro tanto sucede
En el fondo, éste es un cumplido que se hace a la mujei on el del delito.
indirectamente, una manera de admitir que en lo relativo El tipo de un delincuente similar reflejo es, por ejem¬
a astucia ella es el sexo fuerte, y que la culpa de la mujei plo, el siguiente: se trata de un joven culto, dotado de
se revela siempre con más fuerza que la del hombre. cultura científica, musical, sensible a todo género de im-
332 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 333

presiones; que escribe poesía y frecuenta los salones; en to, pensará: «Sí, antes se comportaba así, pero ahora es
resumen: es «interesante». Las mujeres hallan en él una mejor. ¡Tiene tanta personalidad, es tan sensible, culto,
esfumatura de melancolía y cuando a veces se murmu¬ interesante y melancólico! »
ra: «Éste debe de haber hecho algo...», las mujeres opi¬ Pero no es de extrañar que un delincuente así se vea
nan que debe de tratarse de una cosa pasada hace ya comprometido en ese tipo de crímenes que atañen a la
muchos años y que de ahí proviene su melancolía, pero policía, porque por una parte siempre existe algún de¬
que ahora es honrado y amable, «¡y tan melancólico!». tective experto en la materia, que sabe cómo la facilidad
Así es el hombre. Pero es preciso vivir, más aún, llevar que esas gentes poseen para inducir a engaño los con¬
un tipo de vida en gran estilo. De modo que ha hallado vierte en los más calificados entre los delincuentes, y por
un modo de ganar dinero; por ejemplo, en secreto dirige otra parte, siempre permanece vigente la idea de que se
una pequeña banda de ladrones a la que dedica cierto trata de crímenes auténticos.
tiempo, se ocupa personalmente de sus asuntos, pero en Tomemos a un delincuente reduplicado de esta mane¬
secreto, reservándose del 30 % al 50 % del botín. No ra, pero no culpable de latrocinio ni de bandidaje: no,
puede ser de otra manera. Así como un funcionario tra¬ vive de la calumnia. Para eso se sirve de los periódicos.
baja durante ciertas horas al día, como un comerciante Ante todo, se protege con extrema prudencia, y luego
negocia a su modo, así también su oficio es el de procu¬ calcula: «...necesito tanto y tanto para llevar una vida
rarse de esa manera el dinero, porque dinero necesita, y brillante. Lo ganarás con la calumnia. ¡Cuidado con
mucho. tambalear!: es tu oficio, tu negocio; por lo demás, haz
La idea (del delito) en el fondo no existe para él; en todo lo posible por mostrarte amable, agradable; trata
virtud de un endurecimiento demoníaco, ha tomado de¬ de gustar en la alta sociedad que frecuentas...»
finitivamente ese camino; es preciso calcular tantos No existe detective capaz de atrapar a un delincuente
delitos por año para vivir como un caballero elegante. similar, ni tribunal que lo juzgue. En el fondo, la opinión
Cuando de ello se trata no vacila. Para todo lo demás, pública lo hace todo. Y la opinión pública está formada
procura ser amable, agradable y disfrutar de la vida de por esos numerosos millares de hombres decentes pero
la alta sociedad. ingenuos, y por esa clase de mujeres, etc., gentes que no
La reduplicación consiste en lo siguiente: lleva una entienden nada de reduplicación, incapaces por comple¬
doble vida. Cuando uno imagina un «talento extravia¬ to de pensar que pueda existir algo semejante, «que él...:
do», o «un joven en el mal camino», «un simple y perfec¬ ¡no, si es tan interesante, amable, bondadoso, emotivo,
to delincuente», etc., ninguno de ellos lleva una doble melancólico, etc.!». Al final, la situación puede cambiar:
vida. No, cuando el talento se extravía, se extravía en surge un sereno observador que con su mirada aguda
todas sus manifestaciones, etc. La reduplicación, en descubre en él al delincuente y lo trata como a tal, pero
cambio, es la conciencia demoníaca: poder actuar, se¬ entonces este observador es acusado de calumniador,
gún una norma fija, como delincuente al tanto por cien¬ acusado de sentir rencor por el amable...
to anual, y al mismo tiempo ser amable y culto, etcétera. ¡Cuán pocos son los verdaderos expertos en el campo
Un similar delincuente «reduplicado», naturalmente de lo demoníaco! Y justamente la reduplicación es de¬
es de los más peligrosos; engañará a las mujeres, a la moníaca; lejos de constituir una excusa, es, por el con¬
mitad de los hombres, y desorientará a los policías más trario, lo tremendamente calificativo. Pero lo demonía¬
expertos. Quien no le haya sorprendido en flagrante deli¬ co tienta; y aún aquellos que conciben alguna sospecha
334 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 335

con respecto a un hombre semejante, se sienten tenta¬ lo siguiente: hasta nueva orden, hasta que no se haya
dos, sin embargo, a suponerlo un hombre de bien, a con¬ demostrado que ha nacido un niño que tenga como dis¬
siderar que existe aún en él un lado bueno. posición natural la abnegación, mantendré la vieja per¬
Nota: Como es sabido, en general pocos son más bue¬ suasión de que lo humano y lo cristiano contrastan cua¬
nos y generosos que las mujeres públicas, y nadie más litativamente. Y lo de nacer con espuelas de que habla
propenso al llanto que un delincuente: se trata de emo¬ Voltaire no es tan imposible, por lo menos no hay en ello
ciones que nada significan. ninguna contradicción; pero que la disposición natural
Nota: Y si luego sucede que la situación cambia de ma¬ sea la abnegación, eso es completamente absurdo.
nera que un demoníaco semejante pueda obtener el mis¬ Sin embargo, así lo escriben ahora por todas partes.
mo beneficio pecuniario que le es indispensable, por me¬ Uno escribe un libro sobre la unidad de lo humano y de
dios honrados, todos se regocijan como si se tratase de lo cristiano; otro lo cita modificándolo un poco, etc.:
una conversión. ¡Sin duda respira aire de conversión! ¡puras monstruosidades! Nadie piensa en hacer por
Pero apenas no pueda obtener por medios honrados cuenta propia este ensayo inocente: cerrar tras de sí la
los recursos y las influencias que desee, tal vez vuelva propia puerta, y hablando francamente consigo mismo,
tranquilamente a las viejas prácticas. Porque lo demo¬ preguntarse: ¿Pero puede ser verdad?
níaco consiste precisamente en esa tranquilidad con que
decide que necesita tanto por año para vivir y tales y
tales apoyos. Eso ha de obtenerlo á tout prix.' Sócrates

¡Qué natural es! Primero se ocupa de la naturaleza (estu¬


Lo existencial dios naturales, de astronomía y otras materias simila¬
res): luego pasa a ocuparse de los hombres como mora¬
Cada vez que alguien existencialmente hace progresar lista y aquí se detiene.
un paso a la causa, llega una generación de docentes y Ahora se procede al revés. Comienzan con los hom¬
charlatanes que transforman el progreso en doctrina; es ines, y luego, aburridos, se dirigen a la naturaleza.
decir, que se retrocede. Ejemplo: Rousseau.

Lo humano. Lo cristiano De mí mismo

«Lo humano y lo cristiano se identifican perfectamen¬ El domingo 18 de mayo prediqué en la iglesia de la Ciu-
te» : ésa es la tesis, el santo y seña de nuestra época. Pero cladela. Versaba mi primer y querido texto sobre el capí-
es la exacta expresión de la abolición del cristianismo. lulo I de la Epístola de Santiago. Hablaba también, lo
Voltaire se supone que dijo que no creería en la heren confieso, pensando en «ella»; ítem, suponiendo que ella
cia nobiliaria hasta que no se le probara, historia en habría sentido placer en escucharme.
mano, que un niño había nacido con espuelas. Yo diré Al principio sufrí mucho por cualquier esfuerzo, como
me pasa cada vez que debo emplear mi personalidad
1. A cualquier precio. En francés en el texto. (N. de la t.) i orpórea.
336 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 337

La prédica resultó bastante bien; pero mi voz era tan Esto me impresionó.
débil que en la iglesia se quejaban de que no lograban Pero no quería renunciar a ese proyecto; creía que era
oírme. mi deber esforzarme más. Y mi sufrimiento se hizo más
Cuando regresé a mi casa me sentía bastante bien, ex¬ intenso.
citado; había pensado en pronunciar algunas prédicas Recordé entonces que ya otra vez había intentado so¬
de ese tipo durante el verano, naturalmente que después brepasar mi límite, y ahora descanso con las palabras
de una oportuna preparación. dichas: «Para que nadie me tenga en más de lo que pue¬
Luego fue evidente que me exigían un tiempo desme¬ de sacar viéndome u oyéndome y por lo extraordinario
surado y que me fatigaba demasiado. de las revelaciones.» Mi tarea es la interiorización, hay
Entonces se me ocurrió pensar: Nunca podrás predi¬ en mí mucho de poeta.
car ex tempore. 2 El domingo dieciocho, por la mañana, había rogado a
Esto me impresionó. Habría intentado la solución ex¬ Dios que algo nuevo naciera en mí (no sé cómo se me
trema. ocurrió). Además un pensamiento se me impuso: así
¿Qué pasó entonces? El lunes me sentía completamen¬ como los padres educan a sus hijos y luego los llevan al
te agotado. bautismo, así también era éste el «bautismo» al cual
Así transcurrieron varios días. No abandoné la idea de Dios me conducía.
predicar ex tempore y de hacer resaltar la realidad cris Y en cierta forma también esto sucedió: que algo nue-
tiana existencialmente todo lo posible. vo ha nacido en mí, porque ahora comprendo mi tarea
Pero sentía que el proyecto contrastaba con todo de escritor de otra manera, ahora está consagrada a di¬
mi ser. fundir la religiosidad de un modo directo. Y he recibido
Me debilitaba cada vez más, pero no renunciaba por ese «bautismo» según creo.
completo a la idea. Hube de renunciar, sin embargo, la ¡Oh, sobre todo me preocupaba por arriesgarme tanto
vez siguiente. a causa de la otra inquietud que me atormenta: la econó¬
Luego enfermé de veras. Ese dolor desdichado y peno mica! Y temía tanto que fuese un error grave, en lugar de
so, que es el límite de mi personalidad, empezó a agitar hacer algo en lo que a ello respecta, arriesgarme ideal¬
se tremendamente, como no me había sucedido hacía mente más allá del límite.
mucho tiempo. Dios, seguramente, otra vez hará que todo sea para mi
En determinado momento lo consideré como un casi i bien. Él, a quien nunca podré dar gracias suficientes por
go por no haber estado lo suficientemente dispuesto lodo lo que ha hecho por mí.
para aprovechar la ocasión.
Me sentí más desdichado.
Al domingo siguiente, leí como de costumbre mi «Pré Lutero. Catalina Bora
dica» de Mynster; le tocaba el turno a la del «aguijón cu
la carne»: «Para que nadie me tenga en más de lo que Lutero no era un enamorado de verdad.
puede sacar viéndome u oyéndome y por lo extraordina Pienso que pudo haber dicho a Catalina: «Querida
rio de las revelaciones» (2 Cor. 12, 7). muchacha, el matrimonio, como te he dicho, no debe ser
otra cosa que un desafío a Satanás, al Papa y al mundo
2. « Improvisando. » entero. Podrás darte cuenta así que muy bien podría ca-
338 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 339

sarme con tu cocinera. Pero lo importante es que sepa te», etc., depende (sin tener en cuenta que es un medio
que estoy casado. Podría casarme con el marco de una para aquietar a los niños) del amor propio. Da placer o
puerta también, si fuera posible, con tal de que pudiera es excitante ver al niño angustiado por algo que a noso¬
considerarlo como a mi mujer, como un matrimonio tros no nos angustia, cuya futilidad comprendemos cla¬
verdadero; ¡porque no deseo tanto el lecho conyugal ramente.
como desafiar a Satanás, al Papa y al mundo entero!» Cuando un hombre procede de ese modo, se verá que
Por el contrario, alguien podría decir: «Mi querida da al caso un tinte cómico. Pero la mujer posee un secre¬
muchacha, el hecho de que no me case contigo no debe to vínculo que la liga a la angustia: la visión de la angus¬
afligirte. Ante mis ojos serás siempre lo único amable; tia infantil la excita.
¡pero para desafiar a Satanás, al público, a los periódi¬
cos y a todo el siglo XIX, no puedo casarme!»3
Hegel
El Ente
El lado honrado de los más encarnizados ataques lleva¬
dos a cabo antaño contra el cristianismo, era éste: la
La causa de tan enorme confusión estriba en que cada
esencia del cristianismo permanecía más o menos in¬
uno quiere organizar al instante una teoría y obligar a
tacta.
los demás. Apenas recibe una impresión del cristianis¬
El lado peligroso de la obra de Hegel consiste en haber
mo, formula una teoría y como procede él, así deben de
proceder los demás...
desnaturalizado el cristianismo poniéndolo de acuerdo
con su filosofía.
¡No! Es preciso subrayar que existe un libro que se lla¬
En general, es ésta la característica de la época de las
ma el Nuevo Testamento. Yo me siento obligado así y así,
luces. En lugar de dejar inmutados los hechos y de decir
y ni teorizo ni obligo a los demás. Simplemente digo: así
mejor: ¡no!, se cambian las cartas sobre la mesa y se
me siento obligado y así lo traduzco en la práctica.
dice: «Pero, ¡dios mío, si estamos de acuerdo!».
La verdad no consiste en atraer a los demás para for¬
La hipocresía de la inteligencia es infinitamente soca¬
mar un pequeño círculo ni en ligarlos a mí o mis teorías;
rrona, y por lo mismo es difícil tomarla como blanco.
la verdad consiste en manifestar que existe un libro que
se flama el Nuevo Testamento y que cada uno por su
cuenta y en presencia de Dios debe seguir sus preceptos.
Los acontecimientos de Francia

Psicológico Napoleón III no es un héroe, no es necesario demostrar¬


lo. Una prueba existe, sin embargo; en la víspera del gol¬
El placer que experimentan las mujeres especialmente, pe de Estado, entre las dos y las cuatro de la madrugada,
cuando más ignorantes son, en aterrar a los niños con se paseaba inquieto y preguntaba al asistente y a los cen¬
historias fantásticas, por ejemplo, «el ogro va a llevar tinelas si no habían oído algo, es decir, la señal que
aguardaba. El otro Napoleón, en cambio, podía dormir
3. Evidente alusión a la ruptura del noviazgo. (N. del t. i.) en vísperas de una batalla. Un héroe soporta inlen-
340 SOREN KIERKEGAARD

sámente su misión con tranquilidad, sin dejar tras¬


lucir cuánto le pesa. El nuevo Napoleón carece de cal¬
ma intensiva, es como un jugador y demuestra la ten¬
sión de un jugador: no descansa en sí mismo como un
héroe.
ENERO DE 1852

«El profesor»

En la antigüedad los filósofos eran una fuerza, consti¬


tuían una fuerza ética, un carácter. El imperialismo se
aseguró... pagándoles, convirtiéndolos en «profesores».
Lo mismo sucede con la vida cristiana.
El profesor es un castrado: pero no ha perdido su
virilidad «por el reino de Dios» ( Mt. 19-12), sino por lo
contrario, para acomodarse mejor a este mundo sin
carácter.

¿Puedo comprender? ¿Quiero comprender?

Dentro de la esfera de la intelectualidad, y con respecto


a todo lo que en ella está comprendido, debemos pregun¬
tarnos: ¿puedo yo comprender? Lo importante es com¬
prender. Las diferencias entre hombre y hombre tienen
aquí cabida; uno puede comprender más que otro, com¬
prende más fácilmente, es más ágil, etc., tiene más genio
y talento, y si yo no poseo esta diferencia, entonces no
hay nada que decir.
Dentro de la esfera ética y éticorreligiosa, la fórmula
es: ¿quiero comprender? Aquí, por lo tanto, no hay dife¬
rencias.
Dentro de la esfera ética y éticorreligiosa, sobre todo,
no se puede admitir que haya algo acerca de lo cual se
deba preguntar: ¿puedo yo comprenderlo? Al instante
mismo la ética se desnaturaliza, pierde autoridad, se in¬
troduce el aflojamiento.
342 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 343

La ética no puede tampoco valerse de la esfera de la sos los sobrepasan. Ellos no se asustan ante los peligros
inteligencia, diciendo: ahora trata de aspirar, luego lo¬ y otras cosas similares. Pero he aquí que nace la tenta¬
grarás comprender seguramente: ten un poco de pacien¬ ción bajo la forma de la compasión. Y así, pues, el vale¬
cia y ya verás cómo llegas a comprender alguna vez, etc. roso generalmente acaba por ser el mejor dispuesto para
No, no: todo lo que sirva para la inteligencia no tiene compadecerse de los demás. Los hombres, en general,
valor ético, excede del campo de la ética. La ética sólo tal vez no se dejan retener tan fácilmente por la compa¬
puede ser servida al estilo policial: ¡Canalla! ¡Tú eres sión, cuando tienen valor para afrontar el peligro; pero
quien no quiere comprender, pedazo de hipócrita! O por el valeroso precisamente es también el más débil, cuan¬
medio de la ironía que hábilmente recela la trampa...: do se trata de demostrar compasión.
podrían muy bien comprender, ¡pero no quieren! Supongamos que sea preciso introducir una idea. La
Por eso mismo, ¡qué abismo de astucia es la construc¬ táctica del hombre común consiste en apartarse de un
ción de una ciencia en el ámbito ético y éticorreligioso! riesgo semejante, por temor al peligro; se horroriza y
¡Qué abismo de astucia hay en decir que las prédicas, preferiría mejor contentarse con seguir siendo un hom¬
para satisfacer a las exigencias de la época, deberían de bre común. Surge el valeroso. Éste, es verdad, no se es-
haber comprendido la nueva filosofía moderna! Pero, panta ante el peligro. Pero —cuando la compasión lo
claro, la exigencia de la época estriba precisamente en asalta—, ante el pensamiento de que algo semejante no
ser dispensados de la exigencia de la ética. Entonces pueda llevarse a cabo sin que algunos sufran por ello...:
es mejor aplicar la ciencia, la cual con elegancia obra ¡entonces sí que tiene escrúpulos!
en dirección a la intelectualidad: hacia el poder com¬
prender.
La ley de la existencia

Amor y Psiquis Primero es la vida; luego, un poco o mucho más tarde


(pero más tarde) tiene lugar la teoría; no viceversa, pri¬
Justamente hoy he releído el cuento de Apuleyo. La mero la teoría y luego la vida. Primero el arte, la obra de
cuarta prueba a la que Venus sometió a Psiquis, fue la de arte, luego la filosofía del arte, y así con todo.
ir en busca de la caja de Proserpina; y los peligros que la Por lo tanto, primero es la vida y después la teoría.
acechan en el camino provienen en su mayor parte de I.uego por lo general sobreviene una tercera cosa: el in¬
las visiones y de los objetos que pretenden despertar su tento de crear la vida con la teoría, o mejor aún la ilu¬
compasión y de este modo distraerla y retenerla. sión de reanudar la misma vida anterior con la teoría, es
Esto mismo he observado en otras leyendas; es decir, decir, de reanudarla de una manera fomentada. Ésa es
que con respecto a lo extraordinario, a aquello que según la parodia (todo concluye en una parodia), y así acaba el
los griegos es el «riesgo divino», lo que retiene o mejor proceso; se hace necesaria entonces una nueva vida. To¬
aún lo que intenta retener al hombre, procede de la com¬ memos ahora al cristianismo. Hizo su aparición en el
pasión. mundo como vida; puro heroísmo que todo lo arriesgaba
Y con mucha justicia. Porque los peligros, y todo lo por la fe.
que está en conexión con ellos, asustan a los hombres El cambio sobrevino esencialmente apenas se conside¬
comunes y les hacen retroceder. En cambio, los Valero- ró al cristianismo como doctrina. La teoría pura consis-
344 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 345

tía en tratar DE aquello que se había vivido. Pero alguna por el contrario despierta complacencia de sí mismos y
fuerza vital existía aún, y por lo mismo tenían lugar a presunción, consecuencias inevitables del intelectualis-
menudo discusiones a ultranza alrededor de la «doctri¬ ino y del pecado intelectual. ¡Oh, pecados del corazón y
na» y de los dogmas. de las pasiones: cuánto más cerca estáis de la salvación
Pero la doctrina se convirtió cada vez más en la cate¬ que el pecado de la inteligencia!
goría más adecuada de la existencia. Todo se volvió ob¬
jetivo. Ésta es la «teoría» del cristianismo.
Luego siguió un período durante el cual se creía posi¬ Ser-en-sí-y-para-sí 1
y mi tarea
ble reproducir a la vida en virtud de la teoría: éste es el
período del sistema, de la parodia. Ahora el proceso ha Abro el Nuevo Testamento (anteriormente me he procu¬
concluido. El cristianismo ha de recomenzar como vida. rado el conocimiento más indispensable de la antigüe¬
También la catástrofe del 48 tiene este sentido total. dad clásica y no he descuidado del todo a los primeros
siglos cristianos) y me pregunto: ¿Cómo nos relaciona¬
Por esto es más fácil escribir una gramática de una mos ahora, cómo se relaciona ahora el género humano,
lengua muerta: porque es cosa concluida. El anatomista con esa concepción de la vida contenida en el Nuevo Tes¬
debe trabajar con un cuerpo muerto, porque aunque pu¬ tamento? ¿No se ha producido acaso un cambio cualita¬
diera disponer de un cuerpo vivo, éste sufre cambios con¬ tivo en lo referente al concepto de humanidad y de ser
tinuos, está en movimiento. La garantía para poder ela¬ hombre?
borar una teoría estriba siempre en que el objeto «sea» o Así es, y es muy fácil verlo.
«haya sido», no en que «devenga». Parece como si la teo ¿Cuál es, entonces, ese cambio? Que el ser-en-sí-y-
ría contuviese algo más que la vida misma. Y en cierta para-sí, lo Absoluto, ha desaparecido por completo de la
forma es así, porque la teoría abraza la totalidad, el con vida y que la «razón» lo ha sustituido. Así el ser-en-sí-y-
junto de los detalles y de una vez, en tanto que la vida es para-sí, el Absoluto, no se ha borrado del todo, pero se ha
pobre y sucesiva. Pero por otra parte, la teoría no contie convertido para los hombres en una ridiculez, una exa¬
ne a la vida. Y esta seducción acaba por enredar a la geración cómica, algo quijotesco que causaría risa si se
teoría con la vana presunción de que podría ser capaz de lo pudiera ver, pero no se logra verlo porque ha desapa¬
crear la vida en una medida superior, aun esa misma recido de la vida.
vida que precedía a la teoría. El en-sí-y-para-sí y la razón se relacionan entre sí en
sentido inverso: donde está el uno no tiene cabida la
otra. Cuando la razón ha penetrado por completo a todo
La dificultad de nuestra época y a todos, entonces el en-sí-y-para-sí ha desaparecido por
completo.
Si habéis visto una nave hundida por ejemplo, en el fon En este punto nos hallamos ahora más o menos. Ra¬
do fangoso de algún río, sabéis que casi es imposible re zón por todas partes. En lugar de enamoramiento incon-
flotarla, porque es imposible que ninguna grúa halle un
fondo lo suficientemente sólido para afirmarse. Así tañí 1 . El An sich-und-für sich, que en la terminología hegeliana indica
bién la humanidad entera está hundida en el lodo de l.i lo Absoluto, pero que para Kierkegaard recobra su genuino significado
inteligencia. Esto no provoca remordimiento, sino que inetafrsico. (N. del t. i.)
346 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 347

dicional, matrimonio de razón. En lugar de obediencia de la comunicación del Espíritu Santo, a enseñar el cris¬
incondicional, obediencia en virtud del razonamiento. tianismo.
En lugar de fe, saber por la razón. En lugar de confianza,
garantías. En lugar de riesgo, probabilidad, cálculo pru ¬

dente. En lugar de acción, simples acontecimientos. En El bautismo de los niños


lugar del individuo, una camarilla. En lugar de persona¬
lidad, una objetividad impersonal, etcétera. Si se quiere conservar absolutamente el bautismo de los
Pero el Nuevo Testamento representa justamente al niños sería preciso cuidar mejor que «el segundo naci¬
en-sí-y-para-sí. Yo me pregunto entonces: ¿Qué significa miento» se convierta en una categoría decisiva para ha¬
que finjamos que todo está en orden por el hecho de que cerse cristianos.
nos llámenos cristianos según el Nuevo Testamento,
cuando lo que es el nervio del Nuevo Testamento, el eri
sí-y-para-sí, ha desaparecido de la vida? Melancolía
De que existe una enorme incongruencia, muchos si'
han dado cuenta. Quisiera salir del paso diciendo: «¡La En un himno se cita a aquel rico que ha reunido un teso¬
humanidad ha crecido demasiado para adaptarse al ro a costa de grandes fatigas y que «no sabe quién habrá
cristianismo!» de heredarlo».
Para mí es todo lo contrario: la humanidad ha retrace
dido. (¿Acaso no es el matrimonio de razón una regre Así yo dejaré en pos de mí un capital intelectual nada
sión —así fueran 170 000 sus razones y las mejores— en pequeño, ¡ay!, sé también quién recibirá mi herencia; él,
comparación con el enamoramiento?) Hombres tallados esa figura que me es tan inmensamente antipática, pre¬
por el cristianismo ya no viven; se ha obtenido un térmi cisamente él, que hasta ahora ha heredado y que hereda¬
no medio de individuos que representan un progreso rá además lo mejor de mí mismo: el docente, el profesor.
para el género humano, pero ya no hay individuos que También esto forma parte de mi sufrimiento, el saber¬
puedan imponerse como portadores del cristianismo. lo, y luego proseguir con toda tranquilidad con mi aspi¬
ración que me causará penas y fatigas, y cuyo fruto, en
Goethe, como representante de la moderna falta de ca cierta forma, será heredado por el profesor; digo en cier-
rácter: los pecados de la inteligencia son más de temei la forma, porque en otro sentido me lo llevaré conmigo.
que los demás pecados. El cristianismo evidentemenle
ahora pone su causa en manos de los jueves: será preciso
¡.a conducta de Dios para conmigo
remontarse por lo menos hasta Lutero; será preciso vci
en especial la manera como se lo sirve, la predicación
objetiva que carece de carácter. Quizá pueda ser de útil i Originariamente he estado en posesión de las condicio¬
dad mostrar la moderna falta de carácter en otro campo, nes exteriores requeridas para gozar de la vida: y a mí
por medio de su representante, Goethe, en cuyo caso no —esto es demasiado cierto— no me faltaba el deseo de
asume proporciones tan serias, porque Goethe no se pu querer gozar de la vida. Pero luego se me concedió un
senta como un maestro del cristianismo, ni está obliga aguijón en la carne, una cruz; y no pude, por lo tanto,
do por ningún voto sagrado en virtud de la ordenación s llegar a gozar verdaderamente de la vida jamás.
348 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 349

Cuando luego, poco a poco, las condiciones para gozar un día hacer libremente aquello que antes sólo lograba
de la vida se fueron esfumando y fui presa de las preocu¬ hacer obligado por la fuerza.
paciones económicas, pensé entonces en la posibilidad
de arrancarme ese aguijón de la carne. Hubiera podido
utilizar así en mi beneficio las fuerzas y los dones conce¬ El Ente
didos y, humanamente hablando, es muy cierto que mi
laboriosidad personal habría logrado asegurarme aún Aunque fuera comprendido, no podría desear la funda¬
las condiciones para gozar de la vida; y lo habría logra¬ ción de un partido. Me preocupa lo siguiente: ¿qué es la
do todavía entonces. verdad? ¿Me remito yo a esa verdad?
Comprendí muy bien que había algo de inconveniente Si fundara ahora un partido lograría alcanzar poder
en este proyecto para mi vida. Pero como dije, lo he pen¬ terrestre; con esto quizás impediría que la existencia cir¬
sado. No sucedió así; nunca habría obtenido el consenti¬ cundante me creara una situación que para mí se con¬
miento de mi conciencia para actuar en ese sentido. Si lo vierte en un examen. En vez de lograr saber algo acerca
hubiera hecho, si lo hubiera logrado, me habría conver¬ de la verdad y de mi relación con ella, lograría saber
tido —desde el punto de vista cristiano— en un sofista. —cosa que sé de sobra y que me importa un comino—
No sucedió así, pues. Y ahora tal vez mi vida adquiera que cuando uno posee un poder terrenal aumenta siem¬
el cariz presentido. Ese aguijón en la carne tal vez me pre el número de los que aceptan lo que uno dice y de
sea arrancado; pero para entonces no estaré en posesión este modo se acrecientan el poder y los beneficios terre¬
de las condiciones para gozar de la vida; entonces esta¬ nales.
ré tentado por tales sufrimientos y tan avanzado en la Pero esto no me interesa. Mi problema en cambio es:
vida que, por mí mismo, proscribiré la posibilidad del ¿Lo que he comprendido acerca de la verdad, lo traduz¬
goce. co con mis obras a la realidad, pero de manera que al
Y así deberé seguir otro cursus. El aguijón en la carne darle realidad sirva al mismo tiempo para producir ■

se me arrancará, y entonces se me ofrecerán de improvi- situación que muestra hasta qué punto yo me remito a la
so las condiciones para gozar de la vida, mejor dicho, me verdad? Por eso mismo cuido ante todo que no se vuelva
serán casi impuestas por la fuerza. Para entonces habrá imposible (por ejemplo, fundando un partido) la crea¬
avanzado tanto en la mortificación y mi espíritu habrá ción de ese estado de cosas. Fundar un partido no me
madurado tanto, que tendré la fuerza de decir libremen¬ sirve para descubrir la verdad y tampoco para probar
te: no, no lo quiero. mejor si me remito a la verdad; tan sólo me procura un
Así fue como no llegué nunca a gozar de la vida. ¡Oh, poder terrenal.
Dios mío, tal era quizá lo que tú habías decidido para Tal vez sea éste el objetivo principal de la vida de los
mí! Quisiste obtener de mí algo mucho mejor que el des otros y por eso mismo se muestran tan activos (con la
pilfarro de la vida en goces y luego tener que arrepentí] etiqueta de la filantropía y de la simpatía) para fundar
me durante toda la eternidad. partidos.
Pero al principio no podía ni comprenderlo ni hacerlo, Es extraño. ¿Acaso es eso amor y simpatía? Yo creía,
y por eso mismo fue precisa la constricción, como cuan en cambio, que amar era amar a los otros como a sí mis¬
do se aplica un tutor a una pierna rota. La educación mo; por lo tanto ayudarlos de la misma manera, en
consistió entonces en conducirme a fin de que pudiera cuanto sea posible para un hombre hacer esto por otro,
SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 351
350

la victoria de la causa de Dios, del Omnipotente que infi¬


para que presten atención a la verdad, y para que se exa-
nita y eternamente, ha vencido por toda la eternidad y
minen a sí mismos, a fin de ver entonces si ellos se remi¬ sin lucha.
ten a la verdad.
No es posible negar que el pensamiento de que Dios
posea simplemente una causa, que para Dios tenga im¬
portancia el hecho de que tú o yo combatamos por Su
Mi relación con Dios
causa, no es posible negar que un pensamiento semejan¬
te haya, a su debido tiempo, entusiasmado a muchos y
El pensamiento de hacer tal o tal cosa, o de sacrificar, de
les haya hecho fácil el sacrificio total. Pero eso nada
arriesgar esto o aquello —para servir la causa de Dios—,
prueba, no es más que pura imaginación y sería tremen¬
un pensamiento semejante jamás me ha movido. Porque
da presunción si los hombres hubieran tenido en el pasa¬
siempre he pensado que debía de haber cierto galima¬
do una idea tan desarrollada de la infinita sublimidad
tías en la creencia de que un Omnipotente —para quien
de Dios, como pueden tenerla hoy. Por otra parte es cier¬
millones de mundos cuentan como un cero a la izquier¬
to que la infinita beatífica tranquilidad con que debe¬
da— tenga una causa para la cual sea de importancia
mos pensar en Dios infinitamente elevado por encima
que fulano o mengano hagan esto o lo otro.
No, eso no es posible para mí. Pero resulta mejor
del mundo acabará por aturdir nuestra inteligencia; así
nos convertimos en espectadores y no en actores. Pero no
cuando imagino a Dios como a un examinador que dice:
hay reverso: es preciso que volvamos a la acción, al mis¬
«Desearía de ti tal o tal cosa.» Con esto no quiero decii
mo desmesurado entusiasmo con que en los tiempos an-
que todo se convierta en artificios vanos; no, debería ser¬
liguos se abrigaba la ilusión de servir de ayuda a Dios
vir de ayuda. Pero el pensamiento de que Dios deba te
ner una causa y que el hombre fuese para ello, sin más combatiendo por Su causa.
Otra vez existe aquí una reduplicación que vuelve
ni más, Su cooperador, me parece de un infantilismo ex
muy difícil el profundizarlo, una reduplicación que se
cusable en otros tiempos, pero que ahora se convierte cu
halla siempre, cada vez que el entusiasmo debe sobrepa¬
galimatías; porque equivale a decir que Dios debería te
sar o seguir a una ilusión. Con un ojo hemos de conside¬
ner una causa, en el sentido que Él sería entonces un»
rar casi todo el esfuerzo humano como la mayor niñería,
parte, en tanto que lo es todo.
más aún, como a lo más indiferente en el mundo (porque
No, no es Dios quien tiene una causa, sino cada hom
Él, el Omnipotente, tiene millones de recursos, y siem¬
bre quien tiene una causa con Él. Y Dios, con infinil»
pre ha vencido infinitamente); y luego, no obstante, he¬
elevación, lo contempla feliz; y debido a la infinita tol»
mos de esforzarnos hasta el extremo, no menos que
lidad del todo hace sufrir a un hombre, abrazándolo sin
aquel que de veras sentía entusiasmo al pensar que de su
embargo con su infinito amor. Él espera que un hombir,
por decirlo así, haga tal o tal cosa, que soporte esto o tenacidad y de los riesgos que corría, dependía que Dios
debiera vencer o perder.
aquello porque eso forma parte del todo. Pero Dios nn
En cierta forma, podría sentirme tentado a decir:
tiene una causa; a lo sumo se podría decirlo, por acomo
«¡Felices de vosotros!» Porque, ¿acaso no puede sopor¬
dación, como cuando el adulto para alegrar al niño p.»
tarlo todo el hombre convencido de que su aspiración es
ticipa de sus juegos. Pero Dios no tiene una causa, no I»
Inl indamente tan importante que pone enjuego a la cau-
tiene en el sentido de que haya aún que librar una bal»
a de Dios? Por otra parte, no obstante yo me considero
lia, algo que a Él se refiera, de modo que resulte dinlou»
352 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 353

feliz, porque ¿acaso no proporciona una inmensa alegría ¡Otra vez la reduplicación! Primero, creer que la aspi¬
el poseer una idea de Dios infinitamente más elevada? ración humana más esforzada es solamente una estupi¬
«A Él le toca crecer, a mí menguar» (Jn. 3, 30). Estas dez, una molestia inútil, un gesto ridículo aunque pre¬
palabras pueden aplicarse a las relaciones de la humani¬ tendiera merecer la felicidad; y luego, sin embargo (¡oh,
dad con Dios. A cada progreso que el hombre realiza, si fuera como debiera ser, esto sería lo más entusiasman¬
Dios se hace cada vez más infinitamente elevado; y por te!), deber esforzarse más que aquel que creyere de veras
ende, el hombre se disminuye, aunque ello suceda en que con su esfuerzo puede alcanzar la felicidad.
virtud de un progreso.
Sobreviene luego el peligro de que esta infinita subli¬ El corazón falaz
midad de Dios produzca el efecto de aturdir, de parali¬
zar; de este modo el hombre pierde voluntad y valor, A menudo me he sorprendido al ver que cuando había
alegría y audacia en el arriesgar y sufrir porque ello ni comprendido perfectamente algo y lo tenía ante mis ojos
agrega ni quita nada. (¡Claro que sí, si yo fuera el hom¬ en su forma más convincente, clara y hasta elocuente, lo
bre que debo ser, porque precisamente esto es siempre lo que más me preocupaba era no lograr escribirlo al ins¬
más entusiasmante!) tante, porque temía que en otra oportunidad no conse¬
Y como Dios se ha convertido para nosotros los hom¬ guiría escribirlo tan bien. ¡Ay de mí! ¡Lo más importante
bres en tan infinitamente elevado, ya no se trata, como era que lograra hacerlo en conformidad!
en las épocas más infantiles, cuando se creía de una ma¬ Pero recuerdo también que con mayor frecuencia, al
nera más directa, de que Dios tenga una causa por la proceder de este modo, sucedía que un pensamiento ad¬
cual combatimos; de este modo hasta el bien superior, la quiría para mí una forma luminosa y precisa; y a pesar
beatitud eterna, se ha vuelto demasiado elevado para de esto, no sentía el deseo de escribirlo, porque com-
nosotros, inconmensurable para nuestra aspiración. Por prendía que lo necesitaba para mí.
eso sólo es Gracia. Hubo un tiempo en que los hombres A veces he escrito pensamientos tales cuando ya esta¬
con seriedad infantil, con entera seriedad, creían que po ban consumados; porque entonces otro pensamiento se
dían satisfacer a la exigencia y ganar la felicidad eterna. me había ocurrido, un nuevo pensamiento que no debía
Y en verdad, ¿qué es lo que los hombres no podían llevai ser transcrito, sino consumado. Porque el alma necesita
a cabo, cuando estaban convencidos de que realmente también su alimento, y esos pensamientos son justamen¬
estaba en su poder el conquistar la dicha eterna, persua te el alimento de mi alma, los que no puedo escribir de
didos de que esa tarea era proporcionada a sus fuerzas? inmediato.
Podría sentirme tentado a exclamar: ¡Dichosos de voso¬
tros! Y sin embargo: ¡cuánta ventura hay en la posesión tie
O bien... O bien...2
una idea infinitamente más elevada del bien superior!
No, ninguna aspiración finita puede alcanzar la dicha Así me llamaron en otros tiempos. ¡Qué serie de determi¬
eterna. Por eso es todo Gracia. Volvemos a encontrarnos naciones, y decir que la que debe entenderse por el se¬
ante el peligro de que por ser Gracia tan sólo, cause el gundo bien, nunca la he recorrido!
efecto de aturdir, de paralizar, de adormecer; pues al lin
de cuentas, es una aspiración en vano, puesto que sólo es 2. Aut-Aut, título en danés de O lo uno o lo otro. He preferido la
Gracia. turma: O bien... o bien... para conservar el sentido del texto. (N. de la t.)
354 SÚREN KIERKEGAARD

Señalé al matrimonio como al segundo bien, pero el


matrimonio no fue el segundo bien de mi vida: he sobre¬
pasado con mucho al primer bien.
En efecto, un bien así significa gozar de la vida en el
sentido más desenfrenado. Luego sobrevienen las ins¬
intermedias: goce de la vida con un agregado 30 DE AGOSTO AL 2 DE NOVIEMBRE DE 1852
tancias
ético. Pero en esto no consiste mi segundo bien. Luego
sobreviene el goce de la vida, con un agregado éticorreli-
gioso; pero tampoco es éste mi segundo bien. 10 de setiembre
Sólo queda para mí entonces un segundo bien : el do¬
lor, la renuncia, esta actitud religiosa de convertirme en Hoy, pues, se cumplen doce años de mi compromiso.
«Ella», naturalmente, no dejó de encontrarse en el lu¬
menos que nada en este mundo.
dialéctico originario, si la dialéctica consti¬ gar de costumbre para verme; y aunque en verano yo
Si soy un
naturaleza, resulta en consecuencia que sólo salgo más temprano que habitualmente, ella se ha cru¬
tuye mi
puedo hallar reposo en este último bien y no en ningún zado conmigo hoy como ayer por la mañana. Cuando
intermediario; porque tan sólo cuando se des¬ pasó a mi lado ayer, bajó de improviso los ojos, cosa que
otro bien
este último bien se ha agotado el dilema. me asombró. Pero al instante tuve la explicación. Un ca¬
cansa en
ballero me gritó que mi cuñado me seguía y que quería
alcanzarme. Ella lo había visto. Hoy se ha limitado a
mirarme, sin saludarme ni dirigirme la palabra. ¡Ay!, tal
vez esperaba que a mí me correspondiera hacerlo. ¡Dios
mío, qué voluntariamente haría esto y todo por ella!
Pero no me atrevo a asumir la responsabilidad. Ella mis¬
ma debe pedírmelo.
Este año lo deseaba aún con toda el alma. ¡Cuán peno¬
so es postergar el asunto año tras año!
Pero ha sido un bien que no haya sucedido. Porque
habría podido influirme de tal manera que, para ador¬
narla con la celebridad, me hubiera sentido tentado a
comprometerme a fin de vencer en un sentido terrenal y
a hacer fortuna en el mundo.
Por eso mismo me ha causado una profunda impre¬
sión el hecho de que hoy también haya salido bien libra¬
do: esto ha renovado la íntima convicción de que ella no
ocupa, sin embargo, el lugar de prioridad en mi vida. Es
verdad, de buena gana querría no decirlo, que humana¬
mente hablando ella posee y debe poseer el lugar de
prioridad en mi vida; pero en un sentido absoluto es
356 SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 357

Dios quien tiene ese puesto. Mi noviazgo con «ella» y su es preciso volver a odiarse a sí mismo por la voluntad de
ruptura dependen, en el fondo, de mis relaciones con exponerse a algo semejante.
Dios; forman, si puede decirse así, de una manera divina ¡Odiarse a sí mismo! En efecto, el cristianismo enseña
mi noviazgo con Dios. que sólo se puede amar a Dios si uno se odia a sí mismo;
De modo, pues, que el 10 de setiembre es el aniversa¬ y el cristianismo exige que uno ame a Dios.
rio de mi compromiso, ¡con tal de que lo recuerde a so¬ La doctrina del Nuevo Testamento es que el cristianis¬
las...! ¡Oh!, debería recordarlo y recordar que no debo mo consiste en odiarse a sí mismos.
concluir por flaquear y por convertirme en un sofista La prédica oficial del cristianismo ha logrado ama¬
que hace fortuna en el mundo predicando que en el sufri¬ sar a millones de cristianos enseñando que amar a Dios
miento hay felicidad; un sofista que, aun cuando él no es amarse a sí mismos; que es preciso amar a Dios para
goce de la vida verdaderamente, podría hallar placer en poder en verdad gozar de esta vida; que sólo cuando se
alegrarse con la dicha experimentada por una mujer espera la dicha eterna se gustan de veras los bienes y las
ante la celebridad que él proyecta sobre ella. alegrías de esta vida (Mynster). Y así, el término medio
Tal vez «Ella» me encontrará mañana y me lo pregun¬ de los hombres jamás alcanzan el cristianismo, si el cris-
tará por su cuenta; quizá pasado mañana, quizá dentro l ianismo ha de consistir en odiarse a sí mismos, o bien si
de un año... yo estaré siempre dispuesto. ¡Oh, pero creo se exige simplemente tal reconocimiento, el de que ésta
que hoy ha sido una lección útil que nada sucediera! Tal es la exigencia.
vez lo habría interpretado como una invitación de parte ¿Le está permitido a un hombre atacar a otro hombre
de Dios para gozar de la vida, para vencer en el tiempo... porque su vida no cumple con la exigencia requerida
y de ese modo habría contristado al espíritu. Y tal vez para ser cristiano? ¡No, jamás! ¿Y por qué no? Porque
sólo en el instante de la muerte habría comprendido que así se altera al cristianismo y se lo transforma en Ley. Y
tomé un camino equivocado. además, si éste lo transforma de esa manera en Ley para
olro, ¿acaso no hará otro tanto Dios con él?; ¿acaso no
estamos todos sometidos a la misma condición de cum¬
Del odiarse a sí mismo plir con la exigencia?
¿Cómo es posible entonces llevar a cabo el ataque? De
Lo que predica oficialmente el cristianismo. Según el un modo muy sencillo. Cuando la «prédica» o se excede
Nuevo Testamento existe una sola categoría de cristia ele la exigencia o la calla, el ataque es justo; porque en¬
nos: los discípulos. tonces no se ataca la vida del ente sino su doctrina.
Para reconocer qué es lo que se exige a fin de ser disci Y precisamente en eso consiste la inconveniencia de
pulo de Cristo, basta con leer el Nuevo Testamento cierta prédica; en que calla la exigencia. ¿Es acaso
(abandonarlo todo, odiarse a sí mismos, a la propia vida, asombroso puesto que el cristianismo oficial consiste en
etcétera). .miarse a sí mismos, en gozar de la vida, etcétera?
Para hallar en el mundo al verdadero discípulo que
practique en serio esas enseñanzas (abandonarlo todo,
odiarse a sí mismo), el Nuevo Testamento no hace miste
rios: será odiado de todos, maldito, aborrecido, etc., v
después (¡qué lógico es el cristianismo a pesar de todo!)
DIARIO ÍNTIMO 359

Extraña contradicción de nuestra época

Si hubo alguna vez un tiempo o una época que haya apre¬


1853 ciado y tenido en cuenta la experiencia es la nuestra. Todo
ha de ser experiencia, ciencia experimental, etcétera.
Sólo en lo que respecta al cristianismo se nos exime de
Con la literatura moderna... hacer experimentos. Se pretende juzgarlo, sin osar re¬
lacionarse con él, sin arriesgar tanto que uno penetre
Mis relaciones son muy extrañas. Leo y releo, y sigo sien¬ en esas decisiones vitales que crean las situaciones cris¬
do tan inteligente, o mejor, tan estúpido, como antes. tianas.
Como alborotar, ya lo creo que lo hacen; pero para lo Por eso no se halla a nadie que se convierta en cristia¬
que al fin y al cabo me interesa, nada logro aprender. El no. Así como en otros tiempos se decía que la guerra ha¬
único fruto es la impresión de un alboroto insulso que si¬ bía caído en desuso y que había sido reemplazada por
da, sin embargo, aires de pretender que tiene algún sig las conversaciones diplomáticas y por los tratados escri¬
niñeado. Por medio de una imagen puedo indicar exac tos; así también en vez de la anormalidad del riesgo por
tamente lo que quiero decir. la acción, se emplea el predominio de las razones en pro
1 y en contra. Pero aquel que hace prevalecer las razones
Vivo ahora tan cerca de la Frue-Kirke, que durante la
noche puedo oír el alerta de los centinelas nocturnos, por supuesto permanece inmutable; y de ese modo, cosa
que se eleva a cada cuarto de hora. Cuando por la noche bastante ridicula, sigue siendo más o menos el mismo,
me despierto con frecuencia, podría enterarme de la sea que abrace o que no abrace el cristianismo.
hora. Con respecto a ese punto estoy bien servido; sólo
debo aguardar unos instantes, puesto que el centinela
lanza su alerta cada cuarto de hora. ¡Y cómo lo haeel Mi tarea. De mí mismo
Lanza su grito en alta voz, agudamente: lo percibo con
tanta claridad que casi me despertaría si estuviera doi 1 3 de f ebrero
mido (cosa que no deseo). Grita: ¡Centinela alerta!, luego
baja el tono, después de haber realizado un esfuerzo de El cristianismo es una heterogeneidad, algo inconmensu¬
voz tan magnífico, y dice en voz baja la hora. Y así prosl rable, algo irracional para el mundo y para ser hombre de
gue cada cuarto de hora, hora tras hora. Si permaná i i- un modo directo, tal es en absoluto el punto decisivo. Por
ra despierto durante una noche entera y me dedicara n esto el cristianismo sin ascética es un imposible.
escuchar cada quince minutos, todo lo que lograría su Una fase del ascetismo puede, no obstante, ser consi¬
ber sería ese permanente: ¡Centinela alerta! derada hoy como superada... En efecto, al principio el
cristianismo tuvo que luchar contra las pasiones vulga-
i es y salvajes, y, por lo mismo, fue preciso educar a los
1 . La catedral protestante de Copenhague, célebre por su estatua tin
Cristo y de los Apóstoles de Thorvaldsen. Allí se celebraron los funei a If
hombres por medio de eso que con estricto rigor hay que
de Kierkegaard con gran asistencia de público. (N. del t. i.) llamar ascetismo.
360 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 361

El fruto de esa educación de la humanidad es el haber liberaran de tu heterogeneidad? ¿Acaso no es Cristo un


depositado una capa de cultura cristiana. Salvador también para eso?»
Pretender colocar al ascetismo en la base de esta for¬ Y me encaminé así en ese sentido. Pero he ahí que una
mación y cultura cristiana es, por lo tanto, acrecentarlo, nueva dificultad se alzó ante mí. «Si ahora, me decía
y constituye una empresa muy seria. De todos modos, no para mi coleto, lograras verdaderamente tu fin en el
entiendo que sea ésta mi tarea. nombre de Cristo, le darías las gracias de manera inefa¬
En cambio, esta formación y cultura han conducido a ble; ¿y acaso no debería El exigirte, en señal de gratitud,
un desarrollo de la inteligencia que amenaza con identi¬ que lo imitaras en el más riguroso de los sentidos, que
ficar al ser cristiano con la cultura y la prudencia; que hubieras de sufrir infinitamente en este mundo como Él
estaremos capacitados para comprender al cristianis¬ ha sufrido y muerto por ti?»
mo, etcétera. Me sentí bloqueado. Me parecía que sólo bajo esta
En este campo ha de librarse la batalla, si hay batalla condición hubiera podido hallar salvación y ayuda, y la
en el futuro. Se tratará de hacer valer con respecto a ello condición misma me hizo retroceder de espanto, sobre
la heterogeneidad del cristianismo, de mantener en sus¬ todo si debía ser considerada en verdad como la «condi¬
penso la posibilidad del escándalo, etc. En resumen: se ción»; porque me parecía que había aquí —si puedo de¬
necesitará abnegación y ascetismo en este sentido; en cirlo así— una superchería que no correspondía a mi
tanto que el ascetismo tal como se concebía en otros idea de la Gracia en Cristo. He luchado durante mucho
tiempos, deberá ser aplicado de una manera colateral, tiempo por esa causa, he sufrido inefablemente.
para mantener el orden, para inculcar la necesidad de la Ahora, Dios mío (¡alabado sea Dios!), ahora lo com-
Gracia. prendo de otro modo. No, ¡Cristo no es tan mezquino!
De mí mismo : Desde la infancia, gimo con «un aguijón Vemos en el Nuevo Testamento que Él no obliga a aque¬
en la carne», al cual se ha añadido la conciencia de culpa llos a quienes sana y demás, a dar en compensación su
y de pecado: me he sentido heterogéneo. Ese dolor, esa vida por Él. No, no; Él sólo quiere de ellos su agrade¬
heterogeneidad la he interpretado como mi relación con cimiento (véase el único leproso samaritano: Le. 17, 16 ss.);
Dios. y la parábola del endemoniado curado (Me. 5, 1 ss.),
Desde el momento en que hallé mi tarea, es decir, des a quien no permitió siquiera que Lo siguiera, a pesar de
de que me convertí en escritor, he tenido ocasiones cada que el hombre así se lo pidió. No, Cristo no es mezquino
vez más frecuentes de reconocer cuánto me había sido y no hace pactos; no, Él es Gracia, Gracia infinita; tóma¬
concedido, por lo demás; pero en cuanto a aquel doloi la, agradéceme como a tu corazón le plazca, pero libre¬
pensé que nunca podría serme quitado, y como aún esta mente y con franqueza.
ba vinculada a él la conciencia del pecado, no poseía la Un hombre, cuyo juicio aprecio, dijo una vez que
franqueza de orar a Dios por ello. cuando yo era joven, a un solo hombre juzgaba errónea¬
Y así todo anduvo bien. Pero poco a poco se impuso el mente: a mí mismo. Hay algo de verdad en estas pala¬
problema económico, porque mi patrimonio no alean bras. Existe en mí una melancolía que en parte, sin em¬
zaba para toda la vida y no sucedió, como siempre había bargo —así lo creo—, tiene algo de bueno, pero que por
supuesto, que muriera en edad temprana. otra parte puede ser también algo de orgullo.
Entonces tuve que considerar el problema bajo otm He estado a punto de cometer un error conmigo mis¬
aspecto. Me pregunté, pues: «¿No sería posible que le mo. Privado de un vínculo inmediato con Dios, he creí-
362 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 363

do mi deber asumir sufrimientos que sólo son adecua¬


dos para aquellos que tienen un vínculo inmediato con
Dios. Sobre el ascetismo
El Apóstol, el Discípulo, tienen, en ese sentido, un
vínculo inmediato con Dios, y en él reside su fuerza para El ascetismo puede con suma facilidad transformarse en
soportar padecimientos sobrehumanos, y también la sofística. Imaginad a un hombre que si no ha vivido en
dispensa de servirse de su propia inteligencia. Un hom¬ diversiones y jolgorios, ha derrochado bastante en place¬
bre común sólo tiene con Dios un vínculo mediato, y de¬ res; imaginad que deseche todo eso; ¿por eso se deten¬
be, bajo la responsabilidad de Dios, hacer uso de su inte¬ dría? No; al cabo de poco tiempo, con la misma morbosa
ligencia: más aún, tiene una responsabilidad en el caso preocupación, se abalanzará sobre la menor futesa: le
de que no la use. asaltará el escrúpulo acerca de si osará o no comer un
Ahora me siento tan contento, tan rico, tan indescrip¬ bizcocho de más, o saciarse de pan, etc.
tiblemente rico, que en verdad en este instante (si debie¬
ra describir mi estado) me hallo como aquel que ha reci¬
Epigrama
bido una inmensa fortuna y pasa por un momento en
que no quiere ni siquiera hacer proyectos o dedicarse a Se cuenta que un pastor sueco, habiendo conmovido a i ■

examinar sus tesoros en particular, ¡sino que se zambu¬ auditorio con un magistral y espléndido sermón, preocu¬
lle en la totalidad! Sí, soy infinitamente más rico aún. pado por el efecto obtenido, agregó para tranquilizar:
Me encuentro ahora en la misma situación que cuando «No lloréis, hijos míos, podría ser todo mentira.» ¿Por
empecé a utilizar el último de mis seudónimos2. ¡Pero qué el pastor no dice lo mismo actualmente?
qué mudado! Humillado a través de una tremenda es¬ Respuesta: Hoy no es necesario porque los feligreses
cuela, he adquirido también la franqueza: ¡Oh, Dios ya lo saben. ¡Pero a pesar de eso sus lágrimas podrían
mío, en este momento no logro describir cómo otra vez, ser igualmente sinceras! ¿Acaso no son sinceras las lá¬
en virtud de tu infinito amor, todo ha sido dispuesto grimas que se derraman en el teatro, donde fieles y pú¬
para conducirme hasta este feliz punto de llegada! En blico saben que todo es mentira?
cuanto a mí, pensaba si no sería mi deber detenerme,
dejando así de llevar a cabo lo último. ¡Pero temía tanto
que el remordimiento de haber procedido de ese modo Temor y temblor (1843)3
pesara sobre mi conciencia! ¡Alabado sea Dios, porque
me he arriesgado! Boceto
No obstante, aquí me detengo. En este momento me
siento demasiado, sí, demasiado rico para poder descri Supongamos (de esto no hablan ni el Antiguo Testamen¬
bir lo que he padecido, aun por todo lo extraordinario to ni el Corán) que Isaac (Gén. 22, 3 ss.) hubiese sabido
que se me ha concedido durante estos últimos años, por que el padre lo llevaba consigo al monte Moriah para ¡I1
otra parte tremendamente dolorosos. 3. Al margen de este texto, Kierkegaard remite a los textos anterio¬
res sobre el mismo tema. He preferido por eso incluirlos con sus respec¬
2. Anticlimacus. (En La enfermedad mortal, de 1849 y en El ejercicio tivas fechas, a lin de dar al lector una visión más completa de las varia¬
del Cristianismo, de 1850.) (N. del t. i.) ciones y los cambios sufridos por el pensamiento de Kierkegaard a pro-
364 SÚREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 365

sacrificarlo. Y bien, si contáramos hoy con un poeta, po¬ leído en las tragedias. Cuando es preciso destetar al
dría describir el coloquio entre padre e hijo a lo largo del niño, la madre se unta el pecho con acíbar, pero la mira¬
camino.* Ante todo, imagino que Abraham habrá con¬ da materna sigue fijándose con ternura en el párvulo.
centrado en su mirada todo su amor de padre; su rostro Éste cree que es el pecho y no la madre lo que ha cam¬
venerable y el corazón desgarrado daban realce a sus biado. ¿Por qué volver amargo al pecho? Porque la ma¬
palabras: exhortó al hijo a soportar el destino con pa¬ dre piensa que si continúa amamantando al niño le cau¬
ciencia, dándole a entender con palabras veladas que sará un perjuicio, puesto que ya no debe seguir
también él, como padre, sufría, y mucho más. Ante su criándolo con sus pechos. Éste es un conflicto fácil de
fracaso, Abraham probablemente debió de apartarse por esclarecer, pues el pecho no es más que una parte de la
un instante y cuando volvió a mirar al hijo estaba irreco¬ madre. ¡Dichoso aquel que no ha vivido conflictos más
nocible para Isaac: la mirada huraña, el aspecto glacial tremendos, que no necesita embadurnarse de negro ni
y las venerables canas despeinadas como la cabellera de hacer un viaje al infierno para conocer el aspecto de un
una furia, cubriéndole la frente. Aferró a Isaac por la cin¬ demonio y presentarse bajo esa forma, impidiendo así
tura, sacó el cuchillo y lo apostrofó así: «¿Crees que que¬ posiblemente a otro ser por lo menos que se aparte de
ría hacer esto por Dios? Te engañas. Soy un idólatra; Dios! Ése será el conflicto de Abraham.
este deseo ha despertado en mi fuero interno, quiero ma¬ — Quien logre explicar este enigma habrá explicado al
mismo tiempo mi vida.
tarte, ése es mi deseo, soy peor que un caníbal. No te
jactes, necio chiquillo, pensando que soy tu padre; ¡soy y ¿Pero dónde encontrar entre los contemporáneos a al¬
quiero ser un asesino!» E Isaac se arrodilló clamando al guien que pueda comprender un enigma semejante?
cielo: «¡Apiadaos de mí, Dios de misericordia!» Mas he
aquí que Abraham murmura para sí: Es preciso proce¬
der de este modo; al fin y al cabo es mejor que me crea Temor y temblor ( 1852)
un monstruo, que me maldiga como padre y que ruegue
a Dios, antes de que sepa que ha sido Dios quien me im¬ Abraham
puso la tentación; de lo contrario, quizá perdería la ra¬
zón y blasfemaría de Dios.» Y él cortó la leña, ató a Isaac y encendió la pira; sacó el
¿Pero dónde hallar en nuestros tiempos al poeta capaz cuchillo ¡y lo hundió en el pecho de Isaac!
de imaginar un conflicto similar? Y sin embargo, la con¬ En ese mismo instante, Dios apareció en forma corpó¬
ducta de Abraham resultaría plena de auténtica poesía, rea ante Abraham y le dijo: «¿Qué haces, pobre anciano?
de una magnanimidad que sobrepasa a todo lo que he ¡No pretendía de ti una cosa semejante! Eres mi amigo,
y sólo he querido probar tu fe. Hasta el último momento
te he gritado: ¡Detente, Abraham! »
pósito de este tema que él mismo consideró en su «Diario» como su
obra más seria, «una reproducción de su vida» (véase «Diario» de
Entonces Abraham repuso con una voz que era la de la
1849). (TV. de la t.) flaqueza solemne, propia de la adoración y al mismo
* Podría suponerse que la vida anterior de Abraham no está despro¬ tiempo la de la flaqueza postrada, propia de la locura:
vista de culpa, y hacerle rumiar el pensamiento de que se trata de un «¡Oh, Señor, no te he oído! Pero ahora que lo dices, me
castigo de Dios, sugerirle tal vez también la melancólica idea de que
parece que escuché una voz semejante. ¡Pero cuando Tú
debe secundar a Dios en lo relativo a hacer que el castigo sea lo más
duro posible. lo ordenas, Señor, cuando Tú ordenas a un padre que
366 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 367

mate a su propio hijo, uno se siente un tanto tenso; por


eso no he escuchado Tu voz. Y si la hubiera oído, ¿cómo
habría osado creer que era la Tuya? Cuando me ordenas Temor y temblor (1852)
que sacrifique a mi hijo y en el último momento se escu¬
cha una voz que dice: «¡Detente!», ¿no debo creer acaso Abraham sacrificó el carnero y regresó a su hogar con
que es el tentador quien quiere impedirme que cumpla Isaac, a quien conservaba.
con Tu voluntad? Una de dos: o habría debido pensar «Pero —se decía Abraham— , con esta historia me he
que la voz que me decía que sacrificara a Isaac era la del convertido para siempre en heterogéneo para la huma¬
tentador; y en ese caso no me habría puesto en camino. nidad. Si te hubiera complacido, Señor, hacer que nacie¬
Pero como me aseguraste que era la Tuya, entonces debí ra, siendo hombre, bajo la forma de un caballo, no sería
sacar la conclusión de que la otra voz era la del tenta¬ más heterogéneo para la humanidad de lo que me he
dor. » convertido frente a ella en virtud de este hecho. Al fin y
Luego Abraham regresó a su hogar, y el Señor le dio al cabo, la diferencia en la figura exterior no es tan gran¬
un segundo Isaac. Pero al mirarlo, Abraham no se mos¬ de como la de no poseer en común los mismos conceptos
traba contento. Cuando lo contemplaba meneaba la ca¬ y de tenerlos, precisamente en lo que respecta al punto
beza y decía: «¡No era así el otro Isaac!» decisivo, infinitamente opuestos. Con Sara no puedo ha¬
Pero dijo a Sara: «Ha sido muy extraño que haya sido blar, debe de considerar este viaje al monte Moriah
Dios quien quisiese que sacrificara a Isaac: fue cierto, como el delito más tremendo contra ella, contra su ama¬
eternamente cierto, el mismo Dios no puede negarlo. Y do hijo y contra Ti, Señor. Ciertamente que llegará el
cuando cumplí su orden resultó un error de mi parte; ya tiempo en que su cólera se apacigüe y me perdone. Y
no se trataba de la voluntad de Dios...» entonces tendré que darle las gracias por su amoroso
¡Pero no puede ser así para el padre de la fe, Abraham! perdón. Y otro tanto sucederá con Isaac: algún día refle¬
Porque en esto consiste la obediencia, en obedecer al ins¬ xionará acerca de esta historia y me odiará, pero luego
tante e incondicionalmente hasta el final. ¡Oh! Cuando llegará el momento del perdón, y yo le agradeceré que
uno está dispuesto a decir A, está humanamente dis¬ así sea. ¡Oh, Señor: al dolor de mi corazón, cuando me
puesto a decir B y a dar el golpe. Más difícil que trepar al vencí a mí mismo para sacrificar a Isaac, a ese desga¬
monte Moriah y sacrificar a Isaac es, una vez que se ha rrón responden con el perdón del delito, y yo doy las
blandido el cuchillo, poder y querer comprender, dentro gracias humillado y confuso ante ese amoroso perdón! Y
de la absoluta obediencia, lo que de mí se exige. Cuando si yo (cosa que no haré a fin de no contaminar mi rela¬
se trata de decisiones semejantes a la de sacrificar al ción Contigo iniciando a otros), quisiera decir a alguien
propio hijo o de conservarlo, poder guardar hasta el últi¬ que se trataba de una prueba Tuya o que dependía del
mo momento la misma obediente diligencia, y si me hecho de estar en relación Contigo, con eso me volvería
atrevo a decirlo así, la agilidad del servidor que debe más heterogéneo en mi calidad de ser humano que si
resignarse —cuando ya ha llegado casi al término— ¡i hubiera nacido bajo la forma de un caballo.»
retornar y por consiguiente a haber hecho el camino en ¡Pero no puede ser así para el padre de la fe, Abraham!
vano. ¡Oh, esto es grandioso! «Pero nadie ha sido tan Porque abandonarse a pensamientos semejantes signifi¬
grande como Abraham: ¿quién podrá entonces com ca acercarse a los límites de la fe, aun cuando uno pensa¬
prenderlo? » ra que lo hace a fin de mantenerse dentro de los límites
368 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 369

de la fe. ¡Oh, las reflexiones sólo producen el efecto de


hacernos trasgredir los límites, esos confines donde la fe
se desvanece en reflexiones! Nuevo «Temor y temblor» (1853)

Y Abraham subió al monte Moriah con Isaac. Decidió


hablar con Isaac... y logró persuadir a Isaac de que era la
Nuevo «Temor y temblor» (1852) voluntad de Dios, y así Isaac se sintió dispuesto a dejarse
sacrificar.
Abraham Cortó la leña, ató a Isaac y encendió la hoguera... besó
a Isaac por última vez. No eran padre e hijo, no, eran dos
El tono del relato debería rozar con mayor precisión la amigos, obedientes hijos de Dios.
locura. Lo culminante sería que Abraham no hubiera po¬ Empuñó el cuchillo... y lo sepultó en el pecho de Isaac.
dido mantenerse en la cima de la fe hasta el final, y que En el mismo instante, Dios, en forma corporal apare¬
por eso acabara por sacrificar a Isaac. ció junto a Abraham y le dijo: «¿Qué has hecho, pobre
anciano, hijo mío? ¿No has oído mis palabras? ¿No has
escuchado mis gritos? Te advertí: ¡Detente, Abraham! »
Pero Abraham respondió con voz que en parte tenía el
Tono acento de la sumisión, y en parte el de la locura: «No,
Señor, no lo he oído. Grande era mi dolor, bien lo sabes,
Había una vez un hombre, que siendo niño aprendió la porque Tú sabes dar lo mejor y sabes también exigirlo.
historia de Abraham y, como siempre, sabía repetirla de Pero mi dolor fue mitigado porque Isaac comprendió, y
memoria al dedillo. en medio de la alegría de estar de acuerdo con él no he
Pasaron los años, y como sucede con muchas cosas oído tu voz. Yo mismo, convencido de que demostraba
que se aprenden en la infancia, sucedió con ésta que obediencia, hundí el cuchillo en la víctima inocente.»
para nada le servía y que acabó por olvidar. Entonces Dios resucitó a Isaac. Pero encerrado en un
Entretanto, su vida cambió y muchas pruebas, y una mudo dolor, Abraham mascullaba para sí: ¡No era así el
extraña pugna de golpe puso en orden su vida, y desde otro Isaac!» Y en cierto sentido no lo era, porque por
entonces tuvo bastante con pensar en ello. haber comprendido lo que Isaac comprendió en el mon¬
Le preocupaba desde la mañana hasta la noche, du¬ te Moriah, que era el elegido de Dios como víctima, se
rante el sueño y la vigilia, y envejeció precozmente. había convertido en cierto sentido en un anciano, viejo
Así pasaron quince años. Hete aquí que una mañana, como Abraham. «Éste no es absolutamente aquel Isaac»,
apenas despertaba, un relámpago cruzó por su mente: y sólo para la eternidad estaban hechos en verdad el uno
«¡Pero si eso que estás viviendo es la historia de para el otro.
Abraham! » Dios lo previo, y tuvo misericordia de Abraham e hizo
Entonces comenzó a leer. Leyó durante largas horas; que como siempre todo saliera bien, infinitamente inc¬
en voz alta; trazó un croquis, lo detalló sobre el papel, no lor que si no se hubiera producido aquel error. «Hay
hizo otra cosa. ¡Pero aquel hombre ni comprendió a -dijo Él a Abraham— una eternidad; dentro de poco te
Abraham ni se comprendió a sí mismo! reunirás eternamente con Isaac y estaréis hechos el lino

ll
370 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 371

para el otro en lo eterno. Si hubieras oído mi voz, si te ser sacrificados por los otros de una u otra manera, a fin
hubieras detenido, entonces hubieras tenido a Isaac en de hacer progresar la idea, y yo, en virtud de una cruz
esta vida, pero el problema de la eternidad no se te hu¬ particular, soy uno de ellos. El otro pensamiento es que
biese hecho evidente. Fuiste demasiado lejos, todo me lo jamás me vería obligado a trabajar para mi sustento,
echaste a perder... pero yo hago que el asunto salga me¬ por una parte porque creí que moriría muy joven, y por
jor que si no te hubieras extralimitado. ¡Hay una eter¬ otra, porque preveía que Dios, en consideración a mi
nidad!» cruz particular, me habría evitado este padecimiento y
Ésta es la relación entre judaismo y cristianismo. Se¬ esa tarea. De dónde provienen tales pensamientos no lo
gún el cristianismo, Isaac es inmolado realmente... pero sé; pero lo cierto es que no los he recibido ni gracias a
para la eternidad. Según el judaismo, sólo se trata de mis lecturas ni a las conversaciones con los demás.
una prueba, y todo el problema permanece esencialmen¬ Recorreré ahora a vuelo de pájaro mi vida.
te dentro de esta vida. Cuando la dejé a «ella», pedí a Dios una sola cosa: que
lograra escribir y que llevara a término a O lo uno o lo
otro (también por causa de «ella», porque el Diario de un
De mí mismo seductor ha sido escrito para rechazarla, como digo en
Temor y temblor, que procede la madre cuando el niño ha
13 de octubre de ser destetado, untándose el pecho con acíbar) y luego
derecho a encerrarme en una casa rectoral para ser pas¬
En lo que he escrito sobre mí mismo en el Diario del año tor, pues pensaba que con eso expresaba mi renuncia al
48 y en el del 49, creo que a menudo se me ha deslizado mundo.
un fragmento de corte literario. No es fácil cuando uno O lo uno o lo otro se concluyó. Pero no sucedió lo que
es escritor como yo lo soy, evitarlo por entero. Esto pasa esperaba según mis intenciones, es decir, ser odiado,
cada vez que tomo la pluma. Porque (¡vaya extrañeza!) aborrecido, etc. ¡Nada de eso! Obtuve, en cambio, un es¬
en mi interior tengo una idea más clara y llana acerca de pléndido triunfo.
mí mismo. Pero apenas me propongo volcarla sobre el Entonces debí, pues, haberme encerrado en una casa
papel, interviene al instante la forma literaria. Es así rectoral para ser pastor rural. Para ser fiel a la verdad
bastante extraño que cuando se trata de impresiones re¬ debo confesar que, luego de haber realizado una produc¬
ligiosas, de pensamientos y de expresiones que se refie¬ ción tan enorme en un tiempo tan breve, luego de haber
ren, a mí, no experimento placer alguno en escribirlas; despertado en nuestro ambiente una impresión seme¬
son para mí casi demasiado importantes. De tales pensa¬ jante, ese proyecto se había borrado de mi mente. Al
mientos conservo aún algunos: pero como escritor he mismo tiempo se despertó en mí un impulso tan fuerte
producido una infinidad, y sólo cuando una palabra de escribir que no pude resistirlo.
—por decirlo así— ha cumplido su tarea, se me ocurre Sucedió por lo tanto otra cosa, y me convertí en escritor;
anotarla y transcribirla. pero con el fírme propósito de ser un escritor religioso.
No obstante, quisiera escribir algo acerca de mí mismo. Pronto reapareció el antiguo proyecto (ser pastor ru
Hay en mi alma dos pensamientos tan precoces, cuyo ral). Creí que debía darme prisa para concluir con mi
origen en el fondo no logro demostrar. El primero es que actividad literaria lo más pronto posible, y luego convei
existen hombres cuyo destino es el de ser sacrificados, de tirme en un pastor rural.
DIARIO ÍNTIMO 373
372 SOREN KIERKEGAARD

Cada vez que concluía una obra me decía: debo aban¬ he de vencer en el tiempo, sólo lo lograré sobrepasando
donar la pluma. la exigencia.
Esto lo comprendí sobre todo después de la publica¬ He considerado siempre como esencial la sinceridad;
ción del Tratado acientífico conclusivo (1846). y bien, entonces vuelvo finita mi aspiración.
Mi intención fue detenerme ahí; fue entonces cuando Al instante surge la idea de «ella»; porque si se trata
escribí esas líneas a propósito de El corsario. de sobrepasar, si debo vencer en el tiempo, también
Desde ese momento cambié de idea acerca de mi acti¬ «ella» ha de ser puesta sobre el tapete.
vidad literaria; juzgué que debía continuar mientras Con tales pensamientos transcurrió el tiempo. Sufría
fuera posible. Ser escritor, permanecer en mi puesto, se muchísimo.
había convertido en algo tan exasperante entonces que La summa summarum fue que, no obstante, me horro¬
representaba un ascetismo más áspero que el de retirar¬ rizaba el pensamiento de abandonar la idea primitiva y
me al campo. resolví publicar mi última obra: El ejercicio del cristia¬
Sobrevino el año 48. En ese momento me fue conce¬ nismo. Escribí a la imprenta: debía de entregar el ma¬
dida una visión de mí mismo como para permanecer nuscrito al día siguiente. He aquí que entonces muere el
casi alelado. Creí entender que había sido objeto de consejero de Estado, Olsen.4 ¡Qué extraño! De haberlo
una Providencia particular: tuve la impresión de que previsto el día antes, probablemente no habría escrito a
verdaderamente me había sido concedido lo extrordi- la imprenta, sino que hubiera esperado un tiempo. Con¬
nario. sideré entonces el asunto como decidido. Pero hubo un
Pero al mismo tiempo otro pensamiento se me hizo regateo, y por lo tanto mi última obra apareció con seu¬
evidente: si yo debía ser en realidad lo extraordinario, si dónimo.
debía exigirme que pudiera ponerme en condiciones de Volví entonces al proyecto de convertirme en un pas¬
aceptar la pobreza, de padecer de una manera distinta a tor rural. Pero la situación había cambiado, porque se
aquella que había concebido hasta ese instante. trata de un recurso económico, de un acto directo para
Sobrevino, pues, el año 1848. Físicamente fuerte, en el asegurar mi vida. Llegado a este punto, me sumergí en el
fondo, no lo he sido jamás. En aquel tiempo, más de una problema: ¿puedo yo cristianamente hacer que mi aspi¬
vez tuve la sensación de que la idea de la muerte me ración sea finita?
acechaba. Esto me hizo pensar en que debía buscar a En cuanto a «ella», nada puedo hacer; por una parte
alguien a quien poner al corriente de mi problema, en el porque constituye un grave riesgo para mí tocar el punto
caso de que yo muriere. Con este fin elegí al profesor de nuestras relaciones (véanse mis notas del año 48
Nielsen, quien un tiempo atrás había tratado de acercar¬ y 49); por otra parte porque tampoco tengo valor para
se a mí. hacerlo. Esto significaría, pues, que prosigo mudando de
Sufrí entonces un nuevo retraso. proyectos y que una vez más vuelvo finita mi aspiración.
El tiempo pasaba. Pensé: si no puedes aceptar lo ex¬ Por esto no me oponía a la idea de que «ella» me lo
traordinario como carácter, abandona la última produc¬ pidiera de alguna manera; si de un modo oficial y decisi¬
ción (éticoreligiosa), y busca luego una tarea para esta vo buscaba un entendimiento conmigo, tal vez yo lo con-
vida; así podrás vencer. Porque había comprendido ha¬
cía ya mucho tiempo que mi tarea con respecto a los 4. El padre de Regina. Véase «Diario» del 2 de enero al 7 de setiem¬
bre de 1849. (TV. de la t.)
contemporáneos está en sentido inverso; es decir, que si
374 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 3 75

sideraría como una señal de la Providencia para que me


sobrepusiera, para que convirtiese en finita mi aspira¬
ción. Mi relación con «Ella»
Mi vida se hace cada vez más tensa; escribir me pare¬
ce casi una bagatela y, en cambio, padecer hambre me 24 de agosto de 1849
parece ser el cristianismo. Porque, al fin de cuentas ¿qué
es el cristianismo? No consiste en un conjunto de doctri¬ En forma un poco poética
nas, sino en servir a la verdad como carácter.
Hace un año y medio que he cambiado mi método de 1. N. B. En los últimos Diarios del año pasado y de este
vida, tratando así de ver cuánto puedo soportar. año se encuentran aquí y allá algunas observaciones
Pero considero luego al ascetismo como sofística, y en¬ acerca de ella.
tonces retorno a la Gracia. 2. Infandum, regina, jubes renovare dolorem. 5
El Nuevo Testamento evidentemente tiene por base el 3. Regina Olsen. La vi por primera vez en casa de los
pensamiento de que existe una condenación eterna, de la Rórdam. En realidad, las primeras veces la vi en casa de
cual apenas un hombre entre tantos millones se salva. ellos, dado que frecuentaba a la familia (con Bolette
¡Nosotros, educados en el cristianismo, vivimos en cam¬ Rórdam, en cierto sentido, tengo alguna responsabili¬
bio con la convicción de que todos nos salvaremos! dad; pues creo que anteriormente me había impresiona¬
Hay momentos en que quisiera aferrarme a lo primero do, y yo también debo de haberla impresionado un poco,
que encuentro, y así, en nombre de Dios, romper con todo. aunque con entera inocencia y desde el punto de vista
Pero espero, y surge un nuevo obstáculo: «Ella.» De intelectual).
ese auténtico cristianismo «ella» no tiene la menor sos¬ Ya antes de la muerte de mi padre, me había decidido
pecha; si me pongo a practicarlo, si lo convierto en efec¬ por ella. Mi padre murió y me puse a estudiar para el
to, entre nosotros se alza una diferencia de religión. examen. Durante ese tiempo permití que su vida se vin¬
¿Acaso debería eso de apartarte de concebir así al cris¬ culara con la mía.
tianismo?, se dirá. ¡Oh! El Nuevo Testamento es un libro 4. Es suya también esta réplica con respecto a mí:
tremendo, porque considera este tipo de conflicto como «¡Acabarás por hacerte jesuíta!»
si formara parte del verdadero cristianismo. 5. Durante el verano del año 40 me diplomé en teolo¬
Así lucho yo. Hay momentos aún en que todo es apaci¬ gía. Hice en seguida una visita a los Rórdam. Partí para
ble para mí, cuando creo comprender que mi tarea con¬ Jutlancia,6 y tal vez ya entonces tendía mis redes; por
siste en introducir la verdad en nuestra existencia; es ejemplo, prestándole libros durante mi ausencia y seña¬
decir, hacer evidente, y hemos de confesarlo abriendo el lándole algunos pasajes.
corazón, que nuestro cristianismo es mitigación, que a En agosto regresé. Puede decirse que durante el período
nadie se le exige que sea el «discípulo». comprendido entre comienzos de agosto y comienzos de
Pero debo concluir: escribir me fatiga. Llevo sobre mis setiembre fue cuando de veras me acerqué a ella.
hombros un enorme fardo de obras, pero lo que me preo¬
cupa es otra cosa; ¿puedo yo volver finita mi aspiración 5. Kierkegaard escribe habitualmente: « Infandum jubes regina, re¬
novare dolorem.» (Véase Diario de 1847: «Me mandáis, reina, que remit
obteniendo beneficios terrenales con la prédica del cris¬

ve un dolor indecible»). (Eneida, Canto II-3.) (N. de la t.)


tianismo, que es la renuncia a toda cosa temporal? 6. Véanse notas del viaje. (N. de la t.)
"'ll
DIARIO ÍNTIMO 377
376 SOREN KIERKEGAARD

Durante ese tiempo he padecido penas indescripti¬


El 8 de septiembre salí de casa con el fírme propósito bles.
de decidirlo todo. Nos encontramos justamente frente a Ella no parecía notarlo. En cambio, se volvió tan arro¬
su casa. Me dijo que en la casa no había nadie; fui lo gante que una vez me declaró que se había comprometi¬
bastante audaz como para interpretar esas palabras do conmigo por compasión;8 en resumen, puedo firmar
como una invitación, cosa que convenía para mis fines. que jamás he visto una arrogancia semejante.
Subí con ella hasta su casa. Henos aquí a solas en el sa- Ése fue, en cierto sentido, el peligro. Si a ella no le
loncito. Ella está un poco nerviosa. Le rogué que tocara importa otra cosa, pensé, sino poder decir (como dijo
algo para mí, como lo hacía habitualmente. Lo hizo,
una vez), «que el día en que estuviera persuadida de que
pero no logré mi intento. Entonces, de pronto, cogí la yo la visitaba sólo por hábito, rompería las relaciones»;
partitura, la cerré con impetuosidad arrojándola sobre si no toma el asunto más a pecho, yo tengo la sartén por
el piano, y le dije: «¿Qué importa la música? ¡A «usted» el mango. Recobré, pues, mi autodominio. En otro senti¬
es a quien quiero desde hace dos años!» Enmudeció. Por do confieso mi flaqueza, reconozco que en determinado
otra parte, nada he hecho para hechizarla; hasta la puse
momento me hizo perder la paciencia.
en guardia contra mí y contra mi melancolía. Cuando Puse en acción todas mis fuerzas; ella cede de veras, y
aludió a un entendimiento con Schlegel, repuse: «Está en el exceso opuesto: el más absoluto abandono de
bien, lo consideraré como un paréntesis, porque yo ten¬
adoración. Cosa de la cual, hasta cierto punto, tengo yo
go la prioridad.» la culpa y la responsabilidad, porque yo mismo conozco
N. B. Creo más bien que fue el 10 cuando me habló de
demasiado las dificultades de la situación, y convencido
Schlegel, porque el 8 no pronunció una sola palabra. Na¬ de que era preciso emplear todas mis fuerzas para ven¬
turalmente, no me respondió; por fin, me marché, pues
cer si fuera posible mi melancolía, le había dicho:
temía que alguien viniera y nos encontrara juntos y a «Cede, porque con el orgullo me facilitas las cosas.» Pa¬
ella en tal estado de agitación. Fui a ver directamente a labras completamente sinceras para ella, y melancólica¬
su padre, el consejero de Estado; recuerdo muy bien que mente traicioneras para mí.
temía mucho haberla asustado demasiado y que tam- Naturalmente, mi melancolía se despierta porque su
bién mi visita diera de alguna manera pretexto para abandono me endosa la «responsabilidad» en la mayor
equívocos, hasta en detrimento de su reputación. medida posible, en tanto que su altanería casi me libera¬
El padre no dijo ni sí ni no, pero se mostraba bastante ba de la «responsabilidad»; comprendo que debemos
aquiescente, como fácilmente comprendí. Pedí una entre¬ acabar por romper. Juzgo, y así pensaba entonces, que
vista con ella, la obtuve el 10 de setiembre por la tarde. No ése era el castigo de Dios para conmigo.
dije una sola palabra para convencerla; me aceptó. No logro aún comprender por entero qué impresión,
En seguida entré en relaciones con toda su familia. en un sentido puramente erótico, ha ejercido sobre mí,
Empleé mi habilidad, sobre todo con el padre, por quien pues es cierto que al verla abandonarse casi en adora
por otra parte siempre he tenido mucha deferencia. ción y suplicarme que la amara, me conmovió hasta el
Pero al día siguiente, en mi fuero interno descubrí que extremo de que todo lo hubiera arriegado por ella. Pero
me había equivocado. Un penitente como yo, con mi una prueba de cuánto la amaba es el hecho de que mi-
vida ante acta7 y mi melancolía... debía bastar.
8. Etapas en el camino de la vida. (N. del t. i.)
7. «Antes de los hechos.»
378 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 379

haya ocultado hasta a mí mismo cuánto me había con¬ angustiarme hasta el fin. Sucede lo contrario. Claro que
movido en el fondo; esto está fuera de lo erótico. ella me angustió de una manera extrema, pero mi natura¬
6. De no haber sido un penitente, de no haber tenido leza se rebeló con gigantesco sacudimiento para apartarla
mi vida ante acta, de no ser un melancólico, la unión con de mí. Sólo quedaba rechazarla con todas mis fuerzas.
ella me habría proporcionado una felicidad como nunca Fue un tiempo de tremendas penas; verse obligado a
la soñara. Pero aún cuando yo (por ser demasiado quien ser tan cruel, y amar, no obstante, como amaba yo. Ella
era) debiera decir que habría alcanzado mayor felicidad luchaba como una leona; de no haber creído yo que era
en mi desdicha, sin ella que no con ella...; me había con¬ una protesta divina, habría vencido.
movido y de buena gana hubiera cumplido sus deseos. 11. N. B. Durante estos dos meses del engaño, seguí la
7. N. B. Sin embargo, ella presintió algo de lo que en táctica de decirle a intervalos, en tono explícito: «Basta,
mí incubaba, porque a menudo se le escapaban estas pa¬ déjame, ¡no resistirás!» Ella respondía con pasión que
labras: «Tú no eres feliz jamás. De modo que nada pier¬ todo lo habría soportado con tal de no dejarme.
des si me permites estar a tu lado.» Una vez hasta llegó a Le propuse hasta que resolviéramos el asunto de la
decirme que nunca me pediría ninguna explicación con siguiente manera: que ella rompiera para ahorrarle
tal de que le permitiera estar junto a mí. la humillación. No quiso. Repuso que si estaba dis¬
8. Pero había una protesta divina. Así lo entendí yo. puesta a soportar todo lo demás, soportaría también eso;
La consagración. Habría debido callarle muchas cosas, y de una manera no del todo asocrática, observó que
basarlo todo en una falsía. probablemente nadie se lo haría notar en su presencia,
Le escribí devolviéndole el anillo. El mensaje está fiel¬ y que de lo que decían en ausencia suya nada le impor¬
mente reproducido en Experimento psicológico 9. He tra¬ taba.
tado por entero de atenerme al hecho puramente históri¬ 12. La ruptura definitiva tuvo lugar dos meses más
co; pues de eso nunca he dicho una palabra a nadie, a tarde. Ella se desesperó. Por primera vez en mi vida tuve
nadie en absoluto; soy más mudo que un sepulcro. Si el que hacerle reproches. No quedaba otro remedio.
libro cayera en sus manos quisiera que lo recordara. Desde su casa fui directamente al teatro, porque que¬
9. N. B. Algunas réplicas allí citadas están tomadas de ría encontrarme con Emil Boesen 10 (por eso inventaron
la realidad; por ejemplo, la de que: «Nadie ha dicho que el chisme de que había estado de paseo por toda la ciu¬
el casarse haga engordar; he conocido a alguien (aquí di dad; que yo había dicho a la familia, sacando el reloj,
el nombre de mi padre, y así el hilo de la historia fue que se dieran prisa si tenían algo más que decirme, por¬
desviado) que se casó dos veces, sin engordar.» Y tam¬ que debía ir al teatro).
bién: «Puede uno romper un noviazgo de dos maneras: Había concluido la función. Mientras salía de la se¬
por motivos de estima, y por razones amorosas.» Así gunda platea, se me acerca desde la platea baja el conse-
como su respuesta: «Creo que estás loco.» jero de Estado Olsen y me dice: «¿Podría hablar con Su
10. ¿Qué hace ella? Impulsada por femenina desespe¬ Señoría?» Fuimos a su casa. Ella estaba desesperada. El
ración, hete aquí que se desmanda. Evidentemente ha¬ padre me dijo: «Será la muerte para ella, está completa¬
bía notado mi melancolía y debe de haber pensado en mente desesperada.» Repuse: «Trataré de tranquilizar-

9. Incluido en ¿Culpable o no culpable?, de Etapas en el camino de la 10. El amigo íntimo de Kierkegaard, su confidente en el lecho de
vida. (N. de la t.) muerte. (N. del t. i.)
380 SO REN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 381

la, pero es cosa decidida.» Él me replicó: «Soy un hom¬ 17. Así fue como nos separamos. N. B. Es verdad. El
bre orgulloso, y es duro para mí decirlo, pero le suplico día en que recibí las cosas que ella me devolvía, escribí
que no rompa con mi hija.» En verdad, era un gran hom¬ una carta al padre que me fue devuelta sin abrir. Pasaba
bre; me conmoví; pero no cedí. Me quedé a cenar con la las noches enteras llorando en mi cama, pero durante el
familia esa noche. Hablé con ella al despedirme. Al día día me mostraba como siempre, más burlón y chistoso
siguiente recibí una carta del padre en la que me decía que antes; era necesario que así lo hiciera. Mi hermano
que ella no había pegado ojo en toda la noche y que de¬ me dijo que iría a ver a la familia para demostrarles que
bía ir a verla. Fui y logré calmarla. Ella me preguntó: yo no era un canalla. Le dije: «¡Si lo haces te meto una
«¿Entonces no vas a casarte nunca?» Le respondí: «Sí, bala en la cabeza!» La mejor prueba de cuánto me preo¬
dentro de diez años, cuando me haya curado de capri¬ cupaba el problema.
chos; entonces necesitaré una chica de sangre joven para Me fui a Berlín. Sufrí muchísimo. No pasaba día sin
rejuvenecerme.» Una crueldad necesaria. Ella me dijo: recordarla. Hasta hoy he mantenido mi promesa de re¬
«Perdóname todo lo que te he hecho.» Le respondí: «¡De¬ zar a diario por ella por lo menos una vez, a menudo dos,
bería ser yo quien te pidiera perdón!» Y ella: «Prométe¬ sin contar con las veces que pienso en ella.
me que te acordarás de mí.» Se lo prometí. «Dame un 18. Roto el vínculo, mi estado de ánimo era: o te en¬
beso», dijo ella. La besé... pero sin pasión. ¡Dios miseri¬ tregas a las diversiones alocadas o a la religiosidad abso¬
cordioso! luta, siempre que no sea a ese embrollo que amasan los
13. N. B. Ella sacó un billete con algunas palabras que pastores. El Diario de un seductor se escribió para ella,
yo escribí para ella y que tenía por costumbre llevar col¬ para rechazarla. El prólogo a Dos disertaciones edifican¬
gado del cuello; se lo quitó y lo hizo mil pedazos en silen¬ tes fue hecho a propósito para ella, como muchas otras
cio. Luego, dijo: «¡Me has jugado una mala pasada!» cosas: la fecha del libro y la dedicatoria a mi padre.12 Y
14. N. B. Me dijo: «¿Entonces ya no me quieres?» Le también en el libro había algunas vagas alusiones: la re¬
respondí: «Sí; ¡si continúas portándote así no te querré lativa al abandono: que se pierde al amado tan sólo
más!» cuando uno lo arrastra para que actúe contra la propia
15. Ella: «Quisiera que fuera tarde cuando te arre¬ persuasión. Ella lo leyó. Lo sé por Sibbern.
pientas», aludiendo a la muerte. Tuve que responderle 19. El Diario de un seductor estaba escrito a propósito
con una broma, diciéndole si creía que iba a tener el fin para rechazarla, y de sobra sé la agonía que me costó su
de Wilhelm en Lenora. publicación. Pues mi pensamiento, mi intención, era
16. ¡Zafarme del vínculo como un canalla, como el suscitar en contra mía el desdén universal: plan que fra¬
más auténtico canalla! No se podía hacer otra cosa para casó por completo, especialmente por parte del público
que volviera a sus cabales, para liberarla y darle el im¬ que acogió jubiloso la obra, cosa que contribuyó a au¬
pulso hacia el matrimonio; pero al mismo tiempo era mentar mi desprecio por el público. Pero hacer que al¬
una galantería exquisita. Con mi habilidad, hubiera sido guien al leer el Diario haya pensado, o piense en ella, era
fácil retirarme en mejores condiciones; que esta conduc¬ al mismo tiempo la más exquisita galantería que se pue¬
ta hubiese sido galantería lo ha demostrado el joven da imaginar. Para una mujer, ser la elegida de un seduc¬
Constantino Constantius.11 Estoy de acuerdo con él. tor es como para el fruto ser picado por un pájaro, por

11. Seudónimo de La repetición. (N. de la t.) 12. 5 de mayo, cumpleaños de K. (N. de la t.)
SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 383
382

que el seductor es buen conocedor. Evidentemente, un suponía enterado del noviazgo y buscaba mi consenti¬
amante está ciego; por lo tanto, su juicio no es objetivo; miento.
tal vez ve belleza y rasgos por completo inexistentes. El día en que se publicaron las amonestaciones de su
Pero el seductor es un buen conocedor; y de una parte matrimonio yo estaba en la Iglesia del Salvador.
«el seductor» —el absoluto conocedor—, y de otra, una 21. N. B. Ahora el consejero ha muerto,13 ella espera
simple muchacha, verdaderamente constituye la mejor volver a verme: una relación inocente de amor puro.
galantería imaginable, pero demasiado profunda para ¡Oh, querida niña mía! ¡Dios sabe cuánto querría verla,
adquirir popularidad. No sería galantería mayor la de hablar con ella, complacerla, y si ella lo necesitara, entu¬
hacer que el seductor de la muchacha se convirtiera, siasmarla! ¡Qué no daría para poder adornarla, mien¬
porque al instante se transformaría en «amante» ciego, tras viva, con los joyeles de la celebridad histórica que le
su juicio ya no inspiraría confianza. ¿Qué son entonces está asegurada! Ella debe tener un rango superior entre
los cantos de los poetas que han cantado e idolatrado a las jóvenes. Es importante que sea yo quien describa el
caso; porque de otro modo su matrimonio sería una sali¬
la amada de una manera directa, como enamorados?
¿Qué valor tienen sus elogios? No, el seductor y una mu¬ da de tono, fácilmente yo me convertiría en una sátira:
chacha única; ésa es la situación ideal. yo que he permanecido célibe, mientras que ella quería
20. Sólo permanecí en Berlín seis meses. Mi intención morir de mal de amor.
era pasar allí un año y medio. El hecho de que regresara 22. Desde luego que le daría placer la celebridad: ella,
tan pronto debió de atraer su atención. Así fue. Me buscó que antaño, en su primera juventud, deseaba ser actriz
el día de Pascua después del sermón de Mynster. La es¬ para brillar en el mundo. Sería la rehabilitación, para
quivé. Lo hice para rechazarla, para que no se quedara ella que, a pesar de todo, era tan altanera.
con la idea de que había pensado en ella durante mi via¬ 23. ¡Cuánto placer tendría en hablar con ella! ¡Qué
je. Además, Sibbern me había dicho (fue ella quien se lo
alivio sería para mi relación con Dios! En la posibilidad
contó), que no podía soportar el verme. Vi entonces que ella es un peso, en la realidad me es ligera. Pero no me
no era verdad; pero que no podía soportar el hablar con¬ atrevo a dar el paso; ella me demostró una vez qué capaz
migo hube de creerlo.
es de excederse del límite. En verdad que un matrimonio
Por otra parte, puedo decir que los pasos decisivos de no bastaría para atarla, si de nuevo su pasión se inflama¬
su vida los ha dado bajo mis auspicios. Antes de compro¬ se. Claro: si realmente yo hubiera sido un canalla todo
meterse con Schlegel, ella notó mi presencia en una igle¬ sería más fácil.
sia. Le concedí una mirada. Dos veces seguidas me hizo Su vínculo con Schlegel no es una garantía. Suponga¬
una señal; meneé la cabeza, y esto significaba: «Debes mos que ella, en cierto sentido, haya comprendido con
renunciar a mí.» Entonces repitió el ademán; respondí astucia que éste sería el único modo posible para reanu¬
con el gesto más amable posible, que quería decir: «Mi dar una relación conmigo; porque si hubiera permaneci¬
amor será para ti.» do soltera, ya no sería el caso de pensar en un casamien¬
to. Si hubiera pensado que era mi voluntad que ella se
Cuando ya estaba comprometida con Schlegel, se cru¬
zó conmigo una vez por la calle y me saludó de la ma¬ casara con Schlegel, y que por eso mismo durante los
nera más amable e insinuante. No comprendí, pues dos últimos meses, bromeando y casi por incomodarla,
entonces ignoraba su noviazgo. La miré de un modo in¬
13. En la noche del 25 al 26 de junio de 1849. (N. del t. i.)
terrogante meneando la cabeza. Seguramente ella me
384 SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 385

le hablaba a menudo de él, diciéndole que debía atrapar¬ dos maestros, la noble sagacidad de un anciano y la
lo. Y en verdad tal era mi pensamiento y mi deseo; pero amable imprudencia de una mujer.
en ese caso su relación conmigo es más elevada que la En verdad la causa de la religión, y sobre todo la del
relación con Schlegel. cristianismo, requiere sin duda un hombre célibe. ¡Pero
Si Dios le inspirara la petición de entrevistarse con¬ qué extrañamente dialéctica es la historia infinita de mi
migo, sí... en ese caso me arriesgaría. Me daría placer: educación!
esto es verdad, pero sólo así me atrevería a correr el ries- ¡Y si a ella no se le ocurre pedirlo, probablemente de¬
go¬ Nuestra relación sería entonces perfecta, pues el ma¬ beré renunciar! Es extraño, por otra parte, que ella me
trimonio es mi traba; una relación fraternal con ella me haya comprendido tan poco que no vea que para mí todo
daría una alegría grande, muy grande. se reduce a una cuestión de responsabilidad. Por eso de¬
24. ¡Qué felicidad sería para mí poder contentarla! ¡A seé tanto que fuera ella quien rompiera el noviazgo.
ella que tanto ha sufrido por mi causa! ¡Y qué duro es Ahora probablemente vive feliz casada con Schlegel.
verse obligado a mostrarse tan cruel! Casi ha habido una Él ha sido afortunado: será un estímulo para ella, algo
trama de insidias de mi parte al comportarme así para así como la aprobación de la Providencia con respecto a
ligarla a un matrimonio y luego abandonarla a sí mis- su matrionio. Para mí, en cierto sentido, el mundo me es
ma. ¡Ojalá hubiera comprendido a su matrimonio como adverso. Tal vez ella encuentre justa la explicación de
una posibilidad de un matrimonio fraternal conmigo, en que pesa sobre mí un castigo. Pero también podría la
quien posiblemente sólo ha visto una grandeza pura¬ oposición del mundo, cosa bastante peligrosa, conferir¬
mente intelectual! Pero correr el riesgo de ser yo quien me un nuevo valor ante sus ojos.
dé el paso no me está permitido en conciencia. Ella 26. Si es verdad lo que me ha contado la señorita
demostró una vez ser capaz de pasar del límite; y por Dencker (y yo me he servido a menudo de la señorita
otra parte, al casarse, ella se ha emancipado al fin y al Dencker para hacerle llegar mis sugestiones directas a
cabo. fin de consolidar su matrimonio), que ella dice que «en
25. Cuando vivía en Nórregade, en el primer piso, me el fondo» no me guarda rencor por haber roto el noviaz¬
hice construir un armario de palo de rosa. Lo hicieron go, sino por la manera como lo hice, esto demuestra que
según mis indicaciones, que a su vez, se inspiraban en posee una buena dosis de desmemoria femenina, propia
unas palabras que ella me dijera, ¡tan graciosa en medio de la inmediación. Olvida evidentemente que recibió,
de su pena! Me dijo que me agradecería toda la vida si le dos meses antes del paso decisivo, una carta mía de rup¬
concedía que permaneciera junto a mí, aunque hubiera tura, redactada con las explicaciones más humillantes a
de estar encerrada dentro de un pequeño armario. Por mi respecto: creo que contra ese procedimiento no había
eso el mueble fue construido sin divisiones. En su inte- objeción alguna que hacer. Fue ella, quien por no querer
rior guardo con sumo cuidado las cosas que me la re¬ resignarse, insistió de una manera tan desesperada que
cuerdan, que para mí pueden significar un recuerdo de hube de crear un nuevo alfabeto. Olvida que fue ella mis-
ella. De todos mis libros se han impreso dos ejemplares ma quien dijo que si hubiera podido convencerla de q ue
únicos en papel vitela, uno para ella, otro para mí. era yo un canalla lo soportaría todo fácilmente. ¡Y ahora
Entre mis papeles hay una carta, para ser abierta des¬ probablemente se lamenta de mi «conducta canallesca»!
pués de mi muerte, que se refiere a ella. A ella y a mi Y además, si no hubiera empleado ese sistema probable¬
pobre padre dedicaré el conjunto de mis obras: a mis mente todavía estaríamos disputando para romper el
386 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 387

noviazgo. En ese sentido podría ser justo que se quejara idealmente al grupo de Regina; ella debía haber perma¬
de mi conducta, porque de ninguna otra manera habría necido en él para ser eternizada por la poesía.
logrado mi fin. Ahora ya no es posible.
27. En cierto sentido la mujer es un ser tremendo. Regina podía y debe casarse. Esto es lo único que tiene
Hay en ella una forma de abandono que me espanta, una verdad poética. Y aun cuando ella me dijera que lo
porque es por completo contraria a mi naturaleza: es ha hecho por resentimiento para conmigo, etc., le res-
tremendo el abandono femenino, femeninamente sin re¬ pondo: «¡Puros cuentos! ¿Qué conciencia puede tener
paros, porque la feminidad está en cierto sentido muy una damita de lo que hace? Tú has realizado algo com-
fuertemente unida al reparo. Pero si eso se rompe... y si pletamente extraordinario, me hiciste un beneficio, me
el otro es un ser dialéctico, dotado de fantasía melancóli¬ ayudaste al dar ese paso, ¡y por eso sé que lo has hecho
ca y con un pesado fardo de religiosidad... en verdad que por amor a mí aunque pretendas no haberlo pensado!
en ese caso es algo tremendo. Vamos a ver: ¿Te convenía acaso actuar de ese modo
28. En cuanto a mí, he aprendido lo siguiente: que me mezquino de mujercita despechada o crees que yo puedo
he comportado como un autotorturador. Probablemen¬ tener pensamientos mezquinos? La mezquindad es lo
te, ahora cambiaré de método. único que soy incapaz de comprender.» Visto histórica¬
29. Y también es cierto que si ahora reanudara mi re¬ mente por un zote cualquiera, ella tiene en su contra un
lación con ella, comenzaría sin más ni más a hacerle re¬ hecho patente, su casamiento. Mi interpretación, la úni¬
proches. Por ayudarla he soportado, he hecho todo lo po¬ ca sincera en absoluto, da al paso su auténtico significa¬
sible mejor dicho, para aparecer ante los demás como do, que es un «plus» a su favor. Ella se distingue en el
un canalla. Pero en verdad ella tiene una gran responsa¬ primer caso por su fe, por haber poseído feminidad sufi¬
bilidad. No es mérito suyo si no llegué literalmente a la ciente para creer a un hombre que le trataba de ese
desesperación; y aunque estoy dispuesto a perdonar y a modo. En el segundo caso se destaca por haber entendi¬
olvidar como si nada hubiese pasado, no obstante ella do perfectamente la agudeza en el sentido de que ella
debe saberlo, en el caso de que la relación se reanudara y debía casarse. Esto es lo que fácilmente puede inducir a
para que fuera una relación fundada sobre la verdad. engaño. Y en tal sentido me duele estar ahora en venta¬
30. En cuanto a Cornelia,14 su noviazgo me ha entris¬ ja; yo, el soltero, y que no puede además investirla de sus
tecido en cierto sentido. Era una genuina feminidad de derechos con la interpretación de que el matrimonio era
excepción. Basta con este rasgo suyo de noble sencillez lo que ella debía realizar.
femenina. Cuando todos los enterados sabían al dedillo
que yo era un canalla y cada uno de ellos se jactaba de
conocerme por entero, ella dijo: «¡No logro entender al Balance
Dr. Kierkegaard, pero sin embargo lo considero un hom¬
bre de bien!» Frase realmente enérgica, que me causó 1. Creo que su pensamiento ha sido el siguiente: en el
impresión hasta a mí mismo. Pero Cornelia pertenece fondo él me quiere, y se ha comprometido conmigo. Yo
lo amo demasiado. ¿Cómo puede sobrevenir entonces es¬
te conflicto? Debe de ser una locura; una melancolía que
14. La hermana de Regina. «La figura de mujer más notable que he linda con la locura, ergo, lo arriesgaré todo para abrir
conocido.» (Véase «Diario» de diciembre 1844 a diciembre de 1845).
(N. del t. i.) una brecha en su melancolía.
388 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 389

¡Excelente! Como táctica femenina es perfecta. Ella 2. De ella (especialmente desde el momento en que su
no podía darse cuenta de que se trataba de una pugna orgullo se transformó en abandono) no tengo nada que
religiosa, pues estaba por completo desprovista de desa¬ decir; ni una sola palabra que no sea para loor y gloria
rrollo religioso y mucho menos aún capacitada para sos¬ suya. Era una muchacha deliciosa, una naturaleza ama¬
pechar semejantes conflictos religiosos. Su táctica es ex¬ ble, casi hecha a propósito para que una melancolía
celente, y ella formidable por la intrepidez femenina con como la mía hallase su única alegría en hacerla dichosa.
que inicia el ataque. Por lo demás, yo le había dado en Graciosa en verdad lo era la primera vez que la vi;'
cierto sentido autorización para que procediera así. Sa¬ graciosa en su abandono, noblemente conmovedora, no
bía yo, en verdad, cuán peligrosa habría de resultarme; sin cierta sublimidad en el momento definitivo de la se¬
¡qué digna de ello era esa amable criatura! Aunque el paración. Infantil del principio al fin, y a pesar de su
asunto me costara el precio máximo, ella debía luchar astuta cabecita algo he hallado en ella, algo que equivale
aferrándose al abandono. Y lo hizo, ¡querida y deliciosa para mí a un elogio eterno: silencio e interioridad. Y
niña mía! y de una manera magistral dentro de su condi¬ además poseía un poder: una mirada de adoración cuan¬
ción de mujer. do suplicaba, que hubiera podido conmover a una roca.
En cuanto a mí, es ley de mi vida que retorna en todos Habría sido la felicidad poder hacer su vida dichosa,
los instantes decisivos. Como aquel general que en per- contemplar su inefable dicha.
sona dio la orden al piquete que lo fusilaba, así he orde¬ 3. Nota. Es suyo el relato de la pareja de rústicos ena¬
nado yo siempre cuando he debido ser herido. Pero tam¬ morados que hablaban de otra campesina, quien había
bién el duelo que ella debía sostener era de gran estilo y roto con su galán y la campesinita comentó: «Es raro...
estupendo; en cierto modo soy yo quien le puso el arco ¡él iba siempre tan bien vestido!» También fue ella quien
en la mano, yo mismo quien colocó el dardo y quien le me contó la historia de la señora Mynster, que se fugó de
enseñó cómo afinar la puntería. Así pensaba yo (¡y eso sí su casa con Pollione y, muy gran dama, fue en persona a
que es amor!); o seré tuyo, o te permitiré que me hieras ver a su marido para decirle: «Total, será mejor que te lo
tan profundamente, en lo más íntimo de mi melancolía y diga yo misma: ¡me he casado con Pollione!»
en mi vínculo con Dios, de manera que, aunque separa¬ 4. Si he cometido una injusticia que clama al cielo
do de ti, sea siempre tuyo. arrastrándola a esa relación conmigo, provocando esce¬
¡Qué modelo de amor desdichado! No es, por ejemplo, nas terribles como hechas a propósito para destruir por
como el de Federica con Goethe, que rechaza todo otro completo la impresión que de ella tenía, ¡que Dios me
amor, porque debe bastarle a una muchacha haber ama¬ perdone! Debía ofenderla y abandonarla; debía durante
do a Goethe; ¡todo lo contrario! Ella ha de poner de relie¬ los últimos meses mostrarme cruel, para tratar en lo po¬
ve mi vida, y yo soy quien ha hecho lo posible para que sible de ayudarla a romper el compromiso. Para mí esto
ella se case. Una situación similar sólo es concebible fue lo más duro. He debido proseguir con esa crueldad
como pugna religiosa. Porque si se tratara de mi orgullo, con la intención más honrada y sincera. Ella ha de haber
etc., si fuera manía de gozar de mi parte, etc., sería im¬ sufrido entonces penas indescriptibles. ¡Ojalá me per¬
posible que mi vida pudiera expresar esto que yo exalto done!
en ella, «mi única.» La he amado. Mi existencia exaltará su vida de una
Bien, ella se ha casado y ahora las relaciones son por manera absoluta. Mi carrera de escritor podría también
completo normales. considerarse como un monumento en su honor y gloria.
390 SO REN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 391
La arrastro conmigo a la historia. Y a mí, que melancóli¬
camente sólo tenía un deseo, el de hacerla dichosa, no
hechizarla no me faltaban, ¡casi para desdicha mía! Y en
cuanto entreveía una esperanza no podía privarme
me será negado esto en la historia, allí caminaré a su placer de hechizarla... a ella, graciosa como del
lado. Como un maestresala la conduzco al triunfo, di¬ una chiqui¬
lla, y que cuando nos separamos, a pesar de
ciendo: «¡Por favor! ¡Paso para ella, para nuestra queri¬ todo lo que
había padecido, seguía siendo como una niña.
da, nuestra amable y pequeña Regina!» Pero
5. Una vez le pedí a Dios que me la concediera como
nuestras relaciones debían romperse, y tuve que mos¬
trarme cruel para animarla: esto es «temor y temblor.»
un don: aun en los momentos en que entreveía la posibi¬
La situación se vuelve tan horrible que, por fin,
lidad de un matrimonio, le he dado a Dios gracias por el as¬
pecto erótico parece desvanecerse, porque el
ello como si fuera un don. Luego debí de considerarla horror da a
nuestras relaciones otra categoría. A tal punto era yo
como un castigo de Dios: esto lo he mantenido siempre un
honradamente, aun cuando ella hacía todo lo posible anciano que ella se convirtió en algo así como un
niño
predilecto, casi como si el sexo se hubiera
para hacerme sentir, a mí que era presa de la desespera¬ vuelto indife¬
rente; ¡esto es «temor y temblor»! Y yo
ción, mi superioridad. oso pretender
que he deseado el matrimonio con mayor pasión
¡Y en verdad Dios castiga de un modo terrible! Para que
ella: tenía para mí el significado (como para los
una conciencia angustiada, ¡qué horrible castigo! Tener demo¬
nios legendarios) de ser mi salvación desde el punto
a esa muchacha sumisa, poder hacerla dichosa, contem¬
vista puramente humano. ¡Ay de mí!, yo no he de
de
plar su indescriptible dicha (cosa que constituye la llegar a
puerto, debo ser utilizado de otro modo. Por
mayor felicidad de un melancólico) y escuchar luego en eso era una
frase enigmática —que ella no comprendió, pero que
su fuero interno esta voz de juez: ¡Debes abandonarla! yo
comprendí muy bien— la que, en medio de su pena,
Es tu castigo. Será agudizado por la visión de sus sufri¬ dijo: «Al fin y al cabo, tú no puedes saber si me
mientos, debe ser acrecentado por las súplicas y las lᬠno sería un
bien también para ti que yo permaneciera a tu lado.»
grimas de ella que no sospecha que ése es tu castigo, sino
que supone que se trata de crueldad de tu parte... (*) y
que es preciso lograr que te dulcifiques.
6. (*) Nota. Así también pensaba ella en el fondo,
pues repetidas veces dijo que mi orgullo me impulsaba a
abandonarla. Declaró que al fin de cuentas yo no era
fundamentalmente bueno, pero que, no obstante, ella no
podía dejar de amarme y de pedirme permiso para que
no la apartara de mí.
7. Todo el contenido de aquel año de noviazgo fue en
el fondo para mí una secuela de reflexiones penosas de
mi conciencia angustiada. Me preguntaba: «¿Te atreve¬
rás acaso a comprometerte? ¿Te atreverás acaso a ca¬
sarte?» ¡Ay de mí! ¡Entretanto, ella, la deliciosa chiqui¬
lla, daba vueltas en torno mío y era mi novia! ¡Yo, viejo
como un anciano, y ella una niña! Pero ¡ay!, dotes para

l
I

DIARIO ÍNTIMO 393

esa actitud significaba: ¡Ha llegado el tiempo en que de¬


bes romper con la tradición de tu padre! Fue la última
prédica de Mynster. ¡Alabado sea Dios!; ¿no es éste aca¬
so, a pesar de todo, un signo de su Providencia?
Si el obispo Mynster hubiera cedido, cosa que bien
pudo mantener oculta para todos (y hubiera adquirido
1 DE MARZO A OCTUBRE DE 1854 para todos el sentido de un triunfo), también mis condi¬
ciones económicas habrían podido volverse menos du¬
ras de lo que eran. Porque el obispo Mynster, que en con¬
El obispo Mynster junto me hacía bastantes concesiones en el campo del
espíritu, contaba con prudencia mundana que al final
1 de marzo de 1854 me habría visto obligado a ceder en su favor de algún
modo, dado que, por razones de dinero, no podía hacerle
Ahora ha muerto. frente. A menudo intercalaba en nuestras conversacio¬
¡Ojalá se hubiera logrado persuadirlo de que termina¬ nes, sin dirigirse directamente a sí, una frase bastante
ra su vida con la confesión de que el cristianismo que él característica: «La decisión dependerá no de quien po-
ha representado no es cristianismo, sino una mitigación! sea mayor fuerza, sino de aquel de nosotros que no pue¬
¡Ojalá lo hubiera dicho él, que ha arrastrado consigo a da resistir más tiempo.»
una generación entera! Ahora que ha muerto sin hacer
esa confesión, todo cambia; sólo permanece el hecho de
que él con su prédica ha situado al cristianismo en una Acerca de mí mismo y de mi hermano
ilusión.
Hasta para mi dedicación melancólica hacia el pastor Vivo de la manera más apropiada para conducirme di¬
de mi pobre padre la situación ha cambiado. Porque me rectamente a la locura y para que me tomen por un de¬
parece excesivo que tampoco después de su muerte no sequilibrado; y en efecto, toda una clase social me consi¬
pueda hablar de él sin reticencias; aunque de sobra sé dera realmente como a un extraño sujeto. Además, tengo
que no podré olvidar por completo el hechizo de mi anti¬ un hermano que vocifera hábilmente que yo represento '

gua dedicación y de mi admiración estética. el «éxtasis» (palabra que por lo general para el pueblo,
Desde que nació un secreto equívoco entre nosotros, equivale a la locura, y que hasta los tratados de medici¬
mi deseo fue evitar en lo posible el ataque mientras vi¬ na mencionan como indicación de un cierto tipo de locu¬
viera; pensaba en la posibilidad de que también yo pu¬ ra)... ¡en tanto que Martensen representa a la prudencia!
diera morir.
Y sin embargo, llegamos a un punto en que creí casi
que era mi deber atacarlo. De todas sus prédicas sólo he Economía de la existencia
dejado de escuchar la última;1 no porque la enfermedad
me lo impidiera, asistí a la iglesia de Kolthof. Para mí Imaginemos a una madre astuta, que tiene un niño que,
como todos, escucha de buena gana el relato de cuentos
1. El 26 de diciembre de 1853 (fiesta de San Esteban), en la iglesia y fábulas. La madre, claro, conoce algunos, pero no más
del Castillo. Mynster murió el 30 de enero de 1854. (N. del t. i.)
394 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 395

de una docena poco más o menos. Si el niño se obstinase Y al cristianismo, que con amor divino, querría trans¬
en pasar un día entero escuchando cuento tras cuento, la formar a cada hombre en un individuo, estos hombres
madre acabaría por hallarse en un aprieto. villanos lo han convertido en su opuesto.
El arte de la madre, pues, consiste en distraer al niño. ¡No es de asombrar, pues, que sean necesarias penas
Por ejemplo, acaba de contarle un cuento. El niño recla- tan tremendas para convertirse en un individuo, y es
ma otro al instante. La madre, por el contrario, le dice: perfectamente comprensible que los hombres prefieran
«¡Mira, Ludovico, qué mariposa tan extraña!» La diver¬ lavarse las manos! Lo sé muy bien por propia experien¬
sión cambia las cosas. Ludovico corre detrás de la mari¬ cia. En parte han sido profundas penas íntimas, pero
posa; tal vez cae y se lastima, etc.; de esa manera Ludo- sobre todo la mezquindad de mis contemporáneos y su
vico tiene mil distracciones y queda convencido de que bestial conducta indigna respecto a mí, me han obligado
su madre posee una inagotable colección de cuentos. a mantenerme alerta. Con mis contemporáneos ha succ-
Así sucede con la Providencia, o mejor aún, con la dido lo mismo que con los hermanos de José: ellos
existencia en relación con la idea. creían hacer daño, pero Dios dio vuelta a las cosas para
Nuestra existencia entera (y en esto consiste el arte di¬ bien (Gért. 50-20).
vino, aun cuando al mismo tiempo nos demos cuenta de
que la Providencia nos considera como a niños) está dis¬
puesta de una manera muy económica. Se ha proveído El protestantismo
de modo que la idea posea fuerza suficiente para bastar
a la duración de la vida de un hombre, en la mayor me¬ Si el protestantismo no se limita a ser un correctivo
dida posible, aun cuando éste mantenga durante toda su necesario en determinado momento, sólo representa
vida un puro interés por la idea. Pero si un individuo de en el fondo la rebelión de los hombres contra el cristia¬
la próxima generación (también ocupado exclusivamen¬ nismo.
te en la idea) pudiese comenzar por donde el otro ha lle¬ Si ha de predicarse el cristianismo en sustancia, se lo
gado, la existencia se presentaría en quiebra. hallará en los Evangelios como imitación, sufrimiento
El arte de la existencia consiste, pues, en engañar al continuo, tribulaciones y gemidos, aguzados por el fon¬
pequeño Ludovico. Ahora, por ejemplo, transcurren diez do de la escena, por el juicio en el que habremos de ren-
años de guerra; nuevos despachos a diario, etc. Para la dir cuenta de toda palabra (Mt. 12, 36): entonces consti¬
idea, esto es del todo indiferente; en efecto, las ideas no tuye una tremenda diferencia, angustia, temor y tem¬
hacen su entrada de ese modo en el mundo, pero ello blor. ¡Muy cierto! Pero ¿acaso hemos leído en alguna
llena de pensamientos la cabeza del pequeño Ludovico. parte de los Evangelios que Dios haya dispuesto de otro
En lo concerniente a la idea, para el problema de la rela¬ modo esta existencia terrenal?
ción de Dios con el hombre y del hombre con Dios, una En cambio, la naturaleza humana aspira a la quietud:
guerra europea nada enseña. nihil beatum nisi quietum.2 Quietud y más quietud, para
Pero ¡qué raro es hallar a un solo hombre desarrollado poder enfrentarnos con los afanes finitos, para gozar de
hasta el punto de que sea refractario al influjo del núme¬ la vida en este mundo.
ro! Y así los hombres viven y mueren por millones, son ¿Qué es ahora en sustancia el protestantismo sino la
el número y el número es su horizonte, su todo; es decir,
2. «No hay felicidad si no es en la quietud.
que son simples copias.
396 SOREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 397

rebelión del hombre contra el cristianismo? ¡Debemos persecución y los malos tratos que le acarreará el tener
tener quietud... y quietud por el cristianismo! Y de ese que expresar el «espíritu» en medio de criaturas anima-
modo volvemos del revés al cristianismo y a ese horren¬ lescas.
do pesimismo, que es el Nuevo Testamento, convirtién¬ Pero puede también presentarse el caso bajo un aspec¬
dolo en llano optimismo. Quietud queremos; estad por to distinto. Huye porque no se siente capaz de incomo¬
eso tranquilos en virtud del bautismo, del bautismo de dar a los demás, sabiendo muy bien que no puede ganar¬
los niños, y de la gracia, por la cual sólo se salva el hom¬ los por entero, y que por lo tanto se convertiría para ellos
bre. ¡Ay, desde luego sería una imprudencia que preten¬ en un tormento. O bien, si hubierais de ser del todo sin¬
diéramos contribuir, aunque fuese de una manera míni¬ ceros, vosotros que preferís disfrutar de esta vida, gozar¬
ma, a nuestra salvación! Con lo cual nosotros dejamos a la, traer al mundo a niños que a su vez habrán de gozar¬
un lado el cristianismo y nos entregamos a la caza de un la, ¿no preferís acaso desembarazaros de un hombre que
empleo, a tener hijos. Nos engolfamos en los asuntos sólo habla de la muerte y de la mortificación? ¿No es
temporales y en los goces de la vida, etc. entonces una especie de reparo de su parte el esconderse,
puesto que al permanecer entre vosotros os hubiera he¬
cho mucho más culpables de cuanto hubierais creído po¬
El ente, la turba, el número sible? Porque para defenderse de un hombre semejante,
habríais debido perseguirlo brutalmente y hundiros en
El ente es para el hombre la determinación del espíritu, la crueldad. Pues, cuando el goce de la vida idílica no se
del ser hombre; la turba, el número, es la determinación remite al «espíritu», se lo convierte, claro está, en algo
de la animalidad. más hermoso; pero ¡ay!, con relación al espíritu ¡o se lo
La operación es entonces muy sencilla: el grado de espiritualiza o es bestialidad!
perfección del ente como espíritu estriba en cómo, per¬
maneciendo en sí por completo inmutado, pueda sopor¬
tar que el número se abalance sobre él (como rapaces Vida. Muerte
que arrojan sus inmundicias sobre alguien).
La distinción del hombre-Dios está en ser por comple¬ El vivir infunde naturalmente alegría, el morir da ho¬
to inmutado, en oposición a los innumerables millones rror. ¡Oh, pero si la existencia estriba en «vivir como un
del género humano; en ser Ente, sin cambiar ni un ápice, muerto», vivir de esa manera se convierte en el horror
ni un rasgo del rostro. El Apóstol ya comienza a sentir la
más absolutamente tremendo!; mas a su vez morir es
necesidad de alguien que le acompañe. beatífico, es una inefable beatitud indescriptible, porque
es alcanzar el propio elemento.
Si estas líneas fueran leídas por un pastor protestante
El claustro las hallaría bellas y magníficas, y las aprovecharía para
desfogarse en su próximo sermón...
Según la idea corriente, es una cobardía que alguien de¬ ¡Que sean confundidos en vergüenza y abominación
serte del mundo para encerrarse en el claustro.
esos pastores protestantes que a lo sumo leen aquello
Puede que así sea algunas veces, es decir, que algún que a otros ha costado luchas mortales, y que lo aprove
hombre dude de que soporte las bromas bestiales, la chan para desfogarse en sus sermones!
398 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 399

Pero no basta con esto. El caníbal no pretende ser el


mejor amigo de aquel a quien mata para devorarlo. En
3 cambio, el pastor y el profesor gozan al mismo tiempo
Antropófagos
del honor y de la reputación de ser los mejores amigos y
Pertenecemos, ciertamente, a pueblos civilizados y nos secuaces de aquellos santos.
consideramos infinitamente superiores a los caníbales. En verdad, como está escrito en el Nuevo Testamento:
Pero es fácil demostrar que somos culpables de una an¬ «En verdad os digo que los publícanos y las rameras os
tropofagia más horrenda que la de ellos. precederán (a los fariseos) en el reino de Dios» {Mt. 21,
«El sacerdote» (el sacerdote protestante, el pastor), los 31); ¡así creo yo también que los caníbales entrarán en el
profesores: ¡ésos sí que son antropófagos! ¡Bien que me¬ reino de los cielos, en lugar de los pastores y de los profe¬
recen el término! ¡Antropófagos! sores!
Y son más abominables y horrendos que los caníbales.
Es fácil ver que son antropófagos; viven del hecho de
que otros hayan sido muertos, perseguidos, maltratados ¡Oh, Lutero!
por la verdad.
Esto es más horrendo que el canibalismo. Pues el mal ¡Lutero, tú tienes una responsabilidad enorme! Pues
es tanto más horrendo cuanto más dura. Los caníbales cuanto más lo pienso, veo tanto más claramente que has
matan a un hombre, se lo comen... ¡y ya está! Es un mo¬ abatido al Papa... para poner en el trono al Público!
mento muy breve; y una vez ha pasado, antes de que Tú has alterado el concepto del «martirio» del Nuevo
vuelva a repetirse existe la esperanza de que el caníbal Testamento enseñando a los hombres a vencer con la
pueda convertirse en otro hombre y mejorar. Pero el pas¬ fuerza del número.
tor y el profesor se las componen de una vez por todas ¿Será acaso la moral como la astrología y la alquimia
(con frío y moderado cálculo) para vivir de los padeci¬ una ciencia que se ocupa de algo que no existe?
mientos de los santos; y así se casan, subrayándolo, Schopenhauer ataca los tratados de moral del tipo del
traen hijos al mundo, se las componen para entregarse de Kant: exponer los principios ideales del «tú debes», la
al idilio de gozar plenamente de la vida. ¡Y pensar que virtud, los deberes ideales, sin preocuparse luego si al¬
viven de los tormentos de los santos! Luego hacen cálcu¬ guien lo hace. ( Die beide Grundprobleme der Moral, §§ 4,
los a fin de aumentar el estipendio... ¡hasta tal punto es¬ 13, 15.)
tán decididos con indignante tranquilidad a vivir como No, dice Schopenhauer, la moral debe como cualquier
caníbales! Ningún caníbal fue jamás tan abominable. otra ciencia atenerse a la vida real, describir la vida.
En vano la voz de aquellos santos clama: ¡Imitadnos! Pero, agrega, se podría entonces objetar: ¿acaso no se
¡Imitadnos! Los pastores y los profesores lo ocultan para convertiría de ese modo la moral en una ciencia como la
que nosotros no lleguemos a escucharlos. Y así viven, astrología y la alquimia, una ciencia que se ocupa de
luego de haberse apoderado del botín de aquellos santos, algo que no existe?
aprovechando sus sufrimientos. El mismo Schopenhauer no parece darse cuenta de lo
chistoso que es, pues propone tal objeción seriamente y
3. Tema reanudado con ímpetu polémico, más violento aún, en el la rechaza con seriedad: ¡y luego también él escribe su
Momento (en el último número publicado por Kierkegaard). (N. del t. i.) tratado de moral!
400 SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 401

Progreso con la edad ¡Este mundo honrado!

Existen hombres que dan la impresión de que a medi¬ Es excelente, en el fondo, lo que dice Schopenhauer,4
da que avanzan en años, se vuelven cada vez más estú¬ más o menos en los siguientes términos: los únicos hom¬
pidos. bres honrados de este mundo son los mercaderes, por¬
Gentes a quienes uno conoce desde la primera juven¬ que son lo bastante honrados como para confesar... ¡que
tud, desde la infancia: nadie sospechaba y a nadie se le embaucan!
hubiera ocurrido jamás que en aquel niño que era por
completo normal, se alojara un fondo tal de estupidez
como el que uno descubre con el correr del tiempo y que El cristianismo de nuestros tiempos
se manifiesta en cantidad siempre creciente.
En el Nuevo Testamento el asunto presenta este cariz:
«Abandona todas esas bagatelas, los pequeños egoísmos
El género humano con que los hombres generalmente ocupan sus vidas
como el comercio, el matrimonio, el traer hijos al mun¬
Con el género humano pasa lo mismo que con el indivi¬ do, el convertirse en alguien en el mundo... ¡rompe por
duo: cuanto más envejece tanto más se manifiesta la completo con esas cosas y haz que tu vida esté consagra¬
depravación que contenía: la juventud oculta y atenúa da a amar a Dios, sacrifícate por el género humano!»
mucho. Cuando un hombre está a punto de casarse, recibe la in¬
Hasta la forma de perseguir a las cosas eminentes y vitación (ver Le. 14, 15 ss.): ¡déjalo todo... piensa en ha¬
más sinceras es hoy mucho más infame que antaño. certe cristiano! Cuando un hombre ha comprado seis
En otros tiempos se mataba a los eminentes... porque yuntas de bueyes y quiere probarlas, recibe la invita¬
no se lograba comprenderlos. ¡Una culpa muy perdona¬ ción: ¡déjalo todo, piensa en hacerte cristiano!
ble si se la compara con la situación actual! Hoy el cristianismo se ha convertido en todo lo opues¬
Hoy, generalmente, los envidiosos tienen clara con¬ to: la bendición divina desciende sobre toda bagatela de
ciencia de sí mismos. Saben muy bien quién es el emi¬ lo temporal, sobre las locuras y los placeres de esta vida.
nente; comprenden qué celebridad le espera... y se car¬ Los amantes llaman al pastor y éste entonces los ben¬
comen de envidia. Están furibundos de envidia, porque dice...
a ellos no les aguarda ningún nombre inmortal; y por Naturalmente, es en el protestantismo, en especial, en
consiguiente, sienten un sádico placer en maltratar al donde esto se ha convertido en el absurdo completo.
eminente. Por eso mismo el protestantismo ha dado tanto impul¬
¡Oh, estultos! Si precisamente esto es lo que confiere so a la mujer, o mejor dicho, la ha puesto en primer pla¬
inmortalidad al eminente; cada maltrato agrega años a no. Todo gira en torno a la mujer. ¡Qué encanto! Uno
su celebridad. Si tenéis envidia de su inmortalidad col¬ puede estar así seguro de que todo ha de concluir en
madlo hoy de honores y de gloria, procuradle días de
dicha, y no se convertirá en inmortal. 4. Parerga und Paralipomena. (N. del t. i.)
402 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 403

charlas y frioleras que acaban (¡de una manera muy un innato virtuosismo para la mentira, y en el fondo no
fina!...) en las relaciones sexuales. es feliz si no puede poner su pizca de embuste en toda
Esto es lo que han descrito muchos de mis seudóni¬ cosa. Como que podemos estar seguros a priori que don¬
mos,5 contra los cuales, según veo hoy, se desata hasta el de interviene la mujer, interviene la mentira. En cierta
mismo Schopenhauer. La mujer no tiene la culpa; pero forma, ella es inocente, no tiene culpa: que no se nos ocu¬
ella tiene la misión de humillar al hombre, de volverlo rra atacarla, pues hasta es posible hallarla muy amable.
insignificante. La existencia es también un soberano y, La mujer está en poder de una determinación natural
como todo soberano, sabe muy bien que el mejor modo que muy hábilmente se sirve de ella para enervar al
de asegurarse el propio poder es el de humillar y aplas¬ hombre.
tar a aquellos a quienes manda. Con el progreso de la historia, pues (me refiero a la
Para esto la mujer puede ser útil cuando el hombre «historia del matrimonio»), ingresan con la mujer las
entabla formales relaciones con ella: porque sobre todo charlas de lo temporal; el filisteísmo es un egoísmo del
el hombre es humillado por la mujer. Uno puede pen¬ cual sólo la mujer está dotada: porque en su calidad de
sar en general que todo marido en la intimidad perma¬ mujer, de madre (¡sálvese quien pueda!), el suyo es un
nece con la cabeza gacha porque siente que ha sido em¬ egoísmo que al hombre escapa por completo; la socie¬
baucado. Cuando todas esas cosas grandiosas de los dad lo ha decorado con el sello de «amor». ¡Ah, no, po¬
dias del enamoramiento, cuando las historietas de Ju¬ bres de nosotros! Es el más tremendo egoísmo por el
liana, encarnación de la gracia y de la belleza, y de su cual la mujer no se ama a sí misma en primer lugar,
posesión como la mayor felicidad...: cuando todo esto ciertamente, pero lo hace a través del egoísta amor por
concluye en una... ¡falsa alarma!, el hombre sufre su los suyos y por sus cosas. Desde entonces las ideas están
primera derrota. Y no es poco, pues es difícil que se ani¬ desahuciadas para ese hombre y toda aspiración más
me a confesarse que ha sido embaucado, que tanto él elevada, infinita, queda liquidada.
como Juliana han sido víctimas de un acceso de locura. Si Nuestro Señor mismo y sus ángeles quisieran tratar
La segunda derrota sobreviene más tarde, cuando el de conmoverlo, no hay nada que hacer: ¡el egoísmo de
hombre y Juliana (quien a su vez ha hecho por cuenta mamita es una fuerza tan enorme que consigue ponerle
propia la misma experiencia) se ponen de acuerdo en el bozal!
mostrar a mal tiempo buena cara y en ocultarlo a los La mujer posee el peligroso vínculo con la temporali¬
demás. Se ponen de acuerdo en mentir, afirmando que dad de una manera distinta que el hombre. Es, como
el matrimonio es la verdadera felicidad, ¡y que ellos son dice el Seductor de Etapas, una «mistificación». En de¬
especialmente felices! terminado momento de su vida ella produce la ilusión
Una vez que esto se ha convenido, la Providencia sabe de ser la infinitud misma... y de ese modo el hombre cae
que ese desdichado es fácil de gobernar: es de los que no en la trampa. Y como esposa, la mujer es lisa y llana¬
harán conquistas en el mundo de las ideas, porque para mente temporalidad pura.
un hombre, semejante mentira repetida es muy depri¬ Por eso la Iglesia ha concedido mayor importancia a
mente. Con la mujer es harina de otro costal. Ella posee la conservación de la virginidad en la mujer que en el
hombre, honrando a la monja más que al monje; porque
5. Temor y temblor (esp.: Inés y el Tritón), La repetición, Del concepto de cuando la mujer renuncia a esta vida y al matrimonio,
la angustia, Etapas en el camino de la vida (esp.: In vino veritas). (TV. del t. i.) renuncia a mucho más que el hombre.
404 SOREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 405

bos casos, digo, yo daría vuelta al asunto. ¿No podría,


acaso, la simpatía, en ambos casos, impedir que el hom¬
Sobre Arturo Schopenhauer bre fuera tan lejos, no lo retendría quizá? Me refiero a la
simpatía por esos millares y millares de hombres que no
A. S. (es bastante extraño: yo me llamo S. A.,6 ¡y nosotros pueden seguirlo, que viven con la mera ilusión de que la
nos relacionamos de una manera tan opuesta!) es sin vida es alegría, y a quienes por lo tanto sólo lograría tur¬
duda un escritor importante; me ha interesado mucho, y bar, hacerlos desdichados, sin poder ayudarles a alcan¬
lo que me ha sorprendido es haber encontrado a un es¬ zar el punto que él ha alcanzado. ¿Y no puede, acaso, la
critor quien, no obstante un completo desacuerdo, tiene simpatía presentar de tal manera el caso (aunque de
conmigo muchos puntos de contacto. buena gana concedo que muy fácilmente se puede encu¬
Contra su ética debo hacer especialmente dos obje¬ brir así a la truhanería) que no quiera uno arriesgarse
ciones : hasta el extremo, por propia cuenta, para dar así la apa¬
En primer lugar, su concepción se resume así: o a tra¬ riencia de la simpatía?
vés del intelecto, es decir, intelectualmente, o a través En segundo lugar (objeción capital), cuando uno ha
del dolor, el individuo llega a sondear toda la desdicha leído de cabo a rabo la Ética de A. S. llega a enterarse
de esta existencia, y resuelve entonces matar o bien mor¬ (pues hasta ese punto es honrado) que él no es un asceta
tificar al deseo de vivir. Sobreviene entonces el ascetis¬ semejante. De modo que no es él la contemplación al¬
mo; y de este modo se llega a una contemplación, a un canzada en virtud del ascetismo, sino una contempla¬
quietismo; a través del ascetismo perfecto. Y el indivi¬ ción lograda por la contemplación del ascetismo.
duo actúa así por «simpatía» (éste es el principio moral Esto presenta en sí mismo un grave inconveniente.
de A. S.): por simpatía, porque simpatiza con toda esa Puede ocultar lo más horrendo, un tipo perverso de vo¬
aflicción que es la existencia; por consiguiente, simpati¬ luntad melancólica; ítem, un odio profundo hacia los
za con la aflicción de los demás, que consiste en existir. hombres, etc.
Contra esto debería objetar que yo me sentiría casi Pero tampoco así resulta, pues es siempre un error ex¬
tentado a invertir los términos y, notadlo bien, también poner una ética que no ejerza sobre el maestro un poder
por simpatía. En efecto: sea que uno llegue por medio de tal que él mismo la exprese con su vida.
la intelectualidad originaria al ascetismo penetrando el A. S., sin embargo, convierte a la ética en una especie
fondo de la desdicha total, o mejor aún de la desdicha de de genialidad; pero ésta es precisamente la considera¬
la existencia; sea que por medio del sufrimiento llegue al ción amoral de la moral. Él reduce la ética a genialidad,
punto en que aparezca como un alivio la ruptura total, y aunque se pavonee bastante con el pensamiento de ser
romper con todo, con la existencia misma, es decir, con también un genio, subsiste el hecho de que a él (o a la
el deseo de existir (el ascetismo, la mortificación), lo naturaleza) no se le ha antojado que se convierta en una
cual con respecto a los múltiples pequeños tormentos y a genialidad encaminada hacia el ascetismo y la mortifi¬
los tormentos sin cesar renovados, puede ser un alivio cación.
—como cuando uno logra sudar en comparación a la tor¬ Aquí toco un punto que S. desdeñosamente aparta, es
tura de sentir calor cuando no se puede sudar— , en am- decir, el «tú debes», las penas de la eternidad, etc. Se
trata de saber si ese tipo de ascetismo y de mortificación
6. Soren Aabye. (N. del t. i.)
son en el fondo posibles para un hombre que no respeta
406 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 407

el «tú debes» y que no está determinado por una causal Tomemos el caso de otro modo. Ve a Berlín, dispon
de eternidad, no por genialidad, sino por razones éticas. para esos canallas el escenario en plena calle, soporta
S., que al fin y al cabo abandona al cristianismo y en¬ que seas el más popular entre todos, conocido por todos.
salza el brahmanismo de la India, debe confesar sin em¬ Mantén luego tal comunidad de conducta con esa cana¬
bargo que esos ascetas están determinados por un repa¬ lla, que te muestres con ellos por la calle y que posible¬
ro de eternidad, y por lo tanto por motivos religiosos, no mente todos se enteren de que eres conocido suyo. Eso sí
geniales, lo encaran como un deber religioso. que es desbaratar la infamia de su afectada ignorancia.
Yo lo he puesto en práctica en un terreno desde luego
Como ya he dicho, A. S. me ha interesado mucho. más restringido, aquí en Copenhague: ¡me hacen reír
Y por lo tanto, naturalmente, también su suerte en con su pretendida ignorancia!
Alemania. Y luego he arriesgado también una vez (¡por haber re¬
S. ha debido justamente reconocer esta verdad (como cibido una orden religiosa!), he arriesgado por propia
con los pastores en religión, otro tanto acaece con la filo¬ iniciativa el convertirme en la caricatura y ser el haz¬
sofía): existe una clase de hombres quienes, bajo la apa¬ merreír de la plebe alta y baja; todo para deshacer las
riencia de enseñar filosofía, viven de ella y cuyo oficio es ilusiones, y para que comprendieran que no se trataba
conspirar con el mundanismo que los considera como a de una protesta profana, dispuesta a llamar en su auxilio
verdaderos filósofos, puesto que lo son por oficio, es de¬ a la plebe, sino de una protesta religiosa que, por lo mis¬
cir, que el filosofar es su profesión. Esto es muy cierto: mo, se arriesga hasta a apartar de sí a dicha plebe, en el
en todas partes la situación dentro del cristianismo ha momento preciso en que quería aclamar su victoria.
alcanzado un grado tal de degradación y de desmorali¬ Pero A. S. no es de ese temple; en ese aspecto no se
zación que el paganismo resulta una sublimidad divina parece en absoluto a S. A. Es sólo un pensador teutón
comparado con él. S. ve con justicia que esos respetables que suspira por la fama. Sí, resulta incomprensible para
señores son los profesores. En este aspecto, S. se muestra mí que un ingenio tan notable como S., un escritor tan
incomparablemente grosero. inteligente, en lo referente a carácter moral (porque esti¬
Pero así, estamos otra vez en el principio. S. no es un lísticamente posee mucho) esté tan poco dotado de la
carácter ético, no es un filósofo griego por su carácter, y ironía y de la desenvoltura de un hombre superior.
mucho menos un vigía cristiano. No se puede dudar de que ésa sea la situación actual
Si pudiera hablar con él, estoy seguro de que se horro¬ en Alemania (uno se da cuenta fácilmente por el hecho
rizaría y que se reiría cuando le pusiera por delante la de que los ganapanes y los empollones literarios, los
medida. periodistas y los polígrafos, se agitan tanto hoy a causa
S. ha descubierto perfectamente que esos infames pro¬ de S.): ahora lo arrastrarán al proscenio y lo aclamarán.
fesores se mantienen por un medio: ignorando todo lo Apuesto ciento contra uno que está alegre como unas
que sea ajeno a su oficio. S. es encantador, excelente, pascuas; ni se le ocurre mandar a freír espárragos a esta
incomparable, en medio de su grosería que da en el gentuza; no, debe estar exultante de alegría.
blanco. Y bien, ¿no es eso inexplicable? Un hombre como él,
Pero ¿cómo vive S.? Vive apartado, y de vez en cuando capaz de presentar y con tanto talento, una concepción
suelta uno de sus truenos de grosería, que recibe en res¬ de la vida tan misantrópica, se muestra rebosante de
puesta una afectada ignorancia. Eso es. contento y feliz de veras porque la Sociedad Científica
408 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 409

de Trondhjem (¡santo Dios, de Trondhjem!) le ha conce¬ correr de los siglos históricos, muy rara vez se encuentre
dido el premio. No le pasa por la mente que tal vez esa un carácter ético o religioso auténtico.
Sociedad Científica haya considerado como una rara Esto está fuera de toda discusión: distinto es el fraca¬
fortuna que un alemán le haya enviado una disertación. so; una aspiración temporal del repudio del triunfo
¡Pro dii inmortales!7 Y como Copenhague, en cambio, no mundano que nos ha sido ofrecido y luego el sacrificio;
ha premiado otra disertación presentada por S., alboro¬ sólo en este aspecto se puede hablar de «ser sacrificado».
ta muy seriamente en el prólogo que acompaña a la pu¬ Por lo mismo es posible admitir que S. ha sido de una
blicación. manera indigna la víctima señalada de los profesores;
Es inexplicable para mí tal conducta. Podría com¬ pero ética y religiosamente A. S. no es una víctima, por¬
prender que S., para burlarse de dichas sociedades cien¬ que por su parte habría deseado, y de muy buena gana,
tíficas, hubiera decidido participar en el concurso y que que se lo aclamara.
se hubiese divertido tanto con el premio recibido en Gamo he dicho anteriormente, el proscenio reviste mu¬
Trondhjem como con el rechazo de Copenhague. ¡Ay! No cha importancia, constituye el aspecto decisivo para deter¬
es ése el modo como S. encara el asunto. minar el carácter éticorreligioso; lo importante es que sca
Tal es la situación y me apena. S. se remite directa¬ evidente que el sufrimiento ha sido libremente elegido.
mente a la fama, la ha deseado, suspira por ella. Ha reci¬ Esto es lo verdaderamente trágico y sublime. Pero en
bido un trato indigno; eso no lo ha abatido; por el con¬ la vida práctica se contentan con una tragedia de pro¬
trario, lo ha impulsado para convertirse en un escritor porciones más reducidas; han ansiado alguna grandeza
muy importante. Pero de ser un carácter ético o religioso terrenal y obtenido la peor parte. Sucede con lo trágico
no se preocupa en absoluto, pues con un carácter ético o lo mismo que con lo cómico; lo cómico puro, o bien lo
religioso las cosas cambian. En ese caso, el principio es¬ cómico de la catarsis, siempre tiene un carácter tal que
triba en que cuando la fama se ofrece ampliamente, se la uno no ríe de algo que al fin y al cabo y presentado en
rechaza, y entonces estalla el conflicto. otra forma, movería a compasión. ¡Oh, pero en la vida
Así lo demuestra el «Modelo», el único, el Salvador del práctica, la mayoría de los poetas cómicos se contentan,
mundo. Con Él lo primero que acaece es que la gente así como las gentes, con reír de cosas que muevan a com¬
quiere proclamarlo Rey (Jn. 6, 1 5); pero Se niega, por¬ pasión! Y los poetas de sobra saben cómo han de calcu¬
que quiere ser crucificado. Y sin embargo, no puede lar, movidos por la codicia del renombre, pues demasia¬
prescindir del principio, precisamente para herir a sus do comunes son la depravación, la envidia y la maligna
contemporáneos encaminándolos hacia la religiosidad. satisfacción (y otras cosas por el estilo) que ríen ante co¬
Si Cristo no hubiera tenido en su poder esa primera sas dignas de lástima.
cosa, habría subsistido siempre la duda de si Él no era
ante todo un hombre que al fin y al cabo, hubiera prefe¬
rido ser Rey: es decir, un hombre a quien, al aspirar al El matrimonio
triunfo, le cupo la desgracia de ser crucificado.
Para un carácter ético y religioso el proscenio es de Es decisivo para todo concepto religioso de la vida, para
gran importancia. Por eso es comprensible que con el toda religión, el modo de considerar al matrimonio, en
virtud del cual entiendo yo la expresión ética de la pro¬
7. «Por los dioses inmortales.» pagación de la especie.
410 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 411

Además del instinto y de lo que con él se relacione, alienta indistintamente, mostrándose fuera de él en otra
puede impulsar a un hombre al matrimonio una consi¬ figura, en la figura de la mujer que es el anhelo de vivir
deración diferente que quisiera hacer notar. La he halla¬ personificado; y entonces despierta en él el anhelo de
do tanto en Platón como en Aristóteles; también he leído vivir.
lo mismo en los libros de los Padres de la Iglesia. La idea Por eso es muy cierto lo que dice el seductor (en Eta¬
de que dejar en pos de sí una familia represente un con¬ pas) que «la mujer es la yesca». Podría parecer extraño
suelo porque no se puede ser inmortales, la propagación pero así es; lo que hace al seductor tan demoníaco y la
de la especie sería el sucedáneo de la inmortalidad indi¬ razón por la cual ningún poeta podría fácilmente deco¬
vidual. Por eso mismo el hombre que se aferra como un rar una figura semejante es que en teoría domina el con¬
pulpo a esta vida, cuando no cree en su inmortalidad, cepto total que el ascetismo cristiano tiene acerca de la
trata por lo menos de prolongar su vida terrenal dejando mujer...; sólo que él lo practica a su modo. El seductor
tras de sí una familia. tiene en común con los ascetas y con los ermitaños la
Esto jamás se ha expresado con tanta fuerza como en teoría; pero partiendo de la misma teoría, el asceta y el
el judaismo, donde todo gira en torno al consabido: seductor toman en la práctica direcciones diametral¬
«Multiplicaos, sed fecundos.» Todo gira en torno a ia mente opuestas.
progenie, todo es genealogía; y con sanción divina. (Por
eso los hebreos no tenían la menor idea de la inmortali¬
dad.) Arturo Schopenhauer
Luego sobreviene el cristianismo y pone de relieve la
virginidad, es decir, la religión del espíritu. Así como durante una epidemia uno chupa pastillas
Siempre se oscilará entre los dos polos: el individuo para impedir el posible contagio con el aire apestado, así
inmortal y el individuo mortal que se consuela con la también debería recomendarse a los estudiantes de teo¬
generación; en esto se diferencian esencialmente las di¬ logía que están obligados a vivir en Dinamarca en medio
versas religiones. de este insulso optimismo cristiano, que tomaran coti¬
dianamente una pequeña dosis de la Ética de Schopen¬
hauer, a fin de inmunizarse contra la infección de esas
La mujer charlas.
Conmigo es otra cosa; yo me he inmunizado de mane-
El elogio que el Asesor hace a su modo de la mujer en la ra muy diferente...
segunda parte de O lo uno o lo otro podía esperarse de un
marido entusiasta que propugna la moralidad del matri¬
« Fanfarrón»
monio.
La mujer podría definirse como «el anhelo de vivir».
También el hombre posee «el anhelo de vivir», pero está Es una palabra significativa; podría envidiársela .1 l<>
alemanes; es excelente, pues lo mismo puede 1 11 »ÿ•!<•
esencialmente preparado para ser espíritu; y si estuviera
solo, abandonado a sí mismo, no lograría saber (el Ase¬ como adjetivo y como verbo. Schopeuliaue lililí

.
sor tiene razón) cómo comenzar y ¡jamás comenzaría! 8. Kierkegaard cita el término Wiinlbrnhl iilllh I""
Pero hete aquí que surge el «anhelo de vivir» que en él hauer. (N. del t. i.)
DIARIO ÍNTIMO 413
412 SÓREN KIERKEGAARD

veo las cosas hoy. No comprendo que un hombre pueda


con exquisitez, y diría más: ¡en qué confusión no se ve¬
vivir con la fe de que él se salvará y que los demás irán al
ría, si no dispusiera de esa palabra, él que se ha empeña¬
infierno, condenados por toda la eternidad. Esta dificul¬
do en hablar de la filosofía hegeliana y de toda la filoso¬
tad mía depende del hecho, como lo dije ya, de que estoy
fía profesoral! desmoralizado; con todas esas charlas escuchadas desde
¡Parecería que la lengua teutona posee esa palabra por
la infancia, se pierde en el fondo el respeto por la majes¬
la necesidad misma de utilizarla continuamente que
tad divina.
existe en Alemania!
Sólo cuando un hombre lucha por la salvación eterna
Los daneses no disponemos de un término así, pero
de su alma, sólo entonces puede llegar a soportar los tor¬
tampoco su significado constituye una característica de
mentos de los primeros cristianos... pero entonces es
los daneses. No está en el carácter del pueblo danés el
preciso admitir que eo ipso los demás se condenan...
mostrarse «fanfarrón».
Pues sólo esta tensión de luchar por la salvación eterna
En cambio, los daneses tenemos otro defecto; ¡ay!, un
puede impulsar a un hombre a soportarlo todo de
defecto correspondiente y por lo mismo la lengua danesa
verdad.
tiene una palabra que tal vez la lengua teutona no posee:
«tragavientos».9 Se emplea generalmente para los caba¬
llos, pero puede aplicarse también al hombre.
La mujer. El hombre
Más o menos la relación es ésta: los alemanes produ¬
cen el viento y los daneses se lo tragan; he aquí la rela¬
La mujer es el egoísmo personificado.
ción en que se hallan desde hace mucho tiempo daneses
Su ardiente afecto por el hombre es simplemente
y alemanes.
egoísmo.
Me divierte inefablemente comprobarlo en Schopen¬
Pero el hombre no sospecha esta superioridad femeni¬
hauer y en Hegel; ítem, descubrir lo que acaece hoy en
na, se considera feliz, se siente muy halagado al verse
Alemania, que sea el resultado de la filosofía hegeliana
objeto de un afecto semejante, tan ardiente, el cual, por
el hallazgo de que Hegel era un «fanfarrón» (probable¬
eso mismo, se expresa en forma de sujeción, pues tiene
mente «por necesidad»), un producto surgido (por nece¬
sidad) de seis mil años de historia universal; de todos
mala conciencia de que en el fondo se reduzca a egoís¬
mo; cosa que el simplón del hombre no cree, y se siente
modos, del período que S., tan justamente señala, como 10
por el contrario, fortalecido por el afecto de ese alter ego
«la época de la filosofía del embuste».
suyo.
Pero S. ha tenido que vérselas con los «fanfarrones»;
Tampoco la mujer sabe que es egoísmo; ella es siem¬
yo he debido componérmelas con los «tragavientos».
pre un enigma para sí misma; por una astucia de la na¬
turaleza se le oculta esta mistificación del egoísmo que
se manifiesta bajo la forma de afecto. Si la mujer pudie¬
Simpatía
ra comprender lo terriblemente egoísta que es, dejaría
de serlo, pues en otro sentido es demasiado buena para
Lo siento perfectamente: estoy desmoralizado porque he
ser egoísta.
sido educado en el cristianismo desde niño. Así es como
10. «Otro yo.»
9. Windsluger. (N. del t. i.)
414 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 415

Esta historia del hombre y de la mujer es una intriga cristianismo se inclina por el celibato y que hace del ma¬
preparada con inmensa astucia, es un juego hecho a pro¬ trimonio el caso especial...
11
pósito para aniquilar al hombre, qua espíritu.
Originariamente el hombre no es egoísta; se convierte
en ello sólo y verdaderamente cuando tiene la dicha de El «pastor»
unirse a la mujer. Esta unión, conocida con la forma del
matrimonio, en el fondo, contrastando con el egoísmo de En el fondo, tiene un significado muy profundo que el
una casucha, podría ser llamada el egoísmo de la casa «pastor» vista ropas de mujer.
sólida; ¡la verdadera compañía del egoísmo! Porque la culpa característica del «pastor» es general¬
Una vez que se ha ingresado en esa compañía, se da mente la misma de la mujer: astucia, descaro, embuste.
alma y cuerpo al egoísmo (también hay que contar que Sí; así como ha de decirse que la esencia de la mujer es
para ello son un par), es una sociedad que cuida (así en parte (en el caso femenino tiene sin embargo un senti¬
como en el mundo práctico se magnifica el hecho de te- do más innocuo) la mentira y que donde interviene la
ner un socio sobre quien descargar la culpa de todo) de mujer interviene siempre algo de mentira: así también
contar con alguien sobre quien descargar la culpa, con sucede con los pastores oficiales.
quien poder mentir en sociedad. Además, es característico del pastor desvanecerse, des¬
Y claro está; una vez que el hombre ha ingresado en fallecer, coquetear, decir que no quiere cuando en realidad
esa compañía, está esencialmente perdido para cual¬ quiere... especialmente cuando se trata del alto clero.
quier cosa superior. No hace mucho leí un comentario acerca de un pastor
Por eso el cristianismo y las concepciones más profun¬ que había sido nombrado arzobispo en un lugar de Ale¬
das de la vida han mirado sospechosamente las relacio¬ mania. En el discurso de la toma de posesión decía natu¬
nes con el otro sexo porque suponen que la relación con ralmente que había rogado a Dios para que le fuera
el sexo opuesto degrada al hombre. apartado ese cáliz (el nombramiento de arzobispo):
Y por eso también en la jerga de bandoleros que usan ¡pero ay, en vano!
los hombres se dice que es deber de todo hombre casarse Lo mismo que una mujer que desea quizás el tálamo
y que el matrimonio es la verdadera vida que ennoblece. nupcial, pero se desmaya y finge que no lo desea; si el
Me entristece en tal sentido que un hombre del calibre marido la tomara en serio se originaría un equívoco. Es
de Lutero haya cometido tamaño error con su ejemplo... preciso recordar, sin embargo, que la mujer es inocente;
Por lo que respecta a mí mismo, no debo jactarme su actitud se debe a la determinación natural de su ser, y
como si lo hubiera comprendido todo desde el principio, por lo mismo sería una villanía emplear con ella la iro¬
del mismo modo que lo comprendí más tarde; si no hu¬ nía. El caso del prelado es diferente. Pero la razón por la
biera encallado en virtud de aquello, yo también me hu¬ cual la analogía de la mujer se ajusta a la del prelado, es
biera casado. una analogía de la síntesis en que consiste la relación
En mi caso fue una cosa muy especial lo que así me sexual: pecado; y además, el deseo que lo acompaña. En
detuvo... y mucho tiempo después veo que eso es lo que efecto, el prelado percibe muy bien que por una parte el
el cristianismo llama cosa ordinaria, normal; veo que el asunto del alto clero mundano es desde el punto de vista
cristiano un pecado, pero a pesar de ello siente su deseo.
11. «Por donde.» Este dilema lo expresa por medio del desvanecimiento
DIARIO ÍNTIMO 4/7
416 SOREN KIERKEGAARD

Por esto uno se sentiría tentado a declarar que la mu¬


oficial; al desvanecerse, en cierta forma da satisfacción a
jer es el sexo fuerte, porque si la fuerza consiste en defen¬
la indignación cristiana frente a la alta sociedad: como si
derse contra el sufrimiento, la mujer se defiende mucho
el sentido moral de la mujer, el pudor, quedara satisfecho
mejor que el hombre.
en virtud de su resistencia. Pero como ya lo dije ¡el caso de
Pero la verdad es que la fuerza consiste en poder acep¬
la mujer es muy distinto a la coquetería de los prelados!
tar, en soportar el sufrimiento; y es debilidad de todos mo-
dos lamentarse del sufrimiento. La debilidad de la mujer
consiste precisamente en que ella recurre a la súplica, a las
La mujer
lágrimas y los suspiros para lamentarse del sufrimiento;
Por lo general, la situación se presenta de la siguiente
su debilidad consiste en que con sus lamentos y sus queji¬
dos alivia el dolor. La fuerza del hombre estriba en no po¬
forma: intelectualmente, en el ámbito de la idea, etc., la
mujer, comparada con el hombre, hace más o menos el
seer medio alguno para suavizar el dolor; por eso mismo
su fuerza (y la verdad es que esto es paradójico) es causa
papel de una tonta.
de que deba sufrir más que el sexo débil. Es una paradoja;
Pero para lo que podríamos llamar picardía instinti¬
pero no lo es más que esa otra verdad, no menos cierta, de
va, la mujer supera de tal manera al hombre, que éste,
que sea preciso estar sanos para enfermar y de que existan
en comparación con ella, es un grandísimo papanatas.
Hoy, mientras paseaba en un momento de ocio, se me hombres enfermizos que carecen de la salud requerida
para poder contraer una enfermedad.
ocurrió este pensamiento: si por curiosidad se pudiera
suponer por un momento que el hombre fuera capaz de
concebir... estoy seguro de que sus partos serían muy do¬
Las relaciones sexuales
lorosos; ¿y por qué? Entre otras cosas porque no grita¬
ría, sino que se diría a sí mismo: eres hombre, no es pro¬
Cuanto más baja es la conciencia de un hombre tanto
pio de ti que grites, trata de contener el grito... La mujer, )
más naturales son esas relaciones.
en cambio, grita al instante, y como es sabido, sus gritos
Pero cuanto más desarrollado intelectualmente está
ayudan al parto.
En toda mujer, debido a esa picardía instintiva, existe
un hombre, tanto más domina la vida de conciencia;
tanto más se aproxima, pues, al punto donde se encuen¬
algo de genial: gracias a su genio, ella toma por el atajo
tra el cristianismo y a lo que tiene una semejanza con él
mientras que el hombre se ve entorpecido por mil refle¬
en la concepción religiosa y filosófica, y tanto más la
xiones y, aparte de todo lo demás, por una idea con suma
continencia se convierte en la expresión del espíritu.
frecuencia completamente estúpida y solemne acerca de
su dignidad de ser él, el hombre. Entre estos dos puntos extremos se halla ese término
medio, para el cual la relación sexual ha perdido su sen-
tido inmediato y, no obstante, no se quiere alcanzar el
espíritu.
El sexo débil
Entonces uno siente (puede ser en parte una especie de
pudor, y por otra parte algo de hipocresía, a veces una
Posee el lamento, el grito y otras cosas similares, y por
hipocresía muy refinada) el deseo de decidirse a casarse.
eso mismo sufre mucho menos que el hombre, que es
De tener razón, se debería de algún modo espiritualizar
reservado y taciturno.
418 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 419

al matrimonio, convirtiéndolo en algo más elevado que que dice el pastor: «si yo educase...» , concedo de buena
la satisfacción de un instinto. gana que es un beneficio que uno hace al Estado el de
¡Pamplinas! O satisfacción pura y simple de un instin¬ educar ese contingente que ha traído al mundo: claro
to, o espíritu. está que es" un servicio hecho al Estado, si se compara
12
El vicario de Wakef ield comienza así: « Siempre fue mi esta conducta con la de los que se limitan a traer al mun-
opinión que un hombre de bien que se ha casado y ha do un enjambre de niños que endosan al Estado.
educado una numerosa familia ha prestado al Estado un
servicio mayor que el que ha permanecido célibe, limitán¬
dose a hacer propaganda para la campaña demográfica.» El demoníaco
Bueno, hay aquí una «razón» para casarse: traer hijos
al mundo para servir al Estado... Risum teneatis, amici?'1 Quien tenga oídos para advertir las réplicas de lo demo¬
No, la cosa es diferente. Con el crecimiento de la cultura, níaco, habrá comprobado a menudo que se convierten
el hombre crece para la vida consciente y de cierta ma¬ en verdaderas apenas se tergiversan.
nera, deja atrás al instinto, en todo caso al sentido in¬ Una mujer y un hombre, presa de obstinación demo¬
mediato del instinto. Interviene entonces (no confundir níaca, gritan: «No puedo soportar que nadie me domi¬
con el pudor inmediato, pudor) un cierto disgusto inte¬ ne.» Si se tergiversa el sentido, tendrás el secreto para su
lectual, sobre todo en el hombre. Por eso él debe tener curación; no lo pueden soportar, pero necesitan precisa¬
«razones» para ocultarse; aun cuando por otra parte se mente de alguien que los domine.
oculte mal, como actualmente, detrás de ese transparen¬ Esto depende; ciertamente del hecho de que lo demo¬
tísimo biombo: traer hijos al mundo para servir al Esta¬ níaco conoce, por lo menos con cierta clairvoyance ,14 su
do. ¿Servir al Estado? Pero quizá sea ésta la verdad, qui¬ remedio; pero, como demoníaco, ama su enfermedad y
zás al Estado se lo conciba mejor si se lo mide con el teme al remedio, y por «eso» alborota que no lo puede
mismo rasero que a un establecimiento para la cría ca¬ soportar (el remedio), que le sería sumamente dañoso.
ballar; y los reyes no deberían compararse con los pasto-
res, sino a los administradores de establecimientos para
la cría caballar. El género humano
En cuanto a las expresiones de El vicario de Wakefield,
soy de distinta opinión. Estoy convencido, en efecto, de Aparte de la diferencia de que, en cualquier género ani¬
que, permaneciendo célibe y sin hacer propaganda de¬ mal, sólo existan ejemplares y no individuos, es decir,
mográfica, o mejor aún: permaneciendo célibe y aun ha¬ que cada individuo es ejemplar y género, existe otra di¬
blando en contra de la multiplicación del pueblo, estoy ferencia entre el género humano y cualquier otro género
convencido, digo, que uno presta al Estado (que se des¬ animal: en este último falta la situación de existencia de
moraliza con el número y se enerva con la superpobla¬ ejemplares cuyo destino sea el de ser sacrificados por los
ción) un servicio mayor que si yo, ¡suponiendo que fuera demás.
posible!, trajera al mundo 170 000 niños. En cuanto a lo Eso sólo sucede con el género humano.
Y las víctimas sacrificadas por los otros difieren com-
12. Novela inglesa (1766) de Oliver Goldsmith.
13. «¿Contenéis la risa, amigos?» 14. Perspicacia. (En francés en el texto.) (N. de la t.)
420 SÜREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 421

pletamente en calidad de los hombres comunes (en nin¬ perder a los hombres que se casan, convirtiéndolos en
gún otro género un ejemplar podría diferir comple¬ finitos y mediocres.
tamente en calidad de los demás): en el fondo, son hom¬ Cuando un adolescente o un joven se extravía en las
bres espirituales. Pero estos hombres espirituales no co¬ pasiones, sólo dos poderes lo esperan para salvarlo: una
mienzan por sentir con orgullo su diferencia de calidad: mujer que ama... y Dios en el cielo. En el primer caso se
no, la humanidad los repudia de un modo u otro. Y por salva, claro está, pero se convierte en finito. Pero, si no lo
el sufrimiento logran descubrir en verdad su condición salva el amor de una mujer, si no se detiene ahí, si es
de excepcionales. Dios quien lo salva, tendrá una existencia importante.

IM mujer El suicidio

Según la Biblia, es la mujer (Eva) quien seduce al hom¬ Porque cristianamente esta existencia representa un SU-
bre (Gén. 3, 6). frimiento punitivo, y porque a su vez el cristianismo
Por contraste y en compensación (es un hecho) el amor promete (cuando llegue el último sufrimiento, el de la
de la mujer no se funda en absoluto de preferencia en la muerte) una existencia eterna y feliz; por eso mismo dis¬
idea de que el amado sea la encarnación de las virtudes y gusta a Dios que alguien por voluntad propia se evada
de la perfección. Por el contrario, no hay muchacha que de la existencia.
no desee que su enamorado sea un poco descarriado, Pensar que esta existencia sea un gran bien y que haya
de manera precisamente que su papel frente a él sea el de condenarse al suicidio como ingratitud, no es natu¬
de salvadora (en oposición a la Biblia donde es la seduc¬ ralmente más que mentira y parloteo, una bribonada in¬
tora).* Sí, la mujer representa al tipo del egoísta ama¬ ventada por estos galeotos para darse la recíproca con-
ble, pero inocente; ella no es consciente. Pero hasta el firmación de que el nuestro es un «mundo amable».
mismo pensamiento de desear que el amado sea un tan¬ No, justamente porque esta existencia es sufrimiento,
to descarriado para salvarlo con su amor, es egoísmo. porque nos aguarda la dicha eterna, si se resiste con pa¬
Por otra parte, no puede negarse que las cosas suceden ciencia, por eso el suicidio disgusta a la Providencia.
como ella desea, que a menudo un hombre se salve de Sucede con esto como con los niños en Nochebuena,
sus descarríos anteriores por el amor de una mujer y cuando esperan impacientes en el cuarto oscuro... Por¬
amándola. que los padres conocen la solicitud y el sacrificio realiza¬
Pero también, y en un sentido superior, la Biblia tiene do para que la alegría sea mayor, los preparativos recla-
razón, cristianamente tiene razón; pues si bien es cierto man tiempo; por eso mismo les disgusta la impaciencia.
que la mujer salva a algunos de sus excesos y los con¬
vierte en personas decentes, la mujer también echa a La carne y la sangre
* Un desarrollo similar al de la situación bíblica sucede en la vida
cuando se dice que, por lo general, el hombre es quien seduce a la mu¬ Con respecto a la verdad relativa a la carne y la sangre,
jer. Tampoco esto es verdad, es más bien una expresión de la astucia no se debe tratar a ningún hombre, absolutamente a nin¬
femenina, pues ella logra seducir con tanta habilidad que el bobo del guno, como a hombre de bien, de lo contrario ll no se
hombre siempre pasa por ser el seductor. verá burlado.
422 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 423

En lo que a mí respecta, muy bien sé cuán exacto es; bendición consagra su unión. ¡Qué encanto! Así también
porque si Dios no me tuviera en su poder de una manera el bandido meridional consagra el homicidio arrodillán¬
enteramente especial, si no me hubiera quebrantado dose antes al pie del altar.
desde la tierna infancia, de modo que no pudiera dejar¬ Con la bendición los esposos consagran sus propósi¬
me engañar por la carne y la sangre, yo habría sido en¬ tos... ¡Excelente! Al pie del mismo altar donde el Salva¬
gañado a cada momento. dor del mundo está enclavado en Su Cruz (Él que con Su
Muerte dio una satisfacción para el pecado de la huma¬
nidad, para el pecado original y enseñó: ¡Seguidme! ¡Se¬
¡Qué ironía! guirme es ser cristianos!) allí los amantes se arrodillan y
deciden... deciden proseguir con el pecado original. ¡Si
Sócrates, el disolvente de la belleza inmediata, del hele¬ fuese verdad que la bendición consagra a las relaciones
nismo, ¡era hijo de un escultor y de una partera! sexuales, sería también verdad que el niño que nace
no está concebido en trasgresión ni que ha nacido en
pecado!
Pero «¿acaso Cristo en persona no asistió a la boda?»
El celibato (Jn. 2, 1): ¡Incomparable objeción! De modo, pues, que
Él que fue intransigente con lo que significa ser discí¬
Cuando el Papa ordenó a su debido tiempo que el clero pulo y que para impedir que uno se mezclara con el
debía observar el celibato, ya el punto de vista del cris¬ mundo llegó hasta a negarse a conceder a un hombre
tianismo se había perdido hacía tiempo y ló había reem¬ que sepultara a su padre (Ai/. 8, 22), ¡iba Él a pensar
plazado el confuso acomodo o compromiso con el mun¬ que se puede al mismo tiempo ser discípulo Suyo y
do. Porque no se trata sólo de que los sacerdotes deban casarse y dedicarse a hacer hijos, es decir, engolfarse
observar el celibato, no; todos los cristianos deben per¬ hasta los ojos en esta existencia! ¡Y eso estaría demos¬
manecer célibes. La distinción entre clero y fieles es an¬ trado por el hecho de que Él asistió a las bodas! ¡Enton¬
ticristiana..., pero no para sacar en consecuencia la con¬ ces se podría demostrar también que es verdadero
15
clusión contraria: ergo, que también los sacerdotes cristianismo el banquetear, puesto que Cristo asistió
deban casarse. a un banquete! ¡Y aun que ser cristiano es ser estafa¬
Para el cristianismo éste es un mundo de pecado, el dor, pues Cristo frecuentaba a los publícanos y a los
niño es concebido en trasgresión, nace en pecado. El pecadores!
cristianismo se propone detenerse en un punto y dar una En general, es de importancia decisiva para toda reli¬
satisfacción por el pasado, pero no por eso significa que gión el conocimiento de su concepto acerca de la pro¬
se deba empezar de nuevo. Así como quien paga una creación. O este mundo es fundamentalmente un mundo
deuda ajena, exige del deudor que no vuelva a contraer amable y en particular grato a Dios que desea que conti¬
deudas, así también sucede con el celibato respecto al núe; o si no (y esto es el cristianismo del Nuevo Testa¬
cristianismo. mento) el ser y el existir en este mundo repugna a Dios
Pero en la cristiandad se bendice a los esposos y la en sumo grado, y para detener a ambos introduce al cris¬
tianismo que al instante cierra también el paso a la pro¬
15. «Por lo tanto.» creación.
424 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 425

Sócrates. El cristianismo Judas Iscariote

Sócrates tiene razón: si un hombre no hace lo que es jus¬ El tremendo juicio a su respecto lo ha pronunciado el
to, es porque no lo comprende. Si lo comprendiera, lo mismo Cristo: ...«mejor fuera para él no haber nacido.»
haría; ergo, el pecado es ignorancia. (.Mt. 26, 24).
El cristianismo tiene razón; el pecaso es culpa. Si en Pero en tanto que la cristiandad ha tratado de conver¬
efecto un hombre, sin más ni más, no hace lo que es jus¬ tir a Judas en la figura más tétrica posible, yo quiero
to, es porque no lo comprende. Si lo comprendiera, etc., hacer notar si no se debe juzgar peor aún a otra calidad.
etcétera. Pero si no comprende lo que es justo es porque Judas, pues, no es (como probablemente ha sido en
no puede comprender; y el no poder comprender depen¬ realidad) un hombre desesperado quien, en un momento
de del hecho de que no quiera comprender. ¡Éste es el de locura, vende a su maestro por treinta monedas (esta
fondo del asunto! pequeña suma constituye ya un atenuante, así como tam¬
Sólo presentando la situación de una manera criminal bién lo es en cierto sentido el horrendo fin de su vida).
el cristianismo ha subyugado al mundo y ha podido No: el Judas moderno es un hombre más culto, tran¬
mantener la disciplina. quilo, que entiende mejor a la vida y que sabe sacar pro¬
vecho. Va a ver a sus sacerdotes y les dice: estoy dispues¬
to a traicionarLo, pero escuchad mis condiciones. No me
importa ganar una fuerte suma de una vez por todas,
¡Oh, Sócrates! que podría derrochar en pocos años. No, quiero una
suma fija por año. Soy joven, sano y fuerte; según las
¡Tú has permanecido como el único pensador en el cam¬ probabilidades humanas tengo ante mí una larga vida y
po puramente humano! podría desear (puesto que soy casado y que tengo una
¡Estos filósofos llamados cristianos son unas men¬ familia) una vida placentera y llena de satisfacciones.
tes confusas! Tomad al célebre Agustín. Argumenta ¡Ése es mi precio!
contra los donatistas16 del modo siguiente: ¿Qué creéis En mi opinión, esta situación es cualitativamente mu¬
ser vosotros, que apenas sumáis una decena, frente a cho más abominable que la de Judas. Creo que una abo¬
la Iglesia cristiana? ¿Cómo podéis vosotros, que ape¬ minación semejante no se puede hallar en la antigüedad,
nas sois unos diez, pretender que poseéis la verdad? le ha sido reservada a nuestros tiempos de cultura.
¡Oh, Sócrates, no es verdad que a éste se le pueda lla¬
mar un pensador! Argumenta en favor de la verdad en
virtud del número (¡y es un pensador cristiano!), en El hombre. La mujer
tanto que el cristianismo descansa sobre la realidad
del Ente. La mujer fue creada a partir de una costilla del hombre
(Gén. 2, 21). Pero hablando cristianamente de la relación
16. Los que profesaban las doctrinas de Donato, cismático del entre hombre y mujer, ¿no podríamos decir que se ha
siglo rv. (N. de la t.) introducido una «digresión»?
426 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 427

El hombre había sido creado para la eternidad; la mu¬ les, desde luego que las lágrimas y los fuertes latidos del
jer lo desvía por una digresión. corazón hubieran cesado.
Sin la mujer, el hombre es más débil en este mundo;
tiene un lado flaco que la mujer protege, y unidos ambos
son fuertes para esta vida. Pero según el cristianismo la El norte
flaqueza propia del solitario, la flaqueza con respecto a
esta vida, es indispensable para lograr las fuerzas para Que el norte sea la parte menos favorecida del mundo
la eternidad. puede verse, entre otras cosas, por lo siguiente: ante todo
el clima desfavorable vuelve imposible ese tipo de des¬
preocupación por la vida que se encuentra en los países
Sócrates. Alcibíades cálidos, donde por lo mismo es más fácil alcanzar un
idealismo filosófico, un idealismo que no divide al hom¬
¿Por qué lloraba Alcibíades cuando Sócrates hablaba? bre de manera que en virtud de la filosofía se convierte
(«Cuando él habla, mi corazón late fuertemente, más
en un profesor de filosofía y en un profesional. En segun¬
fuertemente que el de los coribantes-, y las lágrimas bro¬ do lugar, sólo en el norte se observa ese prosaísmo que
tan de mis ojos...» [El banquete].)
desnaturaliza de muchas manera al ser de la mujer y
No obstante, Alcibíades era un hombre que sabía ex¬ que crea problemas que no existen en los países meridio¬
presarse, que sabía cómo elegir sus expresiones de un nales; ese dualismo que hace al mismo tiempo de la mu-
modo egregio. Si el concepto que Alcibíades tenía de Só¬ jer una persona útil para ganarse la vida. Originaria¬
crates se basaba en la ironía de éste, en que sabía burlar¬ mente la mujer era un lujo, estaba hecha para la
se de los demás de una manera incomparable, nada po¬ sociedad, como ornamento y otras cosas similares. Sólo
dría objetarle: Alcibíades hubiera debido decir: es para en el norte ha debido, al mismo tiempo, convertirse en
morirse de risa esto de oírlo a Sócrates. persona útil, y también en el norte debe surgir el proble¬
¿Por qué, pues, lloraba Alcibíades? Es fácil descubrir ma de su emancipación.
que, como verdadero ironista. Sócrates empleaba la iro-
nía para ocultar los ideales. Pero algunas veces los ha
expuesto. Y entonces conmovía a Alcibíades hasta las lá¬
grimas. El hombre común. Los docentes
Alcibíades lloraba. Las lágrimas rodaban abundantes
de sus ojos, el corazón le latía con fuerza, ¡por supuesto! Al hombre común lo amo, los docentes me inspiran re¬
Porque Sócrates le inspiraba esa pena que a una intelec¬ pulsión.
tualidad ligera y sin carácter puede sugerir un hombre Ha sido la categoría de los «docentes» la que ha des¬
de carácter. Alcibíades tenía suficiente idealidad e inte¬ moralizado a la humanidad. Si se dejara al mundo como
lectualidad para sentirse aferrado, cautivado por el es en realidad, con los pocos que de veras están al servi¬
ideal ético que Sócrates exponía, pero al íntimo aspecto cio de la idea, o de un modo superior aún, al servicio de
de bajeza no lograba vencerlo. Por eso no pasaba de las Dios, y luego el pueblo, todo andaría mejor.
lágrimas y de los saltos del corazón; si Sócrates le hubie¬ Pero reproduce la infamia de que entre los eminentes
ra dicho que se comprometiera éticamente con los idea- y el pueblo se introduzca esa canalla, esos bribones,
428 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 429

quienes con la apariencia de servir también a la idea, come a lo intensivo (como las sombras del infierno sor-
traicionan a los verdaderos servidores y confunden la ben a los vivos).
mente del pueblo, todo para recabar miserables ventajas Como la escritura en la arena y en el mar que no deja
terrestres. rastro alguno, así la existencia que no se convierte en
Si no existiera el infierno, sería preciso crear uno espe¬ espíritu se desvanece sin dejar rastros.
cial para los docentes, cuyo crimen es precisamente de
tal hechura que se hace imposible castigarlo en este
mundo. El significado del cólera'1

Es el de adiestrar a los hombres en la existencia como


Entes, cosa que no se logra con ninguna guerra u otra
Dolorosa alteración del «hombre» calamidad, que más bien los matan. Pero la peste los
dispersa como a Entes, les enseña —corporalmente—
Antaño el hombre comprendía poco, pero ese poco lo que son Entes.
conmovía profundamente.
Ahora comprende mucho, pero ya no se conmueve; o
si no, esa comprensión roza simplemente su superficie «Los filósofos en el trono»
como una mueca.
¿Es esto progreso? ¿Si toda esa comprensión es inca¬ Era la tesis de Platón. Nuestra época enseña, en cambio,
paz de impresionar ahora al hombre, de conmoverlo, no que un poeta dramático en el trono es sospechoso.
hay en ello algo de soez? Casi, podríamos decir, como Me refiero a Luis Napoleón. Poeta como es, ha com¬
una mujer que habiendo sido iniciada en toda la astucia prendido que durante el desfile de Boulogne causaría un
y en la coquetería que la inteligencia puede inventar efecto incomparable que al mismo tiempo llegase un co¬
para agradar al hombre, esté dotada de una cultura de rreo a rienda suelta con la noticia de la toma de Sebasto¬
cierto buen grado pero sea incapaz de amar. pol. ¡Bien! Así se arreglan ahora las cosas.
La consecuencia natural ha sido que al día siguiente
toda Francia está dominada por un malestar general,
El punto. La masa. La intensidad. La extensión como después de una borrachera.
Pero ese Napoleón es extraordinario para prostituir al
11 de octubre de 1854 género humano. Esa raza de fanfarrones merece por em
perador a un fanfarrón de gran estilo. ¡Y qué excelente
Una imagen. El centro es tan sólo un punto. El disco es resulta que los grandes descubrimientos (ferrocarriles,
un gran cuerpo. Sin embargo, dar en el centro significa telégrafos, etc.), traten de desarrollar y de apoyar a la
acertar de veras; dar en el disco no es acertar. Así, en el charlatanería! ¡Tal vez de esa manera los hombres puc
fondo sólo lo intensivo vive: el ser de lo extensivo en dan retornar a sí mismos!
el fondo no es ser. Lo extensivo es un ser falso: su ser sólo
consiste en consumar lo intensivo. Sólo lo intensivo tie¬ 17. Posible alusión a la epidemia de cólera que drseui mlenó en
ne ser por sí mismo, lo extensivo vive o de, o porque Europa central en esa época. (N. de la t.)
430 SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 431

móvil de toda «docencia», a propósito para toda charla


profesoral). Tal vez a fuerza de girar «en torno» acaben
por precipitarse dentro.
Síntoma

Se conoce que algo está a punto de desaparecer o que ya


ha desaparecido, cuando suscita un interés de otro géne¬ Diferencia de individualidad
ro, por ejemplo, especulativo, estético, artístico.
Y así la característica de nuestros tiempos que se con¬ Para la victoria decisiva uno necesita ser sostenido por
vierte cada vez más en el tema de la novelística contem¬ medio de victorias pequeñas, otro por el aguijón de una
poránea (por ejemplo, Goldschmidt entre nosotros) es la derrota.
de describir la lucha del genio contra la realidad. Signi¬
fica que de ahora en adelante a nadie se le ocurrirá ac¬
tuar dentro de la realidad (Goethe, por ejemplo, sofisticó
abiertamente su genio en talento). Pero nosotros debe¬
mos liquidar algo y de este modo poseer el espíritu para
escribir la novela.
La gente de mente estrecha se equivoca pensando que
ese método es excelente; piensan que de ese modo es más
fácil que el problema se aproxime a nosotros o nosotros
al problema. ¡Ay de mí, qué error! Así, en cambio, se
aleja. Cuanto más perfecta es la narración novelística,
tanto menos penetra en la vida y tanto más, en cambio,
se acaricia y mima a ese enjambre de hombres, impul¬
sándoles a deleitarse con la fantasía de esas cosas.
Creer que el arte ayude a penetrar en la realidad no es
un error menor que el de creer que una prédica cuanto
más artísticamente perfecta, más eficaz ha de ser para
cambiar la vida. ¡Nada de eso! Cuanto mayor sea su
efecto puramente estético, tanto más disuadirá del com¬
promiso existencial.

Los dos caminos

Una cosa es sufrir y otra desempeñar el papel de profe¬


sor de los sufrimientos ajenos.
Lo primero es «el camino»; lo otro es dar la vuelta, es
«rodearlo» (por eso mismo el término «en torno» es el
DIARIO ÍNTIMO 433

siempre por la curiosidad, mirado siempre como un ex¬


traño, ora objeto de envidia, ora de burla, ora de admira¬
ción, ora de brutal estupor; hacen todo lo posible para
impedirme, si fuera posible, que sea yo mismo y para
impedir posiblemente a todo hombre que sea él mismo.
OCTUBRE DE 1854 A SEPTIEMBRE DE 1855 En cualquier situación me tratan no como a una perso¬
na, sino (¡en un sentido diferente!) como una especie de
objeto interesante, como a algo que se puede comentar
El escándalo hasta el cansancio...
Desde luego que esto resulta infinitamente cómico,
La mediocridad quiere consolarse diciendo que cuando pero también es la expresión de cuán tensa es mi vida.
uno no toma al cristianismo de una manera demasiado Como ya dije, el esfuerzo consiste además en que sea
sublime (exageración que ella evidentemente no come¬ yo completamente distinto a los demás hombres. Ellos
te), tiene por lo menos el mérito de no provocar escán¬ viven puramente para objetivos finitos, y ésa es la clase
dalo. de hombres que prefiero, con los cuales me habría halla¬
¡Muchas gracias! Si la exaltación puede ser culpable do muy a gusto si los periódicos de la plebe no hubieran
de haber dado alguna ocasión de escándalo al tomar al estropeado el caso; o si no fingen que viven para un ideal
cristianismo de una manera demasiado sublime, la me¬ superior, pero es mera mistificación. De todos modos,
diocridad es siempre culpable. ese género de vivir para una idea, el mío, es tan diverso
La mediocridad debe recordar (agua que nunca po¬ de la vida de los hombres de aquí, como el idioma he¬
drás beber: porque Pedro era en todo diferente a la me¬ breo del danés; no poseemos una sola aspiración en co¬
diocridad), por lo menos ha de recordar la respuesta de mún, y en cierto sentido ni siquiera el idioma; pues ellos
Cristo a Pedro: «Me eres escándalo» ( Mt. 16, 23). se sirven del idioma de un modo falso.
Con suma frecuencia en cosas y proporciones meno¬ Toma a un delincuente: su vida es distinta de la de los
res, uno que de veras reclamaba la verdad, ha hallado demás hombres. Pero como existen numerosos delin¬
motivo para decir a esa maldita, despreciable, cordial cuentes, forman por eso mismo una asociación, un mun¬
mediocridad de los tunos que querían retenerlo: «Me do aparte. Suponte que fueras el único delincuente: ¿no
eres escándalo.» sería esto tremendamente penoso?
¡Ya ves, mediocridad, cómo eres quizá la menos excu¬
sable con respecto a la culpa contra la cual te creías ab¬
solutamente segura «de dar escándalo»! Si este pensa¬ El Salvador del mundo
miento no ha de servirte de ayuda, ¿no podría por lo
menos aguijonearte un poco para hacer que salieras de ¡Qué extraño efecto causa el pensar en el concepto insí¬
tu costumbre? pido, nauseabundo y meloso de «Salvador del mundo»
Mi vida es inmensamente tensa: ¡me siento tan extra¬ que la cristiandad adora y reverencia, y leer luego las
ño, tan absolutamente diferente a lo que ocupa a los siguientes palabras: «Fuego he venido a encender en la
hombres en general! De muy distintas maneras, a diario, tierra», ¡vino para traer una discordia que puede romper
en todo contacto, reparo en mi heterogeneidad. Rodeado los vínculos más sagrados, los vínculos que el propio
434 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 435

Dios ha consagrado, el vínculo entre padre e hijo, entre Mientras viviera, yo no podía atacarlo. Porque mi acu¬
mujer y marido, entre progenitores e hijos, etcétera! sación versaba precisamente sobre lo siguiente: él no go¬
(Le. 12, 49-53). bierna; el suyo es un hechizo visual, es un periodista, el
señuelo del público más que ninguna otra cosa. Pero ¿a
quién habría podido dirigir yo ese discurso? Por otra
El hombre y la mujer con respecto a la religiosidad parte, yo combatía al margen del gobierno; por lo tanto,
no hubiera podido debilitarlo. En privado se lo dije así:
En cierto sentido, la mujer está mejor constituida para pero ¿qué efecto podía tener el decírselo en privado?
el verdadero servicio religioso, porque la naturaleza de Mynster no temía más que al público porque era un co¬
la mujer es de abandono total. Pero por otra parte eso no barde.
explica nada. Una eminente intelectualidad viril que se
entrega con femenina sujeción, tal es la verdadera reli¬
giosidad. El abandono de la mujer se relaciona esencial¬ El Estado
mente con la interiorización, y es contrario a la natura¬
leza de la mujer el convertirse en algo más. Pero, por Que cristianamente tenga razón Hegel cuando ense¬
otra parte, una eminente intelectualidad viril se relacio¬ ña que el Estado tiene un significado ético, que la ver¬
na inmediatamente con un enorme egoísmo que ha de dadera virtud pueda manifestarse tan sólo dentro del
ser sofocado en la sujeción. estado (cosa que también yo repetí infantilmente
en mi tesis2), que el fin del Estado sea el de ennoblecer
al hombre, etc.; todo esto es, naturalmente, un gali¬
il/ obispo Mynster matías.
El Estado es preferentemente un mal, no un bien; es
El motivo por el cual el obispo Mynster ha sido una fi¬ un mal necesario, en cierto sentido ventajoso y útil,
gura profundamente desdichada para mí, no estriba en antes que un bien. El Estado es el egoísmo humano
que él no fuese el hombre que yo necesitaba, sino en en sus grandes dimensiones y proporciones, y muy le¬
haberme producido el hechizo aparente de ser el hom¬ jos está Platón de tener razón cuando dice que para
bre que yo necesitaba. Yo tenía necesidad de que en la conocer a la virtud es preciso estudiarla dentro del Es¬
sede episcopal de Seelandia se sentara un carácter. Mi tado.3
desdicha no consistió en que Mynster no lo fuera; esto El Estado es el egoísmo humano en sus grandes di¬
poco importa. No, la desdicha consistió en que él, en¬ mensiones, organizado con un criterio de utilidad y de
tre el refinamiento de sus otros goces, había incluido agudeza, de modo que los egoísmos individuales se
hábilmente también el de pasar por hombre de carác¬ atemperan, corrigiéndose recíprocamente. El Estado es
ter, por hombre de gobierno: en tanto que sólo era una defensa contra el egoísmo, por cuanto muestra un
un declamador dominical y, por lo demás, un astuto egoísmo superior que domina a todos los egoísmos indi¬
eudemonista.1 viduales, de modo que éstos egoísticamente deben corn¬

1. Eudemonismo: doctrina moral que identifica la virtud con la di¬ 2. Del concepto de la ironía.
cha. (N. de la t.) 3. La República. (N. del t. i.)
436 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 437

prender que, por egoísmo mismo, lo más prudente es vi¬ El cristianismo, por eso mismo, no es de opinión de
vir dentro del Estado. El Estado se asemeja al cálculo que para ennoblecerse moralmente, el cristiano haya de
infinitesimal: cálculo de egoísmos, pero presentado ingresar en la colectividad del Estado; no, le advierte
siempre de tal manera que egoísticamente se vuelve más que dentro del Estado habrá de sufrir.
prudente el resolverse a formar parte, a ingresar en este Pero en el lenguaje ladrón de los hombres, se dice na¬
egoísmo superior. Pero esto es otra cosa que el alabado turalmente que el Estado es moralmente ennoble-
fin ético del egoísmo. cedor, y de este modo uno está perfectamente asegura¬
Y el Estado no va más allá; de modo que pensar en el do contra el peligro de que alguien entre en sospe¬
mejoramiento por su intermedio no es menos dudoso chas acerca de ese egoísmo autorizado como si fuera
que el mejoramiento dentro de un correccional. Dentro virtud.
del Estado uno se vuelve quizás más astuto para el En general, no es posible poner suficientemente de re¬
propio egoísmo, un egoísmo bien entendido, es decir, lieve, que lo inmediato, tosco, espontáneo, etc., nunca
el propio egoísmo en relación con los egoísmos ajenos; será tan corrompido como la prudencia calculada. Un
pero no se vuelve uno menos egoísta. Y lo peor es que libidinoso que hace su capricho sin freno no es tan co¬
se echa a perder con la consideración de este egoís¬ rrupto como el que se da al libertinaje observando el de¬
mo estatal —burgués, oficial, autorizado— como si coro. Un embaucador que, como se dice comúnmente,
fuera virtud, por cuanto la vida del Estado desmorali¬ toma el pelo a otro, tal vez no sea tan corrompido como
za, porque nos tranquiliza en lo de vivir como astutos aquel que conoce hasta qué punto es posible embaucar
egoístas. cuando uno quiere mantener la estimación ¡y ser consi¬
Más allá no va el Estado; cosa que si se la considera derado como hombre respetable!
desde el punto de vista de la educación y del desarrollo
moral, da mucho que pensar.
Además, el Estado está continuamente sujeto a la so¬
fisticación; así como los sofistas griegos se arrebataban ¡Una razón más para casarse!
demostrando que la injusticia perpetrada en gran escala
es justicia, y que los conceptos de una manera totalmen¬ El cristianismo dice: «No te cases, ésta es la conducta
te extraña se invierten o decaen, que lo único que impor¬ agradable a Dios y la más lógica si eres verdaderamente
ta es la realización en grande. Además, el Estado está cristiano.»
continuamente sujeto a la escisión, puesto que el núme¬ A esto el género humano responde: «Pero si todos pro¬
ro decide acerca del concepto, y el número mayor repre¬ cedemos así la humanidad se extinguiría.»
senta a la verdad. Y la hipótesis de que el género humano pueda desapa¬
¡El Estado debería servir para desarrollar moralmen¬ recer es considerada por la humanidad como la desgra¬
te al hombre, ser el verdadero medio de la virtud, el lu¬ cia mayor.
gar donde uno se convierte en virtuoso! En verdad que Entonces, en consecuencia, uno no puede menos
ese puesto para tal fin es por demás extraño, tanto como que casarse; y hay una razón más para casarse: ¡la tre¬
pretender que para un relojero el mejor lugar para tra¬ menda razón de que el género humano no debe desa¬
bajar esté a bordo de una nave en medio de una fuerte parecer!
borrasca. He ahí otra razón más para casarse.
438 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 439

dad quiere adoptar, en vez de aceptar las cosas tal como


están en el Nuevo Testamento. El género humano está
Las bodas de Caná perdido, Cristo ha venido para salvarlo; por lo tanto, no
es necesario convertir a Cristo en el punto de partida de
Ese continuo insistir de la cristiandad acerca del hecho una nueva progenie.
de que Cristo estuviera presente en las bodas de Caná y
que hasta proporcionara el vino ( Jn. 2, 1 ss.), demuestra
que también los hombres tienen la sospecha de que el El matrimonio
cristianismo se opone al matrimonio. Eso explica la im¬
portancia que se da al milagro de Caná, y además que la La propagación de la especie depende del egoísmo hu¬
argumentación que se pretende deducir del hecho es ri¬ mano; o mejor aún, constituye la esencia de ese egoísmo,
dicula. cosa que se demuestra de infinitas maneras: pocas líneas
bastarán para explicarlo.
La mayoría de los hombres carecen del sentimiento de
«Dejad que los niños vengan a mí» (Mat. 19, 44) sí mismos que les permita vivir como entes; entonces, su
egoísmo necesita recurrir a esa provisión de fondos que
Sí, claro; puesto que Cristo es el Salvador del mundo y consiste en la posesión del sentimiento de sí mismo acre¬
que también los tiernos infantes pertenecen por su exis¬ centado por el hecho de que haya algunos que le deban a
tencia a la humanidad perdida. uno la vida. La propia vida parece adquirir importancia
Pero interpretar tal pasaje dándole el sentido de que en ese caso. Es a la vez (como a menudo he observado) el
luego millones y trillones de nosotros podamos decir: sucedáneo de la inmortalidad.
vamos a dedicarnos a hacer niños... porque Cristo dice: La mayoría de los hombres carecen del sentimiento de
«Dejad que los niños vengan a mí», es una bestial estupi¬ sí mismos para hacerse valer frente a los demás hom¬
dez o una insolencia desvergonzada. bres. Entonces el sentimiento de sí mismo necesita tener
La cristiandad ha logrado convertir a Cristo en un a alguien que le obedezca, alguien que esté completa¬
buen hombre que suministra el vino en los banquetes, mente en su poder, de modo que también ellos posean la
como si Cristo no hubiera venido al mundo para salvar a impresión de que el hombre es un dominador. A tal fin
una raza perdida, sino para servir de padrino a todos los servirán los niños. Pero ¡Dios mío! ¡Cuánta brutalidad y
niños del mundo. cuánto egoísmo esconde en ese sentido la vida familiar!
Sin embargo, el problema es sencillo: «Salvar a una ¡Y qué cierto es que con frecuencia los padres tienen
raza» ...significa que la raza está perdida; de esa raza mayor necesidad de educación que los mismos niños!
estamos hasta la coronilla. Ahora, si queremos salvar¬
nos, debemos liberarnos del género, y entonces cae de su
propio peso que es preciso empezar por cerrarle el paso El hombre, la mujer, el niño. El cristianismo
al género.
Cristo no vino para convertirse en el cabecilla de una En el fondo es tremendo, y sin embargo verdadero, y es
nueva progenie que funda en él su origen. Pero es ésta la una expresión cuya medida da idea de la verdad, que el
nueva visión del cristianismo que en el fondo la cristian- cristianismo no existe en absoluto.
440 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 441

Tal es fundamentalmente la situación de la cristian¬ de filosofía.4 Intentadlo vosotros ahora; haced desdicha¬
dad, especialmente dentro del protestantismo. da a una muchacha y decidle que lo hacéis por su bien.
Los hombres —y aun los que hoy se llaman machos y La destrozaréis, su inteligencia se quebrará en mil peda¬
que sólo son emplastos y escupitajos comparados con el zos. Adaptaos entonces a ella. Decidle; «Soy un canalla,

ideal de Oriente acerca de la masculinidad abandonan
la religión personal diciendo: la religión (el cristianis¬
un cabeza hueca.» Sólo entonces podrá soportarlo y te
perdonará amorosamente. Pero así también se le ha evi-
mo) es cosa de mujeres y de niños. dado la reduplicación dialéctica.
Y, no obstante, la verdad es diferente; el cristianismo Y otro tanto sucede con todos los aspectos del cristia¬
tal como está expresado en el Nuevo Testamento, asume nismo. Sólo el varón ha recibido de la Providencia la
tales proporciones, que si se lo toma estrictamente no dureza para sobrellevar la realidad dialéctica...
puede ser una religión para mujeres, sino de segunda En el Nuevo Testamento la situación está pensada
mano; y en absoluto para niños. para los hombres, la religión se refiere al hombre; la mu¬
Éste es mi testimonio como psicológo; ninguna mujer jer participa en ella secundariamente, por intermedio
puede soportar un dualismo dialéctico, y todo lo cristia¬ del hombre. Sostener algo dialéctico no lo puede hacer;
no incluye la dialéctica. pero siendo testimonio de cómo el hombre sobrelleva su
Para poder remitirse al objetivo cristiano, es preciso misión, también ella recibirá la impresión de algo supe¬
ser varón, es preciso poseer la dureza y la fuerza del va¬ rior a la simple esfera de lo inmediato. En cuanto al
rón para poder soportar la presión de esa tarea. niño, que haga lo que se le antoje hasta que llegue su
Un bien irreconocible porque causa daño; una salva¬ tiempo. Pretender que un niño digiera el verdadero
ción irreconocible porque nos hace desdichados; una cristianismo es una bestialidad como (cosa que a menu¬
Gracia irreconocible a través del sufrimiento, etc.; todo do se efectúa) hacerle tragar alcohol, porque los padres
eso (que es lo cristiano) no puede ser soportado por nin¬ lo beben, y que el pobrecito ángel no debe ser menos que
guna mujer, perdería la razón si debiera aguantar la ten¬ ellos. ¡Y pretender que un niño digiera, con el nombre de
sión de ese esfuerzo. cristianismo, algo que no es tal, es un delito imperdo¬
En cuanto al niño, naturalmente, es charlatanería de¬ nable!
cir que debe ser cristiano.
Una mujer, y sobre todo un niño, se remiten a las cosas
directas y sólo respiran dentro de ellas. Si algo es un
bien, lo reconocen porque causa bienestar; no tiene sen¬ La mujer
tido pretender que una mujer se esfuerce (del niño ni
vale la pena hablar) por comprender un bien que le cau¬ Decir que, puesto que dentro del cristianismo el hombre
se daño, sería destrozarla. y la mujer son iguales, la mujer debe remitirse al cristia¬
Baste con la siguiente observación: ¿de qué depende nismo del mismo modo que el hombre, es un despropósi¬
que ninguna mujer pueda soportar la ironía, que la iro¬ to. El cristianismo iguala al hombre y a la mujer cierta¬
nía con respecto a su pasión sea la muerte para ella? ¿No mente, pero no cambia por eso la determinación de la
depende, acaso, del hecho de que ella no puede tolerar naturaleza; de lo contrario, por este camino llegaríamos
una situación dialéctica?
Con respecto a esto, yo he pasado el examen superior 4. Alusión a sus relaciones con Regina. (N. del t. i.)
442 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 443

al resultado de que la mujer debería tener igual estatura,


una musculatura robusta como la del hombre o también
(si el cristianismo se refiriera a ello) que ésta podría lo¬ NOTA
grar que dentro de la cristiandad, la gestación careciera
de leyes, ¡y que algunas veces pariera la mujer y otras el El grito del nacimiento, el estertor de la muerte.
hombre! La madre es quien primero grita, pero quizás el niño
Decir que la mujer se remite más esencialmente que el tendría más razón para hacerlo. La madre existe ya; por
hombre a la realidad cristiana es una bribonada que tie¬ lo tanto, su dolor es un dolor de la existencia; pero el
ne por fin conducir al cristianismo a la esfera directa. niño nace a la existencia, nace al dolor de la existencia.
No; dentro de la gradación de las cosas directas, la mu¬ Pero si el niño no grita al instante, seguro que lo hará
jer lleva ventaja ciertamente, ya sea en sutileza como en poco después. El estertor de la agonía es el grito de la¬
profundidad e interioridad; pero apenas se introduce mento por haber nacido.
algo de dialéctica, la mujer se halla en las mismas condi¬
ciones que los pueblos meridionales cuando deben pro¬
nunciar alguna palabra eslava que lleva cinco o seis con¬
sonantes seguidas de vocal. La propagación del género

Dar la vida sería, pues, como se dice generalmente, el


La entrada y la salida de la vida mayor beneficio hacia el niño, de modo tal que proba¬
blemente representaría arriesgar la existencia; vale de¬
Escucha el grito del que nace, observa la agonía del que cir, un riesgo.
muere y di luego si quien comienza y acaba de ese modo Veamos si el cristianismo no tiene más bien una opi¬
puede estar hecho para el goce. nión contraria; es decir, que propagar la especie sea algo
Es verdad que nosotros los hombres hacemos todo lo así como una consumación.
posible para alejarnos lo antes posible de esos dos ex¬ Así probablemente (aunque el cristianismo no tuviera
tremos, nos apresuramos hasta no poder más para olvi¬ nada que objetar contra la propagación del género) ha¬
dar el grito del nacimiento y para transformar en placer blaría cualquiera de los antiguos Padres de la Iglesia:
el hecho de dar vida a un ser. Y cuando alguien muere, «Absteneos de propagar el género, dominad el instinto y
decimos al instante: se durmió tranquilo y sereno, la el placer, pues pensad que cada vez que ese instinto se
muerte es un sueño, ¡un sueño apacible! Decimos esto no satisface, la Providencia, a esa criatura animal que es el
por el difunto —puesto que nuestras palabras de nada le fruto, debe agregarle un alma inmortal; vosotros enton¬
sirven—, sino para nosotros mismos, para no perder ni ces rebajáis a esta desdicha a un alma inmortal, atrayén¬
una brizna del anhelo de vivir y para que todo se vuelva dola a un inmenso peligro del cual, así como puede sal¬
excitante en el anhelo de vivir, en el intervalo que trans¬ varse por medio del cristianismo, puede también
curre entre el grito del nacimiento y el estertor de la perderse eternamente por su causa.»
muerte, entre el grito de la madre y la repetición que Ésta es una explicación muy diferente a la expeditiva,
exhalará el niño cuando le llegue el turno en su lecho de jocosa y placentera que habla del arriesgar la existencia
muerte. trayendo niños al mundo.
1’

444 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 445

La « historia universal » La verdad está desnuda


Los hombres nos jactamos de que la «historia universal» Para nadar uno se despoja de todas las ropas; para aspi¬
tiene una importancia enorme, y de que debe atraer en rar a la verdad es preciso desembarazarse en un sentido
sumo grado la atención de Dios. más íntimo, pues uno debe despojarse de una vestimen¬
No me atribuyo la resolución de este problema: lo pre¬ ta mucho más interior, de pensamientos, ideas, egoísmo
sento simplemente, y lo hago porque el cristianismo en¬ y otras cosas similares, antes de quedar suficientemente
seña que la propagación de la especie es un error. Pero desnudo.
«el personal de la historia», todos esos millones están
hechos así.
La pregunta es: ¿Interesa a Dios el asunto de la «histo¬
Talento. Espíritu
ria universal», de las cuatro monarquías: Hegel, Grund- Si un hombre de talento debe convertirse realmente en
vig, Geert Westphaler5 (también él propone cuatro mo¬ espíritu, ante todo ha de sentir disgusto para las satis¬
narquías), los ferrocarriles y el telégrafo? ¿O acaso no Le facciones del talento; así como al niño que se inicia en el
disgusta más que a los padres la algazara que arman los arte de la pastelería se le concede el permiso de comer
niños en el cuarto de juegos, cuando debieran atender a dulces hasta saciarse, para provocarle náuseas.
sus lecciones escolares, y con mucho mayor placer?
Esta fe en la infinita importancia de la historia ¿no es Lutero afirmaba que era imposible vivir fuera del ma¬
acaso una de las muchas ilusiones humanas que tratan trimonio; la antigua Iglesia, en cambio, sostenía que era
de mantener vivo y de estimular el anhelo de vivir, de imposible vivir en castidad dentro del matrimonio, y
avivar el placer de participar en el ruido, entusiasmados por lo mismo éste era casi «una prostitución tolerada».
por el relato de la bulla y de la endemoniada batahola
que los diversos reyes y emperadores han hecho durante Si Lutero pretende decir que es imposible vivir en cas¬
sus vidas? tidad fuera del matrimonio porque los hombres se han
Ricardo III, a fin de no escuchar las maldiciones de su vuelto disolutos y sensuales, pase. Pero entonces la Re¬
madre, mandó a los tambores: «¡Tocad el tambor!»6 forma se convierte en algo muy curioso, especialmente
¿Acaso no sucede lo mismo con los hombres? ¿Acaso no cuando se ha de propagar a los cuatro vientos el gran
se trata de algo que no quieren escuchar y por lo mismo progreso cristiano que se supone que ella representa ser.
desean el alboroto? Así sucede con la historia del mun- Cada vez más se revela como una concesión hecha a la
do. Pero ¿acaso no es vanidosa imaginación de nues¬ libido y a la sensualidad.
tra parte el pensar que una cosa semejante preocupe a
Dios? ¿No es esto, por ventura, atribuirle nuestra abe¬ Mi misión: « Abrir paso»
rración?
No soy un apóstol que anuncia algo en nombre de Dios y
5. Personaje cómico de Holberg. (N. del t. i.) con autoridad.
6. Shakespeare, Ricardo III. Acto IV, Escena 3. (N. del t. i.) No; yo estoy al servicio de Dios, pero sin autoridad. Mi
446 SÓREN KIERKEGAARD

misión es «abrir paso», de modo que Dios puede avanzar


(mi misión no es la de abrir paso con los medios comu¬
nes sino por medio del sufrimiento).
Se deduce fácilmente entonces por qué debo ser lite¬
ralmente un hombre solo; ítem, que debo ser mantenido
en gran flaqueza y gracilidad.
Porque si aquel que ha de abrir paso avanzara a la 1853 - 1855
cabeza de un par de batallones... claro que, humana¬
HOJAS SUELTAS
mente hablando, esto parece un método magnífico y el
más seguro para abrir paso. Pero existiría el peligro de
que, en lugar de abrir paso, ese hombre se apoderara del
puesto y tanto lugar podría ocupar que Dios acabaría
Odiarse a sí mismo
por no poder avanzar cómodamente.
El simple hecho de pretender colocar los ideales en pri¬
Mi misión es la de abrir paso; soy un policía, por así
mer lugar es ya un comienzo de odio a sí mismo. Quien
decirlo. Pero la policía de este mundo procede con fuer¬
se ama a sí mismo no quiere poner los ideales en primer
za y encarcela a los otros; en cambio, la policía superior
plano, a fin de que nada turbe el goce de su satisfacción.
procede por medio del dolor y desea más bien ser encar¬
celada.
Cómo entiendo yo el porvenir
Tres cosas por las cuales doy gracias a Dios
Ciertamente es preciso decidirse a hacer una reforma, y
ha de ser una reforma tremenda, en cuya comparación
1 . Porque ningún ser humano me debe su existencia.
la de Lutero parecerá una simple broma; una reforma
2. Porque Él ha impedido que impensadamente me
espantosa que tendrá como grito de batalla: «¿Hallará fe
convirtiera en un pastor del tipo de los pastores de hoy
en la tierra?» (Le. 18, 8.)
que son una mofa del cristianismo.
Entonces se verá que millones de cristianos «renega¬
3. Porque voluntariamente me he expuesto a ser inju¬
rán» del cristianismo. Una reforma tremenda porque el
riado por El corsario.
cristianismo ya no existe de hecho. Será terrible para
una humanidad viciada por un cristianismo infantil, se¬
ducida por la presunción general de ser cristianos,
¡cuando en cambio se trata de que deba recibir el golpe
mortal que consiste en hacerse cristianos, en ser cris
tianos!
El paganismo había comprendido muy bien que el
cristianismo significaba «odio a los hombres»; por eso
convertirse al cristianismo era entonces una cosa terri
ble. Pero mucho peor es lo que sucede ahora; viciados y
ablandados por esa papilla dulzona que se despacha
448 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 449

como cristianismo, ahora que todos viven con la ilusión el Nuevo Testamento en la medida más amplia posible,
de ser cristianos... ¡verse obligados a recomenzarlo todo! para que en lo posible llegue a todas las manos. Y si exis¬
Por eso (así lo entiendo yo) Dios que es paciente, por te un libro hecho a propósito para invocar los espíritus
ahora nos contempla: no rechaza a esta humanidad es el Nuevo Testamento, con tal de que sepas leerlo.
ni tampoco exige a los hombres una tarea que sería su Pero tal vez ahí se esconde una astucia inconsciente y
ruina. muy refinada, una astucia instintiva: es decir que, a
Pero eso no significa que todo deba seguir como hasta fuerza de difundir este libro, de modo que en lo posible
ahora. llegue a todas las manos, uno cree estar más al seguro,
No, es preciso recomenzar. haberse asegurado mejor contra él, a fin de que su efica¬
Nosotros debemos hacer el balance con toda sinceri¬ cia se vea reducida a cero. ¡Bueno! ¡Continuad, pues, por
dad. Ésta es mi tarea, así la comprendo yo... ese camino, empedrad las calles con ejemplares del Nue¬
vo Testamento; utilizadlos, si es posible, como tejas para
vuestras casas, liquidadlos a buen precio, más baratos
¡Las buenas intenciones! aún que la arena, para que así puedan servir como lastre
para las naves! Entonces estaréis completamente asegu¬
Imagina un remedio cuya dosis entera actuara como la¬ rados y podréis reuniros para celebrar una fiesta solem¬
xante y media dosis como astringente. ne: ¡y que acuda un orador para elogiarnos a nosotros y
Tomemos a uno que padece de constipación. Pero a nuestro celo por la difusión del cristianismo!
vaya a saber por qué, en vez de la dosis entera (o porque
teme que le cause daño), por no dejarlo del todo se sumi¬ Así se educa hoy a un niño en la cristiandad: tu padre
nistra (con buena intención) una media dosis (que siem¬ y tu madre son dos personas bienquistas de Dios. Pero
pre es algo). ¡Vaya! algo es; pues la dosis entera es laxan¬ especialmente esa «historia» (Geschichte)2 de tu naci¬
te y media dosis es astringente... ¡pero el pobrecito miento, ese asunto que hicimos los dos, ¡eso sí que agra¬
padece de constipación! dó a Dios!
Así sucede con el cristianismo. Con él sucede lo mismo ¡Abominable mentira! Ese asunto es un delito para el
que con todo lo que presenta la alternativa de O lo uno o cristianismo, un delito ante los ojos de Dios, cuya bajeza
lo otro; media dosis actúa de un modo diametralmente consiste en que no sean los interesados quienes deban
opuesto a la dosis entera. asumir la pena sino un inocente quien, al nacer a la vida,
Y esas «buenas intenciones» prosiguen de generación ingresa en esa galera de la existencia humana.
en generación, proporcionan cristianos a millones, des¬ Pero cae de su propio peso que al cristianismo ha de
piertan orgullo y nadie sospecha que está haciendo exac¬ dársele el otro aspecto, que debe prosperar el oficio del
tamente lo contrario de lo que cree hacer... mendaz y el de los mil conjurados, criadores de semen¬
Se prohíbe el «Ciprianus»1 y otras obras por el estilo tales. Para ellos, el juramento nada agrega ni quita;
con las cuales la superstición cree poder invocar los es¬ ¡muy bien conocen el paño! Si una religión ha de prospe¬
píritus, por el temor que ellos inspiran. Pero se difunde rar, si se trata de convertirla en «religión popular» (y tal
es su objetivo, pues de obtenerlo, el negocio del propio
1. «Ciprianus». Manual de magia y ocultismo que Kierkegaard te¬
nía en su biblioteca. 2. En alemán en el texto. (N. del t. i.)
450 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 451

beneficio alcanza su punto culminante), se trata enton¬ quienes la Gracia no descuida, alcanzan ese extremo en
ces de ponerla en relación con la procreación, debe con¬ que la vida aparece como el grado superior del hastío.
vertirse en la religión de hacer niños. En resumen, Pero no pueden resignarse y se rebelan contra Dios, etc.
¡cuanto mejor se obtenga que lo que constituye el placer Sólo los hombres que, una vez llegados a este punto de
inmediato (comer, beber, divertirse, hacer niños), cons¬ hastío vital, pueden con ayuda de la divina Gracia, creer
tituya también la religión, tanto más fácilmente se con¬ firmemente que es por amor por lo que Dios actúa así, de
vertirá a ésta en una religión popular! modo que en su alma, en su fuero más íntimo, no se es¬
conda duda alguna de que Dios sea amor; sólo éstos es¬
tán maduros para la eternidad.
El fin de esta vida desde el punto de vista cristiano Y a éstos Dios acoge en la eternidad. Un hombre así se
convierte en Ángel. Y en el cielo cantará más fácilmente
25 de setiembre de 1 855 las alabanzas de Dios: el tiempo del noviciado, el tiempo
del aprendizaje es siempre el más duro... En medio de su
El fin de esta vida es alcanzar el más alto grado de alegría al poder darle las gracias, ese hombre se siente
hastío. tan feliz que no quiere escuchar nada que no sea Dios
Aquel que haya llegado a ese extremo puede resistir: o mismo. Lleno de gratitud, todo lo remite a Dios y Le rue¬
aquel a quien Dios sostenga a fin de mantenerlo firme en ga que las cosas queden tal como están: es decir, que
la creencia de que Dios por amor lo ha conducido hasta quien todo lo hace sea Dios. Porque ese hombre no cree
ese punto, ése resistirá de un modo cristiano la prueba de en sí mismo, sino en Dios.
la vista, estará maduro para la eternidad.
He nacido por medio de un crimen; he venido a la
existencia contra la voluntad de Dios. La culpa, que en
cierto sentido no es mía (aunque me convierta en un de¬
lincuente a los ojos de Dios), consiste en dar la vida. La
pena corresponde a la culpa: ha de ser la pérdida de todo
anhelo de vivir, el alcanzar el grado más alto de hastío
vital. El hombre quiere entrometerse con el oficio del
Creador, y como no logra crear hombres, por lo menos
quiere dar la vida. Pero pagarás por ello, porque el fin de
esta vida es (claro que con la ayuda de mi Gracia, pues
sólo se salvan aquellos a quienes yo les concedo la Gra¬
cia) alcanzar el grado superior de hastío vital.
La mayoría de los hombres están hoy hasta tal punto
privados de espíritu, tan abandonados por la Gracia,
que la pena no les impresiona en absoluto. Perdidos en
este mundo, se aferran a esta vida vana, se convierten en
una nada; su vida es un derroche inútil.
Aquellos, en vez, que poseen un poco de espíritu y a

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