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FUSARO DIEGO - La Nueva Plebe Precarizada
FUSARO DIEGO - La Nueva Plebe Precarizada
La clase burguesa se caracteriza por su estructura íntimamente dialéctica. Ella puede, por un
lado, dar lugar a la figura de la conciencia infeliz y a la consiguiente contestación radical
del capitalismo, en esto alineándose al lado del Siervo, de acuerdo con el ejemplo del
burgués anticapitalista representado por Marx.
Por otro lado, como clase dominante en el orden de las relaciones de fuerza capitalistas, la
burguesía puede, en cambio, defender el cosmos hecho según la morfología capitalista,
apoyando ipso facto a los Intereses de la élite y del capital.
La historia de la clase burguesa, en la etapa dialéctica que precede su actual desintegración
en la nueva plebe precarizada post-burguesa y post-proletaria, se explica bajo esta luz, es
decir en la tensión entre la contestación del capital y su plena aceptación, entre la
participación en las luchas del Siervo o el apoyo a los intereses de la élite. Esta élite, sin
embargo, después de la derrota del Siervo en 1989, procede a desintegrar la burguesía
misma, en la medida en que ya no necesita su apoyo.
En consecuencia, como hemos visto, la precipita en el abismo del precariado, forzándola a
refluir en la nueva masa en el cual se identifica el Siervo actual, “en sí” y todavía no “para
sí”.
Si, con el 1968, se había matado a la cultura burguesa del padre y de los valores no
mercantilizables (y, por lo tanto, no plenamente compatibles con la lógica de mercado), en
1989 y en los años siguientes se aniquila la burguesía como clase social, es decir como
clase media.
En lugar del antagonismo bilateral entre Siervo y Señor perteneciente al capitalismo
dialectico, aparece la dicotomía no conflictual entre una global class neo-feudal y
financiera y una inmensa plebe precarizada y sin conciencia de clase, englobante tanto el
viejo proletariado, como –de una forma siempre más creciente- la vieja clase media, ella
también objeto de ofensiva por parte de la élite apátrida.
Con el fin de llevar a cabo exitosamente la desintegración de las clases medio-burguesas,
cuyo apoyo ya no se necesita durante la época de la derrota del enemigo comunista (Berlino
1989), las élites neo-feudales están destruyendo su fundación social de dos siglos de
antigüedad, es decir, el trabajo permanente entendido como lugar de la estabilidad y el
reconocimiento social, ahora sustituido por el trabajo flexible y precario. Esta forma de
trabajo genera la pulverización atomística de la dimensión pública y la privatización
completa de la vida social, des-eticizando el mundo de la vida y destruyendo
la estabilidad existencial propia tanto de la clase burguesa, como de la proletaria.
Se cumple, así, ese proceso de destrucción de la estabilidad ética y cultural burguesa que
había empezado en 1968, y que era funcional al desarrollo sin límites del fanatismo
económico clasista.
El trabajador estable, además, no es una figura exclusivamente conectada a la actividad
profesional.
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siendo el nuevo precariado compuesto por la reabsorción del antiguo proletariado y la vieja
burguesía.
La nueva plutocracia de la élite neo-feudal está compuesta, esencialmente, por un número
restringido de individuos privilegiados que constituyen la global class -el siempre menos
atestado bando del Señor- y que se evaporan como el capital: viven en diferentes países,
escapan las obligaciones de la ciudadanía, son vocacionalmente apátridas y enemigos de
todas formas de arraigo, de soberanía e identidad estable.
En el programa de de-localización, entendido como secreto de la competitividad, se
condensa también el estilo de vida y la visión del mundo de esta nueva plutocracia enemiga
tanto de los derechos sociales como de la estabilidad ética y existencial, del arraigo
comunitario como de las formas democráticas puestas sobre el Nomos de la economía.
Esta élite, cuyos miembros son menos del uno por ciento de la población mundial, posee
una fuerza financiera imponente al punto tal que puede manejar de manera casi monopolista
el debate político y las políticas económicas y sociales; lo que le permite presentar su
interés como universal, contrabandeándolo en forma del pensamiento único políticamente
correcto.
La global class neo-feudal lucha en nombre de la extensión ilimitada de la forma-mercancía
y del mercado soberano, individuando su propio enemigo en todo lo que resiste a esta
dinámica o que le puede resistir, in primis en el Siervo organizado y en los Estados
nacionales con primacía de la política sobre la economía.
En el bando opuesto, tenemos la reconfigurada clase del Siervo reducido a pauper class
global, a plebe precarizada y sin conciencia, compuesta por la gran mayoría de la población
mundial y obligada pasivamente a sufrir las decisiones y los abusos de la élite neo-
oligárquica.