Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
36
Cicerón, Lucullus, 15; Brutus, 292-300.
37
Platón, Banquete, 221 e.
38
Nietzsche, Humain, trop humain. Le voyageur et son ombre, §175
(trad. NRF, t. III, 2, pág. 231) (trad. cast.: Humano, demasiado
humano. El viajero y su sombra, Madrid, Edaf, 1985).
lo hacía encantado, y aceptaba de buen grado quedar en
segundo plano».39 Sócrates se niega a ser considerado un
maestro —y aquí alcanzamos el corazón de la ironía
socrática—, se niega a enseriar porque no tiene nada que
decir, no tiene nada que comunicar, simplemente porque
no sabe nada, como proclama con frecuencia. Al no tener
nada que decir, al no tener una tesis que defender, Sócrates
sólo puede preguntar, negándose a su vez a contestar a las
preguntas: «He aquí tu eironeia —exclama el Trasímaco
del primer libro de la República—, ya lo sabía, lo había
predicho: te niegas a contestar a las preguntas, buscas
cómo evadirte».40 Aristóteles describe aún más claramente
la situación: «Sócrates siempre adoptaba el papel del que
pregunta, jamás del que contesta, pues confesaba que no
sabía nada».41
Es evidente que no podemos saber con exactitud cómo
se desarrollaron los diálogos de Sócrates con los
atenienses. Los diálogos de Platón, incluso los más
«socráticos», no son sino meras imitaciones doblemente
atenuadas. En primer lugar, son escritos y no orales, y
como ha subrayado Hegel, «en el diálogo escrito el autor
controla por completo las respuestas; pero encontrar, en la
vida real, individuos que responden de esta manera es otra
39
Epicteto, Manuel, §46; véase también F. Schweingruber, Sokrates
und Epiktet, en Hermes, t. 78, 1943, págs. 52-79.
40
Platón, República, 337 a (Gorgias, 489 e; Teeteto, 150 c).
41
Aristóteles, Sophistici Elenchi, 183 b 8 (Refutaciones sofísticas, en
Tratados de Lógica, Madrid, Gredos).
cuestión».42 Además, es posible reconocer en los diálogos
platónicos, bajo el encanto de la ficción literaria, indicios
de los ejercicios escolares de la Academia platónica.
Aristóteles codificó en sus Tópicos las reglas de aquellos
debates dialécticos.43 En dichos ejercicios argumentativos,
el que preguntaba y el que respondía desempeñaban un
papel muy determinado y las reglas de aquella esgrima
intelectual estaban rigurosamente definidas. No debemos
buscar lo que, desde la perspectiva histórica, pueda ser
propiamente socrático en los discursos plasmados por
Platón, sino despejar el significado de la ironía socrática
tal como la tradición la ha conocido, los movimientos de
la conciencia a la que corresponden.
Otto Apel44 logró caracterizar el mecanismo de la ironía
42
G. W. F. Hegel, Leçons sur l'histoire de la philosophie, t. 2, pág.
291 (trad. cast.: Lecciones sobre filosofía de la historia universal,
Madrid, Alianza, 2004). En esta obra hegeliana, las páginas dedicadas
a Sócrates destacan por su trascendencia, todas ellas impregnadas del
gran problema de la ironía romántica.
43
P. Moraux, La Joute dialectique d'aprés le huitiéme livre des
Topiques, en Aristotle on Dialectic, Proceedings of the third
Symposium Aristotelicum, Oxford, 1968, págs. 277-311. Acerca del
significado filosófico de la dialéctica, véase E. Weil, La Place de la
logique dans la pensée aristotélicienne, en Revue de Métaphysique et
de Morale, t. 56, 1951, págs. 283-315. Véase también E. Hambruch,
Logische Regeln der Platonischen Schule in der Aristotelischen Topik,
en Wissenchaftliche Beilage zum Jahresbericht des Askanischen
Gymnasiums zu Berlin, Berlín, 1904.
44
O. Apel, Platonische Aufsiitze, Berlín, 1912, págs. 96-108. Acerca
de la ironía socrática, consultaremos también la importantísima obra
socrática: Spaltung und Verdoppelung, Sócrates se
desdobla para «dividir» al adversario en dos. Sócrates se
desdobla; está, por una parte, el Sócrates que sabe de
antemano cómo va a concluir la discusión, y, por otra, el
Sócrates dispuesto a recorrer el camino, todo el camino
dialéctico con su interlocutor. Este último no sabe hacia
dónde le lleva Sócrates. En esto consiste la ironía.
Caminando junto con su interlocutor, Sócrates siempre
requiere el pleno consentimiento de su compañero.
Tomando como punto de partida la postura del
compañero, le hace admitir, progresivamente, todas las
consecuencias de ésta. Al exigirle en cada momento su
consentimiento, basado en las exigencias racionales del
Discurso con sentido, del Logos45, objetiva el
procedimiento conjunto, conduciendo al interlocutor al
reconocimiento de cuán contradictoria era su postura
inicial. Por lo general, Sócrates elige como tema de
discusión la actividad que le resulta familiar a su
interlocutor, y busca definir con él el saber práctico que
requiere su ejercicio: el general debe saber combatir con
valentía; el adivino, comportarse con piedad ante los
46
Platón, Teeteto, 150 a.
47
Kierkegaard, Point de vue exclusif de mon oeuvre, pág. 28; véase
también OC, t. XVI, pág. 22.
48
Kierkegaard, Riens philosophiques, París, Gallimard, 1948
Analicemos ahora uno de los posibles significados de la
enigmática profesión de fe de Sócrates: «Sólo sé que no sé
nada».49 Quizá signifique, efectivamente, lo siguiente:
Sócrates no posee saber alguno que se pueda transmitir, no
puede transferir ideas de su espíritu al espíritu del prójimo.
Como dice el Sócrates del Banquete de Platón: «¡Qué
felicidad sería, Agatón, si el saber fuese de índole tal que
lo que más abunda pudiese verterse en lo que más
escasea».50 En la obra Recuerdos de Sócrates de
Jenofonte, Hipias le dice a Sócrates: mejor sería que nos
dijeras de una vez por todas en qué consiste la justicia en
lugar de estar siempre interrogando sobre ella. A lo que
Sócrates responde: «Al carecer de palabras para definirla,
manifiesto la justicia a través de mis actos».51 Es cierto
que Sócrates es un apasionado de la palabra y del diálogo.
Pero también desea mostrar, con la misma pasión, los
límites del lenguaje. La justicia jamás se comprenderá a
menos que se experimente. Al igual que toda realidad
auténtica, la justicia no se puede definir. Esto es,
precisamente, lo que Sócrates pretende que su interlocutor
alcance a comprender para invitarle a «experimentar» la
justicia. El cuestionamiento del discurso conduce, de
52
Platón, Laques, 187 e.
53
Platón, Apología, 36 b.
«preocúpate de ti mismo»54 que Sócrates repite
incansablemente, cómo no encontrarlos en aquel texto de
Nietzsche donde, al describir al ser humano según
Schopenhauer, lo presenta aislado en medio de la in-
consciencia de sus contemporáneos: «Bajo un centenar de
máscaras distintas, jóvenes, adultos, ancianos, padres,
ciudadanos, curas, funcionarios, mercantes, alardean y
sólo piensan en la comedia que representan todos juntos,
sin reflexionar ni un instante acerca de sí mismos. A la
pregunta "¿Por qué vivís?", responden de inmediato con
orgullo: "¡Para convertirnos en buenos ciudadanos, en
sabios, en hombres de Estado! "».55 «¿Acaso el objetivo de
todas las instituciones humanas no es el de impedir que los
seres humanos experimenten su propia vida, dispersando
sin tregua sus pensamientos?»56 «Todos tienen prisa
porque todos desean evadirse de sí mismos.»57 El
Alcibíades del Banquete ya decía: «Sócrates me apremia a
confesar para mis adentros que, pese a ser deficiente en
muchos aspectos, insisto en no pensar en mí mismo y en
sólo atender los asuntos de los atenienses».58 Aquí se
percibe el alcance político de esta inversión de los valores,
de este cambio de las normas que dirigen la vida.
54
Platón, Alicibíades, 120 d 4; Apología 36 c.
55
Nietzsche, Considérations inactualles, III, 4, París, Aubier, 1966,
pág. 79 (trad. cast.: Consideraciones intempestivas, Madrid, Alianza).
56
Ibid., pág. 79.
57
Ibid., pág. 87.
58
Platón, Banquete, 216 a.
Preocuparse del destino individual sólo puede acarrear un
conflicto con la Ciudad.59 Esto encarnará el sentido
profundo del proceso y la muerte de Sócrates. La ironía
socrática se convierte en tragedia cuando la vemos, a
través del testimonio de la Apología de Sócrates,
ejerciéndose a expensas de los acusadores del filósofo y
desencadenar, en cierto modo, su condena a muerte.60
En esto consiste la «seriedad de la existencia» de la que
habla Kierkegaard.61 A sus ojos, el mérito de Sócrates es
haber sido un pensador existente, en lugar de un filósofo
especulativo que se olvida de existir.62 La categoría
fundamental de la existencia para Kierkegaard es el
Individuo, lo Auténtico,63 la soledad de la responsabilidad
existencial. Según Kierkegaard, Sócrates fue su inventor.64
En ello encontramos una de las razones profundas de la
ironía socrática. El lenguaje directo es incapaz de
comunicar la experiencia del existir, la conciencia
59
Hegel insiste firmemente sobre este punto, Leçons sur l'histoire de
la philosophie, t. 2, pág. 333: «Ningún pueblo, y menos aún un pueblo
libre, con una libertad como la del pueblo ateniense, ha de reconocer a
un tribunal de la conciencia moral».
60
Esa voluntad de morir en Sócrates le planteará a Nietzsche un
problema del que hablaremos más adelante.
61
Véase J. Wahl, Études kierkegaardiennes, pág. 350 y sigs.
62
Acerca de este tema, veáse Kierkegaard, PostScriptum non
scientifique, París, 1941, pág. 47 y sigs.; véase también OC, t. X, pág.
191.
63
Véase J. Wahl, Études kierkegaardiennes, pág. 270.
64
Kierkegaard, Point de vue explicatif de mon oeuvre, pág. 50; véase
también OC, t. XVI, pág. 44.
auténtica del ser, la seriedad de lo vivido, la soledad de la
decisión. Hablar es condenarse por partida doble a la
trivialidad.65 En primer lugar, la experiencia existencial no
puede comunicarse de manera directa: toda palabra es
«trivial». Pero por otra parte, la trivialidad, bajo forma de
ironía, puede posibilitar la comunicación indirecta.66
Como dice Nietzsche: «Creo experimentar que Sócrates
era profundo (su ironía correspondía a la necesidad que
experimentaba de adoptar un aspecto superficial para
poder seguir relacionándose con el prójimo)».67 Para el
pensador existencial, la trivialidad y la superficialidad son,
en efecto, una necesidad vital: se trata de seguir en
contacto con el prójimo, aun cuando éste sea inconsciente.
Pero también son artificios pedagógicos: los rodeos y los
circuitos de la ironía, el impacto de la aporía pueden
permitir el acceso a la seriedad de la conciencia
existencial, sobre todo si a éstos se añade, como veremos,
el poder de Eros. Sócrates carece de sistema que enseñar.
Toda su filosofía es ejercicio espiritual, nueva manera de
vivir, reflexión activa, conciencia viviente.
Quizá debamos otorgarle un significado aún más
profundo a la fórmula socrática: «Sólo sé que no sé nada».
65
Acerca del tema de la trivialidad, véase L. Jerphagnon, De la
banalité, París, 1965.
66
J. Wahl, Études kierkegaardiennes, pág. 281 y sigs., y
concretamente, los comentarios acerca de los vínculos entre el
anonimato divino y el anonimato del escritor, pág. 285, nota 1.
67
Nietzsche, FP, abril-junio de 1885, 34 [148], trad. RNF, t. XI, pág.
198.
Ésta nos devuelve a nuestro punto inicial. Sócrates dice
que no es sabio.68 Su conciencia individual se aviva en
este sentimiento de imperfección y de inacabamiento.
Sobre este punto, Kierkegaard puede ayudarnos a
comprender el pleno significado de la figura socrática.
Kierkegaard afirma que sólo sabe una cosa, que no es
cristiano. Está íntimamente convencido de no serlo, pues
ser cristiano es poseer un verdadero vínculo personal y
existencial con Cristo, es haberse adueñado de ese vínculo,
es haberlo interiorizado en una decisión que emana de lo
más profundo del ser. Teniendo en cuenta la extrema
dificultad de dicha interiorización, no hay cristianos. Sólo
Cristo es cristiano. Quien sea consciente de no ser
cristiano es, al menos, el mejor cristiano, en la medida que
reconoce no serlo.69 La conciencia de Kierkegaard, al
igual que toda conciencia existencial, está, por tanto,
dividida. Sólo existe en la conciencia de no existir
realmente. Esta conciencia kierkegaardiana es la
conciencia socrática: «¡Oh Sócrates!, gracias a tu
ignorancia, tenías la maldita ventaja de hacer estallar que
los demás eran aún menos sabios que tú: pues ni siquiera
sabían que eran ignorantes. Tu aventura es la mía. Se han
68
Platón, Apología, 23 b: «¡Oh humanos, él es el más sabio
(sophotatos) de todos vosotros, pues igual que Sócrates, conoce
realmente su propia ineptitud en cuanto a la sabiduría se refiere
(sophia)!».
69
Véase J. Wahl, Études kierkegaardiennes, pág. 387 y pág. 409, nota
1, acerca de la teología negativa.
exasperado contra mi persona por verme capaz de mostrar-
que los demás son aún menos cristianos que yo; yo, sin
embargo, tan respetuoso del cristianismo que percibo y
confieso que no soy cristiano».70
La conciencia socrática está asimismo dividida y
desgarrada, aunque no por la figura de Cristo, sino por la
figura del Sabio, normal trascendente. La justicia, lo
hemos visto, no se define, se experimenta. Todo discurso
se aseverará incapaz de expresar cuán profunda es la
decisión del ser humano que decide ser justo. Pero toda
decisión humana es precaria y frágil. Al decidir ser justo
en tal o cual acto, el ser humano presiente una existencia
que sería justa, de manera plenaria. Sería la del Sabio.
Sócrates es consciente de no ser sabio. Él no es sophos,
sino philosophos; no es sabio, sino alguien que anhela la
sabiduría, puesto que carece de ella.
Como dice P. Friedländer, «la ironía socrática expresa
la tensión existente entre la ignorancia (es decir, la
imposibilidad de expresar con palabras en qué consiste la
justicia) y la experiencia directa de lo desconocido, es
decir, la existencia del individuo justo, cuya justicia
alcanza el nivel divino».71 Puesto que Kierkegaard sólo es
cristiano por su conciencia de no ser cristiano, Sócrates
sólo es sabio por su conciencia de no ser sabio. De dicho
70
Kierkegaard, L'Instant, §10, pág. 176, y véase también OC, t. XIX,
págs. 300-301.
71
P. Friedländer, Plato, vol. I., Nueva York, 1958, pág. 153 (trad.
cast.: Platón, Madrid, Tecnos, 1989).
sentimiento de carencia nace un inmenso deseo. Por esta
razón, Sócrates el filósofo revestirá, para la conciencia
occidental, los rasgos de Eros, el eterno vagabundo en
busca de la verdadera Belleza.