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El Positivismo

de Comte

Epistemología
de la Sociología

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El positivismo
En el marco de nuestra reflexión epistemológica de la sociología, debemos
comenzar el recorrido histórico por el positivismo. Lo abordaremos como
corriente que propició la emergencia de la sociología y, asimismo, desde sus
leyes, principios y contenidos específicos de explicación de la realidad social.
Para ello, debemos comenzar el camino por los aportes de Auguste Comte.

Auguste Comte
Auguste Comte, discípulo de Saint-Simon, nació en Montpellier en 1978.
Este precursor de la disciplina, quien le otorgó primero el nombre de filosofía
positiva y luego de sociología, buscó “construir una teoría comprensiva que
abarcara todos los aspectos de la vida social y diera cuenta de la evolución
de la humanidad desde sus orígenes hasta su proyección hasta hacia el
futuro” (Gaeta, Gentile y Lucero, 2007, p. 47). Entre sus principales
objetivos, se hallaba la necesidad de estudiar la realidad, los problemas y los
fenómenos sociales desde un método científico.

Comte consideraba que a partir de la utilización del método científico las


ciencias sociales aun en gestación podrían alcanzar los mismos resultados
que otras ciencias como la física o la química. Entre sus influencias
principales, podemos mencionar a Hume, por un lado, fundamentalmente
en lo que respecta a sus críticas a la metafísica. En este marco, rechazó la
idea de que se pueda acceder al conocimiento por vía de la razón. Por otro
lado, también fue muy importante la influencia de la Ilustración del siglo
XVIII. Su concepción fue la de una “filosofía social que pretende diferenciarse
de las propuestas anteriores por su carácter estrictamente científico” (Gaeta
et al., 2007, p. 47).

La ley de los tres estadios


Desde la filosofía positivista comteana, se considera que “todos los
fenómenos, ya sean físicos, biológicos o sociales, se hallan sujetos de
manera necesaria a las leyes de la naturaleza, porque la realidad entera
constituye un orden único” (Gaeta et al., 2007, p. 47). De este modo, el
conocimiento científico debe proponerse descubrir las regularidades, en
cuanto se considera que el mundo social se encuentra regido por leyes
naturales. Además, esas regularidades deben ser estipuladas de modo tal
que se reduzcan al menor número posible. Es importante destacar dos
cosas: en primer lugar, para Comte esta ley “refleja fielmente los hechos

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históricos y no es simplemente un recurso heurístico” (Gaeta et al., 2007, p.
47); en segundo lugar, “si bien adoptó la forma de una teoría epistemológica,
en la medida que pone el acento en las distintas maneras de conocer el
mundo lo excede en cuanto cada etapa representa una actitud específica de
la humanidad para ese momento” (Gaeta et al., 2007, p. 47).

Comte plantea una ley fundamental que describiría la evolución de la


especia humana en tres estadios:

 teológico o ficticio;
 metafísico o abstracto;
 científico o positivo.

El periodo teológico se caracteriza fundamentalmente por el fetichismo, por


el politeísmo y, luego, por el monoteísmo. Singulariza esta etapa el
pensamiento de que todo fenómeno responde a la acción de seres
sobrenaturales. En términos histórico, Comte circunscribe este momento a
la Europa del siglo XIV, donde “la visión que el hombre tenía de la naturaleza
era animista, con independencia de que las fuerzas que animan a las fuerzas
dominantes fueran concebidas como la acción de un solo dios o de espíritus
que animan los objetos naturales” (Gaeta et al., 2007, p. 48).

En el estadio metafísico, se modifica lo anterior al considerar ya no hay


divinidades, sino “fuerzas abstractas que constituyen las causas de las
propiedades y apariencias de las cosas” (Gaeta et al., 2007, p. 48). Comte
describe aquí el periodo del Renacimiento y del redescubrimiento de la
filosofía aristotélica. Se postulaba fundamentalmente que existían “esencias
por detrás de la apariencia de los fenómenos” (Gaeta et al., 2007, p. 48).

En la etapa científica o positiva, se echan por tierra los recursos a fuerzas


divinas o abstractas para explicar la realidad y la cosmovisión se guía por el
método científico, es decir, por un método de conocimiento orientado por
la observación y la experimentación, por los métodos comparativos y por las
posibilidades predictivas que la ciencia provee. Para Comte, el objetivo es
proporcionar regularidades y leyes universales e invariables, pero que
excedan la posibilidad de comprobación empírica.

La Revolución Francesa, acontecimiento al que Comte


atribuía más importancia ideológica que política, marcó el fin
de la etapa metafísica y el ingreso al estadio positivo que
representa la edad madura de la ciencia. A partir de ese
momento el hombre comprendió que debía buscar esencias

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ocultas sino establecer las leyes naturales que rigen los
hechos observables. (Gaeta et al., 2007, p. 49).

La jerarquía de las ciencias

Comte realiza desde su concepción epistémica una jerarquización de las


ciencias, por ello las distingue y les otorgo un lugar diferenciado a cada una
de ellas. En relación con la matemática, la considera como

una base imprescindible para el conocimiento de la realidad


y había sido desarrollada tempranamente, Comte considera
que el progreso hacia la etapa positiva ha sido el resultado de
una progresiva aproximación a lo concreto, de tal manera que
la evolución histórica de los conocimientos se corresponde
con la organización jerárquica de las disciplinas científicas.
(Gaeta et al., 2007, p. 49).

De este modo, por un lado, se comprende que la matemática es la que


permitió el desarrollo de la astronomía y la física. A su vez, la física le
proporcionaría un mejor fundamento a la química y esta a la biología. Este
modo de razonamiento intenta demostrar cómo el camino se encuentra
marcado por el progresivo paso de lo abstracto a lo empírico y el arribo de
la etapa positiva se signa por la emergencia de la sociología.

Por otro lado, la jerarquización de las ciencias se encuentra marcada por la


complejización creciente de sus objetos de indagación. Si la matemática es
la base de una pirámide de ciencias, la sociología se encuentra, para Comte,
en la cúspide. Por ello, define a la sociología como “la ciencia de los
fenómenos a la vez más concretos y complejos al mismo tiempo y su objetivo
es desentrañar las leyes que gobiernan los procesos históricos” (Gaeta et al.,
2007, p. 49).

Entre las disciplinas que podemos destacar que fueron excluidas por el
francés se encuentran la economía y la psicología. En relación con la
economía, no le otorgaba ningún valor, siendo el muy crítico de la teoría
económica clásica. Respecto de la psicología, “consideraba que su método
introspectivo que la caracterizaba suponía un absurdo desdoblamiento del
sujeto que al mismo tiempo debía ubicarse como observador y observado”
(Gaeta et al., 2007, p. 49).

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Comte, lejos de oponer lo social a lo natural, comprende que los fenómenos
sociales son tan naturales como cualquier otro y por ello subraya el carácter
naturalista de la sociología, antes llamada por él física social. De allí que se
entiende que su epistemología es completamente naturalista. Además,
considera que el tratamiento que necesitaba la sociología debía ser holista;
esto se explica porque considera que la sociología estudia la sociedad como
una totalidad, pues esta no puede ser reducida a las acciones individuales
de agentes sociales. Para Comte, “el individuo -moldeado por la cultura- no
constituye una entidad independiente, la sociedad como un todo es más
próxima y concreta que la persona” (Gaeta et al., 2007, p. 49). De este modo,
el énfasis se ubica en los elementos culturales que hacen posible la
integración para dar cuenta de la estructura y de las funciones sociales.

El orden social
El pensamiento comteano gira en torno a la idea de orden social, que, de un
modo similar a la jerarquización de las ciencias, busca dar cuenta de la
estratificación social. Es decir, este concepto intenta explicar cómo se
articulan las partes del entramado social. A diferencia de Marx, que
auspiciaba la eliminación, estas partes, para Comte, debían diferenciarse
estrictamente en estamentos sociales.

Siguiendo, se encuentran los filósofos positivistas, a quienes se les otorga el


papel de aportar el conocimiento científico de la sociedad y “dirigirla
espiritualmente” (Gaeta et al., 2007, p. 50). En la base de esta estructura, se
ubicó a las clases obreras, donde se creía que existía un “terreno fértil para
sembrar [la] semilla de la reforma social” (Gaeta et al., 2007, p. 50), pues allí,
por falta de formación, era posible formar a las personas bajo el nuevo
orden. No obstante, era necesaria una alianza entre los científicos y los
obreros para construir este nuevo orden.

Otro rasgo característico del orden social es la necesidad de consenso


funcional entre sus partes. “La exigencia de esta armonía crece en la misma
proporción en que lo hace la complejidad estructural y funcional de los
organismos, y alcanza su máxima expresión en el cuerpo social” (Gaeta et
al., 2007, p. 50). Para Comte, esta estratificación funcionaría en la medida
que los segmentos inferiores se vieran beneficiados por la eliminación de los
conflictos sociales y bélicos. Es decir, “aceptarían entonces sus roles y
cumplirían eficazmente en función respaldados por el orden y por un alto
nivel de solidaridad social” (Gaeta et al., 2007, p. 50). Dado que los
intelectuales guiarían el proceso, la nueva sociedad diseñada por Comte
tendría fundamentalmente la forma de una tecnocracia. En este marco, la
sociología cumple una función pragmática, en cuanto ciencia que debía
resolver el desorden social.

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“Comte concebía el desorden social como uno de los peores males que
aquejan a la humanidad y creyó descubrir en los principios de la Filosofía
Positiva el remedio más completo y permanente para curar el caos social”
(Gaeta et al., 2007, p. 50).

Por último, se debe destacar que el pensamiento de Comte tuvo una


peculiaridad a la hora de comprender la función de la religión. Si bien
consideró que la ciencia suplanta a la teología es el estadio positivo,
consideró que esta no logra suplantar la religión. Para ello, apostó a una
“Religión de la Humanidad, que no rinde homenaje a un dios trascendente
sino al pasado, el presente y el futuro de la Humanidad misma, que se eleva
entonces como el Gran Ser” (Gaeta et al., 2007, p. 51).

Por este tipo de razonamiento, que vincula ciencia y religión, y debido a las
tesis históricas, muchos de los positivistas, como los empíricos lógicos, se
distanciaron del pensamiento comteano.

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Referencias biliográficas
Gaeta, R., Gentile, N. y Lucero, S. (2007). Aspectos críticos de las ciencias
sociales. Buenos Aires, AR: Eudeba.

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