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EL LIBERALISMO A NIVEL MUNDIAL.

Como surgió el Liberalismo


El liberalismo surge como la síntesis de varios elementos: el inmovilismo de
la economía medieval, el antropocentrismo renacentista, el racionalismo y el utilitarismo, el
protestantismo, que van conjugándose y adaptándose recíprocamente durante varios siglos.
Pero los factores que actúan como catalizadores de realidades e ideologías heterogéneas y
divergentes serán la concepción antropológica individualista y la de una libertad absoluta y
omnímoda.
JOHN LOCKE
La palabra liberalismo es multívoca y encubre una serie de contenidos de carácter político,
social y económico, que muchas veces nuclea a hombres que se encuentran en posiciones
totalmente discrepantes.
Hay un liberalismo filosófico, liberalismo económico, liberalismo político, neo-lieralismos.
En la Historia de las ideas y de las realizaciones políticasargentinas, en la década del 80, se
enfrentaron un tipo de liberalismo LAICISTA - sostenido por Eduardo WILDE - y el
roquismo; y otro tipo de liberalismo sostenido por ESTRADA, ACHAVAL y GOYENA, muy
distinto por cierto, al primero.
De allí, que al hablar de LOCKE - a quien se considera en general como padre del
liberalismo- debamos precisar qué tipo de liberalismo es el preconizado por LOCKE.
Hemos visto la línea absolutista, que se encuentra representada por los Estuardos, JACOBO
I, CARLOS I, CARLOS II y finalmente, el último JACOBO II. Y también por los escritores
que avalan las tesis absolutistas como FILLMER y HOBBES.
En 1688 se produce la disposición del último Estuardo. Jacobo II encontró
grandes resistencias en Inglaterra por su absolutismo, y también por su catolicismo.
Finalmente llega a Inglaterra GUILLERMO de ORANGE -que viene de Holanda- que es
yerno de Jacobo II, y se produce así, esta revoluciónque los ingleses denominan "gloriosa" o
"revolución sin sangre"; que significaba la consolidación del liberalismo político en
Inglaterra, o mejor aún, la confirmación de la supremacía del Parlamento frente a las
prerrogativas de la Corona. Esta revolución de 1688, significa prolongar esa vieja línea
inglesa que se remonta a la Edad Media, y que tuvo una clara expresión en 1215 al
suscribirse la Carta Magna; y que periódicamente se pone de manifiesto a través de la
suscripción de Bills of Wrights. Los privilegios que primero se defienden contra la Corona o
contra determinados sectores, paulatinamente van transformándose
en DERECHOS INDIVIDUALES para toda la población. Todavía, en 1688, hay
discriminaciones
-particularmente con los católicos que son minoría-, pero poco a poco, esta corriente liberal
irá propendiendo la preservación de los derechos individuales para todos los habitantes de
gran Bretaña. Este es el liberalismo de LOCKE. El liberalismo que afirma la existencia de
derechos individuales anteriores al Estado; liberalismo que es la antítesis del absolutismo.
Liberalismo que encuentra su pontífice, su justificador, su gran sistematizador, en JOHN
LOCKE.
En 1688, Locke se encuentra en el exilio en Holanda. En 1689, cuando la hija de Jacobo I
viaja a Inglaterra para ser coronada con Guillermo de Orange, va en el mismo barco John
Locke quien trae en sus maletas dos ensayos inéditos, uno sobre el entendimiento humano;
el otro se titula "Dos tratadossobre el Gobierno Civil". En estos libros, Locke pone de
manifiesto la promiscua influencia que en él han ejercido distintas corrientes doctrinarias.
Locke estudió en la Universidad de Oxford. En el siglo XVII, la enseñanza se impartía
todavía, según cánones rigurosamente escolásticos. Además, si leemos este
pequeño libro de Locke, "Dos tratados sobre el Gobierno Civil", o mejor dicho
"Segundo ensayo sobre el Gobierno Civil", porque al primero ya no se lo edita, por cuanto se
trata simplemente de una refutación a Fillmer, que hoy no tiene importancia. Si lo leemos
veremos que periódicamente Locke cita a Hooker. Y Hooker es justamente un Tomista
anglicano inglés que se opuso al absolutismo de Fillmer. Así, a través de Hooker, Locke se
vincula a la vieja tradición populista del medioevo -particularmente a la sistematización de
Santo Tomás de Aquino-. Como consecuencia de esta influencia medieval manifiesta, en
Locke se advierten las limitaciones éticas al ejercicio del poder; que son por cierto ajenas a
la línea absolutista de Hobbes. Pero al mismo tiempo, Locke - que ha residido en Holanda-
ha recibido también el impacto de la nueva filosofía de DESCARTES, de la crítica a
la teoría del conocimiento tradicional, Locke en su ensayo sobre el entendimiento humano,
es un precursor del posterior empirismo inglés, que tiene expositores como HUME, y que
paulatinamente va evolucionando hacia un pragmatismo, hacia un utilitarismo, hacia un
hedonismo.
En Locke, hay una dosis de pesimismo en cuanto a la posibilidad de conocer el mundo del
espíritu. Es un psicologismo precursor -como dijéramos- de ese empirismo prototípico de
Hume.
Y aquí, al computar estas dos influencias, encontramos desde ya una contradicción
importante en el pensamiento de Locke, porque la lectura de su "Ensayo sobre el Gobierno
Civil" nos revela la existencia de limitaciones éticas de gran envergadura, que son como el
sostén de todos sus tratados. Hay una constante afirmación de la prioridad de la ley natural
y de la moral. Y realmente, para hablar de ley natural y de moral es necesario tener
una epistemología optimista, una gnoseología que nos permita conocer las cosas en sí
mismas, conocer pautas de verdad, y no exclusivamente adherirnos a
una fenomenología que nos impida conocer ontológicamente las cosas en sí mismas. Salvo
que lleguemos a esta ética práctica, a través de un juicio práctico, al estilo de KANT. Lo
cierto es que el posterior empirismo inglés, evoluciona más bien hacia un hedonismo, hacia
un egoísmo, hacia el cálculodel placer como elemento único para distinguir el bien
individual.
En Locke, aún cuando le falta una adecuado sustento filosófico, sin embargo, las
limitaciones de carácter ético se encuentran presentes a lo largo de toda su obra.
Locke toma como punto de partida una noción, una ficción política compartida por los
voluntaristas: el ESTADO DE NATURALEZA, el estado pre-social, el estado pre-político. Y
esto, porque Locke es profundamente individualista; y considera que incluso el acceso a la
politicidad se opera como consecuencia de un acto de voluntad libre.
Los hombres - en este estado de naturaleza- viven en situación relativamente feliz. Es un
estado de naturaleza que difiere del descrito por Hobbes. Laantropología de Locke no es tan
pesimista como la de Hobbes. Este pretendía que "el hombre es un lobo para el hombre".
Tampoco incurre Locke, en las desviaciones mitológicas de Rousseau sobre la bondad del
hombre en el estado de naturaleza. La concepción de Locke es una concepción
judeocristiana. El hombre tiene una naturaleza caída, como consecuencia
del pecado original. Y los hombres - en el estado de naturaleza - viven en situación de
relativa felicidad y son titulares de derechos individuales, que Locke - en su libro - a veces
engloba bajo en término PROPERTY, que mal traducido figura en la edición castellana,
como "propiedad". El mismo en otras páginas aclara que en esta palabra involucra: derecho
a la vida, derecho a la seguridad, derecho a las libertades individuales y el derecho a la
propiedad.
Con relación a la propiedad inmueble, dice que también ante la primitiva no-ocupación, el
hombre ha cercado y ha mezclado su trabajo personal con la tierra, generándose así
el derecho de propiedad. Por cierto, descarta que este derecho de propiedad podrá ser
compartido por muchos.
Todo esto nos indica que Locke tenía una noción no-absoluta e ilimitada del derecho de
propiedad, no obstante ser - como es - el padre del liberalismo.
Los hombres pues, para preservar y disfrutar mejor de estos derechos individuales,
resuelven abandonar la etapa pre-social y pre-política, formulando así
un contrato multilateral que es distinto al de Hobbes y al de Rosseau. Porque aquí, los
hombres no se alienan, no se enajenan totalmente, no entregan la totalidad de los derechos
individuales.
La única atribución que los hombres entregan, es esa de repeler mediante la fuerza, la
agresión ajena. Es el PODER COACTIVO, que pasará ahora a ser patrimonio del Estado que
se forma en este contrato multilateral. Justamente, para garantizar la segura represión de la
violación de los derechos individuales. Y, aunque Locke no distingue claramente dos etapas
contractuales, como los neo-escolásticos españoles - particularmente MARIANA,
implícitamente surge en sus capítulos, la existencia de esos dos períodos. El primero, un
contrato multilateral para formar la comunidad política. El segundo, un pacto bilateral
con obligaciones recíprocas para gobernantes y gobernados, tendiente a determinar quién
ha de ejercer el poder estatal.
Hemos visto que los hombres han salido del estado de naturaleza para mejor preservar los
derechos individuales. Y aquí es interesante señalar que el aspecto negativo - si se quiere -
del liberalismo primigenio, no es justamente la afirmación de los derechos individuales;
sino la ausencia de una clara noción - en Locke - de bien común. Y en este sentido, no
aprovecha cabalmente las enseñanzas de Sto. Tomás de Aquino, a pesar de conocerlas por
su formación escolástica. Hay en Locke, una presencia constante de la Justicia conmutativa,
que regula las relaciones entre los ciudadanos. Y también la Justicia distributiva conforme a
la cual, la autoridad está facultada para imponer determinadas sanciones - por ejemplo - a
los transgresores. Pero se encuentra ausente una clara sistematización de la JUSTICIA
LEGAL, que hoy se denomina Justicia Social. Y que ya Sto. Tomás la distingue en su
clasificación tripartita de la Justicia. Si leemos algunos escritos del Papa Pío XI, o la
encíclica "Pacem in Terris" de Juan XXIII, veremos que desde la perspectiva de la doctrina
social de la Iglesia se dice que en nuestro tiempo se considera logrado el bien común
cuando se encuentran preservados y garantizados los derechos y los deberes de
la persona humana.
Pero la diferencia grande entre la posición del liberalismo primigenio y esta otra posición,
radica en que aquí, estos derechos personales y sociales, son encarados en función del bien
común. Para ello, el gobernante es un servidor de la comunidad; es alguien que debe
promover el bien común.
En el liberalismo primigenio de Locke, el gobernante ha recibido exclusivamente la facultad
de reprimir las violaciones que los hombres hagan, de los derechos individuales del
prójimo. Locke no está diseñando el esquema del estado gendarme, del estado policía; del
estado arquetípico del Liberalismo; que no interviene ni en lo económico ni en lo social, que
cuida el orden en las calles. Y en esta perspectiva preserva la existencia de los bienes
particulares, tal cual se encuentran. Y esto, en la práctica, se traduce en el disfrute de esos
derechos individuales, exclusivamente por el sector que de hecho puede ejercerlos.
En cambio, en la perspectiva de Juan XXIII, - o en la anterior de Pío XI - estos derechos
personales y sociales son concebidos en forma integral para todos. Y el gobernante no tiene
un simple rol de espectador - como en el primigenio liberalismo - sino que actúa en función
de ese principio de subsidiaridad, que nítidamente ya, describe Pío XI en "Quadragessimo
anno", conforme al cual, el estado interviene de manera supletoria para promover, para
coordinar, para suplir la iniciativa privada de las personas y de los grupos; en orden
siempre, al bien común. Hay allí, una clara visión de la Justicia Legal y del bien común, que
se encuentran por momentos esbozados por Locke, pero no ahondados. Al menos, los
seguidores y continuadores del liberalismo, teóricamente
- porque en la práctica esto no fue siempre aplicable - preconizaron este estado gendarme;
el estado que no interviene ni en lo económico ni en lo educacional, ni en lo social.
Locke, a diferencia de Rosseau, advierte la posibilidad de que quien ejerza el poder, en lugar
de promover el respeto a los derechos individuales tal cual están, se transforme en tirano. Y
aquí estamos nuevamente en el plano de las influencias tomistas. Incluso por momentos
Locke utiliza el mismo léxico - cuando habla de que sedicioso es, en estos casos, no quien
resiste al tirano sino el propio tirano -. Y Locke está pensando aquí posiblemente en Carlos
II o en Jacobo II, y está procurando legitimar la revolución de 1688. Locke afirma
nítidamente, pues, el derecho de resistencia contra los distintos órganos en que se organiza
el poder. Porque en Locke ya hay un preanuncio de la división de funciones, que luego va a
diseñar Montesquieu. Habla de un Poder Legislativo que debe procurar - dice - la libertad;
de un Poder Ejecutivo, que será ejercido por el rey y de un Poder Federativo que ubica
también en la persona del rey.
Locke admite la posibilidad de que el rey se transforme en tirano, en cuyo caso, agotados
los medios humanos, los hombres pueden apelar al cielo; así llama él al derecho de
resistencia. E implícitamente lo admite contra el Parlamento, porque afirma que éste está
sujeto a las determinaciones inviolables de la ley natural. En esta perspectiva, Locke
resuelve la problemática de estado y derecho, siguiendo esa vieja tradición, que se remonta
a los estoicos romanos, afirmando la prioridad del derecho. La existencia de normas éticas -
porque el derecho en la perspectiva del hombre es una rama de la ética - irrenunciables, que
deben ser observadas por los gobernantes. Lamentablemente su débil gnoseología y
epistemología, favorecerá la evolución en Inglaterra de este liberalismo
-no en función de pautas éticas- sino más bien, en función del egoísmo y del placer.
La influencia de Locke, ha sido profunda y manifiesta. Además de ser el padre del
liberalismo, es el padre y el propulsor del constitucionalismo. Porque el constitucionalismo
es una corriente jurídica y política, que propende a la preservación de los derechos
individuales, a cuyo efecto recurre a la sanción de CÓDIGOS en los cuales se declaran
inviolables esos derechos y en los que se establecen una división de las funciones, para
evitar que se entronice el despotismo. Locke, pues, es el padre del constitucionalismo de
Occidente. Su influencia en los EE.UU., para uno de cuyos estados proyectó incluso, un
esbozo de constitución, es manifiesta. La declaración de la independencia, cuyo texto se
atribuye a Jefferson, está redactada en términos que nos recuerdan de manera casi literal la
obra de Locke. La Constitución de Philadelfia de 1787 también es recipiendaria de su
influencia. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, también
nos pone de relieve la presencia de Locke en el pensamiento francés precursor de
este movimiento.
Claro está que la revolución de 1688 en Inglaterra, fue eminentemente política. "La Historia
Inglesa - dice Garcia Pelayo - es un cauce a través del cual pasa la vida". Y "los movimientos,
con frecuencia se realizan no para abandonar un cauce, sino para retornar a una cauce
abandonado". Y aquí, en este caso, los ingleses procuraban reencontrarse con esa vieja
tradición jalonada por sucesivos bills of rights. Los ingleses tuvieron una noción de la
libertad, muy concreta. Libertades específicas: libertad de reunión, libertad de palabra,
libertad de movimiento; libertades concretas. Esta afirmación de la libertad frente al
absolutismo, al trasladarse a Francia, adquiere contornos distintos; justamente porque el
absolutismo había prendido allí tan fuertemente, que se había quebrado ya el vinculo con la
vieja libertad populista de la Edad Media. Así, explicablemente, los escritos de los franceses
precursores de la Revolución Francesa se vinculan más bien a una libertad abstracta un
tanto distante y diferente de las libertades concretas de los anglosajones.
En la Revolución Francesa se adorará a la nueva Diosa Razón. Con la Revolución triunfa:
 El liberalismo como ideología
 El capitalismo económico como sistema
 El laicismo como espíritu

Cuando se habla hoy de "liberalismo" se está incluyendo las tres cosas.


Sin embargo, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, advertimos la
afirmación del derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad, a la resistencia, a la opresión,
en términos similares a los diseñados por Locke. Claro está que en esta Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, se advierten las dos influencias no distinguidas por
los contemporáneos: en un sentido, este liberalismo precursor del constitucionalismo - que
en Occidente después evoluciona paulatinamente y se transforma de constitucionalismo
individual, en constitucionalismo social; y que acuerda entonces, ahora sí, al estado, un rol
supletorio para la promoción del bien común -. Pero tanto el constitucionalismo individual,
como el constitucionalismo social, tienen en común, la afirmación de derechos personales
anteriores al estado: la afirmación de que el derecho precede al estado. En la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se encuentra también presente la otra
influencia; la influencia absolutista que en Rosseau se disfraza de democracia; y que en los
sucesos posteriores a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
prevaleció a través de los jacobinos, que dieron a Francia un baño de sangre, en nombre de
la voluntad general. También hemos indicado que en el s. XX - esta corriente absolutista y
democratista - evoluciona y es - a decir de George Burdeau - el "back ground" de las
llamadas democracias populares. Rosseau, es pues, el precursor - en el s. XVIII -
del marxismo-leninismo. Y Locke y Montesquieu, son los precursores del
constitucionalismo de Occidente.

El Liberalismo tiene una característica muy peculiar, reduce toda la realidad al sujeto. El
hombre es la causa, el principio y el término de toda la actividad creadora. De esta forma se
lo eleva al sujeto a un podio que no le corresponde, el de autosuficiente. Es
un humanismo ateo, niega la existencia de todo lo sobrenatural (a pesar de que se puede
deducir por sentido común que existe un ordenador) por ende niega a Dios creador y
providente. No hay otra vida que no sea la terrenal, además agrega que la Iglesia se
equivoca constantemente.
Para el liberalismo el hombre se desarrolla cuando expande su riqueza... tal vez se sientan
complacidos materialmente pero el espíritu tendrá en su cuenta una gran deuda.

2. Los orígenes del liberalismo Los orígenes del liberalismo están en las ideas optimistas de la
Ilustración y en la concepción individualista de la sociedad. De manera genérica, se apela a la
necesidad de los derechos humanos y no a la utilidad propia de la sociedad y del Estado.
Algunos autores que ejemplifican el pensamiento liberal son: John Locke (1632- 1704), Charles
Louis de Secondat y Barón de Montesquieu (1689-1755), François Marie Arouet (1694-1778),
más conocido como Voltaire, y Denis Diderot (1713-1784), por mencionar algunos.1 Los
principales iniciadores de la Ilustración se hallaban inscritos en el ámbito de la burguesía
ascendente, pero sus promotores no fueron solamente capas burguesas. Por un lado, la
Ilustración tuvo sus adversarios en determinados sectores de la alta burguesía comercial y, por
otro, en ciertos elementos del bajo clero o de la nobleza cortesana. Incluso el propio aparato
estatal del despotismo ilustrado (Federico II, Catalina II y José II) la apoyó, aunque en este
último caso, como simple instrumento de política internacional. Empero, el cambio brusco no
llegó del todo por la Ilustración, pues sólo la minoría acomodada sabía leer y contaba con el
tiempo para hacerlo. La Ilustración fue más reformista que revolucionaria; anhelaba un
sistema perfecto, organizado científicamente, regulado por la razón y gobernado por tiranos
generosos. La Ilustración quiso reunir todos los conocimientos científicos y hacerlos accesibles
a todos los círculos sociales. La filosofía en la Ilustración se conformó con los resultados de la
ciencia natural y las doctrinas empiristasde los ingleses. Esto fue la difusión de la parte menos
metafísica del cartesianismo y del pensamiento británico. El Diccionario histórico y crítico de
Pierre Bayle (1647-1706) y los veintiocho volúmenes de la Enciclopedia o Diccionario razonado
de las ciencias, las artes y los oficios de Denis Diderot (1713-1784) y Jean Le Rond D’Alembert
(1717-1783) son un claro ejemplo.2 Las condiciones que surgieron en Inglaterra a mediados
del siglo xvii, entre la guerra civil (1642-1651) y la Revolución gloriosa de 1688, formularon
argumentos contra el poder absoluto de la monarquía representada por Jacobo II, de 1685 a
1688, y por Guillermo III y María II, de 1689 a 1702. Asimismo, se formularon argumentos
contra el poder de la Iglesia y su verdad religiosa, la demanda de tolerancia religiosa a la
dominación del protestantismo de origen calvinista y el catolicismo romano. Durante el
mandato de Oliver Cromwell (1599-1658), se presentó el reconocimiento de distintas sectas
protestantes: calvinismo, luteranismo y unitarismo. La demanda de tolerancia religiosa y el
reclamo de un concepto de comunidad política fundado en el libre acuerdo de sus integrantes,
son los argumentos a los que John Locke (1632- 1704) recurrió para desarrollar la idea del
primer liberalismo inglés.3 La Revolución (1789-1799) le dio a Francia sus primeros inicios de
partidos políticos. Napoleón Bonaparte, de acuerdo con la idea plebiscitaria del cesarismo, no
había querido partidos. Para él los franceses debían manifestarse unánimemente en el amor a
la patria y a su gobierno. La salvaguardia del liberalismo francés está en el supuesto de que los
individuos encuentran su reconocimiento, no en la soberanía popular, sino en la extensión de
sus límites y en último término, en las garantías políticas frente al soberano, en el monarca o
en el pueblo. La Revolución francesa fue la primera revolución liberal burguesa europea,
representa el fin del antiguo régimen, la abolición de la servidumbre y el sistema feudal. El
liberalismo francés buscaba desarrollar una apertura del poder del monarca, a través de un
nacionalismo centrífugo y de la consolidación de la libertad civil. Se consolidó la libertad
política en una carta constitucional, donde se garantizó a todos los ciudadanos sus derechos y
obligaciones. Se crearon dos cámaras donde se concedía el derecho a votar los impuestos y a
colaborar en la aprobación de leyes. El sufragio se mantuvo como un privilegio para los
mayores contribuyentes; el cuerpo electoral era aún limitado.

La división de poderes estuvo acompañada de las garantías para la libertad de prensa, de


expresión y pensamiento. Una garantía más contra el despotismo fue la autonomía provincial y
municipal. Para los franceses de la revolución, el poder municipal jugó un papel fundamental
en la división tradicional de los poderes públicos. Con todo, el liberalismo francés ratificó su
tradicionalismo con el contacto de una mentalidad racionalista. Después de una crisis
revolucionaria sintieron la necesidad de consolidar las conquistas ya ganadas, no de realizar
otras nuevas. A finales de 1803, la corriente secundaria o colateral de Juan Bautista Say (1767-
1832) influyó en el pensamiento de los economistas franceses. Say difundió las nacientes ideas
de la joven ciencia económica. Explicó el declive de la fisiocracia, las bondades del
industrialismo y del antiestatismo.5 Los fundamentos intelectuales del liberalismo inglés
tuvieron un desarrollo mayor por los aportes de los filósofos liberales escoceses, entre los
cuales destacan David Hume (1711-1776), Adam Smith (1723-1790) y Adam Ferguson (1723-
1816). Algunos ejemplos son las contribuciones sobre el entendimiento humano, la visión de
un orden autorregulador que se forma espontáneamente si los individuos son controlados por
las normas legales adecuadas, y la reflexión sobre la historia de la sociedad civil, son algunos
ejemplos. El liberalismo escocés tomó los criterios racionalistas y humanistas de la Ilustración
inglesa, francesa y alemana, especialmente los principios franceses fueron preponderantes. La
originalidad del liberalismo escocés estriba en la importancia que se da a la razón, y la
negación de todo tipo de autoridad que ésta no justificara. Dominaba una percepción
optimista de la capacidad del individuo para mejorar la sociedad y la naturaleza, sólo
empleando el entendimiento humano.6 Por su parte, el liberalismo alemán ofrece un interés
histórico por las apariencias de sus expresiones doctrinales y por el desarrollo de las complejas
influencias que han desviado y dificultado su orientación. La Revolución francesa le ofreció a
Alemania la pequeña y mediana propiedad, la sociedad agrícola ya liberada del feudalismo y
una cultura espiritual preparada para el nacimiento del derecho común, que constituye la
esencia del liberalismo. Durante la Edad Moderna, el Sacro Imperio Romano Germánico
conformó un nuevo vínculo para los alemanes. Esto fue el liberalismo, el cual, con su
sentimiento de autonomía e independencia, despertó una fuerte conciencia nacionalista. La
idea de patria, nación alemana, constituyó el nuevo lazo que sustituyo al maltrecho vínculo
imperial. Alemania carecía de una tradición política unitaria, por lo cual sólo la libertad ofreció
la idea de una ciudadanía común, capaz de sujetar y dominar la desintegración política.

Para los alemanes esta ciudadanía era completamente ideal y su nación era una cultura
nación. Su libertad radicaba esencialmente en el pensamiento. Aunque esta unidad ideal y
literaria compensaba a los espíritus en el primer momento del romanticismo, la dolorosa
experiencia de la época napoleónica puso de manifiesto el escaso beneficio, en comparación
con su potencia. Asimismo, manifestó que el fraccionamiento en Estados ejerce una influencia
sombría sobre todas las actividades individuales y públicas. La idea de que la nación cultura
tiene su realización completa únicamente en la nación política comenzó a abrirse camino en la
conciencia alemana. En el transcurso de una sola generación, la de Alexander von Humboldt
(1767-1859) y Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), ésta logró convertir el ingenuo patriotismo
cosmopolita en un sistema de Estado nacional.7 Los ideales de la Revolución francesa
recibieron en un primer momento un feliz recibimiento de los exponentes más importantes de
la cultura alemana. Las afirmaciones de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), Immanuel
Kant (1724-1804) y Friedrich Schiller (1759-1805) reconocen los fundamentos históricos más
importantes de aquellos mismos ideales alemanes de vida espiritual y autónoma que a su
propio conocimiento habían concedido. Poco más de una decena de años antes de la
Revolución francesa, la guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783) concreta
el nacimiento de la primer república organizada a partir de una Constitución escrita y de un
sistema federal. En Europa existieron repúblicas de menor tamaño: Venecia, las provincias de
los Países Bajos y Portugal en el siglo xvi y, por un tiempo, Cataluña. Sin embargo, la novedad
progresista residía en ofrecer a los ciudadanos una soberanía compartida y organizada por un
gobierno. La Independencia de los Estados Unidos no era el primer agravio que recibían las
monarquías, pero era la primera predicación de que todos los hombres son creados iguales,
que todos son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, como la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad. Estos principios heredados por la voluntad de Dios
fueron para el iusnaturalismo la igualdad legal, la seguridad, la libertad y el derecho a la
propiedad.8 El liberalismo de los Estados Unidos se considera, desde la época de Alexis de
Tocqueville (1805-1859), como liberalismo democrático. La revolución americana tuvo un
carácter preponderantemente político, social y económico. No tuvo un régimen señorial al cual
derribar. Ante todo, se inhabilitó la anticipación por herencia de la propiedad inmobiliaria, con
excepción de Massachusetts, Delaware y Rhode Island. No se puso completo fin a la esclavitud,
permaneció como la contradicción más grave del régimen y el principal motivo de conflicto
entre los estados.

El liberalismo de los Estados Unidos recuperó los valores liberales de los ingleses y franceses,
desde Benjamin Franklin (1706-1790), John Adams (1735-1826), Thomas Paine (1737-1809),
Thomas Jefferson (1743-1826), James Madison (1751-1836), Alexander Hamilton (1755-1804)
y John Louis O’Sullivan (1813-1895), entre otros.9 En la Constitución Política de los Estados
Unidos se hace alusión a las piezas clave del liberalismo. Todos los seres humanos tienen
derechos naturales y el propósito del Gobierno es defender esos derechos, la felicidad y la
dignidad deberán desarrollarse como metas fundamentales por todos los individuos. En El
Federalista, Hamilton, Madison y Jay desarrollaron el diseño de un gobierno republicano y
federal. En el texto, la monarquía y la república se distinguen como lo malvado y lo divino,
como el mal y el bien. Dios está del lado de lo divino y del bien, del lado del liberalismo
estadounidense, y el engrandecimiento de la comunidad a través del trabajo duro y honesto.
Conservadurismo
n política, se denomina conservadurismo al conjunto de doctrinas, corrientes, opiniones y
posiciones, generalmente de centroderecha y derecha, que favorecen tradiciones1 y que
son adversas a los cambios políticos, sociales o económicos radicales, oponiéndose
al progresismo. En lo social, los conservadores defienden valores familiares y religiosos.
El conservadurismo es un modelo mental que es enseñado de manera individual o
colectiva, con base en las enseñanzas o experiencias adquiridas en las diferentes etapas
de la vida de los seres humanos. Con el objetivo de moldear los hábitos de las personas,
conforme las creencias del conservadurismo de determinada sociedad del mundo.2

En lo económico, los conservadores históricamente se posicionaron como proteccionistas,


en oposición al libre mercado. Sin embargo, durante el siglo XX algunos de los partidos
conservadores adoptaron posiciones económicas liberales al fusionarse con partidos de
esta tendencia, aliados en la defensa del sistema socio-económico capitalista, en
oposición al socialismo y el comunismo. Consecuentemente, en la actualidad en el
conservadurismo político coexisten diversas posturas sobre lo económico. A la fusión entre
ambas posturas se la denomina comúnmente como liberalismo conservador.
Así, dentro de la misma corriente algunos buscan mantener las condiciones presentes o
un progreso paulatino dentro de un orden social heredado, otros buscan volver a
situaciones anteriores, por lo que existe una cierta confusión —incluso dentro de la misma
cultura política— acerca de quiénes serían, en un momento dado, conservadores. Martín
Blinkhorn, por ejemplo, pregunta: "¿Quiénes son los conservadores en la Rusia de estos
días? ¿Son los estalinistas irredentos o los reformadores que han aceptado las visiones
políticas de derecha de los conservadores modernos, tal como Margaret Thatcher?".
Inversamente, se ha alegado que "el conservadurismo moderno a menudo se disuelve en
una forma de liberalismo", encarando la paradoja de que, lo que es llamado
conservadurismo, en un sentido importante, no es conservadurismo. "En su compromiso
con el progreso, la derecha persigue prosperidad económica y poder nacional a desmedro
de las preocupaciones tradicionales por la autoridad y la comunidad, perdiendo de vista
algunos puntos centrales de la visión conservadora: autoridad, deber y sentido de lugar, lo
que lleva a pensar que estos son tiempos para ser conservador".3
En las palabras de Chris Patten, quien fue uno de los políticos conservadores más
importantes en el gobierno de Margaret Thatcher: "¿Cómo deberíamos definir el papel
del Estado sin asumir que el Estado mismo debe hacerlo todo? ¿Cómo restauramos
un argumento acerca de valores al debate político, usualmente es solo acerca
de costos y beneficios utilitarios? ¿Cómo haremos que los jóvenes se interesen por la
política, dada la forma en que la presente generación de dirigentes ha desprestigiado lo
que una vez fue una carrera honorable?".4

nicios de la filosofía conservadora[editar]


El término «conservador» fue introducido al vocabulario político por Chateaubriand en
1819 para referirse a quienes se oponían a las ideas antecedentes y resultantes de
la Revolución francesa o, más en general, a las ideas y principios que emergieron durante
la Ilustración,7 y que en cierta medida planeaban la restauración del Antiguo Régimen.
Esta oposición, que tuvo características específicas en diferentes países, se vio fortalecida
como consecuencia de los sucesos de esa revolución y las guerras. Así, por ejemplo
Michael Sauter escribe: «Para concluir, el conservadurismo es un producto tanto de los
periodos pre-revolucionarios y revolucionarios de Francia. Tiene varios orígenes y apareció
en varios países de formas diferentes. Pero si hay algo que podemos decir de su historia
es que la Revolución francesa generó un ímpetu para convertir al conservadurismo en un
movimiento. Aquellos que había hecho campaña contra cualquier cambio antes de 1789
repentinamente se convirtieron en profetas».8 O, en las palabras de un personaje moderno
que se considera conservador: «las raíces del mal son histórico-genéticamente las mismas
en todo el mundo occidental. El año fatal es 1789, y el símbolo de la inequidad es el gorro
frigio de los jacobinos. Su herejía es la negación de la personalidad y de la libertad
personal. Su manifestación concreta es la democracia de masas jacobina, todas las
formas de colectivismo nacional y estatismo, el marxismo que produce el socialismo y
el comunismo, el fascismo y el nacional-socialismo. Izquierdismos en todas sus variedades
y manifestaciones modernas, a las que en EE.UU. se aplica, perversamente, el buen
término ‘liberalismo’»9
La diferencia fundamental entre el conservadurismo moderado y el reaccionario reside en
su visión del papel de la democracia y otras instituciones progresista o producto del
iluminismo. Para la tradición moderada, quizás mejor encontrada en «el conservadurismo
liberal de Edmund Burke (1729-1797), a diferencia del conservadurismo continental de su
época, aceptó la democracia como forma de gobierno».10 Este conservadurismo «En los
hechos (....) propició cambios de hondo calado y trascendencia (los derechos políticos
británicos, o los derechos sociales bismarckianos)»,11 Esta versión del conservadurismo
es, a menudo, llamada «liberal», así, por ejemplo, Rosemary Radford Ruether observa:
«Hay un conservadurismo económico y político, de libre mercado, capitalismo libre de
cualquier regulación del gobierno, usualmente unido a un fuerte nacionalismo, como el
número uno del mundo, lo que lleva a priorizar el apoyo para la policía y un presupuesto
grande para el ejército. Este tipo de conservadurismo no es tradicionalmente religioso o
conectado con el cristianismo».12
Sin embargo, cabe mencionar que fue esta misma corriente moderada la que dio origen,
posteriormente, a un conservadurismo fundamentalista, que Radford Ruether define como
emanando del «fundamentalismo propiamente protestante» (op cit) Esta versión ha
encontrado expresión generalmente en el neoconservadurismo13 el cual es representada
por personajes tales como Leo Strauss e Irving Kristol, etc. y se caracteriza por la
adhesión en lo económico al neoliberalismo y a valores nacionalistas y religiosos
tradicionales en lo social y político.

"El Líder protege el Derecho" Carl Schmitt (1934) en Deutsche Juristen-Zeitung

La otra gran corriente del conservadurismo apareció en los países que fueron directamente
afectados por los desarrollos políticos y sociales de la Revolución francesa, «en rechazo a
ésta, al liberalismo político y al racionalismo de la Ilustración, defendiendo las instituciones
del Ancien régime y declarándose enemigo de la secularización de la política y de la
sociedad. El conservadurismo o conservatismo, como también se le conoce, se sustenta
en tres valores: la autoridad, la lealtad y la tradición. Rinde culto a la espiritualidad y al
valor de lo inconmensurable”.13 En ese sentido, puede ser descrito como «reaccionario»,
buscando una reafirmación, no solo de formas políticas, sino sociales anteriores, que se
percibían como una restauración de los principios de la autoridad monárquica absoluta y
del (generalmente) catolicismo como fuente única de valores y estabilidad social: «Los
conservadores franceses oscilaban hacia la Iglesia católica como una fuente de estabilidad
y tradición. La Iglesia trajo de regreso a la vida cotidiana un sentido de jerarquía y un orden
orgánico (Por supuesto que aquí hay una conexión implícita al romanticismo.) Pero en las
regiones católicas de Europa, especialmente en Francia, Italia y España, este tipo de
conservadurismo religioso tendría una atracción inherente.14
Un desarrollo extremo de esta última posición se encuentra en las sugerencias de Carl
Schmitt,15 quien fue uno de los principales ideólogos del Movimiento Revolucionario
Conservador de Alemania. Su propuesta se basa en la afirmación que la función central de
un Estado es la necesidad de instaurar un poder de «decisión» efectivo, que termine con
la guerra interna, cosa que no es posible, en su opinión, en un Estado liberal, en el cual no
se puede justificar la exigencia del sacrificio de la vida en favor de la unidad política. Estas
sugerencias tuvieron, junto a otras del Movimiento Revolucionario Conservador, una
importante influencia en la elevación al poder del Nazismo16y constituyen aún en el
presente las bases teóricas tanto de percepciones conservadoras "duras" como origen
moderno de la alegada tendencia del conservadurismo a depender de líderes u "hombres
del momento".

onservadurismo en diferentes países[editar]


Conservadurismo inglés[editar]

Edmund Burke (por sir Joshua Reynolds).

Muchos comentaristas apuntan que el origen del conservatismo inglés se encuentra en las
ideas de Richard Hooker, teólogo de la iglesia anglicana, quien desarrollo sus ideas a
consecuencia de la Reforma. Hooker enfatiza la importancia de la moderación a fin de
obtener un equilibrio político en aras de lograr armonía social y el bien común, dando así
origen a lo que, en Inglaterra, se llama «Alto conservadurismo», que puede ser visto como
un «conservadurismo moderado» o incluso como una expresión de la centro derecha.
Otro de los pensadores cruciales del conservadurismo inglés fue Edmund Burke. En su
libro Reflexiones sobre la Revolución francesa, Burke critica al racionalismo de
la Ilustración y niega la posibilidad de fundar una sociedad en la capacidad emancipatoria
de la razón, proyecto que el considera utópico. Como respuesta a estas posturas del
liberalismo del siglo XVIII, Burke proponía el regreso a las tradiciones fundamentales de la
sociedad europea y los valores cristianos basados en el naturalismo social. Esa posición
se basa en la idea de que no todos nacen iguales, con equivalentes capacidades o razón,
y por tanto no podía confiarse en un gobierno basado en la razón de los individuos. Las
tradiciones, en cambio, contenían la capacidad probada de regular el funcionamiento
social con estabilidad. Sin embargo, Burke no niega la necesidad de los cambios sociales,
pero cuestiona su velocidad. Para él, el orden social permanece y evoluciona a través de
un proceso natural, como un todo orgánico.
Burke concebía el establecimiento del estado ideal (ejemplificado en el sistema inglés)
como basado en las leyes, libertades y costumbres que resultan de una especie de
contrato social entre los diversos sectores sociales. Ese contrato se refleja —en el caso
mencionado— en la Carta de derechos. Ese contrato antecede —y es amenazado por— la
aparición de las monarquías absolutas, las que deben ser controladas pero no
exterminadas, tal como fue el resultado de la Revolución Gloriosa. En la opinión de Burke,
ese contrato no solo regula las relaciones entre los diferentes Estamentos o clases
sociales, pero establece las «antiguas libertades» y garantías que corresponden a cada
una,17 agregando que es de la contraposición de esos intereses, resueltos en la manera
aprobada en la constitución,18 emana y aseguran no solo la armonía sino también la
libertades mencionadas.19 En resumen, Burke es un fuerte partidario de la monarquía
constitucional que el considera basada en antiguos derechos —que preceden o están en la
base misma de ese sistema y que se transmiten por derecho de herencia y que se
expresan en el Parlamento (ver «Origen de la Institución» en ese artículo)— Sistema que
él considera armonioso y estable no solo porque «en una especie de verdadero contrato
social» permite que los diversos «tipos de propiedades' (nobleza, iglesia y comerciantes o
burgueses en el sentido original de la palabra: los que viven en ciudades) puedan dirimir
sus problemas sino también porque «el vulgo» acepta y hace suyo ese sistema en la
medida que le garantiza prosperidad.20 Adicionalmente, Burke argumentó que las
tradiciones son una fuente mucho más estable de accionar político que «abstracciones
metafísicas» que, a lo más, representan solo lo mejor de una generación, a diferencia de la
sabiduría acumulada de las tradiciones, que influencian a los individuos de tal manera que
hacen imposible la realización de «juicios objetivos» acerca de la sociedad.
Burke ha llegado a tener mucha influencia en el conservadurismo no solo anglosajón sino
además en el de otras naciones debido a, entre otras cosas, sus ideas acerca de la Ley de
consecuencias no previstas21 y de “peligro moral”.22
Finalmente, y en aparente oposición al origen cristiano de sus ideas, Burke defendía
también la propiedad privada,23 lo que ha sido uno de los elementos centrales del
conservadurismo hasta hoy.
Otro pensador de gran importancia para esta visión fue Benjamin Disraeli, quien, a pesar
de ser conservador, sentía simpatía por algunas de las demandas de los «cartistas» e
introdujo —indirectamente— el término «conservadurismo de una nación» para referirse a
una aspiración de unidad nacional y armonía entre las clases sociales y grupos de
intereses.24
Consecuentemente con esa posición, Disraeli busco un acuerdo político con los
«radicales», en oposición a las políticas liberales de la época, concretamente, en relación
a extender el voto a sectores populares (en esa época, el derecho a voto se restringía a
hombres que fueran propietarios). Sin embargo esas tentativas fueron infructuosas, un
líder cartista notando (en su diario) que «Disraeli parece incapaz de comprender la (base)
moral de nuestra posición política”25 Aparentemente Disraeli estaba preparado a ofrecer
posiciones en su gabinete a cambio de apoyo político.26
A pesar de esas fallas, Disraeli continuó promoviendo políticas «unitarias» o reformistas: la
reducción de impuestos indirectos y escalonamiento de los directos en relación a los
ingresos, el «Acta de Reforma de 1867» (o «Representation of the People Act 1867”) que
extendió el derecho a voto a las clases obreras urbanas (el número de votantes se dobló);
daba representación en el Parlamente a quince ciudades que no lo tenían con anterioridad
y extendía la de los grandes centros cartistas: Mánchester y Liverpool. Al mismo tiempo,
abolió el «compuestaje», sistema en el cual los arrendatarios pagaban no solo renta, pero
intereses sobre ella (a menos que pagaran por adelantado, lo que, obviamente, la mayoría
de los trabajadores no estaba en condición de hacer).
Posteriormente Disraeli promovió

 leyes que permitían demostraciones pacíficas durante conflictos industriales


(1875),
el derecho de los empleados a demandar los empleadores por incumplimiento de las
condiciones de contrato (1875),

 la Ley de Salud Pública (1875), que obligaba a los constructores y arrendatarios a


proveer viviendas con ciertas condiciones mínimas (tales como agua potable y
conexiones a servicios sanitarios),
 la Ley de Mejoramiento de las Casas de Artesanos y Trabajadores (1875), que
establecía la obligación de las municipalidades de eliminar poblaciones insalubres y
construir otras con condiciones mínimas),
 la Ley de Venta de Comestibles y Medicamentos (1875), que regula la calidad de
esos artículos, y
 la Ley de Educación (1876).
En materias de política exterior, Disraeli se inclinaba por promover la «grandeza» del
Reino Unido a través de una política dura, sin concesiones a la sentimentalidad, poniendo
los intereses nacionales por sobre consideraciones morales.27 En ese sentido, Disraeli se
inclinaba por el «proteccionismo» cuando las circunstancias lo permitían.
Políticos conservadores británicos persiguieron políticas de «una nación» hasta mediados
de la década de los 70 del siglo XX. Entre ellos se destacan Harold Macmillan, quien
favorecía un sistema de economía mixta y fue una de las figuras centrales en el
establecimiento del consenso que produjo el Estado del Bienestar inglés).
Posteriormente, el conservadurismo de Inglaterra adoptó las visiones político-económicas
de la escuela de Chicago con el nombramiento de Margaret Thatcher como líder del
partido conservador,28 quien se oponía violentamente a ese consenso «de una nación» y a
lo que ella percibía como el poder excesivo de los sindicatos.29 Su visión dio como
resultado una de las peores épocas de tensiones sociales en territorio británico.
A pesar del aparente éxito de sus políticas económicas, Thatcher fue percibida, incluso
dentro del partido conservador, como una persona dada a extremismos y como
glorificándose en la confrontación y el divisionismo,3031 a través de emitir declaraciones y
actuar de maneras que ella sabía que serían controversiales, como por ejemplo, cuando —
en enero de 1978— dijo «la gente esta realmente preocupada por si este país puede ser
inundado por gente con una cultura diferente»,32(lo que fue interpretado como una tentativa
a atraer el sector racista de la población). La referencia a los sindicatos como «el enemigo
interno»,33 al proyecto europeo como «un superestado»,34 sus agradecimientos al
general Augusto Pinochet (ex dictador chileno) por «establecer la democracia en Chile”35 lo
que puso al partido conservador en una posición difícil,36 la controversial abolición de
municipalidades que estaban controladas por partidos de oposición. Igualmente
controversial fue su declaración a periódicos franceses que «los derechos humanos no
comienzan con la Revolución francesa”37 y que «no hay tal cosa como la sociedad».38 Esa
actitud confrontacional se extendía incluso a aquellos se podía suponer eran sus aliados
naturales. Por ejemplo, cuando —después de ser elegida líder del partido conservador—
se le sugirió que incorporara a su «gabinete en oposición» a algunas figuras de entre
quienes habían apoyado a otros para el puesto de líder —como gesto de reconciliación y
unidad— su respuesta fue que esos eran sus enemigos, y a los enemigos no se les da
cuartel sino que se los destruye.
Esas actitudes y políticas llegaron a ser conocidas, originalmente, como «thatcherismo”39
y, posteriormente, como neoliberalismo.4041424344
El presente líder conservador británico, David Cameron parece querer abandonar esas
políticas y volver a las anteriores bajo el nombre de un «conservadurismo compasionado}:
«Un conservadurismo moderno y compasivo. Esto es lo que conviene en estos tiempos».45
Actualmente el partido conservador ha logrado restablecer su apoyo con la caída de la
popularidad del Partido Laborista (Reino Unido) y la incapacidad del Partido Liberal-
demócrata de lograr apoyo amplio.

Conservadurismo francés[editar]
En 1796, Louis de Bonald definió los principios conservadores como: «monarquía
absoluta, aristocracia hereditaria, autoridad patriarcal en la familia, y la soberanía religiosa
y moral de los papas sobre todos los reyes de la cristiandad», en su obra «Théorie du
pouvoir politique et religieux».
Joseph de Maistre (retratado por Carl Christian Vogel von Vogelstein, ca. 1810).

Joseph-Marie, conde de Maistre es uno de los más destacados representantes del


«autoritarismo religioso» en el periodo inmediatamente posterior a la revolución francesa.
Profundamente influido por el pensamiento de Jakob Böhme, Louis Claude de Saint-
Martin y Emanuel Swedenborg, Joseph de Maistre se opuso radicalmente a lo que
consideraba «teofobia del pensamiento moderno», que había relevado de toda importancia
a la Providencia divina como elemento explicativo de los fenómenos de la naturaleza y
la sociedad. Totalmente opuesto a las ideas de la ilustración, para el la Revolución
francesa (sujeto central de sus reflexiones) fue un acontecimiento satánico y «radicalmente
malo», tanto por sus causas como por sus efectos (Consideraciones sobre Francia
(1797)). Además condenó la democracia, por ser causa de desorden social, y se mostró
firme partidario de la monarquía hereditaria. Este conservadurismo añade a la religión el
poder espiritual infalible del Papa con una función fundamental: liderar la lucha contra la
decadencia histórica a que se dirige la humanidad (Sobre el papa, 1819).
Las ideas anteriores fueron modificadas profundamente, particularmente después del
fracaso de las ideas de los «ultraconservadores» —lo que llevó a una crisis que terminó
con la Revolución de 1830— con la difusión de las ideas de Auguste Comte, para quien el
orden se encuentra en el progreso producto del crecimiento industrial, no en la vuelta al
pasado.46 lo que a veces se ha resumido, en las palabras del lema brasileño, en la frase:
«Orden y progreso», que es una versión simplificada de esta cita: «El amor por principio, el
orden por base y el progreso por fin», que se encuentra en su Curso de filosofía positiva
(1826). La intención de Comte era restaurar el sistema social después de los grandes
cambios producto de la Revolución francesa.47 pero esa restauración del orden se basa en
un evolucionismo o progresismo que se puede ver como una tentativa de establecer un
consenso político general que estabilice la situación durante el periodo de la Restauración
Francesa. La posición de Comte da así origen a un reformismo conservador que, a
diferencia del de Burke, no es abiertamente monarquista, pero es elitista, en que postula el
derecho a gobernar de una minoría reducida y educada de «sabios positivos”: «Comte
alegaba que a aquel sector debía entregarse el poder político temporal. Se trataba de
planteamientos que pretendían manufacturar un tipo de dirigismo social racionalista,
científico y confiable, justificado con el manto de la protección paternal que podía ofrecer
una clase privilegiada».48 Esta posición es conocida como dirigismo político o intelectual
Esta posición se expresó posteriormente en la Acción francesa, partido de Charles
Maurras que hasta la actualidad es considerado representante del conservadurismo
monarquista y ultranacionalista en Francia. Este sector exigía la restauración de la
monarquía Francesa a raíz de la alegada falta de resultados y corrupción surgidas en el
régimen parlamentario. Fue este sector que, a raíz del Caso Dreyfus, dio origen al
«antiintelectualismo» que se ha convertido en la posición principal de los intelectuales de
derecha para descalificar a quienes, a pesar de ser educados, no aceptaban las
implicaciones políticas del elitismo intelectual propuesto por Comte.
También encontró expresión, aunque más indirectamente, en el Gaullismo,49 movimiento
considerado conservador moderado o republicano en Francia, en el cual dio origen al
«dirigismo económico».

Conservadurismo alemán[editar]
El conservadurismo en Alemania puede ser el primero en ser llamado «moderno». A
diferencia de los otros, toma en consideración el hecho de que hay desigualdad social que
lleva, no solo a la pobreza, sino a la inestabilidad social. Esto introduce un cambio
fundamental en la concepción del Estado, desde lo que se ha llamado la «Edad de los
derechos» (típica del siglo XVIII) ejemplificada por la Declaración de los Derechos
Humanos y las Constituciones política de diversas naciones, etc., a una concepción del
Estado como expresión de, en las palabras de Hegel, la «bürgerliche Gesellschaft»
(sociedad civil), en su sentido amplio del Estado como la estructura político-social de una
nación. A consecuencia, Marx y otros entienden el término como significando «estado
burgués» —nótese que bürger en su sentido original significa ‘burgués’ (es decir, aquel
que vive en una ciudad o burgo. Es más generalmente traducido como ciudadano, pero
ese no es el sentido exacto que tiene en Hegel, en que ciudadano tiene connotaciones de
ciertos derechos constitucionales, etc.).50
Esta concepción está basada en la crítica de las concepciones más tradicionales del
Estado, crítica que se encuentra en el trabajo de Hegel, quien ha sido descrito como
«tratando de implementar, desde el punto de vista Protestante, lo que Tomás de
Aquino había tratado de hacer seis siglos antes: diseñar una síntesis de la filosofía griega
y la cristianidad.51 Fue Hegel quien creó los fundamentos teóricos para la integración en la
visión conservadora alemana de la economía liberal de «mercado libre» en un sistema
político autoritario. Para Hegel, la función del Estado es implementar principios morales
comunes ('Volkgeist") que existen a priori o por sobre la comunidad misma,52 más que
representar los intereses de los miembros particulares de la misma. Esos principios se
concretan en un monarca que, dado que es la encarnación de ese "Volkgeist", debe ser
absoluto. Con eso, Hegel no solo establece las bases para un absolutismo político sino da
forma al principio —profundamente opuesto al del racionalismo iluminista— de que las
leyes deben estar sometidas a la moralidad (véase, por ejemplo: La moral según la
corriente filosófica y comparese, por ejemplo, con origen del ordenamiento jurídico)
Adicionalmente, para Hegel, la existencia o creación de desigualdades económicas es una
parte inevitable de las diferencias de capacidades humanas, pero, a diferencia de otros
conservadores (y los liberales «económicos» (contrastese con Liberalismo social) no
consideraba esta situación como aceptable. Esta desigualdad obliga a muchos caer bajo el
nivel necesario como para ser parte de esa «sociedad civil», lo que fomenta a la creación
de una «turba», que inevitablemente tendrá efectos profundamente desestabilizadores
tanto para el Estado como la sociedad en general.53
Lo anterior implica que el desarrollo del Estado Institucional sobre la base de la igualdad
legal o, por lo menos, derechos legales mínimos, no puede sino conducir a la necesidad
de legitimar ese estado a través de satisfacer necesidades sociales. Esto lleva a su vez
directamente a la propuesta, por parte de Lorenz von Stein, de un Estado social como
medida conservadora54 Para von Stein, el deber del estado es estar por sobre el conflicto
de clases que, en el pasado y en su visión, había significado que «las clased dominantes»
habían «colonizado el Estado» a fin de «subyugar las clases trabajadoras», lo que solo
había resultado en una revolución (La referencia es a la Revolución francesa)55 Esto
significa que el Estado (monarquía) debe defenderse tanto de esos capitalistas como evitar
esa revolución, lo que se logra a través de un reformismo de estado o «capitalismo no
liberal»56
Bismarck (por Franz von Lenbach).

Todo eso se concretó en el sistema Bismarckiano de reformas sociales (llamado por


algunos Capitalismo renano), el que, a través del «Deutsche Konservative Partei»
(fundado en 1876), logró crear una alianza social amplia, abarcando la nobleza, la iglesia
evangélica y otros sectores cristianos (incluyendo la tendencia llamada 'socialcristiana'),
los grandes terratenientes, los partidarios del gobierno de Bismarck, tales como Helmuth
von Moltke, intelectuales tales como el historiador Hans Delbrück, etc. De gran importancia
en ese periodo fue la "Zeitschrift für Bergrecht" (Revista jurídica), que promovía esas
visiones a través del territorio de habla alemana, facilitando mayormente la unificación
alemana como proyecto nacionalista y monárquico conservador. La revista llegó a tener
influencia internacional.
Con posterioridad a la I Guerra Mundial dos tendencias se hacen sentir en el
conservadurismo alemán. Una se expresa no solo en la visión nacional-socialista sino
también en un conservadurismo extremo o «radical», tal, como por ejemplo, en la visión
del Movimiento Revolucionario Conservador. Esta visión ha sido muy criticada en
Alemania por ser uno de los factores que legitimó el estado nazi. Sin embargo tuvo una
participación importante en el gran debate de post Segunda Guerra Mundial en ese país
acerca del papel de la ley en el contexto de la constitución que se proponía.57
La visión alternativa, que puede ser llamada del liberalismo conservador, se encuentra en
la escuela de Friburgo (ver también ordoliberalismo) resalta la importancia del derecho
institucional, estableciendo así las bases para el Estado Social de Derecho moderno. Cabe
recordar que una de los mayores puntos de disputa en los tiempos de Bismarck fue
precisamente una negativa estatal a establecer una constitución. La visión hegeliana —
que Bismarck y la monarquía encontraban conveniente mantener— establecía que el
«volkgeist» encontraba su expresión máxima, más desarrollada, en una monarquía, en el
individuo que hace realidad ese espíritu nacional, es decir, el monarca absoluto.
Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, varios políticos que constituyeron la
oposición de derecha de inspiración cristiana y basándose en las visiones de la escuela de
Friburgo, vuelven a visiones más moderadas del conservatimo, reinterpretando el
contenido moral del Estado Social, buscando reemplazar tanto el nacionalismo como el
centralismo a fin de evitar que el Estado caiga en las manos de déspotas. Ese nuevo
contenido, de carácter cristiano, reafirma no solo el bien común sino el valor
irreemplazable de la libertad de los individuos y el valor de las comunidades diversas que
se integran en una nación. En conjunto con las concepciones económicas de personajes
tales como Franz Böhm, Walter Eucken y —principalmente— Alfred Müller-Armack, dan
finalmente origen al proyecto de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania que llega a ser
llamado Economía Social de Mercado.
Conservadurismo en Estados Unidos[editar]
La historia del conservadurismo en Estados Unidos es bastante compleja. Al igual que el
conservadurismo latinoamericano, el de EE. UU. se encontró, después de las Guerras de
la Independencia, con que carecía de una corriente monarquista y se expresó, por lo tanto,
en el mantenimiento del orden social existente y en la preservación de las instituciones
republicanas emergentes, basadas en las ideas de George Washington, etc. Para
empezar, esto se hizo explícito en el «Partido Republicano Antiguo», que se denominó en
esas épocas, Partido Demócrata-Republicano de los Estados Unidos. Sin embargo, la
dominancia de esas ideas «conservadoras» —particularmente la promoción de los
intereses de EE. UU. a nivel regional y continental— pronto se hizo general, dando así
nacimiento al llamado consenso americano58 (ver también Doctrina del destino manifiesto).
En consecuencia, en Estados Unidos es más pertinente estudiar el conservadurismo en
sus diferentes expresiones. Estas se encuentran —o afectan— a ambos partidos políticos.
Se pueden distinguir tres corrientes principales:
Un conservadurismo social, fuertemente influido por el fundamentalismo cristiano, que se
puede considerar como un descendiente directo de visiones protestantes acerca de la
sociedad y su organización. Esta posición tiende a considerar que el gobierno tiene un
papel legitimo en apoyar o incluso promover valores sociales y morales en la sociedad. Sin
embargo, no hay un acuerdo general acerca de cuales serían exactamente tales valores,
así, es difícil generalizar al respecto. Sin embargo, y muy en general, se pueden avanzar
algunos principios comunes: 1: Observación estricta de las leyes divinas y principios
religiosos emanados de la Biblia. La ley civil debe basarse en principios morales. 2: El
derecho de cada individuo y comunidad a gobernarse a sí misma.59 3: el éxito individual y
social es reflejo directo del “estado de gracia” que cada individuo y comunidad tenga (o
no),60 etc. Este conservadurismo es ideológico en que es “milenario” o tiene como fin
implementar la fundación de la Nueva Jerusalén. Sin embargo, y a diferencia de otros
conservatismos, esta tendencia no favorece un estado fuerte (a pesar que es patriótica) lo
que refleja (o ha dado origen a) versiones minarquistas.
A pesar de que esta tendencia no está organizada directamente como partido político, si
tiene mucha influencia en la política, especialmente en materias de opinión pública. Entre
aquellos que se podrían decir la representan encontramos por ejemplo a: Bill
O'Reilly; Rush Limbaugh; Jerry Falwell; Sarah Palin —la candidata a vicepresidente— y,
quizás controversialmente, Pat Buchanan.
Otra alternativa, que se puede llamar tradicional o intelectual, en que se ve como heredera
de lo mejor del conservadurismo tanto estadounidense como europeo, centra sus
posiciones en una percepción del ser humano como un ente eminentemente moral,
valorizando principalmente el papel del orden y la religión como fuente específica de
sentido en la vida de los individuos y rechazando específicamente a toda y cualquier
ideología.61
Este conservadurismo cultural, también llamado paleoconservadurismo por algunos de sus
adherentes, enfatiza el papel de las opiniones de las autoridades tanto en las costumbres
como en las leyes y el orden social. Igualmente promueve la función social de las
jerarquías y fe, la familia «natural», «libertad en orden», etc.
Esta posición es explícitamente nacionalística —en que propone la persecución del interés
nacional— pero es opuesta a toda extensión del poder político en el exterior de forma
directa (a la manera del imperialismo europeo) proponiendo en su lugar la creación y
mantención de alianzas con gobiernos cuyos intereses coincidan con el de EE. UU.62
Esta realpolitik ha dado origen a lo que algunos denominan neocolonialismo o imperialismo
estadounidense (ver, por ejemplo, la doctrina Monroe, el Gran Garrote, etc.) y se puede
resumir diciendo que ellos no se oponen a la extensión del poder de EE. UU. pero si se
oponen a la creación de colonias y, específicamente, a propuestas de intervención en
otros países a fin de promover principios políticos «progresistas» o democráticos.
John Adams.

Entre los representantes más conocidos de esta tendencia encontramo Samuel Phillips


Huntington, Kathryn Jean López, Dinesh D'Souza y Russell Kirk quien trazo, en su The
Conservative Mind (La mente conservadora), el desarrollo del pensamiento conservador
en la tradición estadounidense, a partir de John Adams hasta George Santayana dando
una importancia especial a las ideas de Edmund Burke
La tercera corriente de nota es el neoconservadurismo. Esta tendencia ha sido altamente
controversial, incluso para otros sectores conservadores, debido tanto a sus orígenes
como objetivos.
La diferencia principal del neoconservadurismo con otras posiciones conservadoras se
encuentra en materias de política internacional, acerca de la cual los neoconservadores
abogan por políticas abiertamente intervencionistas a fin de promover democracia como
las que mejor sirven el interés de EE. UU. tanto en el sentido de establecer y mantener
una predominancia absoluta de ese país como a fin de mantener orden y paz a nivel
internacional, incluso si esto implica que EE. UU. debe practicar el unilateralismo. En
materias de economía, los neoconservadores son neoliberales
Acerca del origen se debe notar que entre los fundadores y principales teóricos de esta
tendencia se encuentran muchos cuyos orígenes políticos se remontan a otras visiones —
llegando a las posiciones presentes motivados por un fuerte sentimiento anticomunista—.
Consecuentemente están bajo sospecha, desde el punto de vista conservador tradicional,
de tener posiciones «ideológicas». Así por ejemplo, Irving Kristol fue,
originalmente, trotskista mientras que Michael Ledeen fue un fascista63
La otra fuente teórica del neoconservadurismo se encuentra en la obra de un profesor de
política —Leo Strauss— quien pasó su vida en aulas y acerca de quien —durante su vida
— pocos siquiera conocieron su nombre. Sin embargo, es difícil sobrestimar la importancia
de Strauss para la vida política de fines del siglo XX y comienzos del XXI.
Las posiciones de Strauss son enormemente controversiales y no solo para los
conservadores en EE. UU.. Entre otras cosas, Strauss aduce que los argumentos en favor
de la preeminencia de la democracia no son necesariamente correctos o libres de
contradicción, por lo que se ganó una reputación como enemigo de la misma.64 Conviene
notar que esta posición de Strauss se ha interpretado —por sus seguidores— como
significando que no se puede tener por sentado que la democracia eventualmente se
impondrá en todos los países ya sea a través de la evolución política o debido al desarrollo
natural de la razón o la educación, sino que, por el contrario, es una forma política que se
ha implementado, históricamente, por la fuerza, y por lo tanto, puede o debe ser promovida
de la misma manera.65
Strauss se inclina, notando que algunos pensadores de primer orden —tales como Platón
— han cuestionado si los políticos pueden ser completamente honestos y todavía lograr
los fines que buscan, por el papel esencial de la mentira piadosa en, por ejemplo, unir o
guiar a los miembros de una sociedad, especialmente a fin de asegurar una sociedad
estable.6667En su The City and Man, Strauss estudia los mitos delineados en La
república por Platón, mitos usados desde entonces por políticos a fin de lograr y mantener
cohesión social. Esos mitos incluyen la proposición que las tierras de la «ciudad» le
pertenecen a sus miembros como comunidad pesar que, en toda probabilidad, fueron
adquiridas ilegítimamente y que ser «ciudadano» o miembro de esa sociedad se basa en
cosas que van más allá que el accidente del lugar de nacimiento.
Así, desde el punto de vista de Strauss, la religión parece ser eminentemente un
instrumento útil de la política. Esto ha dado origen a un debate acerca de si la posición
Straussiana acerca de los valores es solamente utilitaria y desprovista del contenido
de trascendencia o sentido del numen propio del conservadurismo más tradicional.6869
algunos comentadores incluso sugieren que Strauss mismo era ateo.70 Sin embargo esto
es debatible707172
De acuerdo a Strauss, en la filosofía política hay dos dicotomías centrales: una de la razón
versus revelación. La otra entre lo tradicional versus lo moderno. Esta última dice relación
a materias de la presentación pública de la tensión —posiblemente irresoluble— entre
razón y revelación como fundamentos políticos y comienza con Maquiavelo, quien seria el
primero de los modernos. Estos últimos, reaccionando contra la predominancia de la
política basada en la revelación durante la Edad Media, la transforman —enfatizando el
papel de la razón— en la política del mercado, dando así comienzo a los problemas
políticos modernos.
De acuerdo a él, el liberalismo contiene una tendencia al relativismo (cultural y moral), lo
que lleva a un nihilismo73 que se expresa, en las democracias liberales, en una especie de
vagabundeo intelectual careciente de principios o valores, en un hedonismo, un
permisivismo igualitario que empapa la sociedad estadounidense.7475

Conservadurismo en España[editar]
Las dos expresiones del conservadurismo —reaccionario y moderado— se hacen
presentes a partir de las invasiones francesas de comienzos del siglo XIX, primero con
el Manifiesto de los Persas que busca, bajo la dirección de personajes tales
como Francisco Tadeo Calomarde, la restauración de los Borbones, dando así origen a
una versión particularmente casticista o «reaccionaria» del españolismo que
eventualmente identificó «lo español» con lo ortodoxamente católico, por contraste con lo
que no lo es, aunque aparezca en España, estando ahí el origen intelectual de lo que
trágicamente se acuñó como « antiespañol en España» (ver también Las dos Españas)
Este conservadurismo estaba firmemente opuesto a la ocupación francesa y mantenía una
concepción reaccionaria, absolutista, del poder real, enmarcándose dentro de un
pensamiento español antiilustrado y antiliberal de autores como Fernando de
Ceballos, Lorenzo Hervás y Panduro y Francisco Alvarado. Incluso durante el periodo de
las Cortes de Cádiz se opuso no solo a las tendencias liberales sino también a las
conservadoras moderadas, lideradas a su vez por Francisco Cea Bermúdez y Luis López
Ballesteros,
En el periodo siguiente a la primera restauración, el sector reaccionario se impuso,
implementando, por ejemplo, políticas educativas (Plan General de Estudios del Reino),
que modificaba de forma radical las enseñanzas universitarias que se habían actualizado
durante el trienio liberal y la breve influencia napoleónica, suprimiendo buena parte de los
estudios científicos en favor del Derecho y la Teología.
Con posterioridad a la restauración monárquica, la diferencia entre reaccionarios y
moderados se hizo evidente y extrema en la disputa entre carlistas —generalmente vistos
como expresión del conservadurismo reaccionario— y los partidarios de Isabel II de
España (ver «reinado» en ese artículo), generalmente percibidos como moderados. Con el
triunfo de los partidarios de estos últimos, el conservadurismo moderado se formó en
fuerza política institucional a través del «Partido Moderado», bajo la presidencia
gubernamental de Francisco Martínez de la Rosa, Este partido eventualmente se unió con
la Unión Liberal para formar el Partido Liberal-Conservador, bajo la dirección de Cánovas
del Castillo.
Este conservadurismo (ver «canovismo") retoma algunas de las percepciones de la
corriente reaccionaria, caracterizándose por una desconfianza en la capacidad del pueblo
para gobernarse a sí mismo, por lo que la autoridad política debería ser la monarquía. Por
tanto considera inútiles el voto y la opinión popular. Vuelve, además, mediante el
denominado «Decreto Orosio» a suspender la libertad de cátedra en España «si se
atentaba contra los dogmas de fe», buscando afianzar el principio integrista que hacía de
la nación un proyecto sostenido en la voluntad divina. Durante este periodo, el
conservadurismo más moderado encontró expresión en el Partido Constitucional, bajo la
dirección de personas tales como Francisco Serrano y Domínguez y Sagasta.
Ambos sectores lograron un acuerdo de repartición del poder, que algunos denominan
«moderantismo», que se expresó políticamente en un sistema bipartidista en el cual los
fraudes electorales, apoyados en el caciquismo hacían posible la alternancia como medio
de evitar conflictos. Tras la muerte de Cánovas el sistema continuó funcionando bajo la
égida más moderada de Antonio Maura y Montaner. Sin embargo, y a pesar de las
tentativas regeneracionistas de este político, la profunda corrupción moral, alegadamente
resultado del sistema político, condujo eventualmente a la dictadura de Primo de Rivera.
Producto de esa crisis intelectual se originó también un gran debate acerca del Ser de
España que buscaba dilucidar la posible existencia un carácter nacional como posible
explicación de la falla española en producir unidad y cohesión interna, como expresada en
el aparente mayor consenso nacional de otras naciones «más exitosas», como la francesa
o la alemana, planteando la posibilidad de un excepcionalismo español.
Durante esa dictadura se continuó con el proteccionismo económico iniciado en el periodo
anterior,76 proteccionismo que, junto a un corporativismo vago que se desarrollaba
simultáneamente al de la Italia fascista, dio razón a que la economía española fuera
descrita como una de más cerradas del mundo. Es durante esa dictadura que se fundan
alguno de los monopolios de mayor recorrido histórico en España: Telefónica en 1924
y CAMPSA, 1927, así como una política de obras públicas (embalses, carreteras) que fue
continuada por la Segunda República.
Con posterioridad, la vida política en España entró a un nuevo periodo de disrupciones y
confrontaciones profundas, durante los turbulentos años de la Segunda República.
Durante ese periodo hay que destacar el papel que jugó en la consolidación del
pensamiento conservador la revista y sociedad cultural Acción Española, fundada
por Ramiro de Maeztu en 1931 por la que desfilaron las mejores plumas del rico y variado
pensamiento conservador de la época; hombres de la talla de José Calvo Sotelo, Víctor
Pradera, José María Pemán, Rafael Sánchez Mazas, Jorge Vigón o Ernesto Giménez
Caballero entre muchos otros. Esta publicación sirvió de tribuna para que el sector
conservador publicitara su oposición no solo a la república sino también su propuesta
de hispanidad como proyecto reinvindicador de una concepción profundamente católica y
tradicionalista de la cultura de los pueblos de habla castellana.
Durante esa época surge también la Falange Española, que muchos consideran una
expresión de derecha extrema o fascista.
Las tensiones mencionadas resultaron eventualmente en la Guerra Civil Española y solo
parecen haberse resuelto con el fin de la dictadura de Francisco Franco.
Durante y con posterioridad a la transición a la democracia, se hace presente una nueva
percepción política, que puede ser vista como superando a la concentración en la
hispanidad entendida como separada u opuesta al pensamiento europeo moderno: «El
«europeísmo» terminaría por convertirse en factor aglutinante esencial de la oposición al
franquismo, aunando en torno al proyecto de integración de España en Europa a
prácticamente todo el espectro político español, incluyendo a importantes personajes de la
elite franquista."77 Durante el mismo período dos personajes se han destacado como
representantes de la evolución del conservadurismo español: en el área más dura Gonzalo
Fernández de la Mora y en la más moderada Joaquín Calomarde.

Conservadurismo en Europa[editar]
Se puede alegar que a comienzos del siglo XXI las tendencias más reaccionarias del
conservadurismo —representadas por varios movimientos legitimistas o de ultraderecha o
incluso ultramontanas— han dejado de tener influencia política relevante en la vida política
europea excepto en forma indirecta (así, por ejemplo, el NPD (Partido Nacional
Democrático de Alemania) logra alrededor del 9% de la votación en el estado de Sajonia y
el DVU (Unión Popular Alemana), (aproximadamente el 6% en Brandeburgo)
Igualmente, movimientos nacionalistas tradicionales —incluyendo partidos que fueron
hasta hace poco «regionalistas» (tales como Fianna Fáil en Irlanda) y los que aún lo son
(como la Liga Norte en Italia)— tienen a nivel europeo un peso político menor (ver por
ejemplo, Independencia y Democracia y Unión por la Europa de las Naciones) contando
con un gran total de 66 eurodiputados sobre un total de 777.92
Las tendencias más moderadas son representadas por una variedad de partidos que se
agrupan a nivel europeo en el Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos) y de los
Demócratas Europeos. Este sector es el grupo con un mayor número de escaños (268) en
el Parlamento Europeo y es el que aglutina las corrientes derivadas tanto del
conservadurismo europeo continental moderno —ejemplificadas en los
partidos demócratacristianos— como las influidas por el conservadurismo anglosajón o
burkeano.
Lo que une a estas tendencias es un respeto por una concepción tradicional de la
democracia, los derechos y deberes civiles y otras instituciones de ellas derivada en los
estados europeos tales como están constituidos. Lo mismo se puede decir en relación a la
propiedad privada y el mercado «relativamente» libre.
Políticamente, existe una tensión entre un ala eurounificante (representada por el llamado
eje franco-alemán (ver Relaciones franco-alemanas y Declaración Schuman) y el ala más
nacionalista o euroescéptica, representada por el conservadurismo inglés (ver Movimiento
para la Reforma Europea), lo que ha llevado (2009) a la división del grupo conservador,
con la aparición de un nuevo grupo «antifederalista» o «euroescéptico»9394 Para algunos,
este Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos representa la decantación de
políticas que bordean no en el conservadurismo sino en el extremismo,95969798 o de
constituir un grupo que adolece de contradicciones internas99
En la economía los conservadores europeos se dividen entre los que sugieren un modelo
intervencionista —a lo largo del dirigismo o estado social—100 y los partidarios del mercado
absolutamente libre.
Esta última posición es, en general, una novedad en el conservadurismo europeo, su
introducción trazándose a la ex primer ministro británica Margaret Thatcher. Algunos
comentadores han cuestionado si su visión es consistente con la visión tradicional del
conservadurismo británico, estando más relacionada con la del liberalismo clásico.
Thatcher fue descrita como «una radical en el partido conservador» y su ideología como
amenazantes «instituciones establecidas» y «creencias aceptadas por las élites»,30
posiciones que algunos ven incompatibles con el conservadurismo tradicional. Sin
embargo, «la privatización de industrias de propiedad del estado, impensable con
anterioridad, se ha hecho común y es ahora imitada en todo el mundo» (op. cit.)
En lo social, el conservadurismo europeo actual enfrenta posiciones "socio liberales", en
relación a las cuales, no obstando su clara definición en pro de la primacía de los
principios morales como substrato cohesivo de una sociedad, hay una cierta variación, en
que no todos los conservadores buscan mantener o imponer de manera «excluyente»
concepciones morales tradicionales. Así por ejemplo, en el debate acerca del Matrimonio
entre personas del mismo sexo algunos perciben tal legalización como la extensión de los
beneficios de participación en instituciones sociales a sectores que estaban
tradicionalmente excluidos, situación que solo puede acrecentar la cohesión social
-percepción apoyada por una evolución en las posiciones religiosas mismas, hacia una
mayor aceptación de los derechos de los homosexuales a participar y beneficiarse
plenamente de su membrecía tanto religiosa como ciudadana101 Adicionalmente, en esta
área, se puede observar un decline en las posiciones que buscan otorgar a las religiones
(ya sea cristianas u otras) un rol único —a diferencia de uno primordial— en la definición
de la moral o ética pública.

El escritor que revivió la filosofía conservadora en la actualidad, fue Russell Kirk en su libro


«The Conservative Mind», forjó gran parte de las bases del ideal y a su vez revivió el
pensamiento de Edmund Burke, para resaltar lo que Kirk pensaba que era conservador,
habría que citar su escrito «Ten Conservative Principles":

¿Liberales versus conservadores? ¿Un falso dilema?

Envueltos quizás en la lógica cartesiana, los historiadores nos hemos conformado con la
definición, supuestamente antagónica, de que existían dos fuerzas políticas: los liberales
y los conservadores Los primeros eran los buenos,  y los segundos, porque defendían el
status quo y el hispanismo, eran los malos.  Nos conformamos con la categorizar y
clasificar. Es tiempo ya de pensar en nuevos paradigmas, en nuevas explicaciones.
Decidí buscar nuevos planteamientos. Hurgué por donde pude. Leí cuanto pude. Y en mi
búsqueda encontré varios trabajos.

El intelectual Luis Barrón, en un interesante ensayo titulado Liberal conservador:


Republicanismo e ideas republicanas en el siglo XIX en América Latina8,  se pregunta
cómo clasificar a los líderes del siglo XIX en América Latina. Por ejemplo, dice, a José
María Luis Mora, en México, se le clasifica como liberal; sin embargo, se pregunta ¿qué
hacer cuando uno se encuentra con pasajes en los que Mora no reniega de las
instituciones monárquicas? Y qué decir cuando resulta claro que Mora apoyaba los
fueros en la Constitución Federal de 1824?...Lo mismo pasa en el caso de Bolívar. ¿Fue
liberal o conservador? ¿O más bien tuvo una etapa liberal y una conservadora?9Se
responde afirmando con cierta amargura que es difícil responder a estas preguntas sin
una definición clara de lo que es liberalismo y conservadurismo.

Parte su reflexión haciendo una amplia referencia sobre el pensamiento de Charles Hale,
uno de los precursores del estudio del pensamiento en México a mediados del siglo XX,
cuyo libro El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-185310constituyó un
verdadero hito en la historia intelectual mexicana, al plantear que la distancia entre
liberales y conservadores era mucho menor de lo que se pensaba, acuñando incluso el
término de liberales-conservadores,  pero, dice Barrón, Hale reforzó el mito de que el
proceso independentista en la América, incluyendo a Brasil y a Haití, fue producto de las
reformas liberales que habían impuesto los Borbones. y que una vez triunfantes las
revoluciones republicanas, el liberalismo se había hecho dominante y se había
convertido en la ideología hegemónica en América Latina. Se pregunta Barrón ¿estaba
Hale en lo cierto? El piensa que no, yo me sumo a esa posición también.

Barrón plantea también que uno de los grandes problemas que ha tenido la
historiografía latinoamericana es la carencia de definiciones claras y precisas que
expliquen, para la primera mitad del siglo XIX, qué significaba un liberal, un centralista,
un federalista, un monarquista y un republicano.
Y va más lejos el investigador cuando constata la gran paradoja de nuestra herencia
liberal, h>eredada de los movimientos independentistas, lo que algunos llaman
como nuestro indiscutible abolengo liberal11, con los múltiples gobiernos conservadores,
más aún dictatoriales y aberrantes, como fue Porfirio Díaz en México.

¿Se necesitan cambiar los paradigmas? Tal vez sí. ¿Se necesitan nuevos mitos? la
respuesta es no, pues la idea no es cambiar un mito por otro, sino adentrarnos,
profundizar en cómo esos pensamientos, esas ideas llegaron a América.

Uno de los elementos más interesantes del ensayo de Barrón, es sin duda, su búsqueda
sobre el origen de estas ideologías y estos pensamientos. Afirma que el liberalismo el
republicanismo llegaron a América desde Europa. Se hace una pregunta
fundamental ¿Qué fue exactamente el republicanismo como tradición política y cómo
diferenciarlo del liberalismo.  Sigue preguntándose, muy acertadamente ¿no sería el
republicanismo solo una etiqueta historiográfica y no una verdadera corriente
histórica?.12

El investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica, CIDE, busca


respuestas a sus preguntas. Plantea que es simplismo absoluto el definir al
republicanismo como forma de gobierno opuesta a la monarquía. Señala que algunos
autores, como Philip Petit, enfatizan que la diferencia entre liberalismo y republicanismo
es la libertad. Para un republicano, afirma Petit, la libertad es sencillamente la no
denominación.  Es decir, los derechos individuales están sometidos y sujetos a los
derechos sociales. Mientras que los liberales, en cambio, la libertad consiste en la no
interferencia, pues los derechos individuales no pueden estar subordinados a ningún
otro tipo de derecho. Así pues dice:

Para un republicano es suficiente que la interferencia no sea


arbitraria, para un liberal es necesario que no hay
interferencia...elgobierno es el encargado de asegurar que no existan
relaciones de dominación entre los miembros de la sociedad, y la ley
es el único medio para que el gobierno pueda interferir en la vida y
los asuntos privados de los ciudadanos y asegurar que no haya
relaciones de dominación. Pero el bien común... es más importante
que el individual... Para un liberal en cambio, el fin del gobierno es
asegurar la libertad individual y la ley. debe intervenir lo menos
posible en la vida y los asuntos privados de los ciudadanos...13

Una diferenciación interesante y novedosa. ¿No creen? De la lectura de este ensayo


podemos concluir que el abordaje del tema sobre el conservadurismo como teoría y
corriente política desborda la clasificación simplista a la que estamos acostumbrados.

Barrón afirma, como lo han hecho otros, que la tradición republicana había llegado a
América, lo mismo que la ideología liberal, de Europa. Considera que el liberalismo
latinoamericano, al igual que el que de América del Norte, había tomado muchas ideas
del republicanismo. Se preguntó ¿qué fue exactamente el republicanismo como
tradición política y cómo diferenciarlo del liberalismo? ¿No sería el republicanismo una
corriente sólo una etiqueta historiográfica y no una verdadera corriente histórica?14

Para responderse a estas preguntas que se hacía asumió las posiciones de Steve Pincus
quien planteaba que el republicanismo había dejado de ser un concepto flotante de los
académicos que utilizaban con una gran carga ideológica. Al leer esta conclusión de
Barrón me pregunto, entonces ¿es conservador el republicanismo?

Barrón nos ofrece su interpretación. En su ensayo se deja entrever que para el autor el
liberalismo es completamente diferente al republicanismo. Más aún, afirma que la
mayoría de los grandes líderes libertarios del siglo XIX fueron republicanos, no liberales.
En sus palabras:

http://www.mexicodesconocido.com.mx/jose-maria-luis-mora.html

Acaso, definidos así liberalismo y republicanismo, sería mucho más


fácil entender toda la complejidad de las corrientes ideológicas y de
pensamiento en la primer la mitad del siglo XIX en América Latina.
Hace mucho más sentido, por ejemplo, tratar de entender el
pensamiento de Bolívar en el marco de esta tradición republicana
europea que dentro de la dicotomía liberal-conservador: Lucas
Alemán y José María Luis Mora, en México, dejan de ser opuestos
irreconciliables y su pensamiento, que en ambos casos refleja una
influencia de la tradición republicana, se hace más coherente para un
lector actual. Mora, por ejemplo, decía de la libertad en 1827: ... No
hay dudas, los pueblos serán libres bajo cualquier forma de gobierno,
si los que los mandan, aunque se llamen reyes y sean perpetuos, se
hallan en verdadera impotencia de disponer a su antojo y sin sujeción
a regla alguna de la persona del ciudadano; y nada servirán las
formas republicanas, que el jefe de la nación se llame presidente o
dure poco tiempo, si la suerte del ciudadano pene de su voluntad
omnipotente.15

Al finalizar la cita, el autor, partiendo de las ideas de Mora, plantea que la república  iba
más allá de la adopción o no de las formas republicanas, pues sin virtud y sin
ciudadanos virtuosos, pues la república no tiene ánimo, no tiene ningún principio que
conserve su existencia y declina fácilmente en la anarquía.16En otras palabras, el
problema para Mora, y Barrón lo asume como suyo, no era la oposición del
republicanismo con el de monarquía. Por demás, el autor del ensayo afirma que el
político mexicano era un admirador profundo de la monarquía inglesa, pero, ojo, la
distinguía de la monarquía absolutista española. Así pues, para Mora el problema no era
la monarquía per sé  sino el tema de la libertad, es más, afirma Barrón, el político
mexicano proponía y abogaba por la república porque no existían condiciones para
establecer una monarquía constitucional en América.

El autor vuelve a aclarar, que de nada serviría cambiar un mito por el otro. El punto
clave de su planteamiento es que no se puede, como se ha asumido tradicionalmente,
establecer una dicotomía. Recalca que ni el liberalismo, ni el republicanismo ni el
conservadurismo lo abarcaban todo.
Replantear así la historia de la primera parte del siglo XIX en
Latinoamérica nos permitiría analizar, por ejemplo, cómo y cuando se
manifestaron corrientes de pensamiento democráticas más radicales
que también surgieron del republicanismo, y que igualmente hicieron
críticas severas al liberalismo insipiente. O cuando y por qué dejó de
tener importancia el republicanismo. Podríamos también reevaluar el
anticlericalismo de los liberales del XIX a partir de la relación entre el
republicanismo como filosofía secular y el catolicismo. Si el
republicanismo enseñaba que el hombre sólo puede alcanzar o
perseguir la virtud como ciudadano de una república, como dice
Brading, ¿qué implicaba eso para la religión católica? ¿Y cómo hacer
de los indios ciudadanos virtuosos sin la ayuda de la Iglesia? En fin,
el estudio del republicanismo como corriente de pensamiento no sólo
nos permitiría trascender la dicotomía liberales-conservadores que
tanto ha estigmatizado la historia del siglo XIX, sino que también
insertaría a la historia intelectual y política de América Latina dentro
de un contexto mayor: la historia de occidente.17

Partiendo de estas reflexiones, presentadas de forma muy apretadas, nos encontramos


con la inquietud siguiente: ¿entonces el republicanismo en América Latina podía ser
liberal o conservador? Barrón plantea que muchos republicanos en el continente no
evolucionaron al liberalismo, como fue el caso de Lucas Alemán, considerado uno de los
principales políticos conservadores. Normalmente se contraponen las figuras de Mora y
Alemán, el primero como liberal, y el segundo como conservador. Sin embargo, dice
Barrón, ambos partieron de la misma premisa, el republicanismo. Uno, Mora, evolucionó
hacia la doctrina liberal, y el otro no.

Así pues, concluye Barrón, la intelectualidad y los políticos latinoamericanos del siglo
XIX nutrieron de las ideas republicanas, y luego tomaron caminos diferentes hacia el
liberalismo unos y hacia el conservadurismo otros. Lo fundamental, plantea el autor, es
que sólo preguntándonos cuál fue la influencia que tuvo la tradición republicana en la
formación de las instituciones políticas, podríamos entender el proyecto liberal. ¿Qué
piensan ustedes? ¿Interesante? Al leer este texto y otros que vamos a presentar,
concluyo: ¡Qué complejo es el pensamiento! ¡Qué difícil es clasificar y reclasificar las
ideas creadas al calor de la vida y la historia!

En mi búsqueda curiosa e incesante, localicé un interesante trabajo de la historiadora


Mirian Galante, del Grupo de Estudios americanos (GEA.CSIC)18. El brillante trabajo de
esta investigadora aborda la misma perspectiva que el de Luis Barrón, investigador a
quien le dedicamos los dos artículos anteriores. La profesora e investigadora plantea
que en México, durante varias décadas, la historiografía que se había dedicado a
estudiar la construcción del Estado liberal mexicano, partió de la dicotomía dialéctica del
llamado éxito  y fracaso.  Como expresa la propia investigadora:

Por un lado, una serie de estudio reconstruían el mundo económico,


político y social mexicano desde la asunción del éxito en la
implantación de los principios liberales de esta geografía. Por otro
lado, y frente a la corriente anterior, se encontraban los que
defendían la idea del fracaso sistemático en los intentos de
conformación de un mundo liberal en el país... En este panorama
binario y excluyente quedaban sin explorar amplios espacios, más
ambiguos quizás, entre los que podría destacarse el referido a los
conservadores y sus propuestas.19

Uno de los grandes problemas, señala la autora, se produjo con la conformación y


organización del Estado, una vez "triunfó" la revolución liberal. Asegura que a pesar del
intento por institucionalizar el nuevo ensayo político, había, en todos los políticos,
liberales y conservadores, la defensa de la preeminencia del Ejecutivo. Sustentaban su
posición en la literalidad de la Constitución de Cádiz, su texto legitimador del nuevo
orden.

Argumenta la investigadora, que si profundizamos y buscamos el punto esencial de


diferencia entre las dos corrientes políticas planteadas como antagónicas, lo
encontraremos en el tema de la soberanía. Este concepto, afirma, debía confrontarse
con los compromisos y simbología históricos de la nación que otra fundada en la
capacidad generadora de la voluntad general.  Sostiene que los llamados conservadores
o reaccionarios, buscaron todos los argumentos posibles para deslindar el significado del
principio de soberanía popular de la propuesta de Rousseau, para lo cual vinculaban el
concepto con la tradición escolástica, lo que permitía controlar su potencial subversivo y
coartar su capacidad para justificar la invención de un orden absolutamente nuevo que
obviara la tradición política que se identificaba como nacional.20 Dice la investigadora
que incluso algunos diputados de la época, alrededor de 1820, sostenían que la
Asamblea Constituyente debía quedar restringida en orden preexistente. y que por ello
no podía discutirse el sistema de gobierno.  21. Los liberales, dice la investigadora, por el
contrario asumían como suyos los postulados de la propuesta roussoniana en relación al
concepto de soberanía y voluntad popular.

http://www.temporamagazine.com/el-2-de-mayo-origen-de-la-nacion/

Pero esas discusiones teóricas sobre el modelo ideal de Estado que querían construir, se
veía obstaculizada con las luchas internas entre los grupos políticos, acrecentó la idea
en los líderes políticos y en los constituyentes, de otorgar poderes extraordinarios al
ejecutivo. Esta posición, sigue diciendo la investigadora, motivó, sin duda alguna
al Emperador Iturbide  a destituir el Congreso, argumentando que tomaba esta acción
por la salud de la patria requería algunos sacrificios, como confiar el poder en un
ejecutivo fuerte y suspender transitoriamente las reuniones del Congreso.

Por suerte para los republicanos mexicanos, la derrota de Iturbide fortaleció la posición
de que el despotismo, vinculado inexorablemente a la monarquía y al conservadurismo,
era un peligro para el futuro de México. El caos reinó en ese inmenso país, tanto, que
algunas provincias se declararon independientes  y a constituir sus milicias defensivas.

Pero el problema en las tres primeras décadas del siglo XIX, más que teórico, era de
índole práctico. La construcción de un Estado Republicano si bien ameritaba de un
marco legal, era más importante la unidad de la nación. La comunidad política, ante la
situación tuvo que deponer muchos de sus principios políticos. La situación se hizo más
difícil con la proclamación de Jalisco como Estado Libre y Soberano de Jalisco en junio
de 1823. Este hecho alarmó grandemente a los conservadores. La bandera de la unidad
era pues la única salvación. Defendían el imaginario colectivo existente de unidad, de
nación, como un todo, como una entidad abstracta e indivisible en gran medida
sublimada y en la que los intereses o adscripciones particulares debían disolverse...22

La autora, la Dra. Galante, afirma en este interesantísimo ensayo, que estos episodios
de fraccionamiento de la nación mexicana, provocaron que la mayoría abrazara las
ideas conservadoras. Para principios de 1830, los liberales comenzaron a fortalecerse y
a ganar espacios político, sin embargo, subyacía en cada uno de los habitantes y de los
líderes el temor al desorden y a la división. Se abogaba por el orden. Mora, por ejemplo,
argumentaba la unidad como un ideal cósmico en el que prevalecía siempre el bien. La
realidad los llevó quizás a sobreponer principios morales, ante que ideas políticas.
Quizás porque el pueblo llano no entendía, ni le interesaba el discurso del Estado. Sus
problemas se resumían en el aquí y en el ahora.

Sostiene Galante que después de estas experiencias desgarradoras, el debate en


México, a partir de 1833 no eran tanto si debían ser liberales o conservadores, sino y
sobre todo, si defendían el centralismo o el federalismo. En ese mismo orden, está el
interesantísimo ensayo de Mario Pozas23:

El pensamiento conservador fue la expresión social dominante


durante la larga historia colonial. El conservadurismo buscó y
encontró en la independencia la ocasión propicia para optimizar sus
privilegios y asegurarlos. Por su parte, el liberalismo criticó de los
conservadores su corporativismo tanto militar como eclesiástico, los
privilegios de una sociedad fuertemente jerarquizada y el
paternalismo en la conducción política. Al triunfar el movimiento
independentista, encabezado por los liberales, la reacción del
conservadurismo no se hizo esperar, a fin de mantener o restaurar
los elementos centrales del antiguo régimen. Como resultado de
estos conflictos, aparecen nuevas expresiones políticas, tales como el
liberalismo conservador y el conservadurismo liberal. En
consecuencia, el criterio diferenciador entre unos y otros, se
encuentra más bien en sus actitudes prácticas, ya sea en su apertura
hacia la modernidad y el progreso, por un lado, o en la conservación
de tradiciones y situaciones procedentes del mundo colonial, por el
otro. De igual forma, con la Independencia surge una nueva clase
dominante, integrada por liberales y conservadores, quienes
compartían y alternaban en el poder, como resultados  24

Este autor en el ensayo hace un análisis comparativo de cómo convivieron,  para decirlo


de alguna manera, las teorías políticas del liberalismo y conservadurismo. Siguiendo la
misma tónica del pensamiento, uno de los que más ha trabajado el tema ha sido el
historiador venezolano Elías Pino Iturrieta. Plantea que a nivel político la fórmula de los
conservadores era simple. Respeto al estado, proponía un gobierno fuerte, pero que
negara el centralismo impuesto por España, como él autor mismo lo explica:

Jamás discuten los contenidos de una Carta que pretende formar


instituciones nuevas en un país dividido entre hombres libres y
esclavos, en el cual los derechos ciudadanos son monopolios de los
individuos alfabetas dueños de bienes raíces o de negocios
remuneradores, detentadores de diploma universitario o con sueldos
de elevada cuantía. En función de la cantidad de ingresos establece la
constitución de sistema de sufragio censitario de dos grados con
régimen calificado que legitima y restringe la autoría del nuevo
ensayo de república. En ningún momento los notables se plantean la
mudanza de tales postulados, pues son el eje de una trama de
estirpe liberal en que apuntalan su calidad de propietarios.25

Por considerar que las posiciones de Elías Pino Iturrieta son vitales para entender un
poco mejor el entramado, sigo con el interesante trabajo del colega venezolano. Plantea
que los conservadores, en el caso de Venezuela, y que quizás podría aplicarse a la
región, fueron individuos que accedieron al gobierno a partir de 1830 y permanecieron
en él debido a su invariable fidelidad hacia un hombre y un proyecto de modernización.

Descendientes unos pocos de la aristocracia colonial, figuras crecidas


en la guerra de independencia o en un pacifico exilio, son letrados,
burócratas, propietarios grandes y medianos, mercaderes y dueños
de esclavitudes que ven en Páez la garantía de una paz estable a
través de la cual se puede construir una nación pujante. Están
seguros de armonizar sus intereses con cualquier apetito autoritario
(...); y su fe en un vínculo de propiedad-progreso-autoridad no lo
hace vacilar en su asociación con el controlador de las milicias.26

La afirmación de Pino Iturrieta nos parece muy representativa de lo que sucedió en la


realidad latinoamericana. En un primer momento, como he estado señalando a lo largo
de este trabajo, todos los sectores de la sociedad (los dueños de la tierra, los
comerciantes, los letrados e intelectuales), acogieron al llamado de quienes tuvieron la
valentía de enfrentarse a la dominación colonial, aceptando, sin entender en toda su
dimensión los mandamientos del evangelio liberal. Cada grupo social buscó la
instauración de un estado respetuoso de los derechos individuales y de la propiedad
privada pero sobre todo intentó adecuarse, según intereses, al impulso y a las
exigencias del capitalismo moderno.

Como sus adversarios, los llamados liberales, los conservadores propusieron un modelo
alternativo de país y también como ellos, miraron hacia afuera. Las sociedades que han
alcanzado metas evidentes de progreso y civilización, constituían el espejo, espejismo
tal vez, de su norte, de sus objetivos.

Los conservadores consideraban que la realidad era producto del pasado remoto que los
latinoamericanos habíamos heredado. Y para enfrentar la negatividades de la herencia,
o dar al traste con esas cadenas, proponían una sociedad dirigida por las élites
predestinadas, las únicas que podían gozar de los derechos sociales y ciudadanos. Esta
posición es la que explica su rechazo persistente a ampliar el marco de los derechos de
los grupos menos favorecidos.

Ahora bien, ¿qué pasó con los caudillos? ¿Eran conservadores? ¿Eran liberales? Los
caudillos regionales desarrollaron siempre la política sustentada en el elitismo y el
privilegio de los dirigentes en la dependencia y burda utilización de sus seguidores. Sin
embargo, me parece demasiado categórica la afirmación de Beatriz González de que el
pensamiento conservador era la transposición y expresión ideológica de los intereses de
la aristocracia feudal-esclavista y del clero. Y en este sentido, los que mantuvieron una
serie de mecanismos (el cobro de diezmos, los mayorazgos, las alcabalas regionales),
constituyeron las principales fuerzas que obstaculizaron la cohesión y por ende, la
formación del Estado Nacional. El poder conservador-independientemente de la
variables-fue antinacional pues retardo el surgimiento de una burguesía nacional y
luego alió al capital extranjero ''.27
Lo más interesante de todo es que la misma autora, en páginas posteriores a esta
afirmación, señala la superposición ideológica y política de los liberales y los
conservadores, llegando incluso a redefinir que en el proceso se situaron en posiciones
similares, denominando en algunos momentos grupos políticos híbridos, como el
liberalismo conservador, o el conservadurismo liberal.

El trabajo de Enrique Brahm García es muy novedoso.28 Refiriéndose a la realidad


chilena, el historiador afirma que es necesario un reencuentro entre la realidad historia
y la fuente, pero antes reivindica la necesidad de ser críticos con la herencia intelectual
recibida. Afirma que en Chile y en la gran mayoría de los países de América Latina
existió un conservadurismo liberal y con un conservadurismo positivista, afirmando que
Antonio Garcia Reyes (1817-1903) fue el principal representante de la primera corriente
y Ramón Soto Mayor (1830-1903) el de la segunda.

Cuestiona Brahm García 29el concepto mismo del conservadurismo. Afirma que aun
cuando en Europa esta corriente de pensamiento político tenía raíces monárquicas y
feudales, en América Latina, y defiende para eso el caso especial de Chile, las bases son
republicanas. Esto explica, según él, porqué las bases del conservadurismo fueron
frágiles y cambiantes de acuerdo a la necesidad de la realidad misma y por qué
conservadurismo, positivismo y liberalismo no fueron más que caras de una misma
moneda y fuente y fuentes de nuevos caos.

https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Garc%C3%ADa_Reyes

Este escenario tan lleno de limitaciones no podía provocar, en tan poco tiempo, el
nacionalismo de dos sectores tan antagónicos como afirman algunos estudiosos de la
historia. Es cierto que en términos económicos existían posiciones distintas, la de los
propietarios y la de los comerciantes, que defendían sus intereses. Pero coincido con los
autores que afirma que no parece tan probable que una realidad tan precaria pudieses
originar de forma intempestiva la formación de dos grupos diferenciados, cuyos
objetivos fueran crear y distribuís riqueza, respondiendo solo a intereses específicos.
Como dice Pino Iturrieta es más razonable pensar en un esfuerzo común de los
propietarios, quienes incursionaban en los dos ramos con el objeto de prosperar sin
ocuparse de manera excluyente de una actividad.30

Asumo como una vía que podría arrojar nuevas luces, que el deslinde entre
conservadores y liberales, más que de intereses de clases, tiene que ubicarse en el
plano de los intereses políticos. Queriéndose presentar como figuras de mundos
antagónicos, los fundadores del estado Nacional, denominados liberales y
conservadores, definen y construyen sus propias rutas para alcanzar el poder.
Momentos, horarios e itinerarios distintos y peculiares, más no un abismo
irreconciliable, fue la manera diferenciada de esos dos grupos que decidieron emprender
el largo viaje al poder, como bien afirmaba Elías Pino Iturrieta:

¿... debe tomarse al pie de la letra la calificación y la clasificación


realizadas por los opositores entonces? Hacerlo significaría admitir la
existencia de variantes doctrinas capaces de promover la fundación
de partidos cabalmente diferenciados y conocer la presencia de dos
sectores económicos diversos y opuestos por su ubicación en el
proceso de creación y reparto de la riqueza. Una revista somera de la
ubicación social de los personajes que dirigen los partidos (...) no
permite una división tan tajante...Elía Pino Iturrieta31

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